Historia Medieval I
Tema 14
Carlos Basté López
El Imperio Bizantino, de los Comneno a los latinos (1081 – 1261)
1. La dinastía Comnena y el triunfo de la aristocracia terrateniente terrateniente 1.1 El Imperio, cercado
Conocemos el reinado de Alejo I Comneno (1081 – 1118) gracias a una de las obras cumbre de la literatura histórica bizantina, la Alexiada, escrita con carácter hagiográfico por su hija Ana Comnena. Aunque Alejo I alcanzó el poder gracias al apoyo inicial de los Ducas, su relación con ellos no fue fácil y pronto rompió con ellos para ceder todo el poder a sus familiares, principalmente a su madre, Ana Dalasena, a su hermano Isaac, a quien nombró sebastocrátor , con preferencia sobre el título de césar, y a su mujer Irene. A pesar de ello, a lo largo de su reinado, Alejo I volvió a recuperar la confianza de los Ducas y ganó el apoyo de los Paleólogos, concediéndoles cargos y honores. Alejo I se encontró con un Imperio Bizantino amenazado por los normandos en Occidente, por diversos emiratos turcos en Asia Menor, así como por pechenegos, uzos y cumanos en la frontera norte danubiana, por lo que en seguida se dispuso a combatirlos por medios tanto militares como diplomáticos. Inicialmente, Alejo I aceptó el asentamiento de los turcos en Asia Menor y de los pechenegos en los Balcanes para concentrar sus fuerzas contra los normandos que, dirigidos por Roberto Guiscardo, habían conquistado el sur de Italia y atacaban la zona oriental del Adriático. Los normandos conquistaron Dirraquio y penetraron en Epiro, Macedonia y Tesalia, sin embargo, tras la sustitución de Roberto por su hijo Bohemundo (1082), la presión sobre Bizancio decayó, aunque siguió siendo preocupante durante un tiempo. Eliminado el peligro normando, el emperador derrotó a los pechenegos, que habían invadido Bulgaria y amenazaban Constantinopla, con ayuda de los cumanos y, más tarde, también a éstos (1094). Mientras la parte europea del Imperio había superado los peligros que la atenazaban, el desmembramiento del sultanato de Rum y las luchas entre los emires parecían hacer factible la reconquista de Asia Menor, sin embargo, en ese momento nació una nueva amenaza a medida que los cruzados se acercaban a Constantinopla. A partir de 1096 empezaron a llegar los grandes señores feudales, participantes en la primera cruzada. Tras negociar con ellos su apoyo y recibir un pleito-homenaje, Alejo I reconquistó junto a ellos los llanos del litoral de Anatolia, donde se encontraban las mejores tierras cultivables y la mayoría de las ciudades y los puertos, dejando al altiplanicie a los turcos, que no cesaron en sus ataques. La decadencia de los themas y de su sistema militar hizo que, de las tres denominaciones que existían para denominar a los gobernadores de los themas a finales del siglo X, sólo la de duque, la más elevada, se conservara, aunque siguió concentrando el poder civil y militar. A partir del reinado de Alejo Comneno se empezó a aprovechar el sistema de pronoia con fines militares, de modo que el beneficiario de la pronoia prestaba un servicio militar a cambio de convertirse en el señor de las tierras adjudicadas y de los campesinos asentados en ellas parecos (parecos o demosiarios). El pronoiario, que a diferencia de los soldados-campesinos themáticos provenía de la pequeña nobleza, recibía los ingresos de la tierra y podía recaudar tributos, verdaderos 1
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alicientes que este tipo de propiedad tenía para él. Adicionalmente, la progresiva disolución que había sufrido el ejército themático y la aniquilación de los tágmata a manos de normandos y turcos, obligaron a Alejo I a contar con mercenarios de procedencia variada entre sus tropas, empezando por su propia guardia varega (rusa). En la administración civil central del Estado se mantuvo el sistema de sekreta formado por las oficinas del stratiotikon (a cargo de los gastos del ejército), genikon (para los gastos generales), idikon (para los gastos de la corte) y dromo (para los del correo imperial), aunque se introdujo la figura del mesazon, un alto dignatario que ejercía las labores de primer ministro y mano derecha del emperador. A principios del siglo XII, Hungría se rebeló como un nuevo factor de poder en la Península Balcánica y, aunque Alejo I casó a su heredero, Juan, con una princesa húngara, ello no evitó el estallido de una guerra por la hegemonía en la región. Durante los siguientes decenios, Hungría se convirtió en uno de los principales enemigos del Imperio Bizantino. Por su parte, los serbios, aunque sometidos, desarrollaron también una política de revueltas independentistas que perturbaron constantemente la región. A la muerte de Alejo I, Bizancio había asegurado su supervivencia ante sus enemigos, se había mantenido estable y había recuperado muchos territorios, aunque la economía estaba hundida y el proceso de feudalización se había agudizado. Juan II (1118 – 1143) heredó un Imperio tranquilo en sus fronteras occidentales, por lo que se dedicó a recuperar con éxito algunos de los territorios perdidos en Anatolia.
