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UN EPISODIO SUBVERSIVO MILITAR ESPAÑOL: EL REGIMIENTO LUSITANIA EN LA SUBLEVACIÓN DE VALENCIA, JULIO 1936 Juan José Oña Fernández Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)
En el marco de los sucesos del Alzamiento contra la II República en 1936, una unidad de Caballería de notoria raigambre monárquica (regimiento nº 8 “Lusitania”) mantuvo durante dos semanas por por su actitud indecisa el estado de de tensión levantisco en la tercera guarnición militar de España (Valencia), e influyó decisivamente en el resultado local y nacional rebelde. La unidad, además, enlazaría el protagonismo subversivo con su integración en la estructura operativa gubernamental, gubernamental, caracterizándose el e l “Lusitania” sin “Lusitania” sin la gran mayoría de sus mandos como una de las escasas de Caballería que combatiría al servicio de la República en la guerra civil que se iniciaba. Desde el 17 de julio y durante 15 jornadas se generó en Valencia una atmósfera de tensión influida por el desarrollo de los sucesos en Barcelona y Madrid, y de movimientos de voluntades a favor o en contra de seguir a los levantados de África y de otros lugares de España. En consecuencia se extendió una anormalidad caracterizada por barricadas frentepopulistas de sacos de arena, de adoquines, de troncos de árbol y de camiones huertanos y por el paso de las horas sin resolución tanto por los conspiradores como por el sector local afecto al régimen (Junta delegada del Gobierno y la Comandancia General). Este sector dudaba de la entidad de la fuerza militar valenciana al orden constituido pues si bien tenía la certeza de contar a casi toda la Artillería, suponía levantiscos a los cuarteles de Infantería, Caballería y Zapadores, hasta que la situación se aclaró el 30 de julio gracias a un sargento (Fabra) de Ingenieros, que con su actitud evitó la toma del polvorín de Paterna por la oficialidad alzada y mantuvo a su unidad (Zapadores) en el terreno gubernamental. Tal acción, decisiva para la marcha de los acontecimientos, redujo la oposición a Infantería y Caballería y convirtió especialmente al “Lusitania” en el bastión de la voluntad rebelde durante los tres días cruentos que llegarían. 1-REGIMIENTO Nº 8 DE CABALLERÍA: PRESENCIA Y PERSONAL (18 DE JULIO DE 1936) Dentro de la demarcación territorial militar correspondiente a Valencia, mandada por el general de brigada Fernando Martínez de Monge Restoy, las fuerzas de Caballería C aballería estaban integradas por el regimiento nº8 (antiguo “Lusitania” “Lusitania” y uno de los 4 independientes del Arma según la reorganización del 25 de mayo de 1936), más un escuadrón divisionario compuesto de dos secciones (una de ametralladoras y otra ciclista de Infantería). El “Lusitania”, “Lusitania”, como anterior regimiento de Cazadores 12, recogió al “Victoria Eugenia” nº 22 por 22 por Orden Circular de 9 de junio de 1931 para transformarse tr ansformarse en “Lusitania” nº 7. En abril de 1936, por otra Orden Circular (día 23), y dadas “las indudables ventajas que en el orden orgánico representa el que la numeración de las unidades de Infantería y Caballería responda al de las Divisiones y sea armónico”, cambió su numeral por el 8, intercambiándolo con el que hasta ese momento tenía el “Taxdir”.
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La unidad se ubicaba en un cuartel decimonónico (1898) de la valenciana zona castrense de la Alameda, anexo al del d el regimiento de Infantería nº 10 (“Guadalajara”) , controlando la estación ferroviaria de Aragón y la salida de la l a capital hacia el mar y el norte, y quedando a la vista y enlazada por varios puentes con las instalaciones militares situadas en la otra orilla del río Turia, ya en el arranque urbano: Capitanía General y sede de la División, Comandancia de Ingenieros, Parque y 5º Regimiento de Artillería, instalaciones que constituirían el núcleo gubernamental en las decisivas jornadas. Respecto a su personal, la mayoría de los jefes y oficiales lusitanos se determinaba a la conspiración, resultando más equilibrada la proporción en el núcleo de suboficiales y totalmente opuesta en la tropa, de claro enfoque pro-republicano. 2-DESARROLLO CRONOLOGICO DE LOS SUCESOS Conspiraba en Valencia una junta militar de sublevación dirigida por el comandante Bartolomé Barba (fundador de la UME) y encabezada por el general González Carrasco, en la cual se integraba una representación lusitana compuesta por el teniente coronel Granados, el capitán Suárez de Vigil y los tenientes Arnedo y Ribera (enlace entre los subversivos de Madrid y Barcelona). Esa Junta aceleró los preparativos para el levantamiento tras el asesinato de Calvo Sotelo hasta que llegó el fin de semana crítico en el que el regimiento experimentó un palpable estado de agitación que se inició cuando a las 22 horas del viernes 17 un conspirador (Ventura Cabellos, hijo del teniente coronel del Batallón de Zapadores que también se disponía a levantarse) 1 difundió en el cuarto de banderas la noticia de que Galicia se unía al Alzamiento Alzamiento de la guarnición de Marruecos. Conocida Conocida esa información, que provocó gritos y vítores entre los reunidos, el coronel Muñoz, una vez que reclamó la incorporación de todos los cuadros de mando que estaban de permiso, marchó a Capitanía junto a los tres comandantes leales al Gobierno (Juan Forés Puig, Antonio Sánchez Navajas e Isidoro González Serrano), e inició el primero de los varios contactos que habría de mantener en los 19 días sucesivos con el general Martínez Monje. Tal momento lo aprovechó en el regimiento el teniente coronel Lacasa, jefe de la Plana Mayor, para armar con mosquetón a la tropa y desplegar ametralladoras en verjas, ventanas y en los puentes próximos donde, al mando del teniente Mariano Blanco y del alférez Tabernero, se dio el primer tiroteo contra frentepopulistas: entre las últimas horas de ese día 17 y las primeras de la madrugada del sábado 18, camiones y coches de milicianos que pasaban por la Alameda vitoreando a la revolución se enfrentaron a los l os cuarteles, forcejeo que se suspendió en Infantería al presentarse un comandante de la unidad y en Caballería al regresar Muñoz, quien ordenó la retirada de las ametralladoras. A este primer incidente incidente sucedió otro en la zona de Capitanía, Capitanía, entrada la mañana mañana del sábado, que implicó a la guardia del establecimiento (quedó herido grave un centinela), a los afiliados de la Derecha Regional Valenciana (frente a aquella) y a un camión de la FAI procedente del Gobierno Civil, que chocó contra una casa ocasionando varios muertos y heridos entre sus ocupantes. La tensión finalizó con la presencia de fuerzas de seguridad (Guardias de Asalto) en la plaza de Tetuán y la ocupación y registro de la sede del partido político.
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Declaración de Ventura Cabellos Sabo en Archivo Histórico Nacional, Causa General nº 1389, que contiene las de otros conspiradores (teniente coronel Ignacio Gomá Orduña, comandante Bartolomé Barba y Joaquín Maldonado Almenar), más un “Informe provisional del Movimiento Mo vimiento Nacional en Valencia”.
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Pasados los hechos el general Martínez Monje ordenó acudir a su presencia a los jefes (Muñoz y Gómez de Nicolás) de los cuarteles de la Alameda atacados en la noche anterior, quienes presenciaron una conversación telefónica de aquél con el presidente de las Cortes -Martínez Barriorecién llegado desde Madrid, en buena sintonía, en la que el general solicitaba elementos de la Guardia Civil y de Asalto para proteger Capitanía y rogaba que no se repitieran las agresiones. Finalizada la conferencia, el general despidió a los coroneles con la recomendación de mantener la disciplina en sus respectivas unidades y estos decidieron visitar al del 5º ligero de Artillería (Vicente Fornal) que descansaba en su cuartel (anexo a la División), para proponerle la declaración del estado de guerra. Este se sumó a aquellos -sin entusiasmo- en la siguiente visita: el “Otumba” nº 9, donde el coronel Velasco con sus tenientes coroneles Pérez Salas y Eixea se opusieron. Además, como Velasco previno telefónicamente a Capitanía, acto por el que le recriminó Muñoz, se vio forzado a acompañar al trío de coroneles hacia la División. En la junta consiguiente entre los jefes de Cuerpo y Martínez Monje, el de Caballería expuso que no respondía de la actitud de sus subordinados, lo que determinó al general para pulsar personalmente la oficialidad de la plaza. Mientras, en el “Lusitania” se vivió alto nivel de inquietud pues el teniente coronel Lacasa aprovechó para planificar (algo no acostumbrado) un tiro de los escuadrones de los capitanes Suárez Vigil y Abellán, con el objeto real de marchar hacia el polvorín de Zapadores en Paterna o tomar el aeródromo de Manises. La actividad no consiguió materializarse dada la oposición de los tres comandantes leales al régimen quienes, vuelto el coronel Muñoz, le notificaron la situación forzándole a ordenar el aborto de la salida y a desplazar del mando directo de unidades a un comisionado y activo subversivo teniente coronel (Granados), quien en realidad no pertenecía a la plantilla regimental por haber pasado a la situación de disponible por ascenso. A las 17´30 horas Martínez Monje y los generales Cavanna y Gamir más el coronel Machinandiarena (de Estado Mayor) se personaron en el regimiento, esperándole Muñoz con la tropa desmontada y equipada en el patio. Martínez la arengó a favor de la República y del Frente Popular; aclaró que el tiroteo matutino frente a Capitanía fue una provocación no achacable a los trabajadores, y finalizó sus palabras con un “Viva a la República”, contestado por los soldados con entusiasmo pero con silencios (teniente Alonso Pesquera) o incluso notorias desafecciones. Pasaron luego los visitantes al Cuerpo de Guardia para reunirse con los cuadros de nivel superior al de suboficial. Martínez Monje invitó a deponer la actitud sediciosa pero sólo recibió directas reclamaciones para secundar la rebeldía por el capitán Abellán Lloria más los tenientes Alonso Pesquera y Ribera Trillo de Figueroa que dieron lugar a un suceso de extrema tensión con arma incluida. Y es que ese último sacó una pistola y amenazó a los generales si no proclamaban el estado de guerra, suceso ampliamente resaltado en la prensa y en las declaraciones de procesados durante el posterior juicio sumarísimo. Así, Ventura Cabellos calificó el hecho de “sonado” pues la máxima autoridad militar de Valencia salió “con el bochorno consiguiente, dando antes palabra de honor de que no más lejos de la madrugada declararía el esta do de guerra”; y en palabras de un informante evadido al Ejército Nacional en 1937, los lusitanos “apresaron” a los generales, y la actitud del teniente fue tal que “si no lo contienen mata a los tres” 2.
