Análisis de Juana Barraza Samperio. Isa Beutelspacher López. “Juana Barraza aprendió a aliviar su malestar matando.” Feggy Ostrosky.
Introducción. Juana Barraza Samperio, “La mataviejitas” tras conocer la condena de 759
años de prisión que deberá cumplir por su responsabilidad en 16 homicidios y 12 robos agravados, dijo no estar de acuerdo y lo consideró injusto. Aun tras las las rejas, sigue viviéndose como víctima. Mismo estilo que marcó su vida y desarrollo, y que influyó en la formación de su personalidad. Comenzaré narrando la vida de Juana para ubicar los antecedentes de sus crímenes. Juana nació en Santa Mónica, municipio de Epazoyucan, Hidalgo, el 27 de diciembre de 1958. Su padre abandona a la madre y ella se muda con Juana al Distrito Federal tres meses después. Su madre, Justa Samperio, trabajadora doméstica, se relaciona con Gerardo Hernández, con quien tiene dos hijos. Justa Samperio era alcohólica y violenta, una madre ausente, agresiva y abusadora. No permitía que Juana socializara o fuera a la escuela. Juana dice que cuando la golpeaba, la bañaba en sangre. Sólo el padrastro la rescataba, impedía que la madre de Juana la siguiera golpeando. Al cumplir doce años, su madre la regala por tres tre s cervezas (eso vale la vida de Juana Barraza a ojos de su propia madre) con el Sr. José Lugo. Este señor la amarra y viola, ella queda embarazada y todo el embarazo sufre de violencia. Luego regresa con su familia y posteriormente renta un cuartito para ella y su hijo. Su madre muere a los 40 años, cuando Juana tiene 18 años. Juana se casa con Miguel Ángel Barrios y tiene una hija. Al inicio de la relación todo parecía marchar bien, pero después surge el lado violento de Miguel, así que tras tres años se dejan. Después se junta con Félix Juárez y procrea otros dos hijos; se repite la historia de violencia y también se separa. Su hijo mayor fallece en una riña callejera. Finalmente, vive con sus dos hijos menores. Trabaja como empleada doméstica, ocasionalmente vende lo que puede. A los treinta años, practica lucha libre, presentándose como “La dama del Silencio”,
diciendo que lo hacía por la necesidad económica, pero también era una manera de sacar el rencor y coraje que tenía guardados desde niña. Suspende las luchas cuando se lastima la columna.
A veces en compañía de Araceli Tapia, disfrazándose de enfermera o trabajadora social, visita ancianas ofreciendo servicios gratuitos, les pide que muestren artículos de oro para asegurarlos contra robo, finge firmar un papelito y lo introduce dentro de la bolsa de plástico con las joyas, en un descuido las roba. Rompe relaciones con Araceli, ahora ella sigue el negocio sola. De alguna manera, aborda camiones al azar, observa ancianas, vulnerables, con dificultad para caminar. Las sigue, se gana la confianza porque a veces va disfrazada de enfermera o trabajadora social, prometiendo realizar un trámite gratuito. O buscando trabajo doméstico, hasta que una de las ancianas se molesta por el precio y hace un comentario despectivo; Juana, en un arranque iracundo, la estrangula con el nudo que se volverá su firma en varios asesinatos, ya sea con medias, cables y hasta un estetoscopio; un nudo sencillo con lazada, una o dos vueltas. Busca algo de valor en la habitación principal, a veces cubre el rostro de la víctima, a veces la deja tal cual. Los asesinatos se repiten en diferentes delegaciones del Distrito Federal, parando de cabeza al sistema judicial. Hay que encontrar a la Mataviejitas. Pero, ¿Cómo? Si en este país carecemos de un banco de datos de huellas digitales y hay que hacer la búsqueda manualmente. O si para empezar, no se respeta la escena del crimen. Aun con eso en contra, se buscan datos, se forman equipos de trabajo. Se hacen retratos hablados y un busto tridimensional. Se postulan perfiles del posible asesino serial. Se habla de un hombre vestido de mujer. Los medios de comunicación distorsionan las versiones y los crímenes continúan. Hasta el 25 de enero de 2006, José Joel López González llega a la casa de su casera y descubre el desorden, la encuentra muerta en el piso y ve cómo Juana sale corriendo. Va tras ella y una unidad de la SSP logra detenerla. Tenemos a Juana y con ella, la posibilidad de estudiarla, de intentar descifrar las causas de sus crímenes. Se le aplican pruebas psicológicas, valoración psiquiátrica y en otro momento, valoración neuropsicológica. Los datos arrojados coinciden en varios puntos: distimia o depresión crónica leve, poca tolerancia a la frustración, inmadurez emocional, conflicto con la autoridad, y de acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV-R), trastorno antisocial de la personalidad. Ahora bien, este trastorno también conocido como psicopatía ha sido nombrado de muchas maneras a lo largo de la evolución de la clínica (tales como locura moral, sociopatía, personalidad amoral, personalidad psicopática, trastorno antisocial). Si los factores sociales influyen en el desarrollo de la personalidad antisocial, comúnmen te se le denomina “sociopatía”, mientras que si hay un componente biológico, además de la influencia familiar, se conoce como psicopatía.
