BREVE SINTESIS SOBRE HISTORIOGRAFIA ARGENTINA (LO SAQUE DE INTERNET)
El interés por la búsqueda y el logro de un consenso razonables entre las distintas partes, con respecto de esta cuestión fundamental que es la organización nacional, atravesó todo el proceso histórico argentino; desde la Revolución de Mayo y la Declaración de la Independencia, y luego con la caída de Rosas, la sanción de la constitución nacional, “años”, durante los cuales enfrentamientos internos entre posiciones políticas irreconciliables y la defensa de intereses, no habían sido suficientes para alcanzar un convencimiento total con respecto a la conveniencia de una integración que incluyera a todo el país. La mayoría de quienes formaron y actuaron en este campo intelectual, pertenecen a la generación que había nacido en los tiempos en que se desarrollo la gesta revolucionaria, y habían iniciado su vida política en los inicios del rosismo; es decir que sus integrantes tenían formado su propio juicio sobre todo ese proceso histórico, dentro de su Habitus, se consideraban y se sentían a si mismos partícipes del mismo, y por lo tanto se concebían como constructores de la nación. De este modo los hombres de esta época estaban imbuidos del espíritu revolucionario y habían abrevado en la tradición de ese movimiento, cuyo eje ordenador de la sociedad y principio de legitimidad que regia los fundamentos del poder político: era la soberanía popular. Pero no fue solamente la tradición, fueron movimientos intelectuales como la Generación de 1837, la que hizo por ejemplo de 1810 el año fundacional de la nacionalidad, dándole el carácter de grandes hechos históricos y la determinación de esa clave simbólica, y esto tiene que ver con la acción creadora tanto desde el punto de vista literario como el de las ideas políticas. Sumisos de la cultura europea, la mayoría de estos hombres formaron su pensamiento en diversas vertientes (particularmente las francesas), entre ella en romanticismo del viejo continente. Los que de ellos se volcaron, de un modo u otro, al ejercicio por los estudios históricos, y que desde su labor de investigación fueron los artífices de la historia del país, la relación entre historia y política nunca les fue ajena, por que era un deber imperativo alcanzar la organización de la nación; y para ello la política y las ideas en que la sustentaron les permitía trazar el proyecto y la historia les procuraría los cimientos donde asentarlos. De esta manera se le reconocía a la historia y a su investigación como un valor preponderante para la sociedad, una garantía para su mejor conocimiento y desarrollo, una vía hacia el enriquecimiento cultural (razón), elemento indispensable para el “progreso” social. La historiográfica de la época revela el afán de desarrollarla desde un ejercicio crítico que redundaría en un doble juego, de legitimación histórica y jurídica para el estado nacional en formación y una garantía del status social y científico para la crítica historiográfica. Durante la etapa 1852-1880, un conjunto de personas, instituciones y de publicaciones, marcaron desde el inicio, el rumbo de estas labores; dando nacimiento a un paradigma: la
historia como construcción de la nación. Uno de los hombres que permitieron abrir el camino hacia este tipo de historia, fue en relevancia Bartolomé Mitre, quien a través de la erudición y la hermenéutica sustentada siempre en un exhaustivo trabajo heurístico como lo muestra su Historia de Belgrano, sustentaba su interpretación sobre el principio de nacionalidad y la lucha por la organización republicana, donde se observa la especial tarea de afianzar y enriquecer la construcción de la nación. Durante la segunda mitad del siglo XIX, se puede observar un campo intelectual lleno de inquietudes, política y socialmente agitado, donde tuvieron lugar algunas polémicas que muestran la compleja red de relaciones entre historia, cultura, política y sociedad, que marco toda la historiográfica argentina. Muestra de ello, puede ser el enfrentamiento entre Bartolomé Mitre y Vélez Sarfield, en una resonante confrontación sobre los actores y mentores de la revolución, donde más allá del enfrentamiento de dos versiones de la revolución, se gestaba espacio y el clima típico de un campo historiográfico: que es el debate sobre el pasado. Estas dos maneras diversas de encarar la historia, contribuyeron a otorgar