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(Archivo General Militar de Ávila: Documentación Nacional, Armario 15, Rollo 18, Legajo 10, Carpeta 48, Caja 1218, Ejercito del Norte. Información del enemigo. Valencia. “Conducta de la oficialidad del Regimien to Lusitania. 25 de enero 1937”. Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Finalmente, la comisión de generales, apartada y protegida por el comandante Forés pudo salir del regimiento acompañada del capitán Suárez Vigil y pasó al contiguo “Guadalajara” donde, con menos violencia, se repitió la escena de Caba llería: el “Viva a la República” fue contestado con vivas a España y al Ejército y con alusiones pro sublevación. Ya en su despacho, Martínez Monje despidió a Suárez al “Lusitania” y mantuvo una actitud dilatoria, y como este capitán informara en Caballería de tal decisión, la reacción en la oficialidad fue buscar una cabeza dirigente alternativa del movimiento dado que se desconocía el paradero del general González Carrasco; el elegido fue Luis Grijalvo, jefe de la zona de la Guardia Civil y compañero de academia del coronel Muñoz. En consecuencia, éste con su capitán ayudante Ángel Somalo, Suárez Vigil – de nuevo-, el teniente Villalonga más tres oficiales del “Guadalajara” y un jefe y un brigada del “Otumba”, se presentaron en el benemérito cuartel de Arrancapinos tras realizar un viaje en vehículo en el que hubieron de responder a una agresión miliciana cerca del puente de San José. Grijalvo asintió a la proposición de dirigir el alzamiento pero exigió que fuera el sector militar el primero en levantarse. Vuelto Muñoz – frustrado- al “Lusitania” hubo de presentarse otra vez en la División pues, conociéndose ya el resultado de la crisis en Madrid y Barcelona, Martínez Monge quiso escuchar las opiniones de los jefes de Cuerpo. Se fueron declarando a favor del Gobierno el 9º de Infantería (“Otumba”), el batallón de Zapadores, Intendencia, Sanidad y los artilleros del 5º Ligero y Parque. Con evasivas y alegando que tenía que consultar nuevamente a los subordinados respondió Gómez de Nicolás (“Guadalajara”), y por último habló Muñoz generándose una atmósfera de tensión entre éste y Martínez Monje. Finalizada la reunión el de Caballería, ya en su cuartel, analizó primero con sus jefes y después con sus oficiales no resistir con violencia momentáneamente dada la situación en que quedaba el regimiento frente a la mayoría gubernamental de la guarnición de la plaza. El análisis fue suscrito por los concurrentes salvo Suárez Vigil y Arnedo, decididos a rebelarse a toda costa, y del acuerdo adoptado fue a dar cuenta personalmente Muñoz al general, repitiendo visita: a las 23 horas Martínez Monje se mostró emocionado por la actitud no combativa y por evitar el choque castrense. El domingo 19 a las 11 de la mañana fue señalado por la junta subversiva (general González Carrasco y comandante Barba, ocultos en la calle de Blanquerías) para la entrevista con Martínez Monge con el fin de forzar el estado de guerra. Como González Carrasco no se encontraba totalmente determinado, Barba redactó una carta dirigida a los oficiales de Estado Mayor de servicio en la División que llevó escondida en el zapato el enlace capitán Frígola, quien ya en el edificio leyó primero a los de su empleo Soto y Garijo, que se mostraron conformes, y después a los comandantes López Piñeiro y Domínguez Otero, que se opusieron, razón ésta por la cual el enlace pensó en regresar a las 13:30 horas pero junto a los citados González Carrasco y Barba. En ese intervalo, y mientras esperaban unos 50 oficiales rebeldes de la guarnición alrededor del edificio entre los que predominaban los de Caballería, Frígola se dirigió al “Lusitania” donde encontró a los ánimos exigentes de implantar el estado de guerra por iniciativa de las unidades. Esta atmósfera desembocó en un nuevo incidente: a las 12 horas una sección al mando del teniente Blanco y del sargento Brieva, posicionada en la Plaza de Aragón (esquina del cuartel) para controlar vehículos y personal – incluidas fuerzas de seguridad-, intercambió fuego con un coche rojo, lanzándose el mencionado teniente pistola en mano contra el mismo, hiriendo a cuatro civiles y reteniendo tres automóviles y más de cien escopetas y pistolas. La reacción fue censurada por el comandante Serrano, que ordenó el arresto de los participantes aunque el teniente coronel Martín Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Lacasa, quien a esas horas ya sabría el infructuoso resultado del levantamiento de su hermano en Barcelona (coronel del regimiento “Santiago”), les evitó la sanción. Como último acto significativo de esta jornada, al anochecer se personaron en el regimiento unos 40 civiles afectos a la sedición que se pusieron bajo mando de la oficialidad. Transcurrido el inquieto fin de semana con parálisis en la guarnición valenciana, el lunes 20 se montó en la parte posterior del cuartel una radio que, en Morse, enlazaba con Sevilla y Tenerife, y que los radioyentes locales con onda corta captaron sin problemas. Además se montaron nuevos puestos que hicieron fuego contra el depósito de gasolina del puente de Aragón, agotando 2 cajas de municiones, y se tocó botasilla para salir a pie arengando la oficialidad a la tropa con vivas a España y al Ejército. Finalmente tampoco desplegó la unidad. El martes 21 las vicisitudes en las unidades artilleras e ingenieras de la plaza definieron al regimiento como el único foco subversivo de entidad, por lo que durante la tarde se presentó el conspirador Barba en el cuartel, donde pernoctó, y quien señaló la imprescindible aquiescencia del general Martínez Monje para ejecutar el levantamiento. Hasta el 30 continuó la agitada y oscura actitud subversiva en “Lusitania” y su contiguo “Guadalajara”, determinada por dos factores. Uno, las maniobras del coronel Muñoz para evitar la marcha de tropas a Madrid, tal y como era intención de la Junta Delegada del Gobierno en Valencia. Otro, la anómala situación castrense caracterizada por el apoyo ciudadano adherido (los citados civiles voluntarios derechistas); los intentos de control de la tropa por la oficialidad (arrestos y deserciones), y la inquietud ante el desarrollo de los acontecimientos tanto en Valencia como en España. En aquella la atmósfera se recargó con las quemas de conventos del 23; en España se fueron delimitando las zonas geográficas de los bandos enfrentados y, una vez sofocado Albacete (día 25), el general Martínez Monge levantó el acuartelamiento valenciano reclamando por la tarde de esa jornada a los jefes de Cuerpo para proponerles la visita en comisiones a Martínez Barrio con el fin de adherirse a la citada Junta Delegada. El domingo 26, el barbero del regimiento (instigado por el comandante Forés) y 11 confabulados soldados gubernamentales proyectaron volar las alcantarillas del “Lusitania” pero, al ser descubiertos por el sargento Castellanos, fueron arrestados en calabozo y encausados en un sumario instruido por el capitán Somalo; Muñoz solicitó permiso a Martínez Monge para trasladarlos a Prisiones Militares. El 27, el conspirador Gomá se entrevistó con el teniente coronel Granados en el regimiento asumiendo la frustrante situación; el 28 Martínez Barrio difundió públicamente tanto el aseguramiento para el Gobierno de la situación en Valencia como la formación de distintas columnas expedicionarias en esta capital, y el 29 el coronel Muñoz arengó a su unidad informándola a favor del movimiento nacional y desobedeció las órdenes del traslado de la unidad a Madrid. El jueves 30 julio un sargento de Ingenieros (Fabra) neutralizaba al núcleo subversivo de su batallón de Zapadores en Paterna, y por la tarde aterrizaban en Valencia el ministro de la Guerra (general Castelló) y el subsecretario de la Presidencia (Carlos Esplá), determinados a detener y aplicar la disponibilidad forzosa a sospechosos, a impulsar la formación de unidades levantinas para los frentes de Teruel y Madrid, y a abrir todos los establecimientos castrenses sin limitaciones. A consecuencia de la llegada de esta comisión, Martínez Monge convocó a los coroneles a las 9 horas del último día de julio y ordenó que reunieran a sus cuadros para prevenirles de la situación de Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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disponibilidad forzosa para quienes no se aliasen con el Gobierno 3. Desde ese momento fueron informando positivamente por la República los cuerpos de Intendencia, Sanidad, Ingenieros, Artillería (5º Ligero y Parque), y a las 13:30 horas el coronel del “Otumba”, si bien objetando formar parte de columnas. Media hora después entraban juntos los jefes del “Lusitania” y del “Guadalajara” en sus unidades y Caballería acordó “someterse” con el fin de conservar el dominio de instalaciones, material, ganado y personal. La eventual estabilización fue difundida por Martínez Monge en una nota en la prensa (“Ha cesado el acuartelamiento de la guarnición”) con la intención de recobrar la desconfianza que el pueblo valenciano pudiera retener. Por la tarde volvió Muñoz a notificar en Capitanía el estado de su regimiento al general, recibiendo como respuesta la orden de Castelló para encabezar una agrupación de fuerzas de la plaza (incluyendo al “Lusitania”), con destino el frente madrileño. Muñoz protestó y, junto al comandante Serrano, se entrevistó en el Gobierno Civil con el ministro, antiguo compañero en Larache. Hubo fricción en los planteamientos que se palió con una mínima fórmula conciliatoria: los no voluntarios quedarían disponibles forzosos e ingresados en la motonave “Mar Cantábrico”. Como Muñoz se opusiera, Castelló transfirió el mando del regimiento al comandante Serrano, quien contactó con Forés en su domicilio para elaborar una lista con los afectos al régimen que le fue arrebatada luego por el teniente coronel Lacasa. Vuelto Muñoz, dio cuenta de lo sucedido en la Comandancia y se confeccionó otro listado en el que figuraron como disponibles todos los capitanes salvo uno (Castillo), los tenientes, los alféreces y él mismo pero, en el último momento, los firmantes cambiaron de criterio y se adhirieron al Gobierno pues prevaleció la idea de marchar a Madrid para unirse a los levantados. Fueron “manifestaciones solo formularias de adhesión al régimen” según el informe fiscal en el posterior juicio sumarísimo. Paralelamente se concentraban grupos de paisanos en los aledaños del regimiento y tras retornar nuevamente Muñoz a la División, el general, por un lado, le tranquilizó al asegurar el envío de fuerzas de la Guardia Civil y de diputados del Frente Popular para hablar con esos grupos; por otro lado ironizó tras ver el listado. Finalizado el contacto, por segunda vez se dirigió el jefe del “Lusitania” al Gobierno Civil donde, al estar Castelló ocupado, fue recibido por Carlos Esplá , que repitió la idea del ministro de la Guerra. Reincorporado al regimiento, Muñoz apreció la normalidad exterior y hubo de informar a dos tenientes de la Benemérita llegados para detener a los tenientes Príamo Villalonga, Joaquín y Diego Gómez Barreda; sólo permanecía este pues los otros estaban retirados (Joaquín) o ausente (Villalonga). Entretanto el general Gamir, delegado por Castelló como organizador de columnas hacia Madrid, se había presentado en los cuarteles de Infantería para formar una primera expedición: el 9º (coronel Velasco) proveyó un batallón mandado por el teniente coronel Manuel Eixea con 2 capitanes y 5 tenientes voluntarios pero el 10º (coronel Gómez de Nicolás) sólo 2 compañías de fusiles con 3 oficiales, problema por el cual Martínez Monge designó al teniente coronel Manuel Pérez Salas (del 9º) para tomar el mando de esta unidad, previo apartamiento del cuadro de oficiales adversos. Sin 3
En la declaración fiscal se certifica que durante la estancia de Muñoz con los comandantes gubernamentales en la División, el general envió a un teniente de la Guardia Civil para informar que quienes no quisieran afectarse al Gobierno pasarían a la situación de disponible forzoso, garantizándoseles sus vidas y las de sus familiares. Este guardia civil era Luis Sevilla Alonso, posteriormente capitán y jefe de Estado Mayor de la 40ª División del Ejército Popular (Medalla colectiva al Valor tras la Batalla de Levante, 1938) y del XIII Cuerpo de Ejército, y hermano del de igual empleo en el regimiento José, a quien libró de posteriores consecuencias. Luis Sevilla había contribuido con su unidad (68 plazas montadas) a salvar la imagen de la Virgen de los Desamparados en el asalto a la basílica del 21 de julio de 1936.
