CIUDAD DE MUROS
Teresa Pires do Rio Caldeira
Traducción de Claudia Solans
Obra publicada con el apoyo del Ministerio de Cultura de Brasil, la Fundación Biblioteca Nacional y la Coordenadoria Geral do Livro e da Leitura.
Titulo del original portugués: Cidade de muros. Crime, segregando e ádadania em Sao Paulo Editor Editoraa 34 Ltda Ltda.. / Edusp - Editora Editora da Universidade de Sao Paulo, Paulo, 20 00
® Teresa Pires do Rio Caldeira, 2000, 2007
Cidade de muros fue muros fue publicado en inglés por la Universidad de California Press, con el titulo de City of Walls: Crime, Segregation and Citizenship in Sao Paulo, 2 0 0 0 Créditos de las fotografías: Célio Jr./AE (fotos 1 0 y 1 1 ) ; Teresa Pirps Hn Rin fpIHpira rfntns 2 0 , 2 1 , 2 2 , 2 3 , 2 7 y 2 8 ) ; Teresa I
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25, 26 y 29) Traducción: :ión: Claudia Solans
Primera edición: noviembre de 2C
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano ® Editorial Gedisa, í Avda. Tibidabo 1 2 , : 0 8 0 2 2 Barcelona (E:
Tel 9 3 2 5 3 0 9 0 4 Fax 9 3 2 5 3 0 9 0 5 Correo electrónico: http://www.gedisa.'
ISBN: 978-84-9784Depósito legal: B. 4 Diseño de colección: Sylvia Sans Impreso por Romanyá Va'.ls Impreso en España Printed in Spain Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, de esta versión en castellano de la obra.
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ENCLAVES FORTIFICAD FORTI FICADOS: OS: LEVANTANDO MUROS Y CREANDO UN NUEVO ORDEN PRIVADO
El vigía en la garita fortificada es nuevo en el servicio y tiene la obligación de detenerme en el condominio. Pregunta mi nombre y destino, observando mis zapatos. Llama a la casa 16 y dice que hay un ciudadano diciendo que es hermano de la dueña de casa. La casa 16 responde algo que al vigilante no le gusta y hace «hum». El portón de barras de hierro verde y argolles doradas se abre con pequeños trancos, como resistiéndose a darme paso. El vigilante me ve subiendo la ladera, repara en mi calzado y cree que soy el primer peatón autorizado a trasponer aquel portón. La casa 16, al final del condominio, tiene otro intercomunica dor, otro portón electrónico y dos guardias armados. Los perros ladran a coro y dejan de ladrar de golpe. Un niño con una camiseta en la mano abre la puertita lateral y me hace entrar al jardín con un gesto de la camiseta. [...] El empleado no sabe qué puerta de la casa merezco, pues no vine a hacer una entrega ni tengo aspecto de visita. Se detiene, tuerce la camiseta para escurrir la duda y se decide por la puerta del garaje, que no es ni aquí ni allá. Obedeciendo las señales convulsivas de la camiseta, rodeo los automóviles en el garaje transparente, subo por una escalera de caracol y doy con una especie de sala de estar con un descomunal cielorraso, piso de granito, pared inclinada de vidrio, otras paredes blancas y desnudas, mucho eco, una sala de estar donde nunca vi a nadie sentado. A la izquierda de la sala se extiende la gran escalera que viene del segundo piso. Y al pie de de la gran escalera esca lera hay una salita que ellos llaman jardín de invierno, anexa al patio interno donde vivía el ficus. Ahí está mi hermana de peign pe ign oir, oir , tomando el desayuno en una mesa oval. Chico Buarque, Estorvo, 1991, págs. 14, 16
En esa novela de 1991, Chico Buarque -el poeta y cantante de las pa siones urbanas y la vida diaria, de la resistencia al régimen militar en la década de 1 97 0, y la esperanza esperanza del del cambio político p olítico en los tempranos tempranos años ochenta- capta la experiencia de vivir detrás de muros y vigilado por
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guardias, guardias, marca del del nuevo nuevo estilo de vida vida en las las ciudades ciudades brasileñ br asileñas.1 as.1 La novela ocurre en Río, pero podría muy bien ser en Sao Paulo o en cual quier otra ciudad de muros. En esas ciudades, y especialmente para su elite, un acto banal como una visita a la hermana implica lidiar con guar dias particulares, identificación, clasificación, portones de hierro, intercomunicadores, portones electrónicos, perros -y mucha sospecha-. El hombre que se aproxima al portón es un buen candidato a ser sospecho so ya que anda a pie en vez de conducir un automóvil, o sea, usa el espa cio público de la ciudad de una manera en que los residentes del condo minio rechazan. Los condominios cerrados, el nuevo tipo de vivienda fortificada de la elite, no son lugares en los cuales las personas caminen o por los cuales pasen. Son lugares lugares distantes, a los que se accede sólo en au tomóvil y por sus residentes, unos pocos visitantes y, está claro, los em pleados, que deben ser mantenidos bajo control y comúnmente son enca minados hacia una entrada especial -la famosa entrada de servicio-. Alguien con apariencia equivocada y que insiste en caminar, sólo puede suscitar dudas y reacciones ambiguas en los empleados, que tienen que reproducir en la práctica los códigos de clasificación de sus patrones. Los condominios cerrados constituyen el tipo más deseable de vi vienda para las clases altas en Sao Paulo hoy en día. En este capítulo ana lizo ese nuevo tipo de residencia a partir de una serie de perspectivas interrelaeionadas. Primero, defino a los condominios cerrados y su relación tanto con otros tipos de vivienda que predominaron en el pasado, como con otros enclaves que producen segregación semejante. Los condomi nios cerrados no son un fenómeno aislado, sino la versión residencial de una nueva forma de segregación en las ciudades contemporáneas. En segundo lugar, analizo los elementos que transformaron los edificios resi denciales de Sao Paulo, y especialmente los condominios cerrados, en rei sidencias de prestigio: seguridad, equipamientos de uso colectivo, servitjcios y ubicación. En tercer lugar, discuto algunos aspectos problemáticos de la vida cotidiana dentro de los muros de los condominios: la dificultad de llegar a regulaciones consensúales y hacer cumplir reglas, cuya expre sión más dramática es la criminalidad de adolescentes, especialmente el vandalismo y los accidentes de automóvil causados por jóvenes que con ducen sin habilitación. En cuarto lugar, analizo las ambigüedades, con tradicciones y rechazos que este nuevo modelo genera, en la medida en que los residentes de la ciudad lo contraponen a otros espacios, opciones de vivienda y estilos de vida existentes en la ciudad. A pesar de que el nue a s i d e g ©
Estorvo Estorvo es una fantástica crónica de la vida contemporánea en eí Brasil expresada en 1. términos de crisis económica, transformación urbana y desarticulación social, incluyendo senti mientos de desorientación e incertidumbre acerca de l futuro.
I e n c l a v e s f o r t i f i c a d o s : l e v a n t a n d o m u r o s y c r e a n d o u n n u e v o o r d e n pr i v a d o /
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vo modelo no haya eliminado todas las otras posibilidades, proporciona el principal paradigma de distinción con relación al cual las otras alterna tivas tienden a ser medidas. Existe hoy en la ciudad una estética de la se guridad definida por el nuevo modelo, que simultáneamente guía trans formaciones en todos los tipos de vivienda y determina lo que confiere más prestigio. Universos privados para la elite
Los condominios cerrados son la versión residencial de una catego ría más amplia de nuevos emprendimientos urbanos que llamo enclaves fortificados. Ellos están cambiando considerablemente la manera como las personas de las clases media y alta viven, consumen, trabajar, y gastan su tiempo de ocio. Están cambiando el panorama de la ciudad, su patrón de segregación espacial y el carácter del espacio público y de las interac ciones públicas entre las clases. Los enclaves fortificados incluyen com plejos de oficinas, shopping centers y, cada vez más, otros espacios que han sido adaptados para que se ajusten a ese modelo, como escuelas, hos pitales, centros de recreación y parques temáticos. Todos los tipos de en claves fortificados comparten algunas características básicas. Son propie dad privada para uso colectivo y enfatizan el valor de lo que es privado y restringido, al mismo tiempo que desvalorizan lo que es público y abier to en la ciudad. Están demarcados físicamente y aislados por muros, re jas, ja s, espaci esp acios os vacíos vac íos y detalles deta lles arqu ar quite itect ctón ónic icos os.. E stán st án volca vo lcado doss hacia ha cia el interior y no en dirección a la calle, cuya vida pública rechazan explícita mente. Están controlados por guardias armados y sistemas de seguridad que imponen las reglas de inclusión y exclusión. Son flexibles: debido a su tamaño, las nuevas tecnologías de comunicación, organización del tra bajo y a los sistemas de seguridad, son espacios autónomos, independien tes de su entorno, que pueden ser situados prácticamente en cualquier lugar. En otras palabras, en contraste con formas anteriores de emprendi mientos comerciales y residenciales, pertenecen no a sus alrededores in mediatos, sino a redes invisibles (Cenzatti y Crawford, 1998).2 En conse cuencia, aunque tiendan a ser espacios para las clases altas, pueden situarse en áreas rurales o en la periferia, al lado de favelas o casas autoconstruidas. Finalmente, los enclaves tienden a ser ambientes socialmen-^ te homogéneos. Quienes eligen habitar estos espacios valorizan vivir en a s i d e g ©
2. Véase Cen zatti y Craw ford (19 98 ) para un análisis de «espa cios sem ipúb licos», esto es, es, los espacios interiores de shopping centers, hoteles, aeropuertos, etcétera, que, aunque sean pro piedad privada, tienen uso público. Ellos no discuten la versión residencial de los enclaves.
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tre personas selectas (o sea, del mismo grupo social) y lejos de interaccio nes indeseadas, movimiento, heterogeneidad, peligro e imprevisibilidad de las calles. Los enclaves privados y fortificados cultivan una relación de negación y ruptura con el resto de la ciudad y con lo que puede ser llama do un estilo moderno de espacio público abierto a la libre circulación. Estos están transformando la naturaleza del espacio público y la calidad de las interacciones interacc iones públicas en la ciudad, que se están volviendo cada vez más marcadas por la sospecha y la restricción. Los enclaves fortificados confieren estatus. La construcción de sím bolos de estatus es un proceso que elabora diferencias sociales y crea me dios para la afirmación de distancia y desigualdad sociales. Los enclaves son literales en su creación de separación. Están claramente demarcados por todos los tipos de barreras físicas y artificios de distanciamiento y su presencia en el espacio de la ciudad es una evidente afirmación de diferen ciación social. Ofrecen una nueva manera de establecer fronteras entre grupos sociales, creando nuevas jerarquías entre ellos y, por lo tanto, or ganizando explícitamente las diferencias como desigualdad. El uso de medios literales de separación es complementado por una elaboración simbólica que transforma el enclaustramiento, el aislamiento, la restric ción y la vigilancia en símbolos de estatus. Esa elaboración es evidente en los anuncios inmobiliarios. La transformación de los enclaves fortificados en espacios de presti gio exigió algunos cambios importantes en los valores de las ciases altas. Primero, las residencias colectivas pasaron a ser preferidas a las residen cias individuales. Las vivien viviendas das colectivas, como edificios de departamen departamen tos, estuvieron desvalorizadas por un largo tiempo en Sao Paulo a causa de su asociación con los conventillos. Hasta hace poco tiempo las casas eran el paradigma de la residencia digna y la evidencia del estatus moral y social. Los valores de privacidad, libertad individual y familia nuclear contenidos en la casa independiente, sustentaron tanto la guerra contra los conventillos como la difusión de la casa propia entre los sectores tra bajadores. Segundo, las áreas aisladas, no urbanizadas y distantes fueron transformadas en espacios más valorizados que los tradicionales barrios centrales y con buen a infraestructura. Ese cam bio requirió la inversión de de los valores que habían prevalecido entre la década de 1940 y la de 1980, cuando el centro era inequívocamente asociado a los ricos, y la periferia, a los pobres. Por primera vez, algo como el suburbio americano se volvió popular popu lar entre la elite, y la distancia distancia del centro fue resignificada resignificada para otor ot or gar estatus en vez de estigma.
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De conventillos a enclaves de lujo
Vivir en edificios con varias familias, compartiendo tanto el uso como la propiedad de áreas comunes, no es una experiencia nueva para la clase medida brasileña. Los condominios existen en Sao Paulo desde 1928 . Aunque haya llevado un buen tiempo para que perdieran el estig ma de conventillo y se volvieran populares entre la clase media, los depar tamentos se generalizaron a partir de la década de 1970, dados los cam bios en los financiamientos y el b o o m de construcciones que le siguió. Varios elementos, sin embarg o, diferencian los departamentos de la déca da de 1970 de los condominios cerrados de las de 1980 y 1990. A pesar de que el antiguo tipo de departamento continúe construyéndose y su mercado se haya expandido incluso hasta los sectores trabajadores, los emprendimientos más sofisticados y caros son de otro tipo. Una diferen cia es la ubicación: mientras que en los años setenta los edificios residen ciales todavía estaban con centrados en los barrios centrales, los condomi nios cerrados de la década de 1990 tienen a situarse en áreas distantes. Mientras que los antiguos departamentos integraban la red urbana, los condominios recientes tienden a ignorarla. Segundo, los condominios ce rrados son por definición amurallados, mientras que los edificios de los años setenta solían ser abiertos hacia las calles. Aunque la mayoría de es tos haya sido cercada recientemente, el aislamiento no era parte de su concepción inicial, pero sí una adaptación al nuevo paradigma. Tercero, el nuevo tipo de condominio cerrado acostumbra tener grandes (algunas veces, muy grandes) áreas y equipamientos de uso colectivo, mientras que en la generación anterior los espacios comunes se limitaban generalmen te a garajes, áreas de circulación, pequeños playgrounds y tal vez un sa lón de fiestas.3 Mientras los condominios de la década de 1970 eran básicamente edificios de departamentos, en los años noventa pueden ser de dos tipos: vertical u horizontal. Los primeros son generalmente una serie de edifi cios en grandes áreas con varios equipamientos de uso colectivo, y son el tipo predominante en Sao Paulo. Los últimos consisten en una serie de ca sas -este tipo predomina en los otros municipios de la región metropoli tana-. Las casas generalmente son construidas por los mismos propieta rios, no por los empresarios, al contrario de lo que es la regla en los Estados Unidos. En consecuencia, no tienen un diseño uniforme, aunque varios empresarios incluyan en los títulos de venta varias regulaciones re
3. Algunos de los cond om inios recientes tienen má s de 1 0 0 .0 0 0 m 2 para uso colectivo y pueden ser comparados c on clubes sofisticados. Algu nos son tan grandes como un barrio, con m á s d e 2 0 . 0 0 0 h a b i t a n te s y v a r i as c a l le s i n t e r n a s . E s tá n i n v a r ia b l e m e n t e c e r ra d o s .
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ferentes a retiros, áreas abiertas, muros y cercas, tamaño de la casa y uso (solo residencial). Pero continúan siendo condominios, ya que la propie dad y el uso de áreas comunes son compartidos colectivamente y los resi dentes tienen que obedecer las convenciones del condominio. Los condominios cerrados brasileños no son obviamente una inven ción original, pero comparten varias características con los CID (common interest developments o desarrollos de intereses comunes) y suburbios americanos. Sin embargo, algunas diferencias entre ellos son esclarecedoras.4 Primero, los condominios cerrados brasileños son invariablemente amurallados y con acceso controlado, mientras que en los Estados Uni dos los emprendimientos cerrados (gated communities) constituyen solo cerca del 20% de los CID.5 Segundo, los tipos más comunes de condomi nios cerrados en Sao Paulo aún son los de edificios de departamentos y, a pesar de que pueden ser vendidos como un medio de escapar de la ciudad y sus peligros, todavía son más urbanos que suburbanos. Los primeros complejos construidos de acuerdo con el modelo cerrado son un buen ejemplo. El Ilha do Sul, construido en 1973, es un complejo de clase me dia de seis edificios, cada uno con 80 departamentos de tres dormitorios, ubicado en la zona oeste de la ciudad (Alto de Pinheiros). Sus principales innovaciones eran, por un lado, ofrecer comodidades como un club de más de 10.000 m2, incluyendo instalaciones deportivas, un restaurante y un teatro y, por el otro, la seguridad: está amurallado y el acceso está con trolado por seguridad privada. En esa época el crimen no era la principal preocupación de la ciudad, y la práctica de controlar la circulación era en verdad temida por varios grupos: en 1973 era el auge de la dictadura mi litar y para muchos, cualquier investigación de identidad era vista como amenazadora. Ese hecho indica cómo el enclaustramiento fue una estra tegia inmobiliaria y de mercadotecnia que se volvió dominante en las dé cadas siguientes: hoy los procedimientos de seguridad son requisito en to dos los tipos de edificios que aspiren a tener prestigio. Durante el final de 4. Véase McKenzie (1994) para un análisis de los c i d en los Estados Unidos. Según Mc Kenzie los CID comparten tres características que los distinguen de otros tipos de vivienda: pro piedad en común; participación obligatoria en la asociación de residentes, y régimen privado de convenciones restrictivas impuesto por los residentes. Estos pueden ser de tres tipos: desarrollos de unidades planeadas (o rUD - planned umt developments), que consisten en casas aisladas cons truidas de acuerdo con un mismo plano maestro, en general en los suburbios; condominios, co múnmente edificios; y cooperativas (o co-ops)i es decir, departamentos en los que los condomi nos tienen participac ión acciona ria en el edificio com o un todo , en vez de ser propietarios de una unidad (1994: 19). 5. Blakely y Snyder (1997: 7, 180) estiman que el 19% de todas las 190 asociaciones inte grantes del CAI (Community Association Institute) en 1996 eran condominios cerrados. Estos corresponderían a más de 3 millones de unidades. No hay estimaciones disponibles del número de condominios cerrados en Sao Paulo.
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la década de 1970 y la de 1980, la mayoría de los condominios cerrados construidos en Sao Paulo eran verticales y estaban ubicados en Morumbi, siguiendo el ejemplo del Portal do Morumbi. Los condominios horizontales comenzaron a ser construidos a fines de los años setenta, especialmente en los municipios adyacentes a la capi tal en la parte oeste de la región metropolitana. Estos presentan algunas diferencias interesantes en relación con sus equivalente americano. Aun que la homogeneidad social sea obviamente valorizada, la homogeneidad del proyecto no lo es: casas con la misma planta y fachada son desvalori zadas y poco comunes. Tradicionalmente, en Sao Paulo, las casas es tandarizadas han sido construidas para los sectores trabajadores y son desvalorizadas no solo por la población en general, sino también por las personas que no tienen otra opción que vivir en ellas. Los residentes ha cen esfuerzos increíbles para transformar sus casas y darles lo que llaman «personalidad», es decir, una apariencia individualizada.6 El alto valor ligado a la «personalidad» de la casa, compartido por todas las clases sociales, probablemente explica por qué las casas estan darizadas no son comunes entre la elite. Eso también es responsable pro bablemente por el hecho de que los edificios de departamentos también deben mostrar «personalidad», y los edificios de Morumbi exhiben una considerable variación en el intento por distinguirse individualmente. Más importante, sin embargo, es que ese rechazo por la homogeneidad incluso entre personas que forman parte de un mismo grupo social puede estar relacionada con el hecho de que en la justificación ideológica de los condominios cerrados de Sao Paulo no hay ninguna referencia positiva a la idea de comunidad, algo siempre invocado en los emprendimientos norteamericanos. Los condominios nunca son llamados «comunidades» -como ocurre en los Estados Unidos, donde reciben el nombre de gated communities-, ni son anunciados como un tipo de vivienda que pueda realzar el valor de hacer cosas en conjunto. En verdad, los residentes bra-'* sileños parecen despreciar bastante esa idea de comunidad. Otro punto interesante de comparación con los Estados Unidos es el uso de contratos y convenciones restrictivos (restrictive covenants). Aunque los condomi nios brasileños tengan necesariamente convenciones, y aunque estas sean segregadoras, históricamente no han sido un instrumento de la industria inmobiliaria, como es el caso en los Estados Unidos, según McKenzie (1994: especialmente cap. 2). Solamente en la última generación de gran a s i d e g S «
6. Vengo estudiando con James Holston las transform aciones en las viviendas de la clase trabajadora. Uno de los barrios en nuestro estudio fue inicialmente construido por un construc tor inmobiliario en la década de 1970, con casas estandarizadas. Las casas se fueron alterando a tal punto que después de 20 años es casi imposible identificar las plantas y fachadas originales.
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des condominios los constructores comenzaron a incluir sus restricciones en los contratos de venta. En los viejos tipos de edificios de departamen tos, estas se limitaban a la preservación de la arquitectura y de la facha da, lo que es un asunto totalmente diferente en los edificios. En el caso de las casas estandarizadas de la clase trabajadora, esas restricciones nunca existieron o nunca se cumplieron, y las modificaciones constantes son la regla. Los condominios horizontales de las décadas de 1980 y 1990 repre sentan el proceso de suburbanización de Sao Paulo. Ese proceso todavía es incipiente si se lo compara con los Estados Unidos.7 Antes de los años oche nta, si los constructores inmobiliarios actuaron como planificadores urbanos privados, eso fue más evidente en la expansión de la periferia po bre que la creación de suburbios ricos. Muy recientemente, los casos más famosos de barrios planeados para la elite eran aquellos proyectados a comienzos del siglo xx, incluyendo Higienópolis, la Avenida Paulista y las famosas ciudades-jardín proyectadas en la década de 1920.8 Esas áreas, sin embargo, siempre fueron centrales, no había ninguna propie dad común, y las casas eran construidas individualmente. Además, aun que esos emprendimientos tuvieran contratos con restricciones con rela ción al proyecto y al uso, algunas de sus regulaciones se convirtieron en norma, ya que fueron incorporadas al Código de Obras de la ciudad en 19 29 . Hoy están reglamentados por los códigos de zonificación de la ciu dad, no por las determinaciones de los contratos originales. Los emprendimientos inmobiliarios para la elite lejos del centro de la ciudad se volvieron significativos solo a fines de la década de 1970. Fue también en esa época que unos pocos constructores comenzaron a construir algo semejante a las new towns y edge cities norteamericanas, es decir, áreas suburbanas que combinan emprendimientos residenciales con centros comerciales y espacio para oficinas. Algunos de esos desa rrollos más famosos y agresivos en términos de mercadotecnia son Alphaville, Aldeia da Serra y Tamboré, en los municipios de Santana do Parnaíba y Barueri, la nueva área de emprendimientos para las clases medias y altas en la región metropolitana. Alphaville comenzó en la dé cada de 1970, construida por los mismos constructores de Ilha do Sul, los cuales promovieron posteriormente otros condominios horizontales en las áreas próximas. Construido en un área de 26 km2 que se extiende por dos municipios (Barueri y Santana do Parnaíba), Alphaville está di vidida en varias áreas residenciales amuralladas -cada una enclaustrada 7. Para el caso norteamericano, véanse Jackson (19B5) y McKenzie (1994). 8. Esas ciudades jardín existen hasta hoy y dieron origen al área más rica de la ciudad, lla mada Jardins. Con sus típicas calles circulares, la primera de ellas, Jardim América, fue planea da en Inglaterra por la firma de Barry Parker y Raymond Unwín.
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por muros de 3,5 m de altura y accesibles solo por una entrada contro lada-, un complejo de edificios de oficinas (Centro Empresarial) y un centro comercial alrededor de un shoppirig center (Centro Comercial). Las partes que fueron construidas en primer término, a mediados de los años setenta, fueron el centro de oficinas y dos de las áreas residenciales. En el inicio de la década de 1990, Alphaville tenía un área urbanizada de 13 km2 y una población fija de cerca de 20.000 habitantes. El Centro Empresarial abrigaba a 360 empresas y el Centro comercial, a 600 em presas. En promedio, la población fluctuante diaria era de 75.000 no re sidentes.9 En 1989, el 5 5 ,4 % del ingreso de impuestos de Barueri venía de Alphaville (Leme y Meyer, 1997: 20). La seguridad es uno de los prin cipales elementos en su publicidad y una de las principales obsesiones de todos los involucrados con el emprendimiento. Al inicio de la década de 1990 su fuerza de seguridad privada tenía más de 800 hombres y 80 vehículos. Cada unidad (Residenciales, Centro Comercial y Centro Em presarial) contrata su propia seguridad para mantener el orden interno, y existe hasta una fuerza de seguridad común para cuidar los espacios públicos (las avenidas e incluso la ruta que lleva a Sao Paulo). Un estilo de vida total: anunciando enclaves para las clases altas
El objetivo de las propagandas es seducir. Los anuncios usan un re pertorio de imágenes y valores que habla a la sensibilidad y fantasía de las personas a fin de alcanzar sus deseos. Como Augé indica en su análisis de los anuncios de los cháteaux y domaines franceses, su efecto yace «en el descubrimiento o en la súbita revelación a un individuo específico de un lugar donde, imagina, la vida será posible para él» (1989: 28-29).10 Para conseguir ese efecto, los anuncios y las personas a quienes ellos apelan tienen que compartir un repertorio común. Si los anuncios fallan en arti cular imágenes que las personas puedan entender y reconocer como suyas, fallan en seducir. Por lo tanto, los anuncios inmobiliarios constitu yen una buena fuente de información sobre los estilos de vida y los valo res de las personas cuyos deseos elaboran y ayudan a moldear. A conti nuación analizo anuncios de departamentos y condominios cerrados publicados en el periódico O Estado d e Sao Paulo en el período de 1975-
9. Datos de la constructora Alburquerque, Takaoka S.A., publicados en el boletín interno de Alphaville (Jorn al ¿te Alphaville, X IV (3): 5, 19 91) . A fines de Ja década de 19 90 la población residente parece haber crecido a 30.000, y el promedio de población fluctuante, a 80.000 (co municación verbal de representantes de la constructora). 10. Véase Augé (1989) para un análisis del «sistema de propaganda inmobiliaria».
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1 9 96.11 Durante ese período, fue elabo rado un nuevo tipo de residencia colectiva y cercada, como el más prestigioso y deseable para las clases media y alta de Sao Paulo. El análisis revela los elementos de los patrones actuales de diferenciación y distinción sociales. Muestra cómo las clases altas construyen su lugar en la sociedad y su visión del tipo de residencia donde «la vida sería posible» para ellas. A través de las más diversas culturas y clases sociales, el hogar cris taliza importantes sistemas simbólicos y moldea sensibilidades individua les.12 La vivienda y el estatus social están obviamente asociados y en va rias sociedades la residencia es una forma de que las personas se afirmen públicamente. En consecuencia, la construcción o adquisición de una casa es uno de los proyectos más importantes que las personas deben rea lizar. La casa hace declaraciones tanto públicas como personales, ya que relaciona lo público y lo doméstico. Al crear una casa las personas no solo descubren y crean su posición social sino que también moldean su mundo interior. Para las clases trabajadoras paulistas, sus casas autoconstruidas son claramente su proyecto de vida más importante y consumen la mayoría de sus energías y recursos por muchos años. Esas casas expresan sus vi siones sobre su pertenencia a la sociedad y sobre qué es ser moderno. A través de sus casas, los residentes desarrollan un discurso mediante el cual hablan simultáneamente sobre la sociedad y sobre sí mismos. En el caso de los trabajadores pobres en Sao Paulo, el proceso involucra no la com pra de una casa ya lista, sino todo un proceso de construcción, tanto ma terial como simbólico. Ellos no compran una casa, sino que literalmente la construyen. Así, básicamente no existen anuncios en periódicos para las casas de la clase trabajadora en Sao Paulo. En los barrios de la clase trabajadora, el mercado inmobiliario cuenta casi exclusivamente con pe queñas oficinas locales, comunicación interpersonal y la distribución de pequeños panfletos en cruces de tránsito. Los anuncios en periódicos existen solo para viviendas para las clases media y alta, especialmente edificios de departamentos. Para las clases media y alta, la creación de una residencia está media da por anuncios publicitarios y por las industrias inmobiliaria y de la construcción. En los últimos veinte años, esos anuncios elaboraron lo que llaman «un nuevo concepto de vivienda» y lo transformaron en el tipo 11. La muestra de anuncios analizada se hizo seleccionando dos ediciones, generalmente de domingo, de cada año (uno de la primera mitad del año y una de la segunda). Examiné todos los anuncios inmobiliarios de cada edición seleccionada. 12. Véase, por ejemplo, el clásico análisis de Bachelard (1964) sobre la relación entre casa y memoria; el de Bourdieu (1972) sobre la casa Kabyle; y el de Cunningham (1964) sobre la casa Atoni.
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más deseable de residencia.13 Este «nuevo concepto de vivienda» articula cinco elementos básicos: seguridad, aislamiento, homogeneidad social, equipamientos y servicios. La imagen que otorga el mayor estatus (y es más seductora) es la de la residencia enclaustrada, fortificada y aislada, un ambiente seguro en el cual alguien puede usar varios equipamientos y servicios y vivir sólo con personas que se perciben como iguales. Los anuncios presentan la imagen de islas a las cuales se puede retornar todos los días para escapar de la ciudad y para encontrar un mundo exclusivo de placer entre iguales. Los enclaves son, por lo tanto, opuestos a la ciu dad, representada como un mundo deteriorado en el cual hay sólo polu ción y barullo pero, lo que es más importante, confusión y mezcla, esto es, heterogeneidad social. Los condominios cerrados corresponden a la versión ideal de ese «nuevo concepto de vivienda», un ideal con relación al cual las otras for mas menos completas son siempre medidas. Se supone que los condomi nios cerrados son mundos separados. Sus anuncios proponen un «estilo de vida total», superior al de la ciudad, incluso cuando son construidos dentro de ella. El Portal do Morumbi fue uno de los primeros condomi nios cerrados en Sao Paulo. El 4 de septiembre de 1975 el complejo fue publicitado en el periódico O Estado de Sao Paulo en un anuncio de pá gina entera. Una serie de pequeñas ilustraciones mostraba lo que sería la vida de sus residentes hora a hora, desde las 7 de la mañana hasta las 11 de la noche. Se mostraba a las personas en la piscina, en la sala de ejerci cios, en el sauna, en el play gr ou nd y caminando por los jardines. El texto principal decía:
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13. Hay muchas maneras posibles de abordar los anuncios. Elegí enfat izar el simbolismo de la casa, pero un abordaje alternativo sería identificar cóm o expresan las variaciones de las po líticas habitacionales y códigos de construcción analizados en el capítulo 6. A pesar de que los anuncios no mencionan los códigos de zonificación, reglamentaciones restrictivas, crisis econó mica y dificultades de financiamiento, todas esas cuestiones pueden ser leídas en el lenguaje es pecífico de la publicidad. En verdad, el «nuevo concepto de vivienda» es una respuesta a la ne cesidad de los constructores inmobiliarios de construir edificios de departamentos lejos del centro y en inmensos lotes a causa de los códigos de zonificación y del aumento del precio de la tierra. En los anuncios, sin embargo, esa necesidad aparece transfigurada en «elija un estilo de vida». De la misma manera, si los departamentos están siendo construidos con áreas internas más pequeñas, tanto a causa del menor poder adquisitivo de los compradores como de la nece sidad de mantener una cierta tasa de utilización, el espacio reducido es anunciado como «solu ción racional» perfectamente adaptada a la «vida moderna de personas dinámicas». A pesar de que los anuncios ofrecen material para una interpretación de la vida doméstica de las familias de clase media paulistas (por ejemplo, por medio de un análisis de la distribución de espacios y funciones, del uso de materiales y otros), concentro el análisis sobre todo en lo que esas residen cias expresan públicamente en el espacio de la ciudad.
