http://editorial-streicher.blogspot.com Richard Edmondson - Vida e Ideas de Marción Richard Edmondson, novelista (autor de la novela "Memoirs of Saint John: No Greater Love"), poeta y activo periodista (principalmente de temas políticos y sobre todo pro -palestinos), que presenta sus artículos en diversos blogs, creemos que aquí ha hecho un estupendo y erudito trabajo investigativo y de contextualización en torno a la figura del teólogo "gnóstico" de la Antigüedad el renombrado Marción, de quien presentamos recién un breve estudio, cuya preocupación fundamental había sido poder demostrar lo irreconciliable del Antiguo Testamento con el Evangelio, y el enfatizar que en ellos se trataba de dos dioses diferentes. Ésta es la razón por la que fue combatido y se hicieron desaparecer sus escritos por los judaizantes infiltrados en la Iglesia cristiana temprana, que de allí en adelante predominaron, como todo el mundo sabe. El autor basa su trabajo en dos importantes autores y luego habla acerca de algunas implicaciones que habrían sucedido si la Iglesia marcionita hubiera prevalecido. Ponemos este texto en castellano desde el sitio deLiberation.info que lo publicó hace poco más de un año.
Marción: Un Hombre que Puede Haber Tenido una Buena Idea por Richard Edmondson 1° de Julio de 2013
¿Por qué la Iglesia cristiana temprana estaba tan enamorada del Antiguo Testamento como para adoptarlo como escritura sagrada? Hubo un hombre que les advirtió contra ello. Él era natural de Sínope, una ciudad predominantemente griega y un centro comercial importante en la orilla Sur del Mar Negro. Él vivió aproximadamente de 85 a 160 d.C., y durante su vida él fundó una iglesia que creció astronómicamente en prominencia, que tuvo una influencia poderosa en el desarrollo del cristianismo temprano, y que durante varios siglos terminaría por rivalizar con la Iglesia Católica. Su nombre era Marción. Y vale la pena reflexionar sobre cuán diferente el mundo sería hoy si la Iglesia Marcionita, en vez de la Iglesia Católica, hubiera prevalecido y se hubiera convertido en la corriente dominante del cristianismo. En primer lugar, podemos conjeturar casi sin duda que el Estado de Israel nunca hubiera sido fundado en 1948. Marción, usted ve, estaba profundamente opuesto a los que él se refería como "judaizantes" en la temprana Iglesia cristiana, y abogaba por una Biblia cristiana totalmente carente de cualquier parte del Antiguo Testamento, consistiendo ésta únicamente en el Evangelio de Lucas y las cartas de Pablo. Con asombrosa presciencia, él parece haber comprendido instintivamente los escollos que esperaban a la nueva fe si debiera ésta tratar de reconciliar y contrabalancear al dios vengativo del Antiguo Testamento con el dios de amor y compasión enseñado por Cristo, escollos que en efecto lograron impulsar a la Iglesia varias veces durante los siglos pero que se hicieron tan manifiestamente notorios en la segunda mitad del siglo XX que hoy encontramos al cristianismo hundido en un mar de irrelevancia, inseguro incluso en cuanto a lo que sostiene, con gente abandonando la fe en tropel. Y cuando usted realmente se detiene a pensar en ello, las contradicciones son tan obvias que ellas parecerían casi insuperables: el dios cristiano versus el dios judío; el dios de amor versus uno de ira y venganza; un dios cuyo amor por la Humanidad es universal versus un dios parcial y muy selectivo que favorece a un pueblo sobre todos los demás. Éstas son aberraciones que nosotros
difícilmente cuestionamos hoy, pero tenemos que recordar que en el siglo II las cosas eran muy diferentes. No había tal cosa como una establecida ala "ortodoxa" del cristianismo. Lo que era "ortodoxo" y lo que era "heterodoxo" estaba todavía muy en el aire. Muchas personas no podían adoptar, ni lo harían, tales incongruencias en sus opiniones acerca de Dios, y ésta era la gente que afluía a las iglesias de Marción, por miles, y posiblemente por millones. La erudición moderna acerca de la temprana época cristiana está corrompida hasta cierto punto por lo que se ha denominado como "erudición bíblica post-Holocausto". Esto se refleja en el hecho de que los académicos hoy tienen una tendencia a ver a Marción como un "anti-semita". Sin embargo, la opinión predominante de él sostenida por eruditos de los siglos XIX y comienzos del XX era completamente diferente. En este ensayo confiaré en lo principal en dos fuentes: Marcion: The Gospel of the Alien God, de Adolf von Harnack (1851-1930), y Lost Christianities: The Battles for Scriptures and the Faiths We Never Knew, de Bart D. Ehrman (1955). Nacido en 1851, Harnack fue un erudito alemán, que enseñó en varias universidades, incluyendo la Universidad de Berlín. Su libro sobre Marción, publicado en 1920, permanece como un clásico hoy, y es incluso citado por Ehrman (quien no cita de él directamente sino que se refiere a ello en una nota a pie de página). Este último es un profesor de estudios religiosos en la Universidad de Carolina del Norte que ha escrito varios libros acerca del cristianismo y que es considerado como uno de los principales eruditos en el Nuevo Testamento hoy. Ehrman no usa expresamente la palabra "anti-semita", pero él describe realmente a la Iglesia Marcionita como "anti-judía", y afirma que Marción mismo "parece haber odiado a los judíos y todo lo judío". Harnack, por su parte, en efecto reconoce que Marción emprendió una lucha de toda la vida contra los "pseudoapostoli et Judaici evangelizatores", pero esto fue porque la doctrina que ellos proponían, en opinión de Marción, "consideraba a la ley (judía) y al evangelio como una unidad, y de ese modo negaron la esencia del evangelio. Donde la separación era esencial, ¡ellos juntaron las cosas!". Además, dice Harnack, Marción tomó "la obra y la lucha de Pablo", quien había "abolido la validez de la ley del Antiguo Testamento". Marción, por consiguiente, vio sólo en Cristo "la cara del Dios de la gracia", sabiéndose él mismo "inseparablemente ligado a este Dios de bondad y misericordia en fe y amor". Pero este dios de bondad tiene que ser repetidamente enfatizado, porque sin duda no era el dios del Antiguo Testamento: a aquel dios Marción lo rechazó completamente. En este ensayo me concentraré no sólo en Marción, sus creencias, y la iglesia que él fundó, sino que también intentaré proporcionar un estudio comparativo del tratamiento que hacen de Marción los dos eruditos en cuestión, uno del pasado, otro del presente. Las Creencias Básicas de Marción: Dos Dioses Para la mente occidental moderna, la idea de que pudieran existir dos dioses, a diferencia de sólo uno, y de que gran cantidad de personas realmente pudiera mantener y abrazar tal opinión, probablemente parece un poco extraña. Pero, nuevamente, así ocurrió en el tiempo del siglo II, cuando los griegos y los romanos adoraban a múltiples dioses, y la noción de dos dioses no era más difícil de aceptar entonces que lo sería hoy la idea de ningún dios en absoluto. Por lo menos, éste es el aspecto más fundamental del sistema de creencias de Marción que usted tiene que entender: que había dos dioses impulsando y conformando los acontecimientos en un grado u otro. Uno era un dios punitivo, pequeño y cruel, que presidía sobre un mundo corrupto. Éste era el dios del Antiguo Testamento, aludido por los marcionitas como el "Dios Creador" (pero su "creación" era un mundo que estaba lejos de ser perfecto en la opinión de ellos). Al otro dios, Marción lo veía como un Redentor, un dios de amor, misericordia, verdad y compasión. Éste era el dios de Cristo. Marción se refirió a él como el "Dios Extraño" (Alien God), "extraño" en el sentido de que antes de la aparición de Cristo en la Tierra había sido desconocido para la Humanidad.
