E
N la di fe re nc ia ci ón «a na lí ti co s» y (Wontineit^; tales» se encuentran en juego dos n^doS;4&!^v : rentes de concebir la pr axis filosófica: filosófica: un& . losofía científica», fundada sobre la lógic^-sol ^é^Sfer',; resultados de las ciencias naturales y exactas, # filosofía de orientación «humanista», que Gonstáá^ determinante la historia y piensa la lógica como yax té del logos» o «disciplina del concepto», más quejCOlílO cálculo o computación. Entendida de esta manéráí'la antítesis entre analíticos y continentales reproduce; en el interior de la filosofía la antítesis entte científica y cultura humanística, una twfif^^^:.' interior de la cual la filosofía no se ha podido tfUhca liberar del todo. La pareja analíticos-continentales se concierte en este libro en el punto de arranque de de W^^V^pJ^L de trabajo» que pretende establecer iu &k}j$^ é• ca antes planteado entre las dos tradicionlá tradicionlá qifá do minan el panorama filosófico contemporáneo, una tradición de pensamiento que se contrapone también co n una expresión geográfica: la filosofía analítica o anglosajona y la filosofía continental o eurojpea. lii el trasfondo inevitable de una investigación <$¿e persi gue entender lo que sucede, lo que ha acontecido y lo q u e ocurrirá en ocurrirá en el el ámbito de ámbito de la filosofía, aste Ubxo pr et en de se r un a «guia» «gu ia» de lo q ue la filosofía ha pen sado de sí misma, de sus propias tareas y de su pro pio destino en los últimos treinta años. :
ANALÍTICOS Y CONTINENTALES GUÍA DE LA FILOSOFÍA DE LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS
Franca D'Agostini
CÁTEDRA
de un proceso que comprende y resume el historicismo, el existencialismo y la fenomenología; la filosofía analítica es entendida como la integradora de la herencia del neopositivismo, del pragmatismo, de la tradición analítica inglesa; la teoría crítica se presenta como el desarro llo del pensamiento frankflirtiano, desde Horkheimer a Honneth, in cluidas también las distintas fases de la reflexión de Habermas y la her menéutica neokantiana de Apel; el postestructuralismo se considera como configuración global, que incluye los éxitos nietzscheanos y, de forma general, los logros filosóficos del estructuralismo, el postmoder nismo, el deconstruccionismo. Respecto a la epistemología positivista, podría parecer que se trata de una forma de filosofía «aplicada» (a la problemática de la ciencia y del conocimiento, según el uso anglosajón del término «epistemolo gía»), pero, sin embargo, su inclusión se justifica por ciertas razones es pecítícas. Antes que nada, si la filosofía «no» apli cada es una metafilosolla, es esencial para ésta su «aplicación» al problema de la ciencia y al de la relación de esta última con la propia filosofía. Además, la epistemología postpositivista (o postempirista, según la expresión acuñada por Mary Hesse) ha tenido un doble desarrollo: por un lado se ha desarrollado en estrecha relación con la filosofía analítica, y por otro lado se ha abierto a conclusiones muy cercanas a la filosofía continental. Esto ha provocado que todos los filósofos de hoy en día que se han acercado ai problema «metafilosófico» (desde Apel a Vattimo, desde Putnam a Rescher o a Rorty, desde Badiou a Bernstein) hayan terminado midiéndose con los protagonistas del debate sobre la ciencia y sobre la historia de la ciencia de los años sesenta a los ochenta. 6. El giro ético Desde cierto análisis de la contemporaneidad se ha hablado de una prioridad de la esfera práctica o también de un genuino y verdadero giro ético que se ha producido en el pensamiento de los últimos veinte años aproximadamente (véase 1,5). Una de las razones de este fenóme no se reconoce en la crisis de la filosofía o»-más genéricamente, xrrisis de lo «teórico», de la cual bebe una parte importante del pensamiento de este siglo. Fracasada la noción clásica («metafísica») de teoría, la fi losofía se ha relegitimaclo como reflexión ético-práctica, como forma de respuesta no técnica a los problemas morales y prácticos planteados por el mu nd o de la técnica (véase la natur aleza «compensator ia» del 32
giro ético para algunos autores del postmodernismo, según Axel Hpnneth: II, 4, apar. 13). ./ 'é ' Esta actitud se ha convertido en un hábito más o menos conpcidp dentro de la historia del pensamiento: las crisis de la teoría acostum bra n normalme nte a verse acomp aña das po r un as revueltas o giros.Jle tipo ético-práctico. Pensamos en el pragmatismo de los. sofistas, <|ue surgió después las aporías de la reflexión presocrática sobre el ser j^la naturaleza, o en el sincretismo ético del helenismo, después de Aristó teles, o, incluso —un giro rel acionado más directamente con la priori dad actual de la filosofía práctica—, pensemos en la crisis humeana&é la metafísica y su refundación en el ámbito de la práctica, que se cpm pleta con K ant y el idea lismo fichtiano. La especificidad del rn ome rit ó actual consiste, antes que nada, en el enlace particular entre teoría y éti ca al cual estamos asistiendo hoy y que se ve plasmado en distintos momentos y protagonistas del pensamiento contemporáneo. La pro pia defensa del principio de cont extualidad y del plur alismo, que se present a co mo una adquisición de tipo descriptivo (por ejemplo én Wittgenstein), en realidad a menudo se considera justificada sobre íu plano prescriptivo, como fundamento de una ética del «respeto»* deja «piedad», o de la «preocupación por el prójimo» (véanse todas las for mas de pluralismo y antirundacionalismo, desde el racionalismo criti co a la hermenéutica y el pensamiento ético femenino). La prioridad de la ética se ha integrado también en el cuadro de una rehabilitación la filosofía frente a la razón científico-tecnocrática . ¿V Todo esto significa que el ámbito ético-práctico no es sólo una es fera de filosofía «aplicada» sino que éste ha adquirido una relevaba metafilosófica; hablar de ética, de las modalidades del obrar, de la Jus ticia, significa para muchos autores no distanciarse de la pregunta «¿qué es la filosofía hoy en día?», e incluso formularla de un modo más radical. Sin embargo, adoptar esta solución, penetrar decididamen te en la investigación sobre autores como John Rawls o Alasdair Mac5
