INTRODUCCIÓN VIOLENCIA SOCIAL Y CONSUMO DE DROGAS Desde diferentes perspectivas se ha sostenido que el uso de drogas ilícitas mantiene una relación estrecha con diversas manifestaciones de la violencia. En el caso de la violencia interpersonal, Atkinson y cols. (2009) reportan la existencia de por lo menos tres modelos explicativos: Un modelo psicofarmacológico según el cual el funcionamiento fisiológico alterado por el efecto de ciertas sustancias induce comportamientos violentos, ya sea en la fase de intoxicación o en la de abstinencia. Un modelo motivacional-económico que sostiene que el usuario de sustancias puede incurrir en conductas delictivas o violentas como medio para obtener drogas o financiar su compra. Un modelo sistémico que concibe la violencia como un elemento inherente al mercado ilícito de las drogas y que supone, más allá del nivel de la violencia interpersonal, la posibilidad de incorporar una perspectiva “macro”. Se reconoce que la relación entre uso de sustancias y violencia es compleja y que múltiples mecanismos intervienen en su determinación, incluyendo factores individuales, situacionales, contextuales y socioculturales (Caballero y Ramos, 2004). No obstante, la investigación empírica se ha concentrado principalmente en la violencia interpersonal, terreno en el cual se ha encontrado que los usuarios de drogas tienen un mayor riesgo de incurrir en conductas “desviantes” asociadas a la violencia, debido a que están ya involucrados en una práctica igualmente “desviante”, esto es, el propio consumo de sustancias. Se sabe también que la violencia mantiene una asociación más estrecha con la intoxicación por drogas como la cocaína, el crack, las metanfetaminas y las benzodiacepinas, mientras que en el caso de la heroína la posibilidad de conducta violenta se asocia más bien con la abstinencia. Igualmente, las creencias y expectativas vinculadas con el efecto de las sustancias, tales como agresividad, nivel incrementado de confianza, fuerza física, etcétera, pueden derivar en su utilización como preparación para la perpetración de actos violentos. Adicionalmente, estudios en México indican que el uso de drogas puede constituir un medio para afrontar los efectos de pérdidas cercanas atribuibles a la violencia o de la victimización violenta asociada a la comisión de delitos (Caballero y Ramos, 2004). En este sentido, un estudio realizado con jóvenes estudiantes indica que haber sido víctima de algún acto violento aumenta el riesgo de estar expuesto a oportunidades de usar drogas, aunque una vez controlado este factor no se asocia con el consumo efectivo de sustancias
(Ramos, González y Wagner, 2006). De modo inverso, el uso de drogas puede también repercutir en un mayor riesgo de victimización violenta (McMillan, 2001). En un estudio realizado en Centros de Integración Juvenil, A. C. (Pérez Islas y Diaz Negrete, 2013) se encontró en una muestra de 6,230 jóvenes usuarios de drogas que perciben una mayor presencia de violencia en espacios públicos, con un mayor impacto de la misma, así como una mayor severidad de síntomas de ansiedad y depresión. Por el contrario, los jóvenes no usuarios presentan un mayor cuidado cuando acuden a espacios o eventos públicos en los que se pueden generar situaciones de riesgo de violencia, modificando en medida significativa sus hábitos de uso del tiempo libre. Asimismo, como es de esperarse, entre estudiantes de ciudades con altos niveles de violencia existe una mayor percepción de la violencia social y de su impacto.
