Antón Costas es
catedrático de Política Económica en la Universidad de Barcelona y presidente del Círculo de Economía. Autor de numerosos libros y artículos en torno a las políticas de liberalización, el análisis de reformas y la relación relación entre ideas e intereses, intereses, entre ellos, La crisis de 2008. De la economía a la política y más allá. Es columnista de El País , El Periódico y La Vanguardia. unto a !os" Carlos Arias es autor del libro La torre de la arrogancia #Ariel, $% edición, $&'$(
Xosé Carlos Arias es
catedrático de Política Económica en la Universidad de )i*o. i*o. Entr Entree sus sus +lti +ltimo moss libr libros os pu publ blic icad ados os dest destac acaa la coed coedic ició iónn de Nuevo institucio institucionalis nalismo mo go!ernan"a# go!ernan"a# economía economía y políticas políticas p$!licas p$!licas #C-, $&'(, así como capítul capítulos os en lib libros ros de editor editorial iales es intern internaci aciona onales les como -prin* -prin*er, er, /outle /outled*e d*e o ntersentia. Es columnista de La Vo" de %alicia. unto a Antón Costas es autor del libro La torre de la arrogancia #Ariel, $% edición, $&'$(
0a economía economía de mercado mercado 1a e2perimentado e2perimentado una profunda profunda transformación transformación en las +ltimas d"cadas, al principio de una forma silenciosa y lue*o con notable estruendo. estruendo. En el capitalism capitalismoo de a1ora destacan tres ras*os novedosos. novedosos. El primero es la dimensión ultra3nanciera, con los mercados de capital situados fuera de cual4u cua l4uier ier escala escala raz razona onable ble.. El se*un se*undo, do, la crecie creciente nte desi*u desi*uald aldad, ad, 4ue 4ue ori*in ori*inaa amenazas para al*unos de los *randes pro*resos 4ue las sociedades avanzadas alca alcanz nzar aron on a medi mediad ados os del del si*lo i*lo pa pasa sado do.. 5 el terc tercer ero, o, un unaa diná dinámi mica ca de intern internaci acional onalizac ización ión 4ue 4ue abr abree nuevos nuevos camino caminoss par paraa la pro prospe sperid ridad, ad, aun aun4u 4uee tambi"n *randes ries*os, debido sobre todo a su composición muy dese4uilibrada.
Esos Esos tres tres ras* ras*os os,, 4ue 4ue *uar *uarda dann dens densas as rela relaci cion ones es entr entree sí, sí, se vier vieron on e2acerbados a partir de la e2plosión de la *ran crisis 3nanciera de $&&6. Pero tambi"n mostraron entonces sus m+ltiples e intrincadas contradicciones. 5 no sólo en el ámbito estrictamente económico, en el 4ue la posibilidad de un crecimiento lento en una perspectiva a lar*o plazo se 1a ido 1aciendo cada vez más verosímil. 7ambi"n se plantean notables interro*antes para el futuro de la democracia, ya 4ue la ló*ica de los mercados y la de la política democrática avanzan por sendas diferentes. 5 en relación con todo ello, sur*e asimismo una amenaza para el proyecto de inte*ración europea, pues la transformación económica de fondo 1a acabado por mostrar las de3ciencias estructurales sobre las 4ue a4uel proyecto fue dise8ado. En este libro, !os" Carlos Arias y Antón Costas estudian con detalle las principales ideas y la sucesión de acontecimientos 4ue están contribuyendo a la conformación de una nueva piel del capitalismo.
-e puede optar por un pensamiento crítico 4ue tomará la forma de una ontolo*ía de nosotros mismos, de una ontolo*ía de la actualidad. 9C:E0 ;
P/=0<>< ?Es posible moralizar el capitalismo@ '. os economistas interpelan a la economía con pre*untas 4ue 1an sido sistemáticamente deadas de lado por el mainstream del pensamiento económico, convertido en fundamento de la 1e*emonía ideoló*ica actual. Este eercicio de tomar distancia de la propia disciplina para entender meor las transformaciones del mundo, adoptando un punto de vista 4ue los acerca a otras perspectivas, como la 3losó3ca, es para mí el *ran atractivo metodoló*ico de este libro. 0ate en la actitud de !os" Carlos Arias y de Antón Costas una disposición crítica con el positivismo do*mático #o si se pre3ere la ideolo*ía cientista( 4ue entiendo como lo pretensión pretensión de propiciar el retorno de la economía a su casaD el re*reso al 1o*ar de las 1umanidades del 4ue nunca debería 1aber escapado. -in duda corren el ries*o de ser descali3cados como ne*acionistasF, se*+n el criterio de Pierre Ca1uc y Andr" Gylberber*, 4ue e4uiparan a los 4ue ponen en cuestión los 1allaz*os de la cien cienci ciaa econ económ ómic icaa a los los ne*a ne*aci cion onis ista tass de Ausc1 usc1Hi HiI I o del del camb cambio io clim climát átic ico. o. ;asc ;ascin inad ados os po porr el mode modelo lo de las las cien cienci cias as na natu tura rale les, s, atra atraíd ídos os por este este imán imán irresistible 4ue es el poder, al*unos economistas buscaron en el modelo cientí3co la *arantía de le*itimidad intelectual de su trabao, intentando tomar un atao 4ue les diera una autoridad irrefutable para convertirse en *arantes de las políticas en curso.
acad"micas 1an deado varios *irones de su presti*io. 5 no abundan los indicios 4ue permitan pensar 4ue se 1a aprendido la lección. 0o cual 1ace especialmente atractiva la apuesta de Arias y Costas. esde KieIsc1e no 1ay coartada para confundir la verdad verdadera de la falsa verdad o, dic1o de otra manera, la verdad 4ue nace del conocimiento y la verdad epocal de cada momento #a4uellas 3cciones 4ue operan como verdades incontestadas e incontestables de una "poca(. 5 una de las tareas de las ciencias sociales es precisamente se8alar Ly no ce*arL esta diferencia. Para ello 1ay 4ue tomar distancia, es decir, asumir la perspectiva de las 1umanidades 4ue tanto estorban a al*unos. 0as ciencias sociales se mueven en un territorio procelosoD su vocación es el conocimiento y su participación en el debate p+blico las sit+a en el terreno de las opciones y de la toma de decisiones. Pretender 4ue la política sea cautiva de una presunta #e incontestable( verdad cientí3ca de la economía, en pleno desprecio de la compleidad cultural, institucional y de la economía del deseo, es una vía directa al autoritarismo al reducir al ciudadano a 1ombre unidimensional. $. -abido es 4ue la fuerza del capitalismo es su capacidad de mutar y adaptarse a los cambios. :ay muc1as decantaciones del capitalismo se*+n cada lu*ar y circunstancia, Arias y Costas centran su mirada en cómo 1a ido mudando su piel, despu"s de los e2cesos del cambio de si*lo y en la travesía de la crisis. 5 lo 1acen a partir de tres niveles de interpelación. A la propia disciplina económicaD ?4u" vínculos e2isten entre los ar*umentos y la realidad@ A la relación entre economía capitalista y políticaD ?cómo encontrar el usto e4uilibrio entre la ló*ica del mercado y la ló*ica política del inter"s *eneral@ Al propio destino del capitalismo, en un momento en 4ue parece incontestado e incontestableD ?adónde va, cuáles son sus pró2imas decantaciones@ Ko es irrelevante 4ue Arias y Costas 1ablen de ar*umentos y no de teorías, de3nen con ello la interrelación entre pensamiento y acción propios de una cultura política democrática. ?Mu" encuentran en este recorrido@ ?Cuáles son las manc1as más evidentes en la nueva piel del capitalismo@ Ciertamente, lo primero 4ue deslumbra la mirada es el cambio de escala, 4ue dese4uilibra la relación entre poder económico L*lobalL y poder político Lnacional y localL y crea poderes contramayoritarios de dudosa le*itimidadN el desplazamiento 1acia una 1e*emonía ultra3nanciera L4ue acelera la secesión del dinero respecto a la sociedadL, el poder económico ya no tiene patriaN y la marcada tendencia a la desi*ualdad, 4ue se 1a convertido en problema capital de los países antes llamados del primer mundo, donde inmensas clases medias 1abían lle*ado a creer 4ue amás volverían a beber de este cáliz. Estas tres
tendencias podría decirse 4ue en el razonamiento de Arias y Costas concluyen en unaD El notable deterioro del conte2to moral en el cual opera la dinámica de los mercadosF. Ko sería la primera vez en la 1istoria 4ue, en un proceso de cambio de escala de la economía, lo primero 4ue se *lobaliza es el dinero y el crimen. Poder de los monopolios sobre el mercado, impotencia de la política, ruptura del e4uilibrio entre capitalismo y democracia, facturas sociales irreconducibles, un proceso especialmente sensible en Europa, 4ue ve cuestionado un modelo sin*ular de bienestar y co1esión social 4ue tenía ambición universal y 4ue a1ora es ridiculizado como melancolía del pasado. . ?Es posible la moralización del capitalismo@ Arias y Costas buscan la salida a su reOe2ión crítica a partir de esta pre*unta. :ablar de moral L4ue no es lo mismo 4ue 1ablar de "ticaL nos sit+a en el terreno de los valores. )alores 4uiere decir prioridades, 3nalidades, marcos referenciales compartidos. ?Conoce el capitalismo otra prioridad 4ue los resultados@ 0a desi*ualdad desvertebra la sociedad, e2cluye a amplios sectores de la ciudadanía del reconocimiento, alimenta las ideolo*ías y creencias 4ue desprecian a los perdedores, nie*a el derec1o a las personas a una vida di*na, y, sin embar*o, el +nico ar*umento 4ue ad4uiere carta de naturaleza es el de la e3ciencia. -ólo si se prueba 4ue la desi*ualdad es ine3ciente para el sistema es susceptible de ser tomada en consideración en una cultura 4ue sólo sabe de *anancias. Cierto 4ue los padres fundadores de la economía moderna y de la tradición liberal tenían la e2i*encia moral en sus oraciones. ecía Adam -mit1 4ue la admiración acrítica de la ri4ueza era la causa más *rande y más universal de corrupción de nuestros sentimientos moralesF. 5 o1n -tuart 9ill remac1abaD 0a idea de una sociedad en la 4ue los +nicos vínculos son las relaciones y los sentimientos 4ue sur*en del inter"s pecuniario es básicamente repulsivaF. Pero, desde mi punto de vista, el problema es 4ue capitalismo y moral son por de3nición incompatibles. 0a moral supone una idea de límites. -i tuviera 4ue escribir una minima moralia la reduciría a dos principiosD Ko todo es posibleF. 7odo podría 1aber sido de otra manera.F El capitalismo busca la ruptura de los límitesD siempre más. A la 1ora de decidir, el criterio es la cuenta de resultados. >ana el 4ue crece. e modo 4ue el capitalismo, 4ue *oza de una sin*ular capacidad de adaptación y mutación 4ue le permite sobrevivir de mil maneras, sólo es moralizable #susceptible de aceptar límites( bao presión. Es decir, en una situación en 4ue el rec1azo a ceder amenace el cálculo de ries*os y bene3cios. Podría pensarse 4ue los 7reinta *loriosos, la Europa de los a8os cincuenta y sesenta, tan miti3cados 1oy por la nostal*ia de lo perdido, son un momento de
moralización del capitalismo. ;ue la capacidad de intimidación de la Unión -ovi"tica #y del movimiento obrero(, el miedo, lo 4ue 1izo posible 4ue se aceptaran las concesiones necesarias para una sociedad más e4uitativa. Cuando se acabó la amenaza, rápidamente se olvidó de nuevo la noción de límites. 5 se abrió la senda naturalistaD la falsa creencia de 4ue la economía de mercado Lun invento bien recienteL es el modo de 1acer de la especie. 5 4ue, por tanto, es una verdad irrefutable 4ue está por encima de las personas y de las instituciones. escr"dito de la política, apolo*ía de los e2pertos, cuestionamiento de la soberanía, democracias descafeinadas en 4ue se estrec1a cada vez más el marco de lo posible, fractura social al alza. 0a moral del capitalismo es ni1ilista, como se 1a visto en los a8os noventa y en la primera d"cada de este si*loD todo está permitido. Es la del bene3cio y del crecimiento ilimitado. -i de lo 4ue 1ablamos es de poner límites, el capitalismo, como tal, no es moralizable, su tendencia natural es al abuso de poderD 4uien *ana arrasa, el perdedor no cuenta. Es la ciudadanía la 4ue debe encontrar la respuesta moral #es decir, mover la 1e*emonía, cambiar los valores( y su traducción política. 0o 4ue se puede y se debe 1acer es ponerle los límites 4ue la dinámica capitalista nunca se pondrá espontáneamente. 5 esto sólo tiene un marco posibleD la política democrática. El poder político en tanto 4ue poder de los 4ue no tienen poder. 5 para eso 1ay 4ue defender la autonomía de la política, 1oy tan devaluada, y la fortaleza de las instituciones democráticas, 1oy minadas por la corrupción y por un burocratismo est"ril. 0a relación entre capitalismo y democracia es un e4uilibrio muy precario, siempre con ries*o para la democracia. En realidad es una contradicción en los t"rminosD el principio económico de desi*ualdad, frente al principio político de i*ualdad. Ko 1ay nada natural en la relación entre capitalismo y democracia. 5 está probado 4ue el capitalismo se mueve a su antoo en sistemas autoritarios, de la Espa8a de ;ranco al C1ile de Pinoc1et, los eemplos son le*ión. -i faltaba al*una prueba, se 1a demostrado la ful*urante compatibilidad entre el despotismo asiático La+n disfrazado de comunismo c1inoL y el crecimiento y el desarrollo capitalista. -ólo una política democrática e3ciente, asentada en la soberanía de los ciudadanos, puede poner coto a los e2cesos espontáneos del capitalismo. 0a democracia es un in*enio delicado para evitar el abuso de poder. Por eso son tan peli*rosas las doctrinas en curso 4ue pretenden trasladar su ee de la ciudadanía a los e2pertos #constructores de las falsas verdades del momento(, de la participación a la indiferencia, de la confrontación ideoló*ica al discurso del Ko 1ay alternativaF. Contra este estado de cosas reaccionan dos economistas 1umanistas, !os" Carlos Arias y Antón Costas, 4ue, en la vorá*ine, abo*an por un capitalismo
inclusivo capaz de reconciliar la ló*ica económica con una idea de democracia y moral cívicaF, como base de construcción de un nuevo pro*resismo 4ue nos salve de la decadencia y la barbarieF. <-EP /A9
ntroducción 9ás de oc1o a8os 1an transcurrido desde 4ue un abismo se abrió en la economía internacional con la caída del banco de inversión 0e1man Brot1ers. En a4uel momento, a lo lar*o de unas pocas 1oras o días, el mundo descubrió 4ue las bases de la economía eran muc1o más frá*iles de lo 4ue se creía, percibiendo de pronto 4ue toda una era tocaba a su 3nD a4uel período de más de dos d"cadas 4ue con buenas dosis de voluntarismo muc1os 1abían comenzado a llamar la %ran &oderación. En el oto8o de $&&6 tanto en la academia como en los *obiernos o las a*encias internacionales muc1os observadores detectaron 4ue el sistema 3nanciero *lobal se encontraba ante un ries*o muy real de colapso, advirtiendo del terrible impacto 4ue ello tendría sobre la actividad productiva o el comercio mundial. 0as comparaciones con la >ran epresión de los a8os treinta no tardaron en aparecer. Ciertamente, a lo lar*o de estos +ltimos a8os 1emos visto fenómenos 4ue creíamos 1abían 4uedado ya muy aleados en la 1istoriaD una persistente situación de trampa de li4uidezN amenazas de deOaciónN la puesta en marc1a de políticas monetarias completamente contrarias a lo 4ue los manuales se8alaron durante d"cadas como buenas prácticasN la posibilidad de una cadena de insolvencias de estados de países desarrollados En relación con todo ello, lo 4ue a1ora cabe pre*untarse es, despu"s de tantos a8os, 1asta 4u" *rado los problemas 4ue sur*ieron a lo lar*o de a4uel durísimo oto8o del inicio de la crisis, y los 4ue fueron apareciendo en los a8os si*uientes, 1an sido ya corre*idos. ?0o 1an sido@ -ólo en cierta medida, lo cual, despu"s de tanto des*aste y sufrimiento, representa un resultado altamente decepcionante. En este libro se pasa revista a esa evolución, e2aminando las razones de lo 4ue no puede cali3carse sino como fracaso colectivo. En el fondo de ese análisis irá apareciendo la idea de 4ue, con la *ran crisis 3nanciera y sus consecuencias, al*unos de los lazos principales 4ue nos unían al pasado en el compleo teido de nuestros problemas económicos ya se 1an roto. 5 con ello, una diversidad de tendencias, amenazas, oportunidades y ries*os nuevos se van a3rmando ante nuestros oos de cara al futuro #al menos en la perspectiva de la pró2ima d"cada(. Es obvio 4ue el peso de las distintas re*iones del *lobo está cambiando #probablemente en favor de lo 4ue solíamos llamar países en desarrollo(, pero para
el mundo industrializado es difícil no atisbar un lar*o período de crecimiento mediocre y una crónica y recurrente inestabilidad macroeconómica, al menos en el caso de permanecer en la inercia de las actitudes y respuestas políticas de los +ltimos a8os. Al*o 4ue vale, sobre todo, para el caso de la viea y 4uerida Europa. ?Mu" 1abría 4ue cambiar, dónde situar el "nfasis para proceder a un verdadero virae 4ue permita dear atrás las apa*adas e2pectativas actuales@ Aun4ue en nin*+n caso pretendemos reco*er un inventario e2tenso de posibles alternativas y soluciones, en los capítulos 4ue si*uen se intenta detectar los principales errores del pasado reciente y los nudos 4ue sería necesario aOoar para ver el tiempo 4ue viene con mayor optimismo. 0o 4ue en +ltimo t"rmino nos proponemos con este ensayo es introducir una reOe2ión *eneral sobre el sentido 1istórico de esta crisis. -on características de las coyunturas 1istóricas críticas la revisión de creencias, el sur*imiento de ar*umentos nuevos y la apertura de debates *enerales sobre las grandes cuestiones , o sencillamente en torno a asuntos Lal*unos de los cuales afectan al n+cleo de la vida económica o socialL 4ue en los tiempos de bonanza parecían zanados. ?Cabe observarlo en relación con esta crisis@ Uno de los principales obetivos de este libro es estudiar precisamente esa cuestión, sobre todo en relación con tres puntos 4ue nos parecen capitalesD en primer lu*ar, ?4u" vinculo e2iste entre ar*umentos económicos y realidad@ Es decir, las ideas económicas ?verdaderamente importan, tienen consecuencias sobre la evolución de los 1ec1os en la economía, la sociedad y la moral p+blica@ En se*undo lu*ar, en una economía capitalista avanzada, ?cómo apro2imarnos a lo 4ue debe ser una posición e4uilibrada y fecunda en las relaciones entre el mecanismo de mercado y las soluciones de intervención p+blica@ 5 tercero, ?cuál es la dinámica actual de transformación del capitalismo, 1acia dónde se encamina en sus tendencias profundas@ Ko 1ará falta insistir en 4ue las anteriores son cuestiones de *ran calado. -i las abordamos a4uí es por4ue pensamos 4ue las respuestas a esos interro*antes se 1an ido enri4ueciendo y llenando de contenidos o matices nuevos a la luz de lo acaecido en los +ltimos a8os. A lo lar*o de los capítulos 4ue si*uen se irán presentando m+ltiples reOe2iones sobre esos tres ees capitales, en torno a los cuales se está estableciendo, no solamente la forma de salida de la crisis, sino tambi"n el tablero de ue*o de la economía internacional Ly de las relaciones económicas, políticas y sociales dentro de los diferentes paísesL probablemente para varias d"cadas.
En relación con la primera de esas *randes cuestiones Lla trascendencia de los ar*umentos económicosL, no cabe duda de 4ue el orden de ideas previo a la crisis estaba dominado por una mentalidad pró2ima a la de a4uel personae de )oltaire, el doctor Pan*loss, 4ue siempre incluía en sus respuestas la convicción de estar en el meor de los mundos posiblesF. 0a ilusión de infalibilidad cienti'sta de la teoría económica, absolutamente predominante en las d"cadas de e2pansión, llevó a muc1os de los más laureados economistas a pre*onar 4ue al 3n 1abíamos alcanzado un estado de pro*reso inde3nido y sin sobresaltos, en el cual la propia noción de ciclo, o la posibilidad de una desestabilización profunda, estaban fuera de lu*ar. 0as consecuencias de ese sistema de ideas, 4ue leos de 4uedar restrin*ido a las aulas universitarias o los seminarios de institutos so3sticados lle*ó a ser ampliamente compartido por empresarios, ban4ueros y responsables políticos, fueron muy *ravesD el e2ceso de con3anza, la p"rdida de la noción de los *randes ries*os contraídos, y la dilución pro*resiva de los elementos de control y re*ulación de unos comportamientos económicos en los 4ue el ses*o especulativo era cada vez más visible. 0as *randes y dramáticas sorpresas de $&&6 tuvieron muc1o 4ue ver con todo eso. 0a crisis supuso, por tanto, entre otras cosas, un *ran *olpe en el plano intelectual. A partir de a1í, las llamadas a un rápido e intenso virae teórico se sucedieron con fuerza, pero más 4ue dar lu*ar a un paradi*ma nuevo, lo 4ue 1emos ido viendo 1a sido un importante *rado de confusión, con muc1os debates abiertos y la aparición brusca de m+ltiples 1eterodo2ias, pero tambi"n fuertes #y en al*unos aspectos muy e2itosos( intentos de re*reso al orden, con al*unos de los supuestos y razonamientos 4ue 1abían caído en el mayor de los descr"ditos durante las fases iniciales de la >ran /ecesión ocupando de nuevo un amplio espacio en la *eneración de opinión económica. 5 más a+n, inOuyendo de un modo perceptible sobre la formación de políticas económicas. 0a se*unda *ran cuestión en la 4ue nos centraremos es la evolución contemporánea de la idea de mercado y la consi*uiente alternativa entre soluciones de mercado e intervención p+blica. 5a se sabe 4ue "sta es la cuestión sobre la 4ue más se 1a discutido entre los economistas desde 3nales del si*lo !). -i 1ay al*o 4ue podemos concluir con toda 3rmeza de ese lar*o debate es 4ue, cuando la alternativa se 1a planteado en t"rminos absolutos y e2clusivos #l"ase libre mercado para todo o economía estatalizada al modo de los sistemas de plani3cación central(, no 1an tardado en sobrevenir *randes desastres. En el caso del ar*umento del libre mercado su punto de partida suele ser Lmás allá de se8alar 4ue es un mecanismo 4ue permite por lo *eneral obtener las mayores dosis de e3ciencia en las relaciones económicasL 4ue se trata de un fenómeno natural y
espontáneo, de modo 4ue lo arti3cioso es introducir ma4uinarias e2ternas y por encima de "l, como la del Estado. 0o 4ue podemos llamar fundamentalismo de mercado 1a inOuido decisivamente en las actitudes de la mayoría de los actores económicos a lo lar*o de las +ltimas d"cadas. :asta el punto de convertirse en elemento central de la famosa 7KA ()*ere is no alternative+ , lema 4ue presidió la propuesta de política económica mínima, 4ue ocupaba casi todo el espacio ideoló*icodoctrinal antes de $&&6. A pesar de 4ue en a4uellos a8os tambi"n se fue e2tendiendo la literatura sobre los fallos de los mercados #por eemplo, los de información(, su proyección sobre la política y las mentalidades fue bastante escasa. 5 todo ello se daba en unas condiciones en las 4ue las 3nanzas ocupaban un espacio cada vez mayor de la actividad económica, con lo 4ue en el centro del escenario de la economía *lobalizada se situaban comportamientos de naturaleza especulativa y, por tanto, de alto ries*o #cuando no de total incertidumbre(. 0a >ran /ecesión mostró la condición 4uim"rica de esta visión. esde entonces se 1an *eneralizado las discusiones sobre el fallo de mercado, y tambi"n sobre los supuestos metodoló*icos de al*unas de las teorías más frecuentadas por los partidarios radicales del libre mercado #nos referimos a las 1ipótesis de e2pectativas racionales y e3ciencia de los mercados(. Pero, más allá de eso, se 1ace necesario recuperar la simple pero fundamental idea de 4ue los mercados son simples creaciones 1umanas, no 1ec1os espontáneos de la vida, y 4ue es imprescindible edi3car instituciones y estructuras or*anizativas muy compleas, y *eneralmente tambi"n muy caras, para 4ue puedan funcionar con cierta normalidad. e la *ran crisis 3nanciera puede decirse, por tanto, 4ue representa una línea divisoria en la 1istoria del capitalismo contemporáneoD "sa es la tercera y fundamental cuestión 4ue a4uí e2ploraremos. -in embar*o, posiblemente es más acertado proclamar 4ue, en realidad, en los +ltimos a8os se 1a e2acerbado y 1ec1o al 3n muy visible una deriva 4ue el capitalismo fue ad4uiriendo a lo lar*o de los +ltimos treinta a8os. Básicamente, nos referimos a tres tendencias tan 3rmes como in4uietantes 4ue serán estudiadas en detalle en las pá*inas de este ensayoD la primera es la desmesurada escala y la importancia cualitativa ad4uirida por los mercados de capital, 4ue permite 1ablar de capitalismo ultra'nanciero. 0a se*unda es la desi*ualdad rampante como marca y se8a, lo 4ue 1ace 4ue *rupos sociales muy amplios 4ueden e2cluidos de su dinámica básica y de los obetivos de
pro*reso 4ue supuestamente persi*ue #por tanto, un capitalismo no inclusivo(. 5 la tercera, el c1o4ue creciente con la democracia, 4ue se concreta en la percepción *eneralizada de 4ue son los mercados 4uienes mandan, y 4ue a los *obernantes democráticos no les 4ueda sino aceptar pasivamente sus di,tats. En al*unos aspectos, sobre todo el de la desi*ualdad, la situación actual de los países desarrollados recuerda a la de 1ace un si*lo, cuando el capitalismo presentaba unas características 4ue lo 1acían odioso para amplias capas sociales, y 4ue fueron 4uedando atrás *racias a las *randes reformas sociales 4ue si*uieron a la -e*unda >uerra 9undial. esde ese punto de vista, y en una perspectiva de lar*o plazo, el capitalismo sin límites se muestra como el peor enemi*o de sí mismo. ?Puede el capitalismo salvarse de sí mismo@ Un buen n+mero de reOe2iones contenidas en este ensayo se re3eren en primera instancia a procesos y propuestas de índole más concreta, ya sea la necesidad de recuperar e4uilibrios en el sistema productivo, o la *eneración de políticas a favor de una meor distribución de la renta. Pero, en +ltima instancia, muc1as de esas reOe2iones remiten a la necesidad de ofrecer una respuesta en positivo a la pre*unta 4ue acabamos de formular. Por4ue reconciliar capitalismo y democracia e2i*e reformas profundas. urante los +ltimos a8os, se 1a repetido muc1o la demanda de reformas estructurales, 1aciendo casi siempre referencia a la necesidad de meorar el *rado de e3ciencia de determinada economía Ly el caso de Espa8a sería a4uí fácilmente reconocibleL, para obtener *anancias de competitividad ante las posiciones cada vez más fuertes de al*unos nuevos países #como los emer*entes( en el comercio internacional. Al*unas de esas reformas eran necesarias, otras acaso no tanto, pero en una visión de conunto presentaron el problema de ser unilaterales, ori*inando a veces más problemas de los 4ue resolvieron. Por eso, las reformas de las 4ue nosotros 1ablamos debieran ser e4uilibradas en el reparto de sus costes y bene3cios, y lle*arse a ellas a trav"s de amplios acuerdos, pues sólo así será posible re*resar al camino, 1oy tan a8orado, de un capitalismo inclusivo. ) Este libro se divide en tres partes. En la primera #capítulo '(, presentamos los principales problemas y tendencias 4ue más adelante serán e2aminados con un mayor *rado de detenimiento. 0o 1acemos partiendo de su identi3cación en los a8os recientes, intentando detectar cómo 1a sido su evolución desde el comienzo de la crisis. 0o 1emos titulado Al*o 1abremos aprendidoF, partiendo de la idea de 4ue todo período de di3cultad lo es tambi"n de aprendizae. En este caso, el
descubrimiento más notorio fue el asombroso olvido de al*unos problemas económicos básicos en el 4ue mayoritariamente cayeron las sociedades desarrolladas durante el período de e2pansión. A partir de $&&6, sin embar*o, conocimos Lo, meor, recordamosL el peli*ro 4ue representan las deudas fuera de cual4uier escala razonable. Comprendimos 4ue muc1os de los es4uemas y ar*umentos teóricos 4ue durante treinta a8os se usaron para interpretar la economía y sus avatares eran platónicos en alto *rado. 5 tambi"n comprobamos 4ue la democracia no es una con4uista de3nitiva, sometida como 1a estado en los +ltimos a8os a notables presiones desinte*radoras y a un aumento del malestar. -ólo entonces 1emos reconocido lo frá*il de nuestra prosperidad. 0a se*unda parte se adentra en un estudio más detallado de los 1ec1os económicos 4ue parecen ir con3rmando el fenómeno 4ue usti3ca el título de este ensayo. Comenzamos, en el capítulo $, analizando la evolución de las principales variables económicas desde $&&6. En particular, se*uimos la pista al difícil proceso de desendeudamiento, en torno al cual aparecen numerosos contratiempos colaterales. El más importante, la tendencia al estancamiento 4ue parece estar asomando con fuerza en economías muy variadas, particularmente las europeas. -e presenta tambi"n la evolución de las principales políticas 4ue se 1an desarrollado en estos a8os para 1acer frente al marasmo. Por +ltimo, se estudia la evolución de las reformas 3nancieras en este período, en las 4ue al*unos avances se 1an alternado con profundas decepciones. En el capítulo estudiamos lo 4ue consideramos es la peor cara del capitalismo contemporáneo, la creciente e intolerable desi*ualdad, 4ue en distintos aspectos 1a empeorado con la crisis. ebatimos a1í sobre la naturaleza y el ori*en del problema y proponemos al*unas vías para ponerle coto. Por su parte, en el capítulo Q nos centramos en la muy azarosa evolución del proceso de inte*ración europea en estos a8os en los 4ue L a4uí tambi"n con pasmoL 1emos reconocido 4ue el sistema de uni3cación en el euro está mal resuelto, y 4ue de no darse pasos 1acia importantes cambios institucionales y, sobre todo, 1acia un cambio en la mentalidad y la concepción del lideraz*o, ese proyecto está seriamente amenazado por la ruina. 0a tercera parte trata sobre la cultura económica del nuevo capitalismo. Es decir, nos acercaremos a1í a las ideas y controversias 4ue más a*itación 1an re*istrado en los +ltimos a8os, en al*unos casos de un modo claro, en otros todavía incipiente y no del todo satisfactorio. En el capítulo R, tomamos dos ideas, radicalmente e4uivocadas 4ue fueron ampliamente usadas en momentos diferentes, no sólo por economistas acad"micos, sino tambi"n, y sobre todo, por parte de los *obernantes más decisivos. Una de ellas Lla de la e3ciencia del mercadoL predominó antes de la crisisN la otra, la austeridad e2pansiva, a partir de
$&'&D lo 4ue las une es 4ue, 1asta 4ue se demostró su fondo e4uivocado, tuvieron *randes y muy ne*ativas consecuencias. En el capítulo S trataremos sobre la idea de mercado, sin duda el meor mecanismo conocido para la asi*nación e3ciente de los recursos. -in embar*o, mostraremos 4ue, en contra de una concepción muy e2tendida, los mercados no son un fenómeno natural, sino 4ue en muc1os casos 1an sido fruto de la acción de los estados. Abordaremos tambi"n la cuestión de los límites 4ue los mercados tienen para resolver por sí solos los problemas, así como otra discusión lar*amente poster*adaD la de sus límites morales. 5a en el capítulo T e2aminaremos el modo en el 4ue al*unos conceptos económicos 4ue fueron muy importantes en el pasado Lcomo el de ciclo o el trade-o entre obetivos de política económicaL resur*en a1ora con fuerza, y se proyectan 1acia el futuro como al*o de uso imprescindible para comprender a 4u" tipo de di3cultades nos enfrentaremos en los pró2imos a8os. Al 3nal aparecerá un concepto de política económica en el 4ue, leos de la idea simplista 4ue predominó en el +ltimo cuarto del si*lo !!, la compleidad y la di3cultad de elección son las notas dominantes. ;inalizamos con una conclusión *eneral en la 4ue 4uedará bien per3lada esa nueva piel del capitalismo de la 4ue 1ablamos. Una piel bao la cual, la economía y la democracia se se*uirán debatiendo en sus laberintos. Este ensayo se 1a bene3ciado de los comentarios y el estímulo crítico de un buen n+mero de cole*as y ami*os. Entre ellos debemos reconocer e2presamente nuestro a*radecimiento a avier Bilbao, >onzalo Caballero, Pablo *lesias /odrí*uez, -antia*o 0a*o, /amón 9áiz, 7omás 9anc1a, Albino Prada, osep /amoneda, os" 9aría -errano -anz, ;elipe -errano y /amón )illares. 5 tambi"n, desde lue*o, a 9aría Cifuentes, por su atenta y muy cuidadosa labor de edición.
CAP7U0< ' Al*o 1abremos aprendido espu"s de cada *uerra V al*uien tiene 4ue limpiar.V Ko se van a ordenar solas las cosas, V di*o yo. W-0AWA -G59B-JA, ;in y principioF
En el +ltimo párrafo de nuestro anterior libro escrito a dos manos, La torre de la arrogancia , se*unda edición de $&'$, describíamos nuestra percepción de 4ue 1ay una corriente de fondo 4ue empua 1acia un, azaroso pero muy real, retorno del XarteY de la política económica. Un fenómeno 4ue formaría parte de un proceso de cambio económico, político y social más amplio, 4ue a4uí 1emos denominado, en referencia a una obra clásica del pasado, una Xpe4ue8a *ran transformaciónY en la relación entre poder de los mercados y poder de la política. ?< tal vez no tan pe4ue8a@F. Esa obra clásica es la 4ue Jarl Polanyi publicó en 'ZQQ ()*e %reat )rans/ormation+ , en la 4ue consi*uió dar una e2plicación cabal de la cadena de desastres ocurridos durante el período de entre*uerras y los cambios trascendentales 4ue se produeron a partir de a1í en la economía y el conunto de la vida social del mundo desarrollado. Cuando ya 1an transcurrido varios a8os muy difíciles, tanto en lo económico como en lo político, sobre todo en Europa, desde la publicación de a4uel libro, cabe pre*untarse si efectivamente a1ora estamos más cerca de un escenario como el descrito en el apartado anterior. ?0o estamos@ A primera vista desde lue*o no lo parece. 0os desesperantemente lentos procesos de recuperación de la economía 1an traído consi*o no sólo el retorno, sino incluso una e2acerbación de los límites 4ue la dinámica de los mercados imponen al funcionamiento de las democracias. Ko es raro 4ue por todas partes suran lamentos en torno al deterioro de la calidad de la democraciaF, o incluso vivas alarmas sobre la capacidad de supervivencia de "sta en el lar*o plazo. Pero una mirada más atenta detecta su*estivos intersticios en los 4ue los elementos de cambio se cruzan con las inercias del pasado, y a veces las anulan. Es esa mirada la 4ue se intenta 3ar en este libro. Para 1acerlo, es imprescindible no sólo inda*ar en la situación de la economía y sus tendencias, sino ir más allá. Por eemplo, al 1ablar de las reformas
Luna palabra 4ue 1a percutido de un modo constante en la opinión p+blica de la mayoría de los países en los a8os recientesL creemos 4ue no basta con estudiar sus posibles efectos estrictamente económicosN por el contrario, es fundamental tener en cuenta el ue*o político en el 4ue tienen lu*ar y la forma en la 4ue distribuyen sus impactos en la estructura social. En ese sentido coincidimos con dos importantes economistas contemporáneos, aron Acemo*lu y ames /obinson, cuando a3rmanD 0as reformas económicas introducidas sin comprender sus consecuencias políticas, más 4ue promover la e3ciencia económica, pueden si*ni3car su reducciónF.' -i de al*o trata este ensayo es de asuntos de economía política. UK E7E/< EC
< 7odo ello tiene 4ue ver, en primer lu*ar, con lo e2traordinario del deterioro económico e2perimentado por numerosos países en estos a8os. En efecto, se puede a3rmar 4ue la sucesión de acontecimientos a partir de $&&6 adoptó derivas funestas en muy diversos, y a veces inesperados, aspectos. Primero fue la *ran crisis 3nanciera 4ue ad4uirió dimensión de catástrofe absoluta debido al ya c"lebre accidente de 0e1man Brot1ers. -i*uió la >ran /ecesión, es decir, la intensísima caída de la actividad económica real 4ue en $&&Z ad4uirió carácter de 1undimiento en el mundo industrializado. Continuó Lya en el ámbito europeoL con la crisis de deuda soberana, 4ue estuvo muy cerca de 1acer colapsar el conunto del sistema de inte*ración en el continente. Kumerosos países, sobre todo los inte*rantes de la eurozona, se internaron en una se*unda y dolorosa recesiónN y al*unos de ellos incluso lle*aron a tocar la tercera, al*o de lo 4ue 1ay muy pocos precedentes para períodos semeantes en toda la 1istoria del capitalismo. ;inalmente, y para colmo, ante lo limitado de las reformas en el sistema 3nanciero *lobal, se 1an vuelto a ori*inar burbuas en al*unos mercados, aumentando los temores de 4ue sobreven*an nuevos episodios de inestabilidad. Con esa sucesión de desastres, se 1ace difícil recordar 4ue en estos a8os tambi"n se 1an producido al*unas sorpresas positivas, como el buen comportamiento de los mercados emer*entes durante la primera fase de la crisis y el 1ec1o de 1aberse evitado, al menos por el momento, la aparición de una nueva era de proteccionismo *eneralizado 4ue, en al*+n momento, pareció ineludible. e lo 4ue no cabe duda, en todo caso, es 4ue la valoración de ur*encia 1ec1a por muc1os observadores en el dramático oto8o de $&&6 acerca de 4ue estábamos ante un momento 1istórico de virae, y 4ue la +nica comparación posible con el pasado remitía a la d"cada de 'Z&, se 1a visto plenamente
con3rmada en estos a8os. Un autor norteamericano, Bradford e0on*, 1a lle*ado a 1ablar de 0a %randísima Depresión , lo cual puede parecer e2a*erado, pero no lo es tanto cuando nos 3amos en al*unos países de la eurozona y comparamos su PB actual y el 4ue en $&&T se estimaba 4ue alcanzaríaD si se 1ace así, las p"rdidas de producción acumuladas en los a8os de crisis superan el $& [ en un buen n+mero de países.$ Como poco, estamos viviendo en una de esas 4ue se suelen llamar d"cadas perdidas, al*o evidente en países como Espa8a, donde los cálculos apuntan a 4ue, pese a la reciente recuperación, 1asta $&'T probablemente no se recuperará el nivel previo a la crisis. -on muc1os los analistas, sin embar*o, 4ue de un tiempo a esta parte van más allá de esa constatación para advertir 4ue estamos ante un período de prolon*ado estancamiento y deOación o, al menos, de escaso crecimiento de la actividad económica. El ar*umento del estancamiento secular (secular stagnation+ 1a sido muy frecuentado en la literatura económica desde 4ue lo resucitara el economista 0aHrence -ummers a 3nales de $&'. -i bien no se trata de una idea nueva, en el capítulo si*uiente mostraremos 4ue es a1ora cuando se está utilizando con profusión para intentar descifrar las di3cultades del porvenir. 5 es 4ue la posibilidad de estar ante un lento crecimiento prolon*ado y la di3cultad de crear empleo aparecen como un nuevo ras*o de la piel del nuevo capitalismo en el presente si*lo. El precedente apon"s de las dos +ltimas d"cadas resulta aterrador. Pero leos de lo 4ue creía el personae de enis iderot, ac4ues le ;ataliste, la 1istoria no está escrita en el cielo y podrían sobrevenir 1ec1os nuevos 4ue rompan radicalmente con esas tendencias 4ue a1ora llevan al pesimismo. :ablamos, por tanto, de un ries*o, no de una tendencia ine2orable, pero está fuera de duda 4ue los fenómenos vividos a lo lar*o de estos a8os dearán 1eridas duraderas. Una de las características más llamativas de esa cadena de di3cultades y da8os económicos 4ue 1an venido despu"s de la crisis de $&&6 es 4ue 1an sido, en buena medida, autoinOi*idos. En realidad, al*unas de las principales políticas diri*idas a ataar los problemas o bien los a*ravaron considerablemente o dieron ori*en a otros nuevos. estaca a4uí el llamado austericidio dentro de la eurozona, es decir, la obsesión por aplicar una política de consolidación 3scal a toda costa, en todas partes y a velocidad de crucero. Esta obsesión 1a llevado a aplicar políticas de recortes de los *astos sociales y de aumento de impuestos 4ue, en una situación de debilidad del consumo y la inversión del sector privado, lo +nico 4ue 1an 1ec1o es debilitar a+n más la economía y, como consecuencia, aumentar las presiones sobre el d"3cit y la deuda. Ciertamente, 1abía razones para la consolidación 3scal, pues la atención a los dese4uilibrios en las cuentas p+blicas se 1acía obli*ada cuando los niveles de deuda p+blica se colocaron en sendas difícilmente
sostenibles, en $&&Z. El error *ravísimo fue actuar como si se tratara de la $nica necesidad y 1acerlo a corto plazo. \ste 1a sido un buen eemplo de cómo las ideas Len este caso, una mala ideaL tienen consecuencias. EA- MUE 7EKEK C
mercados de bienes, tienen la virtud de meorar a corto plazo la e3ciencia en la asi*nación y aumentar el potencial de crecimiento a lar*o plazo.Q Por su parte, la obsesión por la amenaza de inOación demostrada por el Banco Central Europeo #BCE( durante la primera parte de la crisis, coincidiendo con la presidencia de eanClaude 7ric1et, es un eemplo clarísimo de la importancia 4ue puede lle*ar a tener la inercia de las ideas del pasado. Establecido desde los a8os noventa el principio de 4ue el +nico obetivo de la política monetaria es la ausencia de inOación, las autoridades monetarias de ;ráncfort tardaron un tiempo inverosímilmente lar*o en reconocer 4ue, si 1abía un verdadero enemi*o, era el contrarioD la deOación. ecimos inverosímil por4ue eso ya era obvio para otros muc1os bancos centrales desde a8os atrás. En esos a8os, un *rupo creciente de macroeconomistas propusieron superar los estrec1os obetivos de inOación establecidos en la d"cada de los oc1enta, de en torno a un $ [ anual, para así *anar már*enes para los instrumentos de política.R Pero tuvieron poca inOuencia. El con*lomerado tecnocráticointelectual de la banca central europea continuó defendiendo, bao la do*mática vi*ilancia del Bundesban], el banco central alemán, su viea y casi +nica idea de inOación cercana a cero. :ubo 4ue esperar a la lle*ada del italiano 9ario ra*1i a la presidencia del BCE y a su ya famoso discurso de recti3cación de la política monetaria, pronunciado en a*osto de $&'Q en la reunión de ban4ueros centrales en ac]son :ole, en el 4ue se8aló a la inOación persistentemente baaF como un peli*ro real para todos y reclamó por primera vez una política 3scal activa.S Pero ya 1emos se8alado 4ue la principal dirección de la política económica en Europa la 1a marcado el auste 3scal compulsivo. Como mostraremos más adelante #capítulo R(, en este ámbito encontramos un eemplo muy acabado de una idea de apariencia ri*urosa Lla denominada austeridad epansivaL 4ue sirvió para la le*itimación intelectual de una política 4ue, en realidad, acabó por tener importantes consecuencias prácticas ne*ativas. 5 ello a pesar de 4ue tal ar*umento no tardó en 4uedar desacreditado, cuando nuevos y bien fundamentados cálculos mostraron 4ue el impacto ne*ativo de la consolidación 3scal sobre su propio crecimiento #el llamado multiplicador 3scalF( era muy *rande, muc1o mayor en todo caso 4ue su contribución a los obetivos de reducción del d"3cit y la deuda del sector p+blico. Cálculos mal 1ec1os, teorías e4uivocadas. El problema es 4ue, por el camino, unos y otras produeron resultados 4ue afectan *ravemente a la vida de los ciudadanos. 5 es 4ue, por muc1o 4ue un *ran n+mero de economistas acad"micos Lacaso la mayoríaL se vean a sí mismos como cientí3cos puros, la
e2periencia de estos +ltimos a8os demuestra 4ue las ideas realmente importan #y no siempre para bien, como un idealismo trivial ima*ina(. En estas materias, las ideas y los intereses frecuentemente se intersectan, tendiendo a *enerar ue*os redistributivos y, en +ltimo t"rmino, ue*os de poder. E0 ;C0 CA9B< EK 0A- EA- EC
1istoriador de las ideas económicas P1ilip 9iroHs]i, a concluir 4ue nada 1a cambiado, 4ue la crisis no 1a lo*rado acabar con nin*una idea económica falazF. Para este economista se 1abría producido, por tanto, una verdadera vuelta al ordenF. -u planteamiento es radical Kin*uno de ellos ^los economistas 4ue 1abían errado_ fue despedido por incompetenteN nin*uno tuvo 4ue soportar rituales de de*radación de su estatus. 0os economistas no fueron e2pulsados de sus puestos en el >obierno. Kin*+n departamento de Economía fue clausurado como medida de a1orro de costesF.Z :ay un punto, al menos, en 4ue es obli*ado dar la razón a 9iroHs]i. Con semeante *rado de error en otras muc1as profesiones, el resultado reputacional 1ubiera sido diferente. -in embar*o, nosotros no compartimos esa visión planteada en esos t"rminos tan *enerales y taantes. 7al y como se8alábamos en nuestro libro anterior, La torre de la arrogancia# es característico de los procesos de cambio teórico 4ue se enfrenten a di3cultades no pe4ue8as, como el peso de la inercia mental, los intereses acad"micos establecidos #el 1ec1o, por eemplo, de 1aber invertido notables recursos económicos, intelectuales y de tiempo en la formación en un sistema determinado de ideas( e, incluso, el peso de los intereses de *rupos políticos o económicos a los 4ue aludía el apartado anterior. En el campo especí3co de la economía, además, se dan al*unas características de sociolo*ía del conocimiento 4ue 1acen difíciles y lentos los cambios profundos. 0a economía es, sin nin*una duda, la ciencia social más erar4uizada, con procesos de reclutamiento más de3nidos y cerrados, y la más aislacionistaF en relación con las demás, en el sentido de 4ue *ira en torno a sus propios conceptos y m"todos i*norando otras disciplinas como la 1istoria, la sociolo*ía o la teoría política. 0os economistas se ven asimismo como los cientí3cos sociales 4ue en menor medida creen en las virtudes del conocimiento multidisciplinarD un inOuyente trabao reciente muestra 4ue solamente un Q$,' [ entre los economistas norteamericanos cree en esas virtudes, frente a un T$,Z [ de los sociólo*os, un S6,$ [ de los 1istoriadores o un RZ,6 [ de los politólo*os.'& Por ello se 1ace más difícil 4ue abandonen su tradicional arro*anciaF. Por lo demás, la 1istoria de las ciencias sociales nos ense8a 4ue en los procesos de transformación social el campo de las ideas suele e2perimentar períodos de transición, a veces dilatados. -e se8ala a menudo, con razón, 4ue las *randes crisis económicas del pasado vinieron acompa8adas de revoluciones cientí3cas en el conocimiento económicoN sin embar*o, eso no ocurrió en nin*+n caso de un día para otro. 0a revolución ]eynesiana de los a8os treinta se prolon*ó durante más de una d"cada a trav"s de aportaciones diversas de economistas de
distintas partes del mundo, por muc1o 4ue el libro de o1n 9aynard Jeynes de 'ZS viniera a darle e2presión cabal. 5 con la revolución del nuevo liberalismoF de los a8os setenta ocurrió al*o parecido. 0o 4ue en los +ltimos a8os 1emos visto 1a sido un panorama compleo y contradictorio, en el 4ue es cierto 4ue al*unos ar*umentos 4ue constituían la ortodo2ia incontestable en $&&6 por momentos se 1an oído más alto Ly 1an tenido mayor incidencia sobre la formación de políticasL 4ue nunca, al mismo tiempo 4ue se 1an visto sometidos al fue*o cruzado de la crítica p+blica. Cual4uier observador atento 1abrá detectado en el escenario del conocimiento económico a partir de $&&6 tres características 4ue estaban absolutamente ausentes durante las d"cadas anteriores. En primer lu*ar, un difuso pero constatable malestar en la comunidad acad"mica, 4ue 1a conducido, por eemplo, a 4ue en diversos países se 1ayan multiplicado las discusiones en torno a la necesidad de dar un virae si*ni3cativo a los sistemas de formación de los economistas, introduciendo en mayor medida los estudios de 1istoria económica o las corrientes aenas al 4ue 1asta a1ora 1a sido mainstream.'' En se*undo lu*ar, se detecta un creciente contraste de teorías, sobre todo en el ámbito más pró2imo a la política macroeconómica, asunto del 4ue iremos tratando en los capítulos 4ue si*uen. 5 en tercer lu*ar, 1ay tambi"n un refuerzo en los intentos de buscar al*unos ar*umentos nuevos más allá de los marcos teóricos establecidos, 4ue incluso tienen su ocasional reOeo en al*unos trabaos de los e4uipos de investi*ación de or*anismos como el ;9, el Ban] for nternational -e`lements de Basilea #B-( o el Banco de n*laterra. ?Ko son los anteriores elementos típicos de las crisis cientí3cas@ Cuando observamos si*nos de cambio en el panorama de las ideas no pretendemos a3rmar 4ue estamos en presencia de una p"rdida de inOuencia *eneral del pro*rama de investi*ación neoclásico, ni desde lue*o nosotros lo propu*namos en esos t"rminos. Ko se dan dos condiciones imprescindibles para elloD ni 1a sur*ido un pro*rama analítico y metodoló*ico alternativo con fuerte consistencia y capacidad e2plicativa superior, ni las ideas establecidas 1an fallado en todos los campos. Al contrario, muc1o meor nos 1ubiera ido a todos Lpara estar prevenidos ante la posibilidad de un *ran s*oc, en la economía internacionalL si se 1ubiesen usado con más profusión al*unos ar*umentos y modelos aparecidos en d"cadas anteriores y a los 4ue el razonamiento neoclásico, 4uizás un tanto a re*a8adientes, 1abía dado ya carta de naturaleza. Así ocurrió al menos con al*unas aportaciones de la nueva economía de la información o de la nueva economía institucional.
Para los obetivos de este ensayo, la parte de los debates en curso 4ue más interesan son los relativos a los supuestos de e3ciencia natural e infalibilidad #omnisciencia( de los mercados 3nancieros, claves en el sistema de conocimiento económico 4ue predominó entre 'Z6& y $&&T. 5 a4uí sí se detectan movimientos profundos 1acia el cambio. 0a aplicación más radical de la idea de racionalidad a la macroeconomía y las 3nanzas La lo cual 1emos denominado en otro lu*ar la ilusión ultrarracional de las 3nanzasFL 1a 4uedado fuertemente despresti*iada en estos a8os, se*+n 1an acabado por reconocer al*unos de 4uienes fueron sus principales valedores en el pasado, entre ellos Alan >reenspan. 0A MU9E/A E0 <- 9E/CA< En un ensayo reciente de amplia divul*ación, el autor se pre*untaD ?Cómo es posible 4ue en medio de una crisis de mercado se pronunciara la frase de An*ela 9er]el sobre una Xdemocracia acorde con el mercadoY y apareciera como una visión@ 5 ?por 4u" se emprendieron esfuerzos para reparar los estados, pero no los mercados@ 0a respuesta esD por4ue casi todas las "lites políticas y sociales interpretan la teoría de 4ue el mercado es más sabio 4ue uno mismo como una ley naturalF.'$ Muizá sea más correcto a3rmar 4ue en estos a8os se nos 1an abierto los oos a una realidad con la 4ue convivimos en las d"cadas de e2pansión y a las 4ue la sociedad no parecía prestar su3ciente atenciónD la apoteosis de la idea de mercado. Pero resulta ciertamente c1ocante 4ue, despu"s de lo ocurrido con el sistema 3nanciero internacional en $&&6, se si*a a3rmando 4ue los mercadosF Lya se sabe 4ue cuando se utiliza esta e2presión se 1abla de los de capitalL realizan sus asi*naciones de recursos sin cometer errores sistemáticosN esto es, 4ue nunca se e4uivocan. El libre mercado es, sin duda, el meor mecanismo conocido de or*anización económica. ada la delicada combinación de sencillez y compleidad con 4ue reco*e la interacción entre los diferentes actores económicos, puede incluso usarse sin sonroo la e2presión la maravilla del mercadoF, puesta en circulación por el economista liberal ;riedric1 :aye]. Pero, en contra de lo 4ue :aye] creía, se trata de todo menos de un 1ec1o natural. 9uy por el contrario, los mercados son construcciones 1umanas. Ko nacen por sí solos, no se desenvuelven en un orden espontáneoF, sino 4ue se crean con 3nalidades especí3cas. El ya mencionado Jarl Polanyi demostró sobradamente este 1ec1o fundamental en su análisis de la realidad 1istórica desde 3nales del si*lo !). ;KAKGA- 7E9E/A/A-, ;UE/A E E-CA0A
0a insistencia en la 4uimera de 4ue el mercado es capaz por sí solo de resolverlo todo si se le dea operar con plena libertad resulta particularmente peli*rosa cuando 1ablamos de 3nanzas, una actividad absolutamente basada en relaciones de con3anza, taladrada 1asta la m"dula por problemas de información asim"trica y de carácter intensamente cíclico. Con estos ras*os, aceptar 4ue los mercados de capital son plenamente racionales y autosu3cientes, y a partir de a1í poner obstáculos para su estricta re*ulación p+blica, solamente puede traer nuevos e importantes desastres. Estas a3rmaciones son 1oy ampliamente compartidas, no sólo por la opinión p+blica de todo el mundo, sino tambi"n por numerosos e2pertos.' Pero no lo eran antes de $&&6D predominaba entonces una mentalidad 4ue contemplaba los mercados de capital de un modo completamente ilusorio, viendo en su funcionamiento uno de los meores eemplos de la racionalidad colectiva 4ue, supuestamente, la revolución de los Ouos de información 1abía traído consi*o. esde un punto de vista teórico ello se reOeaba en 4ue la teoría predominante en este campo Ldenominada :ipótesis del mercado e3cienteL daba por 1ec1a la e3ciencia natural de los mercados de capital. 5 ello se traducía en una pl"yade de estudios 4ue lle*aban siempre a parecidas conclusionesD el desarrollo de las 3nanzas, al mar*en de cual fuera su dimensión, se consideraba siempre como positivo para la marc1a de la economía, ya se tratara de impulsar el crecimiento, dinamizar la capacidad creativa o favorecer la meor distribución de la renta. 7oda esa visión Ldesde los supuestos a las conclusionesL está sueta a1ora a un escrutinio cruel, demostrándose 4ue lo cierto es más bien lo contrarioD 4ue siendo el desarrollo 3nanciero un factor de pro*reso económico cuando se mantiene por debao de una determinada escala, se convierte en una *ran r"mora y una fuente de innumerables problemas al crecer con desmesura. En distintos lu*ares de este ensayo mostraremos 1asta 4u" punto esos problemas constituyen *raves amenazas para el futuro. Baste por a1ora con reco*er la profunda autocrítica 4ue escribió en un importante artículo #oes ;inance Bene3t -ocietyF( el profesor de :arvard 0ui*i Gin*ales, uno de los autores 4ue más contribuyó en el pasado a difundir a4uella visión ilusoriaD Al defender todas las formas de 3nanciación, sin distin*uir el tri*o de la paa, 1emos perdido toda credibilidad para defender la contribución real de las 3nanzasF.'Q 7odo eso 1a ocurrido cuando los mercados de capital 1an alcanzado unas cotas superiores a cual4uier momento del pasado. Cálculos más bien conservadores apuntan a una e2pansión de un m+ltiplo de ,R en el peso relativo de los instrumentos de 3nanciación sobre la economía, entre 'Z6& y $&&T.
nstrumentos 4ue, además, en una porción cada vez más importante, son altamente so3sticados. Productos compleos, fruto de actividades de bricolae 3nanciero de difícil comprensión, *enerados en una dinámica inacabable de innovación, desre*ulación e internacionalización. Un mundo de 3nanzas en *ran medida temerarias y fuera de escala 4ue, de 1ec1o, se 1an convertido en la primera marca de identi3cación del capitalismo contemporáneo. Cuando 1ablamos de e2traordinario *rado de compleidad no sólo estamos pensando en la aparición de nuevos productos o en la capacidad de realizar inversiones especulativas en cual4uier momento, en cual4uier parte del mundo. :ablamos tambi"n de una profunda transformación en la dimensión temporal de las transacciones 3nancieras, dada su creciente velocidad, en unos t"rminos casi inasibles. En pocos a8os 1emos pasado de contar en se*undos el tiempo de ne*ociación de los contratos 3nancieros a 1acerlo en microse*undos y nanose*undos #e4uivalente a '&Z se*undos(, en una verti*inosa carrera *acia cero.'R Katuralmente, eso es al*o 4ue está fuera de la escala y de las posibilidades de control de la decisión 1umana. e a1í 4ue su funcionamiento vaya 4uedando en manos del nuevo y verdadero prota*onista de las 3nanzas contemporáneasD las má4uinas, *randes procesadoras de información a trav"s del uso de modelos matemáticos 4ue utilizan al*oritmos de *ran compleidad. -e*+n un importante *rupo de físicos, el mundo de las 3nanzas se encuentra ante una nueva fase de ocupación plena por las má4uinas, caracterizada por la proliferación de acontecimientos inferiores al se*undo ^la cual_ muestra una correlación intri*ante con el arran4ue del colapso 3nanciero de $&&6F.'S 0a posibilidad de 4ue en ese supuesto mundo perfecto de al*oritmos al*o se descontrole ori*ina una posibilidad real de caos, en una distopía casi absoluta.'T Al*o 4ue, a muy pe4ue8a escala, durante veinte interminables minutos ocurrió ya con en el famoso as*cras* de $&'&, cuando Wall -treet perdió 6S$.&&& millones de dólares en su valor de capitalización #4ue en las 1oras si*uientes fue recuperado(.'6 En el fondo de esta evolución tan desmedida está el 1ec1o de 4ue el capitalismo 1a estado y contin+a estando en trance de transformación en los +ltimos decenios. 5 esa muda de piel se 1a acentuado con la crisis. Al*unos autores, como el politólo*o norteamericano /obert /eic1 1an 1ablado de supercapitalismo ,'Z pero desde nuestra perspectiva, como consecuencia de la dinámica de cambios descrita, 1emos arribado a lo 4ue parece más correcto denominar /ase plena de capitalismo ultra'nanciero , una macrocefalia 3nanciera del capitalismo en la 4ue la dinámica del ries*o, el valor de la información, la
velocidad de las transacciones y el peso de la deuda en la actividad económica alcanzan proporciones de *ran desmesura, se*uramente a una escala desconocida en la 1istoria. En el ori*en de ese *ran salto de las 3nanzas desre*uladas está, desde lue*o, la tecnolo*íaD la revolución de las tecnolo*ías de la información estuvo más presente en este ámbito de la actividad económica 4ue en cual4uier otro. Pero tambi"n tuvo muc1o 4ue ver con ello la elección política. 0a desre*ulación e internacionalización de las 3nanzas fueron políticas deseadas por numerosos *obiernos, pero en al*unos países lle*ó muc1o más leos 4ue en otros. Un eemplo elocuente es lo ocurrido con el sistema 3nanciero de Estados Unidos y Canadá. -on dos países de cultura económica similar, 4ue comparten una lar*a frontera y 4ue tienen unas relaciones comerciales prácticamente de libre comercio. 0a crisis 3nanciera de $&&6 deó en Estados Unidos un rastro considerable de 4uiebras bancarias y de rescates p+blicos de empresas. -in embar*o, los efectos de la crisis de $&&6 en el sistema bancario de Canadá fueron imperceptibles. ?Cómo e2plicar este diferente efecto de una misma causa@ 0a respuesta está en las distintas políticas re*ulatorias del sector 3nanciero se*uidas en las d"cadas anteriores por ambos países. 9ientras Estados Unidos procedió a la práctica desre*ulación 3nanciera a partir de la d"cada de los noventa, Canadá mantuvo un elevado *rado de re*ulación microprudencial sobre los bancos y su política de cr"dito. Pues bien, en relación con todo eso aparece una de las mayores causas de decepción ante las respuestas a la crisis. A pesar de lo muc1o 4ue se repite la palabra reformas, en el campo en el 4ue acaso fueran más necesarias Lla mayor y meor re*ulación de los sistemas 3nancieros, sobre todo a una escala *lobalL se 1an dado pocos pasos efectivos, más allá de las *randes proclamas. Ello 1ace temer 4ue, en la salida de la crisis, el conte2to *eneral de inestabilidad 3nanciera no será muy diferente del de $&&6, por lo 4ue, en *ran medida, esa salida puede ser en falso. Al*o 4ue ya 1emos comenzado a entrever con las turbulencias de los países emer*entes o con las muc1as dudas 4ue suscitan una vez más al*unos sistemas bancarios. E->UA0A /A9PAK7E 5 E-CA/KAA Una de las más llamativas novedades 4ue 1a traído la crisis, y 4ue, unto con la macrocefalia 3nanciera, se constituye como el ras*o más de3nitorio de la nueva piel del capitalismo del si*lo !!, es el reconocimiento y la toma de conciencia sobre la creciente desi*ualdad, un verdadero santo y se8a de las sociedades desarrolladas de las +ltimas d"cadas. Enti"ndase bienD en $&&R, por eemplo, ya se
1ablaba de ese problema y e2istían al*unos estudios empíricos 4ue lo documentaban sobradamente. Pero se trataba de una corriente de literatura muy especializada, desarrollada en los már*enes de la corriente principal, y 4ue apenas trascendía a la opinión p+blica. Por el contrario, la mayoría de los economistas se consideraba aena a esta cuestión desde 4ue, a mediados de los a8os setenta, muc1os de ellos aceptaron sin obeción la tesis de la e2istencia de una contradicción entre la b+s4ueda de la e3ciencia y la de la i*ualdad. Esa tesis fue propuesta inicialmente en 'ZTR por Art1ur <]un, un economista 4ue, sin embar*o, era sensible a los problemas sociales.$& 0a cuestión no estaba tanto en reconocer la e2istencia de esa interferencia entre obetivos, sino en 1aberla entendido de un modo absoluto y unilateral. 0a prioridad recaía siempre, y sin discusión posible, en la e3ciencia, por lo 4ue el obetivo de i*ualdad fue 4uedando, sin más, descartado. Kadie planteó este conOicto y prioridad de un modo tan descarnado como /obert 0ucas, uno de los más inOuyentes economistas ortodo2os y premio Kobel, 4uien 1ace unos a8os escribióD e las tendencias 4ue son da8inas para una economía sana, la más seductora, y en mi opinión más venenosa, es poner el foco en la cuestión de la distribución. ^..._ El potencial para meorar la vida de la *ente pobre mediante la redistribución no es nada comparado con el potencial aparentemente sin límites de aumentar la producciónF.$' \ste es otro eemplo, y de los más importantes, de 4ue las ideas económicas, leos de circunscribirse a planos abstractos, traen consi*o importantes consecuencias para la vida de individuos y sociedades. Aun4ue el problema de la desi*ualdad estaba fuera del foco del debate entre economistas, sus consecuencias eran, sin embar*o, muy perceptibles. En un libro sobre las consecuencias morales del crecimiento económico, publicado un poco antes de la crisis, Benamin ;riedman a3rmaba con razón 4ueD 0a creciente intolerancia e incivilidad, y el deterioro de la *enerosidad y apertura 4ue 1an marcado importantes aspectos de la sociedad norteamericana en el pasado reciente, 1an sido, en una parte si*ni3cativa, consecuencia del estancamiento de los estándares de vida de la clase media durante el +ltimo cuarto del si*lo !!F.$$ 7odo indica 4ue a partir de $&&6 los problemas de desi*ualdad en la distribución de la renta y la ri4ueza no 1an deado de a*randarse, y no 1ay duda de 4ue las falsas soluciones políticas buscadas para intentar ataar la contracción económica provocada por la crisis 1an impulsado a+n más las disparidades. 0a recuperación de los e2cedentes empresariales y la recomposición de la ri4ueza 3nanciera 1an sido la contrapartida de las reducciones salariales y, sobre todo, del notable recorte e2perimentado por al*unos de los principales *astos sociales. 0a
presión 1acia la desi*ualdad 1a sido tan desmesurada Ly constatada por todo tipo de estudiosL$ 4ue, a1ora sí, 1a aumentado notablemente la intolerancia social ante el problema y amplios sectores sociales parecen despertar con amar*ura ante sus consecuencias. Ko sorprende, por tanto, 4ue, a partir de $&&6, al*unos de los te2tos de economía más notables Ly más leídosL se 1ayan centrado en el análisis de la desi*ualdad de la renta y sus consecuencias. Por eemplo, 3ault Lines , el libro de /a*1uram >. /aan de $&'&, aun4ue no se centraba propiamente en la cuestión distributiva, encontraba un vínculo para el caso norteamericano entre desi*ualdad #provocada por la continuada presión a la baa sobre los salarios( e inestabilidad 3nancieraD la baada sostenida de los tipos de inter"s del cr"dito 1ipotecario #una de las causas más inmediatas de la crisis( se 1abría llevado a cabo para evitar la tensión social 4ue podrían *enerar los baos salarios. -obre supuestos metodoló*icos muy diferentes, ames >albrait1 desarrolló en 4ne5uality and 4nsta!ility un poderoso ar*umento 4ue demostraba 4ue la creciente desi*ualdad era la otra cara de la moneda de un modelo macroeconómico 4ue enmascaraba una profunda tendencia a la inestabilidad #recu"rdese 4ue esos a8os fueron ilusoriamente llamados la >ran 9oderación(. 9ención aparte merece El capital en el siglo 664 , de 71omas Pi]e`y, 4ue 1a conse*uido colocar el problema del capital, los efectos económicos de la relación entre capital y trabao, y la relevancia de la distribución de la renta en el centro del escenario del debate y de la investi*ación económica. En este +ltimo caso, lo más sorprendente 1a sido la recepción masiva de sus contenidos, tratando a su autor periódicos y cadenas de televisión como si fuese una estrella de roc] . Esto viene a evidenciar la e2traordinaria sensibilidad social, por primera vez en cuatro d"cadas, ante el modelo cada vez más ine4uitativo de reparto de la renta y la ri4ueza. Es importante aclarar, con todo, 4ue la tendencia a la 4ue nos estamos re3riendo ata8e al mundo desarrollado. Pero cuando introducimos otro tipo de países, como los emer*entes, el análisis debe 1acerse más matizado. e 1ec1o, es inne*able 4ue las diferencias en renta y ri4ueza entre las economías industrializadas y las llamadas en vías de desarrolloF se 1an reducido en los +ltimos a8os, debido a la *ran ampliación de las clases medias en países como C1ina o Brasil, 4ue tanto pareció cambiar la naturaleza de sus sociedades. Un fenómeno de *ran trascendencia sobre cuya continuidad pesan a1ora muc1as dudas, dado el deterioro e2perimentado por las tasas de crecimiento de esas economías.
