Colegio de Bachilleres del Estado de Quintana Roo
Cuentos y leyendas de los bachilleres Compilación: Raúl Arístides Pérez Aguilar
Chetumal, Quintana Roo Mayo de 2000
Cuentos y Leyendas de los Bachilleres
Los juglares eran los encargados de transmitir oralmente, de generación en generación, las tradiciones y leyendas de un pueblo. Con la invención del papel y la imprenta esa labor se queda rezagada y en nuestra época actual, la televisión ha modificado el proceso de la comunicación en todos sus sentidos, dejándonos escaso margen a la imaginación. Sin embargo, persiste en nuestra institución la idea de difundir las costumbres, leyendas y mitos de nuestro pueblo. Este libro surge de una serie de eventos en los que los jóvenes bachilleres participaron por lo que consideramos importante dar a conocer la creatividad manifestada y en donde podemos apreciar aspectos de la vida de nuestras comunidades herederas de la cultura maya, la más importante y antigua de la región. Consideramos que este libro nos permite recrearnos en el recuerdo de los tiempos idos y comparar los cambios que han experimentado nuestras costumbres y reflexionar sobre la responsabilidad que adquirimos para apoyar a las nuevas generaciones. Dirección General
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Cuentos y Leyendas de los Bachilleres
Cuentos y leyendas de los bachilleres Compilación: Raúl Arístides Pérez Aguilar
Jefe de Materia de Lenguaje y Comunicación
Ilustraciones: Gerardo Barragán Rábago
Coordinación de edición: Profr. Luís González Pacheco Gómez. Jefe del Departamento de Bibliotecas
Primera edición mayo de 2000. DR. Colegio de Bachilleres del Estado de Quintana Roo. Othón p. Blanco No. 243 Chetumal, Quintana Roo México. 3
Cuentos y Leyendas de los Bachilleres
CONTENIDO: PRESENTACIÓN •
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EL SURGIMIENTO DE LOS LAGOS Elizabeth Ac Del Ángel Ángel LA CASA DE LA NOCHE Y LA BESTIA LLAMADA BOOB Beatriz Pérez Mancilla LA LEYENDA DEL CAPULLO FLOR Armando Valdivieso Gordon METAMORFOSIS Jeobani Salas Zamora Zamora LA MARIPOSA NEGRA Marielsy Echeverría Pool CHAN PAL Iceberg Nahum Patiño Arbea LA CÁMARA PROHIBIDA Jéssica Trejo Hernández Hernández LIRIO – LA Dora Marlene Balam Uicab EL ROBO DEL MAÍZ David Gustavo Chan Chan Tuz EFECTO INELUDIBLE Anabelle González González Beltrán EL AMANECER Igor Fabián Rocha Dorado
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PARA ESTEBAN ... CON AMOR Octavio Aarón Salazar Hernández . LA CUEVA DE LOS VENADOS Edwin Bernardo Oney Oney López LA VIRTUD DEL VENADO Florentino Ex Colli EL CORALILLO Luis Enrique Carrillo Minaburo Minaburo FUEGO VIEJO Aarón Salazar Hernández Hernández ESTE CUENTO Lol.Be Casamadrid Alfaro EL CHECHEM Y EL CHACÁ Karina Soto Soto Soto LA TRANSFORMACIÓN DEL TEPEZCUINTLE EN CULEBRA Florentino Ek Colli EL DÍA QUE GRANIZÓ Aarón Salazar Hernández Hernández MURMULLOS DE LA PIEDRA Aarón Salazar Hernández ESOS OJITOS Aarón Salazar Hernández Hernández
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PRESENTACIÓN La Dirección General del Colegio de Bachilleres emitió convocatorias dirigidas a la comunidad estudiantil con objetivos que pretendían fomentar la creación literaria entre los jóvenes bachilleres, el rescate y la conservación de las tradiciones populares. Ambas invitaciones –una sobre cuento y otra acerca de tradición oral - exigían - entre otros requisitos- trabajos originales de extensión y tema libres, asimismo que tuvieran cierta calidad expresiva y cuyos autores fueran alumnos del Colegio de Bachilleres. La respuesta a sendas llamadas no se hizo esperar. Así que empezaron a llegar a la Dirección General los trabajos que, provenientes de todos los planteles, mostraban el interés de los estudiantes por desarrollar su arte literario y la asunción clara de una conciencia de las tradiciones de la región. Se recibieron cerca de cien textos que versaban sobre diversos temas y que contenían alusiones históricas, conocidos mayismos, originales personajes y atinadas expresiones lingüísticas, entre otros detalles. Es así que después de registrarlos, el jurado inició el arduo trabajo de lectura y análisis que culminó con la selección de los mejores cuentos y leyendas de los bachilleres . En este libro se compendian todos los trabajos que por su calidad y hechura merecieron el reconocimiento del jurado calificador formado por varios especialistas en la materia. Son estos textos el producto de cuatro concursos anuales que seguramente enriquecerán el pequeño aunque significativo patrimonio literario de Quintana Roo. Son solamente veintidós, entre más de quinientos recibidos desde 1996, que destacan por su particular factura e interés artístico. Los cuentos tratan sobre variados temas que van desde un costumbrismo provinciano hasta la ciencia ficción, pasando por un moderno realismo nutrido a todas luces por las lecturas de grandes autores de la literatura universal. Algunos muestran en su estructura narrativa una cercanía evidente con la literatura oral, aunque también hay otros que –dada su complejidad en el manejo del tempo narrativo- se alejan ostensiblemente de ella. Las leyendas por su parte organizan las historias en una estructura lineal y contienen conflictos en los que aparecen seres sobrenaturales y míticos propios de la región maya: aluxes, huayes, monstruos que, en medio de un ambiente montaraz, recrean las creencias y costumbres de los lugareños. Todos ellos, en apariencia sencillos, son una muestra de la creatividad de los jóvenes bachilleres de Quintana Roo quienes ahora ven culminados sus esfuerzos en esta publicación que seguramente deleitará a varios lectores e impulsará a estos bisoños narradores a escribir más y mejor.
Raúl Arístides Pérez Aguilar
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EL SURGIMIENTO DE LOS LAGOS Elizabeth Ac Del Ángel En un pequeño pueblo quintanarroense, había una casa muy humilde donde vivía una mujer con su bebé y un perro negro y grande que cuidaba día y noche del solar. Un día en que la mujer se encontraba apurada acarreando agua con dos cubetas escuchó que su pequeña lloraba; ella, enojada por el cansancio empezó a gritarle al perro “¿no escuchas que el niño llora?”, el perro se quedó como si nada ocurriera y volvió a exclamar la mujer “¡perro inútil, ¿no estás escuchando que el bebé llora?”, el perro la miró y la mujer por última vez dijo “anda y mece al niño, bueno para nada”. El perro, al escuchar por tercera vez que la mujer le decía que viera al niño, corrió hacia adentro de la casa y empezó a mecer y cantarle al bebé. El perro se había convertido en un ser obediente. Tan grande fue la sorpresa de la mujer al llegar a su casa y encontrarse al perro obedeciendo las órdenes que le había dado, que arrojó sus dos cubetas de agua convirtiendo su casa un enorme lago. Se decía por los antiguos que a esta leyenda se debió el surgimiento de los lagos y ríos.
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LA CASA DE LA NOCHE Y LA BESTIA LLAMADA BOOB Beatriz Pérez Mancilla Cuentan las personas mayores a sus nietos en las apacibles tardes del poblado de “NohCah”, la leyenda del Boob y de la maldición del Ak’ab naj. Según lo describen, era el Boob enorme animal de dos patas y dos brazos largos llenos de erizados pelos y babeante hocico, que se apostaba a la vera del camino antiguo que unía Chan Santa Cruz con Payo Obispo, entre los poblados de Noh – Cah y Tzuk Ha’as y que con feroz saña devorada a todo viajero quien para su mala suerte le entraba la noche en ese tramo. Por este motivo toda persona que tuviera necesidad de viajar, organizaba su ruta de manera que a plena luz del día cruzara esa parte tan peligrosa. Cabe aclarar que dicha fiera sólo devoraba a los hombres y respetaba a las mujeres. Los aterrorizados habitantes del rumbo acordaron construir a medio camino una casa de especiales características para proteger a quienes les alcanzara la noche en ese tramo. Puestos de acuerdo, entre todos construyeron una enorme casa de paja a ocho metros del suelo; levantaron también una tarima en donde pudieran descansar los viajeros. Para alcanzarla tendrían que subir por medio de una cuerda, de modo tal que cuando ya todos estuvieran arriba se recogía y ellos quedaban completamente aislados. A esta construcción le llamaron “Ak’ab Naj”. A partir de entonces, todos procuraban llegar para pernoctar allí cuando pasaban por el rumbo, aunque por la noche escucharan el espeluznante alarido de la bestia furiosa y hambrienta. Así paso el tiempo. Osados cazadores habían tratado de acabar con la bestia pero ningún arma le hacía daño. Asombrados consultaron al Ahkin quien todo lo sabe, y les dijo: “solamente podrá acabar con el Boob una mujer valiente”. Y sucedió que un día en que un joven matrimonio con un pequeño en brazos se dirigía a Payo Obispo llevándolo muy enfermo, les alcanzó la tarde en el camino, y sabiendo el peligro decidieron pasar la noche en el Ak’ab Naj. Subiéndose a la tarima se dispusieron a descansar. Al poco rato, comenzaron a escuchar los bramidos del Boob, El pequeño asustado comenzó a llorar.
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Con el llanto del niño la bestia aumentaba sus aullidos y el pequeño, más asustado, aumentaba su llanto también. Conociendo la grave enfermedad del niño, el padre desesperado tomó su escopeta y decidió bajar. Aunque sabía que lo podía matar, se enfrentó a la bestia que rabiosa se le fue encima; y entre ruido de disparos y gruñidos, comenzó a devorarlo. Angustiada la infeliz madre dejó a su niño y bajó a ayudar a su marido; tomó la escopeta y llegando a la fiera que se revolvía para atacarla, levantó el arma y apuntó al babeante hocico que se abría; apretó el gatillo y la bestia cayo fulminada. Llegó hasta el cuerpo de su marido, lo abrazó desesperada, pero al verlo sangrado y destrozado tomó a su hijo y corriendo se dirigió al poblado más cercano a pedir ayuda. Asombrada la gente escuchó que la fiera había muerto. Aún temerosos, decidieron esperar la llegada de la mañana para acompañar a la mujer. Muy temprano, todos los hombres del poblado fuertemente armados se acercaron al Ak’ab Naj y encontraron el destrozado cadáver del intrépido marido, pero de la bestia sólo un pequeño reguero de sangre que se adentraba a la tupida selva. Decididos siguieron la huella sangrienta y llegaron ante una semioculta gruta en cuyo fondo encontraron en el cadáver de una mujer en quien reconocieron a la curandera que vivía en los alrededores. Los más viejos aconsejaron cortarle la cabeza para llenarla de sal. Hecho esto fue depositada en el brocal de un antiguo pozo del camino; al pasar el tiempo la gente fue conociendo el pasaje como Polinkín , lugar que actualmente es un próspero poblado que aun conserva parte del nombre original, pues se le conoce como Polinkín.
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LA LEYENDA DEL CAPULLO FLOR” 1 Armando Valdivieso Gordon Desde sus primeros años se había inculcado a la princesa Ix – Lol - Nicte’, que era el más grande honor y felicidad que podría anhelar una doncella, ya de alta alcurnia o de humilde nacimiento, el ser elegida para servir en el palacio acuático, al desposarse con el Dios de las aguas, quien velaría y protegería a su pueblo colmándolo de bienes y mercedes. La doncella desde niña se había acostumbrado a la idea de la posibilidad de llegar a ser la prometida del Nohoch Yum – Chak, y en pocas ocasiones, al darse cuenta del hambre que pasaban los habitantes de su cacicazgo, sintió verdadero ardor por ser ella la elegida como ofrenda amorosa para poseer las bendiciones del tornadizo Dios de las aguas. Eso sucedía antes de la llegada del asustado cervatillo; mas desde que conociera al joven guerrero de hermosa complexión, su corazón sentía de diferente manera; ya no ambicionaba el honor de compartir el lecho nupcial en el palacio acuático, ella deseaba sentir el calor de los brazos de un mortal como ella misma; y sintió que una gran tristeza envolvía su núbil alma. Entretanto, Ah Nabte’ , que se había distinguido por su carácter enérgico y por su valiente decisión, formó su plan, y pensó que la bella Ix- Lol- Nicte’ no debería ser sacrificada al apetito del habitante del Cenote Sagrado. Para no oponerse a los designios de los dioses, el joven enamorado raptaría a la princesa antes de que llegara el día de la elección terrible, y se puso a madurar su plan a fin de que se realizaran sus ilusiones. En el mismo lugar vivía la arrogante y orgullosa joven india Ix - Ek’, hija del Gran Batab Ek’Chak, y por su deslumbrante hermosura se susurraba entre los pobladores que ella obtendría el alto honor de ser elegida para habitar en el palacio del Dios de las aguas; mas los que conocían la crueldad de su corazón y su constante hipocresía se decían: “Los dioses que leen el pensamiento y conocen los sentimientos de esta malvada criatura no la elegirán; y el H - men que por medio de su Sastun descubre las lacras de los hombres, seguramente no permitirá que Ix - Ek’ tome participación en la elección, porque el Nohoch – Yum - Chak, se enojaría y mandaría terrible castigo sobre el pueblo
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Leyenda narrada por Herculano Uh y traducida por Verónica Barbosa.
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A la orgullosa y malvada Ix – Ek’ no le hacían mella las murmuraciones, anhelaba ser la elegida para prometida del Dios de las aguas, no tanto por el honor que ello significaba ante los ojos de sus compañeros, si no para vencer a su rival, la dulce Ix – Lol – Nicte’ a quien odiaba con toda sus ganas porque era amada por todos. La época de la gran ceremonia se acercaba. Un día que el enamorado Ah Nabte’ rondaba cerca del palacio del cerro para contar sus planes a la princesa Ix – Lol – Nicte’, el joven guerrero fue visto por la altiva Ix - Ek, quien al contemplar al hermoso mancebo olvidó su propósito de ser la prometida del Señor del Cenote Sagrado y pensó que mejor sería entregarse a la conquista de este joven mortal que sin duda le proporcionaría le felicidad a su estéril y malvada vida; y mañosamente procuró encontrarse con él, como si la casualidad los hubiera puesto frente a frente. Ix - Ek’, con palabra melosa, le preguntó si se había perdido por aquel lugar, ofreciéndole luego conducirlo a donde quisiera dirigirse si era que no había llegado a escuchar el dulce canto del pájaro azul que en las mañanas desgranaba, oculto en la copa de los árboles, sus más tiernas armonías para saludar al sol. Ah – Nabte’, ignorando la pasión que abrigaba la linda muchacha, engañado por la dulzura de su voz y tal vez deseando expandir su atormentado espíritu, cantóle el amor que sentía por la princesa Ix – Lol - Nicte’, y sus planes para librarla del sacrificio a que sería condenada, frustrándose así las ilusiones de ambos. La hipócrita doncella se cuidó de ocultar sus celos al escuchar la ardiente pasión del mozo hacia su envidiaba rival, y prometió ayudarlo a realizar sus planes. Mas, ¿cómo? Por medio de un plan diabólico; pues la mujer celosa para conseguir sus propósitos no tiene escrúpulos ni obedece leyes; no siente ataduras no se detiene en nada ni teme a nadie, Dios o Demonio, “Tan silenciosamente como teje sus hilos la araña de la jungla, así la malvada hija del Gran Batab Ek’Ccak tejió sus hilos de hipocresía y falsedad para hacer que los dioses escogieran a la princesa Ix – Lol - Nicte’ y así para separarlos. Antes de marcharse le dijo al enamorado: “Aunque la princesa Ix – Lol - Nicte’ es muy hermosa, tal vez no la quiera el Dios de las aguas porque es muy inocente y no sabría gobernar bien la casa; mas si es elegida, yo haré que no descienda a las profundidades del agua para que tú puedas recogerla y llevarla a lejanas tierras y haga tu felicidad en el resto de tus días, vete tranquilo y confía en mí. Ah Nabte’ demostró a la muchacha su agradecimiento y se despidió, lleno de confianza y de alegría fuése a preparar todo para la huida; y en poco tiempo quedó terminado el mullido K’oche’ en que sería conducida la princesa desde su casa por un grupo de fornidos indios y hombres de su confianza. Llegó, como todo llega en la vida, el momento en que el Gran Sacerdote anunció que había llegado el día de la elección; y conjuró a que todos participaran en la ceremonia.