DESARROLLO DEL TEMA
LAS DROGAS Una droga es una sustancia que puede modificar el pensamiento, las sensaciones y las emociones de la persona que la consume .Las drogas tiene la capacidad de cambiar el comportamiento y, a la larga, la manera de ser. Algunas drogas se consideran legales y otras, ilegales. La consideración de un tipo de droga como legal (como sucede con el alcohol o el tabaco) implica tan solo una regulación diferente de la producción y de la comercialización, y en ningún caso quiere decir que no sea peligrosa. Todas las drogas comportan un riesgo y no existe considerarse totalmente seguro. El riesgo resulta factores: los efectos que provoca la sustancia, la forma de administrarla, efectos que quieren vulnerabilidad del consumidor
consumo alguno que pueda de la combinación de tres manera de utilizarla (dosis, obtenerse con ella) y la
Definiciones: Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) Fármaco o droga es toda aquella sustancia que, introducida en un organismo vivo, puede modificar una o más de sus funciones. Y de manera más concreta la OMS considera: Droga en sentido estricto (droga de abuso) es cualquier sustancia con efectos sobre el sistema nervioso central, capaz de generar un consumo abusivo y eventualmente, llevar a un proceso de dependencia psicológica y fisca. Naturalmente, la alteración que nos habla la OMS no es solo psicológica o física, sino que también tiene consecuencias sobre la conducta humana, afectando a la familia, el estudio o el trabajo y la propia concepción de la vida del que consume la droga. De manera genérica podemos decir que: Droga es cualquier principio activo de origen animal o vegetal que, convenientemente preparado, puede utilizarse para usos terapéuticos o de experimentación. ¿Por qué consumen drogas algunas personas? En general, personas comienzan a consumir drogas por diferentes razones:
las
Para sentirse bien. La mayoría de las drogas de abuso producen sensaciones intensas de placer. Esta sensación inicial de euforia va seguida por otros efectos, que difieren según el tipo de droga usada. Por ejemplo, con los estimulantes como la cocaína, el “high” o euforia es seguido por sentimientos de poder, auto-confianza y mayor energía. Por lo contrario, la euforia producida por los opiáceos como la heroína es seguida por sentimientos de relajamiento y satisfacción. Para sentirse mejor. Algunas personas que sufren de ansiedad o fobia social, trastornos relacionados al estrés o depresión, comienzan a abusar las drogas en un intento de disminuir los sentimientos de angustia. El estrés puede jugar un papel importante en determinar si alguien comienza o continúa abusando de las drogas y en las recaídas en los pacientes que están recuperándose de su adicción. Para rendir mejor. La necesidad que algunas personas sienten de mejorar su rendimiento atlético o cognitivo con sustancias químicas puede jugar un papel similar en la experimentación inicial y en el abuso continuado de la droga. Por curiosidad o “porque los demás lo hacen”. En este respecto, los adolescentes son particularmente vulnerables debido a la fuerte influencia que tiene sobre ellos la presión de sus amigos y compañeros. Es más probable, por ejemplo, que se involucren en comportamientos atrevidos o de desafío. Las drogas pueden clasificarse en función de las restricciones legales establecidas en cada estado particular respecto al consumo, producción y venta de las diferentes sustancias. Así, en la mayor parte de los países occidentales las drogas se clasifican según la normativa legal, del siguiente manera:
Drogas o sustancias lícitas: se ocupan libremente de acuerdo a los deseos de cada consumidor. Por ejemplo, las bebidas alcohólicas y el tabaco.
Drogas que se utilizan principalmente como medicamento: generalmente se obtienen mediante prescripción médica. En Occidente, su uso va ligado al tratamiento de trastornos del ánimo, trastornos del sueño, enfermedades dolorosas o con el fin de lograr mayor lucidez o concentración (nootrópicos). Por ejemplo, los psicofármacos, estimulantes menores y la metadona.
Drogas o sustancias ilícitas: varían de acuerdo a la legislación de cada país. Son aquellas cuyo comercio se considera ilegal, como los derivados cannabis, la heroína y la cocaína. Existen convenciones internacionales que han establecido como prohibido el uso no médico de opiáceos, cannabis, alucinógenos, cocaína y muchos otros estimulantes, al igual que de los hipnóticos y sedantes. Además, los países o
jurisdicciones locales han añadido sus propias sustancias prohibidas como por ejemplo bebidas alcohólicas o inhalantes.
