UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NAYARIT CENTRO UNIVERSITARIO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
ENSAYO: “EL LUGAR DEL HOMBRE DENTRO DE LA VISIÓN NIETZSCHEANA”
PRESENTA: NIDIA YAJAIRA NAVARRO VIRGEN
UNIDAD DE APRENDIZAJE: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
DOCENTE: PEDRO ANTONIO GARCÍA JORGE
DICIEMBRE 07 DE 2010
INTRODUCCIÓN Tal vez una de las más aventuradas y osadas travesías que ha hecho la filosofía a lo largo de la historia del pensamiento, ha sido esa esencial y necesaria idea de darle una significación y un sentido al hombre, darle un estatuto real y ontológico. Y se puede decir que este viaje antropológico de la filosofía ha sido osado, en parte, porque tanto pensadores antiguos, como modernos y contemporáneos, pese a sus extenuantes estudios y reflexiones, no han dado un consenso y un significativo ideal “universal” que aplique a toda la naturaleza humana y a todas las acciones que de esta derivan. Claro está, que el intento griego dualista (alma – cuerpo) vino a marcar una pauta importante en esta búsqueda, ese tinte racional que exaltaba al hombre de la simple animalidad, constituyó un legado importante para el desarrollo de las futuras teorías acerca del hombre, desde las medievales y su intento vano de espiritualización divina, pasando por la visión moderna cartesiana derivada de un simple mecanicismo y sustancializacion inexplicados, asimismo la revisión kantiana que proporciona los medios específicos para poder levantarse una mera antropología filosófica, hasta el desvanecimiento del propio concepto del hombre, la muerte del hombre, planteado por Foucault. Más sin embargo, debemos estar atentos a cualquier teoría antropológica que nos exprese cierto agrado, o desagrado tal vez, a fin de extraer aquellas explicaciones o ideas que nos remitan a un pensamiento intrínseco sobre la esencia del hombre, y así hacer un constructo propio sobre tal esencia humana. Precisamente hablando de agrados y desagrados, Nietzsche nos ofrece una versión remasterizada no-cristianizada de los ideales griegos, es decir, esa profundidad que busca Nietzsche en el hombre, entre sus tendencias apolíneas y dionisiacas y su aspiración al superhombre truncada por la moral, constituyen, en un juicio muy personal, una versión amplia y tentativa de esa significación del hombre, de ese sentido tan buscado.
EL LUGAR DEL HOMBRE DENTRO DE LA VISIÓN NIETZSCHEANA “Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la semilla de su más alta esperanza”. Friedrich Nietzsche en Así Hablaba Zaratustra
A lo largo de la historia se ha teorizado el problema del hombre, de su esencia y su estancia en el mundo, como si este fuera una cosa entre las demás, un mero objeto de estudio cuyo fin es realizar actos conscientes ya sean para bien o para mal; este intento teórico sólo deriva en meras especulaciones, que nos conducen hacia creencias que no fundan una esencial problemática acerca de la naturaleza del hombre. Para profundizar en la temática antropológica, debemos de partir no sólo de lo que el hombre cree que es, sino de lo que se espera que sea, como bien lo plantea Kant en sus preguntas antropológicas, para así constituir una realidad que le dote al hombre de una seguridad totalitaria sobre su esencia y su existencia. Y precisamente de la combinación creencia y expectativa, surge en el pensamiento del controvertido alemán Friedrich Nietzsche, una antropología filosófica que esboza a un proyecto inacabado llamado “hombre”. La idea del hombre como animal racional (Aristóteles) o como espíritu provisto por un ente superior e infinito (Filosofía Medieval), empiezan a temblar a partir de Kant y la formulación de cuatro preguntas bien fundadas pero no explicadas del todo. Posteriormente la filosofía de Feuerbach, proporciona un psicologismo entero al afirmar que un estudio meramente antropológico debe partir de la existencia misma del hombre, porque él es quien se crea sus propios dioses, su identificación con lo divino es la identificación con él mismo. Pero Feuerbach incurre en un error, como lo plantea Martin Buber en su obra ¿Qué es el hombre? (1942), “su reducción antropológica del ser es la reducción al hombre no problemático”1, pero el hombre real se enfrenta a todo tipo cosas y osa conocer este enfrentamiento.
