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Didajé La Didajé o Enseñanza de ¡os Doce Apóstoles es un breve documento catequético de los primeros cristianos, destinado probablemente a dar la primera instrucción a los neófitos o a los catecúmenos. En él se enumeran de forma clara y asequible las normas morales, litúrgicas y disciplinares que han de guiar la conducta, la oración y la vida de los cristianos. La Colección Didajé quiere ser un instrumento de ayuda a la iniciación cristiana y a la formación permanente de los cristianos actuales.
Hacia un nuevo paradigma de la iniciación cristiana hoy
Dentro de ella, los Cuadernos AECA abordan diversos temas catequéticos de actualidad que sirvan de orientación y de formación a quienes coordinan y llevan a cabo las tareas de la catequesis.
Asociación Española de Catequetas (AECA)
PP C
PRESENTACIÓN
Edición Herminio Otero
La Asociación Española de Catequetas (AECA) nació en 1982, aunque su reconocimiento jurídico por parte de la Conferencia Episcopal Española data del 24 de abril de 1988. Sus objetivos son:
Diseño Carmen Corrales Estudio SM Maquetación MT Color & Diseño, SL Equipo redactor José Luis Saborido Cursaeh Donaeiano Martínez Álvarez Pelayo González Ibáñez jesús Sastre García Revisión Equipo Directivo de AECA © Texto: Asociación Española de Catequetas (AECA) © PPC 2008 Urbanización Prado del Espino Impresores, 2 28660 Boadilla del Monte (Madrid)
[email protected] www.ppc-editorial.com Comercializa: PPC Editorial y Distribuidora, SA ISBN 978-84-288-2023-3 Depósito legal: M. 26.352-2008 Imprime: Gráficas Muriel, S.A. Queda prohibida, salvo excepción prevista en la Ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de su propiedad intelectual. La infracción de los derechos de difusión de la obra puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos.
• Agrupar y coordinar a las personas que operan en el campo de la reflexión y la experimentación catequética. • Favorecer la ayuda mutua en la docencia e investigación entre los miembros de la Asociación, promoviendo estudios, experiencias y proyectos para el enriquecimiento mutuo. • Colaborar en la acción catequética de la Iglesia en España. Cada año los miembros de AECA celebramos unas Jornadas de encuentro, diálogo, reflexión y conclusiones operativas. En diciembre de 2006 festejamos los 25 años de nuestra andadura. Estos encuentros están conformados por la fraternidad de nuestras relaciones, la riqueza de nuestros diálogos, el esfuerzo por la calidad en las reflexiones, el servicio de algunas aportaciones y la sobriedad en nuestras manifestaciones. La crónica de lo acontecido en nuestras xxv Jornadas es un testimonio más de ello. En ellas se hizo patente el agradecimiento por la historia vivida y el ánimo para proseguir en nuestros empeños. Entre las actividades realizadas está la elaboración de un documento sobre el nuevo paradigma de la iniciación cristiana en la nueva época que vivimos. Desde siempre, en nuestros encuentros, ha estado presente la reflexión catequética. Unas veces han predominado las ponencias que hemos completado con los diálogos. Otras veces han predominado los diálogos centrados, orientados y animados por una metodología participativa. En todo caso nuestras reuniones han sido, son y quieren seguir siendo un lugar en el que se manifiesta, se escucha, se comparte y se formula la reflexión sobre los interrogantes más actuales que la vida de la Iglesia plantea a la Catequesis. Creemos en la necesidad de un ámbito como el nuestro, una mesa redonda para ejercitar el pensamiento catequético sin tener que vernos
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cogidos por responsabilidades directivas ni premuras operativas. La pluralidad de los miembros de nuestra asociación, tanto en diversidad de experiencias como en distintos niveles de tareas eclesiales y en dedicaciones docentes especializadas, constituye una riqueza que nos ayuda a cada uno en la misión que le es propia y que puede servir a otros para la maduración de la catequesis en su permanente búsqueda de fidelidad al Evangelio y a los nuevos destinatarios en los tiempos nuevos. La publicación de las ponencias, los diálogos y los trabajos de nuestras jornadas son un instrumento para este servicio. Últimamente nuestro ejercicio reflexivo ha estado centrado en la transmisión de la fe en nuestros días, y más concretamente en el tema de un nuevo modelo de iniciación cristiana en la nueva época en que vivimos. Hoy presentamos un documento sobre este nuevo paradigma. Con él iniciamos la serie Cuadernos AECA, que aparecerá dentro de la colección Didajé, de PPC. No quiero finalizar esta presentación sin expresar mi público agradecimiento a todos aquellos que, de forma generosa y desinteresada, contribuyeron a la elaboración de este documento. Es de justicia reconocer la tarea del equipo redactor, formado por José Luis Saborido Cursach, Donaciano Martínez Álvarez, Pelayo González Ibáñez y jesús Sastre García, al elaborar los instrumentos y borradores de trabajo y recoger las reflexiones y sugerencias del Consejo Directivo y de todos aquellos socios que, a lo largo de varias Jornadas, las aportaron, enriqueciendo con ellas el texto del documento que hoy tienes en tus manos. Luis OTERO OUTES
Presidente de AECA
INTRODUCCIÓN
1. Breve historia de esta reflexión Este trabajo se inició en las xxn y xxm Jornadas de AECA (2003 y 2004), en las que escuchamos y debatimos tres ponencias: 1. «Experiencia humana y Palabra de salvación». 2. «Retos desde la catequesis hoy». 3. «La transmisión de la fe en la Iglesia actual. Apuntes a favor de un discernimiento». Estas jornadas concluyeron con la siguiente invitación: «Es necesario abrir un debate que asuma con realismo nuestra situación relativa a la catequesis de la iniciación cristiana y que busque con ilusión apostólica la respuesta adecuada realizando un estudio largo y tranquilo, con contraste de opiniones, con libertad y rigor... ¿AECA podría ser el ámbito de esta reflexión?» En el diálogo sobre el contenido de las ponencias y las sugerencias de los grupos se decidió encargar a un equipo la elaboración de un cuestionario para preparar una reflexión compartida sobre el tema en las siguientes jornadas. El trabajo en torno al cuestionario preparatorio, teniendo como referencia obligada una bibliografía compuesta por siete artículos, fue recogido en una «Síntesis de las respuestas al cuestionario. Notas para un posible borrador de trabajo». Esta síntesis sirvió como material para los tres talleres que desarrollaron su trabajo en las xxivJornadas-2005: 1. Nuevo paradigma para la evangelización hoy. 2. Aplicación a la catequesis (Primera parte). 3. Aplicación a la catequesis (Segunda parte). Las aportaciones de los talleres se recogieron en la crónica de los grupos y debates: el «nuevo paradigma de la catequesis», que resumía las indicaciones principales de los talleres y de los debates en asamblea. Al
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final tomamos el compromiso de «elaborar un borrador de documento» que sirviera como material para ultimar la reflexión. Contando con todo este proceso de reflexión, el mismo equipo que redactó el cuestionario elaboró también el borrador del documento solicitado. Tenía como finalidad ser un instrumento suficientemente amplio que recogiera todas las aportaciones ya realizadas, las formulara y estructurara adecuadamente de modo que facilitara y organizara, con agilidad y precisión a la vez, la asunción de todas las posibles observaciones, nuevas aportaciones y correcciones que los miembros de AECA desearan hacer durante las xxv Jornadas-2006. 2. Nuestro documento es memoria y oferta Ha llegado el momento de concluir nuestra reflexión. Su fruto es el presente documento con un título abierto que sugiere propuestas en clave de búsqueda: «Hacia un nuevo paradigma de la iniciación cristiana hoy». Creemos profundamente que estamos ante un reto inaplazable para el futuro de la Iglesia en la sociedad que está viniendo. Un reto de más profundidad y de más largo alcance que tantos otros que parecen ocupar las preocupaciones más proclamadas y los discursos más repetidamente escuchados. Como catequetas, asumimos comprometidamente las palabras del DGC: «Para lograr el propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe, la Iglesia ha de transmitir a los catecúmenos y a los catequizandos la experiencia viva que ella misma tiene del Evangelio, su fe, para que aquellos la hagan suya al profesarla.» (DGC 66) Y queremos colaborar con lo más propio de nuestra Asociación al mensaje de nuestra Conferencia Episcopal Española que, bajo el epígrafe «Esperanzas y retos de la hora presente» afirma: «Hoy, la Iglesia en España se ve llamada a desplegar una acción de evangelizaeíón... Esta situación de fe de las comunidades cristianas... nos obliga a asumir con mayor realismo y cuidado las tareas propias de la iniciación cristiana con nuevo impulso y renovada orientación.» (IC 63-64) Ambos documentos proponen: 8
«La situación actual de la evangelización postula que las dos acciones, el anuncio misionero y la catequesis de iniciación, se conciban coordinadamente, mediante un proceso evangelizador misionero y catecumenal unitario.» (DGC 277; IC 68) • Es un documento «memoria» Hacemos esta afirmación pensando en nosotros mismos como destinatarios del documento. Para todos los que pertenecemos a AECA, su lectura nos va a servir como memoria de todo lo escuchado, compartido, dialogado y propuesto. Su lectura estará llena de evocaciones, sus formulaciones nos facilitarán referencias clarificadoras, sus sugerencias nos motivarán a seguir ampliando el estudio y sus líneas de acción nos invitarán a ensayar realizaciones creativas. • Es un documento «oferta» Nuestra voluntad es que este documento sirva también a otros, a todos cuantos quieran acogerlo; queremos, en definitiva, que sirva a la Iglesia del Señor en España. Es una oferta en gratuidad. No tenemos más pretensiones que las de servir a la necesaria reflexión sobre un tema tan decisivo. Nuestro documento no tiene más fuerza que la de una luz encendida desde nuestra búsqueda fiel y libre. • Está realizado desde la fe y el servicio al Evangelio del Reino; es una búsqueda desde la docilidad al Espíritu y la escucha y el amor a nuestra nueva época sociocultural y religiosa. • Tiene la libertad evangélica de pensar en alto y ayudar a pensar a otros, de hacer propuestas e invitar a la creatividad, de abrir nuevos caminos y hacer germinar o potenciar experiencias que nos urgen. • Y, con mucha sencillez, está a disposición de los distintos responsables eclesiales con quienes hemos de ser leales colaboradores en una misma misión, la de la catequesis de la iniciación cristiana, que hoy nos exige un nuevo modelo que responda a la nueva situación sin nostalgias del pasado. Creemos que este reto, dentro del proyecto de una evangelización encarnadamente misionera y en el marco de una recreación de las comunidades cristianas auténticas (cf. IC 61), ha de ser tarea prioritaria. 9
• Es un documento «abierto» y, al mismo tiempo, limitado El tema y la propuesta que hacemos revisten un giro pastoral profundo, por lo que será necesario seguir reflexionando entre todos. Nuestro gozo consiste en potenciar la clarificación tanto desde los distintos niveles de reflexión como desde la riqueza de las experiencias. Sabemos que es el contenido de muchos programas formativos. Ojalá vayamos paralelamente despertando los ensayos necesarios. Por nuestra parte deseamos seguir la reflexión iniciada con este documento que podrá ir desarrollándose progresivamente en estudios según las distintas aproximaciones al tema, con trabajos monográficos sobre los diversos factores implicados y atendiendo a los plurales aspectos e implicaciones que tiene el tema. Desde el ángulo de visión de AECA, centramos la atención, sobre todo, en los aspectos catequéticos del nuevo paradigma, aunque sin perder de vista la globalidad necesaria del proceso iniciático. Desde otras competencias, como la teológica, la litúrgica, etc., será posible enriquecer la propuesta. 3. Estructura del documento El documento esta dividido en las siguientes partes: 1. Un cambio de época
En ella se hace un diagnóstico de la situación centrando la mirada en los datos que muestran un cambio de época y en las constataciones que manifiestan la necesidad de un cambio en la transmisión de la fe.
2. La propuesta de un nuevo paradigma
A partir de una lectura de los datos del cambio de época, propone dar un giro copernicano en la transmisión de la fe y hace el relato de un nuevo paradigma de la iniciación cristiana.
3. Algunos empeños y transformaciones
A la luz inspiradora del nuevo paradigma, el documento describe un verdadero éxodo, invitándonos a actuaciones y empeños que podemos y debemos afrontar ya para ir caminando hacia el horizonte dibujado.
4. Una mirada El último apartado del documento, abriendo la mirada al futuro, pretende contextualizar la propuesta, los empeños catequéticos al futuro y su viabilidad en la realidad de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia, desde una decidida actitud «misionera», poniendo el acento en la creación de las pequeñas comunidades, grupos eclesiales ya formalizados, fraternidades cristianas establecidas...
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1 UN CAMBIO DE ÉPOCA 1 CONSTATACIONES Aunque la crisis de la transmisión de la fe hoy afecta de un modo global a la praxis de toda la Iglesia y, en concreto, a la praxis de la parroquia en su conjunto, comenzaremos dejando constancia de esta situación desde las realidades pastorales que conciernen más directamente a la catcquesis y a los procesos de iniciación cristiana. Así pues, comenzaremos diciendo que hoy es voz común, en la mayoría de los países de la «vieja cristiandad», que la catcquesis atraviesa -como la misma transmisión de la f e - una crisis profunda. En efecto, la catequesis de iniciación, a lo largo de cinco siglos, ha venido concibiéndose desde los criterios establecidos en el Concilio de Trento. Éste, en el siglo xvi, pedía recuperar la "sana doctrina de la fe tradicional" frente a la "fe nueva" protestante. Pues bien, esta enseñanza de la doctrina cristiana, recogida por lo general en los catecismos y dirigida principalmente a los niños, siguió pesando en los siglos posteriores sobre las otras dimensiones de la catequesis. Estas dimensiones más vitales se reservaban a las familias. Pero esta situación ha cambiado, tal como afirmaba ya la Conferencia Episcopal Española en su Plan Pastoral 2002-2005: «Uno de los hechos más graves acontecidos en Europa durante el último medio siglo ha sido la interrupción de la transmisión de la fe cristiana en amplios sectores de la sociedad. Perdidos, olvidados o desgastados los cauces tradicionales (familia, escuela, sociedad, cultura pública), las nuevas generaciones ya no tienen noticia ni reconocen signos del Dios viviente y verdadero o de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo por nosotros. Comprobamos que en proporciones altas no estamos logrando transmitir la fe a las jóvenes generaciones.» (IE 28) 11
Los «resultados», pues, si podemos hablar así en un terreno difícil de evaluar por lo «tangible», no se corresponden, en la práctica de nuestras comunidades, con el ingente esfuerzo pastoral y catequético llevado a cabo, especialmente en los últimos cuarenta años, a partir del Concilio Vaticano n. O
El «despertar a la fe» en la familia
La catequesis, hasta nuestros días, ha partido del supuesto de que los catequizandos habían sido ya «despertados a la fe» en el seno familiar, en el conjunto de una sociedad mayoritariamente cristiana-católica. Es evidente que la realidad, hoy en día, es muy otra. Los «catequizandos» actuales, en su mayoría niños que se preparan para la primera comunión, no han sido «despertados a la fe» en sus familias, excepto contadas y honrosas excepciones. El «despertar religioso», propio de los primeros años, no ha sido realizado en la familia. La familia -es verd a d - ha bautizado al hijo todavía en los primeros meses de su vida, tras haber realizado -padres y padrinos- una catequesis, generalmente insuficiente. ©
• La «confirmación» Interrumpido, pues, el proceso, se recomienza más tarde una nueva etapa, cuyo objetivo es el sacramento de la confirmación. Durante muchos años se ha mantenido una «masiva» pastoral catequética en torno a este nuevo sacramento, que, de esta manera, agrupaba a un gran número de adolescentes que, de otra forma, nunca hubiera vuelto a conectar con la Iglesia. La «pastoral juvenil» se ha mantenido así muchos años y ha dado lugar a todo un fenómeno de «comunidades cristianas juveniles» que no podemos echar en saco roto. Pero también debemos reconocer que no ha sido fácil mantener estas comunidades juveniles y que, en la mayor parte de los casos, no era ésa la salida habitual de la confirmación, sino, más bien, el abandono masivo tras el sacramento. O
El tanto por ciento tan elevado de primeras comuniones y de confirmaciones no se corresponde con los datos que la sociología y las encuestas aportan acerca de la religiosidad de los jóvenes actuales, ni con el tipo de sociedad que encontramos hoy por hoy en nuestro país: según el Informe Jóvenes españoles 2005, de la Fundación Santa María,
La catequesis como «proceso»
• Mientras que en 1975 se declaraban católicos (practicantes o no) el 77 % de los jóvenes entre 15 y 24 años, en 2005 solo se declaran así el 49 %. • Mientras que el porcentaje de jóvenes que se declaraban ateos, agnósticos e indiferentes en 1975 era el 29 %, en 2005 es el 46 %.
