LA ÉTICA DE VIRTUDES El modelo ético del hombre virtuoso está fuertemente enraizado en la tradición occidental y cristiana por la influencia de Aristóteles a través de Santo Tomás. Este tipo de ética también se denomina eudaimonismo , del griego eudaimonía, que significa ‘felicidad’. La máxima aspiración del hombre consiste según este sistema ético en la felicidad, que sólo se puede encontrar en Dios como fin último de la vida humana. Y esa felicidad (trascendente) se alcanza mediante el ejercicio de las virtudes. El origen de esta ética se encuentra en los griegos con Sócrates como padre espiritual, luego Platón y sobre todo Aristóteles, quien ha sistematizado los pensamientos éticos de sus predecesores. Según Aristóteles, el hombre está orientado por naturaleza hacia la felicidad, que es el bien supremo y el fin último del hombre. La norma fundamental es la verdad , tanto ontológica como gnoseológica, que tiene que ser contemplada para poder vivir según las virtudes. Estas son actitudes de equilibrio entre dos extremos en todos los ámbitos de la vida humana (justicia, templanza, prudencia, fortaleza, veracidad, etc.). La gran síntesis teológica, elaborada al final de la Edad Media por Tomás de Aquino, consagró definitivamente el esquema ético de Aristóteles Ar istóteles como ideario moral de la cristiandad. Dios es fin último del hombre y la fuente de la felicidad suprema. Así Santo Tomás lleva al campo ‘trascendente el ideal inmanente de Aristóteles, siguiendo en esto a Platón con su ideal del ‘bien trascendente’. La vida del cristianismo se norma según Santo Tomás por la práctica de las virtudes, tanto teologales como naturales. 1. LA ÉTI CA H EDONI STA
El modelo hedonista (del griego hedoné: ‘placer’) tiene su origen histórico en la escuela epicureísta (3/4 siglos a.C.). Según Epicuro, el principio de todo t odo bien se halla en el placer, que constituye una aspiración generalizada entre los hombres de todos los tiempos. Pero para Epicuro no se trata de la satisfacción de cualquier tipo de placer, sino de llegar a un máximo de placer junto con un mínimo de sufrimiento. Conseguir el placer como tal no puede ser el único criterio porque esto muchas veces lleva a sufrimiento, es decir a lo contrario del placer (por ejemplo, la borrachera lleva a dolor de cabeza, pérdida de empleo, etc.). Sin embargo, si Epicuro habla del ‘placer’ no tiene en mente tanto el placer corporal que produce malestar posterior, sino el placer como un equilibrio espiritual que él llama la ‘atharaxeia’, es decir la ‘imperturbabilidad’. El placer puro que hay que conseguir es el que no lleva mezcla de sufrimiento y perturbación. Para tal fin el hombre tiene que controlarse bien y calcular las ventajas y desventajas de un cierto placer. En última instancia la moral epicúrea más bien es una ascesis del placer. Hoy en día ha resurgido fuertemente el modelo hedonista en la sociedad de consumo por los medios de comunicación comunicación y el el consumo masivo de de bienes que prometen placer. Pero este tipo de ética hedonista está muy lejos del ideal epicúreo. epicúreo. No se trata de encontrar un equilibrio de tranquilidad, sino más bien de acelerar la caza del placer y aumentar la cantidad de bienes que pueden producir placer. Además, el ‘placer’ se restringe casi en su totalidad a placeres corporales (sexo, alcohol, drogas, comida, etc.). Ya no se trata del placer como un ‘ideal de atharaxeia’, sino del placer como un requerimiento inmediato y diario, que no libera sino esclaviza (adicción). La sociedad
occidental moderna es sumamente hedonista en el sentido de un sensualismo vulgar, y por lo tanto la ética vigente es egoísta y hasta narcisista. 2. LA ÉTI CA ESTOICA
El modelo estoico es opuesto a la ética epicúrea, aunque en el fondo las consecuencias de los dos modelos no difieren mucho. Tiene su origen en la escuela de la stoa (‘pórtico’), contemporánea con el epicureísmo y cuyos representantes más famosos fueron Zenón, Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. El estoicismo comprende al mundo como un cosmos, es decir, un orden universal, regido por leyes inmutables que gobiernan también la vida humana. El ideal del hombre consiste en vivir según la naturaleza . Así se adapta al orden universal (que más tarde se llamará ‘ley natural moral’) y consigue así , una actitud de indiferencia la felicidad. El camino de la perfección reside en la apatheia frente a los acontecimientos y una libertad de las pasiones (del