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Uno de los hijos de Juan II, Manuel I Comneno (1143 – 1180) heredó el trono de su padre. Tras la poco exitosa Segunda Cruzada, que debilitó las posiciones latinas en Oriente, Manuel I pudo volver su interés hacia Occidente, especialmente cuando en 1147, Roger II de Sicilia se apoderó de Corfú, Corinto y Tebas, importantes ciudades del Imperio Bizantino. Aliados con Venecia, los bizantinos recuperaron Corfú en 1149, aunque a cambio cedieron numerosos privilegios comerciales a sus aliados en Chipre, Rodas y Constantinopla. En un intento por derrotar a los normandos en Italia, Manuel buscó una alianza con Alemania, sin embargo, la muerte de Conrado III frustró el plan. En este escenario, se habían configurado dos grandes bloques de estados europeos: por un lado estaban Bizancio, Alemania y Venecia y, en el otro, los normandos, los güelfos, Francia, Hungría, Serbia y en el trasfondo también el Papado. En Hungría, Manuel empleó todo tipo de métodos para intervenir en las querellas por la sucesión al trono, avivando una guerra entre pretendientes que le permitió anexionarse Bosnia, Croacia y la costa dálmata. La recuperación de las posiciones bizantinas en los Balcanes y el intento de Manuel de consolidar pactos comerciales al margen de Venecia, hizo que las relaciones con Venecia se deteriorasen progresivamente hasta el punto de integrarse en una alianza antibizantina formada, entre 1169 y 1177, por Alemania1, Sicilia, el Papa y otras repúblicas marítimas italianas. En su búsqueda de enemigos de Bizancio con los que aliarse, Federico I forjó una alianza con el sultán Kilidsh Arslán de Ikonium que, forzado por las circunstancias, había firmado un pacto de colaboración de Manuel I. Federico logró que el pacto se rompiese, por lo que un enorme ejército bizantino marchó hacia Ikonium, siendo derrotado en Miriocéfalon (1176). A la muerte de Manuel I, las fronteras del Imperio estaban tranquilas, sin embargo, el largo período de guerras y su necesidad de apoyo militar, le habían obligado a incrementar la cesión de tierras en pronoia, por lo que la nobleza militar había salido reforzada en Asia Menor. 1.2 Economía y sociedad
A pesar de los territorios perdidos tras la conquista selyuquí de Asia Menor, la población en el Imperio creció, hecho que se reflejó en el aumento de la superficie cultivada y del precio de la tierra, que sólo pudo ser adquirida por grandes terratenientes que, mediante inversiones en nuevas técnicas y abonos, consiguieron aumentar la producción agraria. Este aumento de la producción permitió que ciudades como Éfeso, Atenas, Tebas o Corinto se convirtiesen en importantes centros de comercio donde aumentó la población, la demanda de productos y la instalación de comerciantes italianos.
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Aunque aliados, Alemania y Bizancio rivalizaban en la idea imperial y tenían aspiraciones sobre Italia, pues ambos decían ser depositarios de la herencia romana. El desembarco en Ancona y el éxito inicial de la campaña bizantina en Apulia empujó a todas las potencias interesadas en Italia, incluyendo a Alemania y Venecia, a formar una alianza contra Bizancio. Manuel apoyó la alianza de las ciudades lombardas en su lucha contra Federico Barbarroja, pero el fin de la guerra causó la reconciliación entre Federico I y el Papa, integrándose en la alianza antibizantina.
