AC ERC A DE LAS MIRADA MIRADAS S Y LAS TEOR EORIAS IAS DELHIPNOT HIPNOTISMO Y LA HIPNOS HIPNOSIS
Hipnoterapia Ericksoniana: Nivel Básico Ps. Mario Pacheco León © Reg. Prop. Int. N° 97.980, 1996
BREVE RES RESEÑA HISTORICA RICA DEL DESARROLLO DE LA HIPNOS HIPNOSIS
Se explora someramente el curso histórico de la hipnosis, remontándola a Mesmer y revisando los enfoques de la hipnosis desarrollados en este siglo, resaltando sus diferencias.
Podemos afirmar que el fenómeno de la hipnosis es tan antiguo como los hombres mismos; especialmente si prestamos atención a los ritos ceremoniales de diversas culturas en donde los participantes experimentan “trances místicos” (en los cuales se observan fenómenos como la abolición de la percepción a estímulos normalmente dolorosos) y también aquellas ceremonias c hamáni hamá nic c as para c urar urar enfermeda enfermeda des de s. El interés de occidente por este fenómeno surge alrededor de 200 años, con el trabajo del médico austríaco Franz Anton Mesmer (Hilgard y Hilgard, 1990). Mesmer denominó a su forma de hipnosis hipnosis “mag netismo netismo animal”, a nimal”, la c ual alca a lca nzó nzó tal ta l reno renombre mbre que se le deno d enominab minaba a “mes “me smeris merismo”. Sin embargo, Mesmer dio un aspecto teatral a sus sesiones terapéuticas que efectuaba en París a fines del siglo 18. Los pacientes se sentaban alrededor de un depósito lleno de agua y limaduras de hierro que sostenían varillas de ese metal, por medio de las cuales la influencia magnética podía llegar a sus cuerpos. Este artilugio era conocido como “baquet”. Mesmer, elega ntemente vesti vestido do , ayuda ba a transf transferi erirr a los pa c ientes ientes el mag mag netis netismo anim a nimal al que exudab a. Aquellos sufrían convulsiones y eran llevados a un cuarto, donde volvían a la normalidad, supue stamente tame nte a liviad liviados os de sus do lenc ias. ias. En el año 1784, el rey de Francia nombró a un comité de investigación compuesto por los hombres de ciencia más destacados de la época, para que investigara ese magnetismo. El comité mostró que la influencia magnética podía ser transferida también por medio de varillas de madera y que era la imag imag inac inac ión de los pa c ientes ientes la la respo espons nsab ab le del de l fenómeno. En En c onsec onsec uencia, M esmer esmer resultó esultó desac d esac reditado, reditad o, p ero sus sus métod os y teo teo rías perduraron. El rescate de la hipnosis del olvido de la comunidad médica fue labor del médico escocés
Jam J ames es Braid aid, el cual escribió respecto a este fenómeno en 1840. Braid se alejó de los “mesmeristas” y relacionó la hipnosis con el “sueño nervioso”, y fue quien acuñó el término moderno de “hipnotismo”. En otra sección volveremos a Braid y a los investigadores posteriores, cuando revisemos someramente las diversas teorías de la hipnosis. En lo que sigue, nos referiremos a grandes rasgos a tres tres c orrientes orrientes de la hipno sis y que reflejan en e n cier c ierta ta med ida el de sa rrollo rollo d e la d isc isc iplina iplina : el enfoq ue a utoritari utoritario, o, el e l estand estand a riza iza do y el de utilizac utilizac ión.
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El enfoque enfoque autorit autoritario ario de la hipnosis En este este enfoque p od emos ubicar ubic ar a la la “hipnosis “hipnosis teatral”, que e s la más c onoc ida en e n la la a c tualida d a trav través és de los med medios ios de c omunicac omunica c ión, y cuyos rep reprresentantes esentantes se se es e sfuerz fuerzan por po r mistific mistifica a r. La versión más extrema de este enfoque radica en que el hipnotizador posee un “poder mental” que o b l i g a a otra persona a entrar en un estado relativamente pasivo, en donde es susc usc ep tible a las suge suges stiones de l hipnoti hipno tis sta. Todo Todo s hemos tenido tenido opo rtuni tunida da d de d e ob servar ervar en espec espec táculos có mo el hipnoti hipnotis sta fuerz fuerza a los voluntarios a ejecutar comportamientos bizarros, o que la persona no ejecutaría en el estado de vigila. vigila. Esta Esta c ree ncia nc ia de l pod er del hipnotista hipnotista sob sob re el sujeto, sujeto, se se c arac teriza teriza en el ámb ito ito c línico línico e n que el hipno tis tista trata de “implantar “implanta r” suge suges stione tiones s en e l sujeto sujeto o dirigir dirigir su su c omportamiento. omp ortamiento. Sería un error suponer que muchos sujetos en esos espectáculos están fingiendo su comportamiento hipnótico; la observación cuidadosa de ellos nos puede indicar que están mostr mostra a ndo seña les mínimas mínimas o indic a do res de dispo dispo sición a respond er hipnó hipnó tic tic a mente. El prestigiad prestigiado o teórico e investigad investigad or en hipnosis hipnosis T.X. .X. Barber (1986 (1986)) rec onoc ono c e que los hipnoti hipno tis stas tea tea trale trales s pue de n producir fascinantes fenómenos con su trabajo. Sin embargo, no trabajan con todos los sujetos voluntarios, sino que seleccionan a aquellos que están dispuestos a pensar e imaginar las sugesti ug estion ones, es, y c umplir ump lir c on los req req uerimientos uerimientos y órde nes. Eri Eric c kson kson (Erickson (Erickson y Rossi, Rossi, 1979 1979)) afir a firma mab ba que las personas c o m p l a c i e n t e s a dichos métodos podían lograr respuestas hipnóticas; es decir, personas que no sólo son complacientes al “poder” del hipnotista, sino que también en la vida cotidiana a toda persona que ejerza un rol autoritario sobre ellos. Para Gilligan (1987), la hipnosis teatral cumple la misma función que el alcohol: las personas normalm normalmente ente inhibi inhibida da s pued en a c tuar en una forma forma “desenfr “desenfrenad a y enloquec ida”, pa ra des de spués a tribui tribuirr la la respo espons nsab ab ilidad ilidad de ese ese c ompo rtamiento tamiento a alguien (en este este c aso al hipnotista) hipnotista) o a algo (el estado estado de tranc tranc e). Pareciera que aquellos clínicos que practican este enfoque de la hipnosis creyeran que las personas son un “pizarrón en blanco” sobre las cuales pueden “escribirse” o “plantarse” ideas o mandatos. Sin embargo, no consideran que la “sumisión” del sujeto a sus mandatos o “poder” no asegura, en lo absoluto, una cura real de sus dolencias o conflictos. Además, contribuyen a la formación de creencias erróneas que han desacreditado a la hipnosis como una herramienta terap terap éutic éutic a va lios liosa. a. Las c onc ep c iones autoritarias autoritarias han d erivad erivad o en e n pa rte de los escritos escritos de figura figura s históri históric c a s c omo M esmer, Bernheim, C harco ha rcott y Freud Freud ; todo s los c uales ua les enfa tiza tiza ron a la hipno hi pno sis en términos términos de una relación asimétrica, en la cual el hipnotista (generalmente un hombre carismático) tiene dominio sob re un sujeto sujeto p asivo asivo (g ener ene ralmente una mujer) mujer) (G illi illiga ga n, 1987 1987). ). Al focalizarse sobre el poder del hipnotista, el enfoque autoritario no toma en cuenta la singularidad de cada sujeto, en términos de sus aprendizajes, creencias, capacidades, etc., y no rec onoc e la habili ha bilida da d d el sujet sujeto o para p ara escog er cuánd o o c ómo p artic artic ipar en los los suce sos hipnótic hipnótic os. os.
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El descrédito en q ue c ayó la hipnosis durante largos años en el presente siglo c omo o bjeto d e estudio científico y herramienta terapéuticamente útil, es debido en gran parte al rechazo categórico de Freud respecto a este fenómeno. Según Cheek y LeCron, dos eminentes investiga dores y clínicos en hipnoterapia contemporánea , este recha zo se de bió a que: En los años 1890, cuando Freud comenzó a practicar, trabajó con un médico general llamado Breuer, uno de los mejores hipnotistas de su época. Freud sabía poco de hipnosis, era un op erador pob re, y tenía la idea errónea que el trance profundo era necesario para lograr buenos resultados. Solamente uno de diez de sus pacientes entraba en trance profundo y Freud encontró que esto era frustrante. Breuer estaba teniendo resultados mucho mejores. Había mucha rivalidad entre ellos y Freud no pudo tolerar la situación. Por lo tanto, buscó otros métodos, abandonando la hipnosis y desarrollando la asociación libre y la interpretación de los sueños. Aunque las contribuciones de Freud a nuestro conocimiento de la mente y la psicoterapia son numerosas, el hecho que haya abandonado la hipnosis fue da ñino, pues impidió la hipnoterapia por cerca de cincuenta años. Hoy, muchos psiquiatras y muchos analistas tienen un interés mínimo en la hipnosis. No saben nada al respecto y creen en su inutilidad pues Freud la usó primero y después la abandonó. Muchos de ellos creen firmemente que la hipnoterapia es solamente un asunto de sugerir el abandono de los síntomas, como la usó Bernheim. Por eso es que reclaman a menudo que la hipnoterapia solamente posee resultados temporales, aunque Bernheim y otros médicos de esos días probaron, por cierto, la falsedad de esta idea. (Citado s por G illiga n, 1987, p. 5-6)
El enfoque estandarizado Este enfoque predomina especialmente entre los psicólogos experimentales. En lugar de foc alizarse en el poder de l hipnotista, esta p erspec tiva enfatiza al sujeto como la unidad principal de estudio; suponiendo, generalmente, que la disposición a responder a la hipnosis es algún rasgo perdurable del sujeto. Por lo tanto, el investigador emplea conjuntos de comunicaciones estandarizadas que son iguales para diferentes sujetos. Es decir, el sujeto es ó no es hipnotizable, y el comportamiento del investiga dor no posee mucha impo rtancia. Dos investigadores que se destacan en sus esfuerzos por convertir a la hipnosis en un objeto de estudio científico experimental, son Hull y Hilgard1. Ambos hicieron esfuerzos por rescatar a la hipnosis del descrédito del mesmerismo, y hacerla respetable ante la comunidad científica; e imbuidos en el espíritu de la investigación de su época (décadas de los años 1930 y 1960) tomaron
1 Permítaseme
una disgresión en este punto, respecto a las paradojas de las sendas de la investigación en ciencias: Hull comenzó estudiando la hipnosis y llegó a ser un destacado teórico de la corriente conductista; Hilgard comenzó como teórico conductista para transformarse en un investigador de la hipnosis; y evidentemente el cuño conductista respecto a la “objetividad” de la investigación de la conducta puede aprec iarse en sus traba jos en hipno sis. 3
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al individuo c omo objeto de estudio, minimizando la importanc ia d el c ontexto (es dec ir, la relación hipnotista-sujeto). Los esfuerzos de este enfoque han apuntado al desarrollo de procedimientos estándar de inducción de trance hipnótico 2, incluso desarrollando procedimientos de inducción sin hipnotista presente, a través del uso de cintas magnetofónica s. Tamb ién se ha n c onstruido instrumentos para evaluar la susceptibilidad hipnótica de los sujetos (por ejemplo, la Esc a la d e Hip no sis C lí nic a d e Stanford , en versiones para adultos y niños; y la Esc a la G rup a l d e Susc ep tib ilid a d Hip nótic a d e H a r v a r d ) . La aplicación de estos tests ha mostrado que solamente uno porción de sujetos responden hipnóticamente a las inducciones estandarizadas. Los autores de estas escalas, si embargo, han generalizado estos hallazgos para afirmar que los resultados dan cuenta de la capacidad de las persona s para e xperimentar tranc e, no cuestionando su método. Sus datos muestran que alrededor del 15% de los sujetos son muy susceptibles, el 65% son moderad amente suscep tibles y el 20% no son susc ep tibles en lo a bsoluto (G illiga n, 1987). Ade más, la dispo sición a respo nder pe rmanec ería en general estable a lo largo del tiempo, y se c onsidera, po r tanto, que la “hipnotizabilidad ” es un rasgo e stab le en las persona s. Estos hallazgos no son compartidos por el enfoque de la hipnosis de utilización, controversia que estudiaremos con mayor profundida d más ade lante. G illigan (1987) afirma q ue el enfoque estanda rizad o define a la hab ilidad hipnótica en términos de respuestas c o n d u c t u a l e s a las sugestiones de los tests; sin considerar que el trance hipnótico es primariamente una e x p e r i e n c i a , la cual variará d e un individuo a otro.