griego a pathos; ‘ausencia de pasión’). El hombre estoico acepta todo, sean éxitos, alegrías o sufrimientos y muerte, sin apego ni resistencia, porque esto llevaría a más intranquilidad y sufrimiento. A esta actitud se une a la conciencia de la dignidad humana, basada en que todo en el universo es divino (panteísmo). Como seres humanos todos tenemos la misma dignidad, es decir, somos iguales con respecto al valor. El estoicismo culmina en un humanismo universalista, según el cual la patria del hombre no es una cierta ciudad ( polis), ni una nación, sino la humanidad entera. El modelo estoico ha llamado la atención de los primeros pensadores cristianos por sus elevados principios, y pronto fue adoptado (y también adaptado) por el cristianismo. En especial fueron incorporados dos elementos fundamentales: el ideal ascético que lleva a una actitud hostil frente al mundo, lo corporal y los sentimientos; y la doctrina de la ley natural moral que fue interpretada como el resultado de la legislación de Dios a través de la Creación. ‘Vivir según la naturaleza’ para los cristianos significará ‘vivir según la voluntad de Dios’. Hasta hoy en día el modelo estoico forma parte muy importante de la ética cristiana. Un valor recién establecido en nuestro siglo, pero ya anticipado por la Estoa son los derechos humanos universalmente válidos. Así la ética ya habían concebido el valor universal de la persona humana más allá de toda diferencia en una época en la cual había mucha discriminación social y racial, inclusive la esclavitud de seres considerados ‘subhumanos’.
3. L A ÉTI CA NEOPL ATÓNI CA
La filosofía platónica tuvo un auge importante en los siglos III-VI d.C. con la reformulación realizada por Plotino. Esta corriente es marcadamente religiosa y recoge la tendencia mística del hombre a sumergirse en la divinidad. Según Platino, el fundamento o principio supremo de la realidad es el Uno, que es el ser perfecto, primero y absoluto. De él proviene, por emanación, el nous , inteligencia o espíritu, y de éste el alma. La imperfección se encuentra en la materia; el alma del hombre ha sido corrompida al caer y quedar aprisionada en el cuerpo que pertenece al mundo de la imperfección. La búsqueda de la perfección consiste, entonces, en una marcha ascendente del alma hacia el Uno trascendente, para ser absorbida místicamente por él. Este trasfondo metafísico dualista se refleja en la ética, que es muy contemplativa e intelectual . El ideal del hombre consiste en el ‘regreso’ del alma a su lugar de origen que es el Uno o la divinidad trascendente, huyendo del mundo imperfecto de la materia y de la corporeidad. Para tal fin hay que mortificar todos los deseos sensuales
que provienen del cuerpo como parte inferior y perecedera del hombre. La purificación de toda sensualidad es un ejercicio intelectual que apunta a una sabiduría y contemplación libre de todo deseo sensual, es decir mediante una ascesis rigurosa . El ideal ético neoplatónico es trascendente con respecto a la vida concreta del hombre; todo valor inmanente solo impide lograr la felicidad que consiste en la ‘unión mística’ del alma con el Uno, respecto con Dios. Así la ética neoplatónica es extremadamente individualista y anti-sensualista. Practica un gran desprecio por lo corporal, material, emocional, social y hasta político, porque todo esto desvía del fin último y verdadero trascendente. Además es una ética intelectual y mística. El ideal neoplatónico ha influido mucho en la ascética cristiana (más todavía que el estoicismo) hasta este siglo XX. Sobre todo a través de la gnosis y del pensamiento de San Agustín la ética neoplatónica ha ingresado fuertemente en la moral cristiana, despreciando todo lo que tiene que ver con lo corporal (sexualidad, placeres, sentidos) y predicando un ideal de la huida del mundo. Así ha surgido un ideal individualista de ‘salvar el alma’ sin comprometerse con el mundo en el ámbito social (justicia, paz, solidaridad). Así el ideal ético neoplatónico- cristiano no tiene que ver con ‘obrar’, sino con ‘contemplar’ valores trans-mundanos y trascendentes. . 4. LA ÉTI CA KANTI ANA
