EDW ARD HALLETT CARR 1917. Antes y después (La revolución rusa)
Edward Hallett
Carr
1917. Antes y después
sarpe
Título original: Before and After 1917. Traducción: José Cano Tembleque. © E. H. Carr. © Editorial Anagrama. © Por la presente edición: SARPE, 1985. Pedro Teixeira, 8. 28020 Madrid. Traducción cedida por Editorial Anagrama. Depósito legal: M - 225% - 1985. ISBN: 84 - 7291 - 877 - 7 (tomo 31.°). ISBN: 84-7291-736-6 (obra completa). Impreso en España - Printed in Spain. Imprime: Gráficas Futura. En portada: Cuadro de propaganda soviético conmemorando los primeros años de Lenin como activista revolucionario.
Edward Hallett Carr Edward Hallett Carr nació en Inglaterra en el año 1892, y se educó en el célebre Trinity College de Cambridge. Al terminar sus estudios universitarios ingresó en la can-era diplomática en plena Primera Guerra Mundial, en el año 1916, ocupando puestos en París y en la capital letona, Riga. Junto con su compatriota y tam bién historiador Arnold J. Toynbee, participó en el Congreso de la Paz celebrado en Versalles al final de las hostilidades. Más tar de formaría parte de la asesoría de la empresa pacifista que fue la fracasada Sociedad de Naciones. En 193 6 ocuparía la cáted cátedra ra de Relaciones R elaciones Internacionales Internacionales de de la Universidad Universidad galesa gale sa de Cardif rdiff. f. A partir partir de este est e momen m omento to comien com ienza za a hacer público su pensamiento filosófico-histórico con una radi cal crítica del utopismo que había determinado la política interna cional de su país en los últimos años. Gran realista, Carr conside rará a la política como una permanente actuación en función del poder de que se disponga en cada caso. En el año 1939, al térmi no de la guerra civil española y al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el historiador británico observará nuestro conflicto in terno como una verdadera guerra civil europea, librada entre fas cismo y liberalismo sobre territorio español. Durante la Segunda Guerra Mundial —entre 1941 y 1946— ocupará el privilegiado puesto de subdirector del prestigioso dia rio londinense «The Times», desde donde lanzará aceradas críti cas contra el idealismo mostrado por los Estados Unidos a la con clusión del conflicto, y su creencia en la posibilidad de que la re cién creada organización de las Naciones Unidas podría servir co mo efectivo instrumento de prevención de futuros conflictos. Cuando se encontraba próximo a la sesentena, el historiador británico se dedicó en exclusividad a la elaboración de su monu mental Historia Hist oria de la Rusia Ru sia S o viét vi étic ica a , tarea que le ocuparía ínte gramente los últimos tres decenios de su vida hasta el momento de su muerte, acaecida en el año 1982.
E. H . C arr ar r
«1917. Antes y después» d e s c r i to s q u in te _____________________ i _______ _______ gran este volumen se escribieron en diversas ocasiones a partir de 1958, fecha de publi Es tudios ios cación de Studies in Revolution (traducción castellana, Estud sobr so bree la revo re volu lució ción n , Madrid, Alianza. 1968). El primero constitu ye una versión ampliada de varias conferencias y emisiones dadas por E. E. H. Carr Carr en Inglaterra Ingl aterra y los lo s Estad Est ados os Unidos Unid os en 1967 19 67.. para conmemorar el cincuenta aniversario de la revolución de 1917: el segundo se escribió como prólogo a la traducción de la novela ¿Quehacer?, de Chernichevski (Vintage Books. New York. 1964). El tercer escrito es una fusión de dos artículos sobre Rosa Luxemburgo. publicados en «The Times Literary Supplement» en los años 1951 y 1966. El cuarto es una versión un tanto abreviada del prólogo escrito para la edición inglesa de El E l AB A B C d e l Comu Com u nism ni smo o , de Bujarin y Preobajenski. publicado por la Editorial Penguin. El quinto es el texto, ligeramente retocado, de una emisión de la BBC, aparecido en «The Listener» el 4 de agosto de 1955. El sexto y el séptimo se escribieron como colaboraciones a dos volúmenes de ensayos en homenaje a Herbert Marcuse (The Criti ca c a / Spirit. S pirit. Beacon Press, Boston. Mass. 1967) y a Maurice Dobb (Socialism. Capitalism and Economic Growth , Cambridge, University Press, 1967). Por último, «Los sindicatos soviéticos», «La tragedia de Trotsky» y «La revolución inconclusa» son comenta rios publicados en diversas diversas fechas en «The «The Tim es Lite Litera rary ry Supple Sup ple ment». El autor es bien conocido por las recientes traducciones al castellano de ¿Qué es historia?, Estudios sobre la revolución y Los Lo s exili ex iliad ados os romá ro mánt ntico icoss (Bakunin Baku nin , Herzen Her zen . Ogarev), obra ya pu blicada en esta colección. Los temas abordados, que giran en torno a la Revolución de Octubre, son de un gran interés para interpretar la historia con temporánea: el leninismo como adecuación del marxismo al con texto histórico de la Rusia zarista; a propósito del El E l A B C de d e l Co Co munis mu nismo mo , de Bujarin y Preobajenski. una reconsideración de la utopía bolchevique; Rosa Luxemburgo y el movimiento espartaquista alemán; los problemas de la industrialización y la colectivi zación en gran escala; las características del sindicalismo soviéti co; Rusia cincuenta años después de 1917, o la revolución incon
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clusa; la tragedia de Trotsky, el profeta derrotado por la intransi gencia de¡ futuro dictador, Stalin... Cierra el volumen un sobrio y emocionado In mem m emor oria iam m . escrito en ocasión del fallecimiento de otro gran historiador: Isaac Deutshcer. Todo ello siguiendo de alguna manera el modo habitual de historiar del autor, desperso nalizado y riguroso. La obra se ensambla de esta forma perfecta mente con el resto de la producción del historiador británico, que se alza como el más efectivo estudioso y tratadista de la historia de Rusia a partir del triunfo revolucionario. Pero Carr. en otras de sus obras —que se incluyen en la bi bliografía que sigue—, no sólo trata cuestiones estrictamente ru sas. Por el contrario, observa con atención y agudeza temas como el de la Europa de entreguerras. la historia de Rusia, el judaismo, figuras políticas de especial significación o aspectos diversos del socialismo y del comunismo. Con la misma lucidez de siempre, Carr vuelve aquí a manifestarse como el mejor estudioso de la pro blemática del socialismo teórico y aplicado. Lo que otorga, sin embargo, al historiador británico su verda dera significación en el plano bibliográfico es una gran historia de la Rusia soviética. Dotado de la gran capacidad de síntesis car gada de elementos informativos que constituye el rasgo más acu sado de las escuelas historiográficas británicas, Carr ha elevado una ordenada y vasta construcción que reúne perfectamente en samblados tanto planteamientos teóricos como realizaciones prác ticas plasmadas en la realidad contemporánea. La mera relación de cada uno de los cuatro sectores que com ponen esta obra, a la que dedicó una labor de treinta años, sirve para expresar por sí misma el alcance de sus objetivos y la cober tura de su tratamiento. Entre los años 1917 y 1929 establece con profundidad los apartados referentes a la realización práctica de la revolución, el período denominado «de interregno» que contem pla el ascenso de Stalin. la puesta en vigor de la política de un obligado «socialismo en un solo país», para pasar finalmente a tra tar con gran minuciosidad el tema de las bases de la economía planificada en la Unión Soviética. Adoptando las posiciones más objetivas posibles para todo his toriador que trata de observar el pasado con rigor. Can* consigue
vencer toda negativa posibilidad de fácil maniqueísmo, dominan te de forma tan señalada en su tiempo con respecto a la tan mitifi cada y, a la vez, denostada revolución bolchevique. Si en el mun do tuvo una fuerte repercusión la aparición de esta obra a partir del año 1950, en España, su publicación, veintidós años más tar de, vino a representar la presencia de un material dotado de una alta calidad en todos los sentidos, que superaba ya de forma defi nitiva a la mayor parte de la literatura histórica accesible en nues tro país acerca del fenómeno que ha determinado la evolución del mundo durante todo este agitado y convulso siglo.
La revolución rusa Los antecedentes E,noctu tubbrede 1916-Europ ropaentra' tra'
__________________________ al parecer inevitablemente, en un
tercer invierno en guerra. El conflicto se prolonga interminable mente, y muchos europeos sienten haber llegado al límite de sus fuerzas. A las pérdidas humanas en los campos de batalla se su man las degradadas condiciones de vida de amplias capas de la población civil y el cansancio de los ejércitos. En ambos bandos, nadie cree ya en una victoria relámpago. El hastío, sin embargo, no siempre provoca la rebeldía como respuesta. Y los asalariados del capital han venido soportando hasta entonce ento nces, s, sin grandes grandes réplicas réplicas,, los costes cost es sociopolíticos de la puesta en marcha de más o menos fuertes economías de guerra; parte del proletariado, es cierto, ha obtenido de la coyuntura bélica de terminadas mejoras laborales que. a pesar del riesgo de lo provi sional, vendrán a menudo a reforzar la tendencia reformista, o ya débilmente revolucionaria, de una parte importante de la s oci ocia ldemocracia europea. Así, a lo largo de 1915 la mayor parte de los medios laborales de los países en guerra se ven desgarrados por una profunda fisura, abierta entre aquellos a quienes favore cen las mejoras y aquellos otros que, por el contrario, han experi mentado con el conflicto bélico un importante deterioro en su ni vel de vida, ya de por sí deprimido. Las huelgas promovidas por estos últimos serán un paso más en la ruptura crispada de la socialdemocracia europea, hecho real al final de la guerra. Sólo los más radicales, los más conscientes de la cruda oportunidad que ofrecía la guerra imperialista, osaron entonces lanzarse a la subversión del orden burgués. En ninguno de los países contendientes el cansancio de la gue rra, el descontento con la dirección de la misma y del país, y la escasez fueron tan perceptibles como en la Rusia de los zares. Y ello vino a coincidir con una potente reflexión teórica de muchos revolucionarios durante largas temporadas en el exilio. La expe-
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riencia de 1905, que tan fecundas enseñanzas teóricas generara en la izquierda rusa del momento, volvía ahora a recuperarse, tra tando de obtener fruto del momento presente. Tesis sobre la En septiembre de 1914 había escrito Lenin sus Tesis guer gu erra ra , uno de los textos del marxismo más difundidos antes de 1917. También a finales de 1914. Trotsky encontraría en la gue rra el lugar oportuno para hacer estallar la acción de masas (La guerra gue rra y la Internacional). No se trataba de la novedad de unas condiciones sólo entonces conformadas, sino, por el contrario, de algo más esperanzador para el proyecto revolucionario: de la de seada aceleración de las tensiones que habrían de llevar a la so ciedad occidental, agotada y capitalista, hacia su conversión en un mundo sin explotadores.
LOS
h ech o s
f ebre ebrero ro ^ 917. Estalla la revolu ción más violenta de todos tod os los tiempos. En unas sema sem a _________________ violenta nas la sociedad se deshace de todos sus dirigentes: el monarca y sus hombres de leyes, la policía y los sacedotes, los propietarios y los funcionarios, los oficiales y los amos. No hay ciudadano que no se sienta libre de decidir en cada momento su conducta y su porvenir. Surge entonces, de lo más profundo de Rusia, un inmenso grito de esperanza: en él se mezcla la voz de todos los desdicha dos, de todos los humillados. En Moscú, los trabajadores obligan a sus dueños a aprender las bases del futuro Derecho obrero, en Odesa, los estudiantes dictan a su profesor un nuevo programa de historia de las civilizaciones; en el ejército, los soldados dejan de obedecer a sus superiores. Nadie había soñado jamás con una revolución así. Ni siquiera los propios bolcheviques. El desorden indujo a Stalin a lanzar, en marzo, un llamamiento a la disciplina militar; y a Kropotkin a pedir, en junio, ponderación. A Lenin ese caos le satisfacía; era preciso acabar con la antigua sociedad. En sus Tesis de abril fue fue uno de los pocos en alentarlo. Hubo de con vencer entonces a los miembros de su propio partido de la necesi dad de aprovechar el desorden para colocarse a la cabeza de las masas y crear unas nuevas instituciones socio-económicas. Pero transcurrieron ocho meses de revolución antes de que
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Lenin convenciera a sus compañeros de la validez de esta ense ñanza de Marx; para que la acción del partido no quedara rezaga da de la sociedad: para que Octubre aceptara el reto de Febrero. En efecto, tras los «cinco días» de febrero, las masas, impacien tes, multiplicaron las huelgas, ocuparon fábricas y confiscaron las tierras de los latifundistas; se estaba realizando una verdadera re volución social, paralelamente al poder que se creó —el de los soviets—, mucho más moderado a la hora de introducir reformas en el ordenamiento del país. El fenómeno de ahondamiento de la revolución empezó a per cibirse en otoño, al plantearse el problema de la guerra. El Go bierno de Kerenski no quería firmar la paz a cualquier precio y por separado de las potencias aliadas. El propio Lenin considera ba que una paz así sería una vergüenza para unos, un error para otros, y que a la larga significaría favorecer el triunfo del imperia lismo alemán. Sin embargo, el pueblo ruso no estaba de acuerdo con sus líderes. Así, en julio, la rebeldía de los soldados que rehú san marchar al frente desborda hasta a los líderes bolcheviques, que se ven obligados a unirse a la causa de los soldados subleva dos. El Gobierno de Kerenski hizo recaer la responsabilidad de estos incidentes en los bolcheviques y ordenó arrestar a sus líde res. Lenin tuvo que huir a Finlandia. En el mes de septiembre, sin embargo, los bolcheviques se guían teniendo mucha fuerza. Desde su escondrijo finlandés, donde vivía oculto bajo disfraz, Lenin empezó a presionar al Comité Cen tral del partido para que dejase de colaborar con Kerenski y to mase el poder, dado que contaba con mayoría en los soviets de Petersburgo y Moscú. Los demás miembros del Comité Central no comprendían la prisa de Lenin por provocar una insurrección popular y hacerse con el poder. Sin embargo, Lenin acabó con venciéndoles. El llamamiento a la insurrección fue hecho por el importante y prestigioso Soviet de Petersburgo, «para detener a las fuerzas contrarrevolucionarias». Los regimientos de la capital, la Guardia Roja y los marinos de Kronstadt se rebelaron a sus superiores, de ideología reacionaria: se ocuparon las oficinas de Correos, las estaciones y los puen tes. Así, los puntos estratégicos cambiaron de manos sin efusión
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de sangre y sin que el Gobierno tomara verdaderamente concien cia de lo que estaba sucediendo. Pero sus centros neurálgicos ya no respondían, las tropas llamadas en refuerzo no llegaban y no se cumplían las órdenes. Se estaba llevando a cabo una gran revo lución y nadie parecía percatarse de ello. En la noche del 24 de octubre, la ciudad de Petersburgo esta ba en manos de los insurgentes, cubierta de barricadas. Sólo re sistía el Palacio de Invierno, con sus batallones de mujeres y los contingentes de jóvenes oficiales. Kerenski, acorralado, se disfra zó de marino y logró escapar. Al día siguiente, el Gobierno era derroca der rocado do y el Palacio Pal acio de Invierno tomado. tomad o. Horas antes, ant es, de Jo Jos 673 delegados presentes en el II Congreso de los soviets, 390 de legados bolcheviques aclamaban a Lenin como nuevo jefe de Go bierno de Rusia. Los bolcheviques quedaron dueños absolutos del Congreso. En lo sucesivo iban a conservar el poder sólo para ellos, tras instaurar una dictadura del proletariado. Nada más¡tomarel poder. Lenin Las consecuencias ____________________________ ____________________________ constitu cons tituyo yo un nuevo Gobierno, Gobier no, al que llamó Soviet de los Comisarios del Pueblo, y adoptó una serie de medidas que, además de espectaculares, no dejaban de ser ilu sorias. Así, el decreto sobre la Tierra, a favor de los campesinos; el de las Nacionalidades, que admitía a éstas el derecho a la auto determinación, y el decreto sobre la Paz, que llevó a la apertura de negociaciones con el enemigo, pero también contribuyó a trans formar la guerra extranjera en guerra civil. El nuevo régimen parecía dispuesto a actuar con fuerza y de terminación. Sin embargo, reinaba una gran incertidumbre. Du rante los ocho meses de la revolución de febrero, los bolcheviques no habían dejado de acusar al Gobierno moderado de retrasar la convocatoria de una Asamblea Constituyente. De suerte que Le nin y sus seguidores no podían no convocarla. Con un 25 por 100 de los votos conseguidos en las elecciones de noviembre, los bolcheviques eran netamente minoritarios en la Asamblea; Lenin decidió entonces calificar a la Constituyente de «broma liberal», y en la primera sesión el bochevique Sverdlov
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leyó una declaración sobre los derechos del pueblo y pidió a la Asamblea que votara inmediatamente un texto que reconociera el poder de los soviets y la legitimidad de los decretos. Al negarse los reunidos, se hizo evacuar la sala y, como la secretaría del II Congreso de los soviets había ordenado la disolución de una Asamblea que pretendía pretendía derroc derrocar ar el el poder de lo s soviets, n o hubo una segunda sesión. La indiferencia del público ante este hecho fue completa: la experiencia de la democracia parlamentaria ha bía durado unas horas en la nueva Rusia. Decididos a firmar la paz, los bolcheviques se reunieron con los alemanes en Brest-Litovsk. Surgió entonces el enfrentamiento entre Lenin y Trotsky: el primero era partidario de la paz a cual quier precio: el segundo intentaba conciliar diversos puntos de vista, esforzándose en negociar sin pactar, y esperando que cundiera la fraternización y que el espíritu revolucionario conquistara al ejér cito alemán. Pero como mientras tanto los ejércitos alemanes se guían avanzando por una Rusia en desorden, hubo que ceder, sa crificando la causa de una revolución europea a la necesidad de salvar el régimen soviético. La consecuencia fundamental de la firma de la paz fue la escisión de los revolucionarios en dos frentes y el estallido consiguiente de la guerra civil. Los contrarrevolucio narios y las potencias extranjeras antibolcheviques se unieron al ejército blanco y complicaron aún más la situación. Tras una pe nosa guerra civil, en 1920 se produjo la retirada de las tropas blan cas en Crimea y en el Cáucaso. Finalizaba así el conflicto bélico y empezaba una nueva fase en la historia del pueblo ruso: no todo iba a ser. sin embargo, éxitos, riqueza, progreso y bienestar.
Fechas clave 1894 Nicolá Nic oláss 11 es coronad coro nado o en *Moscú com co m o nuevo zar de to-
_______ das
las Rusias. La fiesta de la coronación termina con la catástrofe del campo de Chodynka. El nuevo zar se apoyará, a la hora de gobernar, en el binomio autocracia-ortodoxia, alenta do por su esposa, Alejandra, princesa de Hesse-Darmstadt. Desórdenes en Finlandia, Polonia, Ucrania y el Báltico _______ contra la rusificación. Huelgas, revueltas agrarias y so ciales sumen al imperio de Nicolás II en una situación crítica. Parteo Obrero Socialdemócrata es desarticulado por _______ la policía, pero vuelve a organizarse organi zarse en el extranjero en torno a Plejanov, Vera Zasulich y Pavel Axelrod. Vladimir Ilich Ulianov. llamado Lenin, difunde las ideas revolucionarias en sus escritos y desde las páginas del periódico «Iskra». Nacido en Simbirsk y abogado de profesión, se adhiere a un grupo marxista clan destino y profundiza en el estudio del marxismo durante su des tierro en Siberia y en el exilio (Londres, Munich. Ginebra). Plehve, Plehv e, ministro del Interio Interior, r, elimina los restos resto s de auto_______ nomía administ administrativ rativa, a, infiltr infiltra a agente ag entess de la policía secreta secre ta entre los socialrevolucionarios, socialrevo lucionarios, dirigidos dirigidos por Chernov y Savinkov. Savinkov. y trata de combatir su terrorismo con asociaciones obreras orga nizadas «desde arriba», entre ellas la del pope Capón. Pogrom Pog rom os antisemitas en el el sur sur de Rusia, también también fofo_______ mentad me ntados os por el ministro del Interior, Interior, Plehve. Ante A nte el el radicalismo revolucionario se crean organizaciones como la Liga de la Liberación de los demócratas constitucionales, llamados kadetes. En Bruselas y Londres se celebra el II Congreso del Parti do Obrero Obrero Socialdemócrata, Socialdemócrata, en el que se produce la escisión entre entre mencheviques (minimalistas, marxistas ortodoxos que creen nece sario esperar el pleno desarrollo del capitalismo- y del proletariado para comenzar la acción revolucionaria), entre los que destacan Martov, Plejanov y, por breve tiempo, Trotsky, y bolcheviques (maximalistas), dirigidos por Lenin, que preconizan la dictadura
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del proletariado a través de un partido en el que también se en cuentre representada la clase campesina.
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La catastrófica «gue «guerr rra a contra el enano ena no japonés» japonés» desendes en_______ cadena cade na la Primera Primera Revolución Revol ución rusa. rusa. En Petersburgo, Petersburg o, el ejército abre fuego el 9 de enero, más tarde llamado «Domingo sangriento», contra los manifestantes, que, dirigidos por Capón, trataban de entrevistarse con el zar. La indignación popular, las huelgas y las revueltas se extienden por toda Rusia. Motín de los marineros del acorazado «Potemkin» en el puerto de Odesa y de la guarnición de Kronstadt. En Londres, los bolcheviques deci den participar en la revolución «democrático-burguesa» para des pués tratar de transformarla en revolución socialista con el apoyo de las masas campesinas. Formación de los primeros soviets, o consejeros obreros... Insurrecciones en Finlandia y Polonia. El zar promete, en el mes de agosto, una Duma legislativa o parlamento, y en el Manifiesto de octubre promulga una Constitución elabora da por el ministro Von Witte. 1 9 0 6 ^ ra Pseu Pseudoc docons onsti titu tuci cion onal alis ismo. mo. Con Con el prime imer minis nis_______ tro Stolipin Stolip in vuelven a imponerse impo nerse la reacción y la policía. En junio queda abierta la primera Duma, llamada «de la esperan za popular», que solicita un auténtico régimen parlamentario. Di cha Duma realiza las primeras reformas agrarias, con las que se trata de crear una clase media campesina (kulaks) y aumentar su poder adquisitivo, a fin de impulsar la economía del país. _La concentración parcelaria, la supresión del sistema del _______ «mir» ir» y los proyecto proy ectoss de colon co loniza izació ción n determinan un in cremento del proletariado agrícola y un aumento de la influencia de los partidos socialistas en la segunda Duma, o asamblea parla mentaria, llamada «de la cólera popular». Después Despu és de algunas modificaciones modifica ciones del del sistema electoral, se crea la la tercera Duma llamada «de «de los señore señ ores, s, po _______ ral, pes y lacayos». Significa un retorno a la orientación autocrática. Continuas agitaciones y huelgas, aumento de la emigración a ul tramar y a Alemania. La corte del zar está dominada por un «en viado de Dios» y taumaturgo, el campesino siberiano Rasputín. 1 9 1 2 ^ ras e* ases*nato nato de Stol Stolip ipiin, acae acaeci cido do el año año ant anter eriior, or, _______ se suceden suce den las agitaciones agita ciones de las clases clase s trab trabaja ajador doras. as. Le
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1917 . A n t e s y de sp ués ué s
suceden primeros ministros rusos mediocres, que encuentran en la cuarta Duma una asamblea bastante dócil, cuya mayoría se ha desplazado hacia la derecha nacionalista en detrimento de los octubristas y los progresistas. Guerras balcánicas: Rusia pierde el con trol político sobre la zona. Consideradas como una maniobra diversiva ante la amenaza revolucionaria, dan al traste con la con fianza de los círculos paneslavos y militares.