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Ah Nabte’ pertenecía a la guardia del Halach uinik y sabía que como portador del Hulche’, tenía la obligación de estar presente en la ceremonia de la elección de la prometida del Nohoch – Yum – Chak, y también sabía que si faltaba a ella, le significaba la degradación de toda su familia que sería convertida en esclava; por tanto, no podía excusarse de presenciarla. Era en el mes del nuevo sol; las tempranas lluvias de primavera habían pasado; el firmamento era un inmenso manto de turquí, aunque de vez en vez algunas nubecillas se mecían en el espacio azul obscureciendo el brillo del sol. La amplia plaza estaba cubierta por suave y verde zacatillo producido por la humedad de las neblinas mañaneras; ni polvo, ni briznas en la atmósfera; era un día limpio y lleno de luz. En la plaza se erguía la pirámide del sacrificio; ante ésta se levantaba la plataforma de Nohoch – Kan que debía presidir la ceremonia y elegir a la prometida de Nohoch – Yum – Chak, en el centro de la plataforma había una especie de trono esculpido en piedra, y encima de él un dosel multicolor con bordaduras de oro que presentaba una abertura en su parte superior, para que cuando brillara el sol su luz cayera directamente sobre la persona sentaba en el majestuoso trono. Durante la ceremonia, que iniciaría cuando el sol estuviera en lo más alto del firmamento, el gran sacerdote llamaría, una tras otra a las doncellas, y aquella sobre la cual brillara el sol durante el tiempo señalado, sin que su faz fuera velada por las nubes. Sería la elegida por los dioses para desposarse con el Dios de las aguas. De esta manera providencial Ichx’in, que era el más grande de las divinidades del Mayab, decidiría cuál de las vírgenes debería ser la prometida de su hermano el dios Nohoch – Yum – Chak, quien seguramente se sentiría feliz y satisfecho. Para presenciar la majestuosa ceremonia llegaron las multitudes de lejanas regiones y se reunieron junto a la plataforma de Nohoch Kan. En el ambiente reinaba sepulcral silencio, y opresivo malestar se cernía sobre los mudos espectadores porque se sentían amedrentados por la presencia de los dioses quienes habían llegado a escoger a la más hermosa mujer que debía vivir en el fondo de las aguas del Cenote Sagrado. La Ceremonia comenzó con el canto de la música ritual, entre la cual se destacaban las pavorosas notas del caracol y la voz bramadora del sacatan, Y cuando el Gran Sacerdote levantó la mano, la música calló y tornó a reinar un profundo silencio. Todas las miradas se clavaron en él; y todos vieron que tomara un Homá con brazas, vertiera sobre éstas lagrimas de “copal” y luego, con paso mesurado, insertara los cuatro ángulos de la plaza al mismo tiempo que sus resecos labios musitaran extrañas oraciones para pedir sus bendiciones a los Cuatro Bacabes que sostienen sobre los hombros las cuatro columnas del mundo. El gran sacerdote hizo la misma operación cuatro veces y después anunció enfáticamente que los dioses serían favorables para la elección de la más bella india. Después se oyó la voz del caracol que suena dos veces; y al extinguirse el sonido se aproximó un K’oche, y de él descendió la encantadora princesa Ix – Lol - Nicte’, luciendo su Hipil adornado en el cuello y en el borde inferior por delicado Xokbil – Chuy hecho por las monjas de la población, y que representaba los racimos de Chankalá con sus flores rojas como boca de dragón y sus frutos como azabache, pues eran los colores dedicados al Ah – Chik’in – K’u (Gran dios del Oeste). Precedida por sus damas que iban esparciendo flores amarillas en honor de los dioses Ah – Xaman – K’u y Ah – Nohol – K’u (Dioses del Norte y del sur), Ix – Lol - Nicte’ avanzó, despacio, con grandiosa dignidad, temblando toda ella, aunque sin demostrar sus temores, hacia la terraza; y con majestad de princesa india se sentó en el fatídico trono de piedra.
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Todos se admiraban de su tranquilidad; mas en el fondo de su tierno corazón rogaba con ardor que los dioses no la eligieran, porque esta desdichada mortal ¿cómo podría desear ser la prometida del Dios de las aguas si ante sus morenos ojos tenía al joven mortal que había conquistado su adoración? Un prolongado suspiro levantó su tibio pecho lleno de amargura; y otro suspiro brotó de la asombrada muchedumbre ante la visión de tan preciosa virgen. El gran Sacerdote volvió a levantar la mano; y el tambor volvió a sonar siguiendo el compás del Kuluak que el maestro de ceremonias tenía sentado frente a la muchacha; contaba los golpes del tambor; y cuando el Kuluak dejó de moverse, el tambor también dejó de sonar. Después la princesa abandonó la plataforma, y acompañada de su cortejo retornó a su hogar. Luego tocó el turno a Ix - Ek’, cuya deslumbrante belleza hizo brotar un murmullo de admiración; mas la orgullosa doncella miró desdeñosamente a los espectadores, porque para ella el pueblo nada significaba. Si sentía algún temor, bien lo disimuló y para los observadores se portó violentamente durante todo el tiempo que ocupó el trono de piedra, y todos creyeron que anhelaba ser la prometida del Dios de las aguas para obtener el sueño en el que se cierran para siempre los ojos de la vida. Se dio por terminada la ceremonia de la elección de la novia para Nohoch – Yum – Chak; mas la decisión de la elegida sería diez días más tarde según rezaba el ritual observado. Ah Nabte’ pudo comprobar que, mientras su adorada Ix – Lol - Nicte’ estuvo sentada en el trono de piedra, y la más tenue nubecilla pasó frente al disco del K’in (sol) por lo que auguraba que la señora y dueña de sus ilusiones sería escogida por los K’ues (Dioses); y sintió como si un puñal le atravesara el pecho, y con su corazón adolorido volvió a su casa para contar sus cuitas a la noche acogedora. Ya estaba recogido en su lecho, cuando el angustiado joven recibió un aviso de la bella Ix - Ek’, quién le decía: -Kóten; bin in wántikeche kex lep´ el ólakob k’uob, In wohel a yácunah Ix – Lol - Nicte’ yéyabi. (ven, te ayudaré aunque se enojen los dioses se que tu adorada Ix – Lol - Nicte’ fue escogida) Ah - Nabte’ violentamente fue a casa del jefe guerrero Ek - Chac para confirmar tan ingrata noticia; y antes de que llamará, sonando su caracol, la hermosa Ix - Ek’ abrió la cortina de entrada y se puso junto a él, luciendo una preciosa vestidura, los ojos brillantes de entusiasmo, las mejillas encendidas y la pequeña boca destilando aroma embriagador. El mancebo no pudo decir una palabra confundido ante tal verdad y resignado y ansioso se decidió a escuchar a Ix-Ek’ que exponía sentenciosamente: Si tu amada Ix – Lol - Nicte’ resulta la elegida por Ich – K’in, tú le aconsejas de que cuando llegue el momento en que sea arrojada al Cenote Sagrado debe poner su cuerpo rígido como un arco para que penetre en el agua como la flecha lanzada por el Hul – Che’, y así pueda retornar a la superficie. Diré a los Sacerdotes que deben sostenerla y lanzarla, que los dioses del Mayab susurraron al Gran Sacerdote que Nohoch – Yum – Chak no quiere a la novia este año; por consiguiente ellos deberán lanzarla con cuidado para que su cuerpo no dé vueltas en el aire y pueda volver a la superficie del agua sin causarse daño alguno. Entonces, cuando parezca que el dios de las aguas rehusa a la muchacha, tú estarás listo para rescatarla haciéndote digno de poseerla. No temas, pues hermoso Ah Nabte’. Los sacerdotes saben que soy la hija del Gran Ek Chac que tiene poder de vida o muerte sobre ellos y harán lo que yo les diga. No temas, repitió la hipócrita criatura envolviendo con el fuego de sus miradas al asombrado mancebo que confió en sus palabras mentirosas.
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Antes de retirarse, con el corazón lleno de esperanza y reconocimiento, Ah - Nabte’ pidió las bendiciones de los dioses sobre Ix - Ek’, sin percatarse del tenebroso relumbrar de sus ojos de serpiente. Presto se fue a la floresta en busca de la princesa Ix – Lol - Nicte’ mientras los Oxp’el –ek’ (Estrellas de las tres marías) lo miraban con piedad desde el cielo. Al amoroso llamado pronto salió Ix – Lol - Nicte’ quien llorando se arrojó entre los amantes brazos del hermoso Ah Nabte; y susurrando entre sollozos le dijo: ----- Mi bien amado, que éste sea nuestro último adiós, ya que es la voluntad de los dioses, debemos separarnos para siempre. -
Ma wok’ol, kichoam suhuy; ma in K’at ka halk’ahak u tuk’nel a wich. (No llores, linda virgen; no quiero que se deslice el agua de tus ojos).
Ah Nabte’ se arrodilló a los pies de la bien amada y se puso a explicarle el plan de Ix - Ek’. Al escuchar las cariñosas palabras, la princesa sintió que en su pecho renacía la esperanza que calmó sus temores, y nuevas ilusiones poblaron su alma, mientras la melodía nocturnal de la floresta sólo era interrumpida por la música de los amorosos besos ......... Mas cuando la joven se quedó sola, sus temores retornaron porque desconfiaba de Ix - Ek’, quien sólo buscaría la manera de separarla de gallardo guerrero, que “la intuición de la mujer llega a donde no llega la razón del hombre”. Pasados los diez días rituales, llegó el día fatal, porque el gran sacerdote anunció que los dioses habían escogido a la princesa Ix – Lol - Nicte’ para prometida de Nohoch – Yum – Chak. La perversa Ix - Ek’ creyó llegado el momento de llevar a cabo sus planes ayudada por los dioses del mal, y guiada por Hun – Ahau, el endemoniado. Hizo creer a los dos nakones que deberían tirar a Ix.-.Lol - Nicte’ en el Cenote Sagrado, que el gran Sacerdote había tenido un mal sueño, y que de no ser aceptada la princesa por el Dios de las aguas, todos los Sacerdotes y habitantes del lugar morirían antes de que llegara la noche, por lo que les recomendaba que si querían conservar su vida, mecieran con todas sus fuerzas a Ix – Lol - Nicte’ de manera que su cuerpo diera muchas vueltas en el aire y cayera mortalmente en el agua. Los sacerdotes, amedrentados por las palabras mentirosas de Ix - Ek’, lanzaron el frágil cuerpo de la princesa adorable con tal fuerza que fue a estrellarse contra lo salientes rocas laterales del cenote. Y aquel delicado cuerpo de color de perla, todo mutilado y manando sangre inocente, se hundió para siempre en las verdes aguas del Cenote Sagrado. El atlético joven Ah - Nabte’, parado en el borde del Cenote, listo para arrojarse al agua y sacar a la princesa Ix – Lol - Nicte’ al reaparecer en la superficie, vio con horror como ésta se estrelló contra las rocas y cómo un gesto de agudo dolor desfiguró la bella cara; y enloquecido, se abalanzó sobre la hipócrita y desalmada Ix - Ek’ y la tiró en el Cenote; y luego se acercó a los asustados Nakones y los arrastró hasta el borde ..... Y los tres cayeron en el abismo en donde encontraron la muerte. Ante aquel macabro espectáculo, todos los presentes se sobrecogieron de terror; porque se dieron cuenta de que había sucedido algo tan portentoso que caería sobre ellos el furor de los dioses del Mayab.
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Efectivamente, pocos momentos después, grandes nubes negras aparecieron en el horizonte y viniendo de los cuatro puntos cardinales se unieron tapizando el firmamento porque el Dios de las aguas estaba irritado debido a que un sacrificio sagrado había sido transformado en día del mal e hizo que los cielos abrieran sus cataratas para producir un diluvio. Horribles truenos hacían temblar la tierra y las montañas; gigantescos relámpagos, cual arañas luminosas, alumbraban sin cesar el firmamento los rayos entraban hasta las profundidades del Cenote Sagrado. Cientos de habitantes fueron barridos al Cenote Sagrado y hundidos en las verdes aguas, y otros fueron abatidos a muerte; y los que huyeron, creyendo escapar de la furia de las divinidades, muy pocos lograron llegar hasta sus hogares, Y cuando al fin terminó la tormenta se observó que eran muy pocas las casas que quedaban en pie. La población había quedado destruida. Y termina la leyenda diciendo: “La mata de Sak – Nicte’ que floreció por vez primera el mismo día en que vio la luz del mundo la princesa Ix – Lol - Nicte’ cayó convertida en estrellas, y sus blancas flores de dulce fragancia quedaron estrujadas”. Y también dice: “El corazón de la planta fue consumido por un gran gusano negro de rayas rojas, como los frutos carmíneos que lucía sobre el pecho la malvada Ix - Ek’
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METAMORFOSIS Jeobani Salas Zamora Cuando empecé a notar que Aldo escogía ciertos momentos para estar completamente solo, me inquieté sobremanera. Una preocupación muy grande se apoderó de mi persona y por mi cabeza pasaron ideas descabelladas, ridículas y hasta macabras. Trataba de explicarme de alguna manera el repentino cambio que se estaba experimentando en mi amigo, pero no hallaba respuesta lógica. Busqué en el terreno de lo racional pero fue inútil contestar mi gris interrogante , en mi desesperación por encontrar la respuesta, me aterré ante cuanta idea pasó por mi cabeza. ¿Lo expulsarían de la escuela o estaría enfermo?, fueron las primeras posibilidades que pensé; ¿cometió algún delito?, ¿violó a alguien?, ¿robó alguna joyería?, ¿Se dio cuenta que es estéril o es homosexual?, ¿descubrió que tiene cáncer o leucemia o SIDA?, ¿estará enamorado y la chica no lo pela?, ¿lo busca la policía por posesión de droga o por sus ideas comunistas? ... no, no, no.... y parecía que nada podía resolver mi pregunta. No había cambiado de manera radical, sino que de repente quería sentirse solo, cuando él siempre había buscado la compañía de los demás; se quedaba callado, casi mudo, a la mitad de la plática más interesante, y se retiraba al patio, a la habitación en penumbras o a la azotea para estar con nadie, para encerrarse en su soledad y su silencio. Empezó a contestar las preguntas con monosílabos (No. Sí. Gracias. OK. Disculpa.) cuando la facilidad de palabra era su mejor arma y sus discursos tan carismáticos como su sonrisa. Escribía frases sueltas en papeles que parecían no tener ningún significado, al menos para mí ... “ven noche”, “mi propia guerra”, ... “sombras de vacío y ansiedad”, “lúgubre sentencia” ... “frío en primavera”.... y otras de ese tipo que me desconcertaba mucho, pero más aún, me preocupaban demasiado. Y aunque para mucha gente, casi toda, seguía siendo el mismo joven expresivo, comunicativo, alegre y cautivador, para mí no era el mismo, yo sí podía notar su evolución; yo sí percibía un notable cambio en su forma de ser y de comportarse, no en balde compartíamos la misma habitación, disfrutábamos de las mismas pláticas, comíamos a la misma hora y teníamos las mismas diversiones. Era mi amigo, mi confidente, y no era posible que ignoraba su nueva faceta fría y muda, su vago comportamiento y su tonto mutismo. Me dolía que no acudiera a mí si es que tenía algún problema; si necesitaba ayuda, que no compartiera este silencio, cuando siempre compartió los fracasos, los triunfos, los dolores, las risas y los llantos conmigo; con su mejor amigo, su hermano, su gemelo, si hubiera tenido gemelo, como siempre decía él.
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Sin embargo no podíamos seguir de esta manera, él con su silencio y yo con la expectativa, él en su escondite y yo en mi tentativa, él como si mudo y yo como si nada. Esperé tres días y no noté que mejorara; así, sin dejar pasar un solo minuto más hablé con él. Me dijo que no era nada, que no pasaba nada, que no tenía nada, que no me preocupara, que estaba bien, perfectamente bien, nunca mejor que ahora. No resolví nada, hasta que recordé una frase suya que había dicho una tarde de abril en la playa: “ ... cambio cada día como las piedras de lugar y las flores de color ...”, y su sabiduría me aceleró el pulso y su presencia que llegaba hasta mí a través de la ventana abierta -solo, apagado, sentado bajo el techo de los árboles del patio, sobre una piedra, quieto, en casi estéril letargo- trajo a mi cabeza un fatal presentimiento.