Por acudir de nuevo a la comparación 1istórica, la situación actual de los países industrializados recuerda a la llamada %ilded 7ge o elle 9po5ue de 1ace un si*lo. Es decir, a la edad dorada de la acumulación de ri4ueza por parte de un sector reducido. 0o recuerda 1asta tal punto 4ue en Estados Unidos se 1a popularizado la e2presión economía del ' [F. 0as consecuencias económicas de esta rampante desi*ualdad pueden lle*ar a ser notorias. Por eemplo, a ella suelen referirse autores como el economista /obert >ordon cuando vinculan sus advertencias sobre el estancamiento secular con la desi*ualdad. Pero, tal y como mostraremos en el capítulo Q, de mayor trascendencia aun son sus posibles efectos sociales, políticos y tambi"n morales. 5 es 4ue es a1ora cuando 1emos recordado una característica fundamental de la 1istoria del capitalismoD 4ue cuando la desi*ualdad se a*udiza, la economía de mercado c1oca frontalmente con la democracia. CUAK< 0A EC
Es el caso de o1n 9aynard Jeynes, cuya orientación política inteli*entemente conservadora le 1izo percibir 4ue la pervivencia del propio capitalismo e2i*ía esa e2tensión de su condición inclusiva. 0a *estión de la demanda a*re*ada de la economía y las menores desi*ualdades eran para "l dos caras de la moneda del pro*reso. A propósito de ello, es interesante recordar el análisis crítico del propio Estado del Bienestar 4ue desde su perspectiva mar2iana 1acía ames <Connor en La crisis 'scal del Estado #una de las +ltimas *randes aportaciones de esta corriente de pensamiento(. -e*+n <Connor, la e2pansión de los *astos sociales resultaba imprescindible para 4ue el Estado cumpliera con su función de le*itimación del capitalismo, permitiendo con ello la estabilización de su orden social básico, y en +ltimo t"rmino su supervivenciaD 0os *astos sociales son el coste 4ue el Estado 1a de pa*ar para obtener el consenso político y la le*itimaciónF.$R A partir de la d"cada de 'Z6& comenzó un proceso de lento retroceso de ese contrato social, empuado por la dinámica de la *lobalización y por los nuevos determinantes tecnoló*icos, pero tambi"n por factores ideoló*icos, en los 4ue las ideas económicas del nuevo liberalismo u*aron un notable papel a*lutinador. Es sabido 4ue en el arran4ue de ese proceso las revoluciones neoconservadoras en Estados Unidos y el /eino Unido sirvieron para proporcionarle un primer e importante impulso, 4ue no deó de crecer a lo lar*o de las d"cadas si*uientes. El +ltimo cuarto del si*lo !! 1a sido denominado muy certeramente la era de la fracturaF.$S En la mayoría de los países desarrollados Lmás en Estados Unidos 4ue en EuropaL, el espacio de lo p+blico frente a lo estrictamente privado, y la idea de 4ue la participación en ese espacio representa una virtud cívica de primer orden, e2perimentaron un replie*ue en toda re*la. 7oda una mentalidad social se fue asentando sobre la desinte*ración de los valores colectivos y la e2altación e2trema del individualismo, un fenómeno de *ran trascendencia en el 4ue probablemente eerció una notable inOuencia el ar*umento económico 4ue e2altaba la superioridad del mecanismo de mercado. Esa transformación ideoló*ica de fondo tuvo *randes consecuencias, tanto en un plano *eneral, como en otros más particulares. /especto a lo primero L4ue ya 1emos estudiado ampliamente en otro lu*arL,$T el efecto más destacado es el creciente despresti*io de la política. En un terreno más concreto esos cambios afectaron de un modo muy acusado a los principales *rupos sociales or*anizados, 4ue pasaron a ser eti4uetados como meros buscadores de rentasF. Es cierto 4ue en no pocas ocasiones se comportan como tales, pero esa visión olvida 4ue este tipo de or*anizaciones cumplen tambi"n funciones de intermediación y vertebración social, y 4ue su desfallecimiento dearía un vacío en el teido comunitario. -obre
todo en el aspecto crucial de la toma de decisiones mediante acuerdos. El caso más aireado es el de los sindicatos, sobre los 4ue se 1a ido e2tendiendo una capa de despresti*io social, al destacar su aspecto de estructuras burocráticas diri*idas a autoperpetuarse. -in embar*o, es difícil no pensar 4ue el debilitamiento sindical y la caída de las tasas de a3liación no 1ayan servido tambi"n para impulsar la presión sobre los salarios y, en +ltimo t"rmino, la creciente desi*ualdad. 9uc1o menos conocido es el fenómeno 4ue autores como 9ar] 9izruc1i, profesor de la Universidad de 9ic1i*an, 1a llamado Lpensando en el caso norteamericanoL fra*mentación de la "lite empresarialF. El ar*umento es 4ue a partir de los a8os setenta los miembros de esa "lite abandonaron toda preocupación 4ue fuera más allá de la cuenta de resultados y el inter"s a corto plazo de la empresa propia. Paradóicamente, a3rma 9izruc1i, las empresas norteamericanas consideradas individualmente tienen 1oy más poder político 4ue en cual4uier momento desde 'Z$&. Como *rupo, sin embar*o, están fra*mentadas. A diferencia de sus predecesoras en d"cadas anteriores, no tienen voluntad ni capacidad para acercarse sistemáticamente a resolver los problemas de su comunidadF.$6 -e trataría de un cambio notable 4ue, si por una parte eempli3ca la p"rdida *eneral de las referencias colectivas, por otra abunda en lo 4ue en una perspectiva de lar*o plazo pudiera ser una desle*itimación de las instituciones básicas del capitalismo. :iperindividualismo, disolución del teido social, fracturaD todo eso no 1izo sino apuntalar el retroceso del contrato social. Pero 1a sido en los a8os recientes cuando, en el conte2to de las di3cultades de todo tipo ori*inadas por la crisis, ese retroceso se 1a 1ec1o verdaderamente visible, 1asta alcanzar un estado crítico, como consecuencia de tres fenómenosD la ya mencionada desi*ualdad rampante, el deterioro de servicios básicos como la sanidad y la educación, y la p"rdida de *rados de libertad de las políticas p+blicas ante las presiones de los inversores en los mercados de capital. A3rmaciones como no sabía 4ue los mercados mandaran tantoF o no cumplo mis promesas, pero cumplo con mi deberF, pronunciadas por los dos +ltimos efes del >obierno espa8oles, o la reforma por la vía de ur*encia de la Constitución espa8ola para introducir una estricta re*la 3scal, no podían sino provocar una marea de descon3anza ciudadana en la propia idea de democracia. En este punto conviene recordar al*unas características sin*ulares de los sistemas políticos de los países avanzados 4ue tienen directamente 4ue ver con las tendencias de la economía, y en particular con la internacionalización de las 3nanzas. Características 4ue en absoluto 1an ido a menos desde el comienzo de la crisis, sino más bien 1a ocurrido lo contrario. Una muy conocida es 4ue las
diferencias entre iz4uierda y derec1a en el dise8o de las políticas o policyma,ing se 1an erosionado fuertemente.
del sistema económico 1acia una dinámica menos inclusiva y de mayor dese4uilibrio social. 0as consecuencias de esos cambios están ya a la vista, sobre todo en Europa. -on muc1os los países en donde la con3*uración política y el sistema de partidos tradicionales se están descomponiendo rápidamente, sur*iendo aparentemente de la nada movimientos políticos de carácter diverso, por lo *eneral populista, con frecuencia inclinados 1acia la e2trema derec1a y casi siempre con fuerte resentimiento antieuropeo. Es decir, el difuso y creciente estado de malestar visible ya en los primeros a8os de crisis está deando paso a todo un proceso de rebelión contra las "lites, una rebelión 4ue anuncia escenarios más compleos e inciertos en los 4ue el debate y el acuerdo podrían ser sustituidos por el conOicto como mecanismo de resolución de diferencias. 0os efectos del malestar no se limitan, en todo caso, al modelo de representación política. -e observan en diversos aspectos de la vida social, apuntando siempre a escenarios de fra*mentación e incertidumbre. Por eemplo, en lo ocurrido a partir de $&&6 con el capital social. Por esto +ltimo 1abitualmente entendemos el conunto de normas sociales no escritas 4ue inducen a los individuos a cooperar entre sí de un modo espontáneo. Una mayor dosis de capital social revela empatía con el entorno y deseo de participar en el ámbito p+blico. Pues bien, todos los estudios indican 4ue el retroceso de esta variable 1a sido espectacular. Por poner el eemplo de Espa8a, se 1a calculado lado una reducción de más de un $$ [ en sólo tres a8os #$&&6$&''(.' El panorama descrito en este apartado su*iere 4ue, unto a al*unos aspectos radicalmente modernos, estamos ante el retorno de al*unas de las características más a*restes y antipáticas del capitalismo 1istórico, lo 4ue en otro tiempo se llamó capitalismo salvaeF, caracterizado por llevar 1asta el 3nal, con impulsos marcadamente depredadores, la ló*ica de la ma2imización del bene3cio. Esa evolución se podría estar alzando como el peor enemi*o del propio capitalismo, por lo 4ue no es e2tra8o 4ue, al i*ual 4ue ocurrió en los a8os treinta con al*unos intelectuales y políticos moderados Lcomo Jeynes o lord William Beverid*eL, est"n sur*iendo a1ora desde dentro del propio sistema voces 4ue alertan sobre los peli*ros evidentes de la actual deriva. \se sería el caso de los 3nancieros >eor*e -oros, Warren Bue` y Kic] :anauer. Pero 4uizá nadie lo 1a e2presado con tanta rotundidad como el inteli*ente *obernador del Banco de n*laterra, 9ar] Carney, en una conferencia celebrada en 0ondres en $&'Q, si*ni3cativamente titulada nclusive Capitalism nitiativeFD 0os
e2cesos del sector 3nanciero y el Xfundamentalismo de mercadoY 4ue están en el ori*en de la crisis *lobal están destruyendo el contrato social de i*ualdad de oportunidades, resultados y usticia entre *eneracionesF.$ 0a batalla por la reconstrucción de ese contrato social será, sin duda, lar*a y complea, pero las evidencias acumuladas de los +ltimos a8os se suman a una dilatada e2periencia 1istórica para constatar 4ue de cómo se resuelva depende la efectiva reconciliación entre capitalismo y democracia sobre bases perdurables. 0< MUE :E9<- AP/EK<... Ko dees 4ue una buena crisis se mal*aste. Esta frase tan repetida, *eneralmente con acentos cínicos, puede servir para subrayar 4ue de los momentos de di3cultad se aprende y 4ue ello permite evitar caer en los mismos errores del pasado. ic1o más ri*urosamente, las decisiones de los a*entes económicos, ya sean p+blicos o privados, son el producto de procesos de aprendizae social ne*ativoF. En los +ltimos a8os, ?4u" 1emos aprendido@ 9uc1as pá*inas de los capítulos 4ue si*uen tratan de dar respuesta a este interro*ante de un modo detallado. En t"rminos *enerales, cabe a1ora distin*uir entre lo 4ue 1emos descu!ierto Les decir, el conocimiento de fenómenos nuevos o la revelación de la verdadera cara de otros sobre los 4ue en los buenos tiempos nos 1abíamos 1ec1o concepciones falsas yVo ilusoriasL y lo 4ue simplemente 1emos recordado , problemas 4ue en otro tiempo nos fueron familiares y 4ue vanamente creíamos 1aber superado para siempre. En cuanto a los descubrimientos, uno de los más importantes tiene 4ue ver con los límites de la información. 0a revolución tecnoló*ica de la llamada sociedad del conocimiento aporta *anancias importantes a la vida individual y colectiva, pero la crisis 3nanciera 1a puesto dramáticamente de mani3esto 4ue la multiplicación de los Ouos de información, y el acceso de las multitudes a ella, no *arantizan su buen uso. 9ás bien al contrario, comprobamos 4ue la sobreabundancia de información lleva con frecuencia a 4ue los actores económicos ten*an serias di3cultades para procesarla, con p"rdida de visiones de conunto. Esa idea de pleno dominio de la información y sus efectos se 1a revelado en *ran medida como un mito contemporáneo. Al i*ual 4ue ocurre con la pretensión de 4ue la innovación es fuente ininterrumpida de ri4ueza, a1ora sabemos bien 4ue en los mercados 3nancieros Lel ámbito de la economía en el 4ue la dinámica innovadora avanzó con más fuerza a lo lar*o de las +ltimas d"cadasL el rastro de desastres deado por una desmedida asunción de ries*os, 4ue se creía 4ue ya eran maneables en un mundo de información multiplicada, resultó letal para el conunto de la economía.
)inculado al reconocimiento de 1aber padecido una amplia ilusión tecnológica *eneralizada va unido a la evidencia de la ilusión del conocimiento. 5 es 4ue por muc1o 4ue, como 1emos dic1o, al*unas ideas 4ue parecían superadas en $&&6 1ayan vuelto a tener reconocimiento en círculos acad"micos, no parece 4ue al menos durante un período bastante prolon*ado, nociones como la de plena racionalidad de los operadores 3nancieros, ausencia de ries*o en la inversión en productos derivados, o la idea de un mundo sin ciclos, consi*an impre*nar la mentalidad colectiva, tal y como ocurrió en el pasado. Parece 4ue, al menos en este punto, al*o 1emos aprendido. 0< MUE :E9<- /ECA< Pero uno de los elementos distintivos de esta crisis es 4ue muc1os de los *raves problemas sur*idos no son novedades absolutas, sino 4ue ya 1abían tomado forma en diferentes momentos del +ltimo si*lo, con manifestaciones no demasiado distintas. Es decir, a partir de $&&6 1emos ido identi3cando problemas cuya e2istencia casi 1abíamos olvidado durante el lar*o período de bonanza y 4ue la crisis *lobal 1a puesto de nuevo de mani3esto en toda su crudeza. A veces, como en el ya mencionado caso de la desi*ualdad, ese olvido 1a sumado a muc1os en el estuporD ?cómo es posible 4ue 1ayamos olvidado un problema tan *rave durante tanto tiempo@ ebemos a Albert :irsc1man el estudio clásico sobre la importancia de los problemas olvidados en los procesos económicos #en su caso, referidos al movimiento 1acia el desarrollo(. En 1ourneys )o:ard Progress , el *ran profesor del nstituto de Estudios Avanzados de Princeton distin*uió entre los problemas apremiantes de cada "poca Les decir, a4uellos en los 4ue 4uienes los sufren tienen acceso adecuado a los *obernantes y presionan para 4ue los introduzcan en la a*enda políticaL y los problemas olvidados, en los 4ue sus afectados carecen de esa posibilidad. -in embar*o, en determinadas circunstancias, se*+n :irsc1man, e2iste la posibilidad de un acceso forando una cone2ión entre el problema olvidado y el problema privile*iado mediante la demostración de 4ue el primero se encuentra en la base del se*undoF. Pues bien, cone2iones de ese tipo se 1an dado con cierta intensidad en los a8os recientes. Además de la poster*ación de la distribución de la renta, ya comentada, la >ran /ecesión 1a puesto de mani3esto la presencia de problemas olvidados durante el lar*o período 'Z6&$&&T en tres planos principales de la dinámica del capitalismo actual. Por un lado, en la dinámica de la internacionalización. Por otro, en el carácter esencialmente inestable de la economía de mercado, sobre todo si
como a1ora ocurre su sector más dinámico son las 3nanzas. En tercer lu*ar, en la insu3ciencia de las respuestas simples y es4uemáticas a la conOuencia de problemas económicos de *ran compleidad. A continuación se presentan de un modo muy resumido. Con respecto al primer punto, si se 1ubiese planteado 1ace sólo unos a8os la posibilidad de 4ue la *lobalización cambiara de rumbo para e2perimentar un retroceso 1ubiese sido motivo de sarcasmos. -in embar*o, sabíamos 4ue el amar*o 3n de la primera *ran oleada de internacionalización del capitalismo en las d"cadas 4ue precedieron a la Primera >uerra 9undial 1abía llevado a un retroceso de la *lobalización. e a1í 4ue 1istoriadores económicos como :arold ames advirtiesen antes de $&&6 4ue al*o parecido podría ocurrir en el presente.Q A1ora, sin embar*o, sabemos 4ue no puede descartarse un replie*ue si*ni3cativo de la *lobalización Lal menos de su descarado ses*o 1acia los mercados de capitalL, por las muc1as contradicciones 4ue acarrea. Muizás 1a sido ani /odri], profesor de :arvard y Princeton, el economista 4ue, en su libro La parado;a de la glo!ali"ación# 1a sabido llevar con mayor ri*or el ar*umento esc"ptico respecto a esta cuestión.R )inculado a este asunto, y aun4ue en principio pudiera parecer al*o de muy distinta naturaleza, está la cuestión del modelo de especialización sectorial 4ue se 1a ido imponiendo en la mayoría de los países desarrollados. A lo lar*o de los a8os de e2pansión, el ee vertebral de ese modelo lo 1an ocupado cada vez con mayor intensidad los servicios, y muy especialmente los 3nancieros, 4ue, como 1emos reiterado, 1an sido los verdaderos prota*onistas de la actual *lobalización. El pro*resivo olvido de la industria es una de las características más marcadas de la dinámica económica de ese período. Pues bien, a1ora 4ue muc1os países, como en el mani3esto caso de Espa8a, redescubren 4ue la debilidad de sus estructuras industriales los 1ace más vulnerables a la sucesión de s*oc,s en la economía internacional, la idea de recuperar la puanza industrial cobra fuerza. Con la crisis 1emos recordado las virtudes de la industriaS Ltambi"n en el plano cívicoL y los importantes ries*os asociados al 1ec1o de tener un sistema productivo altamente dese4uilibrado desde el punto de vista sectorial. El se*undo *ran olvido, 4ue aparecerá de un modo reiterado a lo lar*o de este libro, es el de la naturaleza esencialmente cíclica de la economía capitalista. Un olvido 4ue permitió 4ue se 1iciera predominante la falsa y peli*rosísima idea de 4ue estábamos al 3n a salvo de las *randes turbulencias y contracciones. 0o e2presó con mayor claridad 4ue nadie, tambi"n en este punto, /obert 0ucas, el problema de la prevención de depresiones 1a sido resuelto en todos sus aspectos para muc1as d"cadasF.T Es decir, se lle*ó a creer 4ue los ciclos económicos eran
una anti*ualla, al*o 4ue pertenecía a un cada vez más remoto pasado. < para decirlo de un modo más preciso, en los modelos económicos aceptados las Ouctuaciones e2istían, pero eran perfectamente re*ulares y se autocorre*ían. El problema estuvo en 1ab"rselo creído demasiadoN es decir, en forzar el encae de la realidad en tales modelos,6 1asta el punto de elaborar una visión e2traordinariamente idealizada 4ue acabó por trasladarse con fuerza al ámbito de la política. Por4ue si el mundo es perfectamente estable y los problemas circunstanciales se arre*lan por sí solos, ?para 4u" son necesarias las cautelas y los controles, a 4u" viene cual4uier intervención e2terna como la de los poderes p+blicos@ En t"rminos más *enerales, la banal pretensión de 1aber superado los ciclos económicos era la más acabada e2presión de la ilusión del conocimiento. 7al ilusión 4uedó violentamente desmentida por los acontecimientos 4ue si*uieron a la 4uiebra de 0e1man Brot1ers. A1ora, sin embar*o, 1a re*resado con muc1a fuerza la idea de ciclo, sobre todo en el ámbito fundamental de las 3nanzas.
duración de la crisis europea. En se*undo lu*ar, 1ay 4ue centrarse en los enemi*os verdaderos, y olvidar los puramente ima*inarios, como de un modo tan reiterado 1a ocurrido con la inOaciónD obsesionados con su fantasma, muc1os *obernantes y ban4ueros centrales, en particular en la eurozona, 1an mal*astado sus fuerzas y perdido tiempos preciosos 4ue 1ubieran debido dedicar a prepararse para afrontar un problema a1ora mismo muc1o más real, la amenaza de deOación. En este punto llama de nuevo la atención 4ue, contra lo 4ue en principio se podía esperar #y frente a lo 4ue solemnemente proclamaron a partir de $&&6 en reuniones como las del >$&(, los +ltimos en reaccionar 1ayan sido los *obiernos democráticos, paralizados por la falta de ideas #o la inercia de las malas ideas(, la crisis *eneral de la política y, con frecuencia tambi"n, por el miedo. ;rente a esta parálisis de los *obiernos, or*anismos no ele*idos #ademocráticosF(, como son al*unos bancos centrales y al*unas a*encias re*uladoras, fueron cambiando sus líneas de actuación de un modo muc1o más rápido y consistente. En el caso europeo el BCE acabó por tomar la delantera a los *obiernos nacionales y a la Comisión Europea en su reacción ante las amenazas de estancamiento y deOación. 7odo ello no puede verse sino como una notable anomalía Lotra másL desde un punto de vista *enuinamente democrático. El +ltimo de los *randes problemas olvidados es el de 4ue la política p+blica 1a de asumir necesariamente un alto *rado de compleidad para 1acer frente a entornos económicos complicados. 5 es 4ue una característica muy marcada de la lar*a fase de e2pansión fue la pretensión de 1aber con3*urado al 3n pro*ramas de política económica 4ue se acercaban muc1o a lo 4ue se de3nía como política óptimaF, 4ue sería a4uella 4ue permite una continuada y sostenida *anancia de credibilidad ante los mercados de capital. Esta visión se estructura en un es4uema muy simpleD impacto mínimo #lo 4ue 1emos llamado en otro lu*ar política de *rado ceroF(,Q& de3nición muy vinculada a un obetivo casi e2clusivo #la tasa de inOación en niveles muy baos( y un es4uema institucional en el 4ue desempe8an papeles centrales la independencia de los bancos centrales y la preferencia por las re*las frente a los criterios discrecionales #el conocido rules rat*er t*an discretion(. 7odo este es4uema 1a sido puesto seriamente en cuestión por la sucesión de desastres de los +ltimos a8os. Es al*o 4ue 1a ocurrido en varios planos, pero a1ora nos centraremos en el 4ue se*uramente sea el más importante de ellos, el problema de la interferencia entre obetivos, cuya manifestación más *rave es la relación de conOicto o trade-o . Es decir, a4uella situación 4ue se da cuando avanzar por el
camino 4ue lleva a alcanzar una meta de la política económica 1ace imposible conse*uir otra, siendo ambas i*ualmente necesarias y deseables. Este problema fue considerado durante muc1o tiempo como uno de los principales obstáculos para de3nir políticas económicas con un *rado aceptable de consistencia interna. En los a8os setenta, cual4uier manual de política económica incluía lar*os apartados sobre esta cuestión. Un eemplo paradi*mático era la disyuntiva subyacente a la curva de P1illipsD dado 4ue combatir la inOación y el desempleo es contradictorio en sus t"rminos, ?4u" debemos ele*ir Ly por tanto, 4u" sacri3carL en cada momento@ Esta +ltima es la cuestión clave del problema del trade-o D 4ue obli*a al decisor político a ele*ir continuamente entre contrarios. 5 esa elección no tiene por4u" ser siempre la misma, sino 4ue debiera ser mutante, con viraes 4ue pueden ser de '6& *rados en función de las circunstancias cambiantes de la economía. El trade-o , por tanto, encierra un permanente dilema en el corazón de la política p+blica. urante las d"cadas si*uientes, el creciente predominio de la noción de política permanentemente óptima fue convirtiendo el del trade-o de políticas en un problema en *ran medida olvidado. espu"s de $&&6, sin embar*o, 1a resur*ido con toda su crudeza debido a varias razones. 0a más importante es la necesidad indeclinable de avanzar en el desapalancamiento 3nanciero, un obetivo 4ue entra en contradicción absoluta con cual4uier estrate*ia Ltambi"n imprescindible si se pretende salir del marasmoL para superar el permanente estado de trampa de li4uidez, una de las claves de la lar*a duración de la crisis. -e trata de un fenómeno 4ue no tiene nada de coyuntural. Por el contrario, todo indica 4ue "ste será uno de los principales vectores 4ue marcará la evolución económica durante un período prolon*ado. Pero no es el +nico fenómeno de conOicto entre obetivos 4ue cabe detectar en la vida económica de a1ora mismo. Por eemplo, ?debemos fomentar la capitalización de los bancos o su contribución a la recuperación del cr"dito@ ?ebemos poner el "nfasis en la consolidación 3scal o en el crecimiento@ E2aminaremos estas cuestiones en el capítulo T, donde veremos cómo el problema puede alcanzar alternativas muy *eneralesD el corto frente al lar*o plazo, las reformas frente a las políticas coyunturales o los condicionantes económicos de la decisión frente a los políticos. 0o 4ue a1ora ya constatamos es 4ue, frente a esos entornos compleos, las fórmulas simples y sumarias de política económica #política mínima, re*las rí*idas, etc"tera( son mani3estamente insu3cientes y acaso suicidas. 0a propia política, por tanto, 1a de asumir esa condición complea. 5 la teoría de la política económica, sancionarlo.
PEMUEA >/AK 7/AK-;9AC=K :emos aprendido, 1emos recordado. Pero cunde tambi"n la impresión de 4ue, en realidad, en torno a lo fundamental nada 1a cambiado. < peor a+n, 4ue nunca desde 1ace un si*lo 1abían tenido tanta fuerza y prota*onismo ideas y tendencias mani3estamente opuestas a a4uel aprendizae. 0as dos cosas Lcambios importantes 1acia delante y re*resos al pasadoL son probablemente ciertas, aun4ue a primera vista resulte desconcertante. Asistimos a una velada batalla entre lo vieo y lo nuevo de la 4ue es difícil saber cómo saldremos. Este libro no es un eercicio de prospección, sino más bien de observación y análisis de los movimientos operados en relación con todo ello a lo lar*o de los +ltimos a8os. En nuestro ar*umento central resaltan los elementos de analo*ía con a4uel lar*o y compleo proceso a 4ue se re3ere la e2presión *ran transformaciónF. Elementos muy interesantes pero, con frecuencia, tambi"n in4uietantes, entre los 4ue destacan los cuatro si*uientesD '( la profunda inestabilidad y volatilidad de la vida económica c1oca con la 4uimera, a+n viva, de 4ue el mercado se basta para corre*ir esos problemas. $( El miedo Lalimentado por d"cadas de pensamiento económico antiestatistaL a 4ue la intervención p+blica *enere problemas mayores ata las manos de los *obiernos cuando más necesaria es su actuación, lo 4ue acaba por multiplicar los errores en la de3nición de las políticas y, con frecuencia tambi"n, sume a los re*uladores de políticas o policyma,ers en el desconcierto. ( 0a plena con3anza en las virtudes intrínsecas de la internacionalización económica encierra *randes peli*ros cuando se presenta de un modo tan dese4uilibrado a favor de los mercados de capital, tal y como ocurre en el mundo contemporáneo. Q( 0a desi*ualdad alcanza límites tan elevados 4ue crea obstáculos cada vez mayores para el crecimiento económico y el funcionamiento de la democracia. 5 todo ello en un entorno marcado por un fenómeno nuevo, 4ue tiene un potencial desestabilizador muy *randeD la escala desmesurada de las modernas 3nanzas desre*uladas. Elementos todos ellos 4ue con3*uran la nueva piel del capitalismo, con sus dilemas para la economía y la democracia. Por utilizar una terminolo*ía un tanto en desuso, en torno a esas cuatro tendencias no dean de crecer las contradicciones desde el comienzo de la crisis 3nanciera, alcanzándose ya en al*unos aspectos cotas e2plosivas. 5 ello sin salir del ámbito estricto de la economía. Por4ue la cosa se complica e2traordinariamente cuando se introducen las dimensiones metaeconómicas de esas contradicciones, ya sea en el plano social, político o de la moral p+blica. Ampliando el campo de aplicación del ar*umento de Acemo*lu y /obinson, reco*ido en los primeros párrafos de este capítulo, sostenemos 4ue las consecuencias políticas y sociales de perseverar en esas contradicciones las 1acen insostenibles en una perspectiva de
medio o lar*o plazo, dado el enorme ries*o 4ue acarrean para la pervivencia del contrato social básico. Aspectos demasiado importantes de la vida colectiva, 4ue 1an alcanzado cotas de pro*reso y virtud cívica como nunca antes se 1abían conocido, están siendo a1ora puestas seriamente en cuestión. e a1í 4ue sea fácil ima*inar 4ue acaben apareciendo reacciones sociales más fuertes 4ue las 4ue 1asta a1ora 1emos conocido. El problema podría ser la forma 4ue tomen esas reacciones. Una, al menos, pe4ue8a transformación parece, por tanto, cuestión de tiempo. \sa es la lección 4ue se puede e2traer del período de entre*uerras del si*lo pasado cuando la presión de los movimientos sociales y el propio conOicto b"lico sentaron las bases de la *ran transformación. A1ora los síntomas, por muc1o 4ue a veces sean inconsistentes o disformes, van estando cada vez más a la vista. 0os capítulos 4ue si*uen intentan mostrarlo. '. Acemo*lu y /obinson #$&'(. $. )"ase e0on* #$&'Q(. .
''. 0as mayores y más interesantes discusiones se 1an dado en el /eino Unido. -on de muc1o inter"s en ese sentido los debates resumidos por iane Coyle #$&'$, $&'Q(, 4ue tuvieron amplio se*uimiento, sobre todo 71e mainstream economics curriculum needs an over1aulF, voE= , Q de mayo de $&'Q. 7ambi"n los or*anizados por la PostCras1 Economics -ociety de la Universidad de 9anc1esterD Economic, Education and Unlearnin*F, abril, $&'Q. '$. )"ase -c1irrmac1er #$&'Q(, p. 'RR. '. Por eemplo, en $&'Q sólo el Q [ de los norteamericanos adultos creían 4ue las 3nanzas son buenas para la economía #C1ica*o Boot1Jello** -c1ool ;inancial 7rust nde2 # diciembre de $&'Q(. 5, 4uizá más si*ni3cativo, el RT [ de los lectores de )*e Economist estaban en desacuerdo con la e2presión la innovación 3nanciera impulsa el crecimiento económicoF. /eco*ido en Gin*ales #$&'R(. 'Q. Gin*ales #$&'R(, p. . 'R. )"ase :aldane #$&''(. 'S. o1nson et al. #$&'(. 'T. os películas de est"tica e intención muy diferentes, &argin >all y &etrópolis , tratan de ese mundo de *randes 3nanzas *obernadas por má4uinas. '6. )"ase Arias #$&'Q(. 'Z. )"ase /eic1 #$&&T, $&''(. $&. <]un #'ZTR(. $'. )"ase 0ucas #$&&Q(. $$. ;riedman #$&&Q(, p. Z. $. )"ase, por eemplo,
sus libros 3nales, como 4ll 3ares t*e Land #ed. esp.D 7lgo va mal , 9adrid, 7aurus, $&'&(. $R. <Connor #'ZT(, p. $'. $S. )"ase /od*ers #$&''(. $T. )"ase Arias y Costas #$&'$(, capítulo T. $6. 9izruc1i #$&'(, p. Q. $Z. -obre la relación tiempomercados y tiempopolítica, v"anse Pec] y 71eodore #$&'R(, Esposito #$&''( y Arias y Costas #$&'$(. &. /eco*ido en El País# T de unio de $&'S. '. -e*+n datos de ;ernández de >uevara et al. #$&'R( para la ;undación BB)A. $. Ban] of En*land c1ief 9ar] Carney Harns of risin* ine4ualityF, )*e 4ndependent , $6 de mayo de $&'Q. . )"ase :irsc1man #'Z6'(, p. 'Z. Q. )"ase ames #$&&(. R. )"ase /odri] #$&''(. S. )"ase Costas #$&'Q(. T. 0ucas #$&&(. 6. )"ase Blanc1ard #$&'Q(. Z. Ambos autores 1abían 3*urado entre los principales promotores del sistema de ideas 4ue conduo a la fatal presunción de 4ue 1abíamos alcanzado al 3n un orden de pro*reso estable e inde3nido. Blanc1ard, por eemplo, sentenciaba en $&&TD El estado de la macroeconomía es buenoF. 5 Bernan]eD Una de las características más asombrosas del panorama económico de los +ltimos veinte a8os apro2imadamente 1a sido un declive sustancial en la volatilidad económicaF #Bernan]e, 71e >reat 9oderationF, discurso, $&&T(. -obre todo ello, v"ase
9iroHs]i #$&'(, pp. $QQ$T6. Q&. )"ase Arias y Costas #$&'$(, pp. $TT$6'.
CAP7U0< $ Una recuperación por sendas escabrosas ^_ en los +ltimos diez a8os se 1abrán acumulado letras de cambio insatisfec1as por valor de casi un millón El empleado efe *ui8aba con malicia el oo y decía unas palabras 4ue no todos entendíanD consecuencias psicoló*icas de la "poca. AK7$& en su primera reunión, celebrada en Was1in*ton en noviembre de $&&6. En se*undo lu*ar, de repente se descubrió 4ue a lo lar*o de la etapa del !oom se 1abía creado una *i*antesca bomba de deuda en el mundo desarrollado L muc1o mayor de lo 4ue se creíaL, 4ue estaba fuera de control. Para reconducir esa situación a niveles maneables era necesario proceder a un desapalancamiento masivo y ordenado de los sectores privados y p+blicos en al*unas de las principales economías. En tercer lu*ar, se 1izo evidente para todos 4ue el ori*en de la crisis se encontraba claramente en el cambio de escala y la dinámica de transformación de los mercados 3nancieros *lobales, lo 4ue 1emos llamado 1iper3nanciarización del capitalismo. Pero, a la vez, se descubrió con sorpresa la ausencia de estructuras de re*ulación adecuadas, tanto a nivel nacional como *lobal. Era prioritario, entonces, construir una nueva go!ernan"a internacional , es decir, levantar ar5uitecturas
'nancieras glo!ales. Paralelamente 1abía 4ue redoblar los esfuerzos para evitar 4ue los países entrasen en una escalada proteccionista como la 4ue 1abía tenido lu*ar en los a8os treinta del si*lo pasado. Ambas tareas fueron proclamadas con *ran fuerza retórica en la mencionada primera reunión del >$&.
5, en cuarto lu*ar, en una perspectiva temporal más dilatada, se 1izo tambi"n evidente 4ue era necesario reconstruir los sistemas productivos para recuperar el potencial y las sendas del crecimiento a lar*o plazo previas a la crisis. En este capítulo analizaremos cómo la crisis de $&&6, al i*ual 4ue ocurre cuando baa la marea y permite ver 4ui"n se estaba ba8ando desnudo, tuvo la virtud de dear al descubierto con toda su intensidad las consecuencias de la dimensión 1iper3nanciera 4ue el capitalismo 1abía ido ad4uiriendo desde la d"cada de los oc1enta, cuando los *obiernos comenzaron a desmontar las salva*uardas 4ue 1abían funcionado durante el medio si*lo anterior. A la vez, e2aminaremos cómo se 1an ido afrontando esos cuatro *randes y difíciles cometidos, así como los resultados alcanzados 1asta a1ora. En relación con la primera de esas tareas 4ue acabamos de mencionar, la amenaza de un derrumbe *eneralizado de la economía, 4ue parecía más 4ue probable durante la primera parte de $&&Z, fue desactivada a trav"s de los pro*ramas de estímulo 4ue prácticamente todos los *obiernos del >$& pusieron en marc1a ese a8o. entro de ese *rupo se encontraban tambi"n las *randes economías emer*entes, como la c1ina, 4ue fueron las 4ue prota*onizaron la recuperación más rápida y vi*orosa. En nuestro libro anterior, La torre de la arrogancia# 1emos e2plicado con detalle esos pro*ramas y sus consecuencias. Aun4ue sus efectos secundarios fueron dolorosos, sobre todo en la forma de *randes desaustes en las cuentas p+blicas, creemos 4ue el coste de no 1aberlos puesto en marc1a en a4uel momento 1ubiera sido muc1o mayor. Aun4ue nunca sabremos 4u" 1ubiese ocurrido de no 1acerlo, al*unos estudios muestran 4ue sin las políticas monetarias y 3scales ultrae2pansivas de $&&Z la contracción de la actividad y el empleo 1abría tomado formas de cataclismo.' Pero es verdad 4ue, a partir de ese momento, aparecieron nuevos y *raves problemas, de modo 4ue la crisis fue conformándose como lo 4ue, tambi"n en La torre de la arrogancia , 1emos llamado un *enio mali*no con muc1as carasF. 0o 4ue parece ser la solución en un momento sur*e como nuevo y peli*roso problema en el si*uiente. Es por eso 4ue, en nuestra opinión, para reOe2ionar acerca del sentido 1istórico de esta crisis #obetivo +ltimo de este libro( es imprescindible saber 4u" 1a ocurrido con las otras tres tareas 4ue antes mencionábamos, cuando ya 1an pasado
oc1o lar*os a8os desde 4ue fueron formuladas. ?:a 1abido avances si*ni3cativos en la reducción *eneral de los niveles de deuda@ ?Cabe 1ablar de un cambio real en las estructuras de la re*ulación 3nanciera a escala nacional y supranacional@ ?-e 1an eliminado los *raves dese4uilibrios de fondo en la economía internacional #el llamado glo!al im!alance(@ 5, 4uizá más importante a+n, ?1an aparecido se8ales 4ue apunten a una recuperación consistente, con una perspectiva a lar*o plazo, de la actividad productiva en las economías industrializadas@ En los apartados si*uientes intentaremos dar respuesta, basada en datos contrastados, a estos interro*antes fundamentales. A=- A 0<- 7E9P<- K9A0E-$ /ecesiones repetidas. Amenazas deOacionistas. Pervivencia de altísimos niveles de deuda acumulada, pese a todos los in*entes y costosísimos esfuerzos realizados para frenarla. Estamos ante obstáculos diversos 4ue cie*an el camino 1acia una nueva etapa de crecimiento sostenido. 5 tambi"n ante al*unos factores nuevos 4ue 4ui"n sabe si no abrirán opciones positivas e inesperadas para el pro*reso. \sas son las principales cuestiones sobre las 4ue nos proponemos discurrir en estos apartados. Comenzaremos por dar al*unas malas noticias. :ay pocas dudas acerca de 4ue la contracción económica de los +ltimos a8os es la más intensa, problemática y prolon*ada entre todas las vividas a lo lar*o de los +ltimos oc1enta a8os, desde la >ran epresión de los a8os treinta. Así, por eemplo, si se compara la evolución se*uida por el PB norteamericano a lo lar*o de los siete a8os 4ue si*uieron a la e2plosión de la crisis con lo ocurrido en los nueve episodios anteriores de recesión a*uda #el más anti*uo, de 'ZR(, resulta 4ue la senda actual está siempre por debao de cuales4uiera de las del pasado. Pero a+n es peor lo ocurrido en el caso europeo. 0a senda del producto correspondiente a la eurozona no solamente fue inferior a la norteamericana o a la del conunto de economías de la ran /ecesión@ -i lo medimos en t"rminos de PB real, la situación 1a sido bastante diferente para los distintos países industrializados. Entre el momento de mayor au*e, inmediatamente antes del colapso de $&&6 y mediados de $&'Q, 1ubo notables caídas en países como >recia #$6, [(, rlanda #'&,' [(, talia #Z,Q [(, Espa8a #T,' [( o Países Baos #Q,R [(. Por el contrario, otras economías 1abrían conse*uido crecer al*o en ese períodoD la norteamericana #un R,Z [(, la alemana
#,6 [(, la francesa #',' [(, o la aponesa #',$ [(. Pero si la comparación la establecemos con la tendencia de la fase e2pansiva #es decir, contrastando la tasa del PB real con la 4ue se 1abría alcanzado de 1aber continuado la e2pansión(, entonces las cifras 4ue obtenemos nos 1ablan ya de un *olpe terrible y *eneralizado, sin e2cepcionesD las caídas 1abrían sido del R&,R [ en >recia, QT,S [ en rlanda, $Z [ en Espa8a, '6,S [ en el /eino Unido, 'T, T [ en talia, 'T, Q [ en Países Baos, '$,S [ en Estados Unidos, '$,' [ en ;rancia, y $,R [ en Alemania.Q -e*+n otra fuente 3able, 4ue mide el da8o a lar*o plazo causado por la >ran /ecesiónF, en t"rminos de comparación entre el producto real y el potencial, resulta 4ue para el conunto de $ países desarrollados analizados la p"rdida re*istrada es de un 6,Q [, correspondiendo los peores datos a un buen n+mero de economías europeas. >recia, rlanda y :un*ría 1abrían e2perimentado p"rdidas de en torno a un & [, en tanto 4ue la economía espa8ola rondaría el $ [.R -abíamos ya 4ue procesos de crecimiento rápido como el 4ue se vivió en Espa8a, por eemplo, en los tres lustros 4ue precedieron a la crisis, eran de todo punto insosteniblesN pero ello causa escaso consuelo ante el derrumbe absoluto con respecto a las e2pectativas 4ue nuestras sociedades se 1abían forado, y 4ue las cifras anteriores acreditan. Ko es raro 4ue, al menos 1asta entrado $&'R, la *ran mayoría de las predicciones 4ue se 1an ido 1aciendo en todo este tiempo sobre las diversas economías y la internacional en su conunto con frecuencia se 1ayan e4uivocado de un modo si*ni3cativo y siempre en la misma direcciónD pecando de optimismo. :an sido paradi*máticos en ese sentido los errores de cálculo de una de las *randes factorías de análisis y predicción económicos, el ;ondo 9onetario nternacional #;9(. -us previsiones sobre la evolución del PB de numerosas economías tuvieron 4ue ser continuamente revisadas a la baa al ir 4uedando los datos reales en niveles inferiores de lo previsto. Con el tiempo, el ;9 se 1a ido incorporando cada vez más al campo de los pesimistas en relación con las perspectivas de crecimiento a lar*o plazo. :asta el punto de 1aber titulado así su informe de primavera de $&'SD Crecimiento demasiado lento por demasiado tiempoF. -i nos 3amos en Europa, es importante aclarar 4ue la línea contractiva no tuvo un carácter universal. -u impacto en el este del continente fue muc1o menor. Polonia, por eemplo, no conoció la recesión en todos estos a8os, mientras 4ue en Eslova4uia, la /ep+blica C1eca o los países bálticos, 4ue e2perimentaron durísimas contracciones al comienzo de la crisis, vieron despu"s una recuperación bastante rápida y consistente. En todo caso, observada desde una perspectiva *eneral y de
lar*o plazo, la crisis europea 1a traído como consecuencia la ruptura, o incluso reversión, de la tendencia 1acia la conver*encia real entre el conunto de las economías 4ue forman la Unión Europea #UE(, 4ue fue uno de los principales le*ados de la inte*ración europea en las +ltimas d"cadas.S 0as e2pectativas de continuidad de esa conver*encia se 1an desmoronado por completo. E0 ;AK7A-9A E 0A E;0AC=K 0a doble recesión europea, se*uida de una d"bil reactivación, 1a venido acompa8ada por un vieo enemi*o al 4ue muc1os consideraban muerto y enterradoD la deOación o, al menos, la desinación. Con la e2cepción notable del apón posterior a 'ZZ&, este escenario deOacionista europeo era desconocido para el mundo desarrollado desde la d"cada de la >ran epresión. 0os datos, en todo caso, son indiscutibles. En la UE el crecimiento de los precios prácticamente no 1a subido de cero en los +ltimos a8os, con un buen n+mero de países Lcomo Espa8aL instalados en tasas ne*ativas durante varios trimestres consecutivos. Con una perspectiva *eneral, a mediados de $&'R para el conunto de '6Z países 4ue suministran esos datos, la inOación mediana estaba por debao del $ [N 1abía más países con tasas por debao de cero 4ue superiores al '& [N y en el *rupo de $ economías avanzadas, la inOación mediana era del &,$ [, la más baa desde 'Z.T ?Mu" factores se encuentran detrás de esta tendencia deOacionista@ -in duda, e2isten factores relacionados con la reducción de costes, como los asociados a la ener*ía y otras materias primas. Pero 1ay otro 1ec1o fundamental y de *ran *ravedadD la atonía *eneral de la demanda. Por un lado, la paralización casi total del cr"dito y la situación de trampa de li4uidez 1an secado los *astos de consumo y de inversión del sector privado. -e 1an unido las políticas p+blicas obsesionadas con la consolidación 3scal y tambi"n, en muc1os países, la fuerte presión a la baa sobre los salariosD al*o así como la reunión del 1ambre y las *anas de comer. En ese sentido, despu"s de tantos a8os en los 4ue el miedo a la inOación era el 4ue marcaba absolutamente las pautas de la *estión macroeconómica, a1ora es su reverso Laun4ue 1ay 4ue advertir 4ue inOación y deOación no son e2actamente problemas sim"tricosL el 4ue comienza a ocupar el centro de la preocupación en el debate p+blico. Por dos motivosD por4ue, tal y como mostraremos un poco más adelante, complica e2traordinariamente la resolución de al*unos de los principales problemas actuales #sobre todo, la minoración de la deuda(N pero tambi"n, y sobre todo, por lo 4ue tiene de síntomaD la deOación, al 1acernos percibir 4ue nos asomamos al abismo del estancamiento, es como el páaro 4ue enmudece en una mina cuando se produce una emanación de *as *ris+. Como iremos comprobando a lo lar*o de los si*uientes capítulos, es esa combinación de amenazas
deOacionistas y de estancamiento uno de los principales cambios 4ue están detrás de la denodada b+s4ueda de un nuevo compás para las políticas económicas, tanto desde el punto de vista teórico como de su aplicación práctica. 9
automáticas dominaba el pensamiento 3nanciero del mundoF.Z -in embar*o, en la brusca aparición de la crisis actual 1ay elementos nuevos 4ue indican 4ue esta vez no se trataba de una burbua más. Entre 'Z6& y $&&T los mercados 3nancieros internacionalizados ad4uirieron un peso en la dinámica económica 4ue nunca antes 1abían tenido. e a4uí 4ue el peli*ro 4ue representaba su e2plosión eventualmente descontrolada fuese tambi"n mayor. Esta realidad es la 4ue 1ace a1ora tan importante 4ue el proceso de desendeudamiento se 1a*a de un modo ordenado y 3rme. e 1ec1o, si a partir de $&&Z 1ubo un obetivo de primer orden detrás de las políticas puestas en marc1a en todo el mundo desarrollado, con meores o peores criterios concretos, "se fue el auste de los balances a trav"s de la reducción de la deuda. ?Puede decirse a mediados de $&'S 4ue ese proceso 1a tenido lu*ar@ Como mostraremos a continuación, basándonos en al*unos estudios empíricos recientes, la respuesta es ne*ativa. Cuatro ras*os lo ponen claramente de mani3estoD '( a escala mundial el nivel de deuda acumulada no es a1ora menor, sino mayor, 4ue en $&&6. Entre ese a8o y 3nales de $&' el peso de la deuda aumentó para el conunto de la economía internacional en 6 puntos porcentualesN $( el nivel de deuda total de los países desarrollados se 1a reducido mínimamente desde sus cotas desmesuradas de partida, pero esta leve reducción 1a sido más 4ue compensada por la subida del montante de la deuda en el mundo emer*ente. -i 1asta $&&6 el apalancamiento *eneral estuvo muy localizado en los países del centro industrializado, durante la crisis el prota*onismo mayor en ese ámbito correspondió sobre todo a los países B/C-D tan sólo en C1ina la ratio de deuda sobre el PB subió T$ puntos porcentualesN ( la deuda privada #incluida la del sistema 3nanciero(, 4ue constituía el n+cleo del problema en $&&6'& La diferencia de la p+blica, 4ue presentaba cotas moderadas en un buen n+mero de paísesL, tendió a reducirse li*eramente, pero su dinámica descontrolada fue acaparada a1ora por la de las administraciones p+blicasN Q( esa reducción de la deuda privada 1a sido si*ni3cativa en al*unas economías, como la norteamericana y la británica #al menos en los casos de consumidores y empresas(, pero la de carácter p+blico 1a tendido a crecer considerablementeN y R( en otras muc1as economías sobreendeudadas, como en el caso de Espa8a, la li*era reducción de la deuda privada 1a sido más 4ue compensada por e2pansiones verdaderamente *randes de las deudas soberanas, una tendencia 4ue puede parecer incomprensible en una primera visión, dado 4ue la prioridad obsesiva de las políticas p+blicas de los +ltimos a8os estuvo centrada precisamente en corre*ir ese problema.'' En consecuencia, el estado del problema en $&'Q era de una indudable
*ravedad. Para el conunto de la eurozona la deuda total representaba un 6R [ del PB #'SQ [ la privada no 3nanciera, '$6 [ la 3nanciera, y Z [ la p+blica(, aumentando en $R puntos porcentuales desde $&&6, mientras en el /eino Unido era del QZR [ #Z& [ deuda soberana( y en Estados Unidos del S$ [ #'&R [, p+blica(. Entre los *randes países europeos continentales, sólo en Alemania la deuda total estaba li*eramente por debao del && [ del PB, con rlanda en el '.&$S [N Países Baos, en el SS [N -uecia, en el Q$$ [N Espa8a, en el ZQ [N y ;rancia, en el QT [. 7odo lo anterior su*iere 4ue el *ran problema del e2ceso de deuda no se 1a reducido en estos a8os, sino 4ue se 1a distribuido de un modo diferente entre sectores económicos y entre unas economías y otras. Por un lado, 1a 1abido un notable proceso de conversión de deuda privada en p+blicaN por otro, se 1an producido cambios entre países #por eemplo, la reducción de deuda en Alemania sólo 1a sido posible por su sobrecar*a en economías como la c1ina(.'$
0a lar*a pervivencia de esa situación de deuda fuera de escala trae consi*o consecuencias *raves para la economía. Por un lado, mantiene la vulnerabilidad ante el ries*o de nuevas crisis 3nancieras. e a1í 4ue no sea raro 4ue en los +ltimos a8os se 1ayan multiplicado las advertencias sobre la posible formación de nuevas burbuas y los efectos devastadores 4ue tendría su eventual estallido. Por otro lado, es evidente 4ue la permanencia de altas deudas constituye una r"mora para la reconstrucción de las bases del crecimiento económico, entre otras cosas debido a la duración del s*oc, de cr"dito. En ese sentido, cabe a3rmar 4ue la e2cepcional duración de esta crisis, sin duda una de las más lar*as en la 1istoria del capitalismo, tiene 4ue ver con el e2traordinario nivel alcanzado por el endeudamiento en su arran4ue, y con el *rave retraso acumulado por su proceso de pur*a.'R A estas alturas parece ya evidente, por tanto, 4ue las diferentes economías nacionales no se van a desendeudar ni fácil ni rápidamente, a no ser 4ue se establezcan mecanismos especiales 4ue lo 1a*an posible. Uno de ellos es la inOación, 4ue, como es bien conocido, lamina el valor real de las cantidades 4ue se deben. -in embar*o, esa vía está a1ora mismo, por primera vez en muc1as d"cadas, ausente en la dinámica de nuestras economías debido a las presiones deOacionistas. eando al mar*en el uso de otros mecanismos, como la represión 3nanciera directa, la otra posibilidad es optar por al*una fórmula de reestructuración de las deudas. Este camino fue muy usado en el pasado por las economías a1ora desarrolladas, pero 4uedó con3nado al mundo emer*ente L donde se usaron con *ran profusiónL a partir de 'Z6&. 0as reestructuraciones suelen traer consi*o elementos traumáticos, sobre todo si, como suele ocurrir, incluyen 4uitas #reducciones del nominal de la deuda(. \ste es el motivo por el 4ue los prestamistas y las autoridades se resisten a su introducción. Pero todo lo dic1o 1asta a1ora apunta a 4ue en al*+n momento, a lo lar*o de los pró2imos a8os, veremos procedimientos de ese tipo. E0 ;
uno de los conceptos clave sur*idos para intentar e2plicar la intensidad y duración inusitadas de la contracción de los +ltimos a8osD el de recesión de balance. Este concepto fue inicialmente propuesto por el economista /ic1ard Joo, especialmente en su libro )*e @oly %rail o/ &acroeconomics# para intentar descifrar los eni*mas del s+bito pero prolon*ado estancamiento económico e2perimentado por apón desde inicios de la d"cada de los noventa, y está a1ora en el corazón de los análisis de or*anismos como el Ban] for nternational -e`lements #B-N en espa8ol Banco de Pa*os nternacionales, BP( en sus informes recientes.'S 0a idea central es 4ue un ciclo 3nanciero es al*o muy diferente y muc1o más *rave 4ue un simple ciclo de ne*ocios. Cuando la burbua 3nanciera está en formación, la e2citación *eneral 4ue provoca lleva a la e2pansión inmoderada de las inversiones en al*unos sectores y tambi"n del balance de los 1o*ares. Cuando la tendencia cambia en los mercados de capital, sus consecuencias sobre la economía son letales. A partir de ese momento todo tipo de empresa y tambi"n los particulares se ven obli*ados a austar drásticamente sus balances y a dar absoluta prioridad a la reducción de sus deudas en las peores condiciones de la economía, sometida a contracciones de *asto. Evidentemente, la dureza y duración de la contracción dependerá sobre todo de la intensidad de los e2cesos acumulados durante la e2pansión. -i "stos 1an sido muy *randes, debemos prepararnos para una recesión profunda, pero tambi"n para 4ue la recuperación subsi*uiente sea lenta y costosa. 0a razón es 4ue al*unos de los elementos 4ue podrían facilitar la recuperación Lcomo el Ouo del cr"ditoL están prácticamente ausentes. e al*+n modo, la intensidad de las recesiones de balance muestran las de3ciencias estructurales de la economía 4ue 1abían 4uedado ocultas bao la super3cie durante la etapa de e2pansión. En la medida en 4ue los esfuerzos a favor de la absorción de los e2cesos de deuda se manten*an durante lar*os períodos, la p"rdida de consumo y la insu3ciencia de la demanda a*re*ada se 1arán permanentes. e esta forma, sur*e un pesado lastre para la recuperación de la actividad y, en mayor medida a+n, del empleo.'T 0as recesiones de balance, por tanto, a diferencia de las recesiones ordinarias, suelen conducir a d"cadas perdidas. Pues bien, como ya 1emos anticipado, la noción de recesión de balance cuadra muy bien para e2plicar lo acontecido en los +ltimos a8os con un buen n+mero de economías, como la norteamericana o la espa8ola.'6 A la luz de los ar*umentos contenidos en los párrafos anteriores se 1acen más fácilmente comprensibles las duras realidades 4ue están detrás de los datos reco*idos al principio de este capítulo sobre las trayectorias del PB. En palabras del B- de
Basilea, "sta no fue la típica recesión de pos*uerra para contener la inOación. ;ue una recesión de balance, asociada a la fase contractiva de un enorme ciclo 3nancieroF.'Z En el caso de la economía europea no es raro 4ue cada vez más estudios de prospección sobre su evolución a medio plazo se re3eran al espeo apon"s, en cuyo fondo oscuro sur*e el espectro de un prolon*ado estancamiento. 0a forma más com+n de abordar la acumulación de dese4uilibrios de los +ltimos a8os es verlo como la consecuencia del carácter fuertemente contractivo de la fase actual de un simple ciclo económico. -in embar*o, lo 4ue tenemos delante es al*o más 4ue un ciclo convencional de los ne*ocios. Estamos ante al*o más compleo y difícilD el ciclo 3nanciero. \sta es una de las principales innovaciones teóricas de los +ltimos a8os. Entender bien la diferencia entre ambos es muy importante para captar al*unos de los principales problemas de la economía contemporánea. E2isten cuatro diferencias básicas 4ue distin*uen los ciclos 3nancieros de los ciclos económicos convencionales. Primero, su duración es típicamente muc1o mayor, de entre 4uince a veinte a8os, frente a un má2imo de oc1o de los ciclos convencionales. En se*undo lu*ar, el 3nal de las fases de au*e del ciclo 3nanciero *eneralmente vienen de la mano de crisis bancarias y tensiones crecientes en los mercados 3nancieros. 7ercero, su evolución suele ser sincronizada Llo 4ue no 4uiere decir id"ntica o paralelaL en numerosas economías de todo el mundo. 5 cuarto, los ciclos 3nancieros vienen muy marcados por los entornos institucionales y macroeconómicosN por eemplo, el ciclo de las +ltimas d"cadas tuvo muc1o 4ue ver con el impulso de la liberalización 3nanciera y su separación de las políticas monetarias. El mayor peli*ro de no saber distin*uir el ciclo 3nanciero del económico convencional es 4ue los responsables de las políticas centren su actuación en el se*undo de ellos i*norando el primero. Es decir, 4ue, por eemplo, practi4uen la e2pansión monetaria para estimular la economía por razones coyunturales olvidando los efectos 4ue esa relaación pueda tener en t"rminos de un eventual sobreendeudamiento. Eso fue e2actamente lo 4ue ocurrió en muc1os países Lentre ellos Estados Unidos o Espa8aL en el período previo a la crisis, constituyendo una causa mayor de "sta.$& E9A-AA- ;KAKGA- -
por el economista Alvin :ansen en los a8os treinta al analizar la >ran epresión, 1abía 4uedado en el olvido. :asta 4ue fue recuperada por el economista norteamericano 0arry -ummers en una conferencia pronunciada a 3nales de $&'. A partir de esta fec1a son muc1os los economistas de primer nivel 4ue la 1an utilizado. Pero, en realidad, no todos ellos se re3eren e2actamente a la misma cosa. e a1í 4ue se 1ayan producido al*unas interesantes discusiones acerca de los contenidos reales de un posible estancamiento secular y de sus causas.$' En este debate es fundamental el libro colectivo editado por el Centre for Economic Policy /esearc1 #CEP/(, con aportaciones notables del propio -ummers, /obert >ordon, Paul Jru*man o /ic1ard Joo.$$ -e comprueba allí 4ue efectivamente 1ay más diferencias 4ue coincidencias a la 1ora de de3nir la noción de estancamiento secular. Auizá podría servir como punto com+n el concepto t"cnico de -ummersD durante un período prolon*ado, los tipos de inter"s reales 1an de ser ne*ativos #en un $ o [, o en t"rminos *enerales( para e4uilibrar el a1orro y la inversión, de modo 4ue se pueda alcanzar el pleno empleo. Como vemos, aparece a4uí el a1ora famoso y temido "ero lo:er !ound #G0B, 4ue podría traducirse por límite inferior a cero de los tipos nominalesF(. 0a muy baa o ne*ativa inOación y el G0B constituyen en la práctica una combinación letal para las posibilidades del crecimiento y el empleo. 5 tambi"n un serio peli*ro para la estabilidad 3nanciera, ya 4ue sabemos bien Lsobre todo despu"s de la e2periencia de $&&&$&&TL 4ue la permanencia de tipos nominales y reales muy baos en una situación de insu3ciencia de demanda impulsa la formación de burbuas en al*unos activos. 9ás importante todavíaD si los tipos de inter"s se 1acen persistentemente ne*ativos #incluso en t"rminos nominales(, tal y como se está 1aciendo moneda com+n en los +ltimos a8os, ?ello no atenta contra las bases del funcionamiento de las entidades bancarias y, más a+n, no va contra la ló*ica del sistema capitalista como un todo@ 0os debates más interesantes en torno al estancamiento secular, y los 4ue en mayor medida permiten conectar este concepto con la situación actual, son los 4ue se re3eren a sus causas. 0a más compartida es la 4ue *uarda relación directa con nuestro ar*umento central en este capítuloD el e2ceso de deuda. Utilizando las palabras de /ic1ard Joo, la recesión de balance es la causa del estancamiento secularF.$ ic1o de otra manera, lo verdaderamente trascendente para e2plicar el blo4ueo del dinamismo económico es el 1ec1o de 4ue estamos a+n sumidos en la fase contractiva de un superciclo 'nanciero.$Q Este planteamiento debe complementarse, sin embar*o, con otros fenómenos 4ue apuntan en la misma dirección. En particular, la demo*rafía
adversa y la creciente desi*ualdad, con su impacto ne*ativo sobre el *asto de los 1o*ares con menos in*resos, 4ue son 4uienes tienen una mayor propensión a consumir. En nuestra opinión, otras e2plicaciones sobre las posibles causas del estancamiento, como las 4ue recalcan 4ue la actual ola de innovación tecnoló*ica tiene escasa inOuencia sobre la productividad #en lo 4ue 1a insistido muc1o /obert >ordon(, son muc1o más aventuradas y discutibles. Como ya 1emos deado consi*nado en el capítulo anterior, las percepciones sobre el papel de las 3nanzas en la economía 1an cambiado muc1o en los +ltimos a8os. 9+ltiples investi*aciones están demostrando 4ue cuando los mercados de capital alcanzan la dimensión desmesurada 4ue a1ora mismo tienen, más 4ue ventaas, traen consi*o un importante lastre para la marc1a de la economía. Así ocurre en el ámbito de la distribución de la renta, y tambi"n en lo 4ue en este momento nos interesa más se8alar, la e3ciencia en la asi*nación de recursos y el ritmo de crecimiento. Ciertamente, la asociación entre e2ceso de deuda y blo4ueo del crecimiento se 1a consolidado en los +ltimos a8os *racias a la aparición de al*unos estudios empíricos 4ue la acreditan. Así, al e2aminar sectores de 'R países los economistas -tep1en >. Cecc1e`i y Enisse J1arroubi 1an comprobado la e2istencia de una relación ne*ativa entre la tasa de crecimiento del sector 3nanciero y la de la productividad total de los factores en la economía. -u idea básica es 4ue las 3nanzas son una palanca positiva para el desarrollo cuando se mantienen dentro de una determinada escala, pero se convierten en una importante r"mora al traspasar ese umbral.$R ?Por 4u" razón el sistema 3nanciero se convierte en r"mora@ Por4ue un sector 3nanciero sobredimensionado, más 4ue complementar, compite fuertemente con el resto de los sectores de la economía, sobre todo con los más dinámicos y de mayor productividad potencial. Una vía es a trav"s de la competencia por los meores cerebros de cientí3cos e in*enieros para la *estión de productos 3nancieros so3sticados.
fenómeno más conocido(.$T 0a 1iper3nanciarización de la economía 4ue caracteriza el capitalismo de las +ltimas d"cadas no es solamente, por tanto, un problema para los obetivos de estabilidad macroeconómica y e4uidad distributiva, sino tambi"n para el crecimiento económico real. \sta es una conclusión notable y muy rompedora de doctrinas ampliamente aceptadas durante muc1o tiempo. El impacto de ese virae en la consideración del papel de las 3nanzas Lpropuesto, por cierto, por unos autores 4ue pertenecen tambi"n al B-L 1a llevado a )*e Economist a incluir un titular 4ue a muc1os 1abrá sorprendidoD Warnin*D too muc1 3nance is bad for t1e economyF.$6 ?Por 4u" sur*en precisamente a1ora estos nuevos conceptos y debates@ -encillamente, por4ue se acoplan como anillo al dedo a al*unos de los 1ec1os y las tendencias 4ue 1emos observado en los +ltimos a8os. Para empezar, entre $&&6 y $&'Q la tasa de inter"s real en Estados Unidos fue, en promedio, de un ' [. En su interpretación ]eynesiana, la previsible escasez de demanda #ya sea por factores demo*rá3cos o por la persistencia del desapalancamiento de los 1o*ares y de las empresas( lleva a esperar 4ue el crecimiento del PB real se manten*a durante un lar*o período por debao del PB potencial. Pero no todas las economías están e2puestas a la amenaza del estancamiento en el mismo *rado. es*raciadamente, la UE es la re*ión del mundo donde meor parecen cuadrar los análisis y las predicciones sobre el estancamiento secular. e veri3carse Les decir, de no 1acer nada para evitarloL, la tan des*astada e2presión euroesclerosis 1abría cobrado 3nalmente cuerpo. 0o 4ue sí parece claro es 4ue no estamos simplemente ante la amenaza de sufrir baas tasas de crecimiento durante una lar*a temporada, sino ante una combinación de difíciles problemas 4ue resultan en al*o más compleo e incierto. Ko es raro 4ue economistas como /a*1uram /aan adviertan de la necesidad de prepararse para el estancamientoF.$Z 5 a4uí entra la cuestión fundamental de las políticas 4ue 1acen falta para 1acerles frente, cuestión 4ue más adelante reco*emos. 0as vieas fórmulas de *estión macroeconómica son claramente insu3cientes ante la ma*nitud y las características de este problema. En un plano teórico, la posibilidad muy real de 4ue estemos entrando en una era de estancamiento secular obli*a a repensar las ideas básicas de política macroeconómica.& A propósito de ello, 0arry -ummers 1a 1ablado de la mani3esta inadecuación de las fórmulas convencionales, ante la eventualidad de 4ue pueda ser imposible para una economía conse*uir simultáneamente el pleno empleo, un crecimiento satisfactorio y la estabilidad 3nanciera simplemente
utilizando políticas monetarias tradicionalesF.' Ante esto, parece evidente 4ue las políticas 3scales activas tienen un papel importante 4ue u*ar para evitar un lar*o declinar. 0o cual constituye una razón para impu*nar a fondo la política se*uida en Europa, el área más amenazada por este problema en los +ltimos a8os. )isto desde una perspectiva temporal más amplia, el declinar del crecimiento no es un fenómeno estrictamente nuevo 4ue 1a*a acto de presencia por primera vez con el colapso 3nanciero en $&&6. Al contrario, desde 'ZT& se observa una tendencia a la pro*resiva reducción en las tasas de e2pansión de la actividad, lo 4ue constituye un 1ec1o alarmante. En todo caso, tal y como 1a concluido el analista británico >avyn avies, la reducción del crecimiento a lar*o plazo en los países desarrollados parece 1aberse convertido en un 1ec1o permanente de la vida, más 4ue un resultado temporal del cras* 4ue desaparecerá con el tiempoF.$ 7odo eso será así, a8adimos nosotros, a menos 4ue una acción en"r*ica lo impida, en t"rminos de políticas macroeconómicas activas y reformas estructurales pensadas para favorecer el crecimiento con una perspectiva de lar*o plazo #diri*idas a impulsar la tecnolo*ía, el capital 1umano y la meora institucional(. Pero pudiera ocurrir 4ue una reducción *eneral de los ritmos del pro*reso económico ten*an lu*ar en cual4uier caso en el mundo desarrollado. E0 9A0E-7A/ C0
UE de la 3rma de esos acuerdos de liberalización no dea de ir a más. Es verdad 4ue al*unos de esos tratados Ly en particular el 7ratado 7rasatlántico de Comercio e nversiones #77P(L tienen una cara oscura, sobre la 4ue se centra una buena parte de la contestación crecienteD al*unos de sus puntos pueden ser lesivos en materia de derec1os sociales o protección de los consumidores. Pero tambi"n lo es 4ue ese malestar podría fácilmente trasladarse a la idea de apertura comercial e inclinar la balanza 1acia el lado proteccionista. 9ás *ravedad puede tener en este punto la salida británica de la UE, 4ue tanto tiene 4ue ver tambi"n con un profundo malestar. 0os efectos económicos 4ue tal decisión trai*a consi*o dependerán de cómo evolucione el proceso de ne*ociación de los t"rminos concretos de la salida. Pero el entorno *eneral en 4ue se 1a producido su*iere 4ue, en todo caso, las relaciones comerciales entre el /eino Unido y sus anti*uos socios en la UE no serán a partir de a1ora nada sencillas. \se es el tipo de situaciones en las 4ue resulta fácil 4ue suran represalias mutuas, por lo 4ue el peli*ro para el comercio abierto se 1ace a1ora bastante e2plícito. Un peli*ro 4ue se multiplicaría en el caso de 4ue al*+n u otro país si*uiera el #mal( eemplo británico. 0as tres pre*untas clave a las 4ue es obli*ado responder para 1acernos una idea clara sobre las consecuencias efectivas 4ue la >ran /ecesión 1a tenido sobre la dinámica de la *lobalización entre $&&T y $&'R son las si*uientesD ?se 1a corre*ido el *rave dese4uilibrio *lobal 4ue se 1abía acumulado en los a8os 3nales de la e2pansión entre Asia y Estados Unidos y entre Alemania y el resto de los países de la UE@ ?0os Ouos de capital se 1an visto minorados@ 5 por lo 4ue 1ace al comercio, ?se 1an cumplido los pronósticos a*oreros 1ec1os en el oto8o de $&&6 sobre el advenimiento de una nueva era de proteccionismo@ /especto al primer punto, 1ace una d"cada, inmediatamente antes de la e2plosión de la crisis, el llamado glo!al im!alance Les decir, la posición de dese4uilibrio de las cuentas e2teriores de los diferentes países, ya sea en d"3cit o en superávitL alcanzó cotas e2traordinariamente elevadas. 0os mayores prota*onistas de esa situación eran Estados Unidos, 4ue acumuló *randes d"3cits en sus balanzas comerciales #pró2imos al '& [ de su PB(, por un lado, y las potencias asiáticas, C1ina y apón, con sus enormes superávits, por otro. Pero otros muc1os países contribuyeron a a*randar ese dese4uilibrioN en el ámbito europeo, las posiciones más e2tremas las ocuparon Espa8a y Alemania. Es obvio 4ue la situación respectiva 4ue los diferentes países ocupan ante los dese4uilibrios en la economía internacional *uardan una relación muy directa
con la 4ue mantienen frente a los Ouos de deudaD el d"3cit sistemático de la balanza comercial de un determinado país indica 4ue su nivel de *asto a*re*ado está por encima de los recursos de su a1orro interno, por lo 4ue solamente podrá cubrirlo mediante el acceso al cr"dito en los mercados e2teriores, convirti"ndose por tanto en prestatario neto. Así fueron 3ando su posición las diferentes economías ante el crecimiento *eneral de las deudas internacionalesD unas como *randes o pe4ue8as acreedoras, se*+n los casos, y otras como deudoras. Ko 1ay 4ue insistir en 4ue un dese4uilibrio *lobal muy elevado e4uivale a un 1orizonte car*ado de peli*ros de inestabilidad, tal y como se pudo comprobar dramáticamente despu"s del accidente de 0e1man Brot1ers. En los oc1o primeros a8os tras la crisis, y como consecuencia de los intensos procesos de auste puestos en marc1a, los dese4uilibrios *lobales se 1an ido corri*iendo, 1asta recortarse en apro2imadamente un tercio de su valor inicial. En particular, una de las mayores reducciones corresponde al diferencial entre los dos *randes prota*onistas del dese4uilibrio inicial, C1ina y Estados Unidos. El d"3cit comercial en Estados Unidos en esos oc1o a8os se recortó en casi medio billón de dólares, en tanto 4ue el superávit c1ino se reduo desde un 6, [ a un ',Z [ de su PB. -e trata de resultados notables, sobre todo por lo 4ue tienen de disminución de los ries*os sist"micos. Pero ello no puede 1acer olvidar la pervivencia de los dos tercios restantes. Por tanto, muc1o tiempo despu"s de comenzado el auste el problema si*ue vivo, aun4ue a1ora sea menos amenazador. En se*undo lu*ar, la evolución del comercio mundial en estos a8os se 1a mantenido muy leos del colapso 4ue en principio se temió. Aun4ue en los inicios de la crisis efectivamente se produo una fuerte caída, en proporciones 4ue se pueden cali3car de 1istóricas, se recuperó entre 3nales de $&&Z y mediados de $&'& *racias a la sorpresiva reactivación e2perimentada por las economías en desarrollo. A partir de entonces, sin embar*o, la e2pansión de los Ouos comerciales se 1a ralentizado, manteni"ndose en todo caso muy por debao de los ritmos de las dos d"cadas anteriores a la crisis. -i entre 'Z6R y $&&T su crecimiento medio fue de un S,6 [, entre $&'' y $&'Q apenas pudo alcanzar el [, una tasa de crecimiento li*eramente por debao del mantenido por el PB mundial. Esto es al*o 4ue no se 1abía re*istrado desde el período de entre*uerras. Como ya 1emos se8alado, en la declaración de la primera reunión del >$& a 3nales de $&&6 los líderes de esos países 1icieron un vibrante llamamiento a evitar los cantos de sirena del proteccionismo. A pesar de estas buenas intenciones la or*anización >lobal 7rade Alert #>7A( 1a conse*uido documentar casi '.6&& medidas de corte proteccionista aprobadas por esos mismos *obiernos entre a4uel
momento y $&'Q. Ko se trata de un aumento *eneral de las tarifas, sino de otro tipo de medidas con contenidos discriminatorios diversos, 4ue incluyen subsidios al salvamento de empresas o sectores especí3cos #lo 4ue el propio >7A denomina formas de proteccionismo ver*onzanteF(. -iendo esto cierto, si levantamos la vista, notaremos 4ue en las principales economías lo 4ue 1a 1abido es una combinación de proteccionismo selectivo y promoción del comercio, y 4ue, en cual4uier caso, en modo al*uno tuvo lu*ar la temida nueva era de proteccionismoF. Esto es al*o a destacar, pues es la primera vez 4ue ocurre en una *ran crisis del capitalismo. Pero no se debiera proclamar como un 1ec1o de3nitivo, dado 4ue, como acabamos de se8alar, el malestar con la *lobalización tras la crisis de $&&6 sólo acaba de comenzar. Pero ci8"ndonos al presente, las d"biles tasas de crecimiento del comercio entre $&'& y $&'Q, despu"s de todo, no están nada mal, pues consi*uieron superar, además de los obstáculos ya mencionados de las medidas proteccionistas, otros dos obstáculos de considerable ma*nitud. En primer lu*ar, el comportamiento azaroso de los tipos de cambio en diferentes momentos, ya fuera debido a comportamientos a*resivos L*uerras cambiarias, como las 4ue en varios momentos libraron, a veces de un modo cruzado, el dólar, el yen y el yuanL, ya a las consecuencias sobre esas variables de los cambios acontecidos en las políticas monetarias de los diferentes países y re*iones. Es decir, la depreciación del dólar norteamericano, y su posterior apreciación, como consecuencia de la puesta en vi*or y los anuncios de pro*resiva retirada, respectivamente, de la e2pansión cuantitativa (5uantitative easing+ de la /eserva ;ederal. 5 en se*undo lu*ar, los cambios importantes producidos en el panorama *eoestrat"*ico, derivados de la complicación de la situación del *olfo P"rsico y la aparición de un inesperado foco de inestabilidad en Ucrania y el conunto del este europeo. El ries*o *eoestrat"*ico di3culta la recuperación del comercio internacional, pero parece leos de representar una amenaza seria de 1undimiento. Es verdad 4ue a partir de $&'Q el panorama comercial se 1a tornado más oscuro, redoblándose la preocupación por su futuro. Entre los primeros trimestres de $&'Q y $&'R, el valor de las importaciones de los B/C- cayó un '6 [, y el de los países del >T, un '' [. Al*unos observadores 1an 1ec1o notar 4ue la ratio de Ouos comerciales respecto del PB en la economía *lobal se*uramente 1a alcanzado ya un límite, a partir del cual sólo cabe esperar retrocesos, aun4ue sean moderados.Q A la 1ora de e2plicar las razones de este replie*ue los e2pertos se dividen en ver en ello un fenómeno estructural #culminación del proceso de inte*ración de al*unas áreas como la Europa
teniendo la fuerte desaceleración de las economías emer*entes apunta más bien a la validez de la se*unda e2plicación. :asta el momento, el aumento del *rado de proteccionismo 1a sido moderado.R Pero, como se8alamos al inicio de este apartado, 1ay otro factor más imprevisible y 4ue pudiera acabar siendo más determinanteD el traslado al terreno político del creciente malestar frente a determinados aspectos de la *lobalización. En relación con ello, 1abrá 4ue ver cómo evoluciona y 1asta dónde lle*a la reacción contra los tratados de comercio 4ue está sur*iendo en Estados Unidos y Europa, y sobre todo el *rado de amplitud de las consecuencias del reit.S Por lo 4ue se re3ere a las 3nanzas internacionales, ?cuál 1a sido su evolución en t"rminos cuantitativos a lo lar*o de estos a8os@ 0os Ouos internacionales de capital apenas 1an retrocedido. -í se 1an producido cambios en su composición y en su distribución re*ional, afectados por las políticas monetarias ultrae2pansivas y al*unos otros factores. Pero todo indica 4ue, en lo fundamental, el peso de las 3nanzas en la economía mundial se 1a mantenido durante los a8os de crisis #volveremos a este importante punto al 3nal de este capítulo(. Es una muestra más de la fuerza de la cualidad ultra3nanciera del capitalismo contemporáneo. ?-e 1a producido, entonces, un retroceso de la *lobalización@ Ko 1asta a1ora en lo 4ue tiene 4ue ver con los Ouos 3nancieros ni, aun4ue de un modo más matizado, con los Ouos comerciales. Pero 1ay otra dimensión de la internacionalización económica frecuentemente olvidada en la 4ue sí 1a tenido lu*ar un freno importante. -e trata de los movimientos mi*ratorios. En este terreno la *lobalización se 1a detenido o revertido con la >ran /ecesión. 0os obstáculos al libre movimiento supranacional de la fuerza de trabao 1an tendido a aumentar en estos a8os. El miedo al otro 4ue suele ser catapultado por las crisis económicas se convierte a1ora cada vez más en fenómeno político abierto, contribuyendo de un modo si*ni3cativo al crecimiento de los populismos de derec1a. 0a situación vivida en Europa a partir de la crisis de refu*iados de $&'R es su mayor y más *rave evidencia. Pese a 4ue la UE, por su propia de3nición institucional, debiera incorporar una remoción continuada de los obstáculos al libre movimiento de personas, lo 4ue estamos viendo es 4ue, en un buen n+mero de países, esos obstáculos se 1an visto catapultados, e incluso en al*unos casos Lde inamarca al /eino UnidoL se puede a3rmar 4ue 1an cambiado de escala. 7odo indica 4ue la presión para redoblar los controles sobre la inmi*ración irá a más, 1asta el punto de 4ue probablemente será uno de los elementos 4ue en mayor medida caracterice el espacio europeo en los pró2imos a8os. Con todo ello, la parte
más d"bil de la *lobalización contemporánea Lel libre movimiento de personasL se 1ace todavía más frá*il. EPP=< B4 &=CVE
0a sucesión de ar*umentos sobre la evolución de la economía en los +ltimos a8os 4ue se 1a incluido en este capítulo no parece dear muc1o espacio para el optimismo. 5 sin embar*o, 1ay tambi"n al*unos factores 4ue pueden u*ar en sentido contrario, 1asta el punto de poner en a4ue al*uno de los pronósticos adversos. 9ás adelante 1aremos una referencia más e2tensa a los factores 4ue permiten alimentar una visión posibilista y esperanzadora 4ue dee atrás la austeridad obsesiva europea, y acaso tambi"n la senda suicida 1acia sociedades fra*mentadas y altamente inustas 4ue a1ora estamos viendo. :ay, sin embar*o, tres notas 4ue 4ueremos incluir en este punto. 0a primera es 4ue el estancamiento secular, siendo posible e incluso probable, no está escrito en los cielos. 0o 4ue nosotros detectamos es un ries*o y no una tendencia ine2orable. En una visión posibilista es posible 4ue puedan sur*ir elementos nuevos e imprevistos 4ue rompan esas inercias ne*ativas. Por eemplo, la reducción sustancial de los precios de la ener*ía 1a sido un re*alo inesperado para muc1as economías a partir de $&'R y, aun4ue no está *arantizado su mantenimiento en el lar*o plazo, parece 4ue pudi"ramos estar ante ciertos cambios estructurales Lnuevas t"cnicas de e2tracción, variación en la demanda, debilitamiento del poder oli*opolístico de la ordonL se8alan 4ue la *ran revolución tecnoló*ica de nuestro tiempo Lla de la información y el conocimientoL no trae ya consi*o crecimientos potenciales si*ni3cativos de la productividad. -in embar*o, no es "ste un asunto 4ue est" claro, pues sobre el camino 4ue a las nuevas tecnolo*ías les 4uede por recorrer en cuanto a sus efectos económicos pesa un importante *rado de incertidumbre. ?Mu" recorrido industrial espera a invenciones tan llamativas como la de la impresión o la robotización *eneralizada de las actividades productivas@ 9ás allá de la aprensión 4ue produce sobre el futuro del empleo, es difícil contestar con precisión, pues son cuestiones dominadas por una radical incertidumbre. Pero las sorpresas positivas en este ámbito Lcomo tantas veces 1a ocurrido en el pasadoL no pueden descartarse en absoluto.