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La apremiante necesidad financiera de Alejo I le llevó a realizar una reforma monetaria en 1092. Durante su gobierno, la moneda siguió devaluándose de forma que, junto a la antigua moneda de oro de valor completo (nomisma hyperperon ), estaban circulando nuevas monedas de menor y, sobre todo, de diferentes valores. Esto creó una gran confusión en la vida económica, aunque benefició al fisco, que inicialmente pagaba con dinero de menor calidad y recaudaba con monedas de oro. Finalmente, el emperador aceptó las monedas devaluadas y fijó su valor respecto al nomisma (en la imagen, nomisma con las efigies de Zoe y Teodora, 1042), reforma que estabilizó la moneda hasta finales del siglo XII.
El apoyo de la nobleza terrateniente a la dinastía fomentó la aparición de casas (oikos) o linajes similares a los de Occidente, que se vieron beneficiados por ciertas reformas fiscales y por la facultad adquirida de recaudar impuestos. Durante la época de los Comnenos, como ya hemos visto, se dio un nuevo impulso a la pronoia, aunque también se desarrolló otra institución denominada charistiké. La charistiké era la cesión a un laico, por parte del emperador bizantino, del usufructo de un bien de propiedad eclesiástica (normalmente, un monasterio) a cambio de que lo restaurara, lo mantuviera y pagara la manutención de los religiosos. Esta institución se empleó para frenar el crecimiento de la propiedad eclesiástica y para ganarse la fidelidad de la aristocracia laica. Durante el gobierno de Alejo Comneno se consolidó la autoridad imperial, aunque el Imperio dejó de ser la rigurosa organización centralizada del Estado típica de la época bizantina media, para convertirse en un Estado profundamente feudalizado en el que las fuerzas feudales de las provincias se convirtieron en sus cimientos. Esta aristocracia militar, relacionada con la familia imperial, recibió el nombre de augustos y fue obsequiada con cargos en el gobierno. Su patrimonio personal (oikos) estaba muy ligado al del Estado, que fue perdiéndolo mediante la pronoia y la charistiké . Los bizantinos tuvieron conciencia de todos estos cambios, reflejándose en debates sobre el papel de la aristocracia, de la clase media y de la Iglesia en este nuevo escenario. 1.3 La Iglesia y la cultura bajo los Comneno
La aplicación de la charistiké pone en evidencia hasta qué punto estaba sometida la Iglesia bizantina a los designios del emperador en época de los Comnenos, sin embargo, ello no evitó que aumentase su capacidad de dirección de la sociedad de la época a través de los consejeros del monarca. Hubo entre el poder laico y el eclesiástico una armonía y una cooperación fundadas en sus intereses comunes. El emperador y la Iglesia lucharon hombro con hombro contra 4
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los movimientos heréticos, especialmente los bogomilios, que hacían peligrar la estabilidad religiosa y política del Imperio. Alejo Comneno se reafirmó en el papel de guardián de la ortodoxia, defendió la pureza de la vida cristiana y dio su apoyo a monasterios rigurosamente ascéticos como el del Monte Athos y a monjes reformadores como Cristódulo. Alejo I garantizó la independencia institucional de la Iglesia a cambio de su sumisión aunque, cuanto mayor fue su independencia, mayor fue su necesidad del apoyo imperial para imponer su autoridad en las sedes pues las autoridades locales veían la acción de la Iglesia como una intromisión, especialmente ante sus privilegios fiscales, el aumento de sus dominios territoriales y su capacidad, cada vez más amplia, de juzgar causas de acuerdo con la ley canónica. En este período la Iglesia se volvió más rigorista y la lucha contra la herejía dualista, compartida con los emperadores, se convirtió en su ocupación casi exclusiva, proporcionándole mayores cuotas de poder sobre los laicos. Cuando Bizancio cayó en manos de los latinos, la Iglesia ortodoxa se convirtió en un símbolo de legitimidad sobre el que reconstruir el Imperio, incluso entre las fuerzas laicas. Como defensor de la ortodoxia, Alejo I tomó parte activa en el juicio contra Juan Italos, último seguidor de Psellos y ferviente admirador de Platón y de los neoplatónicos. Con Juan Italos, la filosofía antigua entró en conflicto con el dogma cristiano, lo que acabó provocando su destierro. El principal interés cultural es el cultivo de la lengua griega, aunque al mismo tiempo los poetas comiencen a escribir en lengua vulgar o demótica. 2. Las relaciones con Occidente 2.1 El comercio italiano
