Actualmente se están ganando batallas cruciales con sólo utilizar hábilmente un medio de temible ambigüedad: el lenguaje. El uso estratégico de la lengua hablada tiene tales poderes que permite a los virtuosos de la expresión demagógica llevar a cabo simultáneamente dos tareas opuestas: convencer a las gentes de que se las está promocio nando a nivel de libertad, y someterlas a un implacable dominio. Los temas que se abordan en este libro tratan de activar la capacidad crítica del lector e instarle a no aceptar anacrónicos paternalismos que intentan convertirlo en objeto de manipulación. El antído antídoto to por excelenc exc elencia— ia— en opinión de del auautor— es la la creatividad, pues mediante la actividad creadora afirman los hombres su personalidad y se estructuran en comunidades.
ALFONSO LOPEZ QUINTAS
ESTRATEGIA DEL LENGUAJE Y M A N I P U L A C IO IO N D E L H O M B R E
1979
Impreso en España. Madrid
INDICE
Págs. PROLOGO PRIMERA PARTE: LA RELACION INTERHUMANA DE DIALOGO Y DE MANIPULACION .............. 1. Relación Rela ción yo yotú tú y relación yoel yoello. lo.— — 2. Los Lo s tres estadios en el camino de la vida, según Sore So ren n Kierkegaard.— Kierkegaard.— 3. El amor humano humano y su carácter estructural. SEGUNDA PARTE: LA MANIPULACION DEL HOMBRE A TRAVES DEL LENGUAJE ................... 4. La estrate est rategia gia del lengua lenguaje.— je.— 5. Los Lo s esqu es queemas mentales y su posible tergiversación.— 6. Estrategia del lenguaje y política educativa. tiva.— — 7. El uso u so estratég estr atégico ico del del lengua lenguaje je en en las ciencias humanas. TERCERA PARTE: NECESIDAD DE UNA FORMACION INTEGRAL FRENTE A LAS TECNICAS MAN IP U L A D A S ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ... 8 Vida ética y existenc exis tencia ia creadora.— creadora.— 9. La La
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PROLOGO
«La fuerza desencadenada deí átomo lo ha transformado todo, excepto únicamente nuestra forma de pensar. Por ello caminamos hacia una catástrofe sin Igual.» (Albert Einsteín.)
Esta obra se propone tratar a fondo temas muy complejo complejos— s— decisivos dec isivos en el mom momen ento to act actual— del modo más sencillo posible. Actualmente se están ganando batallas cruciales con sólo utilizar hábilmente un medio de temible ambigüedad: el lenguaje. El uso estratégico de la lengua hablada y escrita tiene tales virtualidades que permite a los virtuosos de la expresión demagógica llevar a cabo simultáneamente dos tareas opuestas: convencer a las gentes de que se las está promocionando a niveles de libertad, y someterlas a un implacable dominio. Hace unos lustros, la manipulación del hombre se realizó en ciertos países de Europa de forma descarnada, abrupta, manifiestamente repulsiva. Hoy día, se prefiere emboscar el mismo espíritu dominador bajo formas cultivadas, incluso seductoras. Para llevar a cabo este colosal fraude, ningún medio más dúctil y eficaz que el len lenguaje. Los actuales actuales mercaderes— los que que en diversas vertientes de la existencia humana reduce ducen n a los hombres a posibles consumidores— c onsumidores— se consagran afanosamente al estudio de las posibilidades estratégicas del lenguaje. Las técnicas de subver sub versión sión se basan— en muy muy alta memedida dida— — en escamo esca moteos teos lingüísticos ta tan eficaces eficaces como sutiles y difíciles de advertir. Posiblemente, los hombres y los pueblos de hoy no se han
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cesos degenerativos bajo pretexto de conseguir metas nunca alcanzadas de progreso. Para hacer frente a este sarcástico contrasentido, el único medio adecuado es mantenerse alerta, ganar distancia de perspectiva frente a los acontecimientos diarios. Esta posición de vigilia exige: 1) clarificar los diferentes modos posibles de uso y abuso estratégico del lenguaje; 2) tener muy claras ante la vista las diversas formas como puede ser reducida la persona humana a condición de objeto; 3) delatar algunos de los géneros más usuales de manipulación de los pueblos, por ejemplo, la manipulación erótica; 4) profundizar lo más intensamente posible en las raíces del comportamiento humano cabal; 5) esforzarse por configurar un criterio personal acerca de las principales cuestiones que nos plantea nuestro momento histórico. Más por vía de breve sugerencia que de análisis exhaustivo, los estudios que integran esta obra quieren contribuir a realizar esta quíntuple tarea. Su intención no es polémica, sino clarificadora, pero clarificadora de temas que están a la base de las luchas ideológicas y sociales que enervan el mundo actual. Una consideración realis realista ta— — que que no no confunda confunda el el sobrio sob rio desdramatizar zar con el suicida meter la cabeza debajo del fácilmente que que el el juego político ala— descubre fácilmente e ideológico se está planteando en muchos países— se s— entre ello elloss lamen lamenta tabl bleme ement nte e el nuestro— no tanto a nivel de reconciliación y diálogo cuanto de revancha y lucha. Afirmar a ultranza lo primero constituye uno de los recursos estratégicos más temibles de la demagogia actual. En el tratamiento de los temas que abordo, intento de modo especial promocionar la capacidad crítica del lector e instarle a no aceptar
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forma de manipulación más drástica que se conoce, la manipulación a través de un elemento que el hombre hace suyo y convierte en fuente del propio pensar y actuar: el lenguaje. El antídoto por excelencia de la manipulación es la creatividad, pues mediante la actividad creadora afirman los hombres su personalidad y se estructuran en comunidades. La estructura confiere a la par ductilidad y firmeza. Cuanto mejor estructurada en todos los órdenes se halla una comunidad, tanto mayor es su capacidad de conservar la libertad frente a todo poder alienante. Faltos de impulso creador, los conjuntos humanos degeneran en meras colectividades, son reducidos fácilmente a la condición amorfa de masas y quedan a merced de los profesionales de la violencia. Tras las duras pruebas a que fue sometido en los últimos tiempos, el hombre actual dispone de perspectiva suficiente para comprender que cuanto amengua su capacidad creadora y, consiguientemente, su calidad personal contribuye eficazmente no sólo a su envilecimiento, sino a su total anulación como ser libre. Desatar las aguas del libertinaje moral en nombre de la libertad bertad— — mercant mercantil il izando izando el el arte rte y los espectácuespect áculos— los — y basar basa r los diferentes tipos de de propa propaga gand nda a — económi económica, ca, polí políti tica ca,, artísti artística... ca...— — en los recu recurrsos abiertos por el uso estratégico del lenguaje constituye un sarcasmo que todo ciudadano mínimamente avisado repudia con indignación, sobre todo cuando se lo quiere halagar demagógicamente induciéndolo a creer que forma parte de un «pueblo soberano». Auténtica democracia es el sistema político que abre un campo de libre juego a los hombres que integran un pueblo. Jugar es crear ámbitos
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del juego y cuáles son sus propiedades y exigencias debe ser precisado con rigor por una teoría de la creatividad. No sin hondas razones, los estudios que aquí ofrezco acerca de temas éticos y sociales se hallan en estrecha vinculación con los análisis realizados en mi obra anterior Estética de ¡a creatividad ’. ’.
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RELACION 1NTERHUMANA DE Y DE MANIPULACION
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del juego y cuáles son sus propiedades y exigencias debe ser precisado con rigor por una teoría de la creatividad. No sin hondas razones, los estudios que aquí ofrezco acerca de temas éticos y sociales se hallan en estrecha vinculación con los análisis realizados en mi obra anterior Estética de la creatividad
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RELACION INTERHUMANA DE Y DE MANIPULACION
DIALOGO
1.
RELACIO REL ACION N YOT YOTU U Y R ELA EL A C ION IO N YOELLO Actitud solidaria y actitud manipuladora
Al hablar de relación «yotú» y relación «yo ello», se alude a la actitud espiritual de quien se dirige a otra persona, no al uso de ciertos pronombres en la conversación. Cabe perfectamente que la relación «yotú» se dé entre personas que se tratan de usted, y que la relación «yoello» impere entre quienes se tutean. El que trata al otro como un «tú» en su relación personal no lo toma como mero objeto de consideración espectacular, exterior y lejana, sino como copartícipe de una relación personal mutua. Se trata de una actitud activoreceptiva. El yo se inmerge en el campoderealidad que es el tú, visto como una realidad ambitaf, no delimitada por la circunscripción corpórea, sino abierta creadoramente a diversos campos de realidad. Por ser corpóreo, el hombre presenta una delimitación precisa, y puede ser mensurado, localizado, asido. En cuanto realidad personal, abierta y creador creadora— a— creadora creadora en vincul vin culac ación ión a otras otra s realidades— , el hombre «no limita limita» » (Mar (M artin tin Bu Bu ber), abarca mucho campo, se entrevera con otros seres, funda ámbitos de interacción y encuentro, distiende su campo de acción hasta límites que él mismo a menudo desconoce. En el plano objetivocorpóreo, es fácil precisar los límites de la fiqura que ostenta un hombre. En el nivel personalcreador, el ser humano muestra una condición «atmosférica» (Le Senne), esen-
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ción figurativa y burla, en consecuencia, todo intento expeditivo de fácil delimitación. El hombre, visto integralmente como persona, se presenta más bien como un ámbito de realidad que como un objeto. El trato activoreceptivo con el tú, en su condición abierta y creadora de ámbitos, implica una actitud oblativa, actitud de entrega, participación y colaboración. Esta entrega afecta a la propia persona (no sólo a sus facultades y operaciones), ya que ésta debe entreverarse creadoramente con el tú para lograr la intimidad personal (expresión que no tiene tanto un valor espacial cuanto lúdicocreador icocreador,, fundador de ámbitos de interacción y sentido). Intimidad significa comunidad de ideales, impulsos e intereses; trato sin reservas. Es posible lograr la intimidad a través de la entreveración activoreceptiva porque porque el tú— tú— visto vis to como ámbi ámbito— to— no li limita, como limitan los objetos; tiene de por sí una capacidad indefinida de despliegue y acción, despliegue a través de la acción creadora de ámbitos nuevos en vinculación con las realidades del entorno. Visto y tratado como un ámbito que apela a la inmersión activoreceptiva, el tú no se reduce a mero objetodevisión. Es una realidad que está llamada a hacerse presen pre sente te creando con el yo una relación de encuentro. Al crearla, el tú se convierte en fuente fuente de luz, pues todo acto de interacción creadora funda un campo de libre jueg juego, o, y todo juego se realiza a la luz que él m is ism m o al a l u m b r a 1. La luz luz brota brota en el encuentro. En esa forma de juego eminente que es el encuentro interpersonal el tú no se ofrece tan sólo como objeto, por privilegiado que se lo suponga, sino como ci ilumi ilumi do La luz que
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brota en la intensa relación yotú permite comprender al yo y al tú, así como al entorno que los envuelve a ambos. El paisaje adquiere tonalidades peculiares según los ámbitos interhumanos que se fundan en ellos, es decir, según la calidad de los vínculos que nos unen a las personas que nos acompañan. El poeta Alphonse de Lamartine lo expresó certeramente al escribir en su poema «L’isolement» («El aislamiento»): «Un seul étre vous manque et tout est dépeu plé!» (Un solo ser os falta y todo queda despoblado). La escritora norteamericana Doris Peel subraya que el amor verdadero no toma como lema la manida frase: «Fuera de ti nada me importa», ya que en realidad sucede al revés: «Contigo todo me importa», porque adquiere una luz inédita y un sentido originario.
Características de la relación yotú De lo antedicho se desprende que la relación yotú es reverente, respetuosa, porque sólo se da cuando se toma al otro no como un objeto poseíble, manipulable, sino como un ámbito que goza de autonomía y puede crear con uno ámbitos nuevos. Merced a esta actitud de reverencia, la relación yotú puede alcanzar grados de altísima reciprocidad, de intensa y profunda unión. «Melibeo soy», exclama Calixto en La Celestina para indicar la solidez ontológica de su amor a Melibea. R. Browning escribía a Elizabeth Barret: «No tengo palabras para ti, amada mía, y nunca las tendré. Tú eres mía y yo soy tuyo.» Las palabras a que aquí se alude no son las que constituyen el vehículo viviente del ámbito interper-
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y distantes. Cuando se supera esta distancia y la unión se hace íntima y se la vive con sínce ridad, resulta innecesaria la comunicación lo cuente. Los momentos cumbre de la unión personal se arropan en silencio, piden la quietud de la comunicación sin palabras. Pero esta comunicación silenciosa se afirma en el poder vinculante de la palabra e senc se ncia iall, la que no es medio para comunicar contenidos, sino medio ein el cual se fundan ámbitos de convivencia2. La relación yotú no es unilateral. Compromete ai yo y al tú en su totalidad, como seres capaces de dar y recibir y, sobre todo, de darse en obsequio personal oblativo y de acogerse con voluntad de participación. La relación yotú implica un modo peculiar de causalidad circular o interaccional, que se rige por el esquema «apelaciónrespuesta». El yo es una realidad invoca dora (apelante) y el tú es una realidad acogedora (responsable). Al fundar la relación yotú, ponemos en forma, de un lado, nuestra sensibilidad para abrirnos a cuanto nos apela, y, de otro, nuestra fuerza de voluntad para aceptar el reto de tal apelación. Si se toma al otro como un tú, surge la libertad en el yo y en el tú. Libertad significa aquí la posibilidad de desplegarse creando relaciones inéditas, originarias, a través y por encima de la inercia de los instintos, de las instituciones sociales, usos y costumbres, pero en vinculación a todos ellos. La relación yotú se da de modo inmediatoindirecto a través de diversas relaciones «yoello» a las que asume y transfigura para hacerlas vehículo de una relación personal de compromiso y de presencia. La presencia per-
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sonal no acontece únicamente en los momentos de cercanía emotiva en que dos personas parecen fusionar sus seres. Se logra a través del trauma de distanciamiento que impone el trato diario, con sus diversas ocupaciones de todo género. La verdadera presencia marca un instante de plenitud y despierta un sentimiento de exaltación personal y de gozo. Pero esta gozosa vibración exultante no debe ser confundida con el desbordamiento extático del instante romántico, visto como un acontecimiento singular y excepcional. La verdadera relación de presencia se gana pacientemente al hilo del decurso prosaico de los acontecimientos cotidianos. Lo advirtió con perspicacia Sóren Kierkegaard en su bello anális aná lisis is de del amor m a trim tr imo o n ial3 ia l3,, que mues mu estra tra cómo ciertos fenómenos excepcionales, fruto al parecer de instantes privilegiados, surgen de modo sereno y paciente cuando se ponen en juego las virtualidades humanas correspondientes. Se trata, es verdad, de un salto, y ello implica una singular tensión. Pero este salto viene exigido por la constitución misma del hombre, ser que integra dos estratos de realidad, el objetivo y el superobjetivo, y debe moverse lúdica mente ente— — si ha de realizar realizar de de modo crea cr eado dorr el jue juego de su desarrollo desarrollo personal— en dos nivele niv eless distintos y mutuamente engarzados. El salto del nivel cbjetivista al nivel lúdico exige tensión, pero se trata de una tensión normal en un ser constitutivamente distenso como es el hombre. El ser humano tiene la capacidad de vivir modos eminentes de temporalidad. En los momentos excepcionales alcanza, sin duda, su máxima cota de humanidad. Para llegar a ellos, pone en juego
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el hombre todas sus energías. Ha de abstenerse, sin embargo, de exagerar su estima de los mismos, depreciando los modos de temporalidad inferiores y las formas correlativas de experiencia. Lo equilibradamente humano es la asunción de los modos inferiores de temporalidad en los superiores, la integración de las diversas significaciones en los conjuntos correspondientes de sentido. Tal labor integradora implica una especial suspensión del ánimo que le mantiene a uno en trance de trascendencia sin abandonar nunca el punto de partida. A ello alude Jaspers al postular una forma de pensa pe nsami mien ento to en sus su s p e n s ión ió n («Denken in der Schwebe»). De aquí se infiere que ningún género de experiencia aleja fatalmente al yo del tú si está subtendida por una voluntad reverente de acogimiento y colaboración. La relación yotú, como acción creadora que es, da lugar a un ámbito nuevo, oriqinario, inédito, irrepetible, firmísimo. Incluso cuando el objeto de trato no es una persona s>no un instrumento, puede darse una fuerte simbiosis, casi orqánica, entre é' y el hombre aue lo maneja. SaintExupéry describe con mano maestra la simbiosis «pilotoavión», esa especie de tercera realidad que se funda cuando el piloto toma los mandos del avión y lo hace vibrar, y se hace con él y se siente como trascendido en él, y toda la potencia del avión se convierte en potencia del piloto y toda la inteligencia del piloto se convierte en inteligencia del avión. Los poetas intuyen con modélica nitidez la existencia de este género de realidades relaciónales por ser los «creadores» (poietai) por antonomasia, los modeladores del lenguaje entendido como el campo de encuentro donde
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fusional, monolítica, sino estructural, constela cional, Integradora. Por eso precisamente es sólida, pues no hay unión más poderosa que la de integración. El ámbito que surge merced a esta relación de interferencia integradora es denominado por diversos pensadores actuales el «entre» («Das zwischen», en expresión de M. Bu ber). Este ámbito puede admitir diversos grados de realidad y de valor según la condición de quienes lo fundan y su actitud creadora. Actualmente, la investigación filosófica dedica atención al concepto del «entre», pero se halla todavía lejos de haber elaborado una teoría sólidamente trabada del mismo. En estos ámbitosdeinterferencia se despliega de verdad y en plenitud la persona humana. Ello nos permite afirmar que el hombre empieza a vivir como tal cuando hace la experiencia cabal de la relación yotú. Heidegger y MerleauPonty subrayan que el hombre es un ser que habita — en senti sentido do transiti transitivo— vo— , que que crea crea relaciones relacio nes de convivencia. La relación yotú fomenta la creatividad, la auténtica libertad humana que es apertura confiada al otro y a su acción cocreadora de ámbitos, No se trata de una decisión arbitraria de salir de sí, sino de la respuesta a una instancia apelante. El espíritu humano es apelación y respuesta a la vez. Vivir en espíritu es vivir en trance de apelación y respuesta. No por otra razón afirman los escritores personalistas que el espíritu se da entre el yo y el tú, locución espacial que debe ser entendida de modo dinámico creador, a nivel estrictamente lúdico. Véase, por ejemplo, cómo Ferdinand Ebner pone en estrecha relación los conceptos de espíritu, entre, ámbito,
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n e o s 4 y en el trabajo «La antropología de F. Eb ner», en Antr An trop opol olog ogía íass del de l sig si g lo X X 5. La relación yotú arranca de la prenatal vinculación de cada hombre a su madre y del «ámbito diatrófico o tutelar» (Rof Carballo) que entre el hijo y la madre se funda tras el trauma de separación que implica el alumbramiento. A medida que el ser humano se desarrolla, tiende a vincularse a los demás seres con lucidez creciente, a distancia de perspectiva, a impulsos de urgencias no meramente biológicas sino creadoras, libres, conscientes. Por sentirse desde siempre ambitalizado, el ser humano tiende a la unión, a formas de unión cada vez más complejas y hondas, fruto de una iniciativa personal. Esta unidad interpersonal halla su momento de mayor perfección en el diálogo y en el encuentro. Notas de la realidad personal La relación yotú se da a nivel personal, co creador, porque es fruto de considerar al otro hombre como persona, centro de iniciativa, libre en vinculación, inteligente, tendente a realizar un fin. Este fin no es ajeno a la persona del otro. Es, en el fondo, esa misma persona en su fase de pleno logro. La relación yotú responde al anhelo de conseguir que el otro sea lo que está llamado a ser. El que ama desea la perfección perfecció n del amado. Tratar a otro como una persona implica participar en su vida de persona. Tal participación se lleva a cabo cocreando los ámbitos en que el yo y el tú constituyen su personalidad. personalidad. Según Max Scheler, convivencia personal es coejecu
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ción («Mitvollzug»), creación de ámbitos a nivei de igualdad. . . . Este fin personal se lo puede y debe conseguir a través de una serie ilimitada de fines objetivos de todo género. Para fundar un modo de relación yotú, el trato de dos personas no requiere tener en todo momento un carácter estrictamente personal. Puede moverse a niveles de actividad más bien neutra. Cuando se pregunta la hora, cuando se habla de cuestiones no personales, cuando se atiende en común a menesteres de la vida que ostentan un carácter en sí impersonal, se está fundando una relación «yotú» si la intención básica es de salirse al encuentro, aunque se actúe de forma expeditiva y no se repare en ello de modo expreso, temático. Más adelante analizaré diversos modos de interferirse y potenciarse las relaciones yotú y yoello, relaciones que apenas se dan en estado puro, ya que el hombre, realidad personal, presenta dos vertien tiente tes: s: la objet objetiva iva y la superobj supe robjetiv etiva— a— que no deben confundirse con la vertiente corpórea y la espiritu espiritual— al— . A esta vecindad y pos p osible ible interinterferencia de las actividades de personalización y de objetivación se debe que el trato humano encierre por igual diversas posibilidades de cooperación y de conflicto. La relación yotú es muy compleja y difícil de precisar por ser un acontecimiento que surge al interferirse dos dinamismos personales en los que confluyen activamente mil y un factores de todo género: instintivos, afectivos, morales, sociales, religiosos. Esta complejidad nos insta a tomar las aguas desde el manantial. Si queremos determinar con la debida precisión la génesis, las características y el alcance de la rela-
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La persona humana es una realidad sustantiva integrada por muy diversas sustancias. Al ser inteligente, el hombre tiene la capacidad de hacerse cargo de la realidad en cuanto realidad, de toda la realidad, la ajena y la propia. La persona se apropia su realidad, la toma como algo que existe de suyo, con suficiencia constitucional, y es suya. Por ser autosuficiente y constituir en sí misma un ámbito de realidad, la persona tiene poder de abrirse y crear con otras realidades ámbitos nuevos. Esta salida de sí no implica pérdida alguna, ni dispersión, sino camino hacia la plenitud y la intimidad. Si quisiéramos acotar en alguna medida el complejo campo de realidad que abarca la realidad personal, podríamos podríam os decir que que ostenta ostenta las notas siguientes: 1. E s íntima, íntima, tiene poder poder de autoapropiaci autoapro piación, ón, de considerarse expresamente como suya. 2. E s intelige i nteligente, nte, se mueve a la vez en planos de sensibilidad y de realidad. 3. Puede abri ab rirs rse e a todo género gén ero de realidade reali dadess y fundar con ellas ámbitos de interacción. 4. E s libre (con libertad optativa, optativa, decis decisiva iva,, proyectiva, apropiativa e imperativa). 5. E s dialógica, dialógi ca, respons resp onsabl able, e, capaz de dar respuesta a toda realidad apelante, realidad que por su valor peculiar la apela a tomar opción y colaborar. Dar respuesta es aceptar la invitación a crear en común un ámbito de realidad (ámbito de tipo intelectual, afectivo, profesional, estético, religioso). 6. La realidad realid ad perso pe rsonal nal es cocreadora de modos nuevos de realidad. Al crear ámbitos inter ferenciales, se fundan modos de realidad extraordinariamente densos, pese a su apariencia lábil y huidiza. Estos modos de realidad poten-
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7. La persona pers ona es capaz capaz de hace ha cers rse e prese pre sente nte de modo muy intenso a través de su actividad cocreadora. La presencia no es un fenómeno que brote espontáneamente al conjuro de la mera cercanía o inmediatez físicas. Exige un modo de actuación esforzado de carácter activo receptivo. Si ha de hacerse presente, toda persona debe adoptar una positiva actitud de entrega, para evitar que la distancia de perspectiva degenere en distancia de alejamiento. 8. La persona pers ona se present pres enta a co como mo un todo irreductible a la suma de sus partes. Es una realidad originaria, inédita, irrepetible, incanjeable, insustituible. Incluso la personalidad, como figura que va adquiriendo la persona al hilo de diversos actos de creación ambital, presenta un innegable momento de irreductibilidad. 9. Por ser se r irreductib irreductible, le, la pers pe rson ona a no e s menme nsurable con criterios cuantitativos. 10. Por Por s e r am ambita bital, l, la pers pe rson ona a e s perfe pe rfect ctiible, gradualmente ampliable; no es algo fijo, rígido, dado de una vez para siempre. La vida humana no se reduce a un mero despliegue de poten potencias cias.. Es creación u obturación de posi po sibi bililidades (Zubiri). De ahí su condición histórica. El hombre no sólo dispone de potencias; tiene la posibilidad de hacerse «poderes». 11. Por Por s e r perfect perfectible ible,, la perso pe rsona na e s inac in acce ce-sible e íntima, no en el sentido de algo oculto que pueda todavía ser descubierto, sino de una realidad dotada de iniciativa creadora y de la capacidad de expresarse como es o como no es. La persona es inabarcable y sorpresiva por irse desarrollando constantemente al hilo de actos de creación ambital. 12. Por Por desar desarrol rollar larse se de de modo creado crea dorr inte inter r ferente, la persona no es exterior a las personas
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quema interiorexterior). Se da en el ámbito de interferencia que crea la acción dialógica, campo en que se instaura la relación de presencia y se pone en juego y florece la libertad. Que los hombres sean distintos no implica de por sí que sean extraños, ni menos hostiles, porque la diversidad de condición entre las personas lleva consigo la posibilidad de creación de ámbitos, en los que tiene lugar el acontecimiento de la presencia. El hombre vive entre realidades que no conoce plenamente pero a las que trata como un todo. El lenguaje hace posible que vivamos con relativa seguridad entre realidades que en el fondo desconocemos. Se quiere, por ejemplo, a una persona aun sin saber cuanto ella implica en sus diferentes estratos. Las personas se enamoran una de otras sin conocerse de modo exhaustivo. El tú se presenta como un ámbito de realidad que apela a uno a inmergirse en él y tratarlo y crear en común ámbitos de convivencia, e irse conociendo mutuamente al hilo de este proceso creador. El conocimiento de las realidades personales puede alcanzar grades de certeza muy elevados, pues, cuanto menos do minable y más creadora es una realidad, con tanta mayor evidencia puede ser conocida si se cumplen las condiciones que impone el fenómeno del encuentro. 13. La p e rson rs ona a no e s una una realidad indiferenindiferente. Es afectante, por tener— tener— com como o valor— valor— ciert ierta a capacidad de apelación. 14. La pe rso rs ona no debe s e r objeto de juicio, juicio, poraue éste implica cierta reducción de un todo irreductible a sus elementos. Enjuiciar significa objetivar, obietivar , proye pro yect ctar ar a distanc distancia, ia, hacer hac er objeto de calificación, reducir la realidad enjui-
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cario, apelarlo, a fin de que dé respuesta. Para invocar, se requiere fe, fiduc fiducia ia,, confianza en ©I otro. El que tiene esta confianza no duda del otro, no lo objetiva convirtiéndolo en un él. Kler kegaard solía decir que no se puede hablar de Dios (en plan objetivo), sino con co n Dios (como realidad que nos compromete de tal forma que no podemos aislarla de nuestra vida, desvincularla de nuestra trama ambital, para convertirla en tema de conversación). Si no cabe hablar en tercera persona de la propia madre, más inconsecuente será hacerlo respecto al Creador. La protagonista de La mort de demain, obra dramática de Gabriel Marcel, rompe a llorar cuando se sorprende a sí misma hablando de su madre en tercera persona. El llanto implica un desmoronamiento espiritual. En este caso se trata del hundimiento del ámbito de encuentro que se va formando entre madre e hijo tras el alumbramiento. El que tiene fe en otro confía en él y se confía, le es disponible, abierto. Es una apertura de reconocimiento de la realidad del otro en sí misma, y de participación participaci ón en ella y en la comunidad que los seres personales forman. Se trata de una actitud muy realista y constructiva. 15. El tú resp respec ecto to al yo no e s una realid realidad ad exterior sino comunicante, adherente a él en plan cocreador, no a modo de mera idea suya. «El ser ser que yo amo amo— — escribe escribe Marcel— es lo memenos posible un tercero para mí; y al mismo tiempo me descubre a mí mismo porque la eficacia de su presencia es tal que cada vez soy menos un él para mí; mis defensas interiores caen al mismo tiempo que las barreras que me separan de otro. El ser que yo amo se halla cada vez más dentro del círculo por relación al cual y fuera del cual hay terceros, terceros que son los otros»6.
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El yo y el tú se despliegan y realizan de modo cabal en un ámbito de interacción, que es un campo lleno de posibilidades existenciales. El entreveramíento armónico de dos ámbitos de realidad personal hace surgir en el ser humano virtualidades insospechadas para el que vive ocluido en una soledad de desarraigo. Estar c o n otro indica un modo de interferencia reverente, creadora. Tener intimidad con otro no e s p po o s e e r lo que él es en sí, sino colaborar con su libertad. Intimidad significa capacidad de autodespliegue en colaboración. Cuando el hombre renuncia al afán de poseer y se entrega a los demás con actitud generosa, empieza a vivir en la verdad, pone su vida en orden consigo misma. Esta ordenación lleva a la persona humana a su auténtica madurez.
La relación yoello La relación «yoello» responde a una actitud sensiblemente distinta de la que da lugar a la relación «yotú». No es una actitud dt¡ cocrea iguald ldad ad en en cuan cuanto to ción en nivel de igualdad — igua al reconocimiento básico de la dignidad personal, aunque haya diferencias de rango, cultura, etcétera— . Es una actitu actitud d de afirmación unilateral del yo. En la relación «yoello» se considera el objeto de conocimiento como objeto de observación, y se lo contempla de modo «espectacular», desinteresado, aséptico, incomprometido, distanciado (con distancia de alejamiento). A tal género de absentista desinterés se opone Gabriel Mar cel cuando escribe: «Je ne suis pas au specta cle» («Yo no estoy en plan de espectáculo»). Esta
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actitud espiritual de despego respecto al objeto da conocimiento, despego que permite obJetlvar a éste, ponerlo a distancia y someterlo a un estudio analítico (que tiende a reducir un objeto a los elementos que lo Integran). Tal análisis reductor produce un modo de saber que se traduce en poder, capacidad de dominio, manipulación, uso y abuso. El lema «divide et impera» preside el recurso al análisis. Descubierta la composición de un cuerpo, se domina éste fácilmente; se sabe cómo tratarlo y sacar máximo partido a sus condiciones. Conocidas las características de un ser humano, es tarea fácil encuadrarlo en marcos consabidos, sacar rendimiento a sus cualidades, esquivar sus defectos, explotar sus debilidades. En más de una ocasión, empresarios cinematográficos hicieron películas clandestinas de los asistentes a las proyecciones a fin de analizar en pormenor cada una de sus reacciones y saber cómo dosificar estratégicamente los Incentivos de todo género. Las personas asistentes a tales proyecciones fueron de este modo rebajadas a la condición de objetodeanálisls, con vistas a su pleno dominio y explotación. Ello revela que con demasiada frecuencia el público es considerado como mero elemento consumidor, no como un conjunto de personas con una capacidad determinada de reacción espiritual a los estímulos que le ofrece la pantalla. Análoga reducción de la persona humana tiene lugar cuando, mediante los recursos de la técnica, se la bombardea con estímulos Infrallmlnales que, sin ser acusados por la conciencia, ejercen un influjo decisivo a la hora de hacer una elección. Resulta sarcástico que buen número d od sociedades sociedades y parti particul cul
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nicaclón con el público y practiquen sobre é#te toda suerte de presiones psicológicamente refinadas en orden a obtener el píeno dominio y control de su capacidad decisoria. Con ello, el hombre es reducido a la condición degradada de instrumento, útil sometido al servicio de los poderosos que Intentan potenciar su personalidad con las virtualidades de los demás. Esta reducción del otro a condición instrumental admite diversos grados. En la sociedad moderna, los hombres suelen «utilizarse» unos a otros en una u otra medida: los clientes «utilizan» a los profesionales para solucionar sus necesidades vitales y sus problemas; los profesionales «utilizan» a sus clientes para perfeccionar sus conocimientos y adquirir bienes económicos. Se trata, en principio, de una «utilización» convenida que forma parte del juego de la vida en sociedad. Esta «utilización» puede convertirse en «manipulación» abusiva cuando se hace caso omiso del carácter personal del cliente y se lo convierte en mero consumidor y fuente de Ingresos. Piénsese, por ejemplo, en una liga de médicos que someta a sus enfermos a una cadena de consultas y análisis que no responden a exigencias de la enfermedad sino a pretensiones lucrativas. Tal voluntad de dominio inspira un modo M'ldo de mirar el objeto de conocimiento. Esta avidez suscita el deseo de quemar etapas, de pasar expeditivamente a una relación de Inmediatez elemental con el objeto que permita un fácil dominio del mismo. A esta facilidad se opone el reconocimiento del carácter Irreductible, peculiar, Inédito del objeto de conocimiento. De ahí la tendencia a anular este carácter (o, al menos, o dejarlo de lado) mediante la técnica de la re-
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tos. De estos atributos y cualidades se tomarán únicamente en consideración los que respondan a los propios intereses. La relación «yoello» sólo tiene en cuenta lo «interesante», y se rige, en consecuencia, por el lema «tanto tienes, tanto vales». Más que el ser, le importa el tener. Lo que uno tiene, en los diferent rentes es niveles— niveles— fi fisiol siológic ógico, o, psicológico, espiriesp iritual, económic económico, o, profesional, profesional, soci so cia a l— , puede ser se r sopesado mediante el cálculo. La relación yoello se rige a menudo por la ley del cálculo, movilizando los medios de la refinada técnica actual. Los procedimientos de los campos de concentración en orden al exterminio físico y moral de los reclusos son ejemplo patente de los extremismos a que puede conducir la actitud humana de dominio de los otros hombres cuando se deja llevar de modo implacable por su lógica interna. La ética debe estudiar con sumo cuidado la trama interna, la interrelación lógica de los diversos procesos humanos para saber a punto cierto cuáles pueden ser las consecuencias de ciertas actitudes que en principio parecen más bien neutrales e inocuas. La historia más reciente nos advierte que el imperio del cálculo, por responder a una actitud de despego y voluntad de dominio, suele abocar a comportamientos de máxima violencia y crueldad sádica. El sadismo consiste en tratar a otra persona con extrema dureza no simplemente para hacerla sufrir (sentimiento de tipo vitalcorpóreo), sino ante todo para reducirla a condición de mero objeto (reducción que provoca un sentimiento de dolor netamente espiritual). Tratar a una persona como si fuera una mera cosa (un paquete, que puede ser amontonado con otros muchos en un vagón de tren; una pelota, que puede ser golpeada in-
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la reduce a condición de simple objeto, lo que llega a provocar a la larga que el afectado se vea a sí mismo como un ser abyecto. Los relatos sobre campos camp os de de concen concentrac tración— ión— sobre todo, los escritos escr itos por por profesionales de la la Psicología— Psicología— revelan la voluntad de ciertos dirigentes de llevar a cabo cabo un un verdade verdadero ro proceso— proceso— cuidadosacuidadosamente mente articulado articulado en diferentes fas fa s e s — de «o «obje tivización» de los prisioneros, de reducción de los mismos a condición de objetos. En general, todo el que desea ejercer una acción ci ón tirán tiránic ica— a— vi viol olen enta tamen mente te coac coacti tiva— va— sobre sobre los los demás suele empezar por desencadenar un proceso de despersonalización. Las personas humanas tienden, por exigencia constitutiva, a fundar entre sí conjuntos orgánicamente trabados, rigurosamente estructurales. La estructura se caracteriza por poseer una interna cohesión y capacidad de resistencia a la par que una notable flexibilidad. Si en una comunidad humana se opera una labor de despersonalización, su carácter estructural se amengua y su poder cohesivo cede hasta desaparecer. Con ello, las personas se reducen a meros individuos inconexos y quedan a merced de los usufructuarios del poder, sin otro recurso que la mera agrupación colectivista. Esta forma de agrupación puede ejercer gran poder en el orden de los acontecimientos políticos. Pero tal poder se lo debe a razones meramente cuantitativas, razones numéricas, relativas a la cantidad de individuos asociados, a las cifras de producción que se alcanzan en cada día de trabajo y se pierden en cada día de huelga. En el campo del perfeccionamiento cualitativo de las personas, dicho poder carece de toda eficacia. La voluntad de dominio sólo puede ejercerse
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afectada por la acción ejercida sobre ella no tiene opción a respuesta alguna de signo creador. Los esquemas que encauzan esta forma de causalidad son los tradicionales de «causaefec to». «acciónpasión», mucho más rígidos que el esquema «apelaciónrespuesta». La única reacción del hombre que se ve reducido a condición de mero ob|eto es la paciente reclusión en su interioridad. Pero, como la Interioridad humana no significa un mero reducto espacial contrapuesto a lo «exter «exterior ior», », si sino no que— para para tener auté autén ntico tico sentido— debe debe Implicar cierta cierta capacicapa cidad de cocreación de ámbitos, el hombre reducido a la impotencia típica del mero objeto acaba sintiéndose despojado incluso de su «Interioridad», exiliado en sí mismo, vacío, reducido a un punto ínextenso que no es sino la conciencia de no ser sino conciencia de una mera nada. De ahí la sensación de vértigo que produce a estos hombres el hallarse ineludiblemente asomados al vacío del propio ser. (Esta es una de las sensaciones básicas que experimenta el protagonista de La náusea sartriana, Roquentln, cuando se deja llevar por una actitud de pasiva espectacu laridad, falta de ímpetu y tensión creadores.)
El tú degradado a condición de objeto Destaquemos con la mayor precisión posible los caracteres que presenta el tú degradado a condición de objeto, a fin de ponernos alerta ante este fenómeno degenerativo y ganar la perspectiva necesaria para distinguir los casos en los cuales la relación yoello no ofrece un carácter violentamente reductor, antes responde a la necesidad de realizar de modo expeditivo las
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1. El tú degra de gradad dado o e s vist vi sto o y tratado tratado como mero objeto, como algo asible, delimitado, mensurable, manlpulable, susceptible de ser afecta* do por modos de causalidad lineales, coactivos (no recíprocos y promocionales, como es el modo singular de causalidad que viene dado por el esquema «apelaciónrespuesta»), 2. Es Inventarlable, reducíble a un conjunto de notas y cualidades, abarcable mediante una simple enumeración de elementos Integrantes. Esta reducción la experimenta el hombre de modo especialmente patente y penoso cuando es sometido a interrogatorio. Durante la primera guerra mundial. Gabriel Marcel actuó de enlace entre el ejército y las familias de los soldados caídos y desaparecidos. Al contacto con los familiares, Marcel fue constatando poco a poco que la reducción de un soldado a unos datos de fichero significaba una simplificación abusiva de la compleja realidad personal. En su primer Diario Metaf Isleo dejó Marcel constancia del influjo que ejerció esta experiencia en el giro intelectual que realizó de la orientación idealista al pensamiento existen cial. 3. A l s e r inventariable, inventariable, el tú degradado es cuantificable, susceptible de medida, conforme a un más m ás y a un un men m enos os— — más alto alto,, más bajo, más fuer fuerte te,, más m ás débil.. débil...— .— , y p pat aten enti tiza zab ble. le. El tú es patentizable porque no se reconoce en él un carácter inexhaurible, personalmente creador y sorpresivo. Lo que puede haber en él de desconocido se lo considera cognoscible al modo de un problema todavía no resuelto. (Ello explica el Interés de Marcel por destacar el carácter no meramente «problemático» de la persona huma-
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4. En cuanto patentizable y cuantlficab cuant lficable, le, el el tú degradado es reducible a objeto de juicio. Todo juicio tiende de por sí a objetivar el ser al que se refiere porque lo toma como objeto de observación y calificación. Independientemente del acierto que se tenga en el juzgar, el hecho de emitir un juicio encierra de por sí graves riesgos. El que juzga se arroga cierta superioridad respecto al ser juzgado. Esta superioridad provoca distancia de alejamiento entre el ser que juzga y el que es juzgado, que en alguna manera viene a convertirse en una tercera persona, en tema de conversación, aun cuando sea el compañero mismo de diálogo, como acontece cuando una persona le revela a otra el juicio que le merece su comportamiento o carácter. De ahí que la práctica de aconsejar y reprender requiera sumo tacto si ha de incrementar las relaciones de convivencia y no anularlas. 5. El tú so some meti tido do al al trauma trauma del juicio jui cio es es ob je jeto de posesión pose sión,, de cierto dominio en uno u otro aspecto. El análisis de las condiciones y caracteres de un objeto permite «ficharlo», enmarcarlo en los cuadros de una caracterología y tipología, reduciéndolo a un común denominador psicológico. Esta reducción permite saber a qué atenerse respecto al sujeto en cuestión, del que no se considera lo que encierra de originario y sorpresivo, sino los rasgos generales que lo hacen fácilmente catalogadle. La catalogación da dominio, facilidad y seguridad de trato. Con ello el sujeto catalogado pierde carácter personal y se reduce a mera unidad de una colectividad, a «un millón de hombres partido por un millón» (A. Kóstler). Así pasa el tú a ser una realidad numerable, como si se tratase de una entidad carente de nombre propio. A nombre
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propiamente, a no ser cuando quedan funcionalmente reducidas a su vertiente objetiva. El hombre, como persona, muestra una condición «originaria», «única», «incanjeable», y, en su virtud, no puede ser objeto de suma o de resta. Por su afán de sentirse a cubierto en la vida cotidiana, de saber fácilmente a qué atenerse en el trato con los demás, el hombre suele reducir a los otros expeditivamente a un haz de rasgos, que a menudo se condensan en un mero adjetivo: progresista, reaccionario, astuto, veleidoso, falaz... Esta condensación encierra un grave peligro porque polariza la atención en una vertiente muy restringida de la persona enjuiciada y resta flexibilidad para captar las restantes vertientes de la misma. Es difícil medir el influjo que ejerce sobre nuestra capacidad de valorar a una persona el oír un juicio emitido sobre ella. Aunque tengamos conciencia de que tal juicio carece de pruebas definitivas a su favor, la calificación que tal juicio implica ejerce sobre nuestra mente una especie de poder de imantación que la fascina en cierta medida, no le deja campo de libre juego para formarse un juicio propio. Ello explica nuestra desazón al vernos clasificados expeditiva y prematuramente, pues sentimos depauperada nuestra personalidad, nuestra capacidad de mostrarnos como somos en cada instante y de cambiar en un momento determinado el signo y dirección de nuestra conducta. 6. Esta Es ta redu re ducc cción ión del del tú a objeto objeto fácilmente fácilment e dominable lo convierte en algo fijo, previsible, mero despliegue de potencias, no creación u obturación sorpresiva de posibilidades. Lo previsible es dominable. Para prever se requiere
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7. Falto de esponta espontanei neidad dad creadora, creadora, el tú ae toma «Indisponible* (Marcel), un «alma cerrada» (Bergson), cerrada a la aventura de la auténtica comunicación intersubjetiva. Esta Indisponlblli dad del tú es provocada por la Indlaponibllldad dei yo que adopta frente a él una actitud de dominio, acogiéndose a una forma de causalidad lineal que no deja surgir en el tú la libertad y la voluntad de respuesta efectiva, la actitud de dis-
poni ponibi bilid lidad ad..
po derr d e r e s El tú indi indisp sponi onibl ble e care carece ce de pode pues pu esta ta,, es decir, de sensibilidad para captar las diferentes «apelaciones» que le son dirigidas, y de fuerza de voluntad para responder a las mismas de modo comprometido. Al no insertarse dinámicamente en el esquema apelaclónres pues pu esta ta,, el tú degradado desciende a un nivel infralúdico y se coloca fuera del juego creador propio del ser humano, que es por constitución locuente y dialógico. 9. Esta falta de dial dialog ogic icid idad ad sitú sitúa a al tú en una relación de lejanía respecto al yo; leíanla de indiferencia que se contrapone a la vecindad valiosa de la presencia. A nivel lúdico, auténticamente humano, la lejanía física no implica dls tanciamiento o pérdida de la presencia. La falta de vecindad física constituye a menudo un acicate para la intensificación de los vínculos de amistad y colaboración. El fenómeno de la presencia humana se da en proporción directa al ejercicio de la creatividad, no a la mera Inmediatez física. 10. Al est estar funcionalmente alelado del yo, el tú degradado se sitúa en una posición de exterioridad, entendida esta categoría en sentido lúdico, Cuando el tú, merced a su actitud de compromiso creador, está ambltallzado con el 8.
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por cierta distancia física. Todo pensador que se mueve a nivel lúdico, creador de ámbitos, pone sumo cuidado en el uso de los esquemas «interiorexterior», «en míante mí», «inmanencia trascendencia», pues el sentido espacial que implican sólo tiene plena aplicación a nivel infra lúdico, en el cual no tienden las personas a res petarse mutuamente en su valor personal y a fundar ámbitos de cooperación, sino a dominarse y manipularse con un modo de causalidad lineal, unidireccional. El tú degradado se halla situado fuera fuera del yo, ante él, con sus posiciones bien tomadas en actitud de posible competencia e incluso de hos tilidad. Lo externo se convierte muy fácilmente en extraño y hostil, ya que por el mero hecho de ser «externo» queda situado a un nivel de conducta regido por la voluntad de dominio. Cuando esta voluntad impera, el intercambio humano no puede ser de creadora interferencia, sino de resistente opacidad y abierta oposición. Con una fuera del yo, éste no puede realidad que está fuera establecer una relación de encuentro, que implica iniciativa creadora, sino de choque, que significa una reacción mecánica de repulsa. Los demás hombres, cuando sólo veo en ellos su capacidad de repulsa, adquieren para mí la condición de obstáculo, de realidades que se oponen a mi desarrollo personal en cuanto succionan mis posib posibili ilida dade dess o las am am engua gu an7. La resistencia que puede ofrecer un sujeto libre, inteligente y volente, tenso hacia una meta e imprevisible en sus reacciones, es incomparablemente mayor que la que cabe esperar de una mera cosa. Cuando un hombre considera a otro
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como un obstáculo Ineludible y absoluto que anula de raíz su posibilidad de desarrollo, tiende a olvidar su condición personal y traer a primer plano su función de estorbo. Esta reducción del hombre a su condición de obstáculo precede Inmediatamente a la decisión de eliminarlo. Puede tratarse de una eliminación física o psíquica. Esta reduce al otro a mero objeto, lo envilece a sus propios ojos, lo condena al silencio de mudez al cerrarle toda posibilidad de expresión y comunicación (posibilidad que desempeña un papel constitutivo en la instauración de la personalidad humana). Si el otro, al sentirse tratado formalmente como obstáculo y, en la misma medida, «obje tivizado», responde de modo semejante, se establece una aniquiladora dialéctica de objetiviza ción, que está a la base de la avidez destructiva que inspira las guerras. Si, por el contrario, a quien lo reduce a condición de obstáculo el otro responde como pr prój ójim imo, o, con actitud colaboradora, lo sitúa en una posición muy comprometida y desairada, por cuanto denuncia serenamente su actitud destructiva. Para evitar que se echen a andar con su marcha implacable tales procesos de objetívización mutua, suelen los hombres recurrir a la técnica de los pact pa cto o s o contratos, que regulan las relaciones humanas mediante el establecimiento de normas objetivas de carácter impersonal. 11. El tú ausen aus ente te y extern externo o e s indiferente al yo. Sólo afecta a éste en verdad el ser que ha creado libremente con él lazos de convivencia y ha fundado un sólido vínculo de ambltalíza ción. Cuando perdemos para siempre a un ser con el que estamos ambitalizados, sentimos un desgarramiento interior. Nuestro ser, en cuanto
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realidad personal sufre con ello una profunda alteración. En cambio, el tú degradado a objeto distante y externo, por admirado que sea, no provoca al desaparecer una conmoción personal en el yo, al no estar ambitalizado con él. A través de la descripción de las características del tú degradado quedan de manifiesto algunos de los diferentes modos de objetivización y las causas que provocan este fenómeno degenerativo. En general, puede afirmarse que las causas y modos de degradación objetivista del tú están en relación con las diversas posibilidades que tiene el hombre de entorpecer o anular el proceso de normal desarrollo de la personalidad humana. Para moverse con soltura en el tratamiento de este tema, conviene conocer con precisión la lógica interna de dicho proceso, el influjo que ejercen las diferentes actitudes humanas en la fundación o anulación de las relaciones auténticas de presencia, y las repercusiones que tiene sobre la capacidad creadora de un hombre la conducta respecto a él de las personas que constituyen su entorno. Bien analizadas, en toda su complejidad, estas cuestiones, se comprende fácilmente que los medios de objetivizar al otro pueden ser muy diversos y a veces tan aparentemente inocuos como una mirada dura, espiadora, depreciativa, ordenante; un gesto que instaura distancia, o incluso la impone; una expresión de mando que establece una relación altanera de jerarquía; una palabra desabrida que intenta romper los lazos de una comunicación creadora, y otros fenómenos semejantes.
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Posibilidad de integración de la relación yotú y yoello Destacadas las principales características de las relaciones yotú y yoello, deben mostrarse ias posibilidades de interrelación que hay entre éstas y las formas peculiares de unidad a que tales interrelaciones dan lugar. No tener en cuenta esta posibilidad de integración lleva a ciertos autores a adoptar posturas éticas intransigentes y puristas que, no obstante su noble intención de base, se muestran infecundas por poco realistas. Los modos de relación ¡nterhumana que acabamos de estudiar en sus formas más agudas sólo raras veces se dan en estado puro. Debido a la doble doble vertiente del del s e r humano hum ano— — la objetiva y la superobjetiva— superobjetiva — , e s fácil pendular pend ular de una una actitud a otra, de la objetivista a la personal, y viceversa. Al ser el hombre una realidad integrad grada a por por ambas vertientes— la objeti objetiva va y la la susu perob perobjet jetiva iva— — , se impone articular con el el debido equilibrio la actitud objetivista y la personal lúdica, a la luz de una sólida doctrina de la meme diación. De esta forma, una actitud que de por sí tiene un significado objetivista puede adquirir un sentido estrictamente personal. En la vida humana se dan diversos niveles de motivación y actuación. Correlativamente, las acciones humanas presentan valores diferentes según los conjuntos de sentido en que están engarzadas o ambitalizadas. Los ámbitos que engloban una acción le confieren a ésta un peculiar sentido más allá de la significación particular que tenga de por sí. Veamos sucintamente cómo pueden interferirse y complementarse las relaciones yotú y yoello.
