Vol. XII No. 25 • 2012 julio-diciembre ISSN 0124 - 4620
Revista Colombiana de
FILOSOFÍA DE LACIENCIA
PROGRAMA DE FILOSOFÍA
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Philosopher’s Index Red de revistas cientícas de América Latina y el Caribe, España y Portugual (RedA LyC)
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©Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia ISSN: 04-460 Volumen XII No. 5 0 julio-diciembre Editor Edgar Eslava, Universidad El Bosque Editor asistente Alejandro Farieta, Universidad El Bosque Comité editorial William Duica, Universidad Nacional de Colombia.Laura Gómez,
Universidad del Valle.Camilo Ordóñez, Flor Emilce Cely,Universidad El Bosque Comité cientíco José Luis Villaveces, Universidad Nacional de Colombia. Eugenio Andrade, Universidad Nacional de Colombia. Raael Alemañ, Universidad Miguel Hernández, España. Nicolas Rescher, Universidad de Pittsburg, EU. Eduardo Flichmann, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Alredo Marcos, Universidad de Valladolid, España Fundador Carlos Eduardo Maldonado, Universidad El Bosque Solicitud de canje Universidad El Bosque, Biblioteca – Canje, Bogotá - Cundinamarca -
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[email protected] Taria postal reducida No. 0-80, 4-7 la Red Postal de Colombia. Vence 3 de diciembre de 0 UNIV ERSIDAD EL BOSQ UE Rector Carlos Felipe Escobar Roa, MS, MD Vicerrector Académico Miguel Ruíz Rubiano, MEd.,MD Vicerrector Administrativo Raael Sá nchez París, MBA, MD Directora del Departamento de Humanidades Ana Isabel Mendieta Directora del Programa de Filosoía Flor Emilce Cely Corrección de estilo Martha Moreno Concepto, diseño, diagramación y cubierta Centro de Diseño y Comunicación;
Facultad de Diseño, Imagen y Comunicación; Universidad El Bosque. Impresión Editorial Kimpres Ltda.
Contenido Algunas refexiones de Paul Karl Feyerabend en torno a los supuestos metaísicos del principio de complementariedad de Bohr: un aporte a la cuestión ciencia-metaísica eresa Gargiulo
7
Sobre el discurso tecnológico de la modernidad Germán Carvajal
37
Realismo pitagórico y realismo ca ntoriano en la ísica cuántica no relativista Raael Andrés Alemañ Berenguer
61
Los problemas de la losoía kripkeana: la crítica a la autoidenticación de los objetos Juan José Colomina Almiñana Vicente Raga Rosaleny
83
La experimentación y su rol epistémico en la ecología: el caso de la ecología del paisaje Federico di Pasquo Guillermo Folguera
99
Indicaciones para los autores
121
Instructions or authors
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A lgunAs reflexiones de PAul K Arl feyerAbend en torno A los suPuestos metAfísiCos del PrinCiPio de ComPlementAriedAd de bohr: un APorte A lA Cuestión CienCiA-metAfísiCA 1 ome refleCtions of Pof Aul metAPhy-: ssiCAl PresuPositions K Arl feyerAbend on therrinCiPle bohr ’s ComPlementAriety A Contribution to the question sCienCe-metAPhysiCs
eresa Gargiulo
r esumen Paul Feyerabend revela los supuestos metaísicos implícitos en el principio de complementariedad de Niels Bohr. Advierte la necesidad de examina r racionalmente estos supuesto s para evitar que estos degeneren en dogmas que imposibiliten el progreso de la teoría cuántica. El a rtículo tiene como obj eto mostrar cómo, a partir de la crítica y aná lisis de estos supuestos ontológicos, este lósoo comienza a bosquejar su pluralismo teórico, el cual, en ú ltima instancia, constituye un modelo de ciencia don de la reexión metaísica no solo tiene un importante papel precientíco, sino que es en ella misma donde se resuelve el cursoladeciencia la actividad cientíca. Creemos que pluralismo epistemológico, lejos de destruir y promover el irracionalismo queelhabitualmente se le atribuye, nos señala una posible y auténtica solución al problema de la relación ciencia-metaísica. Palabras clave: Feyerabend, metaísica, relación ciencia-metaísica, principio de comple-
mentariedad, Niels Bohr
A bstrACt Paul Feyerabend reveals the metaphysical assumptions implicit in the principle o complementarity o Niels Bohr. He notes the need to examine rationally these assumptions in order to prevent them rom degenerating into dogmas that obstruct the progress o quantum theory. Te objective o the article is showing how rom the criticism o the ontological assumptions o the principle o complementarity our philosopher begins to drat his theoretical pluralism a nd, in denitively, a model o science where metaphysical reection not only plays an important pre-scientic role, but is in itsel where resolves the scientic activity. We think that epistemologist pluralism, ar rom destroy the course scienceoand promote the irrationalism which habitually adjudge itsel, indicate us a possible and authentic solution to the science-metaphysics relationship problem. Keywords: Feyerabend, metaphysics, science-metaphysics relationship, principle o
complementarity, Niels Bohr
Recibido: de marzo de 0. Aceptado: 8 de agosto de 0. Universidad Nacional de Cuyo; Mendoza – Argentina; CONICE. Correo electrónico: gargiulo mteresa@ yahoo.com.ar.
