El Autor y su Obra
Pascal Gabriel Albiac
índice
La p asió as ión n del de l j u e g o ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ..... C r o n o l o g í a ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ..... .. Aque Aquell insomne juego de la c ie n c ia ........................ Como una persislente pesadilla ............................ A.M. .M.D.G.: Los q ue ju eg an a g an ar .......................... El a silo si lo d e los lo s loco lo coss .......... ................ ............ ........... .......... ........... ........... .......... ....... .. E p í l o g o ........... ................. ........... .......... ........... ........... .......... ........... ............ ........... .......... ........... ............ ...... N o t a s ........................................... ................................................................................. ...................................... B i b l i o g r a f í a ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...
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«Hubo un hombre que, a los doce años, con con barras barr as y redondeles había creado crea do las las matemáticas; que, a los dieciseis, había realizado el más sabio tratado sobre las cónicas que que se viera viera desde desd e la antigüedad; que, a los diecinueve, redujo a máquina una ciencia que existe toda entera en el entendimiento; que a los veintitrés, demostró los fenómenos de la pesadez del aire, y destruyó uno de los grandes errores de la física antigua; que, a esa edad en que los hombres comienzan apenas a nacer, habiendo acabado de recorrer el círculo de las ciencias humanas, se apercibió de su nada e hizo girar sus pensamientos hacia la religión; que, a partir de ese momento y hasta su muerte, que acaeció en su trigésimonono aniversario, continuamente enfermo y plagado de sufrimientos, fijó la lengua que hablaron Bossu Bo ssuet et y Racine, Racine, dio el modelo de la más per p erfe fect ctaa ironía como como del razonami razo namiento ento más poderoso; y que, Analmente, en los bre b rev v es intervalos inte rvalos de sus su s males, mal es, resolvió como distracción uno de los más altos prob pr oble lem m as de la geometrí geom etríaa y dejó caer cae r sobre el papel pensamientos que son más divinos que humanos. Este genio aterrador se s e llamaba llam aba Blaise Blaise Pascal. Pascal.» » (Chateaubriand) «He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastre arra stren n y me pierdan pierdan despiadados.» despiadados.» (Borges).
Todo suicidio es apasionante. Tanto más, cuanto más atroz y rigurosa es su forma. Lo que sigue no es sino la trabajosa historia histo ria de un suicidio suicidio..
La pasión del juego
Fin del ju ju e g o Tras Tras la m uerte ue rte de d e M. Pascal Pascal,, una vez que f u e abierto, abierto, se encontraron el estómago y el hígado putrefactos v los intestinos gangrenados, sin que fuera posible saber con exactitud si esto había sido Ia causa de los dolores de cólico cólico o bien bien e l efecto efe cto de ellos. Pero lo lo más peculiar pecu liar se pro p ro dujo en el momento de la apertura de la cabeza, cuyo cráneo resultó no tener otra sutura que la lamboidea. Io qu e a p a re nte nt e m en te había sido sid o la causa d e los gran gr ande dess dolores de cabeza a los que se viera sometido durante su vida. vida. Es cierto que había poseído antaño la la llamada llamada sutura fron fr onta tal: l: pero pe ro como quiera quie ra que qu e ésta perm pe rman anec eció ió abierta mucho tiempo durante su infancia, como suele acontecer en esta edad, al no pode po derr volver volv er a cerrarse cerrarse,, se había había form fo rm a d o un callo que qu e la había recubie rec ubierto rto por po r comple co mpleto to y que era tan considerable que podía fácilmente percibirse al tacto. En lo que a la sutura coronaria se refiere, no te nía el menor rastro de ella. Los médicos absentaron que se encerraba en él una prodigiosa abundancia de cerebro, cuya sustancia era tan sólida y condensada que ello les hizo ju zg a r que ésta era la la razón razón por la cual cual,, al no poder cerrarse la sutura sutu ra frontal, fron tal, la naturaleza se había ocupado de ello median med iante te ese call callo. o. Pero Pero lo más notable que obser obse r varon, y a lo cual se atribuyeron en concreto su muerte y los últimos acciden acc identes tes qu e ¡o ¡o acompañaron, acompañaron, fue aue au e había había en el interior del cráneo, frente a los ventrículos de! cere bro, bro, dos impresion es, como de dedo sobre la ce cera ra,, que es es taban llenas de una sangre coagulada y pútrida que había comenzado comenzad o a gangrenar gangren ar la la duramadre .'
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levanta leva nta acta literal y terrible terri ble en su meticulo meticulosidad sidad mezquina, en que finalmente queda cumplimentado ese largo aprendizaje de la muerte rigurosamente edificada pieza a pieza que ocupara los años últimos y decisivos de Blaise Pascal, parec pa recee como si, al fin, una larga larg a tensión no culminada, una espera insoportable y lúcida hubiera hallado bruscamente Fin de juego. jueg o. Lo hemos perdido todo, definitivala calma. Fin mente —y, bien lo sabemos, no de otra cosa se trataba. Fin Fin de juego: juego : la mesa abandonada y silenciosa, mi espejo, el de mi mundo; ríen ne va plus\ todo disuelto en sangre seca y pútrida; ríen ne va plus ; fin, oh si, fin desgarrado del juego. La muerte es una mala jugadora, la peor de todas, la que no sabe ganar; al menos en cristiano la pala bra muerte mue rte no tiene el rostr r ostro o hermoso (hubo otros tiempos, tiem pos, otras muertes, hubo Patroclo y Aquiles, hubo Empédocles y las blasfemias de los dioses, fue hace mucho, todo lo que me queda es el recuerdo de un olvido irreversible...). Es ahora ese cuerpo desarmado y penoso el que me retiene retien e al al borde borde de la escritura escr itura,, ese es e cuerpo cuer po roto, amasijo amasijo de gangrena y miseria, esa cochambre mugrienta sobre una mesa de autopsia, lo que hoy me hace evocar los nombres sibilino sibilinoss y diamantiname diamantin amente nte hermosos que qu e un viejo viejo griego, hoy perdido sin remedio, otorgara a la espera de una muerte bella. Vana esperanza. Para el cristiano la muerte es sólo horror y sólo muerte. Con ella el mundo, definitivamente, abandona el horizonte. Fin de mi cuerpo que es el Jin d e l mun m undo do ; no hay más mundo que el mío, más juego que qu e el de esta mesa odiada en que me odi odio o repetido repetido y unánime. (•Cada cual para sí mismo es un todo, puesto que. una vez ve z muerto, todo ha muerto mue rto para para mí» m í»2 2). Recuerdos •J amás ás viv v ivii descuajeringados de una vida imposible <•Jam mos. sino que esperamos vivir: y. disponiéndonos siempre a ser s er felices, es inevitable inevitable que jamás jam ás lo seamos seamos » V’ , presencia fragmentaria de un mundo que. hecho astillas, no ha sido nunca para mí otra cosa que fanta fan tasm sma, a, eidolon perezo per ezoso so y tris tr iste te.. Conmigo muere mu ere esa es a llamada llamad a ‘realidad*, cuyo nombre estúpido (ya que no a ella, que por no ser es inasible) he odiado con rabia sistemática sistemá tica e imposible, y que no he logrado, logrado, pese pe se a todo, olvid olvidar: ar: quedará qued ará sólo sólo ese es e fantasfan tas-
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bos y adjetivos adje tivos en que qu e decir dec ir su nombre que es el mío, mío, o que qu e es, es , al menos, metáfora del mío. mío. Paraísos perdidos perdid os
No No cuenta cuen ta Blaise Pascal más que catorce años cuando, cuando , en 1637, Antoine Le Maitre, el primer «solitario» de Port Roya Royal, l, decide tomar tom ar la la vía vía del desierto. de sierto. Es ya, sin embargo, emb argo, el joven Blaise, si hemos de creer el testimonio de su hermana Gilberte (cosa que, como veremos, hay que hacer sólo cum grano salís y adoptando infinitas reservas), es ya un personaje conocido en ese círculo de amantes de la matemática cuyas «conferencias... se realizaban todas las semanas, y donde las más hábiles gentes de París se reunían para presentar sus obras y examinar las de los demás»4; han pasado ya dos años desde la fecha aquella memorable del «descubrimiento» solitario de la geometría euclídea sin más supuesta ayuda que unos trozos de carbón y una imaginación enfebrecida, y está ahora a punto de dar a la luz el muy notable Traitédes Coniques. No No e s de d e supon sup oner er que q ue en la vida ascética del prema pre matur turo o genio matemático, ni probablemente en la de su familia, haya causado impresión o revuelo alguno la retirada al desierto de uno de tantos jóvenes en alza rutilante dentro del área movediza que pulula en torno a la corte. Antoine Le Maitre no es ciertamente el primero en haber «abandonado el mundo»; consejero de Estado y protegido de Séguier, su retirada puede, sí, ser algo más llamativa que la de otros menos brillantes; pero pero eso es todo todo.. Nada Nada extra e xtraordinario parece anunciar el gesto para la apacible familia Pascal. El entrecruzamiento de sus vidas no es ahora siquiera previsible; no tendrá lugar hasta una década más tarde, si bien entonces, en el instante mismo en el que finalmente llegue a producirse, el estallido de la vida de los Pascal será absoluto, su destino quedará definitivamente delineado. Es todavía, pues, demasiado pronto. Y, sin embargo... Sin embargo, la familia del Chancelier Pascal estaba bien situada biográfica y socialmente para comprender el carácter simbólico que el acto de Le Maitre entraña. Para comprender que Le Maitre no es Le Maitre, sino sólo el
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parad pa radigm igmaa límite límit e d e una un a actitu act itud d que qu e es ya, de facto. la suya: la asunción libre y provocativa provocativa de aquello a lo que la historia ha condenado a ser a todo un sector social del que los Pascal como los Le Maitre (y como tantos otros, ilustres o anónimos, con los que vamos a ir topando a lo largo de los caminos del desierto), ineludible y trágicamente, son parte integrante. Ignoro si la respuesta fulminante de Richelieu (espíritu de esa agudeza que sólo los más seductoramente nauseabundos nauseabun dos de entre e ntre la nauseabunda especie de los los polípolíticos profesionales poseen) al retiro arrogante de Le Maitre habrá hecho que Etienne Pascal empiece a sospechar lo que a él y a los suyos se les venía encima. El mentor de Le Maitre, SaintCyran (probablemente también, otro desconocido desconocido para los Pascal), Pascal), insignificante abad, abad , consejero y confesor de un minúsculo convento de monjas llamado PortRoyal des Champs, antaño joven ambicioso y mundano, y, en parte al menos, otrora protegido del Cardenal, ahora apasionado defensor de la recuperación por la Iglesia de una pureza perdida, SaintCyran, digo, va a dar de bruces directamente con sus huesos en el Cháteau de Vincennes. No saldrá de allí hasta la muerte de Richelieu, cinco años después. Es la respuesta contundente del pode p oderr a los teóricos del «retiro». Todos los datos que entram entr aman an la tragedia traged ia colectiva colectiva de la familia Pascal están dados. Como en una extraña pieza raciniana, los personajes nada saben aún de algo que se siente ya, denso, en el ambiente. Pero, ¿qué está pasando aquí? Ya que no los Pascal, inmersos en la marea ma rea que sube, su be, preguntémonoslo preguntémonoslo nosotros. nosotros. Porque hay que decir que es cuando menos extraño —y, en más de un aspecto, simplemente asombroso— todo esto. ¡Richelieu, el Todopoderoso Richelieu, en el momento álgido de su poder, perdiendo el tiempo —y, a lo que parece. bastante preocupado— en la caza y captura de un confesor de monjas prendado de la doctrina de San Agustín! Uno cree estar soñando o leyendo a Dumas padre. O, más bien, lo creería, si no fuera porque los datos están ahí inapelables. El Cardenal ha hecho arrestar al pequeño abad, ha registrado minuciosamente todos y cada uno de sus papeles, durante cinco años se ha negado a que el pro
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ceso fuera abierto, durante dura nte esos mism mismos os años se ha hecho hecho informar, hasta el detalle más nimio, de la actividad de SaintCyran SaintCyran en prisión, prisión, sus lecturas le cturas y (cuando (cuando tal tal quehacer quehac er le ha sido permitido) su correspondencia. Poco explicativa —por no decir dec ir otra ot ra cosa— me parec pa recee la utilización, utilización, como instrumento de explicación primariamente psicologista, que hace SainteBeuve de la fina malevolencia de una fórmula irónica y célebre del Cardenal de Retz. que solía decir hombre, pero que qu e poseía en el de Richel Richelieu ieu que era un gran hombre, supremo grado la debilidad de no saber despreciar los asuntos menores. Como maldad refinada, la boutade del gran señor que es Retz, no puede ser más impecable; convertida por SainteBeuve —que. dos siglos más tarde, ni del más mínimo atisbo de su finura o su displicencia es partíc pa rtícipe ipe— — en «expli «explicaci cación ón psicoló psicológic gica» a» del asunto asu nto Saint Cyran, resulta, res ulta, inevitablemente, penosa.5 penosa.5 SaintCyran —o, lo que es lo mismo. PortRoyal— es cualquier cosa menos un «asunto menor». Hablar por otro lado de «error», «capric «capricho» ho» o «resentimiento» más o menos paranoico —términos con con los que, qu e, con con testar test arud udaa frecuencia frecu encia,, se ha tratado de solventar solventar el problema6 problema6— — no puede, pue de, en modo alguno, parecemos menos fuera de lugar. Hay que decirlo claramente; un hombre político de la entidad de Richelieu puede equivocarse (y, de hecho, se equivoca) fácilmente al elegir a sus amigos; muy difícilmente, al detectar a sus verdaderos adversarios; el instinto político desborda aquí muy ampliamente el ámbito de la simple subjetividad, para pasar a ser expresión de una consciencia de clase, casi siempre infalible. Por eso preferimos la precisa pre cisa explicación explicación de Lude L uden n Goldm Go ldman ann,7 n,7 a la que el el paso pas o de un par pa r de décad déc adas as no ha hecho sino perfila pe rfilarr en su fundamental justeza: Nada Na da caracte cara cteriza riza mejo me jorr e l genio ge nio políti po lítico co d e Riche Ric helie lieu u — escrib esc ribee e l autor au tor d e Le L e Dieu Di eu Caché — como ver que. que. si se había había preocupado poco mientras mientr as Saint-Cy Saint-Cyran ran se s e encontra ba en un grupo político opuesto que no tenia muchas po sibilidades de éxito, experimenta en cambio como una amenaza seria las nuevas manifestaciones de su adver
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Jean Duvergier de Hauranne, abad de Saint-Cyran, pintado por Philippe de Champagne.
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Estado a quienes quienes tratan de romper rom per la baraja y abandonar el jueg ju ego. o. Nada Nada pued pu edee que q ueda darr fuera fue ra del nuevo nuevo Estado Es tado moderno que Richelieu trata de forjar: ni siquiera el desierto de ios anacoretas. ¡Que nadie se haga ilusiones! Los tiempos en que el retiro era cosa privada han pasado. Definitivamente. Lo que será el Estado burgués ha iniciado su navegación: nada, a partir de ahora, quedará fuera del Estado. Conviene, tal vez, hacer algunas precisiones acerca de la trayectoria que, hasta el momento del choque final, han seguido los protagonistas de esta historia. Me limitaré a dar da r dos o tres líneas rápidas rápidas del argumento. argumento. Hemos sugerido la existencia de un período decididamente mundano en la vida vida de Jean Je an Duverge Duvergerr de Hauranne, Haura nne, Abbé de SaintCyran. Un par de «chocantes» folletos, dedicados respectivamente a la reivindicación del suicidio en servicio del rey (1609) y a la defensa del derecho de los eclesiásticos a tomar las armas (1617), dan buena razón de la frivolidad moderadamente extravagante del joven caballero. La verdad es que difícilmente ese par de textos menores hubiese otorgado a su autor el menor pasaje a la poste po sterid ridad ad,, si la memoria insomne insom ne de los hijos de San Ignacio no los hubiera sacado, en el momento oportuno (es decir, en el más inoportuno de todos los momentos), del olvido. Pero no es sino más tarde, pasado el filtro de los años de retiro y estudio de San Agustín que junto a su amigo Jansen (Jansenius. en su forma latinizada) lo recluyeran, a partir de 1611, en su propiedad de Champré, junt ju nto o a Bayona, Bayona, cuando SaintCyran comprende compre nde la vanidad vanid ad de sus esfuerzos por brillar en la Corte, para pasar a pro poners pon ersee un objetivo estrat est ratég égic ico o de mucha mayor altura: altu ra: la reforma de la Cristiandad. A partir de ahí, sus relaciones con Richelieu (a quien ha conocido antes de su ascenso fulgurante, cuando éste no es más que obispo de Lu^on) comienzan a sufrir un proceso de irreversible deterioro que qu e culminará culm inará con su detención detenci ón en la madrugada madrug ada del 1S de mayo de 1638. Sólo entonces el resentimiento del Cardenal cae a plomo sobre la cabeza de Jean Duverger de Hauranne, acabando con el ambiguo idilio que entre ellos ha parecido existir durante un considerable período. Lan celot, testigo fiel e historiador minucioso de PortRoyal, ha
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por atra at raer erse se definitivam defin itivamente ente a SaintCyran, mediante ofreofr ecimientos sucesivos de notorios puestos de alta responsabilidad eclesiástica (hasta ocho obispados en total, escribe Lancelot), que una extraña mano oculta (¿los designios divinos, como lo que quiere Lancelot?, ¿personajes muy altos de la Corte?, ¿el propio Richelieu rizando el rizo del maquiavelismo?, ¿tal vez el azar, no menor maquiavélico que los más de entre los humanos...?) se ocupa metódicamente en frustar, siempre en el último momento. Probablemente Lancelot exagera un poco la nota. Pero hay que decir que, si realmente las cosas han sucedido con la sistemática reincidencia en la frustración con la que él nos los describe, el asunto es como para hastiar de toda tentación mundana, y de paso acabar acab ar con con el sistema nervioso, nervioso, no ya de Hauranne, H auranne, sino del mismísimo mi smísimo Maquiavelo redivivo. Y si la cosa parec pa recee un tanto exagerada, releamos el resumen de las desdichas del buen abad, compilado por SainteBeuve y en el cual las altisonantes (y un tanto zumbonas) alabanzas del Cardenal vienen a sobreañadirse como la guinda al pastel: El Cardena Car denall lo pro p ropu puso so prim pr imer ero o como co mo p rim ri m e r capellán cap ellán d e la casa de Enriqueta, reina de Inglaterra, cuando se prepa pre parab raba a su m atrim atr imon onio io en 1625 1625.. Pero Per o por po r m ucho uc ho q ue Mo M o nsie ns ieur ur d e B érul ér ulle le se em p eñ ó en mostr mo strarl arlee la p e r s pect pe ctiv iva a d e la utilizació utili zación n d e su p a pe l a jug ju g a r f r e n t e a los herejes de ultr ultrama amar, r, el amigo amigo de Janseniu Jan seniuss no pudo con sentir esta honorable deportación que hubiera arruinado todas sus aspiraciones. Sin desanimarse por este primer rechazo, el Cardenal hizo que. poco después, fuera ele gido. por ¡a reinu María de Médicis, para el obispado de Clermont. cuando todo el mundo pensaba que Monsieur d'Estaing, obispo a la sazón, estaba muriéndose: pero el enfermo se curó. Se habló entonces del obispado de Bayona, Bay ona, y en tota to tall (y en dive di vers rsas as ocasiones) ocas iones) d e cinco obispados: Lancelot habla de ocho. Riche Ric helie lieu u lo desi de sign gnó ó además en varias circunstancias, para abadías que nunca llegaron a quedar vacantes a tiempo: ignoro qué especie de suerte adversa, ayudad por el poco empeño puesto po p o r e l kom ko m bre. br e. hizo hiz o siem si em pre pr e que qu e todo se frus fr ustr tras ase. e. En cada ocasión, sin embargo. Saint-Cyran iba a agradecer al
Ui pusiuii dvl ¡iiLgo
y m ientra ien trass lo lo acompañaba acomp añaba a través trav és de las las salas, salas, dijo en voz alta a sus cortesanos mientras le palmeaba la espalda: •¡Señores, están viendo a! a! hombre hom bre más sabio de Europa!»?
Cansado Cansado de este e ste juego jueg o sutil del ratón ratón y el gato, o simplesim plemente hastiado de la vida mundana, el cambio radical de problem pro blemática ática de SaintCyran. su retiro reti ro a la soledad soledad religiosa más estricta, tienen un significado sintomático cuya primera expresión es la «huida del mundo» de su discípulo Antoine Le Maitre. En cualquier caso, algo parece claro en el cañamazo cañamazo de datos datos que los los trabajos trabajos de Orcib Orcibal al 10 y Jaccard Jacc ard n se han esforzado en poner po ner de manifiest manifiesto o y que Goldmann resume con justeza: que en los ambientes de lo que será la guardia de honor del jansenismo a partir de 1637, algo se ha producido para gestar la crisis de un conjunto de personajes que. al menos inicialmente, no podían parecer, pare cer, en modo alguno algu no,, destina des tinado doss al retiro reti ro ascé as cético. Si el jan senism sen ism o surgió an te todo, todo, efectivamente, efectivamente, en los am bien tes de robe, sus iniciadores. Saint-Cvrun. Amauld d'Andilly y Antoin e Le Maitre. Maitre. pertenecen a un medio en part pa rtee dist di stin into to y en todo to do caso ca so m á s ¡imitado: son so n lo q u e p o dríamos Uamar candidatos a puestos importantes, a la dirección, política e ideológica, d e la la burocracia burocracia centra!... centra!.. . Efe E fect ctiv iva a m ente en te:: ju n to a Richel Ric helieu ieu,, La Roche Ro chepos posay. ay. los Bout Bo uthi hilli llier er y. m ás tarde, tard e, e l célebr cél ebree padr pa dree Jose Jo seph ph.. SaintSa int* Cyran y Arnauld d'Andilly son ante todo unos amigos lo mejor, mejor, unos asoci asociados) ados) que se proponen asegurarse m u tuamente su carrera política en el mundo. A continua ción ción.. ... Saint-Cyran se s e separa de Richelieu para pasarse al campo opuesto, constituido, entre otros, por el Cardenal Berull Ber ulle, e, la Reina Rein a Mad M adre re y la Socie So cieda dad d de d e l Sant Sa ntís ísim imo o Sacra mento que. sin poner en duda ni un momento la posibili dad da d de conciliar la vida cristiana con la participación participación activa en la vida social, preconizaba sin embargo una política opuesta a la de Richelieu: la alianza con la católica España y una lucha luc ha a ultranza ultra nza contra contr a los hugo hu gono notes tes,, tanto tan to en e l in terior como en el exterior... En determinado momento, di fíc fí c il de d e Jijar Jija r con precis pr ecisión, ión, Saint-Cy Sain t-Cyran ran em piez pi eza a a form fo rm ular ul ar una posición posición nueva que q ue hará hará nacer el movimiento movim iento ja n se nista: la imposibilidad, para todo auténtico cristiano, y sobre todo para todo auténtico eclesiástico, de participar
La pasión del juego juego
en la vida política política y social... En 1637 1637 se produce produ ce la primera manifestación espectacular de lo que pronto será el movi miento de los solitarios: la retirada de un joven abogado célebre célebre que es ya Consejero Consejero de Estado Estado y está protegid protegido o por el cancille cancillerr Séguier. A ntoine nto ine l e M atire... A partir de 1638. Saint-Cyran Saint-Cy ran es e s encarcelado. encarcelado.
La hipótesis explicativa de toda esta red de datos que Coldmann propone en Le Dieu Caché Caché puede puede hoy hoy considerarconside rarse clásica y, en cualquier caso, fundamentalmente justa. Una oleada de retiros tan masiva y tan socialmente tipificada cad a como la que se reg istra ist ra entre en tre 1637 y 1677.'3 no pued pu edee ser en modo alguno comprendida sino como efecto directo de una fuerte rearticulación de los aparatos de poder y de la sociedad francesa del XVII. Las raíces de esta rearticulación no son, por lo demás, excesivamente difíciles de designar: el asentamiento definitivo de las bases del Estado moderno, bajo la forma de la consolidación de la Monarquía Absoluta. Tres son las etapas claves que, siempre según Gold mann, conducen lentamente de la monarquía feudal al Estado de Luis XIII y Richelieu: al la monarquía monarquía feud al, indire indirect cta, a, que des de e l punto pun to de vista sociológico, caracterizaremos por la ausencia de un auténtico poder monárquico, al no ser el Rey más que un señor más rico y poderoso que la mayoría de los dem ás Ipero no que q ue todos!, todos!, favorecido, favorecido, es cier cierto to,, po p o r el e l prest pre stig igio io q u e le daba, daba , e n la lucha luch a contra contr a los d e más señores, señores, el apoyo de las villa villass y el d el tercer es tado. bl La monarquía moderada de ancien régime — qu e se caracteriza por la primacía definitiva de la realeza sobre los nobles —,* —,* realeza cuyo gobierno se apoyaba en el tercer tercer estado estado y en e l cuerpo cuerpo de juristas, juristas, adminis tradores y oficiales oficiales reales. reales. el La monarquía absoluta que se había independizado no sólo de la nobleza sino también del tercer estado y de sus tribunales soberanos, y que gobernaba con ayuda d el cuerpo cuerpo de comisari comisarios os med iante una polít polític ica a de equilib equilibrio rio entre las clases opuestas, especialmente entre la aristocracia y el tercer estado (pero también
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utilizando contra cada una de estas clases el peligro d e las revueltas populares y la necesidad necesidad de un poder lo bastante fu f u e r t e para par a reprimirlas1. 14
De estas tres etapas, parece claro, desde luego, que la gestación del jansenismo se relaciona con el paso de la monarquía mona rquía moderada mode rada a la absoluta. abso luta. En la sutil sutil combinatoria combinatoria mediante la cual el rey hace primero uso de la noblesse de robe, frente a la aristocracia, para independizarse luego del control de ésta a través de la creación de un nuevo cuerpo directamente dependiente de la propia monarquía, el de los consejeros Reales, que van lentamente usurpando las funciones de los oficiales, oficiales, es todo un sector soci social al el que se ve centrifugado de los núcleos del poder y abiertamente amenazado de ostracismo definitivo. Y resulta ser, precisamente, la amenazada, aquella capa social que a lo largo del período períod o de monarquía mode mo derad radaa de anden régime régime adquiere la esperanz espe ranzaa de hacerse indispensable, de convertir convertirse se en el factor de estabilidad esencial para el desarrollo del nuevo Estado, como gestor de la liquidación de la estructura feudal; y es ella la que, con un horror no menor que su sor pre pr e sa. sa . va a ver ahora, ahora , paradój par adójicam icamente ente,, revolverse rev olverse contr co ntraa sí sí la cuchilla de la historia que ella creyera manejar; definitivamente expulsada del paraíso que un día considerara suyo, a esta fracción naciente de la burguesía de Estado no le queda ya más alternativa histórica que el retiro y la muerte lenta. El proceso, naturalmente, ha sido prolongado pero rotundamente implacable. Se me permitirá que qu e siga citando a Goldmann Goldmann al respecto: La trans tra nsfo form rmac ació ión n d e la mon m onar arqu quía ía moder mo derad ada, a, burg bu rgue uesa sa y parla pa rlame menta ntaria ria,, en mona mo narq rquí uía a absoluta abso luta,, pare pa rece ce habe ha bers rsee efectuado por tres impulsos sucesivos, cada uno de los cuales reco recogía gía a un n ivel superior y mucho m ás eficaz eficaz los esfuerzos de l período precedente. Se trata de ofensivas del poder central que caracterizan los reinados reinados de a) Luis XI. b) Franc Francis isco co l y Enrique Enriqu e II y c) E n riq ri q u e IV y L u is XIII XI II (es (e s te últim úl timo o habrá ha brá d e con c ontin tinua uar r y llev ll evar ar a l triu tr iunf nfo o defi de fini niti tivo vo y a l apogeo apo geo d e la mona mo narqu rquía ía bajo bajo Luis Lu is XIV). N al cad d of si d l d
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gobierno estrechamente unido y sometido a ese poder... Lo que qu e caracte car acteriz riza a los rein re inad ados os d e E n r iqu iq u e I V y Luis Lu is XIII XI II es la constitución de un aparato de comisarios reclutados en parte entr e los oficial oficiales es pero en parte también fue ra de los tribunales tribun ales soberano sobe ranos... s... De est e modo, la política política del pod po d e r cen c entr tral al dism di smin inui uirí ría a p rog ro g resi re siva vam m ente en te la imp i mporta ortancia ncia social y administrativa de los oficiales... Lo que siempre impidió a tos oficiales del anden régitne constituir una clase clase en el sentido plen o de la palabra palabra... es el hecho de que el Estado monárquico del que se alejaban progresiva m en te en el plano ideológico ideológico y polít político ico constit constituía, uía, sin embar embargo, go, el funda me nto económico de su existencia ie m bros br os d e tribu tri buna nale less sober so berano anos. s. en tanto ta nto que oficial oficiales es y m iem De a h í la situació situ ación, n, paradóji para dójica ca por po r ex exce cele lenc ncia ia... ...,, de un descontento descon tento y de un alejamiento alejamiento de una una form a de Estado, Estado, la monarquía absoluta, cuya desaparición o siquiera cuya transfor transformaci mación ón radic radical al no se p uede ue de desea r en ningún caso.'i
Expulsados, Expulsa dos, pues, pue s, del paraíso, para íso, con las conviccion convicciones es sobre el ascenso rápido en la administradón del Estado hechas añicos, los desconcertados miembros del cuerpo de juri ju rist staa s y buróc bu rócrat ratas as que qu e componen lo que qu e genérica gené ricamen mente te se ha dado en llamar noblesse de robe, tienen que optar entre distintas alternativas de supervivenda (todas ellas, de uno u otro modo, suicidas); básicamente, éstas se reducían a dos: la la integración en los nuevos cuerpos de d e consecons e jero je ross (pero el carác car ácter ter venal de los cuerpos cuerp os y sus altos precios precio s se convierten convier ten con frecuencia frecu encia —es el caso de Ar nauid d'Andilly— en barrera infranqueable), o (alternativa más extendida, que es, con algún altibajo, la de Etienne Pascal, padre de Blaise) el retiro a la vida privada. Situación amargamente paradójica y apenas sostenible que explica esa difusa presenda de lo trágico en el mundo burgués de la Francia del segundo tercio del siglo XVII. Entre 1637 y 1677 se registra la aparic aparición ión y e l desarrollo desarrollo de una ideologí ideología a que qu e afirma la imposibilidad radical de realizar una vida válida en el ideología, mundo, ideología, o mejor concepción total — ideología, efectividad y comportamiento — que se ha calificado de
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Antoine Arnauld d'Andilly.