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fica o tutelar con la madre, relación que sustituye y supera— supe ra— tras el trau trauma ma del alu alumbr mbrami amient ento— o— la vinculación biológica del período fetal. La relación yoello surge contracorriente de la tendencia primaria del hombre a la vinculación con el entorno. Contracorriente, pero dentro del proceso natural de desarrollo de la personalidad humana. Por necesidades de adaptación al entorno y en orden a hacer posible la acción creadora, el hombre adquiere conciencia de su yo como realidad independiente, independiente de las otras personas y de las cosas. Para hacer su vida, el hombre debe coordinar la independencia y la relación. Con las personas puede y debe establecer relaciones distintas, más profundas y creadoras, que con las cosas. Pero la tendencia a unificar criterios y simplificar procedimientos de acción lleva con frecuencia al hombre a adoptar actitudes semejantes ante las cosas y las personas, situando a éstas a distancia de espectacularidad, como si fuesen meros objetos del entorno. Esta confusión y nivelación de actitudes provoca la reducción del tú a mero ello — objeto de de cons consid idera eraci ción ón y domi domini nio— o— . No siempre, sin embargo, el trato impersonal entraña un proceso objetivizador. El hombre presenta una vertiente de objetividad inevitable, y en virtud de ella es susceptible de ser tratado de modo objetivista sin ser reducido necesariamente a mero objeto. La relación yoeilo se da a menudo en interacción con la relación yotú. La interacción de dos relaciones pertenecientes a diversos niveles y susceptibles de complementarse mutuamente suelo denominarla interacción analéctica. Esta posibilidad integradora de las relaciones yotú y yoello se realizan merced a la capacidad
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ción yotú. En los casos límite, la relación yoello aleja al yo del tú con distancia de indiferencia, aversión o incluso odio. En los casos mitigados, la relación yoello puede servir de polo distan ciador en orden a adquirir o reafirmar la relación de inmediatez eminente que llamamos pre senda. La significación significac ión objetiv objetivista ista de la relación yoello cobra, así, un sentido personal. Cuando la relación yoello sirve para conseguir otra forma de relación más profunda y creadora, ostenta un carácter mediacional. En la sugerente investigación filosófica de M. Buber y G. Marcel se advierte una sensible laguna referente a la posibilidad de que la relación yoello desempeñe en casos un papel mediacional. A llenar esta laguna se dirige la teoría del «triángulo hermenéu tico», basada en la tesis de que no es posible pasar directamente de la inmediatez fusional (vértice a del triángulo) a la inmediatez eminente o presen pre sencia cia (vértice c). Toda forma de auténtica presencia debe ser conseguida esforzadamente a través de un trauma de distanciamiento (vértice b), que debe ejercer un papel mediacional, no mediatizador. La distinción entre «media cionaU y «mediatizador» se muestra sobremanera eficaz en orden a la elaboración de una ética de las relaciones humanas (comunicación, lenguaje, amor). Cuando la relación yoello se interpone entre el yo y el tú y les impide tratarse de modo comprometido y crear relaciones de auténtica presencia, adquiere un carácter mediatizador. Esta mediatización y la correlativa ob¡etivización del tú y la reducción del mismo a mero ello se produce al confundir el hombre la autonomía con el desarraigo y al considerar la vertiente objeti-
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No cabe afirmar en principio que toda relación yoello implique de por sí la pérdida de la unidad del hombre con los demás. Debe analizarse en cada caso si el género de distanciamiento que indudablemente conlleva la relación yoello entraña una autonomización de la vertiente objetiva del tú a efectos de manipulación y dominio, o responde más bien a una actitud general de respeto hacia los otros. En la ética de las relaciones humanas acontece algo semejante a lo que ocurre en la estética de la creatividad: la madurez se adquiere a medida que se gana la capacidad de ver las diferentes vertientes que tiene una misma realidad y se pone en forma el sexto sentido de la captación «analéctica» de aquello que se expresa en una realidad sin reducirse a su condición. Según veremos de cerca más adelante, muchas formas de comunicación interhumana no poseen un carácter estrictamente personal, son más bien relaciones del tipo yoello, y, sin embargo, se engarzan activamente en el conjunto de las relaciones personales. La capacidad del hombre para coordinar relaciones de tipo diverso y en apariencia incluso opuesto es proporcional a su poder creador. En ciertos casos, el hombre se ve instado a adoptar una actitud objetivadora ante otros hombres. Si esta necesidad se asume con voluntad de servicio a los mismos a quienes en cierta medida se objetiva, es posible que tal significación, en principio despersonalizante, adquiera un sentido plenamente personalizador. Es inevitable a menudo tomar a ciertos hombres como objeto de análisis y estudio, con el propósito de conocer mejor alguna de sus vertientes—fisiológicas, osicológicas, intelectuales, espirituadio analít
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un sentido personalizados Cuando un médico, un psicólogo o un sociólogo acotan diversos aspectos de la existencia humana y los estudian siguiendo los métodos del análisis científico, parecen en principio cometer un atropello reduccionista, De hecho, a veces incurren en él, cuando olvidan que la parte de realidad analizada juega su papel en un conjunto existencial perfectamente trabado y en él adquiere su cabal sentido. La actual medicina psicosomática delata con energía la parcialidad objetivista de la praxis médica que se reduce a calmar de modo casi mecánico un estímulo doloroso con productos de tipo químico, como si el arte de curar hubiera de moverse en el estrecho cauce de un modo de causalidad toscamente lineal. Por el contrario, si el análisis médico, psicológico o sociológico va subtendido por una actitud de respetuosa atención al conjunto dinámico de la realidad personal estudiada, ejerce una doble función: 1) la de adquirir un conocimiento muy preciso de ciertas vertientes de la realidad humana, pues el método analítico científico posibilita formas de penetración específicas, inalcanzables con el método comprehensivo de la Filosofía; 2) la de realizar una actividad estrictamente personal a favor de las personas afectadas por tales formas de análisis; actividad — en el médi médico co— — de curaci curación ón y restablecimiento de la capacida capacidad d creadora norma normal; l; actividad activ idad— — en el psicólogo— de orien orientaci tación ón profesional, profesional, de de ajuste con el entorno, de cabal valoración de las prop propia iass posibilidades; posibilidades; actividad— actividad— en el so soci ció ó lolo go de clarificación de las estru es truct ctura urass que envuelven al hombre, lo apelan y determinan en buena medida su comportamiento. Si el profesional se cuida de articular esta
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personal estudiada. La vertiente destacada con estratégica y bien intencionada unilateralidad no quedará aislada y desambitalizada, sino que — al ser se r mejor mejor conocida— conocida— podr podrá á ser se r arti articu cula lada da más entrañablemente en el conjunto. La madurez del hombre en su vida de relación con los demás se logra a medida que pone en forma la capacidad de cumplir simultáneamente las exigencias de las diferentes vertientes de la realidad humana, sin unilateralidades tendenciosas. Análoga consideración cabe hacer respecto a la posible integración en la vida estrictamente personal de las múltiples relaciones de carácter objetivo que constituyen la trama de la vida diaria, incluso la vida familiar y conyugal. No en todo momento se hallan los esposos o los novios fundando relaciones de carácter personal en sentido riguroso. A menudo, hablan de temas objetivos, realizan actos carentes de significación personal recíproca (andar, comer, estudiar...), conviven situaciones y afrontan problemas de carácter general y, como tales, comunes a otras personas. Incluso buen número de acciones relativas al trato mutuo carecen de la estricta condición personal que tienen los actos de unión amorosa (confidencias, caricias, acto conyugal). Sin embargo, esos actos de significación más bien objetiva no deben ser calificados en principio de objetivadores, ya que, al ser asumidos en la intención eminentemente constructiva de edificar una vida en común, obtienen un sentido rigurosamente personal. Esta posibilidad integradora se da también en la vida social. La sociedad moderna, con su mentalidad utilitarista e instrumentalizadora, no constituye en rigor una comunidad, si se entiende ésta como un entramado de actos de comunión
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vid* *oci»l I I »í»ta í»tam ma contractu contractual al no ofraoa «I grado da fMirtii craadora qua caracteriza a la eomunidn paraonal, púa» aa raduoa a aar un ma* dio para mitigar y oompan**r I» tandoncl» humana a la matrumantallíacidn dal otro, Paro a»ta clima da ©ompanaacldn conatítuya «I humu» propicio pira adíflcar una vida auténtlciimanta por^ por^on on^l ^l Po Porr vía madiaciona madiacional, l, la» la» ragu ragula laci cion ona» a» «imlala» da la conducta humana afrvan decidí damanta a la in»taur»ci6n da vardadaraa comu nidada» da bombra», f?u caráeiar y alanJflcaclón tmparaonal'objatlvo» «dquiaran con alio un aan tido natamanta paraonal. Aaimlamo, la ralaclón «fofa polítlco*aúbdíto» purt rttm tmn n ta paraonal, ni puramanta \mtffr no a» pu manta! objatívlzadora, Bln duda, la acción política no a* dlriga a cada hombro concreto, aíno al conjunto aoclal, qua ofraca un caráctar máa blan imparaonal y anónimo. Vlata» la» co»a» da carca, na ob»arva qua la» ordanaclona» política» aon alaboradaa por al hombra con al fin da dominar una multitud da cuaatlona* y probfamaa particular*#, por vía da «lavación y aobravualo, como Imparnonti! ti!a*. a*. La con»!* ai aa trataaa da aauntoa Imparnon daractón unlvaraal a Imparaonal da loa probla* ma* tlana un caréctar metodológico, qua no ínv plica an daflnftiva génaro alguno do reducción obJatívl»ta, £1 concapto da *nlan común» daba 9«r viato, da modo analéctlcoambltal, como un c(>njunto~dfi nnntldo qua aobravuala, aauma y an caaoa altara una multitud da *lgntflGM¿lon6» partir,ul«ra», Tal altaraclón no daba Intarprataraa como targivaraaclón o adultaraclón, »lno como una forma da Inwqulzaclón qua aomata al blan da loa partlcularaa al blan común, al blan da la comunidad como tal, blan qua aa a la corta o a la larga al blan da lo» oarticularaa, aunqua éatoa
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debe debe eer Impuesta Impuesta por lo lo* Gobi Gobier ernos nos,, como e * tldadea «i lee que se ha confiado la cuetodfa del bien común, En la milicia, lo* Jóvenes ton convertido* en meroe númeroe do un regimiento, y cuando su* cumben en un combato aon denominado# imper tonalmente «bajee», Eata reducción objetivista puede eer considerada, no obetante, como un medio para hacer mée expedita la acción bélica, con lo que Implica de movimiento de maaae, a fin de conseguir el bien de la comunidad y salvaguardar fa dignidad personal de todoa, Incluso de loa que deben momentáneamente sufrir dicha objetivación de tipo funcional. Esta Interpr Interpretac etació ión n «anal «analéc éctl tlca ca»— »— que que a travé travéii sii g nif ni f i caci ón objetivista descubre un sen de una s tldo persona/—apoya eu optimismo en la consl deración de la naturaleza de laa coeas, y no I#* ñora que con demaalada frecuencia ae ha aome* tldo y se somete a loa aóbdltos a traumas de objetlvización violenta aln razones suficientes que puedan conferir sentido a la degradación que ello de momento Implica, Queda aqui de manifiesto la peculiar /nseco ritan del hombre, que debe edificar su personalidad de modo muy equilibrado e íntegredor, pues se ve urgido a poner en Juego elementos que pueden escleroaar eu vida al no loa transfigura al asumirlos en el campo da aanttdo del dlnamlemo personal. 81 no se advierte la posibilidad de eata aaunclón transfigurados, se cae fácilmente en actitudes unilaterales, bien de pura pura relación relación pereonal pereonal— — eln eln género alguno de de elemento elementoa a oblativos, oblativos, medlac medlaclonal lonales— es— , bien bien de pura pura relación objetlvl objetlvlete— ete— aln el menor menor carácter carácter cresdor^— .
2. LOS TRES EST AD IOS EN EL C A M IN O DE LA VIDA, SEGUN S0REN KIERKEGAARD
Estadio significa actitud fundamental, nivel en el que plantea y orienta el hombre su existencia. Cuáles son las actitudes básicas del hombre ante la realidad y cómo se relacionan entre sí es un tema decisivo para comprender el comportamiento de cada ser humano respecto a los demás y al Ser trascendente. En la misma medida, su estudio amplía y profundiza los análisis del capítulo anterior. Cada estadio o actitud fundamental muestra una lógica propia, una interna articulación dinámica. Esta lógica, dentro del campo de juego abierto por cada actitud fundamental, se mantiene con tenacidad, pero, al entrar en relación unas actitudes con otras— otra s— la estética con la ética, la la estética y la la ética con la reli re lig g io iosa sa— — , adquiere matizaciones nuevas. Veamos ambos aspectos separadamente. Primer estadio: El hombre «estético», hombre manipulador que tiende a poseer para para disfruta disfrutar r Por hombre «estético» entiende Kierkegaard el hombre que se atiene primordialmente a las vertientes de la realidad más a flor de piel. No funda con las entidades del entorno relaciones verdaderamente creadoras, comprometidas. Su actitud es superficial. Lo que se halla a flor de piel es sensible, asi
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Instintivo. Cuando Kierkegaard habla del «hombre inmediato», intenta dar una calificación de valor. Se refiere al hombre no abierto a lo profundo, lo que se da a cierta distancia y exige reflexión, respeto, creatividad, disponibilidad, voluntad de compromiso... \ Es el hombre que vive atenido a lo «externo», lo que por su falta de capacidad creadora no puede hacérsele «interno», en el sentido de que funde con él ámbitos de interferencia fecunda. Lo externo, así entendido, seduce, fascina, atrae, ata, fusiona y, al hacerlo, no permite establecer el campo de juego en que florece la libertad. El que busca primariamente en la vida la seducción de las impresiones placenteras suele tomar como meta lograr vínculos de inmediatez fusional con las realidades externas. Este tipo de hombre inmediato se mueve dentro de las mallas del precario esqu es quem ema a «inte «in terio riore rext xter erior ior»2 »2,, que no conced con cede e a la persona humana campo de libre juego para desarrollarse. «La inmediatez de la vida no comporta propiamente ningún yo»3. El hombre sometido al esquema «interiorex terior» vive en actitud pasiva, atenido servilmente a realidades externas, en sentido de extrañas. Ello engendra resentimiento frente a «lo otro», actitud agresiva que suele darse en toda persona no creadora, no abierta con generosidad a realidades que, siendo distintas de ella, no le son extrañas y pueden fundar con ella modos muy elevados de unión. La exaltación erótica, cuando responde a mera búsqueda egoísta de sensaciones placenteras, no implica creatividad alguna y deja a los amantes distanciados, recluidos en 1 Cfr. La enfermedad mortal o De la desesperación y
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su torro da marfil, bloqueado®, con toda» las salidas hacia el desarrollo de la personalidad bien obturadas. De este breve esbozo ae desprenden con nitidez dlveraaa condiciones del hombro estético: 1) Es hombro de sensaciones, vivo on busco de sensaciones, a las que Idolatra y en las que intenta reposar. Como se mueve a nivel objetl vista. sometido a modos de espaclotemporalldad empíricos, tal reposo es Imposlblo porque el tiempo discurre implacablemente, burlando todo intento desesperado de eternizar el Instante gozoso. Debido a la lógica misma de los fenómenos espirituales, el hombre de sensaciones se convierte en un gozador voluble que busca en la renovación constante de Impresiones un sucedán cedáneo eo de la la autén auténtic tica a permanencia— perm anencia— que es pro propia pia de formas super sup erior iores es do temporalidad— temp oralidad— . Es el hombre que cultiva como único y absoluto (ab (ab soluto, soluto, desgaja desg ajado) do) el amor am or «romá «r omántico» ntico»,, Impulsivo, Intenso, Inmediato, violento en su Inme dlate latezz carente do la dista dis tanc ncia ia do! respe re speto to \ El que vive atenido a la seducción del Instante pasional, huidizo, se atemoriza ante la precariedad de esta turbadora experiencia fugaz, e Intenta represar el fluir del tiempo, conforme a los lemas: «Carpe dlem» (Horacio), «Disfruta del Instante bello» (A. Glde), «O temps, suspend ton voU (A. de Lamartine). 2) El hombre estético, el goza go zado dorr voluble, volubl e, s e revela como un ser egoísta que persigue su propia satisfacción y monta Implacablemente su vida de dentro afuera. En esta perspectiva Interesada, los demás hombres se convierten en los «otros*, los «noyo». El otro es reducido a con
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dlclón de «alio», a medio para satisfacer los propios Intereses. 3) El hombre estético, estético, el egoí egoíst sta a interesado interesado,, se muestra afanoso de controlar , calcular, •aducir. El seductor no deses convencer, lograr sigo en común, sino vencer a todo precio, imponerse, dominar, poseer. El hombre que orienta su vids do modo unilateral en el plano objetivísts acaba convirtiéndose en un obseso de Is manipulación y posesión. Cuando es de)sdo a merced de su lógica Interna, el afán de poseer se desmsdrs y adquiere fácilmente caracteres patológicos, 4) El hombre estético, estético, el que se dejs seducir por la pasión de poseer, no se compromete en acciones verdaderamente creadoras, que exigen rlosgo y generosidad. Y, como sólo ests entrega abierta engendra modos rigurosos de unión personal, el hombre obsesionado por dominar ob* Jotos se siente «extraño» en el mundo de los sores personales, de las Instituciones, del orden Jurídico y ético, de la experiencia de transformación religiosa, del campo de la exiatencla dotada de sentido. El «extranjero» de Csmus es un Hnr dosajustado, lúcidamente desconectado de loa domás por orientar su existencis a nivel In fracroador, objetlvlsta, meramente sensorial \ 5) El hombre está estáti tico, co, el el que que se siente siente ex trnnjero en el mundo auténticamente humano y adopta una actitud básica de desarrslgo a menudo por un deseo Incontrolsdo de libertsd, es un sor desvinculado, de$*ambltaHzado, y en la misma medida nolibro, al care carece cerr del del camp campo o ds luego o creatividad que se sbre entre el entorno y el hombre cuando éste no se entrsgs fssclnsdo n formas da unidad fuslonsl antes se mantiene unido a cierta distancia.
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6) El hombre estético, el hombre homb re fasc fa scin inad ado o por la vertiente sensible de la realidad, es un ser iluso; a) vive en la ilusión de hallarse inmerso intensamente en la realidad, cuando de hecho sólo está vinculado a ella de modo tangencial; b) cree que ejercita su libertad en grado sumo por el mero hecho de romper amarras con las real realida idades des «envolventes»— comunid comunidad ad,, valores valo res éticos y relig rel igio ioso sos— s— , sin caer en en la cuenta cuenta de que sólo la relación activoreceptiva con estas elevadas instancias abre al hombre los campos de posibilidades en los que puede desarrollar su personalidad y ser auténticamente libre; c) considera como una liberación dar rienda suelta a los instintos sin advertir que con ello está siguiendo al dictado las pautas de la especie. La libertad verdadera comienza con la creatividad personal, que implica una actitud de esfuerzo, reflexión y responsabilidad. Sólo el que acierta a comprender que la libertad no la posee el hombre de modo espontáneo, ni la ejercita con el simple desatar las aguas de las fuerzas instintivas deja de jugar a aprendiz de brujo y se libera de ilusiones nefastas. 7) El hombre estético, al d e sc scu u b rirs ri rse e com como o un ser nolibre, radicalmente desajustado, desvinculado, y como tal, incompleto, menesteroso, existencialmente desfondado, cae fácilmente en la desesperación. El estado de desesperación admite diversos grados según los diferentes modos de desvinculación en que puede vivir el hombre respecto a la trascendencia y según las formas diversas de reflexión y lucidez con que afronta su situación de desarraigo. Dentro de una situación común de entrega a la inmediatez fusional, es un tanto distinta la actitud de Estragón a la de Vladimir (en Esperando a Godot de Beckett)
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El extranjero de Camus, respectivamente). Unos hombres están fascinados por lo que se ofrece de modo inmediatodirecto, y viven fusionados en el mundo estimúlico sin plantearse el problema de su yo crispado y enquistado. Otros seres humanos, sintiendo de igual modo la seducción que ejerce el dejarse caer en lo meramente instintivo— tintivo— e s deci decir, r, el el vértigo que produce lo lo in in mediatoespontáneo, la actitud no creadora, no responsable, respons able, no reflexiva— reflexiva— , exper experime imenta ntan, n, sin embargo, cierta preocupación por dar a su yo una caracterización caracterización p r e c is isa a 6. Los primeros prime ros renuncian renuncian de hecho a toda auténtica realización de su personalidad, de su yo. No quieren ser sí mismos. Se entregan del todo a lo exterior, a lo que suele llamars llam arse e «vida activa act iva»7 »7.. Es Esta ta salid sa lida a de s í hacia lo exterior visto de modo superficial no da lugar a una relación de encuentro, deja al hombre en situación de desamparo y despierta en su ánimo un sentimiento sentim iento de desesp dese spera eració ción n 8. Los segu se gund ndos os se elevan a un cierto nivel de reflexión y rompen un tanto el conjuro de la inmediatez fusional con el entorno. Esta reflexión puede ser de dos grados. 6 Cfr. fr. KI KIER ER K EG A A R D : La enfermedad mortal o De la desesperación y el pecado, pág. 116. 7 Ob. c i t pág. 118. 8 «El «El hombre inmediato— en cuanto en la la realidad realidad puepueda darse una inmediatez totalmente desprovista de reflexión— (. (... ..)) se s e enlaza enlaza inmediatamente con lo otro otro,, deseando, anhelando, gozando, etc., pero en definitiva siempre pasivo. Incluso cuando anhela, este yo no es más que un dativo, como le pasa al niño que siempre está diciendo pa para mi. Este hombre no conoce otra dialéctica que la de lo agradable y lo desagradable, y sus conceptos favoritos son: dicha, gracia y destino» (cfr. La enfermedad mortal, página 110). El hombre que vive enquistado en lo Inmediato se desespera por naderías e ignora la verdadera
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Reflexión no comprometida El hombre inmediato que rehuye comprometerse se hace cargo de su situación de modo lúcido y hace las paces con la precariedad de la misma, la acepta como suya y se afirma en ella. Es el caso de Meursault (en El extranjero de Camus), que opta conscientemente por la vinculación vinculación a la tierra tierra— — vista vist a en su vertiente sensorial— senso rial— , no a los hombres ni mucho menos m enos a Dios. El hombre que rehuye comprometerse con los demás hombres y con Dios es un ser hermético. Desprecia al hombre meramente inmediato, por banal. Es org o rgull ullos oso o en en su soled so ledad ad a u tárq tá rqu u ic ica a 9, pero se desespera al sentirse débil, con el desvalimiento que provoca el desarraigo. Su desesperación responde a un desgarramiento o conflicto interior. El hombre, a poco que reflexione, advierte que, para llegar a ser lo que implica su figura cabal y devenir «sí mismo», debe abrirse, contrastarse con los demás, interferirse creadoramente, sobre todo con aquello que lo supera y enriquece. Si teme esta apertura, puede enpasado por las mientes o en sueños. Perder lo terrenal no es propiamente desesperación, y, sin embargo, aquél no habla de otra cosa y a eso lo llama desesperar.» «Si soplan vientos favorables en lo exterior de la vida, entonces nuestro desesperado vuelve a reanimarse, empezand zando o donde donde lo había había dejado— dejado— puesto puest o que un yo tampoco tampo co lo fue fue ni ni llegó llegó a serlo ser lo nunca— y sigu si gue e viviend vivi endo o en la pura inmediatez.» «Esta forma de desesperación consiste en que uno desesperadamente no quiere ser sí mismo, o consiste, lo que es todavía más bajo, en que uno desesperadamente no quiera en general ser un yo; o consiste, cosa la más baja de todas, en que uno desesperadamente quiera ser otro distinto, anhelando con todas sus fuerzas un nuevo yo. (...) Esta es la razón de que en la Inme-
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tregarse a la vida de ajetreo y dispersión (el «divertissement» pascaliano), la vida de la inmediatez sensible, pero ello contradice nuclearmente su deseo básico de afirmarse de modo auténtico en la existencia. Comprender que debe uno ambitalizarse— vincularse vincularse co comp mpro rome meti tida da-men mente— te— par para lle llega garr a ser hombr hombre e cab cabal al— — sí mismo— mo — , con todas toda s su s u s implicaciones reali realiza zada das, s, y mantener, no obstante, la posición de «hermetismo» es la base de la «desesperación potenciada» 10. Es Esta ta e s la fo form rma a de de sesp e rac ra ció ión n «feme«femenina», la que responde a la debilidad de no querer llegar a ser «sí mismo». El hombre puede desear positivame se r sólo positiv amente nte ser un hombre atenido a sí mismo, en sentido restrictivo. Es la forma «masculina» de desesperación, la desesperación obstinada. Este tipo de hombre no quiere perderse a fin de ganarse ambitalizándose en las entidades y valores que lo sustentan y perfeccionan. Prefiere quedarse en sí mismo, mejor dicho: en la oquedad de sí mismo, en su vacío interior, en su esbozo, en el mero proyecto de sí. Es una forma negativa de yo, un yo hipotético, fantasmal, cuyos dominios se extienden en la nada y cuyo sentimiento fundamental es el de absoluto desgarramiento o deses de sespe perac ración, ión, aunque fi fin nja ser se r feli felizz Este homhombre obstinado cree tener cierta energía y densidad personales porque practica la actividad de la rebelión a ultranza, y se hace la idea de ser fuerte por el hecho de enfrentarse a realidades poderosas. Es un profesional del ataque y la disolución. Su decisión a ultranza de ser sólo «sí mismo», en una deliberada autorreclusión, constituye constituye una una decisión desesperada— desesperada— rad radic ical al-mente desajus desa justad tada— a— , ya que que se enfr enfren enta ta a la
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ley interna de la existencia humana según la cual el yo humano únicamente se logra en la adhesión amorosa y creadora a las realidades del entorno 12. El «hombre absurdo» de A. Camus ejemplifica modélicamente este género de desesperación plenamente lú l ú c i d a ,J. En una línea polarm pol arment ente e opuesta, el concepto de lo «absurdo» en Kierkegaard significa la entrega arriesgada a aquello que nos desbor desborda da en todos aspecto aspe ctos— s— incluso en cuanto a nuestra capacidad de comprensión analíti analítica— ca— , y nos perfecciona y cumple. cumple. Para Para realizar este acto de entrega, se requiere capacidad de admiración, de acogimiento sincero y agradecido de lo que presenta gran relevancia.
Reflexión comprometida. Segundo estadio o estadio ético: El hombre se compromete con los deberes que le impone la existencia Este género de reflexión, de reflexión o vuelta sobre sí, implica la ruptura del empastamiento 12 «Para ara que que uno uno quiera quiera desesperadam desesper adamente ente ser se r sí s í mis mo tiene que darse la conciencia de un yo infinito. Sin embargo, este yo infinito no es propiamente sino la más abstracta de las formas y la más abstracta de las posibilidades del yo. Y es cabalmente este yo el que el desesperado quiere ser, desligando al yo de toda relación al Poder que lo fundamenta, o apartándolo de la Idea de que tal Poder exista» (ob. cit., pág. 138). «No reconociendo ningún Poder sobre sí, le falta en última instancia la debida seriedad, y todos los cuidados que pone en sus experiencias más ambiciosas no encierran más que una mera apariencia de seriedad. (...) Aquí lo que se pretende es robarle a Dios el pensamiento—en lo cual consiste la seriedad— de que El El nos n os mira, ira, y en vez de esto el yo desesperado se contenta con mirarse a sí mismo con el único propósito de prestar a todas sus empresas un In-
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en lo inmediato sensible. El hombre se torna consciente de la necesidad de elegir, seleccionar, optar, fundar unas relaciones y dejar de lado otras, jerarquizar las diversas acciones según su valor y dar sentido cabal a la vida. El hombre se siente solidario con los demás, y obra en consecuencia a los derechos y deberes que implica esta inserción viva en la comunidad. He aquí en juego la reflexión refle xión ética ética u . Esta reflexión comprometida implica cierto distanciamiento respecto a las realidades exteriores al hombre. Pero, al integrarse esta toma de distancia con la voluntad de compromiso, se logra una forma de inmediatez superior que no anula la inmediatez primera; la asume en un proceso creador de ámbitos personales. Como he apuntado anteriormente, cuando se integra la unión y la distancia, se funda un campo de libre juego entre el hombre y las realidades del entorno. En este campo internacional florece la libertad, la capacidad de actuar por propia iniciativa en vinculación. La uniónadistancia funda una relación de presen pre sencia cia,, forma eminente de Inmediatez que es un ámbito de acción libre y promocional, reflexiva, opcional, selectiva, no fascinada ni enquistada. Esta distancia de perspectiva permite al hombre captar los valores, el sentido cabal de cada realidad, acción y fenómeno, y conferir a la propia vida un sentido creador más allá de la mera significación de cada acto personal. En cambio, el que se fusiona con una realidad pierde la capacidad de interferirse creadoramente con ella y quiebra radicalmente la posibilidad de la libertad. Lo mismo cabe decir de los fenómenos y acciones. Si una acción determinada me fascina y yo la realizo automáticamente, quedo
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fusionado con ella, no elijo libremente su realización en virtud del valor que pueda Implicar. En la vertiente de las realizaciones interpersonales, el distanciamiento significa respeto, reverencia («Ehrfurcht», Goethe), reconocimiento de los valores que entraña el otro como persona. . De ahí que a mayor may or amor amo r más m ás hondo hon do respeto respeto,, por cuanto la proyección amorosa se dirige a la persona en cuanto sujeto de valores. El que ama en verdad evita todo aquello que puede envilecer al ser amado, es decir, amenguar su carga de valor. En virtud de su lógica interna, el amor auténtico es integrador, asume en un conjunto orgánico todos los modos de vinculación que signifiquen una potenciación de la unidad. En sus espléndidos ensayos publicados en castellano bajo el título Dos diálogos sobre el primer amor y el matrimonio, Kierkegaard expone de modo inigualable que en la vida matrimonial rectamente concebida y realizada se conjugan dos modos diversos y complementarios de acceso a la realidad, a planos diferentes de la realidad, planos dotados de posibilidades diversas de interacción. Al integrar los dos modos posibles de interacción con la realidad personal del otro, los cónyuges superan la inmediatez primera de empastamiento corpóreo, de unión fusional, y, sin anularla, asumen su virtualidad vinculante a un nivel de inmediatez superior, inmediatez con relieve rigurosamente personal, menos intensa tal vez, pero más serena, madura, entrañable y duradera. Si tenemos en cuenta que los diversos modos de realidad ostentan formas correlativas de temporalid lidad, se comprende comprende que— según seg ún Klerke Klerke gaard~la integración de formas distintas de
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decurso temporal. «El esposo que hace esto (el que salva el tiempo en la eternidad) vive en verdad poéticamente, resuelve el gran enigma de vivir en la eternidad y, no obstante, sin dejar de oí oírr el el tictac del reloj de la c a s a » ,5. C on ello el tiempo empíricoobjetivista (el delimitado por el reloj) despliega todas sus virtualidades, se ensancha, adquiere relieve. Al vivir con ímpetu creador, el hombre funda modos superiores de espacialidad y temporalidad, y, al hacerlo, domina por vía de asunción («Aufhebung», Hegel) el fluir temporal y la distensión espacial, anulando de raíz la posibilidad del fenómeno del tedio. Crear un hogar implica fundar un ámbito, modo de espacialidad superior a la de los espacios empíricos, mensurables, delimitables, sensorialmente perceptibles. Hei degger subraya que primero es habitar y y segundo construir. Primero se da la fundación de modos de espacialidad superior, ambital; después se procede a la delimitación de espacios que alberguen físicamente tales ámbitos y los encarnen de algún modo. Cuando no funda estos modos eminentes de espaciotemporalidad, el hombre se siente diluido en los instantes del tiempo y en los puntos del espacio, y como tal, falto de relieve, desambi talizado, desvinculado, solo, desesperado. Por el contrario, cuando los funda es invadido por un sentimiento de plenificación y de gozo. Al ensamblar tales formas diversas de temporalidad y espacialidad, se supera el esquema «interiorexterior», y se gana libertad frente a la presión del ambiente. Las normas y valores dejan de ser externos y extraños al sujeto para constituirse en algo muy suyo, principio y meta de su obrar. «Yo traspaso el deber de lo exterior
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a lo interior, y con ello supero el deber. ¡Puedes colegir de esto qué infinita armonía y sabiduría y lógica lógica reinan reinan en el mun undo do del e s p íritu !1ó. Cuando se «interioriza» lo externo, o dicho más exactamente, cuando se desborda el mediocre dilema «interior-exterior» mediante el ascenso a un nivel de creatividad, se empieza a amar la vida en su vertiente abierta, generosa, comuni taria, no en su vertiente opaca de autocomplacencia hedonista. La actitud «ética» no disuelve la actitud «es tética», ni la contradice frontalmente; la promociona mociona a un un plano plano más elevado 17. El que se recluye en la cerrada perspectiva esteticista y se atiene a una sola forma de inmediatez, tiende a estimar como irreal la existencia configurada en el estadio ético, por cuanto considera el darse como perderse. Por la misma razón suele califi car abru abrupta ptam mente ente la actitud ética ética y— más aún aún— — la religiosa de deshumanizantes y alienadoras. El hombre hombre ético ético— — iluminado por un unaa forma de de experiencia más más amplia— no entiende entiende la libertad como la mera posibilidad de obrar sin trabas, a merced de los impulsos inmediatos, sino como capacidad de actuar en virtud de metas valiosas y de cocrear relaciones que fundan ámbitos de convivencia. Al darse para encontrarse vincula ,í; Ibídem, pág pág.. 241. 241. 17 «... El deber deber caba cabalmen lmente te am ama al al auténtico amor amor y odia odia por vida y muerte al falso, sí, lo mata. Cuando los Indi viduos están en la verdad, verán en el deber solamente la eterna expresión de que el camino les ha sido trazado desde toda la eternidad, y que el camino, que tan a gusto desean andar, no les es meramente permitido, sino que les está imperado» (ob. cit., pág. 242). «Nunca me ha dado miedo el deber, no se me ha mostrado como un enemigo que pretendiera amargarme la exigua dicha y alegría que tuve la esperanza de poder ir cobrando a
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do en formas de alta solidaridad, el hombre ético no cae en la desesperación; experimenta el sen timiento polarmente opuesto de plenitud y ale gría. Tercer estadio: El hombre religioso se entrega a la divinidad y confiere un sentido sacro a su vida
Este estadio admite, según Kierkegaard, dos posibilidades: 1. El hombre hombre relig religios ioso o se decide decide absoluta absoluta mente y en exclusiva por la vida de relación con Dios. Se distancia y despega no sólo de cuanto le atrae instintivamente, sino de otras relaciones de carácter ético, en sí buenas por ser auténticamente creadoras y llenas de senti do. Este penoso distanciamiento lo lleva a cabo para vivir de lleno, sin reserva alguna, la aven tura de la entrega al Creador, a modo de «ex cepción», de ser personal consagrado a una exis tencia de holocausto, existencia quemada vo luntariamente en el trato con las realidades supremas 18. 2. El homb hombre re relig religios ioso o opta opta por por vivir iv ir inten samente su relación con Dios sin quebrantar las relaciones fundadas con los demás hombres en los estadios estético y ético, sino asumiéndolas y confiriéndoles un sentido nuevo y más elevado. En Dos diálogos sobre el primer amor y el matrimonio muestra Kierkegaard brillantemente la posibilidad y la necesidad de integrar los tres estadios, es decir, de potenciar entre sí las tres
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actitudes fundamentales: la estética, la ética y la reli religi gios osaa ,9. Integración de los tres estadios y tránsito de unos a otros
La integración de las diferentes actitudes del hombre ante ante la vida— la actitud est estét étic ica, a, ética ética,, religiosa—no anula de por sí ninguna de las for mas de relación con el entorno que tales actitu des implican. Lo que sí anula es el espíritu de exclusivismo y parcialidad, la pobreza de hori zontes. El ascenso a la actitud ética se realiza cuando al deseo de vivir en plenitud la vida, vinculándo se a cuanto estimula y enardece de modo sen sible, el hombre agrega la voluntad de tomar distancia, re-flexionar, elegir, optar, decidir, sen tirse responsable, es decir: saber responder a las apelaciones que uno recibe de los demás hombres, de los valores, de la conciencia, de la divinidad, y saber responder del sentido de lo que uno hace y de lo que le incumbe hacer. Si estas decisiones éticas— éticas por por ser creadoras—se toman teniendo en cuenta el sen tido que adquiere la vida humana y cuanto ella implica al ser vista en relación con el Creador 19 Respecto Respecto a la vida vida matrim matrimoni onial, al, vivida en la plenit plenitud ud de sus implicaciones y vertientes, escribe Kierkegaard: «Escucha y admira esta concordia armoniosa de las dife rentes esferas. Es la misma cosa, pero expresada estética, religiosa y éticamente». «Si en este asunto no aciertas a ver lo estético, ético y religioso como los tres grandes aliados, ni sabes mantener la síntesis de las diversas ma nifestaciones que tienen cabida propia en las diferentes esferas, entonces la vida queda sin sentido y habría que
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— el Poder originario originario que fundam fundamenta enta la la existen cia del hombre— hombre— , tale taless decis decision iones es adquie adquieren ren un carácter religioso, religado, ob-ligado. Esta rela ción vinculante al Creador, por ser más amplia que los complejos de sentido que fundan la deci sión ética y la actividad estética, no se enfrenta con con ésta éstas: s: las sobr sobrev evue uela la y las eleva eleva a un cam campo de sentido superior. La vida del hombre presenta gran complejidad, y en ella se dan o pueden darse actitudes muy distintas, modos diversos de temporalidad y es pacialidad, de conocimiento, sentimiento y de seo, formas diferentes de integrar los deseos en la vida personal, cauces múltiples por los que orientar el desarrollo de la vida personal. Con secuentemente, los conflictos que surgen en el proceso humano de desarrollo no pueden ser explicados de forma mecánica, monodireccional, como tienden a hacer diversos pensadores con temporáneos a causa de una metodología filosó fica excesivamente tosca. Todo en el ser humano es mucho más flexible, multiforme, plástico. Por la capacidad que ostenta el hombre de tomar muy diversas actitudes, sus decisiones éticas y religiosas responden a una opción per sonal, que es libre dentro del campo de juego abierto por diversas realidades que ofrecen po sibilidades de diferente tipo y orden. Esta liber tad no es absoluta, ab-soluta, desligada, ya que el hombre debe elegir entre diversas posibili dades que en parte le vienen ofrecidas, y debe renunciar a las posibilidades restantes. Tal re nuncia ha de hacerse conscientemente y con es píritu sereno, no con ánimo de represión violenta. Si una mujer, por hallarse en estado de gesta ción, no puede practicar el deporte, se ve aboca da a optar. Optar a favor del hijo significa renun
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encierra de por sí el sentido de un enqulstamlen to, contra lo que a menudo se da por supuesto. Al elegir, entre dos valores, el que uno consi dera más alto, el balance es favorable a la per sona que elige, y el desarrollo de ésta resulta promocionado. El dinamismo de la vida personal no queda con ello bloqueado o frenado; es, más bien, incrementado, porque tal elección orienta a la persona hacia una meta valiosa. En rigor, el impulso que moviliza el despliegue de la perso nalidad humana procede del poder de apelación que ostentan los valores a que el hombre tiende. En la vida, el hombre se ve instado a elegir, pues ante él se abren diversas posibilidades a veces incompatibles—de por sí o respecto a la capacid capacidad ad hum humana ana de realiza realizació ción— n— . Lo peligroso peligroso es elegir una posibilidad y abrigar en adelante una irrestañable nostalgia hacia las posibilida des dejadas de lado. Tal actitud puede provocar cierta ruptura en la unidad interior de la per sona, dando lugar a graves alteraciones psíqui cas. Si la futura madre se decide por el hijo y crea una relación personal con él y se compromete con lo que esta relación implica, realiza un acto ético. Si lo hace en atención a que la vida pro cede de Dios y es don suyo, y todo ser humano encierra una altísima dignidad por estar modela do a imagen del Creador, el significado ético de tal decisión cobra un sentido religioso. El alcance religioso de un acto no anula su valor ético (cier tos casos límite, como el del sacrificio de Abraham que Kierkegaard trata en Temor y Temblor, parecen contradecir esta afirmación y exigen un análisis muy cuidadoso). El alcance religioso y ético de una acción no invalida su vertiente «es
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sentirlo como algo inmediatamente propio y ex perimentar el halago de acariciarlo. Estos senti mientos propios del estadio estético pueden muy bien integrarse en la decisión ética de tener un hijo, amarlo, educarlo como persona, y en la actitud religiosa de respetarlo como un don de Dios, dotado de una vocación muy alta. Lo mismo cabría afirmar de la relación sexual de los esposos, con cuanto encierra de inmedia tez física, unión táctil placentera (estadio estético), y la decisión de fundar en común un ám bito de amistad oblativa (estadio ético) y de vivir la amistad conyugal con el fin de realizar en común la tarea que Dios, que se define como amor, encomienda a los hombres (estadio religioso).
El conflicto surge cuando no se integran de bidamente las tres actitudes, ya que el verda dero dero sentido de la primera— primera— la estét estética ica— — se alumbra alumbra en la segunda— la étic ética— a— , y el el de de ésta culmina en en la terc terceera— ra— la relig religios iosa— a— . El hombre configura su existencia y gana su interno equili brio realizando aquello que lo plenifica y es, en cuanto plenificador, fuente de gozo. El tema de la integración se vincula con el de la autorrealización—des zación— desplie pliegue gue libre de la persona personalida lidad d hu hu mana— mana— , y ést éstee comprome compromete te el nudo de proble mas que suscita el esquema «autonomía-heteronomía». ¿Cuándo somos de verdad autónomos? Debe evitarse en principio hablar de autorrealización en sentido autárquico, como si constitu yese un modo de desarrollo lineal. El animal se despliega de modo espontáneo, dejándose llevar de los impulsos instintivos, como cauces fijados por la especie. El hombre no alcanza su per-fección, el logro de la propia realidad personal, con
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elegir, poner en juego todas sus facultades: el entendimiento (la re-flexión), la voluntad (la elec ción o selección), el sentimiento (la emoción peculiar que produce el compromiso creador). La ética pende de la puesta en juego de la específica capacidad creadora del hombre. Su tarea tarea básica básica radica radica— — consecuenteme consecuentemente— nte— en ana ana lizar las condiciones de tal creatividad, es decir, las leyes de la vida en el espíritu. Si hemos de comprender con cierta aproximación lo que es la acción humana y su eticidad, debemos hacer nos una idea clara de la estructura de la vida personal y su desarrollo. Aun a riesgo de come ter simplificaciones injustas, conviene tener ante la vista en esquema las características básicas del ser humano. 1. El hombre hombre no se red reduc ucee a la suma de una serie de procesos regidos por el esquema «estí mulo-respuesta». Su sensibilidad, instintos e im pulsos inconscientes presentan un carácter pecu liar, pues el hombre, al ser inteligente y volente, tiene capacidad de orientar su dinamismo con forme a los valores que lo apelan a una acción con sentido. 2. Entre Entre los valo valore ress que que lo apelan apelan,, el hombre debe establecer una jerarquía, y elegir, optar. Esta opció opción— n—yy la renuncia qu que implica— implica— puede puede significar en casos una merma en las experien cias personales. Pero ello no ha de considerarse precipitadamente como un deterioro de la vida personal. La plenitud del hombre no se logra mediante la suma de todas las experiencias po sibles, sino mediante la consagración total a las metas esenciales. La vía para «realizarse» como persona no es entregarse indiscriminadamente
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El testimonio de la ciencia médica y psicológica lo conf confir irma ma a d iario 20. 3. El hombre hombre logra la integ integra ració ción n de todas sus virtualidades al ponerse en vibración y en tregarse a valores e instancias altamente valio sas. Su equilibrio personal pende fundamental mente de esta apertura plenificante. Por ser una realidad distensa, abierta, relacional en todos los nivele niveles— s— biológic biológico, o, psíqui psíquico, co, espiritua espiritual— l— , el ho hom bre necesita ineludiblemente vincularse con otras entidades. Para que tal nexo sea promocionador de la personalidad, debe fundar modos de unidad elevados. Tales modos son fruto de actos de creación. La creatividad en su más alto grado la ejerce el hombre en vinculación con las realidades valiosas, sobre todo las personales. La relación yotú se halla a la base del auténtico desarrollo de la personalidad humana. 4. La cu cura raci ción ón del hombre des-equilib des-equilibrado rado no puede realizarse a base de meras técnicas cien tíficas, pues lo decisivo es restablecer el deli cado y complejo dinamismo de la vida humana. No basta poner al paciente en trance de since ridad para que descubra sus traumas y movilice de nuevo su bloqueado dinamismo personal in sertándolo en la trama viviente del lenguaje. Este desbloqueamiento sólo tiene lugar de modo riguroso cuando se orienta el dinamismo creador de la persona hacia un polo que lo imante y le confiera sentido cabal. 5. El dinamismo dinamismo personal personal es bloqueado y pa pa ralizado cuando se autonomiza la potencia se xual. «La concepción natural y cristiana de la sexualidad constituye un delicado edificio cohe rente en el que la distorsión de cualquiera de sus piezas equivale a un desmoronamiento glo
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bal» (López Ibor). Esta coherencia sólo se ad quiere mediante una esforzada labor de confi guración, que lleva a su base un espíritu de tem planza y contención ascética. La práctica del sacrificio otorga soberanía, auténtica libertad de control. Buenos conocedores de la estructura del ser humano, como Paul Ricoeur y G. Gillemant, ant, lo subrayan act actua ualm lmen ente te con en energía21. 6. La mera espontaneidad espontaneidad no sig signific ificaa auten auten ticidad. Entraña solamente una forma de inme diatez fusiona!, que es tan intensa como pobre. La libertad del hombre implica una actitud de franquía para realizar la propia personalidad en vinculación creadora a realidades valiosas y, como tales, apelantes y exigentes. La respuesta libre a esta apelación al compromiso entraña es fuerzo, energía, esa actitud de seria atención a los propios deberes que llamamos «responsa bilidad». 7. Para lograr un modo odo de inmed inmedia iate tezz su supe pe rior, debe renunciarse a otro inferior, asumién dolo sin anularlo, es decir, integrando su poder de fundar modos de unión en un proceso de vinculación más depurado y complejo. La teoría de la expresión y de las formas analiza en por menor los diferentes modos de integración que pueden darse entre las diversas formas de in mediatez que unen al hombre con su entorno. La integración de los tres estadios en el ejercicio del amor humano
Apliquemos estas ideas acerca de la Integra ción de los tres estadios en la vida humana a la Cfr.
Phllosophle de la volonté. Le volontalre et l'lnvo
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relación de amor interpersonal con el fin de precisar el relieve y riqueza de matices que debe ostentar la unión amorosa. La entrega unilateral del hombre a la vertiente sensible, superficial, desarraigada, desvinculada de la realidad personal a la que sirve de vehículo expresivo, no florece en auténtico gozo, que es la vibración producida por el logro de la plenitud personal. En las obras pornográficas se instaura un clima de tristeza asfixiante; las risas suenan huecas, amargas; las sonrisas tienen el carácter mecánico y rígido de las muecas. Las obras eró ticas, vodevilescas, pueden ser chispeantes y divertidas, pero al final no engendran verdadera alegría sino vaciedad. Estas formas de entrega a lo banal son im pulsadas por el halago de los estímulos placen teros, pero tal impulso sólo dura en tanto se mantiene la eficacia de la estimulación psíquica. Según la ciencia psicológica, esta duración tiene unos límites relativamente cortos, pues la sen sibilidad tiende por ley esencial a embotarse, de forma que la repetición de estímulos llega en cierto momento a hacerse ineficaz. El cuerpo humano alberga muy amplias posibilidades ex presivas, pero lo corpóreo, tomado a solas, des arraigado del conjunto personal, da muy poco de sí. Ello explica la necesidad de renovar los estímulos y acrecentar el grado de afección. Por razones complejas, que hunden sus raíces en la misma constitución humana, el buscador de im presiones es un eterno desasosegado. Para el que orienta su vida a nivel puramente estimúlicosensorlal («estético») la actitud de fidelidad no tiene sentido, ya que implica un modo elevado de vivir la temporalidad. Si ha de captar su cabal sentido, debe el hombre elevarse a los niveles
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Dios se mueve dentro de unas coordenadas espaciotemporales muy superiores a las meramen te empíricas. El hombre fiel domina el cambio, está por encima de los vaivenes que provocan las alteraciones de lugar y tiempo, no es afecta do por los estragos que causan a menudo las distancias en el afecto humano. La falta de fidelidad entre quienes se aman provoca conflictos. Fidelidad viene de fides, fe, reconocimiento del valor personal del ser ama do, y aceptación de las exigencias que éste plantea al amante. Al no cumplir estas exigen cias, surge la decepción. Durante el período del primer trato, época de atracción y conocimiento mutuos al amparo del atractivo espontáneo, el hombre y la mujer procuran suavizar las carac terísticas que presenta el amor del primer grado: su impulsividad (propia de toda fuerza instintiva, dominadora, egoísta), su afán de posesión, ma nipulación y goce. Cuando llega a su término la fase de captación, y se establece el contrato matrimonial, los cónyuges que no han moderado sus actitudes primeras de dominio tienden a con siderar como una conquista suya la entrega del otro cónyuge, el cual queda reducido a condición de realidad poseída, de objeto y medio para la satisfacción de los propios intereses. A menudo se da por supuesto que no hace falta a! hombre sacrificarse para conceder al amor primario la necesaria elevación, porque se considera que ésta viene dada de modo espon táneo en el amor mismo merced a su carácter irradiante, colorista, fascinador. El amor prime ro, el «amor romántico» que conmueve y trans porta a los enamorados, produce una peculiar embriaguez, un efecto exaltante que le hace a uno vibrar con los demás, fundirse con el uni
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transporte amoroso entraña una transformación personal. Lamentablemente, se trata de una ilu sión porque toda embriaguez consiste en la for ma de vértigo que produce al hombre el placer específico del dejarse caer, del abandonarse a una especie de fuerza de gravitación, aunque ésta sea disolvente. Existe un nexo enigmático, turbador, entre eros y thanatos, el amor y la muerte, la exaltación de la droga y el agridulce sentimiento de la propia destrucción. No es extraño que el amor erótico vaya vincu lado a menudo con la violencia. Con frecuencia se dan crímenes pasionales en los cuales el ase sinato va precedido de violación. En buen núme ro de films se observa que escenas de pasión erótica se yuxtaponen a secuencias de máxima crueldad. En A puerta cerrada, de Sartre, se suceden sin apenas solución de continuidad re laciones de fusión erótica y de alejamiento per sonal. La fusión erótica es un modo de embria guez y de vértigo, de caída en lo instintivo. Toda caída significa una defección, un relajamiento de la atención y la tensión creadora, una pérdida del dominio de sí. Es temible la lógica interna que rige los acontecimientos de unión corpórea. Constituye una especie de fuerza de gravitación que impulsa hacia la unión fusional o de empastamiento. Aun cuando los que practican tal for ma de unión se quieran con amor personal, experimentan una tensión ineludible hacia el vértigo fascinador. Conscientes de este riesgo, quienes desean cultivar la creatividad y las re laciones verdaderamente personales se esfuer zan por no soltar las riendas de sus tendencias instintivas. Hay casados que antes del acto ma trimonial realizan algún modo de unión netamen te personal, como es una lectura o una plegaria.
