“Construcción del sujeto marginal en cuatro textos narrativos chilenos del siglo XX”
Introducción
El presente trabajo pretende demostrar cómo en cuatro textos narrativos (tres novelas: La sangre y la esperanza , de Nicomedes Guzmán; El río, de Alfredo Gómez Morel, y Chicago Chico , de Armando Méndez Carrasco, y un libro de crónicas: La esquina es mi corazón , de Pedro
Lemebel) se produce una estrecha relación entre la voz
narrad narradora ora y el espaci espacioo urbano urbano que que contex contextua tuali liza za lo narrad narrado, o, lo que determ determina ina la constr construcc ucción ión ident identita itaria ria de perso personaj najes es y la de ambie ambiente ntess y media mediati tiza za el regist registro ro discursivo desde el cual se presentan los acontecimientos. Estas obras –consideradas “marginales”, en todo lo amplio del término, en el momento de su publicación y producción tanto por su contenido como por su lenguaje– forman parte, en nuestra opinión, de un conjunto o canon alternativo que distaba mucho de la estética literaria hispanoamericana hispanoamericana de la época, pues exhibían realidades particulares particulares que se generaban a la deriva de la temática política y social más inclusiva –sobre todo los tres últimos textos–, generada por la profusión de metarrelatos colectivos. La relación entre sujeto y espacio urbano se construye a través de la tensión existente entre contenido y contexto sociocultural, ya que esta identificación de los individuos individuos con su entorno y la interacción que se manifiesta manifiesta generan el develamiento de una ciudad distinta de la que el discurso oficial establece. Desde la “proletarización” de la narración de Guzmán –quizás la obra con más marcas ideológicas de las estudiadas– hasta la fragmentariedad y desideologización de Lemebel hay un camino que evidencia resultados de una progresiva puesta en marcha de mecanismos discursivos excluyentes, que parecieran conformar dos realidades distintas: una producida por la lógica del discurso imperante y otra real.
1. La sangre y la esperanza: el Santiago proletario y el descontento político
La novela de Guzmán, publicada por primera vez en 1943, constituye todo un hito dentro de la narrativa chilena, pues exhibía una realidad, contextualizada en la década del ’20, que violentó por un buen tiempo a los críticos, ya que delineaba todo lo narrado a partir de la relación entre sujeto y entorno urbano. La miseria de un barrio ribereño, la carga erótica, la denuncia del hacinamiento, la continua y estéril lucha política y el despertar social de un niño pobre conforman la trama de una obra que se incrusta en el imaginario de una ciudad embobada con los ideales del progreso moderno. La “ciudad real”, según la dicotomía de Ángel Rama, se instalaba, al igual que otras obras de la Generación del 38, a la que pertenece Guzmán, en el discurso oficial (manifestado a través de la literatura), el cual construía la “ciudad letrada” 1. La difícil vida de la familia Quilodrán, protagonista de la novela, transcurre, además del espacio descrito, en los márgenes físicos de la ciudad, aquel lugar donde no hay una regulación como la existente en el centro 2, lo que se metaforiza en el accionar de los personajes, quienes actúan dejándose llevar por su irracionalidad y sus pasiones, lo cual parece denigrar aún más las condiciones del espacio urbano que habitan. Asimismo, el marco político que contextualiza el relato se configura a partir de las emblemáticas luchas reivindicatorias de los obreros ferroviarios, las cuales van transformándose en derrotas a causa de la represión policial, lo que repercutirá no sólo en lo colectivo, sino también en lo individual, pues provocará que el protagonista,
1
En su obra La ciudad letrada, Ángel Rama propone la existencia de una “ciudad letrada”, configurada por un discurso que la legitima y que se construye a través de una imposición ideológica de las esferas de poder, y una “ciudad real”, que es aquella que resulta de la interacción discursiva y social, tanto entre los estamentos urbanos excluidos como entre estos y las elites. Dicha dicotomía resulta pertinente para el propósito de este trabajo, pues se puede producir el diálogo entre ésta y las categorías foucaultianas de “discurso oficial” y “discurso marginal”. 2 José Luis Romero, en Latinoamérica. La ciudad y las ideas, plantea que, desde un comienzo, la disposición de la ciudad, en “plano damero”, convertía a los arrabales o márgenes urbanos en sectores alejados del panóptico central, por lo tanto, en lugares que se sometían a lógicas de comportamiento “incivilizadas”. Téngase en cuenta que, justamente, en aquellos lugares vivían mestizos, indígenas y europeos de poca trascendencia social.