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Haberma s en Moralbewusstsein, undhommunikatives Handeln (Frankfurt a. M., Suhr kamp, 1983 [trad. esp.: Conciencia moral y aazón comunicativa, B arcelona, Ed. 62,1991]), identifica en el movimiento de «rehabilitación de la filosofía práctica», surgi do en Ale mania en torno á los años sesenta (véase I, 5 y II, 2), así como en la hipótesis neópr^gmática de Rorty, un tipo de «autocondena» de la racionalidad que se basa en el uso ele la filosofía como repertorio de textos exclusivamente «edificantes» y no suministrado^s de cono cim ien to. Por otro lado, sin emb argo, la prioridad de la esfera ético-práctica ;en autores como el propio Habermas, o Apel, no se escapa a una regla análoga «com^írisatoria», aunque se justifica más bien sobre la base del típico movimiento kantiano d&fe hegem onía de la razón práctica decidida por la razón teórica. ¿\ 5
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Franca D'Agostini Colección Teorema Serie mayor
Analíticos Analíti cos
y
continentales
Guía de la l a filosofía de los últimos últim os treinta treint a años
PREFACIO DE GIANNI VATTIMO
Traducción de Mario Pérez Gutiérrez
CÁTEDRA TEOREMA
Título original de la obra: Analitici e continentali. Cuida alia filosofía dcgli ultimi trent'anni
índice PREFACIO (Gianni Vattimo) Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido po r l a Ley, qu e est abl ec e pe na s de pr isi ón y/ o mu lt as , ad em ás de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pú bl ic am en te , en to do o en pa rte , un a ob ra lite rari a, artí stic a o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
PREMIS A
i3 •
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IOTRODUCCIÓN
21 23
1. Analíticos y continentales 2. ¿Filosofía? ¿Filosofía? 3. Metafilosofia 4. Historia y ontología de la pluralidad 5. Historia del presente 6. El giro ético 7. Rehabilitación Rehabilitación de la 8. Teoría 9. Teoría: otros problemas 10. Teoría e historia
filo sofí a
23 26 27 28 30 32 34 35 37 39
PRIMERA PARTE
/UNA IMAGEN DEL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO <••' Ralladlo Cortina Editorc, 1997 P Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2000 Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid Depósito legal: M. 26.503-2000 I.S.B.N.: 84-376-1831-2 Printed in Spuin Impreso en Lavel, S. A.
Capítulo primero. El fin fin de la
filosofía
1. La autosuperación de la filosofía 2. La filo sof ía y las ciencias 3. Calambres mentales 4. La filosof ía contra la ciencia y el «otro pensami ento» 5. La cuestión del nihilismo 6. Derrida y la paradoja del fin
43 44 46 52 56 63 67
7
7. Lyotard, la técnica y la post mod ernid ad 8. Rorty y el fin de la filosofía en la tradi ción analít ica Sumario Capítulo 2. Analíticos Analíticos y continentales 1. Analíticos y contin entales 2. Los orígenes de la diferencia 3. ¿Neopo sitivismo = filosofía analítica? 4. Apel y la transfor mación de la filosofía 5. Searle Searle contra Deirida 6. Rorty y la ubicació n académica de la filosofía 7. Profesionalización científica científica de la filosofía 8. La hermenéutica como nueva koiné continental y la crisis de la filosofía analítica 9. El estado actual de la cuestión 10. Las autorid ades 11. Ciencia y literatura, lógica e historia 12. Texto y concepto , definición definición y narración Sumario Capí tulo 3. La cuestión del sujeto 1. 2. 3. 4. 5. 6.
Introd ucción Teoría Cuestiones decimonónicas De la crisis a la crítica Husserl y Heidegger El horiz onte fenomenológico-existencial Sartrc y la Carta solm el humanismo 7. Jaspe rs, 8. El sujeto crítico 9. Anti- huma nisnio : la perspectiva ontológ ica 10. La hermenéutica: el sujeto sujeto com o persona y com o diálogo .... 11. El paradigma mtersubjetivo 12. El sujeto ético y el sujeto artista 13. Estructuralism o y postestru cturalismo 14. El sujeto en la filosofía filosofía analítica: premisas 15. El sujeto de la consciencia y de la ciencia 16. Del lenguaje al pens amien to 17. Conclusiones Sumario Capítu lo 4. De la cuestión de la metafísica metafísica al giro lingüístico 1. La cuestión de la metafísica y el lenguaje 2. De la cuestión de la metafísica al giro lingüístico en la tra dición continental
71 74 77 79 80 81 86 87 89 91 92 93 95 98 100 101 104 107 107 109 112 114 115 116 118 120 122 125 128 129 132 136 139 142 145 146 149 149 156
3. El objetivismo científico 4. Heidegger 5. El giro lingüístico lingüístico en la filosofía filosofía continental: hermenéutica y estructu ralismo 6. Semiotización del kantismo 7. De la cuestión de la metafísica al giro lingüístico en la tradic ión analític a 8. Rehabilitac ión de la metafísica 9. Del giro lingüístico a! giro pragm ático 10. Más allá del logos lingüístico 11. El lengua je y la filosofía Sumario Cap ítul o 5. Tres formas de relativismo 1. Introduc ción: pluralismo, contextualismo, universalis universalismo mo .. . 2. Mod os de relativismo 3. Relativismo histór ico 4. Relativismo epistemo lógico 5. Relativismo lógico-lingüístico 6. Despué s del relativismo 7. Con tra el relativismo 8. El giro ético del pensamie nto contem porán eo 9. Las razone s posibl es y el debate sobre la filosofía práctica 10. El fin de la filosofía fundacio nal y el fin del fin Sumario
158 162 167 170 1.72 72 .176 178 186 .190 192 195 195 199 201 204 206 208 214 218 220 227 230
SEGUNDA PARTE PARTE
ESCUELAS Y CORRIENTES /Capítulo /Capítulo 1. La filosofía La filosofía analítica analítica
Teoría 1. Una cuestión de estilo 2. Lenguaje Lenguaje y pensamien to 3. Análisis 4. Lógica y filosofía 5. Otro s confines: lingüística, psicología 6. Tenden cias de la filosofía analítica Historia 7. Orígenes 8. La década de los treinta y de los cuaren ta 9. Los dos lenguajes 10. Conver gencias : el giro pragmá tico 11. La filosofía postanalítica 12. El giro cog niti vo
235.