El enfoque de utilizac ión El principal exponente de este enfoque c lí n ic o fue Milton H. Erickson, el cual dedicó casi 60 años de investigac iones para innova r en el uso terap éutico de la hipnosis. Erickson y muchos terapeutas contemporáneos creen que la disposición a responder a la hipnosis refleja una i n t e r a c c i ó n entre las motivac iones e intereses de l cliente, la flexibilidad y sensibilida d d el terap euta, y el grado de rap po rt obtenido entre el terapeuta y el cliente (G illiga n, 1987). Este aspe cto interaccional fue d estac ad o p or Erickson (1952/1980): [...] la hipnosis debiera ser primariamente el resultado de una situac ión en la cual son desarrollada s constructivamente las relaciones inter e intrapersonales, para servir a los propósitos del hipnotista y del sujeto. Esto no puede hacerse siguiendo procedimientos rígidos y métodos fijos, ni por el esfuerzo por alca nzar una meta e spec ífica única. La c omplejidad d el comportamiento humano y sus motivaciones subyacentes hacen necesaria una comprensión de la multitud de factores existentes en cualquier situación suscitada entre dos personas comprometidas en una actividad compa rtida. (p. 166-167)
2 Y
que cumplan, por lo tanto, con la exigencia de la investigación tradicional de laboratorio, que estudia grupos de sujetos bajo las mismas condiciones cond iciones experimentales. 4
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Este enfoq ue e nfatiza que el tranc e hipnótico siempre o curre e n un c o n te x t o r e la c i o n a l, en el cual ni el hipnotista ni el sujeto pueden ser considerados entidades independientes el uno del otro. Ambos poseen roles diferentes: Cualquiera sea la parte actuada por el hipnotista, el rol del sujeto implica un gran monto de funcionamiento ac tivo -funcionamiento que deriva d e sus capac idades, aprendizaje e historia experiencial de la personalidad total. Los hipnotistas solamente pueden guiar, dirigir, supervisar y proporcionar la oportunidad para que los sujetos hagan el trabajo productivo. Para lograr esto, los hipnotistas deben comprender la situación y sus necesidades, proteger totalmente a los sujetos y ser cap ac es de reconoc er el trabajo alcanzado. Deben ac eptar y utilizar el comportamiento que se desarrolla, y ser capaces de crear oportunidades y situaciones favorables para el funcionamiento adecuado de los sujetos. (Erickson, 1952/1980, p. 167)
Este
principio
de
utilización significa
que
el
hipnoterapeuta
debe
reconocer
el
funcionamiento peculiar del sujeto, el cual constituye la base para el desarrollo del trance terapéutico. Para el enfoque de utilización, en consecuencia, “el trance se desarrolla a partir de un enc uentro interpe rsona l, experiencial, en el c ual el terap euta se alía c on el cliente, permitiendo a amba s pa rtes hac erse má s mutuamente receptivos” (Gilligan, 1987, p. 11).
Referencias bibliográficas Barber, T.X. (1986) Realities of Stage Hypnosis. In Zilbergeld, B.; Edelstien, M. And Araoz, D. (Eds.), Hyp no sis, . New York: Norton, p. 22-27 Qu estion s & An sw ers Erickson, M.H. (1952/1980) Deep hypnosis and its induc tion. The Co llec ted Pap ers of M ilton H. Eric kson o n , ed. by Ernest Rossi. New York: Irvington, p. 139-167 Hyp no sis, Vol. 1 Erickson, M.H. a nd Rossi, E.L. (1979)Hypno therap y: An explorato ry ca seb ook . New Yo rk: Irvington Gilligan, S.G. (1987) Therap eutic Tra nc es. The Co op eration Principle in Eric ksonian Hypno therap y . New York: Brunner/Mazel Hilga r, E.R. y Hilgard, J .R. (1990) La hipno sis en el a livio d el dolor. Fondo de Cultura Económica , México
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Aspectos de la relación hipnótica
Enfoque autoritario
Enfoq ue estand arizad o
Enfoque de utilización
C ontexto situac ional
Club noc turno; clínica
Laboratorio experimental
Prác tica clínica
Intenc ionalida d
Impresionar, enga ñar y entretener
Estudio específico del fenómeno
C rea r opo rtunidade s pa ra el ca mbio
a la audienc ia.
Punto foc al Tipos de comunica ción del
transformacional
El hipnotista Direc ta y mand atos do minantes
Hipnotista
El sujeto
La relac ión de co ope rac ión
Sugestiones estanda rizada s y
Extremada mente flexible, ad apta -
cambiantes (generalmente permisi-
tiva a l cliente
vas) Tarea general del sujeto
Ejecutar comportamientosbizarros
Seguir las instrucc ionesexperi-
Desarrollar una experiencia intra-
mentales
personal íntima en un contexto interpersonal seguro
Longitud de la inducc ión
C orta
C orta
Varía, pero usualmente larga (3060 minutos)
Interpretación d e la respuesta “no
El sujeto es “resistente”
Hipnótica” Dato s de interés
El comportamiento del sujeto
El sujeto no es “suscep tible” a la
El terape uta nece sita ad ap tarse a
hipnosis
los patrones particulares del cliente
El comportamiento de l sujeto
La experienc ia interna de l cliente y los ca mbios cond uctuales subsecuentes
(Tomado de Gilligan, 1987, p. 12)
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Contraste de los principios generales de los modelos principales de hipnosis Variable
Tradiciona l
Estandarizado
Ericksoniano (utilización)
¿Acercamiento
No
No
Sí
No
No
Sí
No
No
Sí
Autoritario
Autoritario o
Autoritario o
permisivo
permisivo
individualizado? ¿Conc epto naturalístico de trance? ¿Téc nica s naturalísticas?
Proceder del hipnotista
Estilo de sugestión
Direc ta
Direc ta
Direc ta o indirec ta
Grado de c omplacen -
Elevada
Elevada
Baja
cia demandada
¿C ómo está distribuido el
Desigualmente,
poder en la relación?
del hipnotista
¿O rientada al conteni-
a
C ontenido
favor Desigual
en
favor
Igualitariamente
cliente C ontenido
do o al proceso? ¿Q uiénes pueden ex -
del
Cualquiera de los dos o ambos
Algunos
Algunos
Tod os
Intrap ersona l
Intrapersona l
Intra o interpersona l
perimentar el trance intencionadamente? Fuente de la resistencia
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Variable Reac ción a la resistencia Enfasis en la profundi-
Tradiciona l
Estandarizada
Ericksoniana
Confrontación o
Confrontación o
Utilizac ión
interpretación
interpretación
Sí
Sí
No
Sí
Sí
No
Linea l
Linea l
Mosaico
Bajo
Bajo
Bajo
Negativa
Negativa
Positiva
Intrapersonal
Intrapersonal
Inter o intrape rsona l
Cualquiera d e los
Sintomático
Cualquiera de los
zación del trance ¿Hac e uso de tests formales de sugestibilidad?
¿Estructura del proceso? ¿Va lor relativo del insight? ¿Reconocimiento de las intenciones de los síntomas?
¿Etiología delos síntomas?
¿Acerca miento sintomático?
dos o ambos
¿Reconocimiento
de
dos o ambos
No
No
Sí
Negativo
Negativo
Positivo
Reac tivo
Reac tivo
Ac tivo
ganancias secundarias? Caracterización del inconsciente
Rol del inconsciente
Tomado de M. Yapko (1986). En Zilbergeld, Edelstien and Araoz (Eds.), o b . c it ., p. 223-231
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TEORIAS DE LA HIPNOSIS Y NOTAS PARA UNA DEFINICION ERICKSONIANA DE LA HIPNOSIS
Se revisan a grandes rasgos las primera teorías y las teorías contemporáneas de la hipnosis; se discute el concepto de la “hipnotizabilidad” y se intenta una definición de la hipno sis de sde el punto d e vista d e Erickson.