Uno de los dichos de Jesús en que Marción parece especialmente haberse concentrado fue su enseñanza sobre los dos árboles y sus respectivos frutos. Harnack lo pone de esta manera: «Cuando él (Jesús) habló de los dos árboles, el corrupto y el bueno, que son capaces de producir frutos sólo como son dados por su propia naturaleza, él puede estar aludiendo por lo tanto sólo a los dos grandes autores divinos, el dios del Antiguo Testamento, que crea solamente cosas malas y sin valor, y el Padre de Jesucristo, que produce exclusivamente lo que es bueno. Cuando él prohíbe la colocación de un nuevo remiendo en una ropa vieja y el poner el vino nuevo en odres viejos, él de este modo prohíbe estrictamente a su gente vincular de cualquier modo su predicación con la del Antiguo Testamento» (Harnack, Adolf, Marcion: The Gospel of the Alien God, Wipf & Stock Publishers, Oregon, 1990, p. 22). Marción veía al dios del Antiguo Testamento no sólo como cruel, pequeño y despiadado, sino también como "el "conditor malorum", el autor del mal, el que incita guerras, que es engañoso en sus promesas y es malo en sus hechos" (Ibid, p. 58). Algo de esto obviamente —dado el éxito fenomenal de la Iglesia marcionita— resonó en una gran cantidad de personas en ese entonces. Usted tiene que preguntarse por qué. Como fuere, el Antiguo Testamento, mientras partes de él pueden ser dignas de leer, tuvo que ser totalmente abandonado como escritura sagrada. Pero ya que la mayor parte de lo que era entonces la "cristiandad" equiparó al dios del Antiguo Testamento con el dios de Jesús, la fe cristiana sufrió de un problema bastante serio: con los años se había hecho judaica casi en su esencia desde la parición de Cristo. Marción empezó a cambiar las cosas. Él fundó una iglesia, y produjo dos grandes obras literarias. Una de ellas se titulaba Antítesis. Ninguna copia de ella existe hoy. Pero fue citada por varios escritores tempranos, como Tertuliano, cuyos trabajos aún se conservan. De la siguiente manera las Antítesis son vistas por Ehrman: «Algo del libro bien puede haber consistido en afirmaciones directas y antitéticas que contrastaban a los dos dioses. Por ejemplo, el dios del Antiguo Testamento dice a la gente de Israel que entre en la ciudad de Jericó y asesine a cada hombre, mujer, niño y animal en ella (Josué 6); pero el dios de Jesús dice a sus seguidores que amen a sus enemigos, que recen por aquellos que los persiguen y que ofrezcan la otra mejilla (Lucas 6:27-29). ¿Es éste el mismo dios?. Cuando Eliseo, el profeta del dios del Antiguo Testamento, estaba siendo objeto de burlas por parte de un grupo de muchachos jóvenes, Dios permitió que él llamara a dos osas para que los atacara y los hiriera (2 Reyes 2:23-24). El dios de Jesús dice: "Dejad que los niños pequeños vengan a mí" (Lucas 18:15-17). ¿Es éste el mismo dios?» (Ehrman, Bart D., Lost Christianities: The Battles for Scripture and the Faiths We Never Knew, Oxford University Press, New York, 2003, p. 106). En otras palabras, el dios del Antiguo Testamento y el dios de Jesús no eran simplemente deidades separadas: ellas eran deidades que eran, al menos en un grado sustancial, antitéticas una de otra. El otro gran esfuerzo literario de Marción no fue un trabajo de su propia composición sino más bien un canon de otras obras, aquellas que él consideraba como sagradas y divinamente inspiradas. Y aquí se tiene que mencionar que a Marción se le da el crédito de ser el primer cristiano en establecer un canon del Nuevo Testamento. Desde luego éste no fue el mismo canon que sería oficialmente adoptado más tarde por la Iglesia Católica; éste consistía únicamente en el Evangelio de Lucas y las cartas de Pablo. Pero es un testimonio de su influencia sobre el cristianismo temprano el que sus enemigos tomaran sus ideas y construyeran sobre ellas, y sí, Marción tuvo realmente enemigos. Él fue etiquetado muchísimo como un "hereje" por aquellos que conformaban lo que más tarde vino a ser el ala "ortodoxa" de la Iglesia. Otra cosa sobre el canon de Marción que tiene que ser tenida muy presente: Marción rechazó totalmente la aseveración de que Cristo había venido de algún modo para dar cumplimiento a la ley
y los profetas. Estas y otras afirmaciones similares encontradas en los Evangelios eran corrupciones, él creía, añadidas más tarde por los judaizantes dentro de la Iglesia. Igualmente, él pensaba que ciertos pasajes dentro de las cartas de Pablo habían sido sometidas probablemente a un tratamiento similar. Así, él no sólo se veía a sí mismo como un crítico sino también como un "restaurador", como Harnack lo describe. En otras palabras, su canon se convirtió en lo que casi se podría considerar en su conjunto como una nueva Biblia, que consistía en las cartas paulinas y un Evangelio de Lucas que habían sido sometidos a revisiones y enmiendas en las cuales Marción los presentaba en lo que él creía que eran, o debían haber sido, sus estados originales, algo aprovechado por sus críticos, que denunciaron sus correcciones como nada más que "adulteraciones". Para el público que iba a la Iglesia esto no pareció importar. Ellos se congregaron tras la bandera de Marción por multitudes, lo que provocó que sus críticos experimentaran posteriores ataques de apoplejía. El apologista cristiano temprano Justino Martir, un contemporáneo de Marción, se quejó de que las enseñanzas del hereje se estaban extendiendo entre "mucha gente de cada nación" (Primera Apología, 26) Un par de otras cosas tienen que ser dichas sobre las creencias básicas de Marción: primero, que él fue un docetista, lo que ha conducido a algunos eruditos a agruparlo con los gnósticos, algunos de los cuales en efecto se suscribieron realmente al docetismo. Entonces ¿qué es el docetismo? Es la opinión de que Cristo no tenía un cuerpo verdadero, material, y que él sólo parecía ser un humano. La carne humana, creada como lo fue por el Dios Creador, era intrínsecamente sucia, algo que hasta el Dios Creador mismo había llegado a reconocer, o como Harnack dice, "Incluso en la mente de su creador el hombre es una creación estropeada, un monstruo". Para Marción, esto no podía, de ningún modo, describir a Jesús. La otra cosa que tiene que ser entendida es la devoción de Marción por el apóstol Pablo. Mientras Cristo en efecto escogió realmente a los doce discípulos originales, ellos habían fallado en entender su verdadero mensaje. ¿Por qué? En gran parte porque ellos eran seguidores del dios judío, un factor que obstaculizó su capacidad para comprender las verdaderas enseñanzas de Jesús. Con la resurrección, ellos finalmente parecieron haberlas entendido, y durante un tiempo en efecto parecieron puestas sobre un camino digno de confianza, pero con el tiempo la "identidad judía" de ellos (como podríamos referirnos a ella hoy) se reafirmó y comenzaron a ceder en cuestiones como la adhesión a la ley judía. Así, para que ellos no arruinaran las cosas completamente, tuvieron que llamar especialmente a Pablo. ¿Su misión? Refutar la ley judía y a los judaizantes dentro de la Iglesia. Vida y Época de Marción La ciudad natal de Marción, Sínope, estaba en la orilla del Mar Negro en lo que era entonces la provincia de Ponto. Sabemos como un hecho que allí habían comunidades judías entonces. Aquila, el protegido de Pablo mencionado en Hechos 18:2, nació en Ponto, mientras otro judío, casualmente del mismo nombre y conocido por haber traducido el Antiguo Testamento al griego, era no sólo un natural de Sinope sino que era de hecho contemporáneo de Marción. Esto es mencionado por Harnack, quien comenta: "Es notable que de esta ciudad surgieran simultáneamente el adversario más agudo del judaísmo y el traductor más escrupuloso de las sagradas escrituras judías" (Harnack, p. 15). En Ponto también había una comunidad cristiana fuerte, y aparentemente el propio padre de Marción era un obispo en la Iglesia temprana. Esto explicaría seguramente el extenso conocimiento de Marción del Antiguo Testamento. Pero Marción y su padre parecen haber tenido un desacuerdo, probablemente acerca de las opiniones de Marción del Antiguo Testamento, y después de dejar la casa de su padre, Marción viajó a Asia Menor, donde logró adquirir una riqueza considerable, aparentemente como propietario de barcos. Para entender la vida de alguien, por supuesto, se requiere un conocimiento histórico del tiempo en el cual aquél ha vivido. Las tres principales rebeliones judías contra Roma probablemente tuvieron mucho que ver con la formación de la cosmovisión de Marción. La segunda y tercera