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LA MARIPOSA NEGRA Marielsy Echeverría Pool Todas las noches era lo mismo, la gente de Hixcalacop, un pueblo cercano a Mérida, estaba atemorizada por el pánico y la desesperación, los gritos espantosos no los dejaban dormir tranquilos. Una noche de tantas, una niña preguntó a su mamá el por qué de aquellos gritos, la señora le empezó a contar que en una ranchería de ese mismo pueblo, un muchacho había muerto ahorcado en su caballo. Resulta –dijo- que al muchacho le gustaba lo ajeno y en una de sus andadas lo descubrieron robándose elotes; lo empezaron a perseguir los dueños de la hacienda, pero para desgracia del ladrón cuando se subió a su caballo no se dio cuenta de que se le había trabado el pie; los perseguidores dispararon y el muchacho se cayó de la montura, pero tenía el pie trabado. Dicen que cuando trataba de destrabar el pie “por una ayudadita del diablo”, la cuerda que tenía agarrada para sujetar al caballo se le trabó también en la cintura y cuando se le destrabó el pie del muchacho fue arrastrado en la carretera por lago tiempo, el muchacho iba gritando aterrorizadamente, tratando de quitarse la cuerda, pero sólo logró empeorar las cosas, porque la cuerda se le subió al cuello y el muchacho murió ahorcado. Mientras tanto, al caballo nadie lo pudo detener y siguió arrastrando el cuerpo inerte por largo tiempo, hasta que el cadáver se atoró a un árbol. Entonces levantaron a la víctima pero olvidaron echarle cal a la sangre que había dejado el muchacho en el trágico accidente, según dicen una mariposa negra chupó la sangre del victimado y que con la sangre se llevó el alma del muchacho. Y por esa razón, cada noche cuando la mariposa pasaba por esos lugares, se oían gritos espantosos de aquella desgracia que difícilmente se podrá olvidar. La gente de aquel pueblo vivía angustiada ya que todas las noches era lo mismo. Un curandero de Hixcalacop, buscando solucionar el asunto, dijo que la única manera de romper ese sortilegio maligno era hacer una velación en plena calle, por lo que necesitaba tres velas negras, un líquido que él prepararía y a una muchacha virgen voluntaria para que se hincara en la carretera donde sucedió aquella trágica muerte y así realizar el ritual. Y sí, salió una valiente señorita que se atrevió a hacer lo que le rogaba el pueblo. Llegado el momento y con todo preparado, la joven se hincó en la calle, prendió las velas y roció alrededor de ella el líquido que el yerbatero había preparado. Cuando oyó los gritos en la entrada del pueblo se desmayó, pero eran tan fuertes los gritos que la muchacha despertó y con todo el valor del mundo se volvió a hincar y esperó aquello. Así que cuando pasó aquella mariposa, atraída por la luz de las velas, quedó suspendida en una de las llamas. Aseguran que la muchacha después de haber atrapado al animal, cayó muerta. Posteriormente, enterraron a la joven y a la mariposa negra y bendijeron sus restos.
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CHAN PAL Iceberg Nahum Patiño Arbea Chan Pal se ciñó el viejo sombrero de paja (trescientos años con él no eran pocos) con el cariño y esmero que la reliquia merecía, luego de vestirse con sus alpargatas y salió de la cueva. La tarde era hermosa y límpida, como todas las tardes de otoño. El cielo que por sus intensos tonos dorados dejaba entrever la proximidad del crepúsculo, formaba un domo claro y brillante que envolvía la selva, chaparra y monótona y al maizal, pequeño y desolador que se extendía en lontananza. En aquella selva se encontraba la cueva de Chan Pal, y en el maizal la palapa humilde y endeble de un campesino indígena que con pena y esmero cultivaba el maíz malo y pobre. Jacinto era el nombre del campesino y la soledad, solo rota por su mujer y su hijo, su gran amor. Chan Pal correteaba pájaros en la selva. Robaba huevos de los nidos y enredaba serpientes en las ramas de los árboles. Esa tarde se había dedicado con júbilo a sus juegos, y por azar, fue a dar a los lindes de la selva, mientras perseguía a un conejo. El campesino trabajaba en su maizal, escopeta al hombro, revisando el suelo en busca de rastros, pues los animales abundaban. Concluido su trabajo salió del maizal encontrando el conejo que Chan Pal perseguía momentos atrás. El paladar del humilde indígena se hizo agua, al tratar de recordar desde cuándo no probaba uno. Sin perder el tiempo Jacinto empuño su arma y tras apuntar unos momentos, disparó al conejo que se encontraba a escasos seis metros. El conejo cayó abatido por las balas, el campesino corrió para reclamar su presa, ante la indignación de Chan Pal, que observó todo. Chan Pal era un alux. Poco familiarizado estaba con el hombre y su cultura, por poca que ésta fuera, de modo que tomaba al campesino como un intruso y ahora como un asesino. No era la primera vez que veía al indígena: cuando Jacinto llegó a la jungla, taló y quemó un pedazo de ésta, que el alux reivindicaba como suya. El reciente acto del campesino confirmó la idea que Chan Pal tenía de él: era un salvaje, porque ¿quién desearía tirar tantos árboles, para luego llenar el sitio de lenguas rojas y amarillas? ¿Por qué crear tanta luz, calor, humo y cenizas sino pueden comerse? ¿Por qué hacer ese, ese.... ¡lo que fuera! Para dormir en él si las cuevas son tan cómodas? Simplemente no tenía razón de ser. Por tanto, decidió que esa misma noche visitaría al intruso y le jugaría una buena broma. Después de todo, alguien debería hacer justicia.
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La noche envolvió al fin la selva y el maizal, marcando el fin de la jornada para Jacinto, quien se dispuso a dormir. Avivó el fuego que resguardaba la entrada a su casa. Entró a ésta y colgó el raído sombrero y la vieja escopeta en la pared. En medio de la única pieza del chemizo, estaban dos hamacas, en una de las cuales el hijo y la esposa del indígena dormían. En la otra, la más vieja y sucia, Jacinto se acostó y luego de encomendar su familia a sus dioses, se durmió. Cuando el domo oscuro de la noche lo protegía, Chan Pal se acercó a maizal. Penetró en él y luego de comerse suficientes mazorcas desgranadas (los granos se le pegaban en las muelas), lleno y feliz, se acercó a la palapa erigida sobre una protuberancia del terreno, al amparo de una ceiba. La hoguera, situada a unos pasos del umbral de la choza, intimidó por un momento a Chan Pal y encendió el coraje y el rencor de nuevo en él, pues recordó las ceibas y las yerbas calcinadas. El tinte sanguíneo y lívido que la hoguera derramaba sobre la fachada le daba un aspecto atemorizante. Pero el furor de Chan Pal era tal que olvidó todo su miedo y de un ágil salto, traspuso la hoguera y entró en el chemizo. La puerta se abrió no sin pocos rechinidos, pero a Chan Pal no le importó. La puerta se abrió y un torrente de luz rojiza bañó el humilde interior de la palapa. Al verlo, el alux se decepcionó: nada había ahí que ofreciera ocasión de una buena broma. Justo cuando iba a retirarse, un extraño brillo llamó su atención: un objeto largo y cilíndrico estaba colgado en la pared. Le gustó y decidió que en adelante sería suyo. Con un brinco audaz y ligero, tomó su nuevo juguete y salió, sin percatarse de que el indígena, que se había criado en la selva, al acecho de ruidos nocturnos y pasos furtivos, había abierto los ojos y lo observaba con un furor creciente. El alux encendió la ira de su supuesto agresor quien veía que se le iba la parte más importante de su exiguo patrimonio en manos de lo que el pensó era un ladrón. Se deslizó sigilosamente hasta el suelo y siguió al alux, que estaba a punto de internarse en el maizal. Dispuesto a no perder su instrumento de supervivencia, Jacinto le gritó al alux, al tiempo que tomaba un tizón de la fogata: -- ¡Oye ladrón, devuélveme mi escopeta! –Al momento el alux se volteó y con auténtica sorpresa, pues desconocía el nombre del objeto que cargaba, no así el idioma del indio, pues como duende que era, le estaba concedido comprender todas las lenguas, y contestó: -- ¿Cuál?, ¿qué escopeta? ¿De qué hablas?. -- Lo que cargas ¡Pillo cínico! Es mi escopeta. Ante la inesperada respuesta de Jacinto, Chan Pal entendió y recordó: era el mismo objeto que el campesino había usado para matar al conejito, que indefenso, cayó ante el trueno que manó de la escopeta. Sintió entonces tal repugnancia por el objeto que tenía entre sus manos, que deseó desaparecerlo, pero ante la oportunidad de cobrar una deuda desistió. A estas alturas, Jacinto empezó a sentir que el tizón le quemaba igual que su sangre. -- ¡Dámela! ¡Ahora! –Ordeno colérico Jacinto al tiempo que el alux retrocedía sin volverle la espalda. Jacinto no estaba dispuesto a dejarlo escapar, y por puro reflejo le arrojó el tizón. El alux perdió el juicio ante el agresivo gesto del indígena, y en un acto también reflejo, le lanzó la escopeta al tiempo que esquivaba el tizón. Jacinto reaccionó apenas a tiempo, y la escopeta, que giraba en pleno vuelo, estrelló su culata contra una roca, y el cañón que, tal vez por justicia, tal vez por azar apuntaba el corazón de Chan Pal, escupió un fogonazo y un trueno. La sangre del alux se derramó a diestra y siniestra, alcanzando al tizón, que se apagó instantáneamente.
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LA CÁMARA PROHIBIDA Jéssica Trejo Hernández Había una vez un hechicero que disfrazado de mendigo, iba recorriendo las casas, y se llevaba a las muchachas más bonitas que encontraba. Un día fue a pedir limosna a casa de un hombre que tenía tres hijas muy hermosas, y la mayor de ellas le dio una rebanada de pan. Al volverse ella el hechicero la tocó en el brazo, y aún contra su voluntad, la pobre muchacha se vio obligada a entrar a la gran cesta que el mendigo llevaba en la espalda. El hechicero la condujo a su casa, situada en un espeso bosque. Todo allí era magnífico y había cuanto la muchacha quisiera apetecer. Pasados algunos días le dijo el hechicero que se veía precisado a emprender un viaje, por lo que le entregaba las llaves de la casa, añadiendo que la dejaba en libertad para recorrer todas las habitaciones, excepto una, y previniéndole que si entraba a ella, moriría. Al mismo tiempo le dio un huevo y le encargó que no se le extraviara. No bien el hechicero se hubo perdido de vista, empezó la joven a recorrer toda la casa, y entró a todas las habitaciones. Por fin, llegó a la puerta de la cámara prohibida, y después de vacilar un momento, la curiosidad la venció y traspasó sus umbrales. El espectáculo que se le ofreció a su vista la dejó aterrada; vio un sinnúmero de muchachas que habían sido hechas prisioneras, y todas estaban como adormecidas. La joven, impresionada por la inmovilidad de aquellos cuerpos, salió corriendo del cuarto. En su huida, dejó caer el huevo que llevaba en la mano, pero éste no se rompió; sin embargo, cuando lo levantó del suelo, advirtió que se había manchado de rojo, y a pesar de lo mucho que intento limpiarlo, no pudo. Volvió el hechicero, y al punto pidió a la joven las llaves y el huevo que le había dejado, tan pronto como vio las manchas rojas, comprendió que había entrado en el cuarto prohibido; la tiró al suelo y, arrastrándola hasta la cámara secreta la dejó allí encerrada con las otras. El hechicero se dirigió a la casa en que había pedido el pan, y esta vez se llevó a la hija segunda, también ella se dejó llevar por la curiosidad, y corrió la misma suerte que su hermana. El brujo entonces capturó y se llevó a la única hermana que quedaba; pero ésta era muy astuta, de tal manera que, cuando a su vez recibió el huevo y las llaves, en cuanto salió el hechicero, depositó el huevo con cuidado en una alacena, tomó la llave de la cámara y fue a averiguar qué había en ella. Con gran estupor vio que el suelo se encontraba lleno de muchachas sumidas en un profundo sueño, y que entre ellas estaban sus dos hermanas. Cuando el brujo regresó a la casa, corrió la joven a su encuentro, llevando las llaves y el huevo, el hechicero al ver que estaba limpio exclamó: -- Tu serás mi esposa, ya que has sabido resistir la prueba.
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Pero el hechicero desde ese momento, ya no podía obrar a su antojo porque su prometida había roto el encanto de sus mágicas facultades y hacia de él lo que quería. Valiéndose de este poder se fue al cuarto prohibido y despertó a las durmientes que estaban allí encantadas, luego resueltamente le dijo al brujo. -- Antes de que me case contigo debes llevar una cesta llena de oro a mis padres. Tomó una cesta muy grande e hizo entrar en ella a sus dos hermanas, a las que cubrió con una capa de monedas de oro. Hecho esto, dijo al hechicero que cargara con la cesta y que tuviera buen cuidado de no entretenerse por el camino, pues ella lo vigilaría desde una ventana. El hombre colocó la cesta sobre su espalda, y se echó a andar, pero la carga era tan pesada que caía de fatiga. Se sentó pues, para descansar, pero en el mismo momento oyó una voz que salía de la cesta y le decía: -- Te estoy mirando desde mi ventana. Creyendo que era la voz de su futura esposa, se puso en marcha otra vez, con no poco esfuerzo. Cada vez que trataba de descansar le ocurría lo mismo; por fin llegó a la casa de los padres de su prometida, donde dejó la cesta. Mientras él hacía este viaje, su prometida preparó una cabeza de cartón y la colocó en una ventana del piso superior, como si fuera alguien que vigilara. Luego dio libertad a todas las víctimas del hechicero y repartió invitaciones para la boda que planeaba. Procuró que fuesen invitados los parientes de las jóvenes que habían sido encantadas y raptadas por el brujo. Finalmente se cubrió el cuerpo con plumas, de modo que pareciese un pájaro raro y nadie pudiese reconocerla. Salió de la casa con el propósito de animar a los invitados a llegar pronto al castillo del hechicero. A poco encontró a uno de ellos que le dijo: --¿De dónde vienes, ave tan hermosa? -- De la casa en que el brujo se desposa -- Y ¿qué hace, di, linda prometida? -- Después de haberse puesto muy pulida, con el traje nupcial engalanada, a la ventana la dejé asomada. Cuando volvió el brujo a la casa, miró hacia la ventana y, al ver la cabeza creyó era su futura esposa; entró confiadamente, pero apenas lo hubo hecho, los parientes y amigos de las muchachas raptadas, que le aguardaban allí para vengarse, cerraron las puertas y prendieron fuego a la casa, con el malvado brujo dentro.
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LIRIO – LA Dora Marlene Balam Uicab Advirtiéndole que a medio camino sale un monstruo que se come a las personas que andan cerca de él a la media noche, por lo tanto lo recomendable era cruzar ese tramo antes de esa hora. El papá también se justificó diciendo que él no podía trasladarse a ese lugar a buscar el medicamento, ya que la milpa estaba siendo acabada por los animales del monte. Pedro al escuchar estas indicaciones se disgustó mucho, pues era perezoso, sin embargo aceptó la orden. En seguida le prepararon la comida, se alistó y se fue. Al salir de la población no muy lejos de allí buscó un árbol frondoso y alto, colgó su hamaca y se acostó a dormir, despertaba únicamente para comer y luego se acostaba otra vez. Al día siguiente descolgó su hamaca y tomó el camino de regreso al pueblo. Cuando llegó a su casa de inmediato argumentó que se había acabado la hierba medicinal, y que también había preguntado en varios lugares y no había. El papá un poco angustiado dijo que no era posible que sucediera eso, indicando con la mirada el estado de salud de su esposa y consiguieron su gasto, pero Pablo tenía el mismo carácter que su hermano, flojo y terco. Le hizo un gesto de desagrado a su padre al saber que le correspondía la misión. Ya lista la comida, salió del pueblo dirigiéndose al lugar; se alejó y buscó un sitio para colgar su hamaca y así descansar. Al acabarse la comida optó por regresar al pueblo y al llegar a su casa argumentó lo mismo que su hermano. Juan, el hermano menor, escuchó detenidamente la justificación de su hermano, razón por la cual decidió pedir permiso a sus padres para que él fuera por la medicina; se lo negaron. Su padre al ver que estaba decidido a ir por la hierba, decidió encerrarlo en la casa. Juan se puso a dar vueltas y vueltas y a llorar. Después de un par de horas, el perro de Juan se percató de que no estaba su amo y se dispuso a buscarlo. Al encontrarlo, el perro escarbó la tierra hasta formar un túnel que llegó hasta en medio de la casa en donde estaba encerrado el muchacho. Éste se puso feliz y decidió escapar para ir por la medicina, desafiando el peligro y la autoridad de su padre. Alistó sus cosas y, acompañado por su perro, salió del pueblo sin que sus padres y sus hermanos se enteraran. Al anochecer llegó al lugar donde salía el monstruo y pocas horas después apareció éste tirando árboles. Juan tuvo miedo y subió a un árbol alto mientras el perro quedó abajo. Al ver que se estaba acercando el monstruo, empezó a ladrar, y al llegar éste, le dijo “Te entrego a mi amo, pero con una condición”. El monstruo preguntó cuál era esa condición, y el perro dijo “Que cuentes todos los pelos que tengo en el cuerpo”.