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embargo estos, encabezados por el del mismo empleo Ríos, que había dado un golpe de mando retirando definitivamente al coronel Gómez de Nicolás de la jefatura, retuvieron al comisionado cuando procedió a efectuar la orden. La situación impulsó a Castelló a restablecerla personalmente y a acelerar el envío de fuerzas a la capital de España, de lo que resultó la salida de dos trenes en esa noche del 31 de julio: uno con los infantes del 9º al mando de Eixea y otro con dos baterías del 5º Ligero al mando de Joaquín Pérez Salas, hermano del retenido en Infantería. Ambas expediciones fueron despedidas por Martínez Barrio, Martínez Monge y el repetido Castelló. Ausentes ya de Valencia las fuerzas leales, quedaba solucionar el estado de las indecisas o insubordinadas (“Lusitania” principalmente), cuestión que, sumada al ambiente de inquietud local existente desde el 18 de julio, condicionó la crisis de la tensión: el ataque a los cuarteles de la Alameda, primero el de Infantería, luego el de Caballería. En este sábado un rumor se había extendido anunciando que “Lusitania” se sublevaba, lo cual activó un movimiento de gente armada que confluyó en el Gobierno Civil, punto de referencia leal. A las 21:30 horas del sábado 1 de agosto se produjo un intercambio de disparos entre los ocupantes de un camión de la FAI e infantes del 10º que, ya en la medianoche, se intensificó durante 3 horas por las orillas del río, los pretiles del puente, la estación del ferrocarril central de Aragón (a espalda de los cuarteles) y las barricadas en el final de la Gran Vía. La noche se envolvió en una atmósfera de disparos de ametralladoras y fusiles que ocasionó 2 muertos (uno de ellos soldado) y varios heridos según la prensa local. En el “Lusitania”, al sonar las primeras descargas, el teniente coronel Lacasa desplegó a la tropa bajo la directa supervisión de los oficiales y las clases rebeldes. Además se rompieron todos los candados de las verjas que cerraban las escaleras por negarse el comandante Sánchez Navajas a entregar las llaves, y se hizo fuego con mosquetón desde la terraza y los enrejados de las puertas, y con un par de ametralladoras al mando del teniente Arnedo posicionadas en la pared fronteriza con el edificio de Infantería. El coronel Muñoz, que recomendó ahorrar municiones, fue llamado telefónicamente por Martínez Monge a las 3 de la mañana para conminarle al abandono de la resistencia bajo amenaza del ministro Martínez Barrio de proceder sin contemplaciones al amanecer. Martínez Monge llamó también al 10º de Infantería para insistir en la idea del ingreso de los desafectos con sus familias en el “Mar Cantábrico” y trasladarlos a otros puertos. El resultado fue un provisional alto el fuego durante el cual volvieron a darse reuniones en los dos cuarteles de la Alameda que acordaron cesar las hostilidades a cambio de dejar sin efecto las órdenes de disponibilidad; devolver la libertad de varios jefes y oficiales detenidos; no formar parte de columnas e, incluso, abrir paso hasta Teruel para unirse a los sublevados. Tales peticiones se rechazaron por las autoridades gubernamentales y se reanudó el enfrentamiento entre sitiadores y sitiados pero con más intensidad en el que participaron, incluso, coches blindados de la Unión Naval de Levante. Martínez Monje repitió llamada al 10º más imperativo y expuso que atacaría con el 5º artillero, amenaza reiterada en posterior conferencia telefónica aunque disminuyendo la severidad y remitiéndose a la primera fórmula de consenso: no tomar represalias si la resistencia cesaba en un plazo de 10 minutos excepto el pase a disponible de los comprometidos; añadió también que los cuarteles serían ocupados sólo por la Guardia Civil y confirmó la disposición de un barco para los oficiales y sus familias. Esto motivó una nueva y larga deliberación en la oficialidad infante y jinete en la que, por votación, se aprobó definitiva y mayoritariamente capitular al asumirse la Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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imposibilidad de mantener la defensa. Muñoz así lo ordenó y acto seguido se oyó el toque del corneta de Infantería al que sucedió un victorioso eco frentepopulista, señal para la entrada en el 10º del teniente coronel guardia civil Gómez Plata con el fin de normalizar la situación. En el transcurso de esa reunión y hacia las 6 de la mañana el sargento Amat Maciá había pretendido entregar a los sitiadores el armamento del “Lusitania” pero fue herido por un teniente alzado. A las 8 horas y 30 minutos llegaron más refuerzos milicianos al exterior de Caballería que invitaron al comandante De la Rubia a que voluntariamente abriera las puertas del cuartel, a lo cual se negó mientras que los oficiales levantados esperaban con mosquetones desde las alturas, ventanas y puertas. De modo simultáneo y antagonista el comandante Sánchez Navajas gritaba vivas al Frente Popular mientras que el alférez Manzano, a su lado, reclamaba paciencia a los sitiadores para abrir los portones. A los 12 minutos del diálogo entre estos y De la Rubia, y ya con una desbandada general de la tropa, fueron abiertos por el alférez Alba (había recibido del comandante Serrano las llaves), despreciando la amenaza de los rebeldes de matarle (el teniente Arnedo le disparó). En ese momento las milicias se lanzaron hacia el cuartel siendo tiroteadas por aquél teniente más Barés y los capitanes Suarez Vigil, Somalo, García Martínez y Santamaría. Unos asaltantes fueron guiados por Alba hacia las armerías, otros desmontaron las ametralladoras y otros atravesaron el cuerpo de guardia, donde un teniente fue muerto por fuego de fusil miliciano, lo que igualmente ocurrió con el capitán Suárez Vigil. Luego se distribuyeron por todas las dependencias mientras que algunos oficiales se retiraban al interior del cuartel con el ánimo de darse a la fuga si bien tirando contra los ocupantes del calabozo, que se salvaron al cubrirse tras los colchones de las camas. En medio de la refriega Alba se asomó a la terraza para aconsejar a los gubernamentales y advirtió los cadáveres del capitán Suárez y de los tenientes Barés y Arnedo. También cayó el comandante De la Rubia y fueron heridos de gravedad el teniente Carratalá y los capitanes Somalo y García Martínez; heridos leves, dos milicianos. El resto de cuadros de mando, incluido el coronel, aprovechó la confusión de la entrada para quitarse los uniformes en los pabellones y abandonar el cuartel. Durante los sucesos Muñoz había contactado telefónicamente con Martínez Monge al que informó de la tensión existente. Llegada la Guardia Civil fue recobrándose paulatinamente la normalidad y se recogió el escaso armamento y material que no fue saqueado por los triunfadores 4. El día 4 de agosto un decreto del Ministerio de la Guerra disolvía al “Lusitania” y a los regimientos de Infantería “Otumba” y “Guadalajara” (9º y 10º) e iniciaba su reorganización distribuyéndolos entre Alicante, Valencia y Castellón respectivamente. En cuanto al personal, unos cuadros de mando quedaron detenidos y encarcelados en diversos lugares como las Torres de Cuarte (capitán Vivancos, teniente Ribera) o la plaza de Toros (Lacasa, Brieva). 4
Isidro Guardia, joven anarquista de 15 años describirá: “abrieron las puertas desde dentro del cuartel y la multitud se abala nzó a trompazos hacia el interior, como si fuera una fiesta ”. Así mismo que “la gente iba en busca de armas, pero cuando estas se acabaron arrambló con todo…muebles, colchones, camas, utensilios de cocina…allí nos juntamos todos los partidos y sindicatos del Frente Popular y cada uno cantaba lo suyo”. Y recordará dos momentos grabados: “los olores de la comida del rancho que inundaban el patio del cuartel y la euforia de los asaltantes”. Levante-EMV , “El asalto al cuartel de caballería”, 18 7-2011”. http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2011/07/18/asalto-cuartel-caballeria/825464.html Consultado por última vez el 8-7-2012. Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Otros marcharon a sus domicilios, se ocultaron, desparecieron o fueron asesinados. Algunos se responsabilizaron de la unidad (Forés), inmediatamente marcharon al frente con fuerzas gubernamentales (Serrano) o se presentaron en diversas instituciones, casos de Manzano, que pasó por la Comandancia y en el Gobierno Civil ofreciéndose para prestar toda clase de servicios y recibiendo un salvoconducto de las milicias; Tabernero, quien recibió el consejo de un teniente coronel para alistarse en ellas, o Brieva, a quien se le encargó en el citado Gobierno cuidar del ganado. Varios fueron requeridos el 1 de septiembre por orden gubernativa (de nuevo esos dos alféreces) y el 10 marcó el jalón para el conocimiento de las vicisitudes de todos los implicados en los sucesos: empezaba el juicio al “Lusitania”. 