Traducción de L. SUÁREz Traducción de la Introducción a esta edición:
JüHN PATRICK DIGGINS
EDUARDO
BEATRIZ GONZÁLEZ CASANOVA
THÜR8TEIN VEBLEN Teórico de la clase ociosa
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO
Primera edición en inglés, Primera edición en español, Segunda edición en inglés, Segunda edición en español,
1978 1983 1999 2003
Ami madre y a la memoria
de mi padre
cultura Libre Comentarios y sugerencias:
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Título original: The Bard of Savagery. Thorstein Veblen and Modern Social Theory © 1978, The Seabury Press, Nueva York ISBN 0-8164-9323-5 El bardo del salvajismo. Thorstein Veblen y la teoría social moderna © 1983, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Esta edición: Thorstein Veblen, Theorist ofthe Leieure Class © 1999, Princeton University Press
D. R. © 2003, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F.
ISBN 968-16-6960-6 Impreso en México Pritüed in Mexico
INTRODUCCIÓN A ESTA EDICIÓN
AHORA QUE EL SIGLO XX LLEGA A SU FIN,
los Estados Unidos es-
tán obsesionados con el fetiche de la moda, sea que se trate de alta costura para ricos o de tenis Nike para los chicos de barrio. Más que nunca, el "consumo conspicuo", la expresión inmortal de Thorstein Veblen, se ha apoderado de una sociedad opulenta y ostentosa. Personas de uno y otro sexo, de todas las edades, desean que se les diga cómo deben vestirse para ser aceptadas por los demás. En referencia a The Official Preppy Handbook, Henry Fairlie escribió que "Veblen hubiera comprendido la importancia de todos los adornos, vestidos y costumbres de los niños bien que se describen allí". La moda, que es el arte de las apariencias, sigue adhiriéndose a la máxima de Henry David Thoreau: "Cada generación se ríe de las viejas modas mientras sigue religiosamente las nuevas". Veblen continúa la tradición de los moralistas norteamericanos al burlarse de la moda en tanto que innovación desperdiciada en aras de la reputación; explica cómo las prendas de una persona combinan elegancia con ineptitud, para señalar que su vida no cumple ninguna función útil. Al parecer, el comportamiento humano en 1999 es exactamente igual al de 1899, año en que apareció la Teoría de la clase ociosa el libro de Veblen que puso un espejo ante la cara del pueblo estadunidense. ¿Pero el pueblo atendió algo de sus locuras y fantasías con respecto a la indumentaria y sus engaños? Veblen fue un economista serio y, al mismo tiempo, un satirista social. Su análisis sobre el modo en que la actividad económica real escapa a la teoría económica ortodoxa puede ser más relevante que nunca, aun cuando sus soluciones a los problemas del capitalismo moderno sigan siendo tan irrelevantes 9
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como siempre. Pensemos en otros filósofos de la economía. Echando a volar la imaginación, Aclaro Smith, Carlos Marx, John Maynard Keynes y Max Weber probablemente nos observan desde las alturas celestiales o desde las profundidades del infierno; todos mueven la cabeza en señal de desaprobación, pero cada quien por razones diferentes. Smith demostraría a Veblen que las vicisitudes de la moda reflejan simplemente una economía de intercambio en la que las personas buscan distinguirse unas de otras; Keynes trataría de enseñarle que el consumo puede ser un estímulo positivo para el flujo de dinero. Marx, en cambio, trataría de explicar a Smith y a Keynes que las sociedades opulentas no pueden corregir racionalmente su insaciable demanda de mercancías. VebIen, a su vez, preguntaría a Marx por qué dio por hecho que la clase trabajadora podía alcanzar la conciencia revolucionaria, en tanto que Weber le preguntaría a Veblen por qué pensó que los ingenieros podrían hacerlo y por qué dio por hecho que la ciencia sería liberadora y no una nueva forma de dominación tecnológica. Esto es historia intelectual en su mejor expresión: diálogo vivo con los muertos. Thorstein Veblen bien puede describirse como el primer teórico social que dio una necesaria descarga de humor a la "ciencia deprimente" de la economía. Después de Veblen, el "hombre económico" se convirtió en algo más que una criatura de intereses racionales y algo menos que un agente de virtud social. En contra de las interpretaciones que prevalecían en su tiempo -la teoría marxista o la teoría neoclásica conservadora-, Veblen describió la economía del mercado capitalista como algo irracional y esencialmente hedonista, un fenómeno atávico que podía entenderse, más que a través del estudio de gráficas y estadísticas, mediante la investigación del comportamiento de los hombres y mujeres arcaicos que vivían en comunidades tribales primitivas. El genio de Veblen reside en haber combinado la sensibilidad del antropólogo para captar los motivos no económicos del comportamiento humano con la sensibilidad
del escritor para usar la ironía y la sátira. Recientemente, por ejemplo, las ciencias sociales han propuesto la teoría de la "elección racional" en el comportamiento económico, la cual afirma que los seres humanos actúan prudentemente con el objeto de maximizar sus intereses tratando de ganar más y gastar menos. ¿Por qué entonces -preguntaría Veblen- la gente se compra costosos abrigos de casimir cuando la ropa podría hacerse de cartón? Bastaría con leer la Teoría de la clase ociosa para entenderlo. La gente gasta pródigamente y adquiere cosas para exhibir su valía y alta posición social, así como para mostrar su desprecio por el trabajo ordinario. En su libro más importante -en el que expone las costumbres polinesias- Veblen analiza cómo el comportamiento moderno refleja la persistencia de "rasgos arcaicos" provenientes de épocas premodernas. Particularmente memorable es la escena en la cual cierto rey francés, acostumbrado a tener un funcionario encargado de mover su silla, se quedó sentado cerca del fuego, manteniendo la compostura aun cuando el funcionario no se presentó a cumplir con su deber. "El rey se quedó sentado frente al fuego sin emitir una queja y su real persona se tostó más allá de todo remedio." La obra mejor conocida de Veblen puede leerse como un comentario social sardónico (en este caso, sobre la vanidad de la posición social. que hace de la teoría del consumidor racional una obsesión pintoresca de la teoría económica ortodoxa). Pero Veblen podía ser igualmente mordaz en los numerosos artículos eruditos que publicó en revistas académicas como el Journal ofAmerican Sociology y el Journal of Political Economy. En estos artículos, recogidos posteriormente y reimpresos en sus dos trabajos más teóricos, The Place of Science in Modern Civilization and Other Essays y Essays in Our Changing Order, Veblen introduce con frecuencia alguna digresión sardónica, con la cual consigue ilustrar el punto de manera mucho más .efectiva que con la forma tradicional del discurso académico.
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Algunos de estos artículos teóricos se analizan en mi libro. Pero como lo escribí hace dos décadas, no pude entender las cualidades de Veblen como escritor. Del mismo modo en que fue único como economista, sociólogo y antropólogo, también lo fue como artista literario. Escribía con un procedimiento indirecto en un estilo diseñado para disfrazar sus propios pensamientas. Con frecuencia su humor deja frío al lector y recuerda al espíritu cómico de escritores como Mark Twain; pero en la prosa de Veblen, en contraste con la de Twain, la forma lenta, densa y repetitiva de sus escritos refleja la imperturbable impasibilidad de su punto de vista. Twain, quien viviría para atestiguar el nacimiento de la máquina de escribir, un invento tan emocionante como la computadora, compartía con Veblen la fe en el proceso mecanizador. Los propios escritos de Veblen participan a menudo -con su ritmo monótono-- de ese proceso. El estilo de Veblen ha sido materia de considerable atención y mucho debate entre los científicos sociales, los eruditos literarios e incluso entre los filósofos analíticos. El sostenido interés en su estilo de exposición es un indicador más de que mucho del atractivo de Veblen reside en su poder como escritor y retórico. Sin embargo, a pesar de que sus ideas económicas fueron asimiladas hace mucho tiempo por los científicos sociales, éstos no han podido adoptar o imitar completamente su oficio literario. El lector queda fascinado - y ocasionalmente también irritado-- ante una prosa sobrecargada que combina una laboriosa solemnidad académica con ingeniosos y llamativos epigramas, así como con brillantes ideas relegadas frecuentemente a apostillas o pies de página. Las largas y retorcidas descripciones de Veblen, como lo ha dicho Max Lerner, pueden dar la sensación "de interminables polisílabos traqueteantes, como si sus oraciones fueran una larga cuerda de coches de carga rodando ininterrumpidamente". También es irritante la forma como Veblen oculta su propia postura moral tras una fría prosa objetiva que pretende ser neutralmente científica. Y algunos estudiosos se exasperan por
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la forma en que usa monografías académicas y tratados eruditos para reírse de los "conocimientos arcanos" de los mercaderes de cerebros del status quo, los catedráticos y los "capitanes de la erudición". Sobre todo, son las reiteraciones de Veblen, así como su debilidad por las tautologías y circunloquios, las que dejan a muchos de sus lectores sin aliento. H. L. Mencken -vengador ideológico de Veblen y su más acerbo crítico literario- creía que los escritos de Veblen debían ser excomulgados de la lengua inglesa: Es como si la práctica de ese increíblemente oscuro y maloliente estilo fuera una enfermedad implacable, una suerte de diabetes intelectual progresiva, una lepra del sentido común. Las palabras se atropellan unas con otras hasta que cualquier reminiscencia de significado, cualquier base o justificación para usarlas, se pierde. Uno deambula en un laberinto de sustantivos, adjetivos, verbos, pronombres, adverbios, preposiciones, conjunciones y participios, la mayoría de ellos hinchados y casi todos incapaces de caminar. Es difícil imaginar un peor inglés dentro de los límites de una gramática inteligible. Es torpe, afectado, opaco, rimbombante, ampuloso, vacuo; carente de distinción y, a menudo, del orden más elemental. El catedrático culto queda atrapado en sus torcidas oraciones como un toro enredado en alambre de púas, y sus esfuerzos para liberarse son igualmente furiosos y espectaculares.
A pesar de su molestia con el estilo, el ensayo de Mencken sobre "el profesor Veblen", en la colección Prejudices (1919), se ocupa más bien de las ideas principales de su adversario, especialmente de las sátiras de Veblen sobre el comportamiento capitalista, de su defensa de las mujeres, y de su interpretación de la tosquedad del estadunidense como la flor más delicada de la barbarie primitiva. Mencken no se da la oportunidad de inferir que el elaborado estilo de Veblen pudo ser deliberado, no tanto incapacidad de proporción cuanto ingenioso artilugio para Il'anjearse los sentimientos profundos de la gente y exhibir
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mejor la tontería de la sabiduría convencional. En el "mundo invisible" de la sociología, en que las implicaciones de las costumbres, hábitos y valores se ocultan al alcance ordinario del entendimiento, ¿qué mejor estilo podría emplearse para sensibilizar la conciencia humana? Quizá sería fácil sugerir que la manera como alguien responde al estilo de Veblen depende de la forma en que responde a] análisis de la sociedad estadunidense moderna. No obstante, los paladines liberales y radicales de Veblen tienden a considerar su prosa como una evidencia más de la sentencia que afirma que la técnica satírica se acerca a la verdad al desenmascarar la hipocresía y desprestigiar los falsos conceptos establecidos. Para este fin Veblen utilizó varias piezas literarias satíricas o irónicas y en el proceso acuñó algunas de su propia inventiva, tales como la parodia del desgraciado presidente universitario en The Higher Learning in America. Otro ejemplo está en el uso de frases inventadas que tienen un giro ingenioso; expresiones memorables como "consumo conspicuo", "entrenada incompetencia", "buen humor voluntarioso", "emulación pecuniaria", "instituciones imbéciles", "chochez inocente", "cándida brutalidad", "desperdicio honorífico", "distinción envidiosa", "don de la ferocidad" y "abandono consciente de la eficiencia". La prosa de Veblen se viene abajo con el peso de voluminosas estructuras gramaticales que a menudo zozobran de pura erudición. Pero su estilo difuso siempre se ve aligerado por un toque juguetón, una idea casual, un giro irónico o un sentido del humor cruel que, en ocasiones, alcanza brillantez epigramática. "El disparatado esquema de Platón", escribió Veblen en The Higher Learning, "en el cual los filósofos se ocupan de la administración de los negocios, se ha puesto de cabeza; los hombres de negocios dirigen la búsqueda del conocimiento." A pesar de las críticas de conservadores como Mencken, e incluso de admiradores liberales como Lerner y Alfred Kazin, VebIen sigue siendo uno de los grandes escritores en el pensamiento social de los Estados Unidos. Observador agudo de los
usos y costumbres, elevó las ciencias sociales al nivel de arte literario; y si tenía la tendencia de ocultar sus propios propósitos tras una prosa densa, también dio luz al significado más profundo del comportamiento social con percepciones perdurables. Además de funcionar como satirista de las prácticas sociales, Veblen se perfila como un teórico que vislumbra, en las profesiones técnicas y científicas, una esperanza radical para la transformación social de los Estados Unidos. Ya que dichas esperanzas están lejos de haberse cumplido, un acercamiento demasiado próximo a los libros de Veblen The Engineers and the Price System. y Absentee Ownership tienen el efecto de limitar, más que de iluminar las muchas dimensiones y profundidades de este análisis único de la moderna sociedad industrial. Así como algunos comentaristas consideran su estudio sobre la clase ociosa como el punto de partida del trabajo posterior de Vanee Packard en relación con la búsqueda de posición social, se ha considerado también que su trabajo sobre los ingenieros es simplemente la puesta en escena de la tesis de James Burnham sobre la "revolución administrativa". Visto de esta manera, Veblen puede ser fácilmente relegado a la categoria de una nota de pie de página en la historia intelectual estadunidense, como un autor cuyos trabajos se citan con frecuencia pero sin ponderarlos demasiado. La talla de Veblen parece fluctuar de acuerdo con el humor de las diferentes generaciones, indicio de que las reacciones hacia él dependen, con frecuencia, del juicio que cada quien tiene sobre los Estados Unidos. Asi, la izquierda del Greenwich Village de la época de la primera Guerra Mundial lo veia como un valioso recurso intelectual para examinar la conciencia nacional, aliado de los jóvenes rebeldes en la lucha contra las "costumbres tribales" y la respetabilidad de los oficinistas. La vieja izquierda de la década de los treinta consideraba sus análisis quirúrgicos sobre la "economía de saqueo" del capitalismo financiero como el presagio de la caida de Wall Street en 1929, año de su muerte. Y aunque la fama de Veblen se eclipsó en la
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época de Calvin Coolidge, en 1931 John Chamberlein diría de él: "Ahora brilla como una estrella de primera magnitud". Poco tiempo después de su muerte, se escribieron varios libros sobre él, incluyendo la biografía Thorstein Veblen and his Ameriea escrita por Joseph Dorfman. En 1938, el simposio organizado por The New Republic sobre "los libros que han cambiado nuestra forma de pensar" puso a Veblen ----quien obtuvo 16 menciones- muy por encima de otros; lo seguían Charles Beard con 11 menciones; John Dewey, con 10; Sigmund Freud, con nueve; Oswald Spencer y Alfred North Whítehead, con siete cada uno; y V. l. Lenin e l. A. Richards, carla uno con seis menciones. No obstante, en los desesperados años de la depresión, la crítica social de Veblen parecia que negaba todo y no afirmaba nada. El novelista John Dos Passos, quien dibuja un retrato magistral de Veblen en The Big Money, y comenta a su amigo Edmund Wilson que "la obra de Veblen es una suerte de nota de pie de página antropológica a la obra de Marx", hace eco de la queja de toda una generación de escritores cuando se lamenta de la incapacidad de Veblen para "conseguir que salga de su boca el sí esencial". Pero en la trilogía USA, que incluye retratos de Tomás Edison y de los hermanos Wright, Veblen obtuvo un tratamiento más amable por haber "establecido un nuevo diagrama" de relaciones sociales con una prosa "grabada en ironía", y los lectores fueron informados de que los Estados Unidos se habían expuesto al "cristalino prisma de su mente". Después de la segunda Guerra Mundial, la reputación de Veblen declinó, en parte debido al espectacular desempeño de la economía estadunidense durante la guerra y a la revaloración de la sociedad estadunidense en la década de los cincuenta. No obstante, su legado fue vital para Max Lerner, quien publicó en la editorial Viking The Portable Veblen. Durante los años de posguerra, historiadores intelectuales como Daniel Aaron, Henry Steele Commager y Morton White evaluaron el pensamiento de Veblen a la luz de la tradición liberal de los Estados Unidos, mientras que los economistas Douglas Dowd, John
Kenneth Galbraith y Robert Heibroner alabaron la crítica que hace Veblen de la ortodoxia neoclásica, la cual recientemente ha gozado de una revaloración en los escritos de Milton Friedman; asimismo, C. Wright hizo renacer a Veblen como una "cómica" piedra en el zapato de la complacencia burguesa. De ninguna manera ha habido unanimidad. El sociólogo Talcott Parsons, egresado de Harvard, mantenía que la teoría social de Veblen era "en esencia muy simple" y que una "bastante adecuada comprensión de las contribuciones reales de Veblen se podían encontrar en la obra de Max Weber". La descalificación de Parsons pierde completamente de vista las profundas diferencias entre Veblen y Weber con respecto a la religión, el capitalismo, la cultura burguesa, la ética del trabajo y el papel de la ciencia. De manera similar, Daniel Bell sostenía que el propósito de Veblen -como el de todos los tecnócratas desde Saint-Simon hasta James Burnham- era el de convertirse en la "fuerza política activa" de una "nueva clase" capaz de derrocar el orden existente. La proposición de Bell respecto a que Veblen "debe ser colocado del lado de los elitistas" ignora la personalidad disidente de Veblen que lo hacía incompatible con las exigencias de cualquier movimiento organizado. Ciertamente, un hombre que simpatizó con los Wobblies, se burló del empresarismo académico y rechazó la oferta de convertirse en el presidente de la American Economic Association no estaba simplemente prostituyéndose para obtener poder. ¿Qué era entonces lo que motivaba a Veblen? Hace años que David Riesman trató de contestar esta pregunta en su libro Thorstein Veblen: A Critical Interpretation (1953), un análisis freudiano de los determinantes de la infancia de Veblen que supuestamente influyeron en su antipatía hacia la sociedad de clases. El sugerente libro de Riesman falla porque en aquel tiempo muy pocos conocían algo sobre la infancia y los antecedentes familiares de Veblen. Pero el libro nos ayuda a entender por qué los catedráticos "consensuales" de los cincuenta estaban intrigados con la hostilidad de Veblen hacia el capitalismo
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y por qué se inclinaban a rastrear el origen de sus ideas en
indiferente a la amistad y a los placeres de la vída. Según algunos de sus compañeros de mesa, también era conocido por no pronunciar palabra durante la cena. Sin embargo, cuando Dorfman expresó esta impresión en su libro, Jacob Warshaw, quien había dado clases junto con Veblen y lo conocía personalmente, reaccionó con enojo. Él lo describió como un hombre sensible, capaz de arrebatos apasionados y, bajo ninguna circunstancia, como alguien que ocultara sus emociones o intenciones. "Nunca pensé -escribió Warshaw- que fuera el suave e imperturbable personaje de piedra que retrata Dorfman" (Tilman, 6-7). Algunos miembros de la familia de Veblen también se disgustaron con la imagen que pintó Dorfman de un joven Thorstein creciendo en medio de privaciones económicas, aislado en un enclave noruego del Midwest norteamericano. Algunos estudiosos citaron las supuestas privaciones y el aislamiento como la posible causa del encono de Veblen hacia el capitalismo y la vida fácil del ocio. Sin embargo, la familia de Veblen tenía recursos para pasarla bien; Thorstein mismo había llevado, en realidad, la vida de un holgazán en la granja de la familia. Andrew Veblen, hermano mayor de Thorsteín, quien se convertiría en un famoso matemático y en colega de Albert Einstein, también se quejó del retrato de la familia luchando en una aldea solitaria. Veblen continúa siendo un personaje tan misterioso, un enigma tan lleno de contradicciones, que nunca se podrá saber lo suficiente sobre él. Gracias a la minuciosa investigación de Elizabeth y Henry Jorgensen, publicada en el libro Tharstein Veblen: Victarian Firebrand (1998), ahora tenemos acceso a numerosas cartas familiares y a la correspondencia que VebIen sostuvo con sus estudiantes y compañeras. Resulta que Veblen no era, como se llegó a pensar, un mujeriego inveterado, un conquistador con el que ningún marido se atrevería a dejar a su mujer sola en un cuarto. Sin embargo, también es cierto que Veblen tuvo más de un amorío y que sus relaciones con las mujeres fueron tan complejas como él mismo.
una patología individual más que en la realidad social. Aunque Veblen bien pudo tener su cuota de "neurosis", no todos los neuróticos compartían sus ideas. Es verdad que Veblen tenía una personalidad idiosincrásica, pero en la historia intelectual, aunque no en la historia del alma, es la obra del hombre, y no su vida, la que presenta las preguntas más apremiantes para la filosofía social. No obstante, antes de pasar a la relevancia de su obra en la actualidad, haré un breve bosquejo sobre su carácter como ser humano. Mencionar el nombre de Thorstein Veblen provoca sonrisas inevitables. Su extraña carrera académica es lo bastante legendaria como para desatar suspicacias en los círculos universitarios. ¿A qué estudiante o catedrático no le gustaría saber más sobre un hombre que podía ser tanto un genio como un fracasado, por no decir un inescrutable inadaptado que le hacía la vida tan frustrante a los gobernantes como interesante a las mujeres? El rumor del escándalo sexual fue lo que cortó de tajo la carrera de Veblen en las universidades de prestigio. Sin embargo, casi todo lo que se sabía -años atrás cuando otras personas y yo escribimos libros sobre él- en relación con este aspecto de su vida pertenecía al ámbito del rumor y las habladurías. No sólo las historias sobre sus conquistas eróticas parecían más fantásticas que reales, incluso el hombre mismo escapaba a nuestra comprensión. ¿Cómo era él? Hasta hace muy poco, casi todo lo que sabíamos de Veblen provenía de la abundante biografía de Dorfman publicada hace más de medio siglo. Como Veblen ordenó en su testamento que todos sus papeles se destruyeran, parecía que no había quedado nada de su correspondencia salvo unas cuantas cartas sin importancia. Pero la diligente investigación de Rick Tilman en Thorstein Veblen and his Critics (1992) sacó a la luz material interesante. El libro de Dorfman, aunque un tesoro de detalles objetivos, nos deja con la idea de que Veblen era un académico seco, reservado y evasivo, desapegado y no comprometido,
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INTRODUCCiÓN A ESTA EDICiÓN
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Veblen estuvo casado con Ellen Rolfe, sobrina del presidente de Carleton College. El idilio empezó con todo el ímpetu del amor. Según un amigo, "desde el primer día ya no tuvo ojos sino para ella"; pero en 1896, ocho años después de la boda, Veblen le escribió a su mujer para decirle que debido al "cariño" que sentía por otra mujer, una estudiante de Wellesley, ya no podía seguir considerándose como su marido. Lo que Veblen no le dijo a su esposa es que la otra mujer estaba a punto de contraer nupcias con otro hombre. Extraño comportamiento. Muchos profesores niegan tener una aventura con un estudiante, aunque acaban fugándose con una joven alumna; Veblen no. No obstante, Ellen se vengó. Aunque es entendible que después del rompimiento quedara muy confundida, se comportó en forma casi tan extraña como su ex marido. Al mismo tiempo que se preocupaba por su situación económica y solicitaba a Veblen que la siguiera sosteniendo (cosa que él generosamente había ofrecido aun antes de que ella se lo pidiera), también se dedicó a reunir pruebas para enviárselas, años más tarde, al presidente de la Universidad de Stanford, David Starr Jordan. El material que envió demostraba que Veblen se había involucrado con una mujer casada, y también daba a entender que su salud era débil y no gozaba de seguridad económica. Finalmente, las quejas de Ellen sobre su marido hicieron que a éste se le despidiera de la Universidad de Stanford. Si bien esto dio satisfacción a los deseos de venganza de Ellen, no deja de sorprender que una esposa que espera que su marido la sostenga haya hecho todo lo posible para conseguir que lo despidan de su trabajo, y no sólo del que tenía en Stanford. Más adelante, el presidente Jordan escribió a la Universidad de Chicago describiendo a Veblen como alguien que, a pesar de observar un perfecto comportamiento de educado caballero universitario, en sus relaciones privadas "parece ser incapaz de resistir a la [emme mécomprise [la mujer incomprendida]" (Jorgensen, 123). La descripción era injusta para Veblen quien estaba tratando de resistirse precisamente a esa situación y, de hecho, no
volvería a involucrarse nunca más en algo así. Pero esas historias circularon y dieron inicio a la leyenda del libertino cuya única ofensa, a decir verdad, fue la de haber solicitado el divorcio. Dado el trato que recibió, la amargura de Veblen hacia las autoridades académicas es perfectamente entendible; pero su sardónica hostilidad hacia el ocio, cuando él mismo se dejaba llevar por el placer de los sentidos, lo pone a contrapelo co~ la historia. La idea de que el comportamiendo del consumidor moderno podía estar enraizado en las costumbres primitivas subvierte, en el mejor de los casos, la idea del progreso humano; el argumento podría servir igualmente para reafirmar la validez de dichas costumbres, en tanto que se observa su valor para la supervivencia. El filósofo Charles Sanders Pierce consideraba ese tipo de "fijación de creencias" como "tenacidad", la capacidad de una idea o costumbre para prevalecer como ~n hábito establecido mediante la repetición. Veblen nos permite burlarnos de la clase ociosa, pero uno no puede escapar de la deprimente sensación de que, si lo que ocurría en el pa~ado persiste en el presente, los ricos ociosos son una clase que SIempre existirá. 'No se puede decir nada positivo sobre el ocio? Recuérdese el comentario que JohnAdams hiciera a Abigail, a saber, que él trabajaba en la política y el gobierno para que sus hijos, y los hijos de sus hijos, pudieran entrar al mundo del con~cimiento,el arte la música y las cosas más delicadas de la VIda. Incluso Abraham Lincoln, quien tenía una pasión calvinista hacia la ética del trabajo, reconocía que los estadunidenses trabajaban duro para ganar dinero con el propósito de poder pagarle a o~ro para que tomara su lugar y liberarse así de la mundana VIda laboral. Los trascendentalistas de Nueva Inglaterra, Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, tenían la preocupación de que la implacable actividad del obrero conduce a "~a vida de silenciosa desesperación" que no deja tiempo para la VIda más elevada de la mente. Veblen quizá sentía poca simpatía ha-
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cia una persona que dijera "[Tengo que ir a trabajar!", pero en dos ensayos, "The Place of Science in Modern Civilization" y "The Intellectual Pre-eminence of Jews in Modero Europe", llegó a admitir que la cultura está relacionarla con la curiosidad y que ambas tienen lugar fuera del dominio del trabajo productivo práctico.
na a las costumbres, permanece abierta a la recepción de experiencia y se deja guiar tan sólo por el deseo de saber. Para Veblen, el modelo de científico es el judío intelectual. Su ensayo sobre este tema es autobiográfico en parte, ya que veía en la situación marginal de los judíos su propia exclusión de la sociedad estadunidense. El judío intelectual es "preeminente" y está a la "vanguardia de la investigación" porque su condición de intruso no le da "paz mental" y, en cambio, le otorga una curiosidad inagotable que lo hace cuestionar todo conocimiento establecido. Sin embargo, a Veblen se le encargó que escribiera un ensayo sobre los judíos a finales de la primera Guerra Mundial cuando el tema del sionismo y la posibilidad de la creación de un Estado judío estaban en el aire. Significativamente, Veblen creía que el que los judíos dejaran de ser nómadas tendría un costo intelectual. Cuando los judíos tengan su "tierra prometida" y "se vuelquen en sí mismos, será justo esperar, a la luz de la evidencia histórica, que su contribución prospectiva a la producción intelectual del mundo tomará el cariz de la ciencia talmúdica y perderá ese escepticismo impulsado por la libertad con el que esos renegados han infundido habitualmente la investigación de las ciencias modernas en las naciones extranjeras". En 1919, cuando Veblen escribió estas palabras, la vida intelectual judía estaba floreciendo en Berlín, Viena, Zurich y otras partes. No obstante, Veblen estaba dispuesto a reconocer su "preeminencia" sólo en el campo de la ciencia; no hace mención alguna de los mundos del arte, la música o el teatro; de la arquitectura, el psicoanálisis o la filosofía; de la historia como forma literaria, de la política como vocación, de la estética como devoción; de la armonía, la belleza, la tragedia. ¿Acaso Veblen se negaba a considerar que el mundo del conocimiento y de la alta cultura bien podrían depender de una clase acomodada segura? ¿Acaso la cultura misma, al igual que los objetos materiales, podría ser considerada como parte del fenómeno del consumismo? ¿Acaso el ocio tiene que ser frívolo, siempre y en todo lugar?
No obstante, hay que hilar fino para cardar este tema a partir del ensayo de Veblen sobre la ciencia, ya que el autor comienza con la detenninación de liberar a la ciencia de la cultura convencido de que una disciplina dedicada al estudio impersonal de los hechos objetivos debe mantenerse al margen de cualquier credo, dinastía o secta. Veblen también buscaba liberar a la ciencia de la nueva filosofía del pragmatismo, que rinde culto a lo útil y lo práctico. El verdadero progreso científico se da con la "ociosidad curiosa", esa investigación que tiene más que ver con la capacidad de asombro que COn la conveniencia. Por otro lado, según Veblen, el conocimiento pragmático, una vez que conduce a la formulación sistemática, sólo "consiste en exhortaciones didácticas con respecto al ahorro, la prudencia la ecuanimidad y la administración juiciosa, un cuerpo de se~tencias de conducta razonable. En este campo escasamente hay avance desde Confucio hasta Samuel Smiles", y asegura que el pensamiento chino es tan prosaico como la filosofía de autoayuda del pensador británico. Al intentar impedir que la filosofía norteamericana se volviera demasiado empresarial, Veblen pudo haberse anticipado a la distinción que hace Max Weber entre la razón objetiva y la razón instrumental, en donde la primera realiza una pregunta inducida por el objeto bajo investigación mientras que la segunda está principalmente interesada en la org~izacióne integración de las condiciones de vida, en la adaptación más que en el conocimiento. Cualquiera que sea el caso Veblen invierte la distinción entre cultura y ciencia y nos dej~ con la impresión de que la cultura, tan amarrada a las convenciones del momento, está interesada en la búsqueda y la obtención de fines, mientras que la ciencia, supuestamente aje-
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En la antigüedad clásica el ocio se asociaba a la creatividad y las facultades superiores de la mente, así como a las personas privilegiadas dotadas de una disposición especial hacia las abstracción y la mitopoiesis, Preservar el ocio y la libertad del trabajo manual no sólo era importante para la cultura, sino para la política y el arte de gobernar. Tanto la contemplación -esencial a la ereatividad- como la deliberación -esencial a las obligaciones cívicas- requerían de tiempo libre. Veblen se acerca al reconocimiento de esta realidad en su idea de la curiosidad ociosa y la observación desinteresada. Pero, al igual que John Dewey, Veblen entendía perfectamente que la antigua distinción entre el ocio y el trabajo manual convertía a las jerarquías y al sistema de clases no en algo inevitable, sino en algo que pertenecía al orden natural. A lo largo de gran parte de la historia, el ocio fue asociado al lujo y sus corrupciones. Los republicanos clásicos tenían la idea de que la virtud exigía sencillez y renuncia a la riqueza. Entre los puritanos que fundaron los Estados Unidos, tanto la riqueza como el ocio fueron vistos con recelo, no sólo como un pecado individual sino como un vicio vergonzoso que amenaza a toda la comunidad. Benjamin Franklin tuvo que defender el lujo ante sus detractores con el argumento de que el consumo creaba trabajo para las masas, una versión primitiva de la teoría de la "derrama económica" del bienestar. Franklin podría haber explicado también lo que los historiadores de la economía han descubierto: la dramática expansión manufacturera en la Inglaterra del siglo XVIII no se debió al comercio exterior sino al consumo interno. Más recientemente, la economía de consumo de los años posteriores a la segunda Guerra Mundial, auspiciada por las tarjetas de crédito y los pagos de intereses deducibles de impuestos, alimentó "el gran boom" durante un cuarto de siglo, hasta que sobrevino la crisis del petróleo a finales de los setenta. Si el consumo puede conducir al desperdicio, y puede ser casi mágico al momento de generar "fábulas de abundancia"
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(para usar el título que Jackson T. Lears da a su libro sobre este tema), también puede ser fructífero para el mundo de la alta cultura. Siglos atrás, los reyes, papas y nobles asumían el subsidio de las artes. El Vaticano empleó a Miguel Ángel y a Rafael, y Federico el Grande -siendo él mismo un prestigiado compositor- invitó a Joseph Haydn y a Voltaire a Potsdam para participar en conciertos y debates filosóficos. Con el advenimiento de la prosperidad, la cultura también lucha por obtener reconocimiento y difusión. En The Pleasures of the Imagination, John Brewer explica cómo el desarrollo del comercio moderno arrancó el arte de manos de los reyes, cortesanos y aristócratas para convertirlo en propiedad de un público más amplio. En The Embarrassment ofRiches, Simon Schama demostró que las élites acomodadas de Holanda financiaron el florecimiento del arte flamenco del siglo XVII en todas sus manifestaciones: óleos, murales, escultura, gobelinos, vidrio y cerámica decorativa, así como en la arquitectura de Amsterdam. Siglos atrás, el arte, la música, la poesía y la filosofía del Renacimiento italiano fueron auspiciados por los Medici y otras familias adineradas. "La educación que se le daba a las mujeres de las clases altas", escribió Jacob Burkhardt en El Renacimiento en Italia, FCE, "era esencialmente igual a la que recibían los varones". En el texto clásico The Reinaissance, Walter Pater enfatiza que el artista y el escritor deben ser capaces de expresar su voluntad tanto como su talento. El bienestar económico hacía posible tal expresión. Hasta una pequeña cantidad bastaba, como lo demuestra Virgina Woolf en relación con su modesta herencia en A Room of One's Own. La relación entre el bienestar y el ocio con el arte y la cultura se volvió aún más pronunciada en los Estados Unidos modernos en que el propio Veblen vivió. Entre los años de 1887 y 1917, exactamente durante el periodo en que Veblen escribió sobre las instituciones económicas y el comportamiento social, los Estados Unidos disfrutaban, gracias a la filantropía de Andrew Carnegie, de la época dorada de la arquitectura pública.
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Las bibliotecas que hizo construir a los largo del país con frecuencia destacaban por sus columnas clásicas rematadas por domos. La construcción de edificios en los cuales las masas podían leer y estudiar culminó con la espléndida Biblioteca Pública de Nueva York, orgullo y alegría de los Estados Unidos. Veblen pudo no haberse sorprendido de que la clase ociosa gastara su dinero pródiga y conspicuamente, pero quizás hubiera quedado atónito al descubrir que las mujeres de la clase ociosa eran -al igual que sus judíos intelectuales- la vanguardia de la cultura. En lugar de conformarse con el Museo de Boston tal como era, Isabella Stewart Gardner decidió recurrir a su herencia para construir uno nuevo. Cuando Fenway Court se inauguró en 1906 -un museo público hecho de colecciones privadas instalado en un edificio de excelente gusto y con un sentido asiático de la naturaleza-, el historiador Henry Adams le escribió a Gardner para hacerle ver que había dado a luz "una creación especial pura en medio de un entorno adverso", y le dijo: "Usted es una creadora, y se sostiene sola". Fueron las mujeres estadunidenses quienes se situaron en el primer plano de la cultura y promovieron nuevas formas en la poesía y el arte. Veblen describió a las mujeres como recipientes pasivos de la cultura de consumo, pero algunas de las que pertenecían a la clase ociosa adoptaron por sí mismas la defensa de los últimos movimientos en el mundo del arte. Gloria Vanderbilt Whitney, bisnieta del titán de los ferrocarriles, Cornelius Vanderbilt, auspició a pintores experimentales antes de inaugurar el Museo Whitney de Nueva York, en el cual se expuso lo más moderno del arte moderno. Muchos comentaristas de esa época veían a las mujeres como las "guardianas de la cultura". Como si ellas hubieran asumido la responsabilidad de transmitir únicamente las perlas del pasado. En realidad, mucho más que los hombres, fueron las mujeres quienes se atrevieron a apoyar lo nuevo y desconocido. Gertrude Stein y Peggy Guggenheim adoptaron el cubismo y otras formas no representativas del arte en un tiempo en que
la cultura masculinizada de los Estados Unidos favorecía el realismo de la frontera del Oeste. Prácticamente fueron Stein y Guggenheim quienes introdujeron a los Estados Unidos el arte de Pablo Picasso, Paul Cezanne y Georges Braque. El crítico Clement Greenberg describió así la forma en que las dos mujeres llegaron a la escena del arte en Europa: "Mientras que la señorita Stein entró sobre las alas de la literatura, la señorita Guggenheim lo hizo sobre las alas del dinero y de una vi talidad que valía casi tanto como la genialidad". Aprovechar el dinero para descubrir lo mejor, ver la belleza en toda su deliberada oscuridad, tener una cualidad especial para encontrar la perfección, comprar y consumir arte por puro placer, ¿qué habría pensado Thorstein de esto? Cuando se publicó The Bard of Savagery en 1978, algunos estudiosos lo criticaron porque sacaba a Veblen de su supuesto "contexto histórico" correcto. En la mayoría de los estudios sobre la historia intelectual estadunidense se examina a Veblen dentro del contexto de la era progresista -más o menos de 1895 a 1920- y se asume que pertenece a la misma escuela de pensamiento que Charles Beard, John Dewey y Herbert Croly, todos ellos liberales que creían tanto en la posibilidad de la reforma política como en el progreso mismo. Sin embargo, Veblen rara vez escribió sobre política o hizo alguna observación sobre las instituciones políticas; claramente no se identificaba con Theodore Roosevelt ni con el Partido Progresista. Y no lo examino a la luz de un contexto precisamente estadunidense, sino en comparación con otros filósofos encumbrados como Karl Marx y Max Weber. Lo que hace a Veblen tan relevante para el mundo contemporáneo es que pensaba en forma completamente diferente a la de los antiguos progresistas e incluso a la de los liberales de nuestros días. Los progresistas y liberales pensaban que la historia y la ciencia entrañaban el estudio de la libertad y las condiciones que la hacen posible. Veblen es mucho más cercano a las corrientes posmodernistas y deconstructivas actuales, en cuanto a que empieza a preocuparse por
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lo contrario, el estudio del poder, la dominación, la hegemonía, la incorporación, la sujeción, la exclusión, la manipulación, las "narraciones maestras", las "formas discursivas"; en resumen, con todo aquello que nos deja con el sentimiento de que nosotros creamos las condiciones de nuestro propio confinamiento, lo que Veblen llamó las "instituciones imbéciles". Más tarde regresaremos a este tema "teórico", pero primero examinaremos brevemente algunos temas prácticos en los cuales Veblen continúa siendo hoy de vital relevancia. Beneficios sin productos. Los Estados Unidos enfrentan en la actualidad la situación económica que Veblen previó. La fabricación de dinero ha tomado el lugar de la fabricación de bienes, y el precio de los bienes es más alto que los bienes mismos. En el análisis de Veblen, el dinero no tiene una función de "abastecimiento lateral" en el crecimiento económico, ni tampoco un efecto de "derrama" hacia el pueblo en cuanto a mejores salarios o ingresos. Simplemente sigue el camino de la utilidad sin que la gente o la productividad importen. Esta percepcción fue la mayor contribución de Veblen a la teoría económica, la demostración de que la industria y el comercio operaban con fines opuestos, donde la posible optimización de la producción conduce a un exceso de rendimientos que pone en riesgo la optimización de las ganancias. Mucho antes de la tesis de A. A. Berle y Gardner Mean sobre la separación de la administración y la propiedad, Veblen observó que el capitalista se convertiría en un propietario ausente, invirtiendo fondos aquí y allá en actividades que podrían no tener relación en la producción industrial. En la época de Andrew Carnegie, que producía acero lo mismo que dinero, Veblen previó la época de Ivan Boesky y Michael Milken, corredores de Wall Street, cuya idea de la economía es hacer dinero por el solo propósito de hacer más dinero. Sin embargo, al menos Wall Street sabe cómo hacer dinero y posiblemente hasta algunos bienes útiles productivos. El comunismo, por el contrario, debe ser juzgado como un proyecto eco-
nómico; la trágica farsa del siglo xx. En 1917, V. l. Lenin tomó el poder con la esperanza de que la revolución mundial ocurriría a continuación. Él y otros bolcheviques se encontraban en la situación que alguna vez Carlos Marx definiera como "la idiotez de la vida rural", un medio atrasado carente del desarrollo pleno de la industrialización sin el cual el socialismo era imposible. Uno se pregunta qué estaba pensando Veblen, que había criticado las bases teóricas del marxismo, cuando vislumbró un naciente "soviet de ingenieros" en Rusia, tal como si su sueño de que los técnicos rescataran a la economía de manos de la clase capitalista estuviera ocurriendo finalmente. Como élite profesional, los ingenieros rusos fueron los primeros en ser liquidados bajo el sistema totalitario de José Stalin. Pocas personas en el mundo occidental sabían lo que estaba pasando en la Rusia de Stalin, por lo que es comprensible que Veblen viera el experimento del comunismo con simpatía. No obstante, según Beckey Veblen Meyers (la hijastra de Veblen a quien tuve el placer de entrevistar), en 1929, dos meses antes de su muerte, Veblen dijo a un amigo que "Stalin era probablemente la más grande calamidad que hubiera sufrido el mundo hasta este momento". Los muchos admiradores de Veblen lamentan que su muerte haya ocurrido exactamente cuando Wall Street quebró y el sistema económico estadunidense pareció venirse abajo. Sin embargo, ese sistema sobrevivió, más fuerte que nunca, a la Gran Depresión y a la segunda Guerra Mundial. En el curso de la guerra fría, las dos superpotencias parecían ofrecer al mundo diferentes sistemas económicos. Hoyes claro que, como dice John Gray, "el colapso soviético fue una última demostración de que en las economías modernas no existe una alternativa global para la competencia de mercados". Esta observación puede causar la desesperación de los veblenitas y marxistas radicales que quedan, pero que el capitalismo sea algo con lo cual tengamos que aprender a vivir, hace que las propuestas críticas de Veblen sean más pertinentes que nunca.
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Educación superior y altas finanzas. Cuando Veblen escribió su libro sobre educación universitaria con el malicioso título de The Higher Learning, sonaba como un moralista victoriano protestando por la intrusión de los valores comerciales en los sagrados claustros de la academia. Él dijo ---eomo se recordará- que "la locura de Platón", que proponía que los filósofos se encargaran de la economía y la organización de la sociedad, se había "puesto de cabeza"; porque hoy, escribió Veblen en 1916, son los "hombres de negocios" los que dirigen las universidades. Ahora todo el escenario ha sido puesto de cabeza otra vez. En tiempos recientes, son las universidades las que se muestran encantadas de que el mundo financiero las sostenga. Veblen anticipó esta complicidad por parte de los universitarios, aunque podemos asumir que cuando escribió su libro pensó que avergonzando a las autoridades las refrenaría de tan crasa prostitución. Hoy los presidentes de las universidades y de escuelas de posgrado son elegidos en función de sus capacidades para obtener fondos y muchas universidades dependen de las donaciones del mundo de los negocios y buscan subsidios del gobierno. Con tal de obtener dinero los universitarios son capaces de dar el nombre de un benefactor generoso a sus edificios. Veblen llamó a este intercambio de la fachada por el apoyo financiero "la arquitectura de la notoriedad". Aun siendo partidario de la modernidad y la eficiencia, Veblen se disgustó porque algunas instalaciones universitarias fueran construidas a la manera de edificios góticos con una acústica mal diseñada. "Pareciera que los exitosos hombres de negocios, a quienes se dirige la solicitud de fondos, encuentran en estos edificios desperdiciados, ornarlos y prostituidos, la expresión adecuada de sus esperanzas y ambiciones culturales." Feminismo contemporáneo. Según Aristóteles, "la mujer es mujer en virtud de una cierta carencia de cualidades". Veblen recurrió a la antropología para formular una sentencia enteramente distinta: las mujeres no tienen esencia ni cualidades esenciales y, por lo tanto, tampoco falta de ellas. En sus escritos,
Veblen se anticipa a la obra magistral de Simone de Beauvoir, El segundo sexo, al sostener que la mujer no llega al mundo con ciertos atributos especiales, sino que los va adquiriendo en función de las costumbres sociales de un determinado tiempo y lugar; las mujeres no nacen como tales, se "hacen". Los diversos escritos de Veblen sobre las mujeres -víctimas de su "condición bárbara" no sólo en el pasado sino en el mundo industrial de su tiempo- lo hace precursor del feminismo contemporáneo. Veblen reconoce que las actitudes patriarcales del pasado siguen conservándose en el presente, privilegiando así lo militar sobre lo maternal y la depredación sobre la crianza. En este aspecto, Veblen también se anticipó al trabajo de Carol Gilligan, In a Different Voice, al demostrar que las mujeres actúan a partir de un conjunto de principios diferente al de los hombres que las hace llevar una vida asistencial, de responsabilidad y conexión íntima. Obviamente tales presupuestos ponen a Veblen en una situación contradictoria. En tanto que sostiene que la imagen y posición de la mujer son producidos por condiciones sociales, es un construccionista; en tanto que considera que la mujer se comporta de acuerdo con su propia naturaleza y actúa, por ejemplo, bajo el instinto de la "destreza" y de la "disposición paterna", es un esencialista. Actualmente, un grupo de escritoras feministas trata de conciliar estos dos puntos de vista. Ya fuera como construccionista o como esencialista, Veblen describió la causa de la subordinación de las mujeres más como un fenómeno cultural que político, más como una consecuencia de los valores establecidos por la sociedad que de la falta de derechos de las mujeres. Esta hipótesis pareció confirmarse cuando las mujeres estadunidenses consiguieron el derecho de voto en 1920 y su situación cambió bien poco. Fue necesaria una profunda alteración de las actitudes culturales, la cual empezó con la rebelde generación de los sesenta, para que las mujeres hicieran avances significativos en el campo de la educación, la política y el trabajo profesional. Sin embargo, ni a Veblen ni a Marx se les puede otorgar la úl-
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tima palabra con respecto a la situación de las mujeres. Marx y los marxistas consideraban que la subyugación de las mujeres acabaría radicalmente Con la abolición de la propiedad privada. Tal proeza puede ser que se haya conseguido en la Cuba autoritaria, pero en la China comunista el machismo sigue siento tan fuerte como siempre, mientras que en Rusia las mujeres han hecho avances significativos básicamente a partir de la caída del comunismo. La visión de Veblen es aún más defíciente. Mientras que Marx veía a la ciencia como la posibilidad de modernizar las relaciones sociales, Veblen albergaba una idea romántica con respecto a las sociedades primitivas y consideraba que, en algunas de ellas, la mujer había sido más respetada que en la sociedad moderna. En los Estados Unidos ciertamente, hoy las mujeres tienen mayor poder y prestigi~ que en cualquier país subdesarrollado. Hasta un veblenita tendría que admitir que en los campos de la publicidad, los negocios, la educación, el periodismo, las leyes y la medicina, se han abierto oportunidades para las mujeres en una escala sin precedente en el pasado. Las mujeres hicieron un progreso social y profesional sólido cuando se dieron cuenta de que podrían avanzar de manera más consistente si se incorporaban al sistema que si trataban de cambiarlo. Pero antes tuvieron que repudiar el tradicional papel de sumisión que la sociedad les había asignado y, en este esfuerzo, Veblen ayudó inmensamente al analizar la forma en que ese papel les había sido heredado a través de varios periodos históricos. La nueva historia social. La aproximación de Veblen al estudio de la historia y la sociología anticipa varias tendencias recientes en ese campo del saber. A excepción de su poco conocido trabajo, An Inquiry into the Nature of Peace and the Terms of Its Perpetuation -un estudio de 1916 sobre los acuerdos posteriores a la primera Guerra Mundial en el que se insinúa que la Alemania vencida representaría una amenaza en el futuro-, Veblen prácticamente no escribió nada sobre política o instituciones políticas. En este trabajo, su aproximación tiene
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mucho en común con la escuela francesa de los Anales; ambas perspectivas sugieren que el enfocarse únicamente en la política, cómo se había hecho hasta entonces, oculta las fuerzas más inamovibles del pasado, la longue durée de las costumbres inmutables, o lo que Veblen llamaría los "rasgos arcaicos". Como Fernand Braudel insistiría, medio siglo después de Veblen, los acontecimientos políticos bien podrían oscurecer más que revelar las causas reales del desarrollo histórico, gobernadas no por los asuntos del momento sino por la persistencia a largo plazo de la mentalité. En muchos de sus escritos Veblen no sólo fue un pionero del pensamiento estadunidense sino un predecesor de muchos pensadores europeos, a pesar de que se nieguen a reconocer su influencia. Una buena parte del trabajo de Pierre Bourdieu tiene raíces veblenitas. Un siglo antes, Veblen fue el primer científico social radical (con Wemer Sombart de cerca) que sugirió que el modo de producción marxista no debía ser el centro de la investigación, puesto que ya no era determinante; ya no era "la fuerza rectora" que dominaba todas las relaciones humanas. Por el contrario, las prácticas culturales, particularmente el consumo en todas sus formas, se interponían simbólicamente en la economía. Podría resultar muy provechosa una lectura comparada de los influyentes libros de Bourdieu, Distinction y Homo Academicus, y los estudios de Veblen sobre la clase ociosa y los altos estudios. El trabajo de dos de los intelectuales europeos más influyentes en nuestros días puede situarse al lado de las investigaciones que Veblen realizó previamente. Al igual que Michel Foucault, Veblen dedicó muy poco tiempo al estudio de las obras del liberalismo occidental que incluye la idea de libertad, los derechos naturales, las constituciones e instituciones representativas, y el gobierno basado en el consentimiento de los gobernados. Veblen juntó a la economía con la antropología para abrir las mentes a las múltiples formas de dominación que operan en la sociedad, de la misma manera que Foucault, más re-
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cientemente, demuestra cómo hemos permitido que las instituciones y las formas del lenguaje distorsionen nuestro entendimiento de las fuerzas que silenciosamente nos gobiernan. Si Veblen tenía la esperanza de que la humanidad pudiera pensar científicamente y en consecuencia en forma "práctica", Foucault mostró cómo las mismas categorías a través de las cuales concebimos el mundo, hacen que nos conformemos con el estado de las cosas tal como son. Otra figura influyente que hace pensar en Veblen es el filósofo italiano Antonio Gramsci. Al igual que Veblen lo hiciera antes, Gramsci aconseja a los marxistas que abandonen su obsesión por la economía y estudien las costumbres y prácticas sociales. Gramsci creía que la verdadera lucha de clases se daría en la forma de una prolongada "batalla de ideas", en la que el espíritu y el alma de la gente entraría en disputa para ver quién se queda con la mente. El problema que enfrenta Gramsci es en esencia el mismo que confrontó Veblen: el de la "hegemonía"; la influencia y autoridad de la clase gobernante sobre el resto de la sociedad. Cuando los marxistas aceptaron que los trabajadores desarrollarían una conciencia de clase, Gramsci vio en tal conciencia un problema ya que, a menos que fuera remodelada por la educación, estaría condicionada por los de arriba. Veblen atribuía este fenómeno a la "emulación", la tendencia de las clases bajas a imitar a las clases altas. Como Foucault y Gramsci, Veblen puso en tela de juicio lo que se consideraba como convenciones sociales normales; los tres estaban de acuerdo en que aquello que legitima también somete. Estructuralismo, postestructuralismo, semiótica. Aquí llegamos al controvertido y abstracto mundo de la "teoría". El pensador francés contemporáneo que se acerca más a las ambiciones de Veblen es Claude Lévi-Strauss. Ambos veían en la antropología la clave para entender las relaciones sociales, ambos buscaron por debajo de la variedad de las actividades humanas, en estructuras más profundas, los códigos y principios que les dieron forma, y ambos consideraron el estudio del estructura-
lismo de manera científica. La más reciente aparición del postestructuralismo, el cual insiste en que no hay estructuras autónomas más acá o más allá del mundo de las apariencias y representaciones, probablemente hubiera disgustado a Veblen, quien creía que lo que buscaba podía ser encontrado y que podía conseguirse que la verdad y la realidad se correspondieran. Pero considérese la forma en que Veblen estudiaba la economía. Él no investigó en las profundas teorías estructurales y las leyes de la oferta y la demanda, supuestamente responsables de la manera como se comportan los mercados, sino cómo se comporta realmente la gente en su vida cotidiana. Ese giro de lo teórico a lo real introduce a Veblen al mundo del postestructuralismo y particularmente al de la semiótica, la cual postula la tesis de que toda realidad es una serie de signos y símbolos. En la teoría económica de Veblen, lo que importa no es la producción de bienes ni el ganarse la vida, sino la forma en que el dinero, como símbolo, es exhibido y actúa como signo de poder, a través de gastos extravagantes e innecesarios. Como señalan Lévi-Strauss y Veblen, tener propiedades y "poseer una mujer" pueden cumplir la misma función, ya que una y otra sirven como signos del éxito masculino en la obtención de bienestar sin esfuerzo. En la glamorosa publicidad de la moda, las mujeres posan en toda su elegancia y suavidad dentro de una atmósfera que sugiere que no realizan un trabajo verdadero ni crían niños. Como lo ilustrara el dramaturgo Henrik Ibsen (noruego como Veblen), la mujer es un trofeo que el hombre guarda en una casa de muñecas. Algunos críticos sociales franceses reconocen la importancia de los trabajos previos de Veblen. Jean Braudrillard lo elogia en Les Temps Modernes, por haber estudiado el consumo y por llevamos más allá de "la lógica económica ordinaria" del familiar valor de intercambio. René Girard, en Deceit, Desire, and the Novel: Self and Other in Literary Structure, utiliza las categorías de Veblen para discutir el fenómeno del "deseo triangular", que se refiere al comportamiento que tiene una persona
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que desea un objeto sólo cuando un tercero lo desea también. Un objeto por sí solo, hace notar el católico Girard, no puede generar el deseo de ser poseído a menos que la envidia entre en juego. Cualquiera que sea ese objeto en sí y para sí, permanece como un signo cuyo significado depende de la emoción que despierta. La percepción de Veblen de que el bienestar es un signo, lo introduce, por muy forzado que parezca, al mundo de la semiótica. Se desea lo que otros tienen o desean tener por envidia, celos o vanidad, y el objeto deseado sólo toma significado por ese hecho. Algunos, incluso, llegan a pensar que la identidad puede comprarse en los almacenes:
tribales y para hacer comparaciones irónicas entre el estado salvaje y la modernidad. Como si fuera un protopostestructuralísta, buscó deconstruir las oposiciones jerárquicas convencionales que privilegian al macho sobre la hembra, a la civilización sobre la barbarie, al ocio sobre el trabajo, a la razón sobre el instinto, a lo práctico sobre la curiosidad, a 10normal sobre lo anormal. A través de esa "perspectiva incongruente", Veblen llevó a los Estados Unidos a una suerte de transvalorización de sus propios valores demostrando que la ética protestante existía como creencia pero no como práctica. En los Estados Unidos de Veblen, las masas se veían a sí mismas como trabajadores dedicados y consumidores racionales, industriosos y frugales. Veblen abrevó de la antropologia para confrontar esa imagen de sí mismos redescribiendo a la sociedad moderna como heredera de costumbres tribales y feudales que valoraban el ocio más que el trabajo y el consumo excesivo más que la producción. Y la semiótica podría explicar el triunfo de la cultura capitalista al demostrar, como lo hizo Veblen, que las mercancias de consumo irradian como "signos"; como objetos no humanos que a pesar de no ser humanos transmiten el sentido humano del éxito. Así, Veblen fue más allá de Marx para demostrar lo que los postestructuralistas franceses apenas están empezando a entender: que, tal como lo es la literatura, la economía es un lenguaje, y que la materialización se manifiesta a sí misma, más que en la producción, en el consumo. Hoy en día, varios estudiosos consideran que Veblen, por virtud de anticipación, pertenece totalmente a la escuela del postestructuralismo moderno. Cabría cuestionarlo. ¿Qué pensaría Veblen del "giro lingüístico" de la filosofia y la teoría literaria tal como se aplica al campo de la economía? La idea de que incluso el estudio de la economía podría no ser otra cosa que un discurso, una estrategia de persuasión retórica, podría o no parecerle atractiva. Ciertamente, podría considerase que los economistas ortodoxos a quienes atacó aceptaban que estaban diciendo la verdad cuando sólo estaban escribiendo palabras. Pero la
Estoy perdido en el supermercado Ya no puedo comprar con alegría Vine por la oferta especial De una personalidad con garantía The Clash
Es sorprendente el grado en el que Veblen presagió los avances de las teorías filosófica y social modernas. Considérese 10 que llamamos "antifundamentalismo", la convicción de que más allá o más acá de nuestros pensamientos no hay nada, no hay principios antecedentes, nada sólido sobre lo que el conocimiento descanse y que, por lo tanto, toda realidad es materia de textualización, ya que cuanto conocemos llega a nuestra conciencia sólo cuando el lenguaje y la retórica nos lo hacen aparecer. ¿Estaría Veblen completamente de acuerdo con el antifundamentalismo? Veblen, ciertamente, se propuso liberar a la economía de todo fundamento metafisico basado en la ley natural y los axiomas clásicos del mercado, así como en los postulados y teorías que imputaban a los objetos significado humano, propensiones, causas, propósitos y otros hábitos tropismáticos de la mente que daban sentido a lo que es esencialmente mecánico; la falsa conciencia del animismo. Veblen se acogió al estudio de la antropología cultural para describir diferentes costumbres
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postura postestructuralista puede volverse fácilmente en contra de los postestructuralistas. Resulta tentador afirmar que todo conocimiento depende del discurso de las representaciones lingüísticas que, en vez de servir de espejo a la realidad, reflejan las condiciones de su producción más de lo que realmente se refieren al objeto discutido. Pero si Veblen fuera a reclamar tal postura en contra de sus oponentes, difícilmente podría eximírsele del cargo de que, él también, sólo nos ofrece palabras cuando lo que solicitamos es sabiduría, 0, lo que sería peor, que sus propios escritos reflejan las condiciones personales que están detrás, quizá su resentimiento hacia los ricos y ociosos. Si ése fuera el caso, entonces, ¿para qué tomar en serio la Teoría de la clase ociosa? Más que hacerlo deambular por lo que hoy llamamos "deconstrucción", Thorstein Veblen debe ser apreciado por lo que era: un moralista que condenaba el despilfarro y honraba el trabajo. En una época en la que la autoridad de la riqueza controla considerablemente a la política y gobierna la sociedad, los escritos de Veblen continúan siendo un recordatorio de las honorables locuras de los Estados Unidos. Una locura es lo que los economistas de hoy llaman el "efecto Veblen", el comercio, a altísimos precios, de ciertos bienes de marca dirigido a consumidores que lo que buscan es hacer pública su riqueza. Una implicación política gubernamental consecuencia de que tal efecto se vuelva absurdo, es el impuesto al lujo. ¡Veblen está vivo! JOHN PATRICK DIGGIN8
15 de junio de 1998.
PREFACIO: LA TEORÍA SOCIAL Y EL IMPERATIVO ANTROPOLÓGICO Los ricos son diferentes de ti y de mí. F. SCOTT FIT7.GERALD
Sí, tienen más dinero. ERNE8T HEMINGWAY
EN ESTE BREVE DIÁLOGO, supuestamente entre dos de los más grandes novelistas modernos de los Estados Unidos, encontramos la clave de toda la teoría social de Thorstein Veblen. Fitzgerald estaba fascinado por los ricos y por la sociología de la riqueza. Hemingway podía despreciar el encanto del dinero sólo porque adoraba algo aún más romántico y más relacionado con la imaginación de Fitzgerald de lo que se daba cuenta: el mundo de la voluntad, la fuerza y la conquista. Impulsados por la compulsión del triunfo, ambos escritores se sentían perseguidos por la sombra del fracaso. Quizá sólo Veblen, a la vez un genio y un fracasado, pudiera percibir la conexión entre la fantasía de Fitzgerald y la masculinidad de Hemingway, entre la posesión de riqueza y el disfrute de la posición, entre el dinero y el poder, el amor y la gloria. Thorstein Veblen era un intelectual polifacético: crítico profundo de la teoría económica ortodoxa, agudo fustigador de las distinciones de clase, campeón del feminismo contra la "bárbara posición de las mujeres", enfunt terrible del "mundo académico", teórico de la industrialización y el poder nacional, exponente de la filosofia científica y la antropología económica, sociólogo de la posición social y anatomista de la opulencia, literato de estilo irónico y satírico y estilista de juguetona solemnidad. 39
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Las anteriores investigaciones sobre Veblen se han centrado generalmente en un aspecto singular de su pensamiento, olvidando otras dimensiones. En la historia intelectual estadunidense, por ejemplo, se ha presentado a menudo a Veblen como uno de los principales críticos sociales de la época progresista, un escritor cuyas ideas se aprecian mejor en el contexto de otros movimientos reformistas, tales como el liberalismo y el socialismo. Sin dejar de ser útil, tal interpretación deja de lado el alejamiento de Veblen de los movimientos reformistas, su crítica de los fundamentos teóricos del socialismo, y sus genuinas dudas acerca del poderoso credo pragmático que constituía el núcleo filosófico del liberalismo norteamericano moderno. El nombre mismo de "Veblen" evoca diversas imágenes: entre los lectores comunes hace recordar al excéntrico profesor y cáustico ridiculizador del arribismo y el "consumo conspicuo"; entre los lectores mejor informados, el nombre evoca al teórico que vio en la ascendencia de las profesiones técnicas y científicas una esperanza radical de la transformación social. Pero estas impresiones, derivadas respectivamente de The Theory of the Leisure Class* y The Engineers and the Price System, oscurecen en lugar de iluminar la profundidad y la diversidad del análisis peculiar que hace Veblen de la sociedad industrial moderna. Por una parte surge Veblen apenas como el mentor de Vanee Packard; por la otra, apenas como el precursor de James Burnham o el antepasado espiritual de John Kenneth Galbraith, Asi considerado, Veblen puede ser relegado fácilmente a las notas al pie de página de la historia intelectual norteamericana, un autor cuyas obras se citan con frecuencia pero raras veces se leen. La confusión respecto de la reputación de Veblen deriva en parte de la naturaleza ambigua de su propio legado ideológico: a la izquierda, los marxistas admiran su crítica del capitalismo, pero les molesta su rechazo de Hegel y el materialismo dia-
léctico; los liberales aprecian su ataque a las grandes empresas, pero se sienten perturbados por su escepticismo acerca del progreso histórico; los conservadores gozan con su exposición de las debilidades de la sociedad de masas, pero se alarman ante su falta de respeto a los ricos y los poderosos; y los feministas estiman su entendimiento de la base arcaica de la dominación masculina, pero se desconciertan ante sus propias relaciones con las mujeres. Veblen parece deleitar a todos sin satisfacer a nadie. Me parece que el procedimiento más adecuado para superar estas ambigüedades y lograr un entendimiento más claro de los logros de Veblen es examinar sus ideas principalmente en relación con las teorías de los dos mayores pensadores sociales de la época: Carlos Marx y Max Weber. Por esta razón subrayaremos desde el principio que este libro se refiere a la teoría social en general; Veblen servirá de figura central, y Marx, Weber, Tocqueville, Durkheim, Simmel, Sombart, Mead y otros nos darán ocasionales perspectivas para la comparación. Creo que así le habría gustado a Veblen que se le reconsiderara, no sólo como un reformador tecnocrático, sino como intelectual de gran amplitud, que se ocupa de los mismos grandes problemas de la aprehensión de la realidad social que preocuparon a otros teóricos sociales del siglo XIX y principios del siglo xx. Desde esta perspectiva, Veblen fue casi el único que negó al capitalismo su legitimidad histórica. Negó que representara una fuerza "progresista" que debiese considerarse productiva y racional, independientemente de sus aspectos negativos. Por el contrario, insistió en que una gran parte del comportamiento capitalista es irracional y esencialmente hedonista, un fenómeno casi atávico que no refleja tanto la fría prudencia del hombre burgués como los hábitos residuales de las sociedades primitivas. Ni Marx ni Weber exploraron a fondo la posibilidad de que el capitalismo moderno pudiera interpretarse como un problema antropológico, es decir, que pudiera verse menos como una "etapa" histórica o un "espíritu" peculiar que como una
* Teoría de la clase ociosa,
FCE,
México, 1944.
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mentalidad intemporal, cuyas raíces se hunden no sólo en las antiguas comunidades analfabetas sino también en las profundidades "bárbaras" del hombre contemporáneo. En consecuencia, tanto Marx como Weber subestimaron la capacidad de permanencia del capitalismo y no pudieron percibir la realidad total de la cultura burguesa. Marx se concentró en las fuerzas económicas de la producción, con exclusión de las presiones sociológicas del consumo; mientras que Weber subrayó la naturaleza ascética, no adquisitiva, del capitalismo primitivo, percibiendo el surgimiento de una nueva "ética" más bien que el resurgimiento de un rasgo arcaico. Fue precisamente esta determinación de explicar lo "superior" por lo "inferior" lo que convirtió a Veblen en veneno para el capitalismo, e hizo de él "el bardo del salvajismo", como bien lo describió Perry Miller.! Toda evaluación completa de los logros de Veblen como teórico social deberá partir del reconocimiento de que fue el precursor del campo de la antropología económica.é Sus críticas a la filosofía económica tradicional derivaban sobre todo de su convicción de que la teoría económica no podía explicar adecuadamente, por sí sola, el comportamiento económico ordinario. Por lo tanto, la teoría económica ortodoxa debía ceder el paso a una teoría más comprensiva de los fenómenos sociales, una teoría basada en los datos de la etnología y la antropología. Consideremos, por ejemplo, la función del dinero. En su definición clásica, el dinero desempeña tres papeles: es un medio de cambio, un patrón de valor y un almacén de riqueza. A Veblen le pareció esta definición demasiado racional, basada en la sicología del interés propio y el cálculo económico, característica de los supuestos ortodoxos prevalecientes acerca del comportamiento
humano. Para Veblen, lo importante del dinero es el contexto en que circula, una dimensión sociocultural que, una vez entendida, nos permitirá contemplar el dinero no como un medio de cambio principalmente, sino como una expresión de poder mediante su valor de ostentación. Lo que a fin de cuentas se busca, con el nombre de beneficio o riqueza, es esencialmente el poder, sobre hombres y mujeres, de quienes poseen los símbolos de la riqueza. Uno de los muchos logros de Veblen fue la destrucción del mito de la autoridad de la riqueza, mediante la exposición de la estructura psicológica de un sistema económico movido por causas no económicas. Aunque no pudo transmitir, quizás algo explicable, este mensaje en una cultura norteamericana abandonada obsesivamente al imperio de los bienes, la magnitud de su realización se pone de manifiesto en el hecho de que estaba escribiendo, según la forma, acerca de economía, mientras que realmente profundizaba en la antropología, y hacía a fin de cuentas una contribución importante a la sociología de las relaciones del poder humano. Para tratar a Veblen como un teórico social se requiere una definición más amplia del término "teoría". El propio Veblen nunca se molestó en explicar lo que entendía por tal término, aunque lo utilizó en el título de su libro más famoso. Yo no utilizo el término para referirme a una metodología rigurosa, un mero punto de vista, un programa de liberación humana o un "sistema" teórico integrado por proposiciones lógicamente interrelacionadas y sujetas a refutación o confirmación empíricas. Utilizo el término en una forma ligada al problema de la conciencia. A principios del siglo, en un periodo en que estaban formulando sus teorías los académicos posmarxistas, como Weber, Durkheim y Veblen, la sociedad y la conciencia de la sociedad se habían vuelto problemáticas. Se percibía cada vez más que la sociedad no debe ser explicada por las nociones de quienes participan en ella, sino por las causas más profundas que sus miembros no advierten. Veblen, como Durkheim y otros sociólogos contemporáneos, concebía la sociedad como un poder
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1 Perry Miller, "Introductíon", American Thought: Civil War to World War One (Nueva York, 1954), p. xlix. 2 Sobre la "rev?lución sustantiva" que provocó Veblen en este campo, véase Edw~rd E. Lefllair Jr. y Harold K. Schneider (ccmps.), Economic Anthropology: Readmgs in Theory andAnalysis (Nueva York, 1968). Se encuentra una evaluación. más profunda de Veblen como "pionero" en Norman O. Brown, Life agamst Death: The Psychoanalytical Meaning of History (Nueva York, 1959), pp. 254-257.
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independiente, colocado por encima y a un lado del individuo, un poder que dota a la mente de conceptos que sutilmente se imponen a medida que moldea al individuo mediante las "formas" derivadas de sus inexorables procesos socializantes. Presumiblemente, el conocer a la sociedad mediante la teoría era escapar de esta circularidad epistemológica en que han quedado atrapados el sujeto que conoce y el objeto del conocimiento. Veblen pensaba que la teoría nos permitiría penetrar en los procesos subyacentes de la sociedad que se ocultan a las formas más ordinarias de la conciencia. Pero la teoría no significaba para Veblen la injerencia social ni el activismo político, sino la separación, la autorreflexión y una perspectiva irónica que parecía negarlo todo y no afirmar nada. Mientras que los marxistas creían que conocemos el mundo actuando sobre él y transformándolo (la praxis), y mientras que los liberales pragmáticos creían que la verdad social deriva de la experimentación social, Veblen mantenía que la "curiosidad ociosa" ofrecía la mejor esperanza para superar una condición de la mente tan enajenante, que no puede experimentar siquiera su propia alienación. Marxistas y capitalistas por igual estaban dedicados a cambiar el mundo. Veblen estaba convencido de que no puede cambiarse fundamentalmente lo que no se puede interpretar correctamente. Antes de que podamos empezar siquiera a hablar de superar (Aufhebung) el enajenamiento y la explotación, necesitamos descubrir de dónde surgieron tales fenómenos en la sociedad arcaica, primitiva. Esta tarea constituía el imperativo antropológico de la teoría social. Para apreciar plenamente la contribución de Veblen a la conciencia moderna, debemos adentrarnos en la teoría social comparada. Hay algunos peligros en este campo; entre ellos, la dudosa promesa de la verdad final. "La comparación -escribió George Santayana- es el recurso de quienes no pueden llegar al meollo de las cosas que se comparan; y no hay ninguna filosofía más externa y egotista que aquella que coloca la esencia
de una cosa en su relación con alguna otra."3 La crítica de Santayana puede humillar al filósofo; el teórico social y el historiador intelectual, que no se ocupan de las "esencias" fijas ni de la verdad absoluta, sino de la naturaleza dinámica de los fenómenos sociales, reconocen que sólo podemos entender la vida social como un todo y que cada parte puede entenderse sólo por sus relaciones. Lo que se aplica a la realidad se aplica a la teoría. Para obtener alguna verdad aproximada acerca de los fenómenos sociales, debemos recurrir al análisis comparado. Ninguna teoría social puede examinarse aislada de sus competidoras, pues sólo cuando confrontamos entre sí las teorías nos damos cuenta cabalmente de sus limitaciones. Este libro es esencialmente un ejercicio de confrontaciones teóricas, enfoque que resulta, por cierto, enteramente compatible con los métodos de análisis del propio Veblen. Más que cualquier otro pensador norteamericano contemporáneo, Veblen era, por excelencia, un académico comparativo. Su teoría implicaba la determinación de ciertos rasgos culturales en la sociedad industrial moderna y la comparación de las relaciones sociales contemporáneas con el comportamiento de los hombres y mujeres primitivos de las antiguas sociedades. Examinando los recientes datos de la etnología y la antropología, Veblen ofreció perspectivas nuevas de la realidad social que merecen un estudio sistemático no recibido hasta ahora. Creo que Veblen arrojó luces nuevas e importantes sobre la naturaleza de la sociedad, y la originalidad de su visión sólo puede hacerse evidente con la acumulación de perspectivas diferentes a ese respecto. Bien entendidas, las intuiciones de Veblen pueden, finalmente, originar una reorientación de la teoría social moderna. Como el novelista costumbrista, Vebíen iluminó el significado más profundo del comportamiento social con percepciones imperecederas. Como los literatos, reconoció que podemos aproximamos a la verdad mediante la técnica satírica, exhibiendo la hipocresía y desen-
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3 George Santayana, Charaeter and Opinion in the United States (Garden City, Nueva York, 1956), pp. 102-103.
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mascarando las erradas concepciones prevalecientes acerca de la "falsa conciencia", Como satírico y como teórico social, Veblen sigue siendo una mente crítica de cuya mirada no escapaba nada. Unas palabras acerca de la organización del libro. La Primera Parte, "El ambiente y el hombre", trata de presentar a Veblen con el lector común mediante una discusión elemental de sus obras, su carrera y el contexto histórico general en que vivió. La Segunda Parte, "Teoría e historia", explora las corrientes más profundas de la filosofía social moderna: las teorías del valor, la alienación o enajenación, reificación o cosificación, mediación, hegemonía e historia, y en particular la dinámica sociológica del capitalismo en el curso de la historia estadunidense. La Tercera Parte, "Dentro de la ballena", examina las opiniones de Veblen sobre problemas sociales contemporáneos, tales como la educación superior, el feminismo, la guerra y la paz. El capítulo final, "Discípulos y disidentes", se ocupa del legado de Veblen al pensamiento y la acción social norteamericanos; y la Conclusión: "¿Cuál es el futuro del capitalismo?", ofrece una estimación final del problema central planteado por Veblen: ¿cómo se legitiman la riqueza no ganada y el consumo derrochador en una cultura supuestamente dedicada a la ética del trabajo y el valor de la eficiencia? Una parte de estos materiales ha aparecido antes en las siguientes publicaciones periódicas: Chronicle of Higher Education, History and Theory, The New Republic y Social Research. Varios estudiosos tuvieron la amabilidad de leer porciones del primer borrador del manuscrito. Deseo agradecer las críticas y sugerencias de Lewis Coser, Carl Degler, Anthony Giddens, Robert Heilbroner, Robert Huberty, Christine Hyerman y Alan Lawson. También estoy en deuda Con mi amigo Gerald Meaker, quien se quitó tiempo destinado a sus propias investigaciones para dar una lectura rigurosa al manuscrito. Aprecio en todo lo que valen las sugerencias editoriales de George Lawler, al igual que la información biográfica que me propor-
cionó Joseph Dorfman y los recuerdos de Veblen que me ofreció Lewis Mumford. Agradezco a la Fundación Simon Guggenheim Memorial que haya posibilitado mi residencia en la Universidad de Cambridge, donde, como miembro del Churchill College, trabajé en el libro y me beneficié de las conversaciones con Maurice Dobb, Mases Finley, Doug Gale, Tony Giddens, Jack Goody, Jack Pole y Joan Robinson. Una nota especial de agradecimiento para David Reisman. quien me alentó a ir más allá de su propia interpretación psicoanalítica de Veblen, advirtiendo sin duda, como deberíamos hacerlo todos, que aun los revisores serán revisados, sin excluir al que esto escribe, por supuesto. Laguna Beach, 1977
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PRIMERA PARTE
EL AMBIENTE Y EL HOMBRE
ABREVIATURAS
BE
Absentee Ownership und Business Enterprise in Recent Times (Nueva York, 1923; Bastan, edición Beacon, 1967). The Theory of Business Enterprise (Nueva York, 1904; edición
ECO
Essays in Our Changing Order (Nueva York, 1934; edición
Ao
Augustus Kelley, 1965). Augustus Kelley, 1964). EPS
HL
The Engineers und the Price 8ystem (Nueva York, 1921; edición Harcourt, 1963). The Higher Learning in America: A Memorandum on the Conduct of Universities by Business Men (Nueva York, 1918; edi-
ción Hill & Wang, 1957). Imperial Germany and the Industrial Revolution (Nueva York, 1915; edición en rústica de Ann Arbor, 1966). lOW The Instinct ofWorkmanship and the State ofthe Industrial Arts (Nueva York, 1914; edición Norton, 1964). Tco Teoría de la clase ociosa (México, FCE, 1944). NP The Nature of Peace and the Terms of Its Perpetuation (Nueva York, 1917). pos The Place of 8cience in Modern Civilization and Other Essays (Nueva York, 1918; edición Capricorn, 1969). Nota: La edición Capricorn, utilizada aquí, lleva el título revisado de Veblen on Marx, Race, 8cience and Economics. VI The Vested Interests and the Common Man (Nueva York, 1919; edición Capricorn, 1969). Dorfman 1 Joseph Dorfman: Thorstein Veblen and His America (Nueva York, 1934). Dorfman II Joseph Dorfman, Thorstein Veblen: Essays, Reviews and Reports: Previously Uncollected Writings (Clifton, N. J., IG-
1973).
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1. VEBLEN y LOS ESTADOS UNIDOS
LA
CRISIS DE LA REPÚBLICA
La obra de Veblen Teoría de la clase ociosa se publicó en 1899, en vísperas de la auspiciosa entrada de los Estados Unidos al siglo xx. Muchos escritores saludaron la transición de un siglo al otro como una crónica maravillosa de progreso, pero los diversos movimientos de protesta recientes -la libertad de la plata, el impuesto único, el populismo, el socialismo y el progresismo- sugieren fuertemente que la mayoría de los ciudadanos se sentían víctimas de nuevas y amenazadoras fuerzas económicas que no podían comprender ni controlar. Siempre resulta difícil explicar con precisión cómo entran los "problemas" por primera vez en la teoría social y luego impregnan el dominio más amplio de la conciencia pública; pero, si exploramos la literatura de fines del siglo XIX y principios del siglo xx, podremos distinguir las corrientes contrarias de descontento que fluían por debajo de la superficie doctrina!. Veamos algunas de las revelaciones manifestadas en los escritos publicados más o menos una docena de años antes y después de la publicación del gran libro clásico de Veblen. Aprendemos en primer lugar las lecciones del poder: que la libertad ha sucumbido ante el gobierno de la plutocracia (James Bryce, The American Commonwealth, 1889), que los magnates de Wall Street no producen nada y lo controlan todo (William "Coin" Harvey, Money, Trusts, and Imperialism, 1900), que la corrupción se propaga sin freno en los más altos niveles de la administración pública (David Graham Phillips, The Treason of the Senate, 1906), y que "la naturaleza es rica, pero en todas partes el hombre, heredero de la naturaleza, es pobre" (Henry 51
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VEBLEN Y LOS ESTADOS UNIDOS
Demarest Lloyd, Wealth Against Commonwealth, 1894). Luego
incorregiblemente venal (Mark Twain, ''The Man that Corrupted Hadleyburg", 1899), y que la cristiandad está senil y Dios ha muerto (H. L. Mencken, The Philosophy of Nietszche, 1908). En medio de esta babel de sabiduria de la intelectualidad, el
aprendemos las lecciones de la historia: que los valores democráticos surgidos de la abundancia de tierra y espacio declinarían al cerrarse el territorio occidental a nuevos asentamientos (Frederick Jackson Turner, "The Significance of the American Frontier", 1893), que a las minorías étnicas, apiñadas en los ghettos urbanos, se les había negado el acceso a las oportunida-
des que volvían reales y viables los valores democráticos (Jacob Riis, How the Other Half Lives, 1890), que los valores políticos de los Estados Unidos ocultan en realidad el lado turbio de la historia norteamericana (Charles Beard,An Economic Interpretation of the Constitution, 1913), y que los valores norteamericanos tradicionales no pueden significar nada mientras
no se libere a la mujer de las penalidades de las faenas domésticas (Charlotte Perkins Gilman, Women and Economics, 1898).
y cuando estudiamos a los filósofos y los teóricos sociales entendemos que no puede aspirarse a la elevación de la conciencia mientras no alcance la mente un entendimiento autocrítico de su propia naturaleza (William James, "Does Consciousness Exist?", 1904), que quizá resulte imposible determinar el significado y el valor individuales porque todo conocimiento depende de costumbres que son relativas, ni buenas ni malas, sino tan
sólo culturalmente pertinentes al tiempo y lugar (William Graham Sumner, Folkways, 1906), y que el individuo ha sido absorbido en la sociedad política y ya no puede ser considerado como una unidad de investigación discreta, discontinua (Arthur
Bentley, The Process of Government, 1908). Por último, buscando la ayuda religiosa, aprendemos que el hombre ha sucumbido totalmente ante las tentaciones de la carne (Max Nordau, Degeneration, 1895), que el pecado y el sufrimiento son reales y sólo pueden comprenderse a través de la fe en Dios (Josiah Royce, Studies ofGood and Evil, 1898), que un reavivamiento del fervor religioso y el deber social es la última oportunidad para la redención de los Estados Unidos (Walter Rauschenbusch, Christianity and the Social Crisis, 1907), pero la naturaleza humana es
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pueblo norteamericano permanecía tan perturbado como entusiasmado cuando miraba hacia el nuevo siglo. Tres problemas
lo aquejaban especialmente. Uno era la pérdida de la libertad individual, la erosión de la autonomía por obra de las estructuras jerárquicas del poder surgidas de los procesos de modernización. A medida que el país pasaba de una economía agraria a una industrial, y a medida que los ciudadanos emigraban del campo a la ciudad, más y más trabajadores dependían para su subsistencia de los propietarios de las fuentes de materiales y maquinaria para la producción. A su vez, la propiedad de estos medios cruciales de la vida económica gravitaba alrededor de una entidad antes desconocida, que se convirtió, después de
1880, en la sede principal del poder económico: la sociedad anónima. Al principio un instrumento eficiente para la canalización de la actividad empresarial, la forma sociedad anónima de la empresa llegó a ser considerada por la mente popular como algo más que un leviatán de avaricia y corrupción: los conspiradores ferroviarios, bien conocidos por los lectores de The
Octopus (1901) de Frank Norris; y los manipuladores de acciones, de quienes tenían noticia los lectores de The Titan (1914) de Theodore Dreiser. Los Estados Unidos habían sido predominantemente una nación de agricultores y de comerciantes pueblerinos dedicados a una vida de oportunidad económica y de individualismo competitivo. Los estadunidenses llegaron a dar
por sentado que la propiedad se distribuiría ampliamente y que el poder político y económico se dispersaría por todas partes. La reacción contra la aparición repentina de la sociedad anónima gigantesca, a fines del siglo XIX, reflejaba la reacción generalizada contra el poder económico centralizado y revelaba el vigor de los valores norteamericanos tradicionales. Precisamente le correspondió a Veblen demostrar que las insti-
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tuciones nuevas sólo podrían ser efectivamente cuestionadas cuando se superaran los ideales antiguos. Los trabajadores y los consumidores no eran los únicos amenazados por la sociedad anónima. El capitalismo avanzado también sacrificó al empresario independiente en aras del progreso. La desaparición del artesano que trabaja por cuenta propia y del tendero avanzó a medida que el capitalismo asociado desarrollaba técnicas de organización cada vez más refinadas. Este proceso culminó en el trust o consorcio, una forma de combinación en la que las compañías afiliadas entregan sus acciones y su poder a una junta central de administradores. El consorcio de la Standard OH de John D. Rockefeller, organizado en 1889, constituyó el primero y más afortunado proyecto de control de crédito a gran escala. Rockefeller y sus defensores sostenían que las victorias en las competencias que produjeron su riqueza y poder enormes se debían a sus métodos de comercialización innovadores y su genio empresarial. Resulta significativo el hecho de que quienes consideraban el poder de la sociedad anónima como una amenaza para la libertad individual no tuviesen ninguna refutación técnica contra la defensa capitalista de la consolidación empresarial, basada en la eficiencia y la productividad. En efecto, como era común en este país, la única respuesta legislativa ante el poder asociado fue la restauración del principio de la competencia mediante un estatuto legal, lo que constituía una política tal vez única entre las naciones occidentales. Pero la Ley Antimonopolística* de Sherman (1890), elaborada para fragmentar las asociaciones en unidades más pequeñas, era sólo un esfuerzo para remediar con más individualismo los problemas provocados precisamente por el individualismo irrestricto. En cambio, Veblen formuló una refutación singular de la ideología empresarial de concentración; presentó argumentos contra el capitalismo en términos de sus propias pretensiones de eficiencia y productividad.
* En inglés, Sherman Anti-Trust Act.
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Si el pueblo norteamericano sentía en el terreno político su pérdida de poder bajo el capitalismo asociado, en el terreno psicológico cobró cada vez más conciencia de la afrenta de la riqueza y la posición social. La obra en tres volúmenes de Gustavus Myers, A History of Great American Fortunes, publicada en 1909 y 1910, confirmaba con hechos el descontento popular por la mala distribución del ingreso. Es posible que Myers no haya estado del todo en 10 cierto cuando supuso que la concentración de la riqueza derivaba del crecimiento industrial del periodo posterior a la Guerra Civil. Aun durante la época jacksoniana del "hombre común", para no ir más lejos, las clases adineradas habían integrado una selecta minoría social. Lo nuevo a fines del siglo XIX era el ensanchamiento del abismo que separaba a ricos y pobres y la forma en que podía ostentarse tan descaradamente la riqueza. Mark Twain llamó a estos años la "Edad de oropel", para denotar una época de robusta extravagancia. "La sociedad" se volvió un sinónimo de las nuevas mansiones seudogóticas, donde las luces de gas parpadeaban con lascivia sobre juergas presumiblemente interminables en un ambiente de cristal y plata, roble y caoba, terciopelo y mármol. Nueva York, Chicago y San Francisco -grandes ciudades todas ellas- teman sus "locutorios", un eufemismo para los magnificentes burdeles de puertas de roble talladas a mano, paredes con paneles de aceitillo donde se alinean espejos biselados y, por supuesto, las barras de caoba pulida donde los "caballeros" podían saborear champaña Y ostiones importados mientras se vanagloriaban de sus éxitos comerciales y sus conquistas eróticas. En una época de sensibilidad ostentosa, era natural que Jim Fisk, el talentoso roué que había llevado a la quiebra al Ferrocarril Erie, construyera la Gran Ópera de la ciudad de Nueva York como un monumento esplendoroso que albergaba la oficina principal del Erie y a gran número de atractivas mujeres que lucían trajes de malla. Pero Fisk y sus cómplices Daniel Drew y Jay Gould, los malandrines millonarios de la "conspiración del oro" de 1869, se
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veían despreciados por los Rockefeller, los Vanderbilt y otros miembros del estrato superior de los "antiguos" nouueaux riches, para quienes su riqueza reflejaba sus hazañas y su carácter. Estos futuros pilares de la sociedad solían anunciar su "llegada" mediante bailes de gala de considerable suntuosidad. La señora W. K. Vanderbilt ofreció una fiesta de inauguración en su mansión de la Quinta Avenida; parecía que los Médicis habían llegado a Manhattan: los pasillos y los salones estaban adornados con arreglos florales, y el gimnasio del segundo piso se convirtió en un enorme comedor incongruentemente situado en el trópico; el señor Vanderbilt vestía como Luis XlV y su esposa COmo una princesa veneciana. Tal extravagancia podía ser justificada por los economistas conservadores y los custodios de la cultura: al fin y al cabo, el gasto lujoso servía para hacer circular el dinero; la construcción de una casa de 40 habitaciones implicaba el empleo de mano de obra, y la decoración exquisita patrocinaba las artes y las artesanías.' Pero en raras ocasiones veía el público las cosas de otra manera. Durante el pánico de 1897, los Bradley Martin decidieron ofrecer un baile para ayudar a aliviar el desempleo nacional; la fastuosa celebración, efectuada en el Waldorf Astoria, tuvo un costo estimado en 369000 dólares. Fue tan grande la protesta de la prensa contra tan dispendiosa opulencia que los Martin, cayendo en desgracia, huyeron a Europa. La izquierda radical se deleitó con este derrumbe, en el que veía el presagio de una conciencia de clase. El artista William Balfour se sintió inspirado para pintar su famoso cuadro de un comedor lleno de magnates y matronas, resplandecientes con sus gemelos de diamantes y sus vestidos de gala adornados de esmeraldas, que retrocedían justamente horrorizados ante el poderoso puño de un obrero que atravesaba el entarimado del restaurante. La pintura, donde aparecía el piso apoyado en las cabezas y hombros inclinados del proletariado que se encon-
traba debajo, satisfacía sin duda la estética del conflicto de clases. Pero cabría preguntarse si los norteamericanos de clase baja deseaban derribar en efecto a las clases altas o sólo ascender al nivel de ellas. ¿Serían capaces de cuestionar la hegemonía del capitalismo los trabajadores, a quienes tenía que recordárseles de continuo que los ricos eran infelices y decadentes en el terreno psicológico? ¿Constituía de veras el movimiento obrero una amenaza real para la autoridad de la riqueza en los Estados Unidos? Otro problema afrontado por la nueva sociedad industrial norteamericana era la evidente inadecuación de los principios morales en la lucha entablada contra el poder de las grandes empresas. La filosofía ética contemporánea representaba una amalgama curiosa, derivada del materialismo utilitarista de Franklin y los Padres Fundadores, el idealismo espiritual de Emerson y los trascendentalistas, y el individualismo amoral y competitivo de William Graham Sumner y los darvinistas sociales. Estas corrientes doctrinales, que ofrecían las opciones antitéticas de una materialización de la mente, una intuición mística del "espíritu", o un culto comercial de la acción," no tenían en común más que la más preciosa idea de todas: el principio de la confianza en uno mismo. Pero, de hecho, había resultado inútil el intento de aplicar este código moral individualista, nacido de una sociedad agraria que desaparecía rápidamente, a las realidades de un orden social altamente industrializado y cada vez más integrado. Inútil porque la noción tradicional de la moral descansaba en gran medida en la responsabilidad personal, mientras que el anonimato de la organización en sociedad anónima ayudaba a oscurecer la obligación individual, y en efecto a despersonalizar toda la esfera de las relaciones humanas. Por la misma razón, la idea más antigua de la moral religiosa había implicado que el bien y el mal podían reconocerse sin dificultad; pero como observó el sociólogo E. A. Ross en Sin and
1 Edward Chase Kirkland, Dream and Thought in the Business Community, 1860-1900 (Chicago, 1964), pp. 29-49.
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2 George Santayana, Winds ofDoctrine and Platonism and the Spiritual Life (Nueva York, 1957), pp. 1-24, 185-215.
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Society (1907), estaba en la esencia de la moderna vida empresarial que abriera de par en par las puertas a la codicia, liberara a la sociedad de las restricciones tradicionales, y así despojara al comportamiento de la antigua carga de la culpa. Además, mientras que los antiguos códigos éticos de Jefferson y Franklin habían presupuesto un "sentido moral" innato, la ciencia moderna y el pensamiento evolutivo negaban la realidad de la conciencia espiritual del hombre. En el universo de silencio moral revelado por el pensamiento naturalista, la ética parecia seguir a la lógica del poder, no al poder de la lógica o las urgencias de la compasión. A fines del siglo XIX y principios del siglo xx, habia en los Estados Unidos, sin duda, mucho más que ambición material desenfrenada, conflicto industrial, parálisis ética, corrupción municipal e inmigrantes rudos; pero ésta era la visión de la vida norteamericana que surgía de las páginas de Lincoln Steffens, Homer Lea, Ignatius Donnelly, Mary Lease, Brooks y Henry Adams y, sobre todo, Jack London, Y esta visión alimentaba las premoniciones apocalípticas de los representantes del antiguo orden angloamericano, que se veía cada vez más desafiado por lo que parecía ser una alianza profana de los embrutecidos obreros irlandeses con los avarientos banqueros judíos. Aun los utópicos más benignos y patricios, como Edward Bellamy y William Dean Howells, sentían el cálido aliento de la revuelta social inminente, y en efecto era este temor de la catástrofe lo que se encontraba detrás de su obsesión por la armonía. Algunos progresistas experimentaban también una sensación profunda de fatalismo ante el avance del poder asociado. Hasta el vigoroso Theodore Roosevelt confesaba su impotencia inicial en su Autobiography: La oleada de materialismo individualista, donde la libertad completa del individuo [...] significaba en la práctica la libertad absoluta para que los fuertes abusaran de los débiles. El poderío de los grandes señores de la industria L..] había avanzado a grandes zanca-
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das, mientras que los métodos para controlarlos [... ] a través del gobierno, seguían siendo arcaicos y por lo tanto prácticamente impotentes."
Roosevelt y muchos de los reformadores de la época se interesaban menos por el análisis de las causas más profundas del poder capitalista que por la corrección de sus perniciosas consecuencias. Este enfoque colocaba la solución adelante del problema. Si pudiera utilizarse el poder del gobierno para restringir el poder económico de las grandes empresas, ¿cuáles medios políticos podrían emplearse para limitar la autoridad cultural de la riqueza? Si en efecto eran tan manifiestamente malvados y egoístas los "grandes señores de la industria", ¿cómo habían podido ganar tan gran influencia y prestigio que aun Roosevelt, el presidente de los Estados Unidos, podía sentirse a menudo empequeñecido en su presencia? Es sobre todo a esta interrogante a la que Veblen buscaría una respuesta.
LA PERSUASIÓN
DE LA REFORMA
El esfuerzo de la república por salvarse del poder de las clases adineradas y restablecer la potencia de la conciencia moral originó en la época de Veblen dos movimientos políticos, el progresismo y el socialismo. A través de estos movimientos fluían tres corrientes intelectuales que suministraban el impulso para la reforma y la inspiración para el cambio social: el idealismo liberal, el humanitarismo cristiano, y la ingeniería científica y social. La primera de estas corrientes surgió a la superficie política durante el movimiento progresista, ya que encontró una plataforma nacional en las administraciones de Roosevelt y de Woodrow Wilson. Ambos presidentes querían renovar la fibra moral de la nación; ninguno de ellos proponía una reestructuración 3
Theodore Roosevelt, An Autobiography (Nueva York, 1913), pp. 462-463.
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básica del orden económico ni un análisis a fondo de sus bases ideológicas. Roosevelt estaba dispuesto a utilizar el poder del gobierno federal para dar un "trato justo" a los trabajadores, agricultores y pequeños empresarios que estaban siendo eliminados por las grandes empresas. Wilson no quería utilizar el Estado para disciplinar a las empresas, sino para revivir las virtudes norteamericanas originales. El sentido de lucha y conflicto de Roosevelt y su condena de los "malefactores de la riqueza" se asemejaban en algunos sentidos al entendimiento darviniano que tenía Veblen del poder de los fuertes sobre los débiles. En cambio, Wilson creía que podía eliminarse el poder abusivo mediante la restauración de las oportunidades competitivas de las empresas a través de las agencias reguladoras del gobierno si fuese necesario. Mientras Roosevelt pensaba que a lo sumo podía restringirse el poder, Wilson estaba convencido de que podía depurarse dando nueva fuerza a los antiguos valores del individualismo, la iniciativa y el espíritu de aventura. "Un pueblo se salvará", declaraba Wilson,
socialismo cristiano. Uno de los libros más leídos de la época fue el de Edward Bellamy, Looking Backward (1888), una parábola del comunalismo espiritual que, en la tradición de las grandes restauraciones, pedía "una fusión y comunicación de los corazones de los hombres". El ministro W. D. P. Bliss, de Boston, organizó la publicación periódica American Fabian como una fusión del idealismo de Bellamy y el socialismo cristiano; y el reverendo George D. Herron, una de las figuras más prominentes del Partido Socialista estadunidense, identificaba el cristianismo con el marxismo como evangelios iguales de la religión de la humanidad. El movimiento del evangelio social también aplicó su celo misionero a la vida pública, enviando a sus discípulos a los barrios miserables para que estudiaran el problema laboral, la política de los caciques y la propiedad absentista. En el nivel teórico, estas ideas y actividades culminaron en el libro de Walter Rauschenbusch, Christianity and the Social Crisis (1907), tratado religioso que denunciaba al capitalismo por haber corrompido el espíritu de los hombres al alentar tales principios anticristianos como la agresión, la codicia y la soberbia. Thorstein Veblen respondió a la vasta literatura de la reforma moral con aburrimiento y escepticismo. Desde su perspectiva, el progresismo liberal y el socialismo cristiano parecían un esfuerzo inútil por avanzar hacia el ayer, por revivir como soluciones las nociones mismas que formaban parte del problema. El individualismo burgués apenas si podría contener la concentración de riqueza y poder, derivada en gran parte de los imperativos técnicos de la organización en sociedad anónima. Tampoco podría el protestantismo restaurar la ética del trabajo en una sociedad donde el ocio se volvía cada vez más un estilo de vida envidiable, si no es que una noble vocación. En el tercer ingrediente del pensamiento reformista -la ciencia y la ingeniería social- encontraba Veblen mayores esperanzas para el futuro de la civilización industrial. El prestigio de la ciencia a principios del siglo se debía en parte a las
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por las aguas que broten de sus propias fuentes, dulces y perennes. No desde arriba; no por el patrocinio de sus aristócratas. Todo lo que florece hermosamente en el aire del cielo obtiene de sus raíces su belleza, su vigor [...] Del suelo, de los capullos silenciosos de la tierra, surgen las corrientes de la vida y la energía. Del suelo común, del corazón tranquilo del pueblo, brotan jubilosamente ahora las corrientes de esperanza y determinación que habrán de renovar la gloria en la faz de la tierra.!
La tradición liberal representaba una fuente de reforma; la herencia religiosa representaba otra. El idealismo protestante radical, con su indignación moral y su promesa evangélica de un mundo mejor, influyó tanto en el progresismo como en el 4 Woodrow Wilson, The New Freedom: A Call for the Emancipation ofthe Generoue Spirit of a People; compilador: William Leuchtenberg (Englewood Cliffs, N. J., 1961), p. 6.
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grandes hazañas de la ingeniería y la medicina, cuyos logros se celebraban regularmente en ferias y exhibiciones mundiales. Las realizaciones logradas en estos campos no podían dejar de fortalecer la creencia de que podría recurrirse al genio del método científico para iluminar también la naturaleza y el funcionamiento de la sociedad. Resultaba irónico que este gran sueño de la Ilustración del siglo XVIII apoyara la posición de varios teóricos sociales conservadores, quienes suponían que un estudio empírico de las leyes económicas de la "naturaleza" justificaría las doctrinas del liberalismo y conduciría a una vida más racional y productiva para todos. Pero el método del análisis empírico también inspiró a muchos críticos radicales que consideraban el socialismo como la "ciencia de la sociedad". A principios del siglo, la izquierda intelectual gustaba de citar a Marx en el sentido de que los científicos debían "poner sus conocimientos al servicio de la humanidad". Veblen defendió también esta síntesis del conocimiento empírico y el progreso socia1. A pesar de sus diferencias teóricas con los marxistas, tradujo con entusiasmo, para los lectores norteamericanos, el emocionado discurso de Ferdinand Lasalle, "Die Wissenschaft und die Arbeiter" ["La ciencia y el trabajador"]. Lester Ward, padre de la sociología estadunidense, también consideraba la ciencia como el cimiento de la sociedad moderna y el foco del análisis social moderno. Ward era la respuesta liberal al darvinismo social conservador. Su Dynamic Sociology (1883) instaba a los darvinistas como Herbert Spencer y William Graham Sumner a apreciar el papel creativo de la mente y a no despreciar al hombre como un ser pasivo en el proceso evolutivo. La economía del1iberalismo conducía al caos y el conflicto, mientras que el progreso genuino sólo derivaba de la interferencia calculada del hombre en la naturaleza. Por 10 tanto, los mejores agentes del progreso social eran quienes entendían que el hombre puede controlar las fuerzas de la naturaleza por el artificio deliberado.
Antes de que la legislación progresista pueda triunfar -advertía Ward- cada legislatura deberá convertirse, por decirlo así, en una escuela politécnica, un laboratorio de investigación filosófica de las leyes de la sociedad y la naturaleza humana. Ningún legislador está calificado para votar o proponer medidas destinadas a afectar los destinos de millones de unidades sociales mientras no domine todo lo que se sabe de la ciencia de la sociedad. Todo verdadero legislador debe ser sociólogo.f
¿Cuáles eran esas "leyes de la sociedad y la naturaleza humana"? Ward creía que podríamos descubrirlas mediante la investigación empírica y el análisis teórico; así podría demostrar el sociólogo la naturaleza cooperativa y sociable del hombre, y echar las bases para la llegada de la buena sociedad. Veblen estaba menos seguro de que los "hombres de buena esperanza" (según la apropiada descripción de Daniel Aarcnl triunfaran sobre las fuerzas del poder de la sociedad anónima. Tal visión optimista no sólo subestimaba la carga de la herencia arcaica del hombre, sino que no advertía la profunda asimilación de la ideología del capitalismo en el pensamiento y la cultura norteamericanos. Nadie estaba más consciente de la preeminencia de los valores capitalistas que el propio Veblen.
PREEMINENCIA DE LA IDEOLOGíA CAPITALISTA
En muchos sentidos, Veblen fue para el capitalismo del siglo XIX lo que Voltaire para el catolicismo del XVIII: el azote, el satirizador y el grand démolisseur de la creencia dogmática. Tanto el filósofo francés como el teórico social norteamericano tomaban la modernidad con cierta ambivalencia, y ambos dirigieron su ingenio mordaz a las ficciones en que se sostenían las instituciones sagradas y a las inagotables debilidades de la especie 5 Henry Steele Commager (comp.), Lester Frank Ward and the Welfare State (Indíanépclís, 1967), p. xxxvi.