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Aquí todos los días son domingo. Constructora Alfredo Mathias. Playground, canchas, ce ntro médico. Los paseos al aire libre a cualquier hora del día y de la noche vuelven a ser un placer plenamente posible y absolutamente seguro en el Portal do Morumbi. Vigilancia las 24 horas del día. Seguridad perfecta en la creciente inseguridad de la ciudad (O Estado d e Sao Paulo, 4 de septiembre de 1975).
El anuncio sugiere un mundo claramente distinguible de la ciudad al rededor: una vida de placer seguro, un eterno domingo. Para garantizar esa inversión, guardias en estado de alerta 24 horas al día. Por lo menos diez años antes de que el crimen violento aumentara y se convirtiera en una de las principales preocupaciones de los residentes de Sao Paulo, la inseguridad de la ciudad ya se estaba construyendo en las imágenes de las inmobiliarias para justificar un nuevo tipo de emprendimiento urbano y de inversión. Esa práctica persiste hasta el presente. Granja Julieta. Vaya allá y viva feliz. 3 dormitorios, 2 baños, 1.000 m2 de jardines, piscinas, playground, salón de fiestas, todos con garaje. Una plaza es una plaza: usted no tiene vecinos por encima suyo, lejos de la polución ambiental y visual. Sol por entero, aire puro y mucho silencio. Todo el complejo está rodeado por altas cercas protecto ras. El portón de los garajes posee garantía de control. Playground: da libertad segura a los niños y paz a los adultos. Estatus, confort. Todas las ventajas de un complejo residencial cerra do, c on encantos de un club sofisticado (O Estado de Sao Paulo, 11 de enero de 1976).
Apelando a la ecología, salud, orden, recreación y, claro, seguridad, los anuncios presentan los condominios cerrados como lo opuesto al caos, polución y peligros de la ciudad. Estas imágenes son compartidas por los que deciden dejar el centro para habitar los nuevos complejos, aun cuando estén situados en áreas con infraestructura precaria y que re quieran largas horas en el tránsito. 7.1. M e fui de la Avenida Paulista a causa del ruido. [...] Los fines de semana estaba el movimiento de aquellos restaurantes, de todo aquello. Entonces se fue haciendo imposible vivir [...] Y la circulación de gente durante todo el día enfrente de donde yo vivía, era como si fuera el centro de la ciudad: eran office-boys, aquel movimiento permanente, permanente. Ama de casa, 52 años, vive en Morum bi con su marido, ejecutivo de una midtinacional, y dos hijos.
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El aislamiento y la distancia del centro de la ciudad y su intensa vida urbana son tomados como condiciones para un estilo de vida mejor. Los anuncios comúnm ente se refieren al paisaje natural de los emprendimientos, con áreas verdes, parques y lagos, y usan frases con apelativos ecoló gicos. Los condominios también son representados frecuentemente como islas instaladas en medio de alrededores nobles. ¿Quién dice que el departamento no combina con la naturaleza? Aquí está la prueba de lo contrario. [...] Un departamento perfecto, donde usted y su familia van a sentirse en total armonía con la naturaleza. 2 dormitorios, sala con 2 ambientes, cocina y área de servicio espaciosa. Finísimas terminaciones, condominio cerca do por muros y rejas de hierro, garita con porteros 24 horas al día, intercomunicador, garaje. Tranquilidad permanente: el verde a su alrededor será permanente, una vista externa para descansar los ojos y el espíritu (O Estado de Sao Paulo, 12 de octubre de 1986). Despierte al hombre libre que existe en usted. Múdese a la Chácara Flora. Aquí va a poder ser gente toda la semana y no sólo los sábados y domingos. Aquí usted va a vivir rodeado de verde, respirando aire puro. [...] Aquí usted va a cambiar de vida sin salir de Sao Paulo. [...] Seguridad total con cercas y garita con intercomunicador (O Estado de Sao Paulo, 22 de enero de 1989). El derecho a no ser perturbado. Estamos ofreciendo a usted un concepto habitacional completamente nuevo y revolucionario. Casas de dos dormitorios. Toda la seguridad para usred y la tranquilidad para sus hijos. Las residencias forman un complejo totalmente protegido por muros. El acceso es permitido exclusivamente a los residentes. La portería controla todo. Pero usted nunca estará aislado. 5.000 metros cuadrados de jardines y áreas de recreación, con dos piscinas. [...] Vila das Mercés (O Estado de Sao Paulo, 6 de enero de 1980).
Sólo con «seguridad total» el nuevo concepto de vivienda está com pleto. Seguridad significa cercos y muros, guardias privados 24 horas al día y una serie interminable de instalaciones y tecnologías -garitas con baño y teléfono, puertas dobles en el garaje, monitoreo por circuito cerra do de vídeo, etcétera.) Seguridad y control son las condiciones para man tener a los otros afuera, para asegurar no solo exclusión sino también «felicidad», «armonía», e incluso «libertad»ijRelacionar la seguridad ex clusivamente con el crimen es ignorar todos sus otros significados.JLos nuevos sistemas de seguridad no solo ofrecen protección contra el cri men, sino tam bién crean espacios segregados en los cuales la exclusión es cuidadosa y rigurosamente practicada. 'Ellos aseguran «el derecho a no ser perturbado», probablemente una alusión a la vida en la ciudad y a los encuentros en las calles con personas de otros grupos sociales, mendigos y sin techo.
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Además de ser distantes, segregados y seguros, se supone que los condominios cerrados sean universos autocontenidos. Los residentes de ben tener a su disposición casi todo lo que necesitan para que puedan evi tar la vida pública de la ciudad. Para ello, los equipamientos de uso colec tivo transforman a muchos condominios en sofisticados clubes. Verteville 4 en Alphaville soluciones reales para problemas actuales [...] Vista a dos lagos y bosques. ¡Respire hondo! Densidad de población muy reducida. Convivencia sin inconveniencia: centro de convivencia completo y súper sofisticado. Vale la pena conocerlo: 4 piscinas (la grande, la cli matizada, la infantil y la de shock térmico e hidromasaje). Bar acuático. [...] Saunas. Salón de ballet, esgrima y gimnasia. Sala de bronceado y masajes. Vestuario completo. Mini drugstore con libros, revistas, tabaquería, etcétera [...] programas diarios de actividades orientadas a niños, deportes, biblioteca, huerta, crianza de pequeños animales, etcétera. Una administración independiente: totalmente diferente de lo convencional, creando nuevos servicios, sorprendentes y fundamentales como: asistencia especial a los niños [...], servicio opcional de mucamas, servicio opcional de abastecimientos: usted tendrá quién haga sus compras de supermercado. Servicio de lavado de automóvil. Transporte hacia los demás barrios de Sao Paulo. Seguridad absoluta, inclusive electrónica. 3 suites más escritorio y 3 garajes. 420 m2 de área total (O Estado de Sao Paulo, 4 de octubre de 1987).
A pesar de la mercadotecnia insistente de las numerosas instalacio nes para uso común, en todos los edificios y condominios en que realicé investigaciones su uso es muy bajo, con excepción de los playg ro unds. Tal vez eso refleja de qué manera los residentes se sienten poco cómodos con la idea de compartir un espacio residencial, algo que los anuncios inten tan rebatir sugiriendo que la sociabilidad sería posible «sin inconvenien cia» y que la densidad de la población es baja. El poco uso de las áreas comunes podría también indicar que la presencia de todas esas instalacio nes -algunas de ellas bastante lujosas- es más una marca de estatus que una condición necesaria para una vida cotidiana más gratificante. En otras palabras, esas instalaciones parecen tener que ver más con la osten tación que con un nuevo patrón de sociabilidad entre vecinos o con nue vos conceptos de vida privada. Sólo los niños parecen desarrollar su so ciabilidad en los condominios, pero incluso eso parece no sobrevivir después que ellos desarrollan otras relaciones en sus escuelas privadas o en los clubes que las familias no dejan de frecuentar. Además de los equipamientos de uso colectivo, los condominios ce rrados de Sao Paulo ofrecen un amplio abanico de servicios: psicólogos y profesores de gimnasia para cuidar de la recreación de los niños, clases de todo tipo para todas las edades, deportes organizados, bibliotecas, jardi nería, cuidado de mascotas, médicos, centros de mensajes, comida conge
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ENCLAVES
f o r t i f ic a d o s : l e v a n t a n d o m u r o s y c r e a n d o
un nuevo o r d e n privado /
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lada,14 servicio doméstico, cocineras, personal de limpieza, choferes, lava autos, transporte y empleados para hacer las compras de supermercado. Si la lista no corresponde a sus sueños, no hay de qué preocuparse, ya que «todo lo que usted quiera» también entra en la lista de los servicios. No es solo en los grandes condominios que imperan los servicios. Uno de los tipos de vivienda que se está haciendo cada vez más popular entre la clase media, es el «fíat». En general, son departamentos pequeños (con uno o a lo máximo dos dormitorios) en edificios que ofrecen todos los servicios de un hotel. En razón de su popularidad, el precio por metro cuadrado de los departamentos de un dormitorio ha sido más alto que en departamentos de cuatro dormitorios (Embraesp, 1994: 4). La expansión de los servicios domésticos no es algo exclusivo del Brasil. Como muestra Sassen (1991: caps. 1 y 8), en las llamadas ciuda des globales, la expansión de los segmentos de alta renta exige un aum en to de empleos de baja remuneración: yuppies y trabajadores pobres mi grantes, dependen unos de los otros. Cualquier análisis del lado afluente de Los Ángeles revela la presencia de un increíble número de inmigrantes que trabajan como empleadas domésticas, niñeras y jardineros para man tener el lujoso estilo de vida de las casas protegidas por servicios de segu ridad armada (véase, por ejemplo, Rieff, 19 91 ). En Sao Pau lo, sin embar go, los servicios domésticos en condominios cerrados son la versión actual de un antiguo patrón. Los servicios son una obsesión entre las cla ses media y alta brasileñas. Una de las razones más comunes que las per sonas dan para justificar la mudanza hacia un edificio de departamentos, es la imposibilidad de encontrar «buenos servicios»; o sea, básicam ente la imposibilidad de tener empleadas que duerman en el empleo y se hagan cargo de la casa y de los niños. Elaborando ese tema, el anuncio de un departamento en Ibirapuera usó como ilustración la foto de una mujer negra gorda y sonriente -el estereotipo de la buena empleada, con su alu sión a la imagen de una esclava- usando uniforme y sosteniendo un plu mero. El anuncio decía: Un departamento donde no faltan los buenos servicios para que su familia viva tranquila. El primer departamento que ya viene con servicios (O Estado de Sao Paulo, 12 de octubre de 1986).
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Al mismo tiempo en que los servicios ofrecidos por los condominios enfatizan la tradición brasileña de tener empleados domésticos, introdu cen importantes cambios. Un arreglo en el cual «administraciones dife 14. Las familias brasileñas de clase media que ya no pueden sostener una cocinera que viva en la casa, han desarrollado otra solución: contratan a una cocinera que en un día prepara y congela alimentos para varios días.
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rentes e independientes» ofrecen varios tipos de servicios es muy distinto de las antiguas relaciones personalizadas del trabajo doméstico. Las ta reas en el nuevo contexto son ofrecidas como múltiples servicios tempo rarios, en lugar de la antigua relación más permanente e individualizada con personas que vivían en la casa (por ejemplo, una persona que prepa ra comida congelada una vez por mes en vez de una cocinera, o una mu cama que trabaja una vez por semana en vez de una que vive en la casa). Muchas veces, los nuevos servicios son gerenciados por la administración del condominio y ya no a través de la relación personal entre el emplea do y la familia (normalmente la dueña de casa). Esos cambios hacen el abastecimiento de servicios formal e impersonal, pero sin afectar necesa riamente la naturaleza de las tareas que las clases media y alta pagan a otros para desempeñar.15 Además de esos cambios en los servicios más tradicionales, se crea ron otros nuevos, siendo el más obvio de ellos la seguridad privada (véa se capítulo 5).16 En los condominios ese servicio combina nuevos y anti guos patrones. Aunque en los últimos años la industria de la seguridad privada haya crecido considerablemente, en la mayoría de los condomi nios a que tuve acceso, esos servicios asumen la forma de «seguridad or gánica», es decir, guardias contratados directamente por el condominio, con frecuencia bajo la rúbrica de otros servicios (como limpieza, por ejemplo) o sin un contrato legal de trabajo. Muchos de los guardias de condominios no tienen entrenamiento formal para el trabajo y están tra bajando en condiciones ilegales (muchos son policías que desempeñan servicios particulares en sus horas de descanso y usan armas de la poli cía). Aun así, la existencia de un mercado oficial de servicios de seguridad -regulado por una ley federal, con cursos de entrenamiento y obligacio nes laborales- encuadra la relación de trabajo en términos muy diferentes de los del mercado tradicional de servicios domésticos, totalmente asen tado en acuerdos personales, e introduce nuevos problemas y preocupa ciones. El carácter dudoso de los acuerdos laborales también se está con< 15. Este cambio ya se refleja en los nuevos datos sobre la fuerza de trabajo. De 1980 a 19 91 , el sector de servicios domésticos de la fuerza de trabajo urbana disminuyó -0 ,3 % por año en la ciudad de Sao Paulo, mientras que todos los otros subsectores del terciario, aumentaron. Los servicios personales y los servicios de reparación y manutención aumentaron un 3,3% y un 4 ,2 % al año. E so puede indicar un cambio en la manera por la cual los servicios son ejecutado s, en vez de una disminución del uso de servicios doméstico. Por ejemplo, los servicios de limpieza realizados por empleados de una empresa no son clasificados como servicio doméstico, aun cuando se realicen en una casa, sino como servicios de manutención y reparación (Leme y Meyer, 1997: 66). 16. De 19 80 a 1991 los servicios de seguridad particular aumentaron un 4, 9% al año en la ciudad de Sao Paulo (Leme y Meyer, 1997: 66).
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virtiendo en una fuente de gran ansiedad en algunas circunstancias. Por ejemplo, los residentes tienen dificultad para despedir guardias con quie nes tienen solo acuerdos verbales, pero que aprendieron mucho sobre sus hábitos y podrían usar ese conocimiento contra ellos o trabajar con cri minales para chantajear a sus antiguos patrones. Los nuevos tipos de servicios no hicieron desaparecer a las tradicio nales empleadas domésticas o los contratos de trabajo negociados perso nalmente y verbalmente, pero el encuadre de esas relaciones cambió. En muchas residencias de clase media, el espacio para las empleadas dismi nuyó, y muchas familias ya no pueden pagar por ellas (sin hablar de dos o tres empleadas, algo que era común entre la clase media de una genera ción atrás). Por otro lado, el servicio doméstico ahora está reglamentado por ley. La Constitución de 1988 extiende a los empleados domésticos los beneficios de la ley laboral (vacaciones remuneradas, un día de descanso remunerado por semana, décimo tercer salario, previsión social, jornada de ocho horas y pago de horas extras). Como sería de esperar, la resisten cia a esa ley fue intensa y uno de los caminos para pasar por encima de ella es contratar múltiples servicios temporarios en vez de una empleada fija. En general, las empleadas bajo acuerdos permanentes están negán dose a trabajar sin un contrato y están aprendiendo a usar la justicia del trabajo, que es probablemente la única rama del sistema judicial del Bra sil que puede beneficiar a los trabajadores. Sin embargo, el cumplimiento de la limitación de horas de trabajo continúa siendo ampliamente vulne rado, en especial en el caso de las empleadas que duermen en el empleo, y los contratos no se extienden a los trabajadores irregulares (jornaleros, por ejemplo). Los empleados domésticos contratados por la administra ción del condominio suelen tener contratos formales y de acuerdo con la legislación. La ubicación espacial de los empleados y servicios en los edificios siempre fue un problema para la clase media. Las soluciones varían, pero una de las más emblemáticas se refiere a las áreas de circulación en edifi cios de departamentos. A pesar de los muchos cambios recientes, la tradi ción de separar las entradas y los elevadores en «social» y «de servicio» parece intocada:[se espera que las personas de diferentes clases sociales no se mezclen o interactúen en las áreas públicas de los edificios, aunque esa separación sea ahora ilegal.17!La clase media puede renunciar a sus
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17. En 199 5 la ciudad de Sao Paulo aprobó una ley prohibiend o cualquier tipo de discri minación en el uso de elevadores. Aunque todos los elevadores exhiban una copia de la ley, en el uso cotidiano la división entre lo social y lo de servicio continúa siendo observada. Véase Molston (1989: 174-181) para un análisis del sistema de separación espacial en los departamentos modernistas proyectados por Oscar Niemeyer en Brasilia.
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casas, puede abandonar las áreas centrales de la ciudad, puede mudarse hacia espacios menores a los que estaba acostumbrada y puede tener me nos empleados domésticos, pero no abdica de la separación espacial en tre sus familias y las personas que les prestan servicios. Algunas veces la distinción parece ridicula, porque los dos elevadores o puertas están co locados lado a lado. A medida que el espacio disminuye y las soluciones lado-a-lado se difunden, los departamentos que tienen áreas de circula ción totalmente independientes, capitalizan ese acto al anunciar: «hall so cial independiente del hall de servicio» (por ejemplo, O Estado de Sao Paulo, 24 de enero de 1988). La idea es antigua; la separación física co mo una forma de prestigio de clase. ¡ Las áreas de servicio también cambiaron recientemente. Los espacios para cuarto y baño de la empleada, lavandería y despensa han disminui do considerablemente en razón de los altos costos (son áreas normalmen te de ladrillos y con mucha cañería), y están comenzando a aparecer en algunos de los desarrollos más recientes, soluciones como la lavandería colectiva en la planta baja y vestuario colectivo para empleadas que no viven con la familia. (El baño separado de la empleada en cada departa mento, sin embargo, continúa apareciendo incluso en las plantas más pe queñas.) En edificios para la clase alta, la existencia de dos o tres cuartos de empleada se anuncia com o parte de las lujosas instalaciones del depar tamento. Lo notable es que, mientras situaciones semejantes a esas en otros países dieron como resultado la reducción de los empleados domés ticos, el desarrollo de máquinas para servicios domésticos y la mayor par ticipación de todos los miembros de la familia en las tareas domésticas, en Sao Paulo se inventan soluciones ingeniosas que permiten mantener prácticamente inalterado el concepto tradicional de servicio doméstico -sin hablar de la división de género de las tareas domésticas-.18 A medida que el número de trabajadores por condominio aumenta, que los trabajos domésticos cambian de carácter, que los «servicios crea tivos» proliferan para las clases media y alta, que no pueden pasar sin ellos, los mecanismos de control se diversifican. Cuando las «administra ciones creativas» de los nuevos enclaves se hacen cargo del gerenciamiento del trabajo, estas pueden imponer formas más estrictas de control que, si son adoptadas en una interacción más personal entre empleados do mésticos y las familias que los contratan, podrían crear relaciones diarias imposibles. Ese control más «profesional» puede ser anunciado como un nuevo servicio: i s i d e g ©
18. Para una discusión reveladora de cóm o la profesionalización de las mujeres de clase media y alta ha tenido poca repercusión en la organización de la vida doméstica, véase Ardaillon (1997).
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El estilo avantgarde en una inversión top class. Ritz Fiat. Proyecto Top Class [...). Departamentos top class [...]. Plata top class [...]. Vida social y placer top class [...]. Ubicación top class [...]. Equipamientos top class: música ambiental, antena colectiva de TV y FM, control de garaje, portones electrónicos, central de videocasete, entrada de servicio aislada de la parte social, con control específico. Administración y servicios top class [...]. Rentabilidad top class (O Estado de Sao Paulo, 11 de enero de 1987).
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En este ejemplo, los empleados son fundamentales para el emprendimiento «top class», ya que se trata de un «fíat». El método básico de los «controles específicos» consiste en dar poderes a algunos trabajadores para controlar a otros. En varios condominios, incluyendo por lo menos dos donde hice trabajo de campo, tanto los empleados del condominio como las empleadas y mucamas de departamentos individuales (incluso las que vivían allí) tenían que mostrar su carne t de identificación para en trar y salir del condominio. Muchas veces, ellas y sus pertenencias perso nales son revisados diariamente al dejar el trabajo. Esos arreglos en gene ral involucran a hombres que controlan mujeres. 1 Las clases media y alta están creando su sueño de independencia y li bertad -tanto de la ciudad y su mezcla de clases como de las tareas do mésticas diarias- con base en la dependencia de servicios realizados por personas de la clase trabajadora7]Ellos entregan armas para que guardias mal pagados controlen sus propios movimientos de entrada y salida de los condominios. Piden a sus office-boys mal pagados que les resuelvan todos los problemas burocráticos, desde pagar sus cuentas y esperar en todo tipo de filas, hasta transportar cantidades increíbles de dinero. Tam bién piden a sus empleadas mal pagadas -que no es raro que vivan en las favelas del otro lado del muro del condominio- que laven y planchen sus ropas, arreglen sus camas, compren y preparen su comida y frecuente mente cuiden a sus hijos el día entero.jJLos miembros de las clases altas temen el contacto con los pobres y la contaminación, pero continúan de pendiendo de sus empleados pobres.JEllos solo pueden estar angustiados por encontrar la manera apropiada de controlar a esas personas con las cuales mantienen tales relaciones ambiguas de dependencia y elusión, in timidad y desconfianza. De hecho, el significado del control va más allá del gerenciamiento de empleados. Ya que la seguridad total es esencial para este tipo de resi dencia, el control es ejercido continuamente no solo sobre los empleados, sino sobre todos los visitantes, incluso la propia familia del residente. Si los propietarios pueden resistir ese control o ignorarlo, los visitantes y es pecialmente las personas de la clase baja no tienen alternativa de sujetar se a él. Una vez establecido, ese control es en verdad control de clase, que ayuda a mantener el condominio como un mundo homogéneo y aislado.
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El control completa el «nuevo concepto de vivienda», esto es, la imagen de un mundo exclusivo, aislado, disciplinado, fortificado, homogéneo y autosuficiente, que parece sintetizar la noción de un estilo de vida alter nativo que personifica lo que la elite paulista de la década de 1990 llama libertad. Esos universos totales y autónomos parecen capaces de realizar las más extrañas fantasías. Una de ellas es el deseo de traer el pasado de vuel ta, al estilo retro posmoderno. Por ejemplo, el condominio cerrado hori zontal Aldeia da Serra fue totalmente concebido como una recreación del pasado. Fue construido por los mismos constructores que hicieron Alphaville: ¡parece que ellos pueden jugar igualmente bien con la cons trucción de ficciones del pasado y del futuro! Lanzado en 198 0, Aldeia da Serra es un parque residencial temático para personas que sienten nostal gias «de aquel tiempo antiguo». Intenta imitar una aldea colonial al co lo car en su plaza central un quiosco y una capilla original adornada con pinturas y esculturas barrocas compradas en anticuarios o copiadas de las iglesias de Ouro Preto. También hay piezas de equipamiento de anti guas haciendas distribuidas por todos los distritos residenciales -las «vi viendas»-, los mismos distritos que están protegidos por cercas, guardias armados y sistemas de seguridad. El simulacro de un pueblito del pasado protegido por guardias armados constituye, de hecho, una realización posmoderna. Aldeia da Serra, junto con Alphaville y Tamboré, está entre los ejem plos más agresivos de inversión inmobiliaria que combina condominios cerrados, shopping centers y complejos de oficinas de acuerdo con el m o delo de los nuevos suburbios americanos.19 En octubre de 1993, una am plia campaña de publicidad en Sao Paulo elaboró las semejanzas de esa área con los enclaves de los Estados Unidos. Fue una campaña para ven der la idea de una edge city (expresión usada en inglés) como una forma de aumentar la repercusión y el precio de esos enclaves. Uno de los prin cipales personajes de la campaña fue Joel Garreau, un periodista nor teamericano y autor del libro Edge City - Life on the N ew Frontier. Su fotografía apareció en anuncios de página entera en revistas y periódicos, vino a Sao Paulo a hablar para un grupo selecto de corredores de inmue bles y fue uno de los principales participantes en un programa de televi 19. Uso la expresión «suburbios antiguos» para referirme a los que eran básicamente resi dencias y de los cuales los moradores se trasladaban hacia los empleos en el centro de la ciudad. Uso «suburbios nuevos» para referirme a los que combinan residencias con oficinas y centros co merciales. Hay muchos rótulos para esos nuevos tipos de suburbio en la literatura norteameri cana, como edge cities, outer cities , o exópolis. En el Brasil, el fenómeno todavía no tiene un nombres, a pesar de los esfuerzos de algunos constructores inmobiliarios. Para una crítica de la noción de edge cityy véase Beauregard, 1995.
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sión de 30 minutos, vendiendo esos tres emprendimientos como si fueran un pedazo del Primer Mundo caído en la región metropolitana de Sao Paulo. Como muestra el capítulo 6, la región del oeste en la cual se ubican estos emprendimientos, es la parte de la región metropolitana más afecta da por las transformaciones socioeconómicas y demográficas en las últi mas dos décadas. Desde la década de 1970, constructores inmobiliarios han invertido fuertemente en el área, beneficiándose del bajo precio de los terrenos y de las ventajas ofrecidas por las administraciones locales, atrayendo a residentes ricos e importantes actividades terciarias para sus desarrollo. La campaña de 1993 se basaba en muchas imágenes de con dominios cerrados ya bien difundidas, pero les dio un toque de novedad al bautizarlos edge cities -un nombre que no logró captar la atención de los paulistas, que continúan refiriéndose a esa área por el nombre del de sarrollo más antiguo, Alphaville-.20 El programa publicitario para la televisión transmitido en Sao Paulo por la Red Mánchete el sábado 16 de octubre de 1993, explícitamente ilustra las conexiones con el modelos de los Estados Unidos, así como al gunas peculiaridades locales. El programa combinó escenas de las edge cities de los Estados Unidos (Reston, Virginia, y Columbia, Maryland)11 y de los tres emprendimientos que se anunciaban en Sao Paulo. Garreau -que hablaba en inglés con subtítulos en portugués- describió las edge cities como la forma predominante del crecimiento urbano actual y usó Los Ángeles y sus múltiples centros co mo ejemplo. Había interesantes di ferencias en la forma en que el programa presentó las edge cities brasile ñas en comparación con las norteamericanas. Residentes de enclaves en ambos países fueron entrevistados frente a piscinas, lagos y áreas verdes, enfatizando tanto el carácter lujoso como antiurbano de los desarrollos. Sin embargo, si las edge cities norteamericanas tienen muros externos, controles de entrada y personal de seguridad, no se mostraron. En el ca so paulista, sin embargo, son cruciales y fueron enfatizados. A una cierta altura, el programa muestra una escena filmada desde un helicóptero: el personal de seguridad privada del condominio brasileño intercepta un «vehículo sospechoso» -una Kombi- fuera de los muros; revisan física mente a los ocupantes, que son forzados a colocar los brazos hacia arri
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20. Tal vez una de las razones por las cuales el rórulo no pegó sea el hecho de que la tra ducción en portugués usada en los anuncios cidade de contorno (ciudad de contorno) no tiene mucho sentido. 21. Ambas son «ciudades nuevas» (new towns), construidas y financiadas privadamente y entre las más grandes de ese tipo de emprendimiento (McKenzie, 1994: 100). En Ja década de 1990, con todo, ambas fueron asimiladas al conurbano del Gran Washington. No pueden con siderarse ejemplos típicos de las edge cities de esa década.
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ba contra el automóvil. Aunque sea ilegal para un servicio de seguridad privada realizar en una calle pública ese tipo de acción, eso, junto con es cenas de visitantes presentando documentos de identificación en los por tones de entrada, asegura a los residentes ricos (y espectadores) que las personas «sospechosas» (pobres) serán mantenidas a distancia y bajo control. Otra escena reveladora es una entrevista en inglés con un resi dente de una edge city norteamericana. El cita como una de las principa les razones para mudarse allí el hecho de que quería vivir en una comuni dad racialmente integrada. Esa observación es suprimida de los subtítulos en portugués y sustituida por la formulación de que su comunidad tenía «muchas personas interesantes». En Sao Paulo, la idea de una comunidad racialmente integrada pondría en riesgo todo el negocio. Importar modelos del Primer Mundo y usarlos para vender todo tipo de mercaderías es obviamente una práctica común en países del Tercer Mundo. El paralelo entre los ejemplos brasileños y norteamericanos su giere que, aunque el grado de segregación varíe, todavía usa dispositivos semejantes en ambos casos. Colocados lado a lado con los casos nor teamericanos, los métodos brasileños de segregación (muros altos, guar dias armados por todos lados, control ostensivo de los pobres) parecen obvios y exagerados. Con todo, revelan de modo caricaturesco algunas características del modelo norteamericano original. La cuestión de la se gregación racial también ofrece un contraste interesante. Apuntar a la in tegración racial com o algo positivo en un c i d estadounidense es algo anó malo, dada la larga historia de contratos restrictivos y segregación racial en esa forma de vivienda en los Estados Unidos (cf. McKenzie, 1994: es pecialmente cap. 2). En el Brasil, eso sería impensable dada la etiqueta tradicional de las relaciones raciales que hace que la cuestión nunca sea mencionada. Como en la vida cotidiana, el anuncio simplemente silencia la referencia a la raza; y como si eso no fuera un problema, los negros continúan siendo asediados y enviados hacia la entrada de servicio. Manteniendo el orden dentro de los muros
El ideal del condominio cerrado es la creación de un orden privado en el cual los residentes puedan evitar muchos de los problemas de la ciudad y disfrutar de un estilo de vida alternativo con personas del mismo grupo so cial. El anuncio de un emprendimiento de lujo en Morumbi convierte a esa concepción en inconfundiblemente clara. Llamado Place de Vosges, es una réplica de la famosa plaza parisiense. Sus departamentos más grandes tie nen cuatro dormitorios y 268 m2 (además de cuatro garajes y áreas exter nas para un área total de 539 m2 por unidad (y costaban 476.000 dólares. En 1993, cuando la construcción comenzó, fue anunciada con la frase:
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Figura 1: Anuncio del condominio cerrado Place des Vosges, publicado en O Estado de Sao Paulo, 1531996, pág. Alé.