3-EL JUICIO A las 18 horas del 10 de septiembre se inició la vista del procedimiento, del que se encargaría el juez Emilio Blasco Alcayna, del Juzgado Instrucción nº 2, en la Sala Segunda de lo Criminal de la Audiencia, durando hasta las 2’40 horas del día 12, jornada en que a sus 9 horas fueron ejecutados 4 militares y 3 civiles. El sumario afectaba a entre 41 o 48 encausados según distintas fuentes si bien sólo comparecerían 14 ó 18 pues los no presentados desaparecieron o fueron asesinados. Comenzó el juicio este día bajo la presidencia de los magistrados Cisneros, Gregorio y Supervía, actuando como fiscal García Torres con una gran concurrencia de curiosos en el amplio salón. El secretario Cabedo procedió a leer el sumario procesal con las conclusiones provisionales del ministerio fiscal que deducían que los tenientes coroneles Lacasa y Granados complotaron contra el régimen esperando la señal de inicio de “Radio Tetuán” para seguir al general González Carrasco, quien se haría cargo del mando de Valencia. Los inculpados incurrían en un delito de rebelión y sedición (artículos 237, 238 y 243 del Código de Justicia Militar), al igual que los capitanes con mando de escuadrón (Abellán, Santos, Suárez, Romero, Santamaría, Somalo, García) y los tenientes Blanco, Arnedo y Ribera. Subordinados ejecutores de esos “cabecillas” eran los también tenientes Alonso, Barés, Bosca, Carratalá, Morales, Mellado, Parrilla, Sevilla, Villalonga, Pérez y Méndez Núñez más los hermanos Diego y Fernando Gómez de Barreda; los alféreces López González, Manzano, Tabernero, García Martínez, Uribe Ortega, Lucas Martínez y Moreno Moliner; los sargentos López Piqueras, Navarro Tayaleras, Luján Jareño, Benlloch Giner, Brieva, Altabella y Mariano Castellano, y los paisanos Manuel Ferrer, Jaime Pascual Ibáñez, José Domenech y Torrens, defensores del cuartel. A continuación los defensores presentaron varios documentos como pruebas testifícales que el Jurado no aceptó por ser posteriores al 3 de agosto y, una vez retirados los encausados, volvió a entrar el teniente coronel Granados Mangada quien, durante 30 minutos, negó haber mantenido reuniones subversivas con la oficialidad; intervenido en las hojas que se repartieron en el cuartel (no obstante recibió algunas por correo); conocido los preparativos, o participado activamente en la rebelión. La presidencia le preguntó su cometido en la unidad y el jurado si no se le ocurrió adherirse al régimen. Luego entró el capitán ayudante Somalo Marín que, como acompañante del coronel en sus diferentes salidas a la Comandancia, el Gobierno Civil e Infantería, hizo un extenso relato de los sucesos acaecidos y confirmó que el general ordenó por teléfono a Muñoz que se defendieran durante el asalto. Después tocó turno al ausente capitán Miguel García Martínez, de quien, por estar ingresado en el Hospital Militar a consecuencia de las heridas sufridas en el asalto, fue leída su declaración por el secretario, y en la que confirmó tanto la intención de matar al alférez Alba cuando pretendió abrir Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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la verja del cuartel como la presencia de elementos sospechosos disfrazados de militares; manifestó desconocer lo relacionado con la sublevación militar. Le siguió el capitán Santamaría Iracheta, en silla y recién operado a consecuencia también de las heridas en el asalto, quien sostuvo su primera declaración. En ella había expuesto que se incorporó al cuartel el 19 de julio (disfrutaba licencia) y que llevaba una situación de retraimiento de sus compañeros y amistades particulares; que estuvo ausente cuando se emplazaron las ametralladoras tanto en su interior y exterior, por lo cual no dio la pertinente orden; que ignoró la razón de las arengas de adhesión al régimen republicano realizadas por el general Martínez Monje cuando visitó el cuartel; que afirmó no ver al teniente Ribera sacando una pistola contra esa autoridad (coincidieron en esta afirmación el resto de los procesados); que no conoció a los paisanos y que no se sumó a los facciosos. Luego hablaron los tenientes, comenzando por Alonso Pesquera, que aseguró no estar presente la noche del asalto en el cuartel e ignorar el inicio del movimiento, pese a que se reunió previamente con el teniente Sevilla y el comandante Serrano. Detalló que no dio el grito de ¡Viva la República! cuando la visita del general por suponer que era a su capitán a quien correspondía efectuarlo; la presidencia le invitó a determinar qué entendía por grados jerárquicos. Entró Boscá Guillén, quien apoyándose en su origen humilde afirmó acatar siempre al régimen, no pertenecer a ningún círculo político y ser educado militarmente en servir a España; pidió no enfrentarse a sus compañeros sublevados. A las 21´30 horas se suspendió la vista y se reanudó a las 23´37 con Carratalá García, que dijo haber estado enfermo sin salir del cuartel durante las jornadas siguientes al 18 de julio, contradiciéndose en algunas partes con su primera declaración. Le siguieron los alféreces, hablando primero Serafín Tabernero Sánchez, que manifestó ser un hijo del pueblo; que firmó adhesión al régimen cuando se elaboró la lista para la reorganización de la unidad; que vio al teniente Ribera amenazar con la pistola al general Martínez Monje en su visita y a elementos extraños vistiendo uniforme en su propio escuadrón en los últimos días; que por ser de la escala de reserva fue excluido de toda reunión conspiradora, y que no estuvo presente el día del asalto por baja. Además respondió del republicanismo de su compañero en empleo López. Después contestó el también alférez Manzano, que mantenía con Tabernero y Alba, confirmando que los de su empleo estaban aislados y apartados de todo contacto con jefes y oficiales conspiradores; reforzó su declaración mencionando su origen humilde y a un hermano carabinero que luchaba en defensa de la República. Le siguió López González quien, tras hacer una reverencia, se sumó a las declaraciones de sus compañeros, se reafirmó en ignorar cuanto se tramaba y detalló un altercado que tuvo con los tenientes Castellano, Villalonga y Blanco por firmar la adhesión al Gobierno. Luego fue el turno de los sargentos. Faustino Brieva Genovés, enterado de la sedición por “Radio Madrid” y que posicionó dos ametralladoras por orden del teniente Blanco, subrayó la conspiración de los jefes, oficiales y la presencia de paisanos uniformados. Andrés López Piqueras, de familia izquierdista, enfermo e ignorante de la trama, firmante de la adhesión al régimen y ausente en la noche del asalto, censuró con unos compañeros el levantamiento. Ismael Navarro Caballero, sostenedor de su familia (madre y hermana), desconocía al personal por llevar destinado en el regimiento sólo unos días y se mantuvo alejando de la subversión y del asalto pues se quedó en su domicilio. Lorenzo Luján Jareño dijo no saber de los movimientos conspiradores y confirmó que el teniente Alonso Pesquera no gritó el viva reglamentario al régimen cuando hizo visita el general. Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Por último declararon los paisanos afiliados a la Juventud Tradicionalista (Manuel Ferrer Molins, Jaime Pascual Ibáñez y José Domenech Muñoz). Este último, de 19 años, dijo pertenecer al Sindicato de la construcción de la CNT. Finalizados estos interrogatorios se reinició la prueba testifical hacia las 4 de la mañana del 11, que se enfocó a las declaraciones de los tres comandantes pro-gubernamentales (Juan Forés Puig, Antonio Sánchez Navajas e Isidoro González Serrano). Forés señaló al teniente coronel Granados como propalador de las noticias de la sublevación y al capitán Somalo como instructor de un sumario por orden del coronel contra los cabos y soldados disidentes. Afirmó su previsión de la conspiración y relató su acción para frustrarla: consiguió del coronel tanto la prohibición de realizar los ejercicios de tiros programados para el 18 de julio por el teniente coronel Lacasa, como el apartamiento del de igual empleo Granados de toda dirección operativa; además coordinó al grupo de tropa insumiso. Sánchez Navajas confirmó el papel de ese teniente coronel, y por último, fue leído el testimonio de González Serrano (se encontraba en el frente de Teruel), coincidente con lo expuesto por sus compañeros y en la que resaltaba las evidencias preparatorias de un movimiento político antes del 18 de julio y de como había observado conexiones sospechosas entre los oficiales y se recibieron hojas subversivas avisando del levantamiento en África. Dado el cansancio de todos los asistentes se suspendió la vista hacia las 5 horas para ser reanudada por la tarde y otra vez con mucho público, prosiguiendo la prueba testifical con el capitán Manuel Castillo Puértolas y el alférez Manuel Alba Vilanova; las declaraciones escritas del teniente Sevilla y el alférez Carballo (ambos en el frente), y la del ahora sargento Enrique Serrano (el cabo disidente y arrestado por los sublevados) que, en general, no aportaron novedades al sumario. Siguieron las llamadas infructuosas a los soldados Vicente Martínez, Carmelo Ibors y Emilio Orozco, y se hizo otro alto a las 18’20 que aprovecharon los defensores para conferenciar con los detenidos. A las 19’30 el fiscal García Torres pasó a resumir los delitos de los procesados y a enjuiciar y modificar sus primeras reflexiones retirando la acusación contra el capitán Santamaría, los alféreces Manzano y López, y los sargentos Navarro y Luján pero encuadrando como agentes directos de la rebelión al teniente coronel Granados, a los tenientes Alonso, Carratalá y Bosca, y a los tres paisanos; como colaboradores a los capitanes Somalo y García Martínez, y como negligentes al alférez Tabernero y al sargento Brieva. A las 20´45 horas se suspendió la vista y dos después se reanudó para que informasen los defensores Manuel Albert por el teniente coronel Granados, de quien recordó que preparó el desfile del 14 de abril y que redactó la lista de adhesión al régimen; García Escoma por Alonso Pesquera; Ramón Morell por Carratalá; Moliner por el capitán Santamaría; Merino Conde por el paisano Pascual Ibáñez y el teniente Bosca Guillén; el letrado Bort Zandalinas por el también paisano Domenech; Alonso por el paisano Manuel Ferrer; el abogado Llorca por el capitán Somalo; el letrado Carreras Lucas por el capitán García Martínez; Fito Carrión por el alférez Tabernero y el abogado García Roselló por el sargento Brieva. Tocó turno otra vez al fiscal quien, tras confundir el nombre del regimiento por el de Cazadores de “Farnesio”, incidió en el papel de la República como delegadora al Ejército de la defensa nacional, si bien una parte de él promovió una “ rebelión militar fascista” contra el programa del Frente Popular basado en justicia social, cultura y reforma agraria.