En tercer lu*ar, no puede olvidarse la fuerza 4ue, pese a todo, si*ue teniendo la idea de unidad paneuropea. -i bien a partir de $&'& las políticas europeas, sobre todo en la zona euro, constituyeron una r"mora importante para las posibilidades de reactivación *eneral, 1ay 4ue recordar 4ue, en t"rminos 1istóricos, la inte*ración económica en el continente 1a sido un factor e2traordinario de pro*reso para todos los 4ue participaron en ella. Muiere decirse 4ue no se puede e2cluir en modo al*uno 4ue las *randes virtudes de la viea Europa vuelvan a sur*ir para 1acer frente a los malos au*urios. 0as amenazas ciertas al modelo europeo Lesa combinación e2traordinaria de civilidad, pro*reso económico, libertad política y Estado del Bienestar en cotas antes nunca alcanzadasL tambi"n pueden ser el comienzo de un virae en sentido contrario. e todo esto 1ablaremos con más detalle en el pró2imo capítulo al abordar el impacto de la crisis y las tendencias de la economía y la democracia en Europa. P<07CA- Cran epresión, las políticas 3scales se convirtieron en una car*a muy pesada sobre las alas de la recuperación. En este punto destacaron los países europeos, y en particular los de la eurozona. Con una visión de conunto 4ue ten*a en cuenta las diversas políticas macroeconómicas empleadas en los diversos países para salir de la recesión, así como el *rado de co1erencia interna entre ellas, se observa un *rado mayor de co1erencia en los casos norteamericano y británico. Esa co1erencia les permitió lle*ar ya en $&'Q a una reactivación de cierta intensidad. Por su lado, la política del *obierno de -1inzo Abe en apón #la famosa a!enomics( es un intento absolutamente 1eterodo2o de luc1ar con todos los medios posibles contra las profundas y pertinaces tendencias deOacionistas de esa economía, 4ue vienen ya de inicios de los a8os noventa. -i no fuera por su parecido con los actuales dilemas europeos, tal vez podríamos desec1ar la e2periencia aponesa por su leanía. Al tratarse de problemas de lar*o recorrido sólo el paso del tiempo permitirá uz*ar los efectos de esas políticas e2cepcionales en toda su e2tensión. En todo caso, los resultados de la a!enomics desde $&'$ 1an sido bastante contradictorios, con recaídas en la recesión en al*unos momentos y e2pansión en otros. En las pá*inas
4ue si*uen vamos a revisar al*unas de estas políticas contra la recesión y sus resultados. AC7)-9< 9ran Breta8aN por debao de ' [ en la zona euro. Además, debido a las operaciones e2traordinarias de creación de li4uidez, los balances de todos los bancos emisores mantuvieron una línea de crecimiento constante, con el consi*uiente aumento de la cantidad de dinero en circulación, lle*ando a más de 4uintuplicarse en el caso de la /eserva ;ederal. A la vez 4ue las políticas monetarias se abrían 1acia los ámbitos no convencionalesF, fueron sur*iendo intensos y muy interesantes debates teóricos 4ue apuntaban a una rede3nición de sus obetivos y procedimientos.T Aparecieron dos principales líneas de cambio. Primero, el abandono del obetivo
de inOación y de los m"todos llamados de ination targeting #es decir, una estrate*ia centrada en obetivos de inOación( como +nico referente para la *estión de la política monetaria. -ur*ieron entonces otras metas como el crecimiento del PB o el precio de los activos. Esto era al*o ló*ico si se tiene en cuenta la s+bita aparición del enemi*o inverso, la caída de los precios. En este nuevo escenario, mantener la credibilidad antiinOacionista como el +nico motivo de acción para un banco central tenía muc1o de luc1a contra los molinos. 9uc1os economistas de primer nivel propusieron entonces la ampliación de los obetivos de inOación desde el $ [, 4ue fue lo más com+n en los a8os de e2pansión, a nuevos referentes en el Q o el S [. Pero estas propuestas no se 1an traducido a+n en cambios prácticos. 0a se*unda línea innovadora en la reOe2ión teórica sobre las políticas frente a la recesión fue la inte*ración entre las políticas monetarias y las de re*ulación prudencial de la banca. 0o 4ue a1ora se propone es 4ue la estabilidad del sistema 3nanciero sea considerada como un todo y 4ue, por tanto, su re*ulación se incorpore a la *estión macroeconómica, del mismo modo 4ue ocurre con las 1erramientas estabilizadoras convencionales, es decir, con la política monetaria y la política 3scal. Esta nueva perspectiva sobre las 3nanzas sí se trasladó bastante rápidamente a las reformas 3nancieras, como veremos más adelante. -obre esas nuevas ideas tuvo una inOuencia notable la e2periencia en curso de la política aplicada por la /eserva ;ederal. Entre todos los bancos centrales, la /eserva ;ederal fue la 4ue mantuvo una mayor continuidad y co1erencia en la dirección de sus políticas. -u presidente en la fase a*uda de la crisis, Ben Bernan]e, 1abía sido tambi"n responsable de la inacción de la autoridad monetaria norteamericana en $&&S y $&&T, incluso cuando ya 1abía e2plotado la burbua de los cr"ditos su!prime. -in embar*o, su primera reacción despu"s de la 4uiebra de 0e1man Brot1ers fue fulminante. Bernan]e fue uno de los primeros responsables políticos de primer nivel en el mundo en percibir en ese momento la *ravedad de la amenaza, y tambi"n uno de los 4ue se encar*ó de poner en marc1a la estrate*ia de luc1as con todos los medios posibles para evitar, se*+n sus propias palabras, otra >ran epresiónF. -in duda, inOuyó muc1o en ello el 1ec1o de tratarse de uno de los e2pertos acad"micos más destacados en el conocimiento del componente monetario de la *ran crisis de los a8os treinta. Bernan]e es afín a la idea de 9ilton ;riedman y Anna -c1HarI se*+n la cual fueron los errores de la /eserva ;ederal, al restrin*ir el cr"dito entre 'Z& y 'Z$, lo 4ue convirtió al*o 4ue, se*+n ellos, no 1ubiera pasado de ser una fuerte pero momentánea contracción en la enorme catástrofe 4ue efectivamente acabó siendo.
Además de situar los tipos de inter"s nominales muy pró2imos a cero, la /eserva ;ederal si*uió una línea de intervención directa sobre la cantidad de dinero. El instrumento utilizado fue la política de inyección masiva de li4uidez #e2pansión cuantitativa(, una política nada convencional 4ue contribuyó si*ni3cativamente a mantener abiertos los canales del cr"dito en a4uella economía. 5 eso 4ue, como ya sabemos, el desendeudamiento del sector privado avanzó allí en mayor medida 4ue en Europa. Con el obetivo de crecimiento de la inOación, esta política usó toda una panoplia de procedimientos 1eterodo2os para alcanzar las metas de li4uidez. Entre ellos, la canalización directa de cr"dito a los sectores de la economía real, reclamándose cada vez más una monetización directa del d"3cit p+blico, al*o 4ue anteriormente, en el consenso de la etapa de e2pansión, era considerado como un tab+.6 )enimos, por tanto, de un período en el 4ue la política monetaria 1a sido llevada a lo 4ue muc1os consideran sus +ltimas fronteras, despu"s de aplicarse lo 4ue un ban4uero central 1a llamado el mayor estímulo monetario de la 1istoria mundialF.Z -us resultados 1an sido positivos, desde lue*o, pero más bien an"micos. En esas condiciones no es raro 4ue muc1os observadores se pre*unten, cuando estas pá*inas se escriben #mediados de $&'S(, si los bancos centrales, +nicos responsables del dise8o de políticas 4ue dan se8ales de estar vivos y despiertos, se pueden estar 4uedando sin munición. Ko 1ay, desde lue*o, una +nica respuesta. Pero es interesante en este punto constatar la reaparición de una idea de la inyección de li4uidez a la economía más audaz 4ue las 4ue se llevaron a la práctica en los +ltimos a8osD el *elicóptero monetario.Q& -e trata de un vieo concepto de 9ilton ;riedman para cuando todo lo demás falleD d"ese caer directamente sobre empresas y particulares una *ran masa de li4uidez, y 1á*ase Ldecía ;riedmanL por una sola vez, para 4ue sea absorbida ávidamente por el p+blico. En las versiones 4ue a1ora circulan, el mecanismo para llevarlo a efecto en el caso de 4ue las tendencias 1acia el estancamiento se consoliden sería la monetización directa de un aumento de *asto p+blico yVo una reducción de impuestos. Es decir, una combinación estrec1a entre política monetaria y 3scal.
problemas y costes. Por eemplo, dado 4ue los mecanismos de transmisión de los impulsos monetarios 1acia la economía real no 1an lle*ado nunca a funcionar del todo bien desde $&&6, se 1a producido una situación un tanto paradóica. 9ientras una parte de las empresas y de familias de baa renta 1an visto blo4ueado su acceso al cr"dito de un modo continuado, las *randes empresas y corporaciones, así como sectores de renta alta, dispusieron de una *ran bolsa de li4uidez adicional 4ue multiplicó el ries*o de aparición de nuevas burbuas de activos, de un potencial e2plosivo de cierta intensidad, como la 4ue 1a tenido lu*ar en los valores bursátiles. El resultado de todo ello en t"rminos de distribución de la renta 1a sido ne*ativo, 1abi"ndose calculado 4ue los efectos de la e2pansión cuantitativa 4uedaron con3nados a no más del '& [ de la población.Q$ El embolsamiento de li4uidez en el ámbito de la especulación 3nanciera 1a traído renovadas disyuntivas a la política. Además, el potencial efecto desestabilizador se vería muy reforzado en el caso de 4ue los tipos de inter"s ne*ativos acabaran por afectar seriamente a la capacidad de las entidades bancarias de *enerar bene3cios #y al*unos ban4ueros ya 1an e2presado sus temores de 4ue tal cosa ocurra(.Q \se es uno de los motivos fundamentales por los 4ue parece razonable concluir 4ue las políticas monetarias no convencionales 1an lle*ado a su límiteD un límite a partir del cual se*uir usando esos instrumentos para servir al obetivo del crecimiento muy bien pudiera estar socavando otra vez las condiciones para la estabilidad 3nanciera. 0a evidencia de esos efectos ne*ativos y ese límite, más allá del cual ya es impensable 4ue consi*a afectar con e3cacia la evolución de la economía, 1izo 4ue a lo lar*o de $&'R comenzara su replie*ue. -in embar*o, el 1ec1o mismo de 4ue los reiterados anuncios de subidas inminentes de tipos de inter"s fueran sistemáticamente incumplidos obli*a a pensar en las estrate*ias monetarias de estos a8os como un laberinto 4ue fue imprescindible crear, pero al cual es muy difícil encontrar una salida 4ue no d" lu*ar a da8os colaterales. 0a 1istoria de la política económica en Europa 1a sido bastante diferente de la norteamericana #o la del Banco de n*laterra, 4ue en *ran medida si*uió el eemplo de la /eserva ;ederal(. Entre $&'& y mediados de $&'$, el Banco Central Europeo #BCE( fue uno de los causantes del *ran desastre de Europa, debido a su actitud de absoluta in1ibición ante la creciente de*radación de la economía. El presti*ioso 1istoriador económico Barry Eic1en*reen 1abló por entonces de la letal in1ibición del BCEF.QQ En al*unos casos su comportamiento tuvo al*o de c1antaista, al obli*ar a al*unos *obiernos a 1acer reformas Lno siempre bien orientadasL y recortar brutalmente el *asto si 4uerían acceder a la li4uidez del
Banco Central. Esta conducta no 1izo más 4ue precipitar al conunto de la eurozona 1acia la espiral de retrocesos en todos los planos, el económico, el social y el político. En realidad, durante esos a8os cruciales, en los 4ue estuvo presidido por eanClaude 7ric1et, el BCE fue el +nico de los bancos centrales 4ue permaneció ape*ado a las concepciones predominantes antes de $&&6. Ko es raro, entonces, 4ue el miedo a una 1ipot"tica pero improbable inOación le 1iciera cometer sus dos 1istóricos errores en los comienzos de los veranos de $&&6 y $&''D subir los tipos para reforzar la credibilidad antiinOacionista cuando, en realidad, estaban a punto de sobrevenir fuertes recesiones 4ue no fue capaz de anticipar. 0a conOuencia en esos a8os de esta política monetaria astrin*ente con una austeridad 3scal inmoderada fue una má4uina perfecta de contracción económica. Este resultado era previsible en la medida en 4ue los efectos multiplicadores del recorte en el *asto sobre la evolución de la actividad económica es mayor en condiciones de estrec1ez monetaria. 9ostraremos en el si*uiente capítulo 4ue, durante esos a8os, el BCE no se comportó para nada como lo 4ue debería ser, un prestamista de +ltimo recurso para una economía en la 4ue el cr"dito privado 1abía desaparecido. En consecuencia, la crisis de la deuda soberana no 1izo sino empeorar en esos a8os, a la vez 4ue el ries*o de desaparición del euro se 1izo muy si*ni3cativo en la se*unda mitad de $&'' y primera de $&'$. 7odo cambió a partir de $&'$, como es bien sabido, con la actitud del nuevo presidente del eurobanco, 9ario ra*1i. El BCE pasó entonces a utilizar dos instrumentos muy poderosos de su arsenal 4ue estaban prácticamente in"ditos. En primer lu*ar, las sucesivas rondas de e2pansión de la li4uidez. 5 en se*undo, el vieo y potente instrumento de la persuasión moral. -us efectos se comprobaron ya cuando 9ario ra*1i anunció en ulio de $&'$ 4ue el BCE 1aría todo lo necesario (:*atever it ta,es+ , es decir, utilizaría toda su potencia de fue*o con el 3n de salvar el euro. -u efecto fue inmediato. 0as primas de la deuda soberana #el diferencial de coste de la deuda de los diversos países del euro( se redueron fuertemente al eliminarse sus componentes más especulativos. El instrumento fundamental utilizado fue el pro*rama de Cutrig*t &onetary )ransactions #<97( u operaciones monetarias de compraventa #<9C(, consistente en compras de títulos de deuda soberana en el mercado secundario. Aun4ue el BCE no lle*ó a comprar títulos en el mercado primario de deuda p+blica, lo 4ue 1ubiese si*ni3cado monetizar directamente una parte de ella, las compras en el mercado secundario contribuyeron a relaar las tensiones 3nancieras en el continente. Pero si su efecto fue contundente al calmar los mercados y alear el ries*o de
desaparición del euro, sus repercusiones efectivas sobre la marc1a de la economía 1an sido pe4ue8as. 0os canales de transmisión de la nueva li4uidez 1acia las actividades productivas y de consumo de los 1o*ares estuvieron prácticamente blo4ueados por el deseo de los bancos de atesorar li4uidez y obtener rentabilidad para arre*lar sus balances. Por otra parte, en buena medida, el propio BCE neutralizó los efectos potenciales de esas operaciones sobre la actividad económica al subrayar 4ue las compras de títulos p+blicos deben ser esterilizadas, es decir, no afectar a la oferta monetaria o a la inOación. -in embar*o, el Conseo del BCE 1a ido dando crecientes muestras de insatisfacción con la timidez de su propia actuación. A pesar de la notable oposición de al*unos de sus miembros Lsobre todo del Bundesban], el banco central alemánL y de las luc1as internas de poder, poco a poco se 1a ido abriendo 1acia una nueva y muc1o más radical estrate*ia con el 3n de combatir la ya inne*able corriente deOacionista de fondo.QR Ese cambio se 1izo muy visible a comienzos de $&'R con la puesta en marc1a de una e2pansión cuantitativa al estilo de la de la /eserva ;ederal. A propósito de ello se 1a producido un 1ec1o curioso. 0as políticas monetarias de Estados Unidos y Europa se 1an cruzadoD cuando la relaación cuantitativa lle*ó al )ieo Continente, usto en ese momento se anunciaba su abandono por las autoridades monetarias del Kuevo. Como 1emos visto, las consecuencias de esto 1an sido compleas en t"rminos de movimientos de capitales y de los tipos de cambio, ori*inando nuevos episodios de inestabilidad, a+n no desaparecidos del todo. -in embar*o, es indudable 4ue esa política más ambiciosa del BCE 1a sido un notable alivio para la coyuntura de la atribulada eurozona.
... 5 UKA PA-)A ;-CA0 />A P E0 PKC< El fuerte activismo monetario tuvo su contrapartida ne*ativa en las estrate*ias presupuestarias contractivas de los *obiernos. -obre todo en el caso europeo, en el 4ue estas +ltimas probablemente sean recordadas durante muc1o tiempo como uno de esos eemplos de políticas obsesivamente encerradas con un solo u*uete y 4ue 3nalmente causaron *randes estra*os, sin alcanzar, sin embar*o, su obetivo primario. En el capítulo R abordaremos el estudio de esas consecuencias, en el terreno estrictamente económico y más alláN a1ora se trata simplemente de dear de3nido el papel de las políticas 3scales en la evolución económica de los +ltimos a8os. Un papel al 4ue el vocablo r"moraF le cae perfectamente. Comencemos por reconocer 4ue la crisis de la deuda soberana introduo la necesidad ine2cusable de dar prioridad a la corrección de los fuertes dese4uilibrios de las cuentas p+blicas, una vez 4ue se acepta 4ue no es posible mantener durante muc1o tiempo d"3cit p+blicos de más del '& [ del PB, como ocurría en bastantes países en $&'&. 7odos los *obiernos del mundo desarrollado dieron pasos en ese camino. Pero mientras 4ue en Estados Unidos, por eemplo, se buscó un camino lleno de contrapuntos #la acción de la /eserva ;ederal, pero tambi"n de los or*anismos parap+blicos de cr"dito, 4ue insertaron 1asta cuatro billones de dólares en la economía, en seis a8os(,QT la línea de austeridad se aplicó en Europa de una forma desnuda y brutal. ?Mu" e2plica este comportamiento 3scal europeo@ Muizá, más 4ue otra cosa, el miedo. El reconocido e2perto en economía europea Paul e >rauHe 1a lle*ado a 1ablar de una austeridad diri*ida por el pánicoF.Q6 0a posibilidad de una voladura descontrolada del euro y la incó*nita de la reacción de los mercados ori*inó una percepción de estar ante un abismo. Esta total incertidumbre ce*ó al*unas de las 1abituales respuestas de cálculo racional. Además, otros dos factores fueron decisivos en la formación de esa política. Por un lado, la inercia de las #malas( ideas, 4ue abordaremos más adelante, y, por otro, las peculiaridades institucionales de la UE. En este +ltimo terreno, no sólo se trató de la desaparición durante bastante tiempo de la Comisión Europea en ese proceso #y la consi*uiente toma de decisiones por parte del Conseo y el llamado Euro*rupo, donde las posiciones alemanas apenas dearon mar*en al*uno(. ;ue sobre todo la carencia institucional de ori*en 4ue tiene la eurozona, pues sus instituciones y compromisos básicos, como el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, fueron construidos pensando casi +nicamente en la luc1a contra la inOación. e a1í 4ue se 1ayan visto inermes ante el desbordamiento de una dinámica económica 4ue
conducía al problema contrario. urante todo ese tiempo no faltaron análisis 4ue propusieran un enfo4ue más e4uilibrado. -e recomendó por activa y por pasiva 4ue la política 3scal necesariamente tenía 4ue contribuir al desapalancamiento p+blico, pero al mismo tiempo tenía 4ue *enerar los su3cientes estímulos como para evitar recaer en una nueva fase de recesión #cosa 4ue, como sabemos, ocurrió(. 0a recomendación de buscar espacios de maniobra 3scal, intentando compatibilizar el impulso coyuntural de la demanda con la necesaria consolidación 3scal a lar*o plazo,QZ fue atendida cada vez en mayor medida por los *obiernos an*losaones, pero no desde lue*o por los europeos continentales #al menos 1asta bien entrado $&'R(. En todo caso, el peli*ro de un estancamiento secular y la pro*resiva menor efectividad de la política monetaria 4ue 1emos comentado en el epí*rafe anterior, obli*an a rede3nir las estrate*ias 3scales europeas, con3ri"ndoles un *rado de activismo muy superior al 4ue 1an tenido en los +ltimos a8os. En ese sentido, la posibilidad de 4ue se croni34ue una situación de baos tipos de inter"s, muy ne*ativa en m+ltiples aspectos, constituye sin embar*o una buena noticia en la medida en 4ue aliviará la car*a de los elevados niveles de deuda p+blica. En todo caso, dada la necesidad de ele*ir entre opciones contrarias de un modo continuado, la formación de políticas se car*a de compleidad. 0o cual naturalmente obli*a a una reconstrucción de la teoría de la política económica, de modo 4ue incorpore esa naturaleza decididamente complea de los principales problemas de los 4ue se ocupa #cuestión 4ue abordaremos en la parte 3nal de este ensayo(. /E;9A- ;KAKCE/A- A 9E< :ACE/ En el oto8o de $&&6 fueron muc1os 4uienes consideraron 4ue la primera prioridad para detener el desastre era avanzar rápidamente en una profunda reforma de las 3nanzas. 0a opinión p+blica comenzó entonces a escuc1ar e2presiones 1asta entonces muy poco frecuentadas, como banca en la sombraF, ries*o sist"micoF o socialización de p"rdidas de los bancosF. El disparate de un casino *lobal y *i*antesco sometido tan sólo a una 4uim"rica re*ulación de to4ue li*eroF (lig*t-touc* regulation+ estaba en el ori*en del *ran desastre. e a1í 4ue se viese como imprescindible cambiar en profundidad ese estado de cosas. espu"s de todo, fue una de las personas 4ue en mayor medida se 1abía bene3ciado de a4uel orden de cosas, el inversor norteamericano Warren Bue`, 4uien inventó la e2presión armas 3nancieras de destrucción masivaF.
7odo lo 4ue vino despu"s no 1izo sino con3rmar esa visión. En particular, los desmesurados costes de las crisis bancarias sufridas por muc1os países. Por centrarnos en Europa, la Comisión Europea autorizó entre $&&6 y 3nales de $&' Q&& operaciones de ayudas de Estado al sector 3nanciero por valor de casi SR&.&&& millones de euros.R& e ellos, una tercera parte fue efectivamente empleada para el salvamento de bancos.R' 7odo ello tuvo, obviamente, funestas consecuencias en el ámbito de los dese4uilibrios macroeconómicos. Por eemplo, en el caso irland"s, el salvamento del sistema bancario colocó el d"3cit p+blico en casi un & [ del PB, mientras 4ue en Espa8a los más de Q&.&&& millones de euros del pro*rama de salvamento 3nanciero apuntaron al temido 1orizonte del '&& [ para la deuda p+blica acumulada. Como consecuencia de los rescates bancarios, la deuda p+blica bruta del conunto de los países avanzados se vio incrementada en un T [ entre $&&6 y $&'$. El proceso de recapitalización de los bancos avanzó en ese período y se redueron de forma apreciable los problemas de solvencia, tal como mostraron las pruebas de esfuerzo realizadas en el oto8o de $&'Q. Pero lo cierto es 4ue los síntomas de anomalía en absoluto 1an desaparecido. e 1ec1o, el panorama internacional se oscureció de nuevo a comienzos de $&'S, cuando se e2tendieron las sospec1as acerca del verdadero estado de al*unos sistemas bancarios nacionales, como el italiano o el portu*u"s, o de al*unas *randes entidades sist"micas, como el eutsc1e Ban] #e2tendi"ndose entonces, como es ló*ico, las dudas en torno a si a4uellas pruebas de esfuerzo estuvieron en realidad bien realizadas(. Además, aparecen problemas nuevos. Uno muy destacado es el interro*ante 4ue los tipos de inter"s ne*ativos introducen sobre el futuro de las cuentas de e2plotación de unas entidades bancarias 4ue, como mínimo, se muestran como desconcertadas ante esa anomalía. 5 a+n más *rave es el 1ec1o de 4ue en los +ltimos a8os 1ayan vuelto a sur*ir todo tipo de alertas sobre la aparición de nuevas burbuas. Esto es al*o 4ue causa terror, pues su eventual e2plosión descontrolada eliminaría las posibilidades de recuperación. Es indudable 4ue en estos a8os el entorno re*ulatorio sobre los sistemas 3nancieros se 1a 1ec1o más estricto. 0a razón es la evidencia de 4ue el modelo anterior de re*ulación de to4ue li*eroF 1abía sido el camino perfecto 1acia el desastre. e esa toma de conciencia participaron al*unos de los más importantes re*uladores. -on los casos destacados de Adair 7urner, anti*uo director de la ;inancial -ervices Aut1ority británica #;-A(, Paul A. )olc]er, e2 *obernador de la /eserva ;ederal, o incluso en al*+n punto, o en al*+n momento de debilidad, el mismísimo Alan >reenspan. El asunto es 4ue, con el ruido de fondo del pánico no del todo superado, las e2i*encias de solvencia y li4uidez a los bancos se vieron
redobladas para intentar contrarrestar los problemas de demasiado *rande para caerF, ries*o moralF u operaciones fuera de balanceF 4ue la crisis 3nanciera de $&&6 1abía deado al descubierto. 0a principal manifestación de estas nuevas medidas de control 3nanciero a nivel *lobal fue la aprobación de las nuevas re*las denominadas Basilea , 4ue dise8aron una senda para multiplicar los re4uerimientos de capital de calidad a las entidades, en al*unos casos entre siete y diez veces, con un 1orizonte, eso sí, 4uizá demasiado dilatado #$&'Z(. Como resultado de ello, las bases de capital del sistema bancario efectivamente se 1an fortalecido en estos a8os.R$ entro de las fronteras nacionales Lo de re*iones, como la UEL las reformas 1an avanzado de un modo bastante apreciable.R Parece 4uedar ya leana la idea de liberalización *eneral de las 3nanzas 4ue estuvo vi*ente en todos los países en el período previo a la crisis. Pero en casi todos los casos se 1an observado dos líneas de resistencia muy inOuyentes. Una es la de los intereses de los propios bancos y entidades de inversión, 4ue con frecuencia 1an pu*nado por frenar las reformas.RQ 0a otra es la 4ue viene desde la vertiente t"cnica, consecuencia de la *ran di3cultad de embridar la intensa dinámica de innovación en ese sector. Con todo, en Estados Unidos la 0ey odd;ran] lanzó un conunto de reformas para favorecer la transparencia, separar bancos comerciales y de inversión, y prote*er a los usuarios de servicios 3nancieros. 5 en el /eino Unido 1ubo acuerdo para 4ue la ;inancial -ervices Act de $&'$ reforzase notablemente la capacidad de re*ulación prudencial, a1ora asi*nada al Banco de n*laterra. Por lo 4ue respecta a la UE, los avances de la unión bancaria se ven a1ora como imprescindibles para completar la inte*ración monetaria. Esto si*ni3ca un cambio considerable respecto de los primeros momentos de la crisis. Pero *ran parte de la ambición de sus proyectos iniciales se 1a 4uedado por el camino. -us dos primeros componentes, la re*ulación uni3cada y el 9ecanismo nico de -upervisión bancaria para toda la Unión Económica y 9onetaria #UE9(, se pueden considerar satisfactorios. Pero no así el tercero, el 9ecanismo nico de /esolución de crisis bancarias, cuya insu3ciente dotación, compleidad burocrática y ausencia de vías de mutualización 1acen pensar 4ue, en caso de una nueva crisis sist"mica, su capacidad real de respuesta será muy escasa. Al*o 4ue, viendo la evolución reciente del continente y sabiendo 4ue los cambios institucionales en "l siempre son de parto más difícil, no debiera e2tra8ar a nadie. En mayo de $&'R, y en el seno del ;oro Económico 9undial, un *rupo selecto de 3nancieros, entre los 4ue se encontraban representantes de al*unos de
los principales bancos y sociedades ase*uradoras del mundo, publicó un mani3esto en el 4ue se a3rmaba su apoyo a un enfo4ue 1olístico de la re*ulación 3nanciera. ^_ Creemos 4ue la estabilidad 3nanciera es un bien p+blico fundamental y 4ue la re*ulación macroprudencial es un importante mecanismo 4ue podría contribuir a esa estabilidad ^_ luc1ando contra las crecientes ine3ciencias del mercadoF.RR os comentarios se si*uen de a4uí. Primero, 4ue a pesar de las mencionadas presiones antirreformistas de buena parte de la industria bancaria, el reconocimiento de la necesidad de la re*ulación se 1a e2tendido incluso a los ámbitos en los 4ue siempre 1a reinado una cultura de oposición a todo control e2terno. 5 se*undo, 4ue si un lustro y medio despu"s del colapso es necesario un llamamiento así, ello demuestra 4ue el recorrido de la reforma 1asta a1ora 1a sido sólo discreto. En todo caso, 1ay 4ue reconocer 4ue, con los cambios producidos en estos a8os, el mundo de la banca tradicional se 1a 1ec1o más se*uro de lo 4ue era en $&&6. Este avance debe ser saludado con satisfacción, si bien cabría a8adir 4ue faltaría más 4ue no 1ubiera 1abido variación al*una, dada la evidencia de los males mayores 4ue el descontrol de las 3nanzas causó sobre la vida económica y social. A1ora bien, ?es su3ciente@ -on varios los motivos 4ue nos llevan a responder de forma ne*ativa. )eámoslo primero respecto de los mercados 3nancieros nacionales. En primer lu*ar, al*unos de los aspectos de la estructura de supervisión previa a la crisis 4ue se mostraron en mayor medida fallidos no 1an sido eliminados en absoluto. El eemplo más destacado es el de las a*encias de cali3cación de deuda, a las 4ue se se8aló en los primeros momentos de un modo *eneral como uno de los *randes causantes del desastre. Pasados los a8os, sin embar*o, y pese a las solemnes promesas de reforma, apenas se 1a 1ec1o nada en esa dirección. Ki se 1a creado una a*encia europea 4ue pudiera romper el oli*opolio de las tres *randes norteamericanas, ni el funcionamiento real de "stas parece 1aber e2perimentado modi3cación si*ni3cativa al*una. En se*undo lu*ar, buena parte de los cambios se8alados en los párrafos anteriores se re3eren a la banca convencional. Cosa muy distinta es la banca en la sombra (s*ado: !an,ing+ 4ue tuvo un prota*onismo muy directo en la e2plosión de la crisis 3nanciera de $&&6. Basada en una dinámica continuada y muy so3sticada de innovación, *enera actividades 4ue escapan fácilmente a toda forma de re*ulación. Pues bien, estamos ante un problema 4ue si*ue siendo obeto de viva preocupación, pues su dimensión e inOuencia tienden a incrementarse, no a disminuir. ado 4ue los már*enes en las actividades tradicionales de pr"stamo
tienden a reducirse, son muc1as las entidades 3nancieras 4ue cada vez buscan más sus líneas de ne*ocio en ese otro tipo de operaciones. Al*unos informes 3ables predicen 4ue si el peso de la banca en la sombra en el total de activos 3nancieros *lobales ronda actualmente el $R [, ese porcentae subirá 1asta el R [ en $&$&. 0a cuestión ardua es 4ue la de3nición estricta de esas actividades no está nada clara. Esto crea di3cultades a*udas a muc1os de sus clientes para conocer e2actamente el ries*o 4ue contraen. Ko es e2tra8o 4ue al*unos or*anismos multilaterales, como el ;9, llamen seriamente la atención sobre la necesidad absoluta de salir al paso de este problema.RS 5 1ay todavía una tercera razón para ser esc"ptico sobre la profundidad y las perspectivas de futuro de las reformas 3nancierasD el propio modelo de re*ulación está bao sospec1a, entre otros motivos por el problema de las puertas giratorias , al 4ue en estos a8os apenas se 1a puesto coto. Ko es un asunto fácil de resolverD t"n*ase en cuenta 4ue el personal de las a*encias re*uladoras, para cumplir bien sus tareas, debe aunar conocimiento t"cnico y e2periencia en el maneo de todo tipo de instrumentos de 3nanciación. ?5 4ui"n meor 4ue a4uellos 4ue 1an acumulado esa e2periencia en la propia industria 3nanciera@ Pero, al mismo tiempo, ese don de ubicuidad acarrea tambi"n potenciales conOictos de inter"s. Aun4ue durante los a8os de e2pansión fue un problema casi i*norado, en el período reciente se 1a e2tendido la percepción de 4ue al*unos importantes fallos en la re*ulación 1an podido tener muc1o 4ue ver con la captura de los re*uladoresF por parte del sector al 4ue deberían 1aber controlado muc1o más estrictamente.RT Muedan por tanto serias dudas acerca de 4ue las nuevas estructuras re*ulatorias, por muc1o 4ue representen un avance, sean realmente capaces de mantener bao control las riendas de unas 3nanzas 4ue operan con una insólita escala y compleidad. Este +ltimo elemento Lel increíble *rado de so3sticación de las 3nanzas contemporáneasL no 1a deado de ir a más, con crisis o sin ella. 5 con "l, el desorden 4ue introduce la aceleración en las transacciones, la capacidad de unos pocos operadores para incidir en el valor de los precios o los comportamientos de manada. Ante todo esto, caben más 4ue dudas razonables acerca de si los cambios le*islativos para meorar la re*ulación de las 3nanzas consi*uen en realidad se*uir los audaces pasos de "stas. Un problema en cuya resolución apenas se 1a avanzado en los +ltimos a8os es el del carácter oli*opolístico de las estructuras 3nancieras, y en particular de los sistemas bancarios. /ecu"rdese 4ue, al principio de la crisis, el criterio de too !ig to /ail #la imposibilidad de dear caer a *randes con*lomerados sist"micos, dado el
impacto 4ue ello tendría sobre el resto de la economía( se convirtió en el ar*umento clave para rescatar entidades bancarias de numerosos países. Pues bien, las reformas llevadas adelante desde $&&Z no 1an 1ec1o sino reforzar la concentración en el sector, mediante el impulso de las fusiones de entidades. En Espa8a, por eemplo, el plan de rescate 3nanciero dispuesto por la UE en $&'$ tuvo como una de sus principales consecuencias la eliminación de numerosas entidades de cr"dito, y la captación de casi todo el mercado por apenas cinco entidades. Es interesante destacarlo, por4ue constituye una muestra de las profundas contradicciones 4ue marcan a1ora mismo las perspectivas de la economíaD un pro*rama de reforma 4ue 1a contribuido decisivamente a la meora del entorno económico *eneral #y sería casi la +nica 4ue lo 1a conse*uido(, y 4ue sin embar*o 1a traído consi*o dos consecuencias nefastas de cara al futuroD el mencionado oli*opolio, y el salto e2perimentado por la deuda p+blica. Por otro lado, en la etapa previa a la crisis reinaba plena con3anza en 4ue el acceso a la información por parte de todos los operadores, ya sean prestamistas o prestatarios, crea condiciones para la racionalidad de esos procesos, con plena conciencia de lo 4ue allí se contrata. -in embar*o, en los +ltimos a8os 1emos asistido a 1istorias interminables de en*a8os, ocultaciones y fraudes, muc1os de los cuales Lse*uramente varios cientos de casosL deambulan a+n por los tribunales de usticia de varios países.R6 7rataremos con calma esta cuestión en un capítulo posterior, especialmente en lo 4ue se re3ere a las ideas económicas y sus consecuencias. Pero desde a1ora constatamos la falsedad de ese supuesto de racionalidad, destacando un 1ec1o 1asta a1ora poco analizado y 4ue investi*aciones recientes 1an deado acreditadoDRZ el alto *rado de desconocimiento, 4ue raya en el analfabetismo, 4ue caracteriza a amplísimos sectores sociales sobre todo lo 4ue tiene 4ue ver con las 3nanzas, lo 4ue crea una e2tensa base para todo tipo de estafas. Esto nos acerca a la +ltima razón por la 4ue debe avanzarse en la reforma de las 3nanzas, y 4ue no es otra 4ue una razón de moral p+blica. En los +ltimos tiempos, el anti*uo drama de la 1ostilidad entre Wall -treet y 9ain -treet 1a vivido un nuevo y vibrante acto con la *ran banca internacional en el papel de enemi*o del puebloF. 7al cosa no e2tra8a, pues recordamos bien, por eemplo, 4ue, mientras se salvaban masivamente bancos en $&&Z, los ban4ueros obtuvieron *anancias descomunales #se*+n al*unas estimaciones de 1asta 'Q&.&&& millones de dólares(. El uso de información privile*iada, los sistemas de !onus , la ausencia de responsabilidades personalesD todo ello apunta en una dirección muy poco aleccionadora, además de una *rave perversión de incentivos. Un problema 4ue en los +ltimos a8os no 1a deado de a*ravarse. Por eemplo, es bien sabido 4ue las
remuneraciones de los primeros eecutivos de la *ran banca 1an se*uido creciendo en la crisis a pesar de las tribulaciones pasadas por ese sector y de la enorme cuantía de fondos p+blicos utilizados para su rescate.S& A partir de a1í la relación observada entre responsabilidad, premio y ries*o 4ueda muy leos de todo lo 4ue se pueda uz*ar como usto o apropiado. Como 1a reconocido, entre otros, el *obernador del Banco de n*laterra, 9ar] Carney, los escándalos 3nancieros no fueron consecuencia de unas cuantas manzanas podridas, sino de los toneles en los 4ue se almacenabanF.S' Es decir, no se trató simplemente de comportamientos individuales inaceptables, lo 4ue sería fácil de afrontar, sino del sistema en 4ue se encuadraban, al*o desde lue*o muc1o más perturbador. Estamos ante toda una cultura , fuertemente arrai*ada en esas or*anizaciones en la etapa de bonanza, 4ue acabó por *enerar estructuras de incentivos muy perversas e inclinadas a la pura especulación, muc1o más 4ue al cumplimiento de las vieas tareas de la banca consistentes en mediar entre a1orro e inversión y proveer de li4uidez a la economía. -e trata de un asunto de suma *ravedad, pues afecta de un modo crucial a la con3anza del resto de los actores de la economía en la intermediación 3nanciera. -e trata de un ne*ocio 4ue, sencillamente, sin con3anza no puede funcionar. Este problema nos lleva de nuevo, aun4ue desde una perspectiva más a medio plazo, a cuestionar la e3ciencia y estabilidad de ese sistema. A propósito del caso norteamericano, a3rman Atif 9ian y Amir -u3D El sistema 3nanciero está leos de lo 4ue debería ser ^_. Acapara cada vez una parte mayor de la renta nacional, pero muc1os estadounidenses no confían en "lF.S$ 5 es 4ue en el clima de intenso malestar 4ue causa la reiteración de escándalos y la percepción de conductas depredadoras, los ciudadanos apenas aprecian ni dan valor al*uno a las meoras t"cnicas de la re*ulación. -olucionar este tipo de problemas pasa por meorar de verdad los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas en este sector. Esto e2i*e le*islar muy estrictamente sobre !onus , pensiones, responsabilidades personales y sistemas de sanciones. ?-e 1an dado pasos di*nos de mención para corre*ir esa situación@ 9uy pocos y tardíos, se*uramente como consecuencia de la ya mencionada fuerza de presión política 4ue los ban4ueros mantienen. -e 1a 4uerido ver en la cumbre del >$& en Brisbane, en noviembre de $&'Q, un cierto virae respecto de esta cuestión. Pero esa misma fec1a da idea del muc1o tiempo perdido, con notables efectos ne*ativos sobre la ima*en social de las 3nanzas. El sistema en el 4ue vivimos no puede funcionar sin bancos y sin la savia
fresca del cr"dito a ne*ocios y particulares. -u evolución contemporánea, sin embar*o, los 1a aleado cada vez más de 1acerlo de un modo socialmente aceptable. -obre estas cuestiones escribió 1ace unos a8os el premio Kobel /obert -1iller en su libro Las 'nan"as en una sociedad ;usta , en el 4ue reclama una profunda democratización de los procesos 3nancieros y, en particular, de la banca.S -i solamente se e2pone en t"rminos *enerales, este planteamiento puede parecer naíf, pero tiene muc1o inter"s si se concreta en dos puntos clave. Por un lado, en el acceso a la información sobre todo tipo de aspectos del funcionamiento de las entidades por parte de los usuarios de servicios 3nancieros. Por otro, en la participación de "stos en condiciones de i*ualdad con los operadores más so3sticados. En t"rminos más propios de la teoría económica, 1ablaríamos de la e2i*encia de mecanismos muy precisos para evitar el uso y abuso de la información asim"trica #ventaas informacionales( de la 4ue disfrutan sus *estores. En +ltimo t"rmino, eso si*ni3ca 4ue las 3nanzas volverían a tener una escala 1umana. 5 en ese plano, apenas se 1an re*istrado meoras di*nas de mención a lo lar*o de los +ltimos a8os. E9EAA- E-7/UC7U/A- >0$&. 0a ló*ica de esas propuestas era contundente. -i como consecuencia de la apertura *eneral de la cuenta de capital, la dinámica de las 3nanzas era *lobal, y lo era tambi"n el propio ciclo 3nanciero,SQ se necesitaban estructuras de re*ulación y control 4ue operasen tambi"n a escala *lobal. ;inanzas *lobales y re*ulaciones nacionales no podían traer nada bueno. ;rente a !ig 'nance se necesitaba !ig government. ado 4ue "sa era precisamente la situación observable en los mercados, era imprescindible pro*resar en la creación de una a*encia multilateral 4ue permitiera la buena *estión a*re*ada de las crisis 3nancieras y otros elementos de re*ulación *lobal. Pues bien, en este ámbito son muy pocos los pasos 4ue se 1an dado, más allá de las re*las Basilea , 4ue ya 1emos mencionado. En todo caso, aun4ue esta +ltima re*ulación parece ir en la buena dirección, sus resultados sólo podrán evaluarse una vez 1aya entrado plenamente en vi*or. Pero no 1ay nada parecido a un tribunal internacional de 4uiebras, a pesar de 1aberse producido en estos a8os varios acontecimientos 4ue 1an llevado a ec1arlo en falta, como la entrada en situación de impa*o (de/ault+ de la deuda soberana ar*entina en $&'Q, debido a la
aplicación de la sentencia de un simple uez de 9an1a`an. 7ampoco las proclamas a favor de e2tender de un modo coordinado la imposición sobre las transacciones internacionales de capital #como la famosa tasa 7obin( se 1an traducido en medidas especí3cas, si bien un proyecto bastante demediado en esa dirección debiera entrar en funcionamiento en Europa en $&'T. 5 en cuanto a la *estión de crisis 3nancieras, poco 1ay 4ue rese8ar al mar*en de un Conseo de Estabilidad ;inanciera, creado con *ran publicidad en $&&Z, pero cuya e3cacia es mínima debido a 4ue nin*+n tratado internacional lo respalda y no e2iste posibilidad al*una de sancionar a los países 4ue incumplan sus normas. En este punto cabe recordar 4ue al*o parecido ocurrió ya en episodios anteriores de crisis en los mercados *lobales. Por eemplo, con la tormenta asiática de 'ZZ6. -ucede, sin embar*o, 4ue este tipo de propuestas se a*itan cuando arrecian los vientos 1uracanados, pero desaparecen con la posterior calma. Esto 1a acabado por provocar un alto *rado de frustración sobre las e2pectativas de implantar una nueva *obernanza *lobal. -i en ese punto no se re*istran avances, la +nica alternativa razonable será la de una cierta se*mentación de los mercados. :ay 4ue recordar 4ue en absoluto está escrito en el cielo 4ue la *lobalización 3nanciera 1a de ir siempre 1acia delante. Un cierto retroceso en ese aspecto no sería cosa mala, en la medida en 4ue, como 1a se8alado ani /odri], no siempre más *lobalización es meor *lobalización. Pero, en todo caso, el fracaso de las nuevas ar4uitecturas *lobales 1ace más probable y descontrolado ese retroceso. Como consecuencia de todo lo dic1o en este apartado, ?se puede concluir 4ue el ries*o sist"mico 4ue trae el nuevo capitalismo 1iper3nanciero 1a aumentado o disminuido@ Es difícil decirlo de un modo contundente. En cambio, sí está claro 4ue se 1a desplazado claramente 1acia el e2pansivo mundo de la banca en la sombra. Con todo, en t"rminos *enerales es indudable 4ue la presencia del elemento de ries*o si*ue siendo muy pronunciada en la economía internacional. 5 más 4ue ante un ries*o, 4ue en todo caso es medible y susceptible de ser cubierto, nos encontramos de forma creciente con un elemento de incertidumbre sin posibilidad de cálculo racional. Muizá nada lo demuestre meor 4ue el temor bastante *eneralizado al comienzo del verano de $&'R 4ue provocó la posibilidad de un impa*o *rie*o, visto en muc1as partes del mundo como un nuevo 0e1manF. Al*o 4ue en *ran medida se volvió a 1acer presente, en relación con el /eino Unido, como consecuencia del resultado del refer"ndum sobre el reit. -i un accidente de esas características si*ue siendo posible es 4ue continuamos viviendo sobre un volcán sólo temporalmente dormido. :emos visto, por tanto, cómo la dimensión elefantiásica de las 3nanzas, el
carácter 1iper3nanciero del nuevo capitalismo, y su evolución en *ran parte fuera de toda posibilidad de control efectivo, 1an estado en el centro de los problemas económicos contemporáneos. 9ientras no se devuelva a los mercados 3nancieros su condición instrumental a una escala 1umana, y mientras no 4uede embridado por estrictos controles, continuará siendo un obstáculo para una recuperación de la economía internacional 4ue sea *enuina y sostenible. '. Entre los +ltimos en defender la necesidad de a4uellas políticas en a4uel momento 3*ura la <3cina de Evaluación del ;9, en su informe de $&'Q. $. )ersiones previas de este trabao 1an sido publicadas como documentos de trabao, por el nstituto de Análisis Económico y -ocial de la Universidad de Alcalá #Economía europeaD ?1acia el estancamiento secular@F, mayo, $&'R( y el ;oro Económico de >alicia #-obre o risco de estancamiento na economía europeaF, unio, $&'R(. 7ambi"n como capítulo de un libro #Costas y Arias, $&'Sa(. . atos procedentes de :arver Analytics, >oldman -ac1s >lobal nvestment /esearc1, $&'Q. Q. atos e2traídos de B- #$&'Q(, cuadro .$. R. )"ase Ball #$&'Q(. S. )"ase -errano y Altuzarra #$&'R(, p. T. T. )"ase C. /ein1artD 0a inOación, la ;ed y el panorama *eneralF, Pro;ect Byndicate , de septiembre de $&'R. 6. )"anse Jindleber*er #'Z6Z(N /ein1art y /o*o #$&&Z(. Z. W. A. BroHn r.D )*e international gold Btandard reinterpreted# FGFH-FGIH , citado por . Aldcroft #'ZT6(D 3rom Versailles to Jall Btreet# FGFG-FG2G #trad. esp.D De Versalles a Jall Btreet (FGFG-FG2G+# Barcelona, Crítica, 'Z6R(. '&. El libro de 9ian y -u3 #$&'(, @ouse o/ de!t Luno de los más e2itosos libros de economía publicados en Estados Unidos en los +ltimos a8osL analiza con detalle la acumulación de deuda en los 1o*ares como causa capital de la crisis en a4uel país. Un estudio para $$ países, destacando la importancia de la deuda privada, se 1alla en )a*ue #$&'Q(. ''. Estudios cuantitativos fundamentales sobre la evolución de la deuda por
países y re*iones son Bu`i*lione et al. #$&'Q(, B- #$&'Q( y 9cJinsey >lobal nstitute #$&'$(. e esas fuentes están tomados los datos 4ue presentamos en esta sección. '$. )"ase 7urner #$&'S(, p. $'R. '. )"ase Beers y Kadeau #$&'R(, *rá3co $. 'Q. )"ase Wolf, We are trapped in a cycle of credit boomsF, 3) , T de octubre de $&'Q. 'R. )"ase /ein1art y /o*o #$&'Q(. 'S. )"ase B- #$&'Q(, capítulo '. 'T. )"anse /ein1art y /o*o #$&&Z( y B- #$&'Q(. '6. El profesor Antonio 7orrero 1a ar*umentado sobre la crisis espa8ola en esa clave teórica. )"ase 7orrero #$&'Q(. 'Z. B- #$&'Q(, p. '$. $&. Para todo lo 4ue tiene 4ue ver con las diferencias entre ciclo 3nanciero y ciclo de ne*ocios son fundamentales las investi*aciones desarrolladas en el Banco de Basilea. )"anse re1mann, Borio y 7satsaronis #$&'$( y B- #$&'Q(, capítulo ). $'. Un interesante recorrido por la 1istoria de esa noción, desde su uso por parte de :ansen al reciente redescubrimiento, se encuentra en Bac]1ouse y Boianovs]y #$&'R(. $$. )"ase 7euilin*s y BaldHin, eds. #$&'Q(. $. )"ase Joo #$&'Q(. $Q. )"anse 0o y /o*o #$&'R(, /o*o #$&'R( y >eana]oplos #$&'(. $R. Cecc1e`i y J1arroubi #$&'R(. $S. )"ase Cecc1e`i y J1arroubi #$&'R(, p. Q. Una industria intensiva en situada en un país con alta tasa de e2pansión de las 3nanzas crecerá cada a8o un $ [ menos 4ue industrias de características similares situadas en otro país de
menor crecimiento 3nanciero. $T. )"ase sobre todo Borio et al. #$&'R(. $6. )*e Economist , '6 de febrero de $&'R. $Z. 7ítulo de su artículo en Pro;ect Byndicate , 'Q de enero de $&'R. &. )"ase Jru*man #$&'Q(. '. )"ase -ummers #$&'Q(. $. )"ase >. avisD s economic *roHt1 permanently loHer@F, 3) , $S de octubre de $&'Q. )"anse tambi"n los artículos de 9artin WolfD An economic future t1at may never bri*1tenF, 3) , 'Q de abril de $&'R, y >avyn aviesD >lobal *roHt1 report card L is t1e Horld sloHdoHn temporary@F, 3)# Q de mayo de $&'R. . )"anse ;9 #$&'Q(, Perspectivas de la economía mundial , capítulo Q, octubre y Aslam et al. #$&'Q(. Q. )"ase )*e Economist , nternational trade L A troublin* traectoryF, ' de diciembre de $&'Q. R. Para una discusión sobre todo ello, v"ase el libro colectivo editado por :oe]man #$&'R(. S. e 1ec1o, el temor a 4ue a1ora la reacción proteccionista sí vaya en serio 1a 1ec1o reaccionar a numerosos economistas de todas las tendencias, alertando sobre los peli*ros de un replie*ue *eneral del comercio. )"anse por eemplo, 0. -ummersD >lobal 7rade s1ould be remade from t1e bo`om upF, 3) , '& de abril de $&'S, y J. /o*oD ?Estados Unidos contra el comercio@F, Pro;ect Byndicate , T de abril de $&'S. T. Entre esas aportaciones destacan Borio #$&''(, Commi`ee on nternational Economic Policy /eform #$&''(, /eic1lin y BaldHin, eds. #$&'(, 71in] 7an] $& #$&'(, Woodford #$&'$(, Ball #$&'(. )"ase un resumen en Arias y 7ei2eira #$&'R(. 6. Kuevos ar*umentos para rebatir tales tab+s 1an sur*ido en lu*ares inesperados. )"ase, por eemplo, 7urnerD Printin* 9oney to fund de3cit is t1e fastest Hay to raise ratesF, 3) , '& de noviembre de $&'Q.
Z. )"ase Jin* #$&'S(. Q&. )"ase /eic1lin, 7urner y Woodford #$&'(D :elicopter 9oney as a policy optionF, voE= , mayo, y 71in] 7an] $& #$&'(. Q'. Entre los muc1os defensores del 1elicóptero monetario se encuentran al*unos tan notables como Ben Bernan]e y Adair 7urner. )"anse A. 7urnerD :elicopters on a 0eas1F, Pro;ect Byndicate , Z de mayo de $&'S, y B. Bernan]eD W1at 7ools does t1e ;ed 1ave left@ Part D :elicopter 9oneyF, Broo]in*s, ernan,e log , '' de abril de $&'S. Q$. )"ase -tep1en /oac1D runHaldD 71e #/eal( Ban] of AmericaF, Político &aga"ine , enero, $&'R. Q6. )"ase e >rauHe y 5i #$&'(. QZ. )"ase Blanc1ard et al. #$&'(. R&. E2actamente SS.ZZ millones en operaciones de recapitalización y rescate de activos bancarios. )"ase CK9CD nforme sobre las ayudas p+blicas en Espa8a$&'RF, AP &&'V'R, p. $6. R'. )"ase BCED ;inancial nte*ration in EuropeF, abril, $&'Q. 0os datos anteriores, reco*idos en ;9D ;iscal Adustment in an Uncertain WorldF, abril, $&'.
R$. A pesar de los pro*resos realizados, a la altura de marzo de $&'R, la escasez de activos sanos de los *randes bancos sist"micos para cumplir con esos nuevos re4uerimientos, a escala mundial, era de &&.&&& millones de euros. )"ase 3) , Q de marzo de $&'R. R. A propósito de las reformas aplicadas, v"ase la importante conferencia del *obernador del Banco de n*laterra, Carney #$&'Q(. )"anse tambi"n :aldane #$&'( y los vol+menes editados por *lesias #$&'R( y -c1oenma]er #$&'Q(. RQ. El economista -imon o1nson 1a publicado numerosos trabaos evidenciando esas presiones y sus resultados. El más conocido es o1nson y JHa] #$&'&(. RR. )"ase World Economic ;orum, 71e /ole of ;inancial -ervices in -ociety. -tatement in support of macroprudential policiesF, mayo, $&'R. RS. )"ase ;ondo 9onetario nternacional, >lobal ;inancial -tability /eportF, abril, $&'R. 0os datos están tomados de PHC, Capital 9ar]ets $&$&F, abril, $&'R. RT. )"ase Gin*ales #$&'R(, *lesias/odrí*uez, 7riandafyllidou y >ropas, eds. #$&'S(. R6. Entre los episodios importantes de fraude de los +ltimos a8os 4ue 1an sido detectados cabe destacar la manipulación del euríbor en la City, en $&'$N en otros casos se vieron implicadas entidades de *ran tama8o como . P. 9or*an o Credit -uisse. -ólo en Estados Unidos, entre $&&6 y $&'Q, las multas impuestas a los *randes bancos superaron lar*amente los '&.&&& millones de dólares. )"ase udley #$&'Q(. RZ. )"ase 0usardi y 9itc1el #$&'Q(. -e*+n el estudio empírico comparativo de estas autoras, con datos obtenidos entre $&'' y $&' a trav"s de un sistema de encuestas, en las 4ue se formulan tres pre*untas muy elementales y claras sobre el funcionamiento de los mercados 3nancieros Lrelativas a la noción de inter"s compuesto, el efecto de la inOación sobre el a1orro, y el ries*o asociado a una operación bursátilL, en Estados Unidos, por eemplo, sólo un &,$ [ de los entrevistados acierta a responder correctamente las tres pre*untas #un &, Z [ en ;ranciaN un $Q,Z [ en talia, un $T [ en apónN y al*o superiores, un R,$ [ y un QQ,6 [ en, respectivamente, Alemania y Países Baos(. S&. -e*+n un estudio del banco de inversión Berenber* de 3nales de $&'Q,
las remuneraciones de los eecutivos de los *randes bancos europeos 1an crecido desde $&&Z, sin correlación con la valoración de las acciones de sus entidades. e 1ec1o, la +nica correlación observada es con el tama8o y *rado de compleidad del banco #con un importante incentivo para el too !ig to /ail(. S'. Carney #$&'Q(, p. '. )"ase tambi"n -1a3] #$&'Q( y udley #$&'Q(. Estos dos +ltimos autores son tambi"n destacados re*uladores, el primero en el Banco de n*laterra y el se*undo en la /eserva ;ederal de Kueva 5or]. S$. 9ian y -u3 #$&'Q(, p. '6S. S. )"ase -1iller #$&'$(. SQ. )"anse /ey #$&'Q( y Blanc1ard et al. #$&'Q(.
CAP7U0< 0a desi*ualdad, la peor cara del capitalismo 0a opinión popular está a*itada con problemas 4ue pueden perturbar el orden social, y entre ellos no 1ay nin*uno tan amenazador como la desi*ualdad de condición, ri4ueza y oportunidades. <:K -:E/9AK, discurso, '6Z& El ras*o 4ue meor caracteriza el capitalismo en este inicio del si*lo !! es, unto con su dimensión ultra3nanciera, ya analizada, la e2trema desi*ualdad 4ue 1a vuelto a sur*ir en las tres +ltimas d"cadas. Por un lado, una elevada concentración de la renta y la ri4ueza en un reducido n+mero de personas muy ricas en la parte alta de la distribución. Por otro, la creciente pobreza y falta de oportunidades 4ue sufre más del Q& [ de la población 4ue está en la parte baa. Acompa8ando a esta polarización entre los e2tremos, la clase media está e2perimentando una reducción de su tama8o en la mayoría de las sociedades desarrolladas. 0os efectos ne*ativos sobre la economía de esta creciente desi*ualdad son cada vez más reconocidos en la literatura acad"mica y en las investi*aciones de institutos y or*anismos económicos internacionales. El mal reparto perudica la asi*nación e3ciente de los recursos disponibles, 1ace más volátiles las economías, empeora la calidad del crecimiento económico y debilita su potencial a lar*o plazo. Pero sus efectos van más allá de la economía. 0a desi*ualdad económica no se puede separar de la social y política. Por un lado, una economía de libre mercado necesita una especie de pe*amento social 4ue le permita funcionar armoniosamente. Ese pe*amento se alimenta de un sentido de comunidad en la cual los ciudadanos compartan di*nidad y oportunidades. 0os defensores del sistema de libre empresa tienen 4ue tener en cuenta 4ue el n+cleo moral 4ue le*itima el capitalismo es la creación de oportunidades para todos. e a1í 4ue /obert -]idels]y, el *ran bió*rafo de o1n 9aynard Jeynes, 1aya lle*ado a a3rmar 4ue la desi*ualdad asesina al capitalismoF.' Por otro lado, dada la importancia 4ue la e2istencia de una fuerte clase media patrimonial tiene para el funcionamiento de la democracia, su ibarización
es un fenómeno político de primera ma*nitud. 71omas Pi]e`y, de cuyo libro El capital en el siglo 664 1ablaremos más adelante, 1a se8alado con acierto 4ue la creación de una clase media patrimonial fue la mayor innovación del si*lo !!F.$ e a4uí 4ue la polarización de la distribución de la renta y la ri4ueza, a la vez 4ue se levanta como una amenaza para el capitalismo, lo es tambi"n para la democracia. Estos efectos políticos los estamos comenzando a ver con el resur*imiento en las sociedades desarrolladas de los movimientos populistas de todo tipo, tanto de derec1a como de iz4uierda. e 1ec1o, la desi*ualdad e2trema acostumbra a ser un buen indicador adelantado de potenciales conOictos sociales y políticos. Esta emer*encia del populismo político parece con3rmarlo. Por lo tanto, remedando la frase de -]idels]y 4ue acabamos de mencionar, podríamos decir tambi"n 4ue la desi*ualdad asesina la democracia. 0a toma de conciencia del fenómeno de la desi*ualdad y el reconocimiento de sus efectos perversos es un 1ec1o cada vez más *eneralizado. Pero lo más relevante es 4ue esta preocupación no viene sólo de sectores de la iz4uierda política poco proclives de partida al capitalismo, ni de economistas especializados en este tema pero leanos a las preocupaciones de la corriente principal de la economía. A1ora procede tambi"n de instituciones económicas centrales del capitalismo, como el Banco 9undial #B9(, el ;ondo 9onetario nternacional #;9( o la
período. Un nombre paradóico, por cierto, para una "poca 4ue combinó una mezcla e2plosiva de concentración de la ri4ueza en una fracción reducida y cosmopolita de la sociedad con una e2trema pobreza y ausencia de oportunidades para el resto. ?Es casualidad 4ue sean los a8os posteriores al inicio de la crisis 3nanciera de $&&6 el momento en 4ue esas dos instituciones tan representativas de las "lites económicas occidentales comenzaran a ver la desi*ualdad como un fenómeno preocupante@ e 1ec1o, antes de $&&6 era ya una realidad económica y social evidente para al*unos estudiosos. Pero se podría decir 4ue era una enfermedad oculta y asintomática.
económica. esde esta perspectiva fatalista poco se puede 1acer, más allá de esperar 4ue, tarde o temprano, los resultados de esa modernización Len forma de mayor crecimiento, empleo y salariosL acaben reduciendo la desi*ualdad. Pero, desde otras perspectivas de análisis, 1ay motivos para la esperanza y el optimismo. 0a e2periencia 1istórica del si*lo !! ense8a 4ue tanto la re*ulación en determinados ámbitos de la economía #muy destacadamente, el de las 3nanzas( como las políticas p+blicas ue*an un papel crucial en la evolución de la desi*ualdad. En este capítulo vamos a dar noticia, en primer lu*ar, del e2traordinario aumento de la ine4uidad 4ue 1a tenido lu*ar desde los a8os oc1enta del si*lo pasado 1asta el momento presente. Posteriormente analizaremos sus efectos, causas y remedios. A4uí nos centraremos en su dimensión económica, es decir, en la distribución de la renta y la ri4ueza, pues por muc1o 4ue la desi*ualdad material no pueda separarse de la social y política, es el aspecto económico el 4ue se constituye como factor causal determinante de los demás. UKA KUE)A ELLE 9PCA=E 0a evolución de la desi*ualdad a lo lar*o del +ltimo si*lo muestra un per3l bipolar o, por así decirlo, maníaco depresivo. Como ya 1emos mencionado, a la etapa de desi*ualdad e2trema de principios del si*lo !! le si*uió otra de i*ualdad relativa #la "poca de la i*ualaciónF( en las d"cadas centrales, para volver a aumentar las disparidades a partir de los a8os oc1enta, 1asta lle*ar en la actualidad a niveles e2tremos similares a los de 1ace un si*lo. Pero antes de analizar con un poco más de detalle este ciclo de desi*ualdad, veamos cómo la miden los economistas. El indicador más 1abitual es el índice de >ini, en memoria del estadístico italiano Corrado >ini. Este índice mide 1asta 4u" punto la distribución de la renta en una sociedad se alea de un reparto e4uitativo. -u valor va de cero a uno. En el primer caso, estaríamos ante una sociedad absolutamente i*ualitaria, donde todos los individuos tendrían el mismo nivel de renta. En el otro e2tremo, cuando el índice toma valor uno, estaríamos ante una sociedad absolutamente desi*ualitaria, donde toda la renta estaría concentrada en una sola persona. Pues bien, el índice de >ini de la mayor parte de las economías, tanto desarrolladas como emer*entes, muestra un aumento si*ni3cativo de la desi*ualdad desde los a8os oc1enta 1asta la actualidad. El 1ec1o más destacado es su polarización en los e2tremos de la escala de la distribución. Por un lado, un intenso proceso de acumulación de la renta en el '& [ superior. Además, dentro de ese '& [ 1ay un fuerte proceso de
concentración en los más ricos de los ricos, en el ' [. Por otro lado, vemos una disminución pronunciada de los in*resos del Q& [ de los más pobres. En cambio, si se mide a escala mundial, entre países, se aprecia una reducción del índice de >ini a lo lar*o de las +ltimas d"cadas. 0a causa es el decrecimiento de la pobreza en las *randes economías emer*entes, en particular la c1ina. ini de la distribución de la ri4ueza es mayor 4ue el de la distribución de la renta. Por lo tanto, al acumularse a8o tras a8o los rendimientos de la ri4ueza en un reducido *rupo de personas la desi*ualdad de la renta tienda a aumentar. El ries*o es, entonces, 4ue se convierta en la enfermedad crónica de nuestro tiempo.
