El Castillo de Asélzion (Antiyal, 1986)

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TITULO EL CASTILLO DE ASELZION c de esta Edición, AntiyaJ AntiyaJ Inscripción N° 64.601 Diseño de Tapa Zepol 1986

IMPRESO EN CHILE

PRINTE D IN CHILE

Queda hecho el depósito que previene la Ley © Antiyal editorial Stgo. 1986

EL CASTILLO DE ASELZION

Es innec esario esa rio entrar en detall es acerca del del via je realizad real izad o por mi hacia un rem oto y monta ñoso riñ" cón de la la costa de Vizcaya, situad o a poco más de" tres jornadas de París. Me dirigí allá sola, pues s abía que esto era una condición indispensable; llegué sin sin ninguna ninguna de sagradable aventura, y escasamente fatigada, aun que había mar cha do día y noche. noche. Unicamente Unic amente al al fin de mi viaje encontré algunas dificultades, porque tuve que darme cuenta de que aun cuando el el "Casti llo de Asélzion", como se le llamaba, era perfecta mente conocido por los habitantes de aquellos aire dedores, na die parecía par ecía inclinad in clinad o a mostrarm most rarme e el ca mino más corto, ni a facil itar me algún vehícu lo queme guiase por la encumbra encu mbra da senda que a él condu cía. cía. El Castill Cast illo o mismo mis mo podía ser visto desde cual cual quier parte de la aldea, aldea, especial espe cialment mente e desde lap la” ya, en la que se alzaba alz aba como co mo una elega el egante nte corona cor ona eñ" la roca en que aparecía erigido a modo de fortale za. za. "Es un monasterio", dijo un hombre a quien pre gunté el el camino, cami no, y que habl aba en un curioso curio so acen ace n to, to, medio francés y medio español. "Ninguna mujer llega hasta allá". Le expliqué ser portadora de un importante men saje. El i ndividu o movió neg ativament e la cabeza. cabeza. "Por ning ún dinero os condu ciría ", dijo. dijo. "Teme ría por mí mismo". ~

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Nada pudo hacerlo cambiar de resolución, de ma nera que resolví dejar mi pequeño equi paje en lapo la po sada, sada, y marchar marc har a pie por el escarpado escar pado camino camin o que alcanzaba a divisar y que,como ondulante cinta cinta blan quizca, cond ucía a la meta de mis deseos. ~ Un grupo de de labriegos desocupados mirábame con curiosidad mientras yo hablaba a la dueña de la po sada, sada, y le le pedía cuidase de mi mi pequeño peq ueño bagaje baga je has~ has ~ ta que man das e por él o volvie vol viese se en su busca, a lo que ella accedió de buen grado. grado. Era una agradable agrada ble francesita, muy inclinada a ser amistosa. "Os aseguro, señorita, que volveréis inmediata mente!", exclamó con una brillante sonrisa."El Cas tillo de Asélzion es un lugar donde jamás se ve u~ na mujer...! y una señori ta sola!... ah, Dios mío ... imposible! Dicen que allí suceden cosas terri terri bles. Es una casa de mister io. Durante Durant e el día s? divisa como ahora... triste como si fuera una pri sión!... pero por la noche aparece a lgunas veces i luminado como si estuviera incendiándose... c a d a ventana llena de algo que alumbra como el el Sol! Sol! Es una Hermandad Herman dad la que vive allí... no de la la Iglesia Iglesi a . ah, no!... no lo perm pe rmit ita a el Cielo! sino de hom bres ricos y poderosos que, según se dice,estudiañ" dice,estudiañ" una ciencia extraña. Nuestros comerciantes llegan únicamente únicame nte hasta las puertas exteri ores y nunca van más allá. A media med ia noche noc he se oye el el órgano órga no de su ca pilla pill a y voces que cant c ant an en las mismas mis mas ol as del del mar! Os suplico, suplico, señorita, que penséis bien en lo q u e vais a hacer antes de ir a semejante lugar!... por que os desped irán de allí... estoy segura de queos despedirán de allí!" Me sonreí, y díle las gracias por susincerapre vención. "Soy portadora port adora de un mensaje mens aje para el Superi or de la Hermandad", Herman dad", exclamé, "y si no se me permite permit e en tregarlo por no abrírseme la puerta, no me quedará otro recurso que volverme; pero debo hacer todo lo lo posible por entrar". Y dichas estas palabras, p alabras, comencé mi so li ta r i a marcha. Eran las primeras horas de la tarde, y el sol se 8

encontraba aún elevado en los cielos; el calor era intenso, y el aire perman per manecí ecí a en el más absoluto abso luto re poso. poso. Mientras yo ascen día más y más hacia la cum bre, iba desapare desa pare ciendo cien do gradual grad ualment ment e el rumor r umor de de la* vida humana en en la pequeña aldea hasta exti nguir se del del todo, y luego me di di c uenta de la solemne yt ra n quila soledad que me rodeab a por todas partes. I^T siquiera un extravia do corder o pacía sobre el el a ma rillo y bruno pasto seco de la rocosa altura;ni un pájaro surc aba el el den so azul del vacío cielo. El nico sonido que podía percibi r era el el rít mico ys ua ve rumor de las las pequeñas olas que acaricia ban los pies del del promontorio, promont orio, y un rumor rum or más prof p rofundo undo e in^ definido, definido, que una rompie nte prod ucía a la distan ~ cia a través de una caverna. caverna . Había algo de gran dioso en el silencio y en la soledad del del escen es cen ari o y algo algo digno de compasi ón también, así así pensaba yo en cuanto a mí misma, al subi r por el el pé treo tre o sende ro, ro, con un doble doble se ntimiento de espera nza y de te3 te3 mor. mor. hacia el el triste co njunto de obscuras torres y elevados muros, donde era posible encontrar una de salentadora recepción. Sin embargo, como llev aba* guardada cerca ce rca de mi mi corazó co razó n la carta de quien 1 a había firmado "YOUR LOVER", me sentía en posesión de un talismán capaz de abrir puertas aún más es trechamente cerradas. Pero mi valor cedió un poco cuando estuve p o r fin delante de las pesadas puertas de fierro colo cadas en un elevado eleva do arco arc o de piedra, a través trav és d e 1 cual cual nada podía ver sino una cavernos cave rnos a obscuridad. El camino que yo había ha bía se guido terminab term inaba a en una am plia plaz p lazolet olet a ci rcular rcu lar, , situad sit uada a al 1ado opu est o de* dicho arco; y unos cuantos pinos elevados, retorci dos y con evidentes muestras de haber resistido to da la violencia de muchos vientos tempestu osos T constituían la única nota alegre en la desnudez de aquella terraza. Una cadena de fierro que que termina ba en un pesa do anillo, sugería suge ría el posib p osible le medio medi o de" tocar alguna camparía para llamar la atención; pero durante varios minutos no me atreví a hacerlo. Mira ba la amena zante zant e obscu o bscurida rida d con un un sentii sentiinie nien n to de absoluta desolación, y aprestábame a volve F 9

















sobre mis pasos, cuando un repen tino rayo de luz, luz, no de sol, sol, hirió mis ojos con un brillo enceg ueceuece dor. En mi espíritu espír itu vacila nte, prod ujo el efec to de un latigazo, latigazo, de fuego que me indujo inmed iatament iata mente e a la acción. Sin pensar más, me dirigí derechamer derechamer^ ^ te a la entrada del Castillo y tiré laca dena de fie rro. Las gran des y pesadas pesada s puertas puerta s se abrier abr ieron on ijn mediatamente, con suavidad y sin producir ruido;yo me encaminé por el obscur o corredor, y ella s vol vol vieron a cerrarse otra vez silenciosamente detrás de mí. Ya no había medio de regresar, y, con gran res£ lución, marché con rapidez a lo largo de un pasaje de elevado techo en forma de arco y de maciza pie dra. dra. El ambiente era allí agradable agrada ble comp arad o con el gran calor externo, y luego divisé divis é una débil luz al término términ o de aquell a galería. A medi da que ava n zaba, la luz luz se hacía más y más amplia, y no pude contener conten er una exc lamación lama ción de alivio y de contento cont ento al encontrarme repentinamente en un cuadrángulo divi dido en en verdes prados y parcelas de flores. En el lado opuesto al de mi mi llegada, una doble puerta de encina ricamente tallada permanecía ampliamente abierta, bierta, y me permitía mirar hacia el in te ri or de un vasto hall circular en cuyo centro una fuente lan zaba elevadas columnas plateadas que caían con rui^ do musical en un pozo bordeado con mármol blan co,y en el que delicadas lilas de color azul pálido fio taban en la superfici supe rficie e del del agua. — Encantada Encant ada ante aquel cu adro, me dirigí hacia él; entré sin solicitar el debido permiso , y permanecí allí allí mir ando a mi alrededor, alre dedor, sobrec ogida por un sen timiento de maravill ada admiración. ~ Si éste era el Castillo Casti llo de Asélzion, d onde tan difíciles lecciones debía aprender y hacer hacer frente a tan duras pruebas, no semejaba, en realidad, una casa de penitencia y mortificació n, sino más bien de lujo. lujo. Magnífic as estatuas de blanco mármol ro  deaban el hall hall en sus corres pondientes nichos c u  biertos de rosas y otras flores. Alag Alagun unas as de ellas

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eran copias perfectas de los clásicos modelos,y to das expr esab an la fuerza, la resolución resoluc ión y la bel bel 1 za. za. Y más maravil mar avil loso los o que todo era la la luz que a ~ lumbraba desde la alta cúpula. No era la la luz del sol, sino algo más sua ve y más intenso, y absoluta_ absoluta_ mente indescriptible indescr iptible. . ~~ Fascinad Fasc inada a por el tran quilo quil o encanto enc anto que me rod rodela ela ba, sentó se ntóme me en un banco banc o de mármol cerca cerc a de la fue fueTí Tí te para contempl con templar ar el salto de agua, que tan luego se levantaba para formar un brillante arco iris,co mo caía a las obscur obs curas as sombra so mbras s del del poco; y por urf mome nto me sobrevino una especi e de ensueño, de ma ñera que expe rimenté rime nté algo parecido pare cido al terror terr or al peF cibir una figura que se me aproximaba. Era un un hom bre vestido vest ido de blanco, algo semejante semeja nte al tipo mo nástico; sin embargo, di fícilmen fíci lmente te podía conside consid e rársele como un monje, aunque llevaba algo así co mo una capucha que le ocultaba parcialmente el ros tro. fdi corazó cor azó n casi cesó ces ó de latir, y apenas apen as pude respir ar de miedo mientras el desconocido se se me acer acer caba con paso absolutamente silencioso.Parecía ser joven y sus ojos, obscuros y luminosos, mirábanme con benevo lenci a y, al al menos así así me imaginé, imaginé, c o n cierto aire de compasión. “¿Buscáis al Superior?", Superi or?", preguntó preg untó con voz sua ve. ve. "Me ha dado instruc ciones cion es de que os os reciba, y cuando hayáis descans ado una una hora, os lleve a s u presencia". Habíame puesto de pie mientras él hablaba ,y sus modales tran quilos me ayudaron en parte a recobrar mi serenidad. "No estoy cansada", contesté. "Puedo comparecer a su presencia inmediatamente." El se sonrió. sonr ió. "¡Ello no es posible!", posible!" , dijo. dijo. "El "El Superior no está listo para recibiros. Si queréis venir al de partamento parta mento que se os está destinado, es toy seguró” de que os agradará agrada rá tomar algún reposo. ¿Puedo pe diros que me sigáis?" Aunque perfectamente cortés en sus ademanes, ha^ bía sin embargo en él cierta impresionante autori~ dad que silenciosamente impelía a la obediencia. 11

















Nada más tenía que preguntar o sugerir, y me li mité a seguir sus pasos. Salimos del del gran hall, hall, y en seguida me co nd u jo por una larga galería de piedra donde cadasignode lujo, belleza o confort desaparecía en absoluto.En las frías y desnudas murallas veíase la palabra"Si lencio" escrita en diversas tablas de color blanco y a pocos pasos unas de otras. La galería me pareció muy larga y triste; triste; pero luego nos volvimos volvim os hacia hac ia una salida lateral en que el sol sol brillaba, y mi guía gu ía ascendió as cendió una escalera esca lera de peldaños que term inaba en en una puerta de encina guar necida con piezas de de fierro. Tomando Toma ndo una llave de su cinturón abrióla y me hizo señas para que entra se. Así lo hice, y rne encont enc ont ré en un sencil sen cillo lo cuaF cu aF to también de piedra con techo abovedado, y pro “ visto de una grande y elevada ventana sin cortinas que daba vista al al mar y alegraba alegr aba en parte el lado vertical de la roca en qu e estaba estab a constr con struid uido o el Cas tillo de Asélzion. El mobili ario se componía de uñ pequeño catre de campañ a, una mesa, dos sil lones , un pedazo de r uda alfombra alfo mbra en el el suelo cerca cer ca del le cho y una percha para colgar colg ar vestidos. Un cuarto" de baño baño bien provisto comu nicaba con aquel aquel dormito rio; rio; pero más allá allá de esto nada había de m o de r n o confort y, por cierto, ni el más ligero rasgo r asgo de lu jo. jo. Me dirigí dirigí instinti vamente a la la ventana para ver el mar, y en seguida me volvía a fin de agradec er a mi guía por su escolta, pero había desaparecido. Muy alarmada alarmada, , corrí corrí hacia la puerta puerta. . ¡Estaba con llave!. llave!... .. ¡Prisionera!... Sobrecog íme de espa £ to, to, y me asaltó un doble sentimiento de indignación y de de terror. terror. ¿Cómo se atrevía aquella gente a re£ tringir mi libertad ? Miré por todas partes al rede dor del cuarto en busca de alguna campanilla o al gún medio de comunicación para darles a conocer mi estado esta do de ánimo. El res ult ado fue infructuoso infruct uoso. . Di^ rigíme a la ventana nuevamente, y la abrí sin per der tiempo. tiempo. La esencia del del mar invadió mi r o s t r o con deliciosa frescura, y me incliné hacia afuera para mirar la amplia extensión de agua en continuo 12

