EDUARDO BELGRANO RAWSON FUEGIA E DUARDO B ELGRANO RAWSON nació en San Luis de la Punta de los Venados, pero pasó la mayor parte de su vida en Buenos Aires. Publicó No se turbe vuestro vuestro corazón, El náufrago de las estrellas estrellas (Premio del Club de los XIII 1980), Fuegia (Premio de la Crítica 1992) y Noticias secretas de América. América.
A mi mujer A mis hijas
En memoria de Fuegia Basket, Jemmy Button, York Minster y Boat Memory, que fueron una vez a Inglaterra
"Sabían los puntos cardinales, las estaciones del año, año , que la Luna viajaba alrededor de la Tierra y que ésta giraba en torno del sol. Que América estaba en este mundo, que la Argentina era un país americano, que era una república y que ellos eran argentinos." EDUARDO A. HOLMBERG
ESCENARIO
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
LA ISLA DE LOS GUANACOS En invierno bajaban al mar. Llegaban hambrientos de la montaña y antes de trasponer los ú ltimos árboles contemplaban por largo rato, con sus ojos resplandecientes, resp landecientes, la oscuridad de la costa. La playa estaba invariablemente vacía, pero los guanacos tenían buena memoria y no daban un paso en la arena hasta que el sol so l salía del todo y disipaba la niebla. Era posible que los guanacos tropezaran entonces con algún cachalote varado o con un zorro mejillonero, pero esto no les llamaba más la atención que el vuelo de los petreles o la humareda de un barco. Los barcos mantenían distancia, pues era común que la isla fuera tomada súbitamente por la cerrazón. Sus aguas tenían muy mala fama y nadie, a excepción de los ingleses, conocía con certeza la ubicación de buques hundidos como El Volador de Aberdeen Aberdeen o la verdadera profundidad del banco de Punta Salida o si existía siquiera tal ta l banco. De cualquier modo, al llegar a cierto punto, los barcos ejecutaban una cuidadosa maniobra hacia el mar, como si allí estuviera ese banco. La presencia de los guanacos duraba muy poco, pues en el pasado sus peores peo res enfrentamientos con los canaleses se habían registrado en aquella playa. Pastaban un rato en la costa cost a y bebían el agua salada, mientras vigilaban a los chulengos que solían alejarse de la manada. Luego se metían discretamente en el bosque. Entonces era difícil hallarlos, aunque de noche se oían su s risotadas. Uno podía imaginárselos estrechando filas bajo la nieve, hasta que el e l frío terminaba por silenciarlos. Después ya no daban señales de vida, pero subsistía bajo los árboles árbo les el terror que dejaban a su paso. Cuando un barco se hundía en aquellas aguas, casi no había sobrevivientes. Cada tanto, algún ahogado blanco llegaba a la playa. Ahogado blanco era alguien fulminado por un síncope al caer en el agua helada, sin que atinara a pro ferir un grito ni a dar una mísera brazada. También había ahogados azules, pero lo normal eran los ahogados blancos. Est a gente mostraba un aspecto terrible y no se parecía en nada a los ahogados comunes. De todas maneras, el South America Pilot no escatimaba consejos para caso de naufragio y proponía todas las rutas rut as posibles para llegar hasta Abingdon. En tiempos del viejo Dobson la misión mi sión había llegado a contar con más de doscientos do scientos miembros, provenientes de todo el archipiélago. Según el Pilot, los misioneros hacían milagros con estas criaturas, que hoy eran dignas de toda confianza. Sólo había que cuidar un detalle: únicamente los canaleses conversos portaban el papelito su ministrado por la misión que certificaba su condición de amigos. Pero la última edición del Pilot databa de 1902 y para entonces los canaleses estaban a punto de ser borrados del mapa. En la misión ya sólo quedaba la viuda del reverendo Dobson, quien desde la partida de los canaleses vivía esperando un milagro que la retuviera en aquella tierra. Cada barco que pasaba hacia el Este Est e renovaba su decisión de largarse. La viuda clavaba su catalejo en el casco. Si el barco era argentino o chileno, izaba el pabellón apro piado en el mástil de la misión; cuando se trataba t rataba de un barco inglés, ella desplegaba su propia bandera y la subía rogando ro gando que el barco parara las máquinas y esto trajera tr ajera algún cambio en su vida. A menudo soñaba con la visita del arzobispo de Sudamérica. No tenía el gusto de conocerlo pero siempre le salía majestuoso y gentil, vagamente parecido al cartero de su aldea. Había perfeccionado est a fantasía hasta convertirla en una grandiosa estampa: el arzobispo llegaba a la misión para restaura r el Evangelio y bajaba del barco durante un atardecer inolvidable. Había ovejas paciendo en la orilla y el suelo hervía de margaritas y las bandadas de loros chillaban entre los árboles. Del bosque venían los gritos de sus sobrinos de Londres que asestaban feroces mandobles a la pelota de criquet. Era el mismo invitador escenario de los días de Dobson, pe ro los barcos ya nunca se detenían. Sin embargo, la misión conservaba sus atributos intactos: un fuego encendido desde siempre, siem pre, varias vacas encerradas, una verja pintada de rojo, los canteros de malvones y un perfume a café que llegaba hasta el muelle. Visto desde cubierta, podía confundirse con un paisaje irlandés y era una tentación para cualquiera. De noche la luz duraba hasta tarde. No hacía falta mucho talento para imaginarse a la viuda preparando jalea o revisando la traducción al canalese del Nuevo Testamento. Eran raras las visitas. vis itas. Pocos capitanes se mostraban dispuestos a soportar soport ar una velada junto a la viuda y su empalagoso licor, ni a simular eternamente que el reverendo había expirado durante una misión pastoral y no entre las piernas de su conversa favorita. En vida del reverendo, su escandaloso comportamiento era la comidilla de toda la costa. Los barcos se anunciaban a bocinazos, lo que sonaba como un homenaje a las proezas del pastor. La playa se poblaba de canoeros alborozados y el reverendo trotaba hacia el muelle con una sonrisa entre dientes. Esta conducta de los capitanes contrastaba actualmente actualmente con su tímido toque al virar la roca Charles, que llegaba al corazón de la viuda como una prueba más del doblez de los hombres y de su falta de preparación para la muerte. Hubiera deseado que los barcos cambiaran de ruta, porque echaban a perder sus recuerdos. De cualquier modo, estaba resuelta a luchar contra la maledicencia de los forast eros. Había jurado que aquellos saludos hipócritas jamás llegarían a perjudicar su tesoro: tesoro : la memoria de los días en que merendaban con Dobson en Saint Sa int James Park y dibujaban la misión prometida sobre e l papel de los bollos.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
La viuda lo recibió con una sonrisa, lejos de suponer que a partir de esa noche el capitán del Spectre engrosaría la lista de visitantes indeseables. Destapó una botella de guindado, sin imaginar imag inar todavía que pronto cesarían sus dudas sobre el retorno retor no a Inglaterra. ¿De qué hablaron entonces? Al día siguiente el capitán no recordaría una palabra. Pero seguramente tocaron los temas de siempre: el viaje a Inglaterra, las canalladas de Dobson y la visita del arzo bispo de Sudamérica. Fue la viuda quien sacó a relucir esto último, obsesionada con su pro yecto de rehabilitar rehabilitar la misión. El capitán se estaba terminando el guindado, ya no pretendía repatriar a la viuda y únicamente pensaba en volver a bordo. Había perdido de vista las luces del barco y temía que nevara otra vez. La viuda empezó a recitar de memoria todas sus cartas a Londres. El E l capitán miró el fondo del vaso. Algo que brotaba brot aba en su cabeza le sirvió para rematar la charla: -Acábela con el arzobispo. Jamás le verán el pelo por acá. ¿Quiere que le diga por qué? Ella lo miró con el corazón dilatado. -Abingdon sólo contaba como puesto de salvamento de náufragos mientras sobraban so braban los canaleses que podían traerlos aquí. Pero estos pobres diablos que quedan no distinguirían dist inguirían un náufrago de un mejillón. El Almirantazgo no pondrá un centavo en el asunto. ¿De dónde sacaba eso? Era difícil decirlo. Tal vez lo había leído en un diario dinamitero, dinami tero, de los que solían llegar misteriosamente a su cabina. Los anarquistas gozaban propagando esas historias. Tal vez el capitán capit án interpretaba a su antojo la lectura de algún derrotero. O seguramente todo era producto de su gran pedo, que le hacía mezclar al Arzobispo con el Almirantazgo Británico. Se incorporó esforzadamente y se marchó bajo la nevisca, ajeno a la tormenta que había desatado. La viuda se agarró de la botella. Jamás había considerado el asunto bajo ese punto de vista: que algunos tomaran a Abingdon como un mero refugio de náufragos. Pero la idea parecía tan ext ravagante que la echó de su cabeza. Brindó por el arzobispo de Sudamérica. Poco más tarde flotaba en su ensueño acostumbrado: acostumbrado : el arzobispo desembarcaba durante un atardecer inolvidable. Las ovejas pacían junto a la orilla, el suelo resplandecía de mar garitas y las patrullas de loros chillaban en el bosque de magnolias, mientras sus sobrinos so brinos de Londres le