Gargiulo, eresa
1. introduCCión No es ácil enunciar de un modo claro y sintético el principio de complementariedad. Ni el mismo Bohr parece haber orecido tal denición. Feyerabend advierte que una de las razonas de “la persistencia de la e en la complementariedad, a despecho de todas las objeciones decisivas, es debida a la vaguedad 3
de las armaciones undamentales de este principio” (96, 93). El principio en cuestión se reere esencialmente a la descripción de los enómenos cuánticos. A la hora de explicar el comportamiento del mundo subatómico bajo determinadas circunstancias experimentales parece ser necesario recurrir tanto al modelo corpuscular como al modelo ondulatorio. En el ámbito de la ísica clásica, uno y otro modelo son descripciones que se presentan como mutuamente excluyentes. Se trata de dos imágenes clásicamente incompatibles que no pueden utilizarse de manera simultánea pues mientras un corpúsculo es una partícula pequeña en extensión con una localización exacta en el espacio y una velocidad bien denida, una onda se encuentra extendida en el espacio a una velocidad incierta. La imagen corpuscular y la imagen ondulatoria presentan determinados atributos que aparecen como contrapuestos dentro de un esquema interpretativo clásico. Para superar esta dicultad, Bohr sostiene que estas imágenes no son más que “idealizaciones” o “abstracciones” limitadas y parciales del dominio microísico. De ahí que para ser aplicadas correctamente en el nuevo dominio experimental sea necesario restringir su campo de aplicación mediante ciertas condiciones suplementarias. En primer lugar, toda experiencia ísica, las condiciones experimentales o los resultados de las observaciones deben ser descritos en términos clásicos puesto que son las únicas nociones que disponemos. Además, los aparatos de medición de los que nos valemos son macroscópicos. En segundo lugar, las imágenes de onda y corpúsculo solo pueden ser aplicadas a los enómenos microísicos de un modo meramente instrumental. No son más que herramientas cuya unción es proporcionar predicciones del comportamiento corpuscular. Ellas no intentan describir la naturaleza de los enómenos sino explicar y predecir única y exclusivamente el comportamiento de los mismos bajo determinadas circunstancias experimentales ([96] 98 n. 6, 3-; [958] 98, 3; 958, 90- y 96). 3 Intentaremos exponer brevemente el principio de complementariedad, no en la ormulación original de Bohr, sino tal como Paul Feyerabend accedió a su comprensión. Dejaremos para posteriores estudios la cuestión de si su concepción es el o no al pensa miento del ísico. Incluso las citas explícitas de N. Bohr serán interpretadas a la luz de los a rtículos de Feyerabend.
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Algunas refexiones de Paul Karl Feyerabend . . .
Finalmente, los conceptos o imágenes de onda y corpúsculo no se aplican al enómeno subatómico en sí sino a la entera disposición experimental, la cual incluye el enómeno, el instrumento de medición y las circunstancias particulares en las que se realiza la experimentación ([968] 98, 90). O, siendo aún más exactos, deberíamos decir que Bohr entiende por enómeno las observaciones obtenidas por el aparato de medición en circunstancias especícas, incluida una explicación completa de todo el experimento (958, 93-4).deDe aquí, entonces, la necesidad de destacar el carácter relacional de los estados descripción, es decir, de restringir la aplicación de todo resultado, observación o conjunto de conceptos a un dominio experimental determinado ([96] 98, 37). al es la unidad de este “bloque indivisible” que un mismo enómeno, sometido a distintas condiciones experimentales, arrojará resultados distintos. Bohr considera que aún cuando los conceptos clásicos de corpúsculo y de onda sean opuestos, corresponden a dos posibles comportamientos del mismo sistema cuántico, lo cual da srcen a su principio de complementariedad. Este postula que los modelos corpuscular y ondulatorio son complementarios, necesarios para elaborar un esquema que explique el comportamiento de los enómenos subatómicos. Estos no solo permiten sintetizar y unicar los enómenos subatómicos de un modo económico sino, y sobre todo, establecer estos enómenos experimentalmente (958, 8; [96] 98, 36 y 33). El modelo corpuscular permite explicar ciertos hechos del enómeno subatómico, mientras que el ondulatorio se reere a los hechos altantes. Ambos modelos proporcionan una descripción completa del dominio cuántico. Los datos obtenidos en estas nuevas situaciones experimentales no pueden recogerse en una única imagen o modelo. En su obra El cuanto y la vida (965), el ísico escribe: Debemos estar preparados, arma, rente al hecho de que datos obtenidos mediante dispositivos experimentales mutuamente excluyentes (como aquellos que se emplean para determinar posición e impulso) pueden mostrar contrastes hasta ahora no observados, e incluso aparecer contradictorios a primera vista. Es precisamente en esta un situación en sucientemente la que se recurre amplio a la noción de complementariedad, para elaborar esquema que proporcione la explicación de las regularidades undamentales que no pueden ser incluidas en una descripción única (Bohr ctd. en Agazzi, 978, 3-).
El principio de complementariedad de Bohr es un dispositivo que intenta orecer una imagen consistente y exhaustiva del comportamiento de los sistemas microísicos (Feyerabend, 958, 75). Sostiene la mutua conciliabilidad de los conceptos clásicos en el universo de los microobjetos. Describe el [9]
Gargiulo, eresa
modo en el cual los conceptos clásicos aparecen dentro del esquema predictivo de la mecánica cuántica (958, 94). En el ámbito cuántico pasan a ser dos imágenes, complementarias la una con la otra; dos imágenes características de la mecánica cuántica elemental y de toda teoría utura del nivel microscópico. Pues bien, el lósoo vienés demuestra que Bohr para dar uerza y credibilidad a sus ideas ísicas las incorpora dentro de un sistema losóco (ontológico). En esta misma dirección se ha encaminado también —según él— lo que conocemos como la “interpretación de Copenhague”, la cual no es más que una gran variedad de interpretaciones, incluso antagónicas, que intentan imponer su credo losóco a los descubrimientos ísicos. Heisenberg y von Weizsaecker, por ejemplo, presentan sus hallazgos dentro de una metaísica kantiana y Roseneld lo hace en el marco de un materialismo dialéctico. Bohr, por su parte, critica estas perspectivas por no adecuarse a su propio punto de vista ([96] 98, 33). Feyerabend asegura que el principio de complementariedad de Niels Bohr se basa eectivamente en premisas empíricas, a saber: en las leyes de conservación, en la existencia de la acción del cuanto, en su carácter corpuscular y ondulatorio; pero ante todo se unda en premisas que no son empíricas ni matemáticas y que propiamente ser designadas comodemetaísicas (958, 75; [96] 98, 34-5). Así,deben por ejemplo, la elección una metodología inductivista por parte de Bohr, el carácter instrumental que concede a las imágenes de onda y corpúsculo como modelos que permiten explicar de manera alternativa el comportamiento corpuscular, su insistencia en la imposibilidad de acceder a ormas perceptivas e instrumentos distintos a los de la ísica clásica, revelan a nuestro epistemólogo la presencia de supuestos metaísicos en el interior del quehacer cientíco del ísico. odo esto lo lleva a armar que la validez del principio de complementariedad depende completamente de la validez de dichas premisas losócas: In his analysis o physical conceptions, Bohr is guided by two philosophical ideas which are so simple and at the same time so general that physicists either
the validity tend to regard them as obvious, or overlook altogether. Yet ideas o Bohr’s approach completely depends upon thethem validity o these two (958, 8).