Al mismo tiempo, la catequesis se concebía teóricamente en términos de proceso, lo que suponía la continuidad en un camino jalonado de «etapas» adecuadas a las distintas edades, en el que los sacramentos se insertaban como «momentos fuertes» de dicho proceso. Constatamos, sin embargo, que tal continuidad mayoritariamente no existe. El «proceso» se interrumpe tras la «primera comunión» y después de la confirmación.
La fe de los jóvenes
La inmensa mayoría de estos jóvenes habían sido bautizados (el 94,5 %) y habían pasado por nuestras catequesis «sacramentales» en los últimos quince años.
• La «primera comunión» La catequesis, así, se convierte en una simple preparación próxima para la recepción de un sacramento - l a Eucaristía- caracterizada ya por siempre de simple «primera comunión» y desde un enfoque especialmente privatizado e individualista del sentido de la Eucaristía. Recibida la primera comunión, los niños normalmente desaparecen de la catequesis. 12
©
La «catequesis familiar»
Por otra parte, debemos señalar con claridad la divergencia de objetivos entre la Iglesia y las familias cuando solicitan estos sacramentos, especialmente el Bautismo y la Eucaristía (la «primera comunión»): la Iglesia ofrece «sacramentos», pero las familias piden «ritos de paso» sociológicos. Se realiza entonces, con estas familias, todo un proceso de «recon15
sivo avance del laicismo, corren el riesgo de convertirse en mero vestigio del pasado. Muchos ya no logran integrar el mensaje evangélico en la experiencia cotidiana; aumenta la dificultad de vivir la propia fe en Jesús en un contexto social y cultural en que el proyecto de vida cristiano se ve continuamente desdeñado y amenazado; en muchos ambientes públicos es más fácil declararse agnóstico que creyente; se tiene la impresión de que lo obvio es no creer, mientras que creer requiere una legitimación social que no es indiscutible ni puede darse por descontada.» (EE 7)
versión» de sus motivaciones a través de un trabajo que, en los últimos años, se ha intensificado ampliamente en numerosas parroquias, a través de la «catequesis familiar» o de otro tipo de intervenciones pastorales con las familias. Todavía nos falta tiempo suficiente para una evaluación completa de esta última experiencia pastoral: tanto en cuanto a su implantación cuanto a sus resultados. 0
La fe en el mundo adulto
Los distintos estudios sociológicos que se realizan en nuestro país manifiestan un declinar de la fe entre los adultos (cf. el barómetro del CIS y el Informe de la Fundación BBVA): - Disminuye la asistencia a la misa dominical. - Es menor el número de padres que piden los sacramentos para sus hijos. - La Iglesia es una de las instituciones peor valoradas. Luis GONZÁLEZ CARVAJAL, citando diversas fuentes (2003: 196-197), nos presenta una síntesis de esta evolución: 1970 a
1976 b
1979b
1983 b
1989 c
1993 d
1999 e
Muy católico
11
14
9
6
3
5
9
Católico p r a c t i c a n t e
53
42
28
25
24
25
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Católico poco practicante
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26
25
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26
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9
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25
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32
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3
6
11
15
21
8
10
Agnóstico
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*
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2
Ateo
-
1
3
5
5
3
6
-
1
1
1
1
1
Católico no p r a c t i c a n t e Indiferente
O t r a religión * No se propuso esta categoría.
Se da en España, como en el resto de Europa, el fenómeno que ya apuntaba Juan Pablo n en Ecclesia in Europa: «En el Continente europeo no faltan ciertamente símbolos prestigiosos de la presencia cristiana, pero estos, con el lento y progre14
p
SÍNTOMAS DE UNA NUEVA SITUACIÓN
Todas estas constataciones debemos ubicarlas en el contexto de una «nueva situación» cuyos aspectos más significativos, primordialmente culturales, merecen un breve comentario*. Espigaremos algunos de ellos y añadiremos otros. * Algunos de estos componentes de la nueva situación son: - Una «crisis de tradición». - Una «crisis de instituciones» (familia, escuela, sindicatos, partidos políticos, descrédito de la misma Iglesia). - El individualismo. - La tendencia nihilista de la cultura («¿Vale la pena vivir?; Dediquémonos al presente»). - El producir y consumir como el modo de llenar la vida. - Las debilidades e infidelidades de la.comunidad cristiana: el descuido de la experiencia de la fe, la difuminación de los contenidos nucleares de la fe, la crisis del seguimiento (Jesús es solo un gran personaje de talla moral...). - El predominio de la ética sobre la fe viva por un déficit de experiencia creyente... - La tendencia a la fragmentación (se creen unas cosas y se rechazan otras, 'a la carta', como suele decirse). - Las reacciones inadecuadas ante el impacto cultural (rigorismo, laxismo doctrinal, búsqueda de privilegios sociales para la Iglesia, falta de autoestima de los creyentes...). Cf. OBISPOS DEL PAÍS VASCO Y NAVARRA, Renovar nuestras comunidades. Carta pastoral de Cuaresma-Pascua 2005, 25-35. 15
O
Un proceso histórico de secularización de la cultura, de la ciencia y de la sociedad
Esta situación es simplemente el resultado de todo un proceso cuyas raíces se encuentran en la evolución de la cultura y del mundo occidental ya desde la baja Edad Media y, muy especialmente, desde el Renacimiento. La ciencia - y la razón- debieron separarse de la tutela de la Iglesia, que siempre puso trabas a su autonomía, incapaz de descubrir, en medio de mucha ganga, las perlas preciosas de la dignidad humana que iban apareciendo poco a poco, a veces, hijas mismas de la tradición cristiana: «libertad, igualdad, fraternidad», así como los «derechos del hombre y del ciudadano». Llegamos así a la secularidad como una de las características esenciales de nuestra sociedad. El mundo no necesita de la tutela divina ni, por supuesto, de la tutela eclesial para construirse a sí mismo. Sin embargo, frente a su aparente negatividad, todo este proceso, ya desde el mismo Renacimiento, no es un proceso orientado únicamente hacia el progreso material, sino que es un proceso fundamentalmente humanista, que coloca al ser humano en su mismo centro. Desde esta clave humanista, el proceso de la secularidad es un proceso de dignificación del ser humano. O
La quiebra en la transmisión de los valores
Efectivamente, se han quebrado los canales tradicionales de transmisión de la fe: la familia, la escuela, la sociedad. Pero es algo más: no se trata únicamente de la fe sino, en general, de los valores tradicionales o -si se quiere ahondar más aún en este hecho- en los valores claramente «humanistas». Así lo expresan los obispos de Francia en su carta Proponer la fe en la sociedad actual: «Una vez dicho esto, no somos nosotros los únicos que nos atormentamos tratando de entender lo que está a punto de llegar. Las innumerables investigaciones actuales en los campos de la sociología, de la filosofía política o de las reflexiones sobre el porvenir de la cultura y de los tradiciones nacionales, muestran bien a las claras la profundidad de las preguntas de nuestros contemporáneos sobre una situación de crisis que afecta a todos los sectores de la actividad humana.» (PFSA, p. 46) 16
O
La otra cara del progreso
Sin embargo, a esta secularidad se le añade un elemento, simultáneo en el desarrollo, que acaba por ganar la partida de su última orientación: la persona humana y la libertad -valores supremos de esta sociedad- comienzan a pensarse en clave meramente individualista, sostenida por el pensamiento liberal. De esta manera, un progreso ilimitado sin referencias éticas se apodera de nuestro mundo en el que la libertad individual se transforma en un dogma absoluto, que subyace tantas veces a muchas reivindicaciones de corte progresista, mientras ahonda el abismo existente entre los ricos y los pobres del mundo que, trágicamente, son la mayoría. O
La caída de las ideologías: la «postmodernidad»
El «progreso», entonces, se vuelve en contra de la humanidad y del mismo planeta. Los grandes discursos del pasado nunca llegaron a solucionar los problemas humanos. Las luchas ideológicas son sencillamente inútiles. El sueño utópico liberador de todas las opresiones ha tenido dos momentos culminantes: el «mayo del 68 y la revolución soviética (1917)». Ambos momentos acabaron «en agua de borrajas». De ahí que surja todo un movimiento cansado de los viejos discursos: la «postmodernidad», la filosofía del «fragmento» y del «pensamiento débil» sin pasado ni futuro: solo el presente. O
La emancipación política: una sociedad laica y plural
Esta emancipación de la razón, puesta al servicio del conocimiento y explotación de los recursos naturales, tiene otra vertiente referida a la historia y a la sociedad, al hecho político: la democracia, que no es sólo un sistema político, sino un sistema cultural, una «cultura» que invade todos los ámbitos de la actividad humana, todos los hechos sociales de la sociedad. La sociedad es «laica» y a ello se añade, en estos momentos, el fenómeno de la inmigración y de la globalización, que hace que la sociedad sea, además, «plural». En estas circunstancias, la oferta cristiana - y católica- es una más entre otras que, lógicamente, debe ganarse a pulso su propio prestigio y su lugar en la sociedad. 17
La «laicidad», sin embargo, llega a vivirse, entre nosotros más bien como «laicismo», tanto por parte de quien lo esgrime como ataque como por parte de quien se siente agredido. De ahí que los sectores autodenominados «progresistas» en nuestra sociedad intenten eliminar de la escena social todo tipo de presencia religiosa, reservando para ella únicamente la esfera de la conciencia y de la vida privada. Y por la misma razón, los sectores eclesiales más conservadores alcen todavía más la voz en su presencia pública, colocándose en el otro extremo y acentuando de este modo la crispación y el anticlericalismo. Pablo vi, en la Evangelii nuntiandi, alertaba de este modo acerca de una secularidad convertida en "secularismo": «Hay que constatar en el corazón mismo de este mundo contemporáneo un fenómeno, que constituye como su marca más característica: el secularismo. No hablamos de la secularización en el sentido de un esfuerzo, en sí mismo justo y legítimo, no incompatible con la fe y la religión, por descubrir en la creación, en cada cosa o en cada acontecimiento del universo, las leyes que los rigen con una cierta autonomía, con la convicción interior de que el Creador ha puesto en ellos sus leyes. El reciente Concilio afirmó, en este sentido, la legítima autonomía de la cultura y, particularmente, de las ciencias. Tratamos aquí del verdadero secularismo: una concepción del mundo según la cual este último se explica por sí mismo sin que sea necesario recurrir a Dios; Dios resultaría pues superfluo y hasta un obstáculo. Dicho secularismo, para reconocer el poder del hombre, acaba por sobrepasar a Dios e incluso por renegar de él. Nuevas formas de ateísmo - u n ateísmo antropocéntrico, no ya abstracto y metafísico, sino pragmático y militante- parecen desprenderse de él. En unión con este secularismo ateo, se nos propone todos los días, bajo las formas más distintas, una civilización del consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad de poder y de dominio, de discriminaciones de todo género: constituyen otras tantas inclinaciones inhumanas de este "humanismo". Por otra parte, y paradójicamente, en este mismo mundo moderno, no se puede negar la existencia de valores inicialmente 18
cristianos o evangélicos, al menos bajo forma de vida o de nostalgia. No sería exagerado hablar de un poderoso y trágico llamamiento a ser evangelizado.» (EN 55) ©
El «divorcio» entre Iglesia y sociedad
Se da, pues, un cierto «divorcio» entre Iglesia y sociedad. Los aspectos que explican este divorcio son de tres tipos: factores intraeclesiales, socioculturales y propios de los jóvenes. Veamos cada uno de ellos según los datos de las encuestas de sociología religiosa (J. ELZO, 2002: 172-173, 376-379). • Factores eclesiales • La carencia de instancias eclesiales atractivas para la sensibilidad actual. En concreto, los actuales ámbitos eclesiales no constituyen un espacio vital para muchos adultos y jóvenes. A lo anterior podemos añadir la disminución y el envejecimiento de los sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y laicas comprometidos en acciones eclesiales; los líderes eclesiales son más abuelos que padres o hermanos mayores para las nuevas generaciones. • La irrelevancia, para la sociedad, de bastantes de nuestras discusiones internas. Con frecuencia, lo que preocupa a la Iglesia y lo que preocupa a la sociedad civil es poco coincidente, bastante conflictivo en los temas comunes, y lo que pudiera interesar lo expresamos con un lenguaje poco existencia! y comprensible. • La situación de la mujer dentro de la Iglesia y en la vida religiosa femenina es una seria dificultad no solo para la pastoral vocacional, sino también para la evangelización del colectivo femenino. • La no comprensión de la doctrina de la Iglesia en moral sexual y en bioética desde datos científicos, desde la propia experiencia y desde las sensibilidades del hombre de hoy. La credibilidad en estos aspectos condiciona otros aspectos más nucleares en la profesión de fe. • La ausencia de información religiosa de calidad en los espacios vitales, sobre todo en los que se mueven los jóvenes. La presencia de lo eclesial en los medios de comunicación es percibida de manera poco positiva, pues las intervenciones suelen polarizarse en cues19
tiones éticas conflictivas o en posicionamientos coincidentes con la derecha política. • La difícil opción por los pobres en buena parte de los creyentes. El hecho de estar en un voluntariado no es garantía de opción por la justicia y de compromiso solidario. La ética indolora ha suplantado a la ética del deber. • Factores socioculturales • El indiferentismo religioso. Lo religioso institucional es visto como algo pasado de moda, caduco, trasnochado y reaccionario; los medios de comunicación de mayor tirada y leídos por público no muy afecto a la Iglesia reafirman esta visión. • La escasa presencia de cristianos en la vida pública. Esto hace que la fe resulte poco significativa en aspectos importantes de la sociedad. Además, falta la socialización de la fe en el ámbito familiar; estamos ante las primeras generaciones que no han sido educadas en la fe por sus familias. • La toma de postura de la Iglesia en algunas ocasiones. Muchos de nuestros contemporáneos tienen la impresión de una progresiva aproximación entre la Iglesia oficial a posturas socioculturales y eclesiales del pasado. • En la sociedad actual falta un pensamiento global y riguroso con graves repercusiones en los aspectos éticos. No es fácil distinguir entre la relatividad de todo principio de verdad absoluta con pretensiones de universalidad y el relativismo de «todo vale igual». Mucho podría aportar la Iglesia para madurar en el método de la deliberación de los problemas éticos si presentara su moral de manera más sugerente, dialogante y prepositiva. • Factores relacionados con los jóvenes • La juventud actual descubre y socializa los valores por «experimentación» y no por reproducción, incluso crítica, de lo que ha recibido de sus mayores. Este fenómeno se da en un contexto en que las instituciones clásicas de socialización han perdido influencia a favor del grupo de iguales. La consecuencia resultante es que lo visto y experimentado tiene más peso que lo leído, aprendido y razonado. 20
• La ruptura entre valores finalistas e instrumentales dificulta la consecución de metas que se proponen y aceptan como ideales. La separación entre el tiempo normativo y el tiempo de ocio, la valoración de la noche, la alteración de los horarios, la omnipresencia de la sexualidad, el presentismo e inmediatismo, y el humanismo indoloro hacen el resto en la fragmentación del yo y en la falta de la gramática existencial. • Los jóvenes siguen teniendo sentimientos religiosos pero los viven y expresan al margen de la institución. Ya en 1982 el profesor Juan J. Toharia escribía: «Todo aquello (datos sobre identificación religiosa, creencias y prácticas de los jóvenes españoles desde 1960 a 1980) parece sugerir que lo que se ha producido entre los jóvenes españoles es más un proceso intenso de desenganche respecto a la Iglesia que la pérdida real del sentimiento religioso. No es tanto la religión, sino su práctica concreta, regular, organizada, lo que parece haber perdido sentido. No estamos ante una salida masiva de los jóvenes del ámbito de la religión-sentimiento como del ámbito religión-institución. Sencillamente, son los cauces establecidos para la expresión y desarrollo de la religiosidad juvenil, y no realmente esta, los que parecen estar en profunda y creciente crisis.» (Citado por). GONZÁLEZ-ANLEO, 1999: 309) • Entre las asambleas litúrgicas y otros servicios parroquiales, y la situación personal de cada creyente no existen, en la mayoría de los casos, grupos intermedios en los que se viva la pertenencia eclesial de forma cercana, significativa y corresponsable. • ¿05 españoles, especialmente los jóvenes, no confían mucho en la Iglesia, son poco practicantes, no creen mucho en sus dogmas ni practican sus normas morales, pero tampoco quieren renunciar a su «membrecía», como no se renuncia a los lazos familiares, aunque las relaciones estén maltrechas. El «paisaje y fantasía católicos», como señala A. GREELEY, permanecen en el interior de muchos bautizados. • La causa más fuerte del abandono o de la suficiente integración es la «falta de adecuación entre las necesidades de los jóvenes y las 21
respuestas de la Iglesia». Este enfoque está en deuda con el narcisismo, con la preocupación devoradora por uno mismo y por el propio bienestar, que recorre de Norte a Sur la sociedad occidental. La religión queda instrumentalizada, la Iglesia también, y el mismo Dios no es inmune a esta tendencia. Es revelador, a este respecto, que uno de los indicadores de religiosidad más válidos sea la creencia en un «Dios que se preocupa de nosotros», en el que creen el 86% de los españoles, aunque solo el 58% de los jóvenes (Citado por
los valores de la razón científica y política. El cristianismo ha dejado su huella en la cultura occidental, es evidente, pero esos mismos valores, cristianos en principio, se han socializado y ya forman parte fundamental de la sociedad secular: la democracia, el valor de la persona y los derechos humanos, la libertad, la solidaridad, etc. El fin del régimen de «cristiandad» nos puede abrir a un pluralismo personalizado y consciente, donde pasemos de una fe heredada a una fe libremente aceptada.