El trance hipnótico es un fenómeno que ha eludido tenazmente una conceptualización teórica compartida por una gran parte de los teóricos e investigadores de la hipnosis. A continuac ión revisaremos distintas perspectivas teóricas, co menzando po r las primeras teorías de la hipnosis.
Primeras teorías La mayoría de estas ideas fueron desarrolladas en el siglo 19, y muchas teorías c ontemp oráne as son versiones mod ific ad as de las primeras.
1. El tran c e, una c an alizac ión de la e nergía Mesmer (1734-1815), a menudo caracterizado como el padre de la hipnosis creía que la salud humana estaba influenciada por la acción de los planetas y la fuerza lunar sobre un fluido corporal magnético. Sugirió que las enfermedades eran el resultado de un desequilibrio en este fluido. Por consiguiente, al canalizar fuerzas magnéticas hacia la persona enferma, se restablecería el equilibrio a través de crisis convulsivas sanadoras. Al principio trabajó con magnetismo real, y después descubrió que el magnetismo animal podía ser transferido a otros objetos terapéuticos, las manos, los árboles y el artefacto conocido como “baquet”. Mesmer insistió que las curaciones espectaculares que parecían resultar de los rituales que efectuaba, que parecían resultar de los rituales que efectuaba, solamente se debían a la energía física del magnetismo. Rec hazaba cualquier idea respec to a que ha bía un c omponente psicológico. Parecía que sólo él y algunos discípulos poseían la capacidad de canalizar dicho magnetismo, por lo cual su trabajo se transformó en un negocio lucrativo. Aunque la comisión designada por el rey francés desacreditó al magnetismo animal y, por lo tanto, su teoría y su negocio, “ninguno de la comisión parece haber considerado la posibilidad que los efectos dramáticos innegables del mesmerismo indicaban el potencial terapéutico de la imaginación, la sugestión o la relación interpersona l c arismática .” (G illiga n, 1987, p. 33)
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2. El tran c e c om o sueño La relac ión del trance hipnó tico con el sueño se d esarrolló en el siglo 19. El primer investigado r que la formuló fue J osé Faria (1755-1819), un sacerdote portugués que vivió en París y prac ticó mag netismo a nimal. Desarrolló la teo ría del sona mbulismo, la c ual sostenía que el sujeto hipnotizado entraba en un estado de “sueño lúcido”. Este estado ocurría cuando el sujeto concentraba voluntariamente sus pensamientos y se retiraba de la experiencia sensoria, restringiendo así la voluntad consciente y la libertad interna. Faría proclamaba que los sonámbulos eran capaces de actos extraordinarios, tales como diagnosticar sus propias enfermedades y disociarse del dolor quirúrgico. Fue uno de los primeros en afirmar que el desarrollo del trance era debido a características del sujeto, no al magnetizador. Creía que los sujetos que poseían la “sangre más ag uad a” y c ierta “impresionabilida d psíquic a”, se dormían fácilmente.
James Braid (1795-1860) fue otro de los primeros en proponer una teoría del sueño modificado. En sus primeros trabajos, Braid solicitaba al sujeto mirar fijamente a un lugar pequeño sob re el nivel de los ojos. Después de a lgunos minutos, usualmente los ojos de l sujet o se c ansab an y se cerraban. Braid pensaba que esto indicaba el surgimiento de un estado neurofisiológico parecido al sueño que fatigaba y ocasionaba una parálisis en los centros nerviosos que controlaban los ojos y los párpados. Originalmente denominó a esta condición “neurohipnotismo”, que después abrevió a “hipnotismo” (de la pa labra griega h y p n o s, sueño) Po steriormente mod ificó la naturaleza similar al sueño d el tranc e, reemplazándola por un estad o d e c onc entrac ión mental, al c ual de nominó “mono ideismo” (el tener una idea mental dominante). Una tercera teoría del sueño del trance fue propuesta por Iván Pavlov (1849-1936), quien explicó a l estado d e trance c omo “un e stado d e sueño inc ompleto” resultante d e las sugestiones hipnóticas. Estas sugestiones excitaban algunas áreas de la corteza, mientras que inhibían otras, permitiendo al sujeto atender exclusivamente a las comunicaciones hipnóticas y lo disociaba del ambiente e xterno. También presumió q ue el estado de tranc e e ra una c ondición neurofisiológic a. Estas teorías del tranc e c omo un estado p arec ido a l sueño ha n demostrad o ser inade cuad as, ya que no existen similitudes fisiológicas entre el trance hipnótico y el sueño fisiológico. Además, durante el tranc e hipnótico el mundo interno d el individuo d ista muc ho d e ser pa sivo o inac tivo.
3. El tranc e c om o un a p ato log ía Jean Martin Charcot (1825-1893) era el neurólogo europeo más distinguido cuando comenzó a estudiar hipno sis. Usó un mínimo de sujetos, todas pa cientes con d iagnóstico de histeria, en el Hospital Salpe trière d e Pa rís. C onc luyó que el estado d e trance era un estad o p atológico similar a la histeria. Sus conc lusiones eran errad as, ya q ue atribuyó una connotac ión negativa a l tranc e. Los seguidores de C harcot son conoc idos co mo la escuela Salpe trière; antago nistas de la escuela d e Na ncy y su teoría d e la sugestibilidad .
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4. El t ra n c e c o m o su g e st ib i l id a d El originado de la escuela de Nancy fue un doctor rural francés, Auguste Liébeault (18231904), el c ual vinculó a l tranc e c on e l sueño, pe ro é ste era produc to de la sugestiones direc tas. Esta teoría intentaba explicar po r qué los sujetos en tranc e p ermanecían en rap po rt con el hipnotista. Su método consistía en mirar profundamente a los ojos del sujeto y sugerirle dormirse cada vez más, después de lo cual da ba sugestiones directas pa ra remover el síntoma . El trabajo de Liébeault no pasó desapercibido gracias a que Hippolyte Bernheim (1840-1919), un profesor famoso de la Universidad de Nancy, se convirtió en su discípulo y admirador público. Bernheim asumió el liderazgo de la escuela de Nancy. A diferencia de la teoría física de Mesmer y la teoría neurológica de Charcot, Bernheim postuló una explicación fisiológica del trance, como un estado de sugestibilidad resultante de las sugestiones. Creía que todos poseemos algún grad o de sugestibilidad, la cual definió como la ac titud pa ra transformar una idea en un ac to. Al observar que los efectos de la hipnosis podían obtenerse también por sugestiones dadas en un estad o de vigila, el y sus seguidores de nominaro n a ese proc ed imiento “psico terapé utico”.
5. El tr a n c e c o m o d i so c i a c i ó n Pierre Janet (1849-1947) fue uno de los primeros en proponer la teoría de la disociación, describiendo al trance hipnótico como un estado en el cual la mente subconsciente del sujeto ejec utaba funciones co gnitivas sin un pe rc atarse c onsc iente. Introdujo el término “subconsciente” pues consideraba que el término “inconsciente” tenía connotaciones erróneas. Su noción de subconsciente enfatizaba la habilidad para ejecutar ac tivida d inteligente, c reativa y a utónoma. También c reía que ad emás de l aspec to disoc iativo del tranc e, había un “juego de roles” que el sujeto d esempeñaba pa ra ag rad ar al hipnotista. En las experiencias de J anet, la disoc iac ión hipnótica a menudo implicab a la regresión a un período temprano en la vida del sujeto; el cual podía recordar incidentes que habían ocurrido en estado s disoc iativos previos, y que permanec ían amnésicos al reorientarlo nuevamente a la vigilia.
Teorías contemporáneas Aunque la hipnosis fue d e interés y controversia entre los científicos del siglo 19, este interés declinó durante la primera mitad del siglo 20. Esto se debió en parte al surgimiento del cond uctismo, al rec hazo de Freud respe cto a la hipnosis, y al misterio que aun cubría a la hipnosis. Después de la Segunda Guerra Mundial, se demostró que la hipnosis era un tratamiento efec tivo p ara las víctimas de la neurosis de guerra, pa cientes dentales y pa cientes obstétricas. En la déc ad a de 1950, las Soc iedade s Me dica s británica y estadounidense reco nocieron formalmente a la hipnosis c omo una moda lida d d e tratamiento válida.
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Las propo siciones teóricas contempo ráne as de la hipnosis rec hazan las explicac iones física s y neurológicas, en favor de fac tores psicológ icos, como la sugestión, la imaginac ión, la motivac ión, disoc iac ión y juego de roles.
1. El t ra n c e c o m o r e g r e si ón Muchos psicoanalistas consideran al estado de trance como producto del “proceso primario”, y consideran que el sujeto en trance está en un estado de regresión, en el cual responde al hipnotista (a través de “transferencia”) como a una figura parental o figura de autoridad similar.
2. El t ra n c e c o m o a p re n d i za j e a d q u i ri d o Clark Hull creía que todos los procesos hipnóticos podían ser explicados por las leyes de la teoría de l ap rendizaje -asoc iación repetitiva, c ondicionamiento, formac ión de hábitos, habituación, etc. En 1933 postuló que las experiencias del sujeto en trance eran el resultado de las sugestiones de l hipno tista, en do nde las ide as a través de las ba ses física s de la asoc iac ión entre estímulo y respue sta, se c onvertían en a ctos físico s. Esta teoría no consideraba los aspectos fenomenológicos del trance, la singularidad de los sujetos individuales, ni la relación interpersonal.
3. El tranc e c om o d isoc iac ión: Teo ría d e la ne o- disoc iac ión Esta teoría fue postulada por Ernest Hilgard, en la c ual se c onsidera al estado de tranc e c omo un estado disociado, donde la mente inconsciente es capaz de funcionar más autónomamente que en el estad o d e a lerta “normal”. Al estar el sujeto temporalmente separado de las funciones usuales de planeamiento y monitoreo conscientes, y operando indep endientemente de la prueba de realida d, se ha ce menos crítico y es capaz de desarrollar experiencias disociativas como la amnesia, sordera hipnótica, control de do lor y esc ritura automática .
4. Teo ría m otiva c iona l Fue p rop uesta p or T.X. Barber, el cua l ha c ritica do la metáfora del tranc e c omo “un estado alterad o de consciencia”. Reclama que esos conce ptos son c onstructos hipotéticos vagos, que no sólo confunden al hipnotista, sino que también convencen a muchos sujetos que no serán capaces de de sarrollar fenómenos hipnó tic os. Propuso una teoría cognitiva-conductual, que presume que las experiencias de trance son el resultado de las actitudes positivas, motivaciones y expectativas hacia la situación, que llevan a una disposición para pensar e imaginar los temas que están siendo sugeridos. En esta teoría, a un individuo dispuesto puede entrená rsele para d esarrollar fenómenos hipnóticos.
