Algunas objeciones objeciones al aristotelismo aristotelismo de Carl Carl Menger Por el doctor Ricardo F. Crespo *
(UNC e IAE-U. Austral)+ Investigador Visitante del Instituto de Economía Aplicada Dr. Vicente Vázquez-Presedo La mayoría de los autores que han intentado atribuir una filiación filosófica al pensamiento de Carl Menger, ya sea a sus ideas epistemológicas y de filosofía social como también a su teoría del valor, han señalado a Aristóteles como al autor inspirador. En efecto, la intención, manifestada reiteradamente por Menger, de alcanzar el conocimiento de la esencia o la naturaleza de las relaciones económicas, la unión de su teoría del valor con los conceptos de necesidad y demanda, sus propuestas acerca de la investigación de los hechos sociales, sus ideas sobre el origen de las instituciones, además de las frecuentes citas del filósofo de Estagira, justifican ampliamente esta afirmación: Menger fue un aristotélico. Entre los que se inclinan por reconocer este importante influjo de Aristóteles podemos mencionar a Oskar Krauss y Emil Kauder en obras de principios y mediados del siglo pasado, y a Murray Rothbard, Uskali Mäki, Samuel Bostaph, Raimondo Cubeddu y Barry Smith en trabajos más recientes.1 Sin embargo, a pesar de aceptar este punto de partida, podemos plantearnos dudas acerca de la pureza del aristotelismo mengeriano. Es lo que ha llevado a preguntarse a Max Alter qué tipo de aristotelismo es el suyo. su yo.2 En este trabajo presentaremos tres objeciones a la integridad del aristotelismo de Menger. 1. La primera de éstas es que, para Aristóteles, la economía no es ciencia teórica, como sostiene Menger, sino ciencia práctica. El núcleo de la economía, la orientación exacta de la investigación teórica de Menger no es, en efecto, ciencia práctica aristotélica. Corresponde, más bien, a una de las Naturwissenschaften . 2. Aunque asumiéramos este punto de partida –la teoricidad de la economía-- como válido, tampoco sería aristotélico el calificativo de “absurdo metodológico”, aplicado por Menger al intento de comprobar empíricamente las leyes exactas de su investigación teórica. 3. Finalmente, la idea del origen de las instituciones a las que llama “orgánicas” puede tener alguna relación con la postulada por Aristóteles, pero no así su teoría sobre el funcionamiento de dichas instituciones. Es preciso aclarar que estas objeciones y el estudio comprendido en este trabajo se basan en las obras de Menger publicadas hasta la fecha. No obstante, pensamos que, aunque hipotéticamente podrían aparecer escritos que hicieran variar esta opinión, esta posibilidad es remota.3
Presentado por los Académicos Titulares doctora Luisa Montuschi y doctor Alfredo Navarro Debo agradecer en primer lugar al Instituto de Economía Aplicada de la Academia Nacional de Ciencias Económicas por haberme recibido en éste como Investigador visitante. Las horas de estudio en la serenidad de la Academia me han permitido escribir este trabajo. Agradezco también los agudos comentarios de Gabriel J. Zanotti, una de las pocas personas que se maneja con total comodidad tanto en el ámbito aristotélico como en el mengeriano. Recomiendo especialmente la lectura de las páginas dedicadas a Menger en su artículo 1996 (160-7). Finalmente extiendo mi agradecimiento a Barry Smith por sus sugerencias y a Eliana Trillini por sus correcciones de estilo. 1 Cfr., e.g., EMIL K AUDER, 1953 y 1957, MURRAY N. ROTHBARD, 1976, pp. 68 y ss., R AIMONDO CUBEDDU, 1985 y 1993, USKALI M ÄKI, 1990a, pp. 295 y ss., S AMUEL BOSTAPH 1978, p. 146, B ARRY SMITH, 1986, 1990, 1994a, 1994b, passim. 2 Cfr. M AX ALTER, 1990, pp. 112 y ss. 3 Muy al contrario, nuevos escritos que son recientemente puestos a la luz, confirmarían estas ideas: cfr., por ejemplo, la ponencia de GILLES C AMPAGNOLO, 2000. *
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La estructura de este trabajo corresponderá al desarrollo de cada una de las objeciones planteadas y finalizará con una breve conclusión. 1. La economía como ciencia teórica aristotélica según Menger
La comprensión de esta primera objeción –y también de la segunda ─ supone la exposición previa de los criterios tanto aristotélico como mengeriano de división de las ciencias y de la ubicación de la economía en dicha división. Las ciencias según Aristóteles Comencemos por el filósofo de Estagira. Aristóteles divide las ciencias en especulativas o teóricas, prácticas, y poiéticas o técnicas. El criterio de división es la naturaleza del objeto de estudio. En efecto, son objetos de las ciencias especulativas los entes separados, inmóviles o que tienen en sí mismos el principio de movimiento: las ciencias que tratan acerca de tales objetos son la Matemática, la Física y la Teología (Filosofía Primera o Metafísica). Las ciencias prácticas, por su parte, versan sobre acciones humanas: un objeto que tiene el principio de movimiento en quien las realiza. Ese principio es la elección ( proairesis). Finalmente, las ciencias poiéticas, técnicas o factivas, se ocupan de objetos cuyo principio de movimiento está en la mente, algún arte o potencia.4 Citando directamente a Aristóteles,
“pues, en una ciencia productiva, el principio de movimiento está en el que produce, no en lo que es producido, y tal principio es o un arte o alguna otra potencia; y, de igual modo, tampoco en una ciencia práctica está el movimiento en lo que se hace, sino más bien en quienes lo hacen. En cambio, la Física versa sobre las cosas que tienen en sí mismas un principio de movimiento. Así, pues, que la Física no es ni práctica ni productiva, sino necesariamente especulativa, resulta evidente por lo dicho”5. Aristóteles se ocupa de las ciencias y sus características en los Analíticos Posteriores , libro que forma parte del Organon aristotélico. Según escribe allí, la ciencia es conocimiento verdadero y cierto, infalible, sobre un objeto necesario ( Analíticos II 4, 73a 23-4; 6, 74b 14; 8, 75b 24; Ética Nicomaquea VI, 3, 1139b 23-4). No es conocimiento de lo particular, sino de lo universal, de “lo que se da en cada uno en sí y en cuanto tal” ( Anal II , I, 4, 73b 26 y cfr. también íd., I, 31, 87b 28-35; De Anima, II, 5, 417b 23; Metafísica, E, 2, 1026b 24 y 1027a 20 y K, 8, 1064b 27 a 1065a 5). Lo universal es lo que muestra la causa ( Anal II , I, 31 88a 5). Por eso, la ciencia es conocimiento de y por las causas. Ahora bien, debemos aclarar que, según Aristóteles, estas características son propias de la ciencia especulativa. En cambio, para él, la ciencia práctica es ciencia kath’omoiotesin,6 por semejanza, es decir, en un sentido amplio; y esto es así por dos motivos. En primer lugar, porque los actos humanos no son objetos necesarios, sino contingentes. En segundo lugar, porque en éstas se pierde el carácter desinteresado que tiene la ciencia especulativa para Aristóteles: “la verdad, dice en la Ética Nicomaquea, tratándose de cuestiones prácticas, se juzga por los hechos y por la vida, que son en ellas lo principal” (X, 8, 1179 a 18-20); “cuando se trata de cosas prácticas el fin no es haberlas considerado todas y conocerlas, sino más bien hacerlas” (X, 9, 1179b 1-2). El texto más claro es el de la Metafísica: “el fin de la ciencia teórica es la verdad y el de la ciencia práctica, la obra” (II, 1, 993b 21-2). En efecto, para Aristóteles el Metafísica, VI (E), 1, 1025b. Metafísica, XI (K), 7, 1064a 12-ss. 6 Es la solución brindada por R. A. G AUTHIER y J. Y. JOLIF (Edición de la Ética Nicomaquea con Comentarios, Publications Universitaires Louvain, Béatrice-Nauwelaerts, París, 1970), T. II, pp. 23-5 y 453-5, basados en el texto de EN , VI, 3. 4 5