La pasión d el juego
hubo abandon abandonos os d el m und o y retiros retiros a la sole soledad dad,, pero ésto s no tienen el carácter ideol ideológi ógico co de l retir retiro o de A ntoin e Le L e Ma M a ttre tt re ... .. . Lo L o s retir ret iros os ant a nter erio iore ress a 1638 n o son n i trágico trág icoss n i ja ja n s e n ista is ta s ... .. . E n tre tr e 1637 16 37yy 1677 1677,, las la s man m anife ifest stac acio ione ness de de una concepci concepción ón trágica trágica no s e encue ntran solamente en la histor historia ia de lo que se denomina corrientemente corrientemente grupo ja n senista. sino que s e tropieza con con ellas a cada cada pa so.* so .*
Empresa utopista y desesperada como pocas, cabría decir aquí de ella, con todas las reservas pertinentes, que el fenómeno del abandono jansen jans enis ista ta del mundo —tal —tal como como cristaliza crist aliza,, ante todo, en la figura de d e los «solita «solitario rios» s» de Port Royal— no vendría a ser sino la sublimación, arrogantemente asumida, de un ostracismo que, de jacto, se ha convertido en el irreversible destino de una fracción social. Antes de que los solitarios comiencen a retirarse, es ya toda esta fracción la que se ha «retirado» —o ha sido retirad ra d a — de la escena esc ena política política y social. Goldmann tiene, una vez más, razón al señalar cómo en los Pascal... el comportamiento es anterior a la ideo logía. Mucho antes de conocer las ideas de Saint-Cyran. Eti E tiee n n e Pasca Pa scall vend ve ndió ió e n 1634 su s u cargo carg o d e P resi re side de nte nt e d e l Tribunal de Ayudas de Montferrand para retirarse a la vida privada e instalarse en París. Sabemos que en 1638 1638 figur fig uró ó en tre los d irigentes d e una manif m anifestaci estación ón contr contra a los los retras retrasos os en los pagos d e las rentas y que se vio vio obligado a ocultarse a pesar del enérgico apoyo que los ‘sediciosos ' encontraron en el Parlamento: sólo volvió a gozar de l apoyo oficial oficial aceptando una tarea especialme nte peno pe nosa sa,, p o r se s e r antipa ant iparla rlame menta ntaria ria,, e n la repr re pres esió ión n d e los Vanupieds en Normandía. Puede comprenderse que en la familia Pascal estuviera abonado el terreno del iansenismo. ’7
Por lo demás, no es difícil reencontrar el eco de esta radical decepción en ¡a voz del Pascal de los Pensamientos: Tened cuidado. ¿Qué supone ser superintendente, canciller. primer presidente, sino hallarse en una condición en la que de la mañana a la noche un gran número de gentes vienen de todos lados para no dejarle a uno ni
La pasión d el juego juego
cuando se cae en desgracia y uno se ve enviado a su casa de cam po, en la que no se carece ni de biene s ni de criados criados pa p a ra s e r asis as istid tido o en su s nece ne cesi sida dade des, s, uno un o no deja de ja de s e n tirse miserable y abandonado porque nadie le impide pe p e n sa r en s í m is m o .1B
¡Fuera del paraíso! ¡A la calle! ¡Fuera! ¡Sin remisión! ¿Qué queda sino el juego, cuando todo lo «serio» se esfuma inesperadamente como sueño de una noche de verano? Desde el otro lado de una vitrina que nunca más volverán a atravesar, los grandes señores caídos se aprestan a aceptar ace ptar el el reino de la absoluta absolut a gratuidad en el que han sido benévolamente benévolam ente confinados. confinados. «Nada «Nada es tan insoportable insoportable para pa ra el hombre hom bre como como hallarse en un total tota l reposo, sin pasione pas iones, s, sin negocio, negocio, sin distracción distracción sin aplicació aplicación. n. Siente entonces entonce s su nada, su abandono, abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío. Incontinente, sacará del fondo de su alma el aburrimiento, el malhumor, la tristeza, la melancolía, el despecho, la dese de sesp spera eració ción. n.»1 »19 9 Enfentado Enfent ado a un sentimiento sentimie nto de hastío irreparable, el siglo va a ver una generación de grandes jugad jug adore ores, s, de libertinos o de matemáticos (que, al fin viene a ser s er la misma cosa). De hombres homb res que apuestan apues tan duro. Y no no olvidemos —Dostoyevski obliga— que el gentleman —o, lo que es lo mismo, el verdadero jugador— sólo sólo apuesta a perder. Así andan las cosas, así está el «mundo», cuando el joven Blaise Blaise comienza com ienza a anunc an unciar iarse se precozmente como una luminaria con futuro. Más vale que retorne a casa (o que se quede en ella). Más le vale volver la vista al juego con que llenar el ocio inevitable, el hastío previsible; a esas distintas formas del divertissement. de las que el exmagistrado Etienne Pascal le enseñara a considerar la más elevada, la del del juego inacabable inacabable de la matemática, esa e sa tela de araña que, en la época, reúne, en torno al padre Mersenne, a no pocos de los grandes exquisitos ociosos de la sociedad paris pa risin ina. a. A travé tra véss de él, Blaise, Blaise , que qu e nunca conoci conoció ó infancia, infanci a, va a descubrir un mundo mágico en el que el juego parece no tener fin (no seamos ingenuos, para Blaise Pascal lo tendrá, y muy pronto; pero eso él lo ignora, por el momento): el mundo del número y la figura. El otro divertis
La pasión del juego
ambos. Pascal se desenvolverá siempre como un perfecto gentUhomme. Una palabra más, sin embargo, antes de lanzarnos de lleno en el espectáculo atroz del «niño matemático» (junto a la mujer barbuda o el bufón enano, parte sustancial del besti be stiar ario io monstruos mons truoso o con el que el barroco inicia la moder mod ernidad). Nos habíamos habíam os preg pr egun unta tado do,, hace hac e un momento, «¿qué queda sino el juego?». No es una pregunta retórica; tiene una respuesta neta, aunque de momento hayamos preferido callarla deliberadamente (entre otras cosas, porque no es aún pensa p ensable ble por el el joven Pascal); Pascal); la renuncia a todo jue ju e g o , el abandono de la mesa (Jacqueline. la hermana amadaodiada, la encontrará muy pronto). —Pues bien, a eso, precisamente a eso es a lo que llamamos janse jan senis nismo mo.. Otra respuesta es posible. Blaise la encontrará en el final de su vida y Nietzsche se la reprochará (con un horror profundísimo profun dísimo que no acertam ace rtamos os a compartir): el suicidio.
Cronología
1623 1623..
19 de junio jun io.. Nace Nace Blaise Pascal. Su Su padr pa dre, e, Etie E tienn nne, e, Cour des Aides A ides (organismo que es Presidente de la Cour entiende en materia de impuestos) de Germont. Con anterioridad (1620), ha nacido su hermana Gilberte. 1624 1624.. Enfermed Enfer medad ad de •langueur» de Blaise. que su familia atribuye al hechizo de una bruja. 1625. Nacimiento Nacimiento de su hermana herm ana menor, Jacque Jac queline line 1626. 26. Muerte Mue rte de Antoinette Antoine tte Pascal, madre de Blaise. 1631 1631.. Etienne Etien ne Pascal Pascal y su familia se instalan instala n en París, París , aún cuando él siga conservando, hasta 1634, su cargo en Clermont. Se encarga personalmente de la educación educación de sus tres tr es hijos hijos y frecuenta frecu enta los círcul círculos os matemáticos parisinos. 1636 163637 37.. Etien Et ienne ne Pasc PascaL aL y Roberval realizan una u na fuerte fue rte éth odee de Descartes. crítica del Discours d e la M éthod Blaise, desde los 12 años, comienza a frecuentar el círculo de los matemáticos amigos de su padre. 1638 1638.. Jacqu Jac quelin elinee Pascal Pascal comienza a ser se r conocida, en los medios de la Corte, como precoz versificadora: es presentada a la Corte de Ana de Austria en SaintGermain. Como consecuencia de un motín contra las medidas fiscales en el que él mismo ha debido tener un papel relevante. Etienne Pascal se ve obligado a huir de París para evitar ser encarcelado, ocultándose en Auvemia. Auvemia. 1639 1639.. Febrero. Febrero . Jacquelin Jacq ueline. e. tras una sesión sesión de teatro infantil ante Richelieu. obtiene de éste el indulto para pa ra su padr pa dre. e.
Cronología
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¿Al .ÜOI .ÜOI..R Portada de Augu Au gusii siinu nuss de Jansenius.
Cronología
Máquina aritmética de Pascal.
Cronología
1640.
1642.
1646 1646..
1647 1647..
1648 1648..
Enero. Etienne Et ienne Pascal paga la deuda contraída con Richelieu, participando, bajo las órdenes del canciller Séguier, en la sangrienta represión de un motín en Renán. Impresión de la primera obra de Blaise Pascal: Essa Es saii pour po ur ¡es ¡es Cottiques. Cottiques. (En el mismo año, aparecerá el Augu Au gust stin inus us,, obra postuma de Cornelius Jansenius, obispo de Ypres. cuya reivindicación radical del agustinismo dará origen a la larga batalla jansenista, en la que, años más tarde, se verá envuelto Pascal). Para ayudar a su padre pad re en sus sus penosas tareas tare as adad ministrativocontables en Renán, Blaise inventa su célebre Máquina Máqu ina aritmética, aritmétic a, primer artilugio de cálculo mecánico verdaderamente eficaz. Grave accident acc identee de Etienne Etie nne Pascal. Lo Los médicos que lo cuidan ponen en contacto a la familia Pascal con la obra del gran difusor de Jansenius en Francia, Fran cia, SaintCyran (muerto en 164 1643). Agostonoviembre. Etienne y Blaise, con la ayuda del matemático Pierre Petit, reproducen en Renán la experiencia de Torricelli sobre el peso del aire. «Asunto SaintAnge». Saint Ange». Blaise, haciendo gala ga la de un excesivo rigorismo religioso, denuncia al capuchino Jacques Forton, conocido como Frére Saint Ange, a la autoridad eclesiástica. 23 y 24 de septiembre. En París y aquejado de una de sus frecuentes crisis de enfermedad, Blaise Pascal Pascal recibe la visita de d e Descartes. 4 de octubre. Publicación de sus Expérience Expé riencess nouvelles touchant le vide. Polémica muy áspera con jesu je suít ítaa Noel Noel acerca de la existencia del vacío. Blaise Blaise y Jacque Jac quelin linee visitan, visit an, con con una cierta frecuen frecu encia, el monasterio de PortRoyal des Champs, epicentro del fenómeno jansenista. En marzo, Blaise Pascal redacta un tratado sobre la Generación de las secciones cónicas, hoy perdido, del que nos da noticia Leibniz. En marzo, retorno de Etienne Pascal a París. Jacqueline le expresa su deseo de profesar profe sar en el convento, pero el padre padr e niega su
Cronología
En octubre, Blaise da a conocer el Récit de la grande expérience ex périence des 1iqueurs ique urs . 1649 649. Mayo. Mayo. La Fronda. Frond a. Etienn Etie nnee Pascal Pascal se retir re tira, a, con con sus hijos, a Germont. Retornarán a Parts el año siguiente. 1651 1651.. Julio Ju lioago agosto. sto. Redacción del Traité du Vide (inaca bado). bado) . 24 de septiembre. Muerte de Etienne Pascal. Desa parece par ece el impedimen imped imento to patern pat erno o para la entra en trada da de Jacqueline en el convento. Blaise, asombrosamente. trata de d e impedir impedir esta entrada co con argume arg umenntos económicos. 1652 1652.. 4 de ener en ero. o. Jacq Ja cque ueli line ne entr en traa en PortR PortRo.v o.val. al. Inici Inicio o del período «mundano» de Blaise. En junio carta a la reina de Suecia, dedicándole la máquina aritmética. Relación impre im precis cisaa con Mlle Mlle de Roannez. 165.3. .3. Continúa Cont inúan n los prob pr oblem lemas as económicos acerca acer ca de la profesión de Jacqu Jac queli eline ne.. Blaise Blaise acabará acab ará dándo dán dose se por vencido, pero per o guar gu ard d ará ar á aún duran du rante te algún tiempo un cierto resquemor hacia PortRoyal. Frecuenta, por esta época, la amistad de notorios libertinos: Méré y Mitton entre ellos. (Mientras tanto, la Bula de Inocencio X. condenando las «Cinco proposiciones» extraídas del libro de Jansenius. supone el inicio de la «guerra jansenista».) Pascal redacta los dos Tratados sobre el • equilibrio de los licores, el Traité du trian triangle arithméfique y la Adr A dres esse se a VAcadémie VAcadém ie parisienne pa risienne de mathématiques. mathématiques. 1654. 654. Septiembr Septi embre. e. Gran crisis de hastío. Blaise Blaise se dirige dirig e a PortRoyal para solicitar el consejo de Jacqueline. El 23 de noviembre tiene lugar la noche de la «conversión» y la redacción del Memorial. Memorial. 1655 1655.. Enero. Primer Prime r retiro reti ro de Pascal a PortRo PortRoyal. yal. 1656 1656.. Amauld condena con denado do en la Sorbonne. El El 23 de enero en ero,, bajo el más riguro r iguroso so anonimato, anonima to, aparece apar ece,, en impr im preesión naturalmente clandestina, la Primera Provin cia!. Seguirán publicándose cada quince días, burlan bu rlando do la vigilancia de policías y jesu je suít ítas as,, hasta junio jun io de 1657. M ientra ien trass tanto, tan to, en PortRo PortRoyal yal tiene tie ne
Cronología
milagrosa de su sobrina, Marguerite, será inter preta pr etada da por Pascal como signo de apoyo apoyo divino divino a Societas Jesu. Jesu . su tare ta reaa de lacerac laceración ión de la Societas 1657 1657.. Pascal participa en la redacción de los Factums des Curés de París, prepara sus Ecrits sur la grdce, E lémen ents ts de Géometrie. destinados así como unos Elém a los alumnos de las peti pe tite tess écoles de PortRoyai. Comien Comienza za a trabajar trab ajar en e n su Apologie, Apol ogie, de cuyos materiales resultará la recopilación postuma de los Pen samientos. 1658 1658.. Pascal lanza un desafío desaf ío a todos los matemáticos europeos acerca del problema de la «ruleta». Se entabla una importantísima correspondencia pú blica sobre el tem te m a, en la que qu e participan parti cipan,, entr en tree otros, Carcavi, Sluse, Huygens Wallis. De la misma época data la redacción de los fragmentos sobre l'Art de persuader y l'Esprit géometrique, así como una exposición pública en PortRoyal del proyecto de su Apolog Apo logía ía d e l Cristianismo, Cristianismo, inaca bada. bada . 1659. 659. Agravamiento de la enferm enf ermeda edad d de Pascal. Durante Dura nte un año y medio, cae en «un estado de total anonadamiento de sus fuerzas». 1660 1660.. Redacción de la Priére pour pou r le bon usage des de s mata dle s. 1661 661. 1 de febrero. febrer o. La La Asamblea del C e ro exige a todos todos form ulario io antijanselos eclesiásticos la firma del formular nista nis ta acerca de la gracia. El Consejo Consejo de Estado ratira tifica la decisión y decreta la disolución de las «Pequeñas Escuelas» de PortRoyal que, según Raci ne, se habían convertido en una peligrosa competencia para las Escuelas Jesuítas. Arnauld, apoyado por Pascal, adopta la táctica de aceptar firmar, pero per o distinguie disti nguiendo ndo entre en tre la cuestión cuesti ón de derecho («las proposiciones son realmente heréticas») y la cuestión de hecho («pero no se hallan en la obra de Jansenius»). Las monjas de PortRoyal —y particu par ticular larmen mente te Jacqu Ja cqueli eline— ne— ven con muy muy malos ojos este chalaneo. Estalla el •ajfaire de la o ctubre. Muerte Muer te de «Jacqu «Jacquelin elinee signature»A de octubre. Pascal. Soeur de Sainte Euphémie, desgarrada
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1662 1662.. 1670 1670.. 1709 1709..
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por po r el drama dra ma de conciencia de la «firm «firma». a». Hasta el último momento mantendrá al respecto una actitud intransigente, reprochando, en carta a la Madre Angélique Arnauld, la excesiva ligereza acomodaticia de sus propios directores espirituales y reclamando para las religiosas de su convento el deber de defender, hasta sus últimas consecuencias, la fidelidad a la ortodoxia agustiniana. «Puesto que los obispos tienen el coraje de simples muchachas —acaba diciendo en su carta—, será preciso que las muchachas tengan coraje de obispos». Blaise, fuertemente impresionado por la actitud y muerte de su hermana, rectifica su posición inicial conciliadora y en su Ecrit sur ¡a ¡a signature reprocha amargamente el «jesuitismo» adoptado por los elementos moderados de PortRoyal con Arnauld a la cabeza. Profundamente desmoralizado, abandona la controversia teológica y se retira a la vida privada. 19 de agosto. agos to. A la una de la madru ma drugad gada, a, muere mu ere Pascal. «Murió de vejez a los 39 años», escribirá, lúcido, Racine. Primera edición edición de los fragmentos preparatorios prepa ratorios Apolo gía, con el titulo de Pensamientos. de la Apología, Destrucción definitiva definitiv a de PortRoyal. PortRoyal. La Abadía es desmontada hasta sus cimientos, piedra a piedra. «Pasaremos el arado sobre PortRoyal», declara Luis XIV. En 1712, la hermosa iglesia gótica del siglo XIII III es volada por orden real. rea l. Sólo Sólo quedó la tierra arrasada. Hasta los cadáveres de las monjas fueron exhumados de su cementerio y trasladados a una fosa común del cementerio cemente rio de SaintLambert SaintLambert desBois.
Aquel Aquel insomne juego d e ciencia
V
Pascal niño.
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Aquel insomne juego de la ciencia
De Hagiógrafos Hagiógrafos y vidas ejemplares ejempla res
Esto de las hermanas biógrafos y albaceas es una cosa terrible, una verdadera peste. En el siglo XIX han causado estragos (vale la tranquilidad con que Elisabeth Fórster ha manipulado las ediciones de Nietzsche, Nietzsche, pero qué decir de la santa frescura con la que Isabelle Dufour —soltera. Rim baud ba ud— — se perm p ermite ite proclamar procla mar «no «no sólo un derecho, derech o, sino un deber estricto el operar la mutilación» de los textos de su hermano herma no Arthur). Arthu r). En el siglo XV XVII, II, no podían podían ser se r menos. Que varias generaciones de investigadores pascalianos (o de simples estudiosos, o de curiosos a secas) se hayan sentido literalmente «horrorizados» (por hacer uso de una expresión bien pascaliana) ante la imagen del monstruoso niño Pascal, descubridor, literalmente ex nihilo, de toda la gran matemática euclidiana a la edad de 12 años, es algo que resulta más que comprensible. O, al menos, lo es si nos tomamos a Gilberte y demás exegetas familiares en serio. Lo cual —todo sea dicho— me parece un descomunal atentado, no ya contra la seriedad histórica, sino contra el puro pu ro y simple sim ple sentid sen tido o común. comú n. Ahí van, peor si qued qu edan an d u das, los párrafos famosos de la hermana biógrafo, en cuyo empeño empe ño relamidamente relamidame nte cursi por construir el arquetipo del «niño prodigio», no es difícil reconocer los morbosos encantos del delicioso género «vidas de niños ejemplares». (Señalo de pasada que la curiosa referencia de Küng a la posible pos ible beatificación de Pascal no sería s ería sino el último de los avatares fantasmáticos del monstruo literario puesto en pie por p or la hermanita): herma nita):
Aque Aquell insom ne jueg jueg o de la ciencia ciencia
Su g enio para para la geometría geome tría come nzó a aparecer cuando no no contaba aún más que doce años, por un tan extraordinario encuentro que cute la pena detenerse en él particular mente. M i padr pa dree era versad ver sado o en mate ma temá mátic ticas as,, y tenia te nia por po r ello la costumbre de tratar con todas las gentes hábiles en esta ciencia, quienes con frecuencia venían a su casa. Pero como tenia el deseo de instruir a mi hermano en las len guas. y sabia que la matemática es una cosa que llena y satisface satisface el espíritu, espíritu, no quiso qu e m i hermano tuviera tuviera nin gún conocimiento de ella, por miedo a que esto lo hiciera neglige nte hacia hacia el latín latín y las demás lenguas en las que quería perfeccionarlo. Por esta razón, había cerrado todos sus libros libros que trataban d e ella bqjo bqjo llave. Se S e abstenía de hablar con sus amigos de este tema en su presencia: pero pe ro est e sta a precauc prec aución ión no im pedí pe día a que q ue la curio cu riosid sidad ad de d e l niño niñ o se viera excitada excitada,, de tal modo que fre cuen cu entem tem ente en te roga rogaba ba a m i padre que le enseñ ase las matemáticas matemáticas.. Pero Pero é l se negaba, proponiéndoselo como recompensa. Le prometía que tan pronto como supiera supiera e l latín latín y el griego, griego, se las en señaría. Mi hermano, viendo esta resistencia, le preguntó qué era esta cien ciencia cia y de qué trata trataba ba.. M i padre le d(jo d(jo en general general que era era el medio de hacer hacer figura s jus tas y de encontrar las proporciones que entre ellas guardan, y al mismo tiempo le prohibió volver a hablar o siquiera pens pe nsar ar nunca nun ca m ás acerca de ello. Pero este es te espí es pírit ritu u que no podía perm anece r encerrado encerrado en esos límites, a partir par tir de d e l mom m om ento en to en que qu e estu es tuvo vo en pose p osesió sión n de tan ligera lige ra apertura, según la cual la matemática daba los medios de hacer hacer figu ras infaliblemente justa s, se puso él m ismo a soñar, en sus horas de recreo, y hallándose en una habita ción ción en la que tenía p or costumbre costu mbre dedicarse al juego, juego , tomaba un carbón y dibujaba figuras sobre las baldosas, buscando los medios, por ejemplo, de hacer un círculo per p erfe fect ctam am en te redondo, redo ndo, un triángu triá ngulo lo cuyo cu yoss lados lad os y ángu án gu los los fu es e n iguales, iguales, y otras cosas cosas semejantes. Encontra Encontraba ba todas todas estas cosas por s í solo solo y sin e l m enor esfuerzo: a continuaci continuación ón buscaba las proporciones proporciones d e las figu ras entre sí. sí. Pero como tan grande grand e había sido sido el cuidado de m i padre en ocultarle todas estas cosas que ni siquiera sabía sus nombres, se vio obligado a inventárselos él mismo. Al círculo círculo lo llamaba redondel, red ondel, a la línea barra, barra, y a sí con con las demás cosas. Después de esos nombres pasó a hacer axio mas. y fina lm ente en te dem ostraciones perfectas: perfectas: y como en esta s cosas se va pasando de una en otra. otra. Ilevó tan tan lejos su
Aque Aquell insom ne juego d e la ciencia
investigación que llegó hasta el trigésimosegunda pro posició pos ición n d e i libro libr o prim pr imer ero o d e Euclid Eu clides. es. E stan st ando do en e ste st e punto pu nto,, m i pad p adre re entró en tró casu ca sual alme ment ntee en e l luga lu garr en que qu e é l estaba, sin que mi hermano se diese cuenta: lo halló tan embebido, que tardó un buen rato en darse cuenta de su presen pre sencia cia.. Impo Im posib sible le deci de cirr quié qu ién n qued qu edó ó más má s sorprendid sorpre ndido: o: si e l hijo aI ver a su padre, a causa causa de d e la expresa prohibi ción ción q ue éste és te le había había hecho: o e l padre al ver a su h(io h(io en en medio med io de todas todas estas cosas. cosas. Pero Pero la la sorpresa sorpresa del de l padre f u e mucho much o mayo r cuando, cuando, al preguntarle qué era era lo que estaba estaba haciendo, haciendo, le dijo dijo que q ue buscaba tal cosa, cosa, qu e era la la trigési mo-segund mo-se gunda a prooosici prooosición ón d el librp librp primero primero de Euclides. M i padr pa dree le pre pr e g u n tó qu é era lo que qu e le había hech he cho o pen pe n sa r en eso. E l d(jo d(jo que qu e el habe ha berr encontrado tal ta l cosa. cosa. Y acerca acerca de ello, al hacerle nuevamente la misma pregunta, le d(h varias demostraciones más que él habla hecho: y Jinulmente, retrotrayéndose retrotrayéndose y sintiéndose sintiéndose para para los los nombres de redondeles redon deles y burr burras, as, llegó hasta sus definiciones y axio mas. M i padr pa dree s e qued qu edó ó tan e span sp anta tado do a nte nt e la gran gr ande deza za y p o tencia d e es te genio que. sin decirle una sola sola palabra, palabra, lo dejó dejó,, se marchó a casa d e M. Le Paill Pailleur eur.. qu e era amigo intimo suyo y también tamb ién un gran gran sabi sabio. o. Cuando llegó llegó,, se quedó que dó inmóvil inm óvil y como transportad transportado. o. M. Le Pail Paille leur ur.. viendo eso y qu e incluso vertía vertía algunas algunas lágri lágrimas, mas, quedó atemorizado atemorizado y le rogó rogó qu e no te ocultas ocultasee por m ás tiempo el motivo mo tivo de su disgusto. M i padre pad re le dijo dijo:: no lloro lloro de aflic ción. sino de alegría. Bien sabéis el cuidado que me he tomado en evitar a m i hij hijo o todo conocimient conocimiento o de la geom ge om e tría tría por tem te m or a apartar apartarlo lo de su s otros otros estudios: sin embar em bar go. ve d lo que éste és te ha hecho. hecho. Y así dici diciendo endo,, le mostró lo que había encontrado, encontrado, en virtud de lo cual podía decirse que és te habla habla encontrado la matemát matemática. ica. ,M . L e Pailleur Pail leur q ue dó no m e n o s sorpre sor prendid ndido o d e lo que qu e lo había había quedado m i padre: y le dijo dijo que no conside considerar raría ía jus to m ante ner más tiempo cautivo un un tal espíri espíritu, tu, y seguir ocultándole este est e conocimiento: qu e era preciso dejarte ver los libros libros sin s eg uir refrenándolo. refrenándolo.
Hasta qué punto las páginas piadosas de Gilberte hayan podido podido contribuir contribu ir a la edificac edificación ión moral moral de los vulgares re s mortales, es algo que escapa escap a a mi humilde humilde capacidad capacidad de
Aquel insomne juego de la ciencia
«milagrosa») génesis de la obra pascaliana. es algo que nunca alcanzaremos a realzar suficientemente ¿Superche ría pura y simple? No lo creo así, sinceramente. Tampoco hay por qué dudar de la buena fe de la hermana entusiasta. entu siasta. Probablemente, más bien chapuza, impotencia (por lo demás dem ás bien bien normal normal)) de mujercita mujercita de su casa metida a histohisto riador. Los efectos, no por ello resultan menos graves. ¡Qué de tiempo y cuánta tinta perdidos a lo largo de tres siglos en mostrar la consistencia/inconsistencia del relato de Gilberte! ¡Cuánta erudita polémica para establecer, por po r ejemplo, como como una piedra pie dra firme, firm e, el conocimiento conocimiento o no. por parte del matemáticoniño, del latín imprescindible pa p a ra poder pode r lee le e r el texto tex to euclídeo! ¡Cuánta esterilid este rilidad ad!! No No sucumb sucu mbam amos, os, pues pu es,, a la tentac ten tación ión,, a la seducción de la trampa. Dejemos a Gilberte tranquila en el limbo de los jus ju s tos, to s, en compañía compa ñía de su niño prodigio. Y nosotros, nosot ros, h a blemo ble moss de o tra tr a cosa. cos a. El E l recurso d el método méto do
Por ejemplo. Hablemos de este mundo del segundo tercio del XVII, en el que la figur fig ura a del de l científico (esa invención del XIX) no existe, no ha sido aún socialmente producida. En vano buscaremos el rigor apático y sistemáticamente profesional profesion al del investig inve stigador ador «de ofic oficio io» » en las imágenes imág enes soberanamente lúdicas y desenfadadas de los hábiles ingenios que, en los círculos brillantes de la buena sociedad europ eu ropea, ea, ofici ofician an el nobl noblee arte de sorprender, sorpren der, o aun aun de marama ravillar, con esa infatigable caja de Pandora que es el mundo de los números. El gusto por la paradoja, el celoso secreto en que las fórmulas susceptibles de dar la palma en una conversación cortesana son guardados por sus creadores, el sentido, de una delicadeza rayana en lo morboso, del carácter cará cter de juego que toda operación operación matemática matemática conlleva conlleva,, son las reglas doradas del nuevo hombre de mundo: de ese espíritu espíritu fino, fin o, para quien lo de menos —desde luego— es el valor o función de los resultados hallados, y sólo la filigrana del arte muy selecto de la discusión, pública o priva pr ivada da,, lo realm re almen ente te impo im porta rtante nte.. Los «savants* del tiempo de Luis XIII —escribe Brunschvicg— adoptan gustosos
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fondo último del refinado círculo de Marinus Mcrscnnc. Tal es el sentimiento de Etienne Pascal desde su retiro parisin par isino, o, a él pertene pert enece ce muy pronto Blais Blaisee y en sus su s sesiones sesio nes participa parti cipará rá con asiduidad. asidui dad. Como Como sus compañeros de círculo y controversias, tampoco el joven Pascal será un científico, sino —lo que nos sitúa en otra galaxia— un «bel esprit». ¿Que queda de aquella hermosa imaginería de bestiario barroco, barro co, que en Gilberto se nos ofreciera, ofreci era, a la luz luz de esta es ta pasión mundana de la brillantez brilla ntez dialéctica dialéctica del arte de los números a la que lo más florido del mundo intelectual bajo Luis XIII (y los Pascal, Etienne y. más tarde, Blaise. no son, en eso, más que un ejemplo) rindiera culto? Poca cosa. O. para ser más exactos, una cosa por completo distinta. Que Etienne Pascal haya considerado la matemática una actividad lo suficientemente seductora como para llegar a parece par ecerlc rlc un peligro la iniciac iniciación ión en ella, antes an tes de tiempo, de un hijo que. una vez tragado por la serpiente, hubiera abandonado todo todo otro campo de de estudio menos menos gratificante, gratif icante, he ahí a hí algo algo —en el relato rela to de Gilberte— Gilbe rte— que nos result re sultaa fácil fácil de comprender. Que. en ese largo peregrinar, a modo de camino de perfección, por las «otras» disciplinas a que Pascal padre ha sometido a su indefenso hijo, la «enseñanza de la matemática» matemá tica» haya aparec apa recido ido como como un un «premio» «premio» (mejor e l premio) con el que festejar su éxito en materias menos apasionantes, no es menos coherente con la psicología exquisita, de gran señor, del antiguo magistrado,que con la sutil crueldad quintaesenciada de todo educador. Pues bien. bie n. que. que . en medio de tales tal es dosis dos is de incitac incitación ión reprimida reprim ida al «placer «place r absoluto», el joven Blaise Blaise haya decidido violar la nornvi. asaltar el paraíso (o sea. la biblioteca paterna) y zamparse con la mayor celeridad el fruto prohibido, se me antoja no sólo verosímil, sino además, salutífero y refrescante. Definitivamente me reconcilia con ese pájaro de cuenta, por la Perier disfrazado de niño repipi. Que. pillado con con las manos en la masa, ma sa, encima haya tenido tenid o las jum áis santas narices de hacer creer a toda la familia que jumáis de la vie había leído un libro de matemáticas y que todo aquel fajo de hojas, con la geometría euclídea al completo y bien ordenadita. no era sino el resultado de la curiosa
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ya. por sí solo, a la categoría de g e n i a l fi f i n g i d o r al futuro autor de la teoría del fa f a i r e c o m m e s i , y que sólo presenta, quizá, el inconveniente de ser por lo menos tan invero* símilmente genial como la hipótesis gilbertiana; si bien, a falta de otra cosa, por lo menos resulte infinitamente más estimulante. Pero bueno, con formidable tomadura de pelo familiar o sin ella, ella , de algo no cabe duda: duda : una vez decidido a hacer d e matemá ma temático, tico, el joven Pascal jueg ju egaa a fondo. A los doce doce años ha descubierto descu bierto (o construido) su primera prim era pasión, pasión, que, como como todas toda s las las suyas, suyas, será ser á decididamente decididamente desmesurada: desmesurada: la matemática. No es inhabitual, por lo demás, esa tiránica seducción que la magia numérica (como la ajedrecística) puede llegar a ejercer sobre cabezas espléndidamente jóvenes y desmedidas. No tenemos más que detenernos a escuchar a ese es e otro adolescente mágico que un par de siglos siglos más tarde ta rde,, en medio de la más dionisíaca parafernalia blasfema que cabeza moderna haya quizá osado poner sobre el papel, cantara la dulzura reconfortante del universo pitagórico, para pa ra encon enc ontra trar, r, de nuevo, el revers rev erso o oscuro os curo de la luz geoge ométrica cartesiana: ¡Oh matemáticas severas, no os he olvidado, desde que vuestras vuestra s sabias lecciones, lecciones, más dulces que la miel, miel, se filtra filt ra ron en mi corazón como una onda refrescante! Aspiraba yo y o inst in stin inti tiva vam m ente en te,, d e s d e la cuna, cun a, a b e b e r en vuestr vue stra a fu f u e n t e , m ás antig an tigua ua q u e el e l sol, y contin con tinúo úo aún aú n hoy ho y pisa p isand ndo o el atrio sagrado de vuestro templo solemne, yo. el más fi f i e l d e vues vu estr tros os iniciados. inicia dos. Había Ha bía algo d e vago vag o en m i e s píri pí ritu tu.. un no s é q u é esp e sp es o como co mo e l hum h umo: o: pero pe ro s u p e f r a n quear religiosamente los grados que llevan hasta vuestro altar altar,, y vosotras habéis arranca arrancado do ese es e velo... En su lugar, lugar, habéis pu esto una frialdad excesiva, excesiva, una una prudencia consu mada mad a y una lógica lógica implacable... impla cable... Sin vosotra vosotras, s, en m i lucha lucha contra el hombre, tal vez hubiera resultado yo vencido. Sin vosotras vosotras,, m e habría habría hecho rodar por los suelos y mor der el polvo de sus pies. Sin vosotr vosotras, as, con una garr garra a pérfid pér fida, a, habría hab ría é l macer ma cerad ado o m i ca c a n te y m is hues hu esos os.. Pero me mantuve en guardia, como un atleta experimentado. Voso Vosotra trass m e disteis la frialda fria lda d que surge d e vuestras con cepciones sublimes, exentas de pasión. De ellas me serví ch d sdén sd én los efím ef ím de i corto
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ticas pero engañosas de mis semejantes. Me disteis la prud pr uden enci cia a tozu to zuda da q u e se desc de scifr ifra a a cada pas p aso o e n vues vu estro tross méto dos admirables de análisi análisis, s, síntesis y deducci deducción. ón. De ellos ellos m e se rv í para burlar las las astucias perniciosas perniciosas de mi mortal enemigo, para atacarlo, a mi vez. con habilidad, y hund ir en las visceras visceras del hom bre un agudo agudo pu ña l que para para siem pre quedará clavado clavado en s u cuerpo... ¡Oh matemáticas santas, ojalá ojalá pu eda yo. me dian te v uestro comer comerci cio o perpe tuo. tuo. consolar consolar el resto de m is días de la maldad de l hombre y d e la injus inj ustic ticia ia de d e l Gran Gr an-To -Todo do.' .'
Prodigiosa, en cualquier caso, resulta la producción matemática (y científicotécnica, en general) de Pascal, en el breve plazo que va de 1640 a 1652, cuando ya el hastío va ganando terreno en forma alarmante y la crisis de identidad se recorta, incierta, en el horizonte. Y. al leer hoy el texto, sereno e insolente a un tiempo, con el que Blaise Ac ademia mia Parisina Parisina de las Ciencia Cienciass Pascal anuncia a la Acade sus proyectos, en 1654 (poco, muy poco antes de optar por el retiro), uno no puede evitar el escalofrío que Nietzsche sintiera ante la imagen, patética y grandiosa, del genio que pudo pud o ser se r y prefirió la nada, nad a, la renuncia renun cia,, el silencio: silencio: Estos trabajos, ¡lustres sabios, os los entrego o. más bien, os los devuelvo, i n efecto, los considero como vuestros pues puesto to que nunca unca hubi hubier eran an sido sido míos íos si no me hubie hubiera ra forformado entre vosotros; pero reconozco como míos aquellos que por ahora considero com como indignos indignos de Geómetras emieminentes... Habría, pues, guardado silencio, no siendo poseedor de nada digno de vosotros, de no haber estado seguro de que vuestra benevolencia, que me ha sostenido en vuestra Asamblea desde mis años más jóvenes, acogería incluso incluso esta estass ofrendas, ofrendas, valgan lo lo que valgan. El primero de estos opúsculos trata principalmente de lasa murallas o contornos contornos de dos números números cuadrados, cuadrados, cúbico cúbicos, s, bicuadrados, o de cualquier cualquier otro grado; y por esta esta Tratado de las murallas murallas de las po razón lleva el título de Tratado tencias numéricas.
otros y El segundo se ocupa de los núm eros múltiplos de otros da un método para reconocerlos mediante la sola suma de sus cifras. Pero a continuación, si Dios lo permite, aparecerán tam bién bién otros otros tratad tratados os enteram enteramente ente prep prepar arad ados os,, y cuyos títulos son los siguientes.