movimiento, justamente quebrada en ese instante por pequeñas crestas de espuma levantadas por la ere ciente brisa. Luego vi que mi cuarto era una especie de cám a ra de torre tor re que se pro yectaba yect aba sobre un gran muro de; roca, el cual te nía su base bas e en el el fondo fond o del océa no. no. No había hab ía medio me dio de escapar esca par por al 1í , aunque aunq ue lo hubiera intentado. Me retiré retir é entonces de la vent venta' a' na, na, y comencé a pasearme pasea rme por el cuarto, co mo ani ani ~ mal cogido en una trampa, irritada irritad a contra mí mí misma por haberme aventurado en semejante lugar, y olvi dando enteramente mi deter minación pr evia de sopor sopor tar con paciencia todo lo que pudiese ocurrirme. ~ Luego me senté en mi estrecha cama de campaña, y procuré tranquilizarme, después de todo, ¿de qué servía mi excitación y mi cólera? Yo había venido al Castillo de Asélzion por mi mi propio deseo y vo luntad, y hasta ese instante no había sufrido difi cuitad alguna. Según todas las apariencias, aparienci as, desea” ba Asélzion recibirme a su debido tiempo, y yo te~ nía solamente que esperar el curso de los acontecí mi entos. “ Poco a poco se refres ref res có mi sangre, y en' en' algunos algu nos minutos llegué a sonreirme sonre irme de mi indignació n abso  lutamente inútil. inútil. Es verdad que me encontraba en  cerrad a con llave en aquel aquel cu arto como un niño per’ verso, verso, pero ¿tenía esto grande importancia? importancia? Me a“ seguré a mí misma de que no la tenía absolutamente y, mientras se acostumbraba mi espíritu a esta con vicción, vicción, fui fui consiguie ndo por por grados recuperar Tá tranquilidad y la quietud, como si estuviese en mi propio hogar. Puse a un lado mi sombrero y mi ca pa de viaje. En seguida me dirigí al cuarto cuart o de ba ño, ño, y refresqu é mi mi r ostro con manotadas de delicio sa agua fría. Había allí un un largo espejo adherid o a la la pared, lo que me divi rtió un poco al consi co nsi de rar que siempre debió perm anecer en ese sitio, sitio, y que qu e no podía haber sido coloca co loca do e speci almente almen te para mí i de manera que ese detalle hacía creer que aquellos místicos "Hermanos" no carecían de cierta vani dad personal. personal. Miróme en él con sorpresa sorpresa mientras ase 13



















guraba con más firmeza mis cabellos, pues mi ros tro divulgab a una inespe rada y fresca sonrisa que llegó a asombrarme. Mi sencillo vestido negro se encontrab a cubi erto de polvo, y lo sacudí sacudí cuanto pu de para quit arle el carbon car bon cil lo del del tren a fin dé" dé" presentarme con decencia ante Asélzion. "Si "Si él ha ordenado que me encierren en este si tio", tio", me decía yo, "sin darme oportuni dad de enviar por mi equipaje a l a posada, debo someterme a las circunstancias y proceder como éstas lo permitan". Y volviendo a mi cuarto, miré nuevamente hacia el mar. Mientra Mien tras s esto hacía, inclinad inc linad a un poco so so bre el marco inferior de la la gran ventana, tocó mT mano un objeto de aterci opelada suavidad: era una rosa lacre lacre que colgab a de la la torre y justamen te a mi alcance. Sus pétalos, pétalo s, que come nzaban nza ban a abrir se, se, l evantábanse hacia mí como dulces labios enb us ca de de besos, besos, y por un momento me sentí asom brada 7 porque habría podido jurar que ninguna clase de ro sa había cuando desde allí miré al al mar la p r im er a vez. vez. "¡Una rosa de entr e todas las rosas del del cie  lo!" lo!" ¿Dónde había yo escuchado estas palabras? ¿y qué significaban ellas? Con todo cuidado y con extrema ternura, me in cliné sobre aquella hermosa y suplicante flor. "¡No te tomaré!", díjele con suavidad, siguien do los impulsos impuls os de de mi soñadora soñado ra fantasía. fantasí a. "Si "Si eres un mensaje, como lo creo, perm anec e ahí todo el el tiem po que puedas, y háblame! yo entenderé tu mudo leTT guaje!" — Y así, durante algunos minutos, nos hicimos si lenciosas amigas, hasta hast a que pude haber dicho dic ho con el poeta: "The soul soul of the rose went into my blood" , (El alma de la rosa invadió mi sangre). De todas maneras, algo agudo, fino y sutil conmovió mis sen tidos tido s produ pro ducié cié ndose nd ose en rrtí una intens int ensa a alegría aleg ría porel solo hecho hec ho de vivir. Olvidé encontr arme en un lugar extraño; olvidé para todo intento y propó sito mi carác ter de pri pri sionera; olvidé todo, except o que yo vivía, y que la vida era un éxtasis. No tenía una idea exac ta de de la la hora. Mi relo re loj j

no andaba, pero la luz luz >ba >ba tomand tom ando o el el matiz anaran ana ran jado de aquella aquell a hora de la tarde tard e que precede preced e a Va puesta del sol. Mientras aún permanecía en la ventana, oí repen tinamente la profunda, solemne y sonora música de T órgano; fue algo así como si todas las olas del océano se se hubieran puesto a cantar. En ese instan te, me pareció, por instinto, que alguien había en el cuarto. cuarto. Volvíme con prontitud, y mis ojos e n  contraron a mi primer guía vestido de blanco,quien de pie y en absoluto absol uto silencio, es peraba pera ba detrás de mí. mí. Tuve intención de quejarme queja rme acerca de cómo ha bía sido aprisionada a modo de los criminales; pe ro ante su grave y tran quil a figura, perdí mi mi acri acri tud y nada pude decir. Unicamen Unic amente te permanecí inr inrnó” vil vil y atenta a sus órdenes. Sus ojos obscuros obsc uros,que ,que brillaban bajo su capucha blanca, dirigíanse hacia mí con inquisitiva y escrutad ora mirada, como si es perase que yo hablara; pero, como yo contin con tinuaba uaba eñ eñ" silencio, se sonrió de un modo casi imp erceptible. ercepti ble. "¡Sois muy paciente!", dijo con gravedad, y eso está bien! ¡El Superior Superi or os espera! Un temblor tembl or nervios ner vioso o invadió invad ió todo mi mi ser,y s er,y mi co razón principió a palpitar con violencia.Iba,pues7 a conseguir la realizació n de mi mi más vivod eseo :ver y hablar con el hombre homb re a quien Rafael Santóris Santóri s de  bía su prolongada juventud y su poder, y bajo cuyo entrenamie nto había pasado por por pruebas que que le le h a  bían enseñado algunos de los más profundos miste rios de la vida! El objetivo de mis propios deseos parecíame aho ra tan terrorífi terro rífi co que, aún cuan do hubiera hubi era procura procura" " do decir una sola palabra, no habría podi,do hacer~ lo. lo. Seguí a mi escolta escol ta en absoluta absol uta silencio. De pronto, en medio de mi nerviosa agitación, resbalé en la la esca lera de piedra piedr a y estuve próxim a a caer; él me sostuvo, tomándome súbitamente de lamanocon tal tal bo ndad y suave fuerz a que renovó mi valentía valen tía . Sus ojos maravillosos miraron fijamente los míos. "No temáis", dijo en voz baja. "Realmente, n a da hay que temer1" Pasamos el el elevado y amplio hall hall circul ar y su

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luminosa fuente, y en dos o tres minutos llegamos a un arco cóncavo oculto tras un cortinaje de rico paño tejido en colores bruno y dorado,e l queini queini guí a corrió silenciosamente, dejando en descubiert o ü na puerta cerrada. Detúvose en el descanso y espe ró. Yo esp eré er é con co n é l ,y procur pro curé é tranqui tranq ui 1izarme, izarm e, auiT que mi espír itu soportaba un verdader o tumult o de expectación, duda y temor. Aquella puerta cerrada parecíame ocultar algún secreto mar avi 1loso con que probablemente estarían ligados todo mi destin o y mi vida futura. Abrióse súbitamente. Entonces apare ció ante ante mi vista una hermosa sala octogo nal, rica mente amoblada, con las paredes cubiertas delibro? de piso a cielo. Algunos Algun os grandes grand es vasos de flores formaban verdaderas llamas de color entre las som bras, y una rápida mirada hacia arriba me permitió ver el cie lo pintado con primorosos frescos. Mi guía me hizo señas para que entrase. "El Superior Superi or estará con vos en un moment mom ento o más", dijo. dijo. "Tened la bondad de tomar asiento". Dichas estas palabras, me dirigió una envalentadora mira da. da. En seg uida uid a agregó: "Estáis "Está is un un poco nervios nerv iosa a ; procurad tranquilizaros! No tenéis absolutamente por qué experimentar ansiedad o concebir temores!" En respuesta, resp uesta, procur é sonreír; son reír; pero me sentí más bien con deseos de llorar. Sobrevín Sobr evínome ome un repenti no sentimiento de desolada depresió n que fui fui incaT incaT paz de vencer. Mi guía desapare ció, y la puerta se cerró detrás de él él del mismo miste rioso y silencio so modo en que había sido abierta. Enco ntróme ntró me so~ la; la; tomé asiento asie nto en uno de los numerosos nume rosos y mullidos mulli dos sillones distribuidos en la sala, y me esforcé por tomar al menos un semblante de aparente tranquili dad. Pero, despué des pués s de todo, ¿qué ¿ qué objeto obj eto tení a asii mir un aire tra nqu ilo si el el hombr ho mbre e a quien vení v enía a a" ver estaba probablemente capacitado para posesio narse en un momento de las emociones de cualqui er ser humano? Instintivamente, Qprimíme el co ra zó n con la mano man o derecha der echa y sentí la carta que mi a mante me había había dado. ¿No sería aquello un fantást ico sue_ ño? “ Lancé un pr olongado olon gado suspiro, y volví mis ojos ha 16

cia la ventana. Encont Enc ontrába rába se ésta colocada coloca da en un doble arco de piedra, y se abría hacia un jardín que se extendía extendí a hasta hast a lejos, desde los prados de fragan tes y deliciosas flore s hasta una pintoresca pers“ pectiv a de cerros, y bosques. Un suave calor de luz rosad a iluminaba el el alegre escenario, indicando la glor iosa desped ida del sol sol poniente. Me levanté im pulsivamente para encaminarme a mirar hacia afuera; pero me detuve, impedida y obligada an o avanzar avanzar por un rápido e impe rativo rati vo temor. Ya no estaba sola.Te nía a mi mi frente la elevada y majestuo sa figura de úñ hombre homb re vestido tamb ién de blanco, como mi mi guía; un hombre cuya singular belleza y digno aspecto habrían causado la admiración aún de los espíritus más ru dos e inobservantes. ¡Por ¡Por fin me encont raba realmente en presencia de Asélzion! Agobiada por esta certidumbre, no podía hablar; sólo pude mirarlo maravillada a medida que se acer caba hacia mi. mi. Su capucha, echada atrás, atrás, d e j a b a ” ver totalmente su hermosa cabeza intelectual; sus ojos, de color azul ob scuro scu ro y llenos de luz, luz, escru taban mi mi rostro acuciosamente. La sangre enroje “ ció mis mejillas en en una onda de calor. Reuniendo todas rnis fuerzas, comenc com encé é a devolverle devolve rle mirada por mirada , uniéndonos uniénd onos así más y más en nuestras pro pias líneas de atra cción cció n espiritual. espiritua l. Luego una li gera gera sonrisa sonrisa ilumin iluminó ó la grave gravedad dad de de sus sus h e r m o s a ? facciones, y me tendió ambas manos. "¡Bienvenid "¡Bien venida a seas!", dijo con una voz que expre saba la más perfecta música del del lenguaj lenguaje e humano? "¡Turbulenta e indisciplinada como eres, bienveni da seas!" Tímidamente puse en sus manos las mías 'que apre tó con cierta fuerza y calor. En seguida,con seguid a,con pror prorT T titud y casi casi sin darme cuenta, caí de rodillas co~ mo delante del ante de un santo, pidiendo pidi endo en silencio su ben dición. “ Hubo un momento de profunda quietud, y Asélzion colocó sus manos sobre mi cabeza inclinada. "¡Pobre niña!", niña!", exclamó excla mó suavemente. "Te has aventura ven turado do lejos en busc a del amor y de la vida. vida. Du 17

















ro seria para n si fallaras fall aras en tu tu intento' Que to das las potencias de Dios y de la Naturaleza Natural eza vengan en tu ayuda!" Dicho esto, me levantó con una benevolencia in finita mente cortés, y acercó para mi una silla al lado de una mesa escritorio en que habia algunos pa^ peles, nítidamente amarrados unos, otros dispersosen aparente apare nte confusió conf usión. n. Cuando Cuan do ambos estu vimos vimo s seri tados Asélzion Asélz ion inició la conver sación sació n del modo másfácil y más sencillo. "Sabrás, sin duda, que tu visita me ha sido a nunciada nunciad a por uno de mis discípulos, discí pulos, Rafael Santo ris", ris", dijo. dijo. "El te ha estado buscando por l a r g o tiempo; pero, ahora que te ha encontrado, ha sufri do en cierto modo una decepción, porque eres rebeT de y no inclinad incl inad a a reconoce reco nocerlo. rlo. ¿No es así?" ~~ En ese es e instante, insta nte, me sentía sent ía ya y a un poco p oco más val val ien te, y respondíle con prontitud. "Yo no soy desinclinada a reconocer alguna cosa verdadera. Pero no deseo ser ser engañada engañ ada ni eng añar aña r me a mí misma". Asélzion se sonrió. "¿No?" preguntó. "¿Cómo sabes sabes que no has est a do siempre engañándote a ti misma desde la gradual evolución de tu vida subconsciente a tu vida cons ciente? La Naturaleza Natural eza no te ha engañado. La Naturaleza Naturale za actúa siempre con sinceridad; pero tú tú ¿no has pro curado en varias fases oe tu existencia hacer algo más sabio que la la Naturaleza? Natura leza? Vamos, vamos;no te te e mociones tanto. Tú has hecho únicamente únicame nte lo que los los llamados seres razonables hacen y creen estar jus tificados en hacer. Pero ahora, ahora, en tu estado pre  sente, que es de avance y no de retroceso,has prin cipiado a adquirir un conocimiento un poco más amr plio, con un poco más de profunda humildad, de ma nera que me siento inclinado inclin ado a tener gran paci en cia contigo!" Levanté mis ojos y sentíme reconfortada ante su mirar bondadoso. "Ahora, "Ahora, para princ ipiar", continuó, "debes sa ber que aquí aquí no recibi mos mujeres, de acuerdo con 18

