Cuentos de Lina Meruane (1970)

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Lina Meruane (1970). “Cuerpos de papel” (1998), “Café Obola”(1997), ...

08

Lunes

Diamante Del Cafe

Examen de Adminision

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https://cuentoshispanoamericanos.w https://cuentoshispanoamericanos.wordpress.com/ ordpress.com/

dic ₂₀₁₄

Posted by tere in Últimas promociones, Nueva narrativa ≈

Deja un

Café Obola, Café Obola, Chile, cuentos, Cuerpos de papel, De mano en mano, escritora, Hojas de afeitar, Lina Me na Me

Lina Meruane (1970) se ha convertido en una de las voces referenciales de la narrativa ch todo cuentista pero también escribió novela , ensayo y teatro. “Cuerpos de papel” (1998), “Café O bola”(1997), “Sangre de Narices”(2000), “Ho jas de “De mano en mano”(2011) son muestra de alguno de sus cuentos.

el obituario

RITA CO

….. Lo escucho caer pesadamente sobre la escalinata que da a la puerta; resbala desmembrá cemento. Cada madrugada me despierta , y tras ese violento sonido que anuncia la llegada no puedo volver a dormirme. Me atormenta pensar que algún intruso abrirá la re ja silenc hurtará el periódico matinal; que algún vendedor de la feria podría interesarse en llevar papel para envolver pescado , mariscos , para secar la sangre derramada de la carnicería oca ueves. Para envolver perfumadas manzanas amarillas , y puerros , cebollas , papas. Y huevo todo eso , pero pronto de jo escurrir toda inquietud. Estiro mis piernas ba jo la sá bana; las pies están frías. Mis manos se han combado en la temperatura de estas madrugadas , en las negra cabellera. Algunas canas se enredan en la trama de la peineta , pelos gruesos , áspero esquivando mis meticulosos dedos de pinza. Pero atrapo una , desteñida , y la arranco desd de la anudo junto a otras canas y extiendo el mechón sobre mi catre esperando claridad Sign up to vote onlathis title   se desliza ahora Hace horas que el sol ilumina la persiana cerrada de mi cuarto . La peineta y mis dedos no hallan hebras indeseables; terminada la labor me precipito escaleras Useful

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que huela el perfume de mi escote. Tomo los mechones que he ido recolectando , los enrollo delicadamente en ese único bolsillo cosido de su chaquetón. Suavemente deslizo mis solapas , le voy quitando el abrigo y siento su cuerpo escuálido deba jo de la camisa. Renato y la botella que he de jado sobre la alfombra. Cierro los o jos y abro los botones de mi blusa dedo tembloroso persigue el comienzo de una cana perdida en las sá banas revueltas.

Después de recoger el diario , esta madrugada , vuelvo a la cama con un vaso de vino botella. Renato se ha llevado las demás junto con los diarios , los cartones y mi camisa también un par de aretes plásticos. Y macizos mechones de mi cabello encanecido. Sigo esc durante horas , interrumpiendo esta delicada labor sólo para tomar otro sorbo , o para untar trozo de pan vie jo. Hace tanto que no entra aire de la calle por la ventana. L imperceptiblemente , marcados por el diario que el repartidor arro ja , por inexplicables patio delantero. ¿Lunes? ¿Domingo? ¿Sá bado? La cama aún huele a él , a su vómito. ¿Marte Han llegado algunas cartas , cuentas que no pagaré. El agua apenas escurre por la boca abie Me he acostumbrado a la luz que se cuela entre los listones de las persianas ba jas.