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^ H i m a u n t ra r a ta t a do d o n a v a l c on o n F ra r a nc n c ia i a . L os o s e m p ré r é st s t i to to s
_______ franceses
posibilitan el rearme ruso. _Asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sara_______ jevo. jev o. Empieza Emp ieza la Primera Guerra Guerra Mund Mundial ial:: Austria y Ale mania se enfrentan, en el frente oriental, a Serbia y Rusia. En un primer momento se produce la retirada alemana ante los rusos en Prusia oriental, pero Hindenburg consigue detener al enemigo en Tann T annenb enberg erg y los lagos Masurianos Masurianos.. La ofensiva ofens iva rusa en Galit Galit-zia obliga a los austríacos a replegarse hacia los Cárpatos. _Ofensiva conjunta austro-alemana contra las tropas del _______ zar. zar. Las insuficiencias técnicas técn icas y económ eco nóm icas ica s y la medio med io cridad de la burocracia explican la derrota rusa y la pérdida de Polonia y Lituania. La zarina, aconsejada por Rasputín, intervie ne en el Gobierno y nombra ministros incapaces. Se prepara un complot para sustituir al zar por su ambicioso hermano, el gran duque Miguel, un hombre sin escrúpulos. 1 9 1 6 Ofens Ofensiv iva a de las las trop tropas as rusa rusass en la la Bukovi Bukovina na y Gali Galitz tzia ia Brusilov), con graves pérdidas humanas rusas rusas:: _______ (ofensiva Brusilov), se observan los primeros síntomas de desmoralización en el ejér cito del zar. Rasputín muere asesinado. El fracaso de la ofensiva Brusilov Brusilov y el descon des con tento ten to po________ pular, pular, provocado provocad o por la excesiva exce siva duración de d e la guerra y la escasez de víveres, desencadenan una serie de disturbios que culminan en el estallido de la Revolución de Febrero en Petrogrado (San Petersburgo): varios cuerpos de ejército se pasan a los revolucionarios. Se funda el comité ejecutivo provisional del Con sejo Obrero. Abdicación de Nicolás II y gobierno provisional del príncipe Lvov, que se disputa el poder político con el Soviet de obreros y soldados de Petrogrado, el cual ejerce el control sobre las fuerzas armadas. En el riles de abril, Lenin vuelve a Rusia en
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el «vagón precintado», procedente de Suiza, y enuncia las Tesis de abri ab ril l pidiendo la revolución socialista, la constitución de una república de soviets y la nacionalización de la banca y de la pro piedad privada. Entre los meses de abril y julio, un golpe de Esta do bolchevique fracasa en Petrogrado por la intervención del ejér cito. Lenin huye a Finlandia y Kerenski es nombrado primer mi nistro. Tras el golpe de Estado del general Komilov, en el mes de septiembre, se funda el Politburó del partido bolchevique, del que forman parte, entre otros, Lenin, Trotsky y Stalin. El 24 de octubre estalla la Revolución de Octubre en Petrogrado. Los miem bros del gobierno provisional son detenidos. Kerenski huye. El empeño en continuar la guerra, la negativa a distribuir tierras y el aplazamiento de las elecciones para la Asamblea Constituyente han provocado la caída del gobierno provisional. Desde el poder, los bolcheviques promulgan los decretos sobre la Paz y la Tierra para poner fin a la guerra y al latifundismo.
1 9 1 8 ^ ras ra s ^ e lec le c c * o n e s’ celebradas en el mes de noviembre _______
anterior, apertura de la Asamblea Asamble a Constituyente: Rusia es proclamada República Democrática Federal. Al día siguiente, la Asamblea es disuelta por el Consejo de los comisarios del pueblo, apoyado por las tropas rojas. La dictadura bolchevique propugna la paz con Alemania, firmada en Brest-Litovsk. Las condiciones de paz no son satisfactorias para los socialistas revolucionarios, que se enfrentan sin éxito con el Gobierno comunista. El levanta miento de la Legión checoslovaca inicia la guerra civil rusa. En el mes m es de julio, julio , el zar Nicol Ni colás ás 11 y su familia son asesi as esina nado dos. s. Un atentado fallido contra Lenin agudiza la represión contra los socialrevolucionarios y los mencheviques. _I Congreso de la Internacional Comunista en Moscú. En _______ marzo se celebra el VI VIII Congreso Cong reso del Partido Bolchev Bolc hevii que, creándose el Politburó y la Secretaría de este partido. Los «blancos», grupos antibolcheviques dirigidos por generales ex za ristas, se enfrentan al ejército rojo, organizado por Trotsky, en Siberia, los Urales y el Volga. El apoyo de ingleses, franceses y japo ja pone nese sess a los lo s blanco bla ncoss no llega lle ga a cuajar cuajar en medidas medid as concr co ncreta etas. s. Contraofensiva victoriosa del ejército rojo en las ciudades de Leningrado y Moscú, y en el tristemente famoso frente del Volga.
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1920_Retiñida de las tropas blancas en Crimea y en el Cáuca-
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so. so . Finaliza así as í la guerra civil civil rusa rusa.. Sin embargo, com c omien ien za otra guerra: la ruso-polaca. Contención del avance de los so viéticos, que establecen acuerdos de paz con sus vecinos. II Con greso de la Komintern, en el que se establecen los Estatutos de la Internacional y las 21 Condiciones de ingreso de los partidos comunistas. El hambre en Rusia provoca levantamientos campe sinos, que son violentamente reprimidos por la policía. _En febrero, huelga de los obreros de Leningrado. En mar_______ zo, insurrección de los marineros marineros de Kronstadt, Kronstadt, sofoca da gracias a la intervención del ejército rojo. Se hunde el sistema económico del «comunismo de guerra»: la socialización de los me dios de producción y la planificación central provocan una crisis grave. El problema de las subsistencias, el paro y el descenso de la producción industrial y agrícola inducen a Lenin a exponer, en el X Congreso del Partido Bolchevique, las bases de la Nueva Po lítica Económica. Esta implica el retomo a formas económicas ca pitalistas: imposición de tasas a los campesinos, libertad de sala rios y comercio interior, autorización de creación de empresas pri vadas y de intervención de capitales extranjeros. El Estado conti núa teniendo bajo su control el comercio exterior, la gran indus tria y la construcción.
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1917. Antes y después
Pr
ó l o g o
Los escritos que integran este volum en se escribieron en diver sas ocasiones a partir de 1958, fecha de publicación de Studies in Rev R evol oluí uíio ion n *.
El primero constituye una versión ampliada de varias confe rencias y emisiones dadas en este país y en los Estados Unidos en 1967 para conmemorar el cincuenta aniversario de la revolu ción de 1917: apareció en forma más abreviada en The Listeners del 9 de no vie m bre de 1967 1967,, y en Rev R ev o lu tio ti o n a ry R u s s i a, editado por R. Ripes (H ar va rd Univ ersity Press, Press, 1968 1968). ). El segu ndo se escribi escr ibióó co mo prólogo a la traduc tr aduc ción de la no vela ¿Qué ¿Q ué hacer?, hacer?, de Chernichevski (Vintage Books, New York, 1964). El tercer escrito es una fusión de dos artículos sobre Rosa Luxemburgo, publicados en The Times Literary Supplement e n los a ñ o s 1951 1951 y 1966. 1966. El cuarto es una versió versiónn un t an to abrev iada del del prólog o escrit esc ritoo E l A B C d e l C o m u n ism is m o , de Bujarin y p a r a l a e d i c i ó n i n g le s a d e El Preobrajenski, Preobrajenski, que ha brá de ser publicada en breve b reve por la l a Penguin Bo B o o k s en su serie Pelican Classics. El quinto es el texto ligeramente retocado de uña emisión por la BBC, aparecido en The Listener el 4 de agosto de 1955. El sexto y el el séptimo se escribieron co m o colabo racio nes a dos volúmenes de ensayos en homenaje a Herbert Marcuse (The Cri-
Revolución. Madrid. Alianza. 1968. f V. Traducción castellana, ¡'studios sobre tu Revolución. V. ifcl i\¡.
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tica! ica! S pir it , Beacon Press, Boston, Massachusetts, 1967), y a Maur i c e D o b b (Socialism (Socialism , Ca pitali pitalism sm and Ec onom ic Grow th , C a m
br b r i d g e U n i v c r s i t y P r e s s , 1967). 196 7). «Los sindicatos soviéticos», «La tragedia de Trotsky» y «La revolución revoluc ión inclusa» inclusa » son co me ntarios publicad os en diversas divers as fechas fechas e n The Times Literary Supplement. Expreso mi reconocimiento a Penguin Books, por su generoso p e r m i s o p a r a la i n c l u s i ó n de l p r ó l o g o a E l A B C d e l C o m u n ism is m o todavía por aparecer, y a los directores y editores de las obras y revis re vistas tas en en d ond e ap arecieron po r prim era vez ve z los l os dem ás capítulos, capí tulos, p o r s u a m a b l e a u t o r i z a c i ó n d e r e i m p r i m i r l o s a q u í . Señalemos que los tres últimos se escribieron en calidad de comentarios de libros de Isaac Deutscher, entre ellos su clásica bi b i o g r a f í a d e T r o t s k y e n t r e s v o l ú m e n e s . El p r e s e n t e v o l u m e n d e ensayos va, pues, en cierto modo dedicado a la memoria de un amigo de cuyos escritos, conversaciones y críticas por espacio de vein ve inte te años apre ndí muchísimo; he incluido incl uido com o Posí scriptum al volumen un breve tributo que se publicó en el primer número de la Cambridge Review , que hab ía de ap arece r tras su trágica trág ica m uerte en agosto de 1967. E. H . C a r r Trinity College, Cambridge 1 de mayo de ¡968
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LA REVOLUCION RUSA: SU LUGAR EN LA HISTORIA Utilizaré el término «Revolución rusa» en un sentido amplio. Mi interés no se refiere tanto a los diez días que sacudieron al m un do en 1917 cu an to a la serie serie de conm ocion es m undiales, de las las cuales cuales fueron la expresión y. en ocasiones, el el pun to de partida . La revolución revolución suscita suscita au tom átic am en te el ya célebr célebree deba te entre con tinuidad y camb io en la historia. historia. Es un lug ar com ún el el qu e ningu na situación estable, po r estéti estética ca que sea, se halla al al abrigo de camb ios, y que ningún camb io, p or revolucionario que parezca, rom pe con la continu idad históri his tórica. ca. Ah ora bien, bien, dos observaciones observaci ones vienen vien en aquí al caso: la primera consiste en que los conservadores tienden a hacer hincapié en el elemento de continuidad —Tocqueville o Albert Sorel en la Revolución francesa: esta actitud en su forma más ex trem ada nace nace de la creencia de que las las revoluciones no tienen tiene n una impo rtanc ia capital y represe ntan tan sólo la sustitución de una élite o grupo dominante por otro—. Por su parte, los radicales insisten insisten en el elem ento del del cam bio b rusc o y fun dam ent al — Engels Engels y el paso del rein o de la necesid ad al rein o de la libe rtad , o a M ao y el gran salto ade lante— . La segunda advertencia es que los los elementos de con tinuid ad presentes en cualqu ier revolución son so n po r la prop ia natu ralez a de las cosas relativas a cada país, y los los elem entos de una aplicación m ás am plia y universal universal son los los de cambio. Puesto que en esta ocasión mi interés se centra en los aspectos universales de la Revolución rusa, destacaré los elementos de cambio en ella in herentes herentes y no los los elementos de continu idad que, den tro del del contexto de la historia rusa, indudablemente exhibe. No trato de insinuar 27
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que tod os los los cambios im portantes que deseo discutir dis cutir fueran direc di rec tamente producidos por la Revolución rusa. De esos cambios, la revolución rusa fue, en parte causa, en parte efecto y en parte síntom a o símbolo. Los tres aspectos, entrelazad os, constituyen el el «significado» de la Rev oluc ión de 1917, 917, y ay ud an a explic ar su lugar en la historia. El concepto de revolución aparece en la la historia historia m od ern a con la Rev olución inglesa inglesa del siglo siglo XV XVII. D ur an te mil años, las disidencias, la agitación y el el cam bio po lítico y social se se exp resa ron en térm ino s religiosos. La Rev oluc ión inglesa del siglo XV XVII no estuv o ex ent a de factores religiosos; la Revolución francesa fue la primera revolu ción puramente secular. Pero, cuando los escritores ingleses de no m ina ron a los acontecim ientos de 1688 «la «la gloriosa revolución», revolución», y aplicaron luego el término a los aún más dramáticos aconteci mientos de cuarenta años atrás, pensaban primordialmente en la consecución de la libertad civil, por la cual entendían una sociedad b a s a d a e n l os d e r e c h o s l e g a l m e n t e r e c o n o c i d o s a l o s c i u d a d a n o s y no en la auto rida d m onárq uica, divina o hum ana m ente instituid insti tuida. a. O tra idea tr at ó de abrirse pa so en la tur bu len ta m itad del siglo siglo XV XVII: el principio, h ab lan do a grandes rasgos, de que un h om bre n o vale vale más que otro, y de que todos tienen los'mismos derechos; lo que ah or a de no m ina ríam os el principio de «justic «justicia ia social». social». Al Al parecer, parecer, esta idea sólo había florecido en el seno de unas pocas oscuras sectas fanáticas y fue eliminada de la escena de la gloriosa revolu ción. ción. Sin Si n emba rgo, n unca desapareció p or completo del del subm und o de la historia de In glaterra, sobreviviendo h asta llegar a convertirse convertirse en la idea dominante de todas las revoluciones modernas. La Revolució n fr ancesa , qu e antes de 1917 1917 pas ó po r ser el gran modelo de revolución, revolución, fue f ue el el primer de rrum bam iento total y viol vi olen en to del del or den social y político de los tiem pos m ode rno s: esto explica explica el extraordinario im pacto ca usado en la la historia histo ria mod erna , impacto que discurrió por tres vías principales. En prim er lugar, la Revolución francesa c onvirtió la libertad e igualdad en derechos humanos fundamentales y metas políticas com únm ente admitidas. La concepción concepci ón de los los derechos del d el ciuda dano se tomó prestada de la Revolución inglesa de 1688. Entre los intelectuales de la Francia del siglo XVIII, la teoría y práctica inglesas gozaban de un inmenso prestigio. Pero la Revolución francesa fue más allá de las las m ás bien elementales elementales ideas de libertad 28
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po p o l í t i c a y civi ci vill p l a n t e a d a s e n 1688 16 88.. L a i d e a d e j u s t i c i a s o c i a l , t e n u e mente esbozada en Inglaterra en el siglo XVII, halló una más concreta manifestación en la ideología igualitaria de los revolucio narios y, particularme nte, en la «conspiración» de Babeuf; y au n que aquellas demandas fuesen aplastadas una vez más cuando ado ptaron una forma concreta, la idea id ea de igualdad igua ldad jam ás pud o ya bo b o r r a r s e d e l a t r i n i d a d r e v o l u c i o n a r i a . L a R e v o l u c i ó n f r a n c e s a contaba con raíces sociales y económicas más profundas que la Revolución inglesa, inglesa, y sus con secuencias e con óm icas y sociales sociales eran de más largo alcance. Según la frase que se decía acuñada poi Mira beu , y citad a p o r Na pole ón: «Ce n’est n’est pas la liberté qui fait la la revolution, c'est Fegalité»1. En segundo lugar, la Revolución francesa —aunque ello no formara parte de su propósito inicial— proyectaba sus ideales hacia el el futu ro más que hacia el el pas ado , pre pa ran do así así el camin o pa p a r a u n a d o c t r i n a d e l p r o g r e s o . L o s t e ó r i c o s d e la r e v o l u c i ó n inglesa, seguramente por la inmemorial costumbre de buscar la auto rida d en el el pasad o, han llegado a la convicción convicción de que lo que ocurrió en Inglaterra en el siglo XVII no fue un proceso de inno vación, vación, sino una reinstauración de las l as antigu as libertades injusti inj ustifi fi cadam ente su primida s p or los los reyes rey es de la dinastía E stuard o. Idénti co argum ento utilizaron utili zaron un siglo siglo más tarde quienes hicieron hicier on lo que se suel su elee deno m ina r la Revolución americana. Y nad a menos que un pe p e r s o n a j e c o m o T o m P a i n e i n t e n t ó c u r i o s a m e n t e la d e f e n s a d e la Revolución francesa, basándose precisamente en los mismos ar gumentos: gumentos : «Lo que con temp lamo s aho ra puede llamarse llamarse con toda la pr p r o p i e d a d u n a contrarrevolución. En un período más tem pran o, la conquista y la tiranía desposeyeron al hombre de sus derechos, y aho ra está recu pe rán do se.» 2 El mito de la l a antig üed ad clásica clásica crea do por el Renacimiento, muy presente todavía en la sociedad europea del siglo XVIII, constituía un componente anómalo en el pe p e n s a m i e n t o y la o r a t o r i a j a c o b i n o s . L a s e s p e r a n z a s y en entusiasm os inflamados inflamados p or la revolución, revoluc ión, lo l o superaron , viniendo a sustituirl sust ituirloo \ Más que ninguna o tra p ersona, Con dorc et señaló señal ó el el desplazamien
A nu ales al es : Ec on om ías. ía s. S o c ié té s, Ci vi/is vi /is alio al ions ns . XIV (1959). 556. | Anu T. Paine. R ig h ts o f M an . Introducción a la II Parte. Esto no impidió su influencia en la educación inglesa y alemana hasta 1914.
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to de la edad de oro de la la hum anid ad, trasladá ndo la del del pasado al al futuro. En tercer lugar, la la Revolución francesa, tamb ién a quí merced a sus consecuencias consecuencias m ás que por volu ntad expresa, elevó elevó el conc epto de productividad a un lugar nuevo y central dentro de los hechos régime, el interé s hum anos. En la sociedad jerarquizad a del anden régime de los gob ernan tes p or los asun tos económ icos se se había limitado a la percepción de las rentas de sus súbditos, para hacer frente a las necesidades administrativas y del ejército. Desde el siglo XVI a l XVIII. de M aquiavelo. pas and o p or Colbe rt y sus suces sucesores ores en la la corte de Luis XIV, a los cameralistas prusianos, cabe trazar una línea de lenta evolución, que va desde el concepto de administra ción del patrimonio del príncipe hasta el de administración del Estado; desarrollo caracterizado por una creciente preocupación p o r l a e fi c i e n c i a a d m i n i s t r a t i v a . P e r o l o q u e e n d e f i n i t i v a se p e r s e guía era su bvenir a las las necesidades financieras financieras de la l a adm inistraci ón pú p ú b l i c a . C o r r e s p o n d e r í a a los lo s fi f i s i ó c r a t a s y a A dam Smith insistir insistir en que la riqueza de las naciones no proviene del comercio (como enseñaron los mercantilistas), sino de la producción, distinguir entre desembolso de riqueza para el consumo y desembolso en inversi inversiones ones para f om enta r una prod ucció n ulterior, ulterior, convirtiendo la pr p r o d u c t i v i d a d d e t o d a la s o c i e d a d e n la p r e o c u p a c i ó n d e la e c o nomía política. En palabras de Marc Bloch: «Toute la doctrine économ ique du x v m 'si e c le — qui qui a legu leguéé ce to u rd ’esprit esp rit a I'éconoI'é conomie "classique" de Tage suivant— a été dominée par le souci de la p r o d u c t i o n ; e t p o u r l a p l u p a r t d e s é c o n o m i s t e s f r a n y a i s d u XVUl XV Ul's 'sic ic-cle cle produ ctio n voulait dire ava nt tou t cu ltu re .» 4 El influjo del paso dé la riqueza riqueza a nuevas m anos que precedió a la la Revolución Revolución francesa, francesa, tenía su origen en el el comercio. Pero en el el instante en q ue la Revolución francesa francesa p repa rab a la escena para el nacim iento de la sociedad burguesa, en Inglaterra la revolución industrial ampliaba rápidamente la esfera de la actividad económica, y modificaba su carácter; en términos marxistas: el el capital capital comercial se estaba tra nsf orm an do en capital capital industrial. industrial. T am bién aquí, sin sin em barg o, desem peñó su papel papel el el culto revolucio nario a la libertad. libertad. El resultado de la la Revolución Revolución francesa y de la revolución industrial fue el acceso a posiciones de poder e
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influenci influenciaa de u n gr up o de perso nas cuyos ingresos, ingresos, provenientes de de sus actividades económicas particulares, sirvieron de base a la riqueza y el pod er del del Es tad o; y la princi pal func ión del Est ad o fue crear y m ante ner las las adecu ada s condiciones de libe rtad para la libre li bre pr p r o s e c u c i ó n d e e s a s a c t i v i d a d e s . Cu an do Ma rx c ome nzó a elab ora r su su sistema sistema en los los año s 184 0, s e erigió en heredero de todas estas tradiciones revolucionarias. La libertad, expresado en términos hegelianos, significa la subordi nación de la necesidad a la pro pia au ton om ía, de las las fuerzas fuerza s eco nó micas cie ciegas gas al ejer e jercic cicio io consciente de la razón hu m ana ; el el hom bre había de ser rescatado de la autoa lienac ión a que lo som etía el el orden social social existente, y rein stala do co m o «ser soc ial» 5. La ig uald ad halla su encarnación en la idealización del proletariado, la clase que «posee «posee un cará cter universal univers al p orq ue sus sufrimientos son universa les»6. les»6. Marx rob us tec ió la fe rev olu cio na ria en el el prog res o, con la fe en l a historia historia en cu an to proceso con un sentido, y al co m bin arla con la creencia en la revolución como «motor de la historia», creó la pr p r i m e r a t e o r í a d e l a r e v o l u c i ó n . F i n a l m e n t e , M a r x p a r t í a d e l os pr p r i n c i p i o s d e l o s p e n s a d o r e s d e la I l u s t r a c i ó n , y d e l o s e c o n o m i s t a s clásic clásicos os al al con sidera r el el traba jo com o la actividad econ óm ica fun dam ental a la que todas las l as demás categorías habían de sub ord ina r se 7: yend o a cer tad o en lo esencial esencial cua nd o vio la clave del futu ro en manos del de l trab aja do r industrial, industr ial, y consideró consi deró al al pequeño campesino, cultivador individual del suelo, como una unidad de producción absoluta. Marx veía el modo de producción como el elemento constitutivo de la sociedad; el objeto y la esencia de la revolución consistía consist ía en cam biar el m od o de producción . El M a n ifie if iest sto o C o m u n is objetivo del proletariado victorioso victorio so «a um enta r el el ta p roclamó com o objetivo total de las fuerzas fuerza s p rodu ctivas lo más rápid am ente posible» posible»,, y en una de las pocas ojeadas que Marx se permitió echar a la Utopía co mu nista en sus poster iores escritos, decía qu e en en ésta «las «las fuentes de la riqueza cooperativa fluyen más abundantemente»8. Marx se reveló el más devastador de los críticos de la sociedad burguesa
K. Marx. .Manuscritos: economía y filosofía. * K. Marx, Far/y Writings. cd. Bottomore (1963). 5X. Marx fue m ás icj icjos os al al consid erar el el trab ajo com o la actividad cspccificamcnte huma lo gía a A lem le m an a). a) . na (K. Marx y K lingcls. L a Id eo logí ' Karl Marx. Critica del programa de (¡otha 31
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occidental, precisamente porque fue un pensador occidental enrai zado en los los supuestos d e la sociedad burgues a que p roced ió a llev llevar ar hasta sus lógicas conclusiones. La vasta síntesis de Marx sobre la Revolució n francesa y la revolució n in dustrial, ab ar ca el el fut ur o y el pa p a s a d o . F u e u n a r e v o l u c i ó n i n a c a b a d a , en el s e n t i d o d e q u e sus su s objetivos sólo se cum plieron en parte requ iriendo ser com pleta dos con posteriores acciones revolucionarias y en el sentido de que su consecución no haría más que preparar el camino para ulteriores objetivos revolucionarios que debían alcanzarse con otra revolución. Fue en am bo s sentidos que Marx acuñ ó, o tom ó presta do.el lema dé la «revolución permanente». Era lógico que su nombre y doctrina sirvieran de faro a la próxima gran Revolución. Muchas cosas habían cambiado en el intervalo entre la elabo ración final final del sistema sistema de M arx y la próx im a irrupc ión revolucio naria, pero todavía qued aban muchas en pie pie,, de forma que cuan do reflexio nam os sob re el el significado histórico de la la Revo lución ru sa, descubrimos la influencia recíproca entre una tradición revolucio naria marxista o premarxista y un medio Revolucionario neomarxista o posmarxista. Lo que no cambió, antes bien, se intensificó enormemente, fue el énfasis puesto en la productividad. Cincuenta años antes de 1917, la ciencia aplicada preparaba la constitución de una n ueva tecnología de de la pro duc ción industrial; los los métodos de producción en serie revolucionaron la economía de la industria; la lín línea ea de mo ntaje y la correa tra ns po rta do ra p lantea ron nuevos prob lema s de disciplina disciplina y organiza ción lab oral. El año 1870 demostraría que la nación industrialmente avanzada era también una nación militarm ente podero sa; el el pod er militar y la prospe ridad material estaban en función de de la produ ctivad. La Revolución rusa rusa p r o c l a m ó p o r p r i m e r a vez ve z en f o r m a e x p l í c i t a el ob o b j e t i v o de d e l au au m e n to en la prod ucció n, identificándolo con el sociali so cialismo: smo: la observación de Lenin de que socialismo es igual igual a «electrif «electrificac icación ión m áslos sovie ts» fue una primera formulación de esta idea. Lenin y otros bolchevi ques repitieron una y otra vez que la superioridad del socialismo residía en que podría organizar la producción más eficientemente que el capitalismo9. Los marxistas modernos han permanecido * lisio no evitó a Lenin Lenin el reconoc er que «la «la victoria victoria de los los traba jado res es imposible sin sacrificios, sin un empeoramiento temporal de su situación- (Polnoc Sóbrame Schincnii. S.'ed .. X XX I. 233). 233). B ujarin ujarin ap ortó al razo nam iento una difusa justificación justificación teórica: «F. «F.nn la la 32
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fiele ieless a esta doc trina, tan to en la teoría co m o en la la práctica. En trelo s economistas, economist as, como ha hecho hec ho notar un destacado economista ame ricano , «los marxistas... ha n llegado a ser los los má s firmes firmes par tida rios del desarro llo de una só lida teoría teoría del del crecimiento ec o nó m ic o» ,0. La Revolución rusa miraba hacia el pasado y el porvenir. Lo pe p e c u l i a r d e la c o n d i c i ó n h i s t ó r i c a d e R u s i a r e s i d í a e n q u e p r e c i s a b a las consecuciones occidentales del siglo XIX, y la capacidad de superarlas. En realidad, Rusia careció de siglo XIX. La excelente literatura del siglo XIX ruso fue una literatura de protesta no sólo contra el zarismo, sino contra la democracia burguesa y el capita lismo lismo burgués occidentales. Pero, al m ismo tiemp o, la la Revolución rusa tenía que inc orp ora r lo lo ob tenid o po r la Revo lución francesa y la revolución industrial, y conseguir en poco tiempo los avances materiales logrados por Occidente en el siglo XIX. Esto quedaba exp resa do en térm ino s marxista s al al decir que la revoluc ión de 1917 fue la realización de la revolución burguesa, rusa, así como el comienzo de la revolución socialista. La campaña en pro de la industria lización in au gu rad a a final finales es de los año s 1920, 920, perseguía la rápida transform ación de la URSS en un m odern o país indust industria riall — c o n p o d e r í o m i l i t a r y p r o s p e r i d a d m a t e r i a l c o m o o b j e t i v o s p a r a lelos lelos— — gracias a la la aplicación aplicación de la más av an zad a técnica industrial; industrial; a tal efecto se buscó abiertamente y se obtuvo la ayuda y consejo am ericanos, puesto que los los E stados U nidos eran la la nación industrial industri al más avanzada tecnológicamente, y por ello el mejor ejemplo a imitar. El éxito éxito de esta esta c am pa ña, q ue en treinta treinta años, y em pez and o con una población pobl ación sem ianalfabetaderu dosca m pesinos,elevó la l a UR SSa la posición posición del segun do país industrial del del mu nd o, y al prim er lugar en algunos p rocesos tecnológi tecn ológicos cos m ás avanzad os, constituye quizá el más significativo de los hechos de la Revolución rusa. No cabe med ir el el resultad o tan só lo en términos m ateriales. ateriales. E n el transcu rso revolución, la "envoltura" de las relaciones productivas, es decir, de la organización de! traba jo hu m ano , '‘ex '‘expl plot ota* a**, *, lo que acarr ea. > no pued e por menos qu e acarrea r, un trasto rno del proceso de p rodu cción y. en consecuencia, una di versifi versificaci cación ón de las las fuerzas fuerzas pro p ro c u ctiv ct iv as ; Si e st o es c ie r to — y lo es sin si n lim li m ita it a c io n e s— e n to n c e s q u e d a c la r o a priori que p ro le ta ri a viene acompañada de un profundo declive de las fuerzas producti la revolución pro vas. puesto que ninguna revolución ha conocido una quiebra de las viejas relaciones y un rem oldeam iento con arreg lo a nuevo s patron es de tan to alcance y tan radical - (N. Bujarin. I'.k I' .k o n o m lk a P cr o kh od no i’o P c ri o d a |I920). I. 95-6.). E. Domar, /f.vwm in thc thc lltcory o f Kconomic Kconomic (irowlh (1957). 17.
