EDUCACIÓN E IDENTIDAD NACIONAL Uno de los objetivos más importantes y a la vez más complejos, de toda actividad educativa, es contribuir en la formación de la identidad nacional, toda vez que nos encontramos en un país con amplias diferencias sociales y culturales. No obstante, todos los que estamos comprometidos en la forja de una nueva educación, científica, democrática y nacional; no dudamos que la forja de la identidad nacional es la piedra angular que orienta toda nuestra actividad educativa, de allí la relevancia del asunto. Cuando nos iniciamos en la tarea en cuestión se nos presentan varias preguntas que son necesarias responder para caminar firmes en nuestra actividad educativa, algunas de dichas preguntas preguntas son: ¿Será posible que desde la educación se pueda contribuir en la forja de la identidad nacional? ¿Acaso esto no es un asunto que le compete a los políticos y no a los educadores? ¿En educación, estos aspectos se deben abordar en la educación básica o en la educación superior? ¿Todas las áreas curriculares necesariamente tienen relación con este tema? ¿Qué podemos hacer en nuestro centro educativo o en el área curricular que enseñamos para contribuir también en la forja de la identidad nacional? Para contestar las preguntas planteadas, en primer lugar debemos afirmar que no hay actividad educativa que deje de formar determinada identidad en el educando, esto lo aseveramos porque partimos de la premisa científica que todas las personas son seres sociales, y que la esencia del hombre es el conjunto de sus relaciones sociales; en otras palabras somos personas porque hay una sociedad que nos transformó como tales y en dicha transformación transformación la educación educación jugó un papel trascendent trascendental, al, ya que ésta es la actividad por la cual la sociedad de manera intencionada utiliza diversos medios para que las nuevas generaciones se formen en el seno de su propia cultura con el fin de preservarla y desarrollarla. De la premisa anterior podemos deducir dos aspectos también importantes, el primero que todo educador forma a las nuevas generaciones y no solo a individuos aislados, el segundo que todas las personas nos debemos a la sociedad, por lo tanto, es nuestro deber defenderla y desarrollarla; de allí que la formación de las nuevas generaciones es la formación de ciudadanos comprometidos con el desarrollo de su sociedad. Entonces, entendemos que una persona ha desarrollado identidad por su nación cuando ésta estima, quiere y ama a su país, cuando conoce la historia de su gente y valora su esfuerzo, cuando es consciente de los problemas que aquejan a su comunidad y se compromete a resolverlos y cuando se une a un proyecto colect colectivo ivo que busque busque transf transfor ormar mar a su nación nación en una una socied sociedad ad prósp próspera era donde donde cada cada uno uno de sus integrantes tengan la posibilidad de vivir dignamente, con libertad y justicia. Si lo anterior es nuestra concepción de identidad nacional, está claro que la educación juega un papel importante en la forja de la identidad nacional y no sólo es un asunto que le compete a los políticos o gobernantes, más aún es nuestro deber formar personas que se interesen por la política, es decir por los asuntos de su comunidad y las maneras de dirigir su destino. A la vez consideramos que en el plano individual o personal, la identidad es una estructura psicológica que se va formar poco a poco, de lo simple a lo complejo, y desde los primeros años de vida hasta la muerte. En tal sentido, la forja de la identidad, personal y social, es un contenido que debe abordarse en todos los niveles de la actividad educativa, ya sea institucionalizada o no, en el ámbito institucionalizado, tanto en la educación básica (inicial, primaria y secundaria) como en la educación superior, y en el ámbito no institucionalizado (familia, centro laboral, club recreativo, etc.) se debe aprovechar todos los espacios y momentos para llevar a cabo esta noble labor. Así mismo, como ya lo hemos mencionado líneas arriba, la identidad se va desarrollando de lo simple a lo complejo, complejo, en los primeros años de vida nuestra tarea será desarrollar desarrollar en el infante sentimientos sentimientos de cariño cariño y aprecio a sus padres, a la maestra, a sus amigos, al lugar donde juega, vive y se recrea, a los juguetes y materiales con que se divierte y se educa; es decir la identidad en el infante surge como un sentimiento de amor y pertenencia a las personas y al e ntorno que le rodea. Ya en la niñez, la persona debe desarrollar la capacidad para comprender, a mayor profundidad, el sentido y la función que cumple cada persona y el grupo dentro de la vida social, por eje mplo reconocer la importancia de los servidores de la comunidad y cómo las funciones que éstos cumplen contribuyen al desarrollo de
