DUELO, DEPRESIONES y MELANCOLÍA en la ADOLESCENCIA Asbed Aryan Aryan APdeBA Introducción La observación popular nos ofrece numerosos ejemplos de adolescentes que pasan largas horas desplomados en su cama, ensimismados o mirando televisión, o sentados en su habitación y mirando por la ventana. Parecen estar invadidos por un tedio o desinterés, a veces difcil de movili!ar, aunque aunque otros pueden ser muy sensibles a cualquier apasionamiento que r"pidamente puede e#presarse en un lenguaje de acción hacia alg$n fin, aunque también t ambién inconstante. La descripción de este cuadro de la vida cotidiana que, coincide con casi todas las descripciones de la adolescencia como etapa del desarrollo y que conceptuali!amos como trabajo de duelo, podra también ser aplicada a la descripción de una depresión larvada o de una lucha contra la depresión. %e modo que, se podra afirmar que no hay adolescentes sin este afecto depresivo de base, si bien en la clnica vemos a veces sólo algunos componentes de este estado. Por esta ra!ón, la evolución de las depresiones en la adolescencia es un tema importante a ser dilucidado, para saber hasta qué momento debemos respetar su trabajo de duelo, sin intervenir. &ntonces, una pregunta esencial sera' (el proceso adolescente es duelo, crisis depresiva o depresión) (&s necesario distinguir este afecto depresivo de base que acompa*a al duelo adolescente, de la enfermedad depresiva que sólo aparece en algunos) +omo en todas las depresiones, en las de la adolescencia también se nos plantea el prob roblema lema clni lnicco de no pre presen sentar tar una unif unifor ormi mid dad y el pro problema lema teóri eóricco metapsicológicometapsicológico- de sus diferencias con el duelo y con la melancola. &n el caso de la adolescencia, se plantea adem"s el problema de sus intrincaciones con lo que se ha dado en llamar la crisis de la adolescencia/.
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Dinámica del duelo y la depresión según la organización mental narcisista y neurótica Para el estudio de cualquier situación clnica es necesario situarse en el estado mental con el que el individuo opera. %esde este punto de vista, para poder hacer un diagnóstico ajustado del momento de una pérdida y su duelo, es necesario considerar el estado de madure! emocional del sujeto, el grado de adecuación de sus defensas y el tipo de relación que tiene con el objeto perdido. 0aciendo un recorte arbitrario de todos los aportes a la teora psicoanaltica sobre el funcionamiento mental, podemos considerar que la mente neurótica funciona, seg$n las leyes edpicas, que atraviesan radicalmente la organi!ación narcisstica y que posibilitan a la mente hacer uso de la simboli!ación1 si bien la organi!ación narcisstica nunca es modificada totalmente. &s m"s, el 2o hasta se escinde estructuralmente si no puede avenirse totalmente a los mandatos edpicos. %esde 3reud en adelante, todos los autores sin e#cepción han contribuido a estas problem"ticas. Por mi parte, tomaré algunos aportes freudianos postfreudianos y post4leinianos.
Planteos metapsicológicos, históricos pero vigentes &n la historia del psicoan"lisis, Abraham en 5657 y 3reud en 5658 fueron los primeros que vincularon psicoanalticamente el duelo y la depresión neurótica. Abraham, haciendo un paralelismo con la angustia y el miedo, dijo que el duelo es un sentimiento consciente y se da por motivos conscientes, mientras que la depresión neurótica est" determinada por motivos inconscientes. 3reud, dio un paso m"s y la vinculó con los trastornos narcisistas, afirmando que el estudio del duelo nos permitir" comprender la melancola1 lo estudió en 9%uelo y :elancola9 cuyo complemento fue su 9;ntroducción al
;deal del 2o.
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A m"s de 7? a*os después de Abraham y 3reud, :.@lein entre 56 a 56C trabajó vinculando a ambos, el duelo y la depresión, afirmando que en todo duelo aunque la pérdida es de un objeto real y consciente, indefectiblemente se reactivan situaciones inconscientes vinculadas a lo que ella describió como posición depresiva1 Dinnicott también con algunas diferencias, hi!o lo mismo algo m"s tarde. Lacan a su ve!, en su seminario La angustia/ y en Eelevisión/ también abordó estos temas.