J. GONZÁLEZ-ANLEO, 1999: 312-313).
• Otro elemento preocupante es la casi desaparición de la Iglesia como portadora de sentido y de respuestas para la vida del joven. A modo de ejemplo, de 1989 a 1994 se ha pasado del 16% al 4% de jóvenes que ven a la Iglesia como un lugar donde «se dicen cosas importantes para la vida». Los problemas más subrayados por los jóvenes en 1994 eran los siguientes: el paro, la droga, el sida, la corrupción en la vida política y el difícil acceso a la vivienda.
UN CAMBIO DE ÉPOCA Consecuentemente, nuestra lectura de la realidad que vivimos nos lleva a constatar que «no estamos solamente ante una época de cambio, sino más bien ante un "cambio de época"». El episcopado francés lo expresa así: «Estamos cambiando de mundo y de sociedad. Un mundo desaparece y otro está emergiendo, sin que exista ningún modelo preestablecido para su construcción.» (PFSA, p. 46)
O
Si la comunicación y el lenguaje son elementos esenciales a la hora de definir una época, una cultura, hoy en día constatamos la superación de la máquina de escribir, del teléfono y del cable. Estamos en la nueva época de informática, en la que la comunicación se ha globalizado de modo absoluto, con todas las contradicciones que esto comporta. Los pueblos pobres, si quieren desarrollarse, deben entrar de lleno en la «sociedad del conocimiento». Pero esto, que se dice de modo general para la comunicación entre los pueblos, afecta directamente al mundo de las relaciones cotidianas y al modo de entenderse uno a sí mismo. Estamos más allá de la cultura del libro, y más allá también de la cultura del audiovisual. Es «otro mundo» que todavía está naciendo, que pone en solfa el modo de conocimiento, de entendimiento y de relación de épocas pasadas. Esta era, sin embargo, puede dar lugar a un tiempo donde la comunicación y el diálogo se conviertan en decisivos para crecer como pueblos y personas. O
¿En qué sentido podemos hablar de un «cambio de época»? He aquí algunos posibles elementos significativos. O
Fin del régimen de «cristiandad»
Con todo lo dicho hasta ahora llegamos a una clara conclusión general: el régimen llamado «de cristiandad» ha dejado de existir. Vivimos, pues, en «otra» sociedad, cuyos valores no son ya los valores religiosos sino 22
La era de la informática
Un nuevo mundo globalizado
Y, sin embargo, todo ello no hace sino poner en crisis a todo el planeta. Han caído los muros que separaban en dos bloques el mundo occidental y su correspondiente influencia. El neoliberalismo capitalista y financiero gobierna el mundo, pero en beneficio únicamente de los países ricos. Es una situación que día a día se hace más irresistible, a pesar del fortalecimiento que pueda suponer la creación del bloque europeo como nuevo «bloque» o potencia económica, si llega a serlo. 23
Por eso, comienzan a asomar realidades nuevas que desde Occidente se suelen llamar «amenazantes», como es el continente asiático. África, por otro lado, no puede permanecer por más tiempo amordazada por un indigno y explotador neocolonialismo que se escuda en pretendidas hostilidades tribales, y América Latina comienza a reforzar su independencia respecto del «amo» estadounidense.
«Lo que cambia no son simplemente los números: número de sacerdotes, de practicantes, de niños que vienen a la catequesis, etc. Lo que cambia también es el concepto mismo de la relación de la Iglesia con el mundo o de lo que significa, para una Iglesia, vivir en el mundo e insertarse en la sociedad. Se trata igualmente de la imagen que se tiene de la Iglesia y de lo que significa ser católico.»
Todo ello supone que nos estamos abriendo a una nueva realidad intercontinental donde los países pobres del planeta tienen mucho que decir a nuestro autocomplaciente mundo rico. La problemática de los inmigrantes es una muestra palpable de la nueva situación hacia la que caminamos Y todo el amplio «movimiento social» mundial, que supone una toma de conciencia que cada vez se hace más fuerte frente a los intereses de la economía y la política de los países ricos (el G-8).
Esta situación venía ya anunciándose desde mucho tiempo atrás (1975: Evangelii nuntiandi, 52; 1979: Catechesi tradendae, 19; 1983: Catequesis de la comunidad, 48-55; 1997: Directorio General para la Catequesis, 58c, 59). Nuestros obispos pedían una catequesis diferente, una «catequesis misionera». Sin embargo Mons. FERNANDO SEBASTIÁN afirmaba en diciembre de 2004 en el Congreso de Apostolado Seglar (cf. Vida Nueva, 2.450, 2004: 24):
Frente a la «rivalidad» de bloques, de continentes, de cultura y religiones puede ir abriéndose paso a una época de «interrelación fecundante», sin supresión de identidades pero valorizando más lo que nos une. 0
Un nuevo modo de ser Iglesia y creyente
GILLES ROUTHIER
«Muchos de nuestros métodos y nuestras aspiraciones han cambiado bastante poco. La inmensa mayoría de nuestras parroquias, de nuestros colegios, de nuestras asociaciones siguen viviendo y actuando ahora como hace veinte, treinta o cuarenta años. Y en muchos casos, peor, porque somos más rutinarios, porque tenemos menos iniciativas, porque la mayoría somos ya muy mayores».
(2003: 32-33) resume:
«No estamos simplemente en presencia de un entorno cualitativamente transformado o nuevo, sino que nos hallamos en presencia de una humanidad nueva: hombres, mujeres y niños que son otros, parecidos y diferentes... Además, en este "nuevo mundo", se pretende decir que una forma de catequesis, designada por hipótesis como "catequesis de mantenimiento" ya no funciona o que este modelo, aunque se ajustaba perfectamente al estado anterior de la cultura, hoy se evidencia en desfase y ruptura con la situación presente e inadaptada a los sujetos que quisieran creer, esperar y amar.»
Caminamos hacia una Iglesia donde lo «cuantitativo» se va a ir desplazando a lo «cualitativo». La Iglesia del futuro va a ser más «minoritaria» pero más «fermento», con menos poder o presencia social, pero más «testimonial». Podemos ganar mucho en «presencia evangélica». Nos hallamos, pues, ante un reto que no podemos seguir obviando eternamente.
Estamos pasando, pues, de una situación de «cristiandad» a una situación de «misión», y en ella las cosas deben funcionar de otra manera. Ello «implica una revisión importante de nuestros dispositivos pastorales, como dice igualmente GILLES ROUTHIER (2003: 34): 24
25
2 LA PROPUESTA DE UN NUEVO PARADIGMA INTERPRETACIÓN DE LA CRISIS DE LA TRANSMISIÓN DE LA FE La parte anterior nos ha evocado, en su primer punto, la crisis de la transmisión de la fe principalmente en lo que se refiere al proceso de iniciación cristiana y, en el segundo punto, ha ubicado dicha crisis en la nueva situación que vivimos concluyendo que nos encontramos en un cambio de época que reta nuestra misión de proponer la fe. Nos parece que el Episcopado francés en su carta pastoral Proponer la fe a la sociedad actual, evidencia y orienta luminosamente esta constatación: «Un mundo desaparece y otro está emergiendo, sin que exista ningún modelo preestablecido para su construcción (...) Ahora bien, a lo largo de la historia -especialmente en Europa- la Iglesia (...) no sólo se encontraba bien insertada en ese mundo, sino que había contribuido ampliamente a su constitución, mientras que la figura del mundo que hay que construir se nos escapa....» (PFSA, p. 46) «Rechazamos toda nostalgia de épocas pasadas... No soñamos con una imposible vuelta a lo que se denomina "cristiandad". En el contexto de la sociedad actual es donde queremos poner por obra la fuerza de propuesta y de interpelación del Evangelio...» (PFSA, p. 45) Asumimos este reto y como trabajadores y pensadores de la catcquesis, nuestra mirada se centra precisamente en la llamada a transmitir la fe y transmitirla en este cambio de época. Porque varias son las lecturas que se escuchan sobre este momento y muchos son los retos que la nueva situación puede despertar en un apóstol, pero nosotros creemos 26
que, lo que está en juego en el fondo, y más concretamente en el fondo de los síntomas de crisis de nuestra catequesis de iniciación situada en el contexto de esa novedad epocal, es el modelo de transmisión de la fe. Por ello, pensamos que es determinante hacer una buena lectura de lo que acontece para asumir el reto en su raíz y abrir nuevos caminos de respuesta. Comenzamos por valorar la quiebra actual de la transmisión de la fe acontecida en un mundo nuevo como un "signo de los tiempos" que necesitamos interpretar a la luz del Espíritu. Y estructuramos nuestra reflexión comentando brevemente las interpretaciones que consideramos insuficientes para exponer nuestra lectura y, en consecuente coherencia, desarrollar nuestra propuesta. O
Interpretaciones al menos insuficientes
Existen interpretaciones que abordan unos u otros aspectos de la situación y que aportan perspectivas que pueden contener verdad pero que creemos no aciertan con la lectura fundamental y reveladora para responder a la llamada que el Espíritu nos hace y llevar a cabo la transformación necesaria. • Planteamiento dicotómico entre contenido y método Unos se contentan con orientar los esfuerzos renovadores en dos direcciones: • Acentuar la renovación del contenido, el tema de la identidad cristiana doctrinal... • Prestar más atención a la comunicación, al método, a las condiciones favorables para la transmisión... Las dos renovaciones son necesarias, pero convendría superar el planteamiento dicotómico entre contenido y método. Y aun así, las consideramos insuficientes. • La sociedad actual y la antropología vigente Otros aseguran que la crisis se debe al tipo actual de sociedad y de antropología, que presenta dificultades a la evangelización. 27
Sin embargo, no podemos concluir, sin más, que es el mundo la causa de la actual situación eclesial. Ni podemos caer en la tentación -que algunos sugieren- de olvidar la reforma catequética y simplificar, reducir y concentrar la iniciación cristiana volviendo a una transmisión nocional y puntual del catecismo con una concentración sacramental en la edad de la razón.
- cómo engendrar creyentes -discípulos de Jesús- en nuestra sociedad actual; - cómo crear comunidades cristianas en el siglo xxi. Y hemos de servir a este nacimiento situándonos dentro de este mundo nuevo, en relación con las mujeres y hombres de la nueva cultura emergente. Estamos, pues, ante un reto pastoral positivo y creativo.
• Pobreza de espiritualidad Otros, en f i n , achacan la infecundidad de la transmisión a la pobreza de espiritualidad y urgen fortalecerla en las comunidades y sus catequistas. Siempre será bienvenida esa llamada a la autenticidad creyente de los agentes de la evangelización para que seamos testigos, luz y sal; pero creemos que esta misma afirmación no sólo no nos priva sino que nos impulsa aún más a desvelar desde el Espíritu la clave interpretativa de la crisis como un signo importante de nuestro tiempo. O
Nuestra lectura
Nuestra interpretación se adhiere a esta clave teológica de los signos de los tiempos, que considera los datos de la crisis descrita como síntomas de que «el modelo de transmisión de la fe, utilizado entre nosotros durante siglos, para un tipo de sociedad y cultura ya pasados, está hoy, en esta nueva sociedad, agotado. «Estamos llamados a pensar un modelo nuevo.» El modelo de catequesis de iniciación cristiana para una Iglesia de cristiandad ha permanecido hasta hoy con algunas modificaciones. Es un modelo pensado según el proceso de socialización cristiana en el seno de una sociedad de cristiandad. Pero, en esta sociedad y cultura nuevas, la transmisión de la fe y la catequesis de iniciación han de hacerse siguiendo otro modelo y según otro proceso. O
El gran desafío
Ciertamente, este es el desafío base: - cómo nacer hoy a la fe cristiana; 28
2 NUESTRA PROPUESTA Nuestra propuesta va más allá de una mera renovación de contenido y método; más allá de una mera renovación de la catequesis; es más que «una nueva catequesis» porque va más al fondo y realiza un planteamiento más totalizante. • Proponemos dar un giro histórico en el modelo de transmisión de la fe. • Planteamos pensar y poner en práctica, sin precipitación, sin dramatismo y con ilusión, un nuevo paradigma en la transmisión de la fe. Afirmamos que este planteamiento ha de hacerse sin precipitación porque esta propuesta requiere dedicar tiempo, mucho tiempo y energías, a la reflexión del tema y a la elaboración de líneas de acción. Además su posible aplicación deberá realizarse siguiendo los pasos que exija una adecuada pedagogía de transformación de la realidad existente. Precisamente con este documento pretendemos colaborar en esta tarea e invitamos a que otros colaboren desde distintos ángulos y percepciones. Indicamos también que se haga sin dramatismo porque ya venimos dando pasos en esta dirección y tenemos logradas ya algunas realizaciones en esta perspectiva. Y añadimos que este trabajo es motivo de entusiasmo porque, ante la crisis que vivimos, no compartimos las voces que dicen "no se puede hacer nada", sino que creemos estar ante la oportunidad de un nuevo reto y una nueva ilusión pastoral. 29
O
Un reto apasionante
Estamos ante el reto más apasionante que puede vivir un apóstol el de colaborar con el Espíritu en proponer la fe en una cultura nueva recorriendo caminos nuevos. Anunciar el Evangelio a los habitantes de este nuevo mundo nuestro para que "nazcan hoy a la fe en Jesús", despierta en nosotros el ardor propio de los primeros enviados. Así, pues, bajo la guía del Espíritu, nos esforzamos por encontrar, como hizo Pablo en el mundo helenista, un nuevo paradigma para la evangelizacion de las gentes de esta tierra que, en un sentido culturalmente nuevo y de postcristiandad, es tierra de misión. En realidad, estamos ante la invitación a evangelizar la nueva Europa que es, a la vez, exigencia del Vaticano n, planteamiento de Pablo vi e insistencia de Juan Pablo n con su llamada a «una nueva evangelizacion». Así lo han expresado nuestros obispos: «Por esto deseamos hacer una nueva invitación en favor de una pastoral evangelizadora más acuciante, que asuma entre sus prioridades la iniciación cristiana. Nuestras iglesias están llamadas hoy a desplegar una acción pastoral de evangelizacion frente al fenómeno generalizado del debilitamiento de la fe y la difusión de la increencia entre nosotros.» (IC 5) Estamos, pues, invitados a una renovación profunda de la catequesis de la iniciación cristiana, a proponer un nuevo paradigma de iniciación cristiana en el interior de ese nuevo paradigma de evangelizacion, de esa evangelizacion nueva para unos tiempos nuevos. O
Alcance pastoral de esta propuesta
Plantearnos un nuevo modelo de iniciación cristiana supone y conlleva: • Una nueva comprensión de la Iglesia en esta sociedad. La Iglesia, la comunidad cristiana, debe aceptar, sin vacilar y con gozo, situarse en el contexto cultural e institucional de hoy. • Un proyecto integral de misión. La conversión misionera de toda nuestra pastoral exige un proyecto integrador que incluya todas las 30
distintas tareas o fases del proceso evangelizador, entienda su diferenciación aunque estén mutuamente implicadas y logre el acierto de la articulación entre ellas mismas. Consecuentemente, nuestra propuesta pide una dedicación comprometida al primer anuncio. En el empeño misionero no pidamos todo a la catequesis. Demos a cada espacio y tiempo de la evangelizacion, a cada paso y dinamismo de su proceso, la dedicación de esfuerzos, de recursos y agentes que sean necesarios. La propuesta, que ahora hacemos, se refiere al segundo momento del proceso evangelizador y consiste, como hemos indicado, en proponer, dentro del plan integral evangelizador, la necesidad de un nuevo paradigma de la iniciación cristiana. Ésta es la línea pastoral que ahora queremos reflexionar y describir. A su presentación y explicación dedicamos esta segunda parte del documento. Tampoco hemos de olvidar el solícito cuidado, explícito y programado, para incorporar los nuevos iniciados a la comunidad cristiana. • Un nuevo perfil de creyente y de comunidad cristiana hoy. La iniciación ha de mirar precisamente al nacimiento de los nuevos creyentes y a la edificación de las nuevas comunidades cristianas en esta civilización nueva que está adviniendo.