daban a la pelota. Había una cordillera que terminaba en la costa y el Atlántico penetraba hasta el propio corazón de la montaña. Estos brazos de mar eran buenos refugios para pasar temporales t emporales o para cargar agua dulce de alguna cascada. Desde cubierta se divisaban perfectamente los cangrejos que marchaban por el fondo. Las orillas estaban pobladas de mirtos y el viento traía a menudo el crujido de los ventisqueros. En otro tiempo t iempo estos sitios habían sido los mejores aguantaderos de las goletas loberas, cuando disparaban de una vieja lancha a vapor que buscaba cazadores furtivos. Pero ya casi no había lobos y los loberos andaban en la última miseria. Sin embargo, sus perseguidores no les daban respiro. Los cazadores de lobos, desesperados por el acoso, resolvieron achacar al gobierno el asesinato de un canoero. Según ellos, dos naturalistas que viajaban en aquella lancha habían cocinado vivo a un canalese para limpiar su esqueleto. "Qué disparate, señor", protestó uno de los acusados, mientras mient ras frotaba un cepillo de dientes contra un cráneo barroso. Era el profesor Brainbridge Montagu E.C., autor de quince monografías sobre dentición dent ición en el indio americano. El cronista lo miraba deslumbrado. El profesor Montagu cepillaba la boca de la calavera. ca lavera. "Este pobre vivía a los gritos. Fíjese qué pedazo de absceso", explicó al señalar una oquedad gigantesca en la mandíbula. Añadió: "Es una pena que esto s huesos caigan en manos de cualquiera. Mire: a este otro le falta una rodaja ro daja en la cabeza. Le dieron un machetazo. Pero no faltará algún tarado que publique un t rabajo demostrando que lo trepanaron". No cesaba de mascullar, mientras tomaba medidas con un calibre. "Canoeros hervidos... Ya no saben qué mierda inventar. Tráigase unos litros de ginebra y conseguirá un cementerio completo." Buscó frenét icamente en un libro una bibliografía donde figuraba su nombre. "Yo descubrí el esqueleto del primer conde de Warminster. ¿Le parece que necesito andar en cosas extrañas?" Pero la historia había prendido. Aunque los loberos tenían su reputación por el suelo, la denuncia tomó estado público. Una tarde la famosa lancha llegó a Río Agrio y dos forasteros forast eros saltaron a tierra. t ierra. Los parroquianos del Bar Grisú corrieron a la ventana, preguntándose si serían los autores del puchero. A primera prime ra vista parecían inofensivos, pero ya todo el mundo lo daba por hecho. Una mujer le dijo a su hija: "Ahí van los dos profesores que deshuesaron al pobre diablo". Pero mientras duraron los lobos las goletas ignoraban a los canaleses y tampoco frecuentaban sus aguas, pues pasaban todo el tiempo en las roquerías del Atlántico. En aquellos años había millones de lobos sobre las rocas y por la noche, cuando un barco se acercaba demasiado a la costa, podía salvarse gracias a sus bramidos. Apenas llegaba el calor, estos animales se reunían en tierra y fornicaban durante todo el verano. Eran los mejores nadadores del archipiélago y las canoeras se quedaban
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
final del verano se los veía muy flacos, parecían más cabezones y ya no les daba el aliento para llegar hasta el fondo, por l o que debían tragar algunos cascotes si pretendían bajar unos metros. Lo fundamental era mantenerse lejos de la manada hasta que el macho acabara. Además, había que acercarse en el momento preciso. Si todo iba bien era fácil matarlo, a veces tan fácil como exterminar a un gato, pues bastaba con un palo asestado en el hocico. Pero a menudo se complicaban las cosas y resultaba en gorroso tumbar a un lobo, y para terminar t erminar con algunos era preciso golpearlos hasta reventarles los ojos y aun así daban trabajo, y cuando lograban morder el e l garrote no lo soltaban ni después de muertos. Pero únicamente los canaleses tomaban en cuenta todo eso. Para la gente de las goletas, en cambio, bastaba con desembarcar en contra del viento. Llegaban al alba en sus botes, cerraban el paso a la manada y no dejaban criatura viva sobre las rocas. Los peores eran los yanquis con sus fusiles: donde cazaban sus flotas desaparecían los lobos y había que conformarse con los pingüinos. En tal caso la matanza era rápida y simple y los cazadores cazador es hervían los pájaros sobre la playa, en grandes tachos tiznados que revolvían sin tregua para sacarles hasta la última go ta de aceite. Los pájaros se dejaban matar dócilmente y nunca mostraban miedo. Solamente las orcas intimidaban a los pingüinos. Si uno veía en el mar un revoltijo de espuma a toda máquina, era seguro que se trataba de pingüinos despavoridos. En cambio no parecían aguardar nada malo de los loberos y cuando éstos habían concluido el trabajo se podía ver a los pájaros sobrevivientes mero deando entre los calderos. Los loberos despreciaban a los pingüinos y los echaban a cascotazos. Añoraban los días de buena cosecha, cuando el mar rebosaba de lobos y ellos bajaban en roquerías hediondas, mientras los machos los recibían con sus bramidos de alarma. Era el instante más tenso, que precedía a la estampida hacia el mar. Los hombres de la vanguardia revoleaban sus garrotes. Sus ayudantes, muertos de susto, los seguían con sus picos de albañil, el instrumento perfecto para rematar a un lobo caído. Luego no hubo más lobos y los cazadores andaban penando entre los calderos repletos r epletos de pingüinos. Pasaban ahí varias noches, hasta que todos los tachos de aceite llegaban a bordo. Esto era muy esperado por los canaleses que permanecían al acecho. Cuando partía el último bote se lanzaban sobre la playa, a disputarse con las gaviotas los restos de los pingüinos. Al Norte no había montañas ni bosques sino estepas con co n buenos pastos y un río r ío llamado Agrio. Los canaleses raramente llegaban ahí, pues era dominio de los parrikens. parr ikens. Estos detestaban a los canaleses, le tenían horror al agua, se habían olvidado de navegar y comían poco pescado. Se relamían, en cambio, por un insignificante conejo llamado coruro, debido a lo cual eran conocidos como "tragacoruros" por sus vecinos del Sur. Cierto día llegó a Río Agrio un promotor de espectáculos. Se llamaba Bongard y venía en busca de algunos caníbales para presentar en la Exposición Universal de París. Después de bastante trabajo, t rabajo, logró capturar a una familia de parr ikens. Acostumbrado al acoso de escenógrafos y utileros, Bongard resolvió que llevaría lle varía también a sus perros y sus pieles p ieles de guanaco, además de un kauwi completo y hasta una canoa inservible que halló tirada tira da en la playa. Los parrikens hicieron furor en París, P arís, aunque no movían un dedo en favor del espectáculo. Para desilusión de Bongard, se negaron de entrada a cumplir el programa, según el cual tirarían tirar ían al blanco, encenderían fuego con pedernal y plumón de ganso y tallarían una piragua frente al público. Tampoco hubo modo de hacerlos armar su propio kauwi, por lo que Bongard llamó a un carpintero. Aunque luego se declaró satisfecho, el resultado no era muy claro. El kauwi del carpintero local tenía un aspecto equívoco, mezcla de wigwam cheyenne con bungalow bu ngalow africano. Por la mañana, cuando las mujeres barrían el pabellón, los parrikens estiraban est iraban un rato las piernas y curioseaban a través de las rejas del boulevard Sabathier. Desde ahí se veían los parro quianos del Café Chaumontel. Un negro antillano lustraba de mesa en mesa. Los parrikens ardían de curiosidad: cur iosidad: no habían visto un negro en su vida y mucho menos un negro como aquél. El negro pegaba un corcovo en cuanto ellos sacaban la nariz. Los apuntaba con el cepillo y sus clientes parpadeaban sorprendidos al descubrir a los parrikens. parr ikens. Cuando lograba olvidarse de ellos el negro lustraba con mucho ritmo, tamborileaba con el cepillo y todo el mundo le festejaba el concierto. Luego los parrikens volvían vo lvían adentro; más tarde llegaba la gente y la Exposición cobraba color. Los caníbales de Bongard ocupaban un sector con palmeras y un estanque cristalino. crista lino. Las orillas estaban cubiertas de musgo y en medio del agua reposaba una flor del Paraguay. Los visitan tes tomaban el té bajo una glorieta celeste. Era una escala e scala encantadora en pleno pabellón de Sudamérica, siempre que no se pelearan los perro s o que los parrikens dieran la nota con alguna cochinada. Bongard se deshizo finalmente de los perros y empezó a dejar sin comer a los parrikens que culearan en público o mearan en el estanque. Repartió un poncho boliviano a cada uno, para remediar su manía de soltarse el quillango en el momento menos pensado. Los parrikens ya no se pasaban las horas tirados. El espectáculo fue mejorando, hasta que un día Bongard consiguió que los propios caníbales atendieran las mesas con sus ponchos po nchos bolivianos.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Vigo. Habían oído que para llegar a su isla era preciso viajar a Montevideo. Se pasaban el día en el muelle, por si s i alguien quería llevarlos. Cuando atracaba algún barco, una mujer se apartaba del grupo y preguntaba con indecible dulzura: "¿Muntivideu?"