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humana. Pero mientras que las ideas de Voltaire triunfaron finalmente y encontraron expresión en la Ilustración, las de Veblen resultaron a fin de cuentas incapaces de sobrevivir a los intereses y percepciones cambiantes de varias generaciones de intelectuales estadunidenses. Más adelante discutiremos si el "gran hombre"Veblen fue "enterrado por la ortodoxia", como ha lamentado la economista británica Joan Robinson (en una conversación con el autor), o si sus ideas sucumbieron ante sus propias falacias. El objetivo inmediato de estos primeros capítulos es explicar el papel que desempeñó Veblen en la liberación del pensamiento social norteamericano durante las dos primeras décadas del siglo xx. Para el efecto será necesario que entendamos primero los supuestos en que se basaba la hegemonía de las ideas y los valores capitalistas. Los supuestos de la ideología conservadora estadunidense de fines del siglo XIX contenían tres ingredientes dominantes: la ética protestante, el darvinismo social, y la economía política. La ética protestante surgió en los Estados Unidos en los sermones de los puritanos del siglo XVII; pero sería un error --o por lo menos una grave simplificación- el considerar la teología calvinista como la partera de la ideología capitalista, como han querido imaginar algunos estudiosos posteriores. El calvinismo apenas instilaba la confianza audaz y la racionalidad irrestricta que se volvieron características del empresario burgués; tampoco los puritanos norteamericanos llevaban una vida de individualismo económico, empresa competidora, y materialismo sin límites. Por el contrario, su sueño más preciado se encontraba en la comunidad, su mayor temor en la discordia. No obstante, aunque el puritanismo y el capitalismo eran ideologías históricamente distintas, compartían por lo menos una premisa (cuestionada por Veblen en su formulación capitalista posterior): el "evangelio" del trabajo y la riqueza. Dos siglos antes que lo enunciara Andrew Carnegie, podemos encontrar en los escritos de Cotton Mather y otros teólogos puritanos la doctrina de las dos vocaciones, la idea de que un cristiano puede
servir a Dios mientras realiza su propia ocupación. Conforme a esta formulación mundana, el éxito económico podía considerarse como una "señal" de salvación, aunque la pretensión de la santificación a través del trabajo violara la doctrina de la gracia y llevara consigo el pecado de la soberbia. El puritanismo era incompatible con el capitalismo en muchos sentidos; pero en la medida en que mantenía la esperanza de salvación a través del esfuerzo práctico cristiano, alentaba una moral activista en la que el hombre sería absorbido tarde o temprano, como temían los puritanos, por los deseos materiales, y "se hundiría en los Obstáculos de su Ocupación"." Ben ljaminl Franklin no era la perfecta encarnación norteamericana de la ética protestante. Era demasiado hedonista, empleado público y científico curioso para "hundirse" en la búsqueda única de la adquisición capitalista. Pero la creencia de Franklin en el cultivo del carácter mediante el trabajo arduo tenía claras raíces en el protestantismo, y sus máximas 'Para alcanzar la riqueza" fijaron el tono de los preceptos de "trata, trata de nuevo" del McGuffey Reader, las parábolas de Horatio Alger sobre "el vagabundo que se vuelve millonario" y la filosofía del esfuerzo propio de Carnegie. La idea del éxito individual, del triunfo de la voluntad sobre las circunstancias, pronto impregnó el pensamiento y la cultura norteamericanos, tanto elevados como bajos, y Veblen lo sabia bien. Para fines del siglo XIX, la ética protestante tradicional se volvió casi sinónima de las lecciones del famoso "Evangelio de la riqueza" de Carnegie: la prosperidad evidencia carácter y virtud, la pobreza patentiza flojera y vicio. La doctrina del darvinismo social reforzaba la ética protestante al convertir una supuesta verdad espiritual en un supuesto hecho natural. Los lemas derivados de la teoría de la evolución -la "lucha por la existencia", "selección natural" y la "supervivencia del más apto"- daban validez científica a la 6
Cotton Mather, A Christian at hie Calling (Bastan, 1791), pp. 36-48.
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filosofía capitalista de la vida. Pues la premisa central del capitalismo y del darvinismo -una premisa cuestionada por Veblen- sostenía que la vida es una lucha dura, de competencia, por los limitados recursos de que provee la naturaleza; una lucha donde la naturaleza, no Dios, premiaría al fuerte, capaz e industrioso, y castigaría al débil, perezoso y descuidado. El gran exponente del darvinismo social en los Estados Unidos fue William Graham Sumner, académico de Yale que había sido educado en el ideal protestante de que se sirve a Dios siendo frugal y productivo. Posteriormente, como estudiante graduado, Sumner abandonó el cristianismo por las enseñanzas del influyente filósofo inglés Herbert Spencer, quien sostenía que nadie debería tratar de interferir con los procesos inexorables de la naturaleza, que, abandonados a sus propias "leyes", acercarían al hombre a la perfección. Spencer se oponía a la regulación gubernamental de la economía, las escuelas financiadas por el Estado, la ayuda a los pobres y aun a las leyes de salud pública, pues creía que la naturaleza le hacía un favor a la humanidad "señalando a los deprimidos, a los intemperantes y débiles como las víctimas de una epidemia". 7 Como discípulo norteamericano de Spencer, Sumner atacó a los reformadores y socialistas de izquierda, los "ignorantes llenos de sueños imposibles" que trataban de desafiar a la naturaleza volviendo a hacer el mundo. Según Sumner, la sociedad podía entenderse mejor corno una analogía con la biología. Persisten los principios darvinianos de la lucha, y las crueldades de la naturaleza se reflejan inevitablemente en la sociedad. El animal humano se ve impulsado a competir sólo por el "aguijón de hierro" de la escasez; la abundancia de habitantes y la falta de tierra obligan a los hombres a luchar entre sí por los medios de subsistencia. En este combate sin fin, nadie le debe nada a nadie. El individuo solitario debe practicar las dos grandes vírSobre la "moda de Spencer" en los Estados Unidos, véase Richard Hofstadter, Social Danoiniem in American Thought (Boston, edición Beacon, 1955), pp. 31-50. 7
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tudes de la autonegación y el trabajo arduo, virtudes humanas que contribuyen a los recursos económicos del trabajo y el capital. El "héroe de la civilización es el depositante bancario", declaraba Sumner, el hombre que, por la capacidad para posponer su placer, ahorra e invierte sabiamente, crea capital y así forja el crecimiento económico. Estas lecciones morales eran las verdades científicas olvidadas por la izquierda. Motivados por la falsa doctrina de la igualdad, los radicales querían eliminar la competencia y quitar a los productivos para dar a los improductivos. Al destruir las fuentes del capital, la izquierda destruiría la base de la civilización." La economía política, tercer ingrediente del pensamiento conservador estadunidense, reforzaba la ética protestante y el darvinismo social. La teoría económica norteamericana del siglo XIX derivaba en gran medida de La riqueza de las naciones, de Adam Smith, y el concepto de la ley natural del siglo XVIII. Como disciplina, la economía era deductiva, basada en el supuesto de un orden natural de las cosas que opera a través de leyes inmutables regidoras de un universo de regularidad casi perfecta. A partir de este supuesto, los economistas como John Bates Clark, blanco de los ataques de Veblen, pudieron extraer varios corolarios: primero, los economistas conservadores creían que la competencia era la ley de la vida, y tendían a ver en este principio más orden y armonía que los darvinistas sociales. "Bien vista ---escribió el distinguido economista Francis A. Walker- la competencia perfecta parecería ser el orden del universo económico, tan cierto corno que la gravitación es el orden del universo físico, y no menos armoniosa y benéfica en su operación."? Segundo, el "mercado libre" era el reflejo institucionalizado de la tendencia natural del hombre hacia la autoafirmación, de modo que no podía ser eliminado, como no podía 8 Williarn Graham Sumner, "Sociology" y "The Absurd Effort to Make the World Over", en American Thought, pp. 72-104. 9 Citado en Henry Steele Cornmager, The American Mind (Nueva Haven, 1950), p. 230.
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eliminarse la ley de la gravitación. Tercero, la libre empresa asegura que la economía funcione de acuerdo con las leyes de la oferta y la demanda, un mecanismo automático que gobierna los niveles de precios y salarios para beneficio del comprador y del vendedor. Cuarto, puesto que los precios y los salarios siguen un "curso natural", el principio del liberalismo debe ser observado por un gobierno cuya única función sea la seguridad nacional y la protección de la propiedad. Y quinto, como el interés propio es y será siempre la fuente principal de la acción humana, el comportamiento del "hombre económico" es racional y, por ende, susceptible de análisis empírico, y quizá finalmente susceptible de pronóstico científico. Los dogmas de la ética protestante, el darvinismo social y la economía política no sólo eran compartidos por los economistas conservadores, sino por algunos titanes del capitalismo, tales como John D. Rockefeller, James J. Hill, el comodoro Vanderbilt y J. P. Margan. El ilustrado Carnegie con ocia a Spencer, pero es muy dudoso que otros gigantes de los negocios fuesen versados en la literatura de la economía política o del darvinismo social. 10 Y tampoco intentaban los capitanes de la industria conciliar efectivamente los ingredientes del pensamiento conservador. Por lo tanto, Rockefeller podía utilizar el darvinismo social para explicar por qué no era adecuado para la supervivencia el principio clásico de la competencia en la época moderna de la consolidación de empresas.
derredor. Ésta no es una maligna tendencia de los negocios: es simplemente la operación de una ley natural y una ley de Dios.'!
Sin llamar jamás a los negocios una "maligna tendencia", Veblen pudo contradecir claramente casi cada uno de los supuestos y cada una de las proposiciones en que descansaba la ideología del capitalismo.
El desarrollo de una empresa grande es simplemente una supervivencia del más apto... La hermosa rosa norteamericana sólo puede producirse en el esplendor y la fragancia que alegran a su propietario mediante el sacrificio de los botones tempranos que crecen a su
ID Robert Bannister, '''The Survival of the Pittcst is Our Doctrine': Hietory or Histrionics?", Journal ofthe Hietorv of Ideas 31 (1970), pp. 377-398. Véase también una valiosa discusión del darvinismo y la teoría económica en Paul F. Boller, American Thought in Transition: The Impact 01" Evolutionary Nuturalism, 1865-1900 (Nueva York, 1969), pp. 70-93.
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Citado en Hofstadter, p. 45 (véase la nota 7).
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n. LA ENTRADA DE VEBLEN, "PERTURBADOR DE LA PAZ INTELECTUAL" LA POSICIÓN SOCIAL DEL OCIO Y EL ESTIGMA DEL TRABA.JO
Las obras más conocidas de Veblen -la Teoría de la clase ociosa, The Theory of Business Enterprise, The Engineers and the Price System y Absentee Ownership- fueron intentos de exponer el sistema de valores de la moderna Norteamérica industrial, como hemos visto, mientras que sus ensayos teóricos y su tratado filosófico más audaz, The Instinct of Workmanship, pueden considerarse como intentos de desarrollar una explicación opcional de las tres teorías sociales reinantes en su época: la escuela neoclásica de economía, la filosofía marxista de la historia y la interpretación weberiana del capitalismo y la ética protestante. Nos ocuparemos en primer término de Veblen el demoledor, y empezaremos por el principio, por los orígenes de la propiedad. Para disociar la ideología del capitalismo, Veblen planteó una interrogante sencilla: ¿Cómo se adquirió originalmente la propiedad? De acuerdo con la teoría ortodoxa, la posesión de bienes se relacionaba de algún modo con la valía moral del poseedor, conforme al supuesto de que el hombre capitalista había creado riqueza por la virtud de su trabajo y su inteligencia y carácter superiores. Esta noción, prevaleciente en el siglo XIX, se basaba en la filosofía de Locke y en el pensamiento clásico del siglo XVIII. Pero Veblen no creía que fuese necesario retornar al pensamiento clásico para cuestionar la legítimidad de la propiedad como recompensa del trabajo. Recurriendo en cambio a la antropología contemporánea, señaló que la propiedad con frecuencia se arrebataba, se tomaba por medio del robo o de la fuerza 70
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bruta. En lugar de ser una hazaña honorable de producción, la riqueza privada se originaba a menudo en un acto de agresión. Para apoyar esta tesis impía, Veblen examinó dos tipos de comunidades contrastantes, que los antropólogos apenas habían empezado a estudiar a fondo. Descubrió en el Japón feudal, en las islas de la Polinesia y entre las tribus de Islandia la existencia de una "clase ociosa", es decir: guerreros y jefes tribuales que vivían del trabajo de su propio pueblo. En términos más provocativos, Veblen afirmó que había encontrado entre algunos pueblos poco estudiados, que apenas empezaban a investigar los antropólogos -tales como los indios pueblo, varios otros indios norteamericanos, los andamanes, los todas, los ainu de Asia y África y "ciertos grupos de bosquimanos y esquimales't-., algunas comunidades que parecían carecer por completo de una clase explotadora, comunidades que eran invariablemente pequeñas, sedentarias y colectivistas. Las características distintivas de estas comunidades eran sus economías de subsistencia marginal, su carácter pacífico, y la ausencia de toda pretensión formal de propiedad privada. Por el contrario, en las sociedades con clases ociosas la propiedad era un aspecto fundamental, y de hecho una de las primeras expresiones de la propiedad era la posesión de las mujeres por los hombres más fuertes de la aldea. La captura de mujeres en los enfrentamientos tribuales determinó las etapas inferiores de la "cultura bárbara", un acto relacionado tal vez con los orígenes de la esclavitud. Veblen especuló que las mujeres eran capturadas muy probablemente como "trofeos útiles", y esta apropiación de humanos se extendió finalmente a otras "cosas útiles" en las economías arcaicas que avanzaban más allá de la mera supervivencia. Así pues, en su forma más primitiva, la lucha por la riqueza no era simplemente una lucha por la subsistencia, como habían supuesto algunos teóricos clásicos. Ni podía leerse la historia económica del hombre, como lo había hecho Simon Patten, el popular contemporáneo de Veblen, como la historia del triunfo de una economía "placentera" o de excedente sobre una economía
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"dolorosa" o de privación. Por el contrario, en las sociedades en que la mera supervivencia había sido sustituida por cierta abundancia la lucha continuaba, expresándose en un deseo de poder y prestigio, y las posesiones de los miembros dirigentes no derivaban del trabajo, sino de "la fuerza y el fraude", La clase ociosa no estaba inactiva: acumulaba afanosamente sirvientes, esclavos, mujeres, adornos, vestidos y otros artefactos demostrativos de la posición social. Pero sus actividades tenían poco que ver con la creación efectiva de la riqueza mediante el trabajo productivo. Dicho sucintamente: la clase ociosa era depredadora. La afirmación de que la propiedad es un robo no constituía ninguna revelación en el pensamiento social radical, ni afectaba gravemente la justificación teórica de la propiedad como una recompensa del trabajo y el ahorro, por lo menos en la economía empírica donde no importan las motivaciones de los individuos. Pero los economistas neoclásicos y los defensores de la empresa moderna suponían que los capitalistas disfrutaban de deferencia porque el pueblo reconocía su aportación al bienestar general. Las investigaciones antropológicas de Veblen condujeron a una conclusión radicalmente distinta: aunque los jefes tribuales hacían poco por aumentar el bien público, podían apoderarse de los bienes y ostentar su riqueza expropiada con la aprobación sonriente de toda la comunidad. ¿Por qué? La posición respetada de la clase ociosa, señaló Veblen, derivaba de los cambios ocurridos en las condiciones económicas. El paso de la existencia agrícola sedentaria a una búsqueda de animales grandes y la realización de invasiones y conquistas tribuales significaba que las habilidades del cazador y el guerrero serian apreciadas ahora por la comunidad. En esta desaparición del "salvajismo pacífico" residía no sólo el origen de la clase ociosa, sino también de la distinción entre las ocupaciones masculinas y femeninas. La posición de la mujer trabajadora, que en una época había cultivado el suelo y vigilado la cosecha en un plano de igualdad con el hombre, declinaba ahora porque su trabajo
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se consideraba aburrido y rutinario en comparación con las hazañas aventureras del poderoso varón. El guerrero y el cazador cosechaban donde no habían sembrado. Su afirmación agresiva de fuerza y sagacidad difiere obviamente del trabajo manual, asiduo y rutinario, correspondiente a las mujeres; no debe considerarse como un trabajo productivo, sino como una adquisición de bienes por el apoderamiento.'
El prestigio del guerrero y el cazador se fortaleció además por el aumento de la tendencia a la "imitación". Con la desaparición de la economía pacífica del estado salvaje y la aparición de la etapa depredadora de la existencia, se arraigó por primera vez como fenómeno social el surgimiento de los objetos de deseo y envidia. El botín, los trofeos y otros avías llegaron a ser apreciados como evidencia de la "fuerza preeminente" del poseedor. Muy atrás en la historia de las culturas arcaicas, Veblen descubrió en la psicología de la imitación una clave para el enigma que desconcertó a Marx: el "fetichismo de los bienes". La ascensión del poseedor a una posición de poder y eminencia nos conduce a una de las percepciones más importantes de Veblen, la revolución cultural ocurrida en la actitud del hombre hacia el trabajo, que acompañó al avance de la sociedad económica moderna. Junto con la creciente estimación de la riqueza depredadora surgió un desdén creciente por el trabajo productivo. La obtención de bienes por métodos distintos del apoderamiento llegó a considerarse algo prosaico y mundano, mientras que la adquisición de riqueza por la fuerza se consideraba cada vez más como algo honorable y digno. Finalmente, todo el trabajo productivo, aun el empleo en el servicio personal, sufrió el mismo desprecio por la misma razón. A medida que aumentaba la abundancia, el trabajo ya no era honrado por la comunidad: se convirtió en una ocupación sólo propia de hombres y mujeres de posición más baja. Y se perdieron los 1
Veblen, Tea, p. 22.
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placeres del trabajo productivo cuando la comunidad llegó a considerarlo como una estéril ocupación tediosa. Pero la actividad del trabajo -y éste es el meollo del asunto- no es aburrida y rutinaria por su naturaleza intrínseca, sino porque la sociedad la ha calificado así. "El trabajo -señaló Veblen al refutar el supuesto ortodoxo de que el hombre no tiene un amor innato por el trabajo- adquiere un carácter irritante a causa de la indignidad que se le atribuye."2 Aunque aparentemente alejadas de la economía contemporánea, las observaciones antropológicas de Veblen trataban de demostrar que los rasgos depredadores del hombre primitivo continuaban en los hábitos monetarios del moderno hombre "civilizado". Estos caracteres arcaicos se manifiestan en varias formas. Para empezar, el ocio como expresión de superioridad social y el trabajo como una forma de degradación siguen siendo una característica de la vida industrial moderna. Toda evidencia de abstención del trabajo productivo "es hermosa y ennoblecedora a los ojos de todos los hombres civilizados". El hombre rico contemporáneo, no menos que su antepasado tribual, hace todo lo posible por demostrar que no tiene ningún empleo constructivo. Este comportamiento puede observarse en los modales gentiles que distinguen a la clase ociosa: prueban la buena crianza los gustos refinados y las delicadezas, cuyo cultivo sólo pueden lograr quienes están libres de las exigencias más prácticas de la vida. La contratación de sirvientes prueba también la posición social del dueño de la casa; y cuanto más rico sea el amo, más infructuosos serán los sirvientes. También el ama de casa se convierte en la dama ociosa, cuyas actividades frívolas desempeñan la función ceremonial de poner de relieve la reputada posición del esposo. Más obvio aún es el estilo del vestido de la clase ociosa: las ropas elegantes no sirven sólo para lucir el gasto extravagante, sino también para demostrar que quien las lleva está libre del contacto personal con el trabajo productivo.
El "encanto" de la camisa inmaculada, el traje pulcramente planchado, el incómodo cuello almidonado, los brillantes zapatos de charol, y el "lustroso sombrero cilíndrico" sugieren que el caballero así vestido no puede tener un empleo útil. Mientras que la clase ociosa manifiesta su posición privilegiada absteniéndose de toda actividad socialmente útil, magnifica su poder económico consumiendo lo que otros han producido. Según Veblen, el fenómeno del "consumo conspicuo" era sintomático del superfluo estilo de vida superflua de los ricos. El uso de joyas engastadas de diamantes, el abuso de los alimentos lujosos y el alcohol, y el mantenimiento de una cuadra de caballos de carreras eran los distintivos de los hombres de buena crianza, cuyas fiestas rumbosas y ampliamente anunciadas aumentaban su gloria. Veblen concedía que ciertos objetos de arte poseídos por los ricos tenían un valor estético intrínseco, pero su valor artístico no podía explicar su precio comercial excesivo. Aun las grandes obras de arte sólo se vuelven grandes cuando son descubiertas, cuando el "canon del alto precio" las vuelve "hermosas". Por encima de todo, los objetos del consumo conspicuo deben carecer de función y de utilidad: puesto que su valor social reside en el hecho de no tener ningún uso práctico, sólo pueden darse el lujo de adquirirlos quienes pueden despilfarrar la riqueza. "Para ser prestigiado ha de ser dispendioso." Para aclarar este refrán, Veblen sometió las costumbres económicas de la alta sociedad victoriana a un criterio utilitarista malvado e hiperbólico. Por ejemplo, los jardines, espaciosos y bien cuidados, que rodean las mansiones palaciegas de Newport y Hyde Park no se conservaban como pasto para el ganado, porque tal cosa habría sugerido parsimonia y utilidad, algo barato y por ende indecoroso. Lo mismo ocurre con los animales: ninguna familia honorable se atrevería a tener animales útiles, como borregos, cabras, cerdos, caballos de tiro y aves de corral; por el contrario, adornan sus casas con mascotas curiosas. Y los ricos -observa Veblen secamente, quizá más por divertirse que con ánimo de acertar- sienten aver-
a Veblen, Tea, p. 25.
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sión temperamental por el gato, demasiado independiente y autosuficiente (excepto el de Angora); prefieren el perro, ya sea el de pedigrí, que simboliza la riqueza y crianza del dueño, o el sabueso amaestrado, que simboliza el pasatiempo del amo como cazador, la actividad ociosa del depredador. Se dice que el perro es "el mejor amigo del hombre", lo que sólo puede significar en opinión de Veblen que "el más sucio" y "desagradable" de los animales domésticos tiene "el don del sometimiento incondicional y la rapidez del esclavo para adivinar el humor del amo"." En vista de los enormes beneficios de la industria moderna de alimentos para mascotas, los analistas del mercado podrían considerar la relación de Veblen acerca de los animales caseros como consumidores conspicuos. Pero los economistas de la época de Veblen tenían sus ojos fijos en gráficas y estadísticas, mientras que él estudiaba el comportamiento primitivo para entender mejor los motivos del comportamiento moderno. Para la mayoría de los pensadores del siglo XIX, el desarrollo de la sociedad moderna demostraba el progreso histórico, un supuesto compartido por capitalistas y marxistas. Veblen fue casi el único que vio continuidad y persistencia donde otros veían cambio y progreso. Por ejemplo, no sólo la clase ociosa seguía practicando sus antiguos instintos depredadores, sino que todavía era estimada por la comunidad a causa de la irreflexiva admiración de la fuerza personal, que es el residuo del barbarismo en la vida contemporánea. La "supervivencia moderna de valor astuto" podía advertirse en la preferencia tradicional de la clase ociosa por la lucha y el duelo, su espíritu marcial y su agresivo patriotismo. Veblen reconoció que el caballero de fina crianza y el pendenciero tienen ambos un temperamento belicoso; pero la lucha puede ser, para el "delincuente de clase baja", una breve reversión producida por la irritación momentánea, la exaltación alcohólica o el instinto de conservación; para la clase ociosa,
la lucha es una fonna natural de vida, una ocupación honorable que durante siglos había sido la única profesión digna de un caballero. El artefacto más claro de este comportamiento es el bastón, que no sirve sólo como un símbolo del ocio ambulante, sino también como un arma de autodefensa. En ninguna parte se ilustra mejor que en el campo de los deportes el sagaz valor bárbaro de la clase ociosa; el celo de los juegos atléticos es otra prueba de la supervivencia del instinto combativo. Por supuesto, el boxeo y la tauromaquia tienen sólo una importancia indirecta para los ricos, y de hecho para todos los que se consideren civilizados; pues estos espectáculos permiten que el hombre moderno experimente el triunfo de la fuerza y la imposición de dolor sin admitir tales deseos en su interior. Otras actividades, como la caza, el tiro y la pesca, son prestigiosas porque representan la continuación de las antiguas actividades útiles que permitieron al hombre primitivo alcanzar una posición superior y porque a través del tiempo han llegado a identificarse con la vida de los caballeros terratenientes. Estas actividades satisfacen los dos requisitos de "utilidad inmediata y derroche posterior". Si la caza de zorros es económicamente inútil pero socialmente honorable, también sugiere que el juego del hombre tiene un sorprendente valor de supervivencia, pues el instinto del horno ludens sirvió originalmente al propósito biológico de la provisión de alimento. Pero otros deportes son prestigiosos porque dramatizan el combate del hombre con el hombre, un episodio de "ferocidad emuladora" que requiere habilidades tales como la astucia y la persistencia. De todos los deportes depredadores, el futbolle parecía a Veblen el ejemplo más claro de un retorno a la ferae natura. Ante el argumento de que el futbol colegial fortalece el carácter, replicó Veblen: "Se ha afirmado, no sin razón, que la relación del futbol con el cultivo físico se asemeja mucho a la que existe entre el toreo y la agricultura"."
3 Veblen,
reo. p. 146.
4
Veblen, reo, p. 267.
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Un aspecto integral del deporte es el carácter fortuito, que puede significar el elemento de peligro personal, como ocurre en el futbol o la caza mayor, o simplemente el elemento del azar. Pero ya se trate de la emoción de la aventura o de la psicología de la apuesta, la creencia en la suerte representa para Veblen otra continuación de los hábitos bárbaros. El jugador, tratando de superar la "prosaica mediocridad" de la moderna vida industrial, encuentra alivio a la rutina mecánica en la creencia de que lo imprevisible y lo desconocido podrán determinarse usando amuletos, teniendo fe en mascotas o inventando un "sistema" para superar a la mesa de ruleta. La proclividad del deporte hacia el juego de azar sugiere su relación con la índole capitalista del éxito mediante el riesgo y la especulación; también sugiere su relación con las fantasías de la adolescencia. Una afición juvenil al atletismo y a las apuestas es una forma de adolescencia que "indica un desarrollo contenido de la naturaleza moral del hombre". Es una característica de quienes se inclinan a la aventura, el histrionismo y la charlatanería, al igual que al exclusivismo, la bravuconada y la rudeza. En efecto, es la adoración del fuerte como un héroe lo que tienen en común la clase ociosa y la clase trabajadora, y lo que se admira mutuamente son los rasgos arcaicos de agresividad y competencia infantiles, destructivos de la vida social madura. Las observaciones de Veblen merecen citarse al pie de la letra: Tal como se expresa en la vida del bárbaro, el valor astuto se manifiesta en dos direcciones principales: la fuerza y el fraude. En grados variables, estas dos formas de expresión están presentes también en la guerra moderna, en las ocupaciones pecuniarias, en los deportes y juegos. Ambas líneas de aptitudes se cultivan y fortalecen mediante la vida del deporte y las formas más serias de la vida emuladora. La estrategia o la astucia es un elemento invariablemente presente en los juegos, al igual que en las actividades bélicas y en la caza. En todos estos usos, la estrategia tiende a convertirse en artificio y engaño. El engaño, la falsedad e intimidación tienen un lugar asegurado en el modo de proceder de cualquier competencia atlética
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y en los juegos en general. El empleo habitual de un árbitro, y las minuciosas reglas técnicas que gobiernan los límites y los detalles del fraude y de la ventaja estratégica permisibles, prueban suficientemente el hecho de que las prácticas fraudulentas y los esfuerzos por superar a los oponentes no son aspectos adventicios del juego. En estas condiciones, la habituación a los deportes debe conducir a un desarrollo más pleno de la aptitud para el fraude; y el predominio en la comunidad del temperamento depredador que inclina a los hombres hacia los deportes denota un predominio de la práctica dura y la insensible indiferencia por los intereses de los demás, tanto en lo individual como en lo colectivo. El recurso del fraude, con cualquier apariencia y bajo cualquier legitimación legal o consuetudinaria, es una expresión de un hábito mental estrictamente egoísta. No hay necesidad de explayarnos en el valor económico de este aspecto del carácter de los deportes. En este sentido conviene advertir que la característica más obvia de la fisonomía que afectan los atletas y otros deportistas es la de una astucia extrema. Los talentos y las hazañas de Ulises apenas si van a la zaga de los de Aquiles, tanto por lo que se refiere a la ventaja esencial en el juego como por el ascendiente que confieren al deportista astuto entre sus compañeros. La pantomima de la astucia suele ser el primer paso de la incorporación a deportista profesional que experimenta un joven tras de graduarse en cualquier escuela prestigiada, ya sea de segunda enseñanza o superior. Y la fisonomía de la astucia, como un rasgo decorativo, nunca deja de recibir la atención cuidadosa de los hombres cuyo interés serio se centra en los juegos atléticos, las carreras u otras contiendas de similar carácter emulador o competidor. Como otra indicación de su semejanza espiritual, podría indicarse que los miembros de la clase baja delincuente suelen mostrar esta fisonomía de la astucia en alto grado, y que muy frecuentemente demuestran la misma exageración histriónica de tal fisonomía que se advierte a menudo en los jóvenes candidatos a los honores atléticos. Por cierto, ésta es la señal más evidente de lo que se llama vulgarmente la "dureza" en los jóvenes aspirantes a un apodo o mal nombre. Debe observarse que el hombre astuto no tiene ningún valor económico para la comunidad, excepto en los tratos mañosos con otras comunidades. Su funcionamiento no hace avanzar el proceso vital
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genérico. A lo sumo, en su efecto económico directo, es una conversión de la sustancia económica de la colectividad a un crecimiento ajeno al proceso vital colectivo, muy semejante a lo que en medicina se llamaría un tumor benigno, con cierta tendencia a traspasar la línea incierta que separa los crecimientos benignos de los malignos."
En la Teoría de la clase ociosa citaba Veblen los deportes, la guerra, el gobierno y la religión como las ocupaciones principales de quienes no contribuyen al incremento de la riqueza mediante el esfuerzo productivo. Para establecer una continuidad con el pasado bárbaro, era necesario que examinara las actividades más reveladoras de los rasgos del hombre depredador: el engaño y la manipulación políticos, la hazaña y la dominación militares y atléticas, y el adorno religioso extravagante y la superstición de la "clase sacerdotal". Pero el verdadero villano de la teoría de la historia de Veblen es el empresario moderno, el capitán de la industria que llena las páginas de sus libros subsecuentes como un espectro amenazador. Si la Teoría de la clase ociosa podía leerse como una sátira inocua, The Theory of Business Enterprise era terriblemente seria y The Engineers and the Price System y Absentee Ownership eran obras sumamente ominosas. Los
INGENiEROS Y EL SISTE.MA DE PRECIOS
The Theory of Business Enierprise se publicó en 1904, cinco años después de que la Clase ociosa desinflara las pretensiones de los ricos y poderosos. El segundo libro de Veblen carecía de la ironía juguetona y el humor mordaz del primero, pero sus implicaciones para la teoría del capitalismo eran más devastadoras aún. En Business Enterprise, Veblen pasó de la haute culture del capitalismo al papel económico decisivo desempeñado por los héroes de esa cultura. El contexto es crucial, pues Veblen escribió su segundo libro en el denso ambiente de una 5
Veblen, reo, pp. 279-281.
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teoría económica tendenciosa que colocaba al hombre de negocios en el primer plano del progreso histórico. Todos los grandes economistas desde la época de Adam Smith habían considerado al capitalista como la fuerza impulsora del proceso de industrialización; aun Marx alababa al capitalista como demiurgo de la historia. El hombre de negocios era el principio activo, el genio emprendedor que percibía las oportunidades adecuadas, aplicaba sus talentos de organización, utilizaba su imaginación y visión, y así iniciaba los diversos procesos de modernización creadores de la "riqueza de las naciones". Veblen invirtió por completo esta imagen, y con ello convertía a un héroe antiguo en un nuevo villano. No son los hombres de negocios, sostenía Veblen, sino los hombres de industria -inventores, ingenieros, expertos técnicosquienes hacen el trabajo intelectual, elaboran los proyectos, desarrollan las técnicas e incluso deparan las expectativas de la ganancia económica que posibilitan el sistema industrial moderno. El científico y el técnico deben crear la posibilidad mecánica de métodos de producción nuevos Y más eficientes, antes de que los ojos del empresario se abran a las nuevas oportunidades económicas. Pero ¿se interesa en absoluto el empresario en la productividad? No siempre. Veblen estableció una distinción clara entre el ingeniero y el capitalista, entre lo que llamó "el empleo industrial y el empleo monetario" entre quienes hacen bienes y quienes hacen dinero. Frente al ingeniero preocupado por la productividad, servicio y eficiencia, aparece el empresario con su preocupación por los precios óptimos y los beneficios máximos. Los dos intereses coinciden ocasionalmente, sobre todo en las primeras etapas de la industrialización; pero más a menudo entran en conflicto, y en tal punto los intereses del capital se anteponen a los intereses de la ciencia. Siempre que haya una escisión, el empresario puede reducir la oferta para mantener precios elevados, transferir fondos de las operaciones productivas a la inversión especulativa, administrar deliberadamente mallos asuntos de la compañía para crear "una
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apariencia convincente de declinación o desastre" a fin de engañar a los competidores, y en general realizar una serie de actividades deshonestas, que Veblen describió, con su caracteristica ironía, como un "abandono consciente de la eficiencia". En consecuencia, el sistema del beneficio poco o nada tenía que ver con el logro y el mantenimiento de la productividad industrial máxima a fin de obtener la mayor cantidad de bienes para el mayor número de personas al precio más bajo posible. El técnico es el precursor que allana el camino del progreso industrial, así como el cultivador antiguo era el innovador que experimentaba con el suelo y la semilla y el innovador de la era artesanal fue el artesano que brindaba nuevos métodos de producción. Pero los intereses comunales del productor se ven frustrados por el depredador que salta a la escena para conspirar contra la producción máxima y quedarse con los beneficios. En consecuencia, la tecnología no determina el capital; por el contrario, la industria se desarrolla en aras del negocio. A cada momento, el "experto financiero" que ha llegado a dominar la vida económica opera para perturbar, desquiciar u obstruir el proceso industrial en algún punto de la producción: la lógica del dinero triunfa sobre la lógica de la maquinaria. ¿Es lógico el capitalismo mismo? Veblen gustaba de utilizar como sinónimos los términos "capitalista", "empresario" y "director de honras fúnebres", porque sin duda consideraba que el sistema capitalista, aunque no su cultura, estaba enredado en una lenta danza mortuoria. Podría haber afirmado del capitalista lo que dijo Jefferson del horno sapiens: es el único miembro de la especie que depreda a sus semejantes y les declara la guerra. No es sólo que la eficiencia tecnológica produzca una consolidación mayor de las unidades empresariales y por ende cause el eclipse del mercado libre: lo irónico es que los propios empresarios, en la medida en que perciben la rentabilidad de la estandarización de sus operaciones, desean destruir cuantas transacciones comerciales puedan. El propósito de la administración es coordinar, no oponerse, de modo que el capitalismo de
libre competencia tiene como resultado lógico la eliminación de la competencia, la ruina de la supuesta savia del propio capitalismo (por lo menos para el darvinista social, si no pa~a el industrial). Como una clase, los empresarios desean reducir SU número, y con gusto encabezan su propia destrucción. Cuando se dice que está avanzando el sistema de empresa privada, en realidad está desapareciendo la oportunidad de la empresa privada. "El papel heroico del capitán de industria -decía con burla Veblen- es el del libertador de un exceso de administración empresarial. Es la expulsión de los empresarios por el jefe
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de todos ellos." 6 Si la competencia es la guillotina del capitalismo, el sistema de crédito es su cámara de gas moderna. En la teoría económica clásica se suponía que el uso de los préstamos facilita la inversión, extiende el elemento temporal antes de que deban obtenerse beneficios, aumenta la capacidad de ganancia de la empresa privada, y así contribuye a la salud de la sociedad indust~a~. Veblen no estaba tan seguro de esto. En primer lugar, el erédito es necesario sólo para las transacciones y el control de la empresa moderna, no para la industria moderna; puede servir al volumen de negocios mientras aumenten los precios, según Veblen, pero no aumenta necesariamente el equipo industr~al total o el grado de eficiencia con que se administra la industria. Además, en la medida en que las empresas llegan a depender del crédito, su puja competitiva eleva las tasas de interés, y en respuesta las compañías incrementan excesivamente su acervo, cuyo valor monetario sólo se basa en su capacidad para obtener más crédito. Finalmente, todas las operaciones de las compañías se hacen depender de una base de crédito que no tiene nada que ver con sus capacidades de ganancias efectivas. Cuando surge esta discrepancia, se inicia un periodo de liquidación, y a medida que los acreedores exigen el pago ocurre una transferencia de la propiedad a favor de grandes sociedades financieras. 6
Veblen,
BE,
p. 49.
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Más aún: la expansión del sistema crediticio produce, en el escenario de Veblen, una separación entre la administración y la propiedad. Los administradores del dinero disfrutan de un enorme poder discrecional, de modo que los procedimientos materiales de la industria ahora realmente los administran quienes controlan sus activos inmateriales (acciones, valores, crédito comercial). Por último, todo el proceso de la expansión crediticia culmina en lo que podríamos llamar la teoría de la crisis empresarial de Veblen: se concede crédito en las épocas prósperas, pero su oferta limitada eleva las tasas de interés, por lo cual las compañías demasiado capitalizadas se ven obligadas a elevar sus precios, lo que a su vez reduce la demanda de bienes y por ende el volumen de las ventas. A medida que bajan los beneficios, los préstamos se vuelven más restringidos, y el empresario siente pánico cuando contempla la estructura de la prosperidad derrumbada por un sistema crediticio desacreditado. Pesimista acerca del futuro del capitalismo empresarial, Vebien pudo ser optimista acerca del futuro de la sociedad industrial. En 1904, cuando apareció The Theory of Business Enterprise, los Estados Unidos se encontraban en medio de lo que parecía ser una protesta general contra el poder de las grandes empresas. El presidente Theodore Roosevelt, movido por la indignación pública y por su propio desdén aristocrático hacia la clase empresarial, denunció a los "malefactores de la riqueza" con el aplauso de los progresistas. Por supuesto, los intereses del capitalismo constituido en sociedad no padecieron realmente bajo la administración de Roosevelt o las de sus sucesores Taft y Wilson. Pero su imagen de institución benevolente e ilustrada se vio empañada y ridiculizada por periodistas que denunciaron su corrupción y deshonestidad y por los reformadores liberales. Al mismo tiempo, el capitalismo se veía desafiado por un movimiento socialista que estaba experimentando su "edad dorada" en el primer decenio del siglo xx, cuando su líder nacional Eugene Debs ganó casi un millón de votos en las
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elecciones de 1900 y 1912. Si alguna época de la historia norteamericana moderna pareció ofrecer esperanzas de un cambio y una reforma radicales en la sociedad, tal fue la época progresista. Pero Veblen tenía escasa fe en la reforma liberal y menos aún en el socialismo marxista. Por el contrario, centró su atención en un nuevo elemento funcional de la sociedad moderna, producido por el propio capitalismo: el ingeniero. . En Business Enterprise, Veblen dedicó dos capítulos a explicar la influencia del "proceso de la máquina" sobre la sociedad industrial moderna. La máquina surge como el agente histórico de la redención, desempeñando un papel muy similar al del proletariado de Marx. La máquina es la antítesis. d~ la em~re sa: la tecnología busca la eficiencia y la productividad, rmentras que el capitalismo sólo busca los beneficios. Y no sólo eso, sino que, además, dos actitudes mentales diferentes separan el mundo de la ciencia del mundo de los negocios: el carácter distintivo capitalista se basa en la psicología de la posición social y el prestigio personal y en la economía del oci~ ~ el consu~o dispendioso, fácilmente explotables por la publicidad y la tecnica de ventas; en cambio, la ciencia utiliza una mentalidad "realista", un modo de inteligencia que permite al hombre ser crítico y analítico, interesado primordialmente en la corrección, precisión y objetividad. La "disciplina de la máquina" induce a la mente a pensar en términos de "causas y efectos opacos, impersonales, con exclusión de los modelos de vali~e.z que dependen del uso y de las normas tradicionales transmitídas por el uso". 7 Así dotados, quienes entren en contacto con la máquina se verán liberados tarde o temprano de todo lo falso y supersticioso, en particular de ideas, como la de la ley natural, que constituyen la base teórica del capitalismo, y de costumbres sociales, como el ocio y el consumo, las distinciones clasistas de modales y gustos que dan al capitalismo su legitimidad cultural. Sólo el conocimiento científico puede penetrar en los 7
Veblen,
BE,
p. 310.
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orígenes y la naturaleza de los impulsos sociales del comportamiento, para descubrir así la irracionalidad de un sistema económico regido por motivos no económicos. En consecuencia, Veblen aspiraba al surgimiento de una sociedad caracterizada no tanto por el conflicto de clases como por la división funcional: el científico contra el vendedor; el técnico contra el sacerdote, el general y el político; el ingeniero contra el financiero. Veblen pudo acariciar tal visión de la realidad social durante las dos primeras décadas del siglo. Su sentido de las contradicciones funcionales del capitalismo se volvió más marcado tras el estallido de la primera Guerra Mundial y más optimista con la revolución bolchevique. En el periodo de 1917-1920, VebIen encontró estímulo en las revueltas que estallaban por toda la Europa orienta!. El bolchevismo le parecía un desafio a los intereses creados, un genuino movimiento revolucionario encabezado por intelectuales disidentes que deseaban democratizar el sistema industrial. Pero Veblen se mantuvo escéptico acerca de que los ingenieros de otras partes del mundo lograran tomar el poder político, aunque tuvieran el poder real del conocimiento técnico en sus manos. En 1921, cuando apareció The Engineers and the Price System, Veblen admitió que el orden establecido no tenía por qué temer a la revolución, y sólo pudo aconsejar a la izquierda que no la esperara en el futuro cercano. Mientras tanto, el ataque de Veblen a las empresas seguía siendo tan hostil como siempre. La indiferente respuesta de los capitalistas ante los sufrimientos de los europeos desplazados y los norteamericanos desempleados suscitó más aún su ira durante el periodo de depresión de la posguerra. La avaricia de un sistema empresarial que recurría a cualquier expediente para mantener los precios sólo se comparaba a su caos desesperado. Por lo tanto, Veblen inició el libro con un capítulo sobre el "Sabotaje", un término que se había asociado en la mente popular al impulso incendiario de la izquierda radical, en particular el de los Wobblies, de inspiración sindicalista. Veblen admitía que la huelga constituye un acto de sabotaje, pero insistía en que hay
otras formas de sabotaje sancionadas por la ley y la conciencia pública: el paro y los despidos industriales y la táctica de los financieros de restringir y demorar la producción. Veblen señalaba de nuevo el sistema crediticio como la fuente del problema, pero ahora incluía el papel del banquero de inversión, la figura principal, en su análisis de posguerra, de la sindicación y combinación de recursos de las empresas a través del Sistema de la Reserva Federal, recientemente establecido. En 1922 publicó Veblen su último libro: Absentee Ownership and Business Enterprise in Recent Times. Fue su obra más sombría, su denuncia final contra una civilización empresarial a punto de recibir su coronación de manos de la administración de Calvin Coolidge. Aquí expresaba explícitamente, por primera vez, lo que había tenido en mente durante dos decenios: que la clase ingenieril estaba demasiado integrada al sistema empresarial para constituir su negación, y que la población subyacente continuaría soportando las "instituciones imbéciles" del capitalismo porque había absorbido su ética cultural de individualismo y materialismo. En un capítulo tras otro desarrolla Veblen una historia sombría de la expansión y el control del "poder monetario", de las conspiraciones del comercio y la imposición de los costos de publicidad al consumidor; de las penurias del agricultor independiente, demasiado autónomo para organizarse en contra del capital organizado; de la centralización del poder asociado, y de la explotación dispendiosa y el agotamiento creciente de los recursos naturales de los Estados Unidos a manos de propietarios absentistas. Lo que más indignaba a Veblen era la discrepancia entre lo que consideraba el verdadero papel de saboteador del negociante y su imagen de empresario astuto que había rechazado las aventuras insensatas del capitalismo pirata y se había "asentado en la sabiduría de la 'Espera Alerta". El nuevo negociante puede aparecer como un castor de la industria; en realidad funciona simplemente como un reptil haragán con pretensiones territoriales en el dominio público:
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No hay duda de que estas palabras, "espera alerta", se habrán empleado en primer lugar para describir el estado mental de un sapo que ha alcanzado años de discreción y ha encontrado el lugar que le corresponde alIado de un camino muy transitado, donde muchas moscas y arañas pasan y vuelven a pasar rumbo al destino que les ha deparado una Providencia omnividente y misericordiosa; pero mediante un giro fácil del discurso, se ha utilizado la susodicha frase para describir la estrategia segura y cuerda de esa orden madura de capitanes de la industria gobernados por sólidos principios comerciales. Hay cierta suficiencia suave en el rostro de este sapo, mientras que su garbosa apariencia personal ofrece garantías de una estabilidad piramidal de principios."
En la última década del siglo XIX, Veblen había esperado que su denuncia de la clase ociosa y el capitalismo suscitara alguna respuesta por lo menos dentro de la comunidad de científicos e intelectuales. Un cuarto de siglo después, describía un país hipnotizado por las maravillas de la empresa comercial, cautivado por los parásitos que disfrutaban la imagen de príncipes feudales. Para la mente cansada de Veblen, un país que podía aplaudir la declaración de Coolidge de que "el negocio de los Estados Unidos son los negocios" sólo podía merecer lo que obtenía: todo el poder para los depredadores. En un capítulo posterior exploraremos el análisis que hace Veblen de las razones por las cuales pudieron establecer su hegemonía las clases capitalistas. Aquí basta mencionar que Veblen vio a las masas como participantes entusiastas en su propia servidumbre. Sugiere Veblen que hay en la naturaleza humana cierta necesidad o cierto instinto que lleva a los hombres a admirar la fuerza y el triunfo, y a atribuir así los motivos más nobles a los gobernantes más poderosos. En consecuencia, los capitanes de la industria han alcanzado tanto el poder económico, con el que pueden explotar y esquilmar los intereses del pueblo, como la posición social, con la cual pueden hacer que parezca que proceden con8
Veblen,
AO,
p. 110.
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forme a los intereses del bien común. Veblen encontró amplios precedentes de este fenómeno en épocas anteriores de la historia: los guerreros de las incursiones bárbaras, los barones de la Edad Media, el príncipe de la época de la formación del Estado, los sacerdotes de los primeros y posteriores tiempos de la cristiandad y el micado en los tiempos del shogunado. En la época moderna, el capitalista ha heredado el papel del protector y proveedor benevolente, y sus verdaderas hazañas no se ven amenazadas de ninguna manera por el surgimiento de la democracia de masas. En efecto, la democracia es el medio donde florece la deferencia, y la propiedad absentista -no la producción y el buen trabajo- es la más honrada de todas las ocupaciones. Observando este desarrollo en la sociedad empresarial de los años veinte, la aguda ironía de Veblen ya no podía ocultar su desesperación: Así, el capitán de industria ha pasado a ocupar el lugar de primera importancia y ha asumido las responsabilidades de prototipo, filósofo y gran amigo de la humanidad civilizada. Y nadie dirá que no lo ha hecho tan bien como sería de esperarse; ni se ha quedado corto respecto de la favorecedora gravedad que imprime a sus actos. Cuanto mayor es la proporción de la riqueza y del ingreso de la comunidad que ha tornado, mayor ha sido la deferencia y la atribución de méritos para él, y mayores y más graves esa afable condescendencia y esa tranquila benevolencia que suelen adornar el carácter del gran capitán de industria. No hay rama ni esfera de las humanidades donde no sea competente el acaudalado propietario absentista para actuar corno guía, filósofo y amigo, ya sea con arreglo a su propia vanidad o por la estimación de la población afectada por él -en el arte y la literatura, en la Iglesia y el Estado, en la ciencia y la educación, en la ley y la moral-, y esa población lo acepta contenta. Y en ninguna parte está el personaje financiero en una posición más elevada o más segura, corno depositario por excelencia de las virtudes cívicas, que en los democráticos Estados Unidos; y así tenía que ser, ciertamente, pues los Estados Unidos son el país más democrático del mundo. Y en ninguna otra parte dirige el capitán de la gran empresa los asuntos de la nación, civiles y políticos, ni controla las con-
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diciones de la vida tan irrestrictamente como en los democráticos Estados Unidos; así ha de ser también, porque la adquisición de propiedad absentista es, después de todo, para la mente popular, el trabajo más meritorio y necesario que puede realizarse en este país."
En vista de las sombrías reflexiones de Veblen sobre el triunfo de la ideología capitalista, debemos preguntarnos de dónde surgió su visión de esperanza; ¿qué sostenía su fe, por reservada que fuese, de que el capitalismo como teoría no podría resistir la prueba de los hechos? Contra la hegemonía de la cultura capitalista, ¿cómo podría percibirse la realidad? Para Veblen sólo quedaba una respuesta: la ciencia. En virtud de que el análisis social de Veblen está estrechamente relacionado con su concepción filosófica de la ciencia, debemos examinar su visión de la naturaleza del pensamiento científico y su función presumiblemente liberadora en la sociedad moderna.
CIENCIA y LIBERACIÓN
Veblen estaba bien preparado para defender la filosofía de la ciencia. En el decenio 1881-1890, como estudiante graduado de la Universidad Johns Hopkins, fue discípulo de Charles Sanders Peirce, fundador del pragmatismo norteamericano, quien ha llegado a ser reconocido como uno de los filósofos más talentosos de la época moderna en su calidad de epistemólogo, lógico y semiólogo. Veblen escribió también su tesis sobre un tema filosófico: "Bases éticas de una doctrina de la retribución". Este trabajo, terminado en Yale en 1884, se ha perdido para la posteridad. Pero al trabajar en su tesis, y después como estudiante posdoctoral, Veblen se había abstraído en las ideas evolutivas de Herbert Spencer y las epistemológícas de Kant. El materialista británico le atraía tanto como el idealista alemán, pues Veblen no veía ningún conflicto entre la ciencia y la filosofía, entre el conocimiento empírico y el entendimiento teórico. "Veblen, AO, p. 116.
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El primer ensayo importante de Veblen, publicado en el Journal ofSpeculative Philosophy en 1884, se ocupó de la "Crítica del juicio de Kant" el título del último libro de Kant, todavía no traducido al inglés. Veblen observó que Kant, en su obra final, estaba tratando de mediar entre el determinismo estricto de la Crítica de la razón pura y el imperativo de libertad moral de la Crítica de la razón práctica. Veblen reconoció el problema de la conciliación de la ciencia y la ética, y apreció el esfuerzo de Kant por rescatar la libertad humana de la causalidad natura!. También admiró la humildad metafísica de Kant ante los dualismos intratables de la filosofía: el hecho de que el sujeto y el objeto estén divididos, de que el hombre perciba el mundo con el auxilio de un aparato mental que impone sus propias formas sobre los datos elementales de la vida. Este aspecto subjetivo de la filosofía kantiana subsistiría en Veblen, quien nunca habría de olvidar la gran importancia de las funciones mediadoras de la aprehensión humana y el predominio del poder de juicio de la mente. Pero mientras que Kant se había asomado a su interior para desarrollar principios objetivos de la ley moral, Veblen creía que en el interior de la mente no podía evitarse el flujo del cambio y la experiencia. Es cierto que la mente desea orden y coherencia sistemática en el conocimiento que adquiere. Pero la mente sólo puede "reflexionar y reflexionar sobre el material que se le entrega"; nunca podrá comprender la teleología, el propósito y el porqué de las cosas. Como Peirce, sostenía Veblen que el conocimiento de las cosas deriva de un sentimiento de insatisfacción por la percepción incompleta de las cosas, pero esta tensión epistemológica es todo 10 que puede proporcionar la experiencia. La mente, impulsada a la búsqueda por necesidades emocionales, nunca podrá quedar satisfecha: siempre pedirá más de 10 que el conocimiento le puede dar. Si la razón pura no aporta nada al acto empírico del conocimiento, como insistía Kant, y si la mente tiende a formular exigencias imposibles a la experiencia, ¿cómo podremos saber
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algo acerca del mundo? La respuesta de Veblen consistió en buscar más allá de Kant, hasta Locke y la experiencia sensible que nos da el origen y el significado de nuestro conocimiento de la naturaleza. Recurriendo a la tradición empírica británica, Veblen sustituyó la mente por el método; el conocimiento deductivo, absoluto, por el razonamiento inductivo, tentativo. Sólo la inducción puede "reducir las cosas a sistemas y conexiones", colocar los fenómenos bajo "leyes de interacción definidas", y permitirnos así emprender el intento de explicación y pronóstico científicos. Es posible que el método baconiano de la ind ucción, del razonamiento a partir de hechos particulares para llegar a principios generales, no nos conduzca a la verdad final de las cosas; pero es el único modo de cognición que tiene algún valor útil inmediato, "el único conocimiento que puede servir como una guía en la vida práctica, ya sea moral o de otra índole'"!" En 1908, hablando ante el Club Kosmos de la Universidad de California en Berkeley, Veblen expuso en mayor detalle su filosofía de la ciencia y la naturaleza en un ensayo titulado "La evolución del punto de vista científico". Al parecer, aquí trataba Veblen de continuar el esfuerzo de Kant por rescatar el conocimiento científico del escepticismo filosófico de Hume. Aunque era gran admirador de Hume -ese "plácido incrédulo" cuyo cáustico escepticismo destruía "todo lo que se recibiera bien"_,11 Veblen refutó su argumento de que el concepto de la causalidad era esencialmente metafísico o psicológico, una cuestión de atribución más bien que de observación. Veblen sostuvo que la ciencia moderna ha tomado como un postulado el hecho del "cambio consecutivo", un nexo de secuencias basado en la relación de causa y efecto. La naturaleza es un "proceso" que puede entenderse a fin de cuentas en términos de una secuencia acumulativa y causal temporal, incluso la investigación intelectual se inicia con la comezón de la curiosidad metafísica. El darvi-
nismo ofrecía una prueba de esta revolución en la epistemología. La ciencia predarviniana se conformaba con la taxonomía, la clasificación y la definición de los fenómenos, y con las "leyes naturales", principios tan causales como estáticos que suponen relaciones inmutables donde las cosas se corresponden "naturalmente". En cambio, la ciencia posdarviniana huye de las estructuras metafísicas presupuestas y ofrece una teoría del cambio consecutivo, un proceso de evolución que se continúa y se propaga a sí mismo, sin causas finales ni metas definitivas. El poder liberador de la ciencia moderna reside en su exigencia de una explicación genética de los fenómenos que investiga. Este imperativo empírico difiere del sistema primitivo de conocimiento, que se construye sobre "lineamientos animistas", El animismo, término fundamental para Veblen que exploraremos más a fondo en capítulos posteriores, es la tendencia a atribuir cualidades personales a los datos impersonales de la naturaleza. En el análisis de Veblen se cita el animismo para ilustrar la forma en que el hombre moderno, como sus antepasados primitivos, construye sistemas cosmológicos y doctrinas teológicas, cómo disocia la realidad del hecho y, por ende, separa el esquema de la vida del esquema del conocimiento. Veblen estaba convencido de que la ciencia moderna emancipa al hombre histórico de la superstición, el mito, el saber tradicional, anecdótico, la magia y todas las fuerzas animistas de la autoridad y la tradición. La ciencia analiza los imponderables hasta ahora sagrados, aplica la prueba crucial del escepticismo a todas las instituciones existentes, y destruye ideas y valores falsos explicando sus orígenes naturales.P El sueño filosófico de Veblen era el terror metafisico de Henry Adams, quien creía que el pensamiento moderno había asaltado de tal modo la autoridad que la legitimidad había quedado reducida a mero poder. Veblen abrazó la modernidad precisamente para producir dicho efecto. Estaba ansioso -quizá de-
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Veblen, ECO, pp. 175, 193. Veblen, POS, p. 96.
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Veblen,
POS,
pp. 32-55.
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masiado ansioso-- por privar de santidad a la autoridad mediante el análisis científico y exponer su naturaleza brutal, ansioso de privar a las instituciones existentes de sus velos ideológicos. La idea de Veblen de una "teoría crítica" contenía el aguijón crítico del escepticismo. Era tan corrosivo su temperamento empírico, que ni siquiera "la autoridad" del marxismo pudo sobrevivir a su análisis. ¿Cuál era, pues, la idea que tenía Veblen de la autoridad?, ¿deseaba destruir las instituciones existentes para crear una nueva sociedad tecnológica gobernada por una minoría gerencial? Debemos formular esta interrogante aquí y volver a ocuparnos del asunto en capítulos posteriores, porque ésta es la acusación esencial que dirigen contra Veblen algunos de sus críticos más severos, tanto de la izquierda como de la derecha. Veblen no estaba en modo alguno libre de ambigüedad en su defensa del surgimiento de una sociedad racionalizada: saludó el advenimiento del "proceso de la máquina" en la vida moderna como una respuesta al atraso cultural; pero tenía dudas acerca de los ingenieros como profesionales independientes y sentimientos mezclados acerca de la tecnología como una fuerza autónoma. Examinaremos estas cuestiones en detalle cuando analicemos sus numerosos libros y ensayos. Basta sugerir aquí, en nuestro estudio de la postura epistemológica de Veblen, que parecía resistirse a la racionalización casi tanto como la preconizaba, así como era capaz de abrazar el progreso y el primitivismo a la vez. Quizá por esta razón trataba de invertir el utilitarismo afirmando, contra todos los cánones del empirismo, que la ciencia sólo progresa en la medida en que no sirva a ningún propósito inmediato útil. En "The Place of Science in Modern Civilization", uno de los artículos de Veblen más intrigantes desde el punto de vista teórico, se introduce por primera vez el concepto de la "curiosidad ociosa". Aunque nunca se define claramente, el concepto se cita como una "atención más o menos irrelevante", un comportamiento íntimamente relacionado con la "aptitud para jugar" del hombre y los animales
inferiores, y una actividad que "parece peculiarmente vivaz en los jóvenes, cuya aptitud para el pragmatismo sostenido es, sin embargo, relativamente vaga y poco confiable". La actitud de Veblen hacia la filosofía del pragmatismo ha preocupado a los académicos, en particular a los discípulos de John Dewey. Por una parte, admitía Veblen que el lema pragmático de que la mente es funcional y el conocimiento instrumental, si no es "toda la verdad [.. .l por lo menos se aproxima más al meollo del problema epistemológico que cualquiera formulación anterior". Por otra parte, parecía censurar a los filósofos pragmáticos por entender mal el fundamento de la inteligencia, que presumiblemente no residía en la actividad de solución de problemas sino en el mero asombro y la curiosidad innata." Las reservas de Veblen acerca del pragmatismo pueden interpretarse como una crítica a la apropiación potencial de la ciencia para fines de control social; pues un objetivo de la "curiosidad ociosa" era afirmar la naturaleza juguetona, espontánea del conocimiento, contra las pretensiones de la ciencia exacta y la conciencia objetiva. En este sentido, la protesta de Veblen contra el utilitarismo puede dirigirse también contra el conductismo, que se puso de moda en los años veinte y se asoció, desafortunadamente, con su nombre. La mente sólo puede controlarse si el científico social está dispuesto a extinguir la chispa de la curiosidad humana que ha generado el progreso a través de las épocas. Veblen sostenía que si la historia intelectual enseña algo, enseña que la ciencia no puede ser a la vez un instrumento de dominación y un agente de la Ilustración, porque avanza en desafío de los intereses políticos inmediatos y responde al instinto natural de la especulación juguetona del hombre. En realidad, Veblen mostraba una arrogante despreocupación por los problemas técnicos y lógicos propios del método científico, y su convicción de que el cambio puede explicarse fácilmente en términos causales parece ingenua. Toda evaluación 13
Veblen,
POS,
pp. 1-31.
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de sus primeros ensayos epistemológicos debe tomar en cuenta estas deficiencias. Pero Perry Miller se acerca a la verdad cuando afirma que "The Place of Scíence in Modern Civilization" es una protesta contra la "ciencia aplicada" por parte del "bardo del salvajismo", un ataque contra la sistematización excesiva del procedimiento empírico por parte de un "romántico" que desea salvar la mente de la esclavitud del "frío realismo fáctico", Observa Miller que el profuudo ensayo de Veblen es "un cri de coeur de la humanidad; parece un ataque al pragmatismo por no tomar suficientemente en cuenta la inextinguible inclinación del animal humano al autoengaño, y porque así, al proporcionar sencillas fórmulas para la fijación de la creencia o el deseo de creer, ayuda a la mecanización de la sociedad, contra la que se rebelan los instintos primordiales"." La "curiosidad ociosa" podría considerarse como la versión de Veblen de la función de duda y negación de la "teoría crítica". En la medida en que pueda ayudar a frenar la determinación de Dewey de volver oportuno todo conocimiento y el deseo de James de permitir que el hombre crea lo que quiera creer, la "curiosidad ociosa" podrá servir para impedir el instrumentalismo y la elaboración de mitos, para asegurar así alguna esfera donde la mecanización y la racionalización científica no puedan absorber a la mente inquisitiva. Fue tal vez el residuo de kantismo presente en Veblen lo que lo llevó a concebir la ciencia como eficazmente liberadora sólo en la medida en que la mente permaneciera teóricamente libre de las exigencias de lo práctico. La ciencia es un modo de cognición, no un medio de explotación económica o de dominación tecnológica. Su potencialidad para la emancipación humana reside en su capacidad para explicar genéticamente los orígenes de las ideas e instituciones, y al explicarlas, liberarlas de mitos. Paradójicamente, la ciencia, el logro más reciente y elevado de la mente moderna, permitiría que el hombre contem14
Perry Miller, "Introduction", American Thought .. ", pp. xlviii-xlix.
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poráneo empezara a retornar a su estrado natural de inocencia y armonía, el estado saludable de la vida salvaje. ¿Quién era este "bardo del salvajismo", este pensador enteramente moderno que combinaba el realismo positivista con los sueños primitivos? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Si sus escritos son ambiguos, su carácter y su vida son una leyenda envuelta en mito y enigma.
EL CIENTÍFICO SOCIAL COMO UN "EXTRAÑO"
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-Me llamo Thorstein Veblen -c-mueitó.!
III. EL CIENTÍFICO SOCIAL COMO UN "EXTRAÑO"
EL HOMBRE A qUIEN NADIE CONOCE
LA ESCENA ocurre en una librería de Nueva York; la época: poco después de la primera Guerra Mundial; habla Madge Jenison, la propietaria:
Un hombre solía aparecerse cada seis u ocho semanas, con gran regularidad; una persona ascética, misteriosa, con llaves para penetrar en las cosas, según me pareció, y un aire gentil. Usaba el cabello largo y parecía escandinavo. No sé exactamente por qué o cuándo lo convertí en un ministro sueco. Siempre compraba libros interesantes: textos griegos, la obra menos leída de William Morris ... Cuando no teníamos lo que quería, nos solicitaba que lo pidiéramos, y una joven de largas piernas, tez rosada y largas trenzas rectas venía por el encargo; su sobrina, pensaba yo. Decidí que vivía con su hermana: una mujer delicada de rostro brillante, tranquilo, serio pero no frío, y ojos como el vidrio claro, muy erecta y con un sombrerito como el del retrato de una dama de Zorn que vi alguna vez en una exhibición sueca. Solía tratar de interesarlo en la economía: pensaba que el clero debería estar informado de estas cosas, y él era un clérigo especialmente distanciado. De vez en cuando le ofrecía importaciones importantes. Una vez hasta traté de lograr que se iniciara con la Teoría de la clase ociosa; le expliqué cuán brillante puerta de entrada a la conciencia social es esta obra. Pero era claro que si alguna vez llegaba a interesarse en sociología y economía no ocurriría tal cosa por mis esfuerzos. Escuchaba con atención todo lo que le decía, y luego se escurría tranquilamente por la puerta. Un día pidió un volumen de himnos latinos. -Tendré que anotar su nombre porque encargaremos esta obra expresamente para usted -le dije-: no nos volverán a pedir un libro de esta naturaleza en mucho tiempo. 98
Esta remembranza muestra el carácter y temperamento elusivos de Veblen. Tranquilo, reservado, sencillo, insondable, malicioso, a menudo sombrío, ocasionalmente caprichoso: Veblen es, sin duda, una de las figuras más desconcertantes de la hi~ tm-ia intelectual estadunidense. Aun cuando alcanzó la POSIción de celebridad intelectual, siguió siendo siempre el extraño misterioso; casi todos lo respetaban pero casi nadie lo conocía. y así lo quería él. Se afirma a menudo que los escritores buscan la inmortalidad a través de su obra. Veblen luchó por sostener la oscuridad personal así como ganaba reputación académica. y al final los secretos de su vida lo acompañaron a la tumba, como lo solicitó en su testamento: Deseo también, en caso de muerte, que se incineren mis restos, si ello pudiere hacerse convenientemente en la forma más expe~ita y barata posible, sin ritual o ceremonia de ninguna clase; que mIS cenizas se arrojen al mar o en alguna corriente apropiada que desembaque en el mar; que no se erija ninguna tumba, lápida, epitafio, efigie, tabla, inscripción ni monumento de ninguna clase o naturaleza en mi memoria o en mi nombre en ningún lugar ni en ningún momento; que no se imprima o publique, ni en ninguna forma se repr.oduzca, copie o haga circular, ningún obituario, memorial, retrato o biografía 2 míos, ni misiva o carta alguna escrita por mi o dirigida a mí.
Veblen tenía los modales y la fisonomía de un campesino noruego. Una fotografía, rara, lo muestra impasible Y enigmático. Sus astutos ojos se asomaban en un rostro largo, duro. Tenía el cabello ligeramente despeinado, la barba descuidada y el mostacho abundante y desafiantemente hirsuto. Los estudiantes recuerdan sus movimientos, lentos, letárgicos, que lo hacían aparecer medio dormido, y sus arrugadas ropas como si hubiese 1 Madge .Ienison, Sununse Turn: A Human Comedy oj"Bookselling (Nueva York, 1923), pp. 125-126. Agradezco esta referencia al profesor Joseph Dorfman. 2 Citado en Dorfman, r, p. 504.
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dormido con ellas. Los cuellos de sus camisas eran de ordinario demasiado grandes, los pantalones holgados, y llevaba los gruesos calcetines de lana invariablemente detenidos con pinzas en las piernas de los pantalones. Despectivo de la ostentación -algo que no nos sorprende-, no usaba anillos ni joyas de ninguna clase; portaba su reloj en una tira de listón negro que colgaba del frente de su chaleco mediante gran imperdible. Veblen era sin duda uno de los seres más extraños que jamás pasearon por los jardines de la academia. Llevaba una extravagante vida que escandalizaba al mundo académico de su época. Cuando enseñaba en una universidad del Medio Oeste, vivía en el sótano de la casa de un amigo, y entraba a su domicilio escurriéndose a través de una ventana. Años después, retirado en California, vivía en una barraca rodeada por una selva de arbustos y maleza. "La casa ~recuerda un amigo-eestaba vacía y parecía un establo por dentro y por fuera; polvosa, y tan privada de comodidades ordinarias que se sentía como si estuviese acampando en ella alguien de una cultura muy extraña, alguien para quien nuestras sillas, camas y mesas fuesen curiosidades irrútiles.":' Aunque era un ardiente defensor de la tecnología y la producción en masa, Veblen hacía sus propios muebles de cajas de frutas y sacos de arpillera, y aun se propuso producir ropas de papel. Se negaba a tener un teléfono, mantenía sus libros amontonados contra una pared en cajas de cartón y le divertía abrir los relojes para ver cómo funcionaban. Incómodo con cualquier forma de domesticidad, daba el ejemplo para la liberación de las mujeres practicando el evangelio de la eficiencia. Considerando un ritual dispendioso el tendido diario de las camas, Veblen simplemente arrojaba las sábanas a los pies en la mañana y las levantaba otra vez por la noche. Los platos eran una molestia tediosa; los amontonaba alarmantemente en el fregadero, y cuando se le acababan las tazas y los platos, lavaba toda la grasienta pila con la manguera del jardín.
Veblen era excéntrico e impredecible. Podía tratar con cariño a los niños y deleitarse con el juego de los animales. Pero su propio sentido del humor rayaba en lo sádico: una vez pidió prestado un saco a un granjero vecino y lo devolvió con un nido de avispas en el interior, diciendo "gracias". Se pasó la mayor parte de su vida luchando contra la "propiedad absentista", pero sus propios bienes eran otra cosa: cuando volvió, después de 20 años, a la pequeña cabaña que poseía en el Oeste y creyó, erradamente, que alguien se había apropiado la tierra, "tomó un hacha y metódicamente rompió las ventanas", de acuerdo con su biógrafo Joseph Dorfman, "ocupándose del asunto con una concentración que parecía una locura, la concentración de una persona fisicamente perezosa movida a la actividad repentina por la indignación"." Criticaba severamente a los economistas contemporáneos por razonar en una forma que pretendía ser objetiva mientras ocultaban juicios de valor; él mismo no pretendía nada pero lo ocultaba todo. "¿Toma usted algo en serio?", preguntó una vez un estudiante a Veblen. "Sí -c-muaitó Veblen furtivamente-, pero no se lo diga a nadie." Estaba ansioso por penetrar en el mundo social con sus escritos, pero mantenía virtualmente impenetrables sus propios pensamientos sobre cualquier tema determinado. En cierta ocasión, un amigo tomó un ejemplar del Nacimiento de los dioses de Dimitri Merejkovski y le leyó a Veblen el prefacio, que termina con la declaración de que "el mundo viviente es el espacio abstracto donde se forma el cuerpo de Cristo". Luego preguntó a Veblen, como académico, de qué trataba el prefacio; y éste contestó: "Ocupa como cuatro páginas y media". 5
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LA SÁTIRA DE SU PRESENCIA
Thorstein Veblen nació en una granja fronteriza de Wisconsin en 1857. Venía de la misma frontera media que produjo con4
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Citado en Dorfman, r, p. 497.
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Citado en Dorfman, lbid., p. 498.
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p. 456
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temporáneos tan eminentes como Charles Beard, Vernon L. Parrington, Simon Patten, Frederick Jackson Turner y Lester Ward: historiadores y sociólogos que desatarían un asalto de largo alcance sobre los valores económicos y culturales del Este. Pero Veblen era un extraño no sólo para el establecimiento oriental sino para todo el país, y esta alienación más profunda se reflejaba en su crítica de la sociedad norteamericana, sin precedentes en su dureza y su profundidad. Veblen fue el cuarto varón y sexto hijo de una familia noruega inmigrante. Sus padres, Thomas Anderson Veblen y Kari Bunde Veblen, habían llegado a los Estados Unidos diez años antes de su nacimiento, con amargos recuerdos del viejo país. El abuelo paterno de Veblen había sido despojado de su herencia de la tierra familiar y había sufrido una dolorosa declinación de su posición social al haberse visto obligado a convertirse en un humilde agricultor inquilino. Su abuelo materno también había perdido sus tierras a manos de los abogados y, deprimido por este infortunio, murió joven; con lo cual, a la edad de cinco años, la madre de Veblen quedó huérfana. En Minnesota, los Veblen encontraron dificultades similares con especuladores inmobiliarios y prestamistas. Pero esta experiencia no infectó al joven Veblen con el cortés antisemitismo que arroja su sombra sobre la mente de contemporáneos tales como Henry Adams y Frederick Jackson Turner. Las raíces de la avaricia y la especulación no se encontraban en los judíos ni en el capitalismo: iban más allá de la raza y se extendían mucho más allá de los límites de las instituciones económicas. El padre de Veblen era un hombre solitario, dotado de una mente lenta pero perspicaz. Su madre era dinámica, tierna y apasionada. La austeridad de los pioneros forjó el carácter de la familia: las ropas se hacían a mano, el café y azúcar eran lujos. Para su familia, frugal y laboriosa, Thorstein aparecía como un joven extraño, flojo, malicioso, irreverente: prefería leer en el ático antes que ayudar en las labores de la casa, peleaba con los muchachos, mortificaba a las muchachas y fastidiaba a los
mayores. Por encima de todo, era precoz. "Desde que yo me acuerdo -relata un hermano menor que él- pensaba que lo sabía todo. Podía hacerle cualquier pregunta y él me decía todo al respecto en detalle. Después he descubierto que mucho de lo que me dijo era de su cosecha, pero hasta sus mentiras eran buenas.?" En 1874, el padre de Veblen, ahora relativamente acomodado, decidió que sus hijos debían asistir a la universidad y escapar de las limitadas oportunidades de la vida campestre. Un día, Thorstein fue simplemente llamado del campo para encontrar que sus pertenencias habían sido empacadas y esperaban en el carruaje de la familia. No supo su destino hasta que llegó a Carleton College, una sucursal de la congregación cultural de Nueva Inglaterra en las praderas de Minnesota. Se enviaba allí a Thorstein con la esperanza de que se convirtiera en ministro luterano; pero, como era de esperarse, el iconoclasta incipiente encontró embrutecedora la piadosa atmósfera. El plan de estudios giraba alrededor de la filosofía moral, en particular de las doctrinas de sentido común que Thomas Reid y William Hamilton habían elaborado para contrarrestar el escepticismo de Hume. La ciencia natural casi se pasaba por alto. Mas VebIen se las arregló para adquirir su propia educación a través de una lectura independiente y voraz; y le impresionó su profesor John Bates Clark (posteriormente un economista distinguido y blanco de las críticas teóricas de Veblen), a quien le simpatizaba el joven "inadaptado" que tenía "una mente vestida de humor sarcástico". Veblen provocó un escándalo entre los profesores de orientación misionera con sus discursos "En defensa del canibalismo" y "Apología del borracho", en los cuales justificaba la ingestión de carne humana y la bebida espiritosa. Los funcionarios de Carleton se sintieron muy aliviados cuando el excéntrico joven se graduó en 1880. Veblen salió de Carleton en busca de una carrera académica. 6
Citado en Dorfman, r, pp. 12-13,56.
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Ahora iniciaba su largo y miserable aprendizaje en lo que podría llamarse la supervivencia del menos apto. Su primer puesto, en la Academia Monona de Wisconsin, terminó al cabo de un año cuando la escuela cerró sus puertas. Veblen decidió seguir a su hermano Andrew (padre del matemático Oswald Veblen, colega de Einstein en Princeton) a Johns Hopkins para estudiar filosofia. Tomó algunos cursos con el filósofo hegeliano George Sylvester Morris y con el economista político liberal Richard T. Ely, ninguno de los cuales ejerció ninguna influencia importante en su pensamiento. El único hombre que lo impresionó fue un conferenciante temporal en lógica, Charles Sanders Peirce. Veblen buscó una beca en la recién abierta Universidad Johos Hopkins; pero, a pesar de las brillantes recomendaciones de sus maestros, fue rechazado (como lo fue Jobo Dewey, en el mismo año). Veblen decidió entonces trasladarse a Yale para estudiar filosofía con su presidente, el reverendo Noah Portero Aquí se vio arrastrado por la olímpica figura de William Graham Sumner, darvinista social conservador que estaba luchando para radicalizar el plan de estudios centrado en la religión mediante la introducción de más cursos de ciencia moderna. Veblen estudió también a Kant, obtuvo reconocimiento por su inteligencia filosófica, a pesar de su habitual irreverencia, y se graduó en 1884 de doctor, pero sin ninguna perspectiva de un empleo académico. Volvió a Minnesota abatido, amargado y menos inclinado que nunca al trabajo duro. Insistió en que no se sentía bien y necesitaba atenciones; su familia sospechó flojera: "Leía y haraganeaba ~escribió un hermano->, y luego, al día siguiente, haraganeaba y leía". Cuando no estaba paseando por los bosques o lucubrando inventos, leía todo y cualquier cosa: opúsculos políticos, estudios botánicos, tratados de antropología, economía y sociología, e incluso libros de himnos luteranos. Mientras tanto, se casó con Ellen Rolfe, sobrina del presidente del Carleton College e hija de una de las principales familias del Medio Oeste. Su padre, un magnate de silos y ferrocarriles, se indignó porque
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su hija se casaba con un académico desempleado y ateo. Pero aceptó la mésalliance, como en efecto resultó, y permitió que la joven pareja se asentara en una de sus granjas de Iowa. Pero a pesar de su doctorado, las conexiones de su esposa y sus cartas de recomendación, Veblen continuaba con su mala suerte en lo relativo a la obtención de un puesto académico, o siquiera de un empleo como contador del ferrocarril. Mientras tanto, él y su esposa leían acerca del movimiento populista que estaba barriendo el Medio Oeste y cayó en sus manos el libro de Bellamy, Looking Backward, "el momento crucial de nuestras vidas", escribió después Ellen. Excitado por la oleada de descontento agrario, Veblen empezó un estudio serio de la economía y consideró la reanudación de su educación formal. Por último, tras siete años de retiro prematuro, su familia lo alentó a volver a los estudios para graduados, a la edad de 34 años, y a hacer un nuevo esfuerzo por entrar al mundo académico. En 1891, un hombre delgado y pálido, ataviado con una gorra de mapache y pantalones de pana, entró a la oficina del profesor J. Laurence Laughlin, de Cornell, y anunció: "Soy Thorstein Veblen". Aunque era un pilar de la economía conservadora, Laughlin se impresionó extrañamente con Veblen y casi de inmediato le consiguió una beca. Encontrando aliento por fin, Veblen empezó a reflexionar sobre sus vastas lecturas y a escribir algunos artículos teóricos y técnicos para The Quarterly Journal of Economics. Cuando la Universidad de Chicago abrió sus puertas al año siguiente y contrató a Laughlin como jefe del departamento de economía, éste invitó a Veblen para que lo acompañara. Fue así como, a los 35 años, consiguió Veblen por fin su primer empleo, con un sueldo de 520 dólares anuales. Veblen permaneció en la Universidad de Chicago durante 14 años, un periodo difícil para la escuela y para el intelectual. Sus modales y sus ideas, poco ortodoxas, su enseñanza, poco inspirada, y su vida amorosa, muy inspirada, generaban frecuentes choques con los funcionarios de la universidad. Veblen escribiría tiempo después un libro devastador donde describía la
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"erudición superior" como una forma de barbarismo cultural. Pero a pesar de sus pleitos con los burócratas y empresarios administrativos, VebIen tuvo la fortuna de contar con un ambiente intelectual estimulante, formado por intelectuales tan distinguidos como John Dewey en filosofía, William I. Thomas y George Herbert Mead en sociología, Jacques Loeb en psicología, y Franz Boas en antropología. Cuando apareció en 1899 la Teoría de la clase ociosa, el propio Veblen se hizo famoso de repente. El libro, que Lewis Mumford compararía posteriormente con un cartucho de dinamita envuelto en papel de dulces, se convirtió de la noche a la mañana en la sensación de los intelectuales, y recibió el elogio de Williani Dean Howells y Lester Frank Ward por igual. El "veblenismo" llegó a denotar las observaciones maliciosamente satíricas y punzantes sobre todo lo que había sido sagrado y seguro. El segundo libro de Veblen, The Theory ofBusiness Enterprise (1904), no recibió la aclamación entusiasta de su primera obra. Su estilo, opaco, intrincado, marcado por largos neologismos y terminología esotérica, no agradaban a los radicales, que esperaban una receta para la revolución, ni a los conservadores, que esperaban una refutación al socialismo. Sobre todo, había pocos lectores no versados que pudieran descifrar la intención del autor: el libro contenía una censura salvaje contra el "móvil monetario"; y sin embargo, un lector le escribió a Veblen para solicitarle su consejo sobre la forma de hacer dinero. Los funcionarios de la Universidad de Chicago se enorgullecían de la fama académica de Veblen, pero no podían tolerar la publicidad generada por su franca condición de mujeriego. Cuando se le presionó para que respetara los cánones de la respetabilidad académica, desafió a sus superiores y optó por buscar otro puesto. En 1906 se fue a Stanford, pero el libertinaje que mostró allí confirmaba plenamente la reputación escandalosa que había traído consigo, y a los tres años se le pidió la renuncia. Entonces hubo de solicitar empleo en varias escuelas, sólo para recibir rechazos vagos, burocráticos. Por último,
un antiguo discípulo y permanente amigo y admirador, H. J. Davenport, lo ayudó a obtener un puesto en la Universidad de Missouri en 1911. En ese mismo año, su esposa obtuvo el divorcio. * Libre del matrimonio, Veblen sufrió un severo aislamiento en la ciudad de Columbia, donde vivía como un recluso entre rotarios y filisteos. Instalada su residencia en el sótano de la casa de Davenport, solitario, amargado y aparentemente derrotado, Veblen experimentó en realidad un periodo notablemente productivo en la Universidad de Missouri. Terminó dos de sus obras más importantes: The Instinct ofWorkmanship (1914) e Imperial Germany and the Industrial Revolution (1915). Pocos lectores se molestaron con el primer libro: infortunado desdén para su más profundo esfuerzo por explorar en términos antropológicos los orígenes de la alienación. En cambio, Imperial Germany, con sus implicaciones para la gran guerra que tenía lugar en Europa, fue ampliamente leído y considerado por algunos reseñadores como una obra genial. En 1918 publicó otros dos libros, An Inquiry into the Nature of Peace y The Higher Learning in America, este último concebido y parcialmente escrito durante sus días de Chicago. Sus libros posteriores fueron colecciones de ensayos anteriores, como The Vested Interests and the Common Man (1919) y The Place cfScience in Modern Civilization (1919), reformulaciones de tesis anteriores, como The Engineers and the Price System (1921) y Absentee Ownership (1923), y publicaciones póstumas, como Essays in Our Changing Order (1934). Escribió en total 11 libros y más de 150 artículos y reseñas.
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* Sobre la vida doméstica de Veblcn y sus relaciones con las mujeres, véase el capítulo vm; se encuentra mayor información acerca de su carrera académica en el capítulo IX. Hago especial hincapié en que no he tratado de escribir una bíografia de Veblen, tarea realizada con todo detalle en el libro de Joseph Dorfman Thorstein Veblen and hi» America (1934); ni pretendo elaborar una explicación psicológica de esta excéntrica personalidad, objetivo del provocativo libro de David Riesman: Thoretein Veblen: A Critical Interpretation (1953). Al hacer un bosquejo de su vida y carácter, he tratado de presentar un retrato de este singular hombre, antes de enfrascarme en un análisis más profundo de sus ideas y teorías, igualmente intrigantes.
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Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, en 1917, Veblen decidió trasladarse a Washington y ofrecer sus servicios a la causa norteamericana. Escribió varios informes sobre la escasez de mano de obra para la Administración de Alimentos, y en general lo transferían constantemente de puesto los burócratas gubernamentales, que prestaban escasa atención a sus trabajos. Preparó también varios memorandos para la "investigación" de Calonel House, un grupo de intelectuales a quienes el presidente había pedido que estudiaran los términos de un posible arreglo de paz. Varios de estos documentos, que examinaremos en un capítulo posterior, también fueron pasados por alto. Al año siguiente se traslada a Nueva York a fin de escribir para Dial, el órgano literario de los intelectuales liberales. Los artículos de Veblen, que pugnaban por la liquidación del sístema empresarial como requisito esencial para una paz permanente, fueron ampliamente discutidos durante algún tiempo; y la revista, que publicaba también algunos artículos de Dewey, Mumford y Randolph Bourne, se conoció pronto como "el Dial vebleniano". Por las repercusiones de la guerra, los escritos cínicos de Veblen fueron acogidos con simpatía por los intelectuales liberales, desencantados con la política de Wilson; mientras que su respuesta positiva a la revolución bolchevique agradaba a la izquierda marxista. Pero el interés por Veblen declinó cuando el Dial, una vez terminada la guerra, se ocupó más de cuestiones literarias y menos de causas políticas y controversias económicas. La Nueva Escuela de Investigación Social, recién establecida, acudió en auxilio de Veblen con el ofrecimiento de un puesto que había sido financiado en parte por un antiguo discípulo y admirador. La Nueva Escuela tenía entre sus profesores a personajes tales como Charles Beard, Harold Laski, Wesley Mitchell y Horace Kallen: Veblen era ahora una estrella entre estrellas. Pero era también un hombre cansado, y sus conferencias, al principio rebosantes de estudiantes curiosos, se convirtieron en aburridas pruebas de resistencia. Como en
Chicago, Stanford y Missouri, Veblen seguía balbuciendo mientras sus discípulos disminuían constantemente. Para mediados de los años veinte, tenía casi 70 años de edad, y ya se le notaban. Se sentía cada vez más solitario en Nueva York. Su segunda esposa, con quien se casó en 1914, había sufrido un trastorno mental y tuvo que ser internada; su primera esposa, Ellen, murió en 1926. Veblen tenía todavía muchos admiradores y discípulos, y varios economistas académicos se reunieron para firmar un documento en que se recomendaba su nombre para presidente de la Asociación Económica Estadunidense, a lo que él declinó, comentando: "No me lo ofrecieron cuando lo necesitaba". Rompiendo sus últimos lazos con el mundo académico, Veblen regresó a Palo Alto y se refugió en su pequeña cabaña de las afueras del pueblo. Y allí, en total aislamiento, a pesar de que se moría por compañía y conversación, vivía -este profeta de la utopía tecnológica- entre sus rudimentarios muebles, usando ropas bastas compradas a través de un catálogo de Sears Roebuck, cada vez más hundido en sus propios pensamientos, sin prestar atención a las ratas que exploraban su cabaña ni a la mofeta que se restregaba contra sus piernas mientras él soñaba sentado en su silla de fabricación casera. Poco antes de su muerte, el 3 de agosto de 1929, lo visitó una vecina. Veblen le dijo que "había escuchado a algunos miembros de su familia, muertos hacía mucho tiempo, que le hablaban en noruego, con tanta exactitud y claridad como yo le estaba hablando entonces".'
El. VAGABUNDO
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INTELECTUAL
¿Quién era este hombre? En cuanto formulamos este interrogante tenemos que admitir que Veblen continúa eludiéndonos, y esto se aplica tanto a su mente como a su personalidad. Si bien 7
Citado en Dorfman,
1,
p. 504.
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su carácter pudiera ser un tema para la psicohistoria -empresa ardua a causa de la pérdida de sus documentos privados-, sus ambiguos pensamientos y escritos siguen siendo un reto para el estudioso de la historia intelectual. Un antiguo discípulo ha descrito bien lo que podríamos llamar "el problema Veblen":
marginal, el eterno forastero sin lazos duraderos con la cultura prevaleciente y las instituciones dominantes de su época. Veía también las ventajas indudables de la existencia solitaria y desarraigada, que llevaban él y los judíos. Porque el ostracismo alentaba una mente inquisitiva, lo que explicaba que los judíos estuviesen "a la vanguardia de la investigación moderna". El intelectual solitario, liberado de prejuicios muy comunes, lleno de "ánimo escéptico, Unbefangenheit [y] liberado de la mano muerta de la finalidad convencional", era el creador de conocimientos nuevos y de intuiciones fructíferas. Desheredado, el judío errante permanecía como el enemigo de todos los hábitos y pensamientos heredados, y por ende como amigo de los hechos no mediados. Culturalmente desarraigado, es posible que el judío no vuelva a ser completamente asimilado jamás. "Quien se marcha de su casa verá muchas cosas poco familiares y tomará nota de ellas; pero no se sigue de aquí que creerá en todos los dioses extraños que se encuentre en el camino." El análisis que hace Veblen del judío desarraigado guarda una notable semejanza con el ensayo "The Stranger" de Georg Simmel. En el tratamiento de Simmel, el "extraño" no es sólo un vagabundo "que llega hoy y se marcha mañana", sino más bien una "persona que llega hoy y se queda mañana", una persona que es "un elemento de" la sociedad, pero no forma cabalmente parte de ella. Otros sociólogos contemporáneos, como Karl Mannheim y Max Weber, describieron también la posición peculiar de los intelectuales "libremente flotantes" y del Benufsmensch (hombre de vocación). Simmel creía, al igual que Mannheim, que el forastero disfruta de una "objetividad" privilegiada porque no está "atado por compromisos que pudieran motivar prejuicios en su percepción, entendimiento y evaluación de lo dado"." Veblen pudo aceptar que la alienación social genera ciertos beneficios intelectuales. "El judío intelectualmente dotado", escribió,
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Las explicaciones de Veblen no solían ser sencillas. Su tesis principal parecía a menudo el resultado de una prolongada reflexión; sus datos de apoyo ofrecían con frecuencia una prueba notable de gran erudición. Pero su argumento no era una prueba directa. Introducía giros y retorcimientos en la discusión, lo cual hacía que se extraviara el distraído, y entonces surgía el doctrinario temerario con una sorprendente sacudida. Si pudiera simbolizarse un tipo de pensamiento con otra forma de actividad, su procedimiento podría compararse al correr de un zorro: brusco alejamiento, astuto giro, uso de una fuerte defensa, decidido atrincheramiento. R
Varios de los admiradores de Veblen (uno de los cuales lo llamaba "el hombre de Marte") compartían la perplejidad de este estudiante. El sociólogo británico Graham Wallas suplicó una vez que alguien escribiera "un 'Secreto de Veblen', que se recapitularan (¡con un índice de materias!)" sus maliciosos libros. En realidad, el propio Veblen suministró la mejor clave de su carácter en un ensayo, curiosamente revelador, escrito en 1918: "The Intellectual Preeminence of Jews in Modern Europe.' Tenemos aquí lo más parecido a un autorretrato que jamás haya enviado a la imprenta Veblen. De la misma manera que algunos sabios judíos, como Marx, Freud y Einstein (este último uno de sus grandes admiradores), Veblen consideraba a la ciencia como benigna destructura de ilusiones perniciosas y, por ende, heraldo indispensable de la conciencia moderna. Como los judíos, con quienes se identificaba obviamente, Veblen se veía a sí mismo como un hombre 8
Citado en Dorfman, r, p. 250.
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9 Georg Simmel, "The Stranger", en Kurt Wolf (comp.), The Sociology of Georg Simmel (Nueva York, 1950), pp. 402-409.
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se encuentra en una posición peculiarmente afortunada respecto de esta inmunidad requerida frente a las inhibiciones del quietismo intelectual. Pero puede obtener tal inmunidad sólo a costa de perder su lugar seguro en el marco de las convenciones en que ha nacido, y también a costa de no encontrar un lugar similarmente seguro en el marco del convencionalismo gentil a que se ve arrojado. Para él, como para otros hombres en situación semejante, el escepticismo, que lo convierte en un factor efectivo del incremento y la difusión del conocimiento entre los hombres, trae consigo una pérdida de la paz mental, que es patrimonio del pietista seguro y sensato. Se convierte en un perturbador de la paz intelectual, pero sólo a costa de convertirse en un intelectual viandante, un vagabundo en la tierra intelectual de nadie que busca otro lugar para descansar, más adelante en el camino, en algún sitio del horizonte. No son un conjunto complaciente ni complacido estos alienígenas de pies inquietos. lO
El dolor de la propia alienación de Veblen lo volvía agudamente consciente de que la objetividad no podía ganarse sin pagar un precio terrible en ostracismo e inquietud. Veblen, una mente libre en una sociedad estructurada, era, como los judíos, "un escéptico por la fuerza de las circunstancias, sobre las que no ejerce ningún control". Solitario, curioso, objetivo, Veblen estaba "en" el mundo, pero no era "del" mundo. No escogió el mundo moderno del capitalismo industrial; este mundo lo escogió a él. Yen este mundo permaneció el inmigrante cerebral, cuyo escape residía en la investigación seria, obligación del intelectual, y el humor mordaz, refugio de los inconformes.
lO
Veblen, Ero, pp. 219-231.
SEGUNDA PARTE
TEORÍA E HISTORIA
IV. LA ECONOMÍA Y EL DILEMA DE LA TEORÍA DEL VALOR
¿BENTHAM
o
HEGEL? LA CRíTICA DE VEBLEN
A LAS TEORíAS ECONÓMICAS DE MARX
Puede apreciarse un buen ejemplo del "ánimo escéptico" del propio Veblen en su enfoque de las teorías económicas de Su época. En efecto, Veblen era tal vez el único científico social norteamericano del siglo XIX que estaba intelectualmente preparado para cuestionar las teorías económicas de Carlos Marx en sus propios términos. Como Marx, Veblen llegó a la economía por el camino de la filosofía, disciplina que trata de expandir los horizontes del conocimiento al mismo tiempo que señala los Iímites de lo que puede saberse. Ambos usaron su instrucción en lógica y epistemología para cuestionar las ideas reinantes en su época, y ambos se propusieron refutar la teoría económica ortodoxa. Pero medio siglo separaba al joven Marx (1818-1883) del joven Veblen (1857-1929). Por lo tanto, cuando Marx estudió las ideas y los supuestos teóricos del capitalismo, su análisis económico tomó como punto de partida la tradición moderna de los derechos naturales de la Ilustración y el pensamiento utilitarista de Adam Smith y David Ricardo. Cuando Veblen estudió economía, a fines del siglo XIX, la disciplina se encontraba en un estarlo de fermentación y confusión. Una fuente importante de la controversia era la teoría del valor del trabajo expuesta por el propio Marx. El valor, el constituyente de cualquier cosa que la vuelve deseable y útil, no ocurre simplemente; según Marx, el valor se crea por los procesos del trabajo humano. La idea de que el valor se localiza en los esfuerzos productivos del hombre no era 115
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TEORÍA E HISTORIA
original de Marx: en el siglo XVII, John Locke defendió la propiedad privada en tales términos; y en el siglo XVIII, David Ricardo propuso la idea de que "el valor de un bien" depende "de la calidad relativa del trabajo necesario para su producción".! Marx aceptó estas ideas del valor sólo para invertir la proposición. Si el valor total de un producto está determinado por el trabajo requerido para su producción, ¿no debería pagarse el valor total a los hombres que hayan producido el bien? El capitalismo no puede permitir tal remuneración, insistía Marx, porque vive de los beneficios -la diferencia entre los salarios y los precios- y crece gracias a ellos. Marx no era en modo alguno tan ingenuo como para sostener que el valor de los bienes pudiera medirse por el tiempo que demorara su producción, en cuyo caso un trabajador indolente podría crear más valor que uno eficiente. Por el contrario, introdujo la ingeniosa noción del "poder de trabajo", el número de horas que debía trabajar un hombre para ganar un salario que le permitiera subsistir y procrear. El hombre puede ganar lo suficiente para mantenerse vivo trabajando un número limitado de horas, digamos medio día. Pero en la sociedad capitalista carece de derecho y de poder para contratar un turno de trabajo tan breve. La diferencia entre la cantidad de tiempo que debe trabajar para subsistir y el tiempo adicional que el empleador lo obliga a permanecer en el trabajo es la medida de la explotación del trabajador. Marx llama "plusvalía" a esta diferencia, porque el valor que produce un hombre que trabaja 12 horas supera ampliamente el valor que produjo en seis horas; y sin embargo, sólo el capitalista puede vender todo el tiempo de trabajo incorporado en los bienes que el propio trabajador ha producido. Obligados a trabajar más tiempo del justificado por su mera subsistencia, los trabajadores son engañados por un sistema salarial que oculta la distinción existente entre el valor que crearon en el periodo del "trabajo socialmente necesario" y 1 David Ricardo, Principies ofPolitical Economy and Taxation (Homewood, Ill.. 1963), pp. 5-28.
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el valor creado durante el periodo excedente, entre el tiempo de trabajo pagado y el no pagado, entre el costo de los salarios yel precio de los bienes. La teoría marxista del valor pareció simplista a los economistas contemporáneos de Veblen. Se criticó ampliamente la insistencia de Marx de que el trabajo constituye la única fuente del valor y que la paga de los trabajadores gravitará siempre hacia el nivel de subsistencia. Economistas como Bohm-Bawerk, Stanley Jevons, Carl Menger y Lean Walras cambiaron el enfoque ricardiano-marxista de la producción por el de las operaciones reales del mercado. Con este cambio, que recibió los varios nombres de "revolución jevoniana", "Escuela austriaca" o "análisis de la utilidad marginal't.é la atención se concentraba ahora en la actitud de los consumidores individuales hacía los bienes que satisfacían los deseos humanos. Así reorientada, la disciplina de la economía podía demostrar que los precios no reflejan necesariamente los costos de producción y que el valor funciona como una respuesta a la demanda. Este desplazamiento hacia una "teoría subjetiva del valor" minimizaba los procesos de producción en favor de la atracción de la demanda y la utilidad del consumo. Pero cuanto más reflexionaban los economistas contemporáneos acerca del problema del valor, más parecía eludirlos su solución precisa; el aire, por ejemplo, puede tener utilidad aunque carezca de valor de trabajo, pues no se ha hecho ningún esfuerzo para producirlo; en cambio, una obra de arte puede requerir años de trabajo, pero no posee ningún valor porque no hay ninguna demanda de ella. ¿Qué queda entonces de la convicción de Marx de que el valor deriva sólo del trabajo? La posición de Marx era en realidad muy compleja, en efecto tan ambigua, que los economistas académicos y los teóricos sociales discuten aún su interpretación correcta." Quizá pueda 2 Maurice Dobb, Theories of Value and Distribution since Adam Smith (Cambridge, 1973). 3 R. L. Meek, Studies in the Labor Theory ofValue (Londres, 1973); Murray Wolfeson, A Reappraisal of Marxian Economice (Penguin, Baltimore, 1968); Joan Robinson, An Essay on Morxian Economics (Nueva York, 1966); Geoffrey
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enfocarse mejor el problema sugiriendo que Marx se interesaba menos por el problema de la forma en que se crea el valor que por el proceso mediante el cual se pierde. En el volumen 1 de El capital, trata Marx de relacionar el valor con los precios, pero no lo hace para establecer una ley del valor, sino para determinar cómo opera la "forma" del valor de cambio cuando se venden los bienes. Estaba convencido de que una teoría separada del valor había de preceder a una teoría de los precios, y de que existe una cualidad singular, o "esencia", que es inherente a los bienes y gobierna su intercambio. La tarea del economista consiste en penetrar en las conexiones internas que se encuentran detrás de las "apariencias necesarias" de las relaciones de intercambio con que se regulan los bienes, para descubrir por qué el valor congelado en el trabajo se enajena y se proyecta en las cosas, los objetos de riqueza que demandan los consumidores. Este fenómeno se expresó con la conocida frase de "fetichismo de los bienes", concepto que no valida en modo alguno la teoría laboral del valor, sino que transfiere súbitamente el problema de la esfera de la economía a la de las "relaciones sociales". Así pues, Marx no estaba tratando de sustituir los precios del mercado fijados de acuerdo con el principio tradicional de la oferta y la demanda por una "ley del valor"; más bien trataba de descubrir por qué la teoría clásica no podía describir lo que pretendía explicar, una búsqueda donde la verdad se revelaría mediante la reflexión filosófica y la investigación empírica. Es significativo que sólo Veblen, entre los economistas contemporáneos, haya entendido plenamente el esfuerzo heroico de Marx, un acto de empatía que volvería aún más perspicaz la crítica del propio Veblen. Su ensayo en dos partes, "The Socialist Economies of Karl Marx and his Followers", es el análisis más penetrante del tema que jamás realizara un intelectual norteamericano. El ensayo, que apareció después en el Quarterly Journal ofEconomics, Pilling, "The Law ofValue in Ricardo and Marx", Economy and 8ociety, pp. 281-307.
1
(1972),
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se presentó primero como un discurso pronunciado en la Universidad de Harvard en 1906, aproximadamente al mismo tiempo que Jack London hablaba ante la Sociedad Socialista Intercolegial acerca de las glorias de la lucha de clases. N o hay duda de que el balbuceo seco de Veblen no podía compararse con el poder oratorio de London, pero lo que aquél tenía que decir conserva todavía su valor. Veblen admiraba profundamente la "audacia de la concepción" y la "gran consistencia lógica" de las obras de Marx. Por lo tanto, quería defender en primer término a Marx de sus críticos contemporáneos, para mostrar luego dónde se encontraba en realidad la falla oculta del marxismo. Los oponentes de Marx erraban cuando trataban de examinar sus teorías económicas como un conjunto de principios independientes, y por ello estos académicos "hostiles" solían "perderse en un escrutinio enredado de detalles supuestamente abstrusos". Bien concebido, el marxismo es una construcción sintética, no un modo analítico de explicación. "Excepto como un todo y excepto a la luz de sus postulados y objetivos, el sistema marxista no es sólo insostenible sino aun ininteligible. Una discusión de un aspecto aislado del sistema (como la teoría del valor) desde el punto de vista de la economía clásica (como la que ofrece Bohm-Bawerk) resulta tan inútil como una discusión de los sólidos en términos de dos dimensiones." Los críticos de Marx habían identificado también sus teorías con las de Ricardo, pero aun cuando el propio Marx reconocía la identidad, se trataba de una "coincidencia superficial". La idea que tiene Marx del trabajo se basa en el valor intrínseco del trabajo, el valor que se convierte en el cuánto o parte del trabajo congelado en el bien; mientras que la característica principal del trabajo es, para Ricardo, su "grado de molestia", cualidad negativa que sugiere que el trabajo no posee la propiedad única de ser capaz de producir más valor que el necesario para la subsistencia. Por lo tanto, la noción de la plusvalía no puede derivarse de la posición de Ricardo; lo que puede derivarse es el valor de cambio, una cuestión de distri-
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bución antes que de producción. La razón o relación de cambio de los bienes es compatible con la economía clásica, para la cual el mercado determina el valor de los bienes; sin embargo, el valor de cambio es para Marx apenas la "forina fenoménica" del valor real. Y esta distinción entre las diferentes situaciones del valor es fuente de confusión entre quienes identifican a Marx con Ricardo para enterrarlos a ambos:
tener así su margen de beneficio. Sin embargo, al realizar esta transición hacia la maquinaria mina de hecho su propia posición porque sustituye medios de producción explotables, trabajadores humanos, por medios no rentables. Para Veblen, adorador del "proceso de la máquina", no tenía ningún sentido la afirmación de que la tecnología no podía crear valor. Más vulnerable aún era la "ley de la miseria creciente", la penuria progresiva de la clase proletaria (VerelendungstheorieJ. No sostenía, como lo hacían muchos marxistas revisionistas y reformadores humanitaristas, que las condiciones de la clase trabajadora estuviesen mejorando efectivamente, un hecho que tenía escasa importancia para las premisas teóricas de la filosofía de la historia de Marx. En lugar de ello, formuló dos observaciones que revelaban la debilidad del razonamiento en que se basaba la teoría marxista del "ejército de reserva industrial" en crecimiento. Primero, la teoría implica que aumentará el número de trabajadores fabriles a pesar de la declinación de sus medios de existencia, un supuesto acerca de las reivindicaciones redentoras de la pobreza que desafía la noción darviniana de la supervivencia. En segundo lugar, la noción de que el empobrecimiento de los trabajadores conducirá a una situación revolucionaria se basa en la dudosa premisa hegeliana de que los movimientos históricos invierten su dirección, de que la misma impotencia del trabajador producirá su efecto opuesto y hará surgir el poder de la conciencia de la clase proletaria. Tal situación sería posible si la vida imitara a la filosofía, pero la historia suele desafiar a la dialéctica. "La experiencia, la experiencia de la historia, enseña que la miseria abyecta lleva consigo el deterioro y la sujeción abyecta. La teoría de la miseria progresiva encaja convincentemente en el esquema de la dialéctica hegeliana de las tres fases. Es la antítesis que se fundirá en la ulterior síntesis; pero no tiene fuerza particular como un argumento de causa y efecto."
