DE NUEVO SIN PAREJA Alix, es una mujer con una carrera brillante, una ganadora que controla su vida y sabe lo que quiere. Sabe por ejemplo que no quiere un bebé. De De hecho, la idea del parto le produce escalofríos. escalofr íos. Sin embargo, todo su mundo se derrumba cuando su pareja decide dejarla. Hundida, empezará a preguntarse si volver a estar sola es realmente tan bueno como dicen….
Traductor: Raquel Salagre Muñoz Autor: De nuevo sin pareja ISBN: 9788408070467
DE NUEVO SIN PAREJA Alix, es una mujer con una carrera brillante, una ganadora que controla su vida y sabe lo que quiere. Sabe por ejemplo que no quiere un bebé. De De hecho, la idea del parto le produce escalofríos. escalofr íos. Sin embargo, todo su mundo se derrumba cuando su pareja decide dejarla. Hundida, empezará a preguntarse si volver a estar sola es realmente tan bueno como dicen….
Traductor: Raquel Salagre Muñoz Autor: De nuevo sin pareja ISBN: 9788408070467
Sheila O'Flanagan DE NUEVO SIN PAREJA
A: · Carole Blake por su apoyo y amistad para lo bueno y lo malo. No podría haber encontrado a gente mejor. · Anne Williams, Willi ams, eternamente eternamente paciente, siempre alentadora. · The Survivor's Group, especialmente a Patricia, por todo. · Damien O'Gorman del Club de Tiro BRC por su asesoramiento. · Mi familia, una vez más, a cada uno de vosotros. · Colm. Como siempre.
Capítulo 1
ALIX Callaghan Callaghan se levantó y se enganchó las medias con la esquina de la m esa. —Mierda. —Mier da. —Examinó la carrera carr era que progresaba progre saba hacia abajo por el lateral lat eral de la pierna—. pier na—. Las he estrenado esta mañana. ¿Por qué siempre me pasa lo mismo cuando estoy a punto de entrar a una reunión? —Es una de esas leyes de la naturaleza natur aleza —dijo —dij o Jenny Smith—. Smit h—. Cuando una mujer muj er tiene ti ene algo importante que hacer, sus medias la dejan tirada. Alix sonrió y abrió el cajón de la mesa. m esa. —Y la otra ley es sé previsora previ sora —le anunció a Jenny mientr mi entras as rebuscaba rebusca ba en el cajón y sacaba otro par—. Especialmente si trabajas en el Europa Bank y sabes que el director ejecutivo convoca una reunión cada vez que tiene oportunidad. Si pregunta por mí, dile que le veré abajo dentro de cinco minutos. —Cogió su bolso y las medias, y abrió la puerta de la sala de transacciones—. Probablemente llamará. Ya sabes cómo le gusta tenernos controlados. ¡Huy! —Casi chocó con Dave Bryant, el agente de cambio sénior, cuando éste entraba con una bolsa de papel marrón que contenía su comida: dos bocadillos, un trozo de tarta banoffi y una lata de Coca-Cola light—. Voy a la reunión de dirección —le dijo—. No ha habido cambio en nuestra posición. Tenemos algunos dólares, pero no muchos, y creo que deberíamos seguir así. Supongo que no tardaré, no creo que nuestro maravilloso efe tenga nada nuevo que decirnos. —Muy bien bie n —respondió —respondi ó Dave—. ¿Vais a trat t ratar ar sobre sobr e Marks Mar ks and Spencer? Spencer ? Alix se lo quedó mirando. —¿De qué estás está s hablando? habl ando? —¿Por qué te t e llevas ll evas las l as medias m edias a la reunión reuni ón de dirección? dir ección? Se fijó en la caja que tenía en la mano. —Es mi m i par de emer e mergencia gencia —contestó —contes tó severament severa mente—. e—. Y no son de Marks M arks and Spencer. Es un par pa r exageradamente caro de Donna Donna Karan, que que compré en el duty free la l a última últim a vez que vine de París. Dave comenzó a reírse. —Evidentement —Evidente mentee no sé tanto t anto de lencerí l enceríaa femenina fem enina como c omo creía. cr eía. —Menos mal m al —dijo —di jo Alix—. Ali x—. Si no, me m e preocuparía preocupa ría por ti. t i. —Yo —Yo entiendo enti endo de medias medi as —respondió —respondi ó Dave—. Soy un experto expert o en medias, medi as, pero no soporto