LAS DROGAS RELACIONADAS CON LA VIOLENCIA La droga no es la causa de la violencia pero el consumo de drogas tiene un claro efecto sinérgico con otros factores que anticipan la violenta. De hecho los factores de riesgo del comportamiento violento y del consumo de drogas son los mismos y suelen coincidir en los agresores. Son bien conocidos los efectos intensos de las drogas en el estado psíquico del agresor (especialmente en el caso de la cocaína) que provocan el descontrol emocional, el aumento de la agresividad, la pérdida del control racional del comportamiento, etc. Todo ello, actuando conjuntamente, incrementa la probabilidad, frecuencia y gravedad de la violencia. Además entre violencia y drogas se produce una retroalimentación mutua. Por este efecto un nuevo consumidor de drogas va, gradualmente, a distanciarse de sus compañeros y actividades más pro-sociales, se va a ir integrando en grupos de jóvenes más antisociales y, en consecuencia, va a exponerse a situaciones en las que el uso de la violencia es más y más probable. El consumo regular de drogas, especialmente las ilegales pero también las legales, es una de las puertas de entrada al comportamiento anti-normativo, delictivo y violento (por este orden), y facilitan la aparición de la violencia. La necesidad y la dificultad de adquirir una droga ilegal están muchas veces detrás de conflictos que frecuentemente producen peleas, discusiones y enfrentamientos, a veces, graves. En estas situaciones los consumidores, si son escolares y adolescentes jóvenes están muy indefensos. Todas estas razones, de un modo u otro, anticipan y sobre todo facilitan las situaciones donde la violencia puede surgir convirtiendo, con un mayor o menor grado de probabilidad, al joven adicto a la droga en un agresor o en una víctima.
VIOLENCIA LIGADA AL TRÁFICO DE DROGAS A primera vista podría parecer que el tráfico de drogas es ante todo es un problema para los países receptores. Después de todo, el intercambio de dólares por drogas sigue siendo uno de los pocos flujos predecibles de divisa desde el Norte hacia el Sur. Pero el tráfico de drogas implica costos, y estos costos son particularmente notables en el caso de la violencia. El impacto del tráfico es más agudo en países que están luchando con otros problemas de desarrollo y gobernabilidad, y el efecto su cíclico: el tráfico de drogas mina el Estado de Derecho, y la debilidad del Estado de derecho facilita el tráfico de drogas. TASAS DE HOMICIDIO
Tomada como un todo, podría decirse que la región de América Latina y el Caribe es la región más violenta del mundo, de acuerdo a las cifras de homicidio recolectadas por la Organización Mundial de la Salud, las Encuestas de Naciones Unidas sobre Delito y Sistemas de Justicia Criminal (CTS) y la Interpol. Independientemente del cálculo, Venezuela, El Salvador, Honduras, Guatemala y Jamaica están dentro de los países más peligrosos hoy en día. Por debajo de ellos se encuentran un segundo nivel de países con tasas de homicidio casi tan severas incluyendo Colombia, Brasil, México, la República Dominicana, Belice, Trinidad y Tobago, e incluso pequeñas islas como Santa Lucia. Parece que existe una relación muy fuerte entre altas tasas de violencia y el tráfico de drogas. El tráfico de drogas exacerba la violencia en una variedad de formas, y, en casos extremos puede incluso alimentar a la insurgencia. El mejor ejemplo conocido es claramente Colombia, donde tanto grupos insurgentes como paramilitares reaccionarios han tenido un interés económico en prolongar la inestabilidad debido a las ganancias que derivan de la cocaína. Por más de 20 años, Colombia ha dominado el tráfico mundial de cocaína, y durante la mayoría de ese tiempo, ha tenido la tasa de homicidio más alta del mundo. Pero la situación puede estar cambiando en ambos frentes en Colombia. Las tasas de homicidio se han reducido dramáticamente, de 67 por 100,000 en 2002 a 39 por 100,000 en 2007. Esto coincide con un momento en que el país ha empezado a salir adelante en su lucha contra el cultivo de droga, con el número de hectáreas de coca reduciéndose de cerca de 160,000 en 1999 a cerca de 99,000 en 2007. Esta reducción desde luego está también relacionada con el progreso en la lucha contra la insurgencia, pero dada la bien establecida relación entre producción de droga el conflicto político en Colombia, los dos problemas están altamente interrelacionados.60 La presión sobre el narcotráfico y los grupos insurgentes parece