Nosotros no (José B. Adolph)
Aquella tarde, cuando tintinearon las campanillas de los teletipos y fue repartida la noticia como un milagro, los hombres de todas las latitudes se confundieron en un solo grito de triunfo. Tal como había sido predicho doscientos aos antes, !nalmente el hombre había conquistado la inmortalidad en "#$%. Todos Todos los alta&oces del mundo, todos los trasmisores de im'genes, todos los boletines, boletines, destacaron destacaron esta gran re&olucin re&olucin biolgica. biolgica. También También yo me alegré, alegré, naturalmente, en un primer instante. *u'nto habíamos esperado este día+ na sola inyeccin, de die- centímetros cbicos, era todo lo que hacía falta para no morir /am's. na sola inyeccin, aplicada cada cien aos, garanti-aba que ningn cuerpo humano se descompondría nunca. 0esde ese día slo un accidente podría acabar con una &ida humana. Adios a la enfermedad, a la senectud, a la muerte por desfallecimiento org'nico. na sola inyeccin, cada cien aos. 1asta que &ino la segunda noticia, complementaria de la primera. 2a inyeccin slo surtiría efecto entre los menores de &einte aos. 3ingn ser humano que hubiera traspasado traspasado la edad del crecimient crecimiento o podría podría detener detener su descomposic descomposicin in interna interna a tiempo. 4lo los /&enes serían inmortales. 5l gobierno federal mundial se aprestaba ya a organ organi-ar i-ar el en&ío, en&ío, reparto reparto y aplica aplicaci cin n de las dosis a todos todos los nios y adolescentes de la tierra. 2os compartimientos de medicina de los cohetes lle&arían a las ampolletas a las m's le/anas colonias terrestres del espacio. Todos Todos serían inmortales. 6enos nosotros, los mayores, los adultos, los formados, en cuyo organismo la semilla de la muerte estaba ya de!niti&amente implantada. Todos Todos los muchachos sobre&i&irían para siempre. 4erían inmortales, y de hecho, animal animales es de otra otra especi especie. e. 7a no seres seres humano humanos8 s8 su sicolo sicología gía,, su &isin &isin,, su perspecti&a, eran radicalmente diferentes a las nuestras. Todos Todos serían inmortales. 0ueos del uni&erso por siempre /am's. 2ibres. 9ecundos. 9ecundos. 0ioses. 3osotros no. 3osotros, los hombres y mu/eres de m's de &einte aos, somos la ltima generacin mortal. 5ramos la despedida, el adis, el pauelo de huesos y sangre que ondeaba por ltima &e-, sobre la fa- de la tierra. 3osotros 3osotros no. 6arginado 6arginadoss de pronto, como los ltimos ltimos abuelos, abuelos, de pronto pronto nos habíamos habíamos con&ertido con&ertido en habitantes habitantes de un asilo para ancianos, ancianos, confusos confusos cone/os cone/os asustados entre una ra-a de titanes. 5stos /&enes, sbitamente, comen-aban a ser nuestros &erdugos sin proponérselo. 7a 7a no éramos sus padres. 0esde ese día, éramos otra cosa: una cosa repulsi&a y enferma, ilgica y monstruosa: éramos 2os ;ue 6orirían. Aquellos ;ue 5speraban la 6uerte. 5llos derramarían l'grimas, ocultando su desprecio, desprecio, me-cl'ndolo me-cl'ndolo con su alegría. alegría. *on esa alegría ingenua con la cual e
>orque >orque ellos son unos pobres pobres renacua renacua/os /os condenad condenados os a prisin prisin perpetua perpetua en el &erdoso estanque de la &ida. >erpetua. 5terna. 7 empe-amos a sospechar que dentro de ?? aos, el día de la segunda inyeccin, la policía saldr' a buscar a miles de inmortales para imponérsela. 7 la tercera inyeccin, y la cuarta, y el quinto siglo, y el se
Se encendió el ojo verde del visiófono y Josefina vio a su amiga que le hablaba desde Nueva York ! "elicidad "elicidades# es# querida$ %en&ro de vein&e vein&e minu&os minu&os llegaremos llegaremos## 'ues hemos alquilado un &a(icohe&e )Cómo es&* el &iem'o en +,(ico! +*s &rans'aren&e que el aire# .ucy Aqu/ en nues&ra casa# en la cima de 01&acoa&l# se es&* mejor que en Aca'ulco ! 2e envidio # en cambio noso&ros no 'odemos 'rescindir de nues&ras odiosas escafandras# es&amos a muchas rayas bajo cero ! 3ueno# no se &arden 4l ojo verde se a'agó +inu&os des'u,s# la hermana de Josefina con su marido y dos amigos /n&imos &omaban cóc&eles que serv/a un camarero me&*lico 4n &o&al cinco 'ersonas incluyendo a la fes&ejada 5ebosaba alegr/a y sobre &odo juven&ud ro1agan&e y 'arlanchina# com'le&amen&e e(&rover&ida Por lo que res'ec&a a los hombres# se 'or&aban como muchachos .os cu&is de ellas eran &ersos y sus ana&om/as# femeninamen&e 'erfec&as .os de ellos# rosados# con maquillajes &an varoniles como dif/ciles de no&ar .legó el momen&o de rodear la mesa# en cuyo cen&ro un enorme 'as&el# en forma de barco con sus velas iluminadas# res'landec/a como araña de ca&edral an&igua 4l honor honor a Josefi Josefina na can&ar can&aron on el fel/1 fel/1 cum'le cum'leaño años s .uego .uego la cum'le cum'leañe añera ra emocio emocionad nada# a# enjug*ndose las l*grimas hi1o funcionar el e(&in&or de 'ilas y &odas las velas se a'agaron 5isas# risas y abra1os# besos y m*s congra&ulaciones 6acia la madrugada madrugada el gru'o se dis'ersó dis'ersó volando en sus &a(icohe&es &a(icohe&es Josefina quedó sola y an&es de re&irarse a dormir recorrió con la mirada la mesa# las flores des'arramadas# los res&os del enorme 'as&el que en ese momen&o recog/a el criado robo& con su mon&acargas dom,s&ico Josefina subió cansadamen&e la escalera# en&ró en su cuar&o y comen1ó a desves&irse "ue qui&*ndose la 'iel # &oda la 'iel que cubr/a su cuer'o en una malla de color carne 'al'i&an&e# y luego de'osi&ó en un alhajero sus 'es&añas# sus dien&es# sus ojos# sus labios# sus 'echos# sus cabellos y sus uñas ! 7qui,n 7qui,n lo dir/a$ ! murmuró murmuró sus'irando sus'irando mien&ras mien&ras en la 'enumbra se recor&aba su figura 'u&refac&a ! hoy he a'agado las doscien&as veli&as de mi cum'leaños Y se me&ió en el lecho como una momia rom*n&i rom*n&ica# ca# como una rosa rosa que hab/a hab/a sido sido maravillo maravillosamen& samen&e e disecada disecada 2odas sus amis&ades# amis&ades# all* en Nueva York# hicieron lo mismo# mismo# dejando de lado de la cama m*scaras y 'ieles# mien&ras la aurora de dorados cabellos avan1aba con un d/a reci,n nacido en&re sus bra1os
Casa Tomada Julio *ort'-ar
3os gustaba la casa porque porque aparte de espaciosa y antigua antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la m's &enta/osa liquidacin de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia. 3os habituamos @rene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían &i&ir ocho personas sin estorbarse. 1acíamos la limpie-a por la maana, le&ant'ndonos a las siete, y a eso de las once yo le de/aba a @rene las ltimas
habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almor-'bamos al mediodía, siempre puntuales: ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. 3os resultaba grato almor-ar pensando en la casa profunda y silenciosa y cmo nos bast'bamos para mantenerla limpia. A &eces lleg'bamos a creer que era ella la que no nos de/ casarnos. @rene recha- dos pretendientes sin mayor moti&o, a mí se me muri 6aría 5sther antes que lleg'ramos a comprometernos. 5ntramos en los cuarenta aos con la ine
ero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de @rene, porque yo no tengo importancia. 6e pregunto qué hubiera hecho @rene sin el te/ido. no puede releer un libro, pero cuando un pullo&er est' terminado no se puede repetirlo sin esc'ndalo. n día encontré el ca/n de aba/o de la cmoda de alcanfor lleno de paoletas blancas, &erdes, lila. 5staban con naftalina, apiladas como en una mercería: no tu&e &alor para preguntarle a @rene qué pensaba hacer con ellas. 3o necesit'bamos ganarnos la &ida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. >ero a @rene solamente la entretenía el te/ido, mostraba una destre-a mara&illosa y a mí se me iban las horas &iéndole las manos como eri-os plateados, agu/as yendo y &iniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los o&illos. 5ra hermoso. *mo no acordarme de la distribucin de la casa. 5l comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte m's retirada, la que mira hacia odrígue- >ea. 4olamente un pasillo con su maci-a puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un bao, la cocina, nuestros dormitorios y el li&ing central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. 4e entraba a la casa por un -agu'n con maylica, y la puerta cancel daba al li&ing. 0e manera que uno entraba por el -agu'n, abría la cancel y pasaba al li&ing: tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte m's retirada: a&an-ando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas all' empe-aba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la i-quierda /ustamente antes de la puerta y seguir por un pasillo m's estrecho que lle&aba a la cocina y el bao. *uando la puerta estaba abierta ad&ertía uno que la casa era muy grande: si no, daba la impresin de un departamento de los que se edi!can ahora, apenas para mo&erse: @rene y yo &i&íamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos m's all' de la puerta de roble, sal&o para hacer la limpie-a, pues es increíble cmo se /unta tierra en los muebles. Buenos Aires ser' una ciudad limpia,
pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. 1ay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una r'faga se palpa el pol&o en los m'rmoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé: da traba/o sacarlo bien con plumero, &uela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nue&o en los muebles y los pianos. 2o recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias intiles. @rene estaba te/iendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurri poner al fuego la pa&ita del mate. 9ui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la &uelta al codo que lle&aba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. 5l sonido &enía impreciso y sordo, como un &olcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de con&ersacin. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas pie-as hasta la puerta. 6e tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo: feli-mente la lla&e estaba puesta de nuestro lado y adem's corrí el gran cerro/o para m's seguridad. 9ui a la cocina, calenté la pa&ita, y cuando estu&e de &uelta con la bande/a del mate le di/e a @rene8 =Tu&e que cerrar la puerta del pasillo. 1an tomado parte del fondo. 0e/ caer el te/ido y me mir con sus gra&es o/os cansados. =C5st's seguroD Asentí. =5ntonces =di/o recogiendo las agu/as= tendremos que &i&ir en este lado. 7o cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tard un rato en reanudar su labor. 6e acuerdo que me te/ía un chaleco gris: a mí me gustaba ese chaleco. 2os primeros días nos pareci penoso porque ambos habíamos de/ado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. 6is libros de literatura francesa, por e/emplo, estaban todos en la biblioteca. @ rene pens en una botella de 1 esperidina de muchos aos. *on frecuencia (pero esto solamente sucedi los primeros días) cerr'bamos algn ca/n de las cmodas y nos mir'bamos con triste-a. =3o est' aquí. 7 era una cosa m's de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa. >ero también tu&imos &enta/as. 2a limpie-a se simpli!c tanto que aun le&ant'ndose tardísimo, a las nue&e y media por e/emplo, no daban las once y ya est'bamos de bra-os cru-ados. @rene se acostumbr a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuer-o. 2o pensamos bien, y se decidi esto8 mientras yo preparaba el almuer-o, @rene cocinaría platos para comer fríos de noche. 3os alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de @rene y las fuentes de comida !ambre. @rene estaba contenta porque le quedaba m's tiempo para te/er. 7o andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no aEigir a mi hermana me puse a re&isar la coleccin de estampillas de pap', y eso me sir&i para matar el tiempo. 3os di&ertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de @rene que era m's cmodo. A &eces @rene decía8
=9i/ate este punto que se me ha ocurrido. C3o da un dibu/o de trébolD n rato después era yo el que le ponía ante los o/os un cuadradito de papel para que &iese el mérito de algn sello de 5upen y 6almédy. 5st'bamos bien, y poco a poco empe-'bamos a no pensar. 4e puede &i&ir sin pensar. (*uando @rene soaba en alta &o- yo me des&elaba en seguida. 3unca pude habituarme a esa &o- de estatua o papagayo, &o- que &iene de los sueos y no de la garganta. @rene decía que mis sueos consistían en grandes sacudones que a &eces hacían caer el cobertor. 3uestros dormitorios tenían el li&ing de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. 3os oíamos respirar, toser, presentíamos el adem'n que conduce a la lla&e del &elador, los mutuos y frecuentes insomnios. Aparte de eso todo estaba callado en la casa. 0e día eran los rumores domésticos, el roce met'lico de las agu/as de te/er, un cru/ido al pasar las ho/as del 'lbum !latélico. 2a puerta de roble, creo haberlo dicho, era maci-a. 5n la cocina y el bao, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en &o- m's alta o @rene cantaba canciones de cuna. 5n una cocina hay demasiados ruidos de lo-a y &idrios para que otros sonidos irrumpan en ella. 6uy pocas &eces permitíamos allí el silencio, pero cuando torn'bamos a los dormitorios y al li&ing, entonces la casa se ponía callada y a media lu-, hasta pis'bamos despacio para no molestarnos. 7o creo que era por eso que de noche, cuando @rene empe-aba a soar en alta &o-, me des&elaba en seguida.) 5s casi repetir lo mismo sal&o las consecuencias. 