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Buber, M. (1942) “Feuerbach y Nietzsche” en ¿Qué es el hombre? (Trad. Eugenio Imaz) México: Fondo de Cultura Económica [pp. 57]
Nietzsche, clasificado por muchos como una figura de la filosofía “vitalista”, parte de este enfrentamiento del hombre con el mundo. La posición del hombre dentro del pensamiento de Nietzsche, no significa ningún tipo de concretización ni siquiera el intento de darle un sentido enteramente biológico como especie, el hombre solo es un puente tendido desde la humanidad y la realidad sobre un abismo hacia algo superior, “el hombre es algo que deber ser superado”2. El hombre hasta este momento no ha tenido sentido, pues ha sido desgajado en una serie de ideales que solo envician la vida, el hombre debe crear algo nuevo, algo superior, la naturaleza humana y la naturaleza del mundo solo son gestaciones para algo nuevo: el superhombre. El sentido de la afirmación de Nietzsche acerca del hombre versa sobre una serie de disparidades que observó en su época y en sus lecturas sobre arte, religión y filosofía, sobre todo de Schopenhauer en un inicio, y desde donde marcó su postura acerca de la vida y los valores. Ahora bien, planteada la posición de Nietzsche sobre el hombre, es necesario marcar aquellas disparidades que hicieron surgir tal postura antropológica desde una perspectiva personal e individual. En primer lugar, el hombre europeo de los tiempos de Nietzsche, era la concretización de una mezcla de los ideales cristianos, kantianos, hegelianos y pragmáticos, el hombre de la época de Nietzsche se volvía cada vez “mejor”, ya no aspiraba a nada: […] el empequeñecimiento y la nivelación del hombre europeo encierran nuestro máximo peligro, ya que esa visión cansa…Hoy no vemos nada que aspire a ser más grande, por el contrario, nos damos cuenta de que caemos cada vez más bajo, hacia algo más débil, más manso, más prudente, más placido, más mediocre, más indiferente, más chino, más cristiano. El hombre, no hay duda, se ha vuelto cada vez mejor; justo en eso reside la fatalidad de Europa: al perder el miedo al hombre, hemos perdido también el amor a él, el respeto a él, la esperanza en él, y más aún, la voluntad de él […] 3
Pues bien, el hombre europeo caía en una especie de declive vital, que no le permitía aspirar a ser más grande, porque de cierta manera dominaba todo lo que 2 3
Nietzsche, F. (1885). Así Hablaba Zaratustra. (Trad. Juan Carlos García ) Altamira: R.B.A. Nietzsche, F. (1887). La Genealogía de la Moral. (Trad. Roberto Mares) México: Tomo
quedaba a su alcance, las ciencias, las artes, las letras, etc. Esto constituye un pilar fundamental en la crítica nietzscheana, ¿Cómo es posible que estando en el mundo, no podamos aspirar a nada, a algo superior? ¿Por qué seguir en esta vida que es dolor, destrucción e irracionalidad sin afrontarla y quedarnos en un mero conformismo? Este conformismo estaba socavando al hombre europeo y evidentemente se componía de ideales fijados desde los tiempos de Sócrates. En segundo lugar, y siguiendo lo expuesto en el párrafo anterior, el cristianismo en Nietzsche, era una manera más de sujetar al hombre al conformismo. La doctrina cristiana es la encargada, según Nietzsche, de dotarle al hombre de una serie de prejuicios que desmarcan toda capacidad de elevación de todos los instintos hacia una libre y completa “voluntad de poder”: […] El cristianismo tomó partido por todo lo que es débil, humilde, fracasado; hizo un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte, estropeó la razón misma de los temperamentos espiritualmente más fuertes, enseñó a considerar pecaminosos, extraviados, tentadores, los supremos valores de la intelectualidad […] 4
Tales prejuicios son: el resentimiento, la mala conciencia y la trasmutación de los valores. El resentimiento pretende destruir la realidad, convertirla en algo infernal, llamando a la sublevación de los rebeldes. La mala conciencia, provista por los sacerdotes cristianos, interioriza el dolor en la vida, la hace la esencialmente injusta y se debe sufrir porque se es culpable, este sufrimiento está justificado y define propiamente el nihilismo del cristianismo, como lo escribe Deleuze en su obra Nietzsche y la Filosofía (1962): […] En Dionisos y en Cristo, el martirio es el mismo, la pasión es la misma. Es el mismo fenómeno, pero con dos sentidos opuestos. Por una parte, la vida que justifica el sufrimiento, que afirma el sufrimiento; por otra parte, el sufrimiento que acusa a la vida, que testimonia contra ella, que convierte la vida en algo que debe ser justificado. Que haya sufrimiento en la vida, significa para el cristianismo, en primer lugar, que la vida no es justa, que es incluso esencialmente injusta, que paga por el sufrimiento una injusticia esencial: ya que sufre es culpable. Después, significa que debe ser justificada, es decir redimida de su injusticia o salvada, 4
Nietzsche, F. (1888). El Anticristo/Opiniones y Sentencias Diversas. México: Editores Mexicanos Unidos.