235 235 237 248 241 243 244 .246 246 247 249 2&0 2&0 t%i
2-54 2-54 9
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Autores 13. Frege , 14. Russell, Moor e, el primer Wittgenste in 15. Brentano, La Escuela de Lemberg-Varsovia y el Círculo de Viena 1.6. M orris , la Enciclopedia de la ciencia unificada y Ca ma p ... l£ ) El segundo Wittgenstein 18. Filósofos analíticos ingleses 19. El giro pragmático americano: Carnap y Quine, Goodman, Sellars 20. Los actos lingüísticos: Austin, Grice, Searle 21. Strawson . 22. Davidson y Putnam 23. Dum mett 24. Rorty, Rescher y el pragma-idealismo 25. Tugcn dhat y la filosofía analítica en Alemania 26. Nozick 27. Lógica: Kripke, Mont ague 28. Filosofía de la mente 29. Historia y teoría de la acción 'Capít ulo 2. Hermenéutica Teoría 1. El nom bre 2. Ser y lenguaje 3. Ser, historia, mito 4. La precomprensión 5. El círculo hermenéutico 6. Autorreférencia, reflexividad, diferencia 7. Más allá del relativism o Historia 8. Dilthey 9. Heidegger 10. La hermenéutica contemporánea 1L¡ Gadam er: teoría de la experiencia herme néutica 12/ Gadame r: el lenguaje 13. Luigi Pareyson . 14. Paul Ricoeur 15. Jacques Derrida 16) Gianni Vattimo 17. Las hermen éuticas especiales 18. Márgenes y desarrollos de la hermen éutica 19. El debate herm enéutic o
10
255 255 257
;|'
Capítu lo 3. Teoría crítica
393
Teoría .'¡393 1. ¿Qué es la teoría crítica? :393 2. Características generales '7394 3. Investigación social y autorreflexión crítica .; 394 4. Crítica y dialéctica 395 5. Ontología de la contradicción y del no-todavía ... 395 6. Aporías 397 7. Continuidad y divergencias . 397 8. La filosofía según Apel y Habermas .399 Historia 400 9. La Escuela de Frankfurt 400 10. Hork heim er: la noc ión de teoría crítica ..... 401 11. Dialéctica de la ilustración ,402 12. Adorno: controversia sobre el método y la dialéctica nega •403 tiva '405 13. Herbert Marcuse .'405 14. Jürgen Habermas 415 15. Discusiones y controversias 418 16. Karl Ott o Apel: la transformación de la filosofía .421 17. La rehabilitación de los fundamentos y de la ética 18. Apel y Habe rma s ... 426 ,427 19. Otros desarrollos del pensamiento frankfurtiano •431 20. Richard J. Bernstein y la teoría crítica en América / rCapítulo 4. Postestructuralismo y postmodernismo •vi ^ a
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261 264 266 269 271 280 289 292 298 301 308 312 313 317 323 329 329 329 329 330 331 333 334 336 337 337 339 341 343 347 351 357 359 364 368 375 386
Teoría 439 1. El significado del prefijo «post» 439 2. El estructuralismo 441 3. El postestructuralismo /443 4. Níetzscíie) Marx y Freud 445 5. Las vanguard ias y la pro ducc ión artística , 445 6. Filosofía y política ..... 447 Historia 449 7. Gilíes Delcu ze: vanguardia artística y vanguardia filosófica .. •'449 8. Michel Foucault: de la genealogía de la razón a la ética 455 9. Del postestructuralismo al postmodernismo: JeaivFran^ois Lyotard 457 10. Jacques Derrid a y el postestru cturalismo . 459 11. Los márgenes del postestructuralismo 461 12. El postmodernismo .469 13. La lógica y la ética de la postmodernidad 474 14. La ética postmo derna 476 15. Los desarrollos del postestructuralismo y del postmodernis mo en Francia 478
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Capít ulo 5. La nueva epistemología 1. Filosofía y ciencia: el modelo an glosajón, el alem án y el francés I. Neopositivis mo y racionalismo crítico: el Círculo de Viena, Popper y Albert 3. El paradigma pragmático y postempirista: Quine y Hanson 4. La epistemología postpositivista 5. El trasfond o herm enéut ico y sociológ ico de la ciencia t>. La lógica del descu brimie nto y el giro cognitivo 7. La epistemología contin ental 8. El mod elo francés: Bachelard 9. El estructuralism o y sus consecu encias 10. Estructura lismo diferencialista y neoes tructur alismo I I . La historia de la complejidad 12. Teoría de la complejidad 13. La complejidad y la filosofía 14. Conclusiones ÍNDICL- ONO MÁS TIC O
12
481 482 485 490 494 500 502 506 509 515 519 523 531 534 540 543
Prefacio GíANNI VATTlMG.