0e noche siento sed, y antes de acostarnos le di/e a @rene que iba hasta la cocina a ser&irme un &aso de agua. 0esde la puerta del dormitorio (ella te/ía) oí ruido en la cocina: tal &e- en la cocina o tal &een el bao porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A @rene le llam la atencin mi brusca manera de detenerme, y &ino a mi lado sin decir palabra. 3os quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el bao, o en el pasillo mismo donde empe-aba el codo casi al lado nuestro. 3o nos miramos siquiera. Apreté el bra-o de @rene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin &ol&ernos hacia atr's. 2os ruidos se oían m's fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. *erré de un golpe la cancel y nos quedamos en el -agu'n. Ahora no se oía nada. =1an tomado esta parte =di/o @rene. 5l te/ido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían deba/o. *uando &io que los o&illos habían quedado del otro lado, solt el te/ido sin mirarlo. =CTu&iste tiempo de traer alguna cosaD = le pregunté intilmente. =3o, nada. 5st'bamos con lo puesto. 6e acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. 7a era tarde ahora. *omo me quedaba el relo/ pulsera, &i que eran las once de la noche. odeé con mi bra-o la cintura de @rene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de ale/arnos tu&e l'stima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la lla&e a la alcantarilla. 3o fuese que a algn pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada. Espantos de Agosto Fabriel Farcía 6'rqueLlegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana !ra un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era "ácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas
cipreses sin indicaciones viales, y una vie%a pastora de gansos nos indic$ con precisi$n d$nde estaba el castillo Antes de despedirse nos pregunt$ si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que s$lo íbamos a almorzar &Menos mal &di%o ella& porque en esa casa espantan Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su credulidad 'ero nuestros dos hi%os, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un "antasma de cuerpo presente Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un an"itri$n espl(ndido y un comedor re"inado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar )omo se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde "uera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visi$n completa de la ciudad desde la terraza "lorida donde estábamos almorzando !ra di"ícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable Sin embargo, Miguel Otero Silva nos di%o c on su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo &!l más grande &sentenci$& "ue Ludovico Así, sin apellidos* Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habl$ durante todo el almuerzo +os habl$ de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa +os cont$ c$mo "ue que en un instante de locura del coraz$n había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuz$ contra sí mismo a sus "eroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas +os asegur$, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor !l castillo, en realidad, era inmenso y sombrío 'ero a pleno día, con el est$mago lleno y el coraz$n contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro despu(s de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos Miguel había restaurado por completo la planta ba%a y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura "ísica, y la terraza de "lores intensas donde habíamos almorzado La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesi$n de cuartos sin ning#n carácter, con muebles de di"erentes (pocas abandonados a su suerte 'ero en la #ltima se conservaba una habitaci$n intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar !ra el dormitorio de Ludovico ue un instante mágico Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacri"icada !staba la chimenea con las cenizas heladas y el #ltimo leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al $leo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros "lorentinos que no tuvieron la "ortuna de sobrevivir a su tiempo Sin embargo, lo que más me impresion$ "ue el olor de "resas recientes que permanecía estancado sin e-plicaci$n posible en el ámbito del dormitorio Los días del verano son largos y parsimoniosos en la .oscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche )uando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insisti$ en llevarnos a ver los "rescos de 'iero della rancesca en la /glesia de San rancisco, luego nos tomamos un ca"( bien conversado ba%o las p(rgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la c ena servida 0e modo que nos quedamos a cenar
Mientras lo hacíamos, ba%o un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se "ueron a e-plorar las tinieblas en los pisos altos 0esde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos "elices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos ue a ellos a quienes se les ocurri$ la mala idea de quedarnos a dormir Miguel Otero Silva los apoy$ encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta ba%a y mis hi%os en el cuarto contiguo Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos Mientras trataba de conseguir el sueño cont( los doce toques insomnes del relo% de p(ndulo de la sala, y me acord( de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos 'ero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y despert( despu(s de las siete con un sol espl(ndido entre las enredaderas de la ventana A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes 12u( tontería &me di%e&, que alguien siga creyendo en "antasmas por estos tiempos1 S$lo entonces me estremeci$ el olor de "resas reci(n cortadas, y vi la chimenea con las cenizas "rías y el #ltimo leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro 'ues no estábamos en la alcoba de la planta ba%a donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, ba%o la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita
La casa encantada Annimo 5uropeo
na /o&en so una noche que caminaba por un eocas semanas m's tarde la /o&en se dirigía en autom&il a una !esta de !n de semana. 0e pronto, tirone la manga del conductor y le pidi que detu&iera el auto. Allí, a l a derecha del camino pa&imentado, estaba el sendero campesino de su sueo. =5spéreme un momento =suplic, y ech a andar por el sendero, con el cora-n latiéndole alocadamente. 7a no s e sinti sorprendida cuando el caminito subi enrosc'ndose hasta la cima de la boscosa colina y la de/ ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisin. 5l mismo anciano del sueo respondía a su impaciente llamado. =0ígame =di/o ella=, Cse &ende esta casaD =4í =respondi el hombre=, pero no le aconse/o que la compre. n fantasma, hi/a mía, frecuenta esta casa+ =n fantasma =repiti la muchacha=. 4anto 0ios, Cy quién esD =sted =di/o el anciano, y cerr sua&emente la puerta.