Feyerabend explica que, desde una concepción positivista, muchos ísicos ignoran o rechazan explícitamente el carácter especulativo o metaísico del principio de complementariedad y postulan, en consecuencia, su validez absoluta y denitiva (957, 356). Un caso ilustrativo es Roseneld, quien asegura que apelar a preconcepciones metaísicas para undar la validez de este prin[0] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 7-36
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cipio ísico sería un procedimiento no cientíco ([96] 98, 36). Frente a ello, el lósoo devela los supuestos metaísicos implícitos en el principio de complementariedad, mostrando así la incoherencia del positivismo postulado por Roseneld y otros seguidores de Bohr. al principio, argumenta, no se sostendría sin un bagaje losóco especíco: For as is well known it has been attempted, both by Bohr, and by some other members o the Copenhagen circle, to give greater credibility to these ideas by incorporating them into a whole philosophical (ontological) system that comprises physics, biology, psychology, sociology and perhaps even ethics. Now the attempt to relate physical ideas to a more general background and the correlated attempt to make them intuitively plausible is by no means to be underestimated. Quite the contrary, it is to be welcomed that these physicists undertook the arduous task to adapt also more general philosophical notions to two physical ideas which have some very radical implications. However, the philosophical backing o physical ideas that emerged rom these more general investigations has led to a situation that is by no means desirable. It has led to the belie in the uniqueness and the absolute validity o both o Bohr’s assumptions. . . . oday this dogmatic philosophical attitude with respect to undamentals seems to be airly widespread ([96] 98, 3-3; 966, 46-7; 958, 80).
En su artículo “Complementarity II”, Mackay sostiene una tesis diametralmente opuesta a la de Feyerabend; arma que la asociación del principio de complementariedad, por ejemplo, a una metaísica positivista, aunque históricamente entendible, es lógicamente accidental y secundaria (Mackay 958, 05). Para sustentar lo anterior, muestra que es contradictorio asignar una recuencia exacta a una onda. La recuencia es denida como el número de recuencias por segundo de una simple unción de onda, la cual se extiende de modo uniorme hacia el innito. Ahora bien, cuanto más corta es la duración de la interrupción de oscilaciones (más precisamente está localizada en el tiempo), más amplio es el rango de recuencias. Por el contrario, cuanto más estrecho es el rango de recuencias de una interrupción de oscilaciones, más larga va a ser su duración. Luego, no podemos denir a la vez la duración o la recuencia exacta de una onda. Se trata de dos imágenes complementarias. Esto es una realidad lógica, no ísica (958, 07-8): un mismo enómeno, en este caso una recuencia de onda, puede ser objeto de dos descripciones exhaustivas, que hacen dierentes aserciones, en términos de conceptos dierentes cuyas precondiciones de uso son mutuamente excluyentes (958, 8). La complementariedad microísica —concluye Mackay— constituye solo un caso particular de complementariedad lógica entre las descripciones de una unción en cuanto a tiempo y recuencia espacial (958, ). []
Gargiulo, eresa
Esta posición de Mackay no es sino una renovada presentación del dogmatismo que pretende combatir Feyerabend. Postular una complementariedad lógica entre dos imágenes opuestas con el n de superar una contradicción lógica (y ontológica) equivale a comprometerse con supuestos metaísicos que evidentemente son desconocidos para Mackay. Para superar la contradicción lógica de atribuir a un mismo enómeno una naturaleza corpuscular y ondulatoria, nos vemos obligados a adjudicarles a estas imágenes un valor meramente instrumental. Mackay adhiere, aunque de un modo implícito e inconsciente y por ende dogmático, a una losoía empirista e instrumentalista, para las cuales explicar un enómeno equivale a incorporarlo dentro de un esquema predictivo exitoso. Este requisito parece cumplirlo, según él, satisactoriamente el principio de complementariedad. Al desconocer los supuestos que validan el principio de complementariedad, Mackay incurre en importantes conusiones. Por ejemplo, cuando ignora el carácter meramente instrumental que Bohr concede a su principio de complementariedad, no alcanza a entender la necesidad del pluralismo teórico que plantea Feyerabend. Mackay arma que este niega el rostro de la realidad cuando se propone presentar teorías alternativas al principio de complementariedad: hacerlo signicaría para él evadir lo que la misma realidad nos muestra (958, 3-4). Ahora bien, lo que le podríamos responderle es que justamente el problema radica en comprender qué es lo que nos está mostrando la realidad. Mackay es un claro ejemplo de la miopía y el deslumbramiento de los ísicos ante las correctas predicciones ineridas del principio de complementariedad, que ciertamente no encontramos en Bohr, ni mucho menos en Feyerabend. Feyerabend rechaza con insistencia el modo acrítico e ingenuo que tienen los ísicos de aceptar una determinada ontología, con la consideración explícita o implícita de que otras alternativas son simplemente contranaturales (958, ; 966, 46-7). Con el propósito de superar estas losoías parásitas, Feyerabend se ocupa, en gran número y variedad de artículos entre los años de 950 y 960, de criticar y examinar de manera detallada los supuestos metaísicos del principio ísico y de considerar teorías ontológicas alternativas. al reexión, acilitaría por una potencial liberación de la actitud dogmática en la que según quedoél,encerrada, ejemplo, la interpretación de Copenhague ([958] 98, ; 958, 86). El epistemólogo insiste una y otra vez, con respecto al problema de la interpretación de la teoría cuántica, en que no habrá progreso hasta que no exista una verdadera discusión losóca en torno a sus supuestos metaísicos. No se avanzará hasta tanto sus argumentos dogmáticos sean remplazados por argumentos realmente dialécticos, hasta que la atención en la sosticada [] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 7-36