concepto de ciencia es análogo. Lo que todas tienen en común es que son un conocimiento discursivo y transmisible.7 A pesar de discurrir de y por las causas y de buscar conocimientos universales, las ciencias prácticas no son exactas. Describiremos ahora, brevemente, sus características principales. a) Inexactitud: Dice Aristóteles en la Ética Nicomaquea: “Nos contentaremos con dilucidar esto [el objeto de nuestra investigación política] en la medida que lo permite su materia; porque no se ha de buscar el rigor por igual en todos los razonamientos (...) Por consiguiente, hablando de cosas de esta índole y con tales puntos de partida, hemos de darnos por contentos con mostrar la verdad de un modo tosco y esquemático; hablando sólo de lo que ocurre por lo general y partiendo de tales datos, basta con llegar a conclusiones semejantes (...) porque es propio del hombre instruido buscar la exactitud en cada género de conocimientos en la medida en que lo admite la naturaleza del asunto; evidentemente, tan absurdo sería aprobar a un matemático que empleara la persuasión como reclamar demostraciones a un retórico”. (I, 3, 194b 11-27). Y más adelante agrega: “Todo lo que se dice de las acciones debe decirse en esquema y no con rigurosa precisión; ya dijimos al principio que se ha de tratar en cada caso según la materia y en lo relativo a las acciones y a su conveniencia no hay nada establecido”. (II, 2, 1104a 1-4). El motivo está claro, son las “diferencias y fluctuaciones” y la “incertidumbre” propias de las acciones. Por eso, la aceptación de esta limitación no constituye una actitud derrotista frente a un supuesto defecto, sino la correspondiente adaptación al objeto de estudio. Refiriéndose a la adaptación de la ley al caso concreto, llamada epiqueia -equidad-, aclara: “(...) el yerro no está en la ley ni en el legislador, sino en la naturaleza de la cosa, puesto que tal es, desde luego, la índole de las cosas prácticas.” (EN , V, 10, 1137b 17-9). b) Fin práctico: Ya hemos hecho referencia a este rasgo más arriba. “El fin de la política no es el conocimiento, sino la acción” (EN , I, 2, 1095a 6); “no investigamos para saber qué es la virtud, sino para ser buenos”. (EN , II, 2 1103b 27-28). Agrega en la Metafísica, “el fin de la ciencia teórica es la verdad y el de la ciencia práctica, la obra.” (II, 1, 993b 21-22). Éstos y varios pasajes más indican el fin práctico de la ciencia correspondiente. Sin embargo, la cuestión del fin da para precisiones mayores que las admitidas por el esquema aristotélico. En efecto, se constata actualmente la existencia de ciencias que son prácticas en cuanto que su objeto lo es, pero que lo estudian, al menos en parte, teóricamente. Las precisiones de Tomás de Aquino a este asunto son muy esclarecedoras, ya que arrojan luz sobre las nociones de ciencia teórica y práctica, al sistematizar más rigurosamente sus criterios de distinción. Éstos son tres: según el objeto, según el fin y según el modo de conocer. En este marco se puede considerar aquel caso “mixto”. Dice Tomás de Aquino: “por consiguiente, la ciencia que es especulativa por parte de las cosas que conoce es exclusivamente especulativa, la especulativa por el modo de conocer o por el fin que se propone, es en parte especulativa y en parte práctica, y aquella cuyo fin es la operación es simplemente práctica”, 7
He desarrollado extensamente esta cuestión en 1997, Cap. 2.
siempre sobre un objeto práctico.8 Considerada la posibilidad de una ciencia con un objeto práctico, pero teórica por el fin, y de otras teórico-prácticas avancemos un poco más sobre éstas. Dice Tomás en De Veritate: “Un conocimiento se dice práctico por su ordenación al obrar, lo que ocurre de dos maneras. Algunas veces en acto: es decir, cuando se ordena actualmente a algún operable (...) Otras veces, cuando un conocimiento es verdaderamente ordenable al acto, pero sin embargo no está directamente ordenado a él (...); y de este modo un conocimiento es práctico virtualmente o en hábito, pero no en acto”9. Esta observación es muy importante, porque en la mayoría de las actuales ciencias sociales se presenta este caso de una ordenación virtual al acto. Por eso, aunque la ciencia en cuestión sea teórica por el fin, o tenga una parte teórica y otra práctica, la implícita ordenación a la acción es la que manda en cuanto a su encuadramiento epistemológico. c) Carácter normativo-ético de la ciencia práctica: Según Aristóteles, las ciencias prácticas son ciencias morales. Lo es, en primer lugar, la política. Siendo el hombre naturalmente político ( Política I, 2), alcanza su fin, que es su bien (EN , I, 7), en la polis. El fin de la política es la vida buena -eu zen-, y se propone aprender cuáles son las cosas buenas y justas (cfr. EN , I, 4, 1095b). “Y puesto que la política se sirve de las demás ciencias prácticas y legisla además qué se debe hacer y de qué cosas hay que apartarse, el fin de ella comprenderá el de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre”. (EN , I, 2, 1094b 4-7) La ciencia práctica no es la ciencia ética -que es una de las ciencias prácticas, junto con el derecho, la política y la economía-. Es una ciencia acerca de un tipo de acción humana que comprende conocimientos que responden tanto a la racionalidad ética de dichas acciones como a su racionalidad técnica. d) Contacto estrecho con la experiencia: Esta característica está vinculada con el método propio de la ciencia práctica. Cuando Aristóteles se plantea esta cuestión indica que “Sin duda se ha de comenzar por las cosas más fáciles de conocer; pero éstas lo son en dos sentidos: unas, para nosotros; las otras, en absoluto. Debemos, pues, acaso empezar por las más fáciles de conocer para nosotros”. (EN , I, 4, 1095b 2-4) Por ello dirá que es muy importante la costumbre, el contacto con las cosas. “Por esta razón, afirma, el joven no es discípulo apropiado para la política, ya que no tiene experiencia de las acciones de la vida, y la política se apoya en ellas y sobre ellas versa.” (EN , I, 3, 1095a 2-4) Estas ciencias están muy cerca de lo singular y de lo contingente. Requieren una adaptación al caso particular ─ lo que para el derecho es la epiqueia ─ , una consideración de las circunstancias sociales, culturales e históricas, del lugar y del tiempo. Por eso acuden, como lo hace Aristóteles, a las opiniones comunes, la de los sabios, las experiencias de uno u otro lado constituciones y experiencias económicas de las diversas polis o pueblos-. Esto no equivale a un 8
Summa Theologiae, I, q.14, a.16. Veritate, q. 3, a. 3. Debo esta cita a C ARLOS I. M ASSINI, 1996, p. 437.
