EN CONTACTO CON LO MILAGROSO Fragmentos de una Enseñanza Perdurable
Rolando Altamirano Altamira55© Publications 2014
EN CONTACTO CON LO MILAGROSO Fragmentos de una Enseñanza Perdurable
Rolando Altamirano
Altamira55© Publications - 2014
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TÍTULO ORIGINAL EN INGLÉS: IN TOUCH WITH THE MIRACULOUS
UNA PUBLICACIÓN DE ALTAMIRA 55 P.O. BOX 1101 OREGON HOUSE, CA 95962
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © 2014 POR ROLANDO ALTAMIRANO Copyright internacional
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el de fotocopiado, grabación, escrito o almacenamiento de datos, sin la autorización por escrito del escritor. escritor.
ISBN 978-0-9851688-2-7
Impreso en los Estados Unidos de Norteamérica
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ÍNDICE Prólogo
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Introducción
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I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI XVII XVIII XIX XX XXI XXII XXIII XXIV XXV XXVI XXVII
8 11 14 23 27 32 40 42 44 45 47 49 50 52 53 58 61 69 71 77 82 88 91 95 98 100 101
Notas sobre un viaje con Robert
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Nota fnal
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Hay quienes, siguiendo los pasos necesarios, aspiran a posar sus manos justas en la llave de oro que abre el palacio de la eternidad; a ellos me dirijo. John Milton
Prólogo Una enseñanza de esta naturaleza puede sólo presentarse en fragmentos. Su escala es tan vasta e incluye el trabajo de tanta gente, a lo largo de tantos años, que ponerse la meta de producir un documento único que describa el todo, resultaría inalcanzable. Además, esta enseñanza vive hoy día, sigue cambiando de forma, va haciéndose cada vez más precisa y renada. Si intentáramos denirla en su totalidad, sería sería como tratar de escribir la biografía
de alguien que no sólo no es lo que era, sino que además no es lo que será y que, casi seguro, nos sobrevivirá. Sin embargo, nuestra Escuela ha producido y sigue produciendo, de manera organizada, gran cantidad de textos que describen cómo hemos utilizado y desarrollado esta enseñanza a lo largo de muchos años. (Las primeras publicaciones demuestran que en realidad empezamos a trabajar con la enseñanza en el nivel de un centro magnético). De llevarse a cabo un estudio sobre el tema, estos textos podrían servir como fuente de consulta 1. Hay que tener en cuenta que en el presente pres ente documento la enseñanza es presentada por un solo individuo, e ilustra principalmente la manera en que este individuo fue conducido a ella, y cómo la ha absorbido y puesto en práctica. Como lo sugiere el título del libro, esta enseñanza se basa principalmente en el trabajo de Gurdjieff y Ouspensky, pero también en el de otros maestros que los han seguido. Se trata de una antigua enseñanza, muy simple, adaptada para el hombre ordinario de nuestros días. A pesar de ser cortos y desordenados (ya que no están escritos en orden cronológico), estos fragmentos logran transmitir la naturaleza de la realidad que desean describir. Aun así, la comprensión de una enseñanza esotérica sólo puede obtenerse a través de la 1 La mayoría mayoría de ellos sólo en inglés, otros traducidos en varios idiomas: idiomas: “Vía del Sol”, “Mount Carmel Journal”, “Renaissance Journal”, “Fellowship Fórum”, “The Apollonian”, “Self Remembering” y “Thoughts from the Teacher”. 4
experiencia y el trabajo personales. Para entender la enseñanza hay que SER la enseñanza. Claramente, los nombres propios de algunas de las personas aquí mencionadas se han omitido o modicado con el n de proteger
su privacidad. privacidad. Por otra parte, cada vez que se alude a una conversación o acontecimiento, los diálogos y las circunstancias se basan únicamente en mi memoria. Alguna otra persona que haya asistido al mismo acontecimiento seguramente tendrá un punto de vista diferente del mío, lo cual podría agregar un toque de relatividad. Querido lector, espero que este documento te sea útil. Con amor y respeto, Rolando Altamirano Apolo, California, Junio de 2014
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Existen ciertos acontecimientos y elementos familiares que indudablemente que indudablemente revelan a nuestra consciencia la existencia de potencias que operan a nuestro alrededor; a pesar de que a menudo eluden nuestros sentidos… éstas son testigos de la Gran Causa Primera que las ordenó y que las gobierna. Cristina Rossetti
Introducción En un momento lleno de auspicio en nuestra vida, nos damos cuenta de que por encima y más allá de los seres humanos existen seres invisibles de una naturaleza superior, a los que en adelante llamaremos Fuerzas Superiores, cuya tarea es cultivar a un número de individuos con un propósito especíco, así como el ser humano cultiva un número de plantas con propósitos especícos. Conforme
nos damos cuenta de su existencia, empezamos a reconocer cómo ellos velan sobre todo lo que sucede a través y alrededor de nosotros: desde la manera en que hemos nacido, nuestra familia hasta los eventos que conforman nuestra psicología. También vemos que casi nada en nuestra vida es accidental y que todo lo que la misma comprende, sirve para revelar una realidad interna tan invisible como las Fuerzas Superiores mismas. Todo aquel que participa en la expansión de consciencia tarde o temprano reconoce en ella el trabajo de las Fuerzas Superiores. Pues así como la chispa de la consciencia nos es inherente, igualmente lo es nuestra capacidad de percibir a seres conscientes ya libres del cuerpo físico. Lo que Gurdjieff llamó el “centro magnético” surge en el cuerpo físico como un impulso de recordar lo olvidado en el momento de la concepción. El crecimiento de este centro magnético depende de nuestros esfuerzos para atraer las inuencias correctas que lo ayuden a mantenerse activo. Tales inuencias pueden provenir de una canción, de un poema losóco, de un texto religioso, de una
obra de arte, etc... Pueden llegar también bajo la forma de choques c hoques proporcionados por el destino o por las Fuerzas Superiores mismas. Estos choques nos recuerdan que “algo” dentro de nosotros existe por toda la eternidad y que el momento en que entra en el cuerpo físico cae en el olvido. También comprendemos que las inexibles
leyes mecánicas que gobiernan el cuerpo físico actúan como un oponente casi invencible a su despertar. A este “algo” que ha caído en el olvido le llamamos la divinidad interior. interior. 6
A lo largo de los años hemos vericado que un centro magnético
no surge del cuerpo físico en sí, pues el cuerpo físico se interesa exclusivamente en su comodidad y mantenimiento en un nivel puramente orgánico. Un centro magnético desarrollado dentro del cuerpo físico puede también relacionarse con la idea de que existen Fuerzas Superiores que intervienen en la vida de la Tierra, pero las percibe como meras guras paternales que le han dado la
vida, y que proveen todo lo necesario para su existencia orgánica. Desde este punto de vista, todo lo que hay que hacer es mantener un cierto comportamiento y las Fuerzas Superiores se ocuparán del resto. La forma de este comportamiento se basa en el credo escogido o recibido al azar. azar. En este caso, c aso, la relación con las Fuerzas Superiores se basa en la necesidad de salvaguardar y mejorar la propia existencia orgánica y, posteriormente, asegurarse de una realidad mejor una vez que ésta llega a su n inevitable.
Se nos ha revelado que el despertar de la consciencia tiene grados, y también hemos descubierto que pasa a través de varios niveles de desarrollo. Cada quien puede vericar por sí mismo el nivel de
desarrollo de su conciencia, si observa su capacidad de reconocer el trabajo de las Fuerzas Superiores, así como la medida de su voluntad de asistirlas en sus esfuerzos por despertarla. En otras palabras, los esfuerzos de algunos son, en general, débiles y esporádicos, mientras que los de otros son concentrados e inquebrantables desde el inicio.
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Antes de poder dar al Cuarto Camino una valoración correcta, un hombre tiene que haber pensado mucho, y tiene que haber sido profundamente decepcionado por muchas cosas. Gurdjieff
I Conforme iba percibiendo el trabajo de las Fuerzas Superiores, estaba seguro de que tenía que haber una manera de establecer un contacto con ellos así como Jesucristo, Sócrates, Quetzalcóatl, Mahoma y otros lo habían hecho, y nalmente llegaron a ser como
ellos. También estaba seguro de que en algún lugar del mundo tenía que haber gente que estuviera trabajando anónimamente con las Fuerzas Superiores, así como esos guías espirituales habían trabajado anónimamente durante sus vidas. 2 Sabía que tenía que encontrar a alguien con las características de estas personas. Al inicio traté de hacerlo en el contexto de la religión en que fui educado. Así que mi primer paso en esa dirección fue pedir a mis padres que me enviaran a un monasterio, seguro de encontrar alguien allí; tenía 12 años. La mayoría de los individuos del monasterio produjeron en mi sólo miedo, al punto de no poder ni imaginar compartir con ellos mi comprensión de las Fuerzas Superiores. Su visión indisputable de las Fuerzas Superiores estaba basada en los santos y ángeles señalados por la iglesia y que actúan como intermediarios entre los hombres y Dios. Esta visión coincidía con la mía. Su parte dudosa, sin embargo, era que los líderes del monasterio actuaban como intermediarios entre santos y ángeles y nosotros, pecadores. Había reglas estrictas en el monasterio, una jerarquía rigurosa y medios despiadados para mantener el orden entre los novicios (Hay que recordar que el cristianismo se impuso en México a través de métodos crueles y atroces durante el siglo XVI). En general, no hallé más que una institución ocupada en la repetición re petición de prácticas cuyo signicado se había olvidado mucho tiempo atrás, pero ninguna
conexión real con el mundo espiritual. Los novicios novicios y sacerdotes con los cuales me pude relacionar eran personas muy simples y buenas, que parecían sólo conformarse con poder esconderse de los problemas mundanos. Después de algunos meses de angustia 2 El trabajo de estos hombres se popularizó sólo mucho después de su muerte y, en algunos casos, terminó por convertirse convertirse en una religión. 8
pedí a mis padres que me dejaran volver al mundo. Esta primera experiencia tuvo sus consecuencias. Antes de ingresar en el monasterio se me conocía como un niño intensamente devoto, estudioso y de muy buena conducta; como resultado de esa corta experiencia me volví rebelde y comencé a repudiar el catolicismo. Con el tiempo me uní a todo tipo de organizaciones y personas interesadas en lo que denía “una búsqueda espiritual”. Una de
estas organizaciones era una misión cristiana protestante, un pequeño grupo de personas dedicadas principalmente al progreso y mantenimiento de la vida orgánica orgánica en una zona marginada. Esta misión, aparte de los típicos oportunistas e inadaptados atraídos por esta clase de organizaciones, se componía sobre todo de personas entusiastas y de buen corazón, empeñados en la tarea de ayudar a un segmento del pueblo Nahua del México central a “mejorar sus condiciones de vida”. Sin embargo, su ciega bondad nos les permitía darse cuenta de que los nahuas en realidad no estaban interesados en nuestra idea de progreso. Nos veían más como intrusos tratando tratando de de imponer nuestro estilo de vida que como redentores. En lo que concierne a una conexión con las Fuerzas Superiores, los líderes de la misión profesaban haber tenido un encuentro emocional especial con el “Señor Jesucristo”, quien los había elegido para el desempeño de tal empresa. Aunque no podían explicar cómo era posible conseguir esta experiencia, insistían en haber haber sido elegidos. elegidos. En este sentido, trabajaban como los monjes, principalmente en la oscuridad pero con una fuerte fe en su misión. Aparte de Jesucristo, no creían en la existencia de otro mesías, santo o salvador que tuviera el poder de ofrecer ningún tipo de salvación o iluminación; consideraban a todos los demás guías y caminos espirituales falsos y engañoso engañosos. s. Esto Esto no tiene nada de raro, raro, pues hoy me resulta resulta claro que una característica de casi todos los que siguen un credo o camino espiritual determinado es el sentido de división y exclusividad. Un aspecto positivo de esto es que mantiene a la gente enfocada, trabajando con un objetivo común; lo sospechoso de esta posición es la presunción de que todo aquel que se halle fuera del propio círculo es una especie de sentenciado. Debo confesar que durante mi permanencia en la misión nunca experimenté el susodicho “encuentro emocional con el Señor 9
Jesucristo”. Eso no me preocupaba, ya que no me impedía participar en el trabajo de misionero en sí. Sin embargo había dos cosas que constantemente me perturbaban. Primero, no me convencía el objetivo de “hacer el bien por hacer bien”. Me parecía un quehacer externo que tan sólo me hacía sentir bien conmigo mismo, pero que no implicaba ningún trabajo o cambio internos. Lo segundo que me preocupaba era que los nahuas no se veían muy contentos con nuestra presencia, ya que aceptar nuestra ayuda también signicaba aceptar nuestras
creencias y nuestra forma de vida… ¡So pena de la condena eterna! eter na! Nunca pude acostumbrarme a la paradoja en que vivíamos. Es decir veníamos a traer a esta gente un mensaje de esperanza y auxilio; pero al mismo tiempo, considerábamos a todo aquel que se resistía a escuchar este mensaje como un candidato al castigo eterno. Finalmente, mi decisión decisión de dejar la misión misión fue vista como una tragedia en esa escala, pues pensaban que al hacerlo me estaba poniendo en un serio problema… para toda la eternidad.
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Marcharás en dirección de la luz, hacia el oriente. Hacia allá lanzarás tus echas. Canción Nahua
II Durante varios años exploré las distintas posibilidades disponibles en mi contexto cultural. Encontré grupos, estudios y personas muy interesantes; pero todo ello conducía al mismo callejón sin salida. O sea, por un lado, no encontraba a alguien que percibiera el trabajo de las Fuerzas Superiores como yo lo percibía, y por otro lado, lo que encontraba no me revelaba la naturaleza exacta de mi ser. Por supuesto que conocí varias personas que me indicaban una dirección denida y familiar. Muchas de ellas pasaron como estrellas
fugaces, dejándome solamente con un mensaje o un recordatorio. Otras, en cambio, formaban parte de mi vida, y poseían un hábito o una actitud general que para mí era un claro recordatorio de que no debía tomar mi vida literalmente sino como una obra 3. Recuerdo que poco tiempo antes de entrar al monasterio tuve un maestro quien gustaba hablar en acertijos. Al inicio del año escolar, nos dijo muy claramente que en e n la clase nadie podría jamás sacar la más alta calicación.
—Sólo Dios es perfecto. Lo más alto que pueden sacarse es una B. Un día entró en clase, lanzó una mirada sobre el alumnado, medio cerrando los ojos, como buscando a alguien en particular, luego se dio media vuelta y escribió las siguientes palabras, en inglés, en el pizarrón: “Work when you work, play when you play.” Luego jó su mirada seria en mí y me preguntó:
— ¿Qué piensa usted, Altamirano? — Es cierto — le respondí. 3 Cuando era niño escribí una historia que se desarrollaba en el limbo, donde se me daba la tarea de jugar el papel de Rolando Altamirano; tarea que acepté con renuencia, pues sabía que iba a ser muy difícil. 11
— Tiene T iene usted razón, es cierto — replicó—; pero si se s e da cuenta, verá que usted casi nunca lo hace. Y sin dar más explicaciones continuó con su lección. De vez en cuando se acercaba a mí durante la hora del recreo y, mirando a lo lejos, me decía: — Altamirano, me parece que usted es un Tuerto. — Esto no me resultaba ofensivo, dado su tono amable. Una vez le pregunté por qué insistía en llamarme Tuerto. Con rostro rostr o impasible, me respondió: — Porque en el país de los ciegos, el Tuerto es rey— y sin decir más, se dio la media vuelta y se alejó. A medida que se desarrollaba mi centro magnético, atrajo a varias personas que habrían de nutrirlo, casi siempre de manera indirecta. Algunas parecían tener ellas mismas un centro magnético, ya fuera por su descontento con la vida o por su habilidad para señalar la futilidad de la existencia humana. Esta habilidad para ver lo absurdo de la existencia los llevaba a buscar maneras alternativas de vivir y, a menudo, terminaban en algún tipo de estilo de vida rebelde que con el tiempo se volvía inevitablemente convencional. Probablemente, la persona que mejor me ayudó a comprender esto fue una conocida cantante de protesta exiliada para quien trabajé por varios años como tramoyista y secretario cuando tenía 18 años4. Al inicio solía cantar principalmente parodias sociales y existenciales, así como canciones políticas que pusieron su vida en peligro. Sin embargo, muy pronto se dio cuenta de que nunca habrían producido un cambio social considerable. Con el tiempo, gracias a su genio histriónico y carisma, pasó de cantante de protesta a personaje de vaudeville y y terminó siendo una diva de primera clase. Casi todas sus canciones eran inspiradoras; sin embargo, el estilo de vida glamoroso que inevitablemente atrajo la convirtió exactamente en lo que ella misma criticaba en algunas de sus canciones. La última vez que supe de ella, había vuelto a su país, donde donde terminó por convertirse convertirse en una institución. 4 Nacha Guevara 12
Cuando la conocí, era una mujer genuinamente descontenta con el mundo; sin embargo ella misma sabía pertenecer al mundo. Vivir con esa paradoja la hacía una persona con la cual resultaba muy difícil trabajar y vivir. Pero debo decir que conmigo siempre fue muy amable. Joven como era, yo veía en ella un ser altamente desarrollado, atrapado en las leyes de la vida ordinaria, y en completa sintonía con ellas. Necesitaría escribir un documento entero para enumerar a todas las personas que, de un modo namente orquestado, y bajo
circunstancias insólitas, llegaban a mi vida y alimentaban a mi centro magnético. Pero para ceñirme al objetivo de este texto sólo mencionaré a una de ellas. Se trata de un hombre aún joven, que claramente me señaló la dirección que habría de conducirme a encontrar a Robert Burton, y a reconocerlo como la personicación de lo que yo intentaba recordar
y ser se r. Antes A ntes de conocer a este hombre, quien por vez primera me dio instrucciones especícas basadas en ideas esotéricas, todos
mis esfuerzos vinculados con el recuerdo de mi Ser o de las Fuerzas Superiores, eran muy esporádicos y desorganizados. En este relato no me detendré a describir lo que sucedió en mi vida durante el tiempo que pasé distraído de esta empresa, ya que todo esto sucedió bajo leyes mecánicas. Es decir, querido lector, no te voy a quitar el tiempo describiendo aquellos sucesos que ocurren y que podrían haber ocurrido, en la vida de cualquier persona, en cualquier momento y en cualquier lugar.
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“El Mago de Oz nunca le dio al Hombre de hojalata nada que él no tuviera.” D. Bunnell
III José Antonio Kahuil era un joven Maya que conocí cuando trabajaba como maestro en la zona Maya cerca de la frontera fr ontera entre México y Guatemala. Mi encuentro con él me llegó de sorpresa, aparentemente surgió de la nada. Ese día me hallaba sentado en una banca de la plaza central, en la pequeña ciudad donde vivía, fumando tranquilamente y admirando el colorido espectáculo de los diferentes linajes Mayas circulando en el espacio abierto. De pronto un hombre se me acercó para pedirme pedir me un cerillo y, cuando estaba a punto de encender su cigarro lo retiró de la llama y me preguntó: — ¿Cómo pasa usted el tiempo, señor? Reconocí “algo” en el tono de su voz y, al levantar la vista, noté un extraño resplandor en sus ojos negros. En ellos se podía leer una sonrisa. No me miraba en forma directa sino al horizonte. Le encendí el cigarro y le respondí: — Vivo. —Viv —Vivee bien bien,, quie quiere re deci decirr...— ...— me repl replic icó ó mien mientr tras as se sent sentab aba a a mi lado lado.. “Vaya forma de iniciar una conversación con un extraño”, pensé, pero no dije nada, curioso de saber lo que me iba a decir. Sentí el impulso de volver a escuchar el modesto tono de su voz, que tenía un efecto claro sobre mí: cambiaba la calidad de mi atención. Nos quedamos en silencio por largo tiempo, mirando a la gente. Finalmente me dijo: —La semana pasada, usted estaba sentado aquí mismo; su larga cabellera negra le llegaba hasta los hombros. Hoy se presenta con la cabeza afeitada y limpia. ¡Casi no lo reconocí! Aunque nunca antes lo había visto, no sentí su comentario como algo inoportuno o personal en absoluto. Repliqué con convicción: 14
—Quiero ver si sigo siendo la misma persona sin mi disfraz de hippy . Hizo una pausa por un momento, apagó su cigarro y comentó: — ¿Un cambio externo por un motivo esotérico ? Esa fue la primera vez que escuché escuc hé la palabra esotérico y y no entendí su signicado. Lo miré inquisitivamente.
— Esotérico Esotérico simplemente simplemente signica ‘interno’— me dijo, notando mi cambio de expresión. Luego me dijo que me había estado observando por un tiempo antes de decidirse a “entrar en mi vida” pues pensaba que yo no era exactamente “parte del rebaño”, sino ideal para un tipo especíco de trabajo que él llamaba esotérico . — No sé si usted es la persona correcta para esto— dijo—, pero existe cierto conocimiento que que quizá pueda interesarle. No pude entender la armación “entrar en su vida”, pero ciertamente me sentí atraído por las palabras “hay cierto conocimiento que quizá
pueda interesarle”. Fingiendo pensar, pensar, dejé pasar pasar un rato; rato; luego le pregunté casi en forma defensiva: — ¿Qué tipo de conocimiento ? —Conocimiento de su Ser— replicó, mirándose las las manos. Advertí en mí una mezcla de reacciones al escuchar estas palabras; y ésta é sta era la primera vez que las escuchaba. Por un lado, tuve la sensación de que ya conocía su signicado; y sentí el deseo de mantener el contacto con este hombre y averiguar exactamente quién era y qué podía aprender de él. Por otro lado, algo en mí se alarmó y me causo el impulso de apartarme de él, tratando de encontrarle algún defecto. Luego entablamos la típica conversación introductoria en la que uno comparte los detalles de su circunstancia externa y la razón por la cual ambos vivíamos en la misma ciudad. 15
— Lo nuestro no es coincidencia. Él venía de un pueblito perdido en medio de grandes plantaciones de azúcar, cerca de la costa del sur de México. Era el hijo del curandero del pueblo, y había aprendido a edad temprana el uso de todo tipo de hierbas y sustancias medicinales. Aún pequeño aprendió por sí mismo a diagnosticar y aplicar remedios con tal suceso que llegó a superar la habilidad de su padre. Esto le ganó el apodo de “El Niño”, pues todo aquel que necesitaba los servicios de su padre, pedía siempre la opinión del “Niño” sobre el caso. Cuando lo conocí, algunos de sus amigos y aduladores parasitarios aún se referían a él con ese sobrenombre, pero los que habían entrado en contacto con él más tarde lo conocían como “El Cura”. Este último apodo surgió durante la época que decidió entrar temporalmente en un monasterio. Supe esto por uno de sus amigos, ya que él raramente hablaba de sí mismo. Algo que sí le escuché decir fue que había entrado en el ejército por dos años. Cuando le pregunté cómo se la había ocurrido semejante idea, me respondió res pondió que necesitaba aprender a desarrollar su voluntad y controlar su terquedad. Y cuando le pedí una explicación al respecto, me dijo: — La voluntad es una cualidad del Ser; la terquedad es una cualidad del cuerpo físico. Uno tiene que poner el cuerpo físico intencionalmente en las circunstancias convenientes con el n de
desarrollar ciertos aspectos del Ser. Esta armación era fascinante y aterradora a la vez. La perspectiva de entrar en el ejército con el n de desarrollar una fuerza interior
demostraba que cualquiera fuese la facultad que este hombre poseía, la había adquirido a través de la la sumisión. Más adelante encontré el mismo principio en Gurdjieff, quien armaba que un hombre no posee voluntad real, pero sí suciente fuerza de
voluntad como para ponerse bajo la voluntad de otro; y con esto desarrollar la voluntad real. José Antonio Kahuil era un hombre de muy pocas y cuidadosamente elegidas palabras. Conservaba su serenidad y equilibrio incluso en momentos de tensión. Ya sea que estuviéramos expuestos a frío, al peligro o a las simples irritaciones de la vida diaria, él siempre conservaba su porte moderado. Aunque generalmente disfrutaba de la vida, no parecía tener 16
apego por nada en particular. Me acuerdo que una vez sugirió que algunos de nosotros, incluso él, nos pusiéramos la meta de dejar de fumar. Me sorprendí al ver que él simplemente dejó de fumar el mismo día, mientras que los demás estábamos constantemente luchando por mantener nuestra meta. — ¿Cómo le hace usted?— le preguntó uno de nosotros. Su respuesta fue simple: —Cada vez que veo un cigarro, me digo: “Ahorita no, gracias”, y obedezco. Su técnica era muy sutil, pues no signicaba ‘Nunca más’ o ‘Quizás más tarde’; sólo signicaba, ‘No en el momento en que veo un cigarro’. Pero su rmeza r meza estaba en obedecer.
