Consejería en Situación de Crisis Ing. Gumersindo Martínez
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CONSEJERÍA EN SITUACIONES DE CRISIS Muy pocos navegan por la vida sin experimentar experimentar fracasos, fracasos, desafíos a los que no nos sent sentim imoos capa capace cess de enfre nfrent ntar ar y temor emores es inte intern rnos os de que que “no “no somo somoss lo suficientemente buenos” para realizar una tarea. La mayoría de nosotros hemos experimentado ansiedades y crisis que nos han detenido momentáneamente en nuestro nuestro progres progreso. o. Sin embargo embargo,, nos hemos hemos sob sobrep repuest uestoo a estas estas situaci situacione oness y seguimos adelante. Definimos como un punto crucial o decisivo que no puede ser evitado. Una situación de crisis puede ser esperada o inesperada, real o imaginada, actual (la muerte de un ser querido) o potencial (la posibilidad de muerte de un ser querido) Tradicionalmente se refiere que la palabra china para “crisis” es un ideograma que significa tanto “peligro” como “oportunidad”. Las crisis crisis contie contienen nen porque resultan en una disrupción de la vida y amenazan con sobrecargar a las personas afectadas. A medida que progresamos a la vida adulta, cada uno de nosotros desarrolla un repertorio de mecanismos para resolver resolver los problemas, problemas, basados en nuestr n uestras as experiencias experiencias pasadas, entrenamiento entrenamiento y características características de nuestr n uestraa personalidad. personalidad. Aprendemos Aprendemos a enfrentarnos a los desafíos y vencer vencer nuestra nuestrass inseguri inseguridade dades, s, aun cuando cuando experim experimente entemos mos distinto distintoss estados estados emocionales. Sabemos que a menudo aparecerán circunstancias que requieran un esfu esfuer erzo zo extr extrao aord rdin inar ario io de nues nuestr traa part parte. e. Pero Pero a vece vecess surg surgen en situ situac acio ione ness especialmente demandantes o severas. Puede haber la pérdida de algo o alguien que sea significativo para uno, el cambio súbito en el estatus estatus o rol en la sociedad, sociedad, o la aparición de personas personas o eventos eventos amenazadores. amenazadores. Siendo el suceso tan inesperado, intenso y particular, nuestra manera acostumbrada de manejar el estrés y resolver los problemas no son suficientes ni efectivos. A menudo nos conducen a confusión, ansie ansieda dad, d, inefic ineficie ienci ncia, a, desán desánim imo, o, ira, ira, duelo duelo o culp culpa. a. Este Este esta estado do emoc emocio ional nal e intelectual alterado puede ser temporal, pero a menudo se instala por varias semanas o meses. Pero las crisis presentan a las personas la para cambiar, crecer y desarrollar mejores técnicas de adaptación a las circunstancias. Cuando la gente enfrenta una crisis está más propensa a recibir ayuda, en especial la que proviene Pasión por Dios, compasión por las almas
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de Dios y del consejero. No obstante la consejería, algunas personas tratan de ignorar y evadir las crisis, retrayéndose a fantasías irracionales, abandonándose al desá desánim nimoo o respo responde nderr en mane maneras ras soci sociale aless inace inacept ptabl ables es.. Sin Sin emba embargo rgo otro otross reaccionan más saludablemente. Reevalúan la situación y buscan adaptarse a ella de una manera creativa, aceptable, basados en la realidad. Wilbur E. Morley, en un artículo sobre la teoría de la intervención intervención en tiempo tiempo de crisis, presenta un concepto con un diagrama que ayuda a ver la situación que enfrentan las personas que están en crisis y cuáles son los resultados de ésta. Cuando las cosas están marchando bien en la vida de uno, su mundo puede ser comparado con un triángulo, el cual descansa sobre su base con cierto grado de estabilidad.
ESTABILIDAD
Uno está moviéndose firmemente en la dirección de una salud emocional mejor o un malestar mayor, dependiendo de muchos factores diferentes que funcionan en la vida. Pero, cuando una crisis se desarrolla, inmediatamente el triángulo es movido a una de sus puntas o ángulos. Esto significa que la vida de la persona ha llegado a ser inestable momentáneamente y el resultado final podría ser una persona con menos estabilidad emocional.
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Podría también resultar en una persona que tiene mayor estabilidad emocional y espiritual. La dirección que toma su vida en este momento de crisis es determinada por la severidad de la crisis, sus mecanismos de defensa y las contribuciones de personas significativas que lo rodean en este momento difícil. El apoyo de los amigos, de los parientes y del pastor es decisivo para la salud futura y bienestar. En el momento de una crisis la persona tiende a ser influida más fácilmente que cuando las cosas están normales. Por eso algunos acuden al alcohol o a las drogas en una crisis, mientras que otros se vuelven a Dios por ayuda espiritual. Mucho depende del sentido de valores de las personas que tienen contacto con aquellos que están experimentando la crisis.
Las crisis ocupan un lugar principal en el relato bíblico. Adán, Eva, Caín, Noé, Abraham, Isaac, José, Moisés, Sansón, Jefté, Saúl, David, Elías, Daniel y otros tantos se enfrentaron a crisis de distintos tipos que el Antiguo Testamento nos relata en detalle. Jesús atravesó por crisis al momento de la crucifixión, al igual que sus discípulos, el apóstol Pablo y muchos cristianos del primer siglo. Varias de las epístolas se escribieron para ayudar a las iglesias, y a sus miembros, a enfrentarse a las crisis. Hebreos 11 nos presenta con crisis que tienen un “final feliz” y otras que resultaron en sufrimiento, tortura y muerte. Podemos dividir a las crisis en tres tipos principales: Crisis Accidentales o Fortuitas
Esta clase de crisis ocurre cuando hay una amenaza súbita, un evento intensamente disruptivo o una pérdida inesperada. La muerte de un ser querido, el descubrimiento de una enfermedad incurable, sufrir una violación u otra forma de violencia, un embarazo fuera del matrimonio, guerra u otra crisis social, la pérdida del trabajo o los ahorros, la pérdida súbita del respeto o estatus social son situaciones críticas que afectan al individuo y su familia. Se ha observado que los eventos estresantes que ocurren fuera de la familia (desastres naturales, persecución, prejuicio racial, por ejemplo) tienden a solidificar Pasión por Dios, compasión por las almas
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a la familia, puesto que hace que los miembros se unan aún más para superar la contingencia. Cuando la situación de estrés proviene de adentro del núcleo familiar (intento de suicidio, infidelidad, abuso de menores, alcoholismo) tiene a destruir los lazos y deshacer la familia. Más desequilibrantes son las crisis que se suceden unas a otras. A menudo la persona acude a la consulta de consejería debido a la última en una larga serie de situaciones críticas. Esta fue la experiencia de Job, en la Biblia, quien perdió consecutivamente sus bienes, su familia, su salud y su estatus social. Su matrimonio sufrió conflictos, sus amigos lo vieron confundido y lleno de ira, y él mismo no podía llegar a términos con un Dios que permitía que cosas malas sucedan a gente buena. Crisis de Desarrollo
Estas son las crisis que acontecen en el curso normal del desarrollo humano. Comenzar la escuela, ir a la universidad, ajustarse a la vida de matrimonio o a la paternidad, enfrentarse al retiro laboral y al envejecimiento, adaptarse a la salida de los hijos del hogar o a la muerte de los amigos de uno son algunos ejemplos de crisis del desarrollo. La Biblia nos propone el ejemplo de Abraham y Sara, quienes tuvieron que adaptarse a la salida del hogar y ciudad paternas, a moverse de un lado a otro, a la vida sin hijos, a recibir críticas, y finalmente al comando divino de ofrecer en sacrificio al único hijo. Nos preguntamos también cómo una pareja anciana, Zacarías y Elizabet, pudieron adaptarse a un hijo tan particular como Juan el Bautista. Crisis Existenciales
Este tipo de crisis se sobrepone a veces a las otras dos. Hay momentos donde la persona se enfrenta a verdades acerca de sí misma; •
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Soy un fracaso No sé que voy a hacer cuando me gradúe Nunca voy a tener éxito en mi empresa No obtuve el ascenso que esperaba Estoy solo Mi vida no tiene propósito
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Mi matrimonio acabó en divorcio Mi enfermedad es incurable Me siento atrapado en esta ciudad No tengo nada en qué creer Soy rechazado debido a mi condición económica / color de piel / condición de soltero Soy muy viejo para alcanzar las metas que me propuse
Estos conceptos toman tiempo y esfuerzo para ser asimilados. La percepción de uno mismo como persona está en constante evolución, pero hay eventos que fuerzan una súbita adaptación a una nueva imagen propia. Después de una gran victoria, Elías fue perseguido por Jezabel y tuvo que escapar al desierto donde llegó a pensar que su vida fue un fracaso. Cuando la gente nos pregunta el por qué de sus crisis, es difícil dar una respuesta definitiva. Aunque la Biblia nos da numerosos ejemplos de estos tipos de crisis que hemos citado, no nos propone una explicación para la razón de ellas o las causas del sufrimiento humano. Aunque podemos creer que Dios puede tener un propósito último para nuestras vidas y que nuestro futuro está en sus manos, es posible que en esta vida no obtengamos la respuesta a estos interrogantes. Nuestro objetivo, entonces, será ayudar a nuestros pacientes a adaptarse a la situación, enfrentarse a ella de la manera más saludable, y aprender lecciones que se pueden aplicar en el futuro.