las reglas de nuestra Orden. No estamos prepara dos para recibirlas, porgue no las necesitamos. E11 as son nada má s qu e mitade s de almas.* Mi corazón dio un salto de indignación; sin em bargo, bargo, mantuve mi tranquilidad. El mirábame fija mente, mientras con una mano reunía algunos pape les dispersos sobre su escritorio. "Bien, "Bien, ¿por qué no me das la obvia respuest a ? ¿Por qué no dices que si las mujeres son mitades de almas lo son también los hombres, y que las dos mi_ tades deben unirse para formar una existencia com~ pleta? ¡Pobre niña! No te ofendas ofend as al oir la des  cripción de tu sexo. sexo. ¿No es verdad que sois sois mit a des de almas? Lo sois, en real idad;y idad; y nuestro prin cipal defecto defec to cons iste ist e en que pocas veces os dais dais" " cuenta de ello, ni ni procuráis formar la perfecta e indivisible unión, tarea sagrada que está en vues tras manos realizar. La Naturaleza trabaja sin des canso para unir las correspond ientes mitades. ET ser humano procura también sin descanso separarlas; y aun cuando al al fin se se verifica la la in ev ita bl e unión, como tiene que suceder, no hay para qué pos tergarla por meses o siglos. siglos. Vosotras las mujeres fuisteis destinadas a ser los ángeles de lá salva ción; pero, p ero, en lugar de esto, sois ía ruina de vues tros propios ideales." ~ No pude contradecir su aserto porque lo conside ré verdadero. — -Como acabo de decir, continuó, este no esunlu gar para mujeres.. mujeres.. La sola idea de que pudieras i ~ maginarte capaz de someterte a las duras pruebas de los discípulos, es algo en realidad increible. Uni camente por Rafael he consent ido recibirte a fin de explicarte cuán imposible es que puedas permanecer. -Yo debo, permanecer, interrumpí con firmeza. Ha ced conmigo lo que quieráis; ponedme en una cel cel d i en calidad de prisionera; hacedme sufrir privaci o nes, y yo las sufriré; pero no me despidáis sin ha berme enseñado siquiera en parte a qué debéis vueJ tra paz y vuestr vu estr o poder, paz y poder que Rafael peí see, see, y que yo también tam bién debo de bo poseer; si quiero ayu “ darlo y ser suya en todo y para todo. 19

















Aquí me detuve, detuve, agobia da por mi mi propia emoción. Asélzion mirábame fijamente. fijamente. -¿Es ese tu deseo?: ayudarlo ayud arlo y ser suya en todo y para para todo?, preguntó. ¿Por qué no lo lo realiz aste siglos atrás? Y aun ahora ahor a has vaci lado en la la u nión que le debes; has dudado de él, aunque tu pro pió instinto te dice que él él es el el ver dader o compaT ñero de tu alma, y aunque tu propio corazón palpi ta por él, como un pajarillo lucha contra las vari lias de la jaul a en busca bus ca de la libertadl “ Guardé silencio. Mi destino parec ía estar en la balanza; pero lo dejé en manos de Asélzi on,a quien, si algo signi ficaba fic aba su poder, le era más fácil l e er mis pensam ientos que a mí expresarlo s. Levantó se de su silla y comenzó comen zó a pasearse pasear se lentamente, lentame nte, ai) sorbido en medita ción. Luego se detuvo repent ina” mente delante de mí. -Si -Si quieres perma necer aquí, aquí, dijo, dijo, debes sab er lo que ello signifi ca. Sign ific a que debes habi tar en tu cuarto, enteramente sola, excepto cuando se te llame par a recibir reci bir instru cciones. ccio nes. Allí te ser virán tus comidas; te sentirás como una cri mi naT que recibe más más bien castigo que instrucción, y no podrás hablar ha blar con pe rsona rso na alguna al guna si no te dirige dirig e an an^ tes la palabra. — Luego me hizo señas para que lo siguiese a otra sala contigua a la en que nos encontrábamos. Allí, conduciéndome a una ventana, mostróme un escenario muy diferente del paisaj e de luz solar y de jardín que acababa acababa de de ver ver: : un triste cuadrado de c é s p e d sembrado de cruces negras. -Estos -Estos no son signos de muerte, dijo, dijo, s i n o de fracasos. Fracasos, no en el sentido munda ndo de la palabra sino de no haber hecho de la la vida lafu lafuejr ejr za eterna y creadora como és en realidad. ¿Quieres ser uno de ellos? -No, -No, contesté inmediatam ente. Yo no fracasaré. Asélzion dio un ligero suspiro de impaciencia. -Así han dicho todos cuyos recuerdos están aquí, dijo, dijo, mientr as indicaba las cruces con ademán impre sionante. Algu nos de los hombres hombr es que nos han dejí" do esas muestras son en este momento las más bri ~ 20

liantes y prósperas personalidades del mundo,ricas y gozan de gran consideración social; pero sólo e11 os son conocedo cono cedo res de su propi a futilidad, futili dad, y vi ven a sabiendas de que sus vidas deben conducirlas a otras vidas, vidas, temi endo el inevitable cambio qu eh a de sobrev enirles por ley eterna, cual quiera que que sea la situación que hayan conseguido alcanzar en su e xistencia presente! “ Su voz era grave y compasiva, y sentí que me in vadía un débil débil temblor de miedo. “ -¡Estos eran y son ho mbr es !, continuó. Y tú,una mujer, ¿querrías tentar valientemente las aventu ras en que ellos ellos fallaron? ¡Piensa por un un momento cuán débil e ignorant igno rant e eres, y en qué absoluta absolu ta fal fal ta de preparació n te encuentras! Cuando pri ncipiaste por vez primera tus estudios psíquicos con con un pro fesor a quien ambos amábamos y honrábamos ,y a quien" conociste con el el nombre de Heliobás, tú habías prin cipiado apenas a vivir en el mundo; desde entonces” has trabajado con empeño y conseguido mucho en tu perfeccionamiento espiritual; pero en tu constante aplicación para vencer las dificultades has echado de menos varias cosas en tu tu camino. Doy crédito a tu paciencia y a tu fe; fe; ellas han realizado mucho en tu favor, favor, y ahora te encuentr as en el punto cru cial de tu carrera, cuando tu Voluntad, como el tT món de un barco, barco, tiembl a en tu mano al al surcar pro~ fundidades desconocidas en que pueden sobrevenir obscuras y pavorosas te mpestades.Hay peligro apro a para cualquiera alma vacilante, orgullosa o rebel de. ¡Es ¡Es conv enient eni ente e que te lo lo prevenga! -No estoy temerosa, dije en voz baja.Cuando más, puedo morir. -Niña, eso es justamente lo que no pue den hacer. Guarda este concepto firmemente, de una vez y para siempre: tú no puede.* morir; mor ir; la mue rte no existe exi ste ! Si pudieses morir y haber con cluido enteramente con todos tus deberes, cuidados, trabajos y perplejida des, des, el eterno proble ma resultar ía por demás demás sim “ plificado. plifica do. Pero la idea de muer te es una de las tan tas ilusiones humanas. La muerte es una imposibi” lidad en la estr uctura uct ura de la Vida; Vida; lo que se desig 21

















na con ese nombre es únicamente un cambio y una re investidura de átomos que no perecen. Las varia varia ~ das formas sin fin de este cambio y de esta rein vestidura vestidura de átomos es el secreto que n o s o t r o s y nuestros discípulos nos hemos propuesto descubrir, y algunos de nosotros lo hemos dominado suficiente mente para controla r la materia y el espíritu que forman nuestra estructura. Pero el modo de real i zar este aprendiz aje no es fácil. Rafael Rafael Sant oris puede haberte habert e dicho dic ho que casi fue vencido venci do en las prue bas, pues yo no omit o ninguna; ningu na; y si tú persis p ersis tes erT tu loco intento, no podré tampoco omitirlas,ni aun en consideración a tu sexo. -No pido que omitáis las pruebas conmigo, excla mé suavemente. Ya os he dicho dich o que todo lo soporta soport a ré. ré. Una ligera sonri sa cruzó el el rost ro de Asélzion. -Así -Así lo deseas, lo creo, respondió. respond ió. ¡Yo ¡Yo ahora me doy doy cuenta perfe ctamen te del del martir io ques ufri s te en los los antiguos días. días. Te puedo ver de sa fi an do a los leones en la aren a romana antes que ceder a tu fija resolución, aun cuando esta resolución fue se correcta corre cta o errada! ~ Mientras hablaba de esta manera, sentí un estre mecimiento convulsivo, y la ardiente sangre enrojé ció mis me ji 1las. las. “ -Te puedo ver, continuó, preparándote para arro jarte jart e a las aguas agua s del Ni lo antes que qu e ceder ce der a la es túpida superstición y convencionalismo de los homT bres. bres. ¿Por qué pareces tan confundi da? ¿Te tra i go acaso algún antiguo recuerdo? Vamos,dejemos por ahora esta materia, y volvamos a la biblioteca. Volvimos Volvimos allí allí juntos, juntos, y Asélzion tomó as asi e n t o nuevamente junto al escritorio, volvié ndose hacia mí con un aire de tranquila e impresionante autori dad. — -LO que que deseas aprende a prender, r, y lo que cada princi piante en el estudio de las leyes psíquica psíq uicas s desea generalmente aprender antes de todo, es cómo adqui rir satisfacción y ventaja merament e personal. personal. Tú deseas aprender apr ender tres cosas: el secreto se creto de la vida, vida, el secreto secre to de la la juvent ud y el secreto secre to del amor.Mi 22

les de filósofos filós ofos y estu dian tes han iniciado ini ciado algu ñas invest in vestigac igac iones ione s en este sentido, y tal vez el u no por mil mil ha tenido éxito, mientras mien tras todos to dos los de~ más han fracasado. . La historia hist oria de Fausto tiene tie ne perpe tuo interés int erés por que trata de estos secretos que, de acuerdo con laleyenda, sólo pueden ser desc ubiertos ubier tos con la ayuda del del demonio. Nosotros Nosot ros sabemos sabe mos que el demonio demon io no no e xiste, y que todas las cosas están sabiamente orde nadas por una Intel igenc ia Divina, de mane ra queerí queerí las más profundas investigaciones que nos permiti mos hacer no tenemos que temer sino a nosotros ruis mos! mos! El fracaso es siempre obra exclusiva de lo¥ estudiantes, no del del estud io en que se encuentran em peñados, y la razón de esto consiste en que cuandcT saben ya un poco creen saberlo todo, de donde re sulta que llegan a convertirse en intelectualmente arrogantes, actitud que anula inmediatament e el pro greso adquirid o. El secreto de la vida es una ma” ma” teria comparativamente fácil de entender; el secre to de la juventud, juvent ud, un poco más difícil; el secreto del amor, el más difícil de todos, porqu po rque e el amor am or genera la perpetuidad de la vida y de la juventud. Ahora, el objeto de tu venida, si bien se consi dera, es absolutamente personal, no digo egoísta 7 egoísta 7 porque este vocablo vocabl o suena s uena con repu lsió n;y he.de dar crédito crédi to a tu sincero senti s entimien miento to femen ino de que , reconociendo en tu propia alma a Rafael Santórisco mo tu superior su perior y tu mae stro y también ta mbién como tu aman” te, deseas desea s ser digna de él él demos dem ostra trando ndo la rectitud rectitud" " y heroismo hero ismo de tu carácter. caráct er. Te gara ntizo que es aasí. sí. Te garantizo también que es perfectament e na tural, y por por supuesto correcto, el que desees man  tener la juventud, la belleza belle za y la salud por su aamor, y aun podría asegurar que este deseo es sola mente mente por por su su amor. amor. Pero justamen te ahora no no estás del del todo segura de que así así sea. sea. Tú deseas conoce r para ti rnLma el secreto secre to de la vida y el poder de continua conti nuación ción de la vida; el secreto de la la juventud juvent ud y el el p oder de continuaci ón de la juventud; juventud; y con to da seguridad segurid ad deseas dese as co nocer para ti, como tambi érf érf para Ra fa el , el secret sec reto o del del amor y el poder de con 23



