9 De
relativismo cultural o historicista, ya que la razón pone orden en dichas opiniones y experiencias, las enfrenta dialécticamente y extrae conclusiones también generales. e) Particularidades metódicas: La literatura sobre la cuestión del método de la ciencia práctica es abundantísima. Ha sido abordada por eximios aristotélicos de la talla de J. Burnet y W. Hardie. Pensamos que encontramos una buena síntesis en la siguiente cita de C. Massini: “en el caso del pensamiento práctico y, en especial, de la filosofía práctica, no es posible limitarse a la utilización de un método único, sino que es preciso recurrir a una pluralidad metodológica . Esto significa que no puede sostenerse que el método de la ética sea pura y simplemente analítico, ni sintético, ni dialéctico, ni demostrativo, ni retórico, sino que es necesario hacer jugar todos esos procedimientos racionales de un modo estructurado, haciendo uso de cada uno de ellos en la medida y el ‘momento’ adecuado” 10. ¿Cuáles son las ciencias prácticas? “Si es así, dice en la Ética Nicomaquea, hemos de intentar comprender de un modo general cuál es y a cuál de las ciencias o facultades pertenece... Tal es manifiestamente la política. En efecto, ella es la que establece qué ciencias son necesarias en las ciudades y cuáles ha de aprender cada uno, y hasta qué punto. Vemos además que las facultades más estimadas le están subordinadas, como la estrategia, la economía, la retórica. Y puesto que la política se sirve de las demás ciencias prácticas y legisla además qué se debe hacer y de qué cosas hay que apartarse, el fin de ella comprenderá los de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre” (EN , 1094a 26 -b 6). La economía, entonces, está dentro de las llamadas ciencias prácticas. Esto, que hemos argumentado extensamente en otras partes, queda muy claro en cuanto se considera que, para Aristóteles, la economía es un acto humano concreto: el uso de lo necesario para la vida buena.11 Pasamos entonces a la división mengeriana de las ciencias y a su catalogación epistemológica de la economía. Las ciencias según Menger La primera gran división del conocimiento hecha por Menger es entre la investigación histórica ─ que apunta al conocimiento de lo individual ─ y la teórica ─ que se dirige a lo general ─ .12(35) El fin del conocimiento y el carácter de lo conocido, aconsejan un enfoque o el otro. Un mismo fenómeno puede ser abordado por las ciencias de los aspectos individuales –por ejemplo, la historia y estadística económicas ─ y/o por las ciencias de los aspectos más generales. Este último conocimiento es muy importante, pues permite determinar las formas típicas (Erscheinungsformen) de los fenómenos y sus relaciones también típicas, sin los cuales no podemos ni comprender las cosas profundamente, ni entenderlas más allá de la observación inmediata, ni predecirlas ni controlarlas (36); y “el fin de las ciencias teóricas es comprender el mundo real, conocerlo más allá de la experiencia inmediata, y controlarlo”.(55) Además de las ciencias históricas y teóricas están las prácticas o tecnologías, muchas veces muy importantes, porque impulsan el conocimiento teórico (38). Tendríamos, entonces, ciencias históricas, teóricas, y prácticas o tecnologías. Bajo la rúbrica de “economía política” agrupamos las últimas dos, las ciencias teórico-prácticas de la economía (39-40). C. I. M ASSINI, 1995b, p. 247; cfr. también C. I. M ASSINI, 1996. Cfr. mi libro 1997, cap. 3 y 4. 12 A partir de aquí citaremos en el mismo texto, entre paréntesis, la página de la edición MENGER [1883] 1985, de las Investigaciones sobre el Método. 10 11
“La meta de la investigación académica”, sostiene Menger en un párrafo muy citado, “es no sólo el conocimiento [Erkenntnis] sino también la comprensión [Verständnis] de los fenómenos. Hemos obtenido el conocimiento de un fenómeno cuando hemos alcanzado una imagen mental del mismo. Comprendemos cuando conocemos la razón de su existencia y de su cualidad característica (la razón de su ser y de su ser como es )”. (43) Las palabras que el mismo Menger pone en cursivas son objeto de una interpretación –sin duda clave para entender qué quiere decir- por parte de varios autores. Max Alter piensa que el uso de Verständis tiene conexión con el concepto de Verstehen ligado a las germánicas Geisteswissenschaften . (1990: 105) Mäki, difiere explícitamente de Alter (1997: 478, nt. 7). En un artículo previo (1990c: 320 ss.), dice que “es un tipo de redescripción explicativa de los objetos de la Erkenntnis que hace afirmaciones acerca de la naturaleza más profunda de dichos objetos.” Pienso que Mäki tiene razón, pero que sería más sencillo y preciso afirmar que comprender es conocer científicamente en el genuino sentido aristotélico de conocer por las causas. Comprender es “hacerse conscientes de las bases de la existencia y de la peculiaridad de la naturaleza de un fenómeno concreto(...).” (45) Se trata, realmente, de un conocimiento científico: éste es el sentido de Verständis. Podemos comprender un fenómeno concreto históricamente o teóricamente (43-5). Esto sigue siendo aristotélico y daría pie, en una profundización que acude también a la conceptualización germánica, a la introducción del conocimiento conceptual (Erkenntnis), la explicación científica (Erklären) y la comprensión hermenéutica (Verstehen), tal como fueron desplegadas por Droysen, poco antes que Menger. Volvamos a la investigación teórica. “La naturaleza general [das generelle Wessen ] y la conexión general de los fenómenos económicos (...) Los fenómenos, o ciertos aspectos de los mismos, y no su imagen lingüística, su concepto, son el objeto de la investigación teórica en el campo económico”. (37, nota 4, cursivas en el texto de Menger.) Pienso que esta formulación reafirma la intención claramente realista, de la ciencia mengeriana. De ningún modo se trata de la construcción de conceptos y de modelos, sino del conocimiento de la realidad. Las leyes no son construcciones, sino descripciones (Kauder, 1957: 416). Dice en una carta a Walras, repetidas veces citada: “no estudiamos simplemente relaciones cuantitativas, sino también la naturaleza [ das Wesen] de los fenómenos económicos”13. Dentro de la investigación teórica caben dos orientaciones, la “empírico-realista” y la “exacta”. La primera consiste en un ordenamiento y clasificación de los fenómenos, obteniendo relaciones entre éstos: se trata del método inductivo, que no puede alcanzar un conocimiento estrictamente científico, como reconoce Aristóteles (57). Se está refiriendo a la inducción enumerativa (no esencial), algo que se reafirma cuando notamos que cita a Bacon (íd. y 60). Investiga los así llamados “tipos reales” y las “leyes empíricas” en su “completa realidad empírica” (56). Su resultado nunca es exacto. Esto se comprende muy bien cuando se reconoce que esta orientación realista no abstrae conceptos y leyes universales, sino que considera toda la realidad empírica, en la que se cruzan elementos accidentales –desde el punto de vista de la disciplina en cuestión-, que también forman parte de la realidad. No hay sólo motivos económicos puros en un acto económico real: también hay error, ignorancia y coerción. Este es el ejemplo que pone el mismo Menger (64). 13
Cit. por TERENCE W. HUTCHISON, 1973, p. 17, nt. 5.