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A las 23´15 comenzó la última sesión con todos los procesados voluntariamente presentes. Sus abogados hicieron uso de palabra y luego el presidente Cisneros la concedió a aquellos, que sólo tomó el teniente coronel Granados para demostrar su “republicanismo” al recordar las defensas que desempeñó en 1929 del político Sánchez Guerra y del ahora teniente coronel Joaquín Pérez Salas (al mando de una de las columnas gubernamentales en Andalucía) 5. Luego la presidencia hizo las preguntas sumariales al Jurado que, a la 1 de la madrugada del día 12, deliberó el cuestionario leído por Cisneros y que emitió, media hora después, el veredicto de culpabilidad entendido por el fiscal: pena de muerte para el teniente coronel Granados, los tenientes Alonso Pesquera, Carratalá y Bosca más los paisanos requetés Manuel Ferrer Molina, Jaime Pascual Ibáñez y José Domenech Muñoz; reclusión perpetua para los capitanes Somalo y García Martínez; separación del Ejército para el alférez Tabernero y el sargento Brieva (condenado a 30 años), y absolución para el capitán Santamaría, los alféreces Manzano y López González, y los sargentos Piqueras, Navarro y Luján. Contra esta decisión las defensas solicitaron pena inmediatamente inferior y a las 2 horas salió el Tribunal para el dictado final de sentencia, que se expuso 25 minutos más tarde conforme a la impresión fiscal. Por último se procedió a repartir bolas negras y blancas por dos veces al jurado para valorar la revisión de la sentencia y la conmutación de la pena de muerte. Como ambos actos resultaron negativos, entre las 9 y las 9´30 de este 12 de septiembre se dio cumplimiento de la decisión en el campamento de Paterna por dos piquetes: uno de soldados del regimiento de Ingenieros contra los cuatro militares; otro de milicianos contra los tres civiles. Testigos fueron un delegado gubernativo, un médico y varios ciudadanos. Las vicisitudes del resto del personal enjuiciado fueron diversas. Los no ejecutados inmediatamente tras la sentencia, y que no pudieron ser aliviados de la misma por amistades o por contactos personales, fueron concentrados en diversos lugares de prisión (Torres de Cuarte o buques “Legazpi”, “Cabo de Palos” y “Mar Cantábrico”, éste incautado por el Gobierno como “cárcel flotante” según la prensa); los más serían asesinados y pocos lograrían pasar al bando nacional. Otros secundarían voluntaria y firmemente o de modo interesado u oportunista, los reclamos de la prensa y de la radio gubernamental para incorporarse a las fuerzas paramilitares del Gobierno, y algunos se mantendrían en las riendas de lo que quedaba del regimiento. 4-CONCLUSIONES Durante el periodo que va del 17 de julio al 2 de agosto la mayoría del cuadro de mandos del regimiento se dispuso a sublevarse tomando medidas para contactar con los núcleos sediciosos de otras poblaciones, preparar la unidad en previsión de inmediatas acciones, asegurar la defensa del cuartel auxiliándose de paisanos y mantener el control del personal de tropa, ganado y material. Así, para establecer y garantizar enlace con otras unidades alzadas se activó una radio que emitió en morse. En cuanto a prepararlo para la inmediata acción, se repitieron órdenes de botasilla por el coronel y los tenientes coroneles y se programaron salidas disimuladas como ejercicios. Respecto a la 5
Fue el juicio de octubre de ese año en Valencia por el frustrado movimiento de enero contra la Dictadura de Primo de Rivera, y que tuvo como suceso sobresaliente la rebelión artillera del Primer Ligero en Ciudad Real. Ver OÑA FERNANDEZ, Juan José: “Tensión en Capitanía. Los sucesos de Valencia de 1929” en Revista de Historia Militar , 103, 2008, y Ciudad Real y su regimiento: la rebelión artillera contra Primo de Rivera . Ciudad Real, Biblioteca de Autores Manchegos (Diputación Provincial), 2004.
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defensa se identificaron a viandantes y se requisaron vehículos y armamento, y en referencia al control de la situación interior (el cuartel), se trató de cohesionar a todos los empleos del regimiento vigilando y manteniendo especialmente la adhesión de la tropa. Esta cuestión, clave en el transcurso de los sucesos, exigió la máxima dedicación de los sediciosos, quienes trataron de canalizar todo contacto de los soldados con la realidad y neutralizar la disidencia y oposición contra-subversiva de una parte de estos. Para ello, y por un lado, se impidió la pública escucha de las críticas emisiones radiofónicas mediante el traslado del receptor instalado en el Hogar del Soldado a la Sala de Banderas, donde se oiría a Queipo de Llano y “Radio Tetuán”; por otro lado se intentó retener a la mayor cantidad de tropa, incluyendo mejora en el rancho y competiciones hípicas, pues fue incrementándose el abandono aprovechando permisos. El resultado: de los entre 350 a 550 componentes de la unidad quedarán sólo 150 en el momento del asalto gubernamental. Como reparo compensador de esta disminución de tropa, la oficialidad recogió a un núcleo civil afecto (carlista y falangista principalmente) integrado por voluntarios y cuotas en el servicio militar, a los que se reconoció el empleo castrense (cabos) y se dotó de uniformes nuevos y armamento. La idea, expuesta por el capitán Suárez Vigil al apreciar la espontánea afluencia de paisanos durante los primeros días del conflicto, fue aceptada por el coronel para cumplir varias funciones: reforzar los ánimos de los levantados una vez distribuidos por los escuadrones de los capitanes rebeldes (sólo Castillo Puértolas se negó a admitirlos); suplir las referidas deserciones de soldados; actuar como fuentes de información en el exterior e intervenir activamente tanto en el tiroteo de la estación Central de Aragón como en el asalto; de su participación en la refriega del asalto nada hablan los rotativos o los testimonios de protagonistas, aunque tres de ellos fueron fusilados. En oposición al espíritu insurrecto se activó un núcleo hostil compuesto por el comandante Forés y un sector de la tropa a cuyo frente figuraban el cabo Enrique Serrano y los soldados Agustín García Viudez, Bernardino Oscar más otros seis del escuadrón de ametralladoras. Este núcleo organizó la resistencia interior pero fueron descubiertos por el sargento Castellanos, quedando tal tropa arrestada en los calabozos. Su situación fue difundida en la prensa gracias a los asistentes Eugenio Puig García y Vicente Bensach, que huyeron aprovechando la relativa libertad de que gozaban, y a la intervención del activista Vicente Andani, que actuó de mensajero entre el cabo Serrano y el general Martínez Monge. Conforme transcurría el tiempo la determinación de las autoridades y la indecisión conspiradora alentaron la desazón en la oficialidad, vinculada a la subordinación del coronel Muñoz a la actitud del general Martínez Monje. Tal vacilación minó la potencial efectividad subversiva del “Lusitania” provocando pérdida de sorpresa, incertidumbre en el momento y en la dirección del esfuerzo, aislamiento progresivo respecto a la guarnición de una plaza cada vez más progubernamental, alejamiento de la tropa y decaimiento moral. Paralelamente a esta situación, las milicias incrementaban sus ánimos e inquietudes: finalmente Caballería no galoparía. El 11 de octubre de 1940 una Orden Circular, tras una Información de 28 de noviembre de 1939, reconocería como acción de guerra los hechos vividos en el regimiento “Lusitania” entre el 18 de julio y el 2 de agosto de 1936 por sus alzados junto a otros jefes y oficiales del Arma que estaban circunstancialmente en Valencia, y que se integraron en la Unidad. Al menos 61 eran los cuadros de mando (jefes, oficiales, suboficiales y sargentos) 6 integrantes de un regimiento considerado elitista, monárquico y reaccionario mandado por el coronel Juan Muñoz 6
Ver Anexo 1.
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García, a quien faltaban pocos meses para retirarse (ingresó en el Ejército en 1896), y en el que destacaron como eje del movimiento los tenientes coroneles Martín Lacasa Burgos y José Granados (clave del núcleo de la UME en la unidad), con apoyo de los capitanes Manuel Suárez Vigil y Luis Abellán Lloria, y de los tenientes Arnedo Garrido y Mariano Blanco. Dispuestos igualmente al levantamiento fueron el comandante Juan de la Rubia Pacheco y los capitanes Fernando Pérez, Luis de los Santos Vivancos y Fernando Méndez Núñez (salió a la calle con una escuadra y barrió a tiros el puente del Mar). Por los tenientes figuraron José Bosca (participó con ese capitán en la refriega), José Villalonga Blanes, José Sevilla, Francisco Carratalá (herido en el asalto), García Martínez (hermano del capitán del mismo nombre), José Mellado (disponible y agregado al regimiento), Carlos Altabella, Francisco Barés, Mariano Castellanos, Alonso Pesquera, Ribera Trillo de Figueroa y el de complemento Ros Selva, que se presentó voluntario en el cuartel. Los alféreces adictos al alzamiento eran Juan Lucas, Serafín Tabernero Sánchez y Matías Vicente Turrión; entre los brigadas destacaba José Villegas Montoya y entre los sargentos, Faustino Brieva Escobés. A este grupo orgánico se unirían varios oficiales que se encontraban en Valencia por diversas circunstancias entre las que sobresalía la participación en un concurso hípico previsto para los días 20 al 22 de julio organizado por la Sociedad Hípica Valenciana: el capitán López Turrión (profesor de la Escuela de Equitación) y los tenientes García Cruz, Llorens, Muñiz y Tabanera, que iban a competir junto a los lusitanos capitanes Somalo (primer premio en otro celebrado en junio en Barcelona); Suarez Vigil (segundo en ese de Barcelona), Abellán y García Martínez más los tenientes Arnedo, Castellanos, Barreda, García Martínez (hermano del capitán), Ribera, Sevilla y Villalonga. Por el contrario, no más de 7 cuadros de mando eran incondicionales del régimen (3 comandantes, 1 capitán Castillo y algunos alféreces de la escala de reserva y sargentos), 9 se les sumaron durante los hechos y 5 (descontando comisionados) estuvieron ausentes en aquellos momentos Las consecuencias relativas al personal fueron 4 muertos en los sucesos del 2 de agosto (el comandante De la Rubia, el capitán Suárez Vigil y los tenientes Barés Tarragona y Arnedo Garrido); 4 fusilados por condena sumarísima (el teniente coronel Granados Mangado y los tenientes Alonso Pesquera, Bosca Guillén y Carratalá García), y 24 asesinados (un teniente coronel y 23 capitanes y tenientes)7. Entre estos se encontraban, como mínimo, el teniente coronel Martín Lacasa, martirizado el 29 de agosto en la Plaza de Toros ( “brutalmente banderilleado”), tras ser paseado por las calles de Valencia “entre la mofa y el escarnio de las gentes” 8; los tenientes Castellanos y Altabella (ambos el 9 de septiembre durante su traslado desde las Torres de Cuarte al Palacio de Justicia para asistir al proceso sumarísimo); y 7 en otras vicisitudes: los capitanes Santos Vivancos y Abellán Lloria; los tenientes Diego Gómez de Barreda, Blanco Roch y Ros Selva (también lo sería su hermano Enrique, de igual empleo, escala, Arma y asignación al regimiento); el alférez Vicente Turrión y el brigada Villegas Montoya. Fusilado en encarcelamiento previo al juicio, uno: teniente Ribera Trillo de Figueroa.