Enrique Quilodrán, deba “despolitizarse” y entrar en un sistema que únicamente le brindará la posibilidad que les otorga a los excluidos. De esta manera, el contexto físico de la obra, el Barrio Mapocho, lejos del centro, lejos del discurso oficial, determina el devenir social del sujeto. La “ciudad real”, simbolizada por la miseria y la desesperanza, determina la creación de un sujeto que ha visto que el ideal político solamente funciona en la “ciudad letrada” y que es emisor y parte de un discurso marginal, cuyos mecanismos y resultados se verán más expuestos en obras venideras.
2. El río: literatura marginal y la fragmentación del relato
La novela autobiográfica El río, de Gómez Morel, presenta características
bastante peculiares para la época (década de los ’60): un relato fragmentar alteraciones en el tiempo de la narración, la despolitización del discurso literario (considerando, sobre todo, que su novelística es netamente urbana), la inclusión de un registro lingüístico jergal y un tono de denuncia testimonial. La relación del sujeto con el espacio urbano es más compleja que en la novela de Guzmán, ya que hay una multiplicidad de lugares que van delineando la conformación de este sujeto marginal particular: burdeles, orfanatos, entre otros, y, por supuesto, el río Mapocho, el límite de los espacios santiaguinos, el cual, en este caso, se convierte en lugar de morada. La posibilidad de que este espacio vacío de sentido se transforme significa, en términos específicos, que se re-semantiza su valor social, es decir, un “no lugar”, descartado por el discurso oficial y limitado a su función de extremo es un “lugar” para quienes han logrado superponer en él la marginalidad de la ciudad real 3. Los espacios físicos, en 3
En su obra Los no lugares, el antropólogo francés Marc Augé diferencia entre aquellos espacios urbanos, los “lugares”, que han sido dotados de sentido por el valor que tienen en la cotidiana interacción de los sujetos y entre aquellos espacios, los “no lugares”, que no producen una identificación en el plano simbólico entre el individuo y el espacio, cuya manifestación más notoria sería la concepción fragmentaria posmoderna de la ciudad, en la cual todos los espacios son de tránsito, por lo que no se produce una relación entre los sujetos y su entorno.
especial atención a esta novela, no son en sí mismos significantes, sino que cobran sentido para quienes los dotan de un sentido y marcan, con esto, pertenencia. La singular historia del protagonista, quien va adquiriendo y cambiando nombres
en el transcurso del relato (en un procedimiento de “renominalización” y “desnominalización”, como si se tratase de la metáfora de una constante búsqueda de identidad), transporta al lector por varios registros discursivos, trayecto en el cual lo más notable es la pretensión autorial de imitar el registro marginal citadino, lo que también hace que el discurso oficial se vea violentado por la intervención de este lenguaje intersticial: “ Algún cauro que se las chorió a una vieja y lo encanaron. Prefirió tiralas p’al río antes que peldelas. Ese cauro va a ser con el tiempo un güen lairón .”
(Gómez Morel, 1969: p. 293). El relato va derivando, en consonancia con el
viaje del protagonista, desde el centro al margen, tanto por lo lugares en los que este se mantuvo por un tiempo (orfanatos, casas de familiares, etc.) como por aquellos sitios a los cuales arribó por circunstancias y voluntad, entre estos, el río. Una última característica de esta narración se relaciona con la recepción que tuvo en su época: al igual que la obra de Guzmán, fue rechazada por los críticos canónicos del momento, quienes no veían en este libro un proyecto ideológico como trasfondo o no lo valoraran estéticamente, por lo que Gómez Morel fue distanciado del resto de la prolífica producción literaria. Sin duda alguna, esta novela podría ser considerada como la primera con características posmodernas, pues en ella se vislumbra la inestabilidad óntica del protagonista, la no identificación con los espacios narrados, la transitoriedad de las relaciones (tanto entre individuos como entre sujeto y espacio), solamente por nombrar algunas. Una vez más, la “ciudad letrada” se ve invadida y violentada por la presencia de una “ciudad real”, quizás en demasía.