Renato tarda , hace semanas que se atrasa. Imagino que hoy llegará de mañana , cuando mi detenido. Tembloroso , pálido. Hediondo a alcohol. Lo acostaré en mi cama y le serviré al Amarraré los diarios para él y , antes de que balbucee sobre la imperiosa necesidad de llev vie jo carretón para cambiarlos por dinero , desnudaré su cuerpo en juto , bordado de costillas insistiré con mis labios alrededor de su pene blando mientras me masturbo. Cierro los o j timbre antes que las ruedas del carretón. Me sorprende , es exactamente medianoche. Rena ser puntual. Tomo la peineta y veo que mis manos tienen una suave tonalidad amarillent escasas hebras de cabello negro sobre mi cráneo. El resto son canas. Me raspo el cuero apuro; sangra la piel. Ba jo lentamente , descalza , con el vaso ya vacío en la mano. Retiro picaporte. Tiemblo. Sólo veo su cuerpo en el contraluz de la luna. Esta vez no lleva somb encima su chaquetón. ….. ‐Renato ‐le digo‐ , lo esperaba. Pase.

cambiado ….. A brazo su cuerpo , pero algo en él haYou're . Sua altura , lo robusto que está, su postu Reading Preview A su lado me siento repentinamente , demasiado frágil , pronta a desmoronarme como Unlock full access with a free trial. arena humedecida , alcoholizada. Acaricio su cabeza y mi palma resbala sobre su curiosamente larga pelambrera. Download With Free Trial

…..‐¿Renato , es…? ‐susurro emborrachada de extrañeza. Intento reconocer sus labios en oscuridad. Su boca se resiste , como siempre , hasta que cede‐. Renato…

….. Y contesta , algo dice. Hace tanto que no lo escuchaba hablar , me digo sin emitir una recuerdo la última vez, si acaso la hubo. ¿Hubo acaso alguna conversación?, me pregunto exhausta. Pero no lo sé, no lo recuerdo. Y me peino con los dedos , y me mo jo los labios mie boca gesticulando , y veo dientes , y su cabeza subre y ba ja agitando una frondosa cabelle arro jándome el mensa je , que hace siete días , que lo encontraron muerto , que ella es , que ella la mu jer irrumpe hecha pánico en la torpeza de mis oídos.

… ..‐ He venido por los diarios de la semana ‐me parece que dice‐ , por los cuerpos de pape se los guardó para mí? ‐Sus palabras se astillan contra el pavimento. Alza entonces la Renato . on this title  cabellera , escoge una de mis canas y la tira suavemente , como Sign up to vote 

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….. ‐Y tendrá un vaso también ‐dice , de jándose llevar por mi mano‐ , un tintito que me convi

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hemorragia que apenas podía interrumpir con una bola firme de algodones. Era tan delic como había sido el hámster que Roberto le había traído una tarde en una jaula de alambre tengo para ti , le di jo , y levantó el paño gris que cubría el armatoste de metal: ¡un hámster uno , no un hámster sino una. Una hámster querrás decir , corrigió ella después detenidamente su regalo. Una hámster que colocó sobre una mesa lateral mientras Roberto ropa en la pieza. Ella seguía examinando a su ratita por deba jo y entonces se dio cuenta cambiando el artículo que iba siempre por delante del animal , la ratita metida en su sonando y pareciendo un el hámster y no una la , una señorita hámster. Roberto la llamó pero ella seguía reflexionando: hámster era uno de esos sustantivos inmodificablemente animal , como odio , como problema. Camino a la habitación le comentó a Roberto q nombre a esa rata fina , que le donaría el que había sido su nombre propio antes de que Georgina. La ratita que corría sin ir a ningún lugar en el cilindro de su jaula sería Georgina la ex Georgina Silva amaestraba un nombre nuevo , uno que le sonaba más propiamente en vez de Silva. María Carolina Geel era el nombre con el que firmaba sus novelas y con el reducido circuito literario la conocía. María como todas las mu jeres chilenas , Carolina como y Geel —las dos vocales gemelas y femeninas se pronunciaban como una sola i. Robe inconveniente , la atrapó entre sus brazos y la hizo cru jir entera y después salió raudo entrevista para el diario. La Geel se quedó rebanando una ho ja de lechuga para Georgina después alpiste de canarios y un recipiente para que la rata se bañara. La María Caro levantaba temprano y quitaba la sá bana que cubría a Georgina. A bría la celdilla para pon pero jamás tocaba esa bola oscura , de o jos pardos que era Georgina. Una Georgina ari dueña , que era ba ja , que era morena , que tenía los o jos pardos y , según di jeron después los muchos pretendientes a los que no hacía ni el menor caso. María Carolina se encerraba a tardes después del traba jo , y las teclas de su máquina acompañaban el ritmo de la carrera María Carolina era una mu jer limpia y escrupulosa y , a pesar de sí misma , una escritora había vuelto una prisionera de su escritura , como la otra que corría presurosa en su cilind afanaban obsesivamente y ruidosamente en lo suyo sin desplazarse. La escritura detuvo los sus teclas y miró a Georgina en su angustiosa carrera. ¿En qué pensaría Georgina con la lenguaYou're afuera? Reading a Preview Siguió tecleando pero otra vez se interrumpi ó.full access with a free trial. Unlock Tal vez si tuviera compañía.