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ormulación matemática se dirija hacia los problemas losócos undamentales (968, 309). El pensamiento de nuestro lósoo vienés ha sido objeto de abundantes incomprensiones. De hecho, se conoce, sobre todo, o en el peor de los casos exclusivamente, por sus virulentas e irreverentes denuncias contra la ciencia. Esto lo ha llevado a ser acusado de irracionalista (Watkins en ctd en Preston, Munévar y Lamb, 000, 49) o de ser “el peor enemigo de la ciencia” (Teocharis y Mihalis, 987, 598). Pero se desconoce, en cambio, su verdadero propósito: Feyerabend no lucha contra la ciencia misma, sino contra un modelo restrictivo de ciencia. En su lugar propone una ciencia más humana, es decir, una ciencia donde la especulación metaísica y la actividad cientíca constituyan un único cuerpo de conocimiento, integrado en la entera vida del hombre. Nuestra intención en este artículo es mostrar cómo, a partir de la crítica a los supuestos ontológicos del principio de complementariedad, Feyerabend comienza a bosquejar su pluralismo epistemológico. Aunque en un comienzo lo presenta como un método, termina concibiéndolo, después de 975, como un modelo de ciencia donde la reexión metaísica no solo tiene un importante papel precientíco, que ellaque es siel lagozne alrededor del cual gira la entera actividad cientíca.sino Él destaca reexión metaísica determina el método, los instrumentos, la selección de evidencia, el signicado de los términos, etc. de una teoría, ella no queda limitada a una instancia previa a la actividad cientíca, sino que se constituye en una de las actividades medulares del quehacer cientíco. Contra las creencias de muchos de sus ísicos coetáneos, Feyerabend prueba que las teorías ísicas no son solo determinadas por los hechos sino que la especulación metaísica desempeña en ellas un rol realmente importante. Reuta así la alsa distinción entre ciencia y metaísica, y muestra que esta última es imprescindible para que la ciencia recupere su auténtico valor descriptivo. Para explicar esto estudiaremos, en primer lugar, cómo a partir del análisis y la crítica del primer supuesto del principio de complementariedad, Feyerabend entrevé la necesidad de su pluralismo teórico donde la metaísica se presenta como uente y posibilidad de superar las ormas perceptivas clásicas. En segundo, expondremos que concibe la metaísica como una vía superadora del carácter estrictamente instrumental que posee la teoría cuántica. Este punto exige considerar su discusión con Popper y el caso del movimiento browniano, de tal modo que pueda entreverse la naturaleza de su pluralismo y su estrecho vínculo con el análisis metaísico del principio de complementariedad. Finalmente, y ya a modo de conclusión, oreceremos algunas razones [3]
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por las cuales creemos que Feyerabend en sus últimas obras señala una posible y auténtica solución al problema de la relación ciencia-metaísica.
2. lA metAfísiCA Como fuente y PosibilidAd de suPerAr lAs formAs PerCePtivAs ClásiCAs
Uno de los supuestos sobre los que se unda el principio de complementariedad —según Feyerabend— indica que todo resultado experimental o conocimiento no puede ser sino expresado en los términos de la ísica clásica ([958] 98, -3; 958, 8-). Las categorías propias de la ísica clásica, según Bohr, inuyen de tal modo en nuestros procedimientos experimentales y aún en nuestras “ormas de percepción” que nos resulta cada vez más diícil imaginar una alternativa dierente para explicar los enómenos ísicos. El hombre parecería estar, según él, determinado a aprehender la evidencia tal como lo postula la ísica clásica. Esta imposibilidad de encontrar un nuevo esquema conceptual, señala Feyerabend en “Complementarity” (958), no ha sido demostrada por la misma ísica, sino que se apoya en el hecho de que tal esquema no clásico estaría en conicto con la conciencia positivista de Bohr (958, 80). Los límites de la capacidad humana no se deben ni a la alta de imaginación, ni a las precarias habilidades que les impedirían a los ísicos ir más allá de las ideas clásicas, sino a una decisión metaísica, más o menos consciente, de no ir más allá de lo que es dado en la experiencia (958, 87). Feyerabend ubica la losoía de Bohr dentro un tipo especíco de positivismo. Al respecto, advierte que el ísico se aleja de la concepción positivista habitual según la cual las experiencias sensibles por sí mismas no poseen ninguna propiedad ormal; estas consistirían en simples elementos desorganizados, tales como las sensaciones de color, de tacto, etc. Bohr, en cambio, insiste en que nuestras experiencias están organizadas por las “categorías” o “ormas de percepción” de la ísica clásica y que no pueden existir sin estas ormas. Este carácter insustituible que concede a las nociones clásicas hace que, según Feyerabend, Bohr permanezca dentro de un positivismo, aunque de un orden más elevado (958, 8-). El positivismo postula que solo podemos inventar aquellas teorías que son sugeridas por nuestras observaciones. Ahora bien, nuestras ormas de percepción, nuestros modos de aprehender la experiencia, según el Bohr, son clásicos. No disponemos de otro modelo intuitivo, de otro modo de visualizar la experiencia sino es en los términos propios de la ísica clásica. Luego una imagen no clásica de los enómenos subatómicos sería [4] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 7-36
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—desde esta concepción metaísica— psicológicamente imposible ([96] 98, 30). Según la teoría pragmática, la signicación de un término o una expresión está determinada por su uso ([958] 98, ). El esquema conceptual que se emplea con recuencia para la explicación y predicción de los hechos corresponde al esquema de la ísica clásica. Esta determina nuestro lenguaje, nuestras experimentaciones e incluso nuestras ormas de percepción. Es un esquema conceptual universal donde ningún hecho puede quedar uera de su dominio de aplicación. En consecuencia, la invención de un nuevo aparato conceptual es imposible ([96] 98, 34). Una imagen no clásica sería, además de psicológicamente imposible,lógicamente absurda ([958] 98, 3). En “Hidden Variables and the Argument o Einstein, Podoslky and Rosen”, Feyerabend insiste en que la imposibilidad que ve Bohr en crear imágenes no clásicas es de carácter lógico y no sociológico; aunque esta vez en oposición a la opinión de Heisenberg y von Weizsaecker, quienes arman que introducir conceptos no clásicos sería prácticamente imposible debido a la costumbre de la mayoría de los ísicos contemporáneos de utilizar el lenguaje de la ísica