tinuación tinuación. . del del amor. Ningu no de estos se cretos pue de enseñarse a los mundanos , voc ablo que aplico a quienes desisten en sus determinaciones y se extr£ vían por mil asuntos efímeros. No quiero decir que tü seas una de esas personas; pero tú, como todos los que viven en el mundo, tienes tus amigos y co nocidos, nocidos, quienes quienes están están prontos a reirse de ti y a burlarse de tus más nobles y elevados anhelos, gen te cuya cuya delicia delicia sería sería imped impedir ir tu tu camino camino h a c i a tü progreso espiritual. Y yo me pregunto, pregunto, ¿eres bas tante fuerte para sufrir la positiva burla y lavul gar oposición de la ignorancia?Ello puede ser, poF que tienes bastante voluntad propia, si bien no u“ sas de ella rectamen te en algunas ocas iones. Por e jemplo, deseas adquirir en estas materias un conoT cimiento aparte e inde pendi ente de Rafael Rafael Santori s; no obstante, sin él, eres una entidad incompleta . Las mujeres actuales siguen esta viciosa política: el anhelo de ser indep endie ntes de los hombres, lo que importa el su icidio de la más noble mi tad de su existencia existencia. . Ninguna de ellas es critura c om pl et a sin su más fuerte mitad. Las muje res actual es son como aves deformes con una sola ala, y un vuelo de recho es imposible para ellas. “ Cuando Asélzion hubo te rmina do de hablar, lo mi ré con fijeza. “ -Si estoy o no de acuerdo con vos poco importa, dije. dije. Reconozco todas mis mis faltas y estoy disp ues ta a remediarlas; pero necesito aprender de vos to do cuanto me sea posible, todo lo que estiméis qué” yo pueda aprender, y os prometo absoluta obedien cia. Una ligera sonrisa iluminó sus ojos. -¿Y humildad? Incliné mi cabeza. -¡Y humildadl -¿Entonces estás resuelta? -¡Estoy resuelta! Asélzion medit ó un momento; en seguida parec ió tomar una resolución. -Así sea, dijo; pero tú experimentarás las con secuencias de tu propio infortunio, si algún infor 24

tunio sobreviene. Yo no tengo responsa bilidad .Por tu propia voluntad has venido aquí; aquí; por tu propia voluntad eliges permanecer aquí, donde no hay otra persona de tu propio sexo con quien puedas comuni carte, y por tu propia voluntad debes aceptar todas las las consecuencias. ¿Convienes en ello? La mirada de acero de sus ojos azules relampa gueó con un un brillo casi supernatura supe rnatural l al hacerme hacerm e es ta pregunta, por lo que experime exper imenté nté un senti miento’ mien to’ de temor de que luego me repuse, y contesté simple mente: ~ -¡Convengo en ello! Dirigióm Diri gióm e una aguda mirada mir ada que in ine conmovió conmo vió de pies a cabeza. En seguida, volviéndose repe ntin a mente, tocó un timbre que produjo un sonoro y armo nioso sonido de campan illa en uno de los corredo ~ res exteriores. exteri ores. Mi primer prim er guía entró casi inmedia t amente. -Honorio, dijo Asélzion. Conduce a esta señor señori i ta a su cuarto. Ella seguirá segui rá el el curso de de los los nov T cios y estudiantes. (Mientras así así hablaba, Hono riü me dirigi dirigió ó una una mirada mirada de de no no disimul disimulado ado a s o m b r o y compasión). compasión). Al momento en que desee irs e,s ele con cederá para ello toda facilidad. Mientras perma T nezca en en instrucción , la regla para ella es, como tú sabes, sabes, soledad y silencio. Miré a Asélzion y noté noté cuán rápidamente h a bí a camb iado iad o la expr esió n de su rostro. Ya no tenía la suave y gentil be nevole ncia que había manten ido mi mi coraje; una adusta sombra lo obscurecía, y sus ojos estaban extraviados. Vi que esperaba que yo a bandonas e la sala, sala, pero vacilé un momento. “ -Me permitiréis daros las gracias, murmuré, le vantando mis manos tímidam ente, de un un modo casi casi su pli cante. “ Volvióse hacia mí con lentitud, lentitud, y tomó mis man os entre las suyas. -¡Pobre niña, nada tienes que agradecerme!, ex clamó. Conserva en tu tu espíritu como una de tuspr i meras lecciones en el el difícil camin o que prin cipiaü a recorrer la idea de que a nadie tienes quedar las gracias graci as ni a nadie culpar culpa r en la confecci conf ecci ón de t u 25

















propio propi o destino, excepto a ti misma! ¡Véte, y que puedas conquistar a tu enemigo! -¿Mi enemigo?, pregunté asombrada. -Sí, -Sí, tu tu enemigo, tú misma, la propia p ers ona li dad! dad! ¡La ¡La única potencia contra la que todo hom br eo mujer ha tenido siempre y tendrá siempre que lu char! Dejé caer mis manos, y supongo que debo haber ex presado alguna súplica muda al mirar a Asélzi on porque una débil sombr s ombra a de sonrisa sonris a vino a sus 1 a bios. "¡Dios sea contigo!" exclamó con suavidad;y lúe go, con con genti gentil l ademán, me significó que lo deja se solo. solo. Obedecí inmediatamente, y seguí a mi gu ía Ho norio quien quien me condu jo a mi mi cuarto, donde, sin ha“ ha“ blar una palabra, cerr ó y echó llave a la puerta pue rta , como lo hizo a mi llegada. Con gran sorpresa, enco ntré listo l isto para mí el el equipaje que había dejado en la posada, y en una pe quena consola conso la coloc co loc ada en un nicho nich o de la mural 1 a, que yo no había había notado anteriormente, había una ba£ deja con frutas, pan añejo y un vaso de agua fríaT Al mirar esta pequeña colación que er a sencilla aun que delicadamente presentada, vi que la consola era en realidad un pequeño ascensor conectado evidente mente con los servicios domésticos del Castillo, y llegué a la conclu con clu sió n de que éste ést e sería el med i o por el cual cual se me serv irían iría n todas mis comidas. comida s. No ocupé, ocupé, sin sin embargo, mucho tiempo en pensar sobre es te asunto asunto. . Me sent ía feliz de que se me hu bi es é permitido permanecer en el Castillo de Asélzion, y no me molestaba el hecho de encon trarme apri sio na da bajo llave. llave. Desemp Des empaqu aqueté eté mis pequeñ as cosa cosas,e s,eji ji tre las que había tres o cuatro de mis libros favo ritos, y en seg uida uid a tomé asiento para serv irme rnT frugal frugal comida. comida. Cuando hube concluido, acerqué una silla a la amplia ventana y allí me senté para mi rar hacia el mar. Vi a l a pequ eña rosa que, que, amis  tosamente y con con aire confidencial , inclin aba su co rola contra el muro justamente debajo de mí,lo qué" me produjo un sentim iento de compañer ismo. Por lo lo demás, la soledad soleda d era profunda. La cer can ía de la la ~

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noche iba poco a poco obscur eciend o el cielo; cielo; una o dos franjas luminosas de color carmesí brillaban todavía como recue rdos del del sol sol poniente, y un un res plandor color perla en el oriente sugería la próxi ma salida de la luna. Experime nté una sensación dé conomovedor silencio, y al mirar desde la ventana hacia el el in terior de mi cuarto, parecía éste lleno de sombras movibles, obscuras e impalpables. Recor dé que que no tenía vela ni otro medio de alumbrarme 7 lo que me causó una inquietud pasajera, pero sólo por un momento. Podrí a acostarme, así así pensaba yo, tan luego como me hubiese cansado de mirar el mar. De todas maneras, esperaría la salida de la luna,y me sentía contenta ante aquel divino, apaci bl e y hermoso escenario en que un pintor o un poeta ha brían podido inspirarse. No sentía temor alguno ; pero comencé a impresionarme y a sobrecogerme gra dualmente ante la quietud más y más profunda, y la majes tuosa soledad que me rodeaba. "La regla para ella es soledad y silencio", así había dicho Asél zion. zion. Evidentemente, la regla comenzaba a en tr ar en vigor.

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CRUZ Y ESTRELLA

La luna levantóse con majestuosa lentitud entre dos franjas de obscuras nubes que gradualmente ad quirían un color plateado ante su luminosa presen cia, y un brillante sector de reflexiones diamantl ñas principió a invadir en parte el el dilatado mar 7 Yo permanecí en la ventana, pues no sentía inclina ción alguna para volver el rostro hacia la obscurT dad de de mi cuarto. Luego Lueg o comencé a pensar que im im ~ plicaba cier ta rudeza rud eza el habe rme dejado sola y en cerrada cerr ada con llave. ¡Al ¡Al menos, menos , debieron debie ron haberme pro visto de una luz! Pero en seguida me reproché a mT misma por haber permit per mitido ido entrar a mi espíritu la más leve sugestión de una queja, porque,después de todo, no se me había ha bía invita inv itado do en calidad calid ad de hués ped al castillo castill o de Asélzion, Asélz ion, y además, además, recordé la orden dada con relación relac ión a mi persona: persona: "Al mo me nt o en que desee irse, se le conced erá para ello tod a facilidad". Me sentía sentí a much o más temerosa de esta esta concesión conces ión para march ma rch arm e que de mi actual actual soledad, soledad, y resolví resolví considerar toda mi aventura con co ra zó n ligero, ligero, y aun aun con cierto cier to estoicismo. Si era era mejor que yo estuviese sola,es indudable que la soledad resultaría result aría buena bu ena para p ara mí; si era necesario que per per maneciera manec iera en la obscuridad, obscur idad, sin duda que la la obscur ridad me sería conveniente. Apenas había resuelto aceptar estas condiciones cuando mi cuarto cuar to fue iluminado ilumi nado repentinamente por una suave y reful re ful gen te luz, luz, y me sobrecogí de es panto al no descub des cubri rir r su origen. No había había allí allí lám 29

















paras ni ni ampolleta ampoll etas s eléctr elé ctricas icas; ; era algo asi corno si las paredes brillaran brill aran con alguna al guna ilumin i luminación ación su^ perficial. perfic ial. Pasa da mi primer pri mera a sorpresa, sorpr esa, rne sentí eji cantada cantad a y feliz ante la conf ortable orta ble brillan br illan tez que” me rodeaba, lo que me hizo recordar el brillo eléc trico de las velas del del yat "Dream". — Me aparté de la ventana, dejéla abierta,pues la noche era era muy calurosa, y me senté senté a la mesa para leer un poco; pero después de algunos minutos sus pendí la lectura a fin de escuch e scuchar ar los murmul los de una música extraña que llegaba a mis oídos, aparen temente tement e desde el mar, y que me conmo c onmovió vió hasta el aT ma. ma. Ninguna descripci ón podría ser ser bastante elo elo ~ cuente para dar una idea de la dulzura de aquellas armonías, armonías, y me sentí sentí m ara vi11a da y absorta mientras seguía el el ritmo de las deliciosas y ondulantes cadenci as. Gradualmente, mis pensamientos volaron lejos,ha cia Rafael Santóris. Santó ris. ¿Dónde ¿Dón de se encont enc ont raría? rar ía? ¿ ErT qué pacífica extensión de aguas brillantes estaría anclado su fantásti co buque? Lo reproduj repr oduje e en mi ce rebro hasta que casi pude pu de ver su rostro, rostro , su ancl anclfá fá frente, la tierna sonri sa de sus sus valiente s ojos, y pude imaginarme que oía los los suaves acentos de su voz, ¡siempre tan gentil cuan c uando do me hablaba, a mí , que había rechazado recha zado la mitad de su influencia! Una rápida ola de ternura tern ura invadió inva dió mi mi corazón; to da mi alma voló a saludarlo con los brazos abiertos, por decirlo así; así; sentí en mi propia concie ncia que él era más que todo para mí en el mundo, y exclamé en voz alta: "¡Mi amado, te amo, te amo!" amo! " Luego medité c uán insano y fútil era hablarle habl arle al aire cuando había podido hacer esa confesión al ver dadero amante de mi mi vida v ida cara a cara, cara, si yo hubieT ra sido menos escéptica, menos meno s orgullosa. orgullosa . ¿No era mi viaje al al Castillo Casti llo de Asélzion Asél zion un testimon test imonio io de mi vacilante y dudosa actitud? Porque yo había ve nido, como bien ahora lo reconocía, en primer lu T gar, para estar segura de que Asélzion Asélz ion existía en realidad, y, en segundo término, para convencerme por mí misma y para mi prop ia satisfacció sa tisfacción, n, de que que era verdaderamente capaz de comunicar los secretos 30

místicos de que Rafael par ecía estar en posesión. Cansada al fin de tanto infructuoso pensar, ce rré la ventana y me desvestí para ganarme gana rme al lecho. lecho. Cuando Cuan do estuve estuv e acosta aco stada da la luz de mi cuarto cuart o se ex tinguió repentinamente, y todo quedó en la obscuri dad, excepto la blanquecina y clara luz de la luna que penetr pen etraba aba por el el postig pos tigo o el el cual perma necía necí a abierto por carecer de cortina para cerrarlo.Por aj^ gün tiempo, perma p ermanecí necí des pie rta rt a en mi dura^y dura^ y est estrí ríe e cha cama, m irando ira ndo aquell a luz, luz, y rechazando rechaz ando conf confii iir r meza el el permitir que me dominara sentimiento algu no de miedo o de abandono. Cesó la músi ca que tanto me había extasiado, y todo quedó en en perfec ta quietud y tranquilidad . Po co a poco cerráronse mis ojos; mis fatigados miem bros se desperezaron y caí en un sueño absolutameji te profundo. Cuando desper té a la maña na siguiente, laluzsc) lar lar invadía mi c uarto como co mo una lluvia de oro. oro. Levantéme Levanté me llena de alegría por haber pasado la noche tan apaciblemente, y por no haberme ocurrido algo extraño o aterrador, aun cuando no sé por qué hubiese podido temer que esto sucediera. Todas las cosas parecían maravillosamente frescas y hermosas ante la deliciosa delic iosa clarid cl aridad ad del nuevo nue vo día, y la sen cillez misma de mi cuarto era más fascin adora que" el lujo más suntuoso. suntu oso. Sólo noté algo extra ex tra ordin or din ario: ar io: el agua fría de que estaba provisto mi mi baño chisporroteaba,por de cirlo así, así, como si hubiera sido efervesc ente;una ente; una o dos veces pareció rizarse como una espuma diamanti na, na, y nunca permanecía perma necía en reposo. Antes de de bañarr me, observé su brillante mov imiento imie nto durante algu nos minutos; en seguida, sintiéndome sintién dome segura de que se encontraba cargada con cierta clase de electri cidad, me sumergí en ella sin vacilar, y gocéenel más alto grado de su deliciosa y vigorizante influ encía. “ Concluida mi toilette, y habiéndome vestido con una sencilla bat a de maña na de paño blanco, por es timarla más adaptable adaptab le al al calor que la negra vesti“ menta usada durante mi viaje, me dirigí a abrir abrir la 31

