Duelo, depresión y melancolía. us di!erencias. &ntrando en tema, primer quiero destacar que la idea de asociar la adolescencia con situaciones de duelo, implica connotar un posibilidad de cambio y enriquecimiento. Eodo cambio impone una e#igencia de trabajo psquico. +uando este trabajo es necesario para aceptar la pérdida de algo valorado o amado, en pos de encontrar un sustituto, lo llamamos duelo. &s decir, el trabajo de duelo es necesario para todo cambio. =e hace necesario no sólo respecto del objeto perdido, sino también para que el 2o rescate sus partes incluidas en este objeto, por las fantasas tanto conscientes como inconscientes ligadas a él, y no quede empobrecido. %e lo contrario, no podr" dedicarse al trabajo de encontrar un sustituto. Eodas las formas de depresión, obedecen al hecho de que algo deseado se ha perdido y que su recuperabilidad es representada como inalcanzable 0ugo
Bleichmar-; pero, a diferencia del duelo, el sujeto deprimido se queda adem"s, fijado a la implcita ilusión perdida, no aceptando que lo que transcurre se haga pasado. &s esto lo que las hace diferentes del duelo. &ste hecho se hace e#tensivo a todos los contenidos y formas infantiles del amor, tanto en el mundo e#terno como en el interno. Fna defensa habitual es negar lo perdido y aferrarse a las normas y valores del pasado los adolescentes infantiles, latentes/ de :elt!er-, o for!ar el futuro para que el pasado no vuelva los e#itistas/-, aunque el costo resulte, en ambos casos, no poder vivir el presente. &n cambio, la melancola implica mantener el aferramiento total al objeto perdido convirtiéndose en él1 3reud dir" 9la sombra del objeto cae sobre el 2o91 lo que
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ocurre en este caso es que ya haba un fuerte apego narcisista al objeto y, el sujeto aunque sepa que perdió al objeto, lo que no sabe es que perdió su sostén narcisista, absolutamente imprescindible. &s relativamente raro encontrar en la adolescencia un estado patológico equivalente a la melancola estable. +uando el estado depresivo en ciertos adolescentes toma el aspecto melancólico, no es seguro ver all especificidades propias de la edad, sólo qui!" la intensidad del investimiento agresivo del objeto perdido y el riesgo desorgani!ante para el 2o, que le sigue a la pérdida. Pero esto no debe ser confundido con la presencia de defensas psicóticas estables.
Adolescencia y sus duelos &stamos acostumbrados, desde Arminda Aberastury organi!ar los diferentes duelos que cada adolescente debe enfrentar a partir de la pubertad y las tareas que debe llevar a cabo, diciendo que necesita inevitablemente duelar por la pérdida de su cuerpo infantil, por su identidad infantil y, por sus padres de la infancia. Pero quiero enfocar el tema del duelo desde un punto de vista m"s global, y que incluye el tema del hallazgo del sustituto, porque si definimos el duelo como el trabajo psquico para todo cambio, cambio quiere decir no sólo vivir en el presente el trabajo psquico concerniente a la renuncia de lo perdido, sino también el trabajo psquico de encontrar un sustituto. &n esta dirección, es necesario recordar que lo esencial en la adolescencia es el modo en que el sujeto termina aceptando su posición se#ual. &sto es, el modo en que soporta resolver sobre s mismo la cuestión de sus pulsiones, en el campo del simbolismo, renunciando al goce directo. Aceptar soportarlo sobre s mismo, incluye, y ante todo, su cuerpo erógeno, pero a partir de la pubertad se#ualmente madurado. &sa es precisamente la diferencia entre la se#ualidad infantil y la se#ualidad adolescente reali!able. Aqu es preciso que consideremos la construcción de la nueva imagen corporal. &l adolescente no percibe su cuerpo como una unidad, hasta que no haya accedido a la pr"ctica genital en las relaciones con los dem"s. Pareciera que, hasta que no se