rebeliones ocurrieron durante su vida, mientras la primera se desarrolló hasta su fin en la década previa a que él naciera. Muy probablemente cuando niño, y ciertamente más tarde como un adulto joven, él habría oído hablar de esas rebeliones. Él habría escuchado cómo la gente expresaba la opinión, por ejemplo, de que los judíos son violentos, que ellos odian a los no-judíos, y que ellos parecen sentirse autorizados para desatender todas las leyes aparte de las propias. Éstas son opiniones que habrían estado en boga más especialmente después de la segunda rebelión, que estalló cuando Marción tenía aproximadamente 30 años. La segunda rebelión judía contra Roma, también conocida como la Guerra de Kitos [por el general romano Lucio Quieto, que la sofocó], ocurrió en los años 115-117, y parece haber sido especialmente sangrienta. La rebelión comenzó en Cirenaica, en particular en su capital Cirene, y desde allí se extendió a Alejandría, luego a la isla de Chipre, y finalmente, en sus etapas finales, a Palestina. Los relatos de ella están disponibles en Wikipedia [1] y también en Historum [2]. Ambos artículos son simpatizantes de los judíos (el relato de Wikipedia quizás más), pero ambos dejan en claro que los judíos cometieron extensas atrocidades, y ambos se refieren al escrito del historiador romano Dión Casio (150-235 d.C.), quien escribió el siguiente espeluznante y gráfico relato (y quizá algo sensacionalista): «Mientras tanto los judíos en la región de Cirene habían puesto a un tal Andreas a la cabeza de ellos y destruían tanto a romanos como a griegos. Ellos cocinarían la carne de éstos, harían cinturones para ellos con sus entrañas, se untarían con su sangre, y se pondrían sus pieles como ropa. A muchos ellos aserraron en dos, desde la cabeza hacia abajo. A otros ellos los darían a las bestias salvajes y forzarían todavía a otros a luchar como gladiadores. En total, por consiguiente, 220.000 fallecieron. En Egipto, también, ellos realizaron muchos hechos similares, y en Chipre bajo el mando de Artemio. Allí, igualmente, 240.000 fallecieron. Por esta razón ningún judío puede poner pie en aquella tierra, pero incuso si uno de ellos es conducido a dicha isla por la fuerza del viento, él es condenado a muerte. Varias personas participaron en subyugar a estos judíos, siendo uno Lusius, que fue enviado por Trajano» [3]. [1. http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_Kitos]. [2. http://historum.com/ancient-history/35146-kitos-war.html]. [3. La Jewish Encyclopedia reconoce a Dión Casio como "la fuente más importante" acerca de la Guerra de Kitos, aunque expresa la opinión de que el relato de los antiguos romanos es "exagerado", según Wikipedia]. El Andreas mencionado por Dión Casio era conocido también como "Lukuas", y durante la guerra él parece haberse elegido a sí mismo con el título de "Rey de los Judíos", probablemente en un intento de hacerse pasar como el mesías judío (una táctica usada más tarde por Bar Kojba, el líder de la tercera rebelión). "Lukuas definitivamente parece haber estado afilando un hacha de una naturaleza religiosa. A él se le atribuye la destrucción de los templos y los edificios de culto de cada dios greco-romano adorado en Cirene", dice el artículo de Historum. "En adición, los seguidores de Lukuas también destruyeron edificios romanos del gobierno e incendiaron las casas de baño romanas de la ciudad, aparentemente viendo a éstos como símbolos de opresión del gobierno y de influencia de los gentiles, respectivamente". También se nos dice que desde Cirene, Lukuas y sus seguidores siguieron adelante hacia Alejandría, donde el resultado fue "una orgía de matanza e incendios similar a la que había ocurrido en Cirene". Dado que la rebelión ocurrió en múltiples lugares (además de Cirene, Alejandría y Chipre, las rebeliones violentas también estallaron entre la población judía de Mesopotamia), este levantamiento sangriento lanzado por los judíos habría sido extensamente comentado en casi literalmente cada provincia del Imperio, prácticamente en todas partes, y muy probablemente esto tuvo un impacto profundo en el pensamiento de Marción. Quizás ahora podemos entender mejor como él llegó a ver al Dios Creador como «el "conditor malorum", el autor del mal, el que incita guerras, que es engañoso en sus promesas, y es malvado en sus hechos». Pero más iba a ocurrir.
La tercera rebelión judía contra Roma ocurrió en Palestina en los años 132-136, conducida por Simeón bar-Kojba (o Koseba, Kosiba, Kochba o Koquebas), quien también afirmó ser el Mesías. Los aficionados a la Historia recordarán por supuesto que Jerusalén había sido arrasada y el templo judío destruído ya en 70 d.C., durante la primera rebelión judía. En los años intermedios, la ciudad había permanecido más o menos en ruinas, un statu quo que continuó durante la Guerra de Kitos y aún más allá. Sin embargo, después de visitar Judea en 130, el emperador Adriano emprendió la reconstrucción de Jerusalén. Él parece haber prometido inicialmente, o al menos haber hecho alusión, que a los judíos se les podría dar permiso de reconstruír su templo, pero aparentemente decidió, pensándolo mejor, que aquélla no podía ser una idea tan sabia después de todo. Un templo a Júpiter fue construído en cambio. También grandes cantidades de no-judíos comenzaron a instalarse en la ciudad recién reconstruída, y parece que una ley contra la circuncisión, o por lo menos contra la circunsición de bebés, puede haber sido aprobada también. Bar-Kojba y sus seguidores lanzaron su rebelión en 132, estableciendo escondites por todo el país, incluyendo una fortaleza en Betar (un pueblo en las tierras altas de Judea cuyo nombre sería adoptado más tarde por los sionistas del movimiento de Jabotinsky en el siglo XX). El relato de Dión Casio de la guerra puede ser encontrado aquí [4] e incluye lo siguiente: «Al principio, los romanos no los tomaron en cuenta. Pronto, sin embargo, toda Judea había sido soliviantada, y los judíos en todas partes mostraban signos de perturbación, se reunían, y daban muestras de una gran hostilidad hacia los romanos, en parte por actos secretos y en parte abiertamente. Muchas naciones exteriores también se unían a ellos por la disposición de éstas a obtener algún beneficio, y la tierra entera, uno casi podría decir, estaba siendo excitada con el asunto». [4. http://www.livius.org/ja-jn/jewish_wars/bk05.html]. Un grupo de gente que no se unió a Bar-Kojba fueron los cristianos. Esto fue abordado por varios escritores tempranos, incluyendo a Justino Martir, que, aunque no era ningún admirador de Marción, ofrece un comentario especialmente interesante sobre la guerra en su Primera Apología [5]: "Pues en la guerra judía que últimamente causó estragos, Barcoquebas, el líder de la rebelión de los judíos, dio órdenes de que sólo los cristianos deberían ser conducidos a castigos crueles, a menos que ellos negaran a Jesucristo y blasfemaran completamente". [5. http://www.logoslibrary.org/justin/apology1/31.html]. Según la Enciclopedia Británica [6], "La guerra llegó a ser tan seria que en el verano de 134 d.C. Adriano mismo vino de Roma para visitar el campo de batalla, y convocó al gobernador de Bretaña, Gaius Julius Severus, para que lo ayudase con 35.000 hombres de la Décima Legión". La rebelión fue finalmente aplastada en 136. Según Dión Casio, 580.000 judíos fueron muertos, como también lo fueron muchos romanos. Cincuenta ciudades y 985 pueblos fueron destruídos. La rebelión de BarKojba, tenga presente, fue la tercera rebelión judía en 70 años, y para esas fechas los romanos aparentemente ya habían tenido bastante: Judea fue rebautizada como Siria-Palestina, mientras la ley judía y el calendario hebreo fueron anulados. Los judíos mismos fueron prohibidos de entrar en Jerusalén (ahora nombrada como Aelia Capitolina) salvo un solo día del año. [6. http://www.britannica.com/EBchecked/topic/52477/Bar-Kokhba]. Para los cristianos que de todos modos, a pesar de todo esto, se aferraban al Antiguo Testamento, las contradicciones abundaban muy naturalmente. Marción "vio el cuerpo principal de la cristiandad alrededor de él en una lucha interna en la cual todos parecían estar perdidos", y al principio él intentó cambiar la Iglesia desde dentro. O sea, él fue a Roma, donde se reunió con los líderes de la Iglesia y expresó su opinión de que Cristo había abolido el Antiguo Testamento y su dios [7].