Los críticos de Marx suelen identificar el concepto del "valor" con el del "valer de cambio", y demostrar que la teoría del "valor" no se ajusta a los hechos del precio conforme al sistema de distribución existente, con lo que piadosamente esperan haber refutado la doctrina marxista; siendo que, por supuesto, en su mayor parte ni siquiera la han tocado. El error de los críticos se debe tal vez a la ambigua oscuridad (posiblemente intencional) de Marx. Ya sea por esta deficiencia, o por la suya propia, sus refutaciones han distado hasta ahora de ser concluyentes. La censura más severa de Marx contra las injusticias del sistema capitalista es aquella que se encuentra implícitamente en su desarrollo de la forma en que el valor de cambio efectivo de los bienes diverge sistemáticamente de su valor real (de costo de la mano de obra). En efecto, aquí reside no sólo la injusticia inherente del sistema existente, sino también su enfermedad mortal, de acuerdo con Marx."
Veblen podía convenir con Marx en que el capitalismo es intrínsecamente injusto, pero no se seguía de aquí que estuviese destinado a la autodestrucción. El hecho de que el capitalismo "deba" derrumbarse no es razón para creer que esto ocurrirá históricamente. Veblen podía aceptar también la "ley de concentración del capital" de Marx, la tendencia hacia el monopolio y fusión industrial, bien conocida de los críticos progresistas de los Estados Unidos. Pero la "ley de la acumulación capitalista" no parecía convincente. Según Marx, la competencia obliga al capitalista a instalar maquinaria más y más ahorradora de mano de obra para producir más bienes a un costo menor y 80S4
Veblen,
POS,
p. 422.
5
Veblen,
POS,
p. 443.
121
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El esquema de tres fases de la dialéctica no es tan fundamental para Marx como sostenía Veblen, pero la filosofía hegeliana sí lo es sin duda; y Veblen, junto con Benedetto Croce en Italia, fue uno de los primeros teóricos sociales que, en la última década del siglo XIX, advirtieron las ilusiones de un materialismo histórico deificado por el idealismo alemán. Veblen seguía convencido de que la revolución científica, anunciada por la teoría de la evolución biológica, había naturalizado por completo el pensamiento moderno y vuelto así obsoletas las categorías de entendimiento hegelianas-marxistas. Veblen y Marx mantenían dos filosofías de la historia opuestas, la darviniana y la dialéctica. Pero no era sólo por su temperamento empírico que Veblen se sentía escéptico acerca del marxismo como una proposición teórica. Tal postura empírica caracterizaba la posición de muchos socialistas "científicos" de principios de siglo. Ahondando mucho más allá que otros críticos contemporáneos, Veblen descubrió dos principios irreconciliables en las teorías económicas de Marx que revelaban los fundamentos contradictorios del propio socialismo marxista. Los postulados y los prematuros conceptos de Marx, escribió Veblen, están tomados de "dos líneas de antecedentes distintas: el hegelianismo materialista y el sistema inglés de los derechos naturales". Del primero derivó su teoría del desarrollo histórico como algo que se actualiza a sí mismo, un movimiento que avanza por "necesidad interna". Del segundo elaboró su teoría del valor y su convicción de que el trabajador tiene derecho a todo el producto de su trabajo. El problema surge cuando Marx trata de sintetizar estas dos tradiciones contrarias en la doctrina de la lucha de clases; pues en el esquema hegeliano la "dialéctica del movimiento del progreso social [... ] se mueve en el plano espiritual del deseo y la pasión humanos, no en el plano (literalmente) material de la tensión mecánica y fisiológica, en la cual se desenvuelve el proceso de desarrollo de la creación bruta. Es un materialismo sublimado, sublimado por la presencia dominante del espíritu humano consciente". En
cambio, la lucha de clases "se origina en motivos de interés, y un reconocimiento del interés de clase sólo puede alcanzarse, por supuesto, mediante una reflexión sobre los hechos del caso". En efecto, la doctrina de la lucha de clases tiene
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origen utilitarista y es de ascendencia inglesa; y pertenece a Marx porque éste tomó prestados sus elementos del sistema del interés propio. En realidad es un elemento del hedonismo, y se relaciona más con Bentham que con Hegel. Deriva de los fundamentos del cálculo hedonista, que también es extraño a la noción hegeliana de un proceso que se desenvuelve y a las nociones posdarvinianas de la causalidad acumulativa."
El problema de la historia es el problema de la conciencia. La conciencia de clase fue el gran ideal de Carlos Marx. Pero ¿puede una noción arraigada en la "fantasía piadosa" de Hegel, del espíritu humano que se realiza a sí mismo, conciliarse con un movimiento basado en el egoísmo utilitarista de las demandas de la clase obrera? Si la conciencia de clase no puede trascender jamás los intereses de clase, si el ideal no puede trascender jamás lo real, si Bentham puede ser absorbido en Hegel, ¿cómo podrá el proletariado liberar a toda la humanidad en el acto revolucionario de la autoliberación?
METAFíSICA DE LA NORMALIDAD. LA CRíTICA DE VEBLEN A LA ECONOMÍA CLÁSICA
Veblen aplicó a la economía clásica el mismo espíritu crítico que reveló en su análisis de la economía marxista. Gran parte de esta agudeza escéptica fluía de su propia personalidad, la del iconoclasta aldeano que gustaba de convertir las respuestas en interrogantes. Pero, más que eso, la preparación filosófica de Veblen lo equipaba para cualquier sistema teórico que pudiera 6
Veblen,
POS,
pp. 415-418.
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TEORÍA E HISTORIA
LA ECONOMÍA Y EL DILEMA DE LA TEORÍA DEL VALOR
encontrar. Había estudiado con Peirce, y es posible que haya heredado de este filósofo su actitud crítica hacia el hedonismo y la idea utilitarista de la felicidad. Era también un admirador de Hume, quien le hizo cobrar aún más conciencia de la importancia de ser "irreverentemente escéptico [... ] de la necesidad o el uso de cualquier fórmula de conocimiento que vaya más allá del [... ] argumento realista y gradual de la causa al efecto".' y de Kant, el tema de su trabajo de graduado, aprendió que el entendimiento humano descansa en categorías de pensamiento preconcebidas y que la mente está activa y no es un receptor pasivo de sensaciones. Veblen se apropió de estas posiciones filosóficas en su análisis del pensamiento ortodoxo contemporáneo en "The Preconception of Economic Science", serie de tres articulas que publicó en el Quarterly Journal of Economics; allí elaboró los argumentos presentados en su ensayo más conocido: "Why is Economics not an Evolutionary Science?" ¿Por qué no es la economía una ciencia evolutiva? Porque esta disciplina no ha podido imitar a las ciencias físicas en la adopción de una metodología evolutiva. Veblen no acusó a los economistas de ignorar datos fácticos, ni de ser negligentes en la formulación de un cuerpo de teoría que explicara el crecimiento y el desarrollo. La diferencia reside en que el científico moderno "se resiste a alejarse de la prueba de la relación causalo de la secuencia cuantitativa", mientras que el economista quiere "ir detrás de la secuencia incolora de los fenómenos y buscar una base más alta para su síntesis final". El científico observa el desarrollo de los fenómenos naturales a largo plazo, y trata de discernir cuidadosamente, en sus procesos acumulativos, una teoría de la relación causal. En cambio, el economista estira los límites del entendimiento causal e, inconscientemente, busca más allá de la naturaleza para descubrir el significado personal de sucesos impersonales. Veblen calificó de "animista" esta inclinación a atribuir significación moral a los
fenómenos naturales. Así como el hombre primitivo atribuye valores humanos a los árboles y otros objetos materiales, el economista "moderno" contempla en la naturaleza sus propias necesidades emocionales de orden y simetría. Entre los fisiócratas del siglo XVII se expresaba esta tendencia en la idea de un ordre naturel y una loi naturelle. Entre los economistas del siglo XIX, todavía encuentra expresión en los supuestos de una "mano invisible" y en las leyes que supuestamente controlan los salarios "naturales" y el valor "normal". La economía política clásica es también prerrevolucionaria en el terreno científico porque descansa en lo que Veblen llamó un hábito mental "taxonómico". En lugar de considerar los fenómenos económicos como dinámicos e interrelacionados, de acuerdo con las concepciones evolutivas, los economistas enfocan el contenido de su disciplina como un ejercicio de análisis estático, clasificación y abstracción incorporal. Esta actitud conduce a su vez al supuesto de que el equilibrio se restablecerá siempre en un "sistema competitivo libre de fricciones" (la frase es de John Bates Clark), y de que toda aberración puede descartarse como una mera "causa perturbadora", que sólo prueba la capacidad de autocorrección del sistema. Veblen observó en su penetrante ensayo sobre Clark que la noción de un "sistema competitivo hipotéticamente perfecto" descansa en un cuerpo de proposiciones lógicamente consistentes acerca de las "relaciones normales de las cosas"; es decir, descansa en la mente deductiva, constructora de modelos del propio Clark. Es importante señalar este punto porque los críticos de Veblen, como Arthur K. Davis, discípulo de Parsons, han sostenido que "la adhesión rigurosa a la metodología de Veblen conduciría a la ausencia de toda ciencia", puesto que la ciencia requiere hipótesis, abstracciones y modelos de sistemas.f No está claro que Veblen niegue los modelos como tales; de hecho, sus propias especulaciones antropológicas son tan cuestionables como la "historia
7
Veblen,
POS,
p. 97.
125
8 Arthur K. Davis, "Sociological Elements in Veblens Economic Theory", Journal ot Political Economy 53 (1945), pp. 132-149.
TEORÍA E HISTORIA
LA ECONOMÍA Y EL DILEMA DE LA TEORÍA DEL VALOR
conjetural", de cuya práctica acusa a los economistas. Pero Veblen quiere demostrar que, cuando los economistas formulan una situación ideal -"si prevaleciera la competencia perfecta", "si compradores y vendedores estuviesen gobernados por un motivo", etc. 9- , es porque tal idea representa 10 que en su opinión debería existir," Los critica por hablar como científicos y comportarse como moralistas. En cuanto a los economistas que continuamente construyen modelos e invocan el "caso normal" para escapar mejor de las anormalidades de la vida diaria, Veblen respondió en forma satírica preguntando qué parte del mundo podrían explicar huyendo del mundo mediante un paradigma que no sólo es incapaz de representar la realidad, sino que resulta totalmente defectuoso en el terreno lingüístico:
comportamiento del consumidor es racional y por ende puede calcularse científicamente en términos de la utilidad decreciente de los bienes consumidos. Veblen aceptó que el consumo es el enfoque adecuado, pero los marginalistas detenían la investigación precisamente donde debía iniciarse: en la cultura y costumbres de una sociedad consumidora. Quería ver una "explicación genética" de los orígenes y el desarrollo de estos fenómenos, más bien que una descripción taxonómica de la teoría del precio basada en el costo. Deseaba ampliar el campo de la investigación para incluir las implicaciones sociológicas del comportamiento económico. Pero los economistas contemporáneos como Clark eran tímidos precisamente cuando debían ser audaces, cerrados de mente cuando debían ser imaginativos. Estaban trabajando todavía con arreglo a "una metafísica de normalidad que no establece ninguna restricción extracausal en los sucesos, sino que se conforma con establecer correlaciones, equivalencias, homologías y teorías referentes a las condiciones del equilibrio económico". Cegado así, el economista verá en el comportamiento económico más desusado las leyes más uniformes de la naturaleza, y toda situación será un mero reflejo de sus propias conjeturas, su propia necesidad interna de los "postulados metafísicos de la congruencia". "Por lo que se refiere a la realidad taxonómica, se afirma que una banda de isleños aleutianos que chapotean en las olas para capturar mariscos con rastrillos y encantamientos mágicos realizan una tarea de equilibrio hedonista en materia de rentas, salarios e intereses."ll En la base de toda la estructura de la economía política clásica se encuentra su concepción unidimensional de la naturaleza humana. Esta concepción resultaba demasiado profana aun para uno de los más irreverentes intelectuales de la época victoriana:
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Pero ¿qué significa todo esto? Si nos sentimos inquietos bajo la taxonomía de un sistema salarial monocotiledóneo y una teoría del interés criptógama, con embrolladas variantes loculicidas, tomentosas y monoloformes, ¿cuál será el proceso citoplásmico, centrosómico o cariocinético al que podamos recurrir, y en el que podamos encontrar la terminación de la metafísica de la normalidad y los principios contrcladoresv'v
La economía política clásica no era sólo abstracta y evasiva, sino también estrecha y cautelosa. Por ejemplo, la escuela de pensamiento de la utilidad marginal sostenía que cada unidad sucesiva de capital y de mano de obra es menos productiva que la precedente a causa de los límites de la demanda, y que el 9 Acerca del método de razonamiento utilizado por Veblen en el análisis económico, véase Morton White, Social Thought in America: The Revolt against Formalism (Boston, 1957), pp. 24-26. * "Este Orden de la Naturaleza, o reino de la Ley Natural, no es el curso real de los hechos materiales, sino de los hechos interpretados en forma tal que se satisfagan las necesidades del taxonomista en materia de gustos, consistencia lógica y sentido de la justicia. La cuestión de la verdad y la adecuación de las categorías se refiere al consenso del gusto y las predilecciones entre los taxonomistas, es decir, expresa la naturaleza humana adiestrada en el campo de lo que debe ser." Veblen, "Professor's Clark's Economícs", pos, p. 191. 10 Veblen, POS, p. 70.
127
El concepto hedonista que se tiene del hombre es la de un calculador rapidísimo de placeres y dolores, que oscila como un glóbulo homo11
Veblen,
POS,
p. 193.
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géneo de deseo y felicidad merced al impulso de estímulos que lo mueven por la superficie, pero lo dejan intacto. Él no tiene antecedente ni consecuente. Es un dato humano aislado, definitivo, en equilibrio estable excepto por los golpes de las fuerzas esporádicas que lo desplazan en una dirección ti otra. Autoimpuesto en un espacio elemental, el hombre gira simétricamente alrededor de su propio eje espiritual hasta que el paralelogramo de fuerzas cae sobre él, momento en que sigue la línea de la resultante. Cuando se agota la fuerza del impacto, el hombre reposa: un glóbulo autónomo de deseo, como antes. En el terreno espiritual, el hombre hedonista no es un impulsor primario. No es el asiento del proceso de la vida, excepto en el sentido de que está sujeto a una serie de permutaciones que le imponen las circunstancias externas y ajenas a él. 12
Gran parte de la descripción que hace Veblen de la economía política es pura caricatura; no hace justicia a la riqueza y complejidad del pensamiento económico del siglo XIX. ¿Pero por qué resultaba tan repugnante el concepto hedonista del "hombre económico" moderno para Veblen, quien consideraba el hedonismo como un rasgo arcaico y en efecto lo incluía en su propio análisis del consumo? Por una parte, tal conceptuación tendía a reorientar la economía, de modo que la disciplina se ocupaba casi exclusivamente de la distribución, de cuestiones tales como la propiedad, el ingreso, los precios y la adquisición. Los marginalistas como Clark, por ejemplo, analizaban la producción en términos del valor, cuando el valor es primordialmente un asunto de distribución. Por lo tanto, Clark y otros autores confundían las dos esferas de actividad con el "teorema de la equivalencia", la supuesta igualdad establecida entre la productividad y la remuneración, entre el producto global del esfuerzo colectivo y la distribución uniforme de acuerdo con la contribución individual. El teorema implica que los trabajadores obtienen tanto como producen y producen tanto como obtienen, y que los consumidores pagan tanto como vale el bien y dan lo 12
LA ECONOMÍA Y EL DlLEMA DE LA TEORÍA DEL VALOR
TEORÍA E HISTORlA
Veblen, pos, pp. 73-74.
129
que están dispuestos a pagar. Para Veblen, tal formulación no sólo compara actividades incomparables, sino que pasa por alto la ausencia de libertad entre los miembros de la sociedad económica y la necesidad de ajustarse a presiones externas. La norma es la competencia, la realidad puede ser la coerción. "No puede haber equilibrio, ni conmensurabilidad, entre la desutilidad (el dolor) del trabajador que produce los bienes y la utilidad (el placer) del consumidor que los consume, porque estos dos fenómenos hedonistas se producen en la conciencia de personas distintas." Por lo tanto, "los salarios del trabajo (es decir, la utilidad de los bienes que recibe el trabajador) no igualan la desutilidad que experimenta, excepto en el sentido de que está dispuesto a aceptarlo en términos competitivos; tampoco son estos salarios iguales a la utilidad que obtiene el consumidor de bienes, excepto en el sentido de que está dispuesto a pagar por sllos'"!" Cuando se trata de sistematizar el deseo y la incomodidad, se trata de eliminar el elemento humano de la ciencia económica, de permitir que el modelo absorba al hombre: ésta era la crítica más severa de Veblen. La economía política clásica no sólo suponía un balance equitativo entre el trabajo y la remuneración, sino que presentaba tan hipostáticamente* las "leyes" del comportamiento económico que podía entenderlo todo menos al hombre mismo. Veblen señaló que John Stuart Mili había cuestionado el cálculo utilitarista complementando el hedonismo cuantitativo de Bentham con distinciones cualitativas entre diferentes clases de placeres que motivan la conducta. Veblen observó también, quizá siguiendo a Kant, que la psicología asociativa en que se basaba la economía hedonista reducía la mente a un componente pasivo de la materia. Pero la mente humana es algo más que una entidad condicionada que 13
Veblen, pos, pp. 204-205.
* "Hipóstasis r...1 término usado [peyorativamente]
para indicar transformación falaz de un concepto" (N. Abbagnano, Diccionario de filosofía, FCE, México),
TEORÍA E HISTORIA
LA ECONOMÍA YEL DILEMA DE LA TEORÍA DEL VALOR
responde a estímulos externos. Aun la formación de asociaciones sugiere la actividad de la mente. "La semejanza de las impresiones ---escribió Veblen- implica una comparación de impresiones que realiza la mente en la que ocurre la asociación, y por lo tanto implica cierto grado de trabajo constructivo de parte del sujeto que percibe." Los órganos mentales del cuerpo responden al ambiente, pero lo hacen de una forma selectiva, lo que indica una cualidad deliberada, discrecional. Como prueba de esta observación, Veblen citaba la revisión que hizo Dewey del "concepto del arco reflejo", que señala que la secuencia causal existente entre el impacto y la respuesta es continua, mientras que la mente delibera antes de actuar. Así pues, la mente es menos un epifenómeno inútil que un "complejo tropismático" vital. 14
hedonismo como una explicación de la actividad humana y habían provisto al economista contemporáneo de una concepción enteramente diferente de la naturaleza humana.
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Traducidos a la teoría económica, los discursos de Veblen sobre la psicología moderna le permitieron -por lo menos así creía- demoler el concepto utilitarista del hombre. Tras el supuesto del hedonismo se encuentra la noción de que el amor por el placer y el temor al dolor determinan lo que hace el hombre. Veblen invirtió esta proposición: "En lugar de que el placer determine por último la conducta humana, las propensiones tropismáticas que se materializan en la conducta determinan finalmente lo que será agradable". Negó incluso que el placer pudiera considerarse como un fin en sí mismo, sosteniendo que era "el sentimiento concomitante de ciertos estados o modos de actividad", una especie de satisfacción derivada. Veblen distaba mucho de tener un concepto claro de la naturaleza humana, como veremos más adelante; pero estaba convencido, como Peirce, de que el hombre no podía estar motivado sólo por algo tan burdo como la felicidad, ni podía considerarse simplemente como una criatura inerte de la comodidad. Sacando a los economistas de su disciplina, Veblen trataba de demostrar que la psicología y la antropología modernas habían expulsado al 14
Veblen,
POS, pp.
155-156.
131
De acuerdo con esta concepción, es característico del hombre hacer algo, no simplemente sufrir los placeres y los dolores a través de la influencia de fuerzas propicias. No es simplemente un montón de deseos que deban saturarse colocándolos en la ruta de las fuerzas del ambiente, sino más bien una estructura coherente de propensiones y hábitos que buscan realización y expresión en el desenvolvimiento de la actividad.P'
La última afirmación sugiere que Veblen, el decidido evolucionista, está más cerca de Hegel que de Darwin: el hombre es menos la criatura del ambiente que el agente de su autorrealización. Éste no es el único momento en que Veblen cambia de bando filosófico para fortalecer su ataque económico, o de bando antropológico para robustecer su crítica de la cultura moderna. En capítulos subsecuentes volveremos a observar este problema. Por ahora debemos evaluar los argumentos de Veblen contra la economía política clásica.
LA TEORÍA DEL VALOR Y EL FETICHISMO DE LA PRODUCTIVIDAD
Desde la perspectiva de la historia intelectual, la crítica que hace Veblen a la teoría contemporánea parece casi una parodia de la ideología del pasado. Es posible que el agrupar toda la tradición de la economía política clásica con el título de "hedonismo" haya servido para un útil propósito polémico, pero no era una caracterización justa o precisa. Es dudoso que Malthus y Ricardo puedan ser colocados con justicia en este esquema, según el cual todos los economistas ortodoxos piensan que el progreso y el propósito (la "teleología") derivan de la interrelación de intereses propios. Es más dudoso aún que la economía 15
Veblen,
POS,
p. 74.
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TEORíA E HISTORIA
LA ECONOMíA Y EL DILEMA DE LA TEORíA DEL VALOR
de los intereses propios y la psicología del hedonismo sean la misma cosa. En su Theory of Moral Sentiments (1790), Adam Smith afirmó que la "naturaleza" ha dotado al hombre con un "deseo original" de "sentir placer" al ganarse la consideración favorable de los demás; pero no concluyó que esta "pasión excelente de la naturaleza humana" pudiera satisfacerse compitiendo con otros y actuando sólo por el móvil de los intereses" .16 Es una cuestión distinta el que la psicología del capitalismo se haya desarrollado o no de acuerdo con esta dimensión sociológica; esto lo exploraremos en un capítulo posterior. Más inmediatamente, cuando comparamos la Moral Sentiments de Smith con su Riqueza de las naciones, debemos plantear una interrogante decisiva: ¿creían realmente los economistas clásicos que debía permitirse que la economía misma determinara el comportamiento? Resulta difícil creerlo. Casi todos los teóricos británicos (Smith, Locke, Hume, etc.) esperaban que la autoridad social restringiera la actividad individual y el juicio privado. No sólo los mezquinos beneficios, sino también una conciencia socializada gobernarían la sociedad civil. En efecto, las mismas ideas veblenianas de la estimación social, emulación y apropiación incluían la psicología social del Second Treatise de Locke, The Fable of the Bees de Mandeville, los Discourses on Davila de John Adams y, por supuesto, la Autobiography de Benjamin Franklin. En su psicología social de la envidia y la posición social, Veblen se aproxima más de lo que cree a la odiada tradición clásica, de la que trataba de liberar a la economía. El esfuerzo de Veblen por utilizar a John Dewey para refutar a Jeremy Bentham contiene también algunas implicaciones embarazosamente irónicas. Tenemos en primer lugar la cuestión de la inconsistencia. En uno de sus ensayos sobre los "Conceptos prematuros", alaba Veblen a la "nueva psicología" por introducir la "personalidad" en la ciencia social moderna; dos páginas más adelante, en el mismo ensayo, ensalza la "in-
dustria mecánica moderna" por la "eliminación de la personalidad" a favor de un "proceso" de causa-efecto de pensamiento "no teleológico";'? Veblen libera al hombre del hedonismo sólo para entregarlo al mecanismo; o más precisamente, desea ver al "hombre económico" libre y autopropulsado, al mismo tiempo que exige que el economista ajuste sus pensamientos a los principios deterministas de la ciencia. Es posible que esta ambivalencia se deba al esfuerzo de Veblen por asimilar a Kant y Darwin. Cualquiera que sea la fuente de la ambivalencia, ésta indica otra vez la tensión existente en el pensamiento de Veblen entre el humanismo y el conductismo, entre su deseo de ver al hombre autónomo y su deseo de entender al hombre en términos empíricos. Pero es mucho más grave su aparente inadvertencia de las implicaciones finales de la psicología que quería aplicar a la economía. La "nueva psicología", en la medida en que introducía la "personalidad" como un factor del comportamiento económico, minaba el argumento mismo que Veblen estaba tratando de elaborar. De John Dewey a Charles Cooley, George Herbert Mead y. más recientemente, David Riesman, tenemos una progresión que va del descubrimiento psicológico original de la "personalidad" y el "yo" a la psicología social del "yo social", la búsqueda de identidad a través del "otro generalizado". el "yo que se mira en el espejo" interactivo y, finalmente, la "personalidad dirigida hacia los demás". Por lo tanto, mientras Veblen citaba la "nueva psicologia" para demostrar a los economistas neoclásicos que la conducta humana no se determina necesariamente por lo que es agradable, los mismos economistas podían citar la misma psicología para demostrar lo que supieron siempre los antiguos economistas clásicos: que la conducta se determina en efecto por lo sociable. El hombre económico está muerto, pero subsiste el hombre sociológico, y la conducta del interés encuentra su expresión "más alta" en el comportamiento de la posición social, en los determinantes sociales de
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Adam Smith, Theorv of Mural Sentimente (Londres, 1759), pp. 144-145.
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Veblen, ros, pp.
156~158.
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la personalidad. La "mano invisible" de la economía ha sido remplazada por los reflejos fieles de la sociedad. Veblen difícilmente podía oponerse a esta conclusión; él mismo deseaba traer a la conciencia los impulsos sociales del comportamiento económico. Así pues, su uso de la psicología tenía el efecto irónico de relegar el valor precisamente al lugar del que había tratado de liberarlo: la sociedad. La proximidad inconsciente de Veblen a la economía clásica en el área de la psicología social parece darse también en un campo importante de la ciencia económica: la teoría del valor. Veblen quería una economía de producción antes que de consumo, un sistema empírico que se ocupara del proceso tangible y real de la producción, y no de un intercambio en el mercado, que ocasionaba los caprichos artificiales de consumo y posición social. En consecuencia, no podía entrar al siglo xx con los teóricos marginalistas que subrayaban la naturaleza subjetiva del valor. Y la lógica de su posición, si no su temperamento, exigían que Veblen "regresara" el análisis económico al siglo XVIIJ, cuando el valor se ubicaba sólo en los factores objetivos de la producción, las variables racionales que determinan la distribución y el consumo de la riqueza, como sostuvieron Ricardo y otros autores. Pero Veblen no estaba interesado -como lo estaban los economistas c1ásicos- en la relación entre la tierra, la mano de obra y el capital con la renta, los salarios y los beneficios. En efecto, no se interesaba siquiera por establecer una norma de remuneración aproximada de la mano de obra. "La divergencia entre la utilidad del trabajo y los salarios pagados por él -escribió en una nota al pie de página en Business Enterprise- parece suficientemente grande para dejar de considerar teóricamente toda la cuestión de la equivalencia."18 Indiferente a la necesidad de una escala salarial, Veblen pudo pedir también, inocentemente, la eliminación del sistema de precios. Todo lo que quedaba en la utopía tecnológica de Veblen era la 18
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Veblen,
Rl!:,
p. 63.
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producción por la producción misma, un estado de bendición sindicalista que sólo se ha alcanzado en tiempos de guerra (Veblen habría apreciado la ironía), cuando los esfuerzos de un país se dedican a la producción de unos pocos materiales vitales. Mas ninguna sociedad industrial puede perdurar mucho sin una base lógica de asignación y distribución. Como ha observado Daniel Bell: "Cualquier mecanismo complejo de planeación que trate de distribuir los recursos en forma eficiente (es decir, determinar los costos relativos) en la producción de decenas de miles de productos diferentes, sólo podrá hacerlo a través de un sistema de precios, como han descubierto aun las economías socialistas" .19 El análisis que realiza Veblen del comportamiento de la empresa moderna afronta otras dificultades. Al concentrarse únicamente en los aspectos tangibles de la producción, en los obreros y su maquinaria, olvidó las actividades no ingenieriles que también contribuyen a la producción de bienes: las funciones administrativas del financiamiento, el personal y la coordinación. Además, si bien Veblen entendía las presiones de la posición social, nunca admitió que el empresario moderno puede verse impulsado por el orgullo a alcanzar la eficiencia productiva tanto como el beneficio. Veblen confinó a los técnicos el principio de la optimación mediante agentes productivos; nunca explicó por qué no era posible que también los empresarios desearan aumentar su prestigio mediante un despliegue de eficiencia técnica. Veblen estaba convencido de que los valores de la clase ociosa habían triunfado sobre el instinto del trabajo. Pero aun en la cultura norteamericana surgió Andrew Carnegie como el modelo del genio empresarial y la racionalidad, no Jay Gould o Jim Fisk. De igual modo, todo el análisis de Veblen presume la existencia del monopolio; y aunque este supuesto resulta entendible en vista de las grandes fusiones que ocurrían en esa época, hizo que Veblen prestara muy poca atención al I~J
Daniel Bell, -Introduction",
EPS,
p. 30.
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papel positivo que desempeña el mercado, si no en la competencia de precios, por lo menos en la calidad de la producción. Como ha señalado Kenneth Arrow, Veblen suspiraba por el antiguo espíritu comunal de la "época artesanal", y por esta razón no advertía que las empresas protegidas, fraternales, caracterizadas por la intimidad de las relaciones personales entre el comprador y el vendedor, pueden abrigar la incompetencia y mala calidad.s" Los economistas teóricos económicos de la actualidad, como el docto Arrow, ganador del premio Nobel, todavía encuentran muy fructífera la lectura de la teoría de los ciclos económicos de Veblen. Lo que lamentan, y que tienden a criticar en la economía institucional en general, es la indiferencia de Veblen hacia la teoría de los precios. Podría señalarse, en defensa de Veblen, que en un paraíso de abundancia económica no habría necesidad de un sistema de precios, ni siquiera de una teoría del valor. Porque sin la escasez no hay lucha por las prioridades y, por ende, no hay una necesidad apremiante de valuación de los costos de producción y la utilidad del consumo. Los socialistas contemporáneos, por ejemplo, podrían citar la parábola del tanque de agua de Bellamy para indicar que la abundancia resolvería el problema de la distribución (yen nuestra época, Michael Harrington ha tratado de formular un argumento similar en contra de la competencia)." Pero Veblen, fustigador de la opulencia derrochadora, no podía considerar el advenimiento de la abundancia como una respuesta a los problemas teóricos de la economía. Así pues, no podía buscar adelante ni atrás para encontrar la base de un sistema de valores. A primera vista, la lógica de su dilema parece imponer un retroceso. Ya que suponía la prioridad del trabajo sobre los bienes, del esfuerzo humano sobre la propiedad y el gasto, parecería que sólo podría regresar
a Marx y tratar de rescatar la teoría laboral del valor. A esto se negó. Por otra parte, no concedería siquiera un mínimo de legitimidad a la esfera de los valores del mercado que habían tratado de sistematizar los economistas clásicos y neoclásicos. En opinión de Veblen, tales esfuerzos sólo se refieren a la "reacción ante el estímulo monetario", no a la creación de valor, al propio "tasador". La economía política clásica ofrece "una teoría de la valuación que deja fuera el elemento de la valuación: una teoría de la vida enunciada en términos de las complicaciones normales de la vida".22 Parafraseando la definición de Osear Wilde del cínico, Veblen podría haber dicho que los economistas que sólo observan el mercado pueden decimos el precio de todo y el valor de nada. Pero ninguna sátira o ironía ocultaría el hecho de que el propio Veblen no tenía respuesta para el problema de la valuación. Cuando descendemos de las alturas de la teoría a las operaciones mundanas de las empresas, encontramos en las obras de Veblen muchas cosas notablemente acertadas. No podía dar mucho crédito a un sistema de precios competitivos en una época en que la United States Steel y la Standard OH mantenían un control vertical y horizontal sobre casi todas las fases de la producción y distribución. Medio siglo después de que se publicó Business Enterprise, el público estadunidense supo que los precios los "administraban" realmente firmas conspiradoras, situación que prevaleció en las industrias del acero y el automóvil durante varios años, hasta las investigaciones del Comité Kefauver de 1958. Nada de esto habría sorprendido a Veblen, a quien tampoco habría desconcertado el enorme crecimiento de activos de las sociedades anónimas. Porque Veblen fue uno de los primeros economistas que percibieron las implicaciones del concepto emergente de la propiedad intangible, el valor presente de las transacciones rentables futuras. Veblen consideraba "crematístico" este valor "intangible", porque no representaba
20 Kenneth Arrow, "I'horsteín Veblen as an Economic Theorist", American Economiet 19 (primavera de 1975), pp. 5-9. Véase también Donald A. Walker, "Thortein Veblen's Economic System", Economic Inquiry (próxima publicación). 21 Michael Harrington, Socialism (Nueva York, 1972).
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Veblen,
POS,
p. 144.
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tanto el capital en el sentido tradicional de la propiedad material, sino más bien las estimaciones puramente monetarias que hacían los empresarios del poder estratégico de la manipulación derivado de los valores asociados, el crédito, privilegios monopolísticos, franquicias, clientela, publicidad, relaciones públicas y -para poner al día la lista- las exenciones fiscales, reservas de depreciación, contratos gubernamentales, etc. Quienes viven en el mundo de la riqueza intangible son especuladores en valores, abogados, agentes de bienes raíces, banqueros, corredores, financieros: gente ocupada primordialmente en el valor de intercambio y de mercado. Veblen insistió en que tales actividades empresariales son "lucrativas sin que sirvan necesariamente a la comunidad". Lo expuso en sus artículos sobre "Credit and Prices", "The Limits ofMarginal Utility" y "On the Nature of Capital", ensayos brillantes que trataban de demostrar que la inflación puede causar precios altos sin expandir necesariamente la producción industrial, que la extensión del crédito puede aumentar los márgenes de beneficio sin llevar productos nuevos al mercado; en suma, que el hombre puede hacer dinero sin hacer bienes. Los artículos de Veblen ejercieron influencia," y aun ahora los críticos estudiosos de Veblen expresan su admiración por sus aportaciones al estudio de la transición moderna de la propiedad material a la propiedad intangible. "Se exponen en toda su fragilidad los esfuerzos de los economistas tradicionales por derivar beneficios monopolísticos de los 'salarios empresariales', o emisiones excesivas de acciones del 'buen nombre comercia!''', escribió David Riesman." Es notable cuánto entendió Veblen la naturaleza futura de la sociedad industrial avanzada. Sus observaciones de dos
* Como observó John R. Commons, el Tribunal Supremo llegó a algunas de las conclusiones de Veblen acerca de la propiedad intangible cuando decretó que podría gravarse con impuestos la capacidad de ganancia esperada de una empresa, basándose en el gran valor de mercado de sus acciones y bonos. Véase Commons, lnstitutional Economics: lts Place in Political Economy (University ofWisconsin Press, Madison, 1959), pp. 651-653. 23 David Riesman, Thorstein Veblen (Nueva York, 1953. Reproducido en edición de bolsillo por The Seabury Press, 1975), p. 163.
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desarrollos de la economía norteamericana revelan presciencia. Uno de tales desarrollos es la separación de la administración respecto de la propiedad de los medios de producción, y la próxima dominación de la economía por parte de un núcleo oligárquico de sociedades anónimas gigantescas, como lo verificaron tres decenios después A. A. Berle y Gardiner Means en The Modern, Corporation and Private Property (1932). La segunda observación de Veblen se refiere a su teoría de la crisis económica, una anticipación a la gran depresión, que en algunos sentidos es notablemente similar al famoso tratado de John Maynard Keynes: General Theory of Employment, Interest and Money (1936).24 Aunque las dos personalidades diferían marcadamente, Keynes y Veblen podrían convenir en la naturaleza transitoria de la prosperidad y estabilidad económica, la ausencia de una demanda efectiva que apoye la sobreproducción y la consideración psicológica de las expectativas de beneficio por parte de los empresarios, presas del pánico. Pero mientras que Veblen se inclinó hacia una teoría diabólica de la depresión, con villanos reales, Keynes naturalizó todo el fenómeno. En el análisis de Veblen la depresión surge a raíz de un sistema de crédito inflado, en que las empresas reciben préstamos garantizados con activos intangibles sobrevaluados, se comprometen a obtener grandes ganancias futuras basándose en el supuesto de continuas rondas de prosperidad, que, si se realizan temporalmente, conducen a una capitalización mayor aún; y tal situación no puede sostenerse, pues la innovación tecnológica reduce los precios y las empresas sólo pueden expandirse compitiendo entre sí; por lo tanto, se genera una disminución general de los beneficios y una declinación continua de los valores, hasta que todo el sistema se derrumba, no con una agitación masiva, como vis24 Se encuentra un examen de Veblen y Keynes en Riesman, op. cit., pp. 164166; Y en John S. Gambs, Beyond Supply and Demand: A Reappraisal of Institutional Economice (Nueva York, 1946), pp. 6-8; David Dowd, Thorstein Veblen (Nueva York, 1964), pp. 644-648.
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lumbraba Marx, sino de un sordo golpe. El análisis de Keynes se inicia con el movimiento del ingreso y la inversión y con la relación de estos factores con el ahorro y el gasto, y luego traza la contracción y la expansión de la tasa del flujo de dinero a través de toda la economía, desde los compradores a los productores y hasta los perceptores de ingresos. Mientras Veblen creía que las empresas conspirarían para restringir la producción, Keynes sostuvo que las empresas deciden en primer término dejar de reinvertir y expandir la producción porque el consumo de bienes específicos ha llegado a su límite, ya sea a causa de la saturación del mercado o por la disminución del poder de compra de los consumidores, o por ambas causas. Así pues, según Veblen el ciclo descendente puede ser un "sabotaje"; para Keynes, en cambio, es simplemente un estancamiento natural. Por otra parte, mientras Keynes esperaba que la inversión gubernamentalllenara el hueco de la empresa privada, Veblen supuso que la salida más probable de una depresión residiría en "alguna forma de gasto dispendioso, como una demanda sostenida derivada de la guerra o del incremento de los armamentos, navales y militares";" Quizá no deba sorprendernos que Veblen haya subestimado el papel del gasto gubernamental como medio de estímulo del flujo de ingreso y consumo para incrementar el empleo y lograr la recuperación económica general. Sin embargo, una prosperidad basada en el consumo masivo y la producción militar no escapaba a la imaginación de VebIen, quien podía entender la lógica de todo, aun la "normalidad" del despilfarro y de la guerra. Marx se habría deleitado calificando de "contradicción" nuestros actuales programas federales de economía keinesiana; Veblen se habría referido con mayor pesimismo a un "deterioro crónico". Pues ni Marx ni Veblen creían que la propiedad privada, la competencia y el sistema de beneficio tuviesen mucho que ver con el significado y el valor reales de la vida, con la
potencialidad del hombre para un desarrollo plenamente humano. ¿Dónde podrán encontrarse entonces este significado y este valor'i, y ¿cómo se distorsionó en primer lugar la capacidad de autorrealización del hombre?
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~5
Veblem,
BE,
p. 211.
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V. MARX, VEBLEN y EL "ENIGMA:' DE LA ALIENACIÓN
LA NECF.STDAD DE UN ENFOQUE comparativo de la historia intelectual se impone al historiador por una interrogante: ¿por qué está enajenado el hombre? Un examen de diversas perspectivas podría fortalecer nuestro entendimiento de la alienación como un fenómeno histórico. Este capítulo intenta tal estudio mediante el contraste de los análisis de los orígenes de la propiedad que hacen Marx y Veblen, y mediante el examen de las ramificaciones sociológicas más extensas de tal desarrollo. De ningún modo quiero sugerir que Marx o Veblen tuviesen una respuesta para los problemas que pusieron al descubierto. Mi objetivo es más modesto: sugerir que Veblen tenía un entendimiento diferente de estos problemas, y quizá más profundo, porque entre otras cosas tuvo acceso a datos antropológicos de fines del siglo XIX, inaccesibles para Marx.! Tanto Marx como Veblen llegaron al estudio de la economía por el camino de la filosofía, pero Veblen extendió su análisis del comportamiento económico a las disciplinas relativamente nuevas de la antropología, etnología, psicología y sociología. Al explorar estos campos en desarrollo, Veblen descubrió nuevas maneras de observar las relaciones sociales contemporáneas mediante el redescubrimiento de las formas antiguas en que los hombres se relacionaban entre sí en las comunidades primitivas. Marx pidió al hombre que extrajera su "poesía" del futuro; Veblen extrajo sus percepciones intuitivas del pasado.
1 Mientras que Veblen tuvo acceso a las obras de Boas, Fraser, Malinowski y otros antropólogos de fines del siglo XIX, Marx recurría a los estudios, anteriores, de Margan, Maine y Lubbock. Véase The Ethnological Notebooks ofKarl Marx, traducción al inglés de Lawrence Krader (Aseen, Holanda, 1972).
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La descripción que hace Marx del proceso de alienación del hombre, y su explicación dialéctica de tal proceso, resulta cuestionable cuando se yuxtapone a un enfoque vebleniano de la secuencia causal de los fenómenos históricos. Según Marx, la alienación se origina en el surgimiento de la propiedad privada y la división del trabajo. Privado de los frutos de su trabajo y del derecho de determinar el modo de trabajo, el hombre se separa de sí mismo y de los demás. En el capitalismo --obser-
vó Marx-, los trabajadores no experimentan el trabajo como una creación sino como coerción; y el trabajo forzado deshumaniza las relaciones personales, pues la introducción del "intermediario extraño" del dinero asume todo el valor y por ende devalúa al hombre. Pero ¿por qué ocurre la alienación? "Cuán contradictorio ha de ser -c-confesó Marx en sus notas de 1844que cuanto más subyugue el hombre a la naturaleza a través del trabajo [,..1 deba renunciar a su alegría por la producción y el disfrute de su producto por amor a tales poderes." Al adquirir poder para conquistar la naturaleza, ¿cómo perdió el hombre el poder para dominarse a sí mismo? "Ahora nos preguntamos cómo ocurre que el hombre exterioriza su trabajo, lo enajena; ¿cómo se arraiga esta alienación en la naturaleza del desarrollo humano?" Planteado con este dramatismo la interrogante, continúa Marx: "Consideremos más claramente estas relaciones", y en este punto se interrumpe el manuscrito, inconcluso.? Persisten las mismas dificultades cuando Marx pasa de las interrogantes acerca del comportamiento humano al proceder de la historia misma. Inicia Marx su exploración de los procesos de la historia concentrándose en lo que supuestamente go2 Karl Marx, "Economíc and Philosophical Manuscripts", en Loyd D. Easton y Kurt Guddat (comps.I, Writings ofthe Young Marx on Philosophy and Society
(Nueva York, 1967), pp. 265-301.
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bierna todas las relaciones humanas: la productividad. Tanto la producción de los medios que sostienen la vida como el intercambio de las cosas producidas ocupan la atención de Marx cuando estudia lo que considera las cuatro épocas históricas básicas: "los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno". 3 El desarrollo es ingenioso, pero nos quedamos con la duda de que se trate simplemente de una descripción disfrazada de explicación. Consideremos, por ejemplo, la sociedad comunal que en opinión de Marx caracterizaba a las antiguas aldeas eslavas y ciertas comunidades asiáticas (a las que Engels añadió los iroqueses de Norteamérica). En esta etapa histórica, la tierra se posee y cultiva en común, y los productos se comparten comunalmente en una sociedad en que la caza, la pesca y la ganadería constituyen las ocupaciones principales. ¿Por qué se derrumba este sistema, que llamaba "comunismo primitivo" Engels, y da origen a formas de producción nuevas que ya no son de propiedad colectiva? Marx "apenas se ocupó de la prehistoria", ha señalado Eric Hobsbawn;! sabiamente eludió la pregunta, quizá porque advertía que cualquier respuesta sería una mera conjetura. Pero Engels tomó la suposición marxista básica de que la propiedad privada surge cuando la producción supera a las necesidades de subsistencia, y trató de aplicarlo a la sociedad primitiva. "El advenimiento de la propiedad particular de los rebaños y los artículos de lujo ---escribió en El origen de la familia ... - condujo a un intercambio entre los individuos, a una transformación de los productos en bienes. Aquí se encuentra la raíz de toda la revolución posterior." Estamos a punto de descubrir la razón de que una sociedad comunal, supuestamente no explotadora, se transforme en lo contrario. Pero cuanto más buscaba Engels el origen del fenómeno, más lo eludía éste. "Nada sabemos hasta ahora acerca
de cuándo y cómo pasaron los rebaños de propiedad común de la tribu [... ] a ser patrimonio de los distintos cabezas de familia", concluye Engels, quien termina con una observación reveladora del estancamiento teórico en que se encuentra: "Los hatos se deslizaron hacia las manos de individuos privados"." En muchas de sus excursiones por la antigüedad clásica y la prehistoria, Marx enfocó la tierra como el factor decisivo en la evolución de la propiedad privada. En predios de propiedad privada los esclavos producían el excedente de lo requerido para su propia subsistencia. La tierra se identificó con la riqueza y la sociedad se diferenció con arreglo a la propiedad. Pero en sus Manuscritos económico-filosóficos, por oposición a sus estudios históricos, Marx consideró la alienación lógicamente anterior a la propiedad de la tierra. Aquí sugiere que en lugar de preguntar por el origen de la propiedad privada, deberíamos preguntar: "¿Cómo podemos explicar la alienación que brotó en el curso del desarrollo humano?" En efecto, ¿cómo? No es sorprendente que esta interrogante resulte menos dificil para el filósofo que para el historiador. El primero puede salir del dilema mediante el razonamiento; el último no puede, o no debe, permitir que la lógica sustituya a las pruebas. No es sorprendente que muchos académicos contemporáneos, sobre todo los estudiosos de la antigüedad clásica, hayan abandonado la búsqueda de los orígenes de las cuestiones que motivaron las especulaciones de los antropólogos e historiadores de fines del siglo XIX. En cambio, el filósofo contemporáneo, en particular el marxista, se apresura a intervenir allí donde el historiador retrocede. Por ejemplo, la relación entre la alienación del hombre y el surgimiento de la propiedad y la división del trabajo no constituye un problema difícil, teórico o factual, para el filósofo yugoslavo István Mészáros. El hecho de que los medios
3 Karl Marx y Friedrich Engels, A Contribution to the Critique of Political Economv (Chicago, 1907), p. 13. (e. Marx, Contribución a la critica de la economía política, cun reseñas de F. Engels.l 4 E. J. Hobsbawn (comp.I, Karl Marx: Pre-Capitalist Economic Formations, traducción al inglés de Jack Cohen (Nueva York, 1964), p. 26.
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5 Friedrich Engels, The Origine ofthe Family, Private Property, and the State (Chicago, 1902), pp. 194-195. [F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.}
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de la deshumanización del hombre -las fuerzas productivas de la historia- sirvan también para la rehumanización del hombre constituye un aspecto de la lucha humana por la libertad que debe entenderse como una "reciprocidad dialéctica", afirma Mészáros." De igual modo, el filósofo estadunidense Bertell üllman nos informa que, puesto que Marx no ofreció jamás ningún "detalle" sobre la forma en que ocurrió la transferencia original de la propiedad COmún a la propiedad privada, no necesitamos molestamos con esta cuestión, por lo menos no en términos históricos. Pero el erudito tratado del tema que hace Ollman revela que también él se percata del terrible dilema que dejó Marx a los estudiosos de la historia: si la propiedad privada y la división del trabajo son "expresiones idénticas" (frase de Marx), y si propiedad privada es el término con que Marx describía los objetos producidos por el "trabajo enajena. do", parece seguirse que necesitamos saber qué ocurrió primero, si la propiedad privada enajena al hombre, o si el hombre no enajenado hace la propiedad privada y así produce la condición de su propia alienación. Marx se ocupó directamente de este "enigma":
Ollman, tras citar el pasaje anterior de los manuscritos de 1844, sostiene convincentemente que Marx tenía razón cuando afirmaba que la alienación no puede formularse en los térmínos familiares del entendimiento causal:
Así pues, la propiedad privada es el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo. La propiedad privada resulta así del análisis del concepto del trabajo enajenado, es decir, del hombre enajenado, del trabajo aislado, de la vida aislada, del hombre aislado. Es cierto que gracias al movimiento de la propiedad privada hemos obtenido el concepto del trabajo enajenado (de la vida enajenada) de la economía política. Pero al analizar este concepto se pone en claro que, aun cuando la propiedad privada parece ser la fuente, la causa del trabajo enajenado, es realmente su consecuencia; así como los dioses no son al principio la causa sino el efecto de la confusión intelectual del hombre. Posteriormente, esta relación se vuelve recíproca.
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Istvén Mészáros, Marx
's Theory ofAlienation (Londres, 1970), p.
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Este "efecto recíproco" entre la propiedad privada y el trabajo enajenado recibe la distinción de ser llamado el "secreto" de la propiedad privada, cuando afirma Marx que "por una parte es el producto del trabajo enajenado y L..l en segundo lugar es el medio por el cual se enajena a sí mismo el trabajo, la realización de esta alienación". La conexión lógica postulada por Marx entre ambos conceptos vuelve imposible que el uno aparezca sin el otro, y convierte en una tarea estéril cualquier intento de establecer la primacía histórica."
Así pues, desde la perspectiva marxista, la alienación es un proceso en que su actividad y su consecuencia son lo mismo, en que la noción tradicional de causa y efecto debe verse en términos dialécticos como dos fuerzas que son al mismo tiempo ellas mismas y la otra. El fenómeno de la propiedad privada puede entenderse desde la misma perspectiva. Como observó Marx, está conectado a la desintegración de la sociedad primitiva; evolucionó "a la par" con la "propiedad comunal y estatal de la antigüedad", que culminó en la sociedad romana; y se desarrolló junto con la división social del trabajo entre el campo y la ciudad, la separación de las actividades industriales y comerciales frente a las de la agricultura." Tales sucesos pueden entenderse sin determinar la necesidad de sus orígenes; pues el intento de establecer la "primacía histórica" de estas relaciones es una "tarea estéril", según indica el filósofo. Vista desde esta posición epistemológica privilegiada, la propiedad aparece, emerge, se desenvuelve, crece y se desarrolla, relacionándose con todo 7 Bertell Olman, Alienation: Marx 's Conception of Man in Capitalist Society (Cambridge, 1971), pp. 163-164. 8 Marx, Pre-Capitalíet Economic Formations, pp. 67-139. Véase también Karl Marx y Friedrich Engels, The German ldeology (Londres, 1965). (Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana.)
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en general y originándose de nada en particular. El "secreto" de la propiedad privada se ilumina en el terreno filosófico, aunque sólo sea mediante su olvido en el terreno histórico.
DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA DE LOS INICIOS DEL DOMINIO
Tal solución al "secreto" de la propiedad y el "enigma" de la alienación apenas si podía ser aceptada por Thorstein Veblen. Como darvinista antes que dialéctico, estaba convencido de que la revolución cientificada desatada por la teoría de la evolución biológica había naturalizado por completo el pensamiento moderno y había vuelto casi obsoletas las categorías de entendimiento hegelianas-marxistas. Como hemos visto a Vebien le resultaba muy problemático el intento de Marx de rescatar una teoría del valor de la economía ortodoxa. Es posible que, al tratar de trascender la ética del capitalismo, sólo haya absorbido Marx su carácter; pues extendió el análisis ricardiano de los factores de la producción formulando una teoría del valor en la cual el trabajo, ya sea libre o impuesto, posee la propiedad única de ser capaz de producir más de lo que requiere la subsistencia. En el Grundrisse, al igual que en El capital, insiste Marx en que la explotación y alienación derivan de la propiedad, la cual debe verse como un resultado del esfuerzo humano, y explica por qué han de excluirse todos los otros factores que pueden contribuir a la "condición humana", aun el factor del consumo: Reducimos esta propiedad a la relación con las condiciones de la producción. ¿Por qué no la relacionamos con el consumo, puesto que la producción del individuo se restringe originalmente a la reproducción de su propio cuerpo mediante la apropiación de objetos accesibles, preparados por la naturaleza misma para el consumo? Aun donde la única tarea consiste en encontrar y descubrir, esto requiere pronto de esfuerzo, trabajo ---como ocurre con la caza , pesca ,
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cuidado de rebaños- y la producción (es decir, el desarrollo) de ciertas capacidades por parte del sujeto."
Veblen utilizó raras veces la palabra "alienación", y cuando la usó solía denotar con ella, como lo hicieron otros filósofos sociales de su época, una privación política en relación con los derechos naturales. Mas no hay duda de que a Veblen le preocupaba profundamente el mismo fenómeno que obsesionó al joven Marx. En su libro poco conocido, pero quizás el mejor de todos, The Instinct of Workmanship and the State of the Industrial Arts, observa Veblen que la eliminación de este instinto representa la pérdida de control del hombre sobre los medios de su libertad, aunque haya sido tal vez un resultado necesario del crecimiento cultural y tecnológico a medida que salía el hombre de la etapa de la vida comunal primitiva; y esta "sustitución" es "la mutación más universal y radical que haya experimentado la cultura humana en su avance del salvajismo a la civilización" .10 En el análisis que hace Veblen de la fuente de la alienación, la pérdida de la "libre habilidad" no reside tanto en la producción como en el consumo, en la posesión antes que en la creación de riqueza, en la forma en que los bienes llegan a ser poseídos, no fabricados. Mientras Marx y Engels creían que la propiedad privada surge de la división del trabajo y el producto de la plusvalía, y mientras los economistas clásicos sostenían que la propiedad se funda en el trabajo productivo y el contrato social, Veblen percibió los inicios de la institución en el acto de la ccnquista.!' 9 Karl Marx, Grundisse, traducción al inglés de Martín Nocolaus (Londres, 1973), p. 492. w Veblen.vow, p.147. 11 Marx consideró también esta posibilidad, pero luego trató de explicar la guerra relacionándola con el modo de producción. Observó, como una objeción a su teoría de la propiedad y la división del trabajo: "A toda esta concepción de la historia parece contradecir el hecho de la conquista ~y luego procedió a demostrar que--; en cuanto al pueblo bárbaro conquistador, la guerra sigue siendo l... ] una forma normal de relación, explotada tanto más celosamente cuanto que, dentro del tosco modo de producción tradicional I... l el incremento de la población crea apremiantemente la necesidad de nuevos medios de producción". Marx,
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Sin embargo, no estaba totalmente convencido de que la propiedad pudiera explicarse simplemente relacionándola con el acto del apoderamiento sin explorar las implicaciones sociológicas del acto mismo. Resulta significativo el hecho de que, cuando Veblen se ocupó de este problema, se abstuvo de utilizar el término propiedad (property) y tituló su artículo "The Beginnings of Ownreship" ["Los inicios del dominio"], con lo cual sacaba la cuestión de las perspectivas marxista y liberal y la fundaba en nuevos conceptos antropológicos. Quería demostrar, ante todo, que en muchas culturas antiguas era tan fuerte la aprehensión subjetiva de los objetos externos que "la relación de cualquier individuo con sus efectos personales se concibe de una clase más íntima que la de la mera propiedad". Los objetos que vemos claramente separados del hombre, se ven en la sociedad primitiva como extensiones de la personalidad humana. En las aldeas tribuales antiguas, los "conjuntos de cosas", tales como las ropas, adornos y armas, no son lo que llamarían bienes los economistas modernos. El hombre primitivo "concibe estos artículos como suyos en un sentido muy semejante a como son suyos sus manos y pies, o el latido de su pulso, o su digestión, o el calor de su cuerpo, o los movimientos de sus miembros o su cerebro". Es tan estrecha la relación psicológica de la persona con la cosa, que dificilmente puede decirse que exista la idea de dominio. "Las escasas pertenencias del salvaje primitivo, que clasificaríamos como propiedad personal según la nomenclatura posterior, no son para él propiedades en absoluto, sino que pertenecen orgánicamente a su persona."12 ¿Cómo surgíó entonces la idea de la propiedad? No pudo tener sus raíces en la desintegración del comunismo primitivo. Para el hombre primitivo, el dominio comunal es una contracción en sí mismo: la idea misma de propiedad implica un poseedor individual. Debe invertirse la secuencia: el comunalismo es de
"origen relativamente reciente", quizás una respuesta consciente a una etapa anterior no comunal. Tampoco es la propiedad una "noción instintiva", una idea innata profundamente implantada en la naturaleza humana. Por el contrario, es un rasgo cultural adquirido, que debe aprenderse. Ni pudo haber derivado el concepto de propiedad de la posición cada vez más incierta de los artículos y las cosas, porque un objeto determinado puede incluso cambiar de manos "sin abandonar el campo cuasipersonal" del dueño original. La posesión no es necesariamente sínónima de la propiedad. Los esclavos, por ejemplo, usan las herramientas del amo y así poseen los medios de producción, mas de ningún modo son dueños de ellas ni las controlan. Pero es en la institución de la esclavitud, y posteriormente de la servidumbre, donde observamos una conexión fundamental: la propiedad se inicia donde termina la habilidad para trabajar. Sin embargo, la conexión es compleja. "Podemos afirmar en términos generales -señala con cautela Veblen-, que el dominio no se inicia antes del surgimiento de un canon de hazañas; pero debe agregarse que tampoco parece iniciarse con el primer indicio de la proeza como una ocupación masculina." Las primeras hazañas se relacionan con la caza y el cultivo, ocupaciones de autosostenimiento cuyos productos se consumen colectivamente. Veblen cita dos razones por las cuales no pudo haberse iniciado la práctica del apoderamiento, acumulación y reclamación privada de tales productos bajo el "pacífico régimen comunista del primitivo salvajismo": primera, la disensión resultante de tales actos habría sido fatal para la tribu; segunda, la "primitiva horda luchadora todavía necesita consumir en común sus escasos medios de subsistencia para dar a la horda colectiva toda su eficiencia en la pelea; de otro modo sucumbiría ante cualquiera horda rival que no hubiese renunciado aún al consumo colectivo". Aunque la actividad depredadora aumenta a medida que pasa la vida del salvajismo pacífico a la explotación bárbara, la posesión individual no deriva sólo del pillaje, porque los bienes tomados,
The Germen Ideology, pp. 12-13. (C. Marx y F. Engels, La ideología alemana; citamos de sus Obras escogidas [Moscú], tomo 1, p. 71.) 12 Veblen, ECO, pp. 36-39.
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armas y alimentos, siguen siendo esenciales para la supervivencia del grupo conquistador. Por lo tanto, el surgimiento de la idea de dominio exige que el desarrollo de la vida económica alcance un nivel en que los bienes sean más durables que perecederos. Pero el crecimiento económico es sólo una causa necesaria, no una causa suficiente; es posible que la idea de la propiedad no surja tampoco con la abundancia. La propiedad no es en sí la causa de la alienación, fenómeno que debe entenderse como algo más que una serie de desarrollos económicos predeterminados. Veblen parece decir que no debemos entender la propiedad Como se presenta a la experiencia, en particular la experiencia de los teóricos económicos del siglo XIX. Más bien debemos entender la forma en que se concibió en su inicio mismo. En el análisis de Veblen, el surgimiento de la propiedad privada debe derivar de un cambio de conciencia, y la reorientación del entendimiento humano ocurre cuando la horda primitiva no se apodera de bienes sino de personas, no de los productos del hombre sino del hombre mismo. "Los cautivos son artículos que no encajan en el esquema comunal del consumo, y el que el individuo que lo capture se adueñe de él no perjudica manifiestamente al grupo. Al mismo tiempo, estos cautivos siguen siendo obviamente distintos de su aprehensor en lo tocante a la individualidad, de modo que no se introducen con facilidad en el ámbito cuasipersona1. Los cautivos a quienes se imponen condiciones rudas son sobre todo mujeres.v'" ¿Por qué mujeres? Curiosamente, Veblen no atribuye móvil sexual a la captura de mujeres. Por el contrario, sugirió que ~excepto cuando hay una clase de hombres esclavos-e- las mujeres son más útiles porque su trabajo vale más que su mantenimiento y son menos "formidables" porque no usan armas. Pero la importancia sociológica de la captura de mujeres es mayor que la económica o sexual. Las mujeres desempeñan la fun13
Veblen,
ECO,
pp. 32-49.
MARX, VEBLEN y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN
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ción simbólica de "trofeos" que demuestran valor sagaz de su aprehensor. "Son adecuados sujetos de mando y coacción; el sojuzgarlas sirve al honor y la vanidad del que las ha capturado, y es muy grande su utilidad en este sentido. Pero ya que la subyugación del hombre sobre las mujeres prueba su valor sagaz, es incompatible con la utilidad que representan como trofeos el hecho de que otros hombres se tomen libertades con estas mujeres, pues ellas patentizan la relación coercitiva del aprehensor." Una mujer capturada no se comparte en la forma en que se consume colectivamente un bien capturado en las sociedades primitivas. La mujer es el único sujeto que el hombre depredador puede reclamar en virtud de su fuerza demostrada; y a medida que esta práctica se convierte en costumbre, el "derecho consuetudinario de uso y abuso de un objeto, que obviamente no forma parte orgánica de su persona, constituye la relación de dominio, tal como se entiende ingenuamente't.I" añade con ironía Veblen. La propiedad se extendió pronto a las reclamaciones de los productos del trabajo ejecutado por la persona apropiada, y de aquí nació la explotación. En la base de tal comportamiento depredador no se encuentra simplemente el mero impulso de beneficio económico, sino las emociones más profundas de orgullo y "emulación". Las mujeres son capturadas primero como premios, emblemas humanos que significan que el dueño, a diferencia de "todos los miembros no combatientes o innobles" de la comunidad, es lo suficientemente eminente y poderoso para no dedicarse al trabajo productivo. Cualquiera que sea la relación de la esclavitud con la propiedad o el capitalismo, la cautividad humana apenas si habría sido posible sin el desprecio del trabajo manual, desprecio arraigado, como veremos, en la contaminación de los instintos del hombre hacia el trabajo y la benevolencia paterna!. Y el primer signo de la riqueza fueron las mujeres subyugadas, los únicos "bienes" reales que 14
Veblen,
ECO,
pp. 42-47.
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TEORÍA E HISTORlA
MARX, VEBLEN y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN
podía poseer el hombre primitivo. Al plantear el problema de la alienación, Marx invierte esta secuencia de los fenómenos históricos: la ambición de cosas, las "furias de los intereses" son el resultado del apoderamiento de las personas, no su causa. La interpretación que hace Veblen de los orígenes de la propiedad y la esclavitud era quizá novedosa para la teoría económica y social del siglo XIX, pero no carecía de antecedentes. La teoría de Platón de que el Estado se origina cuando nómadas y cazadores someten poblaciones sedentarias la descubrió posteriormente Hume, quien la criticó, basándose en esto la versión clásica, liberal, del contrato social. Veblen se había visto influido por Hume, y es muy probable que el mismo escepticismo haya determinado sus actitudes hacia las teorías liberales de la propiedad, actitudes que se reforzaron claramente a causa de su sentido darviniano de la lucha. Los estudiosos contemporáneos de la historia antigua han señalado la relación entre la esclavitud y la demanda de sirvientes por parte de las clases gobernantes, cuyos sirvientes se desean menos por razones económicas que sociales. El hacerse de esclavos y convertirlos en propiedad fue un hecho frecuente en la Grecia clásica; y en Roma, donde había un nivel de vida material mayor y donde eran más brillantes los gastos fastuosos y las conquistas militares, era también mayor la proporción de esclavos respecto de la población libre. "La esclavitud casual de individuos forasteros, en particular de mujeres cautivas, data de la fecha más antigua que conocemos", escribe M. 1. Finley, autoridad eminente en lo tocante a la esclavitud en la antigüedad clásica. A Finley le intrigan naturalmente los motivos de la esclavitud, y tras señalar que los propios griegos no elaboraron ninguna explicación sistemática de la institución, observa: "Pero de algún modo debemos entender la psicología de Jenofonte cuando propone con toda seriedad que el Estado ateniense adquiera suficientes esclavos de propiedad pública para que trabajen en las minas, de suerte que todos los atenienses sean mantenidos por el era-
rio público"." Sin duda, Veblen entendería esa "psicología" de la separación conspicua de todo trabajo manual, actitud que ganó aceptación social a través de los escritos de Platón y Aristóteles, a pesar de la alta estima en que tenían al trabajo los filósofos presocráticos e hipocráticos. ie Así pues, la explicación que da Veblen del inicio de la propiedad, que ubica la fuente de la propiedad privada en las actividades de los nómadas, cazadores y guerreros, y no en el trabajo enajenado, guarda cierta semejanza con la teoría del surgimiento del Estado por la subyugación, una escuela de pensamiento que abarca toda la historia intelectual de Occidente, desde Platón y Aristóteles hasta Nietzsche y Toynbee, y que, por cierto, resulta inaceptable para los marxistas."? Es probable que las observaciones de Veblen también hayan sido familiares para algunos antropólogos del siglo XIX, y se asemejan a algunas de las teorías del antropólogo contemporáneo Claude Lévi-Strauss, quien también considera a las mujeres como la primera expresión del intercambio de propiedades que hizo el hombre arcaico (tema que abordaremos en otro capítulo), y a las teorías del filósofo español Ortega y Gasset, quien está convencido de que el Estado no sólo se originó en la agresión sexual -que es la tesis de Freud en Tótem y tabú-, sino que el significado mismo de la riqueza surgió de la autoridad del conquistador.*
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15 M. 1. Finley (comp.) Slavery in Classical Antiquity (Cambridge, 1960), pp. 1-14,53-72, Y en otras. Véase en particular Henri Lévy Bruhl, "Es~uisse d'une théorie sociologique de l'esclavage a Reme", pp. 151-169; M. 1. Fmley, "Slavery", Oxford Classical Dictionary (Oxford, 1970), pp. 994-996. 16 Rodolfo Mondolfo, "I'he Greek Attitude to Manual Labor", Past & Present 6 (noviembre de 1954), pp. 1-5. 17 "Esta teoría ha sido refutada ya: puesto que el nomadismo aparece después de las primeras civilizaciones, el surgimiento del Estado debe de ~aber tenido causas autóctonas." Jurgen Habermas, "Toward a Reconetructíon of Historical Materialism", Theory & Society 2 (1975), pp. 287-300. * "Para los que persigan con interés estas cuestiones añado aquí, lacónicamente, una ecuación que muestra entre los germanos el mismo origen del Estado. Los sostenes del Estado son los ricos homes. Rico es el poderoso, el Recke (Sigfrido y, en general, los nobles de la épica son Recken), jayán o mozo aguerrido. Su poderío es Reich, y adonde su poderío alcanza, Reichland. Conste,
TEORÍA E HISTORIA
MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN
Aparte de las dificultades de verificar históricamente tales especulaciones, la tesis de Veblen debe juzgarse a la luz de su coherencia interna. Es posible que Veblen haya enmendado a Marx al demostrar que la captura de hombres y mujeres precede a la pasión por los objetos que produce la persona capturada, que la dominación y la explotación tienen poco que ver con la teoría laboral del valor; en suma, que la opresión antecede a la alienación. Y sin embargo, el propio Veblen afrontó la misma dificultad de Marx: también creía que la sociedad primitiva era pacífica, comunal y productiva. De aquí la paradoja: si el hombre "natural" disfruta del trabajo, ¿por qué se siente impulsado a capturar mujeres como trofeos y sirvientes para demostrar que ya no se ocupa del trabajo productivo? Si la propiedad se funda en la conquista y el apoderamiento, ¿deberemos concluir que el hombre es agresivo y adquisitivo?
saturarse L..] sino como una estructura coherente de propensiones y hábitos que buscan su realización y expresión en una actividad desenvolvente", Veblen estaba obligado entonces a explicar cómo estas propensiones, inclinaciones e instintos orientarían al hombre hacia fines altruistas. Las dos disposiciones principales que conducen hacia el bien común son el impulso del trabajo y la inclinación paternal. El primer instinto, como el segundo, forma parte de la herencia nata del hombre, y funciona de tal modo que el hombre se ve a sí mismo como "un centro de actividad impulsiva que se desenvuelve, una actividad 'teleológica'. Es él un agente que busca en cada acto la realización de algún fin concreto, objetivo, impersonal. Por la fuerza de ser tal agente, el hombre posee un gusto por el trabajo eficaz, y un disgusto por el esfuerzo estéril. Tiene un sentido del mérito del servicio o la eficiencia y del demérito de la inutilidad, desperdicio o incapacidad". La inclinación paternal como una "disposición instintiva" significa más que solicitud o diligencia por el bienestar de los hijos, y no debe confundirse con "los impulsos cuasitropismáticos de procrear descendientes". Más bien la inclinación paterna, sobre todo como floreció en las culturas primitivas, alcanza a las generaciones futuras, no sólo a la comunidad. Indica "solicitud por el bienestar de la especie en general", y en la medida en que guía al hombre hacia actividades más eficientes y productivas en aras de la posteridad, refuerza el sentido del trabajo. Los dos instintos están tan íntimamente relacionados, que Veblen sugiere que el espíritu del trabajo puede considerarse como el medio para lograr los objetivos de la inclinación paternal." La teoría de los instintos de Veblen hace arquear las cejas a muchos académicos modernos. Las confusiones terminológicas de sus sinónimos: "propensión", "inclinación", "impulso", "hábito", "proclividad", "sentido", "actitud tropisrnática", etc., han provocado que algunos sociólogos consideren poco refinada su
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LA NATURALEZA HUMANA Y EL ESTADO DE LA NATURALEZA,
VEBLEN FRENTE A HOBBES
Veblen trató de contestar tales interrogantes en The Instinct of Workmanship and the State ofthe Industrial Arts (1914), El libro se inicia con una descripción del hombre como un ser "condicionado por el complemento de las proclividades instintivas y las actitudes tropismáticas", El animal humano se encuentra a merced de sus instintos, pero afortunadamente estos instintos son impersonales, benevolentes y teleológicos, tendencias "conscientes" que contienen la potencialidad de incrementar el bienestar material de la comunidad. Antes, en su ensayo "Why is Economic not an Evolutionary Science?", había descrito al hombre como "no simplemente un montón de deseos que deban pues, que rico no significa poseedor de cuantías económicas. El rico-heme no era rico porque fuese 'propietario de los instrumentos de la producción' sino al revés, era dueño de tesoros porque era rico, valiente y aguerrido." José Or-tega y Gasset, "El origen deportivo del Estado", en El espectador, tomo VII.
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Veblen, IOW, pp. 1-37.
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obra.l? Pero Veblen sabía bien que la teoría de los instintos es "un concepto cuya definición resulta demasiado vaga y cambiante para satisfacer las exigencias de la ciencia biológica exacta",20 y usó el término con gran cautela y reserva en el libro (tiempo después le dijo a un amigo que entendía "por instinto una dirección, un anlage'J.21 Hay confusiones acerca del propósito y la precisión de los términos de Veblen. Talcott Parsons, por ejemplo, compara el instinto del trabajo de Veblen con la idea de "la vocación" de Max Weber. 22 La semejanza es dudosa. Para Weber, el trabajo es un ejercicio del deber moral represivo; según Veblen, es una "actividad expresiva que se desenvuelve", un concepto totalmente secularizado, libre de la angustia psicológica y espiritual supuestamente asociada a la "ética protestante". También debemos cuidarnos de equiparar la idea del espíritu de trabajo de Veblen a la idea que tiene Marx de la naturaleza básica del hombre como un horno faber: Veblen comparó el instinto del trabajo con la capacidad para el "juego" y la "curiosidad ociosa" (más adelante volveremos sobre este punto)," lo que sugiere que el elemento formativo de la cultura no sólo reside en la necesidad biológica de la producción, como diría Marx, sino en diversas actividades de expresión simbólica como un medio del desarrollo humano, como lo expuso después el más eminente de los discípulos de Veblen, Lewis Mumfcrd.t"
La teoría de los instintos de Veblen postula un antagonismo entre el hombre natural y la cultura que él mismo ha erigido. Al reforzar el instinto del trabajo, la inclinación paternal "se reafirma de continuo en su carácter nato y no enseñado", que lucha por liberarse de las limitaciones de las instituciones modernas y de las ataduras de los hábitos y pensamientos aceptados. Pero sólo en las primeras épocas neolíticas estuvieron hombres y mujeres de acuerdo con su naturaleza instintiva, con "las actividades y las relaciones mutuas que favorecían la vida del grupo". Veblen creía que el hombre nace con instintos que le permiten ajustar la vida a los fines humanos. Pero hubo cierto giro extraño, una "inversión irónica" en la herencia nata del hombre, de modo que la congruencia entre la naturaleza original y la vida primitiva del hombre cede con el tiempo a la discordia, y al final triunfan las instituciones sobre los instintos, la muerte sobre la vida. Quizá no sea por mera coincidencia que la obra de Veblen Instinct o{Workmanship se haya publicado en 1914. En aquel año aciago, la civilización occidental parecía encontrarse en un estado de perdición espengleriana. También Veblen se veía perseguido por la larga sombra del "barbarismo", pero en lugar de percibir una "declinación" abrupta de Occidente, parecía expresar una melancolía estoica que nos hace recordar la meditación de Santayana sobre el destino humano:
rs Véase la defensa que hace Bernard Rosenberg contra esta crítica a Veblen en The Values of Veblen: A Critical Appraisal (Washington, D. C., 1956), pp. 4446. Louis Schneider presenta un examen completo del problema en The Freudian Psychology and Veblen's Social Theory (Nueva York, 1948). 20 Veblen, IOW, p. 2. 21 Citado en Dorfman, II, p. 100. 22 Talcott Parsons, The Structure of Social Action (Nueva York, 1968), 1I,
En el curso del crecimiento cultural, la mayoría de las civilizaciones o de los pueblos que han tenido una larga historia han experimentado ocasionalmente una necesidad imperativa de revisar el esquema de sus instituciones a la luz de sus instintos natos, so pena del derrumbe o decadencia; y han escogido en formas diversas, y en su mayor parte a ciegas, vivir o no vivir, según los ha guiado su inclinación instintiva. Cuando ha ocurrido que operan con bastante fuerza los instintos que propician directamente el bienestar material de la comunidad, como la inclinación paternal y el sentido del trabajo, o cuando han sido suficientemente endebles los elementos institucionales que se oponen a la continuación de los intereses vitales de la comunidad o civilización en cuestión, se han roto los lazos de la
p.529.
* Veblen subrayó el carácter creativo y expresivo del trabajo para refutar la noción de la "irritabilidad del trabajo", que se encuentra en la doctrina de la economía política clásica. Pero, aunque Veblen gustaba de equiparar el trabajo con la capacidad para el juego y aun para la curiosidad ociosa, nunca se mostró muy entusiasta de la idea del trabajo como placer puro, y en varios lugares describió como una característica del instinto del trabajo "la tendencia a esforzarse" (Veblen, /OW, p. 33). 23 Lewis Mumford, Technics and Human Development (Nueva York, 1966).
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costumbre, la prescripción, los principios, el precedente; o bien se han aflojado o modificado para permitir que siga fluyendo la corriente de la vida y el crecimiento cultural, con un retraso sustancial o sin él. Pero la historia registra más casos, frecuentes y notorios, del triunfo de instituciones imbéciles sobre la vida y la cultura que casos de pueblos que se hayan salvado, en virtud de su visión interna instintiva, de una situación institucional desesperadamente precaria, como la que afronta ahora el pueblo de la cr-iatiandad.ét
La dicotomía que establece Veblen entre la naturaleza instintiva del hombre y la criatura institucionalizada en que se ha convertido se asemeja al conflicto descrito por Freud entre el ello y el superyó, entre el yo y el mundo exterior. Pero según Freud, el problema reside en el hombre, quien se encuentra dividido c~ntra sí mismo en la estructura misma de su psique; en cambio, para Veblen reside en las "instituciones imbéciles" que representan el enajenamiento de la razón de sus crígenes humanos. Mientras que, según Freud, la cultura surge para reprimir y así canalizar en forma constructiva los instintos del hombre, esencialmente destructivos, Veblen creía que la herencia nata del hombre, la cual floreció en la era neolítica, no fue tanto asfixiada como estirada, distendida por el propio proceso de crecimiento. Veblen no fue claro ni consistente en sus descripciones de la naturaleza del hombre. Vacilamos en la interpretación de un científico social elusivo y aparentemente oscurantista. Por ejemplo, ¿cómo entenderemos su afirmación de que los instintos del hombre se contrapesan y no son totalmente autónomos? Las "proclividades instintivas -dice- se cruzan, mezclan, traslapan, neutralizan y refuerzan recíprocamente". Puesto que no pueden concebirse como si actuaran aisladas e independientes unas de las otras, "deben incontinenti tocarse, mezclarse, traslaparse e interferirse". Aun el instinto del trabajo, supuestamente uno de los impulsos más profundos del hombre, no es lo 24
Veblen,
lOW,
pp. 24-25.
MARX, VEBLEN y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN
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bastante "apasionado" para que pueda resistir la desviación. "Bajo presión, no mantiene tenazmente su lugar como un interés principal en competencia con las otras proclividades instintivas más elementales; sino que [... } cede con cierta facilidad, sufre represión y se desvanece, y sólo se reafirma cuando se alivia la presión de otros intereses urgentes." N o especifica Veblen cuáles son estas proclividades "más elementales", ni los otros "intereses urgentes". Menciona el "instinto del deporte" para contrastar sus frívolas actividades con las del trabajo; y aparentemente supone que el deportismo surgió del trabajo cuando el instinto del primero desvirtuó al del segundo a causa de los cambios ocurridos en las circunstancias de la vida del grupo. Pero si puede pervertirse un instinto en forma tal, no podemos menos de preguntarnos si se trata de un instinto verdadero; y si las "proclividades instintivas" del hombre pueden tanto neutralizarse como reforzarse en forma recíproca, nos queda la duda de cuáles instintos son más genéricos y cuáles primarios y fundamentales.é'' Por imprecisa que sea su terminología, Veblen estaba convencido de que los instintos básicos del salvaje pacífico pierden su fuerza original mediante los procesos del cambio y crecimiento. Los instintos, por ejemplo, son impulsos teleológicos hacia fines inmediatos. Sin embargo, los procedimientos y los medios para alcanzar los fines buscados por los instintos dependen de la inteligencia, una facultad más "extensiva" y "refinada", que por ende puede perder de vista el fin a que debe servir. "Toda acción instintiva es teleológica, implica la adhesión a un propósito." En cambio, la inteligencia puede distraerse a medida que el cambio y el desarrollo alejan al hombre del impulso instintivo que originó la inteligencia. Al revés de lo que ocurre con la "razón" de Kant, la inteligencia es sólo una herramienta sin imperativos normativos; no impone el deber a la inclinación. Así, el instinto del trabajo puede combi25 Veblen, lOW, pp. 9-11. Véase también Stanley Matthew Daugert, The Philosophy ofThorstein Veblen (Nueva York, 1950), p. 89.
narse con una preocupación por la belleza para producir bienes que sean a la vez útiles y estéticos; pero en una comunidad de posición pecuniaria puede desarrollar una devoción por la técnica exclusivamente, de modo que la habilidad y la inteligencia del trabajador se perderán en un detalle decorativo estéril. La inclinación paternal no es menos corruptible. Puede tener sus orígenes en impulsos altruistas, pero cede su lugar a los "sentimientos egoístas" de una "gerontocracia" cuando la sumisión a los hombres maduro~ no inválidos triunfa en la cultura cada vez más depredadora y guerrera, característica de las últimas etapas del salvajismo y de la primera etapa de barbarie. Los instintos se desvían o desvirtúan a medida que se desarrollan las instituciones, y no entiende Veblen por instituciones las estructuras físicas -corporaciones, gobiernos, universidades-, sino los "hábitos de pensamiento prevaleciente", las ideas, creencias y principios mediante los cuales regulan sus vidas los hombres.s" Excepto por la sugerencia de Veblen de que los instintos pierden su cualidad (o inocencia) original a causa de los procesos del desarrollo histórico y las aplicaciones conflictivas de la inteligencia derivadas de las "complicaciones institucionales", no está claro cómo evolucionan instituciones perversas a partir de instintos productivos. Si el hombre nace como un salvaje amable, ¿por qué se convierte en un bárbaro agresivo? ¿Cuál es, en realidad, la imagen del hombre que tiene Veblen? En La clase ociosa se refirió ocasionalmente al "instinto depredador". Aunque presupuso un estado inicial de salvajismo pacífico, concedió que no hay ningún punto de la evolución cultural "antes del cual no haya habido lucha", un comportamiento que atribuyó a la generalizada "competencia sexual", cuya señal podemos advertir en los "hábitos conocidos" de los grupos primitivos y los monos antropoides y en nuestros propios "bien conocidos arrebatos de la naturaleza humana". Pero lo impor~6
MARX, VEBLEN y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN
TEORÍA E HISTORIA
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Veblen,
IOW,
pp. 1-37, Yen otras.
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tante aquí no es la posible ocasión del combate sino la frecuente ocurrencia de un "estado mental habitualmente belicoso", la elevación de la lucha al carácter de institución normativa. Este estado marcial se alcanza "sólo cuando la actitud depredadora se ha vuelto la actitud espiritual habitual y acreditada de los miembros del grupo", Asi pues, el instinto depredador es simplemente potencial Y sólo se "imprime profundamente en los hábitos de pensamiento de aquellos pueblos que han pasado por la disciplina de una prolongada cultura depredadora". Cuando se ocupó del tema de la naturaleza humana en The Instinct ofWorkmanship, no presupuso la bondad "natural" del hombre, es decir, no dio por supuesto lo que debe explicarse. Ni su darvinismo profundo lo llevó a concebir al hombre como una figura trágica abrumada por la culpa psiquica o el pecado original. Admitió que en la controversia sobre la naturaleza del hombre, que separaba a idealistas y realistas, "no son en modo alguno inequívocas" las pruebas de ambos bandos, derivadas de la antropología Y la teoría social. Pero no podía aceptar la postura de los darvinistas sociales del siglo XIX que consideraban el principio de la selección natural como prueba de que el hombre es naturalmente combativo y socialmente competidor. El darvinismo sólo mostraba que los miembros más fuertes de la especie han eliminado a los más débiles. Tal teoría no sólo sugiere que quienes ahora son más fuertes podrían considerarse inadaptados, Ysus "proclividades instintivas" inútiles, a medida que continúa el cambio evolutivo; sino que apunta que en cada etapa previa del esquema evolutivo debe de haber sido más débil la especie extinta porque era menos agresiva, de modo que al principio de la historia puede haber ocurrido que el hombre fuese pacífico." Veblen sabía bien que muchos de los supuestos de la teoría social liberal Y conservadora acerca del hombre se arraigaban menos en el darvinismo que en la filosofía política de Thomas 27
Veblen, Le, pp. 26-27;
IOW,
p. 100.
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TEORÍA E HISTORIA
Hobbes. En consecuencia, en The Instinct ofWorkmanship hizo varios paréntesis para cuestionar la afirmación de Hobbes de que el estado natura! es un estado de guerra permanente de cada uno contra todos. La descripción de Hobbes puede explicar quizá los orígenes del leviatán, es decir, del Estado autocrático pero no los requisitos biológicos de la supervivencia. ¿Cómo podrían existir los hombres por un solo día en una sociedad de seres adquisitivos donde el derecho de cada uno a todo amenaza el derecho de los demás? "Parece históricamente improbable que el cultivo de plantas y domesticación de animales pudiera haberse logrado en pueblos que no llevaran una existencia aceptablemente pacífica y en su momento sedentaria." La duración extraordinaria del periodo necesario para tales logros en la "antigüedad remota" refutaba la visión que tiene Hobbes del hombre como un depredador nato, y el predominio de las deidades maternales entre las comunidades prehistóricas sugería una cultura de fecundidad antes que de ferocidad. En cuanto a la afirmación de Hobbes de que el "temor" impregnaba el estado natural y por ende generaba el deseo de orden, Veblen examinó algunas sociedades tribuales existentes y descubrió que así ocurría entre algunos nativos "guerreros" de Australia y Malasia, pero no entre los esquimales e indios pueblo, más pacíficos. Hobbes había visto hundirse de pronto en la guerra y la revolución a la Inglaterra del siglo XVI, de modo que, junto con otros teóricos políticos ingleses, temía siempre una reversión al estado natura!. El mundo de Veblen también se hundiría en el caos y la turbulencia en los años de la primera Guerra Mundial pero el estado natural no sería para él una fuente de ansiedad sino de redención: El modo de vida salvaje, que fue, y en cierto sentido es, innato en el hombre, se caracterizaría por una considerable solidaridad de grupo dentro de una unidad relativamente pequeña que viva muy cerca del suelo y cuya subsistencia dependa irremediablemente de la eficiencia del trabajo de todos los miembros del grupo. En estas condiciones,
MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN
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el requisito primordial de la supervivencia sería una propensión no egoísta e impersonal a utilizar al máximo los medios materiales disponibles y una inclinación a emplear todos los recursos de conocimientos y materiales para el sostenimiento de la vida del grupo.28
LA CONTAMINACIÓN
DE LOS INSTINTOS
Veblen no podía eludir la cuestión de la primera alienación de la humanidad si suponía una etapa inocente de vida salvaje pacífica. En su análisis no surge la condición de enajenación de la propiedad privada, cuyos orígenes históricos consideraba "un tema de especulación aventurada't.P' Mucho menos surge con el desarrollo del capitalismo industrial, que consideraba simplemente una continuación del pasado "bárbaro", donde el moderno capitán de industria desempeñaba el papel del antiguo jefe en el combate. Ni se manifiesta primero, como cree Marx, con la aparición del "medio extraño" del dinero.i'? Por el contrario, es posible que la semilla de la alienación resida en la propia productividad humana. Además de la complicación y la desviación de los instintos por efecto del hábito acumulativo, observó Veblen que "la distorsión más grave que afecta al espíritu de trabajo es lo que podríamos llamar su propia contaminación". Surge esta infección cuando el hombre primitivo, a fin de comprender el mundo natural para trabajar en él y regularlo, atribuye cualidades personales familiares a los objetos externos. Esta tendencia hacia el antropomorfismo o el animismo lleva al hombre a proyectar en las cosas externas su propia inclinación por el trabajo. En consecuencia, los fenómenos inerVeblen, lOW, pp. 36-37. Ibíd., p. 149. En su ensayo sobre "The Beginnings ofOwnership" (1898), Veblen ofreció una posible explicación del surgimiento de la psicología de posesión humana. Pero en The lnstinct of Workmanship (1914) examina varias otras interpretaciones que podrían explicar la transición de la etapa salvaje de "trabajo libre" a la etapa bárbara del control pecuniario de la propiedad. En el capítulo VII analizaremos estas hipótesis. 30 Marx, "Economic and Philosophical Manuscripts", p. 266. 28
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tes e impersonales de la naturaleza adquieren un significado personal, y el propio conocimiento humano experimenta una transformación básica:
animismo se enfrenta a lo fáctico. Por lo tanto, el mundo se divide en dos categorías de percepción, la antropomórfica y la inerte. Ocurrió el progreso científico cuando el hombre primitivo percibió un fenómeno como algo inerte y se preguntó: "¿Qué puedo hacer con esto?" De igual modo, el entendimiento tecnológico se desvía y el espíritu de trabajo se "contamina" cuando el hombre percibe un fenómeno como algo animado y se pregunta: "¿Qué podrá hacer por sí solo?" A pesar de todos los avances del conocimiento industrial y científico, el hombre moderno aún tiene que liberarse de su herencia primitiva lo suficiente para considerar sólo la primera pregunta. Veblen sugiere que la tarea puede ser imposible desde el punto de vista psicológico, pues cuanto más trabaja el hombre con los materiales de la tierra, más adquieren las cualidades animistas "una forma más circunspecta, ingeniosa e idealizada".
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Como todos los hombres actúan de ordinario bajo la dirección de los instintos y, por ende, con arreglo a la fuerza del sentimiento, buscan instintivamente algún fin en toda actividad; de suerte que los objetos con que se relaciona el trabajador primitivo se conciben también como si actuaran bajo cierto impulso instintivo; y se atribuye a tales objetos una inclinación, una naturaleza teleológica o pragmática, la que llega a aceptarse sin dificultad como un elemento constitutivo de su estructura comprendida. En esta forma, una reputada inclinación pragmática, innata, de las cosas externas pasa a ser considerada como un hecho observado. Por la fuerza del sentido del trabajo, los objetos externos se perciben en gran parte en relación con lo que harán. Y por lo tanto, su característica más sustancial, su naturaleza individual íntima, en la medida en que se conciben como entidades individuales, es que harán cosas.é!
Según Veblen, en la etapa salvaje inicial de la historia "coexisten la mentalidad fáctica y la mentalidad de atribución" sin graves efectos adversos para el desarrollo de la tecnología primitiva. Por ejemplo, la atribución de rasgos antropomórficos a las plantas y animales no había impedido el cultivo, la crianza de ganado o la domesticación, aunque la proyección de tales rasgos al fuego y a ciertos tipos de roca, por parte del hombre primitivo, retardó el desarrollo de la metalurgia y artes similares. Pero a medida que se desarrollan las artes industriales, descansan cada vez más en el conocimiento objetivo, lo que conduce a la expansión de un ambiente científico cuyo control requiere de una adaptación impersonal. Así pues, aunque subsisten los instintos antropomórficos, el animismo está limitado por las exigencias prácticas. Pero el animismo se sublima, sin llegar a desaparecer. El conocimiento ha evolucionado de manera dual, como un crecimiento en dos escalas de aprehensión, donde el 31
Veblen,
IOW,
pp. 53-54.
Porque la mutilación de la creación bruta en una mera realidad opaca es tan extraña al hombre, con su sentido instintivo del trabajo, y la "conciencia de especie" se impone de modo tan irrevocable, que se busca la redención de cada renuncia sucesiva a tal inclinación atribuida del trabajo por objetos concretos ocultando la atribución detrás de los fenómenos observados y expresando su reputada inclinación laboral en términos más definidamente antropomórficos. De este modo, una concepción animista de las cosas llega a complementar, y en parte a sustituir, la imputación más ingenua e inmediata del trabajo, lo que lleva a elaborar mitos más refinados; hasta que en el curso del refinamiento puede surgir un Creador monoteísta y providencial, sentado en el espacio infinitamente remoto pero ubicuo de cuatro dimensiones.P
Aquí reside el dilema. Marx supuso que, mediante el trabajo, el hombre podría superar el dualismo que lo separa de la naturaleza porque la actividad humana subjetiva es en sí misma el proceso de la actividad objetiva a través de la cual el hombre 32
Veblen,
IOW,
pp. 58-59.
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MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN
"humaniza la naturaleza't.P Veblen dudaba que pudiera salvarse este abismo, que el hombre pudiera comprender el mundo simplemente cambiándolo. Mientras Marx creía que el hombre debe actuar para saber, Veblen creía que el hombre debe entender antes de actuar, y es posible que lo que aprenda no sea jamás el mundo tal como realmente es. El hombre trabaja sobre la materia al mismo tiempo que el mundo natural escapa siempre a su entendimiento; porque una naturaleza desencantarla, tan necesaria para el progreso científico, es tan escalofriante que el hombre se ve obligado a atribuir interpretaciones antropomórficas a los objetos e instituciones de su propia creación, y vuelve así sagrado e inmutable lo que es natural y cambiable. Así pues, el espíritu del trabajo lleva consigo las semillas de su propia alienación (la "autocontaminación"). A menudo surge sólo a través de una identificación animista con el mundo natural, pues el hombre primitivo necesita primero intimar con lo que debe entender. Pero este proceso sólo puede continuar hasta cierto punto, porque la realidad tiene capacidad para resistir las interpretaciones falsas. Aun así, no puede lograrse por completo el dominio de la naturaleza sin alguna ilusión de poderes intrínsecos que gobiernen, o de cualidades ocultase" y esta ilusión -daba a entender Veblen- conformó las "leyes invisibles" del mundo de Adam Smith y la "teleología" de la filosofía de la historia de Marx. Smith y Marx alabaron las virtudes del trabajo (aunque por razones diferentes), pero Veblen tuvo cuidado en señalar que el espíritu del trabajo "está peculiarmente sujeto a desviaciones. De ordinario, o normalmente, no persigue su propio fin independiente, creativo, sino que se relaciona con los procedimien-
tos y los medios de realización de propósitos dados instintivamente'V" No especificó Veblen cuáles son estos "propósitos dados instintivamente", pero afirmó que la preocupación del hombre por su reputación es "una característica que siempre tuvo y sin duda tendrá siempre". 36 Esta tendencia está sólo latente en la cultura pacífica y sedentaria del salvajismo, donde se valora a los hombres en términos de su eficiencia y asiduidad industrial. Pero el "incentivo de la imitación" está presente en la sociedad comunal aunque no se exprese abiertamente (como han descubierto los antropólogos modernos en las culturas del prestigio y la vergüenza de los isleños de Andamán, los habitantes de las islas Trobriand, y los pescadores maoríesl."? Así como Rousseau había intuido que el desarrollo de "comodidades" por parte del hombre primitivo le produjo "la primera emoción de orgullo", y que los hombres empezaron a "saber lo que es la estima" cuando perdieron la autosuficiencia al surgir la actividad del grupo.s" Veblen utilizó los estudios etnológicos contemporáneos para concluir que las actividades laborales del hombre están estrechamente relacionadas con la naturaleza de su ser social. "Dondequiera que las circunstancias de la vida tradicional conducen a una comparación habitual de una persona con otra en lo tocante a la eficiencia, el instinto del trabajo se revela en una comparación emulativa o envidiosa de las personas." El resultado es que el trabajo humano origina la propensión a la emulación, que "con la excepción del instinto de conservación [...] es probablemente el más fuerte, alerta y persistente de los móviles económicos propiamente dichos".39
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Veblen, JOW, pp. 34-35. Veblen, POS, p. 392. 37 A. R. Radclíffe-Brown, The Andaman Islanders (Cambridge, 1933), p. 50; Rayrnond Firth, Primitioe Economics of the New Zealand Maori (Londres, 1929), pp. 164-167; Bronislaw Malinowski, Coral Gardens and their Magic (Londres, 1965). 38 Jean-Jacques Rousseau, The Social Contract and Diecouree on the Origin ofEquality (Nueva York, 1967), pp. 212-219. 39 Veblen, TCO, pp. 23-24. 35
Marx, "Economic and Philosophical Manuscripts", p. 304. 34 Entre los fenómenos "animistas" que no ha podido extirpar siquiera una actitud moderna realista, menciona Veblen el concepto de la causalidad, en particular la búsqueda de causas ocultas en los efectos observados, la ley natural y Dios. Aun el escéptico científico moderno sólo puede remplazar las antiguas deidades con su propia actividad de hacedor de maravillas. "Es como el trabajador creativo, el Gran Artífice, que el científico ha adoptado su última postura contra las potencias de la penumbra espiritual." Veblen, IDW, pp. 59-60. 33
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TEORíA E HISTORlA
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De algún modo, el concepto del orgullo se convirtió en el fruto del trabajo. Irónicamente, el trabajo no produce tanto la sustancia de la propiedad (mucho menos la plusvalía) como la idea de la propiedad en la medida en que la emulación impulsa a la posesión y acumulación de bienes como prueba de la posición superior, y este estímulo sirve de motivo importante en la transición de la etapa pacífica a la etapa depredadora de la cultura primitiva. Así pues, el espíritu del trabajo, infectado ya de una "inclinación pragmática", que lleva al trabajador a considerar que los objetos inertes y los fenómenos naturales se mueven por sí solos, sufre una nueva contaminación por los "cánones de la distinción envidiosa", que llegan a regir una cultura monetaria. Pero el instinto del trabajo no se atrofia nunca por completo, observa Veblen, y en las primeras etapas del capitalismo puede expresarse en una dedicación al logro y una repugnancia por el desperdicio y la inutilidad. Sin embargo, a medida que se moderniza la sociedad, el instinto se pervierte y "tiende más y más a expresarse en un esfuerzo por superar a los demás en el terreno monetario't.v' cuya prueba se palpa finalmente en un estilo de vida que contradice la esencia misma y la ética del trabajo: la vida de adquisición y ocio, en lugar de producción y esfuerzo. En una cultura caracterizada por la imitación de la posición social, no se buscan el significado y el valor en los procesos de la producción, sino en los objetos del consumo, bienes que han heredado las cualidades animistas del poder y el prestigio personal, la dimensión sociológica de la "materialización", que constituye quizá la mayor contribución de Veblen a la teoría social moderna. El hombre ha fallado en dos sentidos, y aquí reside la fuente de su alienación. La primera falta es la maldición del animismo, la tendencia de la mente a intervenir en la materia de tal modo que el hombre no pueda aceptar los hechos simplemente como objetos. No puede haber ningún conocimiento que no esté mediatizado por los "hábitos de pensamiento prevalecientes".
El resultado de la inclinación antropomórfica del hombre es la resistencia de la sociedad a la comprensión racional. El segundo defecto es la trampa social del propio espíritu del trabajo. Basado en los cánones de la eficiencia y la utilidad social, para luego verse contaminado por el instinto de emulación, el espíritu del trabajo sólo puede promover el principio de la realización a costa del principio del placer (en términos freudianos}, Veblen estaba convencido de que la productividad humana debe dirigirse hacia los intereses de toda la comunidad, pero también estaba convencido de que los "cánones del gusto pecuniario" determinan lo que se producirá. Cuando se fabrica un producto para satisfacer a otros, pierde su propio valor intrínseco, y la alegría del trabajo no puede ser un fin en sí misma. Y cuando se fabrica un producto sólo para intercambiarlo por los bienes fabricados por otros, el trabajador supone que puede realizarse en el consumo y no en la producción, que mediante el dinero podrá salir de la situación en que se metió por virtud del trabajo. Así el espíritu de trabajo, un instinto ennoblecedor y altruista, impulsa al trabajador a contribuir a su propia alienación. El trabajador no se ve tanto explotado como socializado por las presiones de la "comparación envidiosa".
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Veblen, Ten, pp. 23-24.
EL PROCESO DE LA MÁQUINA Y LA CURIOSIDAD OCIOSA
Veblen trató de encontrar una solución a estos dos dilemas, la dificultad antropomórfica y la conversión del espíritu de trabajo en servidumbre. En lugar de las inevitables propensiones animistas del hombre, Veblen propugnó el ascenso de "el proceso de la máquina". La máquina "arroja los hábitos de pensamiento antropomórficos; impulsa la adaptación del trabajador a su trabajo, en lugar de adaptar el trabajo al trabajador"." Los hombres deben trabajar con la máquina y regirse por sus procesos, 41
Veblen,
BE,
p. 310.
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porque la "disciplina" de la máquina elimina todo el residuo antropomórfico de la naturaleza humana. La mentalidad "realista" es la "incidencia cultural" de la tecnología de la máquina. Liberado por la máquina, el hombre podrá ver las cosas en términos de causa y efecto, antes que de bien y mal, de "peso, talla y medida", antes que de mérito y demérito, de procesos naturales y no de reglas de precedentes establecidos, de objetos impersonales y no de fuerzas personales. Veblen aplaudía lo que Henry Adams y Max Weber temían: el desencantamiento del mundo como resultado de la extirpación del animismo y el supernaturalismo. Sólo entonces dejarán de tener sentido la magia, religión, nacionalismo, la cultura del consumo, el derecho de propiedad y el desperdicio y la inutilidad de la guerra, para una mente que ya no es susceptible de alienarse a sí misma porque se ha liberado de la necesidad de intervenir la experiencia en términos humanos. Sin duda es ésta una solución extraña de la condición humana: [el hombre podrá recobrar su integridad preenajenada sólo si se despoja de sus cualidades emocionales de hombrel Casi no hay necesidad de mencionar los dilemas éticos obvios de tal proposición. La verdadera dificultad es que la solución de Vebien sólo robustece la paradoja de la propia alienación. Veblen no explica claramente cómo surgió la máquina en primer lugar, por qué el hombre -al revés del resto del reino animalno se conforma con lo que requiere objetivamente la vida, sino que necesita inventar una tecnología. Este hecho indica que el hombre no se enajenó, no cayó de un estado de "comunismo primitivo" (Marx) o de "salvajismo pacífico" (Veblen), sino que ya estaba enajenado en el centro de su ser, que el propio "instinto del trabajo" que produjo la máquina alejó al hombre de su esencia. Porque si el ser del hombre coincidiera plenamente con el de la naturaleza, no tendría ninguna necesidad; sus aspiraciones y sus satisfacciones serían la misma cosa, y por lo tanto el mundo no le sería extraño. Pero el invento de la máquina, ya sea la herramienta primitiva o la tecnología moderna, sugiere
un "deseo", la necesidad del hombre de convertirse en algo que originalmente no es. La teoría tecnológica del desarrollo histórico de Veblen no ofrece ninguna solución para el problema mismo de la alienación que pone al descubierto. Por una parte, limita al hombre al papel de productor y así no hace justicia a la humanidad plena del trabajador. El hincapié que se hace en el espíritu del trabajo implica que el hombre se conforma con el mundo externo de los objetos, el plano determinista de la naturaleza donde el significado del trabajo se pierde en las tareas rutinarias de la sobrevivencia y no puede elevar la existencia por encima de las cargas biológicas de la vida. El concepto que tiene Veblen del hombre se restringe severamente al horno faber y omite todo el campo de las relaciones sociales y las aspiraciones culturales, pues toda la actividad humana parece reducida al denominador común de la obtención de los bienes básicos de la vida. Y en la medida en que el productor -por libre, creativo y "feliz" que sea- se mueva en un mundo de cosas y no de personas, resultará difícil entender cómo se desenvuelve la personalidad humana en la noción del trabajo que tiene Veblen. Es posible que su concepto darviniano de la lucha lo haya liberado de las restricciones del pensamiento ortodoxo, pero también lo confinó a un naturalismo que se ocupa de los procesos brutos de la vida y no de sus propósitos y valores humanos. El hombre moderno, como sus antepasados más antiguos, no trabaja para vivir, sino que vive para trabajar; porque el valor de la vida reside, según Veblen, en las actividades necesarias para llevarla adelante y nada más. ¿Por qué trabaja el hombre? Resulta curioso que tanto Veblen como Marx, que critican la idea capitalista de que el trabajo refleja la necesidad, eluden las implicaciones más profundas del hombre como animallaborans. 42 Ninguno de ellos considera que el trabajo mismo puede ser enajenante en la medida en
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H Véase Jobo P. Diggins, "Thoreau, Marx, and tbe 'Riddle' of Alienation", Social Research 39 (1972), pp. 571-598.