La intervención en las situaciones de crisis está dirigida a proveer a la víctima de un trauma psicológico o físico de primeros auxilios, y esa ayuda será inmediata, temporal y emocional. El consejero debe intervenir rápida y efectivamente para tratar con actitudes a menudo desorganizadas, confusas y potencialmente nocivas. Ya que surgen espontánea y súbitamente, y son limitadas en duración, es mejor tratar con las crisis tan pronto como se presenten. Las metas del consejero serán:
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Ayudar a la persona a adaptarse efectivamente a la situación de crisis y retornar cuanto antes a su nivel usual de funcionamiento. Disminuir la ansiedad e inseguridad que acompañan a la crisis y que tienden a perpetuarse aun cuando el evento ha quedado atrás. Enseñar técnicas de manejo de las crisis a la persona para que esté mejor preparada en el futuro para anticiparse a las crisis y responder a ellas. Considerar las enseñanzas bíblicas que tienen que ver con la respuesta del cristiano a las crisis, para que esta resulte en un crecimiento espiritual.
Los consejeros no pueden tratar a todas las personas o familias que atraviesen por situaciones críticas de la misma manera. Procusto, personaje de la mitología griega, andaba siempre con un lecho a cuestas. Cuando podía atrapar a una persona, la acostaba sobre su lecho. Si la persona resultaba ser más grande que el lecho, le cortaba lo que le sobraba; si más pequeña, la estiraba para ajustarla exactamente al tamaño del lecho; y siempre las mataba. El consejero tiene que adaptar la técnica al paciente, y no al revés. Existen diferencias individuales de flexibilidad, cultura, hábitos de respuesta, fortaleza física y psíquica y niveles emocionales y espirituales que hacen que las personas respondan de manera diferente al mismo evento. Algunos tienden a ser optimistas, incluso en medio de la peor de las circunstancias. Otros son pesimistas y se desaniman fácilmente. Algunos son capaces de discutir sus crisis y analizar sus implicaciones. A otros se les hace difícil comportarse racionalmente o pensar con claridad. Teniendo estas diferencias en mente, el consejero puede intervenir de distintas maneras en las situaciones de crisis. 1. Establecer Contacto
Las personas que están en crisis no siempre acuden al consejero por ayuda. A menudo somos nosotros los que tenemos que aproximarnos al paciente para mostrarle calidez, comprensión e interés genuino. Hay que escuchar con mucha atención para descubrir las preocupaciones principales del paciente y sus puntos de vista antes de emitir algún consejo. Si la persona fantasea acerca de su situación, hay que hacerla regresar a la realidad con mucho tacto y suavidad. El es importante, demostrando nuestro profundo interés por su situación. También el , especialmente en situaciones donde las palabras no son Pasión por Dios, compasión por las almas
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suficientes para expresar el consuelo que queremos transmitir. Hay que tener cuidado con las diferencias culturales, puesto que en algunas sociedades existen tabúes acerca del contacto físico entre personas no relacionadas por lazos familiares. Cuando se sabe utilizar, el toque es terapéutico y alentador. 2. Reducir la Ansiedad
La personalidad sosegada y serena del consejero es esencial para transmitir tranquilidad y calma al paciente, especialmente cuando va acompañada de palabras de seguridad y aliento. •
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Escuche paciente y atentamente mientras el aconsejado describe su situación. Anime a que comparta sus inseguridades y otros sentimientos que acompañan a las crisis. Provea seguridad al paciente (“Hay maneras de tratar con esta crisis” o “He visto a otras personas que han experimentado crisis similares, y han salido triunfantes de ellas”) Indique aprobación cuando algo es hecho bien (“Esa decisión fue apropiada y demuestra que va por buen camino”) Con gentileza ofrezca otras interpretaciones si el punto de vista del aconsejado aparece distorsionado o pesimista (“Quizás pueda sugerirle otra manera de mirar esta situación”) Si es posible, ofrezca una predicción acerca de lo que sucederá (“Yo sé que ahora es difícil, pero creo que usted es capaz de manejar esto”) Trate de contestar a las preguntas con honestidad, pero sin elevar innecesariamente el nivel de ansiedad del paciente. Si una persona se accidentó gravemente, se le puede decir: “No sé la extensión de sus heridas todavía, pero usted está bajo el cuidado de profesionales muy competentes. Ellos están revisándolo y estoy seguro que harán todo lo necesario para que usted se recupere.” Si es necesario, en ciertos casos habrá que considerar remover al paciente, aunque sea temporalmente, del ambiente estresante en que se encuentra. Es apropiado, por ejemplo, remover a un familiar de la sala de emergencias a una sala adyacente y ofrecerle una taza de café. A menudo es bueno salir brevemente a caminar con el aconsejado, y animarle a compartir sus
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sentimientos lejos del foco de su estrés. El efecto calmante de ciertos versículos bíblicos (1 Corintios 10:13, por ejemplo) puede ser de ayuda. 3. Concéntrese en lo Más Importante
En los momentos de crisis es fácil sobresaturarse de información, problemas potenciales y decisiones que se tienen que tomar. Como tercero, el consejero está en una situación “neutral” que le permite ser objetivo para ayudar al paciente a decidir qué asuntos tratar primero y qué problemas dejar para después. Trate de enfocarse en la situación presente en lugar de discutir el pasado o preocuparse por lo que sucederá mañana. En ciertas circunstancias, el consejero tendrá que tomar decisiones por el paciente. “Vamos a consultar a otro médico” o “Usted debe tomar un avión y estar allí mañana mismo” son consejos directivos que a menudo tenemos que dar. A veces esto provee al paciente de una sensación de que algo definido se está haciendo respecto de su problema. Con todo, hay que tener cuidado de no ser manipulador. 4. Evalúe los Recursos
Una de las tentaciones del consejero es mostrarse como el superhéroe que viene al rescate del paciente. El aconsejado cuenta con recursos que pueden ser identificados y movilizados para ayudar a la presente situación. a. El consejero cristiano no debe perder de vista a la presencia y guía del Espíritu Santo, junto a las palabras de aliento y promesa de las Escrituras. Estas pueden ser fuente de fortaleza y dirección en tiempos de crisis. Algunos consejeros utilizan las Escrituras como herramienta para empujar o manipular al paciente para que haga lo que ellos desean que él haga. Esto no es ético ni efectivo. La Biblia debe ser presentada como una verdad que el Espíritu Santo puede emplear para producir un cambio, si así lo desea. b.
