Ensayo sobre “La Identidad Latinoamericana, Teoría e Historia” de Jorge Larraín Benjamín Pujadas, 4 Antropología Social Larraín comienza su escrito diciendo que la constitución de la cultura latinoamericana se remonta al siglo XVI, en el encuentro de la cultura española con la indígena en América. El autor contiúa su reflexión afirmando que la identidad se configura en tiempos de crisis e inestabilidad del modo de vida tradicional, cuando algo coherente y estable es desplazado por la duda y la incertidumbre. A partir de esta tesis, describe cuatro períodos donde se logran reconocer momentos de crisis en la historia latinoamericana donde la pregunta por la identidad cobra importancia. En primer lugar está la conquista y la construcción del otro por los españoles. La cultura ibérica de ese entonces era bastante religiosa con valores morales absolutistas e intolerantes frente a lo “diferente”. Las culturas indígenas eran variadas y aisladas entre ellas, miraban la historia como algo determinante que tendía a un final catastrófico de su comunidad (concepto del “preorden histórico”),lo que generó una avanzada para los españoles en cuanto a la conquista. La constitución de la identidad en este periodo es bastante complejo, sobre todo por el tema de la religión. Pareciera pensarse que la religión católica intentó y logró imponer sus ideas a los indígenas de una manera exclusivamente violenta. Sin embargo, muchas de las prácticas propias del cristianismo eran aceptadas nominalmente por los indígenas pero estas no eran llevadas a la práctica ni se lograban incorporar a su cosmovisión. Por otro lado, muchas prácticas que parecían ser exclusivamente católicas, también se ejercían en las religiones indígenas sobre todo rituales basados en el sacrificio, lo que generaba cierta confusión en los españoles sobre lo propio, lo impuesto y la manera en que los indígenas lograban adaptar su cultura a pesar de aceptar la religión. Esto muestra que los españoles no lograron entender la complejidad del concepto de identidad y cultura. Pensaron erróneamente que cambiando ciertas conductas y obligaciones lograrían hacer desaparecer prácticas que se mantienen hasta el día de hoy. Un segundo hito importante de crisis identitaria se remonta en la crisis de la independencia y la nueva síntesis cultural, momento en que los criollos querían liberarse culturalmente de la tutela de la iglesia, empapados por la influencia de la ilustración que además de la libertad religiosa, buscaba el fin a la esclavitud y “condenaba” el racismo. La racionalidad científica lograba influir en las clases dominantes latinoamericanas tanto en intelectuales como en académicos. La crisis cultural en este periodo se genera al intentar importar una corriente racional que supere el dogmatismo, pero que al mismo tiempo importaba una ciencia que no lograba adaptarse a latinoamerica tanto por tecnología como por las investigaciones científicas que nunca se realizaron, cayendo en lo que el autor llama el nuevo dogmatismo ilustrado. Un tercer momento fue la depresión económica mundial y el fin de la dominación oligárquica que se remonta en los años 1920 y 1930, momento en que desde Latinoamérica se asume la mala adopción del racionalismo europeo e insisten en la diferenciación que hay en este continente. Es aquí donde se impulsan trabajos sobre movimientos indigenistas que buscaban volver a costumbres que se oponían
al legado cultural europeo buscando reformas sociales que favorecieran a los empobrecidos. En este momento de reconstitución de identidad, Larraín menciona que autores como Mariategui caen en un idealismo al pensar que las sociedades del pasado eran perfectas o moldes a seguir y que todas las respuestas de nuestros errores presentes se hallan en ese pasado glorioso. Para los años 60 vienen las ideas acerca del imperialismo, dependencia y resurgimiento del Marxismo1 donde se asume que el capitalismo no era viable en américa latina porque era dependiente de los principales centros industriales, naciendo el antiimperialismo y la independencia económica como temas políticos indispensables. Este proceso culmina con los años 70’ 80’ donde prevalecen las teorías conservadoras y neoliberales generándose una ola de dictaduras militares que cambian las políticas económicas abriendo los países al consumo de bienes extranjeros. Es este el cuarto momento en que se genera crisis identitaria en América Latina de los años 7. Se habían “importado” muchas ideas pero las crisis económicas, la pobreza y la violencia aumentaban. La reflexión tras el recuento histórico realizado por Larraín invita a pensar que si bien hay varios factores que lograrían unificar y definir la identidad latinoamericana, son muchas más las diferencias culturales que existen. El proceso de construcción de identidad nacional fue necesario para construir el estado y esto trae herencias culturales como el idioma o la permanencia de ciertas instituciones que se mantienen hasta el día de hoy. El tema es que los teóricos y escritores no suelen posicionarse explícitamente sobre la base política que sustentan al afirmar qué factores unifican y cuáles nos diferencian. Un aspecto clave es que mucha gente no se siente representada por versiones dominantes y no comparte el sentido de identidad de una nación o de la misma Latinoamérica. Hay versiones públicas de identidad que seleccionan algunas características que se consideran representativas y excluyen otras, influenciando la manera en cómo la gente se ve a sí mismo y cómo actúa a través de un proceso de lectura. Me gustaría enfatizar también, que esto no se trata de asumir la imposibilidad de cohesionar los rasgos culturales que nos identifican, concluyendo que los discursos particulares no logran generalizar nada debido a la complejidad específica de cada sujeto. Sino que se trata de asumir la tendencia política que está detrás de esta unificación y representación cultural donde se incorporan valores o tendencias que favorecen a un sector o al otro. No asumir la manera en que esta se construye y pensar que la historia es incapaz de generar claridades respecto a nuestro presente es simplemente caer en un relativismo ingenuo. Se deben explicitar las diversidades y antagonismos reales de la sociedad. Hay grupos y clases que buscan superponerse a otro e independiente de catalogar esto de correcto o incorrecto, se debe asumir al momento de intentar construir la identidad cultural. Los elementos excluidos que no representan unidad o identidad en la versión dominante, pasa a ser un grupo de resistencia contra la dominación donde desesperadamente intenta mostrarse, mientras el vencedor intenta desesperadamente también, taparlas y superponerse.
