Descripción: Programa y campaña del Instituto Nacional de los los Recursos Naturales y el Ambiente INDERENA (Colombia).Promueve organizaciones comunitarias municipales en defensa del ambiente y el patrimonio pú...
Catherine Burke - Con Todo Mi Corazón
Diferentes jugos nutritivosDescripción completa
Descripción: Catherine Burke - Con Todo Mi Corazón
Descripción completa
canciones para nino
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Catherine Mathelin
CLINICA PSICO .,.,., ITICA CONNINOS Uvas verdes y dentera
Ediciones Nueva·Visión Buenos Aires
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Debo agradecer ante todo a los niños y a sus familias por haber hecho posible este trabajo. A Maud Mannoni, sin la cual este libro no habría existido nunca; a Fran~oise Dolto, Rosine y Robert Lefort y Solange Faladé, cuyas enseñanzas guiaron especialmente mi labor de los últimos veinte años; a Colette Misrahi, quien tuvo a bien leer las pruebas de este libro. Sus consejos, su rigor analítico y su afectuosidad fueron para mí, como siempre, de una ayuda invalorable; a Alain Vanier, con quien trabajamos juntos desde hace tanto tiempo que aún podrá reconocer en este volumen la marca de su seminario y de la camaradería que nos liga; a Dominique y Patrick Guyomard, así como a los colegas analistas del C.F.R.P., cuyos nombres no puedo citar ahora en su totalidad y que compartieron conmigo la aventura de crear este Centro de formación e investigaciones psicoanalíticas. Su participación en los grupos, seminarios y jornadas de estudios me prestaron un gran servicio a la hora de elaborar este trabajo; sin olvidar a Myriam El Hefnaoui, quien merced a su paciencia y a su amistosa complicidad pudo salir airosa en su reto con mis jeroglíficos.
Catherine Mathelin, 1994 7
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A Emilie y Matliiei1
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Primera parte
LA PRIMERA E TREVISTA CON EL SICOANALI TA... ¡TREINTA ANOS E PUES!
El padre: Sin embargo la que te baña es mamá.¿Tienes miedo de que mamá te tire al agua? Hans: De que me suelte y me caiga de cabeza al agua. El padre: Sin embargo, sabes que mamá te quiere y no te soltará. Hans: Pero lo pensé. 4 años, conocido como "el pequeño Hans". H ERBERT GRAF,
Hace casi treinta años, Maud Mannoni publicó un libro que llevaba un prefacio de Fran~oise Dolto, La primera entrevista con el psicoanalista. 1 Ese primer encuentro con el analista produjo en el "gran público" un efecto de novedad, permitiéndole descubrir un nuevo estilo, un nuevo enfoque del psicoanálisis de niños. Un tono distinto aparecía ya en el prefacio, donde Dolto hacía hincapié en la especificidad del trabajo analítico, en la necesidad de una profilaxis mental de las relaciones familiares, y-lo cual era más revolucionario aúnen la existencia de un vínculo entre el inconsciente de los padres y el de los hijos: "El niño es quien soporta inconscientemente el peso de las tensiones e interferencias de la dinámica emocional sexual inconsciente de sus padres ..."2 Este vuelco en la concepción tradicional del psicoanálisis de niños se había anunciado un año antes, cuando Maud Mannoni publicó su libro L'enfant arrieré et sa mere.3 Por Maud Mannoni, Le premier rendez-vous avec le psychanalyste, París, Denoel-Gonthier, col. Médiations, 1965, prefacio de F . Dolto; reed. Gallimard, col. Tel, 1988. Hay versión castellana: La primera entrevista con el p sicoanalista, Buenos Aires, Granica editor, 1973. 2 Fran~oise Dolto, Prefacio a Maud Mannoni, Le premier rendez-vous avec le psychanalyste, op. cit., págs. 13 y 14. 3 Maud Mannoni, L'enfant arriéré et sa mere, París, Seuil, col. Le champ freudien, 1964; reed. col. Points, 1981. Hay versión castellana: El niño retrasado y su madre, Madrid, Ediciones Fax, 1971. 1
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Uno de los primeros fantasmas concernientes a la sexualidad de los padres se instala, en mi opinión, a partir de los objetos parciales: fantasma del pene del padre pen etrando en el pecho de la madre. [... ] [El niño] sigue siendo víctima de sus primeros fantasmas inconscientes (que en verdad no desaparecen nunca), de sus pulsiones destructivas, de su voracidad y de su necesidad de amor exclusivo. 8
Todos los niños tendrían que vérselas con estos dramas. Señala Melanie Klein: Considero que el análisis es útil no solamente en todos los casos de trastorno psíquico evidente o de desarrollo defectuoso, sino también como medio de reducir las dificultades de los niños normales. 9
l\1elanie Klein mencionaba a veces los sucesos que podían perturbar la organización fantasmática del bebé, pero par a
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M. Klein, Psycharialyse d 'un enfa nt, trad. fr. M. Davidovici, Pa rís, Tchou, 1973 , págs. 115-116. 9 M. Klein, "Colloque sw· l'analyse des enfants" (1927), Essats de ps)•clia1ialyse, trad. fr . M. Derrida, París, Payot, 1967 , pé1g. 208.
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I)uede ser, además, que no sufra siendo que a nosotros las r·c.·al1dades de su vida nos parecen dolorosas. Aquello que lo ltlstima pertenece a otro registro. Para Dolto, el hecho histórico es secundario, por más que deba ser tomado en consideración: lo inconsciente vuelve a ocupar el frente de la escena. La historia de que se trata no tiene ya nada que ver con los hechos. ¿Cómo pudo efectuarse este deslizamiento? Maud Mannoni y Frani;oise Dolto vivieron una época ext1·ao1·dinarian1ente rica y fecunda en ideas novedosas: la del "retorno a Freud". Estos años, marcados primordialmente para ellas por el pensamiento de Jacques Lacan, se hallaban inmersos en el "baño" del significante, en la detección del "deseo del Otro", en el torbellino de los grandes descubrimientos. Frani;oise Dolto se había analizado con Laforgue, quien ya en 1940 había hablado de neurosis familiar. A instancias de ella, Maud Mannoni (a la sazón miembro ya dela I.P .A. ) se analizóconJacques Lacan , autor, en 1938, del artículo sobre "La famille";11 y realizó también un trabajo de contr ol con Winnicott, afanoso, como sabemos, de comprender al niño "con" los padres.
°F. Dolto, La difficulté de uivre, París, Inter-Éditions, 1982, pág. 11.
1
J. Lacan, Les complexes familiaux dans la formation de l'indiuidu ( 1938), París, 1984, ed. Navarin. 11
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• Mayo de 1964: Maud Manno11i l)L1blic,1/~/111 1icJ 1·c·t 1·r1."l <1< un escándalo.
1
La r elación madre-hijo no se establecerá sino a través ele u11 prisma deforrnante . El niño ignora que está llamado a desempeñar cierto papel para satisfacer el anhelo inconsciente materno ( ... ). Sin saberlo, ha sido en cierto modo raptado por el deseo de la madre. 12
La opinión pública se indigna: en efecto, es más fácil creer en la posibilidad de rectificar una educación y de aplicar recetas -incluso fabricadas sobre la base de la teoría psicoanalítica-, que pensar que los niños pueden llegar a enfermar por algo sobre lo cual carecemos de todo influjo, algo misterioso y aterrador que nos desborda: lo inconsciente.
• 1965: Maud Mannoni publica La primera entrevista con el psicoanalista, prologado por Fran~oise Dolto. Diferentes ejemplos clínicos subrayan las características absolutamente singulares del encuentro con el psicoanalista. Momento privilegiado, "mágico", no semejante a ningún otro; instante en que pueden caer las máscaras, en que puede surgir una verdad. La entrevista con el psicoanalista es un encuentro con la propia mentira a través del otro. 13 Ni médico, ni psicólogo, ni reeducador, el analista está
12
M. Mannoni, L'enfant arriéré et sa mere, op. cit., pág. 87. 13 M. Mannoni, Le premier rendez-vous auec le psychanalyste, op. cit., págs. 161-163.
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Es posible que (los padres) se sientan culpables cuando en r ealidad también ellos son tan sólo responsables ocasionales, como puede provocar accidentes el conducto1· de un vehículo que ha perdido el control a causa de un pinchazo o de un choque. ''Los padres comieron uvas verdes y los que se arruinaron los dientes fueron sus hijos." 15*
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Id., ibid. [Este subtítulo no figura en la edición castellana. N. de la 1'.] Hí l Dolto, Prefacio a M. Mannoni, Le premier reridez -uous auec le p s;•clia1ialyste , op. cit., págs. 36-37. Proverbio bíblico cuyo comentario se lec en el libro de Ezequiel (18[2]). :t. I-Iemos transcripto, como en las demás citas de este libro de Maud !vlar1noni, la versión castellana citada en nota anterior. Cabe aclarar que l él frase es, en francés, la siguiente: "Les parents ont mangé des raisins i•r.rl s et les enfants en eurent les dent agacées." Ahora bien, el texto francés está rnás próximo al versículo citado de la Sagrada Biblia (véase n. 15 J)rcc.:cdcnte), versión Nácar-Colunga: "Los padres comieron los agraces, y los die ntes de los hijos s ufren la de11tera". Anotamos lo siguiente: a) "agr~tz'' es uva todavía no e11 sazón, uva verde; b) auoir les dents agacées sig11 iíica, r10 "arruinarse los dientes", sino "dar dentera"; e) el sentido ¡>r<•cis<> :i i1<> l n1er sustancias agrias o acerbas, oír ciertos ruidos desapa11
l s c 11I iclc> lr1c 11l¡Jl t tll-l tic • 11 11.; 11r1cl11 1 11 . ), Hi11c1 <' ll ~ lJ R •11(i(fc> \'t•riclicc> tfll<• <1 f' e•! cll' ll'''' J11s ¡1, ,cf1 ·1•s j' l11H l11jus rJcc1u<~ii<1r·ticipL111tl'S cli11:tr11ir(>:~. 11c> tli!i<><'ir1clc1S 1•'1· 111~·c1i s 1• J )111111
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por las resonancias inconscicr\lcs de s u l1b1(i<>. 1n
Como indica Freud en "el pequeño Hans,,, la posici611 ele! l:t madre no es fácil. Ella no aparece sino co1no la figurtl cl tll destino. Devolver al niño su creatividad, su libertad de pensa1· y crecer, situar a los padres de otro modo que como culpables, ¿no constituye una preocupación ética? No olvidemos que Franyoise Dolto concluye el prefacio al libro de Maud Mannoni proponiendo por vez primera una referencia a la Declaración de los Derechos del Niño. • 1967: En el mismo año en que publica su libro El niño, su "enfermead" y los otros [L'enfant, sa ''maladie" et les autres], Maud Mannoni organiza en París unas jornadas de estudio sobre psicosis infantiles. En su transcurso se lee un texto enviado por Winnicott. J acques Lacan participa en estas jornadas. Han sido invitados el doctor Ronald Laing y los antipsiquiatras, y Fran9oise Dolto presenta por primera vez "el caso Dominique''. Las jornadas han sido un acontecimiento y definen con más precisión aún la novísima orientación dada hace poco al análisis con niños. 17 A partir de esta fecha, no se podrá considerar al pequeño con total independencia de su familia. El análisis de niños no podrá ser tenido ya por un "arte menor", ni la psicosis infantil por una contraindicación al tratamiento psicoanalítico.
cibles, tocar determinados cuerpos y aun con sólo el recuerdo de estas cosas". El s ubtítulo del presente libro justifica, a nuestro entendor, Jo prolongado de esta aclaración. [N. de la T.] 16 Id., ibid. , pág. 37. 17 Estos textos fueron recogidos en el volumen Enfance aliériée, I>arís, Denoel, col. L'Espace analytique, 1984.
cictlu11ciu 1Ju1·ticula1·n1e11tc lc)H ''' ·<·:111i~111<>8 c!< l Ht!cr eto e11 las f'ar11ilins. Explica de qué 11111tltJ ll>S " 1lll ll1 c·}1os'', lé.l.S cosas calladas", pueden fabricar 'r.c1s:1s 111t1 'rlé.1s'' en el nino, * que se manifiestan en forma de s 111t(.)111,1 s. 1111111cl11 11l
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• "'~'l>ptiembre de 1969: Maud Mannoni, con el apoyo de
,J ¡1cqt1cs Lacan y de Robert Lefort, crea la Escuela experi111cntal de Bonneuil-sur-Marne. Estas nuevas ideas que parecen hacer eco a los fragores de 111ayo del 68, h acen sacudir los sillones en los que se habían instalado confortablen1ente los analistas de la época. De aquí en más, nada será como antes: los padres se interrogarán de otra manera, los pediatras escucharán a los niños con otros oídos, los trabajadores sociales cuestionarán la readaptación, los reeducadores la reeducación. Los analistas, obligados a interpelar de otro modo al psicoanálisis, deberán replantear la cuestión de la demanda, y también la del sufrimiento del niño. Del lado de los profesionales de la infancia, el mensaje fue escuchado. Pero de eso hace treinta años. Y del mismo modo en que cada vez que algo se mueve, en que cada vez que el inconsciente se entreabre, surge de inmediato, para oponerse, un movimiento inverso. Nuevamente se persigue el "confort" a cualquier precio, es decir, al precio del evitan1iento del psicoanálisis. El proceso, el mismo una y otra vez, consiste en ''tragar" y de preferencia "digerir" el monstruo molesto: no rechazándolo -con lo que podría fortalecerse demasiado-, sino, mejor, anexándolo en sil encio, adueñándose de él, apropiándoselo.
*Juego de palabras entre choses tues , "cosas calladas" y choses tuées, "cosas a las que se ha n1atado o dado muerte, cosas muertas". [N. de la T.]
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bien para ha cc1·lo omnipresent0, lo cua l in11)idl'! just,l111t•11tt• cualquier trabajo analítico. Hay analistas tr¡tl)njando e11 l<>h hospitales de día, en los I.M.P., en los E .M.P. y e 11 ps iquit1l1't
Recorden1os que, en Bonneuil, Maud Mannoni mantiene la cura psicoanalílica en el exterior de la institución, y que Fran~oise Dolto no pensaba que el psicoanálisis fuese posible dentro de la institución. t!l
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elevi ión, consejos radiofónicos, artíc lo . . e io n o d ·ario de gr n difu ión ¿no corre sico· nálisi 'recuperado" de perd toda la d n i y 1 p d r ubv r ivo q lo e act riza '? "'Í b· rgo ¿ es ac o undamental poder habl r de co n "' li is? Este a el convencuniento d ran~oise ol' u· qu í h e roírportodoslosm dio u a concepción · int de la infancia. Fu efectivamente cuc ada. n l úl tim · asam lea general de la Assoc · tion Archives t Doct ntaf on Fran~ois Dolto, 20 Alain M nie e refir"ó . el1 en e tos t "r ninos: "Dolto constituye t na evolución n lmur don1ode odehoy,conelmi moc rácterquePasteur notro ti mpo.' -1 ve d d que todavía nos · niden xactam n e los e 1nbio po ·t dos por la obra de n9oise Dolto . n est · oci dad y sin d da llevará tiempo comprender u rdad ra importancia. Pero basta pens r ·mplemen e en _oqu esl jo n d de nniñodehoyparaa v rtirelimpacto . 1. p lb· d Doltoalh"lodelossucesosquel integran. n u elaciones con su padr s al despertar po "' las mañc: r s n la cogid q e r c1birá n a e ela, l e 1 si a no l m" 'j rdí de infant s ran~oise-Dolto" o 'colegio
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M. Mannoni, L'enfant, sa "maladie" et Les autres, París, Seuil, 1967; rccd col. Points, 1986, pág 17.
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tran mitirlos. En o ii mas ano , Maud Mannoni se m.os ró lo 1 l d ·os de co un· cación de ma a ; n can io, dio" ", n bloqu y de modo in oslay·- 1 al mund los pro io · 1 .l p 1coanálisis y a la in titucione . T mpoc · l p d v cie tosdes "osnº 1mp di ·n1it· iones e . 1iliz Lacr •
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cuela de Bonneuil entre la eferv se np odu·a un "mpacto tan formidable qu · I n tos funcionan hoy con 1 idea de pli. t1d Mannon ·. onn uil 'como una ceta, lo r ultados . L eot ía sirve en ton ce de ba ricada a lo
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i . n quí, ¿lo in1portant · no era hacer p sar el rar que una insf tución podía xistir de otro m n ... j modo q l d la psiquiatría tradicional? t n consultorios qu no reciben más a lo n 'ño oy aJO el p .e to de que para curar al niño de sus síntomas e sufici con recibir a los padre . olos. Si uno s toma el trab jo d leer a Maud Mannoni, no podrá incurrir en e desv ·ació . El respeto y el interé que Mannoni vuelca en l nino por í mismo nos imp ·den pensar que pueda er excl id
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f>Ltt"'c lr11 do1·111irse sobre los laureles de los descubridt\ s us mayores. Tenemos que seguir trabajando
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redefi11ir en cada momento lo que es el psicoanálisis y scJb1·c todo lo que no es. Hay que reinventar, en cada encuent1·0 con un niño y sobre la base no sólo de indicadores teóricos sino también de nuestro propio inconsciente, la herramienta de trabajo del psicoanalista. Quizá lo primero que se deba s ubrayar es la importancia de una ética, si queremos que la generación de analistas siguiente pueda escribir todavía, dentro de veinte años: "La primera entrevista con el psicoanalista, ci11cuenta años después." Por el lado de las fa mili as, la difusión de la teoría psicoanalítica también tuvo sus efectos: ¿cabe aún a los pacientes, informados por los medios masivos, sorprenderse en la primera consulta? Las palabras de algunas madres sabihondas vie11en a confirmar nuestros temores. IJitr:1
•La mad1·e de Pierre. Había tomado una cita pa1~a su hijo, pero vino sola y me explicó: "Les dije a Pierre y su padre que no valía la pena que viniesen. Sé que en esta historia se trata de mí. Además, todo el mundo lo sabe: ¡cuando un niño de ocho años tiene problemas, algo debe andar fallando en la madre! Pierre siempre fue asmático, pero en estos n1omen tos se ha agravado. El síntoma es ciertamente signo de mi angustia; y ya que hablamos de signo, soy de Acuario con ascendente en Sagitario, ¡qué le parece! No es cuestión de traerlo, ¡usted me entiende!" Al1ora bien, yo sólo con1prendía una cosa: que Pierre se cz."ifi.l;,iaba. "Es nor111al, ironizaba la madre, i.}'o lo hice todo por él!"
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r _ año . L hic nt _i· n p dr s h bían querido que vi i · pipí en l e a, le ijeron, p ra 11· blar de él con la _ñor : la co.. nono otro . D ntro d t po la pu a 1 edific~ o. 1
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jjoquenoentendíapo quévenía, 11 e lpºp' nl can1a,muyin rnlit nte por p · dr s fía 1 y que habían pedido una . 1tr vi h cía uf · r · l . o deseaba olve1--. Al arel ar cita p . p dr ·; no vinieron nunca •
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n . o vino solo a mi con ultorio po p · ·1 .l iván. 1 ~orp end r1n y , 1nc dijo: nlp , el ps ·co álisis? u u t ·\ ng nu I'le de mis p "obl a y n1i ~ ue110 . Lo i n
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Mi única compañía durante la exploración de ese territorio desconocido que es un caso nuevo, es la teoría que llevo en mí, que se ha hecho parte de mí mismo y a la que no estoy obligado a referirme deliberadamente.23
Al escuchar al niño, debemos "aprender". Y el único modo es admitir que no sabemos. O quizá reconocer que nuestro saber, que se ha vuelto parte de nosot1'0S mismos, no puede convertirnos en magos o en hacedores de milagros. La posición del analista debe seguir siendo humilde. La omnipotencia será denunciada rápidamente por el niño. El
23
D.W. Winnicott, La corisuLtation thérapeutique et l'enfant, París, Gallimard, 1972, pág. 8.
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dice i11 {1s claramente en Jeu et 1•t)c1/ 1lé: "l.>it•11 so (} tlC' :->rt • t interp1~eto para hacer conocer al pncic11tc l<)S l1111it0s ti<• 111i comprensión. "24 El menor patinazo impide que sea posible una pr0senc1¿1 auténtica, de creación, de palabra "plena" en el senLido e11 que la caracterizaba J acques Lacan. "La palab1·a plena es palabra que hace acto. Después de ella, uno de los sujetos ya no es el que era antes." 25 El analista, como preconizaba Freud, no tiene prejuicio ni a priori, está disponible, abierto al otro y a lo inconsciente. Si la teoría nos guía es solamente para ayudarnos a escuchar mejor a nuestros analizantes. Cada niño tiene su propia teoría y de él la recibimos. Nada garantiza al analista en el ejercicio del psicoanálisis. Lo inconsciente, en su astucia, impide que se lo tome por una posada española. ¿Tememos acaso hallar en ella un vino distinto del que habíamos llevado?*
*Alusión a una célebre frase de André Maurois, Il en est de la lecture comme des auberges espagrioles:on ny trouue que ce qu'on) apporte: "Con la lectura es igual que con las posadas españolas: no encuentra uno en ella sino lo que ha llevado." [N. de la T .] 24 D.W. Winnicott, Jeu et réalité. L'espace p otentiel, París, N.R.F., 1971, pág. 121, Gallimard, 1975. 25 J. Lacan, Séniinaire, livre I , Les écrits techniques de Freud, París, Seuil, col. Le champ freudien, 1975 págs. 125-126. 1
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l. Feliciano y ''las mujeres sabias'' La madre de Feliciano solicita una entrevista por consejo de su propia madre, psicóloga. Feliciano acaba de festejar sus nueve años. Goza de buena salud, estudia bien en la escuela, pero su madre está muy preocupada por él. La madre de Feliciano: Los problemas de Feliciano no son ningún misterio: ¡sabemos de qué se trata! Tiene un problema de Edipo. Su padre nos dejó cuando él tenía dieciocho meses. Desde entonces vivimos solos. Yo deposité en él todo mi afecto. Ultimamente le cuesta mucho dejarme a la mañana para ir a la escuela. De noche tiene pesadillas y casi siempre d uermc en mi cama. Por más que se lo prohíba -porque sé que hay que hacerlo, duerme conmigo. También tiene jaquecas. Yo, que soy una jaquecosa, enseguida comprendí que a lo que a él le dolía era mi cabeza. Feliciano escucha a su madre con expresión de hartazgo, bosteza. Me dirijo a él: "Feliciano, mamá dijo por qué vino a verme. ¿Tú sabes por qué estás aquí?" Feliciano: No. (Ojeada a su madre, que frunce el ceño.) Sí, lo sé. Mamá dijo que no quiero crecer, que me haría falta un homb1·e en la casa.
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ella e. iJ . or t Que no e o ga ·za í n Nada, en efecto pre agiab con este niño. ¿Cómo hablar co lo h bía acunado desde s i a cia? ¡ ponerse a supervisar a la abuela, quien r y· . la u pervisora de e ta mad e acorrala a! ¡P ra trabajar con ella habría que inducirla - n l fice· one . doteóricas q 1e ahn1entaban us r
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do o I. r ' ot a onao, alentada. n las primeras t "n p ..nte para habla de su hºjo y de I · _l n tr i a preliminare l niño e tá _ t·· .Cu,.n os ºño on eguido durante año da porque e hab'an escamo ado esioe._. l· p guntas: "¿Veí al ' ñor o la ·coter p · ?
o, ~ s on l niño. - ,· omp e 1d· t go d tu historia s ncuentros t n i 1 ·ron b por qué ras de dich do? o.
