El fin de los medios masivos.
Mario Carlón Introducción
La clase de hoy trata el tema del fin de los medios masivos. Es un tema polémico y actual que ha sido muy discutido en estos últimos años en el ámbito anglosajón y latinoamericano. Es polémico por varias razones. En primer lugar porque toda discusión sobre algún fin (el fin de la novela, el fin del arte, el fin de los relatos, el fin de la historia, etcétera) es polémica. En segundo lugar porque es obvio que los medios masivos no han desparecido y difícilmente lo hagan en el futuro, dado que en nuestra cultura los medios tienden a acumularse y sobrevivir antes que desaparecer. En tercer lugar porque los medios masivos, como otros objetos respecto a los cuales se diagnosticó alguna vez un fin, tienden a adaptarse a las nuevas circunstancias. Sin embargo, como decíamos anteriormente, el debate en estos últimos años se ha consolidado y en cierto sentido, podríamos decir también, no ha dejado de crecer. Una muestra: este año se publicará un libro que compilamos con Yvane Fechine de la Universidad Federal de Pernambuco en Brasil que se va a llamar Fim da Televisão, Televisão , en el que participamos algunos de los autores que intervinimos en el capítulo sobre “El fin de la televisión” que publicamos en 2009 en El fin de los medios masivos. El comienzo de un debate (Carlón, Mario y Scolari, Carlos A.), pero también hay nuevos autores que se han sumado entusiastamente al debate. Y este mismo año se va a re-editar también el libro de 2009 bajo el título El fin de los medios masivos. El debate continúa, continúa , y hay nuevos analistas que participan tanto en el capítulo sobre “El fin del cine” (Jorge La Ferla) como en el de “El fin de la televisión” (Yvana Fechine y Guillermo Orozco Gómez). Por eso es importante preguntarse por qué nos interesa tanto este tema, cuáles son las razones que hacen que muchos nos interesemos tanto actualmente por él. Comencemos entonces a hablar de las razones por las cuales el tema del “fin” de los medios masivos despierta tanto interés. Si bien me voy a concentrar en este tema en el próximo apartado, voy a empezar a responder ahora mismo (a modo de introducción) los argumentos esgrimidos más arriba que refutan las concepciones sobre el fin (por las cuales decía que el tema es controversial). Lo primero que puede decirse es que todo debate sobre el fin de algo es siempre polémico. No puede serlo de otro modo porque pocas cosas desaparecen definitivamente (la electricidad no eliminó las velas, por ejemplo). Pero eso no quiere decir que sea inconsistente. La actividad científica se guía más por preguntas que pueden compartirse que por respuestas definitivas. En realidad, cuando un tema es interesante, generalmente es polémico y no puede clausurarse. Cada perspectiva y época le dan un enfoque distinto.
El segundo argumento dice que los medios masivos no han desaparecido y difícilmente lo hagan en el futuro dado que en nuestra cultura los medios tienden a acumularse y sobrevivir antes que desaparecer. Esto es verdad, pero quienes sostenemos la tesis del
fin de los medios masivos no decimos que van a desaparecer definitivamente, es decir, que de un día para otro no se va a poder ir más al cine, o escuchar la radio o ver televisión. Quienes sostenemos esta posición lo hacemos a partir de una mirada sobre la historia de los medios, de los procesos sociales y de la mediatización. Y de lo que hablamos, antes que de la desaparición definitiva de los medios masivos, es de un cambio de época, del fin de una era hegemónica, de un siglo (principalmente el siglo XX) que estuvo marcado a fuego por los medios masivos. En el próximo apartado nos vamos a detener en esta cuestión que es clave para comprender bien esta discusión. El tercer argumento dice que los medios masivos, como otros objetos respecto a los cuales se diagnosticó alguna vez un fin, tienden a adaptarse a las nuevas circunstancias. Es un argumento muy interesante, que no era evidente respecto, al menos, a la televisión, cuando publicamos el libro en el 2009. No era evidente porque entonces era
bastante claro (al menos para algunos analistas) que la “televisión histórica” estaba pasando su peor momento. Hoy no es evidente tampoco que la “nueva televisión” logre ser realmente exitosa (en el sentido de que pueda renovar los vínculos que con la sociedad mantuvo la televisión en su era hegemónica) pero es mucho más claro que gracias a la convergencia con las redes sociales, en especial con Twitter , hay una renovación. Hasta qué punto esta “nueva televisión” realmen te va a ocupar un lugar relevante en la vida social es una de las preguntas más importantes que podemos hacernos hoy. En lo que sigue trataremos de retomar estos temas, en particular los que podemos considerar los argumentos segundo y tercero (el primero es interesante pero demasiado general para las cuestiones que nos proponemos discutir). Para eso vamos a comenzar tratando de explicar qué significa el fin de los medios masivos. 1- Una tesis sobre la historia de la mediatización