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A veces el paciente se torna muy dependiente del consejero en los tiempos difíciles. Puede ser que sea necesario por algún tiempo, pero es bueno destacar tempranamente las fortalezas con las que cuenta el aconsejado. La mayoría de la gente tiene capacidades intelectuales y físicas, habilidades, actitudes productivas o motivaciones que pueden ayudarles a crecer durante las crisis. Al señalarlas, hay que ser realistas. Recordemos que el solo hecho de listar los puntos fuertes, y recordar los éxitos pasados, puede ser de gran ayuda al paciente para adaptarse a la situación actual. c. A veces la persona que está en crisis tiene una red de personas que tiene que activar. Familiares, amigos, iglesia, socios y personas de la comunidad ayudarían con gusto si tan sólo supieran de la situación. A la gente se le puede pedir que ore, que haga donativos o provean de ayuda práctica durante la crisis. Si no conoce las personas a las que se puede recurrir, pregunte al paciente o a un familiar del mismo. En ocasiones el paciente no desea pedir ayuda o prefiere que nadie conozca de su problema. Si este es el caso, hay que convencerle de la satisfacción que los amigos experimentan cuando ayudan, y de la necesidad de interdependencia en la sociedad. Hay que ser sensibles a la pena que les da a algunos el pedir ayuda, al sentimiento de amenaza al contar a otros sus problemas o al enojo que puede dirigir el paciente contra el consejero que sugiere involucrar a otros en la solución de la crisis. Es importante discutir esto con el paciente y alentarle a que pida, por sí mismo si es posible, ayuda. Es bueno recordarle que habrá oportunidad para hacer por otros lo que otro está haciendo por él. Solidaridad es un valor que se puede sembrar y cosechar. Si la persona en crisis carece de una red de amigos a la que acudir, hay que ayudarle a desarrollar una. Con todo, hay que evitar que la persona se transforme en dependiente de otros, actitud que le impediría crecer. Hay que alentar al grupo de ayuda a que colaboren sin limitar el crecimiento del paciente. d. Toda comunidad tiene recursos médicos, financieros, legales, psicológicos o financieros que pueden ser movilizados para ayudar a la crisis presente. A veces el paciente necesita dinero, un lugar donde vivir temporalmente, alguien que cuide a Pasión por Dios, compasión por las almas
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sus niños mientras trabaja, comida u otros recursos tangibles. Hay que ayudarle a encontrar esos recursos, que a menudo se hallan en la iglesia local. 5. Plan de Intervención
Luego de evaluar el problema y considerar los recursos disponibles, es conveniente decidir por un curso de acción que responda a la pregunta: “Específicamente, ¿qué haremos ahora?” Juntos, el consejero y su paciente examinarán los hechos y harán una lista de las probables respuestas a la crisis. Hay que responder: “¿Cuán realistas son estas propuestas?” y “¿Qué haremos primero, segundo y subsecuentemente?” Algunas personas tienen dificultad para arribar a una decisión. No queremos ejercer sobre el aconsejado más presión que la que ya tiene, pero tampoco queremos generar dependencia o una actitud de dejar que otro resuelva sus problemas. Amablemente, pero con firmeza, el consejero puede ayudar al paciente a hacer planes o a encontrar una mejor alternativa cuando el plan primero no funcionó. Raymond Vath, un psiquiatra, estableció la “regla de oro” para la intervención en crisis: “Debemos hacer por otros lo que ellos no pueden hacer por sí mismos, pero no debemos hacer por ellos lo que no harían por sí mismos. El problema es encontrar la sabiduría necesaria para hacer la distinción.” 6. Animar a la Acción
Algunas personas van a arribar a un plan de acción, pero se verán impotentes para llevarlo a cabo, o se sentirán ansiosos de ponerse en marcha. Tomar una acción involucra un riesgo de fracaso, especialmente si la acción demanda moverse a otra ciudad o cambiar trabajo. El consejero tiene que animar a su paciente a actuar, a evaluar el progreso y, cuando necesario, modificar los planes para tomar otras acciones. Es conveniente tener en mente lo siguiente: •
Escuchar y aprender lo más posible acerca del problema
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Hacer un listado (mental o escrito) de los cursos alternativos de acción
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Decidir sobre un curso de acción
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Actuar
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Evaluar los resultados de la acción tomada
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Basados en la evaluación, continuar con la acción elegida o corregir siguiendo esta lista desde el principio
En algunas instancias las crisis no serán resueltas completamente, incluso con la acción elegida. Cuando alguno pierde a un ser querido, descubre la existencia de una enfermedad incurable o no logra obtener el ascenso deseado, la crisis trae un cambio permanente. El paciente tiene que aprender a adaptarse a la nueva situación con honestidad, reconociendo los sentimientos que surjan y aprendiendo a expresarlos, reajustar su estilo de vida, planear el futuro con realismo y encontrar reposo en saber que Dios, en su soberanía, conoce nuestro dolor y se interesa por nosotros. También es importante en esas situaciones de cambio permanente recurrir a la red de amigos y familiares que estén dispuestos a orar, acompañar, solidarizarse y colaborar cuando y en la manera en que se los necesite. 7. Dar Esperanzas
La sesión de consejería tiene más chance de éxito si se le da al paciente un sentido de esperanza realista en el futuro. La esperanza trae alivio al sufrimiento actual porque está basada en la creencia en que las cosas mejorarán. La esperanza nos ayuda a evitar el desánimo y libera energía mental y espiritual para afrontar la crisis. El consejero cristiano transmite esperanza utilizando: a. La Palabra de Dios. nos dice que la fe viene por el oír la Palabra de Dios. De esta manera estamos estimulando en el paciente su fe en un Dios que no cambia, no importa cuánto nuestro mundo interior o exterior haya cambiado. b. La modificación de creencias. Debemos ayudar al paciente a modificar creencias que sostiene como verdaderas acerca de sí mismo y de la situación que está atravesando. Ideas tales como “Nunca mejoraré”, o “Nada puede ser peor que esto” pueden integrarse al sistema de valores de la persona en los tiempos de crisis. Estos conceptos tienen que ser desafiados amablemente. “¿En qué te basas para decir que nunca mejorarás?” es una confrontación apropiada. Pasión por Dios, compasión por las almas
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c. Al lograr que el paciente se ponga en movimiento y haga algo al respecto de su situación estamos haciendo que deje de verse desahuciado e impotente y se vea tomando otra vez las riendas de su destino. Esto genera esperanza, en especial si la actividad produce algún resultado positivo. 8. Seguimiento
La consejería en situaciones de crisis es usualmente breve. Luego de una o dos sesiones, el aconsejado regresa a su rutina diaria de vida y puede que no regrese a otra sesión. ¿Aprendió algo positivo? ¿Manejará más apropiadamente la próxima crisis? Esto concierne al consejero, quien intentará mantener el contacto con una visita personal o una llamada telefónica. A veces ayuda hacer contacto en ocasiones especiales, por ejemplo el aniversario del fallecimiento de un ser querido, o la primera Navidad que un divorciado pasa solo. Incluso cuando no se requiera una sesión de consejería, tal contacto recuerda al paciente que no está solo y que hay alguien que se preocupa por él.
Consejería en Crisis Particulares La crisis más grande en la vida es la muerte. El duelo, escribe Billy Graham, es una certeza, algo que cada uno de nosotros experimentará durante su vida. El duelo es universal, pero el método de manejar el duelo es único y particular para cada persona. La muerte hace algo que Dios no permite que ningún hombre lo haga: separación. La muerte rompe la unidad en el matrimonio, la familia o los amigos, y deja al otro como un mero fragmento de una persona. Esta experiencia de fragmentación es lo que llamamos . es una respuesta normal a la pérdida de una persona, objeto u oportunidad significativos. Es una experiencia de de privación y ansiedad que afecta la conducta, emociones, pensamiento, fisiología, relaciones interpersonales y espiritualidad de uno. Toda pérdida puede traer consigo duelo. La muerte es la más terrible y concluyente de las pérdidas, pero puede aparecer duelo en el divorcio, retiro del Pasión por Dios, compasión por las almas
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trabajo, amputación, partida de los hijos del hogar paterno o de un pastor a otra iglesia, la venta de un carro favorito o la pérdida de una casa por el fuego. La Biblia y el Duelo
La Biblia describe la muerte y el duelo de muchas personas. Leemos en el Antiguo Testamento a Jacob llorando la pérdida de José y rehusando ser confortado, David llorando la muerte de su hijo Absalón y Jeremías lamentando la muerte del rey Josías. Los Salmos nos aseguran la presencia de Dios al atravesar el “valle de sombra de muerte”. Isaías nos presenta al Mesías como un “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Los pasajes del Nuevo Testamento que tratan con la aflicción de la pérdida pueden agruparse en dos secciones: . Para muchos la muerte es la pérdida permanente y absoluta de una relación. No es así para el cristiano. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron con él... Por lo tanto, alentaos los unos a otros con estas palabras. 5 He aquí, os digo un misterio: no todos 5 en un momento, en un dormiremos, pero todos seremos transformados 52 d abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los a 5 muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53 m Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto 5 Pero cuando esto corruptible se haya mortal se vista de inmortalidad. 54 vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: D EVORADA HA SIDO LA MUERTE en 5 ¿D ONDE ESTA , OH MUERTE , TU VICTORIA? ¿D ONDE , OH SEPULCRO , TU AGUIJON victoria. 55 A ? 51