soport o los pantys. Estoy en contra de ellos por principios. —Las medias medi as tienen ti enen su momento mom ento —admiti —admi tióó Alix—, Ali x—, pero no durante durant e las horas de oficina, ofic ina, por lo menos para mí. —Le sonrió—. Hasta luego. Fue la última en llegar a la sala de juntas. Se disculpó por haber retrasado el inicio de la reunión y se sentó en su sitio siti o habitual, frente a Des Coyle, Coyle, el director ejecutivo del Europa Bank Dublín. Dublín. —Me parece que debemos hablar de rentabil rent abilidad idad —comenzó —comenz ó Des—. Creo que hay unas cuantas cosas que Pat quiere comentar. Pat Enright, el jefe contable del banco, comenzó su presentación. Alix le escuchó a medias. A pesar de que evidentemente le preocupaba la rentabilidad general del banco, su prioridad era la rentabilidad de la sala de transacciones. Había sido la directora de tesorería en Dublín los últimos años, y cada año había superado sus objetivos. Tenía fama de reconocer los problemas, de encontrar
nuevas formas de hacer dinero y de cerrar negociaciones que nadie más conseguía completar. Mientras Pat hablaba sobre la rentabilidad del Departamento de Crédito (que había bajado debido a un problema con un préstamo sindicado), Alix planeaba una estrategia para que un cliente pidiera yens y transformar así los beneficios en euros. —¿Qué tal la sala de transacci tra nsacciones? ones? —Des interrum inte rrumpió pió sus pensamient pensam ientos—. os—. ¿Otro buen mes el último, Alix? —Sí —contestó—. —contes tó—. Hicimos Hicim os un par de buenas operaciones operaci ones para Inico Inic o y Constant Images. Ima ges. Estábamos largos en dólares y bonos norteamericanos, y con las dos hemos obtenido buenos resultados. —Excelente. —Excelent e. —Des le sonrió—. sonri ó—. Buen trabajo, tr abajo, sigue s igue así. as í. Alix asintió. Nadie hacía nunca comentarios sobre la sala de transacciones ni sobre lo que hacía el equipo formado por los cuatro cambistas. Nadie entendía lo suficiente y, de todos modos, los cinco hombres que rodeaban la mesa se sentían un poco intimidados por Alix Callaghan y no querían preguntarle nada que pudiera parecer estúpido. Alix tenía la costumbre de evidenciar la falta de conocimiento de cualquiera, y eso era algo que nadie en el Europa Bank podía permitir que le sucediera, y menos en una reunión de dirección. di rección. Cuando finalmente la reunión concluyó, Alix subió corriendo a la sala de transacciones. Dave cerró precipitadamente la página de deportes del Irish Times cuando abrió la puerta. —¿Qué tal todo? —preguntó —pr eguntó Alix. Ali x. —Aburrido —dijo —di jo Dave—. Hemos comprado compr ado unos cuantos cua ntos dólares dól ares más, m ás, pero per o el tipo t ipo no ha varia va riado. do. Es un día flojo, flojo. —¡No digas di gas eso! —Alix se deslizó desli zó en su s u sil s illa—. la—. Es tentar t entar a la suerte. suert e. Ha sido si do una buena semana, sem ana, así que no vayamos a estropearla. est ropearla. —Echó un vistazo a su alrededor—. al rededor—. ¿Dónde ¿Dónde está Gavin? Gavin Donnelly Donnelly era el miembro m iembro más nuevo y más joven del equipo de cambistas. —Ha salido sali do a comer con Alfonso, Alf onso, del Banco Andalucía Andalucí a —le informó infor mó Jenny—. Ya sabes cómo le gusta comer con la competencia. Alix se rió. —Siempre —Siem pre intentando int entando averiguar averi guar quién gana más que él. Está obsesionado obsesi onado con la posición posici ón económica de la gente. —Ya —admitió —admit ió Jenny—. Jen ny—. A mí me m e lo vas a decir. deci r. —No te preocupes preocu pes por él é l —dijo —di jo Dave—. Sólo Sól o es juventud j uventud y eufori e uforia. a. —Ya —Ya le daré yo juventud juvent ud y euforia eufor ia —respondió —respondi ó Alix—. Sabe perfectam perfe ctamente ente que ya debería deberí a haber vuelto.   