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El monstruo engañado se puso a contar lo pelos del perro. Cuando ya casi terminaba, el perro se sacudía diciendo que una pulga le picaba. El monstruo tenía que iniciar su conteo con tal de que le entregara al muchacho; y así pasaron toda la noche, y el monstruo al darse cuenta del engaño le dijo al perro: ¡te puedes ir con tu amo, pero cuidado que regreses por aquí, por que de lo contrario no los dejaré vivos! El muchacho bajó del árbol y siguió su camino en busca de la medicina. Al encontrar la planta , la cogió y regresó a su casa. La familia se sorprendió al verlo llegar con la planta medicinal, sus hermanos se molestaron mucho con él. El papá muy contento de lo que hizo, lo abrazó y desde ese momento fue el consentido. Mandaron por el hierbatero para que curara a la mamá. Después de unos días la señora se recuperó, pudo seguir atendiendo a sus hijos y estaba orgullosa de Juan. Después de una semana, el padre mandó a los hermanos mayores de Juan a buscar leña, pero éstos no querían ir solos y pidieron a Juan que los acompañara. Juan encantado decidió ir con sus hermanos sin saber que le tenderían una trampa. Al llegar a la milpa, cada quien buscó un lugar para cortar leña; Pedro y Pablo se acostaron debajo de un árbol y se quedaron dormidos. Mientras, Juan cortaba la leña. Cuando terminó le habló a sus hermanos. Éstos se acercaron asustados, gritando que un animal se había caído al cenote y le pidieron a Juan que entrara por él, el muchacho decidió obedecer a sus hermanos y al momento de entrar pisó una piedra y tropezó cayendo hasta lo más profundo. Sus hermanos al ver que había caído regresaron al pueblo a decirle a la mamá que Juan había desaparecido, que se habían fastidiado de buscarlo y al no hallarlo regresaron. La mamá lloró de tristeza porque nunca más vería a su hijo menor, mientras los dos malosos se morían de la risa. En las orillas del cenote donde murió Juan salieron unas plantas llamadas “Cit”. Un día al pasar un campesino junto al cenote y al ver las plantas, cortó una para tomar agua, pero al tocarla salió una exclamación que decía lo siguiente: ¡No me toques campesino porque Pedro y Pablo me mataron por culpa de Lirio La! El campesino se asustó por lo que escuchó, pero pensó “con esto podría sacarle dinero a la gente del pueblo”. Tomó varias de esas plantas y las llevó a vender. Pasó por la casa de la mamá de Juan y le compraron una. Al tocarla la exclamación fue la siguiente; ¡No me toques mamá mía porque Pedro y Pablo me mataron por culpa de Lirio La ¡. El padre no entendía el por qué de esa exclamación y decidió llevar la planta al rey, y cuando éste la tocó la planta exclamó ¡No me toques rey mío porque Pedro y Pablo me mataron por culpa de Lirio La!. El rey le explicó al papá, luego mandó a los soldados a buscar a los dos hermanos y se hizo justicia pues a ambos los quemaron, pagando por la traición hecha a su hermano. Los padres quedaron solos y tristes por la pérdida de los tres hijos, pero nunca tiraron la caña.
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El ROBO DEL MAÍZ David Gustavo Chan Tuz Hace mucho tiempo, no era necesario cocinar abundante maíz para el consumo humano, por esa razón, con la mínima cantidad que cada familia tenía reservada, sabían que podrían subsistir durante una larga temporada. Pero un día una persona alteró esta virtud del maíz, por eso ahora las familias necesitaban cocinar varios kilos para que puedan alimentarse todos sus miembros. Sucedió también por aquellos tiempos, que vivía una anciana en lo más espeso del monte, quien con el sudor de sus fuerzas había logrado cosechar maíz para su consumo. Ocupada en los quehaceres de su hogar dejó momentáneamente el maíz sobre el suelo. Al poco rato por ese lugar paso un ratón hambriento, quién al ver tan delicioso manjar lo llevó a su casa. En el momento en que la anciana regresó para tomar su alimento, observó que un ratón salió corriendo, llevando consigo el maíz. Ella, desesperada, estalló en llanto, pensando en la manera de capturar al ratón; lloraba y lloraba, pues sabía que los ratones corrían rápido y ella por su vejez no podía alcanzarlos. La anciana pensaba a quién recurrir para denunciarlo, rápidamente se le ocurrió acudir al gato y fue su búsqueda. Al encontrarlo le dijo: Gato vine a denunciar a un ratón que se robó mi maíz (pero éste se le negó porque no tenía nada que ver con el ratón), entonces fue con el perro y también sucedió lo mismo, con el árbol, el fuego, el agua, el toro. La anciana ya muy desesperada y queriendo que se hiciera justicia y se atrapara al ratón pues los animales se habían negado a ayudarla, se le ocurrió ir con el matador a pedir ayuda. Le explicó que el toro no quería ir a tomar el agua y que ésta no quería a apagar el fuego y que el fuego no quería ir a quemar al árbol, y que el árbol no quería ir a pegarle al perro y que el perro no quería ir a morder al gato, y que el gato no quería ir a atrapar al ratón. Entonces el matador rápidamente fue con el toro y le dijo: Te voy a matar por no querer hacer lo que te mandaron. Entonces el toro fue a tomar el agua pero ésta al ver que el toro venía, fue a apagar el fuego y el fuego fue a quemar el árbol y el árbol fue a pegarle al perro, y el perro fue a morder al gato y el gato fue y atrapó al ratón, y es así como la anciana pudo recuperar su maíz.
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EFECTO INELUDIBLE Anabelle González Beltrán Poco falta para la medianoche; no se ha escuchado el tintinear de las frágiles copas para brindar, las campanas, que tanto han resonado en otros tiempos, esta noche han enmudecido; ninguna persona recuerda ahora los populares cánticos navideños, esta noche de amor y de paz se ha convertido en eternos momentos de angustia y consternación. Gente de todas partes del mundo se encuentran atentos al frente al televisor en espera de nuevas noticias referente al extraño suceso que no deja de pasar inadvertido. En esta noche, la Luna ha perdido su blanco resplandor, tomándose de un brumoso color enrojecido. Despide con fiereza a su alrededor rayos luminosos que aumentan y disminuyen su intensidad. Es en los medios de comunicación, donde diferentes astrónomos y científicos del mundo están siendo interrogados: “La Luna está teniendo diversas detonaciones en su lado obscuro, desconocemos las causas, aún no se puede dar una explicación precisa del suceso”.. “ ¿Su destrucción? no, no podemos asegurar que esto suceda”. “ Una probable colisión con fragmentos de cometas, sin embargo, no se ha avistado ningún cometa inhabilitado dentro del sistema solar desde hace varias décadas”. “Sabemos que la luna tiene distintos efectos sobre la Tierra, influye en la temperatura, las mareas y en la reflexión de rayos solares que muchos de los seres vivos requieren”. “Su destrucción puede causar notables catástrofes, como grandes inundaciones, variaciones extremas en la temperatura de la Tierra, entre otras”. Tras la opaca ventana de una vieja cabaña situada en la cima de una montaña, tus ojos temblorosos dejan resbalar por primera vez una lágrima sobre la tersa mejilla y es secada rápidamente por tu mano delgada y sin fuerzas. Levantas la mirada y dibujas en tu rostro una sarcástica sonrisa, tus ojos fijos en el cielo irradian con violenta fuerza, reflejando al mismo tiempo una llamarada de fuego que ilumina el firmamento anochecido. Cierras los ojos y dejas resonar en tu mente la melodía victoriosa de tu eminente desafío. No es acto vil o desquiciado, - reflexionas-, es sólo un efecto ineludible; el reparo de la conciencia; dos razas diferentes no tienen la suficiencia de coexistir en una sola. Diriges hacia la estancia tus fatigados pasos que detienes frente a un desvencijado espejo descubriendo en él tu anímico y debilitado cuerpo desnudo; lo exploras minuciosamente reconociendo su corta estatura y su deformada espalda.
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Examinas también la anatomía de tus partes más internas; tu metabolismo es tan similar al de las plantas que irónicamente imaginas tus largas extremidades como troncos, tu escaso pelo como el follaje de un árbol y los diferentes retículos de tus venas como sus dispersas raíces; no tienes siquiera un órgano sexual interno definido. Entonces, tu pensamiento comienza a divagar en el vaivén de los recuerdos furtivos. Tu memoria se apodera del aquel apesadumbrado día en el que supiste finalmente el por qué eres tan ajena y distinta a los demás. Recuerdo perfectamente el día en que te conocí; se escucharon claramente tus pasos vacilantes mientras te acercabas al aula de clases, al verte, las voces enmudecieron ante el asombro de tu aberrante aspecto y tú, desafiaste nuestro silencio con una provocadora mirada, entonces tu dirigiste hacia mi entregándome tu expediente médico el cual revisé minuciosamente por la tarde.
Expediente clínico:Ortega Lis Nacionalidad: Mexicana Fecha de Nacimiento: 25/octubre/1982 Hora: 14:30 En la fecha y hora arriba señalada, nace una niña con características biológicas anormales; presenta una tenue pigmentación en su piel y ligeras deformaciones en su cuerpo. Su sistema inmunológico es deficiente. Su madre, hace nueve meses que se encuentra internada en un hospital psiquiátrico; lo doctores diagnosticaron una amnesia total provocada por una aparente violación que produjo en ella un fuerte shock y la alteración de su sistema nervioso. La niña fue trasladada a una casa hogar donde creció hasta cumplir los 7 años. A pesar de sus defectos físicos se ha descubierto en ella, una excesiva inteligencia. Con el transcurso del tiempo ha aumentado su capacidad del gobierno para que la niña sea enviada a estudiar al extranjero. Después de un largo periodo de exámenes y entrevistas, LIZ es aceptada en una de las instituciones de la NASA. (Organización que se dedica a preparar con estudios científicos superiores a genios infantes con inteligencia prominente, reunidos de diferentes partes del mundo). Aunque todos ustedes se diferenciaban por ser grandes eruditos; tú eras muy especial, te mantenías siempre aislada, merodeando en cada rincón y espiando a cada sujeto como el soldado que acecha a su enemigo en tiempos de guerra. Era tu comportamiento tan peculiar, que extrañamente me hizo recordar a un ser con características similares. El tiempo transcurría rápidamente, y mi interés por comprenderte se acrecentaba cada vez más. Un día logré persuadir al doctor en turno, para que permitiera ser yo quien te aplicara tu examen médico mensual. Era tu naturaleza sin duda irregular. Sin embargo, mi interés mayor era establecer una conversación contigo, independiente al estudio de la materia que te impartía. De repente, sentí como si tu imponente percepción desnudara hasta el más íntimo de mis pensamientos. Dejé el examen médico a medio terminar y salí apresurado y confundido. Por la noche, mientras dormía, inexplicablemente recordé con exactitud lo que hacía mucho tiempo me trajo a esta organización.
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Hace 15 años fui llamado al departamento de experimentos secretos. Cuando supe el porqué de mi llamado, me pareció inadmisible. Un alienígeno vivo fue recuperado de una nave espacial que cayó en Nuevo México en 1949. Fue nombrado EBE. Era corto de estatura, estaba enfermo y muy debilitado. Su sistema era básicamente clorofílico, el proceso para la obtención de su energía era semejante al de las plantas. Soy un científico experto en Botánica y es por eso que decidieron llamarme. Trabajé afanosamente para salvar a EBE durante 10 meses sin tener éxito, ya que había muchas cosas que yo aún desconocía de su metabolismo. Finalmente EBE murió. Espontaneó desperté y vi tu figura a un costado de la cama, dentro de mi habitación. En un abrir y cerrar de ojos, al inclinarme, desapareciste misteriosamente. A partir de ese momento creí fielmente en sucesos sobrenaturales. Me levanté en la madrugada decido a buscarte en los grandes jardines, donde cada mañana gustabas pasear esperando al amanecer. Al encontrarte, tu mirada reflejaba una completa firmeza mientras decías: -- Dr. Mendoza, sabía que vendría a este lugar, de hecho, lo estaba esperando. -- Sólo vengo a preguntarte, ¿Estuviste anoche en mi habitación? -- Sí, vengo a pedirle algo. Necesito que me proporcione los archivos secretos de sus experimentos y descubrimientos recientes. -- ¿A cuáles archivos secretos te refieres? -- Conozco toda la verdad Dr. Mendoza, a raíz de la muerte de EBE, usted se ha convertido en un experto en biología alienígena. Sé que me ha estado observando durante todo este tiempo, porque ansía comprobar su hipótesis. -- ¿Hipótesis?, ¿Cuál hipótesis? -- Cree usted que mi anatomía es similar a la de EBE. Por favor, muéstreme esos archivos. -- Sabes que esa información es complemente secreta, no te la puedo mostrar. -- Usted no entiende. Sólo estamos siendo utilizados, utilizados para beneficio de aquellos que pretenden dominarlo todo. Al pronunciar tu última frase, dejaste en mis manos un portafolios que contenía diversos expedientes, y te alejaste. En los días siguientes, mientras impartía las cátedras, percibí claramente tu quejoso malestar, tu frialdad y crudeza se mostraban más de lo acostumbrado. Decidí entonces leer los expedientes que me habías entregado. Muchos de ellos se referían a avistamientos de naves espaciales que circulan sobre la atmósfera de la Tierra. A medida que los revisaba, mi consternación iba intensificándose cada vez. En 1953, los astrónomos descubrieron grandes naves en el espacio las cuales se movían hacia la Tierra. Se intentaron hacer comunicaciones de radio con estas naves espaciales sin obtener respuesta. Cuando los objetos llegaron a la Tierra, se mantuvieron alrededor del Ecuador. Se desconocían sus intensiones, más tarde, a través de comunicaciones que emitían frecuencias de radio utilizando el sistema binario, se logró el contacto con los alienígenas. Aterrizaron en una base área militar del gobierno en los Estados Unidos. Esta raza se identificó como originaria de un planeta alrededor de una estrella de la Constelación de Orión. Y a partir de este encuentro se establecieron relaciones secretas entre extraterrestres y científicos terrestres eminentes y “el Grupo de los Doce” (Organización ubicada en Ginebra, Suiza, que gobierna clandestinamente al mundo entero).
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Exaltado abrí violentamente el documento siguiente donde se encontraba un convenio decretado por ambas razas. El tratado mencionaba: Se acordó que cada nación recibiría a un embajador de la otra durante el tiempo que el tratado se mantuviera vigente. La nación alienígena y terrestre intercambiarán a su personal, con el propósito de aprender unos de otros. Se construirán grandes bases subterráneas para el uso conjunto de alienígenas con eminentes científicos terrestres. Los alienígenas proporcionarán información suficiente para desarrollar una tecnología avanzada y armamento sofisticado a cambio de mantener su presencia secreta en la Tierra y permitirles secuestrar humanos en forma limitada y periódica regresándolos a su lugar de origen. Los alienígenas secuestrarán a humanos y animales para utilizarlos como fuente de secreciones de sangre, encimas, secreciones hormonales para realizar experimentos. Su estructura genética se ha deteriorado, ya no les es posible reproducirse y estas pruebas son necesarias para su supervivencia. Esa noche encontré información en otro de los archivos secretos acerca de una junta clandestina a la que asistieron algunos de los más grandes científicos de ese tiempo junto con el poderoso “Grupo de los doce” Ante el evidente hecho de la propia autodestrucción del planeta Tierra debido a diferentes causas (el incremento de la población, la explotación del hombre al medio ambiente, o las riesgosas bombas nucleares que se detonarán en caso de que hubiese una guerra mundial, etc.) ha sido importante tomar las debidas precauciones al respecto, así pues, después de haber analizado diferentes alternativas, se decidió que se aprovechará toda la tecnología que los alienígenas nos proporcionaban para establecer colonias en el espacio, en donde la raza humana pueda sobrevivir. La Luna, será el objetivo de mayor interés. Se construirá en ésta una base espacial en su lado obscuro para así evitar que astrónomos y gente aficionaba descubra el proyecto. Se enviarán partidas en grupos de esclavos humanos como parte del plan, los cuales serán utilizados en las labores manuales para llevar a cabo este esfuerzo. A la mañana siguiente, fui a encontrarte en el mismo lugar donde nuevamente me esperabas. Conversamos durante mucho tiempo todo lo referente a los expedientes y cómo los alienígenas junto con un poderoso grupo humano han controlado de manera clandestina a la humanidad en los últimos 40 años. A partir de entonces nuestra relación fue más estrecha. Tu capacidad sobresalía de manera extraordinaria. Tus habilidades mentales eran sorprendentes, habías desarrollado la telepatía o percepción extrasensorial, teletransportación, entre otras. Un día quedé mágicamente cautivado al ver cómo te comunicabas con los animales por medio de frecuencias producidas en tu mente. Tu inteligencia predominaba a la de cualquier genio que existiese en la Tierra. Está finalizando el año; la tarde obscurece vertiginosamente, me dejo caer en la cama como tantas veces, muerto de cansancio perdiendo la noción del tiempo. Entre mis vagos sueños me veo dentro de una vieja y obscura cabaña, caminando decididamente a inspeccionar, escuché el crujido de un vidrio bajo mis pies, en una esquina de la habitación noté un espejo roto, caminé hacia la estancia y hallé un grisáceo ventanal. Me acerqué con la curiosidad de un niño para conocer el exterior de aquel lugar.