Tal vez si fuera a la tienda de animales y le buscara un acompañante a Georgina. ¿Otro hámster? ¡Tal vez! Pero , ¿un otro hámster o una otra?

De piernas cruzadas en la cárcel María Carolina Geel recordaba con ternura ese anterior hubiera tomado la decisión correcta. Si sólo hubiera seguido sus instintos en vez de sugerencias de Roberto. Roberto que había enviudado por fin de su esposa enferma necesitaba una nueva madre para su hi ja , Roberto que andaba obsesionado con el matrimon más que hablar de eso a pesar de las rotundas negativas de María Carolina. La escrito casarse con él , pero decidió casar a Georgina. Pobre animal. Pero , ¿pobre él o la?


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Seguía pensando es eso mientras jadeaba por la dificultad para respirar en la privilegiada í É í

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(el año , anotó junto a la fecha , 1955);

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avanzaba julio y estaba ba jando la temperatura


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avanzaba julio

(anunciaban “una media de 5 Celsius en el centro de Santiago”);

avanzaba julio , las mañanas estaban demasiados frescas y no era suficiente abrigo uniforme ni ese nuevo pela je que su cuerpo había producido y que sin pinzas no tenía Para el frío de la cárcel ningún abrigo era suficiente: el hielo en los muros y los suelos de humedeciéndole la piel. Pese a las manos tiesas y a los sabañones en todos los dedos escritora seguiría escribiendo. ¿A qué, si no , había venido a la cárcel? Mordió el extremo lápiz mientras se planteaba cómo se había gestado la historia de esa sangrienta caída Roberto en el vacío de sí mismo. La nariz se le llenó de ese opaco olor a pólvora , los lab metálico de la sangre. Y la cabeza se le quedó en blanco como la ho ja de papel que tenía dela la nuca con las afiladas uñas y pensó: la muerte es siempre el me jor final para un relato , aun se puede empezar por la muerte. Pero no cualquier muerte , la muerte por homicidio. ¡Y era la homicida! La homicida , reflexionó, pero también la artista y otra vez las dimens palabras le cortaron la respiración. Se quitó el perrito para tragar el aire húmedo y pétreo Ese intenso olor a alcantarilla con un toque dulzón: la escritora se di jo: son los p despedazados en el patio , son las espinas incrustadas en la madre superiora. La madre debía hallarse ya en sus labores matinales , tras los latigazos y las oraciones de la noch pecadora debía ser la madre Anunciación , se di jo la escritora , quien desde el primer buenos días rasguñarla ,

hi ja seguido de una o jeada que le cortaba las costuras

desde que le dio su áspero uniforme de carcelaria ,

desde que le ordenó con dulzura maternal que se vistiera , que ya atendería ella persona You're Reading a Preview prendas de civil y a sus joyas , Unlock full access with a free trial.