3. Chicago Chico: La bohemia santiaguina: la “ciudad real” se toma la noche
La novelística de Méndez Carrasco ha sido minusvalorada por la crítica, pues, al igual que en la novela anteriormente analizada, su contenido y su lenguaje no coincidían con los parámetros establecidos por el canon del momento. Si bien no cae en honduras existenciales o no considera esta marginalidad como un punto de inflexión desde el cual se produce la contraposición natural con el discurso oficial, la aparición de la “ciudad real” nocturna, bohemia y despreocupada, provoca que, además, se produzca una adecuación carnavalesca, grotesca y casi barroca del discurso marginal. Los protagonistas conforman un peculiar grupo de compañeros de juergas que van entre bares, salones de baile y prostíbulos seduciendo mujeres y bailando al ritmo de un jazz que empalma con el título, pues se produce una superposición de la realidad del Chicago de los años ’30 sobre la de desmejorados barrios santiaguinos lejanos al centro. En este caso, la conformación de los personajes se manifiesta en esta relación entre los sujetos y los espacios urbanos, pero en un momento en el que el discurso oficial descansa: la noche. Al igual que en El río, cobran vital importancia el lenguaje (también se recupera la jerga) y la descripción de los márgenes, pues, en este caso, estos son tanto espaciales como simbólicos. Así es como se narran lo ocurrido en Avenida Matta, antiguo límite del centro de Santiago, y la convivencia del protagonista con una prostituta y su afán amoroso con una joven menor, lo que también muestra cómo los individuos se mueven en los márgenes morales y legales. Cabe destacar que, indirectamente, la novela de Méndez Carrasco hace mención de un fenómeno que ya se vislumbraba en la novelística de la Generación del 38: la proletarización y ubicación espacial en los márgenes de gran cantidad de emigrantes de provincia, quienes llegaron a la capital por diversas razones, sobre todo económicas, a instalarse en zonas cercanas al fin del radio de influencia urbana. Esta migración duraría
varias décadas y conformaría, con el tiempo, un importante cinturón periférico que haría más latente la dicotomía discursiva foucaultiana, pues esta debía adecuarse a una realidad que ponía a prueba un pobre plan de planeación urbana 4. Chicago Chico
renovó la confrontación “ciudad letrada”/“ciudad real”, ya que
algunos lugares en los que se desarrollan los acontecimientos son céntricos, pero no hay poder sobre de ellos durante la noche, por lo que podemos afirmar que en los dominios del panóptico del discurso oficial se ampara un discurso otro, el marginal, que subvierte las categorías legales y morales, provocando la transformación carnavalesca de los espacios urbanos. De hecho, el nombre de la novela proviene de un sector céntrico de Santiago que bullía de actividad nocturna. Los personajes se conforman, entonces, en una doble articulación: se “desdoblan” y transgreden los márgenes en una suerte de viaje desde la periferia al centro.
4. La esquina es mi corazón: Fragmentariedad y expansión de los márgenes
Esta serie de crónicas de Lemebel tiene como eje temático la descripción de espacios urbanos desde la perspectiva del individuo que interactúa en ellos como una entidad marginal que los aborda desde los mecanismos discursivos de la “ciudad real”. Se trata de espacios públicos creados a partir del paradigma progresista moderno, del centro de la “ciudad letrada”, que comienzan a ser reutilizados (y re-semantizados) por individuos que ven en ellos los límites del panóptico urbano, los márgenes a sus propias aspiraciones sociales. El Parque Forestal o el Estadio Nacional, lugares emblemáticos de la interacción urbana, son desmitificados y descritos desde la lógica del discurso
4
La ciudad fragmentada, de Jaime Lizama, resulta una obra importantísima al momento de entender cuáles son los fenómenos que han afectado a Santiago, sobre todo en el siglo XX. La migración provincia-ciudad transformó a Santiago en una metrópoli de cierta importancia, pues el cinturón urbano creció, lo que produjo que los planos regulatorios y urbanísticos se debieran modificar y/o actualizar, con lo que los conceptos de centro y periferia fueran modificándose.