ventana venta na para dar entrad ent rada a al al aire fresco fr esco del mar, y al mismo tiémpo experi menté ciert a sorpre sa al ver una pequeña puer ta, abier ta en el lado de la torre, a través de la cual cual descubrí una escalera de ca ra col que conducía cond ucía hacia abajo. Cedien Ced iendo do al impulso impuls o del momento, descendí descen dí por ella hasta su término térmi no don de me encontré ante un hermoso pequeño jardín in ~ crustado en la playa. Podía ahora abrir abrir una una puer  ta y pasearme pase arme en la ribera mis ma del mar. ¡Ya ¡Ya no no e ra más prisioner a! ¡Podía correr, si lo deseaba! ~ Miré a mi mi alrededor, y no pude menos de sonreir me al ver ver la imposib imp osibili ilidad dad de escapar. escapar . El pequeño jardín pertenecía exclusivamente a la torre, y ro deábanlo por todos lados rocas inaccesibles que se elevaban eleva ban casi hasta la altura del pr opio Casti 1 lo de Asélzion, mi entras el pe dazo de playa en que me encontraba aparecía igualmente cercado por enormes peñascos contra los cuales las olas del océano ha bían azotado durante siglos sin dejar huellas muy visibles. visibles. Sin embargo, me sentía feliz al p e n s ar que se se me hubiera permit ido cierta libertad al ai re libre, y por algunos minutos permanecí mirando el océano océa no y gozando goza ndo con el calor del del sol sol meridi mer idio o nal. nal. En seguida volví sobre mis pasos lentamente, mirando en todas direcciones para ver si divisaba alguna persona. No se divi saba un alma. Volví a mi cuarto cua rto donde enco ntré mi cama tan tan pri pri moro samen te hecha como si nunca hu biera bier a dormido dormid o en" ella persona perso na alguna, y allí sobre la mesa, encon tré también mi mi almu erzo el que se componía comp onía de una taza de leche y algunos bizcochos de harina de tri go que el el apetito me indujo a devorar regocija da T mente. Cuando hube concluido, tomé la taza vacía y la bandeja y las puse en la consol a disp d ispuest uest a en el nicho, nicho, la que fue fue bajada instant áneame nte y desapa reció muy pronto. ~ Comencé luego a medit ar cómo em plear mi tiempo. No sería en escribir cartas, porque aun cuando te nía m^ escritorio de viaje listo para este propósi to, no deseaba que mis relaciones de amistad supie ran donde yo estaba, y, aun cuando hubiera escrito a algunas de ellas, habría sido poco probable que 32

hubieran recibido mi correspondencia, pues tenía la convicción de que la mística Hermandad de Asélzion no permitiría que me comunicase con el mundo exte rior mientras yo permaneciera allí. No tenía idea id ea ex acta act a de la hora, pues mi mi reí oj se había detenido. La quietud que me rodeaba ha bría llegado a ser opresiva si no hubiera sido por por el ruido de las pequeñ peq ueñ as olas que rompí an en el pr £ monto rio bajo mi ventana. “ De repente con grande alegría de mi parte, parte, se a brió la puerta de mi mi cu arto y entró Honorio. InclT nó ligeramente la cabeza, a manera de saludo, y en seguida dijo en tono breve: "Os ordenan seguirme". Me levanté con toda obediencia, y estuve lista. Honorio me miraba intensamente y con curiosidad,co mo deseando leer mi pensamiento. pensamiento. Recordé que AseT z.ion me había hab ía pr ohi bid o hablar, a meno s que me ha” blasen antes, antes, y me limité a devolver la mirada de Honorio firmemente y con una sonrisa. "No os sentís ni desdichada, ni temerosa, ni in quieta", dijo con lentitud. "Ello marcha bien. bien. OT iniciáis de un mod o feliz. feliz. Y ahora, ahora, cualquiera co sa que veáis u oigáis, gurdad silencio! Si deseáis" habl hablar ar, , hablad hablad luego luego; ; pero pero, , cuando cuando d e j e m o s este este cuarto, que ni una sola pala bra se escape de vues  tros labios, ni ni una sola exclamació n. Vuestra mi  sión es oir, oir, aprender y obedec er!" Esperó a fin de darme oportunidad de decirle al go en respuesta; pero preferí preferí mantenerme muda. muda. Eñ seguida me pasó un velo dobl ado de material material suave, suave, blanco, fino y sedoso. "Cubrios "Cubr ios con esto" , dijo, "y no os descubr ái s hasta que hayáis vuelto aquí". Desdo blólo y me lo coloqué rápidamente. Era tan delicado como una nube, y me cubría de pies a cabe za, ocultándome ante los ojos extraños, aun cuando podía yo mirar perfec tamen te a través de él. Hono rio me hizo señas para que lo siguiera, y así lohT ce. “ Mi corazón latía rápidamente a impulso de un do ble sentimiento de excitación y expectación. 33



















Recorrimos varios pasajes con intrincadas vuel tas que parecían no tener salida, como un laberin to, to, hasta que al al fin me encontré encerrada en algo semejante a una pequ eña celda ce lda con co n una abertura aber tura a 1 frente de mí y por la que podía contemplar una ex traña y pintoresc pinto resca a escena . Vi el interior de una pequeña y hermosa ca pill a gótica, exquisitamente de lineada lineada y alumbrada alumbrada por por numerosas ventana ventanas s de vi ” drio empañado, a travé s de las cuales cual es la luz luz solar filtraba en arroyos de color radiante que proyecta ban matices de oro, ca rmesí rmes í y azul sobre so bre el el blanco’ bl anco’ mármol del del pavimento. pavimento. Entre cada columna que sos  tenía el techo, primorosam ente tallado, había había dos filas de bancos, dispuestas en anfiteatro, anfiteatro, en que estaban sentadas inmóviles figuras blancas,hombres vestidos con el el hábito de la misterio sa Orden,y con sus rostros ocultos bajo sus capuchas. La capilla no te nía altar; pero en su extremo extrem o o riente, donde d onde el alta r pudo haber ha ber sido si do erigido, sé* ostentaba una obscura*cortina de púrpura alumbrada con brillantes resplandores por una cruz y una es trella de siete puntas. Los rayos luminosos emana dos de aquel elevado Símbolo de un credo no escri~ to.eran tan vivos que casi enceg uecían, y poco les faltaba para eclips ecl ipsar ar el brillo bril lo mismo del del sol. Sobrecogida por la extraña y tranquila solemni dad que me rodeaba, me sentía feliz de estar ocul ta bajo los pliegues plieg ues de d e mi mi blanco bl anco velo, velo, aunque lúe go me di di cuenta de que me en contraba cont raba en una espe “ cié de cámara secreta, construida evidentemente pa ra el el uso de los los que eran er an llamados llamad os a presenci ar to do lo que ocur ría en la capilla, sin ser vistos. vistos. ~ Yo esperaba con viva expectación. expectación. Luego tembló en el aire aire el profundo prof undo y vibrant vib rante e sonido del del órg ó rga a no, aumentando gradualmente en poder e intensidad, hasta que que un un magní fico torbellin o musical musical salió de él, él, algo así así corn corno o cuando cua ndo una un a repentin a tempe tem pe stad st ad es talla entre las nubes. “ Lancé un prol p rolong ongado ado suspiro de puro pur o éxtasi s.S s.Seji eji tía deseos de arrodillarme y de derramar lágrimas" de gratitud por el mero hecho de oir.

nortalidad; y el alma aprisi onada ona da volaba con con rego  cijo hacia arriba, hacia una vida más elevada,en a las de la luz i — Cuando el órgano volvió a enmudecer, lo que ocu rrió muy luego, s obrevino obrev ino un profundo prof undo silencio, silencio,tarf tarf profundo.que podía ori ori los rápidos latidos latidos de mi propio propio corazón, corazón, como si yo hubiera sido sido el ú n i c o ser viviente en aquel aquel lugar. Volví mis ojos hacia la deslumbrante Cruz y Estrel la que con sus sus rayos de fiero brillo en continuo movimiento producía el efecto de algo algo así así como si una corrient cor rient e eléctrica eléctric a estuviera dirigiendo mens ajes que ningún mor tal ,por hábil que que fuese, pudier a ser capaz capa z de de descifrar o de traducir traducir en palabras, pero en todo caso, caso, me nsa  jes que podían abrirse camino hasta lo más profun do de nuestras conciencias. De pronto pron to se produjo prod ujo un ligero movimiento movimie nto en en 1as filas de aquellos hombre s vestido ves tidos s de blanco que , cubiertos cubier tos sus rostros con cap ucha s del mismo color, habían permanecido hasta ese instante sentados sentados y en absoluta absolu ta quietud, y, como movi dos por un resorte , pusiéronse pusiér onse de pie, pie, mient ras otra ot ra figura, elevada , imponente y majestuosa, apareció con paso lento,re corrió corri ó la capilla capil la y se se detuvo al frente del glorio so Símbolo, con ambas manos levant adas y extendí ~ das, como para invocar una bendición. bendic ión. Era el Supe rior, era Asélzion, Asélzion Asél zion investido inve stido con tal tal dig" dig" nidad y esplendor que parecía un héroe o un un dios T Su aspecto era de absoluto poder y tranquila com postura, postura, y ex presaba al mismo tiempo seguridad,fuer za y autoridad. Llevab a su su capucha cap ucha echada atrás,y desde el secreto rincón en que me encontraba se nta da, da, podía mirar sus sus facciones facci ones distintam ente, y e T brillo de sus penetrantes y hermosos ojos mientras los volvía hacia sus discípulos. Manteniendo sus manos extendidas, dijo con voz firme y clara: "¡Al Creador de todas las cosas visibles e invi sibles ofrezcamos nuestra gra titud y nuestra ala ala ~ banza, y así principiemos este día!" A lo que un murmullo de voces respondió:























terna! ¡Te ¡Te alabamos alab amos portodo por todo lo que somos! ¡Te ¡Te alabamos alaba mos portodo por todo lo que hemos sido! sido! ¡Te ¡Te alabamos alabam os portodo portodo lo lo que qu e esperamos espe ramos ser!" Siguió un moment o de impr esionan te silencio. silencio. En seguida, los miembr mie mbros os de la Herm andad and ad tomaron asien to en sus sitios respectivos, y Asélzion habló en“ mesurado y distinto acento, con el modo fácil y se guro de un práctico orador. ~ "¡Amigos y Hermanos! "Nos hemos reunido aquí para considerar en este instante del del tiempo tiemp o las cosas que hemos hecho he cho en el pasado, y las cosas que estamos preparándonos para realizar en el futuro. "Nosotros sabemos sabem os que desd e el pasado, que se ex tiende hacia atrás por toda la eternidad, hemos he cho el el presente; y, de acuerdo acue rdo con la Ley Divina 7 sabemos también que desde este presente, extendién donos hacia adelante por toda la eternidad, evolu~ cionaremos para formar nuestro futuro. "Estáis aquí para aprender aprende r no sólo el el secreto de la vida, sino al go acer ca de cómo vi vir la vida; vida; y yo, en mi limitada capaci dad, e stoy únicam ente pro curando enseñaros lo que la Naturaleza os ha esta~ do mostrand most rando o por miles de siglos, aun cuando no os habéis tomado la molestia de aprender sus leccio nes. "Profesores "Profeso res sagaces, que a pesar pesa r de todo no son son más que niños en su in cipiente cipie nte sabiduría, os han en señado que la la vida humana ha nacido del del protop pr otop las~ ma -como ellos creen- pero carecen de la habilidad necesaria para d eciros cómo e volucio nó el protoplas ma y por qué, ni de donde dond e vino el material materi al para la* la* formación de millones de sistemas solares y trillo nes de organismos vivos respe cto de cuya existen “ cia no tenemos ni ni conoci con ocimie miento nto ni ni percepción. Al  gunos de ellos nieg an a Dios; pero la mayor parte de ellos se sienten siente n obligados obliga dos a confesar conf esar que debe haber una Inte ligencia suprema y omnipotente que re gula el Universo. Univer so. El Orden no puede pu ede nacer na cer del Caos Caosf f sin una Inteligencia directiva; y el Orden degene raría otra vez rápidamente en Caos si no existiera

esa misma Inteligencia directiva capaz de sostener su método y su condición. "Partimos, por lo tanto, de la base de que exis te esta Inteligencia reguladora o directiva que,co mo el cerebro humano, debe ser dual,combinando los" atributos masc ulino ulin o y femen femenino ino., ., pues vemos que que en esa misma forma dual dual se manif iesta también en toda la Creación. "La Inteligencia o el Espíritu, si así queréis llamarlo, es inherentemente activo y debe encon trar una salida o manife man ifestac stac ión de su poder, y el mero hecho de esta esta necesidad prod uce el el de s e o de perpetuarse perpet uarse en varias formas: de ahí nace el pr i mer atributo del del Amor. Por consiguient consi guiente, e, el el Amor es el el fundament fund amento o de los mundos, mundo s, y la fuente de to  dos los organismos vivos, de los átomos duales del espíritu y materia que ceden a la Atracción, Unión y Reproducción . Si nosotros nosot ros llegamos a darnos cueji ta exacta de este hecho, habremos dado un gran pa so hacia la comprensión de la vida. Asélzion Asélzi on guardó guard ó silencio sil encio por un moment o;luego o;lu ego a^ vanzó uno o dos pasos; el el deslumbra deslu mbrante nte Símbolo á" sus espaldas parecía rodearlo literalmente con sus rayos. En seguida seguid a continuó: "Lo que debemos debem os aprender aprend er antes de todo es cómo estas leyes nos afectan como seres seres humanos y como co mo personalidades aisladas. "Para exponer los senc illos principi os que deben guiar y preservar la existencia humana es necesa rio evitar toda ob scur idad de lenguaje, y mi expli expli cación será tan breve y sencilla como me sea posi~ ble. "Aceptada la idea de que existe un Divino Espí ritu o Inteligencia Omnipotente que rige la infini dad de átomos vitales vitale s que en su unión y reproducción" construyen las maravi llas del Universo,nosotr os ve mos y admitimos admi timos que qu e uno de los los princip prin cipale ales s resultaresu ltados de la la obra divin di vina a es el hombre. El es-así nos nos" han enseñado - "la imagen de Dios". Esta expresión expres ión puede ser considerada como un verso poético de las Sagradas Escr ituras, sin más sig nificado nific ado que el de una poética imaginación; pero, sin embargo, es una