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«Condominio Place des Vosges. Otro igual a este solo en París» (O Estado de Sao Paulo, 17 de octubre de 1993). Los anuncios del emprendimiento se concentraron en las similitudes entre los dos hasta 1996, cuando comenza ron a destacar las diferencias (véase figura 1). La nueva propaganda mos traba una fotografía de la plaza parisiense y un diseño del enclave de Morumbi y anunciaba: «Place del Vosges. La única diferencia es que la de París es pública. Y la suya es privada» (O Estado de Sao Paulo, 15 de marzo de 1996). Aunque los nuevos enclaves valoricen el universo privado y rechacen la ciudad y sus espacios públicos, lorganizar la vida en común dentro de los muros de esas áreas residenciales colectivas aparece como bastante complicado.l Muchas personas que entrevisté en los condominios concuerdan con que resolvieron la mayoría de los problemas asociados al mundo externo, pero están enfrentando continuamente conflictos inter nos.) Sienten que los condominios, de hecho, son seguros, si con eso se ' quiere decir que son capaces de evitar el crimen y controlar interferencias externas. Sin embargo, la vida entre iguales parece estar distante del ideal de armonía que algunos anuncios quieren construir. Igualdad social y una comunidad de intereses no constituyen auto máticamente las bases para una vida pública. Concordar respecto de ref glas comunes parece ser uno de los más difíciles aspectos de la vida coti\diana en las residencias colectivas. Además, aun si se concuerda con las reglas, hacerlas cumplir puede ser difícil, especialmente en el caso de ni ños y adolescentes. El problema central de los condominios y edificios pa rece ser cómo funcionar como una sociedad con algún tipo de vida públi ca. Muchos residentes parecen tratar a todo el complejo como casas particulares donde pueden hacer lo que se les ocurre. Interpretan libertad como ausencia de reglas y responsabilidades en relación con los vecinos. Nuevamente es revelador hacer algunas comparaciones con los enclaves norteamericanos. En los Estados Unidos, community es una de signación común para condominios de varios tipos. En Sao Paulo, los constructores inm obiliarios no se ven a sí mismos como community builders, y los anuncios no presentan a los condominios cerrados como un nuevo tipo de vida comunitaria, sino solo como un lugar de residencia para grupos sociales homogéneos. En otras palabras, los anuncios no en fatizan una comunidad de valores e intereses compartidos, no intentan crear ninguna sensación de pertenencia a una comunidad y no apelan a la importancia de un espacio que pueda facilitar interacciones cara a cara. Para los emprendedores inmobiliarios brasileños y sus clientes, las venta jas de la homogeneidad social no implican el deseo de una sociabilidad local. Aunque el estudio de Blakely y Snyder (1997: especialmente el cap. 6) sobre comunidades cerradas ( gate d communities) en los Estados uni dos revele que los residentes tienen poco interés en involucrarse en una
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sociabilidad local y con actividades colectivas, y aunque el nivel de parti cipación en asociaciones de residentes sea b ajo, la referencia a la comuni dad es tanto un recurso retórico para vender condominios cerrados como un criterio ideológico para avalar la vida dentro de los muros.12 A conti- ^ nuación critico la vida común dentro de los muros, pero no porque deje > de crear un sentido de comunidad. C ritico los condominios por no crear \ una vida pública regulada por principios democráticos, responsabilidad ) pública y civilidad. Una segunda diferencia importante entre los condominios brasileños y los norteamericanos y que también revela los problemas para construir una vida pública y democrática en los enclaves de Sao Paulo, se refiere a las reglas internas y ajas formas en que ellas son aplicadas.)Todos los t condominios paulistas tienen convenciones, algunas elaboradas por las constructoras, algunas por los residentes. Estas son un tema frecuente de debate en reuniones de condominio y constantemente están siendo reescritas. Hacer cumplir las reglas escritas en esas convenciones es un gran problema. Todas las disputas tienden a ser tratadas como un asunto pri vado entre los residentes. Solo en casos extremos la disputa llega hasta el sistema judicial (normalmente en casos de falta de pago de las tasas de condominio o cuando es preciso forzar a un residente a reparar daños en su unidad que afecten a otros residentes), al contrario de los Estados Uni dos, donde el reclamo al sistema judicial es amplio. En otras palabras, aunque tanto en el Brasil como en los Estados Unidos (McKenzie, 1994: 12-23) las disputas entre residentes de condominios sean muy comunes, en Sao Paulo estas tienden a ser tratadas de forma privada y no como cuestiones de interés público o de la ley. Las reuniones de condominio son las principales arenas del conflic to, aunque las discusiones entre vecinos sean también muy comunes. Mi observación de varias reuniones en diferentes condominios reveló que los conflictos y agresiones eran rutinarios en el proceso de tomar la mayoría de las decisiones. Las personas podían llegar a ser desagrada bles e irrespetuosas si era imposible imponer su voluntad. Aunque se es pere que todas las decisiones de condominio sean votadas, las discusio-
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22 . El libro de Biakely y Snyder (1997) avala la vida dentro de las gat ed comm unities en re lación con un ideal de comunidad definido por dos criterios: las sensaciones de pertenencia y par ticipación pública (capítulos 2 y 6). Compartiendo con residentes de los suburbios un sentimien to antiurbano y refiriéndose a una vida comunitaria idealizada de «décadas pasadas -barrios donde las personas se conocían y cuidaban una de las otras» (1997: 166), estos autores critican las comunidades cerradas no por la segregación que ellas pueden imponer, sino básicamente por que fallan en producir buenas comunidades. Su consejo para la sustitución de portones tiene co mo objetivo principalmente la creación de «comunidades mejores» e incluye recetas de «neorradicionalismo» y «espacio defensivo» (cap. 8).
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nes pueden durar horas antes de que se decida votar, pues las personas prefieren intentar convencer unas a las otras y hacer prevalecer sus opi niones. La incomodidad con procedimientos democráticos como el voto o el respeto por las opiniones contrarias no ocurre sólo en los sectores altos. Estudios sobre movimientos sociales de la clase trabajadora observaron incomodidades similares (por ejemplo, Caldeira, 1987 y 1988a). En ese contexto, estos se expresaban en una preferencia ideológica por el con senso (cuyo origen puede ser relacionado a las organizaciones marxistas) y en una valorización de la noción de comunidad que no es muy común en la vida política brasileña. Varios movimientos, especialmente los orga nizados por la Iglesia Católica bajo la forma de las Comunidades Eclesiales de Base '(CEB), se organizaban con base en la idea de que representan una comunidad local de personas supuestamente iguales; cuando las dife rencias emergían, debían ser niveladas de modo de mantener la fuerza de la comunidad política (Durham, 1984). Una de las principales cuestiones que revelan las dificultades para crear y respetar reglas comunes es el comportamiento de los adolescentes, especialmente los muchachos. El re sidente encargado de la seguridad en uno de los condominios (un ejecuti vo de nivel intermedio casado y con dos hijos), comenzó su entrevista di ciendo: 7.2. Lo que más nos afecta es la seguridad interna, son nuestros hijos. La cuestión de la seguridad externa ya fue resuelta hace mucho tiempo.
La asociación de los problemas centrales de los condominios con «nuestros hijos» expresa una opinión generalizada que me fue repetida por dos personas encargadas de organizar la seguridad, varios residentes y un síndico. Los delitos practicados por «nuestros hijos» varían, yendo desde pequeños hurtos o actos de vandalismo contra las instalaciones co lectivas (siendo el más común de ellos la destrucción de extintores de in cendio) hasta el consumo de drogas. Uno de los problemas más comunes y probablemente con consecuencias más serias es el aumento del número de accidentes de automóvil causados por adolescentes sin habilitación pa ra conducir. El número de adolescentes de los sectores altos que conducen antes de los 18 años aumentó considerablemente en la década de 1990, muchas veces con la connivencia de los padres (véanse citas 5.22 y 5.23). Para la elite brasileña no solo es fácil desobedecer la ley, sino que algunas prácticas ilegales pueden convertirse en una especie de moda. Una de las razones por las cuales ocurre eso es que nadie es procesado si se lo en cuentra conduciendo sin habilitación, o incluso si está involucrado en un accidente. Según la ley, los padres son responsables por el com portamien
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to de sus hijos menores, pero los casos de cumplimiento de la ley son ra ros, incluso en casos de accidentes y muertes.23 Dentro de los condominios, la falta de respeto a la ley es casi una re gla. Las personas se sienten más libres para desobedecer la ley porque es tán en espacios privados de los cuales la policía es mantenida lejos, y por que las calles de los complejos se consideran como extensiones de sus jardines. En verdad, cuando las personas tienen nociones frágiles sobre el interés público, responsabilidad pública y respeto por los derechos de otras personas, es improbable que lleguen a adquirir esas nociones dentro de los condominios. Por el contrario, la vida dentro de los universos pri vados solo contribuye a debilitar todavía más sus nociones de responsa bilidad pública. Si el tránsito en general está marcado por una falta de respeto a los reglamentos, la situación dentro de los condominios alcan za niveles absurdos. El caso de Alphaville, sobre el cual obtuve estadísti cas, ejemplifica esto de forma clara. Entre marzo de 1989 y enero de 1991, la policía registró 646 accidentes de automóvil, 925 heridos y 6 muertos en Alphaville. El 80% de los accidentes ocurrió dentro de las áreas residenciales, o sea, dentro de los muros y en las calles privadas, a las cuales solo los residentes y sus visitantes tienen acceso. La mayoría de los accidentes fue causada por adolescentes y la mayoría de las víctimas eran o niños o adolescentes que jugaban en las calles (sólo una de las per sonas que murió tenía más de 18 años).24 A pesar de que el número es ex tremadamente alto, ha sido imposible controlarlo. La dificultad está aso ciada, por un lado, a la «permisividad» de algunos padres que continúan entregando los automóviles a sus hijos y, por otro, al hecho de que los re sidentes prefieren mantener a la policía del lado de fuera de sus muros; así, los encargados de mantener el orden interno son los empleados de los
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23. Un hecho atroz fue el que ocurrió en Brasilia en agosto de 199 6. Un joven que condu cía un vehículo utilitario a alta velocidad atropelló y mató a un trabajador que caminaba por la orilla del camino. El joven no se detuvo ni prestó ayuda alguna a la víctima. Al día siguiente, se supo que el conductor era hijo de Odacir Klein, en esa época Ministro de Transporte. El propio ministro estaba en el automóvil al momento del accidente. Cuando eso se hizo público, el minis tro tuvo que renunciar, pero su hijo salió prácticamente sin castigo del episodio. La jueza Maria Leonor Leiko Agueno, conocida en Brasilia por ser blanda con crímenes cometidos por la elite, decidió no responsabilizar a Fabrício Klein por no prestar socorro a la víctima argumentando que «como el albañil ya estaba muerto, no necesitaba ayuda» {O Globo, 21 de enero de 1997, págs. 2-9). Además, suspendió el proceso contra Klein basada en una cláusula especial que per mite a los jueces suspender juicios de crímenes en que la pena prevista es de menos de un año de prisión. 24. «Alphaville vive “dia de Twin Peales” em debate sobre drogas e violencia» [Alphaville vive “día de Twin Peaks” en debate sobre drogas y violencia], Folha d e Sao Paulo, 10 de abril de 19 91 . Los números están probablemente subestimados, ya que los residentes no tienen interés en pedir ayuda a la policía o en relatar crímenes que ocurren dentro de sus muros.
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condominios y guardias privados. Los adolescentes de las clases altas tra tan a esos guardias de seguridad como a sus empleados y se rehúsan a obedecerles: amenazan a los guardias de origen humilde que serán despe didos por sus padres si insisten en incomodarlos con sus reglamentos. Eso ocurre tanto con relación a conducir como al consumo de drogas. Aun que no se disponga de estadísticas, en varias entrevistas los residentes lla maron la atención hacia el hecho de que las drogas son comunes dentro de los condominios. (Lo mismo vale para el caso de las escuelas privadas de elite.)25 Problemas como el de los adolescentes que desobedecen la ley son tópicos controvertidos dentro de los condominios. Varios residentes consideran que hacer públicos esos problemas va a disminuir el valor de su propiedad. Además, ven a esos problemas como un asunto privado que debe ser tratado internamente: ¡una cuestión de disciplina, no de ley! Los secretos se mantienen especialmente en el caso de condominios como Alphaville, famoso por su seguridad interna y donde hubo un au mento increíble en el valor de la propiedad a lo largo de la década de 1990. A veces, sin embargo, los residentes enfrentan la desaprobación de los vecinos y quiebran el silencio, proporcionando informaciones a la prensa. Un residente de Alphaville habló a la Folha de Sao Paulo en 1990 y sus comentarios captan la esencia de los problemas de una comu nidad que se considera al margen del resto de la sociedad. Dijo que la policía no entra en Alphaville porque es mantenida afuera por parte de los residentes. Ellos inhiben a la policía. Usan la vieja frase «¿usted sabe con quién está hablando?» Todo aquí es encubierto. Hay una ley para los mortales pero no para los residentes de Alphaville (Folha de Sao Paulo, «Alphaville, el “condominioparaíso” de Sao Paulo, ahora teme los asaltos», 20 de abril de 1990).2Í
Cuando los problemas son clasificados como internos, parece preva lecer la actitud de evitar interferencias y publicidad. Con todo, las reac ciones son diferentes cuando un problema de seguridad «externo» cam bia la vida del condominio, surgiendo una oportunidad de percibir algunos de los problemas de los mundos enclaustrados. Un problema 25. El consumo de drogas es un problema permanente tanto en las escuelas privadas como en las públic as. Las últimas, especialmente aquellas que quedan en barrio s pobres de la periferia, son estigm atizadas com o lugares de tráfi co de drogas. Podría esperarse que las escuelas privadas de los sectores altos fueran capaces de controlar la práctica, pero eso no ha ocurrido. 26 . Véase DaM atta (1 97 9) para un análisis del uso de la frase <•¿Usted sabe con quién está hablando?» como un medio de imponer distancia social y el reconocimiento de la inferioridad social.
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«externo» de ese tipo llevó a Alphaville a las páginas de crimen de todos los periódicos en febrero de 1991. Una joven de 18 años que había creci do en el condominio fu e secuestrada en el estacionamiento del club de tenis, violada y asesinada. El cariz que tomó este suceso es notable en ca da detalle, revelando aspectos paradojales no solo del mantenimiento del orden dentro de un lugar de elite como Alphaville, sino también de la so ciedad brasileña en general. Inmediatamente después de que el caso se hiciera público, la autoría del crimen fue imputada a ex obreros de la construcción que habían trabajado en el condominio. Por tratarse del asesinato de una persona de la clase alta, la policía actuó rápidamente, los medios de comunicación divulgaron cada aspecto de las investigacio nes, además de fotografías de la niña y de su familia. Tres hombres (que no eran obreros de la construcción) fueron finalmente acusados del cri men y llevados presos. Al día siguiente, los periódicos publicaron sus fo tos: era visible que habían sido golpeados y sus cejas y bigotes habían si do afeitados. Los periódicos y revistas informaron a la población que eso era una señal de que ellos habían sido violados por los otros prisioneros, y que eso era un «tratamiento común» con las personas acusadas de vio lación. Nada se hizo para investigar cómo ocurrió el abuso o para casti gar a las personas responsables, y ninguna medida se tomó para impedir que ocurriera; todo fue relatado como una rutina. El periódico O Estado de Sao Paulo informó a sus lectores: Un viejo código de honor existente entre tos presos fue aplicado en el fin de semana a dos involucrados en la muerte de la estudiante. Joanílson, el Grande y Antonio Carlos, el Cota, fueron golpeados y violentados por los compañeros de celda en la prisión de Jandira. Entre los detenidos, el violador es rechazado y debe ser castigado por el crimen que cometió (O Estado de Sao Paulo, 26 de febrero de 1991).
El periódico Folha da Tarde informó a los lectores sobre el destino del tercer sospechoso en los siguientes términos: Edgar, al igual que sus dos compañeros, no pasó impune por la ley de la prisión: el violador se convierte en mujer de los otros presos. Al ser indagado sobre si había sido violado, «Baianinho» respondió con un gesto afirmativo de la cabeza. «Baianinho no fue golpeado como su compañero Joanilson de Lima, «el Grande». Eso solo ocurrió porque él no reaccionó a la violación, según un carcelero. Aun así, su rostro y su brazo estaban lleno de hematomas. «Me golpearon sólo un poco», dijo «Baianinho». [...] Un «cardenal» de la Policía Civil director de departamento, que no quiso identificarse, afirmó anteayer que los autores de la violación y del asesinato no quedarán vivos más de dos días dentro de un presidio como la Casa de Detención. «El-
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los lo agarrarán durante el baño de sol o de noche», dijo {Folha da Tarde, 27 de febrero de 1991).27
Tortura, violación, golpizas de prisioneros, sexismo, falta de respe to por la ley y por los derechos humanos, son tratados como hechos tri viales por la prensa. La trivialización de esos hechos hace que parezcan tan «naturales» que reportarlo no causa ninguna reacción mayor. Pero como golpizas y violaciones no son una rutina tan frecuente para la cla se alta, el evento afectó la vida cotidiana y la seguridad de Alphaville. Parece que el asesinato de la estudiante y los acontecimientos que siguie ron mostraron a quienes habían elegido vivir por encima de la ley que te nían problemas que enfrentar. Algunos días después del asesinato, un grupo de residentes fue hasta el Secretario de Seguridad Pública del esta do para solicitar su ayuda para resolver el problema del crimen interno que había sido dejado de lado hasta el momento. Crearon el Conseg -Consejo de Seguridad- formado por representantes de los residentes y de las policías civil y militar. Los residentes simultáneamente crearon la Asociación de Madres de Alphaville, que comenzó a promov er conferen cias y debates en el condominio. Todas las personas involucradas con las que pude conversar, o cuyas opiniones salieron en la prensa, parecen ha ber decidido instalar la culpa de los problemas en la desintegración de la familia. Desde los representantes de los constructores hasta la asociación de madres y la policía, todos concordaban en que el origen de los pro blemas con los adolescentes era «la falta de amor y de atención». La principal solución propuesta fue más amor y atención, familias más fuertes y más control, esto es, una solución de acuerdo con las con cepciones del sentido común sobre cómo evitar la difusión del mal (capí tulo 2). No se pensó en discutir la cuestión en términos de un orden público o responsabilidad pública. El juez Mariano Cassavia Neto, diri giéndose a los residentes en una reunión inmediatamente después de los acontecimientos de febrero, presentó las cosas de la siguiente manera: No quiero transformar esto en una Gestapo, pero ustedes deben acompañar el día a día de sus hijos. En la cabeza de los traficantes, ellos son el mercado consumidor. Vamos a intentar proteger a nuestros hijos. Quédense más tiempo con ellos. La prevención comienza dentro de casa. [...] ¿Ustedes saben con quién andan? ¿Cuándo los besaron por última vez? (Folha de Sao a s i 27. La cobertura de ese evento revela la manera rutinaria y no cuestionada por la cual los d e g periodistas brasileños usan frases sexistas, como la que define a un hombre que es sodomizado a & la fuerza como «mujer» del violador; o frases que reproducen estereotipos, como la que justifica la violación de un violador como un comportamiento que está de acuerdo con un «código de ho nor». Eso también refleja lo que Michael Taussig llama «terror as usual» {1992: capítulo 2).
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Paulo, «Alphaville vive “día de Twin Peaks” en debate sobre drogas y violencia», 10 de abril de 1991).
En otras palabras, los problemas son domésticos y deben resolverse privadamente. Si el control interno (doméstico, privado) fuera reforzado, las leyes de la sociedad no tendrían que intervenir. Esa noción está tan arraigada que, asociada a la desconfianza generalizada con relación a la policía, hace que nadie piense que ella podría hacer cumplir el orden pú blico dentro del condominio. La policía debería solo mantener lejos de los muros a los traficantes de drogas, violadores y asesinos (sin importar qué métodos use para eso). Los representantes del poder público final mente fueron al condominio, llamados por las madres, pero solo para aconsejar. El mismo juez, sin embargo, parece ser consciente de cuán pa radójica es la situación. En el mismo discurso, dice: Parece que hay otras leyes por aquí. Comencé diciendo que iba a arrestar a los padres de jóvenes infractores y los llamados no pararon. Uno quería amnistía porque también era juez, otro era primo de un juez, otro era prefecto, otro decía ser primo de un juez de la Cámara de Apelaciones, solo faltaba que dijeran que eran hermanos de Romeu Turna y de la ministra Zélia Car doso de Mello28 (Folha de Sao Paulo, 10 de abril de 1991).
Fue aplaudido. No obstante, el episodio sólo ejemplifica la reproduc ción del statu qu o : la creación de reglas privadas; la manipulación priva da del orden público que es posible para quienes son miembros de la elite; y el no cumplimiento de la ley -¡en verdad, el juez sólo amenazó a los pa dres con la idea de que pretendía cumplir la ley!-. Este caso revela la complejidad de las relaciones entre los dominios público y privado en la sociedad brasileña, que están marcadas por una increíble desigualdad social y la tendencia a desvalorizar explícitamente la esfera pública. Eso ocurre no solo debido a la proliferación de enclaves privados, sino también porque los espacios que solían ser públicos y en los cuales se mantenía un cierto respeto por el interés colectivo, están siendo privatizados. A medida que los parques públicos son cercados, las calles son cerradas con cadenas y controladas por guardias particulares, y los barrios son transformados en enclaves cerrados con la ayuda de la administración municipal, la posibilidad de tratamientos justos en la es fera pública por lo general relativamente ausentes en ella, es cada vez me nor. Aunque el Brasil siempre haya sido una sociedad desigual, la privati a s i d e g ©
28 . Romeu Turna era en ese momento el jefe de la polic ía federal y Zélia Cardoso de Mello, la ministra más poderosa, a cargo de la economía. La mayoría de estos ejemplos de ma nipulación de las relaciones personales para eludir la ley remiten a alguien en el sistema judicial.
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zación de la esfera pública que vengo describiendo es algo nuevo, y la ten dencia a crear islas particulares de privilegios parece haberse fortalecido. Los residentes de City Boagava -un área de casas de clase media y alta en Alto de Pinheiros- están intentando llegar a un consenso para soli citar a la Emurb (el órgano municipal que trata sobre problemas urbanos y autoriza los cerramientos de barrios) la construcción de barreras en las ca lles que llevan al barrio. En este caso, el crimen no es la razón principal, ya que ellos consideran eficiente su sistema de seguridad privada. Su problema es que se está construyendo un nuevo parque municipal en las proximida des y ellos quieren impedir que sus visitantes estacionen sus automóviles en las calles de Boagava. De acuerdo con el presidente de la asociación del ba rrio, el cerramiento es la única manera de librar a los residentes de ese «pro blema».29 Recientemente, sin embargo, las calles todavía se consideraban espacio público incluso por la elite. Por ejemplo, uno de los barrios más ri cos de la parte central de Sao Paulo, el Pacaembu, se desarrolló en la déca da de 1930 bajo la inspiración del modelo de ciudad-jardín y en su área central tiene el estadio municipal de fútbol. Hasta hoy, los residentes de vi viendas de lujo nunca cerraron las calles a los automóviles de decenas de millares de personas que comparecen a los juegos y a otros eventos cada se mana (desde conciertos de rock hasta encuentros religiosos). Tampoco los residentes de Morumbi, que viven en torno del mayor estadio de fútbol de la ciudad, construido en la década de 1960, hicieron eso. Tal vez lo inten ten el futuro y quién sabe la administración de la ciudad los ayude en ese sentido, como hizo la administración del PT a comienzos de la década de 1990. Sin embargo, el hecho de que no haya sido un problema antes es una indicación de la extensión de las transformaciones. Todas esas tendencias en dirección a la privatización y al rechazo del orden público se hicieron especialmente visibles durante el período de consolidación del régimen democrático. La creación de una esfera públi ca más igualitaria formaba parte del proyecto de democratización y, de hecho, extendió la ciudadanía política de los sectores trabajadores que, a través de sus movimientos sociales, por primera vez participaron real mente de la vida política brasileña. Así, es posible interpretar la retirada de la elite hacia enclaves privados como una forma de resistencia a la de mocratización.30 Sin embargo, procesos semejantes de privatización que 29. «Bairros residenciáis querem fechar rúas» [Barrios residenciales quieren cerrar calles], O Estado de Sao Paulo, 18 de junio de 1991. 30. Esa democratización no fue alcanzada sin problemas. En verdad, ha estado bastante li mitada en varias áreas, especialmente con relación a lo que llamamos componente civil de ciu dadanía (Holston y Caldeira, i 998). A pesar de eso, la democracia, especialmente la democracia política, se extendió en la década de 1980, enviando un mensaje que varios sectores de la elite interpretaron como amenazador.
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ocurrieron en otras partes del mundo -como ios Estados Unidos, donde hay una democracia consolidada- deben alertarnos sobre los límites de esa interpretación. La comparación sugiere, sin embargo, que si la cues tión no fuera la democratización política, puede ser la inclusión de perso nas anteriormente excluidas o marginalizadas, tanto política como so cialmente. En los Estados Unidos, por ejemplo, la evasión de los blancos hacia los suburbios en los años sesenta y setenta y hacia las comunidades cerradas en los años noventa, puede estar ligada a la relativa expansión de los derechos de ciudadanía de la población negra y a la incorporación en la sociedad norteamericana de un número creciente de inmigrantes. En Europa, el aumento del racismo y los nuevos patrones de segregación pa recen estar asociados a la expansión de los derechos de la ciudadanía a in migrantes.31 Aunque las tendencias en el sentido de la privatización y secesión de los ricos sean claras, especialmente en nuevas áreas y emprendimientos inmobiliarios, Sao Paulo todavía no está totalmente regulada por ellas. Estas ideas y prácticas son poderosas, en parte porque están asociadas a la elite, pero también generan ambigüedades y resistencias, especialmen te a medida que otros grupos sociales las adoptan. Resistiendo los enclaves
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Los condominios cerrados son el tipo más prestigioso de vivienda en Sao Paulo hoy en día. Las referencias a sus elementos aparecen en todos los tipos de emprendimientos inmobiliarios. Seguridad, ceceamiento, ais lamiento, equipamientos colectivos y servicios integran un código de dis tinción que las personas de todas las clases sociales de la ciudad entien den y utilizan para elaborar, transformar y dar significado a sus espacios. Sin embargo, las maneras de usar e interpretar los elementos del código, varían a través de la ciudad. Las variaciones revelan situaciones en las cuales los residentes resisten a ese código o en que este es adaptado para coexistir con valores opuestos, generando resultados ambiguos y contra dictorios. Los rechazos y ambigüedades ocurren especialmente con relación a tres puntos sobre los cuales los enclaves fortificados operan las transformaciones más profundas: evaluaciones sobre viviendas colectivas en oposición a las casas aisladas; sobre las áreas centrales y bien urbani zadas de la ciudad en contraste con las áreas distantes; y sobre residencias cerradas versus residencias abiertas. Las diferentes evaluaciones frecuen
31. Para ios Estados Unidos, véase Massey y Dentón (199 3) y McKenzie (199 4). Para Europa, véase Wievíorka (1991, 1993) y Wieviorka et al. (1992).
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temente combinan y revelan diferentes perspectivas de clase en la inter pretación de los arreglos habitacionales. Vendiendo residencias multifamiliares
Las clases media y alta conforman la mayoría de los residentes de departamentos y condominios cerrados. Ya están bastante acostumbra das a viviendas colectivas y se mudan cada vez más a ellas por razones financieras, de seguridad y de estatus. La idea de que los departamentos son más seguros que las casas está tan arraigada en Sao Paulo que mu chos anuncios de casas usan frases del tipo: «Residencias refinadas con la seguridad de un departamento» (O Estado de Sao Paulo, 16 de enero de 1983). Sin embargo, las percepciones negativas de los departamentos persisten y pueden ser expresadas inclusive en anuncios de edificios de la clase media. Maison Adriana. Entre Av. Santo Amaro y el Parque Ibirapuera. A su alrededor estarán siempre los palacetes de un lugar estrictamente residencial, sin la incomodidad de otro edificio (O Estado d e Sao Paulo, 6 de febrero de 1977). El primer 2 dormitorios sin vecinos confortablemente aislado en el piso. [...] Moema. [...] Se impone por su avanzado proyecto arquitectónico, en forma de cruz, que permite que cada departamento quede aislado en el piso. (O Estado de Sao Paulo, 2 de septiembre de 1979). Morumbi Kings Ville. Definitivamente el más increíble lanzamiento en Morumbi. [...] Surge ahora un nuevo concepto en habitación: el sistema double stair sidebyside, que permite la construcción de departamentos con dos plantas en la misma losa, con entradas privadas, tanto la social como la de servicio. Así tenemos un departamento por piso, pues los accesos sociales son alternados: los departamentos impares están en el primero y los pares, en el segundo, utilizando de esa forma un único elevador social (O Estado de Sao Paulo, 12 de octubre de 1986).
Realmente es necesario usar mucha creatividad y manipulación de palabras -de ser necesario con el auxilio de lenguas extranjeras- para equiparar los departamentos en edificios con varias unidades por piso, a la imagen de casas aisladas. La proximidad es una cuestión delicada en tre los paulistas, incluso la proximidad de aquellos que supuestamente son iguales en términos sociales. Esta actitud es sustentada con fervor por los residentes de casas de Morumbi que entrevisté. Sus casas son peque ñas fortalezas. Todas tienen varios perros y sistemas de alarma electróni-
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eos (en una de ellas, los sensores de la alarma fueron colocados a interva los de 20 cm a lo largo de toda la pared externa); una casa tiene inmen sas rejas en todas las ventanas, lo que les da un aspecto de ventanas de prisión, y una puerta de hierro que separa los dormitorios del resto de la casa, la cual se cierra todas las noches. Los residentes de esas fortalezas creen que su parafernalia de seguridad es preferible a vivir cerca de otras personas, en condominios cerrados o departam entos: solo en sus casas in dependientes ellos se sienten suficientemente aislados y en control, espe cialmente de los encuentros de sus hijos. Los residentes de casas fuera de condominios cerrados parecen tener una necesidad más profunda de ais lamiento y control -lo que llaman libertad- y un fuerte miedo de los ex traños, incluso niños y vecinos de la misma clase social. Su idea de que las fortalezas pueden protegerlos del crimen y de contactos e interacciones sociales indeseados parece ser más fuerte que la de los residentes en con dominios. En Moóca, donde la obsesión por los conventillos y por distanciarse de ellos es fuerte, la valoración de los edificios de departamentos es toda vía más negativa y difundida. Cuando alguien se muda de una casa a un departamento, sienten que su calidad de vida se deterioró, en algunos ca sos (véase capítulo 1) ven la mudanza como una decadencia social. Sien ten que perdieron su libertad, independencia y control sobre sus vidas, además de perder el estatus que asocian a la propiedad de una casa. M oóca todavía es un barrio de casas. En 1 990 , el 63 ,2 % del área residen cial construida era de casas, pero el área de construcciones verticales casi se duplicó entre 1986 y 1990 (Sáo Paulo, Sempla, 1992: 148-149 y Seade, 1990: 42). Así, a pesar de sus objeciones, los residentes de Moóca están mu dándose cada vez más hacia edificios de departamentos, algunos de el los condominios cerrados (pero menos lujosos que los de Morumbi). Esos nuevos edificios expresan el proceso de mejora del barrio que co menzó en 1970 y está asociado a la apertura de líneas de metro e impor tantes mejoras en infraestructura. Este proceso, que está ocurriendo en varias áreas de la ciudad que eran barrios de clase media baja, está cam biando el mercado inmobiliario y llevando a barrios como Moóca, San tana y Tatuapé hacia las páginas de los periódicos que discuten lo que está «de moda» en términos de vivienda. En ese contexto de transfor mación, los nuevos edificios de departamentos incorporan simultánea mente significados de aprisionamiento y seguridad, de decadencia y de prestigio. En la periferia pobre hay pocos edificios de departamentos y la ma yoría de los residentes vive en casas autoconstruidas. En todo el viejo dis trito de Sáo Miguel Paulista, por ejemplo, solo el 2,7 6 % del área residen cial construida era de departamentos en 1990 (Sáo Paulo, Sempla, 1992:
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14 8- 14 9) .32 Los departamentos para las clases trabajadoras normalm en te están construidos por agencias estatales como la Cohab (Compañía Metropolitana Habitacional), son extremadamente desvalorizados, y asociados con una alta criminalidad y al consumo de drogas. De acuerdo con el Censo de 1991, esos departamentos representan el 3% del número total de domicilios y la mayoría de ellos (66,5%) está ubicada en distritos en la periferia este, la más pobre.33 En el Jardim das Camélias, también en la periferia este, no hay departamentos y todos los residentes viven en ca sas. Ellos valoran bastante su espacio y consideran la mudanza a un de partamento de la Cohab como una opción totalmente indeseada. Además del estigma de criminalidad y del miedo de quedar cerca de «malas in fluencias», los residentes del Jardim das Camélias valoran poder proyec tar sus casas de acuerdo con su gusto y personalidad y evalúan negativa mente la idea de someterse a un proyecto listo y estandarizado. No solo lo que es colectivo, sino también lo que es estandarizado y uniforme se considera m alo y feo -un a visión alguna vez compartida por la clase me dia que vivía en casas. En esas evaluaciones negativas sobre los edificios de departam entos, los juicios estéticos se combinan co n visiones de movi lidad social y con un discurso moral sobre los peligros de la proximidad, la necesidad de autocontrol y el valor de la individualidad. Esa confluen cia de discursos y significados es compartida por personas del Jardim das Camélias, de Moóca y de Morumbi. Es la razón por la cual son raras las casas estandarizadas para la elite, incluso dentro de condominios, y las constructoras de departamentos de clase media y alta enfatizan fuerte mente la originalidad del proyecto en sus anuncios. Actualmente, la ma yoría de los propietarios de casas fuera de condominios es de los sectores trabajadores o de la clase media baja, y son ellos los que explícitamente sustentan el discurso sobre los valores morales contenidos en la propie dad de una casa independiente, frecuentemente dirigiendo contra la clase alta los mismos tipos de juicios y prejuicios que otrora la elite elaboró pa ra estigmatizar a los pobres y sus viviendas colectivas. Cuando la ciudad todavía es deseable
La segunda cuestión en torno a la cual hay mucha ambigüedad y desacuerdo es la oposición a la «ciudad» y el abandono de las áreas bien 32. Este porcentaje sobreestima las construcciones verticales, ya que los datos TPCL en que está basado se refieren solo a las construcciones legalmente registradas, o sea, un pequeño por centaje de los domicilios en esa área de la periferia. 33. En la región este de la ciudad, los departamentos en complejos populares del tipo Cohab constituyen el 9 ,3 6% del total de domicilios, de acuerdo con el Censo de 199 1.