En cambio, el objetivo de la orientación exacta de la investigación teórica es la determinación de “las leyes exactas” de los fenómenos.14 Su método es “la búsqueda del conocimiento de los elementos más simples de todo lo real”, obteniendo formas cualitativamente típicas y leyes también típicas que las vinculan. (60-2) Éstas actúan necesariamente, sin excepción, tienen la garantía de ser absolutas (59-60). Son independientes de las condiciones espaciales y temporales. (112) Éstas se obtienen por abstracción, término que usa en varias oportunidades. (cfr. 62, 65, 218) Parece claro que se está refiriendo a universales que expresan esencias. Mäki piensa que está hablando de la abstracción aristotélica por la que se obtienen conceptos universales y relaciones también universales esenciales entre éstos. 15 También Barry Smith.16 Max Alter opina igual: estamos frente a la inducción esencial. Incluso piensa que se puede interpretar la secuencia de los verbos comprender, entender, y controlar (55) como inducción, deducción y aplicación. (1990: 107) En cambio, Willi Meyer habla de la descripción de una situación ideal (no real).17 Es claro que esta doctrina influye en Weber –en sus “tipos ideales”-,18 en Mises, por el carácter exacto e inverificable de los conocimientos exactos, y en Hayek, porque sienta las bases del individualismo metodológico. Por todo lo anterior resulta que la orientación exacta de la investigación teórica de Menger es claramente homologable a la ciencia especulativa aristotélica, que también trabaja a partir de la inducción esencial de universales y de la deducción, cuyas conclusiones son necesarias, pues su objeto es necesario y sus deducciones son lógicamente correctas. De hecho, al referirse a esta orientación, cita el adagio aristotélico “Scire est per causas scire” (93) y unas pocas páginas antes había afirmado que: “los grandes teóricos de los fenómenos éticos han comenzado desde el principio con estos puntos de vista epistemológicos. Con este punto de vista también Platón y Aristóteles se acercaron a la tarea de construir teorías de los fenómenos sociales [...] ” (87) lo que no es cierto. Incluso, me atrevería a interpretar que, cuando en el texto ya citado antes (43), había dicho que el fin de la investigación académica es no sólo el conocimiento ( Erkenntnis), sino también la comprensión (Verständis) de los fenómenos, ya estaba pensando en el simple conocimiento –alcanzar una imagen mental ─ y el conocimiento científico aristotélico -cuya forma más perfecta es la especulativa, en términos mengerianos, la orientación exacta de la investigación teórica-, respectivamente. Sin embargo, esta homologación de la orientación exacta con la ciencia teórica aristotélica sólo se da en las intenciones: al concretar su aplicación a la economía, se desliza hacia otra forma epistemológica, tal como veremos a continuación. La economía según Menger Pasamos al concepto mengeriano de economía y su catalogación científica. El encuentro entre la necesidad humana y la limitación da origen a la actividad económica. 19 “Por economía, dice, entendemos la actividad previsora de los hombres dirigida a cubrir sus necesidades materiales; por economía nacional, la forma social de esta actividad”. (63) Concretamente, “en realidad sólo la actividad premeditada de los hombres dirigida a la satisfacción indirecta (por medios de cambio) o directa de sus necesidades materiales”. ( 193, nt. 128. cfr. también 217) Tal como sugiere E. Kauder, la expresión que Menger usa en una carta a Walras -“des lois fixes”- es más adecuada, porque más que de exactitud se trata de infalibilidad: Cfr. K AUDER, 1957, p. 103. 15 Cfr. 1990a, p. 295. 16 Cfr. 1990, pp. 266-7 y 1994, pp. 34-5. 17 Cfr. 1990, pp. 46-7. 18 Hayek es de esta opinión: cfr. H AYEK , 1973, p. 8. Pero, mientras que en Menger los tipos ideales tienen un contenido real esencial, alcanzan un conocimiento, en Weber son sólo tipos, herramientas metodológicas. Coincidimos con esta interpretación de M ÄKI, 1990b, p. 10. 19 MENGER, [1871] 1950, pp. 94 y ss. 14
Respecto a los bienes, no todos dan origen a actividades económicas, pues los llamados imaginarios responden a necesidades meramente imaginadas. Esta idea, que introduce un rasgo de objetividad en la necesidad económica, será criticada por Mises. En fin, la acción económica es una acción humana intencional. Ahora bien, luego de esta definición general, Menger comienza a concretar las características de esa acción humana que es la acción económica. A partir de esto se puede observar en Menger una especie de vaivén entre una concepción realista de la acción económica y otra estricta, que sería la más precisamente económica. A ese vaivén corresponde el de la participación de la orientación realista de la investigación teórica y de la orientación exacta. Efectivamente, para que la orientación exacta pueda aplicarse se requiere una visión reducida de la acción económica. Los factores básicos de la economía humana son las necesidades, los bienes, y el deseo de satisfacer las primeras mediante los segundos. En esta visión, todos estos factores vienen dados por la situación particular, independientemente de la elección humana. En el Apéndice VI, que lleva el sugestivo título de “El punto de partida y el fin de toda economía humana están estrictamente determinados”, sostiene que “la economía no es más que el modo en que viajamos desde el punto de partida previamente indicado de la acción humana hasta el fin también indicado previamente”. (217). Siendo las cosas así, concluye Menger, sólo hay un camino más conveniente, el económico. La orientación adecuada para su estudio es la exacta, de la que se derivarán leyes también exactas e infalibles: “La orientación exacta de la investigación estricta en este campo, examina los fenómenos propios de la realidad económica abstracta, fenómenos que están estrictamente determinados, como hemos visto. Por eso sin duda, la misma no arriba a leyes exactas de los fenómenos de la economía humana real, que es en parte extremadamente anti-económica, sino a las leyes exactas de la realidad económica”. (218. Cursivas en el texto de Menger). Los motivos de distinción de las leyes exactas de la economía respecto a la realidad de la economía humana que propone Menger son sumamente interesantes. “Los resultados de la investigación exacta (...) son verdaderos sólo bajo ciertos supuestos que no se verifican siempre en la realidad.” (69): El interés económico como única motivación, la ausencia de error y de condicionamientos externos, y el conocimiento perfecto (cfr. 71). Sin embargo, la realidad, señala Menger, es muy distinta. Es evidente que hay otras motivaciones en las acciones económicas, y que también hay error. Es decir que, a pesar de que se aíslen los motivos “extraeconómicos” para el análisis de la realidad económica, aún permanecerá otra causa de diferencias entre las conclusiones de las leyes exactas y la realidad: el error (cfr. 84 y 217). Aquellos motivos “no económicos” se explican por “la libertad de la voluntad humana”. (cfr. 214) No obstante, para Menger, quien se enfrenta a los miembros de la Escuela Histórica Alemana, será más importante la orientación exacta -que adquiere rasgos de una técnica- con su consiguiente noción determinista de la acción económica.20 Es decir, a pesar de haber visto claramente la esencia de lo económico, Menger resigna su incertidumbre medular en pro de la exactitud de su conocimiento. Pero además, al aplicar así su posición epistemológica a la economía, concretamente en la teoría de la formación de los precios (en la descripción de sus condiciones en las Investigaciones (71) y en su desarrollo en el capítulo V de los Principios -21), la está modificando: ya no estamos en el método axiomático-deductivo aristotélico, sino en la La influencia del clima cultural y de la Methodenstreit en esta postura ha sido señalada y estudiada, entre otros, por L ACHMANN: cfr., por ejemplo, 1977, 47 y ss. y 1982. 21 K IRZNER (1979) destaca el papel del tiempo, la ignorancia, el error, y de la consiguiente incertidumbre en Menger. Fundándose en textos de Menger, muestra la presencia de estos factores. Sin embargo, también piensa, como nosotros, que al aplicar estos conceptos a la teoría de la formación de los precios renuncia a todo lo anterior: se trataría de “una curiosa inconsistencia en Menger.” (1979: 62) 20