Gavin volvió volvió de comer a las l as cuatro en punto. Alix miró el reloj intencionadamente i ntencionadamente cuando entró. —Ya —Ya sé que es viernes vier nes —dijo—, —dij o—, y que no ha habido demasiado demas iado trabajo, tra bajo, pero sabes que se s e supone que debes estar aquí a las dos y media, m edia, Gavin. ¿Dónde ¿Dónde demonios estabas? En realidad no necesitaba preguntarlo. Era evidente que Gavin y Alfonso habían decidido cambiar la comida por unas copas. Gavin tenía los ojos empañados. —Estaba con Alfonso Moya. Hemos estado esta do charlando charl ando —se defendió—. defendi ó—. Siempre Siem pre va bien saber cómo le va a la competencia. compet encia. Han hecho hecho el cambio de libras li bras a cinco años esta semana. —Es una informa inf ormación ción fasci f ascinante nante —dijo —di jo Alix Ali x secamente—. secam ente—. ¿A ¿ A cuánto? Gavin soltó un sonoro eructo.
—No le he preguntado. Esas cosas no se suelen preguntar, Alix, deberías saberlo. —Tienes razón —respondió con amabilidad—. Así que están ganando dinero con libras a cinco años, ¿no? —Sí —dijo Gavin. —¿La misma posición en la que tú perdiste seis mil la semana pasada? Gavin la miró. Jenny se puso con los teléfonos y Dave se sumergió de nuevo en el periódico. —Gavin, ya va siendo hora de que crezcas —dijo Alix—. No creas todo lo que te dicen. No vuelvas a tomarte cuatro horas para comer sin mi permiso y abróchate los pantalones. Es una prueba irrefutable de que has tomado una comida regada de alcohol. —Se levantó y salió de la sala. Dave y Jenny intentaron aguantarse la risa. —¡Qué zorra! —Gavin se subió la bragueta—. Piensa que es tan jodidamente importante y poderosa. ¡Pues no lo es! Hay mucha gente por ahí mejor que ella. Supongo que se cree graciosa y ocurrente. Algún día me las pagará. —Has llegado un poco tarde —dijo Jenny suavemente. —Tenía que haber supuesto que te pondrías de su parte —respondió Gavin—. Bueno, sabes que no llegarás muy lejos, Jenny Smith. No hará ningún favor a otra mujer, le gusta tener el control. Pero un día lo perderá y yo estaré justo ahí para reírme de ella.   Alix bajó al despacho de Dermot Cullen. No podía quedarse en la sala de transacciones porque hubiera comenzado a reírse en voz alta de la mirada herida de Gavin cuando le dijo que se abrochara los pantalones. Gavin Donnelly tenía mucho potencial, pensó Alix, pero debía canalizarlo apropiadamente, y tomarse cuatro horas para comer en el bar no era la mejor opción. Llamó a la puerta de Dermot y entró. Era el jefe de liquidaciones y precisamente un problema de liquidaciones les había costado dinero esa semana. Se sentó frente a él. —¿Fue simplemente un error o falla algo en nuestro sistema? —preguntó. —Fue un error —contestó Dermot. No valía la pena engañarla—. Noleen debería haberlo detectado. Está muy arrepentida. —Ha sido un error muy caro. Alguien debería haberse dado cuenta. Sus ojos emitían destellos verdes. No era buena señal, pensó Dermot. En el banco, era sabido que los ojos de Alix eran grises cuando estaba relajada y verdes cuando estaba enfadada o nerviosa. No quería que se enfadara de verdad. Los agentes eran bastante temperamentales y, según pensaba Dermot, las mujeres eran peores que los hombres. —Lo arreglaremos —le dijo—. No volverá a pasar. —Eso espero —respondió Alix—. Ya es bastante difícil hacer dinero sin que nadie lo vaya derrochando. —Lo comprendo —contestó Dermot—. Pero tienes que reconocer que Noleen es aún relativamente nueva en el puesto y que estaba bajo presión la semana pasada. Alix hizo una mueca, luego sonrió. —Tienes razón —admitió—, pero ya sabes qué pasa, Dermot, todos estamos bajo presión. —¿A mí me lo dices? —suspiró Dermot—. Necesito más personal, pero el presupuesto no me lo permite. —Lo sé. —Alix se levantó y se dirigió a la puerta—. ¿Qué tal todo, aparte de eso? —Bien.