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De repente, descubrí tu firme silueta fuera de la cabaña y salí a tu encuentro, mirabas fijamente la Luna. El firmamento tenía un denso color rojizo. A su alrededor, la Luna expulsaba destellos de grandes magnitudes y en todas las direcciones. Entonces entendí, que eras tú quien provocaba esas potentes explosiones. Tras el eco de mis desesperados gritos, agachaste la mirada y comenzaste a hablar. Al cumplir los 7 años, visité como cada mes a mi madre en el hospital psiquiátrico. En mi afán de ayudarla a su recuperación le hice una hipnosis, en ese momento se respondieron todas mis dudas y descubrí la realidad de mi existencia. Mi madre no sufrió una violación, ella fue secuestrada por extraterrestres para utilizarla en uno de sus tantos experimentos genéticos; le fue aplicada una inseminación la cual contenía información genética alienígena y humana. Soy yo el fruto de esa mezcla terráquea y alienígena; por eso la razón de mi degenerada anatomía. He explotado las bases espaciales que se construyeron en el lado obscuro de la Luna. Estoy dispuesta a destruir esa irracional alianza entre sus razas. Repentinamente, despierto en un sobresalto de angustia y desesperación encontrándome nuevamente en mi habitación. Al reflexionar lo ocurrido, salgo apresurado a buscarte; afuera, se encuentran alumnos y científicos comentando alarmados el suceso. En ese momento, comprendo que no fue un sueño. La explosión de la luna es un hecho innegable.
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EL AMANECER Igor Fabián Rocha Dorado I PARTE El periódico lucía desierto cuando dieron las 9:00. Salió con prisa revisando al unísono el resto de los compromisos pendientes para esa noche, y encontró con sorpresa su única, pero en apariencia definitiva cita. Cerró la puerta y se dirigió al resplandor de la avenida principal de la ciudad de Oaxaca, la lluvia, puntual como siempre, no había faltado a su acostumbrada cita. Empuñó el paraguas y miró hacia el parque; con una mirada fugaz recorrió sus butacas, su kiosco, los puestos y su mezcla de paseantes sin una lógica común. Llamó un taxi y ordenó la dirección acordada, su voz era poco cordial y tenía un humor tan pequeño y obscuro, como había quedado la negra corbata después del aguacero. En la radio, gritaba una voz libertadora: “Si el poeta eres tú, como dijo el poeta, si el que ha tumbado estrellas ...” Su sangre se heló, su mente imaginó un ejercito revolucionario que él sabía estaba a punto de surgir, lo imaginó solemne, unos 300 tipos verdaderamente llenos de convicciones e ideales propios, y de nuevo, el canto de su voz volvió a obedecer a sus sentidos. “Aquí esta bien” –balbuceó. Cerró la puerta y con ello el canto Guevarista de Milanés cesó, cesaron también sus ilusiones un tanto inciertas y se cargó de valor, revisó la lista de preguntas y todos sus ideales quedaron centrados en aquel interrogatorio. Caminó impaciente, distinguió a los lejos una puerta que no era la principal de la casa, y tocó cuatro veces, unos ojos saltaron sobre él detrás de una rendija de la puerta. -- ¿Qué quiere? –preguntó una voz; pero fue su alma quién asimiló esa pregunta, ¿qué quería?, ¿estaba dispuesto a leerlo de una vez?, sintió sobre su cuerpo el pesado traje, su diseño a rayas, la camisa de seda, el pantalón encogido el saco desabotonado, la corbata floja y el portafolios que le hacía sentir la gravedad que la tierra ejercía sobre él. -- Soy del “Porvenir Incierto” -- Identifíquese -- Deje de fastidiar, llamé hace media hora, a las 8:20, para se exactos -- Identifíquese, no estoy jugando Una mirada de desconfianza asomó en aquel rostro. -- Rufino Cortés, periodista, credencial 2038 -- Espere un poco.
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La puerta era un pesado monumento de caoba, labrada toscamente, pero con algo de sentido. La casa de aspecto colonial, era un tanto pequeña en aquel barrio de casonas de cantera. En la ventana del único balcón, las puertas estaban selladas y una tenue luz traspasaba el cristal. -- Esta bien maestro, puedes pasar. Entró, recorrió el pasillo que presentaba una mal fingida decoración de casa provinciana, sin embargo, la puerta que se abrió para conducirlo hacia la oficina central, se encontraba bien oculta. Entonces sus sueños cobraron forma, no menos de cinco carteles entre el Che Guevara y Marx, cruzaron por su vista coronando los enormes libreros de información vital sobre la organización. Era una habitación pequeña, con grandes libreros en dos de sus cuatro paredes; en el centro, una pequeña mesa y una máquina de escribir sobre ella antecedían las manos de su ansiado personaje, era un tipo alto -lo reflejaba aun sentado-, tosco, fuerte de mirada imponente que no vacilaba en demostrar su seguridad y convicción revolucionaria; no estaba custodiado de cerca, manejaba libremente la vieja máquina, con un sucio uniforme militar y unas botas de sabrochadas que salían de la mesa, una boina sobre la cabeza con un pequeño emblema y la cara del Che bordada. Él entró tembloroso, pero alegre y entusiasta, con los nervios sobre el cuerpo que lo traicionaban al tratar de caminar, se acercó: -- ¡Tome asiento hombre!, lo esperaba, puede hablar Rufino se presentó y con él se presentaron sus ideales, sus sueños e inquietudes. Los dos hombres se quedaron solos y la pequeña habitación pareció de pronto más amplia. Hablaron durante seis horas, sin parar, y en ese tiempo pasaron por sus voces: Marx, Lenin, el “Ché”, Emiliano Zapata, un gobierno, mil hombres, millones de ciudadanos, un par de vidas tristes, futuros inciertos que pronto tomaron certidumbre y de pronto veinte sueños cobraron forma, otros veinte fueron planteados y mil más quedaron en entredicho. Fluyeron documentos, estudios, ensayos y Rufino comprendió que no obtendría o no escribiría aquella entrevista, sino que se llevaría algo más que eso, algo así como un destino de lucha y desarrollo cultural mezclado con esencia guerrillera, algo totalmente prohibido en su país. Habían pasado ya dos años desde aquella reunión en la casa colonial, de la que sólo recordaba un cuarto, cuatro paredes y la primera vez que sintió ese ambiente a socialismo aplicado. Pasó frente al Palacio Municipal de Oaxaca, se burló, recordó irónicamente sus primeros encuentros políticos, los izquierdistas, la escuela, el partido, y por último, la organización, recorrió a grandes pasos la última parte de la cuadra y dobló hacia la derecha, pasó frente a la majestuosa catedral, en un instante, sus creencias anticlericales se mezclaron inconscientemente con su admiración hacia la grandeza de aquella obra arquitectónica. Eran las 9:30 de la mañana, su propia visión del mundo volvió a tomar forma frente a la plaza de caros restaurantes sólo concurridos por turistas, y tomó forma cuando allí, frente a la catedral, a espaldas de la plaza, se levantaba una manifestación de la extrema izquierda: -- ¡Libertad a los presos políticos! – gritó una garganta. -- ¡Justicia social! –clamaron mil. Y de pronto recordó su infancia , sus padres, su decoroso hogar, su natural sentimiento de libertad, su pueblo, su Oaxaca.
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Una imagen acaparó su mente: era la familia completa reunida frente a la mesa, un domingo, como todos, pero único, pues era la primera vez que sentía una emoción por la política y había sido también, su primer contacto con el amor; recordó a Cristina entrando al comedor, fina, alta, hermosa, con un vestido azul que se apegaba vigorosamente a su delicada pero insinuante figura, recordó la fragilidad de sus brazos, sus ojos cafés que asemejaban una fina gota de miel y su boca abierta, regocijante, su cabello negro, su prisa adolescente por encontrarse con Arturo, el hermano de Rufino, que todos los domingos solía esperarla. Pero lo que Arturo no sabía, era que ese domingo fue la primera vez que alguien, además de él, sentía esa pasión por ella en la mesa familiar, ni lo supo nunca, sólo tomó su libro de socialismo y salió con Cristina del brazo, despertando un nuevo mundo en Rufino. Una voz lo regresó al presente, una voz que le dio una palmada en la espalda, era Raúl, con la maleta en la otra mano y una cara de quien se entrega a un destino largamente esperado. -- ¿Ya estas listo?, apúrate, nos esperan a las 2:00 -- Ya voy, quería despedirme de todos. Recogió la maleta – idéntica a la de Raúl- que había dejado en el piso y se acomodó la vieja chamarra de mezclilla. El resto del día lo pasó visitando amigos y familiares, quienes lo recibían con una natural satisfacción y lo despedían con una cara de sorprendente tristeza. El contorno de un mundo fue quedando atrás, dando un lugar al cada vez más cercano destino. La noche se presentó más temprano que de costumbre, los árboles reflejaban enormes manchas sobre el pavimento a la luz de los tenues faroles que parecían monstruos de piedra y chapopote. Los cansados pies – que habían adquirido nuevas energías- iban consumiendo poco a poco el viejo y concurrido centro de la ciudad. Llegó a casa por última vez, ya las paredes de adobe lucían vacías y solitarias, cada esquina mostraba al mundo su totalidad, ya sin muebles, desnudas, frías, pero melancólicas.
II PARTE Cayó en la cama, la fatiga se hundía sobre sus hombros, profundamente; fue quedándose dormido y la fatalidad de aquel día cayó ante la fuerza del sueño. Comenzó a volar, su mente se desprendió de su cuerpo como si fuera una calcomanía, lenta, pero violentamente, con una determinación tal que su cerebro cedió frente a las alas de la imaginación y levantó el vuelo, imaginando, pero viviendo a la vez. Salió de la casa por la estrecha ventana, que traspasó como si no existiera, fue entonces cuando se vio volando sobre aquel mundo del caos, de la noche obscura y la libertad que se alquilaba. Imaginó el mundo como un gran circo y él entró a la función, pero luego salió, se hartó, cambió de sueño, dejando aquél así como había dejado todo, para irse a la revolución. ¡Lealtad!, había dicho el comandante y él no había dudado un segundo. -- ¡Pecho a tierra, rápido! Rugió el comandante. Toda una sección se tendió al suelo, delante de él disciplinadamente.
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La selva se alzaba bajo un cielo azul despejado, solemne que permitía una visibilidad total. Ellos estaban tendidos sobre las hojas secas, con las manos aferradas a los M-2 cargados con cartuchos extras. Sentía sobre su espalda el vigor y el peso de la mochila militar, él estaba ahí, él Rufino Cortés, un oaxaqueño, un mexicano, un Revolucionario, como había sido su sueño. Aquello no parecía real, y lo pareció cuando sintió esa emoción, ese orgullo en el pecho que le hizo vibrar, pero no era orgullo, no lo parecía, era más bien un dolor, eso era, un dolor, un profundo calor fue creciendo cual infierno en sus venas, en su cuerpo, y de pronto, nadie pudo evitar que llegara al corazón, nadie, ni sus ideales, ni sus convicciones, pero él alcanzó a comprender lo que pasaba y volteó al cielo, dio gracias al tiempo, al viento, y luego la sección entera escuchó una voz moribunda: --¡Viva la revolución, señores! El M-2 cayó al suelo, sobre la hierba seca, sobre las hojas de otoño, al lado de un cadáver. Y al día siguiente, el periódico supo con certeza que su mejor hombre ya no escribiría más, ni aparecería más su nombre en el diario después de encabezar la nota roja.
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PARA ESTEBAN ... CON AMOR Octavio Aarón Salazar Hernández. ¡Miradme aquí! ... sentado, observador del universo, coleccionista de experiencias, imágenes, sensaciones .... ¡dirige tu pupila hacia mí! ... míreme, inútil, inerte, sumergido en un imperio de simplezas. Hoy especialmente, cuando el aire erosiona mi mestizo rostro, estoy cansado de fabricar las mismas comunes deducciones de lo que me rodea. Hoy ... un tranquilo día, poco prometedor, miércoles, domingo o lunes (es igual), lo cierto es que el vivir combinado con la rutina se convierte en insípida (in) existencia; tirado me encuentro, sobre las hierbas, bajo la sombra de un cedro rojo, recostado en sus gigantes raíces, las manos clavadas en la tierra, aferrándome a ésta. Como si el suelo fuera a alimentarme; un escarabajo distraído, sale a la superficie, me observa y nuevamente, asustado, se hunde entre mis dedos, buscando un subterráneo refugio; las moscas sobrevuelan mi cabeza; el pasto invade mis piernas, cubriéndolas completamente, de un verde amarillento; las hormigas cruzan mi cuerpo, alrededor del estómago, las cuento al pasar, una a una, llevando a cuestas las verdes hojas arrancadas del árbol donde descanso, una detrás de la otra, en una interminable fila que despliegan hasta el sitio en que penetra mi vista. No tengo (quiero) mucho qué hacer, hoy me dedicaré a la fabulosa, divertida y agotadora labor de perder el tiempo. No. No es un sarcasmo; siempre que lo hago voy perdidamente a la cama y del cansancio, profundamente duermo. En casa me esperan el desorden, una sabrosa comida y esa pintura de Rufino Tamayo colgada en la pared de los retratos. Han llegado a mí incontables recuerdos, algunos vagos, otros detallados, de personas o lugares, e invariablemente, se esfuman en el tiempo; este día revivo a quienes creía; estaban muertos. Este día he hecho un recuento de algunas de mis memorias, merece especial lugar en este papel, el siguiente episodio (no des las Novelas ejemplares) de mi vida: Era 16 de marzo, la fecha la recuerdo porque el día anterior, me habían celebrado mi décimo primer año de vida; aunque los cumplí cinco meses antes, mi madre no podía dejar de dar su acostumbrada recepción familiar, a pesar de que el resto del mes tuviésemos que comer tortillas fritas con sal. La vecindad descansaba las agotadoras horas del baile: de mi moralista madre a la loca de enfrente danzaron al ritmo de la “Santanera” hasta que los zapatos recién pintados, pudieron soportar; los últimos en irse (como en todas las fiestas y reuniones) fueron los amigos de mi padre, jugaron cartas y bebieron la gota final de cerveza y pulque hasta el amanecer.