,- ,Entonce._, ¿qu,. iba . a hace1 llí? -E· mamá 1 que quería." O bien: '' a señora X era ena", o incluso: "L gustaban mucho los niños." :Con10 si los an li ta e tuvieran par qu re a lo niño ! o o , o ño pe didos porqu la enor X no pudo .1 bla · 1 niño de u oficio de analista, del ab JO que en ese 1 ga (diD re te de todo lo demá ) serí po · le hacer n u o 1b e prop ·o y no n non1b e de us p dres Hay que or r e tie popara enuncia· la regl fundan1enta par 1 1 r del ec to profe ~anal. 1 niño e l ens ñó a no · ·bh1d l·nt d l dulto.l odig squela e - ora sf;a." o li r· e u la n1 i a no e ric .' o diga qu d te ta tu
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q privár ela e los encuentro n o. Para un niño puede er más e tr ctur e tas cond ·ciones, que ser arra trado a i ne d · l entiende nada y el anali ta tampoco. l trab jo preliminar p antea la cu t ·ón de dem y del d seo. Cu ndo F liciano pudo expre ar su infortu io d o ro 11odo qu con las palabra de los libros f1 ecuentado por , m r , y cuando demandó por fin comprender lo q e los 'p i" 1 o e mprendían e tuve n condicion s de proponer! un . · j . a no s trataba de nocion . o de concepto ' u s nt" do, ino de un dolor tan verdad ro q ie le olí Ii · no n el cuerpo, dándole ganas de gritar. Aquí era p , · l cuchar ese grito. Me tomé el ti mpo nec ario pa ,. t . i · ra esa eguridad. Entonces pidió venir, h bi 11 o por fin un espacio en el que a expre ión del horro · torizada. n l análisis de niños es, casi siempre, de muerte. · e est ·ón de ejercer una gen ros· dad n dulc b na voluntad, sino d tran feren c1a ás violento. Pa a e o, aden1ás, h y que l '
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todo anda bien.' e die n que no hablas mucho, y eso les 1
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a: ¡ q e no iemp e tengo gana de hablar! · d e par cen buscar sín orr as. ¿De qué íntoma se ?..
1 in 1 e 1 en trev ·sta igo sil entend r . q e han ven· do d 1n . d rrn . pero he comprendido que lla e .stina, no I ndaba i1 d . E "Pl co e , o a lo padres y le p opongo n· · hablarme e nped'rayud i quietud ya qu on llos lo .q p ¿ al v z no Cristina m · m lo qu - 1 p ocup , 1no o ? e p · 1 e n ·1 r ir a otra cit p r l . b e n10 l ala de per . n tr v · t , u o· rrancar u a hoj del cu llev ba en ca t ra h adodibujando.Alv n orreh cia 1í y e d el d1bu ·o diciendo: ' ¡E lo! ' os' po qué goenelapre ra o aniña me impone escuch 1 . Mºro el dib jo. n 'bujo e i 10 los q e h cen to . 1 niñas de iete año : flo u o , una bella r·nc con un v stidometic lo ame t e r do, cubierta e joy refulgentes unas nube grise , n i d color azul 1
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la o e di persas, un p q la etas. E tas rojas n1 llam n la at nc'ón y p g i o: '¿Oye, ·u ·o o, tantas set s?" u1 ora: . í on v nen o as tú abe hongo mort le . .M.: · 1 nube grise híarr·ba?
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Ya no me atrevo a pregunta1,. El bonito dibujo parece una película de hor1,or: u,,Y lit princesa? ¿Está en peligro?" Aurora: La princesa es la que da a los otros la orden de matar. Y tiene miedo de que vengan a vengarse. Los padres parecen estupefactos: "Aurora, ¡cómo puedes decir semejantes cosas! Una niña tan dulce como tú, ¡qué horror!" Por mi parte, al distinguir por transparencia algo escrito detrás de la hoja, la doy vuelta pensando que voy a leer su nombre. No ha escrito "Aurora", sino simplemente tres letras: "S.O.S." Los padres tenían razón en venir a consultar, sólo que no sabía11 por quién venían. Es frecuente que la demanda de las familias por un hijo concierna en realidad a otro. A veces se necesita mucho más que una sola entrevista para advertirlo. La culpa que devoraba a Aurora y a sus padres no podía decirse sino a través de su ''víctima", quien sin embargo estaba perfectamente. ¡Es verdad que, en las familias, el que ocupa el mejor lugar no siempre es el hijo "preferido"! ¿Cuántas veces dejamos en la sala de espera al niño que posee la clave del enigma? Aquel que, entre bastidores, asiste al espectáculo sin participar en él, aquel que, revelando el drama edípico, en determinado momento hará que todo "estalle". El entrará en escena cuando no se lo espera para denunciar el truco, la superchería. Vendrá a romper el encanto si el analista, fascinado por el espectáculo, se ha dejado hipnotizar. Mediante un pasaje al acto, una tentativa de suicidio, un derrumbe narcisista , el niño de los bastidores
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· t . habl ndo d e p r o. adr e lamen tan: " r i l p ars ranq i o. ¡Unonop i I el ti n1po! abe1 o que o ha que h e l· e a h hecho impo ib e. ' C. , qué pi n as, Arturo? q iero matar mi compañe os, p o 1
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obre el pap l y los marcadores, y dibuje es h blan. Dibuja in p rar, un dibuJO ra n o interr mpirlo pregun , ndole lo que e tá
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1 primer dibujo)· Es un dragón de mar malo. ib jo)· Es n pulpo terrib e, e l come todo. · · o tinúan quejándose:" p ntoso Hicimos udimo . Hemo seguido todo lo consejo . ra: "Mi muje abe de ps ·colo ,. a abe cómo mplo, nunca hemo t -nido ecretos para él. creto no son bu no ."
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al, Tout dire n'est pa dire tout. La traducción int nta dar uti d. fere ciad s · n ido que sepa a en f aneé tout di re, torn u int gra locuciones como je luí ai fait tout dire, "le obligu ' a d cirio t o pour tout dire, para decirlo odo de dire tout . Con id n ft _cto, que, aun en ca tell no 'decirl todo'' y decir t do' o on l 1i o. En la primera expre ión e enfa iza la voluntad la in nción l propósi · o; la segund marca, lisa y 1la na me te, la acción en í. [ . l T.] r
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cosa salvo que Arturo, al dibujar , par ece <..:rt(l<1 V('Z más aterro1·izado. L.1tl n1ad1·e prosigue: "¿Usted piensa que los niños se acuercla n de su época de feto?" El padre: Pues no, caramba, es demasiado chiquito. Ni siqu ie1·a los bebés tienen conciencia. La madre: ¿Ust ed cree que los bebés piensan? Arturo deja bruscan1ente d e dibujar y mira a s u madre. C. M.: ¿Cómo e1~a Arturo de bebé? La madre: El sabe todo, sabe cómo era. Yo era feliz con mi embar azo. No hubo problema s; ¡un parto maravilloso, como en las películas de publicidad del parto sin dolor! ¡Era hermoso, nunca vi un niño tan hermoso! Art uro vuelve a dibujar. Debajo de la morsa traza unos redondeles y explica: "Son huevos. Debajo de la morsa hay huevos, pero van a morir todos, ella va a aplastarlos, mira, 'crash' 'cr ash ', ¡están despachurrados, rotos, reventados!" La madre se pone a llorar. Arturo se calma en el acto y la mira. El padre explica: "Arturo está al tanto, perdimos un hijo, se llama ba Esteban. Siempre le dijimos todo a Arturo, él 1o sabe." La madre: Cuando Art uro tenía tres años, di a luz a otro varoncito. Al principio todo iba bien, un embarazo sin problemas. Du ran te el pa rto me sentía segura; per o en el último momento comprendí que todo se venía abajo. La parter a cambió repen tinamente de cara, dijo: "Habría que ha ber hecho una cesár ea." Vi que enloquecían a n1i alrededor, hasta creo que discutían . Al salir el bebé, no lloró. Yo estaba espantosamente alarmada. Lo llevaron de inmediato a reanimación. Le había faltado oxígeno. Al otro día fui a verlo. Ve>
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dijeru11 c¡ue r1u Sf.tl>tr'ir, pero pe11saban que tendría secuelas c<. rel>rttll'$ ¡~t'\lVl'. '' ~t'l't:t anormal, estaba i·oto. Sí, me acuer·do, el c<.lrelJ1·c> t•s t;.tl>¿\ / s
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asunto" para evitar que tras Jr1 Illltcrte del segundo hijo s u mujer cayese en esta depresión l1trvnda. Sus temores le impedían ayudar a Arturo. En psit'<)terapia, éste pudo des pegarse del fantasma de su madre. Ella decidió por sí misma iniciar un trabajo analítico con otro analista. Este trabajo le permitió hacer, por fin, el duelo d e Esteban. Arturo y s u padre pudieron reasumir sus lugares en la familia. Decirlo todo no es decir todo. La n1oda actual hace del secreto el enemigo absoluto: no hay secreto para los niños. Pero si bien es importante decir, poner palab1·as en los acontecimientos, en los dramas, en las alegrías, es ilusorio creer que se dice todo. ¿Cómo decirle a un niño la depresión si uno mismo no sabe que la está viviendo? ¿Qué ocurre con este fanta sma de trans parencia que haría del espejo un vidrio sin r efl ejo, sin misterio? ¿,Qué sabemos del deseo? Así co1no un niño sabe o, mejor dicho, siente que su madre está en1barazada antes de que ella compre un test de e mbar azo, sabe de s u depresión aunque ella n o pueda decir nada sobre ésta. El saber del niño recae sob1·e lo r eprin1ido de los padres, sobre ese saber que no se sabe. Fra119oise Dolto solía decirlo: cuando un niño está insoportable, trepa por las cortinas y rompe todo en la casa, lo que quiere es "ocupar a su madre", distraerla de su depresión. Su mad1·e debe vigilarlo todo el tiempo, retarlo, contenerlo, no le queda tien1po para pensar en ella misma. E s el electroshock d el pobre. No había secretos para Arturo, pero él sabía que sus padr es no podían decir todo.
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IV. MJ1t'"'''t y ¡,,:-:; g-r·1111c>8 111ngi<·c•s Margal tiene ocho anos. Sus padres pt(l(•t1 t111r1 ·1itrl·visl.f.t porque les parece no "estar bien en su piel; suc l 't! 11c;o1\t1·~tt'· se triste, nunca está contenta con nada, se l¡uej¿1 tc>d(> ·l tiempo de no tener lo que quiere". De entrada me sorprende que los padres no hablen de otra cosa. ¡En efecto, no me cuesta imaginar que Margot no esté bien! Su piel, cubierta por un eczema espectacular, no es más que una llaga sangrienta. Le sangran los brazos, las manos, el cuello, los párpados. Pero de eso los padres no hablan, y continúan su discurso psicologizando sobre su conducta en clase, sobre sus celos al nacer el hermanito tres años menor que ella, sobre sus dificultades, así llamadas "edípicas", de rivalidad con su madre. Finalmente les pregunto. C.M.: ¿Y el eczema? ¿De él no hablan? El padre: Ah, eso, no queremos hablar de eso, es el síntoma. Hay que tratarlo como a un síntoma: con desprecio. C.M.: ¿Consultaron a algún médico? El padre: ¡No, por supuesto! No vamos a tratar con medicinas algo que es la manifestación de sus dificultades, no tendría sentido. C.M.: ¿Tú qué piensas, Margot? Margot : Me arde, estoy harta. En la escuela hay una chica que tiene eczema, dice que tiene una pomada para que no le arda. ¿Tú conoces de pomadas? La madre: Ya ves, Margot, la solución fácil, siempre. Mejor harías en tratar de decir por qué te rascas. Margot: Porque me pica. 1
* Las
circunstancias de este caso imponen traducir literalmente la expresión francesa etre bien (ou mal) dans sa peau; en rigor, su significado aproximado es "estar bien (o mal) con uno mismo", "sentirse a gusto (o a disgusto) con uno mismo", etc. [N. de la T .1
qLtl' 1>c11 sctHf t\ cl1 r111cl(> 11,tc.:ió tt1 l1crn1 <1110. A1c111~<>l ' No pe11sé nado. Estoy harta de no dormir a la 11c>c110 r>o1· cu lpa de estos granos, eso es todo.
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C'.M. (a la madre): ¿Por qué no se iría al psicoanalista para 11ublar de eso? El padre: Porque al síntoma hay que hacerlo a un lado, despreciarlo. C.M.: Es la segunda vez que habla de desprecio. ¿Por qué esta idea de desprecio? El padre: ¡Es irritante, al fin y al cabo! Esa gente que no quiere saber nada de sus problemas. Yo, en cambio, tuve el valor de analizarme. La madre: Pienso que lo dice por mí. Es verdad, empecé un trabajo analítico pero era demasiado duro. P ensé que realmente iba a andar mal si continuaba; interrumpí. Desde entonces él me lo reprocha. Quisiera que Margot fue se más valiente: yo tuve miedo. Durante este tiempo, Margot dibuja: ''Es un hada, tiene un vestido hermoso, su castillo está lejos, el sol brilla alto en el cielo." Observo entonces que el rostro del hada está salpicado de puntos rojos. C.M.: Oye, ¿tiene puntos en la cara? Margot: Sí, son sus granos mágicos. Mira, ha perdido su varita; un día vino una torn1enta y le rompió su varita. Ya no la tuvo más, pero no es grave porque le quedan sus granos. Son mágicos, tienen el mismo poder que su varita de antes. C.M.: ¿Qué ocurriría si no tuviera más granos? Margot: Ya no tendría ningún poder y moriría. Asombrosa complicidad del cuerpo. A este precio, se comprende que Margal n o pueda renunciar a su síntoma. Para Fran~oise Dolto todo sufrimiento ei a demanda, pero sufrimiento no quería decir síntoma: 1
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Para Margot, el ''forcing'' de su padre no se1·vi1·á de 11t1rl1\ . Ese cuerpo abrasado es en este momento lo que la une a tl 11il madre despreciada por su marido, lo cual impide 8i11 dt1c.l
4
F. Dolto, La d ifficulté de uiure, op. cit., pág. 204, capítulo "Commcnt cadrer une psychanalyse d'enfant", París, Ed. Vertiges-Carrere, 1986, págs. 268-269.
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l nino pued onvertir e n el j 1 ndo cualquier cce o po ·ible de J i v rd d. ' 1 íntom on1 "tico d· n .' · na a ste de conocin iento.'' íntonr r pr la verd d, igualm nte puede e· nt· r · rd d de una pareja. Margot 1 preservar su 1a p es a ant · n1, ticamente a su padre . Por · n pu d r nun iar a él y us pad . t mpoco. Se ía or · nte poder tr bajar con llo . ara pasar de los "male " a la "p lab ' * e preci o oír a lo p dr y u qu ja. El nüio' m hizo u otit's ', ''1ne tiene ieb e' dice a n1en udo una m dr . L q o se puede · 1bohzar parece en lo real. .. n .. o ñala con notabl l ·l 11odo n que la d l e · po; ·elación 11· d -hijojueg n I l n 1
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Mazi - 'm 1 ",' nf rn1edades" y mots 'p 1 br· ', o,n hon1ófonos la .J 5 T e u s Lacan ''Deu notes ur l'enfant', carta· Je ny Aubry 1969, · vi t· r1zi ·ar nº 37, París, avarin, verano e 19 , págs. 13 y 14~ 1
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* Expresión referida a las cartas u objetos no reclamados en el correo, equivalente a l español "en suspenso"; s u uso en contextos como el presente i.mpone hacer hincapié en el elemento de "sufrimiento" [souffrarice] . (N . de la T.] 6 Anny Cordié, "Le phénomene psychosomatique (PPS) chez l'enfant'\ revista Apertura , volumen VI, Springer Verlag, 1991, pág. 58.
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lo ojo azul y l n1echón r vuelto bl entr . · )a o co o n hu acán. Corre, roja sobr l .i ,. n t e · odo quie e cada uno de los libros, abri · e e JÓn, p ro 10 m · a nada. tá en tod s p t l turbul to manoseado . o atrapo al vu lo bu o OJO p r xplicarle "qu e el o · pid h bla la g nte. El e e tá haciend ,l no ine iI 1p ºde oír us padr . s, y habl todo l i ·t ción, la i e p r :n oí lo qu dice. Aquí p· l br debe t ner lugar pa ad i i iillo, por d dicl ado q a, no puede i "' t ord 11. ~ i no . l i re 1 bl p d ir a d e · pera". 1
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que la sociedad nos debe u tocios. La madre: Sin e1nba1·go, cua11do u110 cede<.\ Slts t'í\Jlric.~11< >:-,, es bueno. Nosotros cedemos para estar e11 paz. El p1·obl('llltl es que é] quiere todo y de inmediato; nada debe molcsi
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t o hijo ti n nprobl ma u p gar · o otro . ¡Co todo lo sociedad es 1 qu d be hacer cargo una vergüenza. Siendo así no volvet
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z i abiar de pagar el precio. lo s lga d la omnipotencia sería 1 eces r ·o · a a qu ta b é · pad con inti ran en no broque ar e en Ilr. T nd í n q e pt· confrontarse con un sufrimi nto qu s 1 prop ·a infancia y el d u pareja. El ienen dere h por supuesto p ro t mbién d be e . ¿ o corre p lig1 1 i oan ·"' lisi nn t a ociedad, d conv tí se p r lo p d e n lgo qu e e debido? n niño e e ibe mal. lo mandan a l · fonoa 1dióloga y la gurid d oci l re bol .n niño es de dichado, lo mand n al psico áli í y t mb "én tiene que haber reembolso. ¿Pero embolso d qué?¿ qué moneda se trata? Actu 1m nte ay un iesgo m h mayor que hace veinte año d an or1n r l an 'li n una reeducación que la sociedad d b ría um· . Uno n t drí . nada que perder nada que a ríe ar. e to on olid rí la mentira. ara e p ar 1 a . . r . el precio a pagar por él, e •
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estén di puestos a sacarse la
ar qu I padr n l· id de un nálisis para u hijo -e requi re tod· v"a u t n a1 l coraj de e1.. de luja o . .. el cc,n ort q ,e otorg 1 compl. ci d d lamen ira. 7 1
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\'l.:...;,,,,, .~ ••. 1.Nitl(>· 11tc•1111' e• s 11tc)11111 tl<-1 11iiio'! Samira era una encantadora chiquilla de orig<.'tl 1\rJ~l 1 li11 esta niña de ocho enfermó súbitamente. De pronto, todo su cuerpo de cubrió de placas rojas, c11 particular las manos y la cara. Sus ojos comenzar(>n ~1 hincharse. Se quejaba de ardores y de terribles comezo11es. Los médicos consultados no podían entender: ¿eran alergias, acompañadas tal vez de astenia, de tristeza? Samira parecía curarse por la noche y, a la mañana siguiente, las placas reaparecían. Se aconsejó a los padres que consultaran en un importante hospital de París. No tenían nada que perder porque igual a Samira ya no la aceptaban en la escuela: se temía un eventual contagio. La maestra no soportaba más su "color", como decía su madre. Internaron a la niña por cuatro días para efectuarle múltiples exámenes; no se encontró nada, no era alérgica a nada. Entonces se invitó a la cabecera de la enferma a psiquiatras y psicólogos. Hubo entrevistas. Se le hicieron tests y, al quinto día de internación, fue pronunciado el veredicto: "Alergia nerviosa", causada seguramente por angustia. Nada grave, decían, pero el caso es tan atípico, tan raro y se presenta de una manera tan espectacular, que Samira pronto se convierte en multitudinario foco de atracción en el servicio donde está internada. Se recibe a los padres, los psicólogos escriben al pediatra que se trata de un problema religioso y cultural. La madre es demasiado sobreprotectora, el padre demasiado severo. En su casa, Samira está separada del mundo. Sus padres viven como en la Argelia del siglo pasado y el con tacto con la escuela resultó excesivamente difícil. Los médicos del hospital proponen trabajar con la madre, concluyendo en el dossier: es una niña "síntoma de los padres".
