Del libro de los Hechos de los Apóstoles
Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fieles llena con tu divina gracia, los corazones que creaste. Tú, a quien llamamos Paráclito, don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú, dedo de la diestra del Padre; Tú, fiel promesa del Padre; que inspiras nuestras palabras. Ilumina nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece la debilidad de nuestro cuerpo. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé nuestro director y nuestro guía, para que evitemos todo mal. Por ti conozcamos al Padre, al Hijo revélanos también; Creamos en ti, su Espíritu, por los siglos de los siglos Gloria a Dios Padre, y al Hijo que resucitó, y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos. Amén.
ara comenzar esta meditación, quiero decir algunas palabras sobre el autor del Libro de los Hechos de los Apóstoles, esto es: Lucas, que ha escrito su obra como un conjunto unitario, es decir el Evangelio (de san Lucas) y el libro de los Hechos. En todo el corpus Lucano se contempla el énfasis que da acerca de la conversión y de la Historia de la Salvación. El protagonista de toda su obra será siempre la persona de Jesucristo aun en el libro de los Hechos, puesto que la comunicación del Divino Espíritu es fruto de la Resurrección y de la glorificación de Jesucristo. Sin embargo, en la segunda parte de su obra (Hch), la cual, dicho sea de paso, es el único libro histórico del Nuevo Testamento, será el Espíritu Santo el que continúe la obra de Jesucristo, es por esto que muchos teólogos han llamado al libro de los Hechos de los Apóstoles: el Evangelio del Espíritu Santo. Ahora bien, al leer y meditar el libro de los Hechos de los Apóstoles, encontraremos: en primer lugar, el cumplimiento de la venida del segundo Mesías, esto es el Paráclito prometido, quien vendrá a conformar la Iglesia. En segundo lugar, encontraremos la primera proclamación, es decir el Kerigma primitivo, que es la forma en que los Amigos de Dios predicaban la Buena Nueva. Por otra parte, será en este maravilloso evangelio del Espíritu Santo en donde encontraremos la expresión: “Seréis mis Testigos”, con todo su esplendor cuando son llevados al martirio los amigos de Jesús; así mismo, la expresión: “Hasta los confines de la Tierra”, con la formación de las primeras comunidades y los viajes misioneros. Dando un paso más en nuestra meditación, daré algunos datos sobre la estructura del libro de los Hechos de los Apóstoles, y como primer punto tenemos que está compuesto por 28 capítulos, de los cuales, en un análisis cuantitativo se menciona al Espíritu Santo: 41 veces, espíritu: 13, espíritu del Señor: 3, don de Dios: 1, la mano del Señor 1, la gracia de Dios: 2. Sirvan estos datos para apreciar la riqueza de nombres con los cuales me habla sobre el Espíritu Santo, a par de que servirán como eje conductor, puesto que sólo profundizaremos en los versículos en donde se menciona explícitamente al Espíritu Santo. Ya que una meditación que abarcase al libro en su totalidad, excede en mucho los fines de dicho trabajo. Por lo cual, observemos, versículo a versículo la acción y poder del Espirirtu Santo: El análisis cuantitativo es miio, para lo cual utilice la versión de EUNSA EUNSA
Escribí el primer libro, querido Teófilo, acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio.
Observemos: en este primer versículo encontramos 2 verbos que resaltan, a saber: Hizo y Enseñó, los cuales sintetizan la obra de Jesucristo narrada en los evangelios. Estos 2 verbos describen el modo en que se da la revelación salvadora de Dios. Dios se anuncia y se manifiesta en el curso de la historia humana mediante sus acciones y su voz. Dice el Concilio Vaticano II (Dei Verbum 2(2-2) que la revelación se realiza mediante obras y palabras íntimamente ligadas entre si; y también enseña que las obras que Dios hace en la Historia de la Salvación manifiestan y confirman lo que las palabras significan: a su vez las palabras proclaman las obras y explican su misterio (DV 2(3-2)). En otras palabras, estos dos verbos, pues, resumen lo que debe ser la vida del cristiano, pues muchas veces hablamos mucho de Jesucristo pero casi nunca hacemos lo que Jesucristo hizo; y la evangelización es, sin duda, palabra y acción. Y para poder no solamente hablar, sino actuar como Jesús necesitamos ser llenos del Espíritu Santo, pues es Él el que confirmó toda la acción mesiánica de Jesús. Hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue elevado al cielo.