construcción de un modelo hipotético-deductivo, con supuestos que se saben no reales. De este modo, nos deslizamos de Aristóteles a Mill, y se anticipa el que será el método corriente de la ciencia económica en el siglo XX.22 Estamos así en condiciones de analizar mejor las características propias, según Menger, de la ciencia económica. “La economía política, dice en las Investigaciones, es una ciencia teórico-práctica”. (97) Cabe estudiar el fenómeno económico desde las perspectivas histórica (por ejemplo, estadística), teórica (con sus dos orientaciones, realista y exacta) y práctica (que busca conocer los principios de acción efectivamente posibles: política económica y finanzas). La economía política es el conjunto de las disciplinas nombradas (cfr. 38-40). Ahora bien, para Menger, la más importante es la orientación exacta de la perspectiva teórica. No debe confundirse con las otras, a las que conforma. Todas son necesarias, pero sin la orientación exacta no podríamos alcanzar conocimientos firmes. (cfr.78) Estas ideas de las Investigaciones son reafirmadas en un artículo que escribe seis años después para aclarar algunos puntos: todas las orientaciones pertenecen al “sistema de la economía política,” pero la más importante es la “teoría económica” (orientación exacta). 23 Una solución no aristotélica con herramientas aristotélicas: la filosofía económica de Menger Habiendo visto, entonces, que para Aristóteles la economía es una ciencia práctica y que para Menger, en cambio, su núcleo pertenece a la orientación exacta de la investigación teórica, y puesto que esta última es homologable al concepto aristotélico de ciencia especulativa o teórica, se deduce que Menger transforma lo que es una ciencia práctica aristotélica en una ciencia teórica. Para Alter (1990:107), el proceso de inducción-deducción-aplicación al que hicimos referencia más arriba, como pasos de la investigación teórica, aplicado a la economía
“muestra hasta qué punto Menger ha alterado la concepción aristotélica de la clasificación de las ciencias que cubre los campos de investigación desde la Filosofía primera [Metafísica], la ética y la productiva. Estos tres diversos dominios con sus fundamentos epistemológicos y metodológicos propios y sus fines particulares –conocimiento por sí mismo, conocimiento en busca de control y conocimiento para la adquisición de habilidades, respectivamente- han sido colapsados en el sistema de Menger en el dominio de sólo la teoría, un cambio paralelo a su transposición de la economía, desde el reino epistemológico y metodológico de la ética aristotélica al de la filosofía primera.” En efecto, la teoría económica exacta es para Menger una especie de filosofía económica, o una recopilación de los principios económicos de una antropología filosófica, intento genuino y laudable, pero con evidentes limitaciones.24 Se puede decir muy poco de la ‘economicidad’ a partir de la antropología filosófica. Prueba de que éste es el intento de Menger es que él mismo afirma buscar las “leyes de la ‘economicidad’” (Gesetze der Wirtschaftlichkeit , con esa capacidad creativa de términos que ofrece el idioma alemán). Por otra parte, eso no es teoría económica, sino filosofía de la economía. Lo mismo sucede con la praxeología de Mises, que es una nueva versión de la orientación exacta de Menger. 25 Para Menger, coherentemente con todo lo anterior, no hay más que una diferencia de grado entre las ciencias naturales y humanas (cfr. 52, 58-9, 214-5, 219). La diferencia está entre la Lo señala claramente G ABRIEL Z ANOTTI, 1996, 165-7. MENGER, [1889] 1960, pp. 7 y 8. 24 Las señala, por ejemplo, B ARRY SMITH (1994b) cuando dice: “El aristotelismo de los austríacos es en este respecto más modesto: considera el método exacto como restringido a las esencias y sólo a las conexiones inteligibles simple y racionalmente, de modo de establecer severos límites a la capacidad de la ciencia social teórica para hacer predicciones.” (p. 131) 25 Al respecto, cfr. mi libro 2000, cap. 4. 22 23
investigación histórica y teórica, y entre las orientaciones realista y exacta, pero no entre la ciencia natural y la ciencia social. El mayor o menor grado de estrictez en uno u otro campo deriva en una diferencia que es sólo gradual. En cambio, la diferencia ontológica está entre las diversas orientaciones. El hecho de que los fenómenos sociales den origen a leyes menos estrictas no supone, piensa Menger, que la ciencia teórica se convierta en práctica o histórica (51). Y también el hecho de que la economía pura analice ciertos aspectos de los fenómenos no implica considerarla como parcial, y no legitima el intento de sublimarla bajo una teoría de los fenómenos sociales (79). De este modo, en la medida en que prevalece la importancia de la orientación exacta, la economía queda asimilada prácticamente a una Naturwissenschaft, algo que no es propio del pensamiento de la escuela austríaca, pero en lo que inconscientemente también caen Mises y el mismo Hayek. 26 El título del Apéndice 5 (214-5) lo dice todo: “en el reino de los fenómenos humanos las leyes exactas (así llamadas ‘leyes de la naturaleza’) pueden establecerse bajo los mismos supuestos formales que en el reino de los fenómenos naturales”. Desde la perspectiva aristotélica, la orientación exacta es ciencia especulativa (en su formulación intencional, no en su aplicación a la teoría de precios, donde se convierte en ciencia hipotético-deductiva, como vimos antes), la orientación empírico-realista podría tener algo de la ciencia práctica aristotélica (al menos, el objeto), y la ciencia práctica o técnicas de Menger, corresponden a las poiéticas o productivas de Aristóteles. Como dice muy bien Alter, “Sólo la filosofía primera, la matemáticas y la física constituyen la ciencia especulativa para Aristóteles. La economía es meramente una subdisciplina de la política, la que a su vez es uno de los objetos de la ciencia práctica. Así, para él, los resultados de las investigaciones económicas son incapaces de demostración estricta, ya que las ciencias prácticas sólo generan conocimiento contingente. La teoría económica de Aristóteles es, por tanto, no ‘exacta’ en el sentido en que Menger usa el término”. (1990: 119) En Menger hay una confusión por la que reemplaza el objeto por el fin como criterio de clasificación de las ciencias. El criterio aristotélico, señalamos antes, es el objeto. La ciencia es práctica si su objeto es práctico, independientemente de la intencionalidad del conocimiento. En cambio, para Menger, la ciencia es teórica porque la finalidad del conocimiento lo es –al menos parcialmente-. Por otra parte, el concepto de “práctico” aplicado a la ciencia tiene un sentido diverso al de Aristóteles: para Menger, equivale a técnica, mientras que para Aristóteles equivale a ciencia humana. Pensamos que con esto queda claro que a pesar de usar un marco conceptual aristotélico, Menger se confunde y termina adaptando el aristotelismo a su intencionalidad de oposición a la Escuela Histórica Alemana. Esta confusión, lo lleva a sostener una teoría epistemológica radicalmente distinta de la aristotélica a pesar de construirla en base a conceptos aristotélicos. En efecto, su teoría económica no comparte ninguno de los rasgos de las ciencias prácticas aristotélicas (entre otras, la economía) enunciados más arriba: inexactitud, fin práctico, moralidad, contacto estrecho con la experiencia y pluralidad metódica. De donde surge un primer motivo para no afirmar, sin más precisiones, que Menger era un aristotélico. 2. La infalibilidad de la orientación exacta no es una proposición aristotélica
¿Qué relaciones hay entre ambas orientaciones, y entre la orientación exacta y la realidad? La orientación empírico-realista es el primer paso para la exacta y ambas son 26
Al respecto, cfr. mi libro 2000, cap. 5 y 6.
