EL ENFOQU ENFOQUE E D E EXC EXCL L US ION SOCIAL SOCIA L CO MO PROP UES UES TA CONCE CONC EPTUAL PARA PARA EL ANALIS ANALISIIS D E LA POBREZA: OB REZA: UNA VI V IS IO N D ES D E LA CO MPLEJI MPL EJIDAD DAD M ónica Bonnefoy L.1 Como ya y a se ha argum argument ent ado en div erso s p lant eamient amient os crít crític icos os,, la pobreza const const itu it uy e un fenómeno que ha sido afectado por transformaciones estructurales e histórico culturales. cultu rales. En el p rimer sent ido, la fuerza con que se ha configurado configurado el escenario es cenario globalizador ha ido aparejado p or la he he gemoniz gemoniz ación d e un único modelo de producción producción de corte corte c ap ita it alist a que se ha caract eriz erizad ado o por po r dos fenómenos fenómenos central central es de d e alto imp imp act act o en los países subdesarrollad subdesarrollados: os: la p recar recar ización ización del mercado laboral y los los cambios cambios acae acae cidos cidos en el rol social del Est ado que que pasa a ju gar un pap el secundario secundario (menos (m enos regulador) regulador) en la conduc co nduccc ión del desarro desarro llo, llo, imp oniéndose oniéndose – desd desdee los organismos inte int ernaciona rnaciona les – la actua actu ación ción prot p rot agónic gónicaa de los los a ctores ct ores económicos, económicos, esp ecialment cialment e, aquéllos ligados con los flujos de los grandes grandes cap cap ita it ales. les . El segundo segundo aspect aspe cto, o, hace referenc referenc ia al proce pro ceso so de transformaci transformación ón ideoló gic gic a que ha ha imp imp actado ct ado a la pobr pob reza ez a que la connota hoy como una condición condición dese mp oderada, oderada, care car ent e de proy p royecto ecto hist hist órico y , por ende, como como cat cat e gorí gorí a peyorati pey orativa va (en el decir decir de J. Franco). Franco). Pues bien, bien, t al como señala señala el aut aut or, est est e proce pro ceso so de transform transfor mación ideoló gica ic a ha implicado que la pobreza p obreza hoy hoy sea signif signif icad icad a co mo una condición des provi pro vist st a de sentido, de p royecto histórico histórico que, en su moment moment o, la la t radujeron adujeron en una condición social p rivile rivileg gi ada ada p ara el emp rendimiento rendimiento de p rocesos de de tra tr ansf ns formación ormación socia soc ial, l, p ortadora de una suerte s uerte de ética v alóri alóri ca con efectos p olít olítico icoss que la la hiz hiz o emerger – a nivel de las construc constr ucciones ciones de mundo mundo y de procesos históric histó ricos os esp ecíficos cíficos – como una alternativa alternativa v álida lid a y deseable eseab le.. Est e verdadero verdadero embat e contra esta construcción, ha implicado que hoy día la pobreza sea vista como una cate cat egoría qu qu e re re mit mit e despoder despo der y miseria. La gravedad gravedad de d e ello, en el el decir de Franco, Franco, es la imp imp osibilidad osibilidad de levantar levant ar modos de vida vida que sean alt alt ernativos ernat ivos al patrón pat rón de cons consumo umo de las clases clases medias de las socied socied ades indust indust rializadas ializadas y que aparece como como estilo de vida hegemónico en e l mundo mundo globalizado. El princip princip al cambio, cambio, ent onces, ha sido sido t ransformar ransformar a la p obrez obrez a en en un concep concep t o peyorativo, que denota denota una suerte suert e de d espre esp recio cio p or aquéllos aquéllos que no forman parte del p at rón común – considerado considerado como válido válido para el sistema sis tema socialsocial-,, desp rovist rovist a de una condición condición di gnif icante para par a el ser huma hu mano. no. Fre Fr ent e a este escenario, escenario, se hac hacee impor impo rt ante, particularmente particularmente p ara nuest nuest ro p aís, inte int ensif ns ificar icar la bús búsq queda por p or enfoques que p uedan estar est ar a la l a altura de de la comp comp lejid ej idad ad del fenómeno. Sabido Sabido es y a que la noción de p obreza resu resu lt a hoy hoy ins uficient uficient e p ara dar dar cuent cuent a de tal es comp comp lej lej idades, idades, en la la medida qu e de ja fuera del d el anál anál isis dimensiones que hoy son absolutamente fundantes del problema, sin señalar las consecuencias que de ella se desp renden en el marco de las p olíticas sociales (medicion (mediciones es,, est es t rategias rategias de intervención, alcances estructurales, entre otros). El presente pr esente tr t rabajo abajo busca bus ca señala señalarr la contribuc contribuc ión que el e l enfoque enfoque d e exclusión exclusión p uede repres ent ar p ara dar cuenta de est a comple comp lejida jidad, d, int in t ent ando sit uar la la r efle xión xión en el est ado act ual de la sociedad chilena chilena y ap rovechando los ap ap ortes ort es que qu e en esa dirección dirección entrega e l Informe Informe sobre D esarrol lo Humano Humano 2002, 20 02, recientement recientement e publica p ublicado do p or el 1
Asistente Social , Universidad ARCIS, Coordinadora de la Corporación Programa Caleta Sur y alumna del Magíster en Políticas Sociales y Gestión Local, Universidad ARCIS.