§
RELATO DEL NUEVO PARADIGMA DE INICIACIÓN CRISTIANA
O
A favor de un nuevo giro en el modelo de iniciación
El Catecismo de la Iglesia Católica advierte que «esta iniciación (cristiana) ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las circunstancias» (CEC, 1230). En los números siguientes, el Catecismo desarrolla un poco esta evolución. A continuación se especifican los diversos modelos de iniciación cristiana que se han practicado a lo largo de la historia de la Iglesia. Así se comprenderá mejor la trascendencia histórica del reto de un nuevo modelo o paradigma que, según creemos, se nos presenta en nuestro tiempo. 31
• Modelo de la Iglesia Apostólica En los primeros tiempos de la Iglesia nos encontramos con el modelo primero de iniciación cristiana, muy parecido al practicado tanto en el ámbito judío como en el pagano: • En un tiempo intensivo y puntual, el apóstol o el diácono anunciaba de forma entusiasta a Jesús, muerto y resucitado, y su Palabra quedaba reforzada por el testimonio de la comunidad: caridad, alegría, persecuciones, etc. • Asimismo, animaba a convertirse de corazón a Él por la adhesión a su Persona.
• La formación la realiza la comunidad cristiana mediante el anuncio de la Palabra de Dios, las celebraciones litúrgicas y el testimonio de vida de los creyentes, es decir, en el clima de una fuerte experiencia global de la vida cristiana. • La formación catecumenal se lleva a cabo por etapas progresivas, durante unos tres años. • Y concluye con la celebración de los sacramentos de iniciación, por los que los «nacidos de nuevo» (neófitos) - y a «revestidos de Cristo»ingresan en la comunidad cristiana. Estos sacramentos recibidos son interiorizados por medio de la «mistagogía».
• Los oyentes acogían, de inmediato, a Jesús como a su Señor y Salvador.
• Modelo de cristiandad
• En este clima de experiencia de fe, los nuevos creyentes eran bautizados e incorporados a la comunidad cristiana.
• A partir de finales del siglo iv -comienzos del v - y hasta el siglo xvi, y prácticamente hasta nuestros días, se afianza socialmente el cristianismo, se convierte la sociedad en una sociedad cristiana e, insensiblemente, por la lógica cultural del momento, con la incorporación de pueblos enteros al cristianismo, se produce otro giro en la iniciación cristiana, desarrollando un modelo de transmisión de la fe por reproducción sociológica. He aquí sus componentes:
• Integrados en el grupo de los ya iniciados, los cristianos seguían al Señor y su Evangelio llenos de alegría. El motor de su vida era el amor. Por tanto, es un modelo de propuesta y acogida del Señor Jesús intensivo y puntual, en una situación eclesial de especial agraciamiento, entusiasmo religioso, minoría de miembros, y, con frecuencia, en circunstancias públicas adversas. • Modelo del catecumenado bautismal • A finales del siglo n y en los siglos III-IV, los pastores de las comunidades plantean un importante y decisivo giro para la iniciación cristiana. En una nueva situación eclesial, en que bastantes adultos demandan el bautismo, los Padres de la Iglesia, responsables de las comunidades, responden creando el catecumenado como nuevo modelo de iniciación cristiana. Su principio fundamental es: «la formación cristiana precede al bautismo»: • Ingresan en la «comunidad catecumenal» los que han realizado una primera adhesión a Cristo y desean crecer en la vida cristiana. • El catecumenado pretende suscitar en ellos la confesión de fe viva, por la que los creyentes entregan su vida al Dios trinitario, revelado por Jesús, y a la prójimo. 32
• El catecumenado prebautismal va desapareciendo. Ello se debe a la nueva situación de los pueblos respecto de la fe cristiana: según el principio «la religión del jefe es la religión de su pueblo», una vez bautizado el jefe, todos sus subditos son bautizados, sin ninguna preparación catecumenal. • A los bautizados «en masa» se les ofrece una formación cristiana «posbautismal» (El catecumenado se desvirtúa, trasvasando sus funciones a otras instituciones). En concreto: - La formación doctrinal coincide con la predicación homüétiea de las misas dominicales y festivas; allí se exponen -por mandato episcopal- el símbolo de los apóstoles, el padrenuestro, la moral de las «dos vías» y de los mandamientos, las virtudes cristianas, etc. Y se vive con un cierto vigor la experiencia comunitaria celebrativa. - La formación humana, moral, espiritual, etc., se da en la familia mediante los padres. Éstos, ayudados del clero, atienden a la edu33
cación religiosa familiar (por clima): oración, obras de misericordia, el testimonio cristiano, etc. - El mismo «clima religioso» de la sociedad medieval contribuye - e n su t a n t o - a la «educación cristiana» de los pueblos. Este modelo de iniciación cristiana ha permanecido, con unos u otros acentos, desde la Alta Edad Media hasta nuestros días con las renovaciones que exponemos a continuación. • En el siglo xvi, la Iglesia, siguiendo el concilio de Trento, realizó la renovación de la catequesis adecuada para aquel momento: • Acentuó la instrucción religiosa, no solo de los niños sino también de los adultos, subrayando la adquisición de «saberes católicos», muy necesarios entonces frente a la «nueva doctrina protestante». • Este esfuerzo se concretó con la aparición y multiplicación de los catecismos. • La formación humana, moral y espiritual seguía centrada en la familia. • En los siglos posteriores al concilio de Trento, XVII-XVIM, habrá una proliferación de catecismos, la mayoría con atención primordial a la doctrina cristiana, pero que no van a propiciar un nuevo modelo de hacer cristianos. • El siglo xix va a suponer una renovación catequética, especialmente en el método y la pedagogía: se intentan adecuar los catecismos a los distintos destinatarios.
Estamos en una nueva situación cultural y en un ambiente postcristiano. No se trata de repetir modelos anteriores, aunque de ellos debemos aprender. Necesitamos una nueva evangelización. Y, dentro de ésta, necesitamos una nueva catequesis iniciatoria que tiene que ser misionera -propia de esa nueva evangelización y no de una pastoral de cristiandad- y plural en el seno de un marco iniciatorio común. Esta situación es inédita para la Iglesia y supone un reto a su "maternidad espiritual" ya que, apoyada por el Espíritu, tendrá que llenarse de creatividad para saber "engendrar" y "educar" a nuevos hijos en esta situación. ©
Concepción del nuevo paradigma de iniciación
El desafío es de gran calado. Reconocemos que este ensayo es un atrevimiento pero si creemos llegado el momento de plantearlo. Será necesaria una gran reflexión sobre el nuevo modelo. Deseamos impulsarla y a ella contribuimos describiendo el giro que hemos de dar en la iniciación de la fe y formulando la clave de concepción del nuevo paradigma.
- Se centra en la Palabra de Dios.
Podemos describirlo como un paso de «la reproducción a la recomposición» sustituyendo la transmisión de la fe bajo la forma de herencia o mera repetición por la transmisión bajo la forma de propuesta, dirigida a la persona, que reclama de ella no sólo una acogida sino una apropiación personal mediante una elaboración personalizada sin pérdida de los rasgos característicos de un cristianismo fiel (cf. ). MARTÍN VELASCO, 2002: 69).
- Presta atención al destinatario.
• De la reproducción a la recomposición
- Recupera el sentido de la comunidad cristiana.
En una sociedad como la nuestra es preciso superar el planteamiento de transmitir la fe mediante la simple reproducción repetitiva con el apoyo
• En el siglo xx se inicia una renovación catequética tanto en el fondo como en la forma. Todo este movimiento catequético cristalizará en el Concilio Vaticano n. • La catequesis del postconcilio tiene estas características:
- Encarna el mensaje cristiano en un ambiente concreto. 34
Pues bien, hoy nos encontramos, reconociendo los valores de toda esta renovación, ante la necesidad y la exigencia de un nuevo cambio en el modelo de transmisión. La nueva época a la que estamos naciendo responde a un tránsito histórico tan profundo que nos exige un tercer giro (cf. D. MARTÍNEZ, 2004: 33; 2003) en el modelo de iniciación cristiana. Se trata de realizar una innovación en la comprensión y en la realización de la transmisión de la fe que modifique los moldes heredados que han estado vigentes durante mucho tiempo; no basta con limitarnos a simples correcciones; se nos pide un nuevo giro copernicano porque se nos pide diseñar un nuevo paradigma.
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de las condiciones anteriormente existentes «que hoy se encuentran trastocadas y no corresponden a la situación que vivimos» (D. VILLEPELET, 2003). Cada cual ha de acoger todos los elementos de la integralidad de la fe y, en fidelidad eclesial, hacerlos originalmente suyos componiendo unitaria y armónicamente su identidad creyente. • De la herencia a la propuesta La transmisión de la fe se venía realizando de forma que «se había vuelto difícil comprobar el adagio según el cual uno no nace cristiano, sino que se hace cristiano». Sin merma de la importancia decisiva de la familia cristiana, hemos de reconocer la superación de mecanismos casi automáticos: «No podemos contentarnos con la herencia... hemos de reencontrar el gesto inicial de la propuesta sencilla y decidida del Evangelio de Cristo» a la libertad de cada persona (PFSA, p. 57). • De la repetición a la elaboración personalizada «Al mismo tiempo (ante esa propuesta), en quienes escuchan la Palabra actúa un aspecto correlativo de la fe (que es don ofrecido): son impulsados (también por la configuración cultural de su propio pensar) a acoger esa Palabra por un acto de adhesión personal.» (PFSA, p. 57) «El proceso de iniciación ha de entenderse, pues, como la tarea de acompañar en la búsqueda personalizada del descubrimiento, la experimentación y la asunción de la propia identidad cristiana.» (D. MARTÍNEZ, 2004: 34) 0
Factores implicados para diseñar el nuevo paradigma
En el punto anterior hemos pretendido precisar la visión fundamental y configuradora del nuevo modelo pero su presentación completa requiere, además, señalar los distintos factores que entran en su realización. Algunos de ellos constituyen las nuevas condiciones en las que podrá realizarse la gestación del nuevo cristiano. Más aún, no podemos 36
narrar dicho modelo sin poner de relieve los sacramentos de la iniciación, aunque éste no sea el ángulo de nuestra reflexión. Vamos a señalar los distintos elementos porque ello es necesario para esclarecer todo lo que entendemos por nuevo paradigma de iniciación. Pero nos limitamos a enumerarlos. No es este el momento de hacer el debido comentario. La tarea queda abierta para hacer un estudio detenido sobre cada uno de ellos. • El sujeto y ámbito para la gestación de un nuevo cristiano El primer factor, que es condición necesaria para que nazca un cristiano, es el seno maternal en el que pueda desarrollarse la gestación del nuevo ser. Superada ya la reproducción sociológica, inexistente el clima social con sus instituciones como matriz de la cristianía, el ámbito ha de ser la comunidad cristiana y su célula, el grupo en el que el catequista tendrá por vocación una misión singular. Los comentamos con mucha brevedad. • Un nuevo rostro de comunidad cristiana. La transmisión se hace en y desde la Iglesia. La iniciación, según el nuevo paradigma, necesita una comunidad viva y comprometida, acogedora y con calor de hogar. El nuevo modelo es personalizado y comunitario; los iniciandos participan de la vida de la comunidad y son conducidos a formar la comunidad. ¿Dónde encontrar esa comunidad? De ello hablaremos en la parte cuarta de nuestro trabajo. • Una nueva configuración del grupo de iniciandos. El grupo del catecumenado, de la catequesis de iniciación es una célula viva de esa comunidad, una célula en proceso de madurez. Se parece menos a la mesa de un aula y más al taller de una experiencia. Es lugar donde acontece el encuentro con el Señor, su escucha y seguimiento; es el espacio y tiempo del aprendizaje y del ensayo del vivir como discípulo de Jesús. • Un nuevo perfil de catequista-animador. El catequista que anima este grupo tiene un nuevo perfil y reinterpreta su misión: más que didacta, es guía, animador, acompañante. La iniciación necesita catequistas autooevangelizados, anclados en una fe fuertemente vívenciada y personalizada, bien formados para ofrecer la originalidad de la experiencia cristiana, capaces de testificar y acompañar a las personas y al grupo en su camino de fe. 37
• El proceso de iniciación, sus pasos y distintos itinerarios La iniciación es más un «proceso» que uno o varios «cursos». La palabra «curso» -dicen los Obispos de Québec (JCH, pp. 123-160; PFH, pp. 163-191)- sugiere más bien una serie de lecciones. La palabra «proceso» supone un camino que se ha de recorrer. El nuevo paradigma de iniciación nos plantea la descripción de ese camino. Por otra parte, la concepción de proceso entraña la posibilidad de distintas puertas de entrada en la experiencia cristiana, de diversos programas, de itinerarios diversificados y de distintos ritmos, sobre todo, teniendo en cuenta que la propia historia personal tiene que ser «leída» como historia de fe. • Elaboración del contenido de la gramática cristiana y humana Para elaborar este contenido hemos de «ir al corazón del misterio de la fe» (PFSA, p. 61; ICF, pp. 195-220) y, consecuentemente, la catequesis tiene que concentrarse en lo esencial y expresar claramente la relación de los distintos anuncios con el núcleo del mensaje. • La elemente/rielad del mensaje. Es necesaria esa elementarización en la transmisión de la fe, dicen los Obispos alemanes (CTC, pp. 87118). A esta elementarización del contenido la vamos a llamar «gramática cristiana». • Atención y desarrollo del humus humano en el que se enraiza la fe. En el catecumenado de adultos, bautismal o no, se supone que ese humus esté bien desarrollado. Precisamente desde él pueden nacer las preguntas y las expectativas que engarzan con la búsqueda y la demanda de la fe. Aun siendo así, la iniciación no ha de descuidarlo sino que ha de cultivarlo. Donde hemos de estar especialmente atentos a despertarlo y madurarlo es en la iniciación procesual con la infancia-adolescencia. Es fundamental que, al mismo tiempo que se hace la entrega de la gramática cristiana, se haga entrega también de la gramática humana, se desarrolle la gramática simbólica de la existencia. • En lenguaje inculturado. Ir a lo nuclear no evita sino que exige formularlo en un lenguaje inculturado. La inculturación no es solo 38
exigencia de la propuesta del Evangelio en la cultura de otros continentes del planeta sino también en la nueva cultura de la vieja Europa. Dos sugerencias nos parecen oportunas en este campo. La primera es comunicar el mensaje cristiano preferentemente en lenguaje narrativo en consideración a la Historia de la Salvación y a la sensibilidad cultural actual. La segunda es facilitar la creatividad del Pueblo de Dios poniendo en manos de todos la Biblia, el Nuevo Testamento, dando fundamental relevancia a la Palabra de Dios. • Un nuevo tejido de relaciones con las distintas expresiones de la fe Con frecuencia se habla de una nueva relación de la catequesis con la liturgia, de la iniciación cristiana con la celebración del misterio; se propone una catequesis más litúrgica. Según nuestro parecer, el estudio del catecumenado patrístico y el planteamiento del nuevo paradigma exigen esa relación, pero no sólo relación con la celebración, sino relación también con el resto de acciones en las que la comunidad cristiana vive y manifiesta su fe y realiza su misión. Sólo así la nueva catequesis será experiencial en un sentido integral al poner al iniciando en relación con las distintas reuniones de la comunidad, las diversas celebraciones, los servicios en los que manifiesta su compromiso caritativo y social, las acciones apostólicas y, en general, con todas las actividades de su proyecto comunitario. • Predominio de la pedagogía inciática y el acompañamiento Hemos dicho que el nuevo paradigma no se limita a una renovación metodológica. Decimos ahora que dicho paradigma demanda preferentemente una pedagogía iniciática. • La pedagogía iniciática. Podemos definirla como dar la mano a alguien, o a un grupo, para que empiece a vivir una experiencia y se adentre en ella. Según esta pedagogía, en la catequesis, no se trata de decir, siguiendo un método u otro, lo que hay que hacer sino de hacer lo que se dice. No se trata de proponer lo que hay que vivir sino de vivir lo que se propone. Estamos ante una verdadera mistagogía de la vida cristiana. 39
• El acompañamiento personal. Para conseguir la reelaboración personalizada de la fe, que es el objetivo del nuevo paradigma, y para garantizar el proceso individualizado en el itinerario de la fe, es absolutamente necesario el acompañamiento espiritual y personal como parte del quehacer del catequista. • La celebración de los sacramentos de la iniciación Todo el proceso que prepara la acogida y la "respuesta libre y generosa del don de Dios" alcanza su plenitud mediante la inserción sacramental del iniciando "en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la Iglesia por medio de la fe y de los sacramentos". La iniciación cristiana, en última instancia, "se realiza mediante la celebración de sus sacramentos" (cf. CC 10,19). En este "culmen" sacramental de la iniciación, que es también "fuente" del vivir cristiano (cf. SC 10), nuestra propuesta sigue con fidelidad los rituales del Concilio Vaticano n, sus observaciones y orientaciones pastorales, con especial referencia al Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos. Consideramos importante realizar un estudio monográfico teológicopastoral, catequético y litúrgico, sobre este tema que, siguiendo las reflexiones y orientaciones de nuestro Episcopado en su documento La iniciación cristiana, analizando los directorios de las distintas Iglesias locales, valorando el aprendizaje de la rica experiencia pastoral existente y, al mismo tiempo, teniendo en cuenta el marco, la clave y los distintos destinatarios de aplicación del nuevo paradigma, profundice en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana. ©
Algunos rasgos identificadores del nuevo paradigma
Completamos la descripción del nuevo modelo de iniciación señalando algunos de sus rasgos fundamentales. • Acogida y propuesta Es un modelo abierto, que cuida la acogida, al que nada de lo humano le es ajeno y que toma muy en serio la inculturación de la fe. Y al mismo tiempo es un modelo que con libertad hace la propuesta de la fe y pretende ir al corazón del misterio. 40
• Inmersión y experiencia Es un modelo de iniciación por inmersión, por contagio; es decir, por la inmersión evangelizadora en el encuentro con el Señor en la comunidad, en la celebración y en la praxis cristiana. Un modelo experiencial; es decir, configurado por la experiencia narrada, testimoniada y vivida; un modelo que potencia la experiencia religiosa. • Proceso y personalización Es un modelo caracterizado por la personalización y en el que se cuida la centralidad de la persona. Un modelo catequético del caminar y del éxodo; un modelo procesual, flexible y dinámico, con espacios y localizaciones diversas, con tiempos y ritmos cambiantes. • Comunitariedad y relación Es un modelo que vivencia la comunidad, que incorpora el diálogo y la experiencia intergeneracional. Un modelo marcado por los testigos, los encuentros y las redes relaciónales.