Cuando les resultó evidente que habían echado mano a los mejores campos del mundo, los criadores de to da la isla resolvieron cruzar sus mediocres ovejas con padrillos euro peos. Para entonces ya nadie soñaba con transformar a los lugareños en sus pastores perfectos. En realidad, r ealidad, a los parrikens les sobraban condiciones para el e l puesto: corrían treinta kilómetros de un tirón, podían dormir al sereno en invierno y resistían resist ían sin probar bocado como co mo el más bruto de los galeses. Pero nada aborrecían más en el mundo que el trabajo de ovejeros, de modo que los criadores olvidaron por fin el asunto y junto con los padrillos importaron pastores de Escocia, quienes trajeron hasta los perros. Los criadores tenían sus propias ideas sobre el tipo de ovejas que requería Sudamérica. Ante todo, se proponían trasladar las virtudes de la oveja europea a sus salvajes sa lvajes productos malvineros. Así compraron una gran variedad de carneros que nunca se aclimataron: no pasaba semana sin que algún padrillo vistoso bajara meneando el culo por la planchada. El más célebre de todos fue Tiberio, hijo de Mameluke y Pretty Prett y Maid y nativo del condado de Wesley. Aunque llegó con varios kilos de menos, los entendidos le vieron todas las condiciones impuestas por el Manual del Ovejero a un padrillo superior: porte aplomado, cabeza con pelo fino, cuello imbatible, patas abiertas, lomo generoso y prometedores prometedor es testículos. Los dominios de Tiberio iban desde la cordillera cor dillera hasta el mar. Al cabo del tiempo, aquel sitio contaría con embarcadero privado y un ferrocarril hasta el Atlántico. Tendría también unos imponentes im ponentes galpones de esquila y más adelante vendría el teléfono y un convertible Panhard Levassor que brillaría todas to das las tardes junto al invernadero. Pero hasta entonces sólo había dos millones de hectáreas con aquellas ordinarias ovejas que clamaban por buenos padrillos. Se llamaba Quartermaster. En setiembre, cuando los gansos negros entraban en celo, era el mejor lugar de la isla. Los parrikens partían por las colinas en busca de pájaros, como espíritus mañaneros entre la bruma. Nadie sabía muy bien adónde se diri gían. Para el otoño volverían mucho más gordos, con sus collares de huesos de benteveo. Los de collares más largos serían los más gordos de todos y algunos traerían collares de cuatro vueltas. Sus encuentros con los criadores todavía eran pacíficos. Los criadores parecían inquietos por la soberbia con que cruzaban sus campos. Los parrikens se veían pasmosamente serenos y tenían una mirada que corría por el cuello. Empezó a crecer la sospecha de que el negocio caminaría mejor con la isla desocupada. Los criadores finalmente se preocuparon por aquellas figuras que transitaban a peligrosa distancia dist ancia de los carneros. Por el momento, los parrikens sólo iban tras los guanacos, que bajaban hacia la costa en invierno y volvían vo lvían a la montaña en verano. Eran demasiados guanacos para la paciencia de los criadores, cansados de lidiar con los alambres tumbados t umbados y la voracidad de aquellas criaturas. Cuando sacaron la cuenta del pasto que consumían, redoblaron sus esfuerzos es fuerzos para eliminarlos y pronto las enormes manadas dejaron sus campos y se perdieron en la Cordillera del Humo. Los problemas empezaron al poco tiempo. Los parrikens se comieron un padrillo Rambouillet y colgaron la cabeza en un alambrado. Su dueño se lanzó tras ellos y esa misma mis ma noche, mientras los bandidos roncaban, pudo meterles sus perros adentro del kauwi. Estos pusieron tanto entusiasmo que el dueño del Rambouillet no debió gastar ni una bala. Pero una semana después aparecieron trescientas ovejas desgarronadas. Estas cosas se hicieron costumbre. El Grisú vibraba de histo rias: alguien había dejado en la costa una vaca marina adobada con cianuro y los parientes de los finados, como desquite, le robaron quinientas quinient as ovejas y les rompieron las patas. Un parroquiano enseñó varias fotos que mostraban a los parrikens parr ikens en plena comilona sobre una ballena varada. Al parecer la fiesta llevaba unos días, pues muchos dormían cómodamente entre los pliegues de grasa mientras otros se alejaban cargados de carne. Un tipo llevaba un pedazo pedazo de lomo sobre los hombros, con la cabeza asomada por un agujero. Otra foto dejaba ver a dos parrikens boca abajo, comiéndose la ballena entre un enjambre de perros. Ya no se ahorraban palabras sobre la falta de devoción, la estupidez est upidez y el desapego al trabajo de aquella gente. Los armadores ingleses sacaron a relucir otro asunto: toda la isla era un nido de vulgares rateros de playa. Denunciaron sus costas como las peores del mundo y los aseguradores doblaron las primas. El caso del Talismán vino a confirmar este punto. Dos sobrevivientes del naufragio cayeron en manos de los parrikens. La policía po licía de Río Agrio halló una tarde a las víctimas víct imas en la Ensenada del Negro. Sólo uno estaba con vida. Los parrikens le habían cortado cort ado los labios. Con la misma elocuencia que usaban para lamentarse por la crueldad del clima, la ruindad del suelo, el abandono oficial y la falta de créditos, los ovejeros o vejeros pidieron que los parrikens fueran declarados Calamidad Nacional. Pero su tono quejoso había cambiado. Mandaron una advertencia al gobierno. Mientras los parrikens siguieran sigu ieran allí, era de balde que se hablara de paz y progreso.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
todo era bastante difuso y los forasteros terminaban el día comiendo una fritada en el Grisú, en e n compañía de algún comedido que los llevaría hasta Lackawana. La bahía quedaba cerca de Río Agrio y sus visitantes siempre llegaban con tiempo para ver la bajamar. Había veinte metros de diferencia entre marea y marea y durante el reflujo Lackawana se transformaba en un sitio extraño. El fondo del mar emergía rápidamente y el agua retrocedía por canales profundos. Algunos capitanes aprovechaban entonces para limpiar el casco y los barcos tumbados en el barro parecían los restos de una tragedia. Con un caballo habilidoso se podía llegar sin problemas hasta el islote Grappler, pero convenía co nvenía estar muy atento al bramido que anunciaba el retorno del océano. En el pasado, este islote había sido el rincón preferido de los lobos forasteros. Al empezar cada año, los parrikens marchaban a Lackawana para su célebre cacería. Mucha gente aseguraba que Thomas Jeremy Larch los había agarrado en este sitio. De vez en cuando estallaba la polémica. Por algunas semanas, los diarios d iarios metían bastante ruido. Durante uno de aquellos bochinches, un cura piadoso escribió a Buenos Aires: "¿De qué sir ve remover todo esto? Ya no resucitaremos a los pobres desgraciados. Y aquellos que los mataron ya no están entre nosotros, pero ahora convivimos con sus descendientes. Querido padre: no le temo a la verdad. Pero prefiero decirla entre líneas, para no faltar a la caridad". Durante la temporada de esquila, los criadores triplicaban su gente. Los fondeaderos se llenaban de cargueros matriculados en Liverpool. También recibían curiosas visitas, como una golet a fletada para estudiar el paso de Venus o alguna goleta polar que huía del pack. El Grisú desbordaba de capitanes gritones que organizaban almuerzos a bordo. Sólo así alguien podía salvarse del capón a la parrilla o del infaltable puchero de oveja, a cambio cam bio de un Irish stew o de un Foie de mouton sauce torr ero con bordelaise. Los capitanes de Liverpool daban pequeños paseos en break hasta Punta de los Apuros. Allí había un torrero quien charlaban un rato. Este jamás olvidaba mostrar su trofeo: t rofeo: un reloj con dedicatoria del Almirantazgo Británico por sus servicios a los barcos procedentes del Pacífico. Punta de los Apuros era un paraje siniestro. A lo largo de medio siglo s iglo el torrero había sido testigo de incontables desgracias que se obstinaban en hacerle recordar. Ahora estaba achacoso y ya no servía para ese trabajo. Subía despacio por la escalera, mientras la marejada castigaba su faro amenazando con arrancarlo. En los contados co ntados días sin viento el viejo sacaba una silla al balcón y daba unos cabezazos al sol. A través del estrecho se di visaba la Isla de la Mujer y las lanchas a vapor que acechaban a los veleros. Con tiempo calmo, estos veleros eran arrastrados arrast rados por la correntada y únicamente las lanchas podían zafarlos. Pero la tarifa de los lancheros era extorsiva y los capitanes cap itanes tozudos terminaban sobre las rocas. ro cas. Desde el faro reverberaban los techos de Río Agrio y el imponente contorno del islote Grappler. El torrero había contemplado este panorama millones de veces, pero nada sabía de una matanza. A menudo, en mitad de la noche, era sacudido por los chorlitos chor litos que se estrellaban contra los cristales. Odiaba estos despertares, pues no hay escena más lúgubre que una tormenta nocturna contemplada desde la torre de un faro. Pero igual se levantaba, por si la nubazón ya cubría la linterna. En tal caso no volvía a la cama. Ponía la pava en el fuego y sorbía sor bía un mate tras otro. Su mayor obsesión era ésta: ést a: que el día menos pensado la luz matinal le mostrara un barco sobre la costa, destrozado destro zado por culpa de su faro del carajo. Alguna gente palidecía al saber que Thomas Jeremy Larch seguía en la isla, rozagante como un muchacho. A tantos años del episodio de Lackawana, aún vivía en Río Agrio el matador de parrikens. parr ikens. Cualquiera podía topárselo por la playa, donde solía pasear con su perro en los días serenos. Su mucamo parriken los vigilaba desde la casa mientras pasaba el e l plumero. Se llamaba Beltrán Monasterio. A veces dormitaban los tres en la galería, pero las caminatas sobre la costa estaban reservadas al perro. Decían que Beltrán había sido criado por Larch y que se había vuelto tan fino como un camarero de la Kosmos Line. Era uno de los pocos ejemplares auténticos que aún quedaban en la isla. Los invitados aprovechaban para estudiarlo a sus anchas cuando servía la mesa. Beltrán vivía orgulloso de su peinado pe inado impecable y de su cárdigan ajustado. Pero los forasteros parecían esperar otra cosa del último parriken. Cada tanto lo ponían a prueba. Una vez Larch le rogó que bajara la calavera del aparador, que t enía junto a sus descoloridos diplomas del British Museum y de la National Geographic. Todos apostaron que Beltrán perdería el aplomo, pero éste agarró el cráneo tranquilamente, le pasó una gamuza y lo entregó con delicadeza. El cráneo llevaba una etiqueta pegada: "Tatesh Wulas-paia. Recuerdo de Lackawana". Lackawana". Cuando Larch estaba en vena era capaz de seducir a cualquiera con sus historias del archipiélago. Si alguien pretendía escarbar su pasado, el propio Larch le facilitaba la cosa con co n un prolijo resumen de las fábulas en boga. A través de su boca, la leyenda negra sonaba ridícula. No daba el tipo de matador. Y sin s in embargo, jamás conseguía desvirtuarla del todo. Con el tono reprimido y suave de algunos tipos violentos, por momentos parecía resuelto a defender su mala fama. Pero la noche no
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
carnadas y ovejas con una botella en el medio. En cuanto a Beltrán Monasterio, no le prestaban mayor atención que al zumbido del viento y sólo se acordaban acor daban de él poco antes de retirarse, cuando era preciso llevar al viejo a la cama. Luego Beltrán se metía en su pieza. Tenía prohibido tirarse en el piso, de modo que dormía en un catre tendido con un sobado quillango. Se acostaba vestido y permanecía de espaldas, con los ojos o jos clavados en el tragaluz. En otros tiempos solía so lía despertarse en el suelo. Pero ahora tenía un perfecto dominio dominio y ya no le importaba dormir en lo alto. Sobre el tragaluz se juntaba la nieve. Muchas veces, veces, a través de los vidrios, veía pasar sus recuerdos. Por ejemplo, su madre corriendo a los perros mientras se do raba la carne, o el estrépito de una fogata al revivir en la noche. El fuego se consumía con ramas muy pobres que debían repo ner todo el tiempo, hasta que repuntaba de pronto encandilando a la gente. Había un boquete encima del fuego. Cuando empezaba la nieve, Beltrán miraba los copos que se metían adentro. A menudo resultaba difícil ubicarse junto a las llamas, pero cuando alguien conseguía un buen sitio lo dejaban tranquilo. Durante la noche podían pasar otras cosas. Era normal despertarse con hambre y salir por un pedazo de carne para poner en el fuego. L a carne pendía de un árbol y cualquiera podía servirse. Otras noches eran muy plácidas y caía mansamente la nieve y lo s copos entraban por el boquete y flotaban sobre el rescoldo. Una tarde pasaron los amigos de Larch por la casa. Primero lo habían buscado en la playa, pero sólo vieron algunas gallinas que mariscaban en la bajamar. Revisaron la galería y encontraron al inglés sobre un charco de sangre, tan tieso como su perro. Presintieron de inmediato que Beltrán Monasterio había partido. Antes de marcharse había cortado los testículos de su patrón y se los había dejado en la boca. Nadie volvió a verlo jamás.