En este versículo, quiero llamar su atención sobre la acción que se describe de Jesús, es decir, “después de haber dado instrucciones por el Espíritu Santo”. Aquí, Jesús revela quien es el continuador de la escuela del discipulado, discipulado, el Espíritu Espíritu Santo. Por otra parte, las instrucciones que Jesús da, no son normas técnicas, es enseñanza para la vida; sin duda, es enseñanza que sólo el que está dispuesto a oír, y estar a sus pies puede recibir. El verdadero discipulado solo es bajo la acción del Espíritu Santo, Jesús lo había dicho en el Evangelio de Juan, en todo el testamento del Espíritu, que: Él será el Espíritu de la verdad, el que nos guíe hacia la verdad completa (Jn. 16,13); nos dará testimonio de Jesucristo (Jn. 15,26), nos recordará la enseñanza y la palabra de Jesús (Jn. 14,26), acusará el mundo de pecado de justicia y de juicio (Jn. 16,8).
a ellos también, después de su pasión, se presentó vivo con muchas pruebas, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles de lo referente al reino de Dios.
Meditemos en torno al significado del número «cuarenta»: en primer lugar, cuarenta no es un dato cronológico, sino que lleva un sentido más profundo, con un significado salvífico, puesto que son porciones de tiempo en el cual Dios prepara, o lleva a cabo, un aspecto importante de su acción salvadora. Ahora bien, el primer ejemplo que encontramos en las Sagradas Escrituras es el de Noé, que durante Cuarenta días estuvo en el diluvio y Dios trató con Noé; en segundo lugar, cuatrocientos años estuvieron los israelitas esclavos en Egipto y Dios escucho su clamor; tercero, cuarenta años camino el pueblo de Israel en el desierto, donde Dios con todas las manifestaciones de su poder y su grandeza los preparó para introducirlos a la tierra prometida; cuarto, cuarenta días estuvo Elías con la fuerza del pan enviado por Dios hasta llegar a su destino; quinto, cuarenta días, Jesús impulsado por el Espíritu Santo fue llevado al desierto antes de empezar con su ministerio mesiánico. Ahora, son cuarenta días que Jesús prepara a sus discípulos para el camino de Pentecostés. Es Jesucristo que con los estigmas de la cruz ahora se les presenta para introducirlos, para proclamarles el kerigma. La palabra de Dios prepara el corazón del hombre para recibir al Paráclito. De la misma manera, la Escritura nos menciona: se presentó vivo y con muchas pruebas, los discípulos estaban presenciando la misma acción del Espíritu Santo, pues dice San Pablo: y si el Espíritu de aquel que resucito a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos dará vida también a nuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en nosotros (Rom. 8,11). Mientras estaba a la mesa con ellos les mandó no ausentarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre: la que oísteis de mis labios: que Juan Bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.
estaba en la mesa con ellos”: los discípulos de Jesús conocían muy bien que los discursos y los momentos mas importantes que vivieron con su maestro tuvieron siempre el ambiente de la comida en la mesa e incluso es en el ambiente de la mesa en donde se instituye el sacramento de la Eucaristía; es en la fracción de pan, sentados en la mesa, donde los discípulos de Emaús reconocen a Jesús; ahora, sentados en la mesa, Jesús anuncia su buena noticia, es decir habla de la persona del Espíritu Santo. “Mientras
Dice la Palabra que les mandó no ausentarse de Jerusalén, es el Mesías, es el Señor, el Kirioj, el que ha vencido a la muerte, el que ha destruido el Hades. Al que le vieron morir en la cruz y ahora está vivo, quien da una orden con toda la Jerusalén”, Jerusalén que les autoridad, pues es Dios mismo. “No se aparten de Jerusalén”, recuerda lo que Él ha hecho por cada uno de ellos, Jerusalén que significa la presencia de Dios, en donde está el Templo, es decir, vivan en la presencia de Dios, pues sólo en su presencia podemos contemplar el misterio. la promesa del Padre”: la orden de la esperanza implica: el amor de los discípulos hacia el que ha dado la vida por ellos, pues dice el Evangelio de san Juan en el capítulo 14, verso 15 “Si me amáis guardareis mis mandamientos y yo rogaré al Padre y Él os dará otro Paráclito que esté con vosotros siempre”. Sólo en el amor hay comunión, el Padre y Jesús están dispuestos a amar a los discípulos con el mismo amor que ellos se tienen, pues el amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo que ellos han de recibir. “Esperar
La palabra esperar viene del vocablo griego perimenw que significa esperar hasta el fin o totalmente, los discípulos tienen que esperar y confiar no a medias sino en plenitud. Depositar su vida, sus anhelos, sus ilusiones, su proyecto de vida, en Dios. El Dios que les promete, pues lo que ellos tienen que esperar es la promesa del Padre, y la palabra promesa proviene del griego epaggelia, que significa lo que uno anuncia que va a hacer, esperar en el anuncio de alguien, esperar que alguien les diga lo que se va a hacer, su decisión. Es el anuncio de la promesa del Padre, es la promesa del segundo mesías y ahora lo están escuchando de los labios de Jesús, de quien es el primer Mesías, el esperado de todos los tiempos, el Emmanuel, es quien da testimonio. Pero, ¿cuál es la promesa? Juan bautizó con agua y vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo; empezaré por explicar el término bautizo, que viene del griego: baptizw, que significa sumergir a alguien, ser lleno; y sumergirse no sólo por fuera, sino por dentro. Sin embargo, para completar la reflexión sobre este texto, ocupará, en segundo lugar, explicar la partícula « en », », la cual significa dentro, en él, en ello; por tanto, entendemos ahora que ser bautizado en el Espíritu Santo significa sumergirse en la presencia del Espíritu, en Dios mismo. El Espíritu Santo se nos da como don mismo. Este bautismo en el Espíritu Santo es, para nosotros, una renovación de nuestras promesas bautismales que se otorga implorada en una oración llena de fe y confianza, que una comunidad cristiana eleva a Cristo, a Jesús glorificado, para que derrame su Espíritu de manera nueva y en mayor abundancia sobre la persona que ardientemente lo pide y por quienes los demás oran, lo que se pide en el Bautismo, y que también se llama: efusión del Espíritu Santo, es este don de Dios.