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consuma concretamente, como algo reali!ado, no termina de definirse y, es en un momento determinado, a partir de la pubertad y durante la adolescencia, donde la posición se#ual se ve for!ado a una definición. =abemos que e#isten e#periencias de placer se#ual en chicos preadolescentes o desde la m"s tierna infancia, pero cualquier forma de se#ualidad infantil est" inscripta en el marco del +omplejo de &dipo, y en ese sentido, se sigue apoyando en alguna forma de satisfacción que conserva la figura, de atracción y placer, del padre del se#o opuesto, y la interdicción de la figura del padre del mismo se#o o de alg$n personaje que lo encarne. As, tendra siempre el valor de un placer que se apoya en esa triangulación. :ientras que en la adolescencia se trata de sostener este placer, m"s all" del determinismo de lo materno o lo paterno. =abemos que se entra a la latencia, ya con una cierta elección de objeto y resta que se realice el placer con ese objeto, en un cierto momento el debut- en que el sujeto es capa! de soportarlo en s mismo, fsica y emocionalmente. Para llevar acabo este proceso, el adolescente, aparte de la nueva imagen corporal se#ual de s mismo, tiene el trabajo psquico de reconstituir/ su objeto se#ual, reconstrucción que, como dice Braconnier, requiere de dos condiciones' la primera, es que el adolescente pueda conceder al objeto actual de amor, una capacidad de amar donde sea posible reempla!ar la fantasa del amor objetal parental, y en particular del amor materno absoluto, pregenital y narcisista. &sto depende de lo que haya transcurrido durante la infancia. La segunda condición es que, bajo el peso de nuevas aspiraciones libidinales, el adolescente pueda conceder al objeto amado actual una forma de amar diferente de la propia hasta ese momento, es decir una capacidad susceptible de reempla!ar la fantasa de amor bise#ual y narcisista, por la heterose#ual. &n otros términos, la caracterstica del objeto de amor en la adolescencia es la de que éste sea capa! de transformar el amor de los objetos originarios y el amor bise#ual que ellos posibilitan en la fantasa, a través del +.de &dipo completo. &sta transformación necesita todo un trabajo psquico para descubrir y e#plorar nuevos di"logos de amor/ Louise @aplan-.
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%e modo que en lo que concierne al trabajo de duelo, un aspecto esencial del trabajo psquico consiste en un duelo inevitable' desinvestir una imagen interior infantil de s mismo, hasta que el apego a ciertos objetos internos desapare!ca, porque ahora se cuenta con un cuerpo nuevo que puede reali!ar los deseos incestuosos y parricidas, ra!ón por la cual ese apego debe desaparecer. %e todo esto se desprende que a diferencia de cualquier duelo, el proceso adoles> cente resulta m"s largo, porque el trabajo psquico es m"s complejo y responde a significaciones concientes e inconscientes m$ltiples. &l 2o est" desorientado, confundido, y por eso debilitado, y los objetos sustitutos no se encuentran f"cilmente. &s que las pérdidas de ilusión de amor abarcan tanto las esferas narcissticas como la del complejo de &dipo.
"a crisis depresiva# adolescentes depresivos. =i consideramos entonces que el trabajo de duelo consiste en la transformación del la!o de apego a los objetos originales, en una capacidad para encontrar un objeto actual y sustituto, a quien conceder la capacidad de un amor diferente, se puede afirmar que el fracaso de este trabajo de transformación hunde al sujeto en un cierto tipo de depresión, porque estos esfuer!os de hallar el objeto sustituto, est"n interferidos por ese la!o de apego al amor original. &s que esta transformación implica simbólicamente para el sujeto un verdadero matricidio, un duelo imposible. %e aqu podemos concluir que la especificidad de la depresión en la adolescencia reposa sobre la manera de cómo el sujeto enfrenta el trabajo de transformación de este la!o de apego original y no tanto por su desconfian!a e imposibilidad de compartir con otro lo que tiene de m"s ntimo.