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que el hombre se ve impulsado a esforzarse porque forma parte de la naturaleza y sin embargo aspira a ser algo más que naturaleza. (Weber atribuyó esta condición a la Angst del protestantismo, en particular del calvinismo; pero Ortega y Gasset, quien escribe en un ambiente católico, ve al hombre occidental en general como "una especie de centauro ontológico".)43 Tanto Veblen como Marx le piden al hombre que no cuestione el significado de la existencia, sino que expanda su poder sobre las materias de la existencia mediante la industria y la tecnología: "el libro abierto de los poderes esenciales del hombre" (Marxr." Así pues, sin darse cuenta siguen ambos la tradición protestante de instar al hombre a buscar en el trabajo lo que ha perdido en la vida. Además, Marx y Veblen estaban similarmente preocupados por el problema de la ideología, por el pensamiento inconsciente de sus motivos, y por los hábitos de pensamiento que desvirtúan la percepción mental de la realidad. Ambos creían que la liberación genuina sólo se inicia cuando todas las ilusiones terminan. Pero no podemos dejar de cuestionar si el "animismo" y la "falsa conciencia", que Veblen y Marx tratan de extirpar, afectan sus propios pensamientos. En los supuestos de ambos pensadores, el trabajo toma cualidades mágicas, es el medio que utilizan Veblen y Marx para achacar a los procesos del mundo natural las cualidades originadas en el mundo humano. La máquina es para Veblen lo que el proletariado es para Marx: el agente mítico a través del cual se realizan como hecho objetivo los ideales nacidos del deseo puro. El hombre primitivo acredita poderes ocultos a los palos y las piedras de eficacia probada; en las mentes "modernas" de Veblen y Marx, los procesos inanimados (es decir, la "disciplina de la máquina") o las abstracciones metafísicas (es decir, la "negación de la negación") parecen concebidos inconscientemente en tér-
minos de valores humanos para que el mundo externo obedezca a sus deseos morales.v Podría afirmarse entonces que Veblen no fue suficientemente científico en su intento de formular una respuesta para la alienación. Pero no es ésta la postura de algunos de los mejores críticos de Veblen. Theodor Adorno, un crítico simpatizante que ha escrito el ensayo más perspicaz sobre las deficiencias de la teoría social de Veblen, llega a la conclusión contraria y acusa a Veblen de una especie de positivismo aquiescente:
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43 Ortega y Gasset, "Man the 'I'echnician", en History as a 8ystem and Other Essays toward the Philosophy o(History (Nueva York, 1962), pp. 87-161. Tengo una gran deuda con este ensayo. 44 Marx, "Economic and Philcsophical Manuscripts", p. 310.
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Como positivista que no reconoce ninguna norma que no sea la adaptación, Veblen plantea con sarcasmo, en uno de los pasajes más avanzados de su obra, la pregunta de por qué no debemos tomar como determinado el principio del desperdicio, la inutilidad y la ferocidad que, de acuerdo con su doctrina, constituye el canon de la decencia monetaria: "Pero ¿por qué se requieren disculpas? Si prevalece un conjunto de sentimientos populares en favor de los deportes, ¿por qué no es ese hecho una legitimación suficiente? La prolcngada disciplina del valor astuto a la que se ha sometido la raza bajo la cultura depredadora y semipacífica ha transmitido a los hombres de hoy un temperamento que encuentra satisfacción en estas expresiones de ferocidad y astucia. Por lo tanto, ¿por qué no aceptar estos deportes como expresiones legítimas de una naturaleza humana normal y sana? ¿Qué otra norma existe... ?" Aquí, el razonamiento de Veblen lo aproxima al peligro de capitular ante lo meramente existente, ante el "barbarismo normal". Su solución es sorprendente: "La norma ulterior a la que se recurre es el instinto del trabajo, que es un instinto más fundamental, de prescripción más antigua que la propensión a la emulación depredadora". Ésta es la clave de su 4.5 Alvin Johnson, colega de Veblen en la Nueva Escuela, se aproximó a exponer una observación similar en otro contexto: "La teleología es la especialidad de Veblen. Basta que otro científico formule una generalización, por abstracta que sea, para que Veblen extraiga de allí un elemento teleológico, un motivo ulterior. Es como un patólogo hábil, capaz de demostrar que todo el mundo está padeciendo su enfermedad favorita L..] Tal patólogo suele terminar por contraer él mismo la enfermedad, si es transmisible; y aunque no lo sea, tenderá a reproducir los síntomas. Así le ha pasado a Veblen". (Reseña que hizo Johnson de The Instinct of Workmanship en la publicación Political Science Quarterly 31 [19161, p. 631.)
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teoría de la edad primitiva. El positivista se permite pensar en la potencialidad del hombre sólo mediante su expresión como un dato, es decir, como expresión del pasado. No permite otra justificación de la vida no depredadora que aquella que, supuestamente, es aún más determinada, más positiva, más existente que el infierno de la existencia. La edad dorada es el asylum ignorantie del positivieta.t"
Se presenta a Veblen como un empírico carente de ética: busca sin esperanza una norma mítica que sea más básica que la realidad inmediata; quiere establecer la validez de un ideal basándose en su antigüedad. Robert Heilbroner es otro crítico radical compasivo; admiró a Veblen más por los enemigos que se fabricó que por las respuestas que dio. A Heilbroner lo perturba el culto del cientificismo de Veblen. "Es cierto que las máquinas nos hacen pensar fríamente, pero es posible que nos lleven a pensar con demasiada frialdad. No olvidemos que el objetivo de una dirección 'científica' de la producción puede ser el robot humano y que el proceso de la máquina puede permitirnos el ejercicio de nuestro juicio técnico, pero también puede ahogar y frustrar nuestra imaginación y nuestras emociones."47 Veblen esperaba tales críticas. "Durante más de un siglo -observó en Business Enterprise- este cambio de los hábitos de pensamiento del trabajador se ha considerado como un deterioro o un entorpecimiento de su intelígencia.?" Veblen aceptó incluso la mitad del argumento, por lo menos, al afirmar que la tecnología eleva ciertas clases de inteligencia y rebaja otras. Quizás haya podido aceptarlo porque él mismo era ambivalente respecto de la perspectiva de una sociedad totalmente mecanizada. Ya vislumbramos algo de esta ambivalencia al discutir su ensayo "The Place of Science in Modern Civilization". Sus reservas se vuelven más marcadas en el capítulo final de The 46 Theodor Adorno, "Yeblen's Attack on Culture", Studies in Philosophy and Social Science 9 (1941), pp. 389-413. 47 Robert Heilbroner, The Worldly Philusophers (Nueva York, 1961), p. 212. 48 Veblen, ntc, p. 313.
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Instinet of Workmanship. "El límite de la tolerancia innata en el hombre, en términos físicos y espirituales, no llega a ese materialismo absoluto ni a esa rutina mecánica inevitable a la que conduce la tecnología de la máquina." Entre los diversos pueblos del mundo cristiano "hay una oposición visible contra las enseñanzas de la máquina, oposición que en ciertos momentos y entre ciertas clases de la población llega al punto de la repulsión". Veblen llegó a sugerir, con un giro irónico tan típico de sus conclusiones, que aunque la máquina es muy eficaz para sacar al hombre de la era artesanal, el hombre moderno se aleja de la tecnología y suspira por "la vida sencilla" y por un "retorno a la naturaleza". Este comportamiento es particularmente visible entre los "moderadamente ricos, las clases semioeiosas" que se inclinan a los cultos y las fantasías. "Ni la forma de vida impuesta por el proceso de la máquina, ni el modo de pensamiento inculcado por el hábito a su lógica, encajarán en el movimiento libre del espíritu humano, nacido para ajustarse a las condiciones de la vida salvaje. Se observa así un recrudecimiento irreprimible -en cierto sentido congénitode la magia, ciencias ocultas, telepatía, espiritismo, vitalismo y pragmatismo.?" ¿Estaría profetizando Veblen el surgimiento de los hippies y los hijos de las flores de los años sesenta, los "nuevos mutantes" que dieron la espalda a la tecnología para emprender su propia búsqueda de la inocencia pastoril? O ¿estaría expresando sus propios pensamientos ocultos y, como dice su admirador inglés R. M. Fax, "reconociendo la aversión humana contra la mecanización'Y'" Resulta difícil saberlo, y así lo quería Veblen tal vez. También resulta difícil entender cómo podía conciliar el conocimiento científico empírico, basado en la causalidad mecánica, con lo que llamaba el "libre movimiento del espíritu humano". Pero parece claro que Veblen estaba buscando algo más allá del espíritu de trabajo y el proceso de la máquina, alguna 49 M)
Veblen, IOW, pp. 318-334. Citado en Dorfman, n, p. 113.
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clave epistemológica tan preciosa que no pudiera ser corrompida por las instituciones ni volverse contra sí misma por su potencialidad oculta de "autocontaminación". Hemos visto que Veblen no tenía sólo una respuesta al animismo sino también a la segunda deficiencia que afecta al hombre, la inversión del espíritu de trabajo en servidumbre. Si la disciplina de la tecnología pudiera ayudar a superar la primera deficiencia, la respuesta a la segunda residiría en el "instinto de la curiosidad ociosa". Veblen formuló este "instinto" en "The Place of Scíence in Modero Civilization", donde trató de distinguir entre la investigación empírica genuina y el método pragmático del conocimiento. "El pragmatismo no crea otra cosa que máximas de conducta conveniente. La ciencia sólo crea teorías,"!' El conocimiento científico sólo avanza cuando los hombres piensan en desafío de intereses inmediatos. Tal procedimiento requiere una "atención inaplicable" a la práctica, una indiferencia a las consecuencias de las ideas en aras de su comprensión total. La epistemología incolora, libre, a la que aspira la ciencia, se enfoca y sistematiza mejor bajo los "cánones de la curiosidad que bajo los de la conveniencia". Sólo una ciencia que sea puramente especulativa podrá liberar a la imaginación lo suficiente para cuestionar sus propios prejuicios y desafiar las normas aceptadas por la sociedad. Así pues, el ensayo de Veblen trata de iluminar las limitaciones del pragmatismo como una proposición epistemológica. Porque la filosofía del pragmatismo, producto de la cultura norteamericana, no podría constituir un recurso para cuestionar los fundamentos de esa cultura. El pragmatismo no tiende sólo hacia el ajuste y la adaptación, sino también hacia la imputación. No es una coincidencia, reflexionó Veblen, que los filósofos pragmáticos estadunidenses contemporáneos estuviesen imputando a la doctrina decimonónica de la evolución la doctrina del progreso del siglo XVIII.
En The lnstinct ofWorkmanship regresa Veblen a la noción de la curiosidad ociosa. Ahora sugiere que quizá sean incompatibles el espíritu de trabajo y la curiosidad. El hombre común tiene escasa capacidad para la curiosidad natural, sobre todo en una cultura de activismo y adquisición, de manera que la curiosidad libre sigue siendo el genio peculiar de individuos excepcionales , considerados como "soñadores l.. .l de mente insana". La cualidad de la ociosidad, de la reflexión incondicional, implica una ausencia completa de objeto o sentimiento utilitarista, y esto explica por qué recibe tan escasa atención en los Estados Unidos, aunque la sociedad norteamericana se beneficia del conocimiento y la información fáctica derivados de la especulación desinteresada. Los trabajadores laboran con arreglo a los hábitos y las convenciones de la cultura existente, mientras que la curiosidad ociosa está "perturbando persistentemente el cuerpo de conocimientos sobre el que opera el espíritu de trabajo". Pero aun cuando tal cuerpo de conocimientos incorpora la nueva información descubierta por los soñadores curiosos, no estamos más cerca de la verdad, porque el espíritu de trabajo ajusta la realidad a sus propios propósitos:
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Veblen,
POS,
p.
19.
El espíritu de trabajo utiliza así el material que se ofrezca como conocimiento, o como hechos. En las formas ya indicadas, este uso de los "hechos" establecidos se ve estimulado y obstruido a la vez por el hecho de que la información obtenida por la incesante curiosidad del hombre se reduce a una forma sistemática, en su mayor parte o totalmente conforme a los cánones del espíritu de trabajo. Para la mayor parte del conocimiento humano, esto significará que la materia prima de los hechos observados se trabajará en forma selectiva, se conectará y se acumulará de acuerdo con un reputado orden de cosas teleológico, expresado con cierto dramatismo. De aquí se sigue que el conocimiento que así se obtenga se conserva y se transmite de una generación a otra en una forma que se presta con facilidad a manipulación laboral; ya está digerido para su asimilación en un esquema teleológico que instintivamente gusta al sentido de lo correcto que tienen los trabajadores. Pero también se sigue que en
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la medida en que el orden personalizado, teleológico o dramático así atribuido a los hechos no refleje, por casualidad, fielmente las relaciones causales subsistentes entre estos hechos, su utilización como elementos tecnológicos acarreará algunos problemas. Así que la concurrencia de la curiosidad y el espíritu de trabajo en la asimilación de los hechos en esta forma puede generar -yen la cultura primitiva debe generar- un retraso del progreso tecnológico, en comparación con lo que podría haber sido concebiblemente el resultado de esta obra de la curiosidad ociosa si no estuviese innatamente contaminada por el sentido del trabajo y no tendiera así a las concepciones de una eficacia mágica en lugar de una eficiencia mecánicaP''
¡Increíble! Parece que Veblen nos ofrece una pesadilla epistemológica. La experiencia estará condicionada siempre por rasgos animistas, de modo que no puede proporcionar la verdad; el pensamiento estará siempre desvirtuado en la acción; y el espíritu de trabajo nunca podrá elevarse por encima de una manipulativa preocupación por el uso del conocimiento en lugar de entender la realidad. Sólo la "curiosidad ociosa" podrá liberarse de los intereses inmediatos y las ilusiones antropomórficas y aportarnos el conocimiento de los fenómenos, en virtud de su percepción superior del fenómeno del conocimiento. Pero aun este recurso intelectual precioso estará "contaminado" en el momento en que se aplique, en el momento en que deje de ser ocioso. Si el problema de la sociedad es el problema del conocimiento de la sociedad, como ha señalado Karl Mannheim, Veblen afrontó francamente este reto epistemológico. Cuestionó un supuesto que es básico tanto para el pragmático como para el marxista, el supuesto de que, mediante la praxis, podrá identificarse la percepción de la realidad con la naturaleza de la realidad misma, que el mundo social puede "conocerse" simplemente actuando sobre él y transformándolo, Así pues, Veblen no pudo ofrecer otra solución a la alienación humana que invocar la mística de 52
Veblen,
lOW,
pp. 88-89.
MARX, VEBLEN Y EL "ENIGMA" DE LA ALIENACIÓN
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la curiosidad ociosa, un modo de conocimiento tan desprovisto de contenido funcional que no podía ser corrompido por las instituciones existentes, una epistemología tan encendida por la llama de la intención pura que no tenía ninguna obligación hacia otra causa que no fuese el canon de la curiosidad misma. La idea es noble, ¿pero es factible? Pragmáticos y marxistas dirían que Veblen divorcia la teoría de la acción, que quiere meditar en los problemas de la existencia en lugar de resolverlos. Estas críticas no van al fondo del problema del enajenamiento del hombre. La "curiosidad ociosa" es en realidad la exposición de una condición antes que un remedio para ella. La curiosidad presupone un estado de vacío intelectual, un intento por descubrir en el pensamiento lo que no puede encontrarse en la acción. No puede ser el medio para superar la alienación porque en realidad es una descripción del enajenamiento. Según Veblen, el hombre conoce el mundo antes de cambiarlo, pero el conocimiento tiene para Veblen el mismo significado que el trabajo para Marx. El conocimiento empieza con la duda, así como el trabajo empieza por el deseo. Ambas actividades indican que el hombre está impulsado por el deseo de saber más de lo que puede aprender y de llegar a ser más de lo que es. La necesidad de conocer y el deseo de hacer sugieren un vacío dentro de la naturaleza del hombre, una aspiración a la autorrealización. Resulta difícil entender cómo podrá superarse la alienación mediante las actividades que manifiestan la ansiedad de la propia alienación. En efecto, tal supuesto puede ser la ilusión del "animismo".
LA HEGEMONÍA CULTURAL DEL CAPITALISMO
VI. COSIFICACIÓN, ANIMISMO, EMULACIÓN: LA HEGEMONÍA CULTURAL DEL CAPITALISMO
EL CAPITALISMO Y SUS ADVERSARIOS: WEBER, MARX, VEBLEN
Max Weber, Carlos Marx y Thorstein Veblen, los tres grandes teóricos sociales del capitalismo industrial, supusieron que un entendimiento del "problema" de la sociedad moderna debe iniciarse en la investigación histórica. También supusieron que el futuro del capitalismo sólo podría aprehenderse si se entendiera su crecimiento y desarrollo a través de la historia; y creyeron que la dimensión histórica del conocimiento ofrece la mejor perspectiva para volver inteligible la "realidad" actual en que nos encontramos. Pero estas aspiraciones comunes ocultan diferencias más profundas y fundamentales. Una comparación de Weber, Marx y Veblen ilustra las diversas formas en que pueden comprenderse los fenómenos históricos similares desde perspectivas diferentes. Weber, por ejemplo, creía que nuestra realidad humana no puede conocerse jamás sin "presuposiciones" valoratívae, y su escepticismo acerca de la posibilidad de descubrir "factores" últimos o "leyes" generales generó una visión trágica de la historia que difiere notablemente de la postura tecnológica de VebIen, ya no digamos de la omnisciencia teleológica de Marx. El tratamiento que hace Weber del ascenso del capitalismo en particular y de la sociedad moderna en general es sutil, penetrante y comprensivo en su análisis funcional de las interrelaciones entre las ideas y las instituciones. La filosofia de la historia de Marx ofrece también muchos contrastes interesantes con la de Veblen. Marx inicia su análisis del pasado suponiendo que la historia de la humanidad 182
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representa un proceso triple: un ascenso, en que el hombre obtiene un control creciente sobre la naturaleza Y sus recursos mediante el desarrollo de la ciencia y la tecnología; un descenso, en el cual el hombre se separa cada vez más de sí mismo y de sus semejantes; y una síntesis, en que el hombre y la historia participan en un movimiento ascendente de la conciencia, que evoluciona hacía un fin predeterminado. A propósito de este esquema, Veblen creía que "la estructura teórica de Marx se derrumba cuando se convierten estos elementos a los términos de la ciencia moderna". Para Veblen, el enfoque de Marx era "enteramente personal" y "teleológico": Marx advertía una meta al final de la "prehistoria" porque eso era lo que quería ver. En lugar de la visión hegeliana-marxista, que significaba para Veblen el triunfo de la voluntad sobre el intelecto, el científico social norteamericano ofreció la visión darviniana, que representaba la subordinación de la mente a la dimensión mecánica-materialista del mundo natura!. Sin embargo, el papel de la mente no sería pasivo; como hemos visto, el kantismo de Veblen impedía el materialismo unilateral o el conductismo extremo. El conocimiento se obtendría a través de alguna forma de atribución, pero la proyección sería supuestamente más congruente con la realidad empírica. En el esquema de pensamiento darviniano, la continuidad buscada en los hechos y atribuida a ellos es una continuidad de causa y efecto. Es un esquema de ciega causalidad acumulativa donde no existe ninguna tendencia, ningún término final, ninguna consumación. La secuencia sólo está controlada por la vis a tergo de la causalidad bruta, y es esencialmente mecánica. El esquema de desarrollo neohegeliano (marxista) se elabora sobre la imagen del espíritu humano de lucha ambiciosa; el esquema de la evolución darviniana tiene la naturaleza de un proceso mecánico.'
Donde Marx percibió significado y propósito en la historia, Veblen sólo percibió movimiento y proceso, moción sin dirección 1
Veblen,
POS,
pp. 436-437
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teleológica. Para Marx, el presente es un preludio del futuro; para Veblen, el presente lleva la carga del pasado. A pesar de estos modos de aprehensión diferentes, Marx, Veblen y Weber estaban igualmente convencidos de que el problema teórico central de la investigación histórica debe ser el de los orígenes, desarrollo y destino del capitalismo. ¿Cuál es la dinámica interna del sistema moderno del capitalismo? ¿Qué lo hace surgir como si fuese el demiurgo de la historia, trayendo consigo bien y mal, progreso y pobreza? En el escenario de Marx, el capitalismo se desarrolla directamente del feudalismo, la cuarta etapa de la historia que sucede a los modos de producción primitivo, comunal y esclavo. Marx no dio una descripción satisfactoria del feudalismo: fue para él una etapa de transición que presenció la transformación de la pequeña agricultura campesina, con servidumbre, en la mano de obra urbana representada por artífices y artesanos. La desintegración del feudalismo se liga al surgimiento de la ciudad, el centro de la actividad mercantil, y "la mano de obra libre" ya no está ligada a la tierra. Aquí, en un periodo que abarca desde el siglo XII hasta el XIV, pueden discernirse las semillas del capitalismo en la formación del capital mercantil y usurario y en la alienación o enajenamiento creciente del pequeño productor frente al control de sus productos, la nueva posición del campesino semiindependiente, que depende más y más del mercado para la venta de su trabajo. Aunque el patrón varía en términos geográficos, el desarrollo pleno del capitalismo se ve obstruido por las restricciones feudales del campo, que impiden el crecimiento de un sistema crediticio, y por las restricciones gremiales de la ciudad, que limitan el número de jornaleros y aprendices. Así pues, las nuevas fuerzas productivas y la creciente clase nueva de los comerciantes se ven contenidas a cada paso por el modo tradicional de la producción agrícola y el sistema tradicional de las relaciones sociales feudales. Dos acontecimientos acuden a liberar al incipiente capitalismo de sus ataduras feudales. A fines del siglo xv, los nuevos descu-
brimientos geográficos significan una entrada de capital, sobre todo en forma de oro y plata de América, y al mismo tiempo se desarrolla una demanda de bienes, y a consecuencia de esto se minan aún más los arreglos económicos y sociales existentes. Más importante aún para el derrumbamiento del feudalismo es el desarrollo de la "acumulación primaria" de la inversión capitalista, un desarrollo que sólo puede ocurrir, según la teoría laboral del valor expuesta por Marx, cuando los dueños del dinero y de los medios de producción se encuentran directamente con las masas de trabajadores privados de sus instrumentos de producción y dejados sólo con su poder de trabajo, quienes ahora, presas de la desesperación, deben venderlo a cambio de salarios. Este proceso ocurre en periodos diversos en países diferentes, y se manifiesta en formas variadas. Marx se concentra en el caso de Inglaterra, donde aparece el proceso en su "forma clásica". Aquí se inicia en el último tercio del siglo xv, dramatizado con la expropiación del agricultor independiente, el infame movimiento de los cercamientos "escrito en los anales de la humanidad con letras de sangre y fuego". Durante este periodo, la nobleza, empobrecida por las grandes guerras feudales, dispersa a sus sirvientes y desarraiga a los campesinos para convertir la tierra cultivable en pastos que puedan ser administrados sólo por unos cuantos ganaderos. Poblaciones enteras de campesinos independientes se dispersan en la ruina total y se arrojan al mercado como la primera "masa de proletarios libres". La Reforma aporta un "impulso nuevo y terrorífico" al proceso, mediante la supresión de los monasterios y la distribución de las tierras a los favoritos reales o los especuladores, que dispersan a los campesinos y consolidan sus explotaciones. Todo el proceso de cercamiento es una sucesión de "la más descarada violación de los 'sagrados derechos de propiedad' y de los actos más crueles de violencia contra las personas", quienes se "liberan" de la servidumbre del campo sólo para quedar esclavizadas del sistema salarial de la ciudad. En esta etapa apenas se ha sembrado la semilla del capita-
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lismo. Lo que se requiere para que florezca es la formación de una clase nueva, dispuesta a explotar la mano de obra. Este desarrollo se inicia cuando surgen los fabricantes en los puertos de resultas de la acumulación del capital, facilitada por los descubrimientos marítimos. Después del siglo XVI, la producción organizada se extiende a las áreas rurales, donde pueden inculcarse hábitos de trabajo colectivo a hilanderos y tejedores con escaso adiestramiento técnico. Así pues, la era capitalista no se inicia con los inventos técnicos (como cree Vehlen). La primera fase genuina de la producción capitalista es la "manufactura", que para Marx significaba el trabajo manual, y se extiende durante más de 200 años, desde mediados del siglo XVI hasta el último tercio del siglo XVIII. Durante este periodo surge una división del trabajo, pero la manufactura como modo de producción no representa un alejamiento radical del sistema de la artesanía medieval." Lo nuevo es el ascenso de una clase nueva, la burguesía, que cada día controla en mayor medida los medios de producción en virtud del control que ejerce sobre el flujo de capital; y esta clase nueva es responsable del movimiento del capital, que sale del comercio y la producción con el único objeto de la acumulación del propio capital. Esta clase crece considerablemente a fines del siglo XVI y el XVII y expresa su peso político en la Revolución inglesa, la "revolución gloriosa", que, según Marx, "llevó al poder a los que se apropiaban de la plusvalía", los "capitalistas burgueses" dedicados a la promoción del comercio libre de la tierra, a la extensión del dominio de la agricultura moderna en grandes sistemas agrícolas, y el acrecimiento de su oferta de "los proletarios agrícolas libres al alcance de la mano". 3
Quizás haya sido un error de Marx la elección de Inglaterra para ejemplificar el ascenso creciente de la sociedad capitalista en su "forma más típica". Porque aquí la clase media nunca llegó a asumir el dominio político, por lo menos no en el siglo XVII, y quizá ni siquiera en los siglos XIX o xx. Aun es posible que la "Gran Rebelión" ocurrida en Inglaterra durante el siglo XVII no haya impuesto ningún cambio fundamental en la estructura social del país. En el estudio más amplio de esta cuestión The Crisis ofthe Aristocracy de Lawrence Stone, la nobleza no afronta ninguna amenaza grave por parte de los crecientes recursos económicos y la influencia política de una clase mercantil e industrial de capitalistas, cuyos intereses financieros se veían frustrados por las posiciones privilegiadas de una aristocracia feudal, según se creía tradicionalmente. Afirma Stone que el desafío a la autoridad de la nobleza no provenía de "los capitalistas o la burguesía, sino de sólidos terratenientes, que se encontraban apenas un peldaño por debajo en la escala social y económica, los caballeros rurales. En cuanto a los hombres verdaderamente nuevos, los comerciantes ricos, estaban demasiado ocupados ascendiendo por la escala para tratar de derribarla"." El hincapié de Stone en las aspiraciones de la posición social y su investigación sostenida del comportamiento de la nobleza con su riqueza y no sólo de la forma de su adquisición, representa un desplazamiento de una interpretación económica a una interpretación sociológica de la causalidad histórica, que se asemeja al análisis que hace Veblen de las minorías selectas de la clase ociosa. *
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2 La fase que llamaron "industria moderna" Marx y Engels sólo aparece a fines del siglo XVlll. La evolución técnica de la maquinaria, avivada sobremanera por el sistema fabril, es una respuesta a las demandas crecientes de un mercado siempre en expansión al que ya no puede satisfacer el trabajo manual. Marx, El capital, 1, pp. 368-369, 430, 502. Véase también Marx, The Poverty of Philosophy (Nueva York, 1973), pp. 150, 152. 3 Marx, El capital, 1, pp. 676-677.
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4 Lawrence Stone, The Crisis ofthe Aristocracy, 1558-1641 (Nueva York, edición Galaxy, 1967), p. 8. * '" La esencia de la clase social-afirma Stone citando una fuente anónima al final de su libro- es la forma como tratan a un hombre sus semejantes (y recíprocamente, la forma en que este hombre los trata a ellos), no las cualidades o las posesiones que provoquen el tratamiento'" (p. 349). Conforme al análisis de Veblen, la riqueza afecta el comportamiento, y el tratamiento que recibe una persona está influido por la exhibición de posesiones, lo que sirve como una especie de "código" en las relaciones de posición social que regulan la comunicación social. A Marx le interesaba la clase, que consideraba determinada por la relación del hombre con los medios de producción. Veblen, al igual que Stone,
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VEBLEN y LAS ETAPAS DEL DESARROLLO HISTÓRICO
terísticos, aun durante lo que según Marx fue la transición histórica del feudalismo al capitalismo.
En el esquema del desarrollo histórico de Veblen, la institución de la clase ociosa, que tiene antecedentes en la sociedad arcaica, llega a su apogeo en la Europa feudal (al igual que en el Japón feudal). Las características principales de este desarrollo son también más sociales que económicas, basadas primordialmente en la importancia simbólica del papel ocupacional de un individuo en el orden social. Esta distinción, y no necesariamente la posición del individuo en relación con el modo de producción, separa a la nobleza de la burguesía. El código aristocrático es de servicio al Estado, en particular de servicio militar, y de un estilo de vida relajado, de placer y juegos, decoro social y afición a las artes. En cambio, la burguesía practica una moral de mejoramiento personal, ahorro, laboriosidad y austeridad. Según Veblen, estos últimos rasgos representan la reaparición del instinto del trabajo, el que puede contaminarse durante diversos episodios históricos, pero nunca desaparecerá por completo. Estos rasgos son saludables, mas indican también que los miembros de la nueva clase media son hijos del orgullo, arribistas que han ganado un "sentimiento de clase" de respetabilidad meritoria a causa de sus hazañas empresariales. Su orgullo tiene poco que ver con la tranquilidad espiritual en el sentido weberiano; es enteramente secular, una cuestión de movilidad antes que de ansiedad. Es más importante el hecho de que la aparición de una nueva clase económica no representa ninguna amenaza para la distribución tradicional de la posición social; la ética protestante (aunque Veblen no utiliza esta frase) no puede extinguir durante largo tiempo el código aristocrático, porque los "cánones de la respetabilidad" siguen siendo caracse interesó en la posición social determinada menos por la producción que por el consumo, por "estilos de vida" específicos. Véase el capítulo de Stone sobre el "Gasto conspicuo", pp. 249-267, que contiene un examen interesante del comportamiento social de la aristocracia del siglo XVII.
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El desprecio aristocrático por el comerciante y todas sus obras no ha experimentado ninguna mitigación importante durante todo este surgimiento de métodos nuevos de respetabilidad burguesa. Las tres clases convencionalmente reconocidas: alta, media y baja, son categorías monetarias: la clase alta es de ordinario la clase (aristocrática) que posee riqueza sin haber tenido que trabajar o negociar para tal efecto; la clase media ha adquirido sus pertenencias mediante alguna forma de tráfico comercial (empresar-ial); y la clase baja obtiene lo que tiene mediante el trabajo. Es una gradación de a) depredación, b) negocios, e) industria; la primera es negativa y onerosa, la segunda es onerosa, y la tercera es servicial. Y ningún hombre civilizado moderno es tan ignorante de los cánones de la respetabilidad para no reconocer a primera vista que la primera categoría es meritoria y la última está desacreditada, independientemente de lo que piense de la segunda a causa de sus prejuicios individuales. La aristocracia sin riqueza no ganada, o sin antecedentes depredadores, es una incongruencia. Cuando una clase aristocrática pierde su ventaja pecuniaria se vuelve cuestionable. Un aristócrata pobre es un "caballero deteriorado"; y la "nobleza del trabajo" es una expresión desafortunada."
La clase ociosa resurge a fines de la Edad Media, estableciendo así una continuidad de hábitos culturales entre un feudalismo decadente y un capitalismo ascendente, un legado de valores aristocráticos que seguirán obstruyendo el desarrollo pleno del instinto del trabajo. Esta clase parásita tiene predecesores en el pasado histórico más remoto. Veblen derivó de sus lecturas de antropología un esquema de la evolución histórica. En su opinión, la humanidad ha pasado por cuatro etapas principales: la comunidad salvaje pacífica de la era neolítica; la economía bárbara, en la que detectó los orígenes y las relaciones de las instituciones de la propiedad privada, la guerra, la proeza 5
Veblen,
lOW,
p. 184.
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masculina y la clase ociosa; la economía artesanal de la era premoderna; y la tecnología de la máquina de la era industrial moderna. Como hemos visto, la transición del salvajismo al barbarismo trajo consigo la desaparición de la vida agraria pacífica y el advenimiento de la caza y la guerra como los medios principales de supervivencia. En tales transiciones históricas, considera Veblen el papel de la religión y el modo de producción. En consecuencia, el surgimiento de una vida prestigiosa y de hazañas depredadoras marcó también la desaparición de una religión politeísta de deidades maternales, una cultura de adoración de la fecundidad, que había sostenido lo que para Veblen eran las propensiones redentoras de la naturaleza humana: el instinto del trabajo y la inclinación paterna!. El feudalismo es la expresión monoteísta de la carga del pasado; porque en la etapa del barbarismo, los mismos empleos no productivos que han llegado a generar el prestigio mayor son las profesiones que disfrutan la posición más alta durante el periodo feudal: "el gobierno, la guerra, los deportes y la observación devota". Pero Veblen no considera que el capitalismo surja directamente del feudalismo, como creía Marx, ni del protestantismo, como Weber. ¿Dónde se origina entonces? Es claro que los orígenes del capitalismo no deben confundirse con el inicio de la propiedad; la propiedad privada antecede a la libre empresa, y la concepción del derecho de posesión carece de sentido mientras no aparezca un incentivo para la acumulación de riqueza. Veblen sugiere que tal incentivo puede haber derivado del excedente de bienes producido por la eficiencia del trabajo a fines del periodo salvaje. Pero la forma, el lugar y el momento en que el creciente dominio tecnológico transformó el plan salvaje de trabajo libre en el sistema bárbaro de industria bajo control pecuniario "es tal vez un tema de especulación aventurada". Veblen no está de acuerdo con Marx cuando éste afirma que la tecnología, como la propiedad privada y el capitalismo, simplemente se desenvuelven de acuerdo con una "dialéctica interna" del desarrollo: un deus ex machina
que relega a la filosofía metafísica algunos problemas que requieren una explicación basada en la psicología humana. Tampoco sugiere que el "deseo" o la "necesidad" del hombre lo haya llevado a cambiar el modo de producción para producir más bienes. Tal afirmación sólo indicaría que el hombre sintió una disparidad entre sus aspiraciones y sus satisfacciones, que estaba enajenado -como hemos mencionado- antes de que se enajenara. Por el contrario, sostiene Veblen que el hombre inventa la tecnología gracias a la dedicación a la eficiencia y la industria que le infundió el instinto del trabajo. Esta formulación no resuelve en modo alguno el problema de la alienación, porque aun el "instinto" de la invención implica que la verdadera naturaleza del hombre es siempre potencial, nunca efectiva. Pero sí amplía el estrecho racionalismo tecnológico de la concepción marxista, que da a los instrumentos materiales de la producción el papel central en la evolución humana, sin explicar necesariamente por qué se desarrollaron tales instrumentos. En la interpretación que da Veblen a las pruebas arqueológicas e históricas existentes, el inicio rudimentario de la tecnología surge y se vuelve más refinado cuando quedan atrás la era paleolítica y el semidesarroílo de la neolítica. En la prehistoria de la cultura del Norte de Europa, donde existen algunas pruebas, el hombre empieza a emplear herramientas pulidas, cultiva plantas, y domestica animales, trabaja la tierra y realiza otras actividades que requieren el uso de instrumentos de madera y fibras y de llevar a cabo esfuerzos y procedimientos sistemáticos. A su vez, esta tecnología primitiva crea dos consecuencias desagradables. Primera: conduce a una acumulación de riqueza por encima de las necesidades de subsistencia corrientes y aun por encima de "esa pequeña porción de efectos personales que no tienen valor sino para su salvaje poseedor". Segunda -quizás aún más importante-: los nuevos procedimientos de la industria ("cultivos, árboles frutales, ganado, aparatos mecánicos") adquieren "un lugar y una rutina determinados", de modo que por primera vez resulta posible el control
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de estos procedimientos. Los elementos materiales necesarios para la actividad de la industria, que varían con el tiempo y el lugar, * llegan a identificarse con los elementos tangibles de la propiedad, de modo que lo que alguna vez fue un medio de producción se convierte en un objeto de posesión. La "estrategia de la propiedad converge" en las artes industriales, y la tecnología, que antes era un cuerpo de conocimientos del dominio común, el "equipo inmaterial" de la comunidad, pierde su naturaleza de usufructo. A medida que la tecnología genera valor en los bienes productivos, el trabajador ya no tiene acceso a los materiales de la vida o los medios de producción, de manera que el "trabajo libre" de la era salvaje del neolítico cae bajo el control pecuniario. Veblen era un estudioso bastante astuto y católico que no trazaría un simple desarrollo lineal entre la tecnología, la propiedad y el capitalismo. Observó que los indios pueblo, por ejemplo, pudieron avanzar materialmente por encima del esquema simple de la vida salvaje sin requerir un sistema de propiedad o de control monetario sobre la industria; y los esquimales todavía podían vivir en forma comunal mientras avanzaban mucho más que el hombre neolítico en el desarrollo de botes, trineos, perros domesticados, redes de pesca, arpones y lanzas, y otros instrumentos refinados que "precisan de una técnica minuciosamente estandarizada". Veblen no descartaba estos casos como simples ejemplos de "retraso cultural" sin buscar los fac-
tores faltantes que generaron la institución de la propiedad privada. Se preguntaba si la presencia de una "clase sacerdotal rudimentaria" (chamanes, curanderos, angehut), que se gana la vida en parte "por su talento", y que llega a adquirir un derecho especial a las cosas por el valor de sus servicios, tenía algo que ver con el desarrollo de las obligaciones pecuniarias entre los sirvientes productivos y los amos ociosos. También sugirió Veblen que con la acumulación de riqueza se desarrolla un "incentivo para la agresión". Pero Veblen, con su conciencia de las trampas de las explicaciones causales, advirtió que esta formulación no explica todavía si "la propiedad provoca la depredación o la depredación inicia la propiedad". 6 Pasando al periodo inicial de la Europa moderna, examina Veblen la relación entre los movimientos religiosos y el desarrollo del capitalismo. Aquí considera, sin mencionar una sola vez la fuente, The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, de Weber, publicada en Alemania por la época en que Veblen empezó a escribir The Instinct ofWorkmanship. Señala Veblen que los lemas de la fe moderna habían sido "revisados y reconstruidos" en términos de una moral de "esfuerzo propio y autonomía" más consistente con los ideales del trabajo que resurgieron en la era protestante; y observa que en los países católicos del Sur de Europa se había restringido la empresa comercial, una situación existente también, en forma menos marcada, entre los pueblos de Europa central. En efecto, el desarrollo del capitalismo parece seguir un patrón; surge la industria entre los pueblos que se han despojado de las supersticiones arcaicas y los cultos de la antigua ortodoxia y han adoptado la piedad más moderada de la fe moderna. Es probable que la Reforma haya promovido el disentimiento e individualismo necesarios para la mentalidad del capitalismo. "Esta concomitancia del dominio tecnológico y el disentimiento religioso es susceptible sin duda de una explicación aceptable y útil por
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* "En consecuencia, el objeto principal de dominio pueden ser los árboles cultivados, como ocurre en las islas de los Mares del Sur; o la tierra cultivable, como sucede en muchas comunidades agrícolas; o los bancos de peces y su localización, como se observa en algunas de las corrientes de salmones de la costa noroccidental americana; o los animales domésticos, como OCUITe en la cultura pastoril; o las personas de los trabajadores, como sucede bajo diversas circunstancias en comunidades pastorales y agrícolas; o bien, con un adelanto de la tecnología de tal naturaleza que coloque los aparatos mecánicos de la industria en una posición peculiarmente privilegiada para fortalecer los procesos indirectos de la producción, como ocurre en la industria de maquinaria de nuestros días, estos aparatos mecánicos pueden convertirse en la categoría típica de la riqueza industrial, y por ende en "bienes productivos" en algún sentido eminente." Veblen, lOW, p. 151.
u Veblen,
row, pp.
159~160.
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parte de los expertos religiosos." Pero Veblen examina la tesis sólo para descartarla. Como veremos, no podía aceptar el argumento de Weber de que el capitalismo representa la extensión "espiritual" del cristianismo, un argumento que parecía pervertir el significado del cristianismo primitivo y omitir a la vez el papel de la ciencia moderna. En cuanto al hecho de que el capitalismo se haya desarrollado en Europa en el Norte protestante y no en el Sur católico, Veblen sugirió, "sin prejuicio", [que el factor diferenciador de las dos regiones pudo haber sido más racial que religioso!* A diferencia de Marx y Weber, Veblen siguió convencido de que el capitalismo tuvo sus orígenes en la "era de la artesanía", el periodo que siguió a dos fases de barbarismo, que son aproximadamente equivalentes, en la historia europea, a la Edad Oscura y el feudalismo. Concebía Veblen la era artesanal como la vigorización de la herencia instintiva del hombre, que había sido desviada, pero no destruida, por la condición servil de los trabajadores bajo el feudalismo. Veblen obtuvo gran parte de su información de las investigaciones de Wemer Sombart y Karl Bücher, fuentes que reconoció en The Instinct ofWorkmanship. Y como Sombart, Veblen creía que un incentivo para la acumulación de riqueza era requisito para el surgimiento del capitalismo. Pero a la entusiasta descripción de Lewis Mumford, el más grande de los discípulos antropológicos de Veblen, debemos recurrir para entender por qué creía Veblen que este periodo artesanal representaba el florecimiento más hermoso y quizás el último, de los instintos humanos: ' Dondequiera que se usaban libremente las herramientas y el poder de los músculos, a la orden de los propios trabajadores, sus obras
" * Con su ap.lomo car~cterístico, escribió Veblen en
una nota al pie de página: En este sentido conviene señalar que existe una concomitancia semejante entre la difusión de la raza rubia en Europa y las formas modernas del protestantismo y la herejía religiosa. Quizá debamos dejar en el aire la pregunta de si este hecho fortalece o debilita cualquier argumento que pueda extraerse de la concomitancia de la herejía y la industria antes citada". Veblen, IOW, 268.
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eran variadas, rítmicas y a menudo profundamente satisfactorias, así como todo rito deliberado es satisfactorio. El aumento de la habilidad generó una satisfacción subjetiva inmediata, y esta sensación de maestría se vio confirmada por el producto creado. La remuneración principal de la jornada laboral del artesano no eran los salarios sino el trabajo mismo, realizado en un ambiente social. En esta economía primitiva había horas para el esfuerzo y horas para descansar; tiempo para ayunar y tiempo para festejar; tiempo para el esfuerzo disciplinado y tiempo para el juego irresponsable. Al identificarse con su trabajo y tratar de hacerlo perfecto, el trabajador remodelaba su carácter. Toda la alabanza de la fabricación y el uso de herramientas que se ha aplicado erróneamente al desarrollo del hombre primitivo se justifica a partir de la época neolítica, y aun debe exaltarse al evaluar los logros posteriores de la artesanía. El hacedor y el objeto reaccionaron recíprocamente. Hasta la época moderna, aparte del conocimiento esotérico de los sacerdotes, filósofos y astrónomos, la mayor parte del pensamiento y la imaginación humanos fluyó a través de las manos."
Esta era feliz de la artesanía no habría de perdurar. La disciplina de diversos oficios inculca el aprendizaje de formas de trabajo cada vez más eficientes, y pronto los instrumentos mecánicos se aplican a la abreviación del trabajo manual. Veblen aplaude estos desarrollos porque la tecnología de la máquina no contaminada sostendría una mentalidad empírica saludable. Pero la actividad mercantil se desarrolló alIado de la artesanía, y de aquí surge la ironía. En las primeras etapas de la era artesanal, el artesano disfruta una posición honorable y tiende a conservar un residuo de animismo y a explicar los hechos en términos antropomórficos, interpretando sus productos como aportaciones personales sujetas a evaluación externa y no como creaciones objetivas. y en la medida en que la ocupación de la artesanía se limita a ciertos estratos sociales, se desarrolla un sentido de "conciencia 7
Mumford, p. 238.
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de clase", mediante el cual califican continuamente los trabajadores sus esfuerzos de servicio a los ojos de la comunidad, comparándose desfavorablemente con otros órdenes de la sociedad que no se dedican a la producción de cosas útiles para el uso humano. Mientras que el trabajador siente el aguijón del desdén aristócrata, el pequeño comerciante puede mostrarse indiferente al sentimiento de la comunidad porque sólo responde a la fluctuación objetiva de las relaciones de mercado emergentes. Por un giro extraño de la evolución humana, es el protocapitalista quien, al principio de la etapa artesanal, adquiere el hábito mental científico, tan fundamental para una comprensión racional de la sociedad. La técnica principal de esta nueva comprensión es la "contabilidad", la cuantificación exacta de todas las cosas, la clasificación impersonal y objetiva de todos los fenómenos de acuerdo con el criterio único del precio. Los libros de contabilidad, las libretas de apuntes, las tablas, la estadística rudimentaria: tales son los artefactos comerciales del gran avance de la ciencia física y la matemática. Y Veblen estaba enteramente dispuesto, como lo estaba Sombart, a alabar al capitalismo por haber traducido por primera vez los conceptos empíricos en categorías económicas y por considerar a la ciencia, más que a la religión, como la criada de la revolución empresarial, que marcó las últimas etapas de la era artesanal." Además, el factor decisivo de la ciencia material explica
el hecho de que el capitalismo no haya podido surgir directamente del feudalismo, una era de fe caracterizada por un "culto de sometimiento temeroso y autoridad arbitraria", que mataba al espíritu crítico, empírico. Ese espíritu no resurge en el trabajo, todavía "contaminado" por los hábitos de la costumbre social, sino en el capitalismo, la institución que imita mejor a la ciencia en su búsqueda de poder a través del razonamiento abstracto de la cuantificación. "Aun los ensueños del soñador pecuniario ~escribió Veblen- toman forma como cálculos de beneficio y pérdida en unidades convencionales de magnitud imparsonal.t" La sustitución de los valores humanos por los valores monetarios fue sólo uno de los numerosos resultados de que se haya apropiado de la ciencia el capitalismo mediante el libro de contabilidad. Como expresa claramente Mumford: "El poder de la ciencia y el poder del dinero eran, en última instancia, la misma clase de poder: el poder de la abstracción, medición, cuantificación" .10 Es posible que la tecnología del capitalismo sea científica, pero la técnica misma no hace una sociedad capitalista, ni el capitalista se dedica a la ciencia pura. Veblen se interesaba primordialmente en las "consecuencias culturales" del uso de la tecnología moderna a manos de una nueva clase empresarial.
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~ Pero el elemento de animismo subsiste en la ciencia moderna, sobre todo en el concepto de la causalidad. "La causalidad e-escribió Veblen- se concibe como trabajo manual; como se diría en francés, es un remaniement de materias primas a la mano. Las explicaciones fisiológicas o químicas deben reformularse finalmente en términos de la física, para satisfacer el sentido de finalidad del científico moderno; y la física debe expresarse en términos de efecto, presión, desplazamiento en el espacio, reagrupamiento de partículas materiales, movimientos coordinados y un desplazamiento del equilibrio." Aquí, en este esfuerzo temprano por aplicar el concepto de la ciencia física al entendimiento de la economía, observamos por primera vez las dificultades que rodean la teoría del valor, de acuerdo con Veblen. "En todo esto aparece el requisito concomitante de la cuantivalencia, expresable en forma estadística. Los resultados del científico sólo pueden venderse, en el mercado de la ciencia, cuando se reducen a términos contables que pueda entender el hombre versado en el tráfico de mercancías del pequeño comercio, para cuya convicción deben val uarse meticulosamente
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las cosas en valores de cambio. Pero [... 1es sólo como un expediente de contabilidad científica que los hechos investigados se registran en una hoja de valores. Esta meticulosa contabilidad estadística es necesaria para salvaguardar la exactitud del trabajo realizado y su conformidad con los hechos a la mano; pero el trabajo así realizado maneja estos hechos como factores activos que. cooperan eficientemente en la producción de los resultados observados. Se concibe que la causa produce el efecto, así como un trabajador calificado produce un artículo terminado. Pero cuando el científico establece las operaciones y condiciones de trabajo que han producido los efectos que trata de explicar, para convence~ a sus colegas artesanos debe mostrar un estado estadísticamente detallado de mgresos y gastos que cubran los hechos investigados: debe demostrar en valores cuantitativos que los costos están balanceados por los valores que surgen en el producto terminado de ese proceso artesanal de causalidad, cuya recóndita naturaleza y trayecto ha colocado bajo la luz del entendimiento." Veblen, IOW, pp. 264-265. 9 Veblen, IOW, p. 200. 10 Mumford, p. 25.
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Le preocupaba lo que llamarían los marxistas la posición "hegemónica" del capitalismo 0, en términos de Veblen, cómo llega a dominarlo todo la "cultura pecuniaria" de una parte de la sociedad. Esta cultura surge cuando la era artesanal deja el sitio a la era empresarial y luego a la etapa de la tecnología de la máquina. Una cultura empresarial se caracteriza por a) un sistema de precios basado en la propiedad y el contrato; b) la competencia basada en la unidad monetaria y las relaciones de mercado, que al principio son responsables de los cánones de eficiencia de la producción; e) una tecnología que sistematiza los procesos de la producción; d) los hábitos de consumo, que también se vuelven más estandarizados, y e) el crecimiento y la consolidación, con el tiempo, de las industrias basadas en la propiedad privada. Pero estas consecuencias no "contradicen" o "niegan" necesariamente la era de la artesanía anterior. Señala Veblen que muchos elementos de los principios empresariales tienen la misma naturaleza que el "impulso sentimental hacia el propio engrandecimiento, que se encuentra en la base de la cultura depredadora y que asi forma el núcleo sustancial de todas las civilizaciones pecuniarias". En efecto, aun el artífice de la era artesanal era tanto comerciante como técnico. Estaba muy cerca del mercado; y con el advenimiento de un esquema tecnológico más amplio y más extensamente diferenciado, y con relaciones de mercado más amplias y remotas debidas al incremento de los medios de transporte, se vio absorbido por el sistema y la cultura comerciales del capitalismo moderno. Si el trabajador fue absorbido, el empresario fue abortado. A medida que la industria crea unidades productivas más grandes, el empresario pierde contacto con los asuntos de la tecnología, para los que ha llegado a revelar una "incapacidad adiestrada". En la época moderna son los ingenieros quienes asumen las funciones asignadas en la teoría económica ortodoxa al "empresario", y el "ingeniero eficiente" asume ahora la mentalidad científica que alguna vez caracterizó a la saludable mentalidad mercantil de la era artesanal. En la época de la industria
moderna, los empresarios están completamente absortos por la banca, los seguros, actividades que no tienen nada que ver con el equipo material de la tecnología o con el desempeño tangible de la industria. Cuanto más alejado está el empresario de los procesos empíricos de la industria, más se enreda en una proyección animista de poderes externos a sí mismo. Ocurre la "inversión" final cuando los empresarios recurren a la publicidad y las relaciones públicas como un medio de poder, con lo cual se someten a los caprichos de las demandas de los consumidores. El capitalista, como el trabajador, se convierte en la criatura de su propia creación: la sociedad industrial. Veblen no lamenta la suerte del empresario, cuyas inclinaciones monetarias se habían marcado desde el principio de su aparición en la historia moderna. Pero el trabajador es víctima de una doble ironía. En .la era de la artesanía, los artesanos y trabajadores agremiados disfrutaban una autonomía considerable. Los artesanos eran los "hombres sin amo" que rompieron los últimos lazos del feudalismo, minaron el poder de los intereses terratenientes, desafiaron valientemente la autoridad arbitraria de la nobleza, y tenazmente afirmaron los derechos personales que habían ganado para sí mismos. Al actuar así, los trabajadores adquirieron los hábitos de iniciativa, esfuerzo propio e individualismo, de modo que se despojaron de la solidaridad gremial que poseían cuando luchaban contra los residuos del feudalismo. En este periodo apareció John Locke para proponer una teoría de los "derechos naturales" como una respuesta al esquema de experiencia incorporado en el sistema de la artesanía, donde el trabajador individual, laborando por su sostenimiento mediante el uso de su fuerza y su habilidad personales, se convirtió en la fuente y el creador del valor. Veblen cita el Second Treatise de Locke:
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Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores sean comunes a todos los hombres, cada hombre tiene la propiedad de su propia persona; a ella sólo él tiene derecho. Podemos afirmar que el esfuerzo
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de su euerpo y el trabajo de sus manos son propiamente suyos. Por lo tanto, cualquier cosa que extraiga del estado que ha proporcionado y dispuesto la Naturaleza, el hombre ha mezclado su trabajo con eso, y ha unido algo que es suyo, de modo que lo convierte en su propiedad.
Como una filosofia de la libertad basada en la ética del trabajo, Locke formuló un enunciado amplio y generoso. Pero también superfluo. Para el momento en que se convirtió en un credo del liberalismo de la Ilustración, el derecho inalienable de la propiedad ya había sido enajenado por los cambios económicos que privaban al trabajador del derecho a la propiedad. La filosofía de Locke llegó demasiado tarde, como dijo Hegel de la filosofía en general. Hay otro aspecto de Locke que aunque Veblen no lo menciona, puede servir como una transición hacia el examen siguiente. Convencido de que el gobierno debe descansar en la propiedad privada, Locke sostuvo que la propiedad es un derecho natural e inalienable que faculta al hombre a disfrutar del "esfuerzo de su cuerpo y el trabajo de sus manos", lema que ubicaba la propiedad en el trabajo creativo del poseedor original. El hombre es dueño de lo que hace, y "todos tienen derecho l. ..] a cuanto puedan usar". Aunque el hombre puede apropiarse mediante su trabajo de todo lo que sea útil para su conservación, produce más de lo que puede consumir, de modo que el valor de su trabajo se ve amenazado en la medida en que el fruto de su trabajo pueda pudrirse y declinar. "Así surgió el uso del dinero, una cosa durable que los hombres podían guardar sin que se echara a perder, y que por consentimiento mutuo tomarían los hombres a cambio de los sostenes verdaderamente útiles pero perecederos." Con la invención del dinero, el trabajo ya no es un título suficiente para la propiedad. Ahora está abierta la puerta para que todos adquieran y dispongan como deseen. El dinero impide el deterioro del valor y estimula "posesiones más grandes y el derecho a ellas"; el hombre puede ahora "poseer justificadamente y sin causar perjuicios más de lo que
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pueda utilizar".ll Desde la perspectiva de Veblen, Locke liberó al hombre del feudalismo y lo entregó a la sociedad adquisitiva del capitalismo. Según Locke, la invención del dinero aproximó al hombre a la realización de uno de sus títulos naturales, el derecho a la "felicidad". Marx rechazó por completo esta tesis, descartando el liberalismo como una gran ilusión, otra ficción de la "conciencia falsa". Para Veblen, la ilusión era precisamente el problema, porque era más real de 10 que imaginaba Marx.
EL DINERO, EL "MISTERIO" DE LOS BIENES Y LA COSIFICACIÓN
Locke sostuvo que el dinero libera el valor de la naturaleza fija de la propiedad, da durabilidad a los objetos del trabajo, y así libera al hombre de la atadura económica de la sociedad tradicional. Marx insistió en que el dinero representa la "capacidad enajenada de la humanidad"; es el "velo" en que se pierde de vista el valor verdadero. El dinero libera al hombre del feudalismo sólo para aprisionarlo en el universo del fetichismo. Veblen pudo convenir con Marx, pero sólo hasta cierto punto. El problema de la alienación que Marx había explorado en sus Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 se convierte en el volumen 1 de El capital, en un aspecto de la "reificación" o "cosificación". Este término, acuñado por Georg Lukács en 1923,12 significa que los productos hechos por el hombre llegan a adquirir en la sociedad capitalista una existencia independiente del hombre, "la erección de un mundo objetivo de cosas" (VergegenstiindlichungJ. En El capital y Grundrisee, la preocupación primordial de Marx es el "misterio" de los bienes, su capacidad para controlar a los seres humanos a causa de ciertas 11 John Locke, The Second Treatiee of Government (The Liberal Arts Press, Indianápolis, 1952), p. 28. 12 Georg Lukács, History and Class Consciousness: Studies in Marxist Díalectics; traducción al inglés de Rodney Livingston (Cambridge, 1971), pp. 83-222.
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"leyes internas del movimiento" que intervienen en su comportamiento y gobiernan su intercambio. Marx trató de eliminar el "fetichismo de los bienes" distinguiendo el valor de uso del valor de cambio, para demostrar cómo todos los productos de la sociedad capitalista pierden su cualidad anterior cuando caen en el medio de cambio y la esfera del "bien universal": el dinero. En la sociedad burguesa, los hombres persisten en oscurecer la medida en que el valor de los bienes reside en la cantidad de trabajo socialmente necesario gastado en su producción. Podría afirmarse, como ha observado Michel Foucault, que Marx, con toda su habilidad dialéctica en materia de análisis de la forma fenoménica de los bienes, hizo poco más que suministrar una "exégesis" del valor enlodado en los supuestos del siglo XIX. 13 Un problema igualmente revelador del análisis que hace Marx de la cosificación es el supuesto de que este fenómeno, tal como se expresa en el bien fetiche, ocurre con el desarrollo histórico del capitalismo. Marx estaba seguro de que las relaciones de intercambio surgen en forma plenamente des-
arrollada sólo cuando la idea de la propiedad aparece lo suficiente para volver privados y por lo tanto enajenables los objetos:
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1~ Observa Foucault que la crítica formulada por Marx contra la teoría capitalista del valor no podía refutar al capitalismo porque se basa en los mismos fundamentos metafísicos, el mismo orden de conocimiento basado en un mundo de cosas y objetos. "Al nivel más profundo del conocimiento occidental, el marxismo no introdujo ninguna discontinuidad real; encontró su lugar sin dificultad como una forma plena, tranquila, confortable y satisfactoria para una época (la suya), dentro de un arreglo epistemológico que la recibió con gusto (ya que de hecho era este arreglo 10 que le estaba haciendo campo) y que, por su parte, no tenía ninguna intención de perturbar y, sobre todo, no tenía poder para modificar, ni siquiera una tilde, porque descansaba enteramente sobre tal arreglo. El marxismo existe en el pensamiento del siglo XIX como un pez en el agua, es decir, no puede respirar en ninguna otra parte. Aun cuando se opone a las teorías 'burguesas' de la economía, y aunque esta oposición lo lleva a utilizar el proyecto de una inversión radical de la historia como un arma contra ellas, ese conflicto y ese proyecto no tienen como condición de posibilidad la reformulación de toda la Historia, sino un suceso que cualquier arqueología puede situar con precisión, y que prescribió simultáneamente, y de acuerdo con el mismo modo, la economía burguesa del siglo XIX y la economía revolucionaria del mismo siglo. Es posible que sus controversias hayan agitado unas cuantas olas y provocado unas cuantas ondulaciones superficiales, pero no son más que tormentas en un vaso de agua." Foucault, The Order of Things: An Archaeology of the Human Sciences (Vintage, Nueva York, 1973), pp. 261-263.
En sí mismos, los objetos son externos al hombre, y en consecuencia, alienables por él. Para que esta alienación pueda ser recíproca, sólo es necesario que los hombres, mediante un entendimiento tácito, se traten recíprocamente como propietarios privados de tales objetos enajenables, y por consecuencia como individuos independientes. Pero tal estado de independencia recíproca no existe en una sociedad primitiva basada en la propiedad en común, ya tome tal propiedad la forma de una familia patriarcal, ya de una comunidad india antigua, o un estado inca peruano. 14
¿Deben volverse los objetos "externos al hombre" para ser "alienables"? Veblen inició un ensayo citando a M. G. de Lapouge: "La antropología está destinada a revolucionar las ciencias política y sociales tan radicalmente como la bacteriología ha revolucionado la ciencia de la medicina"." Gracias a la investigación de Franz Boas, Veblen se familiarizó con la costumbre del potlatch * y percibió en la alta sociedad de la cultura moderna lo que los etnólogos habían descubierto entre indios y nativos. "Los entretenimientos costosos, como el potlatch o baile, están peculiarmente adaptados para servir a este fin [el de la ostentación]. Por este método se logra que el competidor con quien el anfitrión desea establecer una comparación sirva como medio para un fin. El competidor consume en forma indirecta, para su anfitrión, al mismo tiempo que atestigua el consumo de ese exceso de cosas buenas que su anfitrión no puede consumir por sí solo, y también debe presenciar la riqueza de su anfitrión en etiqueta."16 El sociólogo francés Marcell Mauss, sucesor de Durkheim, Marx, El capital, 1, p. 91. Veblen, POS, p. 56. * Entre ciertas tribus de la América del Norte, banquete que da el aspirante a una posición social más alta. [Editor.] 16 Veblen, reo, p. 82. 14 15
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que llegó a admirar a Veblen como el único sociólogo norteamericano importante, exploró las numerosas implicaciones de rituales similares en Essai sur le don. 17 Del potlatch de los huiakiutl, que estudió Boas, y el kula de los isleños de Trobriand, de que habla Malinowski, elaboró Mauss una teoría de la "estructura" de la reciprocidad, y encontró huellas de prácticas similares en la cultura de Grecia, Roma y las tribus germánicas. Aunque la idea de la propiedad está implícita en la costumbre, el potlatch mismo no depende de un sistema bien definido de propiedad privada, y tiene poco que ver con las relaciones de bienes en el sentido marxista del término. "Éste no es el mundo ordinario de esfuerzo y cuidado, de cálculos de la conveniencia o la adquisición de bienes útiles", escribe Johan Huizinga en Horno Ludens. Es un mundo de ritual fantástico, derrochador, que funciona para distribuir los bienes y aun para destruirlos, un sistema mediante el cual se expresan las relaciones y las obligaciones recíprocas en arrogantes desafíos de estima personal y competencias dramáticas de derroche conspicuo, una costumbre en que los objetos-regalo parecen inseparables del "espíritu" de quienes los poseen. Huizinga creía que el potlatch era otra expresión del elemento de "juego" presente en la cultura humana. Más recientemente, algunos antropólogos de muy diferentes posturas ideológicas han tratado de dar un significado político al fenómeno. El marxista francés Maurice Godelier considera el potlatch y ritos similares como una expresión primitiva de la "alienación" del donante en los ritos místicos del intercambio, mientras que Marshall Sahlins cree que estos rituales festivos del intercambio primitivo sirven de base para "la alianza, solidaridad, comunión; en suma, la paz, la gran virtud que algunos filósofos anteriores, sobre todo Hobbes, habían descubierto en el Estadov.t"
La interpretación de los rítos tales como el del potlatch ha generado una controversia entre los antropólogos de las instituciones económicas, divididos en "formalistas" y "sustantivistas", entre quienes consideran las economías tribuales como modelos económicos formales basados en una "mentalidad de mercado" y quienes insisten en que los intercambios de las comunidades arcaicas son "prestaciones" sociales, regalos obligatorios sin consideraciones de beneficio.l'' Para Veblen, en cambio, la ausencia de cálculos de beneficio es sólo otra prueba de que el comportamiento económico, así primitivo como moderno, debe entenderse en términos sociológicos más amplios, como el resultado de las causas más profundas de prestigio y poder. Por lo tanto, consideraba el potlatch como una forma de los movimientos del poder estratégico que dramatizan la relación entre la dominación y la subordinación. Como quiera que interpretemos el fenómeno, el resultado es que el "ritual de los regalos" compromete y complica la dicotomía entre el valor de uso y el valor de cambio, tan fundamental para la teoría de la cosificación de Marx. Los antropólogos han descubierto entre las tribus indias, sobre todo entre las de la costa noroccidental de los Estados Unidos, que la característica central de la riqueza es su valor de exhibición. La riqueza puede encontrarse en los bienes consumibles, pero la riqueza simbólica más deseable deriva de los bienes prestigiosos de valor no utilitarista: pendientes de conchas, penachos de pájaros carpinteros y grandes hojas de obsidiana ceremonial.s'' Estos objetos sirven para
17 Mareel Mauss, The Gift, traducción al inglés de Ian Cunnison (Londres 1954), ' 18 Johan Huizinga, Homo Ludens: A Study of the Play Element in Culture (Boston, 1955), pp. 60~63; Maurice Godelier, Rationalité et irratíonalité en
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economie (París, 1966); Marshall Sahlins, Stone Age Bconomíee (Londres, 1974), p. 169. 19 C. Tullio-Altan, "La Teoría del valore-lavoro di K. Marx nel quadro dei problcmi attuali i del!' antropología economíca", La Critica Sociologica 23 (1972), pp. 5-23; Walter Goldschmidt, "I'he Economics of'Brideprice among the Sebeí and in East Afnca", Ethnology 18 (1974), pp. 311-331; Melville J. Herskovits, Economic Anthropology (Nueva York, 1940). aoVéase, por ejemplo, Eugene E. Ruyle, "Slavery, Surplus, and Stratífication on the Northwest Coast: The Ethnocnergetice of an Incipíent Stratification System", Current AnthropoLogy 14 (1973), pp. 603-617; Y los "Ccmments", pp. 618-631, e ihiti., 15 (1974), pp. 200-201.
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mantener, mediante la exhibición o la donación, el prestigio y la posición del propietario. Tales costumbres tribuales parecen indicar que las categorías del valor de Marx se oscurecen en la serie continua de reciprocidad, característica del intercambio primitivo, que subraya el predominio de las funciones sociales sobre las transacciones económicas. Todo esto sólo sugiere que la antropología y la etnología suministran amplias pruebas de que las sociedades humanas más antiguas rebosaban de ritos, magias y mitos que sólo pueden describirse como cosificaciones. Veblen no fue el primer científico social que advirtió las extensas implicaciones de tales ritos. Pero fue el primer académico norteamericano que utilizó tales datos antropológicos para demostrar algo que sería articulado medio siglo después por filósofos europeos como Jean Braudrillard y Jurgen Habermas: el análisis que hace Marx de la alienación y la cosificación se restringe excesivamente a un discurso sobre la producción solamente. Cuando se considera al hombre primordialmente como productor, no podrá entenderse la "estructura de la interacción simbólica" existente entre la mente y la cultura. El verdadero foco de la cosificación debería ser la semiología, el estudio de los bienes como "signos", objetos no humanos que transmiten significados a los sujetos humanos." Traduciendo a un lenguaje más familiar, podríamos afirmar que los anunciantes comerciales son los grandes comerciantes en sueños de la semiología. La Avenida Madison no anuncia sólo la realidad del producto sino su imagen, no la actuación técnica de un bien tal como un automóvil sino su promesa cultural como un símbolo. En la publicidad, la verdad se sustituye por la credibilidad, y lo que signifique el bien es la única realidad. La hermosa modelo que aparece junto a la botella de Clairol sugiere que el contenido de la botella producirá un cabello hermoso. En el mundo de la significación estamos muy lejos del
mundo "racionalista" de Marx, donde las ideas corresponden a la realidad, las palabras a las cosas y los valores de uso a las necesidades humanas. Nos encontramos en el mundo remoto de Veblen, quien percibió las implicaciones culturales de la semiología para señalar que no consumimos sólo para satisfacer necesidades básicas sino para situarnos en un sistema social jerárquico. La medición, no la producción, es la clave. Si la teoría laboral del valor no puede aplicarse a las formaciones precapitalistas, donde el valor de uso no toma la forma de los bienes, tampoco puede considerarse todavía el trabajo como la esfera dominante de la actividad del hombre en la sociedad moderna. Veblen sugiere que el problema final de la sociedad industrial no es la producción sino el consumo, no es la forma como se produzcan los bienes sino la forma en que adquieran un significado. El papel del significado como una característica de las tendencias mediadoras de la mente debe explorarse en relación con la "raíz de todos los males": el dinero. En sus manuscritos de 1844 consideró Marx el dinero como un "medio extraño", porque oculta el verdadero valor del trabajo y, como vehículo de intercambio, adopta cualidades externas al hombre. Con el predominio del dinero, la esclavitud del hombre llega a su clímax porque todo lo que representaba el esfuerzo humano ha sido "transmitido" a una agencia externa que se convierte en un fin en sí misma. En el Grundrisse insiste Marx en que el dinero se abstrae tanto de la riqueza tangible que ni siquiera puede considerarse como parte de la realidad. "Como una forma general de la riqueza, el dinero se enfrenta a todo el mundo de los valores reales. El dinero es la abstracción pura de tales valores: pura fantasía. Mientras que la riqueza parece existir en una forma completamente material, palpable, el dinero sólo tiene existencia en mi cerebro, como un artificio de mi mente." En última instancia, el dinero es para Marx una enfermedad de la mente, un poder imaginario, alucinante, que genera la ilusión de la alquimia personal. "Soy feo, pero puedo
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21 Jean Baudrillard, The Mirrcr nf Prcduction, traducción al inglés de Mark Poster (San Luis, Misuri, 1973); Jurgen Habermas, Knowledge and Human Interests (Bastan, 1971), pp. 1-63.
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comprar la mujer más hermosa. Por lo tanto, no soy feo, porque el efecto de la fealdad, su poder de repulsión, es destruido por el dinero."22 Los escritos de Marx sobre el dinero guardan una notable semejanza con las protestas de los puritanos del siglo XVII contra los pecados de la codicia. Él y ellos estaban convencidos de que el "lucro asqueroso" destruiría toda esperanza de regeneración humana, y ambos reconocían el complejo de Midas y su paradoja fáustica: quien ambiciona todo no puede disfrutar nada. Los antiguos sabían también, al igual que Rousseau, Thoreau y otros filósofos modernos, que la sabiduría principia por la cesación del deseo; Aristóteles observó que el espíritu de adquisición, que carece de objetivo, no tiene límites. Pero tales censuras morales no agotan el tema. Otro enfoque del problema podría llamarse la "sociología del dinero". Algunos estudiosos franceses, como Braudrillard y Roland Barthes, están explorando el significado del dinero, la riqueza y los bienes, a través del estudio de la semiología, considerando sus diversas manifestaciones como una especie de lenguaje de signos.s" En realidad, este método de análisis había sido anticipado medio siglo antes por el sociólogo norteamericano George Herbert Mead. "El dinero", escribió Mead,
El problema que preocupaba tan profundamente a Marx, el de la "confusión" del dinero y los bienes, no molestaba a Veblen, por lo menos no en la misma forma. Veblen podía descartar alegremente el dinero como "la ciencia exacta del intercambio",25 una forma de comunicación que, como el lenguaje y el gesto, no sugiere la "objetivación" de las relaciones humanas y por ende la creciente privatización del hombre, sino su integración y socialización. Podía convenir con Marx en que la economía monetaria tiene algo que ver con el aumento del excedente, pero este desarrollo no condujo tanto a la censura del valor de cambio en el capitalismo como a la lógica de las superfluidades irracionales, el impulso hacia el consumo conspicuo que se inicia con el hombre arcaico. Los hombres desean el dinero simplemente porque desean bienes. Como un denominador común del intercambio, el dinero no es más que la cosificación del poder de los bienes para controlar los deseos de los hombres. ¿Por qué desean bienes los hombres? Llegamos otra vez al "fetichismo de los bienes". Marx reconoció que todas las relaciones económicas son fenómenos sociales, pero parecía indiferente a la significación cultural de los bienes. No sólo negó que los bienes sean "símbolos" y que el dinero sea una forma de "lenguaje",26 sino que eliminó de sus investigaciones todo interés por los "deseos" humanos que los bienes satisfacen, y quizá los motivos más profundos y complejos que tales deseos reflejan.é? Si a Veblen le resultaba
es un símbolo de algo que desean los individuos que están dispuestos al intercambio; y las formas del intercambio son entonces los métodos de conversación, y los medios de intercambio se convierten en gestos que nos permiten realizar a grandes distancias este proceso de entregar algo que no queremos, para obtener algo que queremos, colocándonos en la actitud de la otra persona. Así pues, los medios de estos símbolos de la riqueza son, en este proceso de intercambio, lo que son los gestos o símbolos del lenguaje en otros campos.é! 22 Marx, "Economic and Philosophical Manuscripts", pp. 265-269; Grundrisse, pp. 1:38-166. 23 Baudrillard, Mirror; Roland Barthes, Svetéme de la mode (París, 1967). 24 George Herbcrt Mead, Mind, Sel], and Society: From the Standpoint (JI' a Social Behauiorist, en Charles W. Mon-is Icomp.I (Chicago, 1934), p. 292.
Veblen, JOW, p. 200. "Si se declara que son meros símbolos los caracteres sociales que adquieren los objetos, o las formas materiales que adquieren las cualidades sociales del trabajo bajo el régimen de un modo de producción definido, se declara al mismo tiempo que estas características son ficciones arbitrarias sancionadas por el llamado consenso universal de la humanidad" (Marx, El capital, 1, p. 94). Sobre el dinero y el lenguaje, véase Grundrisse, pp. 162-163. 27 "Un bien o mercancía es, en primer lugar, un objeto que está fuera de nosotros, una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas de una u otra clase. No importa la naturaleza de tales necesidades, por ejemplo, si derivan del estómago o de la fantasía. Tampoco queremos saber aquí cómo satisfacen los objetos tales necesidades, ya sea directamente como un medio de subsistencia, o indirectamente como un medio de producción" (Marx, El capital, 1, p. 43). 25 26
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difícil aceptar la idea hegeliana de que las cosas físicas son la actividad mental enajenada que dramatiza la falsa separación de sujeto y objeto, también le resultaba difícil aceptar la opinión de Marx de que los bienes son la actividad social enajenada que dramatiza las creaciones de los hombres que se han vuelto independientes de los hombres. Veblen veía los bienes como aparecieron tal vez por primera ocasión en su forma primitiva, como "extensiones orgánicas de la personalidad" cuyo signiticado determina la mente animista." Un marxista podría conceder que Veblen tenía razón en lo tocante a la posición de los objetos en la sociedad arcaica. Pero con el advenimiento del capitalismo burgués, el "medio extraño" del dinero se interpone entre el hombre y sus objetos, y las relaciones humanas se exteriorizan ahora por el valor de intercambio, una relación que sólo pone en contacto "la cosa con la cosa". Precisamente aquí Veblen invierte todo el esquema teórico de la explicación de la cosificación que da Marx. El desarrollo del capitalismo no elimina el animismo hasta el punto de la "objetivación" total y la conversión del trabajador en un "esclavo" ante un mundo de objetos fetichistas que no puede controlar ni comprender. Por el contrario, nunca se disuelve por completo el lazo psicológico entre el sujeto y el objeto, entre la persona y la cosa. En efecto, si los bienes se vuelven tan abstractos y despersonalizados en su existencia aparentemente autónoma bajo el capitalismo, ¿cómo se explica la naturaleza de su "fetichismo"? ¿Por qué se ven tan atraídos los hombres hacia algo aparentemente tan extraño a su ser? La respuesta es obvia para Veblen, quien había sido influido por Kant y había estudiado con Charles Sanders Peirce.P y
quien sentía la mediación de la mente en cada acto de observación: los bienes conservan un fuerte carácter de signo personal que permite al hombre atribuirles cualidades humanas que puede reconocer. El hombre no se ve "confundido" por la calidad fría, separada, de los objetos como meros objetos. Más bien le causa admiración el objeto como un símbolo que expresa el carácter vigoroso y superior de la persona que lo posee. La propiedad misma se origina en grandes hazañas de caza y pesca, conquista y pillaje. En la mente del hombre primitivo que vive en la etapa depredadora del barbarismo, se forma entonces una conexión entre la posesión y la fuerza, la propiedad y el poder, una exhibición prodigiosa de bienes y una posición social superior. Esta conexión de significado se desarrolla más en la época feudal, cuando el valor bruto se eleva al nivel de virtud noble y el botín y los trofeos se estiman como prueba de la "fuerza preeminente't.s'' Veblen no deja duda acerca de que esta mentalidad primitiva sigue viva en la mente moderna:
Veblen, ECO, pp. 32-43. Es muy probable que la comprensión que tenía Veblen de los significados de la semiología derivara de Peirce, con quien estudió como estudiante graduado. Peirce, como Veblen en sus últimos escritos, consideraba el "hábito" y la "cos~ tumbre" como el punto de partida del conocimiento. Las creencias son el significado sesgado que tiene el individuo de los sucesos en que media la mente activa, que responde al "carácter de signo" de la realidad. La clave para el pensamiento es la eficacia de los objetos para transmitir un significado al sujeto que conoce; 28
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y la mente, producto de hábitos vivientes, es el intérprete final de la serie de significados puramente representativos o verbales. Infortunadamente, Veblen se mostró reticente acerca de los pensadores y las ideas que influyeron en él, no sólo sobre este tema sino sobre el conocimiento en general. Véase un estudio acerca de Peirce y Veblen en Allen G. Gruchy, Modern Economic Thought (Nueva York, 1947), pp. 16-17; Habermas, pp. 99-112, presenta un análisis de la filosofía de Peirce como una especie de complemento de la epistemología de Marx. :JO Gaetano Mosca ha descrito en términos específicos el proceso al que apenas alude Veblen. Examinando la forma en que el militarismo introduce una plutocracia en la India, Rusia, Polonia y la Europa medieval, a~rma Mosca: "Polonia constituye un ejemplo característico de la metamorfosis general de una clase guerrera en una clase absolutamente dominante. Originalmente, los polacos tenían la misma organización por aldeas rurales que prevalecía entr.e todos los pueblos eslavos. No existía ninguna distinción entre guerreros y agncultores, es decir, entre nobles y campesinos. Pero después que los pola~os llegaron a asentarse en las grandes planicies regadas por el Vístula y el Niemen, empezó a desarrollarse entre ellos la agricultura. Sin emb~rgo, p~rsistió la necesidad de luchar con vecinos guerreros, de modo que los Jefes tribuales, o voivodes, se rodearon de cierto número de hombres seleccionados cuya ocupación especial era el manejo de las armas. Esos guerreros se distribuyeron entre las diversas comunidades rurales; estaban exentos de los deberes agrícolas, pero recibían su parte del producto del suelo, al igual que los otros miembros de la comunidad. En los primeros tiempos no se consideraba muy deseable su posición, y los habitantes del campo renunciaban a veces a la exención del t.rabajo agrícola para no tener que ir a la guerra. Pero gradualmente, a medida
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Para el bárbaro primitivo, antes de que el contenido simple de la noción haya sido oscurecido por sus propias ramificaciones y por un crecimiento secundario de ideas cognoscitivas, lo "honorable" parece denotar exclusivamente la afirmación de una fuerza superior. "Honorable" es "formidable"; "meritorio" es "prepotente". Un acto honorífico es en última instancia el reconocimiento de un acto de agresión eficaz; y cuando la agresión significa conflicto con hombres y bestias, la actividad que llega a ser especial y primordialmente honorable es la afirmación de la mano dura. El hábito ingenuo y arcaico de concebir todas las manifestaciones de la fuerza en términos de
personalidad o "poder de voluntad" fortalece grandemente esta exaltación convencional de la mano fuerte. Los epítetos honoríficos, de moda entre las tribus bárbaras como entre la gente de cultura más avanzada, suelen llevar el sello de este sentido simple del honor. Los epítetos y los títulos utilizados al hablar a los jefes, y en los ruegos dirigidos a reyes y dioses, atribuyen muy comúnmente una propensión a la violencia terrible y una fuerza devastadora irresistible de la persona halagada. Esto se observa también, hasta cierto punto, en las comunidades más civilizadas de la actualidad. La predilección mostrada en los escudos heráldicos por las bestias más rapaces y las aves de rapiña robustece esta conclusión. Según esta apreciación bárbara de sentido común del valor y el honor, la privación de la vida -la muerte de competidores formidables, ya sean animales o humanos- es lo más honorable. Y este oficio de carnicero, como una expresión de la prepotencia del verdugo, crea un halo de valor alrededor de cada acto de carnicería y alrededor de todas las herramientas y los accesorios del acto. Las armas son honorables, y su uso se convierte en un empleo honorífico, aun cuando se prive la vida a los seres más humildes de los campos. Al mismo que se estabilizaba este orden de cosas, a medida que una clase se habituaba a la práctica de las armas y la organización militar, mientras que la otra se habituaba al uso del arado y el azadón, los guerreros se convirtieron en nobles y amos, mientras que los campesinos, antaño compañeros y hermanos, se convertían en villanos y siervos. Poco a poco, los señores guerreros aumentaron sus demandas hasta el punto en que la porción que tomaban como miembros de la comunidad llegó a incluir toda la producción dela comunidad menos lo que fuese absolutamente necesario para la subsistencia de los cultivadores; y cuando éstos trataban de escapar de tales abusos, eran obligados por la fuerza a permanecer atados al suelo, y su situación tomaba todas las características de la servidumbre pura y simple" (Mosca, The Ruling Ctoee, Nueva York, 1939, pp. 54.55).
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tiempo, el empleo en la industria se vuelve consiguientemente odioso, y en la apreciación de sentido común se considera indigno de los hombres capaces el manejo de las herramientas y los implementos de la industria. El trabajo se vuelve irritante.é!
Por supuesto, hay gran hipérbole en este pasaje de La clase ociosa. Pero sirve para indicar que el hombre no considera los objetos externos como cosas animadas, sino como símbolos representativos de algo más. El fetichismo de los bienes reside en su valor de prestigio, en su capacidad para despertar respeto, autoridad, deferencia, actuando como "signos". En un mundo gobernado por símbolos y valores de signos, basta que podamos aparecer como poderosos y triunfadores mediante la adquisición de los bienes que transmiten tales atributos humanos. Es precisamente porque los bienes irradian un "halo semipersonal" que Veblen no puede considerarlos como las abstracciones libres de Marx. Los bienes están llenos de significado humano, pero tal significado existe sólo en la mente del intérprete. Así pues, lo alienante no es el fetichismo de los bienes sino el animismo del hombre, que lo impulsa a atribuir cualidades personales e individuales en los fenómenos observados. Veblen estaba convencido de que este comportamiento no es peculiar del capitalismo moderno, sino que tiene sus orígenes en las comunidades primitivas, en que la percepción es una cuestión de "psicología popular, no de hecho mecánico". Este hábito antropomórfico de concebir los fenómenos en términos personales impulsa también a la mente a proyectar la voluntad sobre la materia. "Todas las manifestaciones obvias de la fuerza se captan como expresiones de la volición: el esfuerzo realizado con cierto propósito por algún agente similar a la voluntad humana. El punto de vista de la cultura arcaica es el de una personalidad vigorosa, irnpregnadora, cuyo desenvolvimiento es el hecho sustancial que se tiene a la vista en toda relación donde intervengan los hombres o las cosas." La tendencia a ver las 31
Veblen,
TCO,
pp. 25-26.
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TEORÍA E HISTORIA
cosas inanimadas en términos animados, a dotar la materia inerte de cualidades antropomórficas, prevalece "casi universalmente" en las culturas antiguas, y refuerza "la aprehensión del fenómeno en términos genéricamente idénticos a los términos de la personalidad y la individualídad't." En el análisis de Veblen, la cosificación no podría reflejar el estado inerte de los bienes, su "estado de cosa" escalofriante que vuelve su comportamiento aparentemente autónomo y fuera del alcance del hombre. Más bien, ocurre la cosificación cuando "los objetos externos se perciben en gran parte en relación con lo que harán; de modo que su característica más sustancial, su naturaleza individual íntima, en la medida en que se conciben como entidades individuales, es que harán cosas".33 El hecho de que el bien, ya sea una canoa capturada o un Cadillac comprado, "hará cosas" para el hombre, cosas que éste no puede hacer por sí solo, que le darán el poder y el prestigio que la sociedad le niega, que le permitirán convertirse en lo que no es: esto es para Veblen el significado psicológico de la cosificación. Ya debe estar claro que el bien fetiche de Marx y el animismo de Veblen son dos aspectos del mismo comportamiento; la diferencia consiste en que el primero se determinó para localizar los orígenes de la cosificación en las "leyes" de la economía política, mientras que el segundo percibió la cosificación como algo característico de la mentalidad colectiva de la sociedad depredadora en general. Pero Veblen percibió también otro aspecto de la cosificación en la estratificación de la sociedad basada en la posesión de símbolos de prestigio, y en el fenómeno de la "emulación" descubrió por qué el bien fetiche, en lugar de alienar al hombre y generar el conflicto social, integra al hombre y produce la cohesión social.
:12 Veblen, RCO, :¡:1 Veblen, IOW,
pp. 35-36; pp. 54-55.
POS,
pp. 101-103.
LA HEGEMONÍA CULTURAL DEL CAPITALISMO
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LA EMULACIÓN Y LA HEGEMONÍA DEL CAPITALISMO
Veblen consideraba la emulación como una característica innata del hombre, pero la naturaleza y la expresión de esa dotación natural ambigua se modifican en el curso de la historia. En las primeras culturas primitivas de las pequeñas comunidades pacíficas, hay escasa competencia y discriminación social, y todo el espíritu de emulación se orienta hacia los trabajadores productivos que contribuyen a la vida de la comunidad. Pero con el avance de las herramientas, incluidas las armas, algunos hombres pueden dedicarse a la caza mayor y a las incursiones contra tribus vecinas. Entonces las actividades del hombre adquieren cada vez más el carácter de hazañas, y una "comparación envidiosa" entre el cazador-guerrero y los otros resulta cada vez más fácil y habitual a medida que los depredadores traen consigo pruebas tangibles de su gran valor sagaz. Así surge la distinción entre los "empleos honoríficos", que significan hazaña, y los "empleos humillantes", que significan actividades útiles para la comunidad. La acumulación de artículos de riqueza por métodos distintos del esfuerzo físico representa el intento del hombre por identificarse con la clase superior mediante la posesión de sus símbolos. La riqueza tiene poco que ver con el valor de uso, y ni siquiera el consumo de bienes se dirige hacia la satisfacción de las necesidades y comodidades básicas. El incentivo de la riqueza, la familiar "causa del beneficio" de la economía política, es más un rasgo cultural que lila verdad económica. "El móvil que se encuentra en la raíz de la propiedad es la emulación; y el mismo motivo de la imitación continúa activo en el desarrollo posterior de las instituciones que ha originado y en el desarrollo de los rasgos de la estructura social que toca esta institución de la propiedad. La posesión de riqueza confiere honor; es una distinción envidiosa."34 Este motivo aumenta a medida 34
Veblen, reo, p. 32.
TEORÍA E HISTORIA
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que la sociedad se vuelve más grande y más difusa y móvil, creando una situación en la que resulta difícil evaluar a una persona de algún modo que no sea una valuación externa, tal como el vestido elegante, los modales refinados, o las posesiones extravagantes. Lo irónico es que la emulación, siendo un rasgo primitivo, no se desvanece con la marcha del progreso. Porque cuanto más avance la industria, mayor será la oportunidad de la comparación, y por lo tanto será más intenso el deseo de los signos económicos de la respetabilidad social. Además, la discriminación de la posición social basada en una "comparación odiosa de las personas en relación con el mérito, valor y potencia", como ocurre en el caso de la riqueza heredada y los derechos adquiridos, "se transmite por la descendencia honorable". Así pues, el éxito económico como una medida de la aprobación es una impresión que se fortalece con cada generación que hereda la creencia." Es posible que las teorías de Veblen sobre el comportamiento humano hayan resultado ultrajantes en la América victoriana, pero no fueron extrañas para los pensadores de los siglos XVII y XVIII. Rousseau hizo notar cómo funciona la "estimación" como motivo social de la riqueza, y en El sobrino de Rameau ofreció Diderot quizá el más fino tratamiento literario de la emulación y la ansiedad de la posición social como una forma de alienación tan aguda, que llegó a sacar al propio Hegel de sus ensueños mctañsicos." Los filósofos sociales británicos no estaban menos conscientes de la relación de las presiones sociales con el comportamiento económico. Adam Smith afirmó que "el gran secreto de la educación es dirigir la vanidad hacia objetos adecuados"; Bernard de Mandeville sostuvo que el "orgullo" es el "vicio" particular del que fluye el "beneficio público"; y aun Hobbes advirtió que el poder no puede convertirse en autoridad Veblen, POS, pp. 82-179. . .. Jean-Jacques Rousseau, The Social Contract and Díecouree on the Ongr.n ofInequality. en Lester Cracker (comp.l (Nueva York, 1967), pp. 153-358;.Dems Diderot, Rameau's Nephew. traducción al inglés de L. W. Tancock (Baltimore, 1966). 35 36
LA HEGEMONÍA CULTURAL DEL CAPITALISMO
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sin un mínimo de conciencia social entre la ciudadanía. "No hay mayor vejación de la mente" que "la burla y el desprecio", escribió Hobbes, quien estaba seguro de que "la mayoría de los hombres preferirían perder la vida [... ] antes que padecer la deshonra."37 Tal vez el documento de filosofía política escrito en inglés que se asemeja más al análisis de Veblen sea el ensayo de John Millar, The Origin of the Distinction ofRank (1779), una disertación sobre los modales y costumbres de diversas etapas de la civilización que subraya los determinantes sociológicos de la riqueza y el consumo. No obstante, los hombres de la Ilustración tendían a considerar transitoria y artificial su sociedad contemporánea: un fenómeno "antinatural" cuyas ilusiones y distorsiones se desvanecerían ante el poder de la razón (Locke), la compasión (Rousseau) o la filosofía misma (Hege\). Veblen dudaba de las capacidades redentoras de la mente o el corazón. En efecto, su propia mente parecía casi abrumada con conocimientos de la sociedad antigua. Mirando hacia atrás, fue Veblen el primer intelectual moderno que dio al comportamiento económico no sólo un significado sociológico, sino también una base antropológica; y al hacerlo así descubrió dos problemas relacionados de la civilización industrial contemporánea que permanecen con nosotros como pesadilla posmarxista: la hegemonía cultural del capitalismo y el estigma social del trabajo. Veblen llegó a este descubrimiento examinando el capitalismo moderno como un fenómeno sociológico con precedentes antropológicos. En consecuencia, quiso ampliar la investigación económica tradicional para entender el comportamiento como una función de la situación social con raíces en culturas anteriores. En la sociedad moderna, como en las comunidades primitivas, la preocupación por la posición social puede con37 Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments (Londres, 1790), p. 173; Bernard de Mandeville, AFable of the Bees (Londres. 1725); Thomas Hobbes, Leniathan. edición a cargo de Michael Oakshott (Oxford, 1946), pp. 101-102; véase también Arthur O. Lovejoy, Retlectione un Human Nature (Baltimore, 1961), quien hace un estudio penetrante del papel del "orgullo" y la "emulación" en el pensamiento de la Ilustración.
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vertirse en una obsesión tal que los supuestos de "placer y dolor" de la economía política parecen racionales en extremo. ¿Es el margen de beneficio más importante que los móviles del orgullo?, o ¿es siquiera el instinto de conservación más esencial que la aspiración de la posición social? Por supuesto, Veblen no planteó el caso en términos tan llanos, pero no pudo resistirse a refutar un principio serio mediante una descripción satírica:
El humor de Veblen no debe hacernos olvidar la importancia teórica de este pasaje. Veblen resultó ser uno de los primeros estudiosos de lo que llegaría a conocerse en sociología como "desempeño de papeles". El hecho de que los hombres han de desempeñar la función social de su clase independientemente de las consecuencias sólo indica la medida en que esa función determina los pensamientos y las acciones del individuo. El hombre completamente socializado cuya vida entera se ve absorbida por su papel social es otro ejemplo de la forma en que la conciencia humana puede perderse ante fuerzas externas a ella misma, sólo que ahora la reificación o cosificación no se asocia a los bienes sino a la sociedad misma. La cosificación opera en la sociedad dotando a los papeles sociales de una posición ontológica." La identidad, personalidad e individualidad del hombre se alcanzan mediante la realización de un papel separado de la intencionalidad humana, preformado por las instituciones, los sistemas de clase y los hábitos culturales. En la sociedad, los hombres no tienen vida; sólo tienen funciones sociales, y sus funciones se ejecutan mediante meras repeticiones miméticas de las acciones prototípicas incorporadas en los papeles.
En las personas de sensibilidad delicada, habituadas desde lo antiguo a los modales gentiles, el sentido de la vergüenza por el trabajo manual puede volverse tan fuerte que, en un momento crítico, hará a un lado hasta el instinto de conservación. Por ejemplo, se nos ha referido que ciertos jefes polinesios, bajo la presión de los buenos modales, prefirieron morir de inanición a llevarse el alimento a la boca con sus propias manos. Es cierto que este comportamiento pudo haberse debido, por lo menos en parte, a una santidad o un tabú desmedidos anejos a la persona del jefe. El tabú se habría comunicado por el contacto de sus manos, de suerte que hubiera vuelto inadecuado para el consumo humano todo lo que tocara. Pero el tabú mismo deriva del demérito o la incompatibilidad moral del trabajo; asi que aun cuando se explique en este sentido la conducta de los jefes polinesios responde mejor de lo que pudiera creerse al canon del ocio honorífico. Una ilustración mejor, o por lo menos más clara, es la de cierto rey de Francia que perdió la vida por un exceso de celo moral en la observancia de la debida compostura: en ausencia del funcionario encargado de mover el asiento de su amo, el rey se sentó, sin quejarse, junto al fuego y dejó que su real persona se tostara irrecuperablemente. Pero al actuar así salvó a su Cristianísima Majestad de la contaminación servil. Summum crede nefas animam praeferre pudori, Et propter vitam vivendi perdere causas. 38 [El peor de los crímenes es arriesgar el alma antes que la vergüenza, y, bajo color de vida, perder la razón de vivin] 3R
Veblen,
TCO,
pp. 50-51.
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Los modales -escribió Veblen- L..l son en parte un refinamiento del gesto, y en parte son vestigios simbólicos y establecidos por convención que representan antiguos aetas de dominio o de servicio o contacto personales. En gran parte son una expresión de la relación de la posición: pantomima simbólica del dominio por una parte y del sometimiento por la otra.w
La sensibilidad de Veblen a los determinantes sociales del comportamiento económico puede observarse también en su comprensión de lo que Robert Merton llamaría posteriormente las "funciones latentes" de la conducta manifiesta.'! Observó Veblen :J9 Peter Berger y Stanley Pullberg, "Reification and the Sociological Critique of Conscíousness", History & Theory 4 (1965), pp. 196-211. 40 Veblen, TeO, p. 55. 41 Robert K. Merton citó a Veblen cuando desarrolló su teoría de las funciones
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que mientras la educación es un medio para la ilustración, la clase ociosa estudia lenguas antiguas y bellas artes no por el impulso de alguna "curiosidad ociosa", sino para subrayar su gran alejamiento de las actividades industriales inmediatas. De igual modo, en nuestra época es el automóvil un medio de transporte, pero la clase alta compra automóviles Cadillac para indicar que ocupa una posición superior a la del dueño de un automóvil Chevrolet. Gracias a sus percepciones de los fundamentos sociales del comportamiento, Veblen estaba alerta a la conducta y las afectaciones destinadas menos a satisfacer necesidades que a mejorar la posición social. Además, pudo percibir con claridad cómo se apropia la clase ociosa, sin dificultad, de los estilos "contraculturales" supuestamente radicales. Aunque admiraba a John Ruskin y William Morris como críticos del despilfarro y la fealdad del capitalismo, dudaba que su llamado estético a un retorno a las artes, los oficios y la industria hogareña ofreciera un recurso real. Irónicamente, él mismo era un practicante de la economía de la sencillez de Ruskin y Morris, alguien que fabricaba sus propios muebles con los materiales más rudimentarios. Pero advirtió que los finos trabajos manuales y la artística encuadernación de Morris serían mucho más caros que los métodos industriales de la producción en masa, de modo que la gran excelencia atribuida a los "procedimientos antiguos y obsoletos" tendría menos que ver con la belleza artística que con la atracción pretenciosa de los artículos preciosos fuera del alcance de las masas. Los cánones del buen gusto también pueden "contaminarse", y el comprador de obras de arte raras, obviamente un conocedor, está elevando también su prestigio como un buscador de posición social "latente't.t? El hecho de que la clase alta pueda apropiarse aun de las formas artísticas nuevas y los estilos culturales originados en la
protesta social sugiere un aspecto sociológico todavía más importante de la teoría que expuso Veblen de la emulación: sus implicaciones conservadoras. A medida que los criterios pecuniarios invaden la comunidad, las instituciones existentes ejercen una fuerza normativa restrictiva y sin dificultad desvían o absorben todos los desafíos. Las instituciones se perpetúan por la emulación, que siempre se dirige hacia arriba porque la masa de los hombres se adapta de continuo a la cultura y estilo de vida de las clases que están inmediatamente por encima. En consecuencia, los individuos "interiorizan" las normas del orden social:
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latentes y manifiestas al señalar que el talento de Veblen para la observación de las dimensiones irónicas y satíricas de la vida social le permitía percibir las intenciones ulteriores en la conducta ostensible (Social Theory and Social Structure, Nueva York, 1968). 42 Veblen, reo, pp. 167-169.
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La institución de una clase ociosa afecta no sólo la estructura social sino también el carácter individual de los miembros de la sociedad. En cuanto una proclividad o un punto de vista cualesquiera ganan aceptación como criterio autorizado o norma de vida, producen efecto en el carácter de los miembros de la sociedad que los haya aceptado como norma. Hasta cierto punto moldearán sus hábitos o pensamientos y ejercerán una vigilancia selectiva sobre el desarrollo de las aptitudes e inclinaciones de los hombres.f
Gracias a la propensión humana a emular, la clase alta se encuentra en situación de establecer un "ejemplo preceptivo de derroche conspicuo" y de suministrar un "ejemplo imperativo" de la forma como se establecen los "cánones de la reputación". Así pues, las normas que organizan el sistema de valores de una sociedad y le dan cohesión se originan en la cima de la estructura de clases y se transmiten hacia abajo, con lo cual afectan (o "contaminan") las poblaciones de los diversos estratos inferiores. Por esta razón Veblen no podía descartar la "superestructura" de la sociedad -la capa que se encuentra en la cima de la pirámide social y que representa todas las falsas ideologías de la religión, el nacionalismo y el capitalismo- como un mero "reflejo" de la "base" estructural de la sociedad, que tiene su dinámica en el modo de producción. Las ideas de la clase ocio43
Veblen, reo, p. 218.
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sa pueden ser tan falsas como perniciosas, pero su poder es tan real como ubicua es su influencia. Al tratar las ideas culturales reinantes como los fundamentos inconscientes de la vida social, Veblen estaba anticipando un tema de la teoría social que descubriría después Antonio Gramsci: el fenómeno de la hegemonía. El problema de la hegemonía reside en explicar cómo toda una sociedad llega a estar dominada por los valores de una parte, y por qué el hombre consiente así que lo dominen otros, fenómeno que resulta especialmente desconcertante porque significa el sometimiento del hombre ante las ideas y no ante el poder y la coerción. En suma, si por la fuerza no, ¿cómo se legitima la clase gobernante? Veblen percibió que, en una sociedad de masas, el fenómeno del poder, la capacidad para mandar por la amenaza de la coerción, cede su lugar al fenómeno de la influencia, la capacidad para persuadir mediante la tendencia a la emulación. El agudo análisis que hizo Veblen de los determinantes sociales del comportamiento económico le permitió ver cómo funcionaba la imitación para amortiguar los efectos de la alienación y explotación, con lo cual integra al trabajador a la cultura del capitalismo.
estudiante, asumió el papel del analista para contrarrestar al alarmista. Antes de indignarnos ante las supuestas consecuencias negativas del socialismo, aconsejó Veblen, deberíamos sondear las profundidades del "sentimiento de insatisfacción crónica" que afecta a las clases trabajadoras. Reconoció Veblen que Spencer pudo haber señalado una de las causas cuando achacó la fuente del descontento a un sentimiento de "tedio" entre los trabajadores, pero no es una motivación suficiente. Menos convincente aún resultaba el argumento de los populistas progresistas: que el sistema económico funcionaba para volver más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Tal sentir tenía sólo "la fascinación de un epigrama" observó Veblen señalando las ganancias económicas obtenidas por los trabajadores. Si la fuente de la intranquilidad laboral no se encontraba en el aburrimiento ni en la desesperación, ¿dónde podría encontrarse? Veblen contestó a esta interrogante introduciendo una idea que desarrollarían los científicos sociales más de medio siglo después: la idea de la privación relativa: ''El sistema existente no ha vuelto, ni tiende a volver, a los pobres industriosos más pobres en términos absolutos de los medios de subsistencia; pero tiende a volverlos relativamente más pobres, a sus propios ojos, en términos de la importancia económica comparativa, y esto es lo que parece contar, por curioso que parezca a primera vista", Lo que sienten los trabajadores no es una privación física sino emocional, y ésta toma la "innoble forma de emulación", de aspirar a un "buen nombre" y una posición de reputación en la comunidad. Padeciendo ansiedades de posición social, los trabajadores orientan su resentimiento hacia los dueños de la propiedad privada
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LA PRIVACIÓN DE LA POSICIÓN SOCIAL Y T.A INTEGRACIÓN DE LA CLASE TRABAJADORA
Veblen se ocupó de la cuestión de la clase trabajadora en el ensayo titulado "Sorne Neglected Points in the Theory of Socialism", publicado en 1892. El ensayo fue en parte una respuesta a la inquietud laboral de principios del decenio 1891-1900 y en parte una respuesta a las severas críticas de Herbert Spencer contra el movimiento socialista de los Estados Unidos. Spencer había denunciado el socialismo como una amenaza para la competencia y el sistema de la libertad de contrato, que supuestamente había ayudado en gran medida a promover el progreso económico. Veblen, quien había respetado a Spencer desde sus días de
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cuyas posesiones se elevan por encima de cierto promedio mal definido. Este sentimiento de injusticia no se distingue siempre de la envidia, pero en todo caso es un factor favorable a una política de nivelación. A esto se une un sentimiento de la hombría despreciada, que funciona en la misma dirección.v' 44
Veblen,
POS,
pp. 387-408.