El argumento de que los medios masivos van a seguir, van a continuar, muy semejante a lo que sostiene el sentido común se basa principalmente en lo que Christian Metz (1974), el fundador de la semiología del cine, llamaba "la definición técnico-sensorial de los lenguajes" (que es el nivel en el que sociedad conceptualiza a los medios). Según este análisis cada medio tiene, en emisión, una materialidad técnica específica (en fotografía, la imagen fija producida mecánicamente; en cine, lo audiovisual, etcétera) y en recepción, una identidad singular a partir de lo que reconocen nuestros dispositivos perceptivos (ojos, oídos, etcétera). Es la vía por la que el sentido común conceptualiza este tema. Apoyándose en esa definición de los medios lo más común es escuchar lo siguiente: como todavía hay cine, televisión y radio, la tesis sobre el fin de los medios masivos está equivocada (y la televisión sigue, la radio sigue, el cine sigue, etcétera). Pero en realidad es una vía analítica que, cuando es aplicada al tema que estamos tratando, brinda resultados paradójicos. Por ejemplo, si nos concentramos en la prensa, es claro que el diario papel se encuentra en una gran crisis a nivel global, las ventas disminuyen día a día en Argentina y en el mundo. No obstante esta crisis no implica la muerte de los diarios como tipos discursivos. Por ejemplo: The New York Times ya no vende tantos ejemplares, pero tiene más lectores que nunca a nivel global.
En el fondo, la atención a los medios desde este punto de vista técnico-sensorial termina constituyendo un argumento inevitable pero débil, que sólo se sostiene si se pasan por alto los profundos cambios tecnológicos que estamos viviendo. Veamos con mayor profundidad, gracias a otros ejemplos, lo que estamos diciendo. En el caso del cine siguen habiendo salas, por supuesto, y los multicines se expanden a nivel global. Pero debemos preguntarnos si son las mismas de siempre. El proceso de digitalización -que no sólo se encuentra en los “nuevos medios” sino que ha traído una profunda transformación en todos los dispositivos y lenguajes de los medios masivos (fotografía, cine, televisión, haciendo que cada vez más se hable de una “situaci ón post”)- avanza indetenible en dos niveles: en la discursividad de los filmes y en la proyección y recepción en las salas. En los filmes genera un cortocircuito en la indicialidad que caracterizó a los discursos de los medios masivos debido a que cada vez más, ante una secuencia, nos preguntamos cuánto de lo que vemos es fílmico en su sentido tradicional y cuánto digitalizado. En las salas junto con el 3D ha hecho que el dispositivo tecnológico de proyección que domina actualmente sea otro, diferente del que caracterizó a la gran era de oro del cine (desde los años veinte hasta principios del siglo XXI). Lo mismo podemos decir de la televisión, campo en el que hay una profunda transformación tecnológica en el hogar. Los smart tv son medios convergentes con Internet y los contenidos televisivos, como sabemos, ya pueden verse a través de otras pantallas, dentro y fuera del hogar (y este proceso avanzará cada vez más). Entonces, sintetizando, no es cierto que la prensa, el cine, y la televisión sigan, si dicha continuación implica que siguen siendo los mismos a partir de su definición técnicosensorial. No son los mismos y ya no lo serán. La tesis del fin de los medios masivos se caracteriza, ante todo, por trabajar en otro nivel. Hay, al menos, tres dimensiones que atender: la de los medios, la de los lenguajes y dispositivos, y la de los sujetos. Como es una tesis que refiere a la mediatización lo primero que hay que comprender es qué es un medio. Como lo sostuvo Eliseo Verón (1994), un medio es un soporte más una práctica social:
“Los medios: la televisión, el cine, la radio, la prensa escrita, etcétera. Desde mi punto de vista, el concepto de „medios‟ designa un conjunto constituido por una tecnología sumada a las prácticas sociales de producción y de apropiación de esta tecnología, cuando hay acceso público (sean cuales fueren las condiciones de este acceso por el que generalmente hay que pagar) a los mensajes” (Verón, 1996 [1994])”. Tomemos el caso de la televisión, el gran medio masivo del siglo XX, para que lo que estamos diciendo se entienda mejor. La tesis sobre el fin de la televisión significa, en primer lugar, que en ambas dimensiones hay una profunda transformación. Así lo que teníamos es un aparato (históricamente el televisor) más una práctica social (el visionado familiar), que la televisión pautaba a través de la grilla de programación: una oferta organizada y sostenida en el tiempo de programas con “contratos comunicacionales” específicos (que fueron variando a lo largo del tiempo).. El fin de la televisión implica la crisis de una práctica de expectación – la familia ante el televisor
con un conjunto definido de prácticas sociales específicas: sentarse a ver, negociar qué programa se mira en el prime time, etcétera – y, por ende, de la capacidad de la televisión de programar, como diría Verón, desde la oferta el consumo. Su crisis es el
fin de la “televisión histórica”. ¿Cuándo comenzó la crisis de la televisión? El proceso comenzó, según todos los análisis internacionales, en la década del ochenta en Estados Unidos (Carlón, 2012a), cuando empezó el cable y se produjo la articulación entre un nuevo dispositivo en el hogar, la videograbadora, y una nueva institución, de la que poco se habla pero que fue fundamental: el video club. Si la aparición del cable con su oferta de canales fragmentó a las audiencias, que pudieron empezar a elegir canales temáticos, la articulación entre la videograbadora y el video club terminó de reconfigurar el consumo audiovisual hogareño. La videograbadora permitió tomar distancia de la programación - porque se pudo empezar a grabar programas que se querían ver después y no fue necesario estar pendientes de los tiempos de la institución emisora- pero, principalmente, habilitó gracias a la posibilidad de alquilar- un nuevo consumo audiovisual ficcional de acuerdo a los tiempos y gustos del espectador: el de los estrenos y, por sobre todo, el de la historia del cine. Ambos fenómenos debilitaron a los canales de aire, principales gestores de la histórica comunicación masiva. Pero si lo lograron fue gracias a que este proceso fue acompañado, como acabamos de señalarlo, por otra importante transformación: una drástica mutación en las prácticas sociales en el hogar, que construyó nuevos sujetos espectadores. Es importante comprender que este proceso afectó por igual a la televisión y al cine. Un error común en las historias del cine y de la mediatización lleva a pensar que la caída de la asistencia a las salas de cine a nivel internacional que se produjo en la década del ochenta se debió a la televisión, que siempre aparece como la mala de la película. El argumento funciona así: como la gente empezó a ir menos al cine porque se quedó en sus casas viendo películas alquiladas y por cable, que revitalizaron la oferta hogareña; y esas películas y programas los veían a través del televisor, la culpa, otra vez (igual a como sucedió en la década del cincuenta, cuando se llegó a hablar del “fin del cine”,
tras la emergencia de la televisión) la tuvo la “caja boba”. Sin embargo, el argumento es reduccionista y equivocado: el proceso que en la década del ochenta comenzó con el cable, la videograbadora y el video club, inició por igual la crisis de la “televisión
histórica” (de aire y grandes audiencias) y del cine. Es decir, de los dos más importantes medios audiovisuales de comunicación de masas del siglo XX y de la historia. En la última década este proceso no ha hecho más que consolidarse. El acceso cada vez mayor a contenidos audiovisuales (en forma legal o ilegal, ya sea a través de la compra callejera o de la red), desde sitios que tuvieron su momento de gloria como Cuevana a otros de expansión global como Netflix, sumada a la oferta de servicios de cable como el On demand , ha transformado profundamente no sólo la accesibilidad sino también las prácticas (el espectador tiene cada vez poder y lo usa más) y las dimensiones de la oferta (se pasó de una oferta a una sobreoferta) y su visionado ya no es parte de la experiencia de la televisión histórica. Todos estos procesos son parte del fin de la televisión histórica masiva y nos encontramos, decididamente, en una era post (postcine; post-televisión). Es un cambio profundo, que ha sido resultado de la
transformación que se dio tanto en la historia de las prácticas sociales como en la de los medios de comunicación. 2 - Fin de los medios masivos ¿crisis de la comunicación masiva?