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la significación del acto sexual. Ciertamente, la cultura occidental arrastra ciertos prejuicios maniqueos acerca del sentido de lo corpóreo. Pero la liberación de las represiones no elimina tam poco los riesgos inherentes al ejercicio de la sexualidad, que es un fenómeno sobremanera complejo. El acto sexual dentro del matrimonio presenta un valor ético positivo, pero ello no aleja el peligro de que arrastre a los cónyuges a actitudes más bien fusiónales que estrictamen te personales. De ahí la conveniencia de poten ciar su valiosidad ética con actos que significan modos de unión a distancia, a fin de compensar la temible propensión a lo fusional que encierra la vinculación corpórea. La llamada «castidad conyugal» consiste en no entregarse nunca al sueño propio de la embria guez absoluta, sino esforzarse en que toda ac ción, por impulsiva y fusionante que sea, contri buya del modo específico que le compete a fun dar entre los cónyuges una comunidad de vida auténticamente personal, que no es algo dado, sino tarea siempre abierta. «El hogar debe ser fundado de nuevo cada mañana» (Max Picard). La fundación de modos elevados de unidad exige por parte de los hombres una conversión, la su peración de la tendencia humana a confundir lo espontáneo con lo auténtico y perfecto y dejarse llevar en consecuencia de los afectos y deseos inmediatos, instintivos, como si fuesen lo normal, lo que está conforme a norma, lo reglado, lo que es como debe ser. Para unirse de forma personal en modos de unidad rigurosamente comunitaria, hay que convertirse de la ambición a la genero sidad, de la oclusión a la disponibilidad, del afán de dominio a la voluntad de diálogo. Este género de conversión no lo realiza es
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tes una verdadera elevación moral. En la activi dad sexual parece lograrse una forma de unión intensísima, de calidad insuperable, pero, cuan do se reduce a un modo de unión puramente instintiva, no crea una auténtica unidad de vo luntades, de intereses, ideales y móviles. Este género de unidad eminente sólo es posible entre personas que han purificado su actitud personal básica, dejando de actuar como seres cerrados que todo lo quieren asumir y controlar, para comportarse como ámbitos abiertos que se in terfieren, comparten, plenifican. «¿Se ve a me nudo— pregunta pregunta Gustavo Gustavo Thib Thibo on— que esta ple nitud ocasionada por la efervescencia de una gran pasión cambie en algo móviles tales como el egoísmo, la ambición, la susceptibilidad? ¡Por dichosos podemos darnos (...) si no los exal ta ! » 22. Esta circunstancia nos permite comprender diversos fenómenos de la vida privada y social. A veces se sostienen relaciones eróticas bajo pretexto de obrar a impulsos de un auténtico amor, aunque se tenga conciencia de estar des truyendo la vida personal del otro. El amor ver dadero implica esencialmente reconocimiento y estima de los valores que encierra la otra per sona en cuanto tal, más allá del agrado que pue dan producir ciertas cualidades de la misma. Si para satisfacer cumplidamente este sentimiento de agrado, se vulnera de algún modo la condición personal del otro, se ataca frontalmente el ver dadero amor. El amor pide actitud de colabo ración y respeto mutuo, y a ella se opone el espíritu de manipulación. La manipulación se da respecto a realidades objetivas, y responde a voluntad de dominio y posesión. Este dominio
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se ej ejerce erce co con n tod toda real realiidad dad que so eni enirogn dr modo inm inmedi ediat ato o y no exige xige una una di distancia d perspectiva. En este nivel de lo inmediato so da, asimismo, el erotismo, visto como entrega al atractivo fascinan cinante te de lo sensi ensible. ble. El El hombro, hombro, si ha do pro pro** mocionar ocionar su vida personal personal,, debe rom romper per ol hechizo chizo de de la uni unión am amoros orosa, a, am amen eng guar uar lo que tie tiene de enervan rvante te,, fusi fusionante onante,, irreflexivo, imperso ersona nall, y poten potenci ciar ar su condici condición ón de vehí vehículo ulo expres expresiivo de de la unión personal personal.. Cuando la unión unión sexual exual se realiza realiza dentro del del campo campo de im imanta anta-ción de una voluntad sincera y de amor personal obl oblativ ativo, su pode poderr de de co conm nmoci ociona onarr el ser humano ano se trans transffigura, ura, pier pierde de en gran medida edida su carácter seductor, fascinante, para convertirse en expresi expresión ón serena serena de de una vibra bración ción per personal, manif manifestaci estación ón elocuent elocuente e de de un un fenóm fenómeno eno profun rofunda dam mente ente conmov conmovedor edor:: la renovac enovaciión e inincremento de una unión personal. La trans transfformaci ormación ón del pri primer amor, amor, el am amor or «román omántitico co» » Impuls pulsivo, se se opera cuando cuando uno uno dej deja de de buscars buscarse a sí mismo en la la unión unión para para entreg entregars arse e a la creaci creación ón de de al alg go nuev nuevo: una relación dual, un nosotros. Tal relación se crea cuando cuando no se reduce al al otr otro a un medi medio o para los propios propios fi fines, ante antess se lo lo toma como como un centr centro o de Iniciativa, realidad absoluta, dotada de una condición irreductible, incanjeable, insustituible. Esta concep concepci ción ón de la persona persona sól sólo o es posi posible ble en rigor a la luz de la creencia religiosa. Considerar al al otro com como una reali realidad lilibre, bre, dig digna de absoluto absoluto respeto, respeto, presupone presupone en en e ell hombre hombre un
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no so I . sino ponor n piona luz las últimas I ¡mplií'íHrionos dol amor auténtico. El a m o r primoro llova consigo cierta propensión a la idolatría dol sor amado. La admiración idolátrica puodo parocor on principio generosa, poro, analizada a fondo, muestra una condición egoísta. So adora aquello que le produce a uno exaltación. So ama on el otro el reflejo del propio doseo, ol polo dol juego amoroso, no la persona on cuanto tal. Cuando se ama el halago que produce ol trato con una persona, no se ama en realidad a osta persona, sino a uno mismo. Es un amor profundamente subjetivo, hecho a la medida dol sujeto encapsulado en sí mismo. Por Intenso que parezca, este género de amor no libera al yo, lo entusiasma y encrespa, lo exal exalta ta Incl ncluso uso en lo que tiene tiene de de egoí egoíssta, de contrapuesto al tú. Es un amor narclslsta que se contempla a sí mismo en el espejo y no tiende sino a perfeccionar su propia figura. De esta actitud narcisista surgen las actitudes de susceptibilidad, desconfianza, recelo, capricho, Irritabilidad, contradicción y otras semejantes. Para comprender la posibilidad y necesidad de Integrar las diversas vertientes del amor, conviene advertir claramente que la intensidad emoti em otiv va que acompaña acompaña a un vín vínculo persona personall no da la medida de su perfección. Hoy día se habla profusamente de la atracción física y de sus diferentes modos y grados. En libros y revistas se afirma que la educación sexual estuvo reprii mo o
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Apenas se alude a las formas personales de atracción y de unión. Si la información sexual ha de resultar bené fica y no perturbadora, debemos facilitar a los jóve jóvene ness una información integral. Para ello ha de concederse la debida importancia a los diferen tes modos de creatividad, que fundan géneros de vinculación que complementan la unión física y le otorgan una dimensión más amplia. Para com prender algo de verdad, hay que contemplarlo desde desde lo alto— alto— com como solía decir decir Emerson— , des des de una posición de perspectiva. El hombre es un ser inmerso en un orden integrado por dife rentes ámbitos que lo envuelven e impulsan su acción y despliegan su personalidad si se entre vera con ellos de modo activo-receptivo. La vin culación del hombre a lo real en todas sus ver tientes responde a una ley básica de la realidad: la ley de respectividad y de ordenación. El hom bre espiritualmente maduro sabe reconocer el carácter envolvente e impulsor de la realidad, que lo supera y lo acoge a la par. El hombre inmaduro se cierra crispadamente ante la apela ción de la realidad por temor a perder su iden tidad y alienarse. Para ser integral, la información debe enseñar a valorar las virtualidades de cada vertiente de la realidad y, en concreto, del hombre respecto a la fundación de ámbitos de convivencia. Frente a la tendencia a dar por supuesto que los impul sos instintivos unen y la reflexión, en cambio, distancia, debe aclararse que la actividad refle xiva, responsable, ponderada, no amengua la ca pacidad vinculante del amor, sino que la acre cienta y le otorga solidez y autenticidad. La lógi ca de la vida personal nos enseña que es posible al hombre y necesario a su perfección conceder
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dotar de sentido a sus impulsos primarios ne cesita el hombre tener dominio de sí, capacidad de rectoría, libertad, voluntad creadora, sobera nía personal. El hombre transfigura sus capaci dades y las potencia cuando se deja asumir por instancias superiores. Si hemos de llevar nues tra actividad a niveles de plenitud, no podemos ser demasiado complacientes con nuestras as piraciones espontáneas y con las tendencias más superficiales del entorno sociocultural. Debemos exigimos elevación, alteza de miras e ideales. Es sorprendente cómo un mismo acto puede adquirir valoraciones diversas según la actitud del que lo realiza. En un departamento de tren una madre joven amamanta a su hijo con espon taneidad y discreción. Este gesto íntimo, inspi rado de principio a fin por un espíritu de acogi miento y cuidado, constituye una estampa viva de la maternidad, figura preferida por los artis tas, privilegiados creadores de ámbitos. El espí ritu transfigura el gesto, ennoblece la figura femenina y la orla de un aura de respeto. Esta «lógica de la plenificación» está impulsada por el dinamismo que inspira la integración de di versas actitudes. Por el contrario, el gesto procaz de la artista que exhibe los senos en un es pectáculo por lo que ello encierra de chocante en nuestra cultura presenta un carácter desga rrado, carece de sentido en el conjunto de la existencia, de la trama de valores y finalidades que tejen nuestra vida de hombres de una deter minada época y lugar. Pese al atractivo que en ciertos casos y para determinadas personas pue da tener dicha exhibición debido a motivaciones eróticas, a Ja postre no suscita verdadera admira ción ción y— correlativa correlativamen mente— te— gozo, sino sino conmiser conmisera a ción y tristeza. Solamente cuando en verdad un
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puede adquirir sentido y cierta nobleza. La sal vaguarda del sentido es la meta del pudor. Una acción dotada de sentido integral—no sólo de significación parcial—es una acción pudorosa, porque el sentido acoge las acciones, las ensam bla en una estructura y con ello las arropa. La lógica de la degradación corre paralela a la ló gica de la anulación de estructuras y de la pér dida de sentido. El paso al nivel ético y al religioso significa el logro de horizontes superiores donde la acti vidad humana adquiere una significación nueva y acrecienta su sentido. Al adoptar, más allá de la actitud estética, una actitud ética, no se in tenta reprimir para dominar, sino encauzar las energías básicas hacia metas elevadas. «Amar se no es mirarse el uno al otro. Es mirar dos en una misma dirección» (Saint-Exupéry). La meta más alta en la vida humana es crear vínculos interpersonales duraderos para alcanzar fines especialmente valiosos. Este género de fines se encuentran en el plano de la creatividad hu mana—plano ético—y en el plano de la religa ció ción religiosa— plan lano trascenden trascendente— te— . Al ir pola pola rizando todas las energías de la persona en torno al logro en común de tales realidades o instan cias valiosas, se opera la transformación de las actitudes humanas y la liberación de la persona. Sólo la integración y la plenitud hacen al hombre libre. Se es en rigor libre cuando se está en verdad. Ponerse en verdad es un quehacer es forzado y lleno de renuncias porque implica el ascenso a campos superiores de realización y de sentido. Una esposa escribe en su diario: «Cuanto menos se abraza, más se posee. El amor es un acto de voluntad y no de sensibilidad. Meior aún: La sensibilidad es la enemiga del amor
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exalta de gozo, gime, delira... Y, después, tras un breve y brillante paroxismo, viene la muerte. El amor es un acto de voluntad continuo que tien tiende de hacia hacia lo inm inmutab table» le»23. En principio, la sensibilidad es una aliada del amor como fenómeno integral humano. Pero fá cilmente se trueca en su antagonista cuando se autonomiza y quiere imponerle su lógica de po sesión y dominio. Leyes de la integración de la sensibilidad y la espiritualidad , de la sexualidad y la amistad
Para lograr esta integración y fundar una ver dadera relación de amor personal, deben cum plirse diversas condiciones. Veamos algunas en esquema: 1.a Reconocer de de mo modo efectivo, no no sólo sólo teó teó rico, que el amor verdadero es dialógico, no po sesivo, y que la realidad amada nunca debe ser reducida a objeto de conquista y manipulación. Cuando se considera el día de bodas como una meta, y no se advierte que es entonces cuando comienza la tarea de aprendizaje del auténtico amor, se abre el camino a las actitudes de prepotencia (extremo degenerativo de lo que el amor tiene de iniciativa) y ordinariez (extremo degenerativo del sentimiento de familiaridad). 2.a Advertir Advertir qu que el imp impulso ulso sexu sexual al ent entor orpe pece ce a menudo la recta marcha del amor, porque la vertiente sexual se regula por ciertos automa tismos que pueden otorgar al amor un carácter impersonal y, en la misma medida, violento. Nada hay que más desencante a una persona sensible como la sospecha de que un acto íntí-
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mo no responde a motivaciones plenamente per sonales. Si el acto sexual, con lo que encierra de turbador y comprometido, se reduce a una especie de vértigo impersonal, pierde calidad y resulta grotesco. La reducción del fenómeno del amor a la puesta en juego de automatismos cor porales tiene un carácter netamente envilecedor. Este envilecimiento se halla a la base de todo género de prostitución. Prostituir es reducir a «medio para» lograr determinados intereses un acto que debe ser «medio en» el cual se despliega una personalidad. Los actos que tienen su sentido en sí mismos, en su interna valiosidad, no pueden ser reducidos a condición de medios para conseguir algo ajeno. Poco im porta que medie o no el dinero. El mero agrado físico no es un valor suficiente para dar pleno sentido a un acto íntimo que conmueve los re sortes más delicados de la persona. Lo agrada ble es—en es— en la escal escalaa de valo valore res— s— un valor valor muy elemental. Si falta la voluntad de entrega perso nal y de creatividad en el seno de la comunidad, el acto amoroso es en todo caso espúreo. 3.a Presentir Presentir que el dese deseo o instint instintivo ivo,, incon incon trolado, puede llevarse por delante, como una riada, el auténtico amor. Debe distinguirse dedesear y querer. Con frecuencia se desea algo que en el fondo no se quiere. El hombre se va ha ciendo libre a medida que acrecienta el poder de integrar los deseos en una tarea conjunta dotada de sentido. Esta labor de integración evi ta el riesgo de dividir al hombre en dos partes antagónicas: la racional, que se entrega a un cálculo frío, y la instintiva, que todo lo arrolla cuando se entrega al vértigo del halago senso rial. De lado quedarían la vertiente afectiva,
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voluntad de respeto y colaboración con las rea lidades del entorno. Si se considera al hombre unilateralmente como un ser racional e instintivo, se ponen las bases para toda suerte de extremismos. Los ins tintos tienen de por sí una tendencia gravitacional a la desmesura. Esta proclividad llega a lí mites degenerativos cuando la energía del ins tinto es puesta por la facultad calculadora al servicio de intereses espúreos. Hoy se pone en jue juego go a cara cara desc descub ubie iert rtaa la «estr «estrat ategi egiaa del de seo» bajo pretexto de liberar al hombre de la tiranía de las normas morales y devolverle su autonomía. Indudablemente, el hombre se nos presenta como un «ser de deseos», dotado de un fondo pulsional que sería temerario preten der ignorar o reprimir. La represión a ultranza, la que no significa integración, lleva fácilmente a la neurosis, a la dureza de carácter. No se trata de dominar el instinto. El dominio represi vo se mueve a nivel de objetividad, toma los instintos como fuentes de una forma de energía manipulable. En realidad, todo género de energía humana no es meramente objetivista, lleva en sí una virtualidad creadora y la exigencia a ser tratada de modo creador, mediante su integra ción en campos de sentido. Con toda decisión ha de subrayarse que la energía volitiva que no es integrada en una estructura de sentido y que da abandonada a su suerte puede ser sometida a la implacable rueda dentada del cálculo y caer presa de los usufructuarios del poder de la pro paganda. De modo artificioso, los profesionales del consumismo suscitan a su antojo en el pue blo necesidades y deseos nuevos que provocan —por la lógica interna de la economía—procesos
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Resulta extremadamente peligroso para el equilibrio del hombre querer apagar la voz del deseo, que— com como advirtió advirtió Spinoza— se halla en la base del ser humano. Pero sería una falta suicida de prudencia ignorar la capacidad des tructora del deseo no ensamblado en una estruc tura de sentido. Si ha de lograr su desarrollo cabal y equilibrado, el hombre debe conocer de cerca la lógica del deseo, su propensión a de jars jarsee llev llevar ar por form formaas divers diversas as de vért vértig igo, o, su vulnerabilidad por parte de la capacidad seduc tora de la propaganda, la posibilidad de poten ciarse mediante la integración en el campo de rectoría propio del cerebro. La tensión pulsional que alienta en los deseos no se opone a la se renidad de la reflexión, entendida como la capa cidad de encauzar la energía vital hacia metas llenas de valor y sentido. Bien entendido lo que es el cerebro y su fun ción en el conjunto de la vida humana, no resul ta paradójico afirmar que la afectividad del hom bre en todas sus vertientes y grados debe ser cerebral, no por mero someterse a control, sino ante todo por integrarse en ámbitos de acción comprehensiva. Esta integración no significa una sublimación espiritualista, una desfiguración y depotenciación. Es una instauración del orden que lleva a plenitud. No se trata de transmutar el instinto en algo ideal, sino en asumir el instinto en un proceso de creatividad iluminado por un ideal. Todo lo que implica energía puede ser transfigurado, dotado de virtualidades nuevas, al ser asumido en niveles superiores. No basta con trariar el instinto para transfigurarlo. Se requiere el poder asumente de una ordenación dotada de sentido. Cuando se abre creadoramente a estos
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su ser y de la realidad en torno y encauzarlas por vías de sorprendente fecundidad. Esta orde nación hacia la plenitud es fuente de salud es piritual y de gozo. El equilibrio de todas sus vertientes y energías lo alcanza el hombre dinámicamente a través de formas de acción cabales, dotadas de sentido integral. No basta por ello controlarse estoica mente. Hay que desear apasionadamente el bien, el valor, todas las realidades que son fuente de sentido para la existencia dei hombre. Toda ac ción con sentido se convierte en fuente de luz. A esta luz se orienta el hombre para seguir ac tuando con sentido, orientando sus fuerzas pulsionales hacia metas valiosas. Este dinámico nexo entre acción y valor constituye una forma de encuentro que genera energía, impulso crea dor. En este campo de energía se inserta la fuer za de los deseos de modo activo-receptivo, co municando la energía específica de cada ten dencia y recibiendo el poder de reglar este fondo pulsional conforme a normas de más amplio ra dio y significación. Más que de control de los deseos, convendría hablar de ambitalización de los mismos, de su integración en campos muy amplios y hondos de sentido. (De modo seme jant jantee a cómo en el análi análisi siss estéti estético co de obras literarias debe complementarse el análisis psicológico con el análisis lúdicoambital.) Lo decisivo es orientar debidamente la capa cidad creadora. Ello requiere un conocimiento adecuado y una alta estima de las realidades que tienen poder suficiente para polarizar nues tra existencia y otorgarle su ambitalización pecu liar, su ordenación debida. Esta relación de aper tura y reconocimiento no es posible sin una
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Mantener esta actitud de sinceridad exige esfuerzo y sacrificio. El desconocimiento de la capacidad liberadora del sacrificio es, sin duda, una de las taras de ciertos humanismos que, in tentando exaltar al hombre, lo rebajan a niveles infrahumanos.
3. EL AMOR AM OR HUMANO HUMANO Y SU CARACTER CARACTER ESTRUCTURAL Todo el que anda cíen metros sin amor se dirige a sus propios funerales con el sudario puesto.»
(W. Whitman.)
El amor humano es un fenómeno complejo, sutil, comprometedor. Debe ser tratado con sin ceridad y competencia, como algo delicado, va lioso, enigmático, hermanado con los orígenes de la vida. Cuanto más rico de matices y ambiguo es un tema, tanto más exige un tratamiento adecuado y un aprendizaje cuidadoso. Es nefasto dejar el tema del amor sin el debido cultivo, como una planta silvestre que crece al margen de todo cuidado. Los padres y educadores deben hacerse cargo de que la formación en lo tocante al amor no puede ser fruto de improvisación, ni ha de limitarse a una rápida y con frecuencia tergiversada información. Algo tan grave y pro fundo como son las relaciones amorosas no puede ser dejado a su suerte, expuesto a ser pasto de todo género de interpretaciones. Cuan do falta una educación ordenada, se aprenden mal las cosas, en momentos inadecuados, sin la debida visión de conjunto, sin equilibrio y auten ticidad. En la formación sexual debe evitarse tan to la procacidad como la gazmoñería. Con serena actitud realista debemos hacernos cargo de lo que implica la vida amorosa sexual y qué sentido y alcance tiene. En un congreso de Pedagogía familiar cele brado en Francia se proyectó una película cuyo argumento es un parto en familia: la madre da a luz en casa, en presencia de su esposo e hijos.
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ral, compartan la zozobra de la madre y se hagan cargo de su actitud de generosidad y sacrificio. La actitud de los pedagogos ante este género de iniciación de los niños en el misterio de la vida es muy diversa. Unos piensan que este mis terio no debe ser tema de explicación abierta. Otros estiman que con esta reserva se suscita mayor curiosidad en los pequeños y se rodea el tema de un halo de picardía y segundas inten ciones. Los primeros arguyen en su favor que cuanto más se habla de temas sexuales más se excita la fantasía y concupiscencia de niños y jóv jóven enees, provocando en caso casoss verda verdader deras as obse obse siones. Los otros objetan que la obsesión es más bien fruto de una imaginación que trabaja en vacío por falta de una información auténtica. Es tarea difícil dirimir esta cuestión debido a su gran complejidad. Los frutos de una orienta ción pedagógica no son constatables inmediata mente, sino a largo plazo. Por otra parte, no es posible observar la reacción pura de los niños y jóvenes ante un determinado estímulo, ya que reciben a diario numerosos influjos de todo tipo. Lo cierto es que hasta fecha reciente la edu cación sexual fue en extremo precaria, casi in existente, y los resultados no eran precisamente óptimos. Hoy día, dada la mayor libertad que existe en las relaciones personales, se hace indispensable un conocimiento más temprano y exacto de las circunstancias biológicas que con ducen a la propagación de la vida y al incremen to del amor. Pero este conocimiento no debe limitarse al aspecto biológico de los actos; debe abarcar el sentido pleno de los mismos. Sin ello no existe verdadera iniciación sexual. Nuestro propósito es estudiar el fenómeno del amor en su significación interna, para adentrar
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solidez el análisis de los problemas más acu ciantes que plantean las relaciones interhuma nas, sobre todo la posibilidad de ser objeto de manipulación abusiva. El escritor y académico francés Jean Guitton cuenta en su obra El amor humano que en el campo alemán de concentración donde pasó cinco años y escribió dicho trabajo se hallaban cinco mil jóvenes que sufrían una dolorosa so ledad. Comentando su actitud respecto al amor, afirma que «son raros los espíritus que poseen un conocimiento penetrante de las potencias de la vida y una incorruptible libertad frente a ellas». Para obtener esta libertad, debe ganarse cierta distancia de perspectiva que permita observar los diversos planos que se dan en este fenóme no, advertir la necesidad de integrarlos y dela tar los extremismos a que puede dar lugar su des-integración. Ya Platón, siglos antes de Cristo, describió en El banquete las distintas vertientes del amor y los diferentes lenguajes y puntos de vista res pecto al mismo. El gran filósofo griego entrevio que el amor es un fenómeno mediacional que tiene por fin elevar al hombre a regiones más altas que las cotidianas. Con ello dio origen a una corriente literaria de gran elevación y hondura. Los más diversos pensadores subrayan que el amor es un lugar de convergencia de múltiples vertientes de la realidad. Es un fenómeno com prometedor, fuente de las mayores armonías y de las más temibles escisiones. El amor fue en todo tiempo una piedra angular en la vida del hombre porque sobre él se alza el ámbito fami liar, pero fue a la par piedra de escándalo, origen de conflictos demoledores por ser un fenómeno
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integrado por dos vertientes distintas y en parte antagónicas: el cuerpo y el espíritu. Al analizar sin prejuicios el fenómeno del amor, se observa que integra diversos planos, los asume y plenifica. Si se quiere comprender lo que es el amor, es necesario poner en forma la capacidad de ver sinópticamente estos proce sos de asunción y pienificación en los cuales una actividad humana gana un nuevo sentido y potencia el que ya tenía cuando se integra en ámbitos ámbitos de de orden orden más más am am plio1. De lo cont contra rari rio, o, se tenderá a quedarse facilonamente en visiones particulares del fenómeno conjunto, lo que lleva a graves malentendidos. Por la confluencia de diversas razones, ciertos vocablos se cargan en determinados momentos de la historia de un claro sentido negativo. Esta degeneración semántica afectó de tal modo a los vocablos «sensibilidad», «cuerpo» y «carne» que durante largo tiempo apenas se logró adivinar la posibilidad de una colaboración positiva de la vertiente corpórea con el espíritu. El papel del espíritu es asumir las virtualidades del cuerpo y darles pleno sentido, ya que el hombre, ser ca rente de instintos seguros, debe orientar sus po tencias en orden a crear los ámbitos de vida que ha de fundar. Numerosos autores preconizan como próxima una era de la humanidad en que la sensibilidad, el cuerpo y el espíritu lograrán una integración mucho mayor que hasta el presente. A ello con tribuirán sin duda los profundos estudios que se realizan actualmente acerca del papel de la sen sibilidad y del cuerpo en la estructuración y des arrollo de la personalidad humana. 1 En este aspect aspecto, o, la experiencia estét es tética ica sirv sirvee de gran gran
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Para realizar esta integración, deberán remo verse dos obstáculos: la unilateralidad de las actitudes respecto al amor y la degeneración o, al menos, la insuficiencia del lenguaje relativo al mismo. Diversas actitudes respecto al amor
Al ser tan complejo el fenómeno del amor y afectar a todas las vertientes del hombre, se comprende que unos autores subrayen más unas vertientes que otras. Ello da lugar a diversas actitudes. Unas son más bien negativas. Otras más bien positivas, en cuanto descubren algún valor en el fenómeno amoroso. Veamos sucinta mente estas actitudes, para captar al vuelo las distintas posiciones que son posibles ante el amor y poder discernir su grado de justeza. A. Actitu ctitude dess más bien bien negativas 1. La acti actitu tud d de recelo sólo advierte peli gros en el amor, no sus excelencias en orden al desarrollo de la personalidad. Es una actitud pacata. 2. La acti actitu tud d de tabú cierra todo acceso al campo de las relaciones amorosas sin dar razón alguna, de modo irracional. Es una actitud ciega. 3. La acti actitu tud d farisaica se cuida de guardar las apariencias, no de vivir la vida de relación con todas sus implicaciones y en virtud de una convicción interna. Es una actitud hipócrita. 4 La acti actitud tud represiva funda la vida de
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5. La acti actitud tud pesimista juzga imposible la auténtica relación amorosa. Es una ac titud intirrealista. 6. La acti actitu tud d pornográfica descorre el velo del misterio sexual con absoluta frivo lidad, convirtiéndolo en un medio de consumo y comercialización. Es una ac titud degradante de la persona humana y de su actividad sexual, porque ésta sólo adquiere su auténtico valor y sen tido cuando va integrada en la vida total de la persona (vida de amistad, de in serción comunitaria, de religación ética y religiosa). 7. La acti actitu tud d pansexualista es una orienta ción intelectual que quiere reducir todo género de actividad personal a un deri vado de la actividad sexual. Se trata de una interpretación simplista que los auténticos profesionales de la psicolo gía se cuidan hoy de matizar. 8. La acti actitu tud d economista intenta reducir la relación de hombre y mujer a un modo de posesión económica. El cristianismo, al salvaguardar la dignidad del ser hu mano, redimió a la mujer de su condición de objeto e hizo inviable de raíz toda interpretación del fenómeno amoroso en términos de posesividad. 9. La acti actitu tud d biologista entiende el amor como un acontecimiento meramente bio lógico, desvinculándolo de toda otra po sible vertiente o reverberación. Es una actitud unilateral que bloquea el dina mismo natural del fenómeno amoroso y
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B.
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Actitu Actitude dess más bien bien positivas positivas 1. Fren Frente te a la actitu actitud d pornográfi pornográfica ca que que se se para y escinde la sexualidad de la amis tad, la actitud romántica tiende al «angelismo», a vivir el amor como un fenó meno de amistad sin transfondo sexual alguno. Estas formas de «amor cortés» o «amistad platónica» se basan en un concepto peyorativo de la materia y—co rrelativamente—de la sexualidad (re cuérdese el dualismo maniqueo). La mu jer amada const constit ituy uyee un «idea «ideal» l» (B (Bea eatr triz iz,, Laura...); no es la persona concreta que procrea sexualmente en el matrimonio y funda un vínculo real de amor con el marido a lo largo de las mil peripecias de la vida diaria. 2. La actitud personalista considera la se xualidad como un aspecto del desarrollo integral de la personalidad humana, as pecto que resulta absolutamente positivo cuando es integrado en *3 trama per sonal y comunitaria de la vida del hom bre. Esta actitud inspira buena parte de la investigación ética de los últimos años. 3. La actitud religiosa ahonda en las impli caciones radicales del fenómeno amoro so y pone de manifiesto que la unidad fundada por el mismo sólo adquiere su máxima estabilidad y relevancia cuando se inspira y apoya en el Ser que no cambia y se define como amor.
A la vista de estas diversas actitudes, convie ne notar que, para comprender el verdadero sen
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los criterios unilaterales bajo pena de empobre cer insalvablemente el fenómeno del amor. Los especialistas nos advierten con toda energía que para penetrar en estos temas debe uno aden trarse en ellos sin prejuicios, más con afán de enriquecer nuestros conceptos que de imponer el propio juicio. Hemos de ser objetivos, realis tas, abiertos a cuanto implica el fenómeno es tudiado, sin negar de antemano que pueda éste presentar aspectos distintos de los que actual mente percibimos. No debemos juzgar el fenó meno del amor a base tan sólo de lo que actual mente pensamos, sentimos, deseamos. A menu do la realidad es muy distinta de los conceptos que el hombre se forja de ella. Si a Newton o a Galileo les hubieran dado a leer un libro de Microfísica actual, creerían hallarse ante un caso de ciencia-ficción. El mundo de la Física de las partículas elementales parece un mundo irreal, difuso, inestable. De hecho, sin embargo, nos transmite una idea muy fiel de lo que es nuclear mente la realidad. Con el fenómeno del amor, que se halla a la base de la vida del hombre como espíritu, ocurre algo semejante. Presenta vertientes todavía poco exploradas que a muchos hombres pueden pare cer irreales, meros entes de ficción. Analizado el fenómeno del amor en todo su alcance y gra vedad, sin minimizarlo y sin exaltarlo paroxísticamente, es muy posible que tales vertientes se impongan como las más reales, las que con fieren al fenómeno conjunto su máxima seriedad humanística. Los grandes acontecimientos y fe nómenos de la realidad no necesitan, para su exaltación, ser desorbitados. Basta sencillamente
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Diversas formas de lenguaje respecto al amor
A lo largo de la historia, el vocablo amor fue a menudo usado para designar formas parciales, insuficientes, de relación interhumana. Esta unilateralidad responde al hecho de que el hombre, para hacerse cargo reflexivamente de sus expe riencias, suele tomar como guía los esquemas que le facilita el lenguaje, y éste presenta diver sas formas, correspondientes a diferentes pers pectivas humanas y científicas. Prestemos atención por vía de ejemplo a cua tro modos de lenguaje sobre el amor: el poético, el ascéticopastoral, el erótico y el biológico psicológico.
1. El lenguaj lenguajee poético poético es adecuado adecuado a la com prensión y expresión del fenómeno amoroso por que es una forma de lenguaje creador. Por ser creador, sitúa el fenómeno amoroso a un nivel personal comprometido, por encima de los pro cesos biológicos y sociales. Los poetas se dejan llevar a menudo de la imaginación y desorbitan lo referente al fenó meno del amor, que se desdibuja y parece pasar al campo de lo ensoñador-irreal. Dar expresión a los fenómenos más elevados de la vida huma na es tarea difícil, y al describir la importancia que uno intuye que albergan, se propende a exa gerar para poner de manifiesto que se dan en niveles superiores a los acontecimientos mera mente biológicos. El poeta siente que en el amor se crea algo nuevo, originario, y quiere expresar lo exaltando los rasgos objetivos de la amada (sus condiciones físicas, su voz, su ternura...). El espectador desinteresado ve los rasgos de la
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dura, la expresión del poeta, pese a su idealiza ción, responde a una urgencia expresiva real. 2. El lenguaje ascético o pastoral tiende a subrayar las deformaciones del amor, al que to ma frecuentemente como «cosa de la carne». Destaca con menos énfasis el hecho decisivo de que el auténtico amor no se dirige a las cosas sino a las personas. En la relación amorosa, la sensibilidad no actúa del modo fusionante que la caracteriza cuando queda fascinada por las cosas. Entraña un modo de vinculación más complejo y rico. Para discernir el valor y legiti midad del acto de amor, debe analizarse el papel que desempeña en el orden de la creati vidad personal. No basta afirmar que el acto sexual es legal en el matrimonio e ilegal fuera de éste, pues el amor no es sólo un medio para la procreación, no se reduce a un proceso cor póreo necesario en orden a la propagación de la especie. 3. El lenguaje erótico responde al afán un tanto violento de reducir un fenómeno complejo, misteriosamente ambiguo, como es el amor, a algo neto, descriptible de modo preciso y manipulable. 4. El lenguaje biológicopsicológico habla del amor en términos científicos y con mentalidad científica, que tiende a reducir los fenómenos complejos a algunos de sus elementos, suscep tibles de observación y análisis precisos. Sigmund Freud considera el amor como una con fluencia objetiva del juego del instinto y del influjo de la sociedad. Tal orientación corre pe ligro de eliminar del amor su esencia más valio sa: su capacidad de crear libre y comprometida mente ámbitos de interrelación personal. Esta
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compromiso personal que no parece avenirse con la fría serenidad del método científico. La ciencia psicológica analiza a menudo los fenómenos humanos sobre la base de casos pa tológicos, en la convicción de que el edificio desmoronado deja ver con drástica nitidez las estructuras internas que lo constituyen. Pero son ya numerosos los investigadores a cuyo enten der los estados degenerativos no pueden ser tomados como punto de apoyo preferente para penetrar en el enigma del ser humano, pues lo decisivo es develar el secreto de cada fenómeno visto como algo irreductible y originario, sin re ducirlo a aquellos de sus elementos que gozan de particular prestigio en cada momento de la historia. Para guardar fidelidad al carácter ori ginario de los fenómenos humanos, debemos mi tigar el deseo de ser absolutamente lúcidos y precisos al modo científico, y esforzarnos por ganar una visión amplia y profunda de todo lo que implica cada uno de dichos fenómenos en sus diferentes vertientes. La sexualidad. Su sentido y su integración en el dinamismo de la personalidad 2
El fenómeno amoroso implica cuatro fases o aspectos: sexualidad, amistad, apertura comuni tariasocial, carácter profundo, misterioso. Estos aspectos deben ser vistos de modo sinóptico, como factores complementarios que se poten cian y clarifican mutuamente. Si se acentúa mu cho el uno, deben acentuarse correlativamente los otros, bajo riesgo, en caso contrario, de caer
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en peligrosas unilateralidades y extremismos. La necesidad de esta consideración sinóptica arran ca de la condición estructural del fenómeno amo roso. Los fenómenos estructurales son irreduc tibles y deben ser tomados en bloque. Todo desgajamiento injusto de los mismos da lugar a visiones parciales que alteran el equilibrio hu mano y son fuente de graves perturbaciones. La sexualidad es una vertiente humana muy afectada por la revolución cultural de nuestra época. Por diversas razones de tipo sociocultural, se pasó del tabú (represión irracional de la sexualidad) al erotismo banal y degradante. Urge ver dónde se sitúa la sexualidad, qué papel ejer ce en el dinamismo conjunto de la personalidad y, consecuentemente, qué sentido tiene y qué exigencias plantea. Para ello debemos evitar la adopción de actitudes medrosas y actitudes des orbitadas, y abrirnos a la riqueza de la realidad sin coacción alguna. La investigación de los últimos años puso de relieve cuatro rasgos esenciales en la sexuali dad humana: 1. Impregn Impregnaa toda toda la la vida vida y cará arácter ter del ser ser humano. 2. Implica la la atrac atracció ción n hacia hacia el otro sexo. 3. Se bas basaa en el cará arácte cter compleme complementar ntarlo lo de hombre y mujer. 4. Flore Florece ce y culmina (en cuanto a su fecu fecun n didad) en la procreación y educación de los hijos. 1. La comprensión comprensión del del cará caráct cter er estru estruct ctur ural al de la unidad formada por el cuerpo y el alma cons tituye un paso decisivo para clarificar la relación de la sexualidad con todo el ser humano. El hombre nace diferenciado: o es varón o mujer,
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pensamientos y decisiones. Todo lleva una Im pronta sexual característica: o masculina o fe menina. 2. La segunda cara aracterí teríst stic icaa de la sexualida sexualidad d consiste en su condición relaciona!. Impulsa a cada persona a unirse con las de sexo contrario, a salir de sí y crear ámbitos de convivencia. El hombre es dual, lleva la alteridad en su mismo ser. No responde a capricho o veleidad la atrac ción por el otro sexo. Es un sentimiento que nace dentro de uno en contacto con el otro. Este sentimiento nace en mí y es, además, mío, está sujeto en cierta medida a mi control y decisión. Es personal, pues la persona se apropia lo que es y hace. Es personal y personalizante, respecto a mí y al otro. Es expresión de la persona y, por tanto, lenguaje, gesto expresivo de una actitud interior. La sexualidad implica un poderoso dinamismo biológico, psicológico y espiritual. ¿Qué fin per sigue este dinamismo, a qué metas aspira? De la respuesta que se dé a esta pregunta depende el sentido de la actividad sexual. La sexualidad no tiende sólo ni principalmente a la satisfacción de una necesidad individual pri maria (como el comer o el dormir), sino a la realización de un ámbito de alteridad: el «nos otros». Un hombre—en ciertas condiciones— puede renunciar al ejercicio de la sexualidad, no al de alimentarse. Al ejercicio de la sexualidad no puede renunciar, en cambio, la humanidad. La sexualidad no es una potencia dirigida en exclusiva a satisfacer los intereses vitales del individuo ciue la posee. Es, de raíz, una potencia generosa. El que se casa para ser feliz a solas es un ser inmaduro. La madurez adviene cuando
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humano— hum ano—un unaa voluntad de unión unión per perso sona nal.l. Y la unión personal no se reduce a la vinculación de dos seres individuales; funda un ámbito comunitario. Las potencias sexuales tienen función comunitaria. Un hombre y una mujer pueden quererse intensamente. Si no van a formar una comunidad de vida, no deben poner en juego su dinamismo sexual. Lo que el hombre hace, so bre todo cuando afecta a zonas profundas de su ser, compromete por vibración su persona ente ra. La relación meramente corpórea es unilate ral, y toda unilateralidad se muestra contraria al carácter estructural del ser humano. Las acciones unilaterales encierran en sí un significado, pero carecen de sentido al no estar activamente inmersas en un conjunto estructural perfectamente trabado. La sexualidad cobra su sentido pleno al colaborar en la fundación de ámbitos comunitarios. Ello se realiza creando un hogar y fundando desde el hogar grupos de amis tades que constituyen hogares más amplios. A esta doble actividad comunitaria responde la dis tinción entre sexualidad conyugal y sexualidad difusa. a)
La sexualidad conyugal está orientada a las relaciones conyugales y se expresa en la unión genital de hombre y mujer. El fin de esta unión no es sólo la procreación (como se pensaba en otros tiempos debi do a la necesidad urgente de procrear, dadas las condiciones de vida desfavora bles, y a la falta de una concepción per sonalista del amor), sino a la creación de un nosotros entre los esposos, y entre ellos y los hijos. La necesidad más apre
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más necesario que el ser instalados en un ámbito de tutela. Lo necesitan para ser plenamente personas. Sin amor, ia pro creación es—en consecuencia—irrespon sable. Llevarla a cabo no constituye un desbordamiento de amor—como a veces se afirma afirma— — , sino un un simple simple acto de egoís egoís mo que pone en juego el futuro equilibrio del hijo y del consorte. El ejercicio de la sexualidad debe des empeñar un papel primordial respecto al crecimiento personal en autonomía, oblatividad y amor. El fin al que ha de tender la sexualidad por su propio dinamismo es incrementar la capacidad de establecer y mantener relaciones oblativas (relaciones de entrega mutua), que constituyen el mo mento de madurez personal. Bien enten dida, la sexualidad rebasa con mucho las fronteras biológicas. La Antropología actual subraya que la función sexual no es sólo ni primordial mente procreativa, sino personalizante. Todo cuanto el hombre realiza en su vida debe tender a perfeccionar su unidad con los demás, ya que la unidad es una meta. Esta función personalizante se basa en la unidad psicosomática del ser humano. Lo corpóreo y fisiológico da cuerpo a lo psíquico, lo expresa y vehicula. Lo psí quico confiere elevación a lo corpóreo, lo transfigura, como la sonrisa transfigura el rostro. Es un gran mérito del siglo XX ha ber subrayado esta fecunda dialéctica. b) Sexualidad Sexualidad difusa. difusa. La familia urbana, de bido a la reducción que ha sufrido, debe abrirse para enriquecerse mediante la fun
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^jto gfi gf i^OB ^^M s ra e r/ a se re relac lacio ion na ©I fenómflhO'TIÜ lOMiiÉraa sexu s exual alida idad d difusa. To T odo el ser del hombre está se sex xuado. Esta impregnación sexual va destinada a ampliar el ámbito de la mera sexualidad gen g enita itall. El papel del sexo no se reduce a las relaciones conyugales: influye en la formación de círculos de relación cada vez más amplios. De este modo, la familia no será una rémora para la implantación de modos auténticos de vinculación entre los hombres. Ciertas orientaciones políticas se inclinaron a pensarlo, pero hoy la ciencia no sigue sus pasos por haber intuido la función social de la familia, rectamente entendida. Al desarrollo de esta sexualidad difusa contribuye la promoción de la mujer. Hoy día el trato de hombre y mujer es constante y se da en todos los medios, no sólo en la intimidad familiar. Como es obvio, la sexualidad difusa va ineludiblemente subtendida por la genital, y ello obliga a tener equilibrio en el cultivo de las relaciones sociales. Sería insensato malograr por frivolidad ciertas iniciativas actuales que se prometen fecundas. 3. La complementariedad de hombre y mujer no sólo se da en el aspecto biológico conducente a la procreación, sino en todas las vertientes de la vida humana. Esta complementariedad potencia las capacidades de ambos y contribuye a perfeccionarlos como seres humanos. Para lograr esta potenciación mutua, se requiere deponer toda voluntad de dominio y prepotencia. Dos seres de sexo distinto se comple-
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logo, de mutuo respeto y acogimiento, de Igual dad y voluntad de servicio. A este fecundo proceso de complementación se opone cuanto amengua la dignidad personal de la mujer, aliena el ser de ésta, lo aleja de su auténtico puesto y su peculiar función en la sociedad, rebajándolo a condición de objeto, de útil para ciertos fines. Si la sexualidad, recta* mente entendida, no se cierra sobre sí misma, sino que tie tiene el cometido cometido— — en virtud de de su «f «fun un ción comuni comunitari taria»— a»— de crear crear vínculos vínculos de de unida idad estable y profunda entre los hombres, constituye un patente contrasentido reducir a la mujer a un objeto de satisfacción egoísta. El varón que co mete esta violenta reducción de la persona de la mujer degrada a ésta de modo grave, y en me dida todavía mayor se somete a sí mismo a una erosión ética de incalculables consecuencias. Carecemos aquí de espacio para recordar cuanto se afirma hoy sobre el sometimiento de la mujer al varón, su discriminación en la socie dad actual y su complejo de inferioridad. Apun temos sólo unas ideas, en orden a centrar el tema de la complementariedad sexual de hombre y mujer. El complejo de inferioridad por razones bioló gicogenitales no tiene razón de ser en la mujer, pues pues ésta ésta— — como como advier advierte te hoy hoy la la investigación biológica— biológica— no es en tal tal aspecto inferior inferior al varón varón,, aunque su función tenga un carácter predomi nantemente receptivo. El varón es superior a la mujer en fuerza física y en las cualidades espiri tuales que se traducen en poder: entendimiento analítico, razonamiento científico, etc. Pero ello no justifica que adopte actitudes prepotentes. Una sociedad que supervalora la fuerza y la ac
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eficacia no es el módulo único, ni el más ade cuado, de valoración del ser humano. Por su modo natural de ser, la mujer tiene ciertas limitaciones para la acción, el trabajo, el deporte... Esta mengua de posibilidades perte nece a la realización normal de la mujer. No es un rasgo alienante, y no debe ser considerado socialmente como una debilidad. Hacerlo signifi ca que se considera la eficacia como módulo de valoración. Vistas con serenidad, las dos vertientes del ser hum humano— la femenina y la la masculina— masculina— se muestran como diversas, con cualidades y defectividades propias. No procede hablar de su perioridad o inferioridad. A esta condición pecu liar del hombre y de la mujer debe atenderse al hablar de «paridad de derechos». No parecen re parar en ello algunas feministas, y se equivocan al reclamar «igualdad absoluta» para los dos sexos, pues, al no existir tal igualdad, su peti ción incrementa el complejo de inferioridad fe menino y lleva a la mujer a sentirse frustrada. A menudo, en vez del término «frustración» se utiliza el de «alienación». Pero conviene distin guirlos. La alienación es un fenómeno de tipo social-colectivo, mientras la frustración presen ta una condición personal. Está alienada la mu jer que se sien siente te enajenada, fuera de sí, falta de autonomía e igualdad de derechos debido a re gulaciones jurídicas o al trato prepotente del varón. Las leyes, si hacen a la mujer objeto de un trato discriminado, ejercen sobre ella un efec to alienante. El varón comete el mismo atrope llo si considera a la mujer como útil doméstico u objeto erótico, no como persona, sujeto de ciertos derechos inalienables. Hoy día se habla profusamente de alienación y
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de que esta Imputación concreta es falsa—pues la vida religiosa, rectamente entendida y vivida, no sólo no aliena, sino que eleva al hombre a un plano plano de autenticidad— autenticidad— , resulta resulta sarcástico sarcástico que los impulsores de esta campaña contra ia aliena ción sean a menudo quienes reducen la sexuali dad humana a mero erotismo, lo cual implica tomar a la mujer como mero objeto de compla cencia egoísta. La reducción de una persona a objeto es la definición más rigurosa de aliena ción. La frustración personal de la mujer depende más bien de ella misma, y responde a varios factores: falta de la debida cultura, vacío inte rior, poca claridad respecto al papel que debe desempeñar en la vida pública y privada. La tarea de desalienación de la mujer debe llevarse a cabo mediante la realización personal de ésta en todas las vertientes de la vida (so cial, laboral, familiar), cuidando de que la rela ción hombre-mujer esté regida por un criterio de armonía de libertades y no de sumisión unilate ral. La adopción de este criterio exige en el varón una educación sólida de su vida afectiva y una remodelación a fondo de sus hábitos instintivos de mando y dominio. 4. Procreación y educación de los hijos. Esta tarea exige de los padres un alto sentido de la responsabilidad. Así como la sexualidad, cuando no es bloqueada violentamente, está lejos de re ducirse a mera genitalidad, antes implica la amis tad y la función comunitaria y presenta un ca rácter profundo, la procreación humana dista mucho de limitarse a engendrar nuevos seres. Significa una llamada a la existencia, una apela ción a una vida de encuentro en clima de diálogo, amor y colaboración íntima. Engendrar hijos en
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Valoración de la sexualidad
El dualismo maniqueo influyó notablemente en la valoración tradicional de la sexualidad. Se temía a la materia—como elemento íntimamente relacionado con con eell mal— mal— , y, en en conse consecue cuenci ncia, a, lo corpóreo era puesto de algún modo en entre dicho. La sexualidad era aceptada como medio necesario para la procreación y para dar cauce a las apetencias sexuales. Pero apenas se veía en el ejerc jercic icio io de la misma misma un un valo alor posit positivo ivo:: la capacidad de acrecentar los vínculos de unión personal. Cierto es que la Iglesia condenó el dualismo albigense y jansenista, que considera ba el cuerpo y el espíritu humanos como ele mentos antagónicos. Sin embargo, no puede ne garse que se tenía reparo ante las energías cor póreas y no acababa de verse claro que al séptimo día hubiera visto Dios que «todo era bueno», incluso las enigmáticas fuerzas humanas que conducen a la creación de nueva vida. 1. Aspecto biológico Hoy día, la ciencia manifiesta su asombro ante la riqueza que encierra una célula de reproduc ción. Es, por una parte, síntesis del pasado, fruto de una larga evolución, y es, por otra, proyección del futuro, fuente de unidad y comunidad. No sin profundas razones, tenían los hebreos en muy alta estima todo lo referente a la genealogía. 2. Aspecto personal
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porque somos limitados y tememos perdernos. Nos abrimos en cuanto sentimos una irrefrenable tendencia a la plenitud personal. En la sexualidad se Integran estas dos orientaciones: la centrípe ta y la centrífuga. En el seno materno, el feto se halla a resguar do. A la hora del alumbramiento se resiste a perder esta posición de privilegio. Lo hace for zado. La llegada a la vida constituye un trauma para el ser humano, que ve quebrantada su ten dencia egoísta a la soledad arropada del período fetal. Ese hombre en formación que es el niño recién nacido supera este trauma merced a su capacidad de crear con los seres del entorno, sobre todo con la madre, ámbitos de encuentro, que son modos de unidad-a-cierta-distancia, más intensos que los modos de unidad fusiónales del estado fetal. Una vez adaptado el niño al hogar, se siente acogido y amparado. Este vínculo intenso de carácter centrípeto se romperá merced a la fuer za fascinante de la sexualidad. El joven se unirá a un ser externo al mundo confiado de la fami lia, un ser a veces casi desconocido, para fun dar en común un mundo nuevo lleno de incertidumbres. La aventura del amor constituye el segundo gran trauma de la vida humana, casi diríamos un segundo parto, en el que vuelve a forzarse el egocentrismo, esta vez voluntaria mente por parte de los protagonistas, a pesar de ser conscientes de la dureza de la vida. En la sexualidad puberal, se abre un joven al otro como persona. La atracción sexual no es mero instinto que tiende a una satisfacción egoísta. Además de esto, y más allá, es tensión al acer camiento y compromiso libre, profundo, ínte gro, exigente. El amor sexual no es mero impul
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A causa de su carácter superficial, el erotismo no capta esta segunda dimensión y bloquea el amor en su primera fase. Según Sartre, la caricia pone en primer plano el cuerpo del otro. Eso sucede, en efecto, con la caricia erótica. Pero la caricia amorosa afecta, más que al cuerpo, a la persona. Implica una asunción personal. Por esta profunda razón el enlace nupcial no es tanto un punto de llegada cuanto un punto de partida, el comienzo de una tarea de personalización. Cada consorte contribuye a plenificar al otro. El centro de gravedad de la vida matrimonial no es la vertiente sexual sino la personal, y sobre todo la transpersonal, la que envuelve a ambos cónyuges. Cuando lo sexual está informado por la persona, cobra alto valor, carácter específico y personalizante. Lo mismo se afirma hoy, por ejemplo, del acto en apariencia sólo biológico de amamantar a un niño, acto al que la Psicología concede cada día más valor, pues no sólo sig nifica impartir alimento, sino acoger, fundar un ámbito de amparo. De lo antedicho se deduce que las relaciones sexuales que no tienen por fin la unión duradera de las personas, sino la búsqueda de sensacio nes placenteras y transitorias pueden bloquear la sexualidad en el nivel de lo meramente instin tivo, impidiéndole llegar a establecer una rela ción heterosexual plena. Criterios para la orientación de la sexualidad
No tiene hoy buena prensa hablar de ordena ción de la sexualidad por la convicción nunca bien revisada de que el orden implica control, y éste constituye una forma de represión injusta.
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graclón en el conjunto de la actividad personal humana? En la actualidad se practica una forma de juego frívolo con los conceptos a favor de una demagogia intelectual que no puede sino causar verdaderas devastaciones espirituales. La falta de canalización de las fuerzas instin tivas conduce al desmadre alocado y a la disolu ción de la vida personal. Si han de ser fecundas y no devastadoras, las grandes energías deben ser canalizadas, integradas en un dinamismo lleno de sentido. Este sentido viene dado por la función comunitaria de la vida sexual. No está en poder del hombre ordenar la vida sexual a su antojo. Se situaría con ello en un nivel inferior al animal. Los animales regulan instintivamente su actividad sexual en conformidad con los dic tados y exigencias de la especie. Los hombres deben regular libre y conscientemente su im pulso sexual en conformidad con las exigencias de la vida personal, que, por serlo, es comunita ria y debe someterse a la normativa propia de la actividad creadora humana. No es, pues, una cuestión privativa de cada individuo. Afirmar que cada uno puede hacer lo que guste de su cuer po y de los fenómenos que en él acontecen implica situarse de espaldas a cuanto enseña la ciencia contemporánea (la Física, la Biología, la Psicología, la Antropología) acerca de la con dición estructural, intergravitatoria, de la reali dad en todas sus vertientes. Hoy se destaca en muchos aspectos la importancia de lo socialcomunitario. También debe hacerse, y no con menor energía, en el aspecto sexual. El criterio de control y regulación debe ser interno, como sucede en todo proceso no mera mente mecánico, sino creador. En Arte, el crite rio de justeza no viene nunca dado de fuera. Debe
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mente moral es la que se realiza en virtud de ideales, aspiraciones, motivaciones y normatividades que uno ha asimilado de tal modo que se convierten en impulsos autónomos del propio obrar. Esta asimilación sólo es posible cuando el hombre se hace cargo de que nada es externo a su persona cuando constituye el sentido de su obrar y el norte que orienta el desarrollo pleno de su personalidad. De ahí la necesidad de una sólida formación humanística que desde muy temprano permita a los jóvenes captar los diversos niveles de su persona, las diferentes energías que los constituyen y el sentido de las mismas, así como la necesidad de integrarlas en orden a una acción dotada de sentido. Para ad vertir qué acciones tienen sentido y cuáles no, debe el joven conocer los diversos horizontes que se abren ante su vida, qué vías constituyen callejones sin salida y cuáles le conducen a una auténtica plenitud en todos los sentidos. En un momento como el actual de ruptura de vínculos entre jóvenes y educadores, esta formación só lida y temprana se hace absolutamente necesaria para encauzar la vida moral. Vida moral significa vida creadora de estructuras, de lazos persona les, de actitudes respecto a los demás seres y a uno mismo. La Etica regula el ejercicio de la sexualidad no por afán represivo, sino para ob tener la madurez de la persona humana, madurez que sólo se logra a través de la integración de los niveles de realidad que constituyen el ser humano. Todo bloqueo de la sexualidad en sí misma implica un enquistamiento, una des-inte gración deformadora. Para resolver los graves problemas psicoló gicos y morales que provoca la presencia en el
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cas masturbatorias, en la paternidad responsa ble, en el celiba celibato to forzoso forzoso o voluntario, voluntario, etc.— , debemos tener un conocimiento preciso de las aspiraciones que han de regular nuestro dina mismo personal y de los criterios de actuación moral que se derivan de la condición del hom bre, visto en la totalidad de sus implicaciones. Hasta hace unos lustros el criterio ético en cuestiones sexuales era doble: biológico y jurí jurí-dico. Se consideraban lícitas las acciones sexua les que eran realizadas dentro del matrimonio y se adaptaban a las condiciones normales de la naturaleza humana. La investigación ética actual desea complementar estos dos criterios con otro integralmente personal: el dinamismo intrínseco del del amo amor, r, entendido entendido en su sentido sentido más pleno y exigente. No se trata en modo alguno de una
entrega al capricho o a! impulso individual, sino de la atenencia a las exigencias internas del amor humano como instancia creadora de víncu los personales estables y altamente valiosos.
