∈R a ; 1
I
k
I
j I k
b. Sea j∈Ato y —si el lenguaje es un lenguaje con igualdad— j≡t1≈t2 —donde t1,t2∈TER(A). Entonces:
aI sat t ≈t 1
2
si y solamente si t1aI=t2aI.
c. Sea j≡¬G, entonces aI sat j si y solamente si no aI sat G, (es decir, la interpretación aI no satisface la fórmula G);
d. Sea j≡(G∧H), entonces aI sat j si y solamente si aI sat G y aI sat H;
e. Sea j≡(G∨H), entonces aI sat j si y solamente si aI sat G o aI sat H;
f. Sea j≡(G→H), entonces aI sat j si y solamente si no aI sat G o aI sat H;
g. Sea j≡(G↔H), entonces aI sat j si y solamente si aI sat G y aI sat H o no aI sat G y no aI sat H;
h. Sea j≡∀νj G, entonces aI sat j si y solamente si, sea cual sea el elemento a∈A, se tiene que aIνja sat G;
Como es relativamente fácil observar esta definición recoge las ideas intuitivas antes expuestas. En particular, cuando la fórmula j es cerrada —adviértase los items h) e i) de la definición— la atribución particular de valores a las variables no juega ningún papel, tal cual fue discutido antes. Cuando se está en ese caso, es decir, si j es cerrada, puede escribirse consistentemente que en una estructura a, j se cumple. i.e. a sat j , esto puede leerse como «a satisface j » o «j es verdadera en a» o «a es un modelo de j». Es obvio que también puede «agregarse» cualquier asignación, es decir, si se da el caso de arriba, entonces para cualquier asignación I, aI sat j.
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i. Sea j≡∃νjG , entonces aI sat j si y solamente si, para al menos un elemento a∈A, se tiene que aIνja sat G.
155
Expresividad «teórico-modélica» En el capítulo anterior se estudió la expresividad de los lenguajes de orden uno en el sentido de su capacidad de permitir «paráfrasis» o «traducciones» aceptables de enunciados (del lenguaje natural) o de conceptos (definidos en el lenguaje natural). El propósito de esta sección es sugerir un segundo modo de entender la «expresividad» de los lenguajes de orden uno. Un ejemplo puede ayudar a introducir este concepto. Se ha usado reiteradamente en este curso —como mecanismo de prueba— la inducción. La inspiración de tales usos ha sido la inducción aritmética. El Principio de Inducción en el campo de la aritmética de los naturales puede expresarse informalmente así (llamémosle Principio de Inducción Informal): (PII) Si 0 posee una propiedad y si un natural n cualesquiera la posee, entonces también la posee el sucesor de n, entonces todos los naturales poseen la propiedad en cuestión. Usando los recursos de orden uno podría expresarse así (llamémosle Principio de Inducción en Orden Uno):
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(PIOU) (R1c1∧∀ν1(R1ν1→R1f11ν1))→∀ν1R1ν1;
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Donde R está en lugar de cualquier letra de predicado unario, c1 debe interpretarse como 0 y f11 debe interpretarse como la función sucesor (i.e. f(x)= x+1) y el universo es . Si se piensa en términos de modelos, la situación puede verse bajo una nueva luz. Lo que afirma PIOU parece ser lo siguiente: para cualquier letra de predicado unario R, si 0 posee la propiedad denotada por R y para cualquier natural, si él posee la propiedad denotada por R, entonces su sucesor la posee, eso quiere decir que todo natural tiene la propiedad denotada por R. Adviértase en esta paráfrasis conceptual de PIOU una diferencia sustancial: se habla de toda letra de predicado unario R y de todo número natural. ¿Por qué? Planteado el problema de otro modo, ¿por qué no decir para toda propiedad R? La respuesta es simple: porque no se cuenta —en orden uno— con cuantificadores que cuantifiquen sobre variables de propiedades. Dicho de una forma grosera: no puede decirse en orden uno, para toda propiedad (de números naturales) pero sí puede decirse para todo número (natural); en orden uno —como se recuerda— existe un solo tipo de variables: las variables de individuo. La generalidad de PIOU luego consiste en ser un «esquema» que tiene tantas instancias como letras de predicado unario tenga el lenguaje. Es esencial observar que el número total de instancias puede ser a lo sumo numerable, ya que tal es la cardinalidad de los lenguajes que se han definido. Pero ¿cuál es el número total de propiedades de ? Ciertamente ℘( ) i.e. no–numerable. Luego parece existir un cierto déficit expresivo en PIOU: el número de propiedades que toma en cuenta (i.e. las letras de predicado) es numerable mientras que el número de propiedades de es no–numerable.
Debe notarse que estas observaciones sobre expresividad presuponen evaluar la misma a la luz de la semántica conjuntística construida; solo en esa medida cabe «medir» de esta forma la diferencia entre el conjunto de las sustituciones posibles y el conjunto de las propiedades posibles. Dicho de otra forma, al precisar la semántica de los lenguajes formales puede precisarse también el concepto de expresividad y distinguir en forma más rigurosa los propios límites expresivos de tales lenguajes. Tal vez pueda decirse que se poseen dos conceptos de expresividad de una fórmula j de L: uno más intuitivo, en el cual el poder expresivo de j es evaluable (intuitivamente) en relación a la semántica informal del lenguaje natural y uno más riguroso, en el cual la expresividad de j es evaluable a la luz de la semántica formal del lenguaje L. La conexión entre ambos sentidos se encuentra en el plano de la relación entre la semántica (informal) del lenguaje natural y la semántica (formal) de L. Los problemas conceptuales que emergen al enfrentar tal cuestión exceden los modestos límites de este libro.
Consecuencia semántica y validez La motivación inicial para la construcción de una semántica para el lenguaje formal —tal cual se presentó aquí— consistía en obtener una adecuada elucidación de «argumento lógicamente correcto». Tal interpretación ha sido confeccionada y se ha mostrado se comporta armónicamente con algunas importantes intuiciones semánticas previas. En particular, se está ahora en condiciones de ofrecer una definición rigurosa de los nuevos conceptos —más refinados que los construidos para el lenguaje proposicional— de consecuencia teórico-modélica y validez teórico-modélica. La idea es muy simple: sustituimos la noción de interpretación (modelo) antigua por la nueva. Solo para comodidad del lector escribimos nuevamente tales definiciones.
Consecuencia teórico-modélica Sea G un conjunto de fórmulas cerradas, sea j una fórmula, diremos que j es consecuencia teórico-modélica de G —se nota: G j— si para toda interpretación a que es modelo de G —es decir, que es modelo de todas las fórmulas que pertenecen a G— a es modelo de j. A veces se ofrece una definición más general, no restringida a fórmulas cerradas. En ese caso, en lugar de a debe escribirse aI en la definición de arriba. Se ha preferido la definición tradicional —es decir, se adopta el punto de vista menos general, restringiendo la definición a fórmulas cerradas— pues es más próximo al sentido intuitivo de corrección argumental que ha sido ofrecida como la motivación central
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Definición
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de la teoría lógica. Cabe advertir, no obstante, que no es ésta la motivación exclusiva de tal teoría.89 Lo mismo vale respecto de la definición de validez siguiente.90
Validez Definición Una fórmula cerrada j de L es válida si y solamente si para toda interpretación
a, a es modelo de j.
Un concepto que posee también interés es el de satisfacibilidad. Se trata de entender más finamente una partición tradicional en la clase de las fórmulas (i.e. de los enunciados): aquellas fórmulas que son, intuitivamente hablando, «contradictorias» o «absurdas» y aquéllas que no lo son. Estas últimas se denominan satisfacibles, las primeras se dicen insatisfacibles. Desde el punto de vista formal, las definiciones lucen así:
Satisfacibilidad Definición Una fórmula cerrada j de L es satisfacible si y solamente si existe alguna interpretación a, tal que a es modelo de j. Un conjunto G de fórmulas de L es satisfacible si y solamente si existe alguna interpretación a, tal que a es modelo de γ, para toda γ∈G.
Insatisfacibilidad Definición
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Una fórmula cerrada j de L es insatisfacible si y solamente si no existe ninguna interpretación a, tal que a sea modelo de j. Un conjunto G de fórmulas de L es insatisfacible si y solamente si no existe ninguna interpretación a, tal que a sea modelo de γ, para toda γ∈Γ. Los conceptos arriba definidos de consecuencia teórico–modélica y validez teórico–modélica serán de extrema utilidad al enfocar el problema que —principalmente— motiva estas indagaciones, a saber, el problema de la evaluación argumental. Según se discutió en el caso proposicional, representamos (en el modelo básico) un argumento así:
158
89 Baste recordar que algunos autores definen la lógica matemática como el estudio de los lenguajes formales. 90 Se sigue en este caso a Manzano (1989).
(I)
Pre1 Pre2 . . . Pren Con
donde «Prei»(1≤i≤n) representan premisas y «Con» la conclusión. El primer paso en el análisis del mismo —en términos de corrección formal— consistía en efectuar una «traducción» de sus enunciados (pertenecientes al lenguaje natural) al lenguaje formal apropiado. Representamos tal proceso así: Pre’1 Pre’2 . (II) . . Pre’n Con’ El segundo paso consistía en la evaluación de la fórmula (III) (Pre’1∧Pre’2∧…∧Pre’n)→Con’
∀ν1(R11 ν1→R11 ν1) parece —indiscutiblemente— que se trata de una fórmula válida: para cualquier a interpretación aI se tiene que, para todo elemento a∈A, aIν (R11 ν1→R11 ν1), es a a 1 1 decir, para todo elemento a∈A, aIν R1 ν1 o aIν R1 ν1. Luego hemos mostrado la validez de la fórmula. En otros casos es igualmente evidente que se está frente a fórmulas no válidas. Por ejemplo: 1
1
1
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Esta evaluación permitía responder —en términos proposicionales— a la cuestión de si se estaba frente a un argumento lógicamente correcto. Según se sabe, si (III) es una tautología, entonces (I) es un argumento lógicamente correcto. La motivación para la construcción del cálculo de predicados —como se recuerda— es que la conversa no vale: hay argumentos formalmente correctos cuya traducción no es una tautología. La pregunta entonces es ¿cuál es la propiedad semántica equivalente, en el cálculo de predicados, a la tautologicidad? La respuesta es la validez teórico-modélica (entendiendo «modelo» en el sentido actual). A partir de la definición expuesta resulta perfectamente claro qué debe entenderse por validez de una fórmula. En algunos casos es muy evidente que una cierta fórmula posee, precisamente, esta propiedad. Por ejemplo:
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∃ν1∀ν2R12 ν1ν2 no es válida; para advertirlo alcanza con tomar la relación como mayor estricto y como dominio de la interpretación . Una cuestión que surge de forma muy natural es cómo puede determinarse, una vez que se dispone de una semántica para el lenguaje de orden uno, si una cierta fórmula del lenguaje es o no válida. Si se evoca el caso proposicional, la interrogación podría incluso reclamar más información: ¿existe algún procedimiento de decisión —es decir, un procedimiento mecánico— que permita determinar, dada una fórmula j de este lenguaje, si ella es o no válida? Entre otras, de estas cuestiones se ocupa, precisamente, el próximo capítulo.
