Aldo Aldo Palaz Palazzae zaesch schii (pse (pseu udóni ónimo de Aldo Giurla rlani) fue un distinguido distinguido periodista, poeta y novelista novelista italiano. Nació en Florencia Florencia en 1885 y murió en Roma en 1974. Realizó estudios de contaduría y de actuación antes de publicar su primer libro, I cavalli bianchi , , en 1905. Se integró al movimient movimiento o futurista, de forma forma peculiar y poco poco ortodoxa, y fue asiduo colaborador de Lacerba, uno de sus órganos de difusión. Sorelle Materassi (1934) lo colocó como uno de los principales principales exponentes exponentes de la narrativa italiana de posguerra (según André Gide, la mejor novela italiana en muchos años). En 1962 fue condecorado con el doctorado Honoris Causa por la Universitá Universitá di Padova. Publicó más de veinte títulos, la mayoría de poesía. Para Giorgio Pullini, la importancia de su poesía radica en la singularidad, singularidad, la personalidad y autonomía autonomía que supo imprimir a cada libro y que lo hacen inconfundible en las letras italianas.
La fuente enferma
Clof, clop, cloch,
cloffete, cloppete, chchch… Allá está en el patio la pobre
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fuente enferma ¡qué ganas de escucharla toser! Tose tose calla un poco y de nuevo tose. Mi pobre fuente, tu enfermedad me oprime el alma. Se calla, ya no 2
arroja nada, se calla, no se escucha el rumor de salida, si tal vez… ¿si tal vez está muerta? ¡Horror! ¡Oh, no! Otra vez, nuevamente tose. Clof, clop, cloch, cloffete, cloppete, chchch… La tisis 3
la mata. Santo Dios, su eterno toser me mata, un poco está bien ¡pero tanto! ¡Qué lamento! ¡Habel! ¡Victoria! Corran, cierren la fuente ¡me mata su eterno 4
toser! ¡Vayan! Hagan cualquier cosa: pero que termine. Tal vez… ¡tal vez morir! ¡Señora! ¡Jesús! ¡Ya no, ya no! Mi pobre fuente acaba con el mal que tienes sino 5
verás que también me matas. Clof, clop, cloch, cloffete, cloppete, chchch…
La cruz
Entre las ramas caídas de olivo
te mantienes, como el último milagro vivo, sobre viejos pilares corroídos, desgajados, cubiertos de líquenes y moho verdusco, azulado: Pero te mantienes. Salve, Cruz piadosa. 6
¿Qué soy?
¿Soy quizá un poeta? No, por supuesto. No escribe esa palabra extraña la pluma de mi alma: «locura». ¿Soy por tanto un pintor? Ni siquiera. No tiene ese color la paleta de mi alma: «melancolía». ¿Un músico entonces? Tampoco. No hay esa nota en el teclado de mi alma: «nostalgia». 7
Entonces, ¿qué soy? Puse un objetivo en mi corazón para que la gente lo viera. ¿Qué soy? El saltimbanqui de mi alma.
______________ Hiram Barrios (Ciudad de México, 1983) es escritor y traductor. Es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Publica cuentos, ensayos y traducciones en distintas revistas y medios electrónicos. Ejerce la docencia a nivel superior.
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Déjenme divertirme (1910)
¡Tri tri tri, fru fru fru, uhi uhi uhi ihu ihu ihu!,
¡El poeta se divierte locamente, desmedidamente! No lo insulten, déjenlo divertirse pobrecito, estas pequeñas tonterías son su entretenimiento.
Cocù rurù, rurù cucù, cuccuccurucù!
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¿Qué son estas indecencias? ¿estas estrofas extravagantes? ¡licencias, licencias, licencias poéticas! Son mi pasión.
Farafarafarafa, tarataratarata, paraparaparapa, laralaralarala!
¿Saben qué son? Son las sobras, no son estupideces, son..... los desechos de las otras poesías.
Bubububu, fufufufu. Friu! Friu!
Pero si de cualquier nexo carecen, ¿para qué las escribe ese tonto? 10
Bilobilobilobilobilo blum! Filofilofilofilofilo flum! Bilolù. Filolù. U.
No es verdad que no quieren decir, quieren decir algo. Quieren decir… Como cuando uno se pone a cantar Sin saber la letra. Una cosa muy vulgar. Y bueno, así me gusta hacerlo.
¡Aaaaa! ¡Eeeee! ¡Iiiii! ¡Ooooo! ¡Uuuuu! ¡A! ¡E! ¡I! ¡O! ¡U!
Pero jovencito, dígame un poco una cosa, no es la suya una pose, querer con tan poca cosa 11
mantener alimentado tan enorme fuego?