legitimidad al sitio y la función de la historia y del “historiador” frente a la sociedad. A su vez otros hombres, también contribuyeron y cumplieron un labor indiscutible en orden a la investigación histórica, como Manuel Trilles y Vicente Quesada, quienes fueron infatigables “buceadores de documentación”, sobre todo a lo que respecta al periodo hispánico por que personas como Quesada consideraban que mal se podría comprender la etapa revolucionaria si no se atendía a los tiempos previos a ella y al legado español en América, de esta forma ellos compartían la idea de que solo ampliando la base documental y testimonial con archivos del extranjero, se podría comprender cabalmente el pasado del país. Un rol fundamental e inquisitorio tuvo también las instituciones y revistas, que pusieron al descubierto la necesidad de manifestar el espíritu de asociación, que reclamaba la participación de todos y la creación de asociaciones, el cual logro ser el instrumento mas apropiado para la difusión de estas nuevas ideas. Ejemplos de ello, son los impulsos de Mitre en Buenos Aires para la fundación del Instituto de Histórico-Geográfico del Rió de la Plata. Obras como las de Adolfo Saldia: la historia de Rosas y su época, y las de Quesada: la época de Rosas, no solo realizan el estudio e interpretación de un periodo histórico absolutamente dejado a un lado, como fue el Rosas, sino que sobre bases heurísticas firmes, estos dos historiadores ejercieron la critica historiográfica con criterio independiente y demostraron en su tiempo que la relaciones entre historia y política no implicaba necesariamente ausencia de “verdad” para indagar el pasado. Para finales del siglo XIX, la confrontación entre Piñero y Groussac, dejaba bien en claro los objetivos hacia los cuales aspiraban varios de los integrantes de este movimiento, en los cuales Groussac cuestionaba un libro de Piñero, donde criticaba las carencias de las condiciones mínimas para legitimar a la historia como un saber “profesional”. Estos combates se llevaron a cabo en el espacio brindado por diarios y revistas, que las propias
instituciones financiaban, mostrando una vez más el importante papel este tipo de publicaciones para la difusión de la cultura histórica, la ampliación y fortalecimiento de la educación general de la sociedad, propiciando así la formación profesional de los historiadores. A partir de la década de 1880, a través de nuevas revistas y nuevas instituciones, se da la consolidación del paradigma, como un modelo historiográfico concreto, en el cual publicaciones como la Nueva revista de Buenos Aires encabezado por Vicente Quesada, se gestan interpretaciones históricas interesadas en la actualidad argentina y en las preocupaciones de la sociedad de la época. Sumado también a la publicación de la biblioteca, encabezada por Groussac quien estaba al frente de la biblioteca nacional, la cual se presento como una empresa civilizadora, destinada no solamente a la publicación de información sino también a estimular el desarrollo de la cultura Argentina. Bajo la presidencia de Julio A. Roca se nacionalizaron la Biblioteca Nacional y el Archivo, el que desde entonces se conjugaría en el Archivo General de la Nación, el cual a pesar de las vicisitudes por organizarse, la existencia de este como una entidad publica permitió el resguardo de la memoria colectiva y cumplo un papel fundamental en la profesionalización de la historia y en la valorización de la labor del historiador. La llegada del nuevo siglo, se presentó como un periodo de transición, ya que la sociedad argentina se encontraba en pleno cambio, producto de una nueva dinámica que impuso la llegada en masa de inmigrantes, y el cual promovió muchos interrogantes acerca de la identidad nacional. Para lo cual advirtió a la dirigencia sobre la necesidad de tomar en cuenta y satisfacer las demandas de una nueva sociedad que aspiraba a mantener la senda del desarrollo y el progreso. Los desafíos del nuevo siglo propiciaron entre otros cambios de orden metodológico, enfoques que dieron prioridad a los aspectos sociales y económicos del proceso histórico argentino. Esto se puede observar en el surgimiento de nuevas obras y hombres, como Agustín García y Juan Álvarez, quienes vieron que el estudio de la historia no podía reducirse a la vida de los héroes, de los grandes hombres, cuando en realidad el verdadero protagonista