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Tratado de los números mágicamente mágicos, o método
para para dis dispo pone nerr de de lo los núm númer eros os todo todoss con conte ten nido idos en un un cuacuadrado de modo que no sólo el cuadrado entero sea mágico, sino,lo que es mucho más difícil, que siga siendo mágico cuando van siendo quitadas una a una las hileras de casillas, y ello en todas las posibilidades sin excepción. Gener Generali alizac zación ión de l Ap ollonius fran cés, es decir, los contaccontactos circulares, no sólo tal como los conocen los antiguos y como Viete los ha restituido, sino hasta tal punto generalizados que difícilme difícilmente nte toleran toleran el mismo ismo título. Los contac con tactos tos esfé es féri rico cos, s, también ampliamente generalizados según el mismo método. En efecto, el método de los unos y los otros resuelve cada uno de sus problemas por el plano, y toma su origen de una notable propiedad de las secciones cónicas, que es de una gran ayuda para muchos otros problemas muy difíciles; y la demostración ocupa apenas una página. ¿os contactos cónicos también, en tos cuales, tomados cinco elementos a voluntad entre cinco puntos y cinco rectas, se restituye la sección cónica que pasa por tos puntos y es tangente a las rectas. Los luga lu gare ress plan pl anos os,, no sólo aquellos que el tiempo ha arrancado a los antiguos, no sólo aquellos que el más ilustre de los geómetras de nuestro tiempo ha dominado, tras haber restituido tos primeros, sino también otros, hasta ahora desconocidos, que abarcan los precedentes y ampliamente los desbordan, mediante un método que me perm permit ito o cons consid ider erar ar abso absolu lutam tamen ente te nuevo, puest puesto o que que aporta nuevos resultad resultados, os, y ello sin embargo mediante una vía mucho más corta. La obra comp co mple leta ta de las cónic có nicas, as, que comprende las cónicas de Apolonio así como innumerables otros resultados, mediante una sola proposición o casi; invención que realicé cuando aún no había yo alcanzado los dieciséis años, y que he puesto más tarde en orden. Un método de perspectiva : ninguno de los ya inventados o de los que puedan llegar a serlo puede considerarse como más breve o ventajoso que éste, puesto que proporciona los puntos del dibujo por intersección de sólo dos rectas; es e s absolutamente absolutamente imposible imposible ser más rápido. Y además además un un tratado absolutamente nuevo nuevo,, sobre una una materia totalmente inexplorada hasta ahora, a saber: la repartición del azaren los juegos que a él están sometidos, lo que en francés se llama fa f a i r e le s part pa rtís ís d e s jeu je u x ; la incierta fortuna es aquí convenientemente dominada por la
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equidad del cálculo, hasta tal punto que a cada uno de los juga jugado dores res se le asig asigna na siem siempre pre lo que de de acuer acuerdo do con la justic justicia ia le corre corresp spon onde de... ... Así, sí, unie unien ndo el el rigo rigorr de las las demostraciones de la ciencia a la incertidumbre del azar, y conciliando ambas cosas en apariencia contrarias, puede, tomando de ambas su nombre, arrogarse con todo dereGe ometr etría ía d e l azar. cho el siguiente pasmoso titulo: La Geom No No hab hablar laréé del del Gnomon, ni d e las variadas e innúmeras investigaciones que tengo entre las manos; a decir verdad ni están acabadas ni son dignas de serio. Paso también bajo silencio mi trabajo sobre el Vacío, que pronto será será impreso... impreso.. . Tales son los frutos maduros de nuestra Geometría...7 Y tal es el punto final al que la pasión irrefrenable del más impecable de los juegos, el del número y la línea, ha conducido a Pascal. Todo parece claro, transparente en su horizonte ascendente de joven sabio. El proyecto, sin embargo, em bargo, es e s bien sabido, no será jamás jam ás realizad realizado. o. Desde la cima de la razón inflexible del número, la caída al abismo más profundo se prepara implacable. Las nubes de la tormenta no han hecho más que aparecer. Las tinieblas nos nos aguardan. aguarda n. Descartes, inút in útil il y.falso y.fals o
Y, sin embargo, Pascal no es —ya lo hemos indicado— un «científico», ni siquiera un «profesional» de la actividad cientíñca, al modo en que lo es, por dar un ejemplo solemne, Descartes. Ni aun en sus momentos de más alta seducción por el rigor numérico, puede aquél ser, sensu strícto, encerrado en los marcos apáticos del simple especialista. Hon H onné néte te hom ho m m e ante todo, animal de corte y de salón mundano antes que de Colegio o Universidad, Pascal, el Pascal primero de los años cuarenta, es la personificación andante del ingenio moderadamente libertino cuyo retrato retr ato nos ofre ofrece ce Jean Mesnard: f Personaje) Personaje) *cuya *cuya voluntad vo luntad de d e agradar agradar le' le' im pide pid e caer en • el dogmatismo del sabio y le invita a adaptarse a su interloc interlocutor utor aun cuando ést é ste e posea una ciencia ciencia dife d ife
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Cuyo ideal no es ya el de penetrar los secretos del uni verso. sino el de realizar la comunicación entre los hom bres. La universalidad no se define ya por referencia al universo, sino al hombre. Esta perspectiva casi socrá tica confluye, en una amplia m edida, con con la de l espíritu espíritu po p o sitiv si tivo o a la búsq bú squ u eda ed a d e una un a norm no rma a hum hu m ana an a d e varie var ie dad. dad. y conduce conduce a plantear el problema problema de l método»-3 método»-3
¡El problema del método! Espinosa cuestión para un joven jov en postcar post cartesia tesiano. no. Desca De scartes rtes no sólo sólo lo ha plantead plan teado, o, sino que, según él, lo ha cerrado y sellado definitivamente; para siempre. «Podrán pasar varios siglos antes de que hayan sido deducidas, a partir de (mis) principios, todas da s las verdad v erdades es que de d e ellos ellos pueden pue den deducirse —escri —escribirá birá el maestro ma estro en 1644—, puesto pu esto que q ue la mayor parte pa rte de los que faltan por encontrar dependen d e algunas experienc experiencias ias parp articulares que no se encontrarán jamás por azar, sino que deben ser buscados con cuidado y empeño por hombres muy inteligentes».4 intelige ntes».4 Pero los principios mismos —eso está es tá claro— son intangibles. Es más, precisamente de su intangibilidad deriva la garantía única que posibilita el desarrollo abierto de las investigaciones concretas. Descartes no es, no ha querido ser, eso está claro, un filósofo: al menos, no lo ha querido ni originaria ni fundamentalmente. Su aspiración es otra: la del científico que, tras tra s Galil Galileo, eo, confí confíaa en hab h aber er hallado la la piedra de toque para toda actividad teórica que de veras merezca tal nombre: la matemática, esa ciencia universal susceptible susceptible de abarcar, con certidumbre férrea e implacable claridad, los ámbitos más dispersos y los recursos más recónditos, recónditos, de todo saber sab er verdadero. Acabado el tiempo caótico de las controversias inacabables, la matemática, al fin, nos otorga el escalpelo, la unidad de medida con que reducir toda ambigüedad a la seria tutela de la universalidad. Método universal y nueva lógica, frente a la retórica persuasiva y el artificio silogístico, sólo a la medida en que Descartes vaya viendo madurar su sistema, se insinuará en su matemática la necesidad de aquella fundamentación metafísica que Platón, el inmensamente astuto, señalara con vigor inequívoco en el libro VI de la República. Repúbl ica. Y aun entonces, una tal justifica-
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ción de la Metafísica a una Metamatemática o matemática prim pr imer era, a, autosufi auto suficien ciente te y rebo re bosa sant ntee de segu se gun n dad da d en sí misma. ¡Qué ¡Qué tremend treme nda, a, en verdad, la vo voz de René René DescarD escartes, al anunciar su hallazgo!: Creo haber encontrado el modo de demostrar las verdades metafísicas, de un modo que es más evidente que las demostraciones de la Geome escrib e en abril de d e 163 1630 al Padre M ersenne. ersen ne. Quizás tría;i escribe el largo calvario que ese otro miembro del entorno merse niano que es Pascal, va a emprender, dos décadas más tarde, a lo largo del camino de la fundamentación metafísica, para concluir en el hallazgo del vacío, quizás este extraño via crucis constituyera el más sorprendente mentís histórico históric o infringido en el siglo sigl o XV XVII al desmedido optimismo cartesiano. Küng subrayaba, en un trabajo de notable perspicacia, el aguzado antagonismo que subyace a la relación Pascal/ Descartes. Como Como Descartes, es Pascal, Pascal, en efecto, antes ant es que qu e nada, un matemático notable, tanto por su precocidad como por po r su originalidad origina lidad y brillantez'. Como Como él, físico físico obstina obs tinado do e ingenioso, y, tal vez más que él, hombre de mundo (al menos, hasta su retiro definitivo, en 1654). Junto a él (aunque, en este plano, el joven discípulo tome una delantera notable sobre el patriarca) fotjador literario del francés moderno. Todo parece estar como trucado para ver en Pascal al primero —tal vez al único de genio— entre esos discípulos a los que Descartes Desc artes otorgara otor gara el dudoso privileg privilegio io de «completar la obra en sus detalles y extraer las últimas consecuencias de los principios universales» por él perennem ente establecidos. establecidos. ¡Qué lejos de ello, sin embargo, la realidad, a poco que la estudiem estud iemos os con un mínimo de rigor detallado! detallado! Que Pascal es un hombre en todo ajeno, por su carácter y actitud vital, al autor del Discours de la Méthode, Métho de, es algo que apenas si necesita ser precisado. Representante de esa imagen fáustica de la tragedia humana que inevitablemente lo encierra en el círculo terrible de una consciencia abocada a ser capaz tan sólo de decir, hasta sus últimos detalles más precisos, la incapacidad radical para decir cosa alguna que valga realmente la pena de ser dicha, dich a, condenado voluntariamente voluntariame nte a la quizás quizás más implaca ble tare ta reaa de riguroso rigur oso autoaniq auto aniquilam uilamiento iento que qu e el siglo XVII
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haya contemplado. —poco tiene Pascal que ver con el hombre de la poete poe te alemana, con el lento y metódico artesano de una obra en cuya sistematicidad late la convicción de haber vencido fríamente el peso de los tiempos, dando la imagen redonda, rotunda e inevitablemente auto satisfecha del sistema definitivo del mundo: revisablc. matizable. pulible. pero definitivo. Pascal pertenece a otra raza: la de los hombres trágicos, que Goldmann nos ha descrito rigurosamente como la otra cara de la Contrarreforma. el otro modo de ser moderno (o antimoderno, que tanto tan to da). da). Pascal, ¿hombre del pathos path os frente al hombre del método, Descartes, Desc artes, como como lo afirma Küng? Sin Sin duda. Pascal Pascal es un juga ju gado dor, r, y «el juego jue go ha de ser se r apasionad apasionado»5 o»5w* CuidéCuid émonos. eso sí. con todo lujo de escrúpulos, de asimilar tal path pa thos os con con una asistematicida asistem aticidad d pura pu ra y simple simple o. lo que sería aún más grave, con una variante específica del irracionalismo. «La nitidez de espíritu causa también la nitidez de la pasión»6 y la «vida tumultuo tum ultuosa» sa» es e s , para pa ra Pascal, Pasc al, la huella misma de «los «los grand gra ndes es espíritus»7 Pasión y razón, no son. en una instancia profunda, más que una misma cosa.8 Pathos y rigor, pasión y sistematicidad,no son siempre opuestos, ni tienen por qué entrañar mutua exclusión alguna (Lautre'amont, ya lo hemos dicho, supo verlo verlo cristalinamen cristalina mente te a lo lo largo de los los Cantos de Maldoror); la pasión de Pascal es metódica hasta la locura; la sistematicidad más rigurosa, la razón más empeñada en hurgar despiadadamente en sus raíces para establecer sus límites, pued pu edee ser se r (lo (lo es. es . de hecho, en Pascal) la forma perfecta y bruñida de la más desmedida pasión. Pascal y Descartes no se oponen entre sí como lo asistemático y lo sistemático, sino como dos formas de sistematicidad, por igual rigurosas e incompatibles incompatibles.. Pero, si «por «por mucha mucha amplitud am plitud de espíritu espír itu que uno posea, no s e es capaz más que de una gran gra n pasión»,9 pasión»,9 ¿cuál ¿cuál es la pasión de Pascal? ¿La matemática y la física que lo ocupan de 1640 a 1654?, ¿la rigurosa religiosidad jansenista que se inaugura con las Provinciales para cerrarse trágicamente con el asunto de la «signatura»? ¿la desesperanza absoluta que. tras de ello, empapa definitivamente el espí-
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voluntad de muerte, que recorre, como un hilo conductor, todos los los eslabones eslabone s de una vida desgarrada desga rrada,, soberbiamente s oberbiamente descrita des crita en las hermosas palabra pa labrass de Gold Goldman mann: n: Has H asta ta ¡654 Pascal Pas cal busc bu scó ó la ve verd rdad ad en e l m undo un do natur na tural al y en las ciencias abstrac ab stractas: tas: de 1654 1654 a 1657 1657 esperó esp eró ei triun fo de la verdad en Ia Iglesia y de la religión en ei mundo fy tomó parte activa en la lucha por este triunfo) triunfo):: ai fina ! de su vida supo que la única grandeza auténtica del hombre consiste en la consci conscienci encia a de sus límites y de su s debilida des. vio las incertidu ince rtidumb mbres res qu e cara caracte cteriza rizan n a toda vida humana, tanto en la naturaleza como en la Iglesia mili tante,y tanto tanto en ei piano de la razó razón n como en ei de d e la reve laci lación ón.. pu es la razón razón es insuficien ins uficiente te sin la f e para conocer conocer la menor cosa natural, y la f e no p uede ue de inser ins erta tars rsee válida mente en la vida del hombre sin la actitud racional de la apuesta... Más allá incluso de San Agustín, del que se sabe que gozaba de una autoridad inmensa en los medios jan ja n sen se n ista is tas, s, Pascal Pasca l desc de scub ubrió rió la tragedia, tr agedia, la ince in cert rtidu idum m bre br e radical y segura, la paradoja, paradoja, la negación negación mundan mun dana a del de l mundo mu ndo y ei recurso a Dios. Dios. Y es al a l llevar la paradoja paradoja hasta el mismo Dios, que para el hombre es cierto e incierto, pre p re s en te y ause au sen n te, te , espe es pera ranz nza a y riesgo, riesgo , cuando cua ndo pu do e s P ensa sam m iento ien toss >• abrir un capitulo cribir Pen capitulo nuevo nu evo en la historia historia del pensam iento filosófico.' filosófico.'0 0
Un tal sentido del pathos path os que todo lo arrastra a su paso, no puede menos, en efecto, que resultar resu ltar insoportable insoportable desde el equilibrio sereno de la mirada cartesiana. Pero, más allá de la incompatibilidad de los caracteres —esa incom patibilidad patibil idad que frusta fru stará rá,, a buen seguro, segu ro, sus dos únicas entrevistas " —. es la estructura misma de sus concepciones teóricas más claves, la trama invisible que aleja irremisiblemente a dos espíritus cuya grandeza primera es quizás la de haber forjado paradigmáticamente la imagen de la cara y la cruz de la modernidad. Lejos Lejos del clima de ocio apac ap acible ible en que el joven jove n Pascal (acuciado, eso sí, de continuo por la enfermedad. —pero ese es otro tema—) desarrolla su actividad teórica, en un clima en que actividad científica y divertimento lúdico no son diferenciables, el segundón Descartes, él que ha conocido todos los avatares grises de quien, a través de mil actividades, ha de ganarse laboriosamente su propio bie
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nestar material, con una persistencia que los suyos mismos tal vez no pueden considerar sino como humillante Lejos y. muy probablemente, resentido ha de sentirse el viejo ante el joven discípulo mimado por la suerte. Esc Descartes que. poco a poco, se ha labrado con dureza y persis pe rsisten tencia cia (y en toda pe persis rsistenc tencia ia yace un peso incon incon fesado de humillación silenciada y de rencor latente), un presti pre stigio gio y una segu s egurida ridad d tan altos alto s como costosos, ese Descartes —digo— contempla al joven Pascal —no es difícil imaginarlo— con mirada cansada y prevenida: nada halla en el estilo de pensar del otro, en su diletantismo exquisito y levemente displicente,que le pueda ser común, nada en esta práctica señorial con que el joven Pascal acomete el más delicadamente elegante de los juegos (aun cuando sea con tanta tan ta frecuencia, frecuencia, ese es e juego, no otra cosa que antídoto contra el dolor insoportable), que no le aparezca como la máscara, apenas velada, de la más notoria frivolidad. Descartes quiere, necesita, resultados result ados tangibles en toda actividad científica, y a por ellos va directamente, con avidez de ganador perpetuo. Pascal se alarga, indolente, en el placer plac er del del texto, de la búsque búsq ueda, da, de la espiral loca y auto suficiente del estilo. ¿Los objetivos? |Y qué más da! Los resultados —cosa muerta— se publican si así place, o. si no, se guardan tranquilamente en el cajón, para el círculo de amigos con quienes charlar en las tardes de lluvia gris de rué MonsieurlePrince o PortRoyal des Champs. «Sól óloo el combate combat e nos ag agra rada da,, no la victoria».13 Penosa es, en verdad, verdad , la tarea de artesano arte sano de aqu aquel el que empeña su vida en pretender vivir como un profesional de lo científico. Para hablaros con franqueza de la geometría, la considero el más alto ejercicio del espíritu; pero, al mismo tiempo, la se tan inútil que hago pocas diferencias entre un hombre que no es más que geómetra y un artesano. Digo también de ella que es el más bello oficio del mundo; pero, a fin de cuentas, nada más que un oficio; y suelo decir que es buen bu enaa pa para ra e n tre tr e n a r se , pe pero ro no par p araa g a sta st a r en e n ella ell a nu nues estra tra fuerza: de tal modo que no daría yo dos pasos seguidos por la geo g eom m etría et ría .14
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Fin se decide a publicar, publicar, pued p uede, e, por ejemplo, ejemplo, llegar a hace ha cerrlo bajo la forma del duelo simbólico al que, bajo el sudó nimo de Amos de Dettonville (último gesto de gran sefior, este rehuir la exhibición demasiado manifiesta), desafiará, en 1658, a los matemáticos de su tiempo, mediante la pro pues pu esta ta de d e un proble pr oblema ma que qu e él se sabe sa be insolentem insole ntemente ente único único en poder po der resolver. resolver. La obra de Desca De scartes rtes huele huel e a sudor; s udor; la delicada delica da Filigra Filigrana na mínima de Pascal Pascal sólo sólo trasluce tras luce,, a veces, sang sa ngre re.1 .15 Creo, sincera sin ceramen mente, te, que Descartes Desca rtes debió debió odiar mucho mucho al joven jove n Pascal. Motivo Motivoss para pa ra ello no le faltaban. Algún Algún que qu e otro fragmento de su correspondencia con Mersenne no deja de dar pie para pensar que así ha sido. Como aquel, por po r ejemplo, en que, qu e, malévolam malév olamente ente,, deja caer ca er que qu e tal vez haya que buscar en Etienne Pascal al verdadero autor de los escritos atribuidos a su hijo. Más motivos de resentimiento hubiera tenido si tan sólo se hubiera sobrevivido a sí mismo un par de décadas —Iqué inmensa la fortuna la de Descartes: desaparecer en el momento preciso, incuestionado, en el pináculo de la la gloria gloria y justo jus to en la antesala ante sala del derrumbamiento!—. Hubiera visto entonces, con horror previsi pre visible, ble, al bordad bor dador or de efímeros efím eros encajes enca jes triunf triu nfar ar,, silen sil encioso, sobre ese macizo edificio de la Mathe Ma thesis sis Universalis Universalis que debiera deb iera hab h aber er sido pilar de toda cienci cienciaa futura. futura. Geneviév Geneviévee Rodi Rodis sLe Lewi wiss ha subrayado,16 subrayado,16 justame justa mente, nte, cómo, al publicar sus Principia en latín, la aspiración de Descartes no ha sido otra que la de proporcionar la clave última de toda ciencia, que pueda constituirse en base de la ensefianza en los Colegios. Las ..osas no han sido tan lineales como Descartes parece haberlo esperado, y ya en 1647. al publicar su traducción francesa, Descartes, que tiene en mente las primeras divergencias y distorsiones que entre sus discípulos se han producido en torno a la interpretación de la teoría general, recomienda encendidamente a sus lectores que no me atribuyan jamás ninguna opinión a no ser que la encuentren expresamente en mis escritos, y que no acepten como verdadera verdadera ninguna, ni en mis escritos ni en los de los demás, a no ser que vean que se deduce muy claramente de los verdaderos princi pio p io s .'7 .' 7
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La advertencia es, sin duda, honesta, pero tras ella apunta otra más radical, que Malebranche no tardará en plan pl antea tear: r: ¿bajo qué condiciones y a qué precio es posible ser cartesiano? —Para darle una respuesta que anuncia ya algo más que una simple «heterodo «heterodoxia»: xia»: No hay ha y q u e cree cr eerr e n D esca es carte rtess bajo palabra, sino sin o leerlo, como él m ismo ism o nos aconsej aconseja, a, con precaución precaución,, examinando si no se habrá equivocado y no creyendo de lo que dice nada más que aquello en lo que la evidencia evidencia y los los repro ches secretos de nuestra razón nos obliguen a creer . ’8
No No parece, parec e, en cualqu cua lquier ier caso, nada claro que una tal actitud tenga mucho que ver con el llamamiento mediante el cual Descartes exhortara a sus discípulos a continuar «durante varios siglos» el desarrollo concreto de sus principios universales. Ni mucho menos, que Descartes haya sólo una vientena d e años podido imagin im aginar ar siquie s iquiera ra que qu e tan sólo d es pu és de su m uerte, la o b se n ’ación ación establecerla establecerla la velo cidad finita fi nita de la luz. luz. siendo a sí qu e su transmisi transmisión ón instan tánea era para él una tal certidum bre qu e ‘estaría dis pu es to a confesar, s i se probara lo contr contrari ario, o, qu e no sabía nada d e fi f i l o s o f í a . ' 9
Suavemente el mundo todo de las certidumbres cartesianas se desmigaja en el pobre plazo de veinte o treinta años. La rehabilitación newtoniana de la «oscura» noción de atracción acabará de arruinar arruin ar aquella p h y s i q u e d u p l e i n . en cuyos torbellinos buscara testarudo refugio Descartes frente a las concretísimas experiencias pascalianas acerca del vacío vacío.. Una Una época toca a su fin; y en e sta st a hecatombe prepr evisible, Descartes no es el primero de los modernos, sino tal vez el último de aquella raza antigua de los que desearon ser se r modernos. modernos. Bien Bien claro está es tá,, de entra en trada da —y eso Leib Leibni nizz lo ha pre p resentido en la carta que. sobre la ordenación de los escritos matemáticos matem áticos de Pascal, Pascal, escribiera escr ibiera a Etienne Perier—, Perier—, que lo que subyace a toda la matemática pascaliana es, muy preci pre cisa same mente nte,, la voluntad volunta d de oponer opon er un método nuevo (aquel que. muy caóticamente, tiene sus raíces en De sargues). frente a otro ya existente (el de la M a t h e s i s V n i-
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geometría pura como alternativa al álgebra pura. Descartes no se ha engañado ni un solo instante acerca del radical peligro pelig ro que el olímpico olímpico despre des precio cio mostrado por el joven Pascal, desde el Tratado de las Cónicas, hacia el análisis especioso cartesiano y su reivindicación de una geometría proyectiva, proyectiva , entra en traña ña para pa ra la totalidad totalida d unlversalizante unlversaliza nte del método que es suyo. Acometer la tarea de elaborar una nueva geometría, geom etría, ajena en todo a la preeminencia del álgebra cartesiana, es un golpe particularmente duro para una disciplina que aspira a dar la clave de la resolución matemática de todo saber. Descartes es consciente de ello, y acusa el golpe. El tono de la carta a Mersenne. en que rezonga que «se podrían proponer un montón de cosas sobre las cónicas que un chaval de dieciséis tendría bastantes dificultades para solucionar», constituye, por sí solo,una buena huella del impacto. El encuentro de 1647 entre los dos personajes, un Descartes en el apogeo de su gloria y un Pascal ya lacerado fuertemente por la enfermedad, no arreglará, naturalmente, nada de nada, y, por el contrario, tendrá la virtud de enconar las cosas, generando la sórdida historia del «plagio» de la experiencia del PuydeDóme sobre la presió pre sión n del aire y el vacío; vacío; plagio plag io del que Descarte Des cartess acus ac usará ará —sin apar ap aren ente te fundame fund amento nto sens se nsato ato— — al joven científico, y que hará h ará,, definitivamente, definitivamente, acabar todo todo a la la gresca. Garó que. antes de llegar a este punto de emponzoñamiento, el problema de las cónicas nos permite observar, en estado transparente, las profundas divergencias, aún estrictamente teóricas, que abren un abismo entre dos modos de pensar a cuya base operan dos contrapuestas metafísicas. Bien manifiesto resulta que lo que está detrás de la polémica es bastante más que la cuestión —al fin y al cabo un tanto secundaria— de saber si un problema matemático concreto es más económicamente resoluble mediante reducción algebraica o por operación geométri coproyectiva. Lo que se juega tiene un calibre muy distinto, y éste no es otro que el fundamento mismo del sistema cartesiano: ¿tiene valor universal la reducción algebraica?, ¿es verdaderamente factible la asimilación prome pro metid tidaa de todos los ámbitos ámb itos del sabe sa berr a vana va nant ntes es de una un a sola ciencia general? ¿No está. así. el universo teórico
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todo constituido por otra cosa que el juego de variaciones de una sola matemática universal, expresión infalible del Dios Geómetra? La multiplicidad de los objetos de investigación. ¿no tendrá más contrapartida que la diversifi cación de un ámbito de saber idéntico en sus reglas últimas? Problema metafísico clave, en el que se pone en jueg ju ego o algo que qu e constituye, consti tuye, tal vez. el tema tem a central cen tral de la especulación especulación postrenacentista: postrenac entista: ¿de dónde la homogeneida homogeneidad d del del mundo?, m undo?, ¿porq ¿p orqué ué su cognos cognoscib cibilid ilidad? ad? En su respuesta. Descartes es pobre y pregalileico. Tratar de recuperar la idea de una ciencia universal no pued pu edee ser —Cassir Ca ssirer er lo ha mostrado mostra do con precisión— sino un retorno a los ensueños confortadores de los adversarios má s aristotélicos de Galileo. En Descartes revive una vez más el postulado postulad o metafísico me tafísico de llegar a abarca abarcarr y agotar con con el pensam pen samien iento, to, de una vez para siempre, siem pre, toda la extensió exte nsión n del se r . 19 Pascal —y tal vez sea esa su específica grandeza como científico, o más bien, como teórico de la ciencia— ha captado muy bien, desde el primer momento, el carácter ilusorio de este método universal, sencillo y atractivo, sí, pero de aspiraciones excesivas y, por tanto, a fin de cue cu e nta nt a s, ilusorio.90 ilusorio.90 Para sustituirlo sustitu irlo con con algo algo mucho mucho menos claro y distinto —y, sobre todo, mucho menos ambicioso e impecable: la multiplicidad de los métodos, regionaliza dos según la esfera a estudiar, aunque, eso sí. nudeados por el carác car ácter ter geométrico geométr ico de su sistema siste ma deductivo. deductivo . La referencia a los trabajos de Jean Mesnard parece, en este punto pu nto,, obligada: oblig ada: Contrariamente a Descartes, que se considera en condi ciones de hacer surgir la totalidad del de l saber de una prime prim e ra verdad. verdad. Pascal Pascal concibe, concibe, a partir par tir de principios diversos, cadenas múltiples de deducción, constituyentes de un saber discontinuo: de ahí la razón de su rechazo de la metafísica metafísica y de la muy positiva idea idea que qu e s e hace de la cien cia. ia. Ahora bien, bien, una multiplicidad multiplicida d de cadenas de dedu d edu c ción ción todas ellas ellas dotadas de igual solidez, solidez, fundamen funda mentada tadass v desarrolladas, puede llegar a plantear conclusiones con tradictoria tradictorias. s. Y asi. nos vemos vem os precisado prec isadoss a afirmar afirma r al
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trico es impotente para ello, como lo es, incluso, la razón en general. Sin duda, la revelación nos proporcionará, al respecto, un nuev o principio principio que permita realizar la unión unión de contrarios contr arios ,2'
Lo que q ue Ciencia s e llevó
De pronto y sin previo aviso, la equilibrada armonía cartesiana ha venido a dar abiertamente de bruces. El mundo ha dejado, sí. de «estar bien hecho», para pasar a mostrarse bajo una máscara másc ara incomprensible incomprensib le (y, (y, por tanto, monstruomonstr uofrayeur ) toma el relevo de la claridad sa). El espanto (lafrayeur) clar idad y la distinción. Se comprende ahora el porqué del «terror» ante los «espacios infinitos» del más célebre de los fragmentos pascalianos. Lejos, para Descartes, de ser terrorífico. el Universo Universo Infinito Infinito no result res ultaa sino un modelo modelo matem mat emáático del orden armónico, que el Dios geómetra rige con precisión implacable. En Pascal, esa es a conv convicc icció ión n rassurante se ha perdido para siempre. Y así, cada uno de sus descu brimiento brim ientoss no vendrá sino a añad añ adir ir un nuevo horror h orror a esta es ta vertiente monstruosa de un mundo hundido en la dulce desespera dese speranza nza del caos caos más estricto. estricto. «Desc «D escar artes tes inútil inút il y falso»,2 falso»,22 2 «escribir «es cribir contr co ntraa los que profundizan profundi zan excesivam exce sivamente ente en las ciencias: D esca es carte rtes» s»2 23 —anotará —anot ará,, con con pasión, pasión , el solitario entre en tre los solitarios de PortRoyal. Desde mucho antes, cuando aún PortRoyal no se dibuja siquiera en su horizonte, Pascal ha comprendido en su rechazo de los ensueños cartesianos, el tremendo vacío de fundamentación al que las prácticas científicas van a quedar irremisiblemente abocadas. Y, antes de destrozar definitivamente sus juguetes de estos años, va a lanzar sobre ellos una última mirada, llena de una ternura triste trist e y de regusto regu sto amargo. Extraño a la voluntad cartesiana de buscar la huida de la catástrofe mediante el recurso a la fundamentación metafísica del sabe sa berr universal —y. —y. con con él, del mundo que es es su doble—, Pascal se lanza ya en picado a la minuciosa desintegración de los últimos restos del mundo cerrado y confortable. De esta actividad aplicada y tozudamente
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impía van a ser consecuencia inmediata los dos grandes ejes del pensamiento pascaliano de los últimos años: a) la pérdida de identidad del hombre en el (arruinado) orden ord en del cosmos; cosmos; b) la absoluta absolut a transmutación de los principios de d e verificabilidad científica. científica. Sólo Pensamientos culminará el primer proyecto; bástenos decir aquí que su lúcida consciencia ha marcado la vida de Pascal con una huella de rigurosa desesperanza, pocas poca s veces en la historia histori a del pensamiento pensam iento occidental plan pl ante tead adaa con tan frío rigor y tan ta n hondo sentido sentid o trágico. En lo que al segundo concierne, una somera revisión de su pa thoss no menos riguroso forja tal vez pueda revelarnos un patho ni trágico. El criterio cartesiano de verdad es un criterio explícitamente positivo; para decirlo todo, tal vez el más positivo de cuantos criterios de verdad haya producido la historia de la filosofía. Dícese verdadero de aquello que se ajusta a esa norma infaliblemente omniabarcante de la claridad y de la distinción. Todo es matemática al fin. y en idénticos procesos proces os de sistem sis tematic aticidad idad se resu re sum m e el inmenso mundo. La implica implicació ción n de predominancia predomina ncia de una u na metafísica que sussu stente, a su vez, todo el aparato de una tal Mat M athe hesí síss. aparece clara. Siervo en este punto, como en tantos otros, de lo más aburrido de la tradición escolástica. Descartes trata, por todos los medios,de hallar esta fundamentación filosófica de toda ciencia y de sustentarla sobre bases inamovibles. Tal es su grandeza y tal también su miseria. Ultimo hombre «premoderno» (nada hay más anticuado que un moderno, salvo, tal vez, alguien empeñado en ser moderno), Descartes no acierta a sospechar que quizás la • única solución del nudo gordiano filosofíaciencia, ciencia filosofía está en romperlo de un tajo y en mandarlo, de una vez por todas, a mejor vida. No es el menor de los méritos de Pascal el haberlo comprendido perfectamente así y haber puesto manos a la obra. Un historiador perspicaz de la ciencia, como Pierre Raymond. no duda en señalarlo como como su mérito más acabado en este es te terreno. Pascal —escribe Raymond— es uno de los rar raros os filósofos
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del vacío es ejemplar ejemp lar al respecto: teología teología y filosofía repetitiva s po r un lado y ciencias evolutivas evolutiv as por otro. otro. Y la intervención filosófica tiene lugar tan pronto en prove cho de la religión, como de tas ciencias. Pascal sustituye la metafísica cartesiana por una intervención filosófica espiritualista o materialista. Diversos efectos episte mológicos mológicos de esta alianza antiidealist antiidealista a son registrables en su obra: liberación liberación de los conceptos d e vacío vacío y de infinito, infinito, form fo rmac ació ión n de la categoría catego ría d e sis s iste tem m a teórico te órico. 24
La pretensión cartesiana de «universalidad» —última herencia metafísica del fallido intento de construir el universo como totalidad racional— se va definitivamente al diablo. Pascal está decididamente demasiado inmerso en la realidad de la práctica científica como para poder perm pe rmiti itirse rse la creencia en panac pa naceas eas epistemológicas. epistemológica s. Ciencias Generales, Matemáticas Universales y otras hierbas salvífícas. Pero, ¿qué queda de aquella pasión de comprender. comprender . forma más alta del juego del gentiihomme, una vez que la ambición homogeneizadora de la Mathesis Math esis Universa Universaiis iis ha quedado arruinada? ¿La dispersión regional de los saberes científicos (o no) autónomos? Pero, ¿cómo establecer su coherencia, entonces?, ¿cómo garantizar su cientifi cidad? La respuesta pascaliana es clara, tal vez demasiado clara; antes que Spinoza, Pascal lo ha dicho; no hay más criterio de coherencia discursiva ni más método universal que la susceptibilidad de geometrización. Más difícil que formularla, será el ponerla en funcionamiento: hacer de tal principio una u na guía gu ía funcional para pa ra el desarroll d esarrollo o de los disti di stinntos niveles del saber. La Física, ante todo. Si hemos de creer las formulaciones epistemológicas —por lo demás, de una notable nitidez— de De l'Espri l'Es pritt Géométrique y del Prefacio al Traité du Vide, las cosas parecen transparentes: no hay lugar a discurso científico que no sea el construido por medio del más riguroso método axiomáticodeductivo. Es así que la Física escapa a este es te principio, ergo... Es una vez más, sin embargo. la actividad científica directa de Pascal la que viene al quite de una tan rigurosa epistemología, introduciendo a su autor en un laberinto de
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contradicciones, no siempre explícitamente resueltas. Una y otra vez lo vemos rebelarse contra sí mismo, revolverse contra el principio inamovible de relativización de las ciencias de la naturaleza por su metodología exigido, y retornar una y otra vez a la espontánea certidumbre de una actividad a la que él mismo ha privado de todo fundamento. Veámoslo, así, polemizar con el jesuíta Noel —viejo maestro de Descartes— acerca del vacío. Se trata, por lo demás, de una polémica en todos los planos —y no menos que en otros, en el psicológico— interesante: primera refriega del futuro autor de las Provinciales con un repreSocietass Jesu J esu\ \ las senta se ntant ntee cualif cualifica icado do de la Societa las heridas que ha dejado abiertas no son, probablemente, extrañas a la causticidad de las Petites Lettres. Observémoslo en el acto de arremeter, con toda la pasión segura del portador de la «verdad» científica. Oigámoslo anatemizar al «buen padr pa dre» e»,, en nombre de la «absoluta certeza» de los postu po stulados físicos. ¿Dónde han ido a parar los presupuestos precau pre cautorio torioss en que la Física fuera fue ra desig de signad nadaa como como activiacti vidad no rigurosamente susceptible de explicitación hipoté ticodeductiva? Sin duda, en el calor de la polémica frente a las martingalas escolásticas de Noel acerca del vacío, Pascal tiene toda la razón del mundo al tratar de aplastarlo bajo un alud descomuna desco munall de sistemat siste maticid icidad ad experi exp erime menta ntal. l. Pero ello no salva lo peliagudo del problema metodológico a sí planteado: ¿es, s í o no. no. la Física Física una verdadera ciencia? ciencia? Pascal —vamos a verlo— oscila aquí según los contextos, y la solución radical del problema permanece indefinida. Claro Claro está que qu e no se trata aquí aqu í de disminui disminuirr en nada la operatividad del tono polémico por Pascal puesto en funcionamiento. Muy al contrario. Ni de pretender suavizar la ducha enorme que recibe el Padre jesuíta —que bien merecida se la tenía y bien a pulso se la ganó—. Sino de dejar lo más claro posible que. al machacar sin piedad al p i r e Nóel. Pascal está est á —cons —consciente cientemen mente te o no— no— violando violando el propio principio de prudencia y relatividad por él pro pues pu esto to en el terre te rreno no de la Física. Fís ica. El problema de partida es bien conocido. Arrancando
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la columna de mercurio de un tubo invertido en una cubeta del mismo material desciende, no es ocupado por aire ni cuerpo otro alguno; que, por consiguiente, en esa parte superior de la cubeta se ha h a producido producido un vado. Llamando en su auxilio auxilio a todas las hueste hue stess del sabe s aberr físico físico escolástico, Noel Noel empr em pren ende de dura du ra bata ba talla lla,, tratan tra tando do de «demostrar» «demo strar»,, mediante argumentos apriorísticos, la imposibilidad del concepto de «vac «vacío ío» » y la necesidad neces idad de suponer supon er la existencia de un misterioso misterioso «éter» que, qu e, de forma no menos misteriosa, m isteriosa, atravesando sutilmente las paredes del tubo de cristal, se ha introducido en su interior. De qué lado se decanta la razón y la realidad es hoy algo muy fácil de establecer, desde una perspectiva, la nuestra, en que las martingalas pseudofísico pseudo físicometafís metafísicas icas de Noel Noel sólo pueden pue den mover a la sonrisa. sonri sa. Las Las cosas fueron muy distintas disti ntas en el siglo XV XVII, II, hasta tal punto que el propio Descartes se considera obligado a intervenir en favor de su antiguo profesor, profesor, frente fr ente a la «cabeza vacía» del joven Pascal, proponiendo a éste el proble pro blem m a —entonce ent oncess nada na da irrisorio— de cómo cómo diablos, diab los, si el tubo estaba vacío, podía la luz pasar a través de él. La respuesta de Pascal es toda una lección de rechazo del entretejimiento FísicaMetafísica que opera aún en Descartes como cordón umbilical que lo une a la tradición que él mismo cree superada. Delimitemos los campos, exige Pascal, no pidamos a una ciencia más que las explicaciones que entran dentro de su ámbito estricto, renunciemos —si es que realmente queremos ejercer una actividad científica concreta— a las grandes explicaciones universales; éstas pueden tener un lugar en el ámbito de otras disci plinas pli nas,, no en el limitadísimo de la Física. Considerad —escribe —escrib e Pascal—. Pasca l—. os lo ruego, cómo podría podría sernos sern os posible posib le llegar infaliblemente a la conclusión de que la naturaleza de la luz es tal que no pued pu ede e subsistir subsist ir en el vado, cuando es así que, en realidad, ignoramos absolutamente la natu raleza raleza de ¡a ¡a luz. Y tal vez ésta permanezca eternam eter namente ente Agnosticismo, sin duda dud a aldesconocida para nosotros. Agnosticismo, guna admirable desde el punto de vista metodológico, éste que consiste en remitirse, sin más pretensiones de generalidad, a la constatación de un experimento bien hecho, negándose a tratar de pasar aún a la elaboración de una Teoría Universal, para la que se carece de elementos sufi
Aquel insomne juego de la ciencia
PENSEES D E
M- PASCAL SUR LA RELIGION, ET SUR. QJJELQUES
AUTRES
SUJETS.