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í · o . jor d ·e 10, · . m imilada, ci rto e pecial . ta ami · no tenía necesidad de h blar. ¿Cómo nder t v inte ano de lucha por introducir la ·coan lítica en 1 ector público, que cierto a priori hoy no ien n nada qu ver con l psicoanálisis? to año. durant lo cuale no no e pu , de todo im tr gua en 1intento de convenc rae os e, peciali tas, ¿có 10 h cer qu admitan qu el p ico náli is, aun siendo in. o layabl no tá en po, ición d t . ner r spuesta pa1 a do.·~
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el<>r<¡ tt ' nunca quiere separarse de mí; no le parece normal. Ve11go para que usted nos tranquilice." Valentín está sentado en las rodillas de su madre, con la cabeza pegada contra ella. Ella prosigue:"¡ Nunca quiere quedarse con otro que no sea yo! ¡Me adora!" . Valentín trata de avanzar una mano hacia un cesto de juguetes colocado sobre el escritorio. La madre: No tengas miedo, Valentín, no te van a morder. El retira su mano bruscamente. C.M.: ¿Quizá no tenías miedo, Valentín? La madre: Responde, Valentín. La doctora no te va a comer, no te va a hacer daño. El se pone a gritar. La mad1·e: Tiene temor de todo lo que lo separa de mí. C.M.: ¿Usted piensa que yo quiero separarlo de usted? La madre: Yo no; pero él, puede estar segura de que lo piensa. Valentín está efectivamente aterrorizado; ¿es por mí? ¿no es en realidad por su madre? Me vuelvo hacia el padre y le pregunto qué piensa de todo esto. El padre: ¡Oh, yo! Mire, yo de niños no entiendo nada. Creo que es normal que sean así con su madre. A veces me gustaría mucho que él fuese de otra manera, porque, mire, ni conmigo • • quiere Jugar. La madre: ¡Claro! Tú le das miedo; hablas demasiado fuerte, gritas. C.M.: Valentín, ¿tienes miedo de papá? Valentín hace sí con la cabeza. (ju11
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· · e·d te r e ificar que la B.C.G. sigue protegiendo ace una dermorreacción... (ri as)... ¡Y se u
p icoanalis a para estar seguro de que as n que uno le ha dado siguen protegiéndolo contra . emas ps·cológicos! o pude tranquilizar a la madre de Vialeta, ni a su padre pediatra. · eta e taba npeligro. Se sentía de d"cha ay e s gui1 d ama que se jugaba con su he m "t _ ab orbía toda , energia. n un niño, las más de las vece . o . e -los on 'normales'': niño se siente amenaz do po n eb ' que viene a s - pa le u luga . Ame az o de· ti . ar eco el bebé _ cumb·r a una reg es 6 . qu "l be peligro a, o de identificarse con su madre, lo cual lo at r.oriza e actamente los se juega un gual. Pero otras vece , a través d o _ · ñ y que es el d ma d1fe n un d ama que de _ho d de lo padres. Violeta, su madre, u abuela materna for . an una historia de mu·e-_... . . hi toria de v · olencia, odio y pas ·ón en la cual lo h r e i o tienen lugar; son 'mpotentes para calmar l d _ . En cuanto e·a de a m·r u función s1mbóli~a, la de e que "se
ie ·e ''demasiado e matan entre sí. ¿Q é efecto podrían tener sobre Viole
na cuantas p labras interpretativas y tranquilizador , , na cuantas g n a idades pronunciadas para moderar u angustia y cir al 'lencio las p eguntas plantead a lo padres por acimiento? En casos como el presente, lo p dres son o títe es poniendo en escena el odie de lo 1ijos. Las
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1oleta nece i ó m · p sin repet ·r el odio de prop1 predadores. ¿Qué se puede decir de este fa - tasm . r l celos, la pregunta que se formula al Otra es 1 ·maginario que se ocupa para él. 8 ¿V.aleta misma no había ocupado el lugar de la riva t tem · a? 11 gar de la otra niñ pa a esta mamá que de u" referirá e 'n tempranamente fue aba donada por su pr:opia madre. L madre de Violeta era u a persona grande en ouffr.anee no salida aún de la infanc ·a. El a s e anal' ico no h bía hecho otra cosa que 's la ang stia de esta mamá. La primera br ·n ó ocas· ón ¡;lara hablar de la soledad en la j p opi m d e y de su desintel ·gencia COll SU. Il p hab 'a reservado el l gar dema p esto, no estaba n nea "a la altura' o.¿ 1 robre de p"la de su segunda hija no r_··"grii cante de esta decepción? Aqu ll fue t mbién ocasión para que Violeta enten i r· de s odio a María, volvía a rep e n ue la superaba. Con esta hermanita tod encontrado nunca. Sólo ten'a ante na enemiga terror,fica, enemiga de su o de ella misma y que ca~i no · e parecía a nemiga fantasmática era a quien había que e llo. 1 r baJo de la psicoterapia. Lo celo on l pregunta que el S1UJeto plantea al Otro ~ p cto de lo qu ,, i mo es para e te Otro; y no ~a co o la invidia, la p egun a del o g o de Otro que satisface al otro." Rosine )~ Robert Lefort Nais anee d l'Autre, París, Seuil, col. Le ch Illp freud·e , 1980, pág.196. 8
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ol · t 't1 n on ce año . enuda. Su ojo son tristes como re ignada. Su padre y u ñ na la consulta. 1 : T" 1 · o a erla porque Lolita siempre fue · . . ro no nos pregunte cómo ni por qué, no r oren el parto? ¿Una enfer edad fetal? i to · g n 'tica? No son historiales clínicos los que ro nunca tuv · mo acceso a ello, · 1 madre): ¿Cómo f eron el m · zo el parto? L a niadre: Bie . Emb arazada me sentí ~ i n. ~No~ me ía ue mi hija fu . e di capacitada! oy persuad qu 1 p to fi . b eno; cuan o lió d ni panza era l pero de pué · no é nad . m 's, no pu ci le nada .. '. , d spu,. s · h1ci ron cargo 'º m.. · n yo. · o bor an·mación al nac p _ o í it rzación. L li a ha ·í a n · cido a término p .ro · í ·e alarmó 1 rt ro que 1. nvió al servicio n o " . ' resenta e n. ncio explicaron entonce a lo a . poco reac. a, hipotónica hay que hacer estu io . ' ' ndo la devolieron lo padres, tre semana má t l m ~ dicos no . mi t ·e1 on ningún diagnóstico pe:ro lo pr ran peyoplicación tivos. Ningún nombre de enfermed, d, n · ob e ev ntuales cau a pero sí profecí l pa a el uturo: Tend án que afrontar problem ·. . _ No sabeo I va a caminar, si alguna vez hablará, o o emos decir tamente lo qu p .ará con esto, pero un co . s gura: na niñ que ufrirá ecuelas será di · e p· cºt da." ·De qué ecuelas podía tratarse? Impo ibl · saberlo. Los ·'" no tienen ningún elemento para explic r e más. Hoy e min , corre, habla, pero su actitud es d rticulada, je e mantiene casi siempre en la colalia, su icomotor se cumple muy len amen te. Hace poco 1
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ale1norizada co11 los 1nayores. A veces sufre enojos violentos que aterrorizan al cnior110. Los padres nunca quisieron tener más hijos. Está sola en la casa. Dada su discapacidad, no desearon escolarizarla. Su madre dejó toda su actividad profesional para ser, a tiempo completo, la "enfermera" de Lolita. Dos veces por año concurre al servicio de neurología del hospital en que la atendieron de pequeña. El profesor que la sigue está sumamente desconcertado con esta niña: "Es increíble, dijo a los padres en la última visita, su hija no debería caminar, no debería hablar, tiene el cerebro destruido. El escaner y la resonancia magnética nuclear son terminantes. Es absolutamente increíble. Su evolución va a interrumpirse pronto, seguro. Los enojos van a predominar, tendrá crisis cada vez más frecuentes. Hay que internarla. ¡Si no toman medidas, en pocos años acabará con ustedes!" Pero los padres quieren pelear por esta hijita, quieren darle todo. Saben que nunca tendrán otro hijo. Por otra parte, mucho tiempo atrás el profesor había dicho: "Puede que sea un problema genético. En estos casos, casi siempre enferman también los padres." Pero, ¿de qué caso se trata? Mientras sus padres hablan, Lolita juega con los títeres; no pierde una palabra de lo que se dice; mira a su madre con el rabillo del ojo y parece acechar mis reacciones. Su cerebro roto no le impide estar extremadamente presente. Comienza juegos de ataque entre los títeres y se desliza hacia su madre, a quien también se pone a atacar: "¡El cocodrilo te come, te devora, el lobo, te devora!", luego hacia el padre: "El lobo es más fuerte que tú", y de nuevo hacia la madre: "Tiembla, tiembla, vas a morir." Esta vez la madre no resiste más, alza la voz, desbordada: "Basta, Lolita, me agotas, estoy tratando de hablar con la doctora, basta. ¿Por qué me tienes tanta rabia? ¿Acaso no lo hice todo por ti? ¿Por qué estamos aquí? ¡Por ti, una vez más!"
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í to , i gnó ti za p ra h bla ni de icoanáli · ? ¿Un "s .. per-sabe " capaz 1p ofi or d neurología ·o responde? ¿O ul _ una cuestión ot 1 1ente distint r lat va s d v· o de mu rte hacia esta hi.a? it· ·t . com 1 tamente v·va. A despee o de todas 1 il d que debió enfrent r pa a con t · , stá totalpre ente. la verda de s histo · 11 ablar .. d esta p ·me a ntrevis a. n el o nto en que me i I ell pa pregunta le qu,,. p a · . o eso, .m o nt unos padre estupefacto . "M' . , 1 oblema es q . a an á, yo le doy em · do nec .~ 'tó todo un tiempo de dr yconellamis ap r o com nzar j nto un trab jo d p icoterapia. ecesitó 1nucha paciencia para d a a es a n,. a que tení ta c1r, para v . de nu vo'' el saber hacia el 1 es, que lo e bí n abandonado todo a la me ic · oco p co s a o · zaron a habl · r d f i · nto, del -_ ot o ug , e u hij . , d j ron qu Lo ita volv·era · ti tod 1 eunobjetodec·enc·a. a a · ·gnificó un · i to y p a u padre un e e tro n t n e no hab a od · o t - con u •
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Adrián es derivado por SLl peclintr~t. 011 ct1:1f.r'> :111(), , ~.._, vivaz, bastante alegre y so11rienle, pc1·0 cst(1 1> 't·111:111c·11lt·· mente enfermo: angina, otitis, indigestión, dolores
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n "" ianos pue es nt oda la entrevista, objetos rotos, z _ n · 1an s, coches que no andan. · . 1ó p ecoz de 1 que la adre ablará largac haber dejado a ambos mutilado . 'En aquel n to q ued ron separado , sin palabra para sopor ar l ne· , sin simbolización posible: tan sólo o -eal de esos cuerpo q e confundían en uno y q quedaron 1do en do . Esto dejó Adrián e ermo, también a su m dre y ella, para protege lo, quiere epa rlo de nuevo ro e ta ez de su pad e. L tien m · do cualqu ·er · · rvención de la ley. o': 'mposisu evolución, Ad 1án q e ó ' ri co d · e oc . con esta birdad de ser agresivo, impo ibi ·a l ha sido n1ad . e dernasi do frágil o con ohibido, imposib ·lidad de relac · n o _o niño en la ·quiera puede escuela. ' torbado" po el tigre y el puede ·no t e le la mano. Se epl ·ega en ~ 1 ma a. No h e r e u encia para cualquier p cha. ¿De r e oce n1 lo al o ni lo b jo, ni la izqu· q é pu de · erv1rle, si madre 'llev o le pertenec n ni u cuerpo roto n · o. 'Es mamá, . . . . , qu. n ien i ago o no p p1 e " u ndo d ián pueda habla , exp e s helos de uerte y su gre ividad, todas esas en:fj r · d ·de desapare e á . P ro a n1adre, ¿está dispuesta a meJa e cambio? La mad1e: El pediatra aconsejó ver a u a s· coanalista u do o tre vece porque no es b eno p r él ser tan t ' 'do. 6U ted cree que e tímido? También quería pregunj a hon apatía no servirá para ayudar o a re friarse u
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padres, lo lo o y o q A veces los consejos d l p di tr cierto tipo d . con ulta; y e lim"t .¿ po ib i n á allá? ¿Forn u lar l pregun a nera? Franc;o · e Dolto decía en un eminario:' Cuando lo · p vienen a consultar, a ec . están dispue tos Heg h t escientos metros y no podren10 hacerle ubir el mo Blanco."· to depende sin duda de su fragilidad, de u sufrimiento. ero no e menos cierto que despu, s de un primer ncu ro l ho padres inician un verdadero rabajo anar . o. E. impo ible generar za . i e verdad qu la manera · e nos d riva a lo niño pued e rar defin "tivan n 1 t bajo, dete1 e un discu so, ta bién puede abr ·r t la posibilidad s para un p icoan ; li · . Quien co ~ f cuenc ·a nos d . ivan lo niño , e dec · , lo ped a ¿ .. mo hablan hoy del ps ·co ; li. i con 1
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eminario inédito, 14 de dici robre de 197 4, cf Xa ier end rs, '' jeu de la dem nd ,,, De Bock Universit , 1991, pág . 27 ~ 44.
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o p d'a r ,numeroso aúnhoy,q eno ntes al anali ta ya a por temor a perderlos 1 v a f; milia no he vu lto a verla") o por tir 1 ut11 ·d d de acerlo, e timando que también ll e chan lo n cesa ·o a sus pacientes. o 1e at n·smo? o siempr se os p ede cen uo e to.Algu s ·sfraz n um·edoal . n "h · a irmanq e pa a ello · no tiene ~eriedad, no e cien ífico. Esta es en u . co gran frecuenc ·a rae· ona · z n dificula confro a co i con e t o lo que éste eñal . . nt lo den1ás pedia ra qu . n . d n. i os ncont a os u a 1u tr e ma era d proc d r. n lo e trem -q e no d an d · - . llamospo l o co i nz do l t o nomb e d pu ,. s de hab lo probado todo: t , confort e· " nor 1, t 1tativ d ·vers qu qui iotera. ' - top. tonpia a los nvío a pen ión, pas ndo po ce r-wólo que 1 p icoterapia. ¿Po · qu" e os no se nos pod á rep oc ar no h her pensado 'Como está co v ne· do (lo que demuestr el uy r"dito q e lo, niño pre ta l n" i 's) d qu aunque no de ao r s mal, no envían a u 11te co 1 ·en ia tranqu·la. ¡La conci ncia n con ciente! d1 t no son máquinas d · p e tas, on o ·11co , c·ente. to o con e te caráct · r en l disc n p i tra hace una de 1.vación o d d e tener y e · u p ciente. 1
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una reeducación extra e11 la que se c1·ce ti r1 t)<>C<) rnlis <> <> t111 poco menos, y que forma parte de la gan1t1 d 1·cct1 r st>s posibles: al niño hay que ''encauzarlo'', enderezarlo. U na orden de treinta sesiones: Estimado colega, Le envío al pequeño Felipe, que presenta problemas de tipo psico-somático.
El guión entre psique y soma marca aquí, en rigor, la separación radical. Se han efectuado todos los exámenes. El niño no tiene nada. Pero el médico, creyendo, con cierta ingenuidad, que tranquilizará a los padres y al niño pidiendo estudios múltiples, no comprende por qué desde que no se encontró nada se muestran aún más ansiosos. "La histeria, decía Lacan, no necesita ser curada, sino ser identificada." En estos casos, a quien recibimos por primera vez es a un niño deprimido. La medicina no lo toma en serio, no quiere seguir con él porque no encuentra nada. El problema del diagnóstico no es sencillo, y casi siempre el pediatra se abstiene de toda explicación a la familia. No hay diagnóstico: "No hay nada, seguramente es nervioso." Sin embargo, Freud recalcaba que era imposible proponer una indicación de análisis por defecto; sólo se la puede efectuar sobre la base de hechos precisos. La explicación que da al respecto en La interpretación de los sueños, a propósito de un enfermo cuyos síntomas hacían pensar en una afección orgánica grave, es sumamente elocuente: El diagnóstico de neurosis era tentador y hubiese puesto fin a todas las dificultades, pero el enfermo rechazaba claramente cualquier anamnesis sexual, y yo no puedo admitir la
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i i1 r _rn o qu no podía acer n da por él y le o .~ dico. Entone , ar i o pr sa, se m ment· do: le había dad d ma iada
z · me de ct1brió 1 _ etiologí xual ue yo 11é bía o u ·- ndo y qu m r _ n ce ari a confirme. 1~ la uro ~ ·. . n í 1 an · livio p ro al mi n o ti n1po n1e dio v g ·· z~ , pu . d bí e n~ sa me u mi e l a i1 b ~a vi t ; ~ cla o qu ~ o. 1t> .. I
em . la ü ist nc·a con q ud subr y la ibili d tllndar un dico n una ausencia de ·i¿-no : p ·· "1 no se r , d e .vi r un p e ent nal"za e porq no ncont ado nad . or otra parte, apuntemo 1 u .1 ue r ud ecurre un n1édico (q e no tiene evid lo mi mo puntos p · ión e .terior lo d i ta) de n ndando su op1 ió . ·t ese ch ar tal n1uev a reinici r el trabajo y 1. ,, v z otro mo o· su pacient l t 1 colaboración no fue ir ·tante i i útil. no o ic1ón lo p diatra con e b mos efi rirno · , a y otr e tego ía u calificareno e' mí t co ": aquellos par lo cu 1 ay f er del análisi , salv ción. Han comprendi o q o '' ~ tá en 1 ca ez· qu a nayo1 ía de sus con l nd ían lugar s · ello io tuv· r n q . v ~r elas co gu tiados. e to e os .Jan1á se practica · 1 u . o. E to a a. andon n stetoscopio no ·a n n· pesan
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entonces nuestras señas como se daría la fecha y In 11oro el ·l próximo tren a Lourdes.
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clt· i1t1cve a11os que me había sido derivada por t111 ¡1t•rli:1tr:\ i11ísLico, se quejaba de su corazón. "Se lo suplico, 111 'll ·cÍ¿l, l scuc!1e 111i corazón. El doctor dijo que no valía la r><'Jl:t er;c uché1rlo. Que todo está en mi cabeza. Pero a mí no me clt1 elc.• la cabeza; todo el tiempo tengo miedo de que mi corazón t•st¡tlle. Así que estoy de acuerdo en hablar con usted como me <.>x p licó el doctor; pero, primero, quiero saber cómo marcha mi corazón." Hizo falta mucho tiempo para convencer al pediatra de que aceptara recibirla de nuevo y la examinara, tan convencido estaba de que el examen era inútil. Sin duda tenía razón: el examen era inútil; pero el gesto médico, en cambio, no lo era. Fue preciso que este gesto se realizara para que la niña pudiese formular una demanda y comenzar finalmente un trabajo por sí misma. Pasaron largos meses antes de que diera a escuchar su corazón y su sufrimiento de otro modo que a través del estetoscopio. Al negarse a tomar en cuenta en un primer tiempo esta "demanda de atención médica", el médico puede impedir que el niño consulte a un analista. Asimismo, al negarse a oír una pregunta planteada al médico, así fuese por el sesgo de la transferencia, el analista corre el riesgo de cerrar definitivamente el acceso del niño al análisis. Las resistencias no se localizan únicamente del lado de los médicos. Ciertos analistas, cegados por su afán de potencia, creen tener respuesta para todo y desdeñan el saber de la medicina, que juzgan mecanicista. ¿Pretendemos defender una posición de hon1bres-orquesta sabedores de todo, tratantes de todo? ¿Iríamos a pensar que alguien podría morirse por no haber terminado su análisis? Así pues, ¿en qué fenómeno de creencia corremos peligro 1
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de c¿1cr'? 131·t1jos const1llttclos prt1·~1 Crofl·cí:1s el<.· 1<>~ n1édicos, ¿110 nos hallamos e11 pleno cuc11io de hadas·? ¿NuH creemos capaces de realizar curaciones inilagr·osas? El idc
El deseo del analista es un deseo ''advertido", que le permite seguir vivo para que algo del análisis sea posible. El no tiene que protegerse de los sentimientos que experimenta y que forman parte de la transferencia. Pero, para que el análisis sea posible, además es preciso que el analizante también siga vivo. Ante un paciente que se queja de trastornos somáticos, ¿en nombre de qué evitaría el analista mandarlo a consultar? ¿No ocur1·e a veces que, al situar la demanda en otra parte, en dirección a otro tratamiento totalmente diferente, se hace posible dar lugar en sesión al cuerpo de sufrimiento y goce, portador de verdad? Lacan decía: Es en el registro del modo de respuesta a la demanda del J. Lacan, Le Sémiriai1·e, livre VIII, L e trarisfe1·t, París, Seuil, 1991, págs. 220-221. 11
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se identifican lempre m ~ o n el que sabe lo que es bueno par él, y bu eno. Ya Hipócrates hablaba de · ste p oc · o de enfermo con el médico: ' La regla de oro tener buen color y la gordura que entr n Pues el vulgo imagina que quiene no f ene 1 e buen s ado, no pueden atender convenientem n 1
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demá . ' 13 Mali .. re, para curar al e1 fermo imaginar10) l o hacer médico a u vez, lo que ademá sa va al r on j · pero no e del nt al autor. Lo imaginario no e d de t n, f 'cil , nte de lo rea . Ciert · n li tas, para proteger , prefieren la abst · e· a y ro p n to · lmente con el médico. Otro , a pe a d dificul i nt n tr bajar con "l Av e l a J cto médico e á tan pr s n e p r 1 niñ quep· ifí iln nerlo ne na Talfu elca odeAna e u
le> l1é1b1 un i1otudo, pero no quisieron tocar el t 111~1 : <:.JJ,t e t¿\ libre de 11acer con su cuerpo lo que quisiera. Me 1:1ti ·rivó lrl 111edica escolar. Ana vino sola. Los padres, que no t¡tt ~ rí,111 ncompaiíarla, le dijeron: ''Es asunto tuyo. Eres libre, c rr'8 l)ns ta11te grande para hacerte cargo de tu vida." A11a estaba aterrorizada. Me explicó de qué modo sentía t 1·<111sformarse su cuerpo por las noches, de qué modo adelgazaban sus piernas y cambiaban de forma sus brazos; de qué n1odo la otra mañana, al ponerse frente al espejo, no se vio: era como si se hubiese vaciado de su imagen. Desde hacía cuatro o cinco años, unos ojos la seguían por donde fuera. Seguro que están ahí, pensaba, para juzgarla. Comenzado el régimen, sabía que no podría cesar en él; se encaminaba hacia la muerte y no podía hacer otra cosa. Cuando hablaba en sesión, temía·vaciarse de todas esas palabras; felizmente sabía que yo interrumpía las sesiones. Este corte le permitía hablar. Ya no se tenía confianza. La balanza, a la que interrogaba todas las mañanas, tampoco era creíble puesto que, pensaba ella, la miraba con sus ojos. En las sesiones no había más que lágrimas, angustia y súplicas: "No me deje morir", aun cuando este ruego, en la transfei·encia, se dirigiera a otros. Le propuse visitar de nuevo a la médica escolar y pedirle que la ton1ara en tratamiento, que la recibiera una vez por semana para pesarla, atenderla, ocuparse de ella. Ana suplicaba protección para este cuerpo que escapaba de ella en el momento en que precisamente se trataba de su sexualidad. Era demasiado pronto para interpretar la transfe1·encia, demasiado pronto para que pudiese hablar incluso de s us padres.
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Mucho n1as allá de t1111·cascgt:11·0, el scgl1i 111ic11 t<' ( r ·ct,l1;1c le> por la médica permitió que Ana hiciese una ¡>sicc>tcr¿\¡Ji:t. 11;1 hecho de que respondiese punto por punto a las prcgt111ttlH clt\ la joven, su deseo de no dejarla morir, esto es, de l1acc\r st 1 trabajo de médico, permitieron que Ana soportase la sittté.1ción analítica. Esta médica no hizo nunca de analista y nunca le parecieron absurdas, desde el punto de vista de la medicina, las preguntas que Ana le hacía. El deseo de saber es la primera manifestación de la vida sexual. Esto es lo que el paciente demanda. Las respuestas de la médica autorizaron a Ana a formular estas preguntas de otra manera. Tampoco pensó nunca que los problemas de su paciente se limitaran a una cuestión de kilos a bajar o subir. Supo ocupar su sitio y contribuyó a sacar a Ana del atolladero. Un saber así no se aprende en los libros.
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·fic ltad. iguedeman ra · r o b chillerato, l q e no sigue es su ·ó . s comparab e a la de un virtuoso que o "n ·co ·nstrumento su disposición, un piano l · ño p sado tras un vi ita al jefe de neurología 1 na vez por año Alejandro ene.erra en u "t ción, nie a a ir a la e cuela, y continuar la u ero cti idade de rehabi itació qu ebe efectuar r gt l · rment . p ·de que lo dejen n paz: ¡m 1 suert _!, él pr f re 1 illón de ru da al forc"ng d rto i tas. Cu do o v o la prim ra z o icioni ta y d priI lid o. Todo l q e pue p 1nj u t ·cia, la i lpot ncü, el e· n ancio al qu u et mente. Dividido en tr r b lión y d e p · ·ón · ne fuerzas pa · luchar. l\ 11 bl de la consulta n l neurología: ' sta ba 11 no de doctor '' die . Pr g nto qué 1 h· n dicho. " 1de. Ademá int nté er u ojo pero no e :t:' cil no' ' ?'' n rrogo: ¿L s h bla quºzá a t . 1 m r po _de: "No, agr ga un p p 11 gajo', dijo n1a a. ' oda lo ño e · hiben a Al jandro t u pecialist e 1 o lo 1ira. ropo go ntonce a lo p r 11 v rlo a un ped· tra d qu ·en conozco su man r d · b j r. Este lo eci e ctual n nte cada t es me e , . d la v·sita anual cuyo alcance 1 jandro ha p nd'do ti izar. El p d ·at a h la a ola con él, traza obre gr n cuad rno - n e enta Alejandro-curvas de cada uno d los progresos, 1
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angustia. Tal vez otro pediatra consideraría inútil ese lt'Ul)ttj<>. l•~s lit~ r1 un alivio para Alejandro el constatar que, aunque yo reconc>z ca el sufrimiento de su cuerpo, me sitúo, contrarian1entc a todos los demás integrantes de su entorno, como impotente para exigir una rehabilitación. Pasar por el pediatra fue para Alejandro como restituirle un cuerpo que le pertenecería, a imagen del precioso cuaderno. En sesión, me hablaba de sus visitas al pediatra y de su cuaderno. Cuando estaba con el médico, a veces hablaba de su análisis. Sabía que ambos, analista y médico, estábamos involucrados en cierto modo en el mismo proyecto, consistente en proponerle espacios diferentes que él podía utilizar o no para "administrar" s u enfermedad e interrogarse por su deseo. Sabía que nos conocíamos, que a veces hablábamos de él sin que nunca (tuvo oportunidad de darse cuenta) nada del contenido de las sesiones se revelase. Este vínculo era para él tan precioso como las redes que protegen a los trapecistas; nosotros garantizábamos un espacio en el que él podía arriesgarse a plantearse una vida para sí mismo. Para ciertos niños cuyo cuerpo está enfermo, la colaboración entre su médico y su psicoanalista es esencial siempre y cuando los lugares estén claramente definidos, los roles no sean intercambiables y el secreto de las sesiones y el respeto por el niño se encuentren siempre en primer plano. La "derivación al analista" entre terapeutas sólo es posible en el registro de la aceptación de una diferencia radical y en el respeto al niño y su familia: no en el de la renuncia a la medicina.