Necesidad de integrar la vida sexual en la vida personal
La primera exigencia del dinamismo intrínse co del amor es hacer justicia a los cuatro ele mentos fundamentales del mismo [sexualidad, amistad, función comunitaria, carácter profundoenigmático) sin dar prevalencia unilateral a unos sobre otros. Se advierte actualmente la tenden cia a conceder a lo corpóreo cierta primacía so bre lo espiritual en lo tocante a la explicación de lo que es el hombre. Lo corpóreo es, cierta mente, base ineludible del ser humano. Lo inelu-
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ver de modo Integral el fenómeno de la sexua lidad. Para orientarnos en esta cuestión debemos subrayar que el amor es un fenómeno complejo, integrado por dos impulsos de género distinto. El uno procede de la vertiente instintiva del cuerpo. El otro arranca de la vertiente espiritual del ser humano. El primero es provocado de modo casi coactivo por determinados órganos corpóreos y estímulos externos. El segundo es suscitado discretamente por realidades persona les que apelan a la propia libertad. Lo propio del amor integral es coordinar los dos impulsos y potenciar su sentido. La sexualidad sin amor es peligrosa para la armonía interna del hombre. El amor sin sexualidad es posible, pero va con tra corriente, y, si ha de ser auténtico, exige al hombre un esfuerzo especial y unas condiciones singulares de creatividad espiritual que la Ascé tica se cuida de precisar. La naturaleza ha unido amor y sexo. La socie dad sanciona esta unidad en el matrimonio. El cuerpo es el ámbito en el cual se desarrollan los procesos espirituales de amor. No es mero medio de realización o encarnación del amor. Es lugar activo de concreción de vínculos persona les de compromiso amoroso. Al desvincular la actividad sexual de este compromiso creador, la sexualidad se reduce a genitalidad, y el cuerpo queda degradado a condición de mero medio para el logro de satisfacciones individuales. Es gravemente perturbador autonomizar la ac tividad sexual, porque se la priva del sentido que adquiere en el conjunto de la experiencia amorosa rectamente entendida. Desvinculada de ésta, la actividad sexual pierde todo sentido auténticamente personal, si bien conserva una
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ficac ficación ión— — por por precaria precaria que que sea— , la sexu sexual alid idad ad autono autonomi mizad zadaa presenta— presenta— aparte de su su atractivo instintivo— instintivo— una cierta cierta justific justificac ación ión raciona racionall qu que puede servir al hombre de subterfugio para no sentirse demasiado envilecido. Cuando se da en vinculación a la vida íntegra mente personal, la actividad sexual es expresión de la relación amorosa al mismo tiempo que elemento potenciador de la misma. Lo sexual y lo espiritual se relacionan de modo dialógico bipolar, y juegan en tal relación un papel especí fico merced al cual se complementan y poten cian. En esta mutua potenciación ganan ambos su cabal sentido. No se debe buscar el sentido del acto sexual en un fenómeno derivado del mismo: la procrea ción. Ello convertiría al acto sexual en un medio para, lo que indica cierta degradación. La rela ción sexual es el medio en el cual se realiza la unión matrimonial, y tal unión constituye de por sí una meta. El acto conyugal ofrece un carácter originario, nuevo, específico e irreductible, y presenta por ello una plenitud de sentido. El he cho de la posible procreación no hace sino po tenciar, dar nuevas calidades al sentido que ya tiene en principio el acto matrimonial. La vinculación entre amor, acto conyugal y procreación no es de tipo lineal, sino circular. Este círculo es un acontecimiento lleno de sen tido, que se eleva muy por encima del mero nivel biológico. Tal sentido se pierde cuando la rela ción sexual no es la expresión viva del amor, sino medio para la propia satisfacción. No por intervenir el cuerpo de modo activo e incluso impulsivo se degrada el acto sexual, sino por quedar el espíritu ausente de él, pues el espíritu es en el complejo humano el principio de la
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Esta carácter creador-lnterferente dei acto se xual es fuente de sentido y de justificación. Con frecuencia se consideró la procreación como el fin del acto sexual y, consecuentemente, como su sentido, por entender que «tener un efecto» equivale a «tener sentido». Es ésta una interpre tación casera del sentido que debemos superar. Más bien podríamos decir a la inversa que, por ser ya en si creador de un ámbito personal nue vo. ámbito de entrega y convivencia, el acto sexual se constituye en el lugar nato de la creación de nueva vida. Carácter profundo, misterioso, de la sexualidad
Donde hay creatividad se toca fondo en el mis terio del ser. Una esfera del hombre que ostenta un poder creador por partida doble constituye una zona de la persona humana realmente miste riosa por lindar con los orígenes de la vida y de la realidad. Cuando se realiza la unión física con plenitud de sentido para crear un ámbito de vida ante la comunidad y ante Dios, tal mlsteriosldad, sin desflorarse, toma cuerpo y forma plástica, se revela de forma emotiva a los cónyuges y los sume en una atmósfera de sobrecogimiento y de hondo respeto. Se trata, en verdad, de una esfe ra enigmática, envolvente, comprometedora, fas cinante, llena de sorpresas, profunda, central, nuclear, íntima, especialmente Intensa. Cuando la unión se realiza a nivel meramente físico, no es difícil adivinar que se están mani pulando frívolamente las fuerzas de la vida, des viándolas de su recto uso y malogrando posibi lidades inmensas de creatividad. Al no fundarse ámbitos de unión personal, la Inmediatez física,
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tica, ya que la presencia es un fenómeno personal que exige una actitud de entrega generosa. Esto explica que el amor erótico-—egoísta, inte resado— pued puedaa troca trocars rsee inmediatamente inmediatamente en en odio odio — forma forma máxim máximaa de separación separación espir espiritual— itual— , ya que ambos sentimientos se mueven a un mismo nivel, el nivel de afán de posesión, dominio y manipulación. Recuérdese el final trágico del film Jim Jim et Joles. Jole s. Las relaciones eróticas, vacías de sentido, son interrumpidas bruscamente por un suicidio y un asesinato. La razón de este desenlace, en apariencia ilógico, la ofrece uno de los protagonistas: «Hemos Jugado con las fuerzas de la vida y hemos perdido.» La unión meramente física conserva cierta sig nificación: un hechizo más bien turbador, in quieto, y un género de exaltación embriagadora y violenta. Pero pierde la capacidad de inmer girse en el misterio de la comunión amorosa de modo consciente, lúcido, sereno, oblativo, abier to y sin reservas. En el acto de unión personal se interfieren creadoramente dos ámbitos per sonales, y surge luz, sentido, gozo y una pecu liar belleza, la belleza específica de los aconte cimientos festivos. En el acto de unión mera mente sensual se vinculan dos cuerpos, carentes de la capacidad creadora de un auténtico campo de intercambio amoroso y libre. La proximidad no funda en este caso un ámbito de luz, sino que provoca sentimientos de opacidad y asfixia personal. La forma elemental de inmediatez táctil que responde a una entrega desprovista de ca rácter personalmente creador presenta una con dición disolvente para un ser como el hombre hecho para desplegarse de modo ambital, es
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pastamiento le roba al espíritu su capacidad de mantener mantenerse se a distancia— distancia— a distan distancia cia de libertad libertad creadora—y lo hace naufragar en la carne como lugar de inmediatez sin horizonte. El hombre camal vive en el instante huidizo, es presa del tiempo y se convierte en víctima del tedio. La unión meramente sensual es una forma de vértigo que conduce a la pérdida de sí, a la alienación personal y a la tristeza. La atracción pura mente libidinosa fascina, roba la libertad, hipno tiza y arrastra, produce la delicia momentánea del dejarse caer. Pero esta emoción no cuaja nun ca en auténtico gozo personal, en el sentimiento sereno, amplio, duradero, de hallarse instalado en el proceso de plenificación como persona. La vecindad con lo sexual nunca deja insensi ble al hombre. Si es un acto creador, suscita la emoción de lo misterioso, sobrecoge y plenifica. Si no lo es, provoca inquietud y crispación. Darse y revelarse produce inefable encanto cuando se trata de una interferencia creadora de un ámbito de donación mutua. Si responde a un mero jue go con las potencias de la vida, revelarse cons tituye una frívola exhibición, una salida de sí en falso, una pérdida. De modo semejante, presen ciar espectáculos de exhibicionismo es una ac ción sin sentido creador alguno a nivel personal, y no puede sino ejercer una función degradante. Contemplar, por ejemplo, una película con esce nas de alcoba tiene el significado humillante de espiar por el ojo de una cerradura, pues tales escenas sólo tienen sentido personal cuando se desarrollan en la intimidad y entre quienes com parten la vida comprometidos en una tarea co mún.
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personal. La autonomización implica aquí des ambitalización, empasta empasta miento, sinsentido sinsentido y tiniebla. Cuando hay disparidad entre el sentido que debiera poseer un acto y la intención que se tiene al realizarlo, acontece un fenómeno de envilecimiento y profanación. En cambio, la es fera sexual se transfigura, se serena y muestra toda su auténtica potencialidad creadora cuando es vehículo de formas muy elevadas, serias y exigentes de unidad. La primera forma de unidad es la del amor dual-interpersonal, el amor que vincula a dos personas en cuanto tales. Este amor dual cobra auténtico valor comunitario cuando es acogido por los representantes de la comunidad que asisten a la celebración nupcial, que está muy lejos—obviamente—de reducirse a una mera ceremonia. Este amor comunitario —plenamente ético por significar la creación de un ámbito, campo de posibilidades de conviven cia lleno de fecundidad en diversos aspectos— adquiere una dimensión nueva si se lo funda en vinculación expresa al Creador de todos los ór denes y estructuras de la realidad. El ámbito hu mano de convivencia se constituye con ello en portavoz de toda la realidad, expresión viviente de un hecho decisivo: que la unidad es el núcleo de la realidad, y fundar unidad es crear realidad.
AI instaurar libre y voluntariamente una ordena ción humana, los hombres ganan un modo de vinculación interna con el creador del ordo rerum y del ordo amoris (la trama de las cosas y el en samblaje del amor).
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Carácter manipulador del erotismo *EI amor presta su nombre a una infinidad de comercios en los que no toma más parte que el Dux en los asuntos de Venecia.»
(La Rochefoucauld.) •Si el amor fuera un comercio, yo no sería ni vendedor ni comprador.»
(G. Thibon.)
La actividad sexual, cuando no se la bloquea artificiosamente, es un fenómeno abierto, es la puesta en acto de una relación de amor, funda dora de un ámbito de vida comunitaria. La sexua lidad tiene de por sí una ineludible proyección social. No cabe seguir considerando la vertiente sexual como meramente instintiva, y contrapo nerla sin mitigaciones a la actividad espiritual. El instinto es dominador, egoísta. El dinamismo sexual no tiene por qué reducirse a despliegue instintivo. Posee capacidad para mucho más, para ser vehículo de un proceso creador de una comunidad afectiva. Hay actividades corpóreas que, vistas en todo su alcance, comprometen de por sí a todo el hombre y lo someten a una peculiar vibración. Es del más alto interés comprender esta rever beración de lo corpóreo y su vinculación diná mica con las vertientes espirituales del ser hu mano y su dimensión social. La actividad sexual presenta un carácter más profundo y comprometedor de la persona huma na y del sentido de su vida que otras actividades biológicamente ineludibles, como beber, comer,
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como sucedió a los pilotos exhaustos de que habla Saint-Exupéry en Terre des hommes. La sexualidad muestra una condición enigmá tica y misteriosa porque se halla en la región de los orígenes: orígenes de la vida biológica y de la vida espiritual (que se gesta en la in teracción). De esta condición «originaria» se desprende su carácter íntimo, que se traduce en la exigencia de pudor. Actualmente se habla con profusión de cues tiones relacionadas con el pudor, y se lo hace a menudo de forma expeditiva llevando el agua al molino de un concesionismo sin apenas otra frontera que la pornografía absoluta. Una vez lanzada la sociedad por el plano inclinado de la ruptura de normas, se plantea el problema de precisar sobre la marcha la sutil diferencia que media entre el erotismo y la pornografía. Se da por supuesto que el erotismo debe ser permitido porque se lo contrapone estratégica mente al tabú, no al pudor, con los posibles va lores que éste puede encerrar para la persona humana. Esta simple contraposición, si se la admite, significa una batalla ganada a favor de la exhibición erótica. Tras este fácil triunfo, el único problema que resta es el de deslindar lo erótico y lo pornográfico, a fin de salvar un mí nimo de formas civilizadas. Con ello entramos en un casuismo que a un juicio muy benévolo no puede aparecer sino como ridículo y un tanto grotesco, porque lo decisivo no es aquí contra poner lo erótico a lo pornográfico, es determinar positivamente si el erotismo ofrece un sentido personal o si, más bien, desgaja un aspecto de la vida humana, bloqueando el dinamismo gene ral de la persona. Convendría, por tanto, detenerse a centrar con
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advertir que plantear el tema del desnudo a nivel meramente corpóreo ea un procedimiento banal, porque el hombre constituye una unidad corpóreo-esplrltual en la que cada parte vibra con el coniunto. Toda escisión supone un trauma y pue de ocasionar serlos conflictos. En condiciones normales, cuando entra en Juego el cuerpo en una actividad humana, entra en Juego el espíritu, y se compromete toda la persona. El desnudo debe verse en plan funcional, dlnámlco-expreslvo, no bajo el aspecto meramente corpóreo. Ya sabemos que a nivel fisiológico y biológico todas las partes del cuerpo tienen un valor éticamente neutro. Pero la exhibición de una u otra parte del cuerpo es una acción hu mana que desborda el nivel fisiológico y biológi co, y adquiere un matiz ético. Quitarse la ropa para darse un baño en la Intimidad, descubrirse para someterse a un análisis módico, exhibirse en público son acciones físicamente Idénticas pero lúdlcamente distintas. El Juego que aquí se realiza es muy diverso, y lo mismo el valor ético de las acciones realizadas. Toda exhibición po see una peculiar fuerza expresiva en cuanto se lleva a cabo sobre el fondo de la tensión sexual que vincula al hombre y a la mujer. Constituye por ello una acción rigurosamente personal, y como tal ha de ser medida. Actualmente, se practica el exhibicionismo porque en nuestra so ciedad resulta chocante, Incluso para quienes conocen perfectamente la anatomía humana. Es el dinamismo personal lo que está aquí en Juego. Resulta sorprendente el exhibicionismo por que se realiza frente a una actitud social de re cato que llamamos pudor. 81 el pudor entraña un valor personal que el hombre debe asumir, los
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Injustificada o lnclu»o hipócrita, el exhlblcloftls* mo pasa a ser Interpretado como un revulsivo desenmascarador. Para sentenciar expeditivamente el caso en favor propio, suele desplazarse tácitamente el concepto de pudor al campo de la «literatura piadosa», y se moviliza el término «tabú», que apenas Indica nada claro, antes se limita a su gerir voladamente un ámbito de realidades o acciones prohibidas, intocables. Su misma oscu ridad le confiere poder estratégico, porque el término «prohibición» se contrapone a «permi so», «apertura», «libertad», vocablos que por di versas razones están cargados de prestigio en la sociedad actual. Esa mera contraposición deja al término tabú—y al término pudor, con él de algún modo relacionado—en una situación des airada. Debemos resistir el embate que supone este planteamiento tendencioso, y contraponer como es debido el exhibicionismo al pudor, y analizar directamente, con libertad interna, sin coaccio nes de ninguna clase, qué sentido encierra el pudor en el dinamismo del desarrollo de la per sonalidad humana. El pudor tiene un valor funcional, relativo al sentido que el hombre confiere en cada momen to a su vida a través del juego de las Interrelaoionos humanas. No se trata sólo ni en primer lugar de ocultar el cuerpo, sino de dar un sentido Insto al dinamismo Integral de la persona. Suele docirse que el cuerpo es la palabra del espíritu, ol lugar viviente de la realización del hombre como persona. No es un mero útil que el hombre posee y que puede tratar a su antojo. Cuando un hombre abraza a otro, no son dos cuerpos los que se entrelazan; son dos personas que
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mero ayuntamiento corpóreo; crean una relación interpersonal muy intensa. Estarcios a nivel de actos humanos que, para ser cabalmente tales, deben estar dotados de pleno sentido. El pudor oculta lo que en ciertas culturas se consideran partes íntimas del cuerpo no porque sean en sí malas o puedan incitar al mal, sino por estar en relación con actos que no tienen sentido en la esfera pública sino sólo en la es fera privada de la relación dual a la que está con confia fiada la creatividad— la creativi creativida dad d biológica y la espiritual— Este cará caráct cter er privado de la relación sexual no se opone a la «proyección comunitaria» que tiene la sexualidad humana, sino a la «exhibición pública». Pudor no indica gazmoñería, apego irracional a costumbres pacatas; indica positivamente res peto a una vertiente muy significativa del hom bre que pierde su más profundo sentido si se la expone a una mirada externa, objetivante. Hay en la vida del hombre relaciones y actos emi nentemente creadores cuyo significado riguroso sólo puede ser comprendido en verdad desde dentro y, en consecuencia, por quienes los rea lizan. Ofrecerlos a la mirada de los que no pue den comprenderlos en lo que son íntimamente supone un desfloramiento, un envilecimiento. El pudor es un sentimiento y actitud propios del hombre ccpaz de advertir la importancia de la vida sexual. La gazmoñería es una actitud propia de personas que no tienen serenidad ante la vi bración que produce la vecindad con las fuentes de la vida. El pudor responde a la convicción de que las re aciones sexuales y los aspectos del cuerpo re acionados con las mismas encierran un valor que desborda con mucho el plano de la mera
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cabalmente y darle su ordenación debida. El pudor no toma como meta ocultar un tanto por ciento de la superficie corpórea, sino salvaguar dar al hombre del uso indiscriminado, irrespe tuoso, manipulador, de sus fuerzas creadoras. Practicar el exhibicionismo bajo la bandera de la «liberación» es un contrasentido, porque en realidad significa someterse a una lógica de en vilecimiento de la vida humana que no puede llevar llevar— — a la corta corta o a la larga— larga—sino sino a la escl escla a vitud. Lo sexual ocupa un lugar destacado den tro del conjunto estructural que es el amor hu mano. Dentro de esta estructura adquiere su sentido personal. Desgajado de la misma, pierde sentido y se prostituye. Toda exhibición sugiere un acto de entrega, y, como la entrega no se puede realizar de modo colectivo, la exhibición pública constituye un mero juego a nivel de estímulos, muy lejos de toda auténtica relación personal creadora. En la misma medida, implica una degradación. A una consideración seria del dinamismo de la personalidad humana se le aparece el simple erotismo como tan peligroso, si no más, que la pornografía violenta y desgarrada, porque ambos escinden la sexualidad humana del conjunto es tructural en que debe darse, y tal escisión se produce en el erotismo de modo más sutil, me nos fácilmente delatable que en la pornografía. Evitando la pornografía, se salvan las formas ex ternas de la civilización. Cultivando el erotismo, se ataca frontalmente la esencia de la auténtica cultura. La libertad frente a lo sexual. Asunción personal del sexo
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debe asumir todo lo que él 63, en si cuerpo y en el espíritu, sin depreciar ningún elemento y sin reprimirlo. Reprimir indica aquí no asumir personalmente lo que uno es en la diversidad de sus dimensiones. Asumir no indica sin más reali zar, sino hacerse cargo y ordenar. La asunción de la sexualidad Implica su persona!ilación , su Inserción en la tarea de fundar relaciones de convivencia cada vez más perfec tas. Ello es posible aunque la sexualidad Implique formas de entrega más bien impersonales. Todo acto sexual debe contribuir a intensificar la unión interpersonal logrando una unidad dinámi ca transindívldual. Hay modos diversos de asumir la sexualidad según la orientación general que uno dé a su vida. El hombre, por disponer de reflejos más complicados que los animales y poseer una ca pacidad creadora de situaciones nuevas que orientan su atención en determinadas direccio nes, puede dar en casos a su tensión afectiva una dirección peculiar que transmuta el sentido de los estímulos. Hay estímulos que actúan como elemento excitante en una situación de terminada, y carecen, en cambio, de sentido pro piamente sexual en una ordenación distinta. Todo celibato autoimpuesto para seguir una vo cación científica o religiosa no debe Implicar una represión ciega de la sexualidad; debe sig nificar la orientación de toda la energía personal a tareas distintas de las conyugales. Se trata de una ambitalización distinta de la vida. Ello exige una tensió tensión n espe especia cial— l—tensión tensión de sublimac sublimación ión— —. Si ésta falta, la vida celibataria provoca el em pobrecimiento de la personalidad. El equilibrio en el hombre no es automático,
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el hombre, corresponde a la razón regular la sexualidad Insertándola en conjuntos dotados de sentido. Tal regulación exige vigilancia y domi nio de sí, pero esta sobria actitud del espíritu no puede calificarse de represiva sino de ordenadora.
El que libera el instinto sexual sin atender a las otras dimensiones del propio ser adopta una actitud represiva. La represión que está aquí en ju juego es pers person onal al y afect afectaa al conjunto es estructu ctural ral humano. Si uno se deja llevar por deseos unila terales, puede quedar preso de fijaciones que no le permitan desarrollar otras posibilidades nece sarias para el pleno logro de la personalidad. El reprimido es el que quiere ignorar su sexualidad y no la asume asume ni cana canaliliza za;; la deja vagar vagar a sus anchas en el peligroso terreno del inconsciente. Desde aquí esa sexualidad incontrolada puede manifestarse anómalamente (y alterar la buena marcha de la vida personal) a través de com portamientos sexuales desorbitados o mediante actividades sexuales que implican un desorden psíquico, como las reacciones agresivas o las histéricas. Sólo se evita la represión cuando se advierte que el mal no radica en la condición sexuada del hombre, sino en el desorden, de modo que la amenaza no viene de la sexualidad en sí, sino de nuestra incapacidad de asumirla ordenada mente o de canalizarla sublimadamente. Esta in capacidad procede de una actitud básica de egoísmo ¡nsolldario que considera la sexualidad como un recurso para fines individuales, no como un poder enigmático que nos pone al servicio de otros seres y de la especie. Por muy hondas razones, la liberación de la
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cuidad. cuida d. Esta Esta libertad amorfa amorfa conduce— conduce— por razo razo ness biológicas ne biológicas y psicológicas psicológicas a la hipertr hipertrofia ofia de la genitalidad— genitalidad—com compon ponent entee biológico biológico del sexo— sexo— , y desequilibra las diferentes dimensiones del sujeto humano. Se han hecho pruebas en inter nados acerca de la viabilidad de la promiscuidad sexual en régimen de absoluta libertad. Parece ser que al principio todo discurría plácidamente, pero al cabo de cierto tiempo surgieron fenóme nos que hicieron imposible la convivencia. La cultura occidental no ha asumido ni colo nizado culturalmente el sexo. Tras siglos de re presión, cuando ahora se lo exhibe se procede banalmente, sin hondura, como si se tratara de un mero pasatiempo. Más que nunca urge acos tumbrarse a ver la sexualidad no como un reino prohibido, extraño, perturbador, sino como un dinamismo de origen profundo que nos abre a tareas muy serias en la vida. La amistad humana y sus implicaciones
Hasta aquí hemos analizado el primer elemen to del amor humano: la sexualidad, y hemos alu dido al tercero («función comunitaria y social») y el cuarto («carácter profundo, misterioso»). Ahora debemos estudiar el segundo, el compo nente estrictamente personal: la fundación de amistad. Con ello matizaremos diversos puntos ya tocados anteriormente. La auténtica relación de amistad implica una voluntad de donación mutua, comprensión, co munión personal, encuentro, presencia. Para que e:*¡ se dé, se requiere una actitud de dispo nibilidad, admiración, respeto, reconocimiento, compromiso, consentimiento creador, fidelidad,
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berbia, la injusticia. Veamos sucintamente algu nos de estos puntos. El fenómeno de la amistad entraña una forma elevada de unión. Esta unión no viene dada a ios hombres. Deben fundarla ellos. Tal fundación es posible (porque el hombre es una realidad abier ta a las demás realidades y se desarrolla creando ámbitos con ellas) y difícil. Es difícil por varias razones: 1. El hombre tien tiende de por por un unaa espec specie ie de fuerza fuerza de gravitación hacia el egocentrismo. Teme per derse si se entrega. No quiere correr el riesgo de entregarse confiado a quien puede traicio narle, ya que el ser humano puede ser veraz o falaz, acoger para crear un ámbito de amistad, o acoger para dominar al amparo de nuestra confianza. 2. La apertu apertura ra confiad confiadaa a otro implica reco nocimiento del valor personal del mismo en su singularidad, y todo reconocimiento entraña be nevolencia, sencillez, flexibilidad de espíritu. 3. Esta Esta apert apertur uraa no no es una una activ activida idad d físico físicomecánica, como la de abrir una puerta, sino creadora; es la fundación de un campo de mutuo libre juego. En el plano sensorial se da de modo automático una relación de inmediatez entre el hombre y las realidades que lo rodean. En el plano personal, la única forma de inmediatez valiosa es la de presencia, y ésta debe lograrla el hombre creadoramente. No acontece por ei solo hecho de hallarse dos personas en vecin dad física. La presencia surge cuando se esta blece entre dos o más personas un campo de convivencia creadora. En este campo de convivencia nos realizamos apelando y respondiendo. La sensibilidad para
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fidelidad, ayuda y comprensión que llamamos relación amorosa. Es un ámbito de apelaciónrespuesta en plena libertad, a distancia de perspectiva, no en la inmediatez casi fusional propia del ámbito tutelar diatrófico que forma el bebé con la madre. Es un ámbito de inmersión libre, de comunión, en el que el tú está presente, dialógicamente interferente. La comunión surge en una respuesta perso nal, en un encuentro. Cuando en un viaje hablo con un desconocido, éste, en principio, es un «alguien» para mí, mero sujeto de conversación. Nuestra relación se reduce a mera comunicación. Pero Pero si descubrimos un un vínc víncul ulo o común—u común— un amig amigo o o una afición afición— — , podemos podemos es establecer una relación dual, nos unimos más, entramos en cier ta comunión a través de ese campo de intereses compartidos. El otro deja con ello de ser un alguien externo y extraño para ganar cierta pro ximidad merced a nuestra participación en algo valioso. Si ocurre una desgracia, un accidente, es posible que se produzca incluso una relación especial de camaradería mientras se hace frente a la situación. Esta común tarea que comprome te nuestra existencia nos vincula, aunque sólo sea pasajeramente. Pero el amor supera la relación de camarade ría. El amor es un sentimiento de atracción hacía la persona en cuanto tal, y tiende a fundar un ámbito de intimidad, campo de sereno y confiado intercambio, ámbito de acción en el que no cuen ta la distancia física ni el decurso temporal. El ámbito de intimidad se caracteriza por un modo superior de espacio-temporalidad. Merced a ésta es posible la situación de constante presenclaidad en que se hallan los que se aman. Al des bordar los límites del individualismo egoísta,
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nómeno de la presencia Implica una «plenitud vivida», que nos da luz para comprender cuanto supone el encuentro. Por eso afirma Marcel que la verdadera Ontología debe basarse en el «nosotros somos» más que en el «yo pienso». En el ámbito de presencia se desbordan las categorías «ante mí» y «en mí*, «lo mismo» y «lo otro*. El amor se da en este ámbito amplio que no se reduce ni al yo ni ai tú, antes constituye una realidad dual, un campo de comunicación. La presencia no se la circunscribe, ni se la posee. Hay que estarla creando incesantemente de mo do comprometido. El fenómeno de la presencia es tan intenso y rico que, si se lo comprende en todo su alcance y hondura, nos descubre las profundidades de la Etica toda. Lograr relación de presencia respecto a los otros hombres, a los valores, ai bien, es la tarea básica de toda la Etica. La capacidad de promoción personal que tiene el acontecimiento de la presencia explica que el hombre se des arrolle mediante actos de convivencia. El yo gana su altura peculiar, su capacidad de vibración, su carácter único, al estar en relación de presencia con un tú. Al sentirnos amados, cobramos con ciencia verdadera de nosotros mismos. Como subrayó Berdiaeff, la unidad de la personalidad debemos lograrla dando respuesta al tú que nos apela. El sentirnos llamados por el nombre nos da conciencia de nuestra unidad personal. Cuando enquistamos nuestra mirada en nos otros mismos, mirándonos con mirada obsesiva al espej'o (como el Calígula de Camus, el Augus to Pérez de Niebla de Ünamuno, el Roquentin de La Náusea de Sartre), no entramos en verdadera relación de comunicación y, por tanto, de cerca nía con nosotros mismos. Nos parece encontrar
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visión en relieve porque no fundamos un campo de libre juego, un ámbito, al quedarnos en la estrechez de la sensibilidad autonomizada. Yo comunico conmigo en verdad en la medida en que comunico con otro, porque de este modo abro entre el y yo un campo de juego, campo de interacción y alumbramiento de sentido. «El que se observa detiene su desarrollo», afirma A. Gide en Nouvelles nourritures. Si nos miramos direc tamente como a un objeto, sin fundar el campo de despliegue personal que se crea al fundar un encuentro, nuestro conocimiento de nosotros mismos es reducido, angosto. Para darle la debi da amplitud, debemos superar las categorías de mismidad y otreidad, en cuanto instauran límites rígidos entre mi realidad personal y la de los otros. «¿Dónde comienza una personalidad? (...) ¿No crees que cada uno de nosotros se prolonga en todo aquello que suscita?», pregunta Clara —protagonista de una obra dramática de G. Mar cel—a Roger, su segundo marido, temeroso de que Clara lo ame por la semejanza que tiene con su hermano Esteban, su primer esposo. Am bos, Clara y Roger, entreven que, más allá de la apariencia de sistemas cerrados en que nos con vierte el juicio (el hecho de ser enjuiciados y objetivados por los demás), las personas, si es tamos en mutua comunión, nos intercomunica mos y no limitamos de modo rígido, nos move mos en campos de «fecunda indistinción», ámbi tos de despliegue espiritual en que el hombre cobra su fuerza y se renueva constantemente si pone en tensión su capacidad creadora. La voluntad de participación nos libera de la confusión pura, de la inmediatez fusiona!. La participación se realiza a distancia de perspeciva, no fusiona, confiere personalidad porque
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ble para mí, porque hacerme penetrable indica adoptar una actitud abierta y creadora que es ia que apela al otro a dárseme como un ámbito. La persona es una realidad ambital. Sólo se da como tal en el campo dinámico de interacción comprometida. Se deja de vivir como persona si se aleja uno del tejido vivo de la comunión (que es el campo de despliegue de las realidades personales). La disponibilidad implica apertura, flexibilidad, entrega, disposición para responder y para admi rar. Se opone a crispación, y es indispensable para acceder al ser, porque este acceso es crea dor. Se es disponible cuando no se considera uno a sí mismo como algo que puede agotarse si se da, cuando se acepta que la única forma de ganarse es correr el riesgo de entregarse. El hombre se torna indisponible cuando se llena de ansiedad ante el temor de perder lo que posee. Tal ansiedad provoca la atonía interior, la crispación del espíritu, el repliegue sobre sí mismo en busca de seguridad. La crispación in terior separa al hombre de aquello que lo hace vivir de modo auténticamente personal. El hom bre indisponible se pierde al intentar ganarse. Este grave error procede de un equívoco radical: estimar que el desarrollo de la personalidad se da a un nivel de posesividad, como si la riqueza personal se redujera al mero tener realidades objetivas, y la libertad fuera una cualidad sus ceptible de posesión. En lenguaje casero se dice con frecuencia: *Tengo libertad para hacer esto», «estoy privado de libertad para esto otro». Tales expresiones aluden más bien a las condiciones externas que posibilitan el acto de libertad. El hombre encadenado no tiene libertad para mo verse. Estar libre de cadenas es condición ne
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la inicial falta de trabas que debe ir a la base de todo acto personal libre. El hombre se torna disponible cuando vive convencido de que su máxima posesión es en tregarse a la difícil tarea de la convivencia, con cuantos riesgos implica. El hombre disponible prefiere la plenitud a la seguridad y confía en el poder de panificación que tiene la amistad sincera. No calcula los riesgos. Concede un am plio crédito de confianza al impulso interior que lo lleva a la entrega generosa. La disponibilidad implica creatividad, sobre todo en orden a fundar ámbitos de convivencia. La obra de todo creador no es una posesión, no es fruto de un hacer coactivo, sino de un diálo go. El artista, el poeta, el hombre ético, la per sona religiosa son seres ambitales que se van configurando en apertura a los demás y al en torno. El egoísmo indisponible aleja al hombre del entorno que constituye su auténtico campo de ju juego. Es un hecho desc descon once cert rtan antte, pero constatable, que el hombre puede separarse de aque llo que lo hace ser en verdad. Lo contrario de esta forma de alejamiento sui cida es la admiración. La admiración es una forma de sobrecogimiento ante lo valioso que nos eleva, nos saca de nosotros mismos hacia algo superior. No sólo es negación de la inercia interior o atonía espiritual. Significa la apertura a una realidad envolvente que se nos revela y nos inunda, y, al inundarnos, no nos anega, nos lleva a la plenitud de nosotros mismos, nos libera de los límites individualistas. El que admira no se preocupa del papel que desempeña frente a ^s, re^lidades admirables. La admiración libera a nomb ombre de la sumisión sumisión a los in intereses del del yo,
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La admiración es la respuesta del hombre a lo valioso. Importa sobremanera averiguar qué significa dar respuesta. Es una reacción de la vertiente más profunda de la persona. La obse sión de si se opone a la respuesta. La presencia de otro, cuando lo trato como realidad personal y lo acepto, puede provocar mi apertura para que dé respuesta, pues la presencia es un aconteci miento que genera nuevas fuerzas. Estas fuerzas que surgen en el diálogo hacen que el primer esbozo de acogimiento florezca en plena acep tación. Tal aceptación no viene decidida por una deliberación previa, como afirmaba la psicología antigua, afanosa de explicar estos fenómenos con la categoría de causalidad, poco apta para dar razón de los acontecimientos espirituales. No procede afirmar que la deliberación cause la aceptación, y ésta la respuesta. Estamos ante otro género de causalidad, más compleja y fle xible. Debe distinguirse coacción y apelación, así como los modos diversos de respuesta que am bos fenómenos suscitan. La respuesta es una forma de reacción libre a la apelación. Cuando se nos coacciona, cesamos de estar presentes a nosotros mismos, nos hacemos extraños, nos ponemos en estado de sonambulismo. La apela ción nos devuelve a nosotros mismos, aunque no de modo ineludible, pues podemos de hecho rehuir la respuesta. Nuestra respuesta es libre en cuanto es liberadora. No importa que no sea del todo desarraigada. Depender de algo en cier ta medida no implica falta de libertad si tal de pendencia es promocionadora de actos crea dores. Estas precisiones nos permiten esquematizar
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1. Invocación. Todo cuanto propone si yo fll tú ©8 una apelación. Su misma presencia lo 88, y asimismo su conversación, su sonrisa, su be nevolencia, su colaboración. Invocar es apelar al otro como persona, invitarlo a comprometerse con uno en una tarea creadora, en un afán co_ mún de participación en los misterios de la vida. Así como proclamar algo tiene más valor que el simple comunicarlo, invocar encierra un sen tido más profundo que el mero proponer o sus citar o suplicar. Implica el compromiso personal de quien invoca. El acto de invocación se dirige a un tú, no a un objeto. La primera exigencia de la amistad consiste en tratar al amigo como a una persona, no como un objeto de manipulación, en beneficio de los propios intereses. Existen muy diversos y sutiles modos de manipular a los demás. To dos ellos se oponen al acto de auténtica invoca ción y a la fundación de amistad verdadera. Fruto de la invocación, cuando obtiene res puesta, es el ámbito de amor, campo de entrega recíproca en el que acontece en toda su plenitud el fenómeno de la presencia. Para que se dé una auténtica relación de presencia, el que Invoca debe hacerlo con actitud de apertura, de sincera colaboración, y el invocado ha de estar disponi ble, pronto a la escucha y confiado. Cuando se unen la sinceridad del que invoca y la confianza del invocado, surge el clima de transparencia que llamamos intimidad. Desaparecen las segun das intenciones, los temores, las reservas. Tanto la respuesta como la invocación son obs taculizadas por el orgullo, la altanería, la prepo tencia, la astucia egoísta, el reservlsmo descon fiado. Estas actitudes hacen al hombre Indispo nible, y lo tornan ajeno, externo, extraño, lejano
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mún, a participar del singular poder creador que los hombres poseen cuando viven en unidad. Esta unidad exige una actitud fundamental de com promiso. 2. Compromiso. Com-pro-meterse indica aquí aceptar una tarea común que decide el propio destino como persona. Cuanto más importante es lo que se desea realizar en común, mayor seriedad presenta la decisión de comprometer se, y más honda y sólida es la unidad que en gendra este compromiso entre quienes lo acep tan. El que apela a otro a una gran tarea, apela a su libertad, y con ello la promociona. La unión entre libertades da lugar a modos muy altos de unidad. Estas formas de unidad que son fruto de
un acto creador aportan algo nuevo y originario a la vida del hombre. Los límites del yo y del tú quedan superados, para ganar una firmeza nueva en el ámbito del nosotros. En este campo de libertad, libertad, confianza e intimidad surge— como como en todo to do fenómeno de encuentr encuentro— o— una luz luz pecu peculia liarr y se logran fuerzas inéditas que otorgan al yo y al tú la necesaria fortaleza para afrontar los pro blemas derivados de la unión. La unidad ganada de modo comprometido y es forzado confiere plenitud humana, sensación de dominio respecto a las fuerzas que disgregan, del tiempo que pasa, del espacio que separa, de las veleidades del sentimiento que quiebran la fidelidad a lo prometido. En el sentimiento de estar unidos con una forma de amistad sacra—es decir, consagrada por el juramento de fidelidad pronunciado ante la comunidad y ante Dios— laten inmensos valores humanos. 3. Fidelidad. El yo y el tú unidos por la amis tad se sienten Inmersos en un campo de reali dad nueva, el «nosotros», que los eleva a un
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se funda en la fe (fides) que el yo tiene en el tú, en la confianza (fiducia) en su sinceridad, y en la común fidelidad (fidelitas) de ambos a sus compromisos. La unión debe ser creada y re creada constantemente. Esta unión renovada se va profundizando más y más. Es una «fidelidad creadora», en expresión espléndida de G. Mar cel. El «nosotros» debe estarse fundando incesentemente en contra de la tendencia del yo y el tú a buscar la plenitud en el aislamiento. Ser fiel no se reduce a mero ser constante, de modo estático y rígido. Implica inventiva, ca pacidad de renovación, espontaneidad, decisión creadora de hacer surgir en la unión valores siempre nuevos. Cuando el amigo se limita a «cumplir los deberes» que impone la amistad, ésta deja de ser tal, y la convivencia se esclero sa y causa tedio y fastidio. La fidelidad es un constante acto de donación y un testimonio con tinuo de amor. La fidelidad verdadera es incondicional porque e! amor auténtico pide eternidad. La expresión «amigo fiel» es redundante. Si no se es fiel, no se es amigo. Sólo merece el nombre de amor la forma de vinculación humana que se dirige a la persona en cuanto tal, no a las cualidades que ésta ostenta. Las cualidades juegan un papel destacado en el proceso de formación del amor. Pero únicamente cuando se ama a la persona en cuanto tal, presenta el amor una garantía inicial de fidelidad. 4. Vinculación personal. El amor se dirige al conjunto de la persona amada, vista con todas sus cualidades, pero en su condición irreductii j Sj ^ ec'r’ c' r’ no reducible reducible a algu alguna na de tale taless cualidades o a la suma de las mismas. A quien se ama en verdad es a la persona, por encima
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ella, e Incluso de los juicios que uno pueda for mular sobre ella. La madre ama al hijo aunque éste anule la idea que ella se había formado de él. El amor es uno de esos acontecimientos sin gulares que ayudan al hombre a superar su con dición individualista y desbordar los esquemas cotidianos de conducta basados en actitudes de cálculo. A veces nos extraña que un joven a quien creemos conocer ame a cierta joven, o viceversa. No alcanzamos a ver los motivos, es decir, las cualidades que puedan haber motivado tal amor. Nuestra extrañeza responde a un des enfoque. Queremos sorprender desde fuera un fenómeno que sólo surge—y puede, por tanto, ser capta captado— do— en el trato trato íntimo íntimo de dos dos personas. personas. Sólo ellos, los protagonistas comprometidos en tal relación, son capaces de comprender la rela ción interpersonal que se ha ido fundando al hilo de su trato mutuo. Orientaciones y criterios
1. No debe conf confun undi dirs rsee «opinión «opinión pública» con «opinión verdadera», y «mentalidad actúa!» con «mentalidad puesta al día». En la historia se da tanto el progreso como el regreso, la clarifi cación y el oscurecimiento, la exigencia de una mayor profundidad y la obstinación en lo super ficial. En cuestiones radicales de la vida nadie puede ahorrarse el trabajo de pensar por propia cuenta hasta el fin y someter la mirada a un proceso de purificación y adiestramiento. 2. El criterio jurídico de moralidad es ex tr'msecista. Regula la vida del matrimonio en cuanto realidad social. Pero apenas repara en
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El criterio biológico es insuficiente, pues Id persona asume lo biológico y lo desborda. El amor es bueno si es auténtico, si responde a una relación personal plena. Se impone una visión antropológica que com plemente la mentalidad jurídica y biológica. La sexualidad verdaderamente humana tiende a ser expresión de una relación de amistad (donación del del yo al al tú para para coco-fun funda darr el ámbito ámbito del «n «nos os otros»). La moral sexual es la conciencia del dinamismo del amor. Todo gesto amoroso es válido si responde a una exigencia del amor en su proceso de maduración. Este criterio sólo al canza su plena eficacia cuando se tiene una idea cabal de lo que exige el auténtico amor, y se posee voluntad firme de cumplirlo y sensibilidad adecuada para vivirlo. 3. La orientaci orientación ón de la acti activi vida dad d humana pen de radicalmente de las actitudes básicas. Es muy diferente la actitud del hombre que no res peta por principio orden alguno, y la del que infringe este orden por debilidad o falta de re flexión. Los actos humanos revisten un grado de importancia correspondiente a la actitud de la que proceden. 4. Lo deci decisi sivo vo es aprend aprender er a amar amar de mod modo o responsable y libre, tratando al ser amado como un tú, formando auténtica comunidad, sin autosu ficiencia ni egoísmo. Las condiciones que im plica la relación yo-tú son para el hombre vincu lantes, ya que tal relación significa la plenitud humana, y el ser humano tiene obligación de realizarse en forma cabal. El indicativo se torna imperativo porque la realidad humana es diná mica y proyectiva, debe irse haciendo a sí mis ma al hilo del tiempo, atenida a las diversas
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que constituye la realidad, la teoría es ya de por sí impulso a obrar, fuente de normatividad. 5. Para guardar guardar el equilibri equilibrio o en las relacion relaciones es humanas y evitar actitudes abusivas de prepo tencia, se requiere generosidad y espíritu de sacrificio. El mero acompasarse al ritmo del otro en todos los momentos de la vida exige esfuer zo. Sin esta acomodación no hay armonía posi ble, pues ya sabemos que el hombre y la mujer suelen tener distintos ritmos en el desarrollo de diversas actividades vitales, por ejemplo, la sexual. El egoísmo asfixia el auténtico amor. Para com batir la tendencia egoísta, se requiere libertad interior frente a cuanto nos impide actuar de modo plenamente humano, es decir, creador de relaciones comunitarias. El amor humano autén tico, como todo lo valioso en la vida humana, debe ser adquirido a muy alto precio. 6. El hombre hombre actual actual se muestra muestra sens sensib ible le a la necesidad de conferir una dimensión social a la existencia humana, concediendo a cada persona su plenitud de derechos. Para ser consecuente con esta orientación, debiera evitar todo ejerci cio individualista de la sexualidad y la reduc ción del otro a mero objeto. Tal reducción se produce cuando la relación sexual no implica un compromiso personal creador. Hoy se ataca profusamente la sociedad de consumo. La práctica consumista más envile cedora consiste en reducir la actividad sexual y lo relacionado con ella—espectáculos, revis tas, lib libros...— ..— a un bien de consum consumo o destinado a la propia satisfacción, como puede ser un ci garrillo o una botella de licor. 7. En lo to toca cant ntee a la inic inicia iaci ción ón y formación sexual, conviene no obsesionarse, no dejarse
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sexual de los jóvenes debido a que ellos mismos están obsesionados con el tema no hacen sino transmitir a los demás tal obsesión. La actitud obsesiva se produce cuando se fija la atención en una vertiente determinada de un fenómeno complejo y se la autonomiza y desgaja. Todo acto humano en que juega lo sensible un papel relevante corre riesgo de obsesionar si no se acierta a ver la sensibilidad como el medio en el cual tienen lugar acontecimientos estricta mente personales. La Etica personalista actual destaca la función que ejerce la sexualidad en el desarrollo de la personalidad humana. A este desarrollo se oponen todas las obsesiones, las materialistas y las espiritualistas. «Qui veut faire Tange, fait la béte» (Pascal). Uno puede pres cindir de lo sexual por razones de dedicación a vocaciones distintas de la conyugal. Pero no debe hacerlo con desprecio o aversión o por simple olvido, sino en la conciencia de que pres cinde de un elemento de maduración de la per sonalidad, y de que tal pérdida debe ser com pensada con un esfuerzo suplementario y una orientación peculiar del dinamismo personal.
SEGUNDA PARTE LA MANIPULACION DEL HOMBRE A TRAVES DEL LENGUAJE
4. LA ESTRATEGIA DEL LEN LE N G U AJE
El lenguaje es uno de los fenómenos más es tudiados actualmente en diversas disciplinas. Filosofía, Psicología, Pedagogía, Teología, Socio logía, Medicina... Diversas corrientes filosófi cas actuales se fundamentan de modo expreso en el lenguaje, al que toman como punto de partida. La importancia del tema del lenguaje es reconocida por especialistas de tendencias dis pares. Lo decisivo es profundizar en el sentido radical de la expresión lingüística, descubrir el papel que juega ésta en el desarrollo de la per sonalidad humana y no dejar que el prestigio que hoy día la aureola nos fascine y robe la se renidad necesaria para adoptar una posición crí tica frente al uso y abuso que puede hacerse de los recursos lingüísticos con fines estraté gicos. En la Etica ocupa el lenguaje un lugar de ex cepcional importancia por no ser solamente un medio para comunicar significaciones, sino cons tituir el medio por excelencia en el cual los hombres se interrelacionan fundando ámbitos. El lenguaje cieñe el poder sobrecogedor de fun dar ámbitos de convivencia o de anularlos. Si se considera que el hombre es un ser dialógico comunitario, no un ser ocluido en sí, se advierte que el lenguaje figura entre los momentos que integran el proceso de constitución de la reali dad personal humana. Como el estudio de este proceso debe ir a la base de toda ética sólida, resulta obvio que los análisis éticos deben con
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que urge clarificar debido a su incidencia en la vida cotidiana del hombre: me refiero a la posi bilidad que alberga el lenguaje de ser utilizado como medio de combate. Desde antiguo, la filosofía viene haciendo con frecuencia un uso del lenguaje abiertamente es tratégico, es decir, orientado a la consecución de los fines que impulsan soterradamente la in vestigación de cada filósofo. (Sería apasionante un estudio de la Historia de la Filosofía desde el punto de vista de la manipulación del len guaje.) También la acción política y religiosa, así como la propaganda de todo orden se valen del lenguaje como de un arma sutil, aparentemente inofensiva pero temiblemente eficaz, para con vencer y vencer. Si deseamos saber a qué atenernos frente al grave fenómeno cultural y social que es la ma nipulación del lenguaje a efectos estratégicos, debemos analizar los métodos que se utilizan para ello y las consecuencias que tal utilización provoca. Sólo por vía de sugerencia, no de ar.á lisis exhaustivo, quisiera hacer unas cuantas pre cisiones a nivel exclusivamente metodológico, no político ni sociológico. En épocas de exaltación dialéctico-verbal como la presente, con sus poderosos medios de co municación, hay que atender, más todavía que a la estrategia política, militar y económica, a la estrategia del lenguaje. Pueden perderse o ga narse batallas decisivas en el campo aparente mente sereno e inofensivo del lenguaje. ¿De dónde arranca esta temible estrategia y cuáles son sus recursos? El lenguaje es una trama de elementos intervinculados que expresa las distintas formas de
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po expresivo, se configura un determinado tipo de lenguaje. Pero también viceversa: al articu lar de cierta forma el lenguaje, se dispone la mente y la atención para ver la realidad desde una determinada perspectiva. Es una dialéctica muy compleja y de virtualidades sorprendentes. SI se movilizan unas palabras u otras, unos es quemas u otros, se orienta la atención por di versos caminos. El lenguaje alumbra sentido según las Interferencias de émbltos que realiza. Es un Juego con mil perspectivas cambiantes. AI estudiar lo real, observamos que hay obje tos de conocimiento y sujetos de conocimiento. El lenguaje, además de elaborar los términos correspondientes, configura el esquema sujeto objeto. En el análisis posterior de la realidad, el hombre cuya atención vaya encauzada por este esquema tenderá a ver la relación hombreentorno de modo lineal causallsta monodlr&cclonal, y no logrará dar alcance a diversos fenómenos decisivos de la existencia humana. M. Heldegger, al comienzo mismo de su vida publlcístlca \ se percató de que este esquema va unido funcíonalmente a los esquemas Interiorexterior, dentrnfuera, Inmanenciatrascendencia, y descu brió que todos ellos son radicalmente Insuficien tes para describir el complejo fenómeno de la relación entre el ser humano y su ontorno. Había que operar un giro metodológico, un cambio de oles en el dinamismo mental. Al polarizar la ener gía investigadora en el esquema npelaclónrespuesta, se altera la perspectiva, y con ello multi tud de clisés Intelectuales pierden valor, y buen número de fenómenos reales, antes Inadvertidos, pasan a primer plano. Esta grave alteración me todológica supuso la puesta en marcha del pen-
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«amianto heldeggarlano frente a ia posición da sus maestros Dllthey y Husserl. Durante largo tiempo ae vino planteando al toma del acceso del hombre a los demás me diante el esquema auletoobleto. Los pensadores dialóglcos (F. Ebner, Rosenzwelg, E. Brunner, M. Buber, Q. Marcel) reaccionaron enérglcamen* to en contra, y propusieron un cambio de esque* ma. El tú no es un objeto. El esquema que debe vertebrar nuestra relación con los demás debe ser el esquema yotú. En principio puede parecer un simple cambio de palabras, pero se trata de un giro en el dinamismo mental, y nadie puede calcular las amplias consecuencias que puede conllevar un ligero cambio metodológico. En el lenguaje alienta un dinamismo soterrado de gran eficiencia que puede ser utilizado para fines Ideológicos con sólo conocer ciertas leyes de la comunicación y de la psicología de ios hombres y comunidades. Este dinamismo pre senta gran complejidad debido al poder expresi vo de los vocablos y sobre todo a la capacidad que tienen los esquemas mentales de orientar la mente humana en una determinada dirección. Independientemente de las Ideas expresadas, con ol solo empleo de ciertos vocablos y la utiliza ción de determinados esquemas puede ejercerse un influjo decisivo en el oyente, situsndo su mención en la perspectiva que se Intenta sub rayar. Por esta grave razón, las batallas Ideoló gicas se libran en el subsuelo metodológico, en ol plano de los esquemas mentales que verte bran el pensamiento humano. La historia del pen samiento filosófico se gesta en los momentos - aparentem aparentemente ente anodinos— anodinos—en en que que se troquela un nuevo esquema y se Inicia con ello una anda dura filosófica distinta.
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por no estar sobreaviso, aceptamos en la discu sión de un tema el uso de esquemas inadecua dos a su tratamiento, seremos llevados como por una ola de fondo hacia donde no queremos Ir. Aquí se afirma la posibilidad de montar toda una estrategia para manipular la opinión de gran nú mero de personas e incluso de colectividades enteras—conjuntos humanos poco cualificados intelectualmente y por ello poco expertos en las cuestiones relativas a las leyes de la vida del espíritu—. Todo esquema es un campo de juego significa tivo, y todo campo de juego es un campo de iluminación porque el juego se realiza a la luz que él mismo desprende al ir configurando si tuaciones, abriendo unas posibilidades y obtu rando otras. En este campo de iluminación, los términos que en él juegan su juego semántico adquieren una significación peculiar, distinta en cada caso. De ahí el prestigio que adquieren ciertos vocablos cuando se los contrapone en el seno de ciertos esquemas a términos cargados en ciertos momentos históricos de una resonan cia negativa. Pensemos en los términos apertura, independencia, liberación, progreso, cambio, moderno...
Conviene subrayar de modo muy expreso que el lenguaje es un medio de comunicación de ideas y sentimientos, pero, a un nivel más hondo y decisivo, sirve para fundar relaciones con los demás, relaciones que pueden ser de respeto, acogimiento, invocación, colaboración, o bien --por el contrario—de manipulación, dominio, depauperación e incluso anulación. Dada la riqueza del lenguaje, su multiplicidad de recursos y su extraordinaria movilidad, el uso estratégico del lenguaje con fines de dominio
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mientos, de procedimientos. Veamos algún caso por vía de ejemplo. Términos estratégicos
Hay términos cuyo simple uso, al ser aceptado por el interlocutor, lleva consigo una victoria. El vocablo apertura suele contraponerse a cierre. Tenemos el esquema: aperturacierre.
El vocablo libertad se contrapone en muchos casos a sujeción, encierro. Se forman así los esquemas: I ibertadencierro libertadlimitación (sujeción a limites).