Problemas y tareas 1. Si su dominio de interpretación es el conjunto de los números naturales. Defina interpretaciones posibles para las siguientes letras de predicado: a. R11 b. R21 c. R31 d. R12 e. R22 f. R32 2. Si su dominio de interpretación es el conjunto de números enteros. Defina interpretaciones posibles para las siguientes letras de función: a. f11 b. f21 c. f31 d. f12 e. f22
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f. f32
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3. Proponga un lenguaje de orden uno seleccionando letras de predicado y letras de función de las listas de arriba. Construya una interpretación para el mismo. 4. Sea L5 un lenguaje de orden uno que posee tres símbolos de relación: R1, R12, 2 R2 y dos constantes: c1, c2. Construya una interpretación para tal lenguaje.91 5. Sea L6 un lenguaje de orden uno que posee tres símbolos de relación: R1, R12, 2 R2. Construya una interpretación para tal lenguaje. 6. Sea L7 un lenguaje de orden uno que posee tres símbolos de función:. Construya una interpretación para tal lenguaje. 91 Si encuentra dificultades en este ejercicio o en el anterior, consulte la sección «Interpretación de los lenguajes de orden uno (desde el punto de vista formal)».
7. Sea L8 un lenguaje de orden uno que posee tres símbolos de función: f1, f12, f22 y dos constantes: c1, c2. Construya una interpretación para tal lenguaje. 8. Sea L9 un lenguaje de orden uno que posee tres símbolos de función R1, R12, 2 R2 y una constante: c1. Construya una interpretación para tal lenguaje. 9. Sea L10 un lenguaje de orden uno que posee tres símbolos de función R1, 1 2 R2, R2 dos símbolos de función f1, f2 y una constante: c1. Construya una interpretación para tal lenguaje. 10. Para cada uno de los lenguajes referidos arriba, construya dos fórmulas verdaderas y dos fórmulas falsas (en las interpretaciones respectivas que ha construido). Obviamente, tales fórmulas deben ser cerradas. 11. Para cada uno de los lenguajes referidos arriba, construya cuatro fórmulas abiertas. Dotando de interpretación a las variables logre, para cada caso, que dos de ellas sean verdaderas y dos de ellas falsas (en las interpretaciones respectivas que ha construido). 12. Un conjunto de fórmulas se dice satisfacible o consistente si todas las fórmulas pertenecientes al mismo son satisfechas por una interpretación. Proponga tres ejemplos de conjuntos satisfacibles. 13. Un conjunto de fórmulas se dice insatisfacible o inconsistente si no existe una interpretación que verifique todas las fórmulas pertenecientes al mismo. Proponga tres ejemplos de conjuntos insatisfacibles.
En este capítulo se construyó una semántica o, más precisamente, se caracterizó una forma de proveer semánticas para los lenguajes formales estudiados en el capítulo anterior. Dado que los lenguajes de primer orden son sintácticamente más complejos, esta tarea se vuelve más dificultosa que en el caso del lenguaje proposicional. En primer lugar, cabe distinguir, en el vocabulario, dos «tipos» de símbolos: (a) aquellos que pertenecen a todo lenguaje (conectores, cuantificadores, igualdad, variables) y (b) la parte descriptiva del lenguaje (letras de predicado, letras de función, constantes) que varía de acuerdo a cada lenguaje particular. La interpretación (la atribución de significado al lenguaje) atiende a esta diferencia; la parte (a) es constante para toda interpretación —excepto las variables, como se verá enseguida; la parte (b), en cambio, varía, podríamos decir que es la responsable de la diversidad de interpretaciones. Los símbolos de la parte a) se interpretan de la forma siguiente: los conectores, como es habitual, son asociados a funciones veritativas, la igualdad posee la interpretación obvia y el cuantificador universal se interpreta como «todo (objeto del dominio)» y el cuantificador existencial como «algún (objeto del dominio)». La pregunta es: ¿cuál es el «dominio»? El conjunto en el cual toman valor las variables. Pero ¿cuál es ese conjunto? La respuesta a esta interrogante debe (también) ofrecerla la interpretación.
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Síntesis
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Un modo rápido de entender la noción de interpretación puede ser este:92 Interpretación = Estructura + Asignación
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¿Qué trabajo realizan las estructuras-L? Las estructuras-L aportan —hablando intuitivamente— el dominio de la interpretación y adjudican significado a las constantes, a las letras de relación y a las letras de función. Esta operación semántica es suficiente para que las fórmulas cerradas adquieran significado. Pero ¿es también suficiente para que las fórmulas abiertas adquieran significado? La respuesta es: no. Es ese, precisamente, el papel de las asignaciones: adjudicar significado a todos los términos del lenguaje y así otorgar significado a todas las fórmulas (cerradas y abiertas) del lenguaje. Este efecto se logra dado que las asignaciones atribuyen valores a todas las variables de individuo del lenguaje i.e. son funciones totales de V en el dominio de la interpretación. Pueden formularse diversas interrogantes a propósito del comportamiento de esta noción de interpretación en relación con su capacidad de adecuarse a ciertas intuiciones básicas. En particular, surgen preguntas conceptualmente cruciales cuando los conceptos intuitivos previos en los que nos concentramos son los conceptos de «consecuencia lógica» y «verdad lógica». Según se ha visto, puede usarse la noción de «modelo» aquí construida para ofrecer una contrapartida rigurosa de aquellas venerables nociones intuitivas. La relación, no obstante, entre el concepto intuitivo de «consecuencia lógica» (o de «verdad lógica») y el concepto matemáticamente riguroso de «consecuencia teórico–modélica» (o de «validez teórico–modélica») dista de ser trivial.93
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92 El carácter rápido reside en que dejamos afuera la atribución de significado a los símbolos lógicos. La justificación es que, dado que tal atribución se mantiene fija, nos concentramos en la parte dinámica. 93 Una creciente bibliografía revela la importancia filosófica del problema; puede consultarse al respecto una obra ya clásica de Etchemendy (1990).
Capítulo 8
Lenguajes de orden uno: sistemas deductivos Introducción La estructura de argumentos como los discutidos en la sección «La “ampliación” del lenguaje» del capítulo 6, que obligaron a ampliar el vocabulario del lenguaje proposicional, puede capturarse perfectamente a través de los recursos expresivos del lenguaje L. Es decir, las propiedades estructurales que evidencian la incompatibilidad de la verdad de las premisas y la falsedad de la conclusión en un argumento como: (a)
Todo vampiro padece insomnio Juan es vampiro Juan padece insomnio
Quedan perfectamente explicitadas por: (b) ∀ν1(R11 ν1→R21 ν1) R11c1 R21c1 O a través de la siguiente fórmula de L: ((∀ν1(R11 ν1→R21 ν1)∧ R11c1)→ R21c1)
Luego determinar si (a) es un argumento lógicamente correcto se reduce a determinar si (c) es válida. La definición precisa de cuándo (c) es válida fue ofrecida hacia el final del capítulo anterior. Pero podría preguntarse si —al igual que en el caso proposicional— se cuenta con algún algoritmo que, aplicado a una fórmula cualquiera j∈L, ofrezca la respuesta a la pregunta por su validez. Dicho de otro modo: ¿existe para la lógica de predicados,94 algún procedimiento mecánico —como en el caso proposicional, por ejemplo, el método tabular— que permita, para cualquier j∈L, determinar si j es válida? La respuesta en general es: no. Luego la evaluación de las fórmulas de L no puede esperarse que se resuelva (en forma general) a través de un algoritmo. Esta puede presentarse como una decisiva motivación para la introducción de sistemas 94 Como se ha dicho, esta es una denominación habitual para la lógica de los lenguajes de orden uno que estudiamos aquí.
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(c)
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deductivos en este contexto. El objetivo de los mismos consistirá, al igual que en el caso proposicional, en permitir «demostrar» todas y solo las fórmulas válidas de L. A partir de la sección «Sistemas deductivos para lenguajes de orden uno» presentaremos un sistema de deducción natural adecuado a tales fines. Sin embargo, respecto de un subconjunto de fórmulas de L, la respuesta a la pregunta acerca de la existencia de un algoritmo que permita identificar sus propiedades lógicas, la respuesta es positiva. ¿Cuál es ese subconjunto? El de las fórmulas cuantificacionales «monádicas» —i.e. aquellas en las cuales intervienen solo predicados unarios. Un procedimiento de decisión respecto de ellas es una extensión de las «tablas analíticas» que se estudiaron para el lenguaje proposicional. El mismo se desarrolla en la próxima sección.
Tablas analíticas cuantificacionales El elenco de reglas que nos permitirán analizar fórmulas en que ocurren exclusivamente predicados unarios constará de las reglas proposicionales ya conocidas más cuatro reglas adicionales. Las reglas que deben agregarse son las que «gobiernan» los cuantificadores. Como era de esperar no existe un único elenco de reglas posibles a adicionar. Las siguientes reglas son —básicamente— las expuestas en Naishtat (1986):
Verdad del Universal (VU) ∀xϕ (c/x)ϕ
donde c es una constante de individuo
La idea que subyace a esta regla es muy intuitiva: si todos los individuos cumplen j entonces uno en particular, digamos c, la cumple. Usamos «(c/x)» para denotar la operación de sustituir uniformemente la variable «x» por la constante «c».
Ejemplo de aplicación de VU .. ϕ
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∀ν1 ∀ν2((R11 ν1∧R21 ν1)→R11 ν2)
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∀ν2((R11 c1∧R21 c1)→R11 ν2) (c1/ν1)ϕ .. Hemos explicitado en el ejemplo el funcionamiento de la regla a los efectos de que el lector posea una representación clara de cómo opera la misma.
Verdad del existencial (VE) ∃xϕ (c/x)ϕ
donde c es una constante de individuo y no puede ocurrir en la rama que «llega» hasta ∃xϕ.
La idea que subyace a esta regla es la siguiente: se sabe que al menos un individuo cumple ϕ, podemos llamarle «c» pero con una restricción fundamental: no podemos llamarle así si ya antes hemos «usado» ese nombre en la prueba, es decir, el nombre del individuo debe ser, para decirlo intuitivamente, «nuevo» (en el contexto de la prueba hasta allí desarrollada). Tal restricción se expresa en la regla en forma más estricta. Escribimos «llega» en lugar de «ocurre» en la formulación de tal restricción solamente para evitar confusiones: la constante puede ocurrir debajo de la instanciación —i.e. más abajo que (c/x)ϕ—, lo que la restricción prohíbe es que ocurra antes de la misma —i.e. en ∃xϕ o en fórmulas que la preceden en su rama.
Ejemplo de aplicación de VE .. ∀ν1 ∃ν2((R11 ν1∧R21 ν1)→R11 ν2) ∃ν2((R11 c1∧R21 c1)→R11 ν2)
((R11 c1∧R21 c1)→R11 c2) (c2/ν2)ϕ ..
c2 es «nueva», es decir, la constante no podría ser «c1».