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de m edio siglo, siglo, una pob lación ur b an a de casi casi el el 60 % reem plazó a u na po p o b l a c i ó n c a m p e s i n a d e m á s de d e l 80 % . E l s e m i a n a l f a b e t i s m o h a s i d o sustituido sustit uido p or un elevado nive nivell general general de educación; se han m on tad o servici servicios os socia sociales; les; incluso en en la agric ultura, que co ntin úa siendo el sector más atrasado —el problema, aún en pañales— de la econo mía, el el tracto t racto r ha sustituido susti tuido al ara do de mad era co m o medio típico de cultivo. cultivo. Sería erró neo a am plios sectores del del pue blo r uso en en su proceso de transform ación. Fue un dr am a histórico histór ico cuyos efecto efectoss todavía se deja n sentir y aún no han sido borra do s. Pero sería sería inútil inútil negar qu e el cúmulo de bienestar y op ortun idad es personales de la la Rusia Rusia de hoy es inconm ensu rablem ente m ayo r que hace cincuenta años. Es este este logro el el que más h a im pres ion ado al resto resto del del mu nd o, inspirando a países industrialmente subdesarrollados el deseo de imitarlo. imitarlo. Este fue el p roceso a nticip ado po r M arx en el el pró log o al Capital : «El país industrialmente más desarrollado ofrece al país industrialmente menos desarrollado un cuadro de su futuro inmediato». El mundo en el que se embarcó la URSS por la vía de la industriali industr ialización zación era. sin sin emba rgo, un m un do muy diferente del del de de Marx. No sólo había avanzado la tecnología, también había cam bi b i a d o r a d i c a l m e n t e la a c t i t u d del de l h o m b r e f r e n t e a la n a t u r a l e z a , y la concepción de su papel en el proceso económico 11. La Revolución rusa fue la primera gran revolución histórica que se proyectó y se llevó conscientemente a la práctica. La Revolución inglesa recibió post fac to , no po r los políticos que la hicieron, sino este nombre ex post po p o r los lo s i n t e l e c t u a l e s q u e t e o r i z a r o n s o b r e ella el la.. L o s h o m b r e s q u e realizaron la Revolución francesa, no buscaban hacer una revolu ción; la la Ilustrac ión no pretend ía ser ser un un m ovim iento revolucionario. Los sedicen sedicentes tes revolucionarios sólo aparecieron cu an do la revolu ción estaba ya iniciada. La revolución de 1848 fue imitación cons ciente ciente de la Revolución francesa: a esto era a lo que pro ba ble m en te se refer refería ía Nam ier cu an do la de no m ina ba «revolución de intel i ntelectua ectuales». les». Pero un a de sus apor tacio ne s positivas fue fue extender a ciertas ciertas partes partes
11 Los térm inos «¡conc «¡concie ienc ncia ia de si- y -conciencia» q ue se hallan diferenciados en la Kngels. Ma’rx. r x. en sus sus Fenomenología de Hegel. son u sado s ind istintam en te po r M arx y Kngels. pri p ri m e ro s e sc rito ri to s, m ás h e g elia el iann o s. p ar ec e p re fe r ir « co n cien ci en cia ci a d e si», si» , y en s u \ e sc rito ri to s po p o s te r io re s « c o n c ien ie n c ia» ia » , en d o n d e se p r e o c u p a b a d e s u b r a y a r la s u b o r d in a c ió n de la ••conciencia» al «ser»: pero la distinción no es rígida.
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de Europa central (donde el campesinado constituía todavía una fuerza fuerza re voluc ionaria) lo que h abía de jado de suceder en en Fra ncia y aún no h abía llegado a ser ser en en Rusia ,2, algu nos de los los res ulta do sde la revolución francesa. La revolución rusa fue fue también una revolución de intelectuales, intelectuales, pero de intelectual intelectuales es qu e n o sólo repetían el pas ado , sino que planeaban el futuro, que perseguían no sólo hacer una revolución, sino sino analiz ar y pr ep ara r las cond iciones en que aqué lla p o d r í a r e a l i z a r s e . Es e s te e l e m e n t o d e a u t o c o n c i e n c i a el qu que o to rg a a la Revolución rusa su lugar único en la historia moderna. La natu ralez a del cam bio se explica explica en ocasiones recu rriend o a existentes entre M arx y Le nin , a l p a s o d e l m a r x i s m o al las diferencias existentes leninismo. El problema se complica con la evolución por la que atravesó el propio Marx. Hasta el M a n ifie if iest sto o C o m u n ista is ta e inclu yendo el el mismo período de su aparición, c uan do la revolución revolución aún pa p a r e c í a u n h e c h o f a c t i b l e e n F r a n c i a y A l e m a n i a , M a r x se d e d i c ó pr p r i n c i p a l m e n t e a p r e s e n t a r u n p r o g r a m a d e a c c i ó n : la m i s i ó n d e l os filósofos no estribaba sólo en interpretar el mundo, sino en cam bi b i a r l o . M a r x , d e s d e q u e se e s t a b l e c i ó en e n L o n d r e s , se se p reo c u p ó sobre todo de an alizar las las leyes leyes objetivas del m ovim iento de la sociedad capitalis capita lista ta y descubrir las las causas de su inminente derrum bam iento: la actividad política constituía la sup erestru ctura a la que las reali reali dades económicas servían servía n de fundam ento . Fue este este m arxismo m a d u r o — e l marxismo de la Crítica de la Economía Política y del — el q u e , c o n s u é n f a s i s c i e n t í f i c o y d e t e r m i n i s t a , d e j ó su Capitql — impronta en el naciente movimiento obrero europeo de la última pa p a r t e d e l s i g l o XIX, m i e n t r a s q u e el l e n i n i s m o p u e d e d e s c r i b i r s e com o un reto rno al prim itivo M arx ,3 ,3. A pesar de ello, ello, aun qu e cas casi tod o lo que Lenin Lenin escribió escribió podía ser respald ado con citas de M arx, las diferencias entre ambos eran profundas y significativas. Estas diferencias se explican a veces por el trasplante del marxismo al pa p a ís r u s o : el l e n i n i s m o e s m a r x i s m o a d a p t a d o a l a s n e c e s i d a d e s y Sobre ese punió, véase C¡. I.ichiheim. M ar xi sm . An H istó is tó rica ri ca ! a n d C riti ri tica ca ! S tu d v <196 <1961) 1).. 363. 363. ( Traducción esp año la de p róxim a pu blicación en An agram a). Muchos de los primeros escritos de Marx, a los que tanta atención se les presta en la « l itit er er at at ur u r a m a rx rx is i s ia ia . a p a re re c ie ie ro ro n p u bl b l ic ic a do d o s p o r p ri ri m e ra r a ve vez p o r l o s a ñ o s 19 1920 n : •* n ' *-cn 'n n' *ÜS prim itivos m arxistas tuvie ron co no cim iento de ellos. ellos. La reputac ión uosófica uosófica de Lenin sufrió distinta suerte pues se se la la habia cim entado so bre lod o en el poco ‘‘y*™,uñado Water¡af Water ¡afumo umo y Em piriocrit piriocritici icismo smo en vez de sobre sus mucho más penetrantes laosophical \'otchfíoks publicadas primeramente en 1929-30. y apenas conocidas en Oc cidente hasta diez años más tarde. 35
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condiciones rusas. Hay un tanto de verdad en este punto de vista. Pero más fecundo es considerar las diferencias como resultado de épocas diversas: el leninismo es el marxismo de una época que ya no es la de las leyes económicas objetivas e inexorables, sino la de una consciente ordenación de los procesos económicos y sociales conforme a los fines establecidos. El desarrollo de la conciencia se inicia en la esfera económica. En tanto predominó el productor individual y el pequeño empre sario, nadie parecía controlar la economía como un todo, man teniéndose por tanto la ilusión de la existencia de leyes y procesos impersonales. La visión del mundo de Marx estaba firmemente asentada en el el pasado. Ap rend ió de Ada m Smith que los los em presa rios y propietarios de capital eran los principales agentes de la pr p r o d u c c i ó n e n la s o c i e d a d b u r g u e s a , y al i g u a l q u e A d a m S m i t h y Hegel, creía que la actividad de los individuos en la prosecución de sus propios intereses conducía, en virtud de leyes objetivas — c o n t r a p a r t i d a d e la « i n v is i b le m a n o » a la « a s t u c i a d e la R a zón» *— .a resultados resul tados independ independient ientes es de su propia voluntad y de seo. Así pues, nadie controlaba el curso de la acción siendo el p r o d u c t o el a m o d e q u i e n l o p r o d u c í a . N o se t r a t a b a de l r e i n o d e la libertad, sino del de la necesidad. El ideal marxista, tal como Plejanov lo formulara, era «la subordinación de la necesidad a la libertad de las fu e r z a s eco ec o nó m icas ic as ciegas al dominio de la razón humana»14. Aunque Marx rechazaba la armonía providencial de los los intereses, intereses, no dejaba de creer, sin sin em bar go, q ue la arm on ía fina finall sería la consecuencia de las acciones individuales basadas en mo tivos tivos económicos: esto le liberó liberó de cualquier plan team iento co ns cient ci entee del del futuro. To dos los los pensad ores de la econo mía, de Adam Smith a Karl Marx, creían en la existencia de leyes económicas objetivas y en la validez de las predicciones derivadas de ellas. Esto era lo esencial de la «economía clásica». El viraje se produjo cuando el adelanto técnico permitió la aparición del capitalismo en gran escala. Con la llegada de las gigantescas empresas indus triales y carteles comerciales, el panorama económico apareció dominado por lo que, con magistral visión, definieron los eco0 Se refiere refiere a la la «invisible «invisible m ano de la Provid encia». Adam Sm ith. y a la la «astucia». Hegel. (N. del T.). 14 Plejtínov. Plejtínov. In D c fc n ie o j M a w ri a lism li sm . trad. Rolhstein (1947). 292. 36
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nomistas como «competencia imperfecta». La idea de una eco nomía que se regulase a sí misma, en la que las decisiones fueran resultado del libre juego de intereses divergentes, se vio sustituida p o r la d e q u e p e r s o n a s p e r f e c t a m e n t e i d e n t i f i c a b l e s m a n i p u l a b a n las fuerzas sociales para objetivos predeterminados. La economía se había convertido en instrumental —un asunto de predicción científica más que de regulación consciente. La espontánea regu lación de precios a través de la ley de la oferta y de la demanda se v i o reemplazada por la regulación de precios conforme a especí ficos objetivos económicos. Ya no era posible seguir creyendo en un mundo regido por leyes económicas objetivas. La mano invi sible que tiraba de los hilos fue lisa y llanamente cubierta por el guante de las grandes sociedades anónimas. Esta evolución con virtió en completamente ilusoria la vieja concepción del Estado «guardián», que hace de centinela para asegurar el juego limpio entre un sinnúmero de pequeños empresarios independientes en competencia. Por el tiempo en que Marx empezó a reflexionar y escribir, Friedrich List demostró la necesidad de la intervención del del Esta do, en ba se a la la eficienci eficienciaa na cion al d e la org an iza ció n de la industria. Medio siglo después, en Rusia, los primeros pasos da dos por Witte para la industrialización en gran escala nada de bi b i e r o n a la i n i c i a t i v a p r i v a d a , c o n s t i t u y e n d o p a r t e i n t e g r a n t e d e la po p o l í t i c a del de l E s t a d o . L o s s o c i a l i s t a s , a u n q u e d e c í a n h a b e r i n v e n tado el término «planificación», iban muy por detrás de los in dustriales alemanes, banqueros y economistas de carrera, en el reconocimiento y la dirección de la inevitabilidad de los procesos de trabajo. La primera economía nacional más o menos comple tamente planificada de los tiempos modernos fue la economía alemana —en el el m om ento álgido álgi do de la la primera guerra mu ndial— , a la que las economías británica y francesa seguían de cerca. C ua nd o la revolución revolución se alzó con la victoria en Rusia, la cau sa de de la planificación descansaba en los postulados socialistas y en-el ejemplo de la econom ía de guerra aleman a. El primer plan a larg largoo pl p l a z o f o r m a l m e n t e a d o p t a d o e n la U R S S f u e el p l a n d e e l e c t r i f i cación de 1920. En los años que siguieron, varias industrias, in cluida clu ida la agricultura, elab ora ron planes planes quinquen ales que, sin sin em ba b a r g o , a l p r i n c i p i o f u e r o n c o n s i d e r a d o s c o m o e s t i m a c i o n e s p r e l i minares y no como prescripciones obligatorias. El primer plan quinqu enal de la econ om ía nacional estaba previsto previsto para el el períoperío -
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do 1928 1928-2 -299 al 193 19322-33. -33. D esde en ton ces la UR SS, salvo el pe río do de guerra, nunca careció de su plan a largo plazo; y planes quin quenales (y a veces de seis años, o septenales) han venido proliferando por lodo el mundo. Si se desea calcular el significado histórico de la Revolución rusa en razón de su influencia, las pa p a l a b r a s c l a v e s s o n p r o d u c t i v i d a d , i n d u s t r i a l i z a c i ó n y p l a n i f i cación. La transición de la economía del laissez-faire a la dirección económica del Estado, de la espontaneidad a la planificación, de lo inconsciente inconsciente a lo consciente, consciente, tuvo las las corre spo ndie ntes r epercu if iess to C o m u n ista is ta acusó a la siones sobre la política social. El M a n ifie bu b u r g u e s í a d e « e x p l o t a c i ó n a b i e r t a , d e s v e r g o n z a d a , d i r e c t a y b r u tal» del trabajador. Empero, mientras la pobreza, el alojamiento deficiente y el desempleo pudieran achacarse al desenvolvimiento de las leyes económicas objetivas, las conciencias quedaban ador mecidas mecidas con el argu m ento de que cualquier cosa que se hici hiciera era por remediar esas desgracias, se realizaría desafiando a las leyes eco nómicas, y a la larga no llevarían sino a un empeoramiento de la situación ,5. Pero una vez que todo lo que sucedía en el ámbito de la economía se estimaba consecuencia de una decisión humana deliberada, y por consiguiente soslayable, el argumento para una acción positiva se convertía en irrefutable. La compasión por el inevitable sufrimiento se vio desbancada por la indignación ante los los sufrim ientos innecesarios. innecesarios. El concepto de explotación a dqu irió una dimensión nueva. Para Marx, la explotación no era un abuso casual del que fueron culpables determinados individuos, sino una característica esencial del sistema capitalista, incapaz de erradica ción, en tan to pe rdura se éste éste.. La explo tación se conv irtió entonces en un crimen que podía evitarse o mitigarse con una terapéutica adecuada. Un perspicaz escritor inglés de la primera década del siglo XX diagnosticó el cambio de ambiente, y definió por deduc ción el carácter de la próxima revolución: «La creencia en la po p o s i b i l i d a d d e r e f o r m a s o c i a l m e r c e d al e s f u e r z o c o n s c i e n t e c o n s tituye tituye la corriente cor riente que que dom ina la menta lidad europ ea, anu lan do la creencia en la libertad como única panacea... Su popularidad ac15 No hace m uch o tiemp o, en el añ o 1931 1931.. esta do ctrin a, aplic ada en G ran Bretaña a la ola de desempleo, fue defendida por destacados economistas, financieros y políticos de todos los partidos. 38
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lual es tan significativa y tan fecunda como la creencia en los derechos del hombre en los tiempos de la Revolución francesa»,6. La revolución de 1917 fue la primera revolución de la historia empeñada en establecer la justicia social por medio de controles de la ec on om ía org an iza do s p or la acció n p olítica 17. La reafirmación, debida al adelanto de la técnica y de la or ganización económica, de la necesidad de la acción política para dirigi dirigirr y con trola r l a econ om ía, se se refl reflej ejóó en en un ca mb io de enfoque en la doctrina marxista. La creencia decimonónica de Marx en la pr p r i m a c í a d e la e c o n o m í a s o b r e la p o l í t i c a , h a b í a s i d o c a u t a m e n t e matizada tras su muerte por las célebres observaciones de Engels sobre la interacción recíproca entre estructura y superestructura. El ca mbio de perspectiva perspectiva encajó inmed iatame nte en en las las condicio nes rusas. Al doblar el siglo, la controversia entre los socialdemócratas ortodoxos rusos y los economistas, que pretendían conce der prioridad a las exigencias económicas de los trabajadores, coop eró a m odelar e influir influir el primitivo pe nsam iento bolchevique bolchevique y animó a Lenin, en ¿Oué hacer? y otros escritos, a subrayar la pr p r i m o r d i a l e x i g e n c i a d e a c c i ó n p o l í t i c a . L o s s i n d i c a t o s r u s o s e r a n demasiado débiles y demasiado inestables para desempeñar papel alguno en los esquemas bolcheviques sobre la revolución. La Re volución rusa fue una revolución política en un país económica mente inmaduro. Lenin. en un notable obiter diciuni de mayo de 1918. precisaba que la mitad del del socialismo — la mitad po lí tica— había sido realizada en Rusia; la otra mitad —una econo mía planificada—, en Alemania. La acción política, la dictadura del proletariado, se necesitaba para promover un resultado eco nómico, el establecimiento de una economía socialista. No obs tante, el supuesto de que una vez hubiera triunfado la revolución, los resultados económicos vendrían por sí mismos, se vio adulS. I euthcs en Cambridge Modcrn /listan (1910). XII. 15 H ann ah A rend í subray a este aspecto de la revolución desde un pun to de vista vista de de critica critica hostil: hostil: «T odos los testim testim onios de las pasad as revoluciones revoluciones dejan fuera de toda duda que c ualquier intento por resolver resolver la cuestión cuestión social con medios políticos políticos desembo ca en el el terror... Nada... sería más anticuado que tratar de liberar la humanidad de la pobreza por medios políticos: nada seria más fútil ni más peligroso» (()n Rcvo/ution [I964J traducción española. M adrid. Revista Revista de Occidente). ¿Pe ro acaso dice con ello ello algo más que la revolu revolu ción. al igual que la guerra, que también conduce al terror, es un hecho pe rnicioso, rnicioso, y que es mejor solucionar los problemas sociales por medios pacíficos? Ul argumento sigue sin convencer, salvo a los pacifistas a ultranza.