Este bautismo en el Espíritu Santo, se puede explicar a la luz de la Teología de las misiones divinas que Santo Tomas de Aquino enseña: “Que el Espíritu Santo sea enviado o venga de nuevo no quiere decir que se desplace, sino que surge en la criatura una relación nueva para con el Espíritu o bien porque nunca estuvo allí, o bien porque empieza a estar de diferente manera a como estuvo antes <(cf. S. Tomás de Aquino, Summa Teologiae P.l, q. 43, a.1) La renovación en el Espíritu Santo, Denise S. Pág. P ág. 481>. Una relación nueva: eso es lo que el Espíritu genera en la vida del cristiano, en la vida del que tiene un encuentro con Él. Es un despertar espiritual. Un teólogo reconocido ha escrito referente r eferente a este bautismo en el Espíritu Santo: “no podemos negar que el hombre puede hacer en esta vida ciertas experiencias de gracia, que le dan una sensación de liberación, le abren horizontes del todo nuevos, se graban profundamente en él y le transforman moldeando, incluso durante mucho tiempo, su actitud cristiana más íntima. Nada impide llamar a esta experiencia: bautismo del Espíritu”. <(K. Ranner, Erfahrung des Geistes. Meditation aut Pfinsten (Herder, Friburgo 1977)> Sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.
Lo que traducimos generalmente como «fuerza», el texto griego refiere recibiréis dunamij, que quiere decir capacidad que tienen las personas o cosas y que les posibilita hacer algo; otra manera de traducirlo es como: poder, capacidad. Es la capacidad, el poder del Espíritu Santo la que se le otorga al hombre que ha sido bautizado en su presencia; esta capacidad, este poder, tiene un objetivo claro en la vida del cristiano, prepararlo para ser mártir, marturia, que en su traducción del griego quiere decir acción de dar testimonio, ser testigo. Desde la filosofía griega, Aristóteles define la dunamij, como potencia que indica precisamente esa fuerza orientada hacia el telos , entiéndase por telos como fin al cual la cosa o persona se esfuerza por ser. Para el cristiano, el telos es llegar a ser santo, llegar a la dignidad de Cristo; pero la fuerza, la dynamis para llegar a este fin no proviene del hombre, sino es dynamis que proviene del Espíritu Santo. Por eso Jesucristo ha dejado claro “recibiréis poder” y recibiendo poder seréis testigos, mártires, alter Cristo . Que descenderá sobre vosotros: El Espíritu Santo es Dios, la tercera persona de la Santísima Trinidad, y así como Jesucristo se hizo hombre, es decir encarnó, descendió, se anonadó, ahora la tercera persona de la Santísima Trinidad desciende hacia donde estamos nosotros, hacia nuestra pequeña humanidad, para ser el que este siempre junto a, el abogado,
Testigos en Jerusalén y Samaria y hasta los confines de la tierra: Jerusalén, que significa el lugar de encuentro con Dios, como arriba lo he mencionado; pero que también significa el lugar donde vieron crucificar a Jesús, donde los discípulos se dispersaron por miedo, donde les gritaron blasfemos, ahí en medio de la hostilidad ahora el Espíritu Santo los capacita para ser testigos con poder. pode r. Judea y Samaria quiere decir a los judíos y aquellos que habitan en Samaria, los cuales son tomados como enemigos, y hasta los confines de la tierra. En el evangelio de Mateo en el capítulo 28 verso 19 Jesús manda a sus discípulos a los confines de la tierra a anunciar la Buena Nueva; a bautizar, pero sobre todo a hacer discípulos nuevos; el mandato misionero cumple su sentido sólo con la fuerza del Espíritu Santo, pues Él es el que anima y siembra en el corazón el impulso misionero. Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de Jerusalén, a la distancia de un camino permitido en sábado.