desde entonces y de ahí en adelante la escritora sospechaba. Se temía lo peor de Asunc gruesas ti jeras , lo peor de ella y de las otras xtra María Patas Verdes (por reas: deWith la ambide Download Free Trial los pies), de la Rosa Farías y sus tratos con la Chamaca de la voz aguardentosa , de la Adelaida y de la María López todavía encerrada en La Solitaria después de la pataleta anterior. Geel había oído clarito lo que decía y cómo entre dos mon jas la arrastraban merecido y se temía lo peor , porque sí, eran todas bien raras , de capitana a carcelaria: María Carolina en lo que hacían estas mu jeres que no escribían , que posiblemente no sup siquiera; qué hacían durante las horas muertas de la cárcel , en qué pensaban , de qué man compañía. Todas esas posibilidades , todos esos signos de interrogación sin palabras de po un material emoliente y estrógeno , y ese olor a rosaleda qué rico , y las ti jeras , se di jo mientr trocito de madera con los dientes delanteros. Y miró su ho ja de cuaderno todavía en blanco hurgar entre los recortes de prensa que atesoraba entre las ásperas páginas , en un entusiasmarse con el encargo que el crítico literario le había hecho. ¡Ni más ni menos que Alone (¡pero no era ése su verdadero nombre!), ni menos ni más que él , otro solitario que  mund sin desplazarse , sí, él le había sugerido , instado , exigido , que escribiera sobre “aquel Sign up to vote on this title lo femenino”:  Useful  Not useful ese mundo particular

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se di jo , y apoyó nuevamente la punta del lápiz sobre su cuaderno. Y comprendió lo sucediendo: tenía hambre , un apetito inhumano. El papel le había desatado el instinto tragó otro trocito de madera. Había leído en alguna revista (¿acaso el Readers Digest?) provocaba heridas en el estómago. Úlcera: dícese de la dolorosa herida en las paredes estómago causada por exceso de jugos gástricos. María Carolina era una mu jer enciclopé medicina sobre todo porque había pasado años aguantando el habla hipocrática de su prim médico. Sabía también de leyes , de tonta no tenía un pelo: su segundo ex‐marido era mucho de esoterismo y de las agitadas prácticas periodísticas pero lo que había aprendid entusiasmo habían sido las letras. María Carolina analizaba todo rigurosamente , era tendenciosa porque era nacida ba jo el signo de Virgo. (“Culta , refinada , triste , vanidosa , f fue la descripción que el sicólogo criminalista había hecho de ella. Era cierto , lo dec horóscopo pero Geel no pudo evitar maldecirlo: ¡misógino , maricón , comunacho!, ex escuchó esta descripción durante el juicio.) Lo último que había aprendido la perfecci Carolina había sido el tiro al blanco con una pistolita Baby Browning calibre 6.35, que moda entre las escritoras de la época. ¿Qué escritora no llevaba una en su cartera? La baleado a su novio con una de esas , y las demás todavía no habían encontrado ocasión Pero no se lo di jo al juez. Se lo diría solamente al coronel Del Canto que la hab incomunicado en la Primera Comisaría la misma tarde del 14 de abril. ¡Cómo le dolía la perrito y se masa jeó la nariz respirando por la boca. Tal vez debería comenzar por ahí su le iban a publicar con un prólogo de Alone , porque , qué podía ser más interesante que el un asesinato contado por el propio autor , la , la , la… canturreó Geel. María Carolina segundo: el rayo de sol había sido obstruido por una nube. El rayo de sol cortad interrumpido , la gramática de su pensamiento truncada , todo rimaba en sus frases Georgina , la la la homicida? ¿Qué sería de ella ahora? No se había detenido a consider terrible , temible , irreversible: no había quién alimentara a Georgina desde que ella había de ninguna manera sobreviviría los 541 días de sentencia que le habían dado en el fallo Instancia , y menos los tres años y un día que le cayeron encima en el fallo de la Sexta Sala Apelaciones. Pobrecita Georgina abandonada en su jaula. Todo porque los jueces habían “si bien el reo (¡ la reo!, ¡la rea!) actuó en el delito con un control disminuido de sus imp ”. Nadie encontraba totalmente privada de razónYou're absolutamente Reading a Preview nadie en esa casa , porq era una mu jer dos veces casada y divorciada y actualmente un mu jer sola. Su único hi jo esta Unlock full access with a free trial. unto a su padre el médico , y el leguleyo hacía tanto que se había esfumado , como su pro Silva a quien nunca conoció se había ido hacía cuarenta y dos años. Nadie en casa , porque With y estar una escritora de manos frágilesDownload como ella era ,Trial y estaba , y por eso había . YFree fotografías en el diario: porque su obra tenía un prestigio literario refrendado por Alone. sabía. Sabía perfectamente que le interesaba a los críticos porque era una escritora “cereb escribía como hombre , porque era una escritora que exhibía un desenfadado erotismo. T erótica de la cárcel y sus malos olores debería escribir ahora , se di jo y carraspeó. Alone amabilidad de mandarle la crónica de Latcham , y María Carolina Geel leyó en voz alta ese otro crítico: “La autora tiene una clara inteligencia para captar matices del alma f técnica moderna , de planos audaces , a jena a procedimientos atrasados”. La autora en pers página , contenta , para qué disimularlo , y regresó a donde se había quedado: su casa aba ratita muerta de hambre. Sólo su amante de los últimos ocho años tenía llaves de su haberse hecho cargo de Georgina — podría , segunda persona singular en tiempo condicion poder —, pero su ex amante estaba muerto. Extinto. Derramado por el Salón de Té como Ex amante y extinto , di jo Geel en voz alta. La estentórea voz de María Carolina repet  ía Signsu upsecreto to vote on thisgtitle como un mantra , como si desenrollara un papiro y anunciara lífico. Y el jero useful  Useful  Not Pumarino Valen zuela , era desconocido pero que seguía sin aclararse era que Roberto