Los esquemas, aparentemente neutrales y convenientes, que se adop tan para presentar de manera ordinaria la historia de la filosofía en sus distintos periodos, no p ueden ser considerados nunca co mo neutrales y exclusivamente descriptivos; siempre poseen ta mbién, como se.sabe, un trasfondo teórico que hace de la historiografía filosófica, más que cual quier otro género de historiografía, una escritura cargada de teoría, éaracterizada más o menos explícita y conscientemente por determinadas tp: mas de posición. Si tal empeño teórico de descripción historiográfica?resulta poco visible en la historia de la filosofía del pasado menos cercano, es sólo porque en este caso los esquemas historiográficos se encuentran ya canonizados y han asumido una obviedad que los convierte en casi invisibles. Por el contrario, cuando se trata de periodos más cercanos á nosotros, allí donde todavía no se han establecido unos ordenamientos canónicos, el c ompromiso teórico resulta más evidente; incluso más dis cutible, aunque, a la vez, más rico en estímulos e indicaciones de desa, rrollo. Es éste el caso de la hipótesis de trabajo adoptada por Franca D'Agostini en la presentación de la filosofía de los últimos treinta añosra partir de la dicotom ía e ntre «analíticos» y «con tinentales». No se trata de una formulación radicalmente nueva, ya que se fundamenta en una con traposición conceptual ampliamente presente en el debate contemporá neo (aunque quizá todavía no haya sido adoptada como base para una historia del pensamiento de los últimos decenios), pero representa una propues ta cargada de implicaciones teóricas merecedoras de un a aten ción que va much o más allá del interés puramente informativo,
Mientras tanto, la «simplificación» del cuadro que se obtiene de la decisión de asumir com o base esta gran dicotomía no puede evitar apa recer también como la indicación de una especie de problema central y decisivo para el pensamiento contemporáneo. En muchos sentidos, la separación o la oposición entre estas dos grandes líneas y estilos de pe nsam iento es quizá la cues tión en la cual se resume el pro blema ca racterístico con el que se enfrenta la filosofía actual. Expresar esa situa ción en estos términos puede parecer una decisión arbitraria, pero tam bién pue de pensars e, co mo nos otr os def end emos, que es el pu nt o de part ida para una lectura que gracias a que se enc uen tra orient ada po r un interés no panorámico puede afrontar el material del libro —las teorías, los avatares de las distintas escuelas y de los pensadores indivi duales— con la actitud justa, adecuada a la «cosa misma». En resumen, el esquema en el que la autora integra el trabajo filo sófico de los últimos tres decenios puede ser asumido exclusivamente como un principio de organización exterior del material, que además se revela útil para construir un cuadro no excesivamente fragmentario y suficientemente claro e informativo; o puede ser tomado, en un sen tido más comprometido, como el punto de partida para una discusión de los resultados, de los problemas abiertos, del «sentido» general que se le atribuye a la investigación y al debate filosófico con el que nos po ne en conta cto . A medida que se avanza en la lectura del libro nos clamos cuenta de que la utilidad informativa y «organizativa» del esquema es un sín toma de su fecundidad y adecuación teórica; que el significado del tra bajo consiste en po ner en evidencia, dentro de la filos ofía más recien te, un tema recurrente que constituye también el problema central to davía abierto (el tema de la cont raposición individualizada por el título del libro) antes que mostrar las líneas de continuidad y los elementos de afinidad teórica que conectan, en algunos aspectos y momen tos, las respectivas razones de los dos estilos filosóficos. La legitimidad y la fecundidad heurística de la dicotomía escogida po r Franca D'Ag ostini como hilo co nd uc to r se hac en evidente s cuan do se intenta explicitar el gran númer o de dicotomías análogas que, en el curso de la explicación de las distintas temáticas, obras y autores, ésta pone de manifiesto espontáneamente. La primera de estas dicoto mías en la que pensamos —primera no necesariamente por un orden de importancia o en algún sentido cronológico— es la que se produce entre una línea kantiana y una línea hegeliana dentro del pensamiento 14
contemporáneo; nos la ha señalado Richard Rorty en una obra suya, y, si bien la distinción no coincide completamente con la dicotomía entre analíticos y continentales, y aunque sólo tenga con ésta un |>arecido familiar, se puede pensar correctamente que se señala un as pe cto filosó fico esen cial con esa pri mera pareja de co nc ep to s. La-lí nea kantiana, interesada principalmente en aprovechar las condicio nes trascendentales de la posibilidad del conocimiento y en genera] de la racionalidad, incluida la práctica, se encama hoy en día en todas:las filosofías que concentran su atención sobre la lógica, la epistemología, las formas del saber científico o también del obrar ético con elintfcntó de individuar los rasgos universales y permanentes. Por el contrario* de nom inam os línea hegeliana, según la propuesta de Rorty, a aquella ten dencia que se en cuentra en las filosofías que se interesan principalmen te por la concreción histórica de las formas de vida, del lenguaje, dejlos paradigma s científicos, y q ue , p or ta nt o, col oca n en el cen tro de aten ción el problem a de la historicidad de los saberes y de la propia filoso fía, e incluso los éxitos extremos del relativismo o, por el contrario, la intuición de una historia-destino del ser, como es el caso de Heidegger y sus discípulos. Ya el simple hecho de colocar junto a Ja dicotomía analíticos-continentales ésta otra, a náloga pe ro no idéntica, entr&lí&eas kantiana y hegeliana, suscita una cantidad de problemas-y sugiere abundantes.,inte rcambios ~de papeles: resulta evidente, po r ejemplo, que no toda la filosofía continental se encuentra integrada dentro de la línea hegeliana, mientras que no pocos filósofos de formación analíti ca, a través del camino del relativismo o, por último, de alguna forma de comunitarismo, escapan de la propuesta prevalentemente kantiana de la tradición lógico-epistemológica anglosajona. Pero estas desviado-, nes y desplazamientos del panorama no impugnan la validez del
Véase M. Foucault, «Che cos'é l'illuminismo? Che cos'ela rivoluzione>* 19&4 otíhii cado ongmalmente en II Centauro, 11-12, mayo-diciembre, 1984, tradTde G. M a n ^ o i 1