Para el cristiano la muerte no es el fin de la existencia. Es el comienzo de la vida en la eternidad. El que cree en Cristo cree también que los cristianos estarán para siempre con el Señor. Por su muerte y resurrección, Cristo Jesús derrotó a la muerte y prometió que todo aquel que vive y cree en él “no morirá jamás”. Este conocimiento consuela, pero no elimina la realidad del dolor y la necesidad de consuelo. Pasión por Dios, compasión por las almas
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. En el Sermón del Monte, el Señor Jesús habló del duelo. “Bienaventurados son los que lloran, porque serán consolados”. Cuando murió Lázaro, Jesús fue conmovido profundamente. Aceptó, sin ningún comentario, la aparente ira de María, la hermana del fallecido. También lloró junto a los que lamentaban, aun sabiendo que lo levantaría de los muertos. Incluso para el cristiano el duelo es saludable y normal. Causas del Duelo
El duelo surge cuando algo o alguien de valor para la persona se ha perdido, y el doliente se enfrenta al vacío y a la necesidad de ajustarse a la nueva vida. El afectado tiene cuatro tareas difíciles y prolongadas que realizar: Aceptar la realidad de la pérdida Sentir y admitir conscientemente el dolor de la pérdida, y soltar los lazos que le atan al ausente Ajustarse a un ambiente donde se siente la ausencia del fallecido Formar nuevas relaciones •
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Nadie puede decir cuánto tiempo dura el duelo. Para algunos es tan sólo unas pocas semanas o meses. Los estudios hechos en viudos indican que la mayoría necesita tres a cuatro años para reestablecer sus vidas. Incluso entonces la vida no retorna nunca a la normalidad como era antes. Y todo esto involucra esfuerzo. No existe una serie ordenada de eventos que caractericen al duelo normal. Involucra a menudo intensa pena, dolor, soledad, enojo, depresión, síntomas físicos y cambios en las relaciones interpersonales. Frecuentemente aparecen negación, fantasía, inquietud, desorganización, ineficiencia, irritabilidad, necesidad de hablar excesivamente acerca del fallecido, adopción inconsciente de las maneras del ausente, y un sentimiento de que la vida ya no tiene sentido. En la presentación de estos síntomas hay una gran variedad dependiendo de las características personales de cada uno, trasfondo cultural y religioso, relación con la persona muerta y grado de intimidad y dependencia de la misma. Aunque el doliente nunca se recupere completamente de su pérdida, la mayoría eventualmente retornan a un estado de
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productividad y de restauración de sus facultades mentales y físicas. A esto se le llama “duelo no complicado”. A veces el proceso de duelo es anormal, patológico y complicado. El dolor es intenso, retardado, prolongado, negado o desviado de las expresiones normales de aflicción. Es un duelo que mantiene al doliente atado a la persona ausente y le previene de adaptarse y avanzar con su vida. A menudo no hay síntomas propios de un duelo patológico. Los observados en el duelo normal aparecen exacerbados en intensidad y duración. Pueden aparecer sentimientos profundos de angustia, falta de interés por el mundo exterior, capacidad disminuida de amar, aislamiento y baja autoestima. En algunos se observa hiperactividad, actitudes de abandono y depresión, intensa culpa, autocondenación, aislamiento social extremo, impulsividad, conducta antisocial, aumento del consumo de alcohol o drogas y amenazas, a menudo veladas, de autodestrucción que pueden seguir con intentos de suicidio. ¿Cómo poder pronosticar cuáles personas desarrollarán un duelo normal y cuáles uno patológico? Algunos datos que nos pueden ayudar son: . Hay evidencia de que el duelo es más difícil cuando la pérdida es más inesperada, absurda (cuando alguien muere en la juventud), traumática (un accidente) o súbita. Se sabe que un período de anticipación o preparación previa permiten una evolución del duelo más coherente, especialmente si la persona a morir y sus familiares cercanos han tenido la oportunidad de absorber gradualmente la realidad de la muerte cercana, pudieron expresar sus sentimientos de dolor, tuvieron la oportunidad de arreglar sus asuntos (pedirse perdón, por ejemplo), tuvieron la posibilidad de despedirse y hacer planes para el futuro. . Cada tipo de pérdida parece traer su propia clase de reacción y duelo. Cuando uno es adulto, la muerte de sus padres aparece de alguna manera anticipada y fácil de asimilar. La muerte del cónyuge trae otro tipo de carga emocional, y mucho más difícil es aceptar la muerte de un hijo. Los padres a menudo se sienten culpables, enojados, deprimidos, condenados e incompetentes por haber fallado en proteger a su hijo de la muerte, aunque no hubiera nada que pudiesen haber hecho al respecto. Es axiomático que “la intensidad del duelo es proporcional a la intensidad del amor”. Pasión por Dios, compasión por las almas
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. Muchos que han experimentado terribles pérdidas refieren la ayuda que proviene de creencias religiosas profundamente establecidas. Puede haber períodos de confusión, duda e incluso enojo contra Dios. Pero con el correr del tiempo el poder consolador de la fe se hace evidente. La religión provee de apoyo, significado y esperanza para el futuro. Los cristianos creen, además, que el Espíritu Santo que habita en cada creyente les da consuelo y paz sobrenaturales en tiempos de aflicción. Cuando la persona no sostiene ninguna creencia religiosa o rehúsa considerar alguna fe en especial, el proceso de duelo se torna más difícil y hay un potencial mayor para desarrollar una patología del duelo. . Podríamos esta de acuerdo que “el mejor indicador de la conducta futura es la conducta pasada”. Si investigamos como nuestro paciente ha reaccionado a las pérdidas en el pasado podremos anticiparnos a una desviación de la normalidad en la crisis actual. El proceso de duelo también será complicado en aquellas personas que son inseguras, dependientes, ansiosas, incapaces de controlar o expresar sus sentimientos, inclinados a la depresión o que viven bajo estrés permanente. Incluso pueden aparecer personas que prefieran alargar el proceso de duelo porque disfrutan de la atención de los demás, obteniendo con el tiempo el resultado opuesto, debido a las actitudes de evitación de sus familiares y amigos. . La mayoría de las culturas tienen maneras de expresar el duelo que son propias. Estas conductas sociales giran alrededor de las creencias religiosas y la cultura étnica propia de los dolientes. Hay grupos culturales que miran con aprensión toda expresión emocional de dolor. Cada cultura tiene sus maneras de llevar a cabo el funeral y el sepelio y la visitación a los familiares del difunto. . La cercanía con el extinto, lo súbito o inesperado de la muerte, y la edad del difunto influencian en el proceso de duelo. Éste puede ser más prolongado y difícil si: La muerte es inesperada (la muerte de un joven o adulto exitoso) El modo de la muerte es considerado incomprensible, sin sentido, o trágico (suicidio, accidente de tráfico, asesinato) •
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El sobreviviente tiene un sentimiento de culpa por haber participado de alguna manera en el evento que ocasionó la muerte (el conductor del automóvil involucrado en el accidente) Hay dependencia extrema en la persona que falleció de tal manera que el sobreviviente tiene poca identidad propia, autoconfianza o propósito de vida. Había una relación tan íntima y estrecha con el ausente que no existían otros para el sobreviviente. La persona que falleció hizo prometer al sobreviviente que no lamentaría, estaría tristes, se casaría otra vez o se mudaría a vivir a otra ciudad. Hay un excesivo apego y proximidad a las posesiones del difunto, permitiendo que el doliente pretenda que todavía está presente. Hay un regreso prematuro a las actividades cotidianas, sin un tiempo apropiado para la adaptación. La persona cree, contrariamente a lo que las Escrituras enseñan, que los cristianos no deben estar tristes nunca, y “gozarse en el Señor” siempre. Esto es un signo de inmadurez espiritual
Los efectos del duelo
El duelo a menudo comienza con un período de choque, negación, intenso lloro y a veces colapso. Sigue luego con un tiempo prolongado de dolor, inquietud, apatía, memorias del pasado, soledad y alteraciones del sueño. Después los síntomas disminuyen gradualmente y la vida resume sus características normales. El duelo causa efectos en diferentes áreas de la persona.
El duelo puede afectar la salud. El sistema inmune del organismo está impedido, por lo que la persona es más susceptible a las infecciones, especialmente en los seis primeros meses de duelo. La tasa de mortalidad aumenta en los primeros años de viudez, con un incremento significativo de la insuficiencia cardiaca congestiva, hipertensión arterial, accidentes cerebro – vasculares y cáncer. El estrés de la pérdida lleva al agotamiento físico, debilidad, cefaleas, indigestión, pérdida del apetito e inhabilidad para conciliar el sueño.
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El duelo afecta cómo la persona siente y piensa. Es común la depresión luego de la muerte de un ser amado, junto a sentimientos de ansiedad, vacío interior, culpa, enojo, irritabilidad, aislamiento de los demás, dificultad para recordar cosas o eventos, desinterés por el sexo u otras actividades placenteras, sueños acerca del fallecido, pesadillas, errores en el juicio y sentimientos de soledad. Para muchos hay una pérdida de la motivación para hacer las cosas de todos los días, de tal manera que las tareas más sencillas y rutinarias demandan un esfuerzo especial. Algunos de los dolientes adoptan costumbres y manerismos del fallecido. La mayoría reacciona de manera especial en los aniversarios: Navidad, cumpleaños, aniversarios de bodas, y aniversarios de la muerte del ser querido. Estas reacciones continúan por varios años, volviendo a experimentar las sensaciones de pérdida y duelo. 3.
La muerte de un ser amado es una disrupción social de magnitud. Cuando muere un cónyuge, el otro tiene que adaptarse a la vida de soltero y tiene que aprender a relacionarse con los otros de nuevo. Para evitar las tensiones sociales, muchos en etapa de duelo se aíslan de los demás, se ocupan excesivamente para no enfrentarse a la realidad, o comienzan a viajar. Nada de esto es dañino, pero puede volverse un recurso para negar la realidad de un cambio en el estatus social de de la persona.