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Once años (cinco meses) tenía cuando por primera vez, esos ojos de azul artificial, rodeados de excesivo maquillaje, me sonrieron, llamándome con su sensual voz: - ¡Oye tú, morenito! ¿Quieres ganarte unos pesos? ..... ¡Anda, corre! Rápidamente, sin pensar ni un instante en el dinero, llegué a su escultural cuerpo, con las más caballerosas palabras que mamá me hacía memorizar para responder al padre Sebastián, le dije: “¿En qué puedo ayudarla señorita?” Evidentemente la cantidad de hombres con la que ella habría estado era indescifrable; pero su encantadora mirada e inocente tono la convertían en las más pura de las doncellas: me pidió que cargara dos maletas, en el transcurso del recorrido (para mi eterno), intenté romper el silencio, pregunté su nombre y otras indiscreciones no merecedoras del recuerdo; quedé con un sin fin de dudas, pero el simple hecho de conocerla, de escucharla, de olerla ... me reconfortaba: Raquel contestó “estoy aquí por cuestiones de trabajo ..., ¿y tú?” --Yo... aquí vivo... ¡mire, donde está la pared verde – señalé con el dedo donde esta esa señora, mi madre, lavando la ropa ....! ¿ya vio? -- Entonces seremos vecinos mi amor ..... oye ....¿cuántos años tienes? ... es que te ves bien chiquito. -- Once años; ayer fue mi fiesta; pero, ¿sabe qué, no se le dirá a mi mamá? -- No, lo prometo -me respondió, haciéndose inocente por unos cinco segundos. -- No me divertí, estuvo muy aburrida -- ¿En serio.. qué te regalaron? -me preguntó como un motivo para no recaer en silencio nuevamente. -- ¡Nada, aquí apenas y tenemos para comer; lo único que trajeron fue pulque, y no era para mí, sino para mi papá y sus amigos.... Posteriormente me habló de una gira artística ...¿Arte? ... ¡Sí ... ella era la viva expresión de la belleza; el David de Miguel Angel, la Afrodita del Milo no pudieron ser mejores, tallados por manos humanas; Raquel superaba sus artísticas formas, iba más allá de lo estético, alcanzado lo divino; sólo un alma celestial pudo concebir tal figura, frotar y unir cada uno de sus perfectos huesos, conjugarlos en esa maravillosa criatura. A partir de entonces, cada tarde, al regresar de la escuela, la miraba por la ventana, semidesnuda, tiernamente la saludaba con la mano, ella me contestaba con una inocua mirada y excitante beso. Raquel era mi amante, mi musa, mi reina; sin embargo .... ni siquiera ella lo sabía. Me convertí en el Don Juan del barrio, afortunado entre los chiquillos que jugaban a tener sus primeras erecciones; su simple saludo me daba prestigio, respeto, entre mis compañeros de juego (trompo, canicas y cualquier otro que se nos ocurriera). Yo era su amante. Aunque un no muy bien parecido hombre, con demasiada vaselina en el cabello, la visitaba cada noche; un hombre que, como yo, no podría, ni en sueños, darle a Raquel lo que se merecía.
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Aquella noche, al terminar el noticiero, dormían mis padres; yo la acechaba, mi mirada recorría toda la calle y entraba hasta sus sueños, desde este lugar observaba cada movimiento en su habitación. Como era costumbre, Esteban, uno de mis tantos rivales, entró por la percudida puerta, con su vacía sonrisa, la tomó de los brazos, la arrojó a la cama, mudo testigo de sus amores. Raquel lo esperaba con un reducido e invisible camisón de seda que muy suavemente se desvaneció por su cuerpo, descubriendo sus firmes senos; él la acaricio, comenzando con las piernas, fui subiendo, poco a poco, hasta dejarla desnuda, indefensa ante aquel devorador de corazones. No resistí un segundo más: una lágrima de tristeza o rabia corrió por mi virgen mejilla ..... ¡Repentinamente, apagué la luz! ... me recosté, pensativo, decepcionado: logré pasar la infinita noche, que se transformó en un crudo infierno. A la mañana siguiente tuve el valor de abrir nuevamente las persianas, dirigí la mirada a la puerta de enfrente: Esteban salió con el mismo rostro con el que había entrado; tenía un objeto en la mano derecha, un papel, parecía ser una fotografía, de esas grandes y ovaladas... un retrato que recuerdo, era el único objeto digno de verse en su prohibida habitación (Raquel para mí no era un objeto). Las tardes pasaron, entre tormentosas miradas, abrazos cálidos, largas caricias, limpios besos, de la frente al pecho, y demás instantes mágicos, que pasaba con Raquel, desafortunadamente en un mundo de vanas ilusiones. Esta situación me daba rabia e impotencia al no poder tenerla más que en sueños, cada vez más frecuentes, que me mantenían vivo, alimentándose mediocremente, sin saciar completamente mi apetito por ella. El tiempo transcurrió, duro castigo, clavando los segundos, días, horas en mi corazón; sin embargo, la agonía me arrastraba, sobreviví al torturo. Sin hacer cuenta, más de las veces que Esteban entraba y salía de mi reino, pasaron las semanas; repentinamente una tarde, casi al oscurecer, la vi partir, cargando sus dos maletas y aguantando el equilibrio con sus altos zapatos de agudos tacones. Corrí desesperadamente, en mi carrera esquivé a mamá que cerraba el angosto pasillo, unas sillas que de un salto dejé atrás y todas las jaulas de pájaros que adornaban la entrada (salida) de la casa: -- ¡Raquel! ¿Qué hace? ... ¡Señorita Ra ...! -- Ya me voy mi vidita ... la gira de la que te hablé continúa, iremos a Tijuana y no sé a qué endemoniado sitio más . -- ¡Usted no puede irse! -- ¿Por qué no...? ¿Por qué no habré de largarme de aquí? Dijo algo enfadada por el retraso que mi impertinencia representaba. -- Porque ... No supe qué decir, no había manera de decirle cuánto la amaba, no encontré palabras para expresarle mi deseo y decirle que se quedara a mi lado, hasta envejecer los dos juntos, y que los años nos consumieran... -- Porque ... Insistí de nuevo, mirando sus pestañas . “¡Usted no debe irse!” Grité. Mi voz retumbó por toda la calle, los canarios y centzontles callaron ante mi débil intento por retenerla a mi lado. “Entonces... ¿Puedo ayudarla?.. permítame sólo esta última vez” Le dije en un sincero y melancólico tono que rebelaba mi desesperación. “Pero no traigo cambio”. “No importa, no quiero dinero, déjeme ayudarla”. Así podría verla más, por lo menos disfrutaría la última caminata. -- ¡Hay mi amor, qué amable, gracias – me dio sus maletas, y en el instante en que éstas pasaban de sus manos a las mías, sin querer, una caricia se dejó sentir sobre mis dedos; tal vez ella no dio la misma interpretación, pero la sensación que yo percibí, bastó para recordarla por todos los años que no la he visto.
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Hoy ... cuatro años después, me mude (mudaron) a un pequeño departamento no lejos de la vecindad; ahora sé lo que es amar y besar a una mujer; sin embargo véanme ... sentado, perdiendo el tiempo a la sombra de los árboles, contando insectos, dejando que las horas corran sin sentido. Acabo de leer el matutino, la cartelera se ve atractiva, escarbé entre mis bolsillos, encontré dieciocho pesos con veinticinco centavos, unas piedras y las envolturas de unos dulces; así que como cualquier adorador del séptimo arte, lánguido, solitario, iré al cine. Mi objetivo no es ver la película, sino perder la tarde, así que he llegado una hora antes y sin decirme a cuál sala entrar. Un barrendero escoge un jardín de servilletas de la entrada del cinema; entre los autos que corren por una difícil avenida, alcanzo a ver un letrero luminoso, cuyo mensaje no distingo, todo gracias a la miopía que heredé de mi ciega abuela; la curiosidad me corroe las entrañas, imposible dirigirme hacia ése que yo creía teatro y que resultó ser un disfrazado cabaret, donde exhibían como exótico y salvajes animales (no es para menos) a treinta y tantas mujeres en una sola noche. En la cartelera destacaba, por la relativa elegancia del cristal protector de esa fotografía en la que aparecía una rubia casi desnuda, afectada por los años y la nómada vida, cubierta por una vulgar piel de leopardo, característica del lugar; esa mujer era idéntica a mi amante, a la olvidada Raquel, con el cabello suelto, la siempre tímida mirada con la que me saludaba, el mismo maquillaje barato y sus sensuales piernas ocultas en un existente vestuario. Observé el lugar, era repulsivo, asqueroso, plagado de decadencia; sin embargo; quise entrar; vano fue mi intento, no mostré el mismo valor que aquella noche. Su nuevo nombre era Ruby, al menos para su acto así era presentada; todavía confuso, regresé al cine, la función comenzará en cualquier instante. A escasos diez metros, en una esquina de la que nacía un verde (no por ecológico) poste de luz, encontré tirados, entre la basura, unos blancos trozos de papel; nuevamente la impaciente curiosidad me obligó a levantarlos. Era una especie de rompecabezas, las fichas embonaban perfectamente, sobre mi mano izquierda, se trataba del mismo retrato que según mi memoria llevaba Esteban en la mano cuando ...; sin duda el traicionero destino me unía con el símbolo de mi fracaso. Ahí estaba Ruby la bella, Raquel la inocente. Fue en ese momento cuando pude contrastar las dos imágenes. El aire voló los pedazos de recuerdo de mi mano, uno de ellos quedó invertido, pude darme cuenta que traía una inscripción al reverso, así que repetí la acción, tratando de encontrar coherencia entre el manuscrito azul. Una vez que el viento cesó lo logré, decía: “Para Esteban ... con amor. Raquel” Inmediatamente sentí vibraciones por todo el cuerpo, alrededor de mi huesos, un sudor frío, los rápidos latidos del corazón, un indescriptible miedo se apoderó de mí; la misma lágrima de aquellas noches me hizo lanzar al viento el único vestigio de mi primera amante.
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LA CUEVA DE LOS VENADOS Edwin Bernardo Oney López Qué hermosa escopeta tiene don Fidel, parece nueva a pesar de que hace más de cincuenta años que la compró en veinte pesos a don Silverio, comentaban unos jóvenes
cazadores de conejos. Pero la escopeta de don Fidel no se usó nunca para cazar conejos, además, ni la vende, ni la presta, la guarda como una sagrada y hasta misteriosa reliquia. Don Fidel es un hombre viejo que casi no platica, vive aislado en una casita de paja rodeado de sus nietos que lo visitan con frecuencia y que de vez en cuando le sugieren la idea de que su escopeta debe utilizarse. Abuelito, le decía Antonio, la carne de conejo es muy sabrosa, abundan en la milpa de mi papá donde se están comiendo las matitas de maíz; yo sé cazarlos. Si me prestaras tu escopeta ... La respuesta no
se hacía esperar, era un no rotundo, aunque a veces añadía con cariño. Te puedes hacer daño, prometí hace muchos años no usarla más. La ves bien engrasada y hasta parece nueva porque la quiero mucho; nunca me falló un tiro, pero lo que a mi me sucedió, me hizo dejar de seguir matando animales: animal que veía, animal que moría, hasta que sucedió aquello. Don Fidel confió su secreto. Fue el viejo yerbatero adivino ( H’men) quien lo reveló para aconsejarle a los nietos que aquella hermosa escopeta calibre 16 no debería usarse más, pues podría causar la muerte del cazador. Esto ha sucedido en otras ocasiones cuando el destino lo reclama; cuántos no han muertos al disparárseles su propia arma. Fue un accidente se dice, mas no saben que el accidente fue provocado. En cierta ocasión, don Fidel, acicateado por sus nietos y amigos reveló lo siguiente: La cacería para mí siempre fue pródiga; nunca mato por matar, pero sí maté mucho: venados, jabalíes, pavos, pero no palomas ni animales pequeños. La emoción de la cacería está en abatir un pavo de monte al vuelo, cazar un venado al salto cuando casi vuela asustado, pero esconderme entre las ramas de un árbol para esperarlo cuando se acerca a comer o saciar su sed, no es actitud noble de cazadores. Imitar el llanto de los venaditos con la gamitadera es el peor de los crímenes: se mata a la madre y venaditos; si no se captura para domesticarlos morirán de hambre. El primer venado que maté con esa escopeta que tanto desean disparar, tenía un piedra verde en la panza, y, aunque había oído hablar de los misterios de esta piedra, sin hacerle caso, la tiré en el fondo del patio de mi casa. Nunca fui ambicioso, cazaba para comer y en ocasiones invitaba a mis amigos con un ollita de pipián. Sin mucho trabajo, caminando solitario sobre las veredas en pleno monte, de repente me topaba con el animal: él se disponía a huir y yo a disparar; nunca erré un tiro. Por eso quiero tanto a mi escopeta.
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Un día de tantos y ya casi viejo, pues apenas si podía cargar un venado, salí de cacería; no me alejé mucho, casi detrás de mi solar que daba el monte vi al venado que parecía llamarme moviendo las orejas y dando golpes en el suelo con su pata delantera. Me decidí a tirarle cuando saltó corriendo. Le alcancé bien porque cayó como fulminando después de dar dos saltos más y se quedó quieto; pero cuando me acerqué para amarrarlo con mi mecapal dio un salto y se perdió en el monte. Lo busqué siguiendo su rastro y, sin darme cuenta, me estaba acercando a mi solar donde había una cueva; se me ocurre acechar y ¡qué veo! En su interior tres venados me miraban fijamente. Me preparé para cazar al primero que saliese corriendo: ¡puf! Salió silbando el primero: ¡pum!, un solo tiro, cayó el animal dio dos vueltas, se levantó y desapareció en el monte. Salieron el segundo y el tercero; la historia se repitió. Me puse pensativo y triste: cuatro venados acertados, pero ninguno muerto. Llamé al H’men para que descifrara el misterio y me curara la fiebre: - Te atropelló el espíritu del venado, tendré que darte una limpia –me dijo; pero hay algo más que me revela el sastún .... (piedra mágica) buscan algo cerca de tu casa, algo que les pertenece. Y se hizo la luz en mi cerebro: aquella piedra verde que tiré al fondo de mi patio. La buscamos con ahínco hasta dar con ella y la arrojamos fuera de mi predio, en el monte. Cuando alguna vez voy por un poco de leña, miro y me miran los venados como buenos amigos; no se espantan; ni los persigo. Mi escopeta Remington me recuerda mis andanzas de cazador, pero se nos cumplió el tiempo, ni ella ni yo tenemos el derecho de seguir matando. ¿Matar conejos? Muchachos, los conejos se matan con tirahule; así los mataba yo y es cierto que son muy sabrosos, muy nutritivos y que destruyen la milpa también; pero tampoco hay que acabarlos para que los conozcan y disfruten de ellos sus nietos. Pero mi escopeta ni la presto ni la vendo y cuando me muera, para que no la use nadie, les pido con cariño que la sepulten conmigo. Y nadie preguntó más.
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LA VIRTUD DEL VENADO Florentino Ex Colli Aconteció en un pueblo del municipio de Peto, Yucatán esta historia que a continuación voy a relatar. Hubo un hombre al que le gustaba mucho ir de cacería, su nombre es parecido al de un ancestro maya: se llamaba Venancio. En cierto ocasión mató un venado muy grande, sabía de antemano que estos animales poseían grandes virtudes que a la vez eran muy útiles, pero al mismo tiempo sumamente peligrosas. Entonces sucedió que al sacar todas las partes que contenía el cuerpo del animal, puso especial atención al lavar la panza del venado; la fue lavando poco a poco y casi al finalizar se dio cuenta que una piedra fina que tenía varios colores estaba allí en la última capa de la panza. Él, cuidando de no ser descubierto lo envolvió en su pañuelo y lo guardó cuidadosamente en su sabucán. Luego de pasados unos días el hombre fue al monte a probar la piedrita del venado. Se fue sin invitar a nadie, esto lo digo por que antes no iba solo; tenía que ir acompañado de alguien más , pero esta vez no fue así. Al llegar al bosque se sentó en un camino lóbrego. Allí esperó sentado hasta que un venado vino hasta él. Él con su carabina lo mató y regresó al pueblo. La gente pensó que este hombre tenía mucha suerte cuando iba a cazar. Así probó este hombre la virtud del animal que había matado antes. Continuó yendo cada fin de semana a cazar y no fallaba cuando iba. Siempre que salía del monte tenía que traer un venado. Así continuó el hombre con su virtud hasta que un día un anciano fue a platicar con él. Este señor sospechaba que aquel hombre tenía la piedra del venado, por lo tanto le aconsejó que cuando fuera otra vez al monte, mate al último venado y tire la piedra. Pero Venancio era necio y no supo valorar este sabio consejo por que la experiencia de este señor lo había prevenido de un mal grande. Entonces sucedió que una noche fue a espiar un venado durante la noche. Cerca de la media noche escuchó un viento extraño, al cesar se apareció un pequeño venado que no tenía nada de pequeño porque sus cuernos tenían tres subdivisiones. En la cabeza de este animal estaba un pequeño panal de avispas muy pequeñas. Al verlo muy pequeño no lo mató y dijo para sí mismo: esperaré al más grande, todavía es media noche y aún no ha llegado el más grande de los venados. Al poco rato empezaron a llegar los venados de diferentes partes, cada uno que llegaba la daba una cornada al árbol donde estaba subido Venancio. Al ver esto él comenzó a gritar, y miró sorprendido que el venado que había llegado primero era el que comandaba el ataque. Por lo tanto se acordó del consejo que el señor le había dicho y rápidamente hurgó entre su sabucán buscando la piedrita que tenía guardada y que sabía era la virtud de los venados.