Falsedad del Universal (FU) ¬∀xϕ ∃x¬ϕ
Falsedad del Existencial (FE)
Estas dos reglas poseen una obvia justificación intuitiva: decir que no todos los individuos cumplen j es decir que hay al menos un individuo que no cumple j, y decir que no existe ningún individuo que cumple j es decir que, dado un individuo cualquiera, él no cumple j. Los siguientes son dos ejemplos del uso del método de «tablas analíticas».
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¬∃xϕ ∀x¬ϕ
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Ejemplo Se trata de evaluar si el argumento de abajo es correcto: ∀ν1(R11 ν1→R21 ν1) ∀ν1(R21 ν1→R31 ν1) ∀ν1(R11 ν1→R31 ν1) Como en el análisis proposicional se asume que valen las premisas y se niega la conclusión: ∀ν1 (R11 ν1→R21 ν1) ∀ν1(R21 ν1→R31 ν1) ¬∀ν1 (R11 ν1→R31 ν1) Luego aplicamos —como es habitual— las reglas correspondientes. El análisis concluido luciría así: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.
∀ν1(R11 ν1→R21 ν1) ∀ν1(R21 ν1→R31 ν1) ¬∀ν1(R11 ν1→R31 ν1) ∃ν1¬(R11 ν1→R31 ν1) ¬(R11 c1→R31 c1) R11 c1 ¬R31 c1 (R11 c1→R21 c1) 10. R21 c1 ¬R11 c1 X 11. (R21 c1→R31 c1) 12. ¬R21 c1 R31 c1 X X
+ + + + +
+ +
El argumento es correcto, ya que todas las ramas «cierran».
Ejemplo Se trata de evaluar si la fórmula siguiente es válida:
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(∃ν1R11 ν1∧∃ν1R21 ν1)→∃ν1(R11 ν1∧R21 ν1)
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La idea —nuevamente— es partir de la negación de la fórmula: 1. 2. 3.
¬((∃ν1R11 ν1∧∃ν1R21 ν1)→∃ν1(R11 ν1∧R21 ν1)) ∃ν1R11 ν1∧∃ν1R21 ν1 ¬∃ν1(R11 ν1∧R21 ν1)
+ + +
4. 5. 6. 7. 8. 9.
∃ν1R11 ν1 ∃ν1R21 ν1 ∀ν1¬(R11 ν1∧R21 ν1) R11 c1 ¬(R11 c1∧ R21 c1) ¬R11 c1 X
+ + + + 10. ¬R c1 11. R21 c2 2 1
La fórmula no es válida, ya que queda una rama «abierta». Al igual que el caso proposicional, puede «leerse» una interpretación bajo la cual la fórmula inicial se convierte en falsa. Este procedimiento permite resolver (mecánicamente) el problema de la corrección argumental —es decir, determinar la existencia de la relación de consecuencia lógica entre premisas y conclusión— en aquellos casos en que las fórmulas en juego poseen a lo sumo letras de predicado unarias.95 Como se dijo, procedimientos de esta naturaleza solo pueden construirse para el análisis de las relaciones lógicas entre fórmulas monádicas; el estudio general de la lógica de predicados exige el recurso a estrategias diversas.
Problemas y tareas 1. Evaluar la corrección de los siguientes esquemas argumentales (vía tablas analíticas): a. ((∀ν1(R11 ν1∨R21 ν1)∧∃ν1¬R11 ν1)→∃ ν1 R11 ν1) b. (((∀ν1(R11 ν1∨R21 ν1)∧∃ν1¬R11 ν1)∧∀ ν1 (R21 ν1→R31 ν1))→∃ν1R31 ν1) 2. Evaluar la validez de las siguientes fórmulas (vía tablas analíticas): a. ¬((∀ν1R11 ν1∧∀ ν1 R21 ν1)∧¬∀ν1(R11 ν1∧ R21 ν1)) b. (¬∀ν1(R11 ν1→R21 ν1)∨(∃ν1R11 ν1→∃ ν1R21 ν1))
Sistemas deductivos para lenguajes de orden uno Se exponen a continuación un sistema axiomático y un sistema de deducción natural. El sistema axiomático es la extensión del presentado en el capítulo 5, debido a E. Mendelson.96 No se le estudiará en detalle pues todo lo que se pretende es exponer brevemente la estructura de las teorías axiomáticas formales. Las razones 95 En Naishtat (1986) pp. 222–225 puede encontrarse, como se dijo, este procedimiento. 96 Véase Mendelson (1987).
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3. Si la regla VE careciera de la restricción relacionada con la constante introducida, no sería correcta. Denominémosle VEm (por mala) a la regla VE sin la restricción.¿Puede ofrecer un ejemplo de argumento que es intuitivamente incorrecto pero que, si aceptamos VEm en lugar de VE en nuestro procedimiento de tablas analíticas, salvaría el test de estas «tablas»?
167
para ello son, básicamente, de tipo histórico: es la axiomática la presentación clásica de los sistemas deductivos y la misma ha revelado un extraordinario potencial en el estudio de teorías deductivas. El sistema de deducción natural que se estudiará es también la extensión del presentado en el capítulo 5 y que es (básicamente) el presentado en el manual de B. Mates.97 Este último será el que se use para «probar» propiedades lógicas en orden uno.
Un sistema axiomático formal para lenguajes de orden uno Presentaremos todos los axiomas del sistema M, aunque el lector debe concentrarse en los axiomas «nuevos». Sea A, B y C fórmulas de L,98 se tiene entonces los axiomas siguientes: A1. A→(B→A) A2. (A→(B→C))→((A→B)→(A→C)) A3. (¬B→¬A)→((¬B→A)→B) A4. (∀νiA→(t/νi)A) A5. (∀νi(A→B)→(A→∀νiB)) siempre que A no posea ocurrencias libres de νi. Las reglas de inferencia son Modus Ponens y Generalización (con i∈N): MP.
Gen.
Si se tiene A y A→B puede deducirse B; Si se tiene A puede deducirse (∀νi)A.
Como en el caso proposicional remitimos al lector interesado en un estudio detallado de este sistema a la obra de Mendelson ya citada.
Sistema de deducción natural
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El sistema que se estudia a continuación es una extensión del desarrollado en el capítulo 5. Las nuevas reglas que se adicionan son, al igual que en el caso de las tablas analíticas, destinadas a especificar el comportamiento de los cuantificadores. Dichas reglas son E (que permite introducir el cuantificador existencial), GU (que permite introducir el cuantificador universal) y la regla EU (que permite eliminar el cuantificador universal). Como en el caso proposicional, a partir de estas reglas básicas podemos demostrar un elenco de reglas (derivadas) que nos ayudan en la tarea de obtener pruebas al codificar estrategias demostrativas altamente intuitivas.
168
97 Véase Mates (1965). 98 Adviértase que si estamos pensando en esta teoría como «lógica subyacente» de un lenguaje de orden uno dado este «L» será, precisamente, tal lenguaje.
Reglas básicas
Cuantificación existencial (E) Intuitivamente, esta regla nos dice que afirmar que hay al menos un individuo que satisface una cierta propiedad es lo mismo que decir que no todos los individuos no la satisfacen. Más formalmente: a. El conjunto de números de premisa de la línea n+m es el conjunto de números de premisas de n .. {a,i} .. {a,i}
.. n .. n+m.
.. ¬∀νi¬ϕ .. ∃νiϕ
E en n
b. si tenemos como premisa (en la línea n) ¬∀νi¬ϕ, puede escribirse (en una línea n+m posterior a n) ∃νiϕ.
Especificación universal (EU) Intuitivamente, esta regla nos permite «ejemplificar» una fórmula cuantificada universalmente, predicando de un individuo específico (en la conclusión) lo que se afirma de todos los individuos (en la premisa). Más formalmente: a. El conjunto de números de premisa de la línea n+m es el conjunto de números de premisas de n .. {a,i} .. {a,i}
.. n .. n+m
.. ∀νiϕ .. (c/νi)ϕ
EU en n
b. si tenemos como premisa (en la línea n) ∀vi j, puede escribirse (en una línea n+m posterior a n) (c/vi)j. Intuitivamente, esta regla nos permite, en condiciones especiales, pasar de la afirmación que lo predicado de un individuo a la afirmación que se cumple para todos los individuos. Es evidente que del mero hecho de que un individuo satisfaga una propiedad no se sigue que todos la satisfagan. Luego resulta crucial especificar cuáles deben ser esas «condiciones especiales» arriba referidas que nos garanticen la legitimidad del pasaje. La idea intuitiva que subyace a las mismas es que si para demostrar que cierto individuo posee una propiedad no uso ningún rasgo peculiar, específico, propio de este individuo he demostrado en realidad la posesión de dicha propiedad, digámoslo así, para cualquier individuo. Luego, podríamos decir, lo he
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Generalización universal (GU)
169
demostrado para todos —ya que cualquiera que tome, tiene la propiedad en cuestión. Veamos cómo podemos formalizar estas ideas. a. Como en las reglas anteriores, el conjunto de números de premisa de la línea n+m es el conjunto de números de premisas de n .. {a,i} .. {a,i}
.. n .. n+m
.. (c/νi)ϕ .. ∀νiϕ
GU en n
b. Si tenemos como premisa (en la línea n) (c/νi)ϕ, puede escribirse (en una línea n+m posterior a n) ∀νi ϕ, si se cumple que a) c no ocurre en ϕ y b) c no ocurre en ninguna de las fórmulas cuyos números de línea pertenecen al conjunto de números de premisas de n (es decir, a,i). Como esta última regla presenta restricciones a su uso y éstas quizá no resulten fácilmente comprensibles, estudiaremos las mismas en detalle. En primer término, enfoquemos el problema de la razón de ser de tales restricciones. Si se eliminase la restricción a), la regla permitiría inferencias incorrectas. Supongamos que nuestro dominio de interpretación es un conjunto formando por triángulos y rectángulos, entonces, interpretando «R12» cono la relación «ser la misma figura geométrica que», la siguiente fórmula es verdadera: ∀ν1R12ν1ν1 de aquí por EU se deduce: 1
R2c1c1
pero, si eliminamos la restricción a), sería posible inferir mediante GU ∀ν1R12ν1c1 (¿?)
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pues no es cierto que todo sea triángulo y no es cierto que todo sea rectángulo (en el dominio). Es decir, la regla (sin la restricción) no asegura la preservación necesaria de la verdad.99 Si se eliminase la restricción b), nuevamente la regla permitiría inferencias incorrectas. Supongamos que se tiene estas premisas:
170
{1}
1. (R11c1→R21c2)
{2} 2. R11c1 de estas premisas se puede inferir, legítimamente, {1,2} 3. R21c2 99 El ejemplo estudiado es, básicamente, el ejemplo ofrecido por Mates (1965).
pero, en ausencia de la restricción b), podría inferirse usando la regla GU ∀ν1R21ν1 ¿? La falla de la regla (sin restricción) puede advertirse si pensamos, por ejemplo, en la interpretación antes usada: bastaría con que los predicados unarios se interpretasen respectivamente como ser triángulo y ser rectángulo, y las constantes, respectivamente, como un triángulo y un rectángulo específicos. Las premisas son verdaderas y la conclusión es falsa —ya que no todo es rectángulo (en el dominio).