verdad. El Hombre es en sí sí mismo un a especie de U niverso; él es tambi én una conglome cong lome ración rac ión de ato T idos , átomos que son activos, reproductivos y deseo sos sos de perpetua creación. Tras ellos, como en 1¥ naturaleza divina, hay también un espíritu o inte ligencia reguladora, dual en su esencia y de doble sexo en la la acción. Sin el espí ritu que la guíe,la guíe,l a constitución del hombre es un caos justamente como lo sería el Universo sin la dirección de su crea dor. "Debemos princi palme nte reco rdar q ue así como el Espíritu de la Naturaleza visible es Divino y eter no, no, así también el e spíritu de cada individuo es dT vino y eterno, ha ex isti do siempre y existirá siem” pre, y nosotros marchamos como distintas personan dades, cada uno o cada una bajo la controladora irT fluencia de su propia alma, hacia una más y más éT éT levada levada percepción y progreso espiritual.La gran gran ma yoría de los habit ante s del del mundo viven con meno menos' s' conciencia sobre es te punto que las moscas o los los gu sanos; sanos; forman religio nes en que ellos hablan de Di oT y de la la inmortali dad como los los niños, niños, sin hacer el menor esfuerzo por comprender las manifestaciones de la Esencia Divina ni la eternid ad de la existen cia; y, en cuanto al cambio que llaman muerte abaF donan esta vida sin haberse tomado la molestia de" descubrir, conocer o utilizar los más grandes do nes que Dios les ha concedido. Pero nosotros, nosotros, no  sotros que estamos aquí para estudiar la existen cia de la Fuerza O mnipo tente que nos da completo do minio sobre las cosas del espacio, del tiempo y d¥ la materia; no sotros que sabemos que el hombre pue de mantener ab soluto control sobre los átomos mov T bles de su propi o universo individual , podemos daF testimonio por nosotros mismos de que toda la tie rra está sujeta al domin io del del alma inmortal, sí, sí, como también lo están los propios elementos del ai re, re, del fuego y del agua, porque estos el em en t oT son únicamente ministros y servidores de su autori dad soberana!" ~ Alsézion detúvose nuevamente, y, después de uno

"Esta hermosa tierra; este esplendoroso ci el o que la rodea; rodea; las exquis itas cosas ofreci o frecidas das por la amante Naturaleza, son elemen tos dados al hombre , no sólo para satisfacer sus necesidades materiales sino para la evol ución ució n de su progre so espiritual . De la la luz luz del del sol puede saca r nuevo ardor y color para su sangre; sangre; del aire, n uevos suplementos suplem entos de vi vi da; de los mismos árboles, yerbas y flores, medios" para renovar su fuerza; y nada ha sido creado sino con la intención de contribuir a su propio placer y bienestar biene star. . Porque Porq ue si si la base bas e o fun dam ento ent o del IJ ni verso es el el Amor, como com o lo es en realidad, es na ~ tural que el el Amor des ee ver a sus cri aturas atu ras feli ces. La miser ia no tiene lugar en el plan divi divi n o de la la creación. La mis eri a es es únicamen te el el resul resul tado de la propia prop ia opos op osici ici ón del ho mbre a las leyes’ naturales. En la Naturaleza Natur aleza, , todas las las cosas tr a bajan con calma y constancia, y resuelta y directa mente hacia el bien. bien. La Natural Nat uraleza eza obedece en si~ lencio las las órdenes de Dios. El hombre, por el el co n trario, interroga, argumenta, niega, se rebela, de donde resulta que derrocha sus fuerzas, y falla en sus más elevados anhelos. Está en en su su propio poder el renovar su propia juv entud, entud , su propia vitalid ad; sin embargo, lo vemos descen der por su propia cul  pa hacia la debilidad y la decrepitud, entregándo se, por decirlo asi, para ser devorado por las in fluencias desintegrantes que pudo fácilmente repe ler. ler. Porque así así como el direct ivo Espíritu Es píritu de Dios gobierna la infinidad de los átomos que forman los mundos siderales, así también el espíritu del hom bre puede goberna r los átom os de que él se compone guiand o su acción y renován ren ován dolo s a voluntad, for mando con ellos verdaderos soles y sistemas de pen samiento y poder creador, sin desperdiciar una paF tícula de de sus eternas eterna s fuerzas fuer zas vitales. El homb hombre re" " puede llegar a ser lo que quiera ser: ser: un dios o me ramente una masa de unidades em brionarias que vue” la de de una a otra faz de la vida eterna en estúpi da indiferencia, compeliéndose a si mismo a que trans curran siglos antes de seguir por algún deci si vo























te de los'seres humanos prefiere ser nada en en este sentido; sin embargo, todos estamos estam os some tidos tido s a 1as consecuencias consecuencias de nuestra eterna responsabilidad. "Si alguno de los presentes desea hablar, hacer alguna pregunta o negar alguno de mis asertos, que venga aquí a manifestar valientemente lo que tenga que decir". Cuando hubo hablado así, prodüjose cierto movi miento entre los hasta entonces inmóviles miembros de la la Hermandad. Hermandad. Levantóse uno de ellos, y,deseen diend di end o de su sitio, mar chó ch ó con lent l ent itud it ud ha sta lie'1' gar a pocos pasos de Asélzion; luego se detuvo y e chó hacia atrás su capucha, mostrando un fatigado y hermoso rostro en que una gran pena parecía im presa en forma demasi ado fuerte para que alguna vez pudiera ser borrada. -¡Yo no no deseo vivir!, vi vir!, exclamó. exclam ó. He venido venid o aquí a estudiar estud iar la vida; pero no a aprender apre nder como co mo proion proi on garla. La perdería yo gustoso por la más ins igni  ficante bagatela. bagatela. Porque la vida es para mí mí un aco sa amarga, amarga, un un terrible e inexpli cable tormento! ~ ¿Por qué os os empeñáis, oh Asélzion, en ense ñarnos co mo vivir largo tiempo? ¿Por qué no nos enseñáis méjor cómo morir luego? ~ Los ojos ojos de Asél zion se fija ron en él con grave y tierna compasión. -¿Qué acusación traéis contra la vida? preguntó le. le. ¿Cómo la vida os ha dañado dañ ado? ? ” -¿Cómo la vida me ha dañado?, y el in feliz le vantó sus manos con un gesto de desesperación? ¿Po déis preguntarlo vos, que profesáis leer nuestro? pensamiento pensa miento s? ¿Cómo la vida me ha daña do? S i endo iinjusta inju sta para conmigo! conm igo! ¡Desde mi primer prim er alien al iento to , porque porqu e jamás pedí v enir al mundo; desde desd e mis años ju veniles cuando todos mis sueños y aspiraciones fu? ron destruidos por amantes padres, sí, por amante? padres padre s cuya idea del del amor a mor era el dinero! ¡Toda no ble ble ambi ambici ción ón frus frustr trad ada! a! ¡Tod ¡Toda a elev elevada ada e s p e r a n z a muerta! Y en mi propio amor, ese amor de mujer que es la la principal ambic ión del hombre, aun ella fue falsaria e indigna, como una moneda falsificada, y

rruinó, por supuesto! Pero, ¿qué importa? ¡Ahora siento cansan cio de todo! todo! ¡Día tras día, día, el el p e s o del del tiempo!; el vivo deseo de tende rme y ocultarme en paz y para siempre si empre bajo el confor con for table tab le césped céspe d , donde ni ni amigo amig o desleal, ni amor trai dor ni ni bondado bonda do sos parien tes, alegres todos tod os ellos ell os de verme sufri sufrir" r" nunca más puedan señalarme con burla ni desprecio, o volver volve r hacia mí otra vez sus crue les ojos! ¡Asél ¡Asél zion, si el el Dios a quien servís es la mitad mita d ta nm aT vado como los hombres que El creó, quiere decir e£ tonces que el cielo mis mo es un infierno! El hermano h a biaba deli berad amen te y con ardor. ardor. Alsézion lo mirab a en actitud silenciosa. El de s lumbrante Símbolo de Cruz y Estrella brillaba con extraños matices como un conjunto de millones millones dej o yas, y durant du rante e algunos a lgunos minu m inutos tos no se interrum inte rrumpió pió §“! profundo silencio en la capilla. De súbito, súbito, como impelido por una fuerza irresisti ble,el Herm ano C £ yó de rodi rodi H a s . -¡Asélzion!, exclamó. exclamó. ¡Cómo ¡Cómo sois fuerte, tened paciencia pacie ncia con el débil! ¡Cómo sois divino, tened piedad con los ciegos! ¡Como os sentís firme e n vuestros conocim ientos es piritual es, tended una ma no a aquellos que pisan en incierta y movediza tém bladera; y si si la muerte muer te y el olvido olv ido fuguran entre los dones de vuestra gracia, no me los rehuséis, porque yo desearía más bien morir que vivir! Sigu ió una pausa. En seguida, seguid a, la voz voz de Asél zion, tranquila, clara y muy suave, vibró en medio del silencio: -¡No hay muerte!, muert e!, dijo. ¡No podéis podéi s morir! ¡No hay olvido! ¡No ¡No podéis olvidar! olvid ar! ¡No ¡No hay sino un ca mino para la vida: vivirla! ~ Otro moment o de de silencio. silencio. En seguida conti conti nu ó Asélzion con voz firme y resuelta: -¡Acusái -¡Ac usáis s a la la vida de injusti cia! ¡Vos ¡Vos sois el el injusto con la vida! ¡La ¡La vida os hizo concebir e sos sueños y aspira ciones cione s de que habláis! ¡En ¡En vues tro poder esta ba el el realizarlo realiz arlos! s! Ni padres, ni esT posa, ni amigos pueden impediros hacer lo que de seáis hacer ¿Quién frustr ó la realizac ión de vues























¿Quién puede matar una esp eranza sino aquel aquel en cu  ya alma fue conceb ida? Y en cuanto al amor de aque lia mujer, ¿fue ella en real idad vu estra compañera" compañera" o simplemente una cosa de vanidad y belleza exter na? ¿Tocó vuestra vues tra pasión su cuerpo cuer po únic amente amen te o al canzó hasta su su alma? ¿Os preocupa steis de invest T gar si si esa alma había desp erta do alguna algu na vez en e r lia, u os sentías bastante satisfecho con poser na da más que su herm osura osur a superfici supe rficial? al? ¡En ¡En todas e*s tas cosas, cu lpaos lpao s a vos mismo; no culpéis culp éis a la la vT da! da! ¡Porque la vida os da la tierra y el el espa cio T el tiempo tie mpo y lo inconmensura inconmen surable, ble, para alcan a lcanzar zar la la fe licidad, licidad, feli cidad en que, que, salvo por vuestra pro r pia culpa, jamás debiera existir un solo rasgo de pena! El arrodillado penitente, pues tal parecía ser lo, lo, cubrióse cubr ióse el rostr o con ambas manos. -Yo no puedo daros muerte, continuó Asélzion.Po déis daros vos mismo lo que conocéis con ese nom ~ bre, si si así así lo lo deseáis. dese áis. Podéis, Podéis , por vuest vu estra ra pro pia iniciativa, repentina o premeditada, destruir vuestra presente envoltura material; pero ello se ría por por un brevísimo esp acio de tiempo, tiempo, el estr ic tamente necesario para que las fuerzas de la Natu raleza os cons truy eran nuevamente . En todo caso , nada conseguiréis, ya que con un acto semejante no perderíais ni vuestra conciencia ni vuestra memo ria. ria. Pensadlo bien bien antes antes de destruir vuestra pre sente casa-habitación, porque la ingratitud alimen ta la estrechez, estrechez, y la la nueva habitación puede puede s e F más pequeña y menos apropiada para vuestra ansiada paz y tra nqui 1idad! " Con estas palabr as,suav emente pronunciadas, le vantó al al arro dillado dilla do penitente, penitent e, y le hizo señas de que volvie vol viera ra a su lugar. El penite pen ite nte así lo lo hizo con absoluta obediencia, y sin proferir una sol apa labra, cubriéndose otra vez el rostro con la capu cha a fin de que ninguno de los presentes pudiera ver sus facciones. En seguida, otro Hermano avanzó hacia adelante, y se dirigió a Asélzion.