tomía que de esta manera, más allá de sus intenciones explícitas, se per fila abre nuevas posibles distinciones y articulaciones en el esque ma, y no sólo en cuanto a la cohesión del cotí continental: si se trata de ha blar de nue vo sobre ser, la línea con tin ent al se divide netam ente entre aquellos que, más fieles a las intenciones de Heidegger, mantienen que de todos modos se debe continuar intentando hablar, y aquellos que, com o Derrida, piensan que de esta forma se cae prisionero de una pers pectiva metafísica. Pero la identificación del pro ble ma del ser c om o un pro ble ma necesariam ente metafisico tam bié n acerca a Der rida, y de manera sensible, a ciertas posiciones anti-metafísicas de origen analíti co, por ejemplo a Rorty, estableciendo, de esta forma, otro posible puente entr e filósofos analítico s y filósofo s continenta les . Paradójica mente , la mayor o m enor disponibilidad para hablar del ser y hacer ontología finaliza estableciendo también una división ulterior entre los diversos estilos de escritura filosófica, que no respeta aquella (general mente aceptada, y también substancialmente válida) que distingue en tre un estilo más argumentativo y definitorio pro pio de los analíticos y un estilo más sugestivo, narrativo o incluso poético, de los continent a les. Cuanto más se insiste en hacer una ontología menos se puede per mitir dejar de lado a la argumentación (esto se opone también a los ejemplos de la meditación ontológica del Heidegger tardío); lo que provoca que cierto s textos con tinent ales que se ocupan exp líci tam ente del territorio de la ontología son estilísticamente más afines a los escri tos de autores de procedencia analítica que a los textos clásicos del de construccionismo. Al final, aunque sea un tema que por distintas y buenas razones sólo aparezca marginalmente en el trabajo de Franca D'Agostini, la di cotomía analítico-continental, pasando a través de la distinción entre línea kantiana y línea hegeliana, entre analítica de la verdad y ontolo gía de la actualidad, entre argumentación y narración, nos termina conduciendo, mediante una ulterior inclinación, a aquella dicotomía que se puede caracterizar con los nombres de las dos grandes tradicio nes que han marcado el Occidente moderno, el judaismo y el cristia nismo. De nuevo, de manera justa dada la importancia decisiva del pensador, el discu rso se articula alre dedor de Jacques Derrida , au nq ue también en tomo al nombre de quien puede ser considerado como su verdadero maestro, Emmanuel Lévinas. ¿Hasta qué punto Lévinas y Derrida se pueden colocar dentro de la filosofía continental cuando ésta se caracteriza co mo hegeliana antes que com o kantiana, co mo on16
tología de la actualidad antes que como analítica de la verdad, etc.? Si dirigimos nuestra mirada al tema de la historicidad es fácil descubrir que la historicidad de la cual se puede hablar a través de Lévinas y Derrida equivale pura y simplemente a la finitud. Para ambos, histori cidad de la existencia significa que estamos «siempre» abocados a una condición finita, específica, etc. Pero lo que importa a la filosofía es el «siempre», y no los rasgos determinados por la situación concreta. No parece arbitrario llam ar hebreo a este mo do de considerar la historici dad, al menos en el sentido de que la expectativa de aquel (o de aque llo) que ha de llegar —que es un componente esencial de muchos es critos, sobre todo recientes, de Derrida— no queda satisfecha con ningún evento histórico específico ya ocurrido que articule y dé un sentido definido a tiempos y épocas. ¿Es posible pensar de manera au téntica la temporalidad y la historicidad fuera de la perspectiva dé la parusía co mo ret orno de un mesías ya apar ecido y por tanto recono ci ble tam bié n en la arti cula ción de mo me nt os efectivam ente dis tintos de una historia de la salvación (pero tam bién en un a historia del se r)? . Otro síntoma de la fecundidad de la dicotomía que este libro promue ve podría ser su capacidad de conducir, a través de cami nos que.permi ten articular de múltiples maneras el panorama de la filosofía actual, hacia el pun to do nde se recupera la problemática relación entre esta fi losofía y la tradición religiosa de Occidente. Que esta tradición se¿presenté bajo la forma de una alternativa, entre judaismo y cristianismo, per o que implica —es conde , reclama, afirma— una p rofund a, decisiva continuidad (se puede pensar, entre los autores que aquí se tratan, en Franz Rosenzweig), podría ser considerado con buen criterio como un signo del hecho de que , también en el caso de la problemática relación entre filosofía analítica y filosofía continental, o entre «verdad».^ac tualidad», entre estructura y evento, la tarea que tiene encomendada la filosofía es, después de la deconstrucción, un trabajo de reorganiza ción y de recomposición. 2
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Se piensa aquí en la importan cia que tiene la espera de la parusía en el curso de. las lecciones heideggenanas sobre Phenomenologie der Religión (1920-1921) recogidas en el vol. 60, II secc. de la Gesemantausgabe, Frankfiírt a. M., Klostermann , 1995, donde^; jun to a un comentario preciso a las dos cartas de Pablo a los Tesalónicos, HeideggeY'pre senta una primera definición de temporalidad auténtica que desarrollará en- Ser y tiempo. 2
17
A mi padre, in memóriam
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Premisa Lo que, viene a continuación es un intento de puesta a punto gene ral del pensamiento contemporáneo realizada a través del hilo con ductor que n os ofrece la pregunta: ¿qué significa hoy en día hacer filo sofía? No se propone una respuesta propiamente (o mejor dicho, no se da una única respuesta), pero se ofrecen todos los materiales, a trir jui cio, útiles para responder. Es aconsejable leer la introducción , don de se anticipan los aspectos esenciales del libro, se aclara la estructura y se in troducen algunas indicaciones para la lectura. Doy las gracias a Diego Marconi por los comentarios sobre los ca pítulo s espe cífic amente dedicados a la filosofía anal ítica ; a Leo nar do Ceppa por las observaciones sobre el capítulo dedicado a la teoría crí tica; a Mauricio Ferraris, a Giulio Giorello y a Giovanni Formero por sus estímulos y consejos. Un agradecimiento especial se lo dedico a Gianni Vattimo, cuyas reflexiones sobre la contemporaneidad propor cionan el «marco» implícito del libro.