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MOLERO MASSA, Luis: La horda en el Levante feliz: visto y vivido en la Revolución roja , Pascual Quiles, Valencia, 1939 HERNÁNDEZ BENEDICTO, José: “Lanzas, cruces y estrellas”. En ABC , nº 16042, 9-8-1957 y LA VANGUARDIA , nº 28354, 3-8-1957. 8
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Respecto a los que en principio pudieron salvarse o desaparecieron se encontraban, de los juzgados en rebeldía, el coronel Juan Muñoz García (se ocultó en una casa amiga), y los tenientes Pérez Méndez Núñez, Mellado Mellado, Villalonga Blanes y Fernando Gómez de Barreda. De los presentes en el juicio sobrevivieron en un principio los capitanes Santamaría Iracheta, Somalo Paricio y García Martínez; tenientes Sevilla (evitó la represión gracias a su hermano, oficial de la Guardia Civil) y García Martínez (juzgado y condenado a cadena perpetua); y los alféreces Juan Lucas y Tabernero Sánchez más el sargento Brieva Escobes, quien tras ser puesto en libertad por las gestiones de su familia y amigos en Valencia permaneció oculto. Otro núcleo de estos alzados que pudo salvarse pero prestando servicios gubernamentales contra su voluntad lo compusieron los brigadas Jesús Campos y Manuel Murciano Muñoz, y los sargentos Máximo Bonet Salvador y Lorenzo Luján Jareño (juzgado). Con menos énfasis tanto alcista como gubernamental quedaron 10: el alférez Julio Manzano Careto (juzgado); los brigadas Giménez Obregón, Rafael Vázquez y Luis Ávila; y los sargentos Sánchez Hermoso, Mariano Castellanos, Antonio Roldán y López Piqueras (juzgado). En cuanto a otro personal vinculado al regimiento pero ausente durante los sucesos hay que citar al teniente ayudante José Parrilla (se encontraba en Barcelona) y a cuatro sargentos: José Santa y Mariano Sendino Sotés (anti-gubernamentales y de permiso en Vélez-Málaga y Toledo respectivamente), y Cano y Fulgencio Méndez (participantes con el Gobierno, aquél en el frente del Sur y éste en el de Talavera de la Reina ascendido a empleo superior). Para todos los subversivos se levantó en 1957 en el campamento de Bétera un monumento en piedra tallada proyectado por el comandante Ángel de la Morena y cincelado por el que fuera soldado de la unidad Francisco Prima Giner. Rematado en un caballo de bronce, figuraba en su frontispicio la “emblemática calavera del regimiento, circundada de laureles” con la lista de “héroes y mártires que en la Cruzada de 1936 ofrecieron su vida por una España mejor ”9.
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HERNÁNDEZ BENEDICTO, José: “Lanzas, cruces y estrellas”. En ABC , nº 16042, 9-8-1957 y LA VANGUARDIA , nº 28354, 3-8-1957.
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5-ANEXOS Anexo nº 1. Cuadro de personal y destino del Regimiento de Caballería “Lusitania”, 18-07-
1936. Según el Anuario Militar de España de 1936 el cuadro de jefes y oficiales lo integraban 1 coronel, 2 tenientes coroneles, 4 comandantes, 10 capitanes, 21 tenientes y 8 alféreces . No obstante, por la prensa coetánea, la declaración de un mando evadido al bando nacional en 1937 guardada en el Archivo General Militar de Ávila y el cuadro homenaje del regimiento a sus caídos de este bando, tal registro oficial permite ser rectificado y ampliado además con datos sobre suboficiales (brigadas) y clases (sargentos). CORONEL: Juan Muñoz García. PLANA MAYOR Teniente Coronel Martín Lacasa Burgos. Teniente Coronel José Granados Mangada. Comandante (Mayor) José Sánchez Navajas. Comandante Jefe del Primer Grupo de Escuadrones Juan Forés Puig. Comandante Jefe del Segundo Grupo Isidro Serrano. Comandante Juan de la Rubia Pacheco. Capitán (Ayudante) Ángel Somalo Paricio. Teniente (Ayudante) Ribera Trillo Figueroa Teniente (Ayudante) José Parrilla García. Alférez Manuel Alba Vilanova. Alférez Gregorio Carballo Pérez
1º ESCUADRON. Capitán José Miguel García Martínez (hermano del teniente del 4º escuadrón) Teniente Fernando Pérez y Méndez Núñez. Teniente Teodosio Alonso Pesquera. Teniente Fernando Bosca Guillén Teniente (Escala de complemento) Ros Selva. Teniente Mariano Castellanos Santamaría. Alférez Julio Manzano Careto. Brigada José Villegas Montoya. Sargento Antonio Roldán. Sargento Ismael Navarro Talayeras. 2º ESCUADRON Capitán Manuel Castillo Puértolas. Teniente José Villalonga Blanes. Teniente José Sevilla Alonso. Alférez Miguel López González Brigada Jesús Campos. Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Sargento Máximo Bonet Salvador. Sargento Cano. Sargento Fulgencio Méndez. 3º ESCUADRON Capitán Manuel Suárez Vigil. Teniente Carlos Altabella Sanchis. Alférez Juan Lucas Martín. Sargento Mariano Castellanos (sin parentesco con el oficial de mismo nombre). Sargento Francisco Amat. 4º ESCUADRON Capitán Luis Abellán Lloria. Teniente Alfonso García Martínez Teniente Francisco Barés Tarragona. Alférez Serafín Tabernero Sánchez. Brigada Giménez Obregón. Sargento Andrés López Piqueras. Sargento José Santa. Sargento Mariano Sendino Sotes. ESCUADRON DE ARMAS AUTOMATICAS Capitán Pedro Santamaría Iracheta. Teniente Eduardo Arnedo Garrido. Teniente Mariano Blanco Roch. Teniente Francisco Carratalá García. Teniente Enrique Mellado Mellado. Alférez Matías Vicente Turrión. Brigada Rafael Vázquez Ramírez Brigada Manuel Murciano Muñoz. Sargento Faustino Brieva Genovés Sargento Lorenzo Luján Jareño. Sargento Félix Sánchez Hermoso
OTROS DESTINOS Capitán (Cajero) Luís de los Santos Vivancos Teniente Gabriel Morales Aragón Brigada (Caja) Luis Ávila. Sargento Arranz Agrasal Alférez Antonio Uribe Ortega Alférez Juan Moreno Moliner Sargento Francisco Benlloch Giner En su capítulo XI el Anuario relaciona en la Plana Mayor al coronel y al teniente coronel Martín Lacasa Burgos (quien también estaba registrado en dicha publicación como perteneciente al Centro movilización y reserva 11); al comandante mayor Antonio Sánchez Navajas y al capitán ayudante Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Ángel Somalo Paricio, siendo jefes de grupo José Granados Mangado (del primero y quien, sin embargo, también aparece como ascendido a teniente coronel y disponible forzoso en 3ª División), y Juan Forés Puig (del segundo). Dado que sus datos se refieren al 1º de enero de 1936, hay que anotar varias consideraciones. Así, en el periodo de los sucesos no consta que ya permanecieran en la unidad, tal y como recogía el AME, el teniente coronel Augusto Pavón Tierno, el comandante Domingo Martínez de Pisón, el capitán Ricardo Beneito y los tenientes Emilio García Caldera, Manuel Leno Valencia, José Almunia Gómez Mendeviela y José Moreno Muñoz. Por el contrario, tampoco aparecían en el AME como destinados en el “Lusitania” los presentes comandantes De la Rubia (cambiado su apellido diversas veces por Larrubia); capitanes Somalo Marín y Francisco Romero Herrero; tenientes Ros Selva (escala de complemento) y Enrique Mellado, o el alférez Miguel López González. Entre las situaciones particulares previas a los hechos de julio de este personal cabría indicar que, respecto al AME citado, la principal variación era la del ascenso a teniente coronel del comandante Granados Mangado quien, disponible al igual que el teniente Enrique Mellado, continuaba afectado al regimiento responsabilizándose de la cooperativa gracias a su amistad de más de 30 años con el coronel, condición resaltada en el juicio sumarísimo. Ausentes durante los sucesos, tal como declaró el coronel Muñoz, estuvieron dos oficiales: el teniente Fernando Gómez de Barreda por comisión (hermano de Diego que, a su vez, figura en el AME de 1936 como destinado en el Depósito de Remonta de Canarias), y el del mismo empleo Príamo Villalonga (según ese anuario disponible en Baleares). Respecto a los oficiales de la escala de reserva, el de mayor empleo era el capitán Castillo; el resto, alféreces repartidos entre los escuadrones y la plana mayor: Alba, Carballo, López González (éste en el regimiento “Numancia” a principios de año según el repetido anuario), Lucas, Manzano, Moreno, Tabernero, Turrión y Uribe. Otra situación singular en el personal integrante, bien en activo bien en otras situaciones, es la existencia de vínculos familiares como los hermanos García Martínez, Gómez de Barreda o Ros Selva. Además, el teniente Sevilla era hermano de un oficial del mismo empleo de la Guardia Civil que actuó en representación de la Junta Delegada del Gobierno informando al regimiento de las posibilidades que se ofrecían a los rebeldes (ver nota 7). Respecto a otras fuentes, y en cuanto a la prensa valenciana, dos diarios cubrieron los sucesos: el periódico Verdad , órgano del Partido Comunista una vez incautado del católico “Diario de Valencia”, que atendió extensamente “en su afán de servir mejor que nadie a sus lectores” a lo sucedido en la capital y Paterna incluyendo términos descalificadores contra los sublevados, fotografías y declaraciones (el alférez Alba, el cabo Serrano, el corneta); y El Mercantil Valenciano, menos ideológico y populista que tratará el asalto únicamente el 4 de agosto aunque dedicará buena extensión a la causa judicial y de una manera más serena que Verdad . También lo haría el de tirada nacional ABC , que recogería momentos fotográficos de la tensión local y del asalto, cadáveres incluidos. Sobre la fuente del Archivo General Militar (Documentación Nacional, Armario 15, Rollo 18, Legajo 10, Carpeta 48, Caja 1218, Ejercito del Norte. Información del enemigo. Valencia. “Conducta de la oficialidad del Regimiento Lusitania. 25 de enero 1937 ”), es importante para el estudio por dos motivos: detalla circunstancias orgánicas del personal y opina sobre la actuación de cada uno de los jefes, oficiales, suboficiales y sargentos en los sucesos, siendo recogida en fecha temprana por la Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Inteligencia nacional (enero de 1937). No resulta sencillo identificar al informador, presente en el juicio, aunque pudiera apuntar a un sargento que tuviera buen conocimiento tanto de los cuadros de mando (muestra relación con otros del mismo empleo y, de hecho, su familia se oculta con uno de ellos), como de los acontecimientos (disparó con un mosquetón a las órdenes del teniente Blanco en el primer choque con paisanos, de lo que se deduce que pertenecía al escuadrón de armas automáticas). Además fue encarcelado en las Torres de Cuarte.