I CUMBERLAND BAY
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
El capitán escondió su decepción. Se fondeaba en Cumberland Bay a su pedido. En E n ese punto estaban a mitad del viaje, aún faltaba mucho para Nueva York y el hartazgo de los pasajeros fomentaba fo mentaba cierto clima destructivo, de modo que propiciaba el encuentro con los canaleses como una mejora al servicio. Únicamente aquellas canoas garantizaban a los pasajeros que habían virado el final del mundo. Esta manía del capitán desataba una oleada de críticas entre sus co legas de la Pacific Steam Co., quienes se la pasaban pronosticando una matanza de pasajeros. Una nueva sorpresa lo esperaba en cubierta. -Ahora no quieren subir -le informó el contramaestrecontra maestre- Primero quieren saber qué hay para ellos. Sólo subió Camilena. El capitán miró por la borda. La gente de las canoas parecía tranquila. tr anquila. De cualquier modo, una alarma tronó en su cerebro. Por un instante se vio convocado a las decadentes oficinas de Gordon Gor don Street, donde cada paquebote pintado al óleo de la Pacific Steam ocupaba su correspondiente pared. Fue un delirio fugaz que sin embargo lo llenó de horror, pues alcanzó a vislumbrar que su empleo pendía de un hilo y que sus iniciativas chocarían eternamente eternamente con la mediocridad del administrador. Verificó que el tirador estuviera en su puesto. Éste É ste permanecía bonachonamente bonachonamente reclinado en un mamparo mampa ro y nadie hubiera dicho que ocultaba un Winchester detrás de sus piernas. Unos cuantos pasajeros rodeaban a la canoera de cubierta. Soplaba el viento de la mañana y ella se acomodaba una capa de piel que apenas le cubría los hombros. En la otra ot ra mano sostenía sus muestras, dos cueros de nutria empapados y tristones. Iba a entregarlos en trueque, junto con todos sus cueros. cuero s. Si las cosas andaban como ella quería, terminaría por colocar hasta su propio quillango. Federica le dijo a su padre: -¡La señora de aquella canoa le está dando la teta a un perrito! per rito! Una mujer puso cara de asco. Sólo eso le faltaba. Era hermana del capitán: en mitad del desayuno había sido arrastrada por la niña hasta cubierta. Miró a los canoeros con fastidio. Nada esperaba de aquella costa sombría. Venía de California y no veía la hora de llegar a Nueva York. Le parecía inhumano que cada primavera, solamente para cruzar los Estados Unidos, tuviera que remontar medio mundo por las aguas de dos océanos. En cambio Federica y su padre parecían muy satisfechos. sat isfechos. Dentro de pocas horas, ambos bajarían en Abingdon. El hombre era médico en Sandy Point, del lado occidental de la isla. Ella estudiaba en Valparaíso y sólo pasaban juntos las vacaciones de verano. Al cabo de tres t res semanas en Abingdon seguirían segu irían a Sandy Point y al final de febrero ella retornaría al colegio. El capitán se acercó a Camilena. La conocía de la misión anglicana, en cuyas aguas había fondeado durante varios años seguidos. Pero la misión ya estaba prácticamente vacía y el capitán prefería Cumberland Bay para recibir a los canoero s. Ella le pasó un manojo de frutillas bravas. -Hola, Camilena. El capitán probó una frutilla pero no se molestó en seguir con la charla. Echó una mirada sobre la borda en dirección a las crías de Camilena. Como de costumbre, el marido de la canoera no estaba. es taba. El contramaestre no les perdía pisada, pendiente de la inagotable capacidad de aquella gente para robar cualquier cosa. Cuando los otros subieran a bordo pondría más gente a vigilarlos. Durante el último viaje le habían birlado un tarro de grasa maloliente que servía para lubricar el malacate. Un tripulante juraba que se lo habían comido ahí mismo. Este episodio resumía con toda justeza la opinión que le merecían los canaleses al contramaestre. con tramaestre. Camilena llegó a un arreglo con el capitán. Subieron nuevos canaleses al buque, se diseminaron por cubierta y empezaron a husmear en los rincones y a vender sus chucherías. c hucherías. Pronto sobrevino el primer incidente. Un sujeto llamado Selcha fue sorprendido en un camarote con algo ajeno entre manos. Dos tripulantes tripu lantes lo llevaron a empujones al puente. Allí Selcha pudo zafarse y se apoyó en la baranda para insultarlos, mientras subía sobre sus ojos un gorro de lobero que jamás se quitaba. El
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
amigablemente del pie. Este contacto sosegó a Isabela. Muchos meses más tarde, t arde, cuando ya hubieran pasado al olvido las urgencias de aquella carrera, Isabela recordaría el toque de los minúsculos dedos de dos en su tobillo, mientras los cormoranes gritaban a la tormenta y Camilena remaba hacia tierra. Luego se largó un chubasco. Isabela y Jaro iban alertas, a lertas, acurrucados en el centro y con el cuerpo listo para evitar una tumbada. Las otras canoas también se dispersaban. Por las piedras chatas del fondo se filtraba el agua. Jaro achicaba sin tregua. Normalmente ahí llevaban el fuego. En el futuro tampoco precisarían llevarlo, porque su madre al fin tenía los fósforos. Ya nadie sabía encender un fuego como antes, golpeando dos piedras duras junto a unas briznas de musgo mezclado con nidos de arañas. Los palazos a sus espaldas indicaban que Camilena remaba r emaba frenéticamente. frenéticamente. Con la corriente a favor, se alejaban de la goleta. El chubasco ya era una fina escarchilla y ahora todos temblaban. t emblaban. El pequeño se abrazó al perro blanco. El perro tenía hocico de galgo y se llamaba Barbucho. El pequeño no tenía nombre no mbre ni nada. Aún debía bautizarlo Isabela, cuando se le ocurriera un nombre decente. Por eso ella todavía llevaba en el cuello el cordón umbilical de su hermano. Ahora sufría por aquella carrera terrible en medio de la tormenta. Nadie había escapado jamás de una goleta lobera. Camilena era la mejor canoera del archipiélago y cuando pasaban por algo difícil sólo se oía su voz y todos cumplían sus órdenes secas. La goleta descontaba camino. Su proa sacaba un bigote del agua. Soplaba un Noreste sucio y tra ía todas sus velas. Ahora se divisaba la mugre del casco. A caballo del botalón venía un hombre con un fusil preparado. Los tripulantes de las goletas, pensaba Jaro, no eran obligadamente crueles. Siempre llevaba consigo una botella vacía de salsa Perr ins que le había regalado un lobero. Era el momento esperado por Camilena. Dio un par de golpes gol pes exactos, la canoa roló peligrosamente y se acomodó en su nuevo rumbo. La goleta siguió tras ellos con una maniobra ele gante. Esto defraudó a la canoera. Los barcos loberos viraban pesadamente, entre las maldiciones de sus tripulantes. Pero esa goleta volaba. No había cachiyuyos ni rompientes a la vista, lo cual garantizaba un fondo limpio y profundo. La costa aún estaba esta ba lejana. Parecía evidente que la goleta los pillaría enseguida. Pero varó en el momento preciso. Su camino se interrumpió en la forma habitual, ese bochornoso incidente de los veleros que navegan por un día celeste y terminan metidos en la peor de las deshonras. Camilena no se dio vuelta. Sentía sobre su espalda el ojo maligno del hombre de proa y esperaba la explosión de su Winchester. Pero no hubo ningún disparo. Esa gente tenía t enía nuevos nuevos problemas. Tal vez habían dado con un fondo de piedra y los crujidos del casco les estaban revelando un desastre. Tatesh aguardaba en la costa, metido en el agua hasta el pecho. Al ver su aire tranquilo, t ranquilo, Camilena aflojó su ritmo. De la goleta bajaban un bote. Sus tripulantes soltaban un ancla para que la bajante no los siguiera enterrando. A la distancia, el paquebote pasaba en dirección al Atlántico, con todo el mundo en cubierta. Camilena largó finalmente la pala. Estaba rendida y rogó que la corriente la dejara llegar hasta t ierra. Pero luego decidió decidió zambullirse y remolcó la canoa los últimos metros y la sacaron entre ambos. Tatesh había tendido una larga cama de cachiyuyos frescos, de modo que fue sencillo empujar la canoa sobre la masa viscosa. La escondieron entre las matas y luego llevaron las cosas al kauwi. Cuando terminaron era de noche. Camilena bajó nuevamente a la playa. La goleta tenía su luz de fondeo, que se metía bajo el oleaje. Soplaba demasiado como para que alguien desembarcara esa noche, pero ella no pegaría los ojos. Al día siguiente la goleta había partido. Salvo una pareja de patos que nadaban nad aban amodorrados, todo estaba desierto. Terminaba de salir el sol y los patos marcaban el agua lustrosa. No quedaban rastros rastro s de la tormenta. Camilena se metió en el agua con una canasta y arrancó grandes puñados de cholgas. Pensaba en los fruto s de su viaje al paquebote, paquebot e, sobre todo en la
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