“de 32 años

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Malaquías , su sudor impregnado de ese olor que me hacía sangrar la nariz. Le pasa a las rat ciertos olores las excitan , ciertos olores en los cuerpos de sus crías. Malaquías Concha cabeza a dos manos , y ahí estaba ahora ella cumpliendo su condena. La verdadera Jiménez curvó las palmas como corneta alrededor de sus labios y aulló en el juicio: M Carolina Geel , su señoría , y asesiné a un hombre para librarme de su olor. Hubo toses en de piernas que se descruzan. El abogado se de jó caer abrumado en su asiento. Despué escritora sufría de una obsesividad patológica”. Pero Geel se preguntaba cómo se las iba ratita en la jaula , ahora que estaba sola. ¿Podría aguantar la inanición después de haber anchas? Se las arreglaría de alguna manera. Si sólo yo hubiera prestado más atención , Carolina. Si hubiera tomado nota cuando la vio con la cabeza entre los alambres de su jau su naricilla y sus largos bigotes. No había pensado en los bigotes del encierro , pero al encima de los labios se percató que también a ella le había crecido un mostacho y no alicates ni espe jo de mano. Pero estaba pensando en los bigotitos inquietos de la ratona parido seis diminutos hámster totalmente lampiños , gelatinosos , y ella , María Carolina , los con la punta del dedo. Y Georgina , la , la , la hámster había reconocido las sustan maríacarolinesca , en sus crías. Y algo había sucedido. ¿Ataque de celos? ¿Depresión ner simplemente asco de esa mano de mu jer , de todas esas hormonas de hembra humana. Eso a Malaquías Concha y al juez. Que María Carolina le había pedido perdón doblándole alpiste pero la ratita no había aceptado. Georgina se había trepado en su cilindro y ruidosamente , la noche entera corriendo , la noche entera intentando huir de ese olor a mu gastándose , eso es lo que la Geel había creído percibir entre sueños. A la mañana siguien estaba herido de muerte y tuvo que abrir la jaula para deshacerse de él. Esa misma noche habían perdido la cabeza y Georgina corría dentro de su cilindro. Estás angustiada , pobre susurró entonces la angustiada María Carolina , sin atreverse a abrir la jaula y retirar los ¿Cómo describir el escenario? La escritora chupó el extremo de su lápiz: cómo darle verismo , verdad , realidad , trascendencia , rigor , pundonor , a su relato. No , no había sido necesario retirar los cuerpos porque esa misma noche , cuando iba a poner en la jaula una ya no quedaba huella del genocidio , del infanticidio , del ¿criaturicidio?, ¿del hamstericidio había de jado rastro de ellos , ni un solo hueso , y dormitaba más hinchada que nunca en su celda. Geel devoró la rama de apio mientras observaba a su ratita haciendo la digestión You're Reading a Preview evidencia , ni una sola gota de sangre , pensó en la celda del Correccional , con el lápiz apoyad access with a free trial. tachando una palabra y repensando otraUnlock en el Crillón , qué bien lo entendía ah . Esafulltarde sido menos elegante que Georgina. Ella había olido un cuerpo en Roberto Pumarino , y qu With Free.Trial captado ba jo el perfume a pino un olor Download a sudor femenino El olor la había hecho meter cartera y hurgar en ella , el olor y la mu jer de ese olor tan exquisito la llevaron a levantarse disparar , disparar , disparar , disparar , disparar ,

