DEL FETICHISMO DE LA
MERcAwcÍa AL FETICHISMO DEL CAPITAL
Osvaldo FernándezDiaz
EDICIONES IDEAS
Título de la obra: DeI Fetichismo de la mercancía al fetichismo del CaPital @ Osxaldo Fernández Díaz, ai,o 2or4 Prime¡a Edición: diciemb¡e de 2014
Di¡ector Editorial: Marcelo Beltrand Opazo Edición y corrección de textos: Mundo de Papel Servicios Editoriaies Diseño de Po¡tada: Rosalia Huenchuñir Diag¡amación interio¡: Maritza Rivera Comunicación y Difusión Editorial: Eliana Díaz
DEL FETICHISMO DE LA MERCANCIA AL FETICHISMO DEL CAPITAL
@ Editorial Planeta de Papel Ltda.,2014 Av.
€) EDICIONES IDEAS Errántrtz I178, Of 75, Valparaíso
[email protected] Impreso en GSR 1820, Valparaíso
Osvaldo FernándezDiaz
Av Colón
RPI:248.131 ISBN: 978 956 9298 07 3
lln libro
es
ffiós que un objeto, es todo
uí
mundo
Impreso en Chile / P¡inted in Chile
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CONTENIDO
PREVIO INTRODUCCIÓN ALGO
9
13
PRIMERA PARTE/ El fetichismo de las
cosas
f9
CAPITULO 1 : La "teoría dál fetichismo" su problemática
21,
CAPÍTULO 2 : Hacia una caracterización fetichismo
40
de1
concepto de
CAPITULO 3 : Del fetichismo de la mercancía al fetichismo del capital
69
SEGUNDA PARTE/ El fetichismo de las ideas
101
CAPÍTULO 4
103
: E1
modo de representación capitalista
CAPÍTULO 5 : La ideología circulación sirnple
e1
período de la 123
TERCERA PARTE/ El fefichismo de los discursos
757
CAPfTULO 6 : La presencia de1 elemento en 1a economía política clásica.
L59
CAPÍTULO 7 : Cuando
1a
vulgar
ideología se hace
economía política vulgar
t96
CONCLUSIÓN
24L
ALGO PREVIO
Alguien dijo alguna vez que todos los libros tienen su histo,iul Lu d" éste comienza durante e1 tónido verano moscovita
cuando agobiado,por e1 calor permanecí a resguardo en una pieza de la pétrea mole de la Universidad Lomonosov donde me encontraba debido a un intercambio académico enmí t¡e 1a Universidad de Chile y la soviética Ocupé entonces tiempo leyendo a Marx en 1a edición que Maximilien Rubel había hecho en la colección Biblioteca de la Pleiade de Ga11imard. Fue aquella una lectura pormenorizada y anotada que se enriqueció gracias aI acceso que tuve a 1a traducción espanola que Pedro Scarón había hecho de los Grundrisse' en 1a editorial Siglo XXI PoT la misma época círculaba' también gracias a Siglo XXI, una traducción de un manuscrito de ó.e 1972,
Marxl que fue publicado como inédito.
E1
Capital' Libro I' capítu1o VI
Cuando tomé conciencia que mi exilio parisino' resultado del golpe militar de 1973, lba para iargo, y que necesidades laboiales me obligaban a doctorarme, retomé mi lectura y reflexiones u""r"u áu Ia obra de Marx, que había comenzado en Moscú, y las utilicé para elaborar e1 tema de mi tesis que giró en torno al concepto de ideología y fetichismo tal como del Je despliegan desde los Grundrisse al Capital La elección sujeto de mi tesis no estaba lejos de 1o que me había ocurrido y de 1o que ocurría en mi país' En un grupo de trabajo (IDEES) que habíamos constituido en París, a iniciativa de Selim Mohor, junto con Alberto Martínez, Hernán Ramítez Necochea, Sergro Ramos, Alexis Guardía, escribí un ensayo sobre 1os conflictos ideológicos de la Junta militar chilena' Desde entonces la problemática en torno a la ideología me 'i .t .6
rondaba, sobre todo por los problemas que me suscitaban los trabajos de Althusser al respecto. En especial para un espíritu gramsciano como el mío. De ahí que haya escogido ei con_ cepto de ideología para mi tesis, y que detrás haya venido adquiriendo relevancia, a medida que avanzaba en ella, el de fetichismo. La tesis, que titulé, El concepto de ideología en El Capital de Marx, la defendí en1979.
estimulado a editarlo de nuevo. Pero no es la únic;r, ()tri1, proviene de 1a actualidad que han cobrado los estudios accrc¡ rlcl concepto de fetichismo en nuestros días. Las nuevas ví¡s clt' exploración que 1os autores que se reconocen en la "Teoría clt'l valor" han abierto, sobre todo en lo que se tefiere a una nucv¿r lectura de Marx, desde nuevas perspectivas, ponen de actualidad algunas de 1as ideas que esboce en mi tesis y las vertí etr mi libro, 1o que me incita a ofrecerlas de nuevo a la discusión.
Ot¡o encuentro da cuenta de cómo fue que este esfuerzo y esta trayectoria hayan culminado con la publicación de ml trabajo en Madrid, en 1982. A través de 1a revista Araucaria conocí al poeta chileno Omar Lara quien había instalado en Madrid su revista Trilce, y la editorial LAR, en donde muchos profesores y poetas chilenos publicaron. Así fue como, gra_ cias a é1, en su flamante editorial, apareció este libro, bajo el llamativo título, Del fetichismo de la mercancía al fetichrsmo
Insistiré en 1o que acabo de decir, porque a veces el estilo algo apodíctico que se apodera de mí, y mediante e1 cual abordo, a veces, estos asuntos, puede llevar al lector a suponer que doy todo por cierto, y acabado. En verdad, pienso al contrario que estos temas son en sí una discusión abierta, más aun iuando el objeto al que se refierery e1 capitalismo, sigue reproduciéndose y planteando enigmas y problemas a 1a investigación. Problemas que 1a histo¡ia de un debate, da origen a nuevas lecturas de Mari.
del capital.
Pero allí quedó, como un producto de1 exilio, circulan_ do ent¡e amigos y exiliados, con vagas noticias que algunos ejempla¡es habrían llegado a Chile. porque sucedió que ha_ biéndome cenftado en la literatura y en estudios de civilización latinoame¡icana, corno labor principal de mi desempeño docente en la Universidad paris X, Nanterre, no volví a preo_ cuparme de este libro, durante casi l¡einta años, hasta que en el 2012, instalé un seminario de investigación, sobre El Capi_ tal, y volvi a ocuparme con cierto rigor de la obra de Marx. Seminario que se ha desarrollado en el Magister de Filosofía en la Universidad de Valparaíso.
41 lado de la frase, "nueva edición", debiera colocar, "corregida y disminuida", pues 1a revisión que he llevado a cabo ha puesto ahora más atención en e1 concepto de fetichismo que en el de ideología, que en la tesis doctoral, por razones obvias, era dominante. Debo reconocer, por último, e1 estimulo que tanto 1a lectura de Moishe Postone, como mi encuent¡o con los escritos de Anselm Jappe, a quien escuché en Agosto de 2014, tuvieron para 1a línea a seguir en esta revisión.
Como dije, había escrito esta obra motivado por lo que ocur¡ía en Chile en aquellos años aciagos de la dictadura; pensando en volver a publicarla acá, en nuestro país, como una propuesta para nuestras propias interrogantes y nuestlos propios debates; pero quedó atrás, como un producio más del exilio chileno. Esta ha sido una de 1as razones que me han *
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INTRODUCCION
Mientras la Mama Grande necesitó tan sólo tres horas para hacer e1 recuento de sus haberes terrenales, sucumbió, en cambio, ante la imposible tarea de catastrar sus bienes morales, cuyo patrimonio "invisible", contemplaba:
"La fiqueza
de1 subsuelo, las aguas territoriales, los colores de las bandera, la soberanía nacional, 1os partidos tradicionales, los de¡echos del hombre, 1as libertades ciudadanas, el primer magisfrado, la segunda instancia, e1 tercer debate, las cartas de recomendacióry 1as constancias históricas, las elecciones libres, 1as reinas de belleza, los discurso trascendentales, las grandiosas manifestaciones, las distinguidas señoritas, 1os correctos caballeros, 1os pundonorosos militares, su señoría ilust¡ísima, la corte suprema de justicias, 1os artículos de prohibida importación, las damas liberales, el problema de 1a carne, 1a prensa libre pero responsable, la Atenas sudamericana, la opinión pública, 1as elecciones democráticas, la moral cristiana, 1a escasez de divisas, el derecho de asilo, el peligro comunista, 1a nave del estado, 1a carestía de 1a vida, las tradiciones republicanas, las clases desfavorecidas, los mensajes de adhesión1."
knpacta tan disparatada reunión de elementos, cuyo orden y medida no aparecen evidentes a simple vista. Y aunque t¡as el ¡ecuento se esconda 1a lógica siempre desmesurada del poder de una clase social, y que explica la homogeneided mágica que parece reconstruir ficciórL nos desasosiega una i
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Ltana crande, Gt11albo, B¿tcelona, 1977,
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taxonomía que cose en un mismo destino ,,los colores de la bandera", "la sobe¡anía nacional,,, ,,las reinas de belleza,,, y " los ejemplos para el mundo,,. Asombra sobre todo, la línea continua que hace legible tanta exlrema disimilitud, que otor_ ga regularidad a este catastro de haberes morales, cuvu ma_ teria pertenece al poder invisible de aquella fabulosa y mítica terrateniente que era la Mama Grande.
van a urgirle hasta el final de su vida. Todo un conjunto de manuscritos, de 1os cuales, algunos constituyen ¡ecl¿rcciones provisorias, o material de referencia personal, redactaclas cr no para su publicación. Estos escritos entre los qllc sc cncuentran los Grundrisse2, borrador redactado entre 1.857-5U, la Contribución a la crítica de la economía política, prinre r intento por escribir El Capital; 1os manuscritos de 1861-1863, que estaban destinados a continuar la Coniribución, y que representan total o parcialmente el proceso de investigación que Marx 1levó a cabo en torno al capitalismo.
Cuando Marx aborda las relaciones de producción capita_ listas, y la conciencia que de ellas tiene la ciencia económica que las avala y venera, el texto de Marx nos invita a compartir un similar grado de asombro. Sólo que en este caso, al des_ nudar la a¡bit¡ariedad de la formula trinitaria con que Smith resume 1a riqueza burguesa, el discurso científico de la crítica determina el espacio en donde esta irracionalidad encuentra un ordery e incluso dent¡o de este mismo absurdo, la existen_ cia también, de los contenidos de un dominio de clase.
El problema de la ideología aparece en todos estos escritos. No como un tema colateral o anecdótico, sino incluido en el tratamiento de cada una de 1as categorías económicas. Desarrollos que íntegran la exposición3, y otros, que no obstante aparezcan como parciales, y esporádicos con respecto al análisis central, o en ocasiones como simples referencias, no dejan de ser significativos. Todos el1os muestran que este problema atraviesa el discurso crítico científico que Marx pone en obra, pasando a ser uno de 1os momentos constitutivos de la exposición de las distintas categorías económicas. Es e1 análisis de la ideología que explica y sostiene el concepto de "crítica de 1a economía poIítica" , que aparece como subtítulo del Capital y que ya era evidente y flagrante en 1a Contribución.
En . 1845, con su Ideología Alemana, Marx y Engels sacaban el concepto de ideología de la dimensión lOgicJ_gramaiical con que la había usado Destutt de Tiacy, es decir, como una especie de gramática de las ideas, para proyectarlo ahora a la dimensión social de las relaciones de pocler. Fue entonces cuando formula su conocida tesis acerca de que la ideología es la ideología de la clase dominante. euedja por indagar cuáles eran los mecanismos de tal funcionamiento; los dis_ tintos niveles de su determinación; 1a fuerza material de su reproduccióry inteüogantes que llevaban desde este escrito temprano, hasta el ámbito teórico del Capital.
Decimos, "ámbito teórico del Capital,,, porque vamos a re_ feri¡nos e involucrar en nuestra pesquisa, no solo a la obra que tiene por título El Capital y cuyo primer libro aparece en 1862, sino a toda la producción teórica, que permaneció inédita, en vida de Marx, y que abarca aquel periodo de producción teó_ rica mayoq, que comienza en 1g57, y cuyas ireocupaciones
Lo que acabamos de decir respecto al papel central de la ideología en e1 discurso de la "critica de la economía política", nos permite, proponer una lectura paralela a la exposición central, que va a seguir la ftaza de la problemática u¡d¡i 'e der Krrul der po rücct-en O{or^mip obr.r qre 'e tc¿dL ro ¿. e'oari con el trtu]o de Elementos fund.rmcntales para la critica de la economia poftica Gorradol 1B 5- 1858, SigLo XXI, Mexico,19i1, en una edición a cargo de Jósé Ari !o. MiSuel \f r-rni. v Pedro -.¿ron. cl v¿ r-¡d.-rc. on e\1\ o ¿ c,rrgo d( e. c u.Lrmo. 3 Por é1emp1o. e1 4 apartatlo ,Jel plmer capínrlo de1 Capital, quJ se desti¡a al feuchrsmo de la mercancr.r, el c¿pi¡ulo del tercer romo elaborado por Engels en donde trxm de lr "Fn, mnl¡ ^¡rn rrr e"
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ideológica a través de los indicios que dejan las distintas categorías, e ir buscando en ellos la textura real y concreta de este fenómeno. Sea cual sea el grado o nivel con que los problemas _ lógicos
ideo_ aparecen tratados, siempre van a estar referidos a una est¡uctura que pertenece por entero a las sociedades
donde el modo de producción capitalista es dominante. Este es el marco histórico que explica tanto el funcionamiento como las disposiciones de los distintos elementos del fenómeno icleo_ lógico; la forma y carácter de la mistificación; el contenido ge_ neral de1 ocultamiento, así como su significación social. pues de lo que vamos a hablar en adelante será de las relaciones ideológicas capitalistas; de las ilusiones que se generan en esta sociedad, cuya expresión general quedara dáfinlda por su carácter capitalista. Determinación que limita y regula el empleo metodológico del concepto, -ur"o qr" le irinda el modo de producción capitalista. "r, "l Considerada dent¡o de este espacio lógico_histórico, la es_ t¡uctura general de estas relaciones ideológicas deja percibir
t¡es niveles de presencia y funcionamiento. ño hay reierencia en los textos de Marx aquí mencionados, que no áluda a esta triple dimensión. Niveles diferentes, de jiv"rsu naturaleza, porque distintos son los mecanjsmos que se originan en cada uno de ellos, como distinta es también la relaci"ón que guar_ dan entre sí. De todos modos, la distinciOn es más bián lágica, pues en la realidad concreta de la sociedad capitalista ellos se presentan conf u ndidos.
1) Primero el nivel más elemental, aquél en que se prodlcen los equívocos que resultan de la forma q.," ur.r*" lu reproducción material del sistema capitaüsta. Nivel de rela_ ciones concretas y necesarias; donde priman los productos de ra rnversron que constituyen la forma dominante del fenóme_ no ldeológico en nuestras sociedades. Este es el lugar natural
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del {etichismo y de 1a reificación. Es, por otra parte, lo que nos permite entender que la expresión "crítica de la economía política" aluda no só1o a la ciencia sino, y de manera preferencial, al sistema en su conjunto. nivel de 1a representación ideológica, ta1 como ésta aparece en 1a epídermis de 1a sociedad. Lugar en donde habita la conciencia común; en donde se constituye nuestra concepción del mundo; lugar donde todo parece tan transparente, y rea1. En donde se comercian 1as ideas. Es el espacio visible de la ilusión. Tierra firme de las grandes ideas de igualdad y libertad, soportes clel pensamiento moderno. Asiento de la ilusión básica de toda realización social capitalista: bajo 1a idea que 1a sociedad surge gracias y mediante un contrato social. Pero que en verdad es una zona intermedia, sostenida por mecanismos mucho menos visibles, que se originan fuera de su espacio luminoso y que provocan, por 1o mismo, éste, su particular efecto ofuscador. 2) Luego viene
e1
3) Finalmente, 1a est¡uctura ídeológica deja entender también un proceso donde la subjetividad social; 1a acción político-cultural de una clase, alcanza niveles reales de autonomía. Mecanismo de intervención ideológíca, aparatos institucionales de regulación y control social. Discursos, tanto particulares, como universales, que 1a clase dominante instala para asegurar y consolidar su dominio. En este momento se genera otra forma de reproducción, subjetiva, distinta del efecto ideológico persistente que provoca 1a reproducción general del sistema. Este es e1 momento del discurso ideológico; de su reproducción, de su preparación y articulación racional por parte del estamento intelectual, para consolidar alianzas, hegemó nicas de dominio y de explotación. Es la nuestra una lectura sincrónica de 1a presencia de 1a ideología en la socieda
17
hacer; lectura que recorr( edrficio propuesto por Marx, desde ta o"r" ";"t:.:19:1del nada a dejar ",, "ru,o el tiempo histórico del modo a" proa.,""lon ."" que clicha determinación solo decida ,:lt¡r"";;;;;, p., i^ri"""i". nuestra parte, hemos o¡denado "" y presentado _ut"rrul url, en el orden que acabamos a"" "t y l*;";-;;;;." q"" "rpo.,u.; comprende este trabajo se refieren u .udu .rr_.,o J.l.iin,r"a, niveles de presencia del fenómeno ideológico: 1) , En la primera parte que hemos llamado el ,,fetichismo de las cosas", vamos a abordar los procesos A" *iii.""iory aiienación y fetichismo, tal como éstos se dan en la mercancía y como prolongan a acentúan su impacto trurtu J rnorn".r_ to rnáximo cuando aparece el capital a ir"rt"rOr; _o_"ato a"l máximo fetichismo.
";;;l'd'."5:1"j:[,ff:"n"j:1ff'j;
PRIMERA PARTE El fetichismo de las cosas
2) En la segunda parte, ,,El fetichismo de las ideas,,, nos proponemos examinar aquellas ideas principales que ilum! nan el pensamiento moderno, ta ae igualaaaj y la de propiedad; ideas fras las cualeslse fl_" "--' "iriUi" ' 'Jru'L il"rp"_ /P ble el proceso de circul¿ción d"1
i"i"l,i."o
capitJ.
3) En la tercera parte, ,,El fetichismo de los discursos,,, nuestuo propósito consistirá en estudia¡ las díversas formas de aquello que hemos llamado tu ."proau""lorl ;";l*nr, . subieriva de la reproduccion. En esta parte enLramos 111:rT, clr ra o¡mensron politica de la cuestión. en el conj_licto enke las clases sociales, y en la manera cómo el bloque dominante del poder impone su hegemonia.
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Capitulo
I
T¡, "TEORÍA DEL FETICHISMO": SU PROBLEMATICA
1. APUNTES PARA LA
HISTORIA DE UN DEBATE
Al hablar de la historia de 1os debates que se han dado a propósito de los conceptos de alienaciórt reificación y fetichismo, ingresamos a un momento crucial de la historia de los escritos de Marx: a1 momento que podemos llamar de su recepción. Momento muy diferente a1 de su escritura, que Pertenece por entero a Marx, a su propia biografta, a sus preguntas, afanes, inquietudes e investigaciones, y que se circunscribe a 1o que duró su, a veces, angustiada vida. Este otro momento, el de la histo¡ia de 1a recepción de sus ideas, es en cambio, más bien nuestro, pues pertenece a los que han leído a Marx. Labor que dadas las vicisitudes que han acompañado la publicación de sus escritos, cabría hacerse la pregunta, ¿quién leyó qué en qué momento? En todo caso, se trata de aquel momento cuando nos apoyamos en Marx, para confrontarnos con nuestra propia historia, en un debate, que se compone de muchos debates y querellas, que atraviesan e1 siglo XX y siguen pertinaces/ en estos comienzos de1 siglo XXI. Debate, por lo tanto, que pertenece a nuestras propias preguntas e inquietudes. En 1o que sigue vamos a esbozar algunas ideas para 1o que podría ser la historia de este debate en torno a 1os conceptos de reificación, alienación, y fetichismo; debate tendiente a es-
tablecer el lugar, la presencia, y la significación que tienen en la obra de Marx. Estas ideas no pretenden se¡ r¡iás que esto, apuntes provisorios para lo que podría ser un trabajo aparte, pero en todo caso, algo que excede los propósitos de éste que estamos comenzando, no obstante empiece a hacerse urgente, dada la importancia que han cobrado nuevas lecturas del Ca_ pital, a partir de 1os Grundrisse, y que se haya en pleno vigor en nuestros días. Lectura que se acompaña de una renovación del interés en Marx, y sobre todo por una renovación del inte_ rés por el concepto de fetichismo, que hoy emerge con nuevos fulgores. Intentaremos distinguir cuatro hitos en esta historiai ya sea porque en ellos se produjeron los debates más profundos; ya sea porque fueron momentos de gran creatividad en el campo de las ideas marxistas, momentos en que surgen nuevos au_ tores, nuevas lecturas de Marx, análisis de su obra que se ge_ ne¡an desde perspectivas inéditas. E1 primero, de estos hitos, que podríamos llamar precursor, se siLúa en los años veinte del siglo pasado cuando una pléyade de creadores originales, dan lugar a uno de los momentos más creativos del marxis_ mo. Este primer hito se centra en el concepto de reificación que Georgy Lukacs elabora en su libro Historia y conciencia de clases. Obra señera a pesar cle que Lukacs se retractara de ella, en más de una ocasión. E1 segundo período que es crucial, porque es entonces cuando comierLzan a conocerse una gran cantidad de manuscritos inéditos, en especial los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, a lo que hay que agregar la reedición de obras que Marx había publicaclo, p"ro qr" .uri "ru. desconocidas. El concepto que los debates de ese momento destacan, es el de alienación. El tercer hito nos lleva a los años sesenta cuando se origina una importante polémica enlre el filósofo francés Louis Althusser y jóvenes investigadores de 1o que entonces era el campo socialista, y la URSS, a propósito de1 "joven Marx" y el concepto de alienación y los otros con_
ceptos que con él se emparentan. La relectura de la lclcolo¡¡ía alemana y de las Tesis sob¡e Feuerbach, llevan a nuevos r"'studios acerca de1 concepto de ideología. Finalmente, podenros hablar de un cuarto período que comprende casi tres décad;is, marcado por 1a implosión de la URSS, y el surgimiento de nuevas lecturas en especial del Capital de Marx a partir de los Grundrisse, y que se detienen particularmente en e1 capítulo sobre la mercancía. EL PRIMER T'fRiODO
Antes del impacto teórico provocado los Manuscritos del 44, los temas que pasaban a ocupar el primer plano de las polémicas, no habían estado ausentes. Hubo, si se puede decir así, una preparación en la década del veinte, lo que explica que 1a reflexión que se suscitó en torno a 1os Manuscritos de1 44, no brotara de la nada. En efecto, durante 1os posbélicos años veinte, se produjo una coyuntura particular. Por una parte, la bancarrota política de la II Internacional, había significado también el fin de la hegemonía teórica de la codificación socialdemócrata de1 marxismo; mientras que por otra, la codificación estalinista recién comenzaba a bosqueiarse en \924, con Cuestiones del leninismo de José Sialin. Fue en ese interregno, en ese espacio propicio que floreció toda una generación de autores que leyeron y pensaron a Marx llbres de presiones partidarias. Es entonces que debemos ubicar a quienes como Isaac Rubin, Román Rosdolsky, Karl Korsch, Wilheim Reich, Bertold Brecht, Walter Benjamin, Antonio Gramsci, José Carlos Mariátegui, o 1os que se agr:upaban en torno a la Escuela de Frankfurt. Para todos 1os que se implicaron en estas nuevas lecturas de Marx, las preguntas que se hacian eran urgentes, por no decir lacerantes: ¿Como leer esta nueva realidad que surgía en la Europa después de
EL TERCER PERÍODO
la guerra? ¿Qué mundo se iba definitivamente con e11a y cuál era el que emergía? ¿Cómo producir una críüca de la socie, dad que fuera a 1a vez un programa de superación del capitalismo? Un capitalismo que parecía agotado luego de la crisis del 29. ¿Cómo responder desde Europa y fuera de Europa a la pregunta por la revolución? ¿Hacia qué destinatario? Por otra parte, ¿cómo enfrentar aquellas ciencias que no existían en tiempos de Marx, pero que emergían ahora, como el psicoanálisis y la lingüística?
Pero 1a historia de estas categorías no termina ahí, vuélve de nuevo por sus fueros en la década de los sesenta, cuando se traduce por doquier 1os Manuscritos del 44, y una novel generación de investigadores de los países socialistas, en Procura de una oferta humanista, la descubre en los escritos temptanos de Marx, en espe¿ial en 1os Manuscritos de1 44 que por fin cornenzaban a cobrar vigencia en el mundo socialista. Ellos se empeñaban en esos momentos, por explicarse y comprender 1o que había ocurrido con Stalin, tras 1a denuncia hecha durante el XX Congreso de la URSS. Formaba parte de 1o que en esos momentos se llamó "el deshielo". Fue justo entonces, cuando Louis Althusser sale a1 paso de aquellos trabajos publicados en Francia por 1a revista Recherches a Ia lumiere du marxismo, en ensayos que dedica a la problemática del "joven Marx", que poco después aparecerán compilados en su obra Pour Marx1. Althusser no se detiene en lo que estaba implicado en aquella tentativa de los investigadores socialistas, e interviene criticando la forma cómo ésta lectura de 1os Manuscritos del 44 se llevó a cabo. Desde lo que é1 llainó un corte epistemológico, siguiendo a Gastón Bachelard, escinde de nuevo? el pensamiento de Marx, entre un joven Marx y un Marx maduro, condenando como no marxista al concepto de alienación y haciendo del marxismo un no humanismo. Dentro de las po1émicas de este período cabe mencionar a aquellos autores que vuelven a desarrollar un análisis de1 individuo y eI humanismo tales como Adam Shaft, Karl Kosik, Ernst Fischer, Roger Garaudy. Cabe señalat eso sí, que la lectura que el grupo Althusser hizo del Capital, introduce nuevos rigores
EL SEGUNDO PERÍODO
El segundo período se sitúa, como hemos dicho entre guerras, marcado por el descubrimiento de importantes manuscritos de Marx, hasta entonces inéditos. En especial, con el debate que se dio en totno a los Manuscritos económicos filosóficos de 1,844, recién publicados en 1931, conforme a 1a primera
MEGA, preparada, y orgarizada por David Riazanov, pero que fueron difundidos, aparte y apresuradamente, por los alemanes Landshut y Mayer. Las lecturas y relecturas que éstos manuscritos suscitaron; sus dispares y hasta encontradas recepciones, marcaton decididamente esta época de la historia de las ideas marxistas. En esos tiempos 1a teoría fue apremiada por las diferentes posiciones políticas que en ese entonces estaban en 1iza. Tanto 1a flamante oferta bolchevique, como Ia más antigua y desgastada socialdemócrata. Por eso, cada nueva lectura acusaba, o reivindicaba, de inmediato, la posición desde la cual se intervenía, dentro de una problemática revolucionaria todavía imprecisa en Europa. Pues en ese entonces, la crítica teórica se había puesto con tardar¡za a buscar 1os conceptos que ia crítica práctica ya había avarzado, a través de actos revolucionarios, cuyo rango epónimo y paradigmático había quedado fijado, por 1a Revolución bolchevique de 1917.
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2 Antes. en el momenro ante¡ior de este debate, en los aios trcinta, habian re cu¡rido tanl¡ién a una escisión, aun.lue eÉ sentrdo inverso, los intelecruales sr¡ cr"lJemocr¡,.q'.'.re rc'.'ndr ,b: r' . \'.n jo."n.c'n¡nrcl^nm, cr",¡rr ' flo.r,fr,.men :, "¡ L, -r1 (rr . d.t \f .r . r.1. r .¡ o¡ '¡J . J, l, .p , .
que exploran la obra
],^:::::'_:ll,:'ios crennrrca que les proporcionaba
LOS PROCESOS DE REIFICACIÓN, ALIENACIÓN Y
FETICHISMO
Pese a su peculiar efecto deformador
y al encubrimienkr ,,1uc suponen, los procesos de reificación, alienación y fetichismo, equívocas reptesentaciones de lo rea1, aparecen como obvios al sentido común. Es por eso que pasan a ser objetos de trabajo válidos tanto para é1 discurso de la "crítica de la economia política" que Marx despliega en El Capital, como en el campo específico de las ciencias sociales. Ocurre entonces, que
EL CUAITTO PERÍODO
Habría por último un cuarj "caída áer -.,'o a. n",i#'rTltriil,,1l'"T,'J',HlÉ:fl ;,]: para el pensamiento conservador significaba ti.,orolrrla aur capitalismo, amrnciado como ,,tii "t el d" tu rurt*r/ p., E *_ ci1 ruk1fa1a. Para el pensamiento de izquierdu miento, le plantea la necesidad de replanteise A. "rt"'álrt""r_ f" problemática revolucionaria. En tales condiciones "r"""]"a" .ul,r"lrru a" nuevo a Marx, se le vuelve a leer esta vez a través a" iu OpU.u diferente que ofrecía un en< entue 18sry18s8 y q"" publicado en 1942 conocido como los Grundrisá, y q.r" *ti"ipu_ at.capital Esto leva a reteer H óápi,a q..T: A primer capítu1o que Marx dedica " a la me¡cancía, lli y en especial, en este capítulc
aquella reflexión que había comenzado antes de 1931, se pone de nuevo en marcha por las vías que abrían los manuscritos Marx, que en ese entonces se descubrían. Reflexión que evitó, eso sí, caer en el marasmo teórico de 1a II Internacional, aunque sin aceptar del todo 1as tesis de Lenin. Los autores de esta empresa teórica, leyeron de nuevo a Marx, en un empeño que abarcó los dos tiempos: primero, prolongando la tentativa que Georgy Lukacs había desarrollado en Historia y Conciencia de Clase, al analizar las potencialidades teóricas del concepto de rei{icación; y luego descubriendo en los Manuscritos del 44, el concepto de alienación, solidario complemento de1 humanismo que se desprendía de aquella obra.
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ideológica lleva a reparar en su naturaleza intrín, 1l-tirtamente secamente capitalist4 y a proyectar esta misma natu¡aleza en *tegorras. aparenremente,.económicds,. pero que llli^1:.T.: aoolecen de la mism¿ conLradiccion, como ocurre aorl,lo, .on_ dinero y capital, entre ,"a. i;"JT _ o!1,Lra .rr ra Tuburo. "o",. ramosa categoría del valor descubierta por det dobte ca¡á"t", a"it uuu;o. al capitalismo su desaparición en or-;;;;".:l:'^': _-_ ,*".qduones de "l oroducciór1 solo será posible cuando oesaParezcan las relaciones ie producción capilalistasr.
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Más allá que detectemos en la obra tempr¿na de Marx, fenómenos tales como la alienación, la inversióry 1a reificación, y e1 fetichismo; y que se pueda trazar su huella hasta 1o que se considera su obra mayor, El Capitai; en 1o que se refiere específicamente a la naturaleza misma de estos conceptos, debemos considerarlos como interconectados, condicionándose recíprocamente, y que en conjunto dan cuenta de lo que es la carga ideológica inherente y específica del modo de producción capitalista. En efecto, si en 1os Manuscritos del 44 e1 concepto de alienación es dominante y rinde, sin dudas, un t¡ibuto a Feuerbach; en el Capital, en cambio, es el concepto de fetichismo el que pasa a dominar. La alienación expresa la
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manera como el sujeto toma conciencia de su peculiar situa_ ción dentro del proceso de producción capitalista; mientr:as qle, el fetichismo y la reificació., urpr"ri., la forma como el objeto de la producción se proyecta en Ia conciencia de este mismo sujeto, Alienada es Ia manera como el obrero se configura tanto el producto de su trabajo, como el trabajo mismo, que pasa, finalmente, a ser percibido como un re_ bajamiento de la condición humana. Fetichismo, en cambio es la fascinación que ejercen las categorías económicas, es_ pecialmente la de dinero y capital sobre los hombres, los agentes de la producción e incluso los economistas, en la sociedad capitalista. pero como tal fascinación subyace ya en la humilde mercancía, Marx en el primer capítulo de El Capital desciende hasta e1la, para deiectar allí su fetichis_ mo. Por eso, el sesgo ético de denuncia, que se encontraba en aquel temprano escrito de Marx, no está ausente del pri_ mer tomo del Capital. Toda su refulgencia subyace ya en el carácter espectral de su objetividad.
Nos referirnos a ellas como categorías que revelan y se proponen desentrañar una traba u obstáculo, tanto en el discu¡so científico que se realiza en e1 terreno de las cien_ cias sociales, como también para instalar en la práctica po_ lítica una mirada que permita hacer transpar"rrt" lu opu.i_ dad que en esta sociedad cub¡e tanto la Jomo "xplotación también todo tipo de dominación. Dificultj, por lo tanto, que atañe tanto al movimiento de la ciencia, al punto de vista del científico, como a1 sujeto a quién estos fenóme_ nos interpelan. En este segundo urp".io, el fetichismo, se revela como la figura deformada, e ideológica, con que la conciencia común se hace cargo de sus relaciones sociiales. Pero eso no impide que sea inherente y constituiiva de las relaciones de producción capitalista, f "o*o tal, reprodu_ ciéndose al mismo tiempo que se reproduce el sistema en su totalidad.
Estas figuras son, además, constitutivas de la representación que la sociedad capitalista es capaz de hacerse de sí misma, sobre todo cuando esta representación es apologética. Un verdadero juego de espejos que debe ser concebido como 1o máximo que esta conciencia de sí puede generar sobre ella misma y que Marx pesquisa en la Economía política. Desde el mismo momento en que el objeto deja de ser 1a sociedad capitalista, para mostrarse como 'sociedad en general"; es decir, cuando la particularidad propone como universal, 1a imagen que se ha forjado de sí misma, la figura ideológica suplanta a1 concepto, y se anuncia como 1a verdad.
Tanto las posiciones que estamos examinando, como 1o que Lukacs llama reificación, como el objeto evidente de toda la discusión contemporánea sobre la ideología, quiérase o no, se mueve en los marcos exclusivos de1 modo de producción capitalista. En este sentido, nos parece importante retener aquí, como una proposición central para este trabajo, 1a precrsión que hace Georges Labica al respecto: "Para decir verdad, sí nos hemos apartado de las vías de 1a investigación de los trabajos más recientes, no lo hacemos en virtud de ninguna presunta altura de miras con respecto a e1los, ni tampoco en nombre de un rechazo g1obal, que su mismo interés impide; es más bien al contrario, porque nos parece Lcita, la formulación de una cuestión seguramente modesta y que hasta aquí ha pasado quizás desapercibida. Tratándose, en efecto, de la teoría de la ideología, para conservar la expresión, nos hemos preguntado si no convenía volver sobre el objeto propio de Marx: e1 modo de producción capitalista, para preguntarnos por 1os elementos que de'be contener y que conciernen a la propia representación ideológica, a saber, aquella de 1a sociedad burguesaao.
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ideológico a que hemos hecho referencia, equiva.le aEluna capa
geológica sobre otra, donde cada .rr-ru o.-rrltu u través de una falsa representación 10 que ya de suyo era en sí misma ocultamiento. Pero con todo, se kata de una imagen cotidiana y común, a través de la cual hay que atravesar si se quiere descubrir en e1 espejismo al fenómeno real.
reproduce como concreto de pensamiento. Allí concluye la crítica del concepto. Ese es su juicio final. se
Se trata entonces, por una parte, de eludir la aporía, de no seguir e1 itinerario al cual nos fuerza, con su particular poder de afracción, la ideología. pero sin olvidar, por otra partl, que estamos atenidos a ella, como nuestra sola e indispensable re_ ferencia, en tanto constituye la ú¡ica vía de acceso al objeto real, aunque este ,punto de partida', sea comienzo, más bien por negación, que por positividad. pues está en 1a esencia cle lo ideológico el quid pro quo que oculta una relación real, distinta de la que se exptesa, en su provisoria e inmecliata re_ presentación cosi{icada. Nuestra operación debe, por lo tanto, intentar traspasar la imagen común sin caer en 1a negatividad de su aporía. En consecuencia, la única certera que nás queda, es que la imagen corriente del fetichismo, oculta al fenómeno real. ,{1 criticarla, la hacemos visible en el plano del conoci_ miento, pero no por ello desaparece su cotidiana materiali_ dad, ni la fuerza de su impacto.
Siguiendo a Marx, nuestro examen de la cuestión comienpor enjuiciar 1os límites del concepto en su encuentro con el concreto real en su manifestación todavía primaria y caótica, pero que luego lo exige y apura en sus propias posibilidades teóricas, resp€cto del segundo concreto o concreto del segun_ do mornentos, aquél que se reconstruye mediante la ciencia, y za
Nos ¡efe¡imos a los momeotos del rnétodo que propone en 1a.,Int¡oduc ' pr-.,.o qJ. \, Je Io rcn ,e,o . o ,o,ir", rolvlart oo, t¿ r¡, ¿.i ," ilr.,., :^l:!:,lj _endo \ol med'Jn s ld currcrr\ ,i re.orrer el .. r-ll¡u ¿l re\(., de lo ab.tr¿c,o a -o colcreto. Sólo qr_rc en 6nd se t¡ata de un conc¡eto distinto, un aorr.r"á á" p.r, sa¡ruento que,reproduce bajo esra fo¡ma drfe¡enre .1 .orr.reto ,eol. Esie t"xto lo nr):. ,ormrnJo p¡rre Jcl prólogo a los Gntrditte, o Ehnentas ::-:?1,:li-r., fanrla netta t¿\ far¿ la .ihta de /¿ E,,)naa ,¿ p\l, tid ()oriador) g57_ 1 1858, 2 vols., Siglo XXI, 5
3o
Buenos Ai¡es 1973. É,sre prólogo es en ve¡dad una inr¡oduccióo e ir-rconclusa y desech¿da de l¡ i looLlbucLon y que quedó junto con el manuscri to delos Grundis ft. lror e,o lp4,ugu del¿, 0.t.;, u,io.t a .a t -.,ad,.tl .a1 ,ltaD.t..,n.g.<,on.r-e en Lr¡,rs p¿gLnils rutobrogtalic;rs en donde lvlarx, además de un ¡ecuento de sus estudiñs. €\pone Los funJ¡mentos del mate¡iaüsmo histórico (según Engels), se le conoce con el nomb¡e de "Intodr¡cció¡ rlel 59".
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II. LA REIFICACIÓN1; SU PROBLEMÁTTC,A
LA OPOSICIÓN ENTRE PERSONA Y COSA
Lukacs concibe la reificación como la reducción real de la persona en cosa/ cuyos efectos son negativos no sólo por el hecho de que una vez cosificadas, las relaciones so.ial", ." convierten en poder frente a 1os hombres, sino porque estos mismos, una vez reducidos a 1a condición de fuerza de traba_ jo aparecen también como una cosa. Se habla entonces de una doble pérdida: primero, porque la identidad consigo mismo se diluye en esta cosa opuesta y ajena, y segundo, porque en la misma medida que esta cosa se hace visible como lo único real, la persona humana experimenta un proceso inverso de des-realización. Un proceso desLructivo se impone a través del principio de la racionalización capitalista basada en el cálculo. Se calcula e1 propio proceso del trabajo, disgregándolo, destruyenclo su unidad interna en el desarrollo unilateral e indepenáiente de la multiplicidad de sus momentos. Como consecuencia, este proceso se convierte en la reunión de sistemas parciales, de desarrollos independientes, cuya unidad está ahora determi_ nada por el cálculo. Cada momento, ltna vez hecho autóno_ mo, engendra desde sí mismo la unllateralidad limitada de 1a especialización, puesto que la dislocación del proceso pro_ ductivo del objeto, es también y necesariamente una disloca_
ción de1 sujeto. Cuando esta racionalización capitalista se extiende al conjunto de 1a sociedad, e1 Estado pasa a funcionar en forma análoga a la de una empresa, y e1 mecanismo del cálcu1o se extiende a toda 1a estructura del aparato estatal2 . En toda esta transformaciór¡ la burocracia moderna representa e1 momento cuando las propias facultades intelectuales del hombre se racionalizan, se codífican y se convierten, por consiguiente, en mer¿ancías. Instante cú1mine de 1a reificación, cuya gravedad se expresa en que el hombre se dispone a vender la posibilidad misma de recobrarse en esta atomización y desmenuzamiento del proceso productivo, en donde se le escapa para siempre el sentido de la totalidad de1 proceso y, por ende, su propia identidad. Su tragedia personal como trabajadot acusa, empero, un mal general, porque en este proceso se asimila su suerte, en tanto fuerza de trabajo, al destino de toda una sociedad.
Así concebida, la reificación funciona como categoría básicrítica de la sociedad contemporánea. Crítica antropológica y humanista, de decididos énfasis éticos que ha dado lugar a 1a lectura humanista de Marx, tanto a 1a que se estableció "desde fuera", como la crítica humanista de1 rnarxismo, operación de rescate de Marx en auge en los años cincuenta, como a 1a que a continuación se propuso "desde dentro" como humanismo marxista, por la generación inmediata al XX Congreso del PCUS. Estas tendencias que ligan la noción de fetichismo a la forma de 1a reificación en los términos de la oposición persona/cosa, constituye también uno de los soportes y fuentes de inspiración de 1a Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt. ca de la
Estos des¡¡rollu,. muv e.qucmiricos, por cietro, dcstinados a exponer los rasgos esenclxles deI concepro de ¡.i1]c¡cron, ta1 como lo concibe G. Luliacs, se encuen |Ian eo Histoira c;ncrencr¡. dc chs.s, la obra más importante y quizás más con ) 2
I Us-rmos
p¡labr: rer6c:tron" quc r,,iene del té¡mino latino..res,,. Exlste la exDrc-ro'l ( D. iol¿ ", o,ihc.¡ió--. 1-e r ie-- d< t- p r.rbr,: e.pr.ro...r ...o\. ., ( . r LrlU-n r ñ rl,jbrJ f .L q.ue .c u.J eq l: ed,¡.n¡ de Hi..^: ¡ ¡,6n, L r.t¡ de cl,] e. qu. es r¿m¡s^ cltdndn. , C I Lul<¡cs. Gyó:,g, , l-.1¡¡¡o , cotcjel'cia de ,¿"r. ¿At.ri"i O"i_ ,d( r ¿ce l¿
m,1ru.5rn
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tU.,2008
t¡wetdda jnclusn por el m,rmo del 61ósolo húngero, er] especial en el capírulo, Lato)iÍic¿ci.n l.r c'rc e"ci r, prol. r;rr.rdu. { r. Lur.rc.. Clorgr. 1 ^pu. ci . . ' pp. l4l_271.)
La oposición entre cosa y persona, base del concepto de reificaciór1 se mantendrá, entonces, gracias a ...ru u-bigii"_ dad semántica irremediable con que se entienden corriente_ mente ambos polos. Así, respecto de la noción de,,cosa,,, se observará una confusión enhe lo que son los objetos de cacla día y el poder especial que em.rna de la cos¡ entenclida como
fascinación fetiche. En lo que se refiere al concepto de persona habría que comenzar diciendo, que el término goza de una comprensión empírica generalizada. En efecto, ¿quién duda siquiera de 1o que es una persolla? nos interpela cotidia_ ¿No namente la representación ideológica de la socieclad capitalista en t¿rnto petsonas, va sea para hablarnos de nuestra liber_ tad, va sea para recordarnos nuestros derechos? La ideología domin¿rnte ha logrado que el sentido común de la sociedad capitalista parta de la base que bajo estos predicamentos exis_ timos en sociedad. E_n _ {arx el concepto de persona encuentra ficados bien
siempre signidellmitaclos que se aproriman a definii el papel que alguien asume en la producción, En este sentido esti más cerca de la noción griega de máscara. Son estos contenidos distintos los que configuran situaciones precisas en la génesis y desarrollo del capitalismo. Así, por ejemplo, crranclo o.rrre el proceso de disolución de las ¡el¡ciones de dominio perso_ nal, fenómeno que caracteriza la transición del feuclalismo al capitalismo, 1o que cambia son precisamente las relaciones dominantes en las sociedades pre-capitalistas, proceso imprescindible para la aparición del trabajador libre, en condiciones de vender a quien le plazca su fuerza de trabajo. Es en este momento que se instala y desarrolla el sentimiento parti_ cular de crisis de los productores independientes (artesanos, campesinos y subclases de orlgen rural en general) desde que comienzan a insertarse en las filas del proletariado. Cambio de conducta social, cambio cle la disciplina laboral. Otros há, bitos, otras costumbres reemplazan violentamente a las t¡a-
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dicionales. Las generaciones viven el cambio, asislit.¡rLlo ¡ l¡ dest¡ucción de sus lazos orgánicos con la naturalcza y tlr.strs vínculos con t:l proceso de trabajo. En este contexto s(, (1,)n determinados iipos de relaciones personales y el conccpt() (l(' persona se postul¿r en íntima relación con todo este proccso de translción. Sin esta cor¡ección histórica imprescindible, lit noción de persona no puede salir de su dimensión abstract;r, imprecisa y también ocultadora. La oposición nos habla de Llna cosa que reemplaza y rjerce las veces de la persona, oponiéndose, por último a ésta nrisma/ ya sea como equivalente suyo, o lo que es mucho peor, como síendo más real. Es evidente que dentro c{e la oposicióry la cosa asume todos los significados que quedan fuera de 1a noción de persona. Sea para marcar la diferencia v poder mostrar la vtolencia de la relación que reduce la una en e1 otro; sea pata seña1ar que el proceso de transform:rción ya se ha producido y como su consecuenci:r, l¿1 cosa comienza a most¡ar en sí y por sí, efectos y poderes particulares. Pero, tanto en uno como en oh"o caso, el concepto opera clcterminado por su relación con el concepto de persona. La cosa muestra 1a negatividad; es el signo de la caída. Si e1 concepto de persona representaba ' lo más que podemos aspirar en tanto individuos", la cosa situada en el extremo inverso describe el Srado límite de la reducción: el 'hasta dónde" se puecle lle, gar en este proceso de pérdidá. Concepto descriptivo, por 1o ta¡to, qug ss detiene en la constatación. Dos son, entonces, los momentos de 1a oposición. El prünero se anuncia en la simple yuxtaposición de ambos elementos, cloncle el contraste acus¿l lo que se quiere describir. Si la persona supone la plena realización hum,rnJ. la co,.r erprer.r :u lol.ll de--rr',¡lizacion. Todo ro que se pone dcl lado de la cosa implica la pérdida cor¡elanva e inversa del cle la persona. Son como los platillos cle una
equilibrio v cuyo aumento estará siempre del lado de la cosa. Luego, denho de la oposición, la cosa actúa como el correlato negativo de la persona.
Cor¡o un añadido que incorpora toda la carga ideológica de1 fenómeno, la cosa aparece como ,lo más real', "lo más verdadero". Su poder arranca de allí, así como también su carácter enajenante. Dent¡o de la oposicióry la cosa expresa, por consecuencia, la pérdida de los rasgos esenciales de la persona/ que se ha despojado de su calidad de tal, para quedar convertida en una carencia de realidacl. Nuevamente aquí el desarrollo de la reificación desemboca directamente en los contenidos cle la alienación. Podemos concluir que ocure con esta figura ideológica lo que pasa con casi todas las figuras antinómicas en que se erpresa la conciencia burguesa: e1 segundo elemento toca mucho más de cerca la realidad. Así, por ejemplo, cuando 1a reificación expresa 1o que en esta sociedad 1e acaece a la persona, circunscribe 1a reducción a realidades sociales evidentes, cotidianas y vigentes en la sociedad capitalista. por eso, si con la noción de petsona se pretende trazar los contenidos idílicos de 1a sociedad burguesa, haciéndolos pasat por los contenidos de toda la humanidad; cuando descendemos a la noción de cosa, pasamos a la parte negativa de estas ideas. UNA QUERELLA EN TORNO AL CONCEPTO DEL FETICHISMO
Lukacs exalta tan-rbién la significación que para todos estos desarrollos tiene el texto que Marx consagra al fetichismo de la mercancía:
A menudo, nos dice Lukacs, ha sido señalado, no sin razón, que el célebre capítulo de 1a Lógica de Hegel sobre el ser, la nada y el devenir contiene toda la filoso{ía de Hegel. Se podría decir, con 1a misma razó& que
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capítulo del Capital sobre el carácter fetichista de la mercancía contiene en sí todo el materialismo histórico, todo e1 conocimiento de sí del proletariado". e1
¿Qué aporta, según Lukacs, este celebre cuarto apartado3? ¿Por qué este lugar privilegiado? Su fuerza es la fuerza del concepto de fetichismo, una imagen obnubilante. El texto proporciona Ia eslructura de la reificación, mediante 1a cual Lukacs va a describir v encerrur todo el problema ideológico de la sociedad capitalista: su gestación, su crisis y su superación. El concepto se configura allí en una fórmula diáfana, expresión famosa, clirecta, que sin ambages nos dice en qué consiste e1 fetichismo.
Y Marx, que parece rehufu
1as definiciones, nos entrega
aquí una, atada a un proceso en e1 cual una relación entre personas se conviette en una relación entre 1as cosas. Tal es el secreto de la mercancía y como ésta alberga en su existencia el secreto del dinero, tenemos aquí la clave para entender toda la sociedad burguesa. El terto proporciona, por lo tanto, la garantía para identificar fetichismo y reific;rción. Uno explica a1 otro
y a partir de esta operación, la figura particular de reificación, situada en este momento inicial del aná1isis, se t¡ansforma en concepto determinante en el análisis lukasiano del fetichismo.