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5. El tra n c e c o m o a c t u a c i ón d e ro l e s Existen algunos teóricos que conciben al trance hipnótico como una entidad separada y peculiar de la consciencia, que realmente no existe en lo absoluto. Según este punto de vista, solamente hay trance cuando alguien se complaciente en un juego de roles. El sujeto no entra realmente en una dimensión de consciencia que difiera apreciablemente de otras. Por el contrario, el sujeto juega un rol de un sujeto hipnot izad o, de lo q ue supone que debe mirar y ac tuar, y efec túa las sugestiones del hipnotista sobre esas bases. Presupone que el sujeto tiene conocimiento previo de la conducta de una persona hipnotizada y reproduce el comportamiento hipnótico sobre esas bases. Incluso en el caso que una persona no tenga conocimiento previo de cómo comportarse cuando es hipnotizado, puede respo nder a la guía del hipnotista, esencialmente c omo un “juego”. Las bases de esta perspe ctiva provienen de investiga ciones en las cua les se instruyó a lo sujetos para que actuaran “como si” estuvieran hipnotizados y fueron mezclados con sujetos hipnotizados formalmente. Numerosos “expertos” en hipnosis no pudieron diferenciar a ambos grupos. Sin emba rgo, estas investigac iones pueden c uestiona rse, p ues la auto-motivac ión y la a utoprepa rac ión son la esencia de la a utohipnosis (Gilliga n, 1987). Ad emás, como observaron Erickson y Rossi (1979), la mejor forma d e entrar en tranc e es fingir estar en tranc e.
6. Te o ría d e la a sim e tría he m isféric a Esta teoría (Watzlawick, 1986) considera la existencia del estado de trance y los numerosos fenómenos hipnóticos como un resultado de la asimetría hemisférica. La hipnosis sería producto de la distracción del hemisferio izquierdo, típicamente dominante, mientras se hace accesible el hemisferio d erecho , típic amente no do minante.
7. La n a t u ra l e z a p s ic o b i o l ó g i c a d e l tr a n c e Esta teoría fue postulada por Ernest Rossi en 1982, y manifiesta que el trance hipnótico es una consecuencia natural de los ritmos ultradianos, un ciclo biológico de atención y relajación alternantes en un períod o de 90 a 120 minutos. Existiría un e stado de tranc e natural, co tidiano, q ue ocurre debido a causas biológicas, que puede ser utilizado y/o amplificado por el hipnotista que sep a d etectar ese tranc e espo ntáneo.
Como puede apreciarse, ninguna de la teorías mencionadas puede explicar por si sola el fenómeno de la hipnosis. Sin embargo, aunque no podamos explicarla acabadamente, no pode mos cae r en la postura reduc cionista de a quellos que
plantea n que la hipnosis como
fenómeno no existe, y que han diseñado innumerables investigaciones para probarlo. La búsqueda de explicaciones simples para construir una teoría de la hipnosis estará condenada al fracaso, pues los factores que intervienen en la respuesta hipnótica de un sujeto son innumerables.
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Erickson (1952/ 1980) escribió a l respecto: Debemos reconocer que una descripción, sin importar cuán cuidadosa o completa sea, no reemplazará a la experiencia real, ni puede ser aplicable a todos los sujetos. Cualquier descripción de un tranc e profundo deb erá variar nec esariamente e n detalles menores de un sujeto a otro. No puede haber un listado definitivo de fenómenos hipnóticos pertenecientes a algún nivel de hipnosis. Algunos sujetos desarrollarán fenómenos en el trance leve que usualmente están asociados con el trance profundo, y otros mostrarán en un trance profundo algunos comportamientos comúnmente considerados como característicos del estado de trance leve. Algunos sujetos que muestran en el trance leve comportamientos típicos del trace profundo, pueden mostrar una pérdida de los mismos comportamientos cuando realmente se desarrolla hipnosis profunda. Por ejemplo, sujetos que desarrollan fácilmente amnesia en el trance leve, pueden fallar fácilmente en desarrollar amnesia en el trance profundo. La razón para esas anomalías descansa aparentemente en la orientación completamente diferente de la persona profundamente hipnotizada, en contraste de su orientación a los estados leves de hipnosis. (p. 144-145)
Además, podemos agregar que las personas pueden mostrar diferentes comportamientos frente al mismo hipnotizador, dependiendo de factores situacionales y motivacionales. Así, una persona que entra rápidamente en trance en una sesión, puede requerir un proceso más largo en otra. Erickson (1952/1980) al referirse a su experiencia personal en el trabajo con alrededor de 3.500 sujetos a lo largo de 35 años, pudo comprobar la importancia de la individualidad del sujeto y el tiempo del trabajo para lograr trance. Con un sujeto requirió menos de 30 segundos para que aquel desarrollara su primer trance profundo, con un comportamiento hipnótico posterior igualmente rápido y consistentemente confiable; con otro sujeto, se necesitaron 300 horas de labor sistemática antes que fuera inducido un trance, y de allí en adelante se requirió un período de inducc ión de tranc e d e 20 a 30 minutos para a segurar un co mportamiento hipnótico vá lido. Es evidente, entonces, que las teorías simples no pueden explicar estos fenómenos, y por otro lado se pone de relieve la importancia del aspecto metodológico en las investigaciones de laboratorio y la clínica. A continuación se entrega una Tabla confeccionada por Gilligan (1987, p. 41) que reúne algunos puntos valiosos apo rtad os po r las teorías c ontemp oráne as de l trance.
Teoría 1. Psicodinámica
Algunos puntos valiosos a. En hipnoterapia, se desarrolla una fuerte relac ión entre el hipnotista y el sujeto. b. El sujeto en tranc e c ambia a un estilo de procesamiento menos analítico y más primario (v.g., menos crítico y defensivo, más orientado a imágenes).
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Teoría 2. Aprendizaje
Algunos puntos valiosos a. El tranc e es una habilidad natural que puede ser aprendida. b. La habilidad d el tranc e pued e mejorar con la prác tica . c. Otros aprendizajes pueden interferir con el desarrollo del trance; necesitan ser acogidos y debilitados.
3. Neo-disoc iación
a. El sujeto profundamente hipnotizado está a menudo disoc iado de los procesos de monitoreo y control normales. b. Esta disociación general permite el desarrollo de fenómenos disociativos específicos, tales como regresión de edad, sueños hipnóticos, escritura automática , alucinac iones y control del do lor. c. Las experiencias disociativas pueden ocurrir sin hipnosis formal (v.g., sueños nocturnos, recuerdo dependiente del estado).
4. Motivac ión
a. El tranc e es una experiencia natural, fenomenológica mente similar a otras experiencias psicológicas. b. Como tal, cualquier sujeto dispuesto puede ser entrenado para desarrollar fenómenos de “trance”. c. No se necesitan inducciones formales y rituales para desarrollar experiencias de “trance”. d. Es más importante establecer rapport para informar y motivar efec tivamente al sujeto
5. J uego de roles
a. La hipnosis y el tranc e son realmente sólo metáforas y no debieran ser reificadas. b. Ya que el trance es una respuesta que ocurre dentro de un contexto psicosocial, las variables situacionales (v.g., las comunicaciones del hipnotista, la relación) siempre deberán ser tomadas en cuenta.
Intento de una definición ericksoniana de la hipnosis Definir el concepto de “hipnosis” es una tarea difícil. Algunas de las definiciones tradicionales de la hipno sis eran (Ya pko, 1990): 1. La hipnosis es un ensueño dirigido. El hipnotista u otra persona (hetereo-hipnosis) o uno mismo (autohipnosis) ac túa como una guía pa ra una experiencia considerada fantasía. 2. La hipnosis es un estado natural de consciencia alterada. La persona entra en un estado de trance, un estado marcadamente distinto de l estado “normal” de la persona, a través de un proce so na tural que no implica la ingestión de alguna sustancia u otro procedimiento físico.
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3. La hipnosis es un estado natural de relajación, de hipersugestibilidad. La persona entra en un estado muy relajado de la mente y el cuerpo, y está subsecuentemente más dispuesta a responder a la sugestión. 4. La hipnosis es un estado crepuscular. El estado hipnótico es considerado una especie de punto medio entre el sueño y el estado de vigila, un estado en el cual la mente inconsciente está más receptiva al cambio.
Milton H. Erickson no fue un teórico de la hipnosis y la hipnoterapia; sino que más bien actuó como un c línico que diseñab a experimentos de campo pa ra rea lizar sus investiga ciones. Aunque su trabajo fue muy extenso y realizó mucha investigación experimental, no quiso construir una teoría de la forma de hipnosis y la hipnoterapia que realizaba. Fue desarrollando un tipo de trabajo en el cual sus teorías y acciones se adaptaban a cada sujeto en particular; decía que las construcciones de teorías en p sicoterapia llevaba n a que se intentara a da ptar al pa ciente a esas teorías, en lugar que el clínico trabajara con lo que el paciente le presentaba en ese momento (Erickson y Rossi, 1979). Esto no significa que haya trabajado sólo en base a intuiciones geniales y sus procedimientos sean irrebatibles; el estudio acucioso de sus escritos y estrategias revelan modelos de trabajo, los cuales no explícito formalmente. A continuación se expondrán algunas de las ideas de Erickson para entender cómo él entend ía a la hipno sis: [...] Por cierto, la hipnosis no es sueño fisiológico, aunque parece semejante e incluso puede usarse para producir sueño fisiológico. No es un poder mágico o especial. No es nada más que un estado especial de consciencia en el cual ciertos comportamientos escogidos de la vida diaria son manifestados en una forma directa, usualmente con la ayuda de otra persona. Pero es posible inducírsela a si mismo. La hipnosis es un tipo de comportamiento especial, no obstante normal, que ocurre cuando la a tención y los proc esos de p ensamiento son dirigidos al conjunto de aprendizajes experienciales adquiridos, o alcanzados, en las experiencias de vida. [...] En este estado especial de consciencia denominado hipnosis, pueden encontrarse las numerosas formas de comportamiento de la vida cotidiana -diferentes en relaciones y grados, pero siempre dentro de límites normales. No pueden lograrse habilidades trascendentes, no pueden implantarse nuevas habilidades, sino que potenciar la expresión de las habilidades que puede n o no hab er sido reconoc idas completamente.
