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Dierencias entre la ciencia fcción y el género antástico o guía para orientarse dentro de lo imaginario Carmen Pacheco
suln coati úblico y a vc incluo tantía, o lacienciacciónylafantasía on géno litaio bin difnciado aunqu, o oxiidad y iatía, a vc uno lla a la uta dl oto. Creo que no soy la única enamorada de la antasía y la ciencia cción que, cuando encuentra en una librería obras de ambos géneros mezcladas en el mismo mostrador, siente que se le cae el alma a los pies. No es que no tengan numerosos puntos en común, pero no hay que ponerse muy purista para que cuando alguien nos habla de uno y otro como si ueran el mismo, se nos parta un poco el corazón. ¿Pero por qué? ¿Cómo argumentaríamos la dierencia, por ejemplo, entre un elo de El señor de los anillos y un vulcaniano de Star Trek? Los dos tienen orejas puntiagudas, inteligencia sobrehumana, son desapasionados, y sobre todo, ninguno de los dos existe. La distinción más notable es que el vulcaniano es un alienígena del uturo y el elo dispara con arco y fechas en un bosque. Y es que se suele asociar uturo y naves espaciales a la ciencia cción, y épica medieval a la antasía. Pero aunque en este caso se corresponda, la rontera entre los dos géneros no se encuentra en una simple demarcación espacio-temporal entre mundos imaginarios, sino en el grado en que lo son y en cómo la narración los aborda. Es decir, en el universo que conocemos, un elo, tal y como lo describe Tolkien, no existe ni existirá jamás y, sin embargo, el vulcaniano podría existir. Es al-
tamente improbable pero, si nuestra tecnología nos permitiera navegar entre las estrellas con una nave crucero llamada Enterprise y tener contacto con especies alienígenas, tal vez encontraríamos un planeta llamado Vulcano lleno de lemáticos y relamidos habitantes. Pongo otro ejemplo: con una tecnología más avanzada un cientíco podría clonar y dar vida a un grupo de reptiles jurásicos que acabaran desmadrándose y comiéndose a los inelices humanos que estuvieran de paseo por su parque. Sin embargo, estos mismos humanos no han de temer el ataque de un dragón legendario de los que escupen uego, dan consejos y guardan un tesoro porque, biológicamente, su existencia es imposible tanto en el pasado como en el uturo.
la frontera entre los dos géneros no se enCuentra en una simple demarCaCión espaCio-temporal espaCio-temporal entre mundos imaginarios, sino en el grado en que lo son y en Cómo la narraCión los aborda Sobre dragones va precisamente una de mis novelas preeridas de antasía, Garras y Colmillos, escrita por Jo Walton. Esta autora airma que la diicultad que encuentra al escribir ciencia icción, en contraste con la antasía, es que necesita dedicar demasiado tiempo a documentarse para cualquier nimio
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detalle del libro. Supongamos, por ejemplo, —con gran esuerzo imaginativo— que Antonio Gala hubiera decidido escribir La pasión turca ambientada en un uturo Marte —La pasión marciana—. Nuestra intrépida y viajera protagonista baja la escalerilla de su nave, respira, y en lugar de a especias, se ve embargada por un aroma a… ¿a qué? Pero, un momento, la atmósera de Marte no es respirable, ¿cómo se explica que lo sea? Y en el caso de haberse terraormado el planeta, ¿cuál es la composición del aire? ¿Qué olor llamaría la atención de un habitante de la Tierra? Si uno se pone demasiado cientíco con estos detalles, es posible que la narración no avance mucho, pero algunos autores de space opera dedican poco tiempo al esuerzo especulativo sobre estas cuestiones y, sencillamente, improvisan o las pasan por p or alto. Aquí es donde encontramos el primer límite diuso entre los dos géneros, cuando las naves se mueven por el espacio más por arte de magia —elemento indiscutiblemente antástico— que por una posible tecnología utura. Estaríamos entonces ante una especie de antasía cósmica pero, como ya hemos dicho que tradicionalmente el espacio es demarcación de la ciencia cción, este subgénero se engloba en ella. Lo contrario también sucede cuando la ciencia icción se apropia de elementos o personajes prototípicos de lo sobrenatural. Los zombis ya no son monstruos de ultratumba y se convierten en “inectados”. Siguen siendo terroríicos pero ahora tienen una explicación cientíica: son víctimas de una epidemia. Los vampiros de Soy Leyenda de Richard Matheson son otro ejemplo de este tipo de “ugados” entre géneros. Un tercer acercamiento se produce en las obras antásticas cuyo realismo y tratamiento se asemeja al de la ciencia icción.
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Un ejemplo reciente es el movimiento literario llamado “new weird”, liderado por China Miéville y la serie de novelas que comienza con La estación de la calle Perdido, un original y deslumbrante híbrido literario en el que se mezclan elementos de uno y otro género hasta el punto de que cuando se explica con tal precisión durante unas diez páginas el origen y siología de una criatura con cuerpo de mujer y un escarabajo por cabeza (no cabeza de escarabajo, nótese la dierencia), uno casi teme encontrarse con una. En conclusión, no es tan disparatado disparatado conundir un género con el otro y, en muchos casos, la distinción incluso se presta al debate, pero la mejor orma de no caer en el error, conocerlos más —y, de paso, no herir la sensibilidad del surido acionado— es acercarse sin prejuicio a ambos, escapar de la realidad y dejarse transportar, a través del libro, a las innitas regiones que alberga la imaginación humana. Can pacco (www.canacco.) licnciada n publicidad y rr. pp. y actualnt coagina u tabajo coo dactoa n una agncia d ublicidad con la citua. ha ublicado la novla Misterioso asesinato en Oz (evt, 2008) y Tres veces la mujer de gris (sm, 2009), aa l úblico juvnil infantil.
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