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P.N.U.D.; desde este lugar será importante, también, chequear la pertinencia de las est rategias de intervención que desde las políticas sociales hoy se p romueven para abordar la problemát ica de la pobreza en nuest ro país.
EL ENFOQ UE DE EXCLUS ION: DEFINICIONES CON CEPTUALES Surgido en los años ’60 en países de Europa, el concep to de exclusión ori gin alm ente hacía not ar la presencia de una franja significativa de desocup ados y de personas no incorporadas a los sistemas de seguridad social dando cuenta, p aulatinamente, de fenómenos de desinte grac ión que amenaz an la cohesión social. En términos conceptuales, la e xclusión ha sido concebida como “un proceso gradual de quebrantamiento de los vínculos sociales y simbólicos – con significación económica, institucional e individual – que normalmente unen al individuo con la sociedad. La exclusión acarrea a la persona el riesgo de quedar privada del intercambio material y 2 simbólico con la sociedad en su con junto”(Silver, 1994, pág. 610) . En la exclusión, entonces, se reconocen tres dimensiones: a) La económica: in cap acidad de acceder a los medios p ara participar en los intercambios productivos. b) La p olítica: desigualdad o caren cia de derechos civiles, po líticos y s ociales. c) La socio cult ural: d ificultades o impedimentos de acceso a la diná mica general de la sociedad. Este enfoque permite efectivamente desarrollar una comprensión societal del fenómeno de la pobreza y no centrado exclusivamente en la insatisfacción de necesidades; más bien, el énfasis está puesto en los p rocesos de rep roducción de la s ocied ad, en sus diferentes dinámicas. Desde esta mirada, el foco de análisis se sitúa entonces en las dinámicas que p osibilitan la cohesión social y el señalamiento de franjas de la p oblación que se sit úan dent ro o fuera de esos procesos integradores. En interesante, además, relev ar un asp ecto central en est e enfoque : explicar la exclusión por el debilitamiento de los lazos que unen a los ind ividuos con la s ociedad de la que forman parte que hacen que esos sujetos (o grupos so ciales) dejen de p articipar en la rep roducción social, especialmente, en los beneficios que el modelo de desarrollo genera (en otras p alabras, el desarrollo sería una realidad accesible a los grupos socialmente integrados). Comp arat ivamente con la p obreza, la exclusión social permitiría: a) Una comp rensión dinámica del fenómeno (y no estática) b) Una comprensión relacional (se e xp lica en función d e las re laciones con otros grup os s ociales). c) Inscribe las dinámicas causa les en procesos de cará cter societal. d) Deja de concebir el fenó meno co mo problemática económ ica. e) Es p osible inscribir el análisis, en dim ensiones ligadas a l a ciudadanía (por lo cual alcanz a expresiones polít icas). 2
En “ Lecturas sobre la Exclusió n Social”. Paula Barros, Danae de los Ríos, Florencia Torche, Oficin a Internacional del T rabajo (O.I.T.). 1996.
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f) El enfoque de exclusión puede comprenderse “en un aparato teórico que haga 3 comprensible y dé respuesta al porqué de los procesos de exclusión” . La p obreza, en camb io, es merament e una no ción descript iva, un concepto técnico.