era el conjunto de la sociedad. Frente a estos estudios de historia económica y social, otros autores hicieron uso de la biografía como recurso de la narración histórica, en donde alrededor de la vida de un hombre, analizaban el curso de una época o de un problema de la vida nacional. De uno u otra manera este tipo de obras apuntaba más a una misión de educación cívica en la vinculación de historia, cultura y política. La expansión institucional dentro de las universidades y la difusión de la cultura histórica a través de la editorial, hizo que la doble dependencia de estos hombres reforzara su posición frente a la sociedad, y la acumulación de prestigio cultural y autoridad científica y moral, los legitimaba como historiadores profesionales. Por eso, sin duda el paradigma de la historia como construcción de la nación, a pesar de que en su vida prolongada conviviesen historiadores de distintitas generaciones y diferentes orientaciones ideológicas y metodologías; significo la consolidación de
“redes” cultural e institucional, que sirvieron como base de sustentación para la formación de un campo intelectual autónomo. Entre 1870 y 1930, la historia se convirtió en una disciplina profesional autónoma por derecho propio. El tema fundamental del quehacer historiográfico, fue el estudio de la evolución administrativa y constitucional del estado-nación y sus relaciones militares diplomáticas, privilegiando el estudio de las elites. La historia como ciencia estuvo estrechamente relacionada con el proceso de profesionalización, donde la función social de la disciplina, basada en la investigación y enseñanza de la misma, eran considerados como elementos primordiales en la consolidación del estado nacional y como garantes de su identidad. A partir de 1906, un conjunto de profesionales, agrupados en lo que denomino luego como la Nueva escuela histórica, reclamaban un nuevo comienzo de la historiográfica argentina, un replanteo apoyado fundamentalmente en principios metodológicos y que hacia hincapié rigurosamente en la faz crítica. La nueva escuela histórica es una tendencia historiográfica originada y difundida inicialmente en núcleos universitarios y que se caracterizaba por la aplicación de los principios metodológicos difundidos en Europa en la segunda mitad del siglo XIX, en una concepción nacional y americanista de la historia argentina, entre ellas reconocía fuentes de inspiración, como la influencia metodológica alemana, pero también incorporaron aquellos nuevos historiadores como Croce y Henri Berr. Pero esta nueva generación venia a continuar las líneas metodológicas propuestas por Mitre, a partir de de las reglas de la critica histórica y de las disciplinas auxiliares en las que este había sido el precursor. Este tipo de historia propuesto por Mitre podía aparecer valorizable en relación con su compatibilidad con la imagen de tarea científica que proponían los modelos historiográficos y profesionales externos, escogidos como norte por la nueva generación , modelos que se orientaban a valorizar una historia erudita, ético-política y organizada en forma narrativa, una heurística en función documental, investigación metodológica desde la génesis del proceso histórico, concepción integral de la historia enfatizando los factores económicos y sociales y su espíritu nacionalista. Ese itinerario historiográfico que en la Argentina conducía de Mitre a la Nueva Escuela Histórica, fueron según repasa Tulio Halperin Donghi: treinta años en busca de un rumbo. Con respecto a la organización textual, se adopta la forma monográfica estructurada en torno de una narrativa de secuencia lineal que posibilite el presunto agotamiento del tema y el enfoque en los detalles. En síntesis, heurística documental, vigilancia crítica, arraigo de la concepción genética y fortalecimiento de la idea nacional eran los pilares que orientaban la labor de reconstrucción objetiva de la historia nacional. Esta apelación a la rigurosidad metodología denotaba la fuerte filiación con la historiografía positivista. Según estas corrientes la practica profesional comprendía dos momentos: el análisis y la síntesis, pero se le concedía mayor prioridad al primero, como los procedimientos aplicados al documento, ya que la lógica de este procedimiento era estar en contacto directos con la materia prima y la variable interpretativa aparecía como mas reticente.