En el dinamismo del pensar y del hablar se superponen fácilmente tales esquemas, con lo cual apertura queda emparejado gloriosamente con libertad, y cierre con sujeción a límites. La contraposición a libertad arroja sobre el concep to de limitación un aura de desprestigio en mo mentos—como el actual—de supervaloraron del concepto de libertad. Esta matización vela ante la mente de las personas poco avisadas el valor positivo que en muchos casos encierran los límites. El vocablo apertura— empleado en contrapo sición a cierre, limitación, vinculación a trabas— ejerce un poder de seducción casi invencible sobre todo espíritu poco alertado. Al hablar, por ejemplo, de «música abierta», se deja entender de modo tácito y estratégico que el género de composición musical a que éste se contrapone implica cierta cerrazón, un carácter oclusivo, en
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sical, se ofrece una interpretación de las formas como camisas de fuerza que envaran la inspira ción del artista (Debussy). Con ello, y sin dar una sola razón positiva de las excelencias del nuevo estilo musical que se propugna, la mera utilización del calificativo «abierta» lo sitúa en una posición de favor ante el público poco ini ciado en los secretos del lenguaje. Consideración análoga podría hacerse del tér mino «independencia», capaz de enardecer a las muchedumbres con su solo conjuro, aunque su uso no responda en ciertos casos a un verdade ro logro de libertad, entendida en sentido rigu roso. Independencia se contrapone en el len guaje cotidiano a sumisión. El término libertad se opone a sujeción, vinculación a normas exter nas, extrañas, hostiles en casos. Superpuestos subrepticiamente ambos esquemas (independen cia-sumisión, libertad-sujeción), el término independencia queda emparejado con libertad y con trapuesto a vinculación. Al correr del discurso mental o de la conversación, cuando no media un análisis cuidadoso del sentido del lenguaje, esta contraposición suele convertirse drástica mente en oposición oposición ditemática. El dilema no deja campo de juego para realizar las debidas preciciones y no permite advertir lo posibilidad de que ciertos modos de vinculación sean fuente de modos eminentes de libertad. El pensar por dilemas—procedimiento muy halagado por el éxi to demag demagóg ógico— ico—lle lleva va a la la depaupe depaupera raci ción ón de la vida intelectual, porque, si bien suele resultar brillante y contundente, metodológicamente es impreciso, basto, tosco, pues no acierta a ver la posibilidad de que las contraposiciones de con ceptos no sean dilemáticas sino contrastadas. contraste marca una diferencia de matiz, no
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éstos; en casos dejan entrever la posibilidad de integrar sus significaciones en un complejo de sentido superior. De aquí arranca el precepto metodológico de no aferrarse crispadamente a los conceptos que uno ha perfilado, y conceder les más bien libertad de expansión para que se confronten con otros, limen sus aristas, poten cien su significación, adensen su carga de sen tido, ganen madurez expresiva, amplíen su en vergadura, su capacidad de comprehensión. Esta libertad de movimiento y comunicación es para los conceptos fuente de vida. La salud mental del hombre se quiebra cuando por una u otra razón—falta de actitud creadora, tosquedad men tal, afán afán demagógico de de manipulación manipulación...— ...— la vida de los conceptos languidece y el sentido bullente de éstos se fija en significados esclerosados. Pensar manipulando conceptos estereotipados puede ser útil en las batallas ideológicas, pero constituye una renuncia por principio a la bús queda de la verdad, va aue la libertad de los conceptos es el reflejo de la flexibilidad de es píritu con que accede el hombre paulatinamente, por aproximaciones sucesivas y respetuosas, a! enigma de lo real. A medida que se penetra en los estratos más hondos de la realidad, las relaciones entre las diversas entidades se hacen más complejas y sutiles. Para darles en alguna medida alcance, los los concep conceptos tos del homb hombre— re— perfilados perfilados en en prin prin cipio al hilo de la experiencia casera—deben flexibilizarse. ampliar gradualmente su poder ex presivo. Uno de los medios más utilizados para ello es el entreveramiento con otros conceptos a primera vista contrapuestos. La forma de ex presión tensionada a que este entreveramiento da lugar es la paradoja. Visto con profundidad,
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do como p e r f e c t a m e n t e lógico, por sor la única forma de expresar adecuadamente con el tosco lenguaje cotidiano acontecimientos que desbor dan la lógica de la acción superficial. «Dame, Señor, a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es antes conocerte que invocarte» (San Agustín). «Ponte de rodillas y creerás en Dios» (Pascal). «Captar al ser capta do» (Fichte). «Vete, practica la caridad y creerás en Dios» (Dostoievsky). Este género de expre siones tensionadas no constituyen meras para dojas estilísticas. Representan un esfuerzo por dar cauce expresivo a fenómenos muy hondos y reales de la vida humana. Cuando en Arte se afirma que un intérprete musical domina una obra al ser dominado por ella, se expresa un acontecimiento del todo lógico dentro del campo específico de la creatividad artística. Sólo pare cerá ilógica o para-dójica esta frase al ser ana lizada desde un plano de actividad infracreador, por ejemplo desde el plano artesanal. Si res ponde a una necesidad intelectual, el uso de la paradoja es signo de hondura y radicalidad en el pensar. Esquemas estratégicos
Los esquemas mentales orientan, encauzan el dinamismo mental y confieren a los términos un sentido peculiar. Este poder de los esquemas los hace susceptibles de un uso estratégico. Veamos cómo dos términos— cambio y progrecargan an de valor estra estratég tégico ico,, y este este valo valorr so se carg se afirma y acrecienta al insertar dichos voca blos en ciertos esquemas. El término progreso alude en principio al hecho
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Progresoregreso, Progresodetención.
Avanzar significa a veces mero tránsito de un lugar a otro, de un momento a otro; en otros contextos implica una mejora, el logro de cotas cualitativamente más altas. En el primer caso, el cambio se opone a la no-mutación. Da lugar al esquema: cambiopersistencia. No hay todavía un juicio valorativo. En el segundo caso, el cam bio se opone al estancamiento en posiciones imperfectas que conviene superar, o a la vuelta a situaciones anteriores todavía más meneste rosas de perfeccionamiento. Estas contraposi ciones se reflejan en los esquemas: Cambioestancamiento, Cambioretroceso.
Al superponer estos esquemas, los conceptos de cambio (cualitativamente neutro) y el de progreso (en sentido meramente temporal o espa cial) se contaminan con el concepto de cambio en sentido cualitativamente positivo, adquirien do así un carácter prestigioso. Por su parte, los términos detención y regreso, en principio neu tros, se contaminan con los términos estancamiento y retroceso (teñidos de sentido peyora tivo). El conjuro que tras este escamoteo de con ceptos ejercen los vocablos cambio y progreso, suele fascinar al hombre poco avisado, impidién dole adve advert rtir ir que— que—seg según ún delata la Filoso Filosofía fía de de la Histo Historia ria— — hay cambios cambios que que implican implican progreso (marcha adelante, perfeccionamiento) y cambios Que entrañan regreso (vuelta atrás, deterioro). Por fortuna, la teoría hegeliana de la Historia, según la cual lo anterior es preparación de lo
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Los equívocos provocados por la superposición ilegítima de esquemas se provocan en cadena a medida que unos esquemas se conectan con otros afines. Así, los esquemas progresoregreso, cambioestancamiento se vinculan en el dinamísmo mental con los esquemas siguientes: reforma — inmovilismo — viejo nuevo moderno — antiguo insólito — consabido — pasado (en el doble actual sentido de «ya reali zado en un momen to anterior» y de inactual», «demodé»). Por la contaminación que se da entre los tér minos de cada columna, los vocablos «reforma», «nuevo», «moderno», «insólito» y «actual» se or lan del matiz prestigioso adquirido por los voca blos «progreso» y «cambio». Estas vibraciones o armónicos que adquieren los términos y los conceptos correlativos en el ju juego de de af afinidades que tie tiene ne lugar en en las col colum nas de esquemas interrelacionados ejercen un papel fascinador en proporción directa a la con dición ambigua, borrosa, de la operación mental en que se realizan. Se adivina una correlación, se la da por sólidamente fundada, y se monta sobre ella toda una dialéctica mental. Esta dia léctica seductora, pero básicamente endeble, se halla a la base de los procedimientos estraté gicos. Debemos estar sobreaviso ante los múl tiples modos de procedimiento estratégico que se ponen en juego en las controversias intelec tuales y políticas. El lenguaje es un arma po derosa en manos de los afanosos de poder. De
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dinamismos del espíritu y los recursos estraté gicos del lenguaje. Planteamientos estratégicos
a)
Planteamiento con respuesta predetermi-
nada. La forma de proponer una cuestión deter
mina a menudo en gran medida el tipo de res puesta debido a las resonancias que suscita. Si a una persona se le pregunta a bocajarro si es partidaria de la censura, se tiene casi todo dis puesto de antemano para recibir una respuesta negativa, pues el concepto de censura presenta en el momento actual un carácter aversivo. Este carácter responde ya en principio— aparte aparte de de otras posibles razones—al hecho de que este término— en el dinamismo dinamismo del del pensar y hablar hablar humanos humanos— — su sueele ir engarza engarzado do en el esquema esquema censuralibertad. Al proyectar éste sobre el es quema cerrazónapertura, censura se empareja con cerrazón y libertad con apertura. Como los términos apertura y libertad están actualmente en alza, los términos contrapuestos a los mismos dentro de los esquemas se cargan automática mente de cierto valor negativo y se tornan re pelentes de modo instintivo. Por lo que toca a este ejemplo concreto, el escamoteo de concep tos tiene lugar en el campo de juego de los esquemas siguientes: apertura amplitud libertad liberalidad toleranc tolerancia ia
— oclusión, cerrazón — angostura — opresión — Tiranía represión represión
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La precipitación en el pensar lleva a fundir borrosamente entre sí los términos de cada co lumna lumna con lo cual el términ término o censura (segundo miembro del esquema libertadcensura) queda afectado por la significación peyorativa de los segundos términos de los esquemas antedichos, es decir, por los términos oclusión, cerrazón, angostura, opresión, tiranía, represión, sumisión, heteronomía. Este fenómeno de contaminación
presenta un alto valor estratégico. b) Planteamiento unilateral. Orientar el aná lisis de una vertiente de la realidad de modo unilateral es un recurso estratégico de incalcu lable poder porque con ello se destacan en ex clusiva unos aspectos con grave quebranto de los otro ot ros. s. Dar Dar po por supuesto, supuesto, en en prin princip cipio— io— por ejem ejem plo— plo— , que to toda da relación relación del hombre con la reali dad del entorno es pasiva significa una injustifi cada amputación de las posibilidades más altas del ser humano. Partir de la base de que en el dinamismo de la vida personal sólo se da una forma de sentimiento, cierra la vía para com prender a fondo los modos eminentes de expe riencia humana. c) Planteamiento no matizado. El que plantea de modo unilateral un tema complejo procede de forma expeditiva, sin practicar las debidas matizaciones y distinciones. El que piensa y ha bla a impulsos del afán de poder no se pliega a la realidad, intenta más bien domeñarla, some terla a sus esquemas como a un lecho de Procrustes. Es elemental, drástico, poco Inclinado al análisis paciente de los mil matices que pre senta la realidad y muy decidido a interpretar los diferentes aspectos de lo real de modo ar bitrista, coactivo, en conformidad a sus convic ciones básicas.
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profunda de conceptos aparentemente opuestos y lleva a escindirlos dilemátícamente, desgarran do con ello el delicado tejido del pensamiento. Recuérdense los abismos de confusión que abrió en la filosofía el mero hecho de entender como relación dilemática la relación de contraste que media entre mandar y obedecer, libertad y cauce, autonomía y heteronomía, recogimiento y diálo go, recogimiento y sobrecogimiento. Como se indicó anteriormente, el procedimiento de pen sar mediante dilemas presenta un aspecto bri llante, pero esta brillantez no es, en definitiva, sino la contundencia banal del que desconoce la riqueza de la realidad y procede en el pensar de modo arbitrario y coactivo. La demagogia en sambla estas peligrosas características: actitud coactiva, procedimiento arbitrario, contundencia en los planteamientos, simplificación abusiva de la realidad y de la verdad. La astucia en el planteamiento estratégico de las cuestiones ejerce un papel dominador en la dialéctica del diálogo y la controversia, pues suc ciona ciona— — por por así así decir— decir— la atención del del coloquian coloquiante te desde el principio y no le deja distancia de pers pectiva para hacerse cargo del escamoteo ope rado. Ello debe instarnos a prestar atención al trasfondo metodológico de todo discurso a fin de ganar agilidad en la captación de los matices más sutiles del pensamiento y poder develar al instante las extrapolaciones de categorías y es quemas que se puedan cometer. Si aceptamos con ingenua indiscriminación los planteamientos realizados por un posible adversario ideológico, n menudo tenemos la suerte echada, pues sig nifica plantear la batalla en terreno enemigo.
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Procedimientos estratégicos
1. El recur ecurso so de la mofa El que adopta una actitud intelectual expedi tiva y no cultiva sino los medios estratégicos para dominar, carece de recursos a la hora de abordar en profundidad los problemas. Ante un adversario con poder dialéctico y sólida forma ción, suele acudir al recurso de la mofa, aplicán dole un término lastrado de resonancias negati vas en el momento actual. Personas, institucio nes, corrientes enteras de pensamiento pueden quedar fuera de combate mediante la adscripción estratégica de una etiqueta hábilmente seleccio nada. El procedimiento facilón de la mofa no exi ge al que lo moviliza altos conocimientos espe cializados; sólo cierta habilidad y contundencia en el uso estratégico del lenguaje. 2. El deslizamiento deslizamiento del del disc discur urso so a) Deslizamiento del individual al universal. Tres personas me dicen algo adverso acerca de un conocido mío. Yo se lo transmito con esta frase: «Esto afirma la gente». Con sólo el empleo de un término colectivo («la gente») consigo po tenciar al máximo el efecto de la noticia. Este efecto perturbador puede provocar incluso un sentimiento de angustia, pues, a diferencia del miedo—temor a una realidad acotada ante la que pueden tomarse medidas— , la angust angustia ia es el sentimiento de inseguridad absoluta que sobre viene cuando el peligro se hace omnipresente y nf) ,fe sa^e adónde acudir. El término «gente» alude a una realidad envolvente, sin rostro, sin configuración precisa y delimitada, que ataca
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En este procedimiento estratégico se funda el fenómeno sociológico del rumor, que, por su ca pacidad de difundir ilimitadamente un acto de comunicación en apariencia reservado, puede, en casos, ejercer incluso el papel de arma política. b) Deslizamiento de sentido. Apoyándose en cierta comunidad de significación que hay entre varios términos, se pasa de unos a otros con el fin de hacer prevalecer una interpretación ten denciosa. Se contrapone, por ejemplo, justici justicia a a egoísmo. Egoísmo implica oclusión en los in tereses del yo, indiferencia ante los problemas de los demás. Para caracterizar el ámbito de «los demás», frente al del yo individualista, basta movilizar el término colectividad. «Abrirse a la colectividad» es una frase que en este contexto se carga inmediatamente de valor positivo. Pre senta una imagen amable. Estamos ante el es quema individuocolectividad. Si no se precisa la distinción que media entre individuo y persona, se tiende a superponer el esquema anterior y el esquema personacomunidad. A su vez, am bos esquemas, vistos desde la perspectiva de la cerrazón egoísta y de la apertura altruista, son fácilmente emparejables con los esquemas si guientes: ensimismamiento — alteración — apertura oclusión — fuera de mí en mí interior — exterior privado — público Debido al proceso de contaminación que se da -yse -ysegú gún n la teoría teoría de los contra contraste stes— s— entre los los términos de cada columna en la serie de esque mas afines, los términos «privado», «interior», «oclusión», «ensimismamiento», «persona» y sus
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«individuo». En virtud de tal connotación, todo cuanto se considere privativo de la persona hu mana se interpretará expeditivamente como opuesto a los intereses de la colectividad y a la necesaria actitud de apertura comprometida a los mismos 2. Los valo alores que pueden pueden albe alberrgar los términos de la primera columna son oscure cidos por el efecto fascinante de esta conta minación semántica producida subrepticiamente en el dinamismo del pensar. Se ha dado un as tuto deslizamiento de sentido. Se ha pasado del concepto de personal al de individuo, merced a la condición singular de ambos. Individuo signi fica indiviso, unidad irreductible de una colec tividad. Persona agrega a la condición individual la positiva vinculación a una estructura comuni taria. La realidad personal es de por sí comuni taria. Su modo peculiar de interioridad no signi fica oclusión, alejamiento de la comunidad, sino capacidad de fundar vínculos con los demás, vínculos creadores de ámbitos comunitarios. Cuando se afirma que una persona tiene mucha vida interior, no se mueve el pensamiento den tro de las mallas de los esquemas espacialoides dentr dentro ofue fuera, ra, en mifue mifuera ra de mí, int inter erio iorid ridad ade exxterioridad, sino en el campo dinámico del esque ma apelaciónrespuesta. El hombre con vida inte
rior es el hombre capaz de apelar a los demás y responder a sus apelaciones. Esta dialéctica fecundante de apelaciones y respuestas funda un campo de juego en el cual no existe el dentro y el fuera, el salir de sí y el entrar en sí. El lenguaje, con su trama de afinidades y con traposiciones, facilita múltiples deslizamientos de sentido, gravemente perturbadores de la ló* gica mental y difícilmente detectables por quien
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no haya cultivado su capacidad metodológica. Con frecuencia se pasa inadvertidamente del sentido de un término o expresión a otro dis tinto al amparo de una significación común. La expresión conciliar «libertad religiosa» se refiere al deber de conceder a cada creyente libertad para cumplir debidamente sus deberes religio sos. A favor del proteico término libertad, se interpretó a menudo esta locución como el derecho de cada hombre a orientar su vida religiosa en total autonomía. Es un deslizamiento grave de sentido. Análogo caso de deslizamiento de sentido se da en el ejemplo siguiente. Un pueblo que man tiene una determinada ideología invade a otro que intenta gobernarse sobre la base de una ideología distinta. Como el término invasión se halla desprestigiado, por oponerse a independencia y autonomía—vocablos llenos de presti gio— gio— , se realiz realizaa un un astuto astuto deslizamiento deslizamiento de de sentido y se afirma que se ha «liberado» a este pueblo de la caída en una ideología siniestra. Al utilizar el verbo liberar, la operación invasora es vista a una nueva luz. Este procedimiento es tratégico moviliza los esquemas siguientes. invasiónindependencia, sumisiónliberación.
El signo del guión es de clara oposición de contrariedad. Toda invasión parece en principio contraria a la independencia de un país. Someter un pueblo es la actividad contraria a la de libe rarlo. En rigor, los términos invasión y sumisión deben figurar en la misma columna, y los tér minos independencia y liberación en la columna opuesta. Sobre esta disposición normal de los
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más o menos espe especi cios osaa que un país país i n d e p e n d i e n t e está s o m e t i d o a una instancia cualquiera, interna o externa, que lo coacciona. Con ello, el esquema s u m i s i ó n l i b e r a c i ó n queda invertido, pues el término s u m i s i ó n se empareja con el término i n d e p e n d e n c i a . invasiónindependencia, liberaciónsumisión.
Así ordenados los esquemas, el desprestigia do término i n v a s i ó n queda situado en estratégica cercanía respecto al vocablo l i b e r a c i ó n , tan co tizado en la bolsa actual de valores. Por la contaminación semántica que se opera entre los términos de cada columna, la actividad invasora pierde buena parte de su aspecto agresivo, re pelente, para adquirir cierta coloración positiva. El lenguaje tiene un poder sorprendente para destacar unas vertientes y desplazar otras de la atención. 3. Valoración Valoración por por contr contrast astee Se intenta valorar una realidad mediante su mero enfrentamiento a un término de contrapo sición afectado de signo negativo. Si, al hacer la propaganda de un film, se subraya que su pro yección ha estado prohibida durante años por la censura, no se expresa ningún juicio positivo de valor, valor, pero se pone pone en jueg juego o el esquema esquema p r o h i b i d o p e r m i t i d o , fácilmente yuxtaponible al esquema c o a c c i ó n l i b e r t a d . La obra permitida queda con ello arropada por el aura de prestigio que rodea hoy día al término l i b e r t a d . Todo el
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tura, reforma, libertad, liberalidad, tolerancia...__ jueg juegaa con vent ventaj ajaa en una socie ocieda dad d manipulada por la dialéctica verbal. Consecuencias de la manipulación del lenguaje
AI hacer un uso estratégico, manipulador, del lenguaje, el hombre altera y falsifica la verda dera condición de las cosas y acontecimientos. A través de esta torsión, ejerce una forma de violencia sobre los demás hombres y amengua su libertad de pensamiento y decisión. Bajo pre texto de servicio, establece fraudulentamente una relación de dominio sobre sus semejantes. Esta actitud dominadora es delatada por el uso de ciertos términos. Es sarcástico, por ejemplo, que un político quiera halagar al pueblo y utilice, al hacerlo, la palabra masa, ya que este término es injurioso por implicar una descalificación de la comunidad humana. El concepto de masa es cualitativo; implica falta de estructuración. No es meramente cuantitativo. Un número elevado de hombres no constituye automáticamente una masa. Hay masa si tal número de seres no se halla debidamente estructurado y se presenta en estado amorfo, como un montón de objetos. Son tan graves las consecuencias de la mani pulación del lenguaje que no podemos quedar inactivos e inermes ante los atropellos categoriales y de esquemas que se puedan cometer. Debemos estar sobreaviso en orden a detectar toda extrapolación ilegítima de esquemas y con ceptos. Para ello se requiere poner en forma la capacidad de configurar el pensamiento median te una metodología fina, bien matizada, orfebres-
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sivamente abst siv abstracta, racta, puram purament ente e aca académ démiica ca,, ca casi si bizantin tina y, como tal, tal, al alej ejada ada de la arena donde se diri dirim men lo los grande grandess comba ombattes de ia vida. A poco que se anal analiice cen n entre bas bastidor dores ¡os ¡os aconacontecim tecimientos entos fund undamental entales es de de la la cult cultura ura actual actual, se obser observ vará qu que en buen buena a medida edida es esttán deter deter-minados por cuestione cuestioness metod etodo ológicas. Depreciar ciar esta metod etodologí ología cuidadosa cuidadosa apli aplicá cándo ndolle el expedi editiv tivo y nunca bien mati atizado ca calificativo de «idea eallista» no es si sino no uno de los los re recu curs rsos os estratégi tratégico coss de del leng enguaj uaje que tal tal metod etodo ología tiene tiene por co com metid tido descubri descubrirr y neut neutra rallizar zar. El uso uso estratég estratégiico de del lengua enguajje—e e—en sus sus múltiples formas—tiene por fin distorsionar los esquemas que vertebran ertebran el conocimiento y la capacida idad de juici uicio o de de los hombres hombres,, y ejercer así una forma de pode poderos roso o dom dominio nio sobr obre és ésttos os.. Este dominio es fácil ácil de adqu adquiirir dada dada la peculiar capacidad del lenguaj enguaje e para dis disimula mular la las ocul cultas intenci ntencion ones es del que lo lo usa usa con con afán afán manipulador. La La única def defensa ensa efi efica cazz cont ontra esta arma artera—tem rtera—temible ble en épocas de in inflación publi blicitar citariia, no domeñada por una una rec eciia Etica de la comunicación—es la perspicacia analítica para delatar tar eq equívoco coss y ter erg givers versacion ciones es de todo todo géner énero. A la astuci tucia a para confun onfundi dirr ha hayy que opoponer la clarividencia para ordenar. Sólo nos mantend tendremos en alguna medi edida lliibre bres si inst nstaura uramos el el recto orde rden en ese medi medio o tan tan vul vulner era able ble que es es el leng enguaje. uaje. A fin fin de de co con nse seg guir la necesari necesaria a liliberta bertad d fre rent nte e a los dif difere erente ntess modos de de uso es estratégic gico a que que puede ser som sometid tido el lenguaj enguaje, e, re realizar zaremos en el próximo capítulo un ejercicio de clarificación
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lógico exige al lector la adopción de un tempo de lectura un poco más lento y una actitud de mayor colaboración. Me permito reclamar de él este esfuerzo durante unos instantes para que la delación del grave fenómeno que constituye el uso estratégico del lenguaje se vea complementada por por una medida de enfrentamiento
constructivo.
5 LOS LOS ESQU ESQUEM EMAS AS MENTALES Y SU POSIBLE TERGIVERSACION Ejercicios de clarificación metodológica
El propósito de este capítulo es destacar la riqueza del lenguaje y los posibles riesgos de su uso debido a la fluidez semántica de los con ceptos. Al iniciar el estudio de la Filosofía, sue le tropezarse con con un grave grave esc escol ollo lo:: la equivociequivocidad de la terminología filosófica. Un mismo término puede adquirir sentidos diversos en di ferentes contextos y autores. Cuando es fruto de creación intelectual, o sea, de contacto vivo con la realidad, el lenguaje ofrece una inmensa riqueza y flexibilidad, y esta flexibilidad se tra duce en un modo de específica y desconcertante ambig ambigüe üeda dad. d. Pero tal ambigüedad— si bien se se la analiza—no implica necesariamente, como suce de a nivel cotidiano, indecisión intelectual, im precisión, labilidad, sino adecuación al dinamis mo y respectividad de lo real. El lenguaje filosófico puede ser a la vez flexi ble y riguroso, con un tipo específico de rigor. Ante los intentos por conferir a la filosofía el «seguro paso de la ciencia» (Kant), conviene subrayar que son posibles modos diversos de rigor en el conocimiento. El modo de rigor básico es el ajuste del conocimiento a la realidad en sus diversas vertientes. Este ajuste lo realiza el sujeto pensante mediante la elaboración de con ceptos. Los conceptos son vehículos vivientes del acceso del hombre a la realidad. De ahí que
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enriquecimiento. Los conceptos se enriquecen y cargan de sentido al ser puestos en tensión. Platón se apresuró a advertirlo en la Carta Séptima. Como indiqué en otro capítulo, debe conce derse a los conceptos un campo de libre juego en el cual puedan entrelazarse, contraponerse, disputarse el terreno, limarse mutuamente las aristas. Sólo así, con esta libertad de acción e interacción, se irán haciendo más rigurosos, en el sentido de más aptos para dar alcance a la plenitud de sentido de la realidad. Esta ¡dea de rigurosidad o ajuste es afín a la de Entsprechung —correspondencia entre el hombre y la reali dad— que que aduce Heideg Heidegger ger en sus obras obras del del llamado segundo período. El filósofo debe estar muy sobreaviso en el uso del lenguaje para no reducirse a hacer uso de él, como si fuera algo del todo hecho, de una vez para siempre, sino para moverse en él—en el campo de sentido que abre—con talante crea dor y a la par receptivo. Cuando se hace de ver dad filosofía, el lenguaje se torna en la misma medida creador. En su gran obra Von der Wahr heit, Jaspers escribió sobre el lenguaje filosó fico párrafos inolvidables: «Palabras y frases — escri escribe be— — no son son meros signos signos de de cosas, sino sino expresión de procesos, recuerdo y suscitación de los mismos; hacen surgir algo que sólo con ellas y a través de ellas existe (...). Nuestro pensamiento está ligado al lenguaje porque es comunicación» \ El proceso de formación filosófica debe ha cerse, según esto, mediante el lenguaje, pero sin entender el término subrayado en sentido manipulador como si el lenguaje fuera un mero útil, un instrumento más o menos privilegiado. Mediante sugiere aquí una actividad mediacio-
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nal muy compleja, pues el lenguaje es el horizonte que permite al hombre pensar y hablar. Desde el comienzo del aprendizaje filosófico debemos hacernos cargo de la importancia del lenguaje y acostumbrarnos a utilizarlo con cau tela y entusiasmo a la par. Subrayo a la par, porque corrientes actuales de pensamiento pare cen identificar el rigor con la cautela, y la auten ticidad filosófica con el uso y abuso del «raizor» de Ockham, la famosa navaja que, a mi entender —si se me permite decirlo sin las debidas matizacione zaciones— s— , no responde responde sino sino a un conce concept pto o de intuición filosófica excesivamente restringido. La cautela en el uso del lenguaje debe ir vinculada con el entusiasmo que provoca la contemplación del mismo, su existencia, sus inmensas posibi lidades. La primera circunstancia que debemos consi derar para asumir el lenguaje con entusiasmo consi consiste ste en que que el el hombre hombre no no puede— por fortu fortu na—delimitar en un momento dado y por su cuenta las posibilidades expresivas del lenguaje porque éste aumenta su capacidad de saturación de sentido a medida que la relación del hom bre con la realidad se hace más creadora, menos automática y utilitarista. Esto se observa de modo espléndido en el proceso de adelgaza miento del lenguaje y transfiguración de los medios expresivos que realizan los grandes crea dores en literatura y en arte. La relación que me dia entre el lenguaje, el conocimiento y la acción creadora debe ser estudiada a fondo si se quie re clarificar de modo radical la posibilidad del lenguaje ético, estético y metafísico. Al ir vinculada con el entusiasmo, la cautela supera el riesgo de convertirse en una actitud minimista respecto a las posibilidades expresi
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medroso, cuidarse de adecuar en todo momento el lenguaje a la vertiente de la realidad que se quiere expresar. Tal adecuación sólo se logra si se procede con sumo cuidado en el uso de los esquemas mentales. Un mismo término, objetivamente idéntico, adopta sentidos distintos, a veces opuestos, en diferentes autores o en diversos contextos de un mismo autor. Piénsese en el significado del término «Dasein» en Heidegger y en Jaspers, y el del calificativo «material» en el título de la obra scheleriana Der Formalismus in der der Ethik Eth ik und und die mater aterííale Wertethik (El formalismo en la Etica y la Etica material de los valores). Para descubrir el sentido exacto que adquiere un término en un determinado contexto, la vía tal vez más eficaz consiste en averiguar a qué término término se contra contrapone pone— — de modo tácito tácito o expre expre so— , es decir cir, en qué esquema esquema menta mentall juega juega su ju juego semá semánt ntic ico. o. El calific calificativ ativo o «materi teriaal» en el contexto antedicho no se opone a «espiritual», sino a «formal», a «vacío de contenido». Si ha de entenderse correctamente el pensamiento de Scheler al hablar de «ética material de los valo res», debe leerse esta ambigua expresión sobre el telón de fondo del esquema «formal-materíal», procurando no deslizar subrepticiamente la aten ción de este esquema al esquema «espiritualmaterial», pues con ello el término «material» quedaría opuesto a «espiritual», alejándose así de la intención profunda de Scheler. Estos peligrosos deslizamientos de sentido son inevitables si no se tiene en forma la capa cidad metodológica de estar alerta ante toda posible extrapolación de categorías y esquemas. Esta formación metodológica exige una paciente
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opuestos o contradictorios—que suelen estruc turar nuestro hablar cotidiano. Veamos algunos de los esquemas y el sentido que adquieren en ellos los términos que los integran, a fin de sorprender las posibles extra polaciones a que pueden dar lugar. Algunos esquemas intelectuales de uso frecuente
— objetivo 1. Subjetivo (Propio del objeto, (Propio del sujeto como persona. Mi entidad que puede conocimi conocimiento ento d e pertenecer a dife una obra filosófica rentes estratos de o artística es sub lo real.) je jetivopersonal, pe ro es conocimiento objetivo en sentido de real, o adecuado a lo real.) En este esquema («subjetivo-objetivo») el guión que separa los dos términos («subjetivo» y «objetivo») no tiene valor de oposición sino de colaboración. 2. Subjetivo (Lo que está mati zado por sentimien tos, proyectos o de seos del sujeto. En este sentido se ha bla de un «juicio subjetivo» o de una
— objetivo (Algo más bien im personal, aséptico, no afectado por sen timientos persona les.)
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El guión Indica contraposición de actitudes. 3. subjetivo (com (compropro- — objetivo (desinteremetído) sado) Hay dos géneros fundamentales de desinte rés: el desinterés-de-indiferencia y el desínterésde-generosidad. El primero aleja al sujeto del objeto. El segundo hace posible una apertura del sujeto al objeto y un compromiso profundo, con la consiguiente posibilidad de crear relacio nes con él y lograr un auténtico conocimiento del mismo. Cuando se trata de objetos de cono cimiento muy elevados, la actitud de indiferen cia no sólo no favorece un tipo de conocimiento objetivo, sino que imposibilita de raíz todo co nocimiento. En cambio, la actitud de compromiso generoso permite establecer una relación de in terferencia creadora y lograr el único modo posi ble de conocimiento objetivo (en sentido de ade cuado a este tipo de realidad). En la experiencia estética, el compromiso va unido con el desinterés. Obras decisivas de Kant, Schiller, Volkelt, N. Hartmann, Croce, Dufrenne, sólo pueden ser entendidas cabalmente si se capta la posibilidad de vincular el compromiso con el desinterés específico de la Estética. Si entendemos por principio el compromiso y el desinterés como opuestos, cegamos la vía para comprender fenómenos muy altos de la vida humana. Cuando se entiende el término desinterés en el primer sentido, el guión significa relación de contrariedad, pues compromiso e indiferencia son términos contrarios. Tomado el término des interés en el segundo sentido, el guión indica relación de compiementariedad colaboración o
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— objetivo 4. Existencial (Lo mensurable, asi(Lo referente a la b I e , veri verifi ficcable ab le,, existencia humana, analizable.) vista como aconte cimiento creadordistenso.) El guión significa la condición diversa de dos modos de realidad que pueden ser integrables. De hecho, en la realidad humana se integran unas vertientes meramente objetivas con otras existenciales. — objetivo 5. Arbitrario (Lo adecuado a lo (Lo no ajustado a real.) lo real, lo que es fruto del capricho o veleidad subjeti va.) El guión indica relación de contradicción. Lo ajustado a lo real y lo no ajustado a lo real se contradicen. 6. inauténtico (Lo desajustado a las exigencias de lo real, no confor me al ordo rerum.)
auténtico
(Lo ajustado a lo real.)
El guión indica oposición de contradicción. 7. Inobjetivo — objetivo (Modo de realidad (Lo asible, delimita flexible, constela* do, rígido, mensura
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paciopacio-te tempor mporal, al, pero pres presen enta ta gran eficacia y carácter real. «El yo no li mita», Buber.)
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ser dotado dotado de ra zón. zó n.))
El guión subraya la diversidad de dos planos de lo real. No implica relación de contradicción ni de contrariedad. El término «inobjetivo» quiere indicar un modo singular de realidad no some tida a las condiciones de la realidad «objetivis ta» (mensurable, asible, controlable). El esque ma «inobjetivo-objetivo» constituye, más bien, un «contraste» entre dos modos de realidad in tegrables. 8. Irreal (Lo no exist existen ente, te, mero mero frut fruto o de la fan fantas tasía.) ía.)
— real (Lo existente en el mun undo do extramental; lo que que ostenta ostenta las las características de lo real según la Meta física.)
El guión tiene valor de contradicción. 9. Ideal
— real
El término «ideal» presenta diversos sentidos. a) Puede indicar sencillamente sencillamente algo lgo pertene pertene ciente al mundo de las ¡deas, término suscepti ble a su vez de diversos significados. En Platón, idea no se contrapone a realidad, antes significa la verdadera realidad. Se contrapone a la aparienda («doxa»), como reino de las sombras. Puedee alud aludir ir a meta el h br b) Pued
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principio de la acción, presenta una condición eminentemente real, aunque se trate de un gé nero de realidad distinta a la de los objetos que forman nuestro entorno a mano. En ambos casos, el guión sólo indica en prin cipio una diferencia de condición ontológica, no una oposición. Si se da por supuesto que se tra ta de alguna forma de oposición, se torna inviable comprender el verdadero alcance de di versas realidades y fenómenos que, no siendo reales en el sentido de mensurables, asibles, verificables. lo son en el sentido de eficientes. impulsores de la acción humana, donadores de sentido.
10. Abstracto — concreto El término «abs A veces significa tracto» presenta «lo sensible, asidiversos significa ble»— por oposición oposición dos. En casos, es a «lo inasible, lo nointer interpre pretad tado o de sensible»— . A me modo despectivo nudo, adquiere un como algo afín valor positivo, al a lo meramente significar algo realideal, visto en cer preciso, en oposi canía a lo irreal. ción a lo difuso-boAl entender lo rro rroso - ind indelimit imitaa«concreto» de mo do. do superficial, co mo lo asible-delimitado, no se acierta a ver que lo abstracto (lo no asible-delimitado - men ensu sura rabl bleeverificable) puede ser muy concreto
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El guión sólo indica relación de contrariedad cuando se parte de un concepto injustamente superficial de lo «abstracto» y lo «concreto». El vocablo «abstracto»—bien entendido—alude a modos de realidad eminentes, a los que se llega mediante el procedimiento mental de destacar unos aspectos y vertientes de la realidad sobre otros. Estos modos de realidad ofrecen formas de concreción específicas que deben ser preci sadas en pormenor. Contraponer expeditivamen te lo abstracto a lo concreto no puede sino fa vorecer la confusión. 11. E idético — fáctico (Lo relativo al «ei(Los hechos y rea dos», lo que se ve lidades vistos en su condición de meros de una cosa, el aspecto fundamen existentes, sin la cualificación que tal que ostenta Ies confiere la esen una realidad, su cia.) esencia o conjun to de notas cons titutivas.) El guión indica contraposición de diversos as pectos de la realidad. 12. interior
— exterior
Estos términos pueden ofrecer diversos sen tidos en correspondencia a los distintos modos posibles de espacialidad. Cuando se dice: «den tro del arcón está el tesoro», se trata de un modo de espacialidad empírica, determinable con los modos de experimentación cotidianos, basa dos en la extensión de los cuerpos, su opacidad, sus dimensiones. Cuando un amigo dice a otro:
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do de unión particularmente Intensa, un proceso creadordinámico muy distinto y superior a la inclusión estática de un objeto en un lugar un tanto apartado. Bien es cierto que toda Interiori dad significa también una separación, la posibi lidad de retirar algo del comercio común, de mantener en secreto ciertas vertientes de la propia personalidad. Encierra la mayor importancia precisar los diferentes modos de interioridad y su significa do riguroso. Por ejemplo, recogerse a la interio ridad no implica desligarse de los demás, sino desbordar el trato superficial con el entorno para penetrar en sus vertientes profundas. En el prim primer er sentido—el sentido— el espaci espacial al empírico— empírico— , el guión indica una compartimentación del espa cio empírico por relación a un punto de refe rencia. rencia. En En el segun segundo do sentid sentido— o— el esp espacia aciall supraemp praempírico— írico— , el gu guión ión disting distingue ue dive divers rso os grados de creatividad en la actitud personal del hombre respecto a los seres del entorno. Llevar «vida interior», tener «intimidad» con una persona, co nocer un arte «por dentro» y otras locuciones semejantes son expresiones de tipo espacial que no intentan ofrecer una determinación de lugar sino de cualidad; no se refieren a la ver tiente corpórea del hombre, sino a su capacidad creadora. 13. Espiritual ÍLo referente al espíritu.)
— material (Lo refer referen ente te a la materia.)
El guión implica una distinción de estratos de realidad.
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Extrapolaciones de categorías y esquemas
En los esquemas que acabamos de apuntar se repiten varios términos: real, objetivo, subietivo. Confrontémoslo, agrupando tales esquemas en dos columnas: 1. subj subjet etiv ivo o (per (perso sonal) 2. su subj bjet etiv ivo o (sent (sentiimental) 3. subjetivo subjetivo (c o m prometido) 4. existencial 5. arbitrario 6. inauténtico 7. inobjetivo 8. irreal 9. ideal 10. abstracto 11. eidético 12. interior 13. espiritual
— objetivo objetivo — objetivo — objetiv objetivo o (des (desin inte tere resado) — objetivo — objetivo (real) — auténtico — objetivo — real — real — concreto — fáctico — exterior — material
Al hilo del pensar y del hablar es fácil super poner estos esquemas, entrecruzar ciertos tér minos debido a la repetición de algunos de ellos y generalizar indiscriminadamente la significa ción determinada que adquieren éstos dentro del dinamismo de un esquema. Los términos repetidos parecen a primera vista idénticos, y, como dos términos iguales a uno tercero son iguales entre sí, se corre riesgo de identificar los términos contrapuestos a alguno de los tér minos que se repiten. I El té in ubje ubjeti ti el 1
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personal y está matizado, en consecuencia, por diversas formas de sentimiento que pueden, en casos, impedir una serena adaptación a lo real. De este significado del término «subjetivo» es fácil escurrirse al esquema 5, y superponer este esquema sobre los esquemas 1, 2 y 7, con lo cual los términos «subjetivo» e «inobjetivo» son contrapue contrapuestos stos abrup tamente— sin la debida mamatización—a «objetivo» en el sentido positivo de adecuado a lo real (esquema 5). 1) 2)
subjetiv su bjetivo o subjetivo sub jetivo mental) 5) subjetivo 71 inobj in objetivo etivo mitada)
(person (pers onal) al) (person pers onal al - sentí sen tí (arb (arb itrar it rario io ) (realidad (realid ad no d eli el i
Objetivo (adecuado lo real).
a
Los términos subjetivo e inobjetivo quedan de este modo lastrados de una significación más bien negativa, con las graves consecuencias que ello entraña. II. Por la tendenci tend encia a a su p erpo erp o n er los térm ino in o s de cada columna, es fácil identificar subrepticia mente objetivo con reai, y subjetivo (entendido borrosamente por la causa antedicha) con irreal (fantástico, no conforme a lo real, no-objetivo, no universal y necesario, no riguroso, no cien tífico). En los esquemas 1,2, 3, 4, 5, 7, los términos de la primera columna (subjetivo, subjetivo, sub jet j etii v o , exi ex i s t en c i al, al , arb ar b i t r ar i o , In o b j e t i v o ) s on f á cilmente identificados con el término «irreal» (esquema 8), y el término «objetivo» que apare ce en la segunda columna es tomado como sinó nimo de «real». Estas subrepticias identificaciones tienen por
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je j e t i v o » y «ob «o b j eti et i v o » q u edan ed an d i f u m i n ado ad o s y o s c u recidos, casi anulados) y un deslizamiento deslizam iento de sensentido. Las vertientes de la realidad que presentan modos de concreción y delimitación distintos de las entidades corpóreas son vistas como algo irreal. En cambio, las vertientes de lo real que ofrecen modos de configuración delimitada en el espacio y tiempo empíricos adquieren la condi ción de realidad modélica. Véase a esta luz la teoría de la modalidad y de los estratos de N. Hartmann, derivada en parte de la concep ción ontológica del segundo Scheler, según la cual «toda la fuerza viene de abajo» («alie Kraft kommt von unten»). Por contraponerse a real, l o ideal cae también bajo el poder de imantación de los términos sub je j e t i v o -ar -a r b i t r a r i o -ir -i r r e a l , y p i er d e el c a r ác t er d e realidad eminente que encierra. Sobre el valor de lo ideal escribió Hartmann párrafos antológic o s 2. Lo fáctico (esquema 11), por ofrecer unas con diciones de realidad tangibles, caseras, gruesa mente verificables, es tomado a menudo como modelo de entidad real. Con ello, lo eidético co rre riesgo de quedar englobado sin distinción en el área de lo irreal y de lo ideal. As A s i m i s m o , l o «exterior» (esquema 12) es visto como afín a lo fáctico-material-real (esquemas 11, 13, 9) y es tomado como lo real por excelencia, con lo cual se contrapone a lo «interior» —que cobra sentido de meramente subjetivo, no abierto a lo real, cerrado, ocluido, fantástico, ar b itr ario— . (Rec (Rec u érdese érd ese que el llamado llamado «pr «prob oble le ma crítico»
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diversos análisis en torno al esquema «interiorexterior» y 3 l 3S Qr 3ves consecuenciss cjue se derivan de una interpretación falsa del mismo. En casos, se superponen indiscriminadamente los términos «exterior» y «fáctico» (esquemas 12, 11), y éste, por su parte, al presentar un ca rácter delimitado, es fácilmente emparejable con lo material y lo objetivo . De esta forma, lo exte rior queda contrapuesto a lo inobjetivo, lo flexible-constelacional, lo espiritual (esquemas 7,13). Cabe así considerar que lo espiritual es asunto de mera interioridad. Grave tergiversación que se refleja en diversas cuestiones de Etica, Teodi cea y Filosofía de la religión. Piénsese, por ejem plo, en el tema de las creencias. Para algunos autores, las creencias—y lo mismo cabe decir de ciertos ciertos acon tecimientos m or ales— ales— , cuando cuando se exteriorizan, se alienan en buena medida y pier den su autenticidad. Esta vinculación automática de exteriorización y alienación tiene lugar al no advertir que la materia, la corporeidad, la institucionaliz cionaliza ación, la la expresión extern ext erna a son— si se las las ve ve adecuadamente— adecuadamente— elemen to s que mediamediacionan el proceso de pleno logro de la vida per sonal y, por tanto, de la vida de fe. La Antropo logía actual ve lo corpóreo y lo anímico estre chamente vinculados con un nexo estructural. Si se tiene un concepto cabal de estructura, se advierte la necesidad de no malentender los «contrastes» como oposiciones (oposiciones de contrariedad o de contradicción), pues en lo real se dan modos de unidad extraordinariamente su tiles. La influencia de esta extrapolación de sentido en la historia de la reforma protestante, la carre ra de «interiorizaciones» que caracteriza a cier-
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lo exterior, la forma y la materia (Fülle) o con tenido (Inhalt), penden en no escasa medida de interpretar expeditivamente los guiones de los esquemas como oposiciones. En el esquema 1 y 2 se advierte la posibilidad de considerar lo objetivo como nopersonal. Dado que en el es quema 5 se entiende lo objetivo como adecuado a lo real, se hace difícil comprender el modo de objetividad (adecuación a lo real) propio de los actos personales y, correlativamente, de las lla madas Ciencias del Espíritu. La Antropología fi losófica actual se debate ampliamente con este delicado y decisivo problema de cuya recta solu ción pende la posibilidad misma de fundamentar el conocimiento riguroso de las realidades superob jetiv jeti v as— no mensu m ensu rables, rabl es, no asibles, sib les, no some sometibles a los métodos empíricos de análisis—. Ap A p lic li c a c ión ió n con co n c reta re ta de los lo s a nális ná lisis is ante an terio riore res s
Para advertir la fecundidad de los análisis de categorías y esquemas que hemos realizado en un nivel general metodológico, examinemos de cerca un tema de gran actualidad: las ideologías. Por ideología se entiende en principio un sistema orgánico de ideas, una concepción de la vida. Debido a causas diversas, el término ideo logía se fue tiñendo de un sentido peyorativo a medida que se consideró como ideológico todo sistema de pensamiento y de acción que se ha quedado esclerosado, fijo, rígido, inmutable. A la base de este giro se halla una extrapolación metodológica. Una ideología, entendida como un sistema de ideas y principios de acción, puede presentarse
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1)
su bjetiva bj etiva (propia prop ia de un sujeto) su jeto)
u
2) 3) 4)
sentiment senti mental al patética r íg¡da g¡da
o u o
5)
frut fr uto o de una una memera especulación teórica
o
6)
caprichosa
o
o b jetiv jeti v a (tram a sissis tem áti c a de ideas ideas y concepciones) realis reali s ta (fría) (fr ía) o b jetiv a (serena) (seren a) adapt adap t ada o la r eal de modo flexible f r u t o de una exp ex p e rienc ri enc ia regulada regu lada por la m etodol ogí og ía cien cien tífica indep in dep end iente ien te del ar bitrio de cada uno
Toda ideología, vista fundamentalmente como un sistema de pensamiento, es subjetiva en cuanto es personal (esquema 1) y especulativa (esquema 5), y en cuanto suscita diversos senti mientos personales (esquema 2). Pero ello no autoriza a considerar sin más a las ideologías como patéticas (pasionales), rígidas y arbitrarias (esquemas 3, 4, 6). Este juicio tiene su ori gen en una ilegítima superposición de esquemas. Es posible, en casos, que las ideologías muestren tales características. Para predicarlas de toda ideología en cuanto tal, se requiere dar un salto del singular al universal que responde a un abuso estratégico del lenguaje. Por la tendencia a superponer los términos de !a misma columna en la serie de esquemas, se ve lo experiencial (esquema 5) como afín a lo realista (esquema 2), a lo independiente del sentimiento (esquema 2), y se lo une subrepticia mente a lo adaptado a lo real (esquema 4) y se lo contrapone a lo subjetivo (esquema 1), lo especulativo (esquema 5) y sentimental (esque ma 2). Así, sentimental (esquema 2) se convier
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ideologías, y lo científico (esquema 5) se orla de prestigio. Ultimamente, en diversos países suele contraponerse e incluso oponerse expedi tivamente la clase de los «políticos» (en sentido de «ideólogos») y la de los «tecnócratas» (go bernantes atenidos a los saberes técnicos, con trolables y verificables científicamente), inten tando mediante esta contraposición rodear de prestigio a una de ambas figuras, en función de los propios intereses. Tales escisiones no favorecen a la larga ni siquiera a las partes aparentemente privilegia das, porque de la actitud escisora se deriva el falso dilema «saber teórico-saber técnico». Al conjuro de este esquema, se echa en olvido que la ciencia necesita de la técnica para desarro llarse, y la técnica auténtica brota de la teoría como saber de estructuras encauzado a una ac ción teleológicamente dirigida. Conocemos por la Sociología las derivaciones de todo orden que ha tenido el tema de las ideo logías en Política y en Etica. Sobrecoge advertir las consecuencias que pueden acarrear las ex trapolaciones categoriales que llevan a pensar (por un trastrueque de conceptos) que toda ideo logía sentimental (en sentido de comprometida, esquema 2) es patética (esquema 3) y se opone al sobrio quehacer técnico, independiente del arbitrio caprichoso de cada uno. La Antropología actual destaca diversas for mas de sentimiento, y subraya que las formas superiores no se oponen al auténtico conoci miento, antes lo hacen posible y lo fecundan. Confundir el sentimiento con la actitud pasional irracional lleva al depauperamiento de la vida humana.
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Clarificación de algunos equívocos
1. Cuando se afirm afi rm a que para c o n o c er una realidad personal hay que comprometerse con co n ella, creando relaciones de trato, puede alguien objetar que en tal caso el conocimiento es mera mente subjetivo, no objetivo — en sentido sentido de in in telectual puro, realizable por todo ser racional en virtud sencillamente de su capacidad intelec tiva—. A est es t a o b j eci ec i ó n c abe ab e r esp es p o n d er q u e t al c o n o cimiento comprometido es subjetivo en sentido de personal (esquema 1, pág. 170), término que no se opone a objetivo en sentido de adecuado a lo real (esquema 5). Los objetos de conoci miento superiores no son cognoscibles por todo ser racional, sino por el que cumple las exigen cias que cada objeto de conocimiento plantea al sujeto. Lo subjetivo como comprometido se opo ne a objetivo como desinteresado en sentido de indiferente, pero no a objetivo como desinteresa do en sentido de generoso. Yo me comprometo con una persona por generosidad, por desinte rés respecto a mi interés egoísta de no compli carme la vida. Yo me pongo a estudiar los pro blemas de otro como cosa ajena por desinterés respecto a la persona del prójimo. El término desinterés provoca graves equívo cos en Filosofía. En el amor verdadero, el autén tico compromiso y la correspondiente unidad responden a actitudes de desinterés, entendien do interés en nivel de egoísmo, posesividad, ma nipulación. Lo decisivo es distinguir diversos ni veles: el de la posesión y el de la reverencia, el del dominio y el de la colaboración. 2 Si afir l co im ien to de lo
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y voluntad de responder), más de un pensador tenderá a descalificar este tipo de conocimiento consid erándolo rándolo como arbitrario debido a la creen cia de que, al entrar en juego el sentimiento y la voluntad, se pierde la capacidad de pensar con serenidad y de modo universalmente válido. Para elaborar una Etica sólida, es indispensa ble tener en cuenta que el conocimiento de los seres complejos y ricos ostenta una riqueza y complejidad correlativa, y por esta circunstancia no puede presentar la «exactitud» del conoci miento matemático. Pero esta falta de «exacti tud» no indica en principio falta de rigor. Cada disciplina debe alcanzar su modo de rigor especifico.
3. AI con si sign gn ar que los valor es morale mo raless no se presentan como entidades asibles, mensura bles, verificables por todo ser dotado de razón, sino como instancias atmosféricas, difusas, en volventes, inobjetivas, súbitamente son conside radas como irreales por quienes no reparan en proyectar el esquema 7 sobre el 8. 4. Cuando los filósofos de la acción afirman que la verdadera actividad humana es impulsada por el ideal (por los valores que le dan sentido y la elevan a planos que superan el nivel de los meros hechos), no faltan quienes se apresuran a caracterizar el ideal como irreal—fantasioso, meramente interior, privativo del individuo, inauténtico, fruto de proyecciones sentimentales realizadas por urgencias personales de libera ción ci ón de necesi dades dad es y angu angu stias— . Esta terg ter g iv er sación responde a la superposición de los es quemas 6, 7, 8, 9, 11, 12. 5. Al pensam pen sam iento ient o existencial se le reprocha anular el valor objetivo (adecuado a lo real) del conocimiento. Este reproche responde a la su
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segunda columna, y los términos «arbitrario» y «existencial» en la primera, se contaminan los significados y se tiende a pensar que lo existencial queda contrapuesto por principio e insalva blemente a lo objetivo en sentido de adecuado a lo real. 6. Se piensa piens a a menudo menu do que qu e el t érm ér m in o espiritual se opone a materiaf y a objetivo — en sentido sentido de real— , quedando quedando casi casi id ent ific if ic ado con lo idea id eal,l, lo irreal, lo alejado del terreno donde tienen lugar las luchas de la vida. Entornando los ojos, se dan toda serie de con taminaciones de significados. La fuerza cegado ra de tales contaminaciones es tal que induce a olvidar que toda acción humana, del signo que sea, es realizada por todo el hombre , ser que viene decidido por la vertiente de su realidad que denominamos espíritu, con su capacidad de pensar, querer, sentir, anhelar, proyectar, crear.
6.