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=u capacidad para reali!ar deseos sin apoyarse en la todopoderosa protección parental, le permite al adolescente tener potencia y rapide! en las transformaciones psquicas y de su vida. Pero este poder y velocidad también lo inundan de una angustia tan sobrecogedora que sin duda, lo pone m"s que nunca, en riesgo de ser preso del miedo al descontrol. Puede sobreponerse a este miedo y hacer el duelo del amor imposible, forma habitual del primer amor. Pero este miedo también puede inhibirlo, o hacerle tomar actitudes de lucha y fuga en el actuar o caer en la somati!ación. Eambién puede llenarlo de odio y, en pos de reali!ar sus deseos, hacerle mantener la eroti!ación en relaciones sumamente ambivalentes y hasta sadomasoquistas. =i el adolescente es propenso a la depresión, deviene un depresivo y después francamente un deprimido, porque en la lucha por reali!ar los deseos, se agota por miedo a la potencia y velocidad de los cambios, y renuncia a toda transformación. As se coagula en una depresión mayor, que puede persistir por un lapso importante en el curso de su vida adulta. &n el recorrido de estas diferentes etapas de este proceso, puede darse lo que Braconnier llama la crisis depresiva del adolescente. =e trata de un cuadro donde se articulan de manera sucesiva sntomas ansiosos y sntomas depresivos. &sta secuencia ansiedad>depresión puede ser $nica1 no es ni la crisis de la adolescencia porque no se prolonga-, ni la depresión en la adolescencia porque no se instala-. Pero si se repite y se prolonga, da la impresión de un estado de crisis. %urante esta crisis depresiva el adolescente est" en tensión permanente entre las representaciones de su separación de los objetos parentales por un lado y por otro, la representación de un la!o se#ual y erótico con un gran amor/ generalmente el primero. La evolución de esta crisis depresiva depender" del devenir de estas dos representaciones y de la angustia y dolor asociados. %epender", por una parte, de lo que haya sucedido con la angustia de separación de los primeros a*os y en el curso de la infancia. Pero, por otra, la dimensión se#ual, pondr" en juego la eroti!ación de los la!os ideali!ados y de los la!os ambivalentes, eroti!ación que
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tiene sus efectos crticos sobre el cuerpo. Pueden aparecer dismorfofobias como equivalentes-. =inteti!ando, esta crisis depresiva se caracteri!a por la conflictiva de dos modos de relaciones objetales, llevando una sobre el objeto a perder, m"s narcisista y endog"mico y la otra, sobre el objeto a investir, erótico y e#og"mico. %e todos modos, este conflicto no obstaculi!a seriamente el proceso adolescente porque lo mantiene en un posible/, en cuanto a sus capacidades de progreso y de cambio hacia un nuevo equilibrio. =i reencontramos esta crisis depresiva m"s adelante en otras edades, es porque ha pasado m"s o menos inadvertida durante la adolescencia no en la infancia- esta conflictiva.
"a depresión en el adolescente Por el contrario, la depresión propiamente dicha, cuando se organi!a, pone en peligro el porvenir del sujeto1 ya no ser" la conflictiva entre dos modos de relaciones objetales, sino se sustituir" por el modo de relación al objeto de amor original/. &sta verdadera vuelta atr"s ocurre cuando la dimensión se#ual y erótica de nuevos objetos amena!a los basamentos narcissticos del adolescente. &sta es la ra!ón del por qué muchos autores prefieren hablar de equivalentes depresivos y no de enfermedad depresiva, porque la relación duelo-depresión en la adolescencia es de orden din"mico, entre el trabajo de duelo y esta crisis depresiva. :ientras que el adulto, porque tiene sus introyecciones e identificaciones m"s definidas y definitivas, sean normales o patológicas, reacciona con diferentes en> fermedades depresivas estables, seg$n la intolerancia a las pérdidas reales o a las fantaseadas en su mundo interno.