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terado. Tras el episodio político del consumismo de guerra, la introducción de la Nueva Política Económica (NEP), el año 1921, significó un restablecimiento parcial de las fuerzas económicas; y a lo largo de los años 1920, la lucha siguió entablada entre el dogma de mercado como fuerza motriz de la economía y el prin cipio de la planificación. En teoría, todos aceptaban el supuesto de que era preferible alcanzar la meta del socialismo a través de la acción acción económica, antes que p or la gubernam ental. En la práctica, práctica, las tuerzas del mercado se revelaron impotentes para mantener la tensión de una industrialización acelerada, y hacia 1929 habían naufragado por completo. El recurso a medios deliberadamente po p o l í t i c o s p a r a la c o n s e c u c i ó n d e fin fi n e s e c o n ó m i c o s h a s i d o d e s leitmo tiv de la historia soviética, de 1929 un constante leitmo soviética, apenas m o dificado por la escenificación del sedicente «mercado socialista». En años posteriores, Stalin, en la breve historia del partido publi cad a en 1938 1938,, y en sus decl aracion es sobre lingüística, de 1950, pu so un énfasis extraordinario en el reconocimiento por parte de Engels del papel de la superestructura. La característic característicaa dicotom ía del pensam iento decimo nónico oc cidental entre econ om ía y política, qued ó reflejada reflejada en el conoc ido enfoque de sociedad contra Estado. Cuando los fisiócratas en Francia se esforzaban por liberar el comercio de las nocivas res tricciones del poder estatal, cuando Adam Smith intuyó un vasto pr p r o c e s o e c o n ó m i c o f u n c i o n a n d o i n d e p e n d i e n t e m e n t e d e l E s t a d o pa p a r a el m a y o r b e n e f i c i o g e n e r a l , c u a n d o H e g e l s i t u ó la « s o c i e d a d civil civil»» 18 p o r encim a y co ntr a el E sta do , hac iend o esta dico tom ía la ba b a s e d e s u t e o r í a p o l í t i c a , la d i s t i n c i ó n e n t r e e c o n o m í a , q u e e q u i vale a sociedad civil, y política, que equivale a Estado, quedó claramente establecida. La sociedad civil era el reino del hombre económico. Durante todo el siglo X I X , el debate se cent ró en to rno a la anhela da y posible conexión entre sociedad y Estado, pero no sobre la realidad de sus diferencias. En el mundo de habla inglesa, en particular, la oposición entre sociedad y Estado, y la natural pr p r i o r i d a d a c o r d a d a a la s o c i e d a d , l le g ó a c o n v e r t i r s e e n u n a c a t e -
'* «Bürguerlichc CJcsdlschaft- debería traducirse por -sociedad civil», no por «socie dad burguesa»; el término todavía no había adquirido su tono distintivo. Marx lo definía como «la forma de intercambio determinada por las fuerzas productivas existentes... y que a su vez determinaba a aquéllas- (Marx y Engels. ¡.a Meótogfa Alemana). 40
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goría fundamental del pensamiento político. Marx participaba po p o r c o m p l e t o d e l m i s m o p u n t o d e v i sta st a : « S ó l o la superstición polí po líti ticc a (escribía en La L a S a g r a d a Fam Fa m ilia) ili a) imagina hoy que la vida social social debe asentarse sobre el Esta do, siendo en realidad el Es tado el que se asienta sobre la vida civil»19. En la Rusia del siglo XIX, la incipiente sociedad burguesa era demasiado débil para oponer resistencia a la hipertrofia del poder estatal: por otra parte, tras la revolución de 1917, se planteó una situación paradójica. En los países occidentales, la permanencia de la tradición liberal-demo crática del siglo siglo XIX, continuó alimen tando una actitud de oposición al Estado y una tendencia a de nunciar los abuso s «burocráticos» en su proceder, aun cua ndo los constantes abusos de ese poder fueran reconocidos y aceptados. En los países fascistas, la supremacía del Estado sobre la sociedad fue defendida y practicada abiertamente. La tradición marxista de la URSS incluía asimismo una bien arraigada hostilidad hacia el Es tad d o y R ev o luc lu c ión ió n , de Lenin, y en las Estado, bien patente en el Esta numerosas denunciar de «burocratismo». Pero esta lucha con la tradición tradición rusa de un p ode r esta e statal tal absoluto , en en un períod o en que el Estado extendía sus funciones y autoridad a todos los ámbitos, era una causa perdida. Lo que se está produciendo hoy en todas pa p a r t e s n o es y a la a f i r m a c i ó n d e la p r i m a c í a del de l E s t a d o , a m o d o de reacción contra el principio decimonónico de la primacía de la sociedad, sino la paulatina desaparición de las diferencias entre ambos. El Estado adopta un carácter preferentemente social y económico. La sociedad se identifica con el poder del Estado. La línea divisoria entre economía y política, que era el rasgo esencial de la sociedad burguesa, deja de existir. Esos cambios quedan curiosamente ilustrados por la forma en que el pensamiento y la pr p r á c t i c a s o v i é t i c o s s e a p a r t a r o n d e la a c t i t u d m a r x i s t a h a c i a el Estado. Y así llegamos a la más destacada innovación de Lenin en la teoría y práctica revolucionarias: la sustitución de la clase por el pa p a r t i d o e n c u a n t o f u e r z a m o t r i z d e la r e v o l u c i ó n . U n a v e z m á s Lenin se mostraba formalmente de acuerdo, no obstante, con el if ie sto st o C o m u n ista is ta anticipaba «la organi Marx más joven. El M a n ifie ce M arx ar x y F. F.ngels. i.a sagrada familia, familia, en este pasaje «social- v «civil» significan ■•bügerlich».
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zación de los proletarios en una clase, y por consiguiente, en un p a r t i d o p o l í t i c o » ; y L e n i n , p o r s u p u e s t o , h a b l a b a c o n s t a n t e m e n t e de la clase de la que el partido era su abanderado o vanguardia. Pero el cambio de acento señalaba y correspondía al viraje desde el m un do de las las leyes leyes econ ómicas objetivas, al mu nd o de la la acción po p o l í t i c a l l a m a d o a m o l d e a r y m o d i f i c a r la e c o n o m í a . L a c la s e e ra un amplio grupo económico sin perfiles, organización, ni progra ma definidos. El partido era una organización política fuertemen te trabada, que se definía por un propósito común y deliberado. Para Marx y los sociólogos modernos, la clase sigue siendo un conc epto evasivo evasivo.. Según aquél, la clase clase era un gr up o econ óm ico y social delimitado por la común posición respecto a los medios de pr p r o d u c c i ó n . C a r e c e d e e x i s t e n c i a lega le gall y de instituciones. Su ac ción común era el producto inconsciente de innumerables accio nes espontáneas de los individuos en la consecución de sus intere ses particulares. Esta concepción de la clase se avenía con la doc trina de la acción y pe p e n s a m i e n t o e c o n ó m i c o s d e l laissez-faire, y con tajante separación entre sociedad y Estado, dominantes a lo largo del siglo XIX en los países avanzados, y eran apenas imagi nables en cualquier otro medio. Las dificultades para aplicar el concepto de clase a períodos históricos primitivos, o a otros con tinentes, son notorias. Todas las autoridades en la materia concuerdan en que la Revolución francesa fue una revolución bur guesa. Ello no significa que fuese dirigida por un grupo o clase netamente definido que respondiera al nombre de burguesía; la estructura de clases en Francia en la víspera de la revolución era demasiado compleja e informe para una tal simplificación. La misma dificultad se advierte al identificar la burguesía de la histo ria ria prerre voluc ionaria francesa, que en la atribu ción de un preciso preciso significado al término «feudal» utilizado por Marx como antítesis de aquélla20. No obstante, si se define la revolución social como «transformación social en la que se echa del poder a la clase en decadencia, y sustituyéndola en él la clase progresiva y revolucio naria»21, quedan plenamente justificados los títulos de la Revo" 1:1 term ino «feudal» o culta la circuns tancia de q ue la nobleza y dem ás «órde nes - o «estados» de la sociedad pre-industrial eran categorías legales, y en absoluto clases en el sentido marxista: sin embargo, una clase feudal todavía resulta algo más confuso. :i (irtuuflageii da Marsisiisvhcn Pfii/osophic. I rad . alem ana ( Berlín. 1953). 1953). 5551: éste es es el actual texto oficial. 42
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lución francesa en cuanto revolución burguesa. Fue una revolu ción burguesa, no en el sentido de que se llevase a cabo por la bu b u r g u e s í a , s i n o e n el d e q u e , e n l u g a r d e la s o c i e d a d j e r a r q u i z a d a del an den réginte réginte, colocó un nuevo tipo de sociedad s ociedad dom inad o p or la burguesía. Hablar de una lucha de clases en Francia en el contexto de la Revolución francesa supone anticipar las conse cuencias de la revolución, y no describir sus antecedentes. La «sociedad preindustrial», se ha señalado atinadamente, «... no confiere al concepto de clase un significado operativo»22. Sólo después de la revolución, la clase acabaría siendo un instrumento analítico útil y preciso, y como tal fue manejado por Marx con maestría insuperable. La única clase que toma cuerpo en los escritos de Marx es la bu b u r g u e s í a ; c a si t o d o lo q u e e s c r i b i ó s o b r e la c l a s e e n g e n e r a l h a c e referencia, consciente o inconscientemente, a la burguesía en es p e c i a l 23. El h a b i t u a l c o m p o r t a m i e n t o e s p o n t á n e o e i n c o n s c i e n t e de multitud de individuos determina la política de los gobiernos bu b u r g u e s e s , y f u n d a m e n t a « la d i c t a d u r a d e l a b u r g u e s í a » . M a r x consideró al proletariado como clase con arreglo a idéntico mo delo. Las cada vez más intolerables condiciones económicas lle varían a los trabajadores a emprender la acción, en defensa de sus intereses. Los trabajadores del mundo se unirían espontáneamen te: y esta acción común traería consigo el derrocamiento de la bu b u r g u e s í a y l a d i c t a d u r a d e l p r o l e t a r i a d o . M a r x d e j a b a b i e n c l a r o que ello no suponía una acción conscientemente planeada: «El p r o b l e m a n o e s t r i b a e n s a b e r l o q u e e n u n m o m e n t o d e t e r m i n a d o considera el proletariado, e incluso todo el proletariado, como su objetivo. La cuestión consiste en saber qué es el pr p r o le tari ta ria ado, y com o con secuencia de este este ser. lo que se verá forz ad o a re al iza r» :4. Marx era plenamente consciente de que sólo una pequeña pro po p o r c i ó n del de l p r o l e t a r i a d o p o s e í a , p o r el m o m e n t o , c o n c i e n c i a d e clase (au nqu e al vivir en Inglaterra , pued e que tendie ra a exag erar esta
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Lichihcim. M a r \i s m . An Historie;»! and Critical Study. 3X1 Como dice Wettcr USovicl ¡dcafogy Today 11966). 20.*). el muy conocido aforismo de Marx, «el molino movido a brazo te liga al señor leuda!: el molino a vapor, al capitalista industrial-, tiene sólo significación referido a la sociedad industrial, no a la sociedad feudal. F-.l molino a b raz o no era priva tivo de la la sociedad feudal, y se trae aq uí a colación con el solo propósito de señalar un contraste con el capitalismo. Marx y Engcls. l.a sagrada familia.
E. H. Carr
pr p r o p o r c i ó n ) : y r e c o n o c í a l a e x i s t e n c i a d e u n Lu L u m p e n p ro leta le ta ria ri a t, una masa desorganizada e inestable de trabajadores de las capas inferiores. inferiores. Al ot ro extre mo de la escala, Engels Engels señ aló la ap arició n en Inglaterra de lo que denominaba «una clase trabajadora bur guesa», un estrato de trabajadores. Pero, en su conjunto, los marxistas no se preocuparon por estos atentados a la solidaridad internacional del proletariado. Se daba por supuesto que el tiem p o d a r í a c u e n t a d e tal ta l e s a n o m a l í a s , y q u e en el m o m e n t o o p o r tuno, los los trabajadores des em peñarían su papel histórico hist órico en cuanto clase unificada, como antes de ellos hiciera la burguesía. Las contradicciones del sistema capitalista y las tensiones que provo caba, socavarían su capacidad de progreso y expansión, y pro moverían el levantamiento de un proletariado cada día más numeroso y empobrecido. Sería la última revolución, que derro caría la última clase dominante, la burguesía, anunciando la sociedad sin clases. Cuando, al doblar el siglo, Lenin analizó la situación, y en pa p a r t i c u l a r la s i t u a c i ó n r u s a , las la s p e r s p e c t i v a s e r a n s o m b r í a s . E n los lo s pa p a í s e s d e la S e g u n d a I n t e r n a c i o n a l , a u n q u e a p a r e c i e r o n p o c o s signos de una inminente revolución proletaria, la organización de los trabajadores había dado pasos gigantescos; y todos parecían mostrarse de acuerdo en que esto era un signo esperanzador para el crecimiento de la solidaridad y el potencial revolucionario. En Rusia, la organización de los trabajadores era rudimentaria, y las pe p e r s p e c t i v a s r e v o l u c i o n a r i a s p a r e c í a n q u e d a r m u y lej le j os t o d a v í a . Lenin escribía en ¿Qué ¿Q ué hacer? hacer?:: «La lucha espontánea del proleta riado no se transfo rma rá en una auténtica “ lucha de clase clases" s" hasta que que sea dirigida por una poderosa organización revolucionaria»25. En consecuencia. Lenin se dispuso a crear un partido que galvani zara la acción de los trabajadores rusos. En las condiciones del pa p a í s , las la s a c t i v i d a d e s d e u n p a r t i d o q u e o p e r a r a e n t i e r r a r u s a , tenían que ser forzosamente secreta secr etass y conspirativas. Estas ad ap taciones taciones no revelaban revelaban en form a algun a un alejamiento de la tradi ción marxista, o de los los mod elos creados por los los grandes p artidos de la socialdemo socialdemo cracia occidental occid ental;; constituía m eram ente o tro des esperado esfuerzo ruso para «situarse a la altura» de Occidente.
Lenin. Polnoc Sobran ir Sochincnii. Sochincnii. 5.' ed.. VI. 135. 44
i 91?,\ Am es y después
L o desconcertante y decisivo fue lo que sucedió en 1914 y 1917: el
anverso y reverso de la medalla. El estallido de la guerra de 1914 p r o p o r c i o n ó al s i s t e m a c a p i t a l i s t a de l sig si g l o XIX un du ro revés revés que hacía tiempo que venía vislumbrándose y halló a los trabajadores de los países países ade lanta do s sum ánd ose a su defensa con los respecti respecti vos uniformes nacionales; es bien conocido el efecto traumático que sobre Lenin tuvo esta increíble experiencia. La revolución de 1917 llevó al poder el primer Gobierno de declarada lealtad al marxismo, consagrado a la erradicación del capitalismo; y esto ocurría en en un país económ icame nte atrasado , con un proletariado escaso en ciernes y apenas organizado. Esta inversión del orden pr p r e v i s ib l e d e los lo s a c o n t e c i m i e n t o s e n f r e n t ó a lo s b o l c h e v i q u e s c o n la tarea tarea de m ant ene r y defend er la la victoriosa victoriosa Revolución rusa den tro de un ambiente hostil, contando tan sólo con recursos huma nos y materiales desgraciadamente inadecuados. La crisis provocó una reacción ya habitual en la historia re voluciona ria de Rusia. D ura nte buena parte de un siglo, siglo, la intel intelli li-gentsia rusa —un grupo sin equivalente en ningún otro lugar—asumió la jefatura y el papel de inspiradora de una serie de movi mientos revolucionarios. Cuando Lenin en ¿Quéhacer?, publicado en 1902. abogaba por un partido bajo la jefatura intelectual de revolucionarios profesionales que acaudillaran la revolución pro letaria, Trotsky observó despectivamente que las opiniones mar xistas de los intelectuales no eran «ningún sustitutivo de un prole tariado desarrollado políticamente», y acusó al partido bolchevi que de tratar de «sustituir a la clase trabajadora»26. Sin embargo, cuando la supervivencia del régimen revolucionario se vio ame nazada por la inadecuación cuantitativa y cualitativa del prole tariado, el e l pa rtido, dirigido dirigi do y organ izado may orm ente p or intel int elec ec tuales, hubo de dar un paso en el vacío. La Revolución rusa no la hizo ni la salvó una clase, sino un partido que se proclamó a sí mismo representante y vanguardia de esa clase. Fue una solución en consonancia con la tradición revolucionaria rusa. Pero fue una
l'roisky. Na N a sh i l*o /iiic hc.\qu hc .\qu ir / a il a c h i (Ginebra, 1904). 23. 50 y pa ss im . Posterior mente. Trotsky acabó, según todos los indicios, más reconciliado con esta idea: en un articulo de 190$ (Soihtncmvu. XX . 327-42). des cribió a los de cem bris tas de 1X25 eom o sustitutos de un a burgu esía todav ía inexistente. N o citaba a los jefes jefes intelectuales intelectuales del movimiento narodníki. cuya campaña de 1X70 «llegad al pueblo-, tuvo poco éxito. 45
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solución —y esto es más significativo— que señaló el lapso trans cu rrid o desd e los días de Marx . Qu e el el leninismo no era exclusiva, exclusiva, ni principalm ente un pro duc to de las las condiciones rusas, lo sugier sugieree el hecho de que ninguno de los dos principales teóricos marxistas desde Lenin, que con posterioridad elaboraron la noción leninista de vanguardias creadoras, fuera ruso: Lukács y Gramsci. Los comentarios leninistas sobre marxismo pertenecían a una época que ya no enten día las las fuerzas fuerzas reale realess com o resulta do de la acción espontánea de una masa de individuos, sino de una planificación po p o l í t i c a c o n s c i e n t e . is ta reconocía el papel de jefa tur a ejercido El M a n if ie s to C o m u n ista po p o r l o s c o m u n i s t a s , e n c u a n t o ú n i c o s m i e m b r o s del de l p r o l e t a r i a d o y de los los parti dos proleta rios con plena conciencia conciencia de de cla clase se.. Pero una de las condiciones de la revolución proletaria era la de que la conciencia comunista llegase a la mayoría de los trabajadores. Marx atribuía a Blanqui la creencia, rechazándola como herética, en la toma revolucionaria del poder por parte de una minoría disciplinada. Mas, para Marx, la conciencia seguía siendo princi pa p a l m e n t e c o n c i e n c i a d e u n p r o c e s o q u e q u e d a b a f u e r a d e u n c o n trol consciente. La concepción leninista del partido como van guardia de la clase incluía rasgos elitistas ausentes en el que los pe p e n s a d o r e s p o l í t i c o s p r e s t a b a n c a d a v e z m á s a t e n c i ó n al p r o b l e m a de las élites. El partido había de conducir e inspirar a la masa trabajadora; los propios miembros habían de ser pocos y escogi dos. Entre los meses de febrero y octubre de 1917 el insulto prefe rido de los mencheviques consistía en afirmar que Lenin era un discípulo de Blanqui, o de Bakunin, y no de Marx. En la víspera de la revolución de fe brero de 191 1917 se co m pr ob ó que los bolch evi ques no pasaban de 23.000; y aunque entre febrero y octubre afluyeron los miembros, el partido en nombre del cual se hacía la revolución y se asumía el poder apenas excedía con toda proba bi b i l i d a d d e los lo s 100. 10 0.00 0000 m i e m b r o s 27. N o o b s t a n t e , c o n s t i t u i r í a u n error creer que Lenin consideraba la revolución como la labor de una minoría. Su más acabada exposición de los factores que de terminaban una situación revolucionaria se halla contenida en el Las estadísticas oficiales de! pa rtido estiman que los los efectivos en enero de 1017 1017 ascen dían a 23.000 miem bros, y a II 5.000 5.000 en enero de 191 '^[fíol'sl '^[fíol'slutva utva Sov vtskaya f:ni\ikto pctfí pc tfí ya. ya . I.' ed. f 19301. 19301. XI 531: 531: estimacio nes m uch o más elevadas citada s en otro s lugares pa p a re c en e x ag er ac io n es , b ie n h ec h as s o b re la m ar c h a p a r a p r o v o c a r el o p tim ti m is m o , oc .v /w v /
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1917. Antes An tes y después despué s
pa p a n f l e t o E l izqu iz qu ierd ie rdis ism m o, e n fe rm e d a d in fa n til ti l d e l co m un ism is m o , que p r e p a r ó p a r a el S e g u n d o C o n g r e s o d e la I n t e r n a c i o n a l C o m u n i s t a de 1920. «Sólo cuando "los estratos inferiores (nizy)" no se mues tran dispuestos a tolerar lo viejo, y “los estratos superiores viejoss cauces, cauces, sólo (verkhi)" se m ues tran incapaces de seguir por los viejo entonces puede triunfar la revolución. En otras palabras, esta realidad puede expresarse de la siguiente manera: la revolución es imposible sin sin u na cris crisis is nacional general que afecte a ex plo tad os y explotadores»28. I.a tarea de dirigir a las masas no era propia mente hablando una tarea de adoctrinamiento, de crear una con ciencia que faltase, sino de apelar a una conciencia latente; y esta conciencia latente de las masas era una condición esencial de la revolución. Lenin, de nt ro del círculo de los los dirigentes dirigentes del del partid o, tuvo p osibilidad osibilidad de acceder a la la posición posición de dictador. Pero nunca pr p r o c e d i ó así as í c o n las la s m a s a s t r a b a j a d o r a s ; y a e llo ll o d e b í a n o p o c o d e su inmenso ascendiente sobre ellas. Su declaración de hallarse dispuesto a aprender de las masas, nunca fue mera pretensión. Lenin se negó, con toda energía, a creer en la revolución desde arriba. Ya en abril de 1917 escribió: «La comuna, esto es, los sovi so viet ets, s, no “ in tro du ce n'\ no se se prop onen “ introdu cir" y no deben d eben “introducir'’ cambio alguno que no se halle maduro, tanto en sí mismo, como en el terreno económico y en la conciencia de la inmensa m ayo ría del p u e b lo » 29. Y un añ o más tarde , en el el con gre so del partido que aprobó la ratificación del tratado de BrestLitovsk, repitió todavía más enérgicamente: «El socialismo no pu p u e d e i m p l a n t a r l o u n a m i n o r í a ; el p a r t i d o . S ó l o p u e d e n i m p l a n tarlo decenas de millones, cuando aprendan a construirlo ellos m is m o s » 3Ü. Algun os críti críticos cos h an hallado un elem ento de casuística casuística polític polí ticaa en el intento de combinar la jefatura de la élite con la conciencia de las masas. Las embarulladas y en ocasiones contradictorias expresiones de los dirigentes bolcheviques sobre la clase, contras tan con sus termina ntes y rígidas rígidas conc epcion es del del partid o. Tr as la muerte de Lenin Lenin apareciero n signos inquietantes, cuy o germen se había s em bra do sin du da en vida de Lenin. Lenin. Antes de la revolución. revolución. t u n o pura
b or rar la impresión de que la revolución fue fue obra de una m inoría insignific insignificante. ante. I enin. Po/noc Sohranic Sochincnii. 5.' ed.. XLI. 69-70.
//vi/. XXXI. 163-4. "* thíd.. thíd.. X X X V I . 5 3 .