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Al lanzarla al aire, rápidamente el venado pequeño localizó dónde había caído la piedrita y se la tragó. Entonces los demás venados que rodeaban el árbol donde estaba Venancio se empezaron retirar chiflando muy fuertemente. Cuando se bajó del árbol, el hombre estaba asustado. Al llegar al pueblo contó lo sucedido y le dijeron que los animales actuaban así porque él ya había matado a muchos de sus compañeros. Entonces a Venancio le empezó a dar una calentura tremenda, fue con el yerbero y le dijeron que su padecimiento era a causa de la impresión que había sufrido al ver la actitud de los animales del monte. A los pocos días, precisamente a las dos semanas de haber acontecido esto, aquel hombre murió a causa de la calentura que sufría. Desde entonces en este pueblo nadie desea que cuando mate un venado tenga virtud porque ya saben cuáles son las consecuencias que se pueden sufrir al propasarse en su uso. Por eso cuando los señores matan un venado actualmente, al encontrar la piedra, la tiran porque saben que puede ser muy peligroso.
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EL CORALILLO Luis Enrique Carrillo Minaburo Don Donato Pech vivía en un campamento chiclero, cerca de ahí existía un pueblo colorido donde cada alborada era maravillosa; ese lugar es Chetumal en los tiempos en que la tarea era dura extenuante y casi sin descanso. Donato Pech era una persona de unos 65 años de edad de cabellos blancos como las nubes caribeñas, semiencorvado, tez morena, ojos obscuros como las noches solitarias y con un carácter amable y educado. En el campamento, tenía la ayuda de su hijo Emilio. A lo lejos se escuchaban los ruidos de machetes filosos. Ruidos con sonidos que transporta el viento, cortes transversales que se hacen al chicozapote extrayéndose lentamente la resina y dirigiéndola a una bolsa de lona. Aquel murmullo creaba una atmósfera que se confundía con los pensamientos de Donato, quien en sus adentros anhelaba que Emilio aprendiera a leer y escribir. Donato hacía un esfuerzo para romper con ese destino ancestral al que permanecía atado y que parecía heredar a Emilio al educarlo en el respeto y consideración hacia los demás. El día en que un maestro pagado por el gobierno llegó a su choza cercana al campamento chiclero para que su hijo Emilio conociera las letras, a pesar de que su padre necesitaba la ayuda del muchacho en el campamento contestó; Sí profe, Emilio va mañana con usted. Emilio acudía a la casa principal todos los días para aprender a leer, mientras tanto Donato Pech no pudo reponerse a la ausencia del joven Emilio; cansado y solo, su rendimiento bajó, le hacía falta el muchachito. -- ¿Qué te pasa Donato? – le dijo un día el checador, - ya casi no rindes en el corte, voy a decirle al encargado que te pase a la recolección de la resina. Donato no protestó cuando lo pasaron a la recolección de la resina del chicozapote; el encargado Anastasio Balam lo consideraba un trabajo más descansado. Pero Donato, acostumbrado desde pequeño al corte, el cambio no le agradó y empezó a desempeñar su tarea con tristeza. Todas las tardes al retornar a su casa se enteraba del adelanto de su hijo quien con cierta torpeza empezaba a leer lo que estaba escrito en los libros, entonces Donato sonreía orgulloso y el brillo acudía de nuevo a sus ojos.
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Emilio era huérfano de madre, y Donato había volcado todo su cariño en él. Le decía que si estudiaba podría ser encargado como don Anastasio Balam o escribiente como Dzip, y que algún día tenía que dejar el corte transversal del chicozapote. Un día el maestro no acudió a la casa principal , Emilio aprovechó aquella ocasión y se dirigió al campamento en busca de su padre, miró con rencor a todos aquellos hombres que susurraban en voz riente que Donato estaba recolectando resina del chicozapote y no rendía en el trabajo porque ya estaba viejo. Cuando llegó el recolector de la resina del chicozapote, sintió pesar por él; semiencorvado; desempeñaba su trabajo con dignidad. Con profunda tristeza, con timidez se acercó lentamente. Papá ya no vaya a cortar, dijo con voz pausada. Donato se quitó el sombrero y rascándose la cabeza le dijo: Emilio, te va a regañar el profe . Hoy no fue, respondió Emilio. Dijeron que estaba enfermo. Pero no iré más a la casa principal, ya aprendí algo, lo voy a ayudar al corte del sicté, que es donde le gusta trabajar apá.
Donato quiso protestar, pero aceptó en lo profundo de su existencia la firme decisión de su hijo. Le dio la espalda para que no viera que sus ojos brillaban y continuando con su trabajo, añadió: Ta’ bueno, pero en la tarde seguirás con el libro.
Al día siguiente los dos se encontraron en el campamento, Donato cortando el chicozapote y Emilio recolectando la resina y silbando la misma tonadilla melancólica. Cuídate del coralillo -le dijo Donato a su hijo- no sea que te vayas a descuidar , -si papá te lo prometo -respondió Emilio. Durante el rudo trabajo, silbando aquella tonada melancólica la cual acostumbraba a interpretar y mientras el machete hundía su acero afilado en las cortezas tiernas del chicozapote, Donato escuchó aquel grito agudo e infantil. Corrió a aquel lugar, sin comprender lo que realmente sucedía, pensaba que Emilio se había cortado; pero no, no era precisamente aquel pensamiento. Me picó .. me picó.. – gritaba desesperadamente Emilio – era el coralillo papá, no me fijé ... Estate quieto, hijo –le dijo, mientras le ataba la pierna con una trinca; después de limpiar el afilado
machete, hizo un corte en forma de cruz en el lugar de la mordedura y pegando su boca succionó repetidas veces el mortal veneno que ya empezaba a irrigarse en la sangre del niño. Cargado salió al río donde los hombres ya había desocupado con rapidez una canoa en la que transportaban el chicle y subieron a Emilio para llevarlo a Chetumal. Donato no fue a la ciudad; el checador Dzip se hizo cargo del muchacho quien miraba el intranquilo y decaído rostro de su padre. Emilio, cuando vuelvas ya no irás al campamento vas a volver con el profre – aseveró Donato – es peligroso para ti el campamento.
Cuando la canoa se perdió en la distancia, sólo se escuchaba la aldabilla de las lejanas chachalacas, el hombre regresó al campamento y se fue a ver al encargado. No te aflijas Donato, sabemos que Emilio se salvará -dijo el encargado. Si, tengo fe en que eso sucederá –contestó Donato, precisamente vengo a pedirte que cuides de mi muchachito, que veas por él, sus estudios, que vaya con el profre, ya vez que no tiene a su mamá . Había un vago pesar en sus palabras el encargado lo notó y trató de animarlo. ¿Qué te pasa Donato?, él te tiene a ti. Pero si yo le hago falta, hay lo cuidas como si fuera tu hijo,. Claro hombre hay lo cuido, no te preocupes –dijo con toda sinceridad.
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Le dio las gracias y se marchó más sosegado. Emilio se recuperó, el veneno no le había hecho daño, dos días después regresó al campamento. Pudo asistir abatido y desecho al entierro de su padre quien en la madrugada del día anterior había expirado, lo encontraron acostado en su hamaca y con el libro de su hijo entre las manos, el mortal veneno había penetrado por los dientes careados de Donato, el coralillo había logrado hacer daño, Emilio sentía la ardiente espina de la culpa clavada en lo más escondido de su alma joven y a su dolor se unía un rígido reclamo por su fatal descuido, el viento apacible y tenue llevó hasta su oídos apacible y tenue llegó hasta sus oídos aquella querida y respetada voz; “ Cuídate del coralillo no sea que te vaya a descuidar, si papá lo juro”. Dejando correr sus lágrimas sobre su rostro joven en el que ya empezaba a resplandecer la madurez, y pensando que ya no silbaría más esa tonadilla de reminiscencias melancólicas, lentamente dirigió sus pasos hacia la casa principal donde lo esperaba el maestro.
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FUEGO VIEJO Aarón Salazar Hernández -¡Pensé que nunca llegarías! Es el cuarto día que vengo a la estación a esperarte. Los demás partieron la madrugada del lunes, según planeamos; yo, decidí quedarme unos días más, algo me dijo que esos asesinos no te cogerían tan fácilmente Víctor, mi buen y amado Victor. Por lo pronto déjame estrechar esos hombros que me salvaron de morir al pie de aquel cañón ¿recuerdas? Me cargaste entre una ráfaga de metralla, un federal me había herido en el estómago, quedé inmóvil, no veía ni escuchaba nada, sólo sabía que mis intestinos habían quedado embarrados en esa ceiba. -- ¡Calla Amalia! todavía tengo el mismo asco a la sangre! -- Creí que te habías acostumbrado. -- Acostumbrarme a qué, huir no es costumbre. Se limpia el sudor de su frente dejando ver la cicatriz que escondía bajo el cabello. Sufrir tampoco colérico dirige sus dilatados ojos a las pupilas de su compañera. -¿la esclavitud?, ¿miedo? – se apunta con el índice en la sien –no puede serlo- introduce las manos en las bolsas de su abrigo. No creo que agonizar sea costumbre, ni siquiera de mártires indigentes o suicidas; sobrevivir no es una forma de vida, es un eterno invocar a la muerte. Llevo once años haciéndolo, queriendo acabar con el sufrimiento. -- ¿Ya olvidaste la pasión que te causaba la lucha cuando eras estudiante de ingeniería, tú me metiste en esto, tu obsesión con la igualdad social me despertó, tu romanticismo derramó algunas gotas sobre mi boca, me hiciste adicta a permanecer a tu lado. Cierto, sufrir no es costumbre, por eso luchamos ¿no? -- La guerrilla terminó Amalia, somos ocho de aquel centenar que se atrevió, que desafió, que fue.. entre ocho ya no podremos salvar más vidas, un ejército de ocho no podrán acabar con los millares a quienes les declaramos la guerra. Ellos llevan siete décadas matando, nosotros únicamente once años, mírate huyendo, no puedes mantener tu ser y ya quieres salvar a los demás. -- Por lo visto Víctor has colgado las armas – saca una caja de cigarrillos, ambos lo encienden con el mismo fuego. ¿Qué ha sido de ti Víctor, perdiste la causa, olvidaste cuántas veces hemos estado juntos arriesgando todo en la guerra y en el amor?, manchas el sacrificio de tantos colegas. Amalia se irrita, continúa en reclamo. Ahora, después de once años mandas a la mierda todo el sacrificio, la traición es asquerosa. Víctor, los asesinos no te van a disculpar, ellos no te dejarán nunca, son bestias, no sienten, no mueren. -- No pido tu perdón Amalia, ni el perdón de ellos, quiero verdadera libertad, ya no necesito igualdad, la revolución se acabó hace mucho, debí partir con ella, éste ya no es más mi tiempo.
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El espacio nunca lo he tenido, no es misericordia lo que clamo, es descanso, un respiro, una tregua, me aburrí de oler la pólvora entre mis narices, de tener que esconder la cabeza de las balas dirigiéndose a mi frente, de matar para poder vivir. ¿Entiendes Amalia?, no quiero que ningún ejército me perdone la vida, quiero que alguien se atreva a quitármela. --¿Y Marx, Fidel, el Che?.. ¿Acaso desaparecieron? De sus fauces salen bocanadas de humo. -- Cabrera, ¿lo recuerdas?, murió mientras te cubría, no valió nada su vida.- ¡Eres un cobarde y repugnante hombre falto de cojones!, la causa no te necesita más. Aspira tabaco, lo concentra ahí donde guarda las palabras, para finalmente dejar salir el gas. –Ellos tuvieron suerte. -- ¿Crees que morir mutilado es suerte, que Guevara fue un suertudo? --Ernesto no murió, ascendió a la gloria, cuando ese soldado incauto le dio el tiro de gracia, jamás se imaginó que estaba reviviendo e inmortalizando a su peor enemigo. Despertó el más grande coraje y la fuerza de nuestro Ernesto, aquel temple que sólo se alcanza en la muerte, en el absoluto. En cambio nosotros somos dos fugitivos y continuaremos siendo perseguidos hasta el final , si es que hay alguno. ¿Acaso crees que una mujer con esas cicatrices pueda conseguir un hombre, y que yo con estas barbas y tantos falsos nombres, pueda ser un brillante ingeniero? Nuestro tiempo pasó, comprende Amalia, la época nos jodió, jodió nuestras vidas hasta hundirlas en el anonimato, vino y se cagó en nuestros destinos impregnándolos de un escatológico cadáver que no nos pudimos sacudir. ¡Favor de subir al autobús! –anuncian. El ardiente grito rompe el frío de la oscura calle, los motores se encienden aturdiendo a los pocos pasajeros que abordarán y a la señorita somnolienta que cobra frente a una taza de café. -- Vamos Víctor, es hora de irnos, jala de su muñeca sintiendo la resistencia. No Amalia, yo me quedo, no correré más, con un poco de suerte me maten mañana o ahora mismo, el día no importa. Si Dios fuera piadoso. -- Está bien – dice Amalia mientras tiende los brazos y aprieta como si abrazara a un tronco, permanece aferrada largo tiempo, cual enredadera. El chofer del camión lanza una señal con los faroles. Víctor saca un encendedor de su bolsillo. Toma, ya no me servirá más. Lánguida por el adiós de Víctor, Amalia aborda el autobús. -- ¡Dile a los demás que no me busquen! ¡estaré muerto!. Sus gritos se pierden entre la ventanilla, la distancia, los motores, el humo que expulsa de su boca. Las palabras se desvanecen en el aire, una densa nube se desintegra sobre su cabeza. Amalia, recostada en el cristal verde toma un cigarrillo y se lo lleva hasta a la boca, Víctor camina de regreso por un largo y mojado camino asfáltico, sus pasos hallan eco en las botas de tres personas que vienen detrás de él; mira por encima de sus hombros pero no acelera el caminar, tres sombras se le acercan, formando un montoncito que se sacude violentamente. Amalia prende una llama con el encendedor que Víctor le regaló, juega con el humo, esperando a que éste se desvanezca, la llama se apaga, una silueta permanece inmóvil, tirada en medio de aquella desolada calle, la luna refleja su luz en un charco rojo... Amalia apaga el cigarrillo.
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ESTE CUENTO Lol.Be Casamadrid Alfaro De repente se encontró viajando en una nave hecha de música sin rumbo fijo, en dirección ondulada y con un piloto a quien ella reconocía como papá, ya que en varias ocasiones la había rescatado de caminos difíciles, y otras más había compartidos triunfos y alegrías. En un instante la nave giró tomando un camino de emociones, iluminando con luces de ideas. Después de un forzado movimiento se detuvo, quedando ella frente a un ser que parecía afligido. Con su natural chispa le preguntó el por qué, obteniendo como respuesta: -- Tal vez estoy un poco triste porque hoy discutí con una señora a la que le dije muchas cosas feas, le hice para ser más exactos. Esta señora es un ser bello y de los seres que hay pocos en el mundo. Esta señora es mi mamá. Mi mamá es una buena madre, desde pequeña me ha educado libre, dándome una libertad inimaginable. En mi cabeza ha puesto esquemas y valores universales, y siempre tirando a aprender de sus experiencias. No en todas ha tenido ella la razón y eso lo he tenido que aprender. Ella me ama mucho, pero mi amor no impide que haya dificultades en la relación, mayormente por mi falta de paciencia. Es una persona que trabaja demasiado y siempre, o casi siempre, tiene alguna preocupación en la cabeza. A veces pienso que yo soy una preocupación más y que tal vez si no existiera, ella tendría una vida mejor pero otras veces me hace sentir que soy muy importante en su existencia. No lo sé, no sé qué pasa con mi mamá o conmigo, sólo se que me ama mucho, que yo la quiero de igual forma y que espero que las cosas mejoren en casa y fuera de ella. No dijo ni una palabra más. Las luces desaparecieron y la nave se elevó tan súbitamente como se había detenido. A poca altura halló a un nuevo pasajero quien la abordó en movimiento, y quedó exactamente al lado de ella. Sin dejarla recuperar de su sorpresa el compañero de viaje le dijo dulcemente: -- Quizá estoy triste porque a pesar de amigos y tíos que me quieren como una hija, hace falta un papá en casa. Me hace falta un ser que llene ese cuadro familiar. Pienso que mamá ha sabido llevar bien esa parte de mi educación en la teoría, pero me temo que no estoy conforme. En la práctica solo he tenido padre, y desafortunadamente me duró poco tiempo el gusto. Falleció hace cinco años después de uno de matrimonio con mi mamá. Lo considero papá porque a pesar de que no fue mucho el tiempo que estuvimos juntos, supo ganarse mi cariño y creo que me quiso como si fuera su hija, con todo y algunos problemas como su español. Él era uno de esos “extranjeros decentes”, así lo llama mi mamá, que vino a parar a Bacalar con ideas y proyectos para llevar a cabo. No le dio tiempo de ver realizados todos pero creo que el más importante sí: el reconquistar a mamá después de muchos años de distancia. Ésa fue una bella historia de amor desde inicios de mi existencia. Mi padre mantenía un proyecto con guatemaltecos en ese país, y por lo mismo eran pocos los momentos que disfrutaba de su compañía. La mayor parte del tiempo estaba en Guatemala, con los artesanos , o en su país natal. Digamos que me tocó una probadita de lo que es un buen padre, y a mamá otra de esposo. Aparte de ser un buen padre, lo que agradeceré toda mi vida es que haya sido la única persona que pudo mantener a mi mamá más de tres días en la cama guardando reposo.