El con texto de Chile: un país disociado Es claro ya que en Chile el modelo de desarrollo ha generado oportunidades disímiles p ara que los sujetos se aprop ien en igualdad de condiciones de los benef icios de la modernización; la inequidad en materia de salud, educación, acceso a la justicia, entre ot ros asp ectos, constituyen exp resión de lo anterior; pero sin duda, la aún persistent e desigu aldad en la distribución del in greso, constituye el más gr ave y fundamental p roblema en esta materia. Del mismo modo, la retracción d e la acción social del Estado ha generado un proceso de transfiguración de los derechos sociales: en el marco del mod elo neoliberal de desarrollo, éstos constituy en beneficios ot orgados por la participación en el mercado (p revisión, salud, educación, vivienda, ent re otros), y en la medida en que los sujetos acced en a ellos, se evalúan rendimientos individual es a nivel de la movilidad social. No obstante la fundamental imp ortancia de las dimension es anteriormente señalad as (y que const ituyen hoy día aspectos centrales de la exclusión social), resulta de vital importancia relevar la t ercera dim ensión de aná lisis del enfoque de exclusión: las dinámicas socioculturales. Más aún, cuando uno de los núcleos cent rales en la gén esis y rep roducción de este fenómeno es el d ebilitamiento de los lazos que unen a una p ersona con la sociedad. Un gran aporte en este sentido – y extraordinariamente actual -, lo constituye el recién p ublicado Informe d e Desarrollo Humano 2002 por parte del P.N.U.D. Los esfuerzos de invest igación para este cuart o estudio est uvieron abocados a d ar cuent a y profundizar en torno a la identidad cultural (el p roblema de l nosotros ), que constituy e un ámbito de p reocupación que vi ene siendo pesquisado desde los primeros estudios realizados por P.N.U .D. en esta materia en e l p aís. En efe cto, resulta absolutament e e xpresivo el actual mo mento de ambivalencia, incertidumbre y h eterogeneidad que caracteriza la representación social que tienen los chilenos y chilenas sobre el país y sobre las transformaciones que éste ha ido experimentando, a tal p unto que no es p osible hablar fehacient emente de un “nosotros, los chilenos”. En palabras del P.N.U.D. “La ambiv alencia es, en parte, el resultado normal de las transformaciones. Las turbulencias han removido el fondo y aún no se logra ver clara la figura que emergerá. Pero es mucho más que eso, y también, más problemático. Como se ha mostrado, el imaginario colectiv o del Nosotros está debilitado seriamente. Y los imaginarios fragmentados y ambivalentes que resultan de las diversas experiencias del cambio son 4 difíciles de re com poner en una imagen común” . Para dar cuent a de algunos resultados que p ermiten comprender en parte la conclusión anterior, es posible señalar : a) Un 58% considera que no es posible o es difícil definir lo chileno. 3
Ibidem, pág. 70 Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Informe de Des arrollo Humano: nosotros los chilenos, un desafío cultural”. Santiago de Chile, m ayo 2002. Pag. 286 4
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b) Exist e una diversidad de sujetos que se ubican de dis tinta manera frente a la afirma ción po r lo chi leno: el chi leno orgu lloso (32%); el chileno inse guro (38%); el chileno molesto (30%). c) Sólo un 14% considera que los cambios observados en el país, tienen una dirección clara. Ahora bien, el p ropio estudio señala que la percep ción desi gua l sobre la situación act ual del p aís, s e debería en parte import ant e, en “la p érdida de confianza en lo chileno se asocia de manera significativa a la experiencia de debilidad de las re laciones sociales y de las instituc iones que la sustentan, tales como la política, las organizaciones sociales 5 o la familia” . Esto sin duda, exp resa que el balance que los sujetos realizan sobre el estado actual de las cosas ha afectado directamente las formas en que construyen sent ido de p ertenencia o sentidos de inclusión resp ecto de la sociedad (más allá inc luso que desde el p unto de vista económico o p olítico se encuentren int egrados ). La sensación de no formar parte impide, de manera importante, señalar la existencia de una identidad cu ltural concreta. L as prácticas de sociabil idad tienen gran incid enci a en la configuración de este fenómeno. E l est udio señala que qu ienes s e perciben excluidos o bien agr edidos en sus relaciones sociales, no consideran veros ími l o vigente el r elato de “lo chileno”. En el marco de estas evidencias – y ot ras ap ortadas por la investigación – cabría interrogarse en qué sentido esta identidad desagregada, dispersa, fragmentada, puede p ermitir la construcción de un mundo común. Est e aspecto resulta clave en términos de la expresión que adquiere hoy día el fenómeno de la exclusión social, en dos sentidos: p rimero, porque existe claram ente un p roceso de “fractura” cultural que torna más evidente los p rocesos de exclusión y , en segundo lugar y en un sentido p roblematiz ador, p orque cabría p reguntarse ¿de qué rep roducción cult ural – de qué “nosotros” – están excluidos hoy los