Reglas derivadas Dos reglas derivadas especialmente importantes son las siguientes:
Generalización existencial (GE) Intuitivamente, esta regla nos permite, a partir de la afirmación de que un cierto individuo específico, posee una propiedad, a la afirmación de que hay al menos un individuo que la posee. Más formalmente: a. El conjunto de números de premisa de la línea n+m es el conjunto de números de premisas de n {a,i} .. {a,i}
n .. n+m
(c/νi)ϕ .. ∃ νiϕ
GE en n
b. si tenemos como premisa (en la línea n) (c/νi)ϕ, puede escribirse (en una línea n+m posterior a n) ∃νij.
Especificación existencial (EE) Intuitivamente, esta regla nos permite, a partir de la afirmación de que hay al menos un individuo que posee una propiedad, afirmar que un cierto individuo particular la posee —como es obvio, este pasaje debe estar sometido a ciertas condiciones. Más formalmente
.. {a,i} .. {k} .. {a,b,i,k} .. {a,b,i}
.. j .. k .. m .. n
.. ∃νiϕ .. (c/νi)ϕ .. ψ .. ψ
P
EE en j,k,m
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a. El conjunto de números de premisa de la línea n es el conjunto de números de premisas de j unión el conjunto de números de premisa de m (excepto k).
171
b. si tenemos (en la línea j) ∃νij, (en la línea k) (c/νi)j (como premisa) y (en la línea m) ψ, puede escribirse (en la línea n) ψ, siempre que se cumplan las condiciones siguientes: 1) c no ocurre en ϕ, 2) c no ocurre en ψ y 3) c no ocurre en ninguna de las líneas (excepto k) cuyos números figuran en el conjunto de números de premisa de m. Al igual que en el caso de la regla GU, existe aquí un conjunto de restricciones sin las cuales la regla fracasa. Dado que no es obvia la contribución de las mismas a corregir su uso, estudiaremos brevemente cada una de ellas. Si se abandona la restricción 1), la siguiente inferencia ilegítima debería aceptarse (adviértase que c1 ocurre en ϕ). Tómese como ejemplo: {1} {2} {2} {4} {2,4} {1,2}
1. 2. 3. 4. 5. 6.
∃ν1R12 ν1c1 ∀ν1(R12 ν1ν1→R11 c2) R12 c1 c1→R11 c2 R12 c1 c1 R11 c2 R11 c2
P P EU en 2
P MP 3,4 EE 1,4,5 ¿?
Si se abandona la restricción 2) —adviértase que c1 ocurre en ϕ—, podría obtenerse esta inferencia ilegítima: {1} {2} {2} {1}
1. 2. 3. 4.
∃ν1R11 ν1 R11 c1 R11 c1∨R21 c1 R11 c1 ∨R21 c1
P P RD en 2 EE 1,2,3 ¿?
Si se abandona 3) —adviértase que c1 ocurre en 2—, debería aceptarse:
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{1} {2} {3} {1,2,3} {1,2}
172
1. 2. 3. 4. 5.
∃ν1R11 ν1 R11 c1→R21 c2 R11 c1 R21 c2 R21 c2
P P P MP EE 1,3,4 ¿?
Se deja al lector el trabajo de mostrar cómo en estos casos la verdad de las premisas no es preservada por la conclusión. La justificación de estas reglas puede leerse en Mates.100
100 Véase Mates (1965) pp. 152—160.
Estrategias y ejemplos Las ideas sobre cómo construir pruebas en orden uno se basan en consideraciones análogas a las que expresamos respecto al lenguaje proposicional. Podemos distinguir, como en tal contexto, cuando tenemos (digamos, como premisa) una fórmula cuantificada universal o existencialmente y cuando pretendemos demostrar (digamos, como conclusión) una tal fórmula. Supongamos pues que tenemos como premisa una cuantificación universal. ¿Cómo explicitar el contenido informativo de la misma? Mediante la regla EU. Ejemplo 1 {1} {2} {1} {1} {1,2}
1. 2. 3. 4. 5.
∀ν1∀ν2(R12 ν1ν2→R12 ν2ν1) R12 c1 c2 ∀ν2(R12 c1ν2→R12 ν2c1) R12 c1 c2→ R12 c2 c1 R12 c2 c1
P P EU en 1 EU en 3 MP 4,2
Supongamos ahora que pretendemos como conclusión una cuantificación universal. La regla que en principio resulta apropiada es la GU. Ejemplo 2 1. 2. 3. 4. 5.
∀ν1∀ν2R12 ν1ν2 ∀ν2R12 c1 ν2 R12 c1 c2 ∀ν1R12 ν1 c2 ∀ν2∀ν1R12 ν1ν2
P EU en 1 EU en 2 GU en 3 GU en 4
La regla crítica es GU pero puede aplicarse, en primer lugar, a la fórmula cuyo número de línea es 3 pues c1 no ocurre en j (fórmula encerrada en un círculo en el paso 4 ni c1 ocurre en ninguna de las fórmulas de las que depende 3 —es decir, 1, a saber, la premisa indicada por la flecha. En segundo lugar, GU puede aplicarse a la fórmula cuyo número de línea es 4 pues c2 no ocurre en j (fórmula encerrada en un círculo en el paso 5 ni c2 ocurre en ninguna de las fórmulas de las que depende 4 —es decir, 1, a saber, la premisa, tal cual lo indica la flecha. Supongamos que tenemos una fórmula existencialmente cuantificada como premisa. La regla sugerida es EE. Ejemplo 3 {1} {2} {1} {4}
1. 2. 3. 4.
∀ν1∃ν2R22 ν1ν2 ∀ν1∀ν2(R12 ν1 ν2→¬R22 ν1ν2) ∃ν2R22 c1ν2 R22 c1c2
P P EU en 1
P
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{1} {1} {1} {1} {1}
173
{2} {2} {2,4} {2,4} {2,4} {1,2,4}= {1,2}
5. 6. 7. 8. 9. 10.
∀ν2(R12 c1ν2→¬ R22 c1ν2) R12 c1c2→¬ R22 c1c2 ¬R12 c1c2 ∃ν2¬R12 c1ν2 ∃ν1∃ν2¬R12 ν1ν2 ∃ν1∃ν2¬R12 ν1ν2
EU en 2 EU en 5 MT en 6,4 GE en 7 GE en 8 EE en 3,4,9
Veamos por qué puede aplicarse EE. En primer término, c2 no ocurre en j (fórmula encerrada en la elipse en el paso 3), c2 no ocurre en ψ (fórmula encerrada en la elipse en el paso 9) y, finalmente, c2 no ocurre en ninguna de las fórmulas cuyos números de línea pertenecen al conjunto de números de premisa de la línea 9 (excepto 4). El «4» se encuentra tachado (en el conjunto de premisas de la línea 10) para mostrar el número de premisa eliminado. Si tenemos ahora que obtener una fórmula existencial como conclusión, la estrategia es la inducida por la regla GE. Dado que es muy simple, ya que carece de restricción puede tomarse como ejemplo de aplicación de la misma la anterior prueba, concentrándonos en los pasos 8 y 9.
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Axiomas y reglas para la igualdad
174
La igualdad fue introducida en el estudio sintáctico y en el estudio semántico de los lenguajes de orden uno que desarrollamos en los capítulos respectivos. Una pregunta razonable es, consecuentemente, cómo «gobiernan» los sistemas deductivos estudiados tal constante lógica. El sistema axiomático lo hará, como era de esperar, a través de nuevos axiomas. Antes de presentar dichos axiomas, revisaremos ciertas intuiciones básicas que pueden motivarlos. Una caracterización clásica —asociada con el nombre de Leibniz— respecto de la igualdad es la que afirma que dos objetos son iguales o idénticos si comparten todas las propiedades. Como se advierte, esta idea no puede «traducirse» a un lenguaje de orden uno: supone cuantificar sobre propiedades y esto excede los límites expresivos de estos lenguajes. Por ello debemos conformarnos con introducir como «primitivo» la igualdad aunque esto no obsta a que intentemos recoger la intuición especificando, vía axiomática, el comportamiento de la misma. Teniendo en mente esta caracterización informal parece razonable sostener que si dos términos denotan el mismo objeto entonces puedo sustituir libremente uno por otro –al fin y al cabo «los» objetos denotados por ambos comparten (obviamente) todas sus propiedades. Resulta inmediato, además, que, para cualquier objeto a, hay un cierto objeto que seguramente comparte todas las propiedades con a, a saber… a; es decir, la igualdad es reflexiva. También resulta obvio que si un cierto objeto a es igual a b, éste lo es a a; es decir, la igualdad es simétrica. Y si a es igual a b y b es igual a c entonces a es igual a c; es decir, la igualdad es transitiva. Como ya lo sabíamos la relación de igualdad es el ejemplo típico de una relación de equivalencia.
Los siguientes axiomas recogen las ideas informales anteriores. Algunas de ellas directamente: es aquello que, manifiestamente, «expresan» los axiomas; las restantes, por así decirlo, indirectamente: las fórmulas que las expresan pueden deducirse de los axiomas. He aquí los axiomas: A6. t≈t —donde t∈TER(A); A7. (t1≈t2→(A→A’)) —donde t1, t2∈TER(A) y A’ es el resultado de substituir en A, t1 por t2 en no necesariamente todas las ocurrencias de t1 en A. Dejamos al lector la prueba de la proposición que expresa que la igualdad es una relación de equivalencia.
Proposición Sean t, t1, t2, t3∈TER(A). En toda teoría de orden uno con igualdad se tiene que: a. (t≈t); b. (t1≈t2→t2≈t1); c. (t1≈t2)→(t2≈t3→t1≈t3). En el sistema de deducción natural es posible también agregar reglas que reglamentan el uso del operador de igualdad. Podemos agregar como reglas de nuestro sistema precisamente las que expresan los axiomas 6 y 7. Solamente para comodidad del lector expresamos las mismas (siguiendo, como antes, el sistema de Mates):
Regla de identidad uno (RI1) Intuitivamente, siempre podemos introducir un símbolo de identidad flanqueada por dos ocurrencias del mismo nombre. Más formalmente, a. El conjunto de premisas es ∅: .. ∅ ..
.. n ..
..
t≈t
RI1
..
Regla de identidad dos (RI2) Intuitivamente, si tenemos que t1≈t2 y tenemos j, entonces podemos afirmar la fórmula resultante de sustituir todas o algunas de las ocurrencias de t1 en j por t2. Más formalmente, a. El conjunto de números de premisa de la línea n es el conjunto de números de premisas de j unión el conjunto de números de premisa de m.
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b. Sea t1,t2∈TER(A). Podemos introducir en cualquier línea la fórmula t≈t.