La bolsa de arpillera 6arcelo 0i 6arco >api, el hombre de la bodsa est' all' adento+ 5milce, agitada, seal con su dedito de tres aos la puerta abierta de su cuarto. 4e qued quieta en la entrada del li&ing, con su piyama de animales p'lidos puesto al re&és y sosteniendo un oso de peluche. 1abía interrumpido así la amena
con&ersacin de sobremesa que sus pap's mantenían con sus lacanianos amigos. GBueno, 5milce, traelo para ac' al 1ombre de la Bolsa Gle di/o su pap', dulce y profesionalG. *on lo tarde que es, debe tener un hambre b'rbara. Hamos a con&idarle unos trocitos de budín. 5milce sali disparada hacia su cuarto. n olor no precisamente agradable Eotaba en el lugar. 2a madre de 5mil ce se acord de la &e- que había abierto una lata de me/illones bastante pasada. 4e le&ant para ir a &er siI pero termin por sentarse de nue&o en su silln, abombada por el alcohol. G4on cosas de la abuela Geichn se tir al suelo abra-ado al paranoico que &eía una locomotora &enírsele encima. 5milce &ol&i. 5n lugar de su oso de peluche traía de la mano al 1ombre de la Bolsa. 5l espe/o que colgaba de la pared se estrell en el piso con terrible estrépito. 5l mal olor se hi-o insoportable, repugnante. 5l padre de 5milce retrocedi, fascinado. 4u amigo alcan- a ponerse de pie, tap'ndose la nari- con una ser&illeta. 5l 1ombre de la Bolsa lle&aba un aludo sombrero negro lleno de agu/eros y una capa gris, como del siglo pasado, cubierta de lamparones. 5ra demasiado ba/o, casi un enano. 5ra muy sucio, in!nitamente inmundo y &ie/o. 0e/ en el suelo su bolsa de arpillera, que se mo&ía con le&es temblores ( chicos pens el parali-ado padre de 5milce) e
La Casa de Azúcar 4il&ina campo 2as supersticiones no de/aban &i&ir a *ristina. na moneda con la e!gie borrada, una mancha de tinta, la luna &ista a tra&és de dos &idrios, las iniciales de su nombre grabadas por a-ar sobre el tronco de un cedro la enloquecían de temor. *uando nos conocimos lle&aba puesto un &estido &erde, que sigui usando hasta que se rompi, pues me di/o que le traía suerte y que en cuanto se ponía otro, a-ul, que le sentaba me/or, no nos &eíamos. Traté de combatir estas manías absurdas. 2e hice notar que tenía un espe/o roto en su cuarto y que por m's que yo le insistiera en la con&eniencia de tirar los espe/os rotos al agua, en una noche de luna, para quitarse la mala suerte, lo guardaba: que /am's temi que la lu- de la casa bruscamente se apagara, y a pesar de que fuera un anuncio seguro de muerte, encendía con tranquilidad cualquier nmero de &elas: que siempre de/aba sobre la cama el sombrero, error en que nadie incurría. 4us temores eran personales. 4e inEigía &erdaderas pri&aciones: por e/emplo8 no podía comprar frutillas en el mes de diciembre, ni oír determinadas msicas, ni adornar la casa con peces ro/os, que tanto le gustaban. 1abía ciertas calles que no podíamos cru-ar, ciertas personas, ciertos cinematgrafos que no podíamos frecuentar. Al principio de nuestra relacin, estas supersticiones me parecieron encantadoras, pero después empe-aron a fastidiarme y a preocuparme seriamente *uando nos comprometimos tu&imos que buscar un
departamento nue&o, pues segn sus creencias, el destino de los ocupantes anteriores inEuiría sobre su &ida (en ningn momento mencionaba la mía, como si el peligro le amena-ara slo a ella y nuestras &idas no estu&ieran unidas por el amor). ecorrimos todos los barrios de la ciudad: llegamos a los suburbios m's ale/ados, en busca de un departamento que nadie hubiera habitado8 todos estaban alquilados o &endidos >or !n encontré una casita en la calle 6ontes de ca, que parecía de a-car. 4u blancura brillaba con eensé que esa casa era recién construida, pero me enteré de que en #?K la había ocupado una familia, y que después, para alquilarla, el propietario le había hecho algunos arreglos. Tu&e que hacer creer a *ristina que nadie había &i&ido en la casa y que era el lugar ideal8 la casa de nuestros sueos. *uando *ristina la &io, earecía que la tranquilidad nunca se rompería en aquella casa de a-car, hasta que un llamado telefnico destruy mi ilusin. 9eli-mente *ristina no atendi aquella &e- el teléfono, pero qui-' lo atendiera en una oportunidad an'loga. 2a persona que llamaba pregunt por la seora Hioleta8 indudablemente se trataba de la inquilina anterior. 4í *ristina se enteraba de que yo la había engaado, nuestra felicidad seguramente concluiría8 no me hablaría m's, pediría nuestro di&orcio, y en el me/or de los casos tendríamos que de/ar la casa para irnos a &i&ir, tal &e- a Hilla rqui-a, tal &e- a ;uilmes, de pensionistas en alguna de las casas donde nos prometieron darnos un lugarcito para construir Ccon quéD (con basura, pues con me/ores materiales no me alcan-aría el dinero) un cuarto y una cocina. 0urante la noche yo tenía cuidado de descolgar el tubo, para que ningn llamado inoportuno nos despertara. *oloqué un bu-n en la puerta de calle: fui el depositario de la ll a&e, el distribuidor de cartas. na maana temprano golpearon a la puerta y alguien de/ un paquete 0esde mi cuarto oí que mi mu/er protestaba, luego oí el ruido del papel estru/ado. Ba/é la escalera y encontré a *ristina con un &estido de terciopelo entre los bra-os.