La búsqueda de lo nacional era otro rasgo común de la labor intelectual, ya que se les asigna a los historiadores como garantes de la identidad nacional, para fortalecer el destino de la propia comunidad-nación. Por ello la afanosa heurística documental, vigilancia crítica y fortalecimiento de la idea nacional, fueron los pilares que guiaban la labor de reconstrucción de la historia argelina. Con respecto a la organización textual se adopto la forma monográfica estructurada en torno de una narrativa de secuencia lineal que posibilite el presunto agotamiento del tema y el enfoque de los detalles. Para 1930, Ricardo Lavene se trasformo en una de las figuras centrales de esta perspectiva historiográfica; este reconocía parte de los logros de la historiografía positivista como su depuración minuciosa de las fuentes y su propósito critico, pero sus aspiraciones era alcanzar metas muy superiores a una historia descriptiva o narrativa: ello apuntaba hacia la superación de una mera crónica de los acontecimientos políticos y militares para orientarse a una historia integral que analizara la sociedad desde lo económico y jurídico, hasta sus expresiones culturales y científicas. Se denota así la aceptación de ciertos principios de la escuela francesa de síntesis, la síntesis científica en palabras de Henri Berr. La nueva escuela histórica contribuyo a un conocimiento mas acabado y completo del pasado y cimentó la critica histórica sobre bases firmes, además permitió la expansión de la red institucional necesaria que posibilito el progreso y acrecentamiento de los estudios históricos del país. Los historiadores de la Nueva Escuela Histórica no poseían una formación profesional específica, ya que casi todos habían cursado estudios en la Facultad de Derecho. En este sentido el licito pensar, mas que la primera generación de profesional, al soporte de la nueva expresión historiográfica, esta generación fue la creo la historiografía profesional en la Argentina, generando los espacios para hacer del “control” institucional y la monopolización del saber histórico, la piedra angular de su legitimación, de este modo sus representantes ocuparon notables funciones en el campo profesional: ejemplo de ello son Ravignani quien fue designado director de la sección historia de la facultad de filosofía y letras de la universidad de buenos aires, Lavene se desempeñó como vicepresidente primero de la junta de historia y numismática americana, creada en 1893, surgió como el primer anclaje institucional de la vertiente erudita argentina. Estos núcleos de irradiación, permitió la creación del sistema de juntas filiales y adheridas, y la transformación de la Junta en Academia Nacional de la Historia, la cual a través de sus filiales y su proyecto editorial, se expandieron las redes institucionales a nivel nacional, sus libros consulta obligada de la historia argentina y le posibilito ejercer un predominio en el campo historiográfico desde el punto de vista institucional. Durante la primera mitad del siglo XX se constituyo la denomina corriente revisionista, consolidada durante los años treinta, con el resurgimiento de la cultura de las derechas y que las gobiernos conservadores favorecieron, sumado también a la crisis del liberalismo; agudizo la reflexión de un sector de intelectuales vinculados al nacionalismo. Este es el origen del
revisionismo histórico y el sujeto de esta historia, el cual asume un carácter instrumental y pragmático, con el compromiso de revelar las verdaderas causas de la postración argentina. Partiendo del criterio de Alejandro Cattaruzza de que el revisionismo significo un movimiento intelectual cuyos elencos son aquellos que el propio grupo y el resto de la sociedad reconocen como tal. Se conforman así las bases de un movimiento de contrahistoria, en donde se defina la utilidad de la historia: como el arma privilegiada para cuestionar el orden existente y para suscitar adhesiones a otra forma de nacionalidad. Por lo tanto los orígenes de tal movimiento sugiere la necesidad de diferenciar la posible instalación de un tema en la sociedad argentina con el nacimiento de una nueva corriente historiográfica. El revisionismo