Entre 1050 y 1075, el sur de Italia asistió al enfrentamiento entre Bizancio, los normandos y el Papado. El cisma religioso de 1054 favoreció la alianza del Papado con los normandos mientras que Bizancio se decantó por Venecia. El móvil de la política militar y diplomática veneciana fue siempre asegurar su libertad de acción en el Adriático lo que suponía evitar que cualquier potencia se instalase en ambas orillas del mar. Las conquistas de Roberto Guiscardo en Italia y su campaña en los Balcanes lo marcaron como enemigo de Venecia que, consiguientemente, se acercó a Bizancio. A pesar de todo, Venecia se hizo pagar un precio muy alto por su ayuda de modo que, en 1082, firmó un tratado con Bizancio en el que obtenía extraordinarias ventajas para su comercio. Los venecianos podrían comerciar con todo tipo de mercancías en la mayor parte del Imperio Bizantino, sin pagar tributo alguno, lo que los colocaba en una situación de ventaja respecto a los propios comerciantes bizantinos. Además, se les concedieron tiendas en Constantinopla y varios embarcaderos. Aquél acuerdo provocó una brecha en el sistema comercial bizantino, sin embargo, como Venecia tenía unos medios todavía limitados, los comerciantes bizantinos obtuvieron de los venecianos buenos precios y los grandes terratenientes pudieron vender fácilmente sus cosechas. A partir de entonces, Venecia consideró el Imperio Bizantino como su coto privado e incluso capturó barcos de otras nacionalidades que navegaban por el Egeo. Ante el aumento del poder veneciano, en 1111, Alejo I trató de evitar el monopolio otorgando a Pisa otro privilegio por el que le reducía los impuestos de aduana. Juan II siguió esta política, sin embargo, cuando intentó revocar el acuerdo con Venecia, la república 5
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marítima atacó las islas del Egeo y el emperador se vio forzado a ratificar los privilegios en un nuevo pacto (1126), en el que también eximía del pago de impuestos a los comerciantes griegos que vendieran a los venecianos. Este acuerdo provocó que los comerciantes bizantinos vendiesen preferentemente a Venecia, provocando escasez en el Imperio y el declive del pequeño comercio. Sólo los grandes propietarios, que comercializan directamente su mercancía, pudieron mantenerse, aún a costa de aumentar sus tierras y extender la servidumbre entre los campesinos. El descontento por esta situación se hizo patente en 1130. En respuesta, el gobierno intentó enfrentar a los comerciantes italianos, que empezaron a atacar los barrios de sus rivales, en ocasiones, con la oportuna ayuda bizantina. Tanto Juan II como Manuel I desarrollaron una política deliberada para reducir la influencia veneciana en el Imperio, a través de la firma de tratados comerciales con Génova (1169) y Pisa (1171) y del intento de establecer vínculos de vasallaje con pisanos y genoveses. La conquista de Ancona (1155) y de varias ciudades de Apulia, así como las victorias sobre húngaros y serbios, supuso una amenaza para Venecia, que vio cómo Bizancio se posicionaba a ambos lados del Adriático. En este ambiente de suspicacia mutua, a principios de 1171, el distrito genovés de Gálata sufrió un ataque, los venecianos fueron acusados de ello y el emperador Manuel ordenó que se detuviese a todos los que estaban en territorio imperial y que se confiscasen sus mercancías y barcos. La república se vio obligada a reorientar sus rutas, y ceder su puesto en la economía bizantina a Génova y Pisa. Tras la muerte de Manuel I en 1180, María de Antioquía, madre del legítimo heredero, Alejo, de 12 años de edad, asumió la regencia. María, de origen normando, mostró desde el principio sus preferencias por los latinos frente a los griegos, lo que le valió el aborrecimiento de todos sus súbditos excepto de los terratenientes, proveedores de los comerciantes latinos. Un alzamiento acaecido en 1182 terminó con la terrible matanza de prácticamente todos los occidentales de Constantinopla. Entre tanto, el primo de Manuel I, Andrónico Comeno, entró en la capital, asesinó a María y se hizo con el trono (en la imagen, Manuel I Comneno junto a su segunda esposa, María de Antioquía). El gobierno de