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Introducción 1. Analíticos y continentales En 1884, Franz Brentano (considerado por muchos como ün maestro de la racionalidad analítica), en una recensión no firmada de la Introducción a las ciencias del espíritu de Wilhelm Dilthey (fundador de la tradición continental), denuncia la oscuridad de las argumentacio nes dilthe yanas , la falta de agudeza lógica y los mucho s errores del texto . En 1932, en el célebre ensayo sobre la «Superación de la metafísica njediante el análisis lógico del lenguaje», Ruclolf Carnap (uno de los pri meros y más eminentes filósofos analíticos del siglo) somete a una lec tura «lógica» algunos de los pasajes de ¿Quées la metafísica? de Martin Heidegger (maestro del pensamiento continental) y descubre «toscos errores», «sucesiones de palabras sin sentido»: este modo de hacer filo sofía, concluye, no vale ni tan siquiera como «fábula», ni como «poe sía», ni (obviamente) como «hipótesis de trabajo». En 1977, el analítico John Searle se coloca en una posición muy poco indulgente respecto al estilo filosófico del conti nental Derrida: lo que presenta Derrida son «parodias» de argumentacione s, su manera de razonar es «hiperbólica» y facciosa, y se encuentra basada en la confusión sistemática de con ceptos bastante elementales. Por otro lado,.Heidegger, en un curso de 1928, explica que la lógi ca formal (paradigma de la argumentación de Carnap), además de ser 1
Kevin Mulli gan ha sido quie n ha identificado la recens ión de Dilthey (en su 'Opi nión escrita por Brentano aunque firmada por Franz Hillebrand) como el primer docu mento de la enemistad entre analíticos y continentales: véase I, 2, apar. 2. 1
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«árida hasta la desolación», se encuentra desprovista de cualquier tipo de utilidad «que no sea aquella, tan mísera y en el fondo indigna, de la pre paración de una materia de examen». En 1966, en la Dialéctica negativa, Adorno habla de la filosofía analítica como una «técnica de especialis tas sin concepto», «aprendible y reproducible por autómatas». Del mis mo modo habla Derrida, en su respuesta a Searle: «frente a la mínima complicación, frente al mínimo intento de cambiar las reglas, los pre suntos abogados de la comunicación protestan por la ausencia de re glas y la confusión». Se encuentran en juego dos modos diferentes de concebir la praxis filosófica: una «filosofía científica», fundada sobre la lógica, sobre los resultados de las ciencias naturales y exactas, y una filosofía de orienta ción «humanista», que considera determinante la historia y piensa la lógica como «arte del logos» o «disciplina del concepto», más que como cálculo o computación. Entendida de esta manera, la antítesis entre analíticos y continentales reproduce en el interior de la filosofía la antítesis entre cultura científica y cultura humanística (entre lógica y retórica, por evocar el contraste tematizado por Giulio Preti en 1968: véase I, 2): una turbulencia interior de la cual la filosofía (entendida como ciencia primera o como metaciencia, o como forma de raciona lidad dimisionaria y en estado de perenne autolicencia) no se ha podi do nunca liberar del todo. La divergencia (bastante clara en los años que van de los treinta a los sesenta) se ha ido haciendo cada vez más compleja, se ha enrique cido con articulaciones y distinciones ulteriores (por ejemplo, entre fi losofías «científicas» de tipo descriptivo, constructivo o interpretativo, entre filosofías «humanísticas» de corte histórico, lingüístico o incluso ontológico, entre constmeciones inteqxetativas o construcciones metafísico-sistemáticas, entre descripciones-constmcciones-interpretaciones neokantianas o neohegelianas, etc.), y en algunas situaciones se han llegado a delinear improvisados escenarios de convergencia. Pero la imagen de los dos grandes recorridos que se desarrollan en paralelo, con excepcio nales momentos de encuentro y conflictos periódicos, puede ser con siderada todavía como dominante: incluso en aquellos casos en los que se descubren profundas afinidades de principios, el diálogo resul-. ta difícil, y cualquiera que hoy en día intente introducirse en la filoso fía se encuentra en cierto sentido obligado a decidirse por los autores, las temáticas, el «estilo» de los analíticos, o por los autores, estilo y te máticas continentales. Podría parecer que nos encontramos frente a un caso de inconmen surabilidad. De la misma manera que las «figuras ambiguas» de los ges24
talistas —donde el objeto representado cambia según vamos variando nuestra mirada, en las que para percibir uno u otro objeto se produce una «reorganización gestalista»—, una única «figura», la filosofía* se desdobla según va cambiando la perspectiva (analítico-continental) ele gida para observarla. Pero ¿es legítimo hablar en este caso de inconmensurabilidad? ¿Existe una «única» filosofía, una única figura? ¿Existen realmente «clos» miradas, si en definitiva cada mirada «genera» o «determina», la cosa observada? El hecho verdaderamente verificable es que en la antí tesis entre analíticos y continentales no está en juego una simple c
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en el ámbito de la filosofía. Por esta razón hemos tomado la deci sión de ponerle el título de Analíticosy continentales a este libro qu e pre tende ser una «guía» o una introducción a la filosofía contemporánea, y en particular a eso que la filosofía ha pensado de sí misma, de sus prop ias tar eas y de s u p ropio dest ino , en los últ imo s t rei nta años apro ximadamente, de 1960 hasta nuestros días. 2. éFilosofía? Habitualmente se considera que hablar de lo que hoy es «la» filo sofía es algo bastante difícil por varias razones que pueden ser reduci das a tres: a) porque no existe la filosofía, sino que existen mucha s filosofías, muchos modos y razones para llamarse filósofo; b) porqu e se habla más a me nu do y co n mayor prop ied ad de filo sofías aplicadas (de la política, de la ciencia, de la lógica, de la religión, etcétera) que de la filosofía entendida como un saber o una conducta de pensamiento o estilo argumentativo puro y desconectado de sus aplicaciones; c) porque existe una difusa sospecha de que la filosofía «cpmo tal» no existe, que es un residuo inútil de la cultura occidental, un tipo de discurso excéntrico o genérico, incapaz de dialogar con las otras for mas del saber y de responder a los problemas que plantea nuestra con temporaneidad (por ejemplo: ¿pueden los filósofos responder a las cuestiones ontológicas y morales planteadas por los científicos, o tal vez son los propios científicos, desde el interior de sus disciplinas, los mejor situados para ofrecer esas respuestas?). Mientras que las primeras dos razones corresponden a la verifica ción de algunos datos de hecho más o menos evidentes, la tercera im plica una precisa tom a de posició n sobre la realidad actual y sobr e la idea de filosofía: por tanto debe definirse como una posición filosófi ca en sí misma, y también en un sentido comprometido. Esto se produce no tanto o no solo porque la filosofía posee la mo lesta tendencia a colocarse dialécticamente más allá de los propios lí mites (según el clásico mandato aristotélico, para poder llegar a decidir no hacer filosofía es necesario hacer siempre filosofía —y esto en el fondo no hace nada más que acentuar la incomodidad epistemológica frente a la propia disciplina), sino también, y sobre todo, porque si existe una posición típicamente «filosófica» identificable dentro de la historia del pensamiento desde la mitad del siglo xix hasta nuestros
