para copiarlas; cuando estés dispuesto a atender en clases —sin distraerte, ni distraer a nadie— y estés decidido a estudiar y a cumplir todas tus obligaciones escolares, sólo entonces —y siempre que lo desees— puedes pasar por mi oficin oficinaa a firma firmarr el comp comprom romiso iso.. Así queda quedará rá una constancia de tus buenos propósitos y cuando los hayas logrado, gracias a tu esfuerzo y perseverancia, yo pondré una una nota nota escrit escrita: a: "Erne "Ernesto sto venci vencióó las dificu dificulta ltade dess y cumplió cumplió con lo conveni convenido"; do"; y pondré mi firma y mi timbre... — ¿Y cuántos cuántos "compromisos" "compromisos" tengo tengo que firmar? firmar? — Sólo Sólo el prim primer ero. o. Los Los comp compro romi miso soss post poster erio iore ress los los contraerás tú solo con tu propia conciencia. Me gustó la señorita Orientadora; pero lo que no me agradó nadita fue que mi profesora de curso determinó que debía cambiarme de puesto y sentarme en el primer banco, junto a la Rosita, una niña gorda, callada y casi tan estudiosa como Míster Magú. Como soy bien hombre, disimulé el dolor que me produjo un rasgón que sentí más arriba del estómago, por allí donde empieza el corazón; si me hubiera dado un infarto en menudo lío que se habría metido la señorita Emilia... Aunque el dolor no se me aquietó, intenté una una semiso semisonri nrisa sa para para animar animar a la Ernest Ernestina ina que había había quedado como momia, inmóvil, con los ojos fijos mirando al vacío vacío.. Al tom tomar ar mis bártul bártulos os —el bolsó bolsónn de legíti legítima ma cuerina, la lonchera y el cojín— alcancé a susurrarle a la Tina que en el recreo me esperara en la Gruía Encamada. Luego, con paso firme, me fui a sentar junto a la chupadita Rosa. Pero mis desgracias sólo estaban comenzando; como yo desplazaba a Moreno, un chico miope, hubo que hacer otros cambios; él se acomodó en el lugar del José Pérez y éste tuvo que irse más atrás y el Capitán Rojo quedó sin banco; así que la señorita le ordenó que se acomodara acomodara ¡junto a la Ernestina! Mi primera reacción fue saltar como un tigre de Bengala sobre el infame colorín y dejarlo aplanado contra el piso; pero mi ángel bueno (todos los niños tenemos un angelito que nos protege y nos sopla al oído, aunque no lo sintamos, lo que debernos hacer; algunos dicen que eso es la
conciencia) me hizo recordar mis buenos propósitos y me contuve, aunque no pude evitar mirar hacia atrás: allí, en el sitio que yo ocupara junio a Ernestina, estaba el gigantón, con su pelo color zanahoria y una sonrisa de oreja a ojo, porque tiene la boca chueca; para aminorar mi infortunio, me agradó la actitud de mi amiga que no se movió ni miró a su nuevo e impuesto compañero. Pero seguí de malas; a continuación nos tocó clases con la Miss Martha quien, al verme sentado casi encima de su escritorio, tuvo la pésima ocurrencia de sacarme al pizarrón y me pidió que escribiera los pronombres. A mis espaldas sentía un chivateo nada de estimulante, pues ninguno se atrevía a soplarme y —sin emba embarg rgo— o— calc calcul ulab abaa que que todo todoss esta estaba bann indi indica cand ndo, o, frenéticos por salir adelante a demostrar sus conocimientos del inglés. "Es necesario que haya un milagro —pensé en esos momentos— para que me baje alguna cercana idea que tenga que ver con los pronombres". Pero, al parecer, no era mome moment ntoo para para que que desd desdee el Ciel Cieloo me caye cayera ra algu alguna na inspiración; con la tiza en la mano, con el inmenso pizarrón negro I rente a mí, sólo atiné a reflexionar que si no me sabía los pronombres en mi propia lengua, ¿cómo me los podrían exigir en un idioma desconocido para mí? Si al menos hubiera estado cerca don Juan Francisco, el políglota, podría haberme sacado del apuro; o si sólo hubieran bajado dos o tres extraterrestres para dejar a un doble que me supl suplan anta tara ra,, las las cosa cosass no se habr habría íann pues puesto to colo colorr de hormiga... hormiga... Porque la Miss fue implacable y me puso un uno, muy colorado y estiradito; y, además, determinó que tendría que quedarme durante el recreo a repasar esas dificilísimas parte partess de la oració oraciónn nada nada menos menos que que en compañ compañía ía del del inefable Míster Magú, que se ofreció encantado para tan despreciable misión. Así fue como no pude comunicarme con la Tina y vi, por el rabillo del ojo, cómo el larguirucho colorín se las ingeniaba para escoltarla como si ella no hubiera sabido caminar sola. Mientras viva, recordaré ese día como uno de los peores; cuando el mateo Magú salió un rato rumbo a las "casitas", sentí una desesperación callada y una rabia terrible conmigo 17