ESTRA ESTRA TEGIA TEGIA DEL LENGUAJ LENGUAJE E Y POLITICA EDUCATIVA
La Investigación del uso estratégico que puede hacerse del lenguaje abre un campo de ilumina ción metodológica en el cual es posible clarifi car una de las cuestiones más graves que tiene planteadas la sociedad actual: la configuración de proyectos educativos. Amparándose en la complejidad del tema, se lo plantea a menudo de forma voluntariamente ambigua para orientar lo—no sin violencia— hacia metas dictadas por presupuestos ideológicos. El análisis metodoló gico del lenguaje es decisivo para poner el debi do orden en la discusión y exigir a todos máxima sinceridad, atenencia imparcial a las exigencias de la realidad humana entendida sin restricciones abusivas. La situación española constituye en la actua lidad una de esas encrucijadas históricas en las cuales la actividad intelectual se carga automá ticamente de dinamismo político, ya que todo converge hacia la acción ineludible y urgente. La vida intelectual se dobla de praxis política, es decir, de acción configuradora de ámbitos de convivencia humana. Esta circunstancia confiere a mi exposición un carácter comprometido, en el doble significa do del término: exigente y delicado. Ello me ins ta a hacer algo así como una declaración de principios que muestre inequívocamente las coor denadas en las cuales se sitúa y cobra su cabal sentido mi estudio del tema.
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especulativa, sino a urgencias de la experiencia educativa en distintos centros universitarios ex
tranjeros y españoles. Diversas circunstancias me instaron hace unos cinco años a tematizar los supuestos de los que arranca la situación universitaria. Hasta entonces mi actitud había sido la la del del «intelectu al puro»— por así d ecir — que se esfuerza en clarificar los problemas fi losóficos, sobre todo los metodológicos. Des de 1957, en que inicié la redacción de mi tesis doctoral, mi actitud básica estuvo decidida por una experiencia sorprendente. Había ido a Ale mania con el propósito de elaborar una tesis doctoral sobre temas antropológicos. Reunidos los materiales durante varios años de estudio, inicié decidido la tarea de redacción. Mi sorpre sa fue grande al advertir que no podía avanzar. Al A l h i n c ar la aten at en c i ó n en l o s t é r m i n o s b ási ás i c o s , éstos se difractaban en multitud de significados y me imponían la obligación de precisar en pa réntesis y notas el sentido exacto que adquirían en cada contexto. La complejidad y equivocidad del lenguaje filosófico actual es de tal grado que las notas explicativas hubieron de multipli carse y agrandarse indefinidamente, hasta el punto de invadir el campo de la tesis y despla zar del mismo los temas antropológicos. Contra mi proyecto inicial, la tesis quedó polarizada en torno a cuestiones metodológicas. Su núcleo fue publicado con el título de Metodología de lo suprasensible, amplio volumen del que se des prende esta saludable lección: el pensamiento contemporáneo viene a ser una especie de terreno pantanoso en el que se hunde fatalmente quien no realice una labor sólida de fundamen tación, de clarificación metodológica.
Cuando, años más tarde, hube de colaborar
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cía semejante. No había forma de moverse con un mínimo de seguridad en el campo de un len guaje minado de equívocos. En principio, llevado por una actitud fundamental de confianza, pensé que a través de un diálogo sereno podría hacer se luz. La gran fuente de luz clarificadora del sentido de las cosas es el diálogo, como vehículo por excelencia del encuentro interhumano. Tanto mayor fue mi decepción al ir observando día a día, al hilo de largas y tensas reuniones, que nada apenas se planteaba por vía de encuentro dialógíco, sino de lucha, de choque entre ideolo gías e intereses contrapuestos. Durante algún tiempo se guardaron las formas. Se fingía dialo gar, intercambiando pareceres. Pero en verdad se trataba de monólogos alternantes, opacos, esclerosados, incapaces de entreverarse con fle xibilidad y voluntad de mutua clarificación, co rrección, potenciación. Poco a poco descubrí que lo que se expresaba no podía tomarse nunca como la verdadera cuestión a tratar; era vehícu lo de segundas intenciones. Se hablaba en clave. Posteriormente, una vez que las posiciones ideo lógicas se precisaron y endurecieron, no hubo inconveniente en simplificar las cosas y descu brir el juego. Las reuniones quedaron polarizadas sin ambages en el acto decisivo de la votación. Nada valía, en definitiva, cuanto se dijera, ia cla ridad y profundidad de los conceptos, la lógica de los razonamientos. Se toleraba que cada uno consumiese el tiempo de su turno de exposición. Era simple ruido inofensivo de lluvia que cae. Le único que contaba era la votación, previa mente decidida por lo común. Si a través de la palabra se conseguía hacer prevalecer las pro pias tesis, tanto mejor. La violencia adquiría,
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aducido para legitimar ciertas proposiciones, na die hacía eco a sus palabras para convertirlas en punto de partida de una discusión clarifica dora. Sencillamente so los consideraba como una opción personal. Consumido el tiempo do las exposiciones, se procedía a votar. El peso del número prevalecía sobre el peso de las ra zones, que, si son poderosas, aunque sólo sean defendidas por una persona deben prevalecer y decidir la solución. Evidentemente, se había op tado por la lógica del fxxlvr, no por la lógica de la razón, que es, en el fondo, la lógica de la rea lidad misma y. consiguientemente, de la verdad. Como la verdad nos hace libres, cuando se la deprecia o pisotea, se anula de raíz la libertad, En estas reuniones he podido constatar de cerca a qué extremos puede llegar, en determinadas circunstancias, la impotencia de la razón. Desde entonces, a golpes de experiencia hs ido viendo cómo raras veces se habla para acla rar en común las ideas, clarificar posiciones y tomar decisiones Justas. Se acude a las reu niones a defender puntos de vista, con ánimo decidido a vencer, no a convencer. Convencer es vencer en común, entre todos. Son las razo nes las que se imponen a quienes las conside ran con flexible apertura de espíritu. Y, como las razones se alumbran en la razón de cada uno, el hombre, al someterse a ellas, no se siente elfo nado, enajenado, sino llevado a lo mejor de sí mismo, porque en definitiva se deja guiar por su Las razones no son Imp Im p u est as po por vo/ Interior Las la razón de modo arbitrarlo. Son distintas de Ifl razón, pero no le son distantes; constituyen 8U vida y su luz. Para vencer so requiere una estrategia, un arte
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algunos procedimientos pseudodemocrétJcos __ , se echa mano de la estrategia del lenguale, m e dio muy sutil de manipular a los demás y per suadirlos de que son perfectamente Ubres cuan do se pliegan al peor de los vasallajes: el de la Inteligencia y el lenguaje. Lo voluntad de no someterse al género de te rrorismo Intelectual que convierte la democracia on una vía aparentemente decorosa para ascen der a una forma de poder totalitario suscitó mi preocupación por los temas de política, sobre todo de política educativa. He llegado a los pro blemas políticos instado por un ambiente uni versitario en el cual las razones académicas se veían desplazadas, violentamente hostigadas a veces, por las razones políticas, entendidas en el sentido restrictivo de partidistas. Mi decepción, mi alarma, mi indignación no han cesado de ir en aumento al observar durante los últimos años que la mayor parte de las ener gías no se consagran a la tarea, sin duda mas urgente, de la enseñanza en todos ios niveles: elevar sensiblemente la calidad, sino a convertir ol proceso entero educativo en un medio para el logro de intereses políticos. Por motivos de cautela, se afirma que la meta no es sino translonnor el modelo de hombre y sociedad, en aras de una mayor Justicia y adecuación al ser huma no. Esta afirmación confiere a ciertos proyectos do reforma educativa una imagen seductora, y la seducción no deja espacio libre para someter las cosas a revisión. Justamente, mi afán en ol presente estudio es no caer en la trampa de la fascinación, que es una especie de vértigo, y conservar la lucidez suficiente para descubrir
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Ideologías, partidos políticos y educación
Diversos libros y revistas dan cuenta cumplida de las posiciones de los principales partidos políticos respecto al tema educativo. Yo quisie ra abordar el tema en profundidad, en el sub suelo metodológico, que es donde se ganan o se pierden las grandes batallas. En la situación actual se impone una formación muy sólida que nos permita tomar la distancia de perspectiva necesaria para orientarnos, optar personalmen te y no dejarnos seducir de modo ingenuo por los profesionales de la demagogia. El hombre formado es el que sabe liberarse de la fascina ción. Fascinarse es fundirse con algo que atrae seductoramente, y empasta. La fusión es una forma de inmediatez que no deja campo de juego entre la realidad que fascina y el hombre fas cinado. Al no haber campo de juego, no hay po sibilidades de acción consciente. Esta carencia de posibilidades de acción implica falta de liber tad. El hombre fascinado es el que no conoce la libertad auténtica, la libertad de acción creadora. La demagogia es el arte de fascinar bajo el pretexto seductor de liberar. La fascinación pro duce una peculiar forma de exaltación que sólo a los ingenuos les parece un sentimiento de plenitud por lo que tiene de vértigo. Dejarse llevar de alguna forma de vértigo produce al hombre satisfacción en cuanto implica un des censo en la tensión de la responsabilidad. Pero la experiencia nos confirma a diario que el vér tigo no incrementa la libertad; la hace radical mente imposible. La formación significa hacer viable la libertad frente a las diversas tentacio nes de vértigo
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Fascinar a las gentes es una vía contundente hacia el poder político, pues ya de por sí es una forma de poder sobre cada individuo. La fasci nación convierte a las comunidades en colecti vidades, en masas, conjuntos de seres sin cualificación, sin capacidad de tomar opción libre, ra zonada y creadora. El que quiere cosificar por la vía exaltante de la fascinación tiende a reducir el campo de juego intelectual de las gentes. No les ofrece oportuni dad de pensar, de entrar en diálogo crítico con los problemas. Procura arrastrarlas con ideas bien delimitadas, redondas, del todo hechas, opacas, ideas que se pueden lanzar como pro yectiles al cerebro de los oyentes, ideas fascinantes. Es la táctica demagógica que tiende a vencer sin pasar por el rodeo del convencer. La demagogia es por esencia expeditiva. De ahí que su mayor enemigo sea el que se detiene a reflexionar y clarificar los términos y conceptos. El adversario por excelencia del tirano es el in telectual auténtico, el que rechaza todo género de fascinación para hacer justicia a la realidad y alumbrar así la verdad. Cuando no se precisan los conceptos y no se les concede libertad para irse adecuando más y más a lo real, los sistemas de ideas se convier ten en ideologías. En el sentido peyorativo del término, las ideologías son sistemas esclerosa dos que en un determinado momento de la his toria pudieran tener valor—como reflejo fiel de una una v er t ien ie n t e de d e la realidad— realid ad— pero pero poco poco a poco poco se quedaron alejados de lo real fluyente. Las ideolog id eolog ías— enclaustrada enclaustr adass en su posición posición desfa desfa sada sada— — intentan in tentan hacerse hacerse valer de modo modo coactivo. coactivo. Lo temible es que, una vez adoptada una actitud coactiva, no resulta apenas posible detenerse
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ésta una especie de ley fatal que gravita en el fondo de los procesos que precedieron a la ins tauración— tauración— en Ce Centroe ntro europa— uro pa— de los los regímenes totalitarios que llenaron de luto la historia más reciente. El afán que da origen a todo movimiento ideo lógico es el de apoderarse de la verdad, acto inicial de violencia que se traduce en arbitrarie dad política. Las ideologías son intentos de convertir en manipulable el saber de lo real, del mundo, de la vida, del hombre, de la comunidad, del Ser Supremo. A ello se debe que las ideolo gías se conviertan a la postre en fuentes natas de terror entre los hombres, pues, al tornarse fácilmente manejables las fuerzas desencadena das por el saber, causa escalofrío descubrir tal carga de civilización en gentes menesterosas de auténtica cultura. Hay en los diversos momentos históricos par tidos políticos que se centran en torno a deter minadas ideologías y se dejan impulsar por las mismas. Su acción es contundente en proporción directa al esclerosamiento de las ideologías que llevan a la base. Esta rigidez ideológica se opone frontalmente a la flexibilidad que exige el proce so formativo. La formación humana es un proceso de puesta en forma de la capacidad creadora. Formarse es aprender a ser libre en vinculación a realidades que constituyen campos de posibilidades de ac ción con sentido. Asumir estas posibilidades de modo activo-receptivo es poner en acto la liber tad. Este ser libre en vinculación encierra gran complejidad y riqueza. El buen intérprete domina ¡? °kra Que interpreta al ser dominado por ella. E hombre ético modela su existencia de hombre
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receptiva significa un paso decisivo hacia la madurez humana. Este modo de participación en cercanía y distancia al mismo tiempo, uniéndose y distanciándose, despierta en el hombre la ca pacidad crítica, la facultad de discernimiento, que supone una actitud de independencia y de religación a la par. Toda forma de coacción rompe este juego espléndido de unirse y tomar distancia, haciendo inviable la creación del cam po de libre juego desinteresado entre el hombre y lo real en el que se alumbra la verdad. Sabe mos por la Estética de la creatividad que el juego es fuente de luz y se realiza a la luz que él mismo desprende. Cuando se impide hacer jue go, se ciegan las fuentes de luz que iluminan la vida del hombre. El juego auténtico tiene su finalidad en sí. Es desinteresado. Toda coacción se realiza a instancias de un interés y anula la posibilidad de hacer juego. Con ello se desbara ta la tarea formativa, que tiende a lograr un hombre cabal, pleno. Esta forma de plenitud se alcanza a través del juego, como ya destacó Schiller: «El hombre sólo juega cuando es cabal mente hombre, y sólo es hombre cabal cuando ju j u ega.» eg a.» La fo rm ació n — como todo juego juego auténtico— auténtico— constituye un proceso dialógico, abierto, sor presivo, polarmente opuesto al esclerosamiento ideológico. Resulta por ello difícilmente conce bible que una persona o un grupo dominado por una ideología influya fecundamente en el proceso educativo y no más bien de modo gravemente perturbador. He aquí la importante cuestión que debemos explanar. La lucha en torno al tema educativo responde con frecuencia a una voluntad de poder a ultran za. Tal voluntad se manifiesta en casos de modo
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forzar Id situación s g ll©va a cabo mBdlanto diversos modos de estrateg est rateg ia. Uno Uno de ellos— ello s— no el últim o en en efect efectivi ividad— dad— es la estr ategi a del del lenguaje. Nada más importante para la formación de las gentes que poner al descubierto los dife rentes modos de dicha estrategia. Sólo con aler tarnos habríamos conseguido una meta muy alta. No se olvide que una democracia auténtica úni camente es posible y fecunda si el pueblo está alertado, si no cabe la torsión arbitraria de la opinión pública, y se hace viable el encuentro sincero, inmanipulado, de los hombres con la realidad. De hecho, hecho, la sociedad sociedad actual— act ual— aparent apar ent em ent e más más libre li bre que nunca— nunca— está est á en en manos mano s de quien qu ienes es dominan los medios de comunicación, cuyo po der en orden a polarizar la atención de las gentes y modelar su capacidad crítica es incalculable. En la actualidad existen periódicos y revistas que fueron concebidos como instrumentos de poder y son financiados con fines políticos muy concretos. Lo mismo cabe decir de la orientación soterrada que impulsa a determinados espec táculos. La manipulación del sexo, por ejemplo, tiene un largo alcance que desborda los límites de la problemática moral. Para dominar, debe reducirse lo complejo a lo simple, depotenciar lo altamente significativo, diluir lo cualitativa mente valioso en elementos neutros, disolver las estructuras. Lo bien estructurado es dúctil y fuerte a la vez; no se deja dominar ni maslficar. El afán de poder va de la mano con el reducclo nismo. No resulta en verdad fácilmente com prensible que el hombre actual, afanoso de liber tad, exalte a los pensadores que someten el ser personal a drásticas reduccciones, dejándolo ex puesto a los recursos de la violencia. Urgencias
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uso estratégico del lenguaje. Esta clarificación nos permitirá sorprender entre bastidores los diversos vínculos que pueden darse entre las ideologías, los partidos políticos y el problema educativo. Es éste un tema que no se logra plan tear en rigor si se lo aborda directamente. Debe ser analizado en el contexto amplio de la volun tad de poder, del esclerosamiento ideológico y de la imposición unilateral de los propios crite rios a través de la estrategia del lenguaje. ¿Qué se entiende por estrategia del lenguaje y qué resortes moviliza? Manipulación del hombre y estrategia del lenguaje
El lenguaje no se reduce a mero medio para comunicar lo ya sabido. En un estadio anterior, el lenguaje constituye el medio en el cual se realiza el conocer. Visto con hondura, el lenguaje se manifiesta como vehículo viviente del acceso del hombre a lo real; como campo de iluminación donde se alumbra la verdad. La articulación del lenguaje se halla en estrecha vecindad con la articulación del pensamiento. La más leve altera ción del sutil tejido del lenguaje repercute sú bitamente en la delicada trama del pensar. Con perfecta lógica, los giros operados en el plano del pensamiento por los filósofos se reflejan fielmente en la peculiar modelación del lengua je q u e ést és t o s l l evan ev an a c abo ab o . V i c ev er s a, si s e adop ado p ta una forma de expresión determinada, se en cauza el pensamiento por una línea precisa que puede no responder a las propias intenciones. Nada más fecundo que el lenguaje en el orden del conocimiento. Nada más temible que el po der que alberga el lenguaje para orientar subrep
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ca sobre todo de la fuerza propulsiva que albergan los esquemas mentales (o pares de conceptos contratados): «sujeto-objeto», «acción* pasión», «dentro-fuera», «ensimismamiento-alte ración», «apelación-respuesta», etc. El hombre posee la tendencia a pensar y a expresarse den tro del cauce de tales esquemas. En el campo de tensión mental que éstos fundan, los términos que los integran adquieren su sentido preciso — en cada cada con texto— , se cargan cargan de prest pr estig ig io o se depotencian y envilecen. El uso estratégico de los esquemas tiene por fin exaltar o depreciar ciertos términos espe cialmente significativos en un determinado mo mento sociocultural. En cada situación histórica hay vocablos orlados de prestigio que ejercen una especie de conjuro y fascinación sobre las mentes. Los términos «orden» en el siglo XVII y «razón» en el siglo XVIII poseían un valor altí simo e incuestionable. Este valor confería a los textos filosóficos de la época una firmeza que ya no presentan cuando son leídos en la pers pectiva actual. Recuérdense El discurso del método de Descartes y el Tractatus de intellectus emendatione de Spinoza. Esta exaltación de los términos «razón» y «orden» procedía del presti gio que a la ciencia físico-matemática acababan de conferirle sus primeros grandes éxitos. El matiz de atración o repulsión que adquieren otros vocablos en ciertas coyunturas culturales responde más bien a recursos de astucia lin güística. Entre éstos destaca la estratégica con traposición de términos dentro del campo expre sivo de los esquemas. Sentido del proceso educativo
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ambición de poder político, la única defensa efi caz es exigir seriedad en los planteamientos. Y la forma más cortés y enérgica de hacerlo es dejar en claro qué es en verdad la educación y qué la política, y poner ai descubierto los plan teamientos pedagógicos superficiales. Veamos algunos de éstos por vía de ejemplo. Se habla profusamente de proyectos educati vos, alternativas para la enseñanza, cogestión de los centros, etc., y a menudo siente uno la ten tación de preguntar a los portavoces políticos qué entienden en rigor por formación humana. Toda reforma de las estructuras educativas debe ser realizada en virtud de un análisis a fondo de lo que es e implica la enseñanza, la educa ción y la formación. Hoy, sin embargo, todo se hace más bien deprisa, y con frecuencia a ins tancias de intereses partidistas y no de una cons co nsideración ideración o bjetiv bj etiva a de las las c o s as 2. Proyectos educativos tan ambiciosos como son los de Everett Reimer, A. S. Neill, Celestin Freinet y Francisco Gutiérrez tocan temas extre madamente delicados pero apenas se cuidan de analizar en serio los términos, conceptos y es quemas mentales que están a la base del trata miento intelectual de los mismos. Hablan con frecuencia de libertad en un plano elemental, como si la libertad humana se redujera a libera ción de trabas externas, y dejan de lado la rica complejidad del fenómeno de la libertad cabal mente entendida. Atacan toda forma de represión sin precisar qué se entiende en rigor por tal, y cómo se distingue la religación activo-receptiva a una realidad y la sumisión pasiva a una 7 Ocurre a veces que la intención de base es noble, ge
nerosa y constructiva, pero los planteamientos son exce
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norma coactiva. Yo puedo vincularme a una rea lidad que me es distinta pero no distante ni extraña, y convertirla en íntima, en principio Im pulsor de m¡ actividad. Esta realidad deja así de serme externa. Cuando renuncio a algo y asumo esta renuncia para elevarme a un nivel de reali zación personal muy alto, no sufro una repre sión. ni freno o bloqueo el dinamismo de mi per sona, Una renuncia ensamblada en un conjunto dinámico lleno de sentido no significa un trauma que se enquiste en el espíritu fatalmente y dó lugar a un fenómeno patológico. Es un trauma, ciertamente, pero de crecimiento. La renuncia consciente y libre nos confiere libertad porque nos sitúa a distancia de perspectiva respecto a la realidad y a la vertiente más impulsiva de nuestra realidad personal. Estremece analizar proyectos educativos que pueden decidir la suerte de millones de hombres y no se cuidan de realizar las matizaclones in dispensables. Esta matización honda, rigurosa, debemos exigírsela con toda firmeza a los pe* dagogos y a los políticos. Un proyecto político no puede estar decidido por intereses partidistas porque ello significaría convertir a los ciudada nos en medios para el triunfo de los profeslonales de la política. Cuando Platón sugería que los dirigentes de la cosa pública fueran fllóso* fos, quería en realidad exigir que tuviesen capa cidad de ir al fondo de los temas y problemas y no se cont co ntentasen— entasen— al modo s o físti fís ticc o — con vencer al adversario mediante trucos efectistas de lenguaje y astucias malabaristas. Nadie más lucidamente que Platón ha visto que la estra tegia basada en ol carácter seductor de las m®* dias verdades debe ser enérgicamente proscrita, pues, si permite ganar de momento ciertas bata
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m
Bastaría seguir hasta el fin todo lo que Implica la proposición de una escuela latea para caer en la cuenta de la multitud de problemas gravísimos que suscita el tema educativo y que apenas son objeto de la debida atención. Sencillamente, se movilizan términos ambiguos, cargados de mil resonancias estratégicamente utilizables, y se intenta vencer al oyente mediante argumenta ciones en apariencia coherentes y fundadas. El término laico se carga de prestigio cuando su giere una actitud de serenidad opuesta al fanat i s m o r e l i g i o s o . Para mostrar la existencia de éste, suele hacerse una crítica de la religión expeditiva, que tiene más carácter de insulto que de análisis objetivo de los hechos. Así, los reproches que se hacen a la religión en el mo delo de reforma educativa presentada por A. S. N e i l l 1 no resist resi sten en el análi análisi siss más más benigno benigno.. Pa recen provenir de los momentos menos lúcidos del pensamiento decimonónico. Sobre bases tan endebles intelectualmente y con planteamientos tan expeditivos, si no energuménicos, es imposi ble desarrollar una acción reformista mínima mente responsable. El fracaso está asegurado de antemano. Otros términos decisivos en el problema de l a educación y sometidos asimismo al proceso tergiversador de la estrategia del lenguaje son los adjetivos que suelen aplicar algunos partidos al sustantivo escuela. Se habla de escuela p ú b l i c a , igualitaria, cogestionada, autogestionada, autónoma, neutra, pluralista, socializada ... Un
s o r i o análisis del largo alcance de estos térmi nos dejaría en claro que la rapidez y drástica
contundencia con que son manejados en muchos manifiestos y proyectos educativos es un recur-
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so estratégico para hacer plausibles tesis extre madamente comprometidas e infundadas. Se pretende que todos los alumnos tienen por naturaleza capacidades iguales y que la diferen cia de cualidades procede en exclusiva del medio social en que se desarrolló cada ser humano. De esta supuesta igualdad se parte para tachar de injusta toda práctica selectiva. En virtud de estos principios, se considera a todo alumno seleccionado como un privilegiado. De modo análogo, se rechaza todo método de selección del profesorado mediante tribunales especializados. Sería muy instructivo, pondría al trasluz muchas intenciones ocultas, examinar de cerca por qué se ha montado toda una cam paña contra el sistema de oposiciones, y se ha pasado inmediatamente a exigir que el control del profesorado se halle en manos de claustros masivos, formados en su mayor parte por perso nas desconocedoras de la temática de las dife rentes disciplinas. De cada disciplina académica hay en todo claustro universitario unos cuantos especialistas. Los demás componentes del claus tro están incapacitados para realizar una labor de selección solvente. Sin duda, el sistema de oposiciones presenta defectos, sobre todo por falta de objetividad en los jueces. Pero los últi mos años nos han permitido constatar que el sistema de nombramiento directo da lugar a arbi trariedades mucho mayores. Las oposiciones no siempre son fácilmente manipulables. En el sis tema asambleario que se propone, los criterios de selectividad estrictamente académicos serían drásticamente eliminados para hacer posible el favoritismo de partido. En los últimos tiempos, se ha podido observar una creciente politización ?s oposiciones. Sin embargo, al ser éstas
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la política no es del todo decisiva. En un sistema asambleario, entendido al modo usual, sí lo será, al menos de hecho. Ya sabemos cuántos métodos son posibles en una asamblea o junta para hacer prevalecer una tesis y presentarla como fruto de una decisión democrática. A t o d a c o s t a d ebe eb e d e s p o l i t i zar za r s e la ens en s eñan eñ anza, za, evitando toda ingerencia de la política en la es tructuración del ámbito educativo. Suele decirse que el estudiante y el profesor son ciudadanos y deben estar comprometidos en la vida política, entendida como preocupación por la cosa pública. Esta observación es exacta, en principio, pero debe ser matizada. En todo régimen democrático hay vías especializadas para realizar la acción política específicamente tal. Los ciudadanos de ben aportar ia colaboración que les compete. Pero ello no significa que toda actividad profesional deba estar orientada por móviles políticos. La mejor colaboración a la comunidad que pueden hacer un profesor y un estudiante, en cuanto tales , es desarrollar a perfección sus tareas con forme a la lógica interna de la disciplina de que se trate. Así como en el juego deportivo es espúrea toda ingerencia de intereses ajenos a la marcha misma de la acción lúdica, el juego edu cativo debe regirse por su normatividad propia. Se defiende a veces el carácter neutro de la enseñanza y se impugna la obligatoriedad d e la enseñanza de la religión. Se olvida que obligar no es de suyo coaccionar, imponer desde fuera, es obligar , insertar en algo valioso por vía de apelación. El hombre es un ser instalado — no arr arroj ojado ado— — en un ento rno , que lo lo fecunda con con su poder apelante. Es libre, pero su libertad debe conquistarla con esfuerzo y riesgo en una situa ción compleja, rica, envolvente, a menudo coac
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^ f t ñ t ° considerarse como una coacción. Pero Pero más más adecu adecuado ado a la realidad sería interpretarla como un don, el don fundamental del existir específicamente humano4. Instar al alumno a ensamblarse de modo activoreceptivo en los distintos ámbitos que consti constituy tuyen en el entorn entorno o hum human ano— o—e el ético ético,, el es es-tético, tético, el el econ económ ómico ico,, el el re relligios gioso...— ...— es un una forforma de de obligación promocionante de la libertad. Indudablemente, carece de sentido y no es, por tanto, lícito forzar la actividad creadora de los jó j óvenes en cualquiera de sus vertie ien ntes—a s— artís ís-tica, tica, ética, tica, rel religios osa a...— ...— . Pero inmergir al joven joven en ámbitos de posible libre juego no entraña coacción, sino apelación a su libertad. Se observa de modo nítido en las experiencias de interpretación artística. El ensamblamiento en la comunidad religiosa es una manifestación más de la múltiple y gradual inserción del niño en los ámbitos que forman su entorno viviente, su entorno de hombre que en parte contribuye él a fundar e incrementar. A menudo se quiere encubrir la vertiente ideológica (sobre todo la actitud hostil frente a la religión) mediante el recurso de destacar la importancia de ciertas acciones sociales (reales o falsamente prometidas) que ejercen una fascinante atracción. Pero, bien vistas las cosas, en el fondo no se impugna la llamada escuela privada con el fin de favorecer al pueblo mediante la gratuidad de la enseñanza, porque también puede ser gratuita la enseñanza privada si el Estado se cuida de financiarla y confía la direc dialógica,
4 Como subrayó subrayó Pete Peterr Wust , la la o rien tació n d el hombre ante los enigmas de la existencia viene determinada por su actitud primaria frente al entorno, actitud que puede
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ción a los grupos fundadores y responsables de cada centro con las mismas condiciones de ca lidad exigidas a los centros estatales. Al utilizar el calificativo «privada» se está aprovechando la equivocidad del esquema «público-privado», fá cilmente superponible sobre los esquemas afines «popu «po pular lar - elit el it i s t a», «abandonado bandonado - privil pri vilegiado», egiado», «económicamente débil-económicamente pode roso». Debido a las connotaciones peyorativas que en el momento actual presentan los segun dos términos de estos esquemas (elitista, privilegiado, económicamente poderoso), el segundo término del esquema «público-privado» queda afectado de un matiz de desprestigio, en favor del término primero. Escuela pública parece equi valer a escuela justa, abierta a todos, no clasista. ta. Esta hábil y artera tergiversación oculta a las gentes poco avisadas la verdadera intención que late en la exigencia de escuela única y pública: la entrega del proceso educativo al poder dirigista del partido dominante, que cuenta con me dios decisivos para anular los centros de ense ñanza que no se plieguen a sus orientaciones ideológicas. Debe mantenerse máxima reserva frente a las exigencias de unificación bajo pretexto especio so de hacer justicia, porque suele tratarse de fórmulas estratégicas para manipular las insti tuciones y las gentes. La primera medida del tirano es unificar en el sentido restrictivo de nivelar bajo un denominador común muy bajo, porque la colectividad — reunión reunión de meros meros indi
vidu os— es fácilm fác ilm ente ent e manipulable manipulable.. No así la comunidad, vista como conjunto estructurado de personas. Se postula un proceso de unificación en cuan to al talento personal, en cuanto a oportunidades,
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igualdad, cuando se lo contrapone a discriminación, pero se oculta un matiz decisivo: que la forma de unidad valiosa es la unidad en diversidad , unidad de integración . La unidad de fusión es intensa pero precaria. La unidad de nivelación
es pobre y empobrecedora. No deja de ser sintomático que la exigencia de unificación masificante suela ir unida con la ten dencia a escindir la enseñanza técnica de la edu cación o formación integral de la persona. Gra vita en esta tendencia la vieja distinción entre civilización y cultura. Se pretende más bien instruir que formar. Para conseguir el control de todas las vertien tes de la enseñanza, se acude al concepto de democratización, opuesto dilemáticamente al de estructuración jerárquica. Esta se realiza en vir tud de la relevancia cualitativa. El profesional, el buen conocedor de una materia tiene de por sí poder estructurador de la misma. Se mueve en su campo con dominio. Puede, en virtud de sus conocimientos, organizar un plan de estudios, diseñar el programa de una asignatura, juzgar una tesis doctoral, establecer los criterios de exámenes. Según criterios superficialmente «de mocráticos», estas tareas deben ser realizadas por los alumnos. Se olvida que la democracia consiste en dar el poder al pueblo con los limites y la ordenación que vienen impuestos por las leyes propias de cada aspecto de la realidad. El
modo como debe despegar un avión no es de terminado democráticamente por los pasajeros. Estos son la razón del vuelo; tienen derecho a ser atendidos durante el mismo y ser condu cidos a la meta. Pero sus poderes en cuanto pasajeros tienen unos límites estrictos. Sería
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conocedor de las leyes que rigen el dinamismo de la vida personal y comunitaria malentenderá dicho poder absoluto como una forma de impo sición sició n t o talit tal itari aria a del del p iloto— iloto — en cuanto cuanto perso persona na— — je sobre las personas de los pasajeros. Es una jerarquía rarquía función ai basada en la capacitación téc nica, que, lejos de anular la dignidad y libertad de los pasajeros, las hace posibles en cuanto abre campos de posibilidades de acción eficaz. Todas las actividades humanas requieren para su recto funcionamiento una ordenación de funcio nes rigurosa, perfectamente compatible con la ju j u s t a p ar t i c i p aci ac i ó n d e t o d o s l o s c o l abo ab o r ado ad o r es. es . Participar en la gestión de una empresa no im plica necesariamente una nivelación de todos en cuanto a funciones, ni lleva consigo hacer impo sible una planificación técnicamente estudiada por especialistas mediante recursos de fuerza, basados en el poder de la masa. En muchas exi gencias de «cogestión» se confunde estratégica mente igualdad con igualitarismo , igualdad de derechos como personas con igualdad de fun ciones como ciudadanos insertos activamente en la sociedad. En toda sociedad bien organizada se da una diversidad jerárquica de funciones dentro de la igualdad de todos en cuanto a de rechos personales básicos. Sólo en la actividad educativa parece ser posible una ordenación amorfa — si vale v ale la paradoja— , basa basada da en cr ite it e rios cuantitativos de número y votos. Una penosa experiencia nos permite descubrir que bajo el p ret ext o — en aparienc apariencia ia plausib pl ausib le—de le— de la «coge cogestión»— tió n»— entendid a en en princi pio como como participa participación ción de todos en la gestión de la empresa—se intenta estructurar la comunidad educativa de tal forma que su orientación no venga decidida por las razones de los más entendidos, sino por el voto
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a los cuadros de mando cualificados tiene por meta entregar la dirección efectiva de la empresa a los profesionales de la lucha política, que sue len dominar los resortes de la dialéctica asamblearia. Se practica con ello un trastrueque me todológico radical: de la lógica de la razón s e pasa a la lógica del poder; el diálogo en clima de libertad es sustituido por la disputa dialéctica y la añagaza estratégica. Esta lógica del poder aplicada a cuestiones de carácter nacional lleva a intentar eliminar todo campo de juego creador por parte de las comunidades o grupos de personas libres, crea doras de proyectos educativos. Se pretende eri gir al Estado en único árbitro de las orientacio nes pedagógicas y reducir a la comunidad de los ciudadanos a mera colectividad de indivi duos con poder de votar, de ejercer periódica mente un derecho que es más fácilmente manipulable que la capacidad de razonamiento de los hombres seriamente preparados. La «aristocracia de los má más apt aptos os»— »— en f r ase as e d e Fern Fernand ando o de los Ríos—debe ceder el paso a la fuerza aplastante de los pueblos convertidos en masas por los profesionales de la violencia política. Problemática educativa
Muy brevemente y de modo fragmentario in dico a continuación algunos de los temas que convendría clarificar en pormenor a la luz de lo expuesto anteriormente acerca del uso estraté gico del lenguaje. Esta problemática debe ser analizada con independencia de los clisés ba sados en la realidad educativa de los últimos
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La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española advierte con clarividencia que «en la revisión crítica que se hace, aunque se tocan aspectos académicos, pedagógicos y administrativos, lo que realmente está en juego es la concepción misma de la educación, la figu ra del hombre nuevo que se quiere formar y el nuevo tipo de sociedad que se pretende cons truir» 5. Con plena justicia se pide hoy enseñan za gratuita, no clasista, pues todo ciudadano tiene derecho a una educación básica. Pero debe añadirse que todo ciudadano tiene derecho a una educación no manipulada, sea cual fuere el tipo de manipulación y por sutil que el mismo sea. Si se considera la existencia creyente como un campo de juego lleno de virtualidades creado ras para el hombre, la enseñanza laica aparece necesariamente como una depauperación del proceso formativo. Excluye un ámbito de vida. Muchos padres de familia profesan creencias y viven la vida de fe. Creer es un don, una tarea, un campo de posibilidades y despliegue. Educar en la fe es algo muy distinto de un lujo educa tivo, como puede ser enseñar, por ejemplo, e; arte del ballet. Omitir por principio una vertiente de la forma ción o configuración humana no responde a una actitud liberal, abierta, tolerante—como a menu do se afi afirm rm a es tr atégic atég ic ament am ent e— , sino sino a una to ma de posición prefijada, rígida, ideológica, esclerosada. «Todo modelo de enseñanza propone de hecho un sentido de la vida. Detrás de él hay siempre un proyecto de hombre. No existe, por consiguiente, una enseñanza neutra»6. Al ense 5
Declaración de la comisión permanente de la Conferencia Episcopal Española sobre los planteamientos actua-
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ñar se trasmite, directa o indirectamente, una forma determinada de concebir la existencia. El modo de educar viene determinado por el modo de concebir el juego de la existencia humana. La teoría del juego, de los ámbitos, de la Inmer sión en diferentes formas de realidad envolvente es decisiva para determinar lo que es la for mación. La formación constituye un proceso liberador. Ser libre es disponer de posibilidades suficientes para realizarse y ser capaz de elegir las pertinen tes en cada caso. ¿Cómo llegar a este tipo inte gral de libertad? Se piensa con frecuencia que ello se logra sumergiendo al alumno en una mul titud de opciones y perspectivas distintas e in cluso opuestas. Nada más erróneo. La forma ción exige la inmersión en un campo de posi bilidades lo suficientemente homogéneo para suscitar el «entusiasmo», la inmersión creadora en el el mismo. mism o. No No basta basta v er d esde fu era— er a— en plan plan espectacular—diversos proyectos de existencia v optar por uno de ellos. Es un procedimiento demasiado fácil para ser adecuado a la realiza ción cabal de un ser complejo como el humano. Aq A q u í s e da un esc es c am o t eo m eto et o d o l ó g i c o . Se in in tenta aplicar a la existencia humana el método que suele usarse en la elección de objetos. Se observan diversos objetos, se analizan sus cuali dades y se opta por el más adecuado a los fines que uno se propone alcanzar. Cuando se trata de optar entre diversos proyectos de vida, distintos e incluso opuestos entre sí, no cabe tomar esa distancia de indiferencia ante cada uno de ellos para someterlos a un análisis objetivo, entrar en el conocimiento de los mismos y elegir el más adecuado. El conocimiento de un proyecto existencial sólo se logra a través del proceso
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existenciales, se va captando poco a poco su sentido y su valor, su ajuste respecto a nuestra realidad personal, su capacidad de «entusias mar», de desplegar la personalidad al máximo, de hacer posible el juego cabal de la existencia! Para conocer el arte, no basta leer amplios trata dos. Se necesita hacer personalmente experien cias artísticas y cultivar la sensibilidad. Análo ga consideración debe hacerse respecto al co nocimiento ético y religioso. En estos campos, los criterios personales de decisión no se for man mediante el mero análisis de opciones di versas, sino a través de la realización esforzada de experiencias coherentes y ricas. La coheren cia última de la persona pende de la clave de bóveda que es la experiencia religiosa, como for ma eminente de encuentro con el Ser Absoluto. Si se prescinde de esta clave de integración, todo se desarraiga, se disuelve, y la vida huma na queda atenazada por el trauma de la soledad radical. La razón primaria de este fenómeno viene es clarecida de modo ejemplar por la ciencia con temporánea, que está descubriendo al hombre como un ser constitutivamente dialógico que se va realizando por vía de encuentro o fundación de ámbitos. Desde el protoámbito (ámbito diatrófico-tutelar que se funda entre la madre y el niño recién nacido) hasta el ámbito de compro miso absoluto que se crea entre el hombre cre yente y el Ser Supremo, pasando por los ámbitos de familiaridad, camaradería, amistad, profesionalidad, etc., la vida comunitaria del hombre está tejida de ámbitos, fruto de acontecimientos de encuentro. La seriedad de estos actos de en cuentro, que implican una actitud de entrega y respeto absoluto al ser del otro, pende de la
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__ la t al __ l a valiosidad merced a la cual el ser huma no es digno de aceptación respetuosa. SI falta la aceptación primaria del Absoluto, toda acepta ción de realidades humanas se hace relativa, y la vida del hombre se puebla de riesgos. Todo cuanto signifique mengua de la capacidad hu mana creadora de ámbitos de encuentro bloquea el dinamismo de la persona y constituye, en la misma medida, una forma de violencia injustifi cada, aunque se realice con aparente suavidad. De esta condición dialógica que ostenta el hombre desde el nacimiento se derivan sus de rechos básicos. Para ser sólidas y eficaces, la Etica y la Política deben adecuarse a las exi gencias de la realidad. La realidad humana muestra una estructura abierta, dialógica. Toda estructura es de por sí dinámica y exigente: postula las condiciones necesarias para su des pliegue cabal. No cumplir estas condiciones constituye una forma de violencia dictatorial contra la naturaleza. El ámbito que se forma entre el niño y el en torno tras el alumbramiento es el lugar natural de formación. Quienes constituyen este protoám bito tienen derecho nato a educar. El colegio es el segundo hogar: el segundo ámbito envol vente, configurante, en cuanto constituye para la capacidad operativa del niño un campo de posibilidades, campo de juego o espacio lúdico. El ámbito escolar se halla en estrecha cercanía a las fuentes de la vida, al protoámbito familiar, lugar por excelencia del troquelamiento del ser — incl inclus uso o fisiológic o— del del niño. Lo test im on ia la Biología más avanzada. Los padres, como fun dadores del protoámbito, tienen derecho a tomar parte decisoria en la configuración de este den* teroámbito que es el centro educativo. SI el pro
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to primarlo, no sólo en sentido cronológico— deben seguir de cerca con capacidad configuradora el proceso de integración cultural del niño. De ahí la necesidad de una colaboración activa entre la familia y el centro de enseñanza. «La formación religiosa que se da en el centro escolar es tanto más eficaz cuanto mayor sea la conexión entre la familia y el centro de ense ñanza» 7. La sociedad debe conceder a las familias—en virtud del principio de subsidiariedad—\a ayuda necesaria para fundar los ámbitos que juzguen necesarios para potenciar la labor educativa ini ciada en el ámbito del hogar. Los centros educa tivo s— sobre todo los prima primarios— rios— no consti constituye tuyen n un asunto de tantos que incumbe al Estado tratar y que puede éste resolver según las diferentes orientaciones ideológicas. Se trata de una reali dad muy delicada que no admite un tratamiento manipulador. De esta teoría de los ámbitos se deduce que constituye un recurso estratégico inadmisible plantear los problemas educativos de modo diíemático: «o escuela pública o escuela privada** Es éste un dilema obviamente falso ya que las escuelas privadas ostentan un carácter tan pú blico como las estatales en cuanto colaboran a resolver un problema nacional que afecta a todo ciudadano, a saber: que haya posibilidades de crear ámbitos educativos adecuados a la orien tación que inspira cada protoámbito familiar. Las posibilidades económicas del Estado radican en la aportación de los ciudadanos, los creyentes y los no creyentes, los que desean un proyecto educativo orientado a la trascendencia y los que optan por un proyecto centrado en la inmanencia. El problema educativo de todos los contribuyen
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tes es único: que haya pluralismo en los proyec tos y en las realizaciones. No tiene sentido en tender la relación entre el Estado y los par ticulares de modo dilemático: o poder directivo del Estado o poder directivo de los particulares. Más que escindir, deben integrarse los esfuer zos para resolver entre todos el problema de crear ámbitos adecuados al proceso educativo de los niños y jóvenes. Si los ciudadanos son creyentes y desean impartir a sus hijos una edu cación religiosa, la Iglesia a que pertenecen tie ne derecho derecho— — como ámbito de fe — a fun dar esos esos ámbitos de educación religiosa que son los cen tros confesionales. AS ámbito de fe que es la Iglesia pertenecen los creyentes, es decir, los ciudadanos para quienes la apertura a la tras cendencia constituye un rasgo ineludible del ser humano. La formación religiosa no es tarea ex clusiva de la Iglesia, entendida en sentido res trictivo. El derecho a fundar centros confesio nales pertenece a los ciudadanos que son padres de familia y personas creyentes. Es banal pre tender reducirlo a un privilegio de la Iglesia susceptible de pacto o de abolición. El modelo cristiano de educación que ha es bozado la Comisión Permanente de la Confe rencia Episcopal Española debe ser explanado con una metodología muy cuidadosa si quiere mostrarse sólido, independientemente de la dog mática religiosa, y afirmarse frente a los inten tos minimizantes de los «reduccionistas». Con ceptos fundamentales en tal documento, como los de encuentro, comunidad, fe, testimonio, mundo de cultura, nexo entre experiencia cul tural y experiencia religiosa, ámbito, formación, e l a c i ó n , proc proce es o libe lib erador rador,, misterio misterio de f e, adhesión personal a los valores, inserción en la
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creatividad. Sólo desde esta perspectiva radical puede descubrirse el nexo profundo que media entre enseñanza y formación, cultura y com promiso personal, aprendizaje y vida de fe. La existencia de este nexo priva de todo sentido a la exigencia de una escuela neutra, exigencia basada en el presupuesto gratuito de que la ex periencia religiosa no constituye dentro del con ju j u n t o d e l a ex p er i e n c i a h u m ana an a s i n o un epi ep i f enó en ó meno o excrecencia que sería saludable aislar e incluso desplazar. Frente a la propensión actual a reducir para para d iluir, y diluir para manipular, se impone el fo mento de un tipo de pensamiento que respete los fenómenos complejos—estructuras, tenden cias, cias, ámb ámb itos , vín c u lo s ...— ..— para para te jer en colabo colabo ración activo-receptiva con el entorno la trama de la auténtica vida humana. La actitud integra dora responde a un conocimiento profundo de las estructuras. Las formas de unidad más hondas entre los seres se dan en sus raíces, en sus planos más radicales. La actitud disolvente se
asienta en una visión superficial de la realidad. Más que a la defensiva, deben los formadores mantenerse a la ofensiva, empeñados en conse guir modos de formación integrales. La creativi dad, en todas sus vertientes, es el antídoto por excelencia del esclerosamiento. Todo planteamiento falsamente dilemático es un planteamiento esclerosado, opuesto a la fle xibilidad y apertura de espíritu que exige la ac tividad formativa en todos los niveles. La crisis educativa pide soluciones muy hondamente me ditadas y abiertas a la plenitud de exigencias y posibilidades de la realidad personal.
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NOTA BIBLIOGRAFICA 1. Sobre la relación relación ent entre re partid os p olí ol ític os españoles español es y la enseñanza: «Actualidad docente», núm. 3, Madrid, 1978. «Asociación independiente de profesores universita rios», núm. 33, Madrid, 1978. Confer. Número extraordinario dedicado al tema «For mación y futuro político», núm. 62, Madrid, 1978. «Misión abierta». Número extraordinario dedicado al tema «La enseñanza», núm. 2, 1978. Olabuenaga, R., y otros: Enseñanza, elecciones políticas y futuro educativo. Narcea, Madrid, 1977. Pastora Herrero, J. F.: Partidos políticos y educación. Miñón, Madrid, 1978. «Revista de Ciencias de la educación», núm. 87, Ma drid, 1966; núm. 91, 1977. 2. Sobre las las ideología ideolo gías, s, la situ si tuació ació n del hom bre br e actual actu al y la estrategia del lenguaje: López Quintás, A.: Hacia un estilo integral de pensar, I: Estética. Editorial Católica, Madrid, 19762. — Diagnosis del hombre actual. Cristiandad, Madrid, 1966. 3. Sobre el proceso pr oceso educat edu cativ ivo: o: López Quintás, A.: Romano Guardini y la dialéctica de lo viviente. Cristiandad, Madrid, 1966. — Eí triángulo hermenéutico. Editorial Católica, Ma drid, 19772. — Estética de la creatividad. Cátedra, Madrid, 1978.
7.
EL USO USO ESTRATEGICO ESTRA TEGICO DEL DEL LENGUAJ LENGUAJE E EN LAS CIENCIAS HUMANAS
Para moverse con libertad y con ímpetu crea dor en el momento histórico que le ha tocado a uno vivir, se requiere conocer a fondo las co rrientes de pensamiento que lo caracterizan. Co nocer a fondo una corriente significa hacerse cargo de su contenido doctrinal, adivinar las me tas que persigue, el empeño que la impulsa, las experiencias e intuiciones radicales que están a su base, el trasfondo histórico y cultural en que germinó. Para ser eficiente en orden a la propia labor creadora, este conocimiento tiene que elevarse a un nivel crítico , en el cual sea posible descu brir los recursos estratégicos que los pensado res suelen utilizar para hacer plausibles sus doc trinas. Estos recursos son de distintos géneros y de diversa peligrosidad. Conocerlos en por menor es indispensable para alertar la atención, situarse en la perspectiva adecuada y orientar ia tarea crítica de forma justa y eficaz. Desco nocerlos implica entregarse al riesgo de perder batallas decisivas antes de iniciar la lucha. Los diferentes modos posibles de escamoteos de categorías y esquemas mentales dan lugar a los géneros diversos de recursos estratégicos que suelen ponerse en juego en las ciencias hu manas. Uno de los motivos impulsores básicos que induce a los pensadores a realizar tales es camoteos y movilizar tales recursos estratégi cos es la tendencia objetivista a vincularse a la
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El objetivismo y el uso de recursos estratégicos en las ciencias humanas
En el siglo XX la pugna decimonónica entre materialismo y esplritualismo fue cobrando pau latinamente una forma más sutil: la de oposi ción ci ón entre entre do dos actitu actitu des m entales— la ob jetivista y la íno bjetivist bjetiv ista— a— . El térm ino in o «esp «esp iritu iri tu al» pre senta unas connotaciones cosmovislonales que enturbian el análisis. Por otra parte, sus límites son más reducidos que los del término «inobje tivo». Todo lo espiritual es inobjetivo, pero no todo lo inobjetivo puede considerarse como es piritual en el sentido tradicional del término. A p r i n c i p i o s de s i g l o s e f r ag u ar o n d o s t en en dencias: 1."
La que si sigu gue e el «méto «m étod d o de abajo abaj o -arrib -arr ib a», en la convicción de que los elementos primarios (en sentido cronológico) de una reali dad son lo «primero y fundamental »— en sentido sentido de de lo lo decisivo y más más relev ant e— .
Esta convicción arranca de la proclividad a considerar como módulo de realidad las entida des objetivas (sensibles, asibles, mensurables, objeto posible de verificación y control), y esti mar como irreales, ficticias, fantasmales, superfetarias, las entidades in-objetivas. 2.*
La que post po stul ula a un m étod éto d o in i n t egr eg r ado ad o r que haga justicia a los diversos planos y modos de realidad, los objetivos y los inobjetlvos, los que sirven de base a los seres y los que surgen a lo largo del desarrollo onto genético.
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polarmente opuesta el modo como debe el hom bre lograr su autenticidad exlstencial. La primera estima que ello acontece cuando el hombre re nuncia a la gama de ilusiones elaboradas por la cultura y se atiene a su nuda realidad de ser humano desarraigado, estableciendo con el en torno una relación de inmediatez fusional, más bien pasiva. La segunda juzga, por el contrario, que la autenticidad del hombre se da cuando éste entra en relación activo-receptiva con enti dades que lo apelan a una tarea creadora. Las dos experiencias básicas realizadas por el protagonista de la obra nuclear de Sartre, La Náusea, encarnan ambas tendencias: la descen dente hacia lo objetivo y la ascendente hacia lo ¡nobjetivo. La experiencia de la raíz muestra el sutil proceso de descenso hacia modos fusió nales de unidad con el entorno que son presen tados como modelo y módulo de auténtica vincu lación a lo real y, por tanto, de actitud humana sincera y verdadera, no hipócrita y de mala fe. La experiencia de la canción descubre la exis tencia de un tip ti p o de realid realid ad eminen emi nente— te— la me me lodí lodía— que p resent res enta a unas unas caract caracterí eríst stic icas as más más elevadas que la realidad «existencial» del disco, de la cantante, del compositor. Estos existen, la melodía es. Y Roquentin siente nostalgia por este plano de realidad en que se mueven los artistas y literatos, la realidad que no es muelle, abotar gante, excesiva, como la realidad que nos rodea por todas partes y que está de más («de trop»). No conocer o no re-conocer el género de rea lidades eminentes que el pensamiento existen cia! denomina «Inobjetlvas» constituye un punto de partida que marca huella en la investigación filosófica. Si se contemplan tales realidades des do el plano meramente objetivista, con menta
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en virtud de una ficción. Ai que afirma su con dición real se lo tacha expeditivamente de ilu so, falto de seriedad filosófica, y al lenguaje empleado para describirlas se lo considera como deformador de lo real, lo natural auténtico. El vitalismo (Klages, Gehlen, en parte Ortega) se afincó intelectualmente en el plano de lo vital y consideró consideró al al hombre— por est est ar falto de instin tos seguros— como un ser defectuoso, y a la inteligencia como un aparato ortopédico que intenta suplir dificultosamente la seguridad que otorgan los instintos al animal. El espíritu es calificado en consecuencia de elemento super fetario que viene a turbar la serenidad del mun do animal, reglado por la especie. La serenidad perdida perdida por la irrupción irrup ción del del es p írit u — que fund funda a distancias entre el hombre y el entorno, y da lugar, correlativamente, a la capacidad de abs tracción, conceptuación, manipulación y dominio de lo lo real, real, respo nsabilid ns abilid ad, etc.— etc .— debe ser s er reco reco brada mediante un movimiento de retorno a la inmediatez sin distancia con lo real. Los «maes tros tro s de la sosp so specha»— echa»— en fr f r as e de d e Paul Ricoeur— coeur— , ansiosos de d evelar to do tip o de ilu ilu sión, sión, trampa y mala mala fe, practi can— como for ma de de ascesis scesis supr s upr ema— la v u elta a lo o b jetiv jeti v o . La Las descripciones realizadas por diversos autores (Sartre, Camus, Klages, Gehlen, Ortega, así como los representantes de la literatura objetiva) po nen de manifiesto que esta vuelta significa una caída en el vértigo de lo meramente objetivo, un dejarse llevar por la fascinación de lo asible, mensurable, localizable. El término «objetivo» ostenta aquí un carácter más sutil y versátil que el término «material». Este retorno a lo objetivo suele realizarse con un signo abiertamente reductor. La tendencia re*
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sibilidad de que surjan entidades nuevas en la interferencia de unas vertientes de la realidad con otras. Quiere explicar lo aparente por lo oculto, lo actual por lo anterior, lo más alto por lo más bajo, lo complejo por lo simple, lo su perestructura! por lo elemental, lo ambiguo por lo perfectamente configurado, asible, dominable. Esta orientación presenta unas características en parte afines a la posición científica moderna, y tal afinidad fue utilizada estratégicamente como una fuente de prestigio. La segunda segun da c o rr ien te— a veces denomina denominada da cree tener espiritualista , o mejor personalista — cree razones sobradas para afirmar que la falta de instintos seguros constituye en definitiva una ventaja no obstante el grado de inseguridad que provoca en la vida humana. El hombre paga al alto precio de la inseguridad y el riesgo el privi legio de ser inteligente, de «estar en realidad» (Zubiri) a través de los estímulos y poder ganar ante lo real una forma de distancia que hará posible el modo más alto de inmediatez: la presencia. El hombre debe unirse a lo real mediante diferentes modos de distanciación. La unión fusional deja de ser vista como una meta para ser calificada de callejón sin salida, forma de empastamiento que anula el campo de juego en que surge la libertad y la creatividad. El hombre lo gra su plenitud abriéndose a realidades que son distintas de él pero no distantes y pueden—a través de una acc acción ión crea cr eado dora— ra— llegar a serle íntimas por convertirse en motivo impulsor de su actividad más genuina. Todo el problema queda centrado en el tema apasionante de la relación del hombre con las realidades envolventes. ¿En qué modos de reali dad debe el hombre inmergirse y con qué forma
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lenguaje a través del hombre, y cuando Gadamer subraya que no es el hombre el que Juega sino el juego a través del hombre, aluden a do$ tipos de realidades envolventes y a dos géneros de inmersión co-creadora, activo-receptiva. Al A l d est es t acar ac ar l os e s t r u c t u r a l i s t a s c o n acen ac entt o dramático que el hombre se halla inmerso en realidades que lo dominan, aluden también a un proceso de inmersión en lo envolvente, pero la diferencia entre ambos modos de realidad envolvente y de actividad inmersiva salta a la vista. La primera es promocionante; la segunda tiene un efecto más bien disolvente. La primera ve como reales los modos de realidad inobjetivos, y considera el encuentro con ellos como fuente de ámbitos nuevos de realidad y de conocimiento. En estas formas de encuentro se ejer cita la creatividad humana y cuanto ella implica: la vida de comunidad, el lenguaje, el amor, etc. La tendencia objetivista, descendente, produce efectos depauperantes porque considera las rea lidades inobjetivas como irreales y no advierte la posibilidad de que el hombre se entrevere con ellas de modo creador y funde el campo de Ubre ju j u ego eg o en q u e d esp es p l i ega eg a su r eal ea l i d ad p ers er s o n al Al no i n s t alar al arss e en es t e c amp am p o , el h o m b r e queda fuera del ámbito de la creatividad, del lenguaje, del sentido, de la responsabilidad, de la fidelidad A la Hermenéutica reductora de los objetívistas opone Riooeurja Hermenéutica restauradora de sentido. Por mi parte añadiría que e9ta Hermenéutica debe arraigarse en una fenomenología sólida de las realidades Inobjetivas (o superobjetivas), del encuentro y de la creatividad. Ello exiqe flexíbllizar la mente para adaptarla a las exigencias del carácter reiacionalestructural de la realidad. Al logro de esta radical y decisiva metanoia se dirigió el pensa miento exlstenclal al subrayar la condición emlnentemsnte
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creadora, del amor conflgurador de ámbitos de vida. Estas graves consecuencias están plasma das en la conducta de Meursault, el protagonista de El extranjero de A. Camus. Meursault des pliega su vida a nivel meramente sensorial, infracreador; no se abre a ninguna realidad con talante creador que dé lugar a una forma de auténtico encuentro. Comete un asesinato debido a la exaltación dolorosa que le producía el sol flagelante del julio norteafricano, y, cuando el ju j u ez d i c t a s en t e n c i a c o n t r a él, él , no ent en t i end en d e cómo có mo es posible que unas simples palabras dichas por un hombre puedan causar una condena a muerte y qué sentido tiene condenarle en nombre del «pueblo francés». Meursault es un hombre lúcido, pero se mueve fuera de la órbita del lenguaje y del sentido por orientar su existencia a nivel infracreador. Acaba rechazando al capellán que lo insta al arrepentimiento, y desea que el día de su ejecución, para que todo se cumpla cabal mente, le miren todos con miradas de odio. La conducta de Meursault, al entregarse obstinada mente al absurdo, es coherente dentro del cam po de la lógica objetivista. Coherente es un cali ficativo orlado de prestigio y, al ser aplicado -tácita o explícitamente—a una actitud, la exal ta de modo automático. De hecho, «el extranjero» se convirtió en un mito, el símbolo de una acti tud de rebeldía obstinada frente a los valores de la sociedad. Si esta rebeldía significa en rigor autenticidad o es más bien una defección debe ser precisado con una metodología adecuada. La actitud de repulsa ante el advenimiento del ser humano al universo y, consecuentemente, ante la aparición de la Inteligencia y la creatividad responsable decide en su raíz la orientación
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tendencia a movilizar toda clase de recursos estratégicos. Estos recursos se basan , en general, en el uso estratégico del lenguaje específico de cada ciencia del de l hombre. hombre. Sería sumamente instructivo exa
minar en pormenor diversos casos de manipula ción del lenguaje por parte de autores contem poráneos. Tan sólo en esquema, para mostrar el fértil campo que aquí se abre a la investigación metodológica, señalaré algunos casos de recur sos estraté estratégicos gicos especi alment e si gn ific ativo s, ex ex planando ciertas precisiones ya realizadas ante riormente. Algun Al gunos os recu re curs rsos os e s tra tr a tég té g ico ic o s m o v iliz il iza ados en las ciencias humanas
1. En princi pri ncipio pio,, todo p lan team ien to unilate un ilateral ral es un recurso estratégico de múltiple espectro y de indefinidas aplicaciones. Con ello se recortan las posibilidades de lo real y se destaca la ver tiente que uno desea exaltar. Dar por supuesto, por ejemplo, que el lengua je es una r eali eal i d ad q u e l e v i e n e d ada ad a al homb ho mbrr e como algo empírico, susceptible de un análisis incomprometido, significa un punto de partida gravemente unilateral que deja de lado las ver tientes más hondas del fenómeno lingüístico y lo reduce a condición de instrumento privilegiado. Considerar de antemano que la relación del hombre con las entidades envolventes sólo pue de ser pasiva es amputar estratégicamente las virtualidades más fecundas del ser humano. Dar por sentado que el sentimiento humano ofrece sólo una modalidad es un recurso estraté gico que posibilita muy graves extrapolaciones
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lat eral al ¡da ¡dad d e 2. Muy Mu y relacion relaci onado ado con la un i later los planteamientos se halla el procedimiento es tratégico de no matizar los análisis, no realizar las debidas distinciones. Es difícil prever las tergiversaciones de todo género que se hacen posibles cuando no se matizan debidamente los temas filosóficos básicos, como son los siguien tes:
— el conc co ncepto epto de objetivid ob jetividad ad y sus sus diversos diversos sentidos; — los d iferen if eren tes modos de unida unidad: unida unidad d fufusional, unidad-en-diversidad, unidad a dis tancia, etc.; — la relación entre los elementos integrantes y la realidad a que tales elementos dan lugar; — lo env o lv lvent ent e, sus diferent di ferent es mod modos os y ca ca racterísticas; — la inm ersión ersi ón en los diversos géne géneros ros de realidad envolvente; — la relació relac ión n en tre tr e la ob-ligación ob-ligación en en lo valioso valioso y la libertad humana; — las distintas formas de inmediatez, distan cia y presencia a que puede estar el hom bre respecto al entorno; — el nexo fecundante entre intuición y dis curso; — el con c on cepto de racionalidad e irracionalida irracionalidad, d, sus diversas clases y su mutua relación. 3.
Faltos de la debida matización los conceptos básicos, queda al arbitrio del pensador establecer sus límites, sus relaciones mutuas, su posible oposición o armonía. Los conceptos de
llevar y ser llevado, mandar y obedecer, libertad y cauce, configurar y sobrecogerse, si no se los
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otros tantos recursos estratégicos. Bien anali zados en su interna articulación, se engarzan en una fecundísima dialéctica cuyo estudio dio lu gar al llamado «pensamiento trascendental». De modo modo análogo, nálogo, los los térm in o s — sem ántic ánt ic a mente afines—de sentido sensible , sentimiento, sentido intelectual, vistos a nivel superficial, se distancian e incluso contraponen dando lugar a los nefastos esquemas «sensibilidad-entendi miento», «conocer-sentir», «razón-afectividad». Examinados en su raíz, estos conceptos nos per miten adivinar la unidad enigmática y poderosí sima del ser humano, y comprender en cierta medida la fecunda integración de todas las ver tientes de! hombre, vistas como ventanas abier tas a lo real. La apertura del hombre a la realidad es un tema nuclear en Antropología. Para analizarlo con la imprescindible hondura, debe matizarse qué significa a nivel gnoseológico apertura y entorno, cuál es el verdadero entorno del hom bre y cuál la función del lenguaje en esta aper tura cognoscitiva. Si un pensador, por estar ate nido a esquemas objetivistas, inspirados en el análisis nálisis de de realidades realidades o b jetiv as— asib les, men surable surables— s— , realiza realiza tales tal es anális an álisis is sobr so bre e el el trasfond fondo o de del esquema esquema «interi o r-exterio r»— entendi do en pla plan n esp esp acialoide— acialoi de— , redu ci cirá rá casi casi inelud in eludi i blemente, por la inercia misma del lenguaje, el sujeto cognoscente a facultad cognoscitiva, el entorno a contorno de objetos, la apertura a salida de sí alienante, el lenguaje a medio para transmitir contenidos significativos. Así reduci dos, el sujeto y el objeto-de-conocimiento care cen del dinamismo creador que los transforma al encontrarse y los colma de sentido. Todas las
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son vistas desde el plano objetivista como espe ji j i s m o s f a l t o s d e r eal ea l i d ad. ad . Este efecto óptico explica que una y otra vez se hayan entendido como opuestas la naturaleza y la cultura, los hechos y los valores, lo práctico y lo teórico..., y se interprete todo lo artificial — en cuant c uanto o de algún modo fundado por por el hom hom bre— bre— como artific io so , arbitrario, fictic io, con lo lo cual se desplaza del mundo de lo real multitud de vertientes valiosas de la existencia humana. 4. Si— debido al escleros escl eros amient o de la vida in telec tu al— no se matiz matiza an debidame debidamente nte los los con con ceptos, antes se los toma en su tosca delimita ción casera y se los enfrenta arbitrariamente entre sí, la cultura se puebla de dilemas y ad quiere un talante agresivo. Interpretar como dilemas relaciones que pue den ser en casos meros contrastes integrables y complementarios es un recurso estratégico de amplias consecuencias. Para convertir la realidad en objeto de manipulación y dominio, se necesita desintegrarla, escindirla, reducirla a elementos simples. Esta simplificación permite el fácil ma nejo arbitrario de la misma, al alto precio de su depauperación. La moviíización estratégica de pseudodiiemas es la expresión drástica de esta simplificación depauperante. Al depotenciar los
conceptos de racionalidad y sentimiento, intui ción y experiencia, libertad y religación, se pier de la posibilidad de advertir sus posibles cone xiones mutuas y se acoge uno al fácil recurso del enfrentamiento dilemático: o racional o irra cional, o conocer o sentir, o a priori o a poste riori, o razonamiento o experiencia, o verificable o inverificable, o autónomo o heterónomo, o puesto por el sujeto o impuesto por el entorno, o estático o dinámico, o sistemático o histórico,
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Al A l esc es c i n d i r l as v e r t i e n t e s d e la r eal ea l i d ad en d i lemas, se deja estratégicamente de lado la posi ble unidad profunda de las mismas, y se evita la tensión espiritual que implica su conocimiento y reconocimiento. Pensar sobre el cañamazo me todológico de dilemas no es signo de dinamismo creador, pese al aparente dramatismo que en cierra toda escisión. Responde más bien a la tendencia objetivista a descansar en modos de inmediatez elementales, no tensionados por for mas de distancia. Si quiero captar el género específico de unidad tensionada que se da entre el conocer y el sentir, debo distanciarme de ambas vertientes, ganar perspectiva, tensionar la mente para penetrar en el significado último de sentir y conocer, con frontarlos y hacer que en el juego de esta confrontación se alumbre la posibilidad y alcance de su integración. Cuando de modo expeditivo, sin realizar esta labor de profundización y confrontación, se da por inconcusa la incompatibilidad de dos aspec tos de lo real, se está movilizando un recurso estratégico, no se sirve a la verdad, no se hace ju j u ego eg o , p u es una un a d e l as c a r a c t e r ís t i c a s b ási ás i c as de la acción lúdica es el desinterés , el compro miso a realizar el juego conforme a sus normas internas sin la ingerencia espúrea de instancias externas. A v eces ec es s e da p o r s u p u est es t o q u e t o d a i n s t anc an c i a o realidad que envuelve al ser humano lo cerca y domina. Se autonomizan ciertas vertientes de la realidad, se les otorga carácter general-im personal y se las escinde del juego de interfe rencias que es la existencia humana. Con ello cobran el prestigio de realidades envolventes
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paganda, la téc n ic a— , en cuyo campo de influe influ en cia queda preso el hombre ineludiblemente. No se advierte la posibilidad de que haya modos de envolver promocionadores de la libertad y del de l poder creador del ser envuelto . Este plantea miento unilateral constituye un uso estratégico del lenguaje, y su gravedad no se oculta a todo conocedor del estructuralismo. El poder temible de los esquemas para pola rizar estratégicamente la atención resalta en el uso del esquema «verificable-inverificable». De bido al gran prestigio del término «verificable» en la metodología científica, el término a él con trapuesto — «in v eri fic fi c able»— ab le»— entra en en una una zona ona de sombra, y todas las realidades no susceptibles de verificación quedan afectadas de un signo negativo. Esta práctica a ultranza de la simplificación y la escisión dilemática produce efectos devasta dores en la investigación antropológica, pues anula de raíz el dinamismo propio del pensamiento circular, llamado a dar alcance a los mo dos de causalidad bipolares, no meramente li neales, que están a la base de la actividad humana más alta. En este punto, el giro meto dológico operado en la Microfísica ha constitui do para las Ciencias Humanas un aldabonazo saludable. Se observa, por ejemplo, en los es fuerzos realizados por Whitehead, Amor Ruibal, D'Ors, Zubiri, Peursen y Koksik en orden a abor dar el estudio metafísico de la realidad con una mentalidad flexible, liberada de la rigidez de los esquemas causalistas monodireccionales. No captar los modos de causalidad circulares 0 ¡nterferenciales incapacita para descubrir la
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ficial aparecen escindidas. Tales son, entre otras, las siguientes: a)
La lengua (vertiente sistemática del len guaje humano) y la palabra (vertiente experiencial del mismo). No se advierte a menudo la posibilidad de que el sujeto locuente establezca una relación activoreceptiva con la lengua hablada, vista en todo su dinamismo promocional. Se tien de a subrayar en exceso la distancia entre significante y significado para otorgar to tal autonomía a la lengua , como sistema autosuficiente de signos orgánicamente trabados. trabados. Se Se in tenta— tenta — por así así decir — ais is lar, solidificar, autonomizar la lengua, la ciencia, el arte, la literatura, y diluir en ellos al hombre y ponerlo a su servicio. Con ello se pretende caminar sobre segu ro, evitar la ambigüedad que implica la interferencia creadora de modos de reali dad dotados de iniciativa. Para soslayar por principio el riesgo inherente a toda actividad auténticamente creadora, se re ducen las entidades complejas a elemen tos cuya entidad consiste en jugar un fá cil juego de relaciones y oposiciones. Reducidos los seres individuales a meros «residuos», es fácil hacer «bricolage» y construir modelos explicativos.
Para evitar este escamoteo relativista, basta profundizar en los distintos valores que presen tan las relaciones. No siempre el juego de rela ciones ciones es es me m ero juego. La La Met afís ic a act ual— ins ins pirada en la marcha de la ciencia contemporá
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mero juego de relaciones, se la desustancializa, es un recurso estratégico inadmisible en el es tado actual de ia investigación \ El formalismo' es análogo al objetivismo en Ar A r t e y L i t er a t u r a . Est Es t e aut au t o n o m i za la o b r a de arte, aislándola del sujeto y subrayando su coherencia interna más que su validez, su relación a la realidad. Atenido al esquema «interior-exte rior», escinde al hombre de sus creaciones—que quedan situadas en una exterioridad de alejaregido miento — y evita todo intercambio cr eador regido por el esquema «apelación-respuesta». b)
c)
Las Las «est «estru ru c tu ras» ras » y las las «superestru «sup erestru ctu ct u ras». Si no se captan los modos bipolares de causalidad, se da por consabido que «lo superior se funda en lo inferior» (Scheler, Hartmann), y que los fenómenos que surgen como efecto de la integración de diversos elementos penden de éstos hasta el punto de no ser más que («that is nothing but...») epifenómenos. Al desco nocer el estatuto ontológico de las reali dades dades relació relac iónales nales,, in terfer enc ia Ies, ambiambitales, se ciega la vía para acceder a las realidades originarias, irreductibles, que constituyen el estrato más elevado de la realidad. Por esta grave razón numerosos filósofos han delatado la precariedad del método «de abajo arriba» (von unten her). La inmediatez y la mediación. Cuando por afán de simplificar lo complejo no se pro fundiza en el análisis de los conceptos y no se advierte que éstos, vistos en toda
1 Sobre el intento orteguia orteguiano no de «flexibiliz flexibiliza ar» el con cono o cimiento mediante la «desustancialización» de las realida
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su hondura, se difractan, reverberan, ee entrelazan y potencian, parece obvio que lo inmediato se opone a lo mediato. 81 se insta—en cambio—a los conceptos a dar de sí su plenitud de sentido, quedan de manifiesto diversos modos de Inme diatez y mediación, y se clarifica la posi bilidad de que cierto modo de mediación potencie cierto modo de inmediatez ha ciéndola florecer en una forma de presencia. Las falsas paradojas se resuelven a niveles profundos, donde está vigente un modo de lógica que hace integrables as pectos de la realidad aparentemente con trapuestos. Lo mediacional no mediatiza porque se torna transparente al ser asu mido en un proceso expresivo. Así, un sistema de ideas mediaciona nuestro ac ceso a lo real, pero no lo mediatiza nece sariamente, en el sentido de que se inter ponga entre el hombre y lo real y no per mita establecer una relación de presencia. Una teoría bien articulada de los elemen tos « medi med i acio aci o nales nal es »— no « mediati medi atiza zado do-res res »— permit perm ite e adv ad v erti ert i r que exis ex isten ten rea rea lidades superobjetivas dependientes de elementos objetivos y al mismo tiempo irreductibles a los mismos y dotadas de cualidades superiores. Las vertientes de la realidad, vistas dinámicamente, ofrecen más posibilidades de interferencia y unión mutua que vistas de modo estático. La consideración estética de la realidad as un recurso estratégico que hace plausible a primera vista una Interpretación mlnltnl0 zante de la misma . A esta luz sería suges-
tiyo estudiar lo que el neoposltlvlsmo ló*
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procl pr ocliv ivid ida ad a etiq eti q u etar los l os fenóme fenómeno», no», pero pero apenas consagran tiempo a analizar profundamente las experiencias que están a su base. d)
Conocimiento y emotividad. Para descubrir la vinculación de la actividad cognoscitiva y un cierto género ele-
vado de sentimiento, se requiere no res tringir el fenómeno del conocer a uno de sus modos inferiores (el conocimiento de lo objetivo) y no reducir el sentir inte» gralmente humano a su degeneración sentimentalista. Constituye un recurso estratégico tégic o temib tem ible— le— por la multitu mul titud d de esca sca moteos que hace posible—partir de una idea muy limitada de conocimiento, verdad y sentimiento. Desconocer—de hecho o por por falacia estratégic st ratégica— a— la vinculación vinculación entre conocer y re-conocer, conocimiento y amor, conocimiento de ias realidades personales y aceptación comprometida de su capacidad de iniciativa abre la puerta a un sinfín de artificiosas contraposicio nes y manejos. Una vez rotos los vínculos naturales , nada se opon e a la manipulación arbitrarla de los elementos aislados.
Nunca se subrayaré lo suficiente que la ver dadera «arqueología del saber», la auténtica vuelta a los orígenes del conocimiento consiste fin la constatación de los vínculos que median ontre las diversas vertientes de la realidad. En la trama de estas vertientes ocupa el hombre un puesto de excepción por cuanto se constitu
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que acontece en la interferencia de ámbitos de realidad que da lugar a nuevos ámbitos. Algo análogo cabe afirmar del valor ético y de la belleza—y sus correspondientes lenguajes: len guaje guaje ético y lengua lenguaje je estétic o— , su tiles v ert ien tes de la realidad que no cabe clarificar de modo estático objetivista. Lo valioso en Etica y Esté tica sólo se lo puede captar y expresar a través de experiencias creadoras. El conocimiento asép
tico, incomprometido, «espectacular» (Marcel), al ser monodireccional, no interferente, no fun da el campo de iluminación que se crea en la interferencia de ámbitos y no percibe la existen cia de los valores, que se alumbran en tales fenómenos de interferencia. Esta incapacidad gnoseológica que se deriva de la decisión de mantener el conocimiento a nivel incomprometido, superficial, lleva a los pensadores a practicar el recurso estratégico de la sustitución, sustitución, por ejemplo, de la significación teórica por la meramente prescrip tiva, de lo verdadero (relación ajustada de hom bre y realidad) por lo válido (lo coherente-estructural). En general, puede afirmarse que la tendencia reductora y retractiva de ciertas corrientes filo sóficas obedece a la deficiente valoración del poder creador de la relación entre el hombre y la realidad. Se tendió a considerarla como algo puramente contingente, fáctico, falto de valor. Esta depotenciación de la experiencia humana llevó a destacar y autonomizar ciertas vertientes de lo real, con el fin de analizarlas en sí, como sistemas aparte aislados en el tiempo y de cuan to el tiempo puede aportar de creador. Ello ex plica que se haya tomado el lenguaje como objeto de la Filosofía, y se lo haya estudiado sincrónica
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su incesante abrir y obturar campos de posibili dades— que que el hombre hombre puede apropiarse cre crea doramente— doramente— , constituye constituye una fuente de de inteligi bilidad, y que el objeto de la Filosofía viene dado por la realidad en toda su integral riqueza. El lenguaje es el vehículo viviente de la relación entre el hombre y lo real—vistos ambos en todo su alcan alcance ce— — . No menos, menos, pero tampoco tampoco más más.. Reducido el objeto de la Filosofía al lenguaje, pueden hacerse mil juegos intelectuales sin comprometerse apenas con lo real. Frente a estrategia del lenguaje, clarificación metodológica
Si queremos evitar las graves consecuencias que provoca el uso estratégico del lenguaje en las cie ciencias ias humanas, humanas, debemos: 1) analizar con con una metodología fina la realidad humana, sus diferentes planos y su mutua integración, las leyes que rigen su desarrollo, la articulación interna de los fenómenos más característicos de la la existen existencia cia hu huma mana na— — conocimiento, volun tad, sentimiento, apertura a los valores, religa ció ción a la la deida deidad, d, vinculación vinculación comunitar comunitaria...— ia...— ; 2) delatar los escamoteos de todo género que se realicen en los estudios antropológicos. Estos cuidadosos análisis nos permitirán co nocer y valorar a fondo la filosofía contemporá nea e incluso la producción literaria 2. Diversas Si no se confunde, por ejemplo, estar a la espera y esperar en sentido de tener esperanza, el mero hablar y el auténtico dialogar, y se advierte que el auténtico dialo* qar supone encuentro y éste implica actitud de creativi dad, se está en disposición de comprender a fondo la obra 2
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corrientes filosóficas actuales han hecho apor taciones valiosas en parcelas acotadas de la in vestigación. Al amparo del prestigio que ello les ha reportado, han querido dar un paso adelante y convertirse en «concepciones del mundo», com prometiéndose en afirmaciones radicales acerca del sentido del hombre que desbordan sin duda el área de su especialización. Este salto en el vacío actúa como recurso estratégico en orden a dotar a las propias doctrinas de mordiente frente al gran público. La crítica filosófica tiene por cometido delimitar severamente lo que se ofrece como fruto de una investigación seria y lo que responde a diletantismo Ideológico.
TERCERA PARTE NECESIDAD DE UNA FORMACION INTEGRAL FRENTE A LAS TECNICAS MANIPULADORAS
Frente a las técnicas manipuladoras se Impone una sólida formación humanística, una formación ética integral. Pero ¿qué implica y significa la Etica: un elenco de normas que se imponen al hombre desde fuera, o, más bien, un cauce ade cuado al despliegue de su ser personal? Para liberarse del estado de fascinación e inautenticidad que provocan las técnicas manipu ladoras, el hombre actual debe hacerse perfec tamente cargo de cuál es su situación en el momento presente y qué orientación debe guiar su actitud personal en las diversas fases de la existencia. La investigación científica y biológica actual pone de manifiesto que la actividad ética viene exigida ya, básicamente, por las estructuras psicobiológicas del hombre. Rebajar el ser humano —bajo —bajo pretexto pretextoss especio especioso sos— s— a nive iveles les In Infr fraé aétiticos es un procedimiento ilegítimo que afecta a la configuración misma del hombre como hombre y provoca inevitablemente graves conflictos a nivel individual y social.
8. VIDA ETICA ETICA Y EXISTEN EXIST ENCIA CIA CREADORA CREAD ORA
La palabra castellana Etica se deriva de la palabra éthos. Con acento agudo, éthos significa costumbre. El término correspondiente en latín es mos. De ahí el término Moral, entendido como tratado de las costumbres. Con acento circunfle jo jo, éthos significa segunda naturaleza, el modo de ser que el hombre adquiere mediante la rea lización de actos, la adquisición de hábitos, la adopción de actitudes. La expresión «segunda naturaleza» abarca más campo que el término «costumbre». Los actos son importantes en la vida del hombre. Más lo son los hábitos y costumbres. Mayor relevancia presentan aún los modos de ser o caracteres adquiridos que se configuran al inte grar el temperamento o carácter natural y la conducta sostenida por el hombre en un deter minado contexto a lo largo de cierto tiempo. La segunda naturaleza se adquiere de modo lento y complejo. Cómo se logra, qué implica y qué consecuencias acarrea es el tema de estudio de la Etica. Por ser algo que se debe adquirir, la segunda naturaleza no viene dada con el hombre, no surge de modo espontáneo. Es fruto de una labor creadora del hombre, creadora en vinculación a toda una serie de realidades que se deberá pre cisar. Toda labor creadora auténticamente humana debe ser consciente y libre, y debe tener un sentido. Para tener un sentido, ha de responder
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La Etica estudia la vida humana como una in mensa tarea creadora que debe tener una justi ficación, ser justa, presentar una plena razón de ser. La Etica estudia: 1. las actitudes actitudes ge gener nerale aless ante la vida, vida, ante sí mismo y los demás; 2. las accion acciones es que que realiza realiza el hombre hombre en vir tud de tales actitudes, de las costumbres recibidas y asumidas, y del influjo del en torno; 3. los hábitos que que adquie adquiere re merc merced ed a la re re petición de actos; 4. la segunda naturaleza naturaleza que forj forjaa al al ir con con figurando y consolidando diversos hábitos; 5. la orientaci orientación ón que que esta esta segunda naturaleza naturaleza confiere a la vida del hombre; 6. el valo valorr que que prese presenta nta esta esta orie orienta ntaci ción ón ex exisistencial; su justificación. Para estudiar estos puntos, la Etica debe ana lizar por qué el hombre se ve instado a desarro llar su vida eligiendo entre diversas posibilida des, y por qué debe configurarla en atenencia a ciertas exigencias. La primera pregunta suscita el tema de la fundamentación de la Etica. ¿De dónde arranca la necesidad que siente el hombre de llevar una vida ética? Vida ética implica por razones esenciales una vida creadora, creadora en principio de actos, de hábitos, de segundas naturalezas, de orientaciones generales de la vida. Tales actos, hábitos, segundas naturalezas y orientaciones configuran la trama de la vida humana, que es un tejido de relaciones, interrelaciones, climas de convivencia, ámbitos. ¿A qué responde la necesidad humana de estar cons
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arrollar su vida de modo instintivo a través de los cauces rígidos establecidos de antemano por la especie? He aquí la pregunta decisiva. Una vida que se limite a reproducir los ciclos marcados por la especie (dormir y velar, moverse y descansar, nutrirse y engendrar) no será una vida creadora sino mero despliegue de ciertas potencias, porque la vida creadora implica po seer unas potencias y poder desplegarlas en distintas direcciones apropiándose diversas posibilidades. Ello implica captar las diversas posi bilidades que ofrece el entorno en cada situa ción, elegir entre tales posibilidades conforme al fin que se persigue y realizar las posibilidades elegidas. El animal realiza su vida guiado por los ins tintos. Son instintos seguros que no yerran. Esta incapacidad de errar significa una ventaja. Pero implica una grave desventaja. El animal, guiado por el instinto, hace siempre lo mismo, no pro gresa, no alcanza nuevas metas, no tiene res ponsabilidad de elegir. Esta circunstancia parece un privilegio, pero en rigor constituye un signo de que el animal no es acreedor al mérito de acertar en la elección. El animal realiza su vida en ajuste perfecto a los dictados de la especie. Actúa como lo que es, como perro, cebra, león. Es un ser verdadero. Pero no puede salirse de los cauces marcados por la especie. No puede sino actuar como actúa. No puede ser veraz o falaz. El pintor Franz Marc quería ver en el mun do animal el símbolo de la veracidad, y consaaró su talento en exclusiva a la reproducción de fi guras de animales: corzos, gacelas, caballos. Al pensar así, cometía Franz Marc un escamoteo cateqorial. En el mundo animal reina la serenidad
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o inconsecuente. Hay en el mundo animal serenidad y una total ingenuidad. Pero no cabe afir mar que haya veracidad porque falta el poder creador. En consecuencia, el animal carece de toda posibilidad de vida ética. Es a-ético, a-moral, no alcanza el nivel de la vida propiamente ética. El hombre, en cambio, no posee instintos se guros. Esta inseguridad la suple con la inteligen cia, que funda la capacidad creadora y, con ello, la posibilidad de una vida ética. Poseer instintos seguros indica que, al recibir un estímulo del exterior o un campo de estímulos, se reacciona con una respuesta adecuada, certera. De este modo queda asegurada la subsistencia vital. Ca recer de instintos seguros significa que, al reci bir un estímulo del exterior, se pueden dar di versas respuestas, de las cuales una o varias son adecuadas y fecundas y otras no. Es el caso del hombre, debido a la complejización del ce rebro. El hombre no está sometido a la necesi dad de dar una respuesta uniforme a cada campo estimúlico. Es libre para dar respuestas distin tas. La respuesta a un estímulo determinado no es en el hombre automática. Ante el estímulo que implica un alimento apetitoso, un hombre ham briento puede tomarlo, o dejarlo, o repartirlo con otro. Es capaz de ofrecer respuestas diversas. Para acertar con la respuesta adecuada, debe pensar, elegir, optar, crear una relación activoreceptiva con el entorno, visto no como mero haz de estímulos, sino como fuente de posibili dades, es decir, de caoacidades de acción creadora. Con estas posibilidades creadoras el hom bre funda diversos campos de sentido. La acción del hombre no es mero desplieque automático de potencias, sino apropiación libre, cocreadora, de posibilidades. El entorno como conjunto de
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welt). El entorno como fuente siempre renovada
de posibilidades que permiten al hombre elabo rar proyectos, realizar acciones programadas, tendentes a un fin, constituye un «mundo» (Welt).
Precisamente porque el entorno del hombre es fuente de posibilidades, le es más difícil al ser humano adaptarse a él. De ahí el sentido de su nacimiento prematuro. El hombre nace un año antes de lo que hubiera sido necesario para su plena configuración biológica. Nace a medio ges tar para que vaya troquelando su organismo en relación de intercambio con el entorno. Esto ex plica la importancia del primer año de vida. Lo primero y decisivo que el ser humano realiza después de nacer es fundar con la madre un campo de interacción, una trama de vínculos o urdi urdimbr mbre e afec fectiva tiva \ Esta urdimbre es para él como una atmósfera nutricia, imprescindible para configurar su ser y desarrollarse. Es el ámbito primario o protoámbito creado por el ser huma no en relación al entorno. Toda su vida posterior consistirá en ir creando diversos ámbitos interaccionales con las diversas realidades e instan cias del entorno visto como mundo o campo de posibilidades. El ser humano debe ser considerado como una realidad abierta, necesariamente vinculada a las realidad realidades es que la rodean rodean y la acogen— en cuan to le ofrecen la posibilidad de fundar con ellas ámbitos ámbitos de inte interac racció ción n fecunda fecunda— — . El hom hombre bre se encuentra al nacer instalado— no arrojado—en un entorno que lo invita a la acción creadora, creadora en vinculación. Se trata, ciertamente, de una acción arriesgada, pero ello no indica que la situación radical del hombre sea de abandono.
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El hom hombre se encuentr encuentra a abi abier ertto por naturaleza a la madre, y seguida eguidam ment ente al padre padre y a los her mano anos, en el ámbito bito nut nutrricio del del hogar, y__a través de estos seres personales—entra en rel relaación co con n cuan cuanto to el elllos im impli plica can: n: su voluntad creadora de de ámbitos bitos de de convi onviv venci encia, a, su lenguaj enguaje, e, su cultura, sus costumbres y creencias, su situación histórica, social, económica. Estas instancias cias apelante apelantess envuel envuelv ven al al niño niño nutri nutriciam ciamente en cuan cuanto to le le ofrecen ofrecen cam campos pos de pos posibil bilidades dades de acci ac ción ón co con n sentido, entido, y el niño niño los los as asum ume inco incorporporánd rándolos acti activamente a su vida vida.. Apren prende de,, por ejem ej emplo, plo, a hablar hablar a medida edida que se inmer nmerge ge en los campos pos de de real ealiidad que se van van fundan undando do entre él y los fam famiiliar ares es,, que encarnan encarnan tal tales ámbitos tos en en palabras, alabras, fra frasses y ges gesto toss. El apren aprendizaj dizaje e del idioma materno aterno no no es una una tar area ea mem emor oríística ca;; corre co rre para arallelo al desar desarrrol olllo de de la la capacidad capacidad cre creaadora. El niño no ac actúa túa dejándos dejándose e llllevar evar de sus instinto tintos, s, sin sino res respo pond ndiiendo endo a las apelac apelaciiones de los tutores, tutores, que, con con su su inte intelligenci encia, el eliigen la lass accion acciones es adecua adecuada dass en cada mom momen entto. La vida del hom hombre viene reg regul ulada ada desde desde su comienzo por la inteli nteligenci encia a y la vol olunta untad, d, es deci decir: por la ca cap pac aciidad de propone proponers rse e unos fines nes y eleg elegiir los medios necesarios para conseguirlos, utilizando las posi posibi billidades dades qu que ofr ofrec ece e el entorno. entorno. La reali realización zación de actos bajo bajo la la dir direc eccción de de la inteli nteligencia, encia, conform conforme a deter determ minados nados proyec ecttos os,, eng engendra endra hábitos, modos odos co cons nsttantes antes de de obrar. obrar. Estos modos de de obrar ej ejer erce cen n infl nflujo, ujo, a su vez, sobre sobre el el entor entorno no porque ati atiende enden n a unas verti ertientes y dejan de lado ado otras otras.. De esta esta forma, el hombre va acotando acotando su mundo undo y con conffigura gurando ndo su habitud, su modo de habérsel habérselas as frente al en
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de segunda egunda natur natural aleza eza que que debe ir adqui adquiriendo por necesidad natural. El hom hombre bre tiene una natura naturalleza, un un modo fundamental de se ser, y en vi virtud de este tipo tipo de que trae trae co cons nsiigo al al nacer nacer se ve urgido r e a l i d a d que a ir adqui adquiri riendo endo,, al hil hilo de de su interac interacci ció ón co con n el entorno, una segunda realidad, una realidad po por apro rop piació iación n, una pe perso rson nalida idad moral, un especie
éthos.
Todos los actos que im To implican una actitud crea creadora col colab abor oran an a sos osttener ener al al hom hombre en la existencia—porque el hombre para vivir tiene que pensar, elegir, actuar—, y, al hilo de su existencia, cia, cont ontribuy buyen a for orm mar su segun segund da natu natural ralez eza a o éthos 2. En est este senti entido son actos éticos. Por ejemplo, la realización de un acto de amor, si responde a motivaciones personales, no sóio instinti ntivas, vas, presenta un caráct carácter er ético ético en en cuan cuanto to a la estructura básica de la la vida vida hum humana. Per Pero o puede ostentar una condición éticamente negativa en cuant cuanto o a la estructura integra! del del hombre si si el ám ámbi bitto que que funda unda anul anula a o quebranta gravemente ente otr otro ámbito bito de valor valor más al alto. to. En es este te 2 Es importante considerar hasta qué punto un acto puede influir en la constitución de toda una personalidad, o, al menos, en la figura que un ser humano adquiere ante la sociedad. Cuando un acto tiene un valor singular, su realización puede colorear, dar un carácter especial a toda la personalidad. Un hombre mata a otro. Este acto singular — r eali ealiza zado do en un un determinado determin ado momento momento del del tiempo ti empo y en un determinado lugar del espacio—afecta a todo el con jun j untt o de su personali personalida dad— d—de de lo que es y sign si gnii fica fi ca en la trama de actos y relaciones humanas—, hasta el punto de que las gentes pueden señalarlo y decir: «es un homicida». Apenas se dice: «ha realizado en un momento de su vida un acto de homicidio*. Se pasa al nivel de la perso-
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caso, la significación de tal acto no cuaja en verdadero sentido. Estamos ante dos vertientes complementarias de la Etica: 1) Etica estructural básica; 2) Etica integral. La primera nos Indica que el obrar ético —abierto al entorno, responsable—arranca del ser mismo del hombre, responde a una exigencia fundamental de su ser. La segunda nos descu bre que se dan diversos niveles y grados de eticidad según la vertiente del entorno con la que se relaciona activamente el hombre y según el tipo de responsabilidad que preside su acti vidad creadora. Al descubrir que la Etica arranca en principio de la necesidad humana de elegir consciente mente para subsistir, advertimos que la activi dad ética no es un mero «ideal» añadido a la acción humana, una especie de lujo que puede uno permitirse al margen de las tareas constitu tivas de la vida. La La actividad étic ética— a— creadora de ámbitos—viene en principio exigida por las mis mas estructuras psicobiológicas del hombre. Para subsistir como ser viviente, el hombre tiene ne cesidad de actuar libre y conscientemente, ad quiriendo y configurando de esa forma una se gunda naturaleza, un éthos. Toda actividad autén ticamente humana es, en este sentido básico, ética. Todo acto de interrelación humana, de expresión, de creación es de por sí y básica mente ético. Un gesto, una sonrisa, una palabra, un diálogo, un proyecto, un Juego, una ejecución musical son actos óticos, ya que colaboran a for mar el éthos de una persona, a lograr el ajusto gradual del hombre al entorno y su desarrollo como persona. Para que este ajuste básico sea Integral, debe el hombre adecuar su conducta a las Instancias
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ración religiosa o patriótica, de fidelidad, de ve racidad, de perdón y otros semejantes son actos que añaden al significado de la acción humana consciente y libre (ética en sentido básico) un sentido superior de respuesta a la apelación de un valor Con ello logra el hombre el ajuste de su conducta y de toda su vida a los dos niveles de la realidad: el de la realidad neutra o Indife rente y el de la realidad cualificada por un valor. Esta actividad bipolar es ética en un sentido Integral.
Toda Etica que no esté depauperada por algu na forma de reduccionismo, es decir, que no haya sido reducida a alguna de sus vertientes, pre senta un complejo carácter bipolar; integra dos niveles distintos y complementarios. Esta integración viene postulada por la con dición misma del ser humano. El hombre posee tendencias, «ferencias» (modos de ser llevado hacia determinados obietivos). Este ser llevado no es necesariamente pasivo. El hombre es capaz de orientar sus «ferencias», dando a unas prevalencla sobre otras y convirtiéndolas en «prefe rencias». El hombre puede ordenar sus apetitos conforme a diversas posibilidades, fines y valo res. Ante los campos de estímulos, es libre para preferir unas posibilidades a otras3. Esta prefe rencia u opción selectiva hace que determinados estímulos se conviertan en instancias y recur sos—o sos— o posibilidades posibilidades de de acción— . Los Los dos dos tipos de Etic Etica— a— la básica básica y la la integral— integral— tienen por cometido fundamental evitar el estado de fascinación . La fascinación puede darse en dos niveles. 1) A nivel básico, viviría en estado de fascinación el hombre que estuviera fusiona
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do con los estímulos del entorno en tal forma que no fuese capaz de ver a través de los estí mulos realidades que le ofrecen determinadas posibilidades de acción. Fascinación implica empastamiento, ajuste rígido y pasivo, imposibili dad de tomar distancia de perspectiva. Merced a su inteligencia, el hombre no puede estar fascinado de este modo, pues ello le robaría toda libertad de elección, opción y acción, con lo que se expondría a no acertar en cada mo mento con la respuesta adecuada a los estímulos y sucumbir biológicamente. 2) A nivel superior, vive en estado de fascinación el hombre que se entrega libremente a la lógica interna de algún instinto— instinto— instinto de poder, poder, de de dominio, dominio, de pla cer, etc.— etc.— , renunciand renunciando o a toda labor direc directiv tiva. a. El instinto dejado a su arbitrio, a su ritmo, ejerce sobre el hombre una función despeñante, lo des peña por un plano inclinado, a ritmo gradual mente creciente, sin dejarle apenas posibilidad alguna de rehacer la orientación y ritmo de la marcha. El instinto autonomizado ejerce un efecto embriagante, causa vértigo y embota. En con secuencia, acaba produciendo un sentimiento de tristeza asfixiante en toda persona mínimamente sensible, capaz de adivinar la importancia de la libertad perdida. AI doble tipo de fascinación se opone un do ble género de libertad: 1) la capacidad de ajustarse libremente a las realidades del entorno en su vertiente neutra, y 2) la capacidad de hacer ju justas las acciones, ajustándolas a los valores que la vida del hombre debe asumir y realizar. El fin de la vida del hombre no viene impreso automáticamente en la realidad humana. Debe el hombre descubrirlo y asumirlo existencial-
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Todo acto humano que no sea meramente Ins tintivo sino que responda a un ajuste consciente y voluntario constituye de por sí un acto ético. Si tal ajuste se hace conforme al verdadero fin de la vida del hombre, esa eticidad gana un signo nuevo, y la acción humana cobra un sentido positivo. Cuando se nos pide que demos razón de un acto o de una actitud, se nos indica que seña lemos su justificación justificación , su adecuación a un fin y, por tanto, su sentido. El sentido de la vida del hombre es fundar ámbitos de relación con las realidades e instancias valiosas. Criterio de acción
Esta orientación de la conducta hacia lo que confiere a la vida del hombre pleno sentido cons tituye el principio impulsor de la vida ética inte gral, por cuanto es lo que impulsa al hombre a elegir en cada momento las posibilidades que mejor se adaptan a las exigencias de los valo res. Una realidad, al estimularme, me apela a diversas acciones, a co-crear ámbitos diversos de interrelación, a tomar esa realidad como posi bilidad para un tipo de creatividad o de otro. Un ciego que intenta cruzar la calle de modo tanteante constituye para quienes lo ven un es tímulo único e idéntico en el aspecto sensible objetivo, pero múltiple y diverso en el aspecto funcional-lúdico. Un espectador puede tomar el gesto del ciego como una apelación a la ayuda, v una posibilidad de crear con él una relación benevolente. Otro espectador puede considerar el mismo gesto como señal de desvalimiento y
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El ser humano tiene tendencias o «ferencias» naturales; tendencia a imponerse, a dominar, a reducir a los demás a condición de mero objeto, a procurarse placer, etc. Sin embargo, aun sin tiéndose afectado profundamente por tales ten dencias, el hombre no está sometido del todo a ellas y puede integrarlas en conjuntos de sen tido. La Etica deberá analizar qué poderosos ele mentos entran en juego para que el hombre obre en virtud de instancias distintas a sus tenden cias naturales o ferencias, dándoles pre-ferencia y primacía. La acción ajustada a estos amplios conjuntos de sentido aparece orlada de un valor especial, de una dignidad o excelencia que los antiguos romanos llamaron honor. Es una acción honorable ble, «honesta», excelente. Lo ajustado a valores, lo justo, lo honorable u honesto se intervinculan. La honestidad y la justicia son hábitos hu manos que inclinan al hombre a conducir la vida de forma tal que obtenga un sentido pleno. En visión sinóptica, podemos afirmar que el hombre es necesariamente libre, cocreador, éti co, por cuanto debe considerar los estímulos como vehículos de posibilidades de acción, y optar entre éstas. El hombre es libre con un modo de libertad comprometida, libertad para ajustar positivamente la vida y la conducta a instancias valiosas. Aquí radica la gran dignidad y respon sabilidad del hombre. El hombre es responsable porque puede y debe dar respuesta libre a las realidades e instancias que lo apelan, y debe jus justi tifi fica carr su conducta, dar razón de ella, ajustándola a tales instancias. Ambos tipos de ajuste no son meramente me cánicos; exigen al hombre un esfuerzo creador. Por no conducir su existencia de modo creador,
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sensible, realiza actos que son casi meros hechos, ajusta su vida al entorno sensible, pero no crea ámbitos de convivencia estable com prometida. Mata a un desconocido árabe sin otra motivación que la embriaguez del sol de medio día y el olor fuerte del mar. Y no se reconoce culpable. Meursault es un intento de vivir fas cinado por lo sensible, atenido en exclusiva a las impresiones sensoriales sin elevarse al nivel de las realidades, realidades que al ser valiosas y expresivas son de por sí apelantes e invitan al hombre a tareas constantes de integración. Ingresó a su madre en un asilo «por no tener nada que hablar con ella», y cuando asiste a su entierro sólo fija la atención en impresiones sen sibles. Disfruta de la presencia de María, su amante, pero rehúsa casarse con ella por no ver en ello sentido alguno. Rechaza la invitación del capellán a arrepentirse, y acaba su vida hacien do una confesión expresa de unión fusiona! con la naturaleza en su vertiente sensible, la natu raleza como un haz de estímulos sonoros, olfa tivos, visuales. El término Etica suscita ante todo dos ideas básicas y conexas entre sí: la idea de segunda naturaleza, naturaleza por apropiación cocreadora, y la idea de creatividad, creatividad en vincu lación. A este impulso creador que debe estar a la base de toda acción ética alude la expresión «estar alto o bajo de moral». La Etica como dis ciplina no es sino la descripción y fundamenta ron de los diversos niveles de la creatividad humana. Los valores, normas, preceptos o impe rativos son instancias que apelan al hombre a desarrollar una vida creadora. Lejos de ser ca misas de fuerza que envaran el dinamismo hu
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LA SITUACION SITUACION ACTU ACTUAL AL Y LA ACTITUD DEL UNIVERSITARIO
Los estudios de Etica deben realizarse con una conciencia clara de la situación de crisis por la que atravesamos. La causa de esta crisis radica en buena medida en una serie de equívo cos suscitados por formas de especulación filo sófica basadas en una metodología tosca. La incidencia del pensamiento filosófico sobre la marcha de la sociedad es hoy día mayor que nunca debido a la contundente acción de los medios de comunicación social. El equívoco básico que inspira buen número de las disensiones que desgarran el Humanismo actual procede de la campaña contra el espíritu organ organiza izada da— — con con el pretexto pretexto de defend defender er los va lores lores de la vida vida— — en la décad décadaa que va de 1920 a 1930, punto de arranque del pensamiento con temporáneo. Al dar por supuesto indiscriminada mente que «el espíritu funda las distancias», aleja al hombre de la realidad entorno y del ju juego de la vid vida multi ultico colo lorr y fecu fecund nda, a, se orga nizó una lucha despiadada contra el espíritu, vis to como «contradictor del alma» (L. Klages). Frente a la actividad reflexiva que postula y hace posible el espíritu, se propugnó la vuelta a la inmediatez fuslonal con la realidad, la entrega a la fascinación de lo sensible, lo espontáneo, inmediato, infrarreflexlvo. En principio, este lema de retorno a la inme diatez vivencial parece liberar al hombre de Ifl aridez del mundo del pensamiento abstracto, dé
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vida Jugosa y multiforme. Al cabo de cierto tiempo pudo observarse que este movimiento humanista de revaloración de lo humano com promete gravemente el equilibrio del hombre y hace inviable su pleno desarrollo, sólo posible en un campo de libertad, en el campo de libre ju juego que se abre entre los seres del entorno y el hombre cuando éste integra cierto modo de inmediatez con cierto modo de distancia. Hablar de inmediatez respecto a la vida por contraposición a la supuesta falta de vitalidad del mundo de las ideas abstractas, puede pare cer en un primer momento exaltante, promocionador de la existencia humana. Pero, en rigor, si la inmediatez que se postula es una tosca inmediatez de fusión , se anula el campo de libre jue juego en que florece la creativi creatividad dad humana en todas sus vertientes. Con ello se inicia un proceso degenerativo de consecuencias insospe chadamente graves. En este punto crucial del que parten los pro cesos de plenificación o degeneración se Juega el destino del hombre. De ahí la urgencia de un estudio a fondo, bien articulado, de las motiva ciones que desencadenan unos procesos y otros En este campo decisivo de los principios es donde el hombre universitario debe desplegar su talento investigador de modo esforzado y con una inquebrantable libertad interna, sin superfieialismos estériles y soslayando la tiranía de las modas y prejuicios. A menudo se ataca la violencia de los tiranos—reales o supuestos— mediante slogans que constituyen un yugo fé rreo para la libertad del espíritu. El universitario debe ser hombre de principios, no de slogans, ni de consideraciones expediti
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precipitación en el juzgar, que es una especie de vértigo intelectual, lleno de atractivo y de abisales peligros. Hoy día la facilidad de infor mación y comunicación nos arrastra y embriaga. Creemos saberlo todo porque estamos informa dos de gran número de hechos. Pero a poco que ahondemos, nos percatamos de que la vida autén tica del hombre se juega a otro nivel: el de los acontecimientos llenos de sentido, y el sentido de una acción brota de su ajuste a los principios. Hoy se cultiva la ambigüedad para practicar a río revuelto toda suerte de demagogias vio lentas. No hay mayor tiranía que la ejercida so bre los hombres por una voluntad de dominio que utiliza los recursos del lenguaje como arma de combate. Sabemos que el poder del lenguaje es temible cuando falta una Etica del poder. No por azar en toda sociedad que practica la violen cia suele rechazarse de modo implacable a los pensadores que buscan fielmente la verdad y la exponen sin género alguno de inhibición y con dicionamiento. El hombre y la sociedad siguen a veces un determinado camino sobre la base de ciertas ideas aceptadas como intangibles. Cuando un verdadero pensador se enfrenta con ellas y las somete a revisión, los profesionales de la rutina pierden los nervios, se conmocionan y se apres tan a la defensa. La solución más rápida y eficaz suele ser desvirtuar al pensador con el método expeditivo de hundirlo en el descrédito mediante el procedimiento de la mofa. Los neopositivistas ingleses suelen ser bas tante expeditivos y violentos para con los pen sadores continentales que no admiten los rí gidos límites que ellos señalan a la capacidad hu a d ^ br todo, 0
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un lastre de desprestigio el término «metafísico» y aplicándolo como un baldón a los que creen en la posibilidad de elaborar una Metafísica y una Etica. Alguien llegó incluso a sugerir que tales pensadores deberían ser sometidos a un análisis psiquiátrico, observación que pertenece más bien al capítulo de los insultos que al de las observaciones científicas. Esta actitud, ex tendida hoy día entre nosotros, no parece muy propia del hombre universitario. El universitario auténtico no se consagra tanto al fácil deporte de la crítica y la sátira mordaz cuanto a colaborar en la búsqueda de la verdad. La actitud del universitario viene determinada por su confianza en el poder de la razón humana para conocer la verdad, para penetrar en los se cretos de la realidad, por enigmática que sea. Características de la situación actual
De modo esquemático podríamos caracterizar la situación del hombre actual en los siguientes puntos: 1. Pre Prevalec lece en la actualidad actualidad un unaa concepción económico-materialista de la vida que inspira una actitud existencial hedonista. En la escala de valores predominan los valores que se refieren al bienestar individual, al tiempo que se muestra gran interés en exaltar la preocupación social. 2. Esta Esta concep concepción ción materialista-hedonista de la vida parece venir contrapesada por la tenden cia a fomentar los valores culturales. Pero muy a menudo la actividad cultural no significa una auténtica vida-en-el-espíritu (que es vida creado ra de interrelaciones humanas con espíritu de
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los productos espirituales. La transformación in mediata, casi automática, de los saberes cientí ficos en poderes técnicos, en medios de mani pulación y dominio de las cosas y de los hombres es un hecho sobremanera significativo, porque reve revela la:: 1) que que se sigue sigue entendie entendiendo, ndo, al modo odo positivista, el saber como un medio para prever, calcular y dominar; 2) que se glorifica el género de saber que puede traducirse en poder; 3) que esta exaltación del poder—acrecentada por el progre progreso so inso insospec spechado hado del del sabe saberr técn técnic ico— o— des pierta en el hombre la tendencia a solucionar todas las cuestiones de la existencia de modo tecnicista, con recursos fácilmente manipulables. Ciertos graves problemas suscitados por las relaciones sexuales se los intenta resolver unilateralmente con productos de la técnica far macéutica, dejando de lado el aspecto creador de las interrelaciones humanas. Múltiples y se rios problemas humanos son reducidos a un pro blema de estructuras, dando por supuesto que la configuración de la vida humana pende en exclusiva de la trama de relaciones que consti tuye la circunstancia del hombre. El complejo tema de la libertad humana es interpretado con frecuencia como una cuestión de libertad polí tica, libertad de acción y expresión, sin detener se a considerar las sutiles implicaciones de la libertad integral del hombre como persona. La auténtica libertad no le puede venir dada al hom bre como un don que se adquiere a modo de objeto. Es una actitud que se debe conquistar a través de un quehacer esforzado. 3. Se da como como indi indisc scut utib ible le que los proble proble mas del hombre son básicamente económicosociales, solubles mediante manejos políticos, casi siempre traumatizantes. Con ello se concede
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de coacción y lucha una primacía absoluta sobre todo lo que se dirija a la renovación interior y al perfeccionamiento personal. Con frecuencia, los que que ejerce ejercen n domin dominio io sobre el pueb pueblo lo— — a tra vés de ios órganos de poder y los medios de comunicación social—se erigen violentamente en intérpretes del pensamiento y la voluntad po pulares, usurpando el puesto de la comunidad, que es un entramado de personas, seres libres capaces de iniciativa. En nombre de ia democra cia y de una libertad uniiateralmente entendida, se domina y manipula a pueblos enteros, redu cidos previamente a ia condición infrahumana de masa amorfa. Cuando ciertos políticos hablan de «las masas», delatan con su mismo lenguaje sus intenciones manipuladoras. 4. La tend tenden enci ciaa a reso re solv lveerlo rlo todo todo de modo mecanicista con recursos técnicos, sin plantear se siquiera la necesidad de una renovación inte rior, lleva al hombre actual a rehuir las cuestio nes complejas que no toleran un tratamiento reduccionista (propio de la ciencia técnica). Las cuestiones que presentan diversas vertientes que deben ser integradas se procura abordarlas de modo unilateral, dando prevaiencia a una ver tiente sobre las otras. Al ser humano, por ejem plo, no se lo estudia de modo integral, en su complejísima y enigmática unidad, que exige al sujeto cognoscente la puesta en juego de un modo sinóptico y jerárquico de pensar. Se sub raya el hecho de que lo material-corpóreo es un estrato indispensable en el conjunto humano y se lo interpreta como fundamental en el sentido de primero y primario— eminentemente impo impor r tante— . Esta reducción reducción estra estratég tégica ica del del comple complejo jo humano a una diversidad de vertientes a las que
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especializa profesionalmente a los hombres para hacerlos más rentables, se intenta «especiali zar» el tema del hombre para hacerlo más do minabíe. Los estudios de Humanidades son recortados de año en año y pospuestos a los estudios cien tíficos en planes de estudio inspirados en una concepción filosófica alicorta, por utilitarista. La mentalidad cientificista relega las Humanidades por no ser rentables en el aspecto económico y puramente técnico. La mentalidad objetivista —dentro de la filosofía misma—tiene como meta conferir a las Ciencias del espíritu «el paso se guro de la Ciencia» (Kant) debido al complejo de inferioridad de ciertos pensadores que con sideran la exactitud del conocimiento científico como el modelo y módulo de rigor cognoscitivo. 5. La lógica de los los fenómenos espir spirit itu uale ales explica que la mentalidad cientificista relegue la Religión al mundo de lo irracional. Si se tiende a valorar en exclusiva el saber que se traduce en poder, el saber exacto de lo controlable y verificable, no se está en disposición adecuada para comprender el modo peculiar de saber que implica la fe. Fue un trágico error, sin duda, del laicismo occidental pretender elaborar una cultura sólida de espaldas a la religación religiosa, porque exaltar al hombre por vía de desarraigo es colo carlo en situación de máximo desamparo. Cuan do el hombre rompe su relación radical con el Absoluto, queda a merced de diversas fuerzas anónimas, y todo lo que constituye la base de su existencia adquiere un lábil carácter relativista: los principios del conocimiento y de la moral, el fundamento de la autoridad, la familia y la so ciedad, la propiedad personal, el sentido del tra
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multitudes, a las que por idénticas razones es tratégicas se las reduce a la condición de «ma sas» y se las exalta al rango de «pueblo sobe rano». La interpretación relativista de lo real quiebra la unidad profunda de las diversas vertientes de la vida humana y provoca el enfrentamiento de las mismas. Se enfrenta ciencia y religión, pro greso social y vida religiosa, inmanencia y tras cendencia. Esta escisión depaupera al hombre en todas sus vertientes, tanto las que son ob jeto jeto de desprecio desprecio como de exalt exaltac ació ión. n. La Histo Histo ria contemporánea puso al descubierto que la reclusión del hombre en la inmanencia pura bajo pretexto de exaltar la actividad racional cons tituye un ataque frontal no sólo a la vida reli giosa, sino a la vida misma de la razón. Si se acepta como un dogma indiscutible que la ver dad es mero fruto de las situaciones históricosociales y que el ser se disuelve en el devenir, la vida de la razón pierde su fundamento último y queda sometida a los vaivenes de la opinión pública. No es extraño que el laicismo liberal carezca de convicciones firmes y de ideales, es decir, de proyectos y metas que dan sentido cabal a la vida humana precisamente porque trascien trasciende den— n— merced a su alto alto valor valor— — cada cada uno de los momentos de su proceso de realización concreta. El escepticismo es la actitud de indecisión intelectual a que se llega tras la depauperación del auténtico pensar. Es un fenómeno regresivo. Si en algún momento y en ciertas sociedades parece tener cierto empuje y brillo, ello se debe al prestigio que a veces se concede a las actitu des de oposición. En el fondo, el escéptico se
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abocaría a un silencio total, a su autoanulacíón absoluta como posición intelectual. Sucede a menudo que ciertos movimientos de signo nega tivo, disolvente, mantienen algún empuje o al menos una apariencia de vitalidad gracias a la energía que irradian las realidades que ellos mismos intentan demoler. Una obra como Les mouches de J.-P. Sartre apenas conservaría una parte mínima de su fuerza expresiva en un medio social totalmente ajeno a la fe religiosa. Cuando se pone en tela de juicio la existencia de una realidad que constituye el suelo en que se apo ya—d ya— de mo modo expreso o táci tácito to— — la cultura cultura y la vida de una sociedad, el pueblo sufre una con moción, aun en el caso de ostentar una actitud de indiferencia religiosa. 6. El estudio y valo valora raci ción ón de la perso persona na hu hu mana juega en la actualidad un papel predomi nante. Nadie parece discutir en principio la ne cesidad de salvaguardar los derechos humanos, evitar la alienación del hombre, sobre todo de los trabajadores, y superar los graves defectos de estructuración social que la llamada Revolu ción industrial llevó al límite. Vistas estas cues tiones en concreto, los criterios se dividen y, en casos, se contraponen abruptamente. ¿Cuáles son los derechos humanos fundamentales? ¿En qué consiste la alienación humana, cuáles son sus causas, cómo debe evitarse? ¿Por qué vías ha de realizarse una estructuración social más equitativa? Al responder a estas complejas y acuciantes preguntas desde perspectivas diver sas, se da lugar a otras tantas orientaciones sociales que constituyen el fermento de luchas ideológicas y políticas. Sin entrar aquí en el pro blema de precisar las causas de la multitud de equívocos que lastran la doctrina social, quisiera
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integración. Debe Integrar los diversos planos y vertientes del pensamiento sin dar por supues to acríticamente que los diversos frentes del quehacer humano son excluyentes: por ejemplo, la actividad social y la religiosa, la experimental y la especulativo-metafísica. Debe mantenerse espiritualmente abierto a toda la problemática que plantea lo real y que se nos revela, de modo directo o de modo mediato, a través del legado de la tradi tradició ción— n— que que implica el precipitado de de la relación viviente de los grandes pensadores del del pasado con con lo real— real— . Este ste legado legado deb debee ser objeto de un análisis profundo y sereno, libre de prejuicios envarantes y de tomas de posición tendenciosas. tendenciosas. Al partir del del supuesto— confes confesad ado o o sobre sobreen enten tendid dido— o— de que que sólo una una determinada orientación ideológica contiene la verdad, se tiende a convertir facilonamente en objeto de mofa todo aquello cuyo sentido profundo se es capa a una primera consideración. Sólo un espí ritu de apertura, sencillo y generoso, nos permite acoger lo sorp sorpre resiv sivo— o— lo que que choca a nuestros nuestros esquemas habituales y sacude las fórmulas un tanto esclerosadas de nuestra rutina intelec tual—y promocionarnos a niveles superiores de experiencia. 7. La config configura uració ción n de un autén auténtic tico o humanis mo en la hora crucial presente exige personas capaces por igual de asimilar la tradición y pro yectar creadoramente el futuro. En el fondo, son dos vertientes complementarias de una misma actividad. El verdadero humanista es integrador por ser dialógico, constructivo, crítico — en el sentido de de selec seleccio ciona nado dorr de de lo valioso valioso— — . La ac tividad crítica más fecunda v digna es la que se ejerce por el mero hecho de construir con efi ciencia ejemplar. Construir implica decisión, fir
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tud de resistencias y hacer frente a quienes ejercen de profesionales de la protesta. Para construir se requiere tomar opción, y esta volun tad de decidirse a favor de algo que uno juzga valioso siempre puede ser malentendida como un rasgo absolutista por quienes hacen de ne cesidad virtud, interpretando su indecisión y falta de ideas claras como amplitud de espíritu. El verdadero humanista es hombre decidido a construir, a modelar la vida humana conforme a ciertas ideas directrices, con flexibilidad pero con la firmeza necesaria para no nivelarlo todo — por por cóm cómodo afán afán irenista irenista— — . Para merec erecer er el nombre de humanista, se requiere poseer el raro equilibrio de espíritu que implica buscar la verdad con todo ímpetu, como si de uno depen diera su definitiva clarificación, y saber comple mentar los propios logros con los hallazgos de los demás. Si el ímpetu de la búsqueda no se atempera con la apertura a la investigación rea lizada por los otros, la decisión puede degenerar en fanatismo. Si la atención a lo que afirman los demás no va impulsada por la voluntad inque brantable de llegar a la verdad de modo personal, comprometido, esta apertura se reducirá a mero gregarismo amorfo e ineficiente. Un humanismo digno de tal nombre no se con sigue mediante el pacato recurso de evitar fric ciones con los representantes de otras tenden cias. Lo que edifica la vida del hombre y de las sociedades y las mantiene vigorosas es la ver dad. Y a la verdad se llega desplegando todas las virtualidades de la razón, en un esfuerzo so lidario, personal y comunitario a la vez. Ni el trabajo individualista, en soledad desarraigada, ni la entrega a las fuerzas del colectivismo ma sivo nos permitirá descubrir la verdad y poner
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bloque, de modo más bien pasivo. Debemos realizar una labor de serena crítica, de discerni miento de los valores que alberga el legado histórico para la elaboración de la vida humana presente y futura. En la tradición del mundo occidental se hallan grandes aciertos y colosales errores. La lectura de la Historia nos causa con frecuencia profun da indignación. Al mismo tiempo, la visita de monumentos, la lectura de obras literarias, la contemplación de joyas artísticas, el análisis de las grandes construcciones intelectuales nos sobrecoge a menudo por su grandeza. Esta com pleja, abigarrada realidad es Occidente, el clima en que se asienta nuestra labor social e intelec tual. La gran tarea del universitario actual es des cubrir por todos los medios la profundidad del ser humano, su riqueza de dimensiones, la am plitud de posibilidades que presenta. Reducir arbitrariamente, en virtud de prejuicios ideoló gicos, el alcance de estas posibilidades y dimen siones constituye una labor abiertamente antihu manística, por más que se la presente como una exaltación de la verdadera imagen del hombre frente a la supuesta «alienación religiosa». La historia más reciente de Europa nos muestra que la exaltación unilateral del hombre aboca al ex terminio en masa de quienes no aceptan la in terpretación del ser humano que se pretende imponer coactivamente. El hecho de que en la actualidad los regímenes que utilizan con más profusión el alambre de espino sean los que centran su ideología en el tema de la «aliena ción humana» es suficiente para delatar el uso estratégico que se está haciendo del lenguaje
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consiste en el logro de una fundamentación filo sófica auténtica que nos descubra la compleja articulación interna del dinamismo creador de la persona humana. Ello exige el estudio de la lógica de la creatividad: apertura del hombre a realidades e instancias apelantes, respuesta hu mana a los diferentes géneros de valor, inmer sión activo-receptiva en las realidades envolven tes, exigencias que plantea el conocimiento de los diferentes modos de realidad, esquemas mentales que deben vertebrar cada modo de conocimiento. En momentos de grave confusión intelectual y espiritual se hace necesario extremar las cau telas sin merma del ímpetu investigador, que implica en todo caso cierta dosis de riesgo. La actitud de cautela consiste en tener ante la vista lúcidamente los defectos lógicos que pue den cometerse en los diferentes procedimientos intelectuales—deslizamientos de sentido, extra polaciones de categorías y esquemas, tergiver saciones de de conce concepto ptos.. s...— .— . No basta basta un un conoci conoci miento vulgar, espontáneo, casero de la lógica que rige los diferentes modos de pensamiento, de comunicación, de acción, de creatividad. Todo es en el hombre extremadamente rico y com plejo lejo.. «Muchas cosas hay hay portento portentosas— sas— exclama exclama el coro de la Antígona de Sófo Só focl cles es— — , pero pero nin nin guna tan portentosa como el hombre.» Sin el conocimiento a fondo de la complejidad del ser humano no es posible en situaciones de encru cijada como la actual hacer frente a los profe sionales de la manipulación. En momentos de profunda, casi brutal revisión de las cuestiones básicas de la existencia, hay que plantear la lu cha a niveles muy hondos: constitución de la persona humana; desarrollo de la personalidad
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nocimiento y amor, conocimiento, amor y valo res; libertad y acogimiento activo del valor; auto nomía y heteronomía; persona y comunidad; per sona y sociedad, persona, sociedad e inserción activa en la historia... Urge una clarificación a fondo de términos y conceptos. Se habla hoy profusamente de libertad, de alienación, de so ciedad y masa. Pero ¿qué debe entenderse a punto cierto bajo estos conceptos? Tomemos, por ejemplo, el concepto de «masa». ¿Es cuan titativo o cualitativo? ¿Pueden solucionarse los problemas que plantea la llamada rebelión de las masas con criterios individualistas e intelectualistas? Examínese detenidamente bajo este punto de vista la obra de Ortega La rebelión de las masas, y se sorprenderá el lector al observar la complejidad que encierran algunos términos de uso casero, aparentemente simples. La paciente y radical labor de análisis de las estructuras de la realidad que debe llevar a cabo el hombre universitario encierra una eficacia tanto mayor a la larga cuanto en principio parece reducirse a una investigación académica privada. Es insospechable la eficiencia que encierra un análisis cuando se refiere a cuestiones básicas porque el más leve cambio operado en los pila res repercute decisivamente en todas las estruc turas de la trama de lo real.
10. NECES NECESIDA IDAD D DE UNA FORM FORMAC ACIO ION N INTEGRALMENTE HUMANA
Cuando Otto Hahn—al físico Inventor de la fisión dal átomo de uranio—tuvo conocimiento da que una ciudad japoneaa acababa de aucum* bir bajo una bomba atómica, aufrló una conmo ción espiritual tan honda que llegó a preocupar aeriamente a loa amlgoa que compartían la ba rraca del campo de concentración Inglés donde ae hallaban confinados. Lo contó emocionado Wernar Heisenberg en una conferencia pronun ciada en Munich a raíz del famoso Manlfleato enviado por emlnentea hombrea de ciencia al entonces canciller Conrad Adenauer. «La Ilusión de mi vida, confesó Hahn, fue Inveatlgar para descubrir el secreto del Universo y prestar un servicio a la Humanidad. Hoy comprendo que mi vida no ha tenido sentido, y no veo por qué he de prolongar una existencia sin razón de ser* Esta experiencia fue, en realidad, la experien cia de toda una generación. El hundimiento de Europa, que tan vivamente me imprealonó cuan do traspuse los Pirineos recién terminada la última guerra, siendo todavía un adolescente, nos advierte con toda gravedad que algo ha fa llado en el llamado Mundo Moderno, que la Idea del eterno progreso no era sino un mito que ae diluyó en la sordidez de laa trincheras, en el desconsuelo de la muerte compartida diaria mente, en las ciudades cubiertaa de ruinas. Loa millones de jóvenes que han caído en la guerra
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Al conseguir mediante le técnica cierta dosis de felicidad, el hombre occidental cayó en la In genuidad de pensar que, el un pequeño adelanto técnico ae traduce Inmediatamente en un tanto proporcional de confort y felicidad para el hom bre, un progreso técnico Indefinido se traduciría en un progreso correspondiente de felicidad, la primera guerra mundial marcó el momento en que hizo crisis esta Ilusión. Pero, entre la con tien enda da del 14 al 18 y la del 39 al 45 media una diferencia muy notable, Los Hombres que hicieron la primera guerra mundial actuaron con Ilusión, y, ante la hecatombe final, estimaron que el sa* orificio colectivo ofrecía un claro sentido reden* tor y expiatorio, de modo que sus tremendos sacrificios ponían laa bases para un mundo me jo jor que legar a sus hijos. El hombre de del 18 con fiaba que tras el armisticio se conseguiría poner las bases de una paz duradera1. El error fue patente, puea las medldes tomadas no hicieron sino disponer las cosaa para la segunda guerra mundial. Cuando los hijos de quienes hicieron la primera guerra se vieron obligados a empuñar las armas y encararse con un segundo conflicto, se dieron cuenta, muchos desde el primer mo mento, de que esta conflagración era totalmente absurda. Iniciaron la lucha sin ilusión, y al verse envueltos en la catástrofe colectiva, la de los vencidos y la de los vencedores, cobraron una conciencia lúcida, trágica, de que esa guerra había carecido de sentido, Incluso de sentido expiatorio. En todo Occidente se Impuso una palabra desconsoladora: e/ absurdo. El mundo occidental se vio Inundado de obras filosóficas, ' "Am " Amig iga a mía escri esc rib bió Péguy Péguy a Genoveva Favre Favre «I In
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literarias, cinematográficas y teatrales acerca del absurdo y el sin-sentido de la existencia. Jea Jean-Paul Sartr Sartre, e, un oscur scuro o escritor francés francés de provincias, halló eco en la postguerra por haber sabido hablar directamente a generacio nes enteras con la lucidez que presta la amar gura del fracaso, del desmoronamiento colectivo en el que las tumbas no irradian ni un rayo de esperanza hacia un futuro mejor, sino que son el anticipo sombrío de pruebas todavía más abrumadoras. En un momento en que tanto se habla de crisis y de protesta a escala mundial, urge analizar si estos fenómenos sociales no tendrán acaso raí ces muy hondas que se adentran en la historia de Occidente. Los europeos haremos bien en dedicar tiempo y honda meditación, serena y sobre todo sincera, a determinar si existe una relación directa entre nuestra tan decantada cul tura y la historia de la última devastación. Los que nos abrimos a la vida en clima bélico, asediados por una prensa voceadora de noticias escalofriantes y vaticinios de hongos atómicos, y hubimos de iniciar la vida intelectual en un ambiente hosco, ¿qué pensamos de nuestros ma yores?, ¿qué juicio nos merecen las formas de convivencia que nos han legado? Civilización y cultura
Tras haber difundido por el mundo una pode rosa civilización, Europa se ve instada a pensar si tal género de civilización no habrá hecho im posi posib ble— le— por diversas causas— la auténtica cu cul l tura del espíritu. Desde hace años se distingue en el corazón de Europa civilización cultura.
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Un niño, un ignorante o un loco pueden hoy día poner en juego, manipulando un instrumento, fuerzas sorprendentes que se escapan a su co nocimiento y control. Mucho antes del pleno uso de la razón, un niño sabe encender un tele visor y tiene opción a pasarse largas horas preso en su pantalla. El niño desconoce lo que implica un televisor, ignora la historia que lo hizo posi ble, no tiene noticia de las mentes extraordina rias que hubieron de cultivarse y trabajar esfor zadamente para alcanzar el nivel cultural que permite realizar tales inventos. Cuando el saber se convierte en manipulable, se alcanza un grado, mayor o menor, de civiliza ción. Pero ¿se da éste parejo con el progreso de la cultura? He aquí la cuestión decisiva. Todos quienes tienen responsabilidad en la formación de los pueblos deberían discernir si las formas actuales de educación de la juventud tienden a incrementar la civilización ahogando la auténtica cultura, o se dirigen más bien a fomentar el cul tivo del espíritu. Ello nos lleva a abordar el grave tema de la formación cultural del hombre de hoy. Pros y contras del especialismo
Suelen subrayarse actualmente con dramatis mo e insistencia los peligros de la excesiva especialización. Ortega y Gasset delató hace tiem po «la barbarie del especialismo». Ciertamente, un especialista puede convertirse sin dificultad en un bárbaro de la inteligencia. Se cuenta que, hallándose unos estudiantes berlineses en el jard jardín ín de una facul faculta tad d botá botáni nica ca ocupados en el
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pasaba casualmente por allí. El profesor respon dió amablemente: «Lo lamento, señores, tampoco yo sé catalogarlo. Desde hace veinte años me dedico al estudio de este insecto, pero sólo al de sus patas de atrás.» Esta anécdota desta ca, en caricatura, el riesgo de quienes polarizan su atención de manera exclusiva, acantonándola en una parte demasiado limitada del estudio de la naturaleza. Tal forma de especialismo falto de la necesaria perspectiva carece del poder de visión y discernimiento que es propio de una auténtica cultura. Si es necesario destacar este peligro, no lo es menos subrayar el hecho de que el hombre puede ganar la necesaria universalidad de hori zontes a través del ámbito acotado de su traba jo jo. Cuando se estu estudi diaa un obje objetto de cono conoci cimi mien entto con la debida profundidad, a través de lo pro fundo se gana una universalidad muy amplia, ya que, en definitiva, las cosas se conectan a través de los estratos hondos de lo real. Lo urgente no es tanto impugnar de modo indiscriminado el especialismo, sobre todo en países que no tien den a su cultivo, sino destacar la necesidad de analizar los temas de estudio con la debida hondura, pues en tal caso se gana automáticamente una dimensión de universalidad en el saber. Con viene no olvidar que lo que determina la gran deza de la Universidad, no es, como suele decir se con excesiva precipitación, la universalidad de los saberes, sino el nivel al que se realiza la formación: el nivel de hondura y radicalidad, el nivel creador—ésta es la palabra decisiva—en que se lleva a cabo la tarea formativa. Urge preguntarse qué significa la formación a nivel humano, cuáles son sus presupuestos y su
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que le transmiten los mayores, o más bien en formar su espíritu para que los adquiera creado ramente de por sí? Respondamos por partes, a fin de proceder con el mayor rigor posible. Una formación a nivel humano Formar viene de forma. Formar es dar forma,
configuración, plenitud de facultades. Cuando se habla de un árbol bien logrado, de una figura modélica, de un característico hombre de mar, se está aludiendo a realidades que han llevado a término un proceso formativo, que se han con figurado de una manera específica. Esta adquisición al nivel humano de una figu ra precisa no es fruto de un mero proceso orgá nico automático, como sucede en la planta o en el animal. El animal, ser despegado de la tierra (a la que se aferra, sin embargo, el vegetal), qoza de cierta libertad de movimiento, pero se halla enclavado en un entorno (milieu) aue de termina con sus estímulos la calidad de las res puestas que e! animal ha de dar. En el plano humano, el entorno se trueca en mundo. El hom bre se halla en un mundo por estar dotado de inteligencia, voluntad y sentimiento. En este mundo es donde el hombre debe, crea doramente, lograr su formación. El ser humano no posee los instintos seguros del animal. Al animal le viene dada la vida; no piensa, no siente, no quiere. Piensa y quiere otro por él: la especie. No tiene, en consecuencia, necesidad de elabo rar proyectos y llevarlos a cabo mediante la se lección y apropiación de diversas posibilidades. El hombre, en cambio, es un ser arriesgado en
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dramatismo ineludible, que la filosofía actual ha sabido describir con ejemplar claridad. Con la capacidad de entender, querer y sentir, irrumpe la libertad en el mundo confiado y se guro del animal. El animal se siente a salvo en su mundo: tiene instintos seguros. Un ternerillo, cuando nace, sabe lo que ha de hacer para sub sistir. El niño, sin la inteligencia de la madre o de los tutores, perecería irremisiblemente. Es mucho más débil, más quebradizo, biológicamen te hablando, que el animal. Con el hombre irrumpe la libertad, y con la libertad adviene el riesgo. El hombre es un ser constitutivamente dramático y arriesgado. Debe actuar, aun sin poseer garantía absoluta de éxi to. Vive constantemente en situación de encru cijada; se ve instado a optar. Debe constante mente poner en juego su inteligencia para saber a qué atenerse ante las diversas posibilidades que le ofrece el entorno y orientar su acción. El hombre occidental, tras la experiencia de dos grandes guerras, considera justificado afir mar que el ser humano, por el hecho de tener libertad y sentirse urgido a hacer proyectos y tomar opción constituye una calamidad a escala mundial. Desde antiguo se venía pensando que ser hombre es un don, un prodigio de la natura leza. Mas, hacia los años 20, terminada la prime ra guerra mundial, un hombre característico de la época, Ludwig Klages, escribió tres volúmenes ingentes para demostrar que el espíritu es el enemigo nato de la vida y debe, como tal, ser desplazado. El espíritu inaugura, a su juicio, el drama de la vida humana; funda las distancias entre el hombre y lo real, y quiebra para siem pre la unidad de fusión indiferenciada entre el hombre y su entorno. El espíritu es «un tumor
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go, existe, y con su existencia rompe la serena iozanía de la vida. Según Klages, imperaba en el universo el reino confiado, multicolor, fecun do de la vida, hasta que advino el espíritu, y con él se inició la andadura dramática de la vida hu mana. El hombre europeo, a partir del final de la pri mera gran guerra, no sólo impugnó cierta acti tud espiritualista de algunos pensadores; se decidió a atacar en bloque al espíritu humano, considerando la dignidad del hombre, por su con dición espiritual, como una desgracia cósmica. ¿Es ello justo? El hombre, por diferentes razones, péndula constantemente entre diversos extremismos y se halla expuesto a convertirse en un ser des equilibrado. Pero todo hombre consciente de su gran dignidad, y de que toda dignidad conlleva una responsabilidad, ha de tener la audacia y la enerqía de asumir la condición responsable aue implica la elevada misión aue se le ha confiado. La campaña de glorificación de la anqustia, la náusea, el aburrimiento y el hastío que se ha llevado a cabo últimamente en Eurooa; los ata ques a la libertad y responsabilidad humana y la consideración de los ideales como imposturas son manifestaciones distintas de un mismo fenó meno: la abdicación de los derechos del hom bre, visto como ser problemático, animal inse curum.
Obviamente, ser hombre no es empresa fácil, pues, como decía Goethe, «no en vano se cami na bajo palmas». En los momentos de crisis como el actual, el hombre debe cobrar concien cia clara de que toda dianidad va aoareiada con un riesao proporcional, de forma aue, si hemos
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mueve en un plano de profundidad y de ambi güedad donde se dan fuertes presiones y abi sales riesgos, pero estos riesgos y presiones se traducen en amplias posibilidades. El ser abierto a amplias posibilidades es de por sí una realidad ambigua, maleable, y, como tal, lábil y quebradiza. La educación para la li bertad auténtica, que es libertad en vinculación, debe superar la cómoda atenencia a clisés rígi dos, a formas de conducta estereotipadas. La actitud libre implica tensión creadora, y a nivel creador el criterio de autenticidad no viene dado del todo hecho desde fuera; se alumbra en bue na medida en el seno mismo de la acción. Incluso cuando se admiten instancias normativas suprapersonales, el criterio de ¡usteza moral no es criterio de mera adecuación, sino de creación. La libertad como don y como tarea
En el caso del hombre sucede lo que en la técnica aerodinámica: debe renunciarse al am paro de la tierra firme para ganar la libertad suprema del vuelo. Si un avión se aferra obsti nadamente a la pista para no correr el riesgo del vuelo, jamás conseguirá la libertad de sobe ranía que implica el volar. También el hombre debe prescindir de muchas cosas que se ofrecen como seguras y entregarse a actividades ten sionadas en las cuales puede conseguir una gran elevación si mantiene un dinamismo constante. Si el impulso dinámico cede, el ser humano pier de el necesario equilibrio y se descontrola, co rriendo peligro de bajar a niveles de desajuste inferiores incluso al nivel de la vida animal. Esta espléndida y arriesgada condición humana
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este precio pareció excesivo, y a partir de las últimas guerras las páginas de la antropología filosófica y de la literatura, cine y teatro se car garon de apasionadas elegías a la serenidad per dida dida.. Si el espíritu espíritu— — arguye arguye Ludwi Ludwig g Klages—es Klages— es el contradictor de la vida, del «alma», el hombre debe oponerse al mismo y a todos los valores que él alumbra. Decisión en extremo grave, pues el ser humano se plenifica abriéndose a los va lores, y, cuando se cierra a su influjo fecundante, se enquista en sí mismo, se encapsula en su torre de marfil egolátricamente, llevado por la ilusa seguridad de que la soledad en que se encierra constituye su pleno logro. En verdad se trata más bien de una soledad vacía, en la que el ser humano se agosta al modo como perece una planta en el retiro asfixiante de la campana pneumática. El ser humano sólo se plenifica cuando se abre creadoramente a los grandes valores. Hacia el año cuarenta, otro escritor germano, Arnold Gehlen, en la misma línea de desconcier to que Ludwig Klages, afirmó que cuanto el hom bre realiza en la vida no tiene más fin que mantenerse en la existencia, y no aspira sino a res ponder a esta desazonante pregunta: «¿Cómo puede subsistir un ser tan monstruoso?» Mons truoso es lo deforme, lo que no ostenta la forma que le compete. El ser del hombre presenta, según Gehlen, un carácter monstruoso porque su condición normal fue alterada por el advenimien to del espíritu. El espíritu constituye, a su enten der, una ingerencia espúrea, a modo de huésped indeseable e indeseado, elemento extraño que se introdujo en el mundo de la vida sin haber sido solicitado e introdujo en el mismo un des ajuste radical.
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lo perspectiva suficiente para entender la liber tad como un don y como una tarea que ha de cumplirse esforzadamente, en la conciencia de que la dignidad humana debe pagarse a muy alto precio. La reflexión antropológica ve con nitidez que la libertad no constituye un privile gio que el hombre posea de una vez para siem pre o que pueda conquistarse con métodos ex peditivos. La libertad no es una característica que pueda obtenerse en virtud de una ley gene rosa. Se trata más bien de una condición que cada uno ha de adquirir y perfeccionar. Ser libre no equivale a tener el arrojo de romper vínculos, sino a mostrarse capaz de crearlos y llevarlos a madurez. Ser libre es tener la riqueza interna necesaria para poder crear ámbitos en la vida: ámbitos de amor, de ciencia, de actividad pro fesional, de estructuras sociales, etc. Romper vínculos significa, por el contrario, desvincu larse de la tierra nutricia, cortar el cordón um bilical que nos une a aquello que nos plenifica. Romper vínculos es tarea fácil, al alcance de un niño, un ignorante o un loco. Crear vínculos es quehacer muy difícil, sólo posible para un hom bre internamente logrado, es decir, libre. Suele decirse en la vida ordinaria que una persona «se mueve con libertad» porque dispone de amplias posibilidades, de gran número de relaciones. Ello quiere indicar que la libertad consiste en tener posibilidades, y, correlativamente, en dis poner de riqueza interna, porque tales posibili dades las crea o se las apropia el ser humano trabajosamente al hilo del tiempo. Al hombre le viene dada la capacidad de ser libre, la exi gencia de obrar libremente y la urgencia en la vida diaria de ir recorriendo la áspera pendiente de la auténtica libertad. Cuando un joven se hace
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tual, ha dado un gran paso hacia ia mayoría de edad. Si se empeña, por el contrario, en juzgar que su libertad consiste en quebrar los víncu los nutricios que le unen a la vida y a los gran des valores, pone las premisas necesarias para anular toda posibilidad de convertirse en hom bre cabal y malograr de raíz su proceso de ma duración humana. Aquí radica la gran tarea formativa. Sólo en el dinamismo de la actividad que se mueve a niveles muy hondos es posible resolver las apa rentes paradojas implicadas en toda teoría pe dagógica. ¿Cómo puede el hombre, siendo dueño de sus actos, sentir sobre su conciencia la fuer za directiva de la ley? Libertad y ley
No deja de ser chocante en principio que se nos proponga como tarea llegar a ser libres y autónomos, dueños de nuestra existencia y des tino, y se nos impongan unas normas fijas de acción. ¿Debemos realizar nuestra vida de modo autónomo, o hemos de recibirla del todo hecha? Si el hombre debe ser libre ¿por qué se intenta encauzarlo a través de normas? ¿Se trata de un dilema o, más bien, de un contraste? Al hombre avisado la vida le va enseñando, en casos a través de sobresaltos, amarguras y caídas, que llega a ser de verdad autónomo cuan do sabe obedecer a normas supremas que lo plenifican. El hombre únicamente llega a ser libre cuando tiene el poder de iniciativa suficien te para asimilar como propias las normas básicas que rigen su acción. Lamentablemente, a veces se malentienden las normas como coacciones,
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Cuando s© conoce la lógica de la creatividad, se advierte que el desarrollo de la personalidad humana no acontece de forma monológlca sino dialógica. El hombre se despliega dialogando con otras realidades, y aceptando sus apela ciones y exigencias. La vida personal tiene sus leyes específicas, como las tiene la vida bio lógica, y el hombre debe acatarlas bajo pena de anular de raíz las posibilidades más valiosas de su existencia. Si en Occidente hubo empeño en ignorar estas leyes, no podemos sorprendernos de la marcha que ha seguido la Historia, pues ese género de cataclismos espirituales que son las guerras muestra gran afinidad con la hecatombe que su cedería sí, en un acceso de locura cósmica, los astros se negaran a obedecer la ley de gravita ción universal, que no es sino un reflejo a nivel inconsciente de la ley de gravitación espiritual que rige la vida de los hombres, y que denomi namos amor. Libertad y entorno
Otra aparente paradoja viene dada por el he cho de que el hombre, ser libre, debe perfeccio narse en contacto con el entorno. Esta paradoja sólo puede resolverse si el hombre domina el entorno y lo integra mediante un impulso creador en todos los frentes. El ser humano debe abrirse con todas sus fuerzas a las distintas formas de realidad que entran en su campo de despliegue y crear con ellas los ámbitos de interacción que suscitan. Entre estas formas de realidad Juega la persona un papel preponderante. De ahí la
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El proceso formatívo del hombre podríamos en principio definirlo como el desarrollo de una imagen cabal de sí mismo en contacto activoreceptivo con otros seres y con Instancias va liosas. La labor formatlva debe ostentar, ante todo, estas dos eminentes cualidades: ser rigu rosamente creadora (pues los ámbitos de en cuentro ha de fundarlos el hombre por sí mismo) y estrictamente personal. Con ello se salvan dos escollos: el Individualismo y la alienación. Hoy se habla profusamente de la alienación, y a menudo de modo banal. Se afirma con fre cuencia que el hombre se aliena cuando se vincula a otros hombres, y cuando se entrega a valores éticos y religiosos. Es éste un error de consecuencias incalculables. El hombre se alie na cuando sale de sí para perderse a nivel de realidades superficiales, entregándose a las téc nicas de la diversión, de un «divertissement» (Pascal) fácil y fútil, pero se gana cuando sale de su torre de marfil para ponerse en relación con realidades profundas y valiosas, con las cuales es posible crear modos de unidad ex traordinariamente fecundos. Bien sabemos por experiencia que la amistad con otras personas sobre todo las espiritualmente ricas, plenifica el espíritu en medida directamente proporcional a esta riqueza. ¿Cómo puede afirmarse que la unión con los grandes valores religiosos produce un efecto alienante si tal relación es justamente la que permite fundar los ámbitos de conviven cia en los que llega el hombre a plenitud? Si damos por supuesto que el hombre está dentro de si, y que salir fuera es perderse, parece evi dente que entregarse a los valores religiosos
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Llevando lo antedicho al terreno concreto de la formación, las consecuencias se presentan sobremanera fecundas. Sí el hombre se gana cuando se pone al servicio de los grandes valo res de modo activo-receptivo, la formación ha de ser eminentemente creadora. Formar no es sólo informar
La formación específicamente intelectual debe ostentar, como formación humana, un signo ri gurosamente creador. Sin duda alguna, los cen tros docentes están obligados a facilitar a los alumnos cierta cantidad de conocimientos, pero esta transmisión de saberes ha de ser realizada de tal modo y a un nivel tal de elevación que la personalidad de los jóvenes alcance el máximo desarrollo posible. Ello se logrará si el estudian te, de la mano del profesor, revive creadoramen te los múltiples procesos intelectuales que han gestado el saber humano hasta la actualidad. De esta manera, los estudiantes se pondrán en si tuación de dar incluso un paso adelante. ¿Qué estructuras pedagógicas hicieron posible que Heisenberg, Dirac y Schródinqer hayan recibido en plena juventud el Premio Nobel? Tal éxito fue posible porque estos hombres se abrieron a la cultura de modo creador, reviviendo la peripecia intelectual que a lo largo del tiempo han vivido los grandes pioneros del saber científico. Al fi nalizar sus estudios, se encontraron pertrechados con un elenco de saberes perfectamente asimi lados y puestos al día. Nada extraño que estos jó jóvenes cien cientí tífi fico cos, s, singu ingula larm rmen entte dotados, ha yan sorprendido al mundo con sus geniales ha llazgos. La obra de Heisenberg Der Teil und das
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testimonio sobradamente elocuente y aleccio nador. Si nos empeñamos en reducir a los estudiantes de escuelas superiores a meros discípulos que aprenden de memoria moles ingentes de datos, más o menos carentes de ímpetu creador, que braremos de raíz la capacidad investigadora de las futuras generaciones. Es bien sabido que mentes bien dotadas pueden quedarse en agraz a causa de estructuras pedagógicas inadecuadas. Cuanto se enseña desde la escuela primaria hasta la universidad debe ser ofrecido a los alumnos en estado naciente, con todo el rigor y vigor de la invención originarla, no de modo memorístico, sino con el dramatismo y la nove dad bullente del hallazgo primigenio. De la Me tafísica decía Aristóteles que era «el-saber-quese-busca». Todo saber humano es en rigor un saber buscado. La transmisión de conocimientos debe llevar al alumno de sorpresa en sorpresa, como si es tuviera creando la ciencia por primera vez, con la emoción primera de la fuente que mana, con la actitud de sobrecogimiento que implica la apertura creadora a la vida intelectual, técnica, científica o artística. Toda labor formativa debe cuidarse de no car gar el espíritu de los alumnos con el peso muer to de la información. Téngase en cuenta que sólo se halla uno informado cuando logra revivir por dentro aquello que desea conocer. Solía decir Furtwángler que un intérprete no reproduce ca balmente una obra si no la crea de nuevo. No hay gozo mayor en la vida del estudiante que una clase en la cual, como por vez primera, surge la maravilla de un invento, de un hallazgo inte
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viendo de nuevo, volviendo a crear, una obra musical. De estas consideraciones se siguen importan tes conclusiones prácticas respecto a la ense ñanza que sería largo explanar, pero que consi dero útil indicar sumariamente. Hacia una universidad creadora
En nuestro país—y en general en los países latinos—se ha tendido más bien a informar que a formar. La formación es a menudo excesiva mente memorística y poco creadora. Se teme con exceso que el alumno ignore determinados datos. Se indignan, por ejemplo, algunos cate dráticos de Historia si un alumno no sabe pre cisar la fecha de la batalla de Austerlitz, pero dan poca importancia al hecho de que ignore las causas profundas que motivaron la Revolu ción Francesa. La fecha de la batalla de Austerlitz puede consultarse rápidamente en cualquier ma nual, pero la formación que significa conocer por dentro el proceso de la Historia, cuáles fue ron los ocultos móviles que movilizaron al pue blo francés en 1789 y suscitaron las campañas napoleónicas no se repentiza mediante una mera consulta a una enciclopedia; exige largos años de gestación espiritual. Todo lo grande que hay en la vida exige un tiempo especial de maduración. Todo cuanto exi ge un tempo lento de maduración debe consti tuir tema primario de atención en los centros de enseñanza. Actualmente se plantea con frecuencia la cues tión de si la enseñanza universitaria ha de ser de tipo enciclopédico o de tipo creador. ¿Se trata
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sidad se halle tan desvinculada de la sociedad como lo está actualmente, al menos en ciertos países, o debe elaborarse una universidad que sea el «Alma Mater ater»— »— expresión expresión acuñ acuñada ada en épo épo cas más flor floreecie cient ntes es— — , alma alma y centro centro impu impulso lsorr del país? A mí entender, habría que formar, por así decir, unas clases medias de la cultura, y unas clases altas de investigación. Si los primeros años de la carrera estuvieran dedicados a la información y los últimos a la investigación, se podría hacer un examen riguroso de aptitud, de tal manera que los alumnos que acudieran a estos últimos estuvieran en condiciones de ponerse al día en el quehacer investigador. Este sacrificio podría serles exigido a los alumnos si la sociedad es tuviera dispuesta por su parte a acoger a los investigadores y concederles el rango corres pondiente, del que hoy en general carecen. Imaginemos que cada universitario saliera de la universidad con un tema de investigación en marcha. Veinte universitarios serían veinte te mas. Mil universitarios, mil temas y veinte mil universitarios, con veinte mil temas de investi gación, levantan un país. Me atrevería a afirmar que, estructurada adecuadamente la universidad con vistas a formar investigadores, y decidida la sociedad a arroparlos, al cabo de pocos años se transformaría totalmente el paisaje de nuestra investigación nacional. Ello exigiría grandes sa crificios, pero reportaría compensaciones gene rosas para todos. Una universidad cuyos estudios básicos no constituyen sino una prolongación de los estu dios de bachillerato, y donde los cursos de especialización se realizan a menudo de modo tí mido y alicorto, no puede formar los grandes
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bachillerato difícil y una universidad orientada hacia una labor eminentemente creadora. Preci samente porque hoy día el número de alumnos es muy elevado y ei país está más necesitado que nunca de grandes Investigadores, habría que elevar el nivel de la enseñanza y hacer con ello una selección de talentos a fin de promocionar debidamente el quehacer investigador. Nadie ignora que no hay plan de desarrollo posible que no lleve a la base un florecimiento de la investigación, pues un país que intente desarro llarse a base de patentes extranjeras no verá compensado nunca su esfuerzo de modo plena mente satisfactorio. Ante este cúmulo de problemas, lo que proce de ante todo es plantear las cuestiones con ab soluta sinceridad, y programar el trabajo docente e investigador de modo eficaz aunando los es fuerzos y los intereses de los distintos esta mentos de la nación, sobre todo, la industria y la universidad.
11. LA ALIE ALIENA NACI CIO ON DE LA JUVENT JUVENTUD UD Y EL CONFLICTO GENERACIONAL
El hecho de hallarme biográficamente en el filo agudo que divide la juventud y la madurez, estimo me pone en situación de tomar partido sin partidismo en el debatido tema de la falta de inteligencia mutua que se observa hoy día entre las generaciones llamadas jóvenes y las maduras. Limitándome a algunos aspectos gene rales que considero decisivos, debo advertir sin ambages que la Juventud actual, con su anárqui ca rebeldía, no hace a menudo sino sacar since ramente las conclusiones de ciertas premisas establecidas desde hace años por las genera ciones que hoy ocupan los puestos sociales de responsabilidad. Ante la gravedad de tales con clusiones no procede concentrar la indignación en quienes muestran muestran el el arrojo— arrojo— tal vez suicida— suicida— de sacarlas, pues lo Justo es enfrentarse con las raíces del mal, con quienes en tiempo no lejano consiguieron espectaculares éxitos sembrando en Occidente doctrinas disolventes cuyos efec tos deletéreos se cuidaron con bien meditada hipocresía de mantener a cubierto. Sí se exaltan los valores meramente vitales en detrimento de los derechos del espíritu y se degrada lo permanente para consagrar el prima do del cambio por el cambio, la acción por la acción, la vitalidad por la vitalidad, no es extraño que, a la vuelta de algún tiempo, los Jóvenes exhiban agresivamente sus pocos años como signo de máximo poder y se entreguen con la
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arraigo moral, con la supuesta Justificación que les presta el carácter deportivo y viril con que se pretende vivir este género de experiencias. La exhibición de fuerza incontrolada se carga de prestigio al vincularse, merced a ciertos princi pios filosóficos aventados a principios de siglo, a las equívocas nociones de autenticidad y vi talidad. Las corrientes intelectuales que consagraron el cambio y la situación como módulos exclusi vos de toda acción humana auténtica, despre ciando como signo de servilismo espiritual la atención a los criterios de la tradición, la escue la, las instancias normativas, etc., no pueden hoy día mostrar sorpresa si la juventud vincula la fecundidad con el desarraigo en todos los órde nes, y quiebra uno a uno con lógica implacable los lazos que unen al hombre nutriciamente al entorno, convirtiendo el despojo espiritual y el inconformismo a ultranza en una especie de valor en sí incontestable. Desde hace siglos, se procura en los círculos intelectuales dar por sentado que el único modo de conocimiento riguroso es el que atiende al dominio de lo verificable, mensurable, asible, objeto de medida y control. Este conocimiento se traduce inmediatamente en poder, y del po der surge el confort. A pesar de que el mito del progreso indefinido hizo crisis violentamente en las dos últimas guerras, no resulta extraño que el ho hombre actual—ansioso actual— ansioso de de poder poder fác fá cil— il— se acoja al ámbito de lo manipuladle como a una tierra de promisión. El poder técnico convierte la cultura en una suma de objetos manipulables, manejables por cualquiera. Nada ilógico que, al verse dotado de cierto poder de disposición
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En consecuencia, las virtudes humanas que exige ia apertura a los grandes valores—virtu des tales como el amor, la humildad, la obedien cia, el recogimiento, la paciencia, la piedad—son entendidas como características de espíritus dé biles que se acogen a lo invisible y futuro por no saber o no poder arrostrar el riesgo que exige la conquista de lo presente. Para hacerse cargo de que la madurez de la personalidad se da en niveles de hondura donde rigen criterios muy distintos a los del mundo de los objetos mani pulares, se requiere tiempo, esfuerzo y buena disposición: extrañas condiciones para quienes convierten la eficacia inmediata en santo y seña de la autenticidad. El concepto de autenticidad, así como los de eficacia, libertad y virilidad, deben ser matizados con gran cuidado si queremos comprender lo que es y significa cada fase de la vida humana. Pero el joven actual, nutrido con el alimento espiritual que le ofrecen demagógicamente los intelectua les a través de las grandes cadenas de la pro paganda ideológica, ama la eficacia rotunda de los conceptos conceptos arist aristad ados os— — arma arma fu funda ndame menta ntall de toda labor labor demag demagóg ógic ica— a— , y no no gusta de de matizar. atizar. Cuando alguien pide tiempo para distinguir di versas vertientes en un vocablo decisivo, es acusado de blando y afanoso de evadir la acción inmediata. Al no haber tenido ocasión de pre senciar las catástrofes que provocan ciertas co rrientes ideológicas, los jóvenes no temen las consecuencias de los principios falsos y defien den sus convicciones improvisadas con ardor de neófitos. Por lo que toca a la relación de las diferentes generaciones entre sí, lo grave radica hoy día en que la formación no se transmite de padres
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vilegio de Ir plasmando lentamente a su Imagen la mentalidad de los jóvenes. Es la sociedad en torno la que, de modo anónimo, precitado, a veces delirante, se avalanza hacia la juventud con una marea incontenible de cultura vulgariza da, hecha a medida de las leyes que rigen los movimientos de masas. Con todo el refinamiento del saber técnico, el mundo moviliza los inmen sos recursos de los medios de comunicación social para modelar el alma de los jóvenes. De esta forma, con un mínimo de esfuerzo espiritual los jóvenes queman etapas y se encuentran muy pronto pertrechados con un sistema amplio, apa rentemente seguro y eficaz, de criterios para moverse en la vida, criterios avalados por el conjuro que ejerce la propaganda sobre los es píritus elementales. Al confrontar estos criterios con los de sus padres y educadores, más preocu pados de ordinario por conseguir un mínimo de orden en el caos de la mente juvenil que de clarificar en serio su propia posición ante la vida, suelen advertir los jóvenes la despropor ción que media entre el halago y «sinceridad» de su posición desgarrada ante la existencia y la insulsez rutinaria de la vida de los mayores, cuyo sentido profundo no alcanzan a presentir. Padres e hijos se hallan así en niveles distin tos, y todo intento de diálogo degenera casi auto máticamente en monólogo alternante. De ahí la irritada propensión de los jóvenes a intervenir decisivamente en la dirección de la sociedad, sobre todo en la vertiente que toca a su propia formación. Como, debido a la sen sación de seguridad que produce la manipula ción de medios técnicos de transporte e infor mación, se sienten a la altura de los que fisio lógica y socialmente se hallan en posición más
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a dialogar que en ei fondo es un intento de nive lación de las diferencias que impone el rango, el rango intelectual, jerárquico, profesoral, etc. Si no valora debidamente el género de conoci mientos cuya elaboración exige tiempo y expe riencia vital, el joven se resiste a aceptar que pueda existir entre él y los mayores una dife rencia de nivel que justifique una actitud de discipulaje. De lo antedicho se infiere que no constituye vía alguna de solución al problema de la juven tud actual mostrar que ésta no sabe a punto cierto lo que quiere, pues tal desconcierto es todo menos ilógico en una sociedad desmante lada de auténticos valores que ho exaltado el «absurdo» y la «náusea» como claves filosóficas para dar cuenta de un mundo caótico, axiológicamente depauperado, algunas de cuyas tenden cias más características en filosofía, sociología y arte no son sino un canto a la disolución de todo sentido y orden. La rebelión de la juventud constituye el exa men de conciencia a voces que los mayores no quisieron hacer en secreto y a su debido tiempo. Es una invitación a revisar los principios de pensamiento y acción, y a realizar todos los esfuerzos que sean necesarios para mitigar el desequilibrio entre la técnica y la madurez espi ritual, el poder que se tiene sobre la naturaleza y el poder que se tiene sobre ese poder. Esta revisión exige, a su vez, una absoluta sinceridad por parte de los mayores para reconocer sus deficiencias y la gravedad de las consecuencias que de ellas se sacan cuando el ámbito social se ve sacudido por una marejada de vidas hu manas sin temor al riesgo y sin los diques de contención que significan la hipocresía y el
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tual alguna parte del tiempo que dedican febril mente al logro de un bienestar material que sus hijos reclaman con imperiosidad creciente pero no dudan, por otra parte, en anatematizar como una forma de disolución burguesa. Si en toda época fue temible el poder de las ¡deas, en este momento de griterío propagandís tico e inflación publicitaria se hace absoluta mente necesario el incremento de la cautela in telectual si no queremos que mil vientos de ideas y criterios encontrados desarbolen el débil entramado espiritual de la juventud. Más que nunca urge actualmente un estudio serio, a fon do, de las cuestiones fundamentales de la vida, porque menos que nunca está el hombre de hoy dispuesto a saciarse espiritualmente con ideas superficiales y desgastadas. La crisis actual necesita grandes talentos que profundicen en los problemas cruciales de las Ciencias del Espíritu y aclaren el verdadero sentido y alcance de los términos que dirigen mediante su conjuro la vida de los hombres. En el fondo, si se miran las cosas con sinceridad, la anarquía de la juventud no es en gran parte sino la versión externa, callejera y vociferante, del desconcierto interno de las generaciones ma duras que descuidaron en exceso el cultivo de las vertientes humanas que el orgullo científico suele considerar como irreales o al menos inefi cientes. El estudio entre bastidores del pensa miento occidental del último cuarto de siglo res palda—a mi entender—con escalofriante verismo esta grave afirmación.