Las reacciones de duelo patológico aparecen cuando se niega, se retrasa, se prolonga o se distorsiona el duelo, de manera tal que hay intenso temor, culpa, sensación de desamparo, aislamiento u otros síntomas anormales. Especialmente ocurre cuando la muerte fue súbita o inesperada, el doliente era excesivamente dependiente del fallecido, existía una relación ambivalente (amor mezclado con odio), quedaron asuntos sin resolver entre el fallecido y sus sobrevivientes (hermanos que no se hablaban por años, conflictos matrimoniales no resueltos, etc.), la causa de muerte fue accidental o violenta y la muerte dejó al sobreviviente con tareas difíciles tales como criar niños pequeños o tomar decisiones financieras.
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Cuando el duelo es patológico, el sobreviviente muestra algunas de las siguientes actitudes: •
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Resistencia a hablar del fallecido, acompañada con una intensa tristeza cada vez que se lo nombra. Tendencia a hablar del difunto en tiempo presente (“No le gusta que haga esto”) Amenazas abiertas o veladas de autodestrucción. Depresión profunda y persistente, a menudo acompañada de culpa y baja autoestima. Conductas antisociales. Hostilidad excesiva, cambios en el estado de ánimo súbitos o culpa. Consumo excesivo de alcohol o drogas. Aislamiento y rechazo hacia los demás. Impulsividad. Enfermedades psicosomáticas persistentes. Veneración excesiva de objetos que recuerdan al desaparecido. Oposición a cambiar la habitación del difunto o a deshacerse de sus pertenencias. Resistencia a las ofertas de ayuda y consejería por parte de otros. Estoica oposición a demostrar algún tipo de emoción relacionada con la pérdida Actitud eufórica, casi feliz, que se explica a veces como “el gozo del Señor”. Hiperactividad.
1. Consejería en el Duelo Normal
El duelo normal es un proceso largo y difícil. Usualmente no necesita mucha ayuda y tiende a resolverse por sí mismo. Con todo, el consejero puede: Pasión por Dios, compasión por las almas
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Animar a las conversaciones acerca de la muerte de que ocurra. Estar y . No necesariamente para hablar con el doliente, quién posiblemente no desee hablar con nadie. La presencia de la gente es importante, aunque hablen entre ellas, especialmente después del funeral. Si es un amigo, es importante llamarle periódicamente para ver que esté bien, estar alerta ante problemas que surjan en el duelo, y ofrecer ayuda en los aniversarios especiales. Hacer saber que está bien , sin presionar al doliente a que llore o muestre sentimientos. ante el lloro, frustración o ira del doliente. Hacerle saber que uno está disponible y abierto al diálogo. . La persona puede, en su propio tiempo, necesitar hablar sobre sus sentimientos o síntomas que está experimentando, los detalles de la muerte o el funeral, de contactos pasados con el difunto, y las razones de la muerte o los planes para el futuro. La culpa, ira, confusión o desánimo pueden ser expresados en cualquier momento. El consejero no tiene que condenar tales expresiones, ni escandalizarse o tratar de explicarlas. El doliente sólo está buscando quien le escuche. . Hay que estar disponible, dispuesto a escuchar y responder cuando el paciente desee hablar, pero también a hacer un paso atrás si la persona desea estar sola por un tiempo o hablar de otra cosa. y desanimar amablemente a que el doliente tome decisiones mayores y drásticas en el período de duelo.
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que pueda el doliente asumir (“Murió por mi culpa”) dándole la oportunidad de responder y discutir estos asuntos. , como el cuidado de niños o preparación de comidas. , como funerales, velorios, servicios recordatorios, o rituales religiosos que permitan asimilar la realidad de la muerte. por los dolientes y confortarlos con las Escrituras que proveen esperanza, pero sin predicar o utilizar clichés religiosos.
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2. Consejería en el Duelo Patológico
Se llama a los consejeros más frecuentemente para trabajar con personas que están mostrando síntomas de duelo patológico. A menudo estas personas resisten a la ayuda, siendo el trabajo del consejero el duelo patológico en uno normal. Hay varias tareas involucradas en este proceso: •
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Animar a la . Puede involucrar una exploración detallada del pasado, incluyendo los puntos altos y bajos de la relación y los eventos que llevaron a la muerte. Se puede mostrar interés en la persona del difunto, a veces facilitando el proceso mirando fotografías u otras posesiones del ausente. Animar a la . Hay que evitar clichés , exhortaciones o la cita insensitiva de versículos bíblicos. Cuando el doliente está confundido por la presencia, duración o intensidad del dolor, ira, culpa u otros sentimientos, hay que estimular a la discusión de estas emociones, explicando que es natural sentir tales cosas dadas las circunstancias. Ayudar al doliente a . A veces ayuda la lectura de libros, o poner a la persona en contacto con otros que han experimentado pérdidas semejantes. Alentar a , desafiando amablemente pensamientos irracionales o planes que son irreales o apresurados. Buscar oportunidades para discutir asuntos particulares, como la crianza de los niños, las necesidades financieras o la vida en soledad. La meta es ayudar al doliente a salir de la negación y enfrentarse a la realidad de la pérdida. del pasado. A menudo es necesario explorar el pasado por eventos, actitudes o sentimientos que no han sido resueltos entre el difunto y el sobreviviente. Amablemente se puede traer a memoria estos hechos y, con la ayuda del Espíritu Santo y la Palabra de Dios, ayudar a la persona a buscar el perdón divino y la sanidad interior.
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3. El Luto en los Niños
A veces los adultos tratan, en medio de una pérdida, de proteger a los niños de la realidad y tristeza de la muerte. Debemos recordar que los niños también necesitan pasar por el proceso de duelo. Para poder entender la muerte, un niño tiene que ser capaz de hacer la distinción entre él y otros, lo vivo y lo inanimado, pensamiento y realidad, pasado, presente y futuro. Sea que el niño tenga este entendimiento o no, debe ser ayudado a entender la finalidad de la muerte, expresar emoción y hacer preguntas. Es importante asegurar al niño, a través de palabras o acciones, que son amados y serán cuidados. Los niños a veces malinterpretan la muerte, especialmente la de un padre, tomándola como una manera de rechazo. Cuando muere un hermano, aparece a menudo culpa, confusión, sentimientos de aislamiento y temor de que “yo seré el próximo”. Los niños son sensibles a las muestras de inseguridad de los adultos, y necesitan saber que se les cuidará y protegerá. Los niños deben estar presentes en el funeral y otros rituales del duelo, al igual que los adultos.
¿Quiénes están en riesgo de suicidarse?
Los estudios muestran que hay ciertas condiciones que viven las personas, que hacen que los intentos de suicidio sean más frecuentes. Mencionamos algunas de estas condiciones con el fin de que el consejero esté alerta a las cosas que representan señales de alarma. a. Aquellos que han experimentado el duelo recientemente
Las estadísticas muestran que hay un número mayor de intentos de suicidio entre aquellos que han perdido un padre o un cónyuge dentro de los dos años anteriores, que entre la población en general. Los estudios también indican que hay cinco veces más intentos de suicidio entre aquellos que experimentan el dolor que entre la población en general. Una de las razones para esta situación parece ser la falta de sistemas de apoyo para ayudar a aquellos que han experimentado una muerte.
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b. Aquellos cuyos padres se han divorciado
El suicidio entre los adolescentes es la segunda causa más frecuente de muerte violenta en los Estados Unidos, después de accidentes automovilísticos y de motocicletas. Los estudios muestran que una de las causas más frecuentes de intentos de suicidio entre los jóvenes es el divorcio de los padres. El doctor Perry Gross, un cirujano en una gran ciudad, declara que los jóvenes pueden ser lo suficiente inteligentes para lograr entrar en universidades privadas, pero no pueden entender todo lo que está en juego cuando sus padres les informan que están considerando el divorcio. Esto crea tanta turbación en algunos de ellos, que creen que no hay razón para continuar viviendo. c. Los que tienen ciertas tendencias de la personalidad
Hay ciertas características de la personalidad que parecen indicar una gran tendencia al intento de suicidio: 1. es una cuyo mundo tiene que funcionar en una manera muy rígida y organizada. Si no lo hace, tiende a ser incapaz de adaptarse. No tolera incertidumbre y flexibilidad. 2. La persona con un frecuentemente intenta el suicidio. Esta persona vive bajo una nube oscura donde quiera que vaya. Algún día puede actuar de acuerdo con sus emociones e intentar ponerle fin a su vida. 3. Otros intentan el suicidio debido a un de amor u odio hacia otro. Leemos frecuentemente en los periódicos la cantidad de damas jóvenes que se suicidan porque su enamorado las rechaza por otra. Se ha dicho que el suicidio es el último acto de la cólera y la venganza. Verdades y falsedades acerca del suicidio
E. S. Shneidman y N. L. Farberow han realizado investigaciones extensas con personas que amenazan con el suicidio, y escribieron un libro definitivo sobre el tema, titulado The Cry for Help (El Grito de Ayuda). Ellos registraron un número de verdades y de falsedades de las personas que consideran intentar quitarse la vida. Pasión por Dios, compasión por las almas
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1. Hay una común creencia que quienes hablan de matarse nunca lo harán. Los hechos muestran que ocho de diez personas que se suicidan previamente han dado pistas y advertencias acerca de sus planes. Por lo tanto, toda amenaza de suicidio, por velada que sea, debe ser tomada seriamente. 2. La persona que amenaza con el suicidio está jugando con la muerte, con la esperanza de que alguien escuchará su grito de ayuda. Realmente, ellos no quieren matarse. 3. Las personas en crisis pasan por una entapa en que piensan en suicidarse. Cuando la crisis ha pasado, tienden a adaptarse de nuevo y encaminarse en la vida con un propósito. Por lo tanto, nuestra tarea es ayudarles a pasar la crisis inmediata que están enfrentando. 4. El suicidio no es más frecuente entre los ricos que entre los pobres. Los estudios muestran que personas de todos los niveles socioeconómicos intentan quitarse la vida. No es la enfermedad del hombre rico ni la maldición del hombre pobre. 5. La tendencia a contemplar el suicidio no es heredada, como algunos pretenden creer. Hay casos en los cuales varios miembros de una familia han intentado el suicidio, pero no significa que sea una enfermedad o algo heredado dentro de la familia. 6. La persona que intenta suicidarse no es necesariamente un enfermo mental. Los estudios de casos de suicidio indican que la mayoría de las personas que intentan suicidarse se sienten infelices, pero no quiere decir que están enfermas mentalmente.