"a relación con el paciente %e todo esto se desprende que el objetivo central del diagnóstico y eventual decisión para un tratamiento es precisar la movilidad de la crisis depresiva. Fna de las ra!ones es lo que destaqué al principio y es que al observar a veces sólo algunos
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componentes de ese estado indefinido que es el afecto depresivo de base, la evolución de las depresiones en la adolescencia es un tema importante a ser dilucidado, para saber hasta qué momento debemos respetar el trabajo de duelo del joven, sin intervenir y haciendo todo lo posible por preservarlo de las interferencias. Pero si constatamos el fracaso del trabajo de transformación de ese la!o de apego al amor original, podemos con bastante seguridad afirmar que nos encontramos ante un cierto tipo de depresión. &l matricidio que simbólicamente significa esta transformación, si no se logra cabalmente, tomar" las caractersticas de un duelo imposible y que interferir" severamente el halla!go del objeto sustituto. Pocos adolescentes concurren a la consulta dispuestos a buscar ayuda porque utili!an la oposición como $ltimo bastión para sostener su autoestima vulnerada. =on situaciones clnicas de difcil abordaje, porque el adolescente depresivo est" reticente, quejoso y de mal humor, o muy ensimismado e inhibido, trag"ndose las l"grimas, con su orgullo muy herido. A pesar de todo, nosotros sabemos que sólo a través de la comprensión y abordaje psicoanalticos, podremos hacer una evaluación de su problem"tica e intentar ayudarlo. %e modo que ya desde el primer encuentro es imprescindible que sienta que hace una e#periencia nueva, de real valor emocional para él. =ólo as podr" entrar en contacto con una verdad significativa que le permitir" utili!ar su potencial demorado o inhibido en su crisis depresiva. %ejo para otra oportunidad consideraciones pormenori!adas acerca del proceso analtico de distintos tipos de cuadros depresivos seg$n prevale!can el apego narcissta al amor del objeto original o las dificultades en el halla!go del objeto sustituto. Aqu quiero sólo recordarles lo esencial de la organi!ación narcisista que influir" a que esta crisis depresiva amenace con instalarse como un depresión. La organi!ación narcisista de la mente se maneja con convicciones y certe!as con relación a la imagen de s mismo, en ambos par"metros, tanto temporal como espacial. +uando estas perfecciones ilusorias se hacen insostenibles gracias a los embates de la realidad, en especial a la intervención del +.de &dipo, estas
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perfecciones, deca, se convierten en los valores y referentes del ;deal del 2o. &sta din"mica tiene, al mismo tiempo, su paralelismo en la relación con el objeto e#terno' para la organi!ación narcisista, el objeto es sensorialmente presente, disponible y previsible, la relación con él est" siempre bajo control, y en un tiempo eternamente presente. %e modo que, no sólo cuando ocurre una pérdida real del objeto, sino también una modificación de las significaciones de este objeto, hace que este 2o r"pidamente intente a e#plicar los hechos, para reponerse. La actitud del 2o de dar r"pidamente una respuesta frente a un hecho, a una e#periencia, es una reacción narcisista, porque es una forma de sostener el sentimiento de la propia integridad y autoestima y a la ve! mantener al objeto presente, aunque sea en la imaginación, en la fantasa, ideali!"ndolo o inclusive en forma persecutoria, pero a toda costa presente. Para que el sujeto pueda aceptar la ausencia del objeto, es necesaria la intervención de las e#periencias del +.de &dipo y la simboli!ación de la pérdida y su introyección, esto es, que el objeto original se haga inconsciente e interno y sus cualidades se hagan valores y referentes de los objetos sustitutos, de modo que los atributos apetecibles del objeto e#terno perdido se conviertan en los atributos buscados en los objetos sustitutos. =in embargo, es necesario también tomar en cuenta las caractersticas de los objetos que han participado tanto en la época de la narcisi!ación del sujeto como en su posterior castración e instauración de la ley paterna. =i la narcisi!ación ha sido defectuosa por e#ceso o por déficit 0.Gosenfeld, @ohut, Dinnicott-, habr" inmadure! emocional del sujeto, porque la internali!ación se har" de objetos inadecuadamente ideali!ados o persecutorios, confusos o contradictorios, por las cuales el sujeto no sabr" distinguir la pérdida del objeto actual, de la pérdida del originario, y se sentir" tan indefenso como anta*o, confundiendo su situación actual con la de la temprana infancia. %e igual manera, en la adolescencia, por este interjuego del narcisismo>&dipo, desde un comien!o desencadena el duelo normal, donde el sujeto no debera por lógica sentirse ni humillado, ni culpable, ni responsable por la pérdida del objeto, sin embargo aparecen sentimientos melancólicos de autorreproches y de indignidad, porque al principio del proceso de duelo, las aspiraciones y convicciones narcissticas e infantiles pretenden dominar la ausencia del objeto con sus métodos, esto es, con sensoriali!ación y posesividad intrusiva del objeto, o en su defecto lo atacan