inicial, fundamentalmente a través de sus figuras más importantes (Ibarguren, los hermanos Irazusta, E. Palacios) se instala con cierta comodidad en una de las evoluciones posibles del pensamiento que animaba buena de la argentina moderna como por ejemplo el fenómeno migratorio de masas. El propósito de los revisionistas no es explorar las estructuras y el ritmo de la historia argentina, sino individualizar en una etapa de ella un modelo para el presente y el futuro que se ofrezca como alternativa al que han guiado las etapas mas recientes de la vida nacional. Esa finalidad política contemporánea es una constante del revisionismo argentino. De esta manera, la exploración del pasado nace entonces como una tentativa de ofrecer el aval de la historia para la crítica de la historia argentina del presente. Se establecieron así un conjunto de discursos en oposición ideológica a la historia tradicional, a la cual impugnaban por un incorregible liberalismo y, en cambio asumían la revalorizacion de la época y figura de Rosas, en especial la capacidad de este por crear un fuerte liderazgo por encima de las clases y grupos y su política reticente con las potencias extranjeras. Otra cuestión vinculada a la etapa inicial del revisionismo histórico es la referida a la supuesta condición marginal del movimiento, pero si bien los revisionistas no tenían una fuerte presencia en la universidad, formaban parte del mundo intelectual argentino. En estos tiempos la circulación de las interpretaciones revisionistas no tenía una difusión amplia fuera de los circuitos políticos e intelectuales en los años treinta. Pero la recepción de los trabajos revisionistas por parte de los grupos políticos no dejo de producir movimientos y tomas de posición, ejemplo de ello son La argentina y el imperialismo británico, publicada en 1934, de Julio y Rodolfo Irazusta, severa condena del pacto Roca-Runciman, que ha consolidado la Argentina en relación dependiente con Gran Bretaña, fue la primera versión de una contrahistoria, donde se establece una importante relación entre historia y política, una constante en el discurso revisionista. La acusación mayor que se le hace a la historia académica es de presentar una visión obsoleta del pasado argentino, pero sobre todo de haber tenido como objetivo justificar a las elites tradicionales y sus políticas conservadoras. Esta estrecha relación entre historia y política, llevo a la politización del discurso histórico, donde los revisionistas perdieron de vista una de las características más importantes del quehacer historiográfico: la
investigación de los hechos del pasado. Esto se reflejo en lo estrictamente metodológico, donde los supuestos centrales que a esta corriente son: el apriorismo ideológico, carácter ensayístico y sobre todo la debilidad heurística de sus trabajos, extrema simplificación de la complejidad histórica y escasa familiaridad con la investigación empírica original, mostrando que los revisionistas estaban mas interesado en reinterpretar la historia argentina en función de sus ideas, en vez de dedicar esfuerzos por estudiarla critica y cuidadosamente. La irrupción del peronismo en este mundo provocara un reordenamiento de profundidad, el éxito de los revisionistas se sitúa en plano de la divulgación, sobre todo en la medida en que se benefician cada vez mas con el control de prensa instaurado por el peronismo. Los escritores revisionistas colaboraron ampliamente en la prensa peronista, mientras fuera claro el apoyo a la gestión presidencial. Pero lo importante de resaltar es que “ese contexto de neutralidad benévola en el campo historiográfico”, al decir Tulio Halperin Donghi, la historia se convirtió en un refugio más permanente y los revisionistas encararon obras historiográficas de mayor aliento que los primeros ensayos de escasa producción interpretativa. La caída del peronismo marco un hito importante en la historia del revisionismo, entre 1955 y 1975 se produjo la apropiación y la reformulación del revisionismo por parte del peronismo. El revisionismo así se expandía a través del peronismo, que lo convertía en su interpretación oficial de la historia nacional. Los mecanismo a través de los