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tvl. 11annoni, L ·e11(a11t a1·riéré et sa mere, op. cit., pág. 38.
Segunda parte
DE LA PRIMERA ENTREVISTA A LA CURA PSICOANALÍTICA
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Podría con1pararse mi posición a la de un violo11celista que trabaja afanosan1ente su técnica y luego, una vez que ha logrado dominarla y tenerla ,por . adquirida, fuese por fin capaz d e h acer mus1ca. D.W .
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l. Xénophon* o la cruz de los nombres 1 Al realizarse nuestro primer encuentro, Xénophon tiene cuatro años. Es un niño pequeño, enclenque; parece frágil y asustado.No habla, elude la mirada, no responde cuando uno se dirige a él. La maestra del jardín al que concurre desde principios de años señaló su conducta al médico escolar. En la escuela no juega con los otros niños. Aparte de negarse a cualquier contacto con ellos, se queda inmóvil en un rincón, sin mirarlos siquiera, con la vista clavada en sus manos, que agita incansablemente ante sus ojos en un movimiento intermitente, o mirando el cielorraso y perdido en una contemplación inexpresiva. Si un adulto intenta llamarlo o invitarlo a participar en alguna actividad, Xénophon, presa de pánico, se pone a gritar.
* En este caso dejamos el nombre francés, sin reemplazarlo por su equivalente castellano, por razones que el texto habrá de poner en evidencia. [N. de la T.] 1 Contrariamente a las demás curas expuestas en este libro, la de Xénophon fue seguida del principio al fin en consulta hospitalaria. Es raro que estén reunidas las condiciones para permitir un trabajo analítico en este tipo de estructura. Debo agradecer al médico jefe, doctor Abram Coen, quien autorizó e hizo posible la efectuación de ese tratamiento.
J>J'l•<>t'tl})acio11 de los 1nédicosy la escue la . 11 < 'l 11r1>, clil't', e: s u 11 ¡)oco l)cbé, un poco r etrasado, sin dt1da 111 • 111 Jl<>l l:t rc>11 dc111<1s iado las tres h ermanas grandes que j l1t~gt 111 l' <> Jl t l con10 si fu e1·a una muñeca, lo vist en de nena, I <> ('<>11sic11lt•n; per o él es t a n tierno, tan frágil; no puede l1 ítcerle 111a l que lo mime n un poco." I·~ r1 casa no habla, sólo pronuncia unas pocas palabras i l isJ<:l dns, apenas co111prensibles. Aparte de ello, se niega a co111cr, padece bruscos enojos s in razón apa r ente, tiene e 11cl1·1ne dificultad par a concilia r e l s ueño; es encoprético y e 11 u rético. "Segura men te cua ndo crezca se le pasará, dice la 111é.1dre. E n este mon1ento bastaría , concluye, con que se decidier a a cr ecer ." Al final de esta primer a sesión pregunto a Xé11ophon s i q uiere quedarse solo conmigo. Sin da rle tiempo a ma nifest ar 11ada, s u n1a dre lo arra nca de s us brazos, en tr e los que se había en ros cado, lo deposita sobre la s illa y sale del cons ultorio sin d ecir palabra. Xénophon no llor a. Queda deposit ado ahí, como totalmente ausente. Observo de inmediato que evita mi mirad a, lo cual, a priori, me pa rece contradecir el diagnós tico de autismo propuesto por los n1édicos ya cons ultados. Si le hablo, pierde la cabeza, se pone a llorar, corre hacia la puerta. En cua nto me callo, se calma y adopta una mímica inexpresiva. Intento en tonces poner palabras sobr e s u miedo, ins talo un marco diciéndole que no estamos en la escuela, que no voy él pedirle nada, que él puede ton1ar los lápices, las hojas, la pasta de modelar que se encuentran a su disposición sobre la n1esa , pero qu e también puede no hacer nada, no hablar. Si c s ta es su n1anera de decir, puede hacerlo; aquí no estamos 11i en la escu ela ni en ca sa . Xénophon se tranquiliza en el a cto, to111a el cenicer o que h ay sobre la m esa, lo h ace girar como un (11 1>1 •J11l 1cl:1:tJllt•1:1 1
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* Se le llama así a la que tiene forma de X. lN. de la T.] 91
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11111cl rt• l1 ¿tbJ ¡1 ele csie subrayando cierta semejanza entre él y ~c·110 1>l1<)n ; i t1mpoco él quería crecer, también él tuvo que
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( 'Lian do habla de su propia madre evoca a una mujer Hie1n p1·e enferma y fatigada que solía repetir que jamás debió haber tenido hijos: las dis putas entre los padres eran frecuentes. Temía a su padre, que era severo pero que estaba casi sjempre ausente pues huía de una casa que calificaba de siniestr a y cansadora. Ella era la hija mayor y se ocupaba de todo; recuerda haber s ufrido mucho por no haber podido cuida r a su m adre de esa enfermedad que la clavaba en la cama y de la que los médicos no conocían ni su origen 11i s u
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sencia y no se manifiesta sino dcs¡)ucs, t111'\ Vl'Z tf lt :lRté'i Rolll conmigo, cuando releo las notas como lo hice l?n l~l 1>rin1 'r:l . ,,. ses1on. Ha conservado la costumbre de puntuar el final de cada sesión con un signo, signo que pasa a ser dibujo. Comienza a dibujar y toma ahora una hoja para él, en vez de dejar su marca sobre la mía. Sus primeros dibujos son cruces (dibujo n º 1 ) y bosquejos de hon1brecitos, casi siempre pegados unos a otros (dibujo n º 2 ), y luego i·epresentados por dos antes de soportar formar "uno" (dibujo ri º 3 ).
Llora mucho, dice no haberse 1· •¡1L1 • ·t •111tt 11t'ét ele la ciesilparición de esta bebé que ella había ,, r i:1
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A la déci111 a sesión concu1·rc el ¡)tld r·e, fl qu io11 Jlccl1 v<. r desde el primer día. Se había excusado siempre al~ga11dc1 cada vez un i1npedimento distinto. El padre está, en efecto, impedido. Impedido de trabajar, se e ncuentra desocupado; impedido de hablar, un miedo pánico le aprieta la garganta; impedido de ser un padre pa1·a Xé nophon, a quien no quiso tener. "Cuatr o hijos es demasiado", dijo. Además, Xénophon está tan pegado a su n1adre que el padre no puede ni hablarle ni ocuparse de él. De todas formas, Xénophon no tiene trato con él: ''Es evidente que no me quiere." De este hombre ansioso y deprimido la madre di1·á, en otra sesión: "Es como si tuviera en casa un hijo más. Soy yo quien decide todo, quien hace las cuentas y quien le da su dinero de bolsillo. Cuando no está bien, bebe. En casa nunca dice nada. ¿Qué sería de él si yo no estuviese ahí?" El padre de Xénophon es el tercero de una familia de cuatro hijos. Describe a su propia madre como una muj er de temple que dirigía todo en la casa. Su padre era tímido y oscuro; murió cuando el padre de Xénophon te nía quince años. "Fue el momento en que n1ás hubiera necesitado de él. Antes no había tenido tiempo de hablarle, o quizás no había tenido valor." El padre de Xénophon, pese a las manifestaciones fóbicas que le dificultan la vida, concurrirá r egularmente a las sesiones y hará un trayecto muy importante, paralelo al de su hij o. Habln1·á entre otras cosas del n aci1nie nto de s u hermanito, acontecimiento que él vivió de n1anera muy dolorosa, con el sentimiento de que le robaba s u lugar de bebé junto a la madre. El nacimiento de Xénophon reavivó s u angustia; y él, que no quería un varón que ame nazara una vez más con ocupar su lugar (sobre todo un cuarto, lo que no quería era el cuarto), acabó atormentado por una culpa terrible. Sólo después de las primeras entrevistas con el padre, 1
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Dibujo 7
Le hablo entonces del dolor de su m dre , 1 inorir l herman ·ta de las flores ffleurs] que llevan a la tumb de a bebé y qu él llama llo ar [pleurs] "nopho a·buja entonces durante v r a sesiones lo '11 ntos de mam '" (dibujo n º 8) y muy gradualment comienza a rivir en su cuerpo de varoncito n esta époc d cubre por zar en sesión, un biberón dentro d un e j de juguetes; lo llena de · inedia o y lo b be con d 1 i . diez sesione siguient coro nza án ca 1 d gu
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Se advierte aquí de qué modo el dibujo del niño debe ser interpretado como el discurso del adulto; pero, lo mismo que con los adultos, habrá de hacérselo de manera siempre interrogativa, proponiendo una hipótesis de trabajo y dispuesto uno a dejarse interpelar, sorprender. De quien se aprende es siempre del niño. Hay que desconfiar de los presupuestos, de los prejuicios, como decía Freud. En sesión, y particularmente en las interpretaciones, sólo podemos servirnos de lo que el propio paciente, sea adulto o niño, ha aportado. Frente a los dibujos de niños evitaremos dejarnos llevar por delirios interpretativos. Así como no hay claves de los sueños, no hay claves de los dibujos. Tanto si se trata de sueños como de dibujos, sólo corresponde apoyarse en las asociaciones que nos propone el paciente.
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La eclo ión de su obi 1 mie o d algo que puede nonibrar e: devorado, tiene miedo de los nim l s p ,q "hacen 1 amor''. Lo d "b ja (dibujo n u 1""'). •
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a o d cía n es·ón: esta be . ra como su e d habl de la muñec s . 1 s ·ñ p queña n lug del p ne que le lt ¿ p., d. a de la i o h brí ven d a m r ·d d 1pene madr ?A ed d d trece - O· o ienzó t t r per ió .1beb" en el o . volvía ' ·,z e ten rlo. ás t rde de eó ·n haber el o 1 du lo de q lla her i, . rio E iño o b mos, id ntifica · l q má · t e a a madre. Xénophon se id 1o d to que la tumb . En consecu e· í · guna r . zón pa que hablara. Era mudo co o b . Las pe idas v· · itas al cementerio, lo lla t . , dre, ¿no h c1 on d la cruz un objeto fálico, s ·mbol z ._ ip o en ·
pºedra? énophon vivo acudió al lugar de este ob
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cío pa la madre. A nque podamos acl r ú · ro d l mento ubicables en su hi to lo ue dec" a Lacan del triángulo padre- a iángulo madre-hijo-falo, d todos modo · hi ton um ment compleja, ya que i tor díp ·ca del padre, cuyo propio pad . h · b" · a cuyo do ~ l m · mo q ince años y d jando icoobj to ec uelore ultóser, t mbiénaq í, úl · o _
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parte, la historia de Xénophon está ligada igualmente a la de su madre. ¿Por qué razón la muerte de aquella hermanita desencadenó semejante cataclismo? ¿En qué momento de la historia de la madre y de su propio Edipo aconteció esa muerte?¿ Qué lugar tuvo para ella el hermanito discapacitado, el único varón? Las más de las veces, ya en los primeros intercambios de la madre con el bebé se impone al pequeño una constatación: la madre no es "toda" de él. Siempre pone interés en otras cosas, siempre es atraída por otra cosa; se marcha, vuelve. En este juego de presencia y ausencia, en esta falta en la que el Falo vendrá a instalarse, el niño se construye, imagina, simboliza. Ella no es toda de él, y él no es todo para ella. En el "desfile del Edipo'', el niño se encuentra con el padre, renuncia a ser el ideal de su madre, acepta la castración y hereda un Ideal del yo. Aquí es donde el padre ha cumplido su papel: no hay Verwerfung (forclusión) y el niño no es psicótico. El Nombre-del-Padre ha formado punto de almohadillado, permitiendo la detención del deslizamiento de significaciones. Sólo cuando el niño deja de estar sujetado al deseo de 1a madre puede advenir como sujeto. Este "dessujetamiento" pasa por la ley del padre. El pequeño Hans es fóbico. Por no haber podido desmarcarse: En el caso del pequeño Hans, hay que convenir en que la Metáfora paterna no operó plenamente. Para que se cumpla, es necesario que en ese lugar donde el niño encuentra el deseo de la madre venga a sustituirse el significante del Nombre del Padre. 2
El padre del pequeño Hans no hacía la ley a su madre. El deseo de la madre, Hans lo sabía bien, estaba en otra parte. Para protegerse, "él instala esa fobia a los caballos que dan miedo y dictan su ley". 2
S. Faladé, "Reperes structurels des névroses, psychoses et perversions", revista Esquisses psychanalytiques, nº 7, primavera de 1987, pág. 44.
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tc)ria. i El padre es el que "da", por poco que el niño acepte rt'nunciar a su madre. No da solamente el "no", la prohibición, sino también su "nombre'', que pasa por su mujer y que 8erá el s ignificante patronímico presente para el niño. Da al niño, más allá del nombre, la posibilidad de ser un hombre a s u vez. Este es el punto en que el padre de Xénophon se ve, t a mbién él, en dificultades. A propósito del pequeño Hans, Colette Misrahi y Serge Hajlbl um precisan: "En la respuesta del padre a Freud hay que leer una llamada del padre al hijo: de introducirlo a su título. Si llega al forcing, es porque simbólicamente Hans no es s u hijo: es el hijo de la transferencia entre Freud y la n1adre, ex analizan te de Freud, y el problema de este padre es introducirse a cualquier precio en un circuito ya formado y del que él está excluido."4 Podemos tratar de determinar aquello que en el análisis de Xénophon se movió lo suficiente como para aflojar un poco las ataduras que lo tenían prisionero: la separación entre la cruz , primera letra de su nombre, y la cruz de piedra, y por otro lado la palabra del padre, permitieron que Xénophon se situara de otra manera.
Cf J . Dor, Le pere et sa fonction en psychanalyse, París, Point Hors Ligne, 1989. 4 Colette Misrahi , Serge Hajlblum, "Champ phobique: le petit Hans", rev1::;t a Tel Quel, verano del 77, nº 70, pág. 65. :i
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inscriba'' más claramente para Xénophon del lado del N 011l bre-del-Padre. Ahora bien, a pesar de que la metáfora paterna no hab1¿\ operado verdaderamente, esto no autorizaba a decir que se tratara de psicosis. No había en este caso forclusión del Nombre-del-Padre. El padre tenía su lugar en la familia, la madre nos lo dijo: era un hijo más; y, a este título, contaba para Xénophon. Sin embargo, no hacía la ley a la madre y su palabra no era reconocida, como sucedía con el pequeño Hans. Xénophon puso en el lugar del padre no un caballo sino una multitud de objetos fóbicos que lo hacían cada vez más dependiente de las exigencias superyoicas, puesto que casi todo pasaba a estarle prohibido. Hans era fóbico mucho antes de sus crisis, mucho antes de que los "caballos de la angustia" le impidieran salir de la casa. Xénophon era fóbico , como lo n1ostraban s u mutismo y su boca enrejada, mucho antes de que se instalaran sus objetos fóbicos . La instalación del objeto prefigura un comienzo de simbolización. La alienación de Xénophon fue muy anterior a su nacimiento. Este niño vino a tapar el agujero, a llenar la falta. Xénophon parecía ser a la vez el objeto fóbico y el objeto contrafóbico de su madre. En efecto, cuando ésta vio que Xénophon escapaba de ese lugar, hizo una tentativa de suicidio y en ese momento no quiso iniciar un trabajo para ella misma. Subsiste el problema del lugar de las hermanas de Xénophon. ¿Por qué la madre reeditó aquella historia con él y no con las hermanas? Además, ¿la historia se reeditó tal vez de otra manera? Otras tantas interrogaciones que quedan por supuesto en suspenso , y a las que nos negamos a responder mediante un forzamiento teórico, siempre perjudicial para el análisis,
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r . 1 lq . ' o ' . n "lt~mo enigma. última sesiones, vino
liza an on. _1 . o período depre ivo durante el cual se t ·va de uicidio, se curó. Se trataba además na uración mi ag o a: no sabía por qué abía · 1 .i irse de un día para el otro, ni por q é de · lmen e repentina se sentía bien. Po u uesto, o con10 i no tuv1e e importancia- . b'· 1abido ·aa no lo _ _ ·o es ab emb azada de n11evo. h b"e que ido, s 'ba a pon r f rio ro ya se ,,, aria . . u , importa ci iene que lo pa? 1 n l decir, q · zá e ando e note dem i o, p o tone s será i ota .de. • E1 todo l transcurso de esta se 1ó , eJ nza e ste embarazo y el de la 'po . p raba a " ophon. Todo era ig al, nada h bí odohabía u ·l to al orden. Lo que venía a decirme con tanta i o que ' t 11bién debía ntenderse como un d ·afí · n1po la pru para un analista, de q el· o erfi eta 1ente 1trabajo efectuado con e, vez n1 ,, s, no pudo usar otro recurso qu l o. .
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IJ. ''Alicia'' o ''ol sol negro de la fobia''ft Alicia acababa de cun1plir siete años. Estábamos en sepLie111bre. Me la había derivado el médico del hospital de día él l (IU<.' había entrado dos años antes, después de cuat1·0 de f1·acast> escolar en el parvulario. La madre de Alicia vino a la primera cita a hablar de este fracaso . De éste y de otro que alteró el comienzo de su nuevo embarazo. Inmóvil y sonriente, Alicia escuchaba a su madre hablar de su desesperación al descubrir que estaba encinta den u evo, a los cuarenta años. Se hallaba demasiado cansada como para traer al mundo un cuarto hijo. Se sentía a la vez deprimida por el fracaso de la anticoncepción y terriblemente culpable por no querer tener este bebé. Alicia continuaba sonriendo. Sus largos cabellos rubios atados con cintas, sus inmensos ojos azules y la extraña claridad de su tez, le daban la apariencia de una muñeca de porcelana. Estaba ausente, indiferente, inquietante en su belleza. De los primeros meses de su vida, así como de su nacimiento, la madre no me dijo nada o casi nada; había olvidado todo. Recordaba sin embargo un detalle muy preciso: había concebido a Alicia el mismo día en que lean un ciaron el f allecimiento de su propia madre. Al cumplir los tres meses, Alicia era una bebé sin problemas, tranquila, silenciosa: no lloraba nunca. Había que despertarla para darle sus biberones. A los nueve meses, después de una doble otitis, tuvo crisis convulsivas y fue hospitalizada para un chequeo. En el hospital, Alicia, de ordinario tan tranquila, pasó
La historia de Alicia fue reescrita sobre la base de una comunicación del 25 de octubre de 1992, en el congi·eso de Ales, "Les approches psychothérapiques de l'autisme et des psychoses de l'enfant", publicada en Ho1nrnage a Frances Tustin, Saint-André de Cruzieres, ed. Audit, 1993. 5
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o día de pués. El . .G. había · o lla y no lo era. Gritaba cuando rechazaba los biberone , d via a l m ' t rde htboqueho p"talizarlad ortante pérdid de pe o a ompan da de
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ctua . ta gunda internación lici no lloraba. Y no llorará nunca má . s quedab h ras inmóvil. p z" ño y medio y dijo us prim p l 1' a ]o cuatro A lo i te ú 1ole fint riano nieldiurno ni l i n r u m dre m habl d ntado y e b lanceab . u Ita hacia u madr izada por lo mov ·mien o d 1 dre int rv1no. '¡Basta, Ahci .
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La madre de Alicia tenía entonces siete años , ln cdtld qttt' tiene hoy su hija. "La pequeña morirá'', dijeron en la f~tn1ilia, y los padres se marcharon dejando a la madre de Alicia inclinada sobre la cuna y sin poder apartar la vista de su hermana enferma. No recordaba lo que sintió en ese momento, pero todavía estaban frescos las sacudidas y los ojos revueltos de su hermana en el momento de esa muerte que ella había esperado, durante horas, sola y aterrada. Recordaba que su madre lloró y que ella misma había sentido celos, pero no pena; era demasiado pequeña: "Los niños no sienten esas cosas'', pensaba; en cambio, lo que sienten -de esto se acordaba- es envidia. Cuando su madre estaba embarazada de las mellizas, creía que iba a dar a luz un varón. Por entonces la ecografía no prevenía a las futuras mamás. El nacimiento de dos bebés de sexo femenino fue una sorpresa para toda la familia. Recordaba haber entrado en la habitación en que su madre acababa de parir y haber visto sangre, y después dos bebés muy feos , en una caja, rodeados de algodón. Dos hijas. Entonces despreció a sus padres. ¿Cómo se habían dejado engañar con tanta facilidad? Debían traer un varón del mercado. Se habían dejado embaucar por un comerciante deshonesto que en su lugar les había dado dos niñas. ¡Estos padres no eran nada listos! Un mes más tarde, la niña se lleva subrepticiamente una de las mellizas a casa de la vecina para intentar canjearla por una vaca. La vecina, divertida, acepta y cuenta la historia a los padres. Estos felicitan a la niña: "Has tenido una excelente idea. No somos muy ricos y con una vaca nuestros asuntos se arreglarían, pero con tu madre hemos optado por cambiarte a ti y no a tu hermanita." Desde ese día se había resignado a la presencia de la hermanita, y nunca más habló del asunto.
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e u epiléptico .. iempre ella la que , e nim les agonizante · es siempr .· a n · . El padre de Alicia ·u ele no estar. · b ja _n provincias. El año en que esperaba j __· · in n , e taba au en e. ólo volvió a trabajar ué de la ho pitalizac1ones de u hij '. · o vino ntrev1sta. l n 11ci a te cera e ión l blo con lla de lo n os oído decir a lo padr . . · to110 ·u hi t na y la de d , die· éndole cuán di ícil u o qu · _r p ra ella · r e e t mamá n so y d d ·ch d · l v n ta y corr ' i l inter up or. i tir~ Alici Intervengo d1ci ' ndol : 'Hay ro d ·1·se de otra l domini de todo; ,, 1n n ra. o primera vez, p rece tri ; to , la ca11a ... ta de juguetes deJugue, e · y la uelca sobre su e b z pr gunta. qu inunda a Alici me recu d ,¡ , n objetos Llueven jugue e como llovían en la p iI d _,siente caído d la carter de u n1adre Alíe· l ·r n1ar e su cuerpo al mismo ti · juguetes "e di .p rs n por el suelo. ·e lo digo. e e h · .1 onces al escrito io e apod ra de n· · l · ·nt n a p g .. rlas contra la vent na com p a p a otra contra la pu . rta y luego u . lv · edio de la habi ación balanceándo . t' ra 011rí . n e e n1omento u n no lo atie11do 1 ruido del cont t' ter or~za~ e levant brusc ment o, p ro al 1-v· nt r e desgarra u v r ez rr ne f Ida a de una cri i · e pantos· , u . ya no la prot g . Desve ·tida, llora. 1
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At1Lt•11l1t'élS lt1f~ri11111~
Vttl•lvt> íl li11 blarle, pero rcfirióndon1e esta vez a su hisLori:t y i\ lit el<.' sttH padres. Alicia se calma sin tener que apcla1·, me p~lrt)ct.."\, '' rituales autísticos. Está, sin embargo, muy angustiada, y al final de la sesión corre hacia 1a puerta. Yo la detengo para decirle "hasta la próxima": "Es importante, Alicia, decirse 'hasta la próxima'. Si los seres humanos podemos separarnos es porque nos dejamos con palabras y nos reencontramos con palabras." Rosine Léfort menciona, a propósito del tratamiento de un niño psicótico, la angustia provocada en estos casos por la "pérdida" de la vestimenta. t•c>1·1·c111>c'r
HLtH 111<:'jill1t R.