=6am' me regal unos pesos. 6e pareci raro, >ero no le di/e nada, para no ofenderla. 3os queríamos con locura. >ero mi inquietud comen- a molestarme, hasta para abra-ar a *ristina por la noche. Ad&ertí que su car'cter había cambiado8 de alegre se con&irti en triste, de comunicati&a en reser&ada, de tranquila en ner&iosa. 3o tenía apetito. 7a no preparaba esos ricos postres, un poco pesados, a base de cremas batidas y de chocolate, que me agradaban, ni adornaba peridicamente la casa con &olantes de nylon, en las tapas de la letrina, en las repisas del comedor, en los armarios, en todas partes como era su costumbre. 7a no me esperaba con &ainillas a la hora del té, ni tenía ganas de ir al teatro o al cinematgrafo de noche, ni siquiera cuando nos mandaban entradas de regalo na tarde entr un perro en el /ardín y se acost frente a la puerta de calle, aullando. *ristina le dio carne y le dio de beber y, después de un bao, que le cambi el color del pelo, declar que le daría hospitalidad y que lo bauti-aría con el nombre Amor, porque llegaba a nuestra casa en un momento de &erdadero amor. 5l perro tenía el paladar negro, lo que indica pure-a de ra-a. tra tarde llegué de impro&iso a casa. 6e detu&e en la entrada porque &i una bicicleta apostada en el /ardín = 5ntré silencíosamente y me escurrí detr's de una puerta y oí la &o- de *ristina. =C;ué quiereD repiti dos &eces. =Hengo a buscar mi perro =decía la &o- de una muchacha=. >as tantas &eces frente a esta casa que se ha encariado con ella. 5sta casa parece de a-car. 0esde que la pintaron, llama la atencin de todos los transentes. >ero a mí me gustaba m's antes, con ese color rosado y rom'ntico de las casas &ie/as. 5sta casa era muy misteriosa para mí. Todo me gustaba en ella8 la fuente donde &enían a beber los pa/aritos: las enredaderas con Eores, como cornetas amarillas: el naran/o. 0esde que tengo ocho aos esperaba conocerla a usted, desde aquel día en que hablamos por teléfono, CrecuerdaD >rometi que iba a regalarme un barrilete. =2os barriletes son /uegos de &arones.
=C*u'ndo te lo mandaste hacerD
=2os /uguetes no tienen seara usted fue un /uego prometerme ese barrilete: yo no dormí en toda la noche. 3os encontramos en la panadería, usted estaba de espaldas y no &i su cara. 0esde ese día no pensé en otra cosa que en usted, en cmo sería su cara, su alma, sus ademanes de mentirosa. 3unca me regal aquel barrilete. 2os 'rboles me hablaban de sus mentiras. 2uego fuimos a &i&ir a 6orn, con mis padres. Ahora, desde hace una semana estoy de nue&o aquí.
1ace tiempo. C6e queda bienD 2o usaré cuando tengamos que ir al teatro, Cno te pareceD
1ace tres meses que &i&o en esta casa, y antes /am's frecuenté estos barrios. sted estar' confundida.
= Acaban de traerme este &estido me di/o con entusiasmo. 4ubi corriendo +as escaleras y se puso el &estido, que era muy escotado.
=C*on qué dinero lo pagasteD
=7o la había imaginado tal como es. 2a imaginé tantas &eces+ >ara colmo de la casualidad, mi marido estu&o de no&io con usted. =3o estu&e de no&ia sino con mi marido. C*mo se llama este perroD =Bruto. =2lé&eselo, por fa&or. antes que me encarie con él. Hioleta, esccheme. 4i lle&o el perro a mi casa, se morir'. 3o lo puedo cuidar. Hi&imos en un departamento muy chico. 6i marido y yo traba/amos y no hay nadie que lo saque a pasear.
=CTe gustaría que me llamara HioletaD =3o me gusta el nombre de las Eores. =>ero Hioleta es lindo. 5s un color. =>re!ero tu nombre. n s'bado, al atardecer, la encontré en el puente de *onstitucin, asomada sobre el parapeto de !erro 6e acerqué y no se inmut. =C;ué haces aquíD
3o me llamo Hioleta. C;ué edad tieneD
=5stoy curioseando. 6e gusta &er las &ías desde arriba.
=CBrutoD 0os aos. C;uiere quedarse con élD 7o &endría a &isitarlo de &e- en cuando, porque lo quiero mucho.
=5s un lugar muy lgubre y no me gusta que andes sola.
=A mi marido no l e gustaría recibir desconocidos en su casa, ni que aceptara un perro de regalo. =3o se lo diga, entonces. 2a esperaré todos los lunes a las siete de la tarde en la pla-a *olombia. C4abe dnde esD 9rente a la iglesia 4anta 9elicitas, o si no la esperaré donde usted quiera y a la hora que pre!era: por e/emplo, en el puente de *onstitucin o en el parque 2e-ama. 6e contentaré con &er los o/os de Bruto. C6e har' el fa&or de quedarse con élD =Bueno. 6e quedaré con él =Fracias, Hioleta. =3o me llamo Hioleta. =C*ambi de nombreD >ara nosotros usted es Hioleta. 4iempre la misma misteriosa Hioleta. í el ruido seco de la puerta y el taconeo de *ristina, subiendo la escalera. Tardé un rato en salir de mi escondite y en !ngir que acababa de llegar. A pesar de haber comprobado la inocencia del di'logo, no sé por qué, una sorda descon!an-a comen- a de&orarme 6e pareci que había presenciado una representacin de teatro y que la realidad era otra. 3o confesé a *ristina que había sorprendido la &isita de esa muchacha. 5speré los acontecimientos, temiendo siempre que *ristina descubriera mi mentira, lamentando que estu&iéramos instalados en ese barrio. 7o pasaba todas las tardes por la pla-a que queda frente a la iglesia de 4anta 9elicitas, para comprobar si *ristina había acudido a la cita. *ristina parecía no ad&ertir mi inquietud. A &eces llegué a creer que yo había soado. Abra-ando al perro, un día *ristina me pregunt8
=3o me parece tan lgubre. C7 por qué no puedo andar solaD =CTe gusta el humo negro de las locomotorasD =6e gustan los medios de transporte. 4oar con &ia/es. @rme sin irme. M@r y quedar y con quedar partirse.M Hol&imos a casa. 5nloquecido de celos (Ccelos de quéD 0e todo), durante el trayecto apenas le hablé. =>odríamos tal &e- comprar alguna casita en 4an @sidro o en li&os, es tan desagradable este barrio =le di/e, !ngiendo que me era posible adquirir una casa en esos lugares. =3o creas. Tenemos muy cerca de aquí el parque 2e-ama. =5s una desolacin. 2as estatuas est'n rotas, las fuentes sin agua, los 'rboles apestados. 6endigos, &ie/os y lisiados &an con bolsas, para tirar o recoger basuras. =3o me !/o en esas cosas. =Antes no querías sentarte en un banco donde alguien había comido mandarinas o pan. =1e cambiado mucho,
=>or mucho que hayas cambiado, no puede gustarte un parque como ése. 7a sé que tiene un museo con leones de m'rmol que cuidan la entrada y que /ugabas allí en tu infancia, pero eso no quiere decir nada. =3o te comprendo =me respondi *ristina. 7 sentí que me despreciaba, con un desprecio que podía conducirla al odio. 0urante días, que me parecieron aos, la &igilé, tratando de disimular mi ansiedad. Todas las tardes pasaba por la pla-a frente a la iglesia y los s'bados por el horrible puente negro de *onstitucin. n día me a&enturé a decir a *ristina8 4i descubriéramos que esta casa fue habitada por otras personas Cqué harías, *ristinaD CTe irías de aquíD =4i una persona hubiera &i&ido en esta casa, esa persona tendría que ser como esas !guritas de a-car que hay en los postres o en las tortas de cumpleaos8 una persona dulce como el a-car. 5sta casa me inspira con!an-a Cser' el / ardincito de la entrada que me infunde tranquilidadD 3o sé+ 3o me iría de aquí por todo el oro del mundo. Adem's no tendríamos adnde ir. T mismo me lo di/iste hace un tiempo. 3o insistí, porque iba a pura pérdida. >ara conformarme pensé que el tiempo compondría las cosas. na maana son el timbre de la puerta de calle. 7o estaba afeit'ndome y oí la &ode *ristina. *uando concluí de afeitarme, mi mu/er ya estaba hablando con la intrusa. >or la abertura de la puerta las espié. 2a intrusa tenía una &o- tan gra&e y los pies tan grandes que eché a reír.