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se había prestado cierta atención, dentro de los partidos políticos occidentales, al desarrollo de las organizaciones centrales de par tido y a sus burocracias, que determinaban en la práctica la polí tica del partido y controlaban a la masa de sus miembros31. En el p a r t i d o s o c i a l d e m ó c r a t í i r u s o e x i s t i ó t e n s i ó n d e s d e u n p r i n c i p i o entre las encontradas concepciones sobre el partido en cuanto organización de masas y en cuanto vanguardia que dirigía e ins truía a las masas. Tras la revolución, los problemas de la supervi vencia y del progreso material que salían al paso de un régimen revolucionario, aislado en medio de un mundo hostil, era tan vastos y acuciantes, que los sucesores de Lenin carecieron de ca pa p a c i d a d o p a c i e n c i a p a r a s u s c i t a r a q u e l a l t o nive ni vell d e c o n c i e n c i a y aquel a po yo de masas que Lenin tenía tras de sí en el el pe ríod o de la revolución y de la guerra civil, y tomaron por la vía rápida (la eterna tentación que acecha a toda élite), consistente en imponer su voluntad, recurriendo a medidas que implicaban cada vez más descargar la fuerza nuda sobre la masa de la población y la del pa p a r t i d o . L a e n u n t i e m p o f a m o s a h i s t o r i a a b r e v i a d a de l P a r t i d o Comunista, de Stalin, definía la colectivización de la agricultura como «una revolución desde arriba, a iniciativa del poder del Estado, con apo yo directo desde abajo»; y aun que la frase frase «revo lución desde arriba» ha sido desde entonces condenada como herética, fue característica de la época estalinista. Estas transformaciones se debieron en parte al carácter par ticularmente apremiante de los problemas a que el régimen revo lucionario d e Rusia tenía que hac er frente, y en parte a las especia les condiciones del país, donde los atrasados campesinos integra ba b a n m á s d e l 80 p o r c i e n t o d e la p o b l a c i ó n , y el n ú m e r o d e t r a b a j a dores disciplinados y políticamente conscientes era. comparado con el de los los trabajad ores o rganiz ados de Occidente, Occide nte, infinitamente infinitamente pe p e q u e ñ o . P e r o t a m b i é n f u e , y e llo ll o es m á s s i g n i f i c a t i v o , u n p r o d u c to del momento. El lema revolucionario francés de igualdad era una protesta necesaria y efectiva contra el privilegio, en una socie dad altamente estratificada. Para Marx este problema, al igual que todo problema social, era un problema de relaciones de produc ción. La sociedad capitalista estaba basada en la explotación del
M En esic usp ecio se acos tum bra a citar lilies ya clásicas ob ras de Osirogorski \ U. Michels Michels.. 48
1917 1917.. An tes y después
hombre por el hombre; el principio de desigualdad se cimentaba en la división capitalista del trabajo. En un célebre pasaje de El E l creencia, com ún a ta nto s escritor escritores es de de l Capital* M arx reiteraba la creencia, siglo XIX, de que la gran industria «pondría fin a la división manufacturera del trabajo, en la que cada hombre se halla atado de por vida a faenas de detalle»32. La utopía marxista planeaba acab ar con la distinción entre las las diferent diferentes es form as de tra bajo , en en pa p a r t i c u l a r e n t r e el t r a b a j o m a n u a l y el i n t e l e c t u a l . E l E sta st a d o y la re v o lu c ió n , de Lenin, con su visión de que las tareas de gobierno las realizan obreros corrientes en rotación, y los experimentos iniciales de la revolución bolchevique sobre control obrero de las fábricas fábricas,, fueron los los últimos retrasad os trib utos a esta esta concepción. El sueño fue desvaneciéndose ráp idam ente, y los los experim entos acabaron en fracaso. El mismo Marx, en un capítulo posterior del E l C a p ita it a l, aparecido con carácter postumo en el tercer vo lumen, adoptó una visión más realista del futuro del trabajo: La libertad en este terren o sólo puede consistir en que el el hom bre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente su intercambio con la natura leza leza.. lo pong an bajo su con trol com ún, en vez vez de dejarse do m ina r por él com o las ciegas fuerzas de la naturaleza... Pero con todo, siempre seguirá siendo el reino de la necesidad. Al otro lado de sus sus fron tera s empieza el despliegue de las fuerzas humanas, que es un fin en sí. el verdadero reino de la libertad, que, sin embargo, sólo puede florecer tom an do com o base este reino de la necesidad 3\
Ya en marzo de 1918, Lenin acudió en apoyo de lo que más tarde se denominaría «dirección unipersonal» (edinonachalic) de las las fábricas, en térm inos tan categóric os qu e a veces veces se ha c itad o el el pa p a s a j e , c o n e v i d e n t e m a l a fe. fe . f u e r a d e s u c o n t e x t o , c o m o u n a defensa de la dictadura política34. El problema no se circunscribe al grado de disciplina requerido para obligar al cumplimiento de un mínimo necesario de trabajo físico penoso y aborrecible. Es cierto que durante el siglo pasado disminuyó la extensión y el carácter de sagra dab le de sem ejante tra bajo , si si bien su su total elimi elimi--
K. Marx. Capital. I. Marx. Capital. 3 (trad. ingl. 1960). X00. I n mi cuaderno, señalaba Marx que «el trabajo no puede convertirs convertirsee en un juego, como lo tirier preten día- I(¡rumlrisse (¡rumlrisse der Kritik 119531.. 599) 599):: con trast a es to con el ing enu o op tim ism o de Iínge Iíngels: ls: Cl I'o/it¡\
E. H. Carr Ca rr
nación aparece todavía como una imagen utópica. Pero la temera ria ria afirm ación decim onónic a de que el avance técnico reduciría la la necesidad de especialización, y p o r c o n s i g u i e n t e , b o r r a r í a l a s d i s tinciones entre las diferentes formas de trabajo, y especialmente, entre el trabajo intelectual y manu al, ha sido notoriam ente falsea false a da. En cada rama de la administración y de la producción, ha sobrevenido un nuevo tipo de estratificación. La necesidad de élites administrativas y técnicas se manifiesta a todos los niveles — e n el G o b i e r n o , e n la o r g a n i z a c i ó n i n d u s t r i a l , e n las la s f á b r i c a s y en el campo—, siendo previsible un incremento con la creciente complejidad de los procesos administrativo y pr p r o d u c t i v o . Por tanto, cuando en junio de 1931 sorprendió Stalin al mundo con la denu ncia del igualitarism o o «nivelamiento» (uravnilovka ), y destacaba que «cada industria, cada empresa, cada taller» con taba con sus «grupos dirigentes», y acusó más tarde a los los par tida rios rios del del igualitarism o de «ideas «ideas pequ eño-b urgu esas» prop inó un solapado revés que fue consignado por los críticos de su tiempo. El ideal de igualdad lanzado por la Revolución francesa halló creciente y amplia aceptación y aplicación en el el m un do occidental occidental del siglo XIX, y antes de doblar el siglo, se había empezado a reconocer la necesidad de extenderlo de la esfera política a la económica. Desde 1917 se habían realizado en la Unión Soviética y otros países fantásticos avances en pro del mejoramiento del nivel de vida del trabajador industrial. Pero este proceso había venido acompañado de una siembra insidiosa de doctrinas elitis tas, bien en forma explícita, bien disimulada, y p o r u n c r e c i e n t e reconocimiento de la dificultad de compaginar la necesidad de élites administrativas y técnicas, con las aspiraciones igualitarias que la democracia de masas había heredado de la Revolución francesa36. La circunstancia de que muchas de aquellas élites se autodeno mina sen apolíticas, apolíticas, no sig s igni nifi fica ca que no co ntaran con una decisi decisiva va influenci influenciaa política. Los autó cra tas del pasad o ha bían sido reemplazados por anó nim os personaje pers onajess kafkianos, a los los que no se se po p o d í a c o n t r o l a r , y con frecuencia ni siquiera identificar. La nece sidad, por la que Lenin tanto se esforzó y que Stalin descuidó con ,s .1. Stalin. Sot'hincniyu. XIII. 58-60. 357. Para una posterior discusión del contemporáneo problema de la igualdad, véase pp. p p. 85-87 85 -87.. 50
1917. 17. An tes y después
desdén, de reconciliar el liderazgo de la élite con la democracia de masas ha planteado en la Unión Soviética de hoy un problema c l a v e . N o se t r a t a d e u n p r o b l e m a d e la e x c l u s i v a i n c u m b e n c i a d e un solo país, aunque fueran los sucesos de la revolución bolchevi los que lo expu sieran a la luz luz del día. Sería Sería i m pru de nte consi q u e los derar que no nos atañe la experiencia rusa, o sentirnos satisfechos en exceso con nuestras propias soluciones. Pero sería aún más imp rudente con siderarla incongrue nte con los los problem as de lodos p a í s e s q u e no han pasado por la experiencia de una a q u e l l o s pa democracia establecida en el pasado. La función educadora de la élite fue vigorosamente resaltada po p o r L e n i n e n ¿Qué hacer? M arx, al igual igual que A dam Sm ith y Hegel, Hegel, creía que los individuos estaban sometidos, en cuanto agentes o víctimas, a las leyes sociales y económicas objetivas de las cuales no eran, sin embargo, conscientes. «Las ideas que las leyes de pr p r o d u c c i ó n s u s c i t a n e n las la s c a b e z a s d e los lo s a g e n t e s d e la p r o d u c c i ó n y circulación capitalistas, difieren radicalmente de esas leyes reales», y «los individuos han quedado sometidos a un poder que les es ajeno»37. Esas ideas que no correspondían a la realidad, eran lo que Marx llamaba «ideología». Para Marx, ideología era. necesa riamente, una falsa falsa conciencia: conciencia: la fals falsaa idea que sob re sus mo tivos se formaban las personas que no eran inconscientes de las leyes reales que regían sus acciones. Tal como lo expresaba Engels: «Que las condiciones materiales de la vida de las personas en cuyas cuyas mentes tiene tiene lugar el proceso del del pen sam iento, dete rm ina en última instancia el curso de este proceso, es lo que por necesidad sigue siendo desconocido para esas personas, pues de otra forma, sería el final de toda ideología»38. Lo decisivo eran los motivos y actos inconscientes —no los conscientes— de los ocupados en la pr p r o d u c c i ó n . S ó l o los lo s c o m u n i s t a s , e n p a l a b r a s del de l M a n ifie if ie s to Co munista. «tienen sobre la masa del proletariado la ventaja de una clara clara comp rensión de la líne l íneaa de marcha» . M arx no consideró que su misión fuera establecer preceptos obligatorios y mucho menos pr p r e s e n t a r u n a n u e v a i d e o l o g í a . S u p r o p ó s i t o e r a d e s e n m a s c a r a r los errores y las ilusiones. Marx, siguiendo a Hegel, identificaba el
'' r/',.rx' r x' ^ y p i t u l . II!. .V()7; Marx y hngels. ¡o Ideología Alemana. ngcls. Fcacrlwc/t.
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pr p r o c e s o h i s t ó r i c o c o n la a m p l i a c i ó n d e la c o n c i e n c i a , y el a u m e n t o de la conciencia con la am pliac ión de la libertad. libertad. Por consiguiente, la revolución final que llevase a la utopía marxista de la sociedad sin clases, clases, signifi significaría caría asimismo el térm ino del abism o e ntre reali reali dad e ideología y la consecución de la auténtica libertad y conciencia. Esta Esta creencia creen cia en el el carácter liberado r del del conocim iento, trans formada y caricaturizada en el aforismo de que «la libertad consiste en el reconocimiento de la necesidad», situó a Marx en dos mundos. Marx estaba principalmente interesado en el análisis. Pero el análisis constituía la condición de la terapia. Marx fue el verd ade ro f un da do r de las las cienci ciencias as sociale socialess en las que el ho m bre es el objeto y el sujeto de la investigación; además, el hombre no se pu p u e d e i n v e s t i g a r a sí m i s m o s in t r a n s f o r m a r s e . M a r x a n h e l a b a «el pl p l e n o d e s a r r o l l o del de l c o n t r o l del de l h o m b r e s o b r e las la s f u e r z a s d e la naturaleza, incluyendo incluyend o la suya p ro p ia » 39. N o obstante. M arx, que vivía en un mundo en donde el predominio del empresario individual y del clima del laissez-faire aún no había sido seriamen te trastocado, no podía liberarse por completo de las leyes de hierro de la economía clásica, y éstas seguían dominando su pe p e n s a m i e n t o . El p e r í o d o e n t r e la m u e r t e d e M a r x y la R e v o l u c i ó n rusa fue testigo de rápidas mutaciones. Freud, al igual que Marx, desveló la realidad que se halla tras la conducta inconsciente. Freud, igual que Marx, rechazó el supuesto de una naturaleza humana inmutable. Pero el análisis quedó subordinado a la terapia. La ciencia se hizo más específicamente instrumental. La meta no era ya descubrir los hechos objetivos, sino aportar hipótesis de trabajo que llevaran a resultados prácticos; el com p o r t a m i e n t o y los lo s i m p u l s o s h u m a n o s se m o l d e a n p o r m e d i o s q u e pu p u e d e n e s t u d i a r y a p l i c a r lo s p s i q u i a t r a s . L o q u e h i z o F r e u d fu e aña dir una dimen sión nueva a la razón. La razón p odía invest inv estiga igar, r, comprender y utilizar lo irracional. La Revolución rusa se sitúa en el centro de esta mutación. Lenin Leni n seguía seguía formalm ente dentro del marco marxista. marxist a. Pero mien tras el M a n ifie «la gradual, espontánea if iess to C o m u n ista is ta contaba con «la organización de clase del proletariado». Lenin hablaba de la «espontaneidad» co mo del de l veneno del del mo vimiento obrero ruso y
I' rc -C a p ii ú li st i u o n a m ii io r n u u i o nv. ed. Hobsbawn (1964). K4. “* K. Marx. I'rc
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como lo opuesto de la «conciencia». Si el socialismo era un método más racional de organizar el proceso productivo que el capitalista se debía precisamente a que era «consciente». Para Marx, la conciencia conciencia com unista sólo se adquiere c uan do tiene tiene lugar «una m utació n de los los hom bres en gran escala», escala», es decir, decir, mediante una r ev olu ció n40 n40. Según el esquem a de Lenin, se se precisa ba de una élite de partido altamente consciente para dotar de conciencia revolucionaria a la masa de trabajadores. Marx creía que el hombre nuevo surgiría «espontáneamente» de una nueva socie dad: Lenin advirtió que era necesario crear el el hom bre nuevo para constituir una sociedad nu eva. Con la adm isión de esta esta necesidad, necesidad, el términ o «ideología» cam bió de sentido. P ara Lenin, la la ideología no era era ya, ya, necesariamente, fals falsaa conciencia. conciencia. Su carác ter depend ía de su contenido . Ideología revolu cionaria o social socialist istaa era aquella que el partido y sus dirigentes procuraban inculcar a los trabaja dores. La «ideología», declara el actual Dic D icci cion onar ario io de Filo Fi loso sofía fía soviético, «puede constituir un reflejo, verdadero o falso, científi co o anticientífico, de la realidad». Lenin continuaba ligado en un aspecto al siglo XIX. Aunque pr p r o c l a m a b a la n e c e s i d a d d e i n s t r u i r e i n f l u i r e n las la s m a s a s , s e g u í a creyendo en la educación recurriendo a la persuasión y la fuerza del ejemplo. Hacia mediados del siglo XX, esta creencia ha pe p e r d i d o g r a n p a r t e d e su v a l i d e z e n la U n i ó n S o v i é t i c a y e n t o d a s pa p a r t e s . Q u i z á f u e r a e s t a la d i f e r e n c i a f u n d a m e n t a l q u e s e ñ a l ó la transición de Lenin a Stalin. Lenin consideraba la persuación o el adoctrinamiento como un proceso racional en cuanto que se esforzaba en imbuir de una convicción racional las mentes a las que se dirigía. Stalin lo consideraba como un proceso racional sólo en cuanto que lo proyectaba y dirigía una élite racional. Sus objetivos consistían en inducir a gran número de personas a actuar en el sentido deseado. La forma de alcanzar esta meta era un problema técnico objeto de estudio racional. Pero los medios roás efectivos a emplear para lograr este objetivo no siempre pr p r o c e d í a n , ni s o l í a n p r o c e d e r , d e la r a z ó n . S e r í a e q u i v o c a d o suponer que este cambio fue algo privativo de la URSS, o de cualquier otro tipo concreto de gobierno. La similar evolución de 4f i
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Marx s l-.ngcls. l a Idva/ng Idva/ngía ía Alemana Alemana.. 53
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los países democráticos occidentales se ha solido atribuir a la influencia de la publ icida d com ercial, cuyas técnicas y, a veces veces,, los los pr p r o f e s i o n a l e s q u e l a s a p l i c a b a n , se p a s a r o n d el m u n d o c o m e r c i a l al de la política. El candidato se vende al votante por los mismos pr p r o c e d i m i e n t o s u t i l i z a d o s p a r a v e n d e r p a t e n t e s d e p r o d u c t o s farmacéuticos o neveras. La enorme expansión de los medios de comunicación de masas ha sido, evidentemente, un factor más. Pero junto a estas causas, otras más profundas y fundamentales han intervenido. El profesional, políticamente neutro, el experto en relaciones públicas, encargado de presentar una imagen atrac tiva tiva a sus clientes clientes y de m old ea r la op inió n al servicio servicio de sus deseos, med iante c ualq uier técnica y estratag em a psicológica psicológica a su alcance, constituye en la actua lidad un fen óm en o familiar, difí difíci cill de conci liar con los principios de Lincoln o Gladstone, pero, al parecer, inseparable de las presentes democracias de masas. Hoy, en cualquier parte del mundo, el futuro de la democracia es un pr p r o b l e m a i n q u i e t a n t e . E n e s t o , c o m o e n o t r a s c u e s t i o n e s , el p a s o en el mundo occidental de la democracia liberal a la democracia de masas ha reflejado la experiencia de la Revolución rusa. Otro fenómeno del mundo moderno, en el que la Revolución rusa ha desempeñado un papel relevante, ha sido el movimiento de liberación de los llamados pueblos subdesarrollados. En las po p o s t r i m e r í a s d e la R e v o l u c i ó n f r a n c e s a , la p r o p o s i c i ó n d e q u e tanto vale un hombre como otro se amplió a la premisa de que* tanto vale una nación como otra. La igualdad de derechos del individuo sirvió para incluir la igualdad de derechos entre las naciones, en un objetivo tan vital y contagioso como la liberación del hombre. Esta noción sigue siendo uno de los legados de la Revolución francesa a los siglos XIX y XX. Aunque Marx postu laba el objetivo final de un mundo sin naciones ni clases, con sideraba la liberación de las naciones sometidas un hito impor tante en ei camino de la revolución, y una causa digna del apoyo de radicales y revolucionarios. El mismo se sintió especialmente p r e o c u p a d o p o r las la s i n j u s t i c i a s i n f e r i d a s a i r l a n d e s e s y p o l a c o s . Con todo, aunque Marx y otros prestaron una cierta atención a los problemas de la India y China, el siglo XIX apena s consideró a los países subdesarrollados de Asia y Africa como candidatos a la nacionalidad y liberación. El nacionalismo continuaba siendo un fenómeno predominantemente europeo, y los pensadores marxis54
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tas podían encajarlo en el esquema de las sucesivas revoluciones bu b u r g u e s a s y p r o l e t a r i a s . C o m o d i j o L e n i n , el p r o l e t a r i a d o , c o m o clas clasee op rimid a carente de derechos, era el natural «p orta esta nd ar te de lodos los pueblos en la lucha por la libertad»41. Estas actitudes se vieron profundamente afectadas por la pr p r o f u n d a p e n e t r a c i ó n c o m e r c i a l y p o l í t i c a d e las la s p o t e n c i a s e u r o pe p e a s e n o t r o s c o n t i n e n t e s , c o n s u m a d a d u r a n t e el ú l t i m o c u a r t o d el siglo XIX, y acabó siendo conocida con el término genérico de «imperialismo». «imperialismo». Se hace difí difíci cill disociai disociai este este proc eso de la eno rm e ola de prosperidad de que se beneficiaron las economías capitalis tas de Europa occidental al doblar la centuria. Pero aunque el imperialismo llegó a representar a corto término un poderoso refuerzo del capitalismo, desde otro ángulo cabe considerarlo también co m o el talón de Aquiles de las las poten cias capitalistas. capitalistas. En la década a nte rior a 1917, tanto Rosa Lu xem burg o com o Lenin se se hallaban gravemente preocupados por la cuestión del imperia lismo. Existían diferencias entre ellos que se agrandaron en polé micas posteriores. Sin embargo, tanto uno como otro estaban de acuerdo en considerar al imperialismo como el último cartucho del del capitalism o en decaden cia, con lo que to do lo que sirviera sirviera para m inar y destruir el el imperialismo, imperialismo, aceleraría aceleraría el e l hu ndim iento capita lista. Todos los socialistas temían y esperaban que, tarde o temprano, las políticas imperialistas provocasen la guerra entre las grandes potencias, y en teoría creían que la guerra significaría el hundim iento del del capitalis capit alismo. mo. Rosa L uxem burg o, Lenin, y cada uno de los los bolcheviques, es pera ban la gue rra con ilusión, ilusión, pues les pr p r o v e e r í a d e u n a oportunidad casi caída del cielo para trabajar activamente por este resultado. Este cuadro tenía, sin embargo, su reverso. La prosperidad del capitalismo en su fase imperialista dio lugar a un importante sub pro du cto que al p rincipio pasó desapercibido: el el desarrollo de del «revisionismo» en el partido socialdemócrata alemán y de ten dencias similares en otros partidos socialistas y laboristas de Europa occidental. Las penalidades de los trabajadores se hi cieron menos patentes. Parecían abrirse grandes perspectivas Aspecto a su atenuación ejerciendo una moderada presión sobre
1-tínin. Potnoc Snhrunh■ Sochinenü. 5.* cd.. V. U4.