[...] La hipnosisno puede crear nuevas habilida des dentro d e la persona, sino q ue puede ayuda r a una mejor y superior utilización de habilidades ya poseídas, aunque estas habilidades no estuvieran previamente reconocidas.
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[...] En el estado hipnótico, el sujeto está abierto a sus recuerdos, aprendizajes, sus condicionamientos y a todos los numerosos aprendizajes vitales. El estado hipnótico es un estado espec ial de consciencia y d isposición a responder. [...] La hipnosis es esencialmente una comunicación de ideas y comprensiones a un paciente, en una forma que éste sea más receptivo a la presentación de ideas y esté así más motivado para explorar sus propios potenciales corporales pa ra el control de sus respuestas psicológic as, fisiológicas y comportamiento. [...] El trance terapéutico es un periodo durante el cual las limitaciones del marco de referencia usual y las creencias de uno están temporalmente alteradas, de modo que uno puede ser receptivo a los patrones, asociaciones y modos de funcionamiento mental que conducen a la resolución de problemas. [...] La hipnosis profunda es ese nivel de hipnosis que permite al sujeto funcionar adecuada y directamente en un nivel inconsciente de percatarse, sin interferencias de la mente consciente. (Erickson, 1952/1980; 1954/1980; 1959/1985; 1966/1980; Erickson y Rossi, 1979)
En base a estas ideas respecto a la naturaleza de la hipnosis, podemos enunciar algunas característica s distintivas de l enfoq ue e ric ksoniano d e la hipnosis: 1. La hipnosis y la hipnoterapia de Erickson son naturalistas, ya que p ropo ne que es de oc urrencia normal y utiliza los propios procesos mentales y conductuales del sujeto para inducir/evocar trance y usarlo en la terapia. 2. Ya que el tranc es es un fenómeno natural, pued e ser experimentado en muchas formas; lo cual aunado al concepto de utilización, hacen de la inducción de trance un proceso no ritualizado, incluso c asual.
Susceptibilidad a la hipnosis El problema d e la “susc eptibilida d hipnó tica” o “hipnotizab ilidad ” es ba stante antiguo en el campo de la hipnosis. ¿Qué tipo de personas son susceptibles al “trance”? ¿Qué papel juega la “sugestionabilidad”? Se han rea lizad o múltiples investigac iones y pub licaciones sobre el tema. Esas investiga ciones han d escrito tipo s de pe rsona lida d y otras ca rac terística s de los sujetos predispue stos a respue stas favorables o desfavorables a las inducciones hipnóticas formales. También se han publicado estudios estadísticos de la población general, con porcentajes de las personas que pueden ser hipnotizadas en variadas profundidades de trance, así como también de aquellas que no pueden ser hipnotizada s en lo a bsoluto. Ana lizaremos junto a Yap ko (1990) diversos tóp ico s respe c to a este p rob lema.
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1. Concepto tradicional de susceptibilidad hipnótica Muchos investigadores consideran la susceptibilidad a la hipnosis como una característica de la personalidad. No tienen claro si existe una predisposición genética de alta, baja o ausencia de “sugestibilidad”, o si se adquiere a través del proceso de socialización. La ausencia o presencia de este rasgo sería relativamente permanente en el tiempo. Un ejemplo de esta postura teórica en hipnosis e hipnoterapia es la Hilgard y Weitzenhofer, creadores de la Escala Stanford de Susceptibilidad Hipnótica3. Puede hac érsele la siguiente c rítica impo rtante a ese e nfoque: A fin de controlar la acción de variables extrañas, en ese tipo de estudios se utilizan procedimientos de inducción estandarizados, aplicando el mismo método a todos los sujetos (generalmente instruyendo a la p ersona pa ra que se relaje e imag ine diversas cosas), sin co nsiderar que todas las personas no tienen por qué responder por igual a ese tipo de sugestiones (Gilligan, 1987). Los estudios derivados del enfoque de utilización indican que el clínico debe adaptarse a las necesidades del paciente y no a la inversa. Por lo tanto, esos sujetos “no susceptibles” o con “baja susceptibilidad” estarían mostrando sus respuestas al método usado, y no una característica general. Esta crítica no sign ifica qu e tod os los sujetos sea n igua lme nte hipno tizables . Las personas varían enormemente en muchos parámetros, tales como la velocidad para desarrollar trance, comportamientos exhibidos durante el trance y necesidades interpersonales (Gilligan, 1987). Así también, las personas muestran diferencias en sus respuestas ante el tipo de sugestiones utilizadas: algunas responderán muy bien a las sugestiones directas permisivas de los acercamientos estand arizado s, en c ambio o tras respond erán mejor las sugestione s indirec tas. Por lo tanto, podríamos suponer que todas las personas tenemos la capacidad para experimentar trance hipnótico; y dependerá de la habilidad del hipnotista y la relación interpersona l crea da el que las persona s muestren sus po tenc iales hipnó tic os pec uliares.
2. Edad e hipnotizabilidad La literatura tradicional ha promovido la idea que los niños entre siete y nueve años son los mejores sujetos hipnóticos, de bido a su imaginación activa y dispo sición a seguir instrucciones. Otra literatura contradice esto, afirmando que los niños poseen menos habilidades para concentrarse y que su escaso rep ertorio d e recursos pe rsona les los hac e ser malos sujetos. La experienc ia c línica muestra que amba s afirmaciones están errada s; los niños -y quizá incluso los recién nacidos- son capaces de entrar en trance (ver Haley, 1980, para ejemplos de tratamiento c on niños). El asunto reside en c ómo log rar atraer y foc alizar la atenc ión del niño. En general, la edad posee una consideración relativamente menor al evaluar la capacidad para el trance. La edad es un factor para determinar el mejor método de inducción/evocación y utilización del trance hipnótico, para adaptar los procedimientos de trance a la edad y antec edentes del sujeto. 3 La
c ual se incluye en el Apéndice del Volumen Hip no terap ia Eric kson ia na : Nivel Inte rmed io . 18
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3. Inteligencia e hipnotizabilidad Los estudios sobre la susceptibilidad hipnótica a menudo sugieren que mientras más inteligente sea la pe rsona , será mejor sujeto hipnótico. Estos estudios son ambiguo s, y si existe una correlación positiva entre inteligencia e hipnotizabilidad, se cree que es debida a la relación positiva entre inteligencia y habilidad para concentrarse. Este es un asunto de definiciones, ya que anteriormente dijimos que lo importante es gana r la atenc ión de l sujeto. La postura tradicional ha establecido que la hipnosis no puede ser usada con retardados mentales. Pero, dependiendo del grado de retardo, existen técnicas especializadas que pueden cap turar la a tención d el retardado y, en c onsec uencia, su dispo sición a responder. Tales téc nicas podrían involucrar el masaje, cuidados físicos al bañarlos y especialmente el juego.
4. Estado mental e hipnotizabilidad Existe una creencia tradicional que la hipnosis puede precipitar histeria, o que los pacientes psicóticos no pueden ser hipnotizados. La evidencia clínica muestra que es posible trabajar con psicó tico s (Erickson y Rossi, 1980; Erickson y Zeig, 1980). Evide ntemente, e l proc ed imiento a seguir puede ser más largo y laborioso que para una persona “normal”. Yapko plantea que su experiencia lo ha convencido que las técnica s hipnóticas con pacientes mentales son posibles y potencialmente efectivas para enseñar autocontrol, entre otras metas.
5. Imaginación e hipnosis Todas las personas tienen imaginac ión y hab ilidades para fantasear, pe ro algunas más que otras. La imag inación de a lgunas es muy conc reta, mientras que las de o tras es más ab stracta. Este es un aspec to que debe tenerse e n c uenta pa ra formular un ac ercamiento hipnótico que implique la utilizac ión de la imaginac ión como vehículo pa ra la experiencia d e tranc e.
6. Fac tores de la relación interpersonal y la hipnotizabilidad El r a p p o r t entre el hipnotista y el cliente han sido considerados tradicionalmente como el fac tor principa l en el proceso terapéutic o. Puede definirse al rapport como una interrelación positiva entre los individuos, basada en la comprensión y la confianza. Uno ha obtenido rapport cuando el cliente se siente comprendido, cuando siente q ue el c línico tienen una ap rec iación d e la complejida d de su experiencia personal. La c onc ordanc ia en la forma de ac ep tac ión es un med io muy valioso pa ra obtener rap port. En el método tradicional de hipnosis, el rapport está basado en la disposición a responder del sujeto a la autoridad del hipnotista. Esta clase de relación unidireccional puede considerarse como una elección viable para la interacción hipnótica; pero parece ser más satisfactoria y posibilitadora de mayor flexibilidad, el tipo de relación cooperativa más balanceada, inherente al enfoque de utilización. La iniciativa del terapeuta está determinada por la iniciativa del cliente y viceversa. Esto
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difiere apreciablemente de aquellas perspectivas de la relación hipnótica en las cuales el cliente sigue obedientemente la iniciativa del hipnotista y donde el fracaso es denominado “resistencia” del pa c iente. Cuando el terapeuta acoge las necesidades y conductas del cliente, podrá ofrecer sugestiones en un formato y acompañamiento que maximice las habilidades del cliente para responder.