salvada por este mismo sufrimiento que la acusaba hace un momento: debe sufrir ya que es culpable. Estos dos aspectos del cristianismo forman lo que Nietzsche llama «la mala conciencia», o la interiorización del dolor. Definen el nihilismo propiamente cristiano, es decir, la manera en que el cristianismo niega la vida […] 5
Por otra parte, el pensamiento de Nietzsche afirma una inversión de la escala de los valores vitales iniciada por el platonismo y concretada por el cristianismo, ya que estos dos ideales le propiciaron una especie de deformación a nuestro acontecer porque, según Nietzsche, nuestra realidad no puede ser explicada desde la razón, como lo sostiene Platón y el resto de la filosofía posterior, la razón solo es una cosa inventiva, el mundo no es apariencia ni ilusión, el mundo es instinto humano. Asimismo el cristianismo presupone una escala de valores errónea, los ideales que promueve esta doctrina, dice el alemán, carecen de espiritualidad, es un tipo de transmutación donde los valores originales se suplen por su contrario y se toman como verdaderos y solemnes, así lo expresa en un aforismo de su obra La Genealogía de la Moral (1887), donde relata la fabricación de los ideales en un taller oscuro; la debilidad se transforma en merito, la impotencia en bondad, la bajeza en humildad, la sumisión en obediencia hacia alguien que llaman Dios, la cobardía en paciencia y sobre todo, la venganza y el odio, se convierten en algo llamado juicio final 6. Esta reversión, implica la construcción de un método de opresión para los hombres, llamado moral, cuyo ejercicio solo engaña al hombre al interpretar su debilidad como libertad, o mejor dicho, interpretar a su ser como un mérito: […] La moral que va en contra de la naturaleza, esto es, casi toda la moral que se ha enseñado, respetado y predicado hasta hoy, va precisamente en contra de los instintos, a los que condena, unas veces de una forma solapada y otras de un modo ruidoso y descarado. Cuando asegura que «Dios ve lo que hay en nuestro corazón», la moral está negando los deseos más bajos y más elevados de la vida y está considerando a Dios como enemigo de la vida... El santo en el que Dios tiene puesta su complacencia es el castrado ideal. La vida termina donde empieza el «reino de Dios» […] 7 5
Deleuze, G. (1962). Nietzsche y la Filosofía. (Trad. Carmen Artal ) Barcelona: Anagrama. La Genealogía de la Moral. Op. Cit. Págs. 51-53 7 Nietzsche, F. (1889). El Crepúsculo de los Ídolos. Recuperado de: http://www.espartaco.cjb.net 6
En tercer lugar, encontramos esa popular “voluntad de poder”, rasgo fundamental y predominante en todo el pensamiento nietzscheano. El mundo, entendido desde Nietzsche como una pluralidad de fuerzas activas y reactivas, y no como un estado de cosas fenoménicas, esta sostenido y sistematizado por una voluntad de poder, que definido conceptualmente seria “el conjunto de las manifestaciones energéticas de la existencia natural y espiritual” 8, es decir, aquellas fuerzas expresadas en los procesos físicos del mundo tanto del hombre como de la naturaleza. La voluntad de poder no es más que un principio por el cual se unifican los instintos vitales del hombre y de la naturaleza y rige sobre la vida con completa autonomía, es el deseo anhelado por conquistar un fin por parte del hombre, que no se quebranta de manera fácil, pero que de alguna manera no se ha presentado en toda su expresión, al contrario ha tratado de ser suprimida y acicalada por los falsos postulados morales de los débiles, según Nietzsche. Pero aquí surge un problema: ¿Si la voluntad de poder es aquel deseo de lograr algo, no puede derivar esto en un mero anhelo de obtener algo por cualquier medio y, por así decirlo, justificar las malas acciones humanas como la venganza o la tiranía? Tal parece que esto es lo que nos quiere dar a entender Buber en su obra ¿Qué es el hombre? (1942), aquí Buber sostiene que la voluntad de poder de Nietzsche, presupone ideas falsas, porque limita al hombre a querer obtener el poder y solo el poder, y al obtener tal poder, el hombre solo quiere mostrarlo y no ejercerlo9. Pero esta interpretación de la voluntad de poder de Buber incurre en un error, porque, la voluntad de poder no es un sentimiento humano, no es parte aun del ejercicio de decidir del hombre ni tampoco forma parte del ámbito psicológico practico del hombre, la voluntad de poder es la raíz de mundo, si bien, es el mayor instinto vital de hombre, no se ha dado en su máxima expresión aun y por consiguiente el hombre no tiene la conciencia plena de una voluntad de poder, y como no tiene conciencia de esta, no puede ejercerla ni mucho menos concretarla, porque aún no forma parte del juicio del hombre, la voluntad de poder se encuentra en el mundo, en la medida y sintetización de las fuerzas. Y es lo que 8