determinada región y/o país; es decir en esta etapa se es más consciente de la importancia de las instituciones y que las personas pertenecemos a determinadas colectividades; en tal sentido, la identidad ya no solo estará orientada por los sentimientos de pertenencia sino también por el conocimiento de la historia y las funciones que cumplimos en la o las instituciones a las que pertenecemos, mejor dicho el niño ya es consciente del porqué y para qué realizar tal labor dentro de su grupo social, sea en la familia, en la escuela o en su comunidad, asimismo tiene mayor consciencia de los vínculos que une a l as instituciones. En la adolescencia, nuestra tarea es transformar esos sentimientos y conocimientos en motivaciones, es decir en deseos conscientes de aportar con el desarrollo de su sociedad, dichos deseos deben transformarse en intereses, objetivos y propósitos sociales, en aspiraciones, perspectivas e ideales a corto, mediano y largo plazo; por lo tanto, en esta etapa debemos aspirar a que la persona desarrolle convicciones. Es decir, sobre la base de sus sentimientos y conocimientos de pertenencia debe desarrollar el firme compromiso de ser un agente activo, que trabaja y se esfuerza por lograr sus objetivos personales y sobre todo los de la colectividad, sea esta su familia, su escuela, una institución artística, deportiva o de otra índole, y sobre todo los de la nación o el país; lo transcendental de esta etapa es que hay consciencia que lo bueno que se hace, por poco que sea, contribuye de una u otra manera al desarrollo de la sociedad y que ello es el valor más apreciado de la vida social. Si bien, en la adolescencia se logra la formación básica de la personalidad, de su identidad personal y social, no cabe duda que ésta se desarrollará durante la vida que le resta, y en cuanto a la identidad nacional nos referimos, consideramos que ésta llega a su mayor desarrollo cuando la persona se integra a la actividad productiva de la nación, cuando de su responsabilidad depende el bienestar de otros, cuando de su capacidad intelectual depende el éxito de la organización donde labora y cuando de sus convicciones éticas depende la salud moral de su comunidad; es decir vemos que la identidad por la nación es una convicción que pone en juego todas nuestras capacidades y valores morales, donde hay una entrega por el bienestar de los demás, es una actitud que orienta nuestra formación y todas nuestras actividades personales y sociales. De nuestro análisis concluimos que toda la sociedad tiene la tarea de formar en sus integrantes la identidad por la misma, y que es el deber de todas las instituciones del país velar por la forja de la identidad nacional, por unirnos bajo un proyecto de nación y luchar por mejores condiciones de vida. Y si consideramos que la escuela debe ser el ensayo anticipado de la sociedad que anhelamos, entonces todo lo que la escuela propone en el plano curricular debe estar orientado por el tipo de nación que aspiramos y por el tipo de hombre que pretendemos formar; de allí que nuestro modelo educativo, de carácter histórico social, delinea propósitos que nos compromete con nuestra nación y con las reales necesidades de la comunidad, principalmente de los sectores populares. Entonces, está claro que parte del perfil de nuestros estudiantes es identificarse con el país, con el proyecto de una nación democrática y popular, y que el logro de dicho perfil se concretará por el esfuerzo que todos los integrantes de la comunidad educativa despleguemos en ella, en tal sentido todas las áreas curriculares, en cada uno de los niveles educativos, contribuyen en menor o mayor medida en la for mación de la identidad nacional; y es nuestro deber pedagógico articular objetivos, contenidos, proyectos y actividades curriculares con el fin de formar coherente y consecuentemente a nuestros estudiantes. Finalmente, reafirmamos nuestro compromiso de seguir bregando, día a día, para ser mejores maestros, para doblegar esfuerzos y de manera creativa, desde el espacio donde estemos, seguir contribuyendo en la forja de una educación que no amanéate la conciencia de los niños y adolescentes que son nuestro futuro y porvenir sino que los libere y los llene de optimismo para seguir sumando esfuerzos en pro de construir una sociedad sin amplias desigualdades sociales y donde todos tengan la oportunidad de vivir en bienestar. Asimismo, nos despedimos saludando el trabajo que viene desarrollando el Colegio Bertolt Brecht, que desde su fundación viene impulsando la Semana de las Identidades Nacionales, actividad que une a todos los integrantes del colegio, directivos, profesores, estudiantes y empleados, bajo una sola convicción ¡Somos una nación en formación! Mickey Travezaño Rojas Docente del Colegio Bertolt Brecht Lima-Perú, febrero de 2012