Un debate que se instaló rápidamente, casi a la par del diagnóstico sobre el “fin” de los medios masivos (en particular sobre cine y televisión) es el de si asistimos también al fin de la comunicación masiva. Es un debate complejo, que nos gustaría retomar aquí concentrándonos en tres niveles: el de los lenguajes, el de la convergencia y el de lo que podríamos llamar la broadcastización de los “nuevos medios”. Cuando la reflexión pasa de los medios masivos a los lenguajes el diagnóstico que tenemos de lo que está sucediendo en gran parte se modifica. Atendamos nuevamente al gran medio masivo histórico: la televisión. Desde su nacimiento la televisión incorporó la gran novedad que había traído el cine: el lenguaje cinematográfico (grabado), que basado en el montaje había instaurado una nueva discursividad en la vida social. Así pronto la ficción y la no ficción que eran propias de la experiencia mediática cinematográfica - es decir, en las salas de cine - se instalaron en la televisión. Por un lado surgió una no ficción derivada de las “actualidades cinematográficas”. Y por otro lado una ficción que retomó las formas y los recursos de la tradición literaria (en particular, la novela y el folletín), de la representación teatral occidental e incorporó estrategias del nuevo medio broadcast de la época: la radio (por sobre todo de los radioteatros). Pero la verdadera novedad que instaló la televisión fue un nuevo lenguaje, el directo televisivo; que desde entonces tuvo un efecto colosal sobre la vida social, aunque lamentablemente ha sido tan subestimado como poco estudiado (pese a que las transmisiones en directo de grandes acontecimientos rápidamente mostraron su poder y capacidad de convocar grandes audiencias). Ambos lenguajes,
grabado y directo, dominaron en el período de la “televisión histórica”, y es necesario reconocer que, en muchos sentidos, su poder no sólo permanece intacto sino que se ha expandido. En el caso del grabado su lenguaje domina, por ejemplo, en muchas de las nuevas y reconocidas series de televisión: es el lenguaje cinematográfico el que está presente en series como The west wing, Dr. House, The Sopranos, Mad Men o House of cards. Y en el del directo su especificidad sigue presente en todas las grandes transmisiones televisivas de acontecimientos deportivos,
políticos, sociales, del mundo del espectáculo, etcétera. Por consiguiente el “fin” de los medios masivos no significa el fin de los lenguajes masivos y, mucho menos, de la comunicación masiva. En el nivel de la convergencia el análisis es menos claro. Sin dudas la agonizante televisión ha encontrado en las redes sociales, en particular en Twitter , un gran aliado. Las redes permiten la construcción de comunidades locales y globales y hacen que el visionado se transforme, a diferencia de lo que sucedía en la televisión histórica, en una experiencia colectiva más allá del hogar. Y sin dudas nuevos fenómenos están renovando la expectación: el uso de Twitter mientras se emiten los programas por parte de conductores, actores y productores está permitiendo un nuevo vínculo con las audiencias. ¿Pero permiten esos procesos una recuperación de las audiencias semejante a la de la era de los medios de comunicación masiva? Nos permitimos dudar.