cer? Si no existe efectiva muerte, como nos ens e ñáis, ¿por qué sobreviene la efectiva decadencia ? ¿Qué placer hay en la vida cuando las fuerzas sede bilitan bilitan y fallan fallan nuestras pulsaciones; cuando la aF diente sangre se enfría y comie nza a circular con dificultad, y cuando aun aquellas personas a quie nes amamos consideran que hemos vivido demasiado ? Yo soy soy viejo; viejo; aunque no estoy consci ente de mi edad; dad; pero otros están están conscient es por mi. Sus mi  radas, sus palabras, implican que soy un obstáculo en su camino; camino; que estoy m urie ndo lentamente como un árbo árbol l carcomido, y que el proces o es demasiado ab£ rridor para su impaciencia. impaci encia. Y, no obstante, obstant e, yo po dría ser joven: joven: mis potencias para el trabajo ha n aumentado aumentad o en vez de disminuir; disminui r; gozo de la vida más que aquellos que tienen de su parte la juventud;p£ ro, a pesar pesa r de todo, sé que llevo l levo sobre mí el peso de setenta años, y yo digo que seguramente es pre ferible morir que vivir tanto tiempo! Asélzion Asél zion, , que pe rma necí ne cía a de pie ante la amp 1 i a luz luz del del resp landecient e Sí mbolo de Cruz y estrella, mirábalo con bondadosa sonrisa. -Yo también tamb ién llevo lle vo el el peso, si así así lo llamái s,de setenta años, dijo. Pero los años nada significan signi fican para mi, como nada debieran significar para vos. ¿Quién os ha pedido que los contéi con téis? s? ¿Quién os ha ordenado tomarlos en en consi derac ión? En el mundo de la Naturalez Natu raleza a agreste, el tiempo tie mpo se regula única mente por las estacione s: el pájar p ájar o ignora ign ora su edad; el rosal no cuenta los aniversarios de su nacimien to. to. Vos, Vos, en en quien recon ozco un un hombre enérgico y un paciente paciente discípu discípulo, lo, habéis vivido la vida q u e los hombres acostumbran llevar en el mundo:sois ca sado con una mujer que jamás se ha tomado la moles" tia de estudiar, ni muc ho meno s c omprend er J o s ras" gos más destacados de vuestro ca rácter, y quien a“ hora es mucho mayor que vos, vos, aunque menor en añ o s efectivos; tenéis hijos que os consideran exclusi vamente como a su banquero, y que, mientras os fin gen afecto, esperan vu estra muerte muer te con ansied ad a" fin de vuestra fortuna. ¡Preferible hubi

























nozco todo esto como com o vos también lo conocéis. I gualmente sé que mediante las impresiones mundanas y la influencia influ encia de los llamados "amigos" quiene s de sean convenceros de vuestra edad, ha principiado eT proceso desintegrante; pero este proceso puede ser detenido. ¡Vos ¡Vos mismo podéis detenerlo! El s u e ñ o del del Fau sto no es una mera fantasía, sólo si si que la renovación de la juventud no es obra de la mági ca mald ad sino del bien natural. Si anheláis anhelá is ser jo  ven, ven, dejad el el mund o que habéis conocido, y princi piad de de nuevo; nuevo; dejad esposa, esposa, hijos, amigos, amigos, t o d o s aquellos seres que cuelgan como plantas parási tas de un roble, carcomiendo su tronco y extrayendo de él su fuerza, sin comun icarle icar le algún nuevo elemento de vitalidad. ¡Vivid otra vez; amad otra vez! vez! -¡Yo! -¡Yo! -y el Hermano echó atrás su capucha,d capuc ha,deja^ eja^ do en descubierto un rostro demacrado y surcado dé" profundas arrugas, aunque conmovedor en virtud virtud de los rasgos intelectuales que revelaban sus hermo sas faccionesfacci ones- ¡Yo! ¡Yo! ¡Con ¡Con estos cabello s blancosJOs burláis de mi, Asélzion! -Jamás me burlo, burlo, respondió Asélzi on.Yo dejo las burlas para los insanos que estiman la vida somera mente sin comprender sus principios reguladores.No me burlo de de vos. ¡Ponedme a prueba! ¡Obedeced mis reglas aquí úni came nte por seis meses, me ses, y saldré i s de este Castillo con todas vuestras fuerzas corpo rales y espirituales renovadas en juventud y vita lidad. lidad. Pero vos mismo debéis debéis realizar el mi la g ro

doras. doras. Debéis elegir vues tro camin o en la la vida, vida, y esta elección debéis hacerla voluntaria y delibera damente. Ningún Ningú n ser ser humano huma no se debi lita ni ni enveje” ce sino mediante su propia intención o inclinación. Tenéis dos dias para pensarlo, y en seguida me di réis lo que hayáis resuelto. El Hermano Herma no vaciló como si si tuviera tuvie ra algo más que decir; pero luego volvió a su sitio, en actitud de profunda obediencia. Asélzion esperó hasta que se hubo sentado y,de£ pués de un un breve intervalo, interva lo, habló una vez más: -Si todos vosotros aquí presentes estáis contení tos con vuest ras reglas de vida en este lugar, y con" los estudios que proseguís, y ninguno de vosotros desea irse, irse, os pido el el signo sig no acostumbrad acost umbrado. o. Todos los Hermanos pusiéronse de pie, y levanta ron los brazos por encima de sus cabezas. En se r guida, después de un segund o de tiempo, los deja ron caer otra vez con solemne rectitud. "¡Basta!", exclamó Asélzion, y luego sediovuel ta hacia el Sí mbolo de Cruz y Estrella, enfren tánr dolo ampliamente. Asombr ada y con cierto terror terror , observé que los los rayos proce dentes den tes del centro de 1 Símbolo flameaban tomando una longitud extraordina ria, ria, rodeando tod a su silueta, e invadie ndo la ca” pilla con un brillo amarillento como si repentina mente se se hubiera hubi era producido produ cido allí un un incendio. Asél zion zion avanzó derecha y res ueltam ente hasta el el cen “ tro de las deslumbrantes llamas; en seguida, y des

























-¡Oh, divi di vina na Luz! Somos Somo s parte part e de Ti! Ti! y en Ti Ti de seamos ser absorbidos! ¡Por Ti Ti sabemos que somos somos cá paces de obtener una vida inmortal sobre esta graT ciosa tierra! tierra! ¡Oh, ¡Oh, Naturale za, amante madre, cuyo seno palpita con oculto fuego de vitalidad vitali dad y ener gía: gía: nosotros somos tus hi jos nacidos de ti en esr píritu y materia; en noso tros has derra mado tus 1lu vias y tus rocíos, tus n ieves y tus helada s,tu luz solar y tus tus tempestades! En nosotros has incorpor a do tu prolífica prolífic a belleza, tu facultad productora,tif productora,tif poder y tu progreso hacia h acia el bien; bien; y más que to do nos has dotado con la pasión divina del Amorqueen ciende el fuego con que tú has sido creada y de de que emana y se se mantiene nuestra existencia existencia! ! ¡Protége nos, oh Luz! Luz! ¡Aliméntanos, oh Naturaleza: y Tú:oh Dios, Dios, Supremo espíritu espíritu de Amor, Amor, cuyo pensa pensami mi e n t o es Llama, y cuyo deseo es Creación, sé Tú nuestro Guía, nuestro sostén y nuestr o instructor, i nstructor, a tra vés de todos los mundos mund os sin fin, y por toda la e ternidad! ¡Amén! Una vez vez más, más, la glor iosa músi ca del órgano sede jó oir en la capilla c omo una tormenta, y yo, tem~ blando en todo mi mi ser, caí de rodillas, s obreco obr ecogi gi da por el esplendor espl endor de las armonías y por lo extra ño de aquella escena. ¡Gradualmente, muy gradual” gradu al” mente, la música músic a muri ó a lo lejos; sobrevino sobrevin o un pro fundo fund o silencio, y, al al levant le vantar ar mi cabeza, la capi” capi ” lia estaba desierta! Asélzion Asélz ion y sus sus discípul os ha bían desaparecido sin produc ir ruido alguno, y co” mo si jamás hubieran estad o allí presentes. Sol a

el interior int erior de la capilla, capil la, y allí perma necí nec í sola s ola . Un positivo terror hacía latir fuertemente mi cora zón. Sin embargo emb argo, , nada había que temer. Nadie Nadi e seencontra ba cerca de mí mí a quien yo pudier a ver; ver; pe p e ro sentía como si mile s de ojos me mir asen desde el techo, desde tras las columnas, y desde desd e los vidrios empañados empañado s de las ventanas ventan as que proyect pro yect aban su luz di versico vers icolor lor en el el blanc bl anco o mármol del pavi p aviment mento. o. Y eñaquella quietud, los vivos respl andores ando res de la Cruz y la la estrella estr ella eran casi terribles. Los prolonga prol onga dos dos y brillantes brillantes rayos rayos semejaban lenguas lenguas de fu e g o que expresaban mudame nte cosas indecibles. Sentía me fascinada al acercar me más y más; luego me detü ve de de improv iso al sentir una esp ecie de vibraci vi braciónóndebajo de de mí, como si si el el piso temblase. temblas e. Inmediata mente, mente, sin embargo, recobré nuevo valor par ase gui F adelante, adelante, y poco poco a poco fui fui impelida hacia de nt r o de un perfecto perfe cto remolino remo lino de luz que caía sobre mí de todos lados como grandes olas, y con tanta fuerza que apenas podía darme cuenta de mis propios movi mientos. Avan zaba como a impulsos de un sueño;mis propias manos parecían transparentes al extender las hacia el maravi mar avillo llo so Símbolo, y, al al mirar mira r por un instante los pliegu es de mi blanco velo, ob ser  vé que brillaban con un pálido tono amatista. Con tinué avanzando ava nzando más y más, poseí da de una idea i rresistible de ir tan lejos como pudiese dentro de aquel aquel extraño e xtraño centro ce ntro de viva luz, y me sentía asom brada de mi propia prop ia intrepidez. Paso a paso conti”

























namente, algo obscuro y fresco flotó sobre mí mí como sombra de nube pasajera. Miré hacia arriba y qui se prof erir un grito, ¡una pala bra de súplica!; en seguida segui da caí caí al suelo, suelo, desmayada, desm ayada, en completa comp leta incon ciencia! ~

LA PRIMERA LECCION

Ignoro cuanto tiempo permanecí allí; pero,al re cobrar mis facultades, me encont ré en en un sitio tranr quilo y sombrío, algo así como una pequeña ermita, con una ventana que se se abría hacia el mar. mar. Yo es  taba tendida en un cojín, cubierta aún con el velo, y, al al mirar mira r a mi alrededor alre dedor, , vi que era de noche, y que la luna extendía sobre las olas su red-de pla teados rayos. rayos. Flotaba en el el aire una deliciosa fra gancia proven iente de un grupo de rosas colocado cer cerca de mí en un alto flo rer o de cristal. En segui” segui” da, mientras recobraba gradualmente todo el conoci miento de mi propia existencia, percibí una mesa,y sentado sentad o a ella, al al propio pro pio Asélzio Asél zion n leyendo leyend o ante una lámpara lámpar a encendida. encend ida. Muy asombrada asombra da ante su vista, permanecí inerte por un un momento, temerosa de mover me, pues estaba casi casi se gura de haber incurrido "

























jer, jer, has has realizado realizado lo lo que pocos pocos hombres hombres i n t e n t a n realizar. realizar. Ello es obra de tu amor, ese perfec per fecto to a^ mor que rechaza el miedo. te has aventurad aven turado o en un peligro que no te ha causado caus ado daño; has salido de él indemne. íQue así ocurra ocu rra con cada una de las prue

bas a que se te someta some ta en lo sucesivo! ~ Asélzion puso términ té rmino o a mi postrada postra da actitud, act itud, le^ vantándome suavemente, pero manteniendo siempre té madas mis manos. ~ - iYo no pude menos de hacerlo!, exclamé. Vues Vue s tra orden para mi es silenc sil enc io y soledad, y en si lencio y soledad me mantuve mientras os miraba ato dos vosotros, y escucha escu chaba ba lo que decíais. V cuanr do todos todos vosotros abando nasteis la capilla, yo ha  bría continuado inmóvil en mi mi sitio, en silenci o y soledad, si no hubiera sido por la Cruz y la Estre lia! lia! ¡Parecían hablarme, hablarme , llamarme, atraerme; y yo me dirigí hacia ellas sin saber por qué, impeli da por una fuerza extraña! Y en seguida... seguida... Asélzion oprimió suavemente mis manos. -En seguida la luz reclamó lo que era suyo, di jo, y el valor tuvo tuv o su recompensa. La puerta de tu cámara en la capilla fue abierta de acuerdo acue rdo con mis instrucciones. Yo deseaba dese aba ver lo lo que harías des pués. Aún no te formas idea de lo lo que has hecho ; pero ello no importa. Has realizado una prueba con éxito, porque si si hubieras hubi eras permane p ermanecido cido en tu sitio, sitio, hasta que alguien hubiese hubie se ido a removerte, yo te ha bría considerado como una criatura de voluntad dé~ bil que obedece a impulsos pasajeros; pero tú eres

toris, como también tambié n acerca de su dominio domin io sobre sobre cien tas fuerzas elementales. eleme ntales. Pero ante todo, bebe-es“ to -dijo, mientras vaciaba de un frasco primorosa mente adornado un vaso lleno de vino de color rojo obscuro-. No es una poción mágica; es simplemente simplem ente una forma de alimento más nutritivo que cualqui er materia sólida; y como t odo el el día nada has comido, salvo tu ligero almuerzo, bebe todo este líqui do hasta la última gota. Obedecí. El vino carecía de sabor y de fuerza, fuerza, como com o el agua. -Ahora, -Ahora, continuó Asélzion, voy a exponer del an te de ti una simple ilustr ación de la la verdad q u e sirve de base a toda la Naturaleza. Si te conduje conduj e sen a una vasta llanura donde do nde hubier a dos ejérci tos opuestos: el uno animado por un sentimient o de destrucción; destrucción ; el otro movid o únicamente únicam ente por el de de seo del bien, ¿no es verdad que desearías el triun fo de este último? último ? — -Sí, respondí sin vacilar. -Pero, -Pero, supongamos, pros iguió, que ambos ejé rci  tos obra ran por el bien, b ien, y que q ue el objeto obj eto de la fuer za destructora fuese únicamente aniquilar lo que e ra estéril y dañino, a fin de constru cons truirlo irlo otra ve T con más sólida y noble estructura, mientras que el deseo de la otra fuerza consistiera en preservar estrictamente y mantener las ventajas que poseí a hasta ese momento. ¿Cuál de los dos ejércitos ejér citos ten dría tu simpatí simp atía? a? ~~

























bien bie n y el mal; pero pe ro el mal no existe exi ste. . El mal es ú nicamente nicame nte la destrucc dest rucc ión de lo que pudi era ser da“ ñoso si se se le permitiese subsistir. subsistir. Me ex pl ic ar é con más más claridad: claridad: los millones de millones de áto mos y electrones que componen los elementos eter nos del del Espíritu y de la Materia Materi a son duales , es de de cir, de dos clases: clases: los que mantienen manti enen su estado de equilibrio, y los que ejercen una acción desinte grante a fin de constru con struir ir nuevamente. Esto que que ocurre en el el Universo, ocurre tambi én en la composi composi ción del ser humano. En ti como en mí, exist ex isten en es" tas dos fuerzas, y nuestras almas almas están colocad aY en guardia, por decirlo decir lo así, así, entre ellas. Un ejér cito de átomos se encuentr encu entra a siempre pron to para marí tener el el equilibrio equili brio de la salud salud y de la vid a;n oobs oob s tante, tante, si por negligen cia y falta de vigilancia d eF centinela centin ela llamado alma, se se permite a una parte de ellos convertir se en inútiles y estériles, estériles , el otro ejército, cuya misió n es destruir todo lo que e s falso e inútil inútil con el propósito propósi to de reno varl o pa ra darle una mejor forma, principia a trabajar,y este proceso desintegrante es nuestra concepción de de cadencia cadenc ia y de muerte. Sin embargo, natu ralmente ralm ente , semejante proceso no puede aún principiar sin núes tro consentimiento y complicidad. Podemos reteneF la Vida durante un largo tiempo en esta tierra; pe ro ello sólo sólo puede conseguirse por medio de nu es ~ tras propias acciones: por nuestro prop io deseo y por nuestra propia voluntad.