insatisfechos o palabras intiles. 5n aquellos días, tan tristes para mí, a *ristina le dio por cantar. 4u &o- era agradable, pero me eor qué, si nunca había cantado, ahora cantaba noche y día mientras se &estía o se baaba o cocinaba o cerraba las persianas+ n día en que oí a *ristina eara mis a&eriguaciones, la &endedora de esa tienda me pareci la persona m's indicada: era charlatana y curiosa, sensible a las lison/as. *on el prete
=4i usted &uel&e a &er a 0aniel, lo pagar' muy caro, Hioleta.
*anto con una &o- que no es mía =me di/o *ristina, reno&ando su aire misterioso. Antes me hubiera aEigido, pero ahora me deleita. 4oy otra persona, tal &e- m's felique yo.
=3o sé quién es 0aniel y no me l lamo Hioleta =respondi mí mu/er.
9ingí de nue&o no haberla oído. 7o estaba leyendo el diario.
=sted est' mintiendo.
0e tanto a&eriguar detalles de la &ida de Hioleta, con!eso que desatendía a *ristina.
=3o miento. 3o tengo nada que &er con 0aniel.
9ui al sanatorio frenop'tico, que quedaba en 9lores. Ahí pregunté por Hioleta y me dieron la direccin de Arsenia 2pe-, su profesora de canto.
=7o quiero que usted sepa las cosas como son. =3o quiero escucharla. *ristina se tap las ore/as con las manos. 5ntré en el cuarto y di/e a la intrusa que se fuera. 0e cerca le miré los pies, las manos y el cuello. 5ntonces ad&ertí que era un hombre disfra-ado de mu/er. 3o me dio tiempo de pensar en lo que debía hacer: como un rel'mpago desapareci de/ando la puerta entreabierta tras de sí. 3o comentamos el episodio con *ristina: /am's comprenderé por qué: era como si nuestros labios hubieran estado sellados para todo lo que no fuese besos ner&iosos,
Tu&e que tornar el tren en etiro, para que me lle&ara a li&os. 0urante el trayecto una tierrita me entr en un o/o, de modo que en el momento de llegar a la casa de Arsenia 2pe-, se me caían las l'grimas, como si estu&iese llorando. 0esde la puerta de calle oí &oces de mu/eres, que hacían g'rgaras con las escalas, acompaadas de un piano, que parecía m's bien un organillo. Alta, delgada, aterradora apareci en el fondo de un corredor Arsenia 2pe-, con un l'pi- en la mano. 2e di/e tímidamente que &enía a buscar noticias de Hioleta. =Csted es el maridoD
=3o, soy un pariente =l e respondí sec'ndome los o/os con un pauelo. =sted ser' uno de sus innumerables admiradores =me di/o, entornando los o/os y tom'ndome la mano=. Hendr' para saber lo que todos quieren saber, Ccmo fueron los ltimos días de HioletaD 4iéntese. 3o hay que imaginar que una persona muerta for-osamente haya sido pura, !el, buena. =;uiere consolarme =le di/e. 5lla, oprimiendo mi mano con su mano hmeda, contest8 =4í. ;uiero consolarlo. Hioleta era no slo mi discípula, sino mi íntima amiga. 4i se disgust conmigo, fue tal &e- porque me hi-o demasiadas con!dencias y porque ya no podía engaarme. 2os ltimos días que la &i, se lament amargamente de su suerte. 6uri de en&idia. epetía sin cesar. MAlguien me ha robado la &ida, pero lo pagar' muy caro. 3o tendré mi &estido de terciopelo, ella lo tendr': Bruto ser' de ella: los hombres no se disfra-ar'n de mu/er para entrar en mi casa sino en la de ella: perderé la &o- que transmitiré a esa otra garganta indigna: no nos abra-aremos con 0aniel en el puente de *onstitucin, ilusionados con un amor imposible, inclinados como antao, sobre la baranda de hierro, &iendo los trenes ale/arse.M Arsenia 2pe- me mir en los o/os y me di/o8 =3o se aEi/a. 5ncontrar' muchas mu/eres m's leales. 7a sabemos que era hermosa Cpero acaso la hermosura es lo nico bueno que hay en el mundoD 6udo, horrori-ado, me ale/é de aquella casa, sin re&elar mi nombre a Arsenia 2peque, al despedirse de mí, intent abra-arme, para demostrar su simpatía. 0esde ese día *ristina se transform, para mí, al menos, en Hioleta. Traté de seguirla a todas horas, para descubrirla en los bra-os de sus amantes. 6e ale/é tanto de ella que la &i como a una e
Sredni Vashtar
*onradín tenía die- aos y, segn la opinin profesional del médico, el nio no &i&iría cinco aos m's. 5ra un médico afable, ine!ca-, poco se le tomaba en cuenta, pero su opinin estaba respaldada por la seora 0e opp, a quien debía tomarse en cuenta. 2a seora 0e opp, prima de *onradín, era su tutora, y representaba para él esos tres quintos del mundo que son necesarios, desagradables y reales: los otros dos quintos, en perpetuo antagonismo con aquéllos, estaban representados por él mismo y su imaginacin. *onradín pensaba que no estaba le/os el día en que habría
de sucumbir a la dominante presin de las cosas necesarias y cansadoras8 las enfermedades, los cuidados eero todos los /ue&es, en el musgoso y oscuro silencio de la casilla, *onradín o!ciaba un místico y elaborado rito ante el ca/n de madera, santuario de 4redni Hashtar, el gran hurn. >onía en el altar Eores ro/as cuando era la estacin y moras escarlatas cuando era in&ierno, pues era un dios interesado especialmente en el aspecto impulsi&o y fero- de las cosas: en cambio, la religin de la 6u/er, por lo que podía obser&ar *onradín, manifestaba la tendencia contraria.