Al realizar su tarea entre los que sufren, deprimidos o personas en crisis, el consejero tiene que estar alerta para captar Pasión por Dios, compasión por las almas
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cualquier señal que indique que la persona esté quizás contemplando quitarse la vida. Sorprenderá descubrir que la persona está dispuesta a compartir su problema interior y que espera que alguien intervenga para impedir su intento. Es apropiado abrir el tema del suicidio y, en forma franca y amable, preguntar directamente sobre las intenciones del paciente. La pregunta no “plantará la idea” en la mente del suicida sino que, al contrario, permitirá al consejero desactivar los patrones de pensamiento que llevarán a la persona a herirse a sí misma. Las personas usualmente hablan de manera franca sobre las frustraciones que los fuerzan a contemplar el suicidio. Si el consejero responde de manera abierta, sin escandalizarse, la persona se sentirá en libertad de compartir sus inquietudes y ventilar sus sentimientos. Si el consejero reacciona mostrando que el pensamiento del suicidio es escandaloso o un pecado grave, el paciente entonces probablemente ocultará los detalles de sus planes. Cuando la persona resuelve suicidarse es porque no puede ver otra opción a la vida. La oferta realista de ayuda a problemas concretos (enfermedad, falta de trabajo, problemas financieros) quita la presión actual sobre el paciente y le provee de una esperanza de que las cosas puedan cambiar. . No es bueno ofrecer esperanzas basadas en promesas que no pueden ser cumplidas. Esto puede, a la larga, sumir al paciente en una depresión mayor. Es recomendable activar tempranamente la red familiar y social a la que pertenece el paciente. Cuantas más personas conozcan de la situación particular de la persona, aunque no se enteren de los detalles, más posibilidad existe de encontrar soluciones concretas a los problemas particulares. También se acercarán más al paciente para ofrecer apoyo moral y espiritual, lo que resolverá la situación de aislamiento en la que este se encuentra inmerso. . A veces es necesario remitir a nuestro paciente a un psiquiatra o personal especializado, o a una agencia de salud mental. Demorarse en hacerlo puede ser fatal para el paciente. Si los familiares no están disponibles para hacerlo, el consejero tiene que tomar la iniciativa y, si necesario, acompañar al paciente a la consulta. Luego de superada la crisis le tocará al consejero trabajar con el paciente en la resolución de los problemas que lo llevaron a la instancia crítica.
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Violencia y abuso, especialmente en el hogar, parecen estar incrementándose. Los medios de comunicación y organizaciones del gobierno y otras no gubernamentales (ONG) están llamando la atención sobre el maltrato de niños, violaciones, violencia intrafamiliar, abandono o abuso de niños y maltrato de ancianos. No solamente estos problemas están ganando atención, sino que parece que se están empeorando. El es difícil de definir. El involucra el daño físico o mental, abuso sexual o explotación, tratamiento negligente o maltrato de niños menores de 18 años, causado por una persona que es responsable por el bienestar del menor. El , en la gran mayoría de los casos, presenta a la esposa como víctima, e incluye asalto físico deliberado, amenazas de violencia, abuso emocional (ridiculización, comportamiento ofensivo o abandono) y participación forzada en actos sexuales degradantes. El comprende el maltrato a las personas de la tercera edad con conductas tales como manejo rudo, golpes, negligencia, abuso verbal y condenatorio, negación de alimentos o medicación, explotación financiera, maltrato sexual o despreocupación de las necesidades de confort o contacto humano. El se presenta en los casos anteriores, e involucra exhibicionismo, coito forzado u otra conducta sexual que la víctima resiste, el manoseo de los órganos genitales de un menor u otra persona que es incapaz de resistirse. Incluye también el uso de niños en la producción de pornografía. Aquí se puede agregar también violación, violencia criminal, asalto físico de un estudiante por su maestro, la explotación sexual de un paciente por el profesional de la salud o consejero, la agresión sexual de menores por pandillas, la explotación física o psicológica de un empleado por el empleador, o cualquier conducta en que un ser humano cause dolor físico o emocional deliberadamente a otro ser humano que es indefenso o incapaz de oponerse. Es difícil obtener datos ciertos en los países latinoamericanos. Un estudio mostró que en los Estados Unidos, durante el período de un año 1.7 millones de personas se enfrentaron a un cónyuge que amenazaba con un cuchillo o pistola. De acuerdo con el FBI, entre 50 y 200 mil violaciones ocurren cada año. Se estima que la violencia intrafamiliar ocurre en 3 a 6 millones de familias, de 12 a 15 millones de mujeres son víctimas de incesto, entre 2 y 4 mil niños mueren anualmente a causa del abuso infantil o abandono, unos 1.5 millones de niños son víctimas de negligencia en su Pasión por Dios, compasión por las almas
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cuidado y entre 100 y 200 mil niños son abusados. 4% de los ancianos (alrededor de 1 millón) son víctimas de abuso, y sólo 1 de cada 6 se reporta a las autoridades. Causas del Abuso
¿Por qué un ser humano infligiría abuso físico o psicológico a otro? La respuesta más fácil es: “Por causa del pecado del hombre”. Pero esto no explica por qué algunas personas actúan abusivamente mientras que otras no. El abuso es difícil de explicar o de encontrar una causa común. Pero sí es importante esclarecer una falacia que la víctima y su familia a veces creen. No está bien asumir que la víctima de abuso dando sutiles señales que indican que le gustaría ser maltratada. Es cruel concluir, por ejemplo, que la víctima de violación quería ser violada y que podía, si así lo deseara, haber evitado el abuso. La violación es un ataque violento a la mujer donde el sexo es usado como arma. Es violencia, no sexo. La víctima de abuso sexual, como cualquier víctima de violencia, no invitó el abuso ni disfrutó secretamente de la experiencia. Factores que influyen en el abuso
Cuando la gente está verdaderamente frustrada tiende a reaccionar canalizando esa frustración verbal o físicamente en forma de abuso a otros. El jugador de tenis que arroja violentamente su raqueta al suelo es un ejemplo. Es fácil para un padre frustrarse cuando el niño llora desconsoladamente, o para una persona que tiene que atender a su familiar anciano que se vuelve más y más dependiente e incapaz de cuidarse por sí mismo. A veces un evento trivial, como un niño que llora interrumpiendo la relación sexual de sus padres, puede desencadenar abuso. El estrés en la vida del abusador, por supuesto, no excusa la conducta abusiva, pero puede darnos una idea de por qué algunas personas son abusivas. La violencia inducida por el estrés ocurre en tres etapas: a. La tensión se acumula, y los mecanismos de adaptación se vuelven cada vez más inefectivos. b. La violencia hace erupción, siendo generalmente irracional, con la necesidad de controlar físicamente al abusador. Pasión por Dios, compasión por las almas
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c. El remordimiento sigue al abuso. La persona se disculpa profusamente, expresa remordimiento, promete que nunca volverá a suceder, y a veces inunda de regalos y afecto a la víctima. Esto da a la persona abusada la esperanza de que la violencia no se volverá a repetir, y permanece en la relación. Pero cuando el estrés aparece otra vez, el ciclo de violencia se reinicia.