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[ Publicado en Hipnópolis , Año 2, N° 2, 2001]
«Franz Anton Mesmer: Metaforización del Magnetismo» Thomas Szasz
Franz Anton Mesmer (1733-1815) tiene una importancia e interés excepcionales en la historia de la psicoterapia. Si acaso la psicoterapia, entendida como “una técnica médica” moderna, tuvo un descubrido r, este fue Mesmer. Me smer mantiene con Freud y J ung la misma relac ión que tiene C olón co n Thomas J efferson y J ohn Ad ams. C olón dio c on un c ontinente q ue después fue transformado por los padres fundadores en la entidad política conocida como Estados Unidos de [Norte]América. Mesmer se topó con el uso literal de la principal metáfora científica de su tiempo para explicar y exorcizar toda clase de problemas y pasiones humanas; un instrumento retórico que los fundad ores de la moderna psicología profunda transformarían d espués en esa entida d c onoc ida como psicoterapia. Las conexiones entre el Nuevo Mundo y la nueva “ciencia” son, sin duda, sorprendentes. Tanto los Estado s Unidos como el mesmerismo se iniciaron en 1776. Benjamín Franklin fue a la vez fundador de la República Americana y un brillante representante del nuevo hombre científico de la Ilustración. Franklin inventó el pararrayos, imprimiendo en la mente del público la imagen de uno de los campo s científicos más importantes de la épo ca: la electricidad. C omo miembro de la c omisión científica franc esa q ue investigó las pretensiones de M esmer sobre el mag netismo q ue ejercía en las personas así como en los objetos, Franklin declaró que tal pretensión no podía probarse por medio de la evidencia. Franz Anton Mesmer, por su pa rte, era un estudioso d e la med icina y la teología. Fue el primer hombre en inventar y mercantilizar el uso de una metáfora literalizada para curar a la gente. Mesmer adquirió una fama instantánea como magnetista en 1774; en 1784 ya era un charlatán desacreditado. En esos diez años tumultuosos –durante los cuales los Estados Unidos se independizaron de Inglaterra y Francia estaba incubando la Revolución que estremecería al mundo–, Me smer conq uistó Europ a y legó a la po steridad una imagen, un voc ab ulario y un estilo de curación, cuyos efectos podemos todavía discernir claramente. La idea de una “relación” entre paciente y doctor y la noción que el paciente nervioso debe salvar un “obstáculo” para poder recobrarse, ambas son nociones de Mesmer; y ambas pueden rastrearse fácilmente en las nociones de Freíd sobre la transferencia y la resistenc ia, c onc ep tos centrales de l psicoanálisis. En la segunda mitad del siglo XVIII, la gente creía que el magneto poseía especiales poderes curativos. (Más de doscientos años antes Paracelso le había llamado el “rey de los secretos”.) La medicina era muy primitiva entonces, pero no puede decirse que estuviera en su infancia. Los médicos todavía creían que las enfermedades eran causadas por un mal balance entre los cuatro humores. Aunque c ome nzaba a hacerse c laras distinciones entre las genuinas aflicciones de l cuerpo y las enfermeda des falsas, co mo lo ilustran las grandes sátiras de Mo liere sobre la med icina,
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tan p opulares y perspica c es, los médicos poseían pocos remedios técnica mente efec tivos para las enfermedades auténticas del cuerpo. Este hecho creó una ambivalencia en la conciencia médica de la época. Por un lado los médicos honestos, con un genuino interés por la ciencia, reconocían su impotencia terap éutica; de a hí que se c onc entrarán
en desarrollar la c ienc ia de la medicina
ignorando las necesidades terapéuticas del paciente. Por otro lado, los médicos compasivos, con genuina simpatía hac ia el sufrimiento huma no, c omprend ían intuitivamente los falsos remedios de su épo ca ; por eso se concentrab an e n ayuda r a la gente, ignorando las diferencias entre retórica y ciencia. Los esfuerzos de estos últimos se vieron apoyados en gran parte por el hecho de que las prescripciones de los médicos regulares tenían tan po co valor co mo las de los charlatanes. Robert Darnton ha observad o saga zmente que esta es la ba se c ontra la c ual debemos comparar el éxito terapéutico de Mesmer (y los éxitos de otros curadores por medio de la fe del siglo XVIII): “La alianza entre la charlatanería y la medicina convencional se había representado a menudo en los teatros de Francia, y cualquier admirador de Moliere hubiera podido considerar las técnicas de Mesmer como menos peligrosas que las de los do ctores ortodoxos y los cirujano s barberos, tan seguros de su fe e n los cuatro humores y los espíritus animales, y formida bles co n su arsena l de remedios: purgantes, cauterizantes, resolutivos, eva c uantes, humec tantes, vesiculares, derivativos, revulsivos y de sangrad o”. En pocas palabras, la persona enferma generalmente se agravaba, o moría, a causa de las purgas y los sangrados de los doctores regulares. Mesmer desterró todas las prácticas dañinas de los doctores, lo que de inmediato convirtió sus métodos en algo muy atractivo para multitud de pa c ientes potenc iales y rea les. C laro q ue no podía curar las auténtic as enfermeda de s mejor que los doctores regulares. Pero lo que hacía era por lo menos algo agradable y no doloroso para los pa cientes. La situac ión en la psiquiatría es similar de sde fines del siglo XIX. Las curas de los psiquiatras eran y son inválidas y atemorizantes, que cualquiera que ofreciera un nuevo método terapéutico sería mirado como compasivo. Esto es lo que motivó en buena parte el éxito inicial de los psicoanalistas, y el subsecuente éxito de los analistas transaccionales, los terapeutas de los gritos, los antipsiquiatras y los terapeutas radicales de toda clase. Ninguno posee verdaderos métodos efectivos para tratar la enfermedad mental, pero todos evitan al paciente las torturas que los psiquiatras generalmente llama n “tratamiento”. Por oposición a las falacias de los actuales terapeutas regulares, Mesmer tenía razón; pero esto, por supuesto, no convertía sus teorías o terapias en algo correcto. De hecho, Mesmer comparaba su propia charlatanería con la de los médicos regulares, igual que los antipsiquiatras y los psiquiatras radic ales comparan aho ra su prop ia c harlatanería c on la de los psiquiatras regulares. […] En Francia, en la década anterior al estallido de la Revolución, el mesmerismo se transformó de movimiento mé dic o en político. Los mesmerismos iban a “regenerar a Francia destruyendo ‘los obstáculos’ para la armonía universal”, escribe Darnton. “El mesmerismo remediaría los efectos perniciosos de las artes (otra idea adaptada de Rousseau) restaurando una sociedad ‘na tural’ en la cual las leyes físico -morales de la naturaleza aho ga rían los privilegios aristoc ráticos y los gobiernos despóticos en un océano de fluido mesmérico. Por supuesto, los primeros en ser
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destronados serían los doctores… La eliminación de los doctores entronizaría las leyes naturales para desterrar todos los abusos sociales, y que el despotismo de los doctores y sus aliados académicos representaban el último intento del antiguo orden por conservar su lugar contra las fuerzas de la verda dera c iencia de la naturaleza y la soc ieda d”. […] ¿Q uién era Mesmer? ¿Q ué hac ía y pretendía sab er? Franz Antón Mesmer nac ió el 23 de Mayo de 1733 en Iznang, pequeño pueblo de Austria […] Estudió teología antes de ocuparse de medicina, doctorándose en ambas carreras hacia 1766. Su tesis médica doctoral en la Universidad de V iena, La in f lu e n c ia d e l o s p la n e t a s, estaba dedicada a los pretendidos efectos de los cuerpos celestes sobre la fisiología humana, noción entonces que gozaba de respetabilidad científica. En 1768 Me smer se c asó c on una rica viuda diez años mayor que él, y así llegó a formar parte de la a lta soc ieda d d e Viena. Durante su juventud, Me smer vivió una ép oc a d e oc io cultural y sofistica do . […] En víspe ras de la Revolución francesa y de la nueva época que estaba por iniciarse, Mesmer vivía, pues, la vida idílica del gentilhombre letrado. […] ¿Qué debía hacer con su vida un hombre tan afortunado? Podía abrazar una vida de juego , de caza, d e mujeres, y p erseguir similares plac eres tangibles; o pod ía p erseguir los placeres espirituales tratando de satisfacer su sed de conocimientos y de fama. La semilla del interés por la curación magnética y el magnetismo, entonces en boga, cayó en tierra fértil en la mente de Me smer. […] “fue un incide nte exterior el que indujo a M esmer a toma r en serio el magne tismo como método curativo. En 1774 supo que un sacerdote jesuita, el padre Maximilian Hell, uno de los astrólogos de la corte de María Teresa, realizaba notables curaciones por medio del magneto.” Siguiendo la inclinac ión de la ép oc a, el pa dre Hell había c ambiado la curación por medio del agua a la curación por medio de magnetos. Con la ayuda de un técnico, Hell fabricaba magnetos multiformes que colocaba en las partes dolorosas o afectadas del cuerpo del paciente. No hay ninguna evidenc ia que la Soc ieda d M édica de V iena haya a briga do quejas c ontra é l. […] El trata miento mag nético tiene, pues, un claro origen religioso. Las principales aportaciones de Mesmer a los conocimientos aprendidos de Hell consistieron… en medicalizar lo que a ntes hab ía sido una forma religiosa de terap ia yen metaforizar el signific ad o de l magnetismo. […] Inicialmente, Mesmer empleó magnetos para realizar sus tratamientos magnéticos. Pod emos llamar a ese períod o –desde 1774 hasta 1776– la fase d e las magne tizaciones literales, en la cual colocaba magnetos reales a los pacientes o los balanceaba sobre ellos realizando los llamados “pases”. Los efectos curativos del magneto encajaban perfectamente en las nociones preconc ebidas de Mesmer sobre un fluido universal correspondiente a la manipulac ión magnética. Como hombre muy instruido, Mesmer conocía las propiedades verificables de los magnetos. Por lo tanto le constaba que la fuerza demostrable de sus magnetos quedaba limitada a unos cuantos centímetros. Este hecho contradecía sus teorías; así, que a semejanza de todos los grandes líderes religiosos y psiquiátricos, inventó nuevos hec hos pa ra rea comoda r sus teorías. Luego inventó nuevos experimentos pa ra p rob ar que sus ficc iones eran hechos.