Andrónico fue brutal, sin embargo, el ataque de Hungría sobre las ciudades del norte y, sobre todo, la destrucción de Tesalónica (1185), segunda ciudad del Imperio, por parte de los normandos sicilianos, provocaron una revuelta que acabó con la vida de Andrónico y la subida al trono de Isaac Ángelos (1185 – 1195). La influencia económica italiana ayuda a explicar la evolución urbana del Imperio en el siglo XII. Los italianos fueron penetrando hacia el interior en busca de productos, lo que provocó la reactivación de viejos mercados regionales o la aparición de nuevos. Se aprovisionaban de sedas en Tebas, de aceite en Esparta y de vinos en Modón, además comerciaban también en zonas como Macedonia, Tracia o Bulgaria y prácticamente convirtieron en colonias latinas algunas ciudades como Tesalónica o Dirraquio. Las ciudades sufrieron una contracción, se rodearon de murallas y concentraron a su población en la antigua acrópolis. En la llanura de la península del Peloponeso (Morea), 6
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se mantuvieron las ciudades, aunque combinadas con fortalezas levantadas en los desfiladeros, donde se asentaron diversas dinastías locales. Las clases urbanas se desintegraron y la intromisión de los latinos provocó que muchos pequeños comerciantes y artesanos, desprovistos de su función, se asentasen en las fronteras mediante el sistema de pronoia. 2.2 Bizancio y las Cruzadas
El complicado escenario producto de los privilegios otorgados a los comerciantes italianos y, especialmente, a Venecia, se enmarañó todavía más cuando en 1096 aparecieron los primeros cruzados en territorio bizantino. El preludio fue la llegada de una enorme turba, dirigida por el ermitaño Pedro de Amiens (en la imagen), que en su camino a Tierra Santa había saqueado Hungría y Serbia. Al llegar a Constantinopla, Alejo I le facilitó el traslado al otro lado del Bósforo, donde los cruzados fueron masacrados por los turcos. En principio, la cruzada nobiliaria era conveniente para Bizancio, pero Alejo quiso asegurarse de que los cruzados que se establecieran en Siria y Palestina lo hiciesen de manera dependiente del Imperio. La mayoría de los líderes de la cruzada no quisieron, en principio, prestar el juramento de vasallaje, aunque finalmente casi todos lo hicieron. A pesar de ello, la realidad demostró que tales juramentos quedaron pronto olvidados. La Segunda Cruzada resultó también bastante inoportuna para Manuel I, pues un éxito de los cruzados hubiese supuesto un fortalecimiento de los Estados latinos de Oriente, sin embargo, la cruzada fue un fracaso. Como hemos visto, Manuel I buscó establecer alianzas con occidente en su idea de fortalecer el Imperio, sin embargo, la paz entre Federico I Barbarroja y las ciudades lombardas y la expulsión de los venecianos en 1171 pusieron fin a la política occidentalista. 2.3 La dinastía Ángelos (1185 – 1204)
Issac II Ángelos (1185 – 1195) inició su reinado vengando la destrucción de Tesalónica tras derrotar al ejército normando. Aunque Issac salvó Constantinopla, su gobierno y el de sus sucesores fue desastroso: la corrupción se generalizó y el sistema provincial de themas desapareció definitivamente para dar paso a una profundización del proceso de feudalización que desligó progresivamente del Imperio a los aristócratas y aumentó la presión fiscal sobre la población. Los Ángelos tuvieron que recuperar la política de equilibrios entre los comerciantes latinos. Issac II otorgó nuevos privilegios a Venecia, especialmente la crisobula, que le permitía comerciar en todo el Imperio, y una exención de la justicia imperial. Por su parte, Alejo III concedió también dispensas a Pisa. En cualquier caso, los excesos de los latinos continuamente provocaban la ira de los bizantinos. 7
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3. La Cuarta Cruzada y la fundación del Imperio Latino de Constantinopla (1204 – 1261)