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Luego de e'tos de'arrollos, atguien podria pregunlarse si el texto mismo no es acaso culpable; si 1a formulación literal de la figura ideológica no constituye ya una debilidad en la terminologia, una vacilación de1 discur.so de Marx, la presencia de conceplo, que ¿ctú¿n como obstáculos epistemoroglcos, acusando una deuda no zanjada con el pensamiento antedor. Hay respuestas que admiten esta culpabilidad, que "¡r\,f^.---_-:"^'"rcnero-,; di, i'i, ,1.r ,nltir¡r l^;,-'-::".". oe .1 r¡ercinci-r
,o JeL capírulo sobrc la mercancia, titul¡cle, "lll ca 1 su secreto", cluc cxn-rinaremos mís en de¡elle en
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parten de ella enviando el texto y los conceptos a campos teó_ ricos ajenos al Capital. Situadas al extremo opuesto du lu sión lukasiana, estas respuestas niegan no só1o la ,,teo¡ía,,"."r_ del fetichismo, sino también la posibilidad misrna de la existencia de un tal concepto. Es el caso de E. Balibar, para quien
la ,teoría del fetichismo
constituye la falsa respuesta a un falso problema,,. Su análisis, no obstante situarse en los antípodas de la interpretación lukasiana, coincide con ésta en confirmar a1 texto coLo lugar privilegiado y propio del concepto de fetichismo. "Este texto célebre, del cual se ha pensado que se puede poner como punto de partida de una teoría del fetichis_
mo/ que sería esencial al materialismo histórico, y más aún, a la "teoría marxista del conocimjento,,, ha jugado desde hace tiempo un papel considerable en la Éistoria de las investigaciones y controversias acerca de la dialéciica en Marx',. (8)
La pregunta por el significado del texto oscila, entonces, entre estas dos opciones: o texto clave, o pseudo texto. Luego, como consecuencia su análisis debe comenzar estableciendo el estatutoteórico de esta ¡eferencia al fetichismo. Lo que en el lenguaje del Capital equivale a definir los significadás que tiene este momento particular en el proceso de la exposición. ¿En qué grado o nivel de abst¡acción se examina el feiichismo cuando se lo analiza con respecto a la categoría de mercancía? ¿Dentro de qué contexto? ¿Cuáles son 1oi desarrollos que lo preparan? Estas preg-untas conciernen todas a 1a necesidad de establecer su sentido como su momento lógico en el proceso de la exposición de las categorías económicás b.,rgoerur. Pasando a otro orden de problemas, el fetichismo, ¿es un fenómeno propio de la mercancía y, por lo tanto, perie.,ec.
capil¡list¡? bien a1 desarrollo de toda categoría económica que Prcs('rrlil Pero cuando miramos la cosa desde el ángu1o del ca¡rital: la segunda alternativa y postulamos e1 fetichismo esta proposición para el dcs.arnrlkr ¿cuáLs son 1os efectos de de tipo capitalista? ¿Qué implic;r..:it'leneral de 1as relaciones ies comporta, además, con respecto a 1a estructura mercantil? la función de esta estructura en e1 des'rrro¿Cuá1 es el papel y y en especial' i1o gur-r".ul i"i *ádo de producción capitalista' aquí' brecorirespecto a 1a etapa plenamente capitalista? He .r"-"r-ti" esbozados, la serie de Problemas que se vinculan a de1 fetichismo' 1a pregunta por el texto; polque, e1 problema al desarrollo o su pásibiliáad como concePto, concierne tanto papel que de las categorías económicas capitalistas' como al la estructura mercantil' desempeña en este Proceso
con Sin embargo, las rígídas alternativas que se plantean respecto a1 significado del texto y con relación a1 fetichismo .or-t."pio posible, no son simples opiniones antagóni"o*oHuy állus una toma de posición en torno a 1a naturaleza "ur. "r, desde de la ideología y su funcionamiento Teorías completas fetichismo' 1as cuales sJ enfrenta e1 problema particular del de La 1ógica del pro y del contra en que se mueven'7 proviene posiciones de principio que en último término atañen a una cuestión tan decisiva para e1 materialismo histórico en tanto ciencia, como es e1 problema de la determinación'
O bien estas relaciones sociales ideológicas son simples
ilusiones, epifenómenos de una realidad más profunda y verdadera, expresiones, por 1o tanto, de1 movimiento real de las relaciones materiales de producción O bien poseen obietividad y autonomía propias, donde 1a realidad superestructural pasaa ser determinante, y 1a consistencia interna se comienza a explicar por sí misma y en su Propio nivel'
con exclusividad a la estructura mercantil, o responde más
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Capífitlo 2: HACIA UNA CARACTERIZACIÓN DEL CONCEPTO DE FETICHISMO
I. LA coslFrcActóN
o¡ ras
nETACIoNES socrALES
¿Qué es 1o que se reifica y cuál es la forma como esto ocurre? ¿En qué consiste el fetichismo que emana de la forrna que asume el "mundo de las mercancías en 1a sociedad capitalista? El análisis de la mercancía, la célula elemental de la riqueza en sociedades regidas por el modo de producción capitalista, nos permitirá organizar una respuesta a estas preguntas sobre el proceso cornpleto ¡lel fetichismo y por ende determinar e1 lugar y la función que ocupa allí el concepto de reificación. Para e1lo nos proponemos partir de un texto de la Contribución a la crítica de la economía política, doncle el fenómeno está claramente aludido y donde el fetichismo está analizado a través del examen del valor de cambio. No creemos que sea preciso añadir, para justificar la referencia, que este primer intento del Capital, fue propuesto, por el propio Marx, como una lectura complementarial. 1 En 1859 ñtar¡ h¡bia comenz¿do e reil¡crrr lo rluc serr.1 Zur hrLLLh.lcr oohrrschen ól
rrnJ' "¡r-e. t.,.p .I .1. .rquellr ol,r.r- F n el ¡rr ruer r.r¡r rul
,n,. ,L.up^nc,,n^ rr. co,.rr,¡..,.r
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del prescnte óLno, clice trlerx en el prók;go
,r'-rir 'r¡e-1, ,n.1,'p: '. . .. re 1..n..ruJ,..rc-¡1..-r...r^....r.... 4o
va,.Por último, algo que caracteriz¿t al [rlbaitl L]Llr'crcla las personas se 1or de cambio es que la relación soci¿ll c'lc dccir como u na presenta, por así decirlo, inverticla' v¿tlc quc sc relación social de 1as cosas Só1o en 1¿r meclicla en c¿rnrbitr de relaciona un valor de uso a otro como valor dc las difcrentes se está relacíonando entre sí e1 trabajo ello' si es copersonas como trabaio igual y general Por entrc irecto decir que el valor de cambio es una relaciírn una re1'rci(rn personas hay que agrega! empero, que es ocr-,1ta balo una envoltura material2 ' ,, Únicamente e1 hábito de la vida cotidiana hace que parezca trivial y obvio el hecho de que una relación ie producción social adopte la forma de un objeto' de qlr" la relación de 1as personas en su trabajo- se
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pres"nte, antes bíen, como una relación que guardan En la mer1ur .oru, entre sí y para con las personas cancía, esta mistificación es aún muy sencilla Todos comprenden, en mayor o menor grado' que 1a relación es entre 1as mercancías en cuanto valores de cambio más bien 1a relación entre las personas con su actividad productiva recíproca. En relaciones de producción sup"tior"., esta apariencia de sencillez desaparece Todas las ilusiones del sistema monetario derivan del hecho de que e1 dinero no se le reconoce que replesenta una relación de producción social, bajo la forma de un obieto natural de determinados atributos En 1os economistas modernos, quienes sonríen sarcástica y condescen-
ampüamos ei r]esa¡¡oüo de muchos Pu¡tñs qüt ¿nrcs \'[u \e b' squcl]Drn' m1e¡aspecros dcsarrolll!"::lt ües que, a la i¡yersa, aq.,i -"t"rtt"r't,. ." ^iudÉhe ecaiatntu Buenos p'rlrra' Siglo XXI' :::^U:" Citica dc porlt' n q;e corr( corr(\Ponil¡n Ai.-" 2012, )^r ) p.5. ^ adclante ^^-^ r,, ,"-. r l.,s cit¡s ¡ue para usada Aites, -.1-,^. la edicón será @o u" ¡ rt¡ . ,r porrer Lomo. I,rdol¡q.rc e'r'e.1. 1ll\ ar lll tÁos'.serc.t:,'j:u: II -v III r."¿"J..'i-.,,," rn'r p,- el 11,, 1o ,-'lrr' z2 E.'o. sor- f.,gmerro C, i] l¡ r ,,r , ,u. r, n il¿n' I'rrl, Cantil'u'¡an ¿ lt nt:'a lc l¿t r':J rón po lPrc4Lm.d patn ,. Prc4am.dpatlt \lr r':J o,'S,elo S,glo L\l L\1, \lr
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l"riDJli:il'.'i:
dientemente ante 1as ilusiones del sistema monetario, se revela la misma ilusióry apenas manejan categorías económicas superiores, como por ejemplo el capiial. La misma irrumpe en su confesión de ingenuo asombro cuando súbitamente aparece como una relación social 1o que acababan de pensar torpemente que habían definido fi¡memente como un objeto, mientras que luego se burla de ellos demostranclo tratarse de un objeto, algo que apenas si habían concluido de fiiar como una rela_ ción social > 3 Estas referencias tienen la virtud de presentarnos el fenó_ meno ideológico de la reificación en toda su complejidad y extensión, pues se refieren tanto a su reproducción material, como a la banalidad tras la que se mani{iesta frente a la con_ ciencia común, culmlnando en el impacto que provoca en el propio economista. Pero detengámonos en el comlenzo de todo. En esta forma elemental que aparece en la epidermis de nuestra sociedad como algo, que ,,a primera vista,,, aparece banal, cotidiano, y cuya comprensión va de suyo. En efecto, cada vez que en el comienzo del Capital se me.,ciono a 1u mercancía, se la presenta como algo trivial y obvio. Algo que, a simple vista, no tiene nada de enigmático. pero es justamente allí, en su obvieclad, que surge el problema, porque la forma como la mercancía se presenta, no expresa lo que ella es real_ mente, o lo que es peor, lo expresa de una manera invertida. Es preciso recurrir a un proceso de abstracción, mediante el aná1isis, si se quiere resolver el problema que nos plantea esta
trivialidad inmediata de 1a mercancía.
Casi al comienzo de1 primer capítulo del Capital, cuando Marx int¡oduce el concepto de valor de cambio, articula, a propósito de 1a mercancía, un primer oxímorona al decir que , I ll:n
opl . t, pp I lg OLm^-on. En,¡q...or.r'l¡.r" n -a,rrxn..., c ur r fg.t. tur¡c. en usar dos conceptos de signiEcados op.,..,n .n ,"0 ."t',
q1r¡ ¡61,.5,q
"*¡r."r-"tfu.
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¿En qué consiste e1 impacto de 1a mercancía cuando apare-
superficie de 1a sociedad ostentando el catácter de una pregunta Marx, "¿de dónde brota el carácter enigmático que distingue a1 producto de1 trabajo no bien asume 1a forma de mercancía?" Los textos que hemos citado, nos hablan de inmediato de una inversión de las "relaciLlnes sociales ent¡e 1as personas", que aparecen, en la sociedad capitalista, convertidas en una "relación social entre las cosas". ce a 1a
cosa? O, como 10
uo tercer cooccpto. NI¿s ,.lel¡nte, en este r¡jsmo primer c:rpítulo Nfan va a em Plea¡ oqas 6+lis rxlcs cooro "objerñiáad es peci;tu)" (Cap¡fdl, p.41.), o "emclrnrL\, císt2ljzacron cle sus¡¡nci¡ \aci¿|" \a.rpt!a/, p.47.), o "cosa sensorialineoté supt, sensrble.. I Cd¡r1d¿ p.R-.?
K . , a4 -.¿.,i0,1.
4
ery "... la forma de sociedads que hemos de exarninar, (los varlores de uso) son a 1a vez los portadores del valor de cambio"." Es un oxímoron porque une en una indisociable sohdariclad una forma concreta, material y corporal que es el valor de uscr (producto de1 habajo destinado a satisfacer necesidades humanas bien precisas), con e1 valor de cambio, cuya forma es intangible, cuya relación cuantitativa, es la expresión del va1or que cada mercancí¿i alberga en sí misma. E1 empleo reiterado de este tipo de figura lógica para referirse a la rnercancra, revela que ésta es en sí misma, la primera y más elemental contradicción de 1a sociedad capitalista, pero una contradicción que aparece oculta tras la trivialidad de su primera presencia. Pero 1a conlradicción que esta figura debiera suscitar no se presenta como tal, ante la conciencia común, porque la forma de cosa, bajo la cual aparece de inmediato, solo revela 1a contradicción cuando se Ia somete al análisis. Pero ni aun así. Pues su naturaleza de cosa tiene tal vigor, que aunque sepamos que aquello que está ante nosotros oculta algo diverso, y cuya propiedad social no es sino un quid pro quo; la cos;r sigue ahí presente con toda la fuerza de su coseidad.
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43
Lo que abre la mirada sobre procesos previos cle inversión, y de la cosa, es Ia "r"elación social". Esta inversión que da origen suplantación, que son originarios y determinantes. Expresu- a la naturaleza deformadora del modo de producción capitado en el lenguaje todavía sin pasión del movimiento áe las lista, ha comcnzado a funcionar desde que "la producción por relaciones de producclón, este hecho señala un cambio en la excelencia social se articula a través de productores privados estructura de base de esta sociedad; una modificación en la e independientes. disposición de los elementos, cuya forma es lo prirnero a era_ mlnar si queremos medir después, el impacto de este proceso SOLO LA COSTU\4^B¡^E_4If_LI-C4_LA^BMALIDAD DE LA "COSA" MERCANCIA plovoca en la conciencia La personaT no es aquí un sujeto abstracto, sino, la
{unción
que un individuo determinado ocupa en el contexto de las "relaciones sociales" productivas Así, cada vez que Marx habla de "persona", esta noción debe ser leída, y hecha erplícita, en el interior de la t¡ama social que le otorga un sentido preci_ , so, que la circunscribe al campo en donde funciona. Se habla entonces, de una "relación de 1as personas en su trabajo,, o de "una relación entre las personas y su actividad productiva i recíproca" En todo caso, el sujeto evidente de la expresión es el concepto de relación social, punto de partida propuesto , ya por Marr en los Grundrisse se refiere a:
8 Punto de partida que se proPone en vez del "caza, dor o el pescador solos y aislados, con que comienzan Smith i y Ricardo"e Luego
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que se oculta, tr;rs la deslumbradora
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pero volvarnos a leer lo que en la segunda de Ias referencias, que preceden estos comentarios, allí donde Marx dice, q"", ,iu"i.""l.nte el habito de la vida coticliana hace que pur"r.u trivial y obvio el hecho cle quc una relación de pro_ iucción ,o"ioi áaop* 1a forma de un objeto, de modo que la relación de las personas en su trabajo se presente, antes bielt, como una rnluáór, que guardan las cosas entre sj y para con 1as personas.,, Esto proviene, como hemos visto, del hecho que'con la aparición del capitalismo, la producción se haya áansformad; ;; privados e in_ ". conjunto de productores dependientes. Hecho o fenómeno que podría ser leído tambi; al revés, en el sentido que es esta forma de produccrón la que explica la anormalidad capitalista. Es, por otra parte, 1a r"pioar-ión de1 sistema, proceso material, en primer lugar, laiue determina, en su reanudación cotidiana, que esta sitllacion anómala en sí misma, se convierta en una normalidad tan obvia como evidente, pasando a ser un "hábito de 1a vida cotidiana". De ahí, por 1o demás, la fuerza de su trivialidad.
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conqueapareceel lenómeno concrero de l¿,-osificacion. Mas u*, su imporhncid irá de.¿p¿reciendo progr.esivamente a
45
medida que las relaciones capitalistas se hagan más comple_ jas, y el ocultamiento de los procesos reales mayor. Su deter_ minación es doble; no solo se trata en de una rela_ "urá ción enüe "personas", sino que además"udu esta aparece remitida al proceso de1 intercambio que se da a plena lur, dejando el proceso de la producción y el de consumo en las somúras, casi opacos. Lo social solo se ve y se concibe en este movimiento
de las cosas en el intercambir,r. Perife¡ia opaca
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productor individual, privado e independiente
El inte¡cambio de las mercancías El consumido¡ donLle ésfas expresan en tanto individual "cosas" lo social.
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Luego de lo que se trata es del surgimiento de una nueva conceptualización, que anula la anterior en cuanto abre un campo conceptual absolutamente diferente. La fuerza de la palabra "cosa" es hasta tal punto decisiva, que el uso de la palabra persona se hace casi adjetivo, y su iermanencia en el vocabulario de Marx, habría que buscarla, como hemos di_ cho, en la re{erencia a la máscara griega y que en este caso, señala la función que se asumen lo, i.,Jirria.ro, en el proceso productivo.
A la
pregunta por aquello que se reifica, se responde .tonces, con ,,relación el
en_
concepto de social de práducción,,, es decir el tipo de relaciones que los hombres contraen en la reproducción social de su existencia. pero esta reificación ocurre exclusivamente en el modo de producción capitalista, único modo de producción, por lo demás, en donclá la p..,_ ducción es dominantemente una producción de mercancías. Este nuevo campo, genera una estructura productiva que supone un nuevo andamiaje conceptual. En este nuevo cam_ po el proceso de la inversión es tan decisivo que se puede llegar a decir, que la forma económica se constituye er-, c.,a.rto tal solo en cuanto contiene esta inversión. pero ésia no se pre_
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senta como tal, no anuncia su color, avanza erunascar;lc1.t, irl contrario de lo que verdaderarnente es/ Parece algo dc srrytr banal y cotidiano. Como una tepresentación corriente; cotltr un dato siempre a la mano, y su fuerza proviene precisamento del hecho que se presenta como algo obvio. De ahí también la forma sólida y concreta que asume para la conciencia comútr. Por su parte el texto certifica este consenso social al referirse a la "costumbre de l¿i vida cotidiana". Nos hallamos ante una formulación alusiva, bajo 1a forma de una imagen trivial. Porque la "costumbre" es el hecho de todos 1os días, 1o que se renueva cada mañana. Es por eso que en este nivel 1a imagen corriente y natural, no solo aparece como 1o concreto, sino que funciona como tal. Este nuevo punto de partida, pasa a
constituir para Marx,
punto de partida de la exposición; es decir, el comienzo de 1a reproducción de1 concreto real a través del pensamiento. Aunque e1 trayecto previo que iba de 1o concreto real a 1o abstracto10, significó una cierta depuración de los fenómenos hasta 11egar a las formas más simples, en el reco ido que ahora se emprende, de 1o abstracto a lo concreto, 1as capas ideológicas que encubren e1 proceso real, la inevitable inversión que explica 1a negatividad de cada de 1a principales categorías, y su i¡herente fetichismo no están ausentes. Esto quiere decir que uno no funciona aparte, separado del otro, que lo real no tiene nada que ver con 1o fantasmagórico. En realidad todas las categorías se van exponiendo dentro de una relación inmediata y simultánea entre 1a apariencia y su base rea1. Así concebida, esta mistificación posee ya una estructura elemental, cuya fore1
.-.10 Hemos enmarcado esta ¡eflerión dentto del esquema que NIag desar¡olla cua¡do er l- .rLroL rc(ro , r lo. L,rr.lün-.e .e r ferp r 'r_(,^Jo de l¿ e, oro-nr polrir-i. Qlarx, E/entnt,,, ftndauert,thr lara uaa ciira ¿¿ ld ecanarlía ?alíf¡ca ()oftador)185r / I 858, 5rg1o XXi, Buenr,s Aitis, 1973, pp.20 30.) Hemos incorporado en r
el d€s¿rrollo de
,mb^s uat.ectos
l¡qeP¿rrble. r.onsd- .: de6ne como cn ¡.,
L: presencia de los elemenros ideológrcos que son .'gor¿.. mJ. r.n .,.r.,.do. . : ¡,1 o :cio¡ .e
o u. e.r. .,
47
ma se presenta a través de los contenidos de la inversión. Es decir, como una relación r
unareracióneno","...,*lFl,.l"j'.'fr:,:jl.r:,.of.:ff
de la imagen comúr-r, no se h.ata de una cosa fija y er'tubl",
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de un proceso, de una relación "ir_lo de valor, ufgo _o;i-i"rlro. Al comienzo el enmascaramiento no "í logra a].i_rlu, totul^nrr_ te 1o que suplanta. por eso en el texto ciiado, Marx nos informa que esta "mistificación es aún simple en la mercancía,,, O* asomar lo que oculta, facilitaldo tu ,orf".tlJ pues lt* a" q.," det¡ás de ella una t¡aslación social subyace encubierta. La frase indrca, adem¿s e1 carácter plenamente capitalista ;"1;;_"". qe la reülcacron cuya perfección va a ser alca¡rzada en ras categorías más elevadas como las del dinero y capital.
puede deci¡, entonces, que esta mistificación constituye un proceso paralelo al desarrollo de las relaciones productivas capitalistas, que toca a toda mjna con er carácter t",,.nJ'o:i:"T,.,""t"#U:T:ffi:: yr::: Se
a propósito du lu -"r"ul,.iu i q.,É r,r"go ," ::::T:r,"1a". na(e opaco en la. categorr'a> mas complejas, ,ro¡¡bro
tociav¡a a lub econorustas cuando se enfrentan con la categoría de ,,capi_ tal". Nuevamente nos encol aunque se trata es ta 0
L:;iff ::ilfl::":j,:;1.;
"", ideoiógicos ""ff va reiterando {enómenos tales como l;r-;;" .._ sificación y fetichización en sostenido v desarroraáo
p;;;;ü;::;Jil::ffiiente,
'iÁ?ffi 3#áy,!.ilígo?%.o.,.uos?H3ft 8L.N.,&.," Una vez que examina el comportamiento del sentido co_ mún con respecto a los fenómenos ideológicos, Marx se refiere al eronomista. ¿Cuál es la hesitación de los economistas clási_ cos? ¿Cuál es la causa de su confusión y asombro? S., urorn¡.o surge' explica Marx, cuando habiendo creído }r^rr"a"
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dido bajo el aspecto de ula cosa, ésta se revela como siendo al conftario, una relación social. De inmediato se constatan dos hechos. 1) que a la categoría 1e son perrnitidas ambas posibilidades, aunque éstas correspondan a metamorfosis clistint¿rs de un mismo proceso. Un proceso que se cristalizar ¿l tr¿lvÓs tlr' cosas distintas, y 2) que ambas pueden dalse simul ttínc-'¡ llttttte, en etapas aun imperfectas del desarrollo capitalishr. l-o clLrt' lleva a 1a confusión cuando la ciencia no ha resuelkr la clil'crcrrcia entre 1os fenórnenos que se presentan en la supcrficic y str entronque interno y necesario. texto nos indica, en consecuencia, que la coexistencia de 1as diversas metamorfosis es real, y que se da de rnalera palpable en la superficie de 1a sociedad capitalista. A raíz de 1o cual cuando hablarnos, de ilusióry nos referimos tanto a una manera de ver, como a una manera de presentarse la realidad. Entre la manera de ver y la manera como ese fenómeno se nos rePresenta, se alumbra 1o real. Esa correspondencia es la que funda o crea aquello que llamamos 1a realidad en la sociedad capitalista. Las cosas tienen 1a consistencia de cosas y estamos destinados a verlas así. Solo penetrando en ellas mediante e1 análisis, nos podremos dar cuenta de que se trata más bien de ptocesos y relaciones de producción. Estas dos formas de aparecer, señalal, más biery un cierto estar presentes de ambas, en donde una al mismo tiempo que oculta a 1a otra, pasando a constituir la única referencia posible. No hay otra vía de acceso. Es 1o que ocurre cuando e1 proceso de ocultamiento es ta1, que no queda vestigio de la relación social originaria. Por e1 cont¡ario, cuando el proceso de desarrollo de modo de producción capitalista, se encuentra todavía en una de sus fases intermedias es poSible que la forma original de la relación social y la nueva que aParece y empieza a ocultarla, se den simultáleamente.ll E1
11 Este problema se puctle esrudiar, por ejemplo, en el paso y la posredo¡ rcl.rcron relacron que h:¡ en¡¡c La me¡c:rnc r y ei dinero. Algo dtemos al tespecto cuando abo¡demos_1. form: equi.rlente srmple, que es todar'ía mercancía, y su Paso al
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EL PROCESO DE INVERSIÓN
Lo que nos proponemos, más bien, es desplazar el énfasis, trasladándonos a otro centro, a otto momento del pro, ceso general ideológico, tal como se da en el capitalismo. Porque lo que importa realn-rente, no es solo acusar que tal o cual relación productiva aparece convertida en cosa, sino de examinar cómo este hecho se produce y reprocluce en la sociedad capitalista. y pr".iru sociedacl? ¿por qué "^ ".u O, ¿por qué esto constituye la especificiáad del capitalis_ mo? Lo importanie, no es solo constatar 1a reificación, sino el hecho.de.que Ia cosa aparezca conteniendo y producien_ d,o lor.¡i¡nl¡-a las propiedades de la relación que ella su_ planta12. Todo lo cual le confiere esa cosa un poder social. Es este poder social que nos impulsa u mejor el conjunto de 1as determinaciones sociales ""urni'au, e históricas que lo han hecho posible. La reificación no puede du, ..r"rlá po, sí del poder social que emana de ertas cosas. Aquello que lo produce y explica es el fenómeno anterior y previo de inve¡sión. La ¡eificación constituye el resultado de ese plo_ ceso de inversión, y surge cuandá éste ya se ha consumado. Cuando hablamos de inversión nos referimos a un pro_ ceso concreto que describe, ya sea el paso de una forma económica pre capitalista a otra que entra o ha entrado ya en una fase plenamente capitalista, o que se remite a1 acta oe nacrmrento de las principales categorías económicas del de producción capitalista. El de la est¡uctura To.do (1€ la lnvcrsion "*u*"n para nos permite una preparación entender el fenómeno del fetichismo, que es también un fenómeno c
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ideológico preciso, y exclusivo, de este modo de ¡rt'otltrcción. El momento cuando abordamos la probiemática quc suscita e1 fenómeno material de la inversióry es aquel en quc sc pasa de la producción de objetos útiles a 1a producción c1e mercancías. Aunque en este momento, las relaciones productivas, ya ha recorrido,todos los tramos de la inversión, pues, la inversión ya ha ocuÍido; en esta fase solo aparecen algunos de sus rasgos constitutivos, pues en ese momento, el proceso está transido de insipiencia. No obstante, este hecho, constituye e1 punto de partida ideal para poder destejer y volver a reconstruir e1 proceso ideológico que allí comíenza.
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5o 51
II. ANÁLISIS DEL PROCESO DEL FETICHISMO A TRAVÉS DE LA FORMA EQUIVALENTE
simple del valor, cuando
producción mercantil capitalista historia de las relaciones de producción capitalistas, le proporciona esta nüeva contextura lógica, que es capaz de expresar 1a {orma económica que aho1a
está ya supuesta. Su ingreso en la
ra se hace dominante2. A. COMO SE EXPRESA LA FORMA FETICHE EN LA RELACION SIMPLE DE DOS MERCANCÍAS.
Para que la relación entre dos mercancías, relación de inter_ cambio, la más elemental y simple, sea significativa desde el punto de vista de la lógica capitalista, y pase a constituir un momento relevante y necesario en el desarrollo general del sistema, debe suponerse que este encuentro enhe mercancías, a menudo más bien fortuito, abandona tal carácter. para ello necesita como trasfondo, como contexto de estos intercambios simples, la producción generalizada de mercancías. Sólo entonces salimos del terreno de lo casual, para ingresar en el proceso lógico de las relaciones necesarias. Esta relación simple, completa su significado lógico, cuando se integra al movimiento completo de la reproducción. Esto supone, a su vezl que nos encontramos en pleno proceso de reproducción capitalistal.
Ciertamente, considerada en sí misma y aislacla de este contexto, 1a relación simple de dos mer.ancÍus no pertenece solo, al modo de producción capitalista, puesto que ya se ha_ bía hecho ptesente en aquellas otras formas de sociedad en donde,había surgido el intercambio y un cierto tipo de mer_ cado. Sin embargo, económicamente hablando este dato es irrelevante, ya que 1a relación simple sólo se convierte en pre_ misa histórica, en un hecho .recesario, y por 1o tanto en forma esr.r.supue\ro pcrr que la exposición que da origeo a ta ob¡a dc 1""":."J:,1:S: ( ap//o/.pueJ¿,ererlusr-.. :LJJX..t:/ de drcha exposicióa.
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52
11,r.
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Cuando la relación simple entre dos mercancías se convierte en necesaria, contíene e1 hecho histórico señalado, aunque los trazos particulares de esta historia se hayan perdido como consecuencia de su reproducción y de la inversión que ésta ha generado. Porque toda manifestacióry aun la más e1emental de la forma económica capitalista, oculta ya el carácter histórico de las relaciones que expresa. Esta inversióry original si se quiere darle tal nombre, se sitúa en e1 período de la transiciór! acusando el vértice entre un modo de producción y otro, vértice que puede describirse mediante la estructura de 1a inversión que vimos en e1 capítulo anterior. Pero aun en su primer momento, esta inversión supone ocultamiento, pues en el caso del capitalismo se han invertido las relaciones económicas anteriores. Pero 1a relación elemental entre dos mercancías, considerada como forma del valor, oculta también el carácter social de las relaciones de producción que expresa. Las oculta a1 imponerles una forma indirecta de expresióry a1 hacer autónoma su forma, que aparece corno separada del contexto general que la sostiene. Así, por ejemplo, en el aspecto elíptico de una expresión de valor ta1 como 20 metros de tela valen un tra2 Esto tiene que vet coo el ptoblema entre lo lógico y 1o histórico quc se suscita ¡e iterad¡mente a medida que se hace la lecrura de1 Capital. Problema particularmente ¡ele.,'ante cuando Io refe¡imos al o¡den de 1as categorías en el modo de produccrón
capiraüsta, dent¡o de su especi6cidad, ¿es esre ordcn logrco o hrsrónco? En los Grunddsse NIa¡x dice aL respecto: "Eo consecuencia, seria impracticabie y errooeo aLilear las categorías económicas en el orden en que fueron histó¡icamente dete¡ mi¡rantes. Su o¡den de sucesión está, en cambio, dete¡mi¡ado pot las relacrones que eristen entre ellas en 1a moderna sociedacl burguesa, y que es exactamente el invetso del que parece se¡ su orde¡r natural o del que correspondetía a su o¡den de sucesión en e1 cu¡so del desarrollo histórice:." (Cntnlise, pp.2B/29.)
53
je, no solo quedan omitidos (y por lo tanto ocultos) tejedor y sastre, sino toda la est¡uctura productiva que soporta y hace posible semejante e\ pres id n.
manifiesta su contrario, el valor."3 A partir de ese momento, "La forma natural de 1a mercancía se convierte en forma de va1or."a
Si nos detenemos hora en esta relación enfue dos mercancías, 1a primera afirmación sería que una mercancía no tiene
Siendo Ia relación simple entre dos mercancías asirnilable a la fórmula: (x mercancía A = y mercancía B), tenemos que la ne-
otra posibilidad de expresarse, que saliendo a1 encuentro de otra que le va a servir de medio de expresión. Una mercancía aislada, fuera del proceso de intercambio, o es un objeto de abstracción, que se puede examinar solo gracias a1 análisis (es 1o que Marx hace en los dos primeros apartados del capítulo de la mercancía), o no existe como tal y se trata, entonces, de un producto de1 trabajo humano destinado a satisfacer determinadas necesidades; es decir, de un valor de uso. Esta mercancía precisa queda, entonces, inevitablemente atenida a la otra para existir real y concretamente. Dicho de otra manera, un producto, en tanto objeto que siwe para satisfacer necesidades humanas, se convierte en mercancía sólo cuando ent¡a en relación de intercambio con otra mercancía. De este hecho .e desprenden Lres consecu encias:
1.
cesidad formal aparece en la relación simple como urla estructura de polos irreductibles, la forma relativa y 1a forma equivalente de valor. Extremos fijos donde cada mercancía cumple ula función opuesta, pues una sale a expresar su va1or, mient¡as que la otra sirve de expresión a la primera. Así, como el valor relativo tiene necesariamente que expresarse en otra mercancía; 1a {orma equivalente. Este es el movimiento que impulsa a 1a mercancía a salir de sí misma para intercambiarse con otra, dejando entende¡, por este mismo hecho, que el valor consiste en una cualidad que no puede ser reducida a ninguna de las propiedades de la mercancía. De este modo, 1a forma relativa de valor acusa bajo esta expresión que una relación social está oculta en ella. En cambio, 1a forma equivalente debe necesariamente serwir de espejo del valor de la otra me¡cancía. Solo existe para e11o.
La mercancía debe salir de sí misma para expresar su valor.
2.
Este valor debe ser expresado eny por otra mercancía que se le opone.
3.
A estas dos consecuencias de tipo formal, es preciso añadir una tercera, de orden material, que atañe al significado particular que va a tener esta relación con respecto al fetichismo: si 1a mercancía A no puede expresar su valor de ot¡a manera que no sea por intermedio de la mercancía B, "La primera peculiaridad que salta a la vista cuando se analiza 1a forma de equivalente es que el valor de uso se convierte en 1a forma en que se
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Cuando pasamos a la forma equivalente, entramos Érancamente en los dominios del fetichismo. Todas las sospechas desaparecen. E1 ocultamiento alcanza sus niveles más perfectos. En su función de equivaiente, es ia naturaleza corpórea y material de la mercancía la que sirve de expresión a1 valor. En el ejercicio de una ta1 funclón, la mercancía parece afirmarse en su realidad. Su cuerpo asume tranquilamente el nuevo significado. En vez de mostrar lo extraño, 1o anormal, lo disímil y contradictorio de semejante identidad, que atrajo ya 1a atención de Aristóteles; este mov rriento presenta como algo natural, que el valor tome cuerpo, se haga substancia en la apariencia dura de las cosas.
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El Capn¿l, p. 69. 4 lbÍdem 3
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En la relacióry 20 metros de tela _ una chaqueta, la cha_ queta, además de ser una chaqueta, muestra que también vale, pero 1o señala de la única manera que puede hacerlo: con su forma de chaqueta. porque en esta relación de equiva_ lencia, lo que es decisivo para la comprensión de1 fetichisrno, lo verdaderamente importante, es que el valor se encarna y metamorfosea, en este caso patticular en una chaqueta. El tra_ bajo expresa el valor de 1os 20 metros de tela. El valor adquie_ re apariencia materlal, donde lo primero a retener, es la naturalidad cotidiana de este fenómeno. Cosa que el intercambio nos lo revela todos los días y a cada instante. La forma equivalente es una de las expresiones de la rei_ ficaciór¡ puesto que la mercancía que sirve para expresar e1 va1or, como hemos visto, lo hace con ,r, propio cuerpo, esto es, con su objetividad material, natural y tangible. La fórmula misma que expresa la relación entre dos mercancías (veinte varas de lienzo valen una chaqueta), es desde ya una relación bipolar, donde una de 1as mercancías (e1 lienzá), se expresa, o mejor dicho, sale a expresar su valor, jugando un papel acti_ vo; mientras que 1a otra, (1a chaqueta), solo sirve de expresión del,valor del lienzo, desempeñando un papel pasivo. éor, p.,. ende polos opuestos, una contradicción que se vierte por entero en el equivalente, es decir en la chaqueta. Pero 1o que la chaqueta expresa bajo su coseidads, es una ¡elación social, abstracta, intangible. Si volvemos al ejemplo donde la chaqueta funciona como equivalente, vemos que con su forma corporal ésta expresa el valor del lienzo. Esto quiere decir que lo que expresa se oculta tras la forma cómo lo expresa. Esto en algo que le es ontológicamente conkario. En la chaqueta, cuando funciona como equivalente, 1o que ex_ presa se haya reíficado. Intentaremos resuinjr or, "r, "rqrr"-u l-t:-liP:U
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t"e estal¡os usendo
el coocepco de reificación como
5O
si¡ónimo
la est¡uctura precisa de esta reificación del equivalente: Lo que del lienzo exp¡esa la chaqueta La fo¡ma cómo la chaqueta lo expresa El valo¡ del lienzo
Mediante la condición de cosa de la chaqueta
Una ¡elación social
iMedianie el valor de uso al que el cuerpo de la chaq"eLa e-r.rba destinado
"Frente a1 lienzo, sin embargo, 1a chaqueta no puede representar el valor sin que e1 valor, simultáneamente, adopte pára él la forma de chaqueta. Del mismo modo que el individuo A no puede conducirse ante el individuo B como el titular de la majestad sin que para A, al mismo tiempo, la maiestad adopte la figura corporal de B y, por consiguiente, cambie la fisonomía, color de1 cabello y muchos otros rasgos más cada vez que accede al t¡ono un nuevo padre de 1a patria."6
Con la analogía, Marx remarca 1a importancia que tiene la apariencia visible de 1a forma económica, única vía para la expresión de su valor. Porque, 1o mismo que ocune con 1a majestad, ocurre con la forma de1 va1or, que se hace real y adquiere poder una vez que admite la figura visible y concreta de un ente matedal. A partir de ese momento, su forma abstracta, intangible, expresión puramente social de la relacióry cobra fuerza real, y se presenta como un poder frente a los productores. La analogía con la majestad nos permite comprender el recorrido total de 1a expresión, cuyas etapas revelan el reajuste constante entre las condiciones materiales de1 signo, y las necesidades formales de 1a relación social que éste expresa. Se puede avanzat aquí, como tesis, 1a proPosición de Marx en el sentido de que el signo no es arbitrario en su materialidad, por cuanto su consistencia o figura concreta
6
Ibídem, ¡r. 64.
57
provien€n de una seleccióry de una preparación previa. No es producto del azar, entonces, que el oro ocupe junto con la plata la función de equivalente general, ni que la imagen del padre encarne aquélta de la majestad. Porque, ' ...en e1 cambio real, es preciso una mediación real, un medio para poner en acto esta abstracción .7 Aqui, la abs_ t¡acción debe ser objetivada y realizada en un signo concreto que 1a haga posible, que la facilite en su reproducción. (Un símbolo de tal tipo presupone un reconocimiento general; no puede menos que ser un símbolo social y efectivamente no representa sino una relación social.) 8 .
Como el signo que va a servir de intermediario no surge como una idea a priori, ni proviene de ningún contrato previo entre 1os hombres, tiene que resultar del proceso mismo del intercambio, donde es reproducido, haciendo 1a prueba de su eficacia y adecuación. La historia del oro es la historia de los distintos elementos que sucesivamente, a lo largo de este desarrollo de las relaciones mercantiles, fueron utilizados como ot¡os tantos equivalentes generales.
"(El material en el que es expresado este símbolo no es de ningún modo indiferente, por más variedad que haya mostrado históricamente. La evolución de la sociedad elabora, junto con el símbolo, también el material que cada vez 1o expresa mejor y del que se trata luego de desvincularse; un sínbo1o, si no es arbitrario, requiere determinadas condiciones del material en que se expresa.)',e
Se desprende de estas consideraciones que e1 proceso de la reificación no es arbikario, que la preparación previa del
1 Cruntlire, p. 6,8 Ibíden.r, p. 69. 9 Ibídem, p. 70.
5B
material resulta clel propio movimiento de reproducciirn clcl sistema, que su adecuación y acomodamiento a la función específica se traduzca en instalar allí una lógica a la cual se mantiene atenido el signo, y a la cua1, posteriormente, deberá atenerse también, la intervencrón ideológica.
El desarrollo del fetichismo, que comienza con la forma símp1e y primera de1 valor, se liga a partk de este momento a la evolución de la forma equivalente. Su movimiento posterior hará evidente el carácter capitalista del fenómeno ideológico en su aspecto material. No obstante, en esta primera fase, algunos elementos están ya presentes:
1. En primer lugar, se constata ya que la relación simple entre dos mercancías se expresa en una forma que proviene de una inversión donde la verdadera relación social queda oculta. 2.
En segundo 1ugar, que como tal, 1a forma económica tiene un carácter necesario que hace del valor de uso el soporte y la forma natural que adquiere el valor
3.
Luego, la reificación se establece, por lo tanto, como connatural al proceso, como la única forma en que el valor puede expresarse.
4.
Pe¡o, por último, esto ocurre además, como rasgo decisivo del fetichismo, que esta cosa en tanto signo material no
arbítrario, ototga la fisonomía cotidiana de la relación social que oculta.
B. LA FORMA FETICHE Y EL DESARROLLO
de la fórmula, suponía un intercambio en los roles que cada mercancía desempeñaba.
DE LAS FORMAS DEL VALOR
En 1a forma desarrollada, el carácter circular se expresa en una sucesión de relaciones similares, Si bien la forma desarrol1ada de1 valor representa e1 momento lógico cuando el intercambio se ha generalizado, su forma, tal como se presenta, no es capaz de expresarlo, puesto que 1o muestra siempre de una manera particular. Cada fase de este movirniento circular, ncr obstante se mantiene denho del mismo valor relativo, aparece como una relación diferente, porque el equivalente es también distinto. Es 1o que ocurre con el valo¡ de la tela que ahora se expone en una serie de equivalentés:
LA FORMA II, O FORMA DESARROLLADA DEL VALOR
Con la forma desarrollada del valor, o forma II, 1a estructura inaugurada por la forma anterior, apa¡ece generalizada. Ingresamos así en el proceso de su reproducción. El hecho que la mercancía A, se exprese en la mercancía B, posibilita a 1a se¡ie i¡fi¡ita de las otras mercancías que se constituyan en equivalentes. "El valor de una mercancra, por ejemplo e[ lien_ zo, queda expresado aho¡a en ot¡os imumerables elementos del mundo de las mercancías".10 Estas reflejan, como una serie infinita de espejos el cuerpo cle una mjsma mercanci,r.
Aunque se halle en pleno proceso de reproducción, esta forma del valor no logra superar las insuficiencias del momento anterior. Su fragilidad proviene también de su for_ ma. Es cierto que aquí se disipan muchas de las dudas que emanaban de la relación simple. Es cierto, tamblén, que la reproducción afirma el carácter necesario del proceso. pero sin embargo, la forma desarrollada del valor sólo llega a ex_ presar la reproducción como circularidad; como una reitera_ ción negativa que se agota siempre en sí misma. Vlsta desde este ángulo, la forma II no va más al1á de 1a circularidad que acusaba 1a relación simple, y según la cual ambas mercancías podían cambiar de lugar, ocupa.,do a su turno uno u otro de los polos de la expresión del valor. Recordemos que allí, la expresión, 20 metros de lienzo una = chaqueta, podía leerse también como, una chaqueta 20 me= tros de lienzo, sin que por ello desapareciera la naturaleza bipolar de esta relación, de tal manera que la lectura al revés
20 metros de lienzo = una chaqueta, 20 metros de lienzo = 10 libras de té, 20 metros de lienzo = 40 libras de café, etc.
Nacla garanriza la >olidaricl¿cl de l¿ .erie de expresiones, ni nada muestra su vínculo comúr¡ como no sea el hecho de constituir los equivalentes eventuales de1 lienzo. Conslderadas en sí mismas, son otras tantas expresiones particulares de 1a relación simple entre dos mercancías. Esta visión de las cosas, corresponde a un momento todavía provisorio de1 funcionamiento del mercado.
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Si concebimos la circularidad como 1a serie de espejos que reflejan una misma mercancía, e1 infinito aludido por 1a expresión es negativo; esto es, se pierde en el continuo salir de 1a mercancía a expresar su valor en 1a continuidad sin fin de las otras.
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certeza de que e1 ú1timo equivalente complete la i¡finita. Como en la antinomia kartiana, el último punto de ¡eferencia remite, por obra de su imperfección {ormal, a ul más a1lá donde siempre se encontrará una nueva mercancía. E1 üenzo puede recorrer 1a lista de todas las mercancías existentes, sin acabar nunca de expresar su valor. Siempre va a existir la posibilidad de traspasar el últin"ro equivalente propuesto. 1a
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Lo forturto teaparece de nuevo aquí, haciendo visible el carácter también transitorio de 1a forma II del valor. Su regularidad, como se ha podido ver, no puede afirmarse en la inlinitud de los elementos disponibles para expresar el valor. La forma desarrollada indica y sugiere.de una cierta manera, el elemento universal al que alude e1 concepto de valor. Elemento que rige en todos 1os procesos del cambio y en e1 funcionamiento general del mercado. Pero, no obstante su función indicativa, no llega a expresarlo. Una contradicción se instala desde e1 momento que el universal queda remitido a la serie continua e infinita de las expresiones equivalentes posibles. El elemento general no ha encontrado la forma más adecuada de manifestarse, porque cada vez tiene que hacerlo a kavés de una expresión particular distinta. Así, en nuesfro ejemplo, el valor de la tela es en un momento la chaqueta, en otro 1as 10 libras de té, en otro las 40 libras de café, y así hasta e1 infinito. En conclusión, él universal es en todo momento un particular díverso. E1 valor será remitido continuamente a una relación simple. Relación que se rige todavía por la circulación simple, o menos aún, por e1 mero trueque. Como contrapartida, e1 rasgo ocultador de la expresión, no obstante se repite y reproduce, deja insinuar la relación encubierta. Estas cosas en circulaciór¡ estos productos del trabajo puestos en esta relación particular, remiten, sea al consumo sea a la producción pero no al valor, no obstante que, así como están dados, son ya formas del mismo. La relación entre los productores privados se deja insinuar det¡ás del movimiento de estas cosas. Porque esta forma todavía alberga la vuelta a la relación simple, aunque ésta se presente ahora como una serie descompuesta de intercambios particulares. Como ninguna mercancía asume el papel de equivalente umversal, todas 1o poseen en potencia y lo hacen evidente, visible, justamente cuando pasan a ocupan ese lugar.
Luego, las dos primeras formas del valor,
ple, y 1a forma II o desarrollada, se revelan rnanifestaciones iniciales y defectuosas del desarrollo de la forma equivalente, expresando más bien el desarrollo de la forma relativa. En ambos casos se instala un obstácu1o que crea 1as condiciones 1ógicas para pasar a 1a fase siguiente, donde las insuficiencias que aquellas ailteriores han acusado, serán superadas. Pero no asistimos aquí a las peripecias de un movimiento puramente interno, ta1 como lo propone Hegel, ni la negatividad de 1a forma anterior es lo único que explica la aparición de la nueva, si bien es cierto que sus insuficiencias 1a anuncian, indicand¡ a1 mismo tiempo las vías de su desarro-llo probable. El movimiento de la forma equivalente, y el desarrollo general de las formas del valor, está determinado por el propio proceso de la reproducción. Este proceso ha eliminado ahora las fases imperfectas para alcar::ar la forma en que el fenómeno queda expresado a cabalidad. Proceso, que a su vez, supone e1 desarrollo general de 1as relaciones capitalistas en el movimiento de su reproducción. Luego, las cuatro {ormas del valor de que habla Marx, en el tercer apartado de1 capítulo de la mercancía, son los momentos lógicos de un proceso de reproducción, cuyas causas se dan en otro contexto. Los lazos lógicos entre una y otra forma, seña1an e1 carácter específico de este movimiento.
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Con respecto a1 fetichismo, esta II forma, que se mantiene todavía fuera de la influencla de1 equivalente general. Constituye una primera fase imper{ecta de la reproducciór¡ dejando que 1o que encubre, se asome: una relación social entre los productores. La serie de materiales que ocupan e1 lugar del equivalente, indica que la expresión no ha encontrado todavía su estado perfecto. Esta búsqueda inacabada, junto a la circularidad de la expresión, anuncian la forma tercera del valor.
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LA FORMA III, O FORMA GENERAL DEL VALOR
equivalente se produjo como el resultado del movimiento de una mercancía, y como e1 papel de expresión del valor fue asumido de manera pasiva por los equivalentes, tanto del va1or relativo como e1 equivalente quedaron sin desarrollarse. Aquí en cambio, "...1a forma relativa general-social de valor porque, y en cuanto todas 1as mercancías peÍtenecen a ese mundo, con una sola excepción, se ven excluidas de 1a forma general de equivalente."la
La forma III, o forma general del valor, implica un cambio sustancial con respecto a 1as dos anteriores. Hasta aquí, lo que había regido en 1a aparición de las formas I y II, era más bien lo fortuito. En el caso de la primera, porque, ",.. los productos del lrabajo se convierten en mercancías a través de un intercambio fortuito y ocasional."1l Y en 1a II, porque, "... un producto del trabajo, por ejemplo, 1as reses, ya no se intercambia excepcionalmente, sino de modo habitual, por otras mercan-
Esta nueva forma de equivalente se diferencia de las ante-
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riores porque es general; esto es, porque todas las mercancías hacen de una y 1a misma, su equivalente. La modalidad de su existencia depende de esta regulación universal de1 "mundo de las mercancías". Resulta del movimiento del sistema en su conjunto. Sólo ahora el valor logra expresarse plenamente. E1 equivalente general ilustra el carácter social de este movimiento. Existencia social de las mercancías que sólo puede expresarse mediante una forma que también funcione socialmente. Si bien 1as formas anteriores revelaban rasgos de1 va1or, éste quedaba remitido al hecho de que la mercancía, para expresarlo debía salir de sí misma y valer en otra mercancía, es 1o que ocurrió con la forma I, pese a su carácter episódico. La forma II constituyó la prueba de la veracidad de 1a primera, a1 expresar su valor en la serie de las otras mercancías. Este movimiento, aun cuando afirmó el carácter necesa¡io de 1a expresión de1 valor, o sea, la necesidad para toda mercancía de salir hacia la otra, demostrando al mismo tiempo que nada de su materialidad, o nada que correspondiera a su valor de uso, contenía su va1or, no lograba establecer, empero, el carácter socialmente necesario de la expresión. Carácter social que sólo se cumple en condiciones de producción históricamente determinadas.
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Este "mundo de las mercancías" en tanto sistema rnercan-
cías diversas".12
Cuando llegamos a la forma III, ya no se trata de movimientos accidentales, ni de ci¡cunstancias particulares. La forma viene preparada, ahora, por el movimiento general de1 "mundo de las mercancías". Lo necesario se instala gracias a1 propio proceso lógico de reproducción del sistema. No es una fase transitoria, que anticipa elementos acerca de un posible o futuro sistema mercantil generalizado. Aquí estamos ya en pleno desarrollo de la est¡uctura mercantil capitalista. "Se vuelve así visible que la objetividad del valor de las mercancías, por ser mera "existencia social" de tales cosas, sólo puede quedar expresada por la relación social omnilateral entre las mismas: la forma de valor de 1as mercancías, por consiguiente, tiene que ser una forma socialmente vigente."13 La mercancía particular, aislada, ha dejado de ser el sujeto, para dar paso a un sistema general de relaciones de tipo me¡cantil: el "mundo de 1as mercancías" de que nos habla el texto; proceso que regula y produce en definitiva, e1 tipo de relación que va a asumir e1 valor relativo general con respecto al equivalente general. En 1as dos fases anteriores, el 11
E¡ Cdp¡tal, p. 80.