La primera pregunta directa que le formulé fue si él alguna vez había percibido el trabajo de las Fuerzas Superiores en su vida. Sonrió dócilmente y me dijo: — ¿No dijimos que lo nuestro no es coincidencia? Me invitó a asistir a sus reuniones vespertinas que incluían una cena ligera y “sobria bebida”. Uso este término porque noté en presencia de este hombre, nadie se emborrachaba, a pesar de pasar varias horas bebiendo y conversando. Un grupo pequeño se reunía en torno a él; algunos eran sus amigos, otros simples admiradores quienes vagamente percibían la importancia de este hombre extraordinario. Fue en estas reuniones donde escuché por primera vez, entre varias ideas nuevas para mí, que los hombres estaban gobernados por inuencias planetarias y que las glándulas son los receptores de tales inuencias. Cuando le pregunté si era posible vericarlo, me respondió:
— Puede usted empezar con la luna. Es el cuerpo celeste más cercano y su ciclo se repite más seguido. Observe su cambio de humor durante la luna nueva y la luna llena. También habló de la idea de que muy pocas personas saben que son gobernadas por los planetas; y que todavía menos tratan de liberarse de su inuencia; y que de éstas, sólo un puñado lo logra. 17
— Quien que ve la posibilidad de liberarse de estas inuencias
necesita aliados, tanto internos como externos—dijo, y agregó.— Además algo en nosotros nos hace olvidar. Para superarlo necesitamos ayuda, tanto de la gente del mundo visible como de la gente del mundo invisible. Apreciaba su forma directa de hablar de las Fuerzas Superiores, que él solía llamar “aliados” 5 Esto fue lo que determinó que decidiera unirme a su grupo, es decir, su capacidad de leer nuestra vida con la comprensión de que las Fuerzas Superiores ayudan al individuo a despertar la consciencia. Una vez le señalé que la gente que no presta atención a las Fuerzas Superiores está realmente perdida en el mundo. —Al contrario—me dijo—; ellos están precisamente donde les pertenece. Empezando por mí, y terminando ter minando por usted, esos somos los perdidos. Nosotros somos los que necesitan encontrarse. Nunca supe dónde adquirió su conocimiento. Sin embargo, conocía casi todas las tradiciones esotéricas y usaba términos procedentes de cualquiera de ellas según los encontraba adecuados. Mucha gente pensaba que José Antonio Kahuil era un chamán. Yo nunca pensé que lo fuera. Lo Lo veía como un curandero que usaba usaba el hipnotismo para sanar a la gente. Sé también que poseía ciertos c iertos poderes, tanto espirituales como psicológicos, y una calidad de presencia que lo hacía parecer como si no ocupara un espacio tangible…, y tenía ese extraño resplandor en sus ojos. Por supuesto, también había en él rasgos inconscientes, como en cualquier otra persona, pero este escrito no trata de eso. Este hombre prometió nunca darme nada que yo no obtuviera por mí mismo. El sólo organizaba mis observaciones de acuerdo con un sistema de ideas que poseía. Señaló un hecho esencial cuando le dije que a veces me veía v eía actuando en la vida, haciendo el bien o el mal sin darme cuenta, de manera arbitraria. —Lo que usted ve es Rolando, y no su verdadero Ser. Ser. Va a tener que aprender a no confundirlos—armó. 5 Más adelante me di cuenta de que había tomado este término de los relatos de Don Juan , de Carlos Castaneda. 18
Esto no me resultó claro, pues en esa época la identidad de mi “Ser” se confundía con la esencia del cuerpo y sus emociones y pensamientos más renados, y también con sus opiniones y
deseos del momento más intensos. Sin embargo en relación con esto, él añadió: —Rolando es el número uno; USTED es el número dos y su “Ser” es el número tres. Su observación le da derecho sólo al número uno y al número dos. Aunque ahora sus palabras me resultan claras, en ese momento me parecieron enigmáticas, pues despertaron en mí la pregunta: “Si no soy ni Rolando ni el Ser, entonces ¿quién soy?” En varias ocasiones utilizó peyote y otras sustancias como herramientas para mostrarme los diferentes rasgos de mi psicología, a los que siempre se refería como “su propia pendejada”. Recuerdo el día en que me dijo que que yo nunca había fumado mariguana. mariguana. Cuando le aseguré que sí, me respondió alegremente: —Lo más seguro seg uro es que la mariguana se lo ha fumado a usted. Y lo único que le pasó fue subirse y bajarse de los caballitos cuando se le acabó el veinte. Aunque en ese momento su comentario me puso de malas, ahora entiendo que se refería al hecho de que cuando yo fumaba mariguana, no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Se trataba simplemente de una experiencia sensorial muy sugestiva, a veces losóca, que formaba parte de mi estilo de vida hippy . Mediante el uso de estas sustancias, me ayudó ver simultáneamente la serie de pensamientos, sentimientos y acciones contradictorios que constituían mi psicología. Lo hacía estimulando asociaciones especícas en mi mente al tiempo que yo fumaba mariguana o
ingería hongos alucinógenos. Aunque la experiencia fue muy dolorosa, él me impedía cuidadosamente quedarme estancado en un estado de paranoia, recordándome que lo que estaba observando no era mi Ser sino aquello que me impedía serlo. Y, lo que es aún más importante, me puso en contacto con los centros superiores, el asiento del Ser, especialmente a través del 19
uso del peyote. No me hacía simplemente ingerir el cactus. Nos conducía, a mí y a otros, por largas caminatas en el bosque en silencio total, hasta que decidía que habíamos adquirido la atención requerida para esta práctica. También dejaba bien claro que las plantas que usaba para este propósito sólo eran un medio para mostrarnos tanto el estado miserable de la existencia humana como el potencial superior del hombre. No eran un asunto de uso diario: —Esta no es vitamina para el cerebro—decía—.Tendrán que encontrar un modo de obtener los mismos resultados mediante un esfuerzo sobrio. Algunos creían que José Antonio Kahuil pertenecía a una especie de fraternidad secreta; puede ser, ser, no lo sé. Sólo recuerdo que una vez me llevó a visitar a unos “Ancianos” mayas quienes lo habían invitado a un Mitote. Mientras caminábamos hacia el pueblo en que tendría lugar, me dijo: —Va —Va usted a conocer al Mero Papacito de esta gente. Me pidió que comprara una botella de buen brandy y que la trajera conmigo como una ofrenda, ya que se me permitiría participar en el Mitote con ellos. La mayor parte consistía en bailar al compás de una melodía en tresillos que un grupo tocaba al violín durante todo el día. Cuando paraba la música se nos ofrecía un vasito de la bebida alcohólica local, y había que tomarlo de un trago. Entonces alguien contaba un chiste en verso y, en cuanto explotaba la risa, comenzábamos a bailar otra vez al mismo son. Por mi parte me lancé a contar un par de chistes que fueron bien recibidos. Esto duró por varios días, durante los cuales dormíamos pocas horas y comíamos comíamos un poco una o dos veces al día. Aunque durante el primer día pensé que iba a desmayarme a causa de la bebida y el agotamiento, de alguna manera me las arreglé para mantener la compostura, tratando de concentrar mi atención en el modo en que me relacionaba con la música y el baile de dos pasos. Al nal del segundo día, me hallaba en lo que describí entonces como
un “estado de serenidad”. Ahora lo veo como un estado superior. Entonces noté que entre los bailarines y los músicos había un grupo de seis hombres que se mantenían siempre alrededor de un hombre anciano y otro muy joven; el anciano tenía el rostro más 20
hermoso que jamás había visto. Sólo puedo describirlo como “la humildad personicada”. personicada”. Era un hombre muy frágil y al mismo
tiempo radiante y poderoso. Los hombres que lo rodeaban parecían servirle de abrigo y darle calor; eran distintos de los demás. Cada uno ceñía su cabeza con un tocado blanco y en la mano tenía un bastón. Al notar mi admiración, alguien murmuró en mi oído: —Le gustó tu regalito. En camino de regreso a nuestro pueblo, José Antonio Kahuil me preguntó qué pensaba de la experiencia. Escuchó mi relato con amable atención y luego comentó: —Esta no es más que otra manera de obtener resultados. Mi relación con él duró dos años y terminó inesperadamente cuando decidió irse de la ciudad por un período ilimitado. No pidió a nadie que lo siguiera. A mí me sugirió comprar y leer tres libros: el Bhagavad-Gita , el Tao Te Ching , y la Biblia , y comenzar a partir de ellos. Luego agregó que si s i me decidía a llevar una vida ordinaria en lugar de entrar a un monasterio, tendría que hallar “El Juego” dentro del juego de la vida. Señalando al cielo, me dijo: —Ellos se encargan de encontrárselo. Poco después de nuestra separación, dejé mi trabajo de maestro y me propuse encontrar las condiciones ideales que me ayudaran a practicar el conocimiento que había aprendido de este hombre extraordinario; ya que por ese entonces comprendí que por mí mismo jamás llegaría a ninguna parte. Sabía que tenía que hallar un lugar donde me enseñaran lo que soy y lo que debo hacer. hacer. ¿No resulta extraño? José Antonio Kahuil nunca me habló de Gurdjieff ni de Ouspensky y, sin embargo, practicaba ideas que más tarde encontré en ellos. Algunos ejemplos son la observación de sí como el inicio del trabajo sobre sí mismo y la idea de someter la voluntad propia a la de otro si uno desea desarrollar la fuerza de voluntad necesaria para sostener un estado superior. superior. Tampoco sabía nada del Cuarto Camino. De hecho, compré mi primer libro de Gurdjieff en un 21
bazar, bazar, de un hombre que me escuchó hablar sobre el hipnotismo, cosa que José Antonio Kahuil practicaba de manera regular. Este hombre me dijo que en este libro hallaría una explicación de tal fenómeno. Y fue allí, en el segundo volumen de Relatos de Belcebú donde, además de una clara explicación del hipnotismo a su Nieto donde, y otras explicaciones totalmente imposibles, encontré un marcador con una lista de números telefónicos. Decía “Centros ‘GurdjieffOuspensky’”.
Este extraño libro nunca llegó a ser mi lectura favorita y me decepcionó saber que Gurdjieff ya no estaba en este mundo. Así que simplemente lo agregué a la lista de “aliados” que ayudan a otros a despertar; pues sabía sabía que quienes son son ayudados a salir de los límites de la existencia humana están destinados a ayudar a otros a escapar. escapar. Lo importante era que el marcador representaba re presentaba la esperanza de que en estos “Centros Gurdjieff-Ouspensky” existiera alguien como Antonio Kahuil, o como Gurdjieff.
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Los “caminos” no son más que una ayuda que se ofrece a cada quien según su tipo. Gurdjieff
IV Los números telefónicos en el marcador que encontré en Relatos eran obsoletos. Cada vez que llamaba recibía de Belcebú a su Nieto eran la misma respuesta: “aquí no es el Centro Gurdjieff-Ouspensky, aquí es una tienda de cortinas”. Así que seguí leyendo los libros sugeridos por José Antonio Kahuil y los encontré útiles e interesantes, a pesar de que no incluían un lado práctico. José Antonio ya no estaba allí para explicar su signicado esotérico y yo
siempre sentí que mi comprensión de ellos era subjetiva y, en su mayor parte, literal. De hecho, ésta era una limitación fundamental que hallé al leer literatura esotérica, mística y losóca, a saber,
la falta de un maestro vivo detrás de una tradición en particular. En este sentido, sabía que, sin Gurdjieff, los “ Relatos de Belcebú ” quedarían sellados en el misterio. En esa época era muy difícil encontrar libros de Gurdjieff y Ouspensky en español, y los que había eran muy caros. Sin embargo pude encontrar una copia de Charlas con un Diablo , de Peter Ouspensky. No había ningún marcador en esta exquisita obra. Pero en ella Ouspensky explicaba por qué la búsqueda de algo superior era tan difícil. Tan pronto como uno comienza a hacer un esfuerzo en esa dirección algo dentro de uno se despierta y opone resistencia; sin embargo entonces yo pensaba que Ouspensky concebía al “Diablo” como una entidad fuera de uno mismo. Poco más adelante, un amigo me señaló un anuncio en una revista, llamada Tiempo Libre , con el número telefónico actual de los centros “Gurdjieff-Ouspensky”. Nunca me imaginé que desde el momento en que hice esa llamada no volvería a tener “tiempo libre” en absoluto. Lo que encontré fue una línea de esfuerzo que con el tiempo se fue haciendo más precisa y sobre todo, más continua. Llamé e hice una cita para una reunión de posibles estudiantes y me dijeron que leyera el libro Psicología de la Posible Evolución del Hombre , de Ouspensky. Me sugirieron una librería que tenía esa y otras obras de Gurdjieff y Ouspensky. El día en que compré el libro iba en camino a las ruinas de Palenque, en el sur de México. Lo leí todo durante el viaje. Debo decir que jamás he hallado nada 23
tan claro y directo como esta obra maestra. Todo lo que había aprendido con José Antonio Kahuil, y aún más, se presentaba allí de una manera muy simple y práctica. Pero, y esto es lo más importante, expresado en un lenguaje claro, tan claro y simple como el ABC y el 1, 2, 3… Literalmente. Al entrar al sitio de Palenque, fui directo al Templo de las Inscripciones; y estaba a punto de iniciar el ascenso de las escaleras cuando un hombre me detuvo y me dijo: —Si quiere usted ver algo realmente especial, siga el sendero detrás de la pirámide. Suba hasta la cima de la colina hasta que vea una estructura recién descubierta. — ¿En serio? ¿De qué se trata?—le pregunté. —Quién sabe; todavía están excavando—me respondió. respondió. La curiosidad me condujo detrás de la pirámide, donde hallé el inicio de un sendero que efectivamente llevaba hasta la cima; en pocos minutos me encontraba en la jungla. Conforme avanzaba, el sendero se dicultaba cada vez más, pues la jungla se había vuelto
tan densa en algunos lugares que apenas podía distinguir el pasaje recién abierto. Como no había huellas en el terreno, empecé a buscar ramas rotas, arbustos pisoteados y árboles de extrañas formas que me ayudaran a encontrar el camino de regreso. Llegó un momento en que la jungla se hizo casi impenetrable; todo lo que pude deducir era que estaba ascendiendo. Entonces me di cuenta de que podía perderme y empecé a dejar mis propias marcas. El silencio de la jungla es tan fuerte que puede llegar a ser una experiencia adversa, pues no es el silencio de un lugar sin vida, sino un silencio de vida latente, un silencio acechante, un silencio de algo que te observa en suspenso. Comencé a sentirme un poco agitado y apresuré el paso. Fue entonces cuando noté un ruido diferente al de mis pasos en la jungla; algo como un eco. Me detuve y me di vuelta; el ruido se detuvo abruptamente. Escudriñé la jungla y... nada; no se movía ni una hoja. Tan sólo ese e se silencio, un silencio tan poderoso como el trueno. Continué subiendo, tratando de prestar atención al ruido que escuchaba ¿o quizás imaginaba? Entonces noté que ya no venía de atrás sino de mi derecha. “¿Era una trampa? ¿Será que ese hombre me mandó aquí 24
intencionalmente para asaltarme?” Mi corazón comenzó a latir rápidamente, pero seguí caminando hacia arriba, esperando llegar a la cima y tal vez encontrar a alguien allí, allí, algún arqueólogo o algún algún trabajador. trabajador. El ruido se movió a mi izquierda, luego adelante y después a mi derecha otra vez. Me detuve en seco y con mi cayado aparté algunos arbustos. Por un breve instante vi el lomo elegante de un felino deslizándose en la jungla, con su gruesa cola apenas tocando los arbustos. El terror me invadió mientras murmuré en mi interior: “No parece un mono”. Tratando de controlarme, mire mi cayado y lo sostuve ante mí. No era más que una ramita. Pasó un relámpago entre el pánico y el total control de mí mismo. Tomé el momento por lo que era y con calma sopesé mis posibilidades. Me hallaba por lo menos a veinte minutos del sitio de Palenque: demasiado lejos para correr correr o gritar pidiendo pidiendo auxilio. Aunque joven y en buena forma, no había modo de correr más rápido que un jaguar. No llevaba nada conmigo que pudiera servir de arma. Todo lo que tenía era mi frágil cayado, mi cinturón y mi morral con un lápiz, una libreta y el libro de Peter Ouspensky Psicología de la posible evolución del hombre . Seguí subiendo, más calmo que nunca. Lo que nalmente reconocí como pasos de jaguar me seguía en
círculos. De vez en cuando veía al majestuoso felino saltando algún pequeño obstáculo, pero no se me acercaba. No sabía nada sobre estos animales; simplemente esperaba que tarde o temprano me saltaría encima y se devoraría lo mejor de mí. En una fracción de segundo imaginé el momento en que habrían de encontrar mis sangrientos restos. Vi el momento de mi muerte. Me sentí extrañamente sereno. De vez en cuando se agolpaban en mi cabeza extraños pensamientos: “¿Qué tengo que aprender de todo esto? (…) ¡Nada! Este es mi último día. Hasta aquí he llegado. Se me ha permitido llegar sólo a la puerta. La próxima vez seré capaz de recordar antes. Si las Fuerzas Superiores no van a permitirme seguir adelante, por lo menos puedo aceptar la muerte sin miedo”. Pensamientos como estos invadían mi espíritu aigido. Sabiendo
que el camino de regreso al sitio tomaría más de veinte eternos 25
minutos, decidí seguir adelante con la esperanza de que la cima iba a aparecer en cualquier momento. Puse toda mi energía en mantener mi meta de alcanzarla. La colina se fue volviendo terreno plano, me di cuenta que había llegado a la cima: no había ninguna estructura visible. Caminé por los alrededores y vi que solamente me hallaba en medio de la jungla; enormes árboles se erguían muy altos, su follaje cubría el cielo. Manteniendo la sangre fría, emprendí el regreso cuesta abajo; el jaguar aún me seguía en círculos. Cuando no podía verlo, lo escuchaba con claridad y estaba constantemente a la espera del inesperado salto sobre mi espalda. Finalmente, en el mismo lugar donde lo había escuchado por primera vez, el jaguar de pronto se detuvo det uvo y regresó a la espesura de la jungla. Sentí el impulso de apresurarme, pero me contuve y seguí caminando con calma hacia el sitio, esta vez totalmente consciente de mí mismo. Cuando al n vi la parte posterior del
Templo de las Inscripciones, me sentí genuinamente feliz. Abrí mi morral y saqué el libro, sosteniéndolo con ambas manos frente a mi rostro. Me dirigí al centro del sitio, admirando las estructuras namente construidas. “¡Quisiera poder participar en el tipo de trabajo que crea semejante magnicencia!” Pensé.
En ese entonces el hombre que me había señalado el sendero se me acercó y me dijo: —Ya —Ya tiene mucho que se fue, oiga. Cuando lo vi que se iba pa’ la
jungla no quise pararlo porque me imaginé que iba a echarse una “fumadita”. ¡Se ve que está bueno el viaje! — ¡Oh, sí! —le dije— Me siento feliz de estar vivo... —Esa hierba debe ser buena. Me dijo, guiñando un ojo. —No tiene usted idea.
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En particular quiero imprimir en sus mentes que las ideas y los principios más importantes del Sistema no me pertenecen. Ouspensky
V Dos semanas más tarde, en el cumpleaños de Abraham Lincoln, asistí a la primera de tres “reuniones para posibles estudiantes” en que se explicaban las ideas del Cuarto Camino. Le forma de esas reuniones me pareció muy bien elaborada. La enseñanza llamada el Sistema Gurdjieff-Ouspensky fue presentada de una manera intencional, ordenada y muy clara. Desde la primera reunión me di cuenta de haber encontrado una enseñanza simple simple y práctica. Casi todas las ideas ahí presentadas eran vericables
con ejemplos de mi vida cotidiana. También me sentí agradecido de haber encontrado un grupo de personas que no sólo “hablaban mi mismo idioma”, sino que además trabajaban en la misma dirección de un modo organizado. Durante esa primera reunión, casi enteramente basada en la Psicología de la posible evolución del hombre , de Ouspensky, a todos los participantes se nos aconsejó explorar y vericar algunas
de las ideas en nuestra vida diaria. Con este propósito, nos dieron varias semanas entre cada una de las reuniones. La idea principal que veriqué inmediatamente fue la del sueño. Las semanas que
siguieron a la primera reunión pasaron sin que recordara tratar de vericar, vericar, ni siquiera una vez, las ideas ideas sugeridas. Todo ese tiempo
me la pasé en un estado de entusiasmo que surgió del del haber encontrado a este grupo de personas. Pero algo en mí que entonces reconocí como el “Diablo Benevolente” me impidió recordar que tenía que vericar las ideas. Lo más importante fue que cuando
compartí esta observación durante la segunda reunión, alguien señaló que esta era la razón principal por la que las escuelas existían: para ayudarnos mutuamente a recordar. Una vez más veriqué que por mí mismo no es mucho lo que puedo hacer, hacer, y esta
organización me ayudaría a recordar y trabajar con regularidad. “Esta escuela proporciona las condiciones ideales para el Trabajo.” T rabajo.” Aunque esto fue crucial en mi decisión de entrar, lo que me hizo sentirme como en familia fue que un número considerable de estudiantes había vericado que las Fuerzas Superiores eran la 27
energía conductora de sus vidas y de la Escuela misma. Estas personas provenían de modos de vida y circunstancias sociales totalmente distintas y, sin embargo, todas reconocían una serie de eventos claramente orquestados que las habían llevado a entrar en la Escuela. Algunos de estos eventos rayaban en lo inverosímil, y a menudo penetraban lo milagroso. Describirlos sería el trabajo de un novelista o de un poeta; yo no soy soy ni uno ni el otro. Insisto, estas personas sabían haber sido llamadas a trabajar juntas; cosa que no habían aprendido en la Escuela. Finalmente había encontrado no sólo una sino a varias personas que habían vericado el trabajo de las Fuerzas Superiores en sus
vidas y que trabajaban juntas con esta comprensión. Los nombres que la gente daba a las Fuerzas Superiores variaban de acuerdo con la formación de su centro magnético. Había quien se refería a ellos como los dioses, había quien los llamaba ángeles, aliados o simplemente Dios. En la Escuela se utilizaba un término tér mino un tanto clínico pero muy claro, es decir, decir, Inuencia C.
Me resultó también interesante que estudiaban las leyes cósmicas desde un punto de vista práctico. De tal forma for ma que un conocimiento que fácilmente se podría haber vuelto especulativo o incluso ideológico se convertía en una práctica diaria. Por ejemplo, la ley de octavas se estudia desde el punto de vista v ista de cómo “superar” los intervalos en el trabajo individual. O sea, mientras en una octava descendente los intervalos se superan mecánicamente y la octava simplemente sigue su curso. En una octava ascendente, como el trabajo sobre sí, es necesario hacer esfuerzos conscientes para superar los intervalos. Esta idea me ha resultado muy práctica; pues cuando he observado la pérdida de interés o entusiasmo en mi trabajo, lo reconozco como un intervalo que necesito superar. Además tiene un perfecto sentido que las tres líneas de Trabajo en la Escuela están diseñadas para impedir que la octava de la evolución se desvíe. Si uno entra en un intervalo en la primera línea, puede siempre hacer esfuerzos en la segunda o en la tercera líneas para seguir adelante en la dirección inicial. No es mi propósito describir todas las ideas presentadas en las 28
reuniones, sino sólo aquellas que me ayudaron a reconocer ésta como una escuela práctica. Pronto comprendí que esta Escuela no es un grupo de personas sino una red de individuos, dentro de este grupo de personas, concentradas en el mismo esfuerzo. Se me señaló desde el comienzo que esta Escuela “es real sólo cuando sus participantes son reales” , un uso práctico de la idea de Gurdjieff de que “la vida es real sólo cuando yo soy”. Cuando alguien no se recuerda a Sí mismo o hace el esfuerzo de recordarse a Sí mismo, no está en la Escuela. Se vuelve como cualquier otra persona de este planeta, inmersa en las actividades que mejor se acomodan a sus mecanicidades o necesidades orgánicas. De modo que cada vez que cualquiera de nosotros realiza una actividad que excluye o impide el T rabajo, simplemente no está en la Escuela. Desde el comienzo, la Escuela se presenta como esotérica, perceptible sólo por alguien que se recuerda a Sí mismo o que intenta recordarse a Sí mismo. El tiempo en la Escuela no se mide en años sino en la capacidad de estar presente. La segunda reunión fue presentada con la ayuda de un juego de barajas comunes, a través del cual se explicaban algunos aspectos de la infraestructura de la máquina humana. Lo usaban como esquema de lo que en la enseñanza se llama “las funciones inferiores”. Este esquema sirve para clasicar la multiplicidad de
“yoes” que uno observa en sí mismo. Ya que cuando uno dice “yo” no se trata de la totalidad de su ser; sino s ino de una parte de la máquina: ya sea proveniente del centro intelectual, del centro emocional, del centro motriz o del centro instintivo. Los “yoes” provenientes del centro sexual no se explicaron durante esa reunión. Y los centros emocional superior e intelectual superior se denieron como
dormidos. El concepto de sueño se reere a los centros superiores.
En esta reunión surgieron nuevas ideas muy prácticas. Una de ellas era la idea de la atención. Se describió la máquina humana como capaz de trabajar en tres niveles diferentes de atención, a saber: incontrolada y dispersa, controlada por un evento ya sea externo o interno; y controlada con esfuerzo. La última es de considerable importancia en la Escuela debido a que nos pone en e n la posición de 29
dividir la atención. De hecho, casi todas las reuniones y eventos de la Escuela requieren que uno cultive el control de la atención, o, en términos del Sistema, desarrolle los reyes de los centros. Por otro lado, la división de la atención, una característica del recuerdo de Sí, es por entero la responsabilidad del individuo. Ahora bien, en relación con la atención controlada, se nos aconsejó observar constantemente el trabajo de la parte intelectual del centro instintivo, o rey de tréboles, pues esta parte de la máquina es la que controla todas las demás; manipula su función y puede imitarla si es necesario. De hecho, en cuanto uno hace el esfuerzo de estar en los reyes de los centros, o sea, cuando uno controla su atención con el objetivo de despertar los centros superiores, puede observar que el rey de tréboles se despierta y reduce la experiencia a su propio nivel. El Diablo Benevolente de Ouspensky alude a este caso. Otro concepto esencial es que toda máquina nace con una de las funciones inferiores más desarrollada que las demás, y que esta función afecta el modo en que uno ve el mundo mientras los centros superiores duermen. Se llama el centro de gravedad mecánico. Es necesario descubrirlo y, al mismo tiempo, tratar de desarrollar (mediante la voluntad) un centro de gravedad basado en el Trabajo, que ayude al individuo a recordarse a Sí mismo más a menudo. Este centro de gravedad no es mecánico, y reside en el rey de corazones corazones o inteligencia emocional. emocional. En este nivel nivel de atención controlada, uno puede crear un mayordomo suplente y, posteriormente, un Mayordomo, el cual es la condición más alta a que puede llegar la máquina humana De allí que el rey de corazones se nos presentó como la puerta estrecha que conduce a los centros c entros superiores. Esta idea me explicó mis experiencias más elevadas con José Antonio Kahuil y resolvió mi pregunta: “¿Qué soy yo si no Rolando?”. En el Sistema se llama el Mayordomo. El Mayordomo no es una parte inherente a la máquina. Tiene que ser creado con voluntad para asistir al despertar de los centros superiores. La tercera reunión trataba sobre la máquina humana en conexión con el cosmos inmediato superior a la vida orgánica sobre la Tierra, o sea, el sistema solar. solar. Incluía una descripción de cada 30
tipo humano basada en el funcionamiento del sistema endocrino. De acuerdo con esta descripción, siete glándulas gobiernan la conducta humana y en cada persona el trabajo de una glándula prevalece sobre el de las demás. Esto da origen a una tendencia mecánica particular en cada persona, llamada rasgo principal o característica. Según la ley de los tipos de cuerpo, toda máquina humana tiende a actuar y reaccionar constantemente desde este rasgo principal, aún cuando las circunstancias requieran que actúe de manera diferente. José Antonio Kahuil me había hablado sobre la teoría de las inuencias planetarias y de las glándulas como receptores de tales inuencias; lo mismo que de la posibilidad de escapar de estas inuencias, pero nunca mencionó cómo hacerlo. En esta reunión se sugirió cómo librarse de las inuencias planetarias.