haber empujado alguna violencia hacia la vecina Venezuela, de la cual se podría decir que es hoy día el país con las tasas de homicidio más altas del mundo. Donde existen datos disponibles, parece haber una estrecha relación donde las regiones a través de las cuales pasan las drogas, tienen altas las tasas de violencia. Mientras que en los países consumidores la violencia relativa al tráfico de drogas puede estar difundida en grandes poblaciones, en los países de tránsito la violencia está frecuentemente concentrada en “cuellos de botella”, y aparentemente puede producir altas tasas de homicidio en algunos lugares sorprendentes. En Guatemala por ejemplo, las tres provincias que tienen las tasas de homicidio más altas respecto al área urbana más extensa del país (Ciudad de Guatemala) son Escuintla (en la Costa Pacífica), Petén (sitio de los llamados “cementerios de aeropuertos” donde los narcotraficantes preparan sus aviones), e Izabal (en la Costa Caribe, donde están los dos puertos más grandes del país). Izabal y Petén son 70% rurales, y todas las tres provincias han estado implicadas en tráfico de drogas. El movimiento de cocaína y el tráfico de migrantes son actividades privilegiadas dada la
ubicación geográfica de Petén en la frontera con Belice y México. Patrones similares pueden ser vistos en El Salvador. En México, Sinaloa, un estado agricultor altamente asociado con la producción y tráfico de drogas, tenía la tasa más alta de homicidio en el país (50 por 100,000) más alta que el Estado de México, el sitio con la conurbación más grande del país. Oaxaca y Chiapas, provincias altamente rurales ubicadas en el sur del país en el lado Pacífico, también han tenido unas de las tasas de violencia más altas en años recientes. Desde 1997, la provincia con la tasa acumulativa más alta era Guerrero, también en la Costa Pacífica Sur, donde se ubica la ciudad importadora de Acapulco y un área tradicionalmente asociada con la producción de heroína. De una manera extraña, la violencia parece estar asociada con estados de producción o importación de droga, más que con la exportación, a pesar de noticias recientes de violencia en la frontera norte. Los datos de 2007 y 2008 no están disponibles aún, pero en los últimos 10 años, las tasas de homicidio en los seis estados en la frontera con Estados Unidos (Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas) tenían un promedio no ponderado de 24 por 100,000 comparado con una tasa de 30 por 100,000 para todo el país. El Caribe es una región tan diversa que es difícil explicar la reciente escalada generalizada de violencia en términos diferentes a aquellos relativos al tráfico de drogas. Trinidad y Tobago ha experimentado un rápido crecimiento económico y una reducción del desempleo, pero al mismo tiempo las tasas de homicidio han aumentado: la tasa de homicidio se ha más que cuadruplicado de 7 a 30 por 100,000. Esto puede tener relación con el creciente uso de Trinidad y Tobago como una ruta de tránsito dado que el tráfico de cocaína emana crecientemente de Venezuela – de hecho la tasa de homicidio de Trinidad empezó a crecer justo al tiempo que la de Colombia empezó a caer. Un fenómeno similar puede verse en Curazao antes que la política de “100% control” cortara con la mensajería comercial aérea a través de la isla. Jamaica, en contraste, ha experimentado un crecimiento sostenido de la violencia en una economía que ha estado constantemente estancada. La violencia tiene raíces profundas y causas múltiples. Pero el tráfico de drogas ha sido un factor primordial para transformar la violencia organizada de 1980 en la violencia desorganizada que se ve hoy día. Actualmente, parece que las exportaciones de cannabis se están desplomando y la mayoría del tráfico de cocaína se ha ido a otros lugares, y la ausencia de este ingreso puede ser precisamente la fuente que está llevando a los criminales de Jamaica hacia formas más directas de crimen violento codicioso. Pero Trinidad y Tobago y Jamaica no son las únicas islas que han visto sus tasas de homicidio crecer rápidamente. En Santa Lucía, una isla de menos de 200,000 personas, las tasas de homicidio se han más que duplicado, de 9 a 21 por 100,000 entre 1996 y 2003. En la República Dominicana, una nación de casi 10 millones, la tasa casi se duplicó entre 1999 y 2005, desde 14 a 27 por 100,000. La única cosa que esta selección diversa de países tiene en común es su posición estratégica en rutas de tráfico de drogas cruciales.