I.
Contre tZndijference des AthéeS.
U ceux qui combattenc e
la Religión apprennent au moins quel qu elle le elle cft avan avancc que de la combatt comb attfe. fe. Si cctt cc ttcc Religión Relig ión le vantoic d ’avoir une _____ vcuc elaire de Dicu , & do le poífeder _ Cabezal de los Pensamientos.
Aquel insom ne juego d e la ciencia
cientes. Y, ¿qué tiene que ofrecer Descartes frente a los hallaz ha llazgos gos exper ex perime imenta ntales les de TorricelliPa TorricelliPascal? scal? Convic Convicciociones metafísicas injustificadas, que hacen de la negación de la existencia del vacío «una directa consecuencia de la concepción cartesiana de la extensión como atributo de la sustanc sust ancia ia corpó corpórea» rea»;2 ;26 6 aburridos abur ridos argumentos de coheren coh erencia lógica apriorística; su propia autoridad intelectual, tal vez. Bastante Bas tante poca cosa, a fin fin de cuentas cue ntas.. No son de pequ pe queñ eñaa importanc impor tancia ia e sta polémi polémica ca y los disdis tintos tonos que. en ella, adoptan los contendientes. La liquidación de la «amalgama» FísicaMetafísica es una tarea de primer orden en el proceso de surgimiento de las ciencias y de su progresivo despegue respecto de la Tradición escolástica. Contra Descartes, Pascal es un fino trazador de lindes, de fronteras (Althusser lo ha señalado con certeza en alguna ocasión) entre Física, Metafísica y Religión. Gilberte Périer atribuye a su hermano la siguiente fórmula que, en este caso, parece ratificada por numerosos fragmentos de Pensamientos: No puedo per donar a Descartes, porque, habiendo querido en toda su filosofía prescindir pr escindir de Dios Dios,, no ha podido evitar el recurrir a él para que dé un papirotazo inicial que ponga qu e. como como lo seña se ñalar laráá Ar Ar el mundo en movimiento. Lo que. nauld, más que una incoherencia del cartesianismo, viene a ser, a fin de cuentas, su verdadero hilo conductor: Toda la física fís ica de los cartesianos está es tá hasta tal punto pu nto apoyada apoyada sobre la existencia de Dios Dios,, que Este Es te es, por po r asi as i decir decir,, la piedra angular angular,, cuyo contr contrario ario una una vez supuesto, supues to, todo todo e l sistem sis tema a se no deja de res r esulta ultarr a primera vista paradójivien vi enee abaj abajo? o?* * Y no co que haya sido precisamente un pensador tan profundamente men te religioso religioso como como Pascal Pascal el primero en hacer una tal sus u posición posición demoledora. demo ledora. Aniquilado el intento cartes ca rtesiano iano de pasa pa sarr sin transición transició n del yo al mundo y a Dios Dios,, Pascal Pasc al tiene tie ne la radicalidad —quizás única en los medios cartesianos (y anticartesianos que, al fin, es lo mismo)— de proclamar el escepticismo i*Le pyrrhonis pyrrh onisme me est es t le vr v r a if9 if 9) como única verdad de la filosofía. Decir Decir a las personas perso nas carentes de f e y de gracia —escribirá en Pensamientos — que no tienen más que mirar la menor de las cosas que las rodean para ver a Dios Dios a cara cara descubiert descu bierta a y darles como únic única a prueba de tan grande e importante importa nte tema tem a el curso curso de la l de lo
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planetas, plane tas, y pret pr eten ende derr haber habe r acabado acabado su prueba con con se mejante discurso, es darles motivo para creer que las prue pr ueba bass de nuestra nuestr a religi religión ón son bien endebles, y mi razón razón y m i experiencia experienci a me muestran mues tran cómo no hay nada más ade ad e cuado para hacer nacer nace r el desprecio de sprecio hacia hacia ella ella. 30 Y lo verdaderamente notable es que todo este esfuerzo por po r evita e vitarr la confusión cienciareligión, cienciarel igión, tiene tie ne precisa pre cisamen mente te como objetivo absolutamente prioritario, salvar la autonomía de la religión. Pero, en esta dialéctica, autonomía de la religión, respecto a la ciencia significa, a contrario, en una paradoja que es sólo aparente, autonomía perfecta de la ciencia respecto de la religión. Debemos Deb emos compadecer compa decer —esc —escrib ribe, e, así, rotun rot unda dame mente nte Pascal— la ceguera de aque llos que aportan la simple autoridad como prueba en las materias,físicas, en lugar del razonamiento o las experien cias, y sentir horror ante la malicia de aquellos otros que emplean emp lean el simple razonamiento en la teolo teologí gía, a, en lugar de la autoridad de la Escritura y los Padres de la Iglesia. Hay que sacudir el ánimo de esos tímidos tími dos que qu e no osan in ventar nada en física, y confundir la insolencia de esos temerarios que producen novedades en teología 31 De ahí, desde luego, el extraño espectáculo de un Pascal que defiende, a capa y espada, a Galileo. precisamente en el mismo texto (Provincial XVIII) en que arremete sañudamente contra los partidarios de la laxitud razonable en la interpretación de la Escritura. En medio medio de este sutil sutil juego de absoluta libertad y perfecta sumisión (según los planos ciencia/religión). no es raro que q ue algún cartesiano eminente del siglo pasado, confiese confiese que él no entiende entie nde nada.3 nada.32 2 Las dificultades, sin embargo, no han hecho más que empezar para Pascal. Rechazada la claridad del universo cartesiano, una maraña de cuestiones cuestiones aparentemente insoinsolubles se abre ab re ante él como como un verdadero verdade ro caos que amenaza con tragarlo definitivamente. ¿Conforme a qué criterio, en efecto, validar los enunciados de una física que. a fin de cuentas, parece ahora quedar del lado de las disciplinas na s teóricas? teóric as? —N —No ha lugar, lug ar, claro está, es tá, a la la deducció deducción n formalista de un Descartes, en cuyo modelo las respuestas para pa ra todo no son sino la consecuenc cons ecuencia ia de la fund fu ndam amen ental respuesta para l todo. Pero, ¿será acaso sustituible
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experiencial sensible? La trampa es demasiado ingenua y la habilidad experimental de Pascal demasiado sistemática como para caer en ella. No; porque con que sólo quedase un único caso sin examinar, ello bastaría bastaría para invalidar la definición definició n genera!... Pues en todas las materias cuya prueb pru eba a consiste en experiencia exp erienciass y no en demostraciones, no es posible realizar aserción universaI alguna a no ser mediante la enumeración generaI de todas las partes o de todos los casos diferentes.33 Lo que es manifiesta manif iestamente mente imposible y, en todo caso, carente del menor sentido (¿qué valor tendría, una vez enunciados ya todos los casos, la formulación de una ley gene ge neral ral?? ¿Para qué podría serv servir* ir* nos, una vez que hemos agotado, ya de entrada, todas las posibilidade posib ilidadess de aplicarla?) aplic arla?).. Pero entonces, ¿qué?: ¿Ni ¿Ni deduc ded ucció ción n formal,3 formal ,34 4 ni inducción em p íric ír icaa ? 35 ¿A dónde dón de han ido a parar los grandes ideales explicativos de la tradición racionalista? raciona lista? Pues, Pue s, tal vez, sencillamente, a su conclusión más alta y a, quizás, su formulación más precisa y asombrosa: a la aparición de algo que —como Küng lo ha señalado— parece asemejarse extrañamente a lo que. tres siglos más tarde, Popper formulará como la base del «principio de falsabilidad»: la idea, verdaderamente chocante, de que no hay más criterio de verdad que el resultante de la resistencia de un enunciado a ser mostrado como falso: no debe (el hombre! tomar como verdade ros más que aquellas cosas cuyo contrario le aparece como falso. 36 Descubrimiento radical del valor epistemológico de la negatividad que, que, sin duda, subyace, más o menos conscientemente, a algunos de los grandes supuestos cortesianos (no hay más que ver la técnica de «gran guiñol» ton la que los grandes motivos de duda son introducidos por Descartes en las Médita Méd itatio tions ns métap mét aphys hysiqu iques. es. «mientras» no se demuestre su imposibilidad), pero de cuyo uso no creo que pued pu edaa hallars hal larse, e, en todo el siglo XVII, una formulación formulación tan explícitamente elaborada como la que nuclea la redacción de esa importante carta en la que Pascal espeta tajantemente a Noel cómo nada de sus pruebas (a favor del pleno absoluto) podrá subsistir mientras no haya suficientemente demostrado que de la negación de los principie s sobre los que descansan se seguiría una manifiesta coitradicción:
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Rev R ever eren endo do Padr Pa dre. e... .. sería prec pr eciso iso i para pa ra que qu e vues vu estro tross argumentos fueran probatorios) que primero nos hu biéramos puesto de acuerdo en la definición del espacio vací vacío o, d e la la luz y de l movimiento, y haber puesto de manifiesto, manifiesto, en virtud de la naturalez naturaleza a de estas cosa cosas, s, la existencia de una contradicción manifiesta en la proposi ción ción segú n ia cual 4'la 4'la luz pen p enetra etra en un espacio vacío vacío y un cuer cu erpo po se m u e v e en ella a lo largo larg o d e l tie ti e m p o ’". Has H asta ta que qu e no lo hay h ayáis áis hech he cho o así. vues vu estra tra prue pr ueba ba n o podrá podr á tenerse tener se en pie .37 .37
Fuerza es, sin embargo, constatar que, co.1 la afirmación de un tal principio, los problemas que quedan abiertos son descomunales. En efecto, Baird lo señalaba en un trabajo reciente acerca de la epistemología pascaliana de la Física: No será se rá ja m á s posi po sibl blee satis sa tisfa face cerr las condicio con diciones nes plant pla ntea ea das por Pasca Pascall con con e l fi n de demostrar que una hipótesis es verdadera en física. Para ara lograrl lograrlo o es preciso mostr m ostrar ar que un absurdo manifiesto se concluye de su negación. Pero Pero,, dado que la la física se apoya ine vitablem vitab lemente ente sobre experienc experiencias, ias, no es jam ás posible estar seguro de no en contrar un fenómeno nuevo que exija el abandono de la hipótesis mostrando que el absurdo manifiesto ma nifiesto es tan sólo sólo aparente. aparente. A s í pues, lafísica, según segú n la expresión expresión de l propio Pas Pascal, cal, no puede pue de avanzar más allá allá del dominio de lo 'du doso ' y lo 'prob 'pr obab able' le',, Pero lo que él é l llama llama una ‘ex exper perien ien cia decisiva', tal como la 'gran experiencia', no puede demostrar una teoría: todo lo más, probar la falsedad de una teoría, teoría, como la gran experienc expe riencia ia lo hace con la teoría según seg ún la cual la naturaleza aborrece e l vacío vacío ?*
La oscilación entre la metodología radical establecida y p r á c tic ti c a te ó r ic a del físico Pascal, llega entonces a mosla pr trarse como casi inevitable. Si de Descartes, como metafí sico. puede decirse que lleva a cuestas la huella de un marcado retraso respecto de la realidad de las ciencias de su tiempo, del Pascal filósofo (quizás fuera mejor decir «metodólogo» o «epistemólogo») parece inevitable constatar, al menos en este punto, el embarazo que le resulta de hallarse ante una incomodísima situación de adelanto descarado sobre el propio nivel de práctica del Pascal científico (y. en concreto, del Pascal físico); un adelanto que
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terilizar y quizás estrangular esta actividad científica misma. Oscilación, en efecto, entre: — un método mé todo axiomático axiomático deductivo dedu ctivo que relega la experiencia a un papel secundario y puramente negativo. método rigurosamente riguros amente afirmado en todos y cada uno de los los textos metodológicos que acompañan, a modo de Prefacios, las relaciones experimentales;3 ex perimentales;39 9 —y —y una un a antén an téntca tca fascinación de experimentador habilí habilísimo ante el peso casi mágico —prodigioso hasta el asom bro br o en todo caso—, de sus su s experim expe rimento entos. s. Consciente de haber planificado más y mejor que ninguno de sus contem porán po ráneo eoss esto es toss experim exp erimento entos, s, Pascal tiene tien e con con frecuencia, frecuen cia, tendencia a volverse muy imprudente y a olvidar las pro pias pia s limitaciones por él establec esta blecida idas; s; a machacar, en una pala pa labr bra, a, al adversario advers ario a golpes de «experiencia».40 «experiencia».40 Axiom Ax iomati atism smo o de ios •Prefacios» •Prefacios» frente a experimentaiismodelos •Tratados». Difícil conjugación. No juzgo, por lo demás, improbable que la constatación de esta extraña parad pa radoj ojaa haya constituido constituid o el verdade verd adero ro prime pri merr punto pun to de quiebra en el inicio de la gran crisis pascaliana. Porque —y —y habremos habrem os de justificarlo justific arlo— — trato tra to,, en efecto, de d e defe d efend nder er aquí que antes que una crisis religiosa, la de Pascal ha sido (la crisis) de la Razón: el descubrimiento asomuna crisis (la broso bro so de d e su capacidad capacida d contradictoria contra dictoria en un siglo que q ue p arear ecía hecho para mostrar su coherencia. Jugando con certeza, Pascal ha tropezado, inopinadamente y sin habérselo fr a ye yeu u r): jam ja m ás propu pr opuesto esto,, con lo monstruoso (la verdadera fra una razón que se autodestruye. Como a Edipo la de la esfinge, esa fascinación aterrada no lo abandonará ya nunca: Había pasado yo mucho mucho tiempo dedicado dedicado al estudio de las ciencias abstractas; y la poca comunicación que en ellas es posible hallar me había hastiado. Cuando comencé el estudio del hombre, vi que esas ciencias abstractas no son propias al hombre, y que me extraviaba más de mi condición al penetrar en ellas que al ignorarlas. Perdoné a los los demás por no no sabe r nada de ellas. Pero creí encontrar al menos muchos compañeros en el estudio del hombre, y que este serta el estudio que nos sería propio. Me engañ é . 41 41
Aque Aquell insom in som ne juego de la ciencia
Jansenius (1585-1638).
Como una persistente pesadilla
Exilios y reinos
Y todo este largo peregrinar por el casi infinito universo de la ciencia, ¿no inducirá quizá la tentación de aniquilar la autonomía de la fe, de sospechar su sometimiento a la propia razón razón geométrica geomé trica para consumar en ella un fracaso que se adivina inevitable? Pues no. O. al menos, no directamente. Sí, tal vez, a lo largo de un tortuoso laberinto del que no hemos hecho aquí más que recorrer los primeros paso pa sos. s. De momento, momen to, sin embarg em bargo, o, la conclusió conclusión n parece parec e más bien ser la contraria. Tal vez ello sea culpable de que tantas veces haya sido confundido el hastl> de la ciencia, que en Pascal comienza a abrirse paso desde finales de los años cuarenta, con una fulgurante «conversión», por lo demás muy acorde con la hagiografía gilbertiana. ¡La «primera conversión»! Todo el mundo habla de ella como si de la evidencia misma se tratara: Etienne Pascal se rompe en enero de 1646 una pierna; los médicos que lo atienden son jansenistas; la familia, y Blaise a la cabeza, se «convierten». Todo muy sencillo (y, con seguridad, anecdóticamente cierto en sus grandes rasgos). Pero muy poco consistente. En primer lugar: ¿qué puede realmente significar eso de «conversión», referido a una familia ya tan hondamente devota como la Pascal? Que sepamos, ninguno de los miembros de ella han decidido, en ese instante, «retirarse» del mundo, como lo hará años más tarde Jacqueline, tota to talm lmen ente te (165 (1652). y Blaise en buen bu enaa parte pa rte (165 (1654) 4).. Hablar Habl ar de «conversión» me parece, pues, abusivo e impreciso.
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ha producido en este momento es algo que. en cualquier caso, no ofrece la menor duda. La semilla queda echada y no tardará en germinar. Y. así, que la lectura de los primeros textos de Jansenius, y en particular el De la reforma reforma del hombre interior, habrá de dejar sentir vigorosamente sus huellas en la crisis de 1654, es algo que queda fuera de todo cuestionamiento. Y, de esa lectura, ¡cómo habría podido el joven gentilh ge ntilhom ombre bre,, para par a quien la ciencia ciencia lo ha sido incontestablemente todo, dejar de sentirse fascinado por aquellos párraf pár rafos os rotundos rotundo s que van a traba tra baja jarr dura du ramente, a lo largo de una década, sus ya resquebrajadas certidumbres!: A q u e l que qu e haya vencido ven cido la concupis conc upiscenc cencia ia d e ¡a carne.. car ne.... se verá atacado por otra tanto más engañosa cuanto más honesta hones ta parece. parece. Se trata de esa Curiosidad Curiosidad siem pre inquieta, que ha sido sido llamada con ese nombre a causa del vano deseo que tiene de saber, saber, y que se ha paliado paliado con con el nom bre de cienc ciencia ia.. Ella ha p u e s to la sede se de d e su impe im peri rio o en e l espí es pírit ritu, u, y allí al lí es donde, donde, habiendo reunido un gran gran número de diferen tes imágenes, lo perturba m edian te toda suerte de ilusiones... ilusiones... Si queréis reconocer qué diferencia hay entre los movi mientos d e la Voluptuosid Voluptuosidad ad y los de esta pasión pasión,, no tené is más q ue considerar considerar que la Voluptuosi Voluptuosidad dad cam ca m al no tiene má s finalid ad qu e las cosas agra agradab dables les,, mientras que la Curiosidad recae incluso sobre aquellas que no lo son, divirtiéndose en inten tar alcan alcanza zar, r, experim entar y conoce conocer r todo aquello q ue igno ignora. ra. E l m undo un do e s tá tant ta nto o m ás corrup cor rupto to a causa caus a de esta es ta enfe en ferr medad. cuanto que ella se de sliza bqjo bqjo e l velo velo de la salud salud,, es decir, decir, f i e la ciencia.,. ciencia.,. De ah a h í ha ve venid nido o la búsq bú sque ueda da de los sec s ecre reto toss d e la natu n atura ra leza que en nada nos conciernen, conciernen, que es inútil conocer y que los hombres desean saber tan sólo por el placer de saber...'
En la meditación de estos textos, que estallarán en su cabeza a partir de 1654, Pascal ha comenzado a sospechar algo horrible: el hundimiento de todos sus proyectos juvenil juv eniles. es. Cuando un mundo se acaba, aca ba, es preciso buscar bus car otro, antes ante s de optar definitivamente por el abismo. abismo. Y si la apuesta científica ha sido perdida (ha conducido
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al fracaso que en su inicio mismo era sólo previsible), ¿qué decir ahora de esta nueva apuesta mundana a la que Pascal va a lanzarse, igualmente, a cuerpo entero? Que ya la sabe perdida antes de iniciada. Y que, precisam prec isamente ente por po r ello, ello, acepta acep ta el el envite. El espri espritt de finesse fine sse va a proyectarse sobre el mundo —como, —como, poco más adel ad elan ante te,, va a hacerlo sobre sob re la religión— con una pasión que no hace sino revelarnos la sed de absoluto que qu e tras tra s todo ello ello subyace. La muerte del padre (16S1) no va a hacer otra cosa que acentuar esta nueva posición de Blaise ante la vida. Con la relativa abundancia de medios económicos que su situación social le confiere, libre de la sombra, tal vez ama ble, bl e, pero, pe ro, en todo caso, marcad ma rcadame amente nte autorita auto ritaria ria,, de Etienne Pascal. Blaise, en los breves intervalos que su continua enfermedad — •desde •desde los dieciocho años no he »— le concede, va a lanzarse de hecho otra cosa que sufrir »— lleno en el brillante mundo de los salones, mundo de los Méré, de los Mitton, los Roannez, mundo de los brillantes libertinos2 que pueblan la buena sociedad parisina de mediados del XVII, Poco a poco, el joven matemático va a ir introduciéndose en el mundo sofisticado de la delicatesse, pulie pu liend ndo o sus su s arist ar istas as de geóme geó metra tra y construyéndo cons truyéndose se una elegancia que no es ya sólo la del número, sino la de ese quelque chose, ese punto de fuga hacia el universo del savoir fair fa iree que configura al nuevo gentilhomme, Pascal no se ha sentido, sin duda, muy embarazado por este es te jueg ju ego, o, nuevo pero juego jue go al fin, del libertino. libertino . Del Del espíritu del matemático pour po ur le plaisir, al «hombre de espíritu» reivindicado por Méré, la distancia es breve y el salto sólo requiere la presencia de ese punto estético de la f i qu e a Pascal nunca le ha faltado. nesse que Pero el paso «del exilio a la patria», invocado por Pascal entusiásticamente a sus introductores en el «mundo», no es tan sólo un tour d'esprit. d'esp rit. Un gran señor requiere de ese despego respecto de las preocupaciones materiales, que sólo la confortabilidad económica de un patrimonio estable pued pu edee proporcionar. Dice ice un personaje perso naje de Lampedusa —y perdó pe rdónes nesem emee aquí aq uí el anacronismo— que «es preciso precis o que varias generaciones hayan dilapidado media docena de
Como una p ersistente pesadilla pesadilla
Pascal, por Philippe de Champagne.
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ven libertino Tancredi. Pues bien. Blaise se apresta, a partir de 1651, a tratar de dilapidar al menos el razonable patrimonio de los Pascal. Lo malo del asunto es que no va a encontrarse él ante la displicentemente encantadora dejadez de los Salina lampedusianos, sino frente a la enfurecida mirada de los retoños femeninos de una familia de nueva burguesía —acomodada, si', mas por completo carente de ese maravilloso sentido aristocrático del dispendio que subyace a la frase de Don Frabrízio del Gato p a r d o , que no pueden sino ver con algo más que mala cara las nuevas aficiones del antata más razonable hermano. A lo largo de tres años, la batalla será feroz. Y Blaise acabar aca bará, á, como como siempre, perdiéndola. perdiéndola. La mue m uerte rte en el espejo
Todo estallará tomando como catalizador el asunto famoso de la profesión de Jacqueline, la hermana menor, en PortRoyal. No hemos hablado hasta ahora de Jacqueline. y es tanto más preciso cubrir este hueco cuanto que. en muchos aspectos (por no decir en todos), ella ha sido, a lo largo de toda su vida, el ulter ego de Blaise, ese personaje extraordinario, quizás el único en darle, una y otra vez, la réplica y la medida exacta de sí mismo. Atados por una extraña relación especular de ternura, tensión, amor, celos sin duda, de una profundidad desmesurada, Blaise y Jacqueline atraviesan de la mano el siglo, como imágenes simétricas en las que el espejo y loreflejado intercambian perm pe rman anen entem tem ente en te sus refere ref erenc ncias ias.. Dos años más joven que Blaise, Jacqueline ha compartido con él el título de «niña prodigio», sus delicias, su drama y sus sinsabores. Si bien su genio parece haberse inclinado más bien hacia ese terreno de lo «literario» que Madame de Scudéry y más tarde Madame de Sévigné han comenzado a poner de moda entre las damas de la buena sociedad. Versificadora tan pertinaz como lamentable, dos altas glorías le han sido concedidas a la pequeña Pascal en su infantil actividad «poética»: el favor de Richelieu. que contribuirá esencialmente a la rehabilitación del padre caído en desgracia en 1638, y la consecución del premio de
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la Academia, bajo el patronazgo del mismísimo Comeille, en 1640. Las muestras del favor real que tal «don» ha producido a Jacqueline son, así, prácticamente contemporáneas nea s de d e los los éxitos científicos científicos de su hermano. Niño Niño prodigio frente fre nte a niño prodigio. También enfermo enfer mo frente a enfermo. Si Si Blaise ha comenzado, desde los dieciséis años a padec pa decer er los los tremendos tremen dos sufrimientos sufrimientos físi físico coss que harán de su vida un casi continuo calvario (semiparálisis frecuentes, dolores continuos de cabeza, recaídas casi continuas en la más negra depresión...), Jacqueline va a sufrir, a los trece años, un estigma no menos marcante: la desfiguración de su rostro como secuela de una viruela que está a punto de acabar con su vida. SainteBeuve comenta el carácter fervoroso de la joven dama que agradece, en un poem po emaa tan patético patétic o como como literar lite rariam iamen ente te penoso, a Dios el haber salvado salvado la vida vida y haberse simultáneam simultá neamente ente librad librado o de su belleza física. La miopía de SainteBeuve, al empeñarse en ver fervor apacible donde hay tan sólo patetismo desgarrado, me parece manifiesta. Nada más lejos de mi intención que el sugerir que Jacqueline haya buscado en PortRoyal la huida de una amargura física que nunca ya la abandonará. Su decisión es, sin duda,infinitamente más compleja. Pero sería igualmente ingenuo perder de vista que, a partir de este momento, la idea de abandonar el mundo ha sido una constante de su vida; constante varías veces frustrada y finalmente culminada con la profesión de 1652. Unidos (y enfrentados) ya por la «precocidad» y por la infelicidad física, Blaise y Jacqueline lo van a estar, aún más fuerte y contradictoriamente, por la religión. Hemos hablado ya de la problemática «conversión» de 1647. Jacqueline ha estado junto a Blaise en el momento de los primeros contacto contactoss con con la literatu liter atura ra jansenista, jansen ista, y. más radical radical que él (como, por lo demás, lo ha sido siempre), allá donde su hermano no parece ver sino un interesante elemento intelectual de renovación cristiana. Jacqueline ha visto un imperativo práctico directo: si la doctrina de Jan senius sen ius y Saint SaintCyr Cyran an es la verdad del cristianismo, cristianismo, entonces no queda más que una vía coherente: el desierto. Port Royal. Y PortRoyal, con todo lo que el desierto conlleva:
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Jacquelinc Pascal, Angélique Soeur.