clásica como lenguaje observacional ([96] 98, p.3. nota nº 6). Bohr niega que alguna vez sea posible inventar una teoría universal que trascienda el ámbito clásico. Señala que existen límites en la capacidad humana para crear conceptos distintos a los propios de la ísica clásica y que sería erróneo creer que las dicultades de la teoría atómica podrían ser superadas remplazando eventualmente los conceptos de la ísica clásica por nuevas ormas conceptuales (Feyerabend, 958, 85; [960] 98, ). Es en estas armaciones de Bohr donde Feyerabend entrevé el peligro de que las teorías o principios se constituyan en dogmatismos irreutables. Pero en “Complementarity” (958) constata una apreciable dierencia entre Bohr y la “interpretación de Copenhague”. En esta última, la transición al positivismo es un hecho simplemente dado por supuesto, y se es por completo inconsciente del cambio que supone este contexto losóco. Bohr, en cambio, a pesar de la de acrítica sus escritos que puedenorece llevarnos con argumentos acilidad a interpretar unavaguedad aceptación del positivismo, algunos a avor del mismo. res años más tarde, en su artículo “Proessor Bhom´s philosophy o nature” (960) Feyerabend advierte, gracias a la lectura deCausality and Chance in Modern Physics de Bhom (957), que tales argumentos y justicaciones son insucientes para undamentar la validez de su principio. Son circulares. Dentro del principio de complementariedad no hay hecho o evidencia (que al [5]
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menos desde él pueda concebirse) uera del dominio de su aplicación. odo enómeno será explicado conorme a este, por lo cual, lógicamente, no encontraremos evidencia capaz de cuestionarlo o de sugerir una nueva teoría, pues desde el principio se moldea y organiza de tal modo la evidencia que no existen hechos que sean capaces de reutarlo. Ni la experiencia, ni el ormalismo matemático nos ayudan a elegir entre este y otra teoría empíricamente exitosa. El principio no es más que una([960] posición metaísica solo puededesercomplementariedad deendida por argumentos plausibles 98, 3). que Feyerabend contempla la posibilidad de que el principio de complementariedad sea interpretado como una imagen intuitiva y un principio heurístico que admite la existencia de otras teorías alternativas satisactorias. No obstante, atendiendo a las armaciones explícitas —arriba citadas— de Bohr, se ve orzado a acusar al ísico de caer en un dogmatismo, pues el principio de complementariedad parece ser entendido por su autor como un principio losóco básico cuya absoluta validez lo torna inmune a toda reutación e incapaz de ser remplazado por una teoría superior ([960] 98, -). Más tarde, en 968, en su artículo “Niels Bohr´s World View”, Feyerabend corrige tal acusación. Aquí arma que Bohr era consciente del carácter meramente instrumental del principio deteorías complementariedad. Estabamicromuy dispuesto a admitir la necesidad de nuevas alternativas del nivel ísico que permitieran un entendimiento más proundo del comportamiento microísico ([968] 98, 78-9). Aquí Feyerabend presenta el principio de complementariedad no como un dogmatismo losóco sino más bien como una hipótesis ísica. Es evidente que Bohr tenía algunas razones losócas —provistas por una metaísica materialista— para esperar que esta hipótesis uera verdadera. Pero esta losoía no le impidió explorar otras alternativas. Fue justamente la consideración y reutación de estas alternativas —tal como Feyerabend lo muestra en la sección 5 de este artículo— lo que lo condujo a sus ideas srcinales y lo convenció de la corrección y validez de su perspectiva losóca ([968] 98, 8 y p. 73, nota nº 59). La consideración de otras alternativas libera a Bohr del peligro de convertir el principio de complementariedad en una “inarticulada e losóca” ([968] 98, 8). Sin embargo, aquella primera acusación a Bohr de mantener una actitud dogmática le permitió a Feyerabend entender la necesidad de su prolieración teórica en cuanto que esta permitiría evitar que el quehacer cientíco se viera obstaculizado por la aceptación acrítica de ciertos dogmas metaísicos. En “Complementarity” (958), Feyerabend utiliza la noción de inconmensurabilidad —aunque no el término mismo— para criticar el “conservadurismo [6] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 7-36
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conceptual” del ísico. Allí sostiene que Bohr, en cuanto postula que la conducta de los enómenos cuánticos debe ser expresada necesariamente en los términos propios de la ísica clásica, impide el desarrollo de nuevos términos incompatibles (o inconmensurables) en lo conceptual con los imperantes (958, 8). Al respecto, el epistemólogo demuestra que podrían ser inventados conceptos no clásicos completamente nuevos siempre que existan imágenes abstractas del mundo (metaísicas de otroparticular tipo) quedepueden convertirse en teorías ísicas. Ilustrar esto con unaolectura la historia de la ciencia: asegura que una mitología universal ue remplazada por la ísica aristotélica y a esta última le sucedieron la ísica de Galileo, la de Newton y la de Einstein. En la transición entre estas teorías surgieron términos o nociones que no son meras derivaciones o modicaciones de las nociones que lo preceden. Se trata de categorías del todo nuevas que no guardan ninguna relación lógica con las categorías que las anteceden. Pues bien, los conceptos propios de la ísica clásica también podrían ser remplazados un día por un nuevo esquema conceptual. Después de todo, la distancia que existe entre un esquema conceptual clásico y uno no clásico no es mayor que la distancia que existió entre la concepción ísica de Aristóteles y la de Galileo ([958] 98, 4; [96] 98, 33-5). teorías alternativas Ahora bien, el lósoo no pueden vienés emerger adviertedeque la cerrada estas nuevas atención interpretaciones a los “hechos”,o pues en una teoría siempre existe el peligro de que se seleccionen solo aquellos datos o resultados que la conrman y que a la vez se rechacen todos aquellos que no puedan acomodarse a ella. Una teoría cientíca puede disponer la evidencia empírica de tal modo que su punto de vista quede reorzado y constituirse así en una verdad absoluta con un pobre contenido empírico que modela a su antojo. La teoría se torna un círculo vicioso, herméticamente cerrado, donde la realidad no puede mostrar otra cosa que lo que ella quiera hacerle decir ([965] 98, 07-8). Se sigue entonces que necesitamos una uente no observacional para las interpretaciones. al uente es provista por la especulación (metaísica) —asegura Feyerabend— ([958] 98, 3). La metaísica nos provee de la libertad necesaria para crear nuevos conceptos inconmensurables, los cuales develarían, en este caso, que el carácter absoluto y denitivo concedido al principio de complementariedad no ha sido más que un dogmatismo que ha entorpecido el progreso de las teorías microscópicas. En “Linguistic Arguments and Scientic Method”, explica que solo mediante la invención y consideración de teorías alternativas que contradicen al menos alguno de los principios del punto de vista aceptado será posible obtener nuevos hechos, y así aumentar el contenido empírico de la ciencia. Mientras que la prolieración teórica satis[7]