sectores p obres? Si la construcciones si mbólicas no lo gran conver ger (o si lo hacen, es de una manera muy tangencial o residual) en un sustrato que haga emer ger un tronco de identidad común (en sus múltiples e xp resiones y no sólo aquéllas ligadas a la construcción del Yo), el debilitamiento de los vínculos sujeto/sociedad se torna más evidente, cre ando condiciones que ha cen qu e, por definición, la sociedad chilena tenga laz os débiles de interrelación. En est e sentido, el juego simbólico que logra el merc ado, como esp acio donde ese “mundo común” se puede tornar rea lidad y donde los sujetos interactúan bajo la etiqueta de consumidores, adqu iere p articular fuerza, generando espejismos fal aces en los sectores que efect ivament e se en cuentran en condición d e exclusión (en su expresión más estruct ural) y que esperan satisfacer la necesidad de integr ación p or vía del consumo (int egración v irtual). En est e conte xto, emerge con particular relevancia la necesidad de revisar con distancia crít ica los llamados avances en materia de sup eración de pobreza, sobretodo, p orque est os avances son definidos desde el clásico criterio de ingreso económico, no dando cuenta ni del fenómeno de la desi gualdad (cómo se ubica ese sector resp ecto de ot ros grup os sociales) ni de las características de la lla mada cult ura de la p obrez a; más aún, está muy lejos de dar cuenta de la forma en que los propios sujetos se comp renden a si mismos como grupos sociales con capacidad de movilidad social. La subjetividad y los códigos socio culturales sin duda permiten dotar de una fisonomía concreta a la pobreza y no solo comprenderla unidimensionalm ente.
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Ibidem, pág. 73
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Ahora bien, en un conte xto de país donde la d esiguald ad social alcanz a graves 6 expres iones y respecto del cual cabría instalar la figura de la sociedad est amental , la integración social en cuentra un obst áculo estructural de difícil abordaje, en t anto las señales p olíticas de la actual administración de gobierno (enmarc adas en la denominada “Agenda Pro Crecimient o”) y los altos niveles de dep endencia de la economía nacional a los mercados y decisiones internacionales, dan cuenta de una clara decisión de no incorporar en la agenda de gobi erno la p riorización por medidas que corrijan el p roblema de la desi guald ad. Otro antecedente ilustrat ivo del cont exto socio cultural, se puede obtener de los estudios que la Fundación Ideas y la Universidad d e Chile rea liz aron en los años 1996 y 2000. Ambos estudios tuvieron por objeto incursionar en el ámbito de los valores de la convivenc ia ciudadana, a part ir del aná lisis de los fenómenos de intoler ancia y discrimin ación social. En efecto, aún cuando el se gundo estudio daría cuent a de un avance en términos de una con cien cia crít ica en el p aís, aún p ersiste un preocup ant e índice de int olerancia y discrimin ación en la socied ad ch ilen a. El estudio propone la construcción de escalas que miden el nive l de gr avedad para ambos fenómenos y un índice que corr elaciona a ambos. La conclusión es que p ara el año 2000, el país p resenta un índice de gravedad “peligroso” en lo que respect a a int oleranc ia y de 7 “riesgoso” para el caso de discriminación . La media de ambas, arroja un índice final de “riesgoso”. El valor consignado de 37,9, desde la tabla de carga valórica p ropuesta p or el est udio, es interpretado como la e xist encia de p atrones de autoritarismo en la 8 convivenc ia social de l país . El fenómeno de la desigualdad, de la intolerancia y la inseguridad que generan en las p ersonas las transformaciones sociales en el p aís, instalan serias y complejísimas barreras p ara mejorar la convivencia social. A est e respecto, cabe citar una descrip ción que José Bengo a realiza y que ilustra muy bien el fenóm eno citado: “la construcción del enemigo interno en la última década d el siglo qu e termina ha sido la mayor conquista cultural de la sociedad conservadora. Se reemplazó el enemigo interno/externo, el “fantasma del comunismo”, por un nu ev o actor: delincuente, drogadicto, joven violento, pobre peligroso. La demanda por más policía, mayor cantidad de cárceles, enrejamiento de viviendas, parecier a ser unánime. La sociedad estamental se nu tre del temor, requiere del temor, necesita d e la exist encia de en emigos internos. Se produce d e esa manera, una separación mayor entre las diversas capas sociales, en que cada una teme a la otra. Por lo general, este tipo de realidad elabora un discurso que conduce a una profecía autocumplida. Efectivamente hay mayor violencia, delincuencia, las cárceles se aumentar y la espiral construida adquiere una velocidad crecien te. La clase alta chilena hoy se refugia en sus barrios , cada vez más segregados, v igilados y exclusiv os; acude a sus escuelas, colegios y un iversidades, se atiende en sus hospitales y clínicas y cierra crecientemente todos los espacios de convivencia con otros gru pos sociales. Los espacios democráticos de la sociedad chilena se ven cada vez más disminuidos”9.