—Me alegro. —Le sonrió y sus ojos se volvieron grises de nuevo—. Será mejor que vuelva arriba. —Nos vemos, Alix —se despidió Dermot. Suspiró aliviado cuando se hubo marchado. Le molestaba que se entrometiera en el área de liquidaciones, pero tenía razón. Deberían haberse dado cuenta del error. —¿Algún cambio? —preguntó Alix al entrar a la sala de transacciones. —No. —Jenny sacudió la cabeza—. Todo tranquilo. Ha llamado Wyn para recordarte que le tienes que hacer de canguro. No hace mucho, pero sólo quería estar segura de que lo tenías en la agenda. Ha dicho: «Mi hermana olvida sus obligaciones familiares si no se las recuerdo». —Jenny sonrió por la mueca de Alix—. Y ha llamado tu amiga Sophia. Quería saber si ibas a ir a Londres al seminario de forex el mes que viene. —Tengo cosas mejores que hacer —dijo Alix mientras cogía el teléfono y apretaba la tecla de marcación rápida—. El último al que asistí fue una pérdida de tiempo. Yo misma podría haber impartido el curso. —Ha llamado a Sophia Redmond —dijo una voz—. En estos momentos no me encuentro en mi mesa, pero si quieres dejar tu nombre y tu número te llamaré tan pronto como pueda. —Maldito buzón de voz —murmuró Alix—. ¡Hola, Soph! Soy yo. No voy a ir al seminario, pero tal vez vaya a Londres de compras. Hasta pronto. —Colgó y miró el reloj—. Creo que me marcharé temprano —le dijo a Jenny—. ¡Le daré una sorpresa a Paul! —Recuerdas la copa con Eimear, ¿verdad? —Dave la miró extrañado. —¡Dios mío! —Su mano voló hasta la boca—. Lo había olvidado. ¿Cómo he podido? Especialmente porque acabo de hablar con Dermot Cullen. —¿Un fin de semana mucho más interesante en perspectiva? —preguntó Dave con picardía. —¡Eso espero! —rió Alix. —Entonces, ¿vas a venir al bar? —Claro que voy a ir. No voy a dejar que la única persona decente en liquidaciones se vaya sin despedirme. Si hubiera estado aquí el martes, no habría habido problemas con la cuenta de dólares. Alix marcó el número de su casa pero no hubo respuesta. Evidentemente, Paul no estaba en casa. «Pero ¿por qué diablos no conecta nunca el maldito contestador automático?», pensó enfadada. Lo intentó en el móvil, pero también estaba apagado. «Bueno, mala suerte», masculló. Aunque conocía a Paul. Se enfadaría con ella por llegar tarde a casa.   Eimear Flaherty, la chica que dejaba el banco, celebraba la despedida en el bar de O'Reilly. El personal de la sala de transacciones llegó junto y Eimear pidió una ronda de bebidas. —Parece que llevas aquí un rato. —Dave le dedicó una sonrisa a Eimear, que le guiñó el ojo. —Casi no puedo levantarme —confesó. —¿Unas copas a la hora de comer? —le reprochó Alix. —Pues sí. —Los ojos de Eimear estaban vidriosos—. Ha sido divertido. —¿No te encontraste con Gavin Donnelly? —¿Gavin? No. ¿Por qué? —También ha comido líquido —le dijo Alix—. Llegó tambaleándose a la sala de transacciones con la cremallera bajada a las cuatro. Eimear se rió. —Pobre Gavin.