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había caído años anteriores por no poder lograr mediante la reforma agraria ni mediante el proceso de industralización sustitutiva el crecimiento económico que buscaban
Es importante mencionar que existen entonces dos maneras de ver la identidad latinoamericana. La primera consiste en una visión esencialista donde se cree que la identidad cultural es un hecho acabado ya establecido con valores fundamentales constituidos en el pasado llegando su influencia hasta hoy y para siempre donde la identidad no desaparece sino que puede eventualmente alejarse. La segunda consiste en un acercamiento más histórico que piensa la identidad cultural como algo que está permanentemente siendo construido y reconstruido dentro de nuevos contextos y situaciones históricas que no puede nunca decirse que está resuelta. Tras esta reflexión cabe destacar que si bien uno no escoge la nación y el proyecto en que nación, uno puede seleccionar políticamente como continuar o no continuar los aspectos identitarios dominantes. Respecto al esencialismo o determinismo, Alfonso Reyes hace una entrada a la discusión que podría ser interesante al respecto de la cultura americana, afirmando que en realidad esta no existe como tal, sino que existe una inteligencia americana distinta debido a múltiples factores. Explica que el tiempo concebido en América y por sus integrantes es distinto al europeo, esto debido a que vivimos saltando etapas, apresurando el pasos sin esperar a que madure todo de la forma experiencial que por ejemplo sí ha vivido Europa. De esta manera, en pocos años, hemos acostumbrado a vivir “tradicionalismos de corto plazo” que se van reemplazando según los nuevos escenarios que van apareciendo, lo que nos ha hecho como americanos a ser buenos para improvisar “culturalmente” en términos de adaptación. Otro elemento a considerar tiene que ver con la composición de la población de américa, donde confluyen elementos autóctonos, masas ibéricas de conquistadores misioneros, colonos, criollos, etc. La gama americana, dice Reyes, acepta todos los tonos porque estamos acostumbrados a la diversidad. Esta diversidad es también manifestada en nuestro que hacer laboral, ya que no somos buenos para especializarnos porque nuestra estructura social. Esto al fin y al cabo, termina por definir nuestra inteligencia americana como tolerante, internacionalista, con inclinaciones pacifistas donde atendemos o aspiramos a la igualdad afirmando incluso que hemos alcanzado la mayoría de edad (haciendo alusión a Kant sobre la ilustración) Parece ser que la reflexión de Reyes escapa un poco al debate puesto por Larraín debido a que no podemos afirmar que los americanos son internacionalistas por el sólo hecho de compartir una experiencia en particular que aunque pueda ser constante en la historia, no puede determinar nuestro actuar. Es justamente el determinismo lo que no nos permite reflexionar sobre el asunto de la identidad. La historia condiciona nuestro actuar así como las distintas instituciones de nuestra sociedad actual, lo que no significa que nosotros como agentes, no podamos generar acciones que puedan revertir la “cultura dominante”. Es interesante la perspectiva de Larraín al valorar el dinamismo de la historia, aunque a veces parece caricaturizar al Marxismo cuando señala que se busca sólo en el pasado para proyectar el futuro. El pasado y la historia son factores fundamentales para reconocer y construir aspectos culturales relacionados con la identidad, la historia debe ser entendida también como lo que hoy estamos viviendo y lo que somos capaces de proyectar hacia el futuro.