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TEORÍA E HISTORIA
LA HEGEMONÍA CULTURAL DEL CAPITALISMO
En los escritos de Veblen surge el orden social norteamericano como una sociedad de clases sin un conflicto de clases. Careciendo de un sentido bien desarrollado de la conciencia de clase, el trabajador llegó a envidiar, y con el tiempo a adoptar, el estilo de vida de la clase ociosa, creyendo que el significado y el valor de la vida no se encontraría en la producción, como habían esperado Marx y Veblen, sino en el consumo, de acuerdo con los "cánones monetarios del gusto". Deseando ascender a la clase media, e influido por la cultura codiciosa y relativamente ociosa de los nouveaux riches, el trabajador industrial padecía la indignidad de la "hombría despreciada" cuanto más buscaba el evasivo respeto de quienes se encontraban por encima de él. Aquí podríamos encontrar una clave para el problema que había mortificado a los marxistas desencantados: la cooperación aparentemente gustosa de la clase trabajadora en su propia subordinación. En la medida en que el trabajador industrial se comparaba con su imagen de persona de una clase superior, aceptaba el derecho de esa clase a juzgarlo. ¿Era este comportamiento peculiar sólo de la sociedad norteamericana en el tiempo de Veblen? Quizá. Pero tal comportamiento puede adquirir mayor importancia a medida que "se moldea con arreglo al carácter estadunidense" el resto del mundo industrializado. Pueden señalarse a este respecto los casos dramáticos de Abudada, Kuwait y otros países petroleros del Medio Oriente, donde una de las consecuencias sociales y culturales más importantes de la prosperidad instantánea es la importación inmediata de trabajadores extranjeros. Con la riqueza repentina, el trabajo productivo se vuelve más injurioso que nunca; y a medída que los Cadíllac sustituyen al camello, los bienes alcanzan la posición de iconos sociales. Si la "posición bárbara" de las mujeres permanece igual, todos los hombres se vuelven jeques. Sea cual fuere la validez de las ideas de Veblen para el resto del mundo, los estudios de los historiadores sociales de los Estados Unidos en los siglos XIX y xx tienden a confirmar sus ob-
servaciones, lo que convierte a Veb1en en un anatomista previdente de 10 que tiempo después se llamaría "las heridas ocultas de la clase". El hecho de que el trabajador norteamericano no se convirtiera en una fuerza social radical no puede explicarse simplemente señalando la prosperidad y la movilidad social. El trabajador estadunidense no estaba materialmente mejor que el trabajador alemán antes de la primera Guerra Mundial; y, como han descubierto los historiadores, si bien es cierto que existía cierta movilidad a bajo nivel para los trabajadores industriales, la estructura social no ofrecía una ancha escalera hacia el éxito, el mito de Alger tan querido por las minorías empresariales." Sin embargo, resulta sobremanera difícil, en vista de la escasez de datos históricos, descubrir si el trabajador creía en el mito del individualismo porque el mínimo de movilidad social permitía que muchos trabajadores ascendieran desde la base de la escala, aunque no llegasen muy lejos. Puesto que las actitudes de los trabajadores con respecto a este punto resultan tan decisivas, nos vemos obligados a especular. Si, por una parte, los trabajadores permanecían escépticos ante el mito, ¿por qué no desarrollaron un ímpetu de conciencia de clase radical para destruir la falsa ideología? Por otra parte, si creían en la ideología capitalista de la oportunidad y la movilidad, y sin embargo no lograban mejorar en ocupación, ingreso y posición social, ¿permitieron su integración al orden social volviendo su resentimiento contra sí mismos, interpretando su fracaso en términos de inadecuación personal antes que de la injusticia social, y por lo tanto padecían un sentimiento de culpa individual? Carecemos de datos para responder a estas preguntas en cuanto al siglo XIX, pero las pruebas de mediados del siglo xx indican que, a medida que aumentan la oportunidad y la movilidad, las actitudes de los trabajadores se llenan de dignidad injuriada y autorreproche. Cualquiera que sea la fuente de este sentimiento -religiosa, étnica, psicológica, etc.-, las actitudes
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4~ Stephen Thernstrom, Pooerty and Progrese: Social Mobility in a Nineteenth-Century City (Nueva York, 1970).
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de los trabajadores se expresan en dos formas curiosamente distintas. Un sentir, descubierto por Richard Sennet y Jonathan Cobb, muestra que el trabajador admira la cultura y el carácter de la clase alta, no tanto a causa de su riqueza COmo de sus superiores recursos internos. En contraste con el ambiente duro, brutal y a menudo salvaje de la vida de la clase trabajadora, ensuciado por las disputas de borrachos y las riñas familiares, la vida de la clase alta aparece pacífica, tranquila, gentil, "civilizada" por una capacidad mayor de autocontrol. El trabajador podría despreciar las ocupaciones del banquero y el vendedor, mas considera su cultura doméstica como un "modelo prestigioso" que quisiera poder imitar junto con su familia." Podríamos hablar aquí de un sentimiento weberiano, por cuanto el trabajador atribuye cualidades superiores de restricción interna a la clase alta. Pero hay otro sentimiento compartido por la clase baja que se aproxima más a las observaciones de Veblen. Esta actitud surge en las entrevistas a trabajadores de diversas ocupaciones que llevó a cabo Studs Terkel. Las declaraciones siguientes, de un trabajador siderúrgico de Chicago, sugieren la tesis de Ve-
bIen acerca de la degradación del trabajo manual a los ojos de los trabajadores y su envidia de las libertades y los estilos de vida hedonísticos de la clase ociosa: Si yo lo pongo a usted en un muelle, frente a un carro cargado con sacos de cincuenta libras de papas, y hay otros cincuenta carros como éste, yeso es lo que va a hacer durante todo el día, ¿en qué pensará usted? .. , ¿en papas? Sólo los chiflados piensan en el trabajo o hablan de él. Los demás, quizás hablen de beisbol o de emborracharse una de estas noches, o de que fueron despedidos o no lo fueron. Yo diría que uno de cada cien se emocionará con el trabajo. ¿Por qué están diciendo siempre los comunistas que están a favor del trabajador, y apenas se apoderan de un país empieza uno a cantarles a los tractores? Cantan lo mucho que aman la fábrica. Por eso 46 Jonathan Cobb y Richard Sennet, The Hidden Wounds of Class (Nueva York, 1972); véase también Joseph Goldthorpe y otros, The Affluent Worker in the Clase Structure (Cambridge, 1969).
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no podría tragar el comunismo. Es la utopía de los intelectuales, no la mía. No puedo imaginarme cantándole a un tractor; simplemente no puedo. (Rieas.) O cantarle al acero. (Canturreo.) [La, la, lal, ¡estoy en la bonderizadora!; [cómo amo este acero pesado! No, gracias. Ni por pienso. Sí, claro, sueño despierto. Sueño con una rubia atractiva de Miami que se ha apoderado de mis cuotas sindicales. (Risas.) Pienso del presidente del sindicato como pienso del presidente de mi compañía: dándose la buena vida. Pienso en Miami en febrero: tiempo cálido, un lugar para descansar. Cuando escucho a un estudiante universitario que se queja: "Estoy oprimido", no le creo. ¿Sabe lo que me gustaría hacer por un año?: vivir como un estudiante universitario. Sólo por un año. Me encantaría. ¡Huy! ¡Automóvil depor-tivol, pnariguana! (Risas.) Golfas sexuales, salvajes. Me encantaría eso; [diablos!, ya lo creo.f
Cuando comparamos los estudios de Sennet y Cobb por una parte y el de Terkel por la otra, vemos que los trabajadores parecen tener dos visiones diferentes de la clase alta. Algunos ven a los ricos como moralmente superiores, otros los ven como más libres en términos sensuales. Como quiera que podamos expli-
car esta actitud dual -y sin duda podría hacerlo un freudiano-, la realidad indudable es que la clase trabajadora estadunidense posee escasa autonomía cultural. Mira hacia fuera de su propio medio, y generalmente por encima de él, en busca de modelos de comportamiento discretos. Esto se aplica no sólo a
la cultura de la conducta sino también a la cultura del trabajo mismo. Una de las características notables de la fuerza de trabajo norteamericana del siglo XIX era el hecho de que muchos de sus miembros eran inmigrantes que llegaban con escasa comprensión, y aún menor atracción, de los imperativos y el carácter distintivo del trabajo industrial. Sin embargo, los campesinos, agricultores, artesanos calificados y jornaleros se veían pronto encadenados a nuevos hábitos de trabajo puntual y riguroso, un esfuerzo que requería considerable propaganda de 47
Studs Terkel, Working (Nueva York, 1974), pp. xxiv-xxxv.
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TEORíA E HISTORIA
LA HEGEMONíA CULTURAL DEL CAPITALISMO
parte de las minorías empresariales.t" El éxito de los cabecillas empresariales norteamericanos en disciplinar a una fuerza de trabajo potencialmente recalcitrante y rebelde es una prueba adicional no sólo del poder del capitalismo, sino también de su hegemonía cultural. Lenin fue quizá el primer teórico marxista que percibió que la clase trabajadora estaba mal preparada para destruir la ideología de la clase gobernante; por lo tanto, la "espontaneidad" del proletariado debe ser impulsada por la "conciencia" del partido. Pero fue el italiano Gramsci quien apreció por primera vez cabalmente el poder de las ideas como una fuerza creativa y -lo que es más importante para nuestros fines- conservadora. También Veblen entendió la función estabilizadora de las ideas en una sociedad capitalista. Conforme con su análisis, los elementos animistas y antropomórficos de las ideas impiden que la población piense de manera objetiva y capte la verdadera secuencia causal de los fenómenos naturales. Es característico que la clase gobernante apele a los ideales antes que a los hechos, y estas "propiedades devotas" logran "inducir y conservar cierto reconocimiento habitual de la relación con un superior, y así congelan la sensación actual de posición y lealtad'v" Según Marx, la hegemonía de la clase capitalista era sólo una etapa histórica que se superaría mediante la lucha de la clase trabajadora y la conciencia de clase; para Veblen era ésta una cuestión más compleja, que sugería la supervivencia de rasgos arcaicos y la incapacidad del pensamiento científico moderno para penetrar en la mente de las masas. Pero hay un punto de vista enteramente diferente que debemos considerar: ¿se basaba la deferencia de que disfrutaban las clases capitalistas sólo en el poder y la propaganda, o derivaba de un carácter moral genuinamente distinto que las masas hubiesen reconocido en efecto? Veblen describió el capitalismo como una
oligarquía de poder y una orgía de derroche. En cambio, Max Weber percibió en el capitalismo incipiente algunos elementos de timocracia," forma de gobierno basada en los principios del honor, el deber y la probidad. Tenemos por una parte un retrato del capitalista como una criatura hedonista de deseos insaciables; por la otra, el retrato de un carácter heroico de pasiones controladas. Debemos examinar el estudio que hizo Weber del capitalismo, no sólo porque su análisis histórico proporciona un contraste interesante con el tratamiento de Veblen, sino también porque es posible que la solución de Veblen al problema de la hegemonía capitalista se entienda mejor, desde la perspectiva de Weber, como una mera extensión y aumento del problema mismo.
48 Herbert Gutman, Work. Culture and Society in Industrial America (Nueva York, 1975). 49 Veblen, reo, p. 218.
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* Aunque en español suele denominarse así al gobierno de los ricos, aquí se le da su sentido etimológico: timé, honor, y krates, gobierno.
VEBLEN, WEBER Y EL "EspíRITU DEL CAPITALISMO"
VII, VEBLEN, WEBER Y EL "ESPÍRITU DEL CAPITALISMO"
No HAY DOS TEÓRICOS SOCIALES más opuestos entre sí, por intelecto y temperamento, que Thorstein Veblen y Max Weber. Entre el empirismo radical del norteamericano y el humanismo conservador del alemán corre una falla ideológica tan ancha como profunda. Ninguno de estos intelectuales ejerció influencia alguna en el otro,' y SUS obras difieren tanto en el tono y la tesis, que parece haber escasas bases para una comparación; ¿para qué compararlos entonces? La razón de la comparación es simplemente que ambos pensadores estaban preocupados ~casi diríamos "obsesionados"con el significado histórico de la sociedad industrial contemporánea. También estaban seguros, como hemos visto, de que el futuro del capitalismo moderno sólo podría percibirse si se entendían su surgimiento y desarrollo; y para tal efecto centró Weber su análisis en los Estados Unidos como la encarnación histórica de la "ética protestante", el país donde creció Veblen, para descubrir que el capitalismo no era básicamente ético ni esencialmente cristiano. Una comparación entre Veblen y Weber merece nuestra atención por otras razones. Como contemporáneos que alcanzaron la cima de sus facultades intelectuales en el periodo anterior a la primera Guerra Mundial, respondieron a muchas de las mismas experiencias históricas: el crecimiento económico y la expansión industrial de principios del siglo, la transformación del 1 Weber cita a Veblen dos veces en las notas de referencia de The Protestant Ethic, y describe The Theory ofBusiness Enterpriee como un "libro sugerente". Max Weber, The Protestant Ethic and the Spirit ofCapitalism, traducción al inglés de Ta1cott Parsons (Nueva York, 1958), pp. 258, 275. Veblen no menciona a Weber específicamente, pero se ocupa de la tesis de The Protestant Ettuc. como veremos.
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capitalismo burgués en las formas burocráticas, corporativas de la administración, y la crisis de la primera Guerra Mundial y la revolución bolchevique. Respondiendo a estos sucesos desquiciadores, se ocuparon de problemas notablemente semejantes. A principios de la década 1891-1900, Weber y Veblen escribieron artículos sobre la agricultura, el mercado de valores, el sistema crediticio y el capitalismo financiero. El libro de Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, apareció en forma de ensayo en 1904-1905, cinco años después de la publicación del libro de Veblen Teoría de la clase ociosa; y cinco años más tarde VebIen ofreció su propia interpretación de la religión y el capitalismo en "Christian Morals and the Competitive System". En 1915, cuando Weber estaba meditando y escribiendo con ansiedad sobre el futuro de la Alemania de Hohenzollern, Veblen publicó Imperial Germany and the Industrial Revolution. En 1918, año en que Weber presentó su elocuente protesta contra la supresión de la libertad académica y escribió su importante ensayo sobre la misión de la educación "La ciencia como vocación", Veblen publicó una tesis similar en The Higher Learning in America. Durante este periodo bélico, Veblen y Weber trabajaron también para sus gobiernos respectivos, y ambos escribieron provocativos artículos sobre la Revolución rusa, aunque con perspectivas claramente diferentes. Y después de sus muertes (la de Weber en 1920, la de Veblen en 1929), sus discípulos y admiradores publicaron como libros sus artículos, ricamente estimulantes, que habían permanecido enterrados en revistas especializadas. Sus publicaciones siguieron el curso de los acontecimientos históricos en gran medida porque ambos autores compartían los mismos intereses teóricos. Aunque vivían en culturas políticas diferentes, Weber y Veblen estaban profundamente interesados en los problemas del poder, la legitimidad, la autoridad y la hegemonía personalizada que se manifiestan en el fenómeno del "liderazgo carismático" y de los "capitanes de industria". También se interesaban por los problemas metodológicos de la objetividad científica y del papel crucial de los conocimientos
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tecnológicos en la sociedad moderna, y ambos criticaban a fondo la interpretación marxista de la historia. Por último, Weber exploró los orígenes del capitalismo con profundidad no menor que la de Veblen y Marx, aunque llegó a conclusiones notablemente diferentes acerca de los problemas de la alienación, cosificación, hegemonía y el destino final del "espíritu del capitalismo" en el mundo moderno. Aparte de estos paralelos intelectuales, una razón más poderosa aún para la comparación de Weber con Veblen es el eclipse de este último ante la eminencia del primero en la teoría social norteamericana. Este eclipse se debió en parte a la influencia académica de Talcott Parsons y la escuela sociológica conocida como "funcionalismo estructural" (más adelante volveremos a ocuparnos de este punto). Como ya hemos visto, Parsons equiparó el "instinto del trabajo" de Veblen a la idea de la "vocación" de Weber, con lo cual igualaba una dotación biológica con un imperativo religioso; además, llegó a sostener que la teoría social de Veblen es "esencialmente muy simple" y que "en la obra de Weber puede encontrarse una comprensión muy adecuada de todas las aportaciones reales de Veblen". 2 Parsons confunde aquí afinidad con igualdad. Si pudiera encontrarse alguna analogía, quizá surgiría entre las ideas de Weber sobre el deber filial protestante y la noción de la "inclinación paternal" de Veblen; pero aun tal paralelo puede ser demasiado superficial para sugerir una "comprensión adecuada de todas las aportaciones reales de Veblen".
Marx sostuvo que el capitalismo surgió del derrumbe de la síntesis feudal de la riqueza inmobiliaria y el poder hereditario. Weber rechazó tanto la interpretación tecnológica como la materialista de la historia. Según Weber, las características primordiales del capitalismo no residen en la descripción que hace Veblen de la depredación y el consumo ni en la teoría de la explotación y la plusvalía de Marx. Por el contrario, para Weber el capitalismo es el producto de un tipo único de personalidad que aparece en el escenario histórico en la época de la Reforma. ¿Qué hizo al capitalista tan peculiarmente diferente? No fueron su egoísmo ni su avaricia, rasgos humanos encontrados en las sociedades precapitalistas y personificados en las actividades rapaces de los conquistadores españoles y los piratas ingleses, así como de los aristócratas romanos y los mandarines chinos. El rasgo distintivo de la personalidad capitalista es la intensa disciplina moral comprendida en su actitud hacia el trabajo como una obligación espiritual y un deber social. Según Weber, el capitalismo es menos un impulso codicioso placentero que una devoción sin placer hacia el trabajo arduo como una responsabilidad que lleva en sí misma su remuneración intrínseca. Identifica los principios del capitalismo moderno como sigue:
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MAX WEBER y EL SURGIMIENTO DEL CAPITALISMO
Como hemos visto, Veblen databa el surgimiento del capitalismo en el periodo artesanal de los siglos xv y XVI, mientras que 2 Talcott Parsons, "Introduction"; Max Weber, The Theory ofSocial and Economic Organization (Nueva York, 1947), p. 40; Parsons, The Structure ofSocial Action, 2 vols. (Free Press, Nueva York, 1968), JI, p. 529.
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La ganancia de más y más dinero, combinada con la evitación estricta de todo disfrute espontáneo de la vida, se [...] considera tan puramente como un fin en sí misma que, desde el punto de vista de la felicidad o la utilidad del individuo singular, aparece enteramente trascendental y absolutamente irracional. El hombre está dominado por la producción de dinero, por la adquisición como el fin último de su vida. La adquisición económica ya no se subordina al hombre como el medio para satisfacer sus necesidades materiales. Esta inversión de lo que deberíamos llamar la relación natural, tan irracional desde un punto de vista ingenuo, es evidentemente un principio fundamental del capitalismo y algo extraño para todos los hombres que no se encuentran bajo la influencia capitalista." :l Weber, Protestant Ethic, p. 53; véanse algunos resúmenes útiles de la tesis de Weber en Anthony Gíddens, Capitalism and Modern Social Theory: An Analy-
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Weber y Veblen estaban de acuerdo por lo menos en un punto (sin duda porque ambos recurrieron a Sornbart): que el "espíritu" capitalista encontró expresión en la reorganización eficiente y racional de la producción fundándose en el "cálculo riguroso" (Weber) y la "contabilidad sistemática" (Veblen), En contraste con el "capitalismo aventurero" de épocas anteriores, el capitalismo moderno se basa en la búsqueda racional de la ganancia económica mediante inversiones a largo plazo, mercados organizados de bienes y valores, administración continua de los organismos políticos y actividades empresariales sancionadas por el contrato y otras formas legales. Veblen había reconocido muchos de estos rasgos en la época artesanal, en particular los avances tecnológicos de los modos de producción. Pero en virtud de que consideraba la ciencia como el heraldo del progreso y quería ver en la historia más continuidad que cambio, no exploró Veblen la psicología que se encuentra detrás del movimiento hacia la racionalización ni el significado de las nuevas actitudes del hombre hacia el trabajo y la riqueza, una reorientación de valores que implicaba nada menos que una revolución cultural. La gran aportación de Weber fue el haber ubicado este cambio en una fuente que no examinaron ni Veblen ni Marx: la religión." Sugirió Weber que la nueva actitud hacia el trabajo, surgida en el siglo XVI, estaba conectada con la doctrina luterana de la vocación. En contraste con los ideales monásticos del catolicismo medieval, la doctrina luterana pedía al hombre que sirviera
a Dios y probara su carácter moral en la vida diaria de los asuntos mundanos. Pero aunque la idea de la vocación, tan ajena a la Edad Media y la Antigüedad, daba significado espiritual y moral a las actividades mundanas, la doctrina misma no podía explicar la intensidad y aun la "ansiedad" con que se realizaban tales actividades. Por lo tanto, Weber examinó las creencias del calvinismo, donde encontró no sólo una expresión "ascética" del protestantismo, sino una teologia del terror que parecía explicar el impulso activista del hombre capitalista moderno. En el calvinismo resulta difícil considerar la religión como un "opio" que ofrece el paliativo de una ilusión. Las enseñanzas del calvinismo exaltaban la sabiduría y misericordia infinitas de Dios y achacaban la condición del hombre a un estado de depravación infinita. El hombre no podría comprender jamás los misteriosos procederes de Dios. Ser inescrutable cuyas causas de enojo e ira permanecen impenetrables. Más horrorizante aún era la doctrina calvinista de la predestinación, según la cual se había ordenado en el momento mismo de la creación, en forma irrevocable, el estado de gracia de cada individuo. Weber sostuvo que estas doctrinas deben de haber producido en el hombre una "soledad interior sin precedentes", Ante Dios, el hombre se erguía solo: ni los sacramentos de la Iglesia ni las plegarias del sacerdote podrían interceder ante Dios para ayudar a su salvación. Pero este aislamiento interior del individuo encontró un escape en la doctrina del trabajo. Examinando los escritos pastorales de los teólogos puritanos, descubrió Weber que el calvinismo, a pesar de su prioridad de la fe sobre las obras, había alentado en efecto el esfuerzo mundano sin límites como un recurso para aliviar la ansiedad humana. Aunque en teoría no era posible observar ningún signo exterior de la gracia, las dudas acerca de nuestra condición espiritual podrían interpretarse fácilmente como prueba de una fe imperfecta; por 10 tanto, el individuo podía suponerse como uno de los escogidos y realizar una "intensa actividad mundana" para sostener la necesaria confianza en sí mismo. El esfuerzo económico no ayudaría al hombre a al-
si.'! of the Writings ofMarx, Weber, and Durkheim (Londres, 1971), pp. 119-132; Reinhard Bendix, Max Weber: An Intellectual Portrait (Garden City, Nueva York, 1960), pp. 49-79. 4 Weber sugirió también que el desarrollo de la ciencia y el capitalismo se relacionaban, aunque se trataba más bien de que los capitalistas se apropiaban de las posibilidades técnicas de la ciencia, no de que los descubrimientos científicos originaran el "espíritu" del capitalismo. Veblen presentó una visión diferente del desarrollo del progreso científico. Véase Weber, Protestant Ethic, pp. 13~15, 24, 168, 249; Veblen, POS, pp. 1-55. Véase también R. Hookyaas, "Science and Reformatíon", en S. N. Eisenstadt (comp.j, The Protestant Ethic and Modernization (Nueva York, 1968), pp. 211-239; Y Roberl K Merton, Science, Technology and Society in Seuenteenth Century England (Nueva York, 1970).
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canzar la salvación, pero lo ayudaría a despejar sus dudas acerca de su estatura moral. En otras palabras, el hombre no podía salvarse por el trabajo, pero podía salvarse para el trabajo como un medio de vida ordenado por Dios. "Puedes trabajar para ser rico para Dios -dice Weber, citando a un teólogo puritanomas no para la carne y el pecado." Mientras implicara esfuerzo incesante y ausencia de indulgencia, y se trabajara para Dios antes que para sí mismo, la búsqueda afortunada de la ganancia era el deber del cristiano y también del empresario.v La tesis de Weber planteaba un grave desafío a todo el análisis del capitalismo realizado por Veblen. Debemos yuxtaponer las perspectivas contrastantes, aun a riesgo de llegar a la simplificación. Mientras que Veblen examinaba los desarrollos técnicos de la era artesanal, Weber subrayó los factores espirituales como algo más decisivo que los factores materiales para el desarrollo del capitalismo moderno. Mientras Veblen consideró al capitalismo como una continuación de los hábitos bárbaros de la proeza, Weber dio la "ética" capitalista como una heroica disciplina moral que representaba, por lo menos en sus orígenes, un rompimiento decisivo con el comportamiento depredador de los hombres de las etapas precapitalistas de la historia. y mientras Veblen describía al capitalista como a un ser en busca de posición social y de comodidades, e incluso como a un saboteador industrial, Weber hacía hincapié en la primacía de la conciencia individual y la admonición protestante contra la holgazanería, ociosidad, y el consumo indulgente como algo pecaminoso y espiritualmente condenable. Así pues, Veblen y Weber diferían respecto del origen, naturaleza y significado ético del capitalismo. Erraríamos si consideráramos básicamente políticas estas diferencias, de modo que Veblen fuese el bardo radical de la tecnocracia y Weber el juicioso conservador de la burocracia. Hay aquí más de lo que podría revelar jamás un análisis ideológico.
Por una parte, el teórico social norteamericano y el alemán estaban separados por posturas éticas curiosamente irónicas. Veblen, un satírico que podía creer de algún modo también en el determinismo y la objetividad científica, fustigaba al capitalista en los términos morales más severos, como si la desdichada criatura pudiera considerarse responsable de lo que había forjado. Weber, un humanista angustiado que apreciaba profundamente la libertad y consideraba la mente del individuo como el foco final de la investigación, ofreció una explicación del capitalismo que presentaba al capitalista como alguien inconsciente de las consecuencias de sus propias acciones: tratando de crear una religiosidad ética, produjo una sociedad empresarial. Además, Weber llegó a ser reconocido como uno de los sociólogos más grandes de la era moderna, aunque escribió una interpretación del surgimiento del capitalismo que minimiza el papel de las fuerzas sociales y subraya las preocupaciones espirituales trascendentes; en cambio Veblen, un economista educado en la filosofía y conocedor de la antropología, escribió una interpretación del capitalismo como un fenómeno sociológico susceptible de un análisis funcional estructural de sus componentes culturales. No son menos irónicas sus actitudes hacia el trabajo. Veblen consideraba el "espíritu de trabajo" como un "instinto" natural saludable que promueve los fines de la vida, mientras que Weber consideraba el trabajo como una "irracional" actividad compulsiva que puede distraer nuestra atención de los dolores de la existencia." Esta ironía final se intensifica por el hecho de que refleja dos personalidades enteramente diferentes. Veblen podía componer rapsodias acerca del trabajo porque él eludía las tareas aburridas del esfuerzo físico, parecía singularmente (¡y maravillosamente!) carente de ambición académica, y de hecho era torpe y flojo, de acuerdo con sus contemporáneos. En cambio, Weber parecía considerar su trabajo académico casi como una cuestión de salvación perso-
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Weber, Protestant Ethic, p. 162.
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6 Weber no era de ningún modo un admirador sin restricciones de la ética capitalista del trabajo; véase, por ejemplo, Protestant Ethic, pp. 69-72.
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nal, como si la "ética protestante" brotara oscuramente de su propia Angst alemana. Cuando se le preguntó qué significaban para él sus extenuantes esfuerzos académicos, respondió: "Quiero ver cuánto puedo resistir". 7 No es extraño así que Weber se haya sentido obligado a atribuir al capitalismo una significación moral que no había recibido ni siquiera en las muy visibles manos de Adam Smith. y si bien la interpretación vebleniana de la evolución del capitalismo ha pasado virtualmente inadvertida para los historiadores, la tesis weberiana ha sido el punto focal de la controversia durante tres cuartos de siglo. Algunos estudiosos críticos sostienen que el capitalismo es en realidad más viejo que el protestantismo; otros cuestionan la supuesta caracterización que hace Weber del calvinismo como un credo estático; otros más señalan algunas áreas, tales como Holanda y Renania, como ejemplos que refutan la primacía causal de la ética protestante en la génesis del capitalismo." Más recientemente, los científicos políticos Michael Walzer y Sheldon Wolin han sostenido que Weber trató de conciliar dos temperamentos incompatibles, el calvinista "reprimido" y el capitalista liberado, y que trató de traducir la ansiedad espiritual en actividad económica, cuando en realidad esa condición de ansiedad se sublimó en la reforma política cuando los puritanos intentaron nada menos que la regeneración total del hombre por medios seculares." Es posible que la revaluación más importante, por lo menos desde la perspectiva del argumento de Veblen, haya sido la ofrecida por Werner Sombart. En Luxury and Capitalism (1913) revisó Sombart su tesis anterior acerca del antecedente religioso del "espíritu" capitalista, enunciada en la obra clásica que
influyó en Weber y Veblen, Der Moderne Kapitalismus (902), y sostuvo que el capitalismo representa la transición de una economía de necesidades a una economía de adquisición. El ímpetu de este desarrollo provino de los nouveaux riches cuyas fortunas crecieron en Francia e Inglaterra desde 1600 hasta 1800. Estos nuevos elementos sociales alteraron el clima moral de la época formando alianzas con la nobleza arruinada, cuya posición social trataban de adquirir comprando las costosas pertenencias de esta categoría social. Veblen, quien citó a menudo a Sombart, pudo convenir sin dificultad en que la noción de la adquisición de dinero para salir de la clase propia era ajena a la antigua teoría corporativa feudal y aun a la teología calvinista. También pudo convenir en que el capitalismo derivaba no sólo de los desarrollos técnicos, sino de la "contaminación" de los hábitos adquisidores, originados entre los arribistas, que imitaban al rico ocioso, y luego se dispersaban rápidamente por el resto de la sociedad. Tanto Sombart como Veblen minimizaron así el hincapié marxista en la producción, pues una vez debilitadas las líneas que separan las clases, las energías de la sociedad se dirigen hacia un horizonte de consumo siempre creciente. En este sentido, la sociedad capitalista representa la liberación de tendencias de adquisición en una economía donde la riqueza tiende a considerarse no como una cantidad fija sino como un recurso capaz de expansión infinita. Sin embargo, a pesar de estos puntos de vista comunes, Sombart y Veblen diferían en una premisa esencial: como economista, Sombart consideró "moderno" el comportamiento capitalista; como antropólogo, Veblen lo consideró primitivo. Veblen pudo haber señalado que el excedente económico y aun la abundancia no fueron desconocidos para algunas comunidades primitivas, mientras que las sociedades capitalistas modernas dedicaban sus teorías económicas a la proposición de la escasez, a pesar de su abundancia. lO
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Marianne Weber, Max Weber (Heidelberg, 1950), p. 731. Véanse los diversos ensayos de Proteslantism and Capitalism: The Weber Thesis and Ite Critics, en Robert W. Green (comp.) (Boston, 1959), y de The Protestant Ethic and Modernization. 9 Sheldon Wolin, Politice and Yieicm: Continnity and Innovation in Western Political Thought (Nueva York, 1960), pp. 165-194; Michael Walzer, The Revolution ofthe Saints (Cambridge, 1965). 7
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10 Werner Sombart, Luxury and Caoitalíem. (Arm Arbor, 1967); la introducción informativa que hace Philip Siegelman para esta obra contiene una descripción de la controversia de Sombart y Weber.
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Veblen pudo reconocer su deuda con Sombart, como lo hizo Weber. Pero el científico social norteamericano podía aprender poco de la peculiar interpretación weberiana del capitalismo. La incompatibilidad de los dos autores implica algo más que el empleo de definiciones del capitalismo diferentes. Sus diferencias podrán entenderse mejor mediante un examen de la historia norteamericana.
BEN FRANKLIN y JOHN ADAMS
En el campo de la historia estadunidense, la tesis sistemática de Weber debe ponderarse frente a las impresiones no sistemáticas de Veblen. Esto se justifica en gran medida porque Weber consideraba a los Estados Unidos como el país donde el "espíritu del capitalismo l existió antes que el orden capitalista";l1 y, por supuesto, fuera del contexto norteamericano formó Veblen sus actitudes y percepciones. Sin embargo, debemos señalar de partida que la impresión que tiene Weber del resultado del capitalismo estadunidense no contradice en modo alguno el retrato cáustico que hace Veblen del mismo desarrollo. Weber reconoció que, aunque la religión suministró la visión del mundo que forjó la actividad capitalista, el propio capitalismo, una vez establecido, se sostiene por su propio impulso cuando la religión deja de ser un movimiento y se convierte en una institución. En realidad, en uno de los pasajes finales de La ética protestante encontramos una observación casi vebleniana, en el sentido de que el capitalismo norteamericano ha dejado de ser una ética ferviente de salvación para convertirse en una frívola energía de "deporte":
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había ocurrido en ningún periodo anterior de la historia. Hoy en día se ha escapado de la jaula el espíritu del ascetismo religioso, no sabemos si para siempre. Pero el capitalismo victorioso, puesto que descansa en fundamentos mecánicos, ya no necesita su apoyo. El semblante rosado de su sonriente heredero, la Ilustración, también parece desaparecer irremediablemente, y la idea del deber en nuestra vocación vaga por nuestras vidas como el fantasma de creencias religiosas muertas. Cuando la realización de la vocación no puede relacionarse directamente con los valores espirituales y culturales más altos, o cuando, por otra parte, no necesita sentirse simplemente como una compulsión económica, el individuo abandona en general todo intento de justificación. En el campo de su desarrollo más alto, en los Estados Unidos, la búsqueda de la riqueza, privada de su significado religioso y ético, tiende a asociarse a pasiones puramente mundanas, lo que a menudo le da realmente el carácter de los deportes. 12
Í. ••
Tal vez la interpretación que hace Weber del "victorioso" capitalismo tardío refleje un "desencanto con el mundo" que corresponda al alejamiento melancólico de Veblen, una desilusión con la historia moderna que se volvió más completa con la visita de Weber a los Estados Unidos en 1904 1 3 Pero el tratamiento no crítico que hace Weber de la historia norteamericana antigua, del puritanismo de Nueva Inglaterra en particular, no ha sido bien recibido por los historiadores. Edmund Morgan encuentra ciertas huellas de una "ética protestante" entre los ministros puritanos que veían en la guerra de independencia frente a Inglaterra un recurso para contener el retroceso moral que se sentía profundamente entre el populacho.!" pero otros historiadores coloniales consideran la tesis de Weber enteramente Weber, Protestant Ethic, pp. 181-182. Acerca de la visita de Weber, C. Wright Milis y Hans Gerth escriben (en términos curiosamente veblenianoe): "Una y otra vez, Weber se impresionaba por el desperdicio del capitalismo, en particular el desperdicio de la vida humana": Gerth y Milis, "Introduction", From Max Weber: Essays in Sociology (Nueva York. 1958), p. 15. 14- Edmund S. Morgan, "The Puritan Etbic and the American Revolution", William and Mary Quarterly 24 (1967), pp. 3-43. 12 13
Desde que el ascetismo se puso a remodelar el mundo y a realizar sus ideales en el mundo, los bienes materiales han ganado poder creciente y finalmente inexorable sobre la vida de los hombres como no 11
Weber, Protestant Ethic, p. 55.
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inaceptable o por lo menos necesitada de ciertas modificaciones. Los historiadores intelectuales han señalado que los puritanos estaban educados en una teología "medieval" que restringía la actividad económica y aspiraban a una ética social comunal en que el individualismo mismo era el legado principal de la naturaleza pecaminosa del hombro." Los historiadores económicos consideran que la Nueva Inglaterra colonial se aproximaba más a un sistema mercantilista administrado por el Estado que al "tipo ideal" del capitalismo de Weber como una empresa que busca el beneficio ilimitado y funciona de acuerdo con el cálculo racional. 16 Y los historiadores sociales, siguiendo el consejo metodológico de Weber y escogiendo una colonia como un estudio particular de la "especificación", tienden a reforzar la opinión de los historiadores intelectuales demostrando que los puritanos no sólo pensaban sino que se comportaban de una manera más preocupada por "la vida interna, espiritual, de la comunidad, que por las complejas actividades comerciales de la colonia" .17 Pero cualquiera que sea su especialidad, los historiadores que critican a Weber no han podido ofrecer otra explicación del surgimiento del capitalismo en los Estados Unidos; ni han podido ofrecer otra respuesta al enigma que Weber trató valientemente de explicar en La ética protestante: ¿por qué trabaja tan arduamente el hombre occidental? Parece claro que, aunque el puritanismo de Nueva Inglaterra no mató por completo el "espíritu del capitalismo", tampoco lo alimentó. Habia, como ha observado Bernard Bailyn, un "delicado balance de tensiones en la vida del comerciante piadoso", 15 Perry Miller, The New England Mind: From Colony to Province (Boeton, edición Beacon, 1960, pp. 40-52; Perry Miller y Thomas Johnson, "Introduction", The Puritans, 2 vcls. (Nueva York, 1965),1, pp. 1-79. 16 Gabriel Kolko, "Max Weber on América: Theory and Evidence", History & Theory (1960), pp. 243-260. 17 Rex A. Lucas, "The Weber 'I'hesis: Plymouth Colony", History & Theory 10 (971), pp. 318-346. Véase un análisis excelente de las actitudes coloniales hacia el trabajo y la salud, que llegó a mis manos demasiado tarde para incluirlo en este estudio, en J. E. Crowley, This Shcba, Self The Conceptualization of Economic Life in Eighteenth-Century America (Baltimore, 1974).
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un equilibrio psíquico dividido entre una ética medieval que condenaba el lucro y un "ascetismo mundano" protestante que lo sancionaba; y el surgimiento de la sociedad capitalista sólo pudo ocurrir cuando ese balance se darrumbó.l" Aun concediendo que el capitalismo sólo pudo florecer con la declinación de la misión puritana, todavía no está claro por qué floreció el capitalismo. Los historiadores hablan de la "ambición económica" y la "tentación" de "éxito mundano" como algo que mina el genio comunal del puritanismo. 19 Sin embargo, deseamos saber qué ambiciona el puritano, o el hombre en general, y por qué puede verse tentado por la idea del "éxito", término en sí mismo ambiguo, que supone más de lo que explica. Aun si concedemos que la erosión de la hegemonía puritana liberó al hombre de la carga de la culpa y estimuló el motivo del beneficio todavía debemos encarar el hecho de que en realidad no sabemos casi nada del motivo como tal. El beneficio puede buscarse por diversas razones, Y por un solo motivo puede aspirarse a diversas ambiciones. ¿Concebía el principiante capitalista norteamericano la riqueza como un fin en sí mismo?, o ¿era la adquisición material sólo un medio para obtener alguna otra cosa? Weber trató de resolver este dilema del aparente pluralismo de la intencionalidad. En un esfuerzo por pasar de la explicación a la comprensión, para él el nivel más alto del entendimiento, Weber se interesó profundamente por las causas estructurales que se encuentran detrás de los sucesos históricos. Quería descubrir el significado subjetivo de las acciones de figuras históricas, aunque éstas mismas no hubiesen estado quizá conscientes de los móviles de sus acciones. Y cuando estudió los orígenes del "espíritu" del capitalismo estadunidense, se concentró en las ideas y valores de Ben [jamin] Franklin. El encuentro de Weber con Franklin representa el caso de un inte Bernard Bailyn, "Introduction", The Apologia of Robert Keayne: The SelfPortroit of a Puritan Merchant (Nueva York, 1964), p. xi. . 19 Richard Bushman, From Puritan to Yankee: Ctiaroctcr and the Social Order in Connecticut, 1690-1765 (Cambridge, 1967), pp. ix, 135-143, 188, Y en otros lugares de la obra.
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telectual que encuentra al hombre correcto y descubre el significado errado. Nos vemos tentados a censurar a Weber por tomar la obra de Franklin, Advice to a Young Tradesman, como "el documento característico del espíritu capitalista't.w No hay duda de que Weber tomó las ufanas máximas de Franklin más en serio que el propio Franklin. Y es claro que Weber apenas si podría conciliar con su idea del ascetismo protestante al Franklin que gustaba de los deportes, teatro, alta cocina, licores finos y jóvenes hermosas (en orden inverso con el paso del tiempo). Pero lo lamentable es que Weber parece no haber conocido otro libro de Franklin: Dissertation on Liberty and Necessity, Pleasure and Pain (1725). Aquí podría haber encontrado Weber amplias pruebas del joven psicológicamente ansioso que adoptaría la vida de la actividad incesante para aliviar el temor de la existencia. "La insatisfacción -escribió Franklin a la edad de 19 añosfue la primera Fuente y Causa de toda Acción", y el hombre debe trabajar y esforzarse para liberarse de los tormentos de la inquietud. El placer y el dolor se conectan psicológicamente en el análisis de Franklin: la obtención del placer consiste simplemente en la eliminación del dolor. "El placer lo causa en su totalidad el Dolor l... ] El Placer más alto es sólo la Conciencia de la Liberación del Dolor más profundo... " Es posible que Weber hubiera encontrado en estas sombrías reflexiones no sólo la inquietud nerviosa del empresario atareado, sino también una conexión histórica con la primacía de la mentalidad del dolor que opera como una premisa central en la economía clásica de Adam Smith y Jeremy Bentham." Veamos ahora lo que pensaría Veblen de Franklin. Resulta fructífera la especulación sobre tal encuentro intelectual, no sólo para sugerir que Veblen habría percibido seguramente, en Franklin, actitudes y valores básicos que Weber pasó por alto,
sino también para ampliar la interpretación de la historia norteamericana antigua, más allá de las esferas política, económica y religiosa, para incluir una olvidada dimensión sociológica. Leyendo los ensayos y las reflexiones teóricas de Franklin, quizá Veblen hubiese pensado al principio que había descubierto un temprano camarada intelectual. El Veblen que estaba tan convencido de que la propiedad privada no se crea por el trabajo sino que se toma en la conquista, podría simpatizar sin duda con la teoría de la riqueza de Franklin. "Sólo parecen existir tres conductos para que una nación adquiera riqueza -escribió Franklin-: el primero es la guerra, utilizada por los romanos en el pillaje de sus vecinos conquistados; esto es robo. El segundo es el comercio, que generalmente es engaño. El tercero es la agricultura, el único conducto honesto. "22 Pero el tercer conducto, [oh desgracia!, le habría parecido a Veblen una presunción de la teoría fisiocrática. Veblen escribió sobre la vida agrícola a principios de los años veinte. Presenciando la transformación de la agricultura norteamericana moderna, de las supuestas delicias del cultivo de la tierra a las demandas políticas de paridad, Veblen descartó la agricultura, junto con el capitalismo financiero, como otro intento por "obtener algo a cambio de nada". Mucho tiempo antes de que el historiador Richard Hofstadter revelara las raíces burguesas del populismo, Veblen desempeñó su propio papel en la revelación del "mito agrario".23 Escéptico respecto de las teorías económicas, Veblen se mostraría también ambivalente acerca de Franklin como un modelo del intelecto científico. Sin duda habrían impresionado a Veblen la mente inventiva de Franklin, sus maravillosas facultades de observación, sus experimentos con el calor, electricidad y lentes bifocales, sus composturas de aparatos y su exploración
Marianne Weber. Max Weber, p. 231. 21 Benjamin Franklin, A Dissertation on Liberty & Necessity, Pleasure & Pain (Nueva York, 1930), 20
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22 Citado en Paul K Conkin, Puritans and Pragmatists: Eight Eminent American Thinkers (Nueva York, 1968), p. 106. 2:1 Thorstein Veblen, "The Independent Farmer" y "The Country Town'', en AG, pp. 129-165.
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de las leyes mecánicas de los fenómenos naturales. En efecto, hasta podría considerarse la carrera de Franklin como encarnación de la combinación de actividad tecnológica y deber social, característica del nuevo modo de pensamiento de la era artesanal, la que para Veblen representaba el periodo histórico en que se arraigó por primera vez el capitalismo moderno como una mentalidad mecánica. Pero la decisión de Franklin de convertir toda reflexión teórica en aplicación práctica violaría el principio de la "curiosidad ociosa" de Veblen, que exige una "atención descuidada" de los usos inmediatos del conocimiento científico. Para Veblen, la incapacidad de Franklin para la investigación desinteresada probaría la "contaminación" del instinto del trabajo por una cultura burguesa de la que no podía liberarse. Podemos imaginar a Veblen dedicando a Franklin el epitafio que endilgó Van Wyck Brooks a Mark Twain: un genio en potencia y un fracaso en la realidad. Weber había afirmado que la Pensilvania de Franklin, fundada por los cuáqueros, estaba empapada en el "espíritu capitalista", mientras que algunas áreas, como Virginia, las establecieron estrictamente como proyecto comercial "aventureros capitalistas" y no sectas religiosas. Weber percibió también en la filosofía ética de Franklin el "Alfa y Omega" de la doctrina de la vocación "que su estricto padre calvinista le había inculcado una y otra vez en su juventud", y Weber sostuvo que estas ideas y valores de los escritos de Franklin podían encontrarse en "todas sus obras sin excepción'i.>' Weber exagera cuando toma a Franklin como ejemplo de la energia de la piedad al servicio del capitalismo, y pierde por completo lo que Veblen habría descubierto seguramente: la base social del comportamiento de Franklin, por oposición a su base espiritual. En la obra más franca de Franklin, su Autobiography (1791), no encontramos ningún rasgo de la ansiedad religiosa que en opinión de Weber lleva al hombre a sublimar su aislamiento
interior adoptando la vida de los negocios. Tampoco encontramos en esta obra madura huella alguna de las dudas metafisicas que llevaron al joven autor de la disertación sobre el placer y el dolor a ver una conexión lógica entre la felicidad y el sufrimiento. En efecto, el enfoque instrumentalista de Franklin acerca de la religión, en que las consecuencias y usos sociales de una doctrina predominan sobre cualquier otro criterio de la verdad, está tan desprovisto de todo contenido teológico que aproxima a Franklin más a un pragmatismo alegre que a un calvinismo mórbido. Hay algunos vestigios de moral protestante en el pensamiento y comportamiento de Franklin. Pero resulta revelador el hecho de que Franklin aplicara la noción weberiana del "cálculo racional" no sólo en la realización del trabajo sino también en la persecución de mujeres. Su ingenioso "Consejo para la elección de una amante" se asemeja a las notas de Bentham sobre el muestreo de un burdel, el "cálculo felicífico" aplicado a los "miembros" y "torsos" femeninos, y otros objetos fisiológicos donde se posa el ojo empíríco. (Dos siglos después, Hugh Hefner demostró su profundo sentido de la historia al publicar el ensayo de Franklin en Playboy.) Franklin podía ser excesivamente racional, pero usaba la razón para dar rienda suelta a las emociones, no para reprimirlas. Weber sostuvo que la ética protestante, ejemplificada en Franklin, combinaba la acumulación de más y más dinero con "la evitación estricta de todo disfrute espontáneo de la vida, [y] está sobre todo completamente desprovista de toda dosis eudemonista, ya no digamos hedonista".25 Cuando Franklin redactó una lista de las virtudes, las enumeró una tras otra con una precisión matemática, en un estilo que le viene muy bien a un protestante weberiano; pero la castidad ocupa el número 12 en una lista de 13, y Franklin admitió que podía observar mejor esa virtud durante el día que durante la noche.
~4
Weber, Protestant Ethic, pp. 53-54.
25
Weber, Proteetont Ethic, p. 53.
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El comportamiento de Franklin como sensualista calculador hace estragos en la noción del ascetismo de Weber, y además no encontramos en Franklin ningún indicio de la negativa cuáquera a arrodillarse o inclinarse ante la autoridad secular porque tal veneración sólo le corresponde a Dios. Franklin no puede ser considerado como modelo del "heroico" individualismo burgués que discernía Weber en el capitalismo protestante. Reducido Dios por el deísmo a una vaga primera causa, Franklin respetaba en efecto las manifestaciones seculares de la autoridad, sobre todo en la forma de opinión pública. Nunca ofendería la sensibilidad de los demás: "Me impuse la regla de evitar toda contradicción directa del sentimiento de los demás y toda afirmación positiva del mío".26 Estaba enteramente dispuesto a subordinar la conciencia propia a la conveniencia pública. Es posible que este comportamiento ilustre una de las numerosas tensiones del legado puritano. La dedicación de Franklin al ideal del servicio público guarda cierta semejanza con el ideal puritano del administrador, pero al mismo tiempo viola la teología calvinista. El humanitarismo secular requiere que los actos virtuosos se juzguen a la luz de la utilidad social, mientras que el calvinismo juzga la intención espiritual del actor, la condición del corazón y el plan de Dios para el mundo. En el pensamiento de Franklin se exterioriza y colectiviza el juicio moral individual, reino puritano de la intimidad ética, y en el proceso se equipara al consenso popular. Si la carrera triunfal de Franklin no se basa en la mera búsqueda del beneficio ni en el tormento espiritual interno, ¿dónde se encuentra la explicación causal de sus acciones? Afortunadamente, la Autobiography ofrece un extraordinario análisis interno de los impulsos que inspiraron las diversas actividades de Franklin, así fuese con ironía y burla de sí mismo. Muchos investigadores han señalado los motivos "puritanos" del comportamiento de Franklin, rasgos tales como la frugalidad,
laboriosidad y autocrítica; otros han descubierto que "no gustaba particularmente del trabajo duro" y que, aunque se oponía a la importación de lujos europeos, quería multiplicar las comodidades de la vida norteamericana.é? Pero la fuerza motiva fundamental de Franklin, tan fuerte que lo impulsa a sumar a su lista de virtudes el principio de la "humildad" para contrarrestarla, es la idea claramente anticristiana del orgullo. "En realidad, quizá no haya ninguna pasión natural tan dificil de controlar como el orgullo: lo disfrazamos, lo combatimos, lo aplastamos, lo congelamos, lo mortificamos tanto como queremos, pero sigue vivo y de vez en cuando asomará la cabeza." A pesar de sus protestas, Franklin disfruta en realidad su ego tan fuerte, y aun llega a dar gracias a su Creador por haberlo bendecido con una pasión tan práctica:
~¡;
Benjamin Franklin, Autobiography (Berkeley, 1930), p. 112.
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La mayoría de la gente abomina de la vanidad en otros [... ] pero yo la acojo bien dondequiera que la encuentro, pues estoy persuadido de que a menudo es buena para el poseedor [... ] Por lo tanto [... ] no sería del todo absurdo que un hombre diera gracias a Dios por su vanidad entre las otras comodidades de la vida.
Tales pensamientos habrían parecido sin duda "absurdos" a Jonathan Edwards. Pero lo importante es que la pasión del orgullo no se expresaba en Franklin como una afirmación arrogante de superioridad, sino en un sensible instinto de conformidad. "Para asegurar mi crédito y carácter como comerciante, me cuidé no sólo de ser en realidad industrioso y frugal, sino también de evitar toda apariencia de lo contrario." Era socialmente importante, nos dice Franklin, que no se le viera cargando libros y que evitara ir de pesca o a cazar, actividades "disolutas" que indicarían que no trabajaba arduamente. Franklin 27 Paul W. Connor, Poor Richard's Politiks: Benjamin Franklin and Hi.s New American Order (Nueva York, 1965), pp. 43-46; sobre las opiniones de Franklin acerca del lujo y el consumo, véase la carta de Franklin a Benjamín Vaughn, 26 de julio de 1784, en Adrienne Koch (comp.), The American Enlightenment (Nueva York, 1965), pp. 100-104.
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deseaba ser "estimado como un joven industrioso y emprendedor", y estaba dispuesto a manipular debidamente las apariencias, pues advertía la necesidad de mantener una imagen respetable y de ajustar su comportamiento a las esperanzas de la comunidad. En consecuencia, los rasgos secundaríos que achacó a las fuerzas motivas humanas, la avaricia y ambición, cedían su lugar al impulso primario de posición social y prestigio. El orgullo significaba para Franklin la autoestima y el deseo de alabanza y admiración; y sintiendo este instinto tan hondo en su alma, creía que era una característica universal: "Casi todo hombre tiene un fuerte deseo natural de ser valorado y estimado por el resto de su especie". 28 Las reflexiones de Franklin sobre el orgullo y el deseo de aprobación apenas si son peculiares del pensamiento de la Ilustración, y de hecho representan una corriente intelectual importante en la propia revolución estadunidense. Los padres fundadores creían firmemente en el poderoso papel que desempeña la posición social en el orden de la sociedad, y aunque reconocieron que la revolución cambiaría el flujo del poder político, supusieron que la autoridad social, bajo la forma de un liderazgo deferente, seguiría siendo una característica. Ni siquiera la doctrina de la igualdad llevaba consigo algunas implicaciones de nivelación social. En la nueva república, los revolucionarios no tenían ninguna intención de destruir las gradaciones de la jerarquía social, y muchos consideraban estas gradaciones como parte de una estructura social inevitable que reflejaba las distinciones "naturales" entre los hombres.s'' Aunque a Veblen le parecerían tales distinciones una cuestión de convención, y no de naturaleza, también estaría de acuerdo en muchas de las ideas de los padres fundadores. Toda interpretación vebleniana de la historia norteamericana antigua
debe iniciarse con John Adama, estadista y filósofo que apreció con gran agudeza la medida en que la "pasión por la distinción" gobierna las acciones humanas. El austero Adams, quien consideraba las escapadas a París de Franklin como un ejemplo de "discipación [sic]" continua't.s? puede ser considerado a su vez como un representante muy auténtico del legado puritano. En Discourses on Davila (1792), una reflexión sobre la psicología social que presagia La clase ociosa, sostiene Adams que "la gran pasión domioante del alma" es la "emulación", a la que llamó "el amor de la alabanza" y "el deseo de la atención, consideración y congratulación de los demás". Adams concede a la emulación una posición tan fundamental como el instinto sexual de Freud. "El deseo de estimación es una necesidad natural tan real como el hambre, y la indiferencia y el desprecio de los demás es un dolor tan agudo como el de la gota y los cálculos." La aprobación emuladora es el deseo oculto de todo hombre "de ser observado, considerado, estimado, alabado, amado y admirado por sus semejantes". Se manifiesta en varias formas. Una es simplemente el deseo de "atención" a toda costa, el logro vebleniano de la posición social, así sea mediante vicios y crimenes notorios, la celebridad de las grandes hazañas. Sin embargo, la mayoría
28 Franklin, Autabingraphy, pp. 4, 82, 113; The Writings ofBenjamin Franklin, edición al cuidado de A. H. 8myth, la vols. (Nueva York, 1905-1907), n, p. 108. 29 Gordon Wood, The Creatian ofthe American Republic, 1776-1787 (Chapel Hill, 1969).
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no busca la distinción mediante los vicios o virtudes, sino por los medios que tengan mayores probabilidades de alcanzarla, de acuerdo con el sentido común y la experiencia consuetudinaria: por la riqueza, los registros familiares, el juego y otros logros personales frívolos. Pero hay algunos, muy pocos, que buscan algo más. Aspiran a la aprobación tanto como a la atención; a la estimación tanto como a la consideración; a la admiración tanto como a la gratitud y congratulación. En efecto, la admiración es la idea completa de aprobación, congratulación y asombro combinados.i'!
* Para entender el sic del autor, hemos puesto la misma falta: en inglés dice discipation, siendo lo correcto dissipatinn. 30 Diary and Autobiography nf John Adams, en L. H. Butterfield (comp.), 4 vals. (Cambridge, 1961), IV, pp. 118-119. 31 The Political Writings al John Adams, en George A. Peek (comp.) (Indianépolis, 1954), pp. 175-194.
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Aunque Adams y Veblen compartían una psicología similar del estímulo, diferían respecto de las implicaciones políticas y éticas de la tendencia del hombre a la emulación y el deseo de aprobación. Veblen creía que ambos rasgos tienen su origen en la actividad laboral del hombre primitivo, la que generó el impulso por la "comparación odiosa" o maliciosa, mentalidad enajenante que a su vez sancionó el advenimiento de la propiedad privada y la estratificación de clases. Adams no podía concebir el "instinto del trabajo" como un don natural, de modo que consideraba la emulación como una fuerza necesaria, civilizadora. "La indolencia es el carácter natural del hombre -escribió Adams- a tal grado, que nada, a excepción de las necesidades del hambre, sed y otros deseos igualmente apremiantes, puede moverlo a actuar, hasta que se introduce la educación en las sociedades civilizadas, y se establecen en las mentes de todos los hombres los más fuertes motivos de la ambición de sobresalir en las artes, oficios y profesiones. Mientras no se introduce esta emulación, el perezoso salvaje estima tan poco la propiedad que no se molesta en su conservación o adquisición ... "32 Pero Adams estaba más cerca de Veblen que de Hamilton en su convicción de que no debía confiarse en la aristocracia, porque la riqueza, en lugar de iluminar y elevar, corrompe al pobre y lo aleja de la ética de la producción y el ahorro, trabajo y capital, y anuncia una vida de ocio y lujo. Tenemos en Adams a un escéptico poscalvinista que advirtió que la "ética protestante" ya no podía constituir una base confiable para la construcción de las instituciones políticas. Incapaz de creer en la competencia del hombre para la autonegación, Adams aceptaba plenamente la premisa del Federalist, según la cual la democracia sólo podrá impedir la tiranía si todas las clases, tanto los ricos como los pobres, se reprimen mediante controles externos. Adams también compartiría la convicción de Veblen de que el hombre es algo más que un homo economicus. En efecto, la idea
dellwmo sociologicus impregnaba gran parte del pensamiento de la Ilustración, sobre todo en documentos como la Autobiography de Franklin, donde el elusivo autor creaba deliberadamente, al estilo típico del siglo XVIII, un yo polifacético. El egotismo y la vanidad humanos preocupaban a philosophes como Rousseau y Diderot; y, como hemos visto, algunos autores británicos como Locke, Hobbes, Adam Smith y John Millar achacaban la ambición y avaricia a la naturaleza social del hombre. En vista de este cuerpo de historia intelectual, resulta sorprendente que los conceptos de "posición social", "papel social" y "grupo de referencia" ~para utilizar la terminología contemporánea- aparezcan raras veces en el pensamiento económico del siglo XIX y reciban ahora escasa consideración entre los intelectuales marxistas. Por ejemplo, el filósofo político e, B. Macpherson ha sostenido que fue el surgimiento de la economía de mercado lo que emancipó al hombre de los lazos comunales tradicionales y así introdujo el impulso de la ambición social y el "individualismo posesivo" en la vida moderna. Sin embargo, como lo sabía bien Veblen, una sensibilidad por la reputación y una "propensión" a poseer caracterizaban las formas más antiguas de la sociedad. En efecto, como ha demostrado recientemente Albert Hirschman, los diversos argumentos políticos que originaron la ideología capitalista sólo prometían "domar" las antiguas ''pasiones'' aristocráticas -honor, gloria, el amor al poder, etc.volviéndolas sensibles al cuidado, más razonable e inocuo, de los intereses económicos.s" En los términos de Veblen, la "comparación odiosa" subrayaba la disputa por el "honor" en la época feudal; y si la "emulación" es el objetivo final de la avaricia, como observó Adam Smith, la necesidad social de aprobación une psicológicamente al hombre burgués a sus antepasados primitivos. Dicho sucintamente: el orgullo aparece antes que el capitalismo,
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The Political Writings ... , pp. 148-149.
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aa C. B. Macpherson, The Political Theory cfPossessive lndividualism (Nueva York, 1962), pp. 31-46; Albert O. Hirschman, The Passions and the lnterests: Political Arguments [or Capitalism befare its Triumph (Princeton, 1977),
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Rousseau creía que el orgullo había separado a los salvajes inocentes, quienes eran "ajenos a la vanidad", del hombre civilizado, l'homme sociable, que se obsesiona con el amour-propre. Veblen podía aceptar esta distinción, aunque no estaría de acuerdo con su presunto origen: Rousseau pensaba que el orgullo nace de la tendencia del hombre a compararse con los demás (la [ureur de se distinguer) en cuanto abandona su aislamiento y pasa a depender económicamente de otros; para Veblen, en cambio, las "distinciones envidiosas" no surgen del esfuerzo comunal, sino de la división del trabajo y el ocio, que marca la transición del salvajismo pacífico a la etapa bárbara de la hazaña y depredación. Como quiera que traten de explicar los teóricos sociales el "pecado original" del orgullo sin recurrir a la paradoja cristiana, fue John Adams quien percibió claramente sus implicaciones para una sociedad democrática. En sus debates con Jefferson sobre la igualdad y la aristocracia, Adams aclaró los diversos significados y la importancia política de la emulación. Jefferson había convenido con Adams en que una aristocracia podía fundarse, aun en los Estados Unidos, basándose en la definición de Adams de un aristócrata como una persona que tiene capacidad para "controlar dos votos, uno aparte del propio, o para influir en ellos". Pero Jefferson sostuvo que una aristocracia sólo puede ser "natural" cuando el poder del aristócrata deriva de talentos o virtud. A esta fantasía de la Ilustración, Adams sólo replicó que "la educación, Riqueza, Fuerza, Belleza, Estatura, Nacimiento, Matrimonio, los Atributos y Movimientos graciosos, el Porte, Aire, Tez, Fisonomía" también son talentos, y algunos de ellos más "naturales" que la apreciación de la virtud convencional que hacía Jefferson. La clave del concepto que tenía Adams de la aristocracia es la "influencia", y algunas personas la poseen en mucho mayor grado que otras, independientemente de que la merezcan o no por razones morales o intelectuales.e!
La comparación de Adams con Veblen resulta muy fructífera en virtud de su interés común por el papel de la influencia. Ambos pensadores sentían que, en una república o en una sociedad democrática, el fenómeno del poder cedería ante el fenómeno de la influencia, la capacidad para persuadir por la tendencia a la emulación. Adams estaba convencido de que la capacidad para ganarse el respeto de los demás e influir así en sus actitudes se debe a diversas cualidades ganadas, y aun a los accidentes genéticos no ganados o a las fortunas ambientales entre los hombres. También estaba convencido de que la emulación estimula a los hombres a aspirar a altas posiciones, porque impulsa al individuo una necesidad básica de sentirse a sí mismo, de mostrarse y ser reconocido por lo menos como igual a los demás, si no es que superior. Pero en la época de Adams, en contraste con la de Veblen, podía presumirse que este deseo de poder social se realizaría gracias a ciertas cualidades, atributos o talentos que tuviera el propio individuo. Para mediados del siglo XIX, la época de Marx y el socialismo, las características enumeradas por Adams parecían haberse reducido a un solo criterio en cuanto los Estados Unidos pasaron de una república semiaristocrática a una democracia de masas. Algunos hombres podían disfrutar todavía de la posición de aristócrata tal como la había definido Adams; pero ahora el poder de mando residía sólo en el dinero, no como un fin en sí mismo, sino como un instrumento de emulación, un medio para imponer nuestra voluntad a través del acto de la compra y alcanzar una posición social mediante la economía. El dinero puede comprar lo que Jefferson esperaba que sólo la virtud y el talento pudieran alcanzar. Adams y Jefferson murieron dos decenios antes de que Marx escribiera sus Manuscritos económicos y filosóficos, pero podemos imaginarlos apoyando la protesta de Marx contra el influjo corruptor del dinero en la vida social:
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Adams a .Iefferson, 15 de noviembre de 1813, en American Enliehtenment.
pp. 218-219.
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Lo que el dinero puede crear para mí, aquello por lo que puedo pagar (es decir, lo que el dinero pueda comprar), eso es lo que soy yo, el
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poseedor del dinero. La extensión del poder del dinero es la extensión de mi poder. Las propiedades del dinero son las propiedades y los poderes esenciales míos, su poseedor. Por lo tanto, lo que soy y lo que sea capaz de hacer no está determinado en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprar la mujer más hermosa; por lo tanto, no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su poder de repulsión, lo destruye el dinero. De acuerdo con mi naturaleza individual' soy un inválido, pero el dinero me da veinte piernas; por consiguiente, no soy inválido. Soy malvado, deshonesto, inescrupuloso, estúpido; pero la gente honra el dinero, y por ende también a su poseedor. El dinero es el bien más alto; por lo tanto, su poseedor es bueno. Además, el dinero me ahorra la molestia de ser deshonesto; así pues, se presume que soy honesto. Soy estúpido, pero el dinero es la mente real de todas las cosas: ¿cómo puede entonces carecer de mente su poseedor'P''
La gente honra el dinero, y por ende a su poseedor. Marx creía que tales actitudes de "falsa conciencia" desaparecerían ante el poder inexorable de la historia. Veblen consideró la adoración del dinero como una forma de alienación social profundamente arraigada en la naturaleza emuladora del hombre, un fenómeno que tiene su origen en el respeto del hombre primitivo por el poder y el éxito. Tocqueville discernió otra dimensión en el fenómeno, y sus reflexiones sobre los Estados Unidos en la época de Jackson hacen ver por qué el "espíritu" del capitalismo murió antes de nacer.
TOCQUEVILLE. RIQUEZA y ENVIDIA EN LOS ESTADOS UNIDOS DURANTE LA PRESIDENCIA DE JACKSON
Al discutir el papel que Veblen había asignado a los ingenieros, Daniel Bel! sugiere que Veblen debe ser considerado entre los teóricos "elitistas" como Saint-Simon, tecnócratas que darían 35 Karl Marx, Economic and Philosophical Manuscripts of 1844, traducción al inglés de Martin Milligan (Moscú, sin fecha), pp. 136-138.
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el poder sólo a quienes estuvieran conectados directamente con la producción de bienes." Esta apreciación debe tomarse con reservas. Si las prescripciones de Veblen implican un elitismo radical, también indican un igualitarismo liberal y quizá hasta conservador. Porque cuanto más examinamosla distinción que hace Veblen entre los empleos industriales y los monetarios, más regresamos a los grandes conflictos sociales de los Estados Unidos en la época de .Iackson. En los Estados Unidos -anunció el presidente Jackson en su resonante mensaje de veto a la ley bancaria-, la "gente verdadera", la que se dedica a "la actividad sobria de la industria honesta", es la vedadera conservadora. Jakson señaló a los plantadores y granjeros, mecánicos y jornaleros, como "el hueso y el músculo del país", los "hombres comunes", que se encuentran a merced del "poder del dinero".37 Como lo indica la ideología jacksoniana, la queja de Veblen contra la riqueza no derivada del trabajo tenía raíces profundas en el sistema de valores norteamericano. Esa base de valuación se vio amenazada a principios del siglo XIX cuando los Estados Unidos entraron en la era de actividad bancaria e industrialización manufacturera en pequeña escala, tras de la guerra de 1812, y luego se lanzaron a la industrialización en gran escala después de la Guerra Civil. Los alineamientos políticos reflejan el destino de la filosofía moral de los trabajadores norteamericanos. La ideología de Jefferson, de trabajo y buena administración, encontró una plataforma primero en el partido republicano y luego en la democracia jacksoniana, ambos absorbidos o derrotados en última instancia por el Partido Whig y el capitalismo comercial en la elección de 1840. Con el triunfo de los whigs, las ideas de Locke se convirtieron en la ideología central de la vida política nortearnericana.i" Y Locke, como hemos 36 Daniel Bell, "Introduction", The Engineers and the Price System (Nueva York, 1963), pp. 31-32. 37 Citado en Marvin Meyers, The Jacksonian Persuasion: Politics and Belief (Nueva York, edición Vintage, 1960), pp. 18-23. 38 Louis Harz, The Liberal Tradition in Americe (Nueva York, 1955), pp. 89142.
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visto, hizo del dinero la piedra de toque del valor, el vehículo que podría conservar el valor de los artículos, aun a costa del valor del trabajo. El argumento de La ética protestante descansa en el supuesto de que una personalidad completamente nueva, inspirada en el "carácter metodológico del ascetismo mundano", forjó el ascenso del capitalismo como una consecuencia no deliberada de la búsqueda religiosa de salvación..19 Este supuesto sólo ahonda la paradoja. Pues en la economía monetaria del capitalismo, como señaló Georg Simmel en Philosophie des Geldes, y como reconoció implícitamente el propio Weber, ya no existe ninguna relación directa entre la personalidad moral de quienes ganan dinero y la de quienes sólo llegan a poseerlo, entre la ética del trabajo y la posición social de la riqueza.s'' Podría decirse que Weber estaba tratando de explicar la formación del capitalismo, no su función, y que estaría de acuerdo con Veblen (y con Simmel) en que, una vez que surge el capitalismo, es el medio social, y no la religión, lo que gobierna el comportamiento económico de los individuos. Sin embargo, esta explicación no puede aplicarse a los Estados Unidos porque, como hemos visto, el capitalismo sólo surgió tras el derrumbe del puritanismo. Lo que necesita explicación no es tanto el surgimiento del "espíritu" capitalista, sino la hegemonía de la sociedad capitalista, el que se haya impregnado toda una cultura en los valores de la oportunidad y la empresa. Nuestro análisis debe pasar del puritanismo, Franklin y Adams, a la boyante era de la democracia jacksoniana. Esa posición "honorífica" del dinero, que Marx consideró la característica fraudulenta de la sociedad burguesa del siglo XIX en general, era para Tocqueville 10 que después fue para Veblen: la característica frenética de la sociedad norteamericana en particular. Perturbado por sus propias observaciones, Tocqueville se preguntó acerca del hombre jacksoniano lo que 39 40
Weber, Protestant Ethic, p. 37. The Sociology of Georg Simmel, pp. 293-294.
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Weber se había preguntado acerca del capitalista: "Por qué son tan inquietos los estadunidenses en medio de su prosperidad", es el título de uno de los capítulos del libro de Tocqueville Democracy in America. 'Ioequeville Y muchos otros europeos que viajaron por los Estados Unidos veían a los norteamericanos obsesionados por una búsqueda febril de riqueza, "el atajo hacia la felicidad". Pero la búsqueda cobró su precio en agitación psíquica. "En ningún otro país vemos las caras de la gente surcadas con líneas de preocupación tan duras -escribió un viajero británico-; el trabajo y la preocupación acaban con el corazón de la gente." Tocqueville no pensó que esta "intranquilidad secreta" derivara de la soledad interior y ansiedad espiritual de la gente que Weber consideraba como el motor incansable de la personalidad capitalista. Por el contrario, Tocqueville ubicaba la fuente del hambre de adquisición en la propia proposición de igualdad, una proposición de la sociedad de masas que, como señalaría Durheim medio siglo después, vuelve infinitos los deseos humanos y lanza al hombre a una búsqueda de felicidad desprovista de alegría. Pero los norteamericanos, al revés de los franceses -observa Tocqueville, anticipándose curiosamente a la tesis de Durheim-, no se "suicidan" de resultas de la insatisfacción que seguirá inevitablemente a la mera gratificación física del consumo; sino que continúan tras el sueño de la igualdad social por medios económicos, ignorantes de que "aun si alcanzaran desgraciadamente esa igualdad absoluta y completa de la posición, subsistiría la desigualdad de las mentes; la cual proviniendo directamente de Dios, escapará eternamente de las leyes del hombre". Las observaciones de Tocqueville son punzantes, proféticas: En las naciones democráticas, los hombres alcanzan con facilidad cierta igualdad de condición, pero nunca pueden alcanzar tanto coma desean. La igualdad los elude perpetuamente, pero no se oculta de su vista, y al retirarse los atrae. A cada momento piensan que están a punto de alcanzarla; a cada momento se les escapa. Están tan cerca que pueden ver sus encantos, pero demasiado alejados
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para disfrutarlos; y antes de que puedan disfrutar plenamente sus delicias, mueren.O
Según Tocqueville, las ilusiones de la igualdad eran el resultado directo de la estructura social norteamericana. Una sociedad fluida, amorfa, hace que se compita por la realización y, lo que no es menos importante, por los símbolos de la posición social y el éxito económico. Paradójicamente, la apertura del orden social, en lugar de nutrir la diversidad e individualidad, maximiza la competencia entre los individuos, y así -como sabían bien Thoreau y los trascendentalistas- intensifica las incertidumbres de la posición y las presiones de la conformidad. Tocqueville discernía en la sociedad capitalista la misma soledad interior del individuo que vislumbró Weber, pero tal condición significaba un aislamiento social, no espiritual: Cuando el habitante de un país democrático se compara individualmente con todos los que lo rodean, siente con orgullo que es igual a cualquiera de ellos; pero cuando examina a la totalidad de sus se. mejantes y se confronta con un cuerpo tan enorme, se siente aplastado de inmediato por el sentimiento de su propia insignificancia y debilidad. La misma igualdad que lo vuelve independiente de cada uno de sus conciudadanos, tomados individualmente, lo deja solo y desprotegido ante la influencia del mayor número. Por lo tanto, en un pueblo democrático tiene el público un poder singular, que las naciones aristocráticas no pueden concebir; porque no persuade a otros de sus beneficios, sino que los impone y hace que impregnen el pensamiento de cada uno mediante una especie de enorme presión de la mente de todos sobre la inteligencia indívídual.O
El argumento de Tocqueville en el sentido de que la sociedad configura y moldea al individuo no aclara cuáles son las fuerzas que configuran a la sociedad misma. Resulta entendible que no pudiese encontrar una aristocracia que funcionara en los Esta41 Alexis de Tocqueville, Democracy in America, 2 vals. (Vintage, Nueva York, 1945), n, p. 147. [Hay edición del ~·CE.] 42 Ibid., r, p. 11.
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dos Unidos como lo hacía en el Viejo Mundo. Después de todo, Tocqueville estaba escribiendo acerca de los Estados Unidos y las promesas de libertad, mientras pensaba en Francia y las tiranías del ancien regime.v' Si consideramos la aristocracia en el sentido de Adams y Veblen, como la capacidad para obtener 43 Debe admitirse que Tocqueville advirtió en la sociedad estadunidense muchos rasgos en que no reparó Veblen. Así ocurre en el caso del indio norteamericano. Mientras que Veblen tenía considerables conocimientos antropológicos acerca de los indios del sudoeste y de la costa del Pacífico norte, de modo que podía citar a los indios pueblos y a los esquimales como ejemplos de la vida tribual comunal pacífica, Tocqueville se concentró en los indios del nordeste, donde encontró una cultura marcial semejante a la de los "hábitos bárbaros" del feudalismo europeo. Veblen desconocía la cultura guerrera de los indios de las Planicies y de los iroqueses del nordeste. Pero lo irónico es que Veblen creía que el barbarismo agresivo de la clase ociosa triunfa de ordinario sobre las poblaciones pacíficas, sedentarias, mientras que Tocqueville creía que los indios dedicados primordialmente a la guerra y la caza, que despreciaban el trabajo, correrían la suerte de la aristocracia europea. Al revés de lo que ocurre con el esclavo negro, cuya propia condición lo obliga a aceptar la ética del trabajo, el indio está condenado a la extinción a causa del "orgullo" cultural.
Los nativos de Norteamérica consideran el trabajo no sólo como un mal, sino también como una desgracia, y su orgullo lucha contra la civilización casi tan obstinadamente como su pereza. Ningún indio en su choza de cortezas será tan desdichado que no albergue una concepción orgullosa de su valor personal; considera los afanes de la industria ocupaciones degradantes; compara al cultivador con el buey que ara un surco, y considera todos nuestros oficios simplemente como trabajo de esclavos. Es cierto que se ha formado una opinión muy elevada del poder y la inteligencia del hombre blanco; pero mientras que admira los resultados de nuestros esfuerzos, se burla de los medios utilizados para alcanzarlos; y aunque admite nuestra ascendencia, se considera nuestro superior. Cree que sólo la caza y la guerra son dignos del hombre. Por lo tanto, el indio, en las miserables profundidades de sus bosques, acaricia las mismas ideas y opiniones que el noble medieval en su castillo, y sólo necesita convertirse en un conquistador para completar la semejanza. Resulta curioso que los antiguos prejuicios de Europa no reaparezcan entre la población europea de las costas, sino en los bosques del Nuevo Mundo (Democracy in America, l, pp. 327-328). Las diferencias entre Tocqueville y Veblen van más allá de los indios y otros habitantes norteamericanos. Con respecto al tema de la religión, por ejemplo, Tocqueville se adelanta a Weber cuando observa que las naciones religiosas han alcanzado con frecuencia grandes progresos industriales porque los pueblos llenos de fe "trabajan tanto en favor de la felicidad en este mundo como de la gloria en el próximo" (íbíd., 1, p. 547). Una comparación de Tocqueville con Veblen puede producir tantas ideas valiosas como la comparación de Weber con Veblen. (En la nota siguiente se examina un ejemplo de las perspectivas opuestas.) Por supuesto, la diferencia reside en que Weber, Veblen y Marx dieron prioridad a la realidad capitalista, mientras que Tocqueville subrayó la realidad de la democracia y la ideología de la igualdad y libertad.
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atención y ejercer influencia, podemos observar un fuerte elemento aristocrático que funcionaba en los Estados Unidos como una plutocracia mucho tiempo antes del surgimiento pleno del capitalismo industrial.w Los historiadores sociales están descubriendo ahora las enormes concentraciones de riqueza en manos de un núcleo de familias, minorías culturales que disfrutaban de hegemonía social en la época jacksoniana, y un investigador ha llegado a interpretar la institución de la esclavitud como
una forma de "consumo conspicuo"." Estas minorías de la "era del hombre común" llevaban un estilo de vida de semiocio, vivían en casas extravagantes, asistían a óperas y bailes elegantes, tenían sirvientes bien vestidos y coches brillantes, "casas de campo", bibliotecas privadas, se daban a la hospitalidad derrochadora de una féte champétre y otros gastos extravagantes que un rico filadelfiano describió como el "millonarismo de la aristocracia del dinero".46 Numerosos críticos sociales contemporáneos, algunos tan políticamente diversos como James Fenimore Cooper y Orestes Brownson, lamentaron la influencia nociva que ejercía la nueva "aristocracia" norteamericana, y los reformadores morales escribieron acerca de los peligros de "la Riqueza y la Envidia"."? William Gouge, editor, economista político y teórico prominente de los demócratas jacksonianos, describió la atracción del dinero en términos que Adams y Veblen podrían entender:
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44 Tocqueville considera esta posibilidad en su capítulo titulado "How an Aristocracy may be Created by Industry". La división del trabajo, observa Tocquevi.lle, conduce a la división de clases sociales. Pero mientras que este principio económico reduce la conciencia de la clase trabajadora a medida que el trabajo se vuelve más repetitivo y aburrido en proporción a su especialización, se consolida la posición e inteligencia de la clase capitalista. El empresario triunfante debe ampliar su conocimiento de la ciencia y la sociedad para conducir su negocio con "visión". A medida que continúa el proceso de industrialización, el patrón se asemeja más y más al "administrador de un gran imperio", mientras que el trabajador se ve reducido cada vez más a la condición de un "bruto". Por lo tanto, parece al principio que puede surgir una aristocracia del "seno de la democracia". Pero Tocqueville rechaza esta probabilidad. En primer lugar, en los Estados Unidos no podría perpetuarse jamás una aristocracia, no sólo porque la naturaleza del capitalismo competidor vuelve permanentemente insegura la posición del empresario, sino también porque los ricos no comparten un "espíritu corporativo" ni lazos orgánicos con las instituciones establecidas. Además, la naturaleza dinámica y difusa del capitalismo es tal que los norteamericanos ricos no ejercen ningún control paternal sobre las poblaciones subyacentes. "Entre el trabajador y el patrón hay relaciones frecuentes, pero no una asociación verdadera." Por último -y Tocqueville desarrolla este argumento en su extenso capítulo titulado "Concerning Honor in the United States and Democratic Societies"-, el código aristocrático nunca podrá nutrirse en la sociedad norteamericana. En la Europa feudal, la nobleza alababa la generosidad y liberalidad como una responsabilidad social, el valor militar como la virtud más alta y la lealtad personal hacia los superiores como la esencia de la obligación política. En cambio, en los Estados Unidos se invierten las categorías de virtudes y vicios: en esta sociedad móvil, donde todos se están formando, no se impone ningún estigma a la avaricia y la codicia. "Para desmontar, cultivar y transformar el enorme continente deshabitado que les pertenece, los norteamericanos necesitan el apoyo constante de una pasión movilizadora; esa pasión sólo puede ser el amor a la riqueza" (ibíd., 1, pp. 555-558, 616-627). Tal vez la educación aristocrática del propio Tocqueville le haya impedido advertir que el dinero puede significar poder e influencia en una sociedad democrática tanto como el valor militar, que su posesión y ostentación puede ser el conducto para el rango social tanto como los títulos de nobleza, y que en efecto la invocación de la ética del trabajo laborioso sólo puede indicar lo que John Adams temía y Veblen confirmó: que con la riqueza y el lujo resurgirían los antiguos valores de la clase ociosa del pasado.
Para algunos hombres, el amor por la riqueza parece ser una pasión ciega. La urraca que esconde cucharas de plata en su nido parece actuar con tanta reflexión como ellos cuando apilan un costal de dinero sobre otro. No piensan en ningún objetivo aparte de la acumulación. Pero en la mayoría de los hombres parece subordinarse el deseo de grandes riquezas al amor por el gran poder y distinción. Éste es el fin, aquél es el medio. Quieren casas hermosas, espléndidos equipajes y grandes posesiones, menos por la gratificación física que brindan que por la distinción que confieren y el poder que otorgan. Algunos ambicionan tanto que se les incluya entre los hombres más ricos, como otros desean ser equiparados a los grandes guerreros, poetas o filósofos.é" 45 Alan Tully, "Patterns of Slaveholding in Colonial Pennsylvania", Journal ofSocial History 6 (1973), pp. 284-305. 46 Edward Pessen, "The Egalitarian Myth and the American Social Reality: Wealth, Mobility, and Equality in the 'Era ofthe Common Man' ", American Hietorical Reuiew 76 (1971), pp. 989-1034. 47 Edwin C. Rozwenc (comp.), Ideology and Power in the Age of Jackson (Garden City, Nueva York, 1964), especialmente la segunda parte: "The Uncertainties of Status". 48 William M. Gouge, "The Artificial Inequality of Wealth", en Rozwenc, Ideology ... , pp. 109-121.
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Ni Weber ni Tocqueville ni Veblen tendrían ninguna dificultad para interpretar este pasaje, pues estos tres sociólogos comparten una visión que los separa de Marx y toda la tradición socialista. Los tres consideran al hombre burgués poseído por un espíritu o temperamento inquieto, y reconocen que el dinamismo del capitalismo ha penetrado en casi toda la sociedad, cuyos miembros son movidos por sueños de adquisición y frenados por temores de posesión. Weber atribuyó este desarrollo a las incertidumbres internas de la salvación religiosa; Tocqueville al credo falso de la igualdad; en cambio, para Veblen, la inquietud del hombre deriva del propio fenómeno de la posición social. Es necesario subrayar este punto, porque los académicos marxistas de la actualidad sostienen que el comportamiento de los hombres bajo el capitalismo se debe a una "ética" de competencia, históricamente condicionada por el hecho de la escasez económica en la sociedad preindustrial. Con el advenimiento de la abundancia, el hombre ya no tiene que ser un luchador nervioso en un orden social pulverizado. Según Herbert Marcuse, incluso el freudianismo puede reinterpretarse ahora, en la abundancia norteamericana, como la base teórica de la liberación del hombre de todas las represiones y la realización final del "principio del placer", hasta ahora reprimido.é" El dilema aquí es que, según Weber, Tocqueville y Veblen (al igual que Sombart, Durkheim y Simmel), el progreso económico perpetúa el problema de la alienación en lugar de resolverlo. Weber niega que el hombre pueda encontrar la salvación religiosa por el medio secular de la economía (o la política) ; Tocqueville observa que el deseo de igualdad se vuelve más intenso a medida que la igualdad se vuelve más completa; y Veblen subraya que la aspiración a la posición, el honor y la deferencia es insaciable y no puede llevarse a cabo porque la emulación misma es intrínsecamente contradictoria. 50 Nunca puede satisfacerse el
ansia humana de riqueza como una señal de la "distinción envidiosa"; y puesto que no se refiere a ninguna suma particular de bienes, sino siempre a una cantidad mayor que las posesiones conspicuas de los demás, esta ansia es tan incesante y compulsiva como la ética del trabajo de Weber:
49 Herbert Marcuse, Eros and Civilization: A Philosophical Inquiry into Freud (Bastan, 1955). 50 En una ocasión, Veblen dejó escapar una esperanza utópica: "Con la abolición
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El deseo de riqueza no puede saciarse en ningún caso individual, y evidentemente la saciedad del deseo medio o general de riqueza queda fuera de toda consideración. Por más que se distribuya esta riqueza con amplitud, igualdad o "justicia", ningún incremento de la riqueza de la comunidad puede aproximarse a saciar esta necesidad, pues el fundamento de ésta es el deseo de cada uno de superar a todos los demás en la acumulación de bienes. Si, como se supone a veces, el incentivo de la acumulación fuese el deseo de subsistencia o de comodidad fisica, las necesidades económicas totales de una comunidad podrían satisfacerse concebiblemente en algún punto del avance de la eficiencia industrial; pero ya que la lucha es sustancialmente una carrera por la reputación basada en una comparación envidiosa, no es posible ningún acercamiento a una realización definitiva.v!
En cierto sentido, las opiniones de Veblen sobre el capitalismo son compatibles con las de Weber y ambas se iluminan mutuamente. Ambos pensadores percibieron al hombre burgués impulsado por motivos vagamente entendidos, si no totalmente inconscientes: los capitalistas de Veblen tratan de encontrar la seguridad de la posición social a través del esfuerzo monetario; los capitalistas de Weber buscan la tranquilidad espiritual a través del trabajo incesante. La conexión entre el capitalismo como reflejo del tormento interior y el capitalismo como cosificación de la Angst social no pasó inadvertida para unos cuantos de la propiedad privada, la característica de la naturaleza humana que ahora se ejercita en esta forma de emulación deberá ejercitarse lógicamente en otras actividades, quizá más nobles y socialmente más útiles; de todos modos, resulta dificil imaginarla en una línea de acción más inútil o menos digna del esfuerzo humano". Veblen, "Some Neglected Points in the TheoryofSocialism", POS, pp. 387-408. 51 Veblen, reo, pp. 38-39.
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intelectuales norteamericanos sagaces del siglo XIX: Brownson, George RipIey, Emerson, Thoreau, William Ellery Channing, autor favorito de la piadosa madre de Weber, y Melville, quienes consideraban la propia empresa comercial como una parábola de la autoalienaci6n cristiana. "Cada época -escribió Emer800-, como cada cuerpo humano, tiene su propio malestar [... ] Nuestros antepasados caminaron por el mundo y se fueron a la tumba atormentados por el temor del Pecado y el Terror del Día del Juicio. Estos terrores han perdido su fuerza, y nuestro tormento es la incredulidad, la incertidumbre acerca de lo que debemos hacer."52 Los intelectuales trascendentalistas rompieron con su herencia religiosa unitaria porque dejaba al hombre con un apetito espiritual perpetuo que sólo podía satisfacerse mediante instituciones económicas y sociales. Percibieron lo que quedaría implícito en el análisis de Weber: el cristianismo llevaba en la doctrina de la vocación la semilla de su propia destrucción. En el acto mismo de la realización de esta doctrina, el capitalismo minó la teología en la que se había fundado. La vocación aleja al hombre de la majestad de la Providencia y lo arroja en brazos del orgullo, y el orgullo se expresa con un deseo de aprobación, que se traduce en servilismo ante la opinión masiva y los valores del mercado; por ello repudiaba Thoreau la ética del trabajo occidental y se convirtió a la "sabiduría" contemplativa de la filosofía oriental. A medida que los hombres sentían cada vez más que debían dar pruebas de su valor -no privadamente a los ojos de Dios, sino socialmente ante los ojos del público tiránico de Tocqueville- el "espíritu del capitalismo" destruía la sustancia misma del protestantismo. Nietzsche, admirador de Emerson, llegó a la misma conclusión acerca de la "muerte" de Dios a manos del hombre. La acusación trascendentalista a la institución "cadavérica" de la religión en los Estados Unidos formula una interrogante para la tesis de Weber: si el capitalismo tiene éxito, ¿será posible el cristianismo? S2
The Proee ofRalph Waldo Emersan (Boston, 1870), p. 154.
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Thorstein Veblen planteó una interrogante similar en un importante ensayo escrito en 1910. Por una parte tal interrogante, en que se manifiesta cómo entendía Veblen la verdadera naturaleza del cristianismo, y por la otra su actitud hacia el papel de la ciencia en la reforma de la sociedad, constituyen los aspectos fundamentales que lo separan radicalmente de Max Weber. Estos dos aspectos, la religión y la ciencia, sugieren por qué puede avivarse el realismo de Weber con el idealismo de Veblen, y a la inversa, por qué deben atemperarse los ensueños tecnológicos de Veblen con las pesadillas burocráticas de Weber. El ensayo de Veblen, "Christian Morals and the Competitive System", puede leerse como una respuesta a la tesis de Weber sobre el protestantismo. Aunque Veblen no menciona a Weber, se refiere en términos generales a la impresión generalizada de que la "moral cristiana" y la "competencia pecuniaria" están "íntimamente involucradas en el sistema de vida occidental". 53 sa Otra vez sin mencionar su nombre o su obra, Veblen se ocupa brevemente de la tesis de Weber en The Instinct ofWarkmanship, como hemos visto en un capítulo anterior. Allí cuestionó la validez histórica de la tesis; en el ensayo examinado en el texto, se ocupa Veblen de sus implicaciones éticas. Pero debe mencionarse que Veblen se interesaba también en la importancia de la tesis para la historia intelectual. En efecto, podría afirmarse que, mientras Weber estaha interesado en lo que la religión había hecho para el capitalismo, a Veblen le intrigaba lo que el capitalismo había hecho a la religión. Esto se aplica en particular a la teología. Veblen entendía claramente que en los siglos XVI y XVII un residuo teológico continúa impregnando la doctrina de la economía política y su corolario de ley natural. Pero entre el pensamiento escolástico de la Edad Media y el naturalismo deificado del pensamiento racionalista moderno, que resulta del temperamento mecanícista del capitalismo, se encuentra un profundo abismo epistemológico:
En las especulaciones medievales, ya sean teológicas, filosóficas o científicas, la búsqueda de la verdad retrocede hasta el auténtico fundamento de las verdades religiosas, en gran medida hasta la verdad revelada; y estas verdades religiosas retroceden hasta el interrogante: "¿Qué ha ordenado Dios?" En el curso de la época de la artesanía, este interrogante final del conocimiento tenía esta forma: "¿Qué ha forjado Dios?" No es que el oficio creativo de Dios en la economía divina lo omitieran o menospreciaran en alguna medida
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Veblen empieza por preguntarse: "¿Se impulsan y fortalecen recíprocamente?; ¿funcionan juntas sin ayuda u obstrucción mutuav, o ¿se inhiben y derrotan mutuamente?" Las interrogantes son cruciales, afirma Veblen, porque la impresión popular es que el cristianismo y el capitalismo están tan íntimamente ligados que la civilización moderna no podría sobrevivir si desapareciera una u otra de estas instituciones. Examinando los fundamentos históricos del cristianismo, descubre Veblen que el cristianismo original, no institucional, se basaba en dos principios: amor fraternal en forma de servicio mutuo, y humildad en la forma de no resistencia. El primer principio es anterior al cristianismo y representa la "herencia espiritual salvaje", que "brota eterna" a través de la historia. Como prueba cita Veblen la sorprendente receptividad a la idea cristiana del amor durante la época romana, respuesta a un "principio moral revolucionario" que sólo puede indicar que los conversos deben de haber estado predispuestos a tal "actitud espiritual" por los hábitos de su propia vida y conducta diarias. El segundo principio, el de la no resistencia, no está tan firmemente arraigado entre los pueblos libres. Surgió entre los pueblos sujetos al dominio romano, que no tenían derechos básicos para defenderse del "imperio de los Césares". Las clases bajas, que experimentaron "la devastación romana y su castigo despiadado", perdieron todas sus distinciones de clase y derechos diferen-
ciales y se quedaron "desnudos y desvergonzados y libres para seguir los impulsos de la naturaleza humana salvaje que propicia la hermandad y la caridad cristiana". Las masas romanas estaban reducidas a un "estado medianamente homogéneo de sujeción, en que una clase o un individuo tenía poco que ganar a costa de otro, y cada uno necesitaba palpablemente el auxilio de todos los demás". Así surgió la no resistencia para reforzar los rasgos más básicos de mutualidad y hermandad. Resulta notable, señala Veblen, que el cristianismo tienda a difundirse en proporción a la experiencia de derrota y sometimiento, de modo que en su origen es raras veces una doctrina de las "clases dominantes". Pero la institución del capitalismo tiene una herencia enteramente diferente. El capitalismo moderno tiene sus orígenes doctrinales en el principio de los derechos naturales del siglo XVII, el que a su vez representa la culminación de las ideas de egoísmo, interés propio e individualismo, que gradualmente cobraron prominencia durante la transición de la época medieval a la moderna y después de ella. Aunque tiene un origen relativamente reciente, el capitalismo como forma de vida pecuniaria, es decir, la sociedad capitalista, se desarrolló lentamente. En la época artesanal, el derecho de propiedad podía apoyar la igualdad y humanidad porque el modo de producción era tan elemental que la relación creativa de los esfuerzos del trabajador con la comunidad podía ser apreciada por todos. Pero con la organización en asociación y la tecnología de la máquina moderna, ya no existe tal "contacto estrecho y visible entre el trabajador y su producto que persuada a los hombres de que el producto le pertenece por efecto de una extensión de su personalidad. La alienación del hombre del fruto de su trabajo señala también el divorcio de la empresa adquisitiva moderna de los cánones de la servicialidad cristiana. Así pues, la moral cristiana y los principios empresariales son "subproductos institucionales" de dos situaciones culturales diferentes, y son incompatibles por cuanto reflejan dos hábitos mentales diferentes. Los principios
los primeros especuladores; ni que negaran la soberanía de Dios o la cuestionaran en algún grado los investigadores devotos, que continuaron el trabajo en una época posterior: en esa fase inicial de fe e investigación es claramente la soberanía de Dios, y Sus ordenanzas, lo que proporciona la base de finalidad en que debe descansar en última instancia toda investigación referente a la economía de este mundo; y en la fase posterior, como se advierte al final de la época artesanal, es también claramente Su arte creativo y la lógica de Su designio creativo lo que ocupa el lugar de un término definitivo de la investigación humana, tal como se desenvuelve convencionalmente tal investigación dentro de las fronteras espirituales de la cristiandad. Dios no había dejado de ser el Rey Celestial, ni había dejado de ser glorificado con las frases tradicionales de homenaje como el Altísimo, el Señor de los ejércitos, etc., sino que, con cierta incongruencia, había llegado también a ser exaltado como el Gran Artífice: el artesano preternatural. Los hábitos vulgares de pensamiento que producían en la masa trabajadora la rutina del taller y el mercado se habían colado subrepticiamente en el santuario y los consejos de la divinidad (Veblen, fOW, pp. 256-257).
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del cristianismo inculcan humildad, amor fraternal y ayuda mutua; los del capitalismo inculcan autoafirmación, competencia, emulación y "una valuación de los hombres, las cosas y sucesos en términos pecuniarios". Veblen creía, o quizá esperaba desesperadamente, que los "instintos" del cristianismo natural prevalecerían sobre las instituciones del capitalismo. En el pasado, la repulsión cristiana contra el materialismo se expresó en abnegación y renuncia. Pero el cristianismo modern.o puede reafirmar sus rasgos antiguos de ayuda mutua y hermandad, para servir como un criterio que exponga la ética empresarial en toda su vacuidad espiritual. El cristiano, al igual que el científico, está intelectualmente preparado para advertir que hay "poco en la situación actual que mantenga el derecho natural de la discreción pecuniaria en contacto con el sesgo impulsivo del amor fraternal, y que en la disciplina espiritual de esta situación hay mucho que propicia una discrepancia efectiva entre los dos". Reinterpretado a la luz de las verdades antiguas, el cristianismo puede convertirse en la conciencia de la muerte del capitalismo moderno. "Esto es particularmente cierto -añadía Veblen, como si estuviese pidiendo a Weber que pusiera al día su tesis- por cuanto la empresa ha tomado el carácter de una inversión impersonal, desapasionada y muy poco graciosa, en busca del beneficio."54 Veblen simplemente había redefinido el cristianismo para distinguir sus principios iniciales de sus prácticas modernas, su primitivo genio comunal de su ética competidora actual. Cualquiera que hubiese sido la respuesta de Weber, quien sabía más acerca de las religiones del mundo que Veblen o cualquier otro teórico social contemporáneo, nuestra respuesta debe ser de asombro. "Christian Morals and the Competitive System" es el ensayo más desesperado e inconsistente de Veblen. Para empezar, su tratamiento del cristianismo contradice su anterior
argumento de que la hazaña competidora se desarrolla con el desvanecimiento de las formas politeístas y matriarcales de adoración; además, Veblen no aclara nunca si las masas de conversos romanos eran comunalistas porque eran cristianos, o cristianos porque eran comunalistas. Como quiera que enfocara el asunto, tendría que conceder que un principio de amor y hermandad inspirado en el "animismo" es preferible a un principio de cálculo frío, inspirado en la tecnología, que imbuya el "espíritu del capitalismo". Su repentino descubrimiento del valor del cristianismo primitivo como un arma de ataque contra la moral protestante moderna plantea otro problema difícil: ¿cómo conciliar el "instinto del trabajo" con la tradición judeocristiana que considera el trabajo como un castigo impuesto por Dios a la humanidad a causa del pecado original del hombre? Llegamos así a lo que constituye, desde el punto de vista weberiano, la debilidad más grave de la solución de Veblen al "problema" del capitalismo. Es posible que Veblen haya esperado vagamente un reavivamiento de los ideales del cristianismo primitivo, pero su propia "fe" descansaba sólidamente en la evolución del progreso empírico. Como recordaremos, Veblen suponía que la ciencia, la tecnología y el "proceso de la máquina" ofrecerían al hombre un modo de aprehensión nuevo, objetivo, que eliminaría las tendencias mentales antropomórficas y finalmente extirparía el mundo del animismo. Este supuesto descansaba en la esperanza de que el método del conocimiento industrial, basado en los cánones del trabajo, eficiencia y productividad, llegara a absorber el hábito mental del empresario, basado en la hazaña pecuniaria. No obstante, la cruel ironía es que parece haber ocurrido lo contrario; pues el propio capitalismo moderno surgió de un sistema de métodos de producción racionalmente calculados, rutinarios, que no buscaban sólo el beneficio sino también la precisión científica. Los mismos atributos que Veblen había asignado a los ingenieros llegaron a caracterizar la mentalidad de los administradores del capitalismo. Veblen pareció advertir esto cuando se refirió a la naturaleza
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Veblen,
EOC,
pp. 200-218.
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"impersonal, desapasionada" de la empresa moderna. Otros contemporáneos celebraban lo que Veblen sólo concedía, Walter Lippmann, por ejemplo, creía que los progresistas liberales podían recurrir a los nuevos administradores porque el liderazgo de la industria había pasado a "las manos de hombres interesados en la producción como un arte creativo y no como una explotación bruta". "Ese hecho sutil -escribió Lippmann en 1913-, la modificación de los motivos de las empresas, la demostración de que la empresa puede conducirse como la medicina, puede civilizar todo el conflicto de clases."55 Veblen, como Lippmann, Herbert Croly, Lincoln Steffens y varios otros escritores liberales que aplaudieron diversas formas del gobierno de administradores, no pudo comprender lo que Weber llamó el fenómeno de la "racionalización". En los escritos de Veblen no hay indicios de que hubiese previsto que se extendería la creciente racionalidad científica de las técnicas de producción hasta absorber casi todas las fases de la vida, En los escritos de Weber, en cambio, se percibe la racionalización como la forma de control predominante en la sociedad índustrial moderna. La burocracia, la flor de la administración científica (el "tailorismo"), genera una forma nueva del poder: la dominación por la administración. Además, la "racionalidad formal" orienta la acción humana hacia reglas y normas abstractas, sistematizadas, hacia un orden impersonal en el cual pueden hacerse cálculos "sin consideración de las personas". La orientación del capitalista hacia el mercado impersonal, la del burócrata hacia las reglas impersonales, y aun la del científico hacia los datos impersonales, son aspectos de racionalización que han dejado al mundo "desencantado", desprovisto de todo vestigio de animismo, como había deseado Veblen, pero también desprovisto de todas las fuentes primarias de la acción humana y de los valores de la mente que escapan al cálculo científico. 56 Weber
insiste en que la actividad científica de elevar los medios a la calidad de fines es lo que ha producido la devaluación del hombre, sin duda la más grotesca de las consecuencias no deliberadas irracionales, de la racionalización. La forma en que comprende Weber el significado de la racionalización indica la debilidad del análisis que hace Veblen del capitalismo moderno. Allí donde Veblen percibió que la tecnología libera al hombre de la dominación de los valores de la clase ociosa, Weber percibió la tecnología como una nueva forma institucionalizada de dominación que reduciría el ámbito de la libertad; y donde Veblen creyó que la ciencia permitiría que el hombre entendiera más objetivamente los fenómenos sociales, Weber advirtió que la ciencia, al considerar al hombre como una extensión de la naturaleza, sanciona a los poderosos para que traten al hombre como naturaleza. Weber se opuso a la revolución bolchevique, y es obvio que habría convenido con la observación de D. H. Lawrence en el sentido de que toda la sociedad moderna es "una clase firme de bolchevismo; algo que mata la cosa humana y adora la cosa mecánica". 57 Como veremos, Veblen apoyó entusiastamente el bolchevismo; pero tendría que confrontar a Weber antes de poder liberar a Lenin de la "jaula de hierro" de la burocracia. Las brillantes intuiciones de Weber acerca de las numerosas implicaciones de la racionalización indican también que la decisión de Veblen, de separar la industria de la empresa, resulta inútil. Tanto los "hábitos" de la técnica productiva como los de la empresa comercial habían sido asimilados tan funcionalmente por la cultura y la ciencia que el "proceso de la máquina" no podía deshacer lo que la máquina misma había unido.
lili Walter Lippmann, A Preface to Politice (Ann Arbor, edición de bolsillo, 1962), p. 48. S6 "El hilo conductor en la interpretación de esta realidad ---escribió Karl
Lowith acerca de la teoría de
Weber~
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es el proceso de racionalización median-
te el cual la realidad ha perdido su encanto y se ha vuelto gris, roma y ordinaria". Lüwith, "Weber's Interpretation of the Bourgeois-Capitalist World in Terms ofthe Guiding Princíple of'Rationalization''', en Dennis Wrong (comp.), Max Weber (Englewood Cliffs, N. J., 1970), pp. 101-122. 57 Lawrence aparece citado por César Graña en Modernity and its Discontents (Nueva York, 1967), p. 208.