necesarias en el conocimiento científico. 27 Pero, según Menger, no corresponde corregir la orientación exacta mediante las conclusiones de la empírico-realista; este intento evidenciaría una incomprensión de ésta (69). La orientación exacta llega a resultados “que, con seguridad, no deben ser testeados por la realidad empírica”. (61) “Testear, dice Menger, la teoría exacta de la economía por el método exclusivamente empírico es simplemente un absurdo metodológico, un error en el reconocimiento de las bases y presupuestos de la investigación exacta”. (69) Éste es el meollo de su crítica a la posición historicista. Queda claro, también, que si concibe esta teoría en base a la abstracción aristotélica, la toma sólo a medias, pues Aristóteles no tendría ningún inconveniente en someter los principios resultantes a la verificación empírica. 28 Éste no es, de todos modos, un tema sencillo. Pues, si nos basamos en los Analíticos Posteriores no encontraremos que Aristóteles dé cabida al testeo empírico en este libro. Allí, la ciencia teórica aparece como ciencia demostrativa y constituye un sistema axiomatizado, de carácter deductivo (es decir, silogístico). Claramente no deja lugar para el testeo, pues se procede desde los principios hacia las conclusiones, que quedan así deductivamente justificadas por referencia a tales principios. Aristóteles está señalando que el carácter de cientificidad de tales conclusiones deriva, precisamente, de su inserción en un contexto de justificación, dotado de las características descriptas en su obra. Pero lo que hay ahí es una teoría de la justificación del conocimiento, no de su adquisición o descubrimiento. En términos clásicos: una ars demonstrandi, y no una ars inveniendi. La silogística aristotélica sería no tanto un método para hallar conclusiones nuevas, sino más bien un método para justificar conclusiones ya dadas, encontrando las premisas a partir de las cuales pueden derivarse. La justificación es deductiva. La deducción inserta una proposición en un contexto de fundamentación y le presta así, de un modo definitivo, su carácter de cientificidad. Pero toda deducción parte de principios a los que no se llega, al menos, no a todos ellos, por vía deductiva: el camino a los principios es el camino de la inducción, el recurso a la experiencia y al test dialéctico de argumentos y de opiniones autorizadas sobre el asunto en discusión. Aristóteles, a la vez que enfatizó la importancia de la deducción, recalcó sus límites: en el contexto de descubrimiento, los procesos deductivos no son los más importantes y, lo que es fundamental, no se auto-sustentan. Las premisas universales de las que debe partir la deducción (pues no hay deducción, sin al menos una premisa universal) no pueden obtenerse por vía deductiva, salvo en el caso límite de ciencias puramente formales o que operan con enunciados analíticos, como la lógica pura o la matemática. En la gran mayoría de los casos, en cambio, la generalización involucra procesos de tipo empírico, inductivo y dialéctico. Ya desde su misma obtención, “es imposible contemplar los universales, afirma, si no es a través de la comprobación”. (I, 18, 81b 2). Por otra parte, el mismo Aristóteles nunca o, a lo sumo, muy excepcionalmente procede de este modo –inducción de principios - deducción- en sus propias investigaciones. En su clásico libro Logique et Méthode chez Aristote , J. M. Le Blond afirma que “Los tratados del Organon, como es natural, manifiestan menos una preocupación por hacer ciencia que por exponer la ciencia hecha de un modo riguroso. Los tratados científicos, en cambio, están consagrados principalmente a la investigación; son éstos, sobre todo, los que revelan el método.” (1939: 191) Por eso, cuando Aristóteles habla de las ciencias teóricas en estos contextos, da una cabida Cfr. íd., pp. 66-7. Aunque conviene, afirma, presentar sus resultados separadamente. Otro caso de incomprensión de Aristóteles es, a propósito de esta cuestión, el de L. Lachmann, quien afirma: “La mayoría de los estudiosos parecen estar de acuerdo con que Menger fue aristotélico y esencialista (HUTCHISON, 1973, p. 18). La razón por la que las leyes exactas no requieren testeo empírico es que reflejan relaciones esenciales y necesarias entre fenómenos,” L ACHMANN, 1982, p. 35: explica que es aristotélico por el preciso motivo por el que no lo es. 27 28
mucho mayor a la experiencia, no sólo en el descubrimiento de los principios científicos, sino incluso en la verificación de las hipótesis. Dice en De generatione animalium, que “es preciso fiarse de las experiencias más que de las teorías, y de las teorías sólo en la medida en que son reconocidas como evidentemente conformes con los hechos” (III 10, 760b 31). Le Blond muestra cómo la experiencia actúa tanto en la detallada observación cuanto como experimentación: “flujo y reflujo de la investigación que va de los hechos a las teorías y de las teorías a los hechos.” (1939: 242) Esto explica cómo en el libro VI, 8 de la Ética Nicomaquea puede decir que el niño puede ser un excelente matemático, pero no sabio ni físico (ambas, la Metafísica y la Física, ciencias teóricas con una estrecha relación con la realidad). El motivo que añade es su carencia de experiencia. Tal como afirma en De generatione et corruptione, el físico precisa una “prolongada familiaridad con los fenómenos” (I 2 316a 6). En la propia Física, al explicar por qué algo no puede estar contenido en sí mismo, comienza con el argumento empírico: “Ahora bien, en un examen empírico (epaktikôs) no vemos nada que esté en sí mismo en ninguno de los sentidos distinguidos; pero, además, es conceptualmente evidente que tal cosa es imposible”, (IV, 3, 210b 8-9) como lo argumenta a continuación. Dice Santo Tomás de Aquino en el Comentario al De Trinitate de Boecio que en todo conocimiento debe considerarse el principio y el término, que es juicio de la ciencia. En la metafísica el término está en el intelecto, en la matemática, en la imaginación y en la física en los sentidos (q. 6, a. 2): “Y por tanto, como se demuestra en el De caelo et mundo el conocimiento de la ciencia natural debe terminar en los sentidos, es decir, tenemos que juzgar sobre las cosas naturales tal como nos las presentan los sentidos; y quien descuida los sentidos en las cosas naturales cae en el error”. La cita del De caelo a la que se refiere es: “se debe juzgar los principios por sus consecuencias, y sobre todo considerar el resultado final: éste resultado final que, en el caso de una ciencia ‘factiva’ es el producto, en la ciencia de la naturaleza es la evidencia siempre soberana de la percepción sensible”. (III, 7, 306a 16-7) Para el tema que nos ocupa, el aristotelismo mengeriano, las consideraciones previas nos llevan a una doble reflexión. En primer lugar, podríamos decir que la proclama de absurdo metodológico a la pretensión de testeo empírico de las conclusiones de la orientación exacta de la investigación teórica, es completamente coherente con el Aristóteles de los Analíticos Posteriores. Menger sería entonces enteramente aristotélico y coherente al postularlo. Sólo en una segunda reflexión, podemos decir que Menger no responde al genuino espíritu aristotélico que se respira en sus tratados científicos teóricos reales. Uskali Mäki tiene el mismo sentimiento que nosotros. Dice que la proclama mengeriana en pro de la inexcepcionalidad de las leyes es exagerada. Mäki argumenta su postura desde una división de las leyes en leyes de hierro y leyes de roble: las primeras expresan una necesidad absoluta, y las segundas, algo que se cumple en la medida en que no haya interferencias. La cláusula ceteris paribus admitida por Menger por su confesada no coincidencia de las conclusiones de la orientación teórica con la realidad relativiza, sostiene Mäki, su inexcepcionalidad: “Menger no debería haber proclamado la inexcepcionalidad como un rasgo definitorio de las leyes exactas”29. Sin embargo, el argumento de Mäki no reside en sede aristotélica. 3. Las estructuras sociales creadas orgánicamente y su método de estudio
Pasamos a la tercera y última objeción al aristotelismo mengeriano propuesta en este trabajo. El libro tercero de las Investigaciones está dedicado a “la comprensión orgánica de los 29
1997, pp. 490-1.