4 GRUPOS DE APLICACIÓN A lo largo del planteamiento del nuevo paradigma, puede haber surgido la pregunta: ¿En quiénes estamos pensando? ¿Para quiénes elaboramos este nuevo paradigma de iniciación? (DGC; IC). Cinco son los grupos significativos para los que hemos de programar este plan de iniciación cristiana (cf. D. MARTÍNEZ, 2006: 32-33). No pensemos primeramente en la infancia; el nuevo modelo pide que empecemos por los destinatarios adultos-jóvenes. O
Adultos y jóvenes no bautizados
El grupo de adultos y jóvenes no bautizados es un grupo minoritario entre nosotros, pero creciente por diversas causas, incluida la inmigración; apunta una situación sociorreligiosa futura distinta. De hecho, comienzan a presentarse algunos casos de demanda del bautismo de adultos en nuestras comunidades. Una veintena de diócesis españolas ya han establecido "oficialmente" este catecumenado. Estos destinatarios 41
exigen de nosotros atención y preparación pastorales para incorporarlos al catecumenado bautismal, inspirado en el de los Padres de la Iglesia, pero que sea de nueva creación siguiendo el planteamiento, el espíritu y las orientaciones del nuevo paradigma. ©
Adultos y jóvenes, bautizados al nacer, que deciden re-comenzar la iniciación a la fe
Existe un creciente número de hombres y mujeres, bautizados en la infancia, que no recibieron una suficiente iniciación y que no llegaron a elaborar su opción personal por la fe cristiana habiéndose alejado de la fe y de la práctica religiosa. Entre ellos, los hay abiertos a la pregunta humana, en búsqueda sincera, incluso con ciertas referencias evangélicas. Algunos de ellos, junto a un replanteamiento de la fe, necesitan completar su iniciación sacramental. Con ellos debemos ensayar un catecumenado que responda a su situación religiosa. Esta propuesta se hace cada día más necesaria en sus diversas variables. El amplio número antes indicado constituye un desafío evangelizador nuevo que nos invita al encuentro, al diálogo y a la propuesta. Esta experiencia pastoral nos educará para, en su momento, responder al reto señalado de los adultos y jóvenes necesitados de un catecumenado bautismal. O
Adultos con opción de fe y práctica religiosa, pero desprovistos de una síntesis vital de la fe
Los adultos con opción de fe y práctica religiosa, pero desprovistos de una síntesis vital de la fe forman un grupo relativamente grande, que, siendo fieles a su fe cristiana, pueden ser convocados para una catcquesis de inspiración catecumenal, en orden a llegar a una confesión de fe viva, explícita, compartida y comprometida. Es la pastoral de adultos practicantes, en que tanto hemos trabajado, y seguimos trabajando, en la Iglesia española. De aquí han surgido numerosas «pequeñas comunidades cristianas», que vivifican las parroquias, haciendo que cada una sea - c o n otros grupos cristianos- una «comunidad de comunidades». 42
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Niños que vienen a la catequesis pero sin haber sido bautizados
Los niños que vienen a la catequesis pero sin haber sido bautizados forman un grupo aún minoritario entre nosotros, pero que crecerá en el próximo futuro. En cada parroquia de la Iglesia en España, aparece todos los años ya un grupito de estos niños y niñas. En el conjunto de nuestras diócesis el número de niños y niñas que están en esta situación y solicitan el bautismo gira en torno a unos seis mil cada año. Es una demanda nueva que debemos atender. En principio, todos ellos son candidatos a ingresar en un catecumenado prebautismal (cf. OPICN). Para realizar este catecumenado, habrá que ponerlo en marcha siguiendo las orientaciones de la Conferencia Episcopal Española y aplicando el "nuevo paradigma". 0
Niños y adolescentes bautizados que vienen a nuestras catequesis para una iniciación procesual al ritmo de su crecimiento humano
El grupo de niños y adolescentes bautizados que vienen a nuestras catequesis para una iniciación procesual al ritmo de su crecimiento humano (cf. D. MARTÍNEZ, 2006: 32-33)* es el grupo que se inscribe habitualmente en nuestras catequesis; con ellos estamos necesitados de aplicar más inmediatamente el nuevo paradigma de iniciación. Según nuestro planteamiento, el proceso de iniciación de estas generaciones nuevas se entiende como la tarea de acompañarlos en el descubrimiento de lo experiencia vital de fe y en lo búsqueda y asunción personal de su propia identidad cristiana. La propuesta que hacemos sitúa esta finalidad, señalada por el Directorio General de la Catequesis (DGC 63-66; IC 16a), en el nuevo contexto cultural y eclesial y hace un planteamiento que asume el radical giro histórico que estamos viviendo. En orden a la operatividad, proponemos la revisión del proceso de iniciación actualmente existente y la elaboración de un nuevo plan global * No entramos aquí en el tema, por otra parte abierto, del bautismo masivo de párvulos, aunque sí que hacemos constancia del problema existente. 43
según el nuevo paradigma, que incluya todo el conjunto de aspectos y elementos implicados en este nuevo modelo de transmisión. Podremos ir desarrollando monográficamente los distintos temas de ese conjunto en futuras reflexiones. De todos modos deseamos detenernos en la aplicación del nuevo paradigma de la catequesis de iniciación porque sigue siendo, en la práctica, el modo generalizado y habitual de iniciación cristiana a la que dedicamos más tiempo y energías. • Tres orientaciones de fondo Para concretar esta aplicación, tendremos presentes tres orientaciones de fondo: • La reafirmación de que, al bautizar a los recién nacidos, nos comprometemos a una gestación procesual del acto de creer al ritmo de la gestación humana de la persona, hasta el momento en que se haga posible la libre apropiación personal de la fe. • La asunción clara de la finalidad del nuevo paradigma, tal y como la hemos determinado: favorecer la apropiación personal de la fe y la adhesión libre al misterio de la fe cristiana. Esta finalidad no solo ha de'ser la meta del proceso, sino la clave configuradora de su concepción y de su desarrollo. • La elaboración de un proyecto de pastoral (de fuerte inspiración misionera) de la infancia-adolescencia. Es decir, plantear, más que un proceso continuo de catequesis, «un proceso continuo de pastoral evangelizadora», que incluya «lo catequético en sentido propio (en cuanto iniciación)», pero que no se reduzca a ello. • Nueva concepción de las etapas del proceso con los niños y los adolescentes Creemos necesario hacer una revisión de las etapas actualmente existentes y proponemos estructurar básicamente el proceso catequético de iniciación (en el interior del plan pastoral para esa edad) en dos etapas, en dos momentos cateque'ticos bien cuidados: • El primer momento, lo situamos en la infancia y pretende que los niños vivan la experiencia de fe, la experimenten. «Lo experiencial» 44
es un rasgo transversal del nuevo paradigma. Por eso proponemos que la infancia abarque toda una etapa en que los niños primordialmente «vivan la experiencia» de la fe en todas sus dimensiones. En esta etapa tiene suma importancia la celebración de la primera Eucaristía. • El segundo, lo situamos en la adolescencia-primera juventud y se define como un ejercicio explícito de apropiación personalizada de la fe. Esta propuesta conlleva una implicación contracultural de ejercitación en la práctica del «pensar y decidir» con las repercusiones metodológicas de facilitar espacio, clima y modos. En esta etapa acontece la celebración de la Confirmación. Se observará que estas dos etapas del proceso de iniciación suponen la necesidad de itinerarios diversificados en cada una de ellas. Con esta diversificación pretendemos responder a las diversas infancias-adolescencias y a los distintos modelos de familias participantes en cada uno de esos momentos de la catequesis de iniciación. • El aprendizaje de la «gramática cristiana» La gramática cristiana es tema de actualidad; aparece con el brillo de una idea sugerente que reclama alguna explicación. Si por gramática entendemos «la ciencia que estudia los elementos de una lengua y sus combinaciones», entonces juzgamos que tal gramática es el abecé de la fe católica, los elementos base de la experiencia de la fe, las palabras elementales de la «cartilla cristiana» con las que se confiesa, se expresa y comunica la fe de los discípulos de Jesús. Formulamos «esos elementos abecé» en un lenguaje que, en coherencia con todo lo afirmado, invita a experienciarlos: vivir el encuentro con la persona de Jesús, el Señor, y, de la mano del Señor, establecer la relación con la Palabra, hacer la experiencia de orar a Dios Padre, vivir experiencias comunitarias eclesiales y solidarias y trabajar con sencillez las actitudes y comportamientos más evangélicos en el concreto discurrir de la vida... Ellos constituyen los referentes mayores sin los cuales no es posible saber-vivir el misterio cristiano; y son elementos para siempre porque siempre se ponen en juego en los distintos momentos de la vida del creyente.
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• La f a m i l i a , parte del sujeto «gestador» de la iniciación
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Queremos completar lo dicho incorporando a la familia dentro del ámbito gestador de la iniciación. Tratándose de niños, no es posible plantear la iniciación sin implicar a la familia. Urge hacer un nuevo planteamiento de esta implicación de forma realista, adecuada a la edad y diferenciada según la pluralidad de familias. Ya no es posible hablar de «la familia»; la realidad sociorreligiosa cristiana nos exige hablar de «familias». Sin embargo, aunque los modelos familiares son varios e incluso diversos, la familia sigue siendo para muchos el espacio vital donde el niño puede experimentar el amor, la gratuidad, el sentido de pertenencia, y vivir unos valores que posibilitan la apertura a la fe. Ante la realidad existente, ¿cuál ha de ser el programa o, más exactamente, los programas de acción para y con las familias de los catequizandos? Hemos de encontrar el modo mejor y posible de esa implicación. Se aplica con alguna frecuencia la "catequesis familiar", pero ante el diagnóstico de nuestras familias tenemos que hacer un estudio propio para perfilar el modo que sea más conforme al paradigma que pretendemos y más adecuado a las familias de nuestros catequizandos.
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En conclusión, este nuevo paradigma de la catequesis de la iniciación cristiana es el que debe aplicarse hoy en la catequesis de nuestras comunidades. De esta inspiración surge un elenco de orientaciones, empeños y dinámicas aplicables a todo acto catequético que pasamos a exponer en la tercera parte del presente documento.
ALGUNOS EMPEÑOS Y TRANSFORMACIONES La realidad descrita y la necesidad de un nuevo paradigma para la iniciación cristiana nos sitúan ante un «verdadero éxodo». Esta salida a la que estamos abocados nos plantea la necesidad y la exigencia de poner los medios necesarios para ir cambiando los planteamientos y modos de hacer, hasta ahora predominantes, en el ámbito de la iniciación cristiana, y dar los pasos adecuados que nos permitan abrir caminos por ese «nuevo territorio» en el que nos movemos. Este «giro histórico» que nos sentimos llamados a propiciar no acontece de inmediato; requiere una serie de empeños continuados y de progresivas transformaciones que vayan haciendo posible el paso hacia lo nuevo. Indicamos a continuación algunas acentuaciones y empeños que consideramos necesario afrontar para ir caminando desde los planteamientos y realizaciones catequéticas y de iniciación en los que actualmente nos movemos hacia el horizonte que vislumbramos.
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HACIA UNA CATEQUESIS CON «INFRAESTRUCTURA HUMANO-ESPIRITUAL» Superación de una catequesis sin arraigo
humano
Estamos ante un empeño que, en realidad, es previo a lo propiamente catequético. Pero la realidad cotidiana nos muestra que es un elemento que no podemos dar por supuesto o pasar por alto en los grupos, procesos y acciones catequéticas que hoy realizamos. El primer paso consiste en disponer favorablemente a la persona para reconocer y acoger, con libertad y responsabilidad, el don gratuito que Dios le ofrece. Por consi-
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guíente, hoy se nos plantea la necesidad de suscitar una infraestructura humano-espiritual. Para llevar adelante este empeño en el contexto sociocultural y religioso en el que nos movemos, la catequesis ha de abordar una serie de tareas: Q
Cultivar la interioridad
Nos referimos a la tarea de ejercitarse en aprender a mirar en profundidad la vida, las personas, el mundo, uno mismo... Esto nos plantea el reto de hacer que nuestros encuentros, reuniones, y actividades ayuden a las personas a entraren la profundidad de la vida y les capaciten para mirar más allá de las apariencias y de la realidad más inmediata o superficial, de las sensaciones e impresiones primeras. ©
Provocar y despertar preguntas
Quien no se hace preguntas no necesita ni acoge respuestas. Despertar interrogantes, plantear cuestiones, provocar inquietudes... es una forma de asomarse a mundos desconocidos, de ampliar los horizontes preestablecidos, de entrar en contacto con las dimensiones más hondas de la persona. O
La apertura a la trascendencia
Sin estar iniciado en esta dimensión, difícilmente se puede nacer a la fe. Por ello planteamos la necesidad de que los enfoques y realizaciones catequéticas afronten el reto de educar para esta «apertura» a las realidades que nos sobrepasan, que van más allá de nosotros mismos, de lo ordinario, lo cotidiano y lo inmediato, para llegar así al encuentro con los otros, con el mundo y con el Dios, que se nos muestra en jesús. 48
Superación del «esquema escolar» El modelo catequético de iniciación seguido en los últimos años ha estado muy ligado al sistema escolar, no en cuanto al lugar o espacio donde se realizaba la catequesis, sino en cuanto a modos de plantear y formas de organizar la catequesis, ritmos y etapas, modos de comprender el aprendizaje y medir la maduración de la persona, dinámicas y estrategias utilizadas. O
«A vino nuevo, odres nuevos»
El esquema de las edades, los cursos, las etapas, los tiempos escolares... resulta limitado e insuficiente para los procesos de iniciación cristiana. En este campo no podemos dejarnos encorsetar por moldes que no se ajustan a las exigencias vitales. Lo importante será caminar al ritmo que marcan las personas y los grupos en su maduración creyente. Sin descuidar el criterio de la edad, sentimos la llamada a ensayar y diseñar modos, acciones, encuentros comunitarios e intergeneracionales, con presencia y participación de los diversos grupos y edades que integran una comunidad, como elemento importante de crecimiento y maduración en la fe de todos sus miembros.