Los niños que son abusados u observan actitudes violentas en sus padres se vuelven a menudo abusadores en la edad adulta. Un estudio sobre el abuso de ancianos demuestra que 1 en 400 niños que son educados sin violencia atacan a sus padres en la edad adulta, comparado con 1 de cada 2 que han sido abusados por sus padres. Cuando los niños crecen en familias donde las peleas y agresiones físicas son comunes, aprenden a comunicarse violentamente. La conducta abusiva y delincuencial puede ser aprendida y pasada de una generación a otra.
Hay estudios que prueban que los abusadores a menudo son personas que se sienten inseguras y amenazadas, con bajo concepto de sí mismos. A veces el abusador de su esposa se siente celoso, posesivo e intimidado por su esposa, y trata de ocultar su elevar su autoestima siendo “macho”. Hay estudios hechos sobre violadores que muestran que a menudo son hombres violentos que canalizan su ira y sentimientos de inadecuación sexual atacando mujeres y usando el sexo como un arma. El incesto, en contraste, es menos violento, pero se ve frecuentemente en hombres que buscan cariño y comprensión en sus hijas. A menudo obtienen gratificación sexual con otras parejas, pero se sienten incapaces de lograr el grado de intimidad emocional que alcanzan en la relación incestuosa. Otros hombres simplemente se aprovechan de sus hijos que son demasiado indefensos para protestar o defenderse. Los efectos del abuso
El abuso afecta profundamente a sus víctimas, y sus marcas perduran por toda la vida. En una encuesta a nivel nacional conducida por el periódico Los Ángeles Times , de una muestra de 2,627 adultos encuestados, el 98 % de los que habían sufrido
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abuso sexual cuando niños sentían que el daño era permanente. El 83% decía que el daño causado era sobre todo emocional. El abuso afecta a las personas de distintas maneras, dependiendo de la edad, personalidad, sexo o experiencias pasadas de la víctima. Cuando se las compara a otros, las víctimas de incesto están más inclinadas a mostrar inhabilidad para confiar en otros, baja autoestima, conflictos de identidad sexual, sentimientos de culpa o vergüenza y aislamiento de otros. Algunos autores refieren un Síndrome Post-abuso Sexual, caracterizado por ansiedad, trastornos del sueño, ira, disfunción sexual, adicción a substancias y tendencias autodestructivas. Un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Carolina del Sur encontró que los adultos que fueron víctimas en su infancia de abuso sexual tendían a tener sobrepeso, depresión y ansiedad crónica. Muchos presentaban pesadillas, casi todos tenían problemas sexuales y la mayoría tenía problemas para establecer relaciones estables con otros. La mujer abusada, como es de esperarse, se siente temerosa, enojada, deprimida, con autoestima disminuida e indefensa. Las víctimas de violación tienden a sufrir de ansiedad, depresión, dificultades sexuales, tensiones familiares, falta de adaptación social y laboral, aislamiento de los demás, autocondenación, apatía e inercia. Los ancianos víctimas de abuso o negligencia se sienten confundidos e indefensos, pero la mayoría no lo reporta, incluso cuando pueden hacerlo. A veces la razón es el miedo a ser abandonados, colocados en alguna institución, aislados socialmente o castigados. Los efectos generales del abuso pueden ser agrupados en tres amplias categorías:
La víctima de abuso se siente enojada, temerosa, avergonzada, culpable, confundida e indigna. Muchas víctimas reportan sentirse sucias, violadas, vulnerables e incapaces de confiar en otros. La depresión y la autolástima son frecuentes.
Personas abusadas tienen conceptos de sí mismas muy disminuidos, y se consideran incompetentes, inadecuados, inatractivos, dependientes y no deseados por otros. A menudo las víctimas tienen su moral muy baja y presentan dificultad para concentrarse. Se culpan a sí mismas del abuso recibido y creen que habrán hecho algo para merecerlo. Pasión por Dios, compasión por las almas
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El abuso a veces lleva a la víctima a desarrollar actitudes antisociales, problemas de aprendizaje, tensiones interpersonales, ineficiencia en el trabajo y la tendencia a volverse ella misma abusiva y violenta. A menudo las víctimas se recluyen del mundo exterior, o comienzan a beber alcohol o aislarse a un mundo de fantasías mentales.
Es difícil tratar a la víctima de abuso, como así también al abusador. Cada caso es distinto, y cada víctima es particular. Pero a pesar de esto, podemos considerar la recuperación del abuso como un proceso de cuatro etapas: a. Impacto
Dura de pocas horas a varios días, y es caracterizada por un estado de choque, incredulidad, ansiedad y temor. La víctima está confundida y no sabe si reportar o no el abuso, y hay miedo que el abuso se repita. A veces se agrava porque se siente sobresaturada con personal médico o policial que hace preguntas. En esta etapa el consejero puede ser de gran ayuda dando apoyo, ayudando a tomar decisiones o encontrando ayuda médica adecuada y un lugar seguro donde estar. b.
Negación
Para poder adaptarse al estrés, la víctima trata de empujar a un lado el trauma del abuso y retornar a un nivel de funcionamiento precrisis. La víctima necesita sentirse segura, organizada y en control. Para los dem ás, y aun para la víctima, parece que todo ha vuelto a la normalidad, pero el dolor persiste todavía y necesita ser tratado para que ocurra sanidad completa. La etapa de negación puede persistir unos pocos días o establecerse por varios años.
c. Procesamiento
Comienza cuando la experiencia traumática no puede ser suprimida por más tiempo. A veces una crisis o un evento emocional desencadenan la cascada de viejos sentimientos, y la víctima no puede detener la inundación de emociones, ansiedad, Pasión por Dios, compasión por las almas
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depresión, pesadillas, “flashbacks”, y un pensamiento constante acerca del asalto. En este período la persona necesita hablar, expresar sus sentimientos, luchar contra la ira y la culpa, y sentir el apoyo del consejero. Muchos encuentran ayuda y consuelo al integrarse a grupos de víctimas de abuso, o a iglesias que ministran a este tipo de crisis, dando apoyo emocional, comprensión e información. d. Integración
Esta etapa se inicia cuando la víctima no se siente más controlada o dominada por los efectos del o los ataques o abusos. Esta experiencia es vista como un evento significativo y doloroso, pero perteneciente al pasado. La persona ha crecido en madurez psicológica y espiritual y puede seguir adelante con su vida.
Aquella persona que intente ayudar a niños abusados sexualmente se enfrenta a un camino cuesta arriba, y debe estar preparado para luchar contra la incredulidad, hostilidad, y agresiones veladas o abiertas. Peor todavía, el defensor de los niños abusados corre el riesgo de ser vivificado por la sociedad o de enfrentarse a la indiferencia o la conspiración del silencio. La presión de la familia o comunidad para minimizar u ocultar la situación puede ser extrema. Los niños raramente reportan el abuso sexual o físico, sea porque no saben a quien recurrir, o porque han sido amenazados con sufrir más daño si lo hacen. Podemos sospechar abuso o negligencia si observamos que el niño: •
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Es sospechosamente temeroso, especialmente de los padres Tiene un aspecto descuidado o está vestido inapropiadamente para el clima Aparece mal nutrido o mal alimentado Tiene lesiones o enfermedades que han sido tratadas inadecuadamente Es retraído, deprimido, hiperactivo o agresivo Aparece desinteresado, incapaz de concentrarse, inclinado a aferrarse a adultos que no son sus padres o con dificultad para relacionarse con otros niños
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Tiene padres que son rígidos, demandantes y propensos a castigar físicamente con dureza Tiene padres que están experimentando crisis múltiples, como discordia matrimonial, divorcio, deudas, mudanzas, pérdida del trabajo u otras presiones.
Para el observador casual, quizás no haya evidencia de abuso. Hay pocas marcas y el niño luce por demás saludable. Pero a veces la única indicación será un comportamiento inapropiado como agresión, patrones de sueño alterado o conductas sexuales extrañas o precoces. Es verdad que los niños tienen una imaginación muy vívida y a veces crean historias, pero los niños pequeños son incapaces de fantasear acerca de algo que no han experimentado antes. Muchos niños han sido amenazados para que guarden el secreto del evento. Incluso se retractan de lo que hayan manifestado en privado cuando el secreto sale a luz. Los niños mayores o adolescentes se dan cuenta que es difícil creer que un adulto aparentemente normal, especialmente un padre, sea capaz de molestar repetidamente a su hijo o hija. Las víctimas se enfrentan a una audiencia incrédula cuando se quejan de incesto, y corren el riesgo de ser no creídos, humillados, criticados e incluso castigados. El abuso de niños, y especialmente el incesto, involucra a toda la familia. La víctima es la que más sufre, pero toda la familia necesita ser tratada.
No es sorpresa que las víctimas de abuso en la infancia acarrean consigo a la edad adulta el dolor y no lo comparten con nadie. Es posible que entre 20 y 30% de las mujeres jóvenes hayan sido victimizadas sexualmente en algún momento de sus vidas. Si el consejero sospecha un antecedente de abuso en su paciente, debe gentilmente abrir el tema, mencionando que el problema es común, que la víctima no mereció el abuso y que puede superar la vergüenza y el dolor del trauma. A veces el cuidado amable, compasivo y desprovisto de condenación es lo que la víctima necesita para quebrar el pacto de secreto que estableció consigo misma y
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tratar finalmente con la ira, la baja autoestima, la inseguridad y los miedos que le han estado persiguiendo por tanto tiempo.