Todo comienza con la observación metódica de la máquina desde el punto de vista de cómo controlar su rasgo principal y su centro de gravedad, teniendo en cuenta las inuencias planetarias que
rigen en un momento dado. El descubrimiento del propio tipo es el primer paso. Más tarde supe que a un estudiante (un astrónomo) se le había asignado la tarea de seguir el movimiento de los planetas y de las lluvias de meteoritos, así como la aparición de tormentas solares, con el n de proveer a la Escuela un almanaque mensual de tales inuencias, tal como como lo hicieron las antiguas escuelas toltecas
con sus calendarios. También explicaban que gran parte de este esfuerzo requería la práctica de compartir observaciones entre los participantes de la escuela, ya que existe un número ilimitado de puntos de vista para el estudio del individuo. A esta práctica se le llama “dar fotografías.” Me tomó varios años de experimentos y errores antes de poder descubrir el tipo de mi máquina, su rasgo principal y su centro de gravedad. Ahora, encontrar la forma de neutralizar sus manifestaciones no tiene n. Sí, este es un esfuerzo permanente,
pues los rasgos principales forman parte de la estructura de la máquina. Uno los lleva de por vida.
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La posibilidad de recibir Inuencia C debe ser limitada, porque si no no se usa, ¿para ¿para qué desperdiciarla? desperdiciarla? Ouspensky
VI Al nal de la tercera reunión, que fue muy breve, se ofreció
información sobre la Escuela en general, incluyendo las donaciones necesarias para su desarrollo y manutención. Esto representó un problema insuperable para algunos. A mí me resultó evidente, pues ya había participado en varias organizaciones que dependían exclusivamente de los esfuerzos y medios de sus participantes. En n, desde el inicio comprendí que la Escuela es como una
cena en la que cada invitado aporta lo que está al alcance de sus medios. Por supuesto, se exigió un mínimo que cada quien debe aportar mensualmente. Este requisito se basa en una de las ideas fundamentales del Sistema que establece que, en el Cuarto Camino, el trabajo sobre sí mismo comienza al nivel del Buen Amo de Casa: “El Trabajo puede requerir gastos de viaje, etc... Si alguien tiene su vida tan mal organizada que 1000 rublos le resulta un problema, lo mejor es que no emprenda este trabajo. Esta exigencia nos permite darnos cuenta de quién es capaz de trabajar con nosotros.” Gurdjieff
Durante esta última reunión se dio espacio a preguntas relacionadas con la enseñanza y la Escuela. Mi primera pregunta fue: — ¿Quién es el Maestro? Me dijeron que se llamaba Robert Burton, que vivía en California y que podía conocerlo sólo después de haber trabajado en el centro por un año. Cuando notaron mi impaciencia me dijeron que tenía un año para aprender a esperar. Mientras tanto, me puse a leer y a traducir las reexiones de este hombre, e hice una revista en
español basada en las traducciones de sus pensamientos. Durante todo ese año pensé que era lo más que podría acercarme a él. Esto era suciente, porque pude darme cuenta de que este hombre,
no importa lo que dijera, repetía el mismo mensaje una y otra vez: “Recuérdate a Ti mismo”. Ouspensky había señalado previamente previamente 32
que el “recuerdo de Sí” es la práctica central del Sistema, y Robert Burton lo señalaba una y otra vez. Robert se concentraba en el Ser que tiene que ser recordado. Al mismo tiempo advertí que este hombre hablaba de verdades que yo ya sabía sabía desde el inicio de los tiempos. Robert Burton armaba hechos que yo conocía de niño pero que era incapaz de articular; practicaba ideas que yo había concebido durante mi adolescencia, pero a las cuales no había podido aferrarme, por estar demasiado distraído. Él podía señalar lo esencial y presentarlo como un todo ordenado y renado. Como Como el Ibis Sagrado Sagrado de los egipcios, egipcios, él
extraía la verdad del lodo de la imaginación y con ella alimentaba a sus criaturas. Por otra parte, descubrí algo más durante ese período. Pude percibir claramente que los estudiantes que nos visitaban con regularidad desde el corazón de la Escuela, donde vivía Robert Burton, en el norte de California, habían sido expuestos a un tipo peculiar de inuencia y trabajo. Su energía era muy distinta de la
de aquellos estudiantes y maestros viajantes que nos visitaban v isitaban de otros centros. Una vez lo mencioné a uno de ellos, Walter, quien después de mostrarse de acuerdo con mi observación me dijo con una sonrisa: —Sí, por ahora estamos trabajando t rabajando con la energía que recibimos de Robert. Pero quien quiera acumular el mismo hidrógeno y cristalizarlo dentro de sí, tendrá que hacer esfuerzos continuos y organizados. Encontrar la Escuela no tiene nada que ver con encontrar a un grupo de personas que comparten los mismos ideales. Signica, en cambio, encontrar una línea de acción especíca en la que de estas personas se hallan empleadas y, lo que es más, algunas de
encontrar a un grupo de personas formado y sustentado por una inteligencia superior. Ahora bien, con el n de conectarse
con esta inteligencia superior, es necesario despertar los centros superiores; no existe otra manera. Si alguien trata de despertar nuestros centros superiores y nosotros no hacemos un esfuerzo recíproco, el centro instintivo hará de nuestros esfuerzos parte de sus sueños o pesadillas. Entre las personas del centro en esa época, había una en particular 33
hacia la cual me sentí atraído desde el inicio. Gracias a la repetición, todos habían aprendido bien las ideas, pero esta persona tenía una facultad especial para vericar la practicidad de cada idea del
Sistema. La Señorita Goldstein era una psicóloga, pero más que nada era una persona perceptiva y de sangre muy dulce. Me daba la impresión de ser un genio de cuatro años jugando en el campo de la psicología humana; muy simple y casi ingenua por el modo en que leía la conducta humana. Esta habilidad innata, acompañada de de una sólida comprensión del Sistema, Sistema, la convertía en una maestra notable. Mientras otros integrantes del centro se limitaban a compartir sus observaciones personales del Trabajo, ella se enfocaba en tratar de probar cómo las ideas del Sistema se integraban a cada aspecto de nuestras vidas y cómo cada idea fundamental requería del esfuerzo de la división de la atención. Lograba hacerlo manteniendo un cierto desapego. No me di cuenta en ese entonces del signicado de nuestra relación, pero
más adelante comprendí que nuestras conversaciones habían sido esenciales en el desarrollo de mi mayordomo suplente. No había pregunta o problema en nuestras conversaciones que no condujeran a la observación y la clasicación de mis mecanicidades
en términos del Sistema. De hecho, gracias a su instrucción me embarqué en los primeros esfuerzos serios e invisibles y realmente vi los resultados de los mismos. Sólo mencionaré un ejemplo en particular para ilustrar cómo sucedió esto. Fue una experiencia muy intensa que me llevó a otra vericación aún más intensa int ensa y devastadora.
Cuando entré en la Escuela, invité a mis amigos más cercanos a asistir a las reuniones para estudiantes prospectivos. Incluso le escribí una carta a José Antonio Kahuil comunicándole mi hallazgo. (Meses más tarde me llegó una respuesta típica de él: “¿Se acuerda usted de Oliver Twist? Sus dicultades comienzan
cuando pide más”.) Sucedió que la única persona que ingresó en la Escuela fue mi pareja. Todo estuvo bien por un tiempo, hasta que ella empezó a implicarse con un estudiante del centro. La manera en que nos enteramos fue inesperada y atroz. 34
La primera cosa interesante acerca de este choque fue que, como el centro era muy pequeño y nuevo en esa época, todos se dieron cuenta del asunto, y quedaron hasta cierto punto conmovidos. Sin embargo nuestras reuniones nunca perdieron su enfoque y energía na. La forma permaneció intacta a pesar de la tensión
creada por el inconveniente; pues todos formábamos parte de la misma Escuela y todos teníamos que trabajar con la situación más de nuestra moralidad y allá de nuestras posibilidades, más allá de nuestros más delicados sentimientos. Para empezar, el hecho de que la gente se pusiera de mi lado fue descrito por la Señorita Goldstein como un buen ejemplo de la ley de la Dominancia Femenina 6. El hecho de que yo viera su observación como algo escandaloso simplemente probaba que ella estaba en lo cierto. Y, según lo veo ahora, estaba en lo cierto. Esa fue la primera vez que experimenté esta ley operando en mi interior. Según nuestra moralidad local, estas dos personas habían hecho algo denitivamente ilícito que requería un castigo. Pero desde el
punto de vista de un objetivo superior que todos compartíamos, el enfoque residía en la gran oportunidad que este choque ofrecía en términos de estudio y control contr ol de mí mismo. Así que, básicamente, tenía que sentirme afortunado. La Señorita Goldstein poseía una mente tan ágil que usó esta oportunidad para ayudarme a poner en práctica las ideas básicas del Sistema. La principal era ver las emociones negativas como Hidrógeno 12 que yo podía transformar en Recuerdo de Sí. Llegó un momento en que pregunté: — ¿Cuál es el esfuerzo correcto del momento? —Mira— respondió—, trata de verte de Rolando. Cada vez que logres no expresar negatividad y verla como hidrógeno 12, verás tu verdadero Ser. Era una forma muy buena y muy difícil de formular el esfuerzo. Pero lo puse en práctica lo más que pude, tratando de aferrarme a esa nueva comprensión como a una tabla en medio de un mar violento. Esta fue también la primera vez que veriqué lo que 6 La dominancia femenina femenina es la ley que mantiene a la gente en los límites de la conducta convencional. 35
signica aplicar el primer choque consciente; o sea, tratar de
no expresar emociones negativas y separarse de ellas. Aplicar el segundo choque consciente, la transformación de las emociones negativas, dependía del éxito de ese primer esfuerzo. La Señorita Goldstein era una persona atenta y muy profesional. No se puso de parte de nadie mientras duró el evento; simplemente trabajaba en privado con cada una de las partes implicadas. Aunque no sé qué le dijo a los demás, al nal se sugirió que mi
ahora ex pareja debía tomar su nueva relación en serio y que yo tenía que seguir adelante con mi trabajo. Esa experiencia fue increíblemente humillante; parecía no tener n, pues todos nos reuníamos varias veces por semana y
trabajábamos juntos en segunda y tercera líneas. De modo que esencialmente me tocó ser testigo de este nuevo nuev o romance y trabajar con mis reacciones al mismo. Cada vez que no tenía éxito en mis esfuerzos, el centro instintivo simplemente hallaba maneras de eliminar la energía producida dentro de la máquina. Lo hacía de varias maneras, ya sea escribiendo poesía, o con ataques de ira, o hablando mal de quien le había creado tal sufrimiento. Aplicar las ideas del Sistema en esa época fue como luchar en la oscuridad contra una fuerza invisible, pero conaba en las Fuerzas
Superiores y en la Señorita. Goldstein, y comprobé que el Sistema funciona. Varias Varias semanas más tarde, llegué a vericar el despertar
de los centros superiores, superiores, algo de la misma naturaleza que que lo que había probado con el peyote bajo la asistencia de José Antonio Kahuil. Es un estado de calma y silencio, en que el Ser es testigo de la existencia como un juego o una obra de teatro. No se pone la propia identidad en nada de lo que sucede en el momento, ya sea dentro o fuera de uno mismo. Sin embargo, mientras el peyote me había proporcionado el mismo resultado en cuestión de minutos (aunque también una tremenda náusea), esta vez me había tomado semanas de noches de insomnio y días interminables tratando de separarme de los más violentos pensamientos y emociones. Esa fue la época, también, en que tuvo lugar en mi cuerpo un suceso extraordinario. Una madrugada, estaba acostado en mi cama sin poder dormir, deshecho y rendido de tratar de detener una y otra vez los mismos 36
pensamientos y las mismas imágenes recurrentes y dolorosas. De pronto sentí que todo mi cuerpo empezó a temblar, presa de un frío helado y al mismo tiempo ardiente. Una potente energía recorrió mi cuerpo, como si una violenta ráfaga lo estuviera restregando. Entonces, de una manera totalmente repentina, una luz blanca, como un trueno, explotó en mi frente, dejando una leve pulsación que duró por mucho tiempo. Me quedé en la cama por un rato, esperando a ver qué seguía a tal experiencia. Nada. Me sentí templado y entero. Las emociones negativas de las cuales había tratado de separarme durante el último mes habían desaparecido; me hallaba en un estado neutral. Miré en torno a mi habitación. Aunque estaba todavía oscuro, sentí la tenue claridad del alba. Me quedé en la cama, agradecido. Cuando nalmente la luz reveló re veló
el cuarto, me levanté y me fui a dar un paseo por el viejo barrio en que que vivíamos. vivíamos. Era una hermosa mañana. Había llegado a ser lo que estaba buscando y, aunque la dicultad y el esfuerzo requeridos para alcanzarlo no habían sido insignicancias, me sentí agradecido de haber nalmente aparecido. Sin embargo, algo
en mí quedó totalmente asustado. Si bien sabía qué era, no lo llamé “el centro instintivo” en ese entonces. Desde ese momento, mi meta ha sido aprender a recuperar ese estado y hacerlo permanente, aunque el centro instintivo se despierta cada vez con mayor fuerza en su intención de frenar mis esfuerzos. Me acordé entonces de que por este e ste motivo las Fuerzas Superiores deben arreglar circunstancias en nuestra vida que produzcan suciente fricción y energía para que se maniesten los centros
superiores; pues en general nosotros somos incapaces de producirnos la fricción a voluntad. Una vez experimentada la tremenda lucha para transformar el sufrimiento, el centro instintivo hará todos los esfuerzos posibles para evitar que le vuelva a suceder. Así que las Fuerzas Superiores tienen que usar las tendencias e identicaciones de la máquina con el n de producir
lo que llamamos “un episodio de fricción”. Los episodios de fricción no están diseñados para purgarnos o ayudarnos a cambiar la conducta de la máquina; nadie espera que nos volvamos buenos sino que transformemos la energía producida por ellos en la presencia de la divinidad interior. interior. Pero el esfuerzo para producir los centros superiores durante un episodio 37
de fricción depende únicamente de nosotros. Tenemos que emplear toda nuestra voluntad contra las reacciones mecánicas de la máquina, porque mientras (en este caso) la máquina clama “justicia”, “castigo” etc., la divinidad interior simplemente lucha por aparecer y ser. A veces, sin embargo, tales episodios de fricción pueden ser el resultado de la ley de accidente, del destino o de la ley de causa y efecto. Es lo mismo para quien quiere despertar; hay que aprovecharlos igualmente. Desafortunadamente, la Señorita. Goldstein, con toda su belleza y sabiduría interiores, no comprendía los los mismos principios que tan ardua y amorosamente me había inculcado. Años más tarde, ella misma pasó por un episodio similar, similar, más bien peor, peor, al mío. Su pareja la dejó por otra estudiante del centro, lo cual le creó una atmósfera interna idéntica a la que yo había atravesado. Cuál no fue mi sorpresa y profunda pena al ver que no había modo en que ella pudiera pensar entonces en términos del Sistema. Ella misma no había creado la voluntad para transformar o separarse de la negatividad, ni para aplicar alguna de las ideas que tanto me había alentado a poner en práctica. Simplemente comenzó a hundirse en una emoción negativa tras otra, hasta que nalmente
desapareció de la Escuela; y, más tarde, se alejó del centro. Fue una vericación devastadora de la diferencia entre conocimiento y
ser: ver que mi mentora, quien me había inspirado y ayudado de una manera tan organizada y amable, no quería escuchar lo mismo en relación consigo misma. Todo lo que quería era “¡Que le corten la cabeza!” Y tenía razón; desafortunadamente tenía toda la razón. Porque como Ouspensky observó en relación con la negatividad: “Peor para usted si tiene razón de expresar negatividad”. Lo último que deseo agregar es que ésta no fue la única vez en que me encontré con un “episodio de fricción” de esta naturaleza. Por una razón entonces oscura para mí, pero hoy evidente, seguía atrayendo el mismo acontecimiento una y otra vez, por más de diez años (siempre vinculado con relaciones), hasta que pude neutralizar la mecanicidad que me inducía a embarcarme en esa particular pérdida de energía. Una vez le pregunté al Maestro por qué tenía que pasar por la misma clase de fricción una y otra vez. 38
Según me acuerdo, me dijo: —Las Fuerzas Superiores quieren que internalices tus esfuerzos. Debo decir que me tomó muchos años de observación neutral y de ayuda tanto de las Fuerzas Superiores como de la Escuela, antes de ponerme en la posición de cambiar algo internamente; y aunque esta mecanicidad se halla aún latente, logro mantenerla pasiva. Como señalé antes, uno no se deshace de ciertas mecanicidades de una vez por todas; más bien desarrolla la voluntad necesaria para controlarlas. Esencialmente la mecanicidad no tiene nada de malo; forma parte del plan cósmico. Pero en el Cuarto Camino la mecanicidad se utiliza como herramienta para despertar los centros superiores. Hasta hoy en día, cada vez que veo surgir esta mecanicidad, tengo que hacer grandes esfuerzos para controlarla, aunque no tan gigantescos como la primera vez.
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Aquí nadie puede dormir, todo mundo tiene quien le pise los callos. R. Zimmerman
VII Poco después de que entré en la Escuela, se nos pidió rentar una casa, no simplemente un departamento sino una verdadera casa: de preferencia con un jardín o una infraestructura que facilitara octavas de tercera y segunda líneas. Se llamaba “casa de enseñanza” porque nuestras reuniones y eventos tenían t enían lugar allí, pero principalmente porque sólo estudiantes de la Escuela podían vivir en ella. Algunos de nosotros nos ofrecimos a mudarnos y hacernos responsables de pagar la renta y los gastos generales de la casa. Este es un buen ejemplo de tercera línea. O sea, somos los estudiantes quienes debemos proporcionar las circunstancias que crean oportunidades de participar en las tres líneas de Trabajo. Las casas de enseñanza son un buen ejemplo de lo que signica
establecer una escuela esotérica en medio de la vida. Creamos en conjunto un espacio, un contexto, que no pertenece a nadie y que es útil a todos. Es decir, decir, nadie es el dueño en una “casa de enseñanza”, es un espacio común para el trabajo interno. Las reglas y los ejercicios propuestos en una casa de enseñanza son concebidos por el Maestro y cada individuo es responsable de practicarlos internamente. Una casa de enseñanza es un ambiente especialmente útil para aprender a trabajar sobre sí mismo, pues uno se halla inmerso por completo en la Escuela. El ambiente que creamos en ella nos ayuda a concentrarnos en el Trabajo después de pasar el día con personas ajenas al mismo. Así que, sin pensarlo dos veces, mudé. Una función importante de estas casas de enseñanza ha sido, por un lado, aprender a controlar la propia conducta en relación con los demás y, al mismo tiempo aprender a vivir con sus manifestaciones desagradables. O sea aprender a convivir a pesar de nuestras diferencias, porque sabemos que nos necesitamos unos a otros como constantes recordatorios y refuerzos en el Trabajo. T rabajo. El Maestro dijo una vez que no las llamaba “casas de fricción” porque, si lo hubiera hecho, nadie se hubiera querido mudar a ellas. Hay que subrayar que para aprender algo en una casa de enseñanza es 40
necesario mantenerse alerta. Igualmente, Apolo, el corazón de la Escuela, es un contexto de Trabajo para todos, pero no es propiedad de nadie. Por supuesto, de vez en cuando las Fuerzas Superiores dejan entrar en la casa de enseñanza a uno que otro maleducado, incluso muchas veces ajeno al Trabajo, simplemente para para poner presión en los estudiantes. En general, aparte del interés de cada individuo en el Trabajo, casi no hay anidad en términos de personalidad o
de esencia entre los que viven en una casa de enseñanza. Y cuando hay anidad, a menudo termina siendo una distracción.
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Todo maestro o gurú es un especialista en algo preciso. Gurdjieff
VIII Después de leer varias anécdotas sobre Gurdjieff y Ouspensky de gente que los había conocido en persona, me resultó claro que el centro de gravedad mecánico de Gurdjieff era el instintivo-motor y que su enseñanza se basaba en esa función. El de Ouspensky, en cambio, era el centro intelectual y su enseñanza también tomó el carácter de este centro en particular. particular. Robert Burton está centrado en el centro emocional, de modo que la forma de nuestra Escuela se basa en esa función. De hecho, cuando entré en la Escuela alguien me describió su enseñanza como “El Arte de Vivir”. Vivir”. Robert Burton no enseña con danzas sagradas como Gurdjieff; tampoco nos pide que tratemos de pensar como si ya fuéramos conscientes. Sus reuniones no son en forma dialéctica, como las de Ouspensky. Robert Burton ha creado una forma social que nos ha exhortado a aprender a vivir y a trabajar juntos por largo tiempo como amigos, tolerando las debilidades ajenas y tratando de controlar las propias. propias. Esta última frase puede sonar fácil fácil e incluso ideal, pero se ha demostrado una de las tareas más difíciles jamás exigida a un ser humano. A diferencia de las amistades de la vida, las amistades en la Escuela no son mecánicas; requieren constante esfuerzo consciente. Como parte de la enseñanza de Robert Burton, se nos pidió organizar cenas formales, visitas a museos y funciones de ballet, escuchar la música clásica más renada y leer a los grandes de la
literatura clásica. En breve, se nos pidió rodearnos de impresiones bellas y renadas para alimentar a la esencia con hidrógenos nos
mientras dividimos la atención. Ese es un aspecto muy atractivo de la forma de la Escuela, pues uno se expone a las expresiones más altas de cada cultura. Como un resultado lateral, a través de todos estos años, muchos estudiantes de todo todo el mundo han recibido una educación que no habrían perseguido de haber sido dejadas a su propio arbitrio. Además, la forma de las reuniones sociales de la Escuela (diseñada para servir como escenario para la enseñanza de Robert Burton, 42
pero también para proporcionar las condiciones que den cabida a las tres líneas de Trabajo) puede resultar agradable para un recién llegado, y hasta cierto punto glamorosa. Hay que vestirse elegante; y tratar de mantener la conversación en un nivel elevado, con un tema único intencionalmente elegido. Se crea una atmósfera muy distinguida que a menudo incluye a asistentes y meseros vestidos de etiqueta. Asimismo se ofrece comida y vino de la mejor calidad. Externamente la forma parece una serie de recepciones de la alta sociedad. Con los años esto ha atraído a gente ge nte no necesariamente interesada en el Trabajo sino más bien fascinada por su forma. Estas personas vienen, se solazan por un tiempo; al nal se aburren
y se van. Lo que al inicio no se nota es la cantidad de dinero, preparación y esfuerzo que cuesta poner en pie todo esto. Toda T oda la comida y la preparación del lugar, el lavado de platos y ollas, así como volver a poner todo en orden, muchas veces trabajando hasta las altas horas de la noche, son actividades llevadas a cabo por estudiantes que, en general, no tienen una anidad por la tarea, pero que la
emprenden por propia voluntad. En cuanto a la mayoría de los estudiantes que juegan el papel de invitados y donadores, la forma de los eventos de la Escuela les es tan extraña que asistir a ellos resulta siempre un gran esfuerzo. El estilo de vida proyectado en ellos resulta incómodo para la mayor parte de nosotros, que provenimos de contextos diferentes de éste. Por lo tanto, los centros instintivos de casi todos los estudiantes se sienten constreñidos cuando se visten con atuendos elegantes. No se sienten a gusto hablando con gente que apenas conocen, y tampoco aprecian tener que comportarse de una manera cordial. Asistir a un evento implica el esfuerzo de estar en los reyes de los centros o controlar la atención aún desde el momento en que uno se prepara para él. Con frecuencia uno tiene que arrastrar a su centro instintivo a un evento, como si fuera un burro. Habiendo observado esto, una vez le pregunté a Robert cómo se las arreglaba él mismo para asistir a todos esos eventos, puesto que él siempre tiene que estar en ellos. Según recuerdo, me dijo: —La máquina tiene limitaciones que el tercer ojo no tiene. 43
Lo profundo sólo puede llamar a lo profundo. Christina Rossetti
IX Al inicio resulta relativamente fácil pensar en todos los estudiantes es tudiantes de la Escuela como amigos en el Trabajo. Tarde o temprano uno se da cuenta de que no siempre es así. Con el tiempo sucede lo inevitable: empiezan a crearse amistades y tensiones mecánicas. Es decir empieza a crearse la multiplicidad de interacciones inconscientes posibles en el contexto de una sociedad formada por seres humanos; casi ninguna de ellas relacionada con el Trabajo. Aparecen atracciones sexuales, amistades y enemistades basadas en hábitos o rasgos; y grupos basados basados en nacionalidad, nacionalidad, raza raza o estatus social. Tomó su tiempo de observación el poder darnos darnos cuenta de que no todas nuestras interacciones con otros estudiantes en la Escuela se basan en el Trabajo; en especial aquellas que se dan fuera del ámbito de un centro o de la forma de la Escuela. Nos dimos cuenta que era necesario separar la Escuela de su cuerpo físico, que se llama la “Fellowship of Friends” , no hay que confundir la una con el otro, porque ninguno de ellos es lo que parece. Hay que ser selectivo y escoger a las personas y las circunstancias correctas que verdaderamente favorezcan nuestro trabajo interno. Pues así como muy pocos “yoes” producidos en la máquina se relacionan con el Trabajo, muy pocas personas en la Escuela se hallan realmente conectadas con el Trabajo en un momento dado, ya que las tendencias relacionadas con el Trabajo no son mecánicas. O sea, la tendencia a dividir la atención, a recordarse a Sí mismo, a crear un yo observador, a crear un mayordomo, a recordarnos mutuamente el Trabajo: estas tendencias siguen siendo una lucha momento a momento. Todos los miembros de la Fellowship of Friends estimulan nuestra mecanicidad; pocos estimulan nuestro trabajo. De vez en cuando me ha tocado atravesar por el penoso proceso de abandonar una amistad o relación que empezaba a convertirse c onvertirse en una especie de mutua condescendencia, para nada conectada con el Trabajo. Sin embargo el más doloroso de todos estos episodios será siempre mi separación de la Señorita Goldstein. 44
Todos necesitan desesperadamente un ejercicio denido ya sea para seguir adelante que para su vida externa. Gurdjieff
X Desde el inicio se nos dio una serie de “ejercicios” para introducir en nuestra vida diaria. Me permito redundar al mencionar que a lo largo de los años estos ejercicios nos han ayudado a “ejercitar” la atención controlada y la voluntad. Los varios caminos evolutivos usan diferentes ejercicios y técnicas para desarrollar estas capacidades nuevas en el ser humano, es decir, decir, la atención y la voluntad. Algunos utilizan el ayuno, otros la oración, otros la danza, otros ejercicios respiratorios o mentales. Cabe notar que todos estos ejercicios son, por así decirlo, tareas articiales. A menudo no tienen nada que ver con las necesidades
de la máquina y a veces incluso van contra la propia naturaleza. Ahora bien, como éste es el Cuarto Camino y tiene lugar en la vida, los ejercicios para el desarrollo de la voluntad y la atención tienen que basarse en las actividades de la vida ordinaria, de modo que son invisibles. Por ejemplo en nuestra Escuela hay ejercicios relacionados con la comida, la bebida, el uso del idioma, el sexo, las relaciones humanas, etc... En su mayoría no parecen nada en especial; se basan en el sentido común y las buenas costumbres. Por ejemplo: tenemos ejercicios tales como abrocharnos el cinturón de seguridad cuando viajamos en auto, procurar no interrumpir mientras otro está hablando o evitar tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Algunos de estos ejercicios se han hecho permanentes (aquellos directamente conectados con la forma de la Escuela y el control de la atención en el centro emocional), pero la mayoría se van modicando a medida que se convierten en hábitos mecánicos.