Vivir determinadas experiencias
El valor y la importancia que en esta época se da a la experiencia nos ayudan a reconocer la necesidad de que los espacios, procesos y dinámicas catequéticas ayuden a vivir experiencias humanas hondas que alimenten y hagan posible la apertura y la conexión con la experiencia creyente. ©
___| HACIA UNA CATEQUESIS « I N I C I Á T I C A » _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
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Espacio para la «inmersión» en la experiencia cristiana
El momento actual plantea el reto de hacer de la catequesis un lugar de «familiarización» y de «inmersión progresiva» en la vivencia cristiana integral, lo cual va más allá de la estructuración en temas y del cumplimiento de determinados programas, relativiza el criterio de la edad, pone en cuestión los tiempos y los ritmos preconcebidos, los periodos y la etapas previamente fijados. O
Un aprendizaje personalizado y experiencial
Frente al aprendizaje propio del ámbito escolar la iniciación cristiana reclama un tipo de aprendizaje que afecta a toda la persona y conlleva una renovación profunda de su ser. Estamos ante un tipo de aprendizaje que ofrece oportunidades para probar, experimentar, percibir con todos los sentidos el valor y el sentido de la fe en jesús y de la vida cristiana. 49
B HACIA UNA CATEQUESIS EN «CAMINO PERMANENTE» Superación de una catequesis «sacramentalista» La catequesis sigue muy vinculada a los momentos sacramentales. El reto urgente que se nos presenta es el dar pasos para que la catequesis deje de concebirse como el requisito, la condición o la etapa por la que hay que pasar para conseguir el objetivo o la meta del sacramento en cuestión. La catequesis de iniciación tiene un tiempo y una originalidad propia, pero no debe reducirse a la mera preparación sacramental, ni plantearse de manera aislada o desconectada de un proceso permanente de crecimiento en la fe. En sintonía con lo que dicen los Obispos de Québec, «una catequesis del camino pone el acento en Jesucristo y en el cristianismo como camino. La idea de "camino" conlleva una determinada manera de vivir, una sabiduría, con todo lo existencial que ello implica.» (jCH, p. 148) O
Una catequesis diferenciada
Al hablar de «camino permanente» y de «catequesis para todos y en todas las edades», tenemos presente lo planteado por el Directorio General para la Catequesis en el capítulo segundo (La catequesis en el proceso de la evangelización): «La educación permanente de la fe es posterior a su educación básica y la supone. Ambas actualizan dos funciones del ministerio de la Palabra, distintas y complementarias, al servicio del proceso permanente de conversión» (DGC 69).
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Revisar criterios, propuestas y modos de organización
Este planteamiento cuestiona muchas de las prácticas habituales de catequesis, ciertos modos de convocar y estructurar los grupos y las etapas, llegando a replantear la organización de las comunidades parroquiales y reclamando la oferta de propuestas formativas y catequéticas no centradas ni orientadas a los sacramentos.
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4 HACIA UNA CATEQUESIS QUE TIENE LUGAR «ENTRE OTROS» Y «CON OTROS» _ _ _ ^ ^ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Una catequesis «para todos» y «en todas las edades»
La fe no es tanto algo que se recibe o se configura en un determinado momento de la existencia y se tiene de por vida, sino más bien un camino que se recorre a lo largo de toda la vida. La transmisión de la fe y los procesos de iniciación no pueden concebirse de manera cerrada en cuanto a programas a cumplir o etapas a superar, ni limitarse a determinadas edades, situaciones o momentos de la vida. En consecuencia tendremos que ir tomando decisiones, dando pasos y poniendo los medios oportunos para que la catequesis se comprenda y se realice «de manera habitual» como algo normal a lo largo del discurrir de la vida de todo creyente. O
La catequesis planteada como «camino permanente» reclama una propuesta diversificada a la vez que integradora y armónica de los diversos momentos, edades, itinerarios, ritmos de maduración, acentuaciones...
Superación de una catequesis desconectada y alejada de los dinamismos comunitarios La fe cristiana es esencialmente comunitaria. La catequesis se realiza en la comunidad y hacia ella se orienta. «La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis» (DGC 254). Esta afirmación cobra especial significatividad en el actual contexto socio-cultural, donde se percibe, como indispensable para todo creyente, la necesidad de un crecimiento en comunidad en medio de esta sociedad y cultura. O
«Conectados» y «en red»
La estructuración frecuente y tradicional de la catequesis, así como la organización de las tareas y acciones parroquiales ha «compartimentado» en exceso a grupos, espacios, y funciones, diluyendo el sentido colectivo y comunitario y creando cierta sensación de «archipiélago» en la dinámica seguida por las parroquias. Nos encontramos ante el reto no solo de redescubrir, sino de hacer viable la conexión vital, la 51
«permeabilidad» y la sinergia entre los diversos grupos, sectores, acciones y servicios que constituyen la vida y el entramado de una comunidad parroquial. Todo esto nos provoca a poner en marcha formulas, procesos, proyectos, acciones... comunitarios, integradores, intergeneracionales, compaginando las propuestas comunitarias dirigidas a todas las edades con las propuestas realizadas a grupos específicos según la edad, la situación de fe, las sensibilidades particulares. ©
Responsabilidad común y experiencia compartida
En el ámbito que nos compete más directamente, el de la iniciación cristiana, no está de más recordar que toda la comunidad es agente y beneficiaría de la catequesis y que «quien dice iniciación, dice presencia de un grupo, de una comunidad, de un equipo que vive ya los valores cristianos y que se abre a los catequizandos para que puedan descubrirlos» (H. DERROITTE, 2004: 76).
En la actual situación resulta fundamental el contacto con personas y grupos con una intensa experiencia creyente que puedan contar, mostrar y contagiar su vivencia y su historia de fe. No olvidemos que la fe se aprende mediante la experiencia compartida, junto a hermanos y hermanas que sacan del Evangelio la fuerza para vivir. 0
Familia y comunidad
Supone también contar con la participación y la implicación de la familia, sobre todo cuando se trata de niños y adolescentes. Sabemos de su importancia, pero también de su dificultad. Quizás haya que repensar modos y formas, abrir espacios nuevos de acogida y atención a los padres, realizar propuestas diversas de acompañamiento pastoral a las familias, estar atentos a las diversas posibilidades y oportunidades que puedan presentarse... Será necesario pensar en las posibles relaciones entre las familias y la comunidad cristiana con sus diversos grupos y acciones, y potenciar la creación de redes, de grupos o núcleos vivos de cristianos, que permita pasar de una ¡dea de la parroquia como «estación de servicio» a una realidad comunitaria que se apoya en la vitalidad de sus miembros. 52
Ü HACIA UNA CATEQUESIS DE «EXPERIMENTACIÓN» Superación de una catequesis «nocional» Las palabras que, según el evangelista Juan, Jesús dirige a los primeros discípulos -«venid y veréis»- nos sugieren todo un estilo pedagógico y un modelo evangelizador. Nos hablan de «acoger e invitar», de «ir y ver», de «ver y quedarse», de «quedarse y experimentar», de «experimentar y cambiar». O
Lugar de experiencia cristiana
«La iniciación hace vivir y experimentar antes de toda explicación y elección» (D. VILLEPELET, 2006: 95). La catequesis está llamada a ser espacio y ámbito para «hacer experiencia cristiana». Es decir, lugar donde gustar y saborear el ser cristiano. Por tanto, habrá que favorecer modos y realizaciones que hagan posible que quienes participan en la catequesis degusten las experiencias básicas y fundamentales del ser cristiano (el encuentro, el compartir, el orar, el celebrar, el compromiso...). O
Pedagogía vivencial
Frente al predominio de lo intelectual y discursivo en los procesos catequéticos, habrá que poner un énfasis mucho mayor en una pedagogía de la acción y de la vivencia que, por supuesto, cuide también la reflexión y la profundización. Puesto que la catequesis está al servicio del crecimiento y maduración en la fe de las personas y las comunidades, debe tratar más de difundir «un estilo de vida o un saber vivir» que de quedarse en conocimientos o inculcar una moral. «Iniciar es hacer vivir y haciendo vivir, enseñar a ser» (D. VILLEPELET, 2000: 25). O
Provocar experiencias y establecer contactos
El aprendizaje de ser cristiano se realiza iniciándose de manera práctica en la oración, en el compartir, en el discernimiento, en la celebración, en el compromiso solidario, en el anuncio de la fe... y entrando en contacto con quienes viven con cierta calidad estas dimensiones de la fe. De ahí la importancia en catequesis de proporcionar y provocar experiencias que faciliten estas vivencias y de ofrecer o facilitar el contacto y la relación con personas y grupos de creyentes que comuniquen su experiencia y contagien una esperanza y un estilo de vida propio de «hombres y mujeres nuevos» que viven enraizados en Jesús. 53
6| HACIA UNA CATEQUESIS DE «PROPUESTA» Superación de la catequesis como transmisión de un «ajuar heredado» El paso de una sociedad cristiana organizada en torno a «la iglesia y el campanario» a una sociedad secularizada concebida como «aldea global y pluralista», en la que la vida y el mundo ya no se conciben en el marco de la creencia cristiana, nos sitúa de modo muy diferente en relación al Evangelio y la fe cristiana. Es necesario partir de la «acogida» de situaciones nuevas que nos plantean la necesidad de la «propuesta». Q
Exigencia de los nuevos tiempos
Vivimos en una sociedad laica y plural en la que la fe cristiana ha dejado de ser una herencia, o mejor, un elemento más de la herencia que se pasaba de unas generaciones a otras. En este contexto no podemos dar por supuesta la fe por el hecho de haber sido bautizados o de acercarse a la parroquia a pedir determinados servicios o sacramentos. En esta situación, distinta a la de tiempos pasados, la fe, para ser conocida y acogida, requiere ser «propuesta» (PFSA, p. 46): «En el contexto de una cultura en cambio permanente y del declive de los puntos tradicionales de referencia, la fe no se descubre ni se acepta tanto como una tradición o como una herencia sino, cada vez más, como una propuesta, un descubrimiento que hay que realizar, una búsqueda que hay que emprender» (PFH, p. 179). ©
Proponer la novedad de la fe y de la experiencia cristiana
Todo esto nos pide modos de anunciar el Evangelio distintos a los que estamos acostumbrados y, en consecuencia, otros modos de plantear y realizar la catequesis: «Hay que pasar de una catequesis que mantiene y consolida la fe que ya existe, a una catequesis que despierta el deseo y propone la novedad radical del Evangelio, porque ya no podemos actuar como si esta Buena Nueva fuese ya conocida y estuviera naturalmente inscrita en la memoria cultural de las personas» (D. Villepelet, 2006: 94). 54
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Una fuerza para vivir
Nos encontramos, pues, ante la tarea primera de proponer el Evangelio como una «fuerza para vivir; y hacerlo sin rebajar lo que tiene de tajante, de abrupto y desconcertante; como una Buena Noticia nueva y original en medio del mercado contemporáneo de sabidurías y valores» (D. VILLEPELET, 2006: 92).
Proponer la fe no es enseñar, ni embaucar; no es presuponer ni imponer; no es obligar, ni presionar. Es ofrecer, invitar, anunciar... y acoger, con respeto y serenidad, la posible aceptación o rechazo. Es necesario aprender a proponer la fe como una «invitación a vivir», «como una fuerza para vivir y para dar sentido a la vida» (PFSA, p. 39A para suscitar opciones y compromisos.
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HACIA UNA CATEQUESIS «SIGNIFlCATIVA» Superación de una catequesis «carente de significado para la vida»
En el momento actual muchas personas se sienten a gusto como están y no parecen necesitar de la fe; por ello, la propuesta o el anuncio de jesús, más que ser respuesta a una actitud de búsqueda habrá de ser, en muchos casos, provocación e interrogante que hace que los demás piensen, se cuestionen, se hagan preguntas. O
Provocación seductora
Es el caso de las primeras comunidades: cuando la gente, ante su manera de vivir, sentían curiosidad, mostraban interés y se acercaban a preguntar, los cristianos respondían: «Venid y probad». El Evangelio nunca nace espontáneamente a partir de un determinado contexto o ambiente cultural, «la fe se despierta por la proclamación del mensaje» (Rom 10,17). El anuncio del Evangelio supone siempre una novedad. El Evangelio es «noticia nueva» y provoca, también, cierto choque y cierta ruptura. En toda cultura, la fe aporta un nuevo frescor que transforma y plenifica la vida (cf. A. FOSSION, 2004: 61-66). 55
@ Al servicio de la vida
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Es importante que los encuentros, acciones y procesos catequéticos ayuden a descubrir que «Dios no es rutinario, ni algo del pasado sino «Alguien» que me hace vivir y vivir de otra manera más relacionada y abierta» (A. GINEL, 2004: 29).
Esta nueva perspectiva, en la que hoy es necesario situarse, nos urge a estar más atentos a los procesos que a los programas. El programa sugiere siempre la idea de lo fijo y establecido de antemano; el proceso se concentra en la persona, en su autonomía y en su propio caminar.
Para favorecer este descubrimiento será necesario apostar por una catequesis que toque afectiva y efectivamente la vida de los destinatarios. Educamos y evangelizamos al servicio de una mayor «calidad de vida» para el hombre y la mujer de nuestro tiempo: «Yo he venido para que todos tengan vida, y la tengan en abundancia» (]n 10,10).
M HACIA UNA CATEQUESIS DE «APROPIACIÓN PERSONAL» Superación de una catequesis «uniforme y despersonalizada» En la actual «situación de misión» el principal reto que se plantea a la iniciación y a la catequesis es el de la «personalización». La fe cristiana es, cada vez más, fruto de una decisión libre y personal, pues «lo que hasta hace poco era suficiente mantener, hoy en día ha de quererse y sostenerse» (PFSA, p. 58). O
Capacitar para una opción personal «Es preciso tomar una opción fundamental y consciente por la fe Cristina y la implicación en la vida de la comunidad de fe. De lo contrario, el camino de fe se limita a una pertenencia formal a la Iglesia y desemboca en una religiosidad difusa» (CTC, p. 95).
Surge, entonces, la urgencia de plantear y realizar una catequesis que disponga y capacite para una opción de fe libre, consciente y personal, una catequesis que de verdad ayude a pasar «de la pertenencia aceptada y no cuestionada a una participación elegida, fundada en una decisión consciente y que se desarrolla gradualmente» (CTC, p. 93).
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Atención a los procesos
Ejercicio de libertad
Esta perspectiva nos lleva también a procurar el ejercicio de la libertad, a cualquier edad, a lo largo de todo el proceso de iniciación. Una de las tareas primeras y fundamentales en la transmisión o comunicación de la fe a los demás consiste en disponer favorablemente a los otros para acoger, desde su propia libertad, el don gratuito que Dios les ofrece. Se trata de procurar una ayuda para el encuentro entre dos personas libres. ©
Propuestas diversificadas
El planteamiento que venimos haciendo, junto con la nueva situación de pluralidad en la que vivimos, reclaman también pasar de un diseño formativo común y uniforme para todos a un acompañamiento adaptado a las múltiples y diversas situaciones. Esta necesaria diversificación en las propuestas de iniciación es una cuestión que hoy resulta evidente, siendo ampliamente aceptada y asumida en los planteamientos teóricos; por tanto, habrá que ir descubriendo y ensayando cómo y de qué manera ir haciéndola práctica y posible en las actuales circunstancias.
9 HACIA UN REPLANTEAMIENTO DEL «GRUPO CATEQUÉTICO» Superación de la agrupación escolar y por edades El grupo de iniciandos se concibe en el planteamiento del nuevo paradigma, como «un taller de experiencia». Esto nos lleva a replantear la manera, hasta ahora frecuente y común, de comprender y organizar los grupos catequéticos mayoritarios en nuestras parroquias. Nos referimos a los grupos de iniciación de niños y adolescentes.