sintiendo los efluvios de pólvora y luego los perfumados borbotones de sangre. Ex  Sign up , to on this title mezcolanza de aromas , atraída por la secreta novia de Pumarino lavote escritora María Caroli Useful de Not jouseful esos anchos labios acabados de besar , besó esa boca maq uillada porque ya esa  ro quieta.

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asco y de alegría.

La brisa fría se colaba por las ventanas del invierno , nuestro último invierno , y Pila desafiante como una hoguera en un patio de viento. Sólo quedaba un asiento libre , en la primera fila y ahí iba a apostarse , en ese pupitre de madera: se quitó el abrigo azul marin azul , y se arremangó para exhibir impúdicamente el espeso vello de sus brazos. Antes de hacia atrás y ba jo sus gruesas ce jas hirsutas su mirada osciló lentamente entre nosotras , entregara , como si se de jaba lamer por nuestros o jos. Se soltó la cola de caballo y empe mientras nosotras apurá bamos los lápices deba jo de las mesas. No parece una mu jer , dec línea de la ho ja del cuaderno que hicimos circular. Es cierto , es peluda , es demasiado flac pelo , escribió otra de nosotras. Alguna se ensañaba en el borde de la uña cuando por fin se manos del tiempo y la inspectora hundió su dedo tieso en el timbre. Corrimos todas juntas cruzamos la rosaleda , entramos al baño sin de jar vigilante. Frenéticamente , descu de jándonos llevar por el arrebato y los gruñidos , estrenamos nuestras ho jas en una carnicer unas contra las otras. Intentando librarnos del pelo ardiente de Pilar su pelambrera infinita más , se nos iba ensartando.