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equipadas y centrales de la ciudad. No todo el mundo está dispuesto a abandonar la ciudad para obtener estatus de la negación de la vida urba na. Algunos, de hecho, luchan para permanecer en sus barrios tradiciona les, sean ellos en las áreas centrales, tradicionales, de clases media y alta donde los edificios de departamentos de lujo han sido comunes hace tiempo; sean los barrios intermedios e incluso periféricos donde tradicio nalmente la clase media baja o la clase baja ha vivido y que están pasan do por una renovación. En los dos casos, hay un llamamiento al viejo estilo de vida ofrecido por la ciudad y a la tradición en lugar de la trans formación. Los anuncios para nuevos edificios en áreas antiguas y bien valori zadas de las clases media y alta, como Jardines, Higienópolis o Pinheiros, exaltan exactamente las cualidades urbanas que los condominios refutan, reforzando la imagen de esos barrios como «nobles» y sofisti cados. Mansáo de Itu. [En los Jardines...] En una época en que se economiza hasta con cerraduras, nosotros presentamos en cada detalle lo mejor. En un lugar absolutamente dentro de la civilización (O Estado de Sao Paulo, 11 de enero de 1976). Ed. Villa Velasquez. Los Jardines constituyen hoy el polo máximo de atracción de Sao Paulo. [..,] Es ahí que circula la beautiful people. [...] Viva donde ocurren las cosas (O Estado de Sao Paido, 8 de septiembre de 1985). Volvieron los buenos tiempos. Usted ya puede vivir como antes. En un departamento de alto nivel, en un barrio de los más nobles de Sao Paulo: Higienópolis. Un barrio que no perdió sus características. Hoy, Higienópolis alia su condición de barrio aristocrático a toda una moderna infraestructura (O Estado de Sao Paulo, 28 de octubre de 1990). Viva en una Villa Madrileña en medio de Pinheiros. Para quien no quiere huir. Todo en Mansóes de Pinheiros ayuda a usted a superar la obsesión callejera. Son departamentos que ayudan a resucitar el placer de quedarse en casa (O Estado de Sao Paulo, 2 de septiembre de 1979).
Estar en el corazón de la ciudad todavía parece ser atrayente para al gunos, especialmente si el lugar puede ser -como en los condominios- va lorizado por su proximidad con los ricos, sus mansiones, estilo aristocrá tico y civilizado (sea lo que sea lo que eso signifique), o simplemente su belleza. Sin embargo, los anuncios revelan el poder del «nuevo concepto de vivienda» al incluir frases como «para quien no quiere huir» o «supe rar la obsesión callejera», que reconocen que esas ya no son las únicas op ciones de prestigio.
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Como los condominios cerrados incorporan prestigio, no es de sor prender que los anuncios para otros tipos de edificios hagan referencia a ellos. En los anuncios de edificios de departamentos en barrios tradicio nales de clase media baja y de las clases trabajadores, es imposible tener el lujo de Morumbi, pero están presentes algunas señales en dirección a su modelo. Dos y tres dormitorios. [...] Garantice su lugar en este proyecto inteligente. 72 m2 de área privada. Sala para dos ambientes. Piscina infantil. Piscina adultos. Sauna. Vestuario. Cancha de squash. Pista de cooper. Playground. Salón de fiestas. Salón infantil. Parrilla. Quiosco. Salón de gimnasia. Jardines y plazas. Garaje en el subsuelo. Lavandería colectiva. WC de empleada. Central de video. Depósito individual. Central de mensajes. El Residencial Uhas Gregas está ubicado en un excelente punto de Tatuapé. Queda a 200 m del metro y, además de diversas áreas verdes alrededor, posee una vista panorámica hacia el parque municipal (O Estado de Sao Paulo, 28 de octubre de 1990).
Incluso cuando el espacio disponible por departamento es de 72 m2, todos los elementos posibles del «nuevo concepto de vivienda» tienen que ser expresados en el emprendimiento: desde dos piscinas hasta un baño independiente de empleada por departamento. Sin embargo, también queda claro que para atraer a la clase media baja y a la clase trabajadora, los anuncios necesitan cambiar algunos de sus énfasis. Por ejemplo, fre cuentemente mencionan la existencia de transporte público -cruc ial para quien puede no tener automóvil-, servicios públicos e infraestructura ur bana: la vista del parque municipal sustituye la del área verde particular del condominio privado. Los anuncios para departamentos en barrios como Moóca tienen que lidiar con los sentimientos ambivalentes de miembros de los sectores medios bajos sobre viviendas colectivas y sobre abandonar el centro de la ciudad y su estilo de espacio público. Algunos de ellos intentan fundir el «nuevo concepto de vivienda» y valores tradicionales locales, de modo que parezcan más una continuación que una ruptura con el pasado. Esos anuncios no apelan a las personas de fuera que podrían mudarse allá -co m o hacen los de M oru m bi- sino a residentes locales que ascienden so cialmente. Los emprendimientos frecuentemente son presentados como una nueva etapa en la tradición del barrio. Piazza de Capri la nueva manera de vivir en la tradicional Moóca, [...] Piscina, solarium y cancha de bochas. Portería 24 horas al día, servicio completo de lavandería. Playground y jardines. Espacio para que sus hijos sean niños de verdad. Salón de fiestas, salón de juegos y un cine exclusivo para su familia. Guardería: usted sale y deja a su bebé seguro. Piazza de Ca
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pri, la manera más confortable y segura de vivir en Moóca [...] Moóca: historia y tradición. Piazza de Capri: la más completa infraestructura de servicios y placer (O Estado de Sao Paulo, 24 de enero de 1982).34 Suelte a su familia en el Jardim Tropical. Vila Carráo, el barrio que acerca a las personas. Hace que creen raíces. Porque aquí, felizmente, todavía se cultivan las amistades, la familia, las tradiciones. Por todo eso, es natural que quienes viven en Vila Carráo no quieran cambiar de barrio. [...] Para su seguridad, el emprendimiento está totalmente cercado, con portería única y vigilancia (O Estado de Sao Paulo, 2 de septiembre de 1984). Alto de Santana. [...] 4 dormitorios, 2 suites, 2 espacios en el garaje. Ed. Piazza Navona. [...] Vivir en Santana es un privilegio. Quien lo tiene no lo cambia por nada. Este es un barrio completo con comercio, servicios, escuelas, restaurantes, etcétera, con la tranquilidad típica de las calles arboladas y acceso fácil a todos los puntos de la ciudad (O Estado de Sao Paulo, 12 de octubre de 1986).
En estos anuncios podemos leer una antipatía con relación a la par te central de la ciudad y a algunas ideas asociadas a la vida en la ciudad, pero una apreciación de otros aspectos de la vida pública y urbana y de la sociabilidad local. Estos anuncios intentan capitalizar la infraestructu ra pública y urbana de los barrios, los servicios y la proximidad con el centro de la ciudad (exactamente lo que Morumbi no tiene). Esas cuali dades urbanas vienen junto con valores antiguos (de los que los barrios centrales presumiblemente carecen), esto es, tranquilidad y valores loca les, tradicionales y familiares que pueden compensar la supuesta ausencia de esos valores en el resto de la ciudad. Incluso las «amistades» pueden ser presentadas como una ventaja, sugiriendo que la proximidad es bue na si es del tipo tradicional. Los anuncios sugieren que las personas no deberían mudarse hacia nuevas áreas de la ciudad para exhibir estatus y sí permanecer donde están sus raíces. Eso es particularm ente significativo en barrios como Moóca y Santana, que sufrieron un éxodo de la genera ción más joven durante la década de 1970. Ahora que esos barrios se es tán renovando y pueden ofrecer el mismo tipo de emprendimientos inmo biliarios que Morumbi, puede ser nuevamente ventajoso vivir allí, y la tradición hasta puede estar de moda. Un emprendimiento en Sao Miguel Paulista, una de las áreas más po bres de Sao Paulo, fue anunciado de la siguiente manera: 34 . El juego de bochas no es común en otras áreas de la ciudad, pero es una obsesión en Moóca. La mención frecuente a canchas de bochas en los anuncios en el área, señala que el em prendimiento está destinado a mooquenses. La referencia a la guardería puede atraer a personas que no tienen empleadas domésticas de tiempo completo.
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El 2 dormitorios con el más alto nivel de S. Miguel Paulista [...]. La terminación está cuidada en los mínimos detalles: carpinterías de aluminio, azulejos decorados, alfombramiento instalado en el color que usted elija. Además, el Jardim Independencia está todo cerrado, garantizando la seguridad de su familia, inclusive los juegos de los niños en el playground. Allá, hasta su automóvil tiene la protección de un garaje (O Estado de Sao Paulo, 3 de octubre de 1982).
«Jardim Independencia» es el nombre de este emprendimiento. Para personas acostumbradas a vivir en espacios extremadamente pequeños y que no tienen automóvil, la protección del automóvil se vuelve realmen te «algo especial». En otro anuncio, también en un barrio de clase traba jadora en la zona este, donde las personas normalmente desprecian las vi viendas colectivas, la razón de la «independencia» se hace más explícita: Aproveche el nuevo plan de la casa propia [...]. Conozca las nuevas condiciones: menores cuotas. [...] Renta familiar más accesible. Utilice su f g t s para disminuir todavía más las cuotas. Financiado por Nossa Caixa. Nosotros, residentes del Conjunto Residencial Jardim Centenário, estamos prep aran do una fiesta maravillosa de bienvenida para usted y su familia. Todos los que viven aquí ya están definitivamente libres del tormento del alquiler. Aquí todo es placentero, todos son amigos. [...] Seguridad: usted va a vivir en un condominio cerrado, completamente cercado por muros y garita centralizada. [...] Placer [...] confort: aquí usted va a estar cerca de todo: [...] panadería, supermercado, farmacia, paradas de ómnibus. [...] Lo mejor de Sapopemba está aquí (O Estado de Sao Paulo, 24 de enero de 1988).
Librarse del alquiler es el sueño de todos, lo que se hizo más difícil después de la recesión económica y del fin del financiamiento del b n h . El énfasis en la posibilidad de financiamiento es típico tanto en anuncios pa ra la clase baja como para la clase alta del período. Lo que es atípico es la imagen de la bienvenida dada por los vecinos, lo que en Morumbi proba blemente sería considerado de mal gusto, o incluso intimidante. Sólo en contré referencias positivas a la sociabilidad dentro del condominio, en los anuncios para la clase baja y para los estratos más bajos de la clase media. Eso es lo más cerca que llegaron los anuncios a la idea de comuni dad -totalmente difundida en el contexto norteamericano-. En Sao Pau lo, esa idea es manipulada por los constructores inmobiliarios como un valor de los «otros», no de la elite. El anuncio anterior tiene otro elemento que probablemente no surgi ría si fuera dirigido a la clase alta: la mención a la panadería del barrio, a la farmacia y a la parada de ómnibus, que interesa a trabajadores que no tienen automóvil y que hasta una década atrás no era muy común en nin gún barrio de periferia. Las personas más pobres no están dispuestas a
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E NC LA VE S f o r t i f i c a d o s : l e v a n t a n d o m u r o s y c r e a n d o u n n u e v o o r d e n p r i v a d o / 3 5 1
dejar la ciudad y sus conveniencias; por el contrario, están ansiosas por volverse todavía más urbanizadas, tanto al transformarse en propietarios como al incorporarse más plenamente al mercado de consumo que ella ofrece. Los paulistas de clase baja y media baja quieren formar parte de la sociedad, no escapar de ella. Cuando perciben que no pueden disfrutar del espacio de la ciudad y de su vida pública como gustarían, se sienten restringidos y aprisionados. Retirarse de la vida pública de la ciudad y del uso de sus espacios públicos es probablemente un privilegio solo para aquellos cuya participación en ella es un hecho dado y que pueden soñar con crear universos mejores y más exclusivos. Puertas cerradas
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El enclaustramiento de viviendas es el tercer ítem que genera senti mientos ambivalentes y contrad ictorios entre los residentes de Sao Paulo. Sean casas familiares independientes, sean edificios de departamentos y condominios, todos los tipos de vivienda en la Sao Paulo actual pasaron por procesos de enclaustramiento en respuesta al miedo al crimen. La ne cesidad de cercar y cerrar afectó a residentes pobres y ricos y transformó su manera de vivir y la calidad de las interacciones públicas en la ciudad. Sin embargo, los sentimientos con relación a esos enclaustramientos pa recen diferir considerablemente. Ni los residentes de casas aisladas en Morumbi, ni los residentes de viviendas colectivas parecen evaluar sus enclaustramientos negativamen te. Los residentes de la clase alta en condominios cerrados y edificios aso cian vivir dentro de una de esas fortalezas a las sensaciones de libertad y protección, sin hablar de la alta calidad de vida. Las personas que viven en casas independientes expresan lo mismo con relación a sus fortalezas individuales, aunque no puedan imaginar que los condominios ofrezcan lo mismo. En ninguno de estos casos, sin embargo, los residentes demues tran algún sentimiento de pérdida con relación a un tipo más abierto de residencia o a una sociabilidad pública más diversificada. Vivir en aisla miento se considera lo mejor; están haciendo lo que quieren hacer -y de ahí su sentimiento de libertad-. También es interesante notar que las per sonas que entrevisté en Morumbi nunca usan argumentos de privacidad, individualidad e intimidad para justificar sus preferencias. Los residentes de Morumbi parecen temer la difusión del mal más de lo que valorizan el individualismo.35 35 . Los argumentos que enfatizan la privacidad, individualidad e intimidad son frecuente mente asociados a la difusión del individualismo en las sociedades modernas occidentales y a la destrucción de la vida pública (por ejemplo, Sennett, 1974). Además de no mencionar esas ideas
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Mientras que los residentes de los condominios cerrados ven a sus enclaves fortificados como espacios de libertad, y evalúan sus cambios y transformaciones en la casa como adquisiciones positivas, las personas que continúan viviendo en casas en el Jardim das Camélias, y especial mente en Moóca, sienten que sus casas se transformaron en prisiones y tienden a evaluar las transformaciones de forma negativa, alimentando un sentimiento de pérdida. 7.3. ¿Usted vive en una casa? Sí, pero es una cárcel. Tiene rejas de arriba abajo, y como están las cosas, no se puede dejar la puerta abierta ni para lavar la vereda del frente de la casa. Ama de casa, cerca de 40 años; vive en M oóca y está casada con el d ue ño de un bar.
Una de las imágenes más comunes usadas para describir sentimien tos de inseguridad y formas de lidiar con ellos fue la de las puertas cerra das.36 Esa imagen expresa no solo el miedo de las personas, sino también la realidad de las restricciones causadas tanto por la crisis económica como por el miedo al crimen. Residentes de todos los barrios creen que necesitan cercas, muros, rejas, barras en las ventanas, luces especiales y campanillas con intercomunicadores, pero muchos no aprecian sus casas más seguras como apreciaban a aquellas abiertas y el espacio social que creaban. En muchos casos, las fachadas ahora están escondidas; visitar a al discutir sus opciones de vivienda, los residentes de Morumbi explícitamente rechazan cual quier noción de que la privacidad y la individualidad deberían ser extendidas a sus hijos, criatu ras que ellos consideran que deben ser directa y estrictamente controladas y que no deberían ele gir sus propios amigos. Muchos hombres tienen discursos similares con relación a las esposas. Véase capítulo 9. 36. La asociación de puertas abiertas con orden y seguridad, y de puertas cerradas con de sorden e inseguridad no es corriente solo entre los paulistas de hoy. Esa imagen estructura la no vela Puertas abiertas, del escritor siciliano Leonardo Sciascia. Él discute la aplicación de la pena de muerte a un preso común en Palermo a fines de la década de 1930. Este es un diálogo entre dos jueces: «-Como usted sabe, es de dominio público que aquí, desde que el fascismo llegó al poder, podemos dormir con las puertas abier tas... »-Yo sigo cerrando la mía -dijo el juez. »-Yo también: pero no podemos negar que las condiciones de seguridad pública, de unos a s i quince años para acá, mejoraron bastante. Incluso aquí en Sicilia, a pesar de todo. Ahora, cua d e g lesquiera sean nuestras opiniones acerca de la pena de muerte, tenemos que admitir que la res O tauración sirve para inculcar en la cabeza de las personas la idea de un Estado que se preocupa al máximo por la seguridad de los ciudadanos; la idea de que realmente las personas duerman con las puertas abiertas.» (Sciascia, 1987: 17)
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un vecino significa pasar por llaves, trabas e intercomunicadores, incluso en las áreas más pobres de la ciudad. En barrios más antiguos -o sea, con por lo menos 15 años- las señales de la transformación son obvias: las cercas y muros modificaron el diseño original de las casas y departamen tos. Muchas casas son menos confortables y acogedoras de lo que eran. 7.4. Siempre hay una primera [experiencia] ¿no? los robos, los hurtos... No había esas rejas de hierro. El muro normal, como toda casa, un metro y medio más o menos, entrada sólo para un automóvil hoy usted tiene para dos automóvilesque yo dejaba uno dentro de casa y otro en la calle, cubierto, bien cerradito. [...] Fue un miércoles, hace 12 años. Yo tenía dos automóviles nuevos, un Maverick y una camioneta. Dejaba la camioneta, que usaba para trabajar, en el garaje, porque no tenía la documentación lista. En aquella época la sala era más grande: la achiqué para que entraran los autos, para agrandar el garaje. Fue un miércoles [...]. Entraron, se llevaron el auto nuevo, salieron, saltaron el muro. Desde ese día comencé a cerrar la casa. [...] Comencé a tomar providencias... las rejas de hierro que usted ve ahí en la puerta. [...] Ahí comenzamos a cerrar la casa, porque hacíamos un pedazo, después otro pedazo e iba... Entonces comencé... en la medida en que va haciendo, va haciendo más seguro. Hierro, aluminio y concreto. Una medida de seguridad. Pero gracias a Dios todavía no es para asustarse. Nos vamos asegurando ¿no? Propietario de una pequeña fundición, cerca de 50 años, vive en Moóca co n la mujer y dos hijos.
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Una vez más la narración está dividida entre antes y después «de aquel miércoles, 12 años atrás» que, en el caso, inició un proceso de transformaciones de la casa. Inventarios de cambios hechos para vol ver la casa más segura y muchas narraciones que relatan mudanzas de ca sas hacia departamentos son acompañadas por la expresión de sentimien tos de aprisionamiento que arruinan los placeres que una casa propia debería ofrecer. ¿Cómo es posible disfrutar de la misma form a de una ca sa cuya sala debe ser achicada para acomodar un garaje para proteger el automóvil? ¿O en la cual la luz del cuarto fue bloqueada por el nuevo muro? ¿O en la cual la vista de todas las ventanas está enmarcada por ba rras? ¿Cómo es posible disfrutar de la misma manera de un jardín de los fondos y de las áreas comunes de un edificio de departam entos? La trans formación de la casa en una prisión se agrega tanto a los sentimientos de restricción y pérdida asociados a la crisis económica como a la angustia de decadencia social. La puerta cerrada es una fuerte metáfora. A pesar de que varios grupos de paulistas se resisten a las transforma ciones recientes y se resienten por la nueva manera en que están viviendo, el «nuevo concepto de vivienda» es hegemónico en la ciudad. Además de
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ser comprendido por todos, influencia las decisiones y opciones de las per sonas, moldeando las transformaciones que realizan en sus hogares y esti los de vida. Este se transformó en el modelo de lo que es más apropiado, más prestigioso y, para muchos, más deseable en términos de residencia. Entre todos los elementos de ese modelo, la seguridad es el que mejor sim boliza las actuales transformaciones. Vivir atrás de muros y cercas es una experiencia cotidiana de los paulistas y los elementos asociados a la segu ridad constituyen un tipo de lenguaje a través del cual las personas de to das las clases expresan no solo el miedo y la necesidad de protección, sino también movilidad social, distinción y gusto. A pesar de que ese lenguaje tiene varios dialectos de clase, también tiene algunas características gene rales que atraviesan a todas las clases. Para todos los grupos sociales, la se guridad es un elemento a través del cual las personas piensan su lugar en la sociedad y materialmente crean su espacio social. Una estética de la segundad
Cercas, barras y muros son esenciales en la ciudad de hoy no solo por razones de seguridad y segregación, sino también por razones estéti cas y de estatus. Todos los elementos asociados a la seguridad se volvie ron parte de un nuevo código para la expresión de la distinción, un códi go que llamo «estética de la seguridad». Este es un código que incorpora a la seguridad en un discurso sobre el gusto, transformándola en símbolo de estatus. En la Sao Paulo actual, cercas y barras son elementos de deco ración y de expresión de personalidad e inventiva. Son elementos de un nuevo código estético. Esos elementos tienen que ser sofisticados, no só lo para proteger contra el crimen, sino también para expresar el estatus social de los residentes: cámaras sofisticadas, intercomunicadores y por tones con apertura electrónica, sin hablar del proyecto y de la arquitectu ra defensivos, se convierten en afirmaciones de la posición social. Son in versiones en la apariencia pública y deben permitir la comparación entre vecinos, para mostrar tanto a quién le está yendo mejor socialmente co mo quién tiene el gusto más sofisticado. Algunos años atrás, los residentes de las clases media y alta veían a la seguridad como algo impuesto a la arquitectura de una forma artificial. Este es todavía el sentimiento de los residentes de Moóca y del Jardim das Camélias. Cuando se agrega a un proyecto concebido sin ella, la seguri dad puede incluso parecer y ser sentida como extraña. Pero ahora que la seguridad forma parte de cualquier proyecto, los residentes ven sus exi gencias de modo distinto. En 1980, todavía había debates en los periódi cos de Sao Paulo sobre los derechos de los propietarios de departamentos de agregar cercas y muros a sus edificios, a veces modificando el proyecto
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Fotos 12 y 13: En Morumbi, las casas se esconden detrás de fachadas de seguridad. Las aberturas en los muros, protegidas por vidrio a prueba de bala, indican la presencia de guardias particulares. 1994.
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Fotos 14, 15, 16 y 17: Casas autoconstruidas en el Jardim das Camélias y sus rejas y portones de hierro. Los residentes eligen cuidadosamente el estilo de cada uno de ellos e intentan siempre diferenciarse de los vecinos. La foto 16 muestra una solución común: el portón se proyecta hacia fuera para guardar el automóvil. 1994.
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original.37 Este debate parece haber muerto. Son pocas las casas o depar tamentos que no tienen cercas -¡y nadie anunciaría un edificio sin muros y dispositivos de seguridad!-. A comienzos de la década de 1990, era la nueva «arquitectura de seguridad» la que se abría espacio en los artículos periodísticos.38 Esta arquitectura crea medios explícitos de mantener apar tados a los indeseables, especialmente los sin techo.39 Después de veinte años de elaboración y de experimentos en un nuevo modo de segregación, el lenguaje de aislamiento y distanciamiento social se está volviendo cada vez más explícito y se esparce por la ciudad (véanse fotos 12 y 13). Las transformaciones en las casas vinculadas a la seguridad represen tan una inversión significativa en una época de dificultades económicas. Pero, a pesar de que la inversión sea alta y normalmente represente un peso para una familia de renta baja, es considerada absolutamente nece saria. El hombre que produce cercas y barras de ventanas para los resi dentes del Jardim das Camélias en un pequeño taller frente a su casa, me mostró la larga lista de clientes del barrio, me explicó lo caras que eran las cercas para sus clientes pobres, de qué modo él les dividía los pagos en varias cuotas y de qué manera lidiaba con la inflación para hacer sus ser vicios un pocos más accesibles. También me mostró con orgullo el catá logo con sus diseños de cercas y portones y me contó de su trabajo para decorarlos y para transformar la cerca más simple en algo agradable. Aquella era su contribución para «hacer el barrio más bonito», me dijo. Él realmente conoce su oficio y es consciente de que las cercas no tienen que ver solo con la seguridad sino también con la estética y la distinción (véanse fotos 14, 15, 16 y 17). En el nivel más elemental, una casa aislada con todas las señales de distinción, definitivamente marca la distancia entre una casa y un con37. Nelsorv Kojranski, un abogado que escribía frecuentemente en el periódico Folha de Sao Paulo sobre temas legales relacionados con la vida en edificios de departamentos, opinó que «es lícito concluir que no existe impedimento jurídico capaz de obstar la implantación de rejas cercando el terreno del edificio, aun cuando eso implique alguna mácula a la armonía arquitec tónica de su fachada, si está determinada por la mayoría de los condóminos» (28 de enero de 1980). 38. Por ejemplo: «A arquitetura do medo domina Sao Paulo» [La arquitectura del miedo domina Sao Paulo], Jo rn al da Tarde , 30 de septiembre de 1991. Este artículo relata que el iab (Instituto de Arquitectos del Brasil) estaba promoviendo encuentros para discutir la incorpora ción de la seguridad a ios proyectos no solo de casas y departamentos, sino también de parques y plazas. En los Estados Unidos existe hoy en día un discurso más elaborado sobre la «arquitec tura defensiva» que discuto en el capítulo 8. 39. Por ejemplo: «Cerca em árvore pretende evitar medigos» [Cerca en árbol pretende evi tar mendigos], Folha de Sao Paulo, 10 de septiembre de 1994. El artículo cita varias estrategias usadas para evitar que personas sin techo permanezcan en determinadas áreas. Esas estrategias incluyen el cercamiento de árboles, instalación de chorros de agua en marquesinas de edificios, colocación de cadenas cerrando áreas de entrada a edificios y otras.
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Fotos 18, 19 y 20: La arquitectura de los edificios de la clase alta de Morumbi también busca la singularidad, y frecuentemente contrasta con la precariedad de las calles. 1994.
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Fotos 21, 22 y 23: En Moóca es posible encontrar por lo menos tres generaciones de fachadas. La foto 21 muestra antiguas casas obreras gemelas, construidas junto a la calzada. En la generación siguiente, las casas en general tenían un jardín al frente, abierto hacia la calle. Las fotos 22 y 23 presentan algunas de esas casas de la segunda generación al lado de otras modificadas de acuerdo con las nuevas exigencias de seguridad. Las casas más antiguas y abiertas se empequeñecen en contraste con el nuevo estilo, que determina que los jardines al frente sean encerrados. 1989.
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Fotos 24, 25 y 26: Las casas autoconstruidas del Jardim das Camélias también muestran cómo las exigencias de seguridad cambian el estilo de las fachadas. La foto 24 es un ejemplo típico de casa con jardín abierto al frente, construida hasta la década de 1970. Las fotos 25 y 26 muestran transformaciones más recientes, con jardines cerrados y un segundo piso. 1994.
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ventillo o una favela. Sin embargo, son posibles comparaciones más ex tensas porque los residentes de Sao Paulo de todas las clases sociales son expertos en el nuevo código de distinción. Naturalmente, las variaciones son enormes entre barrios ricos y pobres pero en todos ellos, cuanto más ostensiblemente segura y cercada es la propiedad, mayor su estatus. Pare ce que los residentes de Sao Paulo están aprendiendo a transformar res tricciones, limitaciones, incertezas y miedos en su provecho al manipular la estética de la seguridad: están transformando sus casas en prisiones, pero sus prisiones dicen mucho sobre su posición social. Una mirada sobre las casas o edificios de departamentos en cualquier barrio de Sao Paulo muestra claramente cómo las cercas y muros hablan sobre distinción y constituyen estilos de proyectos. En áreas ricas como Morumbi, la arquitectura individual de cada construcción y la competi ción por el detalle más original para singularizar un emprendimiento, in tentan crear sentimientos de distinción (véanse fotos 1 8 ,1 9 y 20). Los ba rrios construidos en otros momentos, como Moóca y el Jardim das Camélias, exhiben en cada calle los cambios en las modas. Fachadas más antiguas con cercas discretas y un diseño abierto parecen intimidadas an te el nuevo estilo de la arquitectura de seguridad (véanse las fotos 2 1 , 22 y 23 para Moóca y fotos 24, 25 y 26 para el Jardim das Camélias).