“Todo ejercicio real requiere del recuerdo de Sí.” Por otro lado, podemos observar que el rey de tréboles toma literalmente los ejercicios, es decir como reglas que debe seguir para parecer aceptable en el contexto de la Escuela. A veces incluso llega al grado de adoptar un ejercicio como parte de su personalidad o de 45
su estilo de vida, de modo que, en el sueño, tiende a transformarse en policía de tal o cual ejercicio. En otros casos se opone a ciertos ejercicios pensando que evitarlos no perjudica su idea imaginaria de la evolución. Aunque existen muchas formas erradas de relacionarse con los ejercicios, todos están diseñados para el recuerdo de Sí y el control de la atención en el momento. Aparte de los ejercicios, el Maestro da sugerencias y tareas personales, basadas en observaciones directas de las mecanicidades de sus estudiantes. Algunas de estas sugerencias y tareas son fáciles de cumplir; otras, en cambio, ponen a uno cara a cara con el enemigo interno.
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Para ser verdadera, la enseñanza debe ser una de tantas. Si es única, signica que es inventada. Ouspensky
XI No sabía nada del Cuarto Camino o del Sistema hasta una o dos semanas antes de asistir a las reuniones introductorias. Igualmente desconocía la existencia de otras escuelas o grupos conectados con Gurdjieff o con Ouspensky. Tuve suerte en este caso pues llegué con una mente fresca y abierta tanto al Sistema como a la Escuela. Aparte de José Antonio Kahuil, no tenía modo alguno de comparar el Trabajo de esta Escuela con el de otras: simplemente vi que los estudiantes trabajaban en la misma línea en que José Antonio Kahuil me había encaminado, así que empecé a trabajar con ellos. Más adelante, me enteré de que hay otras escuelas e instituciones relacionadas con el Trabajo tal como lo presentan Gurdjieff y Ouspensky, y que cada una de ellas declara ser la legítima heredera de las enseñanzas de Gurdjieff. Algunas incluso han cuestionado la autenticidad de nuestra Escuela. Se ha señalado antes que la tendencia a creer ser los únicos elegidos es inherente inherent e en la mayoría de las personas que persiguen un sendero espiritual, pero esto nunca ha afectado el trabajo de otros. No hay forma de saber si las Fuerzas Superiores trabajan con otras escuelas o grupos. El relato de Alejo Carpentier, Carpentier, “Los Advertidos” 7, ilustra mi comprensión al respecto. Por otro lado, ponerse a cuestionar la legitimidad de los esfuerzos ajenos es una desviación y una pérdida de tiempo. Cuando entré en la Escuela vi que los esfuerzos requeridos y estimulados en el individuo son esotéricos. Además vi que las prácticas de la Escuela se relacionan con el despertar de los centros superiores y, lo que es más, veriqué que los esfuerzos reales
conducen a resultados reales. No hay disciplina en la Escuela que no esté conectada con la necesidad de desarrollar un tipo especial de atención; toda disciplina requiere del recuerdo de Sí. El factor fundamental que mantiene en pie esta Escuela es que la mayoría de la gente vericaron el trabajo de las Fuerzas Superiores
en sus vidas antes de encontrar la enseñanza o de conocer a 7 La Guerra La Guerra del tiempo y otros relatos . 47
Robert Burton, y continúan vericando esta inuencia día con día.
Sabemos que las Fuerzas Superiores nos han dado este Sistema, del mismo modo podrían habernos dado otro, y que igualmente nos han dado los unos a los otros para que trabajemos juntos. Todos hemos reconocido esto al encontrar la Escuela. Por otro lado, quien descubre el concepto de las Fuerzas Superiores a través de la Escuela sin haberlas vericado antes está e stá destinado
a negar su existencia o a relacionarse con ellas de un modo ingenuo; y sobre todo, a pensar en ellas en términos tér minos de sus propias necesidades orgánicas.
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Diré lo que Tú pongas en mi corazón; sólo eso saldrá de mis labios. Huehuetlahtolli
XII Durante el año que pasé en el centro, recibimos visitas de una serie de estudiantes provenientes de todo el mundo. Estos estudiantes tenían cierta experiencia en el Trabajo y, obviamente, conocían bien las ideas. Jugaban el papel de instructores para los estudiantes nuevos. Algunos sobresalían en la capacidad de explicar el Sistema, así como en la habilidad de convertir cada situación en una oportunidad de trabajo. A lo largo de los años, el número de tales estudiantes viajeros se ha incrementado, y no pocos han llegado a ser excelentes maestros del Cuarto Camino. Para alguien que está en el proceso de volverse un ser consciente, pero que no ha alcanzado su meta en forma permanente, el papel de maestro tiene sus riesgos. Aunque este papel pone cierta presión en nuestra primera línea, hay que recordar que ni el Sistema ni la forma en que facilitamos su asimilación nos pertenece. Es vital tener en mente que este papel es un vehículo para el trabajo de las Fuerzas Superiores, que uno es un mensajero, no el mensaje, ni el que lo manda. Del mismo modo, cuando uno transmite un mensaje esotérico tiene que esforzarse por SER la esencia de ese mensaje. De lo contrario, el rey de tréboles toma este papel en forma personal mientras es usado para diseminar la enseñanza. En general, gracias a su constante repetición, estas ideas son fáciles de absorber y recordar. El reto es ponerlas en práctica constantemente. Estas ideas no nos pertenecen. Lo que nos pertenece son nuestros esfuerzos conscientes para ponerlas en práctica.
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El orden del mundo inferior es sólo una imagen del orden del mundo superior. Ibn Gabirol
XIII Después de un año estaba más que dispuesto para emprender el viaje a California California y conocer a Robert Burton. Por ese entonces ya había leído varios relatos, tanto de Gurdjieff como de Ouspensky, de modo que me imaginaba a Robert Burton parecido por lo menos a uno de los dos. Más adelante me di cuenta de que así era, pero no sabía a cuál de los dos se habría parecido y de qué manera. Antes de visitar el corazón de la Escuela, por ese entonces llamado “Renaissance”8, visité varios centros en California. En ellos recibí mi primer choque cultural dentro de la Escuela. Vi que su forma adopta un carácter diferente según la cultura cu ltura en que se materializa. No entraré en detalles acerca de esto; en general es como ir a otro país y vericar que el café se prepara de un modo totalmente
distinto de como lo hacía mi mamá. Esto me ayudó en el proceso de aprender a separar la forma de la Escuela de la Escuela en sí. Cuando llegué a Palo Alto, California, veriqué que la Escuela
estaba allí; la forma de la Escuela también estaba allí, pero todo tenía un sabor ligeramente distinto. Años más tarde, después de vivir en varios centros europeos, mexicanos y estadounidenses (incluyendo “Renacimiento”), aprendí a diferenciar entre la Escuela y la Fellowship of Friends. La Fellowship of Friends es la infraestructura; la Escuela es el trabajo de las Fuerzas Superiores al interno de esta infraestructura. La Fellowship es un grupo de personas que trabajan juntas con un objetivo común; la Escuela es la Presencia invisible que se maniesta en algunas de estas personas: una atmósfera sagrada.
Además, la Fellowship of Friends tiene lugar en la vida orgánica sobre la Tierra y atrae a todo tipo de personas no siempre conectadas con el trabajo esotérico (aunque siempre crean oportunidades para el Trabajo Trabajo). ). Esto Esto nos ha deja dejado do ver ver que si bien bien la Escu Escuela ela está está abie abierta rta a todo individuo que entra en su campo de acción invisible, no todo aquel que entra en la Fellowship está destinado a recibir su inuencia. 8 Al inicio se llamaba “Vía del Sol”, después después “Isis” y en la actualidad actualidad se llama “Apolo”. 50
Se ha señalado que sólo quien se encuentra en un estado superior o quien trata de alcanzar un estado superior puede percibir y comprender la Escuela. Cuando uno se encuentra en el segundo estado de conciencia, lo único que puede ver es la Fellowship of Friends; de modo que está destinado a percibir sólo su forma externa y sus aspectos mecánicos, los cuales son de la misma naturaleza que los de cualquier otra organización compuesta de seres humanos. En otras palabras, los seis procesos cósmicos tienen lugar dentro de la Fellowship of Friends y sólo uno de ellos es de naturaleza consciente. En cuanto a los otros cinco, hemos aprendido a trabajar con ellos mejor que hemos podido.
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Dios no da; sólo la Naturaleza da. Gurdjieff
XIV Cuando emprendí mi primer viaje al corazón de la Escuela con el objetivo de conocer a Robert Burton, ni siquiera logré llegar. Como me había ido por San Francisco, me quedé unos días en el centro, esperando el n de semana, que era cuando los estudiantes viajaban
a “Renacimiento”. El automóvil en que viajábamos se descompuso poco antes de llegar a la ciudad de Sacramento, así que tuvimos que pasar la noche en un hotel. (En esos días el viaje a “Renacimiento” desde San Francisco era una odisea.) Cuando por n repararon el
auto, el estudiante que me había de llevar tuvo que regresar a San Francisco a trabajar. trabajar. Así que me tocó esperar hasta el n de semana
siguiente, cuando otro estudiante pudiera llevarme. El día en que nalmente llegué a “Renacimiento”, me enteré de que
Robert Burton estaba de viaje. Mientras tanto, en San Francisco conocí a un estudiante muy amable a quien Robert había denido como lo que en el Sistema se
llama un “Hombre “Hombre Número Cinco”. Me dio la clara impresión de de ser un hombre muy amable y atento, pero no percibí nada más que eso. Sin embargo, el hecho de que hubiera sido señalado por el Maestro me hizo pensar que probablemente yo no sabía lo que era un hombre número cinco; además la gente lo trataba con especial respeto. Unos meses más tarde, este estudiante dejó la Escuela y comenzó su propio grupo, llevándose consigo a quienes quisieran seguirlo. Esta noticia me dejó un poco confundido, pero un estudiante me señaló acertadamente que uno no puede cimentar sus propios esfuerzos en los de otro, sea o no sea un hombre número cinco. Con el paso de los años, advertí que de vez en cuando Robert indica a ciertos estudiantes como prominentes en términos de la enseñanza. Tales estudiantes se convierten por un tiempo en instructores o maestros para los estudiantes nuevos. En la gran mayoría de los casos ésta ha demostrado ser una prueba; ya que la máquina tiende a sepultar los esfuerzos reales bajo un papel de servicio y a pensar que la enseñanza le pertenece. En el caso de aquel estudiante, lo último que supe es que su grupo terminó por disolverse y él volvió a su vida normal, nor mal, trabajando como mesero en un restaurante. Hace poco murió en casa de su madre. 52
Cuando alguien nuevo llega con su equipaje, se lo quitamos inmediatamente (…) Por eso los que entre ustedes ignoran esto tienen la impresión de que aquí sólo aceptamos a gente estúpida, perezosa perezosa y densa; en una una palabra, la pura pura chusma. Gurdjieff
XV Mi trabajo de maestro me permitía pasar el verano en California, así que cuando decidí visitar el corazón de la Escuela sabía que sería por largo tiempo. De inmediato hice arreglos para formar parte del equipo de trabajo permanente y fui aceptado. Había como ciento cincuenta estudiantes trabajando allí en esa época, casi todos norteamericanos. Podía verse que un número de ellos había surgido del movimiento hippy de los años 60. El proyecto principal de nuestra tercera línea de trabajo entonces se concentraba en un extenso viñedo labrado en la montaña años atrás, atrás, y en la construcción de una bodega. bodega. Por supuesto había otras octavas, pero el viñedo era la principal. Yo era joven y atlético, así que me eligieron para formar parte del equipo del viñedo, que era mínimo, dividido en varios departamentos. El mío estaba compuesto de tres personas, y, aparte de las cosechas y octavas que requerían de la ayuda de la comunidad entera, por lo regular cada uno de nosotros trabajaba solo. Una de las primeras tareas que se me asignó fue cavar los hoyos para crear las líneas de sostén de las vides, en una de las terrazas más nuevas con vista a las Montañas de la Sierra Nevada. Tenía que empezar desde arriba y, a medida que pasaban las semanas, me hallaba cavando hoyos al fondo de la colina. Esta octava de tercera línea se convirtió en una octava de primera línea cuando me dijeron que se había avistado un oso en esa área y que simplemente tenía que estar al tanto de ello. Te puedes imaginar, imaginar, querido lector, la gran aprensión que sentía cada vez que me dejaban en la cima de la colina y empezaba a caminar hacia abajo. El corazón se me iba a la garanta con el más leve ruido que escuchaba o imaginaba escuchar. En pocos días aprendí a distinguir entre el ruido de las lagartijas corriendo en la hierba seca y el de los pájaros escudriñando entre las hojas. Recuerdo un claro momento de espanto cuando llegué al fondo de la colina y encontré ¡la mitad de un ciervo lleno de moscas! 53
Decidí hacer una pregunta en una reunión pequeña sobre cómo trabajar con esta situación potencialmente peligrosa. Alguien me sugirió una línea de esfuerzo muy interesante, pero por nada consoladora. Según recuerdo me dijo: —Aunque hay que saber cómo conducirse en caso de un encuentro, no se puede tratar con el oso hasta no verlo realmente. El miedo es en el momento. El trabajo principal es con la imaginación. De más está decir que nunca llegué a ver al oso (el primero que realmente vi fue en el patio trasero de mi casa hace dos días), pero aprendí algunas técnicas para trabajar con la imaginación. La más efectiva era el ejercicio de mirar, mirar, jando mi atención en un
objeto diferente cada tres segundos. Como Robert Burton estaba de viaje no lo vi por varias semanas. Así que me concentré en relacionarme con la gente de “Renacimiento”. Noté que, aparte de las reglas de comportamiento en los eventos, la conducta de algunas personas era, en general, libre y desembarazada, a veces incluso un poco salvaje. Un amigo me dijo que en los centros, la Escuela se vive a través de su forma externa y que por lo tanto la personalidad verdadera ltra el Trabajo que la
esencia debe desempeñar; y esto puede entorpecer su desarrollo. En “Renacimiento” la esencia se halla en contacto directo con la Escuela, de modo que es necesario ser tal y como uno es y no como piensa que los otros esperan que uno sea en términos de la forma de la Escuela; de otro modo, será imposible conocerse a sí mismo y experimentar el verdadero Ser. Este amigo mío era todo menos una persona formal, pero sincero consigo mismo. Incluso cuando dejó la Escuela me dijo que después de años de trabajo no había visto resultado alguno y que simplemente tenía que buscar por otro lado, pero no culpó a nadie por ello. Más tarde descubrí que gran parte de los estudiantes de “Renacimiento” ignoraban las formalidades de la Escuela. Eran diferentes de los que venían de visita durante los nes de semana
y festejos varios. Había un simple motivo para esto; es decir, decir, todo mundo vivía día a día, hora a hora y minuto a minuto en un ambiente desconocido. Había personas con todo tipo de educación, o con toda falta de ella, y de varias nacionalidades. Aún entre los norteamericanos nadie era originario del lugar elegido 54
para construir el corazón de la Escuela; y prácticamente nadie había sido preparado para llevar a cabo las tareas necesarias para desmontar los cerros y crear una nueva comunidad. Tales condiciones ponían a cada participante frente a frente con su mecanicidad y su capacidad de controlarla. Nadie estaba bajo la moralidad o dominancia femenina de su lugar de origen. Por mi parte nunca fui ni seré un agricultor o un jardinero, y nací y crecí en uno de los climas más cálidos del planeta, cerca de la “Ciudad de la eterna primavera”. 9 Así que, para mí, este lugar siempre ha sido demasiado frío y húmedo en el invierno, demasiado caluroso y seco en el verano, ¡y la primavera dura sólo un par de semanas! Crecí habituado a la lectura, las aulas y las máquinas de escribir, escribir, y heme aquí con una excavadora, pico y pala, y un par de tijeras de podar como herramientas de trabajo. Por muchos años el sufrimiento voluntario se convirtió en el centro de mi trabajo; lo cual signicaba esencialmente forzar mi máquina a salir de la
cama cada la mañana; y prepararme a enfrentar la lluvia helada del invierno o el sol ardiente del verano, desempeñando un trabajo para el cual no estaba hecho. Fue por esa época que desarrollé el impulso de empezar a trabajar al alba, antes de abrir los ojos. Trabajábamos seis días por semana, desde el amanecer hasta el crepúsculo, y terminábamos tan exhaustos al nal de la jornada
que apenas si me quedaba energía para leer o escribir. Eso sí, durante la semana teníamos reuniones y conciertos en vivo con músicos de primera clase, pero algunos de nosotros estábamos tan cansados que nos pasábamos todo el concierto tratando de evitar caer en el primer estado. Vivíamos en un lugar perdido en la sierra, lejos de nuestro lugar de origen. El ambiente en ese entonces era muy similar al de un monasterio en lo alto de las montañas. Por el tiempo de mi llegada casi no había donde pasar la noche. En verano algunos dormíamos sobre el césped que rodeaba las estructuras recién construidas. En invierno podíamos dormir en el piso en diferentes cuartos del edicio utilizado para nuestras
reuniones y conciertos, el “Town Hall” Yo dormía dormía debajo de un 9 La ciudad de Cuernavaca, México. 55
piano, hasta que encontré un lugar permanente. En mi caso, uno de los pocos estudiantes que tenían casa propia dispuso una cama y un estante con una lámpara en una pequeña bodega situada en la parte trasera de su casa. Me dejó estar allí hasta que encontrara algo más civilizado. Todas estas condiciones eran muy propicias para la manifestación y la educación de la esencia. La educación de la esencia se daba principalmente a través de los ejercicios y la forma de la Escuela, que constituyen lo que en el Sistema se llama personalidad verdadera. Sin embargo, la manifestación de la esencia ponía en juego un hecho insospechado. Es decir, nos llevó a la vericación, con
todas sus consecuencias, de la siguiente observación de Gurdjieff: Gurdjief f: “Como regla general, la esencia de un hombre es primitiva, salvaje e infantil, o simplemente estúpida”. Lo que Gurdjieff no mencionó
en su comentario es que no sólo la esencia es inmadura: sino que a menudo ha sido dañada, y a veces irreversiblemente. A pesar de todo, algunos estudiantes lograban valerse de la personalidad verdadera como tercera fuerza en sus interacciones diarias, particularmente aquellos que tenían algún encargo de responsabilidad. Pero, después de un tiempo, la mayoría simplemente empezaba a actuar desde la esencia. Esto creó circunstancias, conictos y problemas que hacían dudar a muchos
sobre la autenticidad de nuestra Escuela. Aunque la mayor parte de todo ese caos ya no existe, fue una fase muy útil para la evolución de la Escuela, porque ayudó a muchos a empezar a trabajar directamente desde la esencia. Casi nadie se hallaba bajo la ley de dominancia femenina de su grupo social original; todo mundo tenía toda la rienda necesaria para hacer lo que quisiera. La mayoría de los estudiantes descubrió que a la esencia no le interesa el Trabajo; T rabajo; sino más bien persigue lo que la hace sentirse genuinamente satisfecha. La esencia demostró ser el terreno en que se maniesta el centro instintivo.
Las tareas y ejercicios diseñados para educar la esencia eran puntos de referencia que nadie obligaba a respetar de manera activa. Aparte de ser fotograado, nadie podía realmente ser ayudado.
La educación de la esencia dependía sola y exclusivamente de la rmeza de la voluntad del individuo. Sólo el primer choque
consciente llevaba a uno a comprender la propia esencia; sólo el 56
segundo choque consciente podía controlar sus manifestaciones mecánicas. Pero por varios años todo lo que uno podía hacer era observar y tratar de permanecer imparcial hacia uno mismo y hacia los demás. Cuando no se tenía éxito, había simplemente que volver a intentarlo. Mi meta entonces era la creación de la voluntad; y esto sólo signicaba observar imparcialmente sin tratar de cambiar nada.
Esto requirió mucha paciencia de mi parte pero especialmente de los demás. Los resultados eran internos y proporcionales a los esfuerzos correctos. Por supuesto, algunas esencias no ofrecían complicación alguna al ambiente social social creado por la forma de la escuela. Por ejemplo un Saturnino-Marcial rey de corazones, se comporta bien mecánicamente; una sota de tréboles encargada de los jardines es un individuo dedicado a su tarea, por lo tanto apreciado por todos. Pero un Venusino-Mercurial, reina de corazones, amante de las estas, el sexo y el vino, en general resulta un problema
ambulante.
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Desafortunadamente, muy a menudo la Inuencia C se transforma en Inuencia B cuando la gente llega a la Escuela sin la preparación debida. Ouspensky
XVI Como la Escuela se halla en la vida, con los años hemos intentado varias formas de ponerla a disposición de gente con el centro magnético correcto. Sin embargo, inevitablemente atraemos a personas que no tienen nada que ver con el Trabajo. Algunos entran porque están simplemente desilusionados de la vida y quieren encontrar un lugar que les proporcione un refugio r efugio para su desilusión. Algunos son solamente inadaptados; otros oportunistas, otros son emocionalmente religiosos. También hay quienes entran porque su mamá o su novio los traen. Algunas personas confunden la Escuela con la Fellowship of Friends en “Apolo”, que a veces parece una comunidad alternativa hospitalaria, y desean formar parte de su folclor, al menos por un tiempo. (Aunque a veces esta comunidad se ha demostrado más excéntrica que “Macondo” 10.) En suma, esta Escuela tiene una forma externa que atrae a mucha gente incapaz de aprovecharla. Después de disfrutar la forma y el folclor de la Fellowship por un tiempo, esta gente se va, a veces en grupos. Algunos se van una vez que sus vidas adquieren cierto equilibrio, de modo que pueden volver a la vida y encontrar un mejor empleo o una relación estable. En general, la gente se va cuando se da cuenta de que puede obtener en otra parte lo que estaba buscando aquí. Todo aquel que, aunque tenga centro magnético, nunca haya desarrollado algún tipo de disciplina antes de entrar en la Escuela, difícilmente sacará provecho de ella. Otra clase de gente que la Escuela atrae tiende a permanecer pasiva en relación con el Trabajo interno. Esto es, tiende a creer que el simple hecho de pertenecer a la Escuela les va a producir gratuitamente una especie de “estado de gracia” o algo así. Después de varias semanas, meses, o años, se dan cuenta de que “nada sucede”. Entonces empiezan a expresar frustración y a culpar al Maestro y la Escuela por ello; nalmente se van, por lo general, con resentimiento. res entimiento. 10 Macondo es la ciudad en torno torno a la cual se desarrolla Cien años Cien años de soledad , una novela de García Márquez. 58
No tiene nada de malo irse si después de un tiempo t iempo uno no obtiene resultados, pero no puede culpar a nadie por esto. La Escuela sólo proporciona las circunstancias para el Trabajo; el éxito depende exclusivamente de las metas y esfuerzos de cada individuo. Por supuesto, ha habido estudiantes que al inicio tenían una gran concentración y realizaban un trabajo interno serio; comprendían la naturaleza de la Escuela e incluso obtuvieron resultados. Este tipo de estudiante por lo común llega a un punto de su trabajo en que enfrenta una fuerza de negación imprevista, o sea, se ve en la necesidad de renunciar a alguna debilidad o ceguera muy arraigada… o una identicación aparentemente imprescindible11. El proceso de renunciar a tal identicación es por lo general muy
doloroso y puede tomar mucho tiempo. Habiendo atravesado un par de episodios semejantes, puedo decir que hay que estar dispuesto a enfrentar la locura por un tiempo hasta recuperar el propio equilibrio en el Trabajo. De lo contrario el Trabajo se derrumba. Uno empieza a ponerse negativo; a culpar y a juzgar a todo el mundo, especialmente al Maestro, hasta ponerse en la posición de tener que dejar la Escuela. Por otro lado, esfuerzos a medias, palos de ciego así como esfuerzos en direcciones opuestas naturalmente conducen a un desequilibrio mayor en la máquina. Encontrar esta Escuela es la cosa más difícil del mundo. Uno puede estar en la Fellowship of Friends por años sin siquiera percibirla. Si uno la encuentra, es muy fácil perderla; además se vuelve cada vez más arduo mantenerse conectado con ella, ya que las cosas nunca se vuelven más fáciles. Uno no gana nada en términos de vida orgánica; ni reconocimiento ni diplomas. Uno no se convierte en una persona mejor o más inteligente. Cuando hace los esfuerzos correctos, uno simplemente se vuelve más consciente de sí mismo y de su entorno y, sí, más equilibrado. Si uno parte desviado, aunque sea por un grado, a la larga termina lejos de su meta, con las manos vacías, y se va rencoroso y hostil. Nada nos tiene aquí, nada más que nuestros esfuerzos por estar presentes y nuestra conexión con las Fuerzas Superiores. Tanto las las expectativas expectativas como el fanatismo; fanatismo; ya sea en relación relación con con la 11 “Imprescindible” en el sentido de que su centro instintivo le da una importancia especial. 59
forma de la Escuela que con el Maestro, son la sola responsabilidad del individuo y, a menudo, pueden ser trágicos. Para ser preciso, a veces atraemos a gente que piensa que creer literal y ciegamente en cada palabra expresada por el Maestro (la hayan o no escuchado directamente de él) va a llevarlos a algún lugar. Otros piensan que seguir sus instrucciones como un esclavo o un fanático les va a garantizar cierta ventaja espiritual o incluso alguna forma de redención. Estas personas nunca obtienen nada, y piensan que algo se les debe.