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agresivamente, y vivencian una y otra ve! el dolor psquico de su fracaso, como dolor de herida narcisstica. &s com$n no encontrar muchos indicadores clnicos directos, sea de la esfera narcisstica, sea de la esfera edpica, por eso que es m"s confiable buscar las pruebas positivas en los sue*os, para no considerar que simplemente est"n inconscientes. Gesumiendo y para terminar, dira que el trabajo de duelo es el esfuer!o psquico de aceptar las pérdidas prevalentemente bajo la égida de los mandatos edpicos, mientras que las depresiones se deben a la fijación y aferramiento a las necesidades de pacificación de la organi!ación narcisista. =i las e#periencias infantiles han sido aceptablemente buenas, su introyección permitir" un duelo normal, si bien lento pero sostenido, en el conte#to de ansiedades depresivas con pena y culpa y finalmente respeto por la escena primaria a la que se habr" podido renunciar. Aqu est"n implcitos los cuatro estados posibles de depresión que en este conte#to pueden ser pensados como distintos tipos de fracaso o sus equivalentes del funcionamiento de las partes infantiles, siempre te*idos de mayor o menor grado de aspiraciones y convicciones narcissticas. 5- %epresión a predominio de sentimiento de inferioridad, por no soportar las limitaciones y los momentos de soledad. =e presenta como frecuentes colapsos de la autoestima. 7- %epresión con sentimientos de culpa y temor a la retaliación, por no soportar y aceptar la responsabilidad del da*o real o fantaseado, hecho a los objetos. &sto es lo que m"s estudió :.@lein y a*os m"s tarde León Hrinberg como culpa persecutoria' aqu el 2o se siente malo frente al objeto perdido ideali!ado. - %epresión autocompasiva' querulancia ante el objeto>malo>presente - :elancola' autoabandono y desidia, identificación con objetos perdidos, muertos o deteriorados, al no tolerar la preocupación por su estado, previa discriminación y posterior intento de reparación. +on toda intención no he incluido los intentos de suicidio severos porque los considero de estructuración psicótica o prepsicótica.
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Para terminar, he aqu dos poemas de un paciente de 56 a*os en su Ito a*o de an"lisis' 2a no eras m"s el rey, tan sólo eras vos. Eu sue*o se transformó en florecer tu don. &ntrégale a esa flor toda tu ilusión.
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ADDENDA D$P%$I&' ( )A$ D$ "A AD*"$+$'+IA# =iguiendo a :elt!er =e puede tomar la actitud ante el dolor depresivo por la renuncia a la escena primaria, como eje organi!ador de distintos estados mentales del proceso adolescente. &stos estados mentales son formas de lucha de la organi!ación narcisstica de la personalidad contra este dolor depresivo. &l desarrollo mental recorrer" necesariamente el siguiente proceso' se parte primero de un estado mental infantil y latente, que se maneja con la convicción, con la certe!a de que los padres unidos saben y pueden todo, son omniscientes y omnipotentes, y basta es> perar ser grande como ellos, para tener esos conocimientos. %esilusionado de esta convicción narcisista, se pasa a un estado mental p$ber, un estado m$ltiple de confusiones, al evacuar indiscriminadamente su dolor en el mundo cuando descubre que tal omnisciencia es fala!. 3inalmente y si se transita por el trabajo psquico del duelo, a duras penas a veces se llega a e#perimentar, un estado mental adulto, donde el pensar ya no es cosa en s misma heredada, sino que
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depende de la actividad de una parte de la propia mente que es vivenciada como objeto interno con caractersticas vitales de fuer!a, bondad y belle!a interna-. Aparece, entonces, el deseo por responsabili!arse por el cuidado y bienestar de este objeto interno, porque la introyección de sus atributos inspirar" el deseo de comprender. 2a no se pretender" dar e#plicaciones y respuestas inmediatas a las faltas y ausencias, a lo inaccesible. As se accede a la organi!ación mental de funcionamiento adulto, donde es reconocida la discriminación de estos objetos internos de los e#ternos, respetada su interioridad misteriosa y aceptada la fugacidad del contacto con ellos en el tiempo. &sto hace que la relación con ellos sea f"cilmente vulnerable. Eodo otro tipo de funcionamiento ser" de organi!ación narcisstica, es decir, de aspiraciones infantiles, sean sobre la base de fantasas genitales o pregenitales.