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José Bengoa, Francisca Márqu ez, S usana Aravena. La desigualdad. Ediciones Sur, Colección Estudios Sociales, segunda edición, noviembre de 2000, Santiago de Chile 7 Fund ación Ideas, Depto.de Sociología U. De Chile. Segunda Encuesta Intoleranci a y Discriminación. In forme y Análisis. Santiago de Chile, enero de 2002, pág. 128 8 Ibidem, pág. 127 9 J. Bengoa, Op. Cit., pág. 21.
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Por tanto, la complejidad que adqui ere hoy el fenómeno de la reproducción cult ural de la sociedad chilena (y sus problemas de identidad, de s ociabilidad y de ima ginarios simbólicos), torna al enfoque de Exclusión Social como un “concepto sensibilizador” que abre perspectivas analíticas de riqueza mayor que p ueden contribuir a la refle xión sobre est e fenómeno en nuestra socied ad.
Las políti cas sociales: el desfase de la respuesta públi ca o una gota de agu a en el desierto La def inic ión de una A genda Pro Crecimiento const ituy e una demarcación clar a de la rut a que seguirán las p olíticas públicas (en distintos ámbitos) en el p róximo p eríodo. La adopción de un enfoque de e xclusión social para analizar las complejidades del fenómeno de la p obreza, instala important es desafíos a la p lanificación pública en esta materia. Pues bien, al revisar no só lo aquellos programas sociales que recientemente emergen como respuesta al problema (como es el caso de Ch ile So lidar io) sino otros instru mentos de actuación norm ativa del Estado como es el caso de las ley es (Ley de Imputabilidad Penal para Adolescentes; discusión parlamentaria de modificaciones a la actual Ley de Drogas), se observa la coex istencia de iniciativas que, si bien exp resan la p reocupación del Ejecutivo p or dar respuesta a la p roblemática, est a p reocup ación da lugar a p rop uestas que expresan una suert e de regresión en las miradas que han sostenido las políticas para el abordaje de la pobreza y los problemas sociales en general. Para el caso del Programa Chile Solidario (apuest a gubernament al para sup erar la pobreza) la “regresión” consiste en que la lógica del Programa se inscribe en un p aradigm a de subsidiaried ad de la política social, que fue c aracterístico del régimen militar y que hoy se reproduce. Citando a Alejandro Díaz este “paradigma” est ablecía un sistema de intercambio en donde “la relación ind iv idual como única vía de acceder a la matriz de subsidios, es taba acentuando la especificidad f ilosófica del modelo, al considerar la situación del individuo aislada de todo el contexto, donde ser necesitado es ser incapaz de acceder a la sociedad de oportunidades del neoliberalis mo. De este modo, al individualizar el servicio, se escinde la individualidad del sujeto, se niega que es producto y expresión de sus relaciones y situaciones sociales y se refuerza la alienación de pensar su destino singular. En esta situación, la posibilidad de la organización social, no encuen tra viabilidad, no solo por su estigmatización política, sino que fundamentalmente, porque no había que estar unid o para optar a cualquier 10 subsidio” . Pareciera, ent onces, que no exist e una evaluación refl exiva ni un balance p olítico riguroso en t orno a las exp eriencias que la historia reciente p uede mostrar respecto de la eficacia pero sobretodo de la ló gica, que caracterizó a este tip o de p olíticas. Ni menc ionar siqu iera de la confianza que el Estado exp resa en las capacidades de los sujetos para hacerse protagonista en el abordaje de sus p roblemáticas; evid entemente, no se confía ni se está disp uesto a introducir medidas correctivas que sign ifiquen una superación más real del p roblema (desde la perspectiva de la dist ribución de la riqueza). Además de los aspectos y a señalados, este Programa expresa una suerte de radicalización de los criterios focalizadores que orientan la 10
Alejandro Díaz. “ La gestión en la encrucij ada: la polític a de p arti cipación en las Municipali dades”. A rtí culo
P roposi ciones N º 28, Ediciones Sur Profesionales. 1998.