Aparte de la violencia directamente relacionada con el tráfico, el tráfico de drogas y de armas están asociados constantemente. Debido a la falta de un esfuerzo coordinado de registro, no hay una forma fácil de estimar el número de armas pequeñas en una región. Por ejemplo, hay grandes desacuerdos sobre el número de armas pequeñas que circulan en Centroamérica, con cifras citadas de hasta 3 millones. Sin embargo, es claro que un factor importante que contribuye al surgimiento de criminalidad asociada con armas en la región es el narcotráfico, que ha facilitado la disponibilidad de armas. Más específicamente, las armas de fuego requeridas para la protección del contrabando durante su transporte son contrabandeadas junto con las drogas. Adicionalmente, tanto el tráfico de drogas como el tráfico de armas están relacionados con otros problemas de criminalidad organizada. PANDILLAS CALLEJERAS Las pandillas callejeras comúnmente controlan los mercados de venta al por menor de drogas, pero también han sido acusadas de estar involucradas en tráfico de drogas transnacional y de usar estos fondos para promover la criminalidad local. Por ejemplo, en varios países centroamericanos, incluyendo el Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua, se cree que las pandillas están en el centro de los problemas locales de criminalidad, y las estrategias más prominentes en contra del delito están basadas en eliminarlas. Sin embargo, las estimaciones sobre el nivel en el cual los miembros de pandillas son responsables de los crecientes niveles de criminalidad varían de país a país. En Honduras, las maras han sido culpadas de la mayoría del crimen, pero estudios señalan que menos del 5% de todos los crímenes en el país son cometidos por personas menores de 18 años, y es este grupo el que constituye la proporción más grande de miembros de las maras. En El Salvador, se estima que el 60% de todos los homicidios intencionales son llevados a cabo por las maras, pero de nuevo, la evidencia para esta conclusión es poco clara. Por medio de investigaciones del Instituto Salvadoreño de Medicina Forense sólo fue posible atribuir alrededor de 8% de los homicidios con armas de fuego en el 2000 a la actividad de las maras. En Guatemala, un estudio reciente de la policía de 427 homicidios intencionales que ocurrieron en ese país en enero de 2006 pudo atribuir solamente 58 de estos homicidios a la actividad de las maras (40%), 40 en las áreas urbanas y 18 en las áreas rurales. El problema de las pandillas es trasnacional en naturaleza porque algunos de los miembros de las maras son aparentemente deportados desde los Estados Unidos, Canadá, y Europa. Hay una creencia extendida tanto en Centroamérica como en el Caribe de que los recientes problemas de criminalidad pueden estar ligados directamente a las actividades de deportados que han aprendido comportamientos criminales en los países desarrollados. Jamaica es uno de los países que parece estar más afectado por la deportación, con el número más alto de deportados per cápita en la región. Aunque claramente hay heterogeneidad en el grupo de deportados, el típico deportado no encaja con el perfil de un individuo que pueda ser un criminal violento a su regreso a
Jamaica, ya que la mayoría son adultos mayores acusados por relativamente pequeñas ofensas. LAVADO DE ACTIVOS La habilidad para lavar activos está ligada al tráfico de drogas y las actividades asociadas del crimen organizado. México, Centroamérica y el Caribe reciben remesas masivas, y la divisa estadounidense es contrabandeada con frecuencia a lo largo de México y Centroamérica. Tanto Panamá como El Salvador han dolarizado sus economías y el uso del dólar en Panamá es una razón crucial por la cual el país es tan atractivo para el lavado de dinero. Históricamente el Caribe ha sido susceptible al lavado de dinero por una variedad de razones. Por largo tiempo se ha convertido en un paraíso fiscal ofreciendo servicios financieros a los mercados de Estados Unidos y Europa, pero debido a la limitada capacidad del estado, no existen suficientes recursos para el control de las operaciones. Panamá está ubicada físicamente a lo largo de una de las vías más importantes para la circulación de drogas y dinero en efectivo. El sector del turismo genera numerosos negocios basados en dinero en efectivo, a través de los cuales el dinero sucio puede fluir sin ser detectado. La República Dominicana constituye un ejemplo de estas dos