Robert: Volvamos entonces a la envoltura del cuerpo, el delantal , que aunque le sea impuesto por el Otro, se le ha hecho a Robert tan necesario que podríamos creer que, si se lo quitan, morirá; aparentemente, este delantal es una envoltura análoga a las envolturas de nacimiento: primera pérdida del niño. Robert está entonces completamente alienado en el significante "señora" y el delantal representa a su Otro; su pérdida es pérdida de su Otro. Cuando se disocia este delantal de su cuerpo, él ya no es "señora"; se libera de su cuerpo el goce que se desencadena en sus crisis terroríficas, destructivas en la ausencia de Otro. 6
El comienzo y el fin de las sesiones siguientes marcarán el momento en que podrá establecerse un contacto ve1·dadero entre Alicia y yo. Encontraré una mirada diferente de su mi1·ada habitual; podrá instalarse un encuadre. Los primeros seis meses de trabajo con Alicia transcurren a imagen de estas tres primeras sesiones. Permanece casi siempre muda, intentando atender a mi presencia lo menos posible. Las sesiones en que me parece totalmente esta tui'' Rosine Lefort en colab. con Robert Lefort, Les structures de la ps.) cliose. L 'e1ifant au loup et le Président, París, Seuil , col. Le chan1p frcudien, 1988, pág. 632. 1
J\ljc.·i;t t'JllJ)Jt ZJ i 1r] •, tl • JJ011e1· palab.r·as e 11 s us miedos, de 111t ·11t:tr 'cJ 11t 11 'l'( st•cuct·poquesede1·ramaporelconsultol'i11, 11¡1 ·it• r1 1>l 1·111ane11te referencia a lo que ha vivido, sus ·risis el '•l11guslia se tornan menos frecuentes, menos siste111 á tic:ts. l 1<)11e especial esmero en verificar que la puerta está bien ce1·racla, pero, una vez cumplido este ritual, parece más t1·lt11q Ltila. Es en esta época cuando comienza a decir algunas palabras. En el transcurso del segundo año Alicia acepta lentamente entrar en contacto conmigo. En los momentos en que su terror ha menguado, me habla furtivamente. Ya no se trata del discurso de la loca-palabras incomprensibles arrojadas con gritos a la manera de otro lenguaje , ni del discurso ester eotipado de una Alicia robotizada, sino de un discurso diferente: se arriesga de veras a decir, mirándome a los ojos; se arriesga también a oír lo que yo le digo de ella y de su historia. Es como si un mundo en el que las ideas pudieran existir con1enzara a suplantar lentamente a aquel en que todo debe pasar por el cuerpo. Ahora, al final de cada sesión, Alicia repite, con serenidad: "Hasta la próxima, Mathelin, Alicia vuelve." Cuando un ruido exterior al consultorio perturba la sesión, cuando accidentalmente cae un cajón haciendo un trernendo estrépito, cuando un golpe de viento abre violentamente la ventana mal cerrada , Alicia ya no se n1uerde, ya no grita, se sienta en el st1elo, se toma el abdomen con ambas manos y dice, llor·ando: "Llueve. A Alicia le duele la panza'' o "Alicia miedo". Al comenzar el te1·cer año, puede empezar a dibujar (dibujo ri º 1). Nunca habrá garabatos, dibujará directamente f01·mas; formas "sin ojos", explica. Al paso de las sesiones aparece un hombrecito con un cuerpo, brazos y piernas. En el cuarto año, los personajes tienen una boca y, lo 1
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l1étcc1·, aquellos sobre los que trabajamos. A los ¡Jri 111('f't1:-, lo::; po11emos a parte. Alicia ha decidido que son para J)t\ r1:1 y n1amá. Los otros se quedan en el consultorio. Son para Al 1c1<1. Es los, casi siempre, son informes y aterradores. Un día dibuja una especie de rectángulo. "Es una caja, el ice , una caja con un lobo adentro." Al lado de la caja dibuja u11 cuerpo extraño en movimiento, y aclara: "Esta es Alicia. El lobo tie ne mucho miedo" (dibujo nº 3). Por supuesto, ni s iquiera el lobo está a la altura.Nada puede dar más miedo que el cuerpo de Alicia. En este período del análisis el gato epiléptico de la casa n1uere ayudado por la madre, quien me explica que había que poner fin a su s ufri1niento. Alicia pasa por nuevas crisis de angustia en las que parece remedar crisis de epilepsia. La t•11 s <.i 11:1rt)tl
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Dibujo 3
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s ie:.' 11tc• cul1)able de l1abe r '111t1l (lclo l)rt1 sc~1n1c nte Lodos los progr esos de s u hija. Hablo con ella, en presencia de Alicia, de es tas r epeticiones dramáticas, del peso de la muerte en su historia, de la hermanita, de las crisis de Alicia, del pájaro y del gato. En este momento, Alicia, que dibuja cada vez más en sesión, parece iniciar una tentativa de construcción de objeto. En efecto, se pone a dibujar unos gatos monstruosos que la asustan; la asustan tanto que después de cada dibujo debe quedarse unos minutos bajo la mesa para no ver al gato (dibujo n º 4). •
Dibujo 4
Paralelamente, los padres hacen notar que se ha despertado en ella una fobia a los gatos. Estos gatos, aclara, se llaman "Alicia". Ella se identifica con el gato muerto como su madre se había identificado, en una problemática edípica, con lo que entonces le pareció ser lo más importante para su propia madre: la hermanita muerta; "con el agujero", como dice ella; agujero en el cual también hubiera querido perderse. Sexto año: Alicia no puede tocar la pasta de modelar, no se interesa por los juguetes, pero dibuja y cuenta la historia del
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Dibujo 5
dibujo. Un personaje pasa a primer plano (dibujo n º 5): "el muñeco de nieve", asexuado, ni niña ni varón, frágil y sin consistencia, que resbala entre los dedos como el agua de que está hecho. Puede cambiar de forma según que se haya derretido o no. Este personaje expresa cabalmente el sentimiento de fragilidad, de desvan ecimiento de un cuerpo que, en cuanto toma forma, corre peligro de desaparecer al sol. Su interior es idéntico a su exterior. Previo quizás a los fantasmas de cuerpo fragmentado, parece representar con exactitud la sensación que Alicia siente de sí misma. Si el sol entra en el despacho, ella pide cerrar las cortinas antes de dibujar. Cualquiera sea la forma del muñeco de nieve, reducido incluso al estado de copo de agua, Alicia le dibuja siempre dos ojos~ dos agujeros que pinta de negro. "Son los ojos, dice, los que dan miedo, no el muñeco." Alicia comenta los ojos del muñeco de nieve: "Están adentro de la cabeza." Yo pregunto: ''¿En la cabeza de Alicia?'' Ella me responde: "Los ojos de papá y mamá están en la Cllbcza de Alicia."
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Dib~jo 6
A p r i d e mor n o Ar ci me pr gunt r,. por tr n. p ci . su cabeza, de su p ns· 11entos, d s e r" con e emad angu ti -1 111 fi.e ,o qu u b za. P oy ctad ob el muñ co d n o odopod osa parece p rt r e n poc iev , la d ella~ n 1 n entonces que empieza a a u .tarse con o p los per i do a los perros es e pan o o: lla, que " que a í misma, corre peligro de er nunca t l e lle si ve un perro en la ac ra. Sólo ti ne at opell , lo perros peque - os. miedo, Al . mpo que aparece esta fobi , el lobo vuelve a t· vez el que da mi do es un lobo. Un lobo r nte a na Alicia de cu i· d ameb que dibuja n pe ro-lobo (dibujo n º 7) me istoria del lobo lo qu d miedo a Alicia, í . miedo al perro. e paree ." : ¿ e arece a qu· "n? par ce. Cua1 do A "ci 1 i ne m· do · J p o l iene m· do al gato y no est" n1á enferma." o . lica aquí de qué modo 1 fobia 1 g· to e ha de plaz o so lo p rros. ·En ti to ha u do eú ctivam. a .n iedo a lo g to. y n la e l ólo iene n1i do
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Díbujo 7
d un 1J perr cuyo tamaño p t . Los 1 ros gr nd la dejan· · '1 l peque11 u en re tr naulado . . p tir d t d' tr zará · n e 1 UJ s un í l pint· do d gro; como dición ojo 1 mu - co d n · d I l p rt · r ·o del di b L jo. o e 1o q u 1 p 1i j · 11 . 1 , d ·ce . u ·to que lla, o q e d n1iedo como ''el ojo del p _r . ar t part ' . E e guj e o El · b ja 1 u no puede d ci , l guj o o · on ·r orado e no domin bl ur ad , e n o lo mon1got que h bl n y qu.e ra ll p , de pon en 1 dibujo. n z in · al do 1 g jero n gr · · n -ll - d · , obre el apel, '"'
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Lo mismo que el agujero negro, sus personajes están circunscriptos por vestimentas tranquilizadoras, continentes sin con tenido que circunscriben el horror indecible del cuerpo. Cuando pregunto a Alicia: "¿Quién es?", me contesta: ''es una falda" o "es un vestido", "es un abrigo". Los hombreci tos pasarán a ser personajes más tarde, pero el agujero negro seguirá siempre ahí, como para hacer posible el dibujo. Ahora se ha convertido en un sol negro, arriba y a la izquierda de la hoja, un sol negro que asusta y vela al mismo tiempo por los personajes del dibujo (dibujo n º 9). Como muchos autistas, Alicia era objeto de horror para ella misma. Más exactamente, no era fóbica de sí misma -lo cual en su caso no querría decir demasiado-, sino que tenía fobia a su propio cuerpo. ¿El horror del cuerpo del niño sirve en el autismo para mantener a distancia a la madre? ¿O es el reflejo de la horrenda desesperación de la madre a quien su hijo no le evoca nada? El reflejo de la imposible "fantasía" a que aludía Bion, el vértigo de una madre que no puede imaginar a su hijo.¿Quién pasa a ser el objeto fóbico de quién? El dibujo n º 1O
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Lo que pod os v r a n·vel de,la fob~ a no e de ingú · g io un e tid d clínica, ino en cierto odo pl ir· ~ tori . .. o e trata d algo a1slable desd 1 pu i t lí ·co ino más bi de una igur clín· cam 11t d nera in duda elocuen e, p r en co xt . . i t iversos, 1
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tin 'Vues nouv ll s sur l'auti n1 p ·ychogénétíque', l.J.P~, vol. 72 rte 4 1991, pág . 585-591 traducido por D. ouzel, ed. Audit 19921 ".g. . 8
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el autismo, en ningún s 1•111l>l éLO ll' ' él es el objeto que completa el fantasma del otro y C(111 el cual el sujeto puede identificarse. 9
¿,rl'c111a Alicia la opción de ser otra cosa que esta bella 111 t111cca-objeto? En La Comtesse de S égur ou la mere médecin , Colette M1s1·ahi nluestr a con toda precisión la angustia de Sophie f1·c11te a s u muñeca inanimada: Sophie capta a través de la muñeca la diferencia que separa lo inerte de lo a nimado, la maquinaria de la vida. Aquí est á la fuente de las tonterías que pudo concebir r especto de ese ser enigmático y ambiguo: bajo los repetidos asaltos de las brutalidades de Sophie, la muñeca permanece muda. ¿No ha bría, en el silencio de la muñeca, escondite de goce? 10
¿No era Alicia un ser enigmático y ambiguo para su madre? ¿U na niñ a-fe ti ch e? La perversión también hubiera podido ser pa ra ella una puerta de salida. Pero para esta niña sólo existían el miedo y la ausencia. Este vacío la preservaba de la desesper ación : cuanto menos miedo tuviera, más capaz sería de sent ir tristeza. 11 Su historia, la de su madre y la
A. Vanier , "Autisme et théorie", Honimage a Frances Tustiri, ed . A1.1cJit, pág. 33. 1 °C' . r..1isr a hi, La Comtesse de S égur ou la m ere médeciri, Pa rís, Denoel, ct>I. l:es¡Jace analyt1que, 1991, págs. 50-51. 11 A~ de unalis1s: 1\ clri<111 · I~s tt>)'' tris te por hacer progresos. <'. /11 .. ... 1>c> 1 <.¡Ul' te entristece? 1\ clr1rí11 C' u1111c.lc> l1ago progresos, caigo. ~1
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vive11cia dramntica de s us h()Spitalizac1ones (c¡t1( rt: CS lo, había tocado sus oídos), le impidie1~on ente11dcr el se11tidc> de las palabras, construirse un mundo interior hecho de ot1~a cosa que de muerte, dolor y caos. Jacques Lacan señaló, a propósito del caso de Robert presentado por Rosine Lefort, la importancia de la única palabra que el niño utilizaba: "el lobo" hacía de él otra cosa que un salvaje. Este lobo inscribía en el orden simbólico un nódulo de llan1ada: 1,
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Percibimos encarnada, en este caso privilegiado, esta función del lenguaje, la palpamos en su forma más reducida, reducida a una palabra -<:uyo sentido y alcance para el niño ni siquiera somos capaces de definir- pero que, sin embargo, lo enlaza a la comunidad humana. 11
Alrededor de est e pivote de lenguaje pasaba para Robert el embrión de una ley. El único vínculo que ligaba a Alicia con el 111undo y la significaba por entero, residía en su incansable pregunta: "¿Llueve?" íll pleut?]. "Llora" [ll pleure], dicen los niños cuando cae la lluvia. Llovía Alicia, niña que se vaciaba, se derramaba. Llovía una multitud de objetos de su cuerpo y de la cartera de su madre, pero hasta allí ninguno le había permitido cons truirse, ninguno era verdaderamente "Otro". Esos objetos no eran más que "otros" que no le daban siquiera la posibilidad de llorar. Cuando el padre no se inscribe en el lugar del Otro, cuando nada puede pasar por la madre, y el Nombre-del-Padre queda forcluido, la ley edípica no puede hacerse oír al niño:
Ad1·iá1i . S1, caigo enamorado. Las personas hacen desdichado a l que las quiere, yo no t1uiero hacer llorar a man1á. [~n lu lraducción se pierde un juego de palabras fundamental en la secuencia. r~ n e fecto, "ena morarse" se dice, en francés, tomber a11iou1·eux ; litc ra ln1c11tc: "caer enamorado". N. de la T.] 12 ,J. Laca n, Le Sé11iinaire, livre I, Les écrits techniques de Fr·eud ( 1953~ 1954), París, Seuil , 1975, pág. 119.
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La fusión con la madre y luego el autismo ocasionan igualmente la falta de influencia del padre. Así pues, [estos niños] no hacen la experiencia de compartir su madre con el padre. Poi· lo tanto, su omnipotencia rebelde no s ufre ningún menoscabo. Bajo su apariencia pasiva, los niños autistas son sumamente voluntarios y tiránicos. 13
Constituirse un objeto fóbico fue para Alicia una tentativa de dramatización edípica, un ensayo de triangulación. Lo mismo que con cualquier objeto fóbico, había que poner este objeto en el lugar del padre; pero no fue más que un intento. Hay finaln1ente sol para Alicia, pero es negro. Es negro, pero hay un sol. Esta es la trampa en la que ha quedado Ll pi·esada (di bujo n º 11 ). Alicia no es neu1·ótica ni perversa. Su estructura fue y sigue siendo la psicosis. f•'. 'rus tin, "Vues nouvelles s ur l'autisme psychogénétique", l .J.P., '<.>I 72, 1991 , págs. 585-591, trad. franc., ed. Audit, pág. 8. i:.i
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Sin dLtdft, no había ningun pc.icl1~c en Ja carL<'1·¿\ Vét<'•étli:t •11 . ,, ses1on. El trabajo con Xénophon muestra cómo para él se pl,1n Luéet ba de otro modo la cuestión de la construcción del objeto. A los siete años no hablaba; gritaba todo el día, evitaba, aterrado, la mirada y el contacto físico. El cuadro clínico condujo a los psiquiatras consultados a emitir un diagnóstico de autismo. Pero si rcto111amos el hilo de las sesiones está claro que Xénophon se hallaba mucho más presente que Alicia; tan p1·esente que se veía obligado a huir todo el tiempo. No hablaba, pero ya dibujaba. Su único medio de expresión no e1·a su cuerpo. No se mordía ni se mutilaba. En el momento de sus crisis de angustia se escondía bajo los muebles; para huir de otro-que por lo tanto ya estaba ahí-, para huir de una mirada que existía en el exterior, y no, como en el caso de Alicia, en el interior de su cuerpo. Cuando e1npezó a hablar, aunque lo hiciese susur1·ando por temor a ser oído, ya formaba frases. Las palabras estaban ahí y tenían un sentido. Xénophon tenía miedo de todo, pero su cuerpo no era un objeto fobico. El objeto fóbico ya era exterior a él. Ciertos fóbicos tienen, como señala Frances Tustin, un "caparazón autístico", pero el objeto está constituido; tienen acceso a la palabra, acceso al padre. No fue éste el caso de Alicia. Al concluir la exposición del caso de Robert, Rosine Lefort se interroga: No puedo decir si mi deseo abordó en los confines del Otro de la Ley para Robert. Para ser rigurosos, sí; pero sigue abierto el problen1a de la transmisión de este deseo al psicótico y de la prueba de la r eductibilidad de la forcl usión del Nombredel-Padre. Lacan no pensaba - nosotros tampoco- que fuese posible (lo cual no le impedía afirmar sin reservas la urgencia de tomar psicóticos en análisis) (.. .), al menos (Robert) escapó a s u des tino manicomial (... ). Nuestra experiencia nos ha mostrado que a ciertos psicóticos adultos el análisis podía evitarles la solución de la reconst1·ucción delirante del mun-
los d~111ás 1 • 11lt1111tl'3il1lt· . . tt t'<>t1clucli1 lc })e1~n11te iniciar un ap1·endizaje 1, r-11 I~ •.11ti11 it l. 1>, , r< >so lt> eles pués de doce años de análisis me e 1ij< > lt 11~1 111,1ñé111u e11 la que estaba realn1ente triste, ella que 1111 Cc1'1 la tristeza: "1\licia i10 te quiere, Mathelin. Tú la hiciste demasiado i11 f( liz. Ahora, Alicia no podrá ser nunca más como antes." 111L1t1
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III. Jeremías o ''el teatro del payaso'' Conocí a Jeremías ese ve1·ano, en la violencia. Esperaba en mi consultorio a un niño que debía venir por prime1·a vez, cuando el portero del edificio llegó si n aliento 11asta ini puerta para pedirme que interviniera urgentemente. Un chico loco gritaba en el patio amenazando a todo el n1undo y rompiendo los vidrios del vestíbulo. El gu ardián intenló dominarlo, pero recibió unas patadas en los tobillos que lo dejaron lastimado. La madre gritaba que tenía cita conn1igo. Si yo i10 acudía de inmediato, el guardián llamaría a la policía. "Francamente, me dijo, la otra noche una 1nujer gritando e11 la escalera, después aquel hombre golpeando todas las puertas y ahora un chico que lo rompe todo. ¡Un psicoanalista en un edificio es como si hubie1·a entrado el de1nonio en la casa! ¡Ocúpese usted, pero vaya sola, yo no vuelvo n1ás!"
14
Rosine Lefort, en colab. con Robert Lefort, L es structures de la ps) chose, op. ctt., págs. 643-644. 1
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1lil111jt>, I~ 1·¡ 1 1~1J>l'i111<.! 1·:.1 v0z que un niño me proponía dibujar por él, }Jt r'<1 c·11 c.)J ll¿111to de J e remías comprendí que era preciso que 1
1:1 L'<>S'l pas use por n1í, que en este momento a él le resultaba in1pos1ble. No se trataba de dibujar en su lugar, sino de dejarlo servirse de mis dibujos. Su angustia era demasiado grande, yo no podía hacer otra cosa que seguirlo. "Dibuja una casa sin techo, y un monigote, hazlo tú." Sorprendida por la extraña formulación, dibujo una casa sin techo.Jeremías parece satisfecho y comenta el dibujo: "El monigote se había perdido. No encontraba su casa porque había tenido un accidente. Está con una avería, su coche se tiró al agua. En el agua hay un payaso. El payaso reía. Tiene una nariz roja. ¡Buuum!, se dio. Cayó en el charco. Está muerto, va mal. Hay hielo encima de él. Hubo demasiados accidentes, tuvieron accidentes antes de él y ahora ya no puede arreglárselas. Está listo. El coche del accidente hizo pl uf, la 1uz, el fuego, el humo." J er emías alza la cabeza hacia mí y vuelve a gritar: "¡No te pongas los anteojos, quítatelos, quítatelos!" Me los quito. "¡Ahí está! Te he dicho payaso; ahora me voy. Es todo." Sólo después de n1uchas sesiones más me di cuenta de que efectivamente todo se hallaba en esa primera entrevista. ¡Pero ese día no comprendí nada, con excepción del miedo de ,Jeremías! Se lo dije, y le pregunté si quería que recibiera a s u madre. "¡No, no, mamá no, no quiero que lo mire!" Se pone co1110 loco. "¡Ella no lo mira, no, no!" Hubiese sido fácil, sin embargo, hacer entrar a la madre, 1>c' ro n1e pareció que recibirla era comprometer el trabajo con ,J cr e1n1as. ''¿, (~l1i e res volver, para que juntos procuremos entender la l1istc>1·i<1 del monigote y del payaso?"
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* Se suceden de aquí en más varios empleos del término francésglace, que ltl traducción no puede verter sino en s us difere11tes correspondencias cus Lellanas; a un cuando en cada caso insertemos el tér1ninos original en Lrc corchetes, el lector deberá atender a que en el discurso de J eremías, glace aparece nombrando sentidos diversos, como "hielo", "vidrio", pero L~1n1bién en juego sinonímico con "espejo", mencionado oporLunarnente como 1nir·oir. [N. de la T.]
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Yo ¡J1·egunto: "¿,Quién es el monigote?" "Es el otro alguien." Prosigue: "El payaso está en el agua, ~ n el hielo de las palabras, sin poder moverse, sin hablar; no .i c 11e der echo a salir. " C. M.: El hi elo de las palabras, ¿es como una prisión de ) a la bras? ~J. : Sí. T end1·ía que vivir en el país llamado palabra. Pero 1l lí 110 pued e h a blar, está listo. Bueno, volveré . ¿Y mamá? E s tá en la s ala de espera: la vez pasada no quisiste 1ue h a blase con ella . J .: No quiero que venga. Vt1e lv·e h a cia el escritorio y da vuelta el dibujo poniéndolo :le car a contra la mesa. Le digo que quizás no quiere que ella 1eu lo que s ucede en el despacho o que oiga lo que decimos. ~ l hace señas afirmativas con la cabeza. Entonces le propon~º que vayamos a buscarla a la sala de espera. Contentísimo, v-iene hacia mí, me lleva a la puerta y pone mi mano en el pica porte. U na vez en la sala de espera, se apoltrona en su asiento y :it1ed a a bsorbido por un libro. Durante toda la entrevista no leva ntará la cabeza ni una sola vez. La madre cu en ta. J eremías tiene ocho años; está en C.E. 1 de una escuela privad a de orientación Montessori, pero, según los profesores, no tiene nivel de C.P. P er tt1rba la clase con su comportamiento inquieto y agres ivo. Se hace el payaso todo el tiempo, ríe sin motivo, gesticula en todas direcciones agitando brazos y piernas como un pelele desarticulado.