[7. "Abolir" derechamente el Antiguo Testamento probablemente no era la intención de Cristo. Sin embargo, los conflictos de éste con el establishment judío son bien conocidos. También debería tenerse presente que los líderes de las rebeliones judías pertenecían en su mayor parte a la secta Zelota del judaísmo, que estaba estrechamente alineada con los fariseos. Como lo discutí en un previo artículo [7.1], los Zelotes tomaron su nombre del personaje del Antiguo Testamento Fineas, quien en Números cap. 25 irrumpe en una tienda de campaña y atraviesa con una lanza a un israelita y a una mujer moabita, siendo descrito como "celoso" por su Dios por hacer eso. Los Zelotes del tiempo de Jesús eran conocidos por predicar que los judíos no deberían obedecer ninguna otra ley que aquellas dadas a ellos por Dios]. [7.1. http://theuglytruth.wordpress.com/2011/12/17/if-jesus-was-a-rebel-who-was-he-rebelling-against/] Gracias a los archivos históricos sabemos exactamente en qué años Marción estuvo en Roma. Él llegó en 139, tres años después de la rebelión de Bar-Kojba. Integrándose a la comunidad cristiana allí, él hizo una donación sustancial de 200.000 sestercios, y permaneció en la ciudad hasta el año 144. Fue un período de cinco años en el cual él con la mayor probabilidad produjo su gran obra, las "Antítesis". Hacia el final de su estancia en Roma, Marción solicitó una audiencia ante los presbíteros de la Iglesia. Esto ocurrió en Julio de 144, y llegó a ser el primer concilio de la Iglesia romana registrado. Pero los ancianos de la Iglesia parecen haber sido totalmente poco receptivos a sus opiniones. El consejo "finalizó con un agudo rechazo de la enseñanza sin precedentes", la devolución de los 200.000 sestercios, y la expulsión de Marción de la Iglesia. Harnack menciona que aun cuando él se marchara de Roma con lo que casi seguramente era "un corazón oprimido", nada parecido al rencor puede ser encontrado en los escritos de Marción. "Incluso durante el período posterior a su ruptura con la gran Iglesia, es característico que ni una sola palabra ofensiva o airada sobre la Iglesia y sus miembros haya llegado hasta nosotros" [Harnack, p. 17]. Huelga decir que este acto caritativo de diplomacia no fue devuelto con reciprocidad. Dejando Roma en el año 144, Marción regresó a Asia Menor donde fundó su nueva iglesia. Esto parece haber ocurrido en un lapso notablemente breve. De hecho, más tarde los marcionitas datarían la fundación de su Iglesia exactamente 115 años y seis meses después de la muerte de Cristo. Como fuese, el marcionismo y la Iglesia marcionita llegaron a ser fenomenalmente exitosos, un hecho que puede ser medido por el número de escritores tempranos que escribieron tratados polémicos oponiéndose a dicho movimiento. Justino, Ireneo, Clemente, Tertuliano, Hipólito, Orígenes y otros, todos denunciaron a Marción por escrito. De hecho, había, como Harnack dice, "una abundancia de contra-literatura compuesta en todas partes". Esto fue particularmente verdadero entre los años 150 y 200, pero en ese mismo período la Iglesia "se extendió a través de todas las provincias del Imperio", reporta Harnack. El Estudio de Harnack sobre Marción El estudio de Harnack sobre Marción no carece de críticas hacia su asunto, aunque es mucho más comprensivo que el de Ehrman. De manera que echemos un vistazo ahora a Marción a través del prisma del trabajo monumental de Harnack. Quizás el lugar más obvio para comenzar sería la percepción de dos Dioses por parte de los primeros líderes cristianos, como es expresado por el libro de Marción, las Antítesis, una obra que Harnack cree que estaba destinada a convertirse en la piedra angular para la comunidad marcionita, y en efecto su "libro de credo". Una reconstrucción de las Antítesis no es posible, nos informa Harnack, en parte porque "ni siquiera el orden de la obra está claro", pero varias cosas pueden sin embargo ser determinadas o recopiladas basándose en citas de dicha obra que se encuentran en los escritos de otros autores tempranos. Por ejemplo, podemos deducir con seguridad que el objetivo de Marción al escribir aquello era "demostrar lo irreconciliable del Antiguo Testamento con el evangelio", junto con el origen de este último en un dios diferente [Ibid.]. También conocemos sus primeras líneas: "Oh maravilla más allá de las maravillas, embelesamiento, poder y asombro es que uno no pueda decir
nada en absoluto sobre el evangelio, ni siquiera concebirlo, ni compararlo con nada". Además parece haber habido un énfasis especial sobre una palabra en particular: "nuevo". Podemos encontrar referencias a un "nuevo dios", una "nueva deidad", el "nuevo y no conocido reino", el "nuevo señor y propietario de los elementos", las "nuevas doctrinas del nuevo Cristo", las "nuevas obras de Cristo", el "nuevo milagro", etcétera. Harnack también propone una serie de declaraciones antitéticas de muestra que posiblemente o con la mayor probabilidad estaban incluídas en la obra. Aquí hay algunas: • Josué conquistó la tierra con violencia y crueldad, pero Cristo prohibió toda violencia y predicó la misericordia y la paz. • Tras el éxodo desde Egipto, el Dios Creador dio a Moisés el encargo: "Prepárate, cíñete, cálzate, bastón en mano, morral sobre los hombros, y lleva contigo el oro y la plata y todo lo que pertenece a los egipcios". Pero nuestro Señor, el Bueno, tras enviar a los discípulos por el mundo, les dijo: "No lleven zapatos en sus pies, ningún bolso, ninguna ropa para cambiarse, ningún dinero en sus monederos". • El profeta del Dios-Creador, cuando la gente estaba involucrada en la batalla, subió a la cumbre de la montaña y extendió sus manos hacia Dios, para que él pudiera matar a tantos como fuera posible en la batalla; nuestro Señor, el Bueno, extendió sus manos (a saber, en la cruz) no para matar a los hombres sino para salvarlos. • En la ley está dicho: "Ojo por ojo, diente por diente", pero el Señor, el Bueno, dice en el evangelio: "Si alguien te golpea en una mejilla, preséntale la otra también". • La maldición caracteriza a la ley, y la bendición caracteriza a la fe (el evangelio). • El creador del mundo ordena que nosotros demos a nuestros hermanos, pero Cristo simplemente dice que hay que dar a todos quienes nos pidan [Ibid, pp. 60-62]. Marción veía al dios Creador como vengativo, colérico y despiadado, pero, quizá lo más significativo de todo, lo veía como un ignorante. Por ejemplo, aquél no sabía dónde encontrar a Adán en el Jardín de Edén, y había tenido la necesidad de preguntar a Adán si él había comido del fruto prohibido. Pero aún peor era su ignorancia del Dios Extraño. «La completa ignorancia del Creador del Mundo acerca del otro Dios es el peor aspecto de toda su ignorancia; esto lo muestra como inferior en el grado más extremo. Pero dado que él no conoce al otro Dios, incluso la esfera y la naturaleza de aquel Dios es incomprensible para él, y la verdadera bondad también le está completamente cerrada. Es verdad que él también tiene "bondad", y en efecto él mismo es "bueno" [Marción pensaba que la ley judía tenía algunos aspectos justos en ella, y dio el crédito al Dios Creador por ello]; pero ésta es una especie de bondad que, cuando es medida por la genuina bondad, realmente ni siquiera merece ese nombre» [Ibid, p. 71]. Y tenga la seguridad de que esta ignorancia tiene sus implicaciones oscuras. «Marción había oscurecido el cuadro del Creador del mundo proporcionado por el Antiguo Testamento definiendo en varios pasajes, según su propio capricho, el carácter del creador del mundo en términos del carácter del mundo. ¡La sabiduría del creador del mundo coincide con la sabiduría del mundo! De esa manera ¡cuán desdeñable es la sabiduría del creador del mundo! Dios es el mundo, y el mundo es Dios, no en el sentido panteísta sino en sentido ético; cada uno es el espejo del otro» [Ibid, p. 71-72]. Marción veía al Dios Creador como poseído de varias otras cualidades también. Éstas incluían sus "malas parcialidades, mezquindades y limitaciones; y finalmente su debilidad y contradicciones