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La formación de los grupos
El criterio hasta ahora más seguido ha sido el de apuntarse a la catcquesis según la edad y el curso escolar, para a continuación formar los grupos siguiendo el orden de inscripción u otro tipo de criterios un tanto aleatorios. Desde la reflexión que venimos realizando, este principio parece insuficiente, por tanto habrá que pensar otro tipo de criterios que favorezcan el estilo de iniciación que hemos planteado: que tengan en cuenta la pluralidad, los diversos posicionamientos y sensibilidades ante lo religioso, las posibilidades para un mejor acompañamiento. O
La temporalidad
La temporalidad de los encuentros y reuniones está muy marcada por el «curso escolar». Quizás no sea fácil desprenderse de este condicionamiento, pero tampoco habrá que dejarse encorsetar por él, es necesario ir más allá e introducir otras dinámicas, puesto que hay fechas, tiempos y acontecimientos significativos para los cristianos (Navidad, Semana Santa...) que no se tienen presentes o quedan fuera de la perspectiva escolar. 58
Catequesis significa hacer resonar la palabra, lo cual supone que el acto catequético integra una relación personal, una escucha, un caminar hacia el encuentro cara a cara, en definitiva, una disposición para acompañar en el camino. En esta dirección apuntan los Obispos de Québec cuando afirman: «Proponer la fe, hoy como ayer, significa invitar a los jóvenes a entrar por estos caminos de la experiencia cristiana. Es dar con ellos los primeros pasos, recorrer junto a ellos tramos del camino. Es crear un clima, un entorno que les abra el apetito de creer y el deseo de llegar más lejos. Para ello se necesitan guías preparados.» (PFH, p.179) El relato de los discípulos de Emaús es una referencia insoslayable para quien trata de acompañar a otras personas en su proceso de iniciación. «Lo que jesús aporta en la marcha de los discípulos es compañía significativa. Una compañía que abre horizonte, que ayuda a comprender lo que viven y lo que llevan en el corazón. Y esto lo lleva a cabo leyendo su vida a la luz de las Escrituras» (A. GINEL, 2005: 24).
Las reuniones
Se desarrollan, generalmente, siguiendo los esquemas propuestos en los materiales catequéticos, estando más en función de unos temas y de unos programas que de los procesos personales. Quizás haya que replantear los encuentros y reuniones haciéndoles girar no tanto en torno a la presentación y comprensión de unos temas sino en torno a las experiencias más significativas que se pretende hacer vivir y ayudar a profundizar a quienes forman parte de los grupos de iniciación. O
Superación de una visión estática de la persona y de la fe
El funcionamiento del grupo
En relación a los grupos, en la catequesis lo habitual es encontrarnos con un diseño y funcionamiento muy similar al de los grupos escolares, tanto en su disposición externa, en muchos casos similar a la de un aula, como en la dinámica seguida. Un grupo que pretende ser espacio para vivenciar lo que significa ser y vivir en cristiano necesita superar estos moldes y fomentar otro tipo de vínculos y relaciones. O
l i H A C I A UNA..CATEQUESIS QUE^«ACOMPAÑA EN EL CAMINO»
En la actual situación, «acompañar en el camino» requiere cuidar una serie de acentos y tareas. O
La fuerza del testigo
Hoy se demanda experiencia, no solo palabras sobre Dios. Acompañar en el camino reclama del acompañante el hablar de lo que ha experimentado. Hoy se requieren testigos, gente de peso experiencial que pongan al servicio de los otros su saber y gustar de la vivencia cristiana; que acompañen y orienten el peregrinar de los que se asoman o se inician en el camino de fe. No se tratará necesariamente de grandes testimonios o de «estrellas» de la fe. Serán, por lo general, personas cercanas, creyentes normales, con sus limitaciones y contradicciones, sus dudas y sus equivocaciones, que se atrevan a decir y mostrar sus razones para vivir y esperar. 59
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Ejercer de mediador
El catequista o evangelizador está llamado a ser, además, un mediador: el que prepara el terreno e introduce en la vivencia comunitaria; el que pone en relación a los iniciandos con lo que la comunidad cree, vive y celebra; el que favorece los encuentros y la conexión entre las personas que acompaña y los grupos en una determinada comunidad; el que provoca e implica a la comunidad para que sea consciente de su responsabilidad y acompañe la progresiva inserción de los que se inician. Se trata de establecer lazos y de tender puentes. O
Una trabajo de
Una tarea de
propedeuta
Realiza, también, una labor de propedeuta. Trata de preparar, capacitar, ofrecer los instrumentos, los elementos y criterios para que la persona sea capaz de discernir y orientar la propia existencia desde la perspectiva de la fe en Jesús, puesto que la cuestión de «nacer hoy a la fe» no parece estar «en "conformar" a la gente a un modelo preestablecido de fe, sino en ofrecerles un panorama variado en el que puedan moverse, en el que puedan apoyarse para crecer y caminar libremente en la fe» (A. FOSSIÓN, 2006:136). O
La función de un
hermeneuta
Ejerce la función de un hermeneuta, pues ayuda a interpretar y releer la vida desde Jesús y el Evangelio, favoreciendo el encuentro y haciendo posible la experiencia de fe. «La catequesis se convierte en iniciación al dinamismo interpretativo de la historia de los hombres a la luz de la fe y, correlativamente, del sentido de la fe cristiana con respecto a la historia de los hombres» (D. VILLEPELET, 1999: 81).
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UNA MIRADA AL FUTURO Al mirar al futuro y tratar de concretar la viabilidad del nuevo paradigma, la existencia de comunidades iniciáticas se presenta como la condición fundamental; sin ellas los catecúmenos no podrían hacer «una verdadera experiencia de Iglesia».
mayeuta
La tarea del mayeuta se caracteriza por: alumbrar, arrojar luz, ayudar a profundizar, mostrar y hacer ver lo que ya existe, lo que está contenido en las personas, en los acontecimientos, en la vida, pero que aún no se conoce, porque no se ha descubierto. Tarea importantes del evangelizador es la de ayudar a las personas a prestar y tomar conciencia de realidades presentes pero ignoradas; desvelar y señalar con el dedo la presencia del Reino en las personas y las situaciones, incluso allí donde menos se lo esperaba. O
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«La actividad catequética, que tiene como objetivo iniciar y fundamentar en la fe de la comunidad creyente e insertar en esa misma comunidad a quien ha dado su adhesión a Jesucristo, no puede, por ello, separarse, en modo alguno de la vida de la Iglesia. En esta Iglesia y, más precisamente en las distintas comunidades en las que se concreta, encuentra la catequesis su origen, su lugar propio y su meta.» (CC 253) En el año 1983 la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis constataba gozosamente lo siguiente: «Se ha manifestado en la Iglesia una corriente de renovación comunitaria que afecta a todo tipo de comunidad cristiana inmediata: parroquia, familia, pequeñas comunidades, etc. Consideramos muy positivo, sustancialmente, dicho fenómeno, ya que este sentido y experiencia de vida comunitaria es el sustrato más adecuado para que pueda desarrollarse con todo vigor la acción catequética.» (CC253) En 1982 la Comisión Episcopal de Pastoral publicó el documento Servicio pastoral a las pequeñas comunidades cristianas. Muchas de las orientaciones que ahí se dan son actuales y valiosas; el problema que hoy tenemos es el de la creación de estas comunidades y no el de su regulación. Para el discernimiento eclesial de las pequeñas comunidades el número 78 de Evangelii nuntiandi es completo y preciso. 61
DESPUÉS DE LA EVANGELIZACIÓN Y DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN _ _ _ _ _ _ _ También nosotros, como Pablo vi al final de su pontificado, con la duda de que los frutos augurados en el Vaticano n se estén dando, nos hacemos la pregunta de fondo que aparece en la Evangelii nuntiandi: «La Iglesia ¿es más o menos apta para anunciar el Evangelio y para insertarlo en el corazón del hombre con convicción, libertad de espíritu y eficacia?» (EN 4) Esta pregunta exige una respuesta sincera y arriesgada, pues en ella nos va, en lo que de nosotros depende, el futuro de la Iglesia. Si esta es la pregunta con la que comienza la Evangelii nuntiandi, al final de esta misma exhortación apostólica, el Papa retoma esta misma cuestión de forma mucho más concreta: «¿Qué es la Iglesia, diez años después del Concilio? ¿Está anclada en el corazón del mundo y suficientemente libre e independiente para interpelarlo? ¿Da testimonio de la propia solidaridad hacia los hombres y al mismo tiempo del Dios absoluto? ¿Ha ganado en ardor contemplativo y de adoración y pone más celo en la actividad misionera, caritativa, liberadora?» (EN 76) Lo que Pablo vi se hace como preguntas, en Juan Pablo n se transforma en la firme convicción de que es necesario corregir y equilibrar algunas orientaciones postconciliares. Y propone la «nueva evangelización». Olegario González de Cardedal lo sintetiza con estas palabras: «Juan Pablo n se proponía recomponer la unidad doctrinal de la Iglesia mediante la oferta de nuevas clarificaciones en el orden doctrinal, de criterios precisos en el orden de la acción, de certezas para vivir y de fuerzas cordiales para existir en el mundo y en la Iglesia. [...] Por tanto se abre - e n 1978- un nuevo decenio donde se tiende a recuperar la confianza perdida, la identidad difuminada, las certezas secuestradas.» (O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, 1988: 117-118) Este cambio de rumbo supuso un cierto corte en el diálogo con la sociedad. 62
¿Cuál ha sido el resultado del proyecto de evangelización y de nueva evangelización? En el reciente Congreso del Apostolado Seglar, Mons. Fernando Sebastián, como ya se indicó anteriormente, decía de forma clara: «Hace muchos años que estamos hablando de parroquia misionera, de pastoral evangelizadora, pero muchos de nuestros métodos y nuestras aspiraciones han cambiado bastante poco.» (F. SEBASTIÁN, 2004: 24) Juan Martín Velasco, haciendo una relectura de Evangelii con motivo del xxx aniversario de su publicación dice:
nuntiandi
«El fracaso de todas estas iniciativas, incapaces de poner a la Iglesia en estado de misión, nos lleva a pensar que, tal vez, la raíz de ese fracaso esté en que todas ellas partían del supuesto de que existían unas Iglesias ya evangelizadas, a las que se trataba de movilizar a la evangelización de una sociedad dominada por la increencia. Y hoy, tal vez, tengamos que reconocer que no solo Europa es país de misión, sino que lo son las mismas Iglesias en Europa y que, por tanto, si el cristianismo en Europa está amenazado de extinción, es porque las Iglesias son incapaces de evangelizar. Y no son capaces debido a la precariedad y la mediocridad de su fe, debido, por tanto a que ellas mimas, o una parte importante de ellas mismas, están necesitadas de evangelización.» (J. MARTÍN VELASCO, 2006: 96) Ya en la exhortación apostólica Christifideles laici, Juan Pablo n dijo que el objetivo de la «nueva evangelización» era la formación de «comunidades eclesiales maduras», en las que se viviera la adhesión a la persona de Jesús y su Evangelio, y una vida en caridad y servicio (ChL 34). En la misma exhortación el Papa añade: «Dentro de algunas parroquias, sobre todo si son extensas y dispersas, las pequeñas comunidades eclesiales presentes pueden ser una ayuda notable en la formación de los cristianos, pudiendo hacer más capilar e incisiva la conciencia y la experiencia de la comunión y de la misión eclesial.» (ChL 61) 63
Por fin, el mismo Juan Pablo n, en la exhortación apostólica después del sínodo de Europa completa su pensamiento diciendo: «La actual situación cultural y religiosa de Europa exige la presencia de católicos adultos en la fe y de comunidades cristianas misioneras, que testimonien la caridad de Dios a todos los hombres (Propositio 8,1). El anuncio del Evangelio de la esperanza comporta, por tanto, que se promueva el paso de una fe sustentada por costumbres sociales, aunque sean apreciables, a una fe más personal y madura, iluminada y convencida.» (EE 50) Ahora bien, las comunidades, como los creyentes convertidos, no nacen: se hacen a través de los procesos de iniciación cristiana, es decir, de los catecumenados de jóvenes y adultos. No podemos suponer que existen sin más. Si existieran más comunidades cristianas muchos de los problemas de la Iglesia, incluido el de la autofinanciación, estarían más y mejor resueltos. El diálogo con la sociedad, la cultura, la política, etc., sería más fácil y fructífero. En consecuencia, mejoraría la imagen social de la Iglesia y nuestro poder de convocatoria («Ven y verás») sería mucho mayor.
H LO QUE LA IGLESIA DEBE APORTAR A LA SOCIEDAD El cristianismo y la Iglesia deben aportar a la sociedad tres mensajes fundamentales; el sentido de la vida, la salvación y los valores morales. Estos mensajes se hacen desde un «gran relato» aceptado, vivido y compartido en una comunidad de fe. Estamos en un contexto de «pequeños relatos» y de desconfianza de los «relatos verticales». Sabemos, por experiencia personal y por historia, que el cristianismo tiene capacidad para dar sentido, fundamentar y jerarquizar valores que, aunque en buena parte están presentes en la sociedad, se presentan deforma confusa, conflictiva y manipulada por intereses políticos y económicos. En muchos ámbitos sociales hay una necesidad de recuperar y formular la vida desde los valores y así se manifiesta en no pocas expresiones que 64
van siendo de uso común. La imagen de la Iglesia que tiene el ciudadano medio está más vinculada al mundo de las normas que al mundo de los valores. Es urgente que la presencia, el mensaje, la predicación y la educación de la fe esté mucho más alimentada y guiada por las Bienaventuranzas. Además, el «imaginario eclesial» debe incorporar decididamente los valores que constituyen el «imaginario juvenil»: «La autonomía, la libertad, el cuerpo, el sexo en toda su nobleza, el presentismo, la trascendencia-para-aquí-y-ahora, el grupo amigo, la identidad abierta, la biografía móvil y versátil, el derecho a la diferencia, la experiencia personal como fuente de normas...» (J. GONZÁLEZ-ANLEO, 1999: 317) En la misión de la Iglesia son imprescindibles las pequeñas comunidades acogedoras, dialogantes y encarnadas. Estamos en un momento en que tenemos que realizar un movimiento diferente a lo vivido por las primeras comunidades. Allí, una «red» de pequeñas comunidades, fruto de la predicación apostólica y misionera, se sintió Iglesia de Jesucristo. Hoy nuestro problema, dentro de la Iglesia, es cómo vivimos la fe comunitariamente y cómo podemos hacer para que los pocos grupos de jóvenes y adultos que tenemos puedan llegar a ser pequeñas comunidades. No podemos olvidar que la comunidad cristiana se hace a través de un proceso lento, auténtico noviciado dice el Concilio Vaticano n (cf. AG 13), no exento de problemas y dificultades que condicionan la decisión final de «dar el paso» a vivir en la Iglesia de Jesucristo, que se concreta y hace visible en las Iglesias locales. «Estas, a su vez, se hacen presentes en comunidades más pequeñas y cercanas, en las que son posibles las relaciones interpersonales y que son vivas, responsables y misioneras.» (CC 256)
LAS PEQUEÑAS COMUNIDADES CRISTIANAS EN LA VIDA X A C C I Ó N PASTORAL DE LA IGLESIA No se puede dar un proceso de iniciación cristiana sin una comunidad eclesial. Esto solo se puede asegurar si se procura promover pequeñas 65
comunidades cristianas como final de los procesos formativos de personas jóvenes y adultas, pues en definitiva son procesos catecumenales, que desembocan en pequeñas comunidades estables. En la situación cultural y eclesial que vivimos, existen obstáculos, pero también posibilidades y retos para poder concretar esta propuesta pastoral comunitaria. La cuestión está en ir despejando, con ilusión y esperanza, cada una de las dificultades, sabiendo que «se hace camino al andar». Las pequeñas comunidades cristianas son una condición de posibilidad para la plena acción pastoral de la Iglesia, hoy.
en conjunto y donde varios, al f i n , no son más que uno.» (SAN AGUSTÍN, Las confesiones, 4, 8, 13)* ©
Son núcleos comunitarios
Las pequeñas comunidades eclesiales son células eclesiales vivas, de talla humana, con identidad cristiana, en comunión eclesial (en interdependencia con otras comunidades, articuladas en la comunidad local e integradas en la Iglesia particular) y en solidaridad, actitud de servicio y corresponsabilidad.
Conviene advertir que, cuando en este documento hablamos de pequeñas comunidades eclesiales, no nos ceñimos a unos grupos o colectividades tipificadas y designadas ya en la Iglesia con denominaciones concretas, sino a todas aquellas «agrupaciones», que se identifiquen con los rasgos de las pequeñas comunidades eclesiales determinados por los criterios del magisterio y que se recogerán más adelante. Esto supuesto, las pequeñas comunidades eclesiales estarían más cerca de poder formar - e n sus diversos niveles estructurales- esa añorada Iglesia «comunión de comunidades».