técnicas, ya que el transporte en masa de dinero en efectivo sigue siendo uno de los principales medios para transportar las ganancias del narcotráfico desde los Estados Unidos hacia el país. También se cree que los casinos locales y las casas de cambio son un importante canal para el lavado. Finalmente, la región Caribe es la receptora de un elevado número de pequeñas remesas enviadas desde los Estados Unidos y Europa, que llegan a constituir hasta el 30% del Producto Interno Bruto de algunos países en el Caribe (CEPAL, 2005). TRÁFICO DE PERSONAS Aunque se conocen pocas organizaciones de tráfico de drogas que estén involucradas en el tráfico de personas, el potencial de que los grupos de crimen organizado se involucren con diversas actividades persiste. La Organización de Estados Americanos ha trabajado en el tema del tráfico de personas en Centroamérica. La mayoría del tráfico en Centroamérica ocurre dentro de la región, desde países pobres hacia países ricos. De acuerdo a la OEA “controles reforzados de inmigración en Costa Rica y México le han cerrado el paso al fenómeno del tráfico desde Nicaragua hasta Guatemala”. Sin embargo, anota la OEA, “En contraste con los otros cinco países en la región, Costa Rica, la República Dominicana y Panamá, han sido implicados en tráfico extra-regional en mayor grado.” Nicaragua es señalada en particular como una fuente de niñas prostitutas, traficadas internamente y a otras partes de Centroamérica. La Comisión Interamericana de Mujeres cita a la policía de Guatemala al estimar que 2000 niños son explotados sexualmente en 600 burdeles en la
Ciudad de Guatemala. De acuerdo al Departamento de Estado de Estados Unidos, Belice experimenta tráfico sexual y laboral, en el cual mujeres jóvenes son importadas desde Centroamérica y agricultores son importados desde lugares tan lejanos como China e India. En 2005, por segundo año consecutivo, Belice fue puesto en la lista de los países que deben ser vigilados ya que a pesar de haber juzgado 18 casos de tráfico en 2004, no se percibía que el país estuviera aumentando sus esfuerzos para proveer protección a las víctimas y para perseguir la corrupción relacionada con el tráfico de personas. En El Salvador, por ejemplo, grandes números de niños son empleados en la industria de la caña de azúcar que es vista como una de las formas más peligrosas de agricultura. De acuerdo con Human Rights Watch, el trabajo infantil es también común en Honduras. En su encuesta nacional de hogares, casi un cuarto de los niños entre 13 y 15 años y 42% de los niños entre 16 y 18 años se reportaron como trabajadores. En Guatemala, de acuerdo con la OIT, 16% de los niños entre 10 y 14 años estaban trabajando en 2003. Las niñas que se desempeñan como trabajadoras domésticas pueden estar en riesgo de ser explotadas sexualmente por sus empleadores.
CORRUPCIÓN Otro impacto nefasto que el tráfico de drogas ha tenido en la región es el de alimentar la corrupción. Los datos sobre niveles de corrupción en la región son frecuentemente confusos y contradictorios, pero el arresto de empleados públicos involucrados en actividades corruptas es una característica regular en la vida de muchos países. La corrupción de alto nivel mina seriamente la confianza pública en la democracia. Muchos de los países de América Latina tienen ex presidentes que han sido acusados o condenados por corrupción. Además de minar la confianza en la democracia, la corrupción acarrea pérdidas muy reales de los recursos disponibles para promover el desarrollo. De acuerdo con un estudio llevado a cabo por el Banco Interamericano de Desarrollo en 2004, al menos el 10% del Producto Interno Bruto de América Latina es consumido en sobornos. Fraudes en contratación también pueden distorsionar el gasto público, a medida que los políticos corruptos buscan proyectos en donde los niveles de soborno puedan ser abundantes, como en el caso de grandes operaciones de obras públicas, al costo de sacrificar programas sociales. La violencia y la corrupción acarrean grandes costos económicos. Los costos acumulados de este trauma pueden ser considerables – un estudio en El Salvador estima que el costo nacional de la violencia equivale al 11.5% del Producto Interno Bruto, y una evaluación reciente del PNUD calcula la figura en Guatemala en el 7.3% del PIB. De una manera similar, la pérdida de activos productivos puede ser devastadora para trabajadores independientes que no tienen ningún seguro.