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“C on ojos visionarios”, como d ice Zweig, “lleg ó a creer que el magneto p oseía fuerzas latentes superiores a las que se habían demostrado hasta entonces”. Mesmer procedió entonces a probar la existenc ia de e nergías latentes, realizado “c uras”. Su éxito terapé utico fue feno menal, ya q ue la práctica de Mesmer, como la de todos los psicoterapeutas anteriores y posteriores a él, estaba dedicada exclusivamente a personas que pretendían estar enfermas. Mesmer comenzó entonces a tomar sus propias metáforas cada vez más al pie de la letra. El magnetismo, originalmente una propiedad de algunos metales ferrosos, se convirtió en la mente de Mesmer, en una fuerza omnipresente. Escribe Zweig: “Magnetizaba el agua, y hacía que sus pacientes se bañaran en ella y la beb ieran; mag netizaba tazas y platos de p orcelana, ropa , ca mas, espejos, para q ue estos objetos transmitieran a su vez el fluido”. Su convicción que el espacio estaba impregnado de un fluido magnético que, como la electricidad, podía almacenarse y transmitirse por conductores, le impulsó a inventar el artefacto que se convertiría en su marca registrada: el famoso “baquet”, un barril de madera de roble que contenía dos hileras de botellas llenas de agua magnetizada. Se hacían en el barril agujeros a través de los cuales se insertaban varillas de acero que los pacientes debían sostener o aplicar a las partes dolientes de su cuerpo. Finalmente, Mesmer creó una especie de terapia de grupo alrededor del “baquet”, haciendo que sus pacientes se sentaran en torno al ba rril formand o un c írc ulo tomado s de la mano, para c rea r una c ircunstancia más favorable al pa so de l fluido magné tic o. A med ida que se a crece ntab a la fa ma de Mesmer como c urad or y se iba e xtendiendo el uso del término m a g n e t i s m o, se fue dando cuenta que no necesitaba un magneto para efectuar sus curaciones. […] a medida que Mesmer liberalizaba la metáfora del magneto, llegó a verse a si mismo como un poderoso magneto, y de ahí dedujo que podía curar sin utilizar los magnetos metálic os. […] Esto señaló un segundo período en la obra de Mesmer, la fase de las magnetizaciones metafóricas que duró hasta su muerte. Durante este período fue rechazado tenazmente como falsario por los científicos de su época: los verdaderos científicos seguían usando el término m a g n e t i s m o en e l sentido literal o restricto, c omo el efec to med ible de un fuerza, ta l cua l ejercen los magnetos ferrosos sobre los pedazos de hierro; en cambio Mesmer lo utilizaba en el sentido amplio o metafórico, como el efecto de una fuerza “medible” por los testimonios de sus agradecidos pa cientes. A p rincipios de la era c ientífica, Mesmer no pudo enga ñar a sus colega s de las ciencias puras; actualmente, hoy en día los psiquiatras y los psicoterapeutas han tenido éxito donde él falló. Antonio Lavoisier y Benjamín Franklin sabían que las manos de Mesmer no tenían propiedades magnéticas; y sin embargo muchos científicos naturalistas de la actualidad aceptan la pretensión psiquiátrica de que las enfermedades mentales tienen causas anatómicas y fisiológicas y que los tratamientos mentales tienen propiedades médicas. A fines de 1775, en una carta a un médico que le había preguntado sobre su método de magnetización, Mesmer explicó su nuevo método de tratamiento sin magnetos: “La atracción magnética de las esferas impregna todas las partes de nuestro cuerpo y tiene un efecto directo en nuestros nervios; una fuerza magnética activa debe, por lo tanto, encontrarse presente en nuestros
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cuerpos”. En esa carta, Mesmer también utiliza el término m a g n e t ism o a n im a l por primera vez, dando ese nombre al poder del organismo animal para magnetizar y ser magnetizado.En el mismo año escribe Mesmer: “Ahora estoy haciendo experimentos para curar la epilepsia, la melancolía, los ataques maniáticos y la fiebre palúdica.” […] Señala Goldsmith: “Una razón que explica la gran proporción d e curas en su c línica fue su rechazo a tratar a cualquier persona cuyos pa decimientos fueran orgá nicos y no funcionales.” […] Co ntinúa G oldsmith: “Su persistente hone stida d molestab a a sus colegas de Viena tanto como su éxito. Nunca pudieron acusarlo de tratar de engañar a sus pacientes, pues declaraba públicamente que ‘podía ayudar a recuperarse sólo a la gente que sufría de e nfermeda de s nerviosas y no a los de más’ “. Debo afirmar que las preoc upa ción de Me smer por distinguir entre las personas que ac tuaba n como si estuvieran enfermas y aquellas que estaban realmente enfermas es el aspecto más importante y el más instructivo de toda la fascinante historia del mesmerismo. Los hechos están totalmente documentados. En una reciente biografía de Mesmer, Vincent Buranelli escribe: “Cuando Mesmer aceptaba a un paciente, su primera preocupación era determinar si el padecimiento era orgánico o funcional. Si era orgánico, resultado de daños físicos en el tejido, lo consideraba según la proposición veintitrés (de la doctrina mesmeriana), fuera del alcance curativo del magnetismo animal.” […] En 1776, uno de sus pacientes nos ofrece el siguiente relato sobre el método terapéutico de Mesmer: “Realiza la mayor pa rte d e sus c urac ione s ac tuales, no utilizand o el mag neto sino sencillamente tocando directa o indirectamente la parte afectada”. Se trata, pues, de un largo rodeo para redescubrir la imposición de las manos. Sólo que, por supuesto, Mesmer pretendía que su c uración no era religiosa sino médica ; y más en conc reto, pretendía que era física, es decir, magnética. […] Todos los curadores por medio de la fe tienen en común ciertas características y cualidades, entre las cuales las más importantes son: primero, el habilidoso uso de la retórica para apoyar la pretensión que realizan hechos curativos maravillosos, y para explicar estos hechos con teorías atractivas para la mente popular; segundo, una colección de actos rituales, lugares sagrad os y ritos ceremoniales; y tercero, c asos de curac iones legenda rias, ejemplificad as po r personas que se hacen famosas como pacientes “salvados” por su terapeuta. […] Su parafernalia más famosa… era el barril magné tic o… su pa ciente más famosa fue Ma ría Teresa Pa radies. La señorita Paradies, cuyo padre era uno de los secretarios privados de la emperatriz María Teresa, fue una muchac ha normal durante los tres primeros años de su vida. La mañana del 9 d e diciembre de 1763, cuando todavía no cumplía los cuatro años, de pronto quedó ciega. Los médicos diagnosticaron su enfermeda d como inc urab le, llamá ndola “pa rálisis del nervio óptico”. La pequeña María Teresa, llamada así en honor a la emperatriz, evidentemente era una niña encantadora y talentosa que, junto a sus padres, intentaba olvidar su ceguera. No sólo se convirtió en excelente pianista, sino que destacó en muchos otros aspectos: “Su memoria era sorprendente. J ugab a a las ca rtas, rec ordando las tirad as de los otros jugad ores. De jovencita, a vece s tomab a pa rte en ob ras de teatro d e a ficionados. Andab a p or su ca sa c on mucha na turalida d”. Además, la
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ceguera de la pequeña ayudó al sostén de la familia Paradies. La emperatriz la convirtió en su protegida; arregló y pagó y educación musical, y permitió que la jovencita tocara en la corte; concedió a los padres una pensión anual de 200 ducados de oro, y logró que tratara a la niña el mejor oc ulista d e V iena. Durante diez años los trata mientos se suce dieron sin éxito. Cuando la señorita Paradies llegó a la adolescencia, la emperatriz organizó su primera presentación pública en Austria como pianista y su primer viaje de conciertos a través del continente. Pronto dio recitales en París y Londres y se convirtió en una celebridad internacional como pianista ciega. Escribe G oldsmith: “Ahora que era tan conoc ida, e l oc ulista Antón von Stoerk renovó sus esfuerzos por c urarla: si le devo lvía la vista, su prestigio se incrementa ría e normeme nte tanto dentro como fuera de la nación. Estaba de hecho muy preocupado por su caso, convencido que su c eguera se d ebía a un de sorden nervioso. C reía firmemente que e l nervio ó ptico en si estaba sano e intac to. Sin embargo, p ese a este diagnóstico, no pud o d evolverle la vista”. Estamos, pues, ante un clásico caso de ceguera histérica; o como yo diría, un caso de pretendida o imitada ceguera. La señorita Parad ies no era c iega, igual que un ac tor que representa a Lincoln no es Lincoln. Pero si actuar como ciega la beneficiaba a ella y su familia, existencial y financ ieramente, ¿ por qué debía dejar de representar este pa pel? ¿C ómo p odría ad mirársela más, tener más éxito, riqueza y fama, con vista o sin ella? La única motivación de una persona así para rec ob rarse e s llegar a ser una p ac iente fa mosa. Así fue como se conocieron las dos celebridades: el Doctor Mesmer y la señorita Paradies; curiosamente el do ctor buscaba a la pa ciente c omo un c aso prometedor pa ra probar sus pod eres. C uenta G oldsmith: “Me smer dijo a los pa dres de la niña q ue nad ie pod ía curar la c eguera o rgá nica, que nad ie pod ía sana r el nervio óptico si estaba da ñad o seriamente. Les impresionó su plena sinceridad, igual que su serenidad había ganado la confianza de la paciente”. Los padres estuvieron de acuerdo en poner a su hija bajo los cuidados de Mesmer. A fines de 1776, Mesmer trató va rias vec es a la señorita Parad ies. Liego, en enero de 1777, se traslad o a l hospital privado que Mesmer había instalado en un ala de su casa. En algunas semanas, la señorita Paradies había recuperado parcialmente su visión. Sus padres estaban gozosos. La señorita Paradies “estaba casi histérica de alegría, y se paseaba por Viena alabando con términos extravagantes al Dr. Mesmer”. Desde el principio la propia paciente no se mostraba tan contenta con su mejoría. Al mirar a Mesmer, la primera persona que vio –es decir, cuando oficialmente ya no era ciega–, exclamó de mane ra significativa: “¡Qué terrible visión! ¿Esta e s la imag en d e un ser humano? ” Esta e xclamac ión inic ial presag ió la reacc ión de la señorita Parad ies al recuperar la vista. Se deprimió. Le dijo a una amiga que vino a verla: “¿Por qué estoy ahora más afligida que antes? Todo lo que veo me produce una sensación desagradable. Cuando estaba ciega tenía mayor serenidad”. Cuando veía a parientes o amigos por primera vez se desmayaba. Criticaba la ap arienc ia d e lka mayoría de las nuevas persona s y cosas que veía. “Si el nuevos objetos va a seguir perturbándome e incomodándome tanto”, amenazó, “preferiría volver a ser ciega”. Resulta difícil imaginar una admisión más inequívoca, por parte de una paciente histérica, que su enfermedad es,