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Las víctimas de violación sexual han sido clasificadas en tres grupos, dependiendo en la respuesta que presenten al ataque. 1. Síndrome Post - violación
Es sufrido por la mayoría de las víctimas. Comienza con un estrés agudo inmediato al ataque. Puede haber temor, ira, ansiedad, estado de choque, autocondenación, incredulidad que se expresa en llanto, gemidos, tensión nerviosa o inquietud, a menudo oculta tras una imagen de calma. En este punto la persona se siente inundada por sentimientos de angustia y terror, preocupación por su seguridad y culpabilidad por no haberse opuesto al ataque más. Algunas mujeres se preguntan si es verdad el mito de que ciertas mujeres atraen a los violadores. Es en este punto en que la víctima será sensible a un consejero que la escuche, la acepte y crea en ella, especialmente si se está enfrentando al descreimiento de su familia, amigos, policía o personal médico. El consejero puede alentar a la expresión de sentimientos, ayudar a la mujer a encontrar ayuda médica y legal competente, darle apoyo cuando se encuentre con criticismo, y puede ayudar a ella y a sus amigos a reconocer los mitos acerca de la violación, animando a la víctima a enfrentar sus temores con respecto a su seguridad. Dos o tres semanas después del ataque, muchas mujeres experimentan pesadillas, temores irracionales e inquietud ansiosa. A menudo se toma la decisión de moverse a otra ciudad, cambiar el número telefónico, permanecer todo el tiempo en la casa o buscar la compañía permanente de un amigo. La víctima está en proceso de reorganizar su vida luego de la horripilante experiencia de ser atacada sexualmente. Algunas mujeres necesitan apoyo, libertad para expresar los sentimientos, aceptación, la oportunidad de hablar con alguien que las consideren normales y guía al tomar las decisiones. Algunas querrán discutir la pregunta: “¿Por qué yo?” y necesitarán la afirmación del amor y cuidado continuo de Dios. Es bueno que el consejero tome la iniciativa en estos aspectos en lugar de esperar a que la víctima busque la consulta. También es necesaria la ayuda a la familia y Pasión por Dios, compasión por las almas
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cónyuge que también son, de una u otra manera, víctimas del ataque y cuyas vidas también están alteradas como resultado. 2. Reacción compuesta
Aquellas víctimas que han tenido dificultades físicas, psicológicas o sociales previas al ataque a veces desarrollan una serie de síntomas más intensos, tales como depresión, conducta psicóticas o intentos de suicidio, desórdenes psicosomáticos, abuso de sustancias, alcoholismo o “acting out” sexual. Frecuentemente estas pacientes necesitarán ser derivadas para un tratamiento más profundo que la consejería. 3. Reacción silente
Estas mujeres, incluyendo las que han sido abusadas en la niñez o adolescencia, no han contado a nadie del evento, nunca expresaron sus sentimientos, y han estado llevando una pesada carga psicológica. Luego en la vida estas mujeres desarrollan ansiedad, temor a los hombres, conductas sexuales de evitación, temores irracionales a estar solas o salir de la casa, pesadillas y pérdida de la autoestima. Si estas personas son nuevamente abusadas, a menudo ocupan tiempo en la consejería hablando más de la primera violación que del último ataque.
La mayoría de la violencia en el seno familiar involucra el maltrato físico o psicológico de la esposa por parte de su marido. Es más raro la situación de abuso del marido por parte de su esposo. Los hombres son físicamente más fuertes y pueden herir seriamente a sus esposas, aunque cuando ellas atacan lo hacen con otras armas que sus manos. En ambos casos la víctima sufre en su autoestima y, en el caso de la mujer víctima, puede haber el concepto distorsionado de que el rol del marido como cabeza del hogar le da derecho a tiranizar a la familia. A veces la abusada cree que es ella la razón de la violencia intrafamiliar. En muchos casos, el abusador es amable y proveedor para su familia, excepto en los accesos súbitos de violencia e ira. En estos casos también hay una reluctancia a reportar el abuso. Hay un temor realista de que el cónyuge pueda explotar en más violencia si descubre que la agresión fue reportada. Una mujer que depende para su subsistencia de un esposo abusivo tiene Pasión por Dios, compasión por las almas
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una razón poderosa para ocultar el abuso. Algunas mujeres creen que la conducta cristiana apropiada es someterse a su esposo abusivo. Los consejeros, por lo tanto, tienen que estar alerta a los signos de abuso matrimonial que se puedan presentar: •
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Historia de abortos espontáneos Visitas frecuentes a la sala de emergencia del hospital para tratamiento por “caídas” u otras lesiones Señales de estrés tales como cefaleas, problemas gastrointestinales, quejas de “no sentirse bien” o uso excesivo de tranquilizantes o alcohol Aislamiento de los amigos, iglesia o familia Conducta lábil, impredecible, depresiva o pesimista, a veces acompañada por intentos de suicidio Ausencias frecuentes al lugar de trabajo Reportes de otros, incluyendo los vecinos o hijos, sobre conflictos en el hogar Referencias a abusos o violencia previa en el hogar
Si se sospecha abuso, el consejero no debe dudar en discutir el asunto. La intervención es más exitosa si la familia ve a la violencia como una situación de crisis. Hay que aprender lo que más se pueda sobre la vida familiar para poder evaluar la posibilidad de futura violencia o peligro. Especialmente en la etapa inicial, muchas víctimas necesitan apoyo y el efecto calmo de un consejero compasivo que ayude en tomar decisiones prácticas. El consejero cristiano desea en última instancia mantener unido el matrimonio, pero cuando hay riesgo de futura violencia es sabio buscar la forma de retirar, aunque sea temporalmente, a la esposa o niños para asegurarles seguridad. Como muchos consejeros no tienen experiencia en esta clase de intervención social, que involucra a la policía, las organizaciones gubernamentales y ONG’s, es de ayuda conocer qué tipo de asistencia está disponible en la comunidad. Una vez que el peligro inmediato ha sido superado, la consejería se basará en las áreas de sentimiento de culpabilidad, baja autoestima, la posición bíblica en cuanto a la relación esposo – esposa, la importancia de perdonar, la ira, depresión e inseguridad con respecto al futuro. Luego el consejero puede involucrarse en ayudar al matrimonio en los aspectos comunicativos, la resolución de conflictos, el ajuste
Pasión por Dios, compasión por las almas
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Crisis
Consejería en Situaciones de
sexual, los roles en el matrimonio, confianza mutua y otros aspectos de la vida en matrimonio.
Las víctimas de abuso suelen recibir ayuda de varias fuentes. El abusador, en cambio, es condenado, ignorado y encarcelado sin ningún tipo de tratamiento. Los abusadores necesitan consejería también. Entre el 35 y 80 % de los abusadores que no son tratados repiten los ataques. Cuando son confrontados, muchos abusadores niegan lo que han hecho, excusan sus acciones o tratan de desviar la culpa hacia la víctima u otra persona. No es sorpresa que la recurrencia en el abuso es disminuida significativamente cuando el agresor es arrestado. La realidad de las multas, prisión y desgracia social hace que la negación no sea posible y fuerce al abusador, especialmente al que recién se inicia, a buscar ayuda. Aconsejar al abusador es un proceso a largo plazo que tiene que ver con el tratamiento de la ira, baja autoestima, y pérdida de control del abusador. Muchos no pueden comunicarse satisfactoriamente, no saben resolver problemas, solucionar conflictos o manejar su estrés. Siendo que muchos abusadores fueron a su vez víctimas de abuso, es importante tratar con las inseguridades y actitudes que se han instaurado durante muchos años. Muchos abusadores nunca han aprendido como expresar sus sentimientos de una manera no violenta y aceptable socialmente. Algunos tienen conceptos rígidos con respecto al papel del marido en la relación matrimonial. Otros conservan conceptos erróneos, como el mito de que la mujer abusada disfruta del abuso, que la víctima “atrae” al abuso o que la violencia es una manera “macho” de ejercitar la autoridad. Estas actitudes tienen que ser desafiadas y cambiadas para que el abuso cese. La terapia de grupo es de especial valor en el tratamiento del abusador. Al reunirse con otros abusadores, la persona puede encontrar apoyo de gente que le entiende por tener el mismo problema. Al interactuar en el grupo, aprenden a expresar sentimientos, a desarrollar la comunicación, a manejar el estrés y aprender técnicas de socialización. A las reuniones se invitan a víctimas de abuso para que expresen qué se siente ser abusadas, así los agresores pueden ver las consecuencias de sus actos.
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