días es precisamente esta autocrítica, autodetracción, autorreducciori o también autonefutación de la filosofía. Si existe una te ndencia unitaria del pensamiento desde la mitad del siglo xix hasta hoy (contra cual quier buena argumentación pluralista) es la reflexión sobre el fin de la filosofía, concebido como una amenaza, un dato de hecho, una opor tunidad positiva, un programa. Declarar con satisfacción o con pesar el fin presagiado o aconteci do de la filosofía ha sido siempre una de las operaciones «filosóficas» más típicas del último siglo. Naturalmente, se trata de un episodio qde un recorrido interno de la cultura del fin (endism) que domina la fase más reciente de la modernidad. Pero es probable que la responsabili dad y el papel de la filosofía en el interior de la cultura del fin sea ép sí mismo particular y merecedor de ser considerado con atención. Familiarizarse con la idea del fin de la filosofía es, además, u naíde las primeras operaciones que se deb en realizar para compren der elpe'risarnjento contemporáneo. No se pueden explicar de otra manera cier tas figuras problemáticas de filósofos-artistas, filósofos-escritores, filóso fos negativos, filósofos-científicos de la sociedad, filósofos irónicos, etc., de Kierkegaard a Jacques Derrida, de Marx a Richard Rorty, de Ñi^tzsche a Wittgenstein, Adorno, Jean-Frangois Lyotard. La idea de que hoy pueda existir una imagen de la filosofía capaz de ser descrita en grandes líneas puede ser aceptada, pero con la condición de que se,re conozca que en esa imagen debe también figurar el recorrido de la antifihsofia, el «negativo» del pensamiento filosófico, su práctica de autocrítica y de autorrefutación trágica o irónica. 3. Metafilosofia
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Las dos primeras razones, como ya he dicho, son difíciles deprefiítar. La revisión italiana más actual sobre el pensamiento contem po rá ne o, el trat ad o La filosofa, a cargo de Paolo Rossi (Turín, UTET, 1995), comienza precisamente con una dobl e valoración pluralista:"no existe filosofía sino que sólo existen filosofías y estilos filosóficos, no existe filosofía que no sea aplicada; y a partir de esta afirmación-ar ticula la obra en cuatro volúm enes ded icados respectivamente a: las'fi losofías «especiales», la filosofía y la ciencia, las disciplinas filosóficas, estilos y modelos teóricos del siglo xx. Sin embargo señala que el hecho de aceptar esta pluralidad consti tuye un punto de vista, una perspectiva, un modo comprensivo y uni tario de mirar al presente; y constituye seguramente un p un to de Vista
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vasto y mayoritario (recuerda Rossi en la introdu cción : sólo la filosofía analítica ha cultivado du rante un tiemp o y según ciertos autores la am bic ión de declararse co mo la única verdader a filo sofía dign a de este nombre). Esto apoya la idea de la existencia de una imagen única de filoso fía, au nque de bemos colocarla en el nivel metafilosófico, del «cómo la filosofía piensa en sí misma», antes que en el plano de las prácticas efectivas de escritura, de argumentación y de discurso que podamos llamar filosóficas. Ante todo, por este motivo, en el análisis que viene a continuación el corte metafilosófico es dominante: la filosofía sobre la que se habla es aquella que ha presentado el problema mismo, que se ha emp eñado en realizar un esfuerzo de autod estrucción y autocom pre nsi ón. Si, además, recordamos lo que se ha dicho en el apartado prece dente, parece evidente que esta restricción no es mu y sacrificadora, n o implica excesivas limitaciones. Nunca, quizá, como en este siglo (de Dilthey a Derrida, de Schlick a Rorty), la filosofía se ha encontrado tan pro fun dam ent e relacion ada con el pro ble ma de la p rop ia ide ntida d, de sus propios objetivos y límites: de ahí que hablar del pensa mient o con temporáneo también signifique a menudo referirse a discusiones y controversias sobre objetivos, objetos, métodos, de un saber o una ac titud existencial, un comportamiento teórico, un estilo o una práctica de escritura calificados como «filosóficos». 4. Historia y ontología de la pluralidad Es posible pensar, po r tan to , que la autocomprensión de la filosofía ha llegado hoy en día a algunas conclusiones ampliamente comparti das: se puede encontrar y describir una imagen unitaria de lo que esta época identifica, co nc ib e y piens a como filosofía. Sin embargo, en este pu nt o aparece u na p ar ad oj a pre decible, ya que e s posible pens ar que la filosofía de ho y ha enc on tr ad o sobre todo su propia verdad metafilosófica, como ya hemos visto, en negarse a sí misma, en proclamar su propio f in, pe ro, por otr o la do , en segunda inst anci a, enc uen tra tam bién esa verdad en la pl ur al id ad , en la diversific ación de las distint as prácticas y perspectivas filo sóficas. Desde los años sesenta hasta nuestros días, en un proceso que co mienza con los albores del siglo, cierto control cultural y filosófico de la idea de pluralidad se ha abierto camin o: la heterogeneidad de cultu ras y mundos constitutiva de la época ya no ha sido percibida como 28
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un límite, o una situación de crisis, sino com o una opor tunid ad posi tiva; y en el mismo análisis de la contemporaneidad y en la individualización «descriptiva» de un pen sam ien to de la época se ha asistido a una cierto domin io de las categorías de diferencia y multiplicidad./' . Desde ciertos puntos de vista no se puede tratar como un fenóme no exclusivamente cultural (preferimos h diferencia y los márgenes^ la multiplicidad y la «singularidad irreductible»), no está en juego sól6 éJ tema de una civilización autodisgregadora y tardía, como aquella, |>br ejemplo, de la edad helenística, o de otras épocas típicamente «pluralistas» marcad as po r la encrucijad a de cultura s y lenguas. Se trata deriiñ tema que pertenece profundamente a la racionalidad occidental, que defin e su recorrido y su desti no, qu e marca su «lógica» inm anérité^ se trataría, en este sentido, de una historia del logos, de un tema lógicoontológico, antes que de una historia de la civilización). En efecto, si volvemos a pensar en las dos principales argumenta ciones en favor de la pluralidad indicadas en el apartado 2, nos darnos cuenta de que se correspon den con dos principios históricamente contrapuestos en la