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<'S C'Llf'ltt <.'l'L~{' <}ll<' 11c1
J><>clr:\ H' 1 1~t1ir l'(•t•il,1c•11tlc1lc1 . Tiene un n1iedo panico A 1<>8 cl<1s :lt c1s f'l11 · etiquetado de autista y luego-como habló r¡11)iclrl111c!11tc·- el • psicótico, a causa de todas sus manías, de esa ina11c1·¡:t (}tle tiene de mover las manos, de gritar sin razón, de decir qtt
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tres ¡11ios st)g·uidos a causa de sus dificultades: '' l~: L< 11i1iu re?c1uc1·ía una vigilancia permanente, otra maesLl'il 110 lo 11abr1a soportado." Ahora desea que también él pueda hacer un trabajo tt11,1l1tico que "lo ayude a vivir". Jeremías, al oír llorar a st1 111élCi1·e, levan La la vista de su lib1·0. Va a acurrucarse contra ella: "No hay que llorar, el monigote fue tirado al hielo, no hay que llora1·." "Ya ve, dice la madre, dice siempre cualquier cosa." Entonces Jeremías se incorpora, corre al pasillo y se pega al espejo. "¡Mira al payaso, mira al payaso!,, Su expresión es desesperada. En este preciso momento se me impone lo insoportable de su naufragio. Jeremías se ahoga en ese espejo. Me interpongo entre el espejo y él; entre él y la imagen del loco. De espaldas al espejo, de cara a él, le impido ver al payaso en el vidrio. Paralizado, deja de gesticular y me pregunta: "¿Dónde está el payaso?" Ya no parece ansioso sino muy . Jc iJ 1•111ít1s 1
intrigado. Le r espondo: "El chico que veo delante de mí es Jeremías, Jeren1ías, que tie11e ocho años y no dice cualquier cosa." Se va, con expresión seria, perdido en sus pensamientos. A partir de ese día, y durante cinco años, las sesiones de Jeremías no volverán a ser tan violentas. Llegará sereno, aceptará que yo hable con su madre regularmente, pero sólo en la sala de espera. El padre, por su parte, vendrá sólo dos veces, dos veces que serán de una importancia considerable para J eren1ías. Las dos primeras sesiones son espectaculares. Se hacen ve1· como un espectáculo. Jeremías instala el deco1·ado y pone a los personajes en escena. En primer plano, el payaso
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la miraba, él no podía enco11tra1· a eseot1·0 4L1e l<> 111ir·;trí:t . 11;11:1 no permitía ninguna otra mirada. El 110 pod1a ver i11ás (}Llt' ¿tl Jeremías de su pesadilla, prisionero de una jaula de vidrie>, con la nariz lastimada por los repetidos golpes en el int.c11Lo de salir de ella; este hermano, o más bien este doble conve1·tido por deslizamiento metafórico en pobre payaso desarticulado. Mirar· a la madre que mira a otra parte le habría permitido, sin dejar de alienar se en ella, ubicarse. Pero, a falta de esto, él no podía terminar de "fabricarse", abandonado al f antasn1a y a lo innombrable: Así esta Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse como ligada a la especie, aunque su estilo motor sea todavía confun di ble, por esos dos aspectos de su aparición simboliza la permanencia mental del yo (je] al mismo tiempo que prefigu1·a su destinación enajenadora; está preñada todavía de las correspondencias que unen el yo Ue] a la estatua en que el hombre se proyecta como a los fantas1nas que le dominan, al autómata, en fm, en el cual, en una relación ambigt1a, tiende a redondearse el mundo de su fabricación. 15
El payaso es a la vez amenazador -puede agredir- y víctima de los accidentes que lo precedieron. Este n1ismo payaso at1·ae por venganza al monigote-chico a la prisión del espejo, allí donde la muerte impone el silencio. Porque he "impedido" al payaso, separando a J eren1ías de su imagen hipnotizante, éste parece despegar por fin al primer J e1·emías del segundo. Yo lo nombro. Le digo que sus palabr·as iiene11 un sentido. El se calma. Como si hubiera que J. Lacan, "Le stade du miroir comme formateur de la fo11 ction du Je", E crits , París, Scuil, 1966, pág. 95. 15
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"Es siempre el i11onigote el que está prisionero del hielo con también el payaso. Hubo una tormenta muy fuerte y fuego de luz. La señora, no el papá, impide que el chico termine aplastado. En el hielo hace mucho frío." Yo pregunto: "¿Qué hay en el hielo? 1 "
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.J. Lacan, "La direction de la cure" (1958), Ecrits, op. cit., pág. 627.
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·s cll·J 1)1·i111c)r enclAcntro con el padre, Jeremías ·11111 itJ11 z: t (l J1;1c·(_~r verd t1deros progresos en la escuela: aprencl 11 lt•c.•r y (l escribir, puede resolver problemas de matemál ic(\8. hAnLcs de esa época, decía su maestra, las consignas no te11ía11 sentido para él." ¿En elj uego de las dos casas -qu e siguieron algún tiempo ('11 sesión- pudo poner Jeremías en escena una casa de antes ele la partida del padre y una casa de después? ¿Una casa sin "loi" y una con "toi"?* U na con triangulación y la otra sin t1·iangulación; debiendo, la que ya no tiene toi, ser sostenida por él, identificado con la cruz de un cementerio. "¡Mira, me dice J eremías, riendo, tiene cuerpo de cruz!'' Cue1·po en cruz sacrificado al goce del otro. ¿Tal vez sin él, sin su sostén, s u madre estaría realme11te muerta? U nos meses más tarde, al comienzo de una sesió11, la madre me explica que Jeremías está muy inquieto porque el marido de su nodriza, a quien quería mucho, acaba de morir repenti11an1ente. Jeremías: Tenía bigotes. El doctor atendió su nariz pero él se fue al hielo, no, al cielo.:~* Pregunta: "¿Por qué uno no puede ir al cielo? Los papás y las mamás lloran cuando entierran a su hijo en el hielo; ¿tú sabes cuándo vas a morir? ¿Cuándo morirá Jeremías?" ¡Cuándo n1orirá, por fin, Jeremías! Le hablo de s u h ermano n1ayor muerto. El dibuja al payaso (dibujo n º 3 ) y comenta: "Es un payaso que pesca todas las desgracias; el monigote, en ca1nbio, no las pesca, pero pesca las preocupaciones, tiene miedo de caer en el hielo." 1
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'"En la traducción literal se perdería necesariamente la asociación por }10111c)fcJ111a entre toz, ''tú, ti" y toit, "techo". [N. de la T.] ** La proxi111idad íonen1ática de la traducción es cas ual; no exis te en fru11cés. [N. de la T.J
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Dibujo 3
En esta sesión Jeremías ya no se detiene ante el espejo 9.el corredor. Dice simplemente, cada vez que se va: "Ahí está el payaso'', pero ya no necesita hacer de payaso, esta vez se ha separado verdaderamente de él. Al mori1· el marido de la nodriza, J eremías, perturbado, asiste al entierro, va al cementerio y pide ir a la tumba del hern1ano muerto, donde no han querido llevarlo hasta ahora por miedo a traumatizarlo. Para Jeremías, el marido de la nodriza está bien muerto y enterrado. Comprende por primera vez que no volverá nunca. En esta muerte se han entremezclado lo real, lo simbólico y lo imaginario. Su "tío", como lo llamaba, descansa en paz. Ya no está prisionero del espejo. Antes de asistir al entier1·0, Jeremías no estaba tan seguro; pero finalmente lo aceptó. Cada progreso en la cura de este niño parece haberse articulado no a interpretaciones, que al parecer habrían resultado inútiles, sino más bien a la puesta en escena de su teatro interior, de su extraordinaria vida fantasmática. El misn10 juego, repetido una y otra vez en cada sesión, permitía sin duda que su historia pudiese finalmente inscribirse, que se le pudiese dar un sentido.
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Los dibujos seguía n siendo los misn1os: un a casa, un r11on igote, una cha rca, pero a pa r eció un petirrojo [rouge.i.;orge ]. Es te pájaro vigila ba en cima d e la casa y expulsaba "al n1onigote-chico que quería est a r bien tranquilo en casa con s u tesoro br illar1te y s u m a m á ." El petirrojo er a, en re alidad , Ltn "corta-cuellos" [coLlpe-gorge] * que impedía a todo el n1un do h a cer "lo que quier e". J erem ías: El ch ico y su m a m á tienen miedo del coup er·cJuge-gorge . No tien e que venir. El m onigot e quiere matarlo . ¡Vet e! Es m uy peligroso, hace llora r a las mamás. Cuando el chico quie1·e gritar , los pa pás tiene n la paliza lista. J e remías venia siempre a s esión acompa ñ a do por su n1adre. E sta hablaba poco de s í mis ma, de lo cual se ocupaba e n s u propio análisis. S in emba r go, habló mucho de s u r elación con J er emías. P ese a su s ufrimie nto y a su a n gu s tia, con s ig uió dejar lo irse de vaca cion es por un t ie n1po a cas a de una fa milia amiga , lejos de s·u vigilancia. Recuperó lenta1nen te confianza en sí m ism a. J er emías estaba a l1or a en 5º y seg uía s us cursos correctamente . ¿Iba tal vez a salir de aprietos? Ella volvía a ten er es per a nzas . Duran te el último año de s u a nálisis el monigote comien za
• N L1estr a lra ducc1on es lite ral; e n rigo r, se le llama c<1u¡Je gorge a un 8 1L1 0 pe ligroso, frecuentado por malean tes. A s u vez, litc ra lr11c nte, rougeÉÍ''rge es "cuello rojo". [N . de la T .]
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co1nprender el estudio del esp0jo c·t1111t'J', l r1 transformación producida en el s ujeto cué1ndo a s t1111c~ t11t:\ imagen."17 El monigote prepara un viaje a un país lejano. Ayt1dncic> por una sirena de mágicos poderes, construye un barco fabuloso. El viaje será largo y terriblemente peligroso: una odisea. Los preparativos suelen verse interrumpidos por temibles enemigos a los que es preciso combatir; las regiones a atravesar, una vez que el barco se encuentr·e en el océano, están llenos de riesgos y de trampas. Pero el n1onigote continúa su camino y ya no puede volver atrás. J eremías: Una anciana le dice a un niño: "No quiero verlo más en mi casa, ya es grande, es hora de partir." El chico quiere ir a la aldea de los hombres, al país llamado palabra. Pero el camino es largo y dificil. Ultimo acto, último cuadro. Jeremías se inquieta: "Allí está, hay una terrible luz, y una tormenta, allí está la aldea de los hombres. Hay un papá que dice: ven, la aldea de los hombres es alegre." Jeremías, al caer el telón, se vuelve hacia mí con malicia, y me interroga:"¿ Te acuerdas de cuando tenía miedo de su luz?"
17. J. Lacan, "Le stade du n1iroir", Ecrits, op. cit., pág. 94 . •
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Tercera parte
EL BEBE SABIO
a misma alma g bie na los dos cu rpo .. .). cosa deseadas por la n1 dre uel n quedar n1ar . . cadas en lo miembro del niño que la m dre porta n el momento de u deseo.
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l. Cierta mirada actual sobre el bebé Ernesto está evidentemente mucho más dotado para el modern jazz que para la música clásica." La señora B. efectuaba esta afirmación con absoluta seriedad. Embarazada de cuatro meses, acababa de iniciar a su hijo en el aprendizaje de la música y el solfeo gracias a un novísimo método japonés. Esta técnica derivaba de descubrimientos científicos recientes que permiten afirmar que el feto oye ya desde el cuarto mes de embarazo. Pero, ¿no habría sido un tanto inconveniente ''tratar" a Ernesto de feto ante la señora B.? Se conocían su sexo, su talla, su peso, su nombre. Fotos de él habían sido repartidas a los a1nigos, y el domingo por la tarde, entre las diapositivas de las últimas vacaciones en Trouville y el videotape de los progresos del sobrino en esquí, podía contemplarse el casete de la ecografía de Ernesto. ¡Los bebés ya no son lo que eran! Antiguamente sólo podíamos imaginarlos, soñarlos. Hoy, el mundo de los progresos científicos ha convertido nuestro ensueño romántico en un saber con pretensiones de verdade1~0. Si se ha probado que el bebé nos oye desde el cuarto mes de vida intrauterina, nosotros, en ''revancha", podemos
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itl111b1ó11 cie11tífica. !)ara eso se t 1•c1' 1ic· 1 L 11 :1 I¡~ ti tlf\ S cor1dicio11es: el ojo que mira debe ser el de 1111l' l(•11l1l1t'C >, lo CLtal garantiza (según los científicos) que no ~ < · r (i <·:111tl1 clc) 11i emotivo ni irritado ni perverso. S i 11do el experimentador, por definición, neutro e impar<:i:t l, rlc> siente: mira. Debe borrarse para no invalidar la l'XJ>t 1·ic11cia. 1 l ~s té.1 mirada científica se llama observación, y esta téc11ica t¡t1 e conoce un inmenso éxito desde los años 1970 está en vías ele> s uplantar a todas las demás. Cie rtos psicoconductis tas se valen de un criterio semejante para explicar la teoría analítica como un delirio freudiano , como una construcción desprovista de toda razón de ser. Los <1 nalis tas, duchos en este tipo de debates , apenas si se conmueven ante las manifestaciones de los detractores que denuncian las escasas "pruebas" cientííicas suministradas por el psicoanálisis. En realidad, hablar de esto con ellos los divierte. fvlás delicado es el abordaje analítico de la experimentación. Ciertos a11alistas , en efecto, de ya afianzada reputación, embriagados sin duda por el mismo sueño que Freud de volver por fin más científico al psicoanálisis , quisieran concilia r observación y psicoanálisis a toda costa. Refundarlo a pa rtir de experiencias científicas de laboratorio> hacer de la observación una técnica analítica> un método asistencial. La observación, que estuvo presente siempre en la cura, está inserta en la transferencia. Hasta aho1·a el analista nunca había sido un experimentador, y el deseo del analist a nunca se había confundido con el del observador. Freud solía recordar que el análisis sólo podía conocerse de "oíd as". A partir de los Estudios sobre la histe1·ia,'2 el acento ,,, , , \' 111· : 1
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E l O.JO de la cán1a ra, por estas n1is mas r azones de impnrcia liclad , st1cle pref<.•r1rse al experimentador , que sólo es tará ahí para decodiíic.:r1r im agen p<>r in1age11.
:¿S. FreL1d y J. Breuer, Etudes sur l'hystérie, París , P. U.~~., Bibliolheq uc de psychanalyse, trad. f ra nc. Anne Berman, 1956.
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recayó siempre en lu e:;cucl1a y J1rl'c011 f ¿\ apertura a lo que no se ve, a lo invisible, a lo que podr1:1 desprenderse de la imagen y de lo imaginario. El observador privilegia la mirada científica. La cámara reemplaza al ojo porque es más "neutra"; por las mismas razones, el espejo sin azogue se prefiere a la presencia física del experimentador en la sala. Se utilizan el ralentí y la detención en la imagen para ver lo que no se ve a simple vista, como un ''microscopio para conductas". Nada debe escapar a la observación. Ver cada vez más, ver cada vez más lejos. El analista, por su parte, intenta oír más allá de las palabras. Registro éste demasiado diferente como para que ambos enfoques puedan conciliarse. Detectar, cuantificar conductas, borrando los parámetros subjetivos y lo singular, evitando al máximo la incidencia personal del investigador, que falsearía la experiencia, es un proceder que va a contracorriente del proceder analítico. Alain Vanier lo recuerda en un artículo del Journal des p sychologues::3 Lo que la observación( ... ) quiere eliminar en tanto artefacto es la presencia del psicoanalista. Ahora bien, ésta no desvirtúa la situación a observar sino que quizá, precisamente, la estructura. Para cerciorarse, cabe remitirse al artículo de Winnicott de 1941 titulado "L'observation des jeunes enfants". Muestra allí cómo la observación sólo vale tomada en el tratamiento. El analista está implicado en ella hasta l1acerse morder literalmente los dedos , pero también porque lo que hay de terapéutico en este trabajo entra, en mi opinión, en el hecho de que se deja el campo a todo el curso de una experiencia. 4
A. Vanier, ''On observe un enfant", Journal des psychologues, nº 96, ab ril de 1992, pág. 25. 4 D. Winnicott, "L'observation des jeunes enfants dans une situation étable") De la pédiatrie a la pS) Chanalyse) París, Payot, 1987. :i
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ele lo imaginario, ensoñación narcisista ese i1iño que ayer no "podía nada", se habría
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: ~ 1 <.:t• r L ll( l t.1;
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•t· 11<>llcly todopoderoso. l) tªscic que los "sabios", nuestros narradores modernos, se clin a ron sobre las cunas, hemos aprendido que los bebés í¿1n correctamente (experiencia de R. Fantz).5 La distancia :al es buena y, desde que nacen, se comprueba en los bebés l seguimiento vis ual de los objetos y una posibilidad de ación. Se sabe igualmente que oyen y que pueden reco1cer las voces de s u madre y su padre, entre otras voces imanas. La experiencia de Mac Farlane 6 demuestra que 1elen . El olfato está ya presente puesto que saben, girando cabeza, r econocer un algodón embebido en la leche de su idre. También pueden preferir unos estímulos a otros. En 81, Sh errod7 demuestra que miran con más atención ·ur as simétricas (¿como el rostro humano?). Son, pues, paces de difer enciación. Son numerosos los trabajos, casi !mpre norteamericanos, en los que de manera rigurosa se muestra que el recién nacido es capaz de concentración, )mbro y aprendizaje. Caroline Eliacheff, 8 en su libro consagrado al psicoanálisis l niños muy pequeños, relata una experiencia vinculada ' R. Fantz, "Pattern vision in newborn infants", 1963, Science nº 140,
:s. 296-297. ; J . Mac Fa rlane, 1975, "Olfaction in the development of social ferences in the human neonate", en M. Hofer ed., Parent-infant ~raction, Amsterda m Elseirer. Sherrod, 1981, "Issues in cognitive-perce ptual development. The cial case of social stimuli", en M.E . Lamb a nd L.R. Sherrod Eds. ant social cognítion), Hillsdale NJ Erlba urn ed. Caroline Eliacheff, A corps et acris. Etre p sychanalyste avec les tout ts, Pa r ís, ed. Odile J acob, 1993. "Les sur pren a n ts calculs des bébés", Karen Wynn, Le Fígaro (31 de sto de 1992).
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partos, como lo u . t quiatra, cuando filma 1 e p o mientras les toma paralelam nte E plica científicamente que "la pri era o i nada por una ecreción bioeléc rica del ce eh : n p 'ptido" .10 si bargo, ¿hay recuerdo m , s intenso que e mom nto en que por fin n os brazo de su madre tra la tempe d d 1 n cimi to, el b bé le onríe? ¿Qué sucede en e te ·nst nte? ¿ n ·ecreción de neurop 'ptido ? e uro, puesto que la e· n i lo pru ha. ero ¿e lo "nico que hay? E t r to" ¿p d r ua tificado medido r gist ado en un tr z do l t ncefalográfico? El r sto esjust ment lo que d d .i interroga al psicoaná i i . ¿Ten . mos un t 'cn·c p r ed"r el de eo? Deso · · t do y desamparados, lo inve tigadore intentan aco, . 1pensamiento. Al acecho de los primeros signos, se "arroJ '' obre los bebés ya en la sala de partos, no para d rle l ie venida s·no para evaluar de qué son capace , sin pr ocu . se realmente por lo que son. Ya lo n -Iaba Catherine D olto-Tolitch en La révolution des petit pa : 1
¿El · 1de salud global es tan bueno en general en nue tras C l o o para que podamo rec ·bir a la mayoría de los co tanta ignorancia, tanta violencia inútil tanto • p to porelsujetoquesonyporlaper onaendevenirque .p , y para que podamo torcer a volunt d ta y et ria hun1anas? Porque s· la a,cogida puede huma.z r mbi , 11 puede de human· zar, y este modo d empezar 1
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ori Cyrulnik, La nai anee du sens La Villett ,
achet e, 199 ,
pág. 83.
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n1i n ra, q LJ 11 nguaje e i nd con ·id L~t · · p h n i ~ d J re lid, _d 1 u d u 11i1 bi 'n 1 111ec n·, o de ormaciói d 1 qu he1110~, h el o · lla. 12
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'poca de lo v rbal ·stiría 1 ""'Í 1ismo ng iaj vendr'a de pués a lf fal o í mi no . in emba go ¿no el ngu · j lo tructurant lo que cr, · l sujeto un cuando l p ·io a pe. y s - la alien ción? ¿D q é · · bio en el fant n1 d 1 adulto, e te b bé qu . no (. 1·? u rficiedep oy cciónid -· l ¿no . abiod nu .. r o , prin ido de un sab r l '"U lidad? n le an, li i. d · dul o. renczi not b qu 1 s e· ntes l'a o - · r b ·. e pac de "bi, · rudi to y d d r · plica e· on s ci ntífica '· 11
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czi bLe r · ve du nourrisso 11 .. av c1nt", 0 Eitur s corripl )t s 7 tr .d. fr ne. J. Dupo·n t l\ . \ ' iliker, e pítulo Ill, ' 03. 1
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consiste en pedir a una madre a quien r1 rc \1 1 ~t111 c 11te se le ha explicado cómo "perturbar la estructur:l cic~ l l)ebé", que desestime intencionalmente el nivel de ;1r111nación del bebé durante un juego: Cua11do la madre lo ha mecido algo más lentamente y con menos intensidad de como lo habría hecho para l 1n buen emparejamiento, el bebé ha dejado de jugar y la ha mirado como diciendo "¿qué pasa?". Al repetírselo, este procedimiento arrojó siempre el mismo resultado. La seg~nda pe1i;urbación sigue el sentido opuesto. La madre debe obrar como si el bebé se encontrase en un nivel de excitación gozosa más elevado, y mecerlo en consecuencia. Los resultados son los mismos: el pequeño nota la diferencia y se detiene. Se pide entonces a la madre que vuelva al movimiento apropiado y de nuevo el lactante no res ponde.17
Para que todo esto posea valor científico es preciso reanudar la experiencia muchas veces. Por supuesto, el bebé ya no responde. En La cause des enfants, Fran<;oise Dolto critica severamente al investigador Hubert Montagner por una experimentación que éste había efectt1ado en niños de jardín de infantes y donde se trataba de probar que el olor de la madre provocaba, en los niños más tónicos, una regresión y un apa1·tamiento de la participación en el juego. Se colocaba una prenda de lencería llevada por la mamá disimulándola sobre el armario del aula. Todo esto yo lo sabía. ¿Hacía falta emplear semejantes n1edios para probarlo? Considero que esta experiencia, inútil f). St.ern , Le monde interpersonnel du rtourrissori. L'accordage af/i>cti{, n¡1. cit. 1 pág. 194. 17 lh1.