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abandono total, renuncia absoluta a lo que hasta ahora ha constituido la más dulce y gratificante de sus actividades: la «literaria». Un espíritu esp íritu religioso no escribe, ora. ra. La actitud de Blaise en todo este asunto parece haber sido, inicialmente, de una cierta inhibición embarazosa. Al fin y al cabo, fue él, sin duda, quien dio a conocer los textos jansen jan senist istas as a Jacqueiine. Jacquei ine. Pero Pero la la conc conclus lusión ión ta jant ja ntam amen ente te «pragmática» extraíd ext raídaa por la hermana herman a no puede pued e dejar de colocarlo en una situación poco graciosa a él, que, pese pe se a todo su entusia ent usiasmo smo intelectual intele ctual por los los trabajo trab ajoss de los «solitarios», no parece tener la menor intención (más bien bie n todo lo contrario) de unirse a ellos y aban ab andon donar ar el mundo. La posición de Jacqueiine ha debido resultarle a Blaise (y no será la última vez que esto ocurra) provocadora e incómoda, al situarlo frente a una experiencia crucial que no parece tener otra función que la de poner de manifiesto fu era a su propia «incoherencia» vital (con PortRoyal, pero fuer de PortRoyal, contra el mundo pero en el mundo), esa «incoherencia» que Goldmann ha subrayado como la base del estallido trágico de la escritura pascaliana (su «abandono mundano del mundo»). La propia Jacqueiine ve las cosas de ese modo y no dejará de sugerir una y otra vez a su hermano lo extraño de una tal contradicción: espíritu cuyas tomas de d e posicio posiciones nes son son siempre netas ne tas y bien definidas, da s, geómetra en esto muc mucho ho más más que su hermano, hermano, Jacque line no logrará jamás entender ese afincarse en la tragedia de la contradicción, contradicción, que qu e Blaise Blaise (como (como Racin Racine. e. ese otro gran gra n incomprendido de las gent ge ntes es de PortR PortRoya oyal) l) asume con una ji j i n e s s e lúcida que llegará a todo su patetismo en los años finales, con motivo del affaire de la signature. Esa pureza terrible, cortante como una espada arcangélica, que las gentes de PortRoyal esgrimen sobre sí mismas y sobre cuantos les son cercanos, caerá una y otra vez sobre la cabeza cabez a de Blais Blaise, e, manejada por la que q ue lejos lejos del del mundo será Soeur de SainteEuphe'mie. Y Blaise acusará cada uno de los golpes. Primero con aspereza y rechazo, finalmente con sumisión y aceptación tremend trem endaa de la culpa. En cualquier caso, hasta el momento de la muerte del «padre severo», Blaise ha podido escurrir el bulto bastante hábilmente. Etienne Pascal se niega en redondo a oír siquiera hablar de la entrada en religión de su hija. Ya es
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viejo y alguien tiene que cuidarlo. Tras su muerte, que sea lo que Dios ios quiera, quiera , pero, hasta h asta entonces, reclama, inapela blem bl emen ente te,, su derecho derec ho de patri pa triarc arcaa a conservar conser var junto jun to a sí a la hija menor (tanto más cuanto que Gilberte se ha casado hace ya algunos años y ha abandonado el hogar paterno). Jacqueline permanecerá, pues, por el momento, en el mundo, pero comienza ya esa larga tarea de autoaniqui lamíen lam íento to que en PortRo PortRoyal yal se llama religión. religión. Blaíse debe haber contemplado todo esto con una mezcla tensa de admiración y horror, fácil de imaginar en el futuro autor de Pensamientos, pero su actitud reservada de espectad esp ectador or quedará queda rá rota r ota en el año 16S1. 1651. Etienne Pascal ha muerto. Todos los obstáculos pa p a ra la profesión de Jacq Ja cque uelin linee parecen pare cen suprimidos suprimid os de un plumazo plum azo,, y, en efecto, la joven Pascal exige de su herma her mano no la autorización para la entrada inmediata en el convento. Y se produce p roduce lo inimaginable para pa ra Jacqueline: Blaise Blaise aduce la necesidad en que se encuentra de hacer uso de la totalidad del patrimonio familiar para mantener sus propias obligaciones intelectuales y sociales, como argumento para posp po spon oner erla la profesión de su herma her mana na (cuya (cuya dote de ent e ntra rada da en PortRoyal mermaría considerablemente dicho patrimonio). Las necesidades del «gran señor» se oponen ahora frontalmente a las convicciones fervientes del cristiano y, al menos de momento, parecen triunfar sobre ellas. El drama familiar estalla. El 4 de enero de 1652, Jacqueline abandona el hogar paterno sin despedirse de su hermano, para pa ra iniciar su novicia noviciado do bajo la direcció dirección n de la Mére Angélique. Desde PortRoyal. escribe a Blaise: Necesi Nece sito to vues vuestr tro o cons consen enti tim mient iento o y vues vuestr tra a aprobación, que con todo el el calor de mi coraz corazón ón os pido, no para poder poder cumplimentar cumplimentar mi decisión decisión,, puest puesto o que no son necesarios necesarios pa para elio, sino ino para cum cumplim limenta entarl rla a co con ale aleg gría, ía, con tran tran quilidad de espíritu, con con paz: porque, porque, no siendo así. así. resulta resulta que que realizaré la más grande y gloriosa gloriosa acció acción n de mi vida con una extrema alegría mezclada a un extremo dolor y en medio de una agitación de espíritu indigna de semejan semejante te gracia... gracia... Justo Justo es que los demás se hagan hagan un po poco de viol iolencia para paga pagarm rmee tod toda la que que yo me he
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Las tensiones se prolongan. Las escaramuzas se suceden. den . El cariño cariño profundo profundo que las dos grandes gran des animadoras de PortRoyal, las hermanas Arnauld, Agncs y Angélique, sienten hacia su novicia, les hace considerar incluso la posibilidad de aceptar a la joven Pascal sin dote, a lo que ésta no se muestra (orgullo familiar obliga) muy dispuesta. La correspondencia de Jacqueline. a lo largo de estos meses, da cumplida cuenta de todo este infierno que planea sobre las cabezas de los Pascal. Blaise, sometido a un desgarramiento interno en el que el cariño profundo hacia Jacqueline acaba por imponerse, aun a costa de una grave recaída en su enfermedad, aca bará bar á rindiéndose rindi éndose sin condiciones. La Mere Angélique (una vez más la pureza gélida de PortRoyal) lo habrá aún de someter a una última corrección, amarga y gratuita, en el momento mismo de capitular: No faltaba No faltaba ya más que que firma firmar. r. Era la ante anteví vísp speera de la profesión: Pascal se dirigió hasta la reja de la clausura acompañ acompañado ado por hombres de negocios y notario notarios. s. Pero Pero la Mér Méree Ang Angél éliq ique ue.. que que er era una una de las las parte partess contr ontra atan tantes, tes, se encontró demasiado indispuesta aquel día para aparecer; ce r; y, congratulándos congratulándosee de de ello, ello, le hizo decir que no habla habla pr prisa isa, que tod todavía vía tenia tenia tiempo tiempo de medita editarr y que ya ha habría mucho tiempo despué despuéss de d e la profesión profesión de su s u herm hermana: ana: lo que que equivalía equivalía a dec decir, ir, después desp ués de que la Casa Casa por s í sola sola se hubiera hecho cargo de ella. Los hombres de negocios se quedaron muy sorprendidos por este modo de tratar el asunto. Pasad se sintió herido en su orgullo: volvió al día siguiente, encontró encontró a la Madre Madre en mejor estado y se apresuró a concluir la cuestión con toda clase de expre siones de disgusto por no poder poder hacer hacer más. más. Mientras mantenía la pluma para firmar, firmar, aún aún le dec decía ella lla: "Ya "Ya veis. is. Señor, Señor, hemos aprendido del difunto Sr. Sr. de Saint-C Saint-Cyra yran na no recibir para para la Casa de Dios, nada que no venga de de Dio Dioss»* Desd De sdee el e l tum tu m ulto ul to mundan mun dano o
Así están las cosas para un Pascal que no acaba de sobrenadar la crisis profunda a que su progresivo hastío de la actividad científica parece abocarlo. Una vez derrumbada.
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en efecto, la aspiración ilusoria aquella al saber universal que, en la forma de la Ciencia Unica y originaria, ocupara la búsqueda de la tradición cartesiana, todo parece venirse abajo: seguridad confortable de la física, de la matemática, del saber teológico, de la religión misma. De esta inmensa y profiláctica hecatomb hec atombe, e, va a nacer esa cosa, odiosa y monótona hasta el hastío más vulgar, a la que llamamos, con tedioso nombre, modernidad. También de ella nace esa otra vertiente desesperada y apasionante que. con Pascal, inicia la práctica, solemne y displicente a un tiempo, del más refinadamente puro arte del suicidio: aquel, unánimemente intemporal, de la renuncia a la palabra. Puesto que todo ha sido hecho para ser perdido y que, definitivamente, el mundo está mal hecho, vengamos a apostar a la trucada ruleta esa moneda última que. cansada e inútil, vino a esconderse, incierta, en éste nuestro pobre simulacro de vida: apostemos y perdamos, con serenidad notoriamente notoriamente rebuscada, rebu scada, nuestra nues tra propia identidad. identidad. Corren los tiempos tempestuosos de la Fronde. Entrechocar de espíritus sacudidos y deslabazados. Blaise Pascal trata de orientarse en el mundo, de hallar esa dulzura de vivir, esa felicidad que, a lo largo de toda su vida, se s e le ha ido escapando. escap ando. En 1652. durante su estancia chez les Roannez. se le ha visto continuamente en compañía de una «belie savan te». ¿Charlotte de Roannez? Probablemente. Determinar con exactitud el alcance de esta relación parece hoy tan difícil como banal. Pascal ha escrito, por esta época, sus deseos de «casarse y formar una familia». Afortunadamente ha escrito también cosas menos aburridas: abur ridas: ¿es, en efecto. Charlotte Roannez la destinataria de esa pequeña joya de la literat lite ratura ura galant gal antee del XVU que e s el Discours Discours sur su r les passions de l ’amour? amour? No lo sabemos. A decir verdad, dad , por no saber sab er ni siquiera podemos podemos establecer establece r con con absoabso luta certidumbre si el Discours es realmente de la pluma pascaliano, de eso no pade Pascal. Es, en cualquier caso, pascaliano, rece haber lugar a muchas dudas. Y preferimos imaginar a un Pascal en curso de redactar este texto, antes que tener que vérnoslas con las desoladoras cartas moralizantes que, qu e, poco pocoss años más tarde, tard e, serán el último último lazo lazo que lo ligue
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Imposibilitados, por el estado actual de las investigaciones. para decidir definitivamente sobre la paternidad del Discours, operaremos como si perteneciera a Pascal, acordes acor des con con el criterio editorial editorial de d e Cheveli Chevelier,& er,&según según el cual nada en este texto escapa al ámbito del espíritu elaborado en Pensamientos, el cual puede incluso resultar abiertamente prefigurado en varias de las fórmulas literarias en él utilizadas.6 Ya hemos dicho que. en su estilo y en sus Discours es pascaliano. Por otra parte, ¡con temas, el Discours cua'nta dificultad podríamos hallar un mejor testimonio de lo que ser mundano pueda significar para el Pascal de 16521653! En vano esperará —ya lo hemos indicado— el lector del Pascal «libertino» tropezar con la máscara premonitoria del Lord Lord Henry wildeano. wildeano. Por juga ju garr con con los los parentesco pare ntescoss mem etafóricos y los apócrifos apócrifos simulacros, más bien pueda, pued a, si acaso, hacernos pensar en el Dorian de los primeros tiempos, en el de «antes «an tes del retrato» retrato » y el pacto demoníaco. La deliciosa frivolidad con la que el autor del Discours se desliza sobre la superficie esplendorosa del hecho amatorio, con una ternura suavemente cínica, cuya ironía no es nunca desgarramiento amargo, es hija manifiesta de la tradición literaria renacentista, más que precursora camuflada de la inteligente misoginia postromántica. Agrada a los gTandes espíritus la vida tumultuosa... A medida que mayor mayor es el espíritu, espíritu, más grande s son las p asion es... La nitidez nitidez de espíritu e s también ca usa de la nitidez de la pasión... El amor y la razón son una y la misma cosa... 7
¡Cuán cercanas del rigor apasionado del joven matemático pued pu eden en result res ultarn arnos os esas es as fórmulas fórmul as en las que el vuelco vuelco sobre una nueva esperanza de una pasión vieja y pertinaz es consumado! consumado! Pero también, tam bién, ¡cuánto camin camino o queda aún * por recorr rec orrer er desde des de el amant am antee equilibra equi libradam damente ente displidisp licente del Discours, hasta llegar al tono seco y desesperanzado del fragmento fragmen to 180' de Pensamientos:La causa idel amori es un no sé qué, sus su s efectos son aterrado aterradores res.8
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A s í es como acab acaba a el mundo
Pero Pascal no está hecho de la impávida fibra del libertino. La displicencia amable de éste é ste,, su complacencia complacencia en el juego jueg o encantador de superficie, la cutánea indolencia que acom paña pa ña su e star st ar siempre siemp re más allá de toda cosa, le faltan por completo. Pascal es uno de esos seres de sensibilidad desesperadamente fina, a los que cada cosa hiere mortalmente; la pasión en él es, mucho más que un adorno elegante de gran espíritu, una fuerza tremenda que arrastra, liicida e implacable, hacia el placer más alto; el placer de comprender. Y, en él. hacia la más honda sima de la deses peranz per anza: a: el drama dra ma inapelable inap elable de la estricta estr icta limitació limitación n de todo comprender. El drama de Pascal ante sus juguetes rotos resulta, de este modo, no ser más que una variante de la tragedia eterna en la que amor y muerte se entrelazan, perezosos, perez osos, e intercam inte rcambian bian sus rostros, rostr os, sus máscara másc arass solem sol emnes; el de Medea ante sus hijos, el de Tristán ante Iseo, el que habitará, en un atardecer de noviembre de 1811, la mirada de Heinrich von Kleist... Pasión fundamental por po r el objeto obje to amado que sólo pued pu edee hallar hal lar su expresión pura pu ra en el acto irreversible de la muerte. En un rincón perdido de la lejana Alemania, Jakob Bohme pensó un día que tal vez no fuera el infierno infierno sino la forma suprema y desmedida del amor divino. Pascal, para quien, naturalmente, el zapatero de Gorlitz no ha existido, debió vivir, sin duda muy intensamente, una experiencia muy cercana acerca del amor y del infierno, del fuego que reconforta y abrasa a un tiempo, del conocimiento que aniquila y arroja maniatado a la profundidad del sinsentido. Y sí el contacto del mundo lo ha llevado a comprender a fondo la compleja estructura de una realidad en cuya superficie leo los signos enigmáticos de mi propio rostro, tal vez el laberinto pueda, ahora al fin. cerrarse definitivamente: «nada podré comprender nunca que no sea mi incapacidad intrínseca para comprender nada; nada me será dado vivir que no sea mi propia muerte». La palabra ha sido dicha y la derrota aceptada. Comienza el largo vía crucis final. Y, en el inicio de esa larga noche, noche, el libertino, libertino, lentame lenta mente, nte, va quedándose a solas
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frontera misma del derrumbe. «Es indispensablemente necesario que [el alma] se vea despojada de todo objeto de felic felicidad idad».9 ».9 La angus ang ustia tia y la desesp des espera eranz nzaa más absoluta abso luta (que pronto se trocará en desesperación) lo van ganando poco a poco poco.. No No puede puede ya (el alm almaa) goz gozar ar con tran tranqu quili ilida dad d de las las cos cosaas que le resultaban encantadoras. Un continuo escrúpulo la combate en ese gozo, y esa visión interior no le hace encontrar aquella acostumbrada dulzura entre las cosas a las que se abandona con plena efusión de su corazón. Y aún mayor amargura encuentra en los ejercicios piadosos que en las vanidades del mundo. Por una parte, la presen* cia de los objetos visibles la afecta más que la esperanza esperanza de los invisibles, y, por otra, la solidez de los invisibles la afecta más que la vanidad de los visibles. Y asf, la presencia de los unos y la solidez de los otros se se disput disputan an su afecto; y la vanidad de los unos y la ausencia de los otros excitan su aversión; de tal modo que nacen en ella un desorden y una cunfusión que apenas puede ella desentrañar, pero que es la consecuencia de antiguas impresiones sentidas sentidas y de las nuevas nuevas que experiment experi menta.1 a.10 0 Todo se esfuma en el horizonte de un pasado cuya cercanía ya parece perdida en el infinito hastío: el amor, el juego, la amistad... todo perdido en vano, como en vano perd pe rdido ido fuera fu era el tiempo tiemp o aquel aqu el otorgado otor gado a la ciencia. A su alrededor, la muerte ha tejido ya un círculo del que él mismo mismo se sabe geómetra geó metra certero. Y en la visión cierta de la aniquilación de todo cuanto ama, se estremece ante esta consideración, viendo que cada instante le arranca el goce de su bien y que lo que le es más querido huye a cada momento, y que finalmente con certidumbre llegará el día en que se encuentre despo jado jado de todas todas las las cosa cosass en las las que que se puso su esperanz esperanza.1 a.1' El horror que Blaise Pascal ha sentido ante su obra (porque obra suya es, al fin, fin, esta catástrofe) catástrofe),, al ver desap de sapaarecer bajo sus golpes, una tras otra, las últimas certidum bre b res, s, sus últimas últim as esper esp eran anza zas, s, debe deb e haber hab er sido, con con segu se guriridad. atroz, a poco que nos tomemos en serio ese su propio
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testimonio, en e n que nos es narrado na rrado cóm cómo o el alma del pecador arrepentido entra ante la visión de las grandezas de su Creador y en humillaciones y adoraciones profundas. Se aniquila consiguientemente y, no pudiendo formarse de sí misma una idea lo suficientemente baja, ni concebir una lo suficientemente elevada del soberano bien, hace nuevos esfuerzos por po r r e b a jars ja rsee h a sta st a los últim últ imos os abism ab ismos os de la nada na da,, consi co nsiderando a Dios en inmensidades incesantemente multi plica pli cada das; s; fina fi nalm lmen ente te,, e n e sta st a concepc conc epción, ión, que qu e agota ag ota sus su s fuerzas, lo adora en silencio, se considera como su vil e inútil criatura y mediante un reiterado respeto lo adora y bend be ndic ice, e, y quis qu isie iera ra bend be ndec ecir irlo lo y ador ad orar arlo lo e ter te r n a m e n te.1 te .1??
En esta sistemática rigurosa de la desesperanza terrena terr ena que PortRoyal acabará encarnando, va a cifrar, paradójicamente (pero es ésta una paradoja más aparente que real) Pascal su última y más grande esperanza, la de «adorar a Dios como criatu criatura, ra, rendirle ren dirle gracias como deudor, satis sa tis face fa cerlo rlo como culpable culp able y rogarle rogarle como indigen indi gente». te».'3 '3 Y así, en el momento momento mismo mismo en que parece querer que rer abandonar abandona r el juego, Blaise Pascal emprende la última y más fuerte de todas toda s sus apue a puesta stas. s. Port PortRo Roya yall será su última última pasió pasión. n. En PortRoyal está Jacqueline. A ella va a dirigirse Pascal como confidente, en el curso de los largos diálogos que nos son (con seguridad, fielmente) transmitidos por la correspondencia de Soeur de SainteEuphémie. Releyéndolos yéndolos hoy. hoy. uno no acierta a est e star ar muy seguro de qué sea lo que resulta más escalofriante: si la imagen del hombre literalmente roto que acude ante la reja de la clausura, o la implacable seguridad serena con la que la religiosa lee, en este derrumbamiento, la marca luminosa del Señor sobre su hermano. Las cartas de Jacqueline Pascal, están ahí. seductoras y un poco terroríficas como lo es todo lo que, de cerca o de lejos, se relaciona con PortRoyal. No me resisto a transcribirlas: No es razo No razona nab ble —e le —esc scri ribe be a su herm herman ana a Gdberte rte. en la tarde del mismo día 8 de diciembre en el que Pascal ha acudido a buscar consuelo ai ador del •parloir »
I
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per perso sona na que que tan tan quer querid ida a nos es; es; pero ero desearía que que fuese él mismo quien os diese cuenta de ello, para que así no tengáis tengáis motivo alguno de de duda. duda. Todo Todo lo que puedo puedo decir, decir, dado dado que carneo car neo de más tiempo, tiempo, es que por la misericordia de Dios Dios se halla alla en un estado de gran deseo deseo de entregarse entregarse todo a El. sin que. no obstante, haya determinado aún bajo qué género de vida. Aun cuando se halla, halla, desd desdee hace más de un un año. año. preso de un gran desprecio desprecio por el mundo y de un hastío hastío insoportable respecto respecto de todas las personas que en él se hallan, hallan, lo que po podría ría ¡lev levarlo, lo, dado su natura turall imp impetuo tuoso, so, a gran randes des excesos, excesos, hace, hace, sin embargo, uso de una moderación moderación que me lleva a concebir concebir grandes esperanzas. Se ha entregado en cuerpo y alma a la direcc dirección ión de M. Singlin. y espero que lo hará hará con con una sumisión sumisión de de niño, niño, si éste, por su parte, quiere aceptarlo... Aunque se encuentra peor de lo que lo haya haya estado estado últimamente, últimamente, eso no lo aleja aleja en modo alguno alguno de su objetivo; lo cual pone de manifiesto que sus razones pa pasad sadas no eran sino sino pret pretex exto tos. s. Observo en en él una hum humil dad y una sumisión, incluso hacia hacia mí. mí. que me me sorprende. No N o enc encuentr entro o, finalme finalmente nte,, otra tra cosa que que de deciro iros, sin sino que que pare parece ce clar claram amen ente te que no no es ya su esp espír írit itu u natu natura rall quie quien n actúa en él.u
Y, en carta ca rta del 25 de enero en ero,, vuelve sobre el el mismo tema, tem a, para pa ra insis i nsistir tir con con más detalle: detall e: Mi qu querid erida a Herm ermana, ana, no sé si he sid sido men menos os impa impaci cien ente te en mandaro mandaross noticias noticias de quien ya sabéis, sabéis, que vos en pe pe dírmelas... Pero ahora las cosas han llegado a un punto tal que es preciso que os lo haga saber, y sea lo que Dios quiera; creería engañaros si no os informara acerca del asunto desde desde el princip principio. io. Algo Algo antes antes de envi enviar aro os mis prim primer era as no notic ticias ias, es decir, ir, a finales finales del pasa pasado do mes de sept septie iem mbre, bre, vino ino él a ve vent nte: e: y, en está está vis visit ita a, se ab abrió rió de cara a mí de un un mod modo o que que me causó compasión, compasión, confesando que que en medio medio de sus sus ocupa ocupa ciones que eran grandes, y entre todas las cosas que po podían ían presta prestars rsee a creerlo rlo muy muy arraiga igado, se veía de tal tal modo llamado a abandonar todo eso eso.. y afectado afectado por una una aversión tan extrema hacia las locuras y diversiones del mundo y por el continuo continuo reproche reproche que de todo ello le hacía su concien conciencia, cia, que que se encontraba desligado de todas todas las cosas de un modo en el que nunca se había hallado...; . de lad lad ía de b d
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por por parte parte de de Dio Dioss que que no no sen sentía tía ía ía meno menorr at atracción ión, pero ero que sentía que eran eran su razón razón y su propio espíritu espíritu quienes lo excitaban a conocer conocer lo mejor mejor,, y no el el movi movimient miento o de Dio Dioss: que que en el desar sarraigo igo de tod todas la las co cosas en el que que se encontr encontraba aba,, si tuviera tuviera los mismos senti sentimient mientos os de Dios que antañ antaño, o, se considera consideraría ría en estado de de poder poder emprender emprender cualquier cosa, sa, y que realmente realmente debía tener tener en aquellos aquellos tiempos horribles ataduras para haberse resistido así a las gracias que Dios le concedía y a los impulsos que le daba. Esta Esta confes fesión ión me so sorpren rendió en la medid edida a mism misma a en que que me llenó de alegría alegría.. A partir partir de entonces entonces concebí esperan zas zas quejamás jamás ha había ten tenido ido, y creí creí necesario mandaros al al guna información información sobre el tema, tema, con con el fi n de obligaros obligaros a rogar rogar a Dios. ios. Sí contase con el mismo mismo detalle detalle todas todas las otras otras visitas, tendría para todo un volumen: volumen: pues a partir de ese momento fueron fue ron tan frecu fr ecuent entes es y prolon prolonga gada dass que casi no hacía hacía yo cosa otra otra alguna. alguna. No hacía hacía más que que se se guirlo sin hacer uso de ningún tipo tipo de persecución y lo veía crecer poco a poco de tal modo que casi ya no lo reconocía (y creo creo que a vos os pasará lo mismo, si Dios Dios continúa su su obrai. en particular en humildad, en sumisión, en descon fianza fianza y desp despre reccio hacia sí mism mismo o y en dese deseos os de ver verse se ani ani quilado quilado en la concienc conciencia ia y estima estima de los hombres. Hete Het e aquí cómo están las cosas en estos momentos: sólo Dios sabe lo que sucederá. Finalmente, tras muchas visitas y combates que hubo de sostener consigo mismo sobre la dificultad de escoger un guía, guía, se determinó determinó a ello ello. No tenía la menor menor duda de que pre preci cissaba de uno, y aunq aunque ue enc encontró tró ráp rápida idamente ente (e (en n M. M. Sin Sing glin) lin) el guía que necesit esita aba, sin sin emba embarg rgo o la desco escon n fianza fianza que de s í mism mismo o tenía tenía le ha hacía temer equivo ivocars carsee por por ex exce ceso so de afe afeccto, to, no en en las las cualid lidades de la persona, sino sobre la vocació vocación, n, cuyas marcas marcas no le parecían parecían seguras.. seguras.... Vi con claridad claridad que esto esto no era era sino un resto de independencia oculto en lo hondo de su corazón que se armaba con todo tipo de argumentos para evitar un sometimie sometimiento. nto... .. Voilá oú les les choses choses en sont . ,s
Sí. ¡•Voilá ou les dioses en sont»'. Probablemente mucho mucho más lejos lejos de lo que puede llegar a imaginar esc es c equieq uilibrio cristiano, mortíferamente cristalino, que es el de Soeur de SainteEuphémie: a! borde borde mismo del de l precipi precipicio. cio.
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En la noche del 23 de noviembre de 1654. en torno a la medianoche, como en tantas otras innúmeras ocasiones, tuvo lugar (siempre lo tiene, tarde o temprano) el fin del mundo. Como en tantas otras innúmeras ocasiones (como siempre, a fin de cuentas), el común de los mortales siguió su marcha cansina de animal resignado, sin acusar el golpe. Como en cada una de esas ocasiones innúmeras (siempre es así), un cuerpo solo queda aplastado, con un chasquido blando y breve bre ve,, contra el muro (contra el mun* un* do). Rescatado del innúmero ejército del olvido (rescatado de la eternidad que es nada), su nombre fue —y ¿a quién pueden p ueden interesarle intere sarle tales ta les cosas?— Bla Blais isee Pascal. Sí. «as/ es como acaba acaba el mundo, así así es como acaba acaba el el mundo, mundo, no con un estallido, sino en un gemido gemido»16
FUEGO Dio Dioss de Abrah braha am, Dios ios de Isaac. Diosd Diosdee Jacob, no de los Filósofos n nii de los sabios. sabios. Certidumbre. Certidumbre. Sentimiento. Alegría. Paz. Dio Dioss de Je Jesu sucr cris isto to Deu Deum m meum meum et Deum Deum vost vostru rum m. Tu Dios será será mi mi Dio Dios. s. Olvido del mundo y de todo lo que no sea D Dio ios. s. El sólo puede puede ser enc encontra trado por las las vías ías enseñadas por el e l Evang Evangelio. elio. Padre Padrejust justo, o, el mundo no te ha cono conocid cido. o. per pero o yo te he conocido ido Ale Aleg gría ría, Ale Aleg gría ría. Ale Aleg gría, ría, ll llora de alegría. ía. De De El me sep separé Der Derel eliq ique ueru run nt mefontem mefontem aq aquae viva ivae. Señor, ¿me abandonaréis? Que no me vea eternamente separado Est Esta a es la vida ida eter terna que te conozcan único Dios verdadero Di Dios y aqu aquél él a quie quien n envia nviast stee J.C .C.. Jesu Je sucr cris isto to Jesu Je sucr cris isto to
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Me M e separé de EL Lo rehuí, rehuí, negué, crucifiqué. crucifiqué. ¡Que no m e vea nunca separado separado de él! No se conserva conserva más que por las las vías vías enseñadas por p or el Evangeli Evangelio. o. Renuncia total y dulce. dul ce.'7 '7
Granjas de Port-Roy Port-Royal. al.
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Míst M ístic ica a y poes p oesía ía del de l panfleto
Comienza entonces el final de todo... Y, sin embargo... Sin embargo, de pronto, cuando Pascal no ansia otra cosa que abandonar a bandonar el mundo, mundo, helo aquí —en —en aras de la defensa de PortRoyal— enredado en la más endiablada batalla políticoideológi políticoideológica ca del XVII franc fra ncés és.. Cuando tra t rata ta de recorec o bra b rarr el silencio, helo aquí aq uí literar lite rariam iament entee más mundan mun dano o y desbordante de ingenio libertino de lo que jamás osara pens pe nsar ar siquie s iquiera. ra. Las Provinciales estallan, de pronto, como una bomba en pleno corazón de los debates religiosos bayo Mazarino. Pocas obras literarias habrán conmovido, tan inmediata y al mismo tiempo tan perennemente, el horizonte del pensa pen sami mien ento to d e su tiempo tiem po como como lo hicieron esta es tass «peque«peq ueñas ña s cartas». Y quizás quizás ninguna ningun a haya ejerc ejercid ido o efectos efectos tan rara dicales sobre la propia estructura del francés literario como los impuestos por esta obra de un joven matemático que, por primera vez, se lanza al escenario de las letras. Las Provinciales, en efecto, no sólo han infligido a la Compañía de Jesús la más notable de sus heridas, no sólo han hecho nacer, redondo y perfecto, un nuevo género literario que los siglos venideros habrán de explotar con pan fleto. to. Han hecho algo inmensadesigual fortuna: el panfle mente más importante: han dado nacimiento literario al francés moderno. (Cuando el jansenismo, los jesuítas y el propio cristianismo no sean ya más que una sombra perd pe rdid idaa en el abismo inexorable inexora ble del tiempo y el olvido, la Less Provinciales Provinciales seguirá pros pr osaa trans tra nspa pare rent ntee y precis pre cisaa de Le resonando incólume en cada frase de la lengua francesa).
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Voltaire ha sabido verlo, con su perspicacia habitual: las Provinciales marcan un nuevo estilo que nada tiene ya que ver con el pasado latinismo de los largos períodos, que si* gue inexorablemente pesando incluso en la pluma precisa de un Descartes. El prim pr imer er libro de genio gen io —escribirá así en Le siécle de Louis XIV — que se vio en prosa fue la re copilación de ¡as Lettres Provinciales en ¡654. En él se hallan encerrados todos los tipos de elocuencia. No hay una sola palabra en ellas ell as que. al cabo cabo de cien años, años, se haya resentido del cambio que altera con tanta frecuencia las lenguas vivas. Es preciso remitir a esta obra la época de lafijación del de l lenguaje. lenguaje. Más de trescientos años después de la muerte de Blaise Pascal, creo que las palabras de Voltaire pueden ser suscritas línea a línea. El placer que el lector de nuestro siglo pued pu edee hallar hal lar en la lectura lec tura de este es te francés límpido, límpido, impecaimpec a ble, ble , de una economía conceptual casi fascinan fas cinante te y de un ingenio festiv festivo o que inevitablemente preludia la propia propia mala uva voltairíana, sólo puede tener quizás parangón con el que nos proporcionan algunos momentos particularmente gozosos de la obra —ligeramente posterior— de Moliere. Racine no andaba, en verdad, nada descaminado, por lo demás, cuando, polemizando con Nicole, le espetaba, irritado contra su «seriedad» antiteatral: ¿Y qué os creéis que son las Lettr Le ttres es Provinciales sino comedias?». Hoy podemos deleitarnos con esa lectura vivaz y cortante como el Filo de una cuchilla. En su tiempo, la tal cuchilla levantó, bien es cierto, no poco regocijo en abundantes sectores; no lo es menos que. en aquellos contra los que sus saetas iban dirigidas, lo que levantó fue algo que resultaría muy bondadoso y leve llamar ampollas. Obra de combate directo. Las Provinciales, Provinciales, esa pieza maestra del género, han sido muy bien definidas en su eficacia por el gran teórico del panfleto en el siglo XIX, PaulLouis Courier, que, en su Pamphlet des pamphlets. subrayará el carácter modélicamente funcional de un estilo que acierta aci erta en todos los blancos blancos que se propone, y que sitúa a sus adversarios en la más embarazosa y mortífera de las situaciones: el ridículo. ridículo.