%rá'co F
Pi]e`y y -aez #$&'(, series actualizadas a $&'' #incluye las *anancias realizadas de capital, pero se e2cluye las transferencias del >obierno(. 0a dinámica de la desi*ualdad en los países europeos 1a se*uido un per3l similar al de Estados Unidos, tal como se ve en el *rá3co $, pero su intensidad 1a sido menor. A inicios del si*lo pasado el capitalismo europeo era más desi*ualitario 4ue el estadounidense. Pero a partir de los a8os veinte esa posición en el ran]in* se invirtió y las sociedades europeas se 1icieron más i*ualitarias 4ue la norteamericana. 0a incidencia del modelo social europeo, 4ue trao consi*o un desarrollo muc1o más intenso y ambicioso de las políticas asociadas al Estado del Bienestar 4ue el 4ue tuvo lu*ar en Estados Unidos, fue el factor decisivo para la consolidación pro*resiva de esa diferencia. Pero tambi"n la política tributaria, la evolución de los tipos impositivos, o el modo de tratar la ri4ueza 1eredada, u*aron tambi"n un papel en esa 1istoria.6 Este distinto comportamiento entre dos economías de mercado, por lo demás similares en cuanto a sus instituciones, nos ofrece una clave importante para el debate sobre las relaciones entre capitalismo y desi*ualdad. 9ás 4ue de
capitalismo tenemos 4ue 1ablar de diferentes tipos de capitalismo en cuanto se re3ere a sus resultados en t"rminos de desi*ualdad. 9ás adelante volveremos sobre esta cuestión. %rá'co 2
;uenteD Pi]e`y #$&'(, documentación ane2a. Esta foto*rafía de la desi*ualdad nos permite identi3car tres etapas diferenciadas 4ue nos ofrecen al*unas lecciones importantes. 0a primera es la 4ue ya 1emos identi3cado como %ilded 7ge o edad dorada, 4ue transcurre entre las +ltimas d"cadas del si*lo !! y las primeras del !!. Una etapa 4ue coincidió con una fuerte modernización económica asociada al desplie*ue del nuevo capitalismo industrial y a la primera *ran manifestación de la *lobalización de mercados. Esa modernización trao consi*o la aparición de *randes fortunas 4ue dieron lu*ar a la formación de una "lite social cosmopolita. Una "lite 4ue alimentó un sentimiento de prosperidad permanente y estabilidad política, asociada esta +ltima a las *randes monar4uías de la "poca, la victoriana en el /eino Unido y la austro1+n*ara en el continente europeo. -in embar*o, la otra cara de esa edad dorada de ri4ueza y cosmopolitismo
fue la enorme desi*ualdad como resultado de la acumulación en un sector muy reducido de superricos. A la vez 4ue ensalzaba y adulaba la ri4ueza, la cultura dominante de la elle 9po5ue esti*matizó a los pobres, continuando la práctica 4ue se 1abía iniciado en los a8os treinta del si*lo !! con la reforma de las leyes de pobres, 4ue obli*aban a "stos a aceptar salarios y condiciones laborales de miseria y semiesclavitud como alternativa a su reclusión en 1ospicios y casas de bene3cencia. Cliver ):ist , la conocida novela de C1arles ic]ens, es paradi*mática de la doble cara de a4uel período. 5a bastante más adelante, la desi*ualdad se 1izo socialmente insoportable en los a8os de entre*uerras. E2trema ri4ueza y e2trema pobreza fueron los ras*os característicos de esa convulsa etapa en la 4ue capitalismo y democracia c1ocaron violentamente. El libro de memorias de -tefan GHei*, El mundo de ayer constituye un e2traordinario documento literario de a4uellos a8os. espu"s de esa colisión dramática, vino la llamada "poca de la i*ualaciónF, 4ue abarca desde la >ran epresión y la -e*unda >uerra 9undial 1asta los a8os setenta. urante esta etapa, las sociedades occidentales vivieron tres d"cadas de relativa i*ualdad. 0as causas fueron varias. Por un lado, las políticas de se*uros sociales #sanidad, desempleo, pensiones( e i*ualdad de oportunidades #educación( representadas por el Ne: Deal en Estados Unidos y por el Estado del Bienestar en Europa. Por otro, las políticas de control de las 3nanzas, con la separación radical entre la banca minorista de depósitos y la banca de ne*ocios 4ue introduo la 0ey >lass-tea*all de 'Z en Estados Unidos y leyes similares en otros países. En tercer lu*ar, la *estión ]eynesiana de la demanda a*re*ada para evitar los ciclos económicos. Esta triple intervención p+blica en la economía trao consi*o una etapa lar*a de estabilidad 3nanciera y de fuerte crecimiento económico y del empleo. 0o cual tuvo, a su vez, dos impactos beni*nos importantes. Por un lado, 1izo emer*er una amplia y relativamente fuerte clase media, especialmente a4uella de carácter patrimonial de la 4ue 1ablaba Pi]e`y. Por otro, se produo una amplia difusión de la democracia en los países occidentales #con al*unas notorias e2cepciones en el sur de Europa(. El resultado fue 4ue economía y política fueron de la mano en esas d"cadas centrales del si*lo !!, en las 4ue el capitalismo se reconcilió en buena medida con la democracia. )ista desde el momento actual, la "poca de i*ualación parece 1aber sido un sue8o, una "poca e2cepcional, 4ue puede no tener continuidad. 0os *rá3cos ' y $ nos permiten ver con claridad cómo a partir de los a8os setenta la desi*ualdad comenzó a retornar a las economías desarrolladas 1asta alcanzar, en el caso de Estados Unidos, niveles i*uales o superiores a los de 1ace un si*lo. Estamos, por tanto, asistiendo a un retorno de los peores aspectos de la elle 9po5ue , con su car*a
de patolo*ías económicas y sociales de todo tipo. Patolo*ías ocultas durante la "poca del !oom crediticio, pero 4ue 1an emer*ido a1ora de un modo descarnado y brutal. P MU\ K<- EBE P/EUA0A Puede parecer retórico, y 1asta cínico, 1acernos la pre*unta de si nos debemos preocupar por la desi*ualdad. Pero vale la pena 1acerlo por4ue tanto en la discusión acad"mica como en el debate político no 1ay a+n una conciencia plena de la importancia y ma*nitud de sus efectos, ni de la ur*encia en 1acerle frente. En unos casos esa falta de acción se usti3ca en la falta de consenso acad"mico y político sobre las causas. En otros, por4ue se considera 4ue es un resultado inevitable, aun4ue no deseado, de la dinámica de las fuerzas del mercado vinculadas a la modernización económica impulsada por la innovación tecnoló*ica y la *lobalización de los mercados. Este fatalismo in1ibe la acción política. En todo caso, 1ay 4ue tener en cuenta 4ue no es necesario esperar a tener un conocimiento e2acto de las causas de un problema para actuar sobre sus efectos. -ucede así con muc1as enfermedades, como el cáncer, 4ue aun no 1abi"ndose alcanzado un conocimiento preciso sobre sus causas, eso no in1ibe la acción para evitar o disminuir sus efectos. 0o mismo sucede con la desi*ualdad. 0a ur*encia de la acción viene de la intensidad y ma*nitud de sus efectos. 5 entre esos efectos están, en primer lu*ar, los puramente económicos, tanto sobre la e3ciencia en la asi*nación de los recursos como sobre la estabilidad macroeconómica y el crecimiento potencial de la economía. :asta a1ora la sabiduría convencional a3rmaba 4ue una cierta desi*ualdad es necesaria para incentivar el comportamiento e3ciente de los actores económicos. Es decir, se pensaba 4ue e2istía un conOicto entre e3ciencia e i*ualdad, y 4ue el dilema para una sociedad es decidir entre más e3ciencia y menos e4uidad o su contrario. -in embar*o, como veremos de inmediato, la investi*ación económica más reciente 1a puesto de mani3esto de forma estadísticamente muy robusta 4ue la desi*ualdad da8a la e3ciencia y el crecimiento, y 4ue, por el contrario, mayores niveles de i*ualdad contribuyen a meorar la calidad y sostenibilidad del crecimiento económico. Pero yendo más allá del funcionamiento de la economía, la desi*ualdad tiene tambi"n unos efectos perversos claros sobre otros ámbitos de la vida, individual y colectiva. En el orden social, el mal reparto seca el pe*amento entre los diversos *rupos sociales, al*o indispensable para 4ue la economía de libre
mercado pueda funcionar e3cientementeN a la vez, trae consi*o una a*udización de todas las patolo*ías sociales vinculadas a la pobreza. En el orden político, la desi*ualdad pervierte la naturaleza y el funcionamiento de la democracia. Esto es así en la medida en 4ue facilita el acceso ventaoso de los sectores más ricos al poder político y 1ace 4ue las políticas p+blicas respondan más a sus preferencias 4ue al inter"s *eneral. Por +ltimo, la desi*ualdad produce una 4uiebra moral del sistema de economía de mercado. \ste es un efecto 4ue no se acostumbra a tener en cuenta a la 1ora de evaluar las consecuencias de la desi*ualdad. Pero 1ay 4ue recordar 4ue, como ya se8alara Adam -mit1 a 3nales del si*lo !), el sistema comercialF Lmanera com+n de nombrar al capitalismo en esa "pocaL es un orden económico 4ue e2i*e un alto *rado de virtud moral por parte de todos los actores económicos. Pues bien, la desi*ualdad, en la medida en 4ue 1ace 4ue los ricos se desentiendan de la situación de los más pobres, corrompe los sentimientos morales de la sociedad y, a la postre, da8a *ravemente el propio capitalismo. En síntesis, la desi*ualdad lleva a una economía más volátil, a un crecimiento de peor calidad, a una sociedad con menor co1esión, a una democracia más inestable y a una p"rdida de le*itimidad del capitalismo. En los apartados si*uientes vamos a analizar con un poco más de detalle estos diferentes efectos. E0 ;A0-< 0E9A EK7/E EMUA 5 E;CEKCA Como si de un a2ioma se tratase, la sabiduría económica convencional establecía 4ue e2iste una relación inversa entre e3ciencia económica e i*ualdadD si una sociedad 4uiere aumentar el *rado de e4uidad en la distribución de la renta, tiene 4ue estar dispuesta a aceptar el coste de una menor e3ciencia en la asi*nación de los recursos y en la tasa de crecimiento económico. Por el contrario, si 4uiere fomentar la e3ciencia y el crecimiento, la sociedad deberá soportar, al menos temporalmente, el coste de una mayor desi*ualdad. Ese dilema dominó el debate político económico sobre las políticas redistributivas durante d"cadas y fue, inicialmente, una clave básica de la identi3cación ideoló*ica de todo el sistema de partidos políticos. Así, en líneas *enerales, los conservadores se identi3caban con la prioridad a la e3ciencia sobre la e4uidad, mientras 4ue los socialdemócratas daban preferencia a la i*ualdad. En el len*uae político convencional este dilema se representa con frecuencia con la metáfora del pastelD se trataba de decidir si dábamos prioridad al crecimiento del pastel #la e3ciencia y el crecimiento( o a su reparto #la e4uidad(. Con el paso de los a8os se fue produciendo una línea de conver*encia a favor del obetivo de e3ciencia en buena parte del espectro político de la mayoría de los países
desarrollados, 4uedando por tanto los obetivos redistributivos relativamente rele*ados a la 1ora de decidir la a*enda política. En la b+s4ueda de la e3ciencia, la socialdemocracia fue pro*resivamente olvidando sus políticas tradicionales, prestando atención privile*iada a sectores medios con empleo estable, mientras mar*inaba a a4uellos otros en situación más precaria y adoptaba políticas p+blicas menos i*ualitarias.Z El fundamento analítico de este *ran dilema de obetivos de la política económica está en un muy inOuyente trabao publicado en 'ZTR por el economista norteamericano Art1ur <]un con el título de E4uality and EgciencyD 71e Bi* 7radeoF.'& Con ese artículo, <]un, por lo demás un economista muy sensible a los problemas sociales, de3nió una situación de incompatibilidad entre dos obetivos en sí mismos deseables. Al*o de lo 4ue parecía imposible escaparse. 0a inOuencia de este dilema en el pensamiento de los economistas 1a sido enorme. 0os estudiantes de economía se impre*naban de "l y eran formados en la prioridad 1acia la e3ciencia frente a la i*ualdad. 0a frase de /obert 0ucas reco*ida en el capítulo ', acerca de lo da8ino de poner el foco en la cuestión de la distribuciónF es se*uramente su manifestación más e2plícita. Enti"ndase bienD no se trata de 4ue los economistas de esta corriente sean insensibles a la desi*ualdad, sino 4ue creen en la teoría del rebose. Es decir, 4ue a medida 4ue se e2pande la producción, este crecimiento 1ará 4ue sus resultados en t"rminos de renta y ri4ueza vayan lle*ando poco a poco a toda la sociedad. En esta visión, un esfuerzo por aumentar la i*ualdad mediante las políticas redistributivas da8a la asi*nación e3ciente de los recursos y el potencial de crecimiento económico a lar*o plazo. -in embar*o, la aceptación acrítica de este dilema está cambiando diametralmente, a medida 4ue aparecen nuevas investi*aciones empíricas 4ue aportan una renovada luz en torno a esta cuestión. 0a conclusión central de estos estudios no es sólo 4ue la desi*ualdad no es un buen incentivo para la e3ciencia, sino 4ue, por el contrario, e2cepto en casos e2tremos, reducciones de la desi*ualdad mediante políticas redistributivas impulsan la e3ciencia, calidad y sostenibilidad del crecimiento. 0as investi*aciones 4ue apuntan en esta dirección son ya muy numerosas. Muizás al*unas de las más si*ni3cativas, por venir de economistas 4ue desempe8an su labor en una institución 4ue 1a defendido en el pasado la viea visión, el ;9, son los trabaos de onat1an .
entre redistribución, desi*ualdad y crecimiento económico. Por un lado, muestran 4ue niveles baos de desi*ualdad 3nal se relacionan de forma robusta con un crecimiento más rápido y estable. Por otro lado, prueban 4ue la redistribución es *eneralmente beni*na en t"rminos de su impacto en el crecimiento, y 4ue sólo en casos e2tremos 1ay al*una evidencia de 4ue las políticas distributivas tienen efectos ne*ativos sobre el crecimiento. -e*+n sus propias palabras # procesos de redistribución a una *ran escala pueden tener efectos ne*ativos directos sobre la duración del crecimiento, ^_ pero la redistribución media, y la reducción 4ue conlleva en la desi*ualdad, está asociada a un crecimiento mayor y más duraderoF. Es por eso 4ue los autores, aun reconociendo las limitaciones de los datos empleados y los problemas con las comparaciones entre países, concluyen 4ue deberíamos ser muy cuidadosos en no asumir 4ue 1ay un trade-o entre redistribución y crecimiento. 0os meores datos macroeconómicos disponibles no apoyan esta conclusiónF.'' Ko es e2a*erado decir 4ue los resultados de esta investi*ación si*ni3can un ata4ue a la línea de Ootación de la viea visión y sientan las bases para un nuevo paradi*ma en las relaciones entre e3ciencia e i*ualdad. ?Cuál es la vía a trav"s de la 4ue el mal reparto de la renta perudica la e3ciencia en la asi*nación de recursos de la economía@ ;undamentalmente a trav"s de su impacto en el capital 1umano y en la i*ualdad de oportunidades. Por una parte, desincentiva la inversión en la formación de las personas, base del capital 1umano de la economía. Por otra, al reducir la movilidad social #el ascensor social(, 1ace 4ue el dinamismo propio del capitalismo meritocrático se blo4uee, perudicando la innovación y el crecimiento. Además de estos efectos sobre la e3ciencia y el crecimiento, 1ay tambi"n evidencia empírica abundante 4ue se8ala 4ue la desi*ualdad acent+a la inestabilidad macroeconómica, favoreciendo de esa forma la aparición de burbuas y crisis recurrentes. En su obra 4ne5uality and 4nsta!ility# ames >albrait1 Lun destacado e2perto y profesor de la Universidad de 7e2asL 1a desarrollado una línea de análisis poderosa 4ue demuestra 4ue la creciente desi*ualdad es la otra cara de la moneda de un modelo económico 4ue enmascara una profunda tendencia a la inestabilidad.'$ A este ar*umento re*resaremos un poco más adelante. Por su parte, /a*1uram /aan, presti*ioso economista del nstituto 7ecnoló*ico de 9assac1use`s #97( y *obernador del Banco Central de ndia, coautor de Baving >apitalism /rom t*e >apitalists , sostiene en su libro 3ault Lines un vínculo claro entre, por un lado, la desi*ualdad y la caída de los salarios en Estados Unidos y, por otro, la inestabilidad 3nanciera del capitalismo y la crisis de $&&6. A su uicio, la baada sostenida de los tipos de inter"s, una de las causas inmediatas de la crisis, fue alimentada por las autoridades como una vía para
aliviar la tensión social 4ue en otro caso 1abrían producido los baos salarios.' Como vemos, e2iste una corriente de opinión entre economistas de primer nivel 4ue vinculan el ses*o 1iper3nanciero del capitalismo contemporáneo con la desi*ualdad y la inestabilidad macroeconómica. e modo 4ue, poco a poco, se va abriendo paso una nueva visión 4ue sostiene 4ue la desi*ualdad no permite a la economía de mercado funcionar de forma e3ciente y estable. Con todo, probablemente 1ay una línea de pensamiento 4ue permite conciliar la viea visión de Art1ur <]un con la nueva. Kiveles tolerables de desi*ualdad, como los 4ue tuvieron las sociedades occidentales en las d"cadas centrales del si*lo pasado, despu"s de la -e*unda >uerra 9undial, pueden actuar como un buen incentivo para el crecimiento económico, pero una desi*ualdad e2cesiva, como la 4ue estamos viviendo de nuevo en el si*lo !!, reduce la e3ciencia económica y da8a la capacidad de crecimiento potencial de la economía. )ienen a cuento a4uí las palabras atribuidas a o1n 9aynard Jeynes en el sentido de 4ue consideraba 4ue e2istían muc1os ar*umentos para defender las ventaas de una cierta desi*ualdad, pero 4ue no 1abía nin*+n ar*umento para usti3car la 4ue e2istía a inicios del si*lo !!. El ar*umento vale tambi"n para 1oy. MUEB/A 9
acostumbran a desarrollar una fuerte insensibilidad por los costes 1umanos y la p"rdida de bienestar 4ue e2perimentan los más d"biles como consecuencia de la dinámica del capitalismo o de políticas económicas 4ue da8an *ravemente el bienestar individual. \se sería el caso, desde lue*o, de las políticas de austeridad inmoderada practicadas, especialmente en Europa, en estos a8os de crisis. Esta corrupción de los sentimientos 1a provocado una 4uiebra moral de la economía de mercado de dimensiones *lobales e impredecibles. :ay 4ue recordar 4ue el fundamento "tico del capitalismo fue una condición esencial para la defensa 4ue de "l 1icieron sus primeros valedores. En La teoría de los sentimientos morales , Adam -mit1 1abló del principio moral de la simpatíaF como una especie de pe*amento invisible para 4ue las motivaciones 1umanas 4ue diri*en la b+s4ueda del inter"s privado lo*ren conciliarse con el inter"s *eneral o el bien com+n de la sociedadN o como 1oy decimos, con el bienestar social. Ese principio moral act+a en el pensamiento de Adam -mit1 como un mecanismo psicoló*ico 4ue proporciona un acercamiento a la comunidad de sentimientos de la sociedad.'R Esta comunidad de sentimientos o simpatíaF es fundamental para 4ue las decisiones orientadas a la b+s4ueda del propio inter"s bene3cien, a la vez, el bienestar del conunto de la sociedad. esprendidas de ese contenido moral, las motivaciones 1umanas 4ue mueven los mercados se apoyan en una "tica dese4uilibrada 4ue valora +nicamente el lo*ro de intereses particulares. Para la teoría económica, la ma2imización del bienestar social se basa en el criterio de distribuir los bienes producidos de tal manera 4ue se ma2imice la utilidad 4ue reporta el *oce de esos bienes. Esa utilidad es diferente para cada individuo. 0a cuestión es cómo la medimos. 0a teoría económica moderna identi3ca utilidad con la disposición a pa*arF de cada individuo. esde esta perspectiva, cuanto mayor es la disposición a pa*ar, mayor es la utilidad de ese bien para esa persona. 0a suma de utilidades individuales da como resultado la utilidad total o bienestar social. Por lo tanto, la disposición a pa*ar ofrece un criterio para distribuir los bienes entre los potenciales consumidores de acuerdo con su utilidad. -in embar*o, en el caso de 4ue la renta y la ri4ueza se concentren en una parte reducida de la sociedad, la tendencia a valorar la utilidad de los bienes, tanto privados como p+blicos, +nicamente por la disposición a pa*ar, acent+a la desi*ualdad social en el acceso a bienes y servicios 4ue son básicos para *arantizar la condición de ciudadanía de muc1as personas. 0as consecuencias las estamos viendo. Un eemplo notable es el de la *eneralización del copa*o para el acceso a servicios p+blicos básicos, 4ue 4uiebra la condición de ciudadanía, fundamento esencial de una sociedad democrática. 0o mismo sucede con la educación y el principio de i*ualdad de
oportunidades. Con esa visión estrec1a de la utilidad, la "tica del mercado aparece como coa. /etornaremos a estas importantes cuestiones, para estudiarlas con mayor *rado de detalle, en el capítulo S. UK -<0)EK7E E0 C
individuos concretos. 5 es 4ue la ampliación de los már*enes de la pobreza multiplica la probabilidad de 4ue se internen en ella numerosas personas 4ue ni si4uiera 1abían pensado nunca en esa posibilidad. 0o 1a e2plicado con claridad osep1 -ti*liID Muienes se encuentran en la parte inferior ^de la estructura distributiva_ están al borde de la 4uiebra, enfrentando todo lo 4ue esto implica. Con frecuencia es su3ciente 4ue sufran una enfermedad, divorcio o p"rdida de empleo para 4ue se vean empuados al abismoF.'6 En ese entorno deberíamos matizar la a3rmación anterior sobre el ascensor socialD sí parece funcionar, y con bastante empue, pero sólo 1acia abao. Cuando a los problemas de distribución de la renta se unen los relativos a la ri4ueza, el efecto corrosivo es a+n más intenso. El principal mecanismo a trav"s del cual la acumulación de la ri4ueza en un *rupo reducido de personas parece tener unos efectos particularmente nocivos sobre el contrato social es la ruptura de la con3anza. 0a desi*ualdad e2trema disuelve la con3anza recíproca entre los diferentes *rupos sociales, absolutamente necesaria para 4ue una sociedad pueda pro*resar. Este efecto disolvente de la p"rdida de con3anza no siempre se pone de mani3esto de un modo inmediato, pero más tarde o más temprano acaba por aparecer. e nuevo, en palabras de 7ony udtD El impacto de las diferencias materiales tarda un tiempo en 1acerse visible, pero, con el tiempo, aumenta la competencia por el estatus y los bienes, las personas tienen un creciente sentimiento de superioridad #o de inferioridad( basado en sus posesiones, se consolidan los preuicios 1acia los 4ue están más abao en la escala socialF.'Z 0o intri*ante de este efecto es 4ue, en materia de con3anza mutua entre los *rupos sociales, no importa tanto lo pobre o rico 4ue sea un país, sino lo desi*ual 4ue sea. E2iste una abundante investi*ación en el campo de la psicolo*ía social y de la economía del comportamiento 4ue muestra esta tendencia. Esta dilución de la con3anza recíproca entre ricos y pobres parece tener 4ue ver con la tendencia de los primeros a verse a sí mismos como diferentes de los demás *rupos de la sociedad y, como consecuencia, a autoe2cluirse. E->UA0A 5 Cuerra 9undial, cuando el aumento de la ine4uidad y la pobreza #y consecuentemente, tambi"n el miedo y el odio( caminaron de la mano de la aparición de fenómenos de a*itación social y violencia política, vinculados a la aparición de los movimientos anar4uistas, ni1ilistas y revolucionarios. Un retrato
1istórico espl"ndido de cómo la visión idílica de un mundo en pro*reso, en paz y se*uridad 4ue sostenían las "lites económicas y políticas de los anti*uos re*ímenes imperiales c1ocó violentamente con la a*itación, la violencia y el odio es el ensayo La torre del orgullo , de la 1istoriadora norteamericana Barbara W. 7uc1man.$& Allí se muestra 4ue la elle 9po5ue no murió de senectud ni por accidente, sino 4ue la acumulación de sus *randes perturbaciones de fondo la llevó a estallar en una crisis 3nal, la >ran >uerra, 4ue constituye uno de los mayores episodios de devastación amás conocidos. Muizá nadie lo supo contar meor 4ue -tefan GHei*, en El mundo de ayerD :oy, cuando 1ace ya tiempo 4ue la *ran tempestad lo ani4uiló, sabemos a ciencia cierta 4ue a4uel mundo de se*uridad fue un castillo de naipes. -in embar*o, mis padres vivían en "l como si fuera de piedraF.$' e forma similar, los actuales niveles de desi*ualdad y pobreza presa*ian importantes conOictos políticos. ntentando con3rmar esta relación la revista 3oreign 7airs pidió a varias docenas de conocidos e2pertos en la materia su conformidad o desacuerdo con la si*uiente a3rmaciónD -i no se atiende, la desi*ualdad económica provocará *randes convulsiones políticas en los países desarrollados a lo lar*o de la pró2ima *eneraciónF. os tercios de las respuestas se mostraron muy de acuerdo o de acuerdo con esa dramática a3rmación.$$ e 1ec1o, ya estamos viendo esas convulsiones políticas en la emer*encia de los nuevos populismos y nacionalismos, tanto en Europa como en Estados Unidos. El nuevo nacionalismo norteamericano y la e2plícita defensa de posiciones aislacionistas y proteccionistas por parte del candidato republicano a la presidencia onald 7rump, y en parte tambi"n por el emer*ente demócrata Bernie -anders, apoyados ambos por los perdedores de la *lobalización, el cambio t"cnico y la crisis, son una muestra e2presiva de esas tensiones 4ue amenazan el sistema político de a4uel país. En el caso europeo, el resultado del refer"ndum para la salida del /eino Unido de la Unión Europea #UE(, el creciente apoyo electoral a partidos populistas 2enófobos y de e2trema derec1a en países como ;rancia, Alemania o Austria, así como a formaciones populistas de iz4uierda en la Europa del -ur, son tambi"n manifestaciones claras de las convulsiones políticas 4ue vienen asociadas al sentimiento de inusticia provocado por el mal reparto de la ri4ueza y los costes de la crisis. ?E2iste un umbral a partir del cual se puede predecir 4ue la mala estructura distributiva tiende a provocar conOictos y convulsiones políticas@ Ko parece ser cuestión de niveles sino de cambios en la tolerancia social ante el problema. 0a evidencia 1istórica nos dice 4ue niveles relativamente elevados de desi*ualdad económica pueden ser compatibles con situaciones de estabilidad política. 0a
variable determinante a4uí son las e2pectativas de oportunidades abiertas. Cuando la población tiene e2pectativas de meora, la tolerancia social a la mala distribución de la renta es elevada. El llamado sue8o americanoF es un caso claro de tolerancia a la desi*ualdad e2trema en una sociedad 4ue, sin embar*o, cree en el funcionamiento del ascensor social. Por el contrario, cuando la población percibe 4ue no e2isten oportunidades de meora, vemos *iros, en ocasiones repentinos, en la tolerancia social. 0as convulsiones políticas 4ue estamos viendo en las economías desarrolladas, y a las 4ue 1emos 1ec1o referencia en el párrafo anterior, posiblemente tienen su e2plicación en esta 1ipótesis. 0os interesados en estos cambios de la tolerancia social a la desi*ualdad encontrarán intelectualmente su*estiva la lectura de un ensayo de Albert <. :irsc1man sobre las relaciones entre economía y política 4ue están mediadas por la desi*ualdad.$ E0 C<9P0E< EBA7E -
los +ltimos a8os incluyen tambi"n otros aspectos. e forma sint"tica se pueden a*rupar en tres tiposD '( los 3nancierosD e2pansión del sector 3nanciero, ciclo 3nanciero, tipos de inter"s, Ouos de inversión 3nanciera, relaciones entre acreedores y deudoresN $( los factores realesD comercio internacional, pro*reso tecnoló*ico y cambios en la demanda de capital 1umanoN y ( las causas políticasD sistemas 3scales nacionales e instituciones relacionados con los pro*ramas sociales de i*ualdad 4ue condicionan las oportunidades reales 4ue tienen las personas para formarse y pro*resar laboralmente.$R En principio, se podría pensar 4ue estos factores presentes en la economía internacional tienen un impacto diferencial se*+n sean las circunstancias especí3cas de cada país. 5 así parece ser. -i observamos de nuevo el *rá3co $, veremos 4ue las pautas se*uidas por el capitalismo norteamericano y el europeo continental presentan fuertes diferencias en cuanto a su intensidad. A la vista de esta distinta trayectoria, parece ló*ico 4ue nos pre*untemos si la causa de la desi*ualdad es el propio capitalismo o es la política y las políticas p+blicas e2istentes en cada país. Una corriente de investi*ación apunta a la importancia 4ue tienen los factores vinculados a los procesos de modernización económica 4ue mueven el capitalismoD la innovación tecnoló*ica disruptiva, la *lobalización de los mercados y el cambio sectorial de las economías #servicios versus industrialización(. En la medida en 4ue se supone 4ue estos procesos de modernización act+an mediante oleadas, la desi*ualdad debería se*uir tambi"n una pauta cíclicaD aumento en la etapa de cambio y disminución en la madurez. En esta idea se apoya la 1ipótesis de las ondas de JuznetsF, 4ue a1ora veremos. 0a se*unda línea de interpretación destaca el papel determinante 4ue tienen las 3nanzas y las *randes corporaciones *lobales a la 1ora de e2plicar la concentración de la ri4ueza en la parte alta de la distribución. 0a 1ipótesis en este caso es 4ue se 1a producido un cambio en la estructura de poder dentro del sistema de economía de mercado, con un desplazamiento desde el capitalismo industrial, 4ue fue 1e*emónico en las d"cadas si*uientes a la pos*uerra, al nuevo capitalismo 1iper3nanciero y *lobal de las +ltimas tres d"cadas. Complementariamente, 1ay otra tendencia del análisis 4ue se8ala la inOuencia determinante de la política y las políticas p+blicas, incluyendo la desre*ulación de las 3nanzas, la libertad de movimientos de capital y la desre*ulación de los mercados de trabao. Para esta corriente, la desi*ualdad no es una consecuencia inevitable de la dinámica de las fuerzas del mercado sino una opción política. En los apartados si*uientes vamos a 1acer un pe4ue8o comentario sobre cada una de estas narraciones. En cual4uier caso, por lo dic1o 1asta a4uí es evidente 4ue no 1ay un consenso claro sobre las causas de la desi*ualdad y 4ue el desconocimiento
sobre estas cuestiones es a+n muy elevado. Esta falta de consenso es, como ya 1emos se8alado, un factor determinante a la 1ora de e2plicar la falta de acción política. 0A E-7/UCC=K C/EA
mediados del si*lo !! creando una percepción de pro*reso inde3nido. 0a curva de Juznets parecía e2plicar bien las bondades 4ue el capitalismo estaba mostrando en los países desarrollados. Como consecuencia, esa teoría *ozó de la aceptación de economistas y políticos, tanto conservadores como socialdemócratas. Pero esta teoría comenzó a perder su capacidad e2plicativa en los a8os setenta y oc1enta. e forma inesperada, como 1emos visto, la desi*ualdad comenzó a elevarse de nuevo en todos los países desarrollados, especialmente en los de cultura an*losaona, 1asta lle*ar a los niveles e2tremos 4ue estamos viendo en la actualidad. Es en este nuevo escenario de 4uiebra de la teoría de los ciclos de Juznets donde la aparición de la obra de Pi]e`y parece ofrecer una e2plicación más consistente y amplia, en la tradición de los economistas clásicos como avid /icardo y Jarl 9ar2. Para Pi]e`y, como 1emos se8alado un poco más arriba, los elevados niveles de desi*ualdad son el estado natural de las economías modernas, dada la ley *eneral del capitalismo se*+n la cual los bene3cios del capital aumentan sistemáticamente por encima de la tasa de crecimiento económico. -ólo acontecimientos e2traordinarios, como fueron las dos *uerras mundiales y la >ran epresión, pueden alterar temporalmente esa dinámica. 0a teoría de Pi]e`y sobre la e2istencia de esa ley *eneral 1a comenzado a ser rebatida, no así la calidad de sus fuentes de datos y el retrato 4ue esos datos dibuan sobre la evolución del problema. os economistas muy mencionados en estas pá*inas, aron Acemo*lu y ames /obinson, 1an cuestionado la utilidad de este tipo de leyes *enerales del capitalismo a la 1ora de comprender el pasado o predecir el futuro, debido a 4ue, a su uicio, i*noran el papel esencial 4ue tienen las instituciones políticas y económicas, así como la evolución de la tecnolo*ía, en la distribución de recursos dentro de una sociedad determinada. Para estos autores el gap entre las tasas de bene3cio y las de crecimiento no son una buena e2plicación 1istórica de la desi*ualdad, especialmente en lo 4ue se re3ere a la acumulación de renta en la parte alta de la distribución. A trav"s del estudio de sociedades concretas, muestran 4ue las malas pautas de distribución de la renta no pueden ser comprendidas si no es en el conte2to de las instituciones políticas y económicas especí3cas de esas sociedades.$6 7ambi"n Bran]o 9ilanovic, uno de los más conocidos estudiosos de esta materia, y durante un tiempo director del departamento de estudios del Banco 9undial, acaba de publicar un libro 4ue pretende ser una síntesis superadora tanto de la teoría de Juznets como de la de Pi]e`y.$Z 9ilanovic su*iere 4ue ambas teorías están e4uivocadas o, cuando menos, son parciales. Para demostrarlo sit+a su análisis de los países en un marco *lobal. Parte de las ondas de Juznets para
se8alar 4ue a lo lar*o de la 1istoria la desi*ualdad se 1a movido en forma de ciclos. En la "poca preindustrial las causas de esas ondas fueron fuerzas de tipo malt1usianoD las 1ambrunas y las *uerras, con sus efectos demo*rá3cos. 0a desi*ualdad se reducía cuando los países disfrutaban de una buena "poca económica y de elevadas rentasN pero la lle*ada de una 1ambruna o una *uerra 1acía descender la renta a niveles de subsistencia, y la desi*ualdad se elevaba. Con la industrialización, las fuerzas 4ue mueven el ciclo de Juznets cambiaron. El cambio t"cnico y la *lobalización de los mercados pasaron a ser las fuerzas determinantes del nuevo capitalismo industrial. El ue*o combinado de ambas produo un cambio estructural dramático, con el traslado de millones de trabaadores desde la a*ricultura a las fábricas. 0as diferencias de in*resos aumentaron durante la primera etapa de este proceso. El punto má2imo se alcanzó en los primeros a8os del si*lo !!, antes de la Primera >uerra 9undial. Para 9ilanovic fue la propia desi*ualdad e2trema la 4ue puso en marc1a fuerzas mali*nasF autónomas 4ue la 1icieron revertir. Esas fuerzas perniciosas fueron del tipo de los conOictos sociales y el desorden político, 4ue tanto se e2tendió a 3nales del si*lo !! y comienzos del !!, y la propia >ran >uerra. A estos factores se vinieron a sumar más tarde, despu"s de la >ran epresión y la -e*unda >uerra 9undial, otras fuerzas beni*nasF #como la educación p+blica(. El resultado fue la reversión de la tendencia y la i*ualación relativa de renta y ri4ueza 4ue se produo en los a8os cincuenta, sesenta y setenta. Como vemos, la "poca de nivelación 4ue tuvo lu*ar en las d"cadas centrales del si*lo !!, 4ue Pi]e`y ve como un accidente de la 1istoria Lsobre todo, la reconstrucción de las devastadas economías despu"s de dos *uerrasL, 9ilanovic la observa como el resultado de fuerzas sociales y políticas 4ue puso en marc1a la propia desi*ualdad e2trema de la elle 9po5ue# asociada a los procesos de modernización económica 4ue dieron lu*ar al capitalismo industrial. )olviendo a nuestro presente, 9ilanovic utiliza su teoría para e2plicar lo ocurrido en las +ltimas d"cadas. A su uicio lo 4ue estamos viendo desde los a8os oc1enta es una nueva ola de Juznets, impulsada en este caso por la modernización de la economía asociada a las nuevas tecnolo*ías de la información y la robótica y por la nueva *lobalización, prota*onizada especialmente por C1ina. El resultado de este nuevo proceso de modernización económica es, de acuerdo con la tesis de Juznets, la nueva etapa de desi*ualdad e2trema 4ue estamos viviendo. Pero el pronóstico de 9ilanovic es 4ue, como ocurrió en el si*lo pasado, "sta acabará cediendo en su crecimiento como consecuencia de la puesta en marc1a de fuerzas sociales y políticas impulsadas por la propia desi*ualdad, ya sean fuerzas mali*nas o beni*nas. esde esta perspectiva, los conOictos sociales y políticos 4ue estamos viendo en las sociedades desarrolladas, con la aparición de nuevo de fuerzas
populistas de uno u otro si*no, pueden ser vistos como el arran4ue de ese proceso de cambio. CA9B< E P<E/ A ;A) E0 CAP7A0-9< ;KAKCE/< :a*ámonos la si*uiente pre*untaD ?4ui"nes son los nuevos superricos de esta nueva elle 9po5ue@ -abemos 4ue en el si*lo pasado procedían de las *randes empresas vinculadas al capitalismo industrial manufacturero. Pero a1ora no parece ser "sta la fuente de la nueva ri4ueza. El problema es 4ue las investi*aciones basadas en la e2plotación de las fuentes de datos sobre la distribución de la renta no permiten responder con claridad a esta cuestión. 0o 4ue nos dice ese tipo de estudios, tal como 1emos visto anteriormente, es 4ue se 1a producido una acumulación de la renta y la ri4ueza en la parte superior de la distribución, pero no nos permite conocer 4ui"nes son los 4ue se están enri4ueciendo y 4u" actividades económicas están en el ori*en de ese enri4uecimiento. Para responder a esta cuestión es necesario rede3nir el estudio de la desi*ualdad económica utilizando la información disponible sobre in*resos salariales. e esa forma, sería posible obtener una distribución de in*resos #sueldos y salarios( por *rupos de actividad económica. Esto es lo 4ue 1a llevado a cabo ames >albrait1,& 4uien, a partir de las fuentes de datos e2istentes sobre in*resos salariales de Estados Unidos, Europa, Am"rica 0atina y C1ina, y utilizando una misma metodolo*ía, se pre*unta si e2isten 1ec1os o pautas comunes 4ue emeran de forma clara y persistente en el comportamiento de la distribución de la renta en todos los países. 0os resultados son interesantes y permiten plantear una respuesta a la pre*unta de 4ui"nes son los nuevos superricos y de 4u" actividades económicas derivan sus in*resos. 0os resumimos a continuaciónD '( 0as fuerzas 4ue están inOuenciando la distribución de in*resos salariales #y, por tanto, de las rentas( son sistemáticas y de naturaleza macroeconómica. -on fuerzas 4ue act+an en el conunto de la economía *lobal, y en un mismo sentido. 5 4ue, además, escapan al control de los países individuales, aun4ue, como nos muestra el *rá3co $, sus efectos sobre la distribución 3nal de la renta pueden ser atemperadas en al*una medida por la e2istencia de buenas instituciones 3scales y políticas de esos países. $( Esas fuerzas 4ue act+an sobre la distribución de la renta y la ri4ueza a escala mundial son, esencialmente, de naturaleza 3nanciera. 7ienen 4ue ver con
tipos de inter"s, Ouos de inversión 3nanciera y con la corriente de pa*os entre deudores y acreedores, tanto de deudas nacionales como internacionales. Para >albrait1, a nivel *lobal, los datos e2istentes no apoyan la 1ipótesis de una fuerte incidencia de los factores reales, pues una vez se sacan los factores 3nancieros de las series de in*resos, el aumento de la desi*ualdad 4ue caracteriza al período entre 'Z6& y $&&& simplemente desaparece. ( 0a acumulación de in*resos en la parte superior de la escala de la distribución de la renta y ri4ueza a nivel mundial, 4ue comenzó en los a8os oc1enta del si*lo !! y tuvo su pico a principios de "ste, representó tambi"n una a*uda crisis tanto para las personas de menores in*resos dentro de cada país como para los países de menor renta. 0os deudores perdieron en bene3cio de los acree acr eedor dores es,, tant tantoo a esca escala la na naci cion onal al como como inte intern rnac acion ional al.. 0a más más senc sencil illa la y convincente e2plicación de este dese4uilibrio entre deudores y acreedores es 4ue sus causas fueron políticas. En particular, las a*resivas políticas de altos tipos de inter"s 4ue comenzaron a aplicarse a 3nales de los setenta y principios de los oc1enta del si*lo pasado, y se mantuvieron a lo lar*o de dos d"cadas. Estas políticas transformaron las 3nanzas y los ne*ocios corporativos *lobales. En la medida en 4ue interactuaron con caídas de los precios de las materias primas y con el aumento de la deuda en 0atinoam"rica, Europa del Este y Asia, esas políticas transformaron los e4uilibrios de poder económico dentro del capitalismo en favor del sector 3nanciero y las corporaciones *lobales, y en peruicio del resto de los sectores económicos. Q( Esa alteración de los e4uilibrios de poder económico entre el sistema 3nanciero y el resto de la economía se produo tanto a nivel internacional como dentro de cada país. 5, en la medida en 4ue los sectores de actividad económica están vinculados vinculados a re*iones re*iones y países concretos, concretos, las pautas pautas sectoriales sectoriales y re*ionales re*ionales de distri distribu bución ción de in*res in*resos os se vieron vieron fuerte fuertemen mente te afectad afectadas. as. 0a desi*u desi*uald aldad ad económica tendría, por tanto, muc1o 4ue ver con el cambio en la estructura de las modernas economías y del precio de los activos de los diferentes sectores. Esta modi3cación actuó en bene3cio del sistema 3nanciero, al cambiar en su favor la estructura del poder económico y de distribución de in*resos. En el capítulo $ 1emos mostrado 4ue, a diferencia de lo 4ue mayor mayorit itar aria iame ment ntee se pens pensab abaa 1a 1ace ce sólo sólo diez diez a8 a8os os,, el 1ipe 1iperd rdes esar arro roll lloo de los mercados de capital 1a traído altos costes para la marc1a de la economía en diversos aspectos. Pues bien, en lo 4ue a1ora interesa, ?1a sido productivo para la economía el crecimiento del poder de las 3nanzas@ e nuevo, la respuesta 1a de ser ne*ativa.' Así, para . >rant1am, uno de los meores e2pertos en esta cuestión,
el sistema 3nanciero es para la economía como correr con una *rande, pesada y creciente san*uiuela sobre la espaldaF.$ Es decir, las 3nanzas y las corporaciones *lobales están actuando como un mecanismo de e2tracción de rentas del resto de los sectores, cambiando la distribución de in*resos, salarios y rentas a su favor desde inicios de los a8os oc1enta. ?Mu" es lo 4ue 1a provocado este dese4uilibrio en favor de las actividades 3nancieras y corporativas *lobales y su impacto sobre la distribución de la renta@ -abemos ya de la importancia de las razones tecnoló*icas, pero las políticas p+blicas u*aron tambi"n un papel determinante. Como a3rmaba en su informe sobre la crisis el comit" del Con*reso norteamericano, la desre*ulación de las 3nan 3nanza zass n noo cayó cayó del del ciel cieloF oF,, sino sino 4ue 4ue resp respon ondi dióó a un unaa volu volunt ntad ad po polí líti tica ca determinada. unto a ello, las políticas 3scales y de vivienda de muc1os países promovieron una sociedad de propietariosF 4ue estimuló la burbua crediticia e inmo inmobi bili liar aria ia.. 7odo 7odo ello ello fue fue el resu result ltad adoo de 4uer 4uerer er prol prolon on*a *arr un mode modelo lo de crecimiento basado en la desi*ualdadN un modelo 4ue 1abía lle*ado a sus límites ya a inicios del nuevo si*lo. 5 lo 1izo, forzando el comportamiento del sistema 3nanciero más allá de los límites le*ales y "ticos. Pero eso no ocurrió en i*ual medida en unos países y otros. -e*+n 1emos mostrado más atrás, en Estados Unidos, por eemplo, se dio en una medida muy superior a la 4ue se re*istró en el país en muc1os aspectos más cercano a "l, Canadá. 5 en al*unos países europeos, como como desd desdee lue* lue*oo es el caso caso de Espa Espa8a 8a,, la inte intens nsid idad ad del del proc proces esoo y sus sus consecuencias fueron muc1o más dramáticas 4ue en otros. El principal inter"s 4ue para nosotros tiene esta visión es 4ue relaciona de un modo muy estrec1o y ri*uroso los dos aspectos 4ue 1emos venido destacando como cruciales en el trance de cambio de piel del capitalismo contemporáneoD la desmesura de las 3nanzas y la desi*ualdad. Por eso nos interesa destacar su conc conclu lusi sión ón cent centra ralDlD 4ue 4ue fue fue el camb cambio io de e4ui e4uili libr brio io de po pode derr dent dentro ro del del capitalismo, en favor de las 3nanzas, la causa principal de la desi*ualdad en la distribución de la renta y la ri4ueza. 5 en relación con ello, el papel 4ue tienen las instituciones económicas y políticas en la diferente concentración de la renta en cada país nos lleva a la 1ipótesis 4ue ve en la política la causa fundamental de la desi*ualdad. 0A E->UA0A, UKA
e4uilibrio de poder económico dentro del capitalismo en favor de las 3nanzas( 1an tenido en la polarización del reparto de la renta y la ri4ueza. Estos dos tipos de factores 1an sido comunes a todos los países. -in embar*o, como 1emos visto en el *rá3co $, la dinámica de la polarización 1a sido diferente en Europa y Estados Unidos. Podemos concluir entonces 4ue los resultados de esos factores sobre la desi desi*u *ual alda dad d está estánn medi mediad ados os po porr el ue* ue*oo de las las inst instit ituc ucio ione ness po polí líti tica cass y económicas e2istentes en cada país y de las políticas p+blicas. nstituciones y políticas inOuyen tanto en la distribución de la renta primaria 4ue produce el mercado como en la distribución 3nal o neta, es decir, la 4ue emer*e una vez 4ue tien tienee lu*a lu*arr el efect efectoo redi redist stri ribu buti tivo vo de los los impu impues estos tos y *ast *astos os p+ p+bl blic icos os en transferenc transferencias ias monetarias monetarias y servicios servicios fundamenta fundamentales les #educación, #educación, sanidad(. sanidad(. esde este punto de vista, la política es la tercera causa a la 1ora de e2plicar la evolución de la distribución de la renta y la ri4ueza en cada país concreto. Estos efectos diferenciales entre países 1an llevado a al*unos estudiosos a sostener 4ue la desi*ualdad e2trema 4ue estamos viendo no es un resultado inevitable de la dinámica del capitalismo, sino una opción política de cada país. 0os análisis de Acemo*lu y /obinson y los de -ti*liI van, aun4ue por caminos analíticos diferentes, en esa dirección.Q Un caso muy claro de cómo las políticas son absolutamente determinantes para modular o acentuar la desi*ualdad es lo ocurrido con la *estión de crisis reciente. En a4uellos países donde se 1an llevado a caboo pol cab políti íticas cas radica radicales les de auster austerida idad d del *asto *asto social social #educa #educació ción, n, sanida sanidad d y pres presta taci cion ones es soci social ales es(( y au aume ment ntos os de impu impues estos tos sobr sobree las las clas clases es medi medias as y trabaadoras, el impacto de la crisis 1a sido particularmente intenso. ado 4ue analizamos estos efectos de forma e2tensa en otros capítulos, no insistiremos a1ora en ello. Pero sí conviene detenernos un momento en el caso particular de Espa8a, un país en el 4ue los recortes en los pro*ramas de *asto social 1an sido intensosD estamos ante un eemplo paradi*mático del efecto de las malas instituciones y políticas p+blicas sobre la distribución de la renta. Espa8a es uno de los países europeos más desi*uales y en el 4ue más 1an crecido las diferencias distributivas desde $&&6. En conunto, la renta disponible de los 1o*ares espa8oles 1a caído un $& [ entre $&&T y $&'. Este descenso es, por sí mismo, muy intenso, pero su *ravedad se acent+a al analizar cómo se 1a repartido esa caída entre los diferentes *rupos sociales. -i de3nimos las clases medias como el *rupo de 1o*ares cuyos in*resos están entre el TR y el $&& [ de la renta mediana, vemos 4ue en $&&T ese sector representaba el S&,S [ de los 1o*ares espa8oles. Este n+mero cayó en $&' al R$, [. Es una reducción si*ni3cativa. -upone 4ue alrededor de tres millones de espa8oles 1an deado la clase media para in*resar en las clases baas. 9ás allá de la
importancia de la p"rdida de in*resos en sí misma, este descenso en el ran]in* social 1ace psicoló*icamente muy vulnerables a las personas 4ue lo sufren. Pero lo realmente si*ni3cativo, a la vez 4ue dramático, es lo 4ue 1a ocurrido con las clases baas. -i las de3nimos como los 1o*ares cuyos in*resos están por debao del TR [ de la renta mediana vemos 4ue su aumento durante la crisis es espectacular. En $&&Q incluían al ',$ [ de los 1o*aresN tres a8os más tarde, en $&&T, su tama8o se 1abía reducido al $S,S [. Pero su tama8o en $&' 1abía vuelto a aume au ment ntar ar de un unaa maner maneraa desp despro ropor porci cion onad adaa 1a 1ast staa alca alcanz nzar ar el 6, 6,RR [ de los los 1o*ares, '$ puntos más 4ue al inicio de la crisis. Esto si*ni3ca 4ue alrededor de cuat cuatro ro de cada cada diez diez pers person onas as viv vive en un unaa situ situac ació iónn de po pobr brez eza, a, falt faltaa de oportunidades y e2clusión social muy *rave, en unos t"rminos 4ue 1ace unos a8os se consideraban desterrados.R -in duda, la mayor caída del empleo y la fuerte sustitución de contratos 3os por temporales 1a sido un factor determinante del aumento de la desi*ualdad por abao, es decir, de la pobreza. Pero las políticas redistributivas 1an u*ado tambi"n un papel determinante. Así lo muestran los estudios empíricos ri*urosos 4ue sobre esta cuestión 1an sido publicados recientemente.S 0a conclusión 4ue cabe e2traer de lo dic1o 1asta a1ora sobre las causas de la desi*ualdad es 4ue persiste un elevado *rado de desconocimiento y falta de acuerdo en torno a esta cuestión. -in duda, los factores relacionados con los procesos de modernización económica favorecen la desi*ualdad en la distribución de la renta 4ue 1ace el mercado. Pero 1a 4uedado claro 4ue eso no permite sostener una especie de fatalismo de la desi*ualdad inevitable. Como 1emos dic1o, la desi*ualdad 3nal 4ue e2iste en una sociedad concreta es el resultado tanto de la distribución 4ue 1ace el mercado como de la redistribución 4ue llevan a cabo las políticas p+blicas. esde esta perspectiva, conviene ver a1ora cómo las políticas pueden u*ar a favor de una disminución de la desi*ualdad tanto en la fase de distribución primaria de la renta, 4ue 1ace el mercado, como en la 3nal, una vez operan los impuestos, las transferencias y los servicios p+blicos fundamentales. CUA0A, P 7E//A, 9A/ 5 A/E Como acabamos de ver al analizar las distintas teorías acerca de las causas de la desi*ualdad, la ma*nitud de nuestra i*norancia si*ue siendo considerable. 7enemos e2celentes narraciones, pero no e2iste un consenso entre los economistas. A la vez, y en parte vinculado con esa falta de acuerdo, al*unos responsables políticos muestran su preocupación y ansia ante un problema 4ue va a más, tal
como 1a 1ec1o el presidente Barac]
incidiendo tanto sobre la distribución inicial de la renta 4ue 1ace el mercado, como a trav"s de políticas redistributivas. Como 1emos visto, una de las fuentes de la desi*ualdad 4ue produce el mercado es el creciente gap entre la retribución de los trabaadores con conocimientos y 1abilidades para adaptarse a los nuevos re4uerimientos del cambio t"cnico y económico y la de los trabaadores de baa o nula cuali3cación, cuyos empleos se 1an reducido como consecuencia de la revolución tecnoló*ica y la *lobalización de los mercados. esde este punto de vista, la educación Les decir, la meora de los conocimientos y de la formación profesional continua de todos los trabaadoresL es una acción política esencial para lo*rar 4ue la oferta de empleo cuali3cado vaya por delante de su demanda por parte de las empresas. Este +ltimo punto e2i*e, sin embar*o, al*una matización. 0a educación es, desde lue*o, un factor e2plicativo de primer orden de las *randes diferencias e2istentes entre las estructuras distributivas de los países avanzados y los menos desarrollados. Pero si nos centramos en los primeros, como es a4uí nuestro cometido, entonces 1ay 4ue tener un cierto cuidado con no e2a*erar la trascendencia de ese factor. Como 1a recordado /icardo :ausmann, un economista de :arvard e2perto en crecimiento económico, e2istiendo muc1as razones para 4ue los *obiernos 1a*an esfuerzos para meorar la educación, debe observarse 4ue "sta por sí sola no es una estrate*ia de crecimiento.6 En el meor de los casos, la educación bene3ciará a las *eneraciones óvenes, pero no dará respuesta a la falta de empleo y oportunidades para los millones de personas 4ue 1oy están en el paro y la mar*inación. Para ello 1ay 4ue actuar tambi"n por el lado de la demanda de empleo, mediante planes de estímulo al crecimiento. En este sentido, At]inson 1a su*erido 3ar un obetivo de empleo en el cuadro de mandos de la *estión macroeconómica de los *obiernos, de la misma forma 4ue e2iste para la inOación o para el d"3cit p+blico. e esa forma, los responsables de las políticas estarían obli*ados a evaluar todas "stas en t"rminos de la batalla contra el paro. :asta a1ora, sin embar*o, nuestros *obiernos, especialmente en Europa, sólo 1an actuado por el lado de la oferta de empleo mediante reformas orientadas a Oe2ibilizar el funcionamiento de los mercados de trabao. Pero esta acción es claramente insu3ciente para aumentar el empleo y, ante todo, incrementa la desi*ualdad salarial.Z Esta propuesta podría parecer, en principio, 4uim"rica y demasiado radical. Pero no tiene por 4u" ser necesariamente así. En este punto es necesario recordar 4ue, en medio de la *ran recesión producida por la crisis 3nanciera de $&&6, Ben Bernan]e, a la sazón presidente de la /eserva ;ederal, puso el obetivo de empleo en el centro de la política monetaria
y 3nanciera cuando en los inicios de la recesión de $&&Z se8aló 4ue la ;ed ^el -istema de /eserva ;ederal_ 1ará todo lo necesario, durante el tiempo 4ue sea necesario, 1asta 4ue el desempleo en Estados Unidos bae del T,R [F. 0os resultados de esa política monetaria orientada a aumentar la demanda de empleo están a la vistaD el paro en Estado Unidos 1a baado ya del Q [. Kada de eso se 1izo, sin embar*o, en la zona euro. Ko es de e2tra8ar, entonces, el elevado nivel de paro y de pobreza en el continente. A1ora bien, el empleo no es toda la 1istoria en relación con la reducción de la desi*ualdad 4ue produce el mercado. 0a propuesta de At]inson de impulsar una política activa de los *obiernos sobre los salarios mínimos coincide con la puesta en marc1a de un conunto de acciones muy interesantes en ese terreno en países como Estados Unidos, Alemania o el /eino Unido. -e trata de medidas 4ue 1ace sólo unos pocos a8os serían consideradas anatema no sólo por cual4uier *obierno conservador, sino incluso por los socialdemócratas. -in duda, estamos asistiendo a tiempos e2traordinarios, en los 4ue lo nuevo y lo vieo, lo conservador y lo radical, a veces se confunden. Como 1emos visto, la desi*ualdad 3nal o neta e2istente en una sociedad no sólo es resultado de la desi*ualdad de in*resos 4ue produce el mercado, sino del efecto de la redistribución 4ue lleva a cabo el Estado mediante impuestos y transferencias de renta a los 1o*ares, ya sean "stas de carácter monetario, vinculadas a pro*ramas p+blicos como las pensiones, los se*uros de desempleo o diversos tipos de becas y ayudas, ya sea a trav"s de transferencias no monetarias centradas en servicios p+blicos fundamentales como la educación, la sanidad u otros servicios asistenciales. -i se desea luc1ar contra la desi*ualdad es necesario tambi"n repensar la forma en cómo act+an estas políticas redistributivas. En las +ltimas d"cadas, las reformas 3scales 4ue se 1an llevado a cabo en la mayor parte de los países occidentales Limpulsadas, como sabemos, por el fenómeno de competencia 3scal, característico de la *lobalizaciónL 1an disminuido la capacidad redistributiva de los impuestos, lle*ando en al*+n caso a revertir su dirección, canalizando renta de abao arriba. Por otro lado, los recortes en las transferencias monetarias y en los servicios como la educación y la sanidad 1an favorecido un aumento de la desi*ualdad. En países como Espa8a, los pro*ramas p+blicos de transferencias 1an prote*ido relativamente bien a los mayores y pensionistas de los efectos de la crisis, pero 1an deado totalmente desprote*idos a los más óvenes.Q&
tiene 4ue ser la democratización del acceso al capital y a la ri4ueza. -obre esta cuestión, /obert -1iller 1a propuesto al*unas medidas de inter"s, desde cuentas de a1orro indiciadas, para permitir 4ue el esfuerzo de los pe4ue8os a1orradores ten*a una compensación positiva por encima de la inOación, a la creación de nuevos pro*ramas de se*uros p+blicos 4ue cubran la contin*encia de p"rdida de in*resos de los más óvenes.Q' Por su parte, At]inson propone una serie de medidas 4ue, en principio, podrían parecer radicales en el clima del pensamiento político económico previo a la crisis, pero 4ue 1oy, dada la ma*nitud del problema, parecen cobrar todo su sentido y se van abriendo paso tanto en el pensamiento socialdemócrata como en el conservador. Como eemplo de medidas orientadas a democratizar la ri4ueza por arriba, propone favorecer la difusión de la ri4ueza en los casos de 1erencias y evitar su concentración en un solo 1erederoN o, un impuesto sobre la ri4ueza recibida a lo lar*o de la vida en forma de le*ados y 1erencias de todo tipo. Entre los eemplos orientados a democratizar el acceso a la ri4ueza y al capital por abao su*iere dotar de una 1erencia mínima al cumplir los diecioc1o a8os, de tal forma 4ue este i*ualitarismo 1a*a posible el principio de i*ualdad de oportunidadesN o pro*ramas 4ue focalicen la atención en la actual pobreza infantil, con ayudas al nacimiento 4ue eviten bene3ciar a los 1o*ares de rentas altas. Al*uno de estos pro*ramas se podrían 3nanciar con los in*resos procedentes de la imposición sobre las 1erencias. -u*iere tambi"n pro*ramas relacionados con una renta básica o de inclusión para todos los ciudadanos 4ue ten*an una participación activa en las actividades comunitarias en un sentido amplio. deas radicales, aun4ue 4uizá no tantoD al*unas de las políticas actualmente e2istentes en ciertos países, como es el caso de las e2enciones en el impuesto de la renta o el impuesto ne*ativo sobre la renta Lpropuesto inicialmente por el economista liberal 9ilton ;riedmanL, están pró2imas a esta idea, pero con el inconveniente de 4ue no bene3cian a todos los ciudadanos sino sólo a los más ricos. Por el contrario, las fórmulas propuestas por At]inson tienen la ventaa de democratizar esas medidas, e2tendi"ndolas al conunto de la sociedad. Por +ltimo, la batalla contra la desi*ualdad pasaría por rede3nir las funciones del Estado en campos como la creación de ri4ueza, el ree4uilibrio de poder entre todos los actores y el lo*ro de una efectiva i*ualdad de oportunidades en el acceso a los mercados. En este sentido, no 1ay 4ue olvidar 4ue la desi*ualdad es tambi"n el resultado de los procesos de concentración empresarial 4ue se 1an venido produciendo en las +ltimas d"cadas. -in una nueva y efectiva política antimonopolio, similar a la 4ue se llevó a cabo a 3nales del si*lo !! con la 0ey -1erman en Estados Unidos y leyes similares en otros países, la concentración de la renta y la ri4ueza no tendrá límites. 5a 1emos visto cómo la mayor parte de la renta y ri4ueza creada en estos +ltimos a8os se 1a ido a las personas 4ue están en
la alta dirección de las *randes empresas y corporaciones. Pero, además, esta concentración empresarial está obstaculizando la entrada de nuevas empresas competidoras en muc1os sectores económicos. Estas barreras de entrada están favoreciendo la formación de precios de monopolio en muc1os mercados de bienes y servicios, precios 4ue detraen renta disponible de los consumidores. 0a principal crítica de falta de realismo 4ue en el conte2to actual puede 1acerse a las medidas propuestas por At]inson, 4ue nosotros 1emos reco*ido en este apartado, es 4ue la restricción e2terna impuesta por los mercados sencillamente no lo permitiría. Ello es, en parte, cierto #por eemplo, en relación con el mencionado fenómeno de competencia 3scal(, y nos introduce de nuevo en el campo minado de las relaciones entre mercados de capital y políticas democráticas, de las 4ue se trata en diversas partes de este libro. Pero "sa es sólo una parte de la 1istoria. -i se repasa el listado de medidas concretas 4ue 1emos ido mencionando, se verá 4ue no pocas entre ellas corresponden a políticas internas, muy poco afectadas por decisiones 4ue pudieran importar a los inversores internacionales. 5 es 4ue, a veces, la camisa de fuerza de los mercadosF se e2a*era intencionada e interesadamente, con el 3n de alear determinados asuntos de la formación de la a*enda política. 9uc1as de las medidas 4ue acabamos de enumerar serán de difícil implementación si no se meora la calidad de la democracia en nuestros países. -ólo de esa forma se lo*rará 4ue las políticas recoan meor los intereses y las preferencias del conunto de la sociedad, y no sólo las de los sectores de mayor renta. ?Por 4u" la democracia no lo*ra eliminar la desi*ualdad@ En principio es el sistema más capaz de repartir el poder político de un modo e4uitativo, de tal forma 4ue ello debiera trasladarse de un modo natural al terreno del poder económico. En las actuales circunstancias, dado 4ue los perdedores de la crisis son muc1os más 4ue los *anadores, el 1ec1o de 4ue la democracia otor*ue a cada persona un voto debería 1acer 4ue las políticas se orientaran en el sentido 4ue acabamos de se8alar. Pero no es así. El motivo es doble. Por un lado, la concentración de la ri4ueza introduce ses*os en la formación de los *obiernos y en los procesos de decisión política. 0os caminos de esa inOuencia son variados, desde la 3nanciación a los partidos políticos a una mayor presencia de sus representantes entre los miembros de parlamentos y *obiernos. Por otro lado, el 1ec1o de 4ue los sectores sociales de baa renta se in1iban de participar en el proceso político ordinario 1ace 4ue sus intereses y preferencias sean poco tenidos en cuenta. En cual4uier caso, sin pro*resar en la calidad de nuestras democracias y su capacidad para reco*er los intereses *enerales, no será fácil poner freno al aumento de la desi*ualdad y 1acerla retroceder a los niveles tolerables 4ue tuvo en los a8os
centrales del si*lo !!. )olveremos sobre esta cuestión en el capítulo 6. '. -]idels]y, ne4uality is ]illin* CapitalismF, Pro;ect Byndicate , $' de noviembre de $&'$. $. Pi]e`y #$&'(, pp. $6R$6T. . 3oreing 7airs# oes ne4uality 9a`er@F # diciembre, $&'R. Q. Banco 9undial, ne4uality in ;ocusF, vol. ', n.h ', abril, $&'$. R. )*e Economist , ;or /ic1er, for PoorerF, nforme especial sobre la economía mundial, ' de octubre de $&'$. S. Pi]e`y y -aez #$&'(. T. En Europa las diferencias eran muc1o menores, pero tambi"n e2traordinariamente llamativasD por mencionar dos casos de empresas de un mismo país, >ran Breta8a, en la BP esa relación era de 'SD' en 'ZTZ'Z6& y de S,$D' en $&&Z$&''N en esos mismos períodos en el Barclays Ban] la relación era de 'Q,RD' y TRD', respectivamente. -obre todo ello, v"ase 9azzucato y 0azonic]D E2plainin* risin* income ine4ualityF, en Ne: Btatement , septiembre, $&'$. 6. )"ase Alvaredo, At]inson, Pi]e`y y -áez #$&'(. Z. )"ase 9áiz #$&'S(, p. '& '&. <]un #'ZTR(. ''. albrait1 #$&'$(. '. /aan #$&'&(. 7ambi"n osep1 -ti*liI se apunta a esta tesis en al*una de sus obras más recientes. )"ase -ti*liI #$&'$, $&'R(. 'Q. Costas #$&''(. 'R. -obre la naturaleza y el papel del principio moral de la simpatíaF en la obra de Adam -mit1, v"ase /onca*lia #$&&S(, pp. 'T''TT.
'S. udt #$&'&(. 'T. Wil]inson y Pic]e` #$&&Z(. '6. -ti*liI, 0a era de la vulnerabilidadF, Pro;ect Byndicate# ' de octubre de $&'Q. 'Z. udt #$&'&(, p. Q. $&. 7uc1man #'ZSS(. $'. -. GHei*, El mundo de ayer. &emorias de un europeo , Barcelona, Acantilado, $&&$. $$. 3oreign 7airs , oes ne4uality 9a`er@F # ' de diciembre de $&'R. $. )"ase Albert :irsc1man, 0a tolerancia cambiante de la desi*ualdad del in*reso en el curso del desarrollo económicoF. Publicado ori*inalmente en )*e 1ournal o/ Economics , 6T, noviembre de 'ZT. ncluido en :irsc1man #'Z6'(, pp. RT 6'. $Q. Pi]e`y #$&'(. $R. Además de estos tres *rupos de factores causales, 1ay otros dos tambi"n bastante frecuentados en la literatura especializadaD los demo*rá3cos #inmi*ración y dinámica interna de la población( y los efectos de la crisis de $&&6. $S. n*le1art #$&'S(N Bour*ui*non #$&'S(. $T. Juznets #'ZRR(. $6. Acemo*lu y /obinson #$&'R(. $Z. 9ilanovic #$&'S(. &. >albrait1 #$&'$(. '. Una e2celente revisión de esta literatura se puede encontrar en 7orrero #$&'$(. $. Citado en 7orrero #$&'$(, p. $S.
. )"ase ;inancial Crisis n4uiry Commission #$&''(. Q. -ti*liI #$&'$, $&'R(. R. atos tomados de ;undación Alternativas #$&'S( y >oerlic1 >isbert #$&'S(. S. ;undación Alternativas #$&'S( y >oerlic1 >isbert #$&'S(. T. At]inson #$&'S(. 6. :ausmann, 71e Education 9yt1F, en Pro;ect Byndicate , ' de mayo de $&'R. Z. At]inson va más allá en su defensa del papel del Estado al proponer el compromiso de los *obiernos en la creación de empleo. e la misma forma 4ue los bancos centrales act+an como prestamistas de +ltimo recurso del sistema 3nanciero, el Estado tendría, a su uicio, 4ue actuar tambi"n como empleador de +ltimo recurso ofreciendo empleo en situaciones de crisis profunda. Q&. )"anse ;undación Alternativas #$&'S( y >oerlic1 >isbert #$&'S(. 7ambi"n
CAP7U0< Q Europa y los bordes del despe8adero 0a moneda com+n europea, 4ue nació de un modo estelar a 3nales del vieo si*lo y comenzó a circular en los albores del nuevo, 1a sido una de las *randes afectadas por la tempestad económica 4ue 1a asolado el capitalismo occidental en los +ltimos a8os. -ur*ido en un entorno de aparente solidez, fruto directo de la mentalidad de un mundo al 3n estableF 4ue dominó durante la fase de e2pansión, el proyecto del euro corrió paralelo al de la *lobalización 3nanciera. Esos dos *randes procesos 4ue tuvieron lu*ar en las d"cadas de tránsito entre dos si*los no pueden des*aarse el uno del otro. e 1ec1o, al*unos 1itos importantes de ambos coincidieron en el tiempo. Así, en 'ZZZ la Administración Clinton dero*ó la 0ey >lass-tea*all de 'Z 4ue estipulaba fuertes medidas de control sobre los bancos, sustituy"ndola por una nueva norma desre*uladora 4ue, entre otras cosas, impulsó la formación de *randes con*lomerados 3nancieros *lobales, como el Citi*roup. Pues bien, no es casualidad 4ue el euro se introduese en los mercados 3nancieros internacionales como unidad de cuenta en ese mismo a8o de 'ZZZ. Ambos procesos son parte de una misma dinámica de 3nanciarización *lobal del capitalismo 3nisecular. Esta dimensión internacional del euro 1a 4uedado tapada por su vertiente más interna, vinculada al esfuerzo para dar una orientación macroeconómica a la inte*ración política europea, consistente con la idea de eliminar las tensiones entre los tipos de cambio 4ue se 1abían producido a lo lar*o de las d"cadas precedentes entre los países 4ue comerciaban libremente dentro de la Comunidad Económica Europea #CEE(. En ese entorno de apariencia estable, las dudas 4ue sur*ieron sobre el euro venían de las insu3ciencias y anomalías de su andamiae institucional y de las diferencias de competitividad entre las economías 4ue lo inte*raban. Pero, dado el clima optimista de la "poca, esas carencias y di3cultades fueron desestimadas sin más. 0a crisis lo cambió todo. :asta tal punto 1a sido así 4ue, a partir de la primavera de $&'&, los bordes del despe8adero se convirtieron en lu*ar de residencia 1abitual de la moneda com+n. A la tradicional lentitud en la toma de decisiones de los ór*anos de la Unión Europea #UE(, se sumaron a1ora otras patolo*ías muc1o más importantes, como el desconcierto ante los cada vez más visibles fallos institucionales del sistema del euro, las diferencias entre *obiernos nacionales, los reOeos antisolidarios y las reacciones motivadas por el miedo. ?9iedo@ ?E2actamente por 4u" y a 4u"@ Es imposible contestar con precisión,
por4ue lo 4ue causa mayor temor de un abismo es desconocer lo 4ue 1ay en su fondo. 5 eso es lo 4ue ocurre con un 1ipot"tico 3n del euroD no sabemos en absoluto 4u" puede traer consi*o. Por4ue, como suele ocurrir en estos casos, para su entrada en vi*or se dise8ó un compleo sistema de re*las y procedimientos, pero nin*+n protocolo está establecido para su eventual desaparición. En consecuencia, "se es el terreno perfecto para las puras especulacionesD las de 4uienes ven la posibilidad de un nuevo accidente a la Le*man multiplicado, y las de a4uellos otros 4ue rebaan muc1o ese ries*o. Kada permite descartar en t"rminos taantes una u otra percepción. :ay sin embar*o un punto en el 4ue muy pocos se atreven a discreparD a estas alturas, una 1ipot"tica desaparición de la eurozona muy probablemente no sólo se llevaría por delante, antes o despu"s, el conunto del proceso de inte*ración europea sino tambi"n el marco actual de relaciones 3nancieras internacionales. Es decir, 4ue no sólo la Unión Económica y 9onetaria #UE9( está en peli*roN lo está tambi"n la propia UE y, más allá, el sistema económico y 3nanciero *lobal. Probablemente 1a sido ese miedo a lo desconocido el causante de al*unas reacciones de +ltimo momento 4ue consi*uieron evitar su colapso. En ese escenario de *ran compleidad, es evidente 4ue el resultado del refer"ndum británico constituye un reto de primer orden para el proyecto europeo en su conunto. -in embar*o, desde nuestro punto de vista, ello tiene muc1o más 4ue ver con sus consecuencias 4ue con sus causas. 0o 4ue 4ueremos decir es 4ue, si bien es indudable 4ue establece una línea de demarcación en la 1istoria de la UE L en la medida en 4ue muestra 4ue "sta no es irreversible y abre la puerta para otras posibles defeccionesL, la e2plicación de por 4u" se 1a producido 1a de buscarse más bien en otra direcciónD en el profundo malestar ori*inado por la desi*ualdad tó2ica y la falta de movilidad social, con toda su car*a de patolo*ías, 4ue acabamos de estudiar. El reit 1abría sido, más 4ue una reacción propiamente antieuropea, una especie de revuelta anti"lites. Así parece mostrarlo el 1ec1o de 4ue la mayor concentración de ese voto se 1aya dado en a4uellas ciudades y distritos con mayor *rado de estancamiento social.' En este capítulo nos centramos en la realidad europea y e2aminamos los pasos de ese camino e2traordinariamente accidentado 4ue está siendo el euro. Analizamos los fallos 4ue el sistema de la política monetaria +nica 1a deado al descubierto en estos a8os, y los avances y retrocesos e2perimentados por la estructura de *obernanza de ese sistema en medio de tantas di3cultades. E0 EK7U-A-9< EU/
A0 9E< MUE PA/A0GA 0as dos d"cadas 4ue precedieron a la e2plosión de la crisis 3nanciera de $&&6 no solamente traeron consi*o la car*a de una economía ultra3nanciera y socavada por las desi*ualdades. 7ambi"n fue el momento del entusiasmo europeístaD por entonces apenas teníamos dudas de 4ue el proceso de inte*ración paneuropea Luna de las meores cosas 4ue nos ocurrió a los ciudadanos del continente, y particularmente a los espa8oles, en toda nuestra 1istoriaL era irrevocable. Esa euforia, detectada por todas las encuestas de opinión, no salió de la nada. e 1ec1o, la 1istoria de la UE desde su creación en el 7ratado de /oma no es la de un ascenso lineal, sino 4ue 1a estado mec1ada de avances y retrocesos #estos +ltimos se 1icieron bastante visibles durante la crisis de los a8os setenta(. Pero, a partir de 'Z6R, los pro*resos se fueron dando de un modo constante y cada vez más intensoD así lle*aron el Acta nica Europea, los pro*ramas estructurales, el 7ratado de 9aastric1t y, 3nalmente, la entrada en vi*or del euro. Para la rea3rmación de esos avances continuados fue decisiva la coincidencia de varios líderes fuertes en los principales países de la UE y en la propia Comisión Europea. ;ranois 9i`errand, :elmut Jo1l, ;elipe >onzález o ac4ues elors eran diri*entes políticos convencidos de 4ue el momento 1istórico e2i*ía dar pasos 3rmes 1acia la inte*ración, 4uizá no tanto por4ue alemanes y franceses, por eemplo, se amaran fraternalmente, sino por4ue era la meor forma de evitar los problemas del pasado #es decir, por el principio de nunca másF(. Con la idea de 4ue la atención a los miembros más d"biles del *rupo redundaba en bene3cio de todos, un cierto sentido *eneral de solidaridad europea se fue imponiendo y produciendo estimables resultados, por encima de los obstáculos 4ue incesantemente disponían las fuerzas más euroescKpticas , como el >obierno británico de 9ar*aret 71atc1er. El mecanismo fundamental 4ue se puso en marc1a para impulsar ese principio de solidaridad fue el de los fondos estructurales. 0a consecuencia de su aplicación fue un venturoso proceso de conver*encia real entre economías. En el caso espa8ol, por eemplo, esos pro*ramas supusieron un crecimiento económico adicional de en torno a un ' [ cada a8o. Kada más natural 4ue a4uel euroentusiasmo, dado 4ue la UE se fue conformando como la parte del mundo en la 4ue, de un modo más virtuoso, se combinaban densidad cultural, libertad política y pro*reso económico. \sta es una 1istoria de "2ito bien conocida. 7ambi"n lo son al*unos fracasos 4ue se fueron produciendo por el camino, y 4ue alertaban a 4uien 4uisiera verlo de 4ue tal vez el
proceso de inte*ración adolecía de problemas más *raves 4ue los 4ue se atisbaban en la super3cie. El más importante de esos 3ascos fue el de la Constitución europea, de la cual se suponía 4ue 1abría de si*ni3car un salto adelante en la inte*ración política pero 4ue sucumbió por el voto ciudadano en varios países. Con el tiempo, los problemas de fondo de la UE se fueron 1aciendo cada vez más visibles, ori*inando al*unas contradicciones con un alto potencial e2plosivo. Entre ellos merecen destacarse, por la relevancia 4ue 1an ad4uirido en el período más reciente, los cuatro si*uientesD En primer lu*ar, a estas alturas a+n no sabemos 4u" es e2actamente la UE, a 4u" fórmula e2acta de *obierno se corresponde. ?Es un sistema federal o confederal@ ?< se trata de meras estructuras de cooperación supranacional@ 0a compleidad institucional, con ór*anos propios y otros de carácter inter*ubernamental pero muy decisorios, como el Conseo Europeo, no favorece una respuesta clara y +nica. 5 más cuando se 1ace necesario el concurso de varios ór*anos para la aprobación de un buen n+mero de decisiones #1asta un 6& [ de ellas en muc1os momentos 4uedaron suetas a procedimientos de codecisión(. Un lío considerable 4ue 1ace sur*ir la e2presión más repetida cuando se 1abla de la UE y sus insu3cienciasD la necesidad de una nueva *obernanza europea.$ 5 si es así en el caso de la UE, esas di3cultades de de3nición y nueva *obernanza se 1acen todavía muc1o mayores con el euro y la UE9. El se*undo problema tiene 4ue ver con lo anterior pero es a+n más *rave. -e trata del famoso d"3cit de le*itimidad democrática 4ue con tanta frecuencia se 1a puesto de mani3esto, a veces de un modo dramático. El estilo tecnocrático de los ór*anos de la UE c1oca muy mani3estamente con las meores tradiciones políticas europeas. 9ás e2tra8o a+n es el 1ec1o de tener 4ue reconocer 4ue sin esos modos abiertamente ademocráticos varios de los saltos 1acia delante 4ue 1emos mencionado Lcomo el Acta nicaL nunca se 1ubieran producido. 0a audacia de elors como presidente de la Comisión produo ma*ní3cos resultados, pero al mismo tiempo fue cavando un 1oyo de descon3anza 1acia los !urócratas de ruselas por parte de miles de ciudadanos de todo el continente. 0a ausencia de mecanismos efectivos de transparencia y rendición de cuentas se 1a convertido en un problema crónico 4ue 1a 1ec1o 4ue a4uel entusiasmo europeísta al 4ue 1emos aludido se 1aya evaporado en buena parte. -obre estos aspectos volcó buenas dosis de vitriolo :ans 9a*nus Enzensber*er en su libro El gentil monstruo de ruselas. El tercer *ran problema de fondo es muc1o menos conocido. Es el 1ec1o de 4ue dentro de la UE conviven culturas económicas #y 4uizá culturas en *eneral, pero eso en este momento interesa menos( muy diferentes. 0a sensibilidad de un
ciudadano medio alemán o austríaco ante el problema de la inOación, el temor a las consecuencias de la acumulación de deudas, o al*o tan concreto como el *rado de independencia de su banco central, es muy diferente de la 4ue se puede dar en ;rancia, talia o Espa8a. /azones 1istóricas Lel modo en 4ue se solucionaron o a*ravaron problemas del pasadoL lo e2plican en *ran medida, además de, en ocasiones, diferentes percepciones morales. Altos *rados de diver*encia se aprecian tambi"n respecto de otros notables aspectos de la vida económica como las relaciones industriales, el *usto por el cambio y la innovación o la actitud 1acia los monopolios. 5 más importante a+n son las diferencias 4ue separan la idea de Estado social predominante en la Europa continental de las tendencias 1acia la desre*ulación *eneral y la privatización 4ue se 1an 1ec1o muy fuertes en el /eino Unido y en los países del Este reci"n lle*ados a la UE. 0a cuestión problemática es 4ue frente a esa diversidad de mentalidades, la política 1a de ser necesariamente +nica. 5, en cuarto lu*ar, está el modo 4ue la UE eli*ió para 1acerse más fuerte. En principio 1abía dos caminos para elloD o bien se optaba por la consolidación a fondo de lo 4ue ya 1abía, es decir, con los 'R países 4ue la constituían avanzando 1acia su mayor inte*ración, o por el contrario, se e2tendía el proceso a otros muc1os. 0a posibilidad de avanzar a dos velocidades por las dos vías al mismo tiempo no era realista. -e optó por las sucesivas ampliaciones, dando entrada a países con estructuras productivas y culturas económicas muy diferentes. El resultado es 4ue la UE$6 de 1oy es una or*anización de una compleidad desmesurada 4ue 1ace muy difícil profundizar en el dise8o de políticas comunes. Esta compleidad e2plica el retraso de políticas fundamentales como la ener*"tica o la normativa sobre servicios, o el *ran peso 4ue la a*ricultura si*ue teniendo en el presupuesto de la UE. 5 tambi"n ayuda a entender la falta de un criterio com+n para afrontar problemas nuevos, como la dramática crisis de refu*iados 4ue comenzó en $&'R. Pero 1ay una se*unda consecuencia de la ampliación 4ue se 1a ido 1aciendo cada vez más visible. A medida 4ue el ee central de la UE 1a ido basculando 1acia el norte y el este, la solidaridad y el afán de una mayor uni3cación política 1an perdido enteros en el acerbo comunitario a favor de los criterios estrec1amente economicistas. Estos problemas ya eran conocidos durante los a8os de e2pansión. Pero, a partir de $&'&, con la e2plosión de la crisis de la deuda soberana, fueron conformando, entrelazados, el telón de fondo del drama 4ue desde entonces se 1a vivido en territorio europeo. Un drama 4ue 1a tenido como principal prota*onista
al euro y sus posibilidades de supervivencia. 7"n*ase en cuenta 4ue al*unos mecanismos de estabilización 4ue, meor o peor, 1abían funcionado en los países en el ámbito interno fueron, en unos casos, transferidos al ámbito comunitario y, en otros, sencillamente desmantelados en el período precedente.Q 0os errores de dia*nóstico, la debilidad mostrada por los sentimientos de solidaridad entre territorios y ciudadanos europeos precisamente cuando eran más necesarios, y los importantes fallos institucionales evidenciados por la UE, conOuyeron en una dinámica destructiva y potencialmente desinte*radora. E0 EU/<, E C<97\ 9
$&&& buscaba forzar a los países a llevar a cabo reformas para aumentar la e3ciencia de sus economías y lo*rar una conver*encia en competitividad dentro de la UE9 4ue evitase la aparición de dese4uilibrios insalvables. Como se ve, la con3anza en un futuro com+n para los países de la UE se 1acía descansar en los mecanismos de coordinación 4ue operaban a trav"s de los mercados, sin incorporar nin*+n mecanismo preciso de solidaridad y transferencias internas 4ue fuesen más allá de los fondos estructurales. En realidad, la política monetaria com+n europea fue fundamentalmente concebida como un paso más, aun4ue importante, para culminar el mercado interior 4ue 1abía puesto en marc1a el Acta nica. Pues bien, co1erente con la ló*ica de la consolidación de un mercado +nico, el dise8o del euro respondió más a lo 4ue en la literatura económica se suele llamar currency !oard o comit" monetario, 4ue a la moneda propia de una unión política. Un comit" monetario es un mecanismo de coordinación dotado de al*+n tipo de autoridad monetaria cuyo obetivo fundamental es mantener de un modo muy 3rme un sistema de tipos de cambio 3os 4ue evite *uerras de monedas y *uerras comerciales entre los países participantes en el sistema. Este obetivo de estabilidad cambiaria re4uiere 4ue los obetivos convencionales de un banco central se subordinen al obetivo de tipo de cambio.T A diferencia de lo 4ue ocurre con el banco central de una moneda com+n en el seno de una unión política, la autoridad de un comit" monetario presenta tres características principales. En primer lu*ar, la autoridad monetaria no tiene facultades para prestar a los *obiernos, es decir, no puede actuar como prestamista de +ltima instancia del 7esoro, al*o esencial en los casos de un banco central en una unión política. En este es4uema, los *obiernos no pueden imprimir dinero y 1an de recurrir al cr"dito para 3nanciar sus compromisos de *asto. En se*undo lu*ar, de manera similar a lo 4ue ocurre con los *obiernos, la autoridad monetaria del comit" monetario no puede actuar como prestamista de +ltima instancia de los bancos comerciales, al contrario de lo 4ue ocurre con las funciones del banco central de una unión política #una función, por cierto, 4ue, se*+n ense8a la 1istoria de las 3nanzas, es esencial para evitar crisis sist"micas(. 5 en tercer lu*ar, esa autoridad monetaria 1a de tener como obetivo fundamental de su política monetaria la baa inOación, dada su relación con la paridad de la moneda. Ko tiene, por tanto, como ocurre con un banco central de una unión política, la capacidad para 3ar la política monetaria en función de obetivos de política interna. Es verdad 4ue desde su nacimiento el Banco Central Europeo #BCE( poseyó
al*unas capacidades más 4ue la autoridad convencional de una unión cambiaria. Por ello cabe 1ablar de un comit" monetario re/or"ado. Pero sus diferencias con los bancos centrales *enuinos, como puedan ser la /eserva ;ederal norteamericana, el Banco de n*laterra o el Banco de apón, eran si*ni3cativas. El pobre dise8o del euro tenía su razón de ser en esta ló*ica de mercado com+n, basada +nicamente en mecanismos de coordinación del mercado, sin 4ue pudiese incorporar además los mecanismos de solidaridad propios de la moneda de una unión política. Como 1abía ocurrido con sus antecedentes de la -erpiente 9onetaria y el -istema 9onetario Europeo, la *ran bene3ciada en t"rminos comerciales de este dise8o del euro fue Alemania. Con la entrada en vi*or de este modelo, ese país se ase*uró 4ue nin*uno de sus rivales comerciales pudiera reaustar la paridad de moneda para responder a los dese4uilibrios comerciales 4ue *eneraban las diferencias de competitividad e2istentes entre unas economías europeas y otras. Es decir, Alemania construyó su actual 1e*emonía comercial, y, a la postre, su 1e*emonía económica y 3nanciera, no como resultado de un s*oc, de productividad interna, sino por los efectos de la moneda com+n y la política monetaria del BCE. 0a evolución de su superávit comercial con el resto de los países de la eurozona a partir de la entrada del euro así lo con3rma. En cual4uier caso, si los primeros a8os de funcionamiento de la moneda com+n estuvieron marcados por la aparente estabilidad *eneral de la economía, su andamiae institucional mostró su e2trema fra*ilidad a partir del comienzo del drama *rie*o y la e2plosión de la crisis de deuda soberana. urante varios a8os verdaderamente críticos, el BCE fue un náufra*o, sin capacidad al*una de afrontar los crecientes problemas 4ue le salían al paso, obsesionado con un fantasma Lla inOación, ya en realidad casi ine2istenteL, y vulnerando además, cada vez de un modo más claro, el mandato de independencia 4ue supuestamente lo inspiraba. Este +ltimo punto es importante por4ue, durante el mandato de ean Claude 7ric1et, y bao la presión muy directa del Bundesban] alemán, el conseo del BCE comenzó a aplicar un m"todoF 4ue se e2tendería a lo lar*o de toda la crisis, con resultados no sólo ne*ativos en al*unos aspectos económicos, sino tambi"n favorecedores de dinámicas dis*re*adorasD duras reformas y consolidación 3scal a ultranza como contrapartida de la asistencia ur*ente de li4uidez. Esa política, vista cada vez más como una suerte de c1antae por amplios sectores de la opinión p+blica europea, se mantuvo de un modo muy descarnado al menos 1asta el verano de $&'$, entre dudas cada vez más e2tendidas sobre la supervivencia del propio euro.