fenómenos sociales.” (127-59) Para Menger hay dos grandes tipos de fenómenos sociales: los que surgen espontáneamente y los que se originan intencionalmente. Los primeros son los que, según Menger, son creados orgánicamente. Pone el ejemplo del dinero, el lenguaje, la ley, la moral, las ciudades y los Estados: todos ellos son “el resultado social no intencional de factores teleológicos individuales.” (158) También muchas instituciones económicas tales como el mercado, los precios, salarios, la división del trabajo y las tasas de interés, que “no resultan de causas sociales teleológicas, sino que son el resultado no intencional de innumerables esfuerzos de los sujetos económicos que persiguen sus intereses individuales.” (158) Se podrá comprender, entonces, la gran influencia que han tenido estas ideas, propias de la tradición liberal, en Hayek. En efecto la idea hayekiana del orden social espontáneo responde, casi calcada, a la mengeriana. Hayek, al hablar de éste, hace frecuentes remisiones a Menger.30 En definitiva, la importancia de estas ideas de Menger es tal que lleva a que R. Cubeddu sostenga que: “la teoría del origen y desarrollo de las instituciones sociales desarrolladas por Menger en las Untersuchungen, (...), establece el fundamento para un nuevo liberalismo y lidera la crítica del historicismo y el cientificismo de la que nace la filosofía política de la Escuela Austríaca”31. Para Menger, el resto de los fenómenos sociales, los que se originan en el cálculo humano, son comparables más bien con mecanismos. Es el caso de las instituciones que surgen por la “legislación positiva”, y, muchas veces, las leyes mismas. La “interpretación pragmática” se ocupa del estudio de estos últimos fenómenos surgidos intencionalmente. Ésta consiste en la investigación de los fines últimos que guiaron a las autoridades para determinar dichas instituciones. (145) Por su parte, la “interpretación orgánica” estudia los fenómenos que surgieron no intencionadamente. El método adecuado para conocer los fenómenos sociales es la aplicación de la doble orientación de la investigación teórica a éstos. “¿Cómo puede ser, se pregunta Menger refiriéndose a los fenómenos sociales no intencionales, que instituciones que sirven al bien común y que son tan significativas, puedan originarse sin una voluntad común dirigida a establecerlas?” (146). La solución se encuentra en la comprensión teórica del origen y del cambio de las estructuras sociales creadas orgánicamente. No son explicaciones el que “siempre fue así”, el contractualismo,32 o decir simplemente que se trata de instituciones “naturales”, sin explicar los motivos esenciales o genéticos. El método es el que denomina “atomista” (139, 141, 145, 151), “genético-causal”(94) y “compositivo” en algunas notas manuscritas.33 Se detiene en los motivos individuales que provienen de la interacción entre las tendencias de la naturaleza humana y las condiciones externas. Se intenta reducir los fenómenos sociales a fuerzas y a impulsos de la naturaleza humana más generales y originales. El resultado es una serie de ciencias que nos revelan aspectos parciales de la realidad humana pero que, en conjunto, nos brindan un conocimiento acabado de ésta. (86-7 y 224) El error de los historicistas, para Menger, es aplicar los métodos propios de los fenómenos pragmáticos a los orgánicos. Intentar imponer leyes a lo económico. Es un “pragmatismo que, contra la intención de sus representantes, conduce inexorablemente al
E.g., en H AYEK , 1978-1982, I, pp. 119 y 153. R AIMONDO CUBEDDU, 1993, p. 222. 32 Como A. Smith: cfr. id., pp. 172 y 176. 33 Cfr. H AYEK , 1973, p. 8 y HUTCHISON , 1973, p. 24. 30 31
socialismo:”34 he aquí el problema final. Proviene de una deficiente comprensión de la naturaleza de lo social -lo económico incluido- y en la consiguiente confusión en el método adecuado para su estudio y control.35 Porque, dice Menger, “los métodos para la comprensión exacta del origen de las estructuras sociales creadas orgánicamente y aquellos para la solución de los principales problemas de la economía exacta, son idénticos por naturaleza”. (159) Y es más concreto al decir: “El interés económico de los individuos económicos, por tanto, con un conocimiento mayor de sus intereses individuales, sin ningún acuerdo previo, ni compulsión legislativa alguna, y aún sin la consideración de los intereses públicos, los lleva a cambiar sus mercancías por otras más comercializables (...)”(154), es decir, a una conducta económica adecuada. Por eso dice en el Prefacio de los Principios: “en lo que sigue he intentado reducir los fenómenos complejos de la actividad humana a los elementos más simples para aplicar a esos elementos la medida correspondiente a su naturaleza, (...) para investigar el modo en que los fenómenos económicos más complejos evolucionan desde sus elementos de acuerdo a principios definidos”36. Nos parece, y así lo considera Hayek, que es un importante antecedente del individualismo metodológico aplicado a los fenómenos económicos.37 Menger relaciona la analogía del organismo natural aplicada a lo social con Platón y Aristóteles. (131) Sobre este caso en particular nuestra objeción se divide en dos: en primer lugar, esta analogía no es aristotélica; en segundo lugar, lo que Menger entiende de ésta tampoco es aristotélico, salvo en lo que se refiere a la génesis de las instituciones que considera orgánicas. El organicismo hace referencia a la aplicación de la analogía del organismo natural –de su todo y de la relación natural con sus partes- en ámbitos diversos –una posición en Biología, una concepción del mundo, y también más concretamente, de la sociedad y del Estado-. Es una idea que se remonta a la Edad Media y cuyo origen es eminentemente cristiano, relacionado con la idea del Cuerpo Místico de Cristo. Al respecto, se explaya Otto von Gierke en su ampliamente documentada Das deutsche Genossenschaftsrecht, concretamente en su volumen tercero. El símil organicista, muestra von Gierke, se presenta tanto en la misma idea de la sociedad como organismo, como en la explicación del surgimiento y crecimiento de las instituciones sociales.38 Pasamos a la segunda parte de la objeción. Las analogías que Aristóteles usa para referirse a la relación todo-partes en la polis, suelen ser casos de todos en los que sus partes subsisten 177. Al respecto M AX ALTER, 1982, p. 154, hace una observación muy interesante: la expresión “pragmatismo” era una expresión peyorativa usada en Alemania para caracterizar la postura del método historiográfico de los historiadores de la Ilustración del siglo XIX. 35 Además de los numerosos ejemplos de estas instituciones económicas que pone en las Investigaciones, cfr. también MENGER, 1892, donde dice claramente: “El dinero no ha sido generado por la ley. En su origen es una institución social, no estatal.”: p. 255. 36 MENGER, [1871] 1950, pp. 46-7. 37 Cfr. H AYEK , 1973, p. 8. 38 Cfr. [1868] 1934, 1963, pp. 110 y ss. y 118 y ss. 34