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¿Qué ha ha sucedido sucedido? ? Que la ironía ironía,, la fina fi na burla de Pascal Pascal han han hecho más efecto efecto que que los arrestos, arrestos, los edictos, han han aplastado por por todas partes partes a los Jesuítas. Esas hojas hojas tan ligeras ligeras han derribado el gran cuerpo cuerpo.. Un panfietario. juga jugand ndo o há hábilm bilmen ente te,, echa abajo ese ese co coloso tem temid ido o por por los los reyes reyes y los pueblos. pueblos. Una vez caída caída,, la Sociedad no volverá volverá a levantar cabeza, cabeza, sea cual sea el el apoy apoyo o que se le le preste, y Pasca scal será será gran grande de en la memoria ria de los los hombres, no por sus sus obras científicas, científicas, su ruleta, ruleta, sus experiencias, experiencias, sino por sus panfletos, sus pequeñas pequeñas carta cartas.1 s.1
Bueno; desde luego, parece claro que el «optimismo» de Courier, en lo referente a la caída de la Compañía, resulta hoy un tanto desaforado. Pero que el daño causado ha sido bastante perenne, lo prueba, a contrario, la amargura con que. aún hoy, los escritores eclesiásticos suelen tra tr a tar ta r este e ste «impropio «impropio desliz desliz» » del piadoso Pascal. Pascal. La verdad es que ya Racine —hombre de letras lúcido como pocos de sus contemporáneos— lo vio muy rápida y jovialida d exactamente en su citada polémica con Nicole: lajovialidad de M. Pascal ha servido más a vuestro partido [jansenista] que toda la seriedad de M. Amauld? A lo que cualquier cualq uier partida par tidario rio de Arnauld hubie hu biera ra quizás podido podido objetar obje tar que todos y cada uno de los materiales «técnicos» por Pascal utilizados le habían sido proporcionados por aquél y por el propio Nicole. Sin duda; pero la verdadera cuestión no está ahí. Lo que hace la grandeza y la eficacia de Las Pro vinciales no es, en modo alguno, su aspecto «técnicoteológico», sino, en cierto modo, todo lo contrario: su estilo; su estilo punzante, que despedaza todo este tecnicismo par p araa poner pon er de manifiesto (en forma similar a la que qu e tanto tan to gustará de utilizar Moliere) lo que hay debajo: la nada más total, la miseria más absoluta. En el fondo, yo no creo que ni al mismísimo Arnauld la cosa le haya hecho maldita la gracia. Pero era ya imparable, una vez echada a rodar. Los lectores se arrancan de las manos estas hojas clandestinas que semanalmente burlan todos los controles de la censura, alcanzando tiradas, inéditas en el siglo XVII. de más de 10.000 ejemplares. El misterio, celosamente guardado por razones evidentes, del nombre del autor se convierte en el objeto de las cábalas de toda la buena so
A.M.D.G.: Los que juegan a ganar
ciedad parisina y de la búsqueda más encarnizada de los bons méres jesuitas. Jamás PortRoyal ha sido tan popular en el siglo. Jamás ha atraído atra ído sobre sí tantas tan tas simpatías. sim patías. También tan poderosos poderosos odios. Sin darse cuenta de ello, con su brillantez implaca ble, bl e, Pascal e stá st á quizás cavand cav ando o la tum tu m ba del jansen jan senism ismo o francés. Como el teólogo del cuento de Borges, también él discutió con con los hombres de cuyo fallo fal lo dependía su suerte suer te y cometió com etió la máxima máxi ma torpeza de d e hacerlo con con ingenio e ironí ironía? a? Nadie desp de spué uéss de Las Provinciales podrá seguir considerando la cuestión PortRoyal como un asunto menor. Quien ha sido capaz de poner en jaque (y casi en jaquemate) a la Sociedad de Jesús, hasta el extremo de permitirse escribir que «la Inquisición y la Sociedad (de Jesús] son las dos dos plagas pla gas de la verd erdad» ad»»4 debe deb e sab s aber er que qu e no puede pue de ya dar marcha marcha atrás: el duelo duelo será a muerte; y la desproporción de fuerzas —pese a toda la simpatía que las pet p etit ites es lettres despierten des pierten— — es demasiado dema siado aplastante aplasta nte como como para dar lugar a esperanzas. Gesui Gesuiti ti modem mod emii
Pero, ¿quiénes son estos todopoderosos personajes sobre cuya cabeza se lanza Pascal con gesto arrogante de kami kaze? Los Los jesuíta jes uíta s, desde luego, no han ha n sido sido jamás jam ás —por mucho que sus hermanosenemigos, ilustrados del XVIII y masones del XIX, se hayan empeñado miopemente en proclamarlo— proclamar lo— el bastión basti ón último y formidab form idable le del pens pe nsaamiento reaccionario. reaccionario. Lo Lo que hace temibleme temib lemente nte demoledora la endiablada máquina puesta en pie por san Ignacio, es preci pre cisa same ment ntee (lo ha sido siem sie m pre) pre ) todo to do lo contrario: contrario : su exex traordinaria versatili versatilidad, dad, esa e sa capacidad capacidad pasmosa para p ara montarse sobre los grandes ideales del progreso y del optimismo histórico que abren la modernidad y ponerlos al estricto servicio de la causa divina. Ser jesuíta es, por definición, ser moderno, espeluznantemente moderno: el gesuiti falsi que orna, impávido y certero, las paredes de una Roma hollada por la mancha del spray y las meadas de los gatos, podría, así también, rigurosamente escribirse:
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Adelantándose en esto unos cuantos siglos a la Santa Sede ( y aquí hay que decir que su perspicacia ha sido liteliteralmente sorprendente), la Sociedad de Jesús ha comprendido, casi instintivamente —y ha mantenido a lo largo de cuatro siglos esa idea genial, que si hoy parece evidente no lo ha sido en absoluto hace no tanto—, que no hay form a tan eficaz de ser contrarrevolucionario como el ser mo derno. La experiencia de la Reforma y la Contrarreforma le ha hecho aprender muy bien la lección: lo revolucionario no es nunca moderno, y, a la inversa, jamás lo moderno correrá el riesgo de ser revolucionario; moderno y revolu cionario se oponen oponen con con el rigor de términos mutuamen mutu amente te ex cluyentes. El optimismo progresista de la burguesía de los siglos XVIII y XIX no hará sino prolongar este principio elemental y certero, de una eficacia que sólo su propia sencillez puede explicar. Lugones, en un estudio más que notable que data de 1904, lo había de ver, con una claridad que me exime exime de análisis más m ás detallados: detallados: Resul Resulta. ta... .. el jesuíta un tipo tipo moder oderno no... ...:: un hom hombre bre de acción sobre todo, para quien parece haberse hecho aque llo de rogar rogary dar con con el el mazo. mazo. Intra Intrans nsige igente nte en el dogm dogma a, por la razón de pere perenn nnid idad ad... ..... pero pero flexible en la con conducta: ta: adaptab table, le, porq porque ue es utili tili tario y sólo le interesa interesa la conse consecu cución ción de de su propó propósito: sito: hábil hábil,, antes que que inspirado, inspirado, y observa observado dor, r, antes que ferv fe rvo o roso; ahorrando cuanto puede de contemplación divina, para para apli apliccarse rse de pref prefer eren enci cia a a la acción ión en la luc lucha humana; abandonando abandonando la tristeza, tan característica característica de la Edad Edad Media edia,, pura pura entre entrega garse rse a la cien iencia que crea el bie bie nestar. reacciona reaccionando ndo sobre el e l odio odio al rico rico, que es la base del del cristianismo puro, porque lafilosofía, predominante en él sobre la mística, le ha enseñado que es mucho mucho más humano y eficaz acoger a todos sin distinciones en la misma misma esperanza de salvac salvación, ión, y porque, porque, siendo siendo la riqueza riqueza el ideal ideal social social en boga boga,, no es posible ir contra contra éste éste sin renunciar a la victoria; victoria; amable amable con la mujer, a quien no detest det esta a com como o a inst instrume rument nto o de pecad pecado, o, según según la teología teología medieval, medieval, sino que la aprovecha aprovecha como como precioso element elemento o de dominación; dominación; suave suave con el poder temporal, a cuyo cre ciente poderío cede: deferente con las aspiraciones popu lares. que sintetizadas en la instrucción barata o gratuita,
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efecto, en profesor;fiand fi ando o por por último último poco o nada nada en el mi• lag lagro. ro. y todo en el el esfuerz esfuerzo o inteligente, en la perseveran• perseveran• cia, ia, en la habilidad, habilidad, nada pued puede e objetársele objetársele por el lado de la lógica lógica humana? humana?
Básteme añadir, tan sólo, al lúcido análisis de Lugones que, desde el punto de vista de sus intereses expansivos, el papado erró radicalmente cada vez que puso trabas al ejército de san Ignacio. Y que, por poner un solo ejemplo, de no haber sido administrativamente reprimida por la Santa Sede la moderada amalgama de idolatría sobrevolada de cristianismo puesta en funcionamiento por los jesuítas en China, un buen puñado de almas exóticas exóticas habría venido, venido, sin duda, dud a, a gan ar el rebaño del Seño Señor. r. Es, sin duda, este modernismo sin principios el que saca materialmente de sus casillas a un Pascal decidida mente antiguo (y quizás por ello radicalmente revolucionario), viniendo a hacer del matemático hastiado y piadoso un panfletista panf letista eufóricamente furibundo furibun do y genial. Los hombres de PortRoyal (y, según una tradición pers pe rsis iste tent nte, e, el propio Arnauld en persona) pers ona) no han tenido más que dar a Pascal el empujón inicial. A partir de ahí, todo va a rodar por su propio peso. Y si las tres primeras cartas (ésas «cuya sal —según Voltaire— supera la de las mejores comedias de Moliére») todavía se atienen bastante rigurosa rigu rosame mente nte a los los términos de la polémi polémica ca sobre la Gracia Gracia que opone los jesuítas a Arnauld (aunque ya Pascal opera en términos muy sui su i generis), generis), a partir de la cuarta, Pascal se desentiende de martingalas teológicas de altos (muertos) vuelos, para comenzar a fijar sus propios blancos: la Com pañí pa ñíaa y su laxismo moral, mor al, alegre aleg re y optimista, opt imista, como como inst in stru rumento de acceso directo a los nudos del poder terrenal: He aquí los primeros rasgos de la Moral de esos buenos Padres Jesuítas, de esos hombres eminentes en doctrina y
sabiduría que están conducidos por la sabiduría divina, que es más segura segura que todafilosofí filosofía.. a....
Creeríais hacer mucho en su favor al mostrar que tienen ellos entre sus Padres algunos que son tan conformes a las máximas evangélicas como contrarios lo son otros: y de ello sacáis la conclusión de que esas opiniones laxas
A.M.D.G.: Los que juegan a ganar
fuera, no soportarían que fuesen tan contrarias. Pero, pue p uest sto o que qu e los hay ha y tam ta m bién bi én que qu e pose po seen en una un a doctr do ctrina ina tan licenciosa, concluid de ello igualmente que el espíritu de la Sociedad no es el de la severidad cristiana; pues si asi fuese, no soportarían que éstos fueran tan opuestos a ella. Veamos pues, le respondí, ¿cu¿l puede ser entonces la orientación del Cuerpo entero? Será, indudablemente, que no poseen ningún mandato y que cada cual posee la libertad de decir a su gusto lo que bien le parezca. Imposible, me respondió: un C uerpo tan gran de no subsistiría sub sistiría con una conducta temeraria y sin un alma que gobierne y regule todos sus movimientos. Aparte de que tienen la orden particular de no imprimir nad a que q ue no lleve lleve la autorizac autorización ión d e sus superiores. ¡Pero bueno!, le dije yo, ¿cómo pueden los mismos superiores estar de acuerdo con máximas tan diferentes? Eso es lo que voy a explicaros, me contestó. Débeis saber que su objeto no es el de corromper las costumbres: no es tal su objetivo. Pero tampoco tienen como única finalidad la de mejorarlas: sería ésta una mala política. políti ca. Ved cuál cu áles es son so n s u s pens pe nsam am ient ie ntos os.. Tien Ti enen en ellos ell os de sí mismos una opinión lo suficientemente buena como para pa ra co nsid ns ider erar ar q u e e s útil út il y nece ne cesa sari rio o p a ra el bien bi en d e la religi religión ón qu e su crédito se extienda por todas p artes, y que gobiernen gob iernen todas la s conciencias. conciencias. Y puesto pue sto que las máximas evangélicas y severas son propias para gobernar a determinados tipos tipos d e personas, se sirven sirven de ellas en aqu ellas ocasiones en que les son favorables. Pero como esas mismas máximas no encajan con los deseos de la mayor pa p a rte rt e , las la s deja de jan n d e lado lad o e n lo refe re fere ren n te a é s to s , con el fin de ten er con qué satisfacer a todo el mundo. Es por esta razón por lo que, teniendo que vérselas con pe p e rso rs o n as d e tod to d o tip o d e condición con dición y d e naci na cion ones es tan ta n diferentes, es necesario que tengan casuistas adecuados a toda esta diversidad. diversidad. De es te principio principio deriva claramente qu e si no tuvieran más que casuistas laxos, arruinarían su principal designio que es abarcar todo el mundo, puesto que aquellos que son verdaderamente piadosos buscan una conducta más seve ra. Pero como como no hay muchos de es te tipo, no precisan de muchos directores severos para conducirlos. Tienen pocos poc os p ara ar a poco; m ien ie n tra tr a s que qu e la m uche uc hedu dum m bre br e de los casuistas laxos es ofrecida a la muchedumbre de los que busc bu scan an la laxi la xitud tud.. Mediante esta conducta amable y acomodatic acomodaticia, ia, como la llama el P adre Petau , tiend en s us brazos a todo el el mundo:
A.M. A.M.D D.G.: G.: Los qu e jue g an a g an ar
pu p u e sto st o qu q u e si s i se p r e s e n ta a ellos ell os algu al guien ien q u e e s té decidi dec idido do a devolver los bienes mal adquiridos, no temáis que lo aparten de tal propósito; lo alabarán, por el contrario, y confirmarán una tan santa resolución: pero si viene otro que quiera recibir la absolución sin restituir, difícil será que no le le proporcionen proporcionen para ello los medios medios garantizados. Por este sistem a conservan conservan a todos sus amigos y se defienden d e todos sus enemigos; y a qu e, si uno les reprocha reprocha su excesiva laxitud, le muestran incontinentes sus directores austero s, con algunos libros que qu e han hecho acerca del rigor rigor de la ley cristiana; y los simples, aquellos que no profundizan más en las cosas, se contentan con tales pruebas. Así, abarcan a todo el mundo, y responden con tal facilidad a cualquier cosa que se les pregunte, que. cuando se encuentran en países en los que un Dios crucificado pasa por locu lo cura, ra, supr su prim imen en el escá es cánd ndal alo o de d e la cruz cr uz y no pred pr edica ican n más que Jesucristo glorioso, y no Jesucristo sufriente: como como lo lo han hecho en las Ind ias y en China, donde dond e han p erer mitido mitido a los los Cristianos la idolatría mism a, media m ediante nte la sutil invención de hacerles ocultar bajo sus hábitos una imagen de Jesucristo, a la cual les enseñan a referir mentalmente las adoraciones públicas q ue dirigen al ídolo ídolo Chacimco Chacimcoan an y a su Keumfacum... De tal modo que la congregación de cardenales de propaganda fide se vio obligada a prohi bir bi r par p artic ticu u larm la rm ente en te a los je s u íta ít a s , so p en a d e excom exc omun unión ión,, el permitir adoraciones de ídolos bajo cualquier pretexto, y el ocultar el misterio de la cruz a aquellos a quienes instruían en religión... He aquí cómo se han extendido sobre toda la tierra al abrigo de la doctri doctrina na de d e las opiniones probables, probab les, que e s la fuente y la la base ba se de todo es te desorden.6 desorden.6
En esta su tarea de irrisión, hay que decir que Pascal (o sus mentores, que tanto da) dio con un verdadero filón en el Manual Man ual de Confesores del Padre Escobar, verdadera joya de la casuística casuís tica más delira del irante nteme mente nte divertida. divert ida. Desde luego. Escobar y sus seguidores le ponen a Pascal las cosas en bandeja; porque de argumentaciones como aquellas con las que Vázquez y Diana elucidan largamente las condiciones bajo las cuales no peca un eclesiástico que se quita su hábito para ir de putas («Si habitum dimittet ut furetur occulte, veIfomicetur» —Vázquez—. *Vt eat incógnitas incógnitas ad lupanar» —Diana—). lo menos que se puede decir es que sí solos, cijan G ó tá Pascal hará
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— ¡y cómo no!— de ellos un uso descaradamente hilarante, que debió debió hacer h acer saltar salta r chispas en los medios medios de la Sociedad. Sociedad. Por no regodearno regod earnoss en el divertido caso caso —expuesto —expuesto por Fi liutius— de dispensa del ayuno para aquellos caballeros que estén demasiado fatigados, como consecuencia, por ejemplo, de haberse pasado el día (sicf persiguiente a alguna algun a esquiva muchachuela: muchachuela:
¿Está obligado —se pregunta nuestro buen casuista— a observar el ayuno aquel que se ha fatigado en algo, como, por por ejem ejempl plo, o, en perseg perseguir uir a una una mucha chacha? cha? En modo alguno. Pero, ¿y si se ha fatigado aposta para quedar con ello dispensado del ayuno? Aún cuando haya habido deseo deliberado, deliberado, no quedará quedará obligado obligado a cumplirl cumplirlo.7 o.7 Todo el arte de la ironía acerada y cínica que Pascal ha podido adquirir durante su período mundano, ha encontrado aquí la ocasión de volcarse al servicio de la más rigurosa de las causas religiosas: la del tradicionalismo port royalino. Y es eso lo lo que hace hac e de las Provinciales una obra notablemente notableme nte paradójica. Extraña figura figura literaria, en la que el desparpajo desp arpajo más abiertam ab iertamente ente libertino libertino se pone al al servic servicio io de la más intransigentemente antilibertina de las causas religiosas. Nada tiene, pues, de extraño que sectores im port po rtan ante tess de PortRoyal PortRoyal (entr (e ntree los que qu e se cuen cu enta, ta, con sese guridad, la propia Jacqueline) hayan visto con no disimulado recelo estas peti pe tite tess lettre let tress que tan brillantemente les defienden contra sus enemigos, haciendo, sin embargo, para pa ra ello uso de las mismísimas mism ísimas artima arti maña ñass del diablo en pers pe rson onaa (i.e.: de la S.J.). Pero a Pascal ya no hay quien lo par p are. e. La curación milagrosa milag rosa d e su s u joven sobrina sob rina,, novicia en PortRo PortRoyal yal,, vendrá ven drá a ser se r interpr inte rpretad etadaa por él como como una un a señal divina, y su furia antijesuíta a ntijesuíta no hará har á sino redoblarse. Un puent pue ntee hacia hacia el vacío vacío
Algo que quizás no haya sido frecuentemente puesto de relieve y que conviene, conviene, sin embargo,destacar, es e s la rigurosa continuidad que la escritura pascaliana de las Le Lettr ttres es mantiene escrupulosamente respecto de la tradición científica de sus obras anteriores. Olvido tanto más extraño
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cuanto que la cosa parece bastante lógica a fin de cuentas: Pascal, en 1652, cuando comienza a redactar las Provincia les, no posee más experiencia de escritor ni de pensador que la del geómatra, geóm atra, y es el estilo geométr geométrico ico (base insoslayable de todo discurso verdadero) verdade ro) el que se convierte convierte —más —más allá de d e los los juegos jueg os y artilugios retóricos que el el autor maneja con rara ra ra maestría y explícito explícito gozo gozo de jugador— jugado r— en el verd v erdaadero hilo conductor de la diatriba pascaliana, un hilo cuya no aparente visibilidad inmediata (que hubiera echado de espaldas al lector medio —«incluso las mujeres»— a quien van dirigidas) no es sino un elemento más, «geométricamente» calculado, para aumentar la eficacia del artefacto deductivo. Con la notable peculiaridad, eso sí, de que, así como en los tratados matemáticos —y científicos en general— el método geométrico tiene como función la producción de un discurso, no sólo posible sino más bien necesariamente, necesariam ente, coherente, todo todo el esfuerzo, esfuerzo, verdaderaverdad eramente notorio, tanto retórica como epistemológicamente, de las Provinciales, no es otro que el de convertir el ordo geométrico en un tal artefacto irónico que su conclusión no pueda pue da ser se r otra que la mostración mostración de la absoluta absoluta imposibilidad de aquel discurso que pretende ser portador de verdad (científica) en el terreno de la religión: la teología. Los esfuerzos de los jesuí jes uítas tas —y de los teólogos en general, hasta nuestros días— por mostrar que Pascal no sabia una palabra de teología escolástica, son tan vanos como los que tratasen de poner en evidencia la supina ignorancia de Einstein en materia de astrología. o de Freud en pneu matología, por decir algo. algo. No es el aparato apar ato técnico técnico de la prepr etendida ciencia lo que falla en sus detalles para Pascal, es su fundamento mismo, su pretensión de ser ciencia, su voluntad absurda de confundir niveles del saber que son perfec per fectam tamen ente te ajenos: aje nos: ciencia y fe. Cassire Cas sirerr tiene, tien e, así, toda la razón al subrayar fuertemente cómo esta actitud pascaliana pone pone de manif anifie iest sto o, con tod toda brus rusquedad, la contra traposi ción ent entre la teología escolástica y la ciencia ciencia moderna moderna,, que el sist sistema ema de Descartes deliberadamente deliberadamente encubr encubría. ía. Pasca scal,
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constantement constantementee de relieve relieve esta contrap contrapos osició ición, n, al paso que sus compañeros compañeros de Port-R Port-Roy oyal. al. y sobre sobre todo todo Amauld, Amauld, se afanan todavía todavía en aderezar aderezar la doctrin doctrina a de laf e a tono con el el punt punto o de vis vista ta del del cartes rtesia ian nism ismo y en demo emostra strarr la com compa tibilidad de la nueva física con el dogma de la transubstanciación?
El procedimiento seguido constituye, por lo demás, una verdadera joya de claridad y precisión. Con la misma coherencia con que Pensamientos exigirá del ateo que sea absolutamente racional, «Louis de Montalte» exige a los representantes de la «ciencia» teológica que operen como científicos: es decir, que deñnan claramente cada punto de parti pa rtida da y justifiq justi fiquen uen su sistema siste ma deductivo. La entrev ent revista ista,, escenificada en las dos primeras cartas, entre el autor y los representantes de las distintas escuelas teológicas es, a este efecto, modélica y demoledora. La conclusión que de ella se va a seguir es rápidamente adelantada por «Montalte»: las famosas polémicas teológicas, que tanto ruido están haciendo, no reposan más que sobre algo tan increí ble par p araa una u na sup su p uest ue staa ciencia como como lo es la absoluta abso luta falt f altaa de definiciones conceptuales claras, ausencia que convierte todo su trabajo de erudición erudición en pura palabrería. El trabajo es, es , sin sin duda, d uda, impecable, impecable, tanto desde el punto de vista retóricoliterario, como desde el estrictamente conceptual. El geómetra aparece aquí como el auténtico ángel exterminador de la maraña verbal teológica. Y sus conclusiones son demoledoras. ¿Por qué la condena de Amauld en la Sorbona, a causa de un debate del que lo menos que se puede decir es que sus términos resultan más que ambiguos?, se ha preguntado Pascal, desde el inicio de las Cartas. Y, desde el momento mismo en que la cuestión ha sido planteada, es el problema mismo Amauld/ Sorbonne el que ha quedado desplazado, es la temática teológica la que ha quedado rápidamente abandonada en la inmediata constatación de su carencia absoluta de sentido. Pascal no defiende la concepción arnauldiana de la gracia frente a las tesis de sus colegas doctores, se limita a algo más elemental y, al mismo tiempo, infinitamente más radical: la mostración de la absoluta inexistencia de un terreno teórico sobre el que asentar sólidamente la discu
A.M.D.G.: L o s q u e j u e g a n a g a n a r
sión y la ñna apreciación de los motivos reales que la polémica «teológica» enmascara en el acto mismo de expresar: la lucha de fondo, una lucha enconada entre dos visiones contrapuestas de la relación poderreligión, que no hacen sino tomar toma r en Amauld Am auld una cristalizaci cristalización ón cortocircuita cortocircuitada. da. Comprendí entonces que es ésta (la de Arnauld] una herejía de nuevo tipo. No son los sentimientos de Amauld los que son heréticos; tan sólo lo es su persona. Es una herejía personal. No es herético por el hecho de escribir lo que escribe o decir lo que dice, sino tan sólo por ser M. Amauld. He ahí todo lo que hay que decir acerca de él. Haga lo lo que ha ga, mientras no deje de exixtir, no será ja más un buen Católic Católico. o. La La gracia de san Agustín jam ás será verdadera mientras él la defienda. Lo sería si él la combatiera. Sería éste un golpe certero y casi el único modo de destruir el molinismo, habida cuenta de la desdicha que hace recaer sobre sobre las causas que abra za.9
No No hace falta falt a ser se r un lince para pa ra apercib ape rcibirse irse de hasta ha sta qué punto la irrisión lanzada por Pascal sobre las chapuzas sectarias de los teólogos puede volverse sobre la cabeza del propio teólogfo Arnauld Arnau ld al que. qu e. con tan ta n terrib ter rible le eficacia, trata de liberar del acoso de sus adversarios. Cabe abrigar, pue pu e s, ciertas cie rtas duda du dass a la hora de imagina ima ginarr qué es lo que debió debi ó sentir Antoine Antoine Arnauld, teólogo teólogo estricto estric to cuyo cuyo cartesianism tesia nismo o no logra nunca nunca borrar borr ar la resonancia resonancia de un escolasticismo fundamentalmente tradicional, enfrentado, sí, a sus colegas jesuít jes uítas as,, pero en un plano, plano, desde desd e luego, en el que no sólo la virtud corporativa de la teología no es jamás cuestionada cuestio nada,, sino, sino, muy al contrario, contrario, continua continua y sistemáticamente erigida en juez último de todo saber: qué debió pe p e n s a r —digo— digo— este es te Antoine Arnauld que qu e escrib esc ribee —por supuesto, en latín— plaidoire théologique théolog ique tras plaidoire théologique, al darse de narices con la masacre producida por po r la entra en trada da a saco del joven jo ven Pascal —bajo su incitación incitación inicial, todo hay que decirlo— en la ebúrnea torre sorbo niense. Este joven Pascal que llega incluso a defender, con ironía más sangrienta que cínica, como «los más há-
A.M.D.G.: A.M.D.G.: Lo s q u e j u e g a n a g a n a r
término Docteur en Sorbonne Sorbo nne pasará a cargarse de un indeleble carácter burlesco. Sí, realmente, ¿qué pensaría el buen bu eno o de Antoine Arnauld, Arna uld, que durant dur antee toda tod a su vida no aspirara a otra gloria (aparte, claro está, de la de ser un Docteu r en Sor buen bu en cristiano) cristiano ) que la de ser se r considerado consid erado Docteur bonne ? En esta minuciosa destrucción de las pretensiones del saber teológico. Pascal ha dispuesto de su propio «discurso del método», ese notable Prefacio al Traité du Vide (1647), de cuyas directrices las Provinciales no constituyen sino la prim pr imer eraa aplicació aplicación n rigurosa: riguro sa: trazado traz ado concreto de unas una s líneas ne as de demarcación demarcación Ciencia/ Cie ncia/ Relig Religió ión n y delimitac delimitación ión rigurigu rosa (que sólo Pensamientos culminará) de las condiciones que permiten, o aun exigen, apostar por una u otra, e incluso otorgan la posibilidad posibilidad de plantear plan tear los términ términos os de la alternativa. El oprobio jesuíta hunde precisamente en esa amalgama interesada que es preciso romper sus más profundas raíces. «Los jesuítas han querido unir Dios y el mundo y no han hecho sino ganarse el desprecio de Dios y del mundo».'1 La labor de depuración que esta negativa pascaliana a aceptar la uniformidad sin fisuras del proceso que permitiera a la razón humana pasar de uno a otro nivel, del mundo a Dios, de lo humano a lo divino, sin el menor reparo, repa ro, se me antoja antoja verdaderam verdad eramente ente prodigios prodigiosa, a, en lo que tiene de trabajo contra corriente. De un modo paradójico, este frenazo en seco, aplicado por Pascal sobre el optimismo gnoseológico cartesiano, es hoy, sin duda, lo que con más fuerza hace hac e de Pascal nuestro nue stro contemporáneo estricto: El esclarecimiento de esa diferencia nos hace sentir compasión hacia la ceguera de aquellos que aportan la sola autoridad como como prueba en las materias físicas, een n lugar lugar del razonamiento o las experiencias, y de inspiramos el mismo horror hacia la malicia de esos otros que emplean el solo razonamiento razonamiento en materia de teolo teología, gía, en lugar de de remitirse a la autoridad de la Escritura y de los Padres de la Iglesia. Hay que sacudir el valor de esos tímidos que no se atreven a inventar nada en física, y confundir la insolencia de esos temerarios que producen novedades en teología ,J.
A .M .M .D .D .G .G .: .: L o s q u e ju ju e g a n a g a n a r
Con lo cual Pascal nos da, en rigor, la clave que permite rehuir esa oposición frontal racionalismo/irracionalismo, con la que buena parte de la modernidad va a venir bregando una y otra vez. Porque está claro cómo el límite que aquí Pascal opone a la pretensión de la razón a «legislar» en el terreno de la metafísica, no proviene de renuncia alguna algu na al uso sistemático sistemático de la razón, sino sino precisamente de un uso crítico de la razón sobre sí misma, sobre sus pretensiones y condiciones, que anuncia ya (Goldmann ha sabido verlo con admirable claridad) problemas que sólo cristalizarán, un siglo y medio más tarde, en torno al proyecto kantiano. La verdadera angustia pascalina pascalina —ha escrito Begin 13 — es es la del pensamiento que ya no está seguro de dominar dom inar un objeto. objeto. El 9 de febrero de 1657, el Parlamento de Aix condena las Provinciales a ser quemadas públicamente; el 6 de septiembre, alcanzan el honor supremo de ser incluidas en el Ind In d e x librorum librorum prohibito proh ibitorum rum.. El 24 de marzo del mismo año, Pascal ha publicado la 18* y última de las cartas. Una 19* quedará interrumpida, en estado de borrador. En ella, Pascal expresa el estado de ánimo (triste, pero firme) a que la polémic polémicaa lo ha conducido, junto jun to a sus s us amigos de Port Poyal, «a quienes he visto... en una piedad dulce y sólida, llenos de desconfianza hacia sí mismos, de respeto hacia las potencias de la Iglesia, de amor a la paz. de ternura y celo hacia la verdad, verda d, de deseo de conocerl conocerlaa y defenderla, defen derla, de temor tem or had ha d a su falta falta de firmeza, firmeza, de tristeza por verse sometidos a semejantes pruebas, y, no obstante, de esperanza en que Dios se dignará sostenerlos mediante su luz y su fuerza, fuerz a, y que la gracia de Jesucristo, Jesu cristo, que sostienen y por la que qu e sufren, su fren, será se rá a su vez vez su luz y su fuerza» fuerza» . . . M Para cerrarse con dos frases que anundan ya el último acto del drama: —«On a tta tt a q u e la plus pl us g ran ra n d e d e s v ertu er tuss ch réti ré tien enne nes. s. qui est l'amour de la venté...» —« ... .. . le dép d ép lais la isir ir de se s e voir vo ir e n tre tr e Dieu et le Pap P ape» e»..