Pero no se trataba solamente de un problema de actitud y de un criterio de actuación e4uivocado, sino de al*o muc1o más *raveD se ori*inaba en los problemas estructurales 4ue eran consustanciales al dise8o de la moneda +nica. ean Pisani;erry, anti*uo director del t*in,-tan, europeo Brue*el, se8aló en el peor momento de la crisis 4ue la causa de esa fra*ilidad era la imposible trinidadF e2istente en la estructura institucional del euro. Por un lado, la imposibilidad de mutualización de la deuda #es decir, la emisión de eurobonos(. Por otro, la imposibilidad por parte del BCE de dar apoyo monetario a los estados miembros, como ocurre con otros bancos centrales, como la /eserva ;ederal. En tercer lu*ar, por4ue al no poder el BCE actuar como prestamista de +ltima instancia de los bancos comerciales se producía una mortal retroalimentación entre la deuda soberana de los países con problemas y los bancos 4ue tenían en su balance esa deuda. Concluía este autor 4ue, para salvar el euro, era preciso romper al menos una de esas restricciones, si no las tres.6 0a ló*ica 4ue está detrás del razonamiento anterior parecía llevar a la eurozona a un calleón sin salida. A partir de $&'$, sin embar*o, al*o importante cambió. Ko tanto en la caracterización formal del BCE ni en su marco normativo, pero sí en la línea de actuación se*uida por su nuevo presidente, 9ario ra*1i, 4ue dio varios pasos trascendentales en el camino de de3nir la entidad como un verdadero banco central. 0as sucesivas rondas de ampliación de li4uidez y el pro*rama de compra de títulos en los mercados secundarios, unto con un simple pero muy e3caz 1ar" todo lo 4ue sea necesario para salvar el euroF #al*o 4ue se*+n los vieos manuales de política monetaria se de3nía como el instrumento de persuasión moral , muy e3caz en momentos de di3cultad(, cambiaron radicalmente, para bien, las condiciones monetarias en Europa entre $&'$ y $&'R. Pero no eliminaron las dudas sobre la naturaleza del euro y sus instituciones, como demuestran los repetidos recursos ante el 7ribunal Constitucional alemán y el 7ribunal Europeo de usticia sobre la compra de bonos por parte del BCE. Esos recursos Len la línea de, no lo olvidemos, la 4ue si*ue siendo doctrina o3cial del a+n muy poderoso Bundesban]L suelen invocar 4ue este or*anismo incumple su mandato le*al al realizar ese tipo de operaciones.Z 5 aun4ue por el momento tales vías de impu*nación 1an sido desestimadas, las dudas de fondo si*uen siendo importantes #como lo es todo lo relacionado con la actuación del conseo del BCE durante lo peor de la crisis *rie*a en $&'R, 4ue más adelante trataremos(. En cual4uier caso, cabe a3rmar 4ue los pasos 4ue el BCE fue dando a partir de $&'$ permitieron 4ue cumpliera por primera vez la función de prestamista de +ltimo recurso #recu"rdeseD el tercer pilar de la imposible trinidadF(. Esto si*ni3ca un paso trascendental para asumir la naturaleza de un aut"ntico banco central.'&
Muizá no lo sea todavía Lpues si*ue sin cumplir al*unos de los re4uisitos antes se8aladosL, pero ya se parece muc1o más a la /eserva ;ederal, por eemplo, 4ue a un comit" monetario más o menos reforzado. \ste es, sin duda, el caso más si*ni3cativo 4ue se puede mencionar de salvamento del proyecto del euro al 3lo del abismo, 4ue no se 4uedó en eso, sino 4ue al cabo trao consi*o un paso adelante en la inte*ración. A>K=-7C< EMU)/Aobierno alemán Ly sus sat"lites 3nland"s y 1oland"sL, así como una buena parte de sus "lites económicas y de la opinión p+blica, si*uen empecinados en atribuir la crisis de deuda soberana a una prodi*alidad 3scal de los *obiernos 4ue en realidad nunca e2istió, al menos con la intensidad y las características de fenómeno *eneral 4ue les atribuyen. En el caso espa8ol, por eemplo, en $&&T las cuentas p+blicas presentaban unos resultados favorables in"ditos en la 1istoria económica del +ltimo medio si*lo #superávit 3scal y una deuda p+blica de en torno al S [ del PB(. e 1ec1o, nada demuestra meor lo e4uivocado de esa dia*nosis 4ue el 1ec1o Ltan conocido como con frecuencia olvidadoL de 4ue los países 4ue meor cumplieron las re*las 3scales del Pacto de Estabilidad 1asta la lle*ada de la crisis fueron Espa8a e rlanda, 3*urando Alemania entre los principales incumplidores #unto a ;rancia, un 1ec1o 4ue llevó a la reforma del Pacto en $&&R(. En este error persistente de dia*nóstico radica la principal e2plicación de la obsesión de aplicar fórmulas de política económica 4ue 1ace tiempo 4ue se 1an manifestado como diametralmente e4uivocadas. 0a pieza principal de esa política fue la consolidación 3scal a ultranza, cuyos errores veremos con detenimiento en el capítulo R. Esa política es responsable en primer *rado de las tendencias profundas
1acia el estancamiento económico 4ue podrían 1aberse ori*inado en Europa en estos a8os, y 4ue tambi"n 1emos analizado ya. ;rente a ello, la A*enda de 0isboa fue prácticamente abandonada en estos a8os, 1asta el punto de 4ue el cumplimiento de sus obetivos se pospuso diez a8os #con la aprobación de la nueva A*enda $&$&(. 0a b+s4ueda de las fuentes del crecimiento sostenible a lar*o plazo, a trav"s de la inversión en cambio t"cnico o la meora educativa #e2presados en cifrasobetivo muy precisas en la A*enda(, cedió todo prota*onismo frente a la virulencia del auste 3scal, y tambi"n frente al intento de meorar la competitividad por la vía, aparentemente más fácil, pero en realidad muc1o más problemática, de la devaluación salarial. nteresa remarcar 4ue frente a esa política 1abía alternativas para 1acer frente a la eventualidad de impa*os soberanos. Alternativas no solamente relacionadas con un cambio en los ritmos y el modo de 1acer la consolidaciónN tambi"n estaba la posibilidad de e2plorar al*una fórmula de mutualización de la deuda p+blica de los países miembros. E2isten al*unos ar*umentos poderosos a favor de la emisión conunta de eurobonos. Paul e >rauHe 1a identi3cado dos fundamentales. El primero es de naturaleza política y tiene 4ue ver con el 1ec1o de 4ue la emisión de eurobonos remediaría la falta de con3anza en el futuro de la eurozona, al*o 4ue es fuente de inestabilidad crónica. Esto, en su opinión, apaci*uaría los mercados 3nancieros al disipar los miedos e2istenciales 4ue 1oy e2isten sobre el futuro del euro. El se*undo es 4ue reportaría al*unas ventaas 3nancieras, relacionadas con el 1ec1o de 4ue los eurobonos crearían un mercado más amplio y lí4uido 4ue podría competir con el dólar y permitir a los países europeos 3nanciarse en meores condiciones.'' Es verdad 4ue esas ventaas tienen tambi"n su contrapartida en ciertos posibles inconvenientes de alcance. Uno de ellos es la posibilidad de 4ue se produzcan conductas de ries*o moral, es decir, el temor a 4ue al*unos países aprovec1en esa mutualización para alearse de la virtud 3scal. rauHe, esta cuestión 1a sido de
importancia capital, pues la obstinación alemana de imponer un mecanismo de resolución de la crisis en la 4ue la car*a recae e2clusivamente sobre los deudores es pura y simplemente la ne*ación de la e2istencia de la eurozona.'$ Está claro 4ue la necesidad obetiva de la mutualización se enfrenta a un compleo entramado de razones, intereses y percepciones psicoló*icas, 4ue parecen disponerse de un modo muy diferente en los distintos países. -e*+n Ant1ony >iddens, la defensa de la moneda com+n, por si*ni3car necesariamente un trasvase de poder económico y 3scal a los ór*anos comunes, implica la aceptación de la mutualización #es decir, compartir responsabilidades entre las economías ricas y las pobres(. -i ese paso no se diera en al*una medida, todas las apuestas sobre un futuro estable de Europa serían pesimistas. El camino de simplemente aumentar la coordinación, característico de la UE, no puede sustituirloF . Ante lo cual concluyeD Podría decirse 4ue la UE tiene una detallada y complea anatomía, pero una psicolo*ía pobremente desarrolladaF.' Al*unos de los comentarios anteriores su*ieren 4ue el dia*nóstico descaminado de los problemas 4ue vive la eurozona es tambi"n uno de los factores 4ue obstaculiza en mayor medida la solución a su crisis de *obernanza. esde la tempestad de $&'&, la moneda com+n 1a vivido muc1as veces al borde del precipicio. jr*en :abermas lo 1a e2plicado con e2actitudD 0a unión monetaria se*uirá siendo inestable en tanto 4ue no sea completada por la unión bancaria, 3scal y económica. Pero esto si*ni3ca Lsi no 4ueremos declarar con todo descaro 4ue la democracia es un mero decoradoL 4ue la unión monetaria debe desarrollarse para convertirse en unión políticaF.'Q 0o 4ue es se*uro es 4ue el proceso de unidad europea se encuentra en una situación en la 4ue el statu 5uo ante ya no es una opción realista. A1ora sólo 4ueda retroceder o avanzar. Es decir, la crisis podría cumplir una función integradora #favoreciendo un avance 1acia una ar4uitectura institucional, económica y política de la zona euro( o desintegradora.'R Pero 1ay 4ue recordar en este punto, remedando lo 4ue ya 1emos dic1o sobre la *lobalización, 4ue más inte*ración no es necesariamente meor inte*ración. Es necesario repensar la inte*ración europea, buscando un meor reparto de responsabilidades entre las instituciones comunitarias y los estados nacionales. -in embar*o, en los +ltimos a8os 1emos visto un continuo zi*za*, con pasos contradictorios en una y otra dirección. Esta cuestión no se puede entender cabalmente sin 1acer referencia a la fuerza principal 4ue orienta esas tendencias, el muy peculiar lideraz*o alemán. A0E9AKA, UK 0E/AG>< KE-EA< 5 CCA7E/<
Alemania 1a emer*ido en medio de esta crisis como la potencia central de la eurozona, tanto en el sentido *eo*rá3co, como económico y político. Este nuevo poder no viene +nicamente de su fortaleza productiva y demo*rá3ca, sino de 4ue es el socio más fuerte en cuanto a capacidad e2portadora #ya conocemos 4ue, al menos en parte, debido a la estabilidad cambiaria de la eurozona(, así como el 4ue 1a conse*uido mantener la meor calidad crediticia. Además, se trata del país 4ue estaría en meores condiciones para utilizar su demanda interna con el 3n de servir de locomotora para el crecimiento del conunto de la eurozona, con el consi*uiente bene3cio para los países endeudados. -in embar*o, en todos estos a8os de crisis, Alemania 1a sido remisa a u*ar ese papel de locomotora. -u ne*ativa a subir los salarios internos y a favorecer la e2pansión de su propia economía, aun teniendo amplios már*enes 3scales y 3nancieros para ello, 1a sido una de las fuerzas conductoras de las deprimentes tendencias económicas del continente desde $&'&. Por lo demás, su visión de las causas del actual desastre, como ya 1emos e2plicado, conduo a responsabilizar a los países endeudados de sus propias desdic1as y les impuso drásticos e intempestivos pro*ramas de austeridad, 1aciendo a+n más inconfortable la situación de los países en di3cultades, al mantener sobre ellos la espada de amocles de la 4uiebra. ncluso, en no pocas ocasiones, pareció 4ue lo 4ue realmente estaba en ue*o era conse*uir mantener la cotización del euro en unos umbrales favorables a las e2portaciones alemanasN un ue*o del cual los países más endeudados serían meros re1enes. 7odo ello da idea de una visión muy estrec1a, cortoplacista y, en el peor sentido, interesada, del papel 4ue debe u*ar un líder. ;rente a la visible puanza alemana, en estos a8os, la otra *ran potencia europea L;ranciaL no 1a deado de retroceder en su *rado de inOuencia sobre el resto del continente, 4uedando ya atrás los tiempos en 4ue el ee francoalemán funcionaba como un motor bien en*rasado y e3ciente en la sala de má4uinas de la inte*ración. /ecu"rdese 4ue a+n en los primeros momentos de la crisis se 1izo popular el neolo*ismo &er,o"y , bao la idea muy aceptada de 4ue ambos diri*entes representaban la parea indispensable en EuropaF . -in embar*o, 1ace tiempo 4ue esa situación cambió. A pesar de 4ue la economía francesa, aun acumulando muc1as críticas sobre su retraso en las reformasF, tuvo un comportamiento bastante aceptable en estos a8os #de 1ec1o consi*uió recuperar su nivel de producción anterior a la crisis en $&'(, en t"rminos políticos su presencia no deó de disminuir. 0a lle*ada de ;ranois :ollande fue, de 1ec1o, recibida por la opinión p+blica de muc1os países como una oportunidad para el virae en las políticas europeasN pero esa ilusión no duró muc1oD si bien en las cumbres de los má2imos diri*entes parecía 1aber una voluntad compartida de afrontar los
desafíos del proyecto europeo y se*uir adelante con una cierta ambición, en los ór*anos más t"cnicos y decisivos Lcomo el euro*rupoL las posiciones alemanas no dearon apenas res4uicio al*uno a la 1ora de imponer sus soluciones. Es decir, 4ue el paso del tiempo y los acontecimientos va deando una fuerte y *eneralizada impresión de 4ue Alemania es la nación indispensable en EuropaF.'S En su versión más beni*na, la UE se 1abría convertido en al*o así como un sistema inter*ubernamental deliberativo siempre a la sombra de Alemania.'T Es verdad 4ue, a pesar de esa pobre visión 1asta mediados de $&'R, la conducta de los diri*entes alemanes parecía orientarse a 1acer lo necesario para mantener el euro a Oote, pero siempre minimizando la e2posición de los contribuyentes alemanes a las políticas de apoyo a los socios. En todo ese tiempo, desde lue*o, permanecieron las dudas sobre cómo se comportaría el lideraz*o alemán a medio y lar*o plazo. Por des*racia, como mostraremos en el si*uiente apartado, a partir del acuerdo para el tercer rescate *rie*o, una parte de esas dudas se multiplicaron, 1aciendo 4ue las alarmas sobre el futuro del euro se 1icieran más insistentes. Ese tipo de actitudes 1a dado lu*ar a un creciente malestar y resentimiento entre otros miembros de la UE. Por buena parte de la *eo*rafía europea Lno sólo en 9ilán, 0isboa o Atenas, tambi"n en países 4ue no 1an sufrido particularmente esta crisis, como es el caso de PoloniaL se e2tienden los temores a 4ue se impon*a una Europa alemana. e un modo 4ue era imposible ima*inar en $&&Z, An*ela 9er]el y su >obierno se 1an convertido en 3*uras centrales en el ue*o político interno de otros muc1os países, representándoseles en muc1os lu*ares con las imá*enes tópicas del nazismo o, en versiones más beni*nas, del imperialismo prusiano. 5, sin embar*o, el actual poder alemán se va a3rmando a trav"s de vías muy distintas de las de su tormentoso pasadoD en realidad, podría decirse 4ue se trata de una potencia 1e*emónica 4ue no 4uiere serlo. e 1ec1o, uno de los meores conocedores de este fenómeno nuevo de la Europa alemana, el sociólo*o Ulric1 Bec], lo describió con una frase contundente y un tanto paradóicaD Alemania 1a creado un imperio accidentalF.'6 Este ras*o sin*ular de poseer un *ran poder no deseado es, por tanto, crucial para entender el fondo de la actual encruciada europea. Por razones 1istóricas, debe descartarse por bastante tiempo la opción de un imperialismo clásico de Alemania sobre el resto de Europa. Por4ue los demás países no lo aceptarían, pero tambi"n Ly sobre todoL por4ue los propios alemanes no lo buscan
en absoluto. 0a posición de lideraz*o de ese país parece construirse, en cambio, sobre unos pilares in"ditosD la des*ana, la falta de compromiso y el miedo. Un triple miedo muy instalado en la sociedad alemana, y ante el cual sus *obernantes no 1an deado de adaptarse políticamenteD miedo o aversión a la inOaciónN a caer en la trampa de la deuda de otrosN y a resultar el mero pa*ador en una unión de transferenciasF. 5a 1emos mencionado un poco más atrás 4ue los dos primeros tienen, en realidad, escasas cone2iones con la realidad. Al*o parecido ocurre con el terceroD no dea de ser sorprendente 4ue 1ayan tenido tanto "2ito las llamadas para evitar 4ue la UE se transforme en una unión de transferenciasN por una razón simpleD siempre lo 1a sido. espu"s de todo, ?4u" fueron los pro*ramas estructurales sino *randes mecanismos de canalización de renta desde los países más ricos a los menos desarrollados@ :asta $&&6, sin embar*o, apenas se discutía 4ue, vistos con carácter *eneral, esos pro*ramas al 3nal 1abían favorecido a todas las partes, fuesen receptoras o emisoras de los fondos. nOaciónF, mutualización de deudasF y unión de transferenciasFD 1e a4uí tres fantasmas 4ue 1an estado muy vivos en todos estos a8os, y 4ue 1an marcado si*ni3cativamente la forma alemana de eercer su lideraz*o europeo. unto a ello está el peso de unas ideas económicas sin*ulares, e2c"ntricas en el panorama *eneral de la economía contemporánea, pero 4ue en Alemania 1an inOuido de un modo e2traordinario en la conformación de la mentalidad y la visión de sus "lites. Kos referimos al ordoliberalismo, 4ue, como veremos con calma en un capítulo posterior, proporciona una manera e2tremadamente prudente Lcasi diríamos temerosaL de afrontar la inestabilidad económica. El 3lósofo franc"s 9ic1el ;oucault dedicó al*unas de sus famosas lecciones en el Cole*io de ;rancia a estudiar este fenómeno ideoló*icodoctrinal, concluyendo 4ue este análisis de los ordoliberales, ese proyecto político, esa apuesta 1istórica ^..._ constituyeron la base misma de la política alemana contemporáneaF.'Z Pues bien, detrás del imperio accidental alemánF 4ue a1ora vivimos 4uizás 1ay, sobre todo, un deseo de e2tender esa forma de entender la economía y esa mentalidad al resto de la eurozona. Al mar*en de esa condición no voluntariaF, si nos atenemos a la conocida distinción entre el lideraz*o cooperativo y el 1e*emónico #el primero desarrollado en el seno de relaciones entre i*ualesN el se*undo, a trav"s de relaciones erar4uizadas(, la actual posición alemana se alea cada vez más del primero, 4ue eercido por el ee francoalemán fue propio de la UE en las d"cadas pasadas, para instalarse sobre el se*undo.$& Alemania parece 1aber optado por un lideraz*o
entendido como 1e*emonía. Un eercicio de 1e*emonía en el 4ue domina la b+s4ueda de sus propios intereses a corto plazo y 4ue dea poco espacio para el lideraz*o colectivo y para convicciones morales, responsabilidad 1istórica, o conceptos como el deber y la obli*ación del líder. El +ltimo punto mencionado es de *ran importanciaD por4ue el verdadero líder no sólo obtiene ventaas de su posiciónN tambi"n debe asumir deberes y responsabilidades. Un concepto muy +til a4uí es el de esta!ilidad *egemónica , desarrollado por la teoría de ese nombre y usado por 1istoriadores económicos como C1arles Jindleber*er para intentar comprender el problema 4ue supuso el vacío de poder en las relaciones internacionales en al*unas coyunturas económicas críticas #como la >ran epresión(. -e*+n la teoría de la estabilidad 1e*emónica, el líder tiene la misión de *arantizar el orden en las relaciones económicas internacionales, lo 4ue 4uiere decir 4ue Lademás de obtener bene3cios propiosL debe cumplir dos *randes funcionesD *arantizar el buen funcionamiento del comercio #por lo 4ue no puede caer en la tentación del proteccionismo( y la dinámica estable de las 3nanzas #suministrando li4uidez al resto de las economías(. Aplicando este ar*umento a las relaciones entre países dentro de un área como la UE9, es claro 4ue, para cumplir la función de lideraz*o de un modo 4ue suministrara estabilidad al conunto del área, Alemania tendría 4ue 1aber actuado de un modo muy diferente a como lo 1a 1ec1o. Es interesante recordar, en ese sentido, 4ue el superministro Wolf*an* -c1kuble mencionó en t"rminos laudatorios el ar*umento de Jindleber*er al principio de la crisis #El mensae central de Jindleber*er es en $&'& a+n más importante 4ue en el pasadoF(. -e*+n "l, una potencia 1e*emónica beni*na, como la 4ue debiera representar el ee francoalemán, podría eercer un *ran papel estabilizador en la economía en las nuevas circunstancias.$' 0o llamativo es 4ue el propio -c1kuble es considerado 1oy, con razón, como uno de los principales responsables de 4ue su país se 1aya aleado notablemente de cumplir ese papel. 0a nueva 1e*emonía alemana, por tanto, si por una parte provoca antipatía y reacciones adversas en otros países, por otra no es lo su3cientemente completa como para estabilizar y dar *arantías de continuidad a la propia UE. A partir de a1í, uno de los efectos más visibles de esta forma *ermana de eercer su nuevo poder 1a sido la debilitación de las instituciones comunitarias, la retirada de apoyo a avances supranacionales y el fortalecimiento de su papel como principal actor de las relaciones con Estados Unidos, /usia, 0atinoam"rica o Asia, en peruicio de la
voz y la acción de las instituciones colectivas de la UE.$$ -ean cuales fueren las valoraciones sobre el modo alemán de eercer su posición preeminente en el pasado reciente, la *ran duda 4ue si*ue persistiendo es la de cómo usará a medio y lar*o plazo Alemania su nuevo poder. ?0o 1ará mediante un lideraz*o conciliador y responsable o simplemente usando la ley del más fuerte@ Podría 1aber dos razones por las cuales Alemania acabe por transformar su actual línea de lideraz*o en otra más 1orizontal y cooperativa con el resto de los paísesD$ en primer lu*ar, la necesidad de colocar por encima de todo sus propios intereses como país en una perspectiva de lar*o plazo, y no sólo atendiendo a lo más inmediato. 5 en se*undo lu*ar, por4ue la cooperación a trav"s de las actuales instituciones de la UE9 ori*ina sus propias inercias 4ue podrían favorecer una dinámica de consolidaciónN la ya e2plicada transformación del BCE en los +ltimos a8os sería el meor eemplo. -e trata, en todo caso, de una elección crucial, pues si falla en ele*ir el rol adecuado para *obernar los actuales dese4uilibrios 3nancieros y económicos de la eurozona, Alemania, la potencia emer*ente, se puede encontrar 4ue, cuando despierte de su error, sencillamente 1aya perdido el 1ilo de la idea europeísta. 5 todos nosotros con ella. %
7odo lo ocurrido en torno a la ne*ociación de la deuda *rie*a durante la primera mitad de $&'R probablemente trai*a consecuencias muy ne*ativas, 4ue durante bastante tiempo se sentirán en la zona euro. Por4ue no 1a sido sólo una cadena de errores y malentendidosD muc1o más trascendentes Lademás de reveladores del estado en 4ue se encuentra la inte*ración europeaL 1an sido los c1antaes 4ue 1an intentado condicionar por todas las partes. 0os cometidos por el >obierno *rie*o, e2plicables por el amateurismo de muc1as de sus posiciones, interesan menos a4uí #aun4ue probablemente 4uepa decir en su favor 4ue lo ori*inaba un deseo sincero de aliviar las penas de sus ciudadanos(. En cambio, la actitud mostrada por los ór*anos de la UE debe ser cuidadosamente analizada, pues puede llenar de connotaciones ne*ativas el futuro del euro. En la forma de tratar la posibilidad de un %reit por los diri*entes de la UE, probablemente 1an conOuido dos intenciones. Por un lado, el ri*or formalista, es decir, tratar al deudor e2actamente como lo 4ue es en los t"rminos establecidos en los contratos, i*norando la responsabilidad 4ue los acreedores pudieron 1aber contraído tambi"n en la acumulación de deudas indebidas. Por otro, la de dar un
escarmiento al >obierno díscolo, incapaz de adaptarse a las normas 3adas. Este +ltimo punto sin duda puede verse como una reacción de las "lites ante las posibles consecuencias políticas del creciente malestar. 0a aparición de nuevas e2i*encias y condiciones sobre los t"rminos de acuerdo ya aceptados por la parte *rie*a, ocurridas en varios momentos, puede verse como una manifestación de ese deseo de casti*o. El papel u*ado por el BCE en ese proceso, recortando la li4uidez de los bancos *rie*os 1asta forzar su cierre, fue una importante sorpresa ne*ativa. -orpresa, por4ue rompió con su línea de actuación en el período inmediatamente anterior, cuando acertó a inyectar li4uidez en los momentos y a los actores en di3cultad. 5 ne*ativo, por4ue puso una vez más dramáticamente de mani3esto las *rietas en la con3*uración institucional del sistema del euro. C1arles Wyplosz, uno de los má2imos especialistas en economía europea, escribió en esos momentos un importante artículo en el 4ue se pre*untabaD ?Por 4u" con*eló el BCE la asistencia de li4uidez de emer*encia a >recia@F. 5 respondíaD El BCE sin duda desarrollará todo tipo de usti3caciones le*ales, pero eso no cambia el resultado. -i efectivamente estaba plenamente autorizado para detener la asistencia, eso si*ni3ca 4ue la ar4uitectura de la eurozona está profundamente socavada. -i no, el BCE 1a realizado una decisión política de relevancia 1istórica. -ea como fuere, se trata de un paso desastrosoF.$Q Constatamos, en todo caso, 4ue en este asunto la función de prestamista de +ltima instancia e2perimentó un retroceso inusitado. 0o peor es 4ue todo eso se produo como respaldo a una posición de enfrentamiento total contra unos ar*umentos Llos de la parte *rie*aL cuyo elemento central era perfectamente razonableD una reestructuración de los t"rminos de la deuda 4ue incluyera aplazamientos de pa*o y una 4uita en su valor. 0a principal razón para esa reestructuración está en 4ue prácticamente todos los e2pertos en esta cuestión concluyen 4ue, si no se procede a ella, la deuda *rie*a es sencillamente impa*able. 5a no es 4ue las e2i*encias 3nancieras provocarían nuevas catástrofes 1umanitariasN es 4ue con una deuda p+blica del 'TR [ del PB un país como >recia nunca la va a poder pa*ar. -obran los estudios e informes L al*unos realizados por or*anismos como el ;9L 4ue lo acrediten. Pero 1abía otras tres importantes razones para cambiar las pautas estructurales de la deuda 1elena. 0a primera nos lleva a las e2periencias del pasado. 0as 4uitas sobre el valor nominal de las deudas 1an sido en muc1os momentos parte de la solución a los problemas de impa*os soberanos #como lo son en las deudas empresariales privadas( en distintas circunstancias y diferentes partes del mundo #ocurrió, por eemplo, en la crisis de los a8os oc1enta(. Pero lo
4ue realmente interesa es el recuerdo Len este caso positivoL de la propia 1istoria europea. En los a8os cincuenta, como se a3rma en el mani3esto 3rmado por cinco importantes economistas, se construyó Europa sobre el perdón de las deudas del pasado, sobre todo las de Alemania. Al*o 4ue contribuyó enormemente al crecimiento económico y a la paz de pos*uerraF.$R Al*o profundo anda descarriado en el espíritu de la inte*ración europea para 4ue sea necesario recordar cosas así. En realidad, a esa reestructuración de la deuda se debió lle*ar 1ace muc1o tiempo. En concreto, en mayo de $&'&, cuando comenzó el primer rescate de la economía de ese país, y el conunto de la política de austeridad. Por entonces ya eran muc1os los e2pertos 4ue pensaban 4ue, sin ella, la deuda 1elena era insostenible. Aun4ue se trate de un contrafactual y, por tanto, al*o de imposible demostración, un acuerdo en esa línea muy probablemente 1abría colocado a4uella deuda en una senda de sostenibilidad 4ue 1ubiera evitado el nefasto curso posterior de los acontecimientos.$S -in embar*o, esa posibilidad fue desestimada por la concurrencia de un compleo ue*o de intereses, en los 4ue destacaba un factor fundamentalD los principales tenedores de bonos *rie*os eran bancos franceses y alemanes. 0a operación para evitar la suspensión de pa*os *rie*a en $&'& consi*uió evitar una peli*rosa recaída en la crisis 3nanciera *lobal. Pero lo 1izo dando un paso en falso. Como consecuencia de la presión de los *obiernos alemán y franc"s, y tambi"n de la actuación oscura del ;9, los bancos internacionales consi*uieron salvar sus posiciones, pues *racias a las operaciones de !ail-out o rescate p+blico puestas en marc1a consi*uieron desprenderse de sus bonos. e modo 4ue los principales acreedores pasaron a ser los estados. >recia era el país perfecto para aplicar un acuerdo de ese tipo, 1aci"ndolo presentable para la opinión p+blicaN despu"s de todo, se trataba de un país cuyos *obiernos 1abían 1ec1o trampas sistemáticas en sus cuentas para cumplir con los re4uisitos de acceso al club del euro, y de sus "lites se conocían bien los ses*os cleptocráticos y la incapacidad para las reformas.$T Además, el caso *rie*o era muy oportuno para colocar el foco sobre las cuentas p+blicas, aun4ue Lcomo ya 1emos mostradoL esa visión fuese del todo incorrecta al aplicarse al resto de los países y con criterio *eneral. El primer acuerdo de rescate no solucionó nada. El problema *rie*o no deó de ir a más desde entonces, tanto por sus dramáticas implicaciones internas, al provocar una de las recesiones más ful*urantes vividas por cual4uier país de un cierto *rado de industrialización desde el si*lo !! #cuyo impacto se puede resumir en el dato de un Q& [ de ni8os viviendo bao el umbral de la pobreza(,
como en la dinámica envenenada 4ue acabó por introducir en el seno de la UE. Una razón adicional 4ue debieran considerar 4uienes tienden a olvidar la /alacia de la composición en estos asuntos Les decir, valoran los problemas colectivos de deuda en los mismos t"rminos de un simple contrato entre un acreedor y un deudor especí3cosL es el 1ec1o de 4ue las famosas trampas *rie*as no sólo eran conocidas por las autoridades europeas #sobre ellas 1abía, además, numerosas advertencias en el mundo acad"mico(, sino 4ue amás 1abrían salido adelante sin la cooperación de entidades 3nancieras, entre ellas de un modo destacado el banco de inversión >oldman -ac1s. Particularmente vidriosa es la cuestión de 4ue al*unas de las personas 4ue más tuvieron 4ue ver con la aplicación de los pro*ramas de rescate fueran precisamente anti*uos directivos de ese banco, como 9ario ra*1i o 0u]as Papademos. Ese en*a8o, ya bien conocido, comenzó con una operación s:ap secreta de >oldman en $&&' con un dise8o muy compleo pensado para burlar los controles comunitarios. Constituye una de las muc1as 1istorias inaceptables desde todos los puntos de vista 4ue nos 1an proporcionado las altas 3nanzas en las +ltimas dos d"cadas.$6 En condiciones como "sas, un cierto reparto de los costes del impa*o entre deudores y acreedores está bastante usti3cado. 0a posibilidad, 4ue en $&'R se 1izo altamente probable, de una salida de >recia de la eurozona con el apoyo de una parte de la opinión y los líderes europeos, fue un 1ec1o muy *rave. Al romper con la idea de 4ue el euro es irreversible, las re*las del ue*o cambian y se abren peli*rosas perspectivas de cara a lo 4ue pueda ocurrir en el caso de aparición de nuevos episodios de crisis y conta*ios 3nancieros. 0a cadena de errores 4ue trao la crisis *rie*a no es atribuible a la insu3ciencia de las soluciones t"cnicas dadas, sino a al*o muc1o más trascendenteD a la cada vez más visible desnudez de la urdimbre política de la UE. Como 1a sabido ver meor 4ue nadie jr*en :abermas, al subrayar 4ue en las ne*ociaciones *rie*as los principales *obiernos de la UE, sobre todo el alemán, se 1an comportado sólo como acreedores, y no como socios de un *ran proyecto políticoD Esa disolución de la política en la conformidad con los mercados puede e2plicar la desver*jenza con la 4ue los representantes del >obierno alemán, todos ellos sin tac1a moral, nie*an su corresponsabilidad política en las devastadoras consecuencias sociales 4ue 1an aceptadoF.$Z Este planteamiento lleva directamente a dos cuestiones nucleares para el futuro del proyecto de unidad europeaD la ya e2aminada del papel eercido por el +nico país con una posibilidad real de eercer como líder, AlemaniaN y la de las posibilidades de corre*ir en profundidad los defectos y las insu3ciencias institucionales de la UE y la eurozona, 4ue trataremos a continuación.
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consideraba impensable ^_. Estamos ante el comienzo de nuevas formas de políticaF.& Para Bec], a partir de a1í se abren dos escenarios posibles. En el primero, la visión del abismo tiene un efecto terap"utico y acaba por triunfar la astucia de la razónFD lo 4ue llama el imperativo cosmopolitaF #4ue se podría e2presar como coopera o /racasa( se impone y un impulso inte*rador tiene 3nalmente lu*ar frente a los e*oísmos nacionales. En el se*undo escenario, en cambio, la anticipación de la catástrofe moviliza el paisae político, *enerando ue*os estrat"*icos de poderF.' Esos dos escenarios no son necesariamente e2cluyentesD de 1ec1o, en el entorno europeo de los +ltimos a8os ambos se 1an 1ec1o bien visibles #por eemplo, en la conversión del BCE en prestamista de +ltimo recurso, por un lado, y en la aparición de fórmulas tecnocráticas salvadoras en varios *obiernos nacionales, por otro(. A partir de las conclusiones anteriormente e2puestas, se abren dos *rupos de opinión diver*entes acerca del futuro de la inte*ración, 4ue en t"rminos convencionales podemos denominar, los optimistas y los pesimistas. Con el paso de los a8os estos +ltimos posiblemente se 1an 1ec1o mayoritarios, pues las decepciones sufridas Lcuyo recuento 1emos 1ec1o 1asta a4uíL 1an sido considerables. A1ora interesa más e2plorar las razones 4ue puedan ale*ar a4uellos 4ue creen 4ue todavía 1ay posibilidades reales de transformar la salida de la crisis en una solución inte*radora. 0a primera consiste en dar la vuelta a la cuestión del tiempo transcurridoD si en estos a8os de di3cultades e2tremas la UE9 no se 1a 1undido, no cabe pensar 4ue ello ocurra cuando vamos 1acia la salida de la crisis, aun4ue no nos esperen a8os de radiante e2pansión. Es un ar*umento simple, pero a tener en cuenta. 0a se*unda razón, más consistente, es 4ue en los +ltimos a8os 1an entrado en vi*or al*unas soluciones t"cnicas 4ue deben ser apreciadas. En primer lu*ar, la ya e2plicada transformación por la vía de 1ec1o del BCE en un verdadero prestamista de +ltimo recurso y, por tanto, en un verdadero banco central. 7ambi"n merece una mención la creación en $&'$ del 9ecanismo Europeo de Estabilidad #9EE(, el fondo de rescate permanente 4ue vino a sustituir a instrumentos anteriores 4ue se 1abían mostrado ine3caces. Con mayor potencia de fue*o y capacidad de endeudarse #lo 4ue, de nuevo, provocó la reacción adversa del Bundesban] y un recurso ante la Corte Constitucional alemana, felizmente desestimado(, el 9EE contribuyó en al*una medida, complementando los nuevos pro*ramas del BCE, a superar los peores momentos de turbulencia en el continente. 7odavía más importante debiera ser la Unión Bancaria #UB(, 4ue ya 1a entrado parcialmente en funcionamiento con el obetivo de dar respuesta a al*unos importantes aspectos del problema de la fra*mentación 3nanciera. 7al y como
e2pusimos en el capítulo anterior, la UB resuelve satisfactoriamente los apartados de re*ulación y supervisión com+n, pero no lo 1ace en absoluto con los mecanismos de resolución de crisis bancarias. -e trata en todo caso de un avance notable. rauHe, lo 4ue constituye una buena noticia.$ :asta $&'T e2presamente rec1aza entrar en el terreno 4ue daría lu*ar a una reforma inte*radora en profundidad, el de la reescritura de los tratados. A partir de ese a8o, ese paso sí se podría dar, lle*ando incluso a mencionar la posibilidad de un se*uro de desempleo com+n para el conunto de la UE9. Con todo, el documento de los cinco presidentes no pasa de ser una declaración de intenciones, y es obli*ado recordar 4ue al*unas propuestas anteriores en esa línea 4uedaron totalmente desdibuadas con el paso del tiempo. 5, por otro lado, muy poco despu"s de presentarse a4uel informe tuvo lu*ar la cumbre europea en la 4ue al*unos de sus 3rmantes estuvieron a punto de forzar con su actuación la ruptura de la moneda com+n. 0o cierto es 4ue la línea de actuación de estos altos responsables comienza a recordar demasiado a la 3*ura del doctor e]yll. A pesar de sus muc1as peculiaridades, la UE9 no representa una novedad absoluta en cuanto a procesos de unidad monetaria. 5 puesto 4ue 1ay precedentes, es ló*ico buscar en la e2periencia o e2periencias 4ue 1ayan acabado en "2ito una fuente de inspiración Lo incluso emulaciónL para intentar desanudar el curso de la 4ue tiene lu*ar en Europa. A1í destaca, sin duda, la consumación de la unidad 3scal en Estados Unidos. En particular, el procedimiento de asunción de deudas de
*uerra 4ue, dise8ado por Ale2ander :amilton, llevó a cabo el >obierno federal norteamericano en 'TZ& 1a sido visto como un modelo a se*uir para favorecer un acuerdo *eneral de redención de la deuda soberana europea. El pro*rama norteamericano provocó inicialmente una profunda división entre los estados, pues )ir*inia y otros estados del sur, 4ue ya 1abían redimido su deuda, se ne*aron a 3nanciar el rescate de los estados sobreendeudados. Pero, mediante concesiones de diverso tipo a los estados opositores #entre ellas la decisión de localizar la capital federal, Was1in*ton, en las fronteras del estado de )ir*inia(, :amilton consi*uió 4ue retiraran su oposición a la mutualización de la deuda, con lo 4ue se lo*ró la unión 3scal. Ese modelo norteamericano 1a sido muy recordado en estos a8os, sobre todo debido a la e2periencia del estado de California en esta crisis, en la 4ue la pertenencia a una unión 3scal a todos los efectos 1izo 4ue una situación efectiva de impa*o de la deuda p+blica no tuviera efectos particularmente ne*ativos para su economía, dada su cobertura de +ltima instancia por la federación #el contraste con lo ocurrido con los estados de la periferia europea en los +ltimos a8os salta a la vista(. Es importante recordar, sin embar*o, 4ue la e2istencia de una verdadera política 3scal y monetaria com+n no 4uedó en absoluto resuelta por el pacto inicial, sino 4ue 1abría de tardar todavía más de un si*lo en consumarse. e 1ec1o, la presencia del >obierno federal en la economía norteamericana fue muy pe4ue8a 1asta los *randes cambios operados durante la >ran epresión. -u presupuesto apenas superaba el $ [ del PB del país, una situación, por cierto, bastante similar a la del actual presupuesto de la UE #en este caso no supera el ' [(. Por otro lado, a lo lar*o de ese período se sucedió la adopción de normas para limitar el crecimiento del d"3cit y la deuda p+blica, de un modo tambi"n muy parecido a lo 4ue actualmente ocurre en la eurozona. Por +ltimo, recu"rdese 4ue 1asta 'Z' no 1ubo en Estados Unidos un verdadero banco central #de ese a8o es la ley 4ue funda la moderna /eserva ;ederal(, por lo 4ue 1asta entonces la política monetaria de a4uel país e2perimentó todo tipo de altibaos y desaustes. -e trata, por tanto, de una 1istoria 4ue efectivamente culminó en un "2ito, pero 4ue fue muc1o más tortuosa y llena de di3cultades de lo 4ue se suele pensar. e 1ec1o, las instituciones 3scales y monetarias estuvieron tan en precario durante un período importante de la 1istoria norteamericana 4ue su contribución a la construcción de a4uella economía Ly a4uella naciónL fue escaso. En este sentido, un impacto muc1o mayor tuvo la movilidad interna del trabao y del capital. Una movilidad 4ue permitía 4ue si en un estado 1abía un elevado desempleo, los trabaadores pudieran desplazarse libremente 1acia otros en busca de meores oportunidades. Una parte de los modernos mitos fundadores de a4uel país tienen
4ue ver con ello. 0a lección fundamental a e2traer del espeo norteamericano está en 4ue la unidad económica tuvo menos 4ue ver con las instituciones 3scales y monetarias 4ue con el deseo de los ciudadanos de alcanzar una unidad política más intensa.Q 5 a1í está precisamente el principal corolario para la inte*ración europeaD si se pretende conse*uir al 3n una *enuina moneda com+n es necesario fortalecer en las mentes de los ciudadanos europeos el deseo de construir una unión política. En los +ltimos a8os la tempestad 3nanciera de $&&6 1a sacudido al*unos cimientos importantes de la vida económica, social y política a lo lar*o y anc1o del mundo. En Europa, además, 1a supuesto un reto e2traordinario para el proyecto de inte*ración. :emos visto 4ue, frente a ese desafío, las autoridades de nuestros países no siempre 1an estado a la altura de las circunstancias, por lo 4ue la crisis 1a tenido un indudable componente desinte*rador. 0as dos características centrales del capitalismo contemporáneo Llas 3nanzas fuera de escala, bao las cuales el club del euro se 1a convertido en un endiablado laberinto, y la desi*ualdad rampante, 4ue ya 1a producido resultados nefastos, como el reitL 1an acabado por ser enemi*os formidables de la idea europeísta. Es verdad, sin embar*o, 4ue la 1istoria de la UE es la de un proceso lar*o y difícil cuyos avances se 1an dado siempre en los límites. Por eso, no es del todo aventurado a3rmar 4ue en la salida de la crisis esas tendencias podrían revertir. 0a *ran partida de fondo se ue*a en la mente de los ciudadanos europeosD si la ruptura psicoló*ica con la idea de unidad se con3rmara, poco 1abría 4ue 1acer para salvar el proyecto com+n. En este punto, sin embar*o, 1ay un elemento muy esperanzador en el nuevo espíritu cosmopolita de los óvenes, muc1os de los cuales se 1an 1ec1o ya a una cierta idea de doble soberaníaF, y a la costumbre de viaar libremente y realizar una parte de sus estudios en otros países de la UE. El impulso europeísta 4ue de a1í debiera sur*ir Lestudiado por el sociólo*o )icenzo Cicc1elliL puede favorecer una reversión de la deriva actual. Al papel de los óvenes, en este caso centrándose en su nuevo y bien visible malestar, 1a 1ec1o referencia tambi"n el 3lósofo Pascal Petit, para 4uien el da8o causado por la austeridad y la vulnerabilidad laboral podría dear paso a una nueva 4uerencia por la idea europea en el caso de postularse un sistema ambicioso de políticas activas para los óvenes *estionadas por la propia UE #de un modo no necesariamente muy diferente a como se 1an *estionado 1asta a1ora los fondos estructurales(.R Están en ue*o, entre otras cosas, razones económicas de primer orden,
como la capacidad de afrontar con "2ito las tendencias de base 1acia el estancamiento y las futuras turbulencias en los mercados 3nancieros, 4ue más pronto o más tarde re*resarán. Pero tambi"n, y sobre todo, dependen de ello dos cuestiones crucialesD el papel 4ue Europa vaya a desempe8ar en el concierto internacional por un buen n+mero de a8os, y el *rado de co1esión del contrato social. '. )"anse 3) , & de unio de $&'S, y El País# de ulio de $&'S. $. Para los dos primeros problemas considerados, v"ase 9aone #$&'&(. . A propósito de esa diversidad de culturas económicas, v"ase :all y -os]ice, eds. #$&'(. Q. )"ase e >rauHe #$&'(. R. En este apartado 1emos adaptado varios trabaos anteriores de ambos autores, principalmente Costas #$&'$( y Costas y Arias #$&'Sb(. S. Una e2posición sistemática de esos ar*umentos críticos muy difundidos en Estados Unidos se puede ver en ;elstein #$&''(. T. En la copiosa literatura sobre el currency !oard o comit" monetario, cabe destacar el estudio de rauHe #$&'(, p. 'T. ''. )"ase e >rauHe #$&''(. '$. )"ase e >rauHe #$&''(. '. >iddens #$&'Q(, p. Z. 'Q. El País , $6 de unio de $&'R.
'R. )"ase :irsc1man #'Z6'(. 'S. )"ase >iddens #$&'Q(, p. $'. 'T. )"ase -c1midt #$&'R(, p. 6. '6. Entrevista con Ulric1 Bec] reco*ida en En >ampo 7!ierto , $S de marzo de $&'. mprescindible para a1ondar en esta cuestión es su libroD Bec] #$&'$(. 'Z. ;oucault #$&&Q(, p. $'S. $&. Para la distinción entre lideraz*o 1e*emónico y cooperativo, v"ase Jindleber*er #'ZZ$(. $'. 7omado de Jundnani #$&'Q(, p. '&Z. $$. )"ase Costas y 0a*o #$&'R(, p. 'Z'. $. )"ase Jindleber*er #'ZZ$(. $Q. )"ase Wyplosz #$&'R(, p. $. $R. 9ani3esto 3rmado por 71omas Pi]e`y, :einer ;lassbec], erey -ac1s, ani /odri] y -imon Wren0eHisD Austerity :as ;ailedD An oldman -ecret >reece 0oan -1oHs 7Ho -inners as Client Unravels , loom!erg usiness , S de marzo de $&'$. $Z. :abermas #$&'R(. &. Bec] #$&'$(, pp. Q&Q'. '. Bec] #$&'$(, p. Q$. El autor denomina a esos dos escenarios, respectivamente, 1e*elianoF #o de astucia de la razón( y escenario Carl -c1mi`F. $. )"ase e >rauHe #$&'$(.
. )"ase Costas y 0a*o #$&'R(, pp. 'ZQ'ZR. Q. )"ase Costas y 0a*o #$&'R(, p. 'ZR. R. )"anse Petit #$&'$( y Cicc1elli #$&'$(. 7ambi"n Bec] #$&'$(.
CAP7U0< R e cómo las ideas importan, y no siempre para bien Ko me importa 4ui"n escriba las leyes de la nación, si yo puedo escribir sus libros de te2to económicos. PAU0 -A9UE0-
apro2imación a la política monetaria 4ue consi*uió moderar las OuctuacionesFN al*o 4ue, como iremos mostrando, a1ora mismo muy pocos suscribirían en esos t"rminos. Es un dato revelador del carácter contin*ente y car*ado de controversias teóricas y metodoló*icas 4ue se 1a manifestado con fuerza en la economía a lo lar*o de los +ltimos a8os. Antes de entrar en materia, conviene advertir 4ue el empe8o de los *obiernos en llevar adelante políticas insensatas e irracionales, contrarias al inter"s *eneral, no es al*o en absoluto privativo de las políticas económicas. En su libro La marc*a de la locura , la 1istoriadora norteamericana Barbara 7uc1man estudió esa tendencia a la irracionalidad por parte de los *obiernos, y descubrió un empecinamiento, muc1o más com+n de lo 4ue se pueda pensar Lsobre todo por parte de *obernantes enzarzados en meras luc1as de poderL, en aplicar políticas perudiciales al inter"s *eneral, aun cuando e2istían alternativas perfectamente viables.Q En este capítulo nos centraremos en dos malas ideas 4ue eercieron notable inOuencia en distintos momentos del período reciente de turbulencias, y cuyas inne*ables consecuencias sobre la vida real contribuyeron a a*itar la situación de debate y duda 4ue acabamos de mencionar. 0a primera de ellas ayudó a conformar la mentalidad de al 3n un mundo estableF a lo lar*o de las d"cadas de e2pansión, por lo 4ue su aportación al desastre no fue pe4ue8a. 0a se*unda, 4ue viene de anti*uo, cobró una inusitada popularidad a partir de $&'&D es la noción de austeridad epansiva , pronto convertida en la principal usti3cación intelectual de la política europea de recortes 3scales *eneralizados. En estos apartados, por las características de la materia tratada, nos apoyaremos en citas te2tuales en mayor medida 4ue en el resto de los capítulos. C/AK 79EK7A ACEC:AR 0a idea de al 3n un mundo estableF tiene una de sus principales raíces intelectuales en la 1ipótesis del 9ercado E3ciente # Ecient &ar,et @ypot*esis , E9:(, sur*ida en 'ZSR en un artículo del profesor de C1ica*o Eu*ene ;ama. -u ar*umento central se puede resumir en 4ue los precios de los activos 3nancieros incorporan en cada momento toda la información relevanteF. 0a idea es 4ue la competencia entre a*entes plenamente informados lleva a asi*naciones de recursos 4ue conducen a posiciones de e4uilibrio e3ciente en las 4ue los precios de los activos coinciden con su valor intrínseco. 0a clave a4uí es la de3nición de e'cienciaD En un mercado e3ciente, la competición entre muc1os participantes inteli*entes diri*e a una situación en la 4ue, en todo momento, los precios efectivos de los
títulos reOean ya los efectos de la información basada tanto en los acontecimientos 4ue ya 1an ocurrido como en los 4ue el mercado espera 4ue ten*an lu*ar en el futuroF.S En esta concepción de los mercados 3nancieros carece de sentido 1ablar de burbuas, o de comportamientos de manada, o de cual4uier otra anomalía en la respuesta de los operadores. 0as burbuas sencillamente no e2isten pues la fuerza autodepuradora del mercado las eliminaD para cual4uier activo, la e2istencia observable de una burbuaF llevaría a su venta inmediata por parte de los a*entes racionales, 4uienes esperarían a comprarlo de nuevo a un precio menor. e esta forma, la dinámica de las compras baistas acabaría por eliminarla por completo. El carácter platónico y atento sólo a su propia ló*ica interna de este enfo4ue sur*e ya con fuerza en este punto pues, como más adelante veremos, en las mismas d"cadas en 4ue al*unos artículos publicados en las meores revistas de investi*ación sobre 3nanzas lo aceptaban sin discusión, se estaba *estando la mayor burbua de la 1istoria de las 3nanzas. En su planteamiento inicial, esta 1ipótesis fue aceptada por al*unos economistas como Paul -amuelson, 4ue vio en ella un supuesto válido para el análisis microeconómico de los mercados de capital #es decir, para e2plicar la evolución de un título de valor individual(. -in embar*o, pronto se dio el paso de la visión micro a una visión macro, es decir, la aceptación de su plena validez tambi"n para un mercado a escala a*re*ada. e 1ec1o, esa teoría pasó a formar parte indiscutible del llamado Nuevo >onsenso &acroeconómico 4ue se dio por establecido en los +ltimos a8os de e2pansión. -i se 4uiere resumir en una frase la esencia de ese enfo4ue teórico crecientemente predominante bastaría decir 4ue respondía a un intento de proporcionar fundamentos microeconómicos a la macroeconomíaF. 0a conOuencia de esta 1ipótesis de los mercados e3cientesF con la de las e2pectativas racionalesF #
apriorístico, en poco tiempo cambió radicalmente la visión 4ue la mayoría de los economistas tenían acerca de las 3nanzas. ?Por 4u" resultó en ese momento, en la se*unda mitad del si*lo !!, tan seductora esa concepción ben"vola de los mercados 3nancieros@ Por tres razones fundamentales. Primero, por un motivo doctrinalD la 4uiebra del ]eynesianismo se fue 1aciendo un fenómeno visible en a4uellos a8os en los 4ue la inOación volvía a co*er fuerza y el crecimiento se debilitaba. En ese conte2to económico sur*ieron desde diferentes frentes fuertes intentos de le*itimar el mecanismo de mercado frente a los fallos del EstadoF. 0a E9: constituyó, unto a la teoría de las e2pectativas racionales, la parte nuclear de la revolución teórica 4ue por entonces se 1izo dominante. En se*undo lu*ar, los sistemas 3nancieros venían de una situación L ori*inada durante la >ran epresiónL de muy escasa inclinación al ries*o, lo 4ue los 1acía muy se*uros. Pero la e2istencia de controles p+blicos de todo tipo sobre las entidades de 3nanciación introducía tambi"n al*unos visibles elementos de ine3ciencia. A partir de a1í, los bancos y el conunto de la comunidad 3nanciera fueron asumiendo cada vez con más intensidad la necesidad de avanzar en la desre*ulación, presionando a los poderes p+blicos en esa dirección. Para ello la aparición de un ar*umento de *ran consistencia formal como la E9: resultaba de *ran utilidad. 5 tercero, todo lo anterior tal vez no 1ubiera avanzado muc1o de no 1aberse producido la revolución de las nuevas tecnolo*ías de la información y las telecomunicaciones. Este *ran cambio de los Ouos informacionales afectó al sector 3nanciero más 4ue a nin*+n otro. A partir de 'Z6& tuvo lu*ar un proceso de enorme innovación de productos y servicios 3nancieros 4ue acabaron por transformar la idea básica de lo 4ue es una entidad de 3nanciación. -i en 'Z6& un banco era sobre todo *eneración de cr"dito ne*ociado en un espacio físico reconocible y pró2imo al prestatario, en $&&R las 3nanzas ya eran básicamente una enorme red virtual de ne*ocio sin fronteras, con miles de a*entes interactuando entre sí en -in*apur o Buenos Aires, con productos e2traordinariamente so3sticados y cuya naturaleza era, en muc1os casos, difícilmente entendible incluso para los profesionales más avezados. Esas razones están detrás de la lle*ada y el a3anzamiento en el +ltimo tercio del si*lo !! de la llamada re*ulación 3nanciera de to4ue li*eroF (lig*t-touc* regulation+ , una re*ulación 4ue consiste en aceptar 4ue los procesos de mercado son claramente superiores a cual4uier control p+blico a la 1ora de *estionar, anticipar y medir los ries*os en las 3nanzas. Una idea resumida con e2actitud por Alan >reenspan, uno de los actores políticos más 3rmemente partidarios de la
E9:D 0as fuerzas re*uladoras privadas para la estabilización de los mercados debieran desplazar *radualmente a las incómodas e ine3caces estructuras *ubernamentalesF.6 En particular, numerosas operaciones con productos 3nancieros compleos L los estructuradosFL fueron 4uedando fuera de la posibilidad efectiva de un estricto control. En el ne*ocio 3nanciero, la presencia de operaciones compleas en mercados secundarios, obli*aciones *arantizadas por deuda #>ollateri"ed De!t C!ligations , C<(, se*uros de impa*o o fondos de cobertura (*edge /unds+ se fue 1aciendo cada vez mayor. 0a nueva convención aceptada de la e3ciencia de los mercados 4ue trao la teoría de las 3nanzas fue el elemento de cierre para la construcción de todo ese edi3cio. Por eemplo, no 1ay duda de 4ue la llamada ecuación Blac]-c1olesF Lun modelo teórico formalizado por /obert 9erton para la determinación del precio de las opciones 4ue estaba muy inOuido por la E9:L era e2actamente el soporte intelectual 4ue necesitaban los mercados de derivados 3nancieros para multiplicar sus vol+menes operativos, sobre la base de la creencia de 4ue "sa era la meor opción para el conunto de la economía. En palabras de Alan Blinder, los modelos teóricos de evaluación basados en el razonamiento de la E9: fueron usados por la in*eniería 3nanciera de Wall -treet para inventar todo tipo de e2óticos derivadosF.Z 7odo lo anterior apunta a una conclusión relevanteD la 1istoria de las 3nanzas contemporáneas es la de un proceso e2traordinariamente e2pansivo en el 4ue la teoría y la nueva realidad de los Ouos informacionales se fueron retroalimentando, impulsándose mutuamente. Es decir, la línea ar*umental impulsó los mercados desre*ulados a *ran escala, pero, a su vez, la creciente automatización y la #supuesta( transparencia de "stos sobre una base de información inmediata y *eneralizada reforzaron la credibilidad del ar*umento. \ste fue un fenómeno notable y altamente inusual, sobre todo teniendo en cuenta 4ue los supuestos de la E9: #como los de las e2pectativas racionales( son altamente apriorísticos y, de 1ec1o, pueden considerarse como los más durosF, radicales y restrictivos Ly para muc1os, de /obert -oloH a Albert <. :irsc1man, aleados de la realidadL en la 1istoria del conunto de las ciencias sociales. En todo caso, no 1ay duda de 4ue estamos ante las formulaciones más e2tremas de las nociones neoclásicas de racionalidad y de e4uilibrio e3ciente. Es cierto 4ue, como ya se 1a dic1o, en al*unas de sus versiones moderadas la E9: aceptó la e2istencia de elementos de irracionalidad y burbuas en ciertas condiciones de los mercados, si bien sólo como e2cepción. Pero no 1ay duda de 4ue la teoría fue e2presada en sus t"rminos más e2tremados y e2cluyentes durante
casi tres d"cadas por muc1os de sus principales valedores y, sobre todo, así fue aceptada por 4uienes desde las propias entidades 3nancieras o los ór*anos re*uladores la propusieron casi como do*ma de fe. 5, dado 4ue tambi"n 1a venido formando parte del n+cleo duro de los pro*ramas de estudios económicos y 3nancieros en las principales universidades, ese enfo4ue constituye una parte imprescindible en la formación de los economistas contemporáneos.'& Ki la e2istencia de una corriente continuada de críticas a ese enfo4ue'' ni la evidencia de 4ue la aplicación de al*unos de sus modelos 1abía causado ya al*unos desastres #como ocurrió con la aplicación del modelo Blac]-c1oles en la 4uiebra del 0on* 7erm Capital 9ana*ement en Estados Unidos, en 'ZZ6( consi*uieron revertir las tendencias. En de3nitiva, por su ri*or formal y amplio sustento acad"mico, la E9: fue el ar*umento perfecto para le*itimar el desarrollo 1iper3nanciero del capitalismo entre 'Z6& y $&&T. En ese sentido, puede a3rmarse 4ue esta teoría, leos de limitarse al puro ámbito de la aportación y el debate cientí3cos, fue muc1o más allá, para inOuir si*ni3cativamente sobre al*unos aspectos fundamentales de la realidad económica contemporánea. 9- MUE UKA 7EA, UK --7E9A E C/EEKCAUna vez sobrevenido el cambio de clima debido a la *ran crisis 3nanciera de $&&6, al*unos partidarios de la 1ipótesis de e3ciencia de los mercados #E9:( 1an ar*umentado 4ue, en realidad, esa teoría sufrió de un e2ceso de interpretaciónF y 4ue su inOuencia real sobre re*uladores y dise8adores de políticas siempre fue pe4ue8a, muc1o menor de lo 4ue se 1a dic1o. En particular, comentarios de ese tipo se escuc1aron tras la contestada concesión del premio Kobel $&' a Eu*ene ;ama, el inspirador de esa teoría. -in embar*o, 1ay sobrada evidencia de 4ue durante muc1os a8os los teóricos de la E9: presumieron del modo en 4ue sus ar*umentos modelaron la realidad de las 3nanzas. En una entrevista con ;ama en la revista del Banco de la /eserva de 9inneapolis, se a3rmaD Pocos economistas 1an tenido tan *rande inOuencia sobre la teoría y la práctica de las 3nanzas ^_N los trabaos iniciales de ;ama pronto transformaron Wall -treet, y más tarde 9ain -treet, al 1acer sur*ir toda una proliferación de fondos de bao coste ^_F. En el mismo lu*ar se reco*e la opinión de 9yron -c1olesD Eu*ene ;ama 1izo interpretaciones pioneras del funcionamiento de los mercados ^_ 4ue 1an bene3ciado a los participantes en todo el mundoF.'$ Pero, al mar*en de los autoelo*ios de sus prota*onistas, no 1ay duda de 4ue los principales bancos centrales y las a*encias re*uladoras Lsobre todo las
an*losaonasL fra*uaron a partir de 'Z6& un cuadro básico de referencias teóricas entre las 4ue dominaban las ideas de e3ciencia natural de los mercados y de e2pectativas racionales. En el ámbito de la política monetaria, sus modelos operativos durante todos esos a8os Llos llamados modelos dinámicos estocásticos de e4uilibrio *eneral #Dynamic Btoc*astic %eneral E5uili!rium models# ->E(L tuvieron muy en cuenta los es4uemas teóricos de E9: y /E:. Ello e2plica dos de las mayores de3ciencias de estos modelos de previsiónD la e2clusión total de los ciclos del cr"dito y de cual4uier cone2ión entre política monetaria y re*ulación macroprudencial de los bancos. Estas carencias 1an sido reiteradamente se8aladas despu"s de la crisis de $&&6, pero apenas eran mencionadas con anterioridad Muizá pueda parecer un tanto e2a*erado atribuir tal *rado de inOuencia a teorías de un elevadísimo *rado de abstracción y compleidad en su formulación formal. Esta obeción puede tener al*+n sentido cuando se aplica a cada una de ellas de forma individual. Por eso es fundamental entender cómo funcionó la dinámica envolvente de conuntoD sus diferentes supuestos y ar*umentos se fueron alimentando mutuamente para construir un nuevo y crucial sistema de creencias sobre el funcionamiento de los mercados 3nancieros en el 4ue la idea de ultrarracionalidad y de e4uilibrio automático de los mercados no deaba mar*en al*uno para cuestionar la innovación 3nanciera ilimitada, la aceleración continua de los intercambios y la desre*ulación como +ltima referencia. Es decir, se fue con3*urando una nueva sa!iduría convencional predominante 4ue penetró profundamente en la línea de reOe2ión y actuación de los principales ór*anos re*uladores nacionales o supranacionales y, en *eneral, sobre la formación de las políticas macroeconómicas. Pero en toda sabiduría convencional suele 1aber una combinación de ideas e intereses. En las d"cadas recientes ambos elementos interactuaron con intensidad para de3nir toda una mentalidad, un sistema ideoló*ico muy cerrado y co1erente. En palabras de Adair 7urnerD ntereses e ideolo*ía frecuentemente interact+an de un modo tan sutil 4ue es difícil distin*uirlos ^_. 0as teorías de la e3ciencia y la completitud de los mercados pueden ayudar a 4ue los altos eecutivos de las entidades 3nancieras ima*inen 4ue están 1aciendo un trabao de dioses, cuando a simple vista al*unas de sus operaciones no pasan de pura especulación, y los e2pertos están casi obli*ados a compartir a4uellas asunciones implícitasF.' Con todo ello, entre las "lites económicas y políticas se fue conformando y cobrando cada vez más fuerza una nueva narrativa diri*ida a le*itimar las tendencias desre*uladoras, ya fuese con ar*umentos a favor del mecanismo de mercado y el valor disciplinante de la asunción de ries*os o resaltando el valor social y económico de las 3nanzas en t"rminos de bienestar *eneral.'Q
e 1ec1o, la idea de e3ciencia de los mercados puede servir como eemplo bastante acabado de lo 4ue al*unos pensadores contemporáneos como o1n 0an*s1aH Austin y /oland Bart1es 1an llamado performatividadF, es decir, el poder de ciertas palabras o e2presiones para transformar o subvertir la realidad. 9ás allá de abrir una vía de análisis de los mercados 3nancieros, esa 1ipótesis 1a servido para establecer un teido de prácticas, procedimientos y productos en tales mercados. Al mar*en de 4ue se trate o no de una teoría acertada, la E9: 1a inOuido decisivamente para la puesta en marc1a de los fondos inde2ados, los mercados de opciones y otros productos 3nancieros de alta so3sticación.'R El sistema de creencias del 4ue 1ablamos se con3*uró de un modo muy drástico en los casos de bancos centrales y a*encias re*uladoras especializadas.'S En Estados Unidos, la inOuencia de la E9: y la /E: fue decisiva para la de3nición de la política de la /eserva ;ederal durante los casi veinte a8os 4ue estuvo diri*ida por Alan >reenspan. 0a visión de las 3nanzas de >reenspan fue radical en cuanto a la creencia de 4ue la re*ulación, por su propia naturaleza, in1ibe la libertad de los mercados #son demasiado compleos para la intervención 1umanaF(. En un entorno de innovación 3nanciera *eneralizada, el uso de modelos matemáticos so3sticados 4ue partían de los supuestos de ultrarracionalidad, ausencia de incertidumbre y e3ciencia, *arantizaba la estabilidad de los mercados 3nancieros sin dear mar*en al*uno para la presencia de burbuas, ciclos de cr"dito o cual4uier otro tipo de anomalías. 0a relación entre teoría y política era directa, se*+n el propio >reenspan reconoció más tardeD 7odos los nuevos conceptos y todos los avances teóricos encarnaron en nuestros modelosD e2pectativas racionales, monetarismo, todo tipo de medios so3sticados de pensamiento acerca de cómo funciona la economía. 0a ;ed tiene $R& doctores en Economía en esa división y todos son muy listosF.'T Con ello, la desre*ulación en Estados Unidos avanzó más leos 4ue en cual4uier otro país desarrollado. 5, en la medida en 4ue se aceptó el supuesto de 4ue la estabilidad 3nanciera estaba *arantizada, la política monetaria se aplicó en e2clusiva a controlar la inOación deando de lado la re*ulación macroprudencial de las instituciones 3nancieras. >reenspan es, sin duda, la 3*ura 4ue encarna por encima de cual4uier otra el sistema de creencias del 4ue 1ablamos. Es más, los aparentes buenos resultados de esa estrate*ia durante los a8os de e2pansión lo convirtieron en símbolo de una "poca. 0a publicación por parte del famoso periodista Bob WoodHard del libro &aestro #$&&&(, en el 4ue desde el propio título ensalzaba casi sin límite a >reenspan, muestra 1asta 4u" punto esa concepción de las 3nanzas lle*ó a penetrar en la cultura de masas. e 1ec1o, >reenspan fue visto por amplios
sectores como una 3*ura indiscutida, casi como un ma*o poseedor de las claves del conocimiento económico, capaz de promover un pro*reso inde3nido y sin sobresaltos. En esa misma línea, otros eemplos de publicaciones 4ue tuvieron *ran difusión fueron el libro de 71omas ;riedman, )*e Leus and t*e Clive )ree #'ZZ6(, 4ue contribuyó a la difusión de la idea de 4ue los mercados son infalibles, además de popularizar la noción de los mercados como camisa de fuerzaF para disciplinar las políticas p+blicasN y, sobre todo, )*e Jisdom o/ >ro:ds , de ames -uroHiec]i #$&&Q(, 4ue desde su propio título destacaba la noción de sabiduría de las multitudesF, partiendo de 4ue la inteli*encia de una multitud 1umanaF es capaz de enfrentarse de un modo sistemático a todo tipo de problemas co*nitivos. Como vemos, todo indica 4ue la pretensión de ultrarracionalidad no se detuvo en su inOuencia sobre los responsables de dise8ar las políticas, sino 4ue se difundió con fuerza en el conunto de la sociedad. e a1í 4ue el modelo de política macroeconómica mínima *ozase de un alto *rado de apoyo en amplios sectores sociales. 5 lo 4ue es más importante, a medida 4ue la difusión de las ideas de e3ciencia de los mercados y e2pectativas racionales se fue 1aciendo más intensa, muc1a *ente perdió la noción del peli*ro 4ue puede traer consi*o el ries*o 3nanciero.'6 En ese sentido, por 1aber contribuido decisivamente a cambiar la actitud social ante las 3nanzas, puede decirse 4ue la responsabilidad de la E9: en la *estación de la >ran /ecesión fue considerable. 0a independencia de los bancos centrales y las a*encias re*uladoras favoreció 4ue la idea de re*ulación li*era se convirtiera en do*ma para ese tipo de or*anismos en numerosos países. En el caso británico, desde al menos 'Z6S, la E9: fue el referente teórico principal de la 3losofía re*ulatoria para la disciplina del mercadoF con la 4ue nació en 'ZZT la ;inancial -ervices Aut1ority #;-A(. Kadie lo 1a e2presado con tanta claridad como su anti*uo presidente Adair 7urner, 4uien, al pre*untarse por los supuestos intelectuales sobre los 4ue se construyó ese enfo4ue # respondeD ;ue la creencia en 4ue los mercados 3nancieros son e3cientes y racionales ^_N un *ran cuerpo de trabaos teóricos y empíricos se 1an diri*ido a probar 4ue los precios de las acciones si*uen Xpaseos aleatoriosY, adaptándose los precios a la nueva información 4ue es valorada por una amplia *ama de participantes en el mercadoF.'Z Pero la inOuencia de esas teorías se e2tendió tambi"n, aun4ue de un modo más matizado, a los *obiernos, sobre todo a los ministerios de Economía o del 7esoro. 5 a al*unos sectores de los le*islativos. e nuevo, un caso sin*ular fue el británico, donde >ordon BroHn, ministro del 7esoro durante más de una d"cada en los *obiernos laboristas de 7ony Blair, mostró una con3anza sin límites en la
idea de 4ue cual4uier elemento de re*ulación de los mercados de capital debía ser crecientemente basado en el ries*oF, usando razonamientos directamente e2traídos de la ló*ica de la E9: para usti3car el uso masivo de instrumentos 3nancieros estructurados. e 1ec1o, sus postulados fueron con frecuencia similares a los de >reenspan, de 4uien en repetidas ocasiones se declaró *ran admirador. En su modelo de política económica, BroHn dio prioridad absoluta al desarrollo de las 3nanzas liberalizadas, de modo 4ue el !oom de crecimiento de esos a8os se basó sobre todo en un masiva car*a de deuda, 4ue llevó a la economía británica a ser una de las más endeudadas del mundo en $&&6 #QSZ [ del PB(. Poco antes de la crisis preveía una era 4ue la 1istoria recordará como el comienzo de una nueva edad de oro de la City de 0ondres. Un nuevo orden mundial 1a sido creadoF.$& Pero, como veremos, su recti3cación a partir de $&&6 1a sido muy notable, casi de '6& *rados. 0a 3*ura de >ordon BroHn es un tanto e2cepcional en este punto. -u vinculación con las teorías de ;ama o /obert 0ucas no se produo de un modo tan directo en los casos de otros líderes de *obiernos o parlamentos. -in embar*o, no 1ay duda de 4ue en un sentido más *en"rico, el sistema de creencias sobre los mercados desre*ulados se difundió Lcon mayor o menor fuerza, se*+n los casosL en todos los ámbitos de la formación de la política económica del mundo desarrollado. Bao la premisa de 4ue los instrumentos de deuda se desenvolvían en un entorno de perfecta transparencia y racionalidad, su e2pansión fue considerada casi como una panacea para resolver todo tipo de problemas económicos, incluido el de la creciente desi*ualdad e insu3ciencia de in*resos de una *ran parte de la población. Para el caso de Estados Unidos, por eemplo, /a*1uram /aan 1a e2plicado convincentemente 4ue el crecimiento Lconsiderado como se*uroL del cr"dito 1ipotecario #y su desarrollo desmesurado a trav"s de mercados secundarios( fue pro*ramado por las administraciones Clinton y Bus1 como una forma de contrarrestar la creciente desi*ualdad de la renta y la ri4ueza debido a la presión a la baa sobre los salarios. Así, desde principios de los a8os noventa, un móvil central de la política económica para favorecer la co1esión social fue permitir una *ran e2pansión del cr"dito a bao coste Lde"mosles 4ue coman cr"ditosF M para permitir el acceso a la propiedad de amplios sectores sociales. 0a consecuencia obviamente fue la formación de una *ran burbua crediticia.$' E0 /E7
funcionaron de un modo aceptable ni e2istía en realidad la pretendida transparencia #pues sencillamente se desconocía la e2istencia de una buena parte de los productos estructurados( ni la reacción de numerosos operadores tuvo nada de racionalF. Al contrario, en medio del pánico y de las operaciones improvisadas de salvamento de los bancos, se 1izo evidente 4ue la innovación 3nanciera 1abía creado una bomba de deuda 4ue en buena medida estaba fuera de control. En realidad, si 1ubo al*o 4ue en esas circunstancias dramáticas se 1izo evidente fue 4ue los operadores en los mercados, muy leos de la omnisciencia 4ue se les atribuía, eran completamente i*norantes del entorno de vulnerabilidad en el 4ue 1acía muc1os a8os 4ue se movíanN lo cual en el fondo se debía a 4ue en ese entorno no era el simple ries*o lo 4ue predominaba, sino la incertidumbre, concepto 4ue por entonces muc1os redescubrieron.$$ A partir de a1í, la evidencia dramática de 4ue su visión de e5uili!rio de mercado no *uardaba relación al*una con la realidad de los mercados multiplicó las críticas a la E9: 1asta el punto de 4ue pronto se la consideró una teoría zombi. El inversor >eor*e -oros lo e2presó por entonces de forma sumariaD El prevaleciente paradi*ma de la 1ipótesis del mercado e3ciente y la elección racional 1a entrado en bancarrota de un modo muy similar a la bancarrota del sistema 3nanciero *lobal despu"s de 0e1man Brot1ersF.$ En la nueva situación, al*unas a*encias re*uladoras del sistema 3nanciero 1icieron fuertes autocríticas, e2presando su voluntad de apartarse de las teorías 4ue las 1abían inspirado en las dos d"cadas anteriores. Entre ellas 3*ura de un modo destacado la ;-A británica. Kumerosos documentos de esta a*encia dean claro la fuerte ilusión ultrarracional 4ue marcó su actuación durante los a8os anteriores a la crisis. Cuando en su informe de $&&Z el or*anismo se pre*unta, ?Mu" es lo 4ue estaba e4uivocado@F, entre las respuestas 4ue ofrece 3*uran, además de la innovación 3nanciera, el cr"dito estructurado y los e2cesos de deuda, el descansar demasiado sobre las matemáticas so3sticadasD la *ran compleidad matemática usada para medir y *estionar los ries*os, 1izo 4ue fuese cada vez más difícil para los altos *estores y los conseos tener un uicio propio sobre los ries*os en los 4ue estaban incurriendoF.$Q Con esta revisión, la ;-A estaba deando atrás su concepción fundamental, 1asta poco tiempo antes muy consolidada. Un proceso de profundas reformas se abrió a partir de a1í en el /eino Unido, culminando en la nueva ;inancial -ervices Act # ya mencionada en un capítulo anterior # 4ue entró en vi*or en abril de $&' y e2tendió los mecanismos re*ulatorios con el 3n de evitar los errores del pasado. En el caso de Estados Unidos, la principal pieza 4ue permite ver en detalle
la responsabilidad 4ue tuvo la ilusión ultrarracional de las 3nanzas en la *eneración de la crisis de $&&6 es el importante informe emitido por el Con*reso en $&''D 9ás de treinta a8os de desre*ulación y con3anza en la autorre*ulación de las instituciones 3nancieras, liderada por Alan >reenspan y otros, apoyados por las sucesivas administraciones y mayorías del Con*reso, bao presiones del poderoso sector 3nanciero, desmanteló las salva*uardas 4ue 1ubieran podido evitar la catástrofeF.$R 9ás revelador a+n es 4ue al*unos de los *randes actores políticos 4ue durante muc1os a8os defendieron e2presamente la visión ultrarracional de las 3nanzas, como Alan >reenspan en Estados Unidos y >ordon BroHn en el /eino Unido, se 1ayan aleado de ella tras la crisis. En los +ltimos a8os, >reenspan 1a 1ec1o parciales pero profundas autocríticas sobre su propia responsabilidad, separándose de su viea creencia en la E9: y la /E: para acercarse a los planteamientos opuestos, es decir, la economía del comportamiento y de la incertidumbre #>reenspan, $&'(. e un modo interesante pasó a enfatizar precisamente la particularidad de las 3nanzasD En la parte no 3nanciera del sistema ^la teoría económica racional_ funciona muy bien. ^_ 0as 3nanzas son al*o totalmente diferente del resto de la economía. 9ás concretamente, aun4ue al*unas veces los mercados se comportan de un modo 4ue se puede predecir, otras se comportan de un modo irracionalF desa3ando las matemáticas.$S < P 0A A//<>AKCA K7E0EC7UA0 espu"s de siete a8os de fuertes controversias 4ue si*uieron a la debacle de $&&6, no 1ay duda de 4ue la crisis cientí3ca desatada en el conunto de la economía 1a estado básicamente centrada en las dos teorías mencionadas en este capítulo, E9: y /E:. Como ocurrió en otros momentos en la 1istoria del análisis económico, la clave de esa crisis estuvo en la disparidad absoluta entre los supuestos y las predicciones de esas teorías y la realidad observable. En un
importante ensayo, on Elster #$&&Z( resumió en la e2presión e2cesivas ambicionesF, su crítica a los intentos de convertir en ciencia duraF la ilusión ultrarracional del comportamiento económico mediante modelos basados en una fuerte ló*ica deductiva eri*ida sobre supuestos muy frá*iles o ima*inarios y 4ue, sin embar*o, tenía la pretensión de establecer conclusiones de valor universal. Estaríamos ante una manifestación de *u!ris intelectual# directamente asociada a la con3anza cie*a en el ri*or de la ló*ica matemática utilizada y a la capacidad de cálculo. En este punto, e2pectativas racionales, mercados e3cientes y modelos ->E pueden ser vistos como la culminación de la viea aspiración de la economía de asimilarse al m"todo de la física. -in embar*o, a pesar de 4ue el estado de insatisfacción se 1a e2tendido e2traordinariamente en los +ltimos a8os en relación con los contenidos cientí3cos de la economía, la 4uiebra del presti*io acad"mico de esas teorías dista muc1o de ser completa. Al*unas encuestas realizadas entre economistas acerca de esa cuestión no revelan tanto un cambio pendular en sus ideas como una clara división de opiniones. Una encuesta realizada entre economistas de 'S países muestra 4ue el RS [ cree en una crisis real de la teoría económica, frente al QQ [ 4ue cree lo contrario.$Z El muy pol"mico premio Kobel concedido a Eu*ene ;ama en $&' demostró 4ue los zombis se*uían estando muy vivos, aun4ue el 1ec1o de 4ue el premio lo compartiera con 4uien probablemente es el má2imo crítico de la E9:, /obert -1iller, constituye una muestra evidente del momento de confusión #o al menos, de eclecticismo( 4ue a1ora vive la teoría económica, leos ya del clima de con3anza y unanimidad anterior a $&&T. En todo caso, parece claro 4ue las 1ipótesis del mercado e3ciente y de las e2pectativas racionales de los a*entes económicos 1an deado de ocupar el centro absoluto de las teorías de las 3nanzas y macroeconómicas. 5 más importante a+n, en numerosos países se 1a perdido la relación directa entre esas teorías y las políticas monetarias y 3nancieras. 0as estrate*ias re*ulatorias y la de3nición de las políticas monetarias desde $&&Z se 1an 1ec1o muc1o más pra*máticas y #4uizá precisamente debido al eclecticismo teóricoF( 1an reducido notablemente sus vínculos con teorías concretas. Este menor doctrinarismo se 1a traducido en el avivamiento del debate políticoeconómico 4ue ya 1emos mencionado en capítulos anteriores. 0A 7=B)E<4D7D E6P7NB4V7 , UK 9<7 E E-7AKCA9EK7< A partir de $&'& se impuso en todo el mundo desarrollado un virae 1acia la
consolidación 3scal. -in embar*o, desde $&'$ un buen n+mero de países, como Estados Unidos y el /eino Unido, fueron llenando de matices ese virae, e incluso en al*+n caso, como apón, se abandonó radicalmente la línea de auste en favor de nuevas estrate*ias de estímulo a la actividad económica. Ko fue "se el caso de la eurozona, donde la consolidación se mantuvo con criterios e2traordinariamente restrictivos y radicales 1asta bien entrado $&'R. 0as consecuencias prácticas de esa política europea 1an sido muy ne*ativas en todos los órdenes. En lo estrictamente económico, retrasó notablemente la recuperación. En todas las comparaciones con el resto de los países industrializados, la eurozona presenta los peores datos de crecimiento de la actividad económica. Pero incluso si se la uz*a en t"rminos de consecución de los principales obetivos buscados, la rápida reducción de los niveles de d"3cit y deuda p+blica, la política de austeridad ofrece resultados desastrosos. Kumerosos países miembros del euro están a+n muy leos de cumplir las re*las de e4uilibrio presupuestario del Pacto de Estabilidad. En el caso de la deuda p+blica, en al*unos países más 4ue reducirse 1a alcanzado unas cotas a las 4ue nunca antes se 1abía lle*ado. \se es el caso de Espa8a, en el 4ue el nivel de deuda actual no se 1abía visto desde principios del si*lo !!. Ante estos efectos, no es raro 4ue muc1os observadores 1ayan concluido 4ue la obsesión por la austeridad 3scal 1a sido un verdadero motor de estancamiento. 9ás a+n cuando los recortes indiscriminados en el *asto 1an afectado *ravemente a la dinámica de la formación de capital, sobre todo en ámbitos como la educación y el cambio t"cnico, fundamentales para de3nir sendas de crecimiento sólido y sostenible a lar*o plazo.& Este +ltimo punto encierra una profunda contradicción. 0a mayoría de los defensores de la austeridad radical ar*umentaron 4ue "sta era necesaria para obli*ar a al*unos países a abordar profundas reformas en su economía, reformas 4ue, por ser muy impopulares, en otro caso nunca se 1arían. )emos sin embar*o 4ue, al menos en al*unos casos, como el espa8ol, los recortes en el *asto p+blico cie*an, más 4ue impulsan, el potencial de crecimiento de la economía a lar*o plazo. 7odo esto no 1ace sino con3rmar al*o 4ue ya 1emos constatado en capítulos anterioresD 4ue el estancamiento no es una amenaza retórica sino muy real para la Europa de a1ora mismo. Pero siendo apreciable el efecto de r"mora inducido en el crecimiento de la economía, todavía es más si*ni3cativo el da8o causado en la estructura social y el e4uilibrio de poder dentro de la sociedad. Por4ue el pro*rama de austeridad se 1a plasmado en realidad en un sistemático deterioro de al*unos de los más importantes servicios p+blicos, corazón del Estado del Bienestar europeo. Ese
deterioro 1a afectado fundamentalmente a los sectores de renta media y media baa, por lo 4ue, unto con el alza del paro y el empobrecimiento ocasionado por la devaluación salarial, la austeridad es uno de los mecanismos centrales del acusado aumento de la desi*ualdad y p"rdida de oportunidades 4ue se 1a producido en los +ltimos a8os en países como Espa8a. Contemplada desde esta perspectiva, puede a3rmarse 4ue la política de consolidación 3scal a ultranza 1a tenido un importante coste 1umano. Una parte destacada de ese coste se ori*ina en los crecientes problemas e2perimentados por los sistemas p+blicos de salud. Kumerosas investi*aciones muestran 4ue en ese ámbito el impacto de esa política 1a sido *rande. Por eemplo, en un informe publicado en el ritis* &edical 1ournal sobre el efecto de los recortes en el *asto sobre la sanidad espa8ola, se a3rma 4ue, de no adoptarse medidas correctoras, se podría producir un desmantelamiento de partes importantes del sistema sanitario, con potenciales efectos da8inos sobre la salud.' Ko es raro, entonces, 4ue se 1aya e2tendido de un modo imparable la impresión de 4ue la política europea de los +ltimos a8os 1a causado muc1o sufrimiento innecesarioF #en palabras del anterior secretario norteamericano del 7esoro, 7imot1y >eit1ner( 1asta el punto de 4ue titulares como 0a austeridad 3scal contra la sociedad europeaF se 1ayan 1ec1o muy comunes.$ 0o 1a e2presado de un modo más depurado el 3lósofo y premio Kobel de economía Amartya -en al se8alar 4ue 1ay una amplia tendencia a suponer 4ue si una política duele, es 4ue se está 1aciendo muy bien. Promover sufrimiento no es una buena forma de política económicaF. Pero ?dónde está el ori*en de esa política@ ?Por 4u" tanto empe8o en persistir en un error tan doloroso@ -u motivación se encuentra en la conOuencia de tres factores de diferente naturalezaD un problema real #el sobreendeudamiento(, un planteamiento de orden moral y un razonamiento económico erróneo presentado como cientí3camente inobetable. A esta +ltima cuestión dedicaremos el resto de este capítulo, pero antes cabe 1acer al*+n comentario sobre las otras dos. En primer lu*ar, la e2plosión del problema de la deuda soberana europea a comienzos de $&'& 1izo ver la ur*encia de afrontar el problema, real y no inventado, del descuadre *eneral de las cuentas p+blicas ori*inado por las políticas inevitablemente e2pansivas puestas en marc1a a 3nes de $&&6 para evitar una *ran depresión como la 4ue tuvo lu*ar en 'Z$Z. -e 1acía inevitable una labor de ciru*ía para reducir su tama8o. El problema vino con el carácter radical y *eneralizado de la estrate*ia 4ue se puso en marc1a en la eurozona, más propia de una *ran tala de árboles 4ue de la sutil actividad en un 4uirófano.