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Sao Paulo es hoy una ciudad de muros. Los residentes de la ciudad no se arriesgarían a tener una casa sin rejas o barrotes en las ventanas. Barreras físicas cercan espacios públicos y privados: casas, edificios, par ques, plazas, complejos empresariales, áreas de comercio y escuelas. A medida que las elites se retiran hacia sus enclaves y abandonan los espa cios públicos para los sin techo y los pobres, el número de espacios para encuentros públicos de personas de diferentes grupos sociales disminuye considerablemente.jLas rutinas diarias de aquellos que habitan espacios segregados -protegidos por muros, sistemas de vigilancia y acceso res tringido- son muy diferentes de las rutinas anteriores en ambientes más abiertos y heterogéneos. Residentes de todos los grupos sociales argumentan que construyen muros y cambian sus hábitos con el fin de protegerse del crimen. Entretan to, los efectos de esas estrategias de seguridad van mucho más allá de la ga rantía de protección. Al transformar el paisaje urbano, las estrategias de se guridad de los ciudadanos también afectan los patrones de circulación, trayectos diarios, hábitos y gestos relacionados con el uso de calles, del transporte público, de parques y de todos los espacios públicos. ¿Cómo po dría no ser transformada la experiencia de andar en las calles si el escenario está formado por altas rejas, guardias armados, cailes cerradas y cámaras de vídeo en lugar de jardines, vecinos conversando y la posibilidad de espiar es cenas familiares a través de las ventanas? La idea de salir para un paseo a pie, de pasar naturalmente por extraños, el acto de pasear en medio de una multitud de personas anónimas, que simboliza la experiencia moderna de la ciudad, están todos comprometidos en una ciudad de muros. Las personas se sienten restringidas en sus movimientos, asustadas y controladas; salen menos de noche, andan menos por las calles, y evitan las «zonas prohibi das» que solo hacen crecer en el mapa mental de cualquier residente de la ciudad, en especial en el caso de las elites. Los encuentros en el espacio pú blico se hacen cada día más tensos, hasta violentos, porque tienen como re ferencia los estereotipos y miedos de las personas. Tensión, separación, dis criminación y sospecha son las nuevas marcas de la vida pública. Este capítulo analiza los cambios en el espacio público y en la calidad de vida pública que resultan de la expansión de las estrategias de seguri-
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dad: segregación, distancia social y exclusión, y la implosión de la expe riencia de la vida pública en la ciudad moderna. Primero, discuto la no ción moderna de lo público articulada con los ideales de apertura y acce sibilidad, tanto en el espacio de la ciudad como en la comunidad política. Analizo dos críticas a ciudades industriales que permanecen comprometi das con valores modernos: el modernismo y la ciudad-jardín. Ambos tuvieron influencia sobre los enclaves fortificados. A continuación, com paro los espacios de los nuevos enclaves con los de la planificación modernista de la ciudad, mostrando que aquellos usan convenciones mo dernistas con la intención de crear lo que este último produjo involunta riamente: segregación y fragmentación. Tercero, usando datos etnográfi cos y mi propia experiencia de Sao Paulo, discuto la relación entre cambios en el espacio construido y en la vida cotidiana en la ciudad, mosi trando cóm o la última está cada vez más moldeada por la incivilidad y la Limposición de distancia social. La comparación con Los Ángeles indica que el patrón de segregación de Sao Paulo no es algo único, sino que ya está muy difundido. En ambas ciudades, la nueva experiencia urbana está estructurada no por los valores modernos de apertura y tolerancia a la heterogeneidad, sino por la separación y el control de límites. Finalmen te, discuto algunas de las consecuencias políticas de esos cambios espacia les en términos de expansión y restricción de la democracia. Es claro que los espacios públicos de las ciudades y los tipos de rela ción que ahí ocurren representan solo un aspecto de la vida pública. Una de las cuestiones más desafiantes en el análisis urbano permea las discu siones en este capítulo: cómo concebir las relaciones entre forma urbana, política y vida cotidiana Esas relaciones son muy complejas y general mente disyuntivas: procesos simultáneos con significados opuestos pue den ocurrir en la misma esfera pública. Sao Paulo ofrece un fuerte ejem plo de disyunción, ya que su proceso de fortificación coincide con la organización de los movimientos sociales urbanos, la expansión de los derechos de ciudadanía de las clases trabajadoras y la democratización política. Al enfatizar este tipo de disyunción, me distancio fuertemente del determinismo ecológico que vería en los muros y en el patrón de se gregación cristalizado en el medio urbano el origen determinante de pro cesos políticos. Con todo, el espacio construido no es un tipo de escenario neutro para la expansión de las relaciones sociales. La calidad del espacio cons truido inevitablemente influencia sobre la calidad de las interacciones so ciales que allí tienen lugar. Esta no las determina completamente, ya que siempre hay lugar para diversas y algunas veces subversivas apropia ciones de los espacios y para la organización de acciones sociales que se oponen a aquellas moldeadas por prácticas espaciales. Sin embargo, los espacios materiales que constituyen el escenario para la vida pública in
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fluencian los tipos de relaciones sociales posibles en ellos. Contra un telón de fondo de muros y tecnologías de vigilancia, la vida en las calles es muy diferente de la que Jane Jacobs describió en su famosa defensa del espacio público urbano (1961: 50-54). Las ciudades «metafóricas» (De Certeau, 1984: 93) que las personas construyen en sus prácticas cotidia nas de espacio son inevitablemente diferentes en una ciudad moderna abierta y en una ciudad de muros. En general, es necesaria una acción po lítica organizada para resistir a los muros o para desmantelar patrones de segregación. En la vida cotidiana es difícil contrarrestar los muros y ri tuales de sospecha y humillación, como bien saben los residentes de Sao Paulo. El ideal moderno de espacio público
Las calles abiertas a la libre circulación de personas y vehículos repre sentan una de las imágenes más vivas de las ciudades modernas. A pesar de que las ciudades occidentales incorporan varias y hasta contradictorias versiones de la modernidad, hay un gran consenso con respecto a cuáles son los elementos básicos de la experiencia moderna de vida pública urba na: la primacía y la apertura de calles; la circulación libre; los encuentros impersonales y anónimos de peatones; el uso público y espontáneo de ca lles y plazas; y la presencia de personas de diferentes grupos sociales pa seando y observando a los otros que pasan, mirando escaparates, hacien do compras, sentándose en los cafés, participando de manifestaciones políticas, apropiándose de las calles para sus festivales y conmemoracio nes, o usando los espacios especialmente designados para el ocio de las masas (parques, estadios, locales de exposiciones).1 Estos elementos están asociados a la vida moderna en ciudades capitalistas por los menos desde la reforma de París por el barón Haussmann en la segunda mitad del siglo xix. La transformación de París promovida por el Estado bajo el coman do de Haussmann fue duramente criticada tanto por ciudadanos como por analistas, pero nadie niega que los nuevos bulevares fueron rápida mente apropiados por un enorme número de personas ansiosas por apro vechar tanto la vida pública en las calles, protegidas por el anonimato, como las posibilidades de consumo que vinieron con ella. Tanto el fláneur
1. Análisis de varias dimensiones de la vida urban a moderna se encuentran en: Benjamín (1986), Berman (1982), Clark (1984), Harvey (1985), Holston (1989) Jacobs (1961), Rabinow (1989), Schorske (1961), Sennett (1974), Simmel (1971 [1903], Vidler (1978), Wirth {1969 [1938]), Young (1990). Restrinjo mis discusiones a las ciudades occidentales, tanto en Europa como en América.
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descrito por Baudelaire como el consumidor de las nuevas tiendas se con virtieron en símbolos del uso moderno del espacio público urbano. En el centro de esa concepción de vida pública urbana se encuentran dos nociones relacionadas: el espacio de la ciudad es un espacio abierto para ser usado y aprovechado por todos, y la sociedad de consumo que ella abriga es accesible a todos. Conforme argumenta Young, en el ideal de vida urbana moderna las «fronteras son abiertas e indeterminables» (1990: 239). Es claro que ese nunca fue enteramente el caso, en París o en cualquier otro lugar. Las ciudades modernas siempre estuvieron marcadas por desigualdades sociales y segregación espacial, y sus espacios son apro piados de maneras bastante diferentes por diversos grupos, dependiendo de su posición social y poder. La propia París demuestra la permanencia de la desigualdad: la reforma de la ciudad durante el Segundo Imperio en ver dad fue una transformación en el modo de segregación espacial y organi zación de las diferencias de clase, como Engels (1872) ya había notado (véase también Harvey, 1985). Como resultado, la literatura sobre ciuda des modernas frecuentemente enfatizó sus aspectos negativos, desde el cri men y la violencia al peligro de multitudes, anomia, individualismo exce sivo, congestionamiento y proliferación de enfermedades. Sin embargo, a despecho de las persistentes desigualdades e injusticias sociales, las ciuda des occidentales modernas inspiradas en ese modelo siempre mantuvieron señales de apertura relacionadas en especial con la circulación y el consu mo, señales que sustentaron el valor positivo ligado al espacio público abierto y accesible a todos. Además, las ocasionales apropiaciones violen tas de espacios públicos por diferentes categorías de personas excluidas -el ejemplo más obvio son las barricadas erguidas durante las rebeliones de trabajadores- también constituyeron el público moderno y simultánea mente contribuyeron a su expansión. La oposición es inherente a la ciudad moderna. Algunos analistas de la moderna vida urbana han sido especialmen te convincentes al enumerar los valores positivos de la ciudad y al defen der el espacio público moderno. En general, ellos no toman en considera ción el hecho de que la noción moderna de lo público es, en verdad, un tipo de espacio y una experiencia de vida urbana que no surgieron sino hasta el proceso de urbanización industrial del siglo X I X . Recordar la es pecificidad histórica de esa noción de lo público es esencial para entender su transformación actual. Jane Jaco bs es una de las defensoras más famosas de los valores de la vida pública moderna en las ciudades. Su análisis del uso de calzadas y parques enfatiza no solo la apertura y la accesibilidad, sino también la etiqueta y las condiciones que hacen posibles y seguras las interacciones públicas entre extraños. Esas condiciones incluyen el control complejo y voluntario ejercid o por los residentes que ella rotula «ojos sobre la calle»
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(Jacobs, 1961: 35), densidad, uso continuo, amplia diversidad de usos, y una clara demarcación entre espacio público y espacio privado. Cuando esas condiciones desaparecen, argumenta ella, la libertad de la ciudad y su civilización están amenazadas. Eso ocurre, por ejemplo, cuando la «institución del Turf» (196 1: 47 -50) orienta construcciones urbanas y las personas construyen barreras, cierran algunas áreas y aíslan a los otros del lado de afuera. Eso también ocurre cuando se confunde la separación entre público y privado. La privacidad, argumenta Jacobs, es «indispen sable» en las ciudades (1961: 58). La «vida pública civilizada» se mantie ne sobre la base de las relaciones en público dignas, formales y reservadas -lo que podemos llamar civilidad-, además de separadas de las vidas pri vadas. Donde no existen calzadas ni espacios pú blicos vivos, y cuando las relaciones en público comienzan a entrometerse en la vida privada y a re querir la convivencia entre vecinos, la libertad de la ciudad está amenaza da; las personas tienden a imponer ciertos estandartes, creando un senti do de homogeneidad que lleva a la insularidad y a la separación. Cuando no hay vida pública, las alternativas a compartir mucho pueden ser no compartir nada, y la sospecha y el miedo de los vecinos son resultados esperables. En suma, para Jacobs, tanto trazar líneas y fronteras en el espa cio de la ciudad como extender lo privado en lo público amenaza los va lores básicos de una buena vida pública urbana .2 Iris Marión Young (1990) parte del análisis de Jacobs para construir un «ideal normativo de vida en la ciudad» que ella imagina como una al ternativa a las ciudades existentes y como una manera de reparación de sus muchas injusticias sociales. Young crea su modelo como un ideal y, así, no discute sobre su especificidad histórica y moderna. Entretanto, sus ar gumentos y críticas de algunas visiones iluminístas revelan su carácter mo derno. Young define la vida en la ciudad como «el estar junto a extraños», cuyo ideal es «una apertura a la alteridad no asimilada» (Young, 1990: 237, 227). «Como un ideal normativo», ella argumenta, «la vida en la ciu dad ejemplifica las relaciones sociales de diferencia sin exclusión» (Young 1990: 227). Por principio, esos ideales son incompatibles con cualquier tipo de orden jerárquico (como el orden medieval de estamentos) y pueden ser concebidos solo a partir de la suposición de una igualdad universal de los ciudadanos que constituye a las modernas sociedades occidentales.
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2. Otro s analistas de la vida urbana moderna presentan tipos semejantes de argumentos. Richard Sennett (1974) ancla su tesis de la «caída del hombre público» en una descripción de la pérdida de formalidad en las interacciones en público asociada a la interiorización del individuo y a las tiranías de la intimidad que marca a las sociedades contemporáneas. T. J. Clark (1984: cap. 1) describe la París moderna como un espacio público constituido para garantizar la «desa tención» al otro, esto es, el anonimato y la posibilidad de interacciones con extraños en las cua les la privacidad siempre es mantenida.
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Young concibe su modelo de vida en la ciudad como un instrumento de crítica al comunitarismo, o sea, el ideal de la fusión de sujetos y de pri macía de las relaciones cara a cara como un modelo básico de política de mocrática. Este es exactamente el modelo utilizado para justificar la construcción de enclaves fortificados y el retiro hacia la vida suburbana. Usando argumentos paralelos a los de Jacobs, Young argumenta que el ideal de comunidad «niega la diferencia entre sujetos» y «frecuentemen te actúa para excluir u oprimir a los que son diferentes. El compromiso con un ideal de comunidad tiende a valorizar y a reforzar la homogenei dad» y, así, tiene consecuencias excluyentes (Young, 1990: 234-235). Ella alega que su ideal normativo es una elaboración de las virtudes y posibi lidades no realizadas de la experiencia contemporánea de las ciudades. Las principales virtudes son cuatro: diferenciación social sin exclusión; diferenciación del espacio social basada en la multiplicidad de usos; ero tismo, entendido de modo amplio como «una atracción por el otro, y pla cer y excitación de ser sacado de una rutina segura para encontrar lo nue vo, lo extraño y lo sorprendente» (Young, 1990: 139); y publicidad, que se refiere al espacio público considerado por definición un lugar abierto y accesible a todos y donde siempre se corre el riesgo de encontrar a los que son diferentes (Young, 1990: 238-241). «En la vida pública las dife rencias permanecen no asimiladas [...] El público es heterogéneo, plural y divertido» (Young, 1990: 241). A pesar de que la realidad social en cual quier ciudad contemporánea esté llena de desigualdades e injusticias, el ideal permite considerar, criticar y formular alternativas a ellas. Los ideales modernos de lo público no se refieren solo a la vida en la ciudad, ya que están siempre ligados a concepciones de la política. La pro mesa de incorporación a la sociedad moderna incluye no solo la ciudad y el consumo, sino también la política. Las imágenes de la ciudad moderna son de muchas maneras análogas a las de la comunidad política liberal, consolidadas sobre la base de un contrato social entre personas idealmen te iguales y libres. La ficción del contrato social basado en un principio de universalidad es radical -como el de la ciudad abierta- y ayudó a destruir el orden social jerárquico de los estamentos feudales que la precedió. Pero es claro que solo con muchas luchas las definiciones de aquellos que po drían considerarse «libres e iguales» se expandieron. Así como la ciudad abierta, la comunidad política que incorpora a todos los ciudadanos nun ca existió. Aun así, sus ideales y su promesa de incorporación continua mantuvieron su poder por lo menos durante dos siglos, dando forma a ex periencias de ciudadanía y vida en la ciudad y legitimando las acciones de varios grupos excluidos en sus reivindicaciones por incorporación .3
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3. Una poderosa imagen de incorpora ción progresiva es ofrecida en el ensayo clásico de T. H. Marshall (1965 [1949]) sobre el desarrollo de la ciudadanía. Su punto de partida es el re-
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En la política contemporánea, las promesas liberales no cumplidas de ciudadanía universal y, simultáneamente, la reafirmación de algunas de esas promesas han sido articuladas por los nuevos movimientos socia les. Estos han asumido varias formas, sea afirmando los derechos de gru pos específicos (negros, poblaciones indígenas, gays y mujeres), sea inten tando expandir los derechos de grupos sociales excluidos (como en el caso de los movimientos de residentes de la periferia de Sao Paulo reivin dicando sus «derechos a la ciudad»). En general, especialmente en su en carnación liberal, los movimientos sociales articulan lo que se puede lla mar como un ataque positivo a los ideales liberales modernos: su objetivo es todavía extender los derechos, la libertad, la justicia y la igualdad, y ellos buscan modelos que incluyan a los excluidos y, así, alcancen esos objetivos de una manera más efectiva. En otras palabras, es un ataque que mantiene y refuerza valores liberales básicos, especialmente los de universalidad e igualdad. Lo que distingue estos movimientos sociales li berales de un segundo tipo es el tratamiento de la diferencia .4 En la ver sión liberal, que Taylor (1992: 37) llama «política de universalismo», los movimientos sociales marcan diferencias con el fin de exponer injusticias. Para los movimientos sociales que enfatizan «la igual dignidad de todos los ciudadanos», llamar la atención sobre las diferencias significa luchar por la expansión y por la «igualación de derechos» (Taylor, 1992: 37). En el fondo, su meta es borrar diferencias a través de la incorporación de grupos discriminados a la condición de ciudadanía plena. Esos movi mientos apuntan a una vida pública y una comunidad política en las cuales el respeto igualitario por los derechos de todos eliminaría la nece sidad de marcar diferencias y desigualdades. Dado su énfasis en princi
conocimiento de que los derechos de ciudadanía nunca fueron distribuidos igualitariamente, pero se expandieron considerablemente a lo largo del tiempo. Después de diferenciar las dimen siones civil, política y social de la ciudadanía, Marshall argumenta que ellas evolucionaron suce sivamente y que cada una llevó aproximadamente un siglo para consolidarse. Ese ensayo no es conde el largo camino que condujo al reconocimiento de cada derecho, pero eso no amenaza su tesis más general de progreso continuo de la ciudadanía, apoya da en la historia de su expansión. La imagen de expansión progresiva de la ciudadanía encuentra ecos en versiones contemporá neas de la teoría p olítica que se conciben com o «radicales» y que no en cuadra n el análisis en tér minos de incorporación. Por ejemplo, el análisis de Laclau y Mouffe (1985) presenta a la demo cracia sobre la base de un imaginario caracterizado por el «desplazamiento equivalencial» y que intenta considerar las posibilidades de su hegemonía de forma radical, en las sociedades contem poráneas. Para críticas recientes de la visión optimista y evolucionista de Marshall, véanse Hirschman (1991) y Turner (1992). 4. El movimiento por los derechos civiles y el movimiento feminista norteamericanos en las décadas de 1960 y 1970, así como los movimientos sociales urbanos en América Latina a fi nes de los años setenta y comienzo de los oche nta, son ejemplos de lo que llamo m ovimientos so ciales «liberales».
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pios universales, no ven la diferencia como algo que deba ser mantenido y valorizado. Un segundo tipo de movimiento social, que ofrece una crítica al libe ralismo, puso en evidencia la cuestión de la diferencia. En esta segunda categ oría, que Taylor llama «política de diferencia», grupos minoritarios, especialmente feministas, argumentan que las nociones liberales de uni versalismo estuvieron siempre constituidas sobre la base de la exclusión de algunos. Estos insisten en que los derechos de grupos minoritarios solo pueden ser considerados si son abordados desde la perspectiva de la dife rencia y no de la identidad (sameness).5 A pesar de que todavía se refie ran a un principio de igualdad universal, reivindican el reconocimiento de la identidad única de cada grupo y su especificidad en relación con todos los otros (Taylor, 1992: 38-39). La interpretación de Iris Marión Young de una política de diferencia y de la vida en la ciudad como el dominio de las relaciones sociales de «diferencia sin exclusión» representa una ver sión de esa crítica (Young, 1990). En el modelo de Young, las diferencias tienen que permanecer no asimiladas; ellas no deberían desaparecer bajo alguna ficción de pertenencia universal. Aunque la ruptura con el libera lismo en esa visión sea explícita, todavía constituye un ataque basado en los principios de derechos, libertad, justicia e igualdad y, por lo tanto, dentro de los parámetros de la modernidad. Otros teóricos de la democracia como Claude Lefort, Chantal Mouffe, Ernesto Laclau y Etienne Balibar ofrecen análisis similares. Lo que ellos tienen en común, además del énfasis en la no asimilación de di ferencias, es la insistencia en una política democrática y en un espacio pú blico fundados en la incertidumbre y en la apertura y marcados por la ne gociación de significado. Como dice Lefort, la democracia es instituida y mantenida por la «disolución de las marcas de certeza» (Lefort, 1988:19). En una democracia, las bases del poder, de la ley, del conocim iento y de las interacciones sociales son indeterminadas y el espacio público es el locus donde se negocian el significado de lo social y de lo que está legitimado. Estos ideales de política democrática -apertura, indeterminación, fluidez y coexistencia de diferencias no asimiladas- encontraron algunas de sus mejores expresiones en los espacios públicos de las ciudades mo-
5. Para una crítica feminista de la teoría del contrato social, véase Pateman (1 98 8), y para una crítica del entendimiento legal de igualdad como sameness, véase Eisenstein (1988). Scott (1996) ofrece un análisis de la paradoja que marcó la historia del feminismo liberal francés: su necesidad de aceptar y rechazar simultáneamente diferencias sexuales en la política. Véan se tam bién los debates sobre multiculturalismo y, especialmente, las reivindicaciones por derechos in dígenas en algunos países de América Latina, concebidas como derechos de naciones dentro de un Estado-nación (Stavenhagen, 1996; Findji, 1992) y el debate sobre el nacionalismo en Quebec (Kymlicka, 199 6).
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demás .6 Estos espacios promueven interacciones entre personas que son forzadas a confrontar sus anonimatos y los de otros sobre la base de la ciudadanía y a reconocer, así, y a respetar los derechos iguales del otro. Está claro que hay varias maneras de subvertir aquella igualdad e invocar diferencias de estatus y jerarquías. Sin embargo, el espacio de la ciudad moderna, más que cualquier otro, fuerza esa confrontación y consecuen temente tiene el potencial de desafiar y nivelar esas jerarquías. En el espa cio de la ciudad moderna, diferentes ciudadanos negocian los términos de sus interacciones y de hecho interactúan socialmente a despecho de sus diferencias y desigualdades. Ese ideal de la ciudad abierta tolerante a las diferencias sociales y a la negociación en encuentros anónimos, cristaliza lo que llamo espacio público moderno y democrático. Ciudades como las contemporáneas Sao Paulo y Los Angeles pre sentan un tipo totalmente distinto de espacio público urbano. La dife rencia no es del mismo tipo expresado sea por las reivindicaciones de los movimientos sociales (de cualquier tipo), sea por las críticas a las nume rosas disfunciones de las ciudades modernas, que todavía pretenden me jorar el espacio público moderno y hacer que se adapte a sus promesas. En vez de eso, los espacios públicos que se están creando en esas ciuda des niegan las principales características del ideal moderno democrático de espacio público urbano. Esas ciudades abrigan un tipo de espacio pú blico que no hace ningún gesto en dirección a la apertura, indetermina ción, acomodación de diferencias o igualdad y, que al revés de eso, toma la desigualdad y la separación como valores estructurantes. En verdad, contradice los principios del espacio urbano moderno y expresa algunos de los peores escenarios de incivilidad y privatización del espacio públi co imaginados por Jacobs e Young. Las ciudades de muros y de enclaves fortificados son ciudades de fronteras fijas y espacios de acceso restrin gido y controlado.
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6. Es interesante observa r que en vez de formu lar un modelo de democracia en términos puramente abstractos, Young lo ancla en la experiencia moderna de vida en la ciudad. Aunque insista en las diferentes injusticias soc iales y de segregación que se encuentran en las ciudades, es todavía de su experiencia que ella deriva el modelo de un espacio democrático en el cual las di ferencias permanecen «no asimiladas» y la heterogeneidad, la tolerancia en relación con el otro, la accesibilidad y las fronteras flexibles existen de alguna manera y pueden ser rescatadas como valores positivos. Véase Deutsche (1996) para una crítica de las concepciones del espacio públi co con relación al papel del arte público en un contexto democrático. Deutsche argumenta, ins pirada por Lefort, que el papel de ese arte debe ser exactamente el de desestabilizar límites e identidades.
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Ciudad-jardín y modernismo: el linaje de los enclaves fortificados
Los enclaves fortificados y el tipo de espacio público que se están creando en Sao Paulo y en Los Ángeles son el resultado de influencias complejas y heterogéneas. Algunas de ellas pueden ser relacionadas con las críticas de la desigualdad, segregación e injusticias sociales que cons tituyeron a las ciudades industriales. Dos de esas visiones influyeron en especial en la nueva segregación de los enclaves: la noción de ciudad-jar dín y el modernismo. Este análisis nos ayudará a entender cómo lo que fue originariamente una crítica a los problemas de las ciudades industria les acabó transformándose en una fuente de destrucción de sus ideales de mocráticos. El modelo de la ciudad-jardín fue expresado por primera vez por Ebenezer Howard en Inglaterra en el siglo xix .7 Considerando los proble mas de las grandes ciudades como insolubles, él propone sustituirlas por ciudades pequeñas. Sus residentes, especialmente los pobres, vivirían cer ca de la naturaleza y basarían sus relaciones en la mutualidad y en la pro piedad colectiva de la tierra. Howard imaginó las ciudades-jardín como autosuficientes y, por lo tanto, diferentes de los suburbios tradicionales, adonde los trabajadores solo regresan para dormir. En verdad, las ciuda des que él imaginó, con su combinación de vivienda y empleos en el sector terciario y en la industria, se acercan más a los nuevos suburbios contemporáneos.8 Howard vislumbró sus ciudades en forma circular, cer cadas por un cinturón verde (como el adoptado por muchas ciudades in glesas) y ligadas a otras ciudades pequeñas para formar otro círculo (co mo en el concepto de ciudades-satélite). Las actividades económicas, residencia y administración estarían separadas por áreas verdes. En el centro, los edificios públicos se aglomerarían para crear el «espíritu cívi co». La ciudad sería planeada como una totalidad -de acuerdo con el concepto que se convirtió en sinónimo de planifica ción - y sería controla da por la autoridad pública para evitar la especulación y la irracionalidad en su uso. Las ciudades-jardín serían gobernadas por una tecnocracia
7. El libro To-Morrotv: A Pea cefal Path to S ocial Reform , de Howard, fue publicado ori ginalmente en 1898. En 1902 fue reeditado como Carden Cities ofTo?norroiv. En Inglaterra, sus principales seguidores fueron Raymond Unwin y Barry Parker, que planearon la primera ciudad jardín y ayudaron a crear su idioma. Ellos tam bién proyectaron la prim era ciudad-jardín de Sao Paulo. Para diferentes análisis de la influencia de Howard en la planificación urbana, véanse Fishman (1988: parte I), Girouard (1985: 351-363), Jacobs (1961:17-25), Kostof (1991: 75-82, 194-199) y McKenzie (1994: 1-6). 8. Véase Jackson (1985) para una visión de la suburbanización de los Estados Unidos y Eishman (1995), Beauregard (1995), Soja (1996a) y Garreau (1991) para diferentes visiones de los cambios de carácter del suburbio norteamericano.
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corporativa controlada democráticamente y cuyos principales integrantes serían electos por los residentes-locatarios. El modelo de la ciudad-jardín fue muy influyente, generando nume rosas new towns, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos, desde el comienzo del siglo xx (Fishman, 1988: cap. 1). Los actuales condomi nios cerrados paulistas y los c i d (common interest developments) nor teamericanos ejemplifican la influencia del modelo de la ciudad-jardín y también cuánto fue modificado. Los muros y el carácter privado de los emprendimientos actuales, la ausencia de preocupación por un orden ur bano como un todo y el estilo de vida exclusivo y excluyente, contradicen directamente los ideales originales. Sin embargo, el imaginario de la ciu dad-jardín todavía es significativo. En los Estados Unidos, ese modelo ha sido frecuentemente asociado con los ideales políticos comunitarios, a pe sar de que estos no fueran necesariamente parte de la visión de Howard .9 No es difícil asociar ese concepto a los orígenes de los CID administrados por una asociación de propietarios, que se están convirtiendo en el prin cipal tipo de residencia en los suburbios norteamericanos .10 De forma se mejante, como reveló el análisis de los anuncios, los condominios cerra dos brasileños se inspiran en el modelo de la ciudad-jardín. En contraste con los CID estadounidenses, sin embargo, los condominios paulistas no insisten en la cuestión de la comunidad. En Sao Paulo el comunitarismo no es una ideología importante y la inspiración de la ciudad-jardín termi na siendo expresada de una manera más cruda. Sin el discurso (presumi blemente positivo) sobre los valores de la comunidad local, sus intencio nes discriminatorias son las únicas que sobresalen. Le Corbusier y la planificación urbana modernista representan otra crítica a la ciudad industrial y a su espacio público moderno, que fue apro piado y transformado por los nuevos enclaves. A pesar de las muchas diferencias, la Ciudad Radiante de Le Corbusier tenía algunos vínculos con el modelo de ciudad-jardín. En verdad, él mismo la describió como una «ciudad-jardín vertical» (Jacobs, 1961: 22 ).11 Sus ideas sobre densidad eran el opuesto de las de Howard, e introdujo los rascacielos a sus proyectos así como el automóvil y consideraciones sobre el flujo rápido de
9. Véase más arriba e Young (1990: 227-236) para una crítica al comunitarismo y su ca rácter antiurbano y excluyente. 10. Para un análisis de la expansión de los CID, véase McKenzie (1994). La asociación de sentimientos antiurbanos con ideales comunitarios es explícita en el análisis de Biakely y Snyder (1997) sobre condominios cerrados en los Estados Unidos. Aunque esos autores critiquen los portone s, su sesgo antiurbano y su preocupación por la «com unidad» les impide captar el carác ter profundamente antidemocrático de las comunidades cerradas. 11. Para las afinidades entre Le Corbusier y Howard, véanse Fishman (1988: 178 y cap. 21), Jacobs (1961: 21-25) y Girouard (1985: 360).
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tránsito. Sin embargo, sus proyectos tenían varios elementos en común con la ciudad-jardín: antipatía por la calle y destrucción de su unidad; segmen tación espacial de las funciones; énfasis en la ciudad como un parque y en la existencia de áreas verdes intercaladas con áreas construidas; y necesidad de un plano integral continuamente controlado por autoridades públicas. La planificación y el proyecto modernistas fueron influyentes en todo el mundo, pero especialmente en el Brasil moderno y en Los Ángeles. Tal como Holston (1989) muestra, la construcción de la Brasilia modernista a fines de los años cincuenta cristalizó un modernismo internacional en su transformación del espacio público y lo transmitió al resto del país .12 El modernismo ha sido el idioma dominante de la arquitectura y de la plani ficación urbana brasileñas hasta hoy. Como tal, este también ha sido aso ciado al prestigio y ha ayudado a crear espacios y a vender residencias pa ra la elite brasileña desde la década de 1950.13 En los condominios cerrados, sin embargo, la arquitectura modernista se vuelve no solo un símbolo de estatus para la burguesía, para quien esa arquitectura puede todavía estar de moda, sino también uno de los principales medios de pro ducir segregación. Para alcanzar sus metas de aislar, distanciar y seleccio nar, los enclaves fortificados usan algunos instrumentos de proyecto oriundos del repertorio modernista de planificación y arquitectura. Una de las características comunes entre la planificación modernista (y de la ciudad-jardín) y los enclaves fortificados es su ataque a las calles com o una forma de espacio público. Tanto en la Brasilia modernista, conforme muestra Holston (19 89: cap. 4 ), como en las nuevas partes de Sao Paulo y Los Ángeles, las convenciones modernistas de proyecto urbano y arquitec tónico retiran a los peatones y sus interacciones anónimas de las calles, de 12. Véase Holston (1989) para un análisis de Brasilia, su afiliación al CIAM y las inversio nes y perversiones generadas a medida que el proyecto fue elaborado y la ciudad, poblada. Mis consideraciones sobre Brasilia están basadas en ese análisis. 13. Siendo así, el modernismo no podría estar ausente de los anuncios de condominios ce rrados. En 1982 un conjunto de siete edificios en Morumbi fue anunciado como «L’Abitare, el éxito planeado [...] introdujo una de las tendencias más modernas y victoriosas en materia de ar quitectura y urbanismo [...] L’Abitare devuelve el espacio vivencia! a los residentes y refleja una preocupación tanto por el hombre y su calidad de vida, considerando las necesidades específicas de las familias paulistas de clase media, como po r Jas experiencias que en el lenguaje del famoso arquitec to Le Corbusier dieron como resultado la concepción de las “unidades de vecindad” [...] todo eso cercado y guardado por portería con vigilancia permanente [...] Ubicación excelente [...] el barrio es una prolongación del área tradicionalmente ocupada por las residencias de la clase media superior» (O Estado de Sao Paulo, 3 de octubre de 19 82 ). C bico Buarque captó ese uso de la arquitectura modernista como una forma de estatus, en la novela Estorvo. La residen cia de la hermana en el condominio cerrado es un proyecto modernista. Se trata de «una pirá mide de vidrio, sin el vértice» , pero que necesita ser cercada para convertirse en una fortaleza. El resultado es extraño, como observa el narrador: «Yo siempre creí que aquella arquitectura pre miada prefería habitar otro espacio» (19 91 :14 -15 ).