5n las grandes !estas espol&oreaba el ca/n con nuemoscada, pero era condicin importante del rito que las nueces fueran robadas. 2as !estas eran &ariables y tenían por !nalidad celebrar algn acontecimiento pasa/ero. 5n ocasin de un agudo dolor de muelas que padeci por tres días la seora 0e opp, *onradín prolong los festi&ales durante todo ese tiempo, y lleg incluso a con&encerse de que 4redni Hashtar era personalmente responsable del dolor. 4i el malestar hubiera durado un día m's, la nue- moscada se habría agotado. 2a gallina del 1oud'n no participaba del culto de 4redni Hashtar. *onradín había dado por sentado que era anabaptista. 3o pretendía tener ni la m's remota idea de lo que era ser anabaptista, pero tenía una íntima esperan-a de que fuera algo auday no muy respetable. 2a seora 0e opp encarnaba para *onradín la odiosa imagen de la respetabilidad. Al cabo de un tiempo, las permanencias de *onradín en la casilla despertaron la atencin de su tutora. =3o le har' bien pasarse el día allí, con lo &ariable que es el tiempo =decidi repentinamente, y una maana, a la hora del desayuno, anunci que había &endido la gallina del 1oud'n la noche anterior. *on sus o/os miopes atisb a *onradín, esperando que manifestara odio y triste-a, que estaba ya preparada para contrarrestar con una retahíla de eero *onradín no di/o nada8 no había nada que decir. Algo en esa cara imp'&ida y blanca la tranquili- moment'neamente. 5sa tarde, a la hora del té, había tostadas8 man/ar que por lo general e
*onradín apret los labios, pero la mu/er registr su dormitorio hasta descubrir la lla&e, y luego se dirigi a la casilla para completar su descubrimiento. 5ra una tarde fría y *onradín había sido obligado a permanecer dentro de la casa. 0esde la ltima &entana del comedor se di&isaba entre los arbustos la casilla: detr's de esa &entana se instal *onradín. Hio entrar a la mu/er, y la imagin después abriendo la puerta del ca/n sagrado y eero sabía al re-ar que no creía. 2a mu/er aparecería de un momento a otro con esa sonrisa fruncida que él tanto detestaba, y dentro de una o dos horas el /ardinero se lle&aría a su dios prodigioso, no ya un dios, sino un simple hurn de color pardo, en un ca/n. 7 sabía que la 6u/er terminaría como siempre por triunfar, y que sus persecuciones, su tiranía y su sabiduría superior irían &enciéndolo poco a poco, hasta que a él ya nada le importara, y la opinin del médico se &ería con!rmada. 7 como un desafío, comen- a cantar en alta &o- el himno de su ídolo amena-ado8 4redni Hashtar a&an-8 4us pensamientos eran pensamientos ro/os y sus dientes eran blancos. 4us enemigos pidieron pa-, pero él le tra/o muerte. 4redni Hashtar el hermoso. 0e pronto de/ de cantar y se acerc a la &entana. 2a puerta de la casilla seguía entreabierta. 2os minutos pasaban. 2os minutos eran largos, pero pasaban. 6ir a los estorninos que &olaban y corrían por el césped: los cont una y otra &e-, sin perder de &ista la puerta. na criada de eantanos se dirigi al arroyuelo que estaba al e
7 mientras discutían entre sí el asunto, *onradín se prepar otra tostada. El bosque de los suicidios
(5ste post contiene im'genes que pueden h erir sensibilidades) 6mmI el monte 9u/i, todo un icono de Japn, con su cumbre ne&ada y, en prima&era, con ese estallido de color de los miles de almendros en Eor que pintan la estampa de tonos blancos y rosados con&irtiéndolo en una ilustracin de cuento de hadas. A un tiro de piedra de ToNio, apro&echaremos la &isita para dar un pequeo paseo por sus laderas. 7a hemos llegado. 5s increíble que erius de alquiler. >or suerte, toda&ía queda un buen rato de lu- y estaremos al otro lado antes de que anoche-ca. 5ncontramos un sendero que se introduce en el bosque y para all' que &amosI A los pocos pasos encontramos un curioso cartel, el que m's entiende de /aponés del grupo &a descifrando lentamente lo que pone en él8 “Tu vida es valiosa y te ha sido otorgada por tus padres. Por favor, piensa en ellos, en tus hermanos e hijos. Por favor, busca ayuda y no atravieses este lugar solo”.