175
.. {a,b} .. {c,d} .. {a,b,c,d}
.. j .. m .. n
.. t1≈t2 .. ϕ .. (t1/t2 )ϕ
RI2 en j y m
b. Si tenemos (en la línea j) t1≈t2 y (en la línea m) j, puede escribirse (en la línea n) (t2/t1)j, recordándose que la sustitución no tiene por qué ser en todas las ocurrencias de t1. La aplicación de estas reglas (como el lector seguramente ya advierte) es sencilla. Una discusión detallada puede consultarse, obviamente, en la obra de Mates101
Ejemplos de teorías axiomáticas en orden uno Se han presentado los lenguajes de orden uno como una clase de lenguajes que permiten formalizar diversas teorías. En armonía con ello, cuando se introduce la noción de teoría axiomática para tales lenguajes se distinguen entre los axiomas lógicos —pertenecientes a toda teoría de orden uno— y los axiomas propios —responsables de la especificidad de las diversas teorías. Es este un momento adecuado para atender a algunos ejemplos de teorías axiomáticas de orden uno y apreciar — nítidamente— el tipo de información proporcionado por tales axiomas específicos. Una de esas teorías es la de las relaciones de orden. Los axiomas propios para formalizar la idea de orden parcial son los siguientes —donde «≤» es una relación binaria a la cual la escribimos así solo por razones de comodidad, perfectamente podría escribirse como «R2»—: O1. ∀ν1ν1≤ν1 O2. ∀ν1∀ν2((ν1≤ν2∧ν2≤ν1)→ν1≈ν2) O3. ∀ν1∀ν2∀ν3((ν1≤ν2∧ν2≤ν3)→ν1≤ν3) Otro ejemplo es la axiomatización de la teoría de grupos. Los axiomas propios de la misma son los siguientes —donde «+» es una función binaria y «c» una constante—:
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G1. ∀ν1∀ν2∀ν3 ν1+(ν2+ν3)≈(ν1+ν2)+ν3
176
G2. ∀ν1 ( ν1+c≈ν1∧c+ν1≈v1) G3. ∀ν1∃ν2ν1+ν2≈c Estos dos son ejemplos relativamente simples. Otras axiomatizaciones más complejas son, por ejemplo, la de la aritmética o la perteneciente a Zermelo–Fraenkel 101 Véase el capítulo IX en Mates (1965).
de la teoría de conjuntos (algunos de cuyos axiomas se discutieron antes, cuando estudiamos la expresividad de los lenguajes de orden uno). Sin embargo, el propósito aquí se reduce a ofrecer una imagen intuitiva de una teoría formal en orden uno y para esto los ejemplos sencillos son satisfactorios.
Problemas y tareas 1. Pruebe para cada caso (en el sistema de Deducción Natural) que la conclusión es consecuencia sintáctica de las premisas a. {∀ν1R11 ν1∧∀ν1R21 ν1} ∀ν1(R11 ν1∧R21 ν1)
b. {∀ν1(R11 ν1→R21 ν1)} ∀ν1(¬R21 ν1→¬R11 ν1)
c. {∀ν1(R11 ν1→R21 ν1)} ∃ν1R11 ν1→∃ν1R21 ν1
d. {∃ν1(R11 ν1∨R21 ν1)} ∃ν1R11 ν1∨∃ν1R21 ν1
e. {∀ν1R11 ν1} ¬∃ν1¬R11 ν1
f. {∀ν1(R11 ν1→¬R21 ν1),∀ν1R11 ν1} ¬∃ν1¬R11 ν1
g. {∀ν1(R11 ν1→R21 ν1),∃ν1R11 ν1} ∃ν1R21 (x)
h. {∃ν1¬R11 ν1} ¬∀ν1R11 ν1
2. Complete las siguientes deducciones con las reglas y los números de premisas faltantes: a. {1}
1.
{2}
2.
¬∃ν2R c1 ν2
3.
R11 c1→∀ν2R12 c1ν2
4.
R11 c1
P
1 2
P 1 2
∀ν2R c1ν2
6.
R12 c1c2
7.
∃ν2R12 c1ν2
8.
R11 c1→∃ν2R12 c1ν2
9.
R11 c1
10. R11 c1→¬∃ν2R12 c1ν2 11. ¬R11 c1
C9
1. 2. 3.
P
b. {1}
∃ν1(R11 ν1∨R21 ν1) R11 c1∨R21 c1 R11 c1
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{3,4} 5.
∀ν1(R11 ν1→∀ν2R12 ν1 ν2)
177
4. 5. 6. 7. 8. 9. 10.
∃ν1R11 ν1 ∃ν1R11 ν1∨∃ν1R21 ν1 R11 c1→∃ν1R11 ν1∨∃ν1R21 ν1 ∃ν1R21 ν1 ∃ν1R11 ν1∨∃ν1R21 ν1 R21 c1→∃ν1R11 ν1∨∃ν1R21 ν1 ∃ν1R11 ν1∨∃ν1R21 ν1
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 11. 12. 13. 14. 15. 16.
∀ν1(R11 ν1→(R21 ν1∨R31 ν1)) ¬R21 c1 ¬R31 c1 ∀ν1R11 ν1 R11 c1 R11 c1→(R21 c1∨R31 c1) R21 c1∨R31 c1 R21 c1 ∀ν1R11 ν1 →R21 c1 ∀ν1R11 ν1 →¬R21 c1 ¬∀ν1R11 ν1 R21 c1→¬∀ν1R11 ν1 R31 c1 ∀ν1R11 ν1 ∀ν1R11 ν1→R31 c1 ∀ν1R11 ν1→¬R31 c1 ¬∀ν1R11 ν1 R31 c1→¬∀ν1R11 ν1 ¬∀ν1R11 ν1
C8
c.
{4}
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3. Evalúe en cada caso, mediante el sistema de Deducción Natural, si la conclusión es consecuencia sintáctica de las premisas:
178
a.
{∀ν1(R11 ν1∨R21 ν1), ∃ν1¬R11 ν1} ∃ν1R21 ν1
b.
{∀ν1(R11 ν1∨R21 ν1), ∃ν1¬R11 ν1, ∀ν1(R21 ν1→R31 ν1)} ∃ν1R31 ν1
c.
{∀ν1(R11 ν1∨R21 ν1), ∃ν1¬R11 ν1, ∀ν1(R31 ν1→¬R21 ν1)} ∃ν1¬R31 ν1
d.
{¬∃ν1(R11 ν1∧¬R21 ν1)} ∀ν1¬(R11 ν1→R21 ν1)
e.
{∃ν1R11 ν1} ¬∀ν1¬R11 ν1
f. g.
{∀ν1R12 ν1 ν1, ∀ν1∀ν2∀ν3((¬R12 ν1ν2∧¬R12 ν2ν3)→¬R12 ν2ν3)} ∀ν1∀ν2 (R12 ν1ν2∨R12 ν2ν1) {∀ν1(R11 ν1→R21 ν1), ∀ν1(R21 ν1→R12 ν1c2)} ∀ν1 (R11 ν1→R12 ν1c2)
Síntesis Este capítulo encuentra una motivación fundamental en la siguiente cuestión: ¿cómo es posible evaluar argumentaciones, desde el punto de vista de la lógica predicativa o de orden uno? O aún una interrogante más específica: ¿es posible evaluar mecánica o algorítmicamente argumentaciones, desde el punto de vista de la lógica de orden uno? La respuesta a esta pregunta formulada generalmente es: no. Un espectacular resultado de la investigación lógica del siglo pasado (obtenido, independientemente, por A. Church y A. Turing) es que el conjunto de las fórmulas válidas de la lógica de orden uno es indecidible, es decir, no es posible construir un algoritmo que permita resolver, para una fórmula cualesquiera, si pertenece o no a este conjunto. Sin embargo, si se restringe la atención a aquellas fórmulas en las que intervienen —a lo sumo— letras de predicado unarias, la respuesta a la cuestión arriba planteada es positiva. De acuerdo a esta última respuesta existe una solución algorítmica para la cuestión de determinar la validez de las fórmulas pertenecientes a ese subconjunto de las fórmulas: el procedimiento mecánico estudiado ha sido el denominado «tablas analíticas» —que, como se recuerda, extiende el construido para el lenguaje proposicional. La respuesta negativa a la cuestión general (i.e. a la existencia de solución algorítmica para el problema de la validez de una fórmula en orden uno) es una extraordinaria motivación para construir alternativas de evaluación no–algorítmicas: los sistemas deductivos presentados. Dado el poder expresivo de orden uno, una empresa especialmente importante ha sido la formalización de teorías científicas en tales lenguajes. Este contexto hace especialmente valiosa la noción de «teoría axiomática formal». a. la formalización del lenguaje, b. la definición de un conjunto (decidible) de fórmulas denominadas «axiomas» y c. un elenco de reglas de inferencia (decidibles). Hemos presentado algunos ejemplos sencillos pero el interés matemático y conceptual de la empresa formalizadora es enorme. Una discusión pormenorizada de este punto excede los modestos límites de este curso. Como el lector recuerda del capítulo 5, la formalización nos permite obtener una caracterización precisa de prueba o demostración (en un sistema dado) y obtener
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Como se recordará, una teoría axiomática formal supone,
179
así el concepto de consecuencia teórico–demostrativa. Su definición, como se recuerda, puede expresarse así: Sea Γ un conjunto de fórmulas, sea ϕ una fórmula. Se dirá que ϕ es consecuencia teórico-demostrativa de Γ (se nota: Γ ϕ) si y solo si hay una secuencia ϕ1, ϕ2,…ϕn de fórmulas tales que ϕn≡ϕ y, para cada k con 1≤k≤n , se tiene que: a. ϕk∈AXI o b. ϕk∈Γ o c. ϕk es consecuencia directa por una regla Ri de δ (i) fórmulas que aparecen en la secuencia antes que ϕk.
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La secuencia ϕ1, ϕ2,…,ϕn se denomina una prueba o una demostración de j a partir de Γ. En el capítulo anterior —como el lector recuerda— se estudió la noción matemáticamente precisa de consecuencia teórico–modélica ( ). Un problema del mayor interés lógico-matemático y conceptual es el de establecer cuál es la relación entre estas dos elucidaciones, es decir, cuál es la relación entre los conceptos de consecuencia teórico-demostrativa ( ) y consecuencia teórico-modélica ( ). La solución, en orden uno, es debida a Gödel: este matemático notable demostró en 1930 la completud de la lógica de orden uno, es decir, estos dos conceptos en orden uno son coextensionales.
180
Capítulo 9
Teoría lógica y modelos argumentales Introducción Como ha sido señalado reiteradas veces a lo largo de este libro, la evaluación argumental puede entenderse como la ocupación central de la reflexión lógica. Es decir, el lógico trataría, principalmente, de desarrollar teorías capaces de proporcionarnos las herramientas necesarias para evaluar argumentos respecto de su corrección. Así entendidas, tales teorías poseen un evidente status de «segundo orden»:102 los objetos de primer orden al que éstas refieren (de forma compleja) son, precisamente, los argumentos. Un modesto diagrama ayuda a visualizar tal situación: Plano meta−argumental
teorías lógicas
Nivel 2
Plano argumental
argumentaciones
Nivel 1
Este status meta−argumental de la reflexión lógica ha sido ya señalado en este libro. Pero ¿cómo interpretar esta lacónica «flecha»? En términos generales, este capítulo se ocupa de tal tarea. Su objetivo es, expresado en forma más estricta, la defensa de la tesis que afirma que una comprensión refinada de la articulación entre los planos representados arriba conduce a una percepción enriquecida del papel de la lógica en la evaluación argumental.103
La estrategia traducción–cálculo
102 Usada esta expresión en su acepción filosófica común; no en la acepción lógica técnica que hemos usado páginas anteriores. 103 Este escrito usa libremente Seoane, J. (2004). Como ya comentamos, ideas similares se encuentran en Corcoran, J. (1972). Existe, no obstante, una diferencia importante entre este trabajo y el de Corcoran en lo que refiere a la explotación de ciertas distinciones en la aplicación de la teoría lógica a la evaluación argumental. Deseo expresar, finalmente, mi recomendación entusiasta de la lectura del escrito de Corcoran.