Esto supone que esos núcleos comunitarios o pequeñas comunidades cristianas están formadas por personas «iniciadas», en proceso de formación específica, con opción mantenida de pertenencia a dichos núcleos comunitarios concretos donde viven y celebran la fe, se sienten
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Para conocer más en concreto algunos aspectos importantes sobre este tema, pueden iluminarnos los enfoques de tres autores:
Son comunidades cercanas
En las pequeñas comunidades eclesiales se cultiva la relación personal. San Agustín habla de la comunidad cristiana destacando esta dimensión humana: «Un grupo cristiano es un grupo de personas que rezan juntas, pero que también hablan juntas; que ríen en común e intercambian favores; están bromeando juntos y juntos están serios; están a veces en desacuerdo, pero sin animosidad, como se está a veces con uno mismo, utilizando ese raro desacuerdo para reforzar siempre el acuerdo habitual. Aprenden algo unos de otros o lo enseñan unos a otros. Echan de menos con pena a los ausentes. Acogen con alegría a los que llegan. Hacen manifestaciones de este u otro tipo, chispas del corazón de los que se aman, expresadas en el rostro, en la lengua, en los ojos, en mil gestos de ternura. Y cocinan juntos los alimentos del hogar, en donde las almas se unen 66
* En la búsqueda de respuestas para potenciar el fenómeno comunitario en la Iglesia, es esencial volver a los orígenes para redescubrir la Iglesia de jesús: - G. LOHFINK, La Iglesia que Jesús quería. Dimensión comunitaria de la fe cristiana, DDB, Bilbao 1986.
- Las aportaciones de R. E. BROWN {Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron, DDB, Bilbao 1998), sobre «el reconocimiento del alcance de las diversidades eclesiológicas del NT». - Las aportaciones de D. G. THEISSEN (Sociología del movimiento de Jesús. El nacimiento del cristianismo primitivo, Sal Terrae, Santander 1979), sobre el análisis religioso-sociológico de los factores del cristianismo y los efectos recíprocos en la sociedad judeo-palestina en línea de conflicto y de la solución original del mismo en términos que no son deducibles de los condicionamientos sociales. - Por fin, las aportaciones de R. AGUIRRE {Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana, DDB, Bilbao 1987), que ayudan a recuperar las comunidades cristianas del pasado con los planteamientos de fondo del primitivo cristianismo. Un detalle importante: La simbolización cristiana y la propuesta de amor y reconciliación tuvieron mejor acogida en el mundo de las ciudades helenistas caracterizadas por los esfuerzos de intercomunicación e integración. 67
corresponsables de la comunidad más amplía, en que están insertas y se comprometen en los ambientes donde trascurre el día a día (familia, trabajo, sindicatos, política, cultura, ocio, cuestiones sociales, etc.). A estas pequeñas comunidades cristianas Pablo vi las denomina comunidades eclesiales de base (cf. EN 58), subrayando su eclesialidad o pertenencia a la Iglesia local, para hacerla creer como servidora del Reino.
comunitariamente somos tan lentos y perezosos en la concreción de estas pequeñas comunidades eclesiales? Sigue repercutiendo en nuestros corazones la pregunta que se hacía J. Moltman: ¿Cómo tienen que ser las comunidades que el Señor necesita para continuar su misión?
Las diversas pequeñas comunidades eclesiales existentes son una referencia para que cada grupo de cristianos haga su propio camino y descubra el «lugar de su inserción» en la Iglesia local y en la sociedad. A ellas les tenemos que dar la palabra para que «nos narren» su historia, las claves teológico-pastorales que han puesto en práctica, las dificultades vividas, los retos que perciben, las respuestas que tratan de encamar y la síntesis fe-vida como estilo de vida válido para el hombre actual.
| | CRITERIOS DE ECLESIALIDAD
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Son necesarias para que el cristianismo sea un elemento significativo en la sociedad y cultura actual
Los cristianos tenemos que estar atentos a las demandas, directas o indirectas, de la sociedad y de las nuevas sensibilidades religiosas; al mismo tiempo, la Iglesia debe generar demandas e interrogantes en la cultura postmoderna. La sociedad actual valora mucho el diálogo y la tolerancia, pero también se da mucho individualismo y deterioro de las relaciones y de los grupos primarios. No pocas personas tienen una experiencia dramática de soledad. Las comunidades eclesiales tienen que ofrecer toda la riqueza de experiencia comunitaria que tienen en su seno y, al mismo tiempo, ofrecer plataformas para reconstruir el tejido comunitario. 0
Urge cultivar con esmero los rasgos propios de toda comunidad cristiana inmediata. Por comunidad cristiana inmediata entendemos «el espacio eclesial concreto donde el cristiano nace a la fe, se educa en ella y la vive» (CC, anexo 15). En este sentido, comunidades eclesiales inmediatas son la familia, la parroquia, y las pequeñas comunidades eclesiales de base. Las comunidades eclesiales inmediatas están siempre ordenadas -integradas y en comunión- a la Iglesia diocesana y a la Iglesia universal (Ibídem). Pues bien, el pensamiento teológico y pastoral, en fidelidad a la identidad de las comunidades referenciales -la Iglesia diocesana y la Iglesia universal- nos facilita una serie de criterios para comprobar la eclesialidad de estas pequeñas comunidades (CC 257-265). Toda comunidad inmediata es: - Comunidad cristocéntrica (Unus Deus: vinculación personal con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo). - Comunidad congregada por la Palabra (Unafides). - Comunidad orante centrada en la Eucaristía (Unum baptismum). - Comunidad suscitadora de comunión eclesial («manifiesta la comunión en la fraternidad que expresa la caridad»). - Comunidad corresponsable y ministerial («vertebrada y diversificada en ministerios»). - Comunidad consciente de sus límites y de la necesidad de complementariedad (necesita contraste crítico y aportación de otras instancias). - Comunidad de talla humana (de relaciones interpersonales para compartir fe, vida y misión).
Son piezas clave para la vida y misión de la iglesia
En un contexto en que muchas familias hace una generación que dejaron de transmitir la fe, «la importancia estratégica de las comunidades cálidas, abiertas y comprometidas» es decisiva. En definitiva, se necesitan comunidades que manifiesten la presencia del Resucitado y comuniquen la vivencia compartida del Evangelio. Se trata de responder a cuestionamientos acuciantes: ¿Cómo teniendo los cristianos las mejores referencias y posibilidades para vivir 68
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J 69
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LAS COMUNIDADES NO NACEN NI SURGEN ESPONTÁNEAMENTE. SINO QUE SE HACEN
No cabe duda de que el enfoque de los procesos catecumenales con jóvenes (17 a 25 años) y con adultos (25-30 a 65 años) es el elemento fundamental para que la desembocadura comunitaria y vocacional de los itinerarios de fe lleguen a buen éxito. Lo que hay que hacer está bien definido en los siguientes documentos del Magisterio de la Iglesia: - Adgentes 13-15 (1965), - Ritual de Iniciación Cristiana de los Adultos (1972) - Evangelii nuntiandi (1975) - Catequesis de la Comunidad (1983) - Orientaciones de pastoral de Juventud (1991) - Jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo. Proyecto marco de pastoral de juventud (1992)
Estamos necesitando una nueva espiritualidad cristiana, pues vivimos en un «tiempo-eje», que pide una «revolución en las Iglesias desde la base» y no estamos sobrados de la debida calidad eclesial. Necesitamos un «nuevo paradigma teológico y pastoral» (cf. J. L. HERRERO DEL POZO, 2004). En definitiva, en nuestro contexto cultural está en cuestión el futuro del cristianismo. Acertadamente, j . M. MARDONES (2003) parte del siguiente interrogante: «¿Qué futuro tiene el cristianismo?». El cristianismo del futuro lo perfila este autor con las siguientes características: experiencia religiosa profunda, solidaridad efectiva y con conciencia estructural, que vive y comparte la fe en pequeñas comunidades, con una fe formada y crítica, y que celebra gozosa y festivamente su vida y esperanza. Todo esto será posible si tenemos comunidades iniciadas en la fe y capacitadas para iniciar a otros. De la comunidad nace el anuncio, en ella se realiza el proceso de iniciación y ella incorpora en su seno. En consecuencia, los diferentes ámbitos donde se realiza la educación de la fe deben tener una clara conciencia y vivencia comunitaria.
- Directorio General de Catequesis (1997) - La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (1998). A nuestro parecer, falta trabajar pastoralmente tres aspectos: • Tomarse en serio las tres etapas del itinerario evangelizador (nos quedamos, con frecuencia, en la primera de las etapas -la misionera-, o en la segunda -la catecúmeno!-; y no llegamos a la etapa pastoral, en la que se aborda la cuestión de las pequeñas comunidades eclesiales).
«La finalidad de la catequesis es la educación de la fe del creyente con vistas a iniciarle en la comunidad cristiana que construye el Reino de Dios en el mundo... toda catequesis es para la comunidad. La transitoriedad de la catequesis exige que se conduzca a la comunidad cristiana, inserta en la Iglesia local.» (CC 287)
• Elaborar una pedagogía progresiva de personalización. • Emplear los apoyos necesarios para configurar y dar fuerza a estas pequeñas comunidades eclesiales o núcleos comunitarios una vez que han cuajado. La iniciación cristiana no puede terminar antes de que el catecúmeno (o reiniciado) viva vocacionalmente la fe y concrete la vivencia comunitaria de la misma (cf. V. PEDROSA, J. SASTRE Y R. BERZOSA, 2001: 886-901). •k -k -k
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SIGLAS
AG Adgentes (Concilio Vaticano n, 1965). CC La catequesis de la comunidad (Conferencia Episcopal Española, Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, 1983). CEC Catecismo de la Iglesia Católica (1992). ChL Christifidelis laici (Juan Pablo n, 1988). CT Catechesi tradendae (Juan Pablo n, 1979). CTC La catequesis en un tiempo de cambio (Conferencia Episcopal Alemana, 1996), en D. MARTÍNEZ, P. GONZÁLEZ, J. L. SABORIDO, 2006: Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Sal Terrae, Santander, 87-119. DCG Directorio Catequístico General (Sagrada Congregación para el Clero, 1971). DGC Directorio General para la Catequesis (Sagrada Congregación para el Clero, 1997). EE Ecclesia in Europa (Juan Pablo n, 2003). EN Evangelii nuntiandi (Pablo vi, 1975). ETI Evangelizar en tiempos de increencia (Carta Pastoral de los Obispos del País Vasco y Navarra, 1994). IC La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (Conferencia Episcopal Española, LXX Asamblea Plenaria, 1998). ICF Ir al corazón de la fe (Comisión episcopal de catequesis y catecumenado de Francia, 2003), en D. MARTÍNEZ, P. GONZÁLEZ, J. L. SABORIDO, 2006: Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Sal Terrae, Santander, 195-219. IE Una Iglesia esperanzada (Plan pastoral 2002-2005 de la Conferencia Episcopal Española). JCH Jesucristo, camino de humanización (Asamblea de obispos de Québec, 2004), en D. MARTÍNEZ, P. GONZÁLEZ, J. L. SABORIDO, 2006: Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Sal Terrae, Santander, 123-159. 73
OPICN Orientaciones pastorales para la iniciación cristiana de niños no bautizados en su infancia (Conferencia Episcopal Española, 2004). PFH Proponer hoy la fe a los jóvenes (Asamblea de obispos de Québec, 2000), en D. MARTÍNEZ, P. GONZÁLEZ, J. L. SABORIDO, 2006: Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Sal Terrae, Santander, 163-190. PFSA Proponer la fe en la sociedad actual (Carta de la Conferencia Episcopal francesa), en D. MARTÍNEZ, P. GONZÁLEZ, J. L. SABORIDO, 2006: Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Sal Terrae, Santander, 37-84. RNC Renovar nuestras comunidades (Obispos del País Vasco y Navarra, Carta pastoral de Cuaresma-Pascua 2005). TFH Transmitir la fe hoy (Obispos del País Vasco y Navarra, Carta pastoral de Cuaresma-Pascua 2001).
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D. (2006): «Hacia un nuevo paradigma de iniciación cristiana», en Otero, n s 8.
MARTÍNEZ,
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75
ÍNDICE
D. (2004): «La transmisión de la fe en la Iglesia actual. Apuntes a favor de un discernimiento», en Sinite, n s 135, enero-abril 2004.
MARTÍNEZ,
D. (2004): «La transmisión de la fe en la sociedad», en Sinite, n s 135, enero-abril 2004.
MARTÍNEZ,
Presentación Introducción
5 7
D.; GONZÁLEZ, P.; SABORIDO, J. L. (2006): Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Sal Terrae, Santander.
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i.
U N CAMBIO DE ÉPOCA
I . Constaciones i. El «despertar a la fe» en la familia 2. La catequesis como «proceso» 3. La fe de los jóvenes 4. La «catequesis familiar» 5. La fe en el mundo adulto
n 12 12 13 13 14
2. Síntomas de una nueva situación
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i. Un proceso histórico de secularización de la cultura, de la ciencia y de la sociedad 2. La quiebra en la transmisión de los valores 3. La otra cara del progreso 4. La caída de las ideologías: la «postmodemidad» 5. La emancipación política: una sociedad laica y plural 6. El «divorcio» entre Iglesia y sociedad 3. Un cambio de época 1. Fin del régimen de «cristiandad» 2. La era de la informática 3. Un nuevo mundo globalizado 4. Un nuevo modo de ser Iglesia y creyente 2.
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LA PROPUESTA DE U N NUEVO PARADIGMA
I . Interpretación de la crisis de la transmisión de la fe 1. Interpretaciones al menos insuficientes 2. Nuestra lectura 3. El gran desafío 2. Nuestra propuesta 1. Un reto apasionante 2. Alcance pastoral de esta propuesta 3. Relato del nuevo paradigma de inciacion cristiana 1. A favor de un nuevo giro en el modelo de iniciación 2. Concepción del nuevo paradigma de iniciación
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3. Factores implicados para diseñar el nuevo paradigma 4 . Algunos rasgos identiflcadores del nuevo paradigma 4 . Grupos de aplicación 1. Adultos y jóvenes no bautizados 2. Adultos y jóvenes, bautizados al nacer, que deciden re-comenzar la iniciación a la fe 3. Adultos con opción de fe y práctica religiosa, pero desprovistos de una síntesis vital de la fe 4. Niños que vienen a la catequesis pero sin haber sido bautizados 5. Niños y adolescentes bautizados que vienen a nuestras catequesis para una iniciación procesual al ritmo de su crecimiento h u m a n o
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i. 2. 3. 4.
Cultivar la interioridad Provocar y despertar preguntas Vivir determinadas experiencias La apertura a la trascendencia
2. Hacia una catequesis «iniciática» 1. « A v i n o nuevo, odres nuevos» 2. Espacio para la inmersión en la experiencia cristiana 3. Un aprendizaje personalizado y experiencial 3. Hacia una catequesis en «camino permanente» 1. Una catequesis «para t o d o s » y «en todas las edades» 2. Una catequesis diferenciada 3. Revisar criterios, propuestas y modos de organización 4. Hacia una catequesis que tiene lugar «entre otros» y «con otros» i . «Conectados» y «en red» 2. Responsabilidad c o m ú n y experiencia compartida 3. Familia y c o m u n i d a d 5. Hacia una catequesis de «experimentación» 1. Lugar de experiencia cristiana 2. Pedagogía vivencial 3. Provocar experiencias y establecer contactos 6. Hacia una catequesis de «propuesta» i . Exigencia de loso nuevos tiempos 2. Proponer la novedad de la fe y de la experiencia cristiana 3. Una fuerza para vivir
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i . Provocación seductora 2. Al servicio de la vida 8. Hacia una catequesis de «apropiación personal» 1. 2. 3 4.
Capacitar para una opción personal Atención a los procesos Ejercicio de libertad Propuestas diversificadas
1. 2. 3. 4.
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9. Hacia un replanteamiento del «grupo catequetico» 43
3. ALGUNOS EMPEÑOS Y TRANSFORMACIONES I . Hacia una catequeis con «infraestructura humano-espiritual»
7. Hacia una catequesis «significativa»
La formación de los grupos El funcionamiento del Grupo Las reuniones La temporalidad
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i o . Hacia una catequesis que «acompaña en el camino» i. 2. 3. 4. 5.
La fuerza del testigo Ejercer de mediador Un trabajo de mayeuta Una tarea de propedeuta La función de un hermeneuta 4.
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U N A M I R A D A AL FUTURO
I . Después de la evangelización y de la nueva evangelización
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2. Lo que la Iglesia debe aportar a la sociedad
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3. Las pequeñas comunidades cristianas en la vida y acción pastoral de la Iglesia
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1. Son comunidades cercanas 2. Son núcleos comunitarios 3. Son necesarias para que el cristianismo sea un elemento significativo en la sociedad y cultura actual 4. Son piezas clave para la vida y misión de la Iglesia
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4. Criterios de edesialidad
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5. Las comunidades no nacen ni surgen espontáneamente, sino que se hacen
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Siglas
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Bibliografía
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