consigo mismo, sus caprichos sin principios, y sus preceptos y mandamientos que eran tan a menudo éticamente dudosos". Por contraste, el Dios Extraño es sublime, por sobre cada principado y poder, un dios de verdadera bondad, que no favorece a ninguna persona sobre otra. «En virtud de esta bondad, este Dios es "suprema felicidad e incorruptibilidad" que "no trae ningún problema sobre sí ni sobre cualquier otra cosa" (Tertuliano I, 25); él es el amor misericordioso. Pero este Dios es tan absoluta y completamente sólo bondad, es decir amor... que ninguna otra cualidad debe ser expresada acerca de él, o bien que sus otras cualidades forman una unidad con el amor. Él es espíritu, pero un "Espíritu bienhechor" (Tertuliano I, 19); él es "tranquilo", "suave", "apacible"; él simplemente no se enfada, no juzga, no condena. Él es también "justo", pero la justicia en él es la justicia del amor. Él es "sabio", etcétera, pero él es todo esto porque él es amor, que como tal incorpora todas estas cualidades. Sólo por esta razón, sin embargo, no puede haber ningún trabajo para este Dios además de la revelación de sí mismo, y esto por su parte no puede ser nada más que una redención... «Pero porque el dios bueno tenía la intención de redimir a los pecadores, él llevó su redención a la toda la Humanidad; ya que todos ellos son pecadores. Él no conoce ninguna parcialidad por un pueblo sino que trae una redención universal. Sin embargo, él también reconoció que junto con el mundo y su creador, es de la ley de la cual la Humanidad debe ser redimida; pero puesto que hay ley, también hay un legislador, ya que los dos van juntos. La ley es el potenciador del pecado. La ley ha intensificado el estado de incomodidad de la Humanidad. La ley es una carga terrible. La ley ha hecho que los "justos" sean serviles, temerosos e incapaces de ser realmente buenos. Por lo tanto ella debe ser quitada, junto con el libro entero en el cual está contenida. El dios bueno vino para disolver la ley y los profetas, no para cumplirlos. Él hace esto por medio del evangelio, a fin de redimir a las almas» [Ibid, 81-82]. Así, hay dos dioses, entonces, quienes en muchos aspectos son la "antítesis" uno de otro. Pero una distinción importante que hay que hacer es que Marción no consideraba al dios del Antiguo Testamento como el diablo, o como el mal puro. Más bien él es simplemente el dios de la ley, y Marción veía la ley, téngalo presente, como no carente de algunos aspectos positivos, incluyendo una medida limitada de justicia. Por cierto el dios que dio esta ley es pequeño, voluble, impaciente, celoso y belicoso. Sin embargo, Harnack también indica que «la iustitia, en el sentido de justicia formal ("ojo por ojo, diente por diente") y en la práctica judicial, y una miserable mezquindad, son las características básicas del Dios Creador, pero la maldad no lo es» [Ibid, p. 69]. Pero incluso si no malvado o totalmente malo, este dios muestra realmente la malicia del siguiente modo: 1) En la creación de los hombres, en la cual él formó al hombre débil, indefenso y mortal y permitió que fuera tentado; y esto también se ve en el hecho de que él incluso tolera el pecado, la muerte y al diablo (quien es en efecto su criatura), así como toda clase de mal; 2) En los numerosos males punitivos que él impone, en la desproporción del castigo frente a una culpa, y en el envío de males en general; 3) En los numerosos ejemplos de dureza, crueldad, furia guerrera, sed de sangre, etcétera; 4) En su práctica de castigar a los hijos por los pecados de los padres y de permitir que el inocente sufra por el culpable; 5) En el endurecimiento del corazón que él produce sobre el obstinado;
6) En el celo con que impidió a los primeros hombres el árbol de la vida; 7) En la parcialidad con la cual él favorece a aquellos que lo adoran, incluso si ellos son malvados, permitiéndoles o aún instándolos a la injusticia, el engaño, el saqueo y actos de violencia de toda clase contra sus adversarios [Ibid]. Marción murió aproximadamente en 160 d.C., y a pesar de toda la oposición ortodoxa oficial — primero contra él y luego contra su Iglesia— parece que realmente tuvo un impacto duradero sobre la fe en la medida en que logró empujar al cristianismo en una cierta dirección: «Previamente había habido un peligro vivo de que el Antiguo Testamento fuera explicado, en parte literalmente, en parte alegóricamente, como el documento básico de los cristianos, y de que fuera reconocido, y por ende la Iglesia estaría satisfecha con él. Ahora, desde luego, ese peligro todavía no estaba completamente eliminado y no había sido conseguida todavía una claridad satisfactoria, pero la convicción de que en el Antiguo Testamento "el mineral todavía estaba en la tierra" y de que aquél era el sometimiento a la servidumbre frente al sometimiento a la libertad del Nuevo Testamento, ganó un lugar y reconocimiento por sí misma... «Marción quería liberar al cristianismo del Antiguo Testamento, pero la Iglesia lo conservó. Él no prohibió a sus seguidores acercarse al libro, e incluso reconoció que contenía material que era útil para la lectura, pero vio en él un espíritu diferente de aquel del Evangelio, y él no quería tener nada que ver con dos espíritus diferentes en la religión. ¿Tenía razón él o la tenía la Iglesia, que no se separó del libro? La pregunta debe ser planteada, ya que nos vemos confrontados no por algún teólogo sin seguidores o influencia sino por el hombre que estableció el Nuevo Testamento y que creó una gran Iglesia que prosperó durante siglos. Él puede con justa razón reclamar el honor de merecer ser considerado en serio hasta hoy. Todavía no hay un reconocimiento universal de aquella filosofía de la Historia que hace justicia en todas las circunstancias a lo que ha sucedido» [Ibid, pp. 131 y 133-134]. Finalmente, Harnack llega a concluír: «El Antiguo Testamento llevó al cristianismo a un conflicto trágico; no iba a ser resuelto, en el segundo siglo y más allá de aquel tiempo, como Marción lo hubiera resuelto sino más bien como la Iglesia lo resolvió. Desde finales del siglo II en adelante la Iglesia logró hacer frente a este problema y eliminó al menos algunas de las dificultades opresivas y los sofismas con los cuales la gente había estado cegándose. Ahora era permisible distinguir niveles y colocar al Antiguo Testamento en el nivel inferior; por supuesto, esta distinción siguió siendo amenazada puesto que —esto parecía obvio— sólo puede haber una inspiración y sólo una ley de la verdad que es establecida por aquella inspiración» [Ibid, p. 134]. La Presentación de Ehrman de Marción Como se afirmó antes, Ehrman, el erudito contemporáneo, ve a Marción como un odiador de los judíos. Además, la visión del dios del Antiguo Testamento como un dios de ira Ehrman parece considerarla como una mera "noción" más bien que como un hecho real. Él escribe: «Por otra parte, el cristianismo ortodoxo compartía con (o tomó prestado de) los marcionitas el sentido de la novedad de la revelación de Dios en Cristo; ellos aceptaron la idea de un canon cerrado de la Escritura, la primacía de la interpretación literal del texto, y un énfasis en la divinidad de Jesús. Al mismo tiempo, ellos compartían con (o heredaron de) los marcionitas un desdén y una desconfianza hacia todas las cosas judías, junto con la noción, todavía encontrada entre los cristianos hoy, de que el dios del