La psicopatía no es una patología mental sino un conjunto de síntomas, un trastorno de personalidad. No es sinónimo de delincuente.
Apoyándome en la valoración de la escala Hare, misma que presenta Martín Gabriel Barrón, esbozaré las principales características que presenta Juana Barraza. 1. Mente simple y superficial. “Los psicópatas son ingeniosos, divertidos,
encantadores, afectivos y amables, con respuestas rápidas e inteligentes, cuentan historias poco probables, pero con poca sinceridad, en realidad sólo actúan” 1
Juana fue captada bromeando con las celadoras. Con las ancianas, fingía ser amable para ganarse la confianza; cuando se le pregunta si considera que estuvo mal haber matado a las ancianas, dice que sí, pero no hay una relación entre lo que dice y los afectos, es decir, afirma que está mal, pero no lo siente. Esto se relaciona directamente con otros rasgos importantes de la escala Hare: 2) la falta de remordimiento o culpa y 3) la falta de empatía. Al no conocer siquiera el nombre de sus víctimas, y referir que desplaza lo que sintió al ser humillada por su madre, de tal manera que cuando sentía que las a ncianas tenían “más poder y humillan a las personas” les daba lo que merecían.
Al respecto, Fenichel 2 nos dice: “la venganza constituye un tipo especial de la inveterada anulación mágica de frustraciones y humillaciones, basada en una identificación con el agresor. Hay personas cuya necesidad inconsciente de venganza eclipsa todas las otras necesidades y perturba todo intento de relación objetal positiva.” Juana, en la entrevista realizada por Martín Barrón, declara
sentirse sola. Y es que un psicópata no logra establecer identidad propia, ni una adecuada capacidad para dar y recibir amor. Las relaciones con sus objetos (padres o quien cumple el rol) sufrieron deterioros o no se alcanzaron a consolidar. Por otro lado, con respecto a la falta de remordimiento o culpa, la instancia psíquica encargada de la internalización de normas, límites, culpa e ideales, el superyó, no se alcanza a formar adecuadamente. “La falta de relaciones de objeto duraderas en la primera infancia…sumada a experiencias traumáticas, pueden
hacer imposible la instauración en forma completa y definitiva de un superyó
1
Martín, Gabriel, Barrón Cruz, El nudo del silencio. Tras la pista de una asesina en serie. La mataviejitas. México, Ed. Océano, 2006, pp.109. 2
Otto, Fenichel, Teoría psicoanalítica de las neurosis. México, Ed. Paidós, Biblioteca de psicología profunda, 6° reimpresión, 1991, pp.571.
eficiente” 3 Lo cual quiere decir que la relación con su madre, sus abusos,
ausencias y rechazo, influyeron en la formación del superyó deficiente. 4) La mentira, el engaño y la manipulación. Juana presentaba estas características, declaradas por Araceli Tapia, en su trato con las ancianas. Además, después de detenida, aceptaba haber cometido tres crímenes, versión que después modificó por uno; ante los medios, intenta manipular alegando que le imputan homicidios que ella no cometió. 5) Emociones superficiales. Fue posible observar las respuestas emocionales de Juana a través de las entrevistas realizadas, por Martín Barrón, y Feggy Ostrosky. Al ser detenida, no perdió la compostura, mostrándose muy tranquila. Durante la entrevista con Martín, dice que “los momentos culminantes ocurrieron cuando en
tres ocasiones representó algún sollozo (escena actuada y mal) y apenas enjugó una lágrima-sólo eso. “ 4 Tanto Feggy como Martín advirtieron la mirada directa a los ojos, fría, difícil de definir. 6) Impulsividad y poco control de la conducta. Es notorio el bajo control de impulsos agresivos en Juana. A nivel cerebral, las estructuras que presentaron anomalías en la valoración de Juana fueron los lóbulos frontales, lo cual se relaciona con una pobre inhibición de impulsos. Ostrosky dice “en Juana son muy
deficientes los principales inhibidores de la violencia (empatía, vínculos emocionales, miedo al castigo, sentimientos de culpa…” 5 Es por esto que cuando se disparaban estímulos que ella consideraba ofensivos o humillantes, reaccionaba con ira y estrangulaba a las víctimas. 7) Conducta antisocial. Juana empezó por el robo y terminó con el homicidio. Hay que recordar que Juana se considera una víctima de maltrato, desde su madre, sus parejas, el sistema judicial y ahora la sociedad.
3
Ídem, pp.421.
4
Martín, Gabriel, Barrón Cruz, El nudo del silencio. Tras la pista de una asesina en serie. La Mataviejitas, México, Ed. Océano, 2006, pp.165 5
Feggy, Ostrosky, Mentes asesinas. La violencia en tu cerebro. México, Ed. Quo Libros, 2008, pp.216