cuales aquella expansión se desenvolvió, fueron múltiples, pero varias obras de los revisionistas constituyeron grandes éxitos editoriales, por lo tanto en la tarea de hacer llegar su voz a estos nuevos espacios, el revisionismo se mostró particularmente eficaz. También hay que pensar en el clima cultural en el cual el revisionismo sufría estos procesos de cambio, como por ejemplo la Revolución cubana que no solo instalaba la posibilidad de socialismo en América Latina, sino que incitaba a la izquierda a reinterpretar el peronismo. De este modo el revisionismo encontraba nuevos interlocutores y nuevos adversarios con quien debatir, así devino una suerte de legitimación en el campo intelectual. Y si en este punto retomamos el modelo propuesto por Quattrocchi, de la triple legitimación del conocimiento histórico (la comunidad científica, los mass media, y los grupos sociales), se podría plantear que la legitimación social de este relato sobre la historia nacional se da en la etapa que se extiende de 1955 al golpe milita de 1976. Pero retomando la hipótesis de Halperin Donghi, acerca de la razones del vigor y de la vigencia del revisionismo, debían buscarse “en su capacidad de expresar las cambiantes orientaciones de ciertas vertientes de la opinión colectiva”. A partir de 1970 mucho de los postulados revisionistas , debido al agravamiento del reconocido arcaísmo metodológico, así como la ausencia de nuevas propuestas, el cual sumado a la muerte de muchas de las figuras que habían animado su predica y a la difícil recepción de la radicalización de sus planteos , sufrió una latente declinación como interpretación del pasado. A partir de la década del siglo XX, lo que se denominado etapa de
renovación historiográfica, no implico un proceso de ruptura radical, no significo la sustitución de tradiciones precedentes ni el surgimiento de un nuevo paradigma, sino mas bien fue una década de cambio y continuidades. Esta renovación tuvo su centro en las universidades, especialmente en Buenos Aires con Jose Romero y Córdoba con Ceferino Garzón Maceda quienes concibieron a la historia, junto a una larga lista de jóvenes intelectuales, en correlación con las ciencias sociales e intentaron, sobre la base del recurso cuantitativo orientado hacia la demografía, aumentar el grado de rigor de la disciplina. La lenta penetración institucional no quito protagonismo a los historiadores renovadores, quienes se beneficiaron de una relación privilegiada con los Annales, que les posibilito el financiamiento de algunos de sus proyectos. La perspectiva de los años sesenta planteo una renovación de los ámbitos institucionales, propicio nuevos enfoques, técnica y métodos, y propuso una interpretación global de ciertos procesos históricos que articulaban matrices conceptuales bien definidas. En ese sentido fue una tendencia con cierto grado de imprecisión, fruto de una múltiple influencia: los Annales franceses, la sociología funcionalista y la economía de desarrollo. Los Annales funcionaron como modelo de múltiples maneras, en primer lugar como ejemplo de ruptura con una tradición, ya que los renovadores se veían a si mismos como un enfoque disidente con los enfoques predominantes de la Nueva escuela y el revisionismo histórico. Segundo como un modelo de renovación metodología que proponía la historia problema, la historia serial o la larga duración como herramientas útiles de transformación, es decir ambas proponían una forma de hacer historia que desafiaba el ejercicio clásico de la profesión. Es importante destacar que si bien la experiencia renovadora significo la apertura a nuevos campos, no implico el abandono de la historia política y de los acontecimientos sino más bien su replanteo. En síntesis la perspectiva renovadora buscaba instaurar un nuevo estilo profesional, caracterizado por un paradigma influenciado por múltiples temas, métodos e interpretaciones del pasado, pero no logro su consolidación debido a su marginalidad institucional y por la inestabilidad de la vida política y cultural Argentina BIBLIOGRAFIA: Historiografia Argentina en el siglo XX, Devoto J. Fernando. Historiografia Argentina en el siglo XX, Carattuzza Alejandro.