Antiguo Testamento es un dios de ira, mientras que el dios del Nuevo Testamento es un dios de amor y piedad» [Ehrman, p. 252]. Las opiniones de Ehrman, entonces, parecen haber sido formadas, al menos en algún grado, por la perspectiva académico-bíblica post-"Holocausto". Con esto dicho, sin embargo, su descripción de las creencias principales de Marción, incluída su visión de los dos dioses, no se diferencia enormemente de la de Harnack. «Hay dos dioses, entonces, y según Marción, Jesús mismo dice eso. Además, Jesús explica que nadie pone el vino nuevo en un odre viejo, ya que de otro modo los odres viejos se revientan y tanto ellos como el vino son destruídos (Marcos 2:22). El evangelio es una nueva cosa que ha venido al mundo. No puede ser puesto en los viejos odres de la religión judía» [Ibid, p. 106]. Y en cuanto a la naturaleza precisa de los dos dioses, aquí nuevamente no encontramos diferencias asombrosas: «El dios del Antiguo Testamento insistía en que la gente cumpliera la Ley de él y los castigaba cuando ellos fallaban. Él no era el mal, pero era rigurosamente justo. Él tenía leyes e infligía penas a aquellos que no las guardaban. Pero esto necesariamente hizo de él un dios colérico, ya que nadie guardaba todas sus leyes perfectamente. Cada uno tenía que pagar el precio por sus transgresiones, y la pena por la transgresión era la muerte. El dios del Antiguo Testamento estaba por lo tanto completamente justificado al exigir sus castigos y condenar a toda la gente a la muerte. «El dios de Jesús vino a este mundo a fin de salvar a la gente del vengativo dios de los judíos. Él era previamente desconocido para este mundo y nunca había tenido ningún trato anterior con éste. De aquí que Marción a veces se refería a él como el Dios Extraño» [Ibid, p. 105]. Ehrman también se refiere a la admiración que tenía Marción por el apóstol Pablo en una manera digna de notar: «Como hemos visto, Pablo afirmaba que una persona es justificada ante Dios por la fe en Cristo, no por hacer las obras de la Ley. Esta distinción llegó a ser fundamental para Marción, y él la convirtió en absoluta. El evangelio es la buena nueva de la liberación; esto implica el amor, la misericordia, la gracia, el perdón, la reconciliación, la redención y la vida. La Ley, sin embargo, es la mala noticia que hace necesario el evangelio en primer lugar; ella implica severos mandamientos, culpa, juicio, enemistad, castigo y muerte. La Ley es dada a los judíos. El evangelio es dado por Cristo. «¿Cómo podría el mismo dios ser responsable de ambos? O puesto en otros términos: ¿Cómo podría el dios colérico y vengativo de los judíos ser el dios cariñoso y misericordioso de Jesús? Marción sostenía que estos atributos no podían pertenecer a un solo dios, cuando ellos están en desacuerdo unos con otros: odio y amor, venganza y piedad, juicio y gracia. Él concluía que de hecho debe haber dos dioses: el dios de los judíos, como se encuentra en el Antiguo Testamento, y el dios de Jesús, como se encuentra en los escritos de Pablo» [Ibid, p. 104-105]. En el trabajo de Ehrman también encontramos al autor aventurándose en áreas en las que Harnack no incursiona. Por ejemplo, él ofrece la opinión, quizás correcta, de que la Iglesia marcionita probablemente nunca habría sido aceptada, debido a su completa "originalidad" y "novedad", como la religión oficial del Imperio romano, y esto debido a que en la antigua cultura romana el mayor valor estaba colocado sobre ideas que eran antiguas y establecidas [Ibid, p. 111112]. Vale la pena mencionar aquí que muchos romanos no eran demasiado aficionados a los judíos, y que las expulsiones de judíos desde Roma ocurrieron en 19 d.C. [8] y otra vez en 49 d.C. [9], y a
pesar de todo Ehrman nos dice sin embargo que tenía algún mérito el hecho de que las escrituras judías tuvieran algunos siglos de antigüedad. Adoptando estas escrituras como propias, la Iglesia ortodoxa/católica «venció la mayor objeción que los paganos tenían en cuanto a la aparición de esta "nueva" religión». Así, al hacer su reclamación sobre el Antiguo Testamento, la Iglesia Católica tenía una ventaja cuando Constantino subió al poder en el siglo IV y la designó como la religión favorecida del Imperio, dice Ehrman. [8. http://www.jstor.org/stable/263501]. [9. http://en.wikipedia.org/wiki/Claudius%27_expulsion_of_Jews_from_Rome]. ¿Pero y si la Iglesia marcionita hubiera prevalecido?; ¿y si ésta, en vez de la Iglesia Católica, hubiera emergido del cristianismo primitivo como el actor dominante?. ¿Cuán diferente sería el mundo hoy? Ehrman llama a esto una "completa especulación", pero sin embargo ofrece algunos pensamientos sobre esto también: «Si el cristianismo marcionita hubiese tenido éxito, el Antiguo Testamento sería visto por los cristianos hoy no como el Antiguo Testamento sino como las Escrituras judías, un conjunto de escritos para los judíos y de ninguna verdadera importancia para el cristianismo. De este modo, también, los cristianos no se verían a sí mismos como teniendo raíces judías. Esto bien puede haber abierto las puertas a crecientes hostilidades, ya que Marción parece haber odiado a los judíos y todo lo judío; o posiblemente y aún más probable, esto puede haber conducido simplemente a una benigna falta de interés, ya que los judíos y su religión hubieran sido considerados de ninguna importancia y ciertamente no una competencia para los cristianos. La historia entera del anti-semitismo podría haber sido evitada, irónicamente, por una religión antijudía» [Ibid, p. 111]. Los cristianos que expresaron opiniones "anti-semíticas" durante los siglos I al V ¿hicieron aquello porque veían a los judíos como "competidores"?. Ehrman continúa, en varios otros pasajes, especulando con lo que podría haber sido, ofreciendo en cierta ocasión el pensamiento algo peculiar de que los cristianos muy probablemente podrían haber estado dispuestos a adoptar la práctica de la usura si no hubieran existido las restricciones contra ella en el Antiguo Testamento: «La historia económica y política podría haber resultado ser completamente diferente si no hubiera habido nada en las Escrituras sagradas, por ejemplo, que se opusiera al préstamo de dinero a interés o a promover el sistema de ojo por ojo y diente por diente. Quién sabe lo que le hubiera sucedido al medioambiente, considerando la circunstancia de que muchas de las modernas preocupaciones medioambientales derivan finalmente de una convicción, filtrada a través de muchas capas, pero con raíces judeo-cristianas, de que Dios es el creador de este mundo y de que nosotros somos los cuidadores de éste. Diferente, también, hubiera sido mucho del socialismo moderno, incluso (aunque pueda parecer raro) mucho de la teoría marxista, ya que ésta está en último término arraigada en nociones de justicia económica, equidad y oposición a la opresión, que se remontan a los profetas hebreos» [Ibid]. El autor también reflexiona acerca de la historia del anti-semitismo, y aquí, quizá especialmente, parece asomar la perspectiva "post-Holocausto": «Si los cristianos marcionitas hubieran ganado el predominio, ¿todavía preguntaría la gente: "cree usted en Dios", o preguntaría: "cree usted en los dos dioses"?. ¿Habría alguien escuchado hablar, excepto los que estudian la Antigüedad, de los evangelios de Mateo, Marcos y Juan?. ¿Tendríamos un "Viejo" Testamento?. ¿Cómo hubieran sido afectadas las relaciones sociales y políticas de judíos y cristianos durante los siglos? Los cristianos que rechazaron al dios judío y todas las cosas judías ¿sentirían la necesidad de