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política, al centrarse como unidad básica y exclusiva, la familia, no considerando en ninguna de sus dimensiones (ni metodológicas ni en sus fines) la vinculación con redes sociales; esta contradicción se hace más comp leja, por cuanto el Programa esp era como uno de sus resultados, familias con prácticas de ap oy o mutuo. La necesidad de avanzar en la sup eración d e fenóm enos de desint egración social aparece co mo uno de los p rincipales desafíos en la p roblemática de l a extrema pobreza, desafío del qu e p arece no hacerse c argo el conjunto del sistema Chile Solidario. En el caso de los cuerp os normativos anteriormente citados, se refu erza aquella visión ideológica de la que da cuenta Bengo a, en l a medida en que la imp ut abilidad p enal (rebajada a los 14 años) exp resa la intención de ejercer cont rol social como estrat egia p ara abordar un problema que clar amente se asocia con condicion es sociales de vida (exclusión social). Ni mención cabe hacer acerca de la mirada selectiva que esta ley hace sobre la capacidad que atribuye a los adolescentes para distinguir o evaluar las consecuencias de sus actos. Esta cap acidad opera solo p ara efect os de la conduct a delictiva, pero no opera para derechos ciudadanos de naturalez a cívica, social y cultural. T ienen el deb er de resp onder ante actuaciones que atentan contra la sociedad, pero no est án provist os de derechos para el sufragio, p ara acceder a la educación se xu al o para p resenciar cinem atograf ía sin censura. La selectividad del criterio normativo, es arbitrario y opera como eficaz herramienta de control y seguridad ciudad ana. Lo mismo respecto de los usuarios y usuarias de drogas que, en el marco de la nueva ley, podrán ser inculp ados p or el delito de encubridor de t ráfico de drogas; una conducta ca lifi cada como problema social es abord ada p or la vía penal. Lo más comp lejo es que la única forma en que los sectores sociales inte grados entran en contacto con sectores socialmente excluidos, es por vía del control; la relación perversa que se observa aqu í, torna funcional la e xistencia de este sector para el ejercicio de la coersión social. Los grupos sociales en condición de exclusión emergen de su muerte social sólo como amenaza y objeto de la normativid ad; allí se comienz a y termina su “integración”.
Conclusión: los
rendimientos
del enfoque y los desafíos emergentes
Sin duda, el enfoque de e xclusión abre posibilidades de ref le xión qu e permiten construir un diagnóst ico más complejo resp ecto del fenómeno de la p obreza. Particularmente, p odemos mencionar que como concepto y enfoque, adquier e un “ rendimiento” mayor que la categoría pobreza, p or cuanto recoge todas aqué llas dimension es que no son contenidas en esta últ ima noción (a lo sumo, la pobreza se le concibe como p roblemática “p sicosocial”). En lo que respecta a los escenarios socio culturales actuales, cabe señalar que el contexto de la globalización tiende a d esplazar y tornar menos asible el establecimiento de la frontera entre lo que está dentro y lo que está fuera: “ ¿dónde termina el pa ís y 11 dónde comienza el mundo?” , se p regunta el P.N.U.D. en el último informe de Desarrollo Humano. En el caso de nuestro país, las dinámicas de inclusión/exclusión no están dadas únicamente p or el problema de la accesibilidad a oport unidades p ara el mejoramiento de 11
P.N.U.D., Op. Cit., pág. 87.