Mientras los modelos éticos hasta el siglo XVIII fueron una síntesis de la teología moral cristiana y los principales modelos éticos antiguos (aristotélicos, platónicos y estoicos) en forma sincretista, Manuel Kant plantea un modelo ético muy diferente y con otro fundamento. Las éticas anteriores eran todas de una u otra manera teleológicas, es decir, orientadas hacia una finalidad, y además heterónomas, es decir fundamentadas por una normatividad exterior al hombre como actor ético (por ejemplo por Dios, la naturaleza, la felicidad, la idea del bien, etc.). Kant quiere dar a la ética un fundamento netamente racional y a pri ori, sin recurrir a ningún bien que sea objeto de la experiencia. La ética kantiana es deontológica porque procede del deber (del griego deón: ‘deber’) como un imperativo incondicional inmanente al hombre como ser racional; por lo tanto es una ética autónoma porque la normatividad proviene de la misma naturaleza humana y no de una autoridad exterior. Es una ética formal porque no considera el contenido ‘material’ de un acto humano sino la ‘forma’ misma, que es una ley universal y categórica, es decir el deber como exigencia incondicional. Así, no es la calidad del objetivo de una acción (bueno o malo) lo que determina la moralidad, sino la intención o la buena voluntad a priori que radica en la misma naturaleza racional del hombre. La voluntad de cumplir el deber ético es el criterio máximo de bondad moral. Este deber se expresa en el imperativo categórico que es como sigue: <>. Traduciendo en expresión material, es decir aplicando al valor específico del ente racional (hombre): << Nunca tomes al hombr e solo como medio, sino siempre como fi n en sími smo >>. Esto implica, en primer lugar, el criterio de la universalidad de la norma autónoma y subjetiva; el criterio de moralidad tiene que ser la posibilidad de la aplicación universal de una norma subjetiva e individual. Así la autonomía de la ética se junta con la universalidad de su validez. En segundo lugar, es una ética centrada en el valor inconmensurable del hombre, fundamentado en la naturaleza racional (y autoconsciente) del ser humano. Hay que tener en cuenta que el valor humano no se deduce teológicamente ( como ‘imagen de Dios’), sino racionalmente del análisis del a priori trascendental ético que es el deber. Sin embargo este deber puede expresarse en muchas formas en la sociedad, sea en leyes
promulgadas, sea en códigos de conducta, siempre y cuando estos estén conforme con la racionalidad universal humana. La ética kantiana enfoca mucho el motivo autónomo para los actos humanos sin tomar en cuenta las consecuencias o motivos finales de los mismos. Esto puede llevar a una ‘ética del deber’ heterónoma en donde el ideal ético es el cumplimiento del deber sin tomar en cuenta el contenido. Pero tomando en cuenta el principio de universalidad, cada acto anti-humanista se descalificaría por sí mismo. Con Kant ingresa la fundamentación autónoma de la ética a la modernidad, forjando un espíritu sumamente humanista que tiene su expresión más comprimida en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. 5. LA ÉTI CA UTIL I TARISTA
La variante empírica de la ética moderna – opuesta a la kantiana – es el utilitarismo que tiene su cuna en el mundo anglosajón. Es un modelo teleológico que se orienta por la finalidad del acto humano y que de una u otra manera hace resurgir el modelo hedonista del epicureísmo, aunque sea en forma universalista. El objetivo principal para los actos humanos según la ética utilitarista es la felicidad (ética eudaimónica), que se consigue buscando lo que me sea útil. El móvil último de todas nuestras acciones es entonces la utilidad, es decir, lo que aumenta el placer y disminuye el dolor. Según Bentham (siglo XVIII), la conducta debe regirse sólo por el interés; toda la sabiduría moral consiste en un frío cálculo de intereses. El altruismo por sí mismo no tiene valor; sólo si aporta más simpatía y concordia entre los hombres puede ser una actitud ética respetable. Pero este criterio egoísta e individualista se relativiza por el criterio de la maximización de la felicidad que determina como norma del comportamiento la felicidad para el mayor número de hombres. Stuart Mill introduce una escala de placeres, insistiendo en el mayor valor ético de placeres espirituales. Moralmente las personas se clasifican de acuerdo al tipo de placeres a que aspiran. El utilitarismo es una ética pragmática tomando en cuenta la normatividad cotidiana y usual de la utilidad de los actos. El interés es un móvil muy fuerte en el hombre; hasta la ética cristiana tiene un aspecto utilitarista muy importante: actuar bien para llegar a la felicidad, sea en esta vida o sea en otra. Hasta el mismo altruismo cristiano está motivado por el interés (egoísta) de la recompensa eterna. 6.