Haya, no acabamos de entender muy bien el mensa/e y bromeamos sobre lo mucho que les gusta aconse/ar a estos /aponeses. 6ientras caminamos, obser&amos que ciertas partes del bosque est'n cerradas con cinta policial e incluso en algunos lugares hay carteles que prohíben el paso. 4uponemos que es para la conser&acin del bosque, para que la gente no salga de los pequeos senderos y moleste a la fauna o ensucie m's de la cuenta el para/e. *ontinuamos nuestro caminoI >ese a las indicaciones, parece ser que la gente no es muy cuidadosa por aquí. A medida que nos &amos adentrando en el bosque nos &amos encontrando montones de desperdicios en los bordes del camino o entre los matorrales: -apatillas y todo tipo de prendas se encuentran tirados por doquier, papeles, ob/etos personales y, sobre todo, muchos en&oltorios de medicamentosI esto es un poco raroI
7a lle&amos m's de media hora caminando y los 'nimos comien-an a decaer, cierto ner&iosismo se instala en el grupo que in&oluntariamente acelera el paso por momentos. 2as bromas han cesado y todos caminamos en silencio obser&ando el eero al acercarme noto algo e'lidos como l'pidas, algunos compaeros esperan fuera del bosque, temblando y en silencio esperamos hasta que se rena todo el grupo y, arrastrando los pies, emprendemos el camino por el arcén de la carretera en busca de nuestro &ehículo. 5sta noche &amos a necesitar unas cuantas botellas de licor para recuperarnos de nuestro peculiar paseo. Bueno amigos, este ha sido un peculiar paseo no&elado, para quitarle un poco de hierro al asunto, por el famoso bosque de AoNigahara, también conocido como JyuNai (6ar de Orboles), que ciertamente se encuentra en las faldas del monte 9u/i. 5ste bosque, de m's de .KKK hect'reas de e
narraba el suicidio de uno de sus persona/es en AoNigahara y #?? otro escritor lan-o una guía para suicidarse donde recomendaba este bosque como un lugar idneo para quitarse la &ida. 5n la década de los PK las autoridades se &ieron obligadas hacer batidas para encontrar los cad'&eres de los suicidas. Anualmente KK operarios se adentran en el bosque para locali-ar los cad'&eres que no han sido encontrados por los &isitantes y guardias forestales. @ncluso la policía patrulla los alrededores en busca de posibles suicidas. 2a cercanía a la gran ciudad de ToNio también es una de las causas por las que muchos suicidas acudan hasta este lugar, qui-'s en busca de un lugar tranquilo donde lle&ar a cabo su ltimo deseo. tro moti&o importante por el que los suicidas se quitan aquí la &ida es el econmico, y no es broma. 5n Japn, los familiares de los suicidas tienen que correr con los gastos econmicos que pueda pro&ocar el suicida, sean del tipo que sean, por e/emplo si alguien decide arro/arse a las &ías del tren, la familia tendr' que acarrear con el coste de los retrasos en el trayecto a todos los pasa /eros del mismo e indemni-ar a la compaía ferro&iaria por todos los incon&enientes que pueda causar. 5n el bosque suicidarse es gratis y no conlle&a ningn gasto. tra eersonalmente, Japn nunca de/a de sorprenderme, hasta para suicidarse son organi-ados y metdicos. 6i nico conse/o para aquellos que &isitéis alguna &e- el monte 9u/i es8 no co/'is ningn ata/o.
/Esta+a arrancando $ua'a+as ' &i un centelleo. Creí )ue era una luciérna$a, la tomé ' sentí )ue se mo&ía0 cuando la &i su%e )ue era un #ada madrina/, dijo a E*e el /de scu+ridor/ del #ada.
GENTE
/8o #e &isto de todo ' sí creo )ue el #ada es real, %or eso )uería &enir %ara constatar )ue esos mitos son ciertos/, dijo en declaraciones a E*e.
Un hada de plástico causa revuelo entre miles de personas en México
#"RK%R"K## = K"8K$ •
3uadala%ara 4M(-ico5& !l hallazgo de una supuesta hada en la ciudad de 3uadala%ara, capital de estado me-icano de 6alisco, en el oeste de M(-ico, ha causado revuelo y conmoci$n entre miles de personas que "orman largas "ilas solo para admirar el ob%eto , que a simple vista parece un muñeco de plástico
El jo&en ase$ura )ue cuando la lle&( a su casa el ser mitol($ico esta+a &i&o, %ero muri( %oco tiem%o des%ués, %or lo )ue desde entonces la conser&a en un &aso con *ormol, el cual ex#i+e en una %e)uea sala de la &i&ienda ' co+ra a los &isitantes un /donati&o/. De consistencia $elatinosa, la *i$ura mide unos dos centímetros de altura, tiene dos alas trans%arentes ' se asemeja a /Cam%anita/, el %ersonaje del cuento in*antil 1eter 1an. Tanto sus extremidades rí$idas como la ca+eza son de color rojo ' en su cuer%o est- %intado de modo %edestre una +lusa ' %antalones cortos de color amarillo, aun)ue la %intura se #a desteido en &arios lu$ares. 2asta la casa de Maldonado, u+icada en el +arrio 3omas 4erdes, uno de las m-s %o+res e inse$uros de Guadalajara, #an acudido unas 5.666 %ersonas en los 7ltimos días, los cuales es%eran en *ila #asta una #ora %ara conocer /el #ada de José/, como 'a se le conoce en la zona. César Ramírez cruz( la ciudad %ara conocer al ser m-$ico, 'a )ue cree en la existencia de seres m-$icos.
1ara admirar %or unos se$undos al mueco de %l-stico ' tomar una *oto, los curiosos de+en dejar un donati&o &oluntario, )ue se$7n José Maldonado, es %ara a'udarlo econ(micamente, dado )ue %erdi( su em%leo des%ués de encontrar la *i$ura. 1or su %arte, los &ecinos #an a%ro&ec#ado la situaci(n %ara &ender *oto$ra*ías ' lla&eros con la ima$en del #ada en unos 6 %esos 9,: d(lares!, o +e+idas ' comida a los )ue es%eran en *ila.
Jalisco México, D. F. César Ramírez Guadalajara Gente Curiosidades Guadalajara México!." El #allaz$o de una su%uesta #ada en la ciudad de Guadalajara, ca%ital de estado mexicano de Jalisco, en el oeste de México, #a causado re&uelo ' conmoci(n entre miles de %ersonas )ue *orman lar$as *ilas solo %ara admirar el o+jeto, )ue a sim%le &ista %arece un mueco de %l-stico. El su%uesto ser m-$ico *ue encontrado %or José Maldonado, un al+ail de aos )ue ase$ura )ue el %asado *in de semana la atra%( entre las ramas de un $ua'a+o cercano a su domicilio.
Maldonado a*irma )ue en los %r(ximos días donar- el o+jeto a un museo de Ciudad de México, aun)ue no
determin( a cu-l instituci(n.