Pilar se paseaba ante nosotras en el patio mientras pelá bamos membrillos. De já bamos corr la fruta por nuestras manos , nos chupá bamos los dedos imaginándola desparramada en Su mirada insidiosa , esa tarde , nos cortaba el aire. Después la vimos aventurarse lentam pasillo , detenerse en la puerta negra y agitar la melena. La seguimos. Oímos cuando se retrete , su chorro interminable. ¿Quería o no quería? Se lavaba las manos cuando alrededor y le anunciamos lo bien que iba a quedar. No se movió mientras sacá bamos las puso pálida: supimos que gritaría , tuvimos que agarrarla de pies y manos , su jetarla firme meterle en la boca un pañuelo para silenciarla. Se resistía , pero le levantamos el uniforme , calcetines , le quitamos los zapatos negros. Tenía pelo incluso sobre el empeine , y eso e nuestra pasión por ella: qué desnuda iba a quedar cuando termináramos. Qué suave , q seguía revolviéndose con los o jos muy abiertos y yo , que tenía la gillete en la mano , que susurrarle que se quedara quieta por su bien , para no hacerle daño , empecé a rasurarla. vez que se movía. La sangre en vez de asustarnos nos azuzaba , nos instaba a seguir. You're Reading a Preview anestesiaría los ardores de su piel. Unlock full access with a free trial.

El suelo estaba cubierto de pelos y de sangre. Sólo faltaba el pubis y Pilar por fin de jó de ñuelo que se nos estaba desangrand un instante pensamos que se nos ahogaba con el pa Download With FreeoTrial no nos quedó más que desocuparle la boca. Como te muevas , idiota , te quedas sin o jos. P los párpados cerrados , pero respiraba suavemente , y nosotras suspiramos porque temíam cumplir esa promesa y matarla. La ho ja fue cortando su calzón por los lados y , con much descubrirla por completo todavía , empezó a afeitar primero la piel que lucía arriba después hacia aba jo , retardando la aparición del precioso y ansiado pubis de Pilar. Su pubi negro. Sonrió ambiguamente cuando quitamos la tela y vimos aparecer esa enorme lengua sus labios , una lengua que al engordar nos de jó con la boca abierta , sin palabras , atónitas mientras la lengua oscura se iba levantando. Entonces tiramos al suelo las ho jas de afeitar la boca y nos besamos con la lengua , enloquecidas por el éxtasis del descubrimiento. Sobre la camilla lo recuerdo. A mi padre. Me acuerdo de él mientras me tiendo intentando Sign up to vote on this title

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Aún turbada presto mi espalda a la mano de ese desconocido . Raú l es uien me seca Notquseful  Useful humedad con un paño rasposo y pregunta cómo estuvo el sauna.

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Raúl me ha levantado la pierna izquierda; no puedo verlo pero siento sus dedos enterr planta de mis pies; luego se hunden en mis nalgas , estirando y rela jando mis nervios po hasta el cuello. El sopor me anestesia. Hablo un poco , modulo lo me jor que puedo; disimulando. Él lo sabe , se da cuenta de todo. Es un terapeuta en la oscuridad. Está cargado sobre mi Y ahora , un poco más de crema fría , y él avanza aplanándome como un uslero sobre la tener impreso el relieve de sus dedos , y el de la toalla sobre la que estoy tendida. ‐

Tienes la piel bastante seca.

No me animo a contestar. Prefiero el silencio. Pero insiste , presionando sin cesar. Que de de dónde vengo , que cuántos días me quedaré en esta ciudad. ‐

No…, no lo sé.

Afuera , el aroma a eucalipto del sauna , la ducha que estrella su chorro contra la baldosa y un torso; alguien espera su turno. Las manos que masa jean , sus manos.

Cierro los o jos; estas manos fuertes me parecen las suyas. Los abro y es Raúl , no te confund la planta de mis pies: toma uno y lo soba , maquinal. Estará acostumbrado a tanto cuerpo sin marcas memorables: con más grasa , con menos pecas , con una sutura de apendicitis Esas marcas igualadas por la reincidencia no persisten en el recuerdo , son apenas dure timbrar con sus huellas digitales , acupunturar. Sus manos , de quién son. Si olvido que es Raúl el que se está deslizando por mi pantorrilla , si de jo de fi jarme en . crespas , encrespadas , ya nada importa. EYou're s un hReading ombre , simplemente a Preview

Unlock full access with aatr freeátrial. Un pequeño roce entre las piernas. No me atrevo a mirar s , hundo la cabeza en la almo saliva , algo se pulsa ahí como una cuerda y emite una sensación perdida , sin que pueda con

Es mi padre , él.