LA ÉTI CA DEL SUPERHOM BRE
fingir actuar por motivos nobles y altruistas, pero en realidad hacerlo por motivos egoístas y bajos, es motivo para Nietzsche de cuestionar toda la ética tradicional, sobre todo aquella insp irada por valores ‘cristianos’. Él prevé proféticamente el deterioro de todos los valores de la civilización occidental, porque los interpreta en el fondo como valores de debilidad y no de fuerza. La moral tradicional (y en especial la cristiana) es según Nietzsche una moral de los débiles o una moral de esclavos . Valores como la humildad, la entrega, el amor y la ascesis son consecuencias de debilidades humanas y pretenden ocultar estas deficiencias. Según Nietzsche, la moral cristiana ha surgido como una trans-valoración ( Umwertung ) de todos los valores anteriores, convirtiendo lo fuerte en débil y lodébil en fuerte; los esclavos triunfan sobre sus señores. Los débiles son incapaces de vivir por sí mismos y necesitan vivir en sociedad con un orden jurídico, una religión y una ‘moral de esclavos’. Así se han instalado los ideales de la igualdad, caridad y humildad, llevando a la cultura occidental al deterioro y Justamente esta ‘moral doble’ de
la mediocridad sin horizontes. Nietzsche pretende predicar una ética de los poderosos que constituyen una raza superior caracterizada por valores opuestos a los de la raza inferior, que son los débiles de la moral cristiana. El que realiza en su vida el ideal del hombre poderoso se convierte en un superhombre que es el valor y la meta suprema de la humanidad. Este superhombre se da su propia ley, y por lo tanto vive <>. Los valores de esta ética ‘a-moral’ se deducen de la fuerza y del poder: desigualdad, aristocracia, egoísmo, superioridad, ausencia de piedad, odio, etc. Todos son ‘contra-valores’ frente a los valores espirituales de la moral cristiana occidental, y se fundamentan en el orden físico, volitivo y sensitivo, y no en la racionalidad. La ética del superhombre es una ética racista y aristocrática que no puede ser universal. Según Nietzsche, para el superhombre el fin justifica los medios, quiere decir que en lo político se convierte en maquiavelismo absoluto (cf. Hitler). Así la ética del superhombre es básicamente anti-humanista, porque concibe al hombre (débil y mediocre) como medio en las manos de los poderosos. Hoy en día la ética de Nietzsche se encuentra sobre todo en la ‘ética capitalista’ según la cual siempre está permitido lo que me hace más rico; es la ‘ley de la selva’ y la ‘moral de los más fuertes’ (Darwin) que subordina todos los demás valores humanos al único valor de poder y riqueza. 7.