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manipulación tiene algo de l1orroroso.
Poco más adelante, agrega: Antes de cualquier experiencia sobre un ser humano, h a bría que estar absolutamente seguros de no causar daño. De lo contrario, hay que abstenerse. 18
La porfiada esperanza científica de pensar que todo puede explicarse en el laboratorio, ¿no es más imaginaria aún que las fantasías de nuestras abuelas? El no saber puede no ser • • ignorancia. ¿Son primordiales para el conocimiento del ser humano los descubrimientos , los resultados obtenidos? En una conferencia de 1953, Jenny Aubry habla de los niños de la fundación Parent de Rosan. Contrastando con las ideas recibidas de entonces, demuestra que los bebés sufren. Sienten yviven cruelmente las carencias de cuidados maternos. En esa época prácticamente no se prestaba atención a los bebés: los niños sólo podían tener problemas psicológicos a partir de los cuatro o cinco años. Las demostraciones de J enny Aubry se fundan en la clínica y no en la experimentación científica. I9 Si nos remitimos al libro de D. Stern, Le monde interpersonnel du nourrisson, comprobamos que sus sofisticadas indagaciones le permiten demostrar en 1985 que el autismo primario normal no existe. ¿Es una avanzada revolucionaria en la teoría analítica? 18
F. Dolto, La cause des enfants, París, R. Laffont, 1985, págs. 100-10 l . Hay versión castellana: La causa de Los riiños, Buenos Aires, Paidós, 1986, págs. 88-89. 19 J. Aubry, "Les formes graves de carences de soins maternels", Conferencia al grupo de L'évolution psychiatri.que, del 23 de enero de 1953.
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un protocolo de experiencia de localización de la
CttlLu'? Antes de que el niño nazca y a veces antes de su concepción, antes de que llore o hable, se habla ya de él. Hay ya alieriación , hay ya algo de los padres que cuando nazca lo marcará. 21
El antiguo concepto de autismo normal denunciado por Daniel Stern parece enlazarse particularmente a la corriente nor teamericana y a la obra de Margaret Mahler: ''He conceptualizado el estado sensorial del lactante utilizando el térn1ino de autismo 1iurmal para caracterizar las primeras semanas de vida." Añade poco después: El rasgo esencial de la simbiosis es una fusión psicosomática todopoderosa , alucinatoria o delirante con la representación de la madre. 22 Muy distintas son las cosas en Inglaterra a partir de los
años sesenta. Winnicott critica el concepto de simbiosis. La madre debe ser "suficientemente buena" ("good enough" ); un a madre demasiado buena (demasiado simbiótica) es peligrosa . Cuando la madre, respondiendo a la demanda de pech o bueno, hace creer al niño que es él el creador del pecho, aquí h ay nada más que una ilusión. Lo estructurante es esta J . Lacan , Confére nce de Geneve sur le symptóme, Le Bloc-N otes du ¡Js) clia11c1ly8te , nº 5, pág. 12. .!O
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S. F',tlns", .r; s<¡LJtsses ps,ycliana/)1liques, op. cit. , pág. 49. -¿z I\l :.1r g <1r ct Mal1ler , Ps) chose i11faritile, París, Petite Bibliotheque }Jayot, l ~J7:J , t ri1d. fr
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concepto de autismo primario normal: El autismo es, desde mi actual punto de vista, un sistc'm
Una vez más, ¿cómo filmar lo que la clínica psicoanalítica enseñó a Frances Tustin, Lacan o Winnicott? Según Tustin, el niño vive el pezón como una parte de s u cuerpo y no como una pa1·te del cuerpo de la madre . Para los niños autistas, la situación traumática fue perder súbitamente el control de lo que sentían como una parte sensual vital de su lengua, y que les proporcionaba el sentim iento de ser. Desde el momento en que la parte pezón de su le11gua dejó de estar ahí en el instante de necesitarla, lo que les pareció que se hallaba en peligro era precisamente su sentimiento de ser. Se trazó entonces el agujero negro del no ser. 24
En un film, así fuese imagen por imagen, así fuese en cámara lenta, nunca veremos otra cosa que un pecho perteneciente a la madre y un niño con la boca vacía o con la boca llena. Ese niño descripto porTustin y La can, poseedor de una boca-pecho, y esa madre de torso agujereado, escaparán siempre al objetivo, sea cual fuere la sensibilidad de la película. Lo que caracteriza el progreso de la teoría analítica es justamente su raigambre en la experiencia de la clínica, es decir, en la transferencia. La ilusión científica, ¿no será para el a11alista uno de los tantos medios para protegerse de ella? 2:1 i
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11. Canela y alajú. Una niña para comérsela
La noche era oscura, el bosque profundo y peligroso cuando u11 hombre y una mujer, leñadores infortunados, decidieron llevarse a sus hijos, Ha nsel y Gretel, muy lejos de la choza y abandonarlos. Al cabo de tres días de marcha agotadora, hambrientos y temblando de miedo, los hermanos perdidos descubrieron una casa encantadora hecha de dulces, caramelos y azúcar. Maravillados, se acercaron a ella con la certidumbre de estar, por fin, a salvo. La casa estaba habitada por una anciana: aunque se mostrara amistosa, era sin embargo una malvada bruja que espiaba a los niños y había construido su casita de pan con el sólo fin de atraerlos. Cuando uno de ellos caía en su poder, lo mataba, lo cocía y lo comía, y ese día era, para ella, una fiesta. Las brujas tienen ojos de color rojo y no ven bien, pero su olfato es fi110 como el de los animales y por él perciben la cercanía de los hombres. Al ver que Hansel y Gretel se a proximaban a su casa, rió con maldad, exclamando irónicamente: "¡Estos no se m e escaparán!"
C.M.: ¿Conoce usted la historia de Hansel y Gretel? "Sí, desde que era pequeña, me res ponde la madre de Canela. Pensaba que se parecía un poco a mi historia. Incluso colgué sobre mi cama el dibujo de la casa de azúcar. Recuerdo haber lamentado de ver as el estar sola. Gretel tuvo la s uerte de contar con Hansel para que la protegiera. Yo, en cambio, estaba abandonada a la bruja."
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bebe. Cuando entran en el consulto1·io, Ct111el¡t cst1'' ll<>J'ftt, ''' los brazos de su madre. El padre: ¡Ahí está! No necesitamos explicárselo. Sitl>c J><>r qué venimos. Basta con tener oídos. No podemos más. f loy cumple tres meses y no ha parado de llorar. Todo el día >toda la noche: ¡es espantoso! Desde que nació no durmió nunca. Ante mi asombro, la madre aclara: "Duerme, pero nunca más de quince minutos. Todas las noches se despierta y grita. Cada quince minutos, desde que nació, tenemos que levantarnos y ponerle el chupete en la boca; vuelve a dormirse hasta el cuarto de hora siguiente y empieza a gritar de nuevo. ¡Es insoportable!" El padre: Estamos extenuados. El pediatra aconseja alejarla de nosotros. Quiere ponerla en una guardería por un tiempo. Queda lejos de París, pero la semana que viene, si no se calmó, la llevaremos y la dejaremos. Esta frase evocaba ya para mí la extraña atmósfera de un cuento de hadas . La madre: A esta niña tan esperada por nosotros, a la que amarnos tanto, no la soportamos más. No conseguimos vivir con ella, comprenderla. ¿Tal vez ella no nos quiere? Sin embargo nosotros le demostramos nuestro amor. Todo el día la devoramos a besos. Es terrible decirlo, pero si nos quedamos con ella terminaremos por estrangularla. El padre: El pediatra nos aconsejó ver a un psicoanalista antes de colocarla en la guardería. Nunca se sabe. Parece que, incluso siendo muy pequeños, los bebés tienen a veces unas ideas rarísimas. Es extraño; más aún cuando, según él, tiene una salud perfecta, no sufre de nada. C.M.: ¿Cómo fue el embarazo? ¿Cómo llegó Canela al mundo? La madre: Fue un embarazo maravilloso. Hacía tanto tiempo que esperábamos este bebé. No conseguíamos tener-
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C'.A I.: /1¿',i..;t 1·(111J.!tt l(1cict, es la palabra que usó usted para decir 1)oci1an so1)orlarla. f,c1 111czcl1·e: ¡Ah, es un modo de decir! El médico dijo que ll ! t1í~1 L1na doble vuelta de cordón. El primer día, en la 111aternidad, empezó a au llar enseguida. La enfermera fue t·ut cgórica: el mL1ñeco de alajú le daba miedo, lo tiró. C'.M.: ¿El muñeco de alajú? Lct niad1·e: Es una historia complicada de contar. C. M. (a Canela, que sigue llorando): Escucha, Canela, mamá va a hablarnos. Si haces todo este ruido no podremos oír lo que ustedes tres han venido a decirme. Canela me 1nira un instante y reinicia su queja, la cabeza vuelta contra el pecho de su madre. La señora H. prosigue su relato, elevando la voz para que se la pueda oír pese al disgusto de s u hija. La madre: Ya ve, de nada sir1e hablarle. Tal vez no sabemos ocuparnos de ella. Mi madrastra dice que somos demasiado jóvenes, demasiado inexpertos. ¡Es nuestra prin1era hija y tenemos tan sólo veinticinco años! C.M.: ¿Su n1adrastra? La rnad1·e: La mujer de mi padre. Ella me crió. Mi madre n1urió cuando yo tenía t1·es años. Me quedé sola con mi padre. El se volvió a casar un año después con mi madrastra. Yo tenía ct1atro años, me puse anoréxica. No la quería, creo que i11c negaba a comer para fastidiarla . A ella le gustaba cocinar. En esa época hubiera hecho cualquier cosa por seducirme, pero yo sabía que no se interesaba de veras por 111í. Me atiborraba de caramelos, masitas y alajú. Yo adoraba el kllaj ú por encima de todo. Ella lo hacía para mí, porque yo O(> qttería comer ninguna otra cosa, pero pese a sus gentilezas la ¿(.. testaba. Todavía hoy recuerdo la violencia de ese odio. U 11 clí~l n1c.l ei1fermé y me internaron a causa de todo el azúcar c¡ltt' l1~tb1t1 Ctln1ido. Los médicos me pusieron a régimen. Mi JJ!lcire, CLl l t11cl<) vino a verme al hospital, me trajo un muñeco
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y 110 t n , inclu o había deja gu rra n re nosotra staba d el q , hacer. Todavía hoy on difícil n u ine ca é tan joven fue para ·rme de cas . No é realmente por q é, p ro cuando pe qu una niñ ca í para ella un muñ co de alajú, en fiel ro m Se par cí , tota mente al mío, pero claro, 1v z er dem · do grand para ella. o lo había puesto en cuna. ¿Cr - qu e muñ co la S U tó? El padre: o, ésa no e la cuestión. Tiene capricho , nada in~ ~ st' ~ orqu,e n1·mujeresdemasiadod lce,demasi d m iado do bu n . i n1 . scuchara no habría problema ansio a. , ,. todo el tiempo temie do que s ,u r _Tod 1 dí· n zo , l h ·quita ya no aguant estar en una ca m . . oq tar sol e tá den1 i dom 1acostumbrada por ,e o 11 · t el dí , toda la noche. E toy eguro d que la gu rd · le hará bi n. E t rribl , escuchá dala me doy cuen a no p uedo tranquil· zar a mi m j r. La 1n,c1, soportarías pararme d ll ahora, ti ne sólo t . tan chiquita. n la qui n, n los b azo de su m dr , gir · mí al oír m1 voz, y para un poco d llorar· "¿ · ne a, tú oyes lo que cuentan papá y mamá? que saliste de la panza de m · má, desd qu ruido, como i tuv·er s miedo de que se olviden pero está perfectamente ahí." unos ojos inmensos, parece curios e intere1 · a con una atención a ombrosa, u boca e á e 1n . ·· rn n e abierta. L rriadr : Es verdad que tengo mu ch' siro.o m ·e o d q u t ' oh todo a la noche; se me ocurr que uede mor iI 1
l>ues bien, Canela, si tienes miedo del 111ic·c~<' ele> 111a1ná, comp1·endo que no quieras dormir. (;:1n0la nb1·e sus ojos cada vez más y me mira con una j 11 te11sidad extraordinaria. Ya no llora; la que está llorando, e 11 silencio, es su madre; gruesas lágrimas de niña ruedan por sus mejillas; contempla a su hija. C.M.: No tengas miedo, Canela. Puedes dormir. Mamá también puede dormir por la noche; no necesitas llorar para curarla de su miedo. Se diría que todo el tiempo quieres tranquilizarla, gritarle que estás viva, decirle que no la dejarás sola como en otro tiempo la dejó a ella su mamá. La madre: ¿Usted cree que el muñeco de alajú es responsable? ¿De qué responsabilidad me habla la madre? ¿Cómo responder a una pregunta semejante? Una vez más, me dirijo a Canela: "Mira, Canela, hay un muñeco de mamá y un muñeco de Canela. Al revés de lo que pensaba la enfermera, no estoy tan segura de que el tuyo sea la causa de tu miedo. El alajú forma parte de la historia de mamá. El que ella quiso darte es otro n1uñeco. Se parece al primero, claro que sí, tiene con él muchas cosas en común, pero no es el mismo. Tú no tienes el mismo padre ni la misma madre que mamá. Este, ella lo hizo para ti, para tu propia historia, que no será la misma que la suya, aunque seas su hija." Esta voz nueva propone a Canela una alternativa, otra senda. Todo el cuerpo de Canela parece tragar mis palabras y, mientras su madre sigue llorando, yo sigo y sigo hablándole de su miedo y del miedo de esa mamá a quien ella intenta exorcizar cada quince minutos con sus gritos. De pronto, su n1irada tambalea, sus puños se abren y Canela se duerme. J_,os pad1·es están atónitos: "Nunca se durmió así." Dormi1·á has ta el final de la entrevista. Ni siquiera va a des1Jerta1,se c·u ando la vistan para partir.
Estuvo sien1pre Cuando volvieron a la cita que les <11 ¡>t1ril 1:t s t•111:t11:1 siguiente, Canela ya no lloraba; había recuperado (\1 st1 i1o, pero los padres se quejaban de haber estado peleando tocl:1 la semana. ¿Cómo comprender lo que sucedió con Canela y sus padres? ¿Es necesario comprender? Jacques Lacan, en el seminario sobre La transferencia, habla de la comprensión en estos términos: No es en absoluto fundamental que (el analista) comprenda. Diré incluso que, hasta cierto punto, que no comprenda sería preferible a una excesiva confianza en su comprensión. En otros términos, debe poner siempre en duda lo que comprende y decirse que lo que busca alcanzar es justamente lo que en principio no comprende.Justamente por saber lo que es el deseo, y por no saber lo que desea este sujeto con el que se ha embarcado en la aventura analítica, se encuentra en posición de tener dentro de sí, de ese deseo, el objeto. Esto es lo único que puede explicar alguno de esos efectos tan singularmente espantosos, parece. 25
Comprender es quedar apresado en la demanda del otro, y es una de las maneras de responder a esta demanda. La demanda no es el deseo. Pero si bien es importante, como nos enseña J acques Lacan, que el analista no intente comprender a toda costa-lo cual lo arrojaría a la posición del médico o del científico, amenazando con impedirle sostener su lugar-, aun así tenemos que preguntarnos por los efectos de una palabra en el trabajo analítico con esos niños que, pese a estar tomados en el lenguaje, todavía no disponen de la posibilidad de hablar. En cuanto a los analistas que trabajan con niños muy pequeños, parece evidente que, si no siempre comprendemos
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J. Lacan, Le S éminaire , livre VIII, Le transfert , op. cit., pág. 229.
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•ti · l'll ses1(>11, los bebes, e11 can1bio, "e11iienden",:1~ t'< 1111c> ¡ >t ·11s[1l)a ya .B"'rtln~oise Dolto, lo que se les dice. La clínica (1e le> ~ }41ctantes parece confirmar esto a diario. Es frecuente que después de unas pocas entrevistas recupc1·en el sueño, el apetito, y se curen de enfermedades somáticas que los tratamientos médicos no habían logrado vencer. En el misterio del encuentro con los bebés tenemos qu e trabajar más que nunca con lo que no comprendemos. Estos resultados casi siempre espectaculares dejan perplejos a los propios analistas, que temen pasar por magos pues es cierto que, según las épocas, la sombra de la hoguera siempre los acecha en alguna medida. Por el momento ninguna explicación científica permite saber si un niño de tres n1eses comprende una interpretación. Caroline Eliacheff lo señala también en su libro: l 1 ! ¡t1li
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En cuanto al campo de las ciencias cognitivas que se entiende por el mas avanzado, el del lenguaje, estamos lejos -aunque seguramente no por mucho tiempo- de aspirar a verificar experimentalmente el valor estructurante de la verdad de sus vidas dicha en palabras a los niños, cosa que la observación psicoanalítica nos confirma a diario sin que sepamos có1no. Pese a los vertiginosos e increíbles descubrimientos de la neurobiología, esta disciplina no nos permite responder al interrogante: ¿cómo pueden comprender el lenguaje seres humanos que todavía no lo han adquirido? Por otra parte, en el caso de los adultos tampoco se sabe cómo ciertas palabras pueden ocasionar malestar, infarto, accidente, aun cuando se esté empezando a determinar el modo en que la palabra modifica la biología de un ser humano, que no es lo mismo. 26
En aquella sesión con Canela una cosa era segura: no se trataba de una observación de bebé. Incluso tuve la impre,J Ul>le S(•11ti/> . cil., ¡>ttgs. Ü•t· 65. 1
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sión de que el observador era Canela. Su nter1cio11 <'t.,\ excepcional. No había nada de experimental en ese encuentro. Nada que se midiera, nada previsto ni controlado. El analista procura llevar la entrevista, no dominarla. La presencia de la madre y el padre en el consultorio dificulta aquella verificación. ¿Cuál fue la palabra operativa? ¿Y para quién? Es indudable que pasó algo para los tres, pues de lo contrario Canela no habría recobrado el sueño y los padr·es no se hubiesen pasado la semana discutiendo. El padre expresó lo que para él era imposibilidad de calmar a la madre y a la niña. No era ni un hermano Hansel tranquilizador, ni un padre que pudiese rivalizar con el "muñeco de alajú". Dejaba a cada una de ellas enfrentada con su bruja. La madre sólo parecía encontrar figuras apaciguantes en una relación incestuosa.No se había casado joven por él, sino para huir de su familia, dijo. No había lugar para un hombre al que ella hubiese elegido, que hubiese sido el suyo. Este ''no hay lugar'' (que tal vez convenía también al padre) se reveló para la señora H. en ocasión de esa entrevista. ¿Cómo determinar lo que ocurrió precisamente con la madre, quien sale desasosegada de esta sesión en la que habló mucho de su historia? Lo que dirá en la segunda es bien característico del tipo de trabajo que se puede realizar en una primera entrevista con un bebé y sus padres. Señora H.: Cuando salí del consultorio el otro día tuve la impresión de estar más liviana. Canela ya no me pesaba tan to en los brazos y, sobre todo, no sé por qué pero cuando usted dijo que su muñeco de alajú no era el mío, me sentí aliviada, como si hubiese dicho que Canela era una vida diferente de mí. Esa noche le devolví su muñeco. Ahora creo que no le da miedo y que puede quererlo. Era preciso que Canela se aliviase de la pesadísima historia de esta mamá. ¿Había hecho alguna vez la señora H. el duelo de su propia madre? ¿Qué aterradora historia de amor la ligaba aún a su madrastra? ¿Porqué vivía con pánico de que le quitaran su bebé? ¿Fantasma de represalias?
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;,llcpct1cion del drama de la muerte de su madre? ¿Cómo pLt(.lde vivir tranquilo un bebé cuya madre piensa que se va a morir a cada momento? Sin duda teníamiedodedesaparecerella también, una vez co11vertida en mamá. Amor loco de una niña por otra niña devorada a besos, 27 bebé de nombre azucarado, ple110 de esa dulzura que tanto le había faltado cuando fue niña a su vez, hasta el punto de enfermar y de haber sido hospitalizada. Fantasmas de devoración, anhelos de muerte, deseo de vida, de esta violencia canibalística estaba hecha también la relación de Canela con su madre. En esta relación de espejo lloraban ambas, no dormían, se extenuaban y se sostenían mutuamente sin que sepamos cuál de ellas impedía dormir a la otra, y esto sin que el padre pudiese poner un límite al horror de ese goce. Las dos entrevistas habrán aflojado un poco el nudo de ese abrazo y permitido a Canela recuperar una historia y un lugar propios. Pero la supresión del síntoma, que alivia al niño y a su fa1nilia, no resuelve nada. Una vez que Canela "se curó'', sus padres no quisieron concurrir a más entrevistas. ¿Es éste otro efecto de las "curaciones mágicas"? Comprendemos por qué nunca satisfacen de veras a los analistas.
111. Analista en un servicio de neonatología.28 ''Una experiencia diferente''
Los médicos parecen otorgar cada vez más espacio a los a11alistas en sus servicios, especialmente en el área de la 1>rime1·a infancia.
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La vacante de analista se está convirti •11cl<> t'rl t'J (1lti111'1 ''must'' de la alta tecnología médica: ''¡Por\ga u11 1>si e11 !-; t1 incubadora": último eslogan de moda en los servicios de prematuros! Si hoy comprobamos que las puertas se abren y que el analista es "demandado", ¿no sigue en pie la cuestión de lo que se le demanda? ¿Qué quieren estos médicos que a pelan a nosotros?¿ Qué quieren los analistas que se aventuran en semejante infierno cuando es tanto más confortable quedarse en su sillón? Algunos hasta piensan que, más allá de cierta distancia del diván y del sillón, deja de haber analista. No es raro, en efecto, que actualmente las más vivas críticas por el trabajo que hacemos en medicina provengan de los analistas y no de los médicos. Sin embargo, ya en la época de Anna Freud se hablaba de psicoanálisis en hospital. Recomiendo el libro firmado conjuntamente por Anna Freud y Thesi Bergman, analista norteamericana que, en 1945, describió un trabajo llevado a cabo en el hospital Rainbow de Cleveland, especializado en cirugía y ortopedia pediátricas. Esta obra, titulada Les enfants malades. lntroduction aleurcompréhension analytique, da cuenta ''de una técnica especial de primeros auxilios psíquicos en hospital". 29
la psyclianalyse: questions contemporaines". Este trabajo-es importante s ubrayarlo-no habría podido intentarse en el servicio sin las cualidades, el entusiasmo y la demanda de un equipo que, de las "arrulladoras" al n1édico jefe, está animado por una auténtica preocupación por los bebés y sus familias. Todos juntos agradecemos a Catherine Dolto-Tolitch el haber aceptado intervenir, en los dos últimos años, en ocasión de algunas reuniones, para comunicarnos su experiencia con recién nacidos. Ella aporta a su enseñanza un "color" que sólo a ella pertenece. Estas síntesis fueron de enorme valor para el equipo, así como lo son para mí nuestra complicidad y nuestra amistad.