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El hombre real no es ni bueno ni malo; el hombre real es sólo consciente. Gurdjieff
XVII La primera vez que vi a Robert Burton ni siquiera supe que se trataba de él. Mi amiga Jessica me había prometido presentarme al Maestro ese día durante el almuerzo. Así que nos dimos cita en nuestro restaurante, llamado en esa época “Lincoln Lodge”. Llegué puntual y me senté en el lobby a esperarla. Por entonces había un ejercicio de no esperar a un estudiante por más de quince minutos en una cita. Bueno, pues yo esperé más de media hora y Jessica no apareció. Pregunté si alguien la había había visto y me dijeron que ya estaba almorzando. Me precipité a la mesa donde se encontraba sentada en silencio, en compañía de tres personas. Totalmente identicado, le expresé en forma agitada lo impertinente
que había sido por haber olvidado nuestra cita. Se ruborizó y dijo: —Lo siento… Antes de que terminara de hablar, me di vuelta y me fui, furioso. Más tarde vino a verme y, después de repetidas re petidas disculpas, me dijo: —Era él, sabes… — ¿Era quién?— le respondí. —La persona con quien estaba sentada era Robert. Me pidió que lo acompañara a almorzar y estaba hablándole de ti justo cuando te precipitaste a la mesa. Le dije que deseabas conocerlo. Me quedé sorprendido a la vez que incrédulo; Jessica simplemente sonrió y continuó: —Me dijo que no estaba escrito que se conocieran en ese momento. Conocí a Robert Burton un 4 de Julio, día de la Independencia, al mediodía. “Renaissance” celebraba sus primeros trece años de existencia. Uno de mis mejores amigos en aquel tiempo, t iempo, Walter Walter,, se me aproximó y me dijo que me presentaría al hombre detrás de lo que entonces le había descrito desc rito como una “atmósfera sagrada”. Había 61
una celebración en el jardín delantero del edicio principal de la propiedad, ahora denominado Galería Apolo . Algunos estudiantes estaban jugando al frisbi y otros se hallaban sentados sobre el
césped bajo unos árboles recién plantados. En una esquina del césped había un grupo de estudiantes de pie alrededor de un hombre y una mujer sentados bajo una zelkova . El árbol era tan pequeño en esa época que uno de los jóvenes tenía que sostener una sombrilla blanca sobre la pareja con el n de protegerlos del
sol candente. Cuando llegamos a ellos, Walter Walter dijo: —Hola, Robert, este es Rolando. Rolando, este es Robert. Robert se levantó presuroso y, tocándome levemente la mano, me dijo, con una voz apenas audible y amable: —Hola, Rolando. Quizás podamos podamos cenar juntos alguna vez… Casi de inmediato se sentó y siguió hablando con la mujer, como si nada hubiera sucedido. Brevemente noté el cambio de su tono cuando se dirigió a ella. De pronto se volvió serio. Experimenté la clara sensación de que hasta ese entonces había estado dormido. Había experimentado estados superiores antes; algunos inducidos con el peyote, otros con choques y otros con un largo y sostenido esfuerzo. Pero esa vez había sido puesto en un estado superior por la sola presencia de este hombre. José Antonio Ant onio Kahuil me volvió a la mente por un instante. Nos alejamos lentamente y, perplejo, le pregunté a mi amigo: —Walter —Walter,, ¿quién es ese hombre? Se rió amistosamente y me contestó: —Es el Maestro. Debo decir desarmó toda expectativa que tenía sobre él; sentí sólo amabilidad, vulnerabilidad y humildad en el toque de su mano. Vi claramente cómo emergió del mundo molecular para saludarme y me llevó con él por unos segundos. Apenas se sentó, percibí que se había retirado. Siguió dando instrucciones a alguien mientras yo me quedé allí, deslumbrado. Dije antes: “Conocí a Robert Burton…” Debo rehacer la frase: 62
“Descubrí la Presencia en Robert Burton…” Burton…” La humildad del hombre mismo, me recordó la humildad de los indios nahuas o de los mayas. Me prometí entonces mudarme cuanto antes al corazón de la Escuela y vivir vivir lo más cerca cerca posib posible le de este este hombre hombre y trabaj trabajar ar con con él. Había Había vericado por más de un año el alcance y la virtud de su inuencia. Había vericado por mí mismo las ideas que él y el resto de la Escuela
practicaban. Este hombre se hallaba en un estado que yo había experimentado antes y que no sabía alcanzar de un modo regular. regular. Lo que me más impactó fue su completo control de ese estado. Él está presente a voluntad. Poco después recibí una invitación para cenar con él y me dijeron que preparara mis “preguntas urgentes”, pues Robert raramente se hallaba disponible. Había dejado de enseñar en forma directa y uno podía cenar con él sólo una vez al año. Me dijeron que dedicaba su tiempo a la construcción y la expansión de “Renacimiento”, lo cual requería que viajara a las ciudades más civilizadas del mundo con el n de obtener ideas para cultivar el corazón de la
Escuela. También para adquirir obras de arte e impresiones para nuestro museo y nuestros jardines. Al mismo tiempo y exhortaba a estudiantes jóvenes a venir a trabajar a “Renacimiento”. En cuanto a la enseñanza, había ya un grupo de gente en el círculo interno capaz de transmitir las ideas regularmente. Yo no tenía “preguntas urgentes” y durante la cena me preguntó si había estado en Europa y le respondí que no. Entonces me aseguró que pronto iría allí. Había algunos visitantes de España en la mesa y al notar mi buen manejo del inglés me pidió que sirviera de intérprete durante toda la cena. Al nal me dijo que
tenía que volver a cenar con él, pues mi papel de intérprete me había impedido asimilar su enseñanza. Durante la cena habló de las Fuerzas Superiores y de cómo, cuando él inició la Escuela, había vacilado en compartir su comprensión en esta área con sus estudiantes. e studiantes. Pero, para su gran sorpresa, casi todos ellos habían experimentado a las Fuerzas Superiores en sus vidas antes de conocerlo. Al día siguiente, mientras trabajaba en la viña, le mencioné a Walter el comentario de Robert sobre mi visita a Europa; me dio 63
su acostumbrada sonrisa amable e inteligente y me dijo: —Quiere decir que te llevará con él en su próximo viaje. Pero tienes que estar preparado, pues no será fácil. Cuando le pregunté qué signicaba eso me respondió sin cambiar
su tono amable: —Eres joven y apuesto. Probablemente te encuentra atractivo y desea llevarte como pareja. Esas últimas palabras, amables y llanas, se asentaron en el centro de mi ser orgánico; no tenían sentido alguno en absoluto. Para empezar, nunca pensé en mí como alguien apuesto; y menos que un hombre me encontrara atractivo; mucho menos este hombre. Walter no dijo nada más y ambos continuamos trabajando con las vides; un silencio incómodo permeaba nuestro trabajo. Ya había creado la tendencia a trabajar con choques signicativos
como éste y sabía que mi trabajo era investigar qué parte de la máquina había sentido el impacto al mismo tiempo que me separaba de ello. El carácter de los “yoes” expresados interna y externamente mostraba que provenían del rey de tréboles, escandalizado ante la perspectiva, y lo expresaba con una fuerza poderosa. “No, no, no señor. señor. No voy a ir a Europa, E uropa, gracias; no voy a tener una relación con un hombre, gracias; lo que voy a hacer es mis maletas, y con su permiso, me vuelvo a mi país, muchísimas gracias por todo.” Estos “yoes”; para nada rebuscados, expresaban sólo el impulso de huir. Por supuesto no iba a empacar el mismo día e irme así nada más; quería tener certeza acerca del comentario de Walter. La noche siguiente asistí a otra cena: tenso como un palo. Mi percepción de de todo y todos en la mesa, especialmente de Robert, estaba permeada de una extraña rigidez. Aun así, mientras sentía el poder de la fuerza instintiva en mi interior, también noté que podía estar presente a ella. Fue la primera vez que tuve la clara sensación de estar atrapado en el centro instintivo; sentí como una piedra en la nuca. Robert era como siempre claro, amable y poderoso esa noche, pero yo no podía conectarme con él. No podía concebir que este hombre, al que sabía poseedor de la llave a los centros 64
superiores, me fuera a pedir tan semejante barbaridad. Después de la cena, al darme las buenas noches, me besó en la frente y me dijo: —Relájate, querido. Pero no me pidió ir a Europa con él, ni servirle de pareja ni nada de eso. El asunto es que desde ese momento en adelante, cada vez que me invitaba a su mesa o que tenía que tratar con él de cualquier otra manera, el rey de tréboles aparecía con la misma fuerza y el mismo miedo. No dejé la Escuela: tomé ésta como otra oportunidad para estudiar la máquina y separarme de los yoes. Robert es un ser realmente poderoso; y pronto me di cuenta de que sólo puedo percibirlo cuando hago los esfuerzos correctos para adquirir su poder silencioso, que no es más que la presencia invisible de los centros superiores. Estoy familiarizado con la naturaleza de ese estado y con los esfuerzos necesarios para alcanzarlo. No obstante, este choque me puso cara a cara con el adversario interno, ese ser sumamente poderoso e inteligente que odia la manifestación de los centros superiores: el centro instintivo. Una vez que se desvaneció el hidrógeno del choque, trabajé con los “yoes” restantes que tenían una opinión sobre el sexo en general. La principal línea de acción era observar las actitudes y los hábitos de mi propio rey de tréboles en relación con el sexo. Era muy difícil observar éstas dos partes, las más elusivas de la máquina, cuya combinación representa probablemente el mayor obstáculo para el despertar. Por un lado estaba lidiando con el cerebro que nos mantiene conectados con la dominancia femenina, la inteligencia que gobierna toda máquina, el rey de tréboles. Por otro lado, trataba de observar el centro sexual; y noté que no podía estudiar este cerebro directamente a menos que estuviera presente, pues su trabajo usa la sustancia misma de la cual está hecha la presencia del alma. Como resultado lateral de esta experiencia, noté que mi vida sexual era un poco demasiado desenvuelta según los estándares occidentales. Así que tener “yoes” de juicio acerca de las prácticas sexuales de otros sólo me revelaba la naturaleza pérda del centr o instintivo. O sea, éste preere concentrarse en la mecanicidad de 65
otros con el n de hacer que uno deje de esforzarse en observar y
controlar la propia. En cuanto a la homosexualidad, no forma parte de mi mecanicidad. Sin embargo no he vericado que esta u otras mecanicidades
puedan impedir el despertar de los centros superiores. Además, el hecho de que un gran número de personas tienen una actitud neutral, si no positiva, hacia la homosexualidad, prueba que una actitud negativa hacia ella es puramente subjetiva. También observé que, en general, el rey de tréboles se opone totalmente a esta tendencia; ya que la nalidad del sexo es la reproducción, y
la homosexualidad representa la imposibilidad de realizarla. Como el rey de tréboles controla a la masa de la humanidad, no hay cultura que no se oponga a la homosexualidad. Diez años más tarde decidí aceptar una relación con Robert; en esa época trabajaba como su fotógrafo. Debo confesar que he tenido experiencias traumatizantes en mi vida, pero ésta no fue una de ellas. Curiosamente fue más difícil trabajar con los “yoes” producidos por la posibilidad, que separarme de la experiencia e xperiencia en sí. Claro que no fue fácil encontrar la concentración correcta para hacer algo totalmente contra el centro instintivo, inst intivo, pero no fue nada terriblemente infernal: sólo fue muy difícil y desagradable. Tiempo después me reía a solas, pensando que, de haber resuelto antes este asunto, me habría ahorrado todo aquel miedo, toda aquella negatividad e imaginación inútiles. Para empezar, me di cuenta de que jamás me iba a relacionarcon Robert al nivel de las funciones. Mi incompatibilidad con él no sólo se limitaba a esa área. Además, recibí augurios que así lo indicaban. Es decir ucedieron varios episodios equívocos que crearon tensión entre nosotros. El que mejor recuerdo sucedió un verano, durante una de las interminables cosechas de uva. Un día, varios estudiantes se hallaban envueltos en una amistosa batalla de racimos, comunes durante esas largas horas en que trabajábamos bajo el sol abrasador. Casi al nal de la jornada, jor nada, Robert iba bajando por la terraza en la
que estábamos, cuando un estudiante que se hallaba de pie junto a mí le arrojó un racimo de uvas a alguien que se encontraba frente a Robert; éste otro se agachó y el racimo fue a dar justo en el plexo solar del Maestro, dejando una enorme mancha de zinfandel 66
en su camisa blanca. Vi al estudiante que había arrojado las uvas desaparecer bajo una vid con los ojos llenos de terror te rror.. Todo mundo guardó silencio. Me di vuelta y vi a Robert acercárseme acer cárseme lentamente y, señala señalando ndo la mancha mancha en su camisa camisa,, jó su mirada mirada en mí y me dijo: dijo:
—Tienes buena puntería, querido. —Gracias— le contesté. Éste no fue un acto de heroísmo. Todo sucedió tan rápido…: el terror en los ojos de aquel estudiante, mi sabida s abida inocencia, Robert dirigiéndose directamente a mí. Sin embargo, esto a Robert no le gustó para nada y si bien no se puso negativo, sí puso distancia entre nosotros. Este fue uno de no pocos episodios equívocos que afectaron nuestra relación a nivel personal. A un nivel más elevado sé que estoy unido a él por la eternidad, aun cuando como individuos somos completamente distintos en muchos aspectos. He aprendido a responder a su amor consciente y lo veo v eo como un hombre en quien la divinidad divinidad está activa. Me siento agradecido hacia las Fuerzas Superiores por haberme llevado a él y a su círculo interno. Más adelante alguien me preguntó si yo había sido seducido o atraído con engaños a una relación con c on él. Yo no creo en la seducción. Este es simplemente un término para ocultar un acuerdo silencioso entre dos partes (a menos que uno sea realmente incauto y fácil de engañar, en cuyo caso hasta su perro es su amo). Tomé la experiencia como un experimento para “hacer lo que la máquina se niega a hacer”. Observé mis reacciones, escuché las de los demás y hallé que las opiniones de la gente sobre éste o cualquier otro suceso varían según su mecanicidad y grado de consciencia. Hay quienes lo aceptan; hay quienes lo rechazan; hay quienes se escandalizan; otros, en cambio, lo hallan por completo irrelevante; y otros simplemente tratan de disfrutarlo mientras dura. En suma, éste, como cualquier otro argumento, puede ser considerado desde un número innito de puntos de vista, cada uno al parecer correcto
para quien lo considera desde el segundo estado. Por otro lado, odiar exageradamente a alguien por sus tendencias mecánicas, con el tiempo se convierte en una forma de locura. Hay mucha gente perezosa en el mundo, tanto emocional como intelectualmente, que se inclina a evitar cualquier responsabilidad 67
en sus acciones y preere pensar que se ha abusado de ellos, o
que han sido seducidos. Éste es el Cuarto Camino, el camino del hombre astuto, el camino para quienes saben demasiado. Quien piense que puede llegar al Paraíso, o como lo llame, haciendo cosas que no entiende, se halla en el lugar equivocado.
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Un buen choque produce energía rápidamente. Ouspensky
XVIII Al inicio viajaba entre la ciudad de México y el corazón de la Escuela por lo menos dos veces al año. Aprendí a traducir y a hablar un tercer idioma, lo cual me dio más exibilidad para viajar. viajar. De hecho
se nos había pedido que viajáramos por el mundo y apoyáramos a los centros en desarrollo. Así que, en algún momento fui a Europa, pasé unos años en Italia y Francia y visité varios centros en Alemania e Inglaterra. Cuando vivía en Italia vi a Robert varias veces, ya que él solía visitar Europa regularmente. Una vez me pidieron ir al aeropuerto a recoger a un estudiante que viajaba con él. Lo había conocido en Renaissance y habíamos trabajado juntos en los huertos. Habíamos tenido muchas dicultades a causa de nuestras
diferencias culturales, pero sobre todo porque él era un verdadero agricultor y yo nunca iba a llegar a ser uno. De modo que había tenido que aguantarse a alguien que él consideraba no solo inútil sino además un estorbo… Tuve que llevarlo a dar una vuelta por el centro de Milán antes de acompañarlo a un restaurante donde se encontraría con Robert. Este estudiante nunca había estado en Europa. Desde su llegada se hallaba como borracho de alegría, algo que de alguna manera asimilé. Finalmente nos encontramos con Robert, quien me saludó con calidez, me tomó del brazo y murmuró en mi oído, con una voz que no parecía la suya: —Mi riqueza está en ti. Estaba por decir algo cuando, de pronto, se dio vuelta y se alejó con los estudiantes. Su secretario de esa época simplemente se despidió de mí alejándose lentamente: —Gracias. Adiós. Y se fueron. Robert me había pedido recoger a este estudiante; había buscado 69
una excusa para salir de mi trabajo a las diez de la mañana con el n de acomodar este pedido. ¿Por qué me había excluido? Me quedé
de pie allí, totalmente solo, frente a la Iglesia de San Bábila, con la sangre hirviendo y el plexo solar incandescente, tratando de detener cada “yo” conectado con la emoción. Y tuve bastante suerte de poder aplicar este esfuerzo, pues no fue ni la primera, ni la única vez que Robert me dio ese tipo de choque con el n de producir hidrógenos
elevados en mi interior. Sus palabras volvían persistentemente a mi campo de percepción: “Mi riqueza está en ti”.
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Los amigos son como las partes de un todo (…); su todo consiste en la unidad. Dante
XIX ¿Cómo, si Robert no se hallaba disponible de manera regular, iba yo a recibir su inuencia directa? Había decidido no tener una
relación cercana con él. No se me ocurrió hacerme su amigo, su favorito o algo por el estilo. Me sentía conectado con él y la Escuela a través de las Fuerzas Superiores y mis esfuerzos para estar presente. En realidad tuve muy buena buena suerte, porque porque aun cuando externamente nunca parecimos estar cerca, siempre terminaba trabajando en octavas que implicaban tratar con él, sin que ni él ni yo lo hubiéramos decidido. (Aquí me parece pertinente mencionar que aunque el sentimiento de estar en el Trabajo nunca me abandona, es sólo cuando me expongo a la presencia de Robert Burton que verico si esto es
cierto o no.) Ahora bien, hay veces entre encuentros con él en que mi trabajo es o débil o esporádico. Entonces, encontrarme con ante su presencia sirve como alarma: un choque desagradable. Al nivel del mayordomo crea el sentido de urgencia, pero al nivel de la máquina sucede lo siguiente. Cuando los centros superiores están dormidos, el rey de tréboles está activo y continúa llevando su existencia ininterrumpidamente. Impide el despertar de los centros superiores, pues esto arroja luz en el hecho de que su existencia individual no tiene ninguna consecuencia real para nadie. El centro instintivo inst intivo tiene miedo, por lo tanto, de que emerjan los centros superiores pues ellos reducen su control sobre la máquina. Robert Burton es la encarnación de los centros superiores. Su aparición alarma al centro instintivo, que no sólo le tiene miedo sino que además lo detesta. El centro instintivo, o ser inferior, hace todos los esfuerzos posibles para distanciarse de Robert, primero a través del juicio y luego con chismes, burlas y calumnias. En algunos casos es realmente mezquino. Una vez, durante una cena, alguien lo describió claramente con estas palabras: 71
—Robert, mi rey instintivo no te aguanta. Sin perder su compostura, Robert le respondió: —Tampoco el mío. Robert es un maestro muy creativo y siempre está a la búsqueda de nuevas formas de crear oportunidades para las tres líneas de Trabajo. Tan pronto descubre descubr e una u na tendencia o facultad en algún estudiante, no vacila en llevarla hasta sus máximas posibilidades. En este proceso uno recibe la oportunidad de observar dónde se encuentra en relación con una determinada tendencia o fortaleza desde el punto de vista del Trabajo. Ahora bien, hubo un tiempo en que algunos estudiantes jóvenes empezaron a encontrarse después del trabajo durante el n de
semana para jugar fútbol en el césped frente a la Galería. Galería. En esos días contábamos con tiempo extra después de trabajar y antes de los conciertos del n de semana. Alguien había traído un balón
de fútbol y se empezó a jugar con porterías improvisadas con suéteres y macetas. macetas. Yo me mantuve al margen de esa actividad porque desde joven me apliqué al fútbol con el n de llegar a ser
profesional. Aunque no me fue posible, jugué siempre a buen bue n nivel y formé parte de los mejores equipos desde la secundaria hasta la universidad; no me interesaba en “cascaritas” 12. Un día Robert vio a sus estudiantes jugando en su césped y se mostró interesado. Sugirió entonces que comenzaran a jugar más formalmente. Les compró uniformes, zapatos de fútbol, balones profesionales y un par de porterías de la medida correcta; y les pidió que jugaran de un modo más organizado, pero sin el respaldo de disciplina alguna. No fue sino hasta que empezó a impulsarlos a crear un verdadero equipo profesional que me interesé en la octava. Ya no se trataba de cascaritas, sino de la creación de un equipo de fútbol que habría de entrenar profesionalmente, crear el músculo y la bra requeridos r equeridos para
de poder participar en la Liga de Fútbol de California del Norte. Para esto necesitábamos un campo de fútbol profesional y tuvimos que construirlo nosotros mismos, quiero decir, los miembros del equipo. 12 Término que signica signica jugar fútbol de de manera improvisada improvisada y callejera. callejera.
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Cabe decir que todo lo conectado con el equipo de fútbol, desde el entrenamiento hasta el desmonte y la preparación del terreno para el campo de fútbol, tenían que realizarse después del trabajo y durante los nes de semana, pues no debía interferir con las
actividades regulares que teníamos asignadas en Apolo. La creación del equipo simplemente agregó presión a nuestras vidas, ya de por sí saturadas desde el punto de vista físico. Además de que la mayoría de los jugadores tenía casi 30 años. Yo mismo tenía 32, lo cual signicaba que ya estábamos pasados de edad para jugar
ese deporte. Robert venía a menudo a ver al equipo mientras practicábamos y construíamos el campo de fútbol. Daba instrucciones a algunos jugadores, sobre todo a los que eran sus amigos, los invitaba a cenar y luego se alejaba en su Jeep. Durante la creación del equipo no se dirigió a mí directamente más que dos veces. La primera fue una tarde en que, después de que todo el equipo había nivelado el territorio para el campo, instalado el sistema de irrigación, conscientemente sacado las piedras y rastrillado a mano, me tocó la tarea de conducir un tractor que arrastraba una red de hierro por todo el campo con el n de asegurarnos de que quedara
totalmente plano para sembrar el césped. Me tomó casi dos horas horas arrastrar la red por todo el campo a la mínima velocidad. Cuando estaba a punto de nalizar la última ronda, vi el vehículo de Robert
acercarse. Me indicó que bajara del tractor y que me acercara a él. Me sorprendió que hubiera venido a esa hora del día. Eran como las 6.30 en medio del verano. Pensé que venía a invitarme a cenar o algo así. Lo que no sucedía en ese entonces. Bueno, me entregó un par de botellas de agua mineral y me dijo: —Las vas a necesitar. necesitar. Le agradecí y le dije que casi había terminado. —Oh, a propósito, querido, — me dijo — creo que mi Jeep dejó huellas en el campo mientras te seguía. ¿Podrías asegurarte de borrarlas? —No hay problema—le respondí. Y se alejó si decir más. 73
Caminé por el campo buscando sus rastros y, para mi sorpresa, vi que había pasado de arriba para abajo, en círculos, a derecha e izquierda por todo el campo; tantas veces que había destruido mi trabajo. ¡El campo era un desastre! ¡Tenía que empezar todo de nuevo desde el inicio! Debo admitir que cuando lo vi alejarse en medio del desastre, sin siquiera haberme invitado a cenar, sentí materializarse la negatividad. Pero cuando observé lo que había hecho, desde otra perspectiva, el trabajo extra que había creado para mí al nal de la jornada, sonreí con respeto por él, pues sé
que él nunca ha vacilado en exigir súper esfuerzos de parte de sus estudiantes. “Apolo” es el resultado de esa exigencia. Mi mayordomo entonces se activó y empecé a trabajar t rabajar con la energía que Robert había había desatado. Fue relativamente fácil trabajar trabajar con el resentimiento por no haber sido invitado a cenar, pero muy pronto se desató la imaginación. Cuando comencé a hacer esfuerzos para recordarme a Mí mismo, un “yo” del centro instintivo me dijo: — ¡No es el momento de recordarse, es peligroso! ¡Estoy manejando un tractor! Este “yo” era muy convincente porque venía acompañado de miedo. Vi una vez más que el enemigo interno verdaderamente controla la máquina. Para comenzar, el miedo no es mi rasgo principal y no recuerdo haber sentido nunca miedo de manejar un tractor. Más adelante descubrí que este mismo “yo” mecánico aparecía en otras ocasiones: mientras conducía tratando de dividir la atención y mientras estaba sentado en un concierto tratando de dividir la atención. Este “yo” mecánico siempre llegaba como una reacción al esfuerzo de dividir la atención y siempre decía: “Ahorita no”. Incluso hoy, mientras escribo y leo estas líneas, el centro instintivo está convencido de que la atención dividida le impedirá producirlas apropiadamente. El centro instintivo sabe que no hay prácticamente nada en la esfera de la vida humana que requiera atención dividida, así que siempre ve la atención dividida como una interrupción. Creo que esta es la razón por la que Gurdjieff dijo que este Trabajo va en contra de la naturaleza. Estaba casi oscuro cuando nalmente me bajé del tractor. Me
hallaba en un claro estado de lucidez. Simultáneamente, el centro instintivo empezó a pensar que este Maestro era medio ladino 74
y muy aprovechado, tal como ciertos de sus discípulos habían descrito a Gurdjieff. También me di cuenta de que los estudiantes que detestan a su Maestro por ser medio ladino no tienen culpa en ello; simplemente carecen de la comprensión para trabajar con sus exigencias, rompecabezas y pruebas. En tal caso, todo lo que les queda es la reacción de su esencia y de su centro instintivo. “El bien y el mal viven en perfecto equilibrio en todo maestro consciente.” Unos meses más tarde el campo estaba terminado y el equipo listo; entramos en la Liga y al nal de la estación ganamos el Campeonato
de California del Norte. Este Maestro del Cuarto Camino había tomado a un grupo de estudiantes que simplemente se entretenían con un balón de fútbol en su jardín y había hecho de ellos un equipo profesional, con todo y campo de las medidas reglamentarias, ¡Y todo esto haciendo uso del tiempo libre de los jugadores! La octava estuvo lejos de ser fácil y divertida. Siempre pensé en el equipo como una alegoría de la Escuela, compuesto de jugadores de todo el mundo: europeos y latinos, acostumbrados a distintos estilos de juego; quienes a menudo se ponían histéricos unos con otros: y, como equipo, carentes de un estilo o táctica unicada.