En 1198, el papa Inocencio III proclamó una nueva cruzada que debía dirigirse contra Egipto. La única potencia que podía proveer de barcos suficientes para el viaje era Venecia, por lo que el líder de los cruzados, Bonifacio de Montferrato, buscó la ayuda del dogo (dux) de Venecia, Enrico Dándolo. En las negociaciones, Venecia fijó una suma y exigió que se le entregasen la mitad de los territorios conquistados, sin embargo, como los cruzados no tenían la cantidad acordada, recuperaron a cambio la ciudad de Zara, conquistada hacía poco por los húngaros. Estando los cruzados en Zara, recibieron una carta de Felipe de Suabia, yerno de Issac II, en la que solicitaba la ayuda de los cruzados para que el hijo de Issac II, Alejo, recuperarse el trono de manos de su tío, Alejo III. A cambio, Bizancio volvería a la obediencia a Roma y financiaría la expedición a Egipto. Tanto Bonifacio de Montferrato como el dogo, que veía la posibilidad de recuperar el monopolio comercial en Bizancio, aceptaron entusiasmados, así que Alejo se unió a ellos y en 1203, una parte de la flota se dirigió a Constantinopla y la otra a Egipto. Los cruzados tomaron primero Gálata. Después, los barcos penetraron en el Cuerno de Oro y, coordinados con un ataque terrestre, bombardearon la ciudad en la zona del Palacio de Blaquernas, donde estaba la más débil de las murallas. El 12 de abril de 1204 los cruzados entraron en la ciudad, que incendiaron y sometieron a un intenso pillaje. El resultado de la cruzada fue la partición del Imperio (Partitio Romaniae). Los venecianos impusieron como emperador a Balduino de Flandes, que obtuvo la cuarta parte del Imperio, incluyendo las islas de Lesbos, Samos y Quíos; de las tres cuartas partes restantes, la mitad debía ser adjudicada a los venecianos y el resto repartida entre los nobles jefes de la expedición; así, Montferrato obtuvo Tesalónica y el resto constituyeron sus propios principados en Atenas, Tebas y Morea. Los venecianos fueron quienes extrajeron el mayor provecho de toda la empresa, al anexionarse los más importantes puertos (Corón, Modón, Dirraquio, Adrianópolis, Ragusa, etc.) e islas (Creta, islas jónicas, etc.). Lo mismo que se hizo al territorio del Imperio, se aplicó a la ciudad misma de Constantinopla. Balduino I de Flandes (1204 – 1205) tuvo un breve reinado al ser derrotado por el zar búlgaro Kaloján en Adrianópolis y arrojado a una celda. A partir de entonces, los búlgaros se convirtieron en una amenaza constante contra el Imperio latino de Constantinopla. Le sucedió Enrique I de Hainaut (1205 – 1216), quien tuvo que mantener las defensas contra Kaloján, luchar contra el foco de resistencia griega que 8
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constituía el Imperio de Nicea de Teodoro I Láscaris y contra las ansias independentistas de Bonifacio de Montferrato y sus sucesores en Tesalónica.
A la muerte de Enrique I, los franceses escogieron a Pedro I de Courtenay (1217) como emperador, aunque de camino a Constantinopla fue apresado en el despotado de Epiro y murió en prisión, lo que demuestra la poca autoridad y respaldo de que disfrutaba. Pedro I fue sustituido por su viuda, Yolanda (1217 – 1219). En el Peloponeso se formó el principado francés de Acaya o Morea, vasallo del reino de Tesalónica y gobernado bajo la casa Villehardouin. Godofredo de Villehardouin (1209 – 1229) negoció con los venecianos el establecimiento de varias guarniciones en el Peloponeso y consiguió que los pronoiarios abandonasen su resistencia garantizándoles que conservarían su pronoia, medidas que aseguraron la estabilidad del principado. A causa de la guerra, la población de las zonas occidentales del Imperio disminuyó de modo que territorios vacíos como Tesalia fueron masivamente ocupados por eslavos. En el Epiro y en la costa del golfo de Corinto, la guerra fue especialmente brutal por lo que la población residente emigró hacia el interior y las montañas. 4. La resistencia griega frente a los latinos
Tras la toma latina de Constantinopla, las antiguas familias bizantinas se instalaron en sus dominios y organizaron la resistencia. Hubo grandes núcleos y otros más pequeños, aunque algunos gobernadores, como el de Rodas, aprovecharon para independizarse. 4.1 El Imperio de Trebisonda
Poco antes de la conquista de Constantinopla, en la costa sudoriental del Mar Negro surgió el Imperio de Trebisonda, conquistado por los nietos de Andrónico I, Alejo y David Comneno. Tras la caída de Andrónico, ambos fueron llevados a la corte de la Casa Real de Georgia y con el eficaz apoyo de la reina Thamar (1184 – 1212), se apoderaron de la ciudad comercial de Trebisonda en abril de 1204. Desde allí, David avanzó hacia occidente a lo largo de la costa hasta ser detenido por Teodoro I Láscaris de Nicea. 9
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4.2 El Imperio de Nicea