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12lbír1em, p.81.
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lbidem, pp.83/84.
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til generalizado, produce el equivalente
general. Nueva for_ ma que responde a esta nueva lógica. porque e1 movimien_ to, que es el mismo para todas, es necesario para todas. Los rasgos accidentales han sido suprimidos por .l proceso de su reproducción, que sólo reitera lo q.r" ns".r"iul y típico del "" movimiento. pero este desarrollo no debe l"urru lu iución de una reciprocidad. Muy por el contrario, "á-á "r,o_ la historia de los vínculos entre ambos poio, a" valor, no tu, qrritu .., carácter de tales, gestándose además una antítesis, tanto más irreductible, cuanto más perfecto es el desarrollo de ambos polos.
y de todo tipo de ideología generada por
modo de producción capitalista. La fascinación que va a ejercer este equivalente general; los equívocos que provocará la fabulosa inversión de la sociedad burguesa, no constituyen una mera deformación de 1a manera de "ver", ni una concepción del mundo que se nos ha impuesto; ni es la culpa exclusiva de la clase dominante, aunque ésta sea ejecutora; ni tampoco se debe al puro funcionamiento de lbs aparatos ideológicos de estado15. Viene preparada pot este proceso de regulación total, por esta sistematlcidad de las relaciones sociales, en fin, por Ia forma cómo el modo de producción capitalista se reproduce. En tanto exista el uno, existirá e1 otro. A partir de la forma III, el equivalente general se hace independiente, cobra autonomía formal y pierde todo recuerdo de su pasado de mercancía, para anunciar la existencia esplendorosa y ocultadora de1 dinero.
La forma III consolida definitivamente, no sólo la antítesis sino también el proceso de la inversión, consumando el aspecto encubddor de la forma de valor. prepara así la forma IV, consecuencia natural de todo p.o."rá, y en particular "l lit. de 1o que ocurre a nivel de la forma D" ,rr-r'p.,r_rá j" formal, el equivalente general excluye a todas las demás "ir" me¡_ cancías de su función. En el ejemplo:
te = '¡ café = I t;;n"'"* "'" = ,f 10
Durante el paso de la forma III, a 1a IV, se efectúa un proceso de búsqueda y selección de1 material adecuado a la expresión. E1 equivalente general se convierte en dinero, cuando encuentra el material para esta función. Proceso de reificación, de n-raterialidad del signo, que se ha1la profundamente implicado en la reproducción general del sistema. Que se debe a ella, como su resultado, y que luego pasa a constituir una de sus condiciones necesarias. Este período de ensayo de los diversos materiales aptos para expresar la forma económica, puede ser histórico, pero la reproducción 1ógica registra únicamente a aquél que ha sido consagrado para asumir este ro1. No por elección arbit¡aria, sino porque este momento constituye además una fase 1ógica y particular del proceso de las cuatro formas del valor.
lib¡as de
40 libras de
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meLros de lienzo'
El lienzo y sólo él puede cumplir la función de equivalen_ te. Con lo cual un corte radical surge entre el lierLzo y ."rto de las mercancías. El lienzo, más que lienzo, constiúe"lahora el equivalente general; o sea, la expresión material áel valor de las mercancías. Su vuelta a la condición de mercancía le perd_er el^rol de equivalente general. La tautología :r^8l]lfi:a oe ta expresidr¡ 20 met¡os de lienzo = 20 metros de lienzo, impide que ésta realice ambas funciones. Luego, el valor rela_ tivo general de las mercancías sólo puede ¡eálizarse cuando se sacrifica u ofrenda una de ellas a la condición de equiva_ lente general,
En esta fase, el material elegido deja de ser mercancí1, en tanto no puede valer. Sólo constituye expresión de valor;
Esto explica, además, el carácter específico del fetichismo 1
1j \er. L¡uis ñrhusser. "Ideñlng¿ I apataros ideológicos de esrado", co Zizek, ¡o'. //¡. a I.t"ttot't.a.! t. ltf. B .no .tu- .. 200 . pp. . l = l.,
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Capitulo
equivalencia general del valor de 1as otras. Pero, si bien pierde su condición de mercancía, no se despoja por e1lo de su apariencia natural, y ésta misma va a ser la cara visible con la cual se presentará ante las otras, y 1o que es más decisivo aúry ante 1os propietarios y productores de las ol¡as. Cony a fravés de esta apariencia natural, va a mostrar sus otras cualidades, especiales y diferentes de su forma natural, pero que patecen emanar de ésta. El proceso de inversión y todo su efecto fetichlsta aparecen sublimados en esta forma espectacular.
3
DEL FETICHISMO DE LA MERCANCIA AL FETICHISMO DEL CAPITAL
I. EL FETICHISMO DE LA MERCANCÍA
Mediante e1 texto dedicado a las formas del valor, hemos ensayado demost¡ar el proceso de inversión y su preparación lógica. E1 resto del proceso describe su consolidación, el avance a formas cada vez más irreversibles, hasta el momento cuando la nueva forma comienza a regir el movimiento general del sistema. Por el carácter que asume e1 funcionamiento de las relaciones de producción en el modo capitalista, este proceso de lnversión debe culminar en la materialización de estas formas, en su reificación. La reproducción general sólo se hace objetiva cuando las formas de su regulación se expre-
Llegamos así a la referencía privilegiada, al cé1ebre apartado, LI.4., que nos habla de1 '... fetichismo de 1a mercancía y su secreto."; exaltado por unos como 1a llave maestra para toda lectura del Capitall , mientras que para otros es engañoso tanto porque su discurso no se desprende todavía de su vínculo con 1a vieja tradición filosófica, adeudando conceptos y problemas; como porque expone un comierrzo no suficientemente establecido, donde las categorías propiamente capitalistas, no se hacen aún presentes2.
san en cosas.
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Su a¡rálisis debe comenzar, en consecuencia, con el problema del estatuto teórico del texto; problema concitado por la reaparición en el primer p1ano, una vez más, de Ia mercancía como célula y objeto aislado del aná1isis. ¿Por qué se retorna de nuevo a la mercancía individualmente considerada? ¿Por qué Ia exposición no continuó con e1 aná1isis del fetichismo en el dinero? ¿Por qué elegir precísamente este lugar para hablar in extenso sobre el fetichismo, cuando ya se había dejado atrás, en e1 tercer apartado, a la mercancía individual?
Recordemos que durante e1 desarrollo de las formas de1
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1 Nos ¡eferimos a la frase de Lukacs ya citada que compara la importancia de estc texto para una comprensión cabal del Capital, a la importancia que tieoe el capítulo sobre el ser,la nada, y el devenlr, para la comprensión de la Lógica de Hegel. 2 Nos refedmos a la opinión de Balibar, tambiéo r'a citada.
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valot el lienzo nos describe a través de su propia "experiencia", y por las peripecias que sufre en su encuentro con las demás mercancías, su paso de producto de1 trabajo a mercancía, junto con el paso de la forma simple a 1a forma general del valor- Porque, en "... general el lienzo 'al habla¡nos" de sí mismo/ nos "habla de la chaqueta y de su papel en e1 cambio"3.
Luego, cuando todo parecía indicarnos que habíamos salido de la mercancía aisladaa como objeto del análisis y entrábarnos en 1os sutiles meandros del dinero, nos hallamos de nuevo frente a aquélla como un punto de partida. El análisis, dedicado a explicar 1a fascinación de esta categoría particular, retorna una vez más al laboratorio que se propuso al inicio de la exposicíón. Volvemos al momento simple y elemental, en donde, los productos del trabajo cobran una materialidad de valor igual e independiente de su mú1tip1e y diversa materialidad física de objetos útiles. Cambio de materialidad que no se advierte, empero, a simple vista. Trastrocamiento de la forma que invierte la vía normal de 1a producció4 haciéndola aparecer bajo el aspecto de una simple relación entre las cosas, o como una relación de los productores con estas cosas. Su contenido describe al fetichismo a través de una forma atípica de la exposicióry como un desarrollo paralelo, que complementa e1 análisis, pero a través de un discurso diferente, desde ot¡a perspectiva, sometiendo el lenómeno estudiado a una 1ógica distinta, tanto por lo que dice, como por la forma 3 Rosenbetg plantea que a partir de las cuar¡o formas del valor, ocurre un cambio en el enálisis. Se pasa de la me¡cancia como un objeto aislado, al examen del valot en el proceso ¡rrismo del inte¡cambio. De ahi en adelante, lo que se decra a propósito de una mercancía, esta misma nos lo va a decir ella misma a t¡vés de sus peripecias en el inte¡cambio con las ot¡as me¡cancías. Ci, Rosenberg, David, Camentaiar !1 /0r trl.r t0rr0! del "Capnal", Edi¡o¡ial de ciencias sociales, la-Habana,
1979,3 volúmenes. 4 Nos referimos a
1a diie¡encia que hay entre los dos primeros apartedos, del capírulo sobre la mercaocía, en donde es mediante e1 aoíüiis que se exami¡a aisladamente al¡ mctc.rocr.r, y e1 apattado III, dedicado a ia lo¡ma deLvalor, en donde es 1¿ relaLrofl cnllc lrs mercaneias h que comienza a #habla¡". Este tránsiro parece Ln¡errumprrsc en e[ cuJrro ilp.l¡t¿du, en donde pareciera, que se l.uelve de ouevo a tratar la r¡e¡cancía aisladameote.
7o
como 10 dice, o finalmente, por la manera cómo se inserta 1o que se refiere al fetichismo en el movimiento central de la exposición. Si bien su presencia puede explicarse por el orden de la exposicións, sug contenidos y desarrollos sobrepasan eI momento particular porque anticipa elementos y porque hace retroceder e1 problemq hasta sus raíces. Esto nos explica, por qué, en este momento cuando 1a estructura mercantil está aún en estado larvario, haya alusiones a diferentes modos de producción; opiniones sobre la Economía Política en tanto ciencia, o sobre la práctica de los economistas, etc. Pese a que este apartado es una de las referencias más extensas al fenómeno de1 fetichismo y a los problemas relaciona-
dos con la mistificación esencial de 1as formas económicas capitalistas, no los agota. Señala tan só1o sus rasgos elementales, y principalmente, aqué11os que refiriéndose a 1a mercancía, son capaces de dar cuenta de 1o que ocurre con el dinero. Con todo, la forma del texto, dijimos, inaugura el carácter típico de las referencias posteriores. Su "verticalidad" le permite coger e1 fenómeno aludido en 1a totalidad de sus dimensiones, y no só1o como pudiera mostrarse en el momento particular de la mercancía.
Pero por su mismo carácter, este apartado proyecta e1 fenómeno más allá de1 momento de la mercancía. Es en este sentido que anuncia y prepara el fetichismo del capital. Más aúr! como e1 fetichismo proviene de 1a estructura típicamente
Lla¡lo la atención sobte la palabra exposición, que pata NIan< es decisiva y central. En el epílogo a la segunda edición del Ctp¡fdl ¿tstargne el modo de exposl ción del modo de invesdgación, diciendo: "Ciertameote el modo de exposrción debe distingurrse, en lo formal, del modo de investigación. La investigación debe apropiatse pormenorizadameote de sr: objeto, anaüzar sus disti¡ts formas de desarrollo y rastteat su nexo inte¡no. Tan solo después de consumada esa labor, puede expooerse adecuadamente el movi¡nieoto ¡e¿I."(Cqital, p. 19) Conforme a estos crirerios, E/ Cdlztal podría ser defirudo como 1a exposición cririca el modo dc ptoducción capitalista. 5
mercantil de 1as relaciones capitalistas, al proyectarlo más allá de 1a mercancía, anticipa la persistencia de esta estructura, aún en las formas capitalistas más complejas y desarrolladas.
El retorno a la mercancía individual, con que comierLza este cuarto apartado se hace para explicar en ella y a havés de e1la, e1 efecto particular que só1o va a hacerse palpable en e1 dinero. La mercancía no lo hace totalmente visible. Su efec, to es todavía un fetichismo más bien potencial. La mercancía provee, por decirlo así, su génesis, su esttuctura elemental, pero sin hacerla evidente aún. En el dinero, en cambio, será flagrante. Mercancía - dinero; dinero - mercancía, necesaria complementariedad entre dos categorías que se disputan e1 comienzo del análisis. El dinero, porque es 1a categoría, 1a manilestación de las ¡elaciones de producción capitalistas más fascinante, la más a mano en la superficie de esta sociedad; la rnercancía porque constituye su cé1ula real, el signo evidente de su movimiento, pero también, porque constituye su forma más simple y como tal hace retroceder el análisis a su verdadero comienzo. De todos modos, se parte de la mercancía para explicar el dinero, el secreto de su fetichismo sólo podrá ser revelado si volvemos a rastrear 1os orígenes de esta figura fascinante en Ia mercancía. Solo la mercancía puede dar cuenta del fetichismo que en e1 dinero se constituye ya, con todo el poder de su rnistificación. Es por eso que e1 texto que analizamos, comienza preguntando por e1 efecto, o impacto ' de la forma mercancía" de 1as mercancías; las que en general apareceD y nos parecen, ,,objetos evideñtes y triviales" de comprensión inmediata. Repitamos ahora, la pregunta que Marx se hace, y detengámonos en ella. Marx la formula así: "¿De dónde brota, entonces, el carácter enigmático que distingue al producto clel trabajo no bien asume la forma de mercancía?"6 ¿De qué enigma se 6 Nt2fx, Cap¡lal,
p.88.
trata, y, para quién e1 hecho, que el producto de1 trabajo se hansmute en mercancía, constituye un enigma? En sí, e1 producto del trabajo no es un enigma, más aun, e1 hecho que la forma de va1or7 que es la mercancía aparezca como producto del habajo, no hace de ella un enigma, sino al contrario, algo trivial y obvio. No es un enigma par 1a conciencia común, que las recibe y acepta como triviales, por e1 hábito y 1a costunbre. El enigma surge para quien se ptegunta por e11as, pues no las acepta en su inmediata apariencia. Es el economista clásico que se preguntó por ellas, y después, la "crítica de la economía política", vale decir, Marx. E1 enigma se traduce en una pregunta. Nos preguntamos por 1a inversión que hace aparecer a la mercancía ostentndo ser lo que no es. Y por qué esto emerge como obvio. Vimos, por ejemplo que la forma de equivalente que había asumido la chaqueta, no tenía nada que ver con su valor de uso. La chaqueta aparece como un producto de1 trabajo, esta es su evidente materialidad, pero no está funcionando como tal. Es decir, la chaqueta no está ahí para abrigar, sino para expresar el valo¡ de ofra mercancía, en el ejemplo propuesto, el valor de1 lienzo. Luego, 1a respuesta no proviene del aspecto físico de estos objetos, que como tales no abandonan su condición de objetos del trabajo. Tal como sucedió en el momento del examen de la forma del valor, e1 aspecto material de las mercancías es lo primero que se deja de lado para analizar su fetichismo: "En contradicción directa con la objetividad sensorialmente grosera de1 cuerpo de las mercancías (nos dice Marx al comienzo del texto sobre 1as formas del valor) ni un solo átomo de sustancia natural forma parte de su objeiividad en cuanto valores. De ahí que por más que se de vuelta y se manipule una
Eo el ptólogo a la prime¡a edición del C,rp;tal, Nl¡,rx dice al respecto, lo siguien le: "Per¡ l¿ sociedad buri¡uesr la fo¡ma de mercancia, adoptada por el producto del trab;¡o. o 1¡ form,¡ cli v:lo¡ dc le metcancía, es la fo¡da..l.,ir, 7
C:dfital, p.6.
72
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mercancía cualquiera, resultará inasequible en cuanto cosa que es valor."8. Por eso cuando Marx se ¡efiere a la me¡can_ cía en su verdadera nafuraleza capitalista, recurre a oxímoron tales como, "objetividad espectral", o "cosa sensible supra_ sensible", lo que supone poner entre paréntesis la apariencia natural de las mercancías. VALOR Y FETICHISMO De las propiedades naturales de las mercancías, ninguna con_ cierne a este efecto particular que se desprende de su forma mercancía. Luego, el valor y su fetichismo se adhieren a la forma económica con el mismo grado de necesidad. No hay fetichismo sin que haya valo¡, parece decir la homogeneidad entre 1os comienzos de los apartados tercero y cuarto, del primer capítulo del Capital. El análisis elimina, por consiguiente, este aspecto inmediato y natural de 1as mercancías, descartan_ do toda la eshuctura que sostiene su funcionamiento. No se trata únicamente de tal o cual condición especial, sino de toda la estuuctura que la hace posible. De igual manera, veremos que el fetichismo abarca a1 fenómeno como a las condiciones de su posibilidad, junto con su reproducción. por eso en esta operación van quedando a un lado tanto las diferentes cuali_ dades de las mercancías, como las condiciones, estructutas v sistemas que las han hecho posible.
Dejar entre paréntesis su valor de uso, implica proceder igualmente a la no consideración del sistema de necesidades, como del sistema de producción que correlativamente proporciona objetos para estas necesidades. O sea, se prescinde tanto de los sistemas como de su relación, pues, el hecho que el producto satisfaga necesidades humanas, o sea un resulta_ do de 1a actividad productiva de 1os hombres, poco importa
cuando se trata de la economía política y por ende de la "crític¿ de l¿ economí¿ politica'.
Tampoco provocan este efecto particular las relaciones materiales que constituyen el contenido de sus determinaciones de valor. Con ello, tanto la eslructura mediante la cual se determina 1a sustancia del valor, como 1a que permite establecer la magnitud del valor, son también descartadas. No es en la producción, ni en las condiciones de 1a producción c¡ue hay que buscar el fetichismo, sino en el paso o vinculación est¡echa entre modalidad de la producción y proceso de intercambio. La explicación del fetichismo no viene de la circulación hacia la producción, sino al revés. Para David Rosenberg, en este momento del análisis ha surgido una nueva inflexión, presente ya al comienzo del texto sobre la forma del va1or. "En el presente apartado, refiriénclose a las cuatro formas del va1or, Marx... va del valor y de la producción mercantil al valor de cambio, hacia 1a circulación. El objeto de 1a investigación es ahora la producción mercantil en su conjunto..."e Sobre todo cuando se aborda el fetichismo, donde es cuestión fundanrentalmente de 1a forma económica capitalista y de su efecto en la conciencia de los productores y los economistas. Por eso, a la pregunta, "¿De dónde brota, entonces, e1 carácter enigmático que distingue al producto del trabajo, no bien asume 1a forma de mercancía?", la respuesta de Marx es inmediata: "de esta inisma forma"l0. Es decir, de 1a forma que asume 1a mercancía en la sociedad capiialista, de su forma
valor Porque en la forma que asumen los productos del babajo, la igualdad de estos trabajos, adquiere mediante la igualdad de1 valor, la forma material de una objetivación;
9 Rosenberg, opus cit, p.100
8 Ibídem, p.58
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transcurso de instalación del
modo capitalista de producción. Pero en e1 transcurso de su afianzamiento, este resultado se constituye a su vez en premisa suya. Este es e1 segundo motivo. O sea, 1a forma concebida como parte constitutiva de 1a 1ógica general de1 sistema, es su cara visible. La regularidad más evidente de su funcionamiento, regularidad que deben asumir todas las relaciones capitalistas, sea cual sea el grado de su desarro11o, su cornplejidad, o su nivel de abstracción. La forma tal cual se manifiesta ya en la mercancía.
El fetichismo es el efecto particular de los objetos del trabajo circulando como mercancías. El fenómeno resulta, entonces, del circuito completo que abarca producción y circulación; en el orden y la dirección que va de la producción al mercado. Está determinada por aqué1. E1 fetichismo se realiza, afianza y amplifica en la esfera de 1a circulación, en el mercado, su lugar natural y espacio predilecto.
Una producción atomizada, independiente, privada, social en el proieso de1 intercambio; pues sólo allí recupera su dimensión social, y se regula. Pero el intercambio es en esencia intercambio de productos, de objetos materiales, de cosas que hacen allí la prueba de su carácter mercantil. El productor individual se desgarra entonces entre dos conciencias: 1a de sí mismo y 1a de1 mercado. Conciencias que concibe diferentes, casi esquizofrénicamente: su interés particular, o 1a conciencia de su individualidad, y 1o que a sus ojos aparece como 1o social; aspecto este ú1timo, que inevitablemente adquiere una forma material, cosó1o se hace
siJicada. Se trata entonces, del efecto de una materialidad de distinto contenido, oculta en la apariencia cotidiana del objeto, y expresando por 1o mismo un poder particular, más allá de la relación natural entre objeto y necesidad. Poder de 1a re-
lación social real expresado en estas categorías. Poder de
11 Ibídem 12 Ibídem, 89
76 77
1a
estructura productiva en su conjunto que se encarna en estas formas materiales y concretas. Pero que no es un poder de la cosa en cuanto tal, porque no se puede hablar de fetichlsmo, como de un elemento constitutivo de todo modo de producción. Al contrario, e1 fetichismo, es un fenómeno privativo de 1a sociedad capitalista, y todo desarrollo de este fenómeno en el Capital está destinado a mostrar que es inherente a todas las categorías económicas esenciales de la sociedad burguesa y en especial a la de capital. La contradicción inhe¡ente de estas categorías, compactas y coherentes, a simple vista, reside precisamente en su carácter fetiche.
Aún en el grado de abstracción que hemos señalado, el texto nos da a conocer que el fenómeno del fetichismo pertenece por entero a 1a sociedad capitalista: "Formas semejantes constituyen precisamente las categorías de 1a economía burguesa"l3. Estas formas fetiches, "Se t¡ata de fo¡mas del pensar válidas, y por 1o tanto objetivas, para 1as relaciones de producción que caracterizan ese rnodo de producción social históricamente determinado: la producción de mercancías."1a Luego estas ideas son objetivas de doble manera, en cuanto ideas sancionadas socialmente, funcionando como relaciones sociales específicas, objeiivas, pero también en cuanto ideas que expresan y son por consecuencia alimentadas por 1as relaciones materiales de producción. Alimentadas en tanto son reproducidas. Se trata, por lo tanto, de una doble forma de objetividad que apunta a una doble forma de reproducción. Hasta aquí nos hemos referido a una de ellas: 1a reproducción objetiva (material) como reproducción del sistema, que reitera constantemente sus condiciones de existencia, y junto con
13 Ibídem, 93 14
Ibídem
78
ellas, al fetichismo. En la segunda y tercera parte de nucstro trabajo nos referiremos a otro proceso reproductivo, quc lremos llamado la reproducción subjetiva.
vuelta de la tuerca, la forma específica de la producción en el capitalismo, fijando al mismo tiempo, lo que sería e1 momento histórico de1 fetichismo.
II. ¿HAY FETICHISMO EN OTROS MODOS DE PRODUCCIóN?
Todo este efecto ilusorio desaparece desde que "emprendemos camino hacia otras formas de producción. '1 Para comprobarlo, e1 análisis organiza un itinerario que atraviesa cuatro modos distintos de producción, en donde, por e1 carácter que asumen 1as relaciones de producción, las formas fetiches no son posibles. La taxonomía que Marx nos propone aquí, es, por 1o menos, curiosa. Al lado de formas históricas de producción, tales como las feudales o 1as de la producción artesanal y patriarcal, Marx nos propone 1a ficción que supone la isla de Robinson y una hipotética asociación de hombres libres, hipótesis que pertenece a una de 1a contadas ocasiones en que Marx, por 1o general, avaro al respecto, avanza hacia lo que podría ser el post-capitalismo. Aquí nos movemos entre la utopía ideológica de la economía política, y sus "robinsonadas"z, y una hipótesis de trabajo que acoge elementos de la utopía comunista. Ambos modos de producción han sido destinados a mostrar una conformación distinta de la producción social, para así poder circunscribir, como en una segunda 1 Ibídem1o piensa
Desdc que 6ja la especifrcidad del modo de producción capitalista,
Xfar
y se empeña en enmarcarlo dentro de 1o que es su propia historia, dis tirrguréndolo siempte de los oüos modos de ptoduccicln. Por eso cu¿nclo sale a comp:rratlo con aquellos, no es con el afán de esbozar una "Teo¡ía de los modos de producción", sino para hacer más er,idenre 1o que es el capitalismo, contrasr:rn dolo con lo que no es. A pesar de l:r impotrancia que uenen sus trabajos sobre el feudeLismo r'' el modo de producción asiáoco, habría que de6nitlo como uno de los recursos del anáJisis, que en este ceso conc¡e¡o de l¿ taxonomie propueste en esre texto, hace aun más, evidente su ca¡ácte¡ nstrumental, al incorpotar junto a modos de producción históricamente detectables, una licción v una uropía. 2 "Robinsonismo", o "r,¡binsonada" soo mctáf,trras seúrices que Nlarx emplea para tefe¡i¡se a los intentos de los eco¡romístas por absolutizar las lotmas capit¿listas
l-. lo n.. "b r:.or od., produ.ior. A er¿ no" -((n-
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en la economia politica.
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Se puede hacer una doble lectura del catastro propuesto por Marx. Siguiendo, primero, el itinerario propuesto/ se puede recorrer los diferentes modos de producción en que no el fetichismo no es posiblei o biery partiendo del modo de produccrón capitalista, ver como éste se diferencia de los otros.
Comenzando, entonces, con el primero de los modos productivos propuestos, cabe repetit que no hay, por ejemplo, fetichismo en 1a relación de Robinson con sus obietos, ni en 1a manera cómo éste se 1as affegla para medir su tiempo, pues en esas actividades productivas suyas, "...quedan contenidas...todas las determinaciones esenciales de1 valor"3. Pero este valor no sale de su estado de mera latencia, porque todos 1os productos de su trabajo están destinados a su consumo personal. Esto quiere decir, que Robinson no produce para e1 intercambio, porque sus productos, en este caso, no circulary ni tampoco son mercancías. Para este Robinson abstracto y hobbesiano, ni las mercancías ni el dine¡o existen.
En cuanto a las relaciones de tipo feudal, pese al carácter personal que ellas asumer! en tanto relaciones de señorío y servidumbre, no soporta4 sin embargo, la mediación de 1as cosas porque- éstas-tampoco circulan a través de un intercambio regulador. No hay ocultamiento en este sentido y la reificación no tiene aquí sentido porque, "...las relaciones sociales existentes entre las personas en su habajo se ponen de manifiesto como sus propias relaciones personales y no aparecen disfrazadas de relaciones sociales entre las cosas, o entre los productos de1 trabaio.'181 siervo produce para e1 señor/ es cierto, pero este productor no ha roto 1os vínculos que tiene 3
lbídem,
9,1
4Ibídem, 95
8r
su habajo con 1a materla prima y los medios de producción. Se trabaja, además, socialmente para el señor. La industria rural y pafriarcal representa, por su parte, el trabajo socializado, destinado al consumo inmediato. Aqur, ... el gasto de las fuerzas individuales de trabajo, medido por la duración, se pone de manifiesto desde un primer momento como determinación social de los trabajos mismos, puesto que 1as fuerzas individuales de trabajo sólo actúan desde su origen, como órganos de la fuerza colectiva de trabajo de 1a familia."5 En este caso, los hombres trabajan los unos para 1os otros, Produciendo 1os objetos precisos, destinados a1 consumo colectivo. Tampoco pierden conciencia de que su produccióry aunque parcelada, es social.
Por último 1a asociación de hombres libres es una réplica en 1o social de 1as prístinas relaciones individuales de Robinson. En efecto, para este modo de producción post-capitalista, "...las relaciones sociales de los hombres con su trabajo y con los productos de éstos, siguen siendo aquí diáfanamente sencillas, tanto en lo que respecta a la producción como en 1o que atañe a la distribución., 6 Si leemos el itinerario al revés tenemos 1as constataciones siguientes:
En
primer caso, el modo de producción capitalista poigual que el mundo de Robinson, relaciones de valor. Con la diferencia de que aquí, éstas son sociales. Lo que significa que e1 consumo personal no es directo, sino que debe pasar por el proceso de1 intercambio, donde 1os distintos productos prueban que realmente va1en. Luego las relaciones de va1or, latentes en 1a isla de Robinson, se hacen virtuales en la sociedad burguesa, adquiriendo expresión concreta y univere1
see, al
5 Ibídem 6 Ibíclem 96
82
salidad. El modo como éstas se representan a los ojos rlt'los agentes de la producción, también ha suf¡ido trans fornr.tc iones, y el ocultamiento adquiere el carácter de una consistc¡tci.r física.
En el modo de producción capitalista, las relaciones de dominio no tienen el mismo carácter que en la sociedad {eudal. La sujeción personal no es aquí la dominante. Éstas se efectúan más bieru a través de 1os objetos y las formas que adquiere 1a producción capitalista. Luego 1as relaciones personales de dominio, se convierten en 1a sociedad burguesa en relaciones donde el poder se exptesa por medio de los objetos. De ahí la existencia de la mercancía, el dinero, el capital y e1 fetichismo que le es inherente. Y como 1a producción es ya una producción para el mercado, y por lo tanto una producción de valores, desaparece la transparencia que éstas pueden alcanzar en el régimen patriarcal artesanal. Sobre todo porque e1 productor, que se ha hecho independiente y privado, ya no percibe ni controla sus vínculos con la producción global. Para é1, a diferencia del productor en una economía patriarcal, los objetos que produce, ya no los controla, o lo que aun es peo4 éstos parecen controlarlo. Vemos que e1 texto del cuarto apartado se articula claramente, en esta parte, donde presenta los otros modos de producción " desfetichizados" sobre dos ejes: por una parte, el análisis elimina todo iipo de relación que no tenga que ver con el fetichisrno, y.por otra parte, establece los límites precisos en que el fenómeno funciona, entendiendo como ta1 un modo de producción históricamente determinado: el modo de producción capitalista El texto recrea 1as condiciones metodológicas del análisis en este nivel de abstracción. Pero, en este espacio abshacto donde funcionan únicamente 1as relaciones más elementales del intercambio, el análisis está destinado todavía
83
a mostrar los contenidos de la ilusión, 1a estructura que los soPolta, a parth de la mercancía como valor que expresa relaciones reales en la estructura productiva concteta en donde funciona. Pero tratado así, como modo de producción en desarrollo, anticipa el fenómeno en su globalidad. EI fetichismo de 1a mercancía anticipa, entonces, e1 fetichismo de1 dinero y el fetichismo de1 capital. EL CARÁCTER
LÓclco oET onDEN
DE LA EXPoSIcIoN
El orden de exposición que E1 Capital pone en obra, no se pretende histórico sino lógico. Esto explica, por una parte, que e1 trayecto de la exposición vaya de lo abstracto a 1o concretoi y por otra, el grado máximo de abstracción que alcanza el comienzo, y sobre todo e1 capítulo dedicado a la mercancía. El lugar necesario y lógico de sus distintas categorías está ga-
rantizado porque el proceso supone al modo de producción capitalista en plena reproducción. No hay por consiguiente, auto-movimiento de la mercancía que como un embrión contendría en sí r¡lsma y en potencia todo el desarrollo posterior. El movimiento necesario "cle la cosa misma' qué postula este modo de exposición, movimiento que no puede ser impuesto, consiste en la reproducción por medio de1 pensamiento de la ordenación lógica, que la reproducción rnaterial, concreta e histórica de las relaciones capitalistas, hace posible. Si podedefrlo así, el proceso lógico se hace posible, como una 1o¡_ v1slon slncrónica del modo de producción capitalista plenamente desar¡ollado, que se expone como si fuera la primera vez que tal proceso se origina.i En este sentido todo debe ser expueslo ¿ trar és de un proceso que v¿ de cus momenLoq mi5 abstractos Y simples, suponiéndolos originarios, hasta Ias ca- Dt;t"
t-ñq* rla* le pone rl primer übro, "El proceso cle proclucción del lo qL.. e"ta rep',duciéndose, es piesen'r",lo como'si f..e¡a el acto :iryi-::1 .rn, Drlne-o:.-" ¡-ro r--oJ:., 1 ,n ql- ¡-.len c.¡rl¡r.,.,.
tegorías más complejas y concretas. Esto, 1o expresa la mercancía desde su primer encuentto con otras mercancías, pues 1as condiciones básicas elementales dei funcionamiento de 1a producción capitalista están ya Presentes en esta base inicial. Situación que se hace posible, desde el instante que la producción privada ya no tiene otra vía de vinculación y regulación con e1 conjunto del sistema, que aquélla del intercambio. Siendo el único médio de organizar y regular una producción atomizada, e1 intercambio devíene 1a fuente del carácter social de la producción. No existe modo de establecer la equivalencia de1 inte¡cambio que no sea a través del carácter equivalente de los productos intercambiados. Toda su significacrón social descansa en este hecho y cuando este acto cotidiano se generaliza, toda una sociedad adquiere una consistencia particular que 1a caracteriza y distingue de toda otra. Pero no están presentes aún 1as formas más complejas que este hecho va a adquirir con e1 desarrollo de 1a reproducción capitalista, cuando llegue, por ejemplo, a1 momento del fetichismo de1 capital. FETICHISMO Y REPRODUCCIÓN
La reproducción significa desde un comienzo la reanudación del acto productivo, partiendo de1 hecho banal de que sea cual sea, "-.. la forma social de1 ptoceso de producción, es necesario que éste sea continuo...rrs Si una sociedad no puede dejar de consumír, tampoco puede existir sin un proceso de producción ininterrumpido. Lo que en su aspecto más evidente implica 1a necesidad de que 1as materias primas, auxiliares, los medios de trabajo, etc., sean continllamente reemplazados para que el proceso pueda continuar.
t1
84
8lbídem,695.
8s
Luego 1a reproducción parece a prirnera vista el simple hecho de repetir ul acto. Proceso que recomienza periódicamente, instalando un orden preciso en la aparición de sus componentes. Esta es la primera fase y 1a primera impresión que se tiene de un proceso que muy pronto va a cambiar de aspecto manifestándose como un movimiento que no se pierde en una sucesividad sin {ir¡ porque aú¡ la mera repetición comier¡za a producir transformaciones, dando lugar a "... ciertas características nuevas, o más bien, disuelve las caracterísücas apat:entes ostentadas por el proceso cuando solo tralscur¡ía de mar.era aislada.',e Esta ¡eanudación constaflte consolida el sistema, asegurando su persistencia. De partida perpetua
a1 capital. El proceso del trabajo, puesto bajo la óptica de1 proceso de la reproduccióry sirve como medlo de perpetuación del capital. La repetición periódica
del acto aislado reproduce la base de esta producción que es el trabajador bajo la condición de trabajador asalariado. Más allá del proceso técnico de reemplazo de 1os elementos materiales de la produccióry la importancia del proceso radica en que compromete aI cuerpo entero de la sociedad capitalista. Tanto en sus bases materia-les como al resto del edificio social. El papel del Esiado, del proceso institucionaf los comportamientos de las distintas clases sociales, el movimiento de las ideas, en fin, todo está determinado por este proceso reproductivo. Porque la necesidad de reproducir al habajador asalariado es ulr proceso que contamina 1a sociedad de arriba a abajo. ' El proceso capiialista de produccióry corsiderado en su interdependencia o como proceso de reproducción, pues, no solo produce mercancías, no solo produce plus-va1o¡, srno que produce y reproduce la relación capitalista mtsma, por un lado e1 capitalista y por otra al asalariado.,,10
Se eterniza, por lo tanto, el ca¡ácter necesario de esta relación. No sólo en sus elementos, sino en 1o que ella rnisrn.r representa para la producción capitalista. Las condiciones cluc contribuyen a hacerla ilusoria también se eternizan desde el momento que las relaciones capital/ trabajo, aparecen mediatizadas por circunstancias que 1as enrnascaran. Tal es e1 caso de 1a renovación periódica dei acto de venta de la fuerza de trabajo bajo la ficción,de un contrato libre y voluntario, donde cada vez que ur.r nuevo patrón hace frente a los obreros, 1a continuidad del hecho se disimula, y Ia pertenencia de clase se disfraza tras la reiteración del acto individual.
Lo que en ul comienzo eran premisas históricas, se convierten mediante el proceso de 1a reproducciór¡ en condiciones necesarias. La categoría económíca supone al sistema tanto como este sistema supone 1a categoría. Por eso, {ormas económicas tales como 1a merca¡Lcía y el dinero, aunque hayan existido históricamente antes que e1 capitalismo, 1e pertenecen en tanto formas económicas plenamente capitalistas, momentos del proceso de reproducción del capital. Resultados que garantizan, recíprocamente, 1a reiteración del sistema en su conjunto. Su orden de aparición y sucesiór¡ está dictado ahor4 por 1a 1ógica interna del sistem4 capitalisia, lógica impuesta y repuesta a su vez, por e1 proceso de Ia reproducción. Este a su vez, 1as vuelve a poner en una disposición particular, haciéndolas cumplir funciones precisas. Inserta en un sistema 1ógico que resulta de la reproducción, cada categoría surge como pulto de partida y como resultado, otorgando al desa¡ro11o un carácter inevitablemente circular. Como cualquiera de estas formas, "... la mercancía aparece por un lado como premisa de la formación del capital y por otro... en la medida en que es forma elemental y general de1 producto, aparece esencialmente como e1 producto y e1 resultado del proceso capitalista de producción."11
9Ibídcm,696. 10 Ibídem, 712
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El movimiento lógico es por consecuencia, el movimiento de la reproduccióry no solamente porque la ciencia supone a la reproducción, sino porque la reproducción objetiva, material del sistema, repone e1 proceso real en una particular estructura reiterándola en un tiempo y espacio dados. Este es el mismo movimiento que nos diseña el campo teórico particular donde funciona una determinada categoría. Sin embargo, como en e1 capitalismo este movimiento hace prevalecer el punto de vista de 1a circulación por sobre aquél de la produccióry estas categorías son conceptualizadas a partir de su figura reificada, autónoma y fetiche. Su movimiento circular retiene los momentos en un orden que los consolida y perpetúa, dando un carácter eterno a sus relaciones. La reiteración de este orden hace que el tiernpo sea concebido únicamente en su movimiento circular, reduciendo la historia al circuito cerrado del funcionamiento del sistema. De ahí que la ciencia que le es específica, 1a economía política, no pudo escapar a1 ímpacto de este espejismo, y haya hecho de la historia de las relaciones capitalistas, la historia de la producción en cuanto tal. Esta continuidad, crea también paradojalmente, la posibilidad de1 punto de vista de la ciencia, a1 hacer visible en uno de los aspectos de su movimiento, el punto de vista de clase.
Por ejemplo, la reiteración del acto aislado de compra y de venta de la fuerza de trabajo, generaliza sus elementos constitutivos, cteando así 1a posibilidad de penetrar en su interior y descubrir, tanto en sus determinaciones internas como en la conexión que este fenómeno tiene con los otros, los intereses de clase allí latentes: "La ilusión creada por 1a forma dineraria se desvanece de inrnediato, no bien tomamos en consideración no al capitalisia individual y al obrero individual sino a la clase capitalista y a la clase obrera. ' 12 12 CaptteJ, 697 .
88
Pero, la reproducción implica también que el ptoceso se vaya haciendo cada vez más compleio. Esto es impuesto por 1a propia dinámica de1 proceso de producción caPitalista, pues a medída que se reitera, surgen modificaciones que afectan tanto a1 proceso en su conjunto como a cada uno de sus momentos. Las relaciones acentúan igualmente su carácter independiente y necesario de las mismas. Este proceso se puede describir como 1a tendencia a consolidar las fases finales de cada etapa, lo que termina por hacer
opacos 1os procesos anteriores que hicieron posible una metamorfosis actual. Opacidad paulatina de aquellas fases hasta e1 punto de hacerlas desaparecer, ocultándolas bajo 1as nuevas formas o categorías que asume el proceso. Es lo que va, por ejemplo de la forma equivalente más simple, al dinero. Como resultado, se borra y elimina todo 1o que podría considerarse como la historia de la nueva forma, dejándola en su apadencia autónoma, autosuficiente, produciendo de sí misma y para sí, todas las circunstancias que la han hecho posible. Con esto pasamos de la reproducción simple a 1a reproducción ampliada. Se inicia un proceso de acumulación, que se desarrolla en el tiempo y que atraviesa etapas cualitativamente distintas. La figura de este nuevo tipo de reproducción, ya no es el círcu1o, sino mas bien 1a espiral como pensaba Sismondi.
Mienlras la reproducción simple desemboca constantemente en el mismo acto social, que tiene como sus elementos opuestos a1 capital y el trabajo sa1arial, la reproducción ampliada, a 1a vez que desa¡ro11a cuantitativa y cualitativamente ambos elementos de la relación, reitera, haciendo generales los contenidos de dominio que se genetan Por la naturaleza misma de este acto social. Hemos ent¡ado en el momento del fetichismo del capital; de los fenómenos de reificación y personificación que se producen en 1a figura de1 propio capitalista. Hemos llegado al momento cuando e1 proceso se hace irreversible, a la vez que crea su máximo ocultamiento. Fenó-
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meno a la vez formal y real. Formal, porque la forma económica pasa a integrar el proceso i¡manente, convirtiéndose en una necesidad 1ógica en e1 interior del sistema. Pero real, al mismo tiempo, porque corresponde al período del dominio del capital sobre todas las otras formas productivas que le son coexistentes, modificándolas en su propia esencia al hacerlas capilali:tas. Como la tendencia general del proceso consiste en olvidar las premisas históricas reales, la sola historia que cuenta para el sistema y para 1a ciencia económica que 1o refleja, es la historia propia, la historia circular de su continua renovación, Ia historia de la acumulación que at¡aviesa etapas en donde su dominio se hace de más en rnás absoluto, historia, finalmente, que hace absolutas las ¡elaciones específicamente capitalistas, suprimiendo las determinaciones que la explican en su gestación. En síntesis, la reproducción objetiva, que es 1a reproducción material y general de1 sistema capitalista, se proyecta a la totalidad del fenómeno ideológico, determinándolo interiormente, en su estructura y funcionamiento, de 1a siguiente manera: Por último modifica 1a representación que los agentes de la producción se hacen sobre la propiedad. En general, la reproducción ampliada lransforma las leyes generales de 1a propiedad en leyes de la apropiación capitalista. Cambio que afecta a la representación ju¡Ídica del proceso productivo. La reiteración del contrato como la forma visible de la compra y venta de la fuerza de trabajo produce un desplazarniento en 1a representación de la propiedad, haciendo del capitalista propietario por excelencia. Este hecho se sublima con la aparición de una nueva categoría, la más fetiche de todas, la que coloca la representación de la propredad en su forma más mistificadora y absoluta, que es e1 capital a interés.
III. EL FETICHISMO DEL CAPITAL CULMINA EN EL CAPITAL A INTERÉS
Según se explica al comienzo del lib¡o II del Capital, el proceso cíclico del capital, su reproducción, se desarrolla en tres fases, que son las que descomponen la formula general. D - M... P... - D'1. En 1a primera fase, dinero -mercancía, el capitalista aparece en el mercado como comprador de rnercancías, para 1o cual actúa en 1os marcos del proceso de la circulación. En la segunda, procede a efectuar e1 proceso productivo. Una alteración notable se produce en 1a naturaleza misma de las relaciones tal como se presentaban en e1 primer momento donde obrero y capitalista, actuaban en un plano de igualdad. Cuando descienden a1 terreno de la producción, ambos protagonistas, ptesienten que algo ha cambiado:
El capital atraviesa, entonces, el proceso de 1a producción, 1o que .da como resultado, una mercancía cuyo valór de uso supera al de los elementos necesarios para su reproducción. Luego e1 capitalista retorna al mercado, pero esta vez como vendedor. Sus mercancías se convierten en dinero 1 Siendo
2
9o
El
D=dinero, M=mercancía, P= protluccirln.
Capital, p. 211.
g1
y recorren ahora la fase de la circulación, mercancía_dinero. Pero esta vez, M' y D' expresan un incremento que sólo se explica por lo que ocurrió en el proceso de la producción.
bién en relaciones de clase, en antagonismos sociales. La idea del "capital fetiche ', en cambio, atañe más bien a los proble_ mas propios de la elaboración teórica5.
No obstante la simpleza de estos movimientos, se revela
Dice Ma¡x: "Es en el capital a interés donde la relación de capital cobra su forma más externa y fetichista.,6 A diferencia de la representación popular, o de lo que pensaban los economistas, el capital, para Marx, ,,... no es una cosa material, sino una determinada relación social de produccióry correspondiente a una determinada formación histórica de la sc,ciedad, que toma cuerpo en una cosa material y le infunde un carácter social específico.',7 Sin embargo, con e1 capital a interés 1a inve¡sión de esta relación social en unu .oru up-"." consumada, acabada en una forma aún más perfecta. , Aquí nos encontramos con D - D,, dinero que engendra más dine_ ro/ valor que se valoriza a sí mismo, sin el proceso intermedio entre ambos extremos. | 8
en ellos una tendencia característica: el retorno del dinero a su
punto de partida. Tanto el proceso de circulación como aquél de la producción concurren a este mismo resultado. Mientras se lrate del capital individual, el fenómeno será todavía imperfecto. Pero en la medida que se reproduce, y este movi_ miento de conjunto se escinde, dando 1ugar, a utilizaciones parciales del capital, y luego a formas distintas, crea, a su vez, funciones diferentes entre los capitalistas. El proceso de ocul_ tamiento tiende a hacerse de más en más profundo, y e1 feti_ chismo de más en m¿s flagrante.
Hemos pasado del fetichismo de la mercancía al fetichis_ mo de1 capital. Si en e1 primer caso asistíamos a la transforma_ ción de la relación social en una relación entre las cosas, aqui es la cosa que se pone en relación consigo misma: "La relación social queda reducida aquí a la relación de una cosa, el dine_ ro, consigo misma' 3. Pues se trata ahora de una relación que vincula directamente la cosa a la cosa. El aspecto que parecía potencial en el.momento de la mercancía, se convierte aho_ ra en la expresión concreta del capital a interés. ,,E1 fetichis_ mo del capital y la idea de1 capital como un fetiche, aparecen consumados aquí' .a Marx habla, entonces, de un doble fenó_ meno/ en donde la expresión fetichismo del capital" atañe a1 flo"":o en su desarrollo objetivo, material; mientras que ,la idea de1 capital", se refiere a sus repercusiones en el nivel cle la conciencia social. De la representación que los agentes de la producción se hacen del fenómeno, hecht que no-se queda en un mero contenido de conciencia, sino que se expresa tam_ 3 Caphal
III,
37
4
EL PROCESO DE PERFECCIÓN DEL FETICHISMO
EN EL CAPITAL
¿En qué consiste esta perfección? y ¿cuál es e1 proceso in_ termedio que en ella se suprime? Responder significa mostrar 5 E[ :nihsr¡ del feachismo del capitrl lo hemos organizado a parü de dos texros que czbe leer smultáneamente. Pe¡o es evidente que uno stvió de base al ot¡o. el,otden de eclc.ron del Cepr u1, uoo petene-cé al lib- UI y áfiV f" -En dl u red:ccoq. e... jl"Tg.. e1\ue1.cr en el n,nu.'c..o "i.rro cr e..grjo, i]tr _..r?Í.. pLb! 2cr, n de l" I onr¡ibr.ciór de l¡ cndc¿ ce I¡ L:cononr¿ poLu.¡.'-tl ,on.d-u)e el .¿l'-ulo Xjü V Je l,\ -c.c:on d..l Lbro l¡.i r-,pl:¡. o¡mero a!"¡"., Je.rnollJ -cir\r.tondcJ,g;n"nc." en L¡t(re. g:narciorJcr emp-e.,.io. EI ,,pi. rulo ,s -c¡Ére cor ..erJme.L! ¡ l" ..Fxrc.:or .,iión oe l¡ r lr-r. i del c,,prr.L. L,,jo
r forn, oei rr-r-rl .r inrere. E,irfa.r.e.-.r¡ue.ro"";l pr;.;.o;-.;;.j,r.,o. ) ec rrL Lf¿ del le ichr.rru del c"oi-¡1. tsl orro pe-rerece a I" p-re ce lr. Le^r¡,. coDFe r¿ DIL \ LLx LrLe Lr,Ia de L g"n¿nc. ) de .,_t, t.nrc., qui se re6er , .r , c, 1on_rr puljuc¿ !.L g¿r. poniendo oor roe.rguenre. e, rcelo .obr. l¡ ide,de crplr¡l 'eEche. \rn emba;go. ro--re e, d ..cn, ,. j-nDo. .er,o. e con p,
7Ibídem, 8 lbídem.
4]bídem, 754.
92
93
cómo se constituye el fetichismo del capital, tarea de la que señalaremos únicamente los puntos esenciales que Marx plantea en los textos a que hemos hecho referencia. Estos textos aluden a una perfección superlativa; a la forma más perfecta que alcanza este proceso, que es a la vez, Ia "más exterior" y la "más fetichista', alusiones atingentes ambas a1 carácter ocultador del proceso. Se hata, en consecuencia, de una perfección en su fetichismo, donde a 1a vez que éste se hace más visible, y presente; "más exterior ', se hace también más ocultador. Cada etapa por la que este proceso atraviesa, implica un nivel superior de ocultamiento y disimulo. Un movimiento que no aparece como paulatino, ni escalonado, que no va progresando por grados, sino a través de pasos abruptos, por etapas en que la figura anterior sufre una inversión total de sus contenidos, de tal manera que e1 nuevo momento constituye un cabal enmascaramiento del anterior. Grado superlativo de un proceso que cacla vez que avanza deja opacas sus fases anteriores. Su movimiento acusa entonces una morfologÍa propia, una fisonomía particular en su progreso a través de saltos o de modificaciones violentas de las formas anteriores. Proceso que puede ser visto a través de 1as fórmulas destinadas a describir e1 circuito del capital y cuyo orden 1as dispondremos bajo la forma de un progreso que va consumando los distintos niveles de ocultamiento, que cada una tepresenta. Son tres, de las cuales 1a segunda y tercera contienen una reducción significativa de la primera:
1) D-D...P... 2) D-M-D. 3) D-D'.
M'-D'.