polemizar con los judíos y de atacarlos?, ¿o ellos simplemente ignorarían a los judíos por cuanto éstos no representarían ninguna verdadera competencia a sus propias afirmaciones del conocimiento de otro dios, que los salvó del Creador?. ¿Sería peor el anti-semitismo, o sería inexistente?» [Ibid, p. 247]. Note también, otra vez, el uso de la palabra "competencia", como si los problemas entre judíos y cristianos hubieran surgido sobre todo de competir unos con otros en el mercado de las ideas, provocando a los cristianos a "polemizar" y "atacar" a los judíos. Por supuesto, en el que parecería ser el más evidentemente obvio resultado histórico —la historia del sionismo y la fundación del Estado de Israel— Ehrman no entra. (Quizá para los profesores universitarios estadounidenses esto es demasiado problemático de manejar). Pero sin un Antiguo Testamento nunca habría habido una visión de los judíos como "pueblo elegido de Dios", y sin esto, no habría habido ningún apoyo cristiano significativo a un Estado de Israel. A los primeros sionistas cristianos como Cyrus Scofield y John Nelson Darby les hubiera faltado una pierna para sostenerse; y John Hagee hoy quizás sería un vendedor de automóviles usados; Theodor Herzl probablemente nunca habría ganado tantos seguidores además de entre los judíos, y la Declaración Balfour bien podría nunca haber sido publicada por el gobierno británico. En resumen, es posible conjeturar que si la Iglesia marcionita hubiera prevalecido, no habría ningún Estado de Israel hoy. La Iglesia Marcionita y el Legado de Marción Que la iglesia de Marción llegara a ser tan popular como lo hizo, extendiéndose "a través de todas las provincias del Imperio", es tanto más asombroso cuando usted considera que las enseñanzas del maestro incluían la renuncia a las comodidades materiales y un estilo de vida ascético en su conjunto, incluyendo la abstinencia sexual. Harnack lo plantea de esta manera: «Marción prohibió absolutamente el matrimonio y todas las relaciones sexuales entre sus creyentes, y por lo tanto él bautizó sólo a tales catecúmenos y admitía al rito de la Cena sólo a los que hubieran hecho el voto de permanecer solteros o a gente casada que hubiera prometido una separación completa de ahí en adelante. Así, él apostó la vida y el crecimiento de sus comunidades exclusivamente en la captación nuevos miembros, ya que a los creyentes no se les permitía reproducirse» [Harnack, p. 96]. Una razón de esto era la motivación habitual —liberación de la carne pecaminosa— adoptada por el budismo y otras religiones. Pero Marción tenía un segundo propósito en mente también: que "uno no debería ayudar a ampliar el reino del Creador del mundo sino que debería más bien restringirlo, en tanto está dentro de la capacidad humana hacer aquello". Así Marción y sus seguidores estaban en protesta contra el dios de este mundo, y sus renuncias eran un "signo de abandono deliberado de aquel dios y una retirada de su compañía". Esta abstinencia se extendía también a ciertos tipos de comida y bebida, y Harnack nos dice que los marcionitas muy probablemente eran vegetarianos también (aunque él cree que ellos permitían el consumo de pescado). Pero había más. Parece que Marción enseñó a sus seguidores —en esa época de persecución intermitente del cristianismo bajo diversos emperadores romanos— una disposición a someterse al martirio por causa de la fe. Y muchos de hecho lo hicieron. Pero nada de esto parece haber obstaculizado el impulso. La gente afluía a las iglesias de Marción: «La declaración de Justino de que Marción mismo había diseminado ya su enseñanza "a través de toda la raza humana" es confirmada por los testimonios que poseemos referentes a la segunda mitad del siglo II para Asia, Lidia, Bitinia, Corinto, Creta, Antioquía, Alejandría, Roma, Lyón y Cartago... En todas partes la gente estaba escribiendo contra la terrible secta diabólica que ya en el siglo II proclamaba su enseñanza incluso en la lengua latina y que hacia el comienzo del siglo III como máximo en la lengua siriaca también» [Ibid, p. 99].
Los servicios de adoración de la comunidad estaban abiertos a cualquiera y cada uno, y supuestamente uno podía ver iglesias marcionitas en las ciudades y en el campo. Todas estas iglesias, hasta donde se sabe, permanecían unidas en su rechazo del dios del Antiguo Testamento así como en su afirmación del Dios Extraño. «El peligro que esta Iglesia representó para el cristianismo fue mayor en la generación entre los años 150 y 190. En ese período ella y sólo ella era realmente una contra-Iglesia: esta observación es evidente a partir de la abundancia de escritos en que se la combatía, y puede ser deducida por la naturaleza de la oposición ofrecida por Justino, y en la obra de Celso también. Justino contaba a Marción entre los nuevos fundadores demoníacos de religiones con un adorno cristiano. Celso a menudo hablaba como si hubieran sólo dos Iglesias, la "gran Iglesia" y la marcionita, y junto a ellas sólo la maleza gnóstica» [Ibid, p. 100]. En la segunda mitad del siglo III el movimiento comenzó a retroceder en el Oeste, pero aún se mantenía fuerte en Chipre, Palestina, y en áreas de lengua siriaca, incluyendo partes de Siria y toda la zona hasta Persia y Armenia. Harnack nos dice que era particularmente popular en Chipre, que había soportado la devastación ya mencionada durante la Guerra de Kitos (115-117 d.C.), y que la ciudad de Salamina "fue simplemente sitiada por los marcionitas". Laodicea en Siria, cerca de la actual ciudad de Latakia, parece haber sido un gran centro también, y allí hubo cosas tales como "pueblos marcionitas" dispersos aquí y allá. Hacia el siglo IV los cristianos ortodoxos todavía escribían diatribas polémicas contra Marción, aunque hacia la mitad del siglo V la fe había retrocedido en el Este también. ¿Por qué? Ciertamente la designación del cristianismo en el siglo IV (es decir, la versión católica) como la religión oficial del Imperio tuvo mucho que ver con ello. Harnack habla de ciertos obispos de iglesia que comenzaron a perseguir, o en algunos casos a convertir, a los marcionitas en los años después de esto. El cambio de percepción hacia los judíos puede haber sido un factor también. Las rebeliones de finales del siglo I y comienzos del II habían retrocedido hasta convertirse en un débil recuerdo histórico, y sin duda los judíos ya no fueron considerados como la amenaza que ellos alguna vez habían sido. Tampoco podemos ignorar las divisiones dentro de la Iglesia misma. Marción murió aproximadamente en 160 d.C., y mientras la Iglesia continuó reverenciando su nombre y su recuerdo, surgieron diferentes "escuelas" dentro de la fe que propusieron variaciones en las principales creencias de Marción. Esto llegó a ser especialmente verdadero a partir del siglo III en adelante. Pero Harnack nos dice que incluso fuera de la Iglesia, las Antítesis (la obra de Marción) siguieron siendo leídas "por aquellos que se habían liberado del Antiguo Testamento". Entonces ¿qué podemos decir sobre el legado de Marción y sus contribuciones al desarrollo del cristianismo? Ciertamente una de sus contribuciones más perdurables es el alto valor que él confirió a las cartas de Pablo, lo que provocó una elevación del status de Pablo en la Iglesia temprana y probablemente también fue un factor decisivo, tal vez el factor decisivo, para la inclusión de las cartas paulinas en el canon del Nuevo Testamento. La siguiente cita del libro de Harnack expresa el caso muy bien: «Durante décadas, las copias de las epístolas de Pablo eran escasas en las iglesias católicas... Pero posteriormente es tanto obvio como muy importante que Ireneo, el fundador de la doctrina soteriológica de la Iglesia, así como Tertuliano y Orígenes, desarrollaran sus enseñanzas bíblicas sobre bondad y justicia, sobre el Dios creador y el Dios redentor, etcétera, en lucha contra Marción, y que en aquel proceso aprendieron de él. Finalmente, fue gracias a Marción también que Pablo fue recuperado para la gran Iglesia, Pablo que, por ejemplo, había sido totalmente dejado de lado por un maestro como Justino y a quien el romano cristiano Hermas había ignorado completamente» [Ibid, p. 131].