El asilo de los locos
Invent Inv entarí arío o de cenizas
«C'est une chose horrible de sentir s’écouler tout ce qu’on possede».1La larga crisis iniciada en la noche del 23 de noviembre del 54, provisionalmente diferida por el entusiasmo militante de las Provinciales, ha ido horadando, con una profundidad que, desde su comienzo, era ya fácil de adivinar, el espíritu pascaliano. Toda puerta de esperanza se cierra; el abismo se abre de nuevo a los pies de Pascal. PortRoyal, incluso, aparece ahora desprovisto de su catártico carácter primero. En el silencio del retiro, lejos del calor —a fin de cuentas, mundano— de las grandes polémicas públicas, las certidumbres van perdiendo consistencia, la voluntad misma de la lucha va cobrando el tinte de una empresa em presa vana van a y temeraria. Ultima Ultima huella huella de la soberbia y del orgullo. ¿Por qué hablar? ¿Para qué discutir, discurrir? ¿Por qué no guardar silencio? La trama se cierra, lenta y pastosa, a lo largo de media década de enfermedad y desesperación insostenibles. Jacqueline. muriendo en el silencio de una dignidad igualmente ignorante de compromisos y de justificaciones teóricas, ¿no ha dado ya, acaso, el ejemplo vivo —«Dios nos otorgue el favor de una muerte como la suya», habría comentado Pascal— del único camino transitable para el cristiano: el silencio y la fe, la palabra de Dios contra toda palabra de los hom bres br es?? Enmudeced Enmud eced ante an te Dios Dios;; guardad gua rdad con con vergüen verg üenza za vuestro oropel festivo de penosos artífices retóricos. La pala pa labr braa de Dios no es repeti rep etibl blee por el hombre. hom bre. Toda vava nidad deberá, al fin, ser ahogada en el silencio. Dejad la pala pa labr braa del del mundo a los hombres hom bres del mundo; ningún ningú n
El asilo de los locos
Y una sospecha lo asalta de inmediato. La de que toda esta voluntad de geometricidad impecable que atraviesa el texto de las Provinciales, no sea sino la prolongación, la astucia última del juego aquel banal de los discursos científicos, que, como simple divertissement, ocupara los años de una juventud que ahora se le aparece como imperdonable. Ese hombre que fui yo, y al que creí haber dado, en un día lejano, irreversible muerte, está aquí, me envuelve y me domina, soy yo mismo. Y la sospecha se torna necesidad de levantar constancia inapelable de ese yo odioso, en cuya continuidad mis certidumbres de salvación se ven, de pronto, asediadas por una duda radical, preñ pr eñad adaa de la angus ang ustia tia más riguros rigu rosa. a. Si todo lo que he odiado y querido aniquilar es en mí es yo, si cada intento de destrucción fue hecho con las armas mismas que quise destruir, si, al pensar derruir, me he convertido en el espejo insomne de cada cosa odiada, si todo es, pues, irreversible y horroroso, si el mundo está tan mal hecho, tan definitivamente mal hecho que el acto mismo de decirlo no viene sino a añadir una maldad más a su corrupción irremedia ble, ble , enton en tonces ces,, ¿qué hago yo aquí, aqu í, qué soy, soy, qué he sido yo al pretender hablar, débil roseau pensant, ligera esquirla especular entre dos infinitos que en mí se perpetúan, de los que soy microcosmos y, a un tiempo, macrocosmos? Asentado, sin esperanza alguna, sobre las ruinas polvorientas de mí mismo, ¿cómo recoger las piezas, los cascotes, los juguetes y los vidrios rotos que pueblan mi soledad agazapada de animal insomne, sin retornar al ensueño de la unidad, sin reinventar la pesadilla odiada de ese yo que recoge los cascotes, las piezas, los vidrios y juguetes rotos? ¿Cómo hacer un discurso del silencio, cómo llamar al silencio, cómo decir silencio? ¿Cómo deshilvanar la trama de las inacabables palabras en que decir la aspiración ción de la palabra palabr a a no ser más ya que esperanza espera nza de silencio silencio —a no ser se r más que mue m uerte rte,, m uerte ue rte,, m uerte ue rte...? ...? Todo ha sido palabra, todo ha sido escritura en la vida de Pascal —de quien sus amigos, los gramáticos de Port Royal, dirán con toda razón que «sabía más de retórica que cualquiera de sus contemporáneos»—, Desintegrar la pala pa labr bra, a, desi de sint nteg egra rarr el decir de cir es necesari nece sariame amente, nte, para PasPa s-
El asilo de los locos
lentamente, atomizarla, reducirla a «polvo, sombra, nada». Tal es, creo, la tarea imposible que Pensamientos trata imposiblemente de llevar a cabo. Bajo la máscara de Carnaval —demasiado evidente, por lo demás, en su simbolo gía— del frag fr agm m ento en to,, de la obra inacabada, Pensamientos es el diagrama verbal de un yo enfermo, que trabajosamente se descompone. Escribiré aquí mis pensamientos sin orden y tal vez no en una confusión sin deseo: ése es el verdadero orden, y que marcará siempre mi objeto mediante el propio desorden. Concedería un honor demasiado alto a mi objeto, si lo tratara con orden, puesto que quiero poner de manifiesto que éste es imposibl imposible.2 e.2
La muerte, de continuo en el horizonte, marca la línea sin retorno de una desesperación tan lúcida como implacable. Todo, hasta aquí, no ha sido más que divertissement, feroz huida, inacabable fuga hacia adelante («nuestra naturaleza está en el movimiento: el completo reposo es la muerte») 7bis, para escapar a la presencia insufrible de lo más espantoso: la imagen de mi rostro, que es imagen del mundo. Todo fue intentado. La matemática, el mundo, PortRoyal incluso, no han sido más que los juegos con que traté de ocupar un tiempo que me distrajera de este momento, ahora inevitable. Todo no habrá sido más que un paré pa rént ntes esis is torpe tor pem m ente en te condena con denado do al fracaso. Fin del juego, jue go, pues pu es.. El momento mom ento irre i rrepa parab rable le se ha producido. N a q u e d a ^ ya recursos, no hay huida posible, sólo desvejaf la trama: decir que hemos jugado, y decir a qué y pér pé r qué hemos juga ju gado do.. Dar muerte muer te al jueg ju ego, o, explicitándolo^ explicitándolo^ ‘ n
Desd De sdee el lugar de la infam inf amia ia
¿Por qué el juego? La respuesta es de una claridad sin reproche: repro che: por miedo miedo a lo más insoportable. Nada Nad a e s tan ta n inso in sopo port rtab able le p ara ar a el hom ho m bre br e como el halla ha llars rsee en un absoluto reposo, sin pasiones, sin negocios, sin diversiones, sin aplicación. Siente entonces su nada, su
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abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vació. Incontinente sacará del fondo de su alma el hastío, el pesimismo, la tristeza, la melancolía, el des pech pecho o, la deses esespe pera raci ción ón.3 .3 Porque la cond condició ición n humana huma na es e s en sí misma intolerable, perfe pe rfecta ctam m ente en te insufrible insufribl e sin conducir conduci r al suicidio, suicidio, y porque, frente a ella, ella, el único bien de los hombres consiste en ser distraídos de pens pensar ar en su condició ición n, bien ien sea sea por una ocupación ión que que los aleja de ella, ella, bien por cualquie cualquierr pasión amable amable y nueva que los ocupe, bien mediante el juego, la danza, cualquier espectáculo atractivo, y, en definitiva, por todo aquello a lo que se llama distracción.4 distracción.4 Porque, de esta intolerabilidad, tan sólo el autoengaño —siempre —siem pre provisionalmente provisi onalmente diferido— nos libera, proporpropo rcionándonos objetivos imaginarios en los que proyectar una pasión tan profunda como carente de sentido: un proyecto confuso que se oculta a su vista en el fondo de su alma, que los lleva a tender al reposo mediante la agitación, y a figurarse siempre que la satisfacción que no tienen llegarán a tenerla, si. superando algunas dificultades que ellos establecen, pueden abrirse por ahí la puerta del reposo.5 Terrible tragicomedia, drama cuyo carácter grotesco no hace sino acentuar, hasta lo inverosímil. lo dramático (•Bonita felicidad esta que consiste en ser distraído de pens pe nsar ar en uno mism m ismo»6 o»6), ), la vida del hombre no será, así, sino el esfuerzo vano de un saltar hasta el agotamiento las bar b arre rera rass que su imaginación construye const ruye para par a ocultar ocul tar la horrible realidad de la ausencia absoluta de toda barrera, de toda referencia, de toda identidad en la que reconocer el mundo mun do como como mío, mío, y en él reconocerme. reconocerme . Yasí así se nos va toda la vida. vida. Buscamo Buscamoss el descanso descanso combatiendo tiendo algunos obstáculos; obstáculos; y, una vez vez que los los hemos hemos supesuperado, el descanso se nos hace insoportable.7 En la batalla ineludible contra la muerte, vanamente el divertissement trata de esfumar, mediante el juego, la
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No No habi habien endo do pod podido ido los los hom hombres bres rem remed edia iarr la muer muerte, te, la miseria, la ignorancia, han decidido, para ser felices, no pensar pensar en ello ello... ... La La ún única ica cos cosaa que que no nos cons consue uela la de nú núes* tras miserias es la distracción, y es ella, sin embargo, la más grande de nuestras miserias. Puesto que es ella prin princi cipa palm lmen ente te quie quien n nos nos imp impide ide pen pensa sarr en nosot osotro ross y nos nos hace perdernos insensiblemente. Sin ella, nos hallaríamos sumidos en el hastío, y este hastío nos empujaría a buscar un medio medio más solido de de* salir salir de él. él . Pero la distracción nos divierte, y nos hace llegar insensiblemente a la muerte.8 Permanentemente empeñados en abolir la imagen de nuestro propio drama, «corremos despreocupadamente hacia el e l precipic precipicio, io, una vez que hemos coloca colocado do delante delan te de de él algo que nos impida verlo».9 De la la miseria a la angustia angu stia
Biográfic Biográficamente amente instalado en la rigurosa r igurosa paradoja paradoja que q ue hace de realidad y deseo adversarios inconciliables y desgarradores, el drama de Pascal no cuenta siquiera con el reconfortante consuelo religioso que apacigua a las almas devotas de las religiosas de PortRoyal, hermosamente descritas por Montherl Mon therlant. ant. El hecho religioso mismo mismo es, para par a Blaise Blaise Pascal, más patético que consolador; su incertidumbre, no menos paradójica que el drama del jugador mundano. El conocimiento de Dios sin el de la miseria es fuente de orgullo. El conocimiento de la propia miseria sin el conocimiento de Dios Dios es cau san te d e desesp eración ,1 ,10
Acosado Acosado entre ent re el orgullo y la desesperación, igualmente mortíferos, Pascal se agarra, como a un clavo ardiendo, a la alternativa del «conocimiento de Jesucristo, [quel constituye la mediación, puesto que en él hallamos a Dios y nuestra miseria», olvidando (o tratando de olvidar) lo que él mismo mostrara meticulosamente, desde sus primeros trabajos teóricos, y sobre lo que volverá, con frecuencia, en Pensamientos ; que conocimiento y divinidad son términos mutuamente excluyentes. Si el Prefacio al
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Traité du Vide era claro al respecto, no lo son menos los fragmentos 447, en que se afirma que es «incomprensible que qu e Dios Dios sea e incomprensible incom prensible que qu e no sea», y 597, 597, en el que se reprocha, reprocha , incluso, incluso, a la verdad el ser se r susceptible susceptible de devede venir objeto de idolatría, por parte de aquellos cuyo orgullo lleva lle va a tomarla como como imagen de Dios. Dios. En realidad, la paradoja planteada por la primera parte del fragmento 192 es rigurosísimamente insalvable, y, a fin fin de cuentas, cuent as, expresión perfectamente perfectam ente plástica del del drama pascal pas caliano iano en el momento de redac red actar tar Pensamientos. El fragmento 192 es la expresión lúcida de una rigurosa desconfianza hacia la palabra, frente a la cual no cabe más alternativa que la del silencio invocado en el 99. «Es necesario mantenerse en silencio.siempre que sea posi ble b le » " . Ese silencio que qu e Martin Ma rtin de Barcos esgrim esg rimier ieraa cuando el ajfaire de ¡a signature, y que Jacqueline llevará hasta su consecuencia última: la muerte. Jacqueline ha sa sabido escoger, como lo supo Barcos: Dios contra conocimiento, silencio contra palabra, oración contra razonamiento, muerte contra mundo. Apolíneos a su manera y seguros de sí mismos, cartesianos, al fin, en forma paradó jica, jic a, su decisión ante an te los términ tér minos os de la oposición oposición está es tá siempre tomada de antemano. Pero, ¿y Blaise?, Blaise Pascal pertenece a una raza muy diferente; la tragedia no es nunca en él simplemente metódica, la contradicción no se agota jamás, ni en sus textos ni en su vida apasionada y riguro gu rosa sa,, en simple artilugio retórico; dionisía dionisíaco co en esto es to como como en tantas otras cosas, decir,para Pascal, A contra B, no significa opta op tarr entre ent re A y B, B, sino adopta ado ptarr el juego mismo que la contradicción genera, estar en A y en B, estar en la imposible conjugación de los contradictorios, y con ellos desgarrarse en este Universo imposible y necesario, necesariam ente ent e imposible: imposible: ser se r silencio silencio y palabra, pala bra, palabra de silencio, mundo y muerte, razón contra razón, Dios contra hombre y hombre hom bre contra todos.
Deseamos Deseamos la verdad y no no hallamos más que incertidumbre. incertidumbre. Buscamos la felicidad y no hallamos más que miseria y muerte. Somos incapaces de no desear la verdad y la felicidad, y somos incapaces para la certidumbre y la felicidad. Este deseo nos es permitido, tanto para castigamos
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Pensamiento de continuo bailando en la navaja de su propio propi o vacío, vacío, lucidez de la locura más alta alt a y más perfect per fecta, a, la de querer no estar loco, la de pensar, con loca voluntad de consumir hasta la última llama de todo pensamiento. «Toda la dignidad del hombre reside en el pensamiento. Pero, ¿qué es e s este pensamien pensa miento? to? (Vali (Valiente ente estúpido!» estú pido!».'3 .'3 Ultima y patética arrogancia de una razón desmedida en su apasionamiento, esta que quiere que el largo y sistemático camino final hacia la autodestrucción sea racionalmente planificado plan ificado y riguroso, riguro so, que nada na da quepa que pa en él de irracional, de apertura fraudulenta hacia la pobre consolación del irracionalismo. Destruir, con lucidez absoluta, las bases de toda lucidez. lucidez. La razón nos rige mucho más imperiosamente que un amo; porq porque ue,, al al deso desobe bede dece cerr a un amo, uno es des desd dicha ichad do, y. al al desobedecer desobedecer a la razón, razón, uno es estúpi estúpido. do.'4 '4 (Que se olviden de Pascal quienes quieran buscar en él un argumento de autoridad para sus blandas renuncias al rigor espléndido del más hermoso de los juegos: el de d e la razón contra sí misma! Toda la maestría de Pascal se encierra cierr a en este arte a rte de conducir conducir el juego, juego , sin viola violarr las las reglas reg las que el juego mismo establece. La angustia pascaliana no sería tan trágicamente profunda, si no fuera tan metódica y precisa, tan fiel representante de esas «miserias de un rey desposeído» desposeído»,'* ,'* que constituyen la grandez gran dezaa de un ser se r que es capaz capaz de ser desmedidamente, desmedidame nte, apasionadamente apasionadamente miserable. La grandeza del hombre es grande en la medida en que se sabe miserable... El hombre sabe que es miserable: es miserable, puesto que lo es, pero es muy grande, puesto que lo sabe sabe .,6 .,6 De la fórmula fórmula terrible terr ible,, con la que Pascal invoca invoca la humihum illación de la razón («¡Cómo me gusta ver a esta soberbia razón humillada y suplicante!»17), conviene no sacar conclusione clusi oness demasiado dema siado precipitadas; precipita das; porque, porqu e, no lo olvidemos, olvidemos, es la razón la que procede a la humillación de su propia soberbia, es ella misma quien se fustiga y se impone una disciplina que no hace, en cierto modo, sino culminar su
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resumi resu mirse, rse, así, en «sumi «sumisió sión n y uso uso de la razón». razón».1 18 su sensen tido último resulta mucho menos sencillamente humilde de lo que pueda aparecer ap arecer a una lectura piadosa, si lo lo releemos a la luz, infinitamente más compleja, del fragmento 182, texto que encierra, él solo, todo lo más profundo de la trayectoria del racionalismo anticartesiano: «Nada hay de más conforme a la razón que la desautorización de la razó ra zón» n».1 .19 Asentado en la angustia metódica (en la angustia como método), más allá de toda duda metódica cartesiana. Pascal va lentamente tejiendo el horizonte de un pensamiento que trata sistemáticamente de autodisolverse en el seno de una muerte que se dibuja en filigrana, como horizonte último. No es difícil comprender la pasión que esta tarea suicida y rigurosa habría de producir en Nietzsche. Todo Todo en ella el la anuncia anunc ia ya. en efecto, efecto , un horizonte nuevo, un horizonte que requiere acabar con Descartes, para pa ra poder pasa pa sarr a ser se r verda ver dade deram ramen ente te racion rac ionali alista stas, s, acabar con la ingenuidad del universal geometrismo, para pa ra entr en trar ar de lleno en el barroco barro co y con él en el umbral umbra l de nuestr nue stro o propio universo discursivo. discursivo. No No me parece par ece exage ex agerad rado o decir dec ir que, qu e, por caminos muy distintos y con propósitos contrapuestos, sólo dos pensadores del XVII han llevado esta liquidación hasta sus últimas consecuencias: uno fue, claro está , Pascal; el otro, otro, cuya cuya grandeza honra toda la historia de la filosofía que de él es heredera —y que tal vez no haya hecho, a lo largo de tres siglos, otra cosa que comentarlo y explicitarlo—. fue —y recordarlo es innecesario— inn ecesario— un recóndito tallador tallad or de cristales, expulsado expulsado de la comunidad comunidad judía de Amsterda Amsterdam m un 27 de julio del d el año 1656 1656..
Irrealida Irrea lidad d d el deseo
Quizás lo lo más sorprenden sorp rendente, te, al proceder p roceder hoy hoy a la confrontación ción de esos dos mutuos extraños extrañ os que q ue son Pascal y Spinoza. Spinoza. sea el comprobar cómo tesis teóricas que reposan sobre las mismas intuiciones básicas, se constituyen en sustrato de dos perspectivas, aparentemente al menos, tan contra
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pue p uest stas as como como lo son una u na teorí te oríaa de d e la sumisión total (Pascal) y una un a filosofía filosofía radical de d e la liberación (Spinoza). No e s difícil, sin embar em bargo, go, reconocer los rasgos rasg os comunes, nes , a los que, que , por vías vías tan distintas com como, a fin de cuentas, cuent as, cercanas, ambos han llegado en el terreno de la crítica del cartesianismo. Ante todo, una común ruptura con el gno seología cartesiana; ruptura que se constituye en la verdadera apertura de un nuevo modo de pensar las relaciones entre en tre verdad y error. erro r. Más M ás allá, allá, o mejor, mejor, en contra de la conconcepción cartesiana del conocimiento, desde la cual el error no aparece apare ce sino como como resultad resu ltado o de la incidencia incidencia del carácter ca rácter engañoso de los sentidos en el proceso cognoscitivo (y de ahí, ah í, por lo demás, dem ás, el papel gnoseo gnoseológi lógico co de un Dios ios que proyecta sobre el mundo la certidumbre incontrovertible del propio yo pensante), apunta Pascal —como, más detenido y sistemático, lo hará definitivamente Spinoza— hacia la necesidad de buscar la fuente de ese error, no ya ya del del lado lado del objeto y de su percepción sensible, sino precisamente desde des de el del propio propio sujeto cognoscente, cognoscente, en tanto t anto que gen g eneerador de las distorsiones imaginarias que la consciencia misma mism a necesariamente necesaria mente implica. El sujeto no es una pantalla pasiva pas iva y neutra neu tra sobre la que proyectar proyect ar los objetos resu re sulltant ta ntes es de la la percepción percepción sensible sen sible.. Muy al contrario, contrario, el sujeto es ya pasión, deseo que, como tal, se proyecta a sí mismo como conocimiento. No viene a ser así más, el conocimiento, que una forma —tal vez la más elevada— de proyección proyección pasional. Todo nuestro razonamiento se reduce a ceder al sentimiento. Pero la fantasía es semejante y. al mismo tiempo, contraria al sentimiento, de suerte que no es posible distinguir entre ambos contrarios. El uno dice que mi sentimiento es fantasía, el otro que su fantasía es es sentimien sentimiento. to. Sería preciso poseer una regla. La razón se ofrece como tal. pero es plegable en todos los sentidos; y resulta, así, que no hay regla. regla.2 20 Dicho de otro modo, el conocimiento no toma de sí mismo sus raíces, no posee jamás carácter desinteresado y autónomo, nada hay en él que no sea ensueño (o, al menos, que pueda inequívocamente ser designado como noen
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efímero de sus su s ensueños imagina imaginarios rios ese su vano quererse libre de todo ensueño. «Esas ligaduras, que atan nuestro respe res peto to a tal o cua cuall cosa particular, son son ligaduras de imaginación».2 nación».21 Más allá de toda voluntad volunt ad de autonomía, autonomía , lo imaginario es el verdadero imperio que lo domina todo, que todo lo predetermina, incluido, naturalmente, el propio conocimiento: Ima Imagina inación ión. Es esa parte dominante en el hombre, esa maestra de error y falsedad, y tanto más bribona cuanto que no siempre lo es; ya que seria regla infalible de verdad, si lo fuera infaliblemente de mentira. Pero siendo falsa la mayor parte de las veces, no da ninguna marca de su cualidad, marcando con el mismo carácter lo verdadero y lo falso... falso... Esta soberbia potencia, enemiga de la razón, que se complace en controlarla y dominarla, para poner de manifiesto cuánto es su poder en todas las cosas, ha establecido en el hombre una segunda naturaleza. Tiene sus felices y sus desdichados, sus sanos, sus enfermos, sus ricos, sus pobres; hace creer, dudar, negar la razón; suspende los sentidos, los hace sentir; tiene sus locos y sus sabios: y nada nos desanima tanto como el ver hasta qué punto llena ella a sus huéspedes de una satisfacción muy distinta, en plenitud y entereza, a la de la razón. Los hábiles por imaginación se sienten autosatisfechos de un modo que está razonablemente vedado a los prudentes. Miran a la gente con seguridad; discuten con osadía y confianza; los demás, con temor y desconfianza: y esa alegría del rostro les da frecuentemente la ventaja a los oídos del auditorio, hasta tal punto gozan de favor los sabios imaginarios ante jueces de la misma naturaleza. No puede volver volver sabios a los los locos; locos; pero pero los hace felices, para envidia de la razón, que sólo puede hacera sus amigos miserables, cubriéndolos la una de gloria y la otra de vergüenza... Jamás puede la razón superar enteramente la imaginación, mientras que la imaginación desmonta por completo a la razón de su escaño con harta frecuencia... La imaginación decide acerca de todo; origina la belleza, la justicia, y la felicidad, que lo es todo en el mundo... He ahí los efectos de esta facultad engañosa que parece habernos sido expresamente dada para inducirnos a un erro errorr necesario,* necesario,** *
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¿Es necesario insistir sobre la contigüidad que la idea, que las palabras mismas, tienen con los párrafos célebres de la Etica en los que Spinoza inaugura toda esa detallada dese o imaginario imaginario que hace de él el único antepavisión del deseo sado directo de la concepción marxiana del poder como gestor del discurso? Creo, sinceramente, que no. Baste con decir que, en Spinoza, te torna pensamiento riguroso y detallad deta llado o lo que en Pascal fuera sólo atisbo, que en aquél la ambigüedad se rompe, y lo que en éste fuera aún elemento —contradict —contradictorio, orio, sí, pero elemen el emento— to— de apología cristian crist iana, a, pasa pa sa ahora a convertirse en el más formidable apara ap arato to de crítica crít ica religiosa que el siglo si glo XV XVII ha producido. Althusser lo señalaba, muy justame justa mente nte,, en un texto texto que quisiera recordar aquí: aquí: Todo el genio científico de Pascal no le impide haber extraído extraído efectos de elocuenci elocuencia a edificantes y útiles al cris cris tianismo tianismo (un tanto tanto herético/ herético/ q ue é l profesaba, profesaba, d e las contradicciones contradicciones del propio infinito infinito ma temático, y de! 'terror' religioso que le inspiraban esos nuevos (galileicosí ‘espacios infinitos ' de un mundo cuyo centro no era ya y a e l hom h om bre, br e, y d e l q u e D ios io s s e halla ha llaba ba 'a u s e n te ' — — lo q u e imponía, para salvar su idea, decir qu e era po r esencia un 'Dios oc ulto' ipuesto que no p ued e ser halla hallado do en ninguna par p ar te, te , n i en e l m u n d o , n i e n s u orde or de n, n i e n s u mora mo ral: l: salvo salvo en el caso caso de ser alcanza alcanzado do po r su gracia gracia imprevisi ble e impenetrable/. Digo que todo el genio de Pascal, po p o rq u e f u e un g ran ra n cien ci entí tífic fico, o, y . lo qu q u e es e s e x tr e m a d a m e n te raro raro (paradoja (paradoja sob re la la qu e hay q ue reflexionar/, un asom broso filó so fo d e la práctica práctica científi científica, ca, qu asi materialista. materialista. Pero Pero se hallaba hallaba dem asiado solo solo en su tiempo, y sometido como todo el mundo a tales contradicciones, sosteniendo un tal envite, y en una tal corre correla laci ción ón de fue rza s (no (no hay más que pensar en la violencia de su combate contra los je su íta s/ que no podía escapar a la la 'solu 'soluci ción ón ’ obligada, qu e era sin dud a tam bién una consol consolaci ación ón para él. de resolver en la religión (aun cuando se trate de la suyaI las contradicciones contradicciones conflictivas conflictivas más genera les d e una cien cia. en la que trabajaba como un verdadero agente mate rialista. A ese titulo, junto a textos admirables (sobre las matemáticas, sobre la experimentación científica/. Pascal no s ha dejado el Corp Corpus us d e una filosofía religiosa de la que
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fi f i n e s ap olog ol og étic ét icos os,, e x te r io re s a las la s cienc cie ncia ias, s, las la s g ra n d e s ‘contradicciones ‘ teóricas teóricas d e las ciencias ciencias de s u tiempo.23 tiempo.23
Pero, liberada de su función apologética, como Spinoza no dejará de mostrarlo en la práctica de su propia obra, la idea pascaliana de la prioridad del deseo sobre la razón, la idea del «sometimiento» de la razón a un poder que le propon pro ponee las imáge im ágenes nes mismas mis mas de su búsqu bús queda eda,, cobra, cobra , de pronto pro nto,, todo su sentido senti do radicalm radi calmente ente revolucionario. revolucionario. Si el apetito no es otra cosa que la esencia misma del hombre, y de la naturaleza de esta esencia esenci a se s e siguen sig uen necesariamen nece sariamente te las cosas que sirven para su consen>ación, y. por consi fun guiente. guie nte. el hombre está e stá determinado a hacerl hacerlas? as?* * los fundamentos para un análisis materialista del sujeto humano parec par ecen en definitivamente definitiv amente asen as entad tados. os. Y, con con ellos, la posibiposib ilidad de acercamiento racional al estudio de comportamientos «noracionales», que nos permititá, desbordando el ámbito estrecho del del racionalismo racionalismo cartesiano, abordar aborda r una concepción nueva del papel y lugar de la racionalidad, sin deslizamos por la rampa aburrida del «irracionalismo». Todo el esfuerzo spinoziano por establecer qué sea lo que en el deseo —co —como mo esenci ese nciaa del hombre— hace que qu e éste ést e sea susceptible de transmutarse, para pasar de la servidumbre a la autonomía, de la sumisión a la liberación, se nos antoja paradójica culminación de aquel principio pascal pas calian iano o de la sumisión de la razón a «lo otro». Si se me perm pe rmit itee la fórmula abusiv abu siva, a, habr ha bría ía que q ue decir deci r algo así as í como que toda la parte IV de la Etica (De la servidum serv idumbre bre del de l dete nida explici explicitac tación ión de las grandes inhombre) es la más detenida tuiciones, que, como fogonazos, atraviesan la obra de Pascal, acerca del drama del hombre aprisionado (i.e.: del hombre apasionado). La conclusión spinozista se abre, sin embargo, paso, en la parte V (De la libertad del hom bre), con una habilidad pasmosa, a través de la maraña, casi selvática s elvática,, del radical radical pesimismo pesimis mo pascaliano pascaliano Es la fuerza quien hace la opinión... El imperio fundado sobre la opinión y la imaginación reina durante algún tiempo, y es éste un imperio suave y voluntario; el de la fuerza reina siempre. Así, la opinión, es la reina del
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para pa ra estab est ablec lecer er que si la naturale nat uraleza za humana conlleva conlleva en sí misma las fuerzas que permitirán su liberación, es precisa* mente en función del hecho de ser ella misma fuente única de su servidumbre deseante. Toda la exposición de la ciencia del deseo imaginario, y de su mutación en deseo consciente, que ocupa dicha parte V, no es sino la explici tación de una tal tesis: el paso a una forma superior del deseo, en la que lo imaginario sea conscientemente asu mido, y superado el dilema pascaliano de la «guerra intes* tina ti na del hombre entr en tree la razón y las pasiones»,2 pasiones »,26 6 del inein evitable permanecer de todo sujeto en el ámbito circular de la ilusión?7 Yo, fantasm fanta sma a
Y, si algún efecto ha inducido la experiencia de PortRoyal, en el terreno de la filosofía, sobre Pascal, éste ha sido, sin duda, la clara enseñanza del carácter imaginario, y por tanto tan to irresolubleme irres olublemente nte odioso, odioso, de eso a lo que llamamos yo. «Le moi est haissable».28 ».28 La fórmula fórmul a pued pu edee par p arec ecer er chocante o excesiva para un lector cartesiano: en el siglo del cogito, en el siglo del descubrimiento descubrimient o del del sujeto, ¿qué puede pue de quer qu erer er significar significa r esta es ta invoca invocació ción n abrup ab rupta ta del odio hacia el yo? Tal vez, precisamente, la más alta pro* fundización del tema mismo del sujeto en cuestión: la com prensi pre nsión ón de su carác car ácter ter fanta f antasm smátic ático, o, imaginario, mil veces camuflado y mimado por nuestra ilusoria pretensión de autoconsciencia. «Incesantemente trabajamos en el embellecimiento y conservación de nuestro ser imaginario y dejamo deja moss de lado el verdadero».2 verdade ro».29 9 La práctica, por lo demás, puesta en funcionamiento concreto por PortRoyal, es aquí esencial para comprender lo sucedido. Esa testaruda sistematicidad con la que Port Royal ha ido rechazando toda forma de compromiso con el mundo, esa búsqueda ardiente del desierto, de la lenta e implacable disolució disolución n de sí mismo en la espera espe ra y la escucha del Señor, ante la cual toda autonomía del individuo cae. en la cual no queda ya lugar más que al silencio y a la muerte, es ya, mucho antes de su teorización, la ejemplifi
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yo, en cuya identidad el mundo intenta un último salto de penetr pen etrac ación ión en e n el propio desie de sierto. rto. En la soledad del convento, el yo no es otra cosa que el otro nombre que recibe el mundo. Fin de toda esperanza mundana, pues; crisis del han tratado tra tado también de cogito que messieurs de Port-Royal han teorizar en la Logique, sin la crudeza —bien es cierto— de Pascal. Arnauld sobre todo, también Nicole, han preservado siempre, aun en lo más patético de la disputa jansenista, jansenista , esa es a equilibrada equilibrad a distancia distancia docto doctoral ral que hace, hoy, hoy, de sus tra t ra bajos ba jos textos tex tos admir ad mirable abless y lejanos. leja nos. Ayunos de toda tod a pasión, pasió n, los trabajos de Arnauld tratan siempre de preservar un im posib po sible le equilibrio equilibri o que qu e no pocas poca s veces vece s se convierte co nvierte en e n corsé. cors é. Y, sin embargo, la Logique, Logiq ue, esa obra maestra del saber cartesian tesi ano, o, no evita —aunqu —aunquee lo trate tra te en otros términos términos y otro estilo muy distintos— la confrontación con el mismo tema del yo, que q ue Pascal invoca invoca con con desgar des garro ro explíc explícito: ito: ¿Dónde está ese yo, yo, si no está ni en el cuerpo ni en el alma? Y, ¿cómo amar el cuerpo o el alma, si no es en función de esas cualidades, que no son lo constitutivo del yo. yo. pues puesto to que que son perecede perecederas? ras?... ... No No amam amamos os nunc nuncaa a per perso sona alguna, sino tan sólo cualidades.30 De otro modo dicho: llamo yo a la costumbre, a esa pereza remolona de la identidad en que soñar y soñarme; en que jugar a perder de vista el caos inevitable de un ser trágicam trágic amente ente desgarrado desg arrado por la contr contradic adicció ción: n: La naturaleza del amor propio y de ese yo humano consiste en no amar más que a si mismo y no considerar más que a sí mismo. Pero, ¿qué podrá hacer?... Se quiere grande y se ve pequeño: quiere ser feliz y se ve miserable; quiere ser perfecto y se ve lleno de imperfecciones: quiere ser objeto del amor y la estima de los hombres y ve que sus defectos no merecen otra cosa que su aversión y su desprecio. Este embarazo en que se halla produce en él la más injusta y criminal pasión que sea posible imaginar: puesto puesto que concib cibe un odio dio morta rtal cont contra ra esa verd verdad ad que lo repren reprende de y que lo convence convence de sus defectos. Desearía aniquilarla, y, no pudiendo destruirla a ella misma, la destruye en la medida en que le es posible, en su conocimiento y en el de los demás.3'
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El E l y o es. pues pu es,, odioso. Tal vez toda la actividad del filósofo quepa en ese odio, desmedidamente sistemático hacia el yo. Porque, como lo señalara en alguna ocasión Brecht, el filósofo «piensa en otras cabezas, y en la suya piens pie nsan an otros distintos distin tos de él. él . Eso es el verdade verd adero ro pens pe nsaamiento» mient o» . Otros hablan en él. 0, por decirlo con la palabra prec pr ecisa isa de Rim Ri m baud ba ud,«e ,«e// yo y o es lo otro» otro»,, y si, en efecto, «no nos hubiéramos empeñado en encontrar tan sólo la significación falsa del yo, no tendríamos ahora que dedicarnos a ba b a rre rr e r esos millones millones de esque esq uelet letos os que, que , desde des de hace un tiempo infinito, han acumulado los productos de una inteligencia tuerta». •Un immense et raisonné déréglement des sens», llamará a eso Rimbaud; y todo el proyecto del nuevo punt pu nto o de vista inducido en filosofía filosofía por la radical disolución del yo por Pascal cumplimentada, cabe, tal vez, en esa sor pren pr ende dent ntee fórmula: fórm ula: pasión pa sión de lo frío (raison (raisonné né déréglemen dérégle ment) t) Vesprit it de juste ju stess ssee como que preside tanto la mecánica de Vespr fin esse se;; una pasión del de Vesprit de géométrie o del de fines rigor que, volviendo a las postrimerías del siglo XIX, tan profu pro funda ndame mente nte habrá ha brá de marca ma rcarr a ese alter ego blasfemo del jugador juga dor pascaliano que es el Lautréamo Lautréamont nt de los Chants la s Poesiés. de Maldoror Maldoror y de las Disolver la estabilidad del yo cartesiano ha sido, para Pascal, un radical esfuerzo, ante todo (cuyos referentes biográficos biográfi cos no son, por po r lo dem de m ás, ás , excesivamente excesiv amente difíciles de delimitar), por destrozar sistemática y racionalmente, razona raz onada da y rigurosa rigu rosame mente nte,, todo lo que configura el universo sistemático y razonable del sujeto, mediante la apertura de ju ego, o, a través del cual me sea dado ver las la apuesta, al jueg cosas «no desde otras perspectivas, sino con otros ojos»: ojos en que la indigencia final de la filosofía parece culminar (¡socrática pirueta!) en ese punto en que —como se formula en Pensamientos — «burlarse «bur larse de la filosofí filosofíaa es la verdad ver dadera era forma de filoso filosofar far». ». Actitu Actitud d amarga, que consticon stituye quizás el modo más elevado de ese «separarse de la última orilla» que, en algún momento. Schelling definirá como la condición ineludible y el punto de partida del filósofo. Filosofía, pues, juego (y, como tal. apuesta) de la pala br cuya culminación sólo ede r hallada hal lada e l silencio.
