- Clown por Gabriel Chamé Buendía Últimamente la gente estudia un curso de clown, sale del cursillo y ya quiere hacer reír con lo que funcionó en el curso, actúan en miles de varietés, donde hacen reír a amigos, y a un público que, no me gusta decirlo, es demasiado fácil, la gente se ríe y ¡ya está!. El alumno se encierra en una forma y, poco a poco, por falta de investigación, pierde todo lo que había encontrado en el curso, que descubrió gracias a que se sentía perdido, a la deriva en un vacío que le permitía estar alerta y creativo . Se aferra a un personaje estereotipado y se protege por miedo a ese vacío que le dio la experiencia profunda, bella y tal vez dolorosa de la creación. Descubrir tu clown, no siempre es grato, aunque siempre muy divertido. Pero si cambias de lugar y trabajas en un teatro u otro ámbito donde la gente no está dispuesta solo a reírse sino a ver un espectáculo, una construcción clownesca, donde hay que sumergirse más adentro de uno, entonces los jóvenes alumnos ven que no es tan fácil. Hay que tener mucho cuidado en este aspecto del trabajo, las consecuencias son graves, la imaginación y curiosidad del alumno se reducen, se acomodan a una experiencia llana, y los resultados finales son que mucha gente vea el arte del clown como un arte menor y amateur. Es una crítica que hago a mi propio medio, a mis propios alumnos, colegas, y a mí, en mis 25 años de enseñanza. Claro que cuando empiezas tienes que practicar, y
entrenarte con el público. Pero si no evolucionas en tu disciplina, si no profundizas e investigas en la forma y en la historia que el clown ha desarrollado, si no te esfuerzas en seguir buscando, ya que el camino nunca termina, si te conformas con esa facilidad, con una risa que solo regocija tu ego, te pierdes la posibilidad de acercarte a un arte bello, simple y complejo. Lo que realmente necesitas es poder expresar lo que está adentro tuyo, desde hace mucho. Si no, mueres a corto o mediano plazo. Si no se profundiza en el arte del Clown es posible tener la mismas consecuencias que sufrió el arte del Mimo, que a pesar de ser un arte bellísimo, que todo actor debería practicar, está marginado o casi desaparecido, por exceso de estereotipos y falta de creatividad. O sea, falta investigar qué se quiere expresar, qué se quiere decir y cómo se quiere contar. Creo que hay que estudiar a los maestros del cine mudo, investigar sobre grandes Clowns pasados y presentes, dejar de hacerse el gracioso con los trucos cómicos que funcionan, y ser profundamente cómico, humano en nuestra desgracia y belleza. Intentar parar el bla bla bla, el chiste fácil, y ver que pasa en tu cuerpo, en tu propia disconformidad. Buscar influencias en los diferentes Artes. Lógicamente no estoy en contra de lo que se genera espontáneamente, pero puedo ver algo ahí, una visión a largo plazo, y me parece que hay que concientizar un poco a los estudiantes, ya que el clown se ha extendido tanto.
No por esto le quito importancia a este fenómeno espontáneo, a este boom del clown, que sucede en Argentina, España, Francia y Alemania, que son los lugares donde trabajo desde hace muchos años. Es increíble la popularidad del clown, como atrae, tanto a estudiantes de cursos como a espectadores. Seamos sinceros, no hay ningún aparato comercial detrás difundiendo esto, y si embargo la gente lo chupa como si fuera una mamadera. Reconozcamos que es maravilloso, hay algo profundo; la gente quiere reír, ver la vida de otra manera, sonriente, y eso no es malo. Que la gente quiera reír es muy importante, se puede ver como algo chabacano o negativo, pero no, es muy saludable, todos queremos reír. Es humano y biológico. Hablo del reír como un acto de inteligencia, tomar conciencia de las cosas con humor, ¡poder reír! Si en la vida no nos podemos reír, se cierra un ángulo de visión, se empobrece tu percepción del mundo y solo se generan conflictos, conflictos que a su vez generan choques y sufrimientos inútiles: La risa, poder reírse, reírse de sí mismo, es tener otro punto de vista de ti y del mundo, uno accede a un entendimiento más amplio y complejo de la vida y los seres humanos. Sin negar el dolor y el sufrimiento crea una esperanza posible a nuestros sueños. Esta es una de las razones del fenómeno del Clown. El cómico es más chabacano en el sentido que va rápidamente a lo que consigue en escena. El cómico se
maneja mucho con el resultado del público, no siempre es necesario pero la confrontación con el público es la cocina final. Yo lo hago. Cuando armo un espectáculo, lo compongo, imagino y estructuro con el oficio que me permite darme cuenta que los momentos cómicos pueden funcionar, tanto la escritura como la estética, estoy motivado y confío que puedo guiar al público, emocionarlo, hacerlo reír. Pero el público no está ahí, y no es una seguridad real que mis cálculos sean correctos. Solo lo siento, presiento mi cuerpo, una relación entre oficio e intuición, pero sé que necesitaré el encuentro, la confrontación energética con el público, para poder ajustar mejor, o descubrir puertas que no veía en ensayo, lo que estoy realmente queriendo decir, trasmitir, me ajusto a la reacción del público y encuentro el tiempo adecuado, la cocción final en el presente de la representación, como también descubro cambios en la escritura. Es como surfear una ola, uno es la tabla y el público la ola. Esto pasa siempre en un espectáculo cómico. En la tragedia o el drama es lo contrario, el silencio de la sala es el indicador que el público está conectado y conmovido por lo que ocurre, si hay toses y ruidos en la butaca, la cosa no va tan bien. O sea la reacción del público es importante para sentir como está funcionando el espectáculo, y también si tienes que hacer cambios en la escritura. Pero si esto se utiliza como una facilidad, como una manera conformista, un repetirse para