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dicadas casi exclusivamente a la circulación de vehículos. La calle como elemento central de la vida pública moderna es, entonces, eliminada. Sin embargo, aun cuando los resultados tiendan a ser los mismos, los proyec tos originales del modernismo y de los enclaves actuales son radicalmente diferentes. Pero vale la pena investigar cómo proyectos tan diferentes ter minaron usando estrategias semejantes y produciendo efectos similares. La arquitectura modernista y la planificación urbana surgen de una crítica a las ciudades y sociedades industriales, que ellas querían transfor mar a través de la remodelación radical del espacio. Su ambición es clara: borrar diferencias sociales y crear igualdad en la ciudad racional del futu ro diseñada por un arquitecto de vanguardia. En ese contexto, la calle corredor es considerada como generadora de enfermedades y como un im pedimento para el progreso, ya que no lograría adaptarse a las necesida des de la nueva era de la máquina. Además, la arquitectura modernista ataca a la calle porque «constituye una organización arquitectónica de los dominios público y privado de la vida social que el modernismo busca su perar» (Holston, 1989: 103). En las ciudades capitalistas, la organización de lo público y de lo privado se expresa en la calle corredor y en su siste ma correlativo de espacios públicos, incluyendo calzadas y plazas: una masa sólida de construcciones privadas contiguas encuadra y contiene el vacío de las calles públicas. La planificación y la arquitectura modernistas invierten esas relaciones sólido-vacío/figura-fondo que han sido la base de la estructura física de las ciudades occidentales. En la ciudad modernista, «las calles aparecen como vacíos continuos y las construcciones como fi guras esculturales» (Holston, 1989: 125). Al subvertir el código existente de orden urbano, la planificación modernista objetiva y consigue borrar la distinción representativa entre público y privado. El resultado es la subver sión del espacio público moderno anclada en esa separación. La planificación urbana modernista aspiraba a transformar la ciu dad en un único dominio público homogéneo patrocinado por el Estado, eliminar las diferencias para crear una ciudad racionalista universal, divi dida en sectores de acuerdo con funciones urbanas: residencia, trabajo, recreación, transporte, administración y cívica. Brasilia es la expresión más completa de ese nuevo tipo de ciudad y de vida pública .14 El resulta
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14. Brasilia fue creada a partir de la nada como un plano total. Muchas ciudades existen tes alrededor del mundo, por su parte, fueron sustancialmente modificadas por la intervención de la planificación modernista. Además, el modernismo se convirtió en el patrón tipo de proyec to en las ciudades dominadas por la Unión Soviética. A través del uso de espacios monumenta les y construcciones modernistas, la planificación soviética creó un tipo de espacio público que también es completamente diferente del tipo moderno occidental: un espacio para desfiles, ma nifestaciones de grandes multitudes y espectáculos patrocinados por el Estado, pero no para la interacción diaria de los peatones.
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do, con todo, terminó siendo el opuesto a las intenciones de los planifica dores. Brasilia es hoy la ciudad más segregada del Brasil, no la más igua litaria (Holston, 1989: cap. 8 ; Telles, 19 95a). Al destruir la calle como es pacio para la vida pública, la planificación modernista también minó la diversidad urbana y la posibilidad de coexistencia de diferencias. El tipo de espacio que crea promueve no la igualdad -como se pretendió- sino solo una desigualdad más explícita. Irónicamente, entonces, los instrumentos de la planificación moder nista, con poca adaptación, sirven para producir desigualdad. Calles pro yectadas solo para el tráfico de vehículos, ausencia de calzadas, enclaustramiento e internalización de áreas de comercio y grandes espacios vacíos que aíslan edificios esculturales y áreas residenciales ricas, efectivamente crean y mantienen la separación social. Esas creaciones modernistas trans forman radicalmente la vida pública. En los nuevos enclaves fortificados, estas son usadas no para destruir espacios privados y producir un espacio público total y unificado, sino explícitamente para destruir los espacios públicos. Su objetivo es extender algunos dominios privados de forma que ellos puedan cumplir funciones públicas, pero de manera segregada. Los enclaves fortificados contemporáneos usan esencialmente instru mentos modernistas de proyecto, pero con algunas adaptaciones impor tantes. El tratamiento de la circulación y del comercio es muy parecido: en los dos casos, la circulación de peatones es desalentada, el tráfico de vehículos es enfatizado, no hay calzadas y las áreas de comercio se man tienen lejos de las calles, desalentando la interacción pública. Los grandes espacios que separan edificios esculturales son otro punto en común. Los muros que circundan los enclaves son el distanciamiento más claro del idioma modernista, pero sus efectos no son extraños a la ciudad moder nista. En la planificación modernista, como la de Brasilia, las áreas resi denciales, comerciales y administrativas no deberían tener rejas o muros sino solo ser delimitadas por áreas verdes y vías rápidas, como en el mo delo de la ciudad-jardín y en varios suburbios norteamericanos actuales. En Sao Paulo los muros se consideran esenciales para demarcar todos los tipos de construcciones, especialmente los nuevos enclaves. Entretanto, esa demarcación de la propiedad privada no crea el mismo tipo de espa cio público (no modernista) que caracteriza a la ciudad industrial. Como en los enclaves contemporáneos los universos privados están separados por los vacíos de espacios abiertos (como en el proyecto modernista), es tos quiebran la alineación de la calle y no generan más calles corredores. Además, cuando hay una alineación de calle creada por muros y acentua da por sofisticadas tecnologías de seguridad, el espacio público residual que se produce está en desacuerdo con la vida pública moderna. Una diferencia significativa entre el proyecto modernista y los en claves fortificados se refiere al uso de materiales y a las formas de cons-
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tracción individuales. Las despojadas fachadas modernistas pueden ser eliminadas de los enclaves en favor de ornamentos, irregularidades y ma teriales ostentosos que exhiben la individualidad y el estatus de sus resi dentes (véanse fotos 10, 18, 19 y 20). Las tecnologías de seguridad pue den también ayudar a asegurar el aura de exclusividad de los edificios. La arquitectura de esos edificios también está en desacuerdo con el énfasis modernista en la transparencia y en la exposición de la vida privada (y, por lo tanto, en el ataque a la vida privada) expresada en el uso de facha das de vidrio. En otras palabras, contra el énfasis modernista en lo públi co, los enclaves acentúan la internalización, la privacidad y la individua lidad, pero estas no se vinculan a su contraparte moderna, la sociabilidad pública formal, ya que las fachadas de los edificios ya no constituyen un marco sólido para una vida pública significativa en las calles. Los elementos de la arquitectura y de la planificación modernistas que sobreviven en la nueva forma urbana de los enclaves son los que des truyen el espacio público y la vida social modernos: calles muertas trans formadas en vías rápidas, construcciones esculturales separadas por va cíos y que ignoran la alineación de las calles, muros y tecnologías de seguridad que encuadran al espacio público como residual, enclaves vol cados hacia el interior, separación de funciones y destrucción de espacios diversos y heterogéneos. Los artificios abandonados son aquellos ten dientes a crear igualdad, accesibilidad, transparencia y una nueva esfera pública (fachadas de vidrio, uniformidad de proyecto, ausencia de delimi tación material como muros y rejas). En vez de crear un espacio en el que las distinciones entre público y privado desaparezcan -haciendo público todo el espacio, como los modernistas pretendían- los enclaves usan con venciones modernistas para crear espacios en los que la calidad privada es enfatizada por encima de cualquier duda y en los que el público, un va cío disforme tratado como resto, es considerado irrelevante. Ése fue exac tamente el destino de la arquitectura modernista y su «espacio totalmen te público» en Brasilia y en todas las ciudades que usan la planificación urbana modernista para construir y reconstruir (Holston, 1989). Sin em bargo, mientras en Brasilia ese resultado fue una perversión de las inten ciones y premisas iniciales, en los condominios cerrados y enclaves forti ficados representa una elección deliberada. En los enclaves, el objetivo es segregar y cambiar el carácter de la vida pública, transfiriendo activida des antes realizadas en espacios públicos heterogéneos hacia espacios pri vados que se construyeron como ambientes socialmente homogéneos, y destruyendo el potencial de las calles para proporcionar espacios para in teracciones anónimas y tolerantes. Actualmente, en los nuevos tipos de espacios en ciudades como Sao Paulo y Los Angeles, tendemos a no encontrar gestos de apertura y liber tad de circulación a pesar de las diferencias, ni un universalismo tecno-
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crático que apunte a bo rrar tales diferencias. En Sao Paulo el viejo diseño urbano moderno ha sido fragmentado por la inserción de los enclaves privados independientes y bien delineados (de proyecto modernista), que están totalmente volcados hacia el interior. Los fragmentos fortificados no se destinan a ser subordinados a un orden público tota l cimentado por ideologías de apertura, accesibilidad, tolerancia de diferencias o prome sas de incorporación. La heterogeneidad ahora debe ser tomada más en serio: los fragmentos expresan desigualdades irreconciliables, no simples diferencias. En la ciudad de muros no hay tolerancia para con el otro o por el diferente. El espacio público expresa la nueva intolerancia. Las convenciones modernistas de proyecto usadas por los enclaves ayudan a asegurar que diferentes mundos sociales se encuentren lo menos posible en el espacio de la ciudad, o sea, que pertenezcan a espacios diferentes. En una ciudad de muros y enclaves como Sao Paulo, el espacio pú blico pasó por una transformación profunda. Vivenciado como más peli groso, encuadrado por rejas y muros, fragmentado por los nuevos vacíos y enclaves, privatizado con cadenas que cierran las calles, guardias arma dos y garitas, el espacio público es cada vez más abandonado por los sec tores más altos. En la medida en que los espacios para los más ricos son cerrados y volcados hacia adentro, el espacio que sobra es abandonado a aquellos que no pueden pagar para entrar. Como los mundos privatizados de los sectores más altos están organizados sobre la base de princi pios de homogeneidad y exclusión de otros, ellos son, por principio, lo opuesto al espacio público moderno. Sin embargo, los espacios públicos restantes, territorios de miedo, tampoco pueden aspirar a los ideales mo dernos. L a vida cotidiana en la ciudad de muros refuerza exactam ente los valores opuestos: incivilidad, intolerancia y discriminación. En el ideal de vida urbana moderna, «las fronteras son abiertas e in determinables» sugiere Young (1 99 0: 239 ). Las fronteras fijas crean espa cios no modernos, un espacio público no democrático. Sin embargo, las relaciones entre forma urbana y política son complicadas, así como los efectos de un espacio no público en la vida civil. Mis reflexiones sobre esas complejidades tienen como referencia el hecho de que la consolida ción de la ciudad de muros en Sao Paulo, con su espacio público no de mocrático, coincidió con el proceso de democratización política. Fue exactam ente en el momento de eclosión de los movimientos sociales en la periferia, cuando los sindicatos paralizaban las fábricas y llenaban esta dios con sus asambleas, cuando las personas votaban para los cargos eje cutivos por primera vez en veinte años, que los residentes de la ciudad comenzaron a erguir muros y a mudarse hacia enclaves fortificados. Cuando el sistema político se abrió, las calles se cerraron y el miedo al cri men se convirtió en el habla de la ciudad.
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Vida en las calles: incivilidad y agresión
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En Sao Paulo, como en cualquier otra ciudad, el medio urbano es he terogéneo y muestra señales de diferentes estratos de construcciones, usos e intervenciones. El proceso actual de construcción de muros afecta a todos los tipos de espacios en la ciudad y transform a los espacios y las ex periencias de vida pública de diversas maneras. A continuación, describo diferentes tipos de transformación material causados por el proceso de fortificación y discuto cómo afectan la calidad de vida pública. A pesar de que los cambios sean de diferentes tipos y tengan efectos diversos, to dos ellos refuerzan las fronteras y desalientan encuentros heterogéneos. Todos ellos crean fronteras vigiladas y consecuentemente dejan menos es pacio para la indeterminación en los encuentros públicos. Todos ellos promueven intolerancia, sospecha y miedo. Cuando las personas se desplazan por la ciudad, usan el espacio de maneras individuales y creativas y, como nos recuerda De Certeau, rea lizan trayectorias fragmentadas que eluden la legibilidad (1984: cap 7). Siendo así, cualquier descripción de esas prácticas espaciales sólo puede ser fragmentaria y particular. Me baso aquí en lo que las personas me dijeron y en lo que leí y vi, pero principalmente en mis observaciones, experiencias y memorias de la ciudad. Quiero señalar cambios y sugerir diferentes experiencias en el uso de la ciudad, pero no tengo la preten sión de ser exhaustiva. En la Sao Paulo contemporánea, el espacio público es el más vacío y el uso de las calles, calzadas y plazas es más raro exactamente donde hay más enclaves fortificados, especialmente ios re sidenciales. En barrios como Morumbi, las calles son espacios vacíos y la calidad material de los espacios públicos es simplemente mala (véan se fotos 9, 20 y 28). Debido a la orientación interna de los enclaves for tificados, muchas calles tienen calzadas no pavimentadas o incluso no las tienen, y varias calles detrás de los condominios no están asfaltadas (véase foto 6 ). Las distancias entre los edificios son grandes. Los muros son muy altos, sin proporción con el cuerpo h umano, y gran parte de el los todavía tiene alambres electrificados. Las calles son para los auto móviles y la circulación de peatones se vuelve una experiencia desagra dable. En verdad, los espacios son construidos intencionalmente para producir ese efecto. Caminar en Morumbi es un estigma -el peatón es pobre y sospec hoso-. Las personas a pie pueden ser trabajadores que vi ven en las favelas próximas y que son tratados con distancia y desdén -y, evidentemente, con miedo- por los vecinos ricos. Como las personas de clase media y alta circulan en sus propios automóviles y los otros ca minan o usan transporte público, existe poco contacto público entre personas de clases sociales diferentes. No hay espacios comunes que los reúnan.
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Los caminos dentro de las favelas son espacios para caminar, pero las favelas acaban siendo tratadas como enclaves privados: solo residentes y conocidos se aventuran a entrar y todo lo que se ve desde las calles públi cas son algunas pocas entradas. En verdad, las favelas sólo pueden ser vis tas como un todo desde las ventanas de los departamentos encima de el las. Cuando tanto los residentes ricos como los pobres viven en enclaves, cruzar muros es obviamente una actividad cuidadosamente vigilada, en la cual las señales de clase son interpretadas para determinar niveles de sos pecha y asedio. Las calles vacías de fronteras fijas y diferencias visibles son espacios de sospecha y no de tolerancia, de desatención a las diferencias o simplemente para caminar. No son espacios públicos agradables. Varios barrios estrictamente residenciales de la clase alta (partes anti guas de Morumbi, Alto de Pinheiros, Jardim Europa, por ejemplo) tienden a tener calles vacías también, pero barrios más antiguos, algunos de ellos proyectados como ciudades-jardín, todavía tienen buenas calles y calza das. En esas áreas, no obstante, otros dispositivos restringen la circula ción. En muchos de esos barrios de clase media y alta, los residentes privatizaron calles públicas, cerrando su acceso con portones, cadenas o, menos ostensivamente, con jardines, macetas y plantas. Nada de eso es específico solo de Sao Paulo. En los Estados Unidos, la misma práctica se está vol viendo común, y los espacios que ella produjo fueron llamados «comuni dades de zonas de seguridad» por Blakely y Snyder (1997). Como la calle aún se considera un espacio abierto, su privatización todavía genera opo sición en los Estados Unidos. Algunos años atrás, cuando ese proceso co menzó en Sao Paulo, el gobierno municipal reaccionó y removió las cade nas. Sin embargo, como el apoyo a la práctica aumentó, la ciudad la incorporó en sus políticas: en 1990 el gobierno municipal del PT comenzó a ofrecer los servicios de sus arquitectos y trabajadores de construcción a los barrios de clase media interesados en enclaustramientos .15 A pesar de que esos barrios todavía tienen bellas calles arboladas y calzadas, hoy en día se volvió imposible una forma de entretenimiento apreciada por mi familia cuando yo era niña: pasear por las calles del Jar-
15. La disputa entre la ciudad de Sao Paulo y los residentes que cerraron sus calles con ca denas fue relatada en los periódicos O Estado de Sao Paulo y Folha de Sao Paulo (por ejemplo, durante enero de 1985). El cambio en las concepciones públicas y en la actitud de la administra ción municipal en relación con los enclaustramientos está registrada en «Bairros residenciáis querem fechar rú as*, O Estado de Sao Paulo, 18 de junio de 1991. En los Estados Unidos, el ce a s i rramiento de calles también provocó oposición. Una de las disputas más famosas ocurrió en d e g Whitley Heights, Los Ángeles, donde los portones construidos por residentes fueron considera ® dos ilegales y se ordenó que nunca fueran cerrados. En muchas otras áreas, sin embargo, fueron cerrados. Eí caso de Whítíey Heights fue discutido en innumerables ediciones del Los Angeles Times (especialmente en 1994-1995) y por Blakely y Snyder (1997: 104-108).
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dim Europa admirando las mansiones de los ricos. La mayoría de ellas ya no es visible: las casas están escondidas detrás de los muros, y los alam bres electrificados y otras parafernalias de seguridad ayudan a imponer distancia a quien todavía se aventura por las calles. Caminar se volvió desagradable, ya que las calles están dominadas ahora por vigilantes par ticulares instalados en garitas, perros ladrando a los peatones y dispositi vos que bloquean la circulación. Los pocos peatones se vuelven sospecho sos. Intenté eso, con mi máquina fotográfica y sólo llamé la atención de los guardias privados, que vinieron agresivamente en mi dirección, a pe sar de mi apariencia de clase media. La sensación de estar bajo vigilancia es inevitable, ya que los guardias permanecen en las calzadas (y no den tro de las construcciones como en Morumbi), observan a todos los que pasan y pueden dirigirse directamente a las personas que encuentran sos pechosas. Nada más que lo esperado, ya que se les paga para sospechar y mantener a los extraños apartados. Ese ejército particular está ahí para privatizar lo que solían ser espacios públicos razonables. Pasé mi infancia a fines de la década de 1950 y comienzo de la de 1960 en un nuevo barrio de clase media, el Sumaré, que desde fines de los años sesenta está completamente urbanizado e incorporado al centro ex pandido. Cuando nos mudamos hacia allá, las calles todavía no estaban asfaltadas, no había sistema de cloacas ni teléfono. Estábamos a solo dos cuadras de un centro de recolección de basura de la ciudad, o sea, el esta blo para los caballos que tiraban de los carros de recolección y que desfi laban por nuestra calle todas las mañanas para gran diversión de los ni ños. Algunas veces, cuando llovía, el bello Chevrolet 54 azul de mi padre, directamente importado de los Estados Unidos y proyectado para otras calles, quedaba atascado en el barro, y él debía caminar el kilómetro que separaba nuestra casa de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo, donde era profesor. No había muchas casas en nuestra calle, y algu nas parecían pequeñas chacras, con sus huertas y gallinas en el jardín. A pesar de ser un barrio de clase media, a fines de los años cincuenta toda vía estaba en proceso de urbanización, como el Jard im das Camélias, en la periferia, cuando fui allá por primera vez a fines de la década de 1970. La ciudad creció tan rápido, Sumaré es hoy tan urbano, que es extraño recor dar que hace no mucho tiempo estaba tan poco desarrollado. Por muchos años, la casa de mi familia tuvo un muro bajo. El portón permanecía abierto todo el día y sólo se cerraba a la noche. Cuando el ba rrio se desarrolló, las calzadas se llenaron de gente y el tráfico aumentó con siderablemente en los años setenta, mis padres subieron el muro y comenza ron a cerrar el portón durante el día -ellos se incomodaban con los peatones mirando hacia dentro de su sala de estar y querían privacidad-. Pero siem pre usábamos transportes colectivos y caminábamos por el barrio libremen te y sin preocupaciones, incluso a la noche. A comienzo de la década de
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1980, la casa de mi padre fue asaltada y el portón pasó a ser trabado. Hoy mi padre tiene un guardia particular dentro de los muros durante la noche y el portón queda cerrado 24 horas al día. Él nos pide que le avisemos por te léfono cuando vamos a ir a visitarlo de noche, para que el guardia pueda es tar preparado para abrir el portón y no necesitemos esperar del lado de fue ra. Todas las casas y edificios alrededor fueron reformados y agregaron portones y muros. Hay varios guardias particulares en la cuadra. La calle, que hoy combina residencias, oficinas y comercio, es intensamente usada durante el día (en verdad estacionar se convirtió en un problema), pero me sentiría poco cómoda de caminar por allí después del anochecer. Un barrio de clase trabajadora como el Jardim das Camélias todavía tiene una vida social relativamente intensa en las calles, a pesar de haber cambiado de muchas maneras desde fines de la década de 1970. Por un la do, el barrio se extendió, las casas mejoraron, los árboles crecieron y las ca lles fueron asfaltadas, iluminadas y equipadas con calzadas (véanse fotos 2 y 3), pero a medida que el barrio se urbanizó y mejoró materialmente, las re jas subieron y los residentes se volvieron más temerosos y desconfiados. El crimen aumentó a fines de los años ochenta, de hurtos a homicidios, algu nos de ellos involucrando a muchachos que habían crecido juntos jugando en las calles. Sin embargo, la vida cotidiana todavía está marcada por una ; ^ociabilidad entre vecinos, el tipo de intercambio formal en las calles que da vida a un barrio y hace significativo el espacio público .16 El tránsito es esca so y las calles todavía son constantemente usadas para el juego de los niños y adolescentes, la charla de personas que paran para saludar a un vecino, por residentes que se sientan en las calzadas para mirar el movimiento, por personas que cuidan sus automóviles o que construyen algo, por alguien que se detiene en la tienda para tener noticias locales o, si son hombres, para ju gar al billar o tomar un trago de camino de vuelta hacia la casa (véanse fo tos 7, 24, 25, 26 y 29). Sus casas están cercadas, pero generalmente por re jas que permiten la visibilidad y la interacción, no por muros. Ese es el tipo de barrio cuya seguridad es mantenida por el uso intenso, por la mezcla de funciones y por los «ojos sobre la calle» (Jacobs, 1961: cap. 2). En otras pa labras, la seguridad se mantiene por el compromiso, no por el aislamiento. A pesar de la continua sociabilidad local, las personas no sienten que el barrio sea tan seguro como acostumbraba ser .17 Fortificaron sus casas, son más desconfiadas, hablan con extraños en la calle por detrás de sus rejas, eligen con más cuidado a las personas con quienes van a relacio narse y especialmente controlan a sus hijos. Muchos niños tienen ahora 16. Véase Caldeira (1 98 4: cap. 3) para un análisis de los rituales de la vida cotidiana en las calles del Jardim das Camélias a fines de la década de 1970 y comienzo de la de 1980. 17. En barrios de la periferia como el Jardim das Camélias a veces se oyen historias sobre control de acceso por residentes ligados al crimen. Bandas de residentes a veces tratan al barrio
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Fotos 27, 28 y 29: El uso público de las calles en Sao Paulo es extremadamente variado. La foto 27 muestra la calle Sao Bento, en el centro antiguo: una calle corredor transformada en un veredón abarrotado de peatones y vendedores ambulantes (1990). En Morumbi, la mayoría de las calles está vacía, sin peatones, como en la foto 28 (1994). La foto 29 muestra una esquina en el Jardim das Camélias, donde los residentes todavía se reúnen para conversar y jugar (1.994).
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prohibido jugar fuera de casa y la preocupación por las salidas de los adolescentes parece que se intensificó. Como en cualquier lugar, las per sonas vuelcan sus preocupaciones hacia las áreas más pobres: tienen mie do especialmente de la favela próxim a y de un área invadida recientemen te por participantes del Movimiento Sin Tierra. La sospecha con relación a personas vistas como «otras» o como «inferiores» no es exclusiva de la clase alta, como muestra el capítulo 2. La frecuencia de fiestas y conme moraciones públicas patrocinadas por las asociaciones locales disminu yó, así como las actividades de algunos movimientos sociales. La vida co lectiva y las actividades políticas perdieron vitalidad en la última década, pero el espa cio púb lico de las calles todavía sustenta interacciones locales e intercambios públicos .18 La mayoría de los barrios centrales de Sao Paulo, aquellos con una buena infraestructura urbana y que la elite conservó para sí, tradicional mente mezcló funciones y mantuvo un uso relativamente intenso y hete rogéneo del espacio público. Algunos de esos barrios son muy sofistica dos, con tiendas de lujo y restaurantes (especialmente los Jardines, pero también Higienópolis e Itaim Bibi). En esas áreas las calles todavía son usadas por personas de diferentes grupos sociales y los ricos caminan por las mismas calzadas que los pobres. Sin embargo, ahora esas calles están vigiladas por un ejército de guardias privados y cámaras de vídeo (cada edificio acostumbra tener por lo menos una). Además, en ese tipo de barrio, así como en el centro, los propietarios han usado su creatividad para inventar medios de mantener a las personas indeseables a distancia. Las técnicas varían desde instalar regadores que funcionan en horarios imprevisibles en las marquesinas, hasta extender cadenas para impedir el uso de patios, entradas y calzadas y cercar parques públicos. El principal blanco de esas técnicas es el número creciente de «sin techo». Mientras tanto, como las calles en general son muy agitadas, los efectos de la cons tante sospecha no son tan severos como en áreas más vacías. En esas áreas de intenso uso mixto, los obstáculos materiales en el nivel de la ca lle son complementados por una serie de prácticas de vigilancia menos vi sibles que refuerzan diferencias sociales. Los residentes y usuarios de esas áreas no están interesados en la indeterminación. Sus instrumentos inclu yen cámaras de vídeo, control electrónico de trabajadores en las entradas de la mayoría de los edificios de oficinas, detectores de metales en las como su propio territorio y solo permiten el movimiento seguro de aquellos residentes que pa a s i gan una «tasa de seguridad» mensualmente. Calles bloqueadas y control de circulación en gue d e g tos tampoco son una novedad en los Estados Unidos. © 18. Sobre la organizac ión de movimientos sociales y asociacion es locales en el Jardim das Camélias y en la periferia a fines de los años setenta y comienzo de los años ochenta, véase Caldeira (1987 y 1990).
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puertas de los bancos y guardias de seguridad que exigen documentos de identificación a cualquiera que entre en los edificios de oficinas y, cada vez más, en condominios residenciales.19 Los sistemas de identificación, selección y control de circulación se consideran centrales para una buena administración de negocios y alimentan la creciente industria de servicios de seguridad privada. Esos sistemas no son solo una cuestión de seguri dad, sino también de disciplina y discriminación social .20 La imagen del sospechoso está hecha de estereotipos y, consecuentemente, los sistemas de selección discriminan especialmente a los pobres y los negros. Los por teros no incomodan a las personas que tienen claras las señales de clase, pero pueden llegar a humillar a los que no las tienen. Así, para muchas personas el día a día en la ciudad se está transfor mando en una negociación constante de barreras y sospechas, y está mar cado por una sucesión de pequeños rituales de identificación y humilla ción. Estos incluyen forzar a los office-boys, frecuentemente detenidos por los detectores de metal de los bancos, a abrir sus mochilas frente a la fila de personas que esperan para entrar, dirigir trabajadores hacia las «entra das de servicio» y revisar a las empleadas cuando dejan el trabajo en los condominios al final del día. Es verdad que las personas de los sectores medio y alto también tienen que identificarse y que ellos también están ba jo vigilancia, pero las diferencias en los niveles de control son obvias. Las personas de clase media y alta saben usar sus marcas de clase (incluyendo arrogancia y falta de respeto) para evitar cuestionam ientos y pasar rápida mente ante los vigilantes, que responden con reverencia en vez del desdén que reservan para las personas más pobres. En suma, en una ciudad en que los sistemas de identificación y las estrategias de seguridad se están exten diendo por todas partes, la experiencia de vida urbana es de diferencias so ciales, separaciones, exclusiones y recordatorios de las restricciones en el uso del espacio público. Se trata, de hecho, de una ciudad de muros -lo opuesto del espacio público abierto del ideal moderno de vida urbana-. Las calles de Sao Paulo pueden incluso estar llenas de gente, especial mente en los barrios centrales de comercio y servicios (véase foto 27) o en 19. El control de los movimientos de trabajadores y especialmente de su tiempo de traba jo tiene una larga historia. Lo que es diferente con relación a las nuevas tecnologías es el monitoreo de cualquiera que use edificios públicos, tales como edificios de oficinas, algo que hace al gunos años no era controlado. 20 . Las personas que vivieron el régimen militar saben de qué manera los «procedimientos de seguridad» aparentemente inocentes pueden ser utilizados para perseguir personas. Durante el régimen militar, los conserjes de edificios de departamentos tenían que llenar una tarjeta de in formación para cada nuevo residente y enviarlo a la policía. Varios conserjes también fueron co laboradores de la policía. Las tarjetas desaparecieron con la democratización, pero las mismas personas que se oponían a ellas durante el régimen militar pueden estar a favor de los métodos contemporáneos de selección.
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centros regionales ,21 pero la experiencia de la multitud y la calidad de las interacciones anónimas cambiaron. Las personas tienen miedo de ser ro badas y consideran a los arrebatadores como parte de la rutina de la ciu dad. Nadie anda con joyas o relojes caros, sólo se lleva el dinero necesa rio y, de ser posible, sólo una copia de los docum entos. Las mujeres llevan los bolsos pegadas al cuerpo o las mochilas al pecho. Las personas con ducen con las ventanas cerradas y las puertas trabadas. Tienen miedo es pecialmente de detenerse en los semáforos porque los noticieros están lle nos de casos de arrebatadores que usan cuchillos o trozos de vidrio para robar a conductores, sobre todo a mujeres. Es difícil distinguir a esos arrebatadores del creciente número de mendigos y vendedores callejeros que se disputan las mismas esquinas. No solo las actitudes en la calle están cambiando, sino la propia composición de la multitud. Las clases media y alta intentan evitar las calles y calzadas agitadas, prefiriendo hacer compras en los shopping centers e hipermercados .22 Como las personas de esas clases circulan en auto móvil, el uso de transporte público se está convirtiendo en una experien cia de las clases bajas. Aun así, es una experiencia de masa, ya que la elite constituye no más del 5% de la población de la región metropolitana. Los cen tros que articulan el transporte público -m etr o, estaciones de tren y terminales de ómnibus- tienen su propia cultura. Generalmente son espacios de los sectores trabajadores, llenos de los sonidos de música popular y de los olores de frutas y todo tipo de comidas. Todos los días millares de personas pasan por esas estaciones y gastan un tiempo consi derable en los transportes públicos .23 Esas áreas siempre apiñadas son grandes espacios para vender cualquier cosa, desde religiones hasta comi da, desde curas hasta aparatos electrónicos, desde hierbas medicinales a lingerie, y el intenso comercio de los vendedores ambulantes toma buena parte del espacio de las calzadas del centro. Tomar un ómnibus, tren o el metro a la hora del rush (algo que las clases media y alta dejaron de hacer) significa luchar por un espacio en coches llenos o apretado contra 21. Centros regionales son las diferentes áreas en la periferia que congregan comercio y servicios y que generalmente sirven como centros de transporte público. Por ejemplo, el Largo 13, en la periferia sur. 22. El cambio aquí no solo es desde espacios mixtos hacia exclusivos, sino también desde el consumo fragmentado y diario en pequeños mercados y almacenes hacia las visitas mensuales a un supermercado, o sea, de compras relativamente espontáneas a una más planeada. Esos cam bios han sido acompañados por transformaciones en la vida doméstica, donde se introdujeron nuevos aparatos como los freezers y hornos de microondas, nuevas maneras de preparar y ser vir comida y nuevos modos de relación. 23 . En 19 96 , el 69 % de los viajes en transporte público en Sao Paulo eran hechos en óm nibus, el 26 % en metro y el 5% en tren. Sólo el metro transporta más de un millón de pasajeros diariamente (Seade, An uario Est atístic o do Es tado de Sao Pa ulo 1996).