marginal, casi como si la voz narradora se tratase de una conciencia paralela que devela la verdadera función urbana de los espacios. Además, el sujeto, quizás por tratarse de una crónica, no aparece más que como una voz que narra los acontecimientos que tienen como contexto espacios particulares. La fragmentariedad de los relatos, ya que no conforman una unidad narrativa, como si se tratase de una novela o un cuento, sino que sirve para dar cuenta, metafóricamente, de la realidad santiaguina contemporánea. Gracias a ella se denuncian los vicios urbanos modernos producidos por la desconfianza implantada por el liberalismo: el encierro de los individuos en condominios, considerados como “simulacros” de barrios; la manía de la clase media por emular, en espacios reducidos, los gustos y lujos de sectores acomodados, sólo por nombrar un par de ejemplos. Asimismo, la presencia del margen como punto de producción hace que se radicalice el discurso, pues se trata de la visión de un emisor proveniente de los arrabales urbanos, perteneciente a una minoría sexual y políticamente desencantado, el cual representa en sí al excluido de manera cabal, como si esta esquina fuera el lugar desde el cual el ojo crítico se dispone a abordar la ciudad y a intervenirla desde la periferia.
Conclusiones
Desde la publicación de La sangre y la esperanza hasta la aparición de La esquina es mi corazón ,
la producción narrativa urbana chilena fue manifestando el
develamiento de una constante propia del siglo XX: la exhibición de un discurso que fue superponiendo a la “ciudad real” a la “ciudad letrada”. La inclusión de personajes marginales significó que el discurso literario tradicional, producto del discurso oficial, fuera permeabilizándose y aceptando elementos que le eran extraños. Con esto, poco lo
“otro”, fue adquiriendo mayor validez y reconocimientos, ya que se erige como una alternativa a apreciar la ciudad que un determinado tipo de discurso quiere imponer. Además, pareciera que los márgenes cada vez se van encontrando más lejos del centro, pues ya no se trata de conventillos o barrios ribereños, sino que son poblaciones, tomas de terreno u otros asentamientos irregulares que contienen, actualmente, el germen del discurso marginal y las claves para la conformación de la “ciudad real”. Es en esos espacios en donde se construye la visión fragmentaria de una ciudad que se ha fragmentado con el triunfo del desconcierto neoliberal, pues lo colectivo da paso a una lógica que se replantea la estructura urbana y en la cual el individuo otro fragmento desideologizado de una ciudad despolitizada, en el amplio sentido del término, pues la identificación con el espacio y las ansias por poseerlo lentamente van desapareciendo. Bibliografía: Bibliografía primaria
1. Gómez Morel, Alfredo. El río. Santiago de Chile: Orbe, 1969. 2. Guzmán, Nicomedes. La sangre y la esperanza . Santiago de Chile: Lom, 1969. 3. Lemebel, Pedro. La esquina es mi corazón . Santiago de Chile: Cuarto Propio, 1997. 4. Méndez Carrasco, Armando. . Santiago de Chile: Beauvedráis Chicago chico Editores, 2007. Bibliografía secundaria 1. Augé, Marc. Los no lugares . Barcelona: Gedisa, 2004. 2. _______________. La posmodernidad y sus descontentos . Madrid: Akal, 2001. 3. De la Fuente, José. Narrativa de vanguardia, identidad y conflicto social . Santiago de
Chile: Ediciones de la Universidad Católica Raúl Silva Henríquez, 2007. 4. De Ramón, Armando. Santiago de Chile (1541 – 1991) . Santiago de Chile: Sudamericana, 2000. 5. Espinoza, Vicente. Para una historia de los pobres de la ciudad . Santiago de Chile: Ediciones Sur, 1988. 6. Foucault, Michel. El orden del discurso. Barcelona: Tusquets, 2008. 7. Lizama, Jaime. La ciudad fragmentada . Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2007. 8. Rama, Ángel. La ciudad letrada . Santiago de Chile: Tajamar Editores, 2004. 9. Romero, José Luis. Latinoamérica. Las ciudades y las ideas . Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2007.