En el mismo año de la toma de Constantinopla, la nobleza y el patriarca de la ciudad reconocieron como emperador a un noble de segunda categoría, Constantino Láscaris, aunque las fuerzas que deseaban la conservación del Estado bizantino se agruparon alrededor de su hermano menor, Teodoro I Láscaris (1208 – 1222), yerno de Alejo III Ángelos. Un grupo de cruzados, encabezados por el conde Luis de Blois, los que según el reparto deberían haber recibido Nicea, emprendieron, a finales de 1204, la conquista de Asia Menor y derrotaron a Teodoro I, sin embargo, aunque la causa bizantina parecía perdida, la salvación llegó de los Balcanes. La aristocracia rural bizantina de Tracia se mostró dispuesta a reconocer la dominación latina a cambio de que se les permitiese conservar sus feudos de pronoia, pero los latinos rechazaron el ofrecimiento de los griegos. La aristocracia Tracia solicitó entonces ayuda al zar Kaloján de Bulgaria, quien derrotó a los latinos en Adrianópolis en abril de 1205. En la batalla Balduino I fue hecho prisionero y Luis de Blois encontró la muerte, por lo que los latinos se retiraron de Asia Menor. Teodoro I pudo entonces consolidar su poder en la parte occidental de Asia Menor, organizó el nuevo Estado bizantino con centro en Nicea, firmó un tratado con los selyúcidas y derrotó a David de Trebisonda. En nuevo emperador latino, Enrique I, atacó de nuevo a Teodoro en 1206, sin embargo, las campañas que llevó a cabo en Asia Menor no tuvieron un resultado suficientemente contundente así que en 1214 ambas partes firmaron un tratado en el que se establecían las fronteras entre el Imperio Bizantino y el Latino. El yerno de Teodoro I, Juan III Ducas Vatatzés (1222 – 1254), heredó el trono de Nicea a su muerte. Juan III arrebató la mayor parte de Asia Menor a los latinos y, con su flota, se apoderó de Lesbos, Quíos, Samos y Rodas. Una petición de socorro de la población de Adrianópolis le dio la oportunidad de enviar tropas a Tracia, que entraron sin violencia en la ciudad. Gracias a la muerte del rey búlgaro en 1241 y a la invasión mongola, Juan III se libró de sus principales competidores por lo que, a lo largo de los siguientes años, pudo conquistar toda Tracia, Macedonia y el Epiro, integrado en 1252. Tras la muerte de Juan III, el Imperio Bizantino estaba casi restablecido, aunque le faltaba Constantinopla y la costa sur de Grecia. En julio de 1261, una pequeña fuerza nicena consiguió penetrar en Constantinopla y un mes después, entró triunfante en la ciudad Miguel VIII Paleólogo, emperador de Nicea que fue coronado de nuevo en Santa Sofía. 4.3 El despotado de Épiro bajo los Ángelos
El único centro de poder griego que se estableció en occidente lo constituyó Miguel Comneno Ducas (1205 – 1215), un pariente de Isaac II y Alejo III, que forjó un estado en el Épiro, un territorio que comprendía desde Dirraquio hasta el golfo de Corintio. El despotado se configuró como un Estado bizantino autónomo frente al reino latino de Tesalónica al este, a los venecianos a orillas del Adriático y a los eslavos del norte y del nordeste. Epiro y Nicea compartieron el mismo objetivo, es decir, la reconquista de Constantinopla y la restauración de Imperio Bizantino. 10
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Miguel resistió a los intentos de Bonifacio de Montferrato para dominarlo. Casó a su hija con un hermano del emperador latino, Enrique I, sin embargo, ello no evitó que se aliase con Venecia para atacar al reino de Tesalónica (1210) o que más tarde atacase a los venecianos (1213) para arrebatarles Dirraquio y Corfú. En 1215, Miguel fue sucedido por su hermanastro Teodoro Ángelos (1214 – 1230). Se ganó una gran fama al encarcelar al nuevo emperador, Pedro de Courtenay, mientras se dirigía a Constantinopla. A continuación, lazó una ofensiva contra los latinos, apoderándose de Tesalónica (1224) y extendiendo su influencia por Tesalia y una gran parte de Macedonia. Teodoro se proclamó entonces emperador, enfrentándose abiertamente a Nicea. Se alió con el rey de Bulgaria, Juan II Asén, para enfrentarse a Juan III Ducas Vatatzés, sin embargo, la alianza se rompió – pues ambos aliados, en el fondo, aspiraban al trono de Constantinopla - y Teodoro fue capturado y cegado. A partir de entonces, el despotado de Epiro cayó en decadencia.
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