RELACIÓN ENTRE DROGAS Y VIOLENCIA DE GÉNERO Las explicaciones de la violencia que se centran principalmente en los comportamientos individuales y las historias personales, como el abuso del alcohol o una historia de exposición a la violencia, pasan por alto la incidencia general de la desigualdad de género y la subordinación femenina sistémica. Por consiguiente, los esfuerzos por descubrir los factores que están asociados con la violencia contra la mujer deberían ubicarse en este contexto social más amplio de las relaciones de poder. En este análisis hemos dejado de lado muchas de las manifestaciones propias de la violencia de género para centrarnos básicamente en dos: el maltrato doméstico y la violencia sexual, en ambos casos ejercida contra las mujeres. Podemos decir que en todos los casos (desde las peleas entre hombres, la violencia en la carretera, las agresiones homófobas, hasta la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus expresiones) el alcohol, particularmente, y las drogas, en general, pueden presentarse como uno de los factores que intervienen en estos episodios. Y así lo expresan los datos estadísticos. Ahora bien, el hecho de que el alcohol o las drogas tengan presencia en las agresiones, como se recoge en los datos referentes al abuso sexual y al maltrato doméstico, no debe llevarnos a conclusiones prematuras. Para no malinterpretar estos datos debemos tener en cuenta los siguientes aspectos: • La posible sobrerrepresentación del alcohol en los datos relacionados con agresiones, sobre todo porque en ellos suelen olvidarse otras variables, lo cual puede estar otorgando al alcohol mayor protagonismo del que tiene en la causa de la agresión. • La insuficiencia habitual de matices en los datos recogidos en torno al estado de ebriedad del agresor no permite concluir el nivel de incidencia en la agresión. • Siguen siendo mayoritarios los casos en los que las agresiones se realizaron sin que el agresor estuviera bajo los efectos del alcohol, de manera que si considerásemos la ebriedad como una causa de la agresión aún quedarían por explicar las que ocurren en estado de sobriedad. • A menudo el agresor consume alcohol o drogas para motivarse o para justificar la agresión que realizará a posteriori. • El efecto del alcohol en las personas es muy variado y no siempre induce comportamientos agresivos. Dicho esto, pasamos a resumir los factores explicativos de la violencia masculina contra las mujeres en los casos en que el alcohol o las drogas están presentes. La documentación analizada refleja el hecho de que no existe una relación unilateral entre el abuso de drogas y la violencia de género, sino una relación multilateral que no ha quedado determinada por completo. El modelo de análisis sociocultural nos permite entender mejor el papel que representan las drogas en la agresión que los
modelos exclusivamente farmacológicos o psicológicos, ya que se tienen en cuenta muchas variables que entran a formar parte de este fenómeno. Esta perspectiva es especialmente interesante si aceptamos la premisa de que el comportamiento ebrio está también culturalmente pautado y que no es un time out o paréntesis cultural. De otro modo las víctimas serían más variadas por aleatorias, sobre todo en el caso de la violencia doméstica, donde el porcentaje de agresores que tienen una relación de cónyuge con la víctima es tan elevado. El sistema de género está, como hemos visto, en la base de muchos tipos de violencia que ejercen los hombres, entre los que podemos contar la dirigida contra las mujeres. La violencia y la dominación juegan un papel fundamental en la construcción, mantenimiento y demostración de las identidades masculinas. De la misma manera, la necesidad de definirse como «no femenino» tiene mucho que ver con la estructura jerárquica del sistema de género, donde lo femenino (por extensión las mujeres) se halla en una posición de subordinación ante lo masculino (y por extensión los hombres). Así, la violencia contra las mujeres tiene a menudo el objetivo de mantener ese estatus, sobre todo en hombres que sienten que la posición que les corresponde como hombres está amenazada. Además no podemos olvidar que la violencia sigue siendo una de las vías privilegiadas para demostrar la virilidad, especialmente cuando otros recursos no son posibles. Sin duda, el papel que representa el consumo de alcohol y drogas también en la identidad masculina es muy considerable. Aquí podemos encontrar el que sea, muy probablemente, el vínculo más importante entre violencia de género y consumo de drogas, ya que violencia y consumo pueden ser factores que se refuercen mutuamente, sobre todo si tenemos en cuenta que los ambientes de consumo pueden ser a menudo propiciatorios de violencia, y que en muchos casos el contexto es mayor causa de un talante agresivo que la propia sustancia. En el caso de algunas drogas ilegales, el consumo y tráfico de estas se realiza en ambientes que implican un tipo de agresividad. En ambientes de prostitución esta relación entre consumo y violencia es muy alta, pero no se puede deducir que sea debido al efecto de las sustancias, sino al mismo carácter agresivo y conflictivo del contexto. Uno de los factores que puede intervenir en la relación entre el consumo de drogas y la violencia es que la percepción y capacidad cognoscitiva de los consumidores se ve afectada y puede dificultar la relación con otras personas, aumentar la susceptibilidad y generar así situaciones agresivas debido a malas interpretaciones o percepciones confusas de la situación. Además, los ambientes en los que se suele producir el consumo también pueden propiciar que las interacciones sean poco claras o confusas. Así nos encontramos con una serie de factores que se refuerzan mutuamente, sin que, por otra parte, produzcan el mismo efecto en todos los hombres: • El papel de la violencia en la construcción y demostración de la virilidad.