En se*undo lu*ar, en torno al problema de la deuda y su tratamiento sur*ió con fuerza todo un discurso moral se*+n el cual a4uellos países 4ue 1abían cometido e2cesos de *asto en el período de las vacas *ordas a1ora tenían 4ue penar por esos pecados en la forma de duros austes en la renta de sus ciudadanos. 9uc1os editoriales de prensa y al*unos responsables políticos ec1aron mano por entonces de vieas 1istorias de 1ormi*as y ci*arras. A propósito de ello, es interesante el uso de una palabra, austeridad , 4ue en el len*uae ordinario sólo tiene connotaciones positivas. 5 4ue caía, además, como un bálsamo en amplios sectores sociales de muc1os países #más allá del evidente caso espa8ol(, dado el derroc1e de recursos p+blicos ori*inado en torno a proyectos de inversión fuera de escala durante la fase de e2pansión. El problema fue 4ue la política de austeridadF no afectó sólo a esos proyectos, sino tambi"n a aspectos fundamentales del *asto social y a la capacidad emprendedora de los estados. 0a supu pues esta ta razó razónn mora morall a la 4ue alu aludimo dimoss tiene iene 4ue 4ue ver con la transposición directa de lo 4ue son virtudes y vicios en el orden individual al orden colectivoD si nadie podría obetar la vida austera de un individuo, ?por 4u" 1acerlo cuando 1ablamos de toda una nación@ El caso es 4ue, desde 4ue a principios del si*lo !) Bernard de 9andeville escribió su 3á!ula de las a!e;as , sabemos de los vicios privados pueden ser virtudes p+blicasF. Por cierto, aparece a4uí un planteamiento tanto moral como analíticoD no es sólo el modo muy desi*ual en 4ue se pueda repartir el coste de los austes en el plano colectivo, pa*ando pa*ando ustos ustos #es decir, decir, 4uienes 4uienes no participaro participaronn en los procesos procesos de decisión decisión 4ue llevaron a los e2cesos previos( por pecadoresN es 4ue si todos los suetos reducen el *asto al mismo tiempo, el resultado puede ser desastroso para el conunto. Es lo 4ue se llama falacia de la composiciónF, sobre la 4ue tambi"n escribió lar*amente o1n 9aynard Jeynes. A la vista de los costes económicos y 1umanos 4ue ya 1emos mencionado, el discurso moral a favor de la austeridad radical se 1a evaporado casi por comp comple leto to,, salv salvoo en Alem Aleman ania ia y al*u al*uno noss pa país íses es de su entor entorno no,, en donde donde la mentalidad de pe4ue8os a1orradores, unto con el miedo a ciertos fantasmas como la inOación o la mutualización de deudasF, 1an se*uido alimentando fábulas colectivas sobre ociosas ci*arras y necesarias redenciones de pecados. El tercer frente a trav"s del cual avanzó la consolidación 3scal a ultranza fue el de su le*itimación le*itimación intelectual. intelectual. A partir partir de $&'&, al*unos al*unos ar*umentos ar*umentos conocidos conocidos desde bastante tiempo atrás Lcomo la e4uivalencia ricardianaF o la austeridad e2pansivaFL alcanzaron una *ran difusión, traspasando la frontera de los libros y las revistas especializadas para pasar a ser usados con frecuencia por al*unos
dise8adores de políticas clave. Ese proceso de interacción entre teoría y política económica L4ue ya vimos cómo funcionó f uncionó en el ámbito de las 3nanzasL estuvo lleno de elementos discutibles #medias verdades, desmentidos parciales, oportunismo de uso en ciertos documentos p+blicos(, y merece la pena estudiarlo con al*+n dete deteni nimi mien ento. to. Pero ero an ante tess nos nos dete detend ndre remos mos en pres presen enta tarr un fenó fenóme meno no po poco co conocidoD en el país cuyo *obierno 1a insistido más en el mantenimiento de la política de austeridad reina desde 1ace muc1o tiempo un entramado de ideas económicas sin*ular Lde nuevo, un sistema de creenciasL, 4ue sirvió como perfecto caldo de cultivo para a4uellos ar*umentos. E0 E!7/A< PEK-A9EK7< EC
1asta 1oy mismo. -u aceptación traspasa las barreras ideoló*icas de los tres parti par tido doss trad tradic icion ional ales es alem aleman anes es,, con con mu muyy po pocas cas e2ce e2cepc pcion iones es.. En el ámbi ámbito to acad"mico, para decirlo de un modo más e2acto, en Alemania se dio, como en otra otrass mu muc1 c1as as par parte tes, s, un unaa adsc adscri ripc pció iónn *ene *enera rali liza zada da a 1ipó 1ipóte tesi siss como como la de e2pectativas racionales 4ue 1emos analizado más arriba, pero lo distintivo es 4ue buena parte de los macroeconomistas alemanes más inOuyentes reconocen estar tambi"n inOuenciados por las ideas de ;ribur*o. 5 ese vínculo es a+n mayor en el caso de los economistas del entorno del Bundesban] y del 9inisterio de ;inanzas #en donde, por cierto, tambi"n es una tradición la fuerte presencia de uristas, 4uizás en mayor medida 4ue de profesionales de la economía(. En todo caso, el contrapunto ]eynesiano es allí una rareza, 1asta un *rado 4ue es difícil encontrar en cual4uier otro *ran país industrializado. 7odo lo anterior e2plica 4ue muy pocos economistas alemanes relevantes L como los miembros de los famosos y muy inOuyentes Cinco institutosL acepten ideas como la de 4ue los superávits comerciales de al*unos países son Lsobre todo en un área uni3cadaL la otra cara de la moneda de los d"3cits de otros. En su concepción, estos +ltimos no serían más 4ue el producto de una mala *estión económica económica y una pobre productividad. productividad. -in descartar descartar la inOuencia inOuencia de los intereses intereses económicos alemanes, parece claro 4ue esa visión #4ue asume sin más 4ue lo 4ue vale para un país 1a de valer tambi"n para un área uni3cada, aun4ue sea tan complea como la Unión Económica y 9onetaria, UE9( 1a pesado muc1o en la insistencia alemana en provocar austes asim"tricos dentro de la eurozona. Al*o parecido ocurre con cual4uier idea de rene*ociación o reestructuración de las deudasN o con el uso de instrumentos no convencionales para inyectar li4uidez en los mercados cuando "stos e2perimentan un s*oc, de cr"dito #motivo por el cual el Bundesban] tanto se 1a opuesto al cambio de política del Banco Central Europeo, BCE(. En un entorno dominado por esa mentalidad mercantilista, nada asusta tanto como los dese4uilibrios en las cuentas p+blicas y la inOación.R esde esta ment mental alid idad ad,, por dura durass 4ue 4ue sean sean,, las las medi medida dass de au aust ster erid idad ad no provo provocar caría íann recesiones sino 4ue serían la base para el futuro crecimiento. El problema es 4ue, por un lado, la austeridad como política de estímulo de unaa econ un econom omía ía 4ue 4ue está está en rece recesi sión ón no encu encuen entr traa fund fundam amen ento to en los los dato datoss económicosN y, por otro, 4ue esas medidas se encuentran con un problema de le*itimidad política de primera ma*nitud. En palabras de un a*udo crítico, lo 4ue la se8ora 9er]el desea para la eurozona como un todo es ordoliberalimoD re*las rí*idas y entramados le*ales más allá del proceso democrático de decisiónF.S Un deseo 4ue en buena parte, des*raciadamente, se 1a convertido en realidad.
/E0ACobierno Brjnin*, en Alemania. Esas dos políticas tuvieron como principal consecuencia la profundización de la depresión en a4uellos a8os. Por esta razón, la naciente economía ]eynesiana situó en el centro de sus críticas la supuesta regla de oro de las 3nanzas p+blicas, 4ue tenía muc1o 4ue ver con la noción de /icardo. En las +ltimas d"cadas, con el predominio en la corriente principal de la econ econom omía ía de supu supues esto toss como como el de e2pe e2pect ctat ativ ivas as raci racion onal ales es,, la e4ui e4uivvalen alenci ciaa rica ricard rdia iana na se inst instal alóó con con más más fuer fuerza za 4ue 4ue nu nunc ncaa en la ment mental alid idad ad de los los econ econom omis ista tas, s, sobr sobree todo todo a trav trav"s "s de ap apor orta taci cion ones es como como las las del del econ economi omist staa conservador /obert Barro.6 -i los suetos son plenamente racionales y capaces de anticipar las consecuencias futuras de las políticas actuales de los *obiernos, la suerte de cual4uier política 4ue lleve a un dese4uilibrio en las cuentas p+blicas estará ec1ada. Como a los oos de los consumidores d"3cit e impuestos serían la misma cosa, y el *asto presente de los individuos será menor como consecuencia de su a1orro para 1acer frente al aumento futuro de los impuestos, la política 3scal activa no surtirá efectos e2pansivos. Una idea interesante, pero 4ue planteada con pretensiones de universalidad #teorema de la e4uivalencia ricardianaF( no pasa de ser un dislate. e 1ec1o, la evidencia empírica 4ue la soporta es bastante escasa. -in embar*o, entre los principales dise8adores de políticas europeos esta teoría 1a sido muy inOuyente a partir de $&'&. Así eanClaude 7ric1et, anterior
presidente del BCE, en una importante conferencia en el verano de $&'&, un momento clave de la crisis de la deuda en la eurozona, apoyándose, por cierto, en citas a /obert Barro, se posicionó claramente en contra de la propuesta de retrasar la consolidación 3scal 1asta 4ue la recuperación fuese más 3rme, a3rmandoD -oy esc" esc"pt ptic icoo sobr sobree esa esa líne líneaa de ar*u ar*ume ment ntaci ación ón.. esd esdee lue* lue*o, o, la estr estric icta ta visi visión ón ricardiana ricardiana nos ofrece una más razonable estimación estimación de los probables probables efectos de la consolidaciónF. 5 más tardeD 0as contracciones 3scales e2pansivas ^_ no son sólo una curiosidad intelectualF.Z Muizá nin*+n otro lo lle*ó a e2presar de una manera tan clara, pero fueron muc1os los responsables políticos europeos de primer orden, en ministerios de ;inanzas o en bancos centrales, los 4ue en esa etap etapaa de la cris crisis is formu formula laro ronn uic uicio ioss pa pare reci cido dos. s. e ese ese modo, modo, sus sus po polí líti ticas cas aparecían le*itimadas por el mantra de la austeridad e2pansiva, convertida así en verdad cientí3ca inobetable. En ese camino de b+s4ueda de una le*itimación intelectual u*aron un papel papel fundam fundament ental al vario varioss traba trabaos os del pro profes fesor or de :arva :arvard rd Albert Albertoo Alesin Alesina, a, realizados con varios colaboradores, como -ilvia Arda*na.Q& El uso #y el abuso( de los artículos de Alesina en ámbitos políticos diversos a partir de $&'& compone un relato lleno de a3rmaciones rotundas y desmentidos a medias. Es una 1istoria 4ue oscila entre el ri*or acad"mico y la pura manipulación política, cuyos avatares vale la pena diseccionar con al*+n cuidado, pues son muy ilustrativos de 1asta 4u" punto las relaciones entre teoría y política económica pueden lle*ar a ser altamente indecorosas. Antes de entrar en esas relaciones, conviene aclarar 4ue, desde nuestro punto de vista, están fuera de discusión los efectos indeseables 4ue un elevado d"3cit p+blico puede ocasionar. Como anteriormente 1emos e2puesto, en $&'& parecía razonable restaurar la sostenibilidad 3scal a lar*o plazo mediante planes creíbles de consolidación a medio plazo, pero 4ue permitiesen un cierto mar*en de maniobra para introducir estímulos 4ue ayudasen a sacar la economía europea de la recesión. 5 tambi"n pensamos 4ue, en determinadas circunstancias, políticas 3scales contractivas pueden efectivamente ori*inar e2pansiones del producto en la medida en 4ue meoren el entorno económico *eneral. 0o inaceptable está en 1acer de ello un do*ma, i*norando lo peculiar de las circunstancias europeas de estos a8os. Pues bien, los trabaos de Alesina no parecen en principio de este +ltimo tipo. Ki si4uiera son de carácter fundamentalmente teórico, sino empírico. A partir del estudio de '&T casos de cambios 3scales llevados a cabo entre los a8os 'ZT& y $&&& lle*an a varias conclusiones. 0a primera es 4ue en un cierto n+mero de casos
los austes 3scales no provocaron recesiones. 0a se*unda es 4ue tampoco ori*inaron problemas de reelección a los *obiernos 4ue los pusieron en marc1aN o sea, 4ue fueron políticamente sostenibles. 5, tercero, 4ue los meores resultados se dieron cuando los austes del d"3cit procedieron de recortes en el *asto en vez de incrementos en los impuestos. 7odo presentado con los 1abituales matices y salva*uardas propios de investi*aciones de ese tipo. El caso es 4ue en $&'& esos resultados fueron vistos como una oportunidad perfecta para le*itimar la política 4ue se estaba fra*uando. El propio Alesina fue convocado a la reunión del Eco3n en 9adrid en abril de $&'&. Allí presentó un trabao titulado ;iscal adustmentsD lesson from recent 1istoryF, un importante documento en el 4ue muc1as de sus cautelas de investi*ador ya 1abían desaparecido. En "l se car*a contra la sabiduría convencional contenida en los libros de te2to ]eynesianosF sobre las consolidaciones 3scales para a3rmar 4ue, se*+n los resultados de sus trabaos previos, los austes 3scales por el lado del *asto están más asociados a episodios de fuerte crecimiento 4ue las e2pansiones 3scales, ^_ lo cual es plenamente consistente con la reciente y so3sticada investi*ación econom"trica 4ue muestra 4ue los multiplicadores del *asto son baos y probablemente menores 4ue unoF. A lo 4ue el autor se re3ere al 1ablar de los multiplicadores es al cálculo del impacto sobre la actividad económica de cada unidad de reducción en el *asto p+blico. En ese momento se e2tendió la presunción, como veremos muy mal fundada, de 4ue ese multiplicador era de en torno a un &,RF. Es decir, un recorte del d"3cit en ' [ sólo 1acía caer la actividad económica, el PB, en medio punto. Por lo tanto, un multiplicador muy pe4ue8o. e a1í 4ue, en el documento, la respuesta a la pre*unta de si los austes 3scales necesariamente tienen *randes costes sociales, fuese 4ue no siempreD 0a retórica sobre los costes sociales de los austes es desproporcionada y con frecuencia es usada estrat"*icamente por ciertos *rupos, no necesariamente los más desaventaados, para prote*erse a sí mismosF. 0a usti3cación cientí3caF de la política de austeridad estaba servida. 9uc1os de los principales re*uladores políticos europeos comenzaron a partir de ese momento a citar profusamente a Alesina y a sus colaboradores. El ya mencionado 7ric1et a3rmó poco despu"s de esa reunión del Eco3n 4ue es un error pensar 4ue la austeridad 3scal es una amenaza para el crecimiento y el empleoF.Q' e manera similar se pronunciaron los principales ministros de la UE, como el británico o1n
"sta es la 1ora de Alesina, el nuevo favorito de los 1alcones 3scales, ^_ tan inOuyente como para ser citado en la cumbre de 9adridF.Q$ -in embar*o, muy pronto toda esta 1istoria comenzó a mostrar un fondo de contradicciones a veces asombrosas. El primer aspecto en el 4ue se revelan esas contradicciones es el del contraste empíricoF. Para empezar, resulta 4ue de los '&T casos estudiados por Alesina y Arda*na, solamente en $S se produeron austes 3scales e2pansivosF, un resultado 4ue e2plica la prudencia con 4ue sus autores reco*en sus conclusiones. Prudencia 4ue, como 1emos visto, desaparece cuando esas conclusiones se trasladan al terreno político económico, y 4ue de nuevo la prensa no deó de reco*erD Alesina ^..._ 1a encontrado 4ue, en muc1os casos, *randes y decisivas políticas de reducción del d"3cit fueron se*uidas por crecimientos del output , no por recesionesF.Q ?9uc1os casos@ Pero es 4ue, además, al*unos de ellos son más 4ue dudosos. e 1ec1o 1an sido rebatidos convincentemente por otros autores.QQ 9ayor inter"s a+n tiene el 1ec1o de 4ue buena parte de la evidencia empírica a favor de la tesis de la austeridad e2pansiva la obtienen los autores de situaciones en las 4ue la economía ya estaba en e2pansión. 0a diferencia es esencial. Ko tienen nada 4ue ver los efectos de los austes 3scales en tiempos de au*e y sobrecalentamiento económico con los austes llevados a cabo en una economía en profunda depresión. 5 tampoco es lo mismo la puesta en marc1a de esa política de contracción cuando las condiciones monetarias *arantizan un libre y abundante Ouo de cr"dito 4ue cuando es obli*ado mantener tipos de inter"s de prácticamente cero debido a una situación económica caracterizada por una trampa de li4uidezN en una situación así, favorecer una continuada r"mora 3scal e4uivale a dear inerme la economía ante eventuales s*oc,s o factores de inestabilidad de todo tipo. Por +ltimo, en al*unos casos en los 4ue se 1a demostrado la efectiva presencia de recuperaciones del producto, esas recuperaciones no tuvieron 4ue ver con la política 3scal contractiva aplicada, sino con el 1ec1o de 4ue se dieron en economías 4ue vivían en pleno au*e de sus e2portaciones. A la vista de estas contradicciones, no es de e2tra8ar 4ue uno de los más destacados inte*rantes de esa corriente, /oberto Pero`i, se 1aya desmarcado de la conclusión principal. En su opinión, la 1ipótesis de consolidación 3scal e2pansiva no es aplicable a muc1os países europeos en las presentes circunstancias.QR Pero a pesar de ser bastante conocida, la parte verdaderamente c1ocante Le inaceptableL de toda esta 1istoria es la 4ue tiene 4ue ver con el cálculo del valor de los multiplicadores 3scales. 5a 1emos mencionado 4ue 1ubo un momento, al
comienzo de la crisis de deuda soberana en $&'&, en 4ue se e2tendió como una revelación Lsobre todo a trav"s de publicaciones del ;ondo 9onetario nternacional #;9(L 4ue ese valor era de en torno a un &,RF. Esto, como ya 1emos se8alado, si*ni3caría 4ue el efecto contractivo de los austes sobre el nivel de actividad económica y del empleo sería muy pe4ue8o. -i bien 1abía ya al*unos cálculos 4ue apuntaban a impactos muy superiores, a partir de $&'$ se produo una aut"ntica eclosión de trabaos empíricos 4ue dearon en evidencia 4ue efectivamente el multiplicador era más elevado. e esa revisión participó el propio ;9, 4ue nada menos 4ue en sus Perspectivas de la Economía 9undial $&'$F Lsu más importante documento anualL reconoció 4ue, en las condiciones presentes de las economías desarrolladas, el valor de los multiplicadores estaba entre &,Z y ',TF. os de sus principales economistas rauHeN falacia 4ue acaba en 3asco, se*+n /obert -]idels]yN pura estupidez económica, se*+n osep1 -ti*liI. En todo caso, esto es lo 4ue 1a traído consi*o la recuperación por la vía de ur*encia de ideas como la e4uivalencia ricardiana o la austeridad e2pansiva a las 4ue se 1a intentado otor*ar la condición de principio económico universal. Al 3nal, la consecuencia no es sólo 4ue durante cinco lar*os a8os la má4uina de la recesión y el estancamiento 1a estado a pleno funcionamiento en Europa. Es 4ue ni si4uiera se 1an lo*rado los obetivos de consolidación 3scalD reducir el d"3cit y la deuda p+blica. 0a razón es 4ue la contracción productiva, al provocar una caída en la capacidad recaudatoria de los estados y un inevitable aumento de al*unas prestaciones p+blicas Lcomo la del desempleoL obli*a a un recorte adicional del *asto para conse*uir el obetivo de d"3cit inicial, con lo 4ue el proceso recomienza. Un círculo vicioso 4ue obli*a a recordar la viea paradoa de A4uiles y la tortu*aD por muc1o 4ue corramos para alcanzar nuestro obetivo, "ste
siempre se escapa. < dic1o de otro modo, se 1acen necesarios *randes y costosos esfuerzos 3scales para lo*rar "2itos muy pe4ue8os en la luc1a contra el d"3cit. Una desproporción, además, 4ue los sucesivos estudios 4ue se 1an venido publicando 1an ido mostrando como más y más e2a*eradaD uno de ellos, muy 3able, apunta a 4ue los recortes en el *asto provocaron efectos acumulativos de contracción del PB del conunto de la eurozona de Q,, S,Q, y T,T puntos porcentuales en, respectivamente, $&'', $&'$ y $&'. ;rente a eso, su contribución a la corrección del d"3cit p+blico 1abría sido sólo de &,', &,$ y &,$ [ en esos a8os.QT Un resultado realmente deprimente. 5 lo peor es 4ue los efectos perversos de esa política parecen no 1aber 4uedado con3nados en los a8os de la se*unda recesión. En un artículo tan inOuyente como bien fundamentado, Antonio ;atás y 0aHrence -ummers 1an mostrado 4ue las consecuencias de la austeridad se proyectan de un modo muy perturbador 1acia el medio y lar*o plazo. 0a causa es el fenómeno conocido como 1ist"resis # 4ue se da cuando el fenómeno persiste en el tiempo pese a 1aber desaparecido el estímulo 4ue lo puso en marc1a. Estos autores caracterizan como autodestructivaF la estrate*ia de austeridad 3scal, concluyendo 4ue un nivel de output permanentemente más reducido aumenta la ratio de deuda sobre el PB y reduce la recaudación impositiva, de modo 4ue una parte del impacto sobre el output se 1ace permanente.Q6 -e entiende 4ue, al 3nal de ese camino, el 4ue fue responsable directo de la aplicación de esa política en la eurozona durante varios a8os, eanClaude unc]er, se 1aya referido a ella, no sin cierto cinismo, como esas reformas est+pidas de la austeridadF.QZ Pero si 1ay al*uien 4ue 1a entonado el mea culpa en este asunto 1a sido el ;9, 4ue en un informe de $&'& 1abía se8aladoD 0os planes de consolidación ^_ reducirán *randemente los ries*os de p"rdida de con3anza y ayudarán a ree4uilibrar la economíaF. 7odo para acabar reconociendo en un documento interno unos a8os más tardeD 0a institución fue oportuna e inOuyente cuando en $&&6$&&Z preconizó el estímulo 3scal a nivel mundial, pero en $&'& $&'' se apresuró al recomendar una reorientación 1acia la consolidación 3scal en al*unas de las principales economías avanzadasF.R& :abía, sin embar*o, un ar*umento sólido a favor de políticas de consolidación 3scal moderada. Ese ar*umento tenía 4ue ver con la situación *eneral de sobreapalancamiento en 4ue se encontraban y encuentran muc1as economías. Ko 1ay, en cambio, usti3cación racional para la consolidación radical. En el momento en 4ue se puso en marc1a la política de austeridad 1abía otras teorías de las 4ue ec1ar mano para intentar resolver el difícil puzle en 4ue se
encontraban las cuentas p+blicas de muc1os países. -in ir más leos, en el seno del propio ;9 Lun or*anismo 4ue, como vamos comprobando en los +ltimos a8os, se 1a especializado en dar una de cal y otra de arenaL una línea de investi*ación renovada a partir de la crisis reivindicaba la necesidad de *anar espacios para una política 3scal anticíclica Lconcebida como una importante 1erramienta estabilizadoraL 4ue fuese compatible con 1orizontes de sostenibilidad de la deuda p+blica a lar*o plazo.R' Una idea demasiado matizada para lo 4ue realmente interesaba en ese momento a unos re*uladores 4ue parecían buscar desesperadamente al*una doctrina de presti*io 4ue usti3cara sus apriorismos políticos. A la altura de $&'Q ya era mani3esto para muc1os de los principales actores Lentre ellos al*unos tan destacados como los presidentes del BCE y la Comisión EuropeaL 4ue esa política estaba a*otada. e a1í 4ue nos 1ayamos encaminado, si no a un virae completo, sí a una especie de limbo en el 4ue la austeridad se 1a suavizado, pero a+n no está en marc1a una batería inteli*ente de estímulos. A pesar de sus muc1os elementos inciertos, el plan de inversiones patrocinado por la Comisión Europea simboliza esa línea de revisión de una política cuyos fundamentos intelectuales eran d"biles y 4ue 1a deado un le*ado costoso 4ue acaso se si*a sintiendo durante un lar*o período. Un eemplo claro de lo perniciosas 4ue pueden lle*ar a ser las relaciones entre las ideas económicas y las políticas en el capitalismo de este inicio del si*lo !!. En este capítulo 1emos estudiado ar*umentos 4ue, antes y despu"s de la e2plosión de la crisis, fueron utilizados como armas arroadizas a favor de una determinada concepción de la política económica y 4ue, al cabo, resultó e4uivocada. 0os errores de concepto y m"todo 4ue se 1an descrito en las pá*inas precedentes no son, por des*racia, los +nicos 4ue cabe consi*nar en la 1istoria del análisis económico contemporáneo. :ay al*unos planteamientos *enerales de la corriente principal acad"mica 4ue burlan el buen sentido y, con frecuencia, cie*an las posibilidades de entender la realidad económica en toda su compleidad. En el plano más *eneral, la arro*ante pretensión de conocimiento universal y atemporal Luna +nica teoría para e2plicar la naturaleza de un fenómeno, al mar*en de las circunstancias de tiempo y lu*ar en las 4ue se inscribaL es, en *ran medida, responsable de e2cesos teóricos como los de la 1ipótesis de los mercados e3cientes. 5 tambi"n de la mala fama 4ue la economía neoclásica tiene en amplios sectores de 1istoriadores, politólo*os y 3lósofos contemporáneos.R$ Esas ideas u*aron un papel importante de le*itimación de la deriva del capitalismo en estos a8os
inciertos. Cierto 4ue, unto a esas sombras, el análisis económico contemporáneo 1a desple*ado tambi"n al*unas luces brillantes, como el tratamiento de las asimetrías de información o la relación entre e3ciencia económica e instituciones. 7ras la e2plosión de la crisis, como ya 1emos reiterado, el debate de ideas se 1a 1ec1o muc1o más intenso, y en "l al*unos nombres se 1an a3rmado con fuerza 1acia el futuro por su capacidad de desmontar errores contenidos en ar*umentos considerados, antes o a1ora, como intocables, así como proponer otros nuevos. Es decir, autores capaces de e2plicar aspectos de la anomalía *eneral 4ue la vida económica 1a e2perimentado en estos a8os. Al*unos vienen de atrás Lya eran autores muy reputados en la economía acad"mica anterior a la crisisL, si bien la mayoría de ellos 1a revisado autocríticamente al menos al*unos de sus ar*umentos previos. Entre ellos son de destacar ani /odri] y aron Acemo*lu, referentes de la moderna economía política y de la economía del crecimientoN los macroeconomistas albrait1 y Carmen /ein1artN el 1istoriador de la economía internacional Barry Eic1en*reenN el e2perto en 3nanzas conductuales /obert -1illerN o el especialista en economía europea Paul e >rauHe. -ituados en lu*ares muy diferentes en el espectro de la razón económica, todos ellos 1an escrito aportaciones imprescindibles para comprender la naturaleza de problemas económicos del capitalismo de nuestro tiempo. 9ás interesante es 4ue 1an sur*ido al*unos nombres nuevos de economistas poco conocidos antes de $&&6 y 4ue, por 1aber removido ya el diccionario de ideas recibidas, se proyectan con fuerza 1acia la cima del análisis económico 4ue vieneD /ic1ard Joo, economista efe del banco KomuraN Claudio Borio, del B- de BasileaN el cerebro *ris del Banco de n*laterra, AndreH :aldaneN onat1an
'. )"ase Jeynes #'ZS(, p. 6. $. )"ase -]idels]y #$&&( . )"ase -ie*fried, ed. #$&'&(. 7ambi"n 0itan #$&'Q(. Q. )"anse 7uc1man #'Z6Q( y Costas #$&'Qa(. R. Este apartado está basado en un trabao nuestro anterior, 71e ultrarational illusion of 3nanceF #$&'R(. S. )"ase ;ama #'ZSR(. T. -e*+n -amuelson, no tenemos una teoría sobre las eventuales burbuas. -iempre pueden ir más leos de lo 4ue pensamos ^_F. 0ue*o 1abla e2presamente de macroine3ciencias en el nivel de precios de los mercados de capitalF #-amuelson, 'ZZ6(. 6. )"ase ;inancial Crisis n4uiry Commission #$&''(, p. $6. Z. )"ase Blinder #$&'(, p. SR. 9uy interesante en ese mismo sentido es el artículo del matemático británico an -teHardD 71e 9at1ematical e4uation t1at caused t1e ban]s to cras1F, )*e %uardian , '$ de febrero de $&'$. '&. )"anse Colander et al. #$&&Z( y Coyle, ed. #$&'$(. ''. Una relación sistemática de esas críticas puede verse en -eHell #$&''(. '$. )"ase 9inneapolis ;edD ntervieH Hit1 Eu*ene ;amaF, 3< o/ &inneapolis , 'R de octubre de $&&T. '. )"ase 7urner #$&'&(. 'Q. )"ase En*elen et al. #$&''(. 'R. )"ase 9ac]enzie et al.# eds. #$&&6(. 'S. Una encuesta realizada para el primer ministro franc"s en $&'' entre $&& ban4ueros centrales y economistas de 'S países muestra 4ue a la pre*unta ?Es la crisis económica una crisis de la teoría económica@F, el '&& [ de los ban4ueros encuestados contestan noF, mientras 4ue a la pre*unta ?Están los modelos ->E
e4uivocados en lo fundamental@F, el 6$ [ contesta noF #frente a un RZ [ de síF 4ue responde el colectivo de economistas(. -on datos si*ni3cativos, pues en ese momento esos ar*umentos estaban sometidos ya a críticas descarnadas. /eco*ido en Carr" y Couppey-oubeyran #$&'(. 'T. )"ase >. 7e`D An intervieH Hit1 Alan >reenspanF, 3) , $R de octubre de $&'. '6. )"ase -1iller #$&'$(, p. 'T&. 'Z. )"ase 7urner #$&&Z(. $&. /eco*ido en 0ee #$&''(. 0as opiniones de BroHn en ese momento aparecen tambi"n claramente formuladas en -peec1 by t1e C1ancellor of t1e E2c1e4uerF, 0ondres, 9ansion :ouse, $&&S. $'. )"ase /aan #$&''(. $$. Para el conte2to de i*norancia en la *estación de la crisis, v"ase el ori*inal aun4ue controvertido libro de ;riedman y Jrauss #$&''(. Entre los i*norantesF estos autores incluyen tanto a los inversores como a las a*encias re*uladoras. $. )"ase nstitute for t1e KeH Economic 71in]in*D ntervieH Hit1 >eor*e -orosF, unio, $&&Z. -obre las teorías zombis, . Mui**in escribió un penetrante libro #$&'&(. $Q. )"ase 7urner #$&&Z(, p. $$. $R. )"ase ;inancial Crisis n4uiry Commission #$&''(, #$&'' (, !). $S. )"ase 7e` #$&'(. 7ambi"n >reenspan #$&'(. $T. )"ase Jin* #$&'S(. $6. )"ase 0ee #$&''(. $Z. )"ase Carr" et al #$&'(, p. $'. &. En el si*ni3cativo caso espa8ol, por eemplo, entre $&'& y $&', ''.Q&& investi*adores fueron e2pulsados del sistema de ciencia y tecnolo*ía. 9ientras 4ue
el obetivo europeo para $&$& era conse*uir un esfuerzo inversor en del [ del PB, ese dato no deó de reducirse, sobre todo partir de $&'$, alcanzando a1ora escasamente el ', [. )"ase Cotec, &emoria , $&'Q. '. )"ase 0e*idoMui*ley #$&'(. -obre la misma cuestión, v"ase tambi"n los n+meros de &1 de de noviembre de $&'', y los de marzo, unio y noviembre de $&'$. Una interesante presentación *eneral sobre los efectos de los recortes sobre los sistemas de salud, y sobre la salud misma de los ciudadanos puede verse en -tuc]ler y Basu #$&'(. 7odas las investi*aciones incluidas en esta nota fueron realizadas por e2pertos en salud p+blica. $. )"anse respectivamente, >eit1ner #$&'Q( y Jemal ervi #vicepresidente de la Broo]in*s nstitution(, columna en Pro;ect Byndicate , 'S de enero de $&'R. Un análisis del impacto de esas políticas sobre cada uno de los principales países europeos, puede verse en la colección de ensayos de 0e1ndor, ed. #$&'$(. . . )"as )"asee A. -en, -en, conf confer eren enci ciaa pron pronun unci ciad adaa en Buen Buenos os Aire Airess el ' de noviembre de $&'Q, reco*ida en La Vanguardia. Q. -obre las sin*ularidad sin*ularidades es del ordoliberalismo ordoliberalismo,, y su *ran inOuencia inOuencia en la política económica alemana desde 'ZQR 1asta el presente, v"anse ;oucault #$&&Q(, ullien y >u"rot #$&'$(, W1ite #$&'$( y Jundnani #$&'Q(. R. )"anse al respecto las ma*ní3cas columnas de :. Jundnani, 71e eurozone Hill pay a 1i*1 price for >ermanys economic narcissismF, )*e %uardian , S de enero de $&'$, y de W. 9unc1auD 71e Hac]y economics of >ermanys parallel universeF, 3) , 'S de noviembre de $&'Q. S. )"ase . W. 9jllerD W1at o >ermans 71in] About W1en 71ey 71in] of Europe@F, London
#$&'(. Q'. .C. 7ric1et, entrevista en Li!Kration , 6 de ulio de $&'&. Q$. Peter eter Coy, Coy, Jeynes Jeynes vs. Alesin Alesina. a. Alesina Alesina W1o@F, W1o@F, usiness Jee, , & de septiembre de $&'&. Q. . Broo]s, Prune and >roHF, Ne: or, )imes , '& de unio de $&'&. QQ. Por eemplo, el economista australiano o1n Mui**in lo 1a mostrado para el caso de su país en los a8os oc1enta, 4ue no tuvo nada 4ue ver con lo 4ue Alesina y Arda*na cuentan. )"ase Mui**in, 7ales of austerity rin* 1olloHF, 7ustralian 7ustralian 3inancial orodnic1en]o #$&'$( y e 0on* y -ummers #$&'$(. Para la correlación entre austeridad y caída del PB, v"anse e >rauHe y 5i #$&'( y >ec1ert, :u*1es :alle` y /annenber* #$&'R(. QT. )"ase >ec1ert, :u*1es :alle` y /annenber* #$&'R(. Q6. ;atás y -ummers #$&'R(. QZ. En medio del caos de la ne*ociación con el >obierno *rie*o, el $Z de unio de $&'R, unc]er a3rmó 4ue su propuesta era muy fácilmente aceptable, pues ya no proponía proponía reformas reformas est+pidas est+pidas de austeridad austeridad. )"ase )"ase Le &onde , $Z de unio de $&'R. R&. ;9 #<3cina de Evaluación nterna(, $&'Q, p. ' #resumen eecutivo(. R'. R'. El meo meorr resu resume menn de esos esos ar*u ar*ume ment ntos os se encu encuen entr traa en Blan Blanc1 c1ar ard, d, ellAriccia y 9auro #$&'(. R$. En su libro Las pseudociencias# Ovaya timo #0aetoli, $&''( y tambi"n en una entrevista en El País #a!elia , 'T de enero de $&'R(, el 3lósofo de la ciencia 9ario Bun*e menciona a la economía neoclásica como una de las más peli*rosas entre las pseudocienciasF.
CAP7U0< S 0os límites del mercado. Una cuestión de e3ciencia y muc1o más -i 1a 1ayy 4ue 4ue resu resumi mirr en un unaa +n +nic icaa cree creenc ncia ia el tras trasfo fond ndoo ideo ideoló ló*i *ico co predominante 4ue 1a sustentado la ideolo*ía del capitalismo a lo lar*o de las +ltimas +ltimas d"cadas sería la idea de 4ue el mecanismo de mercado se vale vale por sí solo, con e2celencia y autosu3ciencia, para afrontar los problemas más compleos y difíciles 4ue pueda encontrar la economía. ;rente a las ine3cacias atribuidas, con razón o sin ella, a la intervención p+blica, el mercado aparece en esta visión como un deus e mac*ina. Es cierto 4ue en las +ltimas d"cadas la formulación más e2trema y radical de esta visión, sostenida por los economistas de la llamada escuela austríaca, 1a sido vista como una rareza aena a la corriente principal del pensamiento económico contemporáneo. 0a noción de fallos de mercadoF está presente en casi todos los manuales, y en las +ltimas d"cadas nuevas modalidades de fallos Lsobre todo, los relacionados con las asimetrías de información entre los actores económicosL 1an sido incorporadas al corpus de la economía y sus autores 1an recibido premios Kobel como reconocimiento. -in embar*o, tambi"n en la mentalidad de una importante porción de los economistas y de los dise8adores de políticas se fue imponiendo a partir de la d"cada de 'Z6& una idealización casi completa de los atributos del mecanismo de mercad mercado. o. Ar*ume Ar*umento ntoss macroec macroeconó onómic micos os como como las 1ipótes 1ipótesis is de e2pect e2pectativ ativas as racion rac ionale aless y de e3cien e3ciencia cia de los mercad mercados os 3nanc 3nancier ieros os están están profund profundamen amente te inOuidos por esa idea de autosu3ciencia de los mercados. En el ámbito de los respon responsab sables les pol políti íticos cos no fue solamen solamente te el t1atc1 t1atc1eri erismo smo el 4ue 4ue contri contribuy buyóó a difundir esa idealización del mercadoN como 1emos visto, tambi"n *obernantes de orientación socialdemócrata, como >ordon BroHn, ministro laborista del 7esoro británico, compartían e2presamente esa concepción antes de $&&6. 7odo ello usti3ca el uso de la e2presión fundamentalismo del mercadoF para desi*nar la mentalidad de la corriente ideoló*ica central de ese período tanto en la academia como en la política. 5 no sólo esoD la mentalidad de uz*arlo todo en t"rminos de intercambio se 1a e2tendido al análisis de un amplísimo espectro de fenómenos sociales, más allá de los estrictamente económicos. e 1ec1o, uno de los fenómenos 4ue más identi3ca al capitalismo de nuestro tiempo es la mutación del len*uae 4ue 1a llevado de la economía de mercadoF a la sociedad de mercadoF. 0a >ran /ecesión 1a puesto seriamente en a4ue esta visión idealizada de las virtudes intrínsecas del mercado. A1ora se 1an reabierto importantes debates
4ue 1abían 4uedado en buena parte sepultados por la visión doctrinaria en el período de e2pansión. Entre ellos cabe destacar la recuperación de la valoración de los resultados del funcionamiento del mercado en t"rminos "ticos, una cuestión 4ue 1abía permanecido apartada de la corriente principal de la economía durante muc1as d"cadas. Con ese trasfondo de mayor contraste de ideas 1an sur*ido al*unos ar*umentos nuevos e importantes 4ue parten de la viea noción de 4ue los mercados no son un 1ec1o natural, sino 4ue se crean , 4ue son resultado de la ley y las costumbres. Esta visión más pra*mática y terrenal introducirá una mayor compleidad en la dial"ctica mercado versus intervención p+blica en el capitalismo del si*lo !!. Para e2aminar con al*una profundidad estas cuestiones es obli*ado ec1ar atrás la mirada, recalando en al*unos episodios sin*ulares en la evolución de las ideas económicas y del capitalismo. -obre todo eso trata el presente capítulo. 0os primeros apartados apuntan a esa revisión 1istóricaN en los +ltimos, nos centramos en el obli*ado replanteamiento 4ue la crisis de $&&6 1a supuesto en esta materia, 4ue, como veremos, está siendo bastante intenso. 0A 9A/A)00A E0 9E/CA
escribió Albert :irsc1man un libro imprescindible, Las pasiones y los intereses , cuyo razonamiento se*uimos en t"rminos *enerales en al*unas partes de este capítulo.' Para -mit1 el mercado reforzaba las virtudes morales de la sociedad. Este resultado procedía del 1ec1o de 4ue la sociedad mercantil Len esa "poca no se utilizaba a+n el t"rmino capitalismoL tendía a fomentar valores como la con3anza, el cumplimiento de los deberes, la laboriosidad, la fru*alidad o la probidad de los ciudadanos. En esta visión, el comercio y el mercado, con su capacidad para *enerar normas y re*las de una moral civil y laica, vinieron a sustituir el papel 4ue, con anterioridad, 1abían u*ado las costumbres y la reli*ión en su función de suministrar las normas y re*las morales para el funcionamiento de la economía y el lo*ro de una cierta co1esión social en la sociedad medieval. Aun4ue en un apartado posterior introduciremos al*unos matices importantes a esta a3rmación, la obra de -mit1 se puede leer como el esfuerzo analítico por liberar a los mercados del cors" moral 4ue venía de la reli*ión y de las limitaciones del mercantilismo medieval. -u análisis 1ace sur*ir esos fundamentos morales del propio funcionamiento de los mercados y de la sociedad civil. e 1ec1o, sus lecciones en la Universidad de >las*oH versaban sobre la 1istoria de la sociedad civilF. En ellas trataba de buscar una 3losofía moral empírica cuya raíz estaba en el análisis de la sociedad tal como emer*ía con el desarrollo de los mercados y la manufactura en la Escocia del si*lo !). 0a defensa de las virtudes del mercado como inspiradora de los principios de la economía clásica e2perimenta un salto cualitativo con la obra de avid /icardo. 7anto en el sentido del ri*or analítico como tambi"n Ly es eso lo 4ue a1ora nos interesaL por4ue defendía de un modo más 3rme el principio del laisse" /aire como criterio para orientar la intervención p+blica en prácticamente todos los campos de la economía. Así, ese principio inspiró sus propuestas de reforma del sistema de impuestos #recu"rdese el concepto, en realidad muy posterior a "l, de e5uivalencia ricardiana , del 4ue 1emos 1ablado en el capítulo anterior(N del sistema de comercio, pues es bien sabido 4ue /icardo fue el padre de la teoría de la ventaa comparativa 4ue durante muc1o tiempo fue el principal ar*umento utilizado por los partidarios del librecambioN y de su intervención en los vivos debates políticos de su tiempo, en los 4ue combatió las normas de tipo, di*amos, intervencionista, como las leyes de pobres y las leyes de cerealesN e incluso por su formulación clara de lo 4ue debiera ser el sistema monetario internacional #en la 4ue resumió perfectamente el sentido del patrón oro(. /icardo endureció y a*udizó los supuestos y las 1ipótesis 4ue estaban contenidas en La ri5ue"a de las naciones , por lo 4ue su economía política reforzó el supuesto de laisse" /aire con implicaciones
prácticas más incisivas.$ 7odo ese orden de ideas fue deando su le*ado en la tradición clásica, 4ue, con el paso del tiempo, dio lu*ar a ar*umentos cada vez más so3sticados. En el ámbito analítico, ya en las +ltimas d"cadas del si*lo !!, la economía neoclásica 1abía de construir sobre esa idea de autorre*ulación sus cada vez más compleos y matematizados modelos, en los 4ue unos actores de3nidos como plenamente racionales se mueven en la virtuosa dinámica del intercambio en pos del e4uilibrioF. 0a economía, en cuanto ciencia, se fue centrando cada vez más en el estudio de los problemas de e3ciencia asi*nativa, olvidando casi todo lo demás. En ese terreno, el mercado, como mecanismo de asi*nación e3ciente de los recursos, se mostraba imbatible, se*+n demostraban con su3ciencia los modelos #de e4uilibrio *eneral( en 4ue esa línea de análisis se concretaba. Con un m"todo no demasiado aleado al de las ciencias duras como la física, se sostenía la validez universal del mecanismo de mercado para la asi*nación de recursos. 5a no era un criterio moralD era pura ciencia. A partir de la llamada revolución neoclásica de inicios del si*lo !!, en el seno de la corriente predominante en la economía, la valoración "tica de las transacciones fue 4uedando cada vez más como un simple residuo normativoD al*o aeno a una ciencia 4ue se pretendía neutral ante los valores. En la d"cada de 'Z& se vivió la 4ue 1abía de ser, durante muc1o tiempo, la +ltima *ran controversia sobre esta cuestión. e un lado, economistas como o1n 9aynard Jeynes resaltaban la condición de ciencia moral de la economía. En lo fundamental, Jeynes no sólo se oponía al mercado desre*ulado por sus posibles consecuencias en t"rminos de inestabilidad 3nanciera y económica, sino tambi"n por4ue contrariaba profundamente su sistema de valores morales. e otro lado, estaba la posición 4ue más taantemente 4ue nadie estableció 0ionel /obbins en su famoso Ensayo so!re la naturale"a y signi'cado de la ciencia económica# de 'Z$, al a3rmar 4ue la economía trata con 1ec1os comprobados, la "tica con valoraciones y obli*aciones. 0os dos campos de b+s4ueda de la verdad no están en el mismo plano del discursoF.Q A pesar de la intensa inOuencia 4ue la obra de Jeynes eerció en las d"cadas si*uientes, fue el criterio de /obbins el 4ue prevaleció en esta materia, convirti"ndose a partir de entonces #y con muc1a más fuerza a+n desde los a8os oc1enta( en una se8a de identidad de la economía como disciplina acad"mica. Un criterio Len nuestra opinión *ravemente e4uivocadoL 4ue, frente a cual4uier consideración de tipo "tico, enfatiza 4ue lo fundamental es 4ue el mecanismo de mercado ofrece *anancias de e3ciencia, es decir, de mayor crecimiento de la
economía #al*o 4ue, como veremos, la crisis de $&&6 1a puesto seriamente en cuestión(. A lo lar*o del si*lo !!, posiblemente nadie 1aya defendido la idea de libre mercado con tanta pasión y brillantez como el miembro de la escuela austríaca ;riedric1 :aye]. Considerado con razón como el verdadero padre del neoliberalismo, :aye] defendió la superioridad absoluta de las soluciones de mercado basándose en la capacidad de "ste para acumular y utilizar mayor conocimiento e información. En )*e =se o/ Qno:ledge in Bociety , :aye] intentó demostrar 4ue solamente una institución 4ue 1a*a 4ue los precios se formen libremente #es decir, el mercado( permitirá solucionar el problema de coordinación de las actividades 1umanas en un mundo de conocimiento disperso y subetivo, propio de las sociedades modernas. Como cada individuo tiene sólo acceso a una parte muy pe4ue8a del conocimiento, cual4uier sistema de centralización de la toma de decisiones será arbitrario. En el libre mercado, en cambio, lo 4ue ocurra en el sistema económico como un todo aparecerá reOeado en los precios de cada uno de los activos 4ue se ne*ocian en el mercadoD millones de participantes reaccionan en la correcta dirección cuando 1ay un cambio en el precio de un bien, aun4ue lo i*noren todo sobre las causas de ese cambio. En la maravillosa ma4uinaria de los mercados ri*e, por tanto, un orden espontáneoF.R 0lamamos especialmente la atención sobre este ar*umento por4ue, a partir de 'ZZ&, la creencia en la autorre*ulación se vio reforzada por la percepción empírica de 4ue los mercados son e2traordinarios procesadores de información. 5 la información, ya se sabe, es el bien más preciado en la moderna sociedad del conocimiento. Es cierto 4ue, en el nuevo conte2to de realidades tecnoló*icas, la captación de se8ales emitidas por una diversidad de a*entes económicos por parte de otros es 1oy más rápida y veraz 4ue en cual4uier momento del pasado. Esta capacidad les permite *enerar respuestas 4ue se apro2iman a la idea de e3ciencia en entornos de libre mercado. Pero en este punto la crisis 1a mostrado tambi"n 4ue llevar el planteamiento al e2tremo puede ser una *rave e4uivocación. e 1ec1o, 1oy es evidente para todos 4ue los mercados Lincluso los más so3sticadosL cometieron errores capitales de percepción y reacción antes de $&&6. Estos errores están en la raíz de la crisis actual. Pero eso es avanzar demasiado. Para lle*ar a entender convenientemente al*unas de las de3ciencias 4ue 1oy podemos observar en el mecanismo de mercado creemos 4ue es +til ec1ar la vista atrás y 1acer una breve e2cursión crítica por la 1istoria del análisis económico.
0<- 9E/CA<-, UKA C/EAC=K :U9AKA CEK7E 0a literatura acerca de los límites del mercado es muy profusa y densa. Entre los muc1os *randes economistas o teóricos sociales 4ue 1an visto profundos problemas en ese mecanismo 3*uran desde 71omas 9alt1us a o1n 9aynard Jeynes, y desde Jarl 9ar2 a osep1 -c1umpeter o Jarl Polanyi. Un buen n+mero de esos autores lle*aron incluso a construir, a partir de la detección de tales problemas, al*unas teorías en torno a la supuesta tendencia innata del capitalismo a autodestruirse. Entre las obeciones 4ue se pueden encontrar en esa vasta y absolutamente diversa literatura es obli*ado distin*uir a4uellas 4ue incorporan discusiones puramente económicas, es decir, 4ue ale*an razones por las cuales el mercado sin restricciones en realidad no resuelve un buen n+mero de problemas de la economía, de a4uellas otras 4ue incorporan elementos morales #ya se8alados como olvidados por la corriente principal durante lar*o tiempo(. Aun4ue muc1as veces no es fácil separar unas de otras, 1ablaremos de esas dos cuestiones en apartados diferentes, comenzando por la primera de ellas. A menudo se i*nora 4ue la ar*umentación sobre los límites del mercado es casi tan anti*ua como la 4ue lo e2alta. 5 4ue, además, una y otra estuvieron encabezadas casi por los mismos autores. Es el caso de ames -teuart, un economista del si*lo !), y su famosa metáfora del reloF para la descripción de la economía. El relo, se8aló -teuart, se destruye de inmediato ^_ si se toca con otra cosa 4ue no sea la mano más delicadaF. Pero, por otra parte, si*ue diciendo de continuo marc1an malN a veces la cuerda es demasiado d"bil, otras veces es demasiado fuerte para la má4uina ^_ y se 1ace necesaria la mano del reloero para componerlaF.S Es fácil ver en estos párrafos tanto una visión crítica y certera de las intervenciones arbitrarias 4ue inter3eren en la ló*ica económica, como una usti3cación de lo 4ue casi dos si*los despu"s, a mediados del !!, se llamó 'netuning o auste macroeconómico. 0a 1istoria de la economía clásica está llena de advertencias del tipo cuidado con creer 4ue el libre mercado por sí mismo se vale para todo 5a en los albores del si*lo !!, al*unos economistas de primer ran*o, como 71omas 9alt1us, llamaron la atención sobre este punto con una visión 4ue 1oy llamaríamos intervencionistaF. 9uc1o tiempo despu"s así lo reconoció el mismo Jeynes al a3rmar 4ue si el padre de la economía en el si*lo !! 1ubiese sido 9alt1us en vez de /icardo, 4u" lu*ar tan sabio y rico sería el mundo actualF.T En el dilatado arco de la 1istoria de las ideas 4ue va de uno a otro Lde 9alt1us a JeynesL encontramos muc1as veces la idea de fallo de mercadoF #si bien esa
e2presión sólo se *eneraliza en el si*lo !!(. ncluso uno de los *randes del pensamiento liberal, o1n -tuart 9ill, participó de esa corriente. efendió la necesidad de 4ue los *obiernos cumplieran, unto a una /unción civili"adora , una /unción esta!ili"adora de la economía diri*ida a reducir #usando el sistema de impuestos( la caída en los bene3cios 4ue se podría producir en ciertos momentos y, más en *eneral, a disminuir la volatilidad del sistema económico. 5a el propio Adam -mit1 1abía se8alado 4ue el sutil encuentro de oferta y demanda sólo será virtuoso si funciona bien la competencia. Poco a poco, al fallo de e3ciencia producido por la presencia de monopolios naturales se fueron a8adiendo otras circunstancias como las e2ternalidades, los bienes p+blicos, los mercados incompletos 0a revolución ]eynesiana de los a8os treinta supuso un salto importante en esa trayectoria. 7rasladó la noción de fallo de mercado del ámbito, di*amos, microeconómico al macroeconómicoD las fuerzas puras del mercado pueden llevar al mayor de los fracasos debido a la naturaleza cíclica del capitalismo. Escasez de demanda, paro masivo, inOación o deOación eran los problemas principales 4ue la mayoría de los economistas tenían en la cabeza cuando 1ablaban de la insu3ciencia del mecanismo de mercado en las d"cadas del llamado consenso ]eynesiano, es decir, 1asta entrados los a8os setenta del si*lo pasado. Una 1istoria tan conocida 4ue no insistiremos a1ora en ella. K< E- E0 /E-><, E-7P<, E- 0A KCE/7U9B/E :ay, sin embar*o, un aspecto en la obra de Jeynes muc1o menos conocido 4ue su teoría de la demanda efectiva y 4ue probablemente llevaba consi*o un cambio más trascendente y revolucionario para la comprensión de la naturaleza del capitalismo. Kos referimos al papel asi*nado a la incertidumbre 4ue rodea a un buen n+mero de transacciones. 0a consideración de la incertidumbre conduce el análisis económico a un terreno desconocido. :ablamos de al*o muy diferente al simple ries*o. A este +ltimo se le puede asi*nar una distribución de probabilidades, es decir, es posible 1acer un cálculo precisoD una cuestión fundamental cuando 1ablamos de la b+s4ueda de soluciones de mercado. Por el contrario, en presencia de incertidumbre cada situación es, en buena medida, +nica e incalculable. \ste es el concepto de incertidum!re ,nig*tiana , llamada así por4ue fue el profesor de C1ica*o ;ran] Jni*1t el primero 4ue lo propuso, en la d"cada de 'Z$&.