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ace esta exigencia del empirismo, un conservadurismo conceptual conduce a un estancamiento del progreso de la ciencia y a una consecuente crisis de los ideales del positivismo ([969] 98, 57). Por medio de una reducción al absurdo, el epistemólogo ataca el conservadurismo conceptual supuesto en el principio de complementariedad y muestra que este es incompatible con la doctrina positivista adoptada por el ísico. La mecánica cuántica no es una teoría en el sentido clásico. Se trata más bien, tal como reconoce Bohr, de una herramienta que permite predecir el comportamiento de los enómenos cuánticos pero es incapaz de describir aspectos esenciales de dichos enómenos y, por ende, de incrementar el contenido de la ísica, requisito esencial del empirismo (958, 9-). Ronald Laymon en su artículo “Brownian Motion, and the Hiddenness o Reuting Facts” acusa paradójicamente a Feyerabend de positivista en cuanto que el único criterio que orece para elegir entre teorías alternativas es el aumento de contenido empírico, ideal propio del positivismo. I this is Feyerabend’s position then it is not incompatible with the positivism that he attacks since his position (on this interpretation) reduces to the trivial advice to pick the theory that explains the most (977, 9).
Nélida Gentile ormula un razonamiento análogo en su artículo “El camino de Feyerabend: crítica, prolieración y realismo” donde propone que los ideales del positivismo parecen animar tanto el realismo conjetural como el pluralismo metodológico de Feyerabend (007, 0). Probablemente la conusión de Laymon y Gentile se debe a desconocer uno de los recursos habituales que emplea Feyerabend para mostrar la inconsistencia de la tesis que ataca, es decir, el uso de los razonamientos por reducción al absurdo. Eric Oberheim y Paul Hoyningen subrayan la dicultad que existe para poder determinar en un argumento los elementos con los cuales Feyerabend se compromete justamente por el uso de tal recurso (000, 369). Nuestro lósoo asume el ideal del positivismo, a saber, el aumento de contenido de la ciencia, pero no porque esté comprometido con él, sino para realizar una crítica inmanente al positivismo de Bohr que podríamos sintetizar del siguiente modo: no se puede sostener un positivismo y, al mismo tiempo, el principio de aumento de contenido. Si queremos que la ciencia progrese, en lugar del positivismo, debemos asumir un pluralismo metodológico. Si queremos alcanzar los objetivos propios del positivismo (aumento de contenido), entonces Bohr debería estar dispuesto a abandonar su conservadurismo [8] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 7-36
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conceptual y a revalorizar la metaísica como uente y posibilidad de concretar un pluralismo teórico.
3. lA metAfísiCA Como víA suPerAdorA del CAráCter instrumentAl de lA teoríA CuántiCA
Otro de los supuestos metaísico que anima al principio de complementariedad es aquel que indica que los conceptos de la ísica clásica cuando se aplican al ámbito subatómico poseen un valor estrictamente instrumental. Bohr enatiza en que su principio de complementariedad carece de todo valor descriptivo y no congura un nuevo proyecto conceptual (Feyerabend, 968, 77-8). Por el contrario, este constituye solo un sistema axiomático, una ormalización matemática que aún no ha sido interpretada. Las imágenes antagónicas de “onda” y “partícula” pierden en la teoría cuántica algunas de sus propiedades intuitivas esenciales, como son su velocidad bien determinada o su exacta localización en el espacio. Pierden, en denitiva, su contenido descriptivo, su signicación ísica para convertirse en meros símbolos o herramientas que nos permiten predecir el comportamiento de los microobjetos. En su artículo “Niels Bohr´s World View”, Feyerabend analiza in extenso este aspecto. Muestra que en eecto la teoría cuántica tal como es postulada por el principio de complementariedad no orece una descripción de los enómenos cuánticos, simplemente predice con relativa exactitud su comportamiento. El método usado, por ejemplo, para la determinación de un estado estacionario es de una naturaleza ormal; nos da números pero no nos permite decir qué proceso particular objetivo es responsable de la aparición de estos números (968, 78). En “Hidden Variables and the Argument o Einstein, Podolsky and Rosen”, presenta la paradoja que implica este supuesto. A saber, quizás ninguna otra teoría en la historia de la ísica haya dispuesto a su avor el inmenso caudal de material observacional y operaciones matemáticas, como lo ha hecho la ísica cuántica. No obstante, aún permanece conusa la verdadera entidad y naturaleza de su objeto ([96] 98, 34). Aún cuando el principio de complementariedad se apoye en observaciones, experimentaciones y un ormalismo matemático, no podemos estar seguros de si estamos tratando con situaciones imaginarias o con enómenos reales. Lo único que podemos llegar a determinar es en qué medida los enómenos cuánticos no son una onda y en qué medida no son un corpúsculo. En pocas palabras, no sabemos de qué estamos hablando o con qué objetos estamos tratando. Estamos obligados, por ende, a [9]