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Fn tema que aqu quiero intercalar es el que +arlos :oguillans4y ha trabajado como el par rebelda Vsubversión. &ste concepto me resulta muy $til para considerar el grado de negación de su situación de duelo que puede hacer el adolescente. +omo la polisemia de la misma palabra nos indica, duelo/ adem"s del estado de dolor y pena, también alude al de lucha. %espués de salir el p$ber de su estado de perplejidad y confusión por los cambios corporales, y ya algo estabili!ado como preadolescente, lucha tena!mente contra su desesperación por las otras pérdidas, las internas, menos controlables, especialmente de su ambivalencia y su fantasa inconsciente de bise#ualidad. &sta actitud puede consistir en una pertina! rebelda como forma de negación tanto de su realidad psquica como de los lmites que la realidad e#terna le impone. &sto se debe a su posicionamiento narcisstico ante su entera problem"tica, no soportando las frustraciones, ni la falta de control sobre su mundo interno ni el e#terno, y tampoco sobre la imprevisibilidad del futuro. %e perdurar esta actitud de protesta, se estabili!a un equivalente depresivo que es un temple paranoide, de odio y resentimiento, acompa*ado de un sentimiento de ser siempre vctima de injusticias que lo empuja a la b$squeda permanente de 1
&sta manera de concebir el mundo interno entre espacios de funcionamiento adulto e infantil o narcisista, es una ampliación del concepto de splitting del desarrollo 4leiniano, que :elt!er llama splitting hori!ontal y la identificación proyectiva su operatoria porque aqu est"n implicados los conceptos de identificación y de relación de objeto sustentando la posición narcisista' que el yo se construye en la misma relación temprana de objeto con el pecho, como un espacio a ser e#plorado1 aqu, la intrusividad de la identificación proyectiva causa el sentimiento de confusión en la identidad del sujeto al creerse el objeto con todos sus atributos de omnipotencia y omnisciencia, adem"s de proyectar las propias imperfecciones en el objeto.
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reivindicaciones frente al mundo e#terno. &n muchas oportunidades se presenta como una pasividad inoculadora ante el entorno. :ientras que la actitud subversiva es la heredera del duelo normal1 el adolescente al no usar la negación de su realidad y la depositación de su dolor psquico en el mundo e#terno como defensas principales y reiterativas, de a poco va discriminando su mundo interno de los objetos e#ternos, respeta la privacidad de la escena primaria y acepta la fugacidad del contacto en el tiempo con sus objetos internos. &sto hace que su deseo se libere de las satisfacciones narcissticas, siempre iguales a s mismas, y confe en él, su deseo, como una fuente siempre renovable de satisfacciones, con nuevos objetos que siempre dar"n también nuevos sentidos a su vida1 o sea que sean objetos conjeturales, a ser descubiertos en la e#ogamia, y no que sean objetos que de antemano garanticen la satisfacción y siempre con el mismo sentido. =i bien es necesario enfocar el trabajo terapéutico desde la din"mica de estos estados mentales y no atenerse a la edad real del adolescente, sin embargo resulta $til, como punto de referencia para el diagnóstico diferencial dueloWdepresión, las preocupaciones prevalentes a determinadas edades. %e modo que haré un cruce entre uno y otro enfoque. %ijimos que la instalación de la enfermedad depresiva depender" por una parte, del contenido de las fantasas inconscientes del adolescente y del grado de su fortale!a yoica, seg$n sus logros durante la latencia, pero también de la situación real e#terna, pasada y especialmente la presente. &s importante considerar que la situación se definir" seg$n el conte#to actual, porque la adolescencia siempre es una segunda oportunidad, tanto para el adolescente como para su familia. &s sabida la importancia de la familia seg$n cómo ella también haga su duelo, para poder funcionar como continente adecuado o no, y poder contrarrestar el clima perseguido> perseguidor que el adolescente crea antes de caer en colapsos narcissticos. &n este punto, es sumamente delicado el perodo de ruptura de mutua dependencia, especialmente en familias endog"micas con necesidades de suministros narcissticos entre sus miembros. Padres e#cesivamente protectores mantienen al 2o débil de su hijo, porque condicionan que los idealice y ponga su fuente de seguridad fuera de s