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VEBLEN, WEBER Y EL "ESPÍRITU DEL CAPITALISMO"
El dilema de Veblen nos recuerda la acusación de Allen Tate y los "agraristas sureños" conservadores a los comunistas en los años treinta: querían capitalismo sin capitalistas. Porque el sueño de Veblen, de una sociedad dirigida sólo por ingenieros, se asemeja al predicamento de los líderes comunistas que quieren adoptar ahora las técnicas racionales del capitalismo. Tales técnicas derivan del sesgo calculador, cuantitativo del racionalismo moderno, que es en sí mismo una expresión del "espíritu" del capitalismo que Veblen quería eliminar de la sociedad industrial. La fe de Veblen en que los ingenieros desempeñaran el papel de la extirpación sólo puede considerarse tan desesperadamente soñadora como la fe de Marx en que el proletariado cumpliera su misión histórica de una revolución clasista consciente. Si el proletario no pudo responder a este reto, como reconoció Lenin, los ingenieros sí se han elevado a una profesión prominente, sólo para convertirse en una de las fuerzas políticas más conservadoras de la vida norteamericana de la clase media alta. Weber podría haber interpretado la integración de los ingenieros en la urdimbre de la sociedad norteamericana como un caso particular de racionalización. Absorbidos por el procedimiento burocrático, los ingenieros no pueden dirigir, innovar, lanzarse en nuevas direcciones audaces; enamorados de la equiparación de la verdad científica con la objetividad, los ingenieros no pueden cuestionar el mundo racionalizado, sino sólo aceptarlo tal como aparece. Sólo el "carisma" del gran hombre puede desafiar la rutina de los procedimientos industriales. El dilema de Veblen cala más hondo aún que la teoría de la dominación burocrática de Weber. La idea del ingeniero como líder es un error fundamental. Justo porque la tecnología puede hacerlo todo, el hecho de ser un ingeniero y nada más que un ingeniero significa, como ha señalado Ortega y Gasset, "ser todo en potencia y nada en realidad'U" La ciencia no puede definir el propósito de
la existencia, y el ingeniero no puede ayudar al hombre para que entienda el significado y el valor de la vida, Lejos de cuestionar o criticar los valores de su sociedad, el ingeniero trata de preservarlos o de ajustarse a ellos. Puede poner en movimiento algunos mecanismos de cambio ordenado, pero está atado por las metas de la institución cuyas tareas realiza. Incluso podría afirmarse - y Veblen hubiese apreciado la ironía- que los ingenieros se han convertido en los nuevos aristócratas, especialistas con títulos, diplomas, lenguaje esotérico y símbolos de conocimiento que escapan a la comprensión y quizá al control de las masas. "El ingeniero -escribió Veblen en 1923- es algo nuevo bajo el 801."59 Veblen no pensaba en una minoría selecta nueva que continuara la función hegemónica de los capitanes de la industria. Pero la ironía final es más amarga aún. En los Estados Unidos, el primer ingeniero profesionalmente capacitado que llegó al pináculo del poder político fue Herbert Hoover, la personificación completa de los valores capitalistas de individualismo y oportunidad, y de los valores de la eficiencia y la productividad del técnico. Como el último gran vocero de la ética protestante ,* Hoover simbolizaba a la vez el "espíritu del capitalismo" de Weber y el "instinto del trabajo" de Veblen. Hoover tomó posesión como presidente de los Estados Unidos el 4 de marzo de 1929; Veblen murió el 3 de agosto de 1929.
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Ortega y Gasset, "Man as 'I'echnician", p. 151.
275
Veblen, AG, p. 255. defensa del Estado benefactor que hace presidente a .Iimmy Carter guarda escasa semejanza con la filosofia del individualismo de Hoover, el presidente Carter combina sin dificultad lo que para Veblen deberían ser dos mentalidades incompatibles: rigurosa capacitación en ingeniería nuclear y creencia devota en la teología protestante. 59
* Aunque la
TERCERA PARTE
DENTRO DE LA BALLENA
VIII. EL "STATUS" BÁRBARO DE LAS MUJERES
contemporáneos, el nombre de Thorstein Veblen apenas si recibe poco más que una mención o una cita pasajera. No encontramos ningún análisis sostenido de sus libros, ensayos y tratados (nueve volúmenes en total). Aun en la antología de Alice S. Rossi, por lo demás excelente y comprensiva, The Feminist Papers: From Adams to de Beauvoir, Veblen brilla por su ausencia. Este olvido es lamentable, porque hubo una época en que se consideraba a Veblen como el más importante de los críticos culturales del mundo de la dominación masculina, la espina en el costado de la patriotería y el capitalismo. Para la izquierda de Greenwich VilIage, surgió como un satírico fustigador de las distinciones de clase y de las pretensiones machistas por igual. Otras generaciones lo apreciaron más como un intelectual laborioso que como un crítico mordaz. Comparando a Veblen con Ibsen, el emigrado alemán T. W. Adorno alabó al economista norteamericano como "uno de los últimos filósofos importantes que se atreve a tomar en serio la cuestión feminista".' En este capítulo continuamos el análisis de Veblen desde la perspectiva de la teoría social comparada, contrastando sus opiniones con las de otros comentaristas sobre la cuestión feminista, incluidos el liberal John Stuart Mili, el marxista Federico Engels, la feminista Charlotte Perkins Gilman y el conservador H. L. Mencken, azote de Veblen y de la liberación femenina. Debemos considerar otros puntos de vista, no sólo porque tal ejercicio nos permite entender mejor que un fenómeno histórico y social puede interpretarse en diversas formas, EN MUCHOS ESTUDIOS FEMINISTAS
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Adorno, p. 296.
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sino también porque entonces nos encontraremos en mejor posición para entender las ventajas y las deficiencias peculiares de la postura y el modo de análisis de Veblen. Estoy convencido de que Veblen se aproximó más que la mayoría de los teóricos al entendimiento de la importancia contemporánea de los orígenes históricos de la situación oprimida de las mujeres en la sociedad moderna. Pero, como en el caso de la alienación y la reificación o cosificación, expuso un problema que podía explicar mejor que resolverlo.
JOHN STUART MILL y VEBLEN: LIBERALISMO y NATURALISMO
Es probable que la forma en que entendía Veblen el problema de la opresión femenina pueda apreciarse mejor contrastándola con el enfoque de la misma cuestión a manos de John Stuart Mill. En "The Subjection ofWomen" (1869), sostuvo Mill que la meta de la igualdad femenina seguía siendo el compromiso político inconcluso del propio liberalismo, un compromiso que podría cumplirse cuando se concedieran a las mujeres los derechos políticos de que han disfrutado los hombres en el progreso de la historia. Sin dejar de reconocer que la lucha por la emancipación de las mujeres sería larga y ardua, Mill estaba convencido de que podía demostrar que las actitudes contemporáneas acerca de la situación "naturalmente" inferior de las mujeres no se habían fundado históricamente en el consentimiento libre o en algunas ideas sociales propicias para el beneficio de la humanidad o el bien de la sociedad. Concediendo que las costumbres establecidas se fundan en prejuicios antiguos, aceptó Mill el reto de cambiar el sentimiento popular poniendo al descubierto sus premisas y orígenes falaces. Acepto -escribió MilI refiriéndose a las actitudes comunes respecto de las mujeres- que la costumbre establecida y el sentimiento general están claramente en mi contra, a menos que pueda demos-
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trarse que la costumbre y el sentimiento han debido su existencia, a través del tiempo, a causas distintas de su sensatez, y que han derivado su poder de las partes peores, y no de las mejores, de la naturaleza humana.v
Mill estaba empeñado valientemente en una penosa batalla contra sentimiento y costumbres "no enseñados", los "prejuicios" burkeanos que dan a la sociedad su cohesión orgánica y estabilidad histórica. Sin embargo, todavía no está claro que Mill haya logrado lo que se proponía: demostrar las causas históricas "insensatas" de la posición de las mujeres en la sociedad contemporánea. Su argumento estaba persuasivamente razonado y lúcidamente expresado, mas se limitaba a mostrar cómo se habían quedado atrás las mujeres a medida que los hombres avanzaban de una sociedad de prescripción y posiciones hereditarias a la sociedad moderna de libre contrato y competencia abierta. Pero a Mill no le interesaban los orígenes de la opresión de las mujeres en la sociedad primitiva, y era demasiado escéptico acerca de la posible existencia de diferencias "naturales" entre los sexos para advertir que la cuestión de la igualdad podía ser en efecto extraña a la cuestión más amplia de la libertad política y autonomía personal de las mujeres. Mill cuestionó también la institución del matrimonio por lo que toca a la equidad legal, demostrando que funciona en perjuicio de las mujeres en relación con la propiedad, la servidumbre y aun la seguridad física. Pero no consideró necesario explorar los orígenes de dicha institución fuera de su formulación contractual. En efecto, estaba tratando de poner al día todas las instituciones que afectaban la existencia de las mujeres, y para tal efecto trazó distinciones morales entre la sociedad tradicional y la sociedad moderna que hacían de la igualdad sexual menos un hecho empírico que un ideal normativo. Como argumento ético, 2 John Stuart Mili, "I'he Subjection ofWomen", en Alice S. Rossi (comp.), John Stuart Mill and Harriet Taylor: Essays on Sex Equality (Chicago, 1970), pp. 128, 141,pássim.
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el tratado de Mill es una formulación sonora; como explicación analítica de las razones de la posición sometida de las mujeres, es un documento retórico que inspira más de lo que ilumina. Mill parecía sentir que las mujeres padecían algo similar a un atraso histórico, que eran víctimas del progreso, cuyo triste destino debe corregirse si se quiere tranquilizar la conciencia. Esta formulación confunde la respuesta con la pregunta. Aun concediendo que se les hayan negado los derechos políticos a las mujeres del siglo pasado, todavía deberemos preguntarnos por qué continúan oprimidas las mujeres en las sociedades donde han ganado precisamente los derechos que Mill había propugnado: el sufragio y la liberalización de las leyes del divorcio. Es posible que la sociedad democrática moderna haya eliminado las razones más obvias, pero no las más sutiles del sometimiento de las mujeres a través del tiempo. Quizá hayamos llegado tan lejos sólo para descubrir que sabemos muy poco acerca de estas razones. Para Thorstein Veblen, el naturalista que trató de explicar los fenómenos "superiores" a partir de los "inferiores", la razón de la opresión femenina derivaba menos de la ausencia de derechos políticos que de la presencia de ritos sociales. Su preocupación por la supervivencia de rasgos arcaicos en la época moderna le proporcionó una perspectiva singular sobre la cuestión femenina de fines del siglo XIX. Mientras que la emancipación femenina era para Mill casi un artículo de fe política, resultado inevitable del progreso democrático y el cambio social, Veblen consideró que la continua opresión femenina era un artificio antropológico, residuo que reflejaba la persistencia de la costumbre y la continuidad del hábito. Veblen expuso su argumento en "The Barbarian Status ofWomen" ("La posición [social] bárbara de las mujeres"), publicado en el American Journal of Sociology de 1899, 30 años después de la aparición del libro de Mill, The Subjection ofWomen. Este artículo siguió a otro publicado en la misma revista con el título de "The Beginnings of Ownership" ("Los orígenes de la propiedad"). Otro ensayo, inti-
tulado "The Economic Theory ofWoman's Dress" ("Teoría económica del vestido femenino"), apareció cinco años antes en el Popular Science Monthly.3 Estas discusiones analíticas constituyeron el material académico que Veblen utilizó, condensó y avivó con chispazos de ingenio y sátira en el primero y más popular de sus libros: Teoría de la clase ociosa. Darviniano en materia científica, Veblen se burlaba también del progreso; esto constituía una combinación única que le permitía ver en la evolución humana tanto el descenso de las mujeres como el ascenso del hombre. En la etapa inicial de la historia, la época del "salvajismo pacífico", no existe una división del trabajo bien definida ni una división de los sexos por ocupaciones. Pero cuando alcanza cierto grado de eficiencia el uso de herramientas y el control técnico de las fuerzas materiales, se desarrollan gradualmente ciertas distinciones entre los sexos de acuerdo con sus respectivas actividades económicas. Surgen dos tipos de empleo: el honorífico, que supone la fuerza masculina, y el humillante, que requiere la diligencia femenina. Un avance apreciable en el uso de herramientas debe preceder a la diferenciación de los empleos, porque las herramientas proporcionan las armas que permiten al hombre enfrentarse con las bestias feroces. Las herramientas suministran también alimento suficiente para mantener poblaciones más densas, las que luego podrán establecer un contacto hostil entre sí en una vida nueva de valor y pillaje bélicos, basados en el advenimiento del excedente. Además, la supervivencia es demasiado difícil en la época del salvajismo para permitir que alguna parte de la comunidad sea eximida del trabajo vulgar. Las herramientas liberan a la vida de las exigencias de la economía de subsistencia y permiten la existencia de una clase ociosa bien definida. En adelante, los criterios del mérito descansan en una "distinción envidiosa" entre quienes son capaces de luchar y quienes no pueden hacerlo. Los hombres reciben el honor de
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Estos tres artículos aparecen reproducidos en
ECO.
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defender a la tribu, conquistar al enemigo y apoderarse de sus posesiones, o sea, las actividades de depredación y hazaña. Las mujeres deben encargarse del "monótono trabajo diario" de la comunidad primitiva, las actividades industriosas y tediosas. Las mujeres pueden contribuir al bienestar de la comunidad mediante sus esfuerzos productivos, pero son los hombres quienes, como guerreros y cazadores, no producen nada y lo disfrutan todo. Cuando el sistema de vida depredadora se establece entre los grupos tribuales o las hordas mediante la prolongada habituación, el ostracismo de las ocupaciones femeninas es un hecho definitivo: U na de las primeras consecuencias de esta depreciación de la fragi1idad es un tabú sobre las mujeres y sus empleos. En la comprensión del bárbaro primitivo, animista, la fragilidad es infecciosa. La infección puede producir su efecto nocivo mediante la influencia simpática y la transfusión. Por lo tanto, se justifica que el hombre sano, consciente de su virilidad, evite todo contacto y conversación indebidos con el sexo débil y eluda toda contaminación con los empleos característicos del sexo. Los hombres no deben comer siquiera los alimentos habituales de las mujeres, so pena de ver reducida su fuerza. La prohibición contra los empleos y los alimentos femeninos y contra el contacto con las mujeres, se aplica con rigor especial durante el periodo de preparación de cualquier hazaña masculina, como la caza mayor o el ataque guerrero, o la iniciación en alguna dignidad, sociedad o misterio masculinos. Las ilustraciones de este tabú estacional abundan en la historia primitiva de todos los pueblos que han tenido un pasado guerrero o bárbaro. Las mujeres, sus ocupaciones, alimentos y vestidos, su lugar habitual en la casa o la aldea, y en casos extremos aun su lenguaje, se vuelven ceremonialmente impuros para los hombres. Esta imputación de impureza ceremonial a causa de su fragilidad ha perdurado en la cultura posterior como un sentido de la falta de mérito o la inadecuación levítica de las mujeres; de modo que aun ahora sentimos la impropiedad de que las mujeres asuman el mismo rango que los hombres, o que representen a la comunidad en cualquiera relación que exija dignidad y competencia ritual; como ocurre, por ejemplo, en los cargos
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sacerdotales o diplomáticos, o aun en los cargos civiles representativos, y de igual modo y por igual razón, en los cargos de los sirvientes domésticos y corporales que tengan un carácter ceremonial serio, como los lacayos, mayordomos, etcétera.t
El estigma de los empleos femeninos se relaciona con la propia institución del dominio. Como hemos visto, Veblen achacó los orígenes de la propiedad a la captura de personas, especialmente de mujeres no combatientes, que llegaron a codiciarse no sólo por su trabajo sino también como "trofeos" que simbolizan los laureles del valor astuto masculino. La relación de la dominación masculina con la subordinación femenina deriva del "uso y el abuso de un objeto", por parte del hombre, que no pertenece a la comunidad ni orgánicamente al "ámbito semipersonal" del aprehensor. La forma más antigua de posesión es una "propiedad de mujeres por parte de los hombres físicamente dotados de la comunidad". Además, el hábito de la apropiación de mujeres se solidifica en una costumbre que origina una "relación matrimonial convenientemente reconocida" que recibe la sanción de la comunidad. El sistema de "propiedad coercitiva-matrimonio" constituye la base de la propiedad privada y la familia patriarcal. La creciente predilección por el dominio y la coerción como un rasgo masculino, aunada a la "creciente aprobación moral y estética del matrimonio basado en coerción y propiedad", configura los gustos populares de la comunidad, incluidos los gustos de las mujeres. Así pues, la institución del matrimonio, como la institución de la propiedad, se funda en la hazaña y se sostiene por la emulación. A través del precepto y ejemplo de quienes determinan la moda, y mediante la represión selectiva de quienes son incapaces de aceptarla, la institución de la propiedad-matrimonio avanza hacia la aceptación definitiva como la única forma hermosa y virtuosa de relación. A medida que la convicción de su legitimidad se fortalece 4
Veblen, ECO, pp. 51-52.
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con cada generación sucesiva, llega a creerse irreflexivamente como un dictado del sentido común y de la razón ilustrada, que la actitud buena y hermosa del hombre hacia la mujer es una actitud de coerción. "Sólo los valientes merecen lo justo.:"
Una vez establecido que la posesión de las mujeres desempeña la misma función de posición social que la propiedad, las mujeres independientes, "sin amo", pierden categoría; otras formas posibles de la relación de matrimonio "caen bajo una reprobación cortés", y ahora todos los hombres tratan de "allegarse alguna mujer o algunas mujeres por los honorables lazos del apoderamiento". Pero a medida que aumenta el tamaño del grupo, se vuelve difícil obtener una esposa mediante este método, así que se busca el remedio en una "captura mímica o ceremonial" de mujeres libres y su asimilación a la "clase de mujeres aceptables", que ya están asignadas a algún amo. El "motivo probable" de esta asimilación es conservar la posición social de los hombres de alto rango, que de otro modo podrían verse tentados a buscar relaciones sexuales fuera del matrimonio. La ceremonia nupcial "no se considera en modo alguno una farsa". Las galas de los ritos mágicos y religiosos atestiguan que el matrimonio es una representación de la hazaña original del matrimonio por la captura. En última instancia, puede verse el matrimonio como otro aspecto del animismo y la cosificación, una institución cuyos brutales orígenes humanos se han perdido de vista, por cuanto ha tomado funciones ceremoniales aparentemente inocentes, lo que asegura la servidumbre de las mujeres mediante la acción simbólica: Desde el punto de vista de este prejuicio animista, todo proceso es sustancialmente teleológico, y la propensión que se le achaca no se apartará de su fin legítimo tras de que tome forma o se inicie el curso de acontecimientos en los que se expresa. Se sigue lógicamente que, una vez ensayados en la forma y secuencia acreditadas los mo5
Veblen,
ECO,
p. 56.
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vimientos que conducen a la consumación deseada, se alcanzará el mismo resultado sustancial del proceso imitado. Ésta es la razón de la eficiencia que se atribuye a las observancias ceremoniales en todos los planos culturales, y es especialmente el elemento principal de la adopción e iniciación formales. De aquí deriva, probablemente, la práctica de la captura fingida, o el apoderamiento fingido, y por ende la profesión formal de fidelidad y sumisión por parte de la mujer en los ritos matrimoniales de los pueblos en que prevalece el hogar con un jefe masculino. Esta forma de familia se asocia casi siempre a alguna supervivencia o reminiscencia de la captura de la esposa. En todos esos casos, el matrimonio es, por derivación, un rito de iniciación en la servidumbre. En las palabras de la fórmula, aun después de que se ha suavizado apreciablemente con la declinación contemporánea del sentido de la posición, la mujer debe amar, honrar y obedecer."
Como un resultado de la emulación entre los miembros de una comunidad guerrera, la familia patriarcal es una "institución depredadora". Veblen reconoció que también han existido a través de la historia algunas formas de familia maternal, y se preguntó si tales instituciones, que llamó "el hogar de la mujer libre", se habrán desarrollado tras un periodo considerable de vida pacífica e industriosa. Observó que muchas tribus indias norteamericanas parecen incluir algunos rasgos de ambos sistemas de relación; y donde se encuentra una mezcla de los dos sistemas, la clase baja parece tener la familia maternal y la clase alta la familia paterna!. Veblen señaló también que el sistema patriarcal se había debilitado considerablemente en los países occidentales, donde la desintegración del esquema tradicional de la superioridad masculina derivó de modos nuevos de vida económica "de acuerdo con la libertad industrial". Puesto que la forma patriarcal no tiene ninguna base en la vida más primitiva y cada vez está más fuera de lugar en la vida industrial moderna, es posible que se esté derrumbando ahora. ¿Hay entonces algunas razones para pensar que la ins6
Veblen,
RCO,
p. 58.
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titución de la propiedad se erosionará junto con la institución del matrimonio?: "Ésa es, tal vez, más una curiosidad especulativa que una cuestión de interés teórico urgente". 7 Por supuesto, la actitud de Veblen hacia las mujeres formaba parte de su critica a la teoría económica ortodoxa de su tiempo. En vista de su hostilidad por la teoría capitalista, que equiparaba el valor a las relaciones de mercado, era natural que Veblen estableciera una distinción entre las ocupaciones femeninas y masculinas para subrayar lo que era para él la verdadera fuente del valor: productividad y utilidad. En su formulación extrema, la diferencia entre mujeres y hombres es la diferencia que existe entre el trabajador y el capitalista, entre quienes fabrican bienes mediante el trabajo socialmente útil y quienes fabrican riqueza mediante la hazaña improductiva. Por lo tanto, cuando Veblen atacó la mística del "hombre económico" lo hizo en el sentido más literal, señalando que esa noción trastorna el entendimiento de la vida económica primitiva, no sólo por efecto de su premisa individualista sino también a causa de su sesgo masculino. Respondiendo al libro de John B. Clark, The Essentials of Economic Theory, Veblen mostró por qué era bastante importante el estudio de la economía para no dejarlo sólo en manos de académicos masculinos: En la situación económica primitiva -es decir, en el salvajismo y el barbarismo inferior- no existe ningún "cazador solitario" que viva en una cueva o algo así, y no hay ningún hombre que "fabrique con su propio trabajo todos los bienes que usa", etc. En efecto, es una desfiguración bien engañosa hablar en este sentido de "la economía de un hombre que trabaja sólo para sí mismo", y decir que "el inherente poder productivo del trabajo y el capital tiene una importancia vital para él", porque tal presentación de las cosas omite los hechos principales de la situación para hacer hincapié en un aspecto insignificante. No hay ninguna duda razonable de que, por lo menos desde que el hombre alcanzó el plano humano, la unidad 7
Veblen, ECO, p. 64.
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económica no ha sido un "cazador solitario", sino una comunidad de cierta clase; una comunidad en la que, por cierto, las mujeres parecen haber sido en las primeras etapas el factor más importante, en lugar del hombre que trabaja para sí mismo. El "capital" poseído por tal comunidad -digamos, por una banda de indios "cavadores" de California- era insignificante, más valioso para un coleccionista de curiosidades que para cualquier otro, y la pérdida de tal significaría muy poco para las muchachas "cavadoras". Lo que tenía realmente una "importancia vital" para ellos era la sabiduría acumulada por las mujeres, la tecnología de su situación económica, de la que dependía absolutamente la vida del grupo. La pérdida de la canasta, del palo para cavar y del mortero, simplemente como objetos físicos, habría significado poco, pero la pérdida concebible del conocimiento de las mujeres acerca del suelo y de las estaciones, de las plantas alimenticias y fibrosas y de los procedimientos mecánicos habría significado la dispersión inmediata e inanición de la comunidad."
En algunos sentidos, la distinción que establece Veblen entre las ocupaciones femeninas y masculinas primitivas se asemeja a la distinción marxista del trabajo y el capital. Pero resultaría dificil asimilar el análisis que realiza Veblen de las razones de la condición oprimida de las mujeres al análisis derivado de la tradición marxista. Un examen de la descripción que hace Engels de las penurias de las mujeres en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado puede ayudar a entender las dificultades que trae consigo establecer tal síntesis.
DE ENGELS A LÉVl-STRAUSS
Engels inicia su estudio postulando un esquema del desarrollo humano primitivo que, como el análisis de Veblen, distingue claramente la etapa salvaje C'comunismo primitivo") de la etapa bárbara de la historia. También cree que el deterioro de la po8
Veblen, "Professor Clark's Economice",
POS,
pp. 184-185.
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sición de las mujeres ocurrió en la historia antigua con la desaparición de la sociedad salvaje y el advenimiento de la sociedad bárbara; y descubre una conexión similar entre la imagen degradada del trabajo físico y doméstico y el surgimiento de la esclavitud y la división del trabajo. Allí termina la semejanza de Engels con Veblen. Lo que separa a los dos teóricos no son sólo los prematuros juicios marxistas del primero sino también sus concepciones diferentes de la secuencia causal de los fenómenos históricos. Según Engels, el inicio de la opresión de las mujeres se encuentra en la institución de la propiedad privada, y el desarrollo de ambos fenómenos se liga al surgimiento de la familia patriarcal. El problema de Engels era explicar cómo se transformó la familia misma, del sistema de clan maternal de la sociedad salvaje -una unidad sana, equitativa, que funcionaba principalmente para el fin de la procreación- en la familia de la sociedad civilizada dominada por el padre. Engels utilizó la teoría del antropólogo Lewis H. Morgan, de las diferentes formas familiares, para explicar la transformación. Pero ya describa la familia "por emparejamiento", "punalúa" o "consanguínea", es siempre el modo económico de producción lo que da su poder explicativo al análisis de Engels. Cuando el modo de producción es comunal, como ocurre en la sociedad salvaje, la familia no existe como una institución económica compuesta de pares singulares; se comparten la propiedad y las herramientas; el trabajo doméstico de las mujeres se estima tanto como el trabajo de los hombres. Pero el desarrollo de recursos productivos destruye esta armonía comunal al introducir la propiedad privada, que se manifiesta primero en los animales domésticos y las tierras cultivadas, recursos que se reponen por encima de las necesidades de subsistencia. Como ya hemos visto, es posible que Engels no haya podido explicar satisfactoriamente los orígenes de la propiedad, pero estaba seguro de que la propiedad había transformado las relaciones entre hombres y mujeres. La propiedad privada genera riqueza, lo que de algún modo
"fortalece" la posición del padre, quien procede a desafiar el orden tradicional de la herencia, en contra del clan y a favor de sus propios hijos, y a destruir el derecho tradicional de la madre a conservar su linaje femenino dentro de la familia. "La destrucción del derecho de la madre fue la derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo." La familia se basa ahora en la supremacía del hombre, quien introduce al mismo tiempo el principio de la monogamia y su propio derecho a la infidelidad conyugal. Las mujeres pierden no sólo la libertad sexual sino también la libertad política, económica y social. A medida que la producción para el intercambio sustituye a la producción para el uso, la propiedad de las cosas pasa a las manos de quienes trabajan fuera del hogar, y a medida que los hombres amasan mayor riqueza y poder, la posición de las mujeres se hunde, el trabajo doméstico pierde estimación, y la mujer queda reducida a la servidumbre. El propio término "familia", observa Engels refiriéndose a una observación de Marx, deriva de la palabra latina familia, que originalmente significaba la totalidad de los esclavos hogareños pertenecientes a un individuo. No menos que Marx, Engels estaba convencido de que la familia constituía el "embrión" de la sociedad de clases y contenía "todos los antagonismos que luego se desarrollaron en mayor escala dentro de la sociedad y su Estado"." Hay varias dificultades en el análisis que hacen Engels y Marx del origen histórico de la opresión de las mujeres. En primer lugar, hay muchos datos antropológicos indicativos de que las mujeres no disfrutan siempre la posición de igualdad con los hombres en las sociedades más antiguas, que carecen de propiedad privada, sistema de clases y Estado bien definido; y hay algunas sociedades capitalistas modernas donde las mujeres no sólo heredan la propiedad sino que tienen derechos legales tales como los de divorcio, pensión alimenticia y sostenimien-
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9 Frederick Engels, The Origin of the Family, Private Property, and the 8tate (Nueva York, 1972), pp. 44-68. (Puede encontrarse, por ejemplo, en las Obras escogidas -c-tomo JTI- de Marx y Engels; Moacu.)
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to de los hijos, garantizados por el Estado.!? John Stuart Mili habría aplaudido estos datos como pruebas del progreso de los derechos de las mujeres, pero Veblen no enfocaba el problema de la opresión de las mujeres desde un punto de vista liberal o marxista. La verdadera diferencia entre Engels y Veblen puede apreciarse en el pasaje siguiente de El origen de la familia: Nada sabemos hasta ahora acerca de cuándo y cómo pasaron los rebaños de propiedad común de la tribu o de la gens a ser patrimonio de los distintos cabezas de familia; pero, en lo esencial, ello debió de acontecer en ese estadio. Y con la aparición de los rebaños y demás riquezas nuevas se produjo una revolución en la familia. La industria había sido siempre asunto del hombre; los medios necesarios para ella eran producidos por él y propiedad suya. Los rebaños constituían la nueva industria; su domesticación al principio y su cuidado después, eran obra del hombre. Por eso el ganado le pertenecía, así como las mercancías y los esclavos que obtenía a cambio de él. Todo excedente que dejaba ahora la producción pertenecía al hombre; la mujer participaba en su consumo, pero no tenía ninguna participación en su propiedad. El "salvaje", guerrero y cazador, se había conformado con ocupar en la casa el segundo lugar, después de la mujer; el pastor, "más dulce", engreído de su riqueza, se puso en el primer lugar y relegó al segundo a la mujer. Y ella no podía quejarse. La división del trabajo en la familia había sido la base para distribuir la propiedad entre el hombre y la mujer. Esta división del trabajo continuaba siendo la misma, pero ahora trastornaba por completo las relaciones domésticas existentes por la mera razón de que la división del trabajo fuera de la familia había cambiado. La misma causa que había asegurado a la mujer su supremacía anterior en la casa -su ocupación exclusiva en las labores domésticas-, aseguraba ahora la preponderancia del hombre en el hogar: el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia comparado con el trabajo proHJ Karen Sacks, "Engels Revisited", en Michelle Zimbalist Rosaldo y Louise Lamphere (compe.), Wumen, Culture & Society (Stenford, 1974), p. 219; véase también Ann J. Lane, "Women in Society: A Critique ofFrederick Engels". en Berenice A. Carroll (comp.), Liberating Women.'s History: Theoretical and Critical Essays (Urbana, 1976), pp. 4-25.
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ductivo del hombre; este trabajo lo era todo; aquél, un accesorio insignificante. Esto demuestra ya que la emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado. La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción, y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública.U
Veblen estaría sin duda de acuerdo con la solución de Engels: la entrada masiva de las mujeres a la industría pública. Pero le hubiera parecido curioso el deseo de Engels de ver reducidos los quehaceres domésticos a tiempo "insignificante", actitud indicativa de que el propio Engels había heredado la impresión de que diversas clases de trabajo son importantes y honorables u oscuras e indignas. Esta actitud, originada en el hombre bárbaro, es llevada adelante por el hombre burgués moderno y constituye en efecto la premisa psicológica de la teoría del valor de la economía clásica. Según Veblen, la "irritabilidad del trabajo" es una atribución cultural antes que una observación real, una impresión socialmente condicionada que se impone al acto del trabajo, doméstico o de otra clase, y no necesariamente algo inherente al trabajo. El problema real es explicar el porqué de la pérdida de estimación del trabajo de las mujeres. Engels no ofrece ninguna respuesta convincente. Nos dice que "la obtención de los medios de vida había sido siempre la responsabilidad del hombre", y que el "guerrero y cazador 'salvaje' se había conformado con ocupar el segundo lugar en la casa, en la cual dominaba la mujer". Este estado de igualitarismo sexual se ve corrompido por la riII Engels, Origin, pp. 151-152. (En español citamos de C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, tomo iu, pp. 336-337; Editorial Progreso, Moscú, 1981.)
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queza, la que induce aun al "pastor 'más gentil'" a avanzar para tomar el poder de la mujer y reducirla a la condición servil. La propiedad privada, las relaciones de intercambio y la división del trabajo, las fuerzas productivas que crean riqueza, sirven para destruir la posición de igualdad, y quizá superioridad, que ocupan las mujeres en la sociedad primitiva. En el análisis que hace Veblen del proceso de déclassé de las mujeres, no es el rico pastor quien cambia las cosas sino el guerrero y el cazador, los brutos furtivos y fuertes. No es la mera posesión de riqueza lo que derroca a las mujeres, sino la forma en que se genera, y la técnica de apoderarse de la riqueza por "la fuerza y el fraude" es peculiarmente masculina y llega a ser aceptada como prueba de la habilidad y poder superiores. Veblen negaría también que la obtención de los medios de vida "había sido siempre" la función del hombre en la sociedad primitiva. Por el contrario, eran las mujeres quienes poseían un sentido peculiarmente íntimo de los ritmos del crecimiento y la fecundidad. Refiriéndose al mundo animado de las cosechas y los animales como "los silenciosos otros", Veblen sostuvo que el esquema de este mundo es de
sociedad: el espíritu de trabajo y la inclinación paterna!. Veblen se resistía a aceptar -así como otros antropólogos del siglo XIX estaban quizá demasiado inclinados a hacerlo- que las primeras sociedades se hubiesen organizado según el principio del matriarcado. Advertía que tal aseveración era sólo una "historia conjetural". Sin embargo, Veblen seguía convencido de que, en la sociedad primitiva, tal vez a causa de su capacidad para la maternidad, las mujeres estaban mejor dotadas para captar intuitivamente lo que se requería para la atención de las cosechas, los rebaños y el suelo. "Es especialmente evidente que la comunión con estos otros silenciosos corresponde a las mujeres, porque la silenciosa comunión similar con sus propios hijos es quizá el rasgo más notable y sólido de su propia maternidad." Además, en virtud de que el resto de la tribu tiende a atribuir rasgos mágicos y antropomórficos a lo que es esencialmente el papel tecnológico de las mujeres, éstas llegan a ocupar el lugar central en los primeros esquemas de la vida económica. E irónicamente, mientras que las mujeres que trabajan con los materiales de la tierra están extirpando en efecto el animismo, ellas llegan a ser adoradas como hacedoras de maravillas que pueden dominar la naturaleza porque pueden simpatizar con el mundo objetivo, de modo que parecen hacerlo responder al deseo humano. Esta relación curiosa entre la naturalización del mundo realizada por las mujeres como trabajadoras, y el animismo generado por su imagen de productoras de vida se sostiene por la imitación de poderes superiores del hombre primitivo.
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fecundidad, crecimiento y naturaleza, y todas estas cosas son más naturales para las mujeres que para los hombres; por lo tanto, en las primeras etapas de la cultura, la conciencia de la especie y la congruencia había puesto en claro para todos los interesados que el cuidado de las cosechas y los animales pertenece a las mujeres por conveniencia de las cosas. En efecto, existe la comunidad espiritual (mágica) entre las mujeres y la fecundidad de las cosas animadas que toda intrusión de los hombres en las cuestiones del crecimiento y fecundidad pueden llegar a verse, por la fuerza del contraste, con la más viva irrtranquilidad.P
En The lnstínct ofWorkmanship atribuye Veblen a las mujeres las dos propensiones básicas, que son el fluido vital de la 12
Veblen,
lOW,
p. 78.
El sentido de la propiedad imitativa, así como la fuerza restrictiva reconocida que se ejerce por el ejemplo y la representación mimética a través del impulso de la imitación, habrá guiado astutamente al espíritu del trabajo para que desempeñe la femineidad y maternidad en un esquema siempre creciente de observancias mágicas destinadas a promover el incremento natural de los rebaños y las coseches.t" 13 Veblen, lOW,
pp. 94-96.
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En un momento de la historia remota, sostuvo Veblen, se honró debidamente a los verdaderos hacedores. Según el análisis de Veblen, la división del trabajo no ocurre con la aparición de la propiedad sino con los ataques depredadores del hombre, que originan a su vez las instituciones de la propiedad. En el apoderamiento de las mujeres reside el derecho original a la posesión individual. Como se recordará, las cautivas son la primera manifestación de dominio en las sociedades arcaicas porque no se consideran como bienes esenciales para la supervivencia de la tribu conquistadora ni como objetos que pertenezcan a priori al poseedor por el hecho de ser una "extensión orgánica de su personalidad". De estas especulaciones derivó Veblen su teoría del matrimonio como una forma de sometimiento que se origina en la conquista y se sostiene por la ceremonia simbólica de la coerción, una institución donde no puede decirse que las mujeres hayan perdido el derecho de compartir la propiedad porque a los ojos del hombre bárbaro son la primera expresión de la propiedad como un "trofeo". Contra la interpretación económica casi unidimensional de Engels, Veblen ofreció una interpretación que combinaba una sensibilidad antropológica hacia el ritual con una sensibilidad sociopsicológica hacia la fuerza motiva: el matrimonio por la captura se origina menos en la escasez de mujeres que en la vanidad de los hombres. Engels habría rechazado lo que sólo podía parecer una interpretación darviniana rudimentaria de los orígenes de la opresión de las mujeres. Se burlaba de la noción, prevaleciente en la antropología de fines del siglo XIX, del origen de la exogamia, del "matrimonio por secuestro" de las tribus que tomaban esposas fuera de su propio grupo; y citó la Ancient Society de Margan para demostrar que las comunidades exógamas y endógamas son en realidad parte de una unidad de la "gens" más grande, donde desaparece la distinción entre los dos tipos de prácticas nupciales. Hasta cierto punto, Engels y Veblen tenían opiniones diferentes acerca del matrimonio y el sometimiento de las
mujeres porque partían de supuestos diferentes acerca de la naturaleza humana original. Engels negaba que hubiese existido en el estado de la sociedad comunal primitiva algún indicio de envidia personal, celo sexual y aun del tabú del incesto (que para Freud y la mayoría de los antropólogos es algo tan universal como eterno); y sostuvo que en la sociedad primitiva "era desconocido en todo el mundo el amor sexual individual de la actualidad'U" En cambio, Veblen estaba quizá más cerca de Freud en sus supuestos acerca de los "instintos", "impulsos" y "propensiones" del hombre, pues creía que la "competencia sexual" ayuda a estimular las primarias tendencias combativas del hombre (aunque era el desarrollo del excedente económico lo que había generado "una mentalidad habitualmente belicosa")." Y aunque pudo haber convenido con Engels en que el amor sexual romántico moderno era desconocido en el mundo primitivo, habría subrayado que el amor individual a sí mismo, el deseo de estima y aprobación, era algo más que latente, algo que se expresaba cada vez más en los hechos de la "emulación" y la "comparación envidiosa". El análisis de Veblen puede parecer rudimentario en última instancia, ya que sugiere una especie de visión darviniana del sometimiento de las mujeres basado en la autoridad que el fuerte adquiere sobre el débil. Pero según Veblen las mujeres sólo son deficientes en un atributo: la ferocidad. En efecto, Veblen quería demostrar, en sus tanto digresiones antropológicas como en sus estudios económicos, que las mujeres eran los verdaderos trabajadores, los productores efectivos de ropa, alimento y abrigo, mientras que los guerreros y jefes masculinos repartían su tiempo entre el pillaje ocasional y la ociosidad frecuente. Esta distinción entre quienes crean valor mediante el trabajo socialmente útil y quienes prosperan y alcanzan una posición social basándose en la hazaña improductiva no aparece en el análisis que hace Engels de la opresión de las mujeres. La ausen14 15
Engels, Origin, pp. 44-65, pássim. Veblen, Tea, p. 27.
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cia de una sensibilidad sociológica hacia las distinciones de la posición social deja ver la razón por la cual la solución de Engels a la opresión de las mujeres está cubierta de dificultades. Suponía Engels que la oportunidad para que las mujeres se liberaran realizando un trabajo socialmente útil se presentaría "sólo de resultas de la moderna industria en gran escala". Hay una ironía sombría en este supuesto. Pues el crecimiento de la industrialización ha significado no sólo la creación de nuevas clases sociales y ocupaciones -la "tecnoestructura" que percibió Veblen mucho tiempo antes que Daníel Bell o John Kenneth Galbraith-, sino también la exclusión deliberada de las mujeres educadas y talentosas de la fuerza de trabajo profesional. En el análisis de Veblen es necesario entender las razones SO~ ciológicas, y no sólo las razones económicas, de dicha exclusión sistemática, y al proceder así no podemos esperar que la industrialización resuelva el problema de la discriminación sexual que pudo haber tenido sus orígenes en la sociedad preindustríal. En efecto, la discriminación sexual como un fenómeno histórico encuentra en el análisis marxista las mismas dificultades de explicación que la "alienación"; si ambos desarrollos derivaron de las "fuerzas productivas" de la historia, ¿cómo podrán funcionar esas mismas fuerzas como su solución históricar!" Es cierto que un marxista subrayaría sin duda las "contradicciones" derivadas de las "fuerzas productivas" a través de la historia. Esta perspectiva permaneció cerca de Veblen. Como darvinista más interesado en la ascendencia naturalista del hombre que en el supuesto movimiento ascendente de la conciencia humana, como antiguo estudioso de la filosofía kantiana, y por ende sensible a las limitaciones del conocimiento metafísico final, Veblen no simpatizaba con las pretensiones omniscientes del razonamiento dialéctico de Hegel. Por el con-
trario, optó por regresar al principio, al origen de las cosas, para buscar una "explicación genética" de las relaciones sociales modernas. Veblen se centró en el surgimiento del modo de actividad de la caza y en el advenimiento de la guerra tribual, desarrollos derivados del excedente material que elevaron al predominio cultural las hazañas masculinas en virtud de su "fuerza preeminente". En adelante se deteriora la posición de las mujeres, que son obligadas a trabajar sin cesar en la extracción de raíces, acarreo de agua, recolección de leña, ordeña del ganado, preparación de los alimentos y la crianza de los hijos: las actividades domésticas que le parecen al hombre tan "impuras en términos ceremoniales". Estas distinciones tempranas de la posición social, basadas en la división sexual del trabajo, persisten como hábitos y costumbres en nuestra época moderna. En la América victoriana de fines del siglo XIX, resultaba bastante enojoso que Veblen describiera a las mujeres como algo reducido a un "bien mueble", * y que sostuviera además que la propiedad no se origina en la posesión de cosas sino de seres humanos, y que las mujeres cautivas fueron las primeras manifestaciones de la esclavitud, de donde surgió la institución del "matrimonio de propiedad". Pero las observaciones de Veblen no eran enteramente ajenas al mundo de la antropología del siglo XIX, y aun a la teoría política inglesa del siglo XVIIl. 17 En efecto, podemos encontrar cierta semejanza con las ideas de Veblen en la obra del antropólogo contemporáneo Claude LéviStrauss, quien también considera a las mujeres como la primera forma de "moneda". Tanto Veblen como Lévi-Strauss se interesan por la estrategia de las alianzas matrimoniales; ambos creen que los sistemas económicos, como los sistemas de parentesco y los de autoridad, y las relaciones de autoridad en gene-
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16 Sobre los problemas de la teoría de la alienación de Marx considerada como un fenómeno histórico y no como un fenómeno espiritual o metafísico, véase John P. Diggins, "Thoreau, Marx, and the Riddle oí Alienation''', Social Research 39 (1972), pp. 571-593.
* En inglés chattel. Como arcaísmo puede significar eieroo.wa; pero esta acepción parece inusitada. Objeto, artículo movible, bien mueble es la acepción común y jurídica. 17 Véase el capítulo de John Millar titulado "Ofthe Rank and Condition of Women in Different Ages", en The Origins ofthe Dietinctíon of Ranks (Glasgow, 1779).
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ral, pueden considerarse como una especie de "lenguaje" de la comunicación social: ambos se concentran en las distinciones de la posición social, y no necesariamente en el modo de producción, como los medios que permiten a los hombres dominar a las mujeres; y ambos suponen que la captura y el intercambio de mujeres precedieron a la adquisición y el intercambio de bienes en las comunidades primitivas. "En la sociedad humana -escribe Lévi-Strauss-, son los hombres quienes intercambian a las mujeres, y no al revés."!" Pero las teorías de Lévi-Strauss son tan imposibles de verificar como las especulaciones de Veblen. Los antropólogos han revelado muchos datos sugerentes de que la posición de las mujeres -virtualmente inferior a la de los hombres en casi todas las sociedades-e- puede variar con los papeles sociales femeninos en diferentes épocas y lugares. Por ejemplo, Margaret Mead descubrió que en la comunidad toda de los Mares del Sur es "muy sagrado" el trabajo doméstico para las mujeres, mientras que el estudio de los kpa mendé de Sierra Leona, realizado por Carol P. Hoffer, revela que las mujeres obtenían un dominio político efectivo mediante la manipulación de los arreglos matrimoniales.l? Y entre los esquimales, como sabía bien Ve. bIen, la esposa podía considerarse como una forma de "intercambio de regalos", aunque la propiedad privada siguiera siendo un concepto nebuloso y la proeza pecuniaria fuese un comportamiento poco familiar. Sin embargo, los antropólogos concuerdan en un hecho que las feministas han conocido por siglos: que cualquiera que sea la causa, restricción biológica o acondicionamiento social, la mujer carga con una posición subordinada que parece volverse más pesada a medida que se eleva la con-
ciencia de las mujeres hasta el punto de la pasión social. Las antropólogas están explorando este problema con gran laboriosidad intelectual, y se hallan desconcertadas por un enigma que parece desafiar los métodos de análisis evolucionista y difusionista. Así se explican las interrogantes que formularon Michelle Zimbalist Rosaldo y Louise Lamphere:
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18 Claude Léví-Strauss, Structural Anthropology, traducción al inglés de Claire Jacobson y Brooke Grundfest Schoepf(Londres, 1972), p. 47. 19 Margaret Mead, Sex and Temperament in Three Primitive Societiee (Nueva York, 1935), pp. 310-322; Carol P. Hoffer, "Madam Yoko: Ruler of the Kpa Mende Confederacy", en Women, Culture & Society, pp. 173-187; véase una evaluación escéptica de las teorías de Lévi-Strauss en Edmund Leach, LéviStrauss (Londres, 1974).
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Aunque parece probable que los desarrollos de la caza mayor y la guerra promovieran una ética de dominación masculina, resulta difícil entender por qué han de subsistir hasta nuestros días los sesgos asociados a las primeras adaptaciones del hombre. La interrogante se plantea entonces así: ¿por qué, si nuestros mundos sociales son tan diferentes de los mundos de nuestros antepasados, ha permanecido asimétrica la relación de los sexos?, y ¿por qué los grupos sociales, que cambian radicalmente a través del tiempo, continúan produciendo y reproduciendo un orden social dominado por los hombresfé''
¿Es nuestro esquema cultural tan diferente del de nuestros antepasados? Es casi seguro que Veblen habría planteado al teórico social contemporáneo esta interrogante, que MilI no había considerado extensamente. El objetivo central de Veblen, aunque a menudo se expresara en la ironía y la hipérbole, era demostrar que "los vestigios modernos del valor sagaz" y la "conservación de rasgos arcaicos" funcionan en la sociedad contemporánea para perpetuar la discriminación sexual y excluir a las mujeres de la fuerza de trabajo industrial. El antiguo esquema de vida de la clase ociosa afecta a casi todas las secciones de la sociedad, incluidas las esposas e hijas de los hombres que han caído bajo el influjo de los cánones de respetabilidad prevalecientes. El trabajo industrial moderno, como el antiguo trabajo agrícola y manual, se ve así como algo degradante, y el empleo profesional relacionado con la producción útil de bienes y servicios es peor que degradante; es "vulgar", y por lo tanto "indigno de la mujer". En particular, las mujeres casadas no 20
Rosaldo y Lamphere, "Introduction", Women, Culture & Society, p. 7.
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se atreven a desafiar este canon de decencia por temor a poner en peligro la reputación de sus maridos.
mente una expresión económica, como tampoco lo son los objetos durables de adorno que pueden reflejar significados míticos o religiosos. Lo que hace al vestido un factor económico es su función como un indicador de la riqueza de quien lo lleva ... mejor dicho, del propietario, porque en la sociedad patriarcal no son necesariamente la misma persona el propietario y quien usa. El vestido de las mujeres simboliza la riqueza de la "unidad económica" representada por la que lo lleva. Y cuanto más extravagante sea el vestido, más deberá considerarse a la que lo usa como "algo parecido a un bien mueble", cautiva que anuncia la fuerza pecuniaria de su marido al permitirle, ya sea por costumbre o por coerción, que gaste dispendiosamente en ella. Esta práctica tiene precedentes en la conducta del hombre primitivo, y su propósito es el mismo en todo tiempo y lugar: la exhibición de un gasto dispendioso
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Todavía se siente que la vida de la mujer, en sus aspectos civil, económico y social, es esencial y normalmente una vida indirecta, cuyo mérito o demérito se atribuye a algún otro individuo que guarda cierta relación de propiedad o tutela con la mujer. Por ejemplo, toda acción de una mujer que viole una censura de la lista de comportamientos apropiados se refleja de inmediato en el honor del hombre al que pertenece.é!
En la sociedad moderna, sugiere Veblen, la posición de la mujer permanece casi como estaba cuando sus antepasadas eran capturadas y sometidas; sigue siendo el apéndice del marido, a cuyos intereses sirve y cuya imagen de buena vida debe reproducir. No se advierte mejor este residuo que en los hábitos de vestido de las mujeres modernas.
PSICOLOGíA ECONÓMICA DEL VESTIDO DE LAS MUJERES
Veblen creía que la familia patriarcal estaba experimentando una declinación por efecto de la vida industrial moderna. Pero en el modo del vestido femenino podía advertirse la persistencia de un artificio indicativo de la supervivencia de la dominación masculina. Veblen reconoció que el vestido tiene sus orígenes en el principio del adorno y en la necesidad física de protección y comodidad. Pero la decoración del cuerpo representa sólo el "sentido estético ingenuo" del vestido, sentido que tiene escasa importancia en la moda moderna. La evolución del vestido parte de las formas sencillas de adorno para llegar a una mezcla de accesos estéticos y económicos, una línea de desarrollo que se extiende desde los pigmentos y los dijes hasta lo que llaman ahora indumentaria. La decoración primitiva no es necesaria21
Veblen, reo, p. 360.
La porción adicional de mantequilla, o de algún otro ungüento, con la que se untan las esposas de los magnates del interior de África, más allá de lo que requiere la comodidad, es una forma de esta clase de gasto que se encuentra en la frontera entre el embellecimiento personal primitivo y el vestido incipiente. Lo mismo ocurre con los brazaletes y las tobilleras de alambre de latón, etc., que a veces pesan más de diez kilos, usados por la misma clase de personas y, en menor medida, por la población masculina de los mismos países. También con las pieles de focas del Ártico, que las mujeres de los países civilizados prefieren a tejidos superiores en todos sentidos, excepto el costo. También con las plumas de avestruz y las numerosas efigies curiosas de plantas y animales utilizadas por las modistas. La lista es inagotable, porque casi no hay artículo del atuendo masculino o femenino, civilizado o no civilizado, que no posea en gran medida este elemento, y en el caan de muchos de tales artículos podríamos afirmar, por lo que toca al principio económico, que virtualmente no son otra cosa. 22
22
Veblen,
EOC,
pp. 69-70.
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Veblen señaló tres principios del atuendo femenino moderno: carestía, novedad e ineptitud. El primer principio sirve para subrayar el "consumo conspicuamente improductivo de los bienes", la capacidad de la esposa para derrochar la riqueza como un medio de distinción social. Pero cuando la forma de un estilo particular se populariza, y los productores tratan así de bajar su precio, ese estilo está al alcance de un número de compradores tan grande que mina su función como símbolo de posición de la clase ociosa. De aquí deriva el surgimiento curioso de la novedad en la moda: el atuendo femenino debe, a primera vista, probar que ha sido usado durante breve tiempo, quizá solo una vez, como la delicada pijama. Mientras que los historiadores culturales parecen casi incapacitados para explicar las fluctuaciones repentinas de los estilos del vestido.P Veblen presumió saber por qué cambian las modas tras un periodo breve de estabilización: nunca debe permitirse que los imitadores se pongan al día, sobre todo en el momento culminante de la moda. En el mundo de la moda, la posición de la clase ociosa nunca se ve en peligro: las matronas pueden defenderse de todas las amenazas, aun en una sociedad próspera, abundante. Cuando un número creciente de mujeres de clase media alta empiezan a imitar el comportamiento económico de la clase ociosa , sólo manifiestan un derroche burdo, revelador de que sus medios de exhibición han sido adquiridos recientemente. Los imitadores carecen todavía de conocimientos y del hábito de la buena forma en el vestido y los modales, afectaciones que requieren un cultivo tan prolongado y deliberado que sólo pueden adquirirlas quienes se hallan dispuestos a derrochar tiempo y esfuerzo. El derroche es prestigioso. Según Veblen, el tercer principio del atuendo -la ineptitud- ilustra la racionalidad social que se encuentra detrás de la irracionalidad económica de los estilos del vestido femenino a fines del siglo XIX. Las esposas de la clase ociosa manifiestan
en sus vidas sociales el mismo desdén por el trabajo que manifiestan sus maridos en las actividades económicas. La "abstención conspicua" de todo trabajo se simboliza en el cabello largo de la mujer, el "tacón francés" -peligrosamente alto-- y la falda voluminosa que llega hasta el tobillo, de modo que impide el movimiento de la que lo lleva, quien no puede desempeñar ninguna ocupación útiL Aun las mujeres que deben ganarse la vida perpetúan, a través de su vestido voluminoso, la impresión de que están más dispuestas al consumo ocioso que a la producción real. Observando la "incapacidad fisica voluntariamente aceptada" de las mujeres que tratan de demostrar que son a la vez caras e inútiles, creía Veblen que resultaba casi imposible tratar de reformar el vestido hacia la conveniencia, comodidad o salud. La violencia más obvia contra la salud puede advertirse en el corsé, que hace a las mujeres occidentales lo que el "pie abortivo" hacía a sus "hermanas chinas": deforma el cuerpo natural en aras de la idea que tiene el hombre de la belleza femenina como una combinación de fragilidad y debilidad.
23 Véase, por ejemplo, René Kóning, A la Mode: On the Social PsycholoHY of Fashion (Nueva York, 1973).
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Ambas cosas son mutilaciones indudablemente repulsivas para el ojo no preparado; se requiere habituación para conciliarse con ellas. Pero no hay duda de su atractivo para los hombres, en cuyo esquema de vida encajan como elementos honoríficos sancionados por los requisitos de la reputación económica. Son elementos de belleza pecuniaria y cultural que han llegado a servir como elementos del ideal de la femineidad.>'
Veblen observó que el corsé y la falda larga habían estado pasando de moda recientemente porque un nuevo deseo de comodidad parecía determinar las preferencias de las mujeres. Pero este cambio de gustos, que va de hábitos socialmente impuestos a un consumo racionahnente analizado, puede ser más aparente que real. El culto de la comodidad personal "parece haberse debido a una ramificación del atletismo sentimental 24
Veblen,
TeO,
pp. 154-155.
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(adoración de la carne), que se ha vuelto dominante últimamente; y ahora que ha pasado la cresta de esta oleada de sentimiento, está retrocediendo también este motivo ajeno del vestido".25 Es posible que, con la declinación de los deportes, el vestido retorne a los dictados culturales de lo caro y novedoso. Pero el vestido como una expresión del derroche conspicuo no sigue siempre los cánones de la novedad: puede ser arcaizante, como OCUITe con el vestido de los sirvientes domésticos, cuyos feos adornos de encaje tratan de sugerir la larga herencia familiar de sus empleadores. El impulso arcaizante caracteriza también los uniformes usados por las señoritas de las escuelas de "educación social", donde se resiste la moda juvenil y la plena sencillez se vuelve en sí misma un indicador de la posición social superior. Cualquiera que sea la moda del vestido, la estrategia es siempre la de exhibición personal, y las vicisitudes de la moda señalan el elemento de emulación de clase en el seno de la vida social. Como ha señalado J. C. Flugel, quizá la moda sea la "diosa misteriosa" cuyos decretos resultan más fáciles de obedecer que de entender.s" Veblen entendió el fenómeno demasiado bien tal vez, y en consecuencia nos ofrece una interpretación un tanto unilateral del significado de los estilos del vestido. Por lo menos exageró la continuidad existente entre los patrones del comportamiento primitivo y los del comportamiento moderno. En las sociedades primitivas, donde el salvaje teme lo novedoso y extraño, el vestido permanece estable y desempeña una función de socialización. En las culturas modernas, donde el individuo teme la absorción y obstrucción, los estilos del vestido cambian de continuo y desempeñan una función de segregación. Y es posible que el papel discriminador del vestido moderno sugiera, como observó Georg Simmel.F' que la mujer se adhiere con mayor firmeza a la moda, no sólo porque sea un p. 76. J. C. Ftugel, The Psychology ofClothes (Londres, 1930), p. 137. 27 George Simmel, "Fashíon", lnternational Quarterly 10 (1904), pp- 130-155.
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apéndice del marido, sino primordialmente porque la debilidad de su posición social engendra en ella un respeto estricto por la costumbre, lo que irónicamente le da fuerza para desear "la individualización Yostentación personal" en el vestido, para ser afirmativa en lugar de sometida en la única esfera que compensa su falta de posición en una cultura masculina basada en una vocación o profesión. Las mujeres encuentran la libertad en la moda, aunque sólo sea la libertad de una ilusión. Tampoco encontramos en los escritos de Veblen ningún indicio de que el vestido pueda entenderse a la luz de la psicología del egoísmo individual y de la sociología de la emulación de clases. Es posible que las mujeres Y los hombres aprovechen la moda para incrementar su propio atractivo físico. Aunque él mismo era un libertino, Veblen no parece haber reconocido nunca el vestido como un instrumento de la rivalidad sexual: nos preguntamos qué habría hecho con el escote atrevido o la mi~i falda ... ¡como simbolos de la incapacidad física de la clase OCIOsa! Las dificultades del análisis de Veblen derivan de su esfuerzo por aplicar las características de la moda del siglo XIX a toda la historia del vestido, planteando los problemas de la mujer de 1. Magnin al hombre de Cromañón. Quentin Bel!, un gran admirador de Veblen, ha señalado las limitaciones del análisis de Veblen en On Human Finery. Bel! cuestiona el principio del "consumo indirecto" de Veblen. A través de la historia, observa Bell, cuando las esposas quedan reducidas en efecto a la posición de un "bien mueble", son los esposos quienes exhiben su propia riqueza. "Cuando las mujeres empiezan a adquirir una posición propia, comienzan a vestirse para el mundo." Podríamos añadir que, en la historia de la moda, no es tanto la esposa sino la amante quien establece los estilos del vestido, como señaló Sombart al relacionar el ascenso del capitalismo con la aceptación cultural del amor sensua!." Bel! duda también de que el análisis de Veblen pueda
2.5 Veblen, EOC, 26
28 Sombart observa que, en la sociedad parisina del siglo XVTIT, la "dama respetable" debía competir con la amante y ajustar consiguientemente muchos de
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explicar por qué cambia a veces el estilo hacia la sencillez y a veces hacia la "suntuosidad". Sin embargo, fue Veblen - subraya Bell- quien exploró por primera vez la relación del proceso de emulación con el comportamiento de clase, un fenómeno que ayuda mucho a la explicación de la historia de la moda.
riadores sociales contemporáneos que han estudiado las bellas letras, los manuales matrimoniales, tratados médicos, sermones religiosos, literatura higiénica y otros libros, folletos y artículos de orientación en materia de la niñez, el matrimonio y la familia, no han llegado a un claro acuerdo acerca de la posición de las mujeres.so Sin embargo, surgen de su investigación dos grandes generalizaciones: primera, la cultura norteamericana entre la Edad de Oropel y poco antes de la primera Guerra Mundial, un periodo que abarca aproximadamente desde 1875 hasta 1910, prescribía una imagen clara del lugar subordinado de las mujeres en una sociedad dominada por los hombres y basada en papeles bien definidos entre los sexos; segunda, el sexo era un aspecto biológico de la vida que las mujeres debían disfrutar sólo después del matrimonio, y entonces no con demasiada frecuencia ni con una expresión demasiado profunda de pasión, porque de otro modo podría parecer la esposa indebidamente agresiva y quizá neurótica. Hasta cierto punto, éstas y otras actitudes similares acerca de la femineidad se popularizaron a través de los materiales de lectura infantiles, cuyos autores imponían conscientemente sus propios valores en un esfuerzo por socializar a los jóvenes. Tal proceso traía consigo la "emulación" en el sentido vebleniano, porque muchos autores estadunidenses de la clase media alta, tanto mujeres como hombres, estaban ansiosos por interiorizar los aspectos del estilo de vida -vestido, modales y comportamiento moral- que parecieran significar y asegurar la posición de clase. Se incul-
Estoy convencido -concluye Bell- de que aparte de todas las modificaciones que sean necesarias en la historia, ha sido Veblen quien nos mostró la forma correcta de enfocar el problema. No creo que algún estudioso serio de la historia social pueda ignorar sus enseñanaas.w
Desafortunadamente, los intelectuales han olvidado los escritos de Veblen sobre la moda y la cuestión femenina. Lo mismo ocurrió con los feministas contemporáneos de Veblen, escritores y activistas que se encontraban dentro de la misma "jaula" de la sociedad moderna y deseaban, como la Nora Helmer de Ibsen, echar a la calle la domesticidad.
VEBLEN y CHARLOTTE PERKINS GILMAN
¿Cuál era exactamente la posición de las mujeres cuando Vebien escribió La clase ociosa a fines del siglo pasado? Los histosus propios hábitos de vestido. Tras de analizar el papel de la eocotte y del salon, agrega Sombart: Pero el resultado más importante de este desarrollo es que el estilo de vida del bajo mundo determinaba el de las mujeres del mundo es decir de la sociedad. Casi nada ha cambiado en este sentido desde entonces. Aun en el mundo respetable de la clase media de hoy, la mujer de posición segura (no me refiero a la gente excéntrica de vestidos "racionales" que vegeta en departamentos de tres habitaciones) estudia los vestidos usados por las grandes coc?ttes en las carreras de Primavera de París. Las mujeres galantes ensayan primero todas las extravagancias de la moda, el lujo y el esplendor, antes de que sean aceptadas, un tanto moderadas, por las matronas de buena reputación. ~n los días de aye~ que examinamos aquí, cuando el burgués vivía en su propia esfera, muy alejado de lo que era entonces "la sociedad" la cortesana ejercía naturalmente, en su círculo restringido, una influencia que se sentía en forma más completa y directa de lo que es posible hoy (Werner ~ombart:, "The Secularization of Lave", en Luxury and Capitalism, p. 57). . Quentm Bell, On Human Finery (Londres, 1947), pp. 116-126.
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so Charles E. Rosenberg, "Sexuality, Class and Role in 19 th Century America", American Quarterly, 25 (1973), pp. 131-153; Sondra R. Herman, "Loving Courtship or the Marriage Market? The Ideal and its Critica, 1871-1911", ibid., pp. 235-252; Caroll Smith-Rosenberg, "The Hysterical Woman: Sex Roles and Role Conñict in 19th Century America", Social Research 34 (1972), pp. 652-678; Carl Degler, "What Ought to Be and What Was: Women's Sexuality in the Nineteenth Century", American Hietoricol Review 129 (1974), pp. 1467-1490; G. J. Barker-Benfield, The Horrors al the Half-Knawn Lífe: Male Attitudes Toward Women and Sexuality in Nineteenth Century America (Nueva York, 1975); Sarah J. Stage, "Out ofthe Attic: Studies ofVictorian Sexuality", American Quarterly 27 (1975), pp. 480-485; Barbara Sicherman, "American History", Signs 1 (1975), pp. 461-485.
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caban a las jóvenes los ideales de la castidad premarital y la domesticidad posmarital, cuya observancia aseguraría una vida de felicidad conyugal, aun a costa del amor romántico impulsivo. Las feministas protestaron contra éstos y otros "ideales" que implicaban la subordinación de la mujer ante la carrera del esposo, el patrón doble de la moralidad masculina, y la idea de que el amor juvenil debía ser racionalmente calculado, como un tablero de movimientos sociales estratégicos, y que el sexo tenía que experimentarse calmada y pasivamente, como los placeres de una caja de chocolates. Por dudosas que puedan ser las fuentes preceptivas, tales como los manuales matrimoniales, algunos investigadores han interpretado las limitaciones impuestas a la autonomía personal de las mujeres, y las restricciones de su libertad sexual, como prueba de una "represión" cultural en general, un esfuerzo deliberado por canalizar las energías libidinosas de hombres y mujeres en contra del placer y la libertad y a favor del trabajo y la autonegación o abnegación. En esta interpretación freudíana-marxista, la prescripción sexual es un recurso para satisfacer las necesidades de una economía capitalista en desarrollo. "El evangelio de la continencia --escribe un académico que toma este punto de vista- revela su significado cuando se relaciona con la cualidad dinámica inherente a la estructura y el funcionamiento del Sistema Económico Respetable, el impulso por acumular y reinvertir capital."31 Esta interpretación puede confundir las aspiraciones morales con las condiciones históricas reales, la retórica con la realidad. No es sólo cuestionable, como han observado algunos historiadores scciales.F que los patrones victorianos obstruyeran los imperativos biológicos del crecimiento emocional, sino que La clase ociosa demostrara que la ética protestante tradicional se había transformado ya, de un principio de trabajo, en una psicología de consumo. Es .H Peter T. Cominos, "Late Victorian Sexual Respectability and the Social System", International Review of Social History 8 (1963), p. 216. 32 Degler [véase la nota 30], pp. 1467-1490; Rosenberg, pp- 131-153.
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posible que las "cruzadas de pureza" de fines del siglo XIX estuviesen tratando demasiado tarde no de sostener el capitalismo sino de contener una revolución moral derivada del capitalismo mismo: la vida de gratificación sensual que acompaña a la vida de adquisición material. 33 Quizá sea exagerado relacionar el surgimiento de lo erótico con el producto nacional bruto, en particular si consideramos la penuria de las mujeres trabajadoras de clase baja. Sin embargo, es significativo que varias feministas prominentes no sostuvieran que se les estaba negando la libertad sexual porque se veían obligadas a trabajar, sino que se veían obligadas a permanecer ociosas cuando querían estar activas, ser productoras en lugar de consumidoras. "Se le prohibe hacer, pero se le alienta a que tome", escribió Charlotte Perkins Gilman en Women and Economics, libro que se asemeja notablemente al análisis que hace Veblen del lugar que ocupa la esposa en la sociedad industrial moderna." Women and Economics se publicó en 1898, un año antes de la aparición de La clase ociosa, y el mismo año en que Veblen publicó su ensayo sobre "The Barbarian Status of Women": ¿coincidencia cronológica? Tal vez, ya que no hay ningún inicio de que Gilman o Veblen se hubiesen visto influidos por los escritos de la una y el otro. Esto parece especialmente extraño en 33 "Todo el lujo personal deriva del placer puramente sensual. Todo lo que encante alojo, el oído, la nariz, el paladar o el tacto, ti~nd~ a encontra:r una expresión cada vez más perfecta en los objetos del uso ,dl~rlO. Y ~~ ~reclsamente el gasto en tales objetos lo que constituye el lujo. En último análisis, ~s ~uestra vida sexual lo que se encuentra en la raíz del deseo de refinar y multiplicar los medios de estímulo de nuestros sentidos, porque el placer sensual y el placer erótico son esencialmente la misma cosa. Indudablemente la causa primordial del desarrollo de cualquier clase de lujo debe buscarse muy a menudo en los impulsos sexuales conscientes o inconscientes. "por esta razón vemos el lujo en ascenso dondequiera que empieza a acumularse la riqueza y se expresa libremente la sexualidad de una nación. En cambio, donde se niega la expresión sexual, la :iqueza empieza a atesorarse en lugar de gastarse; entonces se acumulan los ble~es, sob~e tod? en forma~ abs: tractas tales como los metales preciosos y, en periodos mas reCIentes, el dmero (Sombart, Luxury and Capítaliem, pp. XX-XXI). . 34 Charlotte Perklns Gilman, Women and Economice (Nueva york, 1966),
p.118.
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vista de las numerosas semejanzas de sus respectivos análisis. Ambos consideraron que la cuestión femenina era mucho más amplia que la etapa histórica del sufragio (Mili) o la industrialización (Engels); ambos analizaron el problema en términos de las sutiles presiones sociales presentes en la cultura de la sociedad industrial moderna. Animaba a su modo de investigación también una perspectiva darviniana común, de modo que Veblen y Gilman -profundamente influidos por la sociología de Lester Ward- trazaron la evolución social de las relaciones humanas. De igual modo, ambos autores consideraron que la naturaleza de hombres y mujeres estaba dotada de un instinto básico para trabajar, producir y crear un medio artístico de autoexpresión. "Los seres humanos organizados en sociedad tienden a producir, como una glándula tiende a secretar --escribió Gilman-. El impulso creativo, el deseo de hacer, de expresar el pensamiento interior en forma externa [... ] éste es el carácter distintivo de la humanidad." Gilman y Veblen examinaron también las implicaciones del vestido femenino, atribuyeron a las mujeres las cualidades de cooperación y utilidad, y subrayaron -aunque Gilman lo hizo con mayor fuerza- el valor económico y el beneficio social no reconocidos del trabajo hogareño de las mujeres y su aislamiento de los factores productivos de la economía en conjunto.P Sin embargo, Gilman no sostenía la teoría de Veblen de la división sexual del trabajo, según la cual no se debía la exclusión de las mujeres a su incapacidad para el trabajo duro, físico -el supuesto prevaleciente en gran parte del pensamiento social darvinista del siglo XIX 36_, sino a su incapacidad para la
violencia y la agresión de la vida económica primitiva. De acuerdo con Gilman, la división del trabajo se originó de otro modo, y de hecho contribuyó al progreso. En el inicio de la vida humana, la mujer representaba las fuerzas de la procreación y el trabajo, mientras que el hombre -más impaciente por el tedio de la ocupación y más inventivo para adaptarse a los cambios ambientales- estaba mejor capacitado para inventar procedimientos que aligeraran la carga del trabajo. La mujer usó también su sexo para humanizar ("maternizar") al hombre y para motivarlo a que se volviera algo más que un cazador y destructor. Así pues, las mujeres estaban en realidad indefensas, porque sólo poseían los instintos estables de la preservación, mientras que los hombres inventaban los medios para hacer que la vida progresara en lugar de permanecer estancada. En la descripción de Gilman, que invierte por completo la de Veblen, la mujer acepta conscientemente que el hombre ascienda al nivel de dominación a causa de su capacidad biológica superior en la "lucha por la existencia't.F Pero esa lucha ha terminado ---
Charlotte Perkins Gilman, Women ... , pp. 116-117. William Graham Sumner, "Sociology", en Perry Miller (comp.), American Thought: Civil War to World War 1 (Nueva York, 1954), pp. 72-92. Sobre el darvinismo y el feminismo, véanse los estudios siguientes: Aileen S. Kraidtor, The Ideas ofthe Woman Suffrage Movement, 1890-1920 (Nueva York, 1965), pp. 1842; Lester D. Stephens, "Evoluticn and Woman's Rights in the 1890s: The Views of -Ioseph LeConte", The Historian 33 (976), pp. 239-252; Rosalind Rosenberg, "In Search of Woman'e Nature, 1850-1920", Feminist Studies 3 (975), pp. 141-154; ClifIord H. Scott, "A Naturalistic Rationale for Women's 35 36
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Reform: Lester Frank Ward on the Evolution ofSocial Relations", The Historian 33 (1970), pp. 54-67. 37 Gilman estaba fascinada por la frecuencia con que los insectos machos son deliberadamente "sacrificados" por los suyos en aras de la supervivencia de la especie, y por comparación parecía que la posición subordinada de la mujer era sólo un interludio secundario y transitorio en los procesos creativos de la naturaleza. Jamás en la historia de la humanidad se ha comparado ningún ultraje cometido contra las mujeres con estos sacrificios totales de los machos indefensos de especies inferiores. La hembra ha sido dominante durante la mayor parte de la duración de la vida en la Tierra. Ha sido por lo menos igual hasta el advenimiento de nuestra propia especie; y en nuestra especie ha quedado subyugada por el macho durante el periodo de desarrollo inicial en aras de una ganancia racial tan enorme, de usos tan hermosos y nobles, que las mujeres, que conocen tal poder, no han de mencionar los sacrificios ni pensar en ellos. Para el fortalecimiento de la vida humana sobre la Tierra, la mujer podría soportarlo todo; y -próxima, tierna, amorosa- para la elevación de su feroz compañero hasta un plano de hermandad libre y gentil, para la consolidación del alma humana en su adorado hijo, la mujer podría haber soportado no sólo esto sino aún más, sonriente, sin reniegos, con gusto, por el bien de su hijo y del mundo (Women and Economics, p. 135).
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el momento en que estamos abiertas a impulsos más profundos y amplios que el instinto sexual; los instintos sociales son por fin suficientemente fuertes para expresarse en toda su magnitud". Por supuesto, Veblen se sentía mucho menos optimista acerca de la desaparición de los instintos bárbaros del hombre primitivo. Además, mientras que él deseaba que las mujeres participaran en el movimiento tendente a controlar los procesos productivos de la vida económica, Gilman se interesaba en la red más amplia de las relaciones humanas y quería que ocurrieran, dentro del hogar y la familia, algunos cambios que permitieran que la mujer continuara siendo una madre amante al igual que una trabajadora productiva. Ella seguía creyendo que las mujeres debían participar en el trabajo útil, digno, del mundo exterior, para que disfrutaran mejor del "amor delicado" y la "sencillez" de la vida en el hogar, su verdadero "lugar de descanso'V" En vista de los persuasivos escritos de Gilman, y los de otros feministas del fin de eiécle, ¿por qué consideró Veblen necesario defender la causa de la emancipación social de las mujeres? Al revés de Mill, Veblen no expresó jamás que el igualitarismo sexual fuese una obligación del organismo político liberal. Poco impresionado con el análisis de Engels, deliberadamente eludió la tendencia marxista a equiparar la cuestión femenina con la cuestión clasista. Y al revés de Gilman, expresó escasa fe en el progreso moral. En fin, ¿qué pensaba exactamente Veblen de las mujeres como seres humanos?, y ¿por qué buscó en las mujeres, como Henry Adams, el precioso sentido vital que salvaría a la raza humana?
VEBLEN y LA "NUEVA MUJER";
Gilman, Women ..., pp. 138,257.
MENCKEN
y EL CONTRAATAQUE MASCULINO
Las relaciones de Thorstein Veblen con las mujeres constituyen uno de los puntos más discutidos y menos documentados de la historia cultural norteamericana. La vida amorosa de cualquier persona constituye un reto para el estudio serio; la de Veblen es un frustrante callejón sin salida. No sólo destruyó su correspondencia privada, sino que se mostraba tan reticente acerca de sus pasiones como acerca de sus convicciones. Pero no hay duda de que Veblen se sintió atraído por las mujeres, y a lo largo de su vida profesional se vio envuelto en un idilio tras otro, en cierta ocasión con la esposa de un colega, la cual posteriormente se hizo amante de Anatole France.s? David Riesman sugiere que la defensa teórica de las mujeres por parte de Veblen y su atracción fisica y psicológica hacia ellas derivaban probablemente de "un hombre que se sentía deficiente en las habituales virtudes masculinas de la autosuficiencia, represalia agresiva, la eficacia social, etc ... "40 Nos preguntamos si tales rasgos son peculiarmente masculinos y si su ausencia describe en efecto lo que se quiere explicar. Veblen era un hombre fisicamente poderoso, que en su juventud podía ser combativo y como adulto era capaz de desafiar la autoridad y la corrección, y tanto su vida en la austera choza californiana como sus exploraciones singulares, precursoras, en el campo de la economía antropológica primitiva indican una "autosuficiencia" casi única en la historia intelectual norteamericana. Si resulta dificil explicar el interés de Veblen en las mujeres, más dificil es, quizá, la explicación del interés de las mujeres por Veblen, un pedagogo despeinado, letárgico, que huía de los disfrutes fraternales de la compañía y conversación y no parecía necesitado de intimidad. R. L. Duffus, periodista que había com39
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H. L.
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Dorfman, ll, p. 97; conversación con Dorfman, 15 de junio de 1974. Riesman, p. 2.
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partido la choza de Veblen en sus días de estudiante en Stanford, sugiere que Veblen era "más capaz de afecto que de pasión". Veblen podía inspirar "devoción profunda en una mujer", descubrió Duffus al hablar con la primera esposa de Veblen, a quien había sido infiel. Otra dama le dijo a Duffus que Veblen era "el caso de un hombre que descubrió bien avanzada su vida que era atractivo para las mujeres"41 Veblen no se afanaba en perseguir mujeres, pero tampoco resistía sus avances. Una vez respondió fatigadamente con una pregunta a un amigo escandalizado: "¿Qué puedes hacer si una mujer se te insinúa?"42 Irónicamente, este hombre despreocupado tenía esa esencia indefinible llamada atractivo sexual. Cualquiera que haya sido el secreto de Veblen, es claro que se trataba más de un seducido que de un seductor. Su primer matrimonio, celebrado con Ellen Ralfe en 1888, terminó mal: la sobrina del presidente de Carleton College era una mujer de ideas, dotada de una personalidad cálida y viva. En los primeros años hubo compatibilidad intelectual natural entre ambos. Veblen le leía a ella obras de Spencer, y ella le leía obras de Henry George y de Ruskin. Ella tenía talento para narrar historias y se interesaba vivamente en los cuentos de fantasmas y misterio; también publicó algunos libros para jardines de niños. Veblen estaba encantado con ella, de acuerdo con su biógrafo Joseph Dorfman. Pero parece dudoso que haya habido mucha sensualidad en su matrimonio. Cuando murió Ellen en 1926, la autopsia reveló que sus órganos sexuales estaban retardados. Independientemente de que esta desgracia explique o no las aventuras adúlteras de Veblen.v' el hecho es que el matrimonio se volvió más inestable con el paso de los
años. Ellen lo abandonó periódicamente, a veces impulsada por sus indiscreciones, a veces por su frialdad hacia ella. Tras una serie de separaciones, se divorciaron en 1911. Un matrimonio iniciado con cálida inocencia virginal terminó en amarga acritud. Ellen era dueña de varias casas y de un aserradero en Oregón que valía 4000 dólares, pero se sentía insegura y rechazada. En una carta le confió a una amiga: "No he recibido un centavo de ayuda desde el divorcio, a pesar de que se me concedió pensión alimenticia: tal es la gratitud de los hombres't.v' Veblen se casó por segunda ocasión en 1914, ahora con Anne Fessenden Bradley, una divorciada a quien había conocido en Chicago y California. La nueva señora Veblen se puso de inmediato a cuidar por completo de su excéntrico marido, encargándose de su mecanografía, lavarle la ropa y de cuidar que las dos hijas de ella, del matrimonio anterior, no lo molestaran. Mientras tanto, sin ningún sentido de contradicción, educó a sus hijas con las enseñanzas de La clase ociosa, que subrayan la independencia y la autonomía económica de las mujeres. Anne era radical, "impaciente, explosiva y muy doctrinal", de acuerdo con el testimonio de una vecina, y se sentía movida por el espíritu rebelde de la preguerra. Es posible que no sintiera ninguna violación a sus principios feministas cuando atendía a su marido porque, como observa con ironía Riesman, lo consideraba como un valioso "recurso nacional". Durante los años de la guerra sufrió un colapso nervioso, con delirios de persecución, y hubo de ser internada. Nadie parece saber cómo afectó a Veblen su colapso repentino (o su muerte en 1920), pero Veblen se volvió más inútil que nunca, de modo que sus amigos debieron hacer arreglos para enviar a las niñas con algunos parientes y lograr que alguien cuidara de él. Durante algún tiempo lo cuidaron cuatro mujeres que se daban a sí mismas el título de "las Virolas". Curiosamente, las mujeres parecían querer protegerlo y cuidar de sus modestas necesidades. Isador Lubin, economista
41 R. L. Duffue, Innocents at Credo: A Memoir of Thorstein Veblen and Sorne Others (Nueva York, 1944), pp. 92-93. 42 Citado en John dos Paseos, The Big Money (Nueva York, 1936), p. 100. 43 La condición parece haber sido mucho más dura para ella que para él. Veblen se negó a tener hijos con su segunda esposa, pues decía que no podía imaginarse como padre. La desdicha de Ellen ha sido descrita vivamente por una vecina que escribió a Dorfman tras la aparición de su biografía. "Ella [Ellen] habría dado la vida, casi diría su alma, por tener un hijo." Dorfman, n, p. 131.
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Dorfman, r, p. 305
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que trabajó con Veblen en Washington durante este periodo, recuerda sus numerosas visitas a la casa de Veblen cuando éste vivía con Anne y sus dos hijas (de 12 y 14 años de edad):
dora de clase baja -observó Veblen- puede soportar todavía las actividades embrutecedoras, porque su trabajo es inmediato, tangible y tiene un propósito económico, además de que "no tiene tiempo para pensar en una afirmación rebelde de la propensión a la autosuficiencia heredada". En cambio, la mujer educada de clase media se inclina más a experimentar una "reversión hacia un tipo más genérico del carácter humano", descrito por Veblen, con ironía maestra, como "protoantropoide" y "posiblemente subhumano", Esta mujer está cansada de verse indirectamente, como una "expresión de la vida del hombre en segundo plano". Por lo tanto, los lemas del movimiento son "Emancipación" y "Trabajo", liberación inmediata de todos los esquemas actuales de la posición social y de toda exclusión del empleo útil. 47 En la misma sección de La clase ociosa se preocupó Veblen por contestar a la crítica al movimiento de la Nueva Mujer. Citó a uno de los críticos para quien la mujer activista "está mimada por su esposo, el más dedicado y trabajador de los esposos del mundo l... ] Supera a su esposo en educación y en casi todos los sentidos; está rodeada de las atenciones más numerosas y delicadas. Pero no está satisfecha". Veblen no tuvo dificultad en utilizar las propias palabras del crítico a fin de mostrar que la solución normal del hombre era precisamente el problema de la mujer; y también pudo demostrar que el feminismo no surgiría nunca en los Estados Unidos de la mera necesidad económica sino de las falsas promesas de prosperidad y lujo que habían reducido las vidas de las mujeres a la vacía ceremonia del consumo. Pero Veblen no contestó a otro crítico que simpatizaba con algunas causas femeninas y no con lo que consideraba la trivialidad vebleniana: H. L. Mencken. Mencken había sido el acérrimo rival de Veblen durante muchos años. No sólo le molestaba el culto de Veblen que había surgido durante la primera Guerra Mundial, sino que lo irrita-
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Lo que más me impresionó de las tres mujeres de la casa fue su actitud protectora para con Veblen: sentían que debían protegerlo de algo; no pude entender de qué se trataba, pero era evidente que ellas se encargarían de que nada le ocurriera. Gradualmente, las tres desarrollaron una especie de actitud maternal para conmigo. Al término del año tuve la sensación de que esta actitud hacia mí se debía en parte al hecho de que ellas sentían que yo también quería proteger a Veblen. Pero todavía no sé de fijo de qué lo estábamos protegiendo.t''
En efecto, ¿de qué? Riesman sugiere que Veblen se sentía más cómodo con las mujeres porque ellas exigían menos de su intelecto; mientras que D. R. Scott, un colega de Veblen en la Universidad de Missouri, cree que Veblen encontraba en las mujeres "una especie de alivio psicológico" de la soledad de su alejamiento del mundo de las relaciones sociales." También podría ser que Veblen experimentara inconscientemente, en las mujeres, las mismas emociones humanas que había eliminado conscientemente de su teoría social del rigor científico y el trabajo irracional: libertad, placer, belleza y felicidad. Junto con Lester Ward, Veblen fue el primer científico social importante que cobró un interés auténticamente intelectual en la causa feminista a principios del siglo. Además de sus artículos sobre el vestido y la posición de las mujeres, dedicó una sección de La clase ociosa al estudio de las razones que se encuentran detrás de los fenómenos del movimiento de la "Nueva Mujer". Veblen consideró el movimiento feminista de esa época, como lo es ahora, una expresión de agitación y resentimiento por la posición, predominante en la clase media alta blanca. La trabaja4S Isador Lubin, "Recollections ofVeblen", en Carlton Qualey (comp.), Thorstein Veblen (Nueva York, 1968), p. 132. 46 Ríesman, p. 27, cita las observaciones de Scott.
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Veblen, reo, p. 363.
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ba más aún el abuso del idioma inglés por parte de Veblen. Además, Mencken acudió en defensa del difamado varón norteamericano, a quien Veblen había venido describiendo como el ejemplo más claro del barbarismo primitivo. Mencken se propuso realizar este rescate intelectual reduciendo en primer término las 406 páginas de la repetitiva Teoría de la clase ociosa a tres proposiciones sencillas, para proceder luego a demoler todo el edificio de la teoría de la posición social de Veblen mediante la demostración de las falacias del principio de la "posesión exclusiva": 1. La clase ociosa, que es la clase depredadora de la época feudal, se reserva todos los lujos para sí misma y desaprueba su uso por parte de los miembros de las clases bajas, porque este uso elimina su encanto al eliminar su posesión exclusiva. 2. Las mujeres son bienes muebles en posesión de la clase ociosa, y por ende, sujetas a las reglas formuladas inferiores: "La tradición patriarcal [... ] muestra que la mujer, siendo un bien mueble, sólo debe consumir lo necesario para su sostenimiento, excepto en la medida en que su mayor consumo contribuya a la comodidad o la buena reputación de su amo". 3. El consumo de alcohol no aporta nada a la comodidad o la buena reputación del amo de la mujer, sino que empaña obviamente la comodidad o placer. Por lo tanto, se prohíbe beber a la mujer. Me parece que este es un ejemplo válido del razonamiento vebleniano; obsérvese bien, pues es típico. Es decir, se inicia con un supuesto gratuito y muy dudoso, continúa con una deducción igualmente dudosa, y termina con una perogrullada que elude toda la dificultad. ¿Qué razón sensata existe para creer que la posesión exclusiva es la característica primordial del lujo? No puedo ver ninguna. Puede ser cierto de algunos lujos, pero no de la mayoría de los lujos familiares. ¿Disfruto un baño decente porque sé que John Smith no puede dárselo... o porque me gusta andar limpio? ¿Admiro la Quinta Sinfonía de Beethoven porque resulta incomprensible para diputados y metodistas ... o porque aprecio genuinamente la música? ¿Prefiero la "tortuga a la Maryland" al hígado frito porque los campesinos deben conformarse con el hígado ... o porque la tor-
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tuga es intrínsecamente más deliciosa? ¿Prefiero besar a una joven hermosa a besar a la mujer que limpia la oficina porque aun un portero puede besar a una asistenta ... o porque la joven hermosa se ve mejor, huele mejor y besa mejor? Es cierto que la idea de la posesión exclusiva interviene a veces en el concepto del lujo. Si soy un bibliófilo, puedo estimar un libro porque es una primera edición única. Puedo estimar a una mujer que me gusta porque sólo a mí me sonríe. Pero aun aquí, salvo en una minoría muy pequeña de casos, otros atractivos intervienen claramente. Me agrada tener una primera edición única, pero no me interesaría nada una primera edición única de Robert W. Chambers o Elinor Glyn; es necesario que el autor cuente con mi respeto, que el libro sea intrínsecamente valioso, que haya mucho más que la mera singularidad. Y si me siento en la gloria con las sonrisas exclusivas de cierta dama, es seguro que mi satisfacción dependerá sobre todo de la dama misma, no de mi monopolio. ¿Me deleitaría la fidelidad de una asistenta?; ¿me causaría alguna alegría saber que, por un sentimiento de lealtad hacia mí, ella ha dejado de besar al portero?
Mencken sostuvo que la teoría del consumo y el derroche conspicuos de Veblen, aplicada al comportamiento real, no es más que un "fantasma de disparates". Un marido puede beber en exceso y prohibirle a su esposa que lo haga, no porque la ebriedad de la mujer "reduzca el placer del hombre" sino porque "la dignidad y felicidad de la mujer es algo precioso para el hombre". En cuanto a la presunción de la dependencia y subordinación de la mujer frente al marido, Veblen no podía entender lo que en realidad motiva a la gente, de modo que no podía ver quién maneja efectivamente a quién en un matrimonio: Supongo que nadie negará que, en un sentido claramente limitado, las mujeres ocupan un lugar en el mundo -o mejor dicho, aspiran a un lugar en el mundo-e- muy semejante al de un bien mueble. El matrimonio, meta de sus únicas esperanzas honestas y permanentes, invade su individualidad. Por lo tanto, la apariencia que presenta al mundo es a menudo la imagen del egotismo de su esposo. Un hombre rico llena a su esposa de ropas y joyas costosas por la misma
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razón, entre otras, que adorna su propia cabeza con un sombrero de copa: para notificar a todos que puede pagarlo; en suma, para excitar la envidia de los socialistas. Pero es de esperarse que lo haga también por otra razón mucho mejor y más poderosa, a saber: que ella lo intriga, que lo deleita, que la ama y por eso quiere volverla llamativa y feliz. Es posible que esta razón no convenza a los sociólogos socialistas. En Rusia, de acuerdo con un antiguo escándalo (apoyado oficialmente por los británicos para molestar a los yanquis), los bolcheviques repudiaron este argumento como una locura. Pero el argumento sigue atrayendo con gran fuerza a la mayoría de
los esposos normales de los países de Occidente, y estoy convencido de que es cien veces más fuerte que cualquier otra razón. En particular, el esposo norteamericano viste a su mujer como a un caballo de circo, no porque quiera desplegar su riqueza en la persona de la esposa, sino sobre todo porque es un tipo suave y simplón, siempre listo a complacer los deseos de la mujer, por absurdos que sean. Si hubiese en él cualquier concepción de la mujer como una posesión, por inconsciente que fuese, sería mucho menos su esclavo. En realidad, la práctica indirecta del derroche conspicuo de la mujer alcanza de ordinario tal desarrollo, que su propio amo se ve obligado a renunciar a muchas cosas,lo que destruye la teoría del doctor Veblen.v' Podrían desecharse fácilmente las observaciones de Mencken como nada más que patriotería masculina, una acusación que elude al adversario en lugar de confrontarlo. Además, la acusación no es enteramente justa. Si la perspectiva darviniana de Veblen lo llevó a imputar las causas de la opresión de las mujeres a la fuerza bárbara del hombre arcaico, la postura nietzscheana de Mencken lo llevó a achacar el dilema de la mujer moderna a la naturaleza irremediablemente débil y sentimental del hombre. Es la "moral esclava" y embriagadora del cristianismo lo que ha colocado a las mujeres en el pedestal. En efecto, a pesar de los ataques que dirigia Mencken a Veblen, ambos comparten muchas actitudes hacia las mujeres. Ambos ensalzaron la inteligencia superior y el equilibrio emocional más 48
H. L. Mencken, Prejudices: First Series (Nueva York, 1919), pp. 59-82.
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saludable de las mujeres, y ambos admiraron el desapego de las mujeres del mundo de los negocios y la política, ejemplificado sobre todo por su aversión a la guerra. Ante todo, la mujer norteamericana podía convertirse en lo que el hombre norteamericano no podría ser jamás: un espíritu libre. "Ella es esencialmente una proscrita, una rebelde, lo que llama H. G. Wells nómada", escribió Mencken en su libro In Defense ofWomen. 49 En vista de estas simpatías comunes, resulta lamentable que Veblen no haya respondido a Mencken. Si lo hubiese hecho, quizá hubiera contestado a su adversario con las verdades de la antropologia. El hecho de que un hombre, ya sea "simplón" o poderoso, pueda desplegar su riqueza en su esposa, o dejar de hacerlo, indica que ella es el objeto de la voluntad y poder del hombre, y no necesariamente el sujeto de sus propios deseos. El conocimiento que tenía Veblen de la significación del potlatch le permitió entender que el "ritual de los regalos" es un instrumento para que el donador afirme su autoridad sobre el receptor, una costumbre que, como hemos visto, subraya a través del comportamiento simbólico la relación de la dominación a la subordinación. Mencken, el cínico rudo, se convirtió en un idealista romántico cuando pidió a sus lectores que creyeran ("es de esperarse") que un hombre adorna a su esposa porque ella lo deleita e "intriga" y porque él la "ama". Si hubiese respondído.s'' es probable que Veblen hubiera anticipado la consigna de las esposas liberadas de los años setenta: "menos amor, más respeto", un manifiesto que nos obliga a reflexionar de nueH. L. Mencken, In Defense ofWomen (Nueva York, 1918), p. 51. En toda su carrera, Veblen sólo contestó en una ocasión a sus numerosos críticos, y ese crítico particular confesó más tarde: "A menudo me he preguntado cómo pude haber estado tan ciego" (Dorfman, 1, pp. 507-50S). Cuando apareció por primera vez el ensayo de Mencken en Smort Set, en 1919, los pensamientos de Veblen se centraban en la guerra, la paz y la Revolución rusa, sucesos que 10 desilusionaron en los años veinte, cuando se hundió más aún en el aislamiento y la soledad. Un debate entre Veblen y Mencken sobre el tema del feminismo hubiera resultado estimulante, y quizá hubiese ayudado a mantener viva la controversia durante los años veinte, cuando la aprobación de la decimonovena enmienda sobre el sufragio había terminado con la batalla política aparente y había iniciado la verdadera lucha cultural. 49
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vo sobre el enigmático decir de Ovidio: "El amor y la dignidad no pueden vivir juntos".
das y todas las fuerzas irracionales que perpetúan la mística de la subordinación femenina y la superioridad masculina como un hecho inalterable, preordenado por la misteriosa voluntad de Dios o los designios inescrutables de la naturaleza. La mística ha sido cuestionada en efecto, pero resulta dificil determinar el papel de la tecnología en este proceso. De hecho, la tecnología trajo consigo la prosperidad y el tiempo ocioso que permitieron que un número mayor de mujeres obtuvieran educación y cobraran así conciencia de su condición. Pero este proceso no formó parte del pronóstico de Veblen. La "disciplina de la máquina" habría de crear en las mujeres, tanto como en los hombres, una mentalidad mecánica, objetiva, científica, "factual", la única que estaría suficientemente purgada de las emociones humanas para desafiar y derrumbar un sistema capitalista que estaba sostenido no sólo por el poder coercitivo sino también por la hegemonía de las ideas subjetivas, los hábitos profundamente arraigados de la propiedad, la clase y la posición social. Fue en efecto la máquina, en realidad una máquina particularmente innovadora, la que llevó a un número creciente de mujeres a la fuerza de trabajo a principios del siglo, y esa máquina las logró "disciplinar" para que pensaran mecánicamente y se sometieran a los ritmos del trabajo industrial y a las nuevas demandas de una eficiencia administrativa científicamente precisa. Esa máquina novedosa originó incluso toda una nueva clase de mujeres profesionales y elevó la "posición" de la mujer a la de un trabajador confiable, y ayudó en gran medida a diseminar las ideas y expandir los horizontes de la cultura. Esa máquina hizo muchas cosas para generar el cambio; lo único que no pudo hacer, excepto quizá por su capacidad para provocar repulsión, fue convertir a una mecanógrafa en feminista. ¿Qué puede decir entonces Veblen a las mujeres liberadoras de nuestro tiempo? Ante todo debemos advertir que si la máquina le falló a Veblen también el "proletariado" decepcionó a Marx y la urna electoral a John Stuart Mili. Ni la ciencia, la
RACIONALIZACIÓN DEL PODER
Los feministas podrán encontrar en las obras de Veblen muchas ideas y visiones útiles. Su explicación de los orígenes de la propiedad y la división sexual del trabajo ofrece una dimensión sociológica, fincada en datos antropológicos, que faltan en la interpretación económica de los fenómenos históricos que realiza Engels. En vista de las tendencias recientes, las ideas de Veblen acerca del vestido, la posición social y dependencia económica de las mujeres parecen más válidas de lo que aceptaría Mencken, aunque sean en el terreno emocional más complejas que en la presentación de Veblen. y su teoría de los instintos del trabajo y la inclinación paternal encontrará sin duda una respuesta entusiasta en todas las mujeres que hayan examinado la teoría de la naturaleza instintiva femenina de Freud. Pero lo que quizá no encuentren las mujeres en Veblen es una solución práctica convincente a su situación en la sociedad industrial moderna. Así como Marx y Engels creían que las "fuerzas productivas" intensificarían las "contradicciones" del capitalismo, Veblen esperaba que el futuro redimiera el pasado. Aunque siempre persiste en Veblen el sentimiento de que las fuerzas de la continuidad triunfarán sobre las fuerzas del cambio, tenia la gran esperanza de que el poder de la tecnología aflojaría las ataduras psicológicas que conectaban el pasado bárbaro con el presente civilizado. La tecnología sería aliada tanto del ama de casa como del ingeniero, porque el trabajo maquinalliberaría la mente y permitiría que mujeres y hombres desecharan las ideas antropomórficas responsables del actual estado de cosas. La misión de la tecnología es liberar a hombres y mujeres del "animismo", de una sumisión a fuerzas sobrenaturales, "invisibles" leyes económicas, instituciones santifica-
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DENTRO DE LA BALLENA
EL "STATUS" BÁRBARO DE LAS MUJERES
conciencia de clase o la democracia parecen haber alterado la posición de las mujeres modernas en la forma esperada alguna vez por radicales y liberales. Pero la interpretación que hace VebIen de la antropología cultural de la discriminación sexual merece nuestra atención. Al revés de Marx y Engels, no se conformó con explicar la naturaleza de las relaciones sociales sin tratar de explicar sus orígenes. Trató de explicar no sólo cómo son las cosas sino también cómo surgieron. Conviene repetir su contribución singular a la teoría social: en el surgimiento simultáneo de la propiedad y de una clase ociosa, percibió Veblen la primera formación de sistemas de papeles sociales que servirían para legitimar no sólo la sociedad de clases y el capitalismo moderno sino también la dominación masculina. Por lo tanto, por oposición a Charlotte Perkins Gilman, no consideró Veblen la evolución de la división sexual del trabajo como una necesidad natural, ni pensó que los "instintos sociales" del hombre serían redentores en modo alguno mientras no se hubiese extirpado por completo la cultura del capitalismo. Esa cultura misma tenía sus orígenes más profundos en el advenimiento de la hazaña y la depredación masculinas, que se desarrollaron cuando la humanidad pasó de la etapa del "salvajismo pacífico". Veblen quería señalar la existencia de una "conexión estrecha" entre el surgimiento de tres desarrollos individuales: la propiedad individual, la familia paternal, y la pérdida de posición por parte de las mujeres. 51 Cualquiera que haya sido la estructura subyacente de estos fenómenos, Veblen hizo una clara aportación a los estudios feministas al describir las formas en que funcionan los valores para sostener las relaciones sociales nacidas en el inicio de la historia humana. En esta forma cuestionó el significado convencional de los "valores" sociales y culturales. La moderna "posición bárbara de las mujeres" no deriva de "normas" ni de "ideales" conscientemente aceptados, como sostiene el común de los investigadores (ni
deriva necesariamente de las "fuerzas de producción" ni de las "relaciones de producción", como sostienen los marxistas). Más bien, la posición contemporánea de las mujeres es el resultado de las relaciones de poder originadas en actos primitivos de coerción, relaciones que se cosifican en costumbres "naturales" y adquieren la calidad de una ideología tanto científica como moral. Al describir los orígenes brutales de la hegemonia masculina, Veblen hizo mucho por reorientar la conciencia social señalándonos por qué no deben dignificarse jamás los actos de poder con la aureola de la autoridad. Ésta es una perspectiva que tal vez puedan compartir plenamente los liberales, los radicales y quizá aun los conservadores.
51
Veblen, "Barbarían Status", ECO, p. 63.
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LAS TRIBUS DE LA UNIVERSIDAD
IX. LAS TRIBUS DE LA UNIVERSIDAD
EL PROFESOR VEBLEN Thorstein Veblen fue un niño problema de la educación superior. Tolerado como colega por un cuerpo de profesores envidiosos, era tratado como oveja negra por una resentida administración. Y por buenas razones. Porque la reputación de Veblen lo seguía por todo el país, de una universidad a otra, y raras veces dejó de responder a su imagen de recluso excéntrico e iconoclasta. Aun ahora, su leyenda perdura en los círculos académicos. Menciónese el nombre de Veblen, e invariablemente esbozaremos una sonrisa. ¿Qué profesor no desearía saber más acerca de un académico que podía ser a la vez un genio y un fracasado, ya no digamos un desajustado inescrutable que hacía la vida tan frustrante para los administradores y tan interesante para las estudiantes? Veblen se sentía cómodo en una universidad norteamericana como un casanova en un monasterio europeo. Gran parte de sus continuos problemas con los funcionarios universitarios derivaban de sus obvios amoríos. Su asociación con la Universidad de Chicago terminó cuando escandalizó a las autoridades viajando por Europa con una mujer que no era su esposa. Durante su breve estancia en Stanford, algunas jóvenes estudiantes lo visitaban en su cabaña de troncos, y a veces se quedaban para algo más que el té y la conversación. En cierta ocasión un amigo, tratando de ser discreto, se refirió a una joven que se encontraba en la cabaña como su sobrina. "No era mi sobrina", corrigió VebIen. No trataba de ocultar su estilo de vida, y sin duda se deleitaba trastornando la sensibilidad de la América victoriana. Cuando el canciller de la Universidad de Chicago, William 328
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Rainey Harper, le expresó a Veblen su profunda preocupación por la "salud moral" de las esposas de sus colegas, Veblen estuvo enteramente de acuerdo con su superior: según la leyenda, respondió lentamente, en voz baja, inclinándose frente al escritorio del canciller: "Las he probado todas. No son buenas";' Si las aventuras eróticas de Veblen resultaban intolerables para las autoridades, sus métodos de enseñanza no eran menos insultantes. Veblen parecía considerar los tres ritos sagrados de la vida universitaria ----calificaciones, asistencia a clases y reuniones departamentales- como distracciones nocivas para la búsqueda del saber. Daba a todos sus estudiantes la calificación de e, independientemente de su trabajo. A un estudiante que se quejaba de que su calificación era la más baja que había recibido en la universidad, le explicó Veblen: "Mis calificaciones son como el rayo: pueden pegar dondequiera". Pero cuando otra estudiante necesitaba una calificación más alta para obtener una beca, Veblen elevó caballerosamente su evaluación de "mediana" a "superior", y cuando esto no bastó para el propósito buscado la calificó de "excelente", dejando completamente desconcertado al personal de la oficina del decano. Raras veces pasaba lista de asistencia, y cuando se lo ordenaban las autoridades pasaba lista con gran despliegue de precisión, colocando cuidadosamente a un lado las tarjetas de los estudiantes ausentes; luego, una vez separadas, como si fuese por accidente mezclaba de nueva los mazos de tarjetas. Veblen no gustaba de las reuniones de profesores, y solía afirmar que el trabajo de comités sólo servía para "cerner aserrín".2 Para los estudiantes no graduados, Veblen parecía un profesor tan irresponsable como una personalidad impenetrable. Impartía sus conferencias en voz baja y monótona, tan difusa e inarticulada que sus chistes y observaciones penetrantes se perdían a menudo para el auditorio. Un estudiante que tomaba 1 Heilbroner, pp. 180-213; Franco Ferrarotti, Il pensiero sociologico da Auguste Comte a Max Horkheimer (Milán, 1974), pp. 144-149. 2 Dorfman, l, pp. 248-253; Heilbroner, pp. 194-195.