1) La primera,
D-D ...P ... M'-D', oculta aún de una manera imperfecta lo esencial de la relación productiva, la que se insinúa en la parte de la fórmula destinada a mostrar el lugar o
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momento de la producción ( . P. .) dentro del proceso general. Interrupcióry desvío en la circulación del capital que proporciona un indicio acerca de1 origen del incremento que expresa 1a fórmula en su parte fina1. Luego, 1a plusvalía no queda del todo opaca, y ésta que es e1 corazón de la acumulación capitalista, sigue siendo, en algunos aspectos, todavía visible. La fórmula alude al lugar obvio, en dónde, este hecho ocurre. 2) La segunda, D - M - D', fórmula específica del capital comercial, se mantiene en el nivel de la circulación. Aquí la parte conespondiente al proceso de la producción ha desaparecido. Nos encont¡amos en un nivel superior de ocultamiento. Pero, aunque 'la ganancia aparece aquí como simple ganancia de enajenación; no obstante, aparece como producto de una relación social y no como producto exclusivo de un objeto material."e 3) En cambio, cuando llegamos
momento expresado por la fórmula D - D', la te¡cera de esta serie, los procesos de producción y circulación han desaparecido, y "el resultado de todo el proceso de reproducción se presenta aquí como propredad irrherente a un objeto material".10 Luego, con el capital a interés la existencia del capital continúa como dinero. Por eso, e1 proceso se presenta ahora bajo una "... forma en que se esfuman todas las determinaciones de Ia misma y se tornan invisibles sus elementos rea1es."11 A diferencia de Ulises, el héroe griego, esta forma de1 capital no posee cicatriz que nos pueda revelar su origen. Las etapas por las que ha pasado desaparecen como antecedentes, dejándonos una forma sin his toria. a1
'En el capital a interés aparece, por tanto, en toda su desnudez este fetiche automático de1 valor que se valo9 Ibidem 10 Ibídem 11 Ibídem, 37,1.
UNA CONCLUSIÓN PAN¡, T¡, PNIMERA PARTE
tiza a si mismo, de1 dinero que alumbra dinero, sin que bajo esta forma descubra en lo más mínimo las huellas de su nacimiento."12
He aquí presentes en la forma del capital a interés, lo que indicábamos a propósito de la est¡uctura de la inve¡sión: e1 desplazamiento de 1as propiedades y 1a traslación del centro de la causalidad. Supresión de la historia precedente, só1o rige el momento actual: presente representado ahora por el capital financiero. La fórmula D-D' expresa la nueva legalidad donde la propiedad del capital proporciona la utilidad. Es el valor de uso del capital en tanto suma de dinero. Aquí ya no hay presuposición, por cuanto estamos fuera del circuito donde tenían una cierta inferencia los movimientos del capital productivo. La fórmula con su misma simpleza muestra la fuerza de este fetichismo automático. En la fórmula D - D', la cosa aparece ahora como capital, y el capital, por su parte se muestra colno una simple cosa. Cosa que se relaciona a sí misma. Movimiento que retorna continuamente a su punto de partida, pero que en este caso no sufre ninguna metamorfosis en su camino de retorno. Desaparecen aquí todas las fases intermedias y los extremos se sitúan uno a1 lado del otro con toda naturalidad. La homologación es inevitable y 1o único drstinto en esta fórmula luminosa es el cambio en la cantidad. Un simple cambio cuantitativo en un lapso de tiempo dado. La relación social se transforma en 1a perfecta unión de la cosa consigo misma. Tanto en la relación entre dos mercancías donde 1o determinante es e1 intercambio, como cuando ésta se vincula al dinero, acto que se mantiene dentro de la circulacrón, la forma predominante es aquélla del intercambio entre equivalentes. Forma que se conserva/ aún en el caso de la mercancía fuerza de tfabajo.
12 lbíc1en.r
Si el fetichrsmo de la mercancía nos hizo evidente la base del ocultamiento de 1as relaciones capitalistas de producción, esto es, la inversión mediante la cual la relación social se convierte en la forma concreta de una cosa, el fetichismo, del capital se proyecta en una estructura compleja de significaciones políticas y sociales. El fetichismo del capital, vuelve entonces, a invertir la relació¡r, pero ahora como consumación de1 proceso, dejando el movimiento de reproducción como 1a simple relación de la cosa consigo misma. Todas las propiedades del capital, incluida aqué1la de retornar continuamente al punto de partida, parecen provenir ahora de esta simple suma de dinero. Tan fuerte es la ilusión de este fetichismo del capital, que ha llevado, como lo seña1a Marx, a más de un economista a soñar con este perpetuo crecimiento. En efecto, para esta opinión, que impregna el discurso de 1os economistas vulgares y la representación de los agentes de la producción, ' El dinero tiene 1a virtud de crear valor, de arrojar interés, 1o mismo que el peral tiene la virtud de dar peras".13
Por otra parte, si en el fetichismo de la mercancía 1a relación de la mercancía con el productor se mantiene en un contexto todavía abst¡acto, aquí, e1 movimiento de1 capital vincula estrechamente el problema de1 fetichismo con la base de la contradicción capitalista: la plusvalía. E1 problema del fetichismo abandona aquí la noción de persona para expresarse en términos de práctica social, de práctica social antagónica, de lucha de clases. No sólo como enfrentamiento de 1a burguesía con el proletariado, sino, incluso, como desarrollo de las contradicciones en el interior de la clase dominante. fetichismo del capital culmina en la idea del capital fetiche. Fuerza de esta cosa particular que aparece creando valor E1
13 lbídem
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de sí misma. IJabría que preguntarse si ha habido alguna vez fetichismo de la rnercancía, porque 1o que sien.rpre ha sido flagrante en toda sociedad de tipo capitalista es el poder clel dinero. No hay reformista que no haya griiado al cielo los es-
tragos que provoca esta entidad fascinante. Si la mercancta nos habla de la fuerza lógica de 1a forma económica, el dine¡o constituye en cambio la cara visible de1 espejismo ideológico. Dios y demonio a la vez, este valet converticlo en amo, como dice Boisguilbert, este Moloch que es el dinero, el nuevo becerro de oro. Dinero capital, dinero fetiche. De Lutero a prudhon la c¡ítica del discurso utópico ha tenido siempre como su bianco predilecto, al dinero. Categoría fetrche por excelencia, esconde con su luminosidad la fuerza y poder del capital. Cosificación de1 poder de una sociedad que se erige a partir de la explotación. Tras la claridad obnubilante de estas formas se oculta el secreto del poder social de una clase. El sec¡eto de 1a plusvalía. Concepto clave, decisivo para la existencia entera de la socicdad capitahsta, pero al mismo tiempo concepto secreto, dlfícil para la conciencia ordinaria, difícil tambíén para la ciencia, porque todo e1 proceso ciel ocultamiento, toda la estructura ideológica termina por hacerlo opaco. puesto que la sociedad se constituye de tal manera qre lo real decisrvo ]¡ sólo existe en la cara secreta de la sociedad, que siempre nos muestra su fase m;is ofuscadora. Por eso el fetichismo no queda completo si nos atenemos solo a su reproducción material, objetiva. Su efecto genera otras dimensiones, alimenta otras esferas de la estructura social. El estudio de la totalidad de este influjo exige seguirlo a través de los distintos momentos de su reproclucáon Ápeclfica, subjetiva, reproducción de las relaciones sociales ideológicas en su existencia autónoma. 41 ub*donur estr parte, de nuestro trabajo, ingresamos ^, id:olóBico de t¿ \uperp-rructura. S, pr"*"nfi, Io, :1.1:J:l politicos planos "n de y jundicos. Su predomrnio en el campo
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las ideas, así como su existencia en 1a representación y práctica corrientes y cotidianas. Con esto pasamos al análisis de 1a representaclón ideológica, efecto inmediato, espontáneo y natural del fetichismo, en quienes se ocupan de estas cosas particulares que hemos llamado las cosas fetiches, otlas es{eras de la sociedacl. El estudío de la iotalidad de este influjo exige seguirlo a lravés de los distintos momentos de su reproducción específica, subjetiva, reproducción de 1as relaciones sociales ideológicas en su existencia autónoma.
Vamos a volver sobre este fetichismo del dinero, más adelante, en el último capítu1o, cuando entremos a examinar 1a fórmula trinitaria, idea matriz y {undadora para la conciencia que 1a burguesía se ha hecho de sí misma, y del mundo que ha construido.
SEGUNDA PARTE El
fetichismo de las ideas
Capítulo 4 EL
MoDo DE REPRESrruracróN CAPITALISTA
I. DE LA
IoEorocÍa
cApTTALISTA EN GENERAL
LA oPINIÓN DE ANToNIo GRAMSCI
En sus notas sobre 1a ideología, Antonio Gramsci postula, como connotación esencial de este fenómeno, e1 hecho de que es en el terreno ideológico donde 1os hombres adquieren conciencia de la contradicción social, y luchan por reso1ver1a1. ¿Hay acaso mejor prueba, concluye Gramsci, de la necesidad y validez de esta "apariencia'? Sus proposiciones tendientes a reivindicar la objetividad de esta esfera, constituyen premisas básicas para una teo¡ía de las ¡elaciones sociales ideológicas que se generan en el modo de producción capitalista. Esta referencia, cita libre del texto de Marx2, se orienta a fijar e1 status de este nivel, que si lien expresa a la estructu-
-1
G¡a"nscr, Anron:.o, p,nderni del Carrcre,
To¡rno- 1975
volIII,73, para.to
2.<
10, p.1570, Einaudi,
en una palabra, las lotmas ideoiógrcas en que los hombres adquieren con conflcto ¡ luchan pot résolverLo.i Marx, Prólogo de ia Contribua l¿ chticr de Ia econnmi¿ pohica, en Obras escogrdas, tomo I, Editorial :oo Progreso. Nloscú. p.341. Ver ¡¡mbren, l ve¡sión de Pedro Scarón, quien traduce la uase como, "y las formas lundicas, politicas, religiosas, artísticas o fdosó6cas, en sum¿. tdeologjc¿s, dentro Je l¿s cu¡les Los hombres cobr¡l conciencia de este contlrclo_y lo dirimen. ' Cantnb,cat a la rrltica de la ecanamía Talz'áia, Siglo XXI, novena crencja dc este
edrcion en es¡eñoL, 2004, p. 5
103
ra económica, se erige, como contraparticla, en un espacio de {uncionamiento autónomo dentro del cual operan relaciones, también objetivas y necesarias. Porque es en este espacio particular, donde el conflicto real se hace consciente para estos hombres, 1o que 1e otorga desde ya un signo de privilegio: no hay en efecto, otra posibilidad de acceso a lo concreto rea1. Es apariencia, pero apariencia necesaria, espejo obligado de 1a realidad. No existe una verdad revelada, ni tampoco ésta se halla oculta en un otro lugar, hasta el cual se pueda penefrar por algún medio. Si nos aco¡damos aquí de platóry diremos que se trata de una caverna, pero sin salida. Todo se juega en su interio¡, allí están todos los datos necesarios, pese al carácter sombrío o de reflejo qlle éstos puedan tener. E1 conJlicto real debe ser resuelto en y con los elementos que proporciona esta esfera particular, donde todo 1o ilumina y 1o ciega la ideología. La conciencia que se adquiere en este espacio, es una conciencia mediada por relaciones específicas. La realidad es para estos hombres ta1 como se la representan. Expresión que repite de manera distinta la tesis de Gramsci, y que tiene repercusiones tanto po1íticas como teóricas. Es decir, tanto para la ciencia social como para la política. En ambos casos la clave para comprender la significación total de esta proposición, reside en que el término 'hombres', alude al conjunto de las relaciones de todo tipo que se entrecruzan en una determinada formación económico social. Desde un punto de vista teórico, 1o primero a dilucidar es la particular relación en que están puestos al1í, en esa formación social, los diferentes planos de 1a esencia, y la apariencia. Fuera de toda ilusión metafísica, es tan fundamental clistinguirlos, que en la posibilidad de su confusión se juega la suerte de toda ciencia. Precaución que no obstante conduce al riesgo opuesto: separarlos absolutamente, llegando a postular la apariencia como una capa concreta, de realidad material, que es preciso quebrar como una cáscara para ir al encuentro de
104
la realidad esencial de los fenómenos. Si partimos de la base que esta imagen se hace concreta en el andamiaje de las superestructuras de la formación social capitalista, hemos tocado gracias a esta ontologización de la apariencia, el Punto contrario que consiste en considerarla como pura ilusión. Só1o que en este caso, la
ilusión
se hace
sustantiva.
LOS PLANOS DE ESENCIA Y APARIENCIA
Aunque diferentes en su status, 1os planos de esencia y apariencia no pueden ser considerados como distintos ni en e1 tiempo ni en el espacio. No hay aquí una verdad escondida a la cual se 11ega sacando uno a uno los velos que Ia ocultan. La referencia espacial, que se encuentra en expresiones tales como "superficie" y realidad interna, es solo metafórica, porque la relación interna está ahí, en el fenómeno mismo, proyectada en su apariencia. Pero como se ha producido una inversión en sus contenidos, ésta expresa parcialmente el movimiento real, de modo unilateral, detenido en el tiempo, transformado y dispuesto en un orden distinto. Tampoco se tevela exacta la referencia temporal que coloca la esencia y 1a apariencia como momentos distintos, haciendo de una 1a expresión enajenada de la otra, que constituye su realidad anterior, esencial y verdadera. Si es en e1 nivel de la ideología, donde se toma conciencia de 1a realidad de los fenómenos, la apariencia se ¡evela como punto de partida obligatorio vale tanto metodológica como políticamente. ComierLzo que es preciso enfrentar por medio de la crítica de todos sus presupuestos, de las ideas que allí se establecen, de su carácter natural y obvio, del peso y 1a densidad de su cotidianidad. Esta es también una crítica a su seguridad fundante; a 1a confianza que auguran 1a más de 1as veces sus caminos.
105
Nos encontramos entonces ante dos planos, que si blen difie¡en radicalmente, son simultáneos y coexistentes, y la realidad interna" no tiene otra forma ni otra posibilidad de aparecer/ o se¡ conocida que a través de la forma exterior de 1os fenómenos, que adernás constituyen el único indicio para su lectura, y por 1o mismo el comienzo obligado de la ciencia. En cualquier momento del desarrollo de 1as relaciones capitalistas es posible leer, por consiguiente, lo que en el dato inmediato permanece oculto. Son justamente las fisuras de esta manifestación que nos abren 1a vía para 1a comprensión de las cosas mismas. Tiabajo metodológico que tiene que tener en cuenta, primero, que el orden 1ógico de la reproduc_ ción no es el orden histórico, y segundo, que el ocultamiento responde también a determinaciones de orden superestructura1, cuyo origen ideológico tiene a veces tanta fuerza, como la que tienen 1as determinaciones materiales. Tal como aparece, esta realidad es un resultado que, si queremos leer en su integridad, debemos hacerlo atravesando los distintos niveles de abstracción, que son al mismo tiempo capas sucesivas de enmasca¡amiento. Por lo tanto, este recor¡ido sincrónico no puede ser sino lógico, porque es el movimiento lógico de 1a
reproducción e1 que nos proporciona la morfología del modo de producción capitalista en una etapa dada. Por 1o tanto, la relación entre esencia y apariencia adquiere contenidos diferentes cada vez que una nueva fase se instala. Estos contenidos se hacen evidentes en el paso de una fase
a otra en el desarrollo de1 modo de producción capitalista. Porque arnbos conceptos no se gastan en una estructura, sino que reaparecen continuamente para expresar las diferencias ent¡e e1 momento que se supera la fase anterior y la nueva que aparece. Es claro que una realidad esencial
y determinante ha sido ocultada en cada una de estas etapas, y que una lectura ac-
tual supone un "descenso", aunque esta imagen espacial no sea más que esto; una imagen. Recordemos que Marx, en 1a Introducción de 185F, propone una especie de "descenso", a partir de la representación inmediata y caótica, a través de un movimiento que va de 1o concreto a lo abstracto. Desde esta representación inicial y confusa se comienza un camino que desciende hasta encontrar los cornponentes más simples y abstractos. Pero no términa ahí e1 proceso total, ni tampoco encontramos al final la verdad última. El carácter ideológico de 1as relaciones sociales no es, por consecuencia, ni e1 resultado de una comprensión deficiente o inadecuada de 1a realidad, ni un mal endémico del conocimiento siempre imperfecto, ni tampoco el producto exclusivo de la intención política de 1as clases dominantes, o 1o que es más o menos 1o mismo, e1 reflejo exclusivo de1 efecto ideológico de las superestructuÍas. Opiniones todas que dan énfasis al carácter subjetivo de la ideología. Por cierto, unas son más completas que otras en 1a medida que describen el fenómeno en términos de est¡uctura de clases, de comportamientos políticos, de relaciones objetivas. Pero en este caso se mantiene a la ideología en el puro nivel de 1as relaciones de superestmctura, sin considerar que su exístencia y solidez se debe tambiéru o es una consecuencia de 1a reproducción material, objetiva, y general del sistema. Habrá que situar entonces, la necesidad de la ideología en la confluencia de ambos movimientos reproductores.
Queremos concluir esta referencia a Gramsci señalando 3 Nos ¡efe¡im,¡s a un frc5nrlentc, de l¡ inr¡oducción \os Gnrndire,llamada introduccjon del 57 118511 para drferencia¡la de I¿ int¡oducción a la Cont¡ibución a la cridc¿ de la econotne po[rica, trmbrén ]lamada "lnrroducción el 59". Cf. lvlarx,
| e.oronr rpoLd.r". er f l¡ne ro: fundzn'er 1..... ol.l. cr.. a un fragmento de le introducción los Gnndis¡e,)Jamade rnuoduc,.o¡ Jel . 8( p. a Ji r cr, irr ¡ J, l" i¡r¡oou.ci.n ¿ Lr ( orrnbl.run a.l¿ cntlcr] dc h econ,¡mrr polticr. también llamada "Int¡oducción el 59". Cl rvr¿n. "tl m ol.de -e,urorla¡oL ca.cr l^/"."'t¡.''¡d¿4n.a/.".. pt..u.. "El r¡q'6d6 o¡
Pp 20-30. Nos reterimos
PP.20 10.
1.)6
que su tesis deja abierta la posibilidad de alcanzar la cont¡adicción real, aunque su acción se sitúe siempre y necesariamente en la esfera ideológica de las superestructuras. Una clase social podrá, por consecuencia, elaborar su comportamiento práctico político, postular sus programas y proyectos históricos, así como la conducción general de su política desde una perspectiva científica. Nos podemos preguntat sin embargo, ¿hasta donde esto puede ser así con respecto a la práctica po1ítica, que siempre está atenida a una inevitable franja oscura, de incertidumbre, en tanto sus decisiones se proyectan todas
hacia un luturo no resuelto todavía? Por nuestra parte só1o indicaremos, aquí, la repercusión que este hecho tiene en el nivel de las relaciones ideológicas. Pensamos, sin embargo, que una cosa toca a 1a otra, porque si el carácter doble de la reproducción es importante para establecer 1os alcances del fenómeno de la ideología, puede serlo también para precisar 1as limitaciones y determinaciones de 1a práctica po1ítica. Decidir acerca de sus presupuestos, así como del terreno en el cual se plantea. En ambos casos es la vía que nos permite ac, ceder científicamente al funcionamiento real de las relaciones sociales, a determinar con cierto rigor los comportamientos políticos de las diferentes clases, explicar el funcionamiento del Estado, de sus diferentes aparatos, etc. Esta, nos parece que era/ entre otras, la intención de Antonio Gramsci al insistir en e1 carácter necesario de la esfera ideológica. 2. EL PROBLEMA DE
Cl
Tan nítidamente como distingamos un momento de1 otro, queremos también examinar su profunda interrelación, o la
reciprocidad en que debiera resolverse el problema de 1a determinación. No se trata de exaltar ninguno de los momentos, el de la estructura o e1 de la superesfructura, sino de estudiar la compleja conexión que hay ent¡e e11os. Tarea que desde un punto de vista teórico general só1o puede ser delineada a grandes tasgos, porque la forma precisa y detallada como este hecho ocurre, o como la deterrninación se desarrolla, só1o podrá ser resuelto en el análisis concreto, histórico de una formación social determinada.s
LA DETERMINACIÓN "EN ÚLTIMA INSTANCIA"
A1 calificar la superestructura como ideológica y al dejar la ideología en la nada de una mera apariencia, el texto del prólogo a 1a Contribucióna parecía rigidizar la determinación que provenía desde la base, y relegar todo el enorme aparato de 4
superestructuras a la condición de un mero epifenómeno. De ahí la importancia de la observación de Gramsci. Pero, en nuestro caso, no se frata todavía de la totalidad del fenómeno ideológico atingente a la superestructura, sino más bren a una parte, o mejor dicho a uno de sus aspectos, a aquello que ahora involucra Ia naturaleza subjetiva de la cuestión. E1 objeto de este estudio sigue siendo, por supuesto, la noción de ideología que se diseña en el Capital. Pero e1 momento particular que comenzamos a examinar supone una materialidad diferente, otra forma de objetividad. Hemos pasado de 1a cosa a su imagery de la fo¡ma fetiche a su representaciór¡ sin que se pierdan los poderes misteriosos que emanaban de aquélla cosa, y sin dejar de considerar que estas representaciones se prolongan, además, en prácticas definidas donde se constituyen otros tantos tipos de sujetos ideológicos. 1as
N1ani, prólogo, en Canfiburión.. .optts clt., pp. 4-ó.
ro8
5 Engels. muerto va l\l¿rx. h¿cre 6ner de la década de los noventa del siglo XIX. le . .r-o re,D, nder a un.l .en. d. lr.g rr.lJ rcer.1 J" o. r¿c.o, q.e e,i,,mo.o terto del prólogo de Ia Contribucióo hebra dejado abrerro, o d. los equrvocos gue \ur.rr b.r. \ e. en onc, ,.¡ue .rgicre. la lórmr z quc h"b d. cor.:grer,e. dc " un¿ "derer.¡in¿cióo en últim¡ ins¡rncia", la que supone la reciprocidad en lo q Le te-specta a la dete¡minación. En una ca¡ta aJosé Bloch de1 2l de septiembre'de 1890, le dice Io siguLente: "Según la concepcién mareriaLista de la histo¡ia, el factor en úitima i¡stancia dctcrrnina la historia es la ptoducción y la reproduccron -que de 1a vida ¡eal. Ni Mar¡ ni yo hemos afirmado nunta más que esto. Si alguien lo tetgiversa diciendo que ei lactor económico es el único detétminante, co"overti¡á aquella tesis en una lrase vacua, abstracta, absurda. La situación eco¡ómica es la
109
La apariencia fetiche de la forma económica se corresponde con 1a representación inmediata, espontánea y natural de ésta. Es así como vivimos en medio de ellas. E1las están la base de la conciencia de sí, de las diferentes clases cuya práctica social se ocupa con estas formas. Estas representaciones comprometen la justeza y veracidad histórica del punto de vista de cada clase; como también 1a concepción que éstas se hacen del conjunto de 1a sociedad; y del papel que ellas mismas se asignan en su interiot y e1 proyecto histórico que elaboran conforme con estas representaciones. Porque no se trata, como hemos dicho, de la representación casual o equivocada que un individuo o un grupo determinado, se hace a propósito de 1a realidad circundante. Juego de apariencia y verdad que sólo afectaría a un aspecto particular de la relación de estos individuos con la realidad material. E1 problema, por el contrario, radica en que la realidad es para e1 conjunto de las clases de una formación social, tanto teórica como prácticamente, ta1 como se la representan. La representación compromete así la sociedad entera y el conjunto de las relaciones que se constituyen en ella.
II. LAS DOS FORMAS DE REPRODUCCION DELAIDEOLOGÍA
Como hemos visto, la representación ideológica constituye de esa zona intermedia en donde tiene lugar la confluencia ambas formas de determinación. En tanto tal, no está atenida' exclusivamente, a ninguna de ellas' Es e1 producto inmediato de la confluencia, el punto donde se Produce 1a reciprocidad de manera de ambos movimientos. Por eso es posible definirla distinta según sea el punto de vista desde donde 1a considerade mos: a sab¿r, efecto inmediato y espontáneo del fetichismo sujeto ideológico; 1a fo¡ma económica; acto de conciencia de1 materia prima del discurso ideológico; moneda corriente en el comerciÁ de 1as ídeas; parte de la conciencia habitual' y' por último, 1a concepción natural e in:nediata que las clases se hacen de sí mismas y de su relación con la sociedad' Mientras que la prímera parte de este trabajo estuvo destinada al análisis de 1a reproducción obietiva, donde encontranos a1 fetichismo, pllmer aspecto de 1a noción de ideología en el Capital, la segunda y tercera parte se dedicarán a este otro tipo de reproducción que hemos llamado subietiva' Esta comprende, primero, la representación como replesentación en de lás clases, y segundo, la acción del discurso ideológico el nivel de la ciencia, 1o que veremos en la parte final de este trabajo.
base, pero los dive¡sos factores de la superestructura gue sobte ella se levantan... ejetcen también una influencia sobre el curso de ias luchas histórices v deterÍr¡an, predomiflantemeflte en muchos casos, su forma. Es ufl juego mutuo de acci
inlinita de casuaüdades-.. acaba siempre imponiéodose como necesidad el L¡,xi mrenlo economlco,
Dos indicaciones nos quedan pendientes con resPecto a esta doble determinación de la ideología' La primera indicación se refiere al hecho de que el fenómeno de ia ideología no puede ser separado de 1a accíón de estas dos formas de determinación: Ia determinación objetiva y la
determinación subjetiva. Las antinomias surger¡ precisamente, cuando una de e11as es enfatizada o preferida con respecto a 1a otra. El todo debe ser concebido, más bien, como un sistema articulado y complejo de entrecruzamientos, de determinaciones más o menos decisivas, en cuyos momentos unas pesan más que otras. Habría que definirlo, entonces., como la síntesis de estas relaciones y pasible de ser examinado a niveles distintos de concreción, ya sea aquél que lo examina a partir de un modo de producción determinado, aunque funcionando en su estado puro; o aqué1 que tiene en vista una formación social y económica también determinada. Este ú1timo nivel, cualitativamente más concreto, presenta también un mayor número de mediaciones, y la determinación se revela como mucho más compleja.
La segunda indicación se refiere al status de ambas formas de la determinación. S1 bien se traia de formas distintas de reproducción, cuyos movimientos poseen una lógica propia y cuya morfología también es diferente, es evidente que una depende de la ot¡a. Una impone su determinación como dominante, aunque esta sea en última instancia. Por lo tanto, de modo general, 1a autonomía que debe ser precisada es aquélla de la reproducción subjetiva, de manera de establecer la factibilidad de un movimiento autónomo y objetivo de las relaciones sociales ideológicas. En lo que sigue, concebiremos la autonomía en un solo sentido: la que concierne al espacio propio de la ideología.
Insistimos en este aspecto p¡Jrque nos parece que aquí se encuenka el equívoco de algunas interpretaciones negativas del pensamiento de Marx, que no cesan de definirlo como determinismo económico. Es cierto que en Marx hay un énfasis sob¡e el papel objetivo de ias relaciones materiales de produccióry de producción. En establecer el carácter necesario y real de un movimiento que no depende de 1a conciencia o del deseo de tal o cual individuo, ni siquiera de la de un grupo de
éstos. Esto constituye e1 ABC del materialismo histórico, pero como hipótesis que, según Lenin, se transforma en tesis científica en el Capitall . Ahora bien, todo el Capital está destinado a mostrar 1a fuerza de la ideología capitalista, la fuerza fetiche de la forma económica, tanto en su fetichismo material como en la representación que a partir de allí se genera y que sirve de base al discurso ideológico del economista vulgar. Por lo demás, en este ABC de su materialismo se encuentra también la tesis de que todo retorno a la situación concreta suPone e1 aná1isis del papel que juegan en este funcionamiento 1as relaciones políticas, ideológicas y jurídicas, que también son objetivas y como tales gozan de 1a fuerza de su reproducción. ¿A QUÉ PRÁCTICA RESPONTJEN LAS REPRESENTACIONES IDEOLOGICAS?
Las representaciones ideológicas forman parte de una práctica, que en su dimensión más extensa y general, es 1a práctica productiva. Pero no la práctica productiva o producción en general2, sino una práctica históricamente deterrninada de un modo de producción preciso; e1 modo de producción capitalista. Luego, de1 mismo modo que 1a producción es e1 resultado: 1) de una relación determinada de los hombres con la naturaleza, y 2) de una determinada eskuctura de Ia sociedad o relación de 1os hombres entre sí, la práctica en donde esta representación se constituye comprende también ambos momentos. 1 <...desde aparición de El CaP¡td/,\^ cancepción materialista de la historia no es Ia una hipótesis, si¡o una tesrs científicamente demostrada", Lerir', ¿priérxes Jon
los 'Anigo: del pteb/0" 1 toato lrchar ,:lfitra /0r rldaldemóffdfdt 7, Anteo, Buenos Aites, 1972.P.11. 2 La expresión "producción en general" 1o hemos us¿do con un doble y cootra puesro sigmficado. Pnme¡o como c¡ítica a 1a economia política cuaodo quiere de 1a sociedad butguesa y de la producción burguesa, la sociedad, o la produccióo "en general". Pero Nlatx emplea también el aditir,'o "en general", como un insüumento teórico abstacto, destinado a mosüat cómo se articula una relación ptoductiva, más allá de las lo¡maciones socieles históricemente dete¡minadas.
113
En este sentido, las representaciones son inseparables de la práctica a que corresponden. Allí donde se constituyen es donde las relaciones de producción son a la vez establecidas como relaciones de valor, haciendo oPerar Por consiguiente su carácter fetichista. Luego, la práctica no es la abstracción general de una producción en estado puro, sino el empleo, en nuestro caso, de la fuerza de trabajo en una fábrica, o de todas las actividades que le son conexas, y a través de una relación antagónica particular con el capitalista. Bajo esta {orma se produce el encuent¡o con e1 mundo material o la naturaleza, y la relación de los hombres enhe sí es una relación de clase bien determinada, que, en el caso que analizamos, pasa por la existencia de la plusvalía. proceso de su reproducción, esta forma supone otros tipos de relaciones que vienen a acentuar su naturaleza encubridora. Relaciones como las que emanan del hecho que el obrero esté sometido a un contrato previo estipulado en el marco de una convención jurídica en donde ambos son igualmente propietarios. Hay un dueño del capital que actúa como propietario y que en razón de dicha propiedad dirige la producción o paga a alguien especial para que 1o haga, fijándose é1 mismo los objetivos y orientación final de todo el proceso productivo; y el otro, el obrero, que es el propietario de su fuerza de trabajo3. En fin, una conciencia del deber de cada cual y del papel que a cada uno le corresponde en esta sociedad. La representación constihrye aquí el dato inmediato, inseparable de este sujeto y de las circunstancias que 1o producen. En
e1
En suma, se trata más bien de un modo de representacióry Así esrá estipulado eo aquella ermonía a tes baodas que la conciencia de sí ¡le T¡ butguesía ha imaginado para describit su mundo. 'Armonía", que l\{er:r he ar¡ado la "fórmula trinitatia", en donde l¡s t¡c' chscs qtre erti.ulan ln socied.rd burguese, soo propietarios cle una fucnte deterLrun¡J¡ dc rr.1ueza. \ obricnco rnJls una 3
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¿dcl¿n¡e. en nucsuo uL¡rn-r¡ c¿lr¡uL,r
114
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de una estructura compleja, que debe ser concebida corno un sistema de relaciones en donde están comprendidas: la ¡ela_ ción del agente de la producción con su práctica cotidiar_ra; eI proceso de inversión que origina el efecto fetichista; la acción del discurso ideológico connatural a la acción de la clase do_ minante; en fin, la intervención de los aparatos ideológicos de1 estado.
fo QUE LA TRÁ(-TI.A IDEOLOGICA CONSTII L,YE?
¿CUA L ES EL TIPO DE SLJE
El sujeto que allí se constituye corresponde a un tipo pre_ ciso de representaciór! siendo en propiedad el sujeto que se establece bajo tales condiciones, lo que le da su parúcular carácter de "cautivo" de 1a práctica productiva a la cual está atenido. Por 1o tanto, la existencia misma de estos agentes es ya el producto de una limitación, a la cual hay que i¡udi, lu manera como se aferra a las ideas que emanan de su práctica. Ambas restricciones fijan el carácter de su comportamiento en esta condición de "cautivos,, en que Marx insiste en repeti_ das ocasiones. Para é1, la representación ideológica, es, justamente, la que se forjan los agentes de Ia producción ,,cauiivos,, de estas ideas. De ahí que éstos estéry tan inmediatamente involucrados por sus representaciones, como lo están por su práctica. Son estas representaciones las que le proporcionan su pun_
to de vista, o la mirada con que contempla 1a realidad. Cual_ quier opinión que este sujeto haga sobre esto o aquello, parte de este marco restringido. Las ideas que allí se forjan llevan esta impronta y sostienen la existencia de esta sociedad, en tanto éstas corresponden a las ideas de la clase dominante. Cualquier forma de conciencia "natural o espontánea" empie_ za siendo el resultado de las prácticas y las representaciones que se genefan en este espacio particular Luego, la pretendi_ da "espontaneidad" de las ideas no es ningún indicio de que 115
éstas sean puras o desprovistas de influencia. Al contrario, todo está de antemano contaminado por 1a ideología dominante, que constituye su base y existencia primaria. Si alguna vez se escribe de nuevo 1a Fenomenología del Espíritu, habría que considerar un comienzo que está l1eno de ideas establecidas, de prejuicios, de preconceptos, de visiones sólidas, "sanas ', de " sentido común' , que están contaminando toda supuesta "originalidad". La "conciencia espontánea" es ya en su totalidad un abigarrado conjunto de ideas recibidas que se aceptan como propias. En "El método de la economía política"a Marx define la representación capitalista como la visión más general de un todo caótlco, representación inmediata de1 concreto real. Pe¡o esta visión no es adánica, sino absolutamente contaminada. No es 1a mirada de un Robinson, sino de un sujeto histórico, educado, deformado (o formado si se prefiere). Punto de partida que constituye el lugar en donde se encuentra la base fetichista, mistificada de la realidad y Ia mirada cargada de sentidos e intereses del ideólogo.
Así, la existencia de1 obrero implica 1a reproducción de todas las condiciones que lo dete¡minan y compelen a vender "libremente" su fuerza de trabajo. Entendiendo por tal aquéllas que continúan despojándo1e de cualquier tipo de propiedad de cualquier relación directa con e1 acto de 1a producción, para que 1a venta de su fuerza de trabajo se convierta definitivamente en una necesidad. Pero junto a este tipo de relaciones, existen también aquéllas que lo mantienen en la idea que participa libre y voluntariamente en un contrato, en igualdad de condiciones y que allí no ha sido engañado. El hecho de que a partir de ese instante haya pasado a ser posesión de la clase capitalista en la condición de una mercancía, se dtsimula gracias a la reiteración de 1as circunstancias que lo mantienen en 1a condición de asalariado. 4 Texto que se encueottr eo
|c>s Clntndri.r.w,
Scaroq Elenutol.. opus cit., pp, 20 30
III. DOS FASES DEL MODO DE REPRESENTACION CAPITALISTA: LA QUE CORRESPONDE A LA SUBSUNCIÓN FORMAL Y LA QUE CORRESPONDE A LA SUBSUNCIÓN REAL DEL TRABAJO AL CAPITAL
La existencia de la plusvalía supone que, de una u otra manera, el proceso del trabajo ha sido sometido y subsumido bajo el dominio de1 capital. Desde el momento en que las relaciones de producción asumen este carácter, quien dirige y manda en la producción es el capitalista. Esta es, "... la forma general de todo proceso capitalista de producción, pero a la vez, una forma particular respecto del modo de producción específicamente capitalista, desarrollado, ya que ésta ú1tima incluye la prlmera, pero la primera no incluye necesariamente la segunda."l
Marx habla aquí de 1os comienzos del modo de producción capitalista; de la larga etapa cuando la plusvalía sólo se produce mediante 1a prolongación de 1a jornada de trabajo. Es decir, la plusvalía absoluta, el proceso de trabajo en 1o que se refiere a 1as técnicas y prácticas mismas de la producción, se mantiene en sus formas productivas anteriores, pre-capitalistas y tradicionales. Estos modos de producción anteriores, só1o se subsumen al dominio capitalista de una manera forma1. Por eso tambiér! en un principio, el mando del capital sobre el trabdjo ¿parecia como una consecuenci¿ puramente formal del hecho que el obrero, en vez de trabajar para sí, trabajase para el capitalista y, por tanto bajo su dirección. Lo hacía, además, porque no contaba con 1os medíos materiales
en la t¡aducción española de Pedto 1 N{erx, CapítLrlo
116
inédito, opus cit., p.54
117
para trabajar por su propia cuenta y porque, dada esta situacióry había tenido que vender sufuerza de trabajo al capitalista. A 1a necesidad material se añadía, entonces, la imposicion jurídica, todo Io cual suponía que aún en este grado lormal e1 modo de producción capitalista había comenzado por disolver las ¡elaciones de producción y de dominio anteriores. Lo cual de un punto de vista metodológico nos obliga a tener en cuenta el carácter profundamente drnámico de1 desarrollo de1 capital y de1 rnodo de producción capitalista:
ductivo. Este desarrollo termina modificando todas las formas de trabajo que subsume, empezando por el estadio iniciat, que presupone una magnitud constante en la parte de la jomada de trabajo destinada a producir un equivalente del valor de la fuerza de trabajo. Desde un punto de vista cualitativo el proceso permanece invariable durante esta etapa, pero desde la pers_ pectiva de su modificación cuantitativa importantes cambios comienzan a operaise. "Lo que distingue desde un principio al proceso de1 tra_ bajo subsumido aunque só1o sea formalmente en el capital -y por lo que va distinguiéndose cada vez más, incluso sobre 1a base de la vieja modalidad laboral tradicional- es la escala en que se efectúa; vale decir, por ul lado la amplitud de los medios de producción adelantados, y por otro la cantidad de los obreros dirigidos por el mismo patrón."a
"Una revolución continua en la producción, un incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una
inquietud y un movirniento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enrnohecidas con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas, las nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo 1o estamental y estancado se esfuma;2 todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.3 desarrollo del capitalismo contiene, por 1o tanto, una dinámica inmanente determinada por las propias leyes de su desarrollo. Las leyes inmanentes de la producción capitalista se imponen como otras tantas leyes imperativas de la concurrencia y por lo tanto, surgen ante la conciencia de1 capitalista individual como impulsos que determinan el proceso proE1
tespect,,Io.1uc Al.rrshcll Be¡man dice en su ensa\ro) ,.Todo io sólido er.l ¡ -e'. .c,rc., de e.r- re\oluL un p.r-,n.i,. d.LLprodrc.ior burguesa,_ Ensalo.que gira en rorno a esra frase qire le sirve de íruio v que es 2 Ver
a1
dc,v,re,e ..c
una verslon libre de l¡ u¡duecion i¡qiesa del Nfanifiesto Cc¡munisra: F,n ú cáición chlen¿ quc esr¡mos crrrndu ¡61¡gsponde, justamente, a,,Toclo lo estamencal y e\l:lnctdo \e esluma". @crm.rn, \I.rrshall, Todo lo sóLido se desranece en cl airc. l: c:perier.r ,J. L, n,.d-rri,]:d. .cr^ y.Xt \l(,, ^ 20 / 3-i\f,c y Engels, \t¡nf,t'r, ,o,t¡,t,t,,i,, LcLitoiial cenri¡ grááco, Santiago de Cbile, 2005. p.34.
Como se trataba de obtener plusvalí4 convktiendo el t¡abajo necesario en trabajo excedente, e1 paso de la forma de plusvalía absoluta a la forma de plusvalía relativa, constituyó una ¡evolución en el proceso técnico de la producción. para conseguir el aumento de la productividad y 1a disminución del tiempo de trabajo necesario, el capital tiene que pasar a tra¡sformar todas las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, y, por tanto, tuansforma el propio régimen de producción.
Por consiguiente, sobre 1as bases de la subsunción fomal, "se alza u¡ modo de producción no sólo tecnológicamente especfico que metamorfosea la naturaleza real del proceso de trabajo y sus condiciones reales: e1 modo capitalista de producción. Tan sólo cuando éste entra en escena se opeta la subsunción real de1 tuabajo a1 capital. 5
4
NLn.
Caprrulo inerJrro, ¡.57.
5Ibrdem, -2.
118
Por una parte, el modo capitalista de producción, que ahora se estructura como un modo de producción sui generis, origina una forma modificada de la producción material. Por otra parte, esa modificación de la forma material constituye la base para el desarrollo de la relación capitalista, cuya forma adecuada corresponde, en consecuencia, a deterrninado grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de trabajo.' 6
En conclusión 1os dos momentos, han sido definidos por Marx:1) como el período de la subsunción formal del kabajo al capital, cuando 1a producción capitalista coexiste todavía junto a las formas pre-capitalistas, y 2) el período en el cual e1 desarrollo del modo capitalista de producción modifica, subsume estas formas antiguas a su propio rnovimiento lógico, o período de la subsunción real del trabajo al capital. El sometimiento del trabajo a1 mando de1 capital existe desde que comienza ei capitalismo, 1o que cambia es e1 carácter de esta subsunción.
No vamos a examinar aquí,
embargo, el significado que ambos períodos tienen con respecto a la forma peculiar que en cada caso asumen las relaciones de producción, o los alcances que puedan hacerse de 1os rasgos históricos de ambos períodos, como asimismo a su significación 1ógica como momentos del desarrollo inmanente de1 modo de producción capitalísta. Los hemos retenido, porque mediante e1los nos proponemos organizar 1a segunda y tercera parte de este t¡abajo, 1o que no deja de presentar problernas en cuanto a su manejo, sobre todo cuando preiendemos extender su significado más allá de1 campo puramente económico. sir-r
La subsunción formal y 1a subsunción real pueden explicarnos, al menos en el plano lógico, la existencia de dos formas distintas de representación ideológica, de las cuales la ú Tbrdcm, -
l
primera es aquella donde 1a circulación mercantil se erige como la ilusión dominante de todas las relaciones capitalistas, tanto de las materiales como de las sociales, jurídicas, ideológicas y políticas, al extremo que los econornistas se mantendrán siempre en este punto de vista. Es el momento durante el cual la forma impecable de1 igualitarismo, expresada en el contrato, impregna 1as demás relaciones dé 1a sociedad, otorgándbles su forma predilecta. Lo jurídico invade y domina. Es e1 momento de las ideas clásicas de igualdad, libertad y propiedad. Todo aparece definido dentro de los esquemas cle 1a libertad, todo tiene que ser conveniente para la igualdad. ¿Por qué? ¿Qué es 1o que imprime a las relaciones sociales esta ilusoria luminosidad? Creemos que en la base de esos hechos está 1a {orma como el proceso capitalista domina, como 1o hemos dicho, cuando persisten aún los procedimientos productivos en su forma pre-capiialista. La estructura que la circulación impone a1 proceso general genera, en ú1timo término, la base formal de estas ideas como 1o veremos en el capítu1o siguiente. Otros muy distintos son los contenidos de la representación capitalista, desde que e1 capital impone su dominio absoluto, haciendo de 1a subsunción un hecho cualitativamente real; desde el momento en que el trabajo asalariado pasa a constituir 1a forma predominante de 1a producción. Se inicia aquí una nueva fase en el proceso del ocultamiento, fase que puede ser seguida en sus diversas manifestaciones a través del cornportamiento de las clases o fracciones fle clases, de la sociedad capitalista. Lo que 1e ocurre al trabajador asalariado repercutirá en todo el contexto social. La suerte de la clase obrera atrae, como en un vértigo, al destino, perspectivas y aspiraciones de todas las demas clases. Por un lado haciendo que la clase que tiene e1 poder acentúe sus proyectos de dominio social, modrficando para
Capítulo 5
ello continuamente sus alianzas, y comprometiendo, por otra parte, a todos los otros sectores, fracciones de clases, no directamente implicados en los intereses de1 sistema.
LA IDEOLOGIA EL PERIODO DE LA CIRCULACION SIMPLE
I. EL EFECTO FETICHISTA DE LA CIRCULACIÓN
carácter típico de la reproducción capitalista nos explica por qué Ia circulación aparece como una esfera especifica y privilegiada, especialmente en lo que respecta a 1as relaciones ideológicas y por qué, gracias a el1a, los fenómenos económicos pueden ser aislados como e1 objeto específico de una ciencia particular, la Economía política. Ambos hechos están relacionados y sus consecuencias van a repercutir hasta el nivel del conocimiento científico de estos fenómenos, ya que si bien éstos son perceptibles como tales en la sociedad capitalista, proporcionando incluso su anatomía, aparecerán siempre bajo una forma fetiche, que 1e es inseparable e inhe¡ente. Luego e1 efecto que provocan es connatural a su existencia, lo que plantea a la ciencia que allí se constituye, un desáfío teórico permanente. E1
De ahí el papel preponderante de la circulaciór¡ figura mercantil que será siempre la cara visible de estos fenómenos, sea cual sea la etapa de1 desarrollo en que se encuentren. Aún en los periodos más modernos y complejos de este modos de producción, esta apariencia seguirá siendo la forma como estas relaciones afloren a la superficie. Por eso el momento de 1a
circulación constituye la instancia privilegiada del fetichismo.
123
Su historia es la historia de la mercancía, desde sus primeras apariciones ocasionales hasta que se constituye, plenamente, en una categoría económica capitalista. Los momentos lógicos
por los que atraviesa
e1 intercambio hasta obtener una forma económica significativa, describen también las etapas de constitución de esta esfera áurea.
La mercancía, surge como tal gracias al proceso de la circulación. Ya entonces, este acto comienza a ser decisivo para el conjunto del sistema, pues únicamente ahí 1as relaciones de valor se hacen concretas. Sin la circulación, la producción capitalista sería mera potencialidad, sin significado económico; es decir, simple posibilidad. Esta disposición particular en que aparecen colocados ambos procesos, sitúa a la circu_ lación como el triáfico cotldiano y necesario de las relaciones productivas burguesas, tráfico obligado para satisfacer 1as necesidades de la sociedad, cualesquiera que éstas sean. Su preeminencia determina, además, el papel que juegan 1os aspectos cuantitativos, que se sublimarán en e1 momento de la círculación de los capitales. La forma de la circulación simple es el ¡esultado de un desarrollo, que va de las primeras manifestaciones, esporádicas y no relevantes aún, hasta su predominio absoluto en la forma capitalista de los fenómenos económicos. Como tal atlaviesa las siguientes etapas: 1. E1 momento del intercambio de excedentes ocasionales, primera fase de este proceso, constituye la huella más primaria de su existencia, puesto que 1a producción, ,,o pr""rrpor," en este período, el intercambio de excedentes. Éste se origina por circurstancias fortuitas y externas al sistema productivo, ajenas, por lo tanto, a su lógica, y la producción sigue siendo un proceso interno de 1a comunidad, sin vínculos con esta forma embrion¿ ria de circul¿cion.
Luego viene la etapa en que e1 intercambio de exceden.tes comienza
no es más que la prolongación de1 momento anterior, pero ahora se insinúa una intencionalidad que se ilustra en el fenómeno mismo de la reproducción de este acto. A partir de este momento, "... e1 excedente de la producción ya no puede ser casual, accidentalmente existente, sino que se le debe renovar de contlnuo, con 1o cual se imprime a la producción local una tendencia orientada hacia la circulación, hacia 1a creación de valores de cambio"r. Luego, su presencia no deja de tener un efecto perturbador para la comunidad, efecto que se traduce en una tendencia disolvente. 3. En una tercera etapa, la
producción es ya plena y universalmente producción de mercancías y su signo más evidente es la existencia del dinero. Este func:iona entonces con plena autonomía, presente en toda transacción, como el centro de un ir y venir de mercancías. "La primera determinación del capital consiste pues, en que e1 valor de cambio salido de la circulación y premisa de ésta, se conserva en el1a y mediante ella; no se pierde a1 entrar en ell:r; la circulación no es el movirniento en que desaparece el valor cle cambio sino, antes bien, el movimiento de su propia presentación como valor, de cambio, de su propia realización como valor de cambio."'? Estando la circulación situada en el centuo de 1as relaciones productivas, se convierte en la mediación necesaria entre
la producción y el consumo, aunque en realidad se sostenga únicamente por 1a existencia de estos extremos. Hemos trazado un esguema, donde un centro predomina y rige los movimientos de la periferia, para poder reconstituir aunque sea espacialmente la radical inversión que se origina en el proceso total de la producción.
2.
a ser reproducido. A primera vista, este hecho
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2ILiJem, 1qo
124
L,-L n 11
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PERITERIA
CENIRO
El proccso dc la pro El proceso de ia circulación ducción de 1as mer- de las mercarLcus
En los que concierne a las mercancías, estas,
PT]tTFFRIA
El
consumo c1e las
'... Ianzadas a la circulación han alcanzado su objetivo;
han sido cambiadas recíprocamente; cada una se vuelve objeto de una necesid¿rd y es consumida. Con ello 1a circulación toca a su fin. Só1o subsiste e1 dinero como sirnple residuo. En cuanto tal, ha cesado de ser dinero, pierde su determinación formal. Sucumbe en su materia, que subsiste como ceniza inorgánica del proceso enteto. j
cal1cías
irre- Esfcra la más visible y relevanfe en el modo de leva¡te cle la producción proc{ucción capitalista capitalista Instarcia opaca e
Instancia opaca e irre levante en el nodo de p¡oducción capitalisia
Una violenta inversión nos muestra que lo que antes era apenas un momento accesorio y externo, apalece ahora convertido, corno el esquema 1o indica, en e1 centuo regulador, mientras que lo realmente era sustantivo aparece determinado en su existencia misma por este cenfro. Basta con pregunta¡se por aquello que ha quedado en ia periferia para medir e1 alcance de la inversión donde una producción privada es absolutamente, producción de mercancías, esto es, de objetos destinados a1 cambio, de valores de cambio que para ser tales tienen primero que atravesar la zona de prueba que es el mercado. Sólo así esta sociedad podrá regular el desorden inevitable, que se le presenta, entre producción y consumo. El consumo que antes era e1 {in natural de1 producto del trabajo, en tanto valor de uso, aparece ahora también mediado y regido por este centro. De tal manera que tanto la producción como el consumo se encuentran/ desmembrados, separados, sin otra vía de conexión que el intercambio de 1as mercancías. Habiendo pasado a ser movimientos perifér1cos, se disuelven en su paso por el cenho, con lo cual 1a circulación pasa a constituir la sede de una doble negatividad: del mismo modo que la producción no es directamente producción para el consumo, que ha dejado de serloi e1 consumo tampoco es directo: la satisfacción de las necesidades requiere ahora del intercambio para poder realizarse. Ambos movimientos aparecen negados aquí en su tendencia natural. Como todo el proceso se Lraduce en relaciones entte el dinero y la mercancía, la negación se expresa más bien en estos elementos.