0a entrada en escena de las consecuencias inciertas va muc1o más allá, por tanto, de la simple identi3cación de fallos de mercado, pues crea un espacio vacío e indeterminado en el 4ue todo es posible. Así lo supo ver Jeynes, 4uien otor*ó a ese factor un ran*o trascendente en el conunto de su sistema teóricoD 0a perspectiva de una *uerra en Europa es incierta, o el precio del cobre y el tipo de inter"s dentro de veinte a8os son inciertos, o la obsolescencia de una nueva invención es incierta. ^_ -obre estas cuestiones no 1ay una base cientí3ca sobre la cual basar cual4uier probabilidad calculable. -implemente no lo sabemosF.6 -in embar*o, la distinción entre ries*o e incertidumbre fue desapareciendo de la corriente principal del análisis económico en las +ltimas d"cadas del si*lo !!. Uno de los principales responsables de ese 1ec1o fue 9ilton ;riedman, 4uien en su libro )eoría de los precios , de 'ZTS, ne*ó toda diferencia entre una y otra nociónD Ko creo 4ue esa distinción sea válida. ^_ Podemos tratar a la *ente como si se 1ubieran asi*nado probabilidades num"ricas a cada evento concebibleF.Z -in embar*o, lo inesperado y brusco de la lle*ada de esta crisis 1izo 4ue muc1os economistas descubrieran el entorno de incertidumbre radical al 4ue se enfrentaban. Uno de ellos fue 9ervyn Jin*, 4uien era *obernador del Banco de n*laterra en a4uellos momentos y 4ue acabó por rendirse a la omnipresencia de la incertidumbre en su libro )*e End o/ 7lc*emy.'& E E-P
la evolución real del capitalismo desde 3nales del si*lo !), demostró 4ue el principio de laisse" /aire apenas pasaba de ser una formulación retórica. e una forma altamente paradóica, para Polanyi, el laisse" /aire no tenía nada de natural y los mercados libres no podrían 1aber sur*ido amás con sólo permitir 4ue las cosas tomaran su curso. En realidad, el propio laisse" /aire 1abría sido impuesto por el Estado.'$ Polanyi proporcionó amplia evidencia 1istórica acerca de 4ue los mercados no sur*ieron por lo *eneral como un fenómeno espontáneo, sino como una creación 1umana contin*ente e interesada. En realidad, esa visión 1abía sido ya e2puesta antes por al*unos otros autores. Así, el *ran economista sueco >unnar 9yrdal escribió a 3nales de los a8os veinteD En efecto, nunca 1a 1abido un mercado libre en el sentido en 4ue esa e2presión se emplea en economía. 9uc1o antes de 4ue e2istiese al*+n mercado del 4ue 1ablar, las transacciones de cambio 1abían sido sometidas a re*lamentaciones por 4uienes estaban en el poderF.' En *ran medida, esta idea fue deada en el olvido durante d"cadas, pero en los +ltimos a8os, como veremos al*o más adelante, 1a resur*ido con fuerza de la mano de una corriente de pensamiento e2presamente neopolanyiana, pero asoma tambi"n en la obra de autores vinculados a la corriente principal, como es el caso de ani /odri] o osep1 -ti*liI. En este punto, todos ellos se sit+an muy leos de la metáfora de la mano invisi!le. 7odo este modo de razonar conduce a una notable y muy preocupante conclusiónD el funcionamiento de una economía complea en base al mecanismo simple del puro mercado libre no es más 4ue una utopía. 0ue*o, si por los motivos 4ue sea #por la simple dinámica de las fuerzas de mercado o por presión ideoló*ica( esa situación se lleva plenamente a la realidad, podrá funcionar durante un tiempo, pero más tarde o más temprano revertirá con su car*a de dolorosas consecuencias. ?:ará falta insistir en la pertinencia de esta conclusión para alumbrar lo sucedido en los +ltimos a8os@ e un modo totalmente independiente, un autor en muc1as cosas opuesto a Polanyi, el economista y premio Kobel /onald Coase creó un nuevo campo para la investi*ación económica a partir de su constatación de 4ue los intercambios de mercado raramente son *ratuitos, sino 4ue tienen un coste 4ue, en muc1os casos, puede ser muy elevadoD costes de b+s4ueda, de medición, de información, de dise8o y resolución de los contratos en los 4ue se sustancian los intercambios entre oferentes y demandantes. Es la economía de los costes de transacción.
0a conclusión de Coase, y de otros muc1os autores a partir de "l, como el tambi"n premio Kobel ou*las Kort1, fue 4ue los mercados no sur*en y se desarrollan por sí solos. -olamente a trav"s de estructuras institucionales compleas es posible reducir o eliminar esos costes y conse*uir así 4ue la transacción se pueda realizar. Es decir, +nicamente en presencia de un entorno institucional adecuado, 4ue permita e2tender la con3anza y reducir el oportunismo entre 4uienes intercambian, los mercados funcionan de un modo correcto y e3ciente. -in ese entorno, la puesta en marc1a de mercados libresF puede llevar apareado un fracaso económico *eneralizado. 0a e2i*encia de contar con un denso teido de instituciones sociales se conforma, por tanto, como otro importante límite del mercadoF. \7CA 5 CAP7A0-9<'Q En el apartado anterior 1emos acotado las principales limitaciones a la idea de autorre*ulación 4ue sur*en de la b+s4ueda de la e3ciencia de los mercados or*anizados. -in embar*o, tambi"n 1emos se8alado 4ue desde el nacimiento de la economía política, y durante más de un si*lo y medio, las principales impu*naciones de la economía de libre mercado vinieron de uicios morales 4ue ponían en cuestión 4ue el mercado fuese portador de valores superiores. 0a visión beni*na y civilizadora del mercado 4ue está detrás de la tesis del comercio *entil se vio profundamente alterada y desplazada del pensamiento dominante en el si*lo !!. 0a causante de este cambio fue la revolución industrial. El nuevo capitalismo industrial no creó la miseria y la pobreza, presente ya en la sociedad a*raria tradicional, pero sí la 1izo más visible a los oos de la sociedad, al concentrar enormes masas de nuevos trabaadores industriales en las nuevas fábricas situadas alrededor de las ciudades. ;ue esa realidad material la 4ue 1izo 4ue la ominosa palabra desempleoF apareciese por primera vez en '666 en )*e C/ord Englis* Dictionary. 0a visión de esa nueva condición material y moral de las masas trabaadoras industriales fue el caldo de cultivo de una nueva ar*umentación acerca de la relación entre el mercado y el trasfondo moral de la sociedad. -e*+n esta nueva tesis, leos de en*endrar virtudes morales, el mercado y la sociedad capitalistas mostraban una enorme proclividad a socavar los fundamentos "ticos en 4ue debe basarse cual4uier sociedad, incluida la capitalista. A1í se ori*ina lo 4ue Albert :irsc1man llama tesis de la autodestrucciónF, se*+n la cual la dinámica propia del capitalismo lleva a a*otar y socavar el fundamento moral necesario para el cabal funcionamiento de la sociedad de mercado.
Al i*ual 4ue para el caso de ames -teuart, tambi"n al 1ablar de las raíces de las obeciones morales al mecanismo de mercado es obli*ado se8alar 4ue al*unos de sus impu*nadores se contaron tambi"n entre los 4ue fueron asimismo sus principales defensores. )"ase el eemplo del mismísimo Adam -mit1. Con su obra arranca el *ran debate sobre la e2istencia de límites morales del mercado #si bien "l estuvo muy leos de usar esa e2presión(. 5 es 4ue, como 1a se8alado Amartya -en, aun4ue la pl"yade de ti/ossi ultraliberales del economista escoc"s 1a propa*ado en las +ltimas d"cadas su ima*en como 1ombre de una sola ideaF #la autosu3ciencia del mercado(, la obra de -mit1 fue muc1o más 4ue eso. 7anto en La ri5ue"a de las naciones como, sobre todo, en su )eoría de los sentimientos morales , -mit1 e2plicó 4ue el dinamismo y buen funcionamiento del capitalismo #4ue "l llamaba sociedad comercialF( necesitan de límites claros, correcciones y complementos por parte de otras instituciones, de cara a prevenir la inestabilidad, la ine4uidad y la pobreza.'R -i no 1ay duda de 4ue -mit1 fue el principal defensor del autointer"s como fórmula para el pro*reso, tampoco debe olvidarse su clara a3rmación de 4ue con ello no basta, pues la usticia, la *enerosidad y el espíritu p+blico son las cualidades más +tiles para los otrosF y, por tanto, a8ade -en, para alcanzar una sociedad decente. Comienza a partir de a4uí una densa y muy diversi3cada trayectoria intelectual de conciencia crítica acerca de los límites del capitalismo dentro de la cual se encuadra la tesis de la autodestrucción, formulada de modo muy diferente por unos y otros autores. Así, para Jarl 9ar2, ese mecanismo act+a de un modo directo. -e relaciona con al*unas propiedades 4ue desarrolla el sistema capitalista, en particular con la tendencia a la concentración de capital, la tasa decreciente de bene3cios y las crisis periódicas debidas al e2ceso de producción sobre la capacidad de consumo de la sociedad. Además, contra los efectos ben"3cos y civilizatorios 4ue sostenía la tesis del comercio *entil, en el &ani'esto >omunista# Jarl 9ar2 y ;riedric1 En*els consideran 4ue el capitalismo corroe los valores morales y las instituciones tradicionales 4ue mantenían la co1esión social en la sociedad tradicional. apitalismo# socialismo y democracia. En su se*unda parte, 4ue lleva por título ?Puede sobrevivir el capitalismo@F, -c1umpeter identi3caba una vía sutil e indirecta a trav"s de la cual el capitalismo se ve impelido 1acia la autodestrucción. En la medida en 4ue el capitalismo favorece el individualismo y una actitud racionalista en muc1os sectores sociales, especialmente entre los intelectuales, crea a la vez una mentalidad crítica en la
sociedad 4ue no sólo socava la autoridad de las instituciones de la sociedad tradicional, sino tambi"n la propia institución de la propiedad privada. El capitalismo, a trav"s de la aparición de esta mentalidad crítica en la sociedad civil, acabará autodestruy"ndose.'S Por otro lado, está la tesis de la dolce vita , acu8ada por Albert :irsc1man. 0a idea en este caso es 4ue, para 4ue el capitalismo avance y se desarrolle, se necesita 4ue los capitalistas sean fru*ales, a1orren y ten*an una visión a lar*o plazo para 3nanciar la acumulación. -in embar*o, el propio "2ito del capitalismo en su avance lleva a 4ue, en al*+n punto, los aumentos de ri4ueza tiendan a debilitar el espíritu de fru*alidad y 1a*a 4ue los capitalistas bus4uen el disfrute inmediato más 4ue la acumulación a lar*o plazo. Esta idea estaba ya en 9ostes4uieu y Adam -mit1, pero se vio reforzada con la obra de 9a2 Weber, La Ktica protestante y el espíritu del capitalismo . e a1í 4ue a 3nales del si*lo !! veamos la aparición de movimientos reformistas 4ue, desde fuera del mercado y a trav"s de la acción política y del activismo cívico, intentaron dotar al capitalismo de los fundamentos morales 4ue la sociedad de mercado necesita y no es capaz de *enerar por sí misma. El puritanismo como 3losofía moral y política de 3nales del si*lo !! tuvo esa función, 4ue tambi"n está muy clara en el moralismo de la etapa victoriana en la n*laterra de 3nales del si*lo !!, donde la reli*ión y las virtudes tradicionales u*aron ese papel. En este sentido, las pá*inas 4ue /obert -]idels]y dedica en su bio*rafía de o1n 9aynard Jeynes a 0a civilización de Cambrid*eD -id*Hic] y 9ars1allF son iluminadoras. escribe de forma brillante el entorno de alta tensión intelectual 4ue, en el nacimiento de la economía como rama independiente de la teolo*ía y de las ciencias morales, sostuvieron moralistas y economistas en el Cambrid*e de 3nales del si*lo !) para buscar un acuerdo 3losó3co 4ue reconciliara la 3losofía social con la moral, la conducta social con la individual, el disfrute personal con el deber moral, el inter"s *eneral con el inter"s privado.'T ;inalmente Alfred 9ars1all, fundador de la economía acad"mica in*lesa, menos reli*ioso 4ue el resto de sus cole*as de Cambrid*e, resolvió esa tensión independizando la economía de la 3losofía moral y de la reli*ión. A uicio de -]idels]y, 9ars1all nunca sintió la necesidad del cristianismo para fundamentar la "tica de la economía. Paseando por los barrios mar*inales de 0ondres y mirando las caras de la *ente, 9ars1all se convenció de 4ue la moralidad y el buen carácter dependen principalmente de las circunstancias económicas. Por lo tanto, el pro*reso económico era la condición más importante para la meora social y moral.
5 "se debía ser, por tanto, el obetivo de la ciencia económica como disciplina moral. Esta creencia de 4ue el crecimiento económico, a la vez 4ue meora las condiciones materiales de la vida de la *ente trae tambi"n consi*o el pro*reso moral de la sociedad, 1a estado muy presente en el pensamiento de los economistas y en las políticas 4ue "stos 1an recomendado a partir de Alfred 9ars1all. En cierto sentido, fue un retorno a la tesis del comercio *entil. Pero no se puede olvidar 4ue 9ars1all no cuestionó nunca el compromiso entre capitalismo y moral puritana 4ue e2istía en la sociedad victoriana de su "poca. -encillamente, dio por supuesto 4ue ese fundamento moral y el orden social necesario para el crecimiento económico ya estaban en la sociedad in*lesa de la "poca. Por lo tanto, no 1abía 4ue preocuparse más por los fundamentos "ticos de la economía. Este eclecticismo del pensamiento mars1alliano acerca de las relaciones entre capitalismo y "tica tambi"n se dio en la Europa continental en los comienzos del si*lo !!. :ay buenas dosis de ambi*jedad en cuanto a las vías de inOuencia recíproca entre sociedad de mercado y sociedad civil tanto en la obra de \mile ur]1eim como en la del sociólo*o alemán >eor* -immel, ambos coetáneos de Alfred 9ars1all pero no economistas. Como de nuevo se8ala :irsc1man, los dos reconocen, por un lado, 4ue los mercados, especialmente a trav"s de la división del trabao y de la competencia, tienen una cierta capacidad para establecer relaciones sociales de diverso tipo entre los individuos y, por tanto, contribuyen a forar una sociedad solidaria. Pero, a la vez, ambos reconocen 4ue la co1esión social 4ue necesita el capitalismo para funcionar de un modo e3ciente y e4uitativo re4uiere del activismo moral de la sociedad y de la acción política. Esta línea de pensamiento no se alinea de forma clara ni con la tesis del comercio *entil ni con la de la autodestrucción. /eco*e elementos de ambas tesis, pero a la vez de3ende la necesidad de la acción política y el activismo de la sociedad civil a la 1ora de *enerar una educación y un sentido de responsabilidad moral. Esa visión ecl"ctica se e2tendió con muc1a fuerza en las d"cadas centrales del si*lo !!. e 1ec1o, en este período, la economía de mercado consi*uió escapar e2itosamente de sus tendencias autodestructivas tras 1aber sido capaz de *enerar, si no douceur o *entileza, al menos una considerable con3anza en su capacidad para resolver los problemas 4ue encuentra en su camino mediante la intervención p+blica, ya fuese en la forma de *estión ]eynesiana de la demanda, ya a trav"s de la re*ulación de los mercados, en especial de los mercados 3nancieros, o por las prestaciones sociales del Estado del Bienestar.
En todo caso, a partir de los a8os centrales del si*lo !!, los ar*umentos relativos a la autodestrucción del capitalismo fueron 4uedando pro*resivamente rele*ados, al tiempo 4ue, como ya sabemos, se batían asimismo en retirada los criterios "ticos en la evaluación de las soluciones de mercado. Una y otra tendencia Len realidad, dos caras de la misma monedaL se vieron e2traordinariamente reforzadas a partir de 'Z6&, cuando da comienzo lo 4ue 1emos llamado la era de los mercados triunfantesF. E0 9E/CA< EK 7E9P<- E0 CAP7A0-9< U07/A;KAKCE/< Como sabemos, la crisis del modelo de crecimiento e2perimentada por las economías desarrolladas en la d"cada de 'ZT& trao consi*o una reorientación ideoló*ica 4ue se cuenta entre las *randes revoluciones doctrinales en la 1istoria del capitalismo. En ese conte2to de cambio, la visión del mercado fue la 4ue e2perimentó transformaciones más intensas y decisivas. Cabe mencionar tres aspectos fundamentales de esa transformación. Primero, en el plano teórico, la aparición de la idea de fallo del EstadoF. -e*undo, en cuanto a su ámbito de aplicación, la idea de libre mercado se e2tiende a todo tipo de actividades económicas y se difunde con fuerza por todo el planeta *racias a la moderna *lobalización. 5 tercero, 1abiendo sido rele*adas las razones para la evaluación de los resultados del mercado en t"rminos morales, se da el paso desde la economía de mercadoF a la sociedad de mercadoF. eten*ámonos por un momento en estas tres dimensiones de la reorientación ideoló*ica del capitalismo en esa etapa 1istórica. En el plano analítico, a partir de los +ltimos a8os de la d"cada de 'ZT& se produce un desplazamiento pro*resivo en el análisis económico desde el "nfasis en la idea de fallo de mercadoF 4ue 1abía caracterizado la economía en las d"cadas si*uientes a la >ran epresión al nuevo e interesante concepto alternativo de fallo del EstadoF. Enti"ndasenos bien, la mayoría de los economistas si*uió utilizando con profusión ar*umentos 4ue identi3caban fallos especí3cos de los mercados, e incluso apareció en esos a8os L*racias a aportaciones como las de >eor*e A]erlof o osep1 -ti*liIL al*una cate*oría nueva y trascendente, como la de fallo de informaciónF. En ambos casos esas aportaciones fueron reconocidas por la academia con la concesión de respectivos premios Kobel. -in embar*o, es obli*ado constatar 4ue otro tipo de impu*naciones de la idea de autorre*ulación de los mercados a un nivel más profundo Lcomo los problemas de incertidumbre y los límites moralesL fueron plenamente desestimadas en esos a8os. Kuevas escuelas teóricas, como la de la Elección P+blica, propusieron una
pl"yade de ar*umentos teóricos 4ue identi3caban al*unos problemas importantes de ine3ciencia en el ámbito p+blico. Así, la teoría de la burocracia, la teoría del ciclo electoral o la teoría de la b+s4ueda de rentas tenían como conclusión com+n 4ue la intervención económica de los *obiernos llevaba apareada una enorme car*a de ine3ciencia. Entre las predicciones de estas nuevas orientaciones del análisis sobre los fallos del >obierno se cuentan las si*uientes. En primer lu*ar, la necesidad de ma2imizar el n+mero de votos lleva a los *obiernos a impulsar arti3cialmente medidas e2pansivas antes de las elecciones para, a continuación, verse obli*ados a introducir medidas de auste para restaurar los e4uilibrios económicos. e esta forma, los *obiernos provocan un nuevo y perverso ciclo en la economía. En se*undo lu*ar, el deseo de los burócratas de ma2imizar su poder 1ace crecer el presupuesto muy por encima de lo 4ue sería su nivel óptimoF. En tercer lu*ar, la presión de los *rupos de inter"s especial sobre los *obiernos 1ace 4ue las decisiones p+blicas se aleen de la simple ma2imización de la función de bienestar social. Como consecuencia de todo ello, el inter"s particular desplaza a la b+s4ueda del inter"s *eneral como criterio orientador de la intervención de los *obiernos. Ko pretendemos ne*ar los supuestos 4ue están detrás de estos enfo4ues teóricos y la validez de sus 1allaz*os. En al*unos casos traeron consi*o ar*umentos ori*inales y +tiles de la economía política contemporánea. Es indudable 4ue fue decisiva su aportación a la desmiti3cación del Estado como plani3cador benevolenteF. Pero lo 4ue a1ora interesa se8alar es 4ue tambi"n contribuyeron decisivamente a la rea3rmación, en t"rminos muy e2a*erados, del principio de el mercado es siempre meor soluciónF. En cuanto a la se*unda cuestión planteada, relativa a su ámbito de aplicación, la pretensión de validez universal 4ue se le otor*ó a los austes a trav"s del mercado conduo a desre*ular todo tipo de sectores y actividades, incluidos a4uellos 4ue, como las 3nanzas o el suelo urbano, 1abían estado durante varias d"cadas bao la caución y los controles p+blicos. 0a fuerza de este fenómeno desre*ulador fue tal 4ue, como ya 1emos se8alado en el capítulo anterior en relación con la 1ipótesis de la e3ciencia de los mercados de capital, el ar*umento económico se convirtió en ciertos sentidos en performativoF, es decir, dio lu*ar efectivamente a la constitución de mercados nuevos.'6 El razonamiento a favor de los mercados libres y desre*ulados constituyó un ras*o esencial de la nueva piel del capitalismo 4ue se formó durante el +ltimo tercio del si*lo !!. >racias a la dinámica de internacionalización, ese impulso no se paraba en los con3nes de los países industrializados, sino 4ue alcanzaba a los
países menos desarrollados de todos los continentes, y tambi"n, tras la caída del 9uro de Berlín, a las anti*uas economías plani3cadas del Este europeo. El triunfo del mercado parecía así universal y de3nitivo. El tercer aspecto importante 4ue 1emos destacado es lo 4ue el 3lósofo de :arvard 9ic1ael -andel 1a acertado a eti4uetar como el advenimiento de la sociedad en 4ue todo se vendeF como uno de los fenómenos más si*ni3cativos de nuestro tiempo. -e re3ere a la tendencia contemporánea a valorar una *ran diversidad de aspectos de la vida social Ly no sólo los propiamente económicosL en t"rminos de transacción de mercado. Es decir, la puesta en práctica del desi*nio de 4ue en realidad todo es susceptible de ser intercambiadoF. 0a mentalidad y los valores de mercado se fueron internando en campos tan diversos como la procreación, el cuidado de los ni8os, la salud, la educación, la usticia criminal, la protección del medio ambiente o el servicio militar. -e ori*inó en este punto una contradicción importanteD a medida 4ue los mercados se e2tendían cada vez más 1acia campos no económicos de la vida social, aparecían más entrecruzados por dilemas morales. Pero, de un modo altamente paradóico, nunca se 1abía visto el razonamiento económico tan aeno a los criterios morales como efectivamente ocurrió en esos a8os.'Z PA-AE E-PU\- E 0A 79EK7A E $&&6 e la rápida e2cursión por la 1istoria de las ideas 4ue 1emos ido reco*iendo en este capítulo se deduce 4ue la aparición de crisis económicas si*ni3cativas 1a traído consi*o, por lo *eneral, cambios en la percepción de la importancia y el papel del mercado. Eso mismo 1a acontecido a partir de $&&6, momento en 4ue la dureza de la realidad 1a obli*ado a reformular las vieas ideas recibidas sobre este asunto en varios aspectos fundamentales.
modo de criterio para la evaluación de los resultados del mercadoN y, muy li*ado a lo anterior, con la recuperación Lcon nuevas variantesL de la tesis de la autodestrucción del capitalismo. 7odo parece preparado para 4ue la dial"ctica mercados versus *obiernos sea revisitada en al*unos de sus aspectos más trascendentes. 5 es 4ue todo su*iere 4ue la era triunfal del fundamentalismo del mercado 1a tocado a su 3n. El colapso de las 3nanzas en $&&6 fue de su3ciente calado como para alterar en profundidad el orden ideoló*ico establecido respecto a este punto crucial del nuevo capitalismo. 5a 1emos tratado de ello en el capítulo anterior y, sobre todo, muy e2tensamente en nuestro libro La torre de la arrogancia. Esto nos e2cusa a1ora de e2tendernos de nuevo sobre este importante punto. -í 4ueremos, en cual4uier caso, dear claramente e2puesta una vez más nuestra posición. Consideramos 4ue el mercado es la meor forma conocida de asi*nar recursos económicos. En muc1as actividades y transacciones de bienes o servicios su dinámica es virtuosa y e3ciente. En esos casos, el papel del control y la re*ulación p+blica 1a de ser necesariamente constre8ido. Pero "se no es el caso de al*unas actividades clave de la economía de nuestro tiempo, como la 3nanciera. 0a e2periencia de esta crisis 1a vuelto a demostrar, por si no lo 1abíamos aprendido de crisis anteriores, 4ue la naturaleza intrínseca de las 3nanzas casa mal con la ló*ica del libre mercado. Empe8arse en liberalizar y desre*ular ese sector e4uivale a colocar una brutal bomba de tiempo en el corazón de la economía de mercado, del capitalismo. Pocos se atreven despu"s de $&&6 a discutir esta a3rmación. El resultado de esta evidencia es la postulación de un papel activo del Estado en el control de las 3nanzas. -e 1abla menos, sin embar*o, acerca de 4ue en al*unos otros sectores de la economía la pura asi*nación de mercado tampoco sirve. Entre esos sectores y actividades destacan los 4ue incorporan un componente fundamental de innovación tecnoló*ica #tal y como de inmediato mostraremos(, la *estión del ciclo macroeconómico y la provisión de servicios p+blicos. 7odas estas actividades traen tareas ine2cusables para la política económica. En estos a8os, por lo demás, se 1an 1ec1o patentes al*unas realidades de la supuesta apoteosis de los mercados desre*ulados. Cuando la marea de e2pansión estaba alta y todo funcionaba, 1abían 4uedado enmascaradas, pero a1ora se nos muestran claramente como simples mitos. 9erece la pena detenerse en dos de ellos. El primero es el del triunfo universal de los mercados *racias a la *lobalización. -e escuc1a con frecuencia decirD ?4u" meor prueba de la absoluta superioridad de ese sistema económico y su irreversibilidad 4ue el 4ue 1aya sido
adoptado con *ran convicción por todo tipo de países, a lo lar*o y anc1o del mundo@ El 1ec1o de 4ue en la primera fase de la crisis muc1os de los países emer*entes 1ayan sabido afrontar con "2ito la >ran /ecesión refuerza a primera vista el ar*umento. Este tipo de a3rmaciones se enfrentan, sin embar*o, a dos obeciones de calado. En primer lu*ar, es cierto 4ue allá por 'ZZ& un buen n+mero de países se lanzaron a una línea de liberalización y desre*ulación a ultranza #lo 4ue se llamó el Consenso de Was1in*ton(, pero esa línea de acción política revirtió muy pronto como consecuencia de la cadena sin 3n de crisis 3nancieras de 3nales de esa d"cada. A partir de a1í, muc1os *obiernos, con el apoyo de or*anismos internacionales como el Banco 9undial, dieron prioridad a otro tipo de reformas 4ue pusieron el "nfasis en la reintroducción de controles sobre los mercados de capitales. 5 a+n más importante fue 4ue muc1as de esas economías en realidad no pueden cali3carse como de libre mercado Ltal y como lo entenderían :aye] o >reenspanL, sino como verdaderos capitalismos de Estado. Una realidad 4ue se 1ace particularmente visible en los B/C-. Así, las empresas p+blicas representan más del 6& [ del valor de capitalización bursátil en C1ina, el S& [ en /usia, o el R [ en Brasil. En *eneral, más de un tercio de la inversión directa re*istrada en el conunto del mundo emer*ente entre $&& y $&'& correspondió a ese tipo de compa8ías. Al*o 4ue llevó a )*e Economist a poner el si*uiente titular en $&'$D 71e rise of state capitalismF.$& El se*undo *ran mito 4ue 1a caído es más importante y decisivo. -i, como ya 1emos se8alado, la revolución de tecnolo*ías de la información llevó a e2altar el mecanismo de mercado desre*ulado como responsable de los mila*ros tecnoló*icos de *araeF, como >oo*le o ;aceboo], 1oy sabemos bien 4ue en ello 1ay muc1o de superc1ería pues, se*+n 1an acreditado investi*aciones recientes, muy pocas de las principales innovaciones de las tecnolo*ías de información y comunicación #7C( en Estados Unidos 1ubieran tenido lu*ar sin la presencia de *randes pro*ramas p+blicos. El Estado emprendedorF 1a resultado tan determinante como el mercado en el *ran salto de las tecnolo*ías contemporáneas. E-7A< E9P/EKE ;/EK7E A 97<- 7ECK<0=>C<5a 1emos se8alado con anterioridad 4ue una de las sorpresas del panorama de las ideas económicas de los +ltimos a8os es la aparición de una puante corriente neopolanyiana en los países an*losaones 4ue re+ne a un conunto de
economistas y e2pertos en or*anización de empresas coincidentes en reivindicar la noción de creación de mercadosF.$' Entre esos autores destacan ;red Bloc], William 0azonic] y 9ariana 9azzucato, autora esta +ltima de uno de los libros más renovadores e inOuyentes de los +ltimos a8os, El Estado emprendedor , cuya principal virtud es dear claro 4ue en el país 4ue más solemos asociar con la idea de libre mercado, Estados Unidos, casi todas las *randes innovaciones Ly no sólo en el ámbito de internet, sino tambi"n en la biotecnolo*ía o la nanotecnolo*íaL se ori*inaron a trav"s del apoyo del Estado. Para 9azzucato, el capital ries*o lle*ó varios lustros despu"s de 4ue se 1ubieran realizado las inversiones importantes con fondos p+blicos.$$ Un dato incontestable, aun4ue poco conocido, es 4ue el 66 [ de las *randes innovaciones norteamericanas entre 'ZT' y $&&S dependieron plenamente de la investi*ación 3nanciada con fondos federales y no por empresas privadas. En el sector farmac"utico, por eemplo, el TR [ de las investi*aciones en nuevos fármacos #como las nuevas entidades moleculares( fueron 3nanciadas por laboratorios p+blicos de Estados Unidos. -e desvela así una verdad reveladora y poco conocidaD el Estado es 4uien 3nancia lo principal de la innovación más arries*ada y rompedora, sea básica o aplicada. )emos cómo la intervención p+blica no sólo se muestra como un factor clave para la corrección de fallos del mercado, sino 4ue tambi"n 1a creado mercados de forma activaF. Esta evidencia es de *ran importancia en el manido debate entre mercado y Estado, pues en torno al capital ries*o como vía para 3nanciar los llamados mila*ros tecnoló*icos de *araeF se 1abía venido construyendo un ar*umento de apariencia muy creíble 4ue vinculaba el meor espíritu emprendedor del capitalismo a la e2pansión de las modernas 3nanzas desre*uladas. 0a mi2ti3cación es a1ora evidente. 9azzucato y otros autores 1an demostrado en un terreno tan primordial como la provisión de tecnolo*ía la falsedad de la idea de 4ue los mercados responden a un orden espontáneo, 4ue son 1ec1os naturales de la vida. Por el contrario, son meras construcciones sociales. En su e2plicación, el Estado se alea notablemente del papel pasivo y residual 4ue se le asi*naba en la visión imperante en las +ltimas d"cadas. esde esta nueva perspectiva analítica, el Estado pasa de ser concebido como un 0eviatán burocrático e inercial a considerarlo el verdadero catalizador de la nueva inversión privadaN de ser el XcorrectorY de mercados a ser el moldeador y creador de mercados, de ser un mero mecanismo para Xreducir el ries*oY del sector privado a aceptar y asumir el ries*o debido a las posibilidades de crecimiento futuroF.$ En realidad, nada de esto sorprenderá a 4uien conozca la 1istoria del
mila*ro económico apon"s 4ue si*uió a su derrota en la -e*unda >uerra 9undial. Un "2ito 4ue tuvo muc1o 4ue ver con el papel u*ado por su >obierno #el famoso 97, 9inisterio de ndustria y 7ecnolo*ía( en la dinámica innovadora de su sistema industrial. 5 al*o parecido puede decirse de otras economías triunfantes, como la de Corea del -ur. 0a relevancia de la nueva visión sobre los roles del mercado y del Estado está en 4ue todo lo anterior se a3rma a1ora en relación con la economía norteamericana, una de las economías más liberalizadas del mundo. 5 no es al*o 4ue 1aya sur*ido a1ora mismoD para el conunto de su 1istoria industrial, y sobre todo en su parte más dinámica, van apareciendo estudios 4ue observan la presencia de una aut"ntica mano visi!le.$Q Por eemplo, aron Acemo*lu y sus colaboradores 1an demostrado 4ue ya en el si*lo !! el pro*reso tecnoló*ico de Estados Unidos dependió de un modo crucial de la capacidad de las infraestructuras estatalesF.$R En el centro del capitalismo contemporáneo Lla economía norteamericanaL el mito de una edad de oro de Estado d"bil 1a llevado con frecuencia a malinterpretar la verdadera naturaleza de los problemas del sistema económico y social. Una visión 4ue, por fortuna, está cambiando de forma rápida +ltimamente.$S En +ltimo t"rmino, lo 4ue están mostrando estos nuevos enfo4ues es 4ue la realidad económica es muc1o más complea de lo 4ue pretende el fundamentalismo del mercado, pues en ella Ly en sus se*mentos más avanzados y so3sticadosL se da una combinación de factores y principios #la cooperación, la copropiedad p+blicoprivada, la descentralización coordinada( 4ue, cuando funciona bien, conduce a la sociedad por el camino del pro*reso. :ay al*o muy revelador en la reacción 4ue 1a causado la amplia difusión alcanzada por los trabaos 4ue mencionamos. Acostumbrados como estábamos a 4ue durante muc1o tiempo apenas se 1ablara de otra cosa 4ue de los m+ltiples fracasos de la intervención p+blica en la economía, a sus ine3ciencias y perversiones, causa sorpresa 4ue a1ora aparezca destacado este otro aspecto tan diferente del papel de los estados, car*ado de "2itos en un campo decisivo para el futuro. ecididamente, al menos en el plano intelectual, la relación entre *obiernos y mercados está mudando de piel. A propósito de estas investi*aciones, el siempre perspicaz economista del nstituto de Estudios Avanzados de Princeton ani /odri] 1a destacado 4ue estamos en un tránsito desde el Estado benefactor al Estado innovadorF. Este autor 1a llamado la atención sobre la anomalía 4ue si*ni3ca el 1ec1o de 4ue, al no
participar los *obiernos en la comercialización de las tecnolo*ías de "2ito 4ue contribuyen decisivamente a *enerar, las *anancias 4uedan enteramente en manos privadas. El Estado aparece a4uí como un inversionista decisivo para el "2ito de la innovación 4ue, sin embar*o, no recibe retribución al*una por su inversión. e a1í 4ue propu*ne una profunda reforma institucional en este punto, una reforma 4ue podría proporcionar importantes recursos a los estados desde ámbitos 1asta a1ora apenas e2plorados.$T 5 es 4ue los ar*umentos neopolanyianos sobre innovación encaan muy bien y dan renovado impulso a la idea de una nueva política industrial para el si*lo !!F, 4ue autores como /odri] propu*nan ya desde 1ace al*unos a8osN una nueva política industrial estrat"*ica 4ue asume 4ue la pro*ramación estatal y la inversión p+blica pueden actuar como fuerzas impulsoras del desarrollo económicoF.$6 7odo lo cual nos sit+a, evidentemente, muy leos de los 1orizontes doctrinales vi*entes 1ace sólo un decenio. 0<- 097E- 9eor*e A]erlof y /obert -1iller 1an descrito en su libro P*is*ing /or P*ools , cómo caemos como incautos en las trampas del mercadoF. 7ras el estudio detenido de un buen n+mero de casos concretos, muestran 4ue los trucos, la pura manipulación, e2plican una parte del funcionamiento del sistema económico. 5 concluyen 4ue el libre mercado 1ace a la *ente libre de ele*ir. Pero no la e2ime de manipular o ser manipulada. *norar esta verdad es una receta para el desastreF.$Z En su importante artículo ya citado sobre Adam -mit1, Amartya -en 1acía referencia a las pá*inas en 4ue el pensador escoc"s identi3caba las inOuencias destructivas de a4uellos 4ue llamaba prodigals y pro;ectors #4ue podría traducirse por derroc1adores y promotores fraudulentos(D Este análisis Lse8ala -enL es de 1ec1o profundamente relevante 1oy en día para entender lo 4ue 1a ocurrido en el mundo 3nanciero. 0a fe implícita en la sabiduría de la economía de mercado, plenamente responsable de la supresión de las re*ulaciones en Estados Unidos,
llevó a aceptar las actividades de prodigals and pro;ectors en un sentido 4ue 1ubiera asombrado a los pioneros de la economía de mercadoF. Para -en, la crisis 3nanciera actual es un buen eemplo de la necesidad de alearse del autointer"s ilimitado, con el 3n de alcanzar una sociedad decenteF.& El olvido de la condición moral de las relaciones económicas en aras de una estrec1a y simplista teoría de la racionalidad 1umanaF tendría, por tanto, muc1o 4ue ver con el ori*en del desastre. Ko es e2tra8o entonces 4ue la visión de la economía como una ciencia moral, i*norada como sabemos durante muc1o tiempo por la corriente acad"mica principal, 1aya vuelto con *ran fuerza tanto a los debates metodoló*icos como a los de carácter político económico en los +ltimos a8os. En esta dirección, 1a sido decisiva la obra reciente de 9ic1ael -andel. En un artículo de título e2acto L9ar]et /easonin* as 9oral /easonin*D W1y Economists -1ould /een*a*e Hit1 Political P1ilosop1yF M# -andel sistematiza las razones para dudar de 4ue estemos ante una ciencia económica libre de valores. Mueremos destacar a4uí dos de esas razones 4ue consideramos fundamentales. 0a primera es 4ue los economistas, contra lo 4ue con frecuencia proclaman, no 1acen sólo análisis de e3ciencia basándose en meros supuestos utilitaristas, sino 4ue tambi"n formulan propuestas en torno al bienestar. 0a visión utilitaria de la ma2imización del bienestar i*nora su componente distributivo. -in embar*o, cuando se reconoce la importancia de los principios de distribución de la renta para el bienestar social, los uicios se car*an inevitablemente de peso moral. 0a se*unda razón es todavía más contundente. 9ás allá de 4ue puedan ser e3cientes, al*unos intercambios llevados a cabo en los mercados pueden resultar obetables por estar basados en relaciones de desi*ualdad radical. Estas desi*ualdades socavan el carácter voluntario de la transacción. Como eemplo e2tremo podríamos mencionar la compraventa de ór*anos 1umanos. 0as pretendidas ventaas mutuas del libre intercambio no pasan de lo ilusorio.' 0a pertinencia de estos razonamientos parece a1ora fuera de toda duda. Como ya 1emos e2plicado, los retrocesos vividos antes y despu"s de la e2plosión de la crisis en materia de desi*ualdad de la renta constituyen uno de los fenómenos 4ue marcan en mayor medida la evolución reciente de las economías desarrolladas. 5, unto a ello, es obli*ado tambi"n constatar 4ue la idealización del mercado trao consi*o un elemento de le*itimación del estado de cosas e2istente 4ue 1izo olvidar el rol de las instituciones y de los ue*os de poder 4ue permiten el funcionamiento de esos mercados. ue*os de poder 4ue e2plican en buena parte
los resultados obtenidos en t"rminos de desi*ualdad. En otro lu*ar -andel a3rma 4ue nuestra reluctancia a emplear ar*umentos morales y espirituales, unto con nuestra aceptación de los mercados, nos 1a 1ec1o pa*ar un alto precioD 1a drenado el discurso p+blico de toda ener*ía moral y cívica, y 1a contribuido a la política tecnocrática, de mera *estión, 4ue 1oy a4uea a muc1as sociedadesF.$ 0as palabras de )ir*ilio, )imeo mercatores et dona /erentes , parecen pensadas para esta situación en la 4ue, de un modo tan estruendoso y *eneral, los mercados traspasan sus límites morales. En este sentido, no está nada mal 4ue, recientemente, al*unos defensores del libre mercado se 1ayan tomado en serio los ar*umentos de virtud "tica, para intentar demostrar 4ue tambi"n en este punto las soluciones de mercado son superiores.Q 0as posibilidades de "2ito de esa empresa son cuestionables, pero una *eneralización de esos debates sobre los resultados del mercado desde el punto de vista de sus efectos morales incorporaría *rados de profundidad y diversidad al razonamiento económico 4ue debieran ser, desde lue*o, bienvenidos. /E7ran epresión, las predicciones sobre un colapso total del capitalismo son a1ora bastante mar*inales, se*uramente debido, sobre todo, al fuerte retroceso e2perimentado en su inOuencia por el mar2ismo y a la desaparición de un modelo alternativo *eneral desde el colapso del llamado socialismo real. e modo 4ue las advertencias más frecuentes sobre las amenazas para la supervivencia del sistema se re3eren a aspectos particulares y con perspectivas a lar*o plazo. En ese plano, limitado y poco estridente, parece re*resar en los +ltimos a8os la tesis de la autodestrucción del capitalismo. A este respecto, 1an alcanzado muc1a difusión los trabaos del sociólo*o Wolf*an* -treec], en los 4ue insiste en 4ue en el sistema económico contemporáneo se acumulan los factores de desorden #crecimiento declinante, oli*ar4uía, privación de la esfera p+blica, corrupción y anar4uía internacionalF( # 4ue le llevan a pronosticar un lar*o y penoso período de decadencia acumulativaD intensi3cación de las fricciones, fra*ilidad e incertidumbreF.R En el análisis de -treec], tres de los asuntos a los 4ue nosotros 1emos dedicado más atención Lla car*a de la deuda, la desi*ualdad y el peli*ro de estancamientoL se presentan como vectores principales de esa pro*resiva desinte*ración.
Pero 4uizá la fórmula más repetida en esa dirección es el salvar al capitalismo de sí mismoF, frase 4ue se escuc1a con frecuencia, formulada desde diferentes perspectivas y con diferentes intenciones.S Así lo 1ace por eemplo 5anis )aroufa]is desde su autode3nición como mar2ista erráticoFD El deber 1istórico de la iz4uierda en esta coyuntura particular es estabilizar el capitalismo, salvar al capitalismo europeo de sí mismoF.T esde la perspectiva opuesta, la de un economista liberal 4ue cree 3rmemente en la virtud esencial de este sistema económico, el profesor de :arvard 0ui*i Gin*ales distin*ue entre el capitalismoF y los capitalistasF, y entre una visión promercadoF #en la 4ue tiene 4ue prevalecer la dinámica competitiva( y otra prone*ociosF #en la 4ue las *randes empresas median decisivamente ante los *obiernos(. Gin*ales observa 4ue esta +ltima es la 4ue a1ora predomina en Estados Unidos, pues el poder creciente de las *randes corporaciones se reOea en su capacidad de inOuir en el dise8o de las leyes y en una cada vez mayor concentración de capital. 5 concluyeD :oy en día, el capitalismo está más amenazado por los capitalistas 4ue por cual4uier otra cosaF.6 -iendo tan diversas entre sí, las posiciones de estos dos +ltimos autores comparten dos notas fundamentalesD ambas son esc"pticas sobre el futuro del capitalismo, componiendo versiones diferentes de la tesis de la autodestrucción. 5 tanto uno como otro reclaman e2presamente el anclae "tico de sus respectivos razonamientos. Considerando esos dos aspectos, podemos decir 4ue se trata de ar*umentos muy reveladores del clima intelectual de los +ltimos a8os. Al*unos ar*umentos a1ora mismo muy puantes sobre los 4ue ya 1emos ido tratando en este libro Lsin ir más leos, el del estancamiento secularL podrían encaar perfectamente en esa tendencia. Con todo, a partir de $&&6, las formulaciones más consolidadas de la tesis de la autodestrucción 1an tenido 4ue ver con los problemas de desi*ualdad. Como ya sabemos, el meor y más brillante eemplo del retorno de esta tesis está en El capital en el siglo 664# de 71omas Pi]e`y, para 4uien la desi*ualdad es in1erente a las leyes ine2orables del funcionamiento del capitalismo, por lo 4ue cabe pensar 4ue continuará aumentando. -e trata, por tanto, de una variante de la tesis de la autodestrucción. A lo lar*o de este capítulo 1emos reOe2ionado sobre un mito peli*roso en torno al cual se 1a construido la idea de la e2istencia de un orden social espontáneo 4ue sur*e del funcionamiento de los mercados. Esta ideolo*ía constituye uno de los ras*os más de3nidores de la piel del capitalismo reinante a lo
lar*o de las +ltimas d"cadas. -in duda, el mecanismo de mercado posee m+ltiples e importantes virtudes, pero la 1istoria demuestra Lsobre todo la 1istoria de los +ltimos treinta a8osL 4ue empe8arse en llevarlo 1asta el 3nal, tanto en el ámbito de la reOe2ión analítica como en la acción política, es una de esas utopías 4ue acaban por transformarse en distopías. En ese sentido, reconocer los límites de los mercados Len el sentido moral y en el de su contribución a la e3cienciaL constituye una precondición para intentar relanzar los proyectos de pro*reso. '. )"ase :irsc1man #'ZTT(. $. )"ase :utc1ison #'ZT6(, p. TT. . )"ase el capítulo de Bac]1ouse y Bateman #$&''(, El Jeynes 3lósofo moralF. Q. )"ase /obbins #'Z$(. R. )"ase :aye] #$&'Q(. S. 7omado de :irsc1man #'ZTT(, p. Z. T. Jeynes #'Z(. 6. )"ase Jeynes #'ZT(, p. ''. Z. ;riedman #'ZTS(, p. $6$. '&. Jin* #$&'S(. A propósito de ello, v"ase . Jay, 71e endurin* certainty of radical uncertaintyF, 3) , R de abril de $&'S. ''. -obre la importancia de la incertidumbre en el caos de las modernas 3nanzas escribió Kassin 7aleb su famoso libro El cisne negro. El impacto de lo altamente impro!a!le , Barcelona, Paidós, $&&6. '$. )"ase Polanyi #'ZQQ(, p. 'QQ. '. 9yrdal #'ZR(, p. $'. 0a versión ori*inal en sueco de esta importante obra es de 'Z$Z. 'Q. En la primera parte de este apartado se*uimos la línea ar*umental de :irsc1man #'ZTT(. )"ase asimismo, :irsc1man #'Z6$(. 7ambi"n se*uimos
3elmente en este punto un trabao anterior de uno de nosotrosD Costas #$&'Q(. 'R. )"anse -en #$&'&( y Wells #$&'(. 'S. )"ase -c1umpeter #'ZR$(. 'T. )"ase -]idels]y #$&&(. '6. )"ase 9ac]enzie et al.# eds. #$&&6(. 'Z. )"ase -andel #$&'$, $&'(. 7ambi"n ;oucault #$&&Q(. $&. )"ase )*e Economist , $' de febrero de $&'$. 7ambi"n, . BremmerD -tate Capitalism Comes of A*eF, 3oreign 7airs , unio, $&&Z. $'. 9uestra del renovado inter"s por estos ar*umentos son los n+meros dedicados al re*reso de PolanyiF por revistas como Economy and Bociety #KeH irections in Polanyian -c1olars1ipF, vol. Q, $&'Q(N Dissent &aga"ine #71e return of Jarl PolanyiF, primavera de $&'Q(N o )*e 7merican Prospect #Jarl Polanyi E2plains t AllF, abril, $&'R(. 9ás si*ni3cativo a+n nos parece 4ue el ;ondo Económico 9undial 1aya dado a su reunión de $&'$ el título *en"rico de 71e >reat 7ransformationF. $$. )"ase 9azzucato #$&''(. El análisis de 9azzucato coincide con el desarrollado en una colección de trabaos reunidos en el tambi"n importante libro compilado por Bloc] y Jeller, eds. #$&''(. $. )"ase 9azzucato #$&''(, p Z. $Q. mportante evidencia de ello para un conunto muy diverso de sectores industriales se encuentra en Bloc] y Jeller, eds. #$&''(. )"ase tambi"n P"rez #$&&$(. $R. )"ase Acemo*lu, 9oscona y /obinson #$&'S(. $S. )"anse, por eemplo, Kova] #$&&6( y Co1en y e0on* #$&'S(. $T. )"ase . /odri]D e Estado benefactor a Estado nnovadorF, Pro;ect Byndicate , 'Q de enero de $&'R. $6. )"ase /odri] #$&&Q(. 7ambi"n C1an* #$&&$(. Por su parte -ti*liI y >reenHald #$&'Q( centran sus ar*umentos a favor de un nuevo activismo
industrial de los estados en el ámbito del aprendizae y la producción y transmisión del conocimiento, tareas 4ue, se*+n su análisis, los mercados no cumplen e3cientementeF. $Z. A]erlof y -1iller #$&'R(, p. 'S$. &. )"ase -en #$&'&(, p. R. )"ase tambi"n Wells #$&'Q(. '. )"ase -andel #$&'(, pp. '$$'$. )"ase tambi"n At]inson #$&&Z(. $. )"ase -andel #$&'$(, p. $$. . 7emo a los mercaderes aun4ue trai*an re*alosF, )ir*ilio, Laocoonte. Q. )"ase Bruni y -u*den #$&'(. R. -treec] #$&'Q(, p. SQ. S. Como eemplo, v"ase la conferencia celebrada en $&'' con el título 71e future of capitalismF, cuyos trabaos fueron reco*idos en un n+mero de >am!ridge 1ournal o/ Economics , 6, $&'Q. T. )"ase )aroufa]is #$&'(, p.'. 6. )"ase Gin*ales #$&'$(.
CAP7U0< T 0a política económica y la *estión de la compleidad' Al i*ual 4ue ocurrió con la desi*ualdad rampante, a lo lar*o de las +ltimas d"cadas al*unos otros problemas económicos de primer orden permanecieron e2tra8amente olvidados. 9encionaremos dos de *ran importanciaD el carácter con*"nitamente cíclico de la economía capitalista y el 1ec1o de 4ue los responsables políticos se ven obli*ados a decidir a cada rato entre obetivos contrapuestos. Estos dos asuntos nos remiten a la dimensión altamente complea 4ue tienen los procesos político económicos, y 4ue con la crisis 1a ido a más. 0a propia idea de política económica, 4ue durante las d"cadas de e2pansión se fue per3lando con es4uemas un tanto simpli3cadores, 1a de adaptarse a esa dimensión. :ace unos pocos a8os 1acíamos notar, en La torre de la arrogancia# 4ue la de3nición de la a*enda de las políticas económicas va acercándose a escenarios compleos, llenos de contradicciones para la decisión p+blica, de modo 4ue la necesidad de optar entre obetivos contrapuestos convierte la elección p+blica en un continuado dilema. 5 avanzábamos 4ue probablemente esa economía del conOicto de obetivos #por lo com+n denominados trade-os( se 1a*a más tensa y dramática, en los pró2imos a8os.$ En este capítulo intentaremos estudiar 1asta 4u" punto la evolución de los 1ec1os económicos a lo lar*o de los +ltimos a8os permite con3rmar este pronóstico. ?0a realidad de las políticas económicas se 1a 1ec1o en efecto más complea, debido a la necesidad de enfrentarse a problemas contradictorios, en busca de 3nes 4ue tambi"n lo son@ ?-e 1a consolidado la percepción de 4ue el trade-o será el problema nuclear de la política económica en el futuro pró2imo@ ?Cuáles 1an sido sus manifestaciones críticas en los +ltimos a8os@ Avancemos 4ue las respuestas a los dos primeros interro*antes son a3rmativas. Por llevar consi*o disyuntivas inevitables, es evidente 4ue, cuando se re*istra ese tipo de situaciones, la toma de decisión aparece car*ada por la tensión psicoló*ica y la duda. En +ltimo t"rmino, el ámbito propio del trade-o es el del contraste y enfrentamiento continuado de buenas razonesF. A no ser 4ue se pretenda i*norar permanentemente una parte de las ur*encias económicas y sociales, los procesos de decisión se 1acen más difíciles, y en ellos no cabe la simple aplicación de modelos apriorísticos, ni de procedimientos y re*las universales.
;rente a esas difíciles encruciadas sólo cabe la respuesta matizada y probablemente cambiante con el paso del tiempo. -i al*o cabe reivindicar cuando ese problema 4ueda identi3cado es el arte de la política . Kuestro propósito es mostrar en las pá*inas si*uientes por 4u" ese concepto se está colocando en el centro del escenario en la de3nición de las nuevas políticas. 5 tambi"n sus posibles consecuencias en distintos ámbitos, desde el uso de este marco conceptual para interpretar la propia crisis 1asta el sur*imiento de nuevos ar*umentos políticoeconómicos y, acaso tambi"n, de al*unos ras*os institucionales renovados para las decisiones en el espacio p+blico. Pero antes debemos detenernos en el retorno estelar de la noción de ciclo. P/
dispone de una estructura teórica para encarar las depresiones. Al*o 4ue en las condiciones en 4ue se 1a movido la economía internacional en los +ltimos a8os nos parece, desde lue*o, una *ravísima carencia. Por el contrario, el análisis económico poscrisis se está abriendo con muc1a fuerza a la toma en consideración de la dinámica del ciclo. Como ya 1emos se8alado en el capítulo $, no se trata sólo, ni principalmente, del simple ciclo de los ne*ocios, sino de al*o más trascendente, del ciclo 3nanciero, cuyas características lo convierten en muc1o más peli*roso y difícil de afrontar 4ue a4u"l, pues sus fases son más prolon*adas y a*udas, y están asociadas a ries*os muc1o más pronunciados. 7odo esto era ampliamente i*norado en los modelos teóricos y político económicos predominantes antes de $&&6, en los 4ue Lcomo ya 1emos e2plicado en detalleL tanto inOuían las 1ipótesis de e2pectativas racionales y e3ciencia del mercado. Por eemplo, en los modelos con los 4ue operaba la mayoría de los bancos centrales #llamados modelos dinámicos estocásticos de e4uilibrio *eneral( no 1abía variables 4ue incorporaran la dinámica oscilante de las 3nanzas. Al*o 4ue está cambiando en los +ltimos a8os, aun4ue las inercias doctrinales del pasado si*an siendo poderosas. Así lo 1a puesto de mani3esto Claudio Borio, uno de los economistas más interesantes e innovadores del panorama actualD 0o sabíamos, pero lo 1abíamos olvidado. ^_ El ciclo 3nanciero 1a emer*ido de nuevo como una fuerza fundamental 4ue diri*e la macroeconomía, pero el análisis económico a+n no lo 1a incorporado del todoF R y concluye sumariamenteD 0a macroeconomía sin ciclo 3nanciero es como :amlet sin el PríncipeF.Q Una vez 4ue 1emos situado en el centro del escenario el ciclo 3nanciero, se multiplican las complicaciones para la de3nición de políticas 4ue sean a un tiempo efectivas y consistentes. Para empezar, se 1ace necesario trascender el puro cortoplacismo y adoptar una visión a medio o lar*o plazo para encarar los problemas. 0a validez universal y atemporal de las recetas 4ueda radicalmente puesta en cuestión. 0as políticas coyunturales, la 3scal y la monetaria, o la re*ulación macroprudencial, no deben orientarse en el mismo sentido durante las fases de au*e y los momentos de contracción. Ko entender esa lección fundamental de esta crisis Ly de todas las anterioresL e4uivale a preparar el camino para 4ue la si*uiente sea todavía más da8ina. Es decir, si en las +ltimas d"cadas el elemento primordial de la de3nición de la política económica fue la necesidad de 4ue se austara como un *uante a la dinámica de los mercados de capital Les decir, la política óptima se entendía
estrictamente como a4uella 4ue proporcionaba de un modo continuado *anancias de credibilidad ante los operadores del mercadoL a1ora esta consideración si*ue y se*uirá teniendo *ran relevancia, pero cede ante la necesidad ineludible de 4ue su puesta en funcionamiento surta efectos anticíclicos. En ese preciso sentido, el tan comentado re*reso de JeynesF #4ue en al*unos ámbitos posiblemente se 1a e2a*erado, pues las circunstancias 1an mudado muc1o desde los tiempos del *ran economista de Cambrid*e( es más 4ue una simple proclama. Cambios diametrales de dirección en la sala de má4uinas de la política, recesiones de balance, b+s4ueda de már*enes mayores para las políticas 3scales, vinculación muy directa entre políticas monetarias y re*ulatorias, trade-osD cuestiones todas 4ue prota*onizan el presente de la economía internacional y se proyectan con fuerza 1acia el futuro. 5 cuestiones a las 4ue la mera aplicación de fórmulas simples y establecidas difícilmente puede dar respuesta adecuada. En al*una ocasión, Albert :irsc1man dispuso al*uno de sus sutiles ar*umentos para complicar el discurso económicoF. Pareciera 4ue el duro despertar del sue8o de un mundo al 3n sin ciclosF 1aya traído a1ora m+ltiples complicaciones, 4ue el debate de ideas entre los economistas, aun4ue sea en t"rminos poco claros y con constantes idas y vueltas, poco a poco va incorporando.R En relación con este +ltimo punto conviene 1acer una precisión sobre un t"rmino profusamente usado en este capítulo, compleidadF. A3rmar la compleidad de la política económica y los problemas a los 4ue debe 1acer frente no si*ni3ca para nada postular el uso de modelos analíticos u operativos de *ran enrevesamiento y so3sticación. Al contrario, en las dos d"cadas anteriores a la crisis, una visión de la realidad, 4ue en el fondo era muy simpli3cadora y apriorística, se intentó formalizar en modelos 4ue no pocas veces eran ine2tricablemente compleos. -us resultados nefastos a la vista están. A propósito de ello, en un te2to muy celebrado 4ue se centra en la política 3nanciera, a3rma AndreH :aldaneD 0as 3nanzas modernas son compleas, 4uizá demasiado compleas. 0a re*ulación de las 3nanzas modernas es complea, 4uizá demasiado complea. Esa con3*uración e2plica el problema. Así como no se combate el fue*o con el fue*o, no se combate la compleidad con compleidad. ebido a 4ue la compleidad *enera incertidumbre, no ries*o, e2i*e una respuesta re*ulatoria basada en la simplicidad, no en la compleidadF.S Es decir, en estas materias, frente a las mara8as teóricas #4ue con frecuencia lle*an a e2tremos 4ue muy pocos operadores en realidad entienden( o le*islativas, menos puede ser másF. e un modo parecido, 1ace tiempo 4ue ani /odri] viene ar*umentando acerca de 4ue la meor forma de reaccionar ante la compleidad de la vida social
no es idear modelos cada vez más elaborados, sino aprender cómo funcionan los diferentes mecanismos causales ^_F.T -i se aplica esto +ltimo, por eemplo, al ámbito de la política monetaria, se concluirá 4ue sería muc1o meor 4ue los bancos centrales contaran con modelos operativos sencillos, pero 4ue de un modo realista incorporaran la eventualidad de perturbaciones ori*inadas en el ciclo 3nanciero, 4ue otros muc1o más so3sticados 4ue, como ya 1emos dic1o, i*noran esos efectos. Por cierto, una característica muy notable y apenas destacada en la literatura sobre la evolución del ciclo en los a8os recientes es su comportamiento dispar en los diferentes *rupos de países, los industrializados por un lado y los emer*entes por otro. Cuando las economías del centro capitalista afrontaban la posibilidad nada 1iperbólica de un 1undimiento, en los meses más críticos de $&&Z, la meoría sorpresivamente rápida de economías como la c1ina, la india o la brasile8a, 1izo posible la recuperación del comercio mundial, contribuyendo *randemente a la estabilización *eneral. 0os países B/C-, 4ue en las primeras d"cadas de la moderna *lobalización 1abían sido el epicentro de episodios dramáticos de perturbación 3nanciera #desde el llamado e/ecto te5uila de 'ZZR al 3n de la convertibilidad ar*entina en $&&', pasando por las crisis del -udeste asiático en 'ZZT'ZZ6(, a1ora se convirtieron, contra la mayoría de los pronósticos, ya no en ori*en de perversos efectos dominó, sino en su rotundo freno. 0as fuertes reservas 4ue estos países 1abían acumulado, como consecuencia de las lecciones aprendidas en las crisis precedentes, u*aron como factor de estabilización de primer orden L por lo *eneral a trav"s de las compras efectuadas por sus fondos soberanosL frente a las fuertes turbulencias de los mercados. -in embar*o, la situación dio un completo *iro en los a8os sucesivos debido a la caída en los precios de las materias primas y al 1ec1o de 4ue las e2pectativas de un re*reso a la normalidad monetaria en Estados Unidos y Europa favoreció una intensa salida de capitales desde el mundo emer*ente 1acia el industrializado #en torno a un billón de dólares solamente entre los veranos de $&'Q y $&'R(. Una situación no demasiado diferente de la 4ue se daba antes de esta crisis. Cabe destacar 4ue ese comportamiento diferente del ciclo 1a sido 3nalmente una bendición, pues aun4ue 1a favorecido 4ue la evolución reciente de la economía internacional 1aya tenido muc1o de tobo*án, es indudable 4ue la no coincidencia en el tiempo de las simas en el ciclo permitió evitar lo 4ue 1ubieran sido, sin duda, males mayores. 5 no se trata sólo de una reOe2ión de carácter *eneralN si nos 3amos en al*o tan concreto como el sistema 3nanciero espa8ol, la distinta evolución del ciclo en la propia Espa8a y en Am"rica 0atina 1izo posible 4ue muc1as *randes empresas y,
desde lue*o, los *randes bancos espa8oles, consi*uieran sobrellevar pasablemente el conte2to *eneral de altos ries*osD cuando su ne*ocio se 1undió en la Península, los bene3cios de sus 3liales latinoamericanas aOoraron, permitiendo 4ue esos *randes *rupos al cabo de un tiempo se recompusieran. Ciclos intensamente marcados por las 3nanzas, ciclos internacionalizados, como no podía ser de otro modo en la deriva actual de una economía *lobal. Ciclos distintos, con sus fases e2pansivas y contractivas operando en diferentes momentos en unos países y otros. Cabe concluir 4ue nin*uno de los profundos cambios económicos e ideoló*icos de los +ltimos a8os 1a sido tan rotundo y si*ni3cativo como el derrumbe de la 4uimera de un mundo, al 3n, sin ciclos. P/
luc1a a favor de la estabilidad de precios. El obetivo de mantener una inOación muy baa #no superior por lo *eneral al $ [, 4ue en la práctica e4uivale a estabilidad de precios( se fue 1aciendo el principal obetivo de las políticas monetarias Lcuando no el +nico, como en los casos del Bundesban] y el Banco Central Europeo #BCE(L, ocupando estas +ltimas el corazón de la *estión macroeconómica. 0o 4ue ocurrió fue, por tanto, 4ue este destacadísimo problema de trade-o , sin 4ue nadie lo ne*ara como tal, deó de preocupar por la razón más sencillaD por4ue en la elección entre alternativas contrapuestas el modelo de política imperante daba siempre la misma y +nica respuesta. Al*o parecido aconteció con la contradicción entre e3ciencia e i*ualdad, tratada e2plícitamente como un problema de trade-o por la corriente principal de la economía desde la aparición del inOuyente trabao de Art1ur <]un en 'ZTR, E5uality and Eciency. Como ya se8alamos en el primer capítulo, tambi"n en este punto las prioridades 4uedaron 3adas sin 4ue mediara matización o e2cepción de determinados casosD lo primero y principal, sentenció la opinión mayoritaria entre los economistas, es obtener *anancias de e3ciencia, sin ponerles trabas a trav"s de mecanismos 4ue supuestamente act+en a favor de una mayor i*ualdad en el reparto de la renta y la ri4ueza. 7ampoco en este caso, por tanto, la teórica disyuntiva de la elección entre obetivos representaba un problema prácticoD sencillamente no 1abía elección, por4ue no 1abía posibilidad de alternancia. Pero con la crisis reciente todo esto parece 1aber cambiado. 0a nueva normalidad 4ue parece irse asentando es la de una a*uda tensión entre obetivos. 0a relación de los trade-o 4ue 1an alcanzado *ran prota*onismo en los +ltimos a8os y posiblemente contin+en teni"ndolo, al menos en la pró2ima d"cada, es e2tensaD reducir el peso de la deuda o impulsar el crecimientoN re*ulación 3nanciera más intensa versus reconstrucción del cr"ditoN simultaneidad de los austes interno y e2ternoN *anar competitividad o e2pansionar el consumoN crecimiento versus reducción de las desi*ualdadesN reactivación económica a corto o a lar*o plazo #yendo un poco más allá, entre tiempo económico y tiempo de calendario(N *estión de la demanda frente a reformas estructuralesN decisión basada en razonamientos puramente económicos frente a la ló*ica de la política Al*unas de esas discordancias constituyen 1ec1os obetivos y difícilmente evitablesN otras, teniendo tambi"n un componente real, responden sobre todo a preferencias o ideas muy inOuyentes, pero no pocas veces e4uivocadas. Conviene distin*uir entre unas y otras, para enmarcar correctamente la naturaleza del problema. Al fondo de ese paisae multiplicadamente contradictorio se encuentran dos fenómenos de *ran trascendencia Len realidad, dos aspectos del mismo y +nico
fenómenoL 4ue 1an complicado en alto *rado la ló*ica económica. Por un lado, está la tensión permanente entre mercados y políticas, 4ue constituía el obeto central de estudio en La torre de la arrogancia. 0os impulsos contrapuestos de unos y otras socavan con frecuencia las posibilidades de adoptar líneas de actuación co1erentes y bien premeditadas. Por otro lado, es imposible 1ablar de estos asuntos sin mencionar la moderna *lobalización. 5 es 4ue una parte importante de las encruciadas de la elección aparecen al considerar la apertura de la economía 1acia el e2terior. En ese sentido, es llamativo el uso repetido de t"rminos como dilema o trilema en los ar*umentos contemporáneos de economía internacional. El más conocido de todos es el trilema de la glo!ali"ación propuesto por ani /odri], se*+n el cual no es posible mantener al mismo tiempo la apertura internacional de un país, su soberanía y el eercicio pleno de la democracia. A ese mismo t"rmino 1a acudido tambi"n el nuevo economista efe del ;ondo 9onetario nternacional #;9(, 9aurice lobalizationF. Al referirse a los sucesivos trilemas de las políticas monetaria y 3nanciera, este autor destaca cómo la internacionalización de los Ouos 3nancieros 1ace más difícil la elección entre los obetivos internos de la política, así como el modo en 4ue la libertad de esos Ouos impide la e3cacia de las políticas re*ulatorias nacionales.'&
poderosos, y 4ue los condicionantes tecnoló*icos no lo facilitan. El gran tradeo de la deuda
Una vez reconocido ese trasfondo de la dinámica de la *lobalización, nos interesa centrarnos en las implicaciones 4ue todo ello tiene para las economías nacionales. A1í, sin duda, el papel principal y de más ardua resolución corresponde a la necesidad de ele*ir entre dos acciones 4ue a1ora mismo son cruciales #y como 1emos visto, se*uirán si"ndolo(D establecer un 1orizonte de desapalancamiento intenso y *eneral, y poner en marc1a un proceso de crecimiento económico sostenido. Es lo 4ue cabe denominar el gran trade-o de nuestro tiempo pues, ori*inado en el conte2to de cambio de piel del capitalismo al 4ue asistimos, condiciona en *ran medida todos los demás. \ste es un asunto 4ue ya conocemos bien. -e*+n 1emos mostrado en el capítulo $, en t"rminos *enerales el peso de la deuda en la economía internacional en su conunto 1a tendido a aumentar desde $&&6, mientras 4ue en los países más desarrollados 1a disminuido sólo en muy pe4ue8a proporción #debido sobre todo al aumento de las deudas soberanas(. e manera 4ue, si una reducción universal de la escala de la deuda a+n está por 1acer Ly en todo caso, más tarde o más temprano, se 1aráL, eso 4uiere decir 4ue las políticas a favor del crecimiento se encuentran a+n con un obstáculo decisivoD todavía está leos la posibilidad de 4ue los Ouos de cr"dito recuperen, no su dimensión desmesurada de antes de $&&6, pero sí al menos un *rado 4ue permita lubricar los procesos básicos de inversión y consumo. En la propia dinámica de evolución de la deuda y sus diferentes componentes encontramos ya al*unas notables contradicciones. espu"s de todo, el e2traordinario aumento de la deuda p+blica en numerosos países desarrollados a partir de $&&Z fue la consecuencia de decisiones políticas diri*idas a enu*ar las costosas consecuencias de la crisis de sobredeuda privada, ya fuese debido a los procesos de salvamento p+blico de la banca privada, ya por la necesidad de evitar el 1undimiento de la economía real inducida por la propa*ación del tumulto de las 3nanzas. 0a e2periencia de los +ltimos a8os muestra la di3cultad e2trema de avanzar al mismo tiempo en la reducción de todos los se*mentos de deuda. -i se intenta 1acer así, será imposible evitar recaer en la recesión.'$ e modo 4ue 3nalmente es muy probable 4ue la reducción pro*resiva de una parte #en este caso la deuda privada( se compense con el aumento de otra #la p+blica(. Esta situación de fondo e2plica al*unas de las contradicciones profundas en
4ue se 1an visto sumidas las políticas económicas en los +ltimos a8os, contradicciones 4ue están detrás de sus cambios diametrales de dirección en coyunturas críticas y tambi"n, obviamente, de al*unos de los errores cometidos por los dise8adores de las políticas. Ello 1a afectado de un modo diferente, pero siempre muy intenso y problemático, a las dos principales políticas instrumentales, la 3scal y la monetaria. En el caso de la política 3scal, el trade-o 1a alcanzado la má2ima visibilidad, encarnándose en el continuado dilema entre consolidar unas 3nanzas p+blicas cuyas cuentas se 1acían altamente inmaneables, y desarrollar estrate*ias anticíclicas para combatir las profundas tendencias recesivas o 1acia el estancamientoD asunto clave sobre el 4ue ya 1emos escrito un buen n+mero de pá*inas, por lo 4ue a1ora ya no insistiremos en ello, salvo para destacar dos aspectos. El primero es el de su fuerte proyección 1acia el futuroN es decir, 4ue se trata de un problema del 4ue ya sabemos 4ue muy difícilmente acabará a4uí. 0o 4ue conduce a su se*undo aspecto destacableD debido a una toma de conciencia bastante amplia sobre la *ravedad de este problema se 1an multiplicado las propuestas teóricas para 1acerle frente, renovándose con ello, al menos en cierto *rado, el pensamiento macroeconómico en este ámbito. 0as sucesivas propuestas de
para evitar más efectos secundarios indeseables #en el caso norteamericano, despu"s de muc1os retrasos, ello ocurrió ya avanzado $&'R, mientras 4ue el BCE prolon*ará esa política 1asta al menos $&'T(. -e trata, sin embar*o, de una decisión difícil, por el miedo a 4ue los problemas a los 4ue durante los +ltimos a8os se fue 1aciendo frente mediante el uso de esos instrumentos poco convencionales reviertan rápidamente con su retirada.'R Es decir, estamos ante un trade-o en estado puro. e 1ec1o, puede verse en propuestas tan poco comunes, como la del 1elicóptero monetario, el intento de escapar de la contradicción entre obetivos 4ue estamos estudiando 0a consideración del problema anterior nos permite plantear una cuestión 4ue en las d"cadas anteriores fue infrecuente y 4ue, sin embar*o, se 1a dado con intensidad a partir de $&&6D la del anudamiento de los trade-os. Es decir, a4uella situación 4ue se da cuando se plantea una solución a cierto problema de inconsistencia de obetivos, y esa solución da lu*ar a un nuevo problema en torno al cual sur*en nuevas e importantes disyuntivas. En el caso especí3co de las políticas monetarias ultrae2pansivas, la necesidad de dar respuesta al *ran trade-o de deuda puso en marc1a al*unos mecanismos 4ue, se*+n 1emos visto, ori*inaron fuertes tensiones entre recuperación económica e i*ualdad. Un inOuyente informe de la Broo]in*s nstitution planteó con acierto esas contradicciones en el terreno del entrecruzamiento entre economía y política, al proclamar 4ue sus implicaciones redistributivas adversas 1ace a las políticas de relaación cuantitativa insostenibles políticamente a medio plazo.'S Cuando se coloca el problema del *ran trade-o de deuda en el centro del análisis de los problemas de la política económica de estos a8os turbulentos, se entienden meor, creemos, buena parte de las improvisaciones y los cambios de rumbo y la b+s4ueda, con frecuencia en t"rminos dramáticos, de soluciones nuevas. 5 tambi"n la aparición en los debates acad"micos y p+blicos de al*unas propuestas de solución realmente traumáticas, 4ue su*ieren 4ue la situación de fondo si*ue teniendo muc1o de e2cepcional. Kos referimos, por eemplo, a la cada vez más frecuentada idea Ltan a contracorriente de la cultura económica de las +ltimas tres d"cadasL de 4ue una inOación demasiado baa puede lle*ar a ser un problema, y 4ue, por el contrario, una dinámica de crecimiento de los precios de en torno a un R o un S [ anual podría contribuir a solucionar de un modo relativamente sencillo los problemas de servicio de la deuda. Pero, como ya 1emos advertido en el capítulo $, 1ay medidas políticas muc1o más radicales 4ue en los +ltimos a8os 1an sido defendidas por economistas a los 4ue se suele considerar como plenamente ortodo2os. Carmen /ein1art y
Jennet1 /o*o, por eemplo, 4ue al*o 1an demostrado saber sobre las tendencias 1istóricas de la deuda, 1an su*erido de un modo repetido la necesidad de avanzar 1acia procesos de reestructuración 4ue incluyan 4uitas en el valor nominal de los contratos. 5 no sólo para un país como >recia, sino como un criterio a tener en cuenta para dear atrás una situación *eneral de car*as de deuda fuera de escala. 5 yendo a+n más leos, en la obra de ese tipo de autores no faltan alusiones a la posibilidad de reintroducir una represión 'nanciera directa #una e2presión tab+ durante las tres d"cadas precedentes para los or*anismos en 4ue muc1os de esos autores trabaan, como el ;9( si se 4uiere cortar de verdad la raíz del problema de sobreendeudamiento. Ante los bene3cios 4ue se derivarían de los mecanismos de reestructuración palidecen sus eventuales efectos adversos, sobre todo en t"rminos de reputación ante los mercados #1asta 1ace poco casi la +nica vertiente del problema considerada en la literatura(.'T irectamente relacionada con esa cuestión está la disyuntiva 4ue se abre ante las reformas 3nancieras, 4ue necesariamente debieran superar la regulación de to5ue ligero 4ue tantos problemas 1a causado. ?ebieran reforzarse los andamiaes re*ulatorios@ ?Constituye una necesidad ineludible controlar estrictamente y restrin*ir los productos y procedimientos más peli*rosos, como la banca en la sombra y el proceloso mundo de los derivados@ ?Es imprescindible reforzar las bases de capital de los establecimientos de cr"dito@ 0as respuestas a estos interro*antes son decididamente a3rmativas. El problema es 4ue poner en marc1a reformas en esa dirección mientras el peso de la deuda si*ue siendo abrasivo pudiera ocasionar un lastre notable y un retraso para la recuperación del crecimiento. En ese sentido, el camino 1acia el pleno cumplimiento del nuevo sistema de coe3cientes de Basilea L4ue debiera tener lu*ar al 3nal de esta d"cadaL 1a presionado en varios momentos de los +ltimos a8os sobre las necesidades de li4uidez de numerosos bancos #poni"ndolos incluso en situación de cierta di3cultad para superar las pruebas de esfuerzo realizadas en Europa o Estados Unidos(. Por ello, puede verse esta situación como un trade-o entre el corto y el lar*o plazo de las 3nanzas. Es decir, entre la necesidad de impulsar un sistema bancario sano y sólido, con *arantías de ser sostenible en el tiempo, y las ur*encias de canalizar Ouos de cr"dito su3cientes para apuntalar la recuperación.