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mantener siempre en mente la aplicación restringida de la ísica cuántica y por ende a abstenernos en ella de toda inerencia ontológica ([968] 98, 78), o de toda pretensión realista (958, 9; [960] 98, 0-). La “generalización racional de la mecánica clásica” no admite una interpretación realista de ninguno de sus términos: ni de aquellos propios de la ísica clásica ni de aquellos que han sido introducidos con el propósito explícito de aplicar los primeros. Esto no deber ser entendido, según Bohr, como una maniobra losóca que ha sido intencionadamente superpuesta sobre la teoría cuántica. Más bien, es una exigencia que se presenta desde el srcen de dicha 4. teoría ([96] 98, 3, nota nº 6) En oposición a Schrödinger, Bohr sostiene que las leyes de la ísica cuántica no pueden ser consideradas reglas o nociones que describen las características universales de un mundo dierente al de la ísica clásica. La ísica cuántica no es más que una ormalización matemática con gran éxito predictivo y capaz de establecer cierto orden en la constante acumulación de material empírico. No orece una comprensión teórica de los enómenos cuánticos y en cuanto tal no constituye propiamente una teoría ([968] 98, 77). El principio de complementariedad es incapaz de proveer a la ísica cuántica una reerencia ontológica pues su objetivo no es la construcción de una nueva teoría ísica acerca del mundo que existe independientemente de las mediciones y observaciones. Por el contrario, este se limita a orecer una maquinaria lógica o un conjunto de relaciones ormales que, utilizando partes de la ísica clásica, permite inerir predicciones correctas ([960] 98, 0-). La ormalidad matemática por sí misma no siempre reeja de manera adecuada la naturaleza de los enómenos ísicos. Bohr destaca las abstracciones extremas que deben ser hechas en la electrodinámica cuántica para describir los observables, enatizando así la distancia que existe entre el ormalismo y los hechos que se intentan representar ([968] 98, 75-76). Bohr entiende su principio como un esquema predictivo. Pero, para Feyerabend, de esto no se sigue que abandone o rechace de una vez para siempre el ideal de una explicación realista, es decir, la posibilidad de que la teoría cuántica sea subsumida en una teoría general cuyos conceptos sean aplicables de orma universal (958, 88). El ísico teme que la ormalización matemática pueda oscurecer el núcleo de los problemas ísicos de la teoría cuántica, y está 4 Aquí Feyerabend objeta que la teoría cuántica ue creada por Schrödinger , quien la interpretaba desde una óptica realista. Es decir, históricamente, esta teoría nació en el marco de una metaísica del todo opuesta a la perspectiva de Niels Bohr y de sus discípulos. La escuela de Copenhague nunca produjo una teoría, solo interpretó la mecánica de Schrödinger desde una perspect iva positivista.
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absolutamente convencido de que esta ormalización matemática debería estar precedida por una completa explicación ísica (968, 3). Don Howard sostiene que Bohr no deja de conceder un sustrato real a los enómenos cuánticos, aunque destaca que no puede describirlos como una “realidad independiente”. El objeto observado y el aparato de medición constituyen un par indisoluble tal que no pueden ser distinguidos como realidades separadas. El énasis lo pone en la palara “independiente” y no en la palabra “realidad”. Luego Bohr no sostiene el antirealismo que a menudo se le atribuye (Howard 004, 67). Evidentemente Howard, aunque acierta al destacar la inevitable interacción y unidad entre los objetos y los instrumentos de medición señalada por Bohr, desconoce la oposición del ísico a otorgar un contenido real a los resultados de estas agencias de observación. Estas nos permiten, según él, predecir el comportamiento de los enómenos pero nada nos dicen acerca de la naturaleza de sus resultados; no sabemos con qué estamos tratando. En denitiva, no podemos adjudicar un realismo eectivo al principio de complementariedad sino más bien tendencial o hipotético en cuanto que, según Bohr, podría algún día ser objeto de una interpretación realista. Este escepticismo respecto al contenido ontológico de su principio de complementariedad revela la preocupación metaísica de Bohr. La conciencia de las limitaciones de su propio modelo atómico pone de maniesto la naturaleza metaísica de su lectura. Según Feyerabend, la crítica de Bohr es epistemológica, no ísica en el sentido tradicional de la palabra. Bohr supera la actitud propia de un ísico-matemático que se contenta con lo ormalmente satisactorio y ecuaciones ácticamente adecuadas. Posee la actitud propia de un lósoo que mira más allá del éxito y descubre la necesidad de un sentido de la perspectiva, aun en vista de las conrmaciones más sorprendentes. El mismo estilo de los artículos de Bohr maniesta, según el epistemólogo, este sentido de la perspectiva. En ellos aborda los problemas ísicos dentro de un marco histórico: presenta los estudios precedentes sobre el tema, el estado actual del conocimiento y sugiere el posible curso de las investigaciones uturas. Convierte en objeto de sus críticas losócas el éxito predictivo de las teorías sorprendiendo así a los ísicos entusiasmados ([968] 98, 7-4). Para el ísico, todas las teorías cientícas, junto con sus problemas técnicos, están siempre relacionadas con perspectivas losócas. Sin ellas, asegura, no se podría resolver sus problemas ni podríamos tener una mínima idea de lo que estos signican o hacia donde nos conducen ([968] 98, 7). []
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Este método de investigación de Bohr es evidentemente imitado por Feyerabend en su posterior crítica a los supuestos metaísicos del principio de complementariedad. Si a la hora de comprender o resolver el más mínimo problema empírico o técnico es necesario recurrir a la perspectiva losóca que unda su signicado y existencia, luego el sentido e incluso validez del principio de complementariedad dependerán también de los supuestos metaísicos que lo sustentan. A esta última tarea se abocó nuestro epistemólogo por estos años. En resumen, Bohr reconoce que su principio de complementariedad no orece ningún modelo descriptivo de la realidad sino un puro sistema axiomático que nos permite predecir el comportamiento de los enómenos cuánticos. Por ende, es consciente de la necesidad de elaborar teorías que precedan absolutamente la ormulación matemática y que sean capaces de acilitarnos un entendimiento más proundo de la naturaleza de los microprocesos (968, 3). No obstante, subraya también —animado por un conservadurismo conceptual— que tales teorías serán ormuladas necesariamente en los términos propios de la ísica clásica ([968] 98, 78-9). Feyerabend adhiere a la interpretación de