Huisc... Huiusc... Huisc... Huiusc... Sciukoku koku koku, koku koku koku, Sciu ko ku.
Pero ¿cómo hay que hacer para entender? Usted tiene muchas pretensiones, pareciera que usted escribe en japonés.
Abì, alì, alarì. ¡Riririri! Ri.
Déjenlo nomás que se divierta, es más, es mejor que no termine. La diversión le costará cara, 12
Lo tratarán de burro.
Labala falala falala y luego lala. y lalala lalalalala lalala.
Es verdad que es un riesgo muy fuerte escibir cosas así que hoy en día hay profesores por todas partes.
Ahahahahahahah! Ahahahahahahah! Ahahahahahahah!
En fin, yo tengo totalmente razón, los tiempos han cambiado, ya nadie exige nada más de los poetas: ¡déjenme divertirme!
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Lo desconocido Dí:
¿lo viste pasar en la noche? -Lo he visto. -¿Por ventura, lo viste ayer tarde? -Cada tarde lo miro pasar. -Y dí: ¿te ha mirado? -Nunca mira lo que hay a su lado; siempre mira tan sólo hacia allá... -¿Hacia allá donde el cielo comienza? - ...y la tierra se acaba. Hacia allá... A la franja de lumbre que deja el tramonto... Hacia allá... -¿Y después del tramonto? -Se aleja... -¿Solo? -Solo. -¿Vestido? -De negro. -¿Siempre? -Siempre vestido de negro... -¿Sabes, por ventura, dónde se detiene? -Nadie sabe su tiempo, su espacio... Nadie sabe cuál es su cabaña; nadie sabe cuál es su palacio.
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Corrado Govoni
(1884-1965). Fue miembro del grupo Crepusculari, una de las influencias mayores de los poetas del futurismo. A pesar del maquinismo de los futuristas, la poesía de Govoni, en palabras de Mario Bojórquez, “conservará siempre un interés bucólico y rural”. Participa del movimiento conocido como Crepusculari y después se convierte en uno de los precursores del Futurismo con el empleo de las llamadas “Palabras en Libertad”. Aunque crepuscular, su intención se separa de aquella escuela en que su fuerza imaginística produce deliciosos efectos en el lector; lo mismo sucederá con el futurismo, movimiento interesado en las imágenes urbanas, la exaltación de la ciudad y las máquinas, mientras que el poeta Corrado Govoni conservará siempre un interés bucólico y rural. En una carta a su amigo Gian Pietro Lucini de 1904, define con claridad la búsqueda de la poesía crepuscular: “las cosas tristes, la música itinerante, las canciones de amor cantadas por los viejos en las tabernas, las plegarias de las monjas, los mendigos pintorescamente andrajosos y enfermos, los convalecientes, los otoños melancólicos llenos de adioses, las primaveras en los colegios casi temerosas, las campañas magnéticas, las iglesias donde lloran indiferentes los cirios, las rosas que se deshojan en sus altares a la orilla de la calle desierta donde nace la hierba…” . . .
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Las cosas que hacen el domingo . El olor caliente del pan que se cuece en el horno.
El canto del gallo en el gallinero. El gorjeo del canario en la ventana. El golpe del balde contra el pozo y el chirriar de la polea. La ropa tendida en el prado. El sol en el umbral. El mantel nuevo en la mesa. Los espejos en los cuartos. Las flores en los vasos. El vagabundo que hace llorar su armónica. El grito del deshollinador. La limosna. La nieve. El canal congelado. Las muchachas vestidas de negro. La comunicadora. 16
El sonido blanco y negro del piano. Las monjas blancas vendadas como heridas. Los sacerdotes negros. Los hospitalizados grises. El azul del cielo sereno. El paseo de los amantes. El paseo de los enfermos. El rebaño de los árboles. Los gatos blancos contra el vidrio. El girar de la rosa de los vientos. El batir de las ventanas y de las puertas. Las cáscaras de oro de las naranjas sobre el pavimento. Los niños que juegan con la llanta en la avenida. La fuente abierta en el jardín. Los aquilones liberados sobre las casas. Los soldados que hacen la maniobra azul. Los caballos que golpean sus cascos contra las piedras. La muchacha que vende las violetas. 17
El pavo real que abre su cola por encima de la escalera roja. Las palomas que zurean sobre el techo. Los almendros que florecen en el convento. Los laureles rosados en el vestíbulo. Las cortinas blancas que se mueven al viento. . De Gli Aborti, en Poeti italiani del Novecento, Mondadori, Milano, 1990, 1098 pp. . . .