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los gobiernos o recurriendo a transacciones y compromisos. La •utilización de procedimientos democráticos al objeto de influir, controlar y, llegado el caso, hacerse con el Gobierno, comenzó a adquirir sentido. La participación el año 1901, de un único socialista en un Gobierno burgués, en Francia, provocó un es cándalo en el movimiento socialista francés. Sin embargo, es evidente que esta acción despejó el camino a futuros ministerios franceses controlados por socialistas. Al mismo período queda adscrito el primer triunfo del laborismo británico en el campo pa p a r l a m e n t a r i o . L a i dea de a d e q ue , b a jo el régi ré gi m en c apit ap ital alii sta st a , t o d a s las reformas eran ilusorias, fue severamente rebatida por la opinión de que era posible una revolución pacífica. En los países occiden tales, el programa marxista del derrocamiento de los gobiernos capitalistas quedó relegado a un lejano futuro, y en el momento pr p r e s e n t e p a r e c e q u e d a r s i n r e l e v a n c i a a p a r e n t e . Este cariz de la situación no tenía equivalente alguno en la Europa oriental, y Lenin continuaba reconfortándose con la ilu sión de que el revisionismo había sido totalmente derrotado en el Occidente. Cuando en agosto de 1914 se percató de hasta qué p u n t o los lo s p a r t i d o s o b r e r o s d e E u r o p a o c c i d e n t a l se s e n t í a n i d e n t i ficados con sus gobiernos nacionales, se convenció de la necesidad de constituir, desde los cimientos, un nuevo movimiento, lo que fue ensayado el año 1915 en Zimmerwald. La inesperada victoria de la Revolución rusa proporcionó una sólida base nacional para el intento. El movimiento sectario de Aimmerwald fue sustituido por una organización m undial para el el derrocam iento del de l capita cap italismo: lismo: la Tercera Internacional Comunista. De haber sido la Revolución rusa rápidamente secundada —tal como al principio esperaban los bolcheviques que sucediera— por revoluciones en la Europa occidental, su prioridad en el tiempo habría constituido dentro de su esquema global una mera anomalía cronológica. Pero cuando el proceso revolucionario occidental se evidenció estancado y floreció sobre el fértil suelo de Asia, el cariz de las cosas sufrió un cambio radical. La abortada Revolución rusa de 1905 pareció haber aportado un impulso en los años que siguieron a las revoluciones de Turquía, Persia y China. La ampliación de otros continentes de un movimiento de liberación nacional, hasta en tonces limitado principalmente a Europa, fue el logro interna cional m ás sobresal iente de la la revolución de 1917. En A sia central. 56
1917. A ntes nt es y después
pe p e r s i a , T u r q u í a y E g i p t o y t o d o e l O r i e n t e m e d i o , l a R u s i a soviéti soviética ca aparecía co mo el aliado n atural d e los sojuzgad os po r la la po p o t e n c i a a r c h i m p e r i a l i s t a : G r a n B r e t a ñ a . L o s m o v i m i e n t o s n a cionalistas de la India y Afganistán se volvían espontáneamente hacia Moscú. En China, la Rusia soviética adquirió prestigio y se granjeó simpatías en su calidad de primera potencia que abando naba por propia iniciativa derechos extraterritoriales. Así como las revoluciones de 1789 y 1848 no se extendieron de Francia a Inglaterra, sino hacia el Este, a países menos avanzados de la Europa central, la Revolución rusa tampoco se dirigió hacia el Occidente europeo, sino en dirección al Este, hacia el menos avanzado continente asiático. La revolución no podía conside rarse como un levantamiento contra el capitalismo burgués del pa p a ís o c c i d e n t a l m á s a t r a s a d o , s i n o c o m o u n a l z a m i e n t o c o n t r a el imperialismo occidental, por parte del país más avanzado del Este. En el último artículo que escribió Lenin se consolaba del fracaso de la revolución en Europa con la reflexión de que «el Este se ha incorporado ya al movimiento revolucionario» y «Rusia, India, China, etcétera, aportan la inmensa mayoría de la pobla ción ción m und ial.»42 ial.»42 Un gran golpe pa ra su antig ua visión. A ba n d o nada la antorcha de la revolución por la Europa occidental, tomaron el relevo los pueblos de Asia y Africa dependientes, formal o realmente, de las potencias europeas. El cambio de contornos del mundo actual, y el cambio de relación entre la Europa occidental y los países avanzados de lengua inglesa por un lado, y el resto del mundo por otro, constituyen un atributo al significado histórico de la Revolución rusa. Pero el giro encerraba mucho más que una mera trasposición geográfica. La revolución marxista llegó a los pueblos de Asia y Africa Africa en su enc arn ació n leninista. leninista. En esos países países la indus trializa ción hubo de realizarse en condiciones mucho más parecidas a las de la Unión Soviética que a las previstas por Marx. El triunfo de una revolución proletaria en una Rusia predominantemente cam pe p e s i n a , lo e x p l i c ó L e n i n c o m o u n e s t a d i o p r o v i s i o n a l , al t é r m i n o
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l-on l- onin in.. Po/noc Sóbrame Sorhinenir. 5 / ed.. X LV. 404: 404: u.n u.nas as cu an tas seman as ames. cscr** cscr**° «Nu estros reaccionarios euro peos rio rio imag inan que las futuras revoluciones revoluciones os países del fisic... mostrarán indudablemente mavores singularidades que la Revolun ruj*a i t b í d . 3X1). '
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del del cual cual la ma sa de los los cam pesin os má s pob res qued aría asimilada al proletariado. Lo ocurrido en octubre de 1917 en Rusia aún po p o d r í a d e n o m i n a r s e s i n m a y o r e s r e p a r o s u n a r e v o l u c i ó n p r o l e t a ria, aunque no en un pleno sentido marxista. Pero en China la naturaleza y jefatura predominantemente campesinas de la revo lución eran palpables; y en muchos países subdesarrollados el p r o l e t a r i a d o f a l t a b a e n t e r a m e n t e . M á s s i g n i f i c a t i v a t o d a v í a e r a la debilidad —y en ocasiones, la total ausencia— de la burguesía o de cualquiera de las concepciones de la suciedad burguesa. En esos esos países países,, la revolución burgu esa, inconclu sa to dav ía en la Rusia Rusia de 1917, ni siquiera había comenzado. En su caso, el problema ruso había vuelto a plantearse pero en forma más extremada, y sólo cabían hacerle frente con la solución leninista de una reduci da élit élitee intelectual intelectual que asum iera la jefa tura d e la revolución. revolución. Mu chos de esos dirigentes recibieron su educ ación y en tab laro n su pr p r i m e r c o n t a c t o c o n el m a r x i s m o e n p a í s e s o c c i d e n t a l e s o b a j o auspicios occidentales. occidentales. A ho ra bien, en la práctica, las la s condiciones locales sólo hac ían viable el el marx ism o en su vertiente leninista. La ausencia de una burguesía y de una tradición burguesa estable, significó el descartar en la práctica, cuando no en teoría, la democracia burguesa liberal, y el retornar a las concepciones rousseaunianas, o jacobinas, de la democracia; así apareció la influenci influenciaa de la URSS en mu cho s de de aquellos países, países, prevalecien prevalecien do sobre la del Occidente. Este Este pred om inio, no es, sin sin emb arg o, absoluto . La revuelta del del nacionalismo contra el imperialismo ha conseguido en casi todas pa p a r t e s o b t e n e r u n a i n d e p e n d e n c i a p o l í t i c a . P e r o e s t o n o h a e vi tado el mantenimiento de una inevitable dependencia económica p o r d e m á s o d i o s a q u e i n s p i r a c o n s t a n t e s a r r e m e t i d a s c o n t r a el «neocolonialismo.» El ejemplo de la URSS, que gracias a sus recursos naturales y a sus gigantescos esfuerzos se ha erigido en económicamente independiente del Occidente, provoca envidia y admiración. Pero salvo salvo China, todo s esos países países com prend en que semejante labor queda fuera de sus posibilidades. La «ayuda eco nóm ica» se se ha co nve rtido en un factor indispensable de la vida nacional. A primera vista, se antoja menos aborrecible recibir ayuda de la Unión Soviética que del Oeste. Pero de una manera gradual se va tomando conciencia de que la dependencia econó mica mantenida exclusivamente con uno u otro lado lleva apare58
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do i”1 ate nta do a la independen cia nacional. Los dicterios de ! colonialismo» e «imperialismo» soviético no lian errado del todo el tiro. De aquí las políticas de «noalienación» practicadas más o menos activamente por la mayoría de aquellos países, inspirados, en parte, por el deseo de obtener ayuda de ambos campos, y, en arte, por la intención de mantener el máximo grado de indepen dencia. En China, el principio de no alienación ha sido llevado hasta el extremo de una aguda hostilidad hacia ambos lados. Es quizás prematuro tratar de situar estos equívocos aconte cimientos en la debida perspectiva histórica. Lo que sí es evidente es que la Revolución rusa ha sido el resorte que impulsó un movimiento revolucionario de sublevaciones, en Asia y Africa, contra el orden capitalista del siglo XIX, en el el que los ataq ue s n o se dirigen contra la explotación de los trabajadores industriales de los países avanzados, sino contra la explotación de los pueblos coloniales atrasados. Nunca se le ocurrió a Lenin. ni después llegó a admitirse, que una revolución bajo tales auspicios, aunque pu p u d i e s e d i r i g i r s e c o n t r a el c a p i t a l i s m o , y c o n o b j e t i v o s q u e p u d i e ran catalogarse de socialistas, se hubiese alejado de las premisas marxistas. La rcorientación posleninista de la revolución socialis ta implicaba que el derrocamiento definitivo del capitalismo no serí seríaa ob ra de sus víctimas víctimas pro letarias de los países países av an zad os (que, en parte, se habían convertido en sus aliados), sino de sus víctimas coloniales de los países subdesarrollados, y que no sería obra de una clas clasee econó m ica, sino de un m ovim iento político político.. La era de la la Revolución Revolución francesa se cerró en 1917, abriénd ose una nueva época revolucionaria. Los historiadores del futuro podrán discutir si esa época acabó en 1949, cuando la revolución asiática y africana comenzó efectivamente, o si estos acontecimientos pueden inter pr p r e t a r s e c o m o u n a p r o l o n g a c i ó n l i g e r a m e n t e h e t e r o d o x a d e la Revolución rusa. Tales controversias sobre lo que se denomina «periodización» no son muy fructíferas, y es innecesario antici pa p a r l a s . P e r o en t a n t o q u e el h o m b r e se i n t e r e s e p o r e x p l o t a r su Pasado, nadie puede negarle títulos a la revolución de 1917 en cuanto uno de los grandes momentos críticos de su historia.
¿QUE HACER?
El autor de ¿Qué hacer?, Nikolai Gavrilovich Chernichevski, fue un miembro típico —incluso podría decirse que el típico miembro— de la intelligentsia revolucionaria rusa de la segunda mitad del siglo XIX. Era dog má tico y seguro de sí, sí, sufrido hasta el el quijotismo, serio hasta la frialdad, fervoroso creyente en el poder de la razón y de las las ideas, pero asim ismo dispue sto, sin rep ara r en en riesgos ni consecuencias, a cualquier acción que fuese racional mente pensada para impulsar la gran causa del progreso. Hijo de un sacerdote —lo que ya es un rasgo característico— nació en el año 1828 en la ciudad del Volga de Saratov. A los dieciocho años fue fue a pa rar a la Universidad de P etersburg o, y allí allí fue esp ecta do r a distancia de las revoluciones europeas de 1848, que constituyeron un hecho crucial para su vida y sus creencias. De entonces en adelante, se tornó un radical y revolucionario consagrado. Después de un corto período en que ejerció como maestro, Chernichevski se dedicó a la carrera literaria, siendo desde 1854 uno de los asiduos y más efectivos colaboradores del periódico, viejo órgano de Belinsky, Sovremennik (El Contemporáneo). El momento era propicio. La muerte de Nicolás I, acaecida el año 185 1855, y la mitigación del rigor de la cen sura qu e ac om pa ñó los los pr p r i m e r o s a ñ o s d e A l e j a n d r o I I, p e r m i t i e r o n a C h e r n i c h e v s k i ab an do na r los los ensayos literarios literarios y estéticos estéticos,, en los que al principio se embozaron sus opiniones avanzadas, para discutir abiertamen te los cruciales problemas de la política agraria y la comuna campesina. Pronto comenzó a verse complicado en la organiza61
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ción de actividades clandestinas, siendo detenido en 1862, con
ocasión de la nueva ola de reacción que siguió a la emancipación de los siervos, y perm ane ció re cluido más de diec iocho meses en la fortaleza de Pedro y Pablo; aquí fue donde escribió ¿Qué hacer? E n 1864 1864,, añ o de la public ación de su nov ela, se se le le con de nó a trabajos forzados en Siberia, en donde estuvo hasta 1883. Enton ces se le permitió vivir en Astrakán, y finalmente —pocos meses antes de su su m uerte, ocurrid a en 1889 1889— — volver a Sa ratov, su ciudad natal. Durante esta larga privación de su vida política activa siguió plasmando sus impresiones en cartas y en diarios, e incluso, a vece veces, s, en en escritos escritos p ara publicaciones. publicaciones. Mas el el perío do im porta nte de su c ar re ra literaria se enc ue ntr a en los añ os de 1853 1853 a 186 1862, constituyendo ¿Qué hacer? su obra maestra. Chernichevski representaba la transición del grupo conocido en los ámbitos de la historia intelectual rusa del siglo XIX como «los hombres de los años cuarenta», a «los hombres de los sesenta», de los que podía considerarse el primero. «Los hombres de la década del del cuarenta» — Bakunin, Herzen, Ogarev, Turgueniev y Belinsky, aún con sus respectivas singularidades, pertene cían todos a este grupo— fueron sustancialmente miembros de la última generación generación de románticos. Políticamente Polí ticamente se se educ aron den tro de la tradición del liberalismo constitucional de Occidente; filosóficamente, en la tradición de los idealistas alemanes: Fichte, Schellin Schellingg y Hegel, Hegel, principalmente. Re accio nan do contr a el el atraso , las duras condiciones y el obscurantismo de la Rusia de los zares, y colocando su norte y guía en un cuadro ideal de libertad, igualdad y fraternidad occidentales, no lograron desarrollar un p r o g r a m a c o n c r e t o , d e f o r m a d o r o r e v o l u c i o n a r i o , p a r a s u p r o p i o pa p a í s . C o n f r e c u e n c i a p a r e c í a n h a l l a r s e m á s p r e o c u p a d o s p o r el mejoramiento individual que por la reconstrucción de la sociedad rusa, que quedó abandonada, o negligida, dejándola como una causa perdida. La irónica etiqueta que «los hombres de los sesenta» — los más p róxim os a ellos— ellos— les colocaro n, fue fue la de que se dedicaban «al culto de la belleza del alma.» Las revoluciones europeas de 1848-49, trazaron la línea divi soria entre las dos generaciones rusas. Excepto Belinsky, que falleció en Rusia en 1847, todos los destacados «hombres de los cuarenta» habían estado en Europa occidental como émigrés ocasionales o permanentes. Detenido en Sajonia, Bakunin con62
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s u m i ó más de diez año s de su vida en las las ma zm orr as de tres paí países ses
distintos, y en Siberia, reapareciendo en Europa occidental sólo después de que las nuevas líneas de separación hubieran sido trazadas. traz adas. U nicamente Herz en y Turgeniev Turgeni ev siguier sigu ieron on m anteniendo cada cual a su modo la anticuada tradición de los años cuarenta, contra el envite de la joven generación. Chernichevski hab ía iniciado iniciado su c arrera púb lica c om o ferviente ferviente i admirador y discípulo de herzen. Al concluir la década de 1850, c u a n d o aceptó Herzen el valor puramente nominal del «deshielo» de los los primeros añ os del reinad o de Alejan dro y parecía dispuesto a llegar a un entendimiento con el autócrata reformista, se abrió un abism o entre H erzen y Chernichevski, que señalab a la rup tura de hostilidades hostilidades entre las las dos generaciones. En u n fam oso artículo de 18 1859 apa recid o en su diario lon dinense The Bell (La Campana), ba b a j o el t i t u l o « ¡ M u y p e l i g r o s o ! » , H e r z e n c r i t i c a b a el r a d i c a l i s m o intransigente de Chernichevski y sus amigos de Rusia. La visita que Chernichevski realizó a Herzen en Londres sólo sirvió para intensificar la antipatía mutua. Tampoco mejoraron las cosas cua ndo , tras la em anc ipac ión de los siervos en 1861 y la la insur rec ción polaca de dos años más tarde, se obligó a Herzen a admitir que el celo reformador de Alejandro II había sido puramente epidérmico, afectando tan sólo al aspecto externo de la autocra cia. Por aquel entonces, la brecha entre los avisados liberales de los años cuarenta y los airados jóvenes radicales de los sesenta se hizo demasiado abierta para hacerse franqueable. Los hombres de los sesenta se preciaban de sustituir el ro manticism o sentim ental po r el severo realismo , el idealismo filosó fico fico por el ma terialism o, la metafísica metafísica po r la cienci ciencia. a. Au nq ue ba jo el reinado de Catalina la Grande las ideas de la Ilustración europea occidental pe netra ron en reducid os círcul círculos os rusos, apen as influyeron sobre la vida y la política del país. El culto a la razón, (4tie tan fundamental papel desempeñó en el pensamiento de Chernichevski, sólo constituía en cierto sentido el último reflejo de la vición que alboreara en Francia y Europa occidental en el xvm . Helvecio, Diderot y Rousseau —el Rousseau áelEmilioy SIglo xvm La nuev nu eva a E loís lo ísa a , más que el Rousseau de las Confesiones y del Contrato Social — — se c o n t a b a n e n t r e l o s p r i m e r o s d i o s e s d e C h e r nichevski. El movimiento intelectual de los años 1860, ostentaba títul títulos os sufi s uficie cientes ntes pa ra den om inars e la E dad de la Razón de Rusia. Rusia.
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Pero se se tratab a de una Razón de nuevo cuño. Ante todo fue la época del culto supremo a la ciencia. Chernichevski había sido un temprano seguidor ruso de Feuerbach («man ist was man isst»), Fue la en un tiempo famosa biblia del materialismo Krafí und Stoff%de Büchner, publicada en Alemania en 1855 y que pronto circuló en Rusia a través de traducciones clandestinas, la que con venc ió a los jóv ene s r uso s de 1860 1860 de q ue la vida y el comportamiento humanos debían explicarse en términos materia les y fisiológicos, y que la reforma de la sociedad era, en sentido estricto, un problema científico. Lo más sorprendente es que Chernichevski rechazó a Comte por superficial, y que se escan dalizara por las conclusiones que ciertos pensadores sociales empezaban a sacar de la hipótesis de la supervivencia de los más aptos de Darwin. Pero esto se debía a que creía poseer una explicación más directa y natural de los problemas de la sociedad. La cuestión de la moralidad le parecía haber quedado definiti vam ente resuelta po r los los utilitaristas ingle ingleses ses,, que él él con ocía s obre todo a través de John Stuart Mili, al que había traducido. No había que desear m ás, ni ni se se necesitaba necesitaba otra cosa, que la búsqued a p o r c a d a i n d i v i d u o d e su p r o p i o , r a c i o n a l e i l u s t r a d o i n t e r é s . Al igual igual que Buckle. Buckle. Chern ichevsk i atribu ía los erro res a la ignora ncia. El recurso a la ficción, para la discusión y propagación de las ideas sociales, era ya una tradicin rusa del siglo XIX. Herzen, en los año s c uare nta, antes de su salida salida de Rusia, escribi escribióó una novela de escaso éxito, ¿De quién es la culpa?, que trataba de analizar el eterno triángulo en los términos ingenuos de una moralidad racional. En 1862, Turgueniev, muy sensible a la aparición en escena de los jóvenes de los sesenta, caricaturizó a uno de ellos, bajo el nombre de Bazarov, en su novela Padres e hijos , aplic ánd ole, y haciendo popular por primera vez, el título de «nihilista». Bazarov es un ejem plo clásico en su su género: género: cabe sospec har, en verd ad, que nos hallam os an te un caso en el el que una caricatu ra genia geniall ayud a a la creación de un tipo. Bazarov insiste constantemen en su misión: es un hom bre entrega do a una m oralida d racionalista: racionalista: «no cree cree en pr p r i n c i p i o s , s i n o e n h e c h o s » , y o p i n a q u e « u n q u í m i c o h o n r a d o es veinte veces más útil que cualquier poeta». La novela ¿Quéhacer?, Chernichevski no es tanto una réplica a Padre e hijos , como una aceptación orgullosa de ello. Sus principales personajes son reen carnaciones de Bazarov. Lopukov desprecia «lo que se denomina 64
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sentimientos elevados, los impulsos ideales», y exalta «la lucha de cada hombre por su propia utilidad». Kirsanóv, cuyo verdadero nombre se toma prestado de Turgueniev, califica «las palabras po p o m p o s a s , c u a l h o n o r » , d e « a m b i g u a s y a b s t r u s a s » , y p r o c l a m a que «todo hombre es un egoísta». Rakmetov, que aparece en el capítulo titulado «Un hombre poco común», come carne de buey pa p a r a h a c e r s e f u e r t e , d u e r m e s o b r e c l a v o s , a fin fi n d e e n d u r e c e r s e pa p a r a las la s t a r e a s q u e se a v e c i n a n , y. al i g ual ua l q u e B a z a r o v , a d o p t a una m anera
d e c o n v e r s a r d e l i b e r a d a m e n t e b r u s c a , q u e n o le
hiciese perder tiempo innecesariamente en meras palabras ni en formalidades. Para el lector occidental resulta desconcertante casi toda la obra ¿Qué hacer? Su estilo es el de una novela victoriana inglesa R e la to s sumamente digresiva. El subtítulo original de la misa, Re sobre gen te nueva, nueva, debería d esvanecer al al lector la espera nza en una trama unitaria. Salta de tema en tema, aparecen y desaparecen pe p e r s o n a j e s s e c u n d a r i o s , y se i n t r o d u c e n o t r o s i m p o r t a n t e s a c a p r i cho del autor. El único personaje que discurre a través de toda la obra y alrededor del cual se centra la acción, es la heroína Vera Pavlovna; sin embargo, durante tres cuartas partes de la narra ción. aparece una heroína secundaria (con su correspondiente adorador) encarnada en la persona de Katerina, que a menudo ocupa el centro de la escena. Si el orden y la simetría fueran hacer? no podría situarse características esenciales del arte, ¿Qué hacer? entre las obras artísticas. El autor sostiene conversaciones con el «agudo lector», importunándole a la manera socarrona de Thackeray, al que más de una vez cita con admiración (una admiración atemp erada po r su s u atinada críti crítica ca acerc a cercaa de la l a m ono tonía y falta de liberalidad: todo lo que tiene que decir está L a f e r i a d e las la s vani va nida dade dess. siendo el resto pura contenido en La reiteración). Pero ni siquiera recoge los hilos dispe rsos de su rela to en el capítulo final con la metódica pulcritud del novelista Victo riano. (Todo acaba en una aturrullante, incomprensible y wal pu p u r g i a n a N o c h e d e la R a z ó n , c o n u n a d e s c o n o c i d a M u j e r d e l u t o al frente de las moderadas orgías, y con la semiburlesca promesa de una segun da parte, que, co m o es lógic lógico, o, nun ca fue escrita. escrita. Este Este material se ha omitido en la presente edición). Otro factor que desconcierta al lector contemporáneo es la actitud que muestra Chernichevski hacia una cuestión que se ha 65