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mismo. 2 cuando él tiene que hacer frente a la ambivalencia de sus pulsiones, se inhibe o inclusive, se colapsa. Eambién fracasar", si la narcisi!ación y la dependencia infantil fueron muy pobres, porque la ruptura de la dependencia remover" un enorme resentimiento y odio que alimentar"n esa rebelda in$til hasta que lo llevan a la desesperan!a y depresión. La depresión como enfermedad es un cuadro muy poco frecuente en la pubertad. Lo m"s frecuente es observar primero la lucha contra la depresión, esto es, conductas agresivas, inestabilidad, hosquedad, aislamiento. Para que se instale como enfermedad, tiene que haber una personalidad ciclotmica francamente predisponente o duelos patológicos congelados desde edad temprana, referidos a situaciones familiares, para el ni*o muy penosas' muertes de familiares significativos, que hacen que los adultos en derredor estén absorbidos por la situación y lo desatiendan y lo dejen a su suerte, o separación de los padres con o sin violencia franca. +onsiderando que los dos problemas centrales a resolver de la pubertad son el cuerpo biológicamente maduro que va surgiendo y la ruptura de la dependencia infantil, estos chicos muestran desinterés en su desarrollo fsico, casi no lo usan, no les interesan los deportes y prefieren quedarse solo en casa a salir con los amigos, y si toman su cuerpo en cuenta, es para controlarlo obsesivamente y abrumarse con preocupaciones hipocondracas e insomnio. +omo si su cuerpo erógeno fuera un cuerpo potencialmente enfermo y su interés se#ual se hubiese transformado sólo en preocupaciones y en un estado angustioso crónico. &n cuanto a la ruptura de la dependencia, tienen muy poca autonoma para decidir o asumir sus actividades1 muy apegados a la madre, ven al padre como un ideal inalcan!able. Presentan todas las caractersticas de la culpa persecutoria' persecución, autoe#igencias y autorreproches agotadores, y sometimiento como seudoreparación siempre fallida. &n los intervalos relativamente libres de estos sentimientos, operan con un control obsesivo sobre su cuerpo, alimentación, y todo lo que hacen los objetos e#ternos a su derredor, siendo e#tremadamente e#igentes, insatisfechos, quejumbrosos y crticos, identificados con su =yo s"dico introyectado. &stos cuadros son melancolas incipientes, que son la base de la melancola franca que vemos en los adultos.
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La adolescencia media es el perodo m"s tpico donde puede instalarse una depresión neurótica. =iendo a esta edad la tarea principal la definición de la identidad se#ual, las confusiones sobrecargan el yo. =i adem"s hay alguna situación de duelo enquistado o una personalidad previa que no ha podido disminuir la susceptibilidad narcisstica de la personalidad depresiva previa, for!osamente claudica ante las complejidades de la tarea de esta edad. &s distinta la reacción depresiva prolongada donde no hay una personalidad previa predisponente, por haber contado hasta la adolescencia con un entorno familiar protector y favorable para el desarrollo en general. Pero s ha quedado enquistado un duelo, generalmente ligado a la desaparición, por muerte o por alejamiento, del padre del mismo se#o durante la infancia. +uando llega la adolescencia media y es necesario enfrentar el conflicto edpico genital, resulta difcil llevar a la pr"ctica la definición de la identidad se#ual correspondiente, porque la culpa impide la elaboración de la ambivalencia frente a este progenitor desaparecido. Fn desencadenante agravante puede ser también una nueva pérdida significativa. =e hace absolutamente necesario la elaboración de este duelo patológico para destrabar la vida emocional. &l riesgo es que se instale una caracteropata, aunque difcilmente una enfermedad depresiva progresiva que se cronifique. Las depresiones hacia el final de la adolescencia, se deben generalmente a la acumulación de m$ltiples fracasos en las tareas previas. La adolescencia se prolonga, no consolid"ndose los logros en las diversas "reas, ni la privacidad en la pareja, ni la definición académica, ni la laboral, ni la inserción social. %eambulan de un proyecto fuga! a otro, manteniéndose gracias a una dependencia encubierta de la familia y del grupo de pares a la ve!, miembros todos m"s o menos cronific"ndose en problem"ticas confusas pregenitales y genitales. 3rustrados, se mantienen con un resentimiento sordo y con la autoestima sensible. Pueden terminar en distintos tipos de caracteropatas.