sin quedar atrapada. En una de sus miradas a t ierra divisó la humareda sobre la playa. El E l humo salía del kauwi. Dio un grito de alarma y se lanzó hacia la orilla. Estaba tan aterrada que le costó seguir ese rumbo, en vez de dar media vuelta y escapar hacia las rompientes. Eran los tipos de la goleta. go leta. Después de prender fuego al kauwi habían pasado junto a los niños que dormían a pata suelta. Quemaron también la canoa y se tiraron sobre las piedras. Abrieron Abrie ron el comed beef de Camilena. Pasara lo que pasara, las mujeres debían venir hacia ellos. Eran cuatro loberos, pues el quinto seguía e n el barco. La goleta estaba fondeada detrás de una punta, con las velas izadas al revés para secarlas. Desde lejos parecía uno de aquellos barcos ceremoniosos y antiguos que colgaban sus velas del aparejo cuando alguien moría a bordo. Aparentemente iban hacia el Pacífico, pero nadie estaba seguro. Era difícil preguntárselo al patrón, pues las desgracias continuas lo ponían tan sociable como un pulpo. Una lancha a vapor los corría de cada escondrijo; andaban muy mal de comida y llevaban dos meses sin ver un lobo. Por eso estaban ahora en la playa, atascados por el destino. Cada tanto, en el pasado, habían llegado hasta tierra en busca de alguna mujer, pero ahora era distinto. Los corría la miseria y las canoeras pagarían el pato. El patrón no se moría por ellas, pero con Camilena estaba dispuesto a sacrificarse. Empezaba a gozar de la idea cuando escuchó un alarido. Antes del grito de Camilena cantó un papamoscas. Luego sobrevino el silencio. Los loberos pegaron un salto, mientras la mujer de Keno se alzaba en el agua. El pequeño sin nombre abrió enseguida los ojos, pero Isabela lidió con el sueño. Barbucho, que llegaba de vagar por el bosque, se detuvo junto a los niños y trazó un amplio círculo para demostrar que controlaba el terreno. Lelwacen fue la última en recibir el aviso. Descubrió la goleta golet a fondeada, el humo sobre la costa y la silueta de los loberos. Le gritó a Camilena que volviera. Después vio cuando la mujer de Keno soltaba las cho lgas y nadaba mar adentro. Siguió con espanto la pelea de Camilena con los intrusos. Vio que la sacaban del agua y se aprontó para lo suyo. Parecía tan indefensa que apenas dos hombres fueron por ella. Para demostrar su obediencia, Lelwacen avanzó avanzó algunos pasos. Los sujetos aplaudieron. Aún había bastante distancia entre ellos y Lelwacen. Le ordenaron que mostrara las cholgas y ella meneó la canasta. Mientras tanto, Isabela volaba sobre la playa con su hermano entre los brazos. Ella miraba continuamente hacia atrás, tal vez dispuesta a volverse, pero Camilena, metida en su propia pro pia pelea, le gritaba que corriera. La niña lloraba desesperada y proseguía escapando. Cuando desapareció a la distancia, sobrevino la calma. Camilena y sus atacantes se habían evaporado. La mujer de Keno había sido tragada por las rompientes. ro mpientes. Sólo quedaban esos loberos, esperando a Lelwacen. La pobre tenía la cara chorreada de lágrimas, como una foca cuando le cortan la retirada. Se dejó caer en el agua y sacó pedregullo del fondo. Los tipos no se perdían detalle. Comprendieron al fin que aquella mujer estaba llenándose la vagina de piedras. Jamás habían visto algo igual. Sonrieron incrédulamente. Sin embargo, ardían de furia, así que arremetieron contra ella. Unos días más tarde los cazadores de lobos resolvieron salir al Pacífico por la Vía Láctea. Era una verdadera idiotez, pero ¿qué otra cosa podían hacer? Bastaba mirarlos un poco para entender que sólo só lo precisaban algo de acción hasta cortar la mala racha. El patrón bajó los prismáticos, estudió est udió el horizonte amarillo y confirmó el rumbo al a l timonel: -Doscientos cuarenta. El barco se veía jodido. Sus tablas estaban negras por la intemperie, todo parecía impregnado de grasa y a bordo sólo tenían t enían un ancla con una uña de menos. En los palos remendados r emendados ya no quedaba pintura. El hombre llamado Joaquín Jo aquín Palabra
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
cubierta. Los violines cortaban la niebla y por largo t iempo siguió escuchando la música en dirección a alta mar. Fue un momento de plena felicidad, que volvió a recordar esa tarde mientras marcaba el camino al Pacífico con su dedo de patrón. Entonces se dieron vuelta. Fue a causa de un bulen que nació en la Cordillera del Humo y bajó por la montaña con un ruido de árboles rotos. Barrió la península Warp y mordió las rocas filosas con un alarido. Mientras cruzaba el Canal sin Salida levantó una cortina de agua que cubrió toda la costa. Luego tomó a la goleta. go leta. Había tres hombres en la cabina y otros dos en cubierta. Estos vieron el bulen a último ú ltimo momento. Los hombres de la cabina fueron lanzados al aire y quedaron en el oscuro. El patrón comprendió que seguía dentro del barco, aunque todo estaba al revés. De la escotilla, a sus pies, brotaba un chorro de mar. La providencia lo había dejado bien ubicado, de modo que se tiró de cabeza. Luchó contra el chorro que inundaba la cabina, pero cuando consiguió sacar medio cuerpo la resistencia cesó. Nadó bajo la cubierta junto a los mástiles tronchados. Tenía muy poco tiempo. Pasó por otro instante inst ante de pánico al sentir que su tobill to billoo quedaba enganchado, pero finalmente pudo librarse y salió a la superficie. La goleta estaba panza arriba, sin miras de enderezarse. Había otro ot ro tipo encima y el mar se veía desierto. El patrón patró n dio un par de brazadas y trepó al casco verdoso. Su compañero en desgracia era Joaquín Palabra. Ambos jadeaban horriblemente. El bulen había pasado, pero el mar conservaba su aire de muerte. Recostado sobre la quilla, el patró n estudió el flujo del agua y decidió que estaba creciendo. Al menos se salvarían de seguir rumbo a los arrecifes. Si tardaban en hundirse, la corriente los pondría en la costa. Joaquín se zambulló varias veces hasta que consiguió desatar desat ar el chinchorro y lo llevó a la superficie. El chinchorro iba en cubierta y no se había soltado. Pero se quedaron donde estaban. Volcada y todo, parecía más segura la goleta. Siguieron tiritando sobre el casco, mientras los vigilaba un albatros. Y en ese momento vino el llamado. Podrían haberlo comprendido en el acto, acto , pero se precisaron varios golpes más contra el casco para que admitieran por fin, alelados, que alguien pedía socorro. -Mierda -murmuró el patrón. -No puede ser... Habían pasado cinco minutos desde la tumbada. Joaquín balbuceaba como chiflado. -¿Por qué no salen? -dijo por fin. Acercó sus labios al Talismán. -¡Tírense por la escotilla! ¡Tírense! El patrón meneó la cabeza. -Imposible -dijo-. Yo la emboqué de pedo. No van a encontrarla jamás. Recordó el torrente a sus pies y luego el odioso contacto de la escota en el tobillo. Pero lo mismo asestó un golpe en las tablas. -¡Mateo! -gritó. Después apoyó la oreja en el casco. Adentro reinaba un fragor indescifrable, como lamentos humanos mezclados con el crujido del hielo y el chasquido de las corvinas noctámbulas noctá mbulas cuando devoran cangrejos. Una vez había visto un carguero que transportaba caballos. El barco llevaba tres días varado y apenas llegaba alguien los vagos de la ribera le proponían que pusiera la oreja en el cas co. Todos juraban entonces que eso no eran caballos. Una señora mortalmente pálida suplicaba a los niños que se apartaran apartar an del barco. Ahora Joaquín Palabra decidió imitar al patrón. Aplicó delicadamente el oído. Luego lo miró con asombro. -¡Están cantando! -exclamó. El patrón meneó la cabeza. -No, hombre -murmuró-. Cómo van a cantar. En eso el patrón se encontró pensando en el viejo sobretodo de Mateo. Éste lo cuidaba del agua y sólo se lo sacaba para ir a cubierta. Les quedaba nada más que una chaqueta impermeable y se turnaban para usarla.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
El patrón desataba el chinchorro. Joaquín empuñó los remos y se alejaron a lejaron del barco. Habían terminado los golpes. El silencio continuó hasta que perdieron de vista el casco tumbado. -Ya deben estar muertos -dijo Joaquín. -Nadie muere en pleamar -musitó el patrón. Pensó, absurdamente, si Mateo estaría viéndolos alejarse por alguna rendija del casco. Joaquín estaba amarillo. -Parece un castigo del cielo. Fue una cagada lo de aquellas mujeres... -Rememos -dijo el patrón. Pensó: no es delito matar canoeros. Pero Joaquín sólo pensaba si los ahorcarían por eso. Pensó si el patrón podría salvarse por viejo. El patrón se preguntaba qué debería haber hecho para proteger prot eger a su barco. Recordó su última visita a esa costa. El E l temporal había obligado a los hombres del mástil a atarse at arse las ropas al cuerpo para no terminar t erminar en pelotas. Anclaron a la luz de los relámpagos, patinando sobre la cubierta escarchada. Venían desde el Pacífico y traían un tripulante herido. Pensaban que en materia de infortunios habían tocado fondo y que ya nada podría ser peor. Luego se reunieron abajo para comer unas rodajas de bondiola con el moscato de Sandy Point. Pero ya no había moscato ni barco e iban rumbo a esa fogata foga ta perversa. "Nunca habíamos estado tan mal", suspiró Joaquín Palabra.