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¡Aquí me bajo!, exclamó, y sin decir nada más salió de la nave. Nadie supo cómo ni cuándo. Ella no comprendía todavía qué pasaba, no lograba descifrar aquellas palabras. Continuó su viaje y a los pocos minutos escuchó un grito desesperado: ¡Una botada por favor!, ¡Una botada! La viajera abordó la nave, se presentó con ella diciéndolo su nombre y comenzó a hablar sin que nadie pudiera pararla. Buscando en la familia ¿no crees tú que puedo estar triste por la falta de un hermano? He crecido rodeada de amigos y el amor gracias al cielo nunca me ha faltado. Puedo decir que estoy satisfecha con el que recibo, pero siento envidia al mirar que una amiga abraza a su hermano y lo llena de besos, o bien se pelea con él. Como que me falta una compañía en casa con quién llevarme súper bien y contarle todas las noches lo más emocionante de mi día o cualquier cosa. O por lo contrario, me faltó alguien con quién pelearme y decirle que es un recogido y que mi mamá sólo me quiere a mí. Me faltó un amigo en casa. Es cierto que está mamá, pero no es lo mismo. Dio las gracias por el “aventón” y con un saludo medio extraño se despidió dejándola igual que antes, sin comprender. Casi al término de su viaje tuvo un último acompañante. Éste era un personaje poco común y con una mirada muy peculiar. Bastó con que ella le preguntara su nombre para que comenzara a hablar de principio a fin sin detención alguna. Estoy un poco triste porque no he visto a mi novio hace más de quince días, y me siento levemente molesta con él, pero la ausencia me duele más, pienso terminar la relación, pero tengo que admitir que lo quiero, y pues me es un poco difícil. Lo que más me saca de onda es que estoy igual que si no lo tuviera y me siento sola por lo mismo. No es un novio muy común, y por eso lo quiero, pero no voy a soportar verlo cada tres o cuatro semanas. Así como por arte de magia desapareció, dejándola en el final de su viaje. Se encontró sola en un lugar lleno de colores. Su mente estaba tan confundida hasta que dio con un espejo. En ese momento al observar su rostro y su alma comprendió todas y cada una de las palabras que había escuchado antes, durante ese fantástico viaje. -- Despierta, Lol-Be despierta, ya llegamos. Con esas palabras ella abrió los ojos y encontró que se había dormido mientras escribía este cuento.
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EL CHECHEM Y EL CHACÁ
Karina Soto Soto
Son muy conocidos aquí en la Península de Yucatán dos árboles, uno muy agresivo que con que te dé su sombra te quema y te hace llagas en la piel, y otro que si te pones sus hojas en las llagas hechas por el primero, te cura. Esto, según dice la historia, sucedió hace mucho tiempo: Eran dos hermanos que siempre andaban juntos, pero uno de ellos era muy travieso, y siempre estaba haciendo maldades a quien se le paraba enfrente; su hermano, temeroso, siempre trataba de que los demás no se dieran cuenta de sus travesuras, para que no lo castigaran, y había veces que hasta se echaba la culpa para no regañaran a su hermano. Lo defendía mucho, pues que sentía un gran cariño por él. Y siempre fue así, hasta que un día cuando ya eran grandes, el Chacá (quien era el que siempre cubría al hermano) decidió casarse con una bella doncella. Su hermano (Chechem) envidioso, la noche de bodas decidió raptarse a la novia, cuando fue sorprendido por Chacá, éste sin pensarlo, le enterró un puñal, y al verlo muerto en sus brazos, llorando y temeroso, tomó el puñal, y le pidió a los dioses que lo perdonaran y que por favor hicieran que él y su hermano estuvieran siempre juntos, y se enterró el puñal. Muertos los dos en el piso, empezaron a salir dos árboles entrelazados. Por eso se dice que siempre cerca de un Chechem va estar un Chacá para curar el mal que éste haga. Y si algún día te llegas a quemar con el Chechem no te podrás curar con ningún medicamento ya que esto solamente lo puede hacer el Chacá.
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LA TRANSFORMACIÓN DEL TEPEZCUINTLE EN CULEBRA Florentino Ek Colli En lo profundo del monte y en pequeñas cuevas, habita con mucha tranquilidad el muy preciado y hermoso animal llamado tepezcuintle. Cuenta la historia que en tiempos antiguos todos los animales vivían juntos, pues todos y cada uno de ellos eran creación de un solo Dios. De esta especie habían dos tipos: unos eran los que crecían tanto y se denominaban “los tepezcuintles verdes” (del maya ya’ax jaleb’s), y la otra parte eran los llamados “los tepezcuintles rojos” (del maya chac jaleb’s). Sucedió entonces que con el transcurso del tiempo los tepezcuintles verdes fueron creciendo y creciendo hasta el grado en que no se podían mover de sus cuevas, entonces nos narra la historia que el creador del universo se apiadó de ellos y les dio la facilidad para que se pudieran convertir en culebras y tuvieran movimiento; esto sucedió porque Dios se percató de que este animal tenía características semejantes a las serpientes. En la actualidad esto se puede comprobar porque en las cuevas de las profundidades del monte se han encontrado enormes culebras en lugar de tepezcuintles. Esto se ha logrado con ayuda de perros amaestrados para la caza de este animal. Además se ha visto en varias ocasiones y se ha comprobado de que el tepezcuintle puede vivir junto con las serpientes sin que le hagan daño alguno. Cuenta un hombre del campo que una vez que estaba buscando a su perro que se había perdido, se introdujo en una cueva y grande fue su sorpresa al descubrir a una enorme serpiente al lado de un tepezcuintle y a su lado al perro ya muerto quizás por la mordedura de ese reptil. Al mirar con dirección al tepezcuintle vio que éste simplemente se alejo del reptil sano y salvo. A veces la naturaleza nos enseña cuan grandes son las virtudes que posee con respecto a sus habitantes, y éste es un claro ejemplo de ello.
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EL DÍA QUE GRANIZÓ Aarón Salazar Hernández Cuando niños, lanzábamos nuestros juguetes por la escalera, los coches hacían acrobacias y los luchadores de plástico sus mejores vuelos, pero ninguno ahuyentaba a las ratas que se paseaban en la sala, rompían platos, comían la harina, se subían a todos lados. Arrojábamos canicas, su redondez y peso las hacían rebotar escalón tras escalón, dejando estelas parabólicas hasta estrellarse con los roedores. Repetimos el ataque, pero en lugar de ratas, usamos las cabezas de mis malditos primos ... malditos porque aún tengo el sabor del aceite de ricino que me hacían tomar – abre la boca o te pego más fuerte ¡ábrela! – me sujetaban la nariz después de golpearme en los hombros hasta inmovilizarlos; sentía el flujo oleaginoso por mi garganta , endureciéndome la lengua de asco; de inmediato corría al baño y vomitaba en la taza de porcelana blanca, pero ni el agua ni el desodorante lograban diluir mi coraje. Mi hermano era mayor que yo, a él solo le tocaban unas tundas; algunas veces provocó hemorragias en la nariz de ellos, pero era inútil, nos superaban, nos superaban en fuerza, tamaño y número; uno solo podía detenerme en sus brazos apretando hasta quitarme el aire, dos de los más grandes, me agarraban del cuello y codos, mientras el tercero me echaba cucarachas entre la ropa; todavía siento esas horrendas y peludas patitas clavándose en mi espalda, escalándome la cabeza, eran tantas que prefería desnudarme y soportar las burlas a dejar que continuaran jugando entre mis pantalones. Sabíamos que vendrían ese domingo, mi hermano cumplía seis años, no podía faltar pastel en el que no hundieran nuestro rostro. Cuando escuchamos el ruido de su auto detenerse en el jardín, subimos a la recámara, sacamos dos latas de canicas que teníamos bien guardadas en el armario, ochocientas veintitrés, las habíamos obtenido de la venta de nuestros juguetes. Del barandal colgaba una gran toalla detrás de la cual nos escondimos, desde el rincón los oímos subir; una vez que los tuvimos tan cerca que no podían correr, comenzamos a lanzar los proyectiles; no era necesario apuntar, por cuestiones de probabilidad alguno debía atinarles. Una ráfaga de granizos se desató en la casa, me da gusto recordar cómo se hundían las balas en sus cuerpos gordos; los desgraciados no podían ni sobarse porque al cubrirse un golpe les llegaba otro por debajo, sus brazos comenzaron a enrojecer del ardor que producían los impactos. Despavoridos salieron corriendo, gritos por todos lados; en su huida, uno de ello tropezó llevándose a sus hermanos cuesta abajo, al pie de la escalera los tres cuerpos lanzaban quejidos y pedían clemencia, la negamos arrojando el resto del parque en sus estómagos, al estrellarse las canicas sonaban como los tambores que dieron victoria a Ulises, Zaragoza y al Santo en todas sus películas y que a nosotros nos hacía gritar vivas con efusión -- ¡Viva Hidalgo! ¡Viva la Revolución! ¡Viva Hugo Sánchez! – no importaba qué o quién viviera siempre y cuando nos hiciera golpear con más fuerza. Para nuestra mala suerte, sólo les quedaron unos cuantos chipotes, pero los moretones que les salieron tardaron semanas en borrárseles, ahora sí parecían elefantes de circo, todos moteaditos,; sin embargo a mi papá no le pareció la forma en que recibimos a mis primos, y ahora en vez de ir cada semana con ellos, visitamos al doctor Suárez, aunque ni usa bata ni estetoscopio y eso me hace dudar de su profesión. En su consultorio nos da a responder unos exámenes para los que no hay que estudiar; otras veces nos enseña dibujos de puras manchas en los que de vez en cuando veo a mis primos cubriéndose los canicazos.
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MURMULLOS DE LA PIEDRA Aarón Salazar Hernández La dejaron sola, les daba tristeza verla con las patas hinchadas, por eso la abandonaron. “En la casa no hay dinero y no pienso gastarlo en una perra”. La condenaron a morir. No se sorprendió, desde que llegó al patio las moscas trajeron rumores de que la muerte vendría, al principio la enfadaba aquella nube de alas, pero poco a poco se acostumbro al zumbido fúnebre. El Gato la visitaba todas las noches, se paraba en la ventana, era el único animal que sintiendo lástima no la ignoraba; más tarde se enteró que por ley debía temerla, sin embargo se quedaba sentado con esos ojos que sólo tienen las personas tristes y los perros, pero los gatos no. Desde arriba miró al Papayo, a la Perra y a la Luna recostada en el plato lleno de agua. Detuvo la vista en la bandeja iluminada. --- ¿Qué haces allá arriba, ya te cansaste de cargarlo? --- Los hijos no pesan, Gato. --- Pesa saber que no nacerá, que lo traerás siempre en el vientre. Ésa es tu penitencia. --- Y la tuya es no subir más alto que los techos. --- No Luna, mi castigo es la horfandad, tu abandono. Yo debería estar dentro de ti, yo que traigo la noche y sus nubes en el pelaje. Si sabías que el conejo es hijo de las flores por qué te lo llevaste. Ahora nadie es feliz. Un vientecito caliente disipó las voces y arrancó las palabras del hocico de la Perra. --- Hasta el aire se encoge – intervino el Papayo agitando las hojas amarillentas como cuando la hierba habla con las tumbas – es el humo que todos exhalan el último aliento de los muertos que irán al purgatorio, pesares que hunden tus ojos y mis ramas en la misma grieta del suelo. --- ...incluso tú --- continuó ladrando – eras tan pequeños que pasaste bajo las faldas de la puerta, venías envuelto en una lágrima que rodó sin romperse; por eso y por tu color te creí el huevo de esa lagartija negra que vive en las entrañas de la pared y golpea una y otra vez su garganta contra la piedra hasta olvidar que abandonó sus crías bajo el sol. Nunca imaginé que fueras una semilla. Te traje al rincón porque el calor del medio día te había secado. Pensé que estabas muerto, así que te sepulté en la poquita tierra que hay bajo el escalón. Resucitaste en domingo, dos hojas tiernas adornaban tus manos, las extendiste como queriendo abrazarme, tu cuerpo era un tallo carnoso que ya habrían devorado las hormigas rojas si se hubieran atrevido a entrar. Ha pasado tanto tiempo desde entonces. Se detuvo a ensalivarse las patas inflamadas que como imán atraían el revolteo de las moscas. --- Ven, acércate, déjame untar savia sobre tus heridas – dijo la planta dejando caer por sus ramas un chorrito de sangre blanca. --- No puedo levantarme. --- Llevas años sin salir de esa esquina, no caminas, no comes. Estás muerta ¿verdad? --- Nosotros no morimos, ni siquiera estamos aquí; no hay gato, ni luna, ni papayo, tampoco perra, somos voces inventadas por un patio que se siente solo. Una brisa cálida diluye los alaridos en los pechos de los muros.
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Cuentos y Leyendas de los Bachilleres
ESOS OJITOS Aarón Salazar Hernández No vuelvo a beber de esa manera, leí
en su rostro mientras se enjuagaba en el lavabo. Levantó la mirada, apenas se pintaba su reflejo en mí, en parte por el agua que me salpicó y porque sus ojos se escondían de la luz, como cuando les entra jabón – En qué pensabas Noemí.... – cada domingo despertaba con el sabor amargo de la noche anterior, la ropa oliendo a alcohol y un dolor de cabeza que imaginaba como un resortito vibrando con el ruido del camión de gas. Cuando su visita recuperó la nitidez, notó que le hacía falta la amatista que Claudette le dio al leerle la mano. -- Tu línea de la vida se interrumpe. -- Es una cicatriz, me la hice cortando tomates. -- En la mano se ve todo, cuando te heriste pasabas por un mal momento ¿verdad? Noemí se hundió en una retrospección de la que salió para zambullirse nuevamente en esa palma nácar. -- ¡Ah! ¿Quieres saber del amor ¿eh? Has estado sola desde hace tiempo. Para saberlo bastaba mirarle los ojos, opacos, como si el cuervo de la soledad se los hubiera sacado y a cambio le hubiera dejado dos semillitas de tamarindo -sin embargo, empezarás a sentir atracción por alguien a quien no has dado mucha importancia, un vecino, un compañero de trabajo, una persona por la que te darás de golpes en el suelo- le había dicho la vidente. Reparó la pérdida con un delfín de cuarzo curado que no espantaba las envidias porque nadie codiciaba su vida. Perder la piedrita que le adornó el pecho no es tan grave, pero, ¿perder la cabeza? No se puede abrir el armario y sacar otra. Ha renunciado tres veces al trabajo sólo porque en la redacción del periódico se les ocurrió que para los Tauro era un buen momento para cambiar de empleo; Júpiter los ayudará. Hora de mudarse y vino a caer a esta ciudad, tan alejada de todo y de todos, donde sólo me tiene a mí, un espejo rectangular con marco de plástico verde, colgado encima del lavamanos, y aunque el clavo que me sostiene se ha cansado, sé que Noemí no me dejaría caer, ésa es la única razón por la cual no la he abandonado. Esta mañana se tambaleó hasta llegar conmigo, se lavó los dientes, se bañó sin decirme una palabra, hechó unos huevos al sartén, abrió el refrigerador y no encontró la leche. Fue a la tienda, pagó dos litros y un diario; leyó su horoscopo, Sal, afuera está tu destino. Número de la suerte 737. A punto de llegar a casa vio un auto rojo estacionado frente a la puerta, miró las placas y el número estaba ahí, acompañado de unas letras a las que no dio importancia; se acercó por detrás, comparó dígito a dígito, siete, tres, siete – cuando estuvo segura alzó la mirada hasta el conductor, era Antonio, el mensajero de la oficina donde ella era telefonista, y con quien había coincidido un par de veces a la hora de salir: “Buenas Noches”, “Hasta luego” se despedían sin verse. Entonces recordó las predicciones de Claudette, el bendito número que había llevado un hombre a su vida. Mientras repasaba las palabras con las que lo invitaría a desayunar, el automóvil se encendió y echó en reversa, embistiendo el cuerpecito de ojos brillosos que ni el velorio perdieron su resplandor.
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