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los otros. Y eso a pesar del hecho de que el transporte público en Sao Pau lo mejoró, especialmente el metro. Sin embargo, los que usan los trans portes colectivos diariamente, como los residentes del Jardim das Carnélias, sienten que las cosas hoy están mucho más tensas y desagradables que en el pasado: hay poca cortesía y mucha agresión. Y ciertamente hay más prejuicios, ya que la clase media enseña a sus hijos que los ómnibus son peligrosos y contrata choferes particulares para ellos. El tránsito es uno de los peores aspectos de la vida pública en Sao Paulo. La falta de respeto a las leyes y a los derechos de las otras perso nas es la norma .24 Hay poca civilidad, ya que una parte significativa de la población actúa como si las leyes de tránsito fueran obstáculos al libre movimiento de los individuos y reacciona no respetándolas. Los medios han investigado e informado frecuentemente sobre el comportamiento en el tránsito. Los resultados de sus investigaciones son impresionantes, no solo porque revelan una amplia irrespetuosidad hacia las reglas, sino también porque muestran que la irrespetuosidad se convirtió en rutina y ya no provoca reacción alguna. En abril de 1989, el DataFolha, agencia de investigaciones de la Folha de Sao Paulo, averiguó que el 99 % de los conductores de Sao Paulo consideraba peligroso el tránsito de la ciudad y que uno de cada cuatro conductores había estado involucrado en por lo menos un accidente el año anterior .25 Otra investigación del DataFolha, en abril de 19 86 , co nstató que los paulistas consideraban com o principal causa de accidentes «la falta de responsabilidad y la imprudencia de los conductores ».26 En octubre de 1989, el departamento de investigaciones de O Estado de Sao Paulo entrevistó una muestra de conductores y des cubrió que el 85% de ellos concordaban con que los conductores de Sao Paulo no respetan la senda peatonal y frecuentemente hacen giros prohi bidos. Además, 8 de cada 10 personas entrevistadas creían que los conductores estacionan en lugares prohibidos, en doble fila, cruzan semá foros en rojo y no respetan los límites de velocidad .27 En 1991, el Data Folha decidió observar un cruce importante en la ciudad (de las avenidas Paulista con Brigadeiro Luís Antonio). Se verificó una media de 13 giros a la izquierda prohibidos por hora, a pesar de los obstáculos físicos en el carril, y que la mayoría de los conductores nunca recibió una multa, ya que no existían policías en el lugar. Se descubrió también que un au tomóvil cruzaba con luz roja cada cinco luces rojas, que el 4 1 % de los
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24. Para discusiones sobre tránsito, falta de respeto y violencia, véase también DaMatta (1982) y O'Donnell (1986). 25. Folha de Sao Paulo , 13 de mayo de 1989. 26. Folha d e Sao Paulo, 11 de mayo de 1986. 27. O Estado de Sao Paulo , 8 de octubre de 1989.
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automóviles que se detenían en el semáforo no respetaba la senda peato nal y que solo el 3% de los conductores usaba cinturón de seguridad .28 Otro problema son los adolescentes, que conducen antes de los 18 años y sin habilitación. Hasta la década de 1970, los adolescentes de clase media como yo, usaban el transporte colectivo regularmente para ir a la escuela y circular por la ciudad. Hoy eso se considera muy peligroso o muy incó modo, y los adolescentes son transportados exclusivamente en automó vil, sea por los padres o por choferes particulares, o si no simplemente se permite que ellos conduzcan. El tránsito de Sao Paulo revela que las personas utilizan las vías pú blicas de acuerdo con su conveniencia particular y no parecen estar dis puestas a obedecer reglas o respetar los derechos de las otras personas o el bien público. Hay también una cierta omnipotencia en ese comporta miento, ya que las personas no parecen tener miedo de ser afectadas por el mismo tipo de agresiones que cometen. Los resultados, sin embargo, son dramáticos: durante la década de 1980, más de 2.000 personas mu rieron en accidentes de tránsito anualmente en el municipio de Sao Pau lo. Entre 1992 y 1994, los números bajaron, pero no significativamente. Además, más de 50.000 personas resultaron heridas en accidentes de au tomóvil por año en la región metropolitana de Sao Paulo. En 1996 hubo 195.378 accidentes de automóvil registrados en la ciudad de Sao Paulo, lo que significa un promedio de 535 accidentes por día. De ellos, el 13,16% tuvo víctimas. De acuerdo con una fuente, el total de víctimas fue de 59.679, 1.113 de las cuales fueron víctimas fatales .29 Poquísimas personas responsables por accidentes van a juicio o son procesadas. El tránsito es un fuerte indicador de la calidad de vida pública. En el Brasil, el comportamiento en el tránsito constituye sólo el más obvio ejemplo de la rutina de falta de respeto a la ley y de las dificultades para hacerlas cumplir. Los policías de tránsito no prestan atención a algunas violaciones simplemente porque ellas devinieron en norma. Cuando aplican multas, muchas veces se esconden donde no pueden ser vistos por los conductores. Intentan evitar la confrontación con personas de clase media y alta, que no dudan en desafiar su autoridad. Cuando ma nipular las marcas de clase no es suficiente, algunos pueden apelar a la
28. Folhc7 de Sao Paulo, 21 de mayo de 1991. La situación con relación al uso del cintu rón de seguridad cambió después de 1995, cuando el municipio comenzó una agresiva campaña para forzar a su utilización y estableció multas de más de 20 salarios mínimos para quien con dujera sin cinturón. 29. Los datos sobre el número de víctimas son de la policía militar. Como argumenté en el capítulo 3, los números de la policía militar para muertes en accidentes son subestimados y pro bablemente los números para heridas también. De acuerdo con el Registro Civil, el número de víctimas fatales fue de 2.368.
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violencia. L os peores ataques parecen ser contra las mujeres que con tro lan el estacionamiento en las áreas restringidas llamadas «zonas azules». Algunas fueron golpeadas por hombres cuando se rehusaron a anular multas y una terminó en el hospital después que el conductor enfurecido al que había multado, tiró el automóvil sobre ella. Esos comportamien tos indican cuán violentas pueden volverse las personas cuando se les pi de que cumplan la ley y no pueden usar su posición de clase como forma de privilegio para evitarla. Como las clases trabajadoras generalmente no pueden evitar la ley, esos comportamientos revelan una vez más de qué modo las diferencias de clase no solo rigen las interacciones públicas sino también son reproducidas por los elementos que moldean el espacio público. Es obvio que el tránsito no es un problema exclusivo de Sao Paulo, pero sí un problema nacional. En 1996, cerca de 27.000 personas murie ron en accidentes de tránsito en el Brasil. La situación de violencia e inci vilidad adquirió dimensiones tan impresionantes que el gobierno federal decidió revisar el Código Nacional de Tránsito. Después de seis años de debates en el Congreso, el nuevo código entró en vigor en enero de 1998. Este establece multas altas y penalidades serias y crea un sistema de pun tos que puede llevar a la suspensión del registro de conductor. Todas las violaciones, desde no portar la documentación del vehículo hasta condu cir alcoholizado, corresponden a puntos y multas (de R$ 40 a R$ 800). La expectativa es que un código más severo aumente la civilidad en el tránsito. Pero todavía no está claro si las autoridades pueden imponer esas reglamentaciones, especialmente en un contexto en que la civilidad se está deteriorando y no mejorando. Experiencias de lo público
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Diferentes grupos sociales vivencian los espacios públicos transfor mados de la ciudad de maneras contradictorias. Los jóvenes de la clase media y alta que están creciendo en la ciudad de muros no parecen infe lices con su experiencia de los espacios públicos. ¿Y por qué lo estarían, con sus choferes particulares y ninguna necesidad de batallar por un lu gar en un ómnibus lleno? Además, a ellos parece gustarles bastante los es pacios seguros y vigilados de los shopping centers, comercios de fast fo o d , discotecas y locales de videojuegos. Para ellos, estos son espacios c o o l en los cuales muestran su conocimiento de una cultura joven globalizada, de las marcas de estilo y otras tendencias de la moda. Se conectan con una «juventud global», pero no con la juventud de su propia perife ria. Los jóvenes de la periferia paulista no tienen el privilegio de evitar el transporte público o las calles congestionadas por donde tienen que pa
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sar para trabajar o en las cuales algunos de ellos trabajan. Aun así, ellos comparten con los jóvenes de la clase alta algunas de las marcas de una cultura joven globalizada -especialmente en lo que se refiere a la ropa-, A pesar de eso, generalmente se reúnen no en shoppings de la clase alta, sino en espacios esp acios de la propia periferia (inclusiv (inclusivee shoppings), par ticipan de algunas subculturas (punk, skinhead) y aprecian algunos estilos de músi ca y baile (especialmente funk) que no son necesariamente compartidos por la clase media. Además, ellos vivencian la violencia y el asedio en su uso de la ciudad y en sus barrios. En sus conciertos, temas como los abu .30 Para los sos de la policía, homicidios y falta de respeto, son constantes .30 jóve jó vene ness de las clases cla ses trab tr abaj ajad ador oras as,, la expe ex perie rienc ncia ia de la ciudad ciu dad es de inju in jus s ticia y no de privilegio. En contraste con la experiencia de esos jóvenes, las personas de ma yor edad que crecieron en Sao Paulo en la época en que el progreso era la meta y el uso de las calles y parques era más libre, parecen nostálgicas cuando conversan sobre los usos del espacio público. Sus descripciones de la ciudad en el pasado tienen una calidad similar a aquéllas que cuen tan de qué modo todo era bueno «antes» del trauma del crimen. La vieja ciudad es recordada como mejor, más bonita y más civilizada de lo que es ahora. Conversé con dos hermanas sobre los cambios de hábitos, especí ficamente el de ir al cine. 8 .1.
¿Las personas no van más al cine? L N o van más al cine. cine. Aho ra, despué despuéss del del vídeo, vídeo, no van en realidad. realidad. W D esp es p u és, és , es mucha mu cha dificulta dific ultad. d. Comi Co mien enza za p or esta es taci cion on ar: ar : no hay lugar para estacionar. El estacionamiento es tan caro como el cine. Si lo dejas en la calle, lo roban o están los «dueños de la calle» para hacerse cargo.31 Entonces es un problema para nosotros salir con el auto, no nos quedamos tranquilos. Vamos a un shopping... vamos al cine del shopping a veces. L Estacionar el auto ahí dentro. Cine, cuando vamos, es al Lar Center, Center Norte, porque ahí es más fácil. W H a c e 3 0 , 4 0 años añ os atrá at ráss podíam pod íamos os salir, nos no s arre ar reglá glába bam m os bien
30. Existen varias bandas de rock en la periferia que tratan esos temas. Una de ellas se lla ma Pavilbao 9 [Pabellón 9], nombre inspirado en el sector de la Casa de Detención en que ocu rrió la masacre de 1992. Véase, por ejemplo, Veja Sao Paulo 30 (37): 15-21 de septiembre de 1997. 31. El número de personas en las calles ofreciendo estos servicios como vigiladores de au tomóviles se ha incrementado en los últimos años de crisis económica, así como su agresividad: es una creencia común que si no se les da dinero, ellos dañarán el automóvil. Además, como el número de vehículos robados y el miedo al crimen también se incrementó, la gente siente que es difícil determinar cuándo una persona robará el automóvil o lo protegerá.
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para salir, con guantes, todo bonito, para ir a la ciudad, al centro. Cine Ipi ranga, Metro. El Metro entonces era lo máximo,32 ¿no? L El Lido... al Lido no entraban los hombres sin corbata. No entraban. ¿Cuándo era eso? W U n o s 4 0 años año s atrás at rás . L [...] Creo que que unos unos 30 a ños atrás. En el el M arr ocos no entraban sin corbata. Entonces, en aquella época podíamos arreglarnos e ir al centro. Nosotros sólo íbamos al cine al centro de la ciudad. Ibamos al cine, después salíamos, íbamos a mirar escaparates, Baráo de Itapetininga era una calle buena, buenos negocios. Ibas a tomar algo, a comer... ibas a comer afuera. Ho y no pudes ir al centro de la ciudad en un domingo, fin fin de de semana, no hay manera de... porque están los homosexuales, los travestís, las barraquinbas [puestos ambulantes que venden comida y bebida]. Bueno, el centro de la ciudad está un horror ahora, ¿no? con todos esos vendedores callejeros. a ños. Siempre vivieron vivieron en MoóL y W son viudas de cincuenta y tantos años. ca. Viven iven juntas en la casa de d e L para p ara que q ue el hijo h ijo de d e W pueda pue da vivir vivir con la fa milia en su casa sin pagar alquiler.
Las personas mayores se acuerdan con nostalgia de la formalidad in volucrada en el uso del espacio público, los guantes y las corbatas, la dis tinción de los viejos cines, las «buenas» calles del viejo centro en que se podía pasear entre gente elegante -«¡era tan chic!», dijo la señora cuyo relato analizo en el capítulo 1-. Son marcas de distinción y reglas de se paración de clase que se perdieron. En el centro de hoy, la población «chic» fue sustituida por los «marginales», nada garantiza distinción y el sentimiento que queda es el de malestar con la proximidad del pobre. Ha ce muchos años atrás, cuando el centro era usado por las clases altas, po der unirse a la multitud (a través del uso de algunas ropas y accesorios, por ejemplo) podría ser una cuestión de identificación con los socialmen te superiores, una marca de distinción para los residentes de la clase tra bajadora bajad ora de M oó ca. Hoy, sin embargo, las mismas mismas personas sient sienten en la ne ne cesidad de promover la distancia más que la identificación con los que usan el centro, personas más pobres y marginadas -vendedores, niños de la calle, travestis, prostitutas-. La expansión del consumo de masa hace más complicadas las cues tiones de distinción. Los símbolos fáciles de superioridad, como los guan tes y las corbatas, desaparecieron, y frecuentemente las personas de clase media y alta se irritan con el consumo que realizan personas pobres de bienes que deberían cargar algún estatus, pero que ya no son exclusivos 32 . Ipiranga, M etro , Lido y Ma rroco s fueron cines sofisticados hasta la década década de 196 0. Hoy en día, la mayoría de los cines del centro se han venido a menos y se especializan en porno-
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(véase capítulo 2). Para la elite es más difícil imponer su propio código de comportamiento -incluyendo reglas de deferencia- para toda la ciudad. Además, con la democratización, los pobres forzaron el reconocimiento de su ciudadanía y ocuparon espacios -físicos y políticos- anteriormente reservados a la elite. Con menos marcas obvias de diferenciación a la ma no y con más dificultades para afirmar sus privilegios y códigos de com portamiento en el espacio público, las clases más altas se vuelcan a los sis temas de identificación. Así, los espacios de circulación controlada (como los shopping centers) sirven para asegurar que la distinción y la separa ción todavía son posibles en público. Las marcas de distancia social son sustituidas por muros concretos. Las transformaciones en los diferentes espacios de la ciudad parecen estar generando fronteras más rígidas y vigiladas y, consecuentemente, menos indeterminación y menos espacios para el contacto entre personas de grupos diferentes. Esas experiencias producen miedo e intolerancia, más que expectativa y excitación. Las experiencias en público parecen correr en la dirección opuesta a la de una vida pública moderna y demo crática. Mientras tanto, la política de espacios públicos urbanos en Sao Paulo es todavía más compleja y dos tipos de uso del espacio público con tradicen la tendencia dominante de separación y segregación. Los pocos grandes parques de la ciudad son usados intensivamente de manera bastante democrática. Cuando están ubicados en la periferia, como el Parque do Carmo, los usuarios tienden a ser de los sectores tra bajadores, pero el Ibirapuera y el Morumbi, ambos en barrios de clase media y alta, son usados por personas de todas las clases sociales. A pe sar de que en su mayoría están cercados por rejas, estos representan las pocas áreas verdes que la ciudad todavía tiene. En los últimos años esos parques han sido apropiados por millares de personas que van allá espe cialmente los fines de semana para correr, andar en bicicleta, patinar, ju gar a la pelota o simplemente estar al aire libre. Esos oasis de uso intenso y diversificado son muy pocos en Sao Paulo y es interesante que sean es pacios generalmente usados para el ocio de las masas. Si lo que ocurre en otras partes del mundo sirve como referencia, los espacios para el ocio y el entretenimiento continúan teniendo un uso masivo diversificado -co mo en los antiguos puertos, centros históricos restaurados y parques te máticos norteamericanos, por ejemplo- incluso cuando todos los otros espacios públicos se deterioran. El segundo ejemplo es la Pra^a da Sé, la plaza central de Sao Paulo. La Pra^a da Sé es el símbolo poderoso del centro de la ciudad, de donde se imagina que irradian todas los caminos y calles de la ciudad .33 .33 Hoy los
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33 . El espacio en Sao Paulo Paulo es caó tico , y el plano de la ciudad no se asemeja a una cuadrí cula ni a ninguna otra forma racional. En este caos, el sistema de numeración de edificios está
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puntos de referencia de la plaza son la Catedral, la estación central del metro y el «mojón cero» de la ciudad, señalado por una piedra erguida sobre una rosa de los vientos grabada en el suelo. En su uso rutinario, la plaza es principalmente un espacio de la clase trabajadora. Todos los días una masa de personas que depende del transporte colectivo cruza la Pra ga da Sé. Todavía hay muchos que trabajan allí -vendedores de todo tipo de productos populares (comida, ropas, hierbas, juguetes, o llas), pastores de diferentes religiones, músicos y policías- el mismo tipo de personas que llena cualquier eje importante del transporte público. La plaza tiene también muchos residentes: un contingente de niños de la calle y sin te cho. Hombres vestidos con trajes y cargando maletines, generalmente abogados que tienen que llegar al Forum Central allí cerca , son vistos con frecuencia en la plaza, aunque ellos ya no le confieren su identidad. La Praga da Sé es fundamentalmente un espacio para los residentes pobres, tanto en su uso diario como en su simbolismo. Los residentes del Jardim das Camélias que entrevisté a fines de la década de 1970 consideraban que ir a la Praga da Sé era una actividad especial para los feriados, como el día de Año Nuevo: era la manera que encontraban de aprovechar la ciudad y sentir que pertenecían a ella. Hoy sienten que la plaza se volvió un lugar peligroso y, a pesar de que todavía la usan, prefieren ir a lugares como shopping centers para el ocio. Mientras los sectores trabajadores dominan la plaza con sus sonidos y olores, los ricos la evitan. Para ellos, la plaza es solo un lugar peligroso y desagradable. Pero la Praga de Sé tiene una segunda capa de simbolismo: para paulistas ricos y pobres ella es el principal espacio político de la ciudad, un significado que fue fijado por varios eventos durante el proceso de demo cratización. Durante los años militares, las pocas demostraciones políti cas que hubo tuvieron lugar en la Praga da Sé, principalmente debido a la presencia de la catedral. La Iglesia Católica fue en la época la única insti tución capaz de ofrecer un espacio relativamente seguro para protestas contra los abusos y las violaciones a los derechos humanos practicados por el régimen militar. Por la misma razón, la Praga da Sé se convirtió en un lugar de innumerables manifestaciones de movimientos sociales du rante el proceso de apertura, más visiblemente las inmensas manifestacio nes del Movimiento del Costo de Vida en la segunda mitad de la década de 1970. Cuando el movimiento por las elecciones directas se organizó, a comienzo de los años ochenta, era natural que las man ifestaciones de ma sa se hicieran allí. El 25 de enero de 1984, el día en que la ciudad conme
basado en la presunción de que el comienzo de cualquier calle es el final más cercano a la Praqia da Sé. De la misma manera, el comienzo de todos los ferrocarriles que parten de la ciudad está ubicado en Pra^a da Sé. Esto indica el poder del modelo centralizado de la ciudad.
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moraba su fundación, cerca de 300.000 personas se reunieron en la Pra9 a da Sé para reivindicar elecciones directas. Aquel día, las personas de las clases media y alta que no iban al centro hacía años (las principales ac tividades económicas y todo el comercio de lujo se habían mudado) des cubrieron cómo tomar el metro y emergieron en medio de la plaza para exigir democracia. Las manifestaciones ocurrieron en el Vale do Anhangabaú en solo dos ocasiones, cuando la plaza quedó muy pequeña para la esperada multitud de un millón de personas (el último comicio por elec ciones directas, en abril de 1984, y la manifestación por el impeachment del presidente Collor, en septiembre de 1992).34 La Praga da Sé simboliza, de un lado, la reapropiación política del es pacio público por los ciudadanos en la transición hacia la democracia. Por otro, representa el deterioro del espacio público, peligro, crimen, an siedades en relación con la declinación social y el empobrecimiento de los trabajadores, que continúan usándola en las idas y venidas del trabajo y que trabajan en el mercado informal o consumen sus productos baratos. Ella simboliza tanto la fuerza como el deterioro del espacio público y es, consecuentemente, un símbolo del carácter disyuntivo de la democracia brasileña (Holston y Caldeira, 1998). El ejemplo de la Praga da Sé es otra indicación de que la democrati zación política no es contradictoria con el deterioro de los espacios públi cos. En verdad, la democratización puede haber ayudado a acelerar la construcción de muros y el deterioro del espacio público. Pero eso no ocurre de la manera simplista que algunos políticos de derecha quieren hacernos creer: que la democracia crea desorden y crimen y consecuente mente genera la necesidad de muros. Si la democracia originó los muros fue porque el proceso de democratización fue inesperadamente profundo. Hasta el fin del régimen militar, la política era un dominio exclusivo de la elite. Con la apertura, no obstante, los residentes pobres de la periferia pasaron a ser importantes actores políticos, ocupan do la Praga da Sé para presentar sus reivindicaciones y afirmar sus derechos a la ciudad. Sus mo vimientos sindicales y sociales sorprendieron a todos; pudieron reivindi car un espacio político que se estaba abriendo, pero no necesariamente para ellos. En la imaginación de aquellos que prefieren abandonar la ciu dad, el miedo al crimen se entrelaza de maneras complejas con otras an siedades provocadas por el cambio, como mostré en el capítulo 2. Este se mezcla con el miedo a los resultado electorales (especialmente el miedo a que el PT pudiera ganar las elecciones, como de hecho ocurrió); con el miedo a que se pueda decaer socialmente debido a la inflación y a la cri
34 . Hub o manifestaciones más pequeñas en otras áreas, tanto en el centro como en la pe riferia, pero nunca tuvieron el mismo simbolismo que las de la Pra^a da Sé.
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sis económica; el miedo a que ciertos bienes no sirvan más para crear distanciamiento social o conferir estatus; y el miedo a que los pobres ya no puedan ser mantenidos en sus lugares. La coincidencia de democratización con el deterioro del espacio pú blico y los procesos más obvios de segregación social, así como los sim bolismos ambiguos de la Praga da Sé, impiden cualquier asociación fácil entre espacios públicos materiales de las ciudades y formas de comunida des políticas. Sao Paulo demuestra que la forma de la comunidad política y el espacio público de la ciudad pueden desarrollarse en direcciones opuestas. Esa disyunción entre proceso político y forma urbana es signi ficativa. Por un lado, como las recientes transformaciones urbanas no son un resultado de políticas impuestas por el Estado, pero sí de la manera por la cual los ciudadanos se comprometieron con su ciudad, ellas pue den ser vistas como el resultado de una intervención democrática. Aun que ese compromiso pueda verse como una forma de acción democráti ca, produjo sobre todo resultados no democráticos. La perversidad de ese esfuerzo de los ciudadanos es lo que llevó a la segregación más que a la tolerancia .35 Por otro lado, en la medida en que los ciudadanos constru yen todo tipo de muros y controles en los espacios de la ciudad, crean límites a la democratización. A través de la creación de muros, los resi dentes recrean jerarquías, privilegios, espacios exclusivos y rituales de se gregación donde ellos acabaron de ser removidos de la esfera política. Una ciudad de muros no es un espacio democrático. En verdad, se opone a las posibilidades democráticas. Felizmente, sin embargo, ese proceso no es mono lítico y existe siempre la posibilidad de que espacios como la Pra ga da Sé se llenen de nuevo con personas de todas las clases, como ocu rrió cuando ellas se reunieron para derrocar el régimen militar. El estilo neo-internacional: Sao Paulo y Los Ángeles
En la Sao Paulo contemporánea, los procesos disyuntivos no dismi nuyen el hecho de que las fronteras rígidas y vigiladas y la creciente segre gación de los grupos sociales creen un tipo de medio urbano que compro mete los valores de apertura y libertad de circulación y pone en riesgo las
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35. El tipo de espacio no democrático creado en Sao Paulo por medios democráticos es si milar a las diferentes reglamentaciones segregacionistas formuladas por los movimientos NIMBY (Not In My Back Yard) en California y analizadas por Davis (1990). Sin embargo, si Davis reve la una aguda sensibilidad con relación a los procesos disyuntivos de la democracia en ese análi sis, hace lo opuesto cuando afirma que los espacios fortificados de Los Ángeles son un resultado directo de las políticas de la era Bush-Reagan. La relación entre política gubernamental y espa cio de la ciudad es más complicado que eso, como muestra el caso de Sao Paulo.
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interacciones anónimas e impersonales entre personas de diferentes gru pos sociales. Esas otras transformaciones similares pueden ser detectadas en muchas otras ciudades alrededor del mundo, aunque no siempre con la misma intensidad u obviedad. De Johannesburgo a Budapest, de El Cairo a Ciudad de México, de Buenos Aires a Los Angeles, ocurren pro cesos semejantes: la constru cción de muros, la secesión de las clases altas, la privatización de los espacios públicos y la proliferación de las tecnolo gías de vigilancia, están fragmentando el espacio de la ciudad, separando grupos sociales y cambiando el carácter de la vida pública de maneras que contradicen los ideales modernos de vida urbana .36 De la misma ma nera que esos ideales ayudaron a moldear ciudades por todo el mundo, las transformaciones de aquel ideal, semejantes a las que están ocurrien do en Sao Paulo, están afectando actualmente el carácter del espacio ur bano y de la vida pública en varios lugares Así, es importante ampliar la discusión e incluir alguna comparación. Los Ángeles es un caso interesante para esta comparación por dos ra zones. Primero, varios de los nuevos instrumentos usados para imponer segregación en varias ciudades por el mundo parecen haber sido desarro llados primeramente en Los Ángeles y su región metropolitana. Se consi dera incluso que algunos de esos instrumentos confieren a la región su ca rácter distintivo. En ese sentido, ellos son más evidentes en Los Ángeles que en otros lugares y pueden ayudarnos a entender el proceso que toda vía se está desarrollando en ciudades como Sao Paulo. Segundo, el espacio público no moderno de Los Ángeles es menos explícitamente incivil que el de Sao Paulo, y algunas de sus prácticas de segregación pueden no ser per ceptibles inmediatamente. En ese sentido, Sao Paulo ofrece la forma más clara y puede guiar la percepción de características de Los Ángeles. Con secuentemente, la yuxtaposición de los dos casos ilumina ambos y sugiere tendencias más generales en las transformaciones del espacio público .37 Hasta la segunda mitad del siglo xix, tanto Los Ángeles como Sao Paulo eran ciudades insignificantes. La industrialización y la migración a partir del cambio de siglo las transformaron en grandes regiones metro politanas. Espacialmente, con todo, se desarrollaron de maneras comple tamente diferentes. Sáo Paulo creció de acuerdo con un modelo urbano orientado hacia el centro, de linaje europeo que solo fue modificado re 36. Véanse, por ejemplo: sobre Johannesburgo, Beavon (1998) y Mabin (1998); sobre Bu dapest, Ladányi (1 99 8); sobre Buenos Aires, Lacarrieu (1 99 7) ; sobre ciudades norteamericanas, Blakely y Snyder (1997), Davis (1990) y Ellin (1997). 37. No es mi intención ofrecer una descripción detallada de la historia y del patrón de ur banización de Los Ángeles, para más detalles, véanse Banham (1971); Cenzatti (1992); Davis (1985,1987,1990,1991 y 1993); Fogelson (1967); Kling et al. (1991); Scott (1993); Scott y So ja (1 996); y So ja (1 989, 1992 y 19 96 a y 19 96 b).
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cientemente. En contraste, Los Ángeles siempre fue dispersa y descentra lizada, favoreciendo los suburbios Siempre fue lo que Fogelson (1967) llama una metrópolis fragmentada. Los Ángeles sintetiza el sentimiento antiurbano norteamericano, la valorización de la naturaleza y una prefe rencia por comunidades de pequeña escala, incluso en el contexto de una metrópolis global (Banham, 1971; Weinstein, 1996).38 la región metropo litana se extendió bajo la forma de un manto de retazos de comunidades suburbanas de baja densidad, extendiéndose sobre un terreno extraordinariamente irregular de montañas, valles, playas y desiertos. Tanto uniendo el tejido como otorgándole su elasticidad infrecuente hubo, primeramente, una notable red de ferrovías eléctricas interurbanas y después, un sistema todavía más notable de vías rápidas (Soja, 1996a: 433 43 4).34
A pesar de que la ciudad siempre tuvo un centro que creció alrededor de su pueblo 40 original del siglo XVIU y continúa concentrando las princi pales estructuras administrativas y un distrito financiero dinámico, su vínculo con el resto de la ciudad no es el de un centro tradicional. La re gión metropolitana de Los Ángeles no tiene un único centro, sino una red de núcleos dinámicos. El centro renovado es sólo uno de los centros fi nancieros y económicos de la región .41 Todo en la región metropolitana, desde habitación hasta industria, estuvo siempre disperso y continu ó des centralizándose a medida que la ciudad crecía. Como resultado, Los Án geles contemporánea es «polinucleada y descentralizada» (Soja, 1989: 194). Ese patrón, que no es nuevo pero ciertamente no es común para ciudades industriales, ha sido evocado algunas veces para caracterizar su urbanismo como posmoderno (Dear, 1996: 85; Soja, 1989 y 1996a). Co mo en otras regiones metropolitanas aparece una forma similar de expan sión y estructuración urbanas, esta se convierte en un modelo. Eso es su gerido, por ejemplo, por la afirmación de Garreau de que «cada ciudad norteamericana que está creciendo, está creciendo al estilo de Los Ánge les, con múltiples centros urbanos» (Garreau, 1991: 3).
38. «Los Ángeles es la primera ciudad norteamericana importante que se separó decisivamente cíe los modelos europeos y que reveló el impulso de la privatización contenidos en los oríge nes de la Revolución Americana [...] La ausencia de un orden jerárquico integrado tanto en el es pacio construido como en el medio institucional es un cierto sentido la completa expresión del tipo de democracia que acompaña una apoteosis de privatización en la cual la multiplicidad de partes que compiten lleva a una textura uniforme de la actividad política» (Weinstein, 1996: 22, 30). 39. Sobre el sistema de transporte en Los Ángeles, véase Wachs (1996). 40. En español en el original [N. de la T.]. 41. Véase Davis (1991) y Soja (1989: cap. 9) sobre la importancia del centro de L.A. en la estructuración de la región.