Me mira serio , me está mirando. ¿Te has vuelto loca?, increpa. Puta. Hi ja de. Es un error; y esta vez quisiera aclarar el equívoco , pero tampoco querrá escuchar. Aqu paga soy yo. No me atrevo. Peor que puta , repite. ‐

Date vuelta , de lado. Así.

La caricia aceitosa me adormece; el roce sobre el abdomen , enSign , más fuerte , más suave espiral up to vote on this title useful  Useful  Not Ahora el torso… Estoy tosiendo , es difícil respirar. Mi madre me frota la espalda. Es el que conservo de ella: murió antes de que supiera llamarla madre , antes de que pudiera í

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sentía llorar apoyado en mí.

Nos dormíamos en su cama.

Casi no siento las manos de Raúl. Es curioso. Esto debiera provocar alguna sensación soben los pechos , los pezones. Nada. Toca como si no fuera una mu jer sino un trozo de mas enmantequillando , lo que adoba sobre la bande ja del horno. Me de jo pan , pastel de carne;

Mi padre desaprueba. Papá, no te pongas así. Nunca más quisiste acercarte a tu hi ja reemplazarte? ¿Marta? Está muerta. Eso di jiste: que había fallecido en un accidente de car hablaría más del asunto ni visitaríamos su tumba. Como si no hubiera existido. Y quema fotos. Para que no sufras. ¿Quién está diciendo esto?

Tú. Para que tú no sufrieras; yo no sentía nada al oír su nombre , era sólo una referenci intimidad , de rostro. Nunca hubo madre para mí. Hasta que empezaste a nombrarla. La máquina vibra: ya las manos de Raúl no surten efecto y esta ruidosa caricia met estremecerme. Comienza en la cara , faltaba traba jar esos músculos. Luego , un barrido por para acabar en el empeine , en la punta de los pies. Pronto va a acabar y me iré a dormir , provisoria cama del hotel. La cama. Por tanto tiempo mi cama fue la suya , la de mi padre cumplí los once tuve que acostumbrarme a dormir en la pieza del lado. No de jó que me con él: ya estás grande , ya no te asfixias. O bservaba silencioso cómo crecía.

Yo me a justaba el vestido en el espe jo que había detrás de su puerta y percibía un expresión. Se iba a la cocina , se preparaba otro trago. Demoraba tanto como yo en vestirm ponerme el uniforme. Llegaba tambaleáYou're ndoseReading , sin mirarme , y entonces yo lo de jaba a Preview miedo verlo así, me encerraba por horas en los momentos felices de las fotografías. A Unlock full access with a free trial. dormía torcida y despertaba con calambres. Download Free Trial ía por la tarde y tú esper en miWith padre Por las mañanas partía al colegio pensando ; volver puerta. Prepararías la cena mientras yo dispongo la mesa , y me cuentas que en la oficina en el taller el auto , que esta tarde vendrán tus amigos a hacernos compañía.

La puerta estaba a medio cerrar cuando llegué a casa. Toqué. En respuesta sólo obtuve silencio. Corrí entre los muebles , tropecé en los pliegues de la alfombra , papá, papá, hasta entrar en

Mal puesto en la silla , derrotado , con la cabeza entre las manos. En tu balbuceo hubo pal alcancé a entender. Pero levantaste la cabeza , los párpados , y me miraste  como Sign up to vote on this title absolutamente lúcido. 

Fue sólo un momento.

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Raúl ha posado su mano sobre las marcas.

No , que ya no me toque. Aparto su mano de ese lugar. Me muerdo los labios mientras conte la espalda. ‐

Sí, un accidente.

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com. El tema Chateau Seguir

Construye un sitio web con WordPress.com




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Cuentos de Lina Meruane (1970)

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