El asilo de los locos
Toda otra pretensión hunde sus raíces en la bruma del sinsentido: «Cuando Platón y Aristóteles escriben de política es como si lo hicieran para regular un asilo de locos», escribir esc ribirá, á, amargo, Pasc Pascal al en Pensamientos. Y, en la autodestrucción final de la razón, a la que Pascal aboca a la filosofía, filosofía, la propu pro puesta esta inicia iniciall de la delezna bilida bil idad d del yo (aquel yo y o odioso) odioso) halla, finalmente, su paralelo correlato corre lato en la ruina de la razón por la filos filosofí ofíaa cumplimentada. «Toda la filosofía —escribirá Pascal en Pensa mientos (192), al final de su vida, desde el retiro de quien ha cumplimentado su propia autoaniquilación intelectual, par p araa alcanzar el poder pod er que en la visión visión divina yace—, yace— , toda la filoso filosofía fía no no merece más de d e una u na hora de esfuerzo».
La costumb costu mbre re de ser
El hombre, así, más allá de todos sus ensueños y esperanzas perdidas de roseau pensant, queda, de pronto, enfrentado a la radical constatación de la hecatombe de su esfuerzo por autofundamentarse. «Descripción del hombre —anota con crueld cru eldad ad lúcida— lúcid a— depende dep endencia ncia,, deseo des eo de indepen inde pendenc dencia, ia, necesidad». necesida d». Frustació Frustación n y muerte; mue rte; el horizonte comienza a ennegrecerse, con una densidad que el propio PortRoy PortRoyal al ignora. ignora . Nada hay en el hombre que no sea ilusoria imagen de sí mismo. Nada en su vana pretensión de ser sí mismo que no derive del implacable peso de una ineludible sumisión sumisión en la que es configurado configurado y aplasaplas tado. Nada en su razón que no sea racionalización, pues "las razones me vienen después, pero en primer lugar la cosa me agrada o llama la atención sin que sepa yo la razón de ello, y. sin embargo, me llama la atención precisamente po por la raz razón que que desc descub ubro ro a con contin tinuación ión, decía ecía el el señ señor de Roannez. Pero yo más bien creo que no es que llamara la atención a causa de las razones que luego eran halladas, sino que hallamos estas razones por la única razón de que ello nos nos ha llamado llamado la atención’?
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No No es el sujeto sujet o humano huma no un punto punt o de parti pa rtida da,, tan sólo sólo lo es de llegada; un constructo de fuerzas incontrolables, regi re gida das, s, a fin fin de cuentas, cuen tas, por el peso remolón remolón de la cos tumbre. Es la costumbre una segunda naturaleza que destruye la primera. Pero ¿qué es esta naturaleza? ¿Por qué no es natural la costumbre? Mucho miedo siento de que esta naturaleza no sea, a su vez, más que una primera costum bre, al al mo modo en que que la la costu costumb mbre re es una segu segund ndaa natu natura raleza".34 La costumbre (a la que, un par de siglos más tarde, Marx llamará Historia) tal vez sea. en verdad, nuestra única naturaleza, y ello hasta el punto de ser la verdadera gestora de aquello que, para Pascal, aparece como la más alta de las actividades humanas: incluso el hecho religioso es un fruto cálido de la costumbre. Del poder humano al divino, toda creencia creencia es sumisión, sum isión, automatismo dulce de un hábito consagrado. «¿Queréis creer? —se pregunta Pascal—. Haced, entonces "comme si”: fingirse enamorado es ya, muy muy profundamente profunda mente,, estarlo, «tomar agua ag ua bendita, ta , hacer decir misas», misas», repe re petir tir incansablemente los mil mil ritos que acompañan al ser religioso es ya, muy estrictamente, serlo: tal ta l vez todo todo ser s er no sea otra cosa que el conjun conjunto to artia rticulado de sus máscaras, de sus superficies lisas y brillantes, de su liturgia perfecta y autosuficiente. El actor y su máscara má scara son uno; uno; no hay más má s ser s er del del actor que la serie inacabable de sus máscaras. Toma, pues, tu papel, tu máscara, abrázalos sin miedo, ícela vousfera vou sfera croi croire re et abétira abétira.w Esa es la verdadera apuesta. Y, en el final, el yo odiado, definitivamente definitivam ente quedará que dará relegado en el subsuelo del olvi olvido do.. Porque quien se acostumbra a la fe cree en ella y no puede ya de jar de temer temer el infi infier erno no y no no cree cree en ning ningun unaa otra otra cosa. sa. Quien se acostumbra a creer que el rey es terrible, etc. ¿Quién puede, pues, dudar que una vez nuestra alma se ha acostumbrado a ver número, espacio y tiempo no pued puedee ver ya nada nada más 37.
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Sorprendente lucidez —casi materialista— en la delimitación del ámbito del saber como constructo de poder y persua per suasión sión que, que , como como element elem ento o de la reproducción de las dinámicas de sumisión lo construye en saber y lo delimita del delirio, ésta que nos ofrece una apologética como la pascaliana, que llama en su auxilio la más destructora de las criticas de la epistemología cartesiana. La sombra nocturnal de la pesadilla spinozista sobrevuela, de nuevo, nuestras cabezas, en el momento mismo de releer a Pascal. Porque, si, en efecto, las tesis morales y religiosas que sobre tal artefacto trata de asentar el jansenista francés, son estrictamente opuestas a las que soñará en Holanda el insomne tallador de lentes (liberación radical en éste, donde en aquél sumisión absoluta), no disminuye ello un ápice la fundamental identidad formal del descubrimiento fascinante de ambos: el momento, crucial para la Historia de la Filosofía, en que conocimiento pasa a ser pensado (Platón (Platón lo había sugerido en las primeras p rimeras líneas líneas de la patépa tética carta VII, pero fue tan rápidamente olvidado... Toda la historia de la filosofía es, tal vez. el trágico e inacabable proceso proces o de rememoración rememor ación de ese es e olvido) olvido) como como movimiento como constructo imaginario de d e poder, como como lugar de poder, como privilegiado privilegia do de la elaboración elaborac ión sumisa sum isa de esa es a ruina ru ina de peno pe nosa sa grandez gran dezaa a la que llamamos sujeto humano. human o. «No hay que engañarse: somos autómata, tanto como espíritu ri tu», »,3 38 somos espíri esp íritu tu (idest: autómata), somos autómata (id est: espíritu). Las cartas están echadas. Insalvable es, pues pu es,, la servidu ser vidumb mbre. re. Y tanto tan to más amarg am argaa cuanto que «sólo «sólo el señorío y el imperio hacen la gloria, la servidumbre servidu mbre sólo la verg v ergüen üenza» za» .39 .39 ¿Qué ¿Qué es lo lo que queda, qu eda, entonces, entonce s, de la esperanza esperan za aquella aquella que latiera una vez, bajo el ensueño de la imagen del sabio que qu e el joven Pascal cultivara, cultivar a, con paciencia paciencia dulce, a lo largo de los años de aprendizaje? ¿Qué lugar hay ahora para aquel aque l orgullo orgullo con con el que algún fragmento fragm ento de Pensamientos procla pro clama mara ra aún cómo, no siendo sie ndo el hombre más que qu e «una caña, la más débil de la naturaleza», su carácter de «caña pensan pen sante» te» lo eleva, eleva , en el fondo de su miseria, mise ria, por encima de la más elevada de las glorias? Tal vez sólo la constatación escéptica de una ambición desmedida e infundada.
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tal vez la última de las ilusiones imaginarías, las palabras con las que Pensamientos proclamaran esa grandeza en el seno de la miseria: El hombre no es sino la más débil caña de la naturaleza; p e r o e s u n a c a ñ a p e n s a n t e . N o h a c e f a l ta q u e e l u n iv e r s o entero se coaligue para destruirlo: basta un vapor, o una gota de agua para matarlo. Pero aun cuando el unive rso lo aplastara, sería el hombre más noble que aquello que lo mata, puesto qu e sabe él que m uere y conoce con oce la la su perioridad que el universo tiene sobre ¿I, mientras que el universo nad a sa be d e todo ello.40 ello.40
Palabras de consuelo esteticista en medio de la deses peración pera ción,, que parecen parec en definitiv defin itivame amente nte lanzadas lanz adas al vacío vacío por el restal res tallar lar de esa otra fórmula, fórmu la, breve bre ve y corta co rtante nte,, que qu e acaba aca ba con con todo juego jue go estétic e stético o posible: «toda «toda la la dignidad del hombre reside en el pensamiento. Pero, ¿qué es ese pensamiento? ¡Valiente estúpido!».4' De la esperanza de victoria sobre el olvido, que la actividad literaria pudiera aún encerrar en el espíritu del Pascal atrapado atrap ado en el callejón callejón sin salida de la proximidad de la muerte m uerte,, no va a queda qu edar, r, al final, sino ese último último resquici resquicio o de señorío que se encierra en el acto de aceptar la insopor tabilidad tab ilidad misma de la condic condición ión humana. hum ana. Fin de toda e spesp eranza. ran za. Acepta Aceptaci ción ón d e la miseria miseria y de la densa dens a noche oscura. Nada qued qu edaa ya que qu e hace ha cer, r, que qu e no sea agua ag uard rdar ar la llalla mada del ángel. Con el espíritu quebrantado y marchito. Con el horror inevitablemente delante de los ojos. Y no cerrar los ojos, y callar, y callar, y callar... «Miserias de un rey r ey desposeído».4 desposeído ».42 2 ¡Por qué camino tan largo y tortuoso ha llegado, al fin, Pascal a la vieja palabra platónica que dice que la filosofía no es más que muerte y aprendizaje de la muerte] Bien es cierto, por decirlo decirlo con con las palabras pala bras precisas de Ernst Bloch loch,, que todo pensamiento cuerdo puede haber sido pensado siete veces, mas cada vez que se volvió a pensar, en otro tiempo, en otras circunstancias, no era ya el mismo,43 pero pe ro no podemos pode mos hoy evita ev itar, r, ante an te este es te extraño extr año eco de un platonism plato nismo o que tra t rata ta de d e aniq an iquil uilars arsee a sí mismo, la tentaci ten tación ón de sentirnos «como en casa». La muerte, «una muerte
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inevitable, que nos amenaza a cada instante»44, es la com pañe pa ñera ra insepa ins eparab rable le del filósofo filósofo.. Esa presen pre sencia cia dulce y rere signada que hace de la escritura el juego más arriesgado. Ese suave atardecer de la palabra hacia el silencio. ¿La vida misma? No otra cosa que «un «un ensueño ensu eño apenas apena s una pizca menos inco in cons nsis iste tent nte» e»... ...4 45 (Por qué camino tan largo y tortuoso! Imaginemos una multitud de hombres encadenados, todos ellos condenados a muerte, varios de los cuales son degollados degollados a diario a la vista de los demás, los que quedan ven su propia condición en la de sus semejantes, y. contemplándose unos a otros con dolor y sin esperanza, esperan su turno. Tal es la imagen de la condición humana. 46 La Caverna se cierra. Veo ahora, cuando escribo, la mirada de cristal de Nietzsche Nietzsc he clavarse clav arse sobre sob re PortRoyal, pene pe netra trand ndo o el e l cuerpo cuer po derrumbado del pensador suicida. Le oigo execrar el cristianismo, feroz en su pureza, que fuera capaz de hacer añicos un espíritu y una pluma tan definitivamente hermosos. Lo siento casi, rozándome la espalda, desde la oscuridad callada y fresca de la biblioteca, en el momento mismo de maldecir con rabia solemne e impotente: A Pascal Pascal no lo leo, sino que lo amo como a la más instructiva víctima del cristianismo, asesinado con lentitud, primero corporal mente, después psicológicamente, cual corresponde a la entera lógica de esta forma horrorosa entre todas de inhu mana crueldad*7 Siento, por un momento, la tentación nietzscheana; nietzscheana; maldecir, maldecir, gritar grita r contra contra quienes, quienes, ángeles b estialmente empeñados en ser ángeles, estúpidamente hicieran jirones, con impunidad autosatisfecha, todo aquello que, en Pascal, anunciara la más exquisita forma de toda bellez bel leza: a: la de la lejana leja na displicencia displi cencia de la inteli int eligen gente te escr es criitura. Luego me alejo un momento, contemplo la imagen solitaria de la esfinge Nietzsche. la veo nuevamente desaquella fe fe componerse, vuelven vuelven a mí sus palabr pa labras as terribles: terribles : aquella d e Pas Pasca cal, l, que se parece tanto a un continuo suicidio de la razón — razón —de de una razón tenaz, te naz, longeva, parecida a un g u sano. sano. que no se deja matar de una vez y con con un sólo gol
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chando el enigma cifrado de un relato autobiográfico; la certidumbre, casi, de la necesidad de subvertir la maldición, de decir: ¡Bendito sea aquello que ha llevado a Pascal a los umbrales olvidados de la muerte bella, del paradójico reto re tom m o inesperado inesp erado del de l ensueño griego, d e la •enfermedad platónica», en el interior más recóndito de aquella tradición que le fuera justamente más hostil..,! Pero no, no es eso sólo. Justo es contradecir al Nietzsche del Ecce Homo con aquel otro de Más Má s allá allá de! bien y del de l mal. Pascal no fue suicidado por el cristianismo. No hay suicidio cristiano. En el cristianismo halló Pascal el instrumental que precisaba para hallar el punto exacto en el que oculta su rostro enigmático la muerte. Del cristianismo se sirvió Pascal, desde la primera línea (matemática) de su obra, para cumplimentar un suicidio que, desde aquella prim pr imer eraa línea (y por ella), esta es taba ba rigurosam rigur osamente ente exigido. Y de un banal suicidio, la tradición cristiana pudo proporcionarle el material preciso para planificar un espectáculo memorable. Eso es todo. O mejor, no. No es todo. Queda que con Pascal es, tal vez, el cristianismo todo, o, para ser más precisos, el «pensar cristiano» todo el que acomete su suicidio irreversible. Desde el cristianismo como horizonte, el intento radical de una fílosofíá de la muerte de la filosofía no puede, tal vez, dar lugar (Kfing lo ha sospechado) más que a un cristianismo de la muerte del cristianismo. Hemos citado, más arriba, a Wilde: «todos los hom bre b ress matan ma tan aquello aquel lo que qu e aman» am an».. Con infinita paciencia y sistematicidad sistem aticidad de matemático ma temático impecable, impecable, fue Pascal Pascal dando muerte, uno a uno, a todos sus grandes amores, a todos sus lentos sueños de visionario insomne. En la noche final, sólo quedó el vacío vacío de una mirada frontal frontal hacia la muerte. muerte .
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Epílogo El último acto es sangriento, por muy bello q u e sea se a todo el resto re sto de la comedia: se echa finalmente una paletada de tierra sobre la cabeza, y se acabó todo para pa ra siempre.' siem pre.'
Tras la muerte mue rte de M. Pasca ascal, l, una vez que f u e abierto, abierto, se encontr encontraron aron el estómago y e l hígado hígado putrefactos putrefactos y los los intes tinos gangrenados, gangrenados, sin que fuer fu era a posible saber con exac titud si esto había sido la causa de los dolores de cólico o bien el efecto de ellos. Pero lo más peculiar se produjo en el momento de la apertura de la cabeza, cuyo cráneo resultó resu ltó no tener ten er otr otra a sutura que la lamboi lamboidea dea.. lo que apa rentemente había sido ¡a causa de los grandes dolores de cabeza a los que se viera viera sometido durante toda toda su vida vida.. Es cierto que había poseído antaño la llamada sutura frontal; pero, como quiera que qu e ésta permaneció abierta mucho tiempo durante su infancia, como suele acontecer en esta edad, al no pode po derr volver a ce cerra rrarse rse,, se había había form fo rmad ado o un callo callo que qu e la había había recubierto por completo y que era era tan considerable que podía fácilm fác ilmen ente te percibirse percibir se al tact tacto. o. En lo que a la sutura coronaria concierne, no tenía el menor rastro de ella. Los médicos observaron que se encerraba en é l una un a prodigiosa prodigiosa abundancia abundanci a de cerebro cerebro,, cuya cuya sustancia era tan sólida sólida y condensada que qu e ello ello les les hizo juzg ju zga a r que ésta era la razón por po r la cua cual, l, al no poder pode r cerrarse cerrarse la sutura fronta fro ntal, l, la naturaleza se había ocupado ocupado de ello median med iante te ese e se callo callo.. Pero lo más notable nota ble que q ue observaro observaron, n, y a lo cual se atribuyeron en concreto su merte y los últimos accidentes que qu e lo acompaña acompañaron, ron, f u e que habí había a en el interior interior del de l crá crá neo, frente a los ventrículos del cerebro dos impresiones, como com o de dedo sobre la cer cera, a, que estaban es taban llenas llenas de d e una una sangre san gre coagulad coagulada a y pútrida pútrid a que había había comenzado comenzado a gannar la duramadr 2
Notas
PASION DEL JUEG JU EGO O Introducción: LA PASION 1. Me'maire sur su r la vie d e mons mo nsieu ieurr Pascal écrit écri t par pa r mademoiselle madem oiselle Margu Ma rgueerite Pirier sa mece. en PASCAL. B.: Oeuvres Complétes, édition établie et anotéc pa r Jacqu es Chevalier: Chevalier: París. Plétade. 1954 (En (En ade lante, citaremos esta edición Chevalier de las Obras Completas de Pascal, mediante diante las sigl siglas as 0C |. p .4 l. 2. Pensamientos, N* 668 668 (Las citas de Pensamientos se dan conforme a la numeración de la edición Lafuma (v. Bibliografía), que es la reproducida por las dos más recientes ediciones de Pascal en castellano: Pensa mientos, Alianza Editorial, 1981; Obras Completas, Alfaguara. 1981. 3. ibid.. N° 47. Mon sieurr Pascal écrite écri te par Mado Ma dome me Périer, sa soeur. soeur. 4. La vie d e Monsieu en OC, OC, p. 6. 5. Tal es el sino de la ob obra, ra, por lo dem ás insustituible, insustituib le, de SainteBeuv SainteBeuvee sobre PortRoyal. Un monumento de datos y recopilación que no puede jam ja m ás s e r dejad de jado o de d e lado. lad o. Pero, Per o, cuan cu ando do el e l aut a utor or pasa pa sa a la «in «inter terpre pretaci tación» ón» de sus m ateri ales..., entonces todas las perversidades con con que su contemcontem porá po ráne neo o Balzac B alzac lo dist di stin ingu guie iera ra,, en m ás qu q u e abu ab u n da ntes nt es ocas oc asio ione nes, s, resu re sulta ltan n suaves. 6. Desde el prim er historiador de PortRoy PortRoyal. al. Hacin Hacine, e, que pasa pa sa sobre acontecimientos tan cruciales como sobre ascuas, hasta los trabajos más recientes de Orcibal Orcibal o Jaccard. L e Dieu Die u Caché, Caché, París, P.U.F.. 19S6 (hay 7. Ante todo, todo, claro claro está , en Le traducción castellana, con el título El E l hombre y lo absoluto, absol uto, Barcelona, Península. Penínsu la. 1968) 1968).. obra preciosa, con la que me apresuro apres uro aqu a quíí a deja r constancia —por lo demás innecesaria— de mi deuda. Pero también en el excelente Prólogo a su edición de las Len L en tes te s de Martin de Barcos. Barcos. París. P.U.F.. 1956. E l hombre hom bre y loabsolut loab soluto; o; ed. cit., p. 147. 6. El 9 SAINTEBEUVE: Port-Royal: Parts. Plétade. 1953. vol. I. p. 334. 10. Le P arts. ts. Vrin. 19 1947 47.. Less origines duja du jans nsén énism isme; e; Par 11. Saint-Cyran. précurseur de Pascal: Lausana. Edilions de la Concorde, f944.
Ñ o la s
12. GOLDMANN, L.: Op. cil.. pp. 145147. 13. Cfr. Ibtd. 14. Ibíd. Ib íd... pp. 139140. 15. Ibíd.. Ibíd .. pp. 151155. 16. Ibíd. pp. 135136. 17. Ibíd. p. 178. 18. Pensamientos, N° 136. 19. Ibíd., Ibíd ., N° 622.
AQUEL INSOMNE JUEGO JU EGO DE LA CIENCIA CIENCIA 1. LAUTREAMONT: Les chanls de Mald Maldor oror. or. 2. OC. pp. 14021404. 3. MESNARD, MESNARD, J . «Universali «U niversalité té de Pascal», Pascal», en Métho Mé thode dess chez ch ez Pasca Pascal: l: Parts. P.U .F..p . 338 338.. 4. «Principes «Principes de la Phüosophie», Prface.cn Oeuvres philosophiques: París. Pa rís. G arnier. arn ier. 1973 1973.. vol. ID. ID. 5. En Oeuvres philosophiaues. ed . cit cit.. 5 bis. ’Pensamientos. Ntt 136. 6. OC, 538. OC, p . 538. Ibíd. 7. Ibíd. 8. Ibíd. Ibíd. OC, p.537. 9. OC, 10. 10. GOLDMANN. GOLDMANN . L.: op. cit., p. 242. 11. Estas entrev istas tienen tien en lugar lug ar en París, los días 23 y 24 24 de septiem se ptiem bre b re de 1647. Pascal P ascal se halla hall a enfe en ferm rm o en e n cam ca m a, y fue fu e Roberva Rob ervall quien qu ien actuó como mediador entre los los dos personajes. p ersonajes. El encuentro parece h abe r resultado bas tante decepcionante decepcionante para amb as partes. Pascall; éditeur Imprimerie De 12. Cfr. BIEVRE, C. de: Descartes e t Pasca Biévre, Anvers, s.f., p. 66. 66. 13. OC, OC, p, 364. de agosto agos to de 1660 1660,, en OC. p . 522. 522. 14. Carta Carta a Fermat Ferm at de 15. «Solía «Solía decimo s que, q ue, desde des de la edad eda d de dieciocho años, añ os, no había pasa pa sado do un sólo día sin dolo d olor», r», esc e scri ribe be Gilberte Gilb erte.. 16. Descartes et le rationalis .U.F .. 1966 1966.. rationalisme; me; París, P .U.F.. 17. Préface a la edición francesa (1667) de los Principes de la Philaso phie.
18. La Recherche de la Vérit Vérité, é, París, Vrim. 1966,1111. cap. 45. 19. 19. Carta de Descartes Des cartes a Béckmann del 22 de agosto a gosto de 1634 1634.. 19 bis. bis . CASSIRER. CASSIRE R. E.: El problema del de l conocim conocimien iento. to. México. F.C .E.. 1974, l. p . 488. 488. 20. Cfr. Ibíd., pp. 448 y ss., así como GEYMONAT, L.: Storia del oensierofilosófi sierofilosófico co e identifico id entifico;; Milán, Garzanti. 1977, II, p. 398. 21. Op. cit., p. 344. 22. Pensamientos, N° 887.
\oias passa ge au matérialismei París. Maspero. 24. RAYMOND, P.: Le passage 1973. pp. 9394. OC. p.372. 25. OC. 26. GHYMONAT. L.: Op. cit., p. 294. OC, p. 27. En OC, p . 28. Ver SAINTEBEUVE: Op. cit., 1, pp. 889890. 29. Pensamientos. N° 691. 30. lb(d., N° 781. OC, p. 531. 31. OC, Histoire de la pbilasophie pbilasophie 32. Cfr., particularmente, BOl'lLLIER: Histoire cartesienne, París, 1868,1, pp. 543544. OC, p. 535. 33. OC, 34. 34. Puesto que «ciertamente un tal método sería bello, pero pero es a bsolutamente imposible» (OC, p. 578). OC. p. 579. 35. OC. OC, p. 585. 36. OC, OC, p.372. 37. OC, Mé thodes es chez Pascal, Pascal, ed. cit., 38. En Méthod ci t., p. p . 117. 39. Cfr. OC, pp. 371 y 429430. 40. Cfr. OC. pp. 430431 y 462. 4 1. Pensamientos, N8 687.
COMO UNA PERSISTENTE PESADILLA
ré formation de d e t'hom t'h omme me (traducción de Ar 1. JANSENIUS. C.: De la réformation nauld d'Andilly), d'An dilly), libro II, II, c. VIII VIII.. 2. Cfr. KUNG. H.: ¿Existe Dios?: Madrid. Edaf. 1979. pp. 103104., Nat N atur ural alm m ente en te qu q u e no deb d ebem em os llam lla m arno ar noss a enga en gaño ño:: el e l «libertino • del de l siglo XVII nada tiene todavía de ese exquisito escéptico esteticista que. en el XIX nos será descrito con minuncia por Wilde. Un Méré o un Mitton debieron asem ejarse más bien a la figura del gran caballero, displicente displicente y despegado en materia de religión, y gentilhomme por encima de todo. Neg N eglig ligen ente tem m ente en te lejan lej ano o de d e toda to da cues cu estió tión n grav gr av e, homb ho mbre re d e ingen ing enio io y con c onversador notable, el libertino es el producto más específico del salón. 3. OC. p. 1367. 4. SAINTEBEUVE: Op. cit., I. pp . 90991 909910. 0. 5. Cfr. OC. pp. pp . 536 536537. 537. es 6. Es el caso, en particular, de la la defini definición ción de las categorías de es prit pr it géom g éometriq etrique ue y esprit de finesse fine sse.. que parecen (más que un préstamo Pen séesll un primer esbozo aún no totalmente elaborado de tomado a Les Pensées algo que sólo en sus frag men tos posteriores log rará Pascal Pascal reducir a forma lización lización definitiva. defin itiva. OC. pp. 538546. 7. OC. 8. Pensamientos, N° 413. 9. OC, p. 550. OC. p.548. 10. OC. 11. OC p. 549.
N o ta s
OC, p. 552. 13. OC, OC, pp. 13711372. 14. OC, OC, pp. 1373 y ss. 15. OC, homb res Huecos. (Trad. de J. M. Valverde). 16. ELLIOT, ELLIOT, T .S.: .S .: Los hombres OC, pp. 5S3554. El Memorial, como es bien sabido, fue descubier17. OC, to, a la muerte de Pascal, cosido en el dobladillo de su ropa. Se trata de un pequefl peq ueflo o perg pe rgai ai.'¡n .'¡n o y un pape pa pel, l, el prime pri mero ro de los cuales cua les se ha perdi pe rdido do.. Conservamos el trozo de papel en el que. «con mano febril», dice Chevai lier, lie r, anotó ano tó Pascal, Pasc al, en la fecha misma mism a del 23 de noviem bre de 1654 1654,, la que fue su fu lminante revelación religiosa.
A.M. A. M.D.G D.G .: LOS LOS QUE QUE JUEGAN A GANA GANAR R l.OC.p.215. 2. RAC1NE. J.: Oeuvres completes; París, stéréotype d'Herhan. 1813, vol. IV, p. 24. El Alep eph, h, 3. BORGES BORGES,, J .L .: «Los Los teólogos»; e n ElAl 4. OC. 0.1073. Jesuítas . n° 3 de la R e 5. LUGON LUGONES, ES, L.: L.: «B im perio jesuistico». en Jesuítas. la Re vista Hiperión, Madrid. 1978, pp. 106107. OC, pp. 703706. 6. OC, 7. OC. pp. 709y 716717. 8. CASS1RER CASS1RER.. E .: Op. cit. I. S36. OC, pp. 9. OC, p p. 689 y 692. 10. OC.p. 11. OC. p. 1063. OC, pp. 12. OC, pp . 529 y ss. Pascal par lui-méme; París, Seuil, 1952. p. 45. 13. 13. BEGUIN, A.: Pascal 14. O C .p .903. .903. OC. pp. 10731074. 15. OC, p. 904. Cfr. También OC. EL ASILO DE LOS LOCOS 1. Pensamientos, N“ 757. Ibid .. N* 532. 2. Ibid.. Ibid ., N® 641. 2 bis. bis . Ibid., Ib id., ., N* OC, p. 1138. 3. Ibid N* 622. 622. Cfr. tam bién OC, Ibid . N° 136. 4. Ibid. 5. Ibid. 6. Ibid. 7. Ibid. Ib id., ., Números 134 y 414. 8. Ibid Ib id., ., N* 166. 9. Ibid Ibi d., N* 192. 10. Ibid., Ibi d., N# 99. 11. Ibid., 99. 12. /M /..N /..N °4 0I. Ibi d., N° 756. 13. Ibid., Ibi d., N° 768. 14. Ibid.,
N o ta s
15. ¡bíd., N* 116. 16. lb(d.. Números 114y 122. Ib íd., N# 52. 17. Ibíd., 52. Ib(d ., N# 167. 18. Ib(d., 19. Ibtd., Ib td., N# 182. 20. Ibíd., Ibíd ., N“ 530. Ib íd.,, N° 828. 21. Ibíd. Ibíd ., N° 44. 22. Ibíd., 23. ALTHUSSER, L.: Philosophie el philosophie spontanée des sawm/s wm /s (1967); (1967); París. M aspe ro, 1974 1974,, pp. 83-84. 83-84. 24. ESP1NOZA, ESP1NOZA, B.: Etica. III. escolio a la proposición IX. 25. Pensamientos. Núme N úmeros ros 554 y 665. 26. Ibfd.. Ibfd .. N° 621. Ibíd ., N# 92. 27. Ibíd., 92. 27. Ibíd., Ib íd., N° 597. 29. Ibíd.. Ib íd.. N°806. 30. Ibfd., Ib fd., N° 101. 31. Ibíd., Ibí d., N°978. Ibí d., N° 78. 32. Ibíd., 33. Ibfd.. Ibf d.. N°983. 34. Ibfd., Ibf d., N° 126. OC. p. 540. 35. OC. 540. 36. Pensamientos, N° 418. 37. Ibíd., Ibíd ., N# 419. 38. Ibíd., N® 821. Ibíd ., N® 39. Ibíd., Ibíd ., N° 795. Ibíd ., N° 200. 40. Ibíd., 41. Ibfd., Ib fd., N® 756. 42. Ibíd., Ib íd., N“ 116. Avic ena y la izquierda aristotélic aristotélica; a; Madrid, Ciencia 43. BLOCH, E.: Avicena Nuev Nu eva. a. 1968. 1968. 44. Pensamientos, N° 607. Ib íd.,, N®803. 45. Ibíd. 46. Ibíd., Ib íd., N® 434. 47. N1ETZSCHE. F.: Ecce Homo Ho mo,, Madrid. Alianza Editorial. 1973. pág p ág ina in a 42. 48. NIETZSCHE. F.: Más allá allá d e l bien y del de l mal; mal; Madrid. Alianza Editorial. Edit orial. 1973 1973.. p. 72. EPILOGO 1. Pensamientos, N® 165. 2. OC. p. 41.
Bibliografía 1. Ediciones A) Obras completas Ed. de la Pléiade, París. 1949. La ordenación de los Fragmentos de Pensées resulta resulta particularmente cómoda para el no especialista. Quizás la edición edición de más cómod o manejo manejo.. L a F u m a , LouiS; LIntégrale, París, Ed. du Seuil, 1963. M e s n a r d , J e a n ; Ed. Desclée de Brouwer. En curso de pu p u b lic li c a c ión ió n , a p a r t i r d e 1964 1964.. C o n stit st itu u y e la e d ició ic ión n c rítica más acabada de la obra pascaliana. CHEVAUER, J a
c q u e s
;
B) Traducciones castellanas de Pascal La más antigua traducción de Pascal al castellano Provi nciales, les, a cargo que nos es conocida, es la de Las Provincia de Gratiano Cordero de Burgos, fechada en 1760 v sin pie pi e d e im p r e n ta. ta . Existe una traducción de Pensamientos, prologada po p o r X a v ier ie r Z ubir ub irii y e d i t a d a e n la C ole ol e cció cc ión n A ustr us tral al d e Espasa Calpe, Madrid, 1940. En 1981 ha aparecido una nueva traducción de J. Llansó en Alianza Editorial, Madrid. En esta misma fecha se publica otra traducción de Pensamientos, dentro de Obras Completas, a cargo de Carlos R. de Dampierre y prologada por José Luis L. Arangure, en la Editorial Alfaguara. 2. Estudios A) Sobre Blaise Pascal
Descarte s el Pasca Pascal; l; Ed. Imprimerie de BlEVRE, C. PE: Descartes
Biévre, BrasschaatAnvers, s.f. Bo u i i .u e r , F.: Histoir His toire e de la phii ph iios osop ophi hie e cartes car tesien ienne; ne; París, 1868; reimpresión anastática, Bruselas, 1969. BEfíUlN, A.; Pascal par lui-niéme: París. Ed. du Seuil, 1952.
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B) Sobre Port-Royal BLONDEL, M.: «Le jansénisme et l'antijansénisme de Dialo gues es avec av ec les philo ph iloso soph phes es;; París, Au Pascal» en Dialogu
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Blaise Pascal, heredero de las luces del Renacimienlo y representante del Racion Racionali alismo smo — el movim mo vimiento iento de Desearles, Leibniz y Newton— logra modificar el frío esquema de las ideas puras y matemáticas irrumpiendo en medio de ellas con sus «razones sentimentales», con los argumentos agónicos de lo irracional y maravilloso. De esta forma se convierte en un claro precursor de la filosofía poética y del existencialismo.
Gabriel Albiac nació en Utiel (Valencia) en 1950. Es Profesor adjunto de Historia de la Filosofía en la Universidad Complutense y entre sus obras se cuentan Luis
Althusser: cuestiones del leninismo, Al margen del Capital, El debate sobre la dictadura del proletariado y De la añoranza del poder o consolación de la filosofía.