Además, fue sólo después de Marción que aquellos que pertenecián a la "gran Iglesia" comenzaron a adoptar la idea de la Iglesia misma como "la novia de Cristo", y sólo después de Marción ellos comenzaron la práctica de combinar congregaciones en una comunidad real, una comunidad unida sobre la base de una doctrina fija arraigada en el Nuevo Testamento, tal como Marción había hecho. Y aquí yace lo que probablemente es la mayor y más durable contribución de todas de Marción: el concepto de un canon fijo del Nuevo Testamento. La Importancia de Marción Hoy Marción se vio a sí mismo llamado a liberar al cristianismo de una crisis de identidad. Es una crisis que ha continuado plagando a la Iglesia a través de los tiempos y que es más seria hoy que nunca. Nos encontramos atrapados en el "drama contradictorio" de adorar a un dios que tiene un propósito dual, un dios de discriminación, cuya parcialidad y favoritismo están reservados exclusivamente, o principalmente, para un pueblo, pero un dios que de alguna manera también aparenta ser un dios del amor universal y un dios de todos. La termodinámica de esto ha llevado a la fe cristiana a un estado de entropía, un problema agravado por el hecho de que cuando miramos alrededor hoy vemos a judíos en el Estado de Israel cometiendo crímenes horrendos contra la Humanidad. Para ayudar a clarificar algo de esto, usaré una metáfora que Harnack usa, la de un "centro de rehabilitación" (halfway house). Piense en alguien que ha estado confinado durante un larguísimo tiempo en una prisión o en una institución mental. Tras su liberación, dicha persona podría residir durante un tiempo en un "centro de reinserción social" antes de dar el salto pleno de vuelta a la sociedad y a una vida de libertad. En términos de liberación del cristianismo desde su esclavitud bajo el Antiguo Testamento, Pablo en esencia representó la posada a mitad de camino. Es verdad que él invalidó la ley judía, pero al mismo tiempo él estaba "arraigado en el terreno" del Antiguo Testamento, como Harnack lo describe. Por lo tanto él no podía romper con ello completamente. Marción, por otra parte, aunque totalmente admirador de Pablo, quería llevar las cosas más adelante, fuera de la casa a mitad de camino hacia la completa libertad e independencia del yugo del judaísmo y su iracundo dios [10]. Por el bien de la novedad del cristianismo, "su naturaleza inequívoca" y su poder, Marción deseaba dar el "paso decisivo" de separar al Evangelio del Antiguo Testamento. Pero la Iglesia, tanto entonces como ahora, se vio rodeada de "pseudo-apóstoles judaísticos" que estaban determinados a conservarlo y retenerlo como parte de su "sagrada escritura". [10. Harnack cree que Pablo hubiera considerado a Marción y lo habría visto como "su propio auténtico discípulo" en muchos aspectos, pero absolutamente habría "rechazado con horror" su concepto de los Dos Dioses y su rechazo completo del Antiguo Testamento]. «Si uno reflexiona cuidadosa y detenidamente con Pablo y Marción acerca del contraste entre "la justicia que es por la fe" y "la justicia que es por las obras", y se persuade también de la insuficiencia de los medios por los cuales Pablo pensaba que podría mantener el reconocimiento canónico del Antiguo Testamento, el pensamiento coherente no será capaz de tolerar la validez del Antiguo Testamento como documentos canónicos en la Iglesia cristiana» [Ibid, p. 133]. Así dice Harnack en el capítulo final de su libro, y él tiene razón. El "pensamiento coherente" sólo puede llegar a la conclusión que Marción llegó: que el evangelio, con su mensaje de amor y misericordia enseñado por Cristo, es y debe ser considerado como una cosa completamente separada del Antiguo Testamento. Harnack añade: "Si Marción hubiera reaparecido en la época de los hugonotes y Cromwell, él habría encontrado una vez más al belicoso dios de Israel que él detestaba, justo en el centro mismo de la cristiandad". Y del mismo modo ocurre hoy, con los sionistas cristianos aplaudiendo cada agresión israelí en Oriente Medio, sólo que con una importante diferencia: Con una agenda "del Nilo al Éufrates" estipulada en el libro del Génesis, y en un mundo con un Estado judío armado nuclearmente, y con grupos de presión tipo AIPAC extendiéndose prácticamente por cada país occidental, el problema ha
alcanzado realmente proporciones de crisis, no sólo para los cristianos sino para todos los pueblos en el planeta. Antes ofrecí una crítica del análisis de Ehrman de "lo que podría haber sido" si la Iglesia marcionita hubiera prevalecido, llegando a la conclusión de que con toda probabilidad el Estado de Israel de nuestros días nunca habría nacido. Uno puede por supuesto llevar la conjetura más adelante: sin el establecimiento del Estado de Israel no hubiera habido ninguna Nakba, ninguna masacre de Deir Yassin, ninguna guerra de 1967, ninguna guerra de 1973, y ningún lobby pro-Israel en Estados Unidos hoy. Sin el lobby pro-Israel, las guerras en Iraq habrían sido probablemente evitadas. El medio millón de niños iraquíes, cuyas muertes la judía Madeleine Albright señaló que "valían la pena", bien podrían estar vivos todavía. Los palestinos tendrían un Estado propio, y no estarían por lo tanto sometidos a tener sus casas destruídas con bulldozers o destruídas por bombas, y posiblemente no habría ningún bloqueo de Gaza, ningún punto de control en la Cisjordania o madres dando a luz en ellos, y ninguna muralla de apartheid. Los palestinos que fueron muertos en la primera Intifada, en la segunda Intifada, aquellos que perecieron en diversos ataques con misiles israelíes en Gaza, incluída la Operación Plomo Fundido, o bien todavía estarían vivos hoy o posiblemente habrían muerto por causas naturales. ¿A quién más se le podría haber evitado el daño además de los palestinos e iraquíes? Sin un Estado de Israel ¿hubiera sido posible alguna vez un ataque del 11-S? Y sin el 11-S miles de estadounidenses, afganos, británicos, paquistaníes, libios y gente de otras nacionalidades ¿hubieran muerto en las guerras en curso en que han estado luchando desde entonces? Además, sin Israel y, por extensión, sin un lobby pro-Israel, ¿tendríamos a líderes presionando incluso ahora para llevarnos a nuevas guerras? Éstas son preguntas que legítimamente deberían ser preguntadas. Además, ¿tenía razón Jesús al decir que es posible juzgar a un árbol de acuerdo al fruto que produce?, y de ser así, ¿tenía razón Marción al concentrar la atención en esta declaración y hacer con ella lo que él hizo? Ésta, también, es una pregunta legítima. "La tradición herética de Marción está inundando el mundo entero". Así se lamentaba el antiguo escritor Tertuliano aproximadamente a principios del siglo III. Pero quizá por fin es el momento para que el cristianismo dé a Marción lo que es debido: finalmente llegar a reconocer que Jesús era en efecto algo completamente "nuevo", que sus enseñanzas eran una "antítesis", si usted prefiere, un abandono completo, total y absoluto del Antiguo Testamento, y que al separar a los dos [dioses o Testamentos] Marción bien puede haber tenido la idea correcta.–