En este punto es necesario comprender que el proceso que se inició en la modernidad tardía (o posmodernidad), que implicó una fuerte fragmentación social y una nueva etapa en la vigorosa historia del individualismo en Occidente no fue efímero. Nuestras sociedades son post-massmediáticas no sólo por la emergencia de una serie de cambios tecnológicos que se produjeron en la historia de la mediatización, sino porque en los años ochenta se consolidó en Occidente un proceso, a partir de la fragmentación social a la que hacíamos referencia, que domina aún hoy tanto en el consumo como en la
producción: la comunicación “de nichos”. Esta realidad es la que viene llamando la atención sin cesar de los investigadores en la última década y que ha despertado el interés por las comunidades de fans como objetos de estudio. El tercer proceso al que deseamos hacer referencia en este análisis sobre la comunicación masiva en la era de fin de los medios masivos es el que podemos denominar la broadcastización de los “nuevos medios”. Más allá del p eríodo utópico en
el que se pensó en una fuerte oposición entre medios masivos y “nuevos medios” (capaz, según las predicciones de algunos autores, de cambiar la sociedad) hoy es evidente que hay un fuerte desembarco de las instituciones emisoras broadcast
históricas en los “nuevos medios”. Un claro ejemplo de lo que estamos señalando es lo que ha acontecido en los últimos años en YouTube: desde que en 2006 lo compró Google se ha hecho cada vez más evidente que en esta plataforma originalmente colaborativa conviven los contenidos amateurs generados por los usuarios con los contenidos generados por profesionales (más allá de una serie de debilidades que posee esta categorización). Y no sólo eso, sino que una serie de acciones llevadas adelante desde entonces por YouTube han cambiado el perfil de la plataforma, debido a que instalaron: a) respeto a las leyes de copyright ; b) canalización; c) separación de los contenidos generados por los usuarios de los generados por profesionales; d) inclusión del sistema de ranking (videos más vistos, más comentados, etcétera) promovido por la industria, etcétera. De cualquier modo hay que tener en cuenta que, investigaciones desarrolladas sobre YouTube han comprobado que quienes más suben contenidos generados por profesionales no son las instituciones broadcast , sino los propios usuarios no profesionales. Otro ejemplo de la vigencia de la comunicación masiva que ahora se presenta transmediática (Jenkins, 2008). Sin embargo, no debemos confundirnos: ya no es la misma que se apoyó en la vigencia de los medios masivos hasta la década del ochenta. Ahora el éxito de sus performances es menos estable (y muchas veces más efímera) y, por sobre todo, menos previsible. ¿Por qué? Menos estable porque ya nadie puede programar el consumo desde la oferta como lo hicieron los medios masivos. Y menos previsible porque su circulación está
cruzada por una multiplicidad de discursos públicos que provienen de los “nuevos medios individuales” (cada perfil o cuenta administrada por un individuo en un a red social, por ejemplo - Carlón, 2012b) que las amplifican, difunden, critican, comentan, etcétera.
3 - Por qué es importante el análisis del fin de los medios masivos
Antes de terminar nos gustaría realizar tres comentarios acerca de la importancia de la
perspectiva que focaliza en el “fin” de los medios masivos. El primero es que dada la situación actual, en la que la mayor parte de los análisis se concentran en los “nuevos medios” (algo que no está mal en sí mismo, por supuesto) creemos que dejar de lado el
diagnóstico fin de los medios masivos es un gesto riesgoso, que impide o dificulta una visión general de lo que está aconteciendo. Atender a la situación actual desde la perspectiva que contempla del “fin” permite, por ejemplo, advertir mucho me jor el estado actual de los históricos medios masivos y la condición específica en que se da la convergencia. Y lo mismo podemos decir respecto a las características específicas del
proceso de broadcastización que los “nuevos medios” están viviendo. El s egundo es que la focalización “fin” de los medios es valiosa también porque hecha luz sobre una serie de análisis que se concentran sobre la historia de cada medio en particular. Nos referimos a que en estos últimos años se han sucedido diagnósticos sobre, por ejemplo, el “fin” del cine, de la fotografía y de la televisión. Pero esos
análisis, formulados a partir de la historia “interna” de cada medio, son desde nuestra perspectiva insuficientes. Porque sólo el análisis sistémico sobre el conjunto de los medios masivos habilita el salto de escala y nos permite advertir, por un lado, que la crisis actual es distinta a otras (porque los abarca a todos) y, por otro, que no hay crisis singulares, debido a que hay una serie de procesos que están afectando a todos los medios por igual (digitalización, nuevos poderes de los espectadores, etcétera). El tercer y último comentario es respecto a en qué medida el fin de los medios masivos es un proceso global. Desde nuestra perspectiva, que atiende a la historia de la mediatización en Occidente, sin dudas es un proceso global. Lo cual no significa que en todos los países se dé de modo idéntico y con los mismos ritmos. Algunas
“televisiones” parecen gozar de mejor salud (por ejemplo, la de México, con una baja penetración de Internet y alta cantidad de hogares con una sola pantalla) y otras parecen estar casi en coma (como la abierta Argentina, debido al desarrollo del cable, la cantidad de dispositivos que permiten el visionado de contenidos televisivos en el hogar y la penetración de Internet). Pero entendemos que el proceso es irreversible. Bibliografía
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