Por mi parte encontré extremadamente difícil adaptarme al estilo europeo. ¡Y nunca antes había jugado bajo la lluvia helada, con el miedo de que un rayo me partiera la cabeza! A Robert nunca le interesó realmente el fútbol; como es estadounidense ni siquiera entendía las reglas. Nunca vino a vernos cuando jugábamos en otras ciudades. Y cuando jugábamos en “Renacimiento” venía, se sentaba y aparentemente observaba el juego por un rato. Pero siempre se traía su televisión portátil y se ponía a ver el fútbol americano o el básquetbol; nunca supe bien qué. Después de la segunda estación había cumplido con sus objetivos y se retiró de la octava. El equipo dejó de jugar unos meses más tarde; debido al número de lesiones inevitables. Hoy en día pueden verse llamas, caballos y todo t odo tipo de ganado pastando en lo que una vez fue el campo de fútbol. En cuanto a mí, jugar al fútbol llegó a un n inesperado. Desde niño
elegí jugar en la posición de delantero izquierdo. Solía ponerme poner me la meta de meter por lo menos un gol en cada partido. Cuando no lo lograba, la experiencia era incompleta, aunque mi equipo ganara. 75
Cada vez que metía un gol, lo celebraba de la manera clásica: gritando y corriendo al costado de la cancha, me ponía a bailar y a dar de saltos, lo típico. No sabía lo importante que era todo esto para mi máquina hasta el día en que Robert me pidió que dejara de practicar semejantes expresiones exageradas de entusiasmo después de meter un gol. Me dijo que no se trataba de algo del otro mundo. Me envió este mensaje a través de varios jugadores. La reacción de mi centro instintivo fue una gran sorpresa para mí. El primer “yo” fue claro y espontáneo: “Robert va a tener que encontrar a otro que meta goles para su equipo. Yo para él ya no juego”. Naturalmente, no me retiré; pero de ahí en adelante comencé a sentirme sentir me incómodo durante los partidos. No podía jugar de corazón. Mi centro instintivo se ponía cada vez más histérico. Me di cuenta de que Robert había advertido una forma de egolatría en mi interés por el fútbol. Me sentí humillado con la situación. Finalmente me lastimé el talón de Aquiles y dejé de jugar para siempre. Más adelante alguien sugirió que tal vez Robert no sabía lo identicado que yo estaba con el fútbol. Le respondí que desde el
punto de vista del mayordomo da lo mismo. Tan pronto como vi la reacción del centro instintivo a este choque en tuve que empezar a hacer esfuerzos por separarme. Se ha dicho antes que, como este es el Cuarto Camino, la fricción y otras oportunidades para el Trabajo tienen que crearse utilizando las circunstancias la vida ordinaria y aprovechando las inclinaciones mecánicas de los estudiantes. El equipo de fútbol es un buen ejemplo. De manera similar, haciendo uso de las habilidades de sus estudiantes y de sus virtudes mecánicas, Robert ha creado, entre otras cosas, una planta vitivinícola que produce vinos de primera categoría, un aceite de oliva de alta calidad que se encuentra entre los diez mejores en el mundo; una orquesta. En este proceso varios estudiantes han desarrollado su talento como músicos, cocineros o arquitectos a un nivel profesional elevado. Por supuesto, éstos son simplemente productos laterales. El propósito fundamental de todo esto ha sido crear oportunidades para las tres líneas de Trabajo, las circunstancias ideales para el despertar de la conciencia. 76
Lo que vale no es el sufrimiento sino el deseo del alma. Catalina de Siena
XX Es claro que Robert Burton vio el respaldo re spaldo de las Fuerzas Superiores en su resolución de iniciar nuestra Escuela; y así lo sintió cada estudiante que se unió a su esfuerzo de construir y mantener esta empresa en tan gran escala. El hecho de que Robert y sólo Robert fuera elegido como fuerza conductora de tan vasto esfuerzo muestra la madurez de su alma. Los rasgos de su cuerpo físico son favorables para esta misión: es decir su disposición natural para el liderazgo y su habilidad para visualizar y concretar octavas a gran escala. Es también un hombre carismático, capaz de motivar a los más obtusos trabajadores para que se unan a su esfuerzo, aunque sea sólo temporalmente. Su carisma y belleza física a veces suscita que las estudiantes se enamoren de él como hombre. Aunque él no se relaciona con esto, no tiene modo de evitarlo. Por otro lado, enamorarse de él, dejarse cautivar por su belleza física o admirarlo como hombre son signos típicos del sueño, y si uno no se despierta permanece en una condición contraproducente. Él es un Maestro y su responsabilidad es, como él mismo lo ha dicho, crear las circunstancias adecuadas para el despertar de los centros superiores. La mayor parte del tiempo lo hace a través de choques muy sutiles y amables, pero a veces tiene que hacerlo irritando abiertamente al centro instintivo con el n de generar
una gran cantidad de energía para que el mayordomo se ponga a trabajar. En estos casos, aun cuando uno logra transformar la energía que él desata en uno, el centro instintivo aprende a desconar de él. Los choques que proporciona a sus estudiantes
afectan mecanicidades reales y circunstancias de la vida real, es decir, representan la realidad del ser inferior. Por eso el centro instintivo repudia al Maestro. Lo he visto suministrar estos choques a sus estudiantes cercanos en varias ocasiones, pidiéndoles que hagan cosas aparentemente imposibles o inconcebibles. Por ejemplo, a menudo pone como líderes de actividades que requieren competencia, a estudiantes incompetentes, o no tan competentes como los que tienen que seguir sus instrucciones. Durante todos estos años, he visto el trabajo de muchos derrumbarse situaciones así. Simplemente 77
no han querido o no han podido convertir tales situaciones en oportunidades para el desarrollo de la voluntad. Pero los que trabajan con estos choques se vuelven más concentrados, más sobrios y se sienten afortunados y agradecidos. Sólo puedo proporcionar ejemplos personales de cómo trabajaba en esta línea. Antes de conocer a Robert, había escuchado su comentario de que algunos de sus estudiantes trataban de usarlo como su conserje. Le hacían preguntas para que los ayudara a resolver problemas relacionados con su existencia orgánica. Por mi parte evitaba siempre esa clase de preguntas. Hasta que una vez, después de haber observado la tendencia a involucrarme en una relación tras otra, me dirigí a él y le pregunté si él pensaba que una relación era algo positivo para mi trabajo. Se detuvo por un momento, puso una mano dentro del bolsillo de su saco, como buscando su pluma, y me dijo: — ¿Quieres decir una relación conmigo? Con cierta impaciencia le respondí: —No, no es eso lo que quiero decir. decir. Quiero decir en general. Al darse cuenta de mi emoción, dejó de buscar en su bolsillo y añadió en forma impersonal: —La gente despilfarra una gran cantidad de energía en relaciones. La respuesta era clara. De pronto comprendí que cuando le había hecho esa pregunta no había puesto el tema en la perspectiva correcta de acuerdo con el Trabajo. T rabajo. Básicamente estaba preguntando si podía mantener esta mecanicidad y seguir trabajando sobre mí mismo. Aunque la pregunta resultó inoportuna, él halló un modo de aprovechar esa área de identicación para crearme situaciones
de trabajo. Desde ese momento comenzó una serie de interacciones con él que me produjo fricción en el área de las relaciones. Por ejemplo, cuando me veía con una muchacha, me pedía hacer cosas para él que exigían renunciar a hacer una cita con ella o a posponerla; a veces incluso en medio de una cita me llamaba y me pedía que fuera a buscar mi cámara con el n de tomar una fotografía para él. Una 78
vez, después de un concierto, una muchacha permaneció sentada sola esperándome por largo tiempo, hasta que nalmente encontró
a otro que la llevara a su casa; y ahí acabó todo. Otras veces él me veía hablando con una chica e interrumpía la conversación llamándola a ella o a mí a su lado. Se la pasaba jugando con mi identicación, y, aunque yo sabía que ése era su privilegio,
mantener la calma no dejaba de ser un desafío constante. Por ese entonces comprendí que el signicado “identicación” era
que mi sentido de identidad estaba en cierto dispositivo interno y su manifestación mecánica. Un día conocí una joven que realmente me gustaba y comencé a salir con ella. Todo parecía uir a pedir de boca, hasta que un día fuimos a un concierto en nuestro Town Hall y, y, cuando íbamos
entrando por el pasillo, nos encontramos frente a frente con Robert. Le sonreí. Me miró directo a los ojos por un segundo y no devolvió la sonrisa; se dirigió a su asiento. “Él es así a veces”, pensé, y me fui a tomar asiento, sin dejar de sentirme algo incómodo. Al día siguiente, mientras reparaba un sistema de irrigación, uno de sus secretarios de esa época, que era muy buen amigo mío, me trajo un “mensaje” de parte del Maestro. Maestr o. Dijo que debía suspender toda conexión con esta joven, pues el mejor amigo de Robert estaba interesado en ella y él quería reservársela. Te puedes imaginar, querido lector, mi reacción: pegué un salto tal que solté el tubo recién pegado, éste se volvió a separar, separar, dejando la reparación como antes de iniciarla. Con la sangre hirviendo exclamé: — ¿Qué se está creyendo Robert? ¿Cómo piensa que su amiguito va a hacerse hombre si ni siquiera lo deja ganarse una muchacha? Mi amigo conservó su compostura; sólo me respondió: —Ésta es una Escuela, Robert es el Maestro, y ésta es una tarea. —Te puedes ir — Le dije, aparentando serenidad, quedándome inmerso en un mar de negatividad, mirando el tubo por reparar. Sabía que tenía que actuar rápidamente, pues si lograba cortarle la cabeza a un “yo” negativo podría convertirlo en hidrógeno puro. De otro modo, 79
habría de arrastrar mi voluntad por días o meses interminables. En n, me pasé toda la tarde tratando de detener los pensamientos
y de acostumbrarme al hidrógeno. Había atravesado episodios de sufrimiento antes y había trabajado con el consejo de Rodney Collin de que tener la actitud correcta frente al sufrimiento era esencial para la creación de voluntad. Todo lo que tenía que hacer era separarme de los “yoes” producidos por los centros instintivo y sexual y enfocarme en la actividad del momento. Cada vez que los “yoes” reaparecían tenía que cortarles la cabeza y usar el hidrógeno. Me tomó considerablemente menos tiempo transformar la energía del choque que la primera vez en que recibí uno de esa naturaleza. Pero aun así no dejé de pasar mis noches de insomnio. Solía levantarme al alba e ir a correr al campo de fútbol, sólo para eliminar la energía que no podía transformar. Esta vez no estaba trabajando en la oscuridad; estaba consciente del centro instintivo y, lo que es más, empecé a ver la diferencia entre el mayordomo suplente y el mayordomo real. El mayordomo suplente se ocupa sólo de observar, observar, pero no puede cambiar nada; el mayordomo real, en cambio, tiene que actuar sobre lo que ve. En este caso decidí trabajar con la idea de hacer lo que la máquina no quiere hacer. hacer. Después de un tiempo me las las arreglé para renunciar a la relación; sabiendo que lo que habría de adquirir internamente era mucho más importante importante que lo que tenía que perder externamente. No fue sino hasta entonces que me dirigí a Robert y le agradecí por haberme proporcionado esta oportunidad. Me dio una respuesta inesperada, como de costumbre: —Como ves, querido, para ti es mecánico encontrar una novia. Te vas a encontrar otra antes de que pase el verano. Mi amigo no tiene tiempo de cortejar a esta muchacha porque tiene que asistir a su Maestro y viajar con él. Para entonces ya estaba lo suciente sereno y pude entenderlo.
De hecho, Robert me había dicho antes que su relación con este estudiante era especial; pues el estudiante era sobre todo su apoyo emocional, y lo respeté. Robert nunca me dijo directamente por qué creaba tal o cual 80
circunstancia. Simplemente lo hacía; dependía de mí averiguar, a través del recuerdo de Sí y la observación, qué debía controlar o desarrollar. desarrollar. Él supo utilizar la tendencia de la máquina a conquistar muchachas y con ello generó una gran cantidad de energía. Más adelante veriqué que efectivamente perdía energía en esta área; y
me di cuenta de que necesitaba encontrar la circunstancia correcta que me ayudara a neutralizar esta forma de desperdicio; pero no tenía idea de cómo iba a crearla por mí mismo; mi única esperanza residía o en una tarea o en un episodio diseñado por una fuente superior. Tal como lo indicó Robert, al nal del verano había encontrado
una nueva relación. Por suerte, ésta habría de ser lo que iba a cambiar no sólo mi actitud en esta área sino también el modo de verme en el Trabajo. Sin entrar en detalles, todo lo que puedo decir es que este episodio me llevó a la locura en todas direcciones. Sin embargo, desde el ojo del ciclón pude ver que en la base de esta mecanicidad estaba el retrato imaginario de la máquina; asimismo, en la base del retrato imaginario había un engaño; o sea, confundía la energía sexual con la energía emocional. Creo que lo que Orage describe como “amor emocional” se basa en esta ambigüedad13. Con Con este episodio toqué fondo, fondo, pero cuando todo todo llegó a su n, mi trabajo se volvió más constante.
Toda empresa humana carece de importancia real, pero el centro instintivo le da importancia con el n de impedir el despertar de
los centros superiores. Después de todo, esta vida es todo lo que el centro instintivo tiene. El tiempo muestra que toda aspiración del centro instintivo no es más que un efímero deseo. Para algunas personas, esta aspiración se relaciona con la comodidad y para otras con el dinero, la comida o el sexo.
13 Sobre el Amor y otros ensayos , de A. R. Orage. 81
Las tareas que aquí se ofrecen tienen el objetivo de ayudarlo. Si titubea o se niega a ellas, usted se niega a recibir ayuda. Ouspensky
XXI Poco después de que terminó ter minó la octava de fútbol, Robert emprendió una serie de cenas y eventos de recaudación de fondos para mejorar y embellecer “Apolo”. Dichos eventos, que continúan hasta hoy en día, han puesto la Escuela bajo constante presión, tanto desde el punto de vista nanciero como físico. A lo largo de los
años, estos eventos de recaudación de fondos han exasperado a cierto número de estudiantes de tal modo que éstos han dejado de comprender la Escuela (aun cuando ya sabían que el Trabajo implica la exasperación del centro instintivo). Cada vez que Robert pide o sugiere algo con el objetivo de mantener vivas las tres líneas de Trabajo, T rabajo, el centro instintivo consiente en ello con la esperanza de que, al hacerlo, podrá sacar algún benecio
personal, progreso espiritual o estatus social. Después de un tiempo, al notar que no existe ganancia personal en la creación y el mantenimiento de la Escuela, el centro instintivo pierde interés y empieza a resistirse, o a evadir las peticiones y sugerencias en esta e sta área. Cuando uno carece de un mayordomo o del Ser para apoyar la meta de Robert de mantener vivos el Trabajo y la Escuela, el centro instintivo inevitablemente lo arrastra a uno fuera de su inuencia. Uno empieza por entrar en desacuerdo con él, luego a
contradecirlo y a juzgarlo hasta llegar al resentimiento. Bien, durante uno de estos eventos de recaudación de fondos Robert le pidió a uno de sus amigos, quien era fotógrafo, que tomara fotos durante los eventos formales y se las enviara a los participantes. Había otros fotógrafos profesionales competentes, pero él eligió a este estudiante para ese papel. Sucedió que este estudiante empezó a aburrirse con el trabajo, pues era repetitivo, fatigoso y solitario. Sin consultar con Robert, me pidió que lo sustituyera, al inicio en forma esporádica y luego con más frecuencia (en esa época yo había desarrollado, hasta cierto punto, el arte de la fotografía). Robert mismo no se vio muy contento con este cambio, ya que cada vez que aparecía embutido en mi incomodísimo esmoquin, con mi cámara en las manos, me preguntaba a secas: 82
— ¿Dónde está Freddy? Cada vez le contestaba que no sabía. Sin agregar nada más, él simplemente se daba la media vuelta y me ignoraba por el resto de la noche. Esta breve conversación, cada vez que me veía, se repitió por un par de meses. Una vez que empezó a acostumbrarse a mi presencia, me preguntó si podía mostrarle algunas fotos que le había tomado durante los eventos y así lo hice. Le gustaron y me pidió copias para repartirlas entre sus amigos. De ese momento en adelante, empezó a pedirme fotos sobre los temas más variados y caprichosos: ores en su apogeo, un
nido minúsculo en la copa de un árbol, una nueva pieza recién adquirida para la colección de la Galería, una estudiante sentada junto al piano mirando a la ventana… Una vez me mandó en una avioneta a tomar fotos aéreas de un incendio que había devastado parte del territorio cercano a nuestra propiedad. Estos encargos llegaban en los momentos menos pensados, mientras almorzaba o me arreglaba para un concierto o cuando tenía que ir a recoger a mi novia; y debía responder de inmediato. En una ocasión me encontraba bajo la regadera cuando el amigo con quien vivía en esa época me dijo que el Maestro estaba en el teléfono y deseaba hablarme. Le pedí que le dijera que me estaba bañando y que ya le hablaría más tarde. Un segundo después vi una mano cerrando la llave de la regadera, mientras la otra ponía el teléfono en mi oído. Escuché la voz de Robert diciendo: —Querido, acabamos de comprar un gallo y te lo dejé en la cocina de la Galería. ¿Podrías tomarle una foto? — ¿Para cuándo la necesitas?—le pregunté, chorreando. Me contestó: —Oh, por favor, favor, termina de bañarte, querido. Gracias. Tomé una gran cantidad de fotografías de todo tipo de objetos y personas, pero nunca supe qué hizo con ellas. A veces me pedía que se las diera a otros estudiantes; otras veces que se las entregara a él y, cuando lo hacía, actuaba como si se hubiera “olvidado” del asunto. Pasé por varias fases mientras trabajé trabajé para él. Al inicio con gusto dejaba de lado mis empeños para tomar fotos simplemente 83
porque él me lo pedía y porque con ello me sentía importante. Después empecé a cansarme y a dolerme de las consecuencias de tener que dejar mi trabajo o perder una reunión o una cita sólo para tomar una foto, cuyo signicado muchas veces desconocía.
Siempre respondí con prontitud a sus pedidos, pero a un cierto punto empezó a emerger el rencor. Nunca sabía cuándo me iba a llamar, llamar, pues podía hacerlo en cualquier momento. Incluso cuando estaba de viaje en Europa me llamaba y me pedía tomar una foto y enviársela ese mismo día. Este trabajo extra se agregaba a mi octava regular de jardinería y a la de fotografía que, de por sí, llevaba mucho tiempo y que incluía el revelado, la selección y el envío de las fotos por correo, todo durante mi tiempo libre. 14 Al inicio estaba siempre dispuesto a tomar fotografías para él; hasta lo hacía con gusto; era mecánico. Pero me pidió tantas fotos, tan a menudo y en los momentos más inoportunos que terminé por exasperarme; y me sentía incapaz de hacerlo a menos que lo viera como un acto de voluntad. Por esa época me pidió que me encontrara e ncontrara con él en la Galería una tarde antes del crepúsculo, que trajera mi cámara y me asegurara de ponerle un rollo en blanco y negro. Llegué temprano y me senté a esperarlo en uno de los sofás que daban al oeste. El salón principal de la Galería tiene dos puertas estilo francés que dan al oeste y que conducen a un jardín formal; sus marcos crean una cruz de tipo cristiano. Robert llegó casi al ponerse el sol y se sentó junto a mí en silencio… A medida que el tiempo pasaba mi centro instintivo se ponía alerta. Entonces me dijo que estuviera listo porque cuando el sol bajara, iba a proyectar la sombra de una columna griega que sostenía la pérgola donde crecía una enredadera, alineada perfectamente con la cruz. Quería una foto de eso. Me dijo que era un augurio. Calculé que sucedería en diez minutos, así que tenía tiempo de relajarme y estar presente. En ese entonces me dijo: —Nuestra Escuela es más grande que la de Cristo. Observé una repentina irritación al escuchar estas palabras y me puse tenso. Sentí el impulso de sonreír y decir algo para demostrar que estaba de acuerdo, pero no supe qué. Permanecimos Per manecimos en silencio 14 En ese tiempo no existía ni la fotografía digital ni el Internet. 84
por lo que me pareció una eternidad. eter nidad. Una cadena de pensamientos se desató en mi mente en relación con lo que acababa de decir. Me sentí compelido a prestar atención al tema pero me contuve. Solo usé la energía del choque. Seguí luchando por detener los pensamientos cuando de pronto Robert me tomó de la mano y añadió: —Cristo nos está ayudando a despertar. despertar. El centro instintivo se irritó aún más y tuve que renovar el esfuerzo de renunciar a los “yoes”. —…SSSí—le dije. Estuvimos sentados en silencio por un largo rato hasta que la sombra de la columna jónica se proyectó sobre la cruz. Logré estar presente mientras esto ocurría y lo vi como claro símbolo de nuestra Escuela en ese tiempo. La irritación estaba allí, pero yo estaba presente. Entonces escuché que Robert decía: —Ya —Ya puedes tomar la foto, querido. Se puso de pie y dejó la sala. Tan pronto como se fue, el centro instintivo se agitó y generó el impulso inminente de marcharse, pero me puse la meta de mantener el estado y esperar hasta que el símbolo se desvaneciera. Cuando regresé a mi casa, me di cuenta de que el centro instintivo se había puesto negativo tan pronto como Robert se hubo retirado de la sala; esta vez noté que en realidad teme el despertar de los centros superiores. Sentí claramente que quería arrastrarme a un estado bajo lo antes posible. Se puso impaciente e histérico y trató de interesarme en todo tipo de cosas “importantes” como leer un libro, iniciar una discusión o ir a hacer el amor desenfrenadamente. Enmarqué una copia de esa foto y la usé por un tiempo como un recordatorio de ese momento; no sé qué hizo Robert con la copia que le entregué. Más adelante traté de averiguar qué había causado negatividad en el ser inferior. La clave estaba en uno de los primeros “yoes” que se habían manifestado mientras Robert me hablaba de nuestra Escuela en relación con la de Cristo. Se articulaban algo así como: “¿Por qué me tiene que decir esto? No 85
necesito que me convenza de nada”. Indudablemente la vanidad es una de las manifestaciones principales del centro instintivo, pero mi descubrimiento más sorprendente fue que se permite opinar y, más aún, pone su identidad en conocimiento que ni le interesa. Que seamos o no una escuela en la escala de la de Cristo nada tiene que ver con el centro instintivo. No obstante, tiene una opinión y una actitud hacia esa armación. Que Cristo
esté o no ayudándonos a despertar está relacionado con los centros superiores. ¿Por qué el centro instintivo se toma el asunto en forma personal? Esto claramente demuestra su naturaleza mezquina. Puede usar cualquier cosa para iniciar una discusión con el n
de mantener los centros superiores dormidos, incluso información insignicante para su existencia.
En el tercer estado, sé que somos una Escuela E scuela y sé que siempre he deseado trabajar con alguien como Robert Burton. Por supuesto, he tenido intervalos en mi relación con este hombre extraordinario; especialmente cuando era su fotógrafo. Por muchos meses, antes de acostumbrarse a mí, simplemente me ignoraba durante los eventos. Yo trabajaba rmemente con la consideración
interna y, cuando no lo hacía, me inundaba el rencor. Voy a compartir un episodio que me ayudó a superar un intervalo importante en mi relación con él. Sucedió durante el tiempo en que estaba leyendo un pasaje de Ouspensky en que describe los atributos de un ser consciente; y comencé a buscar esos atributos en Robert inquisitivamente. Me interesaba en particular vericar si Robert tenía o no el poder
de la telepatía y, de ser s er así, cómo lo utilizaba, pues sabía que José Antonio Kahuil lo poseía y lo utilizaba con nes conectados con
su trabajo. Por varias semanas llevaba esta pregunta en mi mente mientras tomaba fotos de él durante los eventos. Me preguntaba cómo sería posible vericarlo, puesto que en esa época Robert no
me dirigía la palabra en absoluto; además de que yo mismo no tenía poderes telepáticos ni nada por el estilo. Todo lo que hacía era mirarlo jamente, como desaándolo, mientras le sacaba fotos.
Me sentía ridículo cuando me daba cuenta de que no sucedía nada. Esto siguió por un período durante el cual simplemente aborrecía trabajar para él. 86
Finalmente, una noche enfoqué la cámara sobre él mientras levantaba su copa para brindar antes de la cena. (Prácticamente esta era la última foto que tomaba durante las cenas formales; después me retiraba de la sala.) Esta vez hizo una pausa por un momento, miró su copa y en lugar de brindar dijo: — ¿Para qué leer tu mente cuando tengo a Shakespeare? Puso su copa en la mesa y consumió su primer bocado. Volteó brevemente en mi dirección, mirando por encima de mí. Comprendí que podía salir de la sala.