Una negación seguida de una autonomía, es la figura lógica/ qlle parece asumir e1 dinero en la medida que permanece en el centro de Ia circulación bajo la fórrnula M - D - M:
El dinero no es negado como valor de cambio objetivado, existente para sí; no meramente como valor de carnbio que desaparece en la circulación; sino que se niega 1a autonomía contradictoria, la trniversalidad puramente abstracta en que se ha situado el dine¡o..."a La esfera cie la circulación, nos señala la existencia de dos polos antitéticos, en donde el movimiento que va de la mercancía al dine¡o consiste en una venta, mientras que áqué1 que vuelve del dinero a la mercancía es una cornpra. La cir, culación puede ser definida ahora como la suma de compras y ventas. "La metamorfosis total de una mercancía lleva implícitos, forma más simple, cuatro extremos y tres personae dra, matis (personas actuantes). En primer lugar, la mercancía se enftenta al dinero, como su figura de va1or, figura que de la parte de más allá, n el bolsillo ajeno, es una cosa dotada de una contundente realidad. Al póseedor de mercancías, pues, en su
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ll¡ídem
12a
II. LA CRÍTICA DE LAS IDEAS DE LIBERTAD, IGUALDAD Y PROPIEDAD6
se le enfrenta un poseedor de dinero... Como término de la prirnera transformación de la me¡cancía e1 dinero es a su vez punto de partida de la segunda. De esta suerte, el vendedor de1 primer acto se convierte en comprador en el segundo, enfrentándosele aquí un tercer poseedor de mercancías en cuan-
to vendedor."5
El movimiento se divide en dos actos, que en realidad no tienen ninguna relación entre sí, y cuyo víncu1o no puede ser otro que un producto de1 azar. Por consiguiente, 1os actos de compra y venta suponen una separación en el tiempo que en sí misma constituye una contradicción, porque en el movimiento perpetuo de estas entradas y salidas, es el dinero 1o que parece moverse, mostrándose como igual en cada acto, y colocándose así, constantemente, en el centro del proceso. Una vez instalado allí, su propio ejercicio servirá de eje al proceso total, creando 1a ilusión de que es é1 mismo quien pone en movimiento las mercancías. El valet se transfotma en amo del proceso.
Ingresamos en una zona luminosa:
"La esfera de la circulación o del intercarnbio de mercancías, dentro de cuyos límites se efectíra la compra
y la venta de la fuerza de trabajo... en realidad, el verdadero Edén de 1os derechos humanos imratos. Lo clue allí imperaba era la hbertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. La libertad, porque el comprador y el vendedor de una mercancía, por ejemplo de la fuerza de trabajo, solo están determinados por su libre voluntad... El contrato es el resultado final en el que sus voluntades confluyen er-r una expresión jurídica común. Igualdad, porque solo se relacionan entre sí en cuanto poseedores de mercancías, e intercambian equivalente por equivalente. Propiedad, porque cada cual dispone solo de 1o suyo.'7 Ya en los primeros pasos, que da Marx en su crítica de a estas ideas, desarticula su disposición en la estructura mer-
cantil, estableclendo la manera como se vinculan entre si.
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Los dos te\tos que nos h¿n scrvldo de ¡elerencia exponen un conienido sin-ri1ar, rut q ecr'd LLr ,.-der. A¡ b. r.r,.f r-cn,e¡"1,..,.-.tt. . \-nb¡.(,rn ¿1 comrcnzu Jel crprrulo Je.¡i¡.¡1,' ¡l capital, vol. II Cuaderno noviemb¡e c1e lol pp. 150 1t,2. ll ntrn !ñn\rrtu\.e un frlgn-rcnro cle la ve¡siónde primrriva dc La ' '¡frbt. . ..¡ la r¡t . . 1. , t I o.or., po.. r. lB 8. n.vrelo-r. pp ';r t-o,8 |r,-r afibos textn' hr\: nn .rno dc drsLrncr.r. El primero erpone la problemáuca co el srgltreote ñrdrn: Jincro rdea J. igu: dacl idea c1c hbe¡tad idce de propiedad, oar¿ ror ¡l Lj¡ ñ1 ,^. ¡.r ,., :...1r..i.o L, , .- r J . .. .re. ruz¡ .¡ o.,r.ü- l..rp. 6
C,r.,du,ori, ro:ior Jc r,,.1' J ,-¡r.-, ¡ i.,J. "it,,' .,.".i lld-d qe perso¡r) rgr.r)drrl 1 Jinero. Nñ\urros \,?mos r sctuir el ortlcn del frimcr terro, que r': -r. -, loIr ..,.,d. ¡-oLl.r. ,,'¡...,,'.,,:, .i I .zunJ, 9ueo-ir lc r, _, , ,r L u .j. r i(,rprt.r1 [. D.2]+
5 Ca¡ital1,p.736
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729
través de un diseño general que responde en último término al movimiento del valor de cambio y que configura el modo típico de la representación durante el período de la circulación simple. Un segundo momento va a consistir en fijar e1 punto preciso donde el movimiento del intercambio les da origen, proporcionándoles su contenido específico. Pero lo que se entiende por idea en este caso no se revela unívoco, y por consecuencia, no basta con detectarla en su individualidad; es necesario, además, proyectar el análisis de la igualdad o de la libertad, a 1a estructura más general y compleja que la explica, tanto en sí misma como en el particular efecto ideológico que ellas producen. Los tres componentes de esta estructura son el sujeto ideológico que en este caso designa a quienes van a intercambiar las cosas, entendiendo por ta1 las mercancías, y 1a práciica o proceso concreto del intercambio. Lo que nos proyecta de inmediato al acto más banal y más universal en la sociedad capitalista, que es e1 acto de comprar y de vender: ¿quién no compra o no vende en nuestras sociedades? La reiteración cotidiana de esta situación desarrolla cada elemento en su efecto particular aferrando, como consecuencia, 1a representación del sujeto a 1a forma como se establece esta relación. Siguiendo este proceso tendremos, sucesivamente, la forma cómo se constituye la idea de la igualdad, las bases materiales de su influjo dominante en 1a sociedad capitalista, así como su conexión inmediata con la idea de la libe¡tad.
A LA IDEA DE LA IGUALDAD, UNO DE LPS CONTENIDOS BASICOS DEL MODO DE REPRESENTACION CAPITALISTA.s La igualdad se plantea en primera insta¡rcia como la igual-
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13o
nuesro trabajo.
dad de 1os productos que se llevan a1 mercado, que para ser cambiados deben poder reducirse a una misma expresión de valor. No es más que en la equivalencia que el cambio se hace posible. Pero estos objetos no vienen solos a1 mercado. Son t¡ansportados, y aqué1 que los lleva pasa a ser concebido como un agente de1 intercambio. Antes de llegar allí, pudo haber tenido muchas particularidades que lo conformaban en su propia personalidad como Pedro o Juan, pero desde que participa de este acto todo queda reducido a una sola propiedad, la de concurrir a intercambiar sus productos. ,No existe absolutamente ninguna diferencia entre ellos, en cuanto a la determinación formal, que es también la deterrninación económica, la determinación ajustándose a la cual se ubican esos individuos en la relación de intercambio; e1 índice de su función social o de su relación social mutua. Cada sujeto es un intercambiante, esto es, tiene con el olro 1a misma relación social que éste tiene con é1." e Pero como en la igualdad se disimulan y eliminan 1os aspectos particulares de 1as mercancías, desaparecen también las especificidades concretas del trabajo que 1as produce. Así, los que cambian aparecen como meros representantes de un mismo trabajo social indiferenciado. Su presencia en el mercado supone ya esta reducción a la indiferencia abstracta cuantitativa. Lo único que cuenta es el equivalente que se posee. Aunque fuera de esta relación cada cual es diferente de los otros, el tipo de cosa que llevan al mercado y 1a manera cómo van a cambiarla, los reduce por igual a 1a condición de agentes de1 intercambio.
Estos agentes del intercambio se enfrentan finalmente como valores de cambio subjetivados. No son nada más que esto, y bajo este aspecto no hay ninguna diferencia entre ellos. 9 Gnndnre, p.119.
131
Tampoco se salen de estos límites, porque todo lo que escapa a 1os marcos precisos de este acto no tiene significación econó_ mica. Cada uno se objetiva en la mercancía que da en cambio, lo que por otra parte representa la materialidad de su trabajo específico. En este acto donde cada cual se apresta a hacer 1a prueba de su igualdad. Cada cual sabe, o cree saber, que va a cambiar un equivalente, pero esta suposición no será más que eso y no se transformará en certeza; mienhas no obtenga en cambio un valor equivalente. Esta es la única verdad de toda la relación. La sola certeza que confirma al sujeto que inter_ cambia como productor.
"Este contenido del intercambio, completamente ajeno
a su determinación económica, lejos de amenazar la igualdad social de los individuos, convierte más bien su disparidad natural en fundamento de su igualdad social. Sl e1 individuo A tuviera la misma necesidad que e1 indrviduo B y su trabajo se hubiera realizado en el mismo objeto que el del individuo B, no existiría entre ellos relación económica alguna; desde e1 punto de vista de su producción no se trataría de individuos diferentes. Ambos tienen 1a necesidad de respirar; pata ambos existe el aire como atmósfera; esto no suscita contacto social alguno entre el uno y el ofro. Como individuos que respiran, la vinculación que se crea entre 1os dos "es meramente la de cuerpos naturales, no la de personas. Es la diversidad de sus necesidades y de su producción
¿Cuál es el papel que se asigna ahora a la peri{eria? Recor_ demos que ésta había quedado consignada como el lugar de
la variedad cualitativa, tanto de los productos como áe 1os trabajos que los creaban. Si en el cenko se encontraba 1a do_ minación absoluta de la forma económica, era en la periferia donde se gestaban los factores que, en último término, posibi_ litaban el acto del cambio. Factores dist¡ibuldos en dos siste_ mas que se suponían mutuamente: el sistema de producción y el sistema de necesidades. Pero, desde e1 momento que la circulación se establece como la mediación necesaria, la reiación directa entre producción y consumo desaparece. Lo que antes era un acto único de 1a producción en vista a1 consumo, aparece ahora atenida y regulada por este movimiento que se produce en el cen_ t¡o. Ambos sistemas aparecen convertidos en meros apéndices de la circulación. Todo parece forjarse en e1 centro, que se presenta ahora como e1 lugar de la indiferencia abstracta de todos los contenidos específicos que existen en la perife_ ria. Este paso de la dife¡encia cualitativa de los contenidos a su indife¡encia cuantitativa, insinúa una cierta reciprocidad, que/ pese a lo poco evidente de su movimiento, va a revelar 1a existencia de esta determinación que ha sido opacada por e1 fulgor cotidiano de este centro que es la circulación.
lo que da margen a su intercambio y a su igualación social. Esta disparidad natural constituye, pues, el su,
.
puesto de su igualdad social en e1 acto del intercambio y de la propia vinculación que establecen entre sí como productores' 10
Este movimiento que acusa la importancia de la periferia, aunque sea a havés de la 1ógica insinuada en la estructura de la igualdad, adquiere acentos mucho más decisivos cuando pasamos a la idea de 1a libertad. Esta nos mostratá 1a misma dialéctica que hemos visto en el caso de la igualdad, sólo que bajo olra óptica que a diferencia de 1a anterior se gesta ahora en la periferia. B. LA REPRESENTACIÓN DE LA LIBERTAD
Si la idea de la igualdad acusaba el
primado inmediato de
la
forma económica, apenas deterrninada por la periferia, aho-
L0
lb,Llcm, 180. 181.
ra al contrario es en la periferia y determinada directamente por el1a, que la idea de libertad va a manifestarse. La libertad aparece presupuesta formalmente antes que e1 contrato de compra y venta sea efectuado, explicando tanto e1 movimiento que conduce a un individuo a cambiar sus productos, como su voluntad de hacerlo.
Una relación compensadora se establece entre ambas representaciones. Una correspondencia entre 1a libertad, concebida como un acto individual, y la igualdad que por e1 contrado es el acto social por excelencia. En la representación de la igualdad, el productor se t¡ansforma en alguien que pura y simplemente cambia, y que por este acto puede concebirse en el interior de una equivalencia social, teniéndo por igual a todos 1os otros. En cambio, la representación de la libertad le permite escapar a esta suerte de anulación universal, rescatando su individualidad. La representación de la libertad se concibe como un momento previo al acto del intercambio, aún cuando se origine en razón de éste. Cornienza siendo necesidad. Necesidad de los individuos desde el momento que ninguno produce aquello que necesita y que, por 1o mismo, se ven compelidos a cambiar sus productos como la única posibilidad de procurarse aquello que les falta. Así, el productor privado, es empujado al intercambio, justamente por e1 modo específico de su producciór1 o, lo que es 10 mismo, por 1a determinación concreta de su particularidad. El productor A desea obtener la mercancía que pertenece al productor B, porque tiene necesidad de ella. Dos caminos le quedan para conseguirla: o arrebatárse1a o cambiarla por la suya. lJna vez adoptada la decisión de dejar de lado la violencia, 1lega a un acuerdo con e1 otro, consistente en una cesión mutua de productos. Con esta iniciativa se protege de ser a su turno despojado por el otro. Al posibilitar la cesión mutua de
134
productos, ambos se reconocen como teniendo derecho a la propiedad de lo que llevan al mercado, identificándose reciprocamente como propietarios. ¿En qué consiste la reciprocidad de esta cesión? De partida, la confrontación supone que ambos se enfrenten como poseedores de mercancías, cada cual disponiéndose a ceder lo que posee para obtener 1a propiedad del otro. E1 acto de intercambio consiste, entonces, en ceder lo que se posee de antemano, junto con la ¡ealización de una segunda forma de apropiación, que es la apropiación simultánea de aquello que se obtiene en cambio. La libertad se establece, por consiguiente, como un resultado de esta decisión voluntaria: ... el individuo A satisface la necesidad de1 individuo B por medio de 1a mercancía a, sólo en tanto que y porque el individuo B satisface la necesidad de1 individuo A mediante Ia mercancía b y viceversa. Cada uno sirve a1 otro para servirse a sí mismo; cada cual se sirve de1 otro, recíprocamente, como un medio.r" Luego para ambos, los movimientos son 1os mismos: 1) Ambos prosiguen su interés particular; 2) ambos se reptesentan la propia cesión como un acto voluntario y libre, y, 3) cada cual cede para poseer.
La voluntad determina 1a participación de cada cual, y si ambos ceden es porque gracias a este acto pueden alcanzar la rneta personal que se ha propuesto. Todo el proceso aparece presidido por 1a idea de libertad, ya que cada cual ha decidido por sí mismo su participación. Nadie ejerce violencia sobre
nadie. Esta libertad restringida se establece como 1a garantía y motivación principal de1 libre desarrollo del interés de cada
individuo. La representación de la libertad es la concepción que e1 tndividuo se hace de sí mismo en tanto participante de este proceso. Como tal, no se Lrata de una libertad absoluta, sino 11
Ibídem, 182
135
de una idea encuadrada por el movimiento de su contrario, la necesidad. Esta necesidad se expresa en los movimientos que impulsan al individuo a cambiar sus productos, a saber: 1) la libre decisión de intercambiar, que se identifica a la rea_ lización del interés egoísta, y que podría ser definida corno e1 aspecto positivo de la libertad ; y, 2) su aspecto negativo que consiste en la coerción de ceder 1o que es suyo.
1a medida en que estoy determinado y forzado por mis necesidades, es só1o mi propia naturaleza -que es un conjunto de necesidades e impulsos -1o que me coacciona, y no algo ajeno a mí (ni tampoco mi interés, considerado en su forma general, re_ fleja). Precisamente, desde este punto de vista también yo violento al otro, lo empujo al sistema del cambio. .12
C. LA INVERSIÓN DE LOS CONTENIDOS
DE LA IDEA DE PROPIEDAD
Los actos de compra y venta de las mercancías ponen frente a frente a dos propietarios: a1 dueño de 1a mercancía y al que posee el dinero. El cambio que se origina entre la apro_
piación previa al acto de1 mercado, y la que ocune en éste, van a producir a la postre una profunda t¡ansformación en el criterio de la propiedad, creando las bases para el funciona_ miento de esta idea en la sociedad burguesa. Transformación que se descompone en tres etapas, que presentan de manera diferente tanto estos contenidos como sus relaciones. 1.
Histórica y lógicamente, la primera es la apropiación que y en la pri-
se establece mediante el acto de la producción13, 12
mera etapa, los criterios que dimanan de esta forma de apropiación son aún dominantes, aun cuando la circulación haya pasado a constituir el centro. Pues, só1o a causa de esta apropiación previa es que se puede considelar a los que concurren a intercambiar sus productos, como propietarios. Condición, esta última, sin la cual no se entiende su presencia en el mercado. Es decir, se patte de la base de que van a intercambiar sus propios productos, de los cuales se han apropiado en el proceso de la producción. Luego, esta forma de propiedad se plantea en el contexto de las relaciones más elementales; 1as relaciones de 1os hombres con la naturaleza y con su trabajo. El carácter privado de la producción acentúa esta idea matriz.
"El individuo se comporta consigo mismo como propietario, como señor de las condiciones de su tealidad. Se comporta del mismo modo con el otro y, según que este supuesto esté puesto como derivado de la entidad comunitaria o de las familias individuales que constituyen la comunidad, se comporta con los otros como con co-propietarios, como con tantas otras encarnaciones de la propiedad comúry o como con propietarios autónomos, junto a los cuales la propiedad común misma, que antes todo lo absorbía y dominaba, es puesta como un particular ager publicus diferenciado, junto a los muchos propietarios privados de la tiena. "1a
Esta primera forma de apropiación permite explicar 1a inversión que va a generarse, en 1a medida que estas relaciones se reproduzcan. Tanto más se consolida la circulación como el centro del proceso, tanto más débi1 se harán sus contenidos naturales y otiginales.
Ibidem. 183.
l3,M¡rx insertr cl proceso de ¡roducción dentro de lo que üama el metabolismo dcl hofibre con la n¿¡u¡¿lez¡. Desdc un comienzo el homb¡e hace frente a la na u lez¿ uan"lorrr¿" 1o.., 1 nrr cn l¡'¡ ur.r:¿p-^fi¿ndo.c de ell¡. fr rl ¡¡6qsso ro ^ilo.d'\'t¿ lJ rr¿t(nr n¿rt-i r. \j^ que .e h,cc. ,i f¡,no v \¿ con.u.,\endo su mundo. Esre sería e1 senrido de la proJLrc.Jnn en qenerrl. ia .¡.,. ,. ,.l|r",
ttavés dcl rtabajo, indcpendiente de 1as dilerentes formaciones soclales, Pero aguí estamos examinandr) como este sentido primigenic, del trabajo es alterado por el modo dc o¡oduccion c¿orrelisr¡
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2. En una segunda etapa, al lado de 1a forma de apropiación que acabamos de describir y sin que su huella desaparezca, surge una segunda forma de propiedad que se genera en el proceso mismo de1 cambio y que hace ahora de aqué1 que compra, o intercambia, sea un propietario. Se trata, entonces, de una apropiación que se produce en el mismo mercado, garantizada, es cierto, por la condición de poseedor con que cada cual se presenta, pero que incorpora con este otro acto de apropiacióry un contenido diferente a la idea de propiedad. Mienkas dura 1a persistencia del primer momento, la segunda forma se manifiesta más bien como una transferencia. "Tú me das y yo te doy". Hay un intercarnbio de posesiones durante el cual 1os propietarios no pierden esta calidad, presentándose 1a cosa más bien como un t¡aspaso de haberes. Este segundo momento introduce, sin embargo, a un propietario especial: e1 poseedor del dinero, quien altera 1a norma de1 funcionamiento de propiedad, porque su apropiacíón solo se hace visible en el acto del intercambio. No hay rast¡os de el1a en la periferia, toda vez que e1 dinero só1o tiene existencia en este centro. Desde que esta segunda forma de la apropiación comienz a a funcionar, debilita a 1a primera.
fornla segunda de 1a propiedad se hace hegemónica. El contenido de Ia propie3. Cuando conrienza la tercera etapa, la
dad se define de manera cornpleta y exclusiva por el mercado. La inversión ha realizado todo su movimiento, logrando su perfección, puesto que esta nueva forma de propiedad no só1o aParece como conteniendo todas las cualidades de la ante¡ior, sino que ha borrado todas sus referencias a ésta, haciéndose presente como si no tuviera presupuestos. Como si fuera de suyo natural que el mercado produzca también propietarios - ' .-^ 'iérta forma de posesión. Hemos entrado así en el coradel modo de producción capitalista. .a 1ógica
de estas tres etapas diseña la transforma-
138
ción del criterio de la propiedad, registrando el cambio en 1os contenidos de la idea. Pero una vez en la tercera etapa asistimos a la pérdida de esta historia. Todas las formas, condiciones y relaciones orgánicas, naturales de la prirnera forma, se han transferido a la segunda. Porque 1a apropiación que ahora parece producirse en el centro, durante y a través de la compra y venta de las mercancías, supone una apropiación previa, anterior y exte.rior a este acto. Pero, una vez que el fenómeno se ha establecido como resultado de su reproducción, la única que apatece como significativa es esta ú1tima forma de apropiación, quedando la primera como un acto complementario de ésta. La posesión originaria, situada en la periferia, comienza por ser remiiida, entonces, al acto de compra y venta de mercancías, con lo cual se transforma en apropiación secundaria y soporte de aquélla que hace de1 poseedor de1 dinero un propietario, que es 1a forma de propiedad típicamente capitalista.
Todo el proceso culmina, a1 fijar la idea de la propiedad en el momento del intercambio. La reproducción cotidiana de estos rnovimientos simples tiende a transformar las condiciones que han hecho posible la existencia de 1as mercancías, entendiendo por tal las relaciones de producción, en formas decantadas, libres de toda complejidad, accesibles y natura1es para la conciencia ordinaria. Encontramos aquí la raíz de las ideas más importantes de este período. Ideas que van a sewir de base no sólo al discurso económico, sino también al político que manejan las distintas clases que en este período adquieren conciencia de sí.
El análisis de 1a representación que se constituye en esta esfera implica, por lo tanto, la crítica de estas ideas. Crítica que Marx efectúa tanto en e1 nivel de la base en donde éstas se originar! como en el espacio privilegiado en donde circulan. Ataca de preferencia su producción, dejando para después su comercio. Su ¡ealimentación constante. El hecho que 1as remi-
139
ta a esta base nos da cuenta de su carácter natural, de la fuerza
convocante que ellas tienen, de 1o extendido y común de su uso. ¿Cuántas cosas no se hacen y se dicen en nombre de la libertad o de la igualdad? ¿Por qué su pura mención equivale ya a un programa? Esta representación ideológica, cotidiana, natural, capitalista que aquí estamos examinando, tiene como sus figuras más fulgurantes a estas ideas. Su crítica comienza por fijar la estructura de su génesis en el período de la circulación simple, para ser desde allí el 1ímite de sus contenidos en el momento de 1a circulación del capital. LA ALIENACION, COMO CONCIENCIA DEL DESPOJO DEL TRABAJADOR
Mient¡as el conhato en su forma más pura y simple opone un productor a otro en un mismo pie de igualdad, en esta nueva forma quienes se enfrentan son los capitalistas por un lado y el proletariado por el otro, y allnque la {orma persistente del contrato tienda a presentarlos como dos personas individuales que se hacen frente en este acto jurídico, en verdad 1o que se relaciona es una clase social con otra. Frente al trabajador tenemos entonces a una clase social que tiene como uno de sus rasgos esenciales personificar todo de lo cual carece
e1
obrero:
la ajenidad de las condiciones objetivas de trabajo ante 1a capacidad viva de trabajo, ajenidad que llega hasta el punto que estas condiciones de 1a persona del obrero se 1e contraponen en la .persona del capitalista - como personificaciones con voluntad e intereses pro),...
pios-..."
15
El carácter ext¡año (ajeno) que asume la "mercancía-cosa", resulta necesariamente de una inversión donde todos los e1e-
mentos que antes hicieron de este obrero un productor pril..ado independiente, pasan ahora del lado del capitalista, clue personifica la riqueza clue el proceso productivo ha genera, do. Fenómeno a la vez real y formal; real, porque la inversión se produce concretamente y el capitalista se transforrna en el propietario por excelencia; fonnal, porque sólo el capitaiista realiza su liberta d. La disolución y separación de las antiguas formas de propiedad, dejan frente a1 trabajador 1a persona jurídica del capitalista. Al ser confrontado a una cosa personificada, el obrero siente que la riqueza real se opone a la riqueza posible: 'La riqueza real - dinero si se le considera clel punto de vjsta del valor de cambio, y mec'lios de subsistencia y de producción si se le considera de1 punto de vista del valor de uso- se enfrenta como una persona a la posibilid¿rd de la riqueza, esto es a la capacidad de trabajo, que a su vez aparece como otra persona." 1ó La alienación reemplaza ahora las representac iones que generaba la circulación, porque el obrero se representa la riqueza exterior como un pocler extraño, ajeno, como una pérdida de sí mismo en cuanto productor, en el propio proceso de su producción.
"La capacidad de trabajo únicamente se ha apropiado de las condiciones subjetivas del trabajo necesario de los medios de subsistencia para l;r capacidad de trabajo productiva, es decir, para su reproducción como simple capacidad de trabajo separada de las condiciones de su realización -y ha puesto estas condiciones colno cosas valores, que se le contrapone en una personificación dominante y ajena."r7 Luego, el obrero se representa el proceso de valorización
:-r-l(r Caprnrfi
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i7 G¡undr¡.s¡ ¿11
15 G¡undrisse,413.
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4-t
111
como un movimiento de pérdida de su propia realidad. En consecuencia se crea la paradoja de que aI mismo tiempo que participa de 1a reproducción general del sistema, incorporando valor al producto, concibe su partícipación como surrersión en un proceso que le e' ajeno. Estamos en pleno desarrollo de 1a subsunción real de trabajo a1 capítal, donde el proceso mismo del trabajo termina por ser desarticulado de una manera progresiva por el desarrollo de la reproducción. El proceso de la elabo¡ación de un producto se descompone en sus distintos momentos que pasan a constituir circuitos cerrados y estancos de producción. El obrero ya no se remite al proceso total, sino al circuito restringido en el cual ejerce su facultad de trabajo. Como esta desarticulación alcanza todas las formas que el proceso de trabajo tenía en el período anterior cuando 1¿r subsunción era todavía formal, cada uno de sus elementos sufren transformaciones: las experimenta en el fin que se antepone a la ejecución, en 1os medios con los que se oPera dicha ejecución y, finalmente, también varía la ejecución misma. Se puede concluir, que todos los aspectos que componen la estructura teleológica del proceso de1 trabajo, son alterados por una absorción total bajo la 1ógica de las relaciones de producción plenamente capitalistas:
del trabajo. Cuando 1o encontramos formando parte de la clase explotada, carece de1 acceso directo que antes tenía a los
objetivos naturales de su trabajo. 2. Los medios serán, en adelante, modos de existencia del capital. Hecho que se hace más patente con la aparición de 1a categoría de capital fijo, ' ... este carácter social de las condiciones de trabajo - incluicla entre otras cosas su forma como maquinaria y capital fijo de cualquier generó se presenta como algo absolutamente autónomo, existente separadamente de1 obrero, como un modo de existencia del capital y por ende también como algo organizado por los capitalistas independiente de los obreros.rrls 3. Finalmente, el proceso
mismo del trabajo, su ejecución, somete gradualmente los obreros a la dominación del capi_ tal. 'De hecho, la unidad colectiva en la cooperación, 1a combinación en la división del trabajo, el empleo cle las fuerzas naturales y la ciencia, de los productos del trabajo como rrraquinaria, todo esto se contrapone a los obreros individuales autónomamente, como un ente ajeno, objetivo, preexistente a e1los, que está allí sin y a menudo conka su concurso, como meras fo¡mas de existencia de los medios de trabajo que lo dominan a ellos y de ellos son independientes, en la medida en que esas formas (son) objetivas., re
fin se hace independiente de1 obrero y es el capitalista quien, en tanto clase social organizada, propone e impone el objetivo final de la producción. La facultad que el artesano o campesino tradicional poseía en tanto productor individual, la pierde ahora en tanto clase productiva. Porque, a la postre, los fines pasan a constituir un resuitado del movimiento ¡eproductivo general del sistema. Todo el proceso pasa a ser dirigido por la 1ógica capitalista. Este productor independiente de los umbrales del capitalismo, de gran significación durante el período cle la transición, pierde el control directo quc tenía sobre 1a producción, en particular sobre la finalidad misma
El ú1timo punto de este proceso de inversión, en tanto implica la modificación de la propia estructura del proceso productivo pre-capitalista, afecta al contenido social de este fenómeno. La aparición del modo de proilucción capitallsta
142
143
1. El
significa de suyo una socialización creciente de la proclucción. Desaparece la producción a pequeña escala. La cooperación, la división de1 trabajo en el seno del propio tallea el maquinismo, son otras tantas etapas del desa¡rollo de esta colectif.rprrulu rne.l¡ , l9 IbrJem. oó. 1B
9-1.
vízación y socialización del trabaio. Pero las potencialidades nuevas que el proceso desencadena, por su propia naturaleza, se alzan ahora contra 1a clase obrera.
El fetichismo de la fuerza social colectiva se amplía en e1 mismo grado y medida que el proceso atraviesa sus diferentes etapas. Así, en la cooperación simple, el esfuerzo y la voluntad del trabajador colectivo se personifican en el capitalista como clase. Luego, cuando adviene la manufactura, que divide el proceso del trabajo aislando sus momentos, el obrero pasa a replesentarse e1 conjunto del proceso de producción só1o a través de una parte de el1a, constreñido por 10 mismo a no ver más que un aspecto parcial del todo, 1o que implica manejar un saber técnico parcial frente a 1a necesidad del saber total. Situación que se agudiza con el auge que adquieren las ciencias naturales en el período de 1a subsunción real. En la máquina, la ciencia realizada se presenta a los obreros como capital. <...ocurre otro tanto desde luego con las fuerzas naturales y la ciencia -el producto del desarrollo histórico general en su quintaesencia abstracta-, que se enfrentan como poderes de1 capital a 1os obreros. De hecho, se separan de la habilidad y el saber de1 obrero individual, y aunque si se atiende a su génesis son a su vez productos del trabajo, aparecen, en general, allí donde ingresan al proceso laboral como lncorporadas a1 capital."20
La oposición termina por manifestarse como si el obre¡o colectivo hiciera frente al obrero individual, puesto que en 1a medida que 1a estructura del proceso productivo se descompone en fases y sub-fases, sistemas parciales, subsistemas, desarrollos locales que asumen independencia con respecto al desarrollo general, asistimos a 1a desarticulación de1 propio trabajador.
EL DOBLE DESPOJO DEL OBRERO
Del punto de vrsta jurídico, de lo que se apodera e1 capitalista es de la facultad misma de producir propiedad. Esta apropiación se manifiesta como un proceso durante el cual el obrero pasa por dos fases de despojo. 1) La primera consiste en el despojo previo de quien ya antes de concurrir al mercado aparece como no poseyendo nada que no sea 1a posibilidad de vender su facultad de trabajo.
De ahí que la posibilidad misma de su presencia en el acto de cambio provenga de este despojo previo, e1 cual comienza con 1a disolución de todas las formas anteriores de propiedad, con el rompimiento de1 vínculo orgánico a la tierra, y la separación entre 1a parte objetiva y la parte subjetiva del trabajo es la condición sine qua non de su presencia en el acto de cambio. A lo cual se añade un fenómeno no menos significativo y que tendrá una enorme importancia en este proceso ideológico. Nos referimos a que 1a propia existencia como obrero será en lo sucesivo estatuida a partir del intercambio de la fuerza de trabajo. Como toda rnercancía, la facultad de trabajar antes de ser adquirida só1o existe como mera potencialidad, y toda su posibilidad como clase comienza en ese momento preciso. 2) Pero luego, durante e1 proceso de la aplicación de la fuerza de trabajo ocurre un nuevo despojo que se sitúa en el mornento de 1a producción, momento cuando 1a {ue¡za de t¡abajo comienza a ser utilizada. Es lo que propiamente se 1lama la plusvalía, clave de la acumulación capitalista, esencia de la forma de explotación en esta sociedad. Si 1a primera forma situaba al individuo en 1a condición de asalariado, y esto podía entenderse como una cuestión jurídica, esta nueva situación añade los contenidos negativos de un ta1 estatuto. Sin embargo, también comienza ocultándose bajo la forma del contrato, puesto que el empleo de la fuerza de trabajo comenzó una vez efecfuado el contrato.
20 Ibíde¡¡, 97.
144
1,+5
El obrero es despojado esta vez en cuanto tal, en cuanto clase social (c1ase oprimida a la cual se le añaden como producto de este hecho nuevas formas de reducción) como una parte de la sociedad sometida de aquí en adelante a una común situación de mise¡ia. Inversamente, el capitalista se beneficia doblemente de la condición de propietario. Lo era ya en e1 momento de1 cambio con la fuerza de trabajo, y lo vuelve a ser luego de realizado e1 contrato con el obrero. Una diferencia cuaiitativa esencial se establece entre ambos participantes: mientras el capitalista adquiere en grado absoluto Ia condición de propietario, el obrero se transforma definitivamente en el no-propietario. De este modo uno de los elementos l¡ásicos del contrato se ha roto. Ya no son dos propietarios que se hacen frente, sino aquél que no posee nada y aquél que posee el capital. LA CONCIENCIA DE LA PROPIEDAD: EL CAPITALISTA FINANCIERO
Mientras el obrero sale del proceso de la producciór-r doblemente despojado, e1 capitalista perpetúa allí su condlción de propietario. La oposición entre ambos, cuantitativa en un primer morner-rto, se transforma luego en cualitativa, al establecer un estatuto diferente para cada clase social. De donde, el obrero que en 1a primera fase de este proceso participa aún de 1a ilusión de alcanzar una parte de la riqueza, se concibe ahora como no-propietario y separado de ioda riqueza posible.
"A la postre, como resultado de1 proceso de producción y valorización se presenta ante todo 1a reproducción y nueva producción de la relación entre el capital y el trabajo mismos, entre el capitalista y el obrero. Esta relación sociai, relación de producción, se presenta en el hecho como una conse-cuencia del proceso aún más
146
significativo que sus consecuencias materiales. y precisamente dentro de este proceso el obrero se produce a sí mismo como capacidad de trabajo y al capital que se le contrapone, de igutrl tnanera que el capitalista se produce a sí mismo como capital y a Ia capacidad viv.t de trabajo que se le contrapone. Al reproducir al otro, su negación, cada uno se reproduce a sí mismo. El c.rpitalista produce el trabajo como ajeno; el traba;o produce al pr"oducto como ajeno."2r
En un comienzo el interés no es más que una parte de la ganancia: 'El interés... aparece primitivamente, es primitivamente y sigue stendo en realidad, simplemente una parte de la ganancia; es decir, de la plusvalía, que el capitalista en activo, industrial o comerciante que no invierte capiial propio, sino capital prestado, tiene que abonar al propietario y prestamista de este capital."2? Concebida bajo esta forma, la rel;rción funciona durante una primera fase como la simple repartición de la ganancia, tarea que formaba parte de las funciones del capitalista industrial. Pero muy pronto, de simple distribución cuantitativa se transforma en un fenón-Leno distinto, de rasgos cualitativos que lo diferencian radicalmente del acto anterior. ¿Cómo ocurre este cambio?
Al principio, el reparto
se efectúa únicamente allí donde este acto de natu¡aleza más bien jurídica se vincula al proceso de la producción. El capitalista actú1a como propietario que se divide entre las diferentes personas jurídicas que supone la relación: la que pide en préstamo y emplea el capital, y aquélla que só1o 1o presta. División técnica en una primera fase, secundaria con respecto al proceso total, pero que rnlry pronto, a causa de su misma reproducción, pasa a convertirse en una relación necesaria, produciendo un cambio cualitativo
21 Ibídeor, 419/.1211. 22 (iapirel IIl, p.355
117
que hace de estos momentos constitutivos del proceso total figuras específicas, autónomas e independientes En ese momento, "... e1 capitalísta dueño de1 dinero y e1 capitalista productivo se enfrentan realmente, no sólo como dos personas jurídicamente distintas, sino como dos personaies que representan papeles completamente diferentes en e1 proceso de reproducción o en manos de las cuales e1 mismo capítal recorre realmente un movimiento doble y completamente distinto' Uno de ellos se limita a prestar e1 capital, mientras que e1 otro
lo invierte productivamente"23 Dos circunstancias han hecho posible
1a
nueva situación:
interés se fija antes del establecimiento de 1a ganancia, antes de comenzar el proceso productivo Esto que pudiera parecer un mero aspecto técnico de la cuestión, se nos revela mucho más significativo cuando vemos que esta determinación de1 interés se hace y funciona en e1 nivel de la circulación. Só1o la existencia separada del capital y de1 dinero puede hacer posible e1 interés y permitir, a lo que no era más que un momento en el movimiento del capital, vida autónoma, con su propio circuito de funcionamiento Primero,
e1
Lo segundo, consiste en un cambio en
1a representación
Inserto en e1 proceso de circulación de1 capital' e1 dinero expresa, con cualquier cambio de lugar, un momento en e1 proceso d la reproducción. Sea que se le cambie Por materias primas o que se emplee en comprar 1a fuerza de trabajo, siempre signi{icará un paso decisivo en e1 proceso de reproducción. Sin embargo, cuando aparece dentro del circuito de1 capital a interés, e1 movi.miento del dinero se manifiesta como un mero cambio de mano/ como una simple t¡ansferencia' Gracias a esta poderosa ilusión, e1 derecho de la propiedad queda en manos de quien presta e1 capital.
de1 proceso.
2l lbL.lem,
157.
48
Ambos protagonistas se enfrentan de varias maneras. De una parte, e1 capital considerado fuera del proceso, mientras que de otra tenemos al capital en tanto que el proceso mismo de 1a producción. Para uno, el capital es la propiedad, para e1 otro se trata del capital que trabaja, concibiéndose él mismo como el capitalista que trabaja. Anbos se oponen finalmente como figuras jurídicas distintas, dos tipos de capitalistas diferentes. La propiedad se ha separado de su uso. Se ha hecho autónoma y parece producir más valor con su propio movimiento. La representación del capital como propiedad aparece ahora plenamente del lado del capitalista financiero, encarnada en é1, personificada. Este pasa a ser e1 capital por excelenci¿ Si el fetichisrno del capital concluía con la fo¡ma,
terior y fetiche, del capital
1a
más ex-
a interés, aquí 1a culminación es 1a
idea de1 capíta1 fetiche que emana de1 movimiento de1 capital financiero, 1o que e11a supone en tanto representación cotidiana, y 1o que implica con respecto a este tipo de capitalistas. 'Base de la figura ideológica de la fórmula trinitaria, alimenta constantemente 1a extendida creencia de que e1 dinero tiene la propiedad de engendrar valor de sí mismo, y producir más dinero. Esta creencia es al mismo tiempo una realidad cotidiana, inmediata, pues las cosas parecen funcionar así dentro de esta Iógica.
La nueva especie de propietario que emerge de la reproducción de1 capital a interés funciona dentro de un circuito que queda fuera tanto del proceso de 1a producción como de aqué1 de la circulación. Él mismo es circulación particular o, más bien, un acuerdo previo, anterior al movimiento de1 capital que, por la forma jurídica en que se expresa, todo queda definido en este momento previo. Es por eso que si bien se puede hablar ternporalmente de un antes y de un después para señalar que el movimiento del capital a interés se sitúa "antes" de su movimiento productivo, en rigor todo ha que-
\49
dado resuelto ya en este acuerdo previo. Allí se fijó el interés, allí se estableció la garantía del retorno. Porque esta forma de capital funciona dentro de una lógica que supone el retorno, el cual está garantizado por la forma que asume el préstamo, la que a su vez descansa en el reconocimiento universal de uno de los participantes como propietario del capital.
El valor se determina antes de ser empleado y el acto concreto de realización del interés ratifica, hace efectivo, este acuerdo previo. Como e1 movimiento del capital a interés se expresa en la fórmula D - D', lo que ocurra durante el proceso de ocupación del capital le es indiferente. Nuevamente aquí el empleo del objeto, sus particularidades, sus propiedades específicas, en fir! su valor de uso quedan dentro de la indiferencia, opacas, ocultadas por este movimiento exterior y fetlche. Así, e1 capitalisia financiero funciona atenido exclusivamente al valor de cambio del capital. El proceso hasta aquí normal de la circulación del capital se complementa con esta fase previa, que continúa en otra también exterior y que, desde el momento que e1 fenómeno aparece reproduciéndose, se inde-pendiza del resto. como lo expresa Ma¡x en las Teorías sobre la plusvalía, esta forma de capital representa a 1a vez: Ta1
1. La fo¡ma más externa,
mistificadora y fetiche de las rela-
ciones de producción capitalistas. 2. Pero, al mismo tiempo, la más inmediata en la representación que se tiene sobre e1 capital. 3. Por consiguiente, la base, el
punto de partida del discurso ideológico del economista vulgar. 4. Y a1 mismo tiempo el blanco predilecto de la oposición
crítica, socialista al sistema burgués.
t t5()
LA FUNCIÓN IDEOLÓGICA DE LA CIRCULACIÓN
En su forma más elemental, la circulación contiene ya to_ das las contradicciones que estallarán cuando su proceso al_ cance las formas superiores y plenamente capitalistas. Po¡ "1 momento, logra ocultarlas, dando libre paso a las ideas que, en su conjunto, gestan 1a forma idílica de1 cont¡ato social. El problema parece estar, más bíen, en explicar 1a prolongaq¡5', del influjo de estas ídeas. ¿Por qué persisten una vez que salen de esta esfera ideal y propicia para su impacto fetiche? Aquí nos encontramos con explicaciones que derivan del movimiento 1ógico del sistema, y otras que responden, en cambio, a sus circunstancias históricas, y al hecho de que el rnodo ds producción capitalista, como cualquier otuo, jamás se da con_ cretamente en estado puro, sino siempre en una formación social en donde coexiste junto a ohos modos de produccl6¡. aunque en tal coexistencia siempre sea dominante. Es así como aún en 1as etapas más desarrolladas del modo
de producción capitalista, existen vestígios de modos de prs_ ducción anteriores, junto a la supervivencia de etapas nre¡1sg desarrolladas, del propio modo de producción capitalisl¿. Por ejemplo, 1as distintas formas que asume la pequeña pro_ ducción. Circunstancia que no obedece a un mero efecto ¡ssidual, sino que pertenece, por e1 contrario, a 1a lógica mis¡1¿ de la reproducción capitalista. La existencia de1 gran caFital supone subordinar bajo su mando a la pequeña producció¡.
transición hacia la subsunción real del trabajo a1 c¿pital, momento del dominio definitivo y hegemónico del modo de producción capitalista, momento particularmente per¡r.bador para estos sectores, provoca particulares períodos ¿s exaltación de estas ideas. Como las antiguas formas produ¡1ivas no han, desaparecido del todo; y difícilmente desaparegsrán, bajo el capitalismo, hace que la implantacion capitalista sea mucho más violenta, mucho más sentida, y que las ilusioT,a
151
nes que sostienen 1a concepción del mundo de estos sectores sean concebidas como más vetdaderas y convocantes. Importantes franjas de 1a sociedad se aferran a ellas con denodado empeño, y sólo a través de éstas son capaces de entender la nueva situación.
Luego, en e1 examen de una fornación económico social, cuyo modo de producción dominante es el capitalista, el análisis de1 comportamiento ideológico de las distintas clases sociales debe tener en cuenta dónde se produce la conciencia de estas clases, a partir de qué eiementos y en qué lugar preciso del proceso total de la produccíón elaboral su concepción de1 mundo. En este sentido, es altamente significativo para el estudio de1 comportamiento de estos sectores medios, saber, por ejemplo, que e11os toman concíencia de sí, en 1a esfera de la circulación. Que se configuran el mundo a través de 1as ideas que se entretejen en torno a la estructura mercantil. Por eso, mientras ésta conserve sus fueros; es decir, mientras esta forma persista como la expresión más visible del movimiento de 1as relaciones de producción capitalista, estas ideas y su influjo se van a renovar constantemente.
mercantil de la pequeña producción se extiende a las entidades individuales de 1a economía nacional, firmas, empresas, ramas formalmente independientes. La división del trabajo que da origen al pequeño productor privado se hace presente aún en las fases más desarrolladas, por ejemplo, en la división entre ramas de 1a producción, o entre sectores diferentes de1 funcionamiento total del capital en un país. Todas estas divisiones, por universales y po-tentes que searL continúan siendo reguladas por e1 mercado.
Durante este proceso se materializan dos de las formas típicas que adoptará 1a ideología en esta fase del desarrollo capitalista: la cosificación y la personificación. Mientras que 1a primera describe la reificación que experimentan las relaciones reales a medida de la socialización de la producciór¡ la segunda expresa la inversión característica de esta época mediante 1a cual el poder social, autónomo y fetiche de estas cosas, aparece dimanando de la persona2a que cumple la función de capitalista. Ambas formas ideológicas configuran 1a alienación como el efecto inmediato de este proceso. Así concebido, el fenómeno tiene un lugar teórico e histórico precisos.
PARA CONCLUI& ALGUNAS PALABRAS ACERC4. DE LA ESTRUCTURA MERCANTIL Y LA ALIENACION
La circulación mercantíl es 1a esfera en donde la representación capitalista ejerce su más plena eficacia. Porque es, en esta forma temprana de1 capitalismo, donde la estructura mercantil, es al rnismo tiempo 1a superficie visible de sus relaciones. En el1a, no solo se ancla 1a representación, sino que funciona un sujeto ideológico, históricamente determinado, el agente de1 modo de producción capitalista. El sistema merca¡rti1 continúa siendo, aún en el desarrollo más avanzado de 1as relaciones capitalistas, la forma predominante de su manifestación exterior, y la mercancía su célula. La estructura
lugar teórico, en tanto la alienación se remite a esta representación espontánea y natural que provocada por la circulación; y es un lugar histórico, porque está situado en e1 paso de la pequeña a la gran producción, esta pequeña producción que en su desarrollo deja de ser la base de 1as relaciones feudales, para pasar a desintegrarlas, pero que ahora es atacada en su estructura misma por la gran propiedad capita1ista. La alienación corresponde a 1a conciencia o sentimiento individual de los obreros durante esta fase de la explotación capitalista. Recordemos que Marx utiliza el concepto para deEs un
24 Cor¡o hemos dejacLo enteoder en ¡cferencrcs ¿nte¡o¡e\ ¿ esre concep¡o dc "petsona", Nfarx lo usa más en ei seotidu de l¡ m¡sc:¡¡ tlel re¡tru gflcgo. iuando esra designaba el papei que algulen asumÍa en la ob¡a.
752
153
nunciar los efectos de 1a explotación capitalista, con ejemplos de lo que acontecía en la Inglaterra de la primera mitad de1 siglo XIX. Luego este sentimiento, exptesión palcial que no es todavía aquella de la clase, da origen a. respuestas individ¡a1es o colectivas que no van en e1 mismo sentido de1 desarro11o de la conciencia de clase. La cual se consolida iustamente como conciencia de sí, en la lucha contra estas reacciones desesperadas o utópicas de esta etapa primaria.
historia de esta figura ideológica compromete interpretaciones, posiciones de clase, comportamientos polítlcos sociales de sectores no proletarios, pero que encuentran en ella una expresión cabal de sus inquietudes e intereses.