Anexo nº 2. Vicisitudes del cuadro de mandos de “Lusitania” durante los sucesos y el juicio En este anexo sobre los mandos del regimiento se expone de cada uno de ellos tanto la convicción ideológica (gubernamental o contraria) como la actitud mantenida durante los sucesos (pro alzamiento, indeciso o contrasubversivo); si fue o no enjuiciado y si resultó posteriormente fusilado, asesinado o desaparecido según los datos extraídos de las fuentes ya citadas. MANDO Coronel Juan Muñoz García. Sobrevivió a la guerra, declaró a La Cruzada sus recuerdos, pasó a retiro en junio de 1939 y fue condenado a la pena de seis años y un día de prisión militar mayor. En 1943 el Consejo Supremo de Justicia Militar propuso su baja en la Orden de San Hermenegildo no obstante la petición positiva del General Gobernador de Valencia para pensión de Placa en 1942. Archivo General Militar de Segovia. Hoja matriz de servicios de Juan Muñoz García. “Consejo Supremo de Justicia Militar. Al Excmo. Sr. Ministro del Ejercito, del General Presidente Accidental, Madrid, 18-2-43”. PLANA MAYOR Teniente Coronel Martín Lacasa Burgos. Secundó el movimiento. Asesinado en la Plaza de Toros. Para el evadido lo fue en el barco después de un sin fin de sufrimientos” . Teniente Coronel José Granados Mangada. Secundó el movimiento. Enjuiciado y fusilado el 12 de septiembre de 1936. Comandante (Mayor) José Sánchez Navajas. Gubernamental, declaró en el juicio. Comandante Jefe del Primer Grupo de Escuadrones Juan Forés Puig. Gubernamental, declaró en el juicio. Comandante Jefe del Segundo Grupo Isidro Serrano. Gubernamental, declaró en el juicio. Comandante Juan de la Rubia Pacheco. Secundó el movimiento. Muerto en el asalto. Con él comete un error el evadido pues le suponía asesinado el 20 de julio cuando salía del domicilio. Capitán (Ayudante) Ángel Somalo Paricio. Secundó el movimiento. Herido en el asalto. Enjuiciado. Teniente (Ayudante) Ribera Trillo Figueroa. Secundó el movimiento. Enjuiciado, encarcelado en las Torres de Cuarte y fusilado. Teniente (Ayudante) José Parrilla García. Ausente durante los sucesos. Alférez Manuel Alba Vilanova. Gubernamental, declaró en el juicio. Alférez Gregorio Carballo Pérez. Indeciso, declaró en el juicio. “
1º ESCUADRON. Capitán José Miguel García Martínez. Secundó el movimiento. Herido en el asalto y enjuiciado. Teniente Fernando Pérez y Méndez Núñez. Secundó el movimiento. Juzgado en rebeldía según el evadido. Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Teniente Teodosio Alonso Pesquera. Secundó el movimiento. Enjuiciado y fusilado el 12 de septiembre de 1936. Teniente Fernando Bosca Guillén. Secundó el movimiento. Enjuiciado y fusilado el 12 de septiembre de 1936. Teniente Ros Selva (Escala de complemento). Secundó el movimiento. Asesinado con otros parientes suyos. Teniente Mariano Castellanos Santamaría. Secundó el movimiento. Según el evadido, asesinado el 9 de septiembre durante su traslado desde la prisión de las Torres de Cuarte al Palacio de Justicia para asistir al proceso. El tribunal lo juzgó en rebeldía. Alférez Julio Manzano Careto. Indeciso aunque fue j uzgado. Según el evadido era “eminentemente de derechas” y “mostró entusiasmo” por el alzamiento pero “ cuando llegó la ocasión su actuación fue la de un cobarde, huyó del cuartel y en el juicio acusó a los oficiales y suboficiales”. Brigada José Villegas Montoya. Secundó el movimiento. Según el evadido, asesinado por la FAI. Sargento Antonio Roldán. Indeciso aunque secundó la actitud del regimiento; no fue juzgado. Sargento Ismael Navarro Talayeras. Secundó el movimiento, fue juzgado y absuelto. El evadido dirá: “fui a verle a su casa y le indique el delito de Lesa -Patria que suponía el ayudar a los rojos, constatándome con evasivas, encontrándole muy cambiado”. 2º ESCUADRON Capitán Manuel Castillo Puértolas. Gubernamental. Teniente José Villalonga Blanes. Secundó el movimiento. Juzgado en rebeldía. Teniente José Sevilla Alonso. Secundó el movimiento y no fue juzgado gracias a las gestiones de su hermano, oficial de la Guardia Civil. Alférez Miguel López González. Gubernamental. Brigada Jesús Campos. Secundó el movimiento. Técnico en radio, recibía las informaciones de las emisoras nacionales de Sevilla y Tenerife. No fue juzgado. Casado sin familia “teme pasarse a nuestras filas por represalias a su esposa y padre” según el evadido. Sargento Máximo Bonet Salvador. Secundó el movimiento con “entusiasmo”. Según el evadido “mantiene contacto con elementos na cionales de Valencia. Han asesinado a sus padres los rojos. Casado, se pasará a nuestras filas tan pronto tenga ocasión. No fue juzgado”. Sargento Cano. Ausente durante el movimiento en un pueblecito de la provincia de Valencia, no se incorporó al regimiento “aun sabiendo lo que ocurría”. Sargento Fulgencio Méndez. Ausente por permiso en Jaén. 3º ESCUADRON Capitán Manuel Suárez Vigil. Secundó el movimiento. Muerto en el asalto. De nuevo el evadido yerra pues lo suponía asesinado cuando lo conducían preso al Gobierno Civil. Teniente Carlos Altabella Sanchis. Secundó el movimiento. Asesinado del mismo modo y circunstancias que el teniente Mariano Castellanos (9 de septiembre). Alférez Juan Lucas Martín. Secundó el movimiento “con entusiasmo”. Juzgado. Sargento Mariano Castellanos. Secundó el movimiento con “entusiasmo”, descubrió la conspiración de varios soldados y fue juzgado pero absuelto. Pensaba pasarse “a nuestras filas cuando pueda, según me dijo”, en palabras del evadido. Sargento Francisco Amat. Gubernamental. 4º ESCUADRON Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Capitán Luis Abellán Lloria. Secundó el movimiento. Asesinado después de sufrir varios martirios tras rechazar la colaboración con el Gobierno pues, según Hernández Benedicto, “mimado y atendido con especiales cuidados por el mando de la prisión, a fin de obtener su adhesión a la llamada causa popular, respondió ante tales tratos que, por ese precio, prefería seguir la suerte de sus compañeros. Poco después era asesinado” Teniente Alfonso García Martínez. Secundó el movimiento. Juzgado y condenado a prisión perpetua Teniente Francisco Barés Tarragona. Secundó el movimiento. Muerto en el asalto al cuartel. Alférez Serafín Tabernero Sánchez. Secundó el movimiento. Juzgado. Brigada José Giménez Obregón. Indeciso Secundó el movimi ento con “tibieza”. Sargento Andrés López Piqueras. S ecundó la actitud del regimiento con “entusiasmo” y fue juzgado. Sargento José Santa. Ausente con permiso en Vélez-Málaga. Sargento Mariano Sendino Sotes. Ausente con permiso en Toledo. ESCUADRON DE ARMAS AUTOMATICAS Capitán Pedro Santamaría Iracheta. Secundó el movimiento si bien permanecía ausente por baja médica. Juzgado. Teniente Eduardo Arnedo Garrido. Secundó el movimiento. Muerto en el asalto. Teniente Mariano Blanco Roch. Secundó el movimiento. Asesinado. Teniente Francisco Carratalá García. Secundó el movimiento. Enjuiciado y fusilado el 12 de septiembre de 1936. Teniente Enrique Mellado Mellado. Secundó el movimiento. Juzgado en rebeldía. Alférez Matías Vicente Turrión. Pro movimiento, asesinado en Valencia. Brigada Rafael Vázquez Ramírez. Indeciso aunque secundó el movimiento; no fue juzgado. Brigada Manuel Murciano Muñoz. Secundó el movimiento con entusiasmo y no fue juzgado, temía “pasarse a nuestras filas por represalias a su esposa e hijos” según el evadido. Sargento Faustino Brieva Genovés. Secundó el movimiento. Juzgado y puesto en libertad por las gestiones de su familia y amigos. Sargento Lorenzo Luján Jareño. Secundó el movimiento y fue juzgado y absuelto. Según el evadido “desea pasarse a nuestras filas si no lo ha efectuado ya”. Sargento Félix Sánchez Hermoso. Secundó el movimiento, no fue juzgado. Según el evadido: “actualmente ascendido a oficial por los rojos habiendo tenido ocasión de pasarse a los nuestros y no lo ha efectuado”. OTROS DESTINOS: Capitán (Cajero) Luís de los Santos Vivancos. Secundó el movimiento. Asesinado. Brigada (Caja) Luis Ávila. Gubernamental “apocado y cobarde” según el informante. Sargento Manuel Arranz Agrasal. Gubernamental. Alférez Antonio Uribe Ortega. Indeciso. Declaró en el juicio. Alférez Juan Moreno Moliner. Indeciso. Declaró en el juicio. Teniente Gabriel Morales Aragón. Enjuiciado. No aparece en ningún listado oficial aunque sí es citado por la prensa pero sin ninguna relevancia. Posiblemente fuera un suboficial que, como otros, continuara en el regimiento después de los sucesos y al que el Gobierno ascendiese. A estas vicisitudes del personal de la unidad habría que añadir las que cita el cuadro de honor realizado en 1957 que, además de coincidir en los tenientes Ros Selva Blanco Roch y Bosca Guillén, y en el brigada Villegas Montoya, recoge a los siguientes caídos unidos “circunstancialmente” a los alzados (algunos de ellos iban a participar en el concurso hípico de julio en Valencia y hacían vida en el cuartel; otros pertenecían a la Escala de Complemento): Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Capitanes Abdón López Turrión. En el AME de 1936 figura en la Escuela de Aplicación de Caballería. Francisco Romero Herrero. Lo mismo que el anterior. Joaquín Gómez de Barreda y Salvador. Retirado, poseía diversos títulos nobiliarios y pertenecía a la Derecha Regional Valenciana. Fue asesinado el 14 de agosto de 1936. Fernando Manglano y G. Montull. Igual que el anterior. Tenientes y Alféreces Manuel Dolz Blasco. Destinado en la Escuela Superior de Guerra, fue asesinado el 5 de agosto. Enrique Llorens Bayón. Figura en el Depósito Central de Remonta. Francisco Apilluelo López. Al servicio del Cuerpo de Seguridad, fue asesinado el 22 de octubre. José Moreno Muñoz. Fue asesinado el 31 de ago sto. En el AME figuraba en el “Lusitania”. Tomás Ruiz Cabañero. No figura en el AME. José Tovar Blanco Rajoy. En el regimiento “España”. Julio Salinas Julián. Perteneciente a la escala de complemento, fue asesinado el 8 de noviembre. Pertenecía a las JONS. Manuel Manglano Urruela. No figura en el AME. Juan Luis Cuñat Caruana. Alférez de complemento asesinado el 30 de agosto. No figura en el AME. Tropa Cabo Emiliano Sanz González. Cabo Adolfo Company Almarcha. Asesinado el 14 de agosto.