teoría del conocimi ento (o de la experienc ia), que se pued en señalar com o la desconexión empirista y la indistinción idealista. La filosofía kantiana, por ejemplo, dotada de una base empirista, surge de una visión de la experiencia como proceso por el que un cierto fiúmero de «intuiciones» desconectadas van siendo después integradas y organizadas; la teoría idealista de la experiencia, tanto en Fichte cj&fao en Hegel, surge de la idea de una indistinción originaria de la que sé aleja el trabajo del intelecto («dogmático») y sobre la cual vuelve íarta*. zón . Respecto a las dos forma s de pluralizac ión de la filoso fía, la pri mera puede ser interpretada como un tipo de énfasis (pseudoempifeta) sobre la diferencia (las filosofías se encuentran infinitamente diver sificadas, no sólo las modalidades de autocomprensión que cada liha pose e sobre sí mis ma). La segunda consiste en una atenu ación*(pseudoidealista) de la diferencia entre objeto y métod o, forma y conte nido, y distinc iones análo gas . Habitua lmente , las dos tesis se encuentr an unidas por una especie de contaminación en la que la una es consecuencia o causa de la otra, Se dice, por tanto, que muchas filosofías surgen allí donde no es posible 2
Para nombrar esta dobl e tendenc ia del pluralismo conte mpor áneo (véase I, 5), se han utilizado distintos nombres. Se puede observar, por ejemplo, la distinción entre;/«determinación (Quine) e inconmensurabilidad (Feyerabend) indicada por Ian Hacking (I;^), o entre holismo y pluralismo metodológico, en R. Egidi (ed.), La svolta relativistica neJTesphte, >-.»¿: mologia contemporánea, Mil án, Fran co Agne li, 1998, pág. 14. 2
aislar la generalidad de un método compartido por la especificidad de los objetos concretos (porque cada objeto tendrá su método propio); o se apunta que es imposible fijar la universalidad de una fomia, un mé todo o una figura si nos encontramos frente a una pluralidad no men surable d e fenómenos. Pero, también, cuando las dos argumentaciones se han mantenido separadas, el éxito es idéntico, en los dos casos se obtiene una multiplicidad no controlable de «voces» y de verdades concretas, y es fácil pensar que si estos distintos presupuestos han lle gado a compenetrarse o a converger en un resultado común, algo así como una necesidad o un destino lógico se encontraba ya implícito en el propio desarrollo de los mismos . 3
5. Historia del presente También, aunque no queramos adoptar esta posición cuasi-hegeliana, un buen número de circunstancias nos confirman que la plurali dad (de las verdades, de las perspectivas te óricas, de las filosofías) es un punto de partida típico del pensamiento de los últimos treinta años, cuando no es considerado incluso, también, como su punto de desti no. Las propias tentativas de volver a definir de manera unitaria la ra cionalidad contemporánea se mueven alrededor de la idea de una «fragmentación» natural de la experiencia (más o menos determinada a partir del principio de «secularización» o en términos de «razón ins trumental»). Pensemos en el programa, propuesto por Apel y Habermas, de una regeneración de los fragmentos dispersos de la razón mo derna; o en la epistemología de la complejidad (en la formulación de Morin y otros: véase II, 5) , que constituye el in tento de pensar, sin «re ducción» de las diferencias, el exceso disperso de la experiencia con temporánea . Junto a estas posiciones que podríamos calificar como «agregadoras», deben ser consideradas también las posiciones «disgregadoras», como la del postmodernismo o la del postestructuralismo, según las 4
Véase G. Vattimo, «La veritá deirermeneutica», en Filosofía '88, Roma-Bari, Laterza, 1989, en particular págs. 243-245. Un análisis completo de las nuevas formas de racionalidad tras la fragmentación postmoderna se ofrece, por ejemplo, en el volumen a cargo de G. Barbieri y P. Vidali, La racionepossibile, Milán, Feltrinclli, 1988; se puede consultar también J. Habermas, Nachmctapbysischcs Denken. Philosophiscbc Aufsátze, Frankfurt, Suhrkamp, 1988. (Trac!, esp : til pensamiento postmeta/Jsico, Madrid, Taurus, 1990.) 3
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cuales no existe ninguna urgencia para reunificar los fragmentos áís persos de la razón , no existe un a racionalidad uni taria que reco nstruir, sino que nos podemos adaptar a un pensamiento parcelizado y frag menta rio. Pensemos ta mbién en las ideas de «inconniensurabilidad»\tíe los paradigmas e «intraducibilidad» de los lenguajes que han domina do la epistemología analítica y positivista en los año s sesenta y setenta; o en las tesis cibernéticas de Atlan (véase II, 5), que interpreta el desa rrollo de los sistemas como crecimiento de la diversificáción y la com plej idad , y no co mo au me nt o de la coheren cia y la selec ción. Como ya se ha indicado, este «punto de partida» se hace evidente en el deba te filosófico de principio de los años sesenta y en los últimos años de la década dedos cincuenta. En ese periodo se escribieron o\se pu bli car on algunas obras claves, c om o Verdad y método de H. G. Gácjamer (1960), La estructura de las revoluciones científicas de T. Kuhn (1962), La galaxia Gutenberg de M. McLuhan (1962), Palabra y objeto de W.iV. O. Quine (1960), Estructuras sintácticas de Noam Chomsky (19í>7), Cómo hacer cosas con palabras de J. L. Aust in (1960), De camino al hafila (1959) o el Nietzsche (1961) de M. Heidegger, Historiay crítica de la opi nión pública de Haber mas (1962), La idea de ciencia socia l y sus relaciones con la filosofía de Win ch (1958). Y en esos mismos años tambi én nace la tendencia a definir el presente en términos de postcapitalismo, eco nomía postmadura, sociedad postburguesa. v¿¿ En otras palabras, se puede admitir que para entender el presente filosófico esnecesmo al menos referirse al inicio de los años sesenta. En esg ¿poca se. precisan las tendencias principales del pensamiento con temporáneo: la filosofía analítica, la hermenéutica, la teoría crítica, el pos testructu ralism o, y la epis temolog ía positivista en sus distinta s ex presiones . Y hacia estas cin co tendencias es do nd e se dirige el análisis propue sto en el lib ro. Se trata de una subdivisión que no se corresponde en los detalles con una verdadera distribución de estilos teóricos y orientaciones ¿le pensamiento , con ont olo gías y mét odos dist into s en conflicto (al cointrario, existen muchos modos y aspectos de convergencia y diversifica ciones internas que son también determinantes), sino que, más biin, es una subdivisión exhaustiva, en el sentido de que los autores que ex ceden esa distribución pueden entrar en la clasificación de filosofía «aplicada» (por ejemplo, Jankélévith o Savater pueden ser consideradas co mo «filósofos morales»). Es evidente que las denomina ciones indivi duales («filosofía analítica», «hermenéutica», etc.) para satisfacer el Re quisito de exhaustividad deben ser consideradas en un sentido más. bien amplio. La hermenéutica se considera como el punto de llegada 31