II ABINGDON
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
pesar de la lluvia. Palpó su rostro maltrecho, pero enseguida detuvo la mano. Cada vez que exploraba su cuerpo golpeado, golpeado, tenía malos descubrimientos. Temblaba de frío y se dispuso a morir. Después vino gente y la llevaron alzada. El bosque paró de gotear. ¿Cuánto tiempo había pasado? Tres noches, le dije alguien. No lo podía creer. En lugar del río bajo la tierra, resonaban los estampidos de un ventisquero vent isquero lejano. Tenía un fuego a su lado, así que no estaba est aba en el infierno. (Una vez había escuchado que el infierno era un pozo po zo helado repleto de sangre.) En la luna detrás del ramaje se veía una mujer sentada. La mujer de la luna era una canoera que jamás había logrado cruzar la bahía Tabakkana. De modo que dijo un día: "Si no consigo cruzar, voy a quedarme en la luna para siempre". Y la canoa se fue a pique y la mujer estaba desde entonces en la luna. Por eso muchas personas, en las noches de luna llena, solían decir les a sus hijos: "Ahí está la mujer que no podía cruzar la bahía Tabakkana". Luego mugió una vaca y supo que estaba de vuelta en Abingdon. Tatesh Tat esh dormía a un costado. El fuego chisporroteaba. Camilena examinó el kauwi recién terminado. Era mejor que cualquier otro kauwi que hubieran tenido y no entraba nada de frío. Tatesh tenía que haber tardado mucho en hacerlo, solamente ayudado a yudado por Jaro. Camilena giró dolorosamente y su rostro quedó junto a la boca de Tatesh. Luego le puso la mano en el pecho. Si una ponía la mano en el pecho de alguien dormido, por encima del corazón, no tardaba en descubrir sus pensamientos. Era su segunda salida del sueño. A su lado estaban los niños, con el pequeño sin nombre entre medio. Camilena se durmió nuevamente y soñó que los revisaba para ver si continuaban intactos. in tactos. Cuando volvió a despertarse, Tatesh roncaba con furia. Camilena ya estaba despabilada. Fue una sensación agradable: desde el ataque de los loberos, jamás había despertado del todo. Tatesh lucía en el brazo una pulsera de nervios trenza tr enzados. dos. Su casa bullía de novedades. Isabela dormía junto a una muñeca con cabellera de crin de guanaco. Camilena se dijo que tal vez habían transcurrido más de dos noches y acarició la cabeza de Jaro, pero éste lanzó un gruñido. En cambio Barbucho se mostraba sociable. Camilena lo miró fríamente y el perro volvió a tenderse en el suelo y se abrigó contra Jaro. El mar reventaba en la costa. Con su madre habían pasado varios años en esa misión. Entonces no existían Tatesh ni los niños y ambas venían de las islas aguachentas. Estaban en Abingdon desde que su madre perdiera la mano entre las fauces de un lobo. Su madre no pudo volver a remar re mar y tampoco salía de pesca. Cuando empezaron a murmurar contra ella, resolvieron mudarse con los Dobson. Camilena acababa de cumplir nueve años. Por aquellos días había visto ahogar con humo a una vieja, durante unos temporales funestos en que las tormentas echaron del mar a su pueblo durante semanas enteras. Cuando las cosas se pusieron muy negras, algunos desesperados empezaron a desquitarse con la gente gen te que nunca salía de pesca. "A mí no van a agarrarme", dijo su madre esa noche, mientras planeaban la fuga. Eso había sido antes de Abingdon y de conocer a Tatesh, cuando todavía to davía
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
mantuvo un terco silencio. La viuda se quedó sin argumentos. argu mentos. Cuando resultó evidente que Camilena tampoco iría en su auxilio, se alisó la pollera y puso los ojos en blanco. Camilena hubiera querido confortarla, recitarle algún salmo o al menos hacerle saber que le había gustado la torta. Pero su marido parecía furioso, así que ya no hubo remedio para el silencio que vino. Por fin tenían algo de sol, luego del aguacero de la mañana. Sobre la playa, numerosas mujeres haraganeaban a orillas del agua. La noticia del ataque convulsionaba la costa y seguía empujando empu jando gente hacia Abingdon. No pasaba mañana mañana sin que surgiera algún kauwi junto a la casa. Hasta las antiguas casillas de chapa estaban otra vez ocupadas. La viuda vio peligrar su partida. Reunió a todo el mundo para comunicarles su viaje, pero nad ie pareció conmovido. Pensó que estaba clavada a ese sitio y que jamás podría decirles que debía cerrar la misión y que difícilmente volvería. Pero finalmente lo lo hizo y su mutismo la sacó de quicio. Pensó que cuando ellos querían partir jamás pedían permiso. ¿Y si finalmente se marchaba? Pues no pasaría nada. Entre tanto ahí estaban, a salvo de los loberos. Pero Tatesh no pretendía quedarse. Estaba cansado del Sur y soñaba con su tierra. También estaba harto de los loberos y de los compatriotas de Camilena. Como todo parriken, era mal visto por los canoeros. De modo que la partida estaba resuelta y sólo precisaban ese papel para ir hacia el Norte. Un pase de la misión para disfrutar de una marcha tranquila. La viuda se agarró la cabeza. La confianza de Tatesh en el Certificado de Amigo era incalificable. Trató de sacarle esa idea, presintiendo que acabarían peleados. Finalmente se dio por vencida. Tatesh salió dando un port azo. Afuera gritaban los niños. Camilena tomó del aparador un ejemplar del Missionary Herald. Ya no sabía leer, pero igual le gustaba hojearlo. Eran veinticinco revistas prolijamente ordenadas. Pocas cosas habían cambiado de sitio desde la muerte del reverendo. En otro s tiempos, Camilena solía quedarse atrás durante el culto para mirar las revistas, mientras el pastor procuraba imponer su sermón sobre el tumulto de siempre. Los Lo s himnos eran cantados por unos pocos, pero servían para restablecer el silencio cuando todos se congregaban junto a la viuda y espiaban el andar de las teclas. Cada tanto estallaba est allaba una pelea y los canaleses corrían a dirimirla afuera, aunque bastaba cualquier incidente para confundir al reverendo. Lo peor que podía escucharse en el culto era el boci-nazo de un barco o el griterío de las gaviotas rozando ro zando el agua, lo cual indicaba el arribo de un banco de sardinas. Precisamente esto último sucedió durante el té del jubileo de la Reina, que contó con la presencia del gobernador y de la plana mayor del Pyla-des. Estaban las dos banderas detrás de la mesa y unos carteles cart eles que proclamaban God Save the Queen y Viva la República, en letras de corteza recortada. El pastor evocó la fecha mientras el gobernador t ranspiraba de contento. Los nativos cristianos entonaron Jesús Shall Reign desde la ventana. Todo habría salido perfecto de no ser por la llegada del cardumen. Ahora Camilena le recriminaba: -¿Qué te costaba darle el e l papel? Lo dijo bajando los ojos, mientras volvía la página con el dedo mojado. Se S e detuvo ante una fastuosa capitular decorada con helechos y palmeras: Mr. Francis Dobson Writes Writes From South America. -Tu marido es un ignorante -replicó -r eplicó la viuda-. Esos certificados estaban hechos para ayudar a los náufragos.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Afuera, dos canoeras disputaban una carrera en el mar. A una le bastaron pocas brazadas para to mar la vanguardia. Los hombres de la playa se callaron. Entre los mirones de la ribera había gente del paquebote. Aprovechando el día soleado, habían bajado a tierra para visitar la misión. Ahora los canoeros parecían ensimismados. ¿Estaban algo molestos por las proezas de sus mujeres? La chica del paquebote los examinó atentamente en busca de algún rastro de envidia. Pero los hombres no se inmutaron. Cuando acabó la carrera, volvieron a su charla desganada. La chica del paquebote dijo: -Así que éstos no saben nadar... -No -dijo su padre. -¿No es raro? -preguntó Federica. -Ellas se cuidan bien de enseñarles. -¿Y las mujeres cómo hacen? -A ellas les enseña la madre. -¿Qué tienen contra los hijos? -Nada. Pero no quieren que los hombres aprendan. -Eso es ridículo. -Creo que sí. -¿Por qué? -No sé. Es un asunto bastante viejo. Creo que se desquitan de algunas perrerías que les hicieron ellos. -Yo también aprendí con mamá. -Ella tenía mucha paciencia. -Selcha dice que sabe nadar. -Selcha es un mamarracho. -Dice que puede cruzar la bahía. -¡Por favor! Ese tipo se ahogaría en un charco de meada. -No me gusta Selcha. Su kauwi es lo más hediondo que he visto en mi vida. -Tendrías que ir a París. -¿Vamos a ir algún día? Quisiera andar en el metro. -En verano, eso es peor que el kauwi de Selcha. Se lcha. -Acá nadie lo traga. -Selcha odia a todo el mundo. -Ahí está Camilena. Qué hermoso pelo que tiene... -Es demasiado bonita para ser una canoera. -¿Más bonita que mamá?