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El pago, en el verdadero sentido de la palabra, debe ser útil no sólo para usted sino para los demás: para la escuela. Ouspensky
XXII Una vez alguien preguntó a Robert si sabía quién era el estudiante más rico de la Fellowship. Él respondió que no lo sabía, luego añadió: —Pero si entra en el círculo interno las Fuerzas Superiores empezarán a usar su dinero. Nuestros interminables eventos de recaudación de fondos han arrojado luz al respecto. Son caros y, por mucho tiempo, eran excesivamente caros. Cuando Robert volvió a enseñar personalmente en forma regular, puso un precio muy alto a sus reuniones y cenas. Y sólo quienes estaban dispuestos a pagarlo podían sentarse a su mesa y aprender a estar presentes directamente de él. Ya sea que uno pague con dinero o con con trabajo, asistir a los eventos es sólo una pequeña parte de la experiencia. Robert a menudo dice: —Hay que asistir dos veces a estos eventos. Cuando uno paga o trabaja para un evento, sólo trae su cuerpo físico al mismo. Pero si realmente quiere aprovecharlo tiene que lograr despertar su cuerpo astral a través de la experiencia; el evento mismo es sólo una circunstancia favorable. Para iniciar, se nos pide llegar a cada evento una hora antes de que llegue Robert; esto nos permite hacer el esfuerzo de controlar los “yoes” que ocupan espacio antes de que él entre en la sala. Después, con el n de ayudarnos a encontrar la correcta concentración para
trabajar, trabajar, tenemos un breve concierto en vivo y la lectura de un poema. Cuando Robert enseña, se dirige a los centros superiores. Por lo general produce choques en los centros inferiores con el n de liberar la energía necesaria para que se maniesten los centros
superiores -aunque el esfuerzo de despertarlos es siempre la tarea de cada individuo. En otras palabras, Robert enseña fuera del tiempo; quien desee aprender de él debe proyectarse fuera del tiempo mientras lo escucha. Cuando uno permanece en los centros 88
inferiores, por lo general termina confundido o negativo. Con el dinero recaudado durante estos eventos hemos creado hermosos jardines; hemos adquirido fuentes y estatuas antiguas; hemos construido calles adornadas con palmeras, rosales y naranjos; tenemos un restaurante y un bello parque con palmeras y olivos centenarios. Hemos edicado un anteatro, y una vez
al año invitamos a los mejores bailarines de ballet del mundo a nuestro escenario. Nuestra colección de arte ha aumentado de manera signicativa. En n, hemos creado un ambiente renado
para nuestras reuniones y nuestros eventos, todo de nuestros bolsillos y esfuerzos físicos. Los eventos de recaudación de fondos son sólo parte de estos esfuerzos; pues igualmente deben organizarse equipos para el diseño y la construcción de todas estas áreas. A veces contamos con la capacidad de algún profesional, pero a veces hemos tenido que aprender la profesión sobre la marcha, por así decirlo. Algunos nos convertimos en albañiles, carpinteros o jardineros improvisados (como en mi caso). Otros, en cambio, descubrieron que su esencia está más a gusto con el trabajo de tercera línea que se les exigía, que con la carrera que originariamente originariamente eligieron en la vida. El ejemplo más llano es el de un abogado español que descubrió ser un excelente mecánico automotriz. Hemos construido Apolo bajo mucha presión pues todo lo que se ha vertido en el desarrollo del lugar en que lo hemos construido proviene de nosotros. Robert no deja de mantener a su círculo interno trabajando bajo una tremenda presión. Exige mucho en cada evento de recaudación de fondos y el círculo interno siempre se las arregla para alcanzar la cifra estimada. En general, cuando estamos a punto de nalizar
la construcción de un área ya se ponen en marcha nuevos eventos de recaudación para la próxima. En cuanto al equipo de construcción, siempre le pone un breve plazo para terminar su trabajo. Robert nos exhorta a terminar un jardín o una plaza en pocas semanas. Una vez que estamos a punto de alcanzar la fecha límite, aumenta la presión agregando más detalles a la construcción, o cambiando el diseño de tal modo que hay que destruir y reconstruir en pocos días, las más de las veces trabajando largas horas o incluso durante la noche. 89
¿Y dónde hemos adquirido todas estas antiguas palmeras, algunas de más de cien años? Robert le dio la tarea a un estudiante, que a lo largo de los años ha demostrado ser un negociante elocuente y capaz, de inspeccionar las ciudades circunvecinas, calle por calle, en busca de palmeras maduras que comprar o cambiar. cambiar. Este estudiante negociaba con propietarios de casas y viveros para la adquisición o el intercambio de sus palmeras centenarias, y lo hacía con éxito. Luego el equipo de jardineros viajaba al lugar, excavaba la palmera y la traía para Apolo. Más tarde regresábamos a restaurar el lugar de donde la habíamos extraído: poniendo un nuevo prado, plantando árboles y ores, todo a un nivel profesional.
Cuando uno entra en el círculo interno, comprende por qué hace esfuerzos para apoyar el trabajo tal como Robert Burton lo ha establecido, es consciente de la necesidad de mantener el Trabajo vivo y sabe que la estructura del mismo es la responsabilidad de Robert. También comprende que la Escuela existe dentro de uno mismo. Cuando uno está en el círculo externo se ve como separado de la Escuela. O sea, ve una institución compuesta de personas y su Maestro y espera obtener algo tangible para sí a cambio de sus donaciones a la institución. Cada vez que uno se duerme se desliza hacia el círculo externo.
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Probablemente hubiera podido encontrar los fondos necesarios para que [Gurdjieff] estableciera su trabajo en las condiciones adecuadas, y también traerle a gente mejor preparada. Pero, por supuesto, aún tenía una idea muy vaga de en qué podía consistir este trabajo. Ouspensky
XXIII Mirando en retrospectiva, ahora me doy cuenta de que Robert Burton ha sido capaz de mantener a un número privilegiado de estudiantes trabajando juntos en la misma dirección por un período de más de cuarenta años. Lo ha logrado creando octavas de segunda y tercera líneas a largo plazo y a gran escala. Por medio de estas octavas los estudiantes han aprendido a mantener su enfoque y a trabajar juntos como amigos o, al menos a convivir de una manera amistosa. Aunque la elección de esta gente privilegiada está en las manos de las Fuerzas Superiores, cada individuo debe tener el deseo intrínseco de permanecer conectado con este vasto esfuerzo. e sfuerzo. A lo largo de los años, cierto número de personas ha contribuido en forma monetaria; otros han dado su tiempo y experiencia o ambos; pero el común denominador en este limitado número de estudiantes es el acuerdo de que el trabajo de uno requiere ayuda constante de otros con el mismo objetivo y la misma comprensión. En el Cuarto Camino no se puede trabajar por sí solo. De tal modo se ha creado una viña de 365 acres, se ha construido una planta vitivinícola a su medida, jardines y calles admirables, lagos articiales, edicios para las artes escénicas, restaurantes
y una escuela privada; todo lo cual tardó muchos años en desarrollarse, pero también necesita constante mantenimiento. Se ha exhortado a los estudiantes a adquirir terreno y construir casas en la pequeña población de Oregon House, donde se ha establecido el corazón de la Escuela. Ha surgido una comunidad alrededor de la propiedad adquirida por la Escuela. El Maestro ha inspirado la construcción de una red de hombres número cuatro en pos de un objetivo común. Como dije antes, Robert a menudo pone como líderes de actividades que requieren competencia a estudiantes incompetentes o no tan competentes como los que tienen que seguir sus instrucciones. 91
Sucede aun hoy en día, y es una manera intencional de crear fricción, energía y trabajo; con suerte uno llega a jugar papeles en ambas caras de la moneda. Una vez jugué el papel de líder en una octava en la cual era un perfecto ignorante. Mi esencia sufrió mucho con la experiencia, pues se me había pedido administrar una de las tantas octavas agrícolas. Y como nunca he sido un agricultor en esencia, traté de serlo en personalidad. A pesar de no poder pensar en términos de la octava misma, aun así me volví mandón y hasta arrogante, simulando saber lo que estaba haciendo. Noté además que el centro instintivo experimentaba cierto placer en tener gente bajo su mando. Afortunadamente, esa experiencia fue muy breve. Terminó cuando un verdadero agricultor llegó a la octava y empezó a hacer las cosas de acuerdo con los ritmos de la naturaleza en lugar de sus propias nociones. Este estudiante tuvo gran dicultad con mi mecanicidad,
simplemente porque comprendía lo que tenía que hacerse en el momento en términos de agricultura y veía mi mecanicidad como pura fuerza de negación en la tríada. Me lo expresó claramente un día diciéndome que no tenía por qué hacer de la agricultura una cuestión emocional. —La agricultura se trata de hacer, hacer, estar e star a tiempo, ser s er constante; no de aparecer cuando se te da la gana, contar cuentos, tomar fotos y hacer amigos. En otra ocasión se me asignó la octava de traducir el libro de Robert, Self Remembering [ [El recuerdo de Sí ], ], en español, lo cual sí era parte de mis capacidades. Tenía que distribuir los capítulos entre los estudiantes de habla hispana, corregirlos y crear una edición nal.
Robert eligió a una estudiante para que trabajara conmigo. Se suponía que ella debía revisar mis textos y corregirlos de ser necesario. Esa estudiante se había hecho la fama de hablar cinco idiomas, todos mal, incluyendo el suyo. De más está decir que todo el asunto se volvió una pantomima. Ella no sabía suciente
gramática como para corregir el texto, pero aun así sentía la necesidad de hacerle correcciones. No sabía explicar cuál era el error, mucho menos cómo se suponía que debía corregirse. Todo 92
lo que se limitaba a decir era: —No me suena bien; me tiene que sonar bien. Trabajé con esta situación por un tiempo, pero le envié el mensaje a Robert diciéndole que necesitaba a alguien por lo menos con un mínimo de competencia en el uso de su propio idioma. Mi pedido fue escuchado y se tomó t omó acción al respecto a la brevedad. Sin embargo, para el rey de tréboles todo fue de mal en peor, cuando una estudiante recién llegada de España fue asignada para revisar el texto nal. Había seguido los mismos estudios que yo pero en España. Es decir conocía perfectamente su español. español. El problema era que su español y mi español eran muy diferentes.
Así que nos sentamos y, y , en cuanto comenzamos a leer, leer, ella decidió que el español era demasiado mexicano. Cada párrafo tenía que rehacerse de acuerdo con el “verdadero español”, el decretado por la Real Academia de España. A un nivel personal era realmente un deleite trabajar con ella. Era como jugar tenis con un oponente muy difícil de vencer. Sin embargo, la octava se convirtió en el e l cuento de nunca acabar. acabar. Ella se traía su diccionario en dos volúmenes; yo me traía el mío en tres. Y nos sentábamos por horas, incapaces de completar siquiera una página de acuerdo. Cuando Robert lo supo, hizo su movida nal.
Un estudiante de habla inglesa que más o menos hablaba español fue asignado para sentarse entre nosotros con una moneda en el bolsillo, y cada vez que el más leve signo de discusión aparecía, simplemente sacaba su moneda, echaba un volado y sanseacabó. Sol era España; Águila México. Esta solución, inaceptable como era para ambas partes, tenía que ser aceptada. Naturalmente, el texto sufrió considerablemente en el proceso, es más, quedó completamente privado de carácter. Desafortunadamente, tan culta e lúcida mujer decidió abandonar el trabajo para volver a España con todo y sus excelentes volúmenes; y desapareció sin dejar huella. Por mi parte, las cosas no terminaron allí. Un par de estudiantes más fueron arrojadas en el ya hirviente caldero: una estudiante de Argentina que no hablaba una palabra en inglés, y una de Guatemala que era bilingüe y hablaba un español guatemalteco mal remendado con anglicismos. Las cosas degeneraron aun 93
más cuando el texto que para ese entonces carecía por completo de estilo fue enviado a una editorial argentina que que lo modicó
de nuevo para que concordara con el español argentino, que los argentinos ni siquiera llaman español sino castellano. Cuando recibí una copia del documento nal apenas lo reconocí.
Otros equipos de traducción no tuvieron este problema pues su idioma es el mismo en todos lados; mientras que en español existen como veinte versiones, todas ellas correctas. Entonces me di cuenta de que tenía que renunciar a mi identicación con el uso del español; de lo contrario estaba denitivamente renunciando a
mi trabajo interno. Pues ahí me vi, trabajando con la traducción de un libro sobre el recuerdo de Sí, en el estado más profundo de identicación. Aunque Robert Robert se mostró mostró activo en este asunto,
nunca me dijo nada al respecto; comprendía su irrelevancia. Sólo se limitó a mandarme a la primera persona que se le ocurría. He llegado a concebir a Robert como un generador de energía, o de hidrógeno superior, por decirlo de otro modo. Usa varias herramientas para generar esta energía en sus estudiantes. Pero el centro instintivo no soporta este hidrógeno y desea librarse de él tan pronto como lo siente entrar en circulación. Además, cuando el centro instintivo se da cuenta de que Robert lo pone en ridículo y lo engaña todo el tiempo, comienza a crear rencor. rencor. A Robert no le importa esto. Sabe que todo estudiante que tenga un mayordomo activo va a sacar ventaja de cada oportunidad que él proporciona. Según lo que leí en los escritos de quienes conocieron a Gurdjieff en persona, él a veces usaba técnicas más directas y brutales. En ocasiones ridiculizaba a sus estudiantes, o les gritaba, o les hacía cavar zanjas para luego volver a llenarlas. Robert es más sutil en ese sentido; no nos grita ni nos pide cavar zanjas inútiles. Lo que él nos pide es ayudarlo a construir “Apolo”. Conforme nos ayuda a despertar, a lo largo de los años ha creado con nosotros un paisaje maravilloso al que podemos estar presentes.
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Aquí podemos solamente dirigir y crear condiciones, pero no ayudar. Gurdjieff
XXIV Cuando tomaba fotografías durante los eventos en “Apolo”, tenía que trabajar con tres tipos de situaciones: Había cenas formales con un código de vestir de etiqueta y vestido largo; había también recepciones y cenas de enseñanza menos formales, con un código de vestir que exigía saco y corbata para los hombres y vestido para las mujeres. Yo había desarrollado una técnica para para tomar fotos evitando que la gente posara, pues las poses nunca me convencen. Así que usaba una amplia gama de lentes con el n de poder tomar
fotos a distancia sin ser notado. La mayoría de los fotógrafos sabe que en el momento en que la gente se da cuenta de la cámara cambia su actitud y su postura, arruinando así la espontaneidad. Cuando veía que éste era el caso me retiraba sin disparar; más tarde buscaba un mejor momento. Trabajar con cenas formales y cenas de enseñanza era relativamente fácil. Por lo general la gente se hallaba en los reyes de los centros y las fotos salían bien. La única dicultad era que como el rey de tréboles estaba activo, a
veces la gente se ponía rígida, sobre todo en presencia de Robert. Ya mencioné que, en general, el rey de tréboles se vuelve muy activo cuando el Maestro se acerca. Hace como si estuviera trabajando sobre sí. Tenía el objetivo de tomar fotos de estudiantes cuando estaban en personalidad verdadera o en esencia, y no cuando estaban en personalidad falsa. No hay nada de raro en esto, ya que el Trabajo es intermitente; mi papel de fotógrafo simplemente me permitía ver de cerca esta situación en particular. En un momento veía a alguien en esencia; segundos más tarde su presencia cambiaba, se volvía ngida. Por otro lado, algo similar observaba en mí. Tenía la meta de fotograar lo mejor de la gente y trabajaba de acuerdo
con ello, esperando siempre el momento en que algo de naturaleza más alta apareciera en su presencia. Pero seguido observaba que mi centro instintivo juzgaba lo que veía a través del lente e ignoraba a ciertas personas por el resto de la velada. Las recepciones constituían una arena más difícil, pues todo mundo se hallaba disperso por los jardines o las diferentes salas de la 95
Galería donde tenían lugar, cada quien por su cuenta. Robert solía sentarse rodeado de sus amigos más cercanos y ocasionalmente llamaba a un estudiante a su lado con el n de entablar una breve
conversación; pero casi todo mundo se la pasaba donde quisiera y con amigos de su elección. La comida se servía informalmente y el vino en abundancia. En suma, se creaba una atmósfera que hacía muy difícil mantener el enfoque en el Trabajo. En tal atmósfera, uno podía fácilmente notar entre los estudiantes todo tipo de interacciones incongruentes con el Trabajo. Robert se sentaba observando en silencio. Luego llamaba a alguien para hablarle y a veces darle una tarea o un ejercicio personal. Vistas desde el segundo estado de consciencia, estas recepciones apenas nos hacían parecer una escuela esotérica. Al máximo parecíamos una tribu social glamorosa, en la que se generaba e intercambiaba todo tipo de energía emocional y sexual. Pero el Maestro, como siempre, trabajaba durante ellas. Una vez le pregunté por qué teníamos tales recepciones informales, ya que no me parecía que ayudaran al desarrollo de los reyes de los centros, como las cenas formales y las reuniones. —Sí—me dijo—, los eventos formales te ayudan a desarrollar los reyes de los centros. Las recepciones son para que veas quién eres, y quién no eres. Después de responder a esta pregunta, se puso activo en relación con lo que yo hacía durante la recepción. Cada vez que entablaba conversación con alguien, llamaba a esa persona a su lado, hablaba con ella y luego la mandaba a buscar a otra. Hizo esto por largo rato y cada vez terminaba ter minaba en lo mismo: me quedaba solo en medio del salón, salón, hasta que llegaba otra otra persona. Yo Yo empezaba una conversación y casi de inmediato Robert la llamaba a su lado. Comencé a irritarme y decidí seguir tomando fotos. Apenas enfoqué la cámara me llamó a su lado y me dijo: — ¿Ves ¿Ves la mano de ese dios en la esquina? Por favor, favor, ¿puedes tomarle una foto para mí? Volví la mirada y, por encima de la multitud de estudiantes, vi la mano de Mercurio 15 extendida, apuntando hacia arriba. Sonreí 15 Esa escultura ha sido dorada y se asienta ahora sobre una columna en medio de una rotonda. 96
mientras tomaba la fotografía y luego me di vuelta para agradecerle,pero se había ido. Cada vez que Robert se levantaba y se iba de una recepción, aumentaba el murmullo de la gente. Ese era el momento de irse a casa. Fue durante estas recepciones que descubrí varias tendencias desfavorables que de otro modo hubieran permanecido en la oscuridad del segundo estado. La más insidiosa era la muy agradable tendencia a pasar mi vida social al nivel del siete de corazones, olvidado de la necesidad de hacer esfuerzos. Este nivel de atención me mantenía vivaracho y guasón, especialmente con las muchachas, y hacía de mi vida “mucho ruido y pocas nueces.” Más tarde estudiante llegó con un mensaje de Robert, pidiéndome que dejara de platicar con los invitados y que me concentrara en mi función de fotógrafo. Fue muy difícil difícil de aceptar aceptar al comienzo, porque mi centro de gravedad se nutre de la gente y la conversación. Sin embargo, fue providencial en términos del Trabajo, pues se me pedía concentrarme en mi trabajo, que consistía en observar y fotograar lo mejor en cada uno, sin trabar conversación con
nadie y manteniendo en mente a las Fuerzas Superiores.
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Un creyente que no haya tenido la experiencia de lo que se discute aquí no puede apreciar apreciar las cosas cosas secretas secretas de Dios. Miguel de Molinos
XXV Te preguntaras, querido lector, lector, si alguna vez he dudado de que ésta sea una Escuela real. Cuando uno emprende la lucha por estar presente, trabaja al nivel de la atención del mayordomo: se halla en los reyes de los centros. Ya se ha mencionado que cuando uno sostiene este nivel de atención, el rey de tréboles se despierta. Es allí donde entra la duda, como un susurro, como una distracción inltrada por el
centro instintivo. La duda existe al nivel de las funciones inferiores. Alguien que no ha experimentado un estado superior o que se ha olvidado de tal experiencia, tiende a escuchar la voz de la duda. También quien descuida su Trabajo está sujeto a la duda. El origen de la lucha reside en el logro de aquello que uno ya sabe y desea recuperar; o sea, la presencia. En un estado superior de consciencia, no existe la duda; uno es exactamente lo que busca. Además, percibe a quien está en un estado superior y a quien no no lo está. Recuerdo que una mañana, durante un desayuno formal, estaba luchando por estar presente durante el evento. Mi trabajo consistía sustancialmente en detener la imaginación y la charla innecesaria. Cuando nos sentamos a la mesa, vi que había logrado poner mi mente en silencio. Hubo un momento en que tuve la sensación bien clara de atravesar el velo invisible del sueño. Miré alrededor de la mesa cuando escuché que Robert decía: — ¿Ves? ¿Ves? Tus centros superiores están despiertos ahora. Y tu nueve de corazones está activo también. Me miraba directamente desde el otro lado de la mesa. Sentí una explosión en mi plexo solar solar, al mismo tiempo el ser inferior se sintió un terrible espanto. —Tu nueve de corazones ha despertado despertado la presencia— dijo dijo Robert, jando sus ojos felices en mí. 98
Noté de nuevo, como cada vez que veo su verdadero Ser, Ser, que no sólo está siempre presente sino que también es radiante y poderoso. Observé a un estudiante sentado cerca de él. Estaba mirando su plato y se hallaba hallaba profundamente dormido. Robert capturó mi mirada otra vez y me dijo: —Tú estás despierto, ¿te das cuenta? El centro instintivo se sintió turbado, angustiado e histérico. Miré a los demás comensales. Había como cincuenta estudiantes en el desayuno. Noté que algunos guardaban un silencio interno; otros no estaban allí. Eso sucedió por el tiempo en que empezamos a practicar la secuencia. Antes del desayuno, había hecho esfuerzos constantes para salir de la imaginación por medio de esta nueva herramienta 16. No había pasado por ningún tipo particular de tensión nerviosa o sufrimiento; estaba simplemente tratando una y otra vez salir de la imaginación mientras vocalizaba la secuencia. Me sentí agradecido hacia Robert y otros estudiantes al nal de esos esfuerzos. Tuve
la clara comprensión de que Robert está siempre en el presente, esperando a que nos unamos a él, invitándonos y creando las condiciones ideales para que lo logremos. En verdad, cuando estamos presentes le hacemos compañía. Pero los embates de la imaginación son como las cabezas de la hidra: una vez que se le corta una, crecen dos instantáneamente. En consecuencia, el Trabajo no termina nunca. Cuando el desayuno llegó a su nal, Robert dijo:
—Traten de no perder per der este estado. Manténganse donde están por el tiempo que sea posible, queridos. Me alejé del desayuno todavía en un estado superior. No hay palabras para describir lo que fue entonces caminar por el jardín de rosas. Numerosos “yoes” se s e agolpaban nerviosamente alrededor de mi presencia; y, aun así, permanecí entero y sobrio. La duda existe en el segundo estado, est ado, que es precisamente el estado del cual tratamos de alejarnos. Nosotros buscamos el tercer estado, buscamos la certeza. 16 Una secuencia de esfuerzos pensada para despertar y sostener la presencia. 99
La Inuencia C parece referirse al trabajo real de un ser superior sobre sus estudiantes íntimos. Rodney Collin
XXVI Durante la época en que Robert llevó su vida en privado, la Fellowship of Friends creció y se extendió por todo el mundo, en algunos casos sin su participación o inuencia directa. Conforme
Robert se fue haciendo más accesible, empezó a dirigir una serie de reuniones y eventos formales de enseñanza que atrajeron grandes números de estudiantes, muchos de estos estudiantes no lo conocían personalmente y jamás habían tenido que ver con él; algunos de ellos incluso enseñaban en el círculo externo y jugaban papeles de prestigio entre los estudiantes más jóvenes. Se ha dicho que cuando Robert enseña, se dirige a los centros superiores y que para ello debe usar técnicas para evadir a los centros inferiores. La forma de su enseñanza es a una mezcla de jeroglícos mayas con el lenguaje de los Relatos de Belcebú a su nieto , sazonada con todo lo que pueda ayudarle a ilustrarla en
cada momento. Los estudiantes no acostumbrados a su forma de enseñar empezaron por confundirse, luego alarmarse, hasta que nalmente se sintieron indignados. Ya ha descrito algunos
aspectos de esta enseñanza en un documento separado 17. Ese fue un momento bastante interesante en la historia de nuestra Escuela, pues la Fellowship of Friends perdió centenares de estudiantes. Toda clase de estudiantes con toda clase de papeles se fueron en busca de una enseñanza diferente que tuviera sentido para ellos; pues Robert ya no tenía sentido. Cuando el círculo externo se encontró frente a frente con un Maestro consciente, se confundió totalmente y se retiró. Pero la Escuela permaneció casi intacta, pues apenas si perdimos uno que otro estudiante concentrado. Al nal las Fuerzas Superiores decidieron a quién conservar y a quién
dejar ir. ir. A través de todos estos años, la Escuela se mantiene siempre alrededor de los 1800 estudiantes; la han dejado como 10.000.