• El papel del consumo de drogas y alcohol en la construcción y demostración de la virilidad. • Los ambientes de consumo y/o tráfico de sustancias propiciatorios a la agresividad. • La reducción relativa de la capacidad cognoscitiva (nos referimos a reducciones leves) y el aumento de la susceptibilidad. Ninguna posible combinación de estos factores induciría a agredir a las mujeres de no ser por el marco sociocultural en el que esto ocurre, definido por un sistema de género en el que los sexos se relacionan en un sistema jerárquico, en el que el valor de lo masculino se establece a través de la demostración de su superioridad (y negación) con respecto a lo femenino. Por lo demás, podemos decir que una de las pocas vinculaciones directas que encontramos entre violencia sexual y maltrato y abuso de drogas o alcohol se da en el caso de mujeres que están en estado de ebriedad, ya que las connotaciones morales que tiene el consumo de drogas en las mujeres llevan a concebir a estas como personas promiscuas y a considerarlas así una «presa fácil» para el abusador, además de encontrarse en una situación de mayor indefensión. Pero en este caso no es el efecto de la sustancia sobre el agresor lo que cuenta, sino lo que este entiende de una mujer en este estado y los actos que supuestamente esto le permitir cometer. Del mismo modo, en casos de maltrato doméstico, el estado de ebriedad de la mujer puede llegar a convertirse en una excusa para el maltrato, tanto en hombres ebrios como sobrios. Otra relación directa que encontramos es la que hay entre maltrato y violencia sexual y el consiguiente abuso de alcohol o de drogas por parte de las víctimas. En este caso la incidencia se da en el orden inverso, ya que el abuso de drogas es una consecuencia de situaciones de violencia sexual y maltrato.
Conclusiones
1. El consumo de drogas, independientemente de cuales se consuman, suponen un riesgo para el individuo y su entorno. 2. Ciertos trastornos psicológicos pueden llevar al individuo al consumo de drogas, para alejarse de la realidad o bien para conseguir actuar y pensar de una manera distinta.
3. Las drogas producen cambios en el comportamiento del individuo, por ello se incrementa la probabilidad de cometer un acto violento. 4. Las personas que utilizan drogas tienen mayores posibilidades de caer en una conducta desviante como la violencia. 5. El hecho de ser sometido o haber estado sometido a algún tipo de victimización puede ser un factor precipitante para el consumo de drogas. 6. El tráfico de drogas implica consecuencias como el aumento de violencia y homicidios, problema que se presenta a gran escala en América Latina. 7. El narcotráfico ha contribuido al surgimiento de la criminalidad con armas, facilitando su disponibilidad.
Recomendaciones
1. Se debería informar a las personas, especialmente aquellas que se encuentren rodeadas de factores precipitantes hacia el consumo de drogas sobre los riesgos de su consumo. 2. Una atención psicológica de calidad, accesible para todas las personas es necesaria para evitar que busquen un alivio sintomático a través de drogas ilegales. 3. Se debe poner a disposición de la población el acceso a ciertos servicios de seguridad en caso de que se dé un ataque de esta naturaleza. 4. Se debe prevenir el consumo de todo tipo de drogas mediante una psicoeducación, evitando así consecuencias de este como la violencia. 5. Los problemas de victimización previa deben ser resueltos oportunamente mediante intervención en crisis y psicoterapia para poder superar esto y no recurrir al uso de drogas. 6. Se necesita una mayor regularización desde las diferentes instancias encargadas de frenar el tráfico de narcóticos. 7. Sería oportuno el aumento de investigaciones para detener todas las situaciones derivadas del tráfico de drogas como la disponibilidad de armas, el tráfico de personas, la corrupción, entre otros. BIBLIOGRAFÍA:
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