substancialmente separadas: el coro y sus integrantes; la nave, con su piloto y tripulantes; los gimnastas; el médico que aconseja a los pacientes. En efecto, de igual modo, para Aristóteles la ciudad es un todo cuyas partes son substanciales y tienen diversas funciones orientadas al fin del todo. Siendo así, la analogía orgánica no parece muy adecuada. Es verdad que la usa una vez, pero unida a otros ejemplos de todos con partes substanciales: “Además, la ciudad consta de elementos distintos: así como el viviente consta de alma y cuerpo, y el alma de razón y apetito, y la casa de marido y mujer, y la propiedad de amo y esclavo, de igual modo también la ciudad (...)” ( Pol, III, 4, 1077a 7ss.). Vuelve a usar esta analogía al hablar de los distintos regímenes posibles en VI (IV), 4, 1290b 25ss., y al hablar de las causas de las revoluciones en VII (V), 3, 1302b 33ss., pero nuevamente deja muy claro enseguida que se está refiriendo a partes substanciales –personas y diversas instituciones también formadas por personas-. Por otra parte, para Aristóteles, el carácter “natural” de algunas instituciones, como la casa, la aldea y la polis, no anula la posibilidad -y en muchos casos la necesidad- de que, como parte del mismo proceso natural propio del hombre, haya quien dé una orientación teleológica al fenómeno del que se trate. Desde Aristóteles, sin una orientación teleológica global, no se puede entender cómo se asegura que las intenciones particulares conduzcan solas a la orientación correcta mientras que haya libertad humana. Por supuesto que de una interacción de intenciones particulares va a resultar algo.39 Pero cualesquiera fines que surjan espontáneamente no aseguran una ordenación hacia un fin general por el mero hecho de la interacción espontánea. El planteo aristotélico supone que hay que descubrir la orientación natural y, puesto que estamos en el ámbito de lo humano, que es el de la libertad, esforzarse por cumplirla. El orden no es un hecho dado sino una tarea encomendada. Aunque estos procesos pueden darse libremente, es necesario que la autoridad vele para corregir el rumbo cuando fuera necesario, de uno u otro modo según el régimen considerado. Esta visión es diversa de la de Menger. En efecto, él sostiene que los fenómenos sociales son “el resultado social no buscado de factores teleológicos individuales.” “No son el resultado de causas teleológicas sociales, sino el resultado no buscado de innumerables esfuerzos de sujetos económicos que buscan sus intereses individuales”. (158, cursiva en el texto de Menger) Aristóteles diría, en cambio, que los fenómenos sociales son el resultado de innumerables esfuerzos individuales que tienen en cuenta el fin general de la sociedad. Esta atención al fin de la sociedad como un todo, precisamente, consiste en la justicia como virtud “total” (EN , V, 1-2). Por otra parte, se da una coincidencia entre el fin individual y el de la polis (EN , I, 2). En cambio, en cuanto a la explicación del surgimiento de algunas instituciones sociales, la posición de Menger corresponde más fielmente a la de Aristóteles, en el sentido de que se reconoce que son fenómenos que no estaban presentes desde el comienzo de la humanidad, sino que hubo un proceso que les dio origen (149 y Apéndice VII). Sin embargo, tampoco la fidelidad es completa, puesto que no corresponde decir que los instintos dan origen a la polis. (222) Aristóteles dice que el origen es natural –igual que en el caso de la familia y la aldea. Sin embargo, natural no equivale a instintivo, ya que es natural del hombre tanto lo instintivo como lo voluntario; y se aleja más de lo instintivo en el caso de la polis. Por otra parte, Menger homologa la polis al Estado, equivalencia que horrorizaría al filósofo de Estagira. El Estado moderno tiene muy pocas similitudes, más aún, muchos de sus rasgos se oponen abiertamente con la concepción aristotélica de la polis. En este sentido nos parece muy interesante la observación de Robert Nozick sobre el que denomina “an invisiblehand process or explanation” propio de A. Smith, C. Menger, Thomas Schelling,... Dice NOZICK (1994: 312): “La noción de explicación de mano invisible es descriptiva, no normativa. No todo patrón surgido de un proceso de mano invisible es deseable, y algo que puede surgir de un proceso de mano invisible podría surgir mejor o ser mantenido mediante una intervención consciente”. 39
¿De dónde provendría entonces el organicismo mengeriano? Él mismo lo aclara en el Prefacio de las Investigaciones. “En el campo de la investigación lingüística, de la ciencia política, y del derecho, nuevas orientaciones han terminado por prevalecer (...) Cuán obvia es la idea de aplicar estos esfuerzos a nuestro campo de conocimiento.” (29) Se está refiriendo a autores que citará a lo largo del libro.40 Wilhelm von Humboldt en cuanto a las investigaciones lingüísticas, E. Burke, en cuanto a la política, Herbert Spencer, en ética, Fr. C. von Savigny (quizás el autor más citado), K. F. Eichhorn, B. G. Niebuhr y antes G. Hugo y Justus Möser, en derecho, Albert E. F. Schäffle, en su concepción de la sociedad. Son todos autores pertenecientes a un nuevo organicismo. Max Alter (1982 y 1990) señala la influencia clara de estos autores en este tema y en otros. Lawrence White lo indica también en la Introducción a la citada edición de las Investigaciones (8ss.). Son del mismo parecer Yagi (1997), Meyer (1990) y Hutchison (1973). El carácter no aristotélico del concepto de orgánico en Menger, tal como lo señalamos antes, junto a los orígenes de sus ideas al respecto, nos llevan a la conclusión de que es una analogía que no corresponde al pensamiento de Aristóteles. Conclusión
La exposición de las tres objeciones al aristotelismo mengeriano desarrolladas en este trabajo conducen a la recomendación de extremar la prudencia al hablar de éste. En efecto, Menger usa conceptos aristotélicos, conoce su filosofía y la aplica a las ciencias sociales. Sin embargo, pensamos que se trata del conocimiento propio de alguien que no es filósofo de profesión y que no tiene una familiaridad estrecha con el pensamiento del Estagirita. Nos induce a pensarlo el hecho de que sus fallos de comprensión o interpretación de las ideas de Aristóteles, no se deben a un deficiente conocimiento “general” de su sistema, sino al desconocimiento de cuestiones propias de un especialista. Estos errores son, de todos modos, importantes, pues lo conducen a conclusiones muy diversas de las de su mentor filosófico. ¿Qué explicaciones se han dado a estas desviaciones? ¿Qué tipo de aristotélico es Menger? Mäki (1997: 477) nos habla de que se halla en una “atmósfera intelectual” que contenía una fuerte corriente aristotélica como parte de ésta. David Gordon señala la posible influencia del aristotelismo de Brentano (1993: 17). Barry Smith (1994b) conecta a Brentano con Trendelenburg. En cambio, Max Alter opina que la influencia aristotélica llega por Friedrich Ueberweg (1990: 81). En cualquiera de estos casos, no se trata de un “aristotelismo puro”. Alter dice que “la metodología implícita en la teoría económica de Menger es aristotélica. Pero (...) se trata de un Aristóteles visto a través de los ojos de los historicistas románticos alemanes del siglo XIX”. (1982: 154) “El lenguaje de Menger”, agrega más adelante, “es el del aristotelismo alemán del siglo XIX con fuertes raíces en el Romanticismo” (1990: 18). Aunque Menger no lo menciona, Alter sugiere que su programa es una aplicación a las ciencias sociales del seguido por Johann Gustav Droysen para la Historia: una reacción de las Geisteswissenschaften contra el positivismo monista de las Naturwissenschaften, basado en Aristóteles (cfr. 81 y 121). Esta hipótesis responde a la conclusión final de Alter, quien ve en Menger una definida orientación en este sentido. Si esto fuera así, las tres objeciones argumentadas en este trabajo señalarían puntos poco coherentes de la obra de Menger. 41 De todos modos, el fin de este escrito es sólo mostrarlas, sin pretender avanzar en este tipo de hipótesis sobre sus antecesores y sin tampoco intentar establecer la orientación filosófica definitiva de Menger. Esto último requeriría un estudio mucho más detenido. Sin embargo, hay 40 41
Para una cuidadosa relación de los autores citados por Menger en las Investigaciones, cfr. R. CUBEDDU 1985. P. Boettke no tiene una opinión muy positiva del libro de Alter: cfr. 1992.
algo que se puede afirmar con toda seguridad: que la posición de Menger en la Methodenstreit está presente en cada una de las tesis objetadas. Por eso, si Menger hiciera caso a estas objeciones, su argumentación en contra de la Escuela Histórica Alemana perdería fuerza, y habría muchos más puntos de contacto entre ambas posiciones. En suma, se han argumentado tres objeciones al aristotelismo de Menger. Su aceptación nos lleva entonces a afirmar que Menger usa categorías aristotélicas, pero que éstas no siempre lo conducen a conclusiones coincidentes con las tesis del filósofo de Estagira.
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