Bohr, pero su novedad radica en que presenta la metaísica comoteórico. la vía por cual la ísica cuántica un verdadero undamento Lalametaísica, según él, es podría la únicaadquirir uente de nuevas teorías o descripciones hipotéticas acerca de la estructura y naturaleza del mundo ísico. Y por tanto solo ella es capaz de conceder a la estructura ormal de la teoría cuántica una interpretación que le conera una reerencia ísica. No es la experimentación empírica la que orecerá teorías alternativas a la ísica clásica. Estas podrían ser suministradas exclusivamente por la metaísica. Solo en la medida en que dispongamos de “imágenes abstractas del mundo (metaísicas o de otro tipo)” (958, 86), podremos obtener un esquema conceptual distinto al que nos sugiere la experiencia y así superar los dogmatismos a los que nos puede conducir la sola lectura y consideración de la experiencia acilitada por la ísica clásica. En este sentido, el epistemólogo se opone y supera la exigencia del ísico según la cual las nuevas teorías del dominio atómico deberían corresponder con las ormas de percepción propias de la ísica clásica. En su artículo “Complementarity”, muestra que este conservadurismo conceptual conduce a un estancamiento del progreso cientíco. Si respetamos la exigencia de Bohr, la ísica clásica incidiría de tal modo en nuestras percepciones, en nuestras ideas, en nuestro lenguaje, en nuestros métodos, en nuestros modos de seleccionar y disponer la evidencia que naturalmente llegaría un punto en que la experiencia se tornaría incapaz de sugerir nuevas teorías (958, 85-6). La ísica [] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 7-36
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clásica se constituiría en dogma y esto implicaría el n de la ciencia como una empresa racional. La aplicación del ideal positivista conduce a un estancamiento de la ciencia. Para evitarlo, Feyerabend propone un pluralismo teórico, un procedimiento realista que alienta el progreso cientíco en todas las direcciones racionales posibles. Solamente la invención de un nuevo conjunto de ideas las cuales audazmente se opongan a las apariencias y creencias comunes y las cuales intenten explicar a ambas de un modo proundo, podría luego conducirnos a un progreso adicional y permitir una argumentación racional. Esto muestra la conexión cercana que existe entre lo que ha sido llamado el ideal clásico o realismo por un lado, y el progreso cientíco por el otro (958, 03-4).
Para Feyerabend, la eliminación de la misma doctrina inductivista y el regreso al modo clásico de explicación permitiría nuevos progresos en la ciencia (958, 9), y en este caso, acilitaría una interpretación ontológica de la teoría cuántica. Por modelo clásico de explicación, Feyerabend entiende un ideal de conocimiento estrechamente conectado al realismo. Este exige la vericación de dosencondiciones. En explicar primer lugar, la teoría debe yserexhaustivo empíricamente adecuada; este caso, debe de modo completo todos los comportamientos cuánticos que se abordan mediante la imagen corpuscular y la ondulatoria. En segundo lugar, la teoría debe ser universal, es decir, debe ser de tal orma que nos permita decir qué es la luz y no describir simplemente cómo la luz aparece bajo diversas condiciones (958, 78, 80). Quizás sea necesario reiterar que Bohr no se opone al ideal clásico de explicación; es más, está en verdad preocupado por el desarrollo de un nuevo modelo de explicación por el cual podamos entender la naturaleza de los enómenos microscópicos (958, 80). No es este el blanco de la crítica de Feyerabend sino el hecho de haber impuesto las categorías propias de la ísica clásica como límite inranqueable a la hora de crear nuevas teorías. En este punto, tal como se maniesta en el artículo “Proessor Bhom´s Philosophy o Nature”, la postura de Feyerabend encuentra una mayor anidad con Bhom, que sugiere elaborar un aparato conceptual nuevo por completo, el cual ya no haría uso de las ideas clásicas. Este esquema en su srcen sería “extraísico” en cuanto no sería susceptible de ser comprobado por los métodos disponibles hasta ese momento. La misma historia de la investigación cientíca, según Bhom, está llena de ejemplos que muestran lo ructíero que es aceptar que ciertos objetos y elementos podrían ser reales, mucho antes que [3]
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cualquier procedimiento conocido pueda observarlos directamente ([960] 5 98, 5; 96, 365) . Feyerabend, en su artículo “Realism and Instrumentalism: Comments on the Logic o Factual Support”, muestra ser consciente de las dicultades e inconsistencias que crecen alrededor del intento de acceder a una interpretación realista de la mecánica cuántica. Expone, por ejemplo, las inconsistencias que se derivan de Broglie y Schrödinger quienes intentaron desarrollar una teoría completamente nueva para describir la naturaleza y el comportamiento de los sistemas cuánticos. Ellos rechazaron la hipótesis de los estados indenidos de descripción señalando que esta simplemente es consecuencia del carácter incompleto de la teoría cuántica postulada por Bohr, sobre todo del carácter estadístico de su teoría. En su lugar, propusieron que las entidades microísicas tienen un estado bien denido. Feyerabend muestra que tal interpretación realista, aparte de no tener ningún hecho experimental que la sostenga, hasta aquel entonces era inconsistente con observaciones y leyes ísicas bien conrmadas. El epistemólogo vienés nos advierte que no se trata solo de estar a avor de una interpretación realista de la mecánica cuántica. El instrumentalismo o el realismo de la teoría cuántica no es unaNos posición losóca que pueda ser tida mediante argumentos generales. previene de la ingenuidad de discullevar a cabo el siguiente razonamiento: el instrumentalismo de la teoría cuántica es un resultado del positivismo; el positivismo es also; luego debemos interpretar la teoría cuántica de un modo realista. El razonamiento es conuso: por interpretar las ecuaciones matemáticas o los resultados estadísticos de un modo realista no por ello estos adquieren inmediatamente una implicancia ontológica. al interpretación solo sería un prejuicio losóco, un dogmatismo. El razonamiento, además, no solo sería conuso sino también irrelevante porque con él no se avanzaría un solo paso hacia la resolución del problema de la interpretación de la ísica cuántica ([964] 98, 93). Estos argumentos epistemológicos