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DENTRO DE LA BALLENA
notas con asiduidad pidió que repitiera una frase, pero Veblen le dijo que no valía la pena la repetición. No trataba Veblen de avivar sus discusiones, y mantenía pequeños sus grupos preguntando a los estudiantes en potencia si podían entender francés y alemán. En cierta ocasión dijo a una joven miembro de una hermandad que inquiría acerca de su curso: "N o quisiera fallarle a ningún miembro de una hermandad, pero ningún miembro de tal organismo ha aprobado todavía uno de mis cursos". Sarcástico e intimidante, pidió una vez a una devota estudiante de religión que le explicara el valor de su Iglesia en términos de barriles de cerveza. Reticente y caprichoso, cuando se le pidió su opinión acerca del trabajo de cierto sociólogo que escribía en una revista editada por el propio Veblen, contestó: "En una página hay en promedio 400 palabras. El promedio del profesor apenas llega a 375". Los grupos de Veblen se diezmaban a medida que él seguía divagando y rumiando; uno terminó con un solo estudiante. Sus horas de oficina cambiaban correspondientemente. Un letrero en la puerta que decía: "Thorstein Veblen, 10 a 11, lunes, miércoles y viernes" fue cambiado gradualmente hasta "Lunes: 10 a 10:05".3 A pesar de su reticencia, o quizá a causa de ella, la reputación de Veblen como intelectual creció rápidamente tras la publicación de La clase ociosa. Empezó a advertirse su erudición, hasta entonces enterrada en revistas académicas. "Allí va el doctor Veblen, quien habla 26 lenguas", dijo un estudiante. Algunos de sus estudiantes graduados ya habían quedado admirados ante el alcance de su mente. "Interdisciplinario", antes de que esta palabra se volviera parte de la jerga, Veblen era versado en literatura nórdica, mitología islandesa e historia cretense, y su mente errante le permitía, como observó Lewis Mumford, destruir "la división convencional entre la economía, etnología, antropología, psicología y las ciencias físicas". Varios de sus antiguos estudiantes recordarían después, con afecto y admiración, lo que habían aprendido de Veblen. 3
Dorfman,
1,
pp. 248-249; Heilbroner, p. 194.
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Para un hijo bien criado en la cultura norteamericana -afirmó Wesley Clark Mitchell- tomar uno de los cursos de Veblen significaba el empleo de la vivisección sin anestésico. Quienes pudieran soportar el tratamiento, y no todos podían hacerlo, salían con una actitud mucho más crítica, que incluía los métodos utilizados por el propio Veblen para llegar a conclusiones.
James Hayden Tufts, un connotado científico social, recuerda haber conocido a Veblen en medio de un examen oral: Cuando entré al aula se había iniciado el examen y alguien a quien yo no conocía estaba formulando preguntas. Me pareció su discurso el más lento que había escuchado jamás: me resultaba difícil recordar el inicio de la pregunta cuando llegaba al final. Pero después de un rato empecé a advertir que estaba aquí una mente sutil que penetraba en cuestiones fundamentales sin revelar sus propias opiniones, excepto la determinación de llegar al fondo de las cosas.
Aun las conferencias lánguidas y discursivas de Veblen podían ser apreciadas por los pocos que entendían adónde iba. Dijo otro antiguo estudiante: En un tono bajo y áspero, empezó una relación de la economía aldeana entre los antiguos alemanes. De pronto mencionó cierta ficción legal injusta que imponían los nobles en ascenso y sancionaba el clero. Una sonrisa burlona torció sus labios; diablillos azules brincaban en sus ojos. Con un mordaz sarcasmo disecó el supuesto tortuoso de que el deseo de los aristócratas es la voluntad de Dios. Mostró implicaciones similares en las instituciones modernas. Rió silenciosamente. Luego volvió a la historia para continuar la exposición."
Resulta casi doloroso pensar en las calificaciones que habría recibido Veblen si se hubiesen usado en su época las evaluacio4 Dorfman, r, p. 118; Heilbroner, pp. 193-194; Lewis Mumford, "Thorstein Veblen", New Republic 68 (1931), pp. 314-316; Mitchell aparece citado en Joseph Dorfman, "Background of Veblen's Thought", en Qualey (comp.), Thoretein Veblen, p. 129.
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DENTRO DE LA BALLENA
nes estudiantiles. Su misma erudición lo perjudicaba como instructor, la fanfarria universitaria lo irritaba, los deberes administrativos lo congelaban. En cambio, muchos de sus colegas sentían su grandeza y varios de sus estudiantes graduados descubrirían posteriormente que estaba interesado en el bienestar profesional de ellos en mayor medida de lo que ellos habían pensado. Si la aportación de un profesor se mide más por su influjo duradero que por su popularidad efimera, Harold Laski explica por qué merece Veblen ser juzgado así:
Conocí al profesor Veblen poco después de la apertura de la Nueva Escuela de Investigación Social. Era muy tímido, y en las primeras semanas de nuestra relación resultó muy difícil llegar a intimar con él. Pero una vez superadas las barreras iniciales, era un compañero fascinante. Se entregaba, en una forma medio sentenciosa, medio irónica, a juicios extraordinariamente punzantes acerca de hombres y cosas. Recuerdo en particular su admiración por Marx [...] su alabanza de F. J. Turner y Charles Beard [...] Solía insistir en que habíamos entrado en una época revolucionaria y dudaba de que algún norteamericano de su tiempo volviera a ver la clase de paz social característica de los Estados Unidos de su juventud L. .J Me impresionó grandemente por sus destellos de intuición repentina -un relámpago que revelaba visiones inesperadas- y por el alcance asombroso de su conocimiento general y su memoria de hechos casi esotéricos. Podría describirse fácilmente como cínica gran parte de su conversación; pero pronto se descubría que esto era en realidad sólo una coloración protectora, tras de la cual ocultaba emociones profundas que no quería traer a la superficie. Me conmovían su paciencia, su disposición para considerar las dificultades, su tenacidad en la discusión, y su ansiedad -en cuestiones que considerara importantes- por descubrir puntos de acuerdo. Cuando lo conocí empezaba a obtener el reconocimiento que merecía; y resultaba profundamente conmovedor observar su regocijo tímido al advertir que su larga lucha empezaba por fin a rendir frutos l...l No recuerdo haber discutido nada con él sin recibir alguna iluminación; y su amabilidad hacia un profesor mucho más joven sigue
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siendo uno de los recuerdos indelebles de mis primeros años en los Estados Unidos."
Es posible que la estimación de los colegas de Veblen haya sido más alentadora que la evaluación de sus alumnos. Sin embargo, hay cierta tragedia en una mente tan fina que no puede comunicar su conocimiento superior. Pero el propio Veblen no parecía mortificado por sus limitaciones como profesor. Lo que lo mortificaba era la condición de la propia universidad norteamericana, Los
CAPITANES DE LA ERUDICIÓN
The Higher Learning in America: A Memorandum on the Conduct of Unioersities by Business Men apareció en 1918, doce años después de la redacción del manuscrito. Veblen quería estar fuera de la Universidad de Chicago antes de que este documento viera la luz. Quizá considerara también el viejo adagio acerca de las sátiras: quienes son suficientemente listos para escribirlas, son tan tontos que las publican. Por lo menos reconsideró y, a sugerencia de varios amigos, eliminó el subtítulo original: "Un estudio sobre la depravación total". The Higher Learning se inicia con una generalización antropológica que ya se había vuelto característica de Veblen: en todas las civilizaciones conocidas existe un cuerpo de conocimiento esotérico cuyos poseedores pueden ser brujos, eruditos, intelectuales, sacerdotes, chamanes, clérigos o científicos. Ya derive tal conocimiento de la ciencia, filosofía, religión o mitología, se le reverenciará como una "sistematización de la verdad fundamental y eterna", que forma el núcleo sustancial de la civilización. Sin embargo -y aquí está lo más importante-, los custodios de la cultura no son agentes libres; sus ideas están sometidas a las fuerzas y hábitos institucionalizados que luchan contra el intelecto. En el pasado, la Iglesia y el Estado 5
Laski aparece citado en Dorfman, 1, pp. 450-451.
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DENTRO DE LA BALLENA
LAS TRIBUS DE LA UNIVERSIDAD
se entremetieron en los asuntos de la academia; ahora, ese papel está siendo desempeñado por la empresa. La autoridad de lo eclesiástico y lo político ha cedido el lugar a la hegemonía de lo comercial en el conjunto de la sociedad, y el sistema universitario está absorbiendo el espíritu pecuniario como si hubiese encontrado su misión cultural. "El esquema clásico de la locura de Platón, donde los filósofos tendrían el control, ha sido invertido; los hombres de negocios han asumido la dirección de la búsqueda del conocimiento." Nombrados miembros de las juntas de gobierno de algunas universidades, los hombres de negocios habían adquirido un control discrecional sobre enormes fondos de dotación, una administración "pecuniaria" de las finanzas que sacrificaba las necesidades de la institución a las aventuras empresariales de los patronos. Raras veces se nombra para tales puestos a los ingenieros o los inventores, porque el éxito en el mundo comercial es la "prueba concluyente de sabiduría" en la administración de las cosas, aun en asuntos que no tengan nada que ver con el comercio. ¿Qué tenía, pues, que ofrecer el "honorable" hombre de negocios a la universidad? Las mismas cualidades que los capitanes de las finanzas aportaron a la economía: "un espíritu de quietismo, cautela, transacción, colusión y trapaza", las características "seguras y sanas" de la "espera vigilante", mejor resumidas en el proverbio popular norteamericano: "El cerdo silencioso se lleva la bazofia"," La forma en que Veblen trataba al infeliz negociante no fue menos sarcástica en The Higher Learning. Pero su propósito más serio era demostrar que los principios del capitalismo habían impregnado todos los aspectos de la universidad: la ampulosa "arquitectura escandalosa", los nuevos edificios "falsamente antiguos", que no tenían ningún propósito académico útil y sólo inculcaban a los estudiantes "un espíritu de insinceridad"; los costosos festivales y ritos académicos y otras "solemnidades gentiles" que servían para anunciar la universidad y
producir regalos y donaciones a costa de la inversión de más dinero en relaciones públicas y menos en la enseñanza e investigación; la rivalidad entre los departamentos por los fondos y la "lucha diplomática" de los directores de departamentos por la expansión de sus dominios; la caza competidora de estudiantes y la dispendiosa duplicación de programas; y los divertidos "espectáculos colaterales", como los atléticos, las fraternidades de letras griegas, las "actividades estudiantiles" y otros frívolos instrumentos de distracción y "disipación cortésmente inocua". Veblen se preguntaba si los propios profesores aceptaban ser cautivos del "yugo ceremonial" de la vida académica. Las objeciones de los profesores se sienten menos de lo que se expresan, observaba Veblen, y no parecía importarles que sus esposas se vieran sometidas a "esta rutina de constante festividad"." The Higher Learning es más que una sátira sobre los modales sociales de la universidad. Además de desenmascarar las pretensiones de rango y posición -el propio Veblen quitó el título de "doctor" del letrero de su puerta-, el libro ofrecía un análisis precursor de las operaciones burocráticas de la universidad moderna. La cuantificación de créditos y las estadísticas del registro, la lucha insidiosa por los puestos de decano y de director de departamento; las presiones de la conformidad e hipocresía, derivadas de un sistema de ascenso y remuneración basado en la antigüedad; un plan de estudios diseñado para la contabilidad mecánica y el control jerárquico; la evaluación del trabajo académico en términos de la capacidad de subsistencia o de percepción de ingresos: todas estas características de la universidad moderna eran blancos fáciles para quien no podía aceptar la dominación de la mente por la administración de cosas. Los "capitanes de la erudición" habían logrado transformar el saber mismo en un cálculo utilitario.
6
Veblen,
HL,
pp. 51-52, 57.
335
En todos sus aspectos, el trabajo se reduce así a una consistencia mecánica, estadística, con patrones y unidades numéricas, algo que 7
Veblen,
HL,
pp. 122-123.
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DENTRO DE LA BALLENA
genera en todo momento un trabajo superficial y mediocre, y aleja a estudiantes y maestros de una búsqueda libre del conocimiento, por oposición a la búsqueda de créditos ecedémícos.s
Para Veblen, la universidad seguía siendo la última esperanza de la Ilustración, la única institución de la cultura moderna donde todavía existe la búsqueda pura del conocimiento. Veblon reconocía la preeminencia de la actividad intelectual aun en una sociedad norteamericana dominada por los valores de la clase ociosa. Pero sentía que el "saber superior" debía ser protegido no sólo de las fuerzas corrosivas de la burocracia que funcionaban desde dentro, sino también de la tendencia de la sociedad a imponer sus funciones a la universidad. Veblen casi no ocultaba su desprecio por los cursos de divulgación y por correspondencia ("y las excursiones similares al campo de la diversión pública"), la capacitación vocacional, la preparación de profesores de escuelas secundarias y los planes que ofrecían "economía doméstica", "ciencia doméstica", y aun la instrucción en habilidades industriales (en La clase ociosa había expresado que prefería la educación tecnológica a las humanidades y las bellas artes). Protestó contra el vocacionalismo y el utilitarismo en casi todas las ramas del estudio. Las escuelas de comercio estaban demasiado imbuidas en el "ánimo empresarial", y las escuelas de derecho se ocupaban tanto del estudio del uso estratégico del conocimiento que no exploraban sus fundamentos teóricos (en cambio, Oliver Wendell Holmes Jr. opinaba que el estudio del derecho en los Estados Unidos no se ocupaba lo suficiente de los asuntos mundanos). Veblen hizo una excepción en la capacitación de médicos, cirujanos, farmacéuticos, agricultores, "ingenieros de todas clases", y "quizá aun periodistas", porque sus servicios eran útiles para la comunidad en generaL Pero dondequiera que escuchaba la palabra "práctico" en materia de educación, sentía la ambición desvirtuada de un joven, la preocupación de los padres por el éxito material de 8
Veblen, HL, p. 163.
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sus hijos O la búsqueda de una "dotación abundante de subordinados, a salarios razonables", por parte de los negociantes.? Al examinar el espíritu y la estructura de la universidad norteamericana, Veblen no era sólo el crítico malévolo para quien nada es sagrado. Planteaba sugerencias concretas. Quizá la más controvertida haya sido su esfuerzo por distinguir entre un colegio y una universidad para separar mejor sus respectivas funciones. La integración de ambos por parte de los administradores, mediante el ofrecimiento de la educación graduada y no graduada dentro de una sola institución, se debe menos a consideraciones pedagógicas que a cálculos burocráticos. Observó Veblen que el colegio no graduado no puede ser catalogado como una institución de enseñanza superior, ya que su objetivo es la preparación de los estudiantes para las profesiones o, en tiempos más recientes, la provisión de toques culturales a quienes vayan a entrar en una vida pecuniaria de "modas o de negocios". Mientras que la universidad no necesita ofrecer un plan de estudios determinado, el colegio debe ajustar de continuo sus ofrecimientos para satisfacer las necesidades cambiantes del público. Una institución se dedica a la búsqueda del conocimiento, la otra al servicio de la sociedad. Sus obras económicas le habían ganado la reputación de un cínico que no tiene nada constructivo que ofrecer. En The Higher Learning, quizá en respuesta a esta acusación, ofreció una propuesta "positiva", debida "en parte a una deferencia razonable al prejuicio actual de que una mera crítica negativa y una cita de objeciones no es más que un indigno experimento de irritación". La propuesta tenía una ironía swiftiana: pedía modestamente la abolición del cargo de presidente, de la junta de patronos y de los "órganos" de otros funcionarios administrativos. Veblen prevenía que su "remedio heroico" podía parecer "suicida" a primera vista, porque tanto los educadores como los legos temerían el derrumbe total del sistema universitario. Pero la 9
Veblen, m., pp- 152-162, pássim.
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reflexión permitirla que quienes estuviesen familiarizados con los asuntos académicos advirtieran que los miembros de la administración y las juntas de gobierno sólo sirven para dar publicidad a la universidad y para crear funciones nuevas, superfiuas, que perpetúan sus propias canonjías burocráticas. Una vez destruida la "fe irracional en las combinaciones grandes y difíciles" (la misma fe que sostiene a las sociedades anónimas), podrá transferirse el poder de la universidad a sus legítimos administradores: los profesores; y se confirmará más aún la "incompetencia confirmada" y la inutilidad de la administración. Como lo sugíere el último párrafo de The Higher Learning, resulta difícil saber si Veblen tomaba en serio su propuesta," pero no podemos dejar de apreciar el sueño sindicalista que la inspiraba: Ahora bien: toda esta especulación acerca de lo que podría ocurrir tiene, por supuesto, poco más que un valor especulativo. No se quiere proponer seriamente, ni como una medida práctica, la abolición del puesto de presidente o consejo administrativo; tampoco se quiere
* Esta propuesta específica puede ser un tanto irónica, pero otras propuestas contenidas en el libro deben tomarse en serio. Por ejemplo, Veblen consideró la posibilidad de que las fundaciones, los institutos y los centros pudieran hacerse cargo de la función de investigación de la universidad; en consecuencia, algunos autores han sostenido que fue uno de los primeros defensores de lo que se llama ahora "centros de ideas" ("think tanks"). Pero Veblen señaló sagazmente que tales instituciones destruirían la creativa "interacción entre profesores y estudiantes", de modo que la universidad sería más "rutinaria" y "comercial" que nunca, al sobrevivir en las "arenas del quietismo intelectual". Mucho más importante para él era la creación de "casas de refugio académico", una propuesta hecha en el capítulo de "Introducción" escrito tras el estallido de la primera Guerra Mundial. Veblen estaba pensando en las penurias de los intelectuales alemanes, pero también vio en tal propuesta un medio de control de la dispendiosa duplicación de las universidades norteamericanas. Podía empezarse con una empresa conjunta de los académicos y las universidades de los Estados Unidos para crear un establecimiento central bien dotado de fondos, donde maestros y estudiantes de todas las nacionalidades, incluidos los estadunídenses, puedan proseguir su trabajo como huéspedes de la comodidad académica norteamericana en conjunto, o como huéspedes del pueblo norteamericano con el carácter de una democracia de la cultura. Pocos años después de la muerte de Veblen, acaecida en 1929, se estableció una "universidad en el exilio" en la Nueva Escuela de Investigación Social, para ayudar a los intelectuales alemanes que huían de Hitler.
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insinuar que se puede prescindir realmente del capitán de la erudición. Es tan apreciado por la imaginación popular comercializada, y encaja tan convincentemente en el esquema de las cosas prev~a mente concebido por los hombres de negocios, que no se nos permite tal esperanza de cesación de la negligencia y malversación hábil. Aquí sólo se pretende expresar la opinión incidental de que, desde el punto de vista del saber superior, el ejecutivo ac~démico y to~as sus obras son anatema, y deberían eliminarse mediante el sencillo expediente de borrarlos del mapa; y que el consejo administrativo, ~n la medida en que se toma la libertad de ejercer no más que funciones distraídamente negligentes, tiene el mismo valor y debería per. . d 10 derse con ganancia en Ia rmsma juga a.
REALIDADES BUROCRÁTICAS
Pueden desecharse fácilmente los escritos de Veblen sobre la educación como un estudio de la perversidad de la brillantez, la obra de la insensatez malvada de un académico inconforme. Más tentador aún resulta atribuir el origen de su melancolía a las frustraciones de su carrera académica. Por ejemplo, es POM sible que su sentido de la estupidez de la educación colegial haya derivado en parte de su propia experiencia estudiantil. En Carleton College, hasta el economista conservador John Bates Clark sintió simpatía protectora por el joven Thorstein, "cuyo carácter extraño ~escribió el hijo de Clark-c- no le había granjeado las simpatías de las autoridades de una institución en que el hábito de fumar bastaba para la expulsión, y en la cual el profesor de matemáticas iniciaba cada ejercicio de clase con una plegaria".l1 Es posible también que los obstáculos ~nco~trados en la escuela de graduados hayan influido en la animosidad de Veblen para con el sistema universitario. No pudo obtener una beca para estudiar en Johns Hopkins (ni otras becas que pidió Veblen, HL, p. 109. . . u J. M. Clark, "Ihorsteín Bunde Vablen: 1857-1929", TheAmencan Economic Review 19 (1929), p. 742. 10
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posteriormente, ya como académico establecido), y aun con un doctorado tardó nueve años en encontrar su primer empleo, como hemos visto en un capítulo anterior. Como profesor en Chicago, Stanford y Missouri, se burlaba de los logros académicos, se negaba a acomodarse al protocolo administrativo y consideraba la universidad como el reducto de los valores populares. Con la posible excepción de Charles Sanders Peirce, con quien estudió brevemente, y de Henry Adams, otro profesor enajenado de la vida académica, Veblen podría ser descrito como el fracaso más notable en la historia de la educación norteamericana moderna. The Higher Learning es más que un tratado impertinente. El contexto histórico del libro justifica las aprensiones de Veblen acerca de la influencia creciente de los grandes negocios en la educación. En efecto, todas las universidades grandes en las que estudió y enseñó habían sido fundadas con recursos de riqueza personal o de una empresa. Johns Hopkins, un comerciante-banquero, dejó en su testamento 3500000 dólares para que se fundara una universidad en Baltimore; LeIand Stanford, un magnate ferroviario, dio 24 millones de dólares a una universidad que lleva el nombre de su hijo y está ubicada en la granja de la familia en California; y John D. Rockefeller, magnate petrolero provisto de un consejo de abogados astutos, aportó 34 millones de dólares para rescatar de la oscuridad a la Universidad de Chicago.V Es obvio que el capital había enriquecido el ambiente universitario, proveyendo la educación superior de su "acumulación primaria", y no hay duda de que los hombres de negocios ocuparon los directorios de los colegios. Pero Veblen no aclara al lector si los ricos ejercían sólo influencia o en efecto controlaban el poder. Por ejemplo, nunca se pone a discutir los sensibles temas de la libertad de cátedra. Basta comparar The Higher Learning con el libro de Weber, The Power of the State and the Dignity of the Academic Calling in Imperial Germany,
para apreciar lo que falta en Veblen: una controlada indignación moral por las violaciones a la conciencia intelectual. La lectura de The Higher Learning no nos llevaría jamás a adivinar que los parámetros del comportamiento profesional habían sido delineados por una serie de controversias sobre la libertad de cátedra, en particular el juicio por "herejía" contra el profesor Richard T. Ely, de la Universidad de Wisconsin, en 1894, y al año siguiente la expulsión del discípulo graduado de Ely, Edward Bemis, de la Universidad de Chicago, por haber expresado en público sus opiniones sobre los monopolios, sindicatos y la huelga de la compañía Pullman, que ponían en aprietos a la universidad patrocinada por Rockefeller.!" Veblen llegó a Chicago en medio de la controversia de Bemis, y en 1918 publicó The Higher Learning, cuando tres profesores de la Universidad de Columbia, incluido el eminente historiador Charles Beard, renunciaron en protesta contra la entrada de los Estados Unidos a la primera Guerra Mundial. Thorstein Veblen parece haber estado desapasionadamente libre de estos detalles humanos pasionales. Aunque sentía la presencia del poder, nunca luchó abiertamente contra él, nunca cuestionó directamente la autoridad, nunca se unió a las protestas públicas de los profesores. Como observó sagazmente David Riesman, Veblen se conducía como "un inconstante académico, saboteador disimuladamente eficaz de los Secretarios generales, Decanos de estudiantes y otros funcionarios"J4 Pero el ataque indirecto de Veblen era tanto artístico como político: un satírico tanto como un sindicalista, se burlaba de las "instituciones imbéciles" en lugar de confrontarlas personalmente; aceptaba su sueldo de un benefactor y luego lo tildaba burlonamente de "filándropo". Si la sátira es, entre otras cosas, un conducto para encontrar cierto alivio psicológico en la expresión de todo lo que sea feo, incongruente y
Edward Chase Kírkland, Dream and Thought in the Business Community, 1860-1900 (edición Quadrangle, Chicago, 1964), pp. 83-113. 12
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13 Laurence R. Veysey, The Emergence ofthe American University (Chicago, 1965), pp. 368, 385. 14 Ríesman, p. 107.
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excesivo, el retrato que hace Veblen del presidente universitario servía perfectamente al propósito del autor: ~n cuerpo lacio, la hipertrofia del abdomen, venas varicosas, en particular las de los tejidos faciales, un ojo legañoso y una coloración sugerente de bilis y apoplejía: cuando este bulto enfermizo se envuelve convenientemente en un traje convencionalmente decoroso se le acepta como una marca de peso y responsabilidad, y así sirva ~ara ~istinguir los pilares de la sociedad urbana. Tampoco debemos imaginar que estos graves hombres de negocios y discreciones se inclinen en ningún grado peculiar a los excesos de la mesa o ratos de disipación que rompen los nervios. Pero las exigencias de la publicidad son, de ~cuerdo con el uso y deseo actuales, tales que no requieren esas excursiones de la perversidad sensual tanto como una conformidad caballerosa con una amplia rutina de festividades conspicuas. La "indulgencia" en momentos ostensiblemente glotones de esta c~ase -banq~~tes,comidas, etc.- no es tanto una cuestión de gusto, SInO de ~ubhcldad astuta, destinada a mantener entre los legos la reputacíon de los celebrantes, cuya fuente de estimación más simple y segura es la prueba de una capacidad de pago derrochadora. Pero las consecuencias patológicas, físicas y de otra índole son muy similares en ambos casos.t"
Es posible que la personalidad introvertida y el estilo mordaz d~ Veblen expliquen la perspectiva y el tono de The Higher Learmng. Pero no explican su negativa a enfrentarse al poder, ya fuese personalmente como una confrontación moral o intelectualmente como un problema teórico. A Veblen no le interesaba primordialmente el mero poder de las empresas sino la influencia sutil de los valores capitalistas, y me parece que aquí radica la falla básica del libro. Veblen estaba convencido de que la manifestación más clara de la cultura capitalista podía advertirse no sólo en la devoción de la educación superior por las metas monetarias sino también en la cuantificación del propio proceso de estudio. "En 15
Veblen,
HL,
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consecuencia, la presunción comercial subyacente parece ser que el saber es un bien negociable, algo que puede producirse a destajo, clasificarse, compararse y venderse en unidades uniformes, medirse, contarse y reducirse a una equivalencia simple mediante procedimientos impersonales, mecánicos."16 Pero en The Higher Learning no encontramos tanto las criaturas del capital como los agentes de la racionalización, la coordinación científica de todas las actividades, la burocratización total de todos los procedimientos, que es un producto del ingeniero y el experto en eficiencia en mayor medida de lo que creía Veblen. Es decir, encontramos el mundo de Weber, el espectro de los ensueños anarcotecnocráticos de Veblen. Éste querría hacernos creer que la administración estaba dedicada a las realidades del capitalismo, mientras que los profesores se dedicaban a los ideales del academismo puro. Pero los propios profesores, a fin de liberarse de la influencia empresarial y alcanzar cierta autonomía, podrían frenar el poder del presidente sólo mediante la promoción de una red de estructuras de comités que despersonalizarían las operaciones de la universidad. Veblen era demasiado arisco para participar vigorosamente en comités de profesores. Si lo hubiese hecho, quizá habría advertido lo que se encontraba detrás de todo este esfuerzo aparentemente desperdiciado de "cerner aserrín": la seguridad máxima a través de la organización burocrática. En suma, Veblen no podía luchar contra el poder burocrático porque no tenía ninguna teoría del poder o de la burocracia. Su propio apego al cientificismo lo dejaba en la posición paradójica de pedir la cuantificación de la vida en el mundo social y deplorarla en el mundo académico. Su "idilio profesoral", ha escrito David Riesman, representa "una especie de pensamiento rousseauniano del 'estado natura!', de la misma clase que atacaba con tanto encono, algo que considera a los intelectuales como una procreación, por decirlo así, del 'hombre científico', que sólo persigue la verdad que se en-
pp. 178-179. 16
Veblen,
HL,
p, 163.
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cuentra al margen de lo ya conocido, y que no requiere ningún apoyo institucional para esa búsqueda't.!? Es posible que la propuesta de Veblen de abolir toda administración haya sido poco práctica, y es evidente que su inocencia de la dinámica del poder le impedía advertir que todo movimiento de la sociedad industrial moderna, aun el movimiento en favor de la autonomía profesoral, requiere el poder de la organización burocrática para su realización. Pero ¿le sorprendería la condición actual de la educación superior? Veblen escribió su libro en una época en que los profesores padecían la interferencia administrativa y en la que muchos necesitaban medios independientes para complementar sus sueldos nominales. re Por su parte, Riesman escribió su libro sobre Veblen hace un cuarto de siglo, cuando la educación superior se estaba expandiendo responsablemente, la universidad prestaba un servicio muy útil en la capacitación de estudiantes para el trabajo profesional, ofrecía oportunidades educativas a los soldados que volvían de la guerra y otorgaba doctorados cuando realmente se necesitaban. Ahora no existe el contexto en el que Veblen atacó a la enseñanza superior ni la situación en la que Riesman la defendió razonablemente. Ahora no son los Rockefeller ni los Stanford quienes proveen con fondos personales la educación superior: es el grueso de la clase media, sobre la que recaen con mayor peso los impuestos. Es posible que el capitalismo empresarial haya mantenido al autor de la Teoría de la clase ociosa; ahora se pide al público que mantenga a un cuerpo masivo de académicos que cada vez parecen representar mejor, a sus ojos, "el ocio de la clase teórica". Veblen, maestro de la ironía, no se habría sorprendido ante tales desarrollos. Siempre captó con rapidez la incursión de los valores comerciales en el campo académico, y sin duda advertiría que el sistema de ocupación de un cargo y otros "privilegios" académicos de la actualidad pueden utilizarse a
menudo como un "derecho de propiedad", con tanto abuso como la reserva de depreciación de un pozo petrolero. Riesman ha formulado la crítica más aguda de The Higher Learning aplicándole a Veblen sus propios juicios. Veblen no advirtió que la universidad, en lugar de capitular ante los negocios, proporcionaba realmente carreras opcionales para jóvenes de inclinaciones humanistas. Más grave aún fue que se infectara con la enfermedad que tan despiadadamente había examinado en el cuerpo de la cultura capitalista. "Así pues, a pesar de su odio por el esnobismo, Veblen ha terminado por apoyar, por lo menos hasta cierto punto, algunos esnobismos académicos de la actualidad: las actitudes ofensivamente soberbias hacia el mundo de los negocios; la recompensa adicional otorgada a quienes no enseñan en absoluto, o enseñan a varones graduados, por oposición a quienes enseñan en escuelas secundarias, o a las mujeres o en cursos de divulgacion."e ¿Podrá acusarse a Veblen de esnobismo en reserva? ¿Era un elitista que alardeaba de igualitarista? Todo juicio que formulemos acerca de las ideas educativas de Veblen tendrá que ser ideológico, basado en nuestras propias opiniones de los propósitos sociales o culturales (o aun políticos) de la educación. ¿Cuál debería ser, pues, la misión de la educación? No debe ser, aclara Veblen, la perpetuación de las distinciones clasistas o culturales, ni siquiera la distinción entre la enseñanza y la investigación, lo que supuestamente distingue la instrucción graduada de la no graduada. Veblen pedia a todos los educadores , tanto de colegios como de universidades, que adquirieran "un interés de investigador en el tema a que está llamado a enseñar", porque la "instrucción ofrecida puede alcanzar su mayor eficiencia sólo en la medida en que sea parte de una campaña agresiva de búsqueda por parte del profesor". Veblen haría de todo profesor un académico, y haría que todo académico atrajera a sus estudiantes hacia su propia vida de investigación y reflexión.
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Riesman, p. 106. Veysey, p. 6, pássim.
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Riesman, p. 109.
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Pero la vida de la mente se ve frustrada por los administradores que obligan a los profesores a estirarse para ofrecer cursos tan diversos que sólo pueden convertirse en una rutina de "pedantería de aficionados't.w En lugar de afirmar las "actitudes soberbias hacia el mundo de los negocios" por parte de los educadores, Veblen describió el prestigio inmenso de la educación superior, cuya consigna exigía el respeto a un imperativo moral: "el incremento y la difusión del conocimiento entre los hombres". ¿Por qué admiran los ricos a los instruidos? Este comportamiento planteaba un problema al sencillo esquema dual de la asignación del prestigio de Veblen. Quizá, musitó Veblen, "la búsqueda del saber sea una especie de ocio". en cuyo caso los ricos desean la asociación honorífica que disfrutaron en otras culturas los escribas y los chamanes. Es posible que los ricos admiren el conocimiento porque adoran el poder y por ende aspiran a poner sus manos en "este sistema de conocimiento altamente esterilizado, a prueba de gérmenes, mantenido en un lugar fresco y seco": los archivos y laboratorios de la universidad. Sea como fuere, Veblen reconoció que la actividad del estudio generaba más respeto aún que "la devoción religiosa, el prestigio político, la capacidad de combate, la gentileza, la distinción económica, el consumo profuso de bienes". Por lo tanto, en The Higher Learning reconoció Veblen lo que había pasado por alto en sus obras anteriores: la eminencia de la vocación académica aun en una cultura capitalista. Pero su sentido de la historia lo llevó a percibir cuán efimera podría ser esta eminencia y cómo podía convertirse el saber, como en el pasado, "sólo en un instrumento al servicio de algún objetivo o impulso dominante, como el patriotismo vanaglorioso, la política dinástica o la alimentación de una aristocracia comercial't.s! La propuesta de Veblen para abolir la administración puede parecer un sueño radical, pero su objetivo final no era tanto transformar la universidad, sino pro20 21
Veblen, TIL, pp. 80-8L Veblen, TIL. pp. 1-11, 85.
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tegerla del deterioro institucional y la presión externa, política y social. Su elitismo era un llamado para que el "estudio supe-
rior" permaneciera independiente de las minorías del poder. Es posible que Veblen haya sido l'enfant terrible del sistema universitario moderno, el académico iconoclasta que planteaba interrogantes embarazosos al mundo intelectual. Pero era algo más que un perturbador de los pedagogos. Era también una conciencia, un moralista con sensibilidades elitistas y simpatías igualitarias que deseaba salvar la educación "superior" de las realidades "inferiores" de la vida norteamericana. Se opuso a las tendencias profesionales de la vida colegial que habrían convertido a la universidad en una agencia empingorotada para la producción de jóvenes empresarios bien adaptados. Aunque él mismo era un profesor poco afortunado, criticaba la centralización burocrática porque minaba las "relaciones personales estrechas o cordiales" entre estudiantes y maestros, y cuestionaba el "sistema de control autoritario, estandarización, gradación, contabilidad, clasificación, créditos y castigos que inevitablemente tomará lineamientos más marcados a medida que la escuela adquiera más el carácter de una casa de corrección o establecimiento penal".22 Denunció los rituales de la pompa y la posición social, al igual que la vaciedad de muchas actividades "extracurriculares". Sobre todo se opuso al intento de que la educación superior saliera a servir todas las necesidades de la sociedad, sólo para descubrir que una sociedad de consumo tendrá pronto escaso respeto por sus sirvientes.
LA CURIOSIDAD OCIOSA Y EL PRAGMATISMO
A pesar de su cinismo, The Higher Learning es un mensaje de esperanza. Veblen creía que la universidad podía resistir en última instancia los ataques del mundo comercial contra su 22
Veblen,
HL.
pp. 162-163.
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integridad. El verdadero educador, naturalmente inquisidor y lleno de admiración y especulación, estará siempre en guerra con la jerarquía, autoridad burocrática, hipocresía y otras fuerzas nocivas para la búsqueda del conocimiento. Aun bajo la influencia corrosiva de los principios empresariales podrían sobrevivir los ideales del saber, porque no podía corromperse todo el cuerpo de profesores sin padecer el aguijonazo de la conciencia profesional. La tradición académica otorga una sanción amplia, aunque tal vez incierta, al espíritu científico que mueve este oscuro elemento del cuerpo académico. Y los colegas más felizmente dotados, más mundanos, tienen también cierto respeto por esa búsqueda incesante del conocimiento, aunque quizá vean a estos ingenuos hijos del impulso con cierta compasión divertida; porque el cuerpo general del personal académico está integrado todavía en gran medida por hombres que han empezado con ideales intelectuales, aunque tales ideales se hayan desvanecido en parte bajo la presión de la conveníencía.v'
Lo que sigue mortificando la conciencia del académico con mauvais [oi, si se entrega a la cultura del capitalismo, es el instinto de la curiosidad ociosa. La fe de Veblen en la resistencia de este don humano lo lleva a la expresión quizá más optimista que jamás haya enviado a la imprenta: El que se impregne la política académica de los principios empresariales es una cuestión de mayor o menor dominación, no de dominación absoluta. Se trata, al parecer, de determinar el grado de desviación del propósito singular de la intelectualidad que tolerará el sentido común a largo plazo de la comunidad. El culto a la curiosidad ociosa se clava muy hondo en la dotación instintiva de la especie, y en la civilización moderna ha adquirido firmemente la forma de una búsqueda de conocimiento factual tan sólida, que no podrá hacerse definitivamente a un lado ni olvidarse. Es en gran medida una parte integral de los hábitos de pensamiento inducidos por la 23
Veblen,
HL,
p. 126.
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disciplina de la vida diaria de trabajo. La fe en el conocimiento fáctico, y las aspiraciones que despierta tal conocimiento están tan arraigadas profundamente en la comunidad moderna, y son tan consonantes con su hábito mental consuetudinario que no admiten que las elimine ningún fin objetivo distinto, por lo menos por ahora, y hasta que alguna fuerza más intensa que la disciplina tecnológica de la vida moderna adquiera la primacía entre los factores de la civilización, y nos entregue así una cultura de carácter diferente a la que ha generado esta ciencia moderna y que la ha colocado en el centro de las cosas humanas.P
Veblen definía la curiosidad ociosa como" 'ociosa' en el sentido de que se busca un conocimiento de las cosas independientes de todo uso ulterior del conocimiento así obtenido". El objetivo de la curiosidad es una aprehensión teórica que permita a la "inclinación desinteresada a adquirir conocimiento de las cosas y reducir este conocimiento a un sistema comprensible". Los hombres han poseído siempre esta propensión, porque la naturaleza de los fenómenos ha excitado siempre la curiosidad del hombre y ha desafiado su necesidad de explicar el comportamiento curioso de las cosas. El que se considere la búsqueda del "conocimiento improductivo" como un fin legítimo en sí mismo depende de las circunstancias culturales.P David Riesman ha observado astutamente cómo la noción de la curiosidad ociosa refleja la propia personalidad de Veblen: alejado.juguetón, no comprometido con las "grandes cuestiones" inmediatas del momento, y desafiantemente independiente de todos los intereses creados.é" También puede considerarse esta noción como un elemento central de la filosofía de la educación de Veblen. Así como los psicólogos posteriores, tales como Jerome Bruner, sostendrían que el estudio no es la adquisición de un cuerpo de conocimientos sino un "proceso" de pensamiento, VebIen creía que no se alcanza el conocimiento como una tarea 24Veblen,HL, p.111. 25 Ibid., p. 4. 26 Riesman, p. 112.
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terminada sino que se desarrolla una capacidad para aprender a aprender a través de "el esfuerzo de investigación", Veblen se había interesado siempre por las implicaciones epistemológicas de la función del pensamiento: qué hacemos y por qué lo hacemos cuando pensamos. Se ocupó de esta cuestión en "I'he Place of Science in Modern Civilization" (1906), escrito en que introdujo por primera vez el concepto de la curiosidad ociosa. Recordaremos que es también aquí donde ofrece Veblen algunos comentarios despectivos sobre la fllosofia del pragmatismo. En este sentido, su ensayo sobre la ciencia, y no necesariamente su libro sobre la educación superior, puede proporcionar una clave de la filosofía educativa de Veblen. La actitud de Veblen para con el pragmatismo es profundamente ambigua; nunca se sabe qué entiende por pragmatismo, y mientras se refiere a la filosofía misma con regocijado escepticismo, se cuida de expresar gran respeto por John Dewey y William -Iames.é? Aun así, parece claro que Veblen quería mostrar las limitaciones del pragmatismo como un modo de conocimiento (o descubrimiento) introduciendo la noción de la curiosidad ociosa. Mientras Dewey y James creían que la investigación surge de una situación problemática, Veblen sostenía que la curiosidad ociosa deriva del desarrollo orgánico en respuesta a una complicación nerviosa inhibida. La primera reacción a esta complicación ~un "pragmatismo ingenuo"~ es un impulso motor dirigido hacia un resultado conveniente para el organismo estimulado. La otra reacción no se manifiesta en forma similar y no se dirige hacia el uso práctico. Acerca de esta última respuesta dice Veblen: "En términos pragmáticos, esta cadena remota de respuesta no es deliberada ni relevante". Lo que distingue a
la curiosidad ociosa, y la vuelve indiferente a las líneas del pensamiento conveniente, es el hecho de que toma su forma de una interpretación antropomórfica o animista de los fenómenos, una interpretación que incita la capacidad del hombre primitivo para la admiración a causa de su "consistencia" y "cosmología" dramáticas. Veblen estaba convencido de que, a través de la historia, la curiosidad ha conducido a un sistema de conocimiento cada vez más comprensivo, mientras que en el modo pragmático del conocimiento, tan arraigado en las máximas de la conveniencia, "casi no ha avanzado desde Confucio hasta Samuel Smiles". Además, mientras que la curiosidad ociosa parece haber florecido en las pacíficas comunidades antiguas, basadas en las relaciones sanguíneas y las distinciones de clanes, el comportamiento pragmático se desarrolla cuando la vida se transforma de una cultura de fecundidad en un ambiente de depredación que trae consigo dominación y servidumbre, gradaciones del privilegio y honor, coerción y dependencia personal. Ahora las presiones e incertidumbres de la vida diaria hacen que hombres y mujeres se comporten en forma pragmática y se ajusten convenientemente a un sistema social fundado en las distinciones de posición social y la fuerza personal. "Una adaptación hábil a este sistema de dignidad y servidumbre graduadas se convierte en una cuestión de vida y muerte." Citando el Principies of Psychology de James, observa Veblen que los hábitos del pensamiento se determinan ahora por las discriminaciones que impone la vida diaria. El pragmatismo es el consejo de la conformidad y la supervivencia; lo que se requiere es el consejo de la ciencia: la interrelación entre la curiosidad ociosa y la disciplina de la tecnología, entre la actividad de la mente y la realidad del hecho. El pragmatismo vuelve cauta la investigación cuando debería ser audaz, tolerante cuando debería ser subversiva.s" Según Veblen, el temperamento pragmático no está jamás completamente ausente luego de que el hombre abandona la
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27 En una nota que aparece en The Higher Learning, afirma Veblen que los "precursores" del pragmatismo negaron todo valor del conocimiento que no sea su utilidad, pero luego hicieron "las paces" con la noción de la curiosidad ociosa (p. 4). Veblen citaba con frecuencia a James, o por lo menos hacía referencias a sus obras, y cuando más tarde supo que James y Dcwey estaban siendo atacados por un conductista, Veblen replicó: "Ese autor nunca sabrá siquiera lo que han olvidado Dewey o James". Dorfman, 1, p. 450.
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Veblen,
POS,
pp. 1-31.
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etapa del salvajismo pacífico. Aun en la cultura bañada de teología de la Edad Media, la "edad de la fe" ultramundana, podemos discernir un "pragmatismo acentuado" en la forma en que los conceptos escolásticos se extraen en términos de experiencia, fuerza personal, hazaña, jerarquía feudal y autoridad preceptiva. "Las leyes que se quieren descubrir en el universo natural se buscan en términos de la promulgación autorizada. La relación que guardan la deidad o las deidades con los hechos ya no se concibe como la relación del progenitor sino como la de soberanía." Ni siquiera la búsqueda de Dios podía trascender el comportamiento egoísta y convenienciero. "Los mejores hombres de ese mundo confesaban sin vergüenza que la inmensa preocupación por su propia salvación era el principal motivo de su conducta, y en todas sus especulaciones es evidente que no podían aceptar otro motivo o sanción tan final en ningún sentido." En el comportamiento social y económico, tanto como en la especulación filosófica, todo pensamiento se convierte en una cuestión de sagacidad práctica, y el conocimiento en general se aplica en favor del individuo. Cualesquiera que hayan sido los ideales comunales y espirituales originales del cristianismo, su cultura se adaptó a los nuevos requisitos de los cambios vitales del mundo occidental. Sugiere Veblen que la ética cristiana no era suficientemente fuerte para impedir que los medios de vida se confundieran con los fines de la vida. "La gran etapa del barbarismo en Europa, la Edad Oscura y la Edad Media, se separa de lo que ha ocurrido y de lo que le sigue en la secuencia cultural por un ánimo claramente utilitarista." Veblen nunca aclaró si la cultura determina la conducta o la refleja, pero estaba seguro de que el estudio superior, aun el del humanismo clásico, sucumbió ante el prurito activista de la vida diaria: La universidad de la época medieval y de principios de la época moderna, es decir la universidad bárbara, se ocupó inevitablemente de las disciplinas pragmáticas, utilitarias, porque tal es la naturaleza del barbarismo; y la universidad bárbara es sólo otra expresión,
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algo sublimada, de la misma mentalidad bárbara. La cultura bárbara es pragmática, utilitaria, mundana, y su saber tiene la misma composición. El bárbaro de los últimos tiempos o de los primeros es de ordinario un pragmático de remate; tal es el rasgo espiritual que lo separa más profundamente del salvaje por una parte y del hombre civilizado por la otra. "Pone una cara viva, clara, a la necesidad instantánea de las cosas."29
Es posible que las generalizaciones de Veblen paren los pelos del historiador intelectual. Pero había un método en su tratamiento ligero de la historia de las ideas. Al atribuir un ánimo utilitario a la cultura clásica, Veblen aclaró que no estaba pidiendo un retorno al estudio superior de una época pasada, como han sostenido algunos autores. Tampoco estaba sugiriendo, como lo hacen algunos marxistas contemporáneos, que la filosofía del pragmatismo surgió como el equivalente ideológico del capitalismo moderno. El temperamento pragmático antecedió al capitalismo industrial y tuvo sus raíces en el dominio de las fuerzas de la naturaleza por parte del hombre primitivo. El pragmatismo, en la medida en que ha alimentado un enfoque empírico de la realidad, no debe ser culpado por las limitaciones culturales de la conciencia moderna. Pero cuando se aplica el pragmatismo a la pedagogía y se pregunta: "¿Para qué sirve este saber?", se inician los problemas. El verdadero investigador no tiene obligación de contestar esta interrogante. "Si no estuviese infectado con el pragmatismo del mercado, la respuesta del investigador debería ser: iQuitate de mi vista!" Contestar tal interrogante es aceptar los valores de la persona que la ha planteado. "Ben Franklin -pragmático refinadodesechó en cierta ocasión esa interrogante con otra: ¿Para qué sirve un bebé?" Veblen utilizó con eficacia la aguda observación de Franklin, porque indicaba hasta dónde se habia desviado el hombre "bárbaro" moderno de la sensatez de sus instintos salvajes. Sin embargo, Veblen observó también que el 29
Veblen,
POS,
p. 11; Veblen,
IlL,
pp. 24-25.
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hombre "civilizado" no podía menos de admitir con vergüenza que consideraba a los niños en términos monetarios, lo que sugiere que los dos instintos constructivos de la humanidad, la curiosidad ociosa y la inclinación paternal, siguen siendo una fuerza potencial en la vida moderna. "Sin duda, lo que impulsa principalmente a los hombres a la búsqueda del conocimiento es su inclinación nativa a la curiosidad: una proclividad impulsiva por dominar la lógica de los hechos, así como el incentivo principal de la crianza de hijos ha sido siempre, sin duda, la inclinación paternal." El impulso del conocimiento y el entendimiento, como el impulso de la procreación y la crianza, es en sí mismo una actividad evaluadora. Los instintos más básicos de hombres y mujeres se justifican por sí solos.i'" Es posible que su argumento de que el saber existe por sí mismo no haya resuelto los dilemas éticos de su filosofía de la educación; tampoco podía demostrar cómo se traduciría en una filosofía de la ciencia cualquier proceso de investigación divorciado del mundo de la acción. Sería interesante saber por qué consideró Veblen tan necesaria la distinción entre la curiosidad ociosa y el pragmatismo. ¿Previó que la filosofía de Dewey dejaría a la universidad teóricamente indefensa siempre que la sociedad exigiera que el conocimiento fuese útil para satisfacer mejor sus necesidades, aun las necesidades conservadoras del orden social existente? Algunos autores han sugerido que The Hígher Learning presagia los ataques estudiantiles contra la "multiversidad" de los años sesenta." Pero es seguro que Vebien habría percibido el anzuelo dentro de la carnada: la demanda estudiantil de "pertinencia" equivalía a una capitulación ante la visión del mundo de sus enemigos burgueses, la exigencia de que todo tuviese usos prácticos. Veblen insistió en que la universidad no puede servir a otro fin que la "búsqueda desinteresada" del conocimiento mismo. Su carrera inicial en el mundo académico es un testimonio a
favor de la tesis que propuso en The Higher Learning. Crítico feroz de la sociedad, continuó censurando toda universidad que renunciara a su misión cultural para con la sociedad. Sin embargo, tras del estallido de la primera Guerra Mundial, el propio Veblen dejó de ser el investigador y teórico social "desinteresado". Cuando los ideales de Minerva se enfrentaron a las fuerzas de Marte, la ética de la "curiosidad ociosa" se convirtió en la primera víctima del estudio superior de Veblen.
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Veblen, HL, pp. 146-148. Ferrarotti, p. 140.
LOS ESTADOS UNIDOS Y EL MUNDO
X. LOS ESTADOS UNIDOS Y EL MUNDO
LA PRIMERA GUERRA
MUNDIAL y LA ALEMANIA IMPERIAL
La respuesta de Thorstein Veblen a la primera Guerra Mundial sorprendió a casi todos aquellos que lo conocían. En realidad, no fue el único hombre de izquierda que apoyó la entrada de los Estados Unidos en el conflicto. Casi toda la izquierda intelectualllegó a defender la intervención entre el estallido de las hostilidades, en agosto de 1914, y el mensaje de guerra pronunciado por el presidente Wilson ante el Congreso en abril de 1917. No sólo apoyaron la guerra liberales como Walter Lippmann, Herbert Croly y Lincoln Steffens, sino que aun militantes socialistas como Jack London, William Englihs Walling y Upton Sinclair rompieron con la Segunda Internacional y abrazaron la causa Aliada.' Lo que vuelve tan peculiar la posición de Veblen es que era el único de los teóricos sociales que había denunciado sin cesar la guerra moderna como una combinación de furia bárbara y conveniencia tecnológica. Veblen había desdeñado siempre la actividad bélica porque discernía en ella los orígenes de la propiedad privada y estratificación de clases, y también la distorsión de sus dos valores más altos: la productividad, producción eficiente de bienes útiles, y la servicíalidad, preocupación por el bienestar de la comunidad. Sobre todo, el espíritu de la guerra minaba la búsqueda objetiva de la verdad mediante la alimentación de un "ánimo conservador" basado en la obediencia cultural irreflexiva y la aquiescencia política total. Veblen subrayó la conexión entre la guerra, el capitalismo y la depredación bárbara en The Theory ofBusiness Enterprise, publicada 1 John P. Diggins, TheAmerican Left in the Twentieth Century (Nueva York, 1973), pp. 81-88.
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en 1906. Menos de un decenio después, defendería la participación de los Estados U nidos en la guerra más sangrienta de la historia moderna. ¿Se había vuelto el "bardo del salvajismo" apologista de la civilización? Pueden encontrarse algunas respuestas a tal interrogante en el cuarto libro de Veblen: Imperial Germany and the Industrial Revolution. Inició Veblen el manuscrito poco antes del estallido de la guerra en Europa, pero la urgencia de la situación internacional 10obligó a terminarlo en cuestión de meses, 10que es una hazaña asombrosa para un autor que había trabajado varios años en sus otros libros. Una virtud de esta prisa fue que Veblen no tuvo tiempo de jugar al irónico y retórico. Esta vez conocemos el objetivo de11ibro: proporcionar una explicación histórica del grado de progreso y eficiencia industrial excepcionalmente elevado de Alemania, una relación basada en "causas naturales", las cuales eliminan explicaciones falsas como las del destino manifiesto, genio nacional y "nepotismo providencial". Veblen estaba decidido a demostrar la falacia de la explicación racial de la supremacía de Alemania en materia de desarrollo científico y tecnológico. El pueblo alemán, como la mayor parte de los pueblos de otras naciones europeas, estaba integrado por una "raza híbrida". Por herencia, si no es que por hábito, los alemanes tenían al nacer aproximadamente las mismas características que otros pueblos del continente europeo. Das deutsche Volk puede ser un misterio cultural, pero no corresponde a dones innatos de la biología humana. No habia, pues, ninguna base científica para creer que el pueblo alemán, o cualquier otro pueblo, fuese una raza superior.s Para explicar el genio de la superioridad de Alemania en 2 Veblen, IG, pp. v-vii, 3-12. Veblen pasó gran parte de sus últimos años investigando teorías acerca de la raza y la eugenesia, y en sus propios escritos hacía referencia a tipos raciales tales como "el temperamento dólico-rubio". Pero la idea de una supremacía racial lo parecía pura tontería. Tras de acompañar a Isador Lubin a ver la película The Birth of a Nation. (El nacimiento de una nación), Veblen comentó: "Lubin, ése es el mejor ejemplo de mala información concentrada que he visto jamás". Lubin, "Recollections ofVeblen", en Qualey (comp.), Thorstein Veblen, p. 133.
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cuanto a la capacidad industrial y militar, Veblen, economista, antropólogo y sociólogo, se convirtió en historiador. Lo que parecía decisivo ahora no era cómo funcionaban o se originaban las instituciones, sino cómo cambiaban durante el curso del desarrollo. Veblen enfocó el problema de Alemania contrastando su historia con la de Inglaterra para ilustrar un hecho obvio con implicaciones sutiles y de largo alcance: Alemania estaba más avanzada en materia de tecnología mientras que Inglaterra seguía siendo más madura en términos políticos. Por lo tanto, la Inglaterra industrial no proporcionaba, como había sugerido Marx, el "terreno clásico" del modo de producción capitalista; es decir, no era el modelo del país más desarrollado que mostraría al país menos desarrollado la imagen de su propio futuro. Por el contrario, Alemania superó a Inglaterra absorbiendo su tecnología, adoptándola virtualmente nueva, sin tener que asimilar también sus complicadas instituciones políticas y hábitos mentales ideológicos. Esto no significaba que Alemania se volvería necesariamente más ilustrada, porque "un sistema tecnológico tendrá un valor económico y una incidencia cultural sobre una comunidad que lo tome ya hecho diferentes de los efectos que ya haya desarrollado en la comunidad de la que se toma, en la cual ha llegado gradualmente a la madurez ... " El hecho de que el adelanto tecnológico moderno no se hubiese hecho en Alemania sino que se había tomado de la ciencia e industria inglesas sugería un hecho histórico con muchas ramificaciones: Alemania combina los resultados de la experiencia inglesa en el desarrollo de la tecnología moderna con un estado de las otras artes de la vida más semejante al que prevalecía en Inglaterra antes del advenimiento del régimen industrial moderno; en consecuencia, el pueblo alemán ha podido tomar la herencia tecnológica de los ingleses sin tener que pagarla en los hábitos del pensamiento, uso y costumbre" inducidos en la comunidad inglesa por la experiencia que traía consigo su realización. La tecnología moderna ha llegado a Alemania ya hecha, sin las consecuencias culturales que su desarrollo gradual y uso continuado han significado para el pueblo inglés, cuya
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experiencia inició tal tecnología y determinó el curso de desarrollo de la misma.é
En Inglaterra, señaló Veblen, las artes industriales perduraron lo suficiente para afectar la cultura y costumbres del pueblo. El espíritu del industrialismo minó instituciones como la Corona y la Iglesia, y engendró un orden constitucional y un genio distintivo comercial, ambos basados en un saludable escepticismo, nutrido él mismo por la tecnología, que podía dirigirse contra el poder del Estado. En cambio, en Alemania, la tecnología llegó casi como una importación extraña, de modo que tuvo escaso efecto, o no tuvo ninguno, en la cultura política. Aquí, la tecnología de la máquina sólo estaba conectada con un orden político existente, cuyas raíces se hundían profundamente en el pasado medieval de Alemania. El sistema institucional, los hábitos y valores del pueblo alemán dominaban todavía la tecnología y la ciencia; y tales hábitos y valores estaban influidos todavía por un Estado dinástico y un sistema semifeudal de clases que tenía por objetivo la centralización interna del poder y la expansión y dominación externas del pueblo. Los alemanes impusieron su nueva tecnología a su antiguo Estado dinástico, y de esta síntesis surgió un "compuesto cultural inestable", susceptible de cambio acelerado y también capaz de agresión y conquista mundial. En opinión de Veblen, Alemania planteaba tres peligros: su historia peculiar de construcción nacional, su patrón peculiar de desarrollo económico y su filosofía peculiar de la autoridad. En contraste con Inglaterra, cuya geografía insular le permitió evitar las guerras y rivalidades extranjeras que azotaron el continente, Alemania forjó su unidad y nacionalidad en siglos de guerras ofensivas y defensivas y en prolongadas luchas internas de "despiadada explotación, terror, perturbaciones, represalias, servidumbre y gradual habituación a la lealtad establecida, gobierno personal irresponsable y represión pacífica". :-1
Veblen, te, p. 86.
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En contraste con la historia económica de Inglaterra, que nutrió el individualismo y el espíritu de empresa en oposición al Estado, la de Alemania estuvo guiada por los prusianos, quienes a partir del Zollverein identificaron el desarrollo comercial con el poder del Estado y su capacidad de lucha, una política manifestada ahora en el sistema de transportación de Alemania: una red ferroviaria unificada, estratégicamente desplegada de acuerdo con las necesidades militares. Y en contraste con la filosofía política de Inglaterra, cuya doctrina libertaria de los derechos naturales equivalía al principio de "vive y deja vivir", la de Alemania inculcaba la idea del deber y la obediencia. El concepto alemán de la autoridad, observó Veblen, no colocaba la soberanía en el pueblo ni en el gobernante, sino en una comunidad moral mística, superorgánica, llamada "Estado". La noción inglesa de la lealtad se atemperaba con los intereses propios, así como el propio empirismo británico se preocupaba por las "realidades materiales". En cambio, la filosofia alemana, tanto por su tendencia metafisica como por la romántica, se había aleja. do de las realidades de la percepción sensorial para buscar "lo ideal, lo espiritual, lo trascendental". Esta filosofía "más noble" y "más profunda" granjeaba aquiescencia a la política dinástica y el gobierno burocrático; porque el concepto alemán del Estado hacía del poder y la gloria de la nación el objetivo más alto de sus ciudadanos. Según la idea alemana de la libertad, la libertad más verdadera y más alta no residía en la resistencia al poder y la autoridad sino en la capacidad para obedecer órdenes y ejecutar instrucciones.s En Imperial Germany reveló Veblen una atracción por la libertad inglesa que está completamente ausente de sus obras anteriores. No sólo sugirió que la democracia nutre el espíritu científico y representa un ajuste más perfecto a la industria moderna que el del Estado dinástico, sino que además trató la tradición liberal británica como un recurso intelectual valioso
por el que valía la pena pelear. Sólo un año antes, en The Instinct of Workmanship, había relegado los derechos naturales ingleses al museo de las reliquias históricas, una filosofía del individualismo competidor que ya no era pertinente en una época de capitalismo empresarial. Ahora examinaba de nuevo la historia inglesa y, convirtiendo los defectos en virtudes, encontró muchas cosas admirables y muchas otras censurables. En Inglaterra, según Veblen, la tecnología de la máquina y la empresa comercial llegaron antes y maduraron más lentamente que en Alemania. A medida que el comercialismo y la ciencia se desarrollaban a través de los siglos, se minó el orden antiguo y la filosofía social inglesa se vio imbuida del canon utilitario del interés propio.
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Veblen,
lG,
pp. 88-149.
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La lealtad del súbdito británico hacia el monarca reinante o hacia la Corona está condicionada a la utilidad de tal lealtad para sus propios intereses materiales. Una lealtad que se pregunta '¿Para qué?' se aleja mucho del ideal feudal y del espíritu de abnegación entusiasta, que ha sido siempre el fundamento de un Estado dinástico próspero."
Sin embargo, el surgimiento del escepticismo liberal a partir del materialismo capitalista resultó una ventaja discutible. Mientras que la filosofía del interés propio transfirió la soberanía al individuo mismo, también transfirió el poder a los capitanes de la industria. Antes, en los siglos XVI y XVII, la clase capitalista que ascendía en Inglaterra desempeñó bien su papel al adoptar las metodologías tecnológicas de las naciones continentales más avanzadas e integrar las actividades agrícolas, industriales y financieras del país. Pero en el siglo XIX, los valores institucionalizados del capitalismo -propiedad, competencia y sistema del beneficio- obstruían el desarrollo pleno del industrialismo en Inglaterra. En lugar de mantenerse a la cabeza de las últimas innovaciones tecnológicas, los capitalis5
Veblen,
IG,
p. 103.
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tas británicos siguieron la estrategia de la "depreciación por la obsolescencia", ya que permitieron que sus ferrocarriles, fábricas y puertos se deterioraran. Los beneficios de la empresa, no la eficiencia tecnológica, inspiraban al empresario inglés, que ya no tenía un interés creado en el cambio y la innovación. En la descripción que hace Veblen de la lógica de la modernización, el capitalista surgía menos como villano y más como víctima:
Veblen seguía convencido de que la combinación de idealismo y eficiencia de Alemania era antinatural y por lo tanto inestable. Aunque un poco desconcertado por el espectáculo del poderío prusiano, Veblen seguía creyendo que el industrialismo destruiría finalmente todos los impedimentos culturales. Por consecuencia, expuso la siguiente alternativa posible para Alemania: o bien su antiguo patrón dinástico podía transformarse gradualmente en un Estado constitucional, integrado por una economía capitalista e instituciones políticas liberales, o bien el pueblo alemán "todavía puede ser capaz de retirarse a esa fase más arcaica de civilización occidental de la que se ha estado escapando últimamente", retirada que significaría "una reacción tan drástica de sus instituciones civiles y políticas que contrarrestaría, luego neutralizaría y finalmente disiparía los efectos generados por la habituación a los procedimientos y medios de la industria moderna y las ciencias exactas"." La segunda opción de la alternativa ha llevado a algunos académicos a creer que Veblen previó el surgimiento del fascismo, no sólo en Alemania sino también en Japón, otro país de rápida modernización sobre cuyo futuro también especuló en 1915. Al final de este capítulo regresaremos a tales dones proféticos. Aquí es importante señalar que Veblen no presentó una "teoría diabólica de la guerra" ni culpó a Alemania como la única responsable del estallido de hostilidades. En la estimación de Veblen, la guerra era el resultado de numerosos factores que afectaban a todas las naciones occidentales beligerantes: los desarrollos tecnológicos, que rompían las defensas geográficas; la lucha por las colonias, que despertaba los apetitos imperiales; el ritmo incrementado del transporte y la comunicación, que aumentaba el temor de la agresión; y, sobre todo, el espíritu volátil del patriotismo, que hacía del éxito militar la prueba de la hombría nacional. El peso de la historia dinástica de Alemania ha-
Todo esto no significa que los británicos hayan pecado contra los cánones de la tecnología. Es sólo que están pagando el castigo por haberse lanzado a la delantera y haber mostrarlo así el camino. Al mismo tiempo, no debe imaginarse que esta delantera no haya creado más que dolores y castigos. Las deficiencias de esta situación industrial británica se advierten sobre todo por contraste con lo que podrían estar haciendo los británicos si no fuese porque los frena el peso muerto de sus realizaciones del pasado, y últimamente por el contraste con 10 que está haciendo el pueblo alemán con la tecnología inglesa."
La combinación del idealismo filosófico de Alemania con su eficiencia tecnológica perturbaba sobremanera a Veblen. Esta síntesis inesperada parecía demostrar que quizá la ciencia no libera a la sociedad del atraso cultural, del "peso muerto" de los valores y los hábitos mentales del pasado, como había esperado Veblen. Alemania aparecía como el principal "perturbador de la paz", precisamente porque su industria y su comercio se habían desarrollado para fortalecer a una nación cuya perspectiva cultural seguía siendo casi medieval mientras que su economía era enteramente moderna. Estas observaciones llevaron a Veblen a concluir que un Estado constitucional como el de la Gran Bretaña pelearía principalmente cuando fuese provocado, mientras que los Estados dinásticos como Alemania usan la guerra como medio de expansión de su poder y dominación. Pero 6
Veblen, m, p. 132.
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Veblen, m, pp, 236-237.
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cía inevitable que este país quedara colocado en el "asiento de la perturbación, ya fuese en la ofensiva o en la defensiva", pero otras naciones occidentales contribuían también a la situación diplomática, aunque Alemania padeciera "la distinción de tomar la delantera y apretar el paso". Todas las naciones protestaban sus intenciones pacíficas, observó oblicuamente Veblen, pero "no era necesario que se deseara de modo expreso la guerra para producirla: bastaba con que se hiciesen preparativos suficientemente completos para que la guerra resultara inevitable"." Si ningún país deseaba la guerra y sin embargo cada uno de los líderes nacionales realizaba acciones que conducían inexorablemente a la guerra, ¿cuáles medidas podían adoptarse para impedir los conflictos internacionales futuros? Si la primera Guerra Mundial era inevitable, ¿resultaba imposible la paz perpetua? Veblen se ocupó de este asunto en su siguiente libro.
por Veblen a los británicos y su descripción de la imaginación empresarial prusiana como algo superior a la norteamericana, prohibió la entrega por correo del libro declarándolo proalemán. Los años de la guerra constituyeron quizá el único periodo en que Veblen se tomó muy en serio la política y la diplomacia. Por primera vez, el cínico solitario se convirtió en ciudadano interesado. En el otoño de 1917, Wilson autorizó la creación de la Investigación de los Términos de Paz por parte de los Estados Unidos, un grupo de estudio que debería preparar las bases para una posible conferencia de paz. El grupo fue oficialmente encabezado por el coronel Edward House, pero en realidad lo dirigía el secretario, Walter Lippmann. Veblen sostuvo correspondencia con Lippmann acerca de la posibilidad de colaborar con la investigación, indicando que el objetivo del comité coincidía exactamente con los propósitos de un libro que acababa de terminar: The Nature ofPeace. Lippmann respondió, impulsado en parte por la sugerencia de un subordinado, pidiendo a Veblen que elaborara un memorando que se ocupara de "la penetración económica de intereses extranjeros en los países subdesarrollados", un estudio que tratara de "proteger a los pueblos atrasados y semiatrasados de la injusta explotación" y de "reducir al mínimo las ventajas económicas y políticas de los concesionarios contra los nacionales de otros grupos". Veblen realizó la investigación solicitada y además emprendió varios otros estudios que ayudarían al esfuerzo bélico. Entre ellos se encontraba una tarifa de regulación de precios elaborada para la Administración de Alimentos; una propuesta ante el Departamento de Agricultura para que el juicio federal contra los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW) "se suspenda inmediatamente", de modo que pudiesen utilizarse en la cosecha de granos durante la escasez de mano de obra; una propuesta similar para que se liberara a los "sirvientes menores" de los quehaceres hogareños de los ricos Y" se los empleara en las industrias bélicas; un estudio de las políticas exteriores e internas de Japón; y hasta un memorando: "Wire Barrage", que sugería
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Imperial Germany and the Industrial Reuolution dejó perplejos a los pocos norteamericanos que se molestaron en leer el libro. La descripción que hizo Veblen del capitalismo británico como un sistema derrochador e ineficiente ofendió a los anglófilos estadunidenses; y su desprecio de la Kultur alemana como disparates metafísicos pareció algo excesivo a los intelectuales norteamericanos que alguna vez habían estudiado en las universidades de Berlín y Heidelberg. El libro recibió una acogida tan ambigua que ni siquiera los funcionarios gubernamentales podían decidir si Veblen debía ser alabado o encarcelado. Luego de la entrada de los Estados Unidos en la guerra, el experto en propaganda del presidente Wilson, George Creel, trató de explotar los argumentos antialemanes del libro; pero la Oficina de Correos, quizá intranquila ante el duro tratamiento dado 8
Veblen, te, pp. 258-259.
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a los militares un método práctico en la lucha contra los submarinos. Muchos de los informes de Veblen se perdieron en ellaberinto de las agencias gubernamentales (y sólo se recuperaron más tarde, gracias a la investigación diligente de Joseph Dorfman).? Pero un estudio titulado "Sugerencias acerca del programa de trabajo de una investigación sobre los términos probables de la paz" se recibió en la investigación "cuando estábamos preparando el memorando de los catorce puntos", recordó tiempo después Lippmann.'? Resulta difícil saber si Veblen ejerció alguna influencia en las políticas de Wilson. Pero merecen gran atención sus estudios sobre los términos de la paz y la reconstrucción de la posguerra, así como el análisis contenido en su libro titulado An Inquiry into the Nature of Peace and the Terms of its Perpetuation (1917). Porque ahora pensaba Veblen como un estratega político y diplomático, no sólo como teórico social. Sus estudios sobre la guerra y la paz proveen de una conexión entre su crítica cultural y su pensamiento político. En el prefacio de The Nature of Peace [obra citada en un párrafo anteriorl discutió Veblen el libro de Kant titulado Zum ewigen Frieden, señalando que el filósofo alemán consideraba la búsqueda de una paz duradera más como un deber humano intrínseco que como una empresa prometedora. Kant exhortaba al hombre a tratar de volver real la paz, pero seguía convencido de que, al final, la paz no se lograría como una realización deliberada de la sabiduría humana sino como "una obra de natura y del diseñador de las cosas: Natura daedala rerum". La cuestión de la paz ha cambiado considerablemente desde la época de Kant, señalaba Veblen. La respuesta no puede encontrarse en lo que debiera hacer el hombre ni en lo que hará la naturaleza por sus propios conductos misteriosos. La respuesta debe buscarse "en términos de los factores conocidos del com-
portamiento humano que, de acuerdo con el análisis de la experiencia, controlen la conducta de las naciones en coyunturas de esta clase";'! Para Veblen, estos "factores conocidos" constituían toda la subestructura psicológica de los valores y las mentalidades que determinan la cultura política de un país. Y la primera Guerra Mundial daba, irónicamente, la oportunidad de examinar tales valores y hábitos mentales, y quizá aun la oportunidad de destruir sus fundamentos institucionales. En cierto sentido, el veblenismo añadía un corolario al wilsonismo: la primera Guerra Mundial sería la guerra que terminaría con todas las guerras; una guerra que volvería al mundo seguro para la tecnocracia. The Nature of Peace contenía varios argumentos provocativos. Ante todo, señalaba Veblen con deleite anarquista, la paz no puede establecerse mediante negociaciones entre los Estados beligerantes. Tales maniobras y negociaciones sólo podían conducir a un armisticio, "en efecto terminable a discreción y a corto plazo". A lo sumo, el Estado o el gobierno servían como un instrumento para el establecimiento de la paz, no para su perpetuación. Y el Estado no significaba para Veblen tanto el "brazo ejecutivo" de la clase capitalista -según creía Marx-, sino un descendiente lineal modificado de los establecimientos feudales (Veblen señaló las excepciones de los gobiernos de Suiza y de los países escandinavos, así como la antigua república de Islandia y su ciudadanía insubordinada). Aceptó que había algunas diferencias importantes entre los Estados dinásticos y los Estados democráticos, pero a pesar de las variaciones, ambos tipos poseían ciertos atributos de la "soberanía". Ya fuese en Alemania o en Inglaterra, el ciudadano era en cierta medida un "súbdito" del Estado, a cuyas autoridades heredadas o constituidas debía obediencia. Como lo indicaba la preocupación reciente por la traición y sedición, los gobiernos modernos poseían muchos de los mismos derechos discreciona-
9 10
Dorfman, n, pp. 116-140, 199-232. Dorfman, 1, p. 374.
11
Veblen,
NOP,
pp. vii-viii.
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les, coercitivos, que pertenecían al jefe feudal, y no poseían tal poder necesariamente porque fuesen opresivos sino porque eran venerados. El patriotismo era el pegamento psicológico que unía al ciudadano con el Estado. Veblen había considerado el patriotismo, desde largo tiempo atrás, con el mismo desdén que sentía por el capitalismo: la maldición animista que plagaba la mente colectiva del hombre moderno. En The Nature of Peace dedicó un extenso capítulo al tema, un discurso revelador que indica Veblen veía el patriotismo como algo más que la ideología de la clase capitalista. Como fenómeno generador de "un sentimiento de solidaridad partidista en lo tocante al prestigio", el patriotismo no era simplemente una conciencia falsa manufacturada, sino una propensión que había derivado de hábitos primitivos anteriores:
lar sagaz" hasta el punto de que ahora entraban a la política internacional "no como una potencia sino como un motivo de disputa". Así pues, los impulsos del patriotismo derivaban de un sesgo adquirido, no de un rasgo básico de la naturaleza humana; eran una cuestión de hábito, no de herencia. La lealtad patriótica despertada por el Estado era en muchos sentidos la expresión política de la deferencia cultural disfrutada por los capitanes de industria. El espíritu patriótico, como la propensión a la emulación, tenía también sus orígenes en los vagos inicios de la humanidad, cuando la caza y la lucha en solidaridad con el clan propio constituían un requisito para la supervivencia y el bienestar material del individuo. Aun después de que este requisito ya no era necesario, a causa del advenimiento de la tecnología, los hábitos de la solidaridad tribual persisten en la forma del nacionalismo moderno, en que los ciudadanos se enorgullecen por la magnitud física de sus países, el tamaño de sus monumentos y edificios, su riqueza total, sus recursos naturales y valor astuto de sus militares. Veblen estaba convencido de que los ciudadanos comunes, las "poblaciones subyacentes", no tenían ningún interés en el patriotismo. Luego de que los derechos de propiedad empezaron a surtir efectos, de modo que la propiedad y el beneficio gobiernan ahora las relaciones de los hombres, las preocupaciones materiales colectivas de la vida cesan de referirse a la solidaridad del grupo. Al desarrollarse el estado de las artes industriales, los derechos de propiedad desplazaron la comunidad de usufructo, y surgieron distinciones envidiosas entre las personas. "Los intereses materiales de la población [... ] se dividieron entre el grupo de quienes son propietarios y los que mandan, por una parte, y el grupo de quienes trabajan y obedecen, por la otra parte." Gracias a esta división del trabajo, de los privilegios y las prescripciones, el esfuerzo conjunto se volvió benéfico sólo para una clase, y se aprovechó el patriotismo para forjar una solidaridad de emociones que compensara la pérdida de una comunidad de intereses. Por 10tanto, el hombre común aceptó la moderna protección
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El espíritu patriótico es un espíritu de emulación, evidentemente, al mismo tiempo que es la emulación impulsada por un sentido de solidaridad. Pertenece al grupo general del deportismo más que al espíritu de trabajo. Ahora bien: toda aventura deportiva se apoya en el éxito envidioso, que precisa tener como su propósito principal la derrota y humillación de algún competidor, independientemente de todo lo demás que incluyan sus objetivos. Su objetivo es una ganancia diferencial frente a un rival; y el espíritu emulador llamado patriotismo busca esta ventaja diferencial comúnmente, si no es que siempre, mediante el daño al rival y no mediante un incremento del bienestar nacional. 12
Aunque el patriotismo puede considerarse como un sistema tribual en gran escala, Veblen tuvo cuidado de señalar que no es universal. Ciertas comunidades, como los esquimales y los habitantes de la antigua república de Islandia, no conocían tales sentimientos; y aun los chinos, que habían sobrevivido y civilizado a sus conquistadores bárbaros, parecían ser "incorregiblemente pacíficos" y carecer de una "solidaridad del va12
Veblen, NOP, pp. 31, 33.
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arancelaria y la subvención comercial, por ejemplo, porque supuestamente prometían un incremento del poder y prestigio nacionales; y así formaban parte de su "ingreso psíquico", mientras que en realidad tales conspiraciones contra el libre comercio perjudicaban los intereses de la generalidad. Los intereses de las clases privilegiadas en el bienestar común, observó Veblen, "son de la misma clase que el interés de un parásito por el bienestar de su huésped" .13 En su hábil disección del patriotismo, Veblen hizo una aportación al pensamiento social moderno que ha recibido escaso reconocimiento. Los pluralistas liberales clásicos (como Madison), y hasta cierto punto aun los teóricos del conflicto (como Marx), suponían que las clases de un estrato social sabían -o inevitablemente llegarían a saber, nos dice Marx- cuáles eran sus propios intereses de clase, de modo que los ideales morales y las motivaciones éticas carecían de importancia para el estudio de la historia. En cambio, es posible que Veblen haya sido.junto con Georges Sorel, uno de los primeros pensadores sociales modernos que insistieron en que la clase trabajadora es psicológicamente incapaz de moverse sólo por intereses materiales. Por lo tanto, los lemas diplomáticos tales como la "Puerta abierta", la "Libertad de los mares", o "Un lugar en el Sol" pueden engendrar emociones masivas, no porque el hombre común entienda claramente las realidades de la política exterior, sino porque puede agitarse su sentido de equidad y juego limpio, por desorientado que se encuentre. En consecuencia el patriotismo, mucho más que el conflicto radical de las clases o aun la política de intereses liberales, recibía el mayor apoyo porque tenía la sanción de la necesidad moral. Por sí misma, una promesa de ganancia para los activos materiales o inmateriales de la nación no resultará plenamente convincente para el ciudadano moderno común, ni siquiera para los ciudadanos modernos mejor dotados de un espíritu nacional. En general, y desla
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Veblen, NOP, p. 57,pássim.
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contando ese contingente apreciable de ciudadanos moralmente defectuosos que se encuentra en toda población híbrida, veremos que ninguna empresa o política que se contemple será plenamente aceptada por el sentido popular del mérito y la conveniencia mientras no se le dé un cariz moral, de modo que se ajuste a los dictados de la conducta correcta y honesta [... l Para dar el mayor efecto práctico al fervor patriótico que mueve a toda nación moderna, y poder usarlo así en la forma más eficaz, es necesario demostrar que están implicadas las exigencias de la equidad. Cualquier examen superficial de los sucesos históricos modernos relacionados con este punto, entre los pueblos civilizados, revelará que no puede lograrse ningún movimiento concertado y sostenido del espíritu nacional sin contar con el apoyo de las convicciones morales de la comunidad. Debe persuadirse al hombre común de que el derecho está de su parte: "Tres veces armado está quien sabe que su causa es justa".t 4
Veblen había cortado el patrón a su medida. Ante las ilusiones del hombre común por una parte y las decepciones de las clases capitalistas por la otra, ¿cómo podría obtenerse la paz? Como Max Weber, Veblen criticaba los esfuerzos de los pacifistas por imponer una paz basada en la "buena voluntad". También criticaba el plan "anticuado" de las alianzas defensivas del siglo XIX, la escuela del equilibrio de poder bismarckiana, que se derrumbó como un castillo de naipes en agosto de 1914. Por lo tanto, según Veblen, sólo dos opciones quedaban para los Aliados: el rendimiento incondicional y sometimiento a la hegemonía dinástica de Alemania y Japón,* o la eliminación de los Estados belicistas, junto con todos los recursos adecuados para la formación de subsecuentes coaliciones formidables. Llamando al sometimiento "paz sin honor", Veblen aconsejó la creación de un organismo internacional que erradicara todo 14
Veblen, NOP, p. 36.
* Por supuesto, Japón se encontraba entonces del
lado de los Aliados, pero Veblen lo consideraba tan amenazador para la paz como Alemania. Véanse más adelante, en el apartado "Teoría social y realidades mundanas", de este capítulo, las observaciones de Veblen sobre Japón.
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vestigio del militarismo e imperialismo alemanes, que concediera a su gobierno sólo una posición administrativa mientras pudiese establecerse un régimen democrático, y que confiscara las tierras de los Junkers y utilizara las recaudaciones en la indemnización de los civiles de los países invadidos. Veblen llamó "Liga de neutrales" al organismo que habría de encargarse de esta segunda opción, o sea un conjunto de países capaces de "neutralizar todas las pretensiones nacionales subsistentes". Los miembros principales serían los países del Atlántico Norte, incluidos no sólo los Estados Unidos y los dominios de habla inglesa y Francia, sino también Escandinavia y los Países Bajos. Veblen consideraba tales naciones menos belicosas y suficientemente maduras para haber "abolido la ambición y el dominio dinásticos". Otros países de Europa oriental, una vez liberados del gobierno dinástico, se incorporarían a la liga, y asimismo, con el tiempo, las colonias en ultramar menos desarrolladas. Variarían los grados de la influencia, pero las relaciones entre los tres grupos ya no serían imperiales y explotadoras. La liga seguiría un patrón parecido al de la evolución del sistema federal norteamericano, en que los Estados, territorios y posesiones ejercían grados variables de soberanía y autonomía. En la parte del mundo gobernada por la liga no habría discriminaciones ni privilegios económicos, todos los pueblos tendrían igual acceso a los recursos naturales; el comercio internacional sería libre, la diplomacia "abierta y pública", y un sistema de seguridad colectiva serviría como una "Liga para la vigilancia de la paz".15 Veblen compartía la convicción de Wilson de que la entrada de los Estados Unidos a la Liga de Naciones era imperativa, pero dudaba mucho que las empresas norteamericanas apoya-
ran cualquier aventura que pudiera frenar el nacionalismo y la libertad económica en aras del bien común. El último capítulo del libro se titula "La paz y el sistema de precios". Veblen iba mucho más allá del internacionalismo wilsoniano y pedía mucho más que la derrota de Alemania y la creación de un gobierno mundial. Su "paz sin honor" se refería a la política del sometimiento sin resistencia a la dominación imperial, pero implicaba que la política de autodeterminación nacional de Wilson no era menos derrotista porque dejaba intacto el poder de las clases capitalistas. Veblen nunca perdió de vista el hecho de que la guerra alienta las fuerzas del nacionalismo y la reacción, pero creía también que la primera Guerra Mundial ofrecía una gran oportunidad. En la medida en que se prolongara el conflicto, observaba Veblen, era posible que el público advirtiera el derroche y la avaricia de las empresas, así como la estupidez de las clases gobernantes, cuyos "galantes funcionarios" habían permitido una tasa de mortalidad tan alta en los campos de batalla, que se ponía en duda su capacidad de supervivencia. La guerra podía desatar el lazo psicológico que une a la clase baja con el orden antiguo. El "hombre común -escribió Veblen en un momento de optimismo- , que sólo obtiene privación y ansiedad del sabotaje discrecional del propietario, puede perder su percepción de que los intereses creados de la propiedad son la columna vertebral de su vida, su libertad y búsqueda de felicidad't.!" Veblen no fue jamás un hombre muy esperanzado, pero por un breve momento de 1919 creyó que la guerra podría romper el embrujo de la hegemonía capitalista. Lo que alentó su creencia de que la primera Guerra Mundial podría ser la semilla de la liberación fue el suceso histórico más volcánico de principios del siglo xx: la Revolución rusa.
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15 Veblen, NOP, pp. 178-298; "Outline of a Policy for the Control ofthe 'Economic Penetration' of Backward Countries and of Foreign Investments", en [<;CO, pp. 361-382. Véase un útil estudio de las actitudes de Veblen hacia la guerra y la paz en Sondra Herman, Eleven against War: Studies in American Internotionaliet Thought, 1898-1921 (Stanford, 1969), pp. 150-178.
16
Veblen,
NOP,
pp. 254-255.
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UN CONSEJO DE TÉCNICOS
El interés de Veblen por la Revolución bolchevique se despertó en 1917, alcanzó su clímax en 1919 y se desvaneció después de 1921. Cuando Lenin tomó dramáticamente el poder, Veblen leía puntualmente los diarios para enterarse de los éxitos del partido bolchevique y el Ejército Rojo, siguiendo ansiosamente el curso de la guerra civil. También conversó con el representante de Lenin en los Estados Unidos y empezó a estudiar ruso. En febrero de 1919 escribió en Dial un extenso ensayo titulado "El bolchevismo es una amenaza... ¿para quién?" Interrogante justificado, sin duda; pero el ensayo de Veblen debe catalogarse como un ejercicio de autoengaño. Partiendo de sus convicciones anarcosindicalistas, Veblen insistía en que los bolcheviques trataban de trasladar la democracia política y el gobierno de la mayoría al terreno económico aplicando ambos principios en el dominio de la industria. Los cadetes liberales y los mencheviques de Kerensky sólo estaban dispuestos a destruir los derechos privilegiados, mientras que los bolcheviques estaban dispuestos a impulsar la Revolución hacia la izquierda y desafiar los derechos de la propiedad misma. La idea del bolchevismo se difunde mediante la comunicación, y las fuerzas conservadoras de Occidente se opondrían sin duda a este "contagio". Pero las medidas tomadas por los estadistas viejos, como la del bloqueo, no podían menos que enervar los vestigios del antiguo orden de Rusia. Tras un breve periodo de desorganización, los bolcheviques habían restablecido los sistemas de transporte y provisión de alimentos. Mientras tanto, los trabajadores se estaban pasando al bando de los bolcheviques, cuyo "esquema de ideas entiende fácilmente el hombre común porque no lo obliga a aprender muchas cosas nuevas, sino que ante todo lo impulsa a olvidar muchas cosas viejas". El adiestramiento proporcionado por "las industrias mecánicas y fortalecido por la experiencia de la vida diaria en una co-
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munidad organizada mecánicamente no presta apoyo a los derechos preceptivos, ni a la propiedad, las canonjías de clases o el ingreso no ganado". En suma, el bolchevismo desempeñaba la función del "proceso de la máquina", emancipando al hombre de los "antiguos prejuicios, las convicciones habituales antiguas". En este sentido, el bolchevismo es una "amenaza para los intereses creados y para nada ni nadie más". El verdadero bolchevique, concluía Veblen, "es el hombre común que se ha formulado esta interrogante: '¿Qué puedo perder?' y ha obtenido la respuesta: 'Nada"'.l7 En un ensayo subsecuente sobre el bolchevismo, publicado en 1921, Veblen mostró el mismo entusiasmo por la revolución violenta. Calificando de "caballos muertos" a los socialistas demócratas, describió al soviet ruso como "algo muy semejante a la reunión del pueblo que conocemos en la historia de Nueva Inglaterra". La mística de un "soviet" ocupó los pensamientos de Veblen en estos años críticos, y en The Engineers and the Price System, también publicado en 1921, propuso Veblen un "Soviet de técnicos" como el único recurso al gobierno de los propietarios absentistas. Perdida la fe en un levantamiento masivo del hombre común, Veblen se volvía desesperadamente hacia los ingenieros como el único grupo indispensable para el gobierno de la sociedad industrial moderna, esperando que se unieran a los mecánicos y otros trabajadores, negaran colectivamente sus habilidades a las empresas y se prepararan para dirigir sus operaciones. Resulta dudoso que Veblen creyera realmente en tal posibilidad. Cuando escribía sobre "Los técnicos y la revolución", en 1921, observó que "no hay en la situación nada que agite razonablemente las sensibilidades de los Guardianes o de ese cuerpo masivo de ciudadanos ricos que constituyen las filas de los propietarios absentistas ... todavía no". Ese "todavía no" sólo indica que Veblen seguía siendo un irónico de la retórica y nunca se convirtió realmente en un teórico de la Revolución. 17
Veblen, ECO, pp. 399-414.
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''Veblen no podría señalar los puntos débiles [de la estructura social y económica] con una precisión más seca y magistral si fuese un ingeniero consultor de Su Satánica Majestad que la inventó", escribió Max Eastman, el editor leninista del Liberator. «El 'soviet de técnicos' de Veblen debe considerarse como un soviet de abstracciones, interesante como una experiencia intelectual, pero inaplicable al problema de la definición y organización de una fuerza dinámica suficiente para alterar el curso esencial de la historia."!" En realidad, el curso de la historia empezaba a virar hacia la derecha después de 1920, y nadie sabía esto mejor que Vebien. La alarma roja de 1919 era ya un aviso cuyo significado no pasó inadvertido para Veblen, quien escribió sobre el tema en editoriales anónimos de Dial y posteriormente resumió toda la importancia de la reacción de la posguerra en un ensayo visionario publicado en The Freeman con el título de "Dementia Praecox", Este documento refleja todas las esperanzas antiguas y los temores nuevos de la izquierda revolucionaria de los Estados Unidos: el fracaso de la gran huelga siderúrgica, la represión de los uiobblies, la suspensión de las libertades civiles y el resurgimiento del [Ku Klux] Klan, la Legión Americana y el "servicio secreto" que realizaba "fielmente la tarea de hacer surgir dos sospechas donde antes sólo había una". Si los Estados Unidos no hubiesen intervenido en Europa -especulaba Veblen con fría melancolía- , el orden antiguo habría sido liquidado por el mero agotamiento de los recursos y una crisis fiscal inevitable. Pero la interferencia norteamericana terminó la guerra antes de que tales desarrollos pudieran desenvolverse plenamente, y por consecuencia los intereses creados siguen en el poder mientras que el hombre común padece ahora desempleo, privación, desorden, y una paz inconclusa que sólo puede conducir a futuras hostilidades. En su interior, los Estados Unidos se han convertido en "una especie
de clínica siquiátrica" ya que "cierta credulidad temerosa y febril" lleva a los ciudadanos a "recurrir a atrocidades espantosas en defensa de males imaginarios", mientras que los capitalistas hacen negocios como de costumbre y el gobierno concede aranceles protectores y garantías internacionales a las compañías petroleras. "El frenesí patriótico irreflexivo se ha convertido en una virtud cívica", se lamentaba Veblen, quien ya no tenía humor para satirizar a una nación deteriorada por la "credulidad persecutoria".'? En los años veinte, Veblen estaba cansado y profundamente desilusionado. Sus esperanzas de revolución, siempre manchadas de duda, resultaban demasiado dolorosas de recordar. Su último libro, Absentee Oumership, puede leerse como una premonición del cambio de la estructura y la cultura de la economía norteamericana en los "prósperos" pero inestables años veinte: el ascenso de la publicidad, la compra a crédito, la especulación financiera, y sociedades anónimas gigantescas. En sus últimos años, Veblen perdió todo interés por la política. Excepto por un ensayo sobre teoría económica, sus dos últimos esfuerzos intelectuales se ocuparon de la traducción del poema épico islandés, The Laxdaela Saga, y la redacción de un artículo sobre eugenesia. La mente de Veblen seguía tan aguda como siempre, pero ya no existían la inteligencia y el ingenio apasionados que marcaron sus obras anteriores. En las angustias de la guerra y la revolución, había buscado con ansia las señales de la aparición de un nuevo orden, y llegó a creer que los bolcheviques podrían mostrar el camino. Pero era la esperanza de un escéptico caído, una creencia desesperada en la aparición de lo imposible. Por lo tanto, "cuando esto no ocurrió", recordaba Horace Kallen, un colega de la Nueva Escuela, Veblen "mostró señales de cierto relajamiento de la voluntad y el interés, una especie de viraje hacia la muerte ... "20
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Eastman, citado en Dorfman,
I,
p. 460.
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Veblen, ECO, pp. 423-436. Kallen, citado en Heilbroner, p. 210.
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TEORíA SOCIAL Y REALIDADES MUNDANAS
Las obras que escribió Veblen durante la guerra se consideran de ordinario como una respuesta a los hechos que perturbaron el mundo en la década 1911-1920 y a principios de la siguiente, un conjunto de trabajos que es algo más que una Piece d'occasion pero algo menos que una chef d'ouure. Mientras que sus libros anteriores, La clase ociosa, Business Enterprise e Instinct of Workmanship, son una especie de clásicos en el sentido de que hay una cualidad intemporal en los procedimientos originales utilizados por Veblen para explorar problemas perennes de la teoría social, sus escritos sobre acontecimientos mundanos parecen a primera vista limitados a un contexto histórico particular. Hay cierta validez en esta evaluación de la naturaleza temporal de sus estudios de la guerra, la paz y la revolución. Nadie leería ahora a Veblen para obtener una explicación correcta del resultado de la Revolución bolchevique. Sin embargo, muchos de sus escritos de este periodo pueden leerse todavía por sus intuiciones perdurables. Es probable que el mayor elogio de este conjunto de trabajos haya provenido de Albert Einstein, quien escribió a un amigo: Thorstein Veblen, economista norteamericano -en mi opinión uno de los más notables escritores políticos, no sólo de los Estados Unidos sino de todo el mundo-, presentó también un análisis excelente y exhaustivo de estas características de las clases gobernantes [alemanas y japonesas]. Encontrará usted este análisis particularmente en los libros de Veblen titulados The Nature of Peace e Imperial Germany and the Industrial Revolution. Me parece muy lamentable que este gran hombre no sea suficientemente apreciado en su propio país. 21
21 Einstein a Ely Culbertson, 8 de agosto de 1942, en Otto Nathan y Heinz Norden (comps.I, Einstein on Peace (Nueva York, 1960), pp. 321-322.
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El lamento de Einstein, escrito en 1942, resulta un poco prematuro, pues Veblen sería redescubierto por las generaciones futuras como lo había sido por diversas generaciones de intelectuales en el pasado. La contribución más importante de los escritos de Veblen de tiempos de guerra, la teoría que han redescubierto intelectuales de diversas disciplinas después de la segunda Guerra Mundial, es su descripción del proceso de modernización. Su análisis de Alemania e Inglaterra ofrece un estudio precursor en el terreno de lo que se llamaría luego "historia comparada", y además una novedosa teoría tecnológica de la historia y el cambio social. Su teoría de los "méritos de la adopción" y del "castigo por tomar la delantera" ha sido aplicada con eficacia por intelectuales interesados en explicar por qué Inglaterra, donde se inició la Revolución Industrial, se ha quedado atrás en el siglo xx, mientras que los Estados Unidos, Alemania, Japón y Rusia se han convertido en potencias industriales preeminentes porque su "despegue" se inició con un alto nivel tecnológico posterior y por ende más alto. En particular en Alemania, algunos académicos como Ralf Dahrendorf han empleado el análisis de Veblen para explicar el avance "increíble" de Alemania hacia la madurez industrial, en manos del Estado prusiano, a fines del siglo XIX; además han recurrido a Veblen para subrayar el proceso de modernización peligrosamente incompleta que ocurrió. Dahrendorf cambia la metáfora química de Veblen, el "compuesto inestable", por una metáfora geológica al describir a Alemania como una "sociedad con una falla", así como Barrington Moore utiliza una metáfora arquitectónica cuando describe la Alemania de fines del siglo XIX como un "palacio victoriano" con "electricidad"; una nación integrada por un sistema económico altamente racionalizado y un estrato social atávico de minorías tradicionales apegadas a una concepción patriarcal de la autoridad. Los estudiosos de la historia alemana pueden criticar a Veblen por subestimar los beneficios reales obtenidos por la clase trabaja-
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dora alemana bajo el régimen imperial, pero reconocen sus precursores esfuerzos por explicar la historia de Alemania en términos de fuerzas objetivas y no de las variables de la personalidad, el carácter nacional, o la Realpolitik. En efecto, Veblen fue el primer intelectual, tanto de Europa como de los Estados Unidos, que minimizó el papel de atto van Bismarck y enfocó la historia alemana moderna desde un punto de vista que ahora llamaríamos "estructuralista", enfoque que no hace hincapié en las acciones dramáticas de los estadistas sino en los inexorables procesos de la industrialízación.é' Historiadores y economistas también han recurrido a Veblen para explicar los beneficios del atraso que reciben los países en desarrollo que se industrializan; mientras tanto, los sociólogos citan el análisis de Veblen como un estudio precursor de las diferencias entre las sociedades tradicionales y las modernas por efecto de los determinantes tecnológicos." La tesis de Veblen no sólo se ha colado al lenguaje común del pensamiento económico contemporáneo, sino que ha sido utilizada también por un antropólogo para desarrollar la "Ley de la potencialidad evolutiva": "Cuanto más especializada y adaptada esté una forma que se encuentre en una etapa evolutiva determinada, menor será su potencialidad para pasar a la etapa siguiente". 24 La dialéctica de Veblen entre el desarrollo tecnológico y la declinación histórica, entre la especialización y la obsolescencia final, es una especie de alegoría moral que también ha sido ponderada por Arnold Toynbee. Al describir las culturas "huéspedes" y sus "parásitos", Toynbee cita al biólogo J. B.
S. Haldane: "Un paso en la evolución de cualquier grupo animal se ve seguido por un avance evolutivo de los parásitos't" En última instancia, el valor del análisis de Veblen va mucho más allá del estudio de la formación y transformación de las sociedades tradicionales y las sociedades modernas. No sólo como los de un teórico de la modernización debemos juzgar los escritos de Veblen de tiempos de guerra; también los podemos leer como los de un moralista. Hoy en día, cuando todas las naciones parecen decididas a "ponerse al corriente", a "emular" a todas las naciones más avanzadas, como diría Veblen, y ahora que estas naciones más desarrolladas continúan explotando sus limitados recursos por temor a quedarse atrás, el análisis que hace Veblen de la evolución histórica puede servir como una moraleja de cautela para el egoísmo humano y el orgullo nacional. Porque Veblen es, con la posible excepción de Mark Twain y Henry Adams, el ironista más grande del progreso estadunidense, y su mensaje es tan perverso como profundo: los líderes serán finalmente los perdedores y al final el futuro no pertenecerá a los innovadores sino a los depredadores. La reaparición del comportamiento depredador en la sociedad moderna plantea otro tema implícito en los escritos de Vebien sobre la guerra: la profecía del fascismo. Algunos científicos sociales, como Max Lerner, Douglass Dowd y David Riesman, creen que podemos encontrar en las obras de Veblen ciertas premoniciones del ascenso de Hitler y el tercer Reich, o por lo menos algunos aspectos de este fenómeno grotesco.
22 Véanse los ensayos de ABen Gruchy, Myron Watkins, Carter Goodrich y Douglas Dowd, en Douglas F. Dowd (comp.), Thorstein Veblen: A Critical Reappraisal (ltaca, Nueva York, 1958); sobre Alemania, véase Ralf Dahrendorf, Society and Democracy in Germany (Garden City, Nueva York, 1967). En cuanto a la información sobre la influencia de Veblen en la intelectualidad alemana contemporánea, estoy en deuda con el profesor Kenneth Barkin, quien ha examinado este tema en "Germany's Path to Industrial Maturity", Revue de l'Unioereité Laurentienne 5 (1973), pp. 11-33. 23 Véase, por ejemplo, Reinhard Bendix, Nation-Building and Citizenship: Studies ofOur Changing Social Order (Nueva York, 1964), pp. 6-8, 168, 200, 210. 24 El antropólogo E. R. Service aparece citado en Dorfman, n, p. 123.
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Quienquiera que lea ahora Imperial Germany -c-escr'ibió Lerner poco después de la segunda Guerra Mundial-e- se asombrará de la claridad con que previó Veblen la mezcla de racismo, eficiencia industrial, casta militar y aventura imperial que integró el nazismo, y de la semejanza del Estado dinástico alemán descrito por Veblen con el Estado totalitario." 25 26
Arnold J. Toynbee, A Study of History, IV (Londres, 1934), p. 430. Max Lerner, "Introduction", The Portable Veblen (Nueva York, 1948), p. 13.
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Riesman está menos seguro de que Veblen haya previsto el terror y el fanatismo de la Alemania de Hitler, si bien previó su uso de la psicología masiva y la propaganda; por su parte, Dowd no especifica exactamente qué había pronosticado Veblen, y tan sólo cita su descripción de una "reacción drástica de las instituciones civiles y políticas"."? Está claro que el argumento más fuerte en favor de la profecía vebleniana del fascismo apareció en el Political 8cience Quarterly en 1940, escrito por el entonces secretario de Agricultura Henry Wallace. Reseñando la nueva edición de Imperial Germany, publicada en diciembre de 1939, tras de que Hitler había invadido Polonia, Wallace alabó el estudio de Veblen como "el análisis más agudo de la Alemania moderna que jamás se haya escrito", Wallace señaló cuán difícil resulta para los norteamericanos una percepción correcta de Alemania, la nación que ha dado a los Estados Unidos tantos inmigrantes decentes y responsables, la Alemania de Goethe, Kant, Beethoven y Heine. "Pero -añadió Wallacesi Veblen viviera ahora, es casi seguro que vería a Hitler simplemente como la expresión y extensión actuales del espíritu imperial prusiano de la preguerra."28 Era natural que se reevaluara a Veblen positivamente con el estallido de la segunda Guerra Mundial; en efecto, uno de sus discípulos, Walton H. Hamilton, informó a los lectores de la New Republic que Veblen había previsto el pacto de Muních.w En retrospectiva, parece que Veblen hubiese descrito muchos de los factores que conducirían a otra guerra: la debilidad de una liga que impuso un acuerdo de paz que dejaba intacto el orden social alemán; el peligro de una Alemania que padecía una humillación nacional y alimentaba afrentas patrióticas; el compromiso pretensioso de Occidente de preservar la democracia
y, por ende, la decadencia de la diplomacia británica en los años treinta. Lo que vuelve más notable aún el caso de Veblen no son sólo sus expectativas sombrías para Alemania sino también sus severas advertencias acerca del curso futuro de la historia japonesa. Cuando escribió "The Opportunity of Japan" en 1915, no había ningún Eje; Japón estaba luchando en el lado de los Aliados en contra de Alemania. Sin embargo, Veblen mostró que Japón no era diferente de Alemania en cuanto a su patrón de desarrollo histórico. "En esta combinación singular de un espíritu bien forjado de lealtad feudal y honor caballeresco con la eficiencia material otorgada por la tecnología moderna reside la fuerza de la nación japonesa." Adoptando los métodos industriales occidentales mientras conservaba las instituciones y costumbres arcaicas de la época preMeiji, Japón permaneció en un periodo "de transición", un país que se vería cada vez más atormentado por los valores comerciales e industriales del mundo nuevo y los valores militaristas y nacionalistas del "Espíritu del viejo Japón". La ética caballeresca y honorífica podría conciliarse con la cultura tecnológica sólo durante un tiempo limitado, antes de que se pusiera en claro que "la nueva era industrial lleva consigo los defectos de sus propias cualidades"; el "deterioro espiritual" de las instituciones antiguas y la creación de nuevas salidas que desviarán las energías del pueblo. Así pues, si se quiere que Japón evite el error de Inglaterra, que conecte su nuevo poder tecnológico con sus antiguas ambiciones imperiales, deberá avanzar antes de que el influjo pleno de la modernización lo transforme, de una máquina industrial bien plantada en una sociedad burguesa complaciente y decrépita.