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
paquebote que la traía todos los años. El doctor docto r iba a buscarla en noviembre para tomar el primer barco que tocara Valparaíso. Un año el barco tardó más de la cuenta y pasaron las fiestas a bordo, pero generalmente llegaban llegaban a tiempo para festejar Navidad en Sandy Point. El barco tenía un pianista y estaba preparado, como todos los paquebotes, para cebar a sus pasajeros cada noventa minutos. Federica comía muy mal durante el año y se había ha bía propuesto cumplir alguna vez con todas las comidas reglamentarias. A la noche, desde la cucheta de arriba, rendía cuenta de sus c laudicaciones: laudicaciones: "Hoy me salteé el consomé conso mé de las once y los sándwiches de lengua. Ayer dejé el antipasto". Pero el doctor esperaba mucho de su hija y sabía que pronto tendría éxito. Entre comida y comida los pasajeros procuraban pr ocuraban quedarse en cubierta, pero siempre los ahuyentaba el mal tiempo. El panorama de los canales no levantaba mucho el espíritu y los capitanes se esforzaban para distr aer a sus pasajeros. Uno de lo s más ocurrentes era el capitán del Pylades, quien conocía hasta el último escondrijo de los canoeros. El doctor asentó la cabeza en la arena y procuró disfrutar del verano. ¿Cuántos veranos le quedarían? No tenía motivos para ser pesimista, pero solía pensar en ello. Varios años a ños atrás, mientras tomaba to maba sol con su hija, había sido atacado por cierto dolor profundo. "Es un síncope", decidió de inmediato, pero su pulso seguía tranquilo. Federica jugaba en la orilla. El doctor palpó cuidadosamente el abdomen, mientras oía la voz de su hija. Estaba Es taba muerto de miedo y no atinó a contestarle. Aguardó sin moverse, controlando su pulso firme. El dolor do lor persistía. Corrió sus dedos a la derecha y dio con algo a lgo muy tenso. Ella no paraba para ba de llamarlo. Estaba sentada en cuclillas, mirando con extrañeza. El doctor intentó responderle, pero no pudo levantar el brazo. Únicamente sus dedos seguían activos, procurando descifrar el misterio. mis terio. Revisó nuevamente el pulso. Estaba bañado en sudor y probablemente muy pálido. El terror había mermado y empezó a ceder el dolor. Su hij a llegó lentamente, azorada por su silencio. El doctor consiguió levantarse y enseguida le tendió los brazos. Federica recobró la sonrisa y trotó juguetonamente. juguetonamente . El dolor no había dejado señales ni volvió a repetirse, pero aunque el doctor había aprendido a ignorar las punzadas difusas y los síntomas indefinidos, aquello lo llenó de interrogantes. Más de una vez había pensado si llegado el momento sería capaz de portarse con dignidad. Sin embargo, ahora se había dejado confundir por el miedo y seguramente reincidiría. De toda la gente que había visto entregar el alma, se quedaba con su viejo profesor de Clínica. "Quién sabe cómo vendrá esta noche", le había oído decir aquella vez. El pro fesor descansaba en su cuarto, con la manta sobre los hombros. "Voy a entrar en coma", le avisó a la madrugada. "No diga eso", protestó el doctor. El El viejo lo hizo callar. En su clase tampoco toleraba to leraba interrupciones. interrupciones. Rogó a su discípulo que se acercara. El doctor transpiraba, pues el viejo sabía todo lo que estaba ocurriendo y lo revelaba con fantástica precisión. "En un par de minutos", minuto s", insistió el viejo. "Ya he perdido la visión", anunció a renglón seguido. Le pidió que lo auscultara. "¿Se da cuenta?", declaró el viejo con su voz de costumbre (la de cada mañana, cuando recorría la sala con co n todos sus médicos). Ahora mostraba sus signos con co n total sencillez. El doctor sólo atinó a tomarle la mano. Era Er a espantoso verlo irse así.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
La viuda murmuró: -En aquel kauwi hay otro niño enfermo. El doctor se incorporó. Los canoeros se retiraban de a poco. La mujer se sentó en el suelo. El resto abandonaba la playa, como las pulgas que dejan a un pájaro muerto. Como jugando, ella barrió con la mano un puñado de arena y cubrió la palma de su hijo. Luego se puso a mirar el oleaje. El doctor sintió el brazo de Federica en el hombro. Minutos antes, mientras charlaban al sol, ella le había confiado: -Camilena dice que cada tres chicos muertos se forma un duende. Detestaban el humo del kauwi. En los días borrascosos, los canaleses lloraban hasta quedarse sin lágrimas. Isabela era la más afectada. Cada tanto sacaba la cabeza y dejaba que el aguanieve le refregara los párpados. Pero a pesar de la humareda, todos buscaban permanecer junto al fuego. En el kauwi no había dos noches iguales. Po día ser que la víctima de una pesadilla rodara de pronto en dirección a las llamas o que en la cabeza de alguno cayera una brasa perdida con el consiguiente alboroto. Otras noches transcurrían plácidamente. Si nadie tenía ganas de charla, se quedaban mirando la fogata. Por ahí, de repente, surgía un grupo de hormigas en la punta de un tronco. Esto los animaba sobremanera. Observaban sus desesperadas maniobras y corrían las apuestas. Casi siempre la leña estaba húmeda o verde y daba una densa humareda. Pero en los días serenos el kauwi tiraba muy bien y bastaba con quedarse acostado para librarse del humo. Cuando Tatesh T atesh les reveló este secreto, sus hijos sonrieron felices. Tatesh no perdía oportunidad de asombrarlos. Podía trenzar una línea de pesca con cabellos de mujer y esculpir puntas de arpón en un vidrio. A veces solían aprovechar el mal tiempo para hablar del país de Tatesh, un s itio de noches tan quietas que los flamencos despertaban en sus charcas con las patas apresadas por el hielo. hielo. Las montañas estaban lejos del mar y se alcanzaba la costa a través de las praderas. Desde la orilla or illa se divisaban los lobos meciéndose en el oleaje. En los acantilados no cabía un pájaro
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Entonces, junto a la entrada, sintió su inconfundible presencia. Camilena no se atrevió a darse vuelta, como si la nudosa mano furtiva estuviera por destaparla. Hacía mucho tiempo que faltaba Dobson, de modo que la sorprendió la perfección de su ensueño. Era posible que así hubiera sucedido alguna vez, incluido el piano y la vaca en las afueras. Tal vez el reverendo había caído alguna noche aprovechando el concierto. Tal Ta l vez la madre de Camilena había salido discretamente del kauwi a la llegada de Dobson. O tal vez el silencio los había agarrado en mitad del amor y ahora resucitaba el hechizo al apagarse las teclas. Pero entonces la viuda se la agarró con Tuya es la Gloria y Dobson levantó vuelo del cuerpo de Camilena, mientras la música llenaba la noche y la canoera soltaba un suspiro. Esta pensó nuevamente en el viaje y en el país de Tatesh. T atesh. Pronto estarían en Lackawana para la gran cacería. No podía imaginarse aquel sitio, a pesar de los cuentos de su marido. Los niños sólo hablaban de eso. Cuando arreciaba la lluvia y Tatesh empezaba con el asunto, ellos dejaban sus cosas y se abrazaban al perro, abriendo grandes los ojos mientras sudaban bajo el quillango, asustados pero felices, pendientes del viaje que emprenderían hacia el país de las no ches tibias, donde su padre había ultimado a la bestia que trituraba canoas y arrebataba a los niños.
III LOS NÁUFRAGOS DEL TALISMÁN
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
La tormenta empezó de madrugada. El patrón sintió el aire salado e imaginó que la super ficie del mar se volaba en retazos blancos. Luego repasó todos los temas t emas que puede inspirar un temporal desatado. Pensaba en el Talismán y en la vida que hubiera llevado a bordo de un paquebote. Pero sobre todo pensaba en la mujer de la playa. Mateo le había reprochado que la soltara con vida, mirándose con asombro las manos destrozadas por los mordiscos. "No "N o me gustaría cruzarme de nuevo con ésa", declaró mientras la veían gatear gat ear hacia el bosque. El patrón estaba tan agotado como si hubiera pasado la noche con ella. Aún la sentía en el vientre, culebreando bajo su cuerpo. Como no consiguió penetrarla, se corrió para que Mateo la ablandara. Éste la golpeó en el estómago estó mago y el patrón ensayó nuevamente. Ya no parecía tan peligrosa, de modo que le soltaron los brazos. "¡Ahora!", gritó gr itó Mateo. Pero la bravura de aquella mujer refulgía entre sus piernas p iernas apretadas. Mateo volvió a castigarla. Esta vez el patrón no se molestó en bajarse. "Siga", dijo Mateo. Pero con el viejo en sus narices era difícil moverse como Dios manda. De todas maneras el patrón siguió resoplando, mientras Mateo la vigilaba indignado. El patrón supuso de pronto que Camilena se había rendido. Entonces, cuando el camino parecía limpio, derramó todo afuera. Esto lo enardeció. Se puso de pie y procedió a patearla. Jamás había pateado a nadie en su vida y se preguntó qu é pasaría, hasta que lo detuvo la idea de que podía pod ía matarla. Pero a Mateo fue muy difícil pararlo. Ahora el patrón reconocía su error. Según Joaquín, era la mis ma mujer que los había llevado a la varadura. Pensó que aquella perra aguerrida no los dejaría llegar a destino. El patrón era una criatura imponente y aún así le había re sultado difícil mantenerse encima. "No hay nada más resistente que una mujer acostada", confesó a Mateo. "Sólo un ladrillo puesto de canto", admitió el viejo. En el fondo, Mateo parecía contento. Soñó con la mujer esa noche y sintió que la tenía t enía en sus brazos y también se le fueron las cabras. Lo malo era que sólo conocían esa isla por fuera. En los años que frecuentaban sus aguas, raramente bajaban a tierra. A veces, cuando arreciaba el mal tiempo, proyectaban alguna excursión a la Cordillera del Humo, pero llegado el momento se