conseguir resultados que aseguren la risa, te empobreces tú y el público. Si uno se encierra en una forma, alejándose del vértigo de la incertidumbre, que te conecta con lo que tienes que reencontrar, tu niñez perdida, traspasar tu coraza, seguir investigando y creciendo en el largo camino del arte del Clown, si la práctica del estudiante se reduce a un resultado que genera dependencia de una risa que solo afirma su Ego, el trabajo se irá empobreciendo, ya que la risa debe estar viva y en movimiento, salvaje e imprevista, encontrar el movimiento de la vida con precisión, solo se consigue con trabajo, estudio y riesgo. Entonces, enseñar ejercicios donde el objetivo es hacer reír, lo puedo trasmitir en una clase para que el estudiante tengan un radar de comunicación, una manera de registrar tanto lo externo, el público, como lo interno, los propios impulsos. Otra cosa es que se utilice eso como marketing, donde se busca todo el tiempo la risa del público. Lo grave de la situación es la velocidad con que el alumno va hace un curso, y enseguida de terminarlo se pone a hacer un varietés, con lo que más o menos aprendió en el curso, con ese mismo traje de payaso, no hace una elaboración del trabajo, ni lo deja madurar, ni investiga más, es difícil apoyar esto. Y si además después de repetir tres o cuatro cursos de clown se pone a dar clases, copiando ejercicios y frases echas, que no le pertenecen. Un joven profesor tiene la responsabilidad de
seguir estudiando ya que ni si quiera sabe lo que tiene para expresar como artista. Sin embargo reconozco que copiar es una de las formas de aprendizaje. Don Jorge Luis Borges decía que copiar es una manera de pertenecer a la tradición; ahora, el problema es que falta saber más de esa tradición, y más todavía de las diferentes artes, faltan estudios. Y el peligro final es, que el joven profesor se va encerrando en su pobre conocimiento, y poco a poco se bloquea, va perdiendo capacidad de interpretar lo que le exige a sus alumnos. La enseñanza puede ser peligrosa no solo para el alumno, sino también para el mismo profesor, tiene un efecto boomerang. Con esto no quiero crear una discusión, ni imponer una ideología, son pensamientos, reflexiones, pensar de otra manera, otras posibilidades, tener un cuidado por lo que hacemos. Me parece genial que haya tanto movimiento, que a tanta gente le sea útil este trabajo, que tantos profesores se interesen por trasmitirlo, que el Clown haya saltado las fronteras del espectáculo, para también integrarse en la ayuda social a través de lo artístico, estoy profundamente a favor de lo que se ha dado naturalmente. Lo que me molesta es el descuido, la comodidad del rebaño. La gente tiende a imitarse, a no inventar. Una actividad artística es al revés, se destaca la diferencia, el artista es ese que ves pasar contra la corriente. ¿Para que hacer un camino artístico? Para salir de la rutina, divertirte, no trabajar en una oficina,
descubrir posibilidades ocultas en ti, tontear, vivir muy bien, bien o “asi” de tu trabajo, etc. Si claro, pero después una vez dentro hay más, hay una búsqueda constante de cómo recrear el mundo tal cual lo entiendes, ves que tienes que profundizar en tu oficio para poder encontrar formas que reflejan lo bello y terrible de este mundo. ¿En qué puedes profundizar? ¿Qué quiero decir? ¿Qué me mueve? ¿Qué me divierte?¿ Que imágenes me llegan?¿Estás disconforme con algo y quieres expresarlo? Un artista sirve un poco para eso, poder manifestar o mostrar algo que otros no alcanzar a ver, te hace soñar con una forma depurada. Placer y diversión junto con investigación y estudio. El artista desordena, se cuestiona y gracias al estudio de su oficio y el que le dejaron los antiguos maestros, logra trasmitir su imaginación con una forma que elaboró durante años. El conformismo destruye el clown o cualquier arte. Nunca se llega, siempre es un ir. Creo que el Boom del Clown se debe a que la gente descubre en él una forma auténtica, una posibilidad de no mentirse, de encontrar un camino, un dar y recibir a través de la risa, pero hay que soltar la necesidad de hacer reír, el reír ya está incluido, hay que unir lo trágico con lo cómico, el Clown es algo que una vez que empiezas es difícil dejar, algo que puedes hacer toda la vida, el que lo práctica sabe lo difícil y placentero que es. Espero no ofender, y sí, influenciar. Gabriel Chamé Buendía