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la calidad de vida (aunque en parte contiene esta dimensión), sino fundamentalmente p or la calidad de esas op ortunidades. El estudio recientemente realiz ado por CIDE y el Diario La T erc era que busca establecer un análisis comp arativo entre los dist intos establecimientos educacionales desde el punto de vista de la calidad de la oferta educativa, da cuenta de las inmensas brechas que existen en materia de calidad de la educación; las mediciones oficia les (Simce) también, aluden a est e gran p roblema. Ejemplos como las serias dificultades que exist en para la inserción de los jóvenes en el mercado laboral, la falta de op ortunidades que aún afecta a las mujeres, o la in equidad en materia d e acceso a la salud, i lustran situaciones como l a descrita. El fenómeno de la exclusión, en la medida en que está sensiblemente permeado por las dinámicas socio culturales, exige un a actuación m ás decidida d e los organismos p úblicos que, por vía de la voluntad política, puedan generar est rategias que p ermitan corregir l as desiguald ades sociales que def inen estructuralment e la exclusión social. Junto con lo ant erior, la p olítica social – en el cont exto de cr isis de sociabi lidad e identidad social – d ebier a sost enerse en un funda mental componente p articipativo que haga emerger el protagonismo de los sujetos y que les p ermita const ruir sus propuestas y cap acidad de decid ir sobre p roy ectos propios (proy ectos en un sentido socio polít ico, y no técnico). La exclusión, sup one ent onces el desafío no sólo de d istribuir op ortunidades di gnas de acceso al traba jo o riquez a; imp lica, t ambién, la ap ropiación de espacios de construcción de p oder que suponga un p roceso de emergencia de actores sociales. En el decir de Ricardo Z úñiga, “el actor es una fuerz a social en acción, ya 12 sea acción a ctual, emergente o potencia l” . Esto sup one, ent onces, concebir a las personas como sujetos “ con capacidad de ser actor y con la decisión – consciente y 13 responsable – de serlo” . Las políticas públicas son, evidentemente, esp acios de disput a; en est e sentido, además, constituy en una op ortunidad p ara profundizar la democracia; la p osibilidad que los sujetos se involucren con capacidad de inc idencia en el desarrol lo social que p ueden o deseen alcanz ar de acu erdo a sus construccion es particulares. Es una oportunidad, en definitiva, de ensanchar la gobernabilidad sobre la conflict ividad social (y t ransformarla en gobernanza) y la cap acidad de incidencia de diversos actores. Est e constituy e el p rincipal desafío para alcanz ar e l Desarrollo Humano.
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Zúñiga Ricardo. “Haciendo emerger actores y sujetos: el trabajador social como actor y sujeto”. Escuela de Servicio Social Universidad de Montreal, C anadá; pág. 8. 13 Ibidem, pág. 8
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BIBLIOGRAFIA: 1) “Lecturas sobre la Exclusión Social”. Paula Barros, Danae de los Ríos, Florencia T orche, Oficina Internacional d el T rabajo (O.I.T.). 1996. 2) Programa de Nacion es Unidas p ara el Desarrollo. Informe de Desarrollo Humano: nosot ros los chilenos, un desafío cultural”. Santiago d e Chile, mayo 2002. 3) José Bengoa, Francisca Márquez, Susana Aravena. L a desigu aldad. Ed icion es Sur, Colección Estudios Sociales, segunda edición, noviembre de 2000, Santiago de Chile. 4) Fundación Ideas, Depto.de Sociología U. De Chile. Segunda Encuesta Intolerancia y Discriminación. Informe y Análisis. Sant iago de Ch ile, enero de 2002. 5) Alejandro Díaz. “La gestión en la encruc ijad a: la p olítica d e p art icip ación en las M unicip alidades”. Artículo Prop osiciones Nº 28, Ed icion es Sur Profesionales. 1998. 6) Z úñiga R icardo. “Haciendo em er ger actores y sujetos: el traba jador social como actor y sujeto”. Escuela de Servicio So cial Universidad de M ontreal, Canadá. 7) Julio Sarmiento. “Exclusión social y ciudadan ía p olítica. Persp ectivas de las nuevas democr acias latinoamericanas”. Artículo aparecido en Revista Ultima Década, O .N.G. Cidp a, Viña del M ar, O ctubre de 1997.
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