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¿Cuáles son los modelos argumentales asumidos en la teoría lógica? Respuestas a esta cuestión han sido planteadas en las páginas anteriores; el siguiente puede ser un resumen de dichos desarrollos:
181
Modelos argumentales Modelo diádico: Modelo triádico:
Concepciones de corrección argumental Concepción relacional binaria: TNV Concepción relacional ternaria: JAE
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—donde «TNV» resume: transmisión necesaria de la verdad, y «JAE» resume: justificación auto–evidente. En general, puede pensarse el enfoque resumido en el primer modelo como un enfoque esencialmente semántico y el enfoque resumido en el segundo como un enfoque de naturaleza sintáctica.104 Se referirá, por razones de comodidad expresiva, al primer enfoque como enfoque semántico y al segundo enfoque como enfoque sintáctico. La tesis que se defenderá en las páginas que siguen es—expresada en una forma algo metafórica— la de la riqueza de las relaciones entre lógica y argumentación.105 Conviene explicitar ahora el alcance de la misma. Una forma tradicional de entender tales relaciones tiende a reducir la aplicación de la lógica a la argumentación al esquema que podría llamarse «traducción–cálculo». Este esquema consiste, básicamente, en, dado un argumento en el lenguaje natural, transformarlo (vía modelo diádico) en un conjunto de fórmulas de un lenguaje formal lógico y aplicarle a tal conjunto, en la mejor hipótesis, algún algoritmo que permita decidir si cumple o no cierta bien definida propiedad matemática, a partir de tal resultado se falla acerca del argumento original en términos de corrección/incorrección lógica. Una versión debilitada de la estrategia traducción–cálculo consiste en la sustitución del algoritmo por la apelación a algún sistema deductivo (donde la noción de prueba es decidible) en los casos en que no puede contarse con un algoritmo.106 La idea central en una y otro caso es básicamente la misma: traducir y aplicar la ferretería lógica. Esta estrategia, cuando es posible aplicarla, resulta especialmente útil. Permite explotar la lógica, podría decirse, en todo su potencial. Para evitar malentendidos conviene reiterarlo: se trata de una estrategia no sólo legítima sino en extremo valiosa. La tesis que se pretende defender no intenta menoscabar en nada tal valía. Sólo se trata de advertir acerca de dos aspectos frecuentemente ignorados: a) que tal estrategia no se trata del único modo en que la teoría lógica colabora en la comprensión y evaluación argumentales y b) que, además de dicha estrategia, existen otras formas de interacción entre la teoría lógica y la práctica argumental irreductibles a dicho modo. Estas dos aserciones explicitan lo que se intenta afirmar con la expresión: «la riqueza de la interacción entre lógica y argumentación».
182
104 Estrictamente, quizá debiera separarse el requisito de la autoevidencia y el requisito del carácter sintáctico pero, a los fines presentes, el vigor de una cierta tradición parece ser respaldo suficiente para no hacerlo. Desde el punto de vista histórico este aspecto merece tratarse con más parsimonia. 105 Aunque quizá confusamente expuesta esta es la tesis principal de Seoane, J. (1997). 106 Por razones que serán obvias después, en este momento no vale la pena distinguir entre estas dos estrategias. Adviértase, no obstante, que se asume que se ha usado exclusivamente el modelo diádico como forma de representar argumentos.
El desconocimiento de esta variedad en la interacción entre los campos aludidos conduce a identificar los límites de la estrategia traducción–cálculo con los límites de la contribución de la lógica al tratamiento de los argumentos formulados en los lenguajes históricos. La identificación de teoría lógica y formalismo se encuentra en la génesis de este error en influyentes críticos del valor de la lógica como herramienta para la evaluación de la argumentación, por así decirlo, «no matemática», en particular Perelman y Olbrechts-Tyteca. El propósito de este capítulo, sin embargo, no es crítico sino fundamentalmente propositivo. Se intentará usar las nociones presentadas para comenzar a ilustrar ciertas formas de interacción teoría lógica–argumentación que son extremadamente generales e indiscutiblemente fecundas, por una parte, y claramente irreductibles a la estrategia traducción–cálculo, por la otra.
Considérese, en primer término, el enfoque semántico. ¿Son el modelo diádico y la concepción TNV a él asociada ambos enriquecedores para la comprensión argumental? Adviértase que el modelo diádico, en primer lugar, induce una lectura especial de un texto que se sospeche posee naturaleza argumental. La razón es simple: dirige la atención hacia la identificación de qué sentencias juegan el papel de premisas y qué sentencias juegan el papel de conclusión. Esta operación, excepto en los casos de laboratorio de los textos de lógica, no suele ser trivial. Pero, además, cuando se asocia con el criterio de corrección argumental plasmado en la exigencia de la relación TNV, concentra la atención en la relación (binaria) entre premisas y conclusión en términos de transmisión de la verdad. La objeción inmediata es que esta contribución, en los casos argumentales interesantes, es esencialmente insuficiente: la teoría lógica —podría argüirse— nada nos dice acerca de cómo identificar premisas y conclusión en los contextos discursivos ordinarios y nada nos dice acerca de cómo tratar las relaciones entre premisas y conclusión que no sean estrictamente deductivas. Una réplica breve puede discurrir así: las herramientas conceptuales de la teoría lógica aparecen como una importante guía para resolver, flexiblemente, los problemas particulares de identificación y evaluación y una importante guía para la reflexión general respecto a la evaluación del «trabajo» justificador de las premisas. La discusión puede volverse más sofisticada pero antes que discutir en un más o menos brumoso terreno hipotético, conviene describir algunos de los mecanismos específicos de esta contribución de la lógica al análisis argumental, expresado metafóricamente, a nivel de campo. Pueden resumirse entonces estas dos formas de contribución que se atribuyen arriba al enfoque semántico pero que, en realidad, permiten organizar el aporte de la teoríalógica —es decir, de los dos enfoques— a la comprensión y evaluación argumentales: (a) guía en la identificación y evaluación argumentales Teoría lógica (b) guía en la reflexión general evaluatoria argumental
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La riqueza de las relaciones entre lógica y argumentación: usando los modelos tradicionales
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Analícese más finamente lo sugerido en a). Cuando se intenta identificar un argumento (en la perspectiva antes denominada semántica) debe identificarse el par . A los efectos de identificar un enunciado como conclusión una importante pista aportada por este enfoque es que, en el texto en cuestión, se pretende que dicho enunciado se encuentre justificado o respaldado o fundamentado. Dicho de otra forma, se procura un enunciado que aparezca satisfaciendo una cierta relación binaria. Como se recuerda se trata de la relación de justificación. Luego identificar un enunciado como conclusión querrá decir entenderlo como (elemento de)107 la segunda proyección de un par perteneciente a una relación de justificación. Descríbase la situación en la forma más intuitiva posible: el lector se encuentra frente a un texto pretendidamente argumental, procura encontrar aquel enunciado que es justificado en tal texto, la estrategia que usa es si dicho enunciado es susceptible de ser pensado en una relación de justificación con otro(s) enunciados del texto. Estos enunciados que «trabajan» como justificadores o respaldadores o fundamentadores son, precisamente, los susceptibles de ser pensados como integrantes del conjunto que pertenece a la primera proyección del par. El carácter básico y familiar de la estrategia no debe llevar a desconocer su fundamento e importancia —es fácil advertir estos aspectos cuando nos enfrentamos a la tarea de enseñar a analizar argumentos. Una objeción podría ser que, aún admitiendo que la teoría lógica induce una lectura relacional, el problema consiste en que no dice nada acerca de cómo identificar los relacionados. Debe concederse que los lógicos no han desarrollado una refinada teoría de la identificación de argumentos108 pero un poco de reflexión sobre b) colabora en la elaboración de una respuesta equilibrada a esta objeción. Intentemos entender mejor entonces lo que expresa b). El criterio de corrección TNV ofrece un modelo de exigencia máxima de la relación de justificación pretendida. Tal vez podríamos pensarlo como un modelo de relación de justificación, por así decirlo, ideal. Así entendido induce una evidente estrategia identificatoria. Nuevamente, descríbase la situación en los términos más intuitivos: el lector duda acerca de si es posible pensar el enunciado B como siendo (en el texto) justificado por el enunciado A. El criterio de corrección lo conduce a la pregunta: ¿se pretende que la verdad de B asegura (la verdad de) A? Supóngase que el texto carece de pretensiones deductivas. La estrategia inducida es nuevamente evidente: se trata de flexibilizar o rebajar las exigencias de TNV.109 La naturaleza semántica de TNV ofrece la clave fundamental para esta última tarea: puede ocurrir que la información contenida en las premisas no provea la información contenida en la conclusión pero,
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107 Intentaré no provocar ideas erróneas acerca de cómo deberían representarse las distintas situaciones apelando a los recursos de la teoría de conjuntos pero sólo en los casos que no interfiera con la claridad del estilo sugeriré dicha representación pues pienso que la misma no es esencial. Así en los casos restantes dejaré ese trabajo al lector. 108 Entre otros autores, Piacenza ha advertido este problema —véase Piacenza, E. (1998). 109 La noción de implicatura puede entenderse como un esfuerzo de esta naturaleza.