Cuando referimos la alienación a1 impacto social del capitalismo "salvaje" de comienzos de1 siglo XIX, 1o hacemos para seña1ar 1a posibilidad más rigurosa de entender el concepto. Posbilidad más precisa y concreta que aquélla que la define como la pérdida del hombre de sí mismo. No es el hombre entendido como especie quien se aliena, sino una clase sometida a las formas externas de la explotación que supone 1a plusva1ía relativa, donde la modifi-cación radical del proceso de trabajo afecta inmediatamente 1a situación del obrero mismo, condición generalizada que alcanza a todo tipo de productor, sean éstos del campo o artesanos. Masa humana reducida previamente a la condición de vagabundos, y que ahora se recluta por centenares en 1as flamantes fábricas. De este modo se puede decir que el Capital prepara al concepto científico de alienación, concepto que deja 1a vía libre para el encuentro real con el fenómeno real. Pero si bien el
problema del desacuerdo entre 1a figura ideológica y e1 fenómeno concreto encuentra una vía de solución en esta lectura rigurosa de 1os textos, esto es, conforme a 1a evolución teórica del pensamiento de Marx, su repercusión no se restringe ni se queda en este puro aspecto. La historia de esta problemática tiene proyecciones que van mucho más allá de lo que podría rectificar una intervención eprstemológica. No basta, entonces, con desautorizar las interpretaciones impuras ní con señalar la debilidad teórica de una mirada Poco autocrítica respecto de los presupuestos con 1os cuales funciona. La
154
155
TERCERA PARTE
ft fetichismo
de los discursos
Capítulo
6
LA PRESENCIA DEL ELEMENTO VULGAR EN LA ECONOMÍA POLÍTICA CLASICA.
ru
I. LOS TRES ASPECTOS
nrNóurNo roEorócrco
La ideología es un saber comúry que só1o es capaz de referi¡se a sí mismo desde su restringido punto de vista, sin lograr e1
distanciamiento necesario para una mirada introspectiva. por naturaleza, no conoce 1a duda ni revisa sus presupuestos. Se ufana de ser 1a verdad, no una aproximación ni un intento de verdad, sino la Verdad en sí y para sí. Luego, poner en duda sus presupuestos 1e significaría desmentir sus movimientos específicos, y necesarios. La duda es ya un cambio de terreno, pues quien se entrega a la autocrítica revisando permanentemente los fundamentos teóricos, poniéndolos a prueba, deja de lado Ia ideología y a1 mismo tiempo, la enfrenta. En este capítulo enhamos a examinar un dinamismo que le es propio. Se trata de 1o que llamaremos la intervención ideológica; un movimiento que actúa sobre sus bases, reafirmándoles y reproduciéndolas a su manera. De esta manera, 1a ideología se transforma aquí en sintaxis de 1as ideas cuyo catast¡o esbozáramos en la segunda parte. Sintaxis cuyos fines externos 1os determina la lógica particular de su disposición. Sintaxis dbstinada a persuadir, o a provocar un comporta-
159
miento determinado en e1 destinata¡io; a ocultar 1a víolencia del dominio mediante un Proceso que permite recoger 1a adhesión voluntaria de los sectores dominados. '{1 parecer, junto con visualizar un aspecto diferente del fenómeno ideo-
punto pasa por una definición con respecto al fenómeno ideológico, del cual reiteramos de nuevo 1os tres niveles en que viene siendo examinado:
1ógico, pareciera que hemos cambiado de objeto. Ya no son las representaciones ni las ideas conside¡adas en sí mismas, sino
en su nexo, en la particular relación u orden que asumen en el interior del discurso ideológico, 1o que va a ser e1 objeto de esta parte de nuestro lrabajo. Como dijimos en nuestra introducción, es posíb1e advertir en e1 fenómeno ideológico una triple dimensión; momentos o instancias que son, algo así como transversales con respecto a 1as diferentes categorías económicas capitalistas. La reiteración de esta referencia triple, aunque surja en El Capital a intervalos irregulares, revela 1a existencia de otro plano además de1 proceso de 1a exposición que va de 1o abstracto a lo concreto, y que hace evidente 1a marcha de la exposición. Se trata de un p1ano, en donde se alude a los comportamientos propios de la práctica ideológica, que complementa el efecto particular y fetiche de las categorías económicas. Indicaciones escuetas y precisas en el texto de Marx, interrumpiendo el movimiento de la exposición para acusar en ese momento preciso la existencia de distintos niveles por los cuales atraviesa ta1 o cual efecto fetiche.
No olvidemos, al respecto, que e1 Capital se proponía 'ren primer lugar, ia crítica de 1as categorías económicas, o bien, if you like e1 sistema de 1a economía burguesa presentado bajo una forma crítica. Es alavez, un cuadro de1 sistema y la crítica de ese sistema, a través de su propia exposición"l . Supone un desarrollo, por 1o menos en dos niveles: la crítica al sistema capitalista a través de esta misma exposición y la crítica de 1a ciencia correspondiente, 1a economía política. Este último 1
lvfarr, Engels, l-zllre t sur h Capnal, Edti,tns sociales, Paris, 1964, p.85
1&)
1.
En su base material, o reproducción concreta y objetiva de la forma económica en su apariencia fetiche;
2.
En el rnodo como se la representa el agente de la producción; y
3.
En
e1
discurso ideológico del economista. LA INTERVENCIÓN IDEOLÓGICA
Dada 1a forma como la clase dominante ejerce su poder en el plano de la ideología, hemos decidido llama¡ a toda esta operación, donde están comprendidas 1as alianzas de clases, el control de los aparatos ideológicos de Estado, la representación, en fin de toda suerte de presiones, seducciones o imposiciones ideológicas: la intervención ideológica. Se puede
hablar de intervenciórg en primer lugar, porque expresa sin equívocos, que los intereses que determinan acciones de la clase dominante, son intereses políticos, propios de de su proyecto de dominio y de la "reforma intelectual y moral que se ha propuesto instalar2. Acciones que están destinadas a cambiar un determinado equilibrio en 1as fuerzas políticas en juego, a imponer una alianza que posibilite la instalación de un nuevo cuadro político, para acabar imponiendo su dominio, tanto en 1as clases o sectores de clases que son sus aliados, como en los adversarios que neutraliza, como
2
L¡
f¡ase, "¡efo¡ma intelectu¿l y moral", es una metálota que Antooio G¡¿mscr l¡r¡ ¡eÉeursc a las medr.1;s .r adoprar y 1as iniciativasi desplegar, en afán a rotrrr rllpuncr LnJ r( lorn .r.Lln_ral q .( :lcomfJne el p o)(Lro poL (o en qL( nr de ermir d".l¡, .oci¡l e- 'l emoer rd r I n Jo q-re uere quc ver c61 16. p.^p6.r16. LrJ u,b"i . u..,no' l, erp 1e lr.e ".6¡ o¿r; re cr r¡o. uc rrre . .< n.g.-.¡¡.o. emple¿.
de
l¡ bu¡presr,
r6r
en aquéllas que 1e son antagónicas3. Porque la intervención, como tal, forma parte de1 domimo general de una clase sobre otra.
Cuando nos referimos al fenómeno ideológico en términos de intervenciór¡ suponemos no sólo la imposición de un di*curso, : ino lodaq l¿s olras form¿:, mecanismos e institucio nes mediante las cuales se inflige un determinado e histórico dominio político. Aparatos estatales directame¡te tepresivos, o solamente destinados a la presión ideológica, instituciones seculares, sistemas de ideas, hábitos, prácticas y hasta gestos, pasando por el propio lenguaje, forman parte de esta .intervención. Hechos múltiples y de distinta naturaleza, pero que confluyen para ordenarse en tues propósitos fundamentales:
1.
2.
Consolidar la existencia hegemónica de 1a ideología dominante, que es la expresión de las ideas de la clase dominante, en el espectro políttco y cultural de una socledad determinacla. Lograr inponer un consenso, al respecto, a través de las prácticas concretas de 1os aparatos ideológicos de Estado.
3.
Por último resumir toda esta intervención bajo la forma de un discurso, que será siempre pariicular y específico, un discurso ideológico.
Tanto la imbricación profunda entre estos tres propósitos, como sus conexiones no menos necesarias y objetivas entre las relaciones ideológicas y el conjunto del sistema, reposan en un hecho tan obvio como fundamental, pero que frecuen-
3 Taml¡ién los conceptos poüticos de clases aliadas eoemigas, adversarias y enemigas pertenecen a Gramsci, quien 1as propone en sus notas acerca de le polinc.-r, par¡ proponer que una determinada clase, o bloque de poder, debe de[n su proyecto poLítico como une acción destinada a ampliar \r coosoLidar el cempo de los amigos, neutraliza¡ ei de los adve¡sados \,'restdogrr, hasta donde see posible el de
Los
enemigos.
162
temente se olvida, a saber, que el desarrollo del modo de producción capitalista significa no sólo la reproducción de un determinado tipo de relaciones materiales necesarias, sino también de una clase en particular, o mejor dicho de dos clases, en una particular situación de antagonismo, pero en definitiva, una reproducción natural de ciertas relaciones productivas de la clase que se identifica en ellas y que está, por 1o misrno, destinada a dominar la sociedad. De1 conjunto de relaciones, y repercusiones de la práctica ideológica en las formaciones sociales capitalistas, retendremos aquí só1o aquello que concierne a un discurso ídeo1ógico, en particular, e1 discurso ideológico de1 economista. LA NATURALEZA DEL DISCURSO IDEOLÓGICO
El discurso ideológico puede ser definido como 1a estructura compacta de una argumentación, cuya peculiar disposición de sus elementos está determinada por e1 efecto político que se propone producir. Por esto, el discurso se hace presente reproduciendo un conjunto de elementos ideológicos en un orden determinado. Se trata de un esfuerzo sintáctico en e1 nivel de la ideologia, en donde no solo es importante el contenido de los elementos que lo constituyen, sino el orden particular en que estos contenidos se articulan. Esto quiere decir que el discurso ideológico puede producir un efecto específico, solo en cuanto se articula de una determinada manera, manera que es, a la vez, coyuntural e histórica.
En lo que sigue exarninaremos la relación recíproca que hay entre las representaciones ideológicas y 1a acción específica del discurso. Este movimiento debiera leerse en ur, doble sentido, por los significados distintos que adquiere en cada caso: es decir, 1) primero, cuando hace visible 1a influencia de las representaciones ideológicas en el discurso,
763
y 2) segundo, cuando en e1 desarrollo de su argumentación, éste muestra el uso que hace de aquellas representaciones.
1.
2.
Detengámonos primero en el movimiento que va de 1a representación al discurso. Las representaciones ideológicas constiluyen la materia prima con que trabaja el discurso. Luego Ia representación constituye e1 punto de partida del discurso. Pero, en segundo lugar, éstas son tambrén 1a base en donde el discurso se confirma y a la cual se refiere continuamente. Teniendo en cuenta, eso sí, que a1 confirmarse a sí mismo, viene de otra manera, a reafirmar recíprocamente la representación cotidiana. Es por esta razón que 1a representación ideológica es también meta o punto de llegada para la acción del discurso. Luego tenemos e1 movimiento que va del discurso a la representación. Éste es, propiamente hablando, el proceso de la reproducción subjetiva, donde el díscurso queda concebido como una suerte de sintaxis, que organiza sus elementos en un orden determinado, donde se supone actúa una lógica que aunque no posee un código fijo o general, su disposición resulta siempre determinada por una particular coyuntura histórica de conJrontación entre clases. Demás está decir que los elementos no son producidos por e1 discurso, éste impone efectos, alude, reproduce una alusión precisa al establecer un orden en estas representaciones, destinado a producir un comportamiento particular y deseado, en el destinatario o sujeto ideológico.
En este caso e1{uncionamiento del discurso consiste en tra-
ducir teóricamente el efecto fetiche de la realidad cotidiana, creando un lenguaje común aceptable y soportable, que haga accesible y natural la contradicción latente en esa realidad. E1
donde las representaciones se sistematizan y ordenan en un cuerpo teórico. De este modo, la masa generalmente caótica de ideas y pre-conceptos que se albergan dispersas, disgregadas contradictoriamente en 1a conciencia inmediata de 1os agentes de 1a produccióry aparece ordenada conlorme a los intereses coyunturales históricos de la clase dominante. Pero e1 fin ú1timo del discurso no se propone imponer e1 orden, sino hacerlo coincidente. El discurso se encamina a producir la coincidencia, y mientras más grande sea la coincidencia ideológica entre lo que el discurso propone y 1o que la conciencia habitual acepta, más decisiva viene a ser su eficacia.
El discurso ideológico consolida, rectifica o varía las concepciones que de sí mismo o de1 mundo se hace el sujeto a partir de sus representaciones inmediatas. Por eso es justo decir que en este tipo de análisis se parte más bien de algo que está 1leno, y no de vacíos. No hay tabula rasa o espacio en blanco, sino e1 más complejo y complicado entrecruzamiento de fragmentos de discursos diferentes, en el estado en que han sido digeridos por estos sectores. Dentro de una formación económica y social no só1o encontramos lo que propiamente hablando sería la ideología dominante con su discurso oficial, sino también 1a tutina tradlcional, vestigios de concepciones de otras clases ayer dominantes, ecos de antiguas alianzas, 1a persistencia de viejos privilegios, siempre más pensados que obtenidos verdaderamente. Porfiadas actitudes reaccionarias, junto a las protestas de todo tipo. Oposiciones a1 sistema ímperante que actúan con el material de que disponen. Respuestas utópicas que miran muy adelante o muy attás, confundiéndose en su empeño distinto con el mismo lenguaje oficial, etc., etc- Sobre esa masa caólica interviene el nuevo discurso.
discurso, además, elabora doctrinas cada vez más compactas,
Terreno natural, obligado e inevitable, por 1o tanto, no solo de la intervención ideológica, sino también de 1a acción de la
t64
165
ciencia. Pues 1a ciencia, y con mayor ¡azón las ciencias sociales, no comienza a actuar sobre un espacio impoluto, libre de toda i¡fluencia. Ní el objeto de su trabajo, ni la mi¡ada del científico son puras, sino profundamente contaminadas. En ambos casos existen obstáculos epistemológicos tan difíciles de suprimir, como 1o son 1as dificultades intrínseca del trabajo teórico científico propiamente tal. Muchas veces cuesta más una recti,ficación de ta] o cual punto de vista equivocado, que llegar a tal o cual descubrimiento científico.
toda su eficacia. Pero en cuanto lo reafirma y consolida representa tarnbién una cierta dinámica, que podría resumirse diciendo, el discurso sabe cómo hacerlo", o mejor quien produce el discurso posee un cierto saber técnico que le permite producir modlficaciones, no esenciales ni sustantivas, pero sí importantes para 1as circunstancias históricas coyunturales que le han dado vida. Por ejemplo, producir el temor social; por ejemplo, producir la neutralidad de tal o cual sector de clase; o por ejemplo, consolidar una adhesión hasta entonces tímida, o no claramente insinuada. Claro está, todo esto va acompañado de actitudes, posiciones, acciones po1íticas, que hacen del discurso una parte del proceso total y no su única explicación.
El discurso ideológico aporta la confirmación y la certeza de 1o que cada cual presentía. E1 discurso del economista, por ejemplo, termina reordenando e imponiendo la conciencia de sí a un determinado conglome¡ado humano y lo fija en una función y lugar precisos en el interior de la sociedad. Traza a grandes rasgos 1a visión general de un sistema armónico en donde cada individuo y cada clase son interpelados en su exacto lugar y en concordia con e1 resto de 1a sociedad. Todas estas clases son propietarias, porque todas poseen algo; y todas, con aquello que poseen obtienen una ganancia. En ese sentido todas lucrana.
La conclusión que podría sacarse de toda esta dialéctica es que no obstante su carácter dinámico que revela una cierta conciencia de los mecanismos reales de1 fetichismo capitalista, el discurso está predeterminado por este fenómeno, como 1o está también quien a 1a ocasión es su ptopio autor, y como lo está finalmente la clase que 1o produce para sus beneficios como clase.
FETICHISMO Y DISCURSO IDEOLÓGICO
EL ELEMENTO VULGAR
Hemos visto que la intervención se e{ectúa a través de los mecanismos de ocultamiento ya existentes, por lo tanto no hay aquí creación sino más bien aprovechamiento de situaciones que tienen su dinámica propia. El ocultamiento, dijimos, es connatural a la reproducción de las formas económicas capitalistas, porque pasa a constituir un aspecto importante de su fetichismo.
El elemenlo vulgar está presente también en la empresa científica de los clásicos. Como ta1, acusa la ambigüedad característica de 1a economía política clásica y 1a posibilidad latente de desviación que acompaña su tentativa científica, dado que ellos sistematizaban, como hemos dicho, la conciencia de sí de la sociedad burguesa. Conciencia a 1a cual estaban atenidos para siempre. Pues el elemento vulgar acusa la presencia de problemas no resueltos por e1 análisis de la realidad capitalista, 1o que de otra manera explica que, a pesar de un proceso de desentrañamiento de 1as relaciones reales propio del proceso científico, coexista la representa-
El discurso se mueve dentro de este efecto y en él deposita 4 Nos ¡efcnmos a lo que Nfar* üama "el mundo e¡c¡nt¿do del scñor C.rprrrL r,la
.en ¡ l'e-r,
. que
fó¡mula tnoitarir".
e\rl_x'r-'(rro er e .l¡mo c,p.ru ,. cu;ncJ, ,Lord.r o
166
,,
167
qalistado el poder político. Desde ese momento, 1a lu_ cha de clases, tanto en lo práctico como en lo teórico, revistió formas cada vez más acentuadas y amenaza_ doras. Las campanas tocaron a muerto por la economía burguesa científica. "? (10g) Es entonces cuando el discurso
vulgar se hace dominante llegando a alcanzar una autonomía plena. pero veamos pre, vjamente cómo se genera en el interior de la economía política clásica. Cómo surge de la tendencia a absolutizar lasjorr,,u" económicas capitalistas como las formas de toda producción, perdiendo la óptica histórica del análisis. problema que se cenha, por otua parte, en la reducción de1 conjunto de las rela_ ciones sociales a 1a figura ideológica del indivlduo concebido como un Robinson.
II. ALGUNAS NOTAS SOBRE LA ECONOMÍA POLÍTICA CLÁSICA
Marx concibe la economía política clásica como un sistema cerrado, cuyo comienzo y fin son claramente perceptibles, pudiendo ser precisados históricamente y articulados en una figura simétrica donde dos líneas paralelas ilustran el desarrollo de 1a ciencia económica en Inglaterra y en Francia. Este desarrollo se inaugura en dos vías de análisis, cuyos puntos de partida son W. Petty y Boisguilbert a fines de1 siglo XVII. El paralelismo continúa a lo largo del siglo XVIII con 1os fisiócratas por el lado francés y A. Smith por e1 inglés, concluyendo en las primeras décadas del siglo XIX, con David Ricardo en un extremo y Sismondi en e1 otro.
Figura simétrica que muestra, además, un desarrollo paralelo donde se hacen visibles 1as dos principales oposiciones que marcan esta historia: 1) el contraste social entre la Francia e Inglaterra, y 2) un contraste nacional consecuente de sus economías po1íticas. Para hacer más visibles éstas y otras características proponemos el siguiente esquema. Absolutiza el dinero
I
William. Petty
Absolutiza el capital
_Adam
Smith
_
I
David Ricardo
La vía de la economía politica inglesa La vía de la economía política francesa
Boisguilbert
los fisiócr¿tas
1
I u"o, PjZdiGrlogo
a
la seguncia eclición, p.14.
17rJ
Sismondi 1
Acepta ciertas formas del dinero, pero rechaza otras
Acepta ciel"ras formas del capital, pero rechaza otras
171
El contraste, que se puede observar a Lravés de esta figura, ent¡e la 1ínea inglesa de desarrollo de 1a economía política y la línea francesa, responde al carácter que tenían estas diferentes formaciones sociales en que se hicieron más evidentes 10s tramos iniciales del desarrollo capitalista. Contraste que explica, además, 1as dos alternativas en que se va a hipertrofiar e1 discurso ideológico, una vez que éste cobre independencia hacia e1 final de1 período clásico de 1a economía política. Una de ellas, la vía inglesa, es 1a tendencia a adherir absolutamente a la lógica de1 sistema capitalista y que concluye, como consecuencia natural, en la forma ideológica de 1a apología. La otra, la vía francesa, aunque va caractedzar constantemente una oposición a1 sistema, no será capaz de salir del marco general del horizonte capitalista, ni de su ilusión, No obstante, esta vía va a alimentar 1as posiciones específicas del socialismo utópico. Tendencia, esta ú1tima, perceptible ya en 1os escritos de Boisguilbert, quien toma partido en favor de 1a peqüeña producción y contra e1 empleo usurario del dinero, o del dinero como moneda. Este precursor de los fisiócratas realizará la misma operatoria que va a repetir después Sismondi, esto es, de aceptar ciertas formas o ciertos momentos de una categoría económica determinada, en este caso, el dinero , para rechazar ot¡os. Lo que Boisguilbert hace con respecto a1 dinero, lo hará Sismondi en relación con el capital.
barreras para e1 consumo ni de 1as que se oPonen a la circulación misma -...- solo centran su atención en e1 desarrollo de 1as fuerzas productivas y en e1 crecimiento de ia población industrial -en 1a oferta, haciendo caso omiso de la demanda-Por ello han comprendido 1a esencia positiva del capital más correcta y profundamente que aquéllos que, como Sismondi, hacen resaltar 1as barreras para el consumo y para 1a esfera existente de contravalores, aunque e1 último ha captado más hondamente la estrechez de 1a producción fundada sobre e1 capital, su unilateralidad negativa. E1 primero, más su tendencia universal; e1 segundo su limitación particu1ar..."1 1as
Tendencias distintas en el desarrollo de 1a economía clásica, que dan lugar a posiciones también distintas, y que en el momento del paso de 1a subsunción formal a la real, originan una particular coyuntura histórico-teórica donde se enfrenta, de una parte, 1a economía política c1ásica con la economía vulgar, y de otra, 1a posición de los socialistas con las propias posiciones de Marx. Intentemos un esquema que resuma estos procesos:
Siglos XVII,
Economía política T.inea" inelesa de la -. "'o" --.1: :"" hconomia poLt trca clasrca
Por 1o tanto, si por una parte, hay identificación con el sistema, por 1a otra desarrolla una crítica a1 sistema, que es producto de una cierta conciencia de que alberga una cont¡adicción sustantiva. Proceso que culmina con 1as diferencias que se pueden advertir en la obra de Ricardo y Sismondi.
"Los economistas que, como Ricardo, conciben 1a producción como identificada directamente a la autovaloración del capital, y que por ende no se preocupan ni de
772
Siglo XIX
XVIII
vulgar
---+ Iiicdrdo
Marx,
o la crítica de
economía política T-ínea francesa de 1a
Economía política clásica -+
l
Sismondi
Cntdri::e, p.363.
173
'--
--+ Socialismo utóPico
la
EL DESARROLLO DEL ELEMENTO- VULGAR EN LA EMPRESA
crENrÍFrcA DE LA EcoNoMÍÁ
póiiifu?cl¡éié,i
La economía política clásica es la conciencia de sí de la so_ ciedad burguesa durante un período relativamente temprano del modo de producción capitalista, que coincide con el mo_ mento de ascenso revolucionario de 1a burguesía. Un período donde la suerte de la sociedad capitalista no estaba todavía definida en ningún plano, pues si en el terreno de la políti_ ca toda esta época esfuvo determinada por la lucha contra la nobleza, 1o que en otros términos era la lucha de la burguesía por el poder, en el plano económico regía aún la dinámrca de la transicióry por lo que permanecían vigentes o coexistían formas anteriores de producción, ya sea feudales, o simple_ mente pre-capitalistas.
Nos enconl¡amos ante una etapa aún insuficiente del de_ sarrollo del valor de cambio. Tanto en Inglaterra como en Francia la agricultura de subsistencia y la industria patriarcal son todavía significativas, 1o que explica que el cambio ocu_ rra aún a nivel del excedente2, y que no todos los productos sean dependientes del intercambio. Este fenómeno junto con revelar el estadio imperfecto en que se encuentra el desarro_ llo de Ia reproducción capitalista, explica además el porqué de 1a coexistencia de etapas anteriores en la evolución de la categoría económica, 1o que hace simultáneas en la superficie
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tn.. -c,moio Je ,o. er.eu. ¡re. de l, ¡rnju.crgr \ r ,-.-,d. uo:e. Jn m,,f1erro p r.,.o, n,.prcnr- de i^ q,te,r.r,, me l¡rde,n I
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tr-n-tn,¡¡o.,o. ru.t I de l^.' dc u.n en rcn ;ncr*. qie L Je L re.. rnct,. e, clr,,n, ¿l ,¡lord<.¿mbro "lr,ce r , rJu¡¡er" _r, rorn, ind"penJ";.a ,.; n ;-r" .e l,rllJ dre..r-ne'l c'¡ C',J,lO,l \" ot a( u, . L..O.{r ,. rr,lc.U,r e1 u.. a
La propia producción, en toda
:l:lli 1: elo:,::'rn c1ds.
sr.r
consrruccion,
1.a.,,
," orr"lr¡" hr.r".l oái* h;
"r" c¿mbro. ,r. por ello es solo en r.r¡tud d. ;u;*;;"1; pu 11 meüdc quc Ios w.rtores de uso son retperidos p"," .l co.,..,mo q.,. a!u'_de ser t¿lcs v \u coo\.renen en nediós dc intÉ¡cambio, en mercan_
y no haci;,eL
r¡lor.Jc
\ta)ttnb aan, I J1.)
171
de 1os fenómenos realidades de muy distinta índole. Además la conkadicción fundamental del modo capitalista cle producción yace aún latente, ya que la burguesía organiza sus principales batallas contra la nobleza teniendo por aliado suyo a1
proletariado. DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS A LA ECONOMÍ,q POTÍTTCA
Todas estas características contribuyen a crear el prototipo de ciencia, que era la economía política en la época de A. Smith. Tanto sus posibilidades como sus limitaciones están determinadas por la coyuntura específica en que se gesta. por una parte, dado la contradicción real no se hace atin presente con toda su fuerza y agúdeza, creando 1a posibilidad del discurso científico cuyo objeto, e1 modo de producción capitalista, no ha agotado todas las fases de su reproducción ni todas sus potencialidades. Este hecho pone frente a la ciencia una reali-
dad disímil, conlradictoria porque imperfecta, donde las categorías capitalistas no han alcanzado todavía la plenitud de sus mani{estaciones. Por otra parte, la manera formal como el proceso del trabajo se subsume en el capital posibilitaba la presencia de elementos críticos yuxtapuestos a1 esfuerzo científico. Era evidente que en el momento de la economía política clásica, las relaciones productivas podían tener otras formas que la capitalista.
La racionalidad de la lógica capitalista no duda de la apariencia de la forma económica, aceptándola como un dato, y es por eso que el problema de 1a plusvalía, piedra de toque de la sociedad capitalista, no pudo ser producido como concepto por los clásicos, quienes siemp¡e se limitaron a verlo a t¡avés de sus formas, sin coger el problema real, sino sus manifestaciones fetiches tales como 1a renta, 1a ganancia, o el interés. Procedimientos que revelan la debilidad interna de la empresa científica de los clásicos.
175
En un principio, la economía política, como disciplina teórica, surge de aquella reflexión que logra superar los marcos reducidos de una po1ítica económica circunscrita. Por 1o general, es en apoyo a determinadas proposiciones atingentes a una política económica precisa y contingente, que surgen los primero trazos de 1a economía política. El alegato de Boisguilbert, por ejemplo, en contra de la po1ítica fiscal de Luis XIV, genera un aná1isis de aPoyo a sus planteamientos, análisis que subyaces implícítos en esta Protesta apasionada que este Intendente hace en pro de la pequeña propiedad de la Francia de ese entonces, y que contiene en germen todos los elementos de una economía po1ítica, sobre todo por su reflexión acerca del dinero
y
de1
orden natural económico'
Si la política económica, en el caso de Boisguilbert, involucraba las relaciones del poder absolutista con 1as diferentes clases de 1a sociedad francesa de fines de1 siglo XVII; su economía política examina el marco general de esta contienda, se refiere a1 trabajo productivo e improductivo y, en especial, al papel que el dinero debe jugar en este contexto. Luego, desde sus primeros representantes, e1 esfuerzo científico aParece como un inteffegno, como un espacio que interrumpe la tendencia natural de la reflexión económica hacia la ideología, colocándose entre los mercantilistas y 1a economía política vulgar. Situada entre estos dos grandes momentos ideológicos, nos podríamos preguntar si acaso 1a interrupción no fue ideología, siendo la ciencia una rara avis en ese medio que no 1e era propio. Ta1 es 1a fuerza del fetichismo sobre el pensamiento económico, que podríamos preguntarnos acerca de cómo 1a economía política clásica pudo escapar, aun parcialmente, a este influjo. más bien de
1a
La economía po1ítica c1ásica contiene prácticas diferentes que distinguen a1 economista científico del economista ideólogo, pero cuyos confines no están claramente definidos aún, dando lugar a la vacilación constitutiva de su discurso. Así,
176
para Marx, la empresa de Smith compoda ambas actitudes, por 1o que se puede decir que hace al mismo tiempo ideología y ciencia, efectuando 1a práctica del científico y la práctica de1 ideólogo, sólo que esta última se origina por las deficiencias de su práctica científica, luego, ni es deseable ni programada por el economista. La coexistencia proviene en definitiva de la forma como el Smith científico hace frente a su objeto. En este encuentro van a quedar definidos 1os límites que tuvo la ciencia económica en aquel período. En vista de 1o cual se puede postular que, en tanto proceso de vulgarización, la ideología surge de 1a ciencia: es decir, la economía vulgar proviene de la economi¿ politica clásica.
Cuando el problema de 1a ideología se plantea solo como 1a oposición ideología/ciencia, es reducido al terreno específico de1 proceso científico: a la tarea permanente de todo empeño científico, a la lucha contra 1os obstáculos epistemológicos, como lucha contra la conciencia ideologizada cornprometida por intereses exteriores al propio científico, su intervención en un campo donde e1 objeto, sus categorías y relaciones fundamentales, están enmascaradas, opacadas por la contarninación doctrinal, por 1os prejuicios, pero sobre todo, por la apariencia engañosa de las mismas cosas. Pero cuando penetramos en 1a esfera de la política, donde las repercusiones son mucho más vastas que e1 problema específico de la práctica científica, pasamos a ver las proyecciones que una práctica científica equivocada puede tener en el plano de la política y de 1a ideología. Se anuncia en este movimiento el mecanismo de alimentación de la ideología dorninante. Podemos hablar de ciencia porque 1a reflexión económica en e1 período de los clásicos no se comprometía aún con los intereses de la clase dominante, y no aparecía aún el ideó1ogo. En 1a medida que la reflexión teórica sobre la riqueza es capaz
177
de sobrepasar su objeto empírico y desentrañar aunque sea sólo desde un punto de vista positivo la lógica del sistema capitalista, este proceso puede ser calificado de ciencia. Pero una vez que el propio desarrollo de1 objeto engendra su conlradicción interna e inmanente, esta vía de análisis se clerra. Este momento coincide con el paso de la subsunción formal del trabajo al capital, a la real, donde la reproducción de1 sistema se hace predominantemente capitalista. En este punto lírnite la ciencia cede paso a la ideología. ¿Por qué ocurre esto? ¿De qué manera este pasaje de un momento en e1 desarrollo del capitalismo (e1 de 1a subsunción formal) a otro, donde e1 dominio de1 modo de producción capitalista se hace más pleno y absoluto, significa el fin de la economía clásica? EL MOMENTO DE
DAVID RICARDO
David Ricardo constituye a la vez la culminación y el fin de 1a tentativa científica. Su aporte consiste precisamente en haber llevado el enlrentamiento teórico de 1a cont¡adicción a sus límites extremos, teniendo en cuenta que su pensamiento no escapaba al horizonte burgués de 1a ciencia económica. Es por esta misma razón que después de Ricardo no quedan más caminos que caer en la apología o superar el punto de vista burgués, alternativa, esta última, que inaugura y desarrolla la " critica a la economía política": es decir, la empresa de Marx .A1 centrar todo su esfuerzo en el desarrollo de la ley del valor, pasando a la comprobación de todas 1as otras categorías a partir de ésta, 1o que hace Ricardo es reconocer el terreno propio y exclusivo de 1a producción capitalista. Su operatoria es similar a la de los filósofos del período clásico de la filosofía alemana, que sometieron todos los valores anteriores a 1a criba de la razón. Pero como su punto de vista convenía con el desarrollo sin límites de las fuerzas productivas, lo central pasa a ser el progreso de 1a productividad del capital,
178
sin importarle si este desarrollo afecta a los trabajadores o a los capitalistas, siempre y cuando 1a 1ógica del sistema no sea alterada. Marx, celebró, en más de una ocasióry esta probada independencia científica de Ricardo. Ricardo se identifica plenarnente con la 1ógica del sistema, pero como el carácter capitalista específico de ésta no 1e era plenamente visible, 1a concibe como la 1ógica de la producción general, afectando coh esto tanto su comprensión de 1o que debe concebirse como "producción en general" como e1 conocimiento de la producción capitalista en particular. En rigor, para Ricardo como para cualquier otro economista clásico, se trata de la producción en general, como concepto supra-histó_ rico que hace sustantivo, para quienes creen equivocadamen_ te en esta concepción general de la producción, un fenómeno que solo aparece en sus manifestaciones particulares. Lo que ocurre es que cuando hablan de la producción con una gran I concibiéndo1a como la única posible, están hablando de 1a producción capitalista. La producción en general sólo puede ser concebida por quien proyecte una mirada histórica, advir_ tiendo lo t¡ansitorio de todas las manifestaciones particulares. En el caso de la produccion capitalista, Ia confusión implica precisamente esta mirada ahistórica del econornista, que lo lleva a concebir la historia en términos de progreso positivo e incesante, sin perturbaciones ni contratiempos, en una palabra sin crisis, pensándola empero desde el punto de vista del modo de producción capitalista. En otras palabras, se imaginan la historia ta1 como el punto de vista capitalista posibilita concebirla. Además, como producto de la drnámica propia del movimiento del sistema, se desarrolla la tendencia a tomar el punto de vista particular como único, como la verdad, proyectando una mirada negativa, y aniquilaclora sobre todo aquello que no se adecúe a este momento particular. Es por esto, que olra línea de desarrollo de la economía
179
po1ítica, situada en un punto de vista opuesto a la lógica del pensamiento ricardiano, presiente que se tuata más bien de barreras inmanentes aI desarrollo del capital. Es el caso de Sismondi, quien se coloca del lado de 1os críticos al sistema. para é1, estos obstáculos son resultados del movimiento del propio capital y su proposición consiste, entonces, en encont¡ar {renos a este desarrollo. Por lo tanto ambos autores, Ricardo y Sismondi, se posicionan, de marera opuesta con respecto a la cont¡adicción. Cada uno 1a entiende y la resuelve diferentemente. En efecto, mientras Ricardo pensaba 1a ciencia dentro de 1a lógica capitalista y la llevaba a sus extremos, Sismondi se mantenía en una postura crítica al sistema. Ambas posi_ ciones configuran puntos asimétricos, donde la relación de 1a ciencia con su objeto se desequilibra y se rompe por razones opuestas. En un caso porque la adhesión a la lógica del siste_ ma impide ver el catácter conhadictorio del modo de producción capitalista; en el otro, porque ia crítica pequeño-burguesa pasa por alto el carácter necesario del desarrollo capitalista.
III. LA TENDENCIA A ABSOLUTIZAR LAS FORMAS ECONÓMICAS CAPITALISTAS
Marx reprocha a Ricardo: que su proceso de abstracción, no l1egue a su término correctamente, que no todos 1os eslabones intermedios sean recorridos y que el paso final de Ia forma económica a la relación social no se efectúe. Hacerlo parcialmente implica mantenetse en el plano de lo que podría ser. El entusiasmo con el que Marx devo¡a 1os primeros capítulos de los Principios de Ricardo, y la decepción gradual que muy pronto le gana, proceden precisamente del hecho que este esfuerzo se quede a medio camino, de trace una vía, que sólo insinúa, pero que no la siga hasta e1 fina1. La reducción a 1a {uente comúr¡ o "movimiento real de1 sistema' es realizada por 1o general de modo absoluto, sin pasar por 1os eslabones intermedios, impidiendo de esta manera que la base común, o hilo conductor de estas distintas formas económicas, se haga visible. Se privilegia solo e1 momento del aná1isis, y, en consecuencia, 1a ciencia económica no desarrolla 1a génesis real de las categorías, limitándose a reducirlas a su simple unidad cosificada. La crítica a la inversión contenida en cada categoría, es decir, su {etichismo y 1a forma como ésta oculta ei proceso anterior no puede, entonces, ser percibido en 1a totalidad de sus proyecciones. ¿Cuáles son 1as dificultades de la economía po1ítica clásica, con el método así comprendido?
1.
18o
En primer lugar, se hace evidente, una falla en el proceso de 1a abstracción que emprende Ricardo. Uno de los reproches más serios que Marx 1e hace a se refiere, precisamente, al carácter irnperfecto de su exposición, a causa dé un defectuoso desarrollo de 1a abstracción.
181
No porque Ricardo fuera muy especulativo, sino, a1 contrado, porque no 1o fue suficientemente. Porque no agotó todas sus posibilidades de este método de abstracción. Ésta se revela a la postre defecluosa porque implica presupuestos que 1a economía política clásica no estaba en condiciones de proporcionarle. Suponía tener conciencia del papel protagónico de la clase obrera en Ia sociedad capitalista. Pero suponía también e1 enfrentamiento del carácter fetiche de las formas económicas. Luego, en segundo lugar, el análisis no efectúa el proceso de síntesis que sigrufica salir de estas formas abslractas inicialdo el inverso de reconst¡ucción del concreto real por la vía de la elaboración teórica; teniendo por meta la reproducción de este concreto en el plano de1 pensamiento. Lo cual le significó a Ricardo, perder de vista 1a inserción 1ógica de 1as distintas categorías, inserción que suponía establecer con precisión tanto su génesis, como el funcionamiento de estas categorías en el interior de1 sistema capitalista. Esta metodología defectuosa encalla definitivamente cuando se empieza a tomar estas fo¡mas como fijas y eternas, 1o que no es sino una de 1as consecuencias de la absolutización del modo capitalista de producción, a Ia cual se puede agregar otras dos: a saber, la tendencia a concebir el sisterna productivo capitalista como uno y válido para toda producción; lo que lleva a situar fuera del tiempo histórico el sistema de producción capitalista, otorgándole, como su esencia, una naturaleza a-histórica. Esta concepción del problema correspondía a un punto de vista que se gestó durante el período de la subsunción for-
mal, debido a que el modo de producción capitalista aparecra
182
como e1 más universal de 1os modos de producción, y su re_ producción 1o reinstalaba, adecuando a la 1ógica de su propio y específico funcionamiento, el funcionamiento de todas las formas productivas anteriores. Luego, 1o que era un vestigio de formas anteriores pasaba a existir, porque e¡a necesario al funcionamiento de1 sistema capitalista y porque éste, en e1 proceso de su reproducción, 1e había asignado una función y lugar precisos. De esta. manera, la universalidad de su dominio reclamaba 1a historia a su haber.
"Precisamente porque la economía bürguesa no se identificó pura y simplemente con el pasado, fabricándose mitos, su crítica de 1as sociedades precedentes, so-
bre todo del feudalismo, cont¡a e1 cual tuvo que luchar directamente, fue semejante a la crítica dirigida por e1 cristianismo contra el paganismo, o también la del pro_ testantismo contra el catolicismo.>1
La tendencia a hacer absolutas las formas que asume el modo capitalista de producción en su desarrollo, termina siendo la conclusión natu¡al e inevitable de1 método con que los economistas clásicos abordaron y estudiaron las formas que constituyen 1a producción burguesa. Esto se expresa en la autonomía que adquieren estas formas, una vez que aparecen como cosas sociales, y su carácter fetiche inunda la sociedad entera. Esta autonomía se refleja en el plano de la producción
ideológica, como una tendencia inherente al discurso de la economía política que, en tanto discurso ideológico, prolonga y continúa en su propio terreno el carácter fetiche de 1as cate_ gorías. De esta manera, la mistificación alcanza rango de prin_ cipio constitutivo. El desarrollo de1 fenómeno del fetichismo culmina en este nivel en la figura ideológica, de ,,robinsonada ', mediante la cual Marx satirizó el método de explicación más recurrente entre los clásicos. A partir de la figura cle fic_ 1,
Cnndirn,
p.2
t- .
183
ción representada por el marino Robinson Crusoe, Marx cles_ cribe el grado superlativo del proceso de absolutización cle las formas económicas capitalistas. EL ROJ-INSONISMO, FIGURA IDEOLOGICA PREDILECTA DEL
DISCURSO DE LA ECONOMIN POIÍTICN CLASI'A
Robinson es la metáfora que alude a un individuo aisla_ do, que mediante un impulso personal y sólo suyo, crea las relaciones básicas, tanto materiales como espirituales de una sociedad. Robinsory la figura lite¡aria, nos narra 1a gestación de la vida de un náufrago que ha quedacio aislado, quien, le_ jos de aniquilarse se impone al aislamiento, trabajando en la construcción de su propio mundo. Su primera reacción con_ siste en producir objetos para su propio consumo. Median_ te este acto se relaciona con la natu¡aleza para apropiarse de e11a, y lograr imponer de esta manera su dominio. El encanto eterno de esta ficción consiste en el hecho de que gracias a ella asistimos a los primeros días de 1a creacióry realizada, esta vez, por 1a mano del hombre. Robinson produce una sociedad que parece nacer de la nada, sin necesidad de pecado original. ¿Por qué llamar Robinson a la figura ideológica del discur_ so clásico? La metáfora int¡oduce la ironía en la interpelación.
La figura literaria contiene ya, un doble juego de referencias del que va a abusar posteriormente la imagen ideológica. Es decir, aquello que pretende expresar y los supuestos que ex_ plican no sólo la intención de la imagen, sino su propia exis_ tencia como ta1. La ficción literaria procede como la ideología.
Ambas parecen carecer de presupuestos y su movimiento describe una figura de gran coherencia, qre no muest¡a flan_ cos débiles. Pese a que la creación de Robinson, no proviene de la nada, sino que está absolutamente determinada, su odi_ sea opaca el hecho que la sociedad que construye, se asemeja a aquellas otras que el Imperio inglés creaba como consecuen_
184
cia de su expansionismo colonial. Como dice Della Volpe, "Robinson es tenaz, resuelto, confiado en sí mismo, práctico e imperturbable; tan verdadero es esto que logra por sí mismo transformar un rústico Edén en una "bien ordenada pequeña Inglaterra', pudiendo crearse también, con 1a presencia de1 esclavo Viernes, una "pequeña India."2
La figura literaria ha sido escogida para mostrar 1a debi, lidad inmanente de1 discurso de 1a economía polítlca clásica, que es la absolutización de las {ormas burguesas de producción. La debilidad intrínseca de un pensamiento que se mueve fuera de 1a historia, que ve en el orden capitalista no una fase históricamente transitoda de desarrollo, sino la forma absoluta y definitiva de 1a producción social. Introduciendo Ia metáfora, 1a crítica de Ma¡x denuncia el juego ideológico que está allí en acto. En síntesls, la propia figura literaria es ya el resultado de una formación social históricamente determinada, y no el comienzo de la sociedad. Robinson está explicado, tanto él mismo, como su existencia en la is1a, puesto que presupone la existencia de Inglaterra. E1 movimiento explicativo que Marx califica de robinsonismo no es secundario a1 discurso cientlfico de los clásicos. ,A1 contrario, se sitúa como un momento necesario en 1a producción de este discurso. Momento de la explicación que desvía el proceso inmanente de la ciencia, y 1o coloca en otro orden de cosas, sacándolo del contexto teórico-histórico en que funciona su objeto. Marx reprocha a la economía po1ítica clásica que no explica 1os fenómenos en su conexión interna; que no produce una explicación histórica; que tampoco muestra a las categorías capitalistas funcionando en una relación precisa y en un lugar establecido por la misma reproducción del sistema. Por eso, no puede sino ironizar cuando ve que el economista, lejos de 2 Della volpe, Ga\'iano, Rouseat Rerrru. R^¡,r,. ¡o-2. p. 2ll
e
Mam. E alti taggi di citica nateiali¡tira, Edtton
185
segufu este camino, recurre a un mito para explicar tal o cual relación económica.
chas con más celeridad y destreza que los otros, tuocará frecuentemente estos objetos con sus compañeros por ganado o por animales de caza, dándose cuenta que por este medio podrá procurarse más ganado y caza que si desempeñara é1 mismo estas funciones. Luego, por cálcu1o e interés, hace de la fábrica de arcos su principal ocupación, con lo que se convierte en una especie de armero. Otro logra construir y cubrir pequeñas chozas o cabañas, sus vecinos adquieren el hábito de emplearlo, dándo1e en recompensa ganado y caza, de manera que a1 fin y al cabo éste encuentra que 1e conviene dedicarse exclusivamente a esta necesidad, haciendo en cierto modo de carpinteto y const¡uctor... Así, la certeza de poder trocar todo producto de su trabajo que exceda a su propio consumo conha un plus-producto semejante de 1os otros, alienta a cada hombre a dedicarse a una ocupación particular, y a cultivar y perfeccionar todo aquello que signifique talento e inteligencia para esta especie de trabajo"3 .
De partida Robinson supone un pasado legendario, no histórico. Edad de oro donde tocias las relacionás son trans_ parentes. Además de situarse fuera del tiempo, este estadio originario está también fuera del espacio social, porque las relaciones de esta especie de sociedad configuran una estructura simple, abstracta, que hace de ella una suerte de labo_ ratorio que consiste en una hipótesis hecha sociedad, o a la sociedad convertida en hipótesis. En esta hipótesis social, todo proviene de la iniciativa personal. El individuo es aquí el motor y 1a historia. No estamos lejos del estado de natura_ leza que tanto Hobbes como Rousseau, y toda la pléyade de filósofos políticos ius-naturalistas que surgieron er,t u_bor. También en ellos enconl¡amos individuos solitarios, " aislados produciendo individualmente. La Economía política no hace sino repetir, en el plano económico, el carácter fundacional de esta figura del individuo aislado, tenía para la teoría política
moderna.
EL ORDEN DE LA EXPLICACTOT SEGúN LA ECONOMTA
POLÍTICA CI ÁSIC;
Para ir al detalle del funcionamiento de esta figura ideoló_ gica, a través de todos sus desarrollos colaterales]partiremos de ul ejemplo tomado de Investigaciones sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones de A. Smith:
modo que
..?:, Tr-. obtenemosmediante el tratado, el trueque y la compra de los demás la mayor parte
de los bienes que nos son mutuamente necesados, esta mrsma disposición a comerciar dio lugar
,,. orig"r, division del trabajo_ I,or ejemplo, "r_, en una tribu de r.lzdqores o pastores, un individuo que hace arcos y fle_
He aquí e1 procedimiento típico del discurso de la economía política, que cuando tuata de dar cuenta de una categoría económica, se proyecta hacia un pasado remoto, en donde lo que se intenta explicar, ya se ha producido, o está produciéndose-
Un breve esquema nos puede permitir ilustrar cómo procede el economista a través de esta vía de explicación de los fenómenos económicos: Momento de la e\plicacion
Momento de la p¡oblemática
la imagen de un pasado legenda¡io momento actual de la categoría en donde la catego¡ía existiría en su económica capitalista absoluta y p¡imigenia simplicidad
a^la
186
3 Adam Smith, R¿cherche¡ nr ld n¿ture et lc¡ c¿ls¿s Paris, 1976, pp.49l50.
187
de
la rlche¡¡e du ufians, G¡llimatd,
El esquema
¡,^,.
explicacion qu.::t'lg'" dos momentos en el modo de la mento actuaido ''ttplea la economía política. Uno es el momomento de la-;:categoria; lo que hay que explicar; otro, el yectacla u p;;:'ltltión..donde la categoría aparece pro"" iegendario, en donde se origina, o en donde ya Smith, nos"^i.tio'.^uo tal. El ejemplo escogido de ia obra de lttectamente en la parte izquierda del esquema. parte"b;..:,n" q;* srdo creada para producir la explicación, pero que "".1*o',i Luego, se trotu"d:::ttu.u de 1a sociedad en la que Smith vivía. viene del ptoUtn-."|u tut_tura al revés cuya razón de ser pro-.que planteaba la calegorra clad ciel pensa¡. para la actualitTiih' La.explicación un punto a" p."ri"'^il no es entonces tica. De a lu que pJ ¿J- ! rd genes ts, slno un reL ur5o cle l¿ ca, u l.la diferencia ouo **'saluste teórico provenga precisamente de funcionamiento -'y entre la problemática que deja abierta el el lugar imaginari;:':Tp"t"""_o, capitalista de la categoría, y " tn donde el economista el problema. pretende resolver
Como hemos ,,,-.
aquél durante .":]t:' Smith procede en dos tiempos: 1) tro ejemplo "lul ,.,I1-'u_tnt"goría no existe aún, que en nues", cuando este cazador fabricaba sus arcos y sus flech"J^'-"odo -*n llega al moment -á. destreza que los otros, y 2) cuando dice: Denme lo que necesito, y tenclran de mi 1o ouuii,9u" propone U"r"ur lu ,l.lt necesitan"l. Es cierto que Smith no se tualmente: ,,N., o" l"usa ultima de este acto, como lo dice tex_ constituye ur-ro A.'llutOo objeto examinar si esta inclinación humana y del .uui^^"t primeros principios de la naturaleza se ce más probable, dar cuenta, o bien, como pare_ .o," lueae del uso de l¿ ]'u,,¡^",'-".t" Lrata de una consecuencia necesaria .y oe l¿ pr¡u6rr,,_. >rn embargo conr^ ." ,ra operación sigue el carnino señalado
lirfi *?ñ;;
por este pasado legendario, enconlramos de nuevo todos los problemas ínsitos en 1a existencia contemporánea de 1a categoría, problemas que actúan como presupuestos de la explicación sin haber sido previamente definidos. Es así que para entender la historia de este cazador aislado Smith recurra a un individuo que ya procede por cálcu1o e interés, valores y comportamientos plenamente capitalistas. Que tiene plena conciencia tanto de sus limitaciones como de sus potencialidades, y que es capaz de percibir en e1 trueque la realización de su habilidad natural. Estamos ante una manera de pensar que responde a 1a concepción de la sociedad que tiene e1 comerciante, o el pequeño productor privado. Esta manera de pensar es llevada aquí a 1a exaltación de una inteligencia prototipo, o paradigmática, {rente a 1a cual palidecen y se anulan todas las otras formas de inteligencia posibles. Ta1 es el mecanismo de la absolutización de las formas económicas capitalistas. La "tribu de cazadores y pastores' remite al estado natural de una humanidad en su infancia, donde una práctica social deterrninada, o una relación particular de producción, resultan de la acción de un individuo que comprende cuales son las reglas del juego y actúa en consecuencia. Es así como el "individuo que hace arcos y flechas con más rapidez" que los otros, prevé y calcula que es más fáci1 t¡ocar sus excedentes con 1os otros excedentes de 1a tribu, que hacer todos los trabajos a 1a vez. Vemos también que la faciibilidad de su elección y de 1a función específica reside, 1) en que el intercambio de excedentes se encuentra ya generalizado , y 2) que la producción misma es ya una producción privada. La t¡ibu debe, por 1o tanto, ser traducida como una comunidad que se relacrona a través del intercambio. Este hombre primitivo, concebido en su individualidad, revela una determinada concepción de sí mismo, capaz incluso de p¡oyectar su futuro, de dirigir y explotar sus poten-
*,
188 189
cialidades con mentalidad capitalista. De ahí que 1a crítica de Marx a esta figura del individuo aislado, cuando es abstraída de su contexto histórico, suponga proponer una teoría o "anti-teoría" del individuo. LA REPRESENTACIÓN DEL INDryIDUO PARTICULAR EN LA SOCIEDAD CAPITAT,ISTA
del siglo XVIII, sobre cuyos hombros aún se apoyan to-talmente Smith y Ricardo, este individuo del siglo XVIII -que es el pro-ducto, por un 1ado, de la disolución de las fo¡mas de sociedad feudales y, por "A
1os profetas
mento determinado de esta historia, se llegue a pensat en un individuo separado de la producción social, y concibiendo su existencia en forma aislada y solitaria. ¿Cómo es posible la representación ideológica de un Robinson? ¿De qué maneta este individuo aislado, producto de un rnodo de producción determinado, puede ser puesto como 1a premisa de toda historia? Para intentar una respuesta veamos primero 1os distintos significados que se intercalan en el uso del concepto de
individuo en Marx:.