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de verdad, un acto voluntario. Además, también los colegas de Mesmer entendían que la histeria era un ac to de e ste tipo . Si la recuperación de la vista de la señorita Paradies hubiese sido un hecho como la recuperación del uso de un miembro de un paciente tras la curación de una fractura, los enemigos médicos de Mesmer no lo habrían atacado como lo hicieron. El hecho que lo atacaran prueba que entendían que el estado de visión de la señorita Paradies dependía de su relación personal con Mesmer, con la emperatriz y sus padres, y que estaba sujeta a la influencia de medios interpersonales y no médic os. Al notar la ambivalenc ia de la joven pa ciente sobre su curac ión por Me smer –su enmascarad a p referencia po r la c eguera–, un grupo de importantes médicos de V iena, cap itanea dos por J oseph Barth, iniciaron una campa ña ingeniosa contra Me smer. Primero los doctores declararon que la
señorita
Paradies seguía
ciega porque
no
podía nombrar
correctamente los objetos colocados ante ella. Esto molestó mucho a Mesmer, ya que su fama y a uto-estimac ión se ba sab an c ad a vez más en su hab ilidad pa ra rea lizar curas milagrosas. La siguiente tác tica de los doc tores fue toda vía más ingeniosa. C uanta Zweig: “Llama ron a los padres de la niña y los alarmaron al sugerir que la emperatriz retiraría la pensi´pon anual de doscientos ducados si su hija recobraba la vista, y que la joven pianista perdería mucho de su atrac tivo como conc ertista si veía normalmente”. Estas sugestiones arruinaron las propias sugestiones de Mesmer. Los padres de la chica se volvieron contra Mesmer y exigieron que les devolviera a su hija. Con la señorita Paradies incapaz de tocar el piano con los ojos abiertos, con sus padres denunciando a Mesmer por retenerla contra su voluntad, y con la facultad médica de Viena calificando abiertamente de falsario a Mesmer, el asunto Paradies se transformo de lo que prometía ser una gloriosa victoria para Mesmer, en una pequeña derrota para él. Los rumores señalaban que no sólo Mesmer había fallado al no curar a su paciente, sino que sus ataques y otros síntomas eran peores que nuca y que, además, la paciente y el doctor eran amantes. Mesmer había calculado mal, como le hab ría de o currir muchas veces, las relac iones de poder en el asunto e n que estaba mezclado. El señor Paradies era, después de todo, secretario privado de la emperatriz. Era una arrogante estupidez que Mesmer tratara contra la voluntad de la hija de 18 años de ese hombre. Escanda lizad a Viena con el asunto, la emperatriz Ma ría Teresa ordenó al p residente del consejo médico de Viena, Antón von Stoerk –el hombre a quien había confiado anteriormente la curación de su protegida– “poner punto final al asunto”. El 2 de mayo de 1777 von Stoerk, escribiendo desde el palacio Schönbrun, ordenó a Mesmer “detener su impostura” y devolver a la niña a sus padres. Me smer estaba liquida do en Viena. C omenta Burand elli: “No es sorprendente que la señorita Pa rad ies cayera d e nuevo en la ceguera para siempre… Ya no deseaba recobrar la vista, y volvió con alivio al confortable mundo familiar de la e terna oscuridad ”. […] Lo que una persona con ceguera histerica ve o no ve en realidad, yo no puedo decirlo; pero es absurdo caracterizar el mundo de esta persona como un mundo de “oscuridad eterna”. En todo caso, la carrera futura de María Teresa Paradies es de considerable interés. Después de su
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experiencia con Mesmer y su regreso al hogar, recuperó sus habilidades musicales e hizo una carrera como una de las personalidades musicales más brillantes de su época. Su éxito no se debía sólo a su atrac tivo realzado po r su estigma. Era muy buena pianista. […] Desacreditado en Viena, Mesmer partió para París en enero de 1778. Llegado a París, Mesmer actuó como monarca científico reinante. Buscó a Charles LeRoy, presidente de la Ac ade mia de C iencias, por cuyos medios buscó el apo yo de la A ca demia pa ra la va lida ción de sus teorías. La propuesta de Mesmer era descabellada, pero LeRoy la tomó en serio. Para presentar mejor los “descubrimientos” de Mesmer a los miembros de la Academia, LeRoy le pidió a Mesmer que preparara un resumen de ellos. Titulado Mém orie d e Mo nsieu r Mesmer sur La Dec ou verte d u magnetism
a n i m a l, el memorandum incluía 27 “proposiciones”. Un temerario artículo de
megalomanía personal y totalitarismo terapéutico. La conclusión de Mesmer ilustra el tono y el espíritu de sus enseñanzas: “Esta d oc trina p ermitirá, por fin, al méd ico decidir sobre la salud de cad a individuo, ante las enfermedades a las que estuviera expuesto. De esta manera el arte de curar po drá lleg ar a la p erfecc ión absoluta”. La intemperancia de tan pretensión basta por si sola para decretar que el autor es un charlatán. Lo que Mesmer propone es el establecimiento de una iglesia controlada por el Estado pa ra propa ga r su religión p seudo c ientífica . Es sorprende nte que se le considere c omo el fundad or de la psicoterapia mode rna. Pero c uando e scribía, las Ciencias Naturales –la libre búsqued a d el conocimiento independientemente de iglesias y gobierno– apenas estaban saliendo del seno del Renac imiento. […] Desde e l momento mismo de su propia c onversión de gentilhombre estudioso en magnetoterapeuta, la vida entera de Mesmer es la vida de un evangelista trabajando sin cesar pa ra su dios: El mag netismo a nimal, Sin duda, Mesmer incluso intentó establecer una iglesia para la propagación de su “fe”. Durante su corto éxito en Francia formó, en 1782, una sociedad secreta para salvaguardar y mercantilizar su descubrimiento. El origen y la naturaleza de esta organización, llamada So c ietéd e , tiene gran semejanza con el comité organizado por Freud en 1913 y con la l’Harm on ie Unive rselle historia subsecuente d el movimiento p sico ana lítico. Henri Ellenberger caracteriza esa Sociedad como “una extraña mezcla de empresa comercial, escuela privada y logia masónica”. Durante unos cuantos años la Sociedad floreció y tuvo sucirsales en muchas ciuda des de Franc ia, a segurándo le a Me smer considerables gana ncias. Pero a pesar de su nombre, la armonía no reinó por largo tiempo entre los miembros. La razón principal de la distensión en la Sociedad de Mesmer fue la misma de su éxito como terapeuta hipnótico –es decir, que era un déspota megalomaníaco. De acuerdo con Buranelli, “Mesmer pretendió que su Sociedad se rigiera con un despotismo benevolente en que él seguiría siendo el déspota. El magnetismo animal era ‘mi descubrimiento’. Por lo tanto nadie más lo entendía completamente, ni tenía el derecho d e c ontrad ec irlo o d e d ec irle cómo d ebe ría enseñarse, usarse o promoverse”. La idea Mesmer sobre su movimiento, continúa Buranelli, “era de subordinados obedientes y voluntariosos que aceptaran la doctrina de la manera en que él la revelaba,
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transmitiéndola a los miembros inferiores de la Sociedad y devolviéndosela a él en busca de iluminación u orientación cuando tuvieran dificultades”. […] Por cuanto Mesmer, ni menos que sus ficticios pacientes, en último análisis resultó atrap ad o e n una giga ntesca mentira, tarde o temprano quedaría al de scubierto la falseda d d e él y de sus pacientes. Sin duda la insistencia de Mesmer en ser valorado por los hombres de ciencia de su tiempo como un científico de buena fe, duplicaba la insistencia de los hipocondríacos en ser valorado s po r los do c tores como pac ientes de b uena fe. El deseo de Mesmer de tener una audiencia en la corte científica logró que le fuera finalmente concedida en 1784. El 12 de marzo de ese año, Luis XVI asignó una comisión que investigara el magnetismo animal para la Academia de Ciencias. Acaso porque la clínica de Mesmer tenía demasiados pacientes, o quizá porque tal comisión quería evitar tratos con Mesmer, o tal vez por otras razones, los investigadores fueron llevados al hospital magnético especial establecido por Charles D’Elson, el discípulo predilecto de Mesmer. Los miembros de la comisión presentaron una impresionante lista de nombres. Entre ellos se contaba Antonie Lavoisier, el famoso q uímico q ue hab ría de perder la cab eza en la guillotina; J ean Sylvan Bailly, el alcalde de París, astrónomo y estadista que también perecería bajo la cuchilla de la máq uina infernal; J oseph Ignace G uillotin, físico inmortalizado po r sus grand es contribuciones a la eutanasia y la tanatología; y por fin, Benjamín Franklin, quien entonces contaba 78 años, era emba jado r de los E. U. en Franc ia y encab ezaba la c omisión. ¿Qué debía determinar la comisión? ¿Cómo comprendían los miembros su propia tarea? Baillo rec ordó a sus colegas de sde un principio que de bían “limitarse a las prueba s física s”. Se trataba, pues, de buscar influencias magnéticas en el tratamiento mesmeriano, y por supuesto no encontraron ninguna. Pero esa manera de plantear la cuestión era demasiado sencilla para aq uellos que se e nco ntrab an entonces envueltos en la locura mesmeriana … De aq uí que G oldsmith espec ialmente se queje que “la investiga ción de la c omisión sob re el magnetismo animal fue totalmente materialista. Por eso aquellos científicos no llegaron a ser descubridores de la psicología moderna”. De hecho, fue a la inversa. Podríamos invertir el punto de vista de Goldsmith sobre la tarea de la comisión y decir que los contemporáneos científicos de Mesmer descubrieron que no sólo el mesmerismo sino que la psicología moderna eran ciencias falsas. La tarea de la comisión era “saber si el ‘fluido universal’ de Mesmer existía y, de ser así, si podía percibirse a través de los sentidos.¿Podía olerse o degustarse?” [La comisión] Respondieron fría y correctamente, que muchos de los pacientes curados por los mesmeriano s no e stab an rea lmente enfermos y que muchos se c uraba n po r trata mientos magnéticos falsos, ¡igual que se hubieran curado por tratamientos magnéticos reales! Vale la pena menciona r algunos experimentos de la c omisión. En uno d e ellos, escog ieron p ac ientes que e staba n “realmente enfermos… y eran de las clases más bajas”. Entre los pacientes había una mujer asmática, “la viuda Saint-Arman… q ue tenía el vientre, las piernas y los muslos hinchado s”; otra era la “señora Anseaume, quien tenía una hinchazón en el muslo”. Ninguna de las dos resultó afectada por el tratamiento de Mesmer. Un infante de 6 años que tenía tuberculosis tampoco se curó. La
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