Miré a Asélzion con aire de súplica. -Si hemos incurrido en errores, ¿cómo habríamos podido evitarlos enteramente?, pregunté. ¿No par^ ce que siempre hemos procurado lo mejor? Asélzion se sonrió ligeramente. -No; no me parece así, replicó. La fuente prin cipal de vuestras existencias anteriores, laleyde atracción que tiende a uniros, ha sido siempre y es el Amor. Y cont ra el Amor Amo r habéis luchado siempre, Como si si fuera un crimen; y en muchos casos habéis obedecido a las transitorias convencionalidades de los seres humanos antes que a las inmutables órde nes de Dios. Y ahora, separa dos como habéis perma necido, perdidos como habéis estado en los intermi_ nables torb ellinos elli nos del del infinito, os encontráis encontr áis cer^ ca otra vez, y, y, aún cuando cua ndo tu amante ha ha cesad o de inquirir , tú no has ces ado de dudar. -¡Yo no dudol, exclamé súbitamente y con pasión. ¡Lo ¡Lo amo con toda mi almal ¡Jamás lo perderé perder é otra vez! Asélzion me miró con ojos interrogantes. -¿Cómo sabes, preguntó, que no lo has perdid.o ya? Al oir estas palabras, palabras, un repentino sentimiento de angustia angusti a invadió inva dió todo mi mi ser; ser; un frío sentimien to de vacío y desolación. desolació n. ¿Sería posible que mi propia rudeza y egoísmo me hubiera separado una vez más de mi mi amante? amante ? -porque así lo llamaba ahora en mi co razón-. ¿Habíalo ¿Hab íalo separado una vez más de mi alma



























que brillaba bajo la majestuosa luna luna. . Recordé aquella noche, escasamente una semana atrás, cuando Rafael estuvo es tuvo a mi lado, estrechan do mis manos con las suyas. ¡Cuán ¡Cuán largo me había pare cido ese co r to espacio espa cio de tiempo! Por fin hablé: -Querría -Quer ría más bien morir, si la muer mu er tefu te fu era er a posi posi^ ble, que perder su amor. amor. Porque donde no hay amor, amor, existe necesariamente la muerte. Asélzion suspiró: -¡Pobre niña!, ni ña!, dijo. Ahora compre ndes por qué el alma abandonada vaga de una existencia a otra has ta encontrar su verdadera compañí compañía! a! De acuerdo con lo que acabas de decir, donde no hay ha y amor no hay ver dade ra vida, sino si no sólo una existe ncia semi-consciejñ semi-consciejñ te. te. Pero tú no tienes motivo de queja,no por ahora, si te manti enes firme f irme y fiel. fiel. ¡Rafael ¡Rafael Santori Sa ntoris s es

la corriente de atracción que existe entre hombres y mujeres muj eres vulgares: homb res que no ven más allá que la satisfacción de un deseo, y mujeres sin otro ideal que ceder a tal deseo. Hombres Hom bres que qu e aman,en aman,e n el el más alto y fiel fiel signific ado de la palabra, palabra, son mu  cho más raros que las mujeres. mujer es. Mujeres Mu jeres hay que se acercan a lo lo divino en el el amor, cuando cuan do el amor de^ pierta por pr imera vez en ellas; si después descie£ den a un nivel inferio r, el lo se debe generalm gene ralm ente a culpa de los hombres. -No todos los seres human os, continuó, continu ó, han rec recj_ j_ bido la facultad de dominar y controlar sus propi as fuerzas vitales, y esto es lo que desearía dar te a comprend comp rend er antes de desped irme de ti ti esta no che. Puedo Pue do enseñarte ense ñarte la manera man era cómo ma ntener nte ner tu vi vi_ da libre de todos los elementos desintegrantes; p£



























sos átomos, y para gobernarlos estás investida del poder de la volun vo luntad tad que es parte par te de la creado ra iri fluencia de Dios. Si tú los gobiernas propiamente, los los átomos construct ivos y revivific adores que hay en ti obedecen tus órdenes, y, con fuerza crecien te, controlan y subyugan gradualmente a los átomos desint egrantes, egran tes, sus enemigos, enemigos , enemigos enem igos que, que, des pués pués de todo, todo, son únicamente sus sus servidores, servidores, d i s  puestos a desembarazarlos de todo lo que es indig no e inútil, inútil, al primer signo de decrepitud .Nada hay más sencillo que esta ley que basta poner en prác tica para conserva r la vida y la juventud. Toda ee11a está contenida en un esfuerzo de la Voluntad a que obedece todo en la Naturaleza, justamente como un barco bien di rigido rig ido obedece obe dece a la brújula. ¡Re ¡Re -

vantar un planeta. Pero consid con sid eremos ere mos hechos simples tales como leva ntar una mano. Tú estima s que que este movimiento es inst intivo o mecánico; pero sólo sólo pue des rea liz arlo arl o porque así lo deseas. Si tú no de7" seas levantar el brazo, no podr á éste ést e levantarse por sí mismo. Esta fuerz a tremenda, tremenda , este e ste don divi divi  no como es el el po der de la Volu ntad, es ejercido apenas por la gran mayoría mayor ía de los hombres homb res y de las mujeres. De ahí ahí su costum cos tum bre de vacilar; su fácil fácil condescendencia ante esta o aquella opinión; el f£ cil cil predo p redomini mini o obte nido sobre mill m illone ones s de seres hij manos por unos cuantos di rig entes ent es y reformadores reforma dores ; las las infecciosas locuras que suelen invadir alas co lectividades; lectivid ades; los capr icho s de la moda; las costum bres de la sociedad; todo esto es debido al dispejr



























te es que que- los seres h uma nos se suicidan, suici dan, y aún los los llamados "accidentes", son casi siempre el resulta do de su prop io descuido, negli genc ia o falta de a tención a las las circ unsta ncias preventiva s. ” Yo procuro exponerte todo esto de la manera más sencilla que me es es posible. Ha y cientos de libros libros que puedes consult ar so bre esta ciencia; pero es es tan escritos en una form a tan ab strus a y difícil difícil , que aún la inte ligenci a más c ulta se siente casi casi im pedida para as imilar las ideas que contie nen.Lo que te he enseñado es perfec tame nte fácil de compren der; der; la única dific ultad se encu entr a en su aplic£ ción práctica. Esta noche, por lo tanto, y durante todo el tiempo que permanezc as aquí, serás someti da a ciertas pruebas sobre tu fuerza de voluntad, voluntad, y el resultado de ellas indicará si eres bastante fu

das tan a menudo que mucha gente no les atri buye ma yores consecuencias; sin embargo, ellas encierran” una verdad de que no podemos escapar. Ante un acto tan insignificante, al parecer, como una bondadosa palabra se paga al que la profirió con un doble in terés de de bondad; bondad; mientras que una palabra cruel cruel o dura lleva en sí su propio ca stigo .Las personas que reciben sin dar, no tienen éxito, generalm ente ni en sus vidas vi das ni en sus propó sito s; en tanto tant o que las que dan sin tomar, parecen ser ayudadas milagrosa mente por la fama y la fortuna , lo que no es otra cosa que el cumplimiento de la ley espiritual. -No deseo fama ni ni fortuna, fortuna , dije. El amor es es ba^ tante para mí. Asélzion se sonrió. -¡Bastan te para ti, ti, es verdad! verdad! ¡Hija ¡Hija mía,es ba£



























luna nos bañaban con un brillo color perla, y, por un movimi ento instintivo, me volví volví para mirar a mi acompañante. Su rostro parecía transfigurado en al go de sobrenatural sobrenatural belleza, y por un un segundo ,y con gran sorpresa sorpres a de mi mi parte, cruzó mi ment m ente e el recuer recu er do de lo dicho por él en la capilla acerca de q u e él llevaba también tambié n el peso de setenta sete nta años. ¡Se tenta años! años! Parecía estar en en plena juvent ud y en todo el esplendor de la vida, y la mera idea de edad relativa a su persona, resultaba absurda.Mien tras yo lo observaba, observaba, sobrecogid a de maravil 1 a d a fascinación, levantó con lentitud ambas manos como en solemne invocación a las estrellas que brilla ban en incontables millones sobre nuestras cabezas, y su voz, profunda profu nda y musical, dejó oi

futuro te lo formarás tú sola. -¿No os veré otra vez?, le pregunté con voz al go temblorosa. -Si, -Si, me verás otra vez ve z si pasas tu prueba con é xito, contestó. contest ó. No si fracasas. fracasa s. -¿Qué ocurrirá si fracaso? -No otra cosa que lo lo corriente, replicó. Aba n donarás dona rás este recinto recint o en p erfe cta seguridad segur idad para voJ_ ver a tu hogar y a tus labores habituales; vivirás como viven casi todas las mujeres, bien que qu e tal tal vez en un grado un poco más alto de pensami ento y de ac ción, y llegará el tiempo en que consideres tu vi sita al castillo de Asélzion como una simple locu ra. ra. El mundo, y sus sus conven cional ismos tere tend rán fuera de aquí.



























el precursor de una sensación de frío.Sentí ame re mov ida id a a un lugar apartado, aparta do, donde no podí an alcanz alcanzar^ ar^ me ni el el tacto ni la voz humana, y sentí, co mo ja  más había hab ía sentido sentid o durante duran te mi mi vida, que, en reali reali dad, me encontraba enteramente sola.

SOMBRA Y SONIDO

La quiet ud era solemne. Me parecía parecía poder oirel rápido latido de cada pulsación dentro de mi cuer po. po. Un curi oso y vago terror principió a invadir 





























da. da. El pálido resp land or de la luna, luna, ilu mi ná ba la sólo débilmente, como cuan do una nube re cibe en sus bordes una mera sugestión de luz. luz. Aquella Somb ra

trarme en esa situación de ánimo. Siendo como es la Muerte Muerte un m ero Cambio de vida, ¿tenía para mí ma yor importancia el cuándo o el cómo este cambio sé"





























to, porque yo sé que cualquiera que sea vuestra i£ tención para conmigo, no podéis dañar mi Alma!" Mientras decía esto, me aproximaba más y más al Fantasma, y el borde luminoso alrededor de él tor

ba de ser sometida, y llegué a imaginarme qué ha bría ocurrido ocurr ido si en lugar de avanza r con intrepi dez hasta el obscuro obscu ro Fantasm Fant asma a que tanto me había a terrorizado, terrorizado, hubi ese procurado lejos de éF





























da palabra.

Quemában se mis mejillas ; saltáb ame el

durante algunos minutos, e iba perdiendo ya rápida mi paci ia mi propio





























vestí mecánica mente y miré hacia el dorado sol que derramaba ya sus esplendorosos rayos sobre la su -

tan fácil fácil rudeza? A nadie había encontrado encon trado en el el Castillo Castillo de Asélzion, salvo a Asélzion mismo y aHo





























cansar ía de de esperar encontra rlo en el Paraíso -si -si creyes e en tal tal posib ilidad en que no cree la déci  ma parte de las mujeres".

porta el que es ta o aqu ella persona pers ona apruebe o des desa_ pruebe mis acciones? ¿Por qué habría yo de alarmar" o de at errori por noticias l





























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































INDICE

EL CAST CASTIL ILLO LO DE ASELZION.................

7

CRUZ CRUZ V ESTREL LA ..........................

2g

LA PRIMERA PRIMERA LECCI ON..................

4g

SO M BR A Y SONIDO. SONIDO. ..

bJ

........................

EL LIBRO MAG MAGIC ICO O ..

...................................................... SUEÑOS SUEÑOS DENTRO DE UN SU EÑ O

. . . . . . . . . . . .

76 91

EL ABISMO ABISMO DESCO NOCI DO ...............

103

DENTRO DE LA LUZ ...................

123

Este libro se terminó de imprimir en mayo de 1986 en los talleres de Editorial Antiyal, Fono 379722.

















“Toda acción es resultado material del pensamiento. Toda pena es el resultado de pensar en cosas tristes. Toda enfermedad es la consecuencia de pensar en cosas de de'bil 'biles es o decrépitas. decrépi tas. Cad C ada a emoci emo ción ón es el resultado del correcto o errado pensamiento, con una sola excepción: el amor. El amor, si bien se considera, no es una emoción sino un principio, y, como generador de la vida, invade todas las cosas, y es el todo en la Creación. El pensamiento, obrando dentro de este principio, crea las cosas bellas y eternas. El pensamiento que obra fuera de este principio, crea ¡deas de temor, duda, confusión y exterminio. El amor es el único secreto de la vida; el único elixir de la juventud, y la única fuente de la Inmortalidad!". M. C.

El Castillo de Asélzion (Antiyal, 1986)

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