Anna Freud!l'. Bergman, Les enfants malades. l1itrodiLcl1on a lrur compréhension psychanalytique, Toulouse, Prival, 1988, trad. franc J . Etoré. 29
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que inventar otra co . o tran ferencia y el equipo no h zo El problema e planteaba de la maner un analista, co mo lo demandaba el jefe, fo · m rvicio de alta t enología médica? ¿ ta · 1 .q ip y o r enecer a él para poder oc p n lu ar n ? ¿E t r a un tiempo pre ente y · parado? Lo m' ico jab . de faca ar cada vez qu ·n .taban d ri ara lo p d e 'alext r·or". Le. parecíaindi p nab que 1 anali ta f nciona e en el mi mo lug r qu for1na e parte de su eq _·po. La m . yoría de las dem ndas formulada. por 1servicio no n1 par cie on incompat.ble con i propia pauta de trab ajo en cu nto a las o ras ya veríamo mucho más ad l nt , y con cu ncia ac pt, ocupar e lugar proponiendo la or· ntación d _ "recentrar' el rab jo en l niño; co1no en 1 tr gedia griega, con unidad de lugar: o e taría en el terior del ervicio. Unid d de ti mpo: el tr bajo se llev ía a e bo durante la hospitalización d l bebé. nidad de acción: el trabajo que hiciera sería igualmente un trabajo de reanim ción pero de un registro diferente. Se tr taba de un proyecto de reanimación del deseo del niño, art ·cu lado con el deseo de sus pad es, pa alelamente a una reanimación de su cuerpo. (Reanima vi ne del latín animu , spí itu, soplo.) 1 gesto médico procura el soplo vital y no es po ible prescindir de él. Pe o m ·ent as que la medicina puede, en efecto, meter aire en lo pulmone , a veces la palabra puede devolver la g na de vivir. ando hablé de la dirección de este trab jo e n an<;o1 Dolto, ella resumió el proyect.o de la n1anera ig · Usted propone en el corazón central 1 de o mientra que lo médicos fue za al corazó · d · s guir p el ando." Veamos cón10 uncia hoy q • 1
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1~ I ;' V I ' llJ 1 \111 lt11¡:1r l' l'l' l'(l( l(1, IIÍ .' lttcl<>, :11 Ctl tll Sl' i 11 1~ ·· ·~é l 11111· cl11s l'l>111¡>:1rti111Í< 1 11tc1s y v1~tj(~ 11clo t111ifc.J1·111c:-; especia les.
l ~R ll· lt1 t4:1r t 1 11trt1 JJ:11·(·11tcsLH, entre la vida y la mue1·te, hace l) l •11 !';:1 r· t •11 t111 s L1b111a1·ino en picada, lejos de su hospital, de su
tic a111ar·ra. l >t.1r<.1 salir de él, niños y asistentes respetan escalones de c.lesco111presión progresiva. Los recién nacidos, los entrantes, ll egan siempre de urgencia, SAMU, atención de superviviencia, oxígeno. La llegada de un niño sume al servicio en el silencio. Cuanta mayor es la urgencia, más lentos parecen los movimientos del personal asistente. Al efectuarse la admisión, la supervisora da a los padres dos citas, una con el médico y otra con el analista. El médico se prese11ta como r esponsable de la atención médica del niño y, en este carácter , informa sobre su estado de salud. Por otra parte, confirma la segunda cita conmigo, que me presento como responsable del desarrollo afectivo del bebé en el servicio. Los padres saben que no se los convoca por tener problen1as sino porque todos los padres son recibidos por el médico y el analista para hablar de su bebé. Para los padres, esta noción de responsabilidad "repartida'' entre médico y psicoanalista sitúa el trabajo de una manera totalmente diferente. En la primera entrevista les explico cuál es mi tarea en el servicio junto a su bebé. A menudo me veo llevada a hablar de este niño cuando ellos ya no pueden decir n ada de él. El contraste entr·e mi discurso y el de los médicos los sorprende. En es te caso no se trata de h ablar de su peso o de la cantidad de plaquetas que t ie11e, sino de st1 sonrisa, de su nacimiento, de lo que sé de su historia, de las palabras que parecen tlevolver vida al niño en el imaginario de los padres, y lo l1acen más humano fre nte al horror de lo real que están e11f1·c n tundo. Cuando se arriesgan a tomar la palabr a ellos 111is111c)s, no se trata ya del saber -en cualquier caso, no de ese S(.llJer <.J LI C csli.\ del lado de los médicos-, sino de la verdad de L111a l1iis to1' i
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<·st.:1l):1 •111l>:1r'flZf1llt1, fll111<1tr 'r11f' <11 ~ "1: 111 <1t11 l tt1 lc1 i l>11 l> Í1· r1 ~Y<> ~ d 1·a111~t~ t.ico u 111u co111<> 1
estar fuera del discurso médico. Los padres suelen interrogar por lo que consideran ''secretos de los doctores". "Hay algo que no nos dicen." Los padres, en efecto, saben que hay algo "no dicho'', pero lo que ignoran es que no está forzosamente del lado de los médicos. La respuesta es siempre decepcionante. ¿Por qué murió este niño de muerte súbita? ¿Por qué es pren1aturo este bebé? Los asistentes responden de la manera más científica posible, respetando los conocimientos de la medicina. Los padres entienden o no entienden. Aprendimos de Ginette Raimbault que cuando se res ponde sólo a nivel del órgano, se responde sólo a nivel del síntoma. No ha de asombrar, entonces, el convencimiento de los padres de no haber obtenido respuesta. El analista está allí para sostener que la respuesta se halla en otra parte. Cuando se soporta no aliviar la angustia de los padres mediante una respuesta -como se pone una venda sobre la herida-, lo inconsciente se arriesga y tal vez aquéllos puedan entender de otro modo la pregunta planteada. Muchas cosas pueden decirse en una primera entrevista. Franck nació un año después de que su hermano mayor, Pablo, falleciese de muerte súbita. Se hallaba en el servicio para el chequeo que se efectúa sistemáticamente en estos casos. La madre de Franck tenía sitiado el despacho del médico. "¿Por qué murió?'', preguntaba incansablemente, a propósito de Pablo. La medicina no tenía respuesta. Se le hablaba de Franck, que estaba bien: no debía inquietarse, debía tratar de olvidar. Cuando la recibo, se queja del equipo médico: "Los médicos dicen que no saben, pero sé que no dicen la verdad." La escucho. Continúa: "Con Pablo yo tenía proble111as; me ponía violenta, pero lo amaba."
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rt accid ntal de 11 h rn1 nito l r zos de u hermana mayo . bl de la · ·ión d ·u madre qu duró do· ños tra l d s p· rii, dro- 1otro :arn1 nito qu nació inmed1at n1ent · d d y · e nunc · h bí habl d . l tri tez·l de n1 má y no h bí o b
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dr llora y percibir i n1 nazaban a u hijo. í -. ido concebido por 'p e cripción l I11 , djc depre ión, le dijeron. familia ' tri e ahora e ,t á Franck." 'No e llora .n un ij ano.' Ella no quer"a er una n e un dr no qu ría abandona a su hijo. En la · · ·li ad d hablar ha ta ntonces de la depresión l bl d du lo qu duplic ha otro por el que co habí podi o llorar nunca e había autorizado a p · ar su uff1n11ento. a deriv · ntonces a una con ulta 1 I· q e pr . ntó con Franck el cual pudo abandonar 1n a r t . u luuar , lto ri . go", etiqueta del mbarazo e l · madr : p o l rie go no ternü aba allí. t cha · co u d n decir e en una primera en revis a. · Iiz r , xplic a lo padr .s que lo ver ' con tant r u nci com llo qui ran mi ntra dure la internació h jo n l con ultorio o junto al b bé en el servicio. A st m n1ento pod á ~ er formul da una dem nda, rol · · a lo i pid n un cita. l· pri ent- ista s istemá ·ca. · lo, b bé cu ndo e realiza la visi a con todo el l hi · or ·al m · dico s r tomado en e da oportunidad; lud del día, la deci -ione terapéuticas todo se om to. e habla del b _b, pero sin dirigirse in do an s y la visita ti ne lugar in ·· d l nfermo. Lo que conozco en esta i · s , r mí, no ólo con los padres, ...
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para co . n l qu con tru·do sobr 1 di o 1 de olv r n ido a ter 1in u111r 1 ~ ' "i11 niño , cuando recorro nu vament 1 1 rici uno d llo s otra vi ita, o e a visi a ''di int " l u o h bla11 ~ 1 b b' d ., l n1i 111 l de lo cu id do qu 1 van pr " u historia. oco poco asi t nt 1 1· z ron a eguir también r gun r. r rvici médico e t ner q , vér elas con la int r og e equ"po. Por sup esto, sabe1no que no e lo á f,' cil · o ibilidad de traba3ar con10 anali ta pende de un hilo! ·o e funámb lo. De un día par el otro, el equipo pu d r oportarno má . unca puede decirse cuánto tie po dura ,. sto. ne a visita ya no , e habla del b b ~ ino al b b /. i n la o r se lo inira e ta z . e nti n e q e el hecho de que _sté llí ta1nbi' le · ncumbe. Esa hi toria, por dr mática qu se .an1bién 1 suy . es solan1ente un o de los m "dico . l mi 1110 debe hacer lgo con ella. s muy importante d jar qu ·los padr ·hablen d la v·o1 nciayd ]odio yhablardeello al niño. as palabra reconfort . ntes, lo bu no consejos pued mengu r momentánea ente l a1·dor de las llag s y t anqu ·1izar a quien los da p ro no on m 's que h "bicion s qu · l su tent· la n1enir , pu d n retorna1· v· ol nta1nente al vid d o niño . La historiad Iné ~ ilu trati de est· forma de desvío~ ac ·da 1 término de reinta y cua ro em na pe manee· ó do m e n el ervicio de n onatología d un ho pi al pari ien - por prematurez. Cuando me la derivaron, tenía vein itr 's ño y acab b de dar a luz a na encantadora 1nuje1.. cita d 3,250 k·lo . Dur nte su perman ncia en la matern·dad t jo sucumb ·ó a un episo io post-parto n1uy erio, con de p -'rdida de identidad. scapó tre d'a d n un t do confusional agudo: p egun tes a dónde iba. ¿ t o cr pu cul 1
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o e1npre uy sana. ác·l de cri r, ha ta o n nea había pre entado problemas. De pe1 al· r d 1 rvic ·o de prema uro fue doptada por ·1 ·a. a o ca i nada ahí de sumad· n tur 1, de i nc1a acial d 1 · osp ·tal no confió a o op ivos m qu . no ocos elementos d 1 dossier. Una p ··co n i t . cibió egularmente a los padres n e 1cio de pre atu os. ia ieron escrupulosamente todos o jos y no oc t ron a su hija ninguna de las inforn1aecib ·a s.
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lleg<1cf,1 el<.• (lSt llt! IJ •, t1111 clc·sc•:1cl<>, t•11 t111 l li11111 cl1 n st1 111;tricl<> y ::;11 f':11111l1¡1 El embarazo transcurre a las mil n1arnvilltts, SLtlvt> l¡111:1.~1 R unos pocos días difíciles cuando el médico - a quic11 dc•sc1·il1t · como un mago, ''aquel que ve en el interior del vientre"~ lt! informa que el bebé es una niña. Estaba contenta, pero se sentía perturbada sin saber bien por qué. En los tres días que siguieron a la ecografía fue presa de unos vómitos que no habí~ forma de parar. Sin embargo, ''tener una nena le parecía lindo". Lo único que la contrariaba era el nombre. Había elegido nombres de varón, pero un nombre de mujer resultaba, hasta ese momento, impensable para ella. Los vómitos cesaron cuando, súbitamente, se le impuso un nombre: la llamaría María Inés. Pese a las protestas de la familia, que atribuía el nombre elegido a una falta de imaginación más que a una búsqueda de los orígenes, logró afirmar su decisión y todo volvió a ser normal, tranquilo y feliz. Las contracciones aparecieron al final del séptimo mes. Inés fue hospitalizada, los médicos consideraron que el bebé era demasiado pequeño y ordenaron reposo y perfusión. Ella intenta entonces negarse, pide dar a luz prematuramente: "Sentía, dice, que ése era el momento de su nacimiento, no sé por qué." La familia y el médico procuran convencerla. Es verdad que siempre, desde muy pequeña, Inés ha sido extremadamente razonable: jamás un arranque de ira, jamás un gesto de oposición, muy positiva siempre. Acaba cediendo. Ahora acepta quedarse, sin protestar, ni siquiera parece triste, tal vez un poco ausente. Resignada, sin duda, a que no se la escuche. Después de unas semanas, el bebé ha alcanzado ya el peso perfecto, el que se puede leer en los libros. Los médicos deciden cesar el tratamiento. Cinco horas más tarde, María Inés llega al mundo tras un 1
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11n 1l•>1 11· \ 1 1 1 l>11¡:1 , i11 11i11 g t't11 ¡)1'<>l>lt.·111tt; tocio el 111u11cl<> cstú il 1sfc c•ltcJ cJil t l :1 xil.r> el ~ l t1·¿1bajo. No es prematura. 1r1 •:;;, c.Iu r :l11 te tres días, dice estar demasiado cansada 11:11·:t lt.rier a su hlJél en los brazos. El tercer día ya no sabe <' ~e llama 11i qué ha venido a hacer a este hospital. 1
que retornarán en su análisis son el horror, el odio y lét violencia para con su madre de nacimiento: ''¿Cómo pudo abandonarme? Ahora que yo misma tengo un hijo, sé que es un mo11struo." ¿De qué monstruo se trata? ¿Quién es el monstruo de quién? El odio quedó tapado por los buenos sentimientos de unos padres adoptivos demasiado bien aconsejados. Tironeada por su ambivalencia, al n1ismo tiempo que la rechazaba, ella quería gritar por todos los medios su filiación a esa madre enfern1a, madre con la que sólo podía identificarse como n1onstruosa. Des pués de un trabajo analítico en el que Inés pudo recuperar el drama de su historia y comprender el sentido otorgable al síntoma "amenaza de parto prematuro'', pudo volver a tomar a su hija, de la que la abuela se había convertido también en madre adoptiva, como en una historia que, de no ser oída, no acabaría nunca de repetirse. No es tan fácil evitar deslizarse por la suave pendiente del deseo de curar. El trabajo de un analista en un servicio de neonatología no es tranquilizar o intentar suprimir el sufrimiento a cualquier p1·ecio. Aceptará tener q.ue escuchar, pues de lo contrario, veintitrés años más tarde, el bebé en el adulto revivirá la violencia de un trauma que se había pretendido negar. Confiemos en lo inconsciente para no olvidar. El tiempo, como se sabe, no tendrá intervención alguna. La curación aparente que puede producirse no garantiza e11 111ngún caso el futuro del sujeto. Vemos qué difícil es sc)stcner· este lugar de analista. Dificultad que nada tiene c.1u<.~ ve1· co11 la del trabajo en equipo. l .J()S
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por su n1odo de funcionamiento, el equipo técnico
¿ r l h blardeunademand lr e· ' _ • declarada que es p ible trabaja - igu y está, por otra parte la cuestión d 1 deseo de Cuando todas las pue tas están abie tas ¿no e m y ' riesgo d er ganado por el sist n1a e yendo en la tent e ó d p e .ta ayud l aber médico median te un s b p ico n lítico q n a tendría q - v r con el de inconsci n ? po d lo qu aben, vi t"endo Có o trabaj r en el e ·nclu o u uniforme blanco, sin pon se olvidar la posición más mod st del que t ·en q _ a prend lo todo de su paciente. U na demanda apremiante d la medicina no facilita forzosamente la esp cificidad del trabajo del an li ta. Hace poco ti mpo, una mamá me comunicó u extrañeza pues en el servicio de hematolog' a de u importante hospital de Parí , al que había ido a consultar por _u hijo hemofílico, la recib ·ó el m, dico que ella conocía y otro, deseo ocido, también de guardapolvo blanco, que no se presentó a ella ni al niño. Lo primero que piensa sta mamá es que a la con ulta asiste un interno, ya que lleva guardapolvo blanco. in emb go como todos sab mos el h "bito no hac al monje. La mamá no tarda en percatarse de llo cuando l pr unto interno al final de la vis.ta, en el mom nto de abrochar lla la camisa de u hijo de cinco año la inte pe dici "ndole que é e bien podría abrocharse la camisa olo y que su conducta sobreprotectora co ti tu' indudablemente tna eñ ldeangustia umamentepernic10 paraelnºño.Al anife tar ella su ex rañeza de que 'l no e hubie. p ntado le die qu es el psicoanalista de ervicio. ¿ e decir, qt1izá 'de serv.cio"? ,Como el bombero . 1 l t rroLa perplejidad d e ta madre va en aum - as1 ga: ' ígam , ¿e normal que un p ic n · cuando no le ha p . guntad ?' ~
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probeta, donantes desconocidos, esperma congelado, 11inos i·eanimados n1ilagrosamente que resultan ser, en el fantasma de los padres, hijos de la medicina: ¿acaso no sabe1nos que les ponen muchas veces el nombre del médico? El poder que da la ciencia no es fácil de administrar. En los años que vienen, los médicos corren peligro de tener que arrostrar demandas como ésta: "Doctor, necesito una niña de ojos azules y que nazca el 25 de diciembre. Su ciencia proveerá." El acto médico se sitúa hoy en un dominio diferente, no sólo del psicoanálisis, sino del registro en que se hallaba antes, cuando lo médico tenía que ver con lo religioso, con lo sagrado. En la actualidad, lo médico presume de científico. Trata del cuerpo "científico" y no del cuerpo del deseo y del goce. La ciencia no da sentido al síntoma. Cuanto más avanza la medicina, más queda excluida la dimensión del cuerpo libidinal y del goce; lo cual no significa que haya que privarse de los progresos terapéuticos. Pero la medicina coincide muy dificultosamente con la ciencia. Su objeto, debido a que es sujeto, lo impide. Los médicos, convertidos en cien tíficos, se en cu entran desamparados frente a reacciones que son reacciones de sujetos. Así es la historia de Estela: joven de veintiocho años, embarazada de siete meses y medio de su primer bebé. Le anuncian, después de una ecografía, que el bebé ha dejado de c1·ecer. No se conoce la ca usa de esta detención del crecimiento y cunde la alarma. Sin dar ninguna explicación verdadera, se decide que Estela permanezca en la maternidad. El médico jefe pronuncia el veredicto: "Su bebé es ahora bastante gi·ande, estará mejor en una incubadora que en su panza." Pensando en un problema placentario, se juzga más l)C1l)t>s
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feo, de sucun1bir a los mis mos anhelos de muerte que los de su propia madre. Ella, que tanto deseaba reparar, vivir por fin una r elación madre-hijo feliz, queda consternada ante la idea de una fatalidad que se repite. Como si la pesadilla tuviera que recomenzar indefinidamente. El reabastecimiento narcisis ta esperado no pudo concretarse. Al parir prematuramente, Estela se precipitó de manera fantasmática en el mundo de las madres calculadoras, frías y monstruosas, en el mundo de las madres en jaque. Tiene miedo de su hijo. Para evitar ser una madre así sólo le queda el dolor de ser ella misma una hija monstruosa. La prematurez enlazada a la vida por un hilo y a la maquinaria médica por varios es, para la madre, un hijo decepcionante, hiriente, anormal: causa de un derrumbe narcisista. Aprendí de est as madres que no existe para una mujer mayor sufri miento narcisista que el de traer al mundo un bebé anormal. Aprendí de los bebés el poder considerable que tienen sobre su madre (no esta mos aquí en el registro del narcisismo secundario, sino más bien del narcisismo primario~ es una cuestión de vida o muerte). Si no res ponden a su expectativa por ser enfermos o demasiado pequeños, pueden "ins pirar" una mala madre. La repetición de esa prematurez fue, para Estela, insoportable. Un niño que mama bien hace venir más leche y gratifica a su madre, que se siente "buena". Un bebé que busca captar la mirada de su madre la ligará a él mucho más fácilmente que un niño que no la mira, que no parece interesarse en ella. El bebé está, por decirlo así, en posición de hipnotizador para la madre. Este encuentro con un niño prematuro o enfermo es cxlre111ttdé.1 mente doloroso. La culpabilidad, a veces terrorífic,1, c>rt1pn s10 r11p1·c el prin1er plano.
IH:¿
Un pronóstico demasiado peyora t1vo ei11i t idc> 1)01· t111 111t·~ desastrosos. No sólo se quiebra entonces el niño, sino tan1bién la madre, impedida de ser madre para este hijo.¿Verdad para quién? ¿De qué verdad se trata cuando se la dice de esta manera? Es importante procurar impedir que el frágil vínculo entre padres e hijos se quiebre. Aun si la vida del niño ha de interrumpirse ahí, que siga siendo para sí mismo y para ellos, los sobrevivientes del drama, sujeto de su historia. En el caso de Si~vio, como en el de muchos niños prematuros, quien estuvo cerca de él en un primer tiempo fue el padre. En todos estos nacimientos el rol de los padres es fundamental. Con frecuencia están en primera línea . El encuentro de estas madres sufrientes con el bebé suele pasar por el padre. Para Estela, estaba ausente. Al vivir a su vez la desesperación y soledad en que había estado sumida su propia madre, Estela pudo autorizarse a ser una madre para su hijo. El error de cálculo del que había nacido actuó pese a todo, lo mismo que un acto fallido, como revelador del deseo de su madre. Este error manifestaba un deseo de hijo, aun cuando se hubiese realizado a sus espaldas y eligiendo para ello s u síntoma matemático. Silvia había venido, en efecto, para reconfortar a su madre y llevarla hacia él, hacia la curación. Cuanto más hablábamos juntas de la historia de Estela, de su dificultad para acercarse a su hijo, más se mostraba Silvia presente y deseante, más iba él hacia ella. Los hijos se encuentran siempre en posición de terapeutas de los padres, cosa que - bien lo sabemos- no es forzosamente bueno para ellos. Un trabajo psicoanalítico se inició con Estela. La posibilidad o no de este trabajo en los hospitales es una cuestión de ética, pero también de personas. Momentos privilegiados de los que nunca sabemos si van a durar. Todo vuelve a jugarse cada vez en función del analis ta, de lo que éste es, del equipo y de la transferencia que los une:
o: J al: todo el mundo pu de r cibir us o · · di pu de apropiár elo. 110
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Primera par e
. sa b.1as''...... ~ ............................... . 3 3 . . . e l ic1ano y ''l as muJ.eres II. u1 ora y Cri tina o la niña de lo bas ido es .......................................... 39 II . Arturo y l . ecreto d a morsa ................................ 43 I . argot y los gra os mágico ............. . ....... ~ ........... _.... 4 7 V. P b lo o ''el casto'' de un niño ........................ ~ .. . .. . .. . . . .. . 5 2 V . Samira: ¿niño íntoma
d e l IllilO - . - ?................................................. 11········· 55 V I. Val ntín y su león .................................................... 59 V II. Violeta 0 el dran1a de los celos ................................ 62 1 . Lolita, la niña ''anorm 1'' ........................................... 66 . y su ' 111n . in " '' . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . ........... . 69 X . Ad - r1.a~ n , e l t•1gre . Del pediatra al psicoanalista . - "a enea u zar " .. .... . .... ... . . .... .... . . ... .. ... .. ... .. . ..... . 7· o e l n1no II. la ese cha del corazón de a la . . . . . ... . . . . . . . .. . . . .. 7 l. An . ........................ 1j ,., t Oin o Slil
. én phon o 1 e uz d · lo non1bre ................. ........... 89 licí , el 1 gro l fobia ................................ 109 II . Jer ía o ' 1 t ro del paya o" ... .............. .............. .
1ir d ~ o re el be b ~ .... 1................................. 149 .-1· j ll l. u n niña par eon1ér ~ · la .................. ,. . .. . . . .. . .. . . . . . . . . . . 16 O 11. n li t· n un erv· cio de neonatología: a u .n pe i nei di·~ r n te ' ........ ~ ....... 16 8 r
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