En los +ltimos a8os las políticas económicas se 1an visto minadas tambi"n por otras situaciones de viva contradicción entre obetivos. En al*unos de estos
casos, a diferencia de lo 4ue ocurre con el *ran trade-o de deuda y sus m+ltiples encruciadas, ya no se trata de fenómenos obetivos y en *ran medida inevitables. Por el contrario, 1ablamos de elecciones especí3cas de los *obernantes, 4ue tienen 4ue ver con sus criterios, ideas o intereses. -e trata, en todo caso, de problemas 4ue restan *rados de consistencia interna a la política *eneral, y 4ue no parece, desde lue*o, 4ue vayan a menos de cara al futuro inmediato. Una de esas situaciones de tensión entre obetivos centrales de la política es la 4ue afecta a la línea de reformas a favor de la competitividad frente a las condiciones en las 4ue se mueve la *estión macroeconómica. -i nos 3amos en las economías de la Unión Económica y 9onetaria #UE9(, la coincidencia en el tiempo de las reformas estructurales y un proceso de dura consolidación 3scal 1a traído consecuencias ne*ativas, no solamente en t"rminos de la sustentabilidad política de las primeras, sino tambi"n por4ue una fuerte contracción 3scal puede 1acerlas indeseables,'6 convirtiendo el conunto de la política en un poderoso mecanismo procíclico. )eámoslo a1ora para el caso concreto de Espa8a. Es claro 4ue una de las pautas fundamentales de las reformas estructurales espa8olas se centra en la devaluación interna por la vía de la presión sobre los salarios. 0a reforma laboral de la primavera de $&'$, por eemplo, aun4ue no lo reco*iera como un 3n e2preso, buscaba reducir los salarios mediante una reducción de la capacidad ne*ociadora de los a*entes del mercado laboral. 0a devaluación salarial 1a sido, de 1ec1o, un mecanismo básico a trav"s del cual 1a avanzado el auste de la economía espa8ola desde la e2plosión de la burbua. El salario medio real de 3nales de $&' representaba el ZS,6 [ de su valor en $&&T.'Z 5a 1emos dic1o más atrás 4ue "sta es una senda acaso demasiado fácil Lsi las condiciones políticas y sociales del momento lo permitenL para obtener *anancias de e3ciencia y competitividad por parte de una economía productiva. El dise8o de una verdadera estrate*ia industrial, la meora tecnoló*ica y educativa o la atención a la productividad total de los factores, rinden, sin duda, resultados meores a lar*o plazo. Pero, en determinadas condiciones, la contención salarial puede ayudar bastante en esa tarea #sobre todo si el tipo de cambio es intocable, como a1ora ocurre(D al*o así ocurría en Espa8a en $&&6. El problema es 4ue esa estrate*ia Lademás de no 1aber sido ne*ociada, y 1aber carecido de elementos de compensación, por lo 4ue 1a contribuido *randemente a la *eneración de malestarL 1a sido, por una parte, e2cesivaN y por otra, 1a coadyuvado al mantenimiento de un clima contractivo durante demasiado
tiempo. Este +ltimo aspecto, 4ue 1a llamado la atención de numerosos observadores, como la
Ko 1acía falta lle*ar a estos tiempos difíciles para entender 4ue del platonismo del razonamiento económico no puede venir nada bueno. 0a economía nació como economía política y 1ubo 4ue esperar a la transformación metodoló*ica de 3nales del si*lo !! #la llamada revolución neoclásica( para 4ue se a3rmara la pretensión de ser una ciencia pura 4ue nada tenía 4ue ver con el resto de las ciencias sociales, capaz de formular sus ar*umentos y de proponer sus soluciones al mar*en de los condicionantes 1istóricos, políticos y sociales. 7odo ello fue un error *i*antesco 4ue, aun corre*ido o matizado en al*unos momentos y por parte de ciertos autores o escuelas, se 1a mantenido 1asta nuestro tiempo.$' Esa pretensión no sólo 1a deado sus notables consecuencias en el terreno intelectual, sino tambi"n en el de la política práctica. En este +ltimo ámbito se puede decir incluso 4ue la pretensión de aceptar como irrelevantes los efectos políticos de las decisiones económicas 1a lle*ado en las +ltimas d"cadas más leos 4ue nunca, pues la propia condición subalterna de la política democrática frente a la economía #es decir, de los despresti*iados suetos del ámbito p+blico frente a los operadores privados( así lo favorecía. El caso es 4ue, si re*resamos por un momento a las reformas, con frecuencia 1an sido evaluadas sólo por las supuestas ventaas o inconvenientes puramente económicos 4ue acarreaban. Así ocurrió, por eemplo, con las reformas del llamado Consenso de Was1in*ton, 4ue se aplicaron en numerosos países en desarrollo 1ace un par de d"cadas con tanta intensidad como malos resultados. Esto +ltimo llevó a 4ue or*anismos como el Banco 9undial #B9( identi3caran ya a 3nales de los a8os noventa como *ran causa de a4uellos fracasos el empe8o en aplicar fórmulas económicas doctrinarias e indiferenciadas a entornos políticos e institucionales 4ue entraban en abierta contradicción con ellas.
Pues bien, al*o muy parecido a eso 1a ocurrido en los +ltimos a8os en el mundo industrializado. En un importante artículo ya citado #Economics versus Politics. Pitfalls of Policy AdviceF(, aron Acemo*lu y ames /obinson 1an llamado la atención sobre las p"simas consecuencias 4ue pueden derivarse de la no consideración de las implicaciones políticas de los cambios económicos. 0as reformas económicas tienen por lo *eneral efectos de se*unda vueltaF 4ue se observan en el campo político, lo 4ue en determinadas condiciones, y si esos efectos entran en conOicto con la estructura económica *eneral, puede fácilmente provocar un impacto adverso tambi"n en el campo de la economía. 7odo lo ocurrido en el escenario político europeo no 1a 1ec1o sino con3rmar esa secuencia de fenómenos. El empe8o en usar e2clusivamente la ló*ica y el cálculo económicos, en un sentido muy estrec1o, conduo a dise8ar políticas coyunturales y reformas a lar*o plazo 4ue, al mar*en de sus defectos intrínsecos, acabaron por presentar otra dimensiónD la de provocar un enorme malestar social y político 4ue se 1a traducido en una ruptura *eneral del sistema tradicional de partidos, con la aparición o ascensión meteórica de fuerzas antisistema.$$ Con todo ello, el *rado de incertidumbre política se 1a multiplicado en casi todos los países, y esa situación cada vez menos previsible se acaba trasladando al futuro de esa política y esas reformas. 0a advertencia de Acemo*lu y /obinson no puede ser más clara y certeraD Kuestro ar*umento es 4ue el análisis económico necesita identi3car teórica y empíricamente las condiciones bao las cuales la política y la economía entran en conOicto, y evaluar las propuestas 4ue lo tomen en consideraciónF. -u conclusión es 4ue las consecuencias políticas de una reforma pueden provocar efectos económicos contrarios a los pretendidosD :ay 4ue ser particularmente cuidadosos con los impactos políticos de reformas 4ue cambian la distribución de la renta en una dirección 4ue bene3cie a los *rupos ya poderosos. En esos casos, políticas económicas bien intencionadas ^_ podrían crear consecuencias adversas si*ni3cativas de cara a los e4uilibrios políticos futurosF.$ Este anudamiento de efectos tan perceptible viene a complicar notablemente el problema de los trade-os. Ko es sólo 4ue el responsable de dise8ar las políticas se vea obli*ado a ele*ir entre obetivos económicos deseables, y por tanto a renunciar en ciertos momentos a uno de ellos. Es 4ue los e4uilibrios económicos y políticos interact+an y se condiciona mutuamente. 0o 4ue, de nuevo, obli*a a elecciones difíciles y mutantes en el tiempo. KUE)A- K-77UC
0a >ran /ecesión y su cadena de consecuencias 1an traído tambi"n al primer plano la cuestión de la creciente compleidad en lo 4ue se re3ere a la de3nición de las instituciones básicas de la política económica. -abemos ya 4ue, durante las d"cadas precedentes, a lo lar*o y anc1o del mundo se fue imponiendo un es4uema institucional sobre tres elementos nodalesD la apertura *eneral de las 3nanzas, el criterio de re*las meor 4ue discrecionalidadF para la decisión política y la independencia de los bancos centrales. En este +ltimo punto nos centraremos a1ora. :ubo buenos motivos detrás de la implantación en todo tipo de países del modelo de banca central independienteD la necesidad de luc1ar en primer lu*ar contra la inOación #para lo 4ue ese modelo es indiscutiblemente meor 4ue cual4uier otro( o la necesidad de sustraer la política monetaria de las contin*encias electorales. -in embar*o, el modelo 4uedó seriamente socavado por la lle*ada de la crisisD los estudios empíricos sobre esa cuestión demuestran 4ue el *rado medio de independencia retrocedió a partir de $&&6, por primera vez en d"cadas, debido a las necesidades crecientes de afrontar los problemas de e2ceso de deuda, inestabilidad 3nanciera y aumento del desempleo.$Q 0as dos razones más contundentes 4ue estuvieron detrás de esa evolución son bien conocidasD la primera es la di3cultad de coordinación entre políticas monetarias y 3scales 4ue puede provocar la independencia operativa entre las dos autoridades 4ue intervienen, el banco central y el 9inisterio de :acienda. -i ese tipo de problemas puede restar co1erencia al conunto de la política en cual4uier circunstancia, en conte2tos de contracción y multiplicación de los ries*os tal posibilidad se convierte en e2plosiva. Por eso, en esas circunstancias, el "nfasis en la independencia tiende a desaparecer.$R e cara a la compleidad económica de los pró2imos a8os, frente a la persistencia de altas deudas y ante las amenazas de estancamiento, la cooperación estrec1a entre los principales responsables de dise8ar las políticas será una necesidad ineludible. 0o cual compromete la idea de fuerte independencia de uno de ellos, el banco central, al menos tal y como se entendía en las d"cadas precedentes.$S 0a se*unda razón es la duda 4ue ese modelo institucional de independencia ori*ina en t"rminos de le*itimación democrática. Una duda a1ora obvia para la mayoría, pero a la 4ue antes de $&&6 Lotro *rave problema olvidadoL pocos parecían dar al*una importanciaD el 1ec1o de 4ue una política con un peso tan marcado en el conunto de la decisión p+blica, como es la monetaria, 4uede con3nada en or*anismos no ele*idos c1oca muy visiblemente con la ló*ica de la democracia. /adica a4uí uno de los motivos de insatisfacción más marcados con el
funcionamiento de los sistemas políticos, ori*en de un creciente y cada menos difuso malestar, 4ue estudiaremos en el capítulo si*uiente. -in plantearla en t"rminos absolutos, ante esa difícil cuestión se pueden proponer al*unos remedios paliativos. El 4ue más 1ay 4ue tener en cuenta es la e2tensión de una amplia y efectiva transparencia sobre los procedimientos de decisión de los bancos centrales. /especto a este punto, se 1an producido al*unos movimientos interesantes en al*unos de ellos a lo lar*o de los +ltimos a8os. Por delante 1a ido el Banco de n*laterra, en el 4ue su siempre innovador *obernador 9ar] Carney 1a impulsado la publicación de informes 4ue antes eran con3denciales y de los re*istros de votación en el conseo del or*anismoN$T por el contrario, en el caso del BCE los avances re*istrados en estos importantes aspectos son muy escasos, con lo 4ue sus problemas de le*itimidad se 1acen más visibles. Además de las dos *randes razones se8aladas, 4ue vienen de atrás, 1ay un tercer motivo L"ste en *ran medida nuevo, sur*ido en los a8os de crisisL 4ue obli*a a un replanteamiento de la independencia de los bancos centralesD su asunción de amplias e importantes tareas de re*ulación 3nanciera. Antes de $&&6 predominaba una división clara entre los obetivos de estabilidad 3nanciera y e4uilibrio monetario, 4ue por lo *eneral se con3aban a or*anismos diferentes #en un es4uema a la 7inber*enF de dos obetivos V dos instrumentos, 4ue evidenciaba esa característica de simple"a general de la idea de política económica a la 4ue ya 1emos aludido(. -in embar*o, como ya sabemos, en el nuevo consenso 4ue se va formando una y otra meta aparecen asociadas en lo más profundo. Pues bien, en esa línea de acuerdos tambi"n aparece con fuerza el razonamiento de 4ue el principio de independencia debe ser deado de lado en lo 4ue tiene 4ue ver con la re*ulación. Por eemplo, en la importante conferencia de e2pertos internacionales /et1in]in* 9acro Policy F, de mayo de $&'R, se concluía 4ue el consenso *eneral es 4ue ^_ los bancos centrales deben retener plena independencia en relación con la política monetaria tradicional, pero "se no puede ser el caso para las 1erramientas de re*ulación o macroprudencialesF.$6 El problema de las disyuntivas de obetivos, por tanto, 1a lle*ado para 4uedarse, complicando notablemente la de3nición de las instituciones económicas básicas. En cuanto al se*undo *ran referente institucional de las políticas económicas contemporáneas Lla preferencia por las re*las frente a los procedimientos discrecionales para la toma de decisiónL, las razones 4ue lo avalan si*uen siendo poderosasD conocemos, sobre todo, 4ue el sistema de re*las despea el escenario político de un buen n+mero de elementos de incertidumbre, al saber el conunto de los a*entes a 4u" atenerse frente a las eventuales ocurrencias u
oportunismos del *obernante de turno. Con ello, la política se 1ace más con3able, y ello en sí mismo debiera favorecer la estabilidad económica. -iendo los ar*umentos teóricos bastante 3rmes, no nos cabe duda de 4ue su aplicación en períodos de estabilidad *eneral trae consi*o ventaas importantes. Pero a1ora no estamos en un tiempo de esas características, ni probablemente lo estaremos en un futuro 4ue podamos prever. Kuestro tiempo es de di3cultad y permanentes disyuntivasN y ante "stas ya 1emos se8alado 4ue no caben vías de solución +nicas y permanentes, 4ue es lo 4ue se supone 4ue ofrece la aplicación de una re*laD una respuesta perfectamente conocida de antemano. Ante la acumulación de *raves encruciadas para la decisión, el lema re*las meor 4ue discrecionalidadF es un pobre y probablemente perudicial principio de solución. 9alamente se derivará de ello, en esas condiciones, ventaa al*una en t"rminos de credibilidad, entre otros motivos por4ue ante peli*ros mayores las re*las acabarán siendo violadas #y ya se sabe 4ue lo peor 4ue puede ocurrir a 4uien busca la credibilidad es 4ue 1aya una norma y "sta no se cumpla(. Es lo 4ue en La torre de la arrogancia llamamos el dilema de la re*laFD para ser efectiva una re*la tiene 4ue ser irreversibleN en tiempos de bonanza, con la política re*lada todo parecen ser bene3cios, pero cuando las tornas cambian y el ciclo muestra su cara más 1ostil, llevarla 1asta el 3nal suele conducir a una tra*edia. ?El 3nal de la 1istoria@ Pues sencillamente 4ue la re*la supuestamente irreversible revierte, con lo cual se lle*a al peor de los mundos posibles. Bueno para las e2pansiones, pero portador de *raves problemas en las contracciones, el r"*imen de re*las transita por una zona de profundas contradicciones, 4uizá debido a 4ue i*noramos cómo 1acer para pasar ordenadamente 1acia el r"*imen inverso, el discrecional. Ko es raro, por tanto, 4ue ese fondo de contradicciones vaya deando un rastro en la política prácticaD si nos 3amos en las re*las más com+nmente utilizadas, las de política 3scal relativas al d"3cit y la deuda p+blica, durante los a8os de crisis 1a 1abido de todoD incumplimientos *eneralizados #es bien sabido 4ue entre los países miembros de la UE9 la re*la de deuda apenas 1a sido cumplida por nadie durante a8os( unto a reforzamientos del ran*o le*al de la norma, 4ue 1a llevado a incluirlas en las constituciones de diversos países #entre ellos, en Espa8a en $&''(. 7odo ello con un notable trasfondo conOictivo 4ue 1a conducido a 4ue, leos de su tradicional carácter t"cnico o acad"mico, esta cuestión se 1aya convertido en una materia de controversia y luc1a política de primer orden. 7odo lo anterior remite a la posibilidad de 4ue se produzcan cambios en las instituciones 4ue 1an sido claves en el modelo político económico de las +ltimas
d"cadas. Pero 1ay una se*unda cuestión acaso más interesante a+nD ?cabe pensar 4ue sur*irán nuevas instituciones 4ue sean realmente acordes con la nueva situación 4ue se va dibuando@ Es claro 4ue, si nos centramos en un ámbito tan importante como el del funcionamiento de los mercados 3nancieros, en estos a8os ya 1a sur*ido una pl"yade de normas, procedimientos y or*anismos nuevos #otra cosa, 4ue ya 1emos e2aminado anteriormente, es 4ue est"n siendo efectivos y realmente si*ni34uen un cambio profundo en las estructuras de esos mercados y esas políticas(. Kuestra reOe2ión debe ir más leos de esa mera constatación. A lo lar*o de los capítulos anteriores se 1a ido dibuando un panorama nuevo de funciones económicas del Estado, las cuales tienen 4ue ver con nuevas formas de entender la trama de relaciones entre Estado, mercado y sociedad. Así, se 1abla con buenas razones de Estado emprendedorF o de distribución primaria de la rentaF. 0a pre*unta en relación con todo ello esD ?no se debiera traducir la necesidad de cumplir esas funciones en la creación de nuevas instituciones@ ?Ko asistiremos a una recon3*uración institucional del capitalismo@ )eámoslo para el caso del Estado emprendedor. /edescubierto su importante papel en la buena marc1a de al*unos de los ámbitos más dinámicos de la economía contemporánea Lfrente a la acumulación de tópicos de ine3cacia natural e insuperableL, en nin*+n caso ello puede 4uedarse en el ámbito de la reOe2ión. Al contrario, se re4uiere dar pasos muy directos y efectivos para 4ue esa actividad impulsora de la inversión en innovación y cambio t"cnico, en sectores tan si*ni3cados como el de las tecnolo*ías de la información, la biomedicina o las nuevas fuentes ener*"ticas, 4uede reconocido en estructuras institucionales propias y *enere los debidos retornos al propio Estado #pues ya 1emos se8alado 4ue es inaceptable 4ue mientras las crisis 3scales se a*udizan por casi todas partes, los bene3cios derivados de pro*ramas p+blicos de inversión en innovación, 4ue incorporan elevados ries*os, no se traduzcan en mayores recursos para los estados(. Poner en marc1a mecanismos efectivos para esto +ltimo re4uerirá de una importante rede3nición institucional. Es difícil precisar a1ora 4u" tipo de or*anismos y 4u" procedimientos son los adecuados para cumplir esas nuevas funciones, pero sí parece claro 4ue no podrán tener 4ue ver con los vieos instrumentos de control ni con una idea de *estión burocrática de las relaciones entre poder político y mundo empresarial. En relación con este asunto, 4ue tan relacionado está con la meora de la e3ciencia económica, un nuevo espectro de instituciones está a+n por descubrir y poner en marc1a. 5 al*o parecido ocurre
tambi"n para el caso de la distribución de la renta, con la eventual asunción de tareas de asi*nación primaria por parte del Estado. Ello forma parte del proceso *eneral de reconstrucción de la idea de política económica 4ue, con todas sus contradicciones, lastres y retrocesos, se va per*e8ando de cara a los pró2imos a8os o d"cadas. P<07CA ECran /ecesión es 4ue esa polaridad recuerda demasiado la viea 1istoria del asno de BuridánD de tanto oscilar entre una y otra opción, el pobre borrico acaba muriendo de 1ambre. Un elemento importante a tener en cuenta a4uí es el de las dudas 4ue 1a abierto la reciente crisis en cuanto al tipo de relación entre políticas p+blicas y mercados 3nancieros 4ue predominará en el futuro. Puesta en cuestión de un modo radical la idea de 4ue los mercados uz*an siempre Ly dictan sentenciaL con criterios perfectamente racionales la calidad de las políticas, lo cierto es 4ue la camisa de fuerza de los mercados 1a operado en al*unos lu*ares de forma más opresiva 4ue nunca #así 1a ocurrido muy destacadamente en Europa despu"s de $&'&(. Cómo se orienten en los pró2imos a8os y d"cadas esas relaciones depende críticamente del modo en 4ue se resuelva el proceso de desapalancamiento, y tambi"n, naturalmente, de 4ue se manten*a o no la dinámica de *lobalización 3nanciera en sus t"rminos actuales. Con la car*a de incertidumbre 4ue todo ello trae consi*o, parece razonable coneturar 4ue serán las formas intermedias de or*anización de las relaciones entre mercados y política Luna amplia *ama de *risesL las 4ue se irán abriendo camino. 5 ello se re3ere no solamente a la b+s4ueda de soluciones prácticas a los problemas, sino tambi"n a su formulación en t"rminos abstractos, teóricos. Esto 4uiere decir 4ue, poco a poco, todo el fondo de anomalía y conOicto 4ue la crisis reciente 1a ido deando como poso, y 4ue a4uí se 1a ido reco*iendo capítulo a capítulo, está transformando la noción misma de política económica y la teoría 4ue intenta e2plicarla. A3rmar 1oy, como era frecuente 1ace no tanto tiempo, 4ue la política óptima es a4uella 4ue *arantiza la *eneración de *anancias de credibilidadF, parece una simpleza. ;rente a las m+ltiples y cambiantes encruciadas a las 4ue debe enfrentarse la decisión política, no cabe una +nica respuesta 4ue se manten*a en el tiempo, ni la de3nición de un +nico obetivo estable y permanente. Al contrario, la a*enda de la decisión políticoeconómica debe ser no solamente pra*mática y adaptativa, sino tambi"n asumir un carácter
alternante. 0o cual, en +ltimo t"rmino, nie*a la posibilidad o conveniencia del intento de de3nir una política permanentemente óptimaF, pues no 1ay una *uía política de3nitiva.$Z 5 lo mismo vale para las instituciones básicas 4ue 1an de servir para la construcción y aplicación de esas políticasD para ser e3caces deben acoplarse a la dinámica mutante de la realidad y sus problemas. En este punto será +til recordar lo 4ue decía >unnar 9yrdal en su importante obra ya citadaD A cada momento nos enfrentamos con la elección de mantener la ordenación social tal como es o cambiarla. Puede ser cambiada en un n+mero de direcciones diferentes, de maneras distintas y, sobre todo, en *rados diversosF.& Kada, por tanto, 4ue pueda ser desa3ado con una +nica fórmula sumaria y concluyente. Aun4ue en este libro no pretendemos internarnos en estos asuntos, cabe se8alar 4ue esa visión de los procesos políticoeconómicos se traslada necesariamente al campo de su interpretación teórica. Es decir, a la teoría de la política económica, área intelectual 4ue más allá de los modelos a la 7inber*en o los 4ue todo lo re3eren a las *anancias de credibilidad, se encuentra a1ora mismo en plena transformación.' Ko es un simple ue*o de palabras a3rmar 4ue la política económica debe ser a1ora, si cabe más 4ue nunca, economía política. '. 0os ar*umentos a4uí contenidos fueron tomando forma en al*unos de nuestros trabaos comunes anteriores. Es el caso de Arias y Costas #$&'(, >reat /ecession and Economic PolicyD /oots and Conse4uencesF # o Costas y Arias #$&'R(, Crecimiento, crisis y formación de políticas económicasF . $. Arias y Costas #$&'$(, p. $T'. . Particularmente si*ni3cativas fueron las a3rmaciones de /obert 0ucas, por una parte, y de >ordon BroHn, por otra. )"ase Arias y Costas #$&'$(, capítulo Q. Q. )"ase Borio #$&'(. R. 0os mani3estos a favor o en contra de determinadas propuestas político económicas Lal*o 4ue era muy raro antes de $&&6L se 1icieron muy frecuentes en los primeros a8os de la crisis. Aun4ue se 1an ido espaciando, 1an se*uido publicándose documentos de ese tipo en los +ltimos a8os. Un eemplo es el del 9ani3esto de los TZF, 3rmado por muc1os economistas de primer ran*o contra la política presupuestaria británica en $&'R #
S. :aldane #$&'$a(. T. . /odri]D 0os economistas frente a la economíaF, Pro;ect Byndicate , '& de septiembre de $&'R. )"ase tambi"n /odri] #$&'R(. 6. )"ase Jirsc1en et al. #'ZT6(, p. $S. Z. El planteamiento canónico del problema del trade-o se encuentra en el vieo libro de an 7inber*en #'ZRS(, en cuyo capítulo ' se estudian las consecuencias indeseadas de las inconsistencias entre 3nesF. Para afrontar ese problema, 7inber*en construyó su famoso modelo de un mismo n+mero de instrumentos y obetivos #un instrumento para cada obetivo(. '&. Este trilema es conocido en la literatura económica desde 1ace tiempo, pues 4uedó reco*ido en el modelo 9undell;lemin* de economía internacional. En los +ltimos a8os se 1a planteado de un modo más radical y crítico. ''. )"anse /odri] #$&''(,
representaban el S, [ del PB espa8ol, en $&' superaban apenas el R [. <7D nforme mundial sobre salarios $&'QV$&'RF. $&. )"ase unnar 9yrdal uno de sus libros fundamentales, El elemento político en el desarrollo de la teoría económica. )"ase 9yrdal #'ZR(. $$. En realidad, aun4ue en el período reciente ese malestar se 1aya 1ec1o particularmente visible, la relación entre políticas *eneralizadas de recortes 3scales y creciente conOicto social 1a sido una constante 1istórica. Ponticelli y )ot1 #$&''( mostraron para un período de noventa a8os #'Z'Z$&&Z( el aumento de todo tipo de manifestaciones de violencia política y social en períodos de fuerte restricción 3scal. $. Acemo*lu y /obinson #$&'(. $Q. Un eemplo sería el estudio realizado sobre QR bancos centrales por 9asciandaro y /omelli #$&'R(. $R. El primero en reconocerlo fue el anterior presidente de la /eserva ;ederal, Ben Bernan]e #por eemplo en su discurso sobre apón de $&& ante el Conseo de >obernadores de la ;ed, y en ac]son :ole, en $&'&(. $S. )"ase el interesante análisis en ese sentido de 9cCulley y Pozsar #$&'$(. $T. esde $&'R el Banco de n*laterra publica un blo*, Ban] Under*round #1`pDVVban]under*round.co.u]V( 4ue revela aspectos de su política antes inase4uibles. )"ase :oHard aviesD nformes con3denciales de los bancos centralesF, Pro;ect Byndicate , $T de a*osto de $&'R. 7ambi"n orn #$&'R(. $6. El te2to corresponde al resumen de <. Blanc1ard #7en 7a]eaHays from t1e /et1in]in* 9acro Policy. Pro*ress or Confussion@F, ;9(. 0a conferencia está reco*ida enD 1`pDVVHHH.imf.or*Ve2ternalVnpVseminarsVen*V$&'RVmacroV $Z. )"ase Arias y Costas #$&'$, $&'(. &. 9yrdal #'ZR(, p. $'. '. Un Ouo creciente de literatura nueva va desembocando en esa dirección.
Es el caso de una interesante aportación reciente del economista avid Colander y el físico /oland Jupers, 4uienes 1an intentado aplicar al campo de la política económica los conceptos de la moderna ciencia de los sistemas compleos. )"ase Colander y Jlupers #$&'Q(.
CAP7U0< 6 A modo de conclusiónD capitalismo, democracia y moral p+blica Kuestra incapacidad es discursiva. ^_ -implemente no sabemos cómo 1ablar sobre estas cosas. 7uando los *ec*os cam!ian , $&'R El destacado e2perto en or*anización de empresas William 0azonic] a3rmaba en un artículo de $&'$D 9uc1os de nosotros sabemos en 4u" consiste una economía próspera. 0a *ente 4ue desea un puesto de trabao no tiene problema para encontrarlo. A4uellos 4ue se proponen se*uir una carrera pueden acumular la su3ciente e2periencia de trabao para 1acerlo. ^_ Cuando el trabao 1a sido 1ec1o, se 1a acumulado la e2periencia y las empresas están en pleno funcionamiento, la economía próspera *enera una distribución de la renta 4ue la mayoría de la *ente ve como usta. 0a economía próspera tiene una amplia y estable clase media ^_. 0a e2pectativa inter*eneracional es 4ue los 1ios vivirán meor 4ue sus padres ^_.' -i esta visión es acertada, parece fuera de duda 4ue la de estos tiempos se alea bastante de la idea de una economía prósperaF. 0a cadena de dese4uilibrios, di3cultades y dilemas 4ue 1emos ido presentando en los capítulos anteriores, no son cosa de un momento o de unos pocos a8os. -e trata de tendencias 4ue están encastradas en la dinámica profunda del sistema económico y social en el 4ue vivimos. Un sistema al 4ue solíamos llamar capitalismo, pero para el cual durante las +ltimas d"cadas adoptamos una denominación más as"pticaD economía de mercado. Con la crisis, sin embar*o, 1a retornado el vieo y descarnado vocablo, capitalismo, sobre cuyo futuro se 1an abierto de pronto numerosos debates. Por4ue en estos a8os difíciles se 1a manifestado con toda crudeza al*o 4ue, como ya 1emos destacado más atrás, no es nuevo, sino 4ue se 1abía venido fra*uando silenciosamente a lo lar*o de las +ltimas d"cadasD la mutación de al*unos de los elementos centrales de la estructura económica. En este capítulo 3nal, además de recapitular nuestras principales conclusiones, e2aminaremos cuál es el sentido de ese proceso de cambio y los retos 4ue trae apareados. Es al*o 4ue
consideramos prioritario para a4uellos 4ue Lcomo nosotrosL creen en la necesidad de un capitalismo inclusivo. 0A KUE)A PE0 E0 CAP7A0-9< ?-e puede 1ablar de un nuevo capitalismo, de características notablemente diferentes a las del pasado@ -i nos 3amos en la evolución de las economías industrializadas de las +ltimas d"cadas Lcon la línea de demarcación en c. 'Z6&L encontramos dos notas fundamentales 4ue nos acercan a una respuesta a3rmativa al interro*ante anteriorD la dimensión ultra3nanciera y la marcada tendencia 1acia la desi*ualdad. Ambas orientaciones L4ue 1an sido puestas de mani3esto en los capítulos anterioresL están interrelacionadas, y traen consi*o una pl"yade de cambios, la mayoría de ellos muy problemáticos. Con ese trasfondo, las coordenadas espaciotemporales de la economía 1an mutado en profundidad. -i, por un lado, la actividad económica 1a e2perimentado un cam!io de escala y una ocupación creciente de espacios, por otro, la percepción del tiempo tambi"n se 1a visto alterada, con una si*ni3cativa carrera 1acia ceroF en la medición de las operaciones de los mercados de capital. -in embar*o, es importante destacar 4ue detrás de las dos tendencias se8aladas late un problema más profundoD el notable deterioro del conte2to moral en el cual opera la dinámica de los mercados. :emos estudiado, si*uiendo una tradición intelectual 4ue se remonta a Adam -mit1 y re*istra una importante aportación contemporánea en Amartya -en, 4ue el mercado sólo puede funcionar adecuadamente y ser considerado como un mecanismo válido para la interacción social si favorece #o al menos no deteriora( la moral p+blica. En este punto la sucesión de acontecimientos observados en los +ltimos a8os no 1an 1ec1o sino con3rmar el deterioro e2perimentado en las dos d"cadas anteriores. Cuando nos referimos a un retroceso en el clima moral en el 4ue operan los mercados estamos pensando, desde lue*o, en el encadenamiento de fraudes de todo tipo 4ue tanto 1an prota*onizado la información económica de los +ltimos a8os, y 4ue tanto 1an contribuido a minar el bien más precioso en un sistema económico basado en el intercambioD la con3anza. En todo lo relacionado con la e2tensión del fraude, el mundo de las 3nanzas 1a tenido un prota*onismo muy destacado, pero no e2clusivo, como prueban los casos de )ol]sHa*en y otros *randes fabricantes de automóviles. esde el caso Enron a la manipulación de los tipos de inter"s en la City, el arte del en*a8o parece 1aberse multiplicado en su escala en la economía del si*lo !!.
Ese fenómeno no es, sin embar*o, lo más trascendente, pues por repetidos 4ue sean tales casos, no dean de ser la e2cepción. 9uc1o más si*ni3cativos son al*unos aspectos de la nueva normalidad 4ue tienen un sentido profundamente inmoral. Pensemos en el comportamiento abierta y sistemáticamente depredador 4ue tantos operadores en los mercados de capitales 1an prota*onizado en los +ltimos a8os, y de los 4ue el *obernador del Banco de n*laterra, 9ar] Carney, entre otros, 1a deado interesante testimonio. 5 al mismo tiempo, pensemos en el dato, revelado a 3nales de $&'R, de 4ue el ' [ de la población mundial posee la mitad de la ri4ueza mundial acumulada #al*o 4ue en la serie 1istórica nunca antes se 1abía re*istrado(. Un serio motivo para la impu*nación moral del capitalismo actual está en su fuerte deriva 1acia el poder de los monopolios sobre el mercado. Al*o 4ue 1a sido estudiado sobre todo para el caso norteamericano, pero 4ue es tambi"n una realidad palpable en Europa.$ 0as políticas de defensa de la competencia tienen a+n muc1o 4ue meorar a los dos lados del Atlántico, no tanto por la falta de 1abilidad de sus *estores, sino, sobre todo, por el 1ec1o de enfrentarse a tendencias muy profundas de la economía. En cual4uier caso, el fenómeno de la concentración oli*opolística de mercados clave no 1a deado de ir a más en los +ltimos a8os, siendo el de los sistemas 3nancieros uno de los casos más evidentes. Entre los límites morales del actual curso del capitalismo 3*ura tambi"n, y de un modo muy destacado, su c1o4ue con una idea *enuina de la democracia. 0a idea de *obierno de los ban4uerosF, sobre la 4ue 3lósofos como jr*en :abermas 1an escrito ampliamente, puede aportar escasas virtudes desde un punto de vista moral. En palabras de otro notable pensador contemporáneo, 7zvetan 7odorov, la economía se 1a 1ec1o independiente e insumisa a todo poder político, y la libertad 4ue ad4uieren los más poderosos se 1a convertido en falta de libertad para los menos poderosos. El bien com+n ya no está defendido, ni prote*ido ni e2i*ido al nivel mínimo indispensable para la comunidad. 5 el zorro libre en el *allinero 4uita libertad a las *allinasF. -obre el problema de la difícil relación entre mercados y políticas democráticas ya nos 1emos e2tendido en este libro Lal i*ual 4ue 1icimos en La torre de la arroganciaM# por lo 4ue a1ora no insistiremos en ello, más allá de constatar 4ue "ste es uno de los puntos clave no sólo para la supervivencia de la democracia, sino acaso tambi"n para la del propio capitalismo. 0a orientación, poco ami*able en muc1os aspectos, de la economía posterior a 'Z6& 1a llevado a muc1os observadores a ree2aminar con buenos oos el lar*o período 4ue si*uió a la -e*unda >uerra 9undial. Ciertamente, a4uellos treinta a8os fueron espl"ndidos tanto en lo estrictamente económico como en relación con
los avances sociales y políticos. Un fuerte, sostenido, *eneralizado y básicamente estable proceso de crecimiento fue por entonces compatible con la *eneralización de los pro*ramas sociales, con una reducción si*ni3cativa de la desi*ualdad y con el avance de la democracia. El Estado del Bienestar, *enerosamente implantado en m+ltiples ámbitos, pasó a ser la meor cara 4ue el capitalismo 1abía tenido nunca como forma de or*anización social. ?;ue en realidad esa combinación de elementos una e2cepción en la 1istoria del capitalismo, un mero interre*no debido a factores e2cepcionales #entre ellos la necesidad de combatir con seducción a un fuerte enemi*o ideoló*ico 4ue desapareció en 'Z6Z(@ 5 si así fuera, ?no será 4ue el capitalismo 1a vuelto, una vez superado a4uel interre*no, a su verdadera naturaleza depredadora@ Ko es posible dar respuestas de3nitivas a estas pre*untas, ante las 4ue un buen n+mero de autores Lcomo el e2perto en desi*ualdad Bran]o 9ilanovicLQ se muestra pesimista. Ciertamente, el re*reso a un modelo muy similar al 4ue ri*ió en las d"cadas de 'ZR& o 'ZS& parece altamente improbable, puesto 4ue ni los desarrollos tecnoló*icos ni, sobre todo, el avance e2perimentado por la internacionalización de la economía lo permiten. ado el modo en 4ue los mercados interconectados responden con *ran rapidez y contundencia a los cambios en las políticas económicas nacionales, parece 4ue las fórmulas del tipo ]eynesianismo en un solo paísF 1an 4uedado atrás. 5 aun4ue los movimientos mi*ratorios 1ayan avanzado a un ritmo muc1o más lento 4ue la internacionalización de las 3nanzas, con el paso del tiempo 1an acabado por transformar la estructura social de los países avanzados, restando muc1os *rados de co1esión interna en ellos, desde el punto de vista "tnico o cultural. 0o cual supone en sí mismo un reto difícil para la supervivencia del Estado del Bienestar tal y como se concebía 1ace cuarenta o cincuenta a8os. Por otro lado, sería un error caer en una idealización trivial de a4uel período, pues tambi"n tenía varias caras muy oscuras. Muien meor lo 1a e2plicado es uno de sus meores conocedores, el 1istoriador 7ony udt, 4uien fue además uno de los más inteli*entes defensores de la idea socialdemócrata.R En materia de edi3cación de la ciudad moderna, por eemplo, o en cuanto a la libertad de costumbres, no fue precisamente una "poca para a8orar. 7ambi"n en lo económico se re*istraban disfunciones, como el e2ceso de burocracia de los procesos re*ulatorios. En el ámbito de las 3nanzas ello producía importantes elementos de ine3ciencia 4ue, por muc1o 4ue 1oy nos puedan parecer
preferibles al descontrol 4ue trao consi*o la re*ulación de to4ue li*eroF 4ue vino despu"s, con *raves consecuencias, distaba muc1o de ser un modelo de intervención p+blica e4uilibrado y e3caz. 0le*ados a este punto mencionaremos al*unas razones 4ue pueden llevar a pensar 4ue, sin ser posible ni conveniente un retorno *eneral al pasado, al*unos de los ras*os del modelo anterior a 'Z6& sí podrían ser recuperados. Por4ue a3rmar 4ue la *lobalización probablemente 1a venido para 4uedarse, no supone aceptar sin más 4ue su actual dese4uilibrio a favor de los mercados de capital sea inevitable o de3nitivo. :emos mostrado 4ue un cierto retroceso del criterio de apertura de la cuenta de capital parece a1ora bastante probable, a la luz no sólo de la nueva literatura 4ue avala las consecuencias positivas de implantar controles de capital en ciertas circunstancias, sino tambi"n de la e2periencia directa de un buen n+mero de países 4ue así lo 1a 1ec1o en los +ltimos a8os. En cual4uier caso, al*unos de los peores aspectos de la *lobalización 3nanciera no tienen nada de ine2orables, sino 4ue dependen de la falta de una voluntad política de avanzar en la coordinación internacional. Por mencionar un eemplo muy destacado, la luc1a contra los paraísos 3scales L4ue tanto minan la conciencia 3scal y cívica, como 1a 4uedado de mani3esto con la 3ltración de los llamados papeles de PanamáFL no parece difícil de alcanzar en el caso de 4ue e2ista una 3rme voluntad de un pe4ue8o *rupo de *obiernos en esa dirección.S Con todo, importa muc1o se8alar 4ue la acumulación de contradicciones en relación con estos asuntos es de tal entidad 4ue cabe pensar 4ue, si no se ponen bridas de un modo ordenado a la *lobalización 3nanciera, "stas lle*arán en al*+n momento de un modo desordenado, sin 4ue sea posible actuar ya sobre ellas, y con consecuencias nefastas. Entre 4uienes, a pesar de lo ocurrido en los +ltimos a8os, si*uen viendo en la economía actual, sin mayores matizaciones, un escenario de triunfo 3nal del capitalismo se suele destacar 4ue ese sistema nunca fue más universal, ni se e2tendió a más economías a lo lar*o y anc1o del mundo. 5 en buena medida tienen razón. Pero eso no debe 1acer olvidar 4ue el modelo económico a1ora mismo más e2tendido tiene muy poco 4ue ver con la idea liberal del mercado. Al contrario, por los diferentes continentes vemos fórmulas de un más o menos difuso capitalismo de EstadoF y, 4uizá más si*ni3cativamente, modelos mestizos en los 4ue la libertad económica se combina con descarnados autoritarismos. Este +ltimo punto nos lleva a plantear 4ue, si bien es cierto 4ue la *lobalización contemporánea 1a tenido como ló*ica consecuencia una muc1o
mayor uniformización de las economías contemporáneas #al i*ual 4ue 1a ocurrido con los 1ábitos y otras manifestaciones culturales(, un cierto *rado de diversidad entre ellas si*ue estando muy vivo. Uniformidad y diversidad son dos caras de la economía contemporánea, y en el modo concreto de articularse estos dos elementos contrapuestos nacen muc1as de las contradicciones 4ue vemos casi a diario, y 4ue con la crisis 1an ido a más. 5 es 4ue, contra lo 4ue su*ieren las interpretaciones más simples y unilaterales Lya sean e2altadoras o deni*ratoriasL, el capitalismo no 1a sido nunca un sistema económico y social uniforme y sin matices. 7ampoco lo es a1ora. 9uy al contrario, cabe a3rmar 4ue 1ay muc1os capitalismos, desde las versiones más depredadoras 4ue abundan en el anti*uo 7ercer 9undo a a4uellas otras 4ue 1an sabido reunir e3cacia económica con pro*reso social y virtud cívica, combinación en la 4ue tanto brillan los países escandinavos contemporáneos. esde un punto de vista 1istórico, son bien conocidas las diferencias entre el modelo an*losaón de capitalismo de mercado y el llamado modelo renanoF. Por 1acer referencia a un vector económico al 4ue a4uí 1emos prestado atención preferente Lla or*anización de las 3nanzasL, las diver*encias entre los dos modelos siempre fueron marcadas. 9ientras 4ue en el centroeuropeo predominó un profundo vínculo entre banca e industria #4ue dio lu*ar a la llamada banca universal(, en el an*losaón esa relación fue muc1o más difusa o ine2istente #por lo 4ue se 1abla de banca especializadaF(. Aun4ue fueron muc1os los avatares 1istóricos de esos modelos, la distinción entre ellos 1a pervivido durante lar*o tiempo, marcando si*ni3cativamente las diferencias en la naturaleza y orientación de unas economías y otras. Pero, como decíamos, no es "sta una cuestión 4ue 4uede con3nada en la 1istoria. Al contrario, a poco 4ue se inda*ue se verá 4ue dentro del capitalismo convive una cierta diversidad de modelosD economías re*idas por instituciones diferentes Lal menos 1asta un cierto puntoL 4ue producen resultados sistemáticamente dispares. A su estudio se 1a aplicado una de las partes más interesantes de la moderna investi*ación económicaD los distintos institucionalismos económicos, a pesar de sus diferencias metodoló*icas, coinciden en resaltar esa diversidad.T Entre los elementos 4ue con frecuencia diver*en a la 1ora de contrastar unas estructuras económicas y otras, no solamente observamos la e2istencia de diferentes *rados de intervención p+blica en la economía, o en los estilosF de esa intervención. 7ambi"n es de notar 4ue, en torno a al*o si cabe más trascendente como es el *rado de co1esión social o el valor de la reputación mutua en las transacciones #es decir, en +ltimo t"rmino, los incentivos para la
cooperación(, se detectan situaciones distintas entre las economías del mundo industrializado #sin entrar, desde lue*o, en las diferencias muc1o mayores 4ue, respecto a estos puntos, se dan en las emer*entes(. En esa línea, la innovadora literatura sobre los efectos económicos del capital social resalta la importancia de 4ue una sociedad cuente con re*las de comportamiento no escritas 4ue induzcan de un modo espontáneo a resolver todo tipo de intercambios a trav"s de soluciones cooperativas, y no mediante el conOicto. -i tales re*las efectivamente e2isten, la con3anza Lesa cualidad de tan alto valor en la economía modernaL se e2tenderá, con provec1o *eneral. Pues bien, no todas las sociedades cuentan con la misma dotación de capital socialD a4uellas en las 4ue "ste Ouye con mayor intensidad y dinamismo Ly de nuevo 1ay 4ue mencionar a los países nórdicosL serán las 4ue a lar*o plazo acumularán ventaas de todo tipo en la carrera 1acia el pro*reso. /et"n*ase este punto, pues nada parece más incompatible con esa necesaria acumulación de capital social 4ue un capitalismo en el 4ue se 1a*a visible un carácter e2clusivo, depredador y amoral. En presencia de tales ras*os, las condiciones para la empatía social y la virtud cívica desaparecen de escena, y ello a su vez acaba por suponer un coste económico. Ko muy aleados de ese punto, aron Acemo*lu y ames /obinson, en uno de los libros más interesantes de los +ltimos a8os, 1an dado razones bastante convincentes de por 4u" fracasan #o triunfan( los paísesF. En su ar*umento, la clave del pro*reso está en disponer de instituciones económicas inclusivas, las cuales a su vez, se foran sobre bases establecidas por las instituciones políticas inclusivas, 4ue reparten ampliamente el poder en la sociedad y limitan su eercicio arbitrarioF.6 En nuestra opinión, sur*e a1í uno de los razonamientos más contundentes en torno a las ventaas económicas 4ue se derivan de la plena democracia y, consi*uientemente, tambi"n de los costes 4ue su retroceso puede traer apareados. 0os comentarios de los +ltimos párrafos su*ieren la necesidad de introducir al*+n importante matiz respecto a una de las cuestiones de fondo 4ue se 1an planteado en este ensayo. Para nosotros, es indudable 4ue si el capitalismo se 4uiere salvar de 4uien a1ora mismo es su peor enemi*o #esto es, "l mismo(, debe corre*ir en profundidad los e2cesos de los +ltimos decenios. Para ello la economía tiene 4ue 1acerse más inclusiva y revertir su preferencia por lo especulativo frente a lo productivo. Ko 1ablamos, sin embar*o, ni de un 4uim"rico re*reso a un modelo ya pasado ni de dar un salto 1acia una nueva fase del desarrollo del capitalismoF #por utilizar una e2presión 4ue fue muy com+n en el pasado(. Kos
referimos a al*o más modesto, con lo 4ue casa bien la e2presión pe4ue8a *ran transformaciónF. Esa dinámica de cambios *raduales pero si*ni3cativos e2i*e una rede3nición de las relaciones entre mercados de capital y políticas democráticas, para lo 4ue es necesario un avance de la innovación en los procesos de formación de las políticas p+blicas. A1í puede u*ar un papel relevante la observación de a4uellas e2periencias 4ue 1an permitido 4ue, en determinadas sociedades, la adaptación a las tendencias *lobales no 1aya incorporado los ras*os más antipáticos 4ue el capitalismo 1a tomado en otras. Pensamos en países como los escandinavos, 4ue a+n con todos sus esfuerzos de adaptación, 1an sabido mantener una combinación virtuosa de funcionamiento e3ciente de los mercados, servicios sociales y asistenciales de altas prestaciones y calidad institucional. 0a pe4ue8a *ran transformación incorpora, desde lue*o, un elemento conservadorFD la necesidad de mantener la vocación de co1esión social, con la idea de 4ue "sta supone no un obstáculo, sino un elemento de valor económico si se atiende a las perspectivas de crecimiento a lar*o plazo. entro de esa diversidad de la 4ue venimos 1ablando, el modelo social europeo #4ue en sí mismo tampoco es, desde lue*o, 1omo*"neo( representa la cota más ambiciosa, y cuya conservación se*uramente es de más alto valor #el e2 presidente brasile8o 0uiz nácio 0ula da -ilva lo desi*nó como un verdadero patrimonio de la 1umanidadF(. Pues bien, 1emos mostrado 4ue la >ran /ecesión 1a presentado en Europa al*unas de sus caras más 1ostiles, lle*ando a introducir dos desafíos fundamentales, a nin*uno de los cuales se 1a sabido dar por el momento una respuesta cabal. Por un lado, el propio proceso de inte*ración 1a e2perimentado un retroceso, apareciendo a1ora como novedad una tendencia dis*re*adora 4ue es perceptible en la opinión p+blica de amplios sectores de la población europea. 0a pervivencia de los efectos de la crisis de deuda soberanaN la ausencia de un sentido de solidaridad entre países ante la consolidación 3scal a ultranza y los movimientos mi*ratorios masivosN la presencia de un líder obvio LAlemaniaL 4ue no 4uiere serlo y 4ue renuncia a asumir sus responsabilidades como talN y la escasa fuerza activa manifestada por los ór*anos de poder comunitario para contrarrestar tanta tendencia adversa. \sas son las principales razones del decaimiento actual del proyecto europeo. Un proyecto del 4ue a1ora sabemos bien 4ue, en su versión más estricta Lel club del euroL, presenta notables carencias institucionales y competenciales 4ue, de no corre*irse #y es verdad 4ue al*unas meoras en ese
sentido 1a 1abido en los dos +ltimos a8os(, ponen en ries*o la aspiración de unidad europea en su conunto. Por otro lado, la política de austeridad 1a e2tendido la desi*ualdad y la pobreza en un buen n+mero de países y 1a puesto tambi"n en situación de ries*o al Estado del Bienestar. Ante este se*undo *ran desafío a la co1esión, creemos 4ue el *asto social 1a de adaptarse a las nuevas realidades, mirando más directamente 1acia las fuentes de la desi*ualdad. Con el 3n de intentar ataar la desi*ualdad más en su ori*en 4ue en sus efectos, tal y como indicamos un poco más adelante, es prioritario 4ue el Estado social europeo asuma la i*ualdad de oportunidades como principio fundamental. Para el futuro de la inte*ración paneuropea, los acontecimientos de estos a8os 1an sido más 4ue avisos. Al*unos de ellos 1an provocado importantes 1eridas 4ue distan de estar cicatrizadasD el cambio diametral de políticas bao el di,tat de los inversores en $&'&N el abismo del euro en $&'$N el drama *rie*o en $&'RN el reit en $&'S. Pero es un proyecto demasiado valioso como para permitir 4ue los *randes fallos cometidos en la construcción de la política monetaria com+n se lo lleven por delante. 0os remedios posibles son conocidos #más política 3scal compartida, eurobonos, cambios institucionales(. Pero todos "sos serán meros apa8os para ir tirando, y a 3n de cuentas servirá de poco, si no se consi*ue e2tender al conunto de los ciudadanos de la Unión Europea #UE( Lentre los cuales a1ora mismo cunde el desánimoL el deseo de alcanzar una unidad política más intensa. 5 eso, entre otras cosas, e2i*e otra forma de entender el lideraz*o del proyecto. 0A BA7A00A E EA:emos dedicado dos capítulos a las ideas económicas. 0as a*uas estancadas en 4ue la teoría económica se movía 1ace apenas una d"cada Lsobre todo en materia de macroeconomía y 3nanzasL 1an dado paso a la a*itación actual. -i bien no 1a 1abido un cambio diametral en la orientación de la economía, sí es verdad 4ue al*unos supuestos y ar*umentos considerados casi como intocables antes de $&&6 1an acumulado muc1o despresti*io desde entoncesD el supuesto de ultrarracionalidad de los actores económicos y la teoría de la e3ciencia natural de los mercados de capital destacan en ese punto. Pero un debate de ideas económicas no es al*o 4ue concierna sólo a departamentos universitarios o a centros so3sticados de investi*ación. 0as ideas importan, y a veces importan muc1o, ya sea para bien o para mal. Así lo 1emos
mostrado en este libro, mediante la disección de dos teorías, cada una de las cuales tuvo una enorme inOuencia, e importantes efectos prácticos, antes y despu"s de la e2plosión de la crisis. urante la fase de e2pansión, la 1ipótesis del mercado e3ciente fue el ar*umento favorito de 4uienes defendían la concepción radical de los mercados 3nancieros desre*ulados 4ue 3nalmente se impuso. Esa visión ultrarracional de las 3nanzas invadió con fuerza los principales ámbitos del dise8o de políticas en muc1os países y contribuyó decisivamente a 4ue se consolidara en la mentalidad de la "poca, dada su apariencia de dicterio cientí3co, y por tanto insoslayable. Por otro lado, a partir de $&'&, y sobre todo en Europa, alcanzó *ran prota*onismo en el debate político económico el ar*umento de la austeridad epansiva , 4ue es la se*unda idea cuyo tránsito desde la pura especulación teórica a su uso para usti3car una determinada política 1emos e2aminado en detalle. 0a estrate*ia de consolidación 3scal a ultranza 1a traído consecuencias políticas y sociales muy ne*ativas a diversos países europeos, pero 1ay tambi"n amplia evidencia de sus importantes efectos adversos en el ámbito económico, tanto a corto plazo como en una perspectiva a lar*o plazo. Es por tanto un se*undo eemplo, y de *ran trascendencia, del peli*ro 4ue representan las malas ideas cuando son vistas como oportunidades para le*itimar desde el punto de vista intelectual estrate*ias espurias. En la 1istoria del pensamiento económico se*uramente no 1a 1abido mayor discrepancia doctrinal 4ue la 4ue tiene por prota*onista a la propia idea de mercado. -iendo un asunto, por tanto, nada nuevo, es verdad 4ue nunca se 1a llevado tan leos la ló*ica del puro mercado como 1a ocurrido en los +ltimos decenios, trascendiendo sus ámbitos tradicionales, lo 4ue usti3ca el uso del t"rmino sociedad de mercadoF. -i en al*unos casos esa trasposición es sencillamente +til #por eemplo cuando 1ablamos de mercados de emisiones de *asesF, lo 4ue 1ace sesenta a8os a nadie se le 1abría ocurrido(, en otros resulta muc1o más controvertida y obetable #como cuando nos referimos, como 1ace la inOuyente teoría de la elección p+blica, a los mercados del votoF(. En este +ltimo caso, es fácil traspasar los límites morales del mercado de los 4ue 1abla 9ic1ael -andel. 0a apoteosis del mercado 1a traído consi*o errores y disfunciones importantes, sobre todo cuando se 1a idealizado su concepción como un 1ec1o espontáneo, natural, en un entorno económico prota*onizado, más 4ue por cual4uier otro sector, por las 3nanzas. Con demasiada frecuencia se 1a olvidado 4ue los mercados, aun pudiendo cobrar dinámica propia, sólo son construcciones
1umanas, y 4ue en muc1os casos 1an sido creados por los estados. 0o 4ue 4uiere decir 4ue los planteamientos duales del tipo mercado o EstadoF están en *ran medida e4uivocados. e a1í sur*e una visión matizada de la dial"ctica libre mercado V intervención p+blica, sobre todo en los dos aspectos de la economía 4ue en mayor medida 1emos e2aminado en este libro, las 3nanzas y la dinámica macroeconómica. En esa línea es +til rescatar la metáfora del reloF 4ue 1ace más de doscientos a8os usara ames -teuartD la delicadeza de su mecanismo e2i*e formas sutiles y bien calculadas de intervención, más allá de las cuales los controles pueden provocar más da8os 4ue bene3ciosN pero si al mercado, como al relo, se le abandona a su suerte sobrevendrá el fracaso #el relo atrasa y 3nalmente se para(. Al*o 4ue, aun pareciendo obvio, durante varios decenios estuvo bastante olvidado, y 4ue la eclosión de la crisis nos 1a obli*ado a recordar. El colapso de al*unas teorías, por importantes 4ue "stas 1ayan sido, no si*ni3ca a+n una revolución cientí3ca. Pero la trama de relaciones entre ar*umentos y políticas sí parece estar avanzando en los +ltimos a8os 1acia al*unos territorios nuevos. -i en el ámbito estricto de la *eneración de ideas Les decir, principalmente en el mundo acad"micoL los debates 1an avanzado a un ritmo lento #desesperadamente lento, para muc1os(, su recepción por parte de los entornos más pró2imos a la decisión política 1a derivado en una batalla teórico ideoló*ica muc1o más perceptible. 5 lo mismo ocurre, más en *eneral, con la opinión p+blica, 4ue en muc1os países se muestra ávida de razonamientos económicos renovados, de un modo 4ue desde lue*o no se observaba 1ace diez o veinte a8os. El comentario anterior será probablemente obvio para cual4uiera 4ue si*a con asiduidad al*una de las m+ltiples plataformas en las 4ue economistas destacados Lmuc1os de ellos laureados con el premio KobelL e2ponen sus columnas de prensa o ensayos de persuasión. En la relación de *randes columnistas de Pro;ect Byndicate , por eemplo, se puede captar con facilidad el aspecto poli"drico de la ar*umentación económica actual. /especto a los más diversos asuntos, desde la naturaleza de los mercados 3nancieros al impacto de la educación sobre la productividad, observamos ar*umentos contrapuestos por parte de autores como ani /odri] o /obert -1iller, 9artin ;eldstein o /obert -]idels]y. Análo*a percepción se si*ue de una revisión de voE= #perteneciente al británico Centre for Economic Policy /esearc1, CEP/(, en este caso a trav"s de res+menes de investi*aciones de primer nivel. 0a diversidad se aprecia en todos los planos, es decir, tanto en los supuestos como en los procedimientos de
investi*ación y sus resultados. ebates en curso, batallas de ideas cuyo resultado a+n es difícil predecir. -in embar*o, 1emos mostrado 4ue en ese panorama cambiante 1ay al*unas novedades especialmente rese8ables. 0as resumimos a1ora en los cuatro puntos si*uientes. Primero, la intensa recuperación de la idea de ciclo #sobre todo la de ciclo 3nanciero, más lar*o y difícil 4ue el tradicional de los ne*ociosF(. -e*undo, un conunto de ar*umentos 4ue, a partir del punto anterior, comparten una visión macroeconómica más pra*mática, cambiante y e4uilibrada #es decir, menos volcada en el fundamentalismo de mercado, y menos vinculada a principios y re*las muy simples y restrictivos(. 7ercero, una eclosión de notables estudios sobre la desi*ualdad en la distribución de la renta y la ri4ueza. 5 cuarto, la aparición de nuevas visiones acerca de las funciones económicas del Estado, entre las 4ue destaca el Estado emprendedor. En el orden metodoló*ico, en el trasfondo de todo ello aparece una revisión de los modelos de pura racionalidad #es decir, a4uellas 4ue parten de suetos de los 4ue se asume un actuación enteramente racional(, para abrirse más o menos sistemáticamente a las anomalías de comportamiento, se trate de problemas con la información, de los siempre perturbadores animal spirits #espíritus animales( o, sin más, del peor enemi*o del analista 4ue cree saberlo todoD la presencia de incertidumbre. En cual4uier caso, más importante 4ue la aparición o caída en el descr"dito de una u otra idea concreta, es el reconocimiento bastante amplio de 4ue la actitud de arro*ancia de las +ltimas d"cadas no llevaba a parte buena al*una. Así lo 1a reconocido de una forma ma*ní3ca el economista efe del Banco 9undial, Jaus1i] BasuD Una cosa 4ue los e2pertos saben y los no e2pertos desconocen es 4ue a4u"llos saben menos de lo 4ue "stos creenF.Z Por eso, el premio Kobel de $&'S, concedido a An*us eaton, constituye la meor de las noticiasD un pensador notable capaz de proponer ar*umentos ori*inales en torno a temas cruciales, como el consumo o la desi*ualdad, pero 4ue nunca se dio a sí mismo demasiada importancia. 5 sobre todo 4ue, a la 1ora de 1acer recomendaciones de política, siempre se mantuvo 3el al principio de pe*arse a la tierra y no partir de teorías más o menos so3sticadas, 4ue poco tienen 4ue ver con los datos y 4ue, como 1emos mostrado, a veces se convierten en meras coartadas ideoló*icas. UK KUE)< P/<>/E--9< 0a sucesión de problemas económicos de los +ltimos a8os interpela de un
modo particular a los sectores sociales y políticos de visión pro*resista, y muy sin*ularmente a la socialdemocracia europea. Es un 1ec1o indiscutible 4ue los partidos socialdemócratas compartieron responsabilidades en el ori*en de la crisis con otras fuerzas del espectro político, debido a sus posiciones e2cesivamente complacientes con la *lobalización 3nanciera durante la fase de e2pansión. El líder socialista espa8ol ;elipe >onzález solía insistir en 4ue los socialistas no podían dear la bandera de la estabilidad macroeconómica a sus rivales conservadores, y 4ue en esa materia tambi"n debían ser los meoresF. Ko le faltaba razón, pero el problema estaba en la propia idea de estabilidad 4ue esos partidos aceptaron acríticamente y 4ue fue llevada a un e2tremo con la difusa tercera vía propuesta por el líder laborista británico 7ony Blair. El desconcierto ideoló*ico no es, desde lue*o, patrimonio e2clusivo de la moderna socialdemocracia. Pero, se*uramente es a1í donde la crisis 1a provocado mayores dosis de duda y ansiedad. El c1o4ue entre la ló*ica de los mercados y la de la política democrática 1a 1ec1o 4ue al*unos principios del pro*resismo político tradicional del si*lo pasado se muestren a1ora como ine3caces y an4uilosados. Pues bien, en los capítulos anteriores se 1a e2puesto una amplia *ama de ar*umentos 4ue, partiendo de los m+ltiples fallos 4ue la crisis 1a puesto de mani3esto, permiten dibuar un mapa de líneas de solución 4ue un nuevo progresismo debiera aspirar a poner en marc1a. En nuestra opinión, esa necesaria dinámica renovadora se resume en afrontar cinco desafíos políticointelectuales de primer orden. En primer lu*ar, es ur*ente impulsar un conunto de instituciones 4ue favorezcan la estabilidad macroeconómica en un sentido realista, así como la preservación de los servicios p+blicos básicos. -abemos 4ue el uso de políticas anticíclicas L4ue sean capaces de tomar lo meor del ]eynesianismo ori*inarioL es el +nico modo de bre*ar con el *ran trade-o de la deuda. En ese sentido, desde una visión preocupada por la desi*ualdad, el desapalancamiento masivo puede acarrear, además de la má4uina de estancamiento 4ue 1emos venido destacando, consecuencias distributivas funestas Lde 1ec1o así 1a ocurrido en el pasado recienteL, por lo 4ue 1abrá 4ue 1acerlo con sumo cuidado y sentido del e4uilibrio. /ecu"rdese en ese sentido 4ue, como consecuencia del anterior !oom de cr"dito, los consumidores, tambi"n los de menor renta, se 1an 1ec1o más dependientes de la deuda no sólo para ad4uirir viviendas, sino tambi"n para cubrir sus necesidades de servicios sanitarios, educativos o culturales.'& Una *enuina política estabilizadora puede ser tambi"n un instrumento fundamental para la sostenibilidad de los principales se*mentos del Estado del
Bienestar, como la educación, la sanidad o el sistema de pensiones. Para ello es fundamental incorporar la dinámica del ciclo a la toma de decisiones sobre el *asto social. Es decir, aplicar el principio tan sencillo como sabio de a1orrar en los tiempos de vacas *ordas, para forzar el *asto en las depresiones. Un modelo 4ue, desde lue*o, no 1ay 4ue inventar desde ceroD a1í está, como eemplo de una institución de ese tipo, la 1uc1a de las pensionesF. En todo caso, nótese 4ue la aplicación de ese principio obli*a a revisar la de3nición de re*las de política económica, como las 4ue ri*en los sistemas 3scales en la eurozona. En se*u se*und ndoo lu*a lu*ar, r, es prio priori rita tari rioo defe defend nder er el func funcio iona nami mien ento to de la competencia competencia en los mercados, mercados, es decir, combatir los monopolios, monopolios, los cárteles y los privile*ios corporativos y concesionales. 0a política re*ulatoria tiene 4ue 1acerse más d+ctil y diversi3cada, favoreciendo una amplia liberalización de los mercados de bienes y servicios, al tiempo 4ue la re*ulación de las 3nanzas se 1ace más estricta y profunda. el primer punto dependen crucialmente las condiciones de e3ciencia de la economía a lar*o plazo #pues desde Adam -mit1 sabemos, aun4ue tant tantas as vece vecess lo 1a 1aya yamos mos olvi olvida dado do con p"si p"simas mas cons consec ecue uenc ncia ias, s, 4ue 4ue pa para ra ser ser e3cientes, los mercados 1an de ser competitivos(. El se*undo punto es crucial para, sencillamente, evitar caer en los errores y e2cesos del pasado, y asomarnos así a nuevos abismos. En tercer lu*ar, las políticas empresariales deben e2perimentar un virae radi radica call desd desdee su actu actual al "nfa "nfasi siss en la rent rentab abil ilid idad ad 1a 1aci ciaa las las *ana *ananc ncia iass de productividad. 0a preponderancia otor*ada en los +ltimos a8os a la desre*ulación labora lab oral,l, la devalu devaluaci ación ón salari salarial, al, las subve subvenci ncione oness y las rebaa rebaass de impues impuestos tos favorece la recomposición de la rentabilidad de las empresas. Puede defenderse 4ue, con todos los ses*os perversos 4ue 1a traído su aplicación sin matices, al*unas medidas con esa orientación eran imprescindibles en una dinámica de auste. Pero nada de eso resuelve los problemas de fondo de muc1as economías europeas, como la espa8ola. 0o 4ue a1ora realmente se necesita es colocar el "nfasis en la productividad, para lo 4ue es imprescindible reorientar radicalmente las políticas de educación, de inversión y de innovación cientí3ca y t"cnica, colocando a1í las prioridades del *asto. En cuarto lu*ar, y muy relacionado con lo anterior, el nuevo pro*resismo debe debe imp mpuulsar lsar un Esta Estado do meno menoss inte interv rven enci cion onis istta, y más más inn innovad ovador or y empren emprended dedor. or. Estado Estado y mercad mercadoo pueden pueden desarr desarroll ollar ar dinámi dinámicas cas mutuam mutuament entee enri4uecedoras en muc1os ámbitosD tal y como 1emos venido constatando, ya e2isten a1ora mismo e2periencias eemplarizantes Lentre ellas la 1asta a1ora poco conocida de los sectores más dinámicos de la economía norteamericanaL del papel
del del Esta Estado do como como verda erdade dero ro impu impuls lsor or de la inn innovac ovació ión, n, las las *ana *ananc ncia iass de productividad y la creación de nuevos mercados. Es decir, tampoco a4uí 1ay 4ue inventarlo desde ceroD la e2periencia ya e2iste, y autores como 9azzucato 1an sabido teorizarlo. A1ora falta sólo convertirlo en un claro y prioritario principio activo de política. 5 en 4uin 4uinto to lu*ar lu*ar,, reve revert rtir ir la fuer fuerte te tend tenden enci ciaa 1a 1aci ciaa la desi desi*u *ual alda dad d constituye a1ora mismo una necesidad prepolíticaF, casi diríamos civili"atoria. El malestar es ya tan e2tenso, y tan visible, 4ue al*unas respuestas colectivas muy poco racionalesF #o al menos, poco comprensibles desde una perspectiva de reOe reOe2i 2ión ón y cálc cálcul ulo(, o(, como el reit , , podrían e2tenderse muy fácilmente en el inmediato futuro, si no se le pone coto. esde el punto de vista de un nuevo pro*resismo, es importante reconstruir el Estado social de un modo 4ue se vuel4ue en dos aspectos fundamentales. El primero es dar prioridad a la i*ualdad de oportunidades. Por4ue, a pesar del des*aste de los +ltimos a8os, el Estado del Bienestar si*ue prote*iendo bien a las *eneraciones mayores, pero dea en *ran medi medida da iner inerme mess a las las más más óv óvenes enes.. ncl nclus usoo desd desdee el pu punt ntoo de vist vistaa de su sostenibilidad política es importante ese virae, pues de otro modo el vínculo emocional de los óvenes con el Estado del Bienestar Ly sus deseos de defenderloL se irán evaporando. El se*undo aspecto es 4ue en los +ltimos a8os se 1a ido 1aciendo visible el ries*o de 4ue el Estado del Bienestar 4uede reducido a una dimensión meramente asistencial. Es decir, se vaya transformando en el sentido de ocuparse sólo de sectores mar*inalesD por eemplo, sanidad $nicamente para 4uien no pueda pa*ar nin*+n *asto sanitario, lo 4ue en buena medida supondría un retroceso 1acia un modelo sanitario como el 4ue opera tradicionalmente en Estados Unidos, obeto de vivas y usti3cadas críticas por inusto e ine3caz. -iendo esta cuestión de particular importancia en el ámbito de la salud p+blica, el nuevo pro*resismo debiera establecer como prioritaria la *arantía de universalidad de esos servicios. Además de su contenido civilizatorio 1abría a4uí, de nuevo, un criterio político de primer ordenD permitir 4ue las amplias clases medias si*an comprometidas con la defensa del del Esta Estado do soci social al.. 0a orie orient ntac ació iónn 1a 1aci ciaa la i*ua i*uald ldad ad de op opor ortu tuni nida dade des, s, la redistribución positiva de la renta y la ri4ueza, y la defensa del principio de universalidad en al*unas de sus *randes con4uistas #como la sanidad p+blica( debieran ser el santo y se8a del Estado social en las pró2imas d"cadas. EC
como como condi condici ción ón prev previa ia,, el prob proble lema ma de la camis camisaa de fuer fuerza za dora dorada da o golden strait;ac,et. 5 es 4ue, sin reducir el peso de la restricción e2terna impuesta por los mercados de capital, todo lo anterior se*uramente 4uedaría en simple 4uimera. /e*u /e*ula larr e3ca e3cazm zmen ente te las las 3nan 3nanza zass *lob *lobal ales es a trav" trav"ss de nu nuev evas as estr estruc uctu tura rass y or*anismos o desandar una parte del azaroso camino de la apertura sin límite de los Ouos de capital mediante la imposición coordinada de controlesD para des1acer el nudo 4ue a1ora ata mali*namente a la economía y la política no nos van 4uedando más opciones. -in eso no 1ay reconstrucción posible de pro*resismo al*uno. El dile dilema ma an ante teri rior or pu pued edee e2pr e2pres esar arse se de otra otra form formaD aD la *lob *lobal aliz izac ació iónn contemporánea probablemente 1a alcanzado ya sus +ltimas fronteras. A partir de a4uí se abren dos posibilidadesD o e2tender ordenadamente el dominio sobre ella, 1aci"ndola retroceder en sus aspectos más temerarios y nocivos Lespecialmente la libre circulación de capitalesL, o su replie*ue avanzará de un modo descontrolado, llevándose por delante al*unos de sus *randes lo*ros, 4ue tanto estiman Ly estimamosL los ciudadanos cosmopolitas. ?7endrá el capitalismo los si*los contados@'' 9ás allá de la frase in*eniosa, a1ora sabemos 4ue sobre el futuro de este sistema pesan amenazas 4ue 1ace solamente diez a8os resultaban casi inima*inables. Pero tales amenazas tienen tambi"n el aspecto positivo de revelar problemas profundos 4ue, aun viniendo de anti*uo, estaban enmascarados por la ilusión de un mundo al 3n estableF. En este ensayo 1emos abo*ado por un capitalismo inclusivo, capaz de reconciliar la ló*ica económica con una idea de democracia y moral cívica. Por4ue 4ui"n sabe si la alternativa a eso no será la decadencia y la barbarie. '. 0azonic] #$&'(, p. 6RT. $. -obre el poder de los cárteles en Estados Unidos, v"anse los conocidos libros de /obert /eic1 #$&&T, $&''(. . El País , 'R de diciembre de $&'Q. Q. )"ase 9ilanovic #$&'(. R. )"ase udt #$&'&(. S. )"ase el interesante libro de Gucman #$&'R( # $&'R( sobre los paraísos 3scales. T. Una Una pres presen enta taci ción ón de esos esos ar*u ar*ume ment ntos os pu pued edee vers versee en el volu volume menn
colectivo editado por Arias y Caballero #$&'(. 7ambi"n desde otras ciencias sociales se 1an realizado aportaciones relevantes al estudio de esa diversidad. Como eemplo destacado cabe citar al politólo*o Peter :all y sus análisis de economía economía política política comparativ comparativaa , en los cuales resalta con fuerza la e2istencia de variedades del capitalismoF. )"ase :all y -os]ice, eds. #$&'(. 6. Acemo*lu y /obinson #$&'$(, p. '&R. Z. )"ase . /odri], ?Para 4u" sirven los economistas@F, Pro;ect Byndicate , ' de mayo de $&'R. '&. )"ase umenil #$&'R(. ''. /eco*emos esta frase del título de un libro de >ior*io /uolo #$&'(.
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