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convertido en la obsesión dominante del novelista occidental de mediados del siglo XX. El novelista Victoriano, al igual que la sociedad victoriana, velaba las relaciones carnales entre los sexos tras una capa de mojigatería. Pero, ni por un instante, ni él ni el lector pon ían en dud a su impo rtancia ; los los conve nciona lismo s de de la la época, las trasponían simplemente en una clave sentimental. La actitud de Chernichevski es completamente distinta. No mide sus pa p a l a b r a s c u a n d o e n t r a e n a c c i ó n u n a p r o s t i t u t a r e g e n e r a d a , o la amante de un hombre rico. Pero en un libro que trata constante mente —casi podríamos decir principalmente— de la relación entre hombres y mujeres, y concretamente de la relación marital, desecha el aspecto físico de esa relación por trivial e indigno de una discusión seria. En un comentario al relato de Turgueniev «Asia», «Asia», expuso ya con claridad su punto de vista: vista: «D esh agá m ono s de los problemas eróticos. El lector moderno no se halla interesa do en ellos. Le preocupa la cuestión de mejorar la administración y el sistema judicial, los problemas financieros, el problema de la liberación del campesino». La exposición biográfica en ¿Qué hacer? nos lleva a suponer que Vera Pavlovna no m antuv o relaci relaciones ones carnales carnales con su primer pri mer marido, Lopujov, ya que tales relaciones eran incompatibles con su concepción racional del comportamiento humano. Ciertos pa p a s a j e s p a r e c e n a p o y a r la d e d u c c i ó n d e q u e e l l a y su s e g u n d o marido, Kirsanov, se condujeron con mayor normalidad. Pero Chernichevski en ningún sitio aclara este punto, cosa que hubiera hecho de considerarlo importante; y hubiera sido un completo ana cro nism o bu scar en esto una explicación explicación del del fracaso del del primer m atrim on io de Vera. Vera. Llegados a este este pun to, aparece en la descrip ción otro extraño rasgo de ¿Qué hacer? En las inacabables discu siones sobre el matrimonio en que se enzarzan Vera Pavlovna y sus dos sucesivos oponentes, nunca se hace alusión a que. por lo común, el matrimonio aporta descendencia, o que pueda ser ésta una de sus funciones. Los principales personajes de la novela tienen padres, pero carecen de hijos. Sólo en un lugar, refiriendo una conversación de Katerina, la segunda protagonista, manteni da algunos años después de su matrimonio, en la que ella men ciona casualmente a su hijo, añade el autor, sin más. en un pa p a r é n t e s i s c a si c ó m i c o : « O s e a , q u e t e n í a u n h i j o » . U n c r e y e n t e en el futuro de la raza humana tan apasionado como Chernichevski, 66
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debió necesitar y esperar que nacieran criaturas. Pero, evidente mente, le hubiera gustado que fuesen engendrados de forma que afectara menos enojosamente la personalidad humana racional. Todo lo cual no sólo producía la embarazosa impresión de una falta de mundo, sino, además, de sentido común, en especial, cuando Chernichevski describe sus personajes divirtiéndose en inocentes alegrías. Muchas veces el lector está tentado de excla mar, con palabras de Byron: ¡Oh, Alegría e Inocencia! ¡Oh, Leche y Agua! Mas, en el extranjero, los los revoluciona rios rusos eran cualquier cosa menos caracteres valientes. ¿Qué inspiración hallaron en lo que la convirtió du ran te m ás de cincuenta ¿Qué hacer?: y qué es lo años en un importante clásico de la revolución? No resulta cómodo clasificar a Chernichevski. Ciertamente no fue nihilista — s a l v o e n el s e n t i d o d e q u e t o d o r u s o r a d i c a l y p r o g r e s i s t a cre cr e ía en la total destru cción del ord en ex istente en la socied ad ru sa — . A Chernichevski se le tiene generalmente por narodnik o «populista» (po r utilizar utilizar el el v ocablo castellano equivalente), equivalente), pues este este término sugiere una rica gama de ideas y un indistinto y desordenado movimiento revolucionario. Pero a Chernichevski le faltaba la idealización de la comuna campesina, que solía considerarse distintivo del «populismo». Se hallaba más interesado por la ciudad que por el campo; y esto fue lo que permitió presentarlo, dentro de la tradición soviética actual, como un marxista ruso en germen. Tampoco muestra Chernichevski ninguna conexión con el deseo co m ún de los los popu laris tas de glorificar a Ru sia a cos ta del del Occidente decadente y burgués. Carecía de inclinaciones eslavófil vófilas as y, y, dentro del pen sam iento ruso, constituía un occidentalis occident alis-ta impenitente. Las notas dominantes en todos sus escritos y lo que las posteriores generaciones de revolucionarios encontraron en él, por encima de todo, fue su fe en el socialismo, en el progreso y en la razón. Socialismo era el término que todos los radicales rusos, de Herzen en adelante, aplicaban a su visión de la sociedad del futuro. En su aspecto negativo, llevaba aparejada la firma oposi ción a la democracia burguesa y al capitalismo occidental. En su aspecto negativo, el primitivo socialismo ruso se nutría de las 67
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sociedades y comunidades imaginarias de los utopistas franceses, de los cuale cualess Four ier, co n sus «falansterios» y sus especulaciones especulaciones ps p s i c o l ó g i c a s a c e r c a d e la t r a n s f o r m a c i ó n d e la n a t u r a l e z a h u m a n a , fue el más popular e influyente en Rusia. En un país en el que cualquier clase de actividad política política se se con sider aba tabú , el el socia lismo permaneció durante mucho tiempo en su estadio utópico y p u r a m e n t e i m a g i n a t i v o . L a b a s e e c o n ó m i c a d e ¿Qué hacer? la constituyen constit uyen las cooperativas cooperati vas de costureras ideadas por la pro tago nista y descritas con amoroso detalle. De la economía socialista desaparecerían los rasgos de beneficio, competencia y explota ción, característicos del capitalismo; y el bienestar de la nueva comunidad sería sólidamente asentado sobre la cooperación equi tativa y la mutua ayuda entre los trabajadores ocupados en la p r o d u c c i ó n . C h e r n i c h c v s k i p r o p o r c i o n a a q u í u n a c o p i a u r b a n a d e aquel «llegar al pueblo» de las aldeas, rasgo tan característico del movimiento populista. Dos generaciones de lectores de Chernichevski quedaron convencidas y estimuladas con esta cándida imagen de generoso empeño humano. Todos los personajes de ¿Qué hacer? mantienen en común la fe en el progreso y en la final consecución de sus objetivos. También aquí Chernichevski vuelve el punto de partida de la Ilustración y puede considerársele como discípulo de Condorcet, mucho más que de Darwin. El progreso supone para él un postulado fundamental, un artículo de fe, más que algo que precise de comprobación científica. Una carta pa p a t é t i c a d i r i g i d a e n 1871 18 71,, d e s d e S i b e r i a , a s u e s p o s a , t r a s n u e v e años de exilio y de cárcel, atestiguan su fe en el futuro y en su pr p r o p i a m i s i ó n : Al pobre pueblo ruso le espera en su lucha un miserable destino. Pero el final será favo rable y. y. entonces, qu erida mía. hab rá necesidad de verdad . Ya no soy un hom bre joven, pero recuerda que todavía tenemos u na vida por delante.. delante.... Puedo hablar de acontecimientos históricos históricos porque he a pren dido y pensad o mu cho. Mi hora llegará. Entonces veremos si vale la pena quejarse de que durante tantos año s sólo haya pod ido estu diar y pensar. En tonces veremos que ello ello ha sido útil a nuestro país . 1
' C itado por F. Vcnturi. R a o ts o j R c v o h a io n (Nueva York. 1960). 1X4. La obra contiene la mejor estimación reciente, sobre Chernichevski. en inglés. 68
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Pero, sobre todo, es la fe en la razón humana lo que sirvió como leivmotiv d e ¿Qué hacer?, y como inspiración que llevó a hombres y mujeres a actuar y sufrir por la sagrada causa de la revolución. La razón otorgó al hombre la facultad de dominar y trans form ar su amb iente m aterial: aterial: los los prodigios de la cienci cienciaa eran ilimitados ili mitados.. Pero, la razón, ah or a se veía veía claro, concedió tam bién al hombre la facultad de transformarse a sí mismo, y la de, trans formándose a sí mismo, transformar la sociedad. Al igual que la mayoría de rusos, Chernichevski no era un individualista hasta el extremo de trazar una aguda oposición entre la sociedad y el individuo: individuo: tra ns for m ar al al un o signif significa ica la trans form ació n del del otro. Cuando Chernichevski habla de los «nuevos hombres», piensa también en la nueva sociedad que ellos edificarán. El tema de los «nuevos hombres» es el hilo que discurre a lo largo todas las páginas de ¿Qué hacer? Hace seis años, señala Chernichevski con singular precisión, aún no exis existí tíaa el nuev o tipo de hombre. Sus predecesores (siguen siendo todavía «los hombres de los años cuarenta») «se sentían solos, impotentes, estando por tanto inacti inactivos, vos, o abatidos , o exaltados, exaltados, o entregados entr egados a l rom anti cismo y a la fantasía». El hombre nuevo se caracteriza por su «fría ejecución, regular y calculada eficacia y activo cálculo». En ¿Qué hacer?, los personajes son «nuevos hombres» que actúan, como hemos visto, con un a total y lógi lógica ca consecuencia. La p rotago nista, Vera Pavlovna, es «una de las primeras mujeres cuya vida fue ordenada metódicamente». Estas personas eran los heraldos de la nueva sociedad. En el momento presente todavía quedan diez «antediluvianos» por cada hombre moderno. Pero «el número de pe p e r s o n a s h o n r a d a s c re c e c a d a a ñ o » , y p r o n t o « t o d a s las la s p e r s o n a s serán honradas». La fe fe y el optim ism o de Chernichevski so n, pues, m ás elemen tales, más abiertos y más ingenuos que la fe y el optimismo de Marx. Marx confiaba en las fuerzas de la historia, obrando a través de las acciones de los hombres, por un objetivo que podía ser anticipado. También esto suponía creer en la razón, pero en una razón m enos personal que la que do m inab a el el pensam iento de Chernichevski. Chernichevski. Para Chernichevski, pues, el el último obs táculo con que se se enfre ntab a el el progres o era la la ignorancia h um an a m ás que la la interesada resistencia de los grupos dominantes. Pero estas con vicciones también aportaban un mensaje de esperanza. La tarea 69
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d e los revolucionarios consistía en enseñar y transformar a los
seres humanos, en hacer de ellos «personas honradas», invitán doles a escuchar la voz de la razón. No N o h a y d u d a a l g u n a d e la f u e r z a d e e s t e m e n s a j e en la é p o c a y las las circunstancias en que fue transm itido. Incluso Turg uenie v, que que se dolía de que Chernichevski no « com prend e la poesía», concedía que comprendió «las necesidades de la vida real de nuestro tiempo». Más que ningún otro, Chernichevski fue quien moldeó las actitudes morales de dos generaciones de revolucionarios rusos. Lenin le aclamaba como a «un gran socialista ruso» (aunque todavía un «socia «so cialis lista ta utópico») y le consid eraba in du da bl b l e m e n t e c o m o a u n o d e l o s p r e c u r s o r e s del de l b o l c h e v i s m o . El revolucionario ideal de Lenin habría vivido como los protago nistas y heroínas de Chernichevski. No debe olvidarse que la única novela de Chérnichevski fue escrita en la cárcel, durante el primer añ o del largo holo cau sto sufrido po r sus convicciones. Esas torvas circunstancias fueron no sólo el lugar del nacimiento de ¿Qué hacer?, sino de todo el movimiento revolucionario. No es, pues, accidental ni sorprendente que esta gris, austera y desencantada utopía — refl re flej ejoo de aquellas condiciones— d eterm inara el to no de la vertiente humana y personal de la revolución.
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R OS O SA A L A R OJ O JA A L1 tema de Rosa Luxemburgo merece una extensa biografía; y los dos volúmenes de Nettl constituyen el primer intento sistemá tico tico y erudito de hacer justicia just icia a esta es ta asom bro sa y trágica t rágica ca rr e ra .1 Ln la década de 1890 fue la figura clave del desarrollo del socia lismo polaco. Durante los veinte años anteriores a su asesinato, ocurrido el mes de enero de 1919, fue el centro de cada aconte cimiento y cada controversia producidos en las filas de la socialdemocracia alemana; mantenía idénticos puntos de vista que Lenin sobre las posiciones de la Segunda Internacional; escribió una de las poquísimas críticas existentes (media docena, como máximo) de la doctrina económ ica m arxista arxist a que to davía merec mer ecen en ser teni das en cuen ta; su voz era la m ás elocue nte e influyente de la izquierda alemana que se levantara contra la primera guerra mundial; desempeñó un papel primordial, aunque en definitiva ineficaz, en la fundación del Partido Comunista alemán. Ningún pa p a ís e n c o n c r e t o p u e d e m o n o p o l i z a r l a ; n i n g ú n p a r t i d o — ni s i quiera el Partido Comunista alemán, que ella ayudó a fun dar— rinde cumplido homenaje a su memoria; y su posición dentro del cuerpo de escritores socialistas, como marxista que refutó a Marx en una cuestión de teoría económica, es anómala. Sin embargo, la profunda impresión que causó entre sus contemporáneos y camaradas ha sido universalmente reconocida.
R os a t.H t. H x a n hu rz (1966). 2 vols. 1 J. P. Nclll. Ros
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Su único éxito acaso resida en su capacidad para combinar el espíritu de compasión y de indignación ante los inmerecidos sufrim iento s infligidos por un sistema social insensible insensible — y que era la fundamental razón que respaldaba al socialismo en cuanto doctrina de cruzada—, con un frío y riguroso análisis intelectual de las condiciones en que este sistema florecía, y por las que finalmente sucumbió. El radical humanitarismo de la concepción de Rosa Luxemburgo constituía la fuente dj su fi ¿rza, aunque tam bién , en cierto s entido, quizá repr repres ese» e» tase la causa d e su su debilidad. Porque mientras Rosa Luxemburgo ilegó pronto —vi tal e intelectualmente— a la convicción de que la revolución era necesaria necesaria y justificable, justificable, actu an do a lo largo de tod a su trayectoria conforme a esta convicción, nunca se encaró completamente con el elemento de crueldad que parece acompañar a toda acción revolucionaria. En cualquier caso, es muy probable que la revo lución alemana fracasara porque sus dirigentes fuesen menos inhumanos que quienes se dedicaron a asfixiarla y aplastarla. Rosa Lux em burg o era hija hija de un a familia jud ía de clase clase media afincada en u na p equ eña ciudad po laca, en don de nació el añ o 1870. N u n c a f u e f í s i c a m e n t e r o b u s t a , y c i e r t a a f e c c i ó n e n la c a d e r a le pr p r o v o c ó u n a lev le v e c o j e r a . T e n í a e n s u h a b e r , a d e m á s d e u n a r á p i d a y gran inteligencia, una bonita voz y habilidad para retener y hacerse con amplias audiencias. Recibió su instrucción en Varsovia —naturalmente en lengua rusa—, pero viéndose temprana mente envuelta en actividades revolucionarias, fue trasladada clandestinamente fuera de Polonia a la edad de dieciocho años, p a r a c o n t i n u a r s u s e s t u d i o s e n la U n i v e r s i d a d d e Z u r i c h . D u r a n t e los diez diez añ os siguientes llevó llevó la vida de los jóve nes re volu cion arios en exilio. En 1893 desempeñó un destacado papel en la división del Partido Socialista Polaco (PPS), el partido que llegaría luego a p r o p o r c i o n a r la b a s e i d e o l ó g i c a al E s t a d o f a s c i s t a de P i l s u d s k i , y que ya era reo de la herejía de valorar las pretensiones a la independencia de la nación polaca por encima de la solidaridad internacional de los trabajadores. Fue uno de los dirigentes del nuevo partido que, alardeando de indiferencia hacia la unidad nacional polaca, reducía sus actividades a la Polonia rusa y se autodenominaba «la socialdemocracia del reino de Polonia», llegando más tarde, a despecho del tradicional odio polaco por Rusia, a afiliarse al partido socialdemócrata ruso. Rosa Luxem72
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bu b u r g o , p o r r e a c c i ó n c o n t r a el n a c i o n a l i s m o p o l a c o d e s o r b i t a d o , continuó siendo una intemacionalista empedernida, enemiga de toda pretensión nacional. Más tarde discutió con Lenin sobre la cuestión de la autonomía nacional, conforme en este punto de vista vista con Rad ek y varios bolcheviques notables , y, y, tras la Revolu ción rusa, criticó con severidad la tolerancia que mostraba Lenin con el separatismo ucraniano. Mientras gobernó el zar. Polonia fue un terreno estéril y pe p e l i g r o s o p a r a lo s r e v o l u c i o n a r i o s . D e s d e 1898 e n a d e l a n t e , R o s a Luxemburgo se mostró activa en Alemania, llevando a efecto una ceremonia matrimonial puramente formal con un alemán, para evitar el riesgo de expulsión. Era el momento en que el Partido Socialdemócrata alemán se hallaba desgarrado por la controver sia sobre el «revisionismo» —la campaña de Bernstein y otros pa p a r a « r e v i s a r » el m a r x i s m o , e n el s e n t i d o d e a d m i t i r q u e los lo s objetivos de los trabajadores podían lograrse a través de reformas más efectivamente que mediante la revolución, recurriendo a la máquina del Estado burgués, en vez de procurar destruirla—. Rosa se entre gó en c uerpo y alma a la defensa del marxism o, libre libre y limpio de cualquier compromiso; ninguna otra vía más que la revolución conduciría al proletariado a su meta. La democracia bu b u r g u e s a n u n c a p o d r í a c o n v e r t i r s e e n i n s t r u m e n t o p a r a la c o n s e cución del socialismo. El primer libro importante de Rosa Lux emburgo, ¿Reforma social o Revolución?, aparecido originalmente como una serie de artículos en la prensa del partido, era conse cuencia de esta controversia. El programa de Bernstein consistía en «trocar el océano de amargura capitalista en un dulce mar socialista, llenando las botellas particulares de limonada socialreformista». Se mostraba igualmente hostil a las tácticas con ciliadoras preconizadas por Jaures, en Francia, y a fortiori a la pa p a r t i c i p a c i ó n d e lo s s o c i a l i s t a s f r a n c e s e s e n g o b i e r n o s d e la b u r guesía. guesía. Incluso antes de la agitación co ntra la gue rra, du ran te los los años de la contienda y anteriores a la misma, en su hoja de servici servicios os figuraban elemen tos bastan tes p ara justificar el el ap od o de «Rosa la Roja.» Esta insobornable defensa de la revolución le llevó a un acalorado debate con los sindicatos. Dijo a Legien, el líder sindical alemán, que era «infantil, y no tenía la menor idea de las circunstancias reales de la revolución», y denunció «la vieja y 73
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artística concepción inglesa de que los sindicatos sólo pueden p r o s p e r a r p o r m e d i o d e c r e c i m i e n t o y d e s a r r o l l o p a c í f i c o s » . La actitud de M arx y sus sus discípulos discípulos par a con el sindicalismo sindicalismo siempre tuvo un tanto de ambivalencia. Los sindicatos, decía Marx, eran necesarios y esenciales «mientras el capitalismo exista.» Pero su pr p r i n c i p a l p r e o c u p a c i ó n e r a s a c a r al c a p i t a l i s m o el m a y o r p a r t i d o po p o s i b l e en b e n e f i c i o del de l t r a b a j a d o r , lo c u a l s i e m p r e e n c e r r a b a el riesgo de que se desviaran del objetivo fundamental del propósito de derrocar el capitalismo. Los sindicatos siempre estaban tenta dos de tratar la cuestión como una lucha económica entre tra ba b a j a d o r e s y e m p r e s a r i o s y n e g li g i r s u s a s p e c t o s p o l í t i c o s : L e n i n solía utilizar desdeñosamente el vocablo inglés «tradeunionismo» en este este sentido. A pr incipios de 1900 900, esta esta po lémica se agu dizó en Alemania, donde los sindicatos y el Partido Socialdemócrata siempre fueron hasta cierto punto rivales en la obtención del apoyo obrero. Para Rosa Luxemburgo, como para Lenin, el p a r t i d o e r a lo p r i m e r o . E n 1906 190 6 e s c r i b i ó u n f o ll e t o , q u e l u e g o se haría célebre, titulado La L a huel hu elg g a d e m asas as as,, e l P a rtid rt ido o y los lo s S in d i catos. en el que, influida en parte por lo sucesos de la revolución rusa de 1905, defendía la huelga general com o a rm a revolucio naria, y d en un ciab a el el deseo de los sindic atos de reservar la huelga como arma para la lucha económica contra los patronos. Los sindicatos alemanes estaban, en su opinión, profundamente im b u i d o s d e la h e r e j ía de l r e v i s i o n i s m o ; y s u s a g r i o s v i t u p e r i o s y censuras de entonces le granjearon la decidida animosidad de la je j e r a r q u í a s in d i c a l. La L a A cum cu m u laci la ció ó n d e l C ap ital it al,, originalmente publicada en 1913, debe ser interpretada como una vertiente de la larga campaña pu p u e s t a e n m a r c h a p o r R o s a L u x e m b u r g o e n d e f e n s a d e la c a u s a d e la revolución, contra los «revisionistas». Su sesgo y propósito no pu p u e d e n s e r c o r r e c t a m e n t e a p r e c i a d o s si n o se s i t ú a n e n e s te contexto; y, aun cuando la traducción inglesa parece excelente2, acaso sea una lástima lástima qu e la introd introd ucció n no haya sido con fiada a alguien familiarizado con el movimiento socialista internacional, que hubiera podido complementar los antecedentes históricos de la ob ra, en vez vez de a un distinguid o eco nom ista qu e asum e la la tarea
R. Luxemburgo. The A icunwlaiion o f Capita 1951)). Capital: l: introdu cción de .loan Ro binson í 1951 74
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de analizar su significación para la actual teoría económica aca démica. Al escribirla, la autora nunca se desvió de su principal pr p r e o c u p a c i ó n , a s a b e r , r e f u t a r a lo s « r e v i s i o n i s t a s » , q u e q u e r í a n llegar a un acuerdo con el Estado capitalista, y en fortalecer la confianza de los pusilánimes, que estuvieron tentados de creer que, a fin de cuentas, el capitalismo contaba con posibilidades de supervivencia que le permitirían resistir eternamente. Con esta idea en la mente, Rosa Luxemburgo no sólo trataba de reforzar el veredicto de Marx de que el capitalismo estaba condenado a perecer por causa de sus propias contradicciones internas, sino de cerrar el portillo que Marx parecía haber dejado involuntariam ente abierto. El segund o volumen del Capital había sido redactado por Engels tras la muerte de Marx, a partir de notas y borradores que en ciertos puntos era notoriamente in completos. Rosa Luxemburgo argumentaba que Marx no logró demostrar en forma concluyente por qué el capitalismo, por un pr p r o c e s o d e a c u m u l a c i ó n p r o g r e s i v a , n o p o d í a s e g u i r d e s a r r o l l á n dose indefinidamente, por lo que mientras la expansión fuese po p o s i b l e , n o e x i s t í a r a z ó n p a r a q u e el c a p i t a l i s m o n o s i g u i e r a adelante. Rosa supuso haber hallado la contestación a esta pre gunta, todavía pendiente, sólo mientras pudiese conseguir mer cado s n o capitalistas — es decir, coloniales— , y en que. com o esos esos mercados iban siendo lentamente agotados y absorbidos por el todo pod eroso y om nipote nte sistema siste ma capitalista, capital ista, el propio capita lismo se hallaba empujado a la ruina y al fracaso final. Algunos economistas alemanes consideraron convincente la argumentación de Rosa Luxemburgo, pero La L a A c u m u la c ió n d el análisis eco nó Capital debía evide ntem ente m enos su atractivo al análisis mico que al fervor de la fe política que resplandece por toda la obra, y a la energía y brillantez de su acusación al imperialismo. La teoría que unos años más tarde desenvolvería Lenin en El cie rtass ana imperialis imperialismo, mo, fa s e superior del capitalismo capitalismo, presentaba cierta logías con la de Rosa Luxemburgo. aunque de acuerdo con esta teoría, que Lenin había derivado en su mayor parte de Hilferding y de Hobson, lo que el capitalismo buscaba en los países colonia les y semicoloniales no era tanto mercados como áreas de inver siones con altos beneficios. Pero a los ojos de los marxistas, Lenin tenía la ventaja sobre Rosa Lu xem burg o de limitarse a pro lon ga r el análisi análisiss de Marx sin sin 75