17 A Further Effort, todavía no traducido al español. 100
Tus ojos miran hacia la tierra, los míos hacia el cielo. Christina Rossetti
XXVII Cuando observamos las mecanicidades de los demás, lo hacemos desde el punto de vista de lo que llamamos en el Trabajo una “interacción de rasgos”, porque nuestra prioridad es la observación y el control de nuestras mecanicidades mientras tratamos de estar presentes. Cuando dejamos de lado las mecanicidades de otros y nos concentramos en estudiar las nuestras, observamos que un rasgo en nosotros reacciona a un rasgo en ellos. También tenemos que usar esta herramienta cuando nos relacionamos con el Maestro, pues reaccionamos mecánicamente a su inuencia y
a su presencia. Al mismo tiempo, necesitamos recordar que un ser consciente actúa con intencionalidad a través de sus rasgos en esencia. Los usa como herramientas para enseñar y aumentar nuestras posibilidades para estar presentes. Cuando uno critica las acciones y métodos del Maestro, está proyectando una debilidad personal en él y, lo que es más, está dormido. La idea de los espejos de Ouspensky se aplica aquí. Al dividir nuestra atención, vemos que el ser inferior proyecta sus debilidades en otros, incluyendo el Maestro. Descubrí esto hace un tiempo, cuando comencé a prestar atención a los “yoes” de juicio acerca del Maestro. Me di cuenta de que el ser inferior lo juzgaba en áreas de sueño que ignoraba ignoraba en mí mismo. Además, al escuchar los “yoes” de juicio de otros estudiantes sobre los hábitos del Maestro o la manera en que gasta su dinero, o su vida sexual, etc., me di cuenta que en cada caso el área que alguien critica constituye un punto ciego sobre el que no ha pensado, o que no ha cuestionado en sí mismo. En otros casos, la gente juzga al Maestro con una actitud o un prejuicio adquiridos a través de la educación recibida en su ambiente social. He tenido “yoes” de juicio hacia él en varias áreas y he trabajado con ellos a medida que los he o observado bservado a lo largo largo de los años. Pero hay ciertos yoes de juicio que me han siempre resultado difíciles de trabajar; de estos daré sólo un ejemplo. Hace un tiempo, Robert nos pidió que examináramos todo texto literario y objeto de arte cuyo contenido llevara el mensaje oculto 101
de usar el cuerpo físico para generar un alma. Conforme nos embarcamos en este estudio, encontramos muchas escuelas, tradiciones e individuos que objetivamente se habían dedicado al mismo, si no aun esfuerzo similar al nuestro. Se me asignó el área de Mesoamérica y pasé varios años estudiando diversos textos y puntos de vista sobre el tema. Adquirí considerable conocimiento conocimiento en la literatura disponible. Robert me pidió que le enviara un texto sobre el tema y le escribí un documento de setenta y dos páginas. Me lo devolvió el mismo día con el pedido de simplicarlo simplicarlo y abreviarlo. Después de varios
días de trabajo lo reduje a dieciocho páginas. “Más corto, por favor”, fue su respuesta. Finalmente elaboré un documento introductorio a Mesoamérica de dos páginas y un par de páginas con citas ilustrativas del trabajo de escuelas esotéricas previas a la invasión española. Inicialmente (quiero decir los tres primeros años), a Robert le resultaba difícil relacionarse con el material, ya que se halla expresado en un lenguaje completamente extraño a la mente occidental. Pasaron cuatro años y él no podía utilizar la información. infor mación. Mientras tanto continué leyendo y absorbiendo el argumento. Después de un tiempo comencé comencé a tener una idea clara clara de las escuelas esotéricas y la cultura en esa parte del mundo. A medida que me familiarizaba más y más con ello, el centro instintivo empezó a tomárselo en forma personal, principalmente debido a mi origen nahua18. No lo noté directamente pero comencé a observar juicio cuando Robert empezó a usar el material para sus eventos. Noté que, desde mi punto de vista, constantemente malinterpretaba el material, citaba erróneamente las fuentes y de manera deliberada pronunciaba los nombres en modo absurdo. Imagínate, querido lector, cuando el nombre del gran Quetzalcóatl sonaba algo así como “Cui, cuó, cuá”. Mi centro instintivo se ponía tenso durante la duración de un evento; pero la mayor parte del tiempo me las arreglaba para actuar desde el mayordomo; por ese entonces ya habíamos madurado una serie de “yoes” de Trabajo de una sílaba que nos permitían volver rápidamente a poner nuestra atención en la presencia. El día después de un evento, le enviaba una nota para explicarle,primero de manera indirecta, y luego muy directa, cómo 18 Una de las naciones principales del mundo mesoamericano. 102
tenía que presentar ciertas ideas con el n de no dar la impresión
de ser un ignorante en el tema, pero no servía de nada. Al siguiente evento él decía exactamente lo que le había dicho que no dijera, de la manera exacta en que él quería, y muchas veces decía cosas muy distintas sobre el mismo material. Me hervía la sangre cada vez que decía algo con lo que no estaba de acuerdo. acuerdo. De vez en cuando, durante un evento me hacía preguntas absurdas o sin relación con el tema. Yo, sonriendo como un gato, le daba respuestas tensas y monosilábicas. A medida que pasaba el tiempo, Robert me pidió que investigara otros temas y autores. Mi tarea era decirle si creía que comunicaban el mensaje esotérico que él estaba tratando de transmitir en un determinado momento. De acuerdo con mi comprensión, algunos se conectaban claramente con el desarrollo de la consciencia; otros, en cambio, no. Le enviaba regularmente mis hallazgos. Sin embargo él usaba lo que deseaba y a quien deseaba, independientemente de que su trabajo tuviera o no conexión con escuelas o ideas esotéricas. es otéricas. Empecé a observar un incremento de juicio e impaciencia cuando asistía a eventos, al punto de que consideré seriamente dejar de ayudarlo en esta área. Por supuesto no lo hice. A veces sentía claramente que él se burlaba del centro instintivo con todo eso. Me parecía que cuanto más notaba que me identicaba con
mis opiniones, más enredaba la información que le había dado. Yo sabía que él tenía la costumbre de hacer lo mismo a otros estudiantes, pero cuando lo hizo en mi área de estudio observé una gran irritación en mi centro instintivo. El centro instintivo le da gran importancia a lo que piensa que sabe. Empecé a trabajar con esta situación como cuando nos encontramos con una emoción negativa: la tomé como hidrógeno a transformar transfor mar en el momento. Cada vez que escuchaba a Robert decir algo con lo que estaba en total desacuerdo, tan sólo me decía “déjalo y usa el hidrógeno para estar presente”. Cuando lograba estar presente, veía cómo él usa información procedente de fuentes esotéricas y exotéricas y la desorganiza de una manera caleidoscópica, siempre transmitiendo el mismo simple mensaje: “Trata de estar presente ahora; prueba este nuevo método”. En realidad no importa quién dijo qué y cómo; lo que importa es el 103
mensaje que Robert vuelve a transmitir una y otra vez: “Trata de estar presente ahora”. Para entender a un maestro consciente hay que familiarizarse con el modo en que enseña, pero, y esto es aún más importante, hay que tratar de estar presente mientras uno se expone a su enseñanza. Además, cuando uno se halla en un estado superior, todos los “yoes” relacionados con lo que el ser inferior cree saber son vistos como pura ilusión. El juicio es un velo. Cuando uno juzga al mundo, no logra verlo tal como es. Pero cuando uno juzga a un ser consciente, no sólo uno no logra verlo sino que, además, pierde la oportunidad de llegar a ser lo que él es.
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En caso de que uno de nosotros recuerde y el otro se olvide, te prometo una cosa: (...) te esperaré con gusto. Christina Rossetti
Notas sobre un viaje con Robert Mencioné antes que la sensación de estar en el Trabajo nunca me abandona. Aun así es sólo cuando me expongo a la presencia de Robert que verico hasta qué punto me he empeñado en el
esfuerzo correcto. Por eso una de las ventajas de asistir a eventos es poder medir el resultado de mis esfuerzos. Ahora bien, viajar con él signica exponerse a su presencia diariamente. Esa es una
situación especial, porque Robert es un ser que vive en el presente. He tratado con él regularmente a lo largo de los años y varias veces lo he encontrado por casualidad durante sus viajes; sin embargo, nunca había viajado con él como parte de sus estudiantes de apoyo. Me ha invitado en varias ocasiones —cada vez con poco tiempo de anticipación—, pero he tenido que negarme debido a los compromisos de mi vida. Una vez le dije que necesitaba arreglar mi viaje por adelantado y él me dio una fecha. Hice los arreglos necesarios y, pocos días antes de la supuesta partida, cambió la fecha otra vez, de modo que no lo pude acompañar. acompañar. La perspectiva de viajar con él en estos términos era una oportunidad fuera de lo ordinario. Pero el centro instintivo siempre se alarmaba y se sentía afortunado de poder rehusar invitaciones, principalmente porque tiene miedo de volar, y dormir en cuartos de hoteles le causa claustrofobia. Además, el centro instintivo no considera al Maestro como amigo. Finalmente se abrió un espacio en mi agenda y pude aceptar su invitación de viajar a México con con él por una semana. Esta vez surgió un miedo adicional, pues un virus mortal se había esparcido por la ciudad de México. No obstante, en esta ocasión trabajé con todo eso, pues no había nada inminente que me impidiera impidiera aceptar la invitación. Debía encontrarme con Robert y otros cuatro estudiantes en la ciudad de México un día después de su llegada. Tomé un vuelo tarde la noche después de su llegada y me demoré aun más porque la avenida principal que lleva a la ciudad estaba cerrada. Cuando nalmente llegué al cuarto del hotel, encontré e ncontré un 105
mensaje que me pedía ponerme en contacto con ellos en la mañana. Cuando llamé, su secretario me dijo que fuera al restaurante del hotel poco antes de las nueve, reservara una mesa para seis y los esperara. Así lo hice. Robert llegó y me saludó amablemente con un beso en la frente. Noté una gran incomodidad en mi centro instintivo cuando éste se dio cuenta de ser besado por él en público. La fuerza el de la dominancia femenina mexicana se manifestó en mí en forma violenta. “Los hombres no se besan en una sociedad machista.” Felizmente dejé de lado el “yo” y me dio gusto verlo. Tomó asiento en silencio y me preguntó: — ¿A qué hora llegaste, querido? —Después de las doce—le respondí. A lo cual agregué: —El acceso principal principal a la ciudad estaba cerrado por reparaciones, así que tuvimos una hora extra de demora. Sin mirarme, señaló a lo alto y se acomodó en su silla. Permanecimos en silencio por un largo rato; de hecho, ese fue el tenor del tiempo que pasamos juntos: sentados en silencio. Ya sabía que cada vez que invita a alguien a su mesa no da espacio a los “yoes”. No se expresa nada innecesario o trivial. Si uno se aventura a decir algo por el solo hecho de iniciar una conversación, no le presta atención. Eso siempre ha sido difícil pero provechoso, pues lo fuerza a uno a estar en los reyes de los centros ce ntros mientras se halla en su presencia. Cuando uno se encuentra en los reyes de los centros, el mayordomo tiene que activarse, porque el rey de tréboles mismo se vuelve muy activo. Las cosas pueden ponerse muy tensas entonces. Prácticamente, uno tiene que estar consciente de estas dos fuerzas dentro de sí, es decir el nueve de corazones y el nueve de tréboles. El nueve de tréboles se activa mecánicamente, mientras que el 106
nueve de corazones sólo puede ser estimulado con esfuerzo. Como era el único que hablaba español, se me pidió servir de intérprete: ocuparme de las órdenes, traducir menús y, de ser necesario, leer mapas y pedir instrucciones para llegar a distintos lugares. Pero Robert puso una restricción a ese papel, pues al hablar español mi atención caía fácilmente a las partes mecánicas de los centros. Tan pronto como eso sucedía, escuchaba la voz de Robert que decía: —Basta, querido. Entonces tenía que prestar atención a lo que estaba diciendo o haciendo. Me di cuenta de que si quería ser útil a Robert en el momento, tenía que estar alerta y poner mis “yoes” pasivos. La presencia del alma está muy al alcance en esta situación tan favorable. Después de desayunar, Robert hizo algunas llamadas y consideró las posibilidades para el día. Desde el inicio, noté que carece de un plan denido y que a menudo ni siquiera su secretario sabe qué
va a suceder en el siguiente momento. Había varias propuestas preparadas para él de antemano: cosas que hacer y lugares adonde ir, ir, pero él no decidía sino hasta el último momento. Cómo decide, no lo sé. Una vez me pidió hacer los arreglos para visitar una ciudad en la que estaba interesado. La busqué en el mapa, pedí instrucciones y sugerencias sobre atajos posibles, y cuando entramos en el vehículo pidió al estudiante que conducía tomar una dirección totalmente distinta. No se habló ni una palabra sobre mi búsqueda. Ese día fuimos al Museo de Antropología y Robert me preguntó qué sala deseaba ver. ver. Le dije que la sala Maya. Él me escuchó escu chó con atención y luego él decidió que iríamos a ver la sala Azteca. Una vez adentro, me hizo unas cuantas preguntas sobre la Piedra del Sol, también conocida como el Calendario Azteca. Me resultó muy impactante notar que escuchaba mis explicaciones con penetrante atención. Es decir, la calidad de la atención que dirigía hacia mí no sólo analizaba la información que tenía que compartir con él sino, lo que es más importante, la parte de mí que se dirigía a él en en 107
el momento. Esto causó gran terror en mi centro instintivo pero a mí me puso sobrio. También fue una de las cosas que más estimé de él, que me forzara a ver en el momento qué dispositivo en mí se dirigía a él. Era como ser observado con cuidado a través de una gran lente de aumento, literalmente. Después de escuchar algunas de mis explicaciones, me pidió que lo ayudara a encontrar objetos que él pudiera usar para ilustrar su enseñanza. Todos, de hecho, empezamos a buscar imágenes útiles. Cada vez que uno sugería algo, debía hacerlo en forma desinteresada, porque a veces Robert estaba de acuerdo con nuestras observaciones y le pedía a alguien que tomara una foto del objeto, pero a menudo simplemente ignoraba lo que le mostrábamos. El objetivo es encontrar objetos que ilustren una realidad silenciosa, pero uno tiene que SER esa realidad silenciosa para hallar una obra de arte que pueda ayudar a otros a recordarla. El arte mesoamericano puede resultar extraño pero su mensaje es muy directo. Tomamos una gran cantidad de imágenes útiles. Uno tiene que estar presente al exponerse a una obra de arte y ver si puede, o no, ser útil. Cada vez que uno deja de hacer el esfuerzo de estar presente, la actividad se convierte en un ejercicio del centro motriz, que busca similitudes y correspondencias. A veces el centro instintivo produce “yoes” que dicen que éste es un esfuerzo ridículo, especialmente si uno conoce el área con que el Maestro está trabajando. Como he leído cierto número de libros sobre Mesoamérica y soy de origen nahua, mi centro instintivo tomaba el tema demasiado en serio. Varias veces le dije a Robert que lo que estaba viendo no era en realidad lo que él pensaba sino algo diferente; él me fotograaba rápidamente:
—Tú nada más estás hablando, querido. Vamos a ver qué podemos encontrar. Robert es un experto en el arte de convertir cualquier cosa en un “yo” de Trabajo; él es como el sol, que pone el amanecer donde emerge. Hay que ser muy simple y separarse de las propias opiniones si uno desea participar en la búsqueda de imágenes que puedan ser 108
útiles úti les para la misión del Maestro. Cuando uno ha tenido la experiencia experiencia directa de la realidad silenciosa que él está tratando de revelar, encontrará una imagen apropiada. De lo contrario, simplemente está tratando de satisfacerlo y con esto pierde completamente la mira. A Robert satisface sólo la presencia. ======================================== Algo digno de mencionar es que cada vez que caía en imaginación, Robert ideaba la manera de hacerme volver en mí, a veces pidiéndome algo: encontrar objetos, tomar una foto o dándome un encargo y, otras veces, señalando algo en el ambiente. Eran tan sólo pretextos para volverme al momento; en realidad me llamaba desde un estado superior, que es donde él mora. Es decir era la presencia llamando al mayordomo a volver a su trabajo. ======================================== Robert no viaja por placer; continuamente trabaja durante el día. O se halla al teléfono con la gente encargada de las octavas en curso o estudiando nuevas ideas para implementar en “Apolo”. Tanto el almuerzo como la cena son experiencias relacionadas con este aspecto de su trabajo. Noté esto el segundo día, cuando insistió que probara la comida de los demás en lugar de pedir simplemente mi acostumbrada ensalada. Al nal me sugirió ordenar éste o aquel
platillo y compartirlo con los demás; se trataba de una experiencia de degustación. Por supuesto, al centro instintivo le resultó muy difícil sacricar sus costumbres relacionadas con una de sus mayores identicaciones, la comida. Pero llegué a un acuerdo con
él diciéndole que ayunaríamos tan pronto llegáramos a casa y que todo volvería a la normalidad. Robert no sólo prueba todo con atención sino que nos anima a probar y disfrutar nuestra comida. Realmente le gusta disfrutar de la buena comida y también le gustan las margaritas, pero no se se pierde en la experiencia. Simplemente come cuando come y saca el mejor provecho de ello. Pero la cosa no termina allí, pues trata de ver si es posible reproducir los mismos platillos en nuestro restaurante de “Apolo”. (De hecho nuestra chef principal, Alicia, está ya probando las nuevas recetas que Robert le mandó.) 109
Con este propósito, yo tenía que lidiar lidiar constantemente con los meseros, pues debía preguntarles en detalle cómo había sido preparada la comida y qué había en cada plato. Los consultaba una y otra vez tratando de descubrir cómo habían cocinado un platillo en particular. particular. En algún momento una mesera se impacientó realmente y me preguntó por qué esa gente era tan delicada con su comida y por qué necesitaba saber en detalle lo que estaba comiendo. Le dije que Robert era un cocinero de renombre y que que los demás eran sus aprendices; que estaba enseñándoles a degustar y que yo era simplemente su traductor. traductor. Desde ese momento su actitud cambió; se volvió más eciente y respetuosa.
======================================== Nuestra visita a Monte Albán en el estado de Oaxaca es digna de mención, porque yo había visitado el sitio varias veces durante el crecimiento de mi centro magnético. Allí experimenté a las Fuerzas Superiores como una realidad tangible unos treinta años antes. Además, cuando Robert fue allí por primera vez hace unos dos años, pidió a su secretario que me llamara para mencionarme que algunos de los seres conscientes que habían construido ese centro ceremonial lo habían visitado. Me pareció extraordinario que me dijera esto, pues yo había experimentado algo similar, similar, pero nunca se lo había mencionado. El lugar puede crear un tercer estado. Pero esta vez subí la pirámide ya en un tercer estado, Robert sostenido de mi brazo. Me hallaba genuinamente feliz y de algún modo perplejo de estar caminando en presencia de un ser consciente en un lugar al que había venido en busca de un ser consciente. Se lo mencioné y él respondió con rapidez: —Estabas buscando a tu Ser. Ser. Más adelante le pidió a su escriba de turno anotar las siguientes palabras: “Cuando uno está buscando una escuela está, est á, de hecho, buscando su Ser. Un maestro es incompetente si sus estudiantes no se entregan a la búsqueda de su propio tercer ojo”. En el camino de regreso a la ciudad de Oaxaca, me preguntó cómo me había había resultado la experiencia experiencia de de Monte Albán Albán después de treinta años. —Igual—le respondí. =================================== 110
Permanecimos en Oaxaca por unos días y visitamos un par de museos. Una tarde, mientras tomábamos café en la plaza mayor, se nos aproximó un hombre exclamando con gran sorpresa: — ¡Hola! ¿No se acuerdan de mí? ¡Visité “Apolo” y me gustó mucho! Hace tres semanas que estoy aquí. Todos en la mesa trataron de reconocer su rostro. Después de un rato en que nadie pudo reconocerlo, se alejó desconcertado. Más tarde alguien dijo que se trataba de un exestudiante, pero no nos acordamos de su nombre; probablemente alguien que había entrado y salido de la Escuela en un abrir y cerrar de ojos. Durante todo el incidente, Robert ni lo miró. Simplemente siguió tomando su café y no dijo nada del asunto hasta más o menos la hora de cenar. cenar. Entonces comentó: —Si no reconoció a Inuencia C antes, no la reconocerá ahora.
Me pregunto si las Fuerzas Superiores no estarán dándole una segunda oportunidad. La paradoja que hizo de éste un choque signicativo es que Oaxaca
es famoso por ser un lugar en que uno puede encontrar lo que en la tradición tolteca se conoce como un “hombre de conocimiento”, un chamán. Durante su viaje a esta ciudad en particular, este exestudiante se encontró cara a cara con un maestro consciente vivo, a quien había encontrado antes sin reconocerlo. ================================= Durante el viaje de Oaxaca a México, nos detuvimos en la ciudad de Puebla. Allí fuimos a visitar el Museo “Amparo”, donde Robert había encontrado antes muchas imágenes para sus eventos. ev entos. Estábamos muy cansados cuando llegamos, de modo que no podíamos sacar provecho alguno de la exposición. Simplemente arrastrábamos nuestros cuerpos a través de las distintas salas. Todos trataban de sugerir ésta o aquella imagen, pero no trabajábamos con el nivel correcto de atención. Robert pronto lo notó y se alejó de nosotros. Él mismo estaba visiblemente cansado. Algunos continuamos con el resto de las salas sin éxito y luego fuimos a encontrarnos con Robert en la cafetería. Se había ido a la tienda de regalos para comprar un sombrero para un estudiante. Lo vi levantarse de la mesa, regenerado y dispuesto a continuar haciendo esfuerzos, 111
pero no volvimos a la exposición. A veces noté que cuando carecía de la energía correcta para trabajar, trabajar, no vacilaba en dejar de lado la actividad en que estaba ocupado y se dedicaba a recuperar su fuerza para seguir trabajando. De ser necesario pasaba a una actividad por completo diferente. En este caso, habíamos manejado por varias horas desde Oaxaca hasta a la ciudad de Puebla sólo para visitar este museo; el viaje había sido extenuante. Robert simplemente abandonó por completo la visita cuando notó que no estábamos yendo a ninguna parte; en cambio, nos fuimos a comprar calcetines blancos, lo cual, dicho sea de paso, fue un episodio memorable. Su meta es tratar de estar presente; el resto es secundario. Esta es una de las más importantes reglas de trabajo t rabajo que aprendí de él; o sea, la prioridad de alcanzar un estado superior y permanecer allí; y restablecerlo rest ablecerlo cuando empieza a desvanecerse. Hizo de ello algo práctico para mí. Un verdadero maestro transmite su disciplina interna en silencio. Una mañana estaba en el restaurante del hotel esperando a que llegaran los demás, cuando Sasha vino a decirme que Robert estaba esperándonos en una plaza cercana, en “Starbucks”. Así que cancelé la reservación de la mesa, me llevé algunos bizcochos preferidos de Robert, una concha para mí, y me uní a él. Cuando llegué él estaba leyendo unos papeles mientras los demás trabajaban en sus computadoras. Su secretario estaba ocupado con mandados entrando y saliendo de la cafetería. Me senté en silencio. Su teléfono sonaba constantemente. De vez en cuando pedía a un estudiante que viera si le había llegado algún mensaje electrónico. A mí no me pidió nada, así que simplemente me senté sent é allí creyendo que nos iríamos en cualquier momento después del desayuno. En un momento dado el centro instintivo se empezó a irritar y a producir “yoes” negativos sobre Robert y sobre el viaje. Todo el mundo andaba de aquí para allá con tareas asignadas y yo ahí nomás, sin hacer nada. A veces éramos únicamente él y yo sentados en silencio, yo luchando con la impaciencia. Esto duró dos eternas horas. Todo lo que podía hacer era tratar de relajarme y estar presente, pues no tenía nada que hacer. hacer. Finalmente decidí ir a dar una vuelta por la plaza y ver si había 112
una librería o algo que ver. ver. En ese momento Robert me dijo que lo siguiera y lo acompañara a cortarse el cabello en una peluquería cercana. —Ven, —Ven, querido, quiero trabajar contigo ahora—me ahora—me dijo. Fue una experiencia sumamente intensa, porque en ese entonces estaba muy cerca del tercer estado es tado y relajado. Cuando entramos en el local, traduje sus necesidades y me senté cerca de él en caso de que me necesitara. Tomé una de las revistas y ngí estar leyendo,
pero, en efecto, sólo estaba presente a esta extraña situación. Robert se miraba en el espejo. e spejo. Se miraba como si estuviera mirando a otro. La presencia es tan simple... Cuando salimos del salón de belleza, me tomó del brazo y me preguntó algo sobre José Antonio Kahuil. Le conté que había usado marihuana y peyote como herramientas para mostrarme el tercer estado. Su comentario sobre el tema me sorprendió y, por esa razón, permanece claro en mi memoria, pero aún estoy digiriendo la información. Robert se inclinaba hacia mí mientras hablaba con suavidad. Fui testigo del santuario de su presencia. Sentí una leve pulsación en mi plexo solar; entonces me di cuenta de que mi propia presencia era un santuario: el nueve de corazones en combustión se había hecho una realidad viviente. Lo que permite este tipo de interacciones delicadas con Robert es la capacidad de sostener un estado superior de manera regular. El ser de Robert no se puede percibir con facilidad. ==================================== Por otro lado, el ser inferior se quejaba constantemente por tener que viajar bajo continua presión. Para él Robert es simplemente un hombre que hace lo que se le da la gana y uno tiene que soportarlo. Por supuesto, el centro instintivo no lee a Robert desde el punto de vista del Trabajo sino de su ventaja o desventaja. Aunque no lo expresaba abiertamente durante el día, cada mañana trataba de introducir “yoes” para separarme del grupo. Hacia el nal del viaje,
un par de veces pensé en llamarlos y decirles que quería estar solo por un rato, porque no me sentía bien o algo así. 113
Pero no escuché esos “yoes”. La última noche que pasamos juntos Robert me preguntó: — ¿Te gusto el viaje, querido? —Robert—le respondí—, r espondí—, viajar contigo es viajar a la velocidad de la luz. Él, que nunca se pierde una, me dijo sonriendo: —Se trata sólo de estar presente.
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La Inuencia C fue Inuencia C cuando se dio y en las circunstancias en que se dio. Rodney Collin Nota fnal
Cuando uno se relaciona con un ser consciente, tiene que mantener en mente lo que se desea aprender de él. Si todo lo que desea es su simpatía, eso es lo que recibe; si desea ser elegido para un papel en su escuela o una tarea, él se lo va a proporcionar. Pero si la meta de uno es volverse consciente, él le procurará las circunstancias para que lo logre. Sin embargo, Robert no puede hacer esfuerzos por uno. Él mismo dice, “Se puede llevar al caballo al río, pero no se le puede obligar a beber.” beber.” El centro instintivo ve a Robert como un sinvergüenza y un abusivo; o simplemente como el dueño del circo; mientras que la divinidad dentro de uno reconoce re conoce la divinidad en Robert Burton y su poder. poder. Nuestras vidas y la Escuela están en manos de las Fuerzas Superiores. Son ellos quienes nos han puesto en contacto y nos mantendrán juntos; o nos dispersarán de ser necesario. Nos han dado un Sistema muy simple que funciona cuando lo usamos, y podían habernos dado cualquier otro sistema o método. Cada hombre y mujer en esta Escuela que hace los esfuerzos correctos se mueve en dirección de la consciencia permanente, un esfuerzo a la vez. Como en un vivero, cada uno es cuidado por jardineros invisibles. Sin el auxilio de las Fuerzas Superiores nadie puede despertar. Tenemos la gran suerte de haber sido invocados a trabajar trabajar juntos.
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Lecturas sugeridas Para una mejor comprensión del texto: De Peter Ouspensky: Psicología de la posible evolución del hombre El Cuarto Camino Charlas con un Diablo En busca de lo milagroso
De Georges Gurdjieff: Perspectivas desde el mundo real Encuentro con hombres notables La vida no es real sino cuando “Yo Soy”
De Rodney Collin: El Desarrollo de la Luz Teoría de la armonía consciente
De Robert Burton: El Recuerdo de Sí
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