Anexo nº3: El personal gubernamental en campaña (1936-1939) Frente a la mayoría de cuadros de mandos sediciosos del regimiento se encontraron 7 decididamente gubernamentales: los comandantes Juan Forés Puig, Isidoro Serrano y José Antonio Sánchez Navajas; el capitán Manuel Castillo Puértolas, el alférez Manuel Alba Vilanova y los sargentos Arranz y Amat Maciá. De los comandantes, Juan Forés Puig se caracterizaba po r un “arrebato republicano” que para La Cruzada adquiría “tonos delirantes”; Isidoro Serrano recibirá del ministro Castelló el encargo de hacerse con el mando accidental del regimiento en plena crisis subversiva y José Antonio Sánchez Navajas, aunque “se negó en principio a secundar el movimiento y fue arrestado por el coronel”, luego se sumó a la acción de todos para, “en el último momento, en los instantes críticos”, cambiar actitud contribuyendo a la desmoralización de los soldados , en palabras del repetido informante pasado al Ejército Nacional. El capitán Manuel Castillo Puértolas era “un gran repu blicano” en palabras del alférez López durante el juicio, y el alférez Manuel Alba Vilanova (“un hombre francote, simpático y bonachón…cordialísimo” en letras del diario Verdad ), recibió el reconocimiento público (fotografía incluida) por su acción de apertura de las puertas a los asaltantes (“otro héroe más del glorioso movimiento decisivo de la República”), que multiplicó la propaganda: “es carne del pueblo. Hijo del pueblo. Hermano de los obreros, con quienes trabajó muchos años antes de prestar sus servicios militares…de firme sentimiento republicano y una exacta idea del deber”. El sargento Arranz también obtendría ese reconocimiento pues resultó herido ante un teniente levantado el día del asalto aunque según el informante manifestara antes de los sucesos disposición a sublevarse. Y del de igual empleo Arranz Agrasal, procedente de Castillejos (Zaragoza), bastarán las palabras del evadido: “persiguió en Valencia con varios milicianos a elementos de derechas, y buscó al sargento Brieva y al que suscribe para asesinarlos. He prometido matarle como un perro, así se meta bajo tierra”. Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Gracias a la prensa, al citado informe de la Inteligencia nacional, a la Gaceta de la República, al Diario Oficial del Ministerio de la Guerra y al estadillo confeccionado el 30 de junio de 1938 por la Subsecretaría (Sección de Personal) del Ministerio de Defensa Nacional, se pueden seguir en referencia a su actitud durante los sucesos (leal al régimen o afecto al levantamiento) y a su voluntad (dispuesta o forzosa), las vicisitudes del personal que quedó con el Gobierno. De los más firmes alzados contra éste y al que servirían luego forzosamente hay que citar a los brigadas Jesús Campos y Murciano Muñoz, y a los sargentos Máximo Bonet, Mariano Castellanos y Lorenzo Luján. Campos fue teniente en un escuadrón en Alfambra y continuaba en el Ejército Popular en julio de 1938 como capitán en el 2º Batallón Transporte Hipomóvil. Manuel Murciano Muñoz también intervino junto a aquél por Alfambra y sería capitán en la Dirección de Transportes por Carretera en 1938. Máximo Bonet Salvador quedó integrado en la 3ª División, el sargento Mariano Castellanos estaría por Almansa durante el último trimestre de 1936 y Lorenzo Luján Jareño pasó al frente de Andalucía. Entre los indiferentes ideológicamente se contabilizan al teniente José Sevilla, los alféreces Julio Manzano, Miguel López, Gregorio Carballo Pérez, Antonio Uribe Ortega y Juan Moreno Moliner; los brigadas Giménez Obregón, Rafael Vázquez y Luis Ávila, y los sargentos Antonio Roldán, Ismael Navarro, López Piqueras y Félix Sánchez. De Sevilla sólo se sabe que en septiembre de 1936 estaba en “el frente” cuando se enjuiciaron a los compañeros en Valencia; en 1969 era coronel en Cataluña por lo que presumiblemente se evadió y acabó combatiendo con el Ejército Nacional. El alférez Manzano Careto anduvo en el del sur (en julio de 1938 era capitán destinado en la Brigada de Caballería nº 2), y López González era capitán en 1938 en la Dirección de Transportes. Gregorio Carballo Pérez servía en septiembre de 1936 el “frente” y Antonio Uribe Ortega y Juan Moreno Moliner quedaban en el “Lusitania”. En junio de 1938 los tres, ya capitanes, tenían como destinos Transporte Hipomóvil, CRIM nº 10 y el propio regimiento nº 8. Por el sur anduvieron en 1936 los brigadas Giménez Obregón (capitán en el 2º Batallón de Transporte Hipomóvil en 1938), y Vázquez, que combinó ese escenario (Málaga) con el turolense (en junio de 1938 era capitán sin destino); el del mismo empleo Luis Ávila quedó en dependencias de Valencia (en 1938 capitán destinado en el Ejército de Levante). Los sargentos López Piqueras y Antonio Roldán pasaron por el repetido frente del sur y Sánchez Hermoso era capitán en la Brigada de Caballería nº 4 en 1938; no se tienen noticias de los sargento Cano y Fulgencio Méndez, ausentes durante los sucesos. De los adheridos al Gobierno con determinación (comandantes Juan Forés Puig, Isidoro Serrano y Sánchez Navajas, el capitán Manuel Castillo Puértolas, el alférez Alba y los sargentos Arranz y Amat), se observarán las siguientes circunstancias: 1 - Forés, “decidido colaborador de los rojos” según declaró el informante evadido en 1937, pasaría de la jefatura accidental del regimiento a la del Estado Mayor del Ejército de Andalucía (teniente coronel en julio de 1938); sería fusilado en Paterna dos años más tarde. 2 - Isidoro Serrano mandó el grupo proyectado hacia tierras de Teruel y desde octubre de 1936 la columna Peire (enlace por Alfambra entre las fuerzas catalanas y aragonesas); en 1938 era teniente coronel en el Servicio de Remonta. Manuel Castillo, dependiente de aquél, capitaneó un escuadrón en Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Alfambra para, ya como mayor, servir en el Ejército del Este en el repetido 1938; finalizada la guerra, fue citado en “La Vanguardia Española” de 2 8 de julio de 1939 para presentarse ante el Juzgado de oficiales generales número 3 sito en el Palacio de Justicia de Barcelona. 3 - Los sargentos Amat y Arranz organizaron elementos de Caballería en Almansa junto al alférez Alba; en 1938 estos dos últimos estarían como capitanes en el regimiento nº 3 y en el 3º Batallón de Transporte Hipomóvil, respectivamente. Singular sería la trayectoria del ya citado comandante José Antonio Sánchez Navajas pues se pasaría al bando nacional, que le juzgaría y expulsaría del Ejército, disposición muy distinta a la del cabo Enrique Serrano Pons, cabeza de la disidencia interna de la tropa contra los levantados pues continuó con la trayectoria regimental: en junio de 1938 era teniente en él. El resumen de todo este personal localizado en 1936 es: Zona de Valencia En el Regimiento: Comandante Juan Forés Puig (jefe de la Unidad, teniente coronel del Estado Mayor del Ejército de Andalucía en 1938 y fusilado en Paterna en 1940). Comandante Mayor: Sánchez Navajas (posteriormente pasado al bando nacional). Alférez Gregorio Carballo (capitán en Transporte Hipomóvil, 1938) Alférez Antonio Uribe (capitán en CRIM nº 10, 1938) Alférez Juan Moreno (capitán en el regimiento, 1938) Sargento Enrique Navarro (Cabo durante los sucesos y teniente en el regimiento en 1938) En otros destinos: Brigada Luis Ávila Ruiz (en julio de 1938 capitán en el Ejército de Levante). Sargento Máximo Bonet Salvador (3ª División) Frente de Teruel Comandante Isidoro Serrano (jefe del Grupo de escuadrones y de la columna Peire en octubre de 1936; mayor destinado en el Ejército del Este y teniente coronel en el Servicio de Remonta en 1938). Capitán Manuel Castillo Puértolas, al mando de un escuadrón en Celadas en 1936, mayor en el Servicio de Remonta en 1938. Brigada Jesús Campo Martínez, teniente en un escuadrón en el sector Alfambra en 1936 y capitán en el 2º Batallón Transporte Hipomóvil en 1938. Brigada Manuel Murciano Muñoz, en un escuadrón en el sector Perales de Alfambra en 1936 y capitán en la Dirección de Transportes en 1938. Base de Almansa Alférez Manuel Alba Vilanova (teniente tras los sucesos y capitán en el regimiento nº 3 en 1938) Sargento Mariano Castellanos (vicisitud posterior desconocida) Sargento Francisco Amat (vicisitud posterior desconocida) Sargento Manuel Arranz Agrasal (capitán en el 3º Batallón de Transporte Hipomóvil en 1938). Copyright © 2012 REVISTA DIGITAL DE HISTORIA MILITAR. Todos los derechos reservados. ISSN 2254-3619
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Frente Sur-Andalucía Alférez Julio Manzano Careto (en julio de 1938 capitán en la Brigada de Caballería nº 2). Brigada Giménez Obregón (capitán en 2º Batallón de Transporte Hipomóvil en 1938) Brigada Rafael Vázquez (capitán sin destino en 1938) Sargento López Piqueras (vicisitud posterior desconocida) Sargento Lorenzo Luján Jareño (vicisitud posterior desconocida) Sargento Luis Sánchez Hermoso (sector Málaga si bien estuvo previamente en Alfambra) y capitán n la Brigada de Caballería nº 4 en 1938 Sargento (luego teniente) Antonio Roldán Sargento Cano (vicisitud posterior desconocida) Frente Talavera de la Reina Sargento Fulgencio Méndez (vicisitud posterior desconocida) Sin determinar destino en 1936 Teniente José Sevilla (pasado al Ejército franquista) Alférez Miguel López González (capitán en la Dirección de Transportes en 1938).
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