Regresaron a Jerusalén desde el monte llamado los Olivos: Este camino a primera vista apunta al lector una trayectoria ya conocida, pues es justo en el monte de los Olivos en donde comienza la Pasión de Jesucristo hasta el lugar de la Crucifixión en Jerusalén; no hay otro camino más que el de la cruz, en donde al final no es la muerte el último estadio sino la Resurrección y la Glorificación; pues solo a través de la Cruz y de la Resurrección contemplamos a Jesucristo como el kyrios, como el Señor, mi Señor y este es el paso que desde el Kerigma lo hemos aprendido, ¿qué necesitamos para recibir al Espíritu Santo? Reconocer a Jesucristo como el Señor. Otro sentido que podemos vislumbrar en este versículo es precisamente la vía dolorosa que Jesús recorrió. En un primer momento todos abandonaron al maestro, sin embargo, para llegar a Pentecostés ahora ellos tienen que volver a hacer el mismo recorrido pues “el siervo no es mayor que su patrón” (Cfr. Jn 13,16) y “el que quiera venir en pos de mí que tome su cruz y que me siga” (Cfr. Lc 9,23). A la distancia de un camino permitido en sábado: todos sabemos lo que para un judío significa el Shabat , pues su sentido teológico es muy amplio, basta mencionar que es el día en que Dios descansó; pero para nosotros los cristianos católicos, el shabat es la víspera del día del Señor, el domingo, el día de la nueva creación, el día en que Jesucristo ha vencido, sería el día en que los discípulos recorren el camino para llegar al aposento.
Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María la madre de Jesús y sus hermanos.
Perseveraban unánimes: dos palabras que inundan de colorido la situación de aquellos hombres que estaban en el aposento alto de Jerusalén. La palabra perseverar viene de la palabra en griego proskarterew , que significa esperar con paciencia, ser firme en una determinada acción, ser constante, constante, mantenerse firme o fielmente unido, no separarse de; y, el segundo término: omoumadon, omos idéntico, timos , ardor del corazón, con un ardor semejante de común acuerdo, así narran los Hechos de los Apóstoles, todos ellos eran firmes, esperaban con paciencia, con el mismo ardor del corazón, en la oración. Así era la primera comunidad en su manera de orar, pues la oración era entonces, como hoy, la única arma, el medio más poderoso para vencer en las batallas de la lucha interior. La oración es el cimiento de la vida espiritual, que grande es esta primera noticia de la vida espiritual de los discípulos, sin duda, era una plegaria de petición, de alabanza, de acción de gracias, de adoración. Con María la madre de Jesús: Así como María fue cubierta con la sombra del Espíritu Santo y quedó encinta para dar a luz a Jesucristo, ahora, será cubierta nuevamente con la fuerza del Espíritu Santo para dar a luz a la Iglesia; de aquí en adelante, su esposo, el Divino Espíritu, animará a la Iglesia y ella será llamada madre de Dios y madre nuestra. No puedo dejar de comentar una apreciación muy íntima sobre este versículo de la Escritura, es decir si el Espíritu Santo ha descendido el día de Pentecostés es porque ha reconocido a su esposa en medio de toda la comunidad, como dice el Cantar de los Cantares “es la esposa que espera al amado” (6,12), por eso estoy convencido de que en cada efusión del Espíritu Santo, suplicarle a María que interceda por nosotros, es sin duda garantía de su presencia. Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura que el Espíritu Santo predijo por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús,
Que interesante es la postura de Pedro, nos situamos justo en el acontecimiento en donde es necesaria la elección de un miembro que ocupase el colegio apostólico. Pedro tomando la palabra comienza a hablar en la comunidad diciendo: “era necesario que se cumpliera la Escritura: que el Espíritu Santo predijo por boca de David”. Observemos con detenimiento: era preciso que se cumpliera, aquí Pedro reconoce tres puntos fundamentales, a sabe: en primer lugar, que el Espíritu Santo es el autor de las Sagradas Escrituras. En segundo lugar, que la Escritura se cumple, la Palabra de Dios tiene poder; ya San Pablo lo dirá: la Escritura es útil para instruir, para reprender (Cfr. 2Tim 3,16). Y, en tercer lugar, que es el Espíritu Santo quien actúa, quien habla, quien mueve a los hombres de Dios.