LA ÉTI CA M ARXI STA
En oposición a la ética elitista de Nietzsche, el marxismo rehabilita los grandes valores humanistas de la tradición judeo-cristiana, insistiendo en su aplicación social. La ética marxista es una consecuencia de la praxis revolucionaria que reivindica los valores éticos de igualdad, justicia y humanidad verdadera y universal. La ética marxista pone énfasis en los derechos sociales como primordiales frente a las derechos individuales de las personas. Es la misma práctica que determina el valor ético, según esté o no orientada hacia la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Por eso, el último criterio de verdad para Marx es la praxis, es decir, la acción, la producción, el trabajo, la eficacia histórica y la lucha social. La alienación constituye la fuente y la máxima expresión de la deshumanización del hombre. Esta se produce tanto en lo económico y social, como en la cultura, el derecho y la religión. Toda moral y religión que estén orientadas a mantener el statu quo de una situación social discriminatoria y desigual, son alienantes, porque perpetúan la explotación de una parte de la humanidad por la otra. La ética marxista está orientada hacia el cambio de estructuras alienantes e injustas, para construir una sociedad equitativa, justa y libre para todos. El comunismo es el ideal social de esta ética. Para poder llegar a tal ideal, hay que crear un hombre nuevo que viva más-allá de intereses particulares, y que resuma en sí mismo la síntesis de libertad individual y justicia social. El único camino según Marx para construir este ‘reino de justicia universal’ es la revolución, porque hay que cambiar necesariamente el sistema explotador que es la sociedad de clases. Por lo tanto la ética marxista es ante todo una moral revolucionaria cuyos valores son la lucha, la solidaridad, el sacrificio y el trabajo colectivo. El marxismo ‘inmanentiza’ muchos de los valores cristianos trascendentes, criticando el individualismo y la moral cristiana. La sociedad comunista es la encarnación del ‘Reino de Dios’ en términos sociales y políticos. En este afán de construir una sociedad justa, la ética marxista puede justificar medios anti-humanistas como la represión de la libertad individual.
8. LA ÉTI CA CRI STI ANA
Aunque no existe una ética filosófica cristiana original, sin embargo, la moral cristiana ha tenido un impacto incalculable sobre el desarrollo filosófico a través de los siglos en los diferentes modelos éticos. Muchas veces los valores cristianos se han ‘secularizado’ en forma de éticas humanistas o valores universalmente aceptados, como son los Derechos Humanos. La ética cristiana por lo tanto no es un modelo filosófico aparte, sino un producto de la inspiración fuerte y continua de muchos sistemas éticos hasta hoy en día. El fundamento teológico de esta ética es la revelación sobrenatural , tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. En este sentido tiene un origen trascendente y funda una normatividad heterónoma . Sus raíces se hunden en las antiquísimas normas morales del pueblo hebreo, sintetizadas en el Decálogo o los Diez Mandamientos. Otra fuente es el Mandamiento más importante de Jesús, el amor al prójimo, que radicaliza la ética veterotestamentaria. Estas raíces se han juntado en el transcurso del tiempo con varios sistemas filosóficos, y por esto la ética cristiana moderna posee rasgos aristotélicos, neoplatónicos, estoicos, kantianos y hasta marxistas. La ética cristiana no tiene una sola expresión filosófica, puede ser concebida de diferentes maneras, según el enfoque de que se trate. Tiene tanto un aspecto individual como social, un aspecto autónomo (conciencia moral) como heterónomo, una dirección teleológica como deontológica, una motivación emotiva como racional. La ética cristiana se basa en principio en la creencia de que todos los hombres somos hermanos, hijos (e imagen) de un mismo y único Dios, a quien le debemos nuestra vida. El amor al prójimo es el mandamiento fundamental, en el que se resumen todos los demás. El modelo de vida cristiana lo encontramos en Jesús de Nazaret. El estudio de la ética cristiana como tal no es asunto de la filosofía, sino de la moral teológica, porque toma en cuenta la fuente de la revelación sobrenatural de Dios. Sin embargo, se puede establecer un marco racional para una ética compatible con los valores judeocristianos, tomando en cuenta la revelación natural de Dios y sus consecuencias éticas. BIBLIOGRAFÍA
Estermann, J. (2002). Curso integral de Filosofía desde América Latina: Filosofía Sistemática. 2da edición. QuitoEcuador: Abya – Ayala. ACTIVIDADES 1. 2. 3. 4. 5. 6.
¿Cómo concibe Epicuro la ética? ¿Qué diferencias encuentras entre la ética de Epicuro y la ética Estoa? Para la ética neoplatónica ¿cuál es el ideal del hombre o como debe ser? ¿Qué pregona la ética kantiana? ¿Qué podrías decir sobre la ética del superhombre? Fundamente. ¿En la ética marxista que es alienación? ¿Y como poder crear un hombre nuevo? 7. ¿Cuál es su comentario sobre la ética cristiana?