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A pesar de que el urbanismo de Los Ángeles nunca ha sido denso y concentrado, hasta la década de 1940 la expansión de residencias e in dustrias fue contenida dentro de los límites del condado. Entre 1940 y 1970, la población de la región metropolitana de Los Ángeles se triplicó, llegando casi a 10 millones. Ese crecimiento, sin embargo, ocurrió en la forma de suburbanización de masa, como lo testimonia el b o o m de incor poración de ciudades, algunas de ellas ya cerradas y fortificadas, en los años sesenta (Scott y Soja, 1996: 8-9). Buena parte de esa expansión fue sustentada por el crecimiento del complejo militar-industrial. Después de 1970, a pesar de que las tasas de crecimiento de la población no fueron altas, todavía eran las más altas de todas las regiones metropolitanas americanas. Además, eran mucho más altas en los condados más exter nos, especialmente en Orange County que en Los Ángeles (Scott y Soja, 1996: 11). Caracterizada por Soja como una «urbanización periférica», esa expansión creó una región multicentrada basada en la industrializa ción de alta tecnología y posfordista, enclaves residenciales de lujo, in mensos shopping centers regionales, ambientes programad os para el ocio (parques temáticos, Disneylandia), conexiones con las principales univer sidades y con el Departamento de Defensa, y varios enclaves de mano de obra barata, la mayoría de inmigrantes (Soja, 1989: caps. 8 y 9). El desa rrollo de las últimas tres décadas en la región metropolitana de Los Án geles es diferente del patrón de suburbanización residencial con depen dencia de empleos del centro. Este ejemplifica una nueva «exópolis» en la cual no solo las residencias, sino también los empleos, la producción y el consumo se expandieron en la periferia y crearon núcleos relativamente independientes. El mismo tipo de desarrollo comenzó a detectarse en la región metropolitana de Sao Paulo en la década de 1980, a pesar de ser en una escala menor. La reestructuración urbana de Los Ángeles acompañó un proceso de acelerada reestructuración económica durante los años setenta y ochenta que la transformó en el mayor centro industrial de los Estados Unidos. Mientras el resto del país se estaba desindustrializando, el sector indus trial de Los Ángeles continuó expandiéndose. Sin embargo, esa expan sión involucró un «cambio en la organización industrial y en la tecnolo gía de las prácticas fordistas-keynesianas de producción de masa y consumo de masa [...] para lo que hoy se define cada vez más como un sistema posfordista de producción flexible y desarrollo corporativo» (Soja, 1996a: 438). En otras palabras, la región pasó por un complejo proceso de desindustrialización y reindustrialización simultáneas. Ade más, eso ocurrió concomitantemente con la pronunciada expansión del sector de servicios. De 1969 a 1989 «el sector de servicios aumentó su do minio del 45 % al 58% de todos los empleos, haciendo de Los Ángeles una economía más volcada hacia servicios que la nación como un todo»
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(Ong y Blumemberg, 1996: 318). Ese cambio con rumbo a los servicios indica tanto una transformación en la estructura económica de la región como un nuevo papel internacional de Los Ángeles, que se volvió blanco de fuertes inversiones extranjeras, el mayor centro urbano en la costa del Pacífico y el segundo mayor centro bancario de los Estados Unidos. Estas transformaciones ocurrieron a medida que la región también recibía un fuerte influjo de mano de obra inmigrante de Asia y América Latina, que transformó radicalmente la composición étnica y racial de la región. La población del condado de Los Ángeles «cam bió del 7 0% de anglosajones al 60% de no anglosajones entre 1960 y 1990, la mayor parte de los cua les vivía en enclaves étnicos» (Scott y Soja, 19 96 : 14). En 19 80 Los Ánge les era la ciudad más racialmente segregada de todas las ciudades nor teamericanas (Scott y Soja, 1996: 10). Como en muchas otras ciudades globales (Sassen, 1991) la reestruc turación económica de Los Ángeles acentuó una bifurcación en el mer cado de trabajo entre un creciente grupo de trabajadores altamente es pecializados y con altos salarios y una masa de trabajadores de baja especialización y bajo salario, generalmente inmigrantes sin documen tos. No es de sorprender, entonces, que la disparidad económica, siem pre una característica de la ciudad, se haya profundizado recientemente. A pesar de que el mismo proceso haya ocurrido en el país como un todo, revirtiendo ganancias sociales de las décadas anteriores, fue especial mente acentuado en Los Ángeles. Ong y Blumemberg (1996) muestran que entre 1969 y 1989 tanto la renta per capita como la renta media fa miliar aum entaron en la ciudad y eran más altas que las medias nacion a les. Entretanto, en Los Ángeles la distribución de renta era más desigual. El coeficiente de g i n i para los Ángeles aumentó de 0,368 en 1969 a 0,401 en 1979 y a 0,444 en 1989, mientras que las tasas nacionales fue ron, respectivamente, 0,349, 0,365 y 0,396 (Ong y Blumemberg, 1996: 319). Al mismo tiempo, la tasa de renta (incom e ratio) - o sea, el porcen taje de renta correspondiente al quinto más pobre de todas las familias como un porcentaje de renta correspondiente al quinto más rico- cayó del 11,8% en 1969 al 9,7% en 1979 y al 7,8% en 1989.42 La tasa de po breza aumentó, saltando del 2,8 % de la pobla ción en 19 69 a más del 15 % en 19 89 y a un estimado del 2 3 % en 19 93 (Ong y Blumemberg, 1996: 318-319, 322, 328). Los homeless se volvieron una característica de la región a medida que los empleos se perdieron en el proceso de rees tructuración económica, el Estado de Bienestar fue desmantelado y el costo de la vivienda subió (Wolch y Dear, 1993; Wolch, 1996). Dada la
42. Las tasas de renta para los Estados Unidos como un todo fueron: 13,8% en 19 69, 12,5% en 1979 y 10,3% en 1989.
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constitución étnica y racial de la ciudad contemporánea, no sorprende verificar que la disparidad económica «coincide con las divisiones racia les y étnicas, dejando a los afroamericanos, latinos y asiáticos despro porcionadam ente representados en la base de la escala econ ómica» (Ong y Blumemberg, 1996: 312). A pesar de que los indicadores de desigual dad de Los Ángeles sean todavía menores que los de Sáo Paulo, las dis paridades y desigualdades en ambas regiones metropolitanas aumenta ron a medida que las regiones pasaron por crisis económicas y por reestructuración económica. Sólo podemos preguntarnos si el patrón de Los Ángeles coincide con el de Sáo Paulo, donde las tasas más agudas de desigualdad están exactamente en aquellas áreas en que el desempeño económico y la reestructuración tuvieron más éxito y hacia donde se es tán mudando los más ricos para vivir en enclaves fortificados. Después de la década de 1980 quedó claro que en Los Ángeles estaba ocurriendo otro tipo de urbanización y que difería sensiblemente tanto de las formas urbanas centralizadas anteriores como de la suburbanización residencial tradicional. Se inventaron varias expresiones para describir el nuevo fenómeno: «urbanización periférica, «outer (versus inner) Cities», «exópolis», «edge cities », «postsuburbano», etcétera. Para Edward Soja, que usa las tres primeras expresiones, la descentralización de Los Ángeles sobrepasa a la propia región y se hace «globalizada» (1996a: 435). El ar gumenta, así, que las nuevas dinámicas urbanas requieren perspectivas analíticas completamente nuevas. Estas deberían, por ejemplo, ser capaces de explicar el papel de Los Ángeles como «el mayor centro productivo e influyente del mundo para la manufactura y mercadotecnia de hiperrealidad» (1996a: 435). Ese papel especializado de la región se traduciría en una abarcadora creación de parques temáticos y «scamscape» 43 Entre las muchas características de la urbanización periférica de Los Ángeles que la separan del urbanismo industrial tradicional, una particu larmente importante es la ausencia de un medio urbano densamente construido. Incluso en los distritos centrales de Los Ángeles, que se desa rrollaron básicamente de acuerdo con proyectos modernistas, no existe un tejido urbano lo suficientemente denso como para generar espacios capaces de enmarcar lo público y proveer una vida significativa de peato nes en la calle. Las calles son anchas y vacías y los automóviles circuían rápidamente. Caminar es algo desalentado y las masas urbanas no se con gregan. La circulación en el espacio público está siempre mediada por el automóvil -generalmente individual y particular, ya que el transporte pú blico es limitado y ciertamente no es una alternativa real para la mayoría í i d e g ©
43\ Las nociones de Soja de hiperrealidad y simulacro, así como las descripciones de par ques temáticos y scamscapes , están especialmente desarrolladas en su análisis de Orange County. Véase Soja (19.92 y 1996b: cap. 8).
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de la población-. La primacía del automóvil construye calles como espa cios de circulación modernistas volcados hacia las máquinas y, por lo tan to, espacios para conductores, no para peatones. Las calles típicas en la región de Los Angeles obviamente no son calles corredor: son general mente amplias, pueden tener altos límites de velocidad, sus trazados están truncados por amplios espacios vacíos y jardines y, cuando tienen calza das, estas están vacías. Ese es el tipo de calle creado por instrumentos mo dernistas en que el público es lo que sobra. Como resultado, la ciudad es vivenciada como un pasaje a través del espacio, con restricciones establecidas por la velocidad y por el movimiento, y no por la condición estática de los sólidos, de los edificios que definen la experiencia del peatón en las ciudades tradicionales. La indiferencia resultante privatiza todavía más la experiencia, desvaloriza el dominio público y, debido al tiempo gastado en viajes, contribuye al aislamiento (Weinstein, 1996: 35).
Incluso donde las calles corredor proveen un marco, como en el cen tro, la vida en la calle es limitada: las actividades de las personas quedan contenidas en los edificios de oficinas y en los pasajes subterráneos y pa sarelas que conectan los edificios a los negocios, restaurantes y hoteles. En otras palabras, muchas funciones de la calle fueron transferidas a es pacios más controlados y privatizados, y la separación entre el universo de la riqueza y de los negocios y el de la pobreza y de los homeless es in mensa .44 Evidentemente, Los Angeles todavía tiene áreas abiertas y no privatizadas de uso público relativamente intenso y que pueden congregar una masa considerable de personas. Mientras tanto, esas áreas parecen ser principalmente de dos tipos no modernos. Uno son los espacios cada vez más segregados y socialmente homogéneos y en que circ ulan las personas de un único grupo social (sean los parques latinos, sean las áreas de ne gocios de lujo de Beverly Hills, por ejemplo). Esos espacios no favorecen encuentros heterogéneos anónimos. Otro son los espacios especializados, principalmente para ocio y consumo, transformados en un tipo de parque temático, como la Promenade en Santa Mónica o el veredón de la playa de Venice. Estos constituyen la categoría más significativa de espacios que todavía permiten encuentros anónimos y heterog éneos, y por tanto se
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4 4. La creació n de un laberinto de caminos subterráneos y pasarelas que conectan edificios del centro existe en varias ciudades, como Atlanta, Minneapolis-Saint Paul y Toronto. Véase Boddy (19 92 ) para un análisis de las «ciudades-análogas» formadas p or esos pasajes y el tipo de «apartheid espacial» que ellas crean. Véase Rutheiser (1996) para un análisis de la remodelación del centro de Atlanta. Sobre la reproducción de la desigualdad en el centro de Los Ángeles, véa se Davis (1990).
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puede indagar lo que ocurre con la experiencia urbana de encontrar al otro cuando esta se convierte en algo extraordinario -o sea, algo realiza do solamente los fines de semana y en espacios especiales- y ya no más una cuestión de rutina diaria. La mayor parte de la vida pública de Los Ángeles ocurre en espacios segregados, especializados y cerrados, como shoppings, condominios ce rrados, centros de entretenimiento y parques temáticos de todos los tipos, en cuya creación Los Ángeles fue pionera.4S Todos ellos son espacios privatizados, administrados por empresas o asociaciones de propietarios cu yos intereses entran en conflicto con las administraciones públicas. Ade más, como muestra Davis (1990: cap. 3), esas administraciones privadas pueden involucrarse en varias estrategias del tipo NIMBY (Not In My Back Yard) para «proteger su inversión», consiguiendo la aprobación de todos los tipos de legislación segregacionista para garantizar la exclusividad de sus enclaves. Esos enclaves, generalmente para los más ricos, existen en relación con los espacios dejados para la población más pobre -los par ques y calles ocupados por los homeless, los barrios pobres y habitados por diferentes grupos étnicos en el centro, los territorios de las bandas y los campamentos de migrantes .46 En otras palabras, los ricos, los pobres y los integrantes de diferentes grupos étnicos no se encuentran en espa cios comunes en Los Ángeles contemporánea. Los Ángeles ejemplifica la nueva forma urbana de una manera mu cho más explícita que Sao Paulo, donde el antiguo urbanismo orientado hacia el centro todavía ofrece un escenario para encuentros anónimos y heterogéneos. En Los Ángeles las calles están más vacías y los nuevos ti pos de espacios descentralizados producen zonas de apartheid para dife rentes grupos sociales. El postsuburbío, como un tipo de forma urbana, no tiene nada que ver con fronteras «abiertas e indeterminadas»; no tiene nada que ver con la creación de espacios para la vitalidad del público he terogéneo. Los espacios postsuburbanos tienen que ver con delimitaciones y separaciones claras, fronteras rígidas y encuentros vigilados y previsi
45 . Sorkin (199 2) proporciona una interesante colección de estudios sobre diferentes tipos de parques temáticos y espacios de elite en diferentes ciudades. Véase también Zukin (1991: cap. 8). 46’. Argumentando contra lo que llama «narrativa de pérdida» del espacio público, Mar gare! Crawford (1995) alega que los residentes de Los Ángeles están continuamente rehaciendo el espacio público. Ella no cree que los espacios vacíos impidan la sociabilidad y presenta como ejemplo de uso alternativo, o incluso subversivo del espacio público en Los Ángeles, ios vende s s dores ambulantes (que se apropian de calzadas, esquinas y estacionamientos) y los sin techo. i d e g i Aunque esos ejem plos sean obviamente de usos del espacio público, no son ejemp los de usos he S terogéne os, sino de segregación y exclusión. Los espacios usados por los vendedores ambulantes y los sin techo son espacios restantes, los únicos que los grupos más marginados -los excluidos de las áreas prestigiosas y amuralladas- de los que todavía pueden apropiarse.
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bles. Los Ángeles no solo está fragmentada, está constituida por enclaves. Su patrón postsuburbano creó una región metropolitana que es más desi gual y más segregada que la mayoría de las ciudades americanas. La sepa ración está garantizada más por instrumentos de proyecto modernista que por los muros, pero a pesar de que estos sean más sutiles que los de Sáo Paulo, generan lo que Soja llama «ciudad carcelaria» y que Davis rotula como «fortaleza L.A.» (Soja, 1996a: 448-450; Davis, 1990: cap. 4). Comparada a la de Sáo Paulo, la fortificación de Los Ángeles es blanda. Donde barrios como Morumbi usan muros altos, cercas de hie rro y vigilantes armados, el West Side de Los Ángeles usa principalmente alarmas electrónicas y pequeñas señales anunciando «Respuesta Arma da». Mientras la elite de Sáo Paulo claramente se apropia de espacios pú blicos -cerrando calles públicas con cadenas y otros obstáculos físicos e instalando guardias privados armados para controlar la circúlación- la elite de Los Ángeles todavía muestra algún respeto por las vías públicas. Sin embargo, las comunidades cercadas por muros que se apropian de calles públicas están proliferando, y es posible preguntarse si el patrón más discreto de separación y vigilancia de Los Ángeles no se relaciona en parte con el hecho de que los pobres ya viven lejos del West Side, mien tras en M orum bi viven del otro lado de la calle. Además, la policía de Los Ángeles - a pesar de ser considerada com o una de las más parciales y vio lentas de los Estados Unidos- todavía parece ser efectiva y no violenta si se la compara a la de Sáo Paulo. Dos analistas de Los Ángeles captaron las transformaciones en el ca rácter de su espacio construido y de su vida pública, de maneras opuestas y significativas. Charles Jencks defiende el nuevo urbanismo y la necesi dad de segregar espacios. En contraste, Mike Davis percibe en la nueva configuración «el fin del espacio público». Disiento con ambos, aunque apoye muchos aspectos del análisis de Davis. Charles Jencks analiza las tendencias recientes de la arquitectura de Los Ángeles con relación a un diagnóstico de la configuración social de la ciudad. Para él, el principal problema de Los Ángeles es su heteroge neidad, que inevitablemente genera conflictos étnicos crónicos y explica episodios como la rebelión de 1992 (1993: 8 8 ). Como él considera esa heterogeneidad constitutiva de la realidad de Los Ángeles y como su diag nóstico de la situación económica es pesimista, prevé que la tensión étni ca irá en aumento, el ambiente se tornará más defensivo y las personas van a echar mano a medios de protección cada vez más diversificados y mezquino. Jencks ve como inevitable y como una cuestión de realismo la adopción de tecnologías de seguridad. Además, discute cómo esa necesi dad está siendo transformada en arte por estilos que metamorfosean el material agresivo necesario para la seguridad en «señales ambiguas de be lleza inventiva y “no entre ”» (1 99 3: 89) y que proyectan fachadas con los
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fondos hacia la calle a fin de camuflar el contenido de las casas. Para él la respuesta al conflicto étnicos es: «arquitectura defensiva y realismo para con la rebelión» (1993: 89); ese realismo reposa en que los arquitectos miren hacia «el lado negro de la división, del conflicto y de la decadencia, y representen algunas verdades indeseables» (1993: 91). Entre esas «ver dades» está la afirmación de que la heterogeneidad y el conflicto están aquí para quedarse, de que las promesas del melting po t ya no pueden ser cumplidas. En ese contexto, las fronteras tienen que ser tanto más claras como más fuertemente defendidas. Arquitectónicamente [Los Ángeles] tendrá que aprender las lecciones de estética y informalidad de Gehry: cómo transformar necesidades desagradables como las cercas de alambrados en señales divertidas y ambiguas de bienvenido/no entre, belleza/espacio defensivo [...] La arquitectura defensiva, aunque lamentable como táctica social, también protege los derechos de los individuos y grupos amenazados (Jencks,
1993: 93). Jenck identifica la heterogeneidad étnica como la razón para los con flictos sociales de Los Ángeles y ve la separación como una solución. Sus ar gumentos recuerdan una forma de raciocinio que Balibar (1991: 22-23), si guiendo a P. A. Taguieff, llama racismo diferencialista. Es un tipo de argumento que naturaliza no la pertenencia racial, sino la cultura y la con ducta racista. Ese argumento considera que, ya que las diferencias étnicas y culturales son insuperables, el intento de abolirías generaría agresión y con flictos interétnicos. Como resultado, prosigue el argumento, para evitar el conflicto las personas necesitan «respetar los “umbrales de tolerancia”, mantener las “distancias culturales” o, en otras palabras, de acuerdo con el postulado de que los individuos son los herederos y portadores de una úni ca cultura, segregar colectividades» (Balibar, 1991: 22-23). Lo que Jencks propone y admira en la intervención de algunos arquitectos y planificadores en el medio urbano de Los Ángeles es el desarrollo de una estética de sepa ración y de un espacio construido que impide encuentros no programados y heterogéneos. Es obvio que él no está interesado en alimentar ninguno de los ideales del público moderno, sino exactamente en sus opuestos. Pero la arquitectura defensiva de Los Ángeles también tiene sus críti cos, y el más famoso de ellos es Mike Davis. Para Davis (1990, 1991, 1993), la desigualdad social y la segregación espacial son características centrales de Los Ángeles, y su expresión «Fortaleza L.A.» se refiere al tipo de espacio que se está creando en la ciudad. Bienvenidos a la Los Ángeles posliberal, donde la defensa de estilos de vida de lujo se traduce en una proliferación de nuevas represiones al espacio y al movimiento, fortalecidas por las ubicuas señales de «respuesta arma-
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da». Esa obsesión por los sistemas de seguridad físicos y, colateralmente, por la vigilancia arquitectónica de las fronteras sociales, se convirtió en un zeit geist de la reestructuración urbana, una narrativa dominante en el espacio construido emergente de los años noventa. [...] Vivimos en «ciudadesfortalezas» brutalmente divididas entre las «celdas fortificadas» de la sociedad rica y los «lugares del terror» donde la policía combate a los pobres criminalizados (Davis, 1990: 223224).
Mike Davis atribuye a un plan de la elite posliberal (o sea, republica nos de la era Reagan-Bush) una Los Angeles cada vez más segregada y privatizada, y reitera ese tema en su análisis de la rebelión de 1992 (Da vis, 1993). Para él, la Los Ángeles contemporánea representa una «nueva guerra de clases al nivel del espacio construido» y demuestra que la «for ma urbana está de hecho siguiendo una función represiva en la estera po lítica de la era Reagan-Bush. Los Ángeles, en su modo prefigurativo, ofre ce un catálogo especialmente inquietante de los vínculos emergentes entre la arquitectura y el estado policial americano» (Davis, 1990: 228). El texto de Davis está marcado por una indignación sustentada por una riqueza de evidencias. Sin embargo, a veces comprime procesos so ciales complejos en un escenario simplificado de guerra, que sus propias descripciones desmienten. La coincidencia de la segregación actual de Sao Paulo con la democratización política, recomienda escepticismo en afir mar una correspondencia directa entre intenciones políticas y transfor maciones urbanas. Pero a pesar de esa limitación, Davis elabora una crí tica notable de la segregación espacial y social, y asocia la configuración urbana emergente a los temas cruciales de la desigualdad social y opcio nes políticas. Para él no hay nada inevitable en relación con la «arquitec tura-fortaleza», y esta tiene profundas consecuencias en la manera por la cual el espacio público y las interacciones públicas son moldeados. Tanto en Sao Paulo como en Los Ángeles, el espacio público creado por los enclaves e instrumentos de estilo «defensivo» alimenta la repro ducción de desigualdades, aislamiento y fragmentación .47 En tanto orde namientos urbanos basados en el enclaustramiento y en la vigilancia de fronteras, esas ciudades niegan los valores básicos del ideal moderno. Percibiendo cómo el medio urbano con temporáneo de Los Ángeles entra en conflicto con lo público moderno, Davis lo considera la «destrucción del espacio público» (Davis, 1990: cap. 4). Pero esta frase evita muchas cuestiones. ¿Estamos lidiando con la destrucción del espacio público en «
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47 . Disiento con el argumento de Sorkin (1.992: xii-xiii) de que en ia «nueva ciudad recom binante» ei orden social no pueda ser leído en la forma urbana. Desigualdad y separación social son fácilmente legibles en el nuevo medio urbano, aunque ellas estén ciertamente expresadas en un vocabulario no moderno.
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general o con la creación de otro tipo de espacio público, que no es de mocrático, que no tolera la indeterminación y niega los ideales moder nos de apertura, heterogeneidad e igualdad? Al final, el tipo soviético de espacio modernista monumental en Moscú o Varsovia y el tipo moder nista de Brasilia todavía son públicos, a pesar de ser no modernos .48 De la misma manera que la ciudad industrial no inventó el espacio público sino solo su versión moderna, la actual destrucción del espacio público moderno está llevando no al fin del espacio público, sino a la creación de otro tipo. Privatización, enclaustramiento e instrumentos de distanciamiento ofrecen medios no solo de retirar y de minar un cierto espacio público (moderno), sino también de crear otra esfera pública: una esfera que está fragmentada, articulada y garantizada sobre la base de la sepa ración y de toda una parafernalia técnica, y en la cual la igualdad, la apertura y la accesibilidad no son valores básicos. Los nuevos espacios estructuran la vida pública en términos de desigualdades reales: las dife rencias no deben ser descartadas, tomadas como irrelevantes, dejadas sin atención o disfrazadas a fin de sustentar ideologías de igualdad uni versal o mitos de pluralismo cultural pacífico. El nuevo medio urbano impone desigualdades y separaciones. Es un espacio público no demo crático y no moderno. Está claro que muchos de aquellos que analizaron las nuevas carac terísticas del urbanismo de Los Ángeles, como Edward Soja (1996a y b) y Michael Dear (1996), simplemente las llamarían posmodernas. Sin em bargo, al ha cerlo, enfatizan ciertos aspectos de la vida de Los Ángeles, co mo la flexibilidad, el sincretismo cultural, la «heterodoxia social» y la ausencia de fronteras que contradicen directamente los aspectos que ven go enfatizando. A pesar de que esos aspectos también son parte de la vi da pública de Los Ángeles, estos no constituyen las principales caracterís ticas que sirven para organizar el espacio construido. La noción de posmoderno está asociada generalmente a experiencias de fluidez y au sencia de fronteras; el espacio urbano actual de Los Ángeles está marca do por características opuestas.49 48. La idea del «fin del espacio público» aparece en otros libros recientes como, por ejemplo, en el subtítulo de la colección de ensayos organizada por Sorkin (1992). De los autores representa dos en ese volumen, Davis es el único que aborda el tema directamente. Sin embargo, varios análi sis aluden implícitamente a la transformación del espacio público, considerando el tipo de parque temá tico, que estudian como «análogo, «sustituto», «teatral», etcétera, o sea, de alguna forma c o mo espacios públicos falsos. En esos análisis hay una deshistorización del espacio público, en la me dida en que su forma moderna aparece como espacio público en general. Historizar la noción de espacio público ayuda tanto a evitar la nostalgia como a entender las transformaciones actuales. Para una discusión más extensa de Variation on a Thetne Vark, véase Caldeira (1994). 49. No entro aquí en discusiones sobre arquitectura posmoderna, de la cual Los Ángeles ofrece numerosos ejemplo. El foco de mi análisis son las formas urbanas y no los estilos arqui
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Sao Paulo y Los Ángeles probablemente tienen tantas diferencias co mo similitudes. A pesar de eso, la yuxtaposición de los dos casos es espe cialmente sugestiva. Sus similitudes sugieren que los patrones de segrega ción y reestructuración urbana no pueden ser entendidos solo como respuestas locales a procesos locales. Diferentes ciudades constituyen su medio urbano y sus espacios públicos en un amplio diálogo, usando ins trumentos que son parte de un repertorio común. El modelo de ciudad-jar dín, la arquitectura y la planificación modernistas, y ahora los enclaves fortificados, «postsuburbios» y parques temáticos son parte de un reper torio del cual diferentes ciudades alrededor del mundo están tomando ele mentos. En otras épocas hubo otros elementos en ese repertorio, como la Ley de Indias, la calle corredor y los bulevares haussmannianos. El uso de formas del repertorio contemporáneo articula una fuerte separación de grupos sociales, en un proceso que trasciende el espacio construido. El miedo al crimen y la producción de estereotipos de otros peligrosos (los pobres, los migrantes, etcétera) son otras dimensiones del mismo proceso. El intenso miedo al crimen del pauiista, las altas tasas de violencia de la ciudad y sus altos muros pueden hablarnos sobre tendencias semejantes en Los Ángeles, incluso bajo formas más blandas. En Sao Paulo las tensiones son más elevadas que en Los Ángeles porque el gueto no está tan enclaus trado, las desigualdades son mayores, la violencia es más amplia y el anti guo urbanismo todavía mantiene a las masas en las calles. Las diferencias entre las dos ciudades, sin embargo, indican las histo rias específicas y las elecciones de cada sociedad. Mientras Los Ángeles es una región metropolitana que parece haber favorecido siempre la disper sión, la suburbanización y la privatización, Sao Paulo se desarrolló de acuerdo con un modelo europeo que valoriza el centro, donde las principa les actividades económicas y las residencias de las elites estaban concentra das. Cuando la ciudad se expandió, los pobres fueron enviados lejos, pero la elite permaneció en el centro. A pesar de la importancia de que el centro haya sido un principio organizador de la ciudad desde sus orígenes como una villa colonial, el espacio urbano de Sao Paulo está compuesto por va rias etapas de experimentos. Se expandió rápidamente y sin mucha preocu pación por la preservación histórica, como prueba ejemplarmente la Aveni da Pauiista y sus dos encarnaciones: una de mansiones para los barones del café y otra para las sedes modernistas de empresas. El espacio de la ciudad carga varios tipos de inscripciones: un centro viejo con plano de edificios e inspiración neoclásica; el proyecto de estilo ciudad-jardín para barrios de la clase alta; algunas avenidas inspiradas en bulevares haussmannianos; innu
tectónicos, aunque el espacio público de apartbeid pueda ser parcialmente modelado por los edi ficios del estilo arquitectónico posmoderno.
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merables edificios modernistas; la arquitectura vernácula de las casas autoconstruidas; la improvisación de las favelas; y el diseño de inspiración posmoderna de los enclaves fortificados contemporáneos. Algunos de esos ele mentos dejaron una fuerte marca en el espacio urbano, pues fueron capaces de dictar su reestructuración. El impacto más importante de los enclaves fortificados parece ser exactamente este: alteran el principio de centralidad que siempre organizó el espacio de la ciudad. Después de la apertura rum bo a la periferia en la década de, 1940 (inspirada por Haussmann), la inver sión actual en las outer cities y en los enclaves es probablemente el cambio más radical en el espacio construido, cambio que inaugura un nuevo pa trón de segregación. La yuxtaposición con Los Angeles indica que los ins trumentos que generan ese nuevo patrón en Sao Paulo no son exclusiva mente locales, sino parte de un repertorio más amplio. También sugiere que estamos lidiando no con un cambio de estilo de los proyectos, sino con un cambio en el carácter del espacio público. La nueva forma urbana desafía el espacio público moderno y democrático. A pesar de que los proyectos políticos no siempre pudieron ser leídos directamente en el medio urbano, especialmente debido a su carácter multifacético, los instrumentos disponibles en el medio urbano están relaciona dos con diferentes proyectos políticos. Usarlos, sin embargo, puede no sig nificar necesariamente alcanzar el objetivo pretendido. De hecho, el autoritario Haussmann creó espacios democráticos en París (Clark, 1984) y los modernistas socialistas crearon espacios vacíos no democráticos en Brasilia y en muchos otros lugares del mundo (Holston, 1989). ¿De qué modo forma urbana y procesos políticos coinciden en ciudades como Sao Paulo y Los Angeles, y de qué modo divergen? ¿Qué procesos democráti cos pueden estar contraponiéndose a las transformaciones urbanas y vice versa? Si las desigualdades sociales parecen organizar el medio urbano en vez de ser puestas de lado por la tolerancia a las diferencias y por fronteras indeterminadas, ¿qué tipo de modelo podemos adoptar para lo público? ¿Todavía es posible la democracia en esta nueva ciudad de muros? ¿Qué ti po de comunidad política corresponderá a la nueva esfera pública fragmen tada en que los intereses se expresan privadamente -por asociaciones de propietarios, por ejemplo- y en la cual se hace difícil defender el bien co mún? Espacio público contradictorio
A pesar de sus especificidades, Sao Paulo y Los Ángeles son hoy más socialmente desiguales y más dispersas de lo que solían ser, y muchos de los cambios en sus espacios urbanos están causando separación entre gru pos sociales, que están cada vez más confinados a enclaves homogéneos.
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Privatización y fronteras rígidas (tanto materiales como simbólicas) frag mentan continuamente lo que solían ser espacios más abiertos, y sirven para mantener a los grupos separados. Sin embargo, la experiencia del espacio urbano no es la única expe riencia de los residentes de esas ciudades, y ciertamente no es su única ex periencia sea de diferencia social, sea de democracia. Una de las caracte rísticas de Los Angeles, repetidamente enfatizada por sus analistas, es su multiculturalismo, la presencia de un número expresivo de diferentes gru pos étnicos que cambian las facciones de una ciudad otrora predominan temente blanca (anglo). Esas son las características destacadas por aque llos que, como Soja y Dear, ven el urbanismo posmoderno desde una perspectiva positiva, en vez de enfatizar sus aspectos más negativos, co mo Davis tiende a hacer. Soja (1996a), por ejemplo, habla sobre un nue vo sincretismo cultural (latino, asiático), fusión cultural y la con strucción de coaliciones. También se habla sobre el hibridismo y las culturas de frontera. Algunos mencionan la importancia de los medios de comunica ción de masa y de las nuevas formas de comunicación electrónica y su pa pel para borrar fronteras y acortar distancias, no solo en Los Ángeles sino en todo lugar. En Sao Paulo, la oposición a los impulsos segregacionistas y antidemocráticos del espacio urbano vienen en parte también de los me dios, pero principalmente de otras fuentes: del proceso de democratiza ción, de la proliferación de movimientos sociales y de la expansión de los derechos de ciudadanía de las clases trabajadoras y de varias minorías. Tanto en Sao Paulo como en Los Ángeles, por lo tanto, podemos de tectar procesos sociales opuestos: algunos que promueven la tolerancia a la diferencia y a la flexibilización de fronteras, y algunos que promue ven la segregación, la desigualdad y la vigilancia de fronteras. En verdad, en estas ciudades tenemos una democracia política con muros urbanos; procedimientos democráticos usados para promover segregación, como en los movimientos NIMBY, y multiculturalismo y formaciones sincréticas con zonas de apartheid promovidas por enclaves segregados. Esos proce sos opuestos no están desconectados sino tensamente vinculados. Expre san las tendencias contradictorias que caracterizan a las dos sociedades. Ambas están pasando por transformaciones significativas. Ambas fueron modificadas por la apertura y la flexibilización de fronteras (migración y reestructuración económica en Los Ángeles, y democratización, crisis económica y reestructuración en Sao Paulo). Si miramos por un momen to hacia otras ciudades alrededor del mundo donde los enclaves están au mentando, vemos que algunas están pasando por procesos parecidos de transformación y democratización profundos (Johannesburgo y Buenos Aires, por ejemplo). La desestabilización de fronteras es perturbadora, es pecialmente para la elite. Su movimiento hacia la construcción de muros es, por lo tanto, comprensible. El problema es que las consecuencias de la