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Le cose che fanno la domenica . L’ odore caldo del pane che si cuoce dentro il forno. Il canto del gallo nel pollaio. Il gorgheggio dei canarini alle finestre. L’urto dei secchi contro il pozzo e il cigolìo della puleggia. La biancheria distesa nel prato. Il sole sulle soglie. La tovaglia nuova nella tavola. Gli specchi nelle camere. I fiori nei bicchieri. Il girovago che fa piangere la sua armonica. Il grido dello spazzacamino. L’elemosina. La neve. Il canale gelato. Il suono delle campane. Le donne vestite di nero. Le comunicanti. Il suono bianco e nero del pianoforte. Le suore bianche bendate come ferite. I preti neri. I ricoverati grigi. L’azzurro del cielo sereno. Le passeggiate degli amanti. Le passeggiate dei malati. Lo stormire degli alberi. I gatti bianchi contro i vetri. Il prillare delle rosse ventarole. Lo sbattere delle finestre e delle porte. Le bucce d’oro degli aranci sul selciato. I bambini che giuocano nei viali al cerchio. Le fontane aperte nei giardini. Gli aquiloni librati sulle case. I soldati che fanno la manovra azzurra. I cavalli che scalpitano sulle pietre. 19
Le fanciulle che vendono le viole. Il pavone che apre la ruota sopra la scalèa rossa. Le colombe che tubano sul tetto. I mandorli fioriti nel convento. Gli oleandri rosei nei vestibuli. Le tendine bianche che si muovono al vento. . . .
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Cerca . Al olor cruel
que viene de la espina de la cerca tu sangre amarga el amor, y se vuelven tus ojos una terrible luz pulsada. Sobre tu estatua que camina aprendo un nuevo camino en el viento y en vano golpeo mis palabras como gotas de rocío de mi turbación. Ruego a la hierba de la orilla que venga a tu encuentro como la lámpara envenenada del alcatraz para hacer sufrir a tu boca roja. . . .
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Siepe .
All’odore crudele che viene dalle spine della siepe il tuo sangue amareggia l’amore, e ti diventan gli occhi una luce cattiva pigiata. Sulla tua statua che cammina aprendo una nuova strada nel vento invano battono le mie parole come gocce di rugiada da me scossa. Prego l’erba dell’argine ti venga incontro come la lampada avvelenata del gigaro per far soffrire la tua bocca rossa. . De Pellegrino d’amore en Poeti italiani del Novecento , Mondadori, Milano, 1990, 1098 pp. . Traducción del italiano, Mario Bojórquez
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Ardengo Soffici / Hospital
Hospital de campaña 026
¡Ocio dulce del hospital! Se duerme por semanas enteras, El cuerpo que habíamos despedido No puede creer todavía en esta felicidad: vivir. Las blancas paredes de la habitación Son como paréntesis cuadrados, El espíritu reposa allí, Entre el ardiente furor de la batalla de ayer Y el enigma florecido que mañana recomenzará. 24
Tregua clara, crisol de sentidos múltiples, Aquí todo converge en una unidad indecible; Misteriosamente siento fluir un tiempo de oro En el que todo es igual: Los bosques, las cotas de la victoria, los alaridos, el sol, la sangre de los muertos, Yo mismo, el mundo Y estos limones amarillos, Que miro amorosamente resplandecer Sobre mi negra mesita de hierro, junto a la almohada. Ardengo Soffici (Rignano sull'Arno, 1879 - Forte dei Marmi, 1964). Roberta L. Payne, A selection of modern poetry in translation (Italiano-Inglés)
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BÏF§ZF+18 Simultaneidad y química lírica es un libro de artista realizado por el poeta futurista italiano Ardengo Soffici y publicado en 1915. Es uno de los ejemplos más logrados de las “palabras en libertad” promovidas por el movimiento. El libro se divide en dos partes: Simultaneidad –que consta de 12 “poemas simultáneos”-, y Química Lírica, conformada por 10 poemas de tipografías variables al mejor estilo parolibrístico,, jugando con la disposición gráfica de las letras en el espacio, utilizando la escritura de onomatopeyas y 26
repitiendo letras y formatos en forma similar a lo que 4 años más tarde haría F.T.Marinetti en su publicación Zaum Tumb Tumb. Habiendo vivido muchos años en París y siendo amigo de Guillaume Apollinaire y de Picasso, Soffici fue el nexo obligado entre el futurismo italiano y los cubistas franceses. Después de la II Guerra Mundial, sin embargo, prefirió olvidarse por completo de las vanguardias y se dedicó a pintar insulsos paisajes naturalistas hasta su muerte, en 1965.
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taller POÉTICAS DEL S.XX
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