1.
Primero tenemos el concepto de individuo en general, que representa la unidad del proceso productivo, la relación general de1 hombre con 1a naturaleza, relación elemental para toda producción. Una abstracción parecida, o del mismo rango que aquella que habla, según Marx, de una "producción en general',, conceptos que poseen una fuerza rnetodológica determinada.
2.
La existencia particular del individuo que pertenece a un modo de producción deter¡ninado. Es decir, el concepto de individuo particular abierto por la forma que adquiere la producción en un momento determinado de 1a historia. Un punto en el proceso productivo, aislado y objetivado por la disolución de las antig-uas relaciones productivas. Nos referimos al proceso que inaugura 1a instalación del modo de producción capitalista.
3.
Finalmente, la representación ideológica de1 individuo. La representación de un individuo aislado, que surge como una hipótesis de trabajo destinada a explicar la sociedad capitalista; para este uso del concepto, y que se refiere a nueslro "Robinson".
el otro, de 1as nuevas fuerzas productivas desarrolladas a partir del siglo XVI- se les aparece como un ideal cuya existencia habría pertenecido al pasado,,ó . En la "lntroduc ción delr57" , Marx postula como verdadero punto de partida a los individuos produciendo en sociedad:
objeto a considerar es en primer término la producción material. Individuos que producen en sociedad, o sea, 1a producción de los individuos socialmente determinada: este es naturalmente el punto de partida."T . "E1
Y no el pescadot o pastor aislados, de Smith y Ricardo, o los primeros obreros que Dios instala en la tierra, según Boisguilbert.
Para Marx, la producción social es el punto de partida natural para toda sociedad. Si bien la condición primera de toda histo¡ia es 1a existencia de los individuos humanos vivientes, el concepto de individuo se liga inseparablemente al modo de 1a producción: tanto esto es así, que e1 problema debe plantearse, más bien, en cómo es posible que en un mo6 Nlerx, Grtndnsse, p. 7 idem, p. 3.
Solo en comunidad encuentra e1 individuo los medios
3/4
190
191
para desarrollar todas sus facultades. La asociación colectiva, lejos de ser 1a ünión voluntaria, se revela como una unión necesaria, inmediata a la existencia misma de los individuos. 'Cuanto más lejos nos remontamos en 1a historia, tanto más aparece e1 individuo -y por consiguienie también el individuo productor- como dependiente y formando parte de un
duo con las condiciones naturales del trabajo y de la reproducción como con (condiciones) que 1e pertenecen, objetivas (que son para é1) cuerpo de su subjetivldad preexistente como naturaleza inorgánica..."10 La tíerra se separa, entonces, de1 productor, al mismo tiempo que pasamos de 1a propiedad comunitaria a la propiedad privada territorial.
todo mayor."8 La concepción de un individuo aislado (Robinson) surge, precisamente, en la época cuando las relaciones sociales y productivas alcanzan el más amplio desarrollo. Frente a ella, 1os estadios anteriores no son más que desarrollos locales comparados con la universalidad que logran 1as relaciones capitalistas. Luego, "... poner al individuo como trabajador, en esta desnudez, es en sí mismo un producto histórico' e . Y aunque éste fuera orlginariarnente un ser t¡ibal o un integrante de la horda, nunca fue un individuo aislado. Sólo comienza a aislarse y a concebirse corno tal, en virtud de un proceso histórico, determinado patticularmente por e1 desarrollo de las relaciones de interc¿mbio. La reducción de todos los productos a valores de cambio, tiene como presupuesto Ia disolución de todas 1as formas anteriores, pre-capitalistas, de propiedad y de dependencia, que ligaban a 1os individuos a sus condiciones de existencia. Este proceso de disolución contiene los siguientes aspectos:
1.
En primer 1ugar, ocurre la disolución del comportamiento del productor con respecto a la tierra, que antes de este proceso, era considerada como la existencia
orgánica del hombre, como e1 laboratorio de sus fuerzas productivas. Pero al mismo tiempo, es concebida como 1a disolución de una relación de propiedad, si por ta1 se entiende, <... e1 comportamiento del indivi8 lbídem, 9 Ibídem
,1.
En segundo lugar tenemos 1a disolución de 1as formas originarias de propiedad de los instrumentos de trabajo. Este proceso implica la desintegración de1 sistema artesanal patriarcal, de 1a misma manera que e1 proceso anterior implicaba la desaparición de 1a pequeña propiedad agríco1a antes dominante.
3.
Por último se trata de la pérdida de 1os medios de consumo. Ya sea que se trate de1 individuo, que actúa como propietario agrícola, ya sea que revista la condición de artesano, este proceso signifíca para é1 1a alienación de 1os elementos que resultaban de su propio trabajo, que ahora le son ajenos y extraños, porque ha pasado a pertenecer a otro.
Esto implica, al mismo tiempo, la disolución de todas 1as antiguas formas de dominación de carácter personal, tanto más cuanto que el individuo debe encontrarse liberado de cualquier atadura para poder integrar el nuevo proceso de producción. 'Tales procesos históricos de dtsolución impli can a 1a vez 1a disolución de las relaciones de servidumbre que fijan a1 trabajador al suelo y a1 señor de 1a tierra..."11 De esta manera se llega a 1a oposición pura, simple, vacía de implicaciones, entre obreros y capitalistas. Los primeros, despojados de ioda forma de propiedad y compelidos a vender su fuerza de trabajo, mientras que los otros, propietarios por 10 11
192
2.
lbídem, ,13:l lbídcm,464
193
excelencia, no pueden aplicarse ellos mismos a la producción. PARA CONCLUIR
J)
Primero, en
que se refiere a la absolutización de 1as e1 proceso de la reproducción significa reinstalar constantemente sus condiciones todos sus hitos fundamentales, o nudos lógicos del modo de producción capitalista, son renovados y depurados de sus significaciones anterio¡es. Importantes modificaciones se producen, entonces, tanto en el sistema general, como en cada uno de sus puntos nodales. De ahí que toda categoría deba ser ahora examinada conforme a su significación presente, desde la nueva estructura conceptual que la explica, y no a partir de sus antiguos o tradicionales significados. En este movimiento circular, el verdadero punto de partida histórico, se hace opaco y se olvida. La reproducción de la estructura sincrónica se reinstala como un proceso iógico cuyo movimiento es propio e internol2. Por lo tanto, para el modo de producción capitalista, la historia pasa a ser la historia de su propia reproduccióry y sus formas, las formas que se suceden en esa historia. 1o
fornas económicas capitalistas. Como
2) En segundo lugar, con respecto al robinsonismo, habría que partir de1 hecho que toda producción es un proceso social. No hay otra manera de apropiarse de la naturaleza. Por eso, la producción, aún en sus formas más rudimentarias ') ale ¡r., .|c ,¡..n" v.lvcr
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proposrto de e\tL .unflicto pcrr¡Jne¡re efl el Cepird enrrc lo que es lógico y lo gue es his¡órico: "...setia impracticable v etónco alinear las categórías ecónóÁicas e¡ el orden en que lueron histó¡icamente dete¡minantes. Su or-den de sucesirin est¡, en clmbr.,. tlc¡ermjn:d,, por L:rs rclrciones que eisten enr¡e elles en la modetna sñcrcdr,l burgues¿ r. que e\ ex.rcr¡mente el inverso del quc parece se¡ su o¡dcn n¡rur¡l o dcl quc corre:ponJcrrr r su o¡den de sucesión en eL cu¡so del dcsar¡oüo histórico. N¡¡ se t¡at¿ de la posicióo que las rel¿ciones econrlmic¡s esumen histó rlcamente en 1a sucesión cle las dls¡intas formas de socicd:rrles. Nlucl.ro menos de sLr orden dc su.:c\run 'en l.r Jder' (Proudhon)... Se tr¡¡a de su articr,rlación en el
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y primitivas, supone relaciones sociales. Sólo una abstracción obstinada puede generar conceptos tales como el de un productor individual r, expresión que Llna vez que es remitida a 1o que es rea1, muestra de inmediato a este individuo como el coniunto de sus relaciones sociales. Cálcu1o e interés, por ejemplo, no son dones constitutivos ni simples productos de1 buen uso de 1a razón, sino el resultado de prácticas históncas determinadas, que se explican por e1 funcionamiento dominante de 1a estructura mercantil. Las condiciones que hacen posible a1 "procluctor individual pertenecen por entero a 1a sociedad capitalista. El robinsonisno es una figura de la ideología que funciona sólo en las formaciones sociales donde este modo de producción es dominante.
3) Por último, la inversión que crea y produce el fetichismo se traduce, en que el individuo particular que de ser un resultado histórico, se transforma en un individuo premisa de toda historia y de toda sociedad. Como vemos, este aspecto es consecutivo de1 anterior. Implica, una vez más, a aquella inversión, mediante 1a cual la deformación ideológica se presenta como lo real. Luego, primero tenemos la suplantación, y luego la acción del mismo fenómeno sobre la realidad que 1o ha hecho posible. Esta inversión es el resultado de 1a consolidación de 1as formas económicas de la estructura mercantil capitalista, donde el individuo aparece denüo de un conjunto de productores privados. Históricamente este hecho evoca al artesano y al pequeño propietario territorial. Pero cuando 1a forma económica capitalista se consolida, 1as etapas anteriores se borran y la libre voluntad de1 individuo aparece dominándolo todo, e instalándose como un a priori que parece determinar a toda la sociedad. Cuando este fenómeno se proyecta en la práctica del economista, se puede decir, que 1a hora del economista vulgar ha llegado.
7,,
195
Capítulo 7 CUANDO LA IDEOLOGIA SE HACE ECONOMIA POLITICA VULGAR
r. soBRE
ta cRÍrrce
DE LA EcoNoir,rÍa
porÍrrce
Cada vez que se emprende una lectura, por así llamarla, 'positiva" de1 Capital, se tiende a olvidar lo principal: que éste es en lo esencial, una crítica de1 sistema burgués de producción y una crítica de 1a ciencia que 1o avala. Es decir, no solo se critica 1a forma como esta ciencia se constituye, sino también el objeto real sobre el cual esta ciencia se erige, a saber, el modo capitalista de producción.
Esta "crítica de la economía poiítica", concepto clave del pensamiento de Marx, queda a menudo sin relieve, o fuera de su real significado, cuando alguien se empeña en leer allí únicamente la elaboración de un cuerpo categorial, poniendo el acento en el sistema y negando 1a dialéctica que se encuentra a1lí en acto. La continuación es inevitable; o bien cree ver en El Capital un t¡atado de economía marxista; o bien se contrapone una parte de la obra de Marx a ot¡a. Por ejemplo: cuando se conciben los Manuscritos de 1844 ya sea como más auténticos que el Capital, o a1 revés, como todavía inmaduros proponiendo categorías, que no serían propiamente "marxistas", como el concepto de alienación. En todos estos casos se pierde de vista e1 verdadero significado de la "crítica a la economía política". Se trata de un descuido que no ve en el de-
196
sarrollo de la exposición la dinámica que hay entre 1a función de desentrañamiento crítico científico del sistema burgués y la confrontación con 1a economía política. Porque en el Capital la crítica se desarrolla y se hace exp1ícita a medida que sucede la exposición. Proceso difíciI de describir en una lengua que no cuenta con una expresión similar a 1a de auflrebung, cuyo significado reúne al menos tres procesos simultáneamente: a saber, conservat negar y superar. Pero ésta es precisamente la forma como Marx se hace cargo de su herencia, conservándola a la vez que produce una revolución teórica en ella. Éste es, además, e1 sentido exacto de como 1as "fuentes ' del pensamiento de Marx pasan a ser sus "partes integrantes"l . La manera como la crítica asume el pensamiento de Ricardo tiene algo de la forma cómo la dialéctica se plantea en Marx, o cómo, a su vez, e1 proceso de confrontación con 1a economía po1ítica clásica servirá de base para zanjar cuentas con el idealismo filosófico alemán. En uno u otro sentido, la crítica constituye el sujeto real del Capital y la exposición que allí pone en obra, consiste en la descripción de su recorrido, a medida que reproduce, en e1 plano del pensamiento al concreto real. Basándonos en esto, en más de una ocasión hemos optado, a lo largo de este trabajo, por emplear e1 término a secas, colocándo1o como sujeto 1 Nos rele¡imos a la tcsis de Lenin, acerca de 1a formación del pensamieoto de Nfan, y que expone en ''frer fuefites J tr¿s p.llter islegrafiler ¿el md/xim¿ ". Es¡a idea ta¡rbién lue desa¡rollada por l(autskl', en 1908, en un ensayo desti¡ado a conme
mo¡ar ei 25 anir.e¡sa¡io de la mue¡te de
N{e¡--r. con e1 ti¡-r1o de Las lles fuentes del pensamiento de IVIarx. Esta idea de que el pensamiento de Marx sutge de una s-ro tesis de 1as trcs fotmas más importentes del pensamiento europeo del siglo XIX, utre.u ¡sirrro er lo q re ltr.,qo Ll¿-¡ido b u )dr rLrope2 bajo l.r crJ -e moüó el peosanxento nco hegeLeno. Ttes lugares, Alemanie, Fraocia e Inglatetra, aportan l¿s Lrus tucntes mes ú¡port3nres del pensamienro de ese entonces, Ia 61osolía ¿lem¡n¿. cl soci¡Lsmo lrancés 1.le economía inglesa. Lo importaote e retenei es gue i\Ierx se comporta coricamente con respecto a esta tiple herencia, saliendo de la be¡encr¡ hegeLana ya en 1845, c¡iticando ¿bie¡tameote todas las lo¡mas del sociaLismo urópicó en el Nlani6esto Comuoisra de 1848, y como lc¡ hemos venido examinando, enf¡enta a l¿ economía ciásica, bajo los parámetros de una críaca a la economía política, en el Capital ,v los orros escritos y maouscritos que 1o circundan.
797
gramatical, diciendo: 'la crítica procede", o "la crítica hace . .. como una manera de enfatizar, hacer visible e insistir en su función motriz. De 1a misma manera como la crítica se hace explícita al exponer e1 movimiento real de las cateSorías económicas burguesas, revela sus contenidos al hacer frente a las distintas posiciones que enkan en liza en este campo de confrontaciones que es 1a economía política. Ter¡eno de lucha, éste de la economía política, en donde estas posiciones conceden o aportan más de 1o que su conciencia enlática deseara haber aceptado o entregado. Porque ninguna habita su propia verdad, sino en 1o que cree ser, como ninguna se disuelve tampoco en una pura negatividad. Si hemos proyectado la práctica del economista vulgar en este espacio más vasto y comprensivo, lo hacemos con e1 propósito de ver su funcionamiento particular dentro de la complejidad general de1 conflicto teórico que se entabla en este periodo, como también para poner el problema de 1a relación de Marx con 1a economía política más allá de ciertos esquemas simplificadores o reductores con que comúnmente se lo aborda. LA "CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA" ABRL UNA DOBLh CONI.RONI ACION
minante del problema, ta1 como aparece planteado en Lire le Capital, donde se cede a una tentación teoricista. El empeño por marcar radical y tajantemente 1a diferencia del pensamiento de Marx con respecto a todas 1as formas de las cuales hereda, ileva a proponer un co¡te epistemológico, como una separación abrupta que abre un campo teórico absolutamente nuevo, reduciendo 1o anterior a una especie de nada incompatible.
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los impasses que crea esta visión del problema, surge otra alternativa, varía el cuadro, introduciendo a la economía po1ítica vulgar, como una tercera figura independiente. Por este solo hecho el problema de la ideología y el de la crítica de 1a economía po1ítica adquieren otras dimensiones y hacen visibles otras variables. Así frente a la dualidad, [Economía políiica - ,Crítica de la economía po1ítica], como alternativa, surge la posibilidad de entender e1 proceso como 1a relación entre 1os tres momentos en que se segmenta 1a reflexión en torno a1 desarrollo del modo de producción capitalista, introduciendo un tetcero en discordia, que sería 1a economía política vulgar:
r---'----*Economía política clásica ------+ Economía política l.ulgar ir.\1 \\ I I
I
Cuando se examina la "crítica a la economía política", como una 1ínea divisoria, entre la Economía po1ítica y Marx, introducimos 1a confrontación dentro del marco de una pura oposición: a pesar que 1a economía política constituya una de 1as herencias, de la cuales emerge el pensamiento de Marx. Para esta concepción del asunto, toda 1a economía política es ideológica, en tanto momento negativo, confuso, no definido, en donde se prepara el pensamiento de Marx, como la ciencia emergente. Con lo cual la problemática se plantea sólo en el campo específico de la ciencia, como un problema propio y exclusivo del movimiento cientfico. Es la interpretación do'
198
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I
Critica de la economía politica (Marx)
La Economía política clásica surge como disciplina autónoma en el siglo XVII, y culmina en 1a figura de David Ricardo, en e1 XIX. Este final coincide con el agotamiento del modelo cientfico, generando dos vías de prolongación, una que significaba dar paso a1 proceso de vulgarización, mientras que 1a otra significó el surgimiento de la crítica de la economía po1ítica tal como Marx 1a expone en El Capital. La flecha
199
que va de la E. Política clásica a la vulgar, tiene que ver con el paso de la ciencia a la ideología que la sucede, como lo hemos analizado antes. Es el momento en que el esfuerzo científico se agota, y toda la reflexión insiste y se aplica, a la mera defen_ sa de1 sistema. La elaboración anterior, que por lo menos en sus intentos iniciales, era cientí{ica para Marx, cuando llega al momento de t¡iunfo del elemento vulgar, se simplifica y e1 econornista vulgar se limita a sostener el sistema.
Por otra patte, entre la E. política clásica y Marx, hay una doble referencia, (que hemos graficado con una doble flecha) una que alude al carácter de herencia que tiene ésta para Marx, y la otra que es el modo como Marx asume esta herencia, es deci¡, críticamente, bajo la impronta de un ,,aufhebung,,. En cambio respecto de 1a economía vulgar 1a confrontaciónse di_ seña bajo 1os aspectos de una conf¡ontación ent¡e la crítica científica, y una textura definitivamente ideológica.
Nos apoyamos, para
1a
elaboración de este esquema, en
las proposiciones planteadas por Jean Lojkine en el debate en torno a la ideología, realizado en 1969 por e1 CERMT. El tex_
to de Lojkine no está dedicado
a1 problema de 1a economía política sino a los dilerentes aspectos que aluden a la ideolo_ gía. Es ia suya una respuesta a la euforia estructuralista que conmovía el pensamiento francés de fines de los años 60. Le reprocha precisamente su concepción de la ideología, la cual, en su criterio, queda encerrada por las tesis reductoras en que la posición estructuralista concibe el fenómeno ideológico: 1) la ideología es pura ilusiór¡ y 2) la ideología es un sistema cerrado. Ambas tesis son consecuencia del hecho que, para el pensamiento estructuralista, ,'La comparación del proceso del pensamiento con un ,'modo de producción' .,r,u ".r"rtru tendencia a automatizar de manera absoluta e1 pensamiento
2 Cen[o de esruüos L1e rnve"dgrciones m¿¡xrstas de Ftancie. (Centte d,érurjes et dr tEcher!hes mlrxr\reql
200
como tai y, de ahí, el desarrollo de las ciencias se hace independiente del desa¡¡o1lo de las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista"3 .
Como la argumentación fundamental de la proposición est¡ucturalista sobre la ideología se aplica a probar que la ciencia es desprendimiento de una ideología previa, pensar esta última como ilusión y como sistema cerrado deja sin resolver la cuestión de cómo puede generarse a partír de allí el momento de la ciencia. Cómo la pura ilusión, o un sistema redondo y compacto, podrían producir este movimiento. La proposición de Lojkine, no obstante ser homologa a la de su opositor Herbert, porque también propone sólo 1os prolegómenos de una teoría de 1as ideologías, plantea como punto de apoyo la economía política y es a raiz de esta decisión metodológica que su texto contiene proposiciones que caracterizan 1a conJrontación de Marx con 1a economía política. Flacemos aquí la diferencia entre economía po1ítica clásica y vulgar, con lo cual matiza la confrontación entre Marx y la económica política, para sacarla de los marcos de una ruda oposicióry en que 1a sumía la tesis anterior. Además, dentro de su esquema hay también espacio para 1as posiciones de1 socialismo utópico, o Io que Marx llama la oposición a la economía política, configurando así el cuadro completo de las posiciones que se enfrentan en el período de pasaje de la subsunción formal a la subsunción real en e1 desarrollo del capilalismo en la Europa central. Este problema de una herencia que se asume, se niega, y se
supera, debiera, en nuestro criterio, ser examinado teniendo como base ciertos postulados que pasamos a enumerar:
1.
Una diferencia radical separa la economía política
3^!9itin1Jry,-
lZaqr nne fhéoric du idulogiet'l (Para una teoría de ias ideologias), en Cahie¡s du CF,RNI, N"ó9, 1969, p. 6
clásica de la economía vulgar. La misma que permite concebir esta última como figura independiente y como otra de las posiciones presentes en esta confrontación. Luego, tanto sus prácticas respectivas como el tiempo histórico donde cada una es dominante, son diferentes. Esta diferencia será reafirmada por Marx una y otra vez. En ella va a insistir justamente en aquellas partes que abotdan e1 desarrollo de 1a economía vulgar. Si en el caso de 1os clásicos se trata de un intento científico, en el que la ciencia
no apura ni agota toda su potencialidad, (hasta ta1 punto se halla cautiva de las formas de la producción capitalista), en el economista vulgar, en cambio, nos encontramos con la práctica ideológica sin más. Aquí, lisa y llanamente hemos cambiado de terreno: "Ya no se trataba de si este o aquel teorema era verdadero, srno de si al capital le resultaba útil o perjudicial, cómodo o incómodo, de si contravenía o no las ordenanzas policiales. Los espadachines a sueldo sustituyeron a la investigación desinteresada, y la mala
conciencia y las ruines intenciones de la apologética ocuparon el sitial de I investigación científica sin prejuicios.'a Exactamente opuesta, es la práctica del economista c1ásico, quien se atiene de preferencia a problemáticas propiamente científicas. Sus conflictos son de tipo epistemológico, y la falta de base debe situarse en e1 terreno de un científico que no ha definido exactamente el carácter histórico de su propia práctica, ni la del objeto a1 cual se aplica. por eso, no obstante Marx acusa a los clásicos de una inconsecuenci.r con respecto a 1a práctica teórica científica que se proponen, 4t "1"'n. Lr.
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11 t.ln,lt,.p
no deja por esto de señala¡ el esfuerzo real que se advierte en ellos. Ambas prácticas, la del economista vulgar y la de los economistas clásicos, se distancian tanto histórica como lógicamente. Se distancian históricamente,
porque e1 fin de 1a economía política clásica, significa el comienzo del predominio del pensamiento vulgar. Hemos visto que la economía política clásica cierra su ciclo con Ricardo, y que con él la ciencia económica burguesa alcanza el límite de su posibilidad. teórica. Su término coincide paradójicamente con el comienzo del dominio total de las relaciones de producción capitalista. En este momento coyuntural dos fenómenos suceden simultáneamente: uno/ que consiste en Ia agudización de 1a contradicción de1 modo de producción capitalista, a causa de1 desarrollo de las fuerzas productivas, las que a su vez aceleran 1a socialización del proceso productivo, acentuando inversamente la acumuiación y concentración del capital, El ot¡o se refiere al desarrollo del discurso vulgar, que pasa a cobrar vida propia, absolutizando sus rasgos ideológicos. La diferencia entre c1ásicos y vulgares se constata también por e1 contraste que hay entre dos prácticas que resuelven de manera opuesta el efecto fetiche de las formas económicas capitalistas. La debilidad de 1a economía clásica frente a estas formas deja un rres{uerzo científico a medias' , cuyas trazas son las que sigue Marx. La explora a través de 1os silencios; de 1as preguntas que no se plantea, por la discriminación que no se hace entre los distintos niveles del análisis, o por la abstracclón que no apura, ni agota todas sus potencialidades. A t¡avés de ese camino va emergiendo el rigor científico de la "crítica de la economía po1ítica". Con todo, cuando Marx efectúa e1 catastro de 1os diferentes comportarnientos posibles con respecto a las formas feti-
I
Tt3
tiene buen cuidado de dejar aparte 1o que ocurre en el caso de los autores c1ásicos, de lo que sucede con los tres tipos restantes de comportamiento ideológico: chess,
"El gran mérito de la economía c1ásica consiste precisamente en haber disipado esta falsa aparienci.r y este engaño, esta sustantivación y cristalización de los distintos elementos sociales de 1a riqueza entre sí, esta personificación de 1as cosas y esta materialización de 1as relaciones de producción...'6. Muy diferente es lo que ocurre allí donde se produce una coincidencia inmediata entre 1a representación ideológica y la conciencia del agente de la producción, que se confronta con ellas diariamente; o la coincidencia que existe entre la práctica doctrinal de1 economista vulgar, y el influjo de estas formas. O, La por último, en 1a coincidencia, entre 1os mecanismo reproductores del fetichismo, y 1os intereses de las clases dominantes, luego es: <... igualmente natural... que los agentes reales de la producción se sientan plenamente a gusto, como en su casa, dentro de estas formas enajenadas e irracionales... pues son precisamente las formas de la apariencia en que ellos se mueven y con las que conviven diariamente. Por eso es también perfectamente lógico que 1a economía vulgar, que no es sino una traducción didáctica, más o menos doctrinal, de las ideas cotidianas que abrigan los agentes reales de la producción, y que pone en e1las un cierto orden inteligible, vea en esta trinidad en que aparece descoyuntada toda la concatenación interna 1a base natural 5 Nfe rede¡o a los cuat¡o tipos de comportamientos posibles con respecto a lxs fo¡mas letches, que lvlarx enumera en el capírulo XT,\TII del llbro 1II, seccron séptina, deücado a la lórmula t¡initaria, 6 El Capital )II, p.168.
x4
y sustraída lidad.
a
toda duda de su jactanciosa superficia-
"7
comportamiento de los economistas según lo que hemos examinado, puede generar actitudes distintas. Una que sería la de aquél economista que marcha al encuentro de estas formas, haciendo 1a crítica de ellas. La otra, la de aque1, que al contrario, se encamina,por vía de la coincidencia, a aceptar y perpetuar 1as prácticas cada vez más definidas de 1a ideología. Comportamientos distintos, actitudes contrapuestas, pero no por naturaleza humana, sino por historia. El compromiso enlre las clases, y la coyuntura histórica durante la cual se dan las relaciones capitalistas de produccióry e1 conocimiento del sistema y los intereses políticos, favorece, 1a emergenbia de la empresa científica. Esto ocurre, principalmente, durante el período del desarrollo de1 capitalismo europeo, que Marx denomina, la subsunción formal del trabajo a1 capital. Los economistas vulgares representan en cambio 1a orientación definitiva de la economía política burguesa en el período de Ia subsunción real. Sea quien sea e1 que adoptara ese punto de vista, debía caer inevitablemente en la apologética o el doctrinarismo, formas características del discurso ideológico vulgar. Había pasado ya el tiempo propicio para 1a ciencia. E1
2.
Perc Ia difercncia entre clásicos y aulgarcs, no niega la continuidad, Luego, como complementación ile Ia proposición anterior habría que añailir que Ia economía política zrulgar suceile tanto lógica como históicq"mente a la economía clásica.
No obstante la diferencia radical que se puede constatar entre ambas posiciones teóricas, hay en ellas una continuidad. Continuldad, primero por la reiteración de 1os contenidos. Todos los elementos con que trabaja la economía vulgar provienen de lo que antes
1a
economía clásica ya había produ_
7Ibídem, pp.768/769.
zJs
cido y elaborado. En aqué1 primer momento de los clásicos, se produjo, lo que la economía vulgar reproduce ahora, ado_ cenándo1o. De tal manera que aquello, que anteriormente fue resultado de una tentativa científica, aparece ahora simple_ mente vulgarizado, hecho frase común, reducido a esquema simple acercándolo a la forma visible y natural de la represen_ tación cotidiana. Con lo cual 1o reintegra, en de{initiva, a la 1ó_ gica de1 sentido comúns. Lejos estamos aquí de lo que podría entenderse como el "buen sentido", si por tal concebimos al criterio que acompaña la difusión de un descubrimiento cien_ tífico. La opetatoria se centra, a1 revés, en la sistematización de aquelios aspectos no resueltos por el discurso científico, transformando lo que eta inquietud, duda o pregunta, en una certeza inamovible. La continuidad debe leerse además como el pasaje de la economía política clásica a la economía polítíca vulgar. En este orden, y sólo de esta manera puede hacerse explícito el cam_ bio radical de prácticas que entonces se origina y que permite a Marx postular que el ciclo de la ciencia económica burguesa había llegado a su fin, cuando surge plenamente ña econo_ mía política vulgar. Este es el orden histórico, único indicio por lo demás, para establecer los pasos mediante los cuales se produce el empobrecimiento ideológico de la tentativa cien_ tífica. Pues, a la inversa de 1o que plantean Herbert y Lojkine, la ideología sucede aquí a la ciencia, en un movimiento que sobrepasa el campo exclusivo de aquella, y que debe ser analizado más bien en sus repercusiones políticas. Es en aquella coyuntura particular que se fija en la primera mitad del siglo XIX en Europa, donde hay que examinar la aparición de esta práctica apologética en e1 campo de la economía, práctica que hace de1 elemento vulgar la materia prima, y el instrumento 8 Us¡r¡os este término coo el sentldo que le dio Antonio G¡amsci, es clecir como la concepción del mundo caótica l actirice que asume e1 incLili¡lLir¡ :;;;;
" "
quiera darse cuenta.
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principal, para imponer un discurso que asume de más en más compromisos con la ideología dominante.
3.
Con todo, no se trata de un proceso lineal, sucesivo de formas o posiciones. Desde ya, e1 fin de Ia economia clásica da lugar a dos continuaciones contrapuestas, la economía política vulgar y la crítica a la economía po1ítica. Esta crítica, supera a su vez, en un mismo proceso las inconseiuencias de la "oposición a la economía política".
PERO LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA PUEDE DAR
LUGAR A UNA TRIPLE CONFRONTACIÓN
En este triple enfrentamiento, junto a la oposición enlre economía política clásica y vulgari la crítica de la economía política representa también una posición, porque cuando la econo-mía política clásica cierra su ciclo, hace posible, con su fracaso, ambas alternativas de continuacióry de las cuales, una dignifica la muerte del discurso científico, mientras que la otra constituye la culminación de la oposición crítica al siste_ ma/ que existía bajo formas más o menos evidentes durante el período anterior. Esta alternativa implica por sí só1o una revolución teórica dado el punto de vista de clases del cual parte:
"El.peculiar desarrollo histórico de
1a sociedad alenana/ pues/ cerraba 1as puestas de país a todo desarrollo original de la economía 'burguesa '; pero no a su crí_ tica. En 1a medida que ta1 crítica reptesenta, en gene_ ral, a una clase, no puede representar sino a la clase cuya misión histórica consiste en trastrocar e1 modo de producción capitalista y finalmente abolir las clases: el proletariado.,,e . La continuación vulgar, en cambio, cae 9 caPitat
I,15.
x,
netamente en el campo de la ideología, constituyendo un discurso que pasará a formar parte de la ideología dominante. La posición de la crítica rompe con unos y otros inaugurando de nuevo la posibilidad de la cien_ cia.
Nos falta, entonces, añadir un cuarto personaje a esta confrontación. Se tuata de las posiciones socialistas utópicas, las cuales Marx en{renta, con el mismo vigor que enJrentaba a la economía política. Los socialistas representan el ',terreno ocupado" que encuenfa el "socialismo científico,,lD y cuyas distintas formas describen Marx y Engels en el Manifiesto co_ munista: a saber, el socialismo feudal, el pequeño burgués, el alemán o "verdadero", el socialismo conservador, y el socialismo y comunismo critico-u tópicos. Por consiguiente, se pueden resumir en cual¡o 1as posiciones teóricas que se enfrentan en el tránsito de la subsunción
forrnal a 1a real: la economía política c1ásica, la economía política vulgar, los autores socialistas y Marx. Cuatro y las prin_ cipales, porque en cada una de ellas existen variaciones como 1o acabamos de indicar en el caso de los socialistas, y como 1o viéramos en la economía política clásica.
Nos podemos representar estas cuatro posiciones median_ te el cuadro siguiente: Nivel de Se
adecúar al
sistena
Ia ciencia
Economía polífica clásica
Nivel de ia ideología Economía política
vulgar La crítica al sistema
Marx, o la crítica a la economía política
E1
socialismo utópico
El esquema nos proporciona dos tipos de aproximaciones teóricas. Las relaciones horizontales representan 1as distintas posiciones con respecto al modo de producción capitalista. En ln \ e,., ¿dem- d') \l¿e e
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¡ ¿ 6-¡¡.,ut ¿r. (.r1,. rl. r.r ero ) .u. .Lu, \c. r nb en Ln¡r{].. D I.a:.¡/."t, t,r.¡ 0n a ,i¡z,r..f a. 2.n
el
este caso, 1a economía política clásica
y la vulgar coinciden en cuanto ambas constiluyen un reflejo directo del sistema, mientras que la posición de Marx y aquella de 1os socialistas participan de la crítica a este sistema, planteándose su diferencia en la forma y efectividad de esta crítica.
Pero estas coincidencias se desanudan cua¡tdo nos remitimos a las relaciones verticales, según las cuales, la economía clá-
y Marx se situan dei lado de la ciencia, mientras que los socialistas continúan tan atados a la presión de la ideología, como adhieren a ella los econornistas vulgares. Marx se distancia con el rnismo énfasis crítico de cada una de estas posiciones. De los c1ásicos, porque no desarrollan consecuentemente la ciencia; y de 1os economistas vulgares, porque éstos se sitúan como defersores ideológicos del sistema al cual Marx critica tanto teórica como prácticamente. Lo que Marx crítica a 1os socialistas es permanecer prisioneros del marco de 1a problemática planteada por los clásicos, aceptando sus leyes y su lenguaje, 1o que a 1a postre 1es impedía haspasar el horizonte teórico de la producsica
ción capitalista.
Distinguiendo entre 10 que es el punto de vista de clases realmente revolucionatio, y lo que es el criterio cientÍfico corsecuente, 1a crítica postula urr punto de encuentro que impide la exaltación de ulo en desmedro del otro. Porque si los clásicos estabal sobre 1a vía de la ciencia, su punto de vista burgués estrechó para siempre el horizonte de su rni¡ada. Así, por ejemplo, cuando Marx corrige la lectura de la realidad capitalista de Ricardo o de Srnith, aludiendo al 'ver" o 'no ver" de éstos, señala la incorsecuencia entre urr punto de vista científicamente coüecto, malogrado por el criterio de clases que adoptan y que se erige en el verdadero obstáculo que su empresa teódca, en tanto se pretendía científica, tenía que vencer- Por eso, los irnpedimentos del econornista clásico no residen úrricamente en 1a presencia deformada de su objeto, sino también en la deficiencia particular, específica, e histórica de su aproximación a1 objeto.
zt
netamente en el campo de la ideología, constituyendo un discurso que pasará a formar parte de la ideología dominante. La posición de la crítica rompe con unos y olros inaugurando de nuevo 1a posibilidad de la cien_ cia.
Nos falta, entonces, añadir un cuarto personaje a esta con_ frontación. Se trata de las posiciones socialistas utopicas, las cuales Marx enfrenta, con el mismo vigor que enfrentaba a la economía política. Los socialistas representan el ,,terreno ocupado" que encuentra e1 "socialismo científico,,10 v cuvas distintas formas describen Marx y Engeis en el Manifiesto comunista: a saber, el socialismo feudal, e1 pequeño burgués, el alemán o verdadero", el socialismo conservador, y el socialismo y comunismo crit ico-u lópicos. Por consiguiente, se pueden resumir en cuat¡o las posicio_ nes teóricas que se enfrentan en e1 hánsito de la subsunción formal a 1a real: la economía política clásica, 1a economía po_ lítica vulgar, los autores socialistas y Marx. Cuatro y las prin_ cipales, porque en cada una de e1las existen variaciones como lo acabamos de indicar en el caso de los socialistas, y como lo viéramos en 1a economía política clásica. Nos podemos reptesentar estas cuatro posiciones mediante el cuadro siguiente: Nivel de la ciencia
Nivel de
Se adecúan al sistema
Economía polí[ica clásica
Economía po1ítica
La crítica ai sistem¿
Marx, o la crítica a economía política
Ia ideología
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El soci;rlismo utópico
El esquema nos proporciona dos tipos de aproximaciones teóricas. Las relaciones horizontales representan las distintas posiciones con respecto al modo de producción capitalista. En 10 Vóase además del Manifesta nnuni.rftt, capítulos tcrcero ensavo cle Engels, D el sociiltsrra ,tópi.o ai
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este caso, la economía política clásica
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y Marx se situan dei lado de 1a ciencia, mientras que los socialistas continúan tan atados a la presión de la ideología, como adhieren a ella 1os econornistas vulgares. Marx se distalcia con el mismo énJasis crítico de cada una de estas posiciones. De los clásicos, porque no desarrollan consecuentemente 1a ciencia; y de los economistas vulgares, porque éstos se sitúan como defensores ideológicos del sistema al cual Marx critica tanto teó¡ica como prácticamente. Lo que Marx crítica a los socialistas es permanecer prisioneros del ma¡co de la problemática planteada por los c1ásicos, aceptando sus leyes y su lenguaje, 1o que a la postre les impedía traspasar el horizonte teórico de la producsica
ción cqpitalista.
Distinguiendo entre lo que es el punto de vista de clases realmente revolucionario, y 1o que es e1 criterio cientílico corsecuente, la crít1ca postula urr punto de encuentro que impide la exaltación de uno en desmedro del otro. Porque si los clásicos estaban sobre la vía de 1a ciencia, su punto de vista burgués estrechó para siempre el horizonte de su mirada. Así, por ejemplo, cuando Marx corrige la lectura de la realidad capitalista de Ricardo o de Sniih, aludiendo al ver" o 'no ver" de éstos, se, ñala 1a inconsecuencia entre un punto de vista científicamente correcto, malogrado por e1 criterio de clases que adoptan y que se erige en e1 verdadero obstáculo que su empresa teófica, en tarto se pretendía cienfífica, tenía que vencer. Por eso, los impedimentos del econornista clásico no residen únicamente en la presencia deformada de su objeto, sino también en la deficiencia particular, específica, e histórica de su aproximación a1 objeto.
út
A la inversa, los autores socialistas si bien actúan en nom_ bre de la clase obrer.a, y van al encuentro de las posiciones oficiales, y de la ideología dominante, se quedan a -meclias en el proceso de desentrañamiento de la realidad, cuanclo permanecen dentro de la problemática que ya habían abierto los economistas clásicos. pues si bien señalan en ella las inconse_ cuencias de 1a ciencia burguesa, confían toda la eficacia de su c¡ítica en la negación parcial de ciertas categorías a la sazon dominantes, sin penetrar en la naturaleza Je su fetichismo. Aquí el punto de vista de clases cortecto se pierde a causa de un proceso "científico" incipiente, por Io que caen en el mismo campo ideológico del cual pretendían salir. DE LA PRÁCTICA IDEOLÓGICA DEL ECONOMISTA VULGAR
el . .En economista vulgar tenemos, entonces, el prototipo del agente ideológico, o agente reproductor de un efecto ideo_ lógico que ya existe, y que está funcionando. Su práctica con_ tinúa el desarrollo de aquellos elementos n-ustificadores de la forma económica burguesa, prolongando la iiusión fetichista de la sociedad capitalista. Lejos de superar el peso específico de estas representaciones, lo acentúa haciendo de ellas la materia básica de su pr.opia práctica que por este mismo hecho es ideológica. Por eso su culminación es ,,la fórmula tnnita_ ria" a la cual Marx se refiere, como a una especie de religión del elemento vulgar, doncle la parte ,,exotérica" del discurso de Smith se encarna en formas py6pias, simples, consagrando una lógica que tiene por apoyo la reproducción n-,uteiiul del sistema La lógica invertida y mistificadora con que aparecen las relaciones capitalistas, en la superficie de la sÁciedad. Si el economista clásico intentaba quebrar la cristalización ideológica, peneh.ando en la realidad interna de las relaciones de producción capitalistas, el economista vulgar se propone a través de un esfuerzo contrario, responder a la necesiáad de
apología que e1 sistema requiere. E1 discu¡so del economista vulgar reitera la imagen ideal que 1a sociedad capitalista hace de sí misma, y que proyecta en e1 sentido común. Tal comportamiento lo identifica con ]os intereses de 1a clase dominante. Sea que a través de su práctica e1 economista vulgar participe directamente y de manera consciente de 1os intereses inmediatos de aquella clase, o que esta identificación provenga inconscientemente de la propia dinámica de su práctica, en uno u otro caso el resultado será el mismo: afirmar la coincidencia entre lo que 1os agentes de la producción se representan como siendo la realidad, y 1os intereses de la clase dominante.
discurso ideológico del economista vulgar surge precisamente cuando esta clase dominante, la clase capitalisia, adquiere conciencia de sí. El modo capitalista de producción se ha hecho dominante subsumiendo de manera real e1 proceso del trabajo. El escenario de estos acontecimientos, que son Inglaterra y Francia, muestra un desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas. La alianza con el antiguo enemigo de ciases, la nobleza, se ha consumado y el desarrollo del capitalismo en el sector agrícola proporciona los elementos para que la creación de la riqueza de que nos habla el discurso vulgar, contemple también a 1os terratenientes. Se santifica así una nueva " santa alianza", la que es consagrada al hacer de todas 1as clases, que en ella participan, propietarios por derecho. Surge así radiante y armónico, un mundo de propietarios, donde cada cual obtiene algo por lo que posee: unos el capital, otros 1a tierra y el resto, en firy e1 trabajo. Un mundo encantado, como lo llama Marx, del señor Capital y la señora I ierra. E1
LA PRESENCIA DEL ELEMENTO VULGAR DURANTE EL AUGE DEL PERÍODO CLÁSICO Si bien la economía
vulgar tiene su momento histórico pre-
ciso, durante el cual domina Ia reflexión económica oficial, se origina a medida que la econornía po1ítica clásica se desaffo_ lla. En tal sentido, la práctica ideológica de1 economista vulgat constituye Lln proceso que atraviesa distintas etapas, donde las primeras emergen de las propias deficiencias del discurso cien_ tífico c1ásico.
1.
2.
La primera etapa se puede establecer durante el período, cuando 1a economía política clásica, es expresada por la ob¡a de Adam Smith. Con este autor el desarroüo de la economía política alcanza una culminación eviden_ te, adquiriendo formas estables y logrando una visión general de la problemática. pero el discurso científico no logra aún discriminar las formas fetiches, del objeto rea1, tnstalando así al elemento vulgar como una desviación inherente a su discurso cienlfico. Las con_dicio_ nes estaban dadas entonces para que éste asumiera vida propia, existencia separada, tarea que efectua J.B. Say, quien aís1a v exptesa en un todo compacto y didáctico, la parte "exotérica', de la obra de Smith. Con este trabajo, aproxima la ciencia a la doctrina y la elaboración teórica a la representaciór-r cotidiana, natural, que toclo el mun_ do tiene de la sociedad burguesa. pero Say no agota todas las posibilidades del discurso ideológico po.qrr", primero, las contradicciones no se habían desarrollaclo aún plenamente en el período en que escribe Smith, y, segundo, porque la ciencia no había logrado aún, pese al esfuerzo de Smith, su pleno desarrollo y culminación.
Con Ricardo, la economía vulgar ve veni¡ su día, pues mientras más se completa la ciencia económica, más y más se independiza el elemento vulgar. A medida de este desarrollo la contradicción se acusa con toda su fuerza y se le enfrenta en tanto que tal. Las concepciones socialistas y la lucha de clases alcanzan entonces niveles antes desconocidos.
"La revolución continental de 1848-1849 repercuLió también en In-glaterra. Quienes aspirabal aun a tener cierta relevancia científica, y se resistían a ser simples sofistas y sicofa¡rtes de las clases doninan-tes, procuraron compaginar la econornía política del capital con las reivindicaciones del proletariado, a las que ya no era posible seguir desconociendo. De ahí ese insípido sincretismo cuyo representante más destacado es John Stuart Mill'11 .
vulgar surge como autónoma cuando el propio análisis de la economía clásica rompe con sus presupuestos, cosa que ocurre en la obra de Ricardo, quien habiendo deducido el valor del trabajo no considera el carácter histórico de la problemática y no llega a elaborar un concepto de plusvalía- A partir de este hecho, dos circunstancias se dan paralelamente, y contribuyen a 1a aparición de la economía política vulgar: 1) e1 surgimiento de una oposición a 1a economía política, como un proceso crítico que en el fondo era también oposición al sistema capitalista, representado por 1a obra de Marx, y 2) el desarrollo de 1a contradicción rea1, e1 cual se hace visible a t¡avés de la forma aguda que toma la lucha de clases durante este petíodo. La ob¡a del economista vulgar surge como el intento por crear un campo cerrado y compacto de respuesta a la contradicción con las aspiraciones del proletariado. Se puede decir que la empresa
El economista vulgar se convierte así en un apologista, cuyo representante típico es Bastiat, quien se limita a plagiar a Ricardo, escamoteando 1o que en la obra de aquél era perturbador para el sistema- La tendencia dominante de esta etapa es la defensiva. El autor vulgar ya no participa de 1a elaboración de la economía, como fue el caso de Say, sino que se mantiene en plano de la pura pasión apologética. Toda su práctica se encamina, en fin de cuentas, a hacer valer la coincidencia 11,
Marx, Capita/1, p.75
213
entue el contenido del discurso y la representación cotidiana. Su procedimiento se ajusta al mecanismo de la reproducción
objetiva, confir-mando por segunda vez 1o que el sujeto ideo_ lógico (el agentes de la proclucción) ya suponia como lo real. Só1o e1 desarrollo de 1a cont¡adicción puede romper este as_ pecto liso y redondo de 1a apariencia, pero el economista vul_ gar, desde el momento que efectúa una práctica coincidente, no se propone hacerlo. No denuncia las fisuras que insinúan la cont¡adicción inmanente del sistema por sobre la figura compacta de 1a apariencia; al contrario, su empresa consiste en consolidar esta aparente armonía cle 1as cosas. En ese sen_ tido, la condición de "cemento', con que A. Gramscí cali{ica 1a ideología, vale pata este discurso ideológico. El texto que Marx dedica al análisis de la fórmula t¡inita_ ria, en el libro iII del Capital, destaca 1a comodidad con que el economista vulgar se maneja en esta expresión que cuando se la examina desde un punto de vista científico_crítico, descubre y revela la absurda nomenclatura sobre la cual ha sido construida.
'
II. LA ECONOMÍA VULGAR Y EL MUNDO ENCANTADO DEL SEÑOR CAPITAL Y MADAME LA TIERRA
Pero antes de entrar al estudio de este texto, vale la pena detenerse en una frase, dicha al pasar, casi como una digresión, pero que dado su tenot parece precavernos acerca de 1a razón más profunda, de estos equívocos y comportamientos, así como las dificultades que asechan a la práctica científica. En efecto, en pleno análisis de la cuestiór! Marx deja deslizar la frase más asombrosa de este texto, a saber: "en realidad, toda ciencia estaría de más, si 1a forma de manilestarse 1as cosas y la esencia de éstas coincidiesen directamente"l. A pesar de haber sido formulada, al pasar, se refiere directamente a1 problema que nos ocupa. Situada en medio de una crítica a la práctica del economista vulgar, subraya el hecho de que éste, ' ... se encuentre como pez en e1 agua precisamente bajo la forma más extraña de manifestarse 1as relaciones económicas, en la que éstas aparecen prima facie como contradicciones perfectas y absurdas...'2 .
Construida en condicional, 1a digresión habla de otra coincidencia, que de ser posible, anularía por sí sola tanto la necesidad de la ciencia, como 1a misma existencia de la ideología. Si 1a esencia y 1a apariencia coincidieran implaltaría un cambio en el estatuto mismo de la realídad capitalista. Por otra parte, es iustamente esta, "no coincidencia" entre esencia y apariencia, la que configura lo real en 1a sociedad capitalista. Pues, paradójicamente, es 1a no coincidencia entre estos dos planos de la realidad 1o que hace posible 1a coincidencia enlre 1 Capit,:t/
2 Ibídem
211
III,
P.157
215
la
Jorma de la apariencia y la forma de1 discurso. Actuando
sobre esta base, el discurso icleológico lejos de señalar, el des_ fase que implica la existencia nuda del
fenómeno fetichista, lo confirma como 1o único real, consolidando con ello, la su_ plantación y ocultamiento que el fetichismo supone. porque
asombroso de la no coincidencia es que a la pástre, ,,... estas relaciones aparezcan tanto más evidentes cuanto más se es_ conde la trabazón interna entre ellas y más famihares son a la concepción corriente.3,l 1o
1.
2.
La primera conclusión que se puede extraer clel texto concierne a la forma como la práctica del economis_ ta vulgar se a{e¡ra a las representaciones ideológicas. Esto nos explica por qué el díscurso vulgar no só1o se revela como incapaz de alcanzar la realidad esencial de los fenómenos, sino que hace de esta incapacidad su propia virtud.