Lefebvre, H. (1939). Nietzsche (Trad. Ángeles H. de Gaos). México: Fondo de Cultura Económica. [pp. 108-109] 9 Buber, M. Op. Cit. pág. 62
Buber no tomó en cuenta, a consideración personal, Buber la tradujo como parte del constructo psicológico del hombre. Hasta aquí se han establecido los lineamientos para la concepción antropológica de Nietzsche, pero aún nos queda un cabo suelto: si bien, el hombre es una transición a algo superior, ¿Qué es ese algo superior? ¿Hacia dónde se dirige la estancia del hombre en el mundo? El superhombre de Nietzsche es aquel ser quien en pleno juicio y en plena conciencia de su voluntad de poder se decide a suprimir todos los vicios que engañan la vida, a cortar de raíz aquel ascetismo, aquel sentido de lucha que provoca el cristianismo, aquel que se atreve a revertir la escala de los valores a su estatuto original, el que establece las líneas de los valores aristocráticos y vitales, el que no hace desaparecer la moral, solo la modifica y se crea una moral de señores, de orgullo y de individualismo. Esta aspiración es la que está latente en el hombre, este necesita del orden y de la jerarquía de las realidades y de las fuerzas para construirse una visión fuerte e inquebrantable de su vida, de sus instintos y de sus deseos. Pero esta aspiración, según la interpretación que hace Copleston del pensamiento de Nietzsche, solo es eso, una aspiración, una idea, una meta para el hombre, claro es que el superhombre nunca ha existido y por tanto una descripción precisa de él no se puede dar, solo “podríamos decir, quizá, que es el concepto de la integración y el desarrollo más altos posibles del poder intelectual, la fortaleza del carácter y de voluntad, la independencia, la pasión, la habilidad y el físico”10
10
Copleston, F. (2000) “Nietzsche II” en Historia de la Filosofía vol. 7: De Fichte a Nietzsche. (9 vols.) Barcelona: Ariel.
CONCLUSIÓN
Para nuestra actualidad, el discutido problema sobre la naturaleza del hombre aún no ha tenido solución. El camino al que se ha aventurado la filosofía a lo largo de la historia, dando revisión a un sin número de teorías sustentadas en diversas posturas tanto metafísicas, como realistas, idealistas o incluso pragmáticas ha sido tedioso, pero sin embargo esta aventura nos deja de alguna manera un indicio sobre la naturaleza humana en cada teoría revista. El planteamiento meramente subjetivista volitivo que proporciona el controvertido Nietzsche a la antropología filosófica es digno de pasar a revisión, porque, en primer lugar, como se dijo antes, parte del enfrentamiento del hombre con su realidad y con su problemática, y en segundo lugar, porque intenta combatir todos prejuicios que le impiden al hombre llegar a ser algo definido y salir de esa transición, para posteriormente fijarse la semilla de su propio porvenir: el superhombre. Quizá la humanidad nunca llegue a concretar esta supremacía de la que habla Nietzsche, pero el hecho de tratar de que el hombre se fije una meta a largo plazo y de terminar con los prejuicios que impiden una pura e impulsiva vida, le dan a Nietzsche, según el punto de vista personal una significación dentro del estudio del hombre. En la filosofía no nos podemos permitir casar con el primer pensamiento que se nos presente, aunque nos cause empatía o afinidad. Es necesario buscar y filtrar información de cualquier postura, por muy enredosa que nos parezca, y precisamente esto debemos hacer con el pensamiento nietzscheano, no hay que casarnos con él por muy certero que nos parezca, y sobre todo hay que adentrarnos en él por muy brusco que se nos presente.
BIBLIOGRAFÍA
Buber, M. (1942). ¿Qué es el hombre? (Trad. Eugenio Imaz). México: Fondo de Cultura Económica.
Copleston, F. (2000). Historia de la Filosofía vol. 7: De Fichte a Nietzsche. (9 vols.) Barcelona: Ariel.
Deleuze, G. (1962). Nietzsche y la Filosofía. (Trad. Carmen Artal) Barcelona: Anagrama.
Lefebvre, H. (1939). Nietzsche (Trad. Ángeles H. de Gaos). México: Fondo de Cultura Económica.
Nietzsche, F. (1885). Así Hablaba Zaratustra. (Trad. Juan Carlos García) Altamira: R.B.A.
Nietzsche, F. (1888). El Anticristo/Opiniones y Sentencias Diversas. México: Editores Mexicanos Unidos.
Nietzsche, F. (1889). El Crepúsculo de los Ídolos. Recuperado el día 30 de Noviembre de 2010 de: http://www.espartaco.cjb.net
Nietzsche, F. (1887). La Genealogía de la Moral. (Trad. Roberto Mares) México: Tomo
Reale, G. & Antiseri, D. (2001). Historia del Pensamiento Filosófico y Científico vol. 3: Del Romanticismo Hasta Hoy. (3 vols.) Barcelona: Herder.