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Riesman, pp. 137-138; Dowd, pp. 100-103. Henry Wallace, "Veblen's 'Imperial Germany and the Industrial Revolutíon'", Political Science Quarterly 55 (1940), pp. 435-445. 29 Walton H. Hamilton, "Veblen on the Munich Pact", New Republic 100 (1939), pp. 107-108. 27
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Para que esta eficiencia nueva sirva al engrandecimiento dinástico de Japón, deberá utilizarse antes de que la tasa del deterioro institucional, que se acelera acumulativamente, supere y neutralice la tasa de crecimiento de la eficiencia material, que declina acumu-
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lativamente; esto significa, en términos humanos, que Japón debe atacar, si ataca, dentro del término de vida efectiva de la generación que ahora empieza a madurar. Porque aunque el pueblo japonés se ha mostrado flexible, no hay razón para dudar que la comercialización de Japón se complete aceptablemente dentro de ese periodo. Por lo tanto, también se contiene en las premisas que, para forjar una maniobra afortunada (desde el punto de vista imperial), el gobierno imperial deberá arrojar toda la fuerza de que dispone, sin reservas, en un ataque definitivo; porque la naturaleza de las cosas indica que no habrá una segunda oportunidad de esta clase."
Este tipo de pronunciamientos han llevado a algunos admiradores de Veblen a alabar sus "cualidades proféticas". Debemos resistir la tentación de afirmar que Veblen haya previsto Munich y Pearl Harbor. Si la necesidad de Japón de lanzar un "ataque definitivo" inevitable puede ayudar a explicar su invasión de Manchuria en los años treinta, de ningún modo explicará el desarrollo de Japón en la posguerra. Aquí un emperador reinante y una cultura patriarcal y paternalista permanecieron casi intactos mientras que se fortalecía un parlamento democrático y florecía una economía capitalista desmilitarizada, todo lo cual contradice la tesis de Veblen en el sentido de que la modernidad y el tradicionalismo forman un "compuesto inestable". Hay algunos problemas similares en el análisis que hace Veblen de Alemania. Irónicamente, fue el propio régimen nazi el que destruyó finalmente la hegemonía de la vieja aristocracia y de la clase Junker. La notable "revolución social" de Hitler llevó al poder a nuevos grupos minoritarios que tenían escasa conexión, o no la tenían, con el Estado dinástico de la Alemania histórica.s- Y la política exterior de Hitler no representó una continuación de la Realpolitik de Bismarck ni del imperialismo de Guillermo, cuyos objetivos eran contiguos y limitados, sino que expresó una Weltanschauung dinámica que hacía de la guerra Veblen, ECO, pp. 248-266. David Schoenbaum, Hitler'« Social Revolution: Class and Status in Nazi Germany, 1933-1939 (Nueva York, 1966). 30 31
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un fin en sí mismo. Incluso es cuestionable que las grandes empresas de Alemania hayan prestado un apoyo sustancial al tercer Reich. 32 El hecho de que la Alemania de Hitler se haya caracterizado más por el cambio que por la continuidad no es lo que arroja en última instancia algunas dudas sobre los pronósticos de Veblen. Si los académicos sostienen que los escritos de tiempos de guerra de Veblen "previeron" el fascismo, ¿por qué no comentó el surgimiento del fascismo en Italia, Hungría, Polonia y otras partes de Europa en los años veinte? Muchos de los contemporáneos de Veblen lo hicieron (por ejemplo, Charles Beard, Lincoln Steffens, Walter Lippmann, Herber Croly, Oswald Villard, Horace Kallen), algunos como simpatizantes (George Santayana y Ezra Pound), otros como críticos agudos (Marx Eastman y Albert J. Nock, quienes dieron a conocer los ensayos de Veblen en sus respectivas publicaciones, The Liberator y The Freemani.v' En virtud del silencio total de Veblen sobre este punto, el historiador tiene que reconstruir sus pronósticos implícitos a partir de conjeturas y suposiciones, tomando erradamente algunas observaciones dispersas o incidentales por profecías omniscientes. En efecto, sólo podemos preguntarnos qué habría hecho Veblen con el régimen conspicuamente pomposo de Benito Mussolini. Il Duce conocia el valor del patriotismo, reclamaba la herencia total de la historia italiana al mismo tiempo que adoraba paradójicamente el poder y la precisión de la máquina y destruía con desprecio total el Estado italiano tradicional. Fue el primer cabecilla que explotó las doctrinas radicales del conflicto de clases y la ética conservadora del trabajo, mientras fabricaba una solidaridad nacional de ejemplo heroico y llevaba una vida personal tan licenciosa, que parece un capítulo de la Teoría de la clase ociosa. Éste era 32 Véase, por ejemplo, "Big Business in German Polities: Four Studies" (Fritz Stern, Gerald D. Feldman, Henry A. Turner, Ernst Nolte), American Historieal Review 57 (1969), pp. 37-78. 33 John P. Diggins, Mussolini and Fascism: The View {rom America (Princeton, 1972).
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un héroe político que creía a la vez en la mística de la tecnología y en el romanticismo de la grandeza nacional, que atacaba por igual al liberalismo y al marxismo, que aceptaba la irracionalidad y sin embargo aspiraba a la eficiencia. Es cierto que, después de 1933, sufrió el "castigo por tomar la delantera". Sólo podemos especular sobre la forma en que habría interpretado Veblen las revoluciones derechistas que brotaron en Italia y Alemania (después de todo, algunos norteamericanos vieron en el Estado empresarial la realización del sindicalismo y del socialismo gremial, la representación política plena de los grupos productoresj.f Los escritos de Veblen sobre las revoluciones de izquierda son otra cosa. Si su esquema de análisis histórico puede haber resultado extraño para el entendimiento del significarlo del fascismo, resultó, por otra parte, totalmente inadecuado para el entendimiento de lo que estaba ocurriendo en la Unión Soviética. Lo notable acerca de su interpretación del bolchevismo no es que viera a los soviets funcionando como una junta municipal de la Nueva Inglaterra; casi toda la izquierda norteamericana padeció ilusiones por sus buenos deseos en 1917. Lo notable es que no aplicara Veblen a Rusia el mismo modo de análisis aplicado a Alemania, a pesar de que la carga del pasado feudal de Rusia era mayor que la de Alemania. En casi todos sus escritos reveló Veblen una fina sensibilidad ante el paso dentro del cambio histórico y la persistencia de valores y costumbres arcaicas. Pero en sus ensayos sobre el bolchevismo supuso que la psicología de la máquina impregnaría de tal modo la vida rusa que se borrarían de inmediato los "antiguos prejuicios" y las "convicciones habituales". No está claro por qué la misma mecanización de la vida no produciría el mismo efecto en Alemania. El resultado es que el supuesto de Veblen fue más utópico que las premisas de los propios bolcheviques, en particular
Lenin, quienes apreciaron las fuerzas acumuladas en la historia rosa que se oponían a una transición rápida hacia el "comunismo": el estado primitivo de la agricultura, el autocrático y represivo legado político, la población analfabeta, atascada en las doctrinas de la Iglesia ortodoxa, el enorme campesinado, incapaz de responder a los incentivos socialistas, y los poderosos granjeros (luego llamados "kulaks"), capaces sólo del embourgeoisement. Lenin tenía sus propias respuestas a estos problemas, y sus soluciones tenían también más que ver con los imperativos de la organización política que con el poder transformador de la tecnología. Seis meses antes de su muerte, en 1929, Veblen indicó a un vecino: "Naturalmente, habrá otros desarrollos, pero ahora ofrece el comunismo el mejor camino que yo pueda ver". 35 Esta observación se hacía en el momento en que la oposición antiestalinista estaba siendo aplastada y el propio Stalin estaba iniciando el programa brutal de la colectivización rural. La Revolución bolchevique había eliminado las dos instituciones de la vida moderna que Veblen consideraba como la maldición del barbarismo: propiedad y patriotismo. Con la eliminación de estas instituciones, Veblen podía sentir -por lo menos en los eufóricos años 1919-1920- que también serían extirpados todos los otros impedimentos culturales y políticos. Por supuesto, no lo fueron; y pocos años después de la muerte de Veblen introduciría Stalin las diferencias salariales, desecharía la idea de la igualdad como "sandeces burguesas", reviviría el nacionalismo ruso tradicional y explotaría el culto a la personalidad con la sagacidad de un capitán de industría norteamericano. Si Veblen hubiese vivido otro decenio, quizá hubiera censurado al gobierno despótico de Stalin como la venganza del barbarismo ruso antiguo contra el comunismo soviético, desde la perspectiva de la historía eslava. Pero para elaborar una teoría de la liberación, Veblen habría tenido que ir más allá de la historia
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34 Véase, por ejemplo, Herbert W. Schneider, Making the Fascist 8tate (Nueva York,1928).
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Citado en Dorfman, 1, p. 500.
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rusa para encontrar las raíces de la libertad en otra parte, ya fuese en la vida comunal primitiva o en las instituciones políticas de Occidente, ninguna de las cuales podría ayudar a explicar los dilemas de un experimento socialista que desafiantemente se ahorraba las etapas burguesas del desarrollo histórico. En efecto, describió astutamente, en The Instinct ofWorkmanship, el proceso mediante el cual surgió la tradición de libertad angloamericana con el ascenso de la propiedad privada y de una economía liberal. Cómo podía desarrollarse la libertad en un país donde la líbertad polítíca nunca echó raíces y donde las unídarles comunales tradicionales, como el antiguo mir; estaban siendo drásticamente transformadas por la industrialización, sigue siendo la carga central de la interpretación de Veblen del bolchevismo. Aun podría decirse que Veblen olvidó su propia sensibilidad darviniana cuando se permitió creer que el comunismo no tendría que evolucionar a partir de condiciones históricas preexistentes, sino que podría imponerse al curso de la historia por un acto de voluntad. En este sentido debe juzgarse a Marx - quien estaba convencido de que cada etapa de la historia debe alcanzar su desarrollo pleno antes de pasar a otra etapa- un evolucionista más auténtico que Veblen, quien creía en lo que el propio Lenin consideraba una fantasía infantil: que la flor de la democracia puede brotar en todo su esplendor de las entrañas del despotismo. Veblen nunca elaboró en realidad una teoría de la política o del poder. Enfocó el fenómeno del Estado moderno y de las relaciones de autoridad mediante el análisis del poder económico y de la influencia cultural de las clases capitalistas. Confrontado con un episodio como el comunismo soviético, donde había sido eliminada la influencia de los intereses de la propiedad, Veblen carecía de un marco teórico para el análisis de la dinámica política y burocrática de un régimen revolucionario. Al final, sus obras no ofrecen tanto una teoría política del poder sino una teoría psicológica de la sumisión. Como ha observado Max Lerner, Veblen se apresuraba a explicar "la presteza de la víctima
para el sacrificio. Hacía más hincapié en la disposición de la mente capturable a ser capturada que en la posición estratégica del aprehensor". 36 Pero en la Unión Soviética era la posición estratégica del partido, y ciertamente no las tendencias de las masas rusas a la aquiescencia, lo que explicaba el éxito del bolchevismo. Es posible que la teoría de Veblen de la "emulación" explique por qué hasta los ciudadanos de una sociedad democrática ceden su soberanía a las minorías capitalistas; también puede explicar por qué quienes viven bajo regímenes fascistas se inclinan a identificarse con el poder sometiéndose a la autoridad. Y sin embargo, en los primeros años de la Unión Soviética lo notable es la resistencia popular a la centralización del poder y la autoridad en manos del partido comunista. Esta resistencia provino de todos los elementos que no pertenecían al grupo, relativamente pequeño, de los bolcheviques: campesinos, mencheviques, cadetes, kulaks, anarquistas, grupos étnicos no rusos e incluso muchos de los intelectuales. Por supuesto, la gran esperanza de Veblen era que los ingenieros subieran a la cima y guiaran el aparato del partido. Esta esperanza derivaba de su análisis de la tecnología moderna, que supuestamente pone el poder y la responsabilidad en manos de los técnicos; quienes, en virtud de sus actividades empíricas, se vuelven crecientemente escépticos de la verdad convencional. La sombría ironía es que los ingenieros rusos empezaron a ascender a puestos importantes al final de los años veinte, sólo para convertirse en uno de los primeros grupos profesionales que cayeron víctimas, de la primera de las purgas, los juicios industriales del partido de 1930-1931. 37 Más que cualquiera otra cosa, esta purga significaba la incompatibilidad del veblenismo con el bolchevismo. Los ingenieros, quienes habían sustituido ahora a los capita-
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Lerner, p. 27. Kendall E. Bailes, "Tbe Politics of Technology: Stalin and Technocratic Thinking among Soviet Engineers", American Historieal Review 79 (1974), pp. 445-469. 36 37
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listas en el control de los medios de producción, constituían una amenaza para el partido y formaban una "nueva clase", cuyos líderes debían ser liquidados. Veblen tuvo la fortuna de morir antes de ver cómo se apropiaba el partido comunista ruso de sus ideas (y de las de Marx) para sus propios fines. Como ha señalado Herbert Marcuse The Instinct ofWorkmanship ilustra la forma en que la mecanización y racionalización del trabajo genera actitudes de conformidad estandarizada y de sumisión rigurosa al proceso de la máquina, lo que a su vez requiere ajuste y respuesta más que autonomía y espontaneidad. 38 En la medida en que el industrialismo corroe las actitudes antiguas sólo para alimentar formas nuevas de estricta reglamentación, la ciencia misma no puede ser una fuerza que se oponga a un régimen totalitario. Esencialmente, la insistencia de Marx y de Veblen en la ciencia como el nivel más alto de la comprensión humana, y en la productividad como el principio más alto de las relaciones sociales, no ofrece ninguna base ética o política para criticar al Estado soviético. Indiferente a los aspectos cualitativos de la vida, a las dimensiones de la libertad humana e incluso a los valores del ocio y la búsqueda de la felicidad, la tecnología -que solamente hace hincapié en la eficiencia y la productividad- se convierte en un instrumento de control más que de liberación.
el influjo del cambio tecnológico en la cultura y el marco institucional en que funciona la economía; que el "equipo de capital" es un recurso público que incluye el acervo común del conocimiento tecnológico de la comunidad; que una economía de producción más que de distribución y consumo maximiza su capacidad plena de servicio: estas ideas son muy importantes para los países que luchan ahora por superar su atraso. Pero también estamos obligados a señalar que el propio Veblen no pudo prever el surgimiento del Tercer Mundo. Aunque escribió un documento importante para el gobierno de Wilson sobre el uso de una liga internacional que impidiera la explotación económica de los países atrasados por parte de las potencias occidentales -protegiendo así las culturas primitivas que respetaba del ataque de la tecnología que admiraba-, no parece que Veblen haya sospechado que gran parte del mundo subdesarrollado alcanzaría la independencia de las metrópolis y la autonomía política. Una de las razones para que Veblen no pudiera prever tal desarrollo fue el hecho de que había descartado como tontería arcaica el factor motivo que tanto ayudó a agitar la conciencia política del Tercer Mundo: el patriotismo. Con el tema del patriotismo llegamos a la ironía final de la vida y el pensamiento de Veblen. Fue el alejamiento de Veblen de la sociedad estadunidense lo que le permitió examinar los hechos normales rutinarios con los instrumentos quirúrgicos de un patólogo y la locura inspirada de un literato. Pero fue ese mismo alejamiento lo que llevó a Veblen a interpretar malla importancia histórica del patriotismo. Veblen consideraba el sentimiento patriótico como una propensión hereditaria cuyas raíces se hundían en el legado primitivo del hombre. Pero este hecho no bastaba por sí mismo para que Veblen rechazara los impulsos del patriotismo. Su sentido de lo que constituye el comportamiento ético, tal como el espíritu de trabajo, la obligación paternal y la curiosidad ociosa, indica que los ideales genuinos podían tener una base natural. Pero mientras que los instintos e ideales defendidos por Veblen se desvirtúan de al-
Aunque las suposiciones de Veblen lo llevaron a interpretar malla naturaleza y la dirección del comunismo ruso, es posible que sus escritos de los tiempos de la guerra nos digan algo acerca de la condición actual de los países del Tercer Mundo. Que los países adoptantes no toman necesariamente todos los aspectos de la industrialización de las sociedades avanzadas; que el estado desempeña un papel decisivo en la promoción o el retardo del desarrollo; que el crecimiento económico trae consigo 38 Herbert Marcuse, Soviet Marxism: A Critical Analysis (edición Vintage Nueva York, 1961), p. 69. '
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gún modo a través de los procesos del cambio histórico, el patriotismo le parecía una especie de maldición proveniente del inicio mismo de la historia humana. En cuanto a la concatenación de las propensiones que constituyen el "ánimo patriótico", Veblen señaló la existencia de un "apego sentimental al hábito y la costumbre que se llama amor del hogar, o nostalgia en su expresión acentuada". Existe además una
salieron de la primera Guerra Mundial convencidos de que el patriotismo es la mentira de los viejos; y Max Eastman y Randolph Bourne, dos contemporáneos de Veblen, escribieron virulentos ensayos sobre el veneno mortal del nacionalismo en tiempos de guerra. Podríamos entonces perdonar la actitud de Veblen si no hubiese tenido la audacia de ofrecer una solución al problema del patriotismo: la eliminación de las fronteras nacionales. Veblen estaba convencido, aun ante las aspiraciones nacionalistas de los pueblos de Europa oriental, de que la cultura y tecnología modernas se habían vuelto tan complejas e integradas que la nación resultaba obsoleta como una "unidad industrial". Las fuerzas del cambio sólo beneficiarían al hombre común en la medida en que pudieran minarse de algún modo el patriotismo y su hermano de sangre, el sistema de precios. En consecuencia, Veblen aspiraba a la "eliminación de las divisiones nacionales y la integridad nacional't.s'' Así desafiaba el supuesto liberal de que la autodeterminación nacional posibilitaba la democracia. Como evolucionista cultural, Veblen no podía identificar la nacionalidad con la libertad. Podría haber nacionalidades unidas por lazos lingüísticos y religiosos, como la de los escoceses, galeses e irlandeses, pero la nación como un Estado sólo funciona como un "organismo para la ofensa y defensa colectivas". Para el historiador hay mucho de cierto en el argumento de Veblen. Mientras que muchos otros científicos sociales contemporáneos -sobre todo quienes realizaron sus estudios graduados en universidades alemanas, como John Burgess y William Dunning- consideraban al Estado como una fuente de fortaleza política y espiritual, Veblen fue uno de los primeros intelectuales norteamericanos en señalar que la nación-Estado surgió como un instrumento de seguridad y agresión, y que el nacionalismo funciona como una ideología de cohesión y organización. El nacionalismo sólo triunfa cuando las fuerzas del libe-
autocomplacencia envidiosa aunada a una inclinación gregaria, lo cual da un contenido de grupo a la comparación odiosa; y además, comúnmente, si no es que siempre, una inclinación hacia la abnegación, autodenigración, sometimiento, o como quiera que se le llame, que lleva al individuo a aceptar y servir en forma irracional e irreflexiva un ideal preceptivo impuesto por la costumbre o la autoridad consuetudinaria.
Aunque el patriotismo inculca "abnegación", Veblen no creía que pudiera llevar a una devoción por ideales comunales superiores y, por ende, a una renuncia al egoísmo individual. Como un "edificio al prestigio nacional", el patriotismo sólo puede cobrar vida cuando se sueltan los perros de la guerra, cuando la solidaridad del grupo se advierte porque se desecha la simpatía humana: Podemos afirmar, por lo menos en términos generales, que el sentimiento patriótico nunca ha llegado al punto del abandono entusiasta, excepto cuando persigue algún fin de concentrada malevolencia. El patriotismo tiene una naturaleza belicosa, y sólo encuentra expresión cabal en la aventura marcial; su objetivo principal es la muerte, daño, pena y destrucción de la otra parte.é?
La hostilidad de Veblen hacia el patriotismo puede entenderse en su contexto histórico. Muchos de los mejores literatos de la época -Dos Passos, Hemingway, Cummings, Eliot, Pound39
Veblen,
NOP,
p. 33.
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Veblen, "Economic Penetration", ECO, p. 368.
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ralismo y la modernización han minado los lazos antiguos de la Iglesia y la fe religiosa, la red sólida de las relaciones familiares y la sensación íntima de localidad y lugar. Veblen percibió con claridad la relación del nacionalismo con el orgullo y la "emulación" engendrados por la rivalidad internacional, pero su error fundamental fue equiparar nacionalismo con el patriotismo. Desde una perspectiva histórica, es posible que el nacionalismo haya sucedido al patriotismo al surgir el Estado industrial, pero ambos conceptos no son sinónimos, de modo que no se sigue que el patriotismo y el nacionalismo desaparecerán por igual con la integración transnacional producida por la tecnología. No es sólo que la unificación tecnológica existente haya sido forjada, como lo vemos ahora, por las empresas multinacionales. El problema consiste en que el patriotismo es un sentimiento natural profundamente arraigado en el primitivo pasado del hombre, mientras que el nacionalismo es un desarrollo histórico moderno que no representa más que un episodio en la historia de la civilización occidental. De hecho, es posible que el nacionalismo se intensifique con el avance de la tecnología, porque el Estado nacional se basa en la racionalidad instrumental, un proceso de organización técnica que busca la conversión del mundo en recursos para el poder económico y político. El nacionalismo y la tecnología comparten una premisa común: la doctrina del progreso; por lo tanto, como ha observado John Schaar, los exponentes del nacionalismo pueden utilizar la ideología para traducir ambiciones más bajas en principios universales, ya sea la mística de la modernización de W. W. Rostow o la idealización del Estado prusiano, de G. W. F. Hegel." Veblen tenía razón en dos sentidos. El Estado nacional ha significado a través de la historia la división de la tierra en facciones belicosas; su existencia misma es el símbolo de la
inocencia perdida, ya que sugiere la imposibilidad de paz perpetua. Además, es pura ficción -y aquí Veblen fue especialmente profético- que la sangre o la raza sean el fundamento biológico de la nacionalidad y el lazo primario entre los grupos humanos. Pero la equiparación de nacionalismo y patriotismo lo llevó a rechazar casi con desprecio uno de los sentimientos más sanos de la humanidad. Aunque desaparecieran la nación y el Estado nacional con la eliminación de las fronteras nacionales por efecto de la integración cultural y tecnológica, como esperaba Veblen, el patriotismo seguiría siendo viable. Al revés de lo que ocurre con el nacionalismo, el patriotismo es esencialmente un lazo emocional generado por un sentimiento de comunidad. El impulso patriótico significa el amor por nuestro hogar, un aprecio de lo familiar, una identidad con valores y costumbres arraigados. Como fuente de devoción por costumbres antiguas y cosas íntimas, el patriotismo es un sentimiento concreto al que se retorna, mientras que el nacionalismo es una abstracción ideológica, una forma adulterada del patriotismo que tratamos de expandir como una exportación universal, mediante la fuerza militar si es necesario. Atrapado en las promesas maravillosas de la tecnología, y desdeñoso de todos los rasgos arcaicos, Veblen no pudo distinguir entre el nacionalismo y el patriotismo para discernir así una potencialidad radical en un sentimiento conservador. Como reverencia a un mundo que hemos abandonado, el patriotismo puede ser la única perspectiva para la crítica de la sociedad contemporánea. En tal ejercicio de la crítica social, los teóricos no marxistas necesitan toda la ayuda que puedan obtener. Veblen denunció el ocio y el consumo como un derroche, un insulto a las capacidades productivas plenas del hombre; un siglo antes, John Adams había reprochado el lujo y la ociosidad como un peligro para la república. Ambos rechazaron los dioses de la comodidad burguesa, ambos exploraron las implicaciones de la "emulación", ambos negaron la pretensión de la unicidad de los Estados Unidos, y ambos permanecieron ambivalentes
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41 John H. Schaar, "The Case for Patriotism", New American Review 17 (1973), pp. 59-99.
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acerca de la modernidad. Si Veblen hubiese retornado a las tradiciones intelectuales norteamericanas en lugar de pedir erradamente un "soviet de técnicos", quizá hubiese podido realizar la tarea más difícil en tiempos de guerra: separar el patriotismo de los patriotas.
XI. DISCÍPULOS Y DISIDENTES. EL LEGADO DE VEBLEN AL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN SOCIAL NORTEAMERICANOS
VERDAD Y TECNOCRACIA
La Teoría de la clase ociosa y The Theory of Business Enterprise trataron de minar, mediante la sátira y el análisis erudito, los dos supuestos fundamentales en que descansaba todo el genio distintivo del capitalismo moderno. El primer libro de VebIen expuso la falsedad del concepto ortodoxo de que riqueza y virtud marchan de la mano y de que la vida de trabajo físico ha sido siempre, y por ende deberá ser siempre, el destino de las clases bajas. Su segundo libro negó que el capitalista desempeñara un papel esencial en la marcha del progreso industrial y que el motivo del beneficio fuese necesariamente el sirviente o criado de la productividad. Tales generalizaciones escandalizaron a la mente victoriana de principios del siglo, y sin duda pueden agitar todavía las sensibilidades convencionales. ¿Eran ciertas? En realidad había casi tanta historia objetiva como hipérbole cómica en los estudios de Veblen. En particular su segundo libro utilizó las investigaciones económicas contemporáneas, datos censales y los diversos testimonios presentados ante un comité del Congreso que investigaba las prácticas empresariales, publicados en un Report of the Industrial Commission de 19 volúmenes. Veblen pudo obtener en estas fuentes, al igual que en Chapters on Erie de Charles y Henry Adams, amplias pruebas en apoyo de su acusación de que el capitalista no era sólo un "jefe de ladrones", el epíteto de los intelectuales liberales, sino también un "saboteador" que conspiraba contra los 397
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intereses de la producción. Por ejemplo, la creación de la U. S. Stee! Corporation, en 1901, ilustraba los beneficios enormes que podían obtenerse sin ninguna reducción sustancial de los precios o un aumento de la eficiencia de la producción. J. P. Morgan and Company ganó 12500000 dólares vendiendo acciones infladas al doble del valor de los activos reales de la planta, ejercicio del nuevo fenómeno de la "propiedad intangible", que también denunciaría Veblen, en sus ensayos sobre teoría económica, como un medio de "obtener algo a cambio de nada". La distinción que estableció Veblen entre el ingeniero y el hombre de negocios podía documentarse también en la construcción de los grandes ferrocarriles transcontinentales. Ingenieros hábiles como el general Grenvil!e Dodge y Theodore Judah realizaron el trabajo constructivo de la planeación de vías seguras y eficientes para el Union Pacific y el Central Pacific. Pero sus cuidadosos mapas y planos fueron hechos a un lado deliberadamente por los financieros que peleaban por obtener la mayor parte de los subsidios y donaciones de tierras federales. Cuando se clavó el famoso barrote dorado, que conectaba la línea transcontinental Northern Pacific, en 1869, miles de ciudadanos aplaudieron y los economistas ensalzaron el genio organizador de los financieros, que coordinaron hombres y materiales para esta gran aventura empresarial. Pero tendrían poco de que alegrarse si hubiesen visto una carta escrita por un empresario de los ferrocarriles del Oriente, James J. Hil!. Las líneas están ubicadas en buen terreno -escribió Hill tras observar el imperio del Northern Pacific-; algunas regiones son ricas y producen una carga abundante; pero la capitalización es mucho mayor de lo que debiera ser por lo que se ve, y la selección de rutas y clases es abominable. Prácticamente tendría que ser construido de nuevo.
En lugar de reconstruir las líneas dilapidadas, muchos promotores ferroviarios emprendieron aventuras mayores y mejo-
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res. Los Cuatro Grandes que organizaron el Central Pacific -Collis P. Huntington, Mark Hopkins, Leland Stanford Jr. y Charles Crocker- compitieron por los donativos de tierras con el Union Pacific en su carrera por tender vías hacia el Oeste, a través de las montañas de la Sierra y el desierto de Nevada. El gobierno federal subsidió generosamente su capital y equipo, mientras que la tarea heroica descansaba horriblemente en las espaldas de los inmigrantes irlandeses y los culíes chinos. Los Cuatro Grandes perdieron la carrera, pero ganaron 10suficiente para comprar el gobierno estatal de California.' El análisis de Veblen pudo haber sido documentado también por los populistas, que creían que las depresiones son inherentes al sistema de crédito y dinero, no a la economía. Los agricultores que veían el valor de mercado de su trigo controlado por la bolsa de valores de Chicago, mientras ellos pagaban 12% a una compañía hipotecaria, también podían entender la distinción establecida por Veblen entre quienes elaboran los productos y quienes manipulan los precios. Y los trabajadores industriales que laboraban en los campos mineros y las acerías para obtener un salario de subsistencia mientras que los beneficios de las compañías se iban por las nubes, sabían por experiencia propia que la ética protestante del trabajo no era admirable ni funcional. En efecto, había algunos capitalistas interesados en la producción que podian convenir con Veblen: James J. Hil! Y Andrew Carnegie, y después Henry Ford y Henry Kaiser, fueron voceros honestos del trabajo arduo y la eficiencia industrial. Pero los Gould, Fisk, Drew, Morgan, Rockefeller y Stanford de fines del siglo XIX se interesaban más por la manipulación excitante de montones enormes de riqueza intangible que por el tedio de la producción de bienes útiles. Los ataques satíricos de Veblen contra la ineficiencia empresarial representaban el lado negativo de su deseo más positivo 1 Osear Lewis, The Big Four (Nueva York, 1938l; Matthew Josephson, The Robber Barons (Nueva York, 1934); Heilbroner, pp. 302-305.
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de promover un entendimiento científico del sistema industrial moderno. Su devoción por- la productividad atrajo a un puñado de teóricos y moralistas que empezaron a predicar el evangelio de la eficiencia a fines del siglo XIX. El más prominente de ellos fue Frederick W. Taylor, un sociólogo industrial convencido de que la solución a todos los conflictos sociales se encontraba en la "administración científica't.s La principal preocupación de Taylor crea el problema fisiológico de la fatiga y el problema técnico de la producción máxima. Taylor elaboró algunos estudios de tiempos y movimientos para racionalizar el trabajo y justificar sus remuneraciones a los asalariados propensos a las huelgas. Una vez que se planearan científicamente los procesos del trabajo, creía Taylor, no podría haber disputa acerca de la cantidad de esfuerzo requerida o de la paga que debería recibirse. Veblen concedía escasa importancia a todas estas teorías referentes al trabajo y la paga; pero Veblen y Taylar compartían un disgusto común por el desperdicio y la confusión del sistema industrial y una fe común en que el incremento de la productividad guiado por los cánones de la ciencia antes que por el beneficio significaría a la larga el progreso social para las masas. Alrededor de 1910, cuando la idea de la "administración científica" comenzaba a prender, centenares de personas empezaron a darse el título de "expertos en eficiencia". Uno de los tailoristas, Henry L. Gantt, fundó un organismo llamado la Nueva Máquina, que atacaba la incompetencia de los "financieros"· afirmaba que el sistema empresarial estaba a punto de derrumbarse, y pedía al "ingeniero" que se preparara para ocupar su lugar. Pero los pocos técnicos que se agruparon con Gantt se vieron absorbidos por el trabajo gubernamental con el estallido de la guerra en Europa. Otro tailorista era Morris L. Cooke,
vicepresidente de la Sociedad Norteamericana de Ingenieros Mecánicos. Cooke ayudó a formular un nuevo código de ética, que ímponía la lealtad del ingeníero a las normas de su profesión, no a las necesidades de su empleador. Veblen había conocido los escritos de Cooke por intermedio de un profesor de diseño de máquinas de Stanford, Guido Marx. Años después, cuando Veblen enseñaba en la Nueva Escuela, pidió a Marx que fuera a Nueva York a impartir un curso sobre el estado de las condiciones industriales desde el punto de vista del ingeniero. Marx acudió sólo para descubrir que "no aparecía en el cuadro ningún miembro maduro de la Sociedad Norteamericana de Ingenieros Mecánicos". La inminente conciencia revolucionaria de los ingenieros, que Veblen tenía en mente cuando se refirió vagamente a un "soviet de técnicos" que siguiera el ejemplo de la Revolución rusa, permanecía tan distante como el sueño del "proletariado" norteamericano. Pero uno de los seguidores del plan Veblen-Cooke era Howard Scott, figura controvertida que organizó la Alianza Técnica en los años veinte. El organismo permaneció casi dormido hasta la Depresión, cuando el nombre de 8cott apareció de pronto en las primeras páginas de los periódicos como el líder de lo que se llama ahora "tecnocracia". 8cott había enumerado como fundadores de su movimiento a figuras tan eminentes como el difunto Veblen y el famoso ingeniero eléctrico Charles Steinmetz. Es dudosa la afirmación de Scott, pero el programa de la tecnocracia, que pedía la eliminación del sistema de precios y la implantación del gobierno de los ingenieros, atrajo a algunos autores importantes como Stuart Chase y Harold Loeb. Como una opción al caos del capitalismo y la coerción del comunismo, se discutió ampliamente la tecnocracia en la revista conservadora Business Week y en la liberal The Nation. Veblen era ahora el centro de la conversación, y el editor volvió a anunciar The Engineers and the Price System, convirtiéndolo por breve tiempo en un libro de éxito. "Un anciano llamado Thorstein Veblen, que murió en 1929 -decía una revista-, y cuyas
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2 El examen de este tema se basa en los estudios siguientes: Samuel Haber Efficiency and Uplift: Scientific Management in the Progreseioe Era (Chicago, 1964); Edward Layton, The Revolt of the Engineers: Social Responsibility and the American Engineering Profession (Cleveland, 1971) ; Bell, "Introduction", EPS.
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obras sólo leían antes los intelectuales, se asombraría de saber que su nombre está ahora en labios de todos/" Entre los seguidores de Veblen había más que tecnócratas. Mucho tiempo antes de la depresión, otro grupo de reformadores que admiraba al teórico excéntrico era el de los economistas institucionales de Johns Hopkins y Wisconsin. Académicos tales como Richard T. Ely Y John R. Commons asimilaron el modo de análisis económico de Veblen, en particular su rechazo del apriorismo, el mito de la competencia benéfica, y la mística del "hombre económico". Pero Ely y Commons se alejaron de Veblen cuando consideraron al Estado como una agencia positiva para la reforma social. Los escritos de los economistas institucionales tuvieron un influjo considerable en el mundo académico e intelectual, y en los años treinta su trabajo influyó en funcionarios del Nuevo Trato (New Deal) como Rexford Guy Tugwell, Thurman Arnold, Jerome Frank, Henry Wallace y Mordecai Ezekiel. Para varios liberales de Roosevelt, la idea vebleniana de la producción para el uso sirvió como una especie de equivalente moral de la idea keynesiana del gasto deficitario'
OPINIONES SOBRE VEBLEN EN TRES DECENIOS
Como crítico social y como economista, Veblen alcanzó también reconocimiento. Pero su estatura creció y bajó con el humor de cada generación de autores norteamericanos. Es posible que su posición incierta en la historia intelectual estadunidense pueda entenderse mejor si describimos tres decenios de apreciación y crítica: la década 1911-1920, época de fermento cultural y rebelión política; los años treinta, decenio de esperanzas radicales y de análisis marxista; y los años cincuenta, periodo de silencio político y de reflexión histórica. 3 4
Citado en Dorfman, 1, p. 51L David Seckler, Thoretein Veblen and the Institutionalists (Boulder, Colorado.
1975).
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A principios del siglo, la Teoría de la clase ociosa se convirtió en un documento familiar aunque su autor seguía siendo extraño y poco conocido. El vocabulario del libro entró al idioma de la crítica social, y sus ideas encontraban eco a través de las novelas de Robert Herrick y Ben Hecht, ambientadas en Chicago y cuyos personajes padecían los males de la sociedad capitalista mientras citaban a Veblen y a Nietzsche. (Aunque William Dean Howells anunció, en su reseña en dos partes de La clase ociosa titulada "Oportunidad para la ficción norteamericana", que el material para la "gran novela norteamericana" podría encontrarse en el tratamiento dado por Veblen a la "aristocratizaeión" de una sociedad democrática por los valores del viejo mundo tales como el lujo y la ociosidad, ningún novelista estadunidense, ni Henry James ni John Dos Passos, siguieron este consejo específico.) Apenas en los años inmediatamente anteriores a la guerra se convirtió Veblen en un genuino héroe cultural. Para la izquierda de Greenwich Village era un recurso valioso en materia de autocrítica nacional, un aliado en la revuelta de los jóvenes contra las "costumbres tribuales" y la respetabilidad de la clase de cuello duro. Los radicales de The Masses y los intelectuales literarios del Dial consideraban a Veblen como un sabio notable que iluminaba la morfología de las operaciones mercantiles y los modales ociosos. Algunos autores se sentían especialmente atraídos por la noción vebleniana del "instinto del trabajo" como uno de los impulsos primarios de la naturaleza humana. Lewis Mumford, joven filósofo que trabajaba con Veblen en el Dial, utilizaría las ideas veblenianas al escribir su fecundo estudio de la historia de la máquina y sus efectos sobre el ambiente natural y humano: Technics and Civilization. Durante la primera Guerra Mundial, cuando estaba escribiendo sobre problemas políticos de actualidad, la fama de Veblen llegó a su clímax en los Estados Unidos. Estaba -se quejaba H. L. Mencken refiriéndose a su béte noir- en todas las páginas de The Nation, Dial, The New Republic y todas
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las demás publicaciones, y sus libros y folletos empezaban a fluir de las prensas, y los periódicos publicaban cada gesto y cada suspiro de Veblen, y todos los que se sentían alguien empezaron a citarlo.
Durante todo el año de 1918, Veblen dominó el escenario norteamericano -gruñía Mencken-. Todas las reseñas estaban llenas de sus ideas; un centenar de sabios menores las manejaban. Todos los que tenían pretensiones intelectuales leían sus libros. El veblenismo estaba brillando en todo su esplendor: había veblenistas, clubes de Veblen, remedios Veblen para las penas del mundo. E incluso, en Chicago, había chicas Veblen: quizá las chicas Gibson creciditas y desesperadas."
En los años veinte, Mencken ya no necesitó quejarse. La economia de Nueva Era de Calvin Coolidge prometia prosperidad para todos, y la clase ociosa determinaba los gustos de las jóvenes emancipadas y de los financieros. En una época de abundancia aparente, los discursos de Veblen no podían competir con los sueños de Gatsby. Pero en el decenio siguiente resurgió VebIen como una Casandra que presumiblemente había pronosticado la crisis económica de 1929. La generación de los años treinta redescubrió a Veblen y de inmediato utilizó su principio del "sabotaje de las empresas" como una explicación del derrumbe de Wall Street. El Veblen eclipsado "ahora [... ] brilla como una estrella de primera magnitud", escribió John Chamberlain en Farewell to Reform. Para autores como Chamberlain, Mumford, Max Lerner y Alfred Kazin, Veblen era el anatomista de la "economía del pillaje", el satírico agudo de los intereses creados y aun el trágico moderno que percibió la necesidad desesperada de cambio social y sin embargo dudaba de su posibilidad histórica. Era esta visión fatalista lo que perturbaba a los intelectuales liberales de los años treinta. Veblen no ofrecía ningún programa de acción política, ningún medio po-
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tencial con el que pudiera esperarse que los creadores técnicos desbancaran a las criaturas del sistema de precios y beneficios. Después de 1929 ya no bastaba tener simplemente una crítica del capitalismo: se requería una opción realista a la empresa comercial. Pero Veblen, quien parecía capaz de analizarlo y explicarlo todo, no podía afirmar nada. Era constitucionalmente incapaz, escribió John Dos Passos, "para dejar escapar de su boca el sí esencial"." El novelista Dos Passos aprendió mucho de Veblon, en particular la tesis de que la industria y la empresa operan con propósitos opuestos. Hizo un retrato magistral de Veblen en The Big Money, obra publicada en 1936, y ese mismo año le dijo a su amigo Edmund Wilson que "la obra de Veblen es una especie de nota antropológica al trabajo de Marx"." Para la izquierda marxista de los años treinta, Veblen era en efecto una referencia valiosa, pero era también una frustración intelectual. Los autores del Marxist Quarterly y de The New International podían admirar sus ensayos simpatizantes con la Revolución rusa y el bolchevismo de 1919 y 1921. También podian respetar sus críticas del liberalismo y las reformas graduales, su disección de las premisas de la teoría económica clásica y su análisis comprensivo de los fundamentos del capitalismo y de su ideologia y "superestructura". Pero los intelectuales de la vieja izquierda compartían también las dudas que habían asaltado a los autores de The International Socialist Review a principios de siglo. Ambas generaciones de marxistas veían con desdén el alejamiento de Veblen de las causas radicales. Igualmente perturbadores eran sus rechazos de la idea de la lucha de clases y la teoría del valor-trabajo; sus teorías psicológicas de los "hábitos", que hacían de la mente humana la fuerza motivadora primordial, y, sobre todo, su repudio a la idea del progreso y la perfectibiliDos Passos, The Big Money p. 98. Townsend Ludington (comp.L The Fourteenth Chronicle: Letters and Diaries of John Dos Passos (Boston, 1973), p. 443. Véase también John P. Diggins, "Dos Passos and Veblen's Villains",Antioch Review 23 (1963), pp. 485-500. 6 7
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Mencken, Prejudices, pp. 59-82.
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dad en favor de la idea darviniana del cambio acumulativo sin consumación. Los comunistas querían usar a Veblen, pero como todos los demás, sencillamente no sabían qué hacer con él. Camarada no comprometido durante su vida, Veblen seguía siendo en la muerte una leyenda incierta. El más simpatizante de los sociólogos radicales, Lewis Corey, sólo podía esperar que "todo lo que hay de vital en Thorstein Veblen se realice en el marxismo y el socialismo". 8
Veblen ganó ampliamente con 16 menciones, seguido por Charles Beard (l1), John Dewey (10), Sigmund Freud (nueve), Oswald Spengler y Alfred North Whitehead (siete cada uno), y V. 1. Lenin e 1. A. Richards (seis cada uno). Rexford Tugwell escribió el ensayo sobre Veblen para la antología. Después de la segunda Guerra Mundial, la reputación de Veblen nunca llegaría al nivel que alcanzó en la década 19111920 y de nuevo en los años treinta. Gran parte de la razón de la declinación del interés por Veblen es el surgimiento de las actitudes de consenso a fines de los años cuarenta y durante los años cincuenta. Volveremos a ocuparnos de este punto en seguida, pero aquí convendrá observar tres tendencias que se desarrollaron en el estudio de Veblen en los Estados Unidos: primera, Veblen se convirtió en el tema de disertaciones de estudiantes graduados de diversos departamentos de Columbia, Harvard, y la Nueva Escuela de Investigación Social. Segunda, el conjunto de su trabajo ya no interesaba sólo a los economistas de la Escuela Institucional: ahora lo exploraban sociólogos, filósofos analíticos, psicólogos freudianos, antropólogos culturales e historiadores intelectuales. Tercera, se desarrolló lo que hemos llamado el "problema Veblen" en el academismo norteamericano, las dificultades de explicar las extrañas peculiaridades de su mente, la evaluación de la validez perdurable de su pensamiento, y la relación de su vida y su obra con las corrientes principales de la tradición intelectual norteamericana. Si algo siquiera semejante a una moderada resurrección vebleniana ha ocurrido después de la segunda Guerra Mundial, se debió en gran parte a la perspicaz y valiosa "Introducción" de Max Lemer al libro The Portable Veblen, publicado en 1948. Para Lemer, el "significado fundamental" de Veblen residía en el hecho de que la "civilización mercantil" más avanzada y "tenaz" había producido al más consumado y mordaz de sus críticos. Como sociólogo profundamente preocupado por el destino de los Estados Unidos como una civilización, Lerner describió a Veblen como "la mente más creativa que ha producido el pensa-
Entre 1934 y 1936 ocurrieron cuatro hechos literarios que aumentaron la reputación de Veblen entre los autores de la generación de la Depresión. Lean Arzrooni y Wesley C. Mitchell, dos antiguos discípulos de Veblen, editaron, respectivamente, sus dispersos ensayos en Essays in Our Changing Order (1934) y What Veblen Taught (1936); Joseph Dorfman, joven profesor de historia de la Universidad de Columbia, publicó Thorstein Veblen and his America (1934); y Dos Passos publicó el volumen final de la trilogía inspirada por Veblen, USA, The Big Money (1936). Las antologias póstumas de Veblen recibieron reseñas favorables de radicales y liberales por igual. La novela de Dos Passos produjo un amplio reconocimiento para la carrera desafiante y la mente penetrante de Veblen, y el libro de Dorfman --que sigue siendo la biografía definitiva- compiló una montaña de información fáctica acerca de la vida del hombre y una crónica de impresiones contemporáneas acerca de su obra, estudio monumental que llevó aun al desalentado Mencken a revisar su opinión de Veblen. Es probable que el mayor de los tributos rendidos a Veblen haya aparecido en una antología reunida por Malcolm Cowley con el título de Books that Changed Our Mind (1938). Cowley y los editores de The New Republic pidieron a varios intelectuales norteamericanos prominentes que citaran a los autores y libros que no fuesen de ficción y hubiesen "sacudido" en mayor medida su pensamiento y sus obras. 8 Lewis Corey, "Thorstein Veblen'', The Marxist Quarterly (1937), pp. 162168. Véase también John G. Wright, "Thorstein Veblen: Sociologist", The New International2 (935), pp. 20-23.
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miento social norteamericano". Las intuiciones de Veblen son más aplicables que nunca a un mundo que ha experimentado años de "desintegración económica y cultural y una guerra dinástica", advirtió Lerner. Aunque criticaba la primacía concedida por Veblen a la actividad económica, Lerner estaba impresionado por el ataque de aquél contra la teoría económica ortodoxa, y apreciaba la sensibilidad "dual" que llevó a Veblen a advertir el choque de fuerzas opuestas sin cometer el error marxista de pronosticar el triunfo de una sobre la otra. Sobre todo, Lerner respetaba la "creencia rousseauniana" de Veblen de que el hombre nace pacífico y sin embargo por todas partes está en conflicto, que sus instintos de curiosidad y productividad están en guerra con las instituciones del derroche y la futilidad que él mismo ha creado. Nadie podría esperar ya soluciones económicas de Veblen, como lo habían hecho los tecnócratas y, en menor medida, los economistas institucionales, pero la "Introduction" de Lerner indica por qué el modo irónico y la sabiduría melancólica de Veblen pueden atraer todavía a la generación de la posguerra.? ¿Encajaba realmente en la tradición intelectual estadunidense Veblen, el descendiente de inmigrantes que raras veces citaba a un autor norteamericano? Tres académicos trataron de contestar esta interrogante a fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta. En The American Mind (1950), Henry Steele Commager sostuvo que Veblen era demasiado satírico y ausente para identificarlo con los populistas, progresistas o socialistas. "Su rebelión era tan profunda, que confundía los propios disidentes; sus herejías tan profanas, que desconcertaban a la ortodoxia y heterodoxia por igual."lO Commager pudo enunciar claramente las cuestiones a las que se oponía Veblen; más difícil le resultaba, como les ha ocurrido a todos los historiadores intelectuales, establecer con precisión lo que defendía Veblen. La indiferencia de Veblen ante los programas y proble-
mas éticos ha mortificado también al filósofo Morton White, quien tituló su capítulo "El moralista amoral" en Social Thought in America (1949). White creía que Veblen era el "santo patrono" de los intelectuales progresistas que "se rebelaron contra el formalismo". John Dewey, Charles Beard, Oliver Wendell Holmes y James Harvey Robinson se opusieron al abstraccionismo y el deduccionismo, y podían seguir a Veblen en lo tocante a la liberación de las cadenas metafísicas de su educación anterior para ocuparse de los procesos de la vida real, mundana. Pero White confesaba que "estamos moderadamente confundidos" cuando tratamos de determinar la posición moral de Veblen, y "nuestra confusión es completa" cuando Veblen nos dice que intenta "discutir el lugar y el valor de la clase ociosa como un factor económico de la vida moderna". 11 Quizá la confusión sólo signifique que la irónica retórica de Veblen resulta más atractiva para el historiador literario, y en efecto tal estilo encontró el intelectual ideal Daniel Aaron con su obra Men of Good Hope (1951). A Aaron no le impresionaba el culto de la extrañeza que había crecido alrededor de la reputación de Veblen, y observó agudamente que se entiende mejor a Veblen como un literato que, en la tradición de Swift, oculta su postura ética con pretensiones de desapego objetivo mientras diseca la sociedad como un "moralista, satírico y retórico" .12 Mientras que Aaron fue el primer comentarista que se centró en el estilo de Veblen para colocarlo claramente dentro de la corriente principal del pensamiento progresista -aunque a costa de hacer a un lado la orientación casi totalmente europea y antropológica de las fuentes de Veblen-, otros historiadores intelectuales han subrayado la calidad distintivamente norteamericana de las ideas de Veblen. Perry Miller creía que Veblen poseía tal independencia mental que podía revisar conceptos y concebir ideas "que sólo podían haber surgido en los
9 10
Lerner, "Introduction", pp. 1-49. Cornmager, p. 236.
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White, pp. 89-90. Daniel Aaron, Men ofGood Hcpe (Nueva York, 1951), p. 213.
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Estados Unidos't.P Una de tales ideas ha sido elaborada por David Noble: la convicción de Veblen de que la máquina industrial redimirá al hombre de los males de la sociedad industrial y 10 colocará en una utopía preindustrial. Noble sostuvo que tal supuesto era característico de la "paradoja del progresismo" en general.!" La caracterización de Noble está equivocada. SaintSimon, Marx, Sorel y otros socialistas europeos alababan la tecnología como el agente que liberaría al hombre de los dolores y confusiones de la modernidad. Quizá sería más correcto decir que la esperanza de utilizar la ciencia y la industria para restablecer una comunidad de preceptos morales precientíficos es el dilema central de toda la teoría social moderna basada en
de Veblen de la "imitación competidora", su dicotomía del "genio técnico" por una parte y la "desconsideración financiera" por la otra, y las "sombrías conclusiones sociales y económicas" que obtuvo de sus propias observaciones." El sociólogo radical C. Wright Milis pudo aceptar que las conclusiones de Veblen eran pesimistas, pero no estaba tan seguro como Heilbroner de que ya no fuesen ciertas sus descripciones del mundo empresarial. En su "Introduction" a una edición de 1953 de la Teoría de la clase ociosa, describió Mille el "realismo falso" de los capitalistas que pasan por hombres de negocios prácticos pero en realidad son "utópicos" que viven en su propio "mundo iluso" de beneficios, guerra y destrucción. Mills encontró muy útil a Veblen como una ~spina en el costado de la complacencia de los años cincuenta y, como académico rechazado que era él mismo, se identificó fácilmente con "el único autor cómico entre los científicos sociales modernos". Pero MilIs creía también que Veblen "no era suficientemente serio acerca del prestigio porque no percibió su relación plena e intrincada con el poder" 17 Aquí Milis parece haber estado tan fascinado por la idée fixe de una "minoría en el poder" en los Estados U nidos, que tomó erradamente un efecto por una causa, equiparando el poder a la fuente del prestigio y no a su resultado. El poder requiere la capacidad para imponer, el prestigio requiere la capacidad para persuadir. Veblen advirtió que, en una sociedad democrática, el prestigio es tan importante como el poder mismo, si no es que más importante aún. En efecto, si definimos el poder en el sentido clásico utilizado por los padres fundadores, es decir, como la capacidad para ejercer influencia por virtud de la deferencia, la teoria de Veblen del conocimiento científico y la emulación de la posición social ataca el meollo del problema del poder en la sociedad norteamericana moderna. Este problema ha preocupado al economista John Kenneth Galbraith. En los años cincuenta y sesenta, el liberal Galbraith
fundamentos empíricos. Si los historiadores intelectuales de la posguerra trataron de volver comprensible a Veblen, otros académicos trataron de volverlo utilizable. El economista radical Douglas Dowd creía que Veblen era "útil para el proceso de desaprender"; pero esforzándose por convertir a Veblen en socialista, Dowd trazó paralelos entre la "clase gobernante" de Marx y los "intereses creados" de Veblen, y entre la idea del "proletariado" de Marx y la referencia de Veblen a la "población subyacente", sólo para concluir que tales analogías deben enseñarse para desaprenderlas mejor. Al final, concluye sabiamente Dowd que "Veblen no tenía una panacea para nuestras enfermedades, pero nos capacitó para percibir sus causas" .15 Para el economista Robert Heilbroner, el mundo de Veblen era, más que enfermo, "salvaje". En Los filósofos de la vída material (1953), Heilbroner recreó brillantemente el ambiente brutal de la guerra industrial que Veblen exploró con los "ojos de un extraño". No debe interesarnos el retrato escalofriante que hace Veblen del empresario como un depredador, aconseja Heilbroner; ese "clima" de la economía pertenece al pasado. Lo que queda por ponderarse es la teoría ra Miller, "Introduction",American Thought, p. xlvii. 14
105
David Noble, The Paradox ofProgressivism (Mineápolis, 1958). Dowd, p. 158.
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17
Heilbroner, pp. 181-213. Mills, p. xvii.
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aprovechó algunos aspectos del veblenismo para apoyar las plataformas económicas del "centro vital". Como en el caso de Milis, Galbraith se sintió atraído por Veblen, pero por razones diferentes. Como Veblen, Galbraith fue criado por inmigrantes laboriosos (canadienses escoceses) que se mofaban, no con envidia sino con "desprecio amable", del desdén de la clase alta por el trabajo manual. En consecuencia, ambos llegaron a ser hombres "de ánimo y no de revolución". Y como Veblen, Galbraith pensó que la "ciencia sombría" de la economía es una cuestión de persuasión literaria y de ingenio tanto como de hechos y cifras. Así pues, ambos eran sensibles a los engaños de la retórica: Veblen habló de la "adecuación ceremonial" del pensamiento ortodoxo, Galbraith de la "sabiduría convencional" de las ideas tradicionales. En cuanto a la sustancia, también son notables los paralelos existentes entre Veblen y Galbraith. Ambos negaron la premisa de la "soberanía del consumidor" en el mercado libre, sobre todo en vista de las técnicas de publicidad de la empresa moderna, que subrayan la producción de bienes "vendibles" antes que "útiles". Ambos se preocuparon por el efecto de la riqueza en el comportamiento, por el derroche cultivado de la abundancia y por la prioridad de la producción y el crecimiento económico sobre la estabilidad de precios y la distribución del ingreso. Por último, ambos creían que la naturaleza compleja de los procesos industriales modernos requiere la separación de la propiedad y la operación efectiva, y que el poder del conocimiento especializado generará una clase gerencial: el "nuevo orden" de Veblen, la "tecnoestructura" de Galbraith. Así pues, Galbraith pudo utilizar a Veblen en los años sesenta para mostrar las deficiencias de una economía que permite que los intereses creados impongan una demanda artificial a un público crédulo que vive en una cultura que aplaude el avance tecnológico y se resiste a la innovación social. También pudo proponer un "nuevo Estado industrial", administrado por especialistas interesados en la maximización de la producción y el virtuosismo técnico. Y aquí, en su papel preceptivo, Galbraith
encuentra el dilema a que se enfrentan todos los tecnócratas: en la medida en que reconoce la competencia como un principio anticuado, la esperanza de Galbraith de una reconstrucción social de lineamientos veblenianos deja todavía insoluta la cuestión del poder que Veblen se negó a afrontar: la autonomía de los organismos productores. Sin embargo, Veblen sigue siendo para Galbraith "un genio, la fuente más penetrante, original y desinhibida -de hecho la más grande- del pensamiento social de su tiempo" .18 En los escritos de varios académicos de la posguerra -Heilbroner y Galbraith en economía, Lerner y Mills en sociología, Aaron y Commager en historia-, Veblen se convirtió en valioso recurso intelectual y en vehículo importante para la crítica social. Sin embargo, varios otros académicos norteamericanos creían que Veblen permanecía demasiado fuera del sistema estadunidense de valores para tener alguna importancia perdurable. Por el contrario, varios académicos europeos exiliados creían que Veblen permanecía demasiado dentro de ese sistema de valores para tener alguna significación perdurable. Un estudio de esta convergencia representa una de las síntesis más extrañas de la historia intelectual moderna.
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Los ACADÉMICOS
DEL CONSENSO Y LOS TEÓRICOS CRíTICOS
Después de la segunda Guerra Mundial, muchos radicales políticamente renegados retornaron a casa como hijos pródigos. Quizá sea injusto afirmar que todos ellos participaron en lo que C. Wright Milis llamó "la gran celebración norteamericana", pero un número influyente de ellos descubrió o redescubrió la 18 John Kenneth Galbraith, "A New Theory ofThorstein Veblen", American Heritoge 24 (1973), pp. 32-40; John Kenneth Galbraith, The Affluent Society (edición Mentor, Nueva York, 1963) y The New Industrial State (Boston, edición Sentry, 1971). Véase también Charles G. Leathers y John S. Evans, "I'horetein Veblen and the New Industrial State", Journal of Political Economy 5 (1975), pp. 420-437.
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salud básica de la sociedad estadunidense y las bellezas olvidadas de la historia norteamericana. Muchos apoyaron también el surgimiento del academismo del "consenso", escuela de pensamiento que hace hincapié en la estabilidad y continuidad de las instituciones y valores norteamericanos. Por lo que toca a la decíinación de Veblen, el culto del consenso puede atribuirse a tres desarrollos históricos que presumiblemente volvieron innecesaria su obra. Primero, el desempeño extraordinario de la industria norteamericana durante la guerra parecía terminar con la queja vebleniana del derroche y la ineficiencia del sistema económico, ya fuese competidor o en sociedad anónima. Aunque quizá el propio Veblen no se habría sorprendido de las hazañas del capitalismo de guerra, unos cuantos críticos radicales anteriores no podían dar crédito a sus ojos cuando el tercer Reich maravillosamente "colectivizado" caía ante el ataque de las líneas de montaje de la General Motors.t? Segundo, la Guerra Fría, con su Plan Marshall y su Doctrina Truman, no sólo exigía que la empresa norteamericana soportara la carga económica de la defensa del Occidente democrático, sino que ayudó en gran medida a restaurar la viabilidad de la tradición de libertad basada en los derechos naturales que Veblen había rechazado tan a la ligera. Después del estalinismo, ¿quién podría leer íos ridículos ensayos de Veblen sobre el bolchevismo? Tercero, la posguerra contempló el "milagro económico" de Europa occidental y el advenimiento de la abundancia en los Estados Unidos, dramatizado en los complejos de viviendas suburbanas y en los supermercados, los Chevrolet y Cadillac aerodinámicos, los televisores y aparatos de cocina. Cuando los lujos anteriores se convirtieron en bienes básicos al alcance de la gran mayoría de los ciudadanos, con el artificio de los aparatos y los accesorios que surgían del mismo sistema crediticio que Veblen había considerado alguna vez como la muleta frágil del capitalismo, los consumi-
dores no podían resistir las tentaciones de la "compra a plazos". Aunque los historiadores empiezan a considerar la abundancia económica como el aspecto central del "carácter norteamericano", tesis del influyente libro de David Potter, People of plenty (1953), Vebíen no se habría sorprendido más de la democratización de la abundancia después de la guerra que de la racionalización de la industria durante la guerra. Cuando la cuenta de crédito se volvió casi universal junto con la semana laboral de cinco días, la ética protestante de la austeridad y el esfuerzo perdió todo significado en la cultura norteamericana; de modo que Veblen resultaba más importante que nunca como una conciencia burlona en una sociedad adquisidora que da publicidad a las promesas falsas del ocio. Pero los académicos del consenso no querían saber nada de Veblen. Se le empezó a menospreciar en realidad en los años treinta, sobre todo en la obra de Talcott Parsons, el sociólogo de Harvard que se convirtió en la posguerra en uno de los intelectuales académicos más influyentes. Parsons es un espécimen raro en la historia intelectual moderna de los Estados Unidos. Escribiendo en una época en que la mayoría de los académicos del consenso norteamericanos estaban convencidos de que las ideas europeas no tenían ninguna aplicación en los Estados Unidos, Parsons se dio a la tarea de difundir las teorías de Durkheim, Pareto y Weber. Es desafortunada la indiferencia de Parsons hacia Veblen. La escuela del "funcionalismo estructural" fundada por él -una teoría que sostiene que todas las sociedades humanas, por complejas o simples que sean, comparten algunos de los mismos principios de organización básicos, y que todos los fenómenos sociales tienen una función necesaria para mantener unida a la sociedad- no es tan diferente de las funciones del consumo con arreglo a la posición social, lo cual analiza Veblen. En efecto, la ausencia de éste en la investigación sociológica reciente es una omisión curiosa por parte de los teóricos del consenso, que tanto recurrieron a los papeles de la posición social y la tensión social de la cultura política norte-
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Diggins, Mussolini and Fascism, pp. 454-455.
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americana durante la época de McCarthy.20 Aunque los discípulos de Parsons se han ocupado de Veblen.O el propio Parsons siguió convencido de que lo que tenía que decir Veblen aparece mejor presentado en las obras de Weber. No importó que Veblen y Weber tuviesen conceptos enteramente diferentes del significado del capitalismo, el trabajo y la moral burguesa. En lugar de confrontar a Veblen, Parsons optó por descartarlo: tal es el caso de un sociólogo que trata la historia intelectual norteamericana con lo que podríamos llamar, no sin espíritu caritativo, una "negligencia benigna". Daniel Bell también trató a Veblen como si no fuese más que una irritante nota al pie de página para los grandes teóricos sociales del siglo XIX. En 1960, Bell anunció el "agotamiento" de todas las teorías radicales del conflicto social en The End of 1deology, y al igual que muchos académicos del consenso estaba seguro de que la tradición del pluralismo liberal que Veblen atacó se había solidificado de algún modo, y de que ahora podía ser apreciada de hecho como la realidad política central de la vida norteamericana. Como testamento político del humor de la posguerra, la tesis de Bell era tan presciente como profunda.* Pero por correcta que fuese como una descripción de la
condición social norteamericana, generaba un patrón doble de la moralidad política. Las ideologías del siglo XIX -sostuvo Bell con una referencia implícita a la herencia marxista, a la que una vez juró lealtad- se basaban en las metas "universalistas" y "humanistas" de la igualdad social y la libertad, mientras que las neoideologías del siglo xx eran "parroquiales" e "instrumentales" y derivaban de los "impulsos" del desarrollo económico y el poder nacional.P Con esta formulación, resultaba inevitable que Bell identificara a Veblen con la última tradición y sostuviera que su objetivo, como el de todos los autoritarios tecnócratas desde Saint-Simon hasta James Burnham, era el descubrimiento de una "nueva clase" capaz de derribar al orden existente. Veblen "debe ser colocado en el lado de los elitistas", escribió Bell en su "Introduction" a The Engineers and the Price System en 1963. Bell basó gran parte de su argumento en los escritos de Veblen sobre el bolchevismo, y sus explicaciones de los motivos "elitistas" de Veblen parecen una parodia de la psicohistoria de moda.
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20 Talcott Parsons, "Social Straíns in America", en Daniel Bell (comp.), The Radical Right (Garden City, Nueva York, 1963), pp. 209-238. 21 Arthur K. Davís escribió su tesis doctoral sobre Veblen, con la supervisión de Parsons, en la Universidad de Harvard. Se inclinó Davie por subrayar las "numerosas faltas graves" de las obras de Veblen. Véase, por ejemplo, su ensayo "Sociological Elements in Veblen's Economic Theory", Journal of Political Economy 53 (1945), pp. 132-149. * El esfuerzo de los intelectuales de la nueva izquierda por poner al descubierto los estratos de la pobreza olvidados y poner ante la conciencia pública la desdicha de los grupos étnicos desposeídos, tanto en el pasado histórico como en el presente, no refutó en modo alguno las conclusiones de los académicos del consenso, tales como Bell, Daniel Booretin o Louis Hartz. Los mismos "conflictos" descubiertos por los historiadores -esclavitud, guerras de los indios, movimiento laboral- tenían poco o nada que ver con el conflicto de clases en el sentido marxista del término. La cuestión central consiste en saber si tales luchas se dirigían contra la doctrina de la propiedad o contra su distribución. La búsqueda de una tradición radical en el pasado norteamericano requiere la prueba de que cierto estrato social planteó una "negación" potencial del orden social existente y no sólo una exigencia de redistribución de su riqueza; es decir,
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Una mujer desdeñada en el amor se dedica a la reforma como una segunda elección; un hombre despreciado por el poder se lanza a menudo a la revolución. Veblen había sido siempre subversivo en su ironía verbal; mas luego, en los dos años siguientes, de 1919 a 1921, empezó a concebir esperanzas, siempre un poco encubiertas, de convertirse en una fuerza política activa."
Una cosa es afirmar que el enamoramiento de Veblen con los ingenieros tenía implicaciones elitistas; otra muy diferente es el argumento de que el propio Veblen buscaba el poder por la sencilla razón de que el poder lo había eludido. Tal interpretauna exigencia de la política del interés familiar, incor~orada en principio a .la estructura misma del sistema constitucional de Medison. P~ra la n~e,,:a IZquierda resultaba fácil suponer la existencia de un pasado radical; lo diñcil era encontrarlo. . . . 22 Daniel Bell, The End of Ideology: On the Exhaustion of Poiitical Ideas tn the Fiftíee (Nueva York, 1961), p. 403. 23 Bell, "Introduction", EPS, pp. 4, 13.
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ción olvida el escepticismo del propio Veblen acerca de los ingenieros como entes políticamente ineficaces, sus simpatías por los uiobblies indefensos y nómadas y su personalidad indómita que lo volvía incompatible con las exigencias de cualquier movimiento organizado. Veblen no tenía ningún interés en convertirse en un Lenin norteamericano, así como no le interesó la presidencia de la Asociación Norteamericana de Economía: [quizá esto diga algo de su sentido del poder! Veblen frustra al ex marxista que busca una visión opcional del cambio social.'" también intriga al ex marxista que, aun
como liberal o conservador, se siente suficientemente nostálgico para tratar de rescatar algo de la tradición radical de los Estados Unidos. En 1953, el sociólogo Lewis S. Feuer explicó a Vebien para los lectores del American Quarterly, la revista nacional de estudios norteamericanos. Feuer, veterano de la vieja izquierda, mostró gran admiración por Veblen: "el primer pensador científico norteamericano [... ] que presentó una crítica socialista de la sociedad y pensamiento norteamericanos". Sin embargo, al comparar la epistemología de Veblen con la de William James, Feuer descubrió que el "materialismo" del primero no llegaba a explorar las grandes profundidades de la experiencia humana. No era sólo superficial la filosofia de Veblen, sino que su teoría del "instinto de la curiosidad ociosa" puede haber surgido de las necesidades psíquicas de un "inmigrante internado". Hay un sentido -sostuvo Feuer- en que la "curiosidad ociosa" es un mito defensivo similar para el propio Veblen, un retrato de sí mismo, disfrazado de observador frío, como un instinto de la humanidad. Pero zera su propia "ociosidad", su silencio amargo, su inca24 No todos los marxistas que alcanzaron la madurez política en los años treinta llegaron a convertirse en críticos de Veblen en los años cincuenta. Véase, por ejemplo, el respetuoso capítulo que dedica Lewis A. Coser a Veblen en Masters of Sociological Thought: Ideas in Historical and Social Context (Nueva York, 1971), pp. 263·302. Véase también Bernard Rosenberg, The Values of Veblen: A Criticol Appraisal (Washington, D. C., 1956).
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pacidad para hablar y actuar, la expresión de un impulso libre, natural?; o, por una extraña ironía, ¿había confundido Veblen la neurosis que le había infligido la sociedad con la constitución natural, instintiva, del hombre? En este caso, el propio Veblen había sido tocado por la "contaminación" en la base de su pensamiento. La ira reprimida contra la clase ociosa se había convertido en odio de sí mismo y en una ansiedad del silencio rumiante."
Feuer tocó un punto delicado que los académicos del consenso tendrían que considerar: el estado de la salud mental de Veblen. "Si Veblen estuviese todavía entre nosotros --escribió David Riesman en 1953- es casi seguro que sus amigos, con la mejor voluntad del mundo, lo instarían a que consultara a un psicoanalista." El libro de Riesman, Thorstein Veblen: A Critical Interpretation, es un análisis perspicaz que "subraya sobre todo la ambigüedad, aun las contradicciones internas, de su pensamiento". Seguía siendo un "problema" para Riesman el hecho de que Veblen pudiera alabar la vida comunal y el espíritu de trabajo primitivos y, al mismo tiempo, aplaudir la tecnología industrial; y que pudiera condenar la guerra como un rasgo recurrente del "barbarismo" y apoyar, no obstante, sin sombra de duda, la entrada de los Estados Unidos en la primera Guerra Mundial. Riesman logró resolver algunos de estos misterios; pero, como un análisis freudiano de las ideas de Veblen, su libro es un ensayo especulativo que empieza en la conjetura y termina en la inferencia. Riesman nos dice que Veblen "al parecer nunca pudo exorcizar a su propio padre", cuyo poder y autoridad simbolizó en el ingeniero. Afirma también que la falta de "arrojo masculino" lo llevó a simpatizar con la causa del feminismo, que sus "raíces campesinas" explican ("quizá") su repulsión por el lujo y la extravagancia, y que sus 25 Lewis Feuer "Thorstein Veblen: The Metaphysics ofthe Interned Immigrant", American 'Quarterly 5 (1953), pp. 99-112. Véase también George Fredrickson, "Thorstein Veblen: The Last Viking", ibid., 11 (1958), pp. 403-415.
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"tendencias masoquistas" y su "temor al éxito" pueden explicar tal vez su didáctica ineficaz y su incapacidad para ascender en el mundo académico, lo que a su vez generó en parte su perverso libro: The Higher Learning in America. Riesman no somete al tratamiento freudiano sólo a Veblen, sino también a los lectores de Veblen: "¿Cuál es la fuente del poder que ejerce Veblen sobre nosotros?" Podría ser nuestra vida de gran abundancia en una sociedad que aún no ha resuelto los problemas de la pobreza y el desempleo; de aquí nuestra "culpa" y "nuestra disposición a permitir que Veblen nos castigue por nuestros pecados".26 Hay algo de verdad en el enfoque psicoanalítico de Riesman, pero está lejos de ser toda la verdad. Si su libro ricamente sugerente nos ayuda a entender a Veblen, también nos ayuda a entender por qué los académicos del consenso de los años cincuenta estaban desconcertados por la hostilidad de Veblen hacia el capitalismo, y por qué se inclinaban a achacar los orígenes de su "alienación" a una patología individual y no a la realidad social. Cualquiera que pueda ser esa perspectiva, todavía resulta difícil entender cómo podemos descartar las observaciones de Veblen por tener raíces psicológicas, a menos que estemos dispuestos a sostener que la sociedad norteamericana, tal como existía entonces, constituía una norma racional a la que daba su asentimiento la propia comunidad intelectual. El peligro reside en atribuir un papel causal a una experiencia personal única en el caso de problemas sociales que concernían a toda una generación de autores. Además, una cosa es juzgar irracionales los pensamientos de Veblen a causa de sus "contradicciones internas"; otra es juzgarlos así porque violan nuestras normas, como se inclina a hacerlo Riesman en su análisis de la educación. Veblen era, sin duda, una personalidad peculiar, quizá el carácter más "dirigido hacia dentro" que jamás haya aparecido en la historia de la ciencia social norteame-
ricana. Pero una explicación de sus ideas que haga hincapié en los determinantes de la infancia pasará por alto la influencia enorme de muchos autores (Kant, Hume, Darwin, Mill, Clark, Bellamy, Peirce, Marx y Sombart) que contribuyeron a su crecimiento intelectual, así como las experiencias históricas (el movimiento populista, el socialismo y el conflicto industrial, la marcha de protesta de Coxey, etc.) a las que respondió. Por último, aun si concedemos que el proceso de formación de las ideas de Veblen derivaba de excentricidades personales, no se sigue que sus ideas de la sociedad moderna no tengan mérito alguno y no puedan examinarse con espíritu crítico y evaluarse racionalmente. En la historia intelectual, por oposición a la psicohistoria, es la obra del hombre, no su vida, lo que plantea interrogantes para la teoría social, y tal obra debe examinarse basándose en observaciones, supuestos y pruebas. Es posible que Veblen hubiese tenido su porción de "neurosis", pero no todos los neuróticos compartieron sus intuiciones.é? La reseña anterior de la historiografía de Veblen ilustra el hecho de que nuestra reacción ante Veblen puede depender de nuestro juicio acerca de los Estados Unidos. Pero no podemos concluir simplemente que sólo quienes celebraban la salud de la sociedad estadunidense sentían antipatía por Veblen. En realidad, sus críticos más mordaces eran hombres sin un país que defender, vagabundos intelectuales como él mismo. Tales fueron los intelectuales alemanes exiliados que han sido asociados con el Frankfurt Institut für Sozialforschung [Instituto de Francfort para la Investigación Social], quienes a principios de los años treinta huyeron del régimen hitleriano. Theodor Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse, vocero principal de la teoría social de Francfort en los Estados Unidos, se habían nutrido en sus primeros años con la "imaginación
26
Riesman, pp.
7~8,
18,41, 78-79,pássim.
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27 Véase una crítica a la interpretación psicológica que hace Riesman de VebIen en Ferrarotti, pp. 139-144. Mis propias críticas se han visto influidas por los problemas metodológicos que examina con perspicacia Gerald Izenberg en "Psychohístory and Intellectual History", History & Theory 14 (1975), pp. 139~155.
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dialéctica" tranquilizante de la tradición hegelianamarxista. Pero también eran sociólogos provenientes de la filosofía que se habian vuelto melancólicos por el fracaso del proletariado -los "herederos de la filosofía clásica" (Engels)-, el cual no había cumplido su misión histórica de liberar al hombre de las trampas y las falsas comodidades de la sociedad burguesa. El aspecto de Veblen que interesó a los exiliados alemanes fue el mismo desarrollo histórico que interesaría a Riesman: el fenómeno de la sociedad de masas. En los años cuarenta, Riesman habia estado explorando las presiones conformistas de la cultura norteamericana, mientras que los exiliados alemanes habían descubierto antes en los Estados Unidos lo que aparecía menos claro en Europa: la "integración" de la clase trabajadora. En consecuencia, ambos miraron a Veblen como una posible clave de la naturaleza futura de la sociedad industrial avanzada, y los alemanes ---en particular Horkheimer- creían que Veblen, "el más grande de los críticos sociológicos de la cultura norteamericana, nos ayudaría a entender mejor el cambio catastrófico de la naturaleza humana", dramatizado en el barbarismo de la segunda Guerra Mundial." Sin embargo, la obra de Veblen era sólo un punto de partida; de modo que los intelectuales estadunidenses y los alemanes interpretaron a Veblen de manera diferente. Mientras que los sociólogos como Riesman y Feuer vieron a Veblen como un extraño introvertido enajenado de la sociedad norteamericana, los exiliarlos alemanes lo vieron como un pensador norteamericano típico, asimilado a los valores dominantes de tal sociedad. Mientras que algunos académicos norteamericanos criticaron a Veblen desde el punto de vista del consenso, los autores alemanes lo juzgaron consensual desde el punto de vista de la "teoría crítica", La idea de la teoría crítica sugiere un estilo de pensamiento que va de una negación a otra negación y que presumiblemente capacita a la mente para cuestionar todos los
fenómenos sociales y percibir toda la realidad como algo transitorio porque, en términos hegelianos, el "llegar a ser" lo es todo. Así pues, en opinión de los académicos alemanes, Veblen no cuestionó suficientemente los valores de la cultura norteamericana porque ofreció como una solución lo que en realidad debe verse como parte del problema mismo: los valores "positivistas" de lo práctico y lo eficiente. Más grave aún era la incapacidad de Veblen para apreciar las contribuciones de Marx, una incapacidad derivada de que Veblen rechazaba a Hegel. Sin el entendimiento dialéctico aportado por Hegel, Veblen sólo podria pensar de acuerdo con los lineamientos científicos de la causalidad mecánica, lo cual excluye la tensión dual entre el "es" y el "debe ser". Según el modo de análisis de Veblen -criticaron Adorno y Marcuse-, el pensamiento y la realidad son la misma cosa, y lo ideal y lo real se funden en una aceptación de lo "dado" como la norma. También carecía Veblen de un concepto de la "totalidad", así que su epistemología no representaba tanto un esfuerzo de visión radical, sino mera "adaptación", Todas las limitaciones de Veblen derivan del hecho de que no podía apreciar el principio hegeliano-marxista de la "negación", la negación del mundo existente y la afirmación de ideales últimos que trascienden la realidad presente.P Ningún académico contemporáneo de Veblen debe pasar por alto esta crítica ilustrada. Adorno demostró brillantemente que "el motivo crítico de Veblen y su reverencia por lo históricamente dado son irreconciliables". Pero Adorno y Marcuse trataron de probar mucho más, y aquí reside el problema. Sobre este punto crucial, veamos con atención lo que dice Adorno:
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28 Max Horkheímer, "Preface", Studies in Philosophy and Social Science 9 (1941), pp. 365.
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En opinión de Veblen, Marx había dado un valiente paso inicial en materia del análisis cultural, aunque padecía la desventaja de una psicología superficial derivada de Bentham y de una metafisica romántica derivada de Hegel. La influencia de Bentham llevó a Marx 29
Herbert Marcuse, "Sorne Social Implications ofModern Technology", ibid.,
pp. 414-439.
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DENTRO DE LA BALLENA
a elaborar una teoría común de los intereses de clase que no consideraba la forma en que ciertos hábitos de pensamiento se imprimen en los hombres de negocios por sus ocupaciones monetarias, mientras que en los asalariados imprime hábitos de pensamiento muy diferentes el proceso de la máquina, en el cual se ven atrapados. La influencia de Hegel hizo que la teoría marxista de la evolución social fuese esencialmente una secuencia intelectual que tiende hacia una meta, "la estructura económica sin clases del término final socialista", mientras que el esquema del pensamiento darviniano concibe una "causalidad ciegamente acumulativa, en que no hay tendencia, no hay término final ni consumación". Por lo tanto, Marx se desvió de la estrecha senda del análisis científico apropiada para una época mecanicista y alcanzó una visión optimista del futuro, visión que realizaba su deseo de una revolución socialista. El punto de vista darviniano, que proporciona el programa de trabajo necesario, se difundirá entre los científicos sociales, no porque sea menos metafísico que sus predecesores o se aproxime más a la verdad (cualquiera que sea el significado de esta noción), sino porque "armoniza mejor con los pensamientos suscitados por el trabajo diario en el siglo xx". La tesis de que el "punto de vista darviniano" no se "aproxima más a la verdad" que Marx, sino que sólo es más adecuado a las condiciones de trabajo de la sociedad actual, indica los yerros decisivos de la teoría de Veblen. La "armonía" del pensamiento y la realidad que defiende su doctrina de la adaptación puede ser finalmente una armonía con la misma opresión que condena en otra parte. Es una armonía ciertamente no superior a las opiniones discordantes de Marx. Éste no tenía una "psicología superficial"; no tenía ninguna psicología, y ello por buenas razones teóricas: el mundo que Marx escrutó está regido por la ley del valor, no por las almas de los hornbres.é"
La afirmación de que el mundo de Marx está "regido por la ley del valor" puede ser tan engañosa como la declaración de que está regido por el valor de la ley. En cuanto a la teoría del valor, no era Veblen quien estaba sumergido en las ideas y los supuestos de la cultura capitalista, sino el propio Karl Marx, y .10 T.
W. Adorno, "Veblen's Attack on Culture", ibid., pp. 389-413.
DISCÍPULOS Y DISIDENTES
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Veblen fue el primer científico social que señaló los sentidos en que la teoría del valor-trabajo descansa torpemente en fundamentos ricardianos y fantasías hegelianas. El tratamiento de Adorno, perspicaz en otros sentidos, sugiere la razón de que Veblen permanezca siempre como un obstáculo intelectual para los marxistas y teóricos críticos que pueden criticarlo todo, menos sus propias premisas. Veblen no podía creer en el marxismo como una proposición filosófica ni aceptar el capitalismo como una condición humana. Es esta tensión entre la creencia y la duda lo que hizo de Veblen un extraño tan alejado y oríentó su mente hacia lo satírico y lo absurdo, la única salida para una inteligencia que tomaba con espíritu crítico la teoría crítica. Mordaz, separado, escéptico dotado de una apreciación cínica de la ridícula naturaleza de la realidad social, elevó la inanidad de la sociedad a la dignidad de la teoría social.
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terreno de la cultura por quienes desdeñaban su talante nada heroico y antitrágico, así como su actitud de orden hacia el tiempo.'
XII. CONCLUSIÓN: ¿cuÁL ES EL FUTURO DEL CAPITALISMO? LA SOCIEDAD BURGUESA ha tenido pocos amigos entre los intelectuales; y el capitalismo, su savia vital, se ha analizado de ordinario mediante metáforas sombrías relacionadas con la patología, decadencia y desaparición inevitable. Aunque florecen mejor precisamente en la sociedad capitalista, podría acusarse con justicia a los intelectuales de haber albergado deseos de muerte para el capitalismo. Con tanta frecuencia han proclamado su derrumbe inminente, que su capacidad perversa para sobrevivir al desastre, y para prosperar de nuevo, debe parecerles poco menos que un milagro, como la remisión espontánea de los síntomas de un paciente condenado a muerte. El último de una larga serie de pronósticos sombríos es el de Daniel Bell, quien es demasiado refinado para caer en el análisis unidimensional -marxista o de otra clase-, pero cuyo estudio reciente de las "modalidades" del capitalismo, sus formas expresiva y simbólica, es casi tan apocalíptico como el de los marxistas que se concentran en el modo de producción. Bell está convencido de que la sociedad industrial contemporánea está atrapada en graves "contradicciones culturales", principalmente porque el genio burgués que alimentó su surgimiento ha cedido su lugar a la cultura "sensual" del modernismo. La visión burguesa del mundo -c-racionaliata, factual, pragmática; ni mágica ni mística ni romántica; que hace hincapié en el trabajo y la función; preocupada por la restricción y el orden en la moral y conducta-e- había llegado a dominar, para mediados del siglo XIX, no sólo la estructura social (la organización de la economía) sino también la cultura, en particular la motivación religiosa del niño. Reinaba triunfal esta visión por todas partes, sólo desafiada en el 426
Belllamenta la desaparición de este mundo que hemos perdido. Esta perspectiva triunfal sucumbió en el siglo xx ante una cultura de libertad y placer, un estilo de vida que equiparó la mística de la autorrealizacián a un derecho inalienable, y una economía de consumo masivo de gratificación ilimitada. El sistema de valores del capitalismo, concluye Bell, está experimentando por fin una crisis fundamental de legitimidad. Significativamente, tanto los autores marxistas como los antimarxistas (en algunos casos ex marxistas) están dispuestos a aceptar que el capitalismo tenía esta visión del mundo, ascética y racionalista, formulada en primer término por Max Weber. Pero tal visión del mundo no puede explicar cómo es posible la sociedad capitalista moderna. Si el capitalismo primitivo tiene su génesis en la ética del autocontrol, el capitalismo maduro ha llegado a ser, como reconoció el propio Weber, la sistematización racional de necesidades irracionales, esclavitud a la soberanía del deseo. De esta perspectiva quizá podamos entender mejor por qué la cultura capitalista conserva su legitimidad y hegemonía y aparentemente absorbe todos los desafíos, convirtiendo las crisis y los conflictos en nuevas pruebas de un consenso enteramente general. El problema de la hegemonía, el sometimiento del hombre a las ideas y no sólo a la fuerza bruta, podría ser la realidad futura de la sociedad burguesa. Si esto es así, convendrá añadir otra dimensión a las especulaciones angustiadas de Daniel Bell. Es posible que las "contradicciones culturales" actuales del capitalismo no deriven sólo de la separación de su ética del trabajo y su principio del placer. Por el contrario, desde que la filosofía de la propiedad recibió su formulación liberal clásica en los 1 Daniel Bell, "The Cultural Contradictions ofCapitalism", The Public Interese 21 (1970), p. 35. Véase una extensión del argumento en el contexto de la historia intelectual en Bell, The Cultural Contradictions ofCapitalism (Nueva York, 1975).
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escritos de Locke, podemos discernir una paradoja fundamental: se considera que el trabajo tiene valor como fuente de riqueza, pero al trabajador mismo se le considera condenado a soportar la carga del trabajo; cuanto más se alaba el principio del trabajo en el terreno económico, más se denigra la actividad en el terreno social. 2 Podrían desecharse fácilmente tales actitudes como un aspecto de la "alienación" o una especie de "conciencia falsa". En efecto, el análisis de Veblen sugiere que la distinción entre los frutos del trabajo y los actos del espíritu del trabajo, entre la estimación del producto yel desprecio del productor, es un pensamiento cosificado que se experimenta como antropomorfismo, de modo que la alienación misma puede tener sus raíces en la esfera del consumo y no en la esfera de la producción. En nuestra época, cuando es cada vez menor el número de las personas dedicadas al trabajo industrial, y cuando la tecnologia y la abundancia han permitido que más personas se dediquen a la "búsqueda de la felicidad" en actividades ociosas, parecería que debiéramos desviar nuestra atención de las "fuerzas productivas" a la cultura de los bienes, quizá el elemento formativo crucial en el desarrollo de la conciencia popular moderna. Tal vez los escritos de Veblen sirvan como punto de partida para un estudio de los lazos antropológicos que unen al presente "civilizado" con el pasado "bárbaro". Es posible también que sus escritos iluminen una dimensión nueva del debate contemporáneo entre los académicos del consenso y los teóricos del conflicto o la coerción de la sociedad moderna. Los representantes de ambas escuelas se interesan primordialmente por el interrogante de Hobbes: ¿Cómo existe el orden social? En el modelo del consenso, articulado en primer término por Alexis de Tocqueville, y en nuestra época por Seymour Martin Lipset y Talcott Parsons, existe una sociedad porque la masa de los ciudadanos comparte normas, ideas y creencias comunes, un sistema de valores y una estructura de 2 E. J. Hundert, "The Making of'Homo Faber: John Locke between Ideology and History", The Journal ofthe History ofldeas 33 (1972), pp. 3-22.
CONCLUSIÓN: ¿CUÁL ES EL FUTURO DEL CAPITALISMO? 429
organización de principios, que funciona para mantener unido el orden social. En la escuela del conflicto, expuesta sistemáticamente en primer término por Marx, y en el pensamiento contemporáneo revisado por pensadores no marxistas como Ralf Dahrendorf y Lewis Coser, se explican los fenómenos sociales por la interacción de los intereses de clase o por la realidad de las relaciones de autoridad, de modo que el sistema social no se perpetúa por las normas sino por el poder. La posición de Veblen guarda ciertas semejanzas con ambas escuelas de pensamiento, pero es distinta de ellas. Los Estados Unidos que describió Veblen a principios de siglo aparecen como una sociedad de clases en que los trabajadores no padecen tanto por la miseria económica como por la privación de posición social, fenómeno que indicaba la penetración de las normas capitalistas de la realización pecuniaria. Pero es también una sociedad en que prevalecen los valores de la clase industrial dominante a causa de su éxito anterior en la lucha por el poder. Se admira al capitán de industria por la misma razón que el hombre primitivo admiraba al guerrero: tiene "el don de la ferocidad". La persistencia de tales actitudes deferentes hacia la fuerza personal es el resultado de la evolución biológica y la coerción ideológica. "Este efecto", escribió Veblen refiriéndose a la hegemonía de la clase ociosa, deriva por una parte de una adaptación educativa, coercitiva, de los hábitos de todos los individuos, y por la otra de una eliminación selectiva de los individuos y líneas de descendencia menos aptos. El material humano que no se preste a los métodos de vida impuestos por el esquema aceptado, padecerá en mayor o menor medida eliminación y represión. En esta forma, los principios de la emulación pe~ cuniaria y de la exención industrial se han erigido en cánones de vida, y se han convertido en factores coercitivos de cierta importancia en la situación a la que deben adaptarse los hombres.é 3
Veblen, reo, p. 218.
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Según Veblen, la estructura del poder es la base de que surgen las actitudes sociales. Las ideas y la cultura de la clase victoriosa adquieren vida propia y dan a la ideología capitalista moderna la misma calidad cosificada disfrutada en el pasado por las ideologías de la clase gobernante. En cierto sentido, VebIen ofrece una síntesis del debate entre el consenso y el conflicto: la historia de la sociedad es la historia de las luchas por el poder que crean una cultura de fetichismo de la posición social, un culto por el triunfo masculino, alrededor del cual se forma un consenso y a través del cual se sostiene la sociedad. No es una coincidencia que Veblen haya discernido en la ideología capitalista lo que otros filósofos como George Santayana y William James consideraron la maldición de la propia cultura norteamericana: la adoración a "la prostituida diosa del éxito". Si Veblen nada más hubiese demostrado la autoridad que el fuerte adquiere sobre el débil, sólo habría afirmado una variación del darvinismo social del siglo XIX. Pero al basar su análisis en la naturaleza antropomórfica de los fenómenos culturales, el enfoque de Veblen hacia la formación de actitudes no sólo absorbió la distinción entre las normas y el poder, lo cual divide a los teóricos del consenso de los teóricos del conflicto, sino que además cuestionó un supuesto compartido por liberales y marxistas, tanto como los darvinistas sociales: el supuesto del progreso histórico. Donde los teóricos del progreso percibieron cambio, Veblen sólo vio continuidad; donde aquéllos vieron la racionalidad y el dominio crecientes del hombre sobre el ambiente, Veblen observó al hombre manifestando en formas simbólicas de comportamiento animista los residuos de su naturaleza bárbara; y donde aquéllos recurrieron a la "inteligencia" o a la "conciencia de clase" para minar el orden antiguo y producir una sociedad nueva y tal vez incluso un "hombre nuevo" (la frase de Trotskí), Veblen recurrió a la "disciplina de la máquina" para liberar al hombre de sus rasgos arcaicos mediante la restauración casi intacta de su naturaleza productiva, sana, que
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supuestamente había florecido en la primera etapa del "salvajismo primitivo". La esperanza final de Veblen ha parecido siempre "paradójica" a los historiadores intelectuales;" y debemos reconocer que la idea de que la máquina, un producto del hombre moderno, podría reavivar los saludables instintos primarios de la naturaleza humana, parece en efecto una proposición dudosa. Pero el poder liberador de la ciencia y la tecnología no puede negarse en una perspectiva histórica. Al fin y al cabo, ¿qué es más amenazante para las distinciones sociales falsas que un "proceso de la máquina" que no establece distinciones culturales? ¿Qué cosa es más revolucionaria que un modo impersonal de conocimiento que tiene una lógica y realidad independiente separadas del usuario? ¿Qué cosa es más democrática que una empresa empírica que no tiene una obligación mayor que la de ser práctica y útil? El problema, como observó sagazmente Lewis Mumford, es que la máquina surgió en la cultura occidental como un "instrumento externo" para la conquista del ambiente, más que como una extensión de los poderes intelectuales del hombre; por lo tanto, a medida que la vida moderna se volvió más mecanizada, y el trabajo aburrido y enajenante, la civilización asimiló los objetos producidos por la tecnología en lugar del "espíritu" que los había producido. Conviene citar en extenso a Mumford, porque ha expresado la promesa vebleniana de la "estética" de la máquina con mayor lucidez que el propio Veblen: La posibilidad de que la técnica se hubiese convertido en una fuerza creativa, movida por su propio impulso, de que estuviese ordenando rápidamente una clase nueva de ambiente y produciendo un tercer estamento entre la naturaleza y las artes humanas, de que fuese no sólo un conducto más rápido para alcanzar fines antiguos sino un conducto eficaz para la expresión de fines nuevos; en suma, 4 Véase, por ejemplo, David Noble, "The Theology ofThorstein Veblen", en Qualey (comp.), Thorstein Veblen, pp. 72-105.
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la posibilidad de que la máquina propiciase un nuevo modo de vida, era algo muy alejado de la mente de quienes la promovían activamente. Los propios industriales e ingenieros no creían en los aspectos cualitativos y culturales de la máquina. Por su indiferencia a estos aspectos, estaban tan lejos de apreciar la naturaleza de la máquina como lo estaban los románticos; excepto que los románticos, al juzgar la máquina desde el punto de vista de la vida, consideraban un defecto lo que los utilitaristas alababan como una virtud; para estos últimos, la ausencia de arte era una seguridad del espíritu práctico. Si la máquina hubiese carecido en realidad de valores culturales, los románticos habrían estado en lo cierto, y su deseo de buscar estos valores en un pasado muerto si fuese necesario, se habríajustificado por el estado desesperado del caso. Pero los intereses en lo fáctico y lo práctico, que los industriales consideraban la única clave de la inteligencia, eran sólo dos de toda una serie de valores nuevos generados por el desarrollo de la técnica nueva. En las civilizaciones anteriores, las cuestiones de hecho y de práctica se habían tratado de ordinario con desprecio pedante por parte de las clases ociosas, como si el ordenamiento lógico de las proposiciones fuese una hazaña técnica menos noble que la articulación de las máquinas. El interés por lo práctico era algo sintomático de ese mundo más ancho e inteligible en que la gente había empezado a vivir, mundo donde los tabúee de la clase y la casta ya no podían considerarse definitivos en el tratamiento de sucesos y experiencias. El capitalismo y la técnica habían actuado como un disolvente de esos coágulos de prejuicio y confusión intelectual; de modo que al principio eran importantes liberadores de la vida."
Sospechamos que Marx habría convenido de inmediato con Mumford en cuanto al papel liberador del capitalismo y de la ciencia. Pero ¿qué había salido mal? ¿Cómo ganó ascendencia la cultura adquisidora del capitalismo sobre su sistema racionalizado de producción? ¿Por qué continúa prevaleciendo la subjetividad del hombre sobre la objetividad de la máquina? 5
Mumford, pp. 322-323.
CONCLUSIÓN: ¿cuÁL ES EL FUTURO DEL CAPITALISMO? 433
¿Cómo llegó a triunfar la ideología sobre la tecnología? En los escritos de Veblen -en los que el capitalismo es más que un rompimiento definitivo con el pasado, una continuación, en forma modificada, de las relaciones feudales de posición social y los vestigios bárbaros del valor astuto y admiración; en los que la economía de mercado reorientó las pasiones de gloria y poder en lugar de "domarlas"- podemos encontrar una respuesta firme a este problema de la teoría social contemporánea. No podemos concluir este análisis extenso de las ideas y las teorias de Veblen sin alguna reflexión final sobre el hombre mismo. En algún sentido personal profundo, la vida de Veblen sigue siendo tan interesante como sus ideas. Pero todo esfuerzo por evaluar a Veblen en relación con sus obras conduce sólo a un montón de paradojas desconcertantes, las cuales nos lo muestran como un empírico que se burlaba del valor de la literatura y el arte, pero pasó sus últimos años traduciendo poesía islandesa; un filósofo social que denunció el ocio como un derroche, y sin embargo escribió un ensayo para probar que la ociosidad es el estado más alto del conocimiento; un radical que atacó la propiedad y el absentismo, pero luchó fieramente por la posesión de su propio terreno y de su choza; un feminista que luchó por la liberación de las mujeres, pero permitía que sus propias esposas y amantes lo atendieran como criadas; un seductor inveterado que elaboró una teoría de la naturaleza humana fríamente indiferente al instinto sexual, tan decisivo para Freud; un tecnócrata que llamó a los ingenieros para que tomaran el poder, mientras rehusaba la presidencia de la Asociación Norteamericana de Economía, y un científico social que buscaba en el futuro la tecnología moderna y en el pasado la armonía primitiva. Nos preguntamos si tales contradicciones mortificaron alguna vez a Veblen. Quizá creyese, como Emerson, que una mente exploradora no puede permitir que la limite el espantajo de la consistencia. No fueron menos enigmáticos los últimos días de Veblen en California. ¿Quién podría adivinar qué pensamientos ocupa-
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ban su mente cuando se sentaba en su cabaña, en las colinas de las afueras de Palo Alto, con la vista perdida en el espacio mientras una rata vagabunda o una mofeta se restregaban en sus pantalones bombachos? ¿Sucumbiría acaso, en su humor final de triste resignación, a alguna sospecha secreta de que la sociedad capitalista había eludido la poderosa red de su análisis? Una cosa es segura: la dinámica de la personalidad de Veblen elude todavía al historiador intelectual, así como desconcierta al psicohistoriador. Quizá así deba ser. Veblen nos dio las ideas y los enfoques a través de los que conocemos ahora mejor las sutiles fuerzas culturales, presiones sociales y realidades del poder de la sociedad industrial moderna. Hizo parecer real y tangible, y hasta un poco tonto, el mundo invisible de los valores, hábitos y costumbres. En efecto, no sólo logró añadir un alivio cómico a la "ciencia sombría" de la economía, sino que soportó los absurdos de la existencia social mientras conservaba tercamente intacta su propia individualidad. ¿Qué más podemos pedir de la vida? ¿Hemos de mortificarnos por el "misterio" perdurable de su personalidad? Aparentemente a él no lo molestaba. ¿Debemos analizar las fuentes de su "descontento", o habremos de aceptar su alienación como la condición necesaria de la conciencia en el acto de la percepción? "El mundo debe sus impulsos de avance- nos dice Nathaniel Hawthorne- a los hombres inquietos."
ÍNDICE
Introducción a esta edición. . . . . . . . . . . . . . . . Prefacio: la teoría social y el imperativo antropológico
9 39
Primera Parte EL AMBIENTE Y EL HOMBRE
1. Veblen y los Estados Unidos . La crisis de la República . . . La persuasión de la reforma . Preeminencia de la ideología capitalista Il. La entrada de Veblen, "perturbador de la paz intelectual". La posición social del ocio y el estigma del trabajo Los ingenieros y el sistema de precios. Ciencia y liberación . . . . . . . . . .
III. El científico social como un "extraño" El hombre a quien nadie conoce . La sátira de su presencia. El vagabundo intelectual. . . . .
51 51 59 63 70 70 80 90
98 98 101 109
Segunda Parte TEORíA E HISTORIA
IV. La economia y el dilema de la teoría del valor 115 ¿Bentham o Hegel? La crítica de Veblen a las teorías económicas de Marx. . . . . . . . . . . . . .. 115 435
436
íNDICE
íNDICE
Metafísica de la normalidad. La crítica de Veblen a la economía clásica . . . . . . . . . . . . . . . . .. 123 La teoría del valor y el fetichismo de la productividad 131 V Marx, Veblen y el "enigma" de la alienación. . . . ..
142
Alienación y orígenes de la propiedad. . . . . . . .. Dimensión antropológica de los inicios del dominio. La naturaleza humana y el estado de la naturaleza. Veblen frente a Hobbes. . . . . . . . . . . . . . La contaminación de los instintos. . . . . . . . . El proceso de la máquina y la curiosidad ociosa.
143 148 156 165 171
VI. Cosificación, animismo, emulación: la hegemonía cultural del capitalismo. . . . . . . . . . . . . . . .. 182 El capitalismo y sus adversarios: Weber, Marx, Veblen Veblen y las etapas del desarrollo histórico. . . . .. El dinero, el "misterio" de los bienes y la cosificación La emulación y la hegemonía del capitalismo . . . . La privación de la posición social y la integración de la clase trabajadora. . . . . . . . . . . . . . . . . . VII. Veblen, Weber y el "espíritu del capitalismo" Max Weber y el surgimiento del capitalismo. Ben Franklin y J ohn Adams . . . . . . . . . . Tocqueville. Riqueza y envidia en los Estados Unidos durante la presidencia de Jackson . Religión, ciencia y racionalización. . . . . . . . . . .
182 188 201 215 222
230 232 240
De Engels a Lévi-Strauss. . . . . . . . . . . . . .
289
Psicología económica del vestido de las mujeres.
302
Veblen y Charlotte Perkins Gilman . . . . . . . . 308 Veblen y la "nueva mujer"; H. L. Mencken y el contraataque masculino. . 315 Racionalización del poder. . . 324 IX. Las tribus de la universidad . El profesor Veblen . . . . . . . Los capitanes de la erudición. Realidades burocráticas. . . . La curiosidad ociosa y el pragmatismo X. Los Estados Unidos y el mundo . . . . . . . . . . . . La primera Guerra Mundial y la Alemania imperial Paz sin honor. . . . . . . . . . . . . . Un consejo de técnicos. . . . . . . . . Teoría social y realidades mundanas
XI. Discípulos y disidentes. El legado de Veblen samiento y la acción social norteamericanos Verdad y tecnocracia. . . . . . . . . . . . . . Opiniones sobre Veblen en tres decenios . .
al pen. . . .. . . .. Los académicos del consenso y los teóricos críticos
XII. Conclusión: ¿Cuál es el futuro del capitalismo? .. 256 267
Tercera Parte DENTRO DE LA BALLENA
VIII. El status bárbaro de las mujeres. . . . . . . . . . .. 279 John Stuart Mili y Veblen: liberalismo y naturalismo 280
437
328 328 333 339 347 356 356 364 374 378
397 397 402 413
426