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tacharlo de inadecuado; nunca Lenin se comprometió hasta tal extremo con respecto a la doctrina del inevitable fracaso del capitalismo. Fue en est estee p un to en el el que muy para dójic am ente los po p o s t e r i o r e s b o l c h e v i q u e s ( e x c e p t o L e n i n y B u j a r i n e n s u s p o l é micas contra las teorías económicas de aquéllas) se ensañaron en sus críticas a La L a A cu m u lac la c ión ió n d e l C a pita pi tal. l. Fueron los menchevi ques quienes hicieron hincapié en el principio de la «inevita bi b i l i d a d » de la d o c t r i n a m a r x i s t a , p a r a f u n d a m e n t a r s u c o n d e n a d e los los bolcheviques, que parecían ir más allá y m ás deprisa de lo lo que admitía la marcha del proceso histórico. Las críticas de Rosa Luxemburgo al bolcheviquismo en el último año de su vida, dejaban bien a las claras su raigambre menchevique; La L a A c u m u la ción ción del Ca pital prop orcio nó una anticipación de su menchevismo. El m odelo parecía encaj ar a la perfección. perfección. La o bra que se se escribie escribie ra como una apasionada defensa de la acción revolucionaria, fue condenada más tarde por la literatura bolchevique por supuesta conformidad con una política de inacción. Sin embargo, las teorías económicas de Rosa Luxemburgo no fueron las que le consiguieron su lugar de privilegio dentro del movimiento socialista ni explican la veneración en que tuvo su nombre toda una generación de trabajadores alemanes. Esto lo debía a su ardiente oposición a la guerra y, en particular, a la guerra de 1914. A ntes de apa recer en escena Rosa Lu xem burg o, la Segunda Internacional y los partidos que la formaban nunca se enfrentaron seriamente a la cuestión de la guerra. Conforme concluía el siglo, siglo, em pez aron a vislum vislum brarse nube s en en el firma m en to internacional: la crisis de Fashoda, la guerra hispano-norteamericana, la guerra sudafricana. En el congreso de la Internacio nal celebrado en París el año 1900. Rosa Luxemburgo impulsó una resolución que condenaba el militarismo aceptada por una nimidad, quizá sin percatarse demasiado de su importancia. Fue esta la resolución que los «miembros socialistas del Parlamento» se encargaron primero de votar frente a los presupuestos «para fines militares o navales y para expediciones coloniales». En aquel momento la resolución iba principalmente dirigida contra los franceses, siendo impulsada de hecho por el reciente escándalo de la entrada de Millerand en un Gobierno burgués. Quedaba claro, no obstante, que tarde o temprano se forzaría a los partidos 76
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socialdem ócratas a definir su actitud frente a las guerras en que se se hallaban comprometidos sus respectivos países. Mas, para Rosa Luxemburgo y los más firmes y leales socialis tas, parecía impensable cualquier otra actitud que no fuese la negativa. En el año 1907, cuando la Segunda Internacional cele br b r ó s u c o n g r e s o e n S t u t t g a r t y la g u e r r a e u r o p e a e r a y a a l g o m á s que una posibilidad teórica, lo inquietante de la situación había llegado al límite. A la sazón la «socialdemocracia del reino de Polonia», cuya dirección ostentaba Rosa Luxemburgo, se hallaba adherida al Partido Obrero Socialdemócrata ruso, que estaba go zando de un corto intervalo de unidad y concordia entre bolche viques y mencheviques. La delegación del partido ruso en el congreso de Stuttgart se componía de Lenin, Martov y Rosa Luxemburgo. lo que constituía una ocasión única. Lenin y Martov aparentemente permitieron que Rosa Luxem bu b u r g o l l e v a r a la d i r e c c i ó n d e u n a s u n t o q u e le c o r r e s p o n d í a p o r derecho propio, pero en realidad le prestaron su sólido apoyo. La resolución sobre la lucha contra el militarismo, presentada por el viejo dirigente germano Bebel en nombre del buró, repetía la acostumbrada promesa de votar contra los presupuestos de gue rra, mostrándose, por lo demás, tibia. Rosa Luxemburgo pre sentó, en nombre de la delegación rusa, una enmienda que, tras una más bien tímida oposición por parte de los alemanes, fue admitida por el congreso con ligeras modificaciones, convirtién dose así en la doctrina oficial de la Internacional. Según esta resolución, los socialdemócratas no sólo habían de utilizar todos los los medios a su alcance alcance para evitar la la guerra , sino sino que, sup onie ndo que ésta estallara, deberían hacer todo lo posible para «apro vechar la crisis económica y política causada por la guerra», a fin de pro vo car el el hun dim iento del del ord en capitali capitalista: sta: en suma, lo que se denomina una llamada a la guerra civil. Esta drástica reso lución fue nuevamente confirmada por cada uno de los siguientes congresos de la Segunda Internacional, hasta 1914. Rosa Luxem bu b u r g o s i g u i ó d i r i g i e n d o u n a a c t i v a c a m p a ñ a d e s d e la t r i b u n a y la pr p r e n s a de l p a r t i d o , h a s t a q u e a c o m i e n z o s d e 1914 191 4 f ue c o n d e n a d a a un año de cárcel por incitación a la rebelión. Empero, tras este panorama de los trabajadores de todo el m und o unidos bajo la band era de la la Segunda Internacional en su campaña de resistencia a la guerra, la realidad era muy distinta. 77
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En un mundo de oportunidades y desarrollo económico unifor mes, las diferencias nacionales podían haber desaparecido pro gresivamente, tal como había predicho el M a n ifie if iess to C o m unis un ista ta.. Pero en un mundo en donde el desarrollo se había producido en forma muy desigual, y en donde los privilegios se hallaban des igualmente repartidos, estaban llamadas a aparecer diferencias de actitud entre los trabajadores de los diferentes países. En los pa p a í s e s a d e l a n t a d o s , e s p e c i a l m e n t e e n G r a n B r e t a ñ a y A l e m a n i a , en donde los trabajadores habían alcanzado un nivel de vida relativamente alto, y un lugar asegurado en la comunidad nacio nal, la presión de la inercia nacionalista fue lo suficientemente fuerte durante la primera década del siglo X X p a r a c o n t r a r r e s t a r los vínculos de clase. En los países occidentales europeos, las declaraciones de los dirigentes obreros contra el militarismo y la guerra se m ostr aro n cada vez vez más favorables a reservarse, reservarse, implíci implíci ta o abiertamente, el derecho de legítima defensa nacional; y ello significaba significaba no un reto rno al peculiar criterio criterio de M arx de apo ya r en cualquier guerra el bando cuya victoria pudiese más probable mente a celerar la causa socialista, socialista, sino u na tácita acepta ción de la la distinción liberal burguesa, que Marx siempre había ridiculizado, entre guerras agresivas agresivas y guerras pu ram en te defensi defensivas. vas. Sólo en en la la atrasada Rusia, en donde los trabajadores gozaban de pocas ventajas, se mostraba el movimiento socialdemócrata decidida mente im penetra ble a la llama da a la la lealtad pa ra con el el G ob iern o nacional, e hizo votar a los miembros socialdemócratas de la Duma —aunque no sin cierto temor— contra los créditos na cionales de guerra. Lenin atribuía correctamente la inmunidad adquirida por los trabajadores rusos ante el «chauvinismo» y «oportunismo», a la circunstancia de que «los estratos de obreros y empleados privilegiados son entre nosotros muy escasos». El estallido de la guerra en 1914 reveló con la suficiente claridad el elemen to de «chauvinism o» existent existentee en en el el mo vim iento socialista alemán —un elemento que había sido decididamente pl p l a n t e a d o allí al lí p o r L a s a l l e y q u e la i n s i n c e r a f i d e l i d a d a la d o c t r i n a de M arx nunca logró logró erradicar— . Por una gran mayoría, el grupo socialdemócrata alemán en el Reichstag decidió abandonar los pr p r i n c i p i o s d e l p a r t i d o y v o t a r e n f a v o r d e l o s c r é d i t o s d e g u e r r a solicitados por el Gobierno imperial. Para los alemanes y los socialistas de todo el continente, la fecha del 4 de agosto de 1914 78
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no era la de de la declaración d e guerra (la (la gue rra con R usia se había iniciado tres días antes), sino la de la unión del Partido Socialdemó crata alemán a la causa nacionalista, de de su su traición al al credo de de l socialismo socialismo internacional. Este fue fue el el pu nt o de partid a de la última y más importante fase de la carrera de Rosa Luxemburgo. Su oposición a toda clase de guerras se convirtió entonces en su ocup ación exclus exclusiva iva,, y au nq ue pasó la mayo r parte de los los año s de la co ntien da e nt ran do y saliend o de la cárcel, se con virtió en la voz voz L a cris cr isis is de la y el símbolo de la campana contra ella. Su panfleto La socialdemocracia, publicado en 1916, bajo la firma Junius (al que se acostumbraba a denominar «el folleto Junius»), constituía la más conmovedora y elocuente denuncia contra la guerra que apareció en Alemania entre los años 1914 y 1918. En diciembre de 1914 un solo miembro del grupo socialdemócrata en el Reichstag, Karl Liebknecht, emitió el primer y único voto contra el presupuesto de guerra, repitiendo valien temente su gesto de protesta en diversas ocasiones, hasta 1917, en que fue detenido y encarcelado. En 1915 Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y un pu ña do de intelect intelectuale ualess de izquierda come nzaro n a publicar una serie de panfletos ilegales y esporádicos contra la guerra, que ellos denominaban «las cartas de Spartaco», de bi b i é n d o s e a e s t a c i r c u n s t a n c i a el q u e se c o n o c i e r a el g r u p o c o n el nombre de Spartakusbund. El éxito de las octavillas reveló la fuerza de la latente oposición a la guerra, que aumentaba con forme la carnice ría iba pro lon gán do se, sin que se previe ra el el fin fin ni ni las consecuencias. En 1916 hubo una escisión dentro del Partido Socialdemócrata, formándose el Partido Socialdemócrata Inde pe p e n d i e n t e , c u y o p r o g r a m a p r e t e n d í a p o n e r t é r m i n o a l a g u e r r a . El Spartakusbund era un grupo que form aba parte del del partido in dependiente, pero la diferencia entre ellos estribaba en que los espartaquistas eran revolucionarios que, al igual que Lenin, de seaban utilizar la guerra como medio para llegar a la revolución social, mientras que la mayoría de los independientes sólo se oponían a la guerra, algunos por convicción revolucionaria, otros p o r p a c i f i s m o , y o t r o s p o r p u r o c a n s a n c i o d e la g u e r r a — u n a variedad de tendencia similar a la que inspiraba el Partido La bo b o r i s t a i n d e p e n d i e n t e d e G r a n B r e t a ñ a — . L a d i f e r e n c i a e n t r e espartaquistas e independientes tuvo poca trascendencia mientras 79
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du ró la guerra, pero se hizo fundam ental inm ediatam ente después de spués del armisticio. Kail Liebknecht fue puesto en libertad en octubre de 1918, cuando se iniciaron la negociaciones para el armisticio. Rosa Luxe m burgo perm aneció en la cárcel cárcel hasta que fue efecti ef ectivamente vamente firmado. Por entonces Alem ania se s e hallaba en pleno auge revolu r evolu cionario. cionari o. D iputa dos de soviets soviets de obrero s y soldad os surgieron en en todos los grandes centros, y la suprema autoridad era el Consejo de Comisarios del de l Pueblo, com puesto po r tres tres socialdem ócratas y tres socialdemócratas independientes. La creación de un Partido Comunista alemán para reforzar la revolución proletaria en Ale mania y sumarse a la revolución rusa, se convirtió en la cuestión pa p a l p i t a n t e . E n o p i n i ó n d e L i e b k n e c h t , el a r d o r o s o t r i b u n o d el pu p u e b l o , n o c a b í a ni s o m b r a d e d u d a al r e s p e c t o . R o s a L u x e m b u r go parece haber dudado, y se preguntaba si la masa de los trabajad ores alemanes se hallaba ya prep ara da para l a revolución revolución.. Pero ella también fue arrastrada por la marea, bosquejó el pro gram a del recié reciénn creado P artido C om unista alemán (que conservó el título de Spartakusbund , en paréntesis tras su nombre) y fue la pr p r i n c i p a l o r a d o r a e n s u c o n g r e s o f u n d a c i o n a l d e B e r lín lí n e n el último día del año 1918. Por entonces, otras fuerzas habían comenzado a hacer valer sus derechos. Durante la anarquía de las primeras semanas que siguieron al armisticio, cuando grupos rivales armados chocaban constantemente entre sí, librando a veces batallas campales en las calles de Berlín, los dirigentes socialdemócratas, con el tácito, o acaso no tan tácito, apoyo de lo que quedaba de los mandos del Ejército, consolidaron gradualmente su autoridad; su programa pe p e r s e g u í a la r e s t a u r a c i ó n de l o r d e n , d e s h a c e r s e d e l o s s o v i e t s y celebrar elecciones en la Asamblea nacional. A finales de año habían conseguido q ue los los independientes salieran salie ran del de l Con sejo de de los los Comisarios del del Pueblo. P or aquellos días com enzaba a du da r se quién ejercía la autoridad real, si los generales o los comisarios. Finalizado el año, las luchas callejeras se hicieron más intensas y num erosas, cam bian do p rogresivamente de carácter. El Ejército Ejér cito y la Policía recobraron la confianza; ellos llevaban la iniciativa, que había dejado de pertenecer a los revolucionarios; no sólo se habían echado a la calle para restablecer el orden, sino para aplastar a sus enemigos. Entre éstos, los comunistas serían las so
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pr p r i m e r a s v í c t i m a s , a u n q u e n o las la s ú n i c a s . El 15 d e e n e r o d e 1919, 191 9, Rosa L uxem burgo y Karl Karl Liebknecht eran arrestad os y asesinados horas después po r sus captores capt ores en en forma extrem adam ente brutal. Su recuerdo como mártires de la revolución ha sido largo tiempo conmemorado por los revolucionarios de numerosos países. La trágica muerte de Rosa Luxemburgo fue más allá de lo pe p e r s o n a l : s e ñ a l ó la d e r r o t a d e los lo s id e a l e s a l o s q u e h a b í a d e d i c a d o su existencia. Se han suscitado amplias controversias acerca de su actitud frente a la revolución bolchevique. Cuando la escisión entre bolcheviques y mencheviques dividió en 1903 al Partido Socialdemócrata ruso sobre la cuestión de la insistencia de Lenin en un partido cuidadosamente organizado y disciplinado rígida mente, fue Rosa Luxemburgo quien redactó el más minucioso y meditado ataque al «ultracentralismo» de Lenin, que ella descri bí b í a c o m o b u r o c r á t i c o m á s q u e d e m o c r á t i c o , a p u n t a n d o i n e v i t a bl b l e m e n t e h a c i a el a b s o l u t i s m o d e la j e f a t u r a d e l p a r t i d o . A lo largo de todo el añ o que transc urrió entre las las revoluciones revoluciones bolche vique y alem ana, de un «noviem bre» a otro , ella ella estuvo entre reja rejas, s, y sus sus posibilidades posibilidades de analizar los acontecim ientos de P etrogra do y Moscú fueron, consiguientemente, escasas. Pero los siguió con emoción y ansiedad, y algún tiempo después de Brest-Litovsk escribió un ensayo (en el que no hay señales de que fuera corregido ni proyectado en absoluto para su publicación), que expresaba sus críticas y temores. Este ensayo fue publicado en forma abreviada por Paul Levi en 1922, quien ostentaba la je j e f a t u r a del de l p a r t i d o a l e m á n t r a s la m u e r t e d e e l l a , y q u e r o m p i ó con éste y con Moscú en 1921. El propósito de la publicación era desacreditar el bolchevismo. Cuando cinco años más tarde se pu p u b l i c ó f i n a l m e n t e el t e x t o c o m p l e t o , la i m p r e s i ó n q u e d ó u n t a n t o mitigada. No obstante, seguía siendo un hecho que Rosa Luxem bu b u r g o , la r e v o l u c i o n a r i a , la m á r t i r , h a b í a f o r m u l a d o s e v e r a s censuras a determinados aspectos de la victoriosa revolución pr p r o l e t a r i a . Cual todos los escritos de Rosa Luxemburgo, aquél era vehe mente y conmovedor, una acusación inspirada por el notorio contraste entre las imágenes gloriosas y la sórdida realidad. Aclama la llegada de la revolución como la culminación de «un siglo de progreso europeo», critica a los mencheviques por sus «tácticas reaccionarias» y felicita a los bolcheviques por haber 81
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«solucionado el famoso problema “ganarse la mayoría del pue bl b l o ” ». P o r t a n t o , e s t a f u e la r e v o l u c i ó n « e n m a s a » e n la q u e s o ñ ó Rosa. Mas esta visión (al fin y al cabo el ensayo se escribió en la cárcel, con pocos medios de información sobre lo que estaba sucediendo), la condujo a conclusiones paradójicas. Si se trataba realmente de una revolución de las las masas, ¿a qué, entonces, todos esos compromisos —sobre la cuestión de la tierra, sobre la cuestión nacional— en Brest-Litovsk con la Alemania imperial? ¿Por qué las cortapisas a la libertad de prensa? ¿A qué venían la dictadura y el terror? A todas estas cosas se pasaba revista, y a las líneas de conducta de Lenin que juzgaba erróneas. Lo que queda claro es que Rosa Luxemburgo procedía a ju j u z g a r la p r á c t i c a r e v o l u c i o n a r i a a la l u z d e l i d e a l r e v o l u c i o n a r i o . Se trataba de un ejercicio saludable para quienes estaban empe ñados en la causa revolucionaria, pero de escaso interés para quienes se oponían a la revolución en cuanto tal. Como acertadam eente observa Nettl, «aqu ellos que se se com placen c on la crític críticaa de los principios de la revolución bolchevique, harían mejor encaminando a otro lugar sus pasos». Lo cual sería pedir dema siado a los protagonistas. Actualmente, este ensayo incompleto, que su autor nunca concluyó ni pensó publicar, se conoce mucho mejor que cualquier otro de sus escritos acabados, al menos en el mundo de habla inglesa. Con todo, ha aparecido recientemente otra traducción inglesa con fines propagandísticos, acompañada de una introducción polémica, preparada por una editorial uni versitaria americana. Toda esta situación ha sido preparada, y hasta cierto punto p r o v o c a d a , d e s d e el o t r o b a n d o . D u r a n t e a l g u n o s a ñ o s d e s p u é s de su muerte, se continuaba honrando en la Unión Soviética a Rosa Luxemburgo como a una dirigente revolucionaria y mártir de la causa, que se opuso a Lenin, cierto, respecto a ciertas cuestiones específicas, pero una adversaria, aunque equivocada, respetada. Pero cuando la mancha estalinista se extendió por la URSS y sus obras em pezaron a ser ser amp liamente utilizadas utilizadas por prop agand istas hostiles, Rosa llegó a ser cada vez más identificada como una gran hereje, y asimiladas sus ideas al trotskismo y menchevismo. El L a A c u m u la c ió n d e l C a p it a l qu e señalaba la análisis económico de La inevitabilidad del hundimiento del capitalismo en cuanto care ciera ciera de á reas «coloniales» «coloniales» en el el m un do que e xplotar, se denun ció 82
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no sólo como un desprecio al verdadero marxismo, sino una aprobación de los aspectos «deterministas» del menchevismo. Con el colapso de los rasgos más extremados del estalinismo, concluyeron las censuras a Rosa Luxemburgo, honrándose su memoria no sin recordar, a pesar de ello, sus errores, en la Alemania del Este y en Polonia. Sería agradable poder confiar en una tregua propagandística por ambas partes; es algo indecente la utilización del nombre y las obras de Rosa como un arma para la guerra fría. Las críticas críticas más atinad as de Rosa Lux em burg o se resuelven resuelven en en dos aspectos. Al escribir bajo la impresión del reconocimiento del tratado de Brest-Litovsk, temía una alianza entre el bolchevismo ruso y el imperialismo germano: en su opinión, Lenin se disponía a sacrificar los intereses del proletariado internacional y de la revolución alemana a los del Estado ruso. Por el momento, el temor era impropio e infundado, aunque pudiera pensarse que Rosa Luxemburgo mostraba un gran sentido de anticipación de las tendencias que más tarde se harían patentes en Rapallo y, finalmente, con el pacto nazi-soviético de 1939. La otra crítica suponía un retorno a sus censuras de 1904: Lenin había llevado a cabo la dictadura de una minoría, no de una mayoría, impuesta mediante una rígida disciplina y métodos de terror incompatibles con la verdadera índole del socialismo. Este fue el último extremo sobre el que se definió Rosa Luxemburgo. A diferencia de Marx y Engels. que nunca repudia ron la herencia de la Revolución francesa, con su tradición de terror. Rosa Luxemburgo creía que la revolución socialista sólo po p o d í a c o n s e g u i r s e c u a n d o e r a d e s e a d a p o r u n a a b r u m a d o r a d e trabajadores, y que esta mayoría convertía el recurso a métodos violentos en algo innecesario. Su concepción humanitaria e idea lista huía de la violencia, a la que en teoría defendía y justificaba. Cubría esta distancia —para satisfacción propia— gracias a una fanática pe ro utópica , casi casi ana rqu ista, fe en las las masas. E n su su boca la «huelga de masas» se convertía en una panacea política. La acción era más importante que la organización. La acción de masas, en cuanio expresión de la voluntad de la mayoría, consti tuía la antí antítes tesis is de la dictadu ra, aun que tam poc o tuviera tuvi era na da que ver con la democracia burguesa o liberal. Rosa nunca se vio seriamente obligada a tomar posición en 83
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favor de los bolcheviques o mencheviques rusos, cuyas divergen cias eran poco comprendidas fuera de Rusia. Por temperamento se inclinaba ciertamente hacia los bolcheviques y la doctrina de la acción revolucionaria. Pero no era difícil adivinar cuán rápida mente su idealismo iba a verse obligado a entrar en colisión con las obstinadas exigencias de Lenin de una disciplina de partido más estricta y una élite de líderes revolucionarios profesionales. Lo sustancial de su fe se hallaba más clara y brevemente expre sado en el programa que ella trazara para el Partido Comunista alemán. El fundamento de la sociedad socialista reside en el hecho de que la gran masa trabajadora cesa de ser una masa regimentada, llevando y regulando ella misma toda la vida política y económica, de acuerdo con una libre y consciente autonomía... La revolución proletaria no necesita para sus fines recurrir al terror, odio y abom ina el asesinato... asesinato... N o es el el desesperado intento intento de una minoría po r am oldar el mundo a su propio ideal, sino la acción de la gran masa de millones de pe p e rs o n a s q u e e s tá lla ll a m a d a a re a liz li z a r su m isió is iónn en la h is to ria ri a , a tr a n s f o r m a r la necesidad histórica en realidad.
Lo mucho que había de utopía en esos nobles ideales de la Alem ania de 1918 1918-1 -19, 9, qu edó de mo strad o p or el el asesinato de Rosa Lux embu rgo sólo dos semanas después de que fueran fue ran formalm en te adop tado s com o artículos artíc ulos de su progra m a p or el el joven Partido Comunista. Los militares y policías que mataron a Luxemburgo y Liebknecht —y no sólo ellos, sino los pistoleros de más de un p a r t i d o q u e h a b í a n c l a m a d o p o r la s a n g r e d e lo s j efe ef e s c o m u n i s tas— eran precu rsores de los asesinos asesinos que hallaro n la más comple ta realización de su misión en la Alemania de Hitler.
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LA UTOPIA BOLCHEVIQUE N i n g ú n m o v i m i e n t o q u e s e d i s p o n e a t r a n s f o r m a r el m u n d o pu p u e d e a c t u a r s in su u t o p í a , s in la m i s i ó n d e u n f u t u r o q u e p r e m i e los esfuerzos y recompense los sufrimientos del presente. La mayoría de las religiones contienen elementos utópicos muy usa dos; y la la civiliz civilizaci ación ón eu rop ea fue fue ac un ad a en las las utop ías jud ías, mahometana, y, especialmente, cristiana. La utopía cristiana, aunque compartía muchas de las características esenciales de las utopías judía y mahometana, tenía un rasgo distintivo propio: no pr p r e t e n d í a el t r i u n f o d e f i n i t i v o d e l r i c o y del de l p o d e r o s o , s i n o del de l po p o b r e , del de l h u m i l d e y del de l d é b il; il ; lo c u a l h a b í a d e c o n s e g u i r s e p o r medios no violentos. En ella la transformación de la naturaleza hum ana desem peñab a un p apel ese e senci ncial al.. El león l eón descansa ría jun to al cordero. La adopción del cristianismo como religión oficial de la civilización occidental perpetuó y legitimó esos elementos utópicos en el pensamiento occidental, aunque en forma mucho más atenuada. Con la aparición, o reaparición, tras el Renacimiento, de una civiliz civilizaci ación ón secular, secular, el el concep to de utopía q ue dó tam bién seculari seculari zado. La primera utopía secular que dio al concepto su nombre moderno data del siglo XVI, y tuvo muchos seguidores. El último hito en la historia de la utopía fue la Ilustración; ninguno de los grandes pensado res de la Ilustración Ilustración era, estrictamente estri ctamente h ablan do, un utopista; la creación de utopías quedó limitada a figuras menores, cual Mably y Morelly. Pero Rousseau tenía evidentes rasgos utopistas; Turgot escribió un Tablean philosophique des