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Luego Tatesh se topó con los náufragos y cambiaron todos sus planes. Sus voces lo sacudieron con su entonación ento nación abominable. Era la gente del Talismán. Parecían al alcance de su mano, pero iban por el fondo del valle. En un día común habrían pasado de largo. Pero la niebla era tramposa y la cháchara de los náu fragos retumbaba en sus orejas. Tatesh sonrió con todos sus dientes. Tenía T enía una dentadura pareja, como cuadraba a un parriken de treinta años. Sus dientes del medio estaban hendidos, de tanto estirar tendones t endones de foca para coser los quillangos. Esto le daba una sonrisa de niño. Pensó que los había pescado. Desde la cumbre se dominaba el valle y el mar que fulguraba a lo lejos. Hacia el Este había una ensenada con buenos mariscos. Por ahí doblaban los barcos a Europa. Incluso era posible verlos de noche, cuando pasaban tirando fuego. Hacia esa playa iba Tatesh. Tal vez los intrusos llevaban el mismo camino. Ahora sus planes habían cambiado y sólo quería matar a los náufragos. El patrón miraba la costa. El tiempo t iempo se había limpiado. Para Joaquín, estaban cerca de la Ensenada del Negro, una playa repleta de cholgas. -No sé ahora, porque estos carajos se comen co men todo -resolló. Habían traspuesto otra loma, pero el mar se demoraba. Recordó la última vez que habían visitado aquel sitio. -Con Mateo sacamos diez baldes de chapes. ¿Te gustan los chapes? -Me dan urticaria -dijo el patrón. -A mí me parecen más delicados que el loco. -Yo me quedo con el loco. -Bueno, también hay locos. Hay lo que pidas. Hay tacas, t acas, machas, choritos, quilmahues, erizos. Hay caracoles y piures. También hay chanchos y gallinas, si es que todavía vive allí el español. -Esos chapes estaban llenos de piedras. -Bueno, siempre viene alguno con co n piedras.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
parecían contentos. Quizá buscaban algo por el estilo. Había un olor en el aire, distinto dist into de todo lo conocido. Tiraron algunos alguno s baldazos encima del cuerpo. El canoero tenía los ojos abiertos abierto s y las pupilas nubladas. "Mirá qué ojazos", o jazos", comentó el jefe. Joaquín no se atrevió a bajarle los párpados. Cuando acabaron ya era de día. Entonces hubo que ponerlo en el agua. Joaquín lo arrastró hasta la orilla o rilla y lo envolvió en una red. Luego L uego le ató los tobillos y lo sumergió con cuidado y anudó la soga en un árbol. árbo l. Estaban junto a una costa cost a profunda. Aún debajo del agua, el muy perro seguía mirando. Una burbuja le salió de la boca. "Con diez días será suficiente", explicaron ellos. Pero Joaquín se asomó al otro día y los piojos de mar ya estaban actuando. Una semana más tarde el esqueleto lucía limpito en la red, con los huesos todavía sujetos por los cartílagos. El patrón apuntaba el sendero con el Máuser descalibrado. "¿Ahora qué mierda pasa?", musitó Joaquín. Todo estaba en silencio. El bosque tenía un aspecto selvático, con orquídeas incluidas hongos anaranjados. Pero semejante quietud era tan inaudita como las bandadas de loros que asolaban el bosque nevado. El patrón le rogó que tuviera la boca cerrada. A Joaquín le costó hacerle caso. El miedo le soltaba la lengua. Quería saber si corrían verdadero peligro o era una farsa de su jefe. Recordó a la mujercita de las piedras en la vagina y decidió que estaban estaba n haciendo el ridículo. Entonces lo instó a que siguieran. El patrón le obsequió un bostezo. Durante los últimos días su mejor almuerzo había sido un manojo de cachiyuyos freídos en sebo de vela. La hambruna le marcaba la cara. Hipaba constantemente y se le aflojaban las quijadas. Hablaba todo el tiempo de las cholgas y Joaquín no conseguía olvidarse del canoero. -¿Los has visto comerse un pescado crudo? -preguntó el patrón-. Te dan ganas de largar los chanchos. -Mi abuelo sabía desayunarse con dos huevos de cabrito -dijo Joaquín-. También se los comía crudos, con un poquito de ajo
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
-Los domingos hay Tomasazo. -¿Qué es eso? -Un guiso especial de mi vieja. Mi vieja se llama Tomasa. Al viejo le encantaba ese guiso. Decía que el mejor negocio que llevaba hecho en su vida había sido casarse con ella. -¿A qué hora comen ustedes? -A las dos. Pero cuidado con los perros. perro s. Mi casa está llena de perros. -A mí me matan las casas con perros. perro s. -Es preferible que ella salga a recibirte. -Mierda. Es una historia ir a tu casa. -Mejor nos tomamos un vermucito en El Marinao y caemos juntos los dos. -A ver si encima tengo que estropearles un perro. -Eso decía mi viejo. Por eso casi no iba.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
De momento nada más ocurrió. Joaquín descubrió que no podía moverse. Rogó que el ataque hubiera cesado. Ahora sabía de qué se trataba. Tenía la cara sobre las piedras y divisaba un retazo de mar. Aguzó vanamente el oído para localizar a sus atacantes. Había un bramido de fondo, proveniente de oleajes lejanos. Eran las rompientes de la Ensenada del Negro. Cuando podían escucharse desde aquel punto, era mal tiempo clavado. Su campo de mira estaba desierto. Mientras sentía correr la sangre, pensó en los remedios del Talismán. Eran media docena de frascos guardados en una caja. Dos de los frascos estaban vacíos. En el fondo de la caja había una mancha de yodo. Tenía el botiquín a su cargo y una vez le había tocado to cado llevarlo a cubierta para atender a Mateo. Había bismuto, fenacetina, láudano, espíritu alcanforado y bálsamo católico. Cosas nobles y seguras, que infundían mucha esperanza. Mateo se había enfermado del pecho por las bruscas trepadas al palo. Un día se cayó de dos metros y Joaquín Jo aquín le sirvió una cucharada del bálsamo. El viejo jadeaba sobre cubierta, recostado contra la borda. Joaquín todavía tenía presente el aroma del bálsamo y su color azulado. Esta imagen le arrimó cierto sosiego. Pero su paz acabó al escuchar nuevamente las voces, cuan do los canoeros por fin se mostraron. mostr aron. A través de su ojo reconoció a la mujer que habían violado en la playa. Con ella venían tres
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Era una parodia infame. Ella tenía demasiado estilo y jamás hacía el ridículo. Al oír o ír las palabras de Dobson, sintió que saltaba otra hebra. Y sin embargo, a través de los años, ella había ido moderando su resentimiento. Tal vez si Dobson le hubiera mostrado la carta, habrían evitado ese choque. Pero recién tuvo noticias de la envidiable agonía de Sidney durante un viaje a Inglaterra. Una presentadora temblona, frente a cien almas reunidas en la Unión Misionera, leyó la carta de Dobson, poniéndola como ejemplo de las bendiciones que deparaba ultramar. Enseguida llovieron las preguntas. Sidney ya iba camino a la gloria. E lla, bastante aturdida, inventaba a discreción. Muchas mujeres lloraban. Una vez más, el reverendo la había mezclado en sus manejos, de modo que volvió a Abingdon hecha una furia. Ahora, a tantos años de aquello, mientras regulaba el farol y contemplaba los renglones en b lanco, caviló sobre las trampas que le tendía el destino. El finadito de la playa tampoco era converso. suert e, de modo converso. Pero no estaba dispuesta a mejorarle su suerte, que tomó la pluma y se limitó a narrar crudamente los sucesos de los últimos días. Su carta, aunque mechada cada tanto con alguna referencia al Señor, era despiadada y monótona y difícilmente alentaría los sueños de futuras misioneras. Jamás, estaba
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
momento le bastaba con sus diez años en Buenos Aires. E lla también tenía sus viajes, aunque no lo anduviera pregonando. Había vivido en Floresta, con una familia católica que la trataba como la gente. ¿Le gustaría volver algún día?, preguntó la viuda. Mary sonrió lánguidamente, se subió la cobija hasta el cuello y enrojeció como si la hubieran pillado. Confesó que a veces le daba por eso. A continuación preguntó si podía comulgar. La viu da quiso saber si estaba en ayunas. Mary Mar y asintió. La viuda apuró la cosa y al final resultó que Mary había estado mateando. Eso era como un desayuno, sostuvo la viuda. Sus continuos regaños empacaron a Mary, quien ya no dijo palabra. De modo que permanecieron así, tan sólo haciéndose compañía. El chico de la playa había muerto de sarampión sofocante. El doctor se alistó para lo peor. En los días venideros, todas las formas perversas de aquella peste se ensañarían con los canaleses de Abingdon. E l doctor se deprimió. ¿Era de verdad el viejo v iejo sarampión, el mismo que cubría de ronchas inofensivas a sus pe queños pacientes allende la isla? De repente se vio en uno de
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
-Nada de malas palabras. -Ni deshagamos la cama. -Ni empecemos a los rebuznos. -Nos quedamos lo más panchos. -Como si estuviéramos mirando un cuadro -dijo - dijo ella, la voz gangosa. La cama ya era un infierno. De modo que lo hicieron en medio de un profundo silencio, propio de una noche como ésa. En c ierto momento su esmero llegó a tal grado que habrían sentido el paso de un gato. gato . Luego charlaron un rato y estuvieron a punto de mirar por la ventana, pero al final desistieron. Habían hecho el amor sin aflojar las frazadas, para lo cual era preciso tener t ener mucho estado y una gran concentración. Si además estaba nevando y uno seguía medianamente enamorado y andaba buscando un bebé, era algo como para recomendar a cualquiera.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
La viuda cargó la fogata. Dos pantalones rayados acabaron en el fuego. En otro tiempo, las cajas co n esa ropa llegaban todos los años. Ella desataba paquetes entre los malignos comentarios de su marido. Podían esperar cualquier cosa: que de pronto saliera una capa de terciopelo amarillo con cuello de zorro y pasamanería dorada. Había muchas prendas p or el estilo.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
V
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Pero sólo halló un par de corderos y varias ovejas acalambradas. Degolló al cordero más gordo. Mientras removía la hoja en su tráquea, la oveja más próxima chupaba un bocado de nieve. Las otras ovejas o vejas no se inmutaron. Su víctima había gritado más de la cuenta. Tatesh esperó agazapado. Algo tibio le co rría entre las piernas. Al balar el
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
-Pobre Ampunojanjiz. -¿También estuvo con ustedes? -Sí. Una vez se tomó el agua bendita.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
El kauwi largaba humo a través de sus huecos. Adentro, unas figuras llorosas devoraban su desayuno. No dejaron de masticar un momento, mientras contemplaban a los forasteros. De sus dedos colgaban filamentos de mejillones. Un hombre achicaba sin ganas el agua que manaba de la turba. Luego la tiraba hacia afuera afuer a con una lata de dulce. Pero el charco no
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.
Titles you can't find anywhere else
Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.