La segunda conclusión se refiere al carácter ideológi_ co de la práctica del economista vulgar, por lo cual su discurso se convierte en intervencián iieológíca. En efecto, para 1a crítica, ,'La economía ,,.,lgu, ,"ii_itu u traducir, sistematizar y preconizar doctrinalmente las ideas de los agentes de la producción cautivos de las relaciones de producción del régimen burgués. ,a
La práctica del economista vulgar se reduce, así, al acto que consiste en llevar a expresión ideológica, las representa_ clones comllnes y asentadas acerca del capital y 1as fuentes de la riqueza. práctica ideológica q,ru u".rá" en'apoyo .te lu manifestación real y material del fetichismo, trud,r"iérldolo {ormas "legibles,, y 'racionales,,. "., ¿De qué manera el economis_ ta vulgar acomoda su trabajo hasta llegar a ser la expresión más ideologizada de la conciencia burgrr".u? el mecanismo, ¿Crál
".
3Ibíclem ,l Ibídem, pp. 75ól757.
mediante el cual esta práctica funciona? Su identificación con los intereses de esta clase puede definirse por 1a búsqueda de esta "racionalidad": por este proceso de acomodo teórico a 1a ,,Iógica', capitalista, en sí absurda, pero expLicable gracias a1 proceso de reproducción de1 sistema. En el mismo texto destinado a la fórmula t¡initaria, Marx nos
sugiere 1os distintos momentos por 1os que atraviesa la elaboración de esta 1ógica. Ei ejemplo se refiere a la fórmu1a del capital a interés, y puede ser descompuesto en 1as fases siguientes:
1.
La primera {ase describe la búsqueda de
más mistjJicadora de la realidad capitalista. Aquella que no queda el menor ¡astro de la relación real que ha sido ocultada. En e1 ejemplo, se tuata de 1a forma del capital-interés, porque elimina todos los aspectos cualitativos de la expresión, y deja ocultas todas las mediaciones que podrían explicar el absr.¡rdo de que una suma de valor pueda crear por sí misma, más valor 2.
Pero la existencia de un valor que de sí mismo produce más valor, revela de tal manera el fetichismo de1 capital, que inquieta al orden racional del discurso. Este hecho lleva al capitalista y a1 economista, vulgar en este caso, a buscar un apoyo teórico "extra', fuera de las causas reales. Para ello recurren a una expljcación que pertenece a la misma esfera ideológica del discurso que se está produciendo.
J.
Es
4.
Cuando ha llegado a este punto, el economista piensa haber cumplido su tarea, pues con su discurso ha
por e1lo que se "salta del capital como valor de la substalcia material de1 capital, a su valor de uso como condición de producción del kabajo, de 1a maquinaria, de las materias primas, etc. s
5 Ibídem, pp. 757
216
1a expresión
hecho posible e1 ingreso de esta expresión económica en la "racionalidad,, capitalista. Una otra forma de in_ versión se consuma ahora en el cam_po de la doctrina, y gracias a ella, la irracionalidad de las formas econó_ micas capitalistas alcanzan aquí una ,,raciona1idad,, teórica. .,Tan pronto como llega a esta proporción entIe magnitu_ des inconmensurables, el economista vulgar lo ve ya todo
claro y no siente la necesidad de seguir reflexionando, pues con ello ha llegado, en efecto, a lo 'racional,, de Ia idea burguesa..."
A-. se hace carne en el sujeto a través de 1a ,-.-alll.lt tttl"Tu del cliscurso. La doctrina rellena los vacíos; comJi-¡-llton rd conctencta fragmentada; da un r
orden al todo caóti_ una visión armónica en la cual cada uno el lugar que le pertenece por naturaleza, y saca el pro:::f,: que te coresponde. Desde eI misrno instante que este -^ ^,_ ^: rrae_L€\ismo entra a funciona4 el economista vulgar crea una to_l_lfO"ión del mundo, completa, una suerte de compendio que es la fórmula trinitaria; fórmula que disrribuye lÍl-"J:.I de la riqueza en un mundo donde todos go.-r, q..',"tame:.t: ra condrc¡ón rle propietarios.
t11,1-"porcionando
¿EN QUÉ coNSIsTE LA FÓRMULA TRINITAI{IA?
en el sistema económico vulgar, y consu discurso ideológico, 1a fórmula trinitaria prestigio por la armonía que propone. porque la es"u :;Lfi: ttasrca i-f^l \
,-r,r-lJ:Ttpio.del-orden - esencral de
6
lbíder\
218
fase del capitalisno en que la subsunción de1 trabajo al capital es todavía formal, organiza un mundo, donde cada una de estas clases, deben ser entendidas como clases de toda sotiedad. Un absoluto mundo de propietarios, un sistema de derecho universal, y perfecto de distribucióry cuyo principio rector es simple: cada cual obtiene algo por 1o que posee. E1 equilibrio que emana de esta armonía consiste, por lo tanto, en la equidad que regula las relaciones entre posesión y derecho.
Gracias a suerte de armonía social, cada individuo es interpelado, en 1a sociedad capitalista, en tanto que poseedor. Unos poseen e1 capital, otros la tierra, y otros, en fin, el trabajo. Como tal, la fórmula trinitaria consagra, 1o que sería, ¡¡¿ tfiple forma de poseer, a través de una doble distribución. La distribución "originaria" que ha hecho a cada una de estas clases, propietarias de "fuentes" particulares de 1a riqueza, y la segunda dist¡ibución que 1e permite acceder a 1os frutos que estas fuentes dispensan. Disfrute que se efectúa gracias al derecho que cada clase tiene, a1 obtener, de estas fuentes, 16 que producen. La dist¡ibución se tealiza, de esta manera, tal como 1a representación coniente se 10 imagina. Cada propietario obtiene 1o que le corresponde, y se merece, y cada una de estas fuentes considerada en su autonomía, está regida por un derecho también particular y autónomo, con lo cual todos alcanzan la satisfacción entera de sus intereses personales, en e1 mejor de los mundos posibles. Pero su fuerza radica sobre todo en que la sociedad parece regirse por esta legalidad. Sus formas son concretas y visibles. Existen y funcionan en la sociedad capitalista y ésta apalece como un cuerpo en donde hay capitalistas que son pro-
pietarios de1 capital, propietarios que poseen 1a tierra cor¡e bien propio, y trabajadores que disfrutan de su trabajo. l¿ dist¡ibución circula por estos mismos canales y estos agentes confirman con su experiencia cotidiana que 1as cosas ocurren ta1 cual 1o expresa la doctrina vulgar. Ta1 es así, que el méri-
279
to principal no Ie viene por haber descubierto alguna razon oculta de las cosas, sino precisamente por confirma. de -an._ ¡a docta lo que todo el mundo ya suponía. Tampoco se trata . de una const¡ucción ficticra, utópica de un mundo más desea_ do que verdadero, ni de la imposición de un sistema iluso_ rio. Su fuerza, lo dijimos, proviene de que habla de cosas que ocurren realmente, de prácticas efectivas, de formas concretas contra cuya porfiada realidad los individuos se dan de nari_ ces todos los días. Pues la fó¡mu1a tuinitaria también interpela a la conciencia espontánea de cada cual en nuestra sociedad.
En tanto supone equilibrio entre el derecho jurídico de cada propietario y la distribución de la riqueza, silencia el proceso real de 1a producción, porque ésta parece que se efecLuara conforme al movimiento por el cual cada fuente produ_ ce valor, como el árbol produce frutos. Su equidad luminosa oscurece las contradicciones reales e inherentes de la socie_ dad capitalista, a la cual, la fórmula trinitaria, sumerge bajo la imagen de una sociedad en general. por lo tanto, la situa_ ción que ocupa cada clase se manifiesta como una ordenacla y concordada coexistencia. Es así como podemos configurarla dentro de un esquema compuesto de fres relaciones tri-ples: PROPIETARIO
Capitalista capital
terrateniente
trabajador
FUENTE
tierra
trabajo
GANANCIA
interés
Renta del suelo
sala¡io
"Capital-ganancia (beneficio del empresario más inte_ rés); tierra-renta del suelo; trabajo-salario; he aquí la fórmula trinitaria que engloba todos los secretos del proceso social de producción."7 "En la fórmula tripartita de capital-ganancia _ o, mejor aún, capital-interés, tierra-renta del sue1o, y trabajo,sa7 Ibidem, p. 75,!
lario, en esta tricotomía económica considerada como la concatenación de las diversas partes integrantes de1 valor y de la riqueza en general con sus fuentes respectivas, se consuma la mistificación del régimen de producción capitalista, la materialización de las relaciones sociales, el entuelazamiento directo de las relacii¡nes materiales de producción con sus condiciones históricas: e1 mundo enbantado, invertido y puesto de cabeza en que Monsieur Ie capital y Madame la Terre apatecen como personajes sociales, a la par que llevan a cabo sus brujerías directamente, como simples cosas materia-
.
les.
"E
Para analizar esta fórmula seguiremos el mismo programa que efectúa la crítica cuando procede a 1a desmitificación de esta práctica ideológica:
A. Primero, enlrentando el problema que suscita 1a identificación de las t¡es "fuentes ' de la riqueza, como perteneciendo a un mismo campo significacional.
B. Segundo, Abordando la relación que existe ent¡e 1as {uentes y sus productos, lo que plantea el problema que dejan abierto expresiones tales como el valor de la tierra" o "valor del trabajo". C.
Finalmente tratar de responder a la preg'unta acerca de ¿cuál es e1 significado en esta figura de los tres tipos de ganancia: de1 interés, de la renta de1 suelo v de1 salario? LAS TRES "FUENTES' DE LA RIQUEZA
La Tierra, el Trabajo y el Capital constituyen las tres fuentes autónomas de la riqueza anual de una nación, siendo por lo tanto, ellas también, el origen de las ganancias respecti8
Ibídem, p. 768.
vas de que disfrutan estas distintas clases. Tal es el discurso del economista vulgar, quiery por consecuencia tiene a es_ tas fuentes como elementos primordiales de su explicación. Nada rnás natural que explicar la riqueza a partir de estas fuentes. Su evidencia le parece algo casi banal. Cada una
proporciona valor a su propietario, regulando con e11o el equilibrio nacional en la distribución de la riqueza nacional. La crítica comienza denunciando el escándalo de la taxonornía. ¿Bajo qué campo semántico es posible homologar tierra, trabajo y capital? O peor aún, ¿cómo pueden siquiera ser homologados?, ¿qué espacio común retiene y acoge su cliversidad? Porque, "... las pretendidas fuentes de la rique_ za anual disponíble corresponden a esfe¡as completamente distintas y que no guardan 1a menor analogía entre sí. Se parecen como pueden parecerse, por ejemplo, los aranceles notariales, las zanahorias, f 1a músic¿."r La crítica muestra el absurdo del lugar común que acepta semejante asimilación. El absurdo cotidiano a que la repro_
ducción del sistema ha hahituado a los agentes de la produc_ ción y a la conciencia común. Absurdo que la doctrina impone como si fuera la lógica real de las cosas. La racionalidad de Ia irracionalidad como ha dicho M. Godelierl0. porque en su proceso de desmitificación de la figura trinltaria y de la práctic,r que la 5usLenta. la critica cJe Marr apela a la logica real, interna y oculta del funcionamiento de1 sistema capi_ talista. Por eso el movimiento de la crítica se juega aqur por entero en demost¡ar la imposible analogía entre estos tres conceptos.
Hay rnuchos otros catastros cuyos elementos asombran por el disparate evidente de su taxonomía. pero en este lugar común, que propone el economista vulgar, representa, para 9Ibídem, p. 754. 10 \fauricc Godelier, Rtiamlidad
e
irrdianalilal
en
la ecanortla.,
Maspero, 1966
Marx,
escándalo o el absurdo que se acepta como obvio. Porque en el caso de la trinidad que examínanos, el absurdo también se ha hecho opaco. No es de suyo evidente que la analogía entue capital, tierra y trabajo sea un disparate. No 1o es, ni para la conciencia ordinaria del agente de 1a producción, ni para el economista vulgar. Menos aún para las clases dominantes. No es evidente, a imple vista, el absurdo, y corresponde a 1a crítica hacerlo, mostrando la desmesura de lo que allí se da por natural. Pues la desmesura de 1a fórmula trinitaria es 1a desmesura misma de1 modo de produccíón capitalista. e1
Para enfrentar dicha trinidad, 1a crítica procede en dos tiempos, primero se preg'unta, pot e1 concepto de capital, y luego, habiéndolo definido como una relación social de produccióry históricamente determinada, se vuelve a preguntar, ¿cómo puede ser posible, que ta1 relación, se haga visible por medio de un objeto que la suplanta, reemplaza y oculta? Luego se detiene en el concepto de tierra. Pues, junto a esta relación social, que es el capital, concebible únicamente en un período determinado, está la tierra. La naturaleza inorgánica, Ia materia originaria, e1 objeto constantemente disponible, elemento de la relación productiva originaria: que se define a su vez en la relación entre el hombre y la natu¡a1eza. f inalmente, esta triniclad se completa con e) traba¡o, "... un simple espectro: 'el" trabajo, que no es sino una abstracción y que, considerado de por sí, no existe o que si... [Ilegible (F. E.)] suponemos la actividad productiva del hombre en general, por medio de Ia cual se opera al metabolismo con Ia naturaleza, despojado no sólo de toda forma y característica social, sino incluso en su simple existencia natural, independiente de la sociedad, sustraído a toda sociedad y como manifestación y afirmación de vida común al hombre que no tiene to-
davía nada de social y al hombre social en cualquiera de sus for¡¡ras.
"11
La denuncia clel absurdo de esta analogía tiene que ser capaz de traspasar el consenso empírico comírn, el hábito de una sanción sociial establecida y oficializada, que tiene y mantiene estas formas por 1o rea1. Porque el sentido que adopta en este caso la erxpresión "irraclonal", tiene que definirse como 1o irracional de una racionalidad que está funcionando y que es imperante. Lo que la crítica acusa como absurdo es justamente la racionalidad dentro de 1a cual se mueven, actúan y son efectivos tanto los intereses y motivaciones de 1as clases que están en el poder, como el comportamiento de las clases que son dominadas. Luego, la crítica debe vencer el poder de 1o explícito, su peso específico, porque e1 lugar común que contiene e1 discurso del economista vulgar no consiste en un error teórico, o en una afirmación ma1 hecha, antojadiza, sino en 1a decantada formulación de1 resultado de1 fetichismo por la reproduccrión de las relaciones capitaiistas, puesto que, '... en esta tricol.omía económica considerada como 1a concatenación de 1as dive¡sas partes integrantes del valor y de la riqueza en general con sus fuentes respectivas, se consuma la mistificación de1 régimen de producción capitalista, la materialización de las relaciones sociales, el entrelazamiento directo de 1as relaciones materiales de producción con sus condiciones históricas."12 La reducción de estos tres conceptos a la condición de obietos o cosas creadoras de va1or, plantea también la dificultad intrínseca de la propia dimensión lógica de cada uno en tanto concepto. Luego, 1o que ya se mostraba como la reunión absurda de una relación social de producción (el capital) con 1a naturaleza inorgánica (la tierra), y con una abstracción (el 11 Ibídem, gr. 755. 12 Ibídem, p.763.
tra-bajo), encuentra un segundo tipo de dificultades cuando estos conceptos son remitidos al proceso histó¡ico de la producción. Ahora la inconmensurabilidad de tierra y trabajo, por una parte, y capital, por otrd. salta a la vist¿.
.
'Lo que... llama la atención en esta fórmula es el que al lado del capital, a1 lado de este régimen determinado de produccióry de esta forma de un elemento de producción perteneciente a una dete¡minada fisonomía histórica de1 proceso social de producción, al lado de un elemento de producción representado por una deterrninada forma social y entremezclado con e1la, aparezcan sin más, de un lado, la tierra y de otro lado el trabajo, dos elementos del proceso real de trabajo que, considerados desde este punto de vista material, son comunes a todos los sistemas de produccíór¡ pues constituyen los elementos materiales de todo proceso de producción, cualquiera que él sea, sln que tengan nada que ver con la forma social del mismo."13
Si 1a analogía no funciona cuando se consideran 1as tres fuentes entue sí, habrá que examinar lo que ocurre cuando pasamos a ver la relación de 1as fuentes con sus productos. LAS zuENTES Y SUS PRODUCTOS
La doctrina vulgar piensa a cada una de estas fres "fuentes": ef capital, la tierra y el trabajo, como si fueran entidades autónomas, dotadas de 1a virtud de crear valor por esencia. Muy natural; entonces, que el capital produzca una ganancia, 1a üer¡a una renta de1 suelo, y e1 trabajo un salario, y que además, estos ftutos de que gozan, se vinculen de manera inmedia, ta a sus fuentes respectivas. Lo obvio de la opinión cordente,
13
lbÍdem, pp.755/756.
y que el economista vulgar sanciona, proviene, a) de la autonornía que rige en estos tres elementos, y b) de que los frutos pertenecen sin lugar a dudas a sus fuentes. Lo que enA. Smith concernía a1 cálculo de1 valor de la mercancía, asume aquí ula significación aparte, desmesurada, al establecerse como relaciones de causa a efecto. Pues aparece como algo obvio, que va de suyo, que 1a tierra exista para proporcionar una renta, así como e1 trabajo para brindar un salario. Lo que se crítica en este caso, es la evidente causalidad que el economista vulgar pretende ver en estas combinaciones. Combinaciones que atan ambos términos de 1a expresión en un sentido y en otro. Si, por ejemplo, el salario supone que ha habido trabajo, o la renta que existe uso de 1a tierra, a la inversa, el trabajo aparece concebido como aquello que proporciona ul salario. Se habla entonces, del "valor del trabajo" y del "va1or de 1a tierra'. Estableciendo como punto de partida la propiedad respectiva de cada fuente, la fórmula trinitaria representa 1a ilusión ideológica del equilibrio económico que sirve de fundamento a 1a imposición de un equilibrio social, por cualto la dist¡ibución de estos productos que emanan de 1a fuente se ha legitimado jurídicamente de antemano. Se supone que las {uentes tienen propietarios, con la misma fuerza de sentido comúr, que se supone/ que existen para crear valor. De esta manera e1 discurso vulgar establece las fuentes generales de toda riqueza y por consecuencia la idea de 1a satisfacción equitable de 1os distintos propietarios.
Detengámonos en estos tres vínculos que amanary así tan obviamente, cada fuente a su respectivo fruto: CAPITAL - INTERÉS
Del fetichismo del capital a interés ya hemos hablado. Esta forma superlativa que oculta lo que ocurre en el proceso de
ú
la producción, situándose fuera del propio circuito de 1a circulación, con lo cual la ornite. Fórmula que pone D junto a D prima, sin otra mediaciór! porque ha borrado y suprimido todas 1as mediaciones que hacen posible esta expresión. Luego, aquí, e1 vínculo inrriediato de1 capital a interés, propio de1 capital financiero, coloca en el centro, el derecho de1 propietario del capital, a obtener por este solo hecho una ganancia. La causalidad funciona dentro de1 puro movimiento cuantitativo. Desde que esta fórmula D - D' aparece como una suma de dinero que tiene como su propiedad Ia de crear más valor, e1 capital queda reducido y definido por e1 carácter cuantitativo del interés. Se hace homogéneo a éste. Se le mide por este rasero. Como ta1 representa tan sólo un objeto, una "suma de va1or" materializada. Han desaparecido aquí todas las otras dimensiones y proyecciones reales de esa categoría. Luego, la relación así concebida erunascara 1a repartición de la plusvalía entre 1os distintos empleos del capital. TIERRA - RENTA
La posibilidad de que 1a tierra pueda crear valor 1e parece Marx, ya no sólo una idea falsa que se ha formado aniz del fetichismo inmanente de las categorías económicas burguesas, sino, además, un absurdo en sí, producido por el discurso vulgar, para justificar que la agricultura esté ya sometida al modo de producción capitalista, en consecuencia, practicada por capitalistas, y que, por 1o tanto, se trata solamente que una parte de 1a plusvalía producida por e1 capital, que va a1 propieta rio de l¿ tierr¿. a
En sí, la tierra ejerce la función de materia en 1a producción de un valor de uso. Como tal forma parte del carácter específico y concreto de 1a produccióry incorporando al producto sus propiedades materiales, tal como lo hace, por ejemplo, el tiempo de fermentación con el vino. Pero de ningún modo
esto significa algo para la determinación del valor de cambio de tal o cual producto agrícola- El trigo, por ejemplo, no posee más valor que la materialización de trabajo social allí contenida.
materialización de 1a fuerza productiva humana en una mercancía, proceso del cual salen las diferentes formas de plusvalía, en cambio, e1 concepto de salario sólo expresa e1 precio de Ia fuerza de trabajo.
De esta manera, 1a relación enlre la renta y la tierra puede ser establecida como 1a relación entre un valor de uso, la tierra, y su valor de cambio, la renta. Ambos conceptos se originan, por lo tanto, en campos absolutamente diferentes, con dimensiones semánticas propias, y distintas. Una es la pura cualidad, materialidad por excelencia, conjunto de propiedades, mienlras que la renta no tiene otra dimensión que la cuantitativa, por cuanto es la expresión mate¡ial de una relación social entre los capitalistas propietarios de la tierra y el resto de los capitalistas.
No existe, por consiguiente, el nexo causal que el discurso del economista vulgar pretende establecer entre trabajo y salario, cuando habla del "precio del trabajo". Ambos conceptos funcionan también separadamente, como era e1 caso de los conceptos de tierra y renta de1 suelo. Pero aquí, incluso, en espacios y tiempos dístintos. Mientras el salario pertenece a la esfera de la circulación, por cuanto precisa y supone todas las determinaciones que hacen posible 1a venta de la fuerza de frabajo, el trabajo propiamente ta1 se remite a la utilización de esta mercancía sui generis en la producción. Sus contextos son por lo tanto diferentes: la circulación para uno, la producción para el ot¡o. Lo mismo ocurre con respecto al momento de cada cual, porque só1o una vez efectuado el contrato y únicamente entonces, interviene 1a segunda {ase, durante la cual esta fuerza de trabajo recién adquirida deberá ser empleada.
TRABAJO - SALARIO
Una situación semejante ocurre cuando pasamos a establecer e1 nexo causal ent¡e trabajo y salario- El trabajo en tanto que ta1 sólo crea valor cuando se trata de una situación productiva específica, en e1 interior de una forma de producción determinada, el modo de producción capitalista. Fuera de este contexto tampoco determina la repartición de la plusvalía en sus diferentes formas, porque en tanto trabajo no es categoría exclusivamente capitalista.
No puede decirse lo mismo del trabajo asalariado, que constituye una categoría específicamente capitalista: el valor de cambio de la fuerza de trabajo. Es por esto mismo que la expresión "precio de1 trabajo" es, en sí misma, irracional, en especial porque 1a base de su formulación es el supuesto de que las condiciones que hacen posible 1a categoría "fuerza de trabajo", son 1as condiciones de la producción en general, y no de 1a producción capitalista. Si el kabajo se concibe como la
zB
II. LAS GANANCIAS Cuando la crítica de Marx llega a este momento, se produce un cambio en e1 proceso del análisis. Hasta aquí, había 1eído Ia fórmula trinitaria literalmente, siguiendo el orden propuesto por el discurso del economista vulgar. La crítica producía e1 absurdo, lo sacaba a la superficie. Lo hacía explícito, creando e1 punto de vista necesario para provocar el asombro que denunciaba justamente, este absurdo. Pero ahora, una vez 11egado a este punto, crea 1as condiciones para emprender una lectura al revés, destinada más bien a mostrar cómo semejante fórmula se ha hecho posible. Porque en la misma medida en que la crítica establece su punto de vista, fija el criterio des-
de el cual se ha producido e1 discurso vulgar. Marx junto con producir la ciencia hace también visible la producción de la ideología. Se comienza entonces una lectura de la fórmula t¡initaria a partir de sus fundamentos, que no son otros que 1os fundamentos del fetichismo. No se detiene ya en el absurdo en cuanto tal, ni en el consenso que da por naturales y obvias estas formas fetiches, sino en el proceso que ha hecho posible el absurdo rnismo.
procedimiento va a consistir ahora en most¡ar la simet¡ía de 1a lógica que antes denunció como absurda. La simetría y las condiciones de su posibilidad, los mecanismos que la hacen posible. Salimos de sus efectos para entrar en su reproducción. Este movlniento de reconstitución de la ideología desde las marjfestaciones primarias materiales del fetichismo, ya ha sido descrito a 1o largo de este trabajo. La fórmula trinitaria es e1 punto de término, el final del recorrrdo que va de 1a forma fetiche hasta el discurso ideológico. En este momento final, cuando estas formas, ideas, prácticas, movimientos o relaciones se hacen visibles como doctrina, como reflexión, como una vuelta atrás, el fin especular se nos aparece como el punto de partida. E1 fin recobra su comienzo atravesando este espejo que vuelve a poner en orden lógico los distintos pasos de1 proceso real. E1
LA FRAGMENTACIÓN HISTÓRICA DEL PROCESO DEL TRABAJO
El punto de partida para esta incursión hacia los orígenes de1 modo de representación capitalista es, 1a fragmentación histórica de1 proceso de1 trabajo. Disolución de las formas pre-capitalistas que consiste esencialmente en separar al productor de la tierra, y de sus propios medios de trabajo. La puesta en rnarcha de 1a producción rigurosamente capitalista presupone ta1 separación. Todo el proceso posterior va a
1i)
acentuar los rasgos autónomos de estas formas, en especial la autonomía de los medios de trabajo y de la tierra. Este primer aspecto se desarrolla particularmente durante e1 período de 1a subsunción formal, cuando e1 trabajo conservaba todavía sus fo¡mas anteriores, dando lugar a un proceso de transición en el cual 1as formas capitalistas quedaban insinuadas sin expresarse totalmente. Pero esta separación que no obstante estaba implícita en 1a posibilidad misma de la venta de 1a fuerza de trabajo, se expresará en formas mucho más absolutas y definitivas cuando el proceso de reproducción del sistema capitalista pase de su {orma de plusvalía absoluta, a 1a forma relativa de 1a plusvalía, o período de la subsunción real: 1as formas de sociedad, cualesquiera que ellas "Todas seary al llegar a la producción de mercancías y a la circulación del dinero, incurren en esta inversión. Pero este mundo encantado e invertido se desarrolla todavía más bajo e1 régimen capitalista de producción y con el capital, que constituye su categoría dominante, su relación determinante de producción. Si nos fijamos ptimeramente en el capital dentro del proceso directo de producción como destilador de trabajo sobrante, vemos que esta relación es todavía muy simple y la est ructura real se impone a los exponentes de este proceso, a 1os propios capitalistas, y está aún presente en su conciencia. Así 1o demuest¡a palmariamente 1a violenta lucha sostenida en torno a los límites de 1a jornada de trabajo. Sin embargo, la cosa se complica incluso dentro de esta esfera de actuación directa y sin mediación, del proceso directo entre el trabajo y e1 capital. ,A1 desarrollarse la plusvalía relativa dent¡o del régimen verdaderamente específico que es e1 régimen capitalista de producción, con 1o cual se desarrollan las fuerzas sociales producti-
231
vas del trabajo, parece como si estas fuerzas ptoductivas y las conexiones sociales de1 trabajo en el proceso directo de éste se desplazasen del trabajo al capital. De este modo, el capital se convierte ya en una entidad muy mítica, pues todas las fuerzas sociales productivas del trabajo aparecen como propiedades suyas y no del trabajo como ta1, como fuerzas que brotan de su propio seno.rr
14
Esta primera fase se refiere, por consiguiente, a la existencia separada de estas formas con respecto al trabajador, especialmente desde que éste asume a su vez la forma de trabajador asalariado. El trabajo se concibe como una actividad parcial y aislada, en cuyo proceso el trabajador participa sólo en tanto se ha separado de los otros elementos que componen la práctica productiva tota1. Esas formas se le aparecen ahora en su apariencia autónoma y ajena. Opuestas y alienadas. Este fenómeno, resultado de1 proceso material de la reproducción y de1 punto de vista, modo de representación consecuente que este mismo proceso estatuye, genera üna configuración de 1a realidad que consuma su fetichismo cuando se hace doctrina. ASÍ, FRENTE AL TRABAJO ASALARIADO TENEMOS:
1) formas alienadas que se 1e oponen y hacen frente, 2) formas que se han hecho autónomas con respecto jador asalariado,
4) Finalmente, formas que si bien pertenecen a un período histórico determinado, se presentan como las formas generales de toda producción, o de la producción por excelencia. Los medios producidos por el trabajo y su resultado se oponen ahora al trabajador como capital, o sea como formas autónomas e independientes, en las cuales no sólo están borrados 1os vínculos anteriores entre estos elementos y los trabajadores, sino que éstas aparece ahora como un poder extraño. Lo mismo ocurre con la tierra, que sólo aparece bajo la forma de tierra monopolizada, o propiedad territorial capitalista.
"La forma de las condiciones de trabajo enajenada de éste, sustantivada frente a é1 y, por tanto, transfigurada, en que 1os medios de producción producidos se convierten en capital y la tierra en tierra monopolizada, en propiedad territorial.. "rs -
La forma autónoma que manifiestan los medios del trabajo cuando aparecen como capital, confiere al aspecto capitalista de estos elementos un carácter natural. Lo que significa un grado más de mistificación en el proceso del fetichismo porque/ con la misma naturalidad con que los medios de trabajo pasan a ser capital, éste se conviette en una fuente de ganancia, como del mismo modo, y siguiendo un proceso idéntico, la tierra pasa a ser la fuente que produce una renta del suelo.
traba-
EL DESMEMBRAMIENTO DEL PROCESO PRODUCTIVO, COMO DESMEMBRAMIENTO DE LA SOCIEDAD
3) formas que si bien son instaladas por un proceso de repro-
El carácter independiente que asumen estas formas, determina el aspecto que asume 1a autonomía de estos elementos separados del trabajo en 1a sociedad capitalista. Es decir, las repercusiones de esta existencia autónoma en 1os otros ám-
a1
ducción, son representadas como espontáneas e inmediatas para la conciencia.
14 Ibídem, p. 7ó5.
15 CdÍ';t tl III. p.763.
bitos de la sociedad. No sólo porque son autónomas, sino más bien porque dicha autonomía asume un aspecto natural. Pasan, entonces, a formar parte de la representación banal y cotidiana. También banal y cotidiano será para los agentes de la producción y sus ideólogos, que estas formas, concebidas como "fuentes" de la riqueza, proporcionen los frutos corres_ pondientes. Luego, como culminación de este proceso de autonomía, se produce la identificación natural de la fuente con su producto, y la riqueza de la sociedad capitalista aparece producida por canales distintos, separados e indepenáientes enlre sí. La repartición de la plusvalía en ganancia, interés y renta del suelo, se erige en la forma natural de 1a distribución de la riqueza en la sociedad capitalista. Pero sería incompleto, un análisis que dejara e1 problema planteado lan scilo en los terminos de esta oporición. O 5ed, coloca¡rdo de un lado el trabajador absolutamente desposeído bajo 1a forma de trabajador asalariado y, frente a é1, asumien_ do una existencia separada, autónoma, los otros elementos de la producción: puestos ahora como el capital y la propiedad territorial. Incompleto, sobre todo cuando se hace referencia al poder de estas formas. Poder que emana de su aspecto material que, en primer 1uga4 es poder de 1a existencia ajena, extraña, como kabajo objetivado aparece frente al fiabajo vivo.
Cuando la realización del proceso de 1a producción ya ha concluido, el poder puede caracterizarse, en este momento, por Ia fuerza fetiche que emana de las configuraciones materiales de estas formas. Su realidad omnipotenie provoca la pérdida de realidad en el habajador, porque la conciencia común d"po_ sita la realidad en la cosa. En fin, poder que en el lenguaje de 1a alienación se puede de{inir como ext¡añamiento pero que, según el lenguaje del Capital, se refiere al sentimiento del obre_ ro individual en el momento de la subsunción real del trabajo a1 capital. Es entonces cuando la sospecha encubierta por las ilusiones del conl¡ato, de que ni los medios de produccióry ni
ztl
el producto de su trabajo
1e pertenecen, se hace absoluta y vio_ lentame¡rte eviclente, por la exi,tencia fet¡che del djnero.
La alienación alcanza aquí un significado que será dominan_ te en el Capital determinando la sigriificación de los otros, esto
sentirniento que 1as cosas le son ajenas porque pertenecen a otro, y 1a certeza gradual, consolidada en una lucha donde 1a clase obrera, adquiere conciencia de sí, de que ese obo, son 1os capitalistas. Este sentimiento se expresa en 1os siguientes contenidos: es, el
1. Al capitalista
pertenecen los medios de producción y materia prima, como elementos autónomos, que el obrero ya no posee, y que se le aparecery haciéndole frente, como un poder ajeno.
2.
1e
En segundo lugar, el mismo trabajador se concibe como perteneciendo al capitalista, porque trabaja para éste.
Sentimiento que se hace tanto más evidente, cuanto más se socializa la produccióry
3.
Por último, los poderes materiales y técnicos que produce esta forma social se depositan en el capital y con_ secuentemente en su propietario.
La fórmula trinitaria agrega a1 fenómeno de la personifica_ ción (es decir del capital concebido como un protagonista) el derecho de propiedad: 1os medios de trabajo producidos en tanto capital son ahora del capitalista, y la tierra en tanto que
propiedad territorial pefienece al terrateniente. "La propiedad de la tierra, el capital y e1 trabajo asa_ lariado se convierten, pues, de fuente de rentas, en e1 senttdo de que ei capital asigna a1 capitalista, en fo¡ma de ganancia, una parte de la plusvalía que aquél obtiene de1 trabajo, e1 monopolio de la tierra otra parte ai tenateniente, bajo forma de renta del suelo y, finalmen_ te, el trabajo al obrero en forma de salario; o, la última
26
parte de valor disponible, o de fuentes por medio de 1as cuales una parte de1 valor se convierte en forma de ganancia, otra parte en forma de renta del suelo y otra en forma de salario, en fuentes reales de 1as que brotan estas mismas partes de valor y las partes respectivas del producto en que toman cuerpo o por 1as que pueden cambiarse, de las que brota por tanto, como fuente última, e1 valor mismo del producto.rr6
La autonomía de estas formas repercute también en el modo de representarse la realiclad. Producción desmembrada, que 1a reproducción se encarga de desmembrarla en partes autónomas, y que tienen, como otra de sus consecuencias, generar una conciencia también fragmentada. Conciencia desgarrada, como dice Hege1, donde cada momento entra en lucha con el otro, porque su existencia autónoma constituye el punto de vista particular de quien vive aferrado a estas prácticas parciales del modo de producción capitalista. En estos compartimentos fige entonces una actividad y un tipo de reflexión determinados, una particular manera de confrgurarse 1a realidad, concepciones del mundo unilaterales, que se sitúan como polos opuestos las unas de las otras. Todo el edificio jurídico, social, po1ítico, religioso etc., se orgariza y expresa a través de estas posiciones unilaterales y excluyentes. Estas son las fo¡mas más inmediatas y cotidianas de los diferentes discursos ideológicos que se generan en la sociedad burguesa. Decimos bien, "discursos ideológicos", porque aquí nos referimos a esta manera de pensa¿ reflejo espontáneo, confuso y contradictorio de la realidad aparente de 1as cosas. De ahí que e1 modo típico de pensar sea precisamente el de la dicotomía, 1a posición enfática que reduce los procesos a formas estancadas. E1 sectarismo de1 propio punto de vista, que proclama su verdad como la única, y cuya 16 Ibídem, 765.
1í
reflexión procede a través de negaciones tan enfáticas como lo eran sus afirmaciones. Modo de pensar que se acomoda natu¡almente con el modo de representarse la realiclad, que el proceso general de la reproducción del sistema capitalista reinstala cotidianamente. Una vez que este mecanismo de reproducción ideológica instalado, el problema de la ciencia y la ciencia misma dejan de ser problemas, ni siquiera 1o son secundariamente. Ha desaparecido del horizonte espiritual del economista vulgar toda referencia a la ciencia, que no sea la pretensión de edificar una a través de 1a doctrina. En consecuencia la ideología deja de plantearse como obstáculo, y las relaciones decisivas que componen el quehacer ideológico, pasan a ser se ha
po1íticas.
Por eso mismo la coincidencia del discurso vulgar con estas formas fetiches, da lugar a otra coincidencia, que se sitúa en otro plano, y que es 1a coincidencia con 1os intereses de las clases dominantes; con la alianza de poder que ahora se ha instalado. La ideología se hace, entonces, ideología política. E1 camino de vuelta de 1a reproducción ideológica se configura, entonces, como un trayecto que va, desde el proyecto de la alianza de clases en el poder, hasta los agentes de la producción, pasando por 1a práctica del economista vulgar. EL CAMINO DE LA REPRODUCCIÓN IDEOLÓGICA
las ------* La práctica del ----, Los agentes de dominantes economista vulgar la producción
Intereses de clases
Bajo estas condiciones, 1a intervención ideológica intenta conseguir una identificación entre estos tipos de comportamientos: e1 comportamiento del agente de la producción, que se enfrenta a diario con estas formas, sín preguntarse por ellas, aceptándolas como son. El comportamiento de1 ideólogo, que en este caso se remite a 1a práctica que hemos descrito de1 eco-
nomista vulgar; y el comportamiento político hegemónico de las clases dominantes. De este conjunto, 1o que decide son los intereses de la clase dominante, pues a través de esta identificación de estos distintos procederes ella asegura, consolida y confirma un dominio ya establecido.
CONCLUSIÓN
Hemos l1egado, así, al momento cuando el discurso económico vulgar pasa a formar parte de la ideología dorninante. El orden económico que propone ahora el discurso del economisfa, da razón al orden social, y 1o justifica. Asigna a cada clase su lugar en 1a sociedad. E1 papel del ideólogo en este caso se remite a Ia fluidez con 1a que impone, o repone un modo de representarse la realidad. De ahí el carácter redondo y compacto de que exhibe la fórmula t¡i¡itaria. De ahí su aspecto de religión de "1a vida diaria". Un absurdo sí, pero absurdo ordenado que encuentra eco inmediato en urr consenso social y que, por su rnisma práctica, y por las intervenciones de este discurso, se aferra y adhiere a estas formas fetiches, como lo real.
La lista de los haberes mo¡ales de Mama Grande denuncia la dimensión ideológica del poder de la clase terrateniente latinoame¡icana. El lenguaje de García Márquez hace evidente el absurdo de 1a propiedad. Catastro desproporcionado, rabelesiano.de las posesiones de una clase, cuya desmesura no debe, empero, llamar a engaño acerca de su factibilidad. En esta figura el poder de la palabra hace explícito el absurdo. La metáfora rompe los moldes acostumbrados de 1a opinión corriente, provocando a 1a conciencia cotidiana y el lugar comun cede, en este caso ante la poesía. Cada expresión de1 catasfuo constituye un desafío a 1a 1ógica habitual, y lo asombroso de estos contenidos se prolonga en la taxonomía que reúne, en una coexistencia casi inaudita, entre otros haberes: ',1as reinas de belleza, los discursos t¡ascendentales, las grandiosas manifestaciones, 1as distinguidas señoritas, los correctos caballeros, 1os pundonorosos militares, su señoría ilustrísima, la corte suprema de justicia, etc1. El poeta desafía el orden 1ógico de la ideología, y 1o absurdo de lo cotidiano. Lo inusual descubre el absurdo de lo que se estima como 1o usual. Su lrabajo consiste en destruir este orden natural. A1 término de nuestro trabajo, las huellas ideológicas de otra enumeración nos sitúan de nuevo ante la cuestión de la propiedad. Pero esta vez se trata de doctrina y no de literatura. La doct¡ina de la fórmula t¡initaria cuyos contenidos constituyen la culminación de la ideología a nivel del discurso económico. Su expresión resulta, al fin y al cabo, tan dispara_
1 García lvlárc1uez, Gabde| Lar funeral*
de
1977, pp.129 130.
48
q]9
la Mana Granj¿, Grijalbo, Barcelona,
tada como la figura literaria. Pero corno la analogía imposible que propone 1a fórmula trinitatia se convierte en conciencia cotidiana y su absurdo queda oculto para la opinión corriente, 1a crítica debe hacerlo visible recorriendo 1os tramos que muestran 1a presencia de Ia forma fetiche en e1 plano de la ciencia económica. La principal pregunta, en este caso, es 1a que interroga Por la posibilidad de la taxonomía, por la analogía que puede haber entre la tierra, e1 capital y e1 trabajo, considerados como fuentes de la riqueza. Lo que concluye en la pregunta por la fuerza integradora de 1a ideología., por su condición de cemento capaz de suprimir las fisuras de la cont¡adicción real gracias a1 mecanismo ideológico que hace natural y obvia la forma invertida y fetiche de 1a realidad social capitalista. Proceso que convierte la inversión en fórmula trinitaria, o sea en lugar común, y que junto con hacer habituales estas formas, las traduce en prácticas. La ideología es simultáneamente efecto de la forma fetiche que asumen 1as relaciones de producción capitalistas; representación de 1a forma bajo la cual se manifiestan 1os procesos reales; y reproducción específica, en tanto reitera las condiciones objetivas de1 efecto fetiche a través de un discurso ideológico. La ilusíón específica de 1a sociedad burguesa se explica y mantiene por la presencia de estos tres asPectos. No hay, por consiguiente, una determinación que opere exclusivamente desde la base, ni tampoco se forma en el puro nivel de 1as relaciones de 1a superestructura. No son procesos línea1es, sino
una confluencia de procesos. La invariabilidad se explica por la persistente vigencla del modo de producción capitalista, mientras que 1os cambios en el discurso o modificaciones de la intervención ideológica, expresan la existencia cle nuevas correlaciones de fuerzas po1íticas, influencias de clases subalternas, nuevas alianzas que
24)
historia concreta de una formación econÓmico-social puede explicar. Pues la formación económica social constituye la instancia particular, donde lo general está representado por el modo de producción capitalista Realidad intermedia en donde 1a "determinación en última instancia" encuentra su justa dialéctica entre 1a coexistencia de varios modos de producción, y el carácter dominante del modo de producción capitalista; entre la existencia local, fragmentada, regionalizada, de unos, y la universalidad dominante de1 otro; entre la fuerza material de la reproducción objetiva que expresa la tendencia del modo de producción dominante, y 1a reproducción específicamente ideológica cuyos acentos históricos locaIes son decisivos. Porque en cada formación econÓmico-social la reproducción lógica general de1 sistema capitalista tiene una especificidad histórica 1ocal, mediante la cual es posible discernir la modalidad propia de1 desarrollo de las relaciones capitalistas en un país determinado. só1o la
discurso dominante forma parte de 1a intervención ideo1ógica en que se emPeña la clase dirigente. Porque el poder político se pronuncia siempre bajo 1a forma de un discurso dominante que, como hemos visto, no debe hacer explícita la dominación sino encubrirla buscando en el interlocutor una adhesión y un consenso. Una clase no se dirige a otra haciendo explícita su hegemonía; e1 proceso es siempre más sinuoso, complicado, y la ideología debe amaigamar 1os distintos intereses en juego; empujar, presionar Para que lo que se desea imponer ocuna como algo necesario y "deseado por todos". E1
Una apología consuetudinaria en América Latina, contada y mitificada por Manuel Scorza, nos enseña acerca de este carácter retorcido de la imposición:
"Nadie podía imaginarlo en 1900 La Compañía, que pagaba salarios delirantes de dos so1es, fue acogida con alegría. Una muchedumbre de mendigos, de prófugos
241
de las haciendas, de abigeos arrepentidos, hirvió en
por medio de distintas alusiones,
Cerro de Pasco. Só1o meses después se percibió que el humo de la fundición asesinaba a 1os pájaros. Un día se comprobó que también trocaba el color de 1os humanos: 1os mineros comenzaron a variar de color; el humo propuso variantes: caras rojas, caras verdes, caras amarillas. Y algo mejor: si una cara azul se matrimoniaba con una cara amarilla, les nacía una cara verde. En una época en que Europa aun no descubría 1as embriagueces de1 impresionismo. Cerro de Pasco se alegró con una especie de carnaval permanente. Por supuesto, muchos se asustaron y volvieron a sus pueblos. Circularon rumores. La Cerro de Pasco mandó pegar un boletín en todas 1as esquinas: el humo no dañaba. Y en cuanto a los colores, 1a trans{ormación era un atractivo turístico único. El obispo de Huánuco sermoneó que el color era una caución conha el adulterio. Si una cara anaranjada se ayuntaba con una cara roja, de ninguna manera podía nacerles una cara verde: era una ga¡antía. La ciudad se sosegó. Un veintiocho de julio el Prefecto declaró, desde 1a tribuna, que, a ese paso, pronto los indios serían rubios. La esperanza de transformarse en hombres blancos, clausuró toda duda."
dencia:
El boletín de la Compañía, e1 sermón del Obispo y la declaración del Prefecto, t¡es versiones distintas de una misma imposición que alcanza los puntos sensibles de una conciencia social "ya trabajada'. El discurso ideológico se impone y adopta simultáneamente. Satisface 1os intereses de las clases dominantes y logra 1a adhesión de 1as clases aludidas, porque su imposición se hace efectiva cuando el sujeto interpelado 1a hace suya. Su movimiento revela una estructura general típica que se repite sea cual sea e1 momento y las circunstancias de su aparición. El discurso actúa enf¡e dos campos de significaclón distintos, acercándolos, trabajando constantemente/
e1
punto iusto de
1a corncr-
1.
Un cuerpo de ideas y creencias reproducidas por la intervención permanente de 1a ideología dominante La cual proyecta un imagen general de 1a sociedad que conviene al bloque de poder y que se efectúa a través de las distintas prácticas implicadas en los Aparatos ideológicos de Estado. Terreno 'ya preparado" por el proceso de 1a reproducción objetiva.
2.
La mane¡a particular, concreta como e1 sujeto hace suyas estas ideas. De una manera general e individual a la vez. General, porque todos estos suietos están insertos en procesos prácticos bien determinados. Individual, porque la absorción no es nunca tan completa ni tan ordenada como 10 quisiera 1a doctrina, sino una amalgama confusa y caótica en la cual se almacenan las ideas, conáo se almacenan 1as palabras en un dic-
cionario. Cada cual transporta un diccionado en sí, aunque incompleto, y sin las significaciones exactas y desordenado.
3.
La acción del discurso, e1 aporte de1 ideólogo, que consiste en t¡asladar 1os contenidos de 1a ideología dominante al süjeto para reafirmar su adhesión.
La ideología se desarrolla en un movimiento autónomo específico que 1a constituye como fenómeno social, obietivo y necesario y a través del cual instala su propia verdad. La repetición pasa a ser la garantía, Pero también 1a fuerza de su discurso, en tanto le proporciona constantemente una base, una referencia desde Ia cual éste se genera y en 1a cual se conlirma continuamente. Pero como 1a reproducción es además desarro11o del feticl-risrno, esta forma específica debe encontrar su necesidad en el entronque con aquélla, en 1a coincidencia que hace de ambos procesos un movimiento recíproco. En cada
momento, el discurso evoca lo que para el sujeto interpelado es de suyo natural, proporcionándole una explicación coherente. Los discursos ordenan y completan lo que el sujeto ya conoce en su práctica cotidiana. Producen una identidad entre el efecto deseado por la intervención ideológica, el carácter natural de las representaciones. Esta adecuación es la prueba suprema de la eficacia de la ideología. La consistencia de la ideología no se restringe, por lo tanto, al plano de 1as puras ideas, ni tampoco es un mero hecho de conciencia, 1o que permitiría definirla como Ia falsa conciencia. Analizar en estos térrninos el problema, reduce no sólo el concepto de ideología, sino también e1 de conciencia, dejando pendiente su carácter histótico. Por ú1timo, tampoco la ideología es pura ilusióry ni todo el espacio autónomo en que se mueve como un mero epifenómeno.
En definitiva, no hay en El Capital una definición de ideología tal como 1o entiende e1 lenguaje didáctico de1 Manual de marxismo, sino la descripción del funcionamiento de un conceptoi el espacio teórico denlro del cual se hace posible aptar su movimiento específico, el mecanismo y estructura de su desarroilo, así como la significación que tiene denfro del proceso general de la reproducción de1 sistema capitalista, donde, 1o que corresponde al concepto de ideología debe ser ext¡aído del conjunto de relaciones sociales que la hacen posible.
La ideología supone la palabra pero no se reduce a el1a, porque también es práctica institucionalizada. El mismo discurso, como lo hemos visto, se explica más bien por 1a intervención de una clase sobre otra, por movimientos políticos destinados a producir un efecto dado. Luego, más que ideología, habría que hablar de relaciones sociales ideológicas, relaciones que se dan como relaciones de clase, en medio de antagorrismos de clase en una sociedad histó¡icamente deter-
244
minada. Relaciones que son objetivas porque se reproducen, y que aluden tanto a 1as concepciones que se tienen de las cosas, como a la forma como éstas se nos hacen visibles. Elaborar un concepto de ideología a partir del Capital debe tener en cuenta, entonces, tanto 1a base material que condrciona 1a posibilidad de1 concepto, como su reproducción específica. En ambos casos la forma capitalista es decisiva para entender su funcionamiento. Sus contenidos son históricos y se sustentan en un desarrollo también histórico de las relaciones ideo1ógicas, que en la sociedad capitalista teclaman a cada cual en lo que supone como lo más propio: su manera de pensar. Estas reflexiones acerca de la ideología, que han sido hechas, en e1 curso de una lectura del Capital, analizan el problema en un cierto nivel de abstracción que se mantiene por 1o general dentro de los marcos del modo de producción capitalista. Hemos hablado de 1a práctica de1 ideólogo y de los intereses de 1as clases dominantes, pero repitamos a modo de conclusióry que 1a persistenciay fuerza casi absoluta del fetichismo en el modo de producción capitalista, no se puede traducir en términos de pura lucha de clases, aunque esta juegue un papel importante en dicha persistencia. Como 1o dijimos desde un comienzo, se trata más bien de un engranaje; propio de 1a trama misma que constituye la especificidad del capita1ismo, y que atañe a todas las clases que se halian sumergidas en las complejas formas de su reproducción cotidiana. Su solución habría que buscarla en e1 desaparecimiento total de 1a forma fetiche, algo que solo se puede pensar junto al desaparecimiento histórico de la sociedad capitalista. Pero semejante conclusión no niega en absoluto 1a necesidad de definir cuá1 pueda ser el sujeto histórico que se haría cargo de esta tarea en e1 siglo XXI, ni menos aúry la necesidad de definir las vías por las cuales va a transitar esta "creación heroica", como la llamó Jose Ca rlos Marijtegui.
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