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asumida el monto informacional de las premisas, la información codificada en la conclusión puede, por ejemplo, tornarse más probable o plausible. Estas formas de interacción son las más básicas de todas y, como es evidente, no asumen la estrategia traducción-cálculo. En algunos casos pueden ni siquiera suponer traducción, en otros casos pueden suponer traducción parcial (por ejemplo, traducción de terminología lógica) y en algunos casos, naturalmente, pueden desembocar en una instancia de la estrategia traducción–cálculo. El aspecto importante que debe advertirse es que las modalidades que no suponen tal estrategia no se dejan capturar por ella y son, sin embargo, extremadamente generales y fecundas en relación con la práctica argumental. Es evidente que si nos interesa exclusivamente la potencialidad persuasiva de un argumento, entonces estos usos de la teoría lógica tal vez no sean un buen inicio para ponderar (en aquéllos términos) la capacidad de un argumento. Parece obvio que la conclusión que puede extraerse de esta observación no es que la colaboración lógica en la evaluación de la corrección argumental en contextos informales y no–deductivos sea nula. Nos hemos referido antes a la relación de justificación «pretendida» (en un texto) entre premisas y conclusión. Pero, por las razones arriba discutidas, cabría esperar de un texto argumental la explicitación de tal relación. A la hora de describir esa explicitación el modelo diádico resulta insuficiente. El modelo triádico efectúa un aporte sustancial en esta dirección: obliga a recoger la explicitación de la relación de justificación pretendida. Al igual que en el caso del primer enfoque, conviene reparar en los dos aspectos. Si se piensa en a), es decir, en la lógica como guía del trabajo con argumentos particulares, es evidente la colaboración que el modelo provee en la identificación de textos argumentales pues concentra la atención en un tipo especial de discurso que tiene que poner en obra recursos justificacionales cuyo objetivo es conectar en tales términos las premisas con la conclusión. Al hacerlo introduce una novedad sustancial: un argumento no puede ser identificado exclusivamente por sus premisas y su conclusión. Para identificar un argumento es necesario describir, por así decirlo, su trama justificacional; dos argumentos son diferentes aunque coincidan en premisas y conclusión cuando su trama justificacional diverge. Como es evidente, este enfoque llama así la atención sobre una diferencia entre argumentos que no era capturada por el enfoque inicial. Nuevamente esta ganancia en comprensión argumental no asume la posibilidad de aplicación exitosa de la estrategia traducción-cálculo. Quizá una de las consecuencias más importante de este último aspecto resida en permitir la apreciación de la diversidad de mecanismos justificacionales, por así decirlo, «locales». Esto es, no se trata meramente de la transmisión necesaria de la verdad, sino de la diversidad de formas en que puede evidenciarse o probarse la existencia de tal relación. Una segunda consecuencia importante de la atención hacia la justificación es que, advertida la pluralidad de mecanismos, se abre la posibilidad de clasificarlos y compararlos. Esta tarea conduce directamente al papel que el criterio de corrección correspondiente —el encarnado en JAE— juega en este plano.
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La clasificación fundamental, en materia evaluatoria, consistirá naturalmente en distinguir mecanismos legítimos de mecanismos ilegítimos. Evaluar un argumento adquiere así un significado preciso: consiste en testar la legitimidad de los «pasos» en términos de su carácter de resultado de la aplicación de mecanismos de justificación legítimos. Nuevamente la familiaridad con las distinciones conceptuales subyacentes no debe conducir a una subvaloración de las mismas. La lectura argumental se ve fuertemente enriquecida por el intento de comprender (en términos generales) los pasos argumentales como instancias de mecanismos justificatorios. Nuevamente, el caso paradigmático es el propuesto por la lógica: el mecanismo se trata aquí de una regla y el caso particular es una instancia (decidible) de la misma. Pero adviértase una vez más que el potencial de la estructura conceptual subyacente no tiene por qué reducirse a este tipo de mecanismo justificacional. Si se atiende ahora a la posibilidad de comparar aludida arriba, nótese que una reflexión de este tipo permite advertir, por ejemplo, una interesante distinción entre reglas. Piénsese, por ejemplo, en la regla que permite repetir, como «paso», una premisa. La justificación de la misma apela exclusivamente a la «condición funcional», por así decir, de la sentencia en cuestión: se trata de una premisa. Tal justificación no apela en absoluto a la «estructura» o «forma lógica» de dicha sentencia i.e. a las constantes lógicas que ocurren en ella. En oposición, la justificación de una regla como, por ejemplo, la instanciación universal hace un uso esencial de dicho aspecto. Un contraste de esta naturaleza resulta ciertamente sugerente en términos de análisis argumental. Ocupémonos sucintamente del item (b), es decir, de la capacidad de la lógica de contribuir en una reflexión general meta-argumental orientada a la evaluación argumental. Así como la flexibilización de TNV sugiere alternativas, la flexibilización de JAE promueve las propias. En su forma idealizada, JAE puede codificarse en reglas efectivas pero cuando se piensa en términos más liberales, se abre un campo de mecanismos de justificación cuya formulación no necesariamente debe adoptar aquel carácter. Dada la primacía semántica asumida, tal liberalidad podríamos decir que resulta relativamente previsible. Si se repara en las consideraciones que se dedican (en ambas concepciones) a la capacidad de la teoría lógica de operar como guía de una reflexión general evaluatoria argumental puede advertirse que, además de su relativa brevedad, las mismas poseen un carácter algo vago y programático. Quizá éstas puedan reducirse a la sugerencia de la condición ideal o modélica de la exigencia de transmisión necesaria de la verdad (en el caso semántico) y de la noción rigurosa de prueba y, consecuentemente, de regla de inferencia (en el caso sintáctico). No obstante, el impacto de estos dos aportes a la discusión teórica de la corrección argumental (entendida como se sugiere en estas páginas) difícilmente puede sobrestimarse.
Las reflexiones de la sección anterior pretenden sugerir más que la búsqueda de un modelo de análisis argumental, el interés por la identificación de métodos o estrategias de aplicación del conocimiento lógico a la tarea de la evaluación argumental. La descripción de algunos de estas estrategias es una ocupación fundamental de las páginas que siguen. Nótese que, hasta ahora, no se ha hecho intervenir en la discusión la teoría lógica como teoría matemática. Es decir, no se ha hecho referencia —intencionalmente— a la ferretería habitual de los lenguajes formales, tanto en su dimensión semántica como sintáctica. Sin embargo, quizá sea útil recordar que los conceptos pertenecientes a los dos enfoques estudiados encuentran, en la teoría lógica matematizada, «contrapartidas» matemáticas precisas. Las nociones ya estudiadas de consecuencia teórico–modélica —en símbolos, Γ ϕ— y consecuencia teórico–demostrativa —en símbolos, Γ ϕ— son precisamente tales contrapartidas. Los conceptos claves en una y otro caso son los conceptos de modelo y prueba respectivamente; el hecho de que se posea definiciones matemáticamente en regla en ambos casos constituye la clave del rigor de ambas definiciones. El estudio matemático de estos conceptos ha permitido una comprensión extraordinaria del funcionamiento de los sistemas deductivos y de su semántica. No se pretende mostrar en detalle cómo es posible aprovechar estas ideas a los efectos de fortalecer el análisis argumental; se dará apenas un ejemplo de ello. Al poseerse un conocimiento preciso de en qué consiste una «regla de inferencia» (definida sintácticamente) y de en qué consiste su carácter de «correcta» (en el sentido técnico de asegurar la transmisión de la verdad), la percepción de en qué consiste un paso argumental legítimo se ve notoriamente enriquecida. Pensemos la situación en los términos más intuitivos. Ante un paso argumental, al lector, por así decirlo, lógicamente cultivado, se le abren una serie de alternativas analíticas que difícilmente se le presentarían en ausencia del background lógico: ¿es tal paso una instancia de una regla?, ¿es esta regla formulable sintácticamente?, ¿es esta regla sólo formulable en términos semánticos?, ¿es radicalmente novedosa (en relación a las reglas lógicas)? ¿es correcta (en el sentido técnico aludido)? ¿es correcta, en un sentido análogo al sentido técnico?, etc. El lector escéptico podría objetar si no se tratan éstas de preguntas que suponen apelar a la estrategia traducción–cálculo. Seguramente en muchos casos existirá traducción parcial y sólo en algunos felices casos respuesta algorítmica, pero ¿es razonable entender la reflexión compleja —sugerida por esta interacción entre conocimiento lógico y comprensión argumental— como reductible a la estrategia referida? Quizá resulte útil reiterar una vez más, a los efectos de evitar equívocos, la valoración positiva de la estrategia traducción–cálculo; lo que se cuestiona aquí
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La riqueza de las relaciones lógica y argumentación: ensayando otros modelos
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es considerar tal estrategia como la forma exclusiva de aplicación de la lógica a la evaluación argumental. El aspecto especialmente importante de la lista de interrogantes del ejemplo anterior es que evidencia la multiplicidad de alternativas conceptuales que el conocimiento lógico propone al análisis argumental. Este portentoso enriquecimiento estimula la eventual percepción o, si se prefiere, identificación de una diversidad de recursos justificatorios. Parece razonable intentar recoger tal posibilidad en nuestro modelo argumental. Quizá sea útil entonces para comenzar proponer una cuádrupla donde MJ es un conjunto cuyos elementos son, dicho metafóricamente, descripciones de los mecanismos o formas de justificación de los pasos del argumento. Adviértase que en algunos casos MJ podría contener exclusivamente un elenco de reglas lógicas pero en otros podría albergar principios heurísticos, descripciones de estrategias de investigación empírica, etc. ¿Puede este modelo ser enriquecido? La respuesta, obviamente, es: sí. Una alternativa consiste en la introducción de nuevas dimensiones. Por ejemplo, podríamos tener interés en conocer, para ponderar la fuerza del argumento, la fundamentación concreta de las premisas o, más modestamente, la naturaleza de tal fundamentación. Un interés de este tipo estimularía tal vez entender el modelo como una quíntupla donde JP consiste, por ejemplo, en una función que asocia con cada premisa, (el conjunto que tiene como elemento) una descripción del mecanismo o forma de justificación que la respalda. Otra alternativa es refinar algunas de las dimensiones contempladas. Por ejemplo, podría resultar interesante retratar el orden de los pasos y esto conduce a tratar el conjunto Pas como una n-tupla, dotando, por así decir, de mayor «estructura conjuntística» al modelo, i.e.:
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, Con, MJ>.
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O se podría intentar, por ejemplo, clasificar en tipos o clases premisas o mecanismos o formas de justificación en virtud de su naturaleza o de sus relaciones entre sí. Cada una de estas alternativas modelizadoras permite aplicaciones diversas. Una exposición más en detalle de algunas de esas aplicaciones puede resultar útil a los efectos de sugerir la flexibilidad y potencialidad de la estrategia general. Ese es el objetivo de la próxima sección.
La riqueza de las relaciones entre lógica y argumentación: la crítica argumental El modelo escogido para ilustrar las aplicaciones aludidas es el modelo cuatridimensional arriba mencionado. Se atenderá al uso crítico del mismo, es decir, el uso de esta estratregia modelizadora como guía de la tarea de la crítica argumental. Dado que se desea acentuar su dimensión práctica, se mostrará la forma en que opera en diversas empresas críticas. Se clasifican las mismas en aquéllas que objetan la conclusión y aquellas (más especiales) que, rechazando el argumento, aceptan la conclusión. a. Objeción a la conclusión. Adoptemos la convención de poner «=» cuando se coincide y «?» cuando se disiente. Explotando el modelo, la representación general podría ser la siguiente ? Adviértase que se abren múltiples posibilidades, atendiendo al fundamento de la discrepancia:
Cada una de estas alternativas caracteriza un modo estructuralmente diverso de disentir. Se subraya así el «núcleo» del fundamento de la discrepancia pero es evidente que cada opción determina y/o acepta otras valoraciones de los restantes componentes. Por ejemplo, si se toma el primer caso, pueden aceptarse los «pasos» en el sentido de que, coincidiendo con la aceptabilidad de los mecanismos de justificación y el supuesto de las premisas, estos son correctos. Pero, dado que el fundamento del rechazo de la conclusión reside en el rechazo de las premisas, ellas operarán esencialmente en la justificación de los pasos.110 Luego, aplicar el modelo lleva a aislar las premisas objetadas e identificar su contribución a la justificación de la conclusión rechazada. Un caso particular podría adoptar esta forma —donde se representan las premisas y pasos objetados y la conexión entre unas y otros—
110 Es decir, también Pas es objetado.
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1. ? ? 2. ? ? 3. ? ?
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,, Con, MJ>
?
?
?
?
=
?
En esta modesta clarificación de la estructura de la crítica colabora de modo obvio el modelo propuesto al estimular, por una parte, la identificación precisa de las premisas cuestionadas y, por otra, los pasos que usan esencialmente las mismas. En el segundo caso puede ocurrir que la objeción se concentre exclusivamente en algunos pasos, es decir, se consideren erróneos en razón de no encontrarse justificados (por ejemplo, aplicación equivocada de una regla de inferencia lógica, es decir, un mecanismo de justificación legítimo). Un ejemplo particular podría describirse así , Con, MJ> =
? ?
=
?
En el tercer caso la crítica posee una naturaleza radical. Una posibilidad es que se acepten las premisas y se acepte que los pasos no consisten en «errores de aplicación» de los mecanismos de justificación explotados (como en el caso anterior). Sin embargo, ciertos pasos son sí objetados porque se rechazan los mecanismos de justificación involucrados. La caída de ciertos mecanismos de justificación arrastra así los pasos por ellos fundamentados. Una situación particular podría representarse así
, Con, > =
?
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?
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?
?
?
En términos generales, puede decirse que si se difiere exclusivamente en Pas —i.e. no se difiere en MJ— el problema reside en que se objeta la aplicación de algún mecanismo de justificación aceptado (pues no se difiere en MJ). Pero si se difiere en MJ puede no objetarse ninguna aplicación (por incorrecta) de un mecanismo justificatorio sino simplemente objetarse el o los mecanismos justificatorios usados. Una crítica del primer tipo es fuertemente interna; una
crítica del segundo tipo es de una naturaleza más bien externa. También cae en esta última categoría la crítica caracterizada como caso 1. Es evidente que estas ideas estructurales pueden funcionar como guía heurística tanto de la comprensión como del desarrollo crítico o constructivo de argumentos. b. Aceptación de la conclusión. Nuevamente, explotando el modelo, la representación general podría ser la siguiente
=
Dado que no se acepta el argumento pero no se rechaza la conclusión, las posibilidades consisten en el rechazo de al menos una de las otras proyecciones de la cuádrupla. Básicamente, al igual que en el caso a), conviene distinguir 1. ? = 2. ? = 3. = ?
Cada una de estas alternativas, como en el caso a), permite apreciar relevantes diferencias estructurales. Puede resultar útil reconstruir aquí el, por así decir, «equivalente» del primer ejemplo estudiado en el caso a). Es decir,
<,, Con, MJ>
?
?
?
=
=
?
Es importante advertir aquí la notable diferencia entre los dos casos. En ambos, el rechazo de las premisas conlleva al rechazo de aquellos pasos cuya justificación depende de las premisas objetadas. Pero, mientras en el caso anterior la objeción general tendía a mostrar la debilidad de la conclusión aquí el blanco es otro. Se trata de evidenciar la debilidad de la justificación de la conclusión. Este matiz es, desde el punto de vista de la economía argumental, de especial importancia. En el segundo y tercer caso, nuevamente puede usarse el caso respectivo de la discusión anterior. El matiz que debe acentuarse es exactamente éste: la concentración en el problema de la calidad de la justificación. En los casos menos graves, supone simplemente un ajuste reformista en la trama justificatoria. En los casos más graves supone una transformación más bien revolucionaria en
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la misma. La diferencia reside en si se aceptan o no los mismos mecanismos de justificación. Un ejemplo muy simple de la primera situación consiste en la reformulación de, por ejemplo, una prueba de un teorema de la lógica de orden uno clásica por corrección de una mala aplicación de una regla de inferencia. Un ejemplo de la segunda situación consiste en ofrecer una prueba aceptable desde un punto de vista «constructivo» de un resultado matemático respecto del cual se tiene una prueba clásica. Una objeción inmediata a estos desarrollos es sostener que cualquier persona lógicamente cultivada puede analizar los argumentos hasta este punto pero el problema consiste, precisamente, en qué hacer después, pues es entonces donde la lógica se muestra incapaz de proveer el auxilio imprescindible para la tarea evaluatoria. Sin embargo, deberá reconocerse que, en primer término, llegar hasta aquí en el análisis argumental es un razonable primer paso y, en segundo término, seguir explotando analógica o metafóricamente la teoría lógica disponible no es una respuesta conclusiva (no garantiza el éxito) pero es una respuesta prometedora. Debiera ser obvio, por otra parte, que no se pretende que la teoría lógica sea capaz de permitirnos evaluar cualquier argumento; la tesis que se ha pretendido defender es que las posibilidades que ofrece tal teoría para la evaluación argumental excede los estrechos límites de la estrategia traducción–cálculo.
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Síntesis
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La perspectiva propuesta puede sintetizarse en la tesis de la riqueza esencial de las relaciones entre lógica y argumentación.111 Entendido en términos críticos, tal punto de vista se opone a la reducción de aquellas relaciones a un patrón exclusivo, a saber, la estrategia traducción–cálculo. Entendido en términos positivos, supone identificar y promover una variedad de formas de interacción entre el conocimiento lógico y la comprensión y evaluación argumentales. El blanco de la crítica son ciertas posiciones extremas de autores que suelen ubicarse en la denominada teoría de la argumentación. La idea que parece subyacer a la postura reduccionista de las relaciones en cuestión se vincula con una cierta concepción de la teoría lógica. Simplificando las cosas podríamos decir que tal concepción es, básicamente, sintactista. Por oposición, la concepción que subyace al enfoque propuesto aquí es, en esencia, de énfasis semántico. Esta oposición cruda no es totalmente justa pero captura, desde el punto de vista analítico, una tensión esencial y resulta, al menos en algunos casos, sugestiva, desde el punto de vista de la explicación histórica. Tal énfasis semántico puede verse auspiciado y, a la vez, fortalecido por la atención a las relaciones entre los planos pre–matematizado y matematizado en la teoría lógica como teoría matemática. Esta atención conduce, por una parte, a valorizar la exploración del concepto semántico pre–matematizado 111 No he encontrado esta tesis en la literatura pero creo que algunos esfuerzos reflexivos resultan afines a la misma —por ejemplo, este es el caso de Parsons, T. (1996).
o pre–teórico de consecuencia lógica112 y, por otra, a comprender la contribución técnica en clave conceptual. Esta operación estimula una gran flexibilización en las formas de explotar tal contribución, aprovechando la misma en su forma más estricta pero también en formas abiertamente analógicas o metafóricas. Esta actitud intelectual es la que gobierna el desarrollo constructivo o positivo de la tesis.
112 Y eventualmente también del concepto pre–teórico de inspiración demostrativa o justificacional. 113 Véase Pereda, C. (1999). 114 Dicho de una forma cruda, puede defenderse una suerte de tesis de la ubicuidad de la teoría lógica, es decir, vindicarse un papel para la misma aún en la comprensión y evaluación de la argumentación subdeterminada (lo cual no equivale a la reducción de estas últimas a casos de la primera). Como el lector seguramente advierte, la tesis de la riqueza relacional (defendida aquí) y esta tesis de la ubicuidad apenas sugerida resultan complementarias. Expresado en forma primitiva, este punto de vista es defendido en Seoane, J. (1997). Se espera desarrollarlo adecuadamente en trabajos futuros.
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Pereda113 distingue entre argumentaciones determinadas y argumentaciones subdeterminadas. Las primeras son casos de argumentación deductiva; ejemplos de la segunda lo son las argumentaciones inductivas y las analógicas. Como se ha señalado antes, no se pretende la reducción de toda la tarea de evaluación argumental al ejercicio del análisis lógico. Las argumentaciones subdeterminadas pueden exigir, para su comprensión y evaluación, novedosos recursos analíticos. La sugerencia que surge de los desarrollos precedentes, no obstante, es que tal vez la revisión de las relaciones entre lógica y argumentación —la tesis propuesta en este capítulo— influya en la comprensión de la interacción entre teoría lógica y argumentación subdeterminada. Pero esa es otra historia.114
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Alfabeto • de la lógica proposicional • de la lógica de primer orden Algoritmo Altura de una fórmula Análisis veritativo–funcional Argumento/Argumentar/Argumentación • deductivo • idealmente justificado • lógicamente correcto • por absurdo • válido Asignación de valores de verdad • variante Axioma/s • de Extensionalidad • de Par • del conjunto potencia • esquemas de • lógicos Bicondicional Cardinalidad Clase propia Compacidad Complemento Composición de funciones Condicional • transitividad del Condicionalización Conectivos Conectores Conjunción • propiedades de la Conjunto/s • adecuado de conectivos • de las fórmulas • de los términos • definición por comprensión
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Índice analítico
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• definición por extensión • equipotentes • inductivo • intersección de • numerable • par • potencia • unión de • unitario • vacío Consecuencia • lógica • teórico–demostrativa • teórico–modélica Consecuente Consistencia Constante de individuo Contingencia Contradicción Contraposición Corrección argumental Cuantificador • existencial • universal Decidibilidad Demostración • por absurdo Diferencia Disyunción • exclusiva • inclusiva • propiedades Dominio de interpretación Elemento maximal Elemento máximo Elemento minimal Elemento mínimo Estructura–L Falacia Formalización Fórmula/s • abierta
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• atómica • cerrada • cuantificacional monádica • interpretación de Función • biyectiva • imagen (de una función) • inyectiva • sobreyectiva • total • veritativa asociada Igualdad Inclusión • estricta Inconsistencia Inducción • principio de • principio de inducción ampliada Intercambio definicional Interpretación • de L • de términos Isomorfismo Lenguaje • de orden uno • formal • lógico proposicional Letras • de enunciado • de función • de predicado Leyes de De Morgan Lógica de predicados Metalenguaje Modelo Modus Ponens Modus Tollens Monotonía Negación Palabra Par ordenado Paradoja de Russell
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Universidad de la República 200
Partición Principio de composicionalidad Principios lógicos • de identidad • de no contradicción • del tercero excluido Producto cartesiano Prueba • por absurdo • por inducción Realización de L Reglas • de igualdad • de inferencia Relación • antisimétrica • asimétrica • binaria • de equivalencia • de justificación • de orden • de orden débil • de orden estricto o fuerte • de orden total • inversa • irreflexiva • reflexiva • simétrica • transitiva Reemplazo de fórmulas equivalentes Satisfacción Semántica • denotacional • extensional Sentido Símbolos • auxiliares • de constante Sistema/s • axiomáticos • de deducción natural • deductivos
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• formal Subconjunto • propio Tablas analíticas Tautología Teorema Teoría • axiomática formal • de conjuntos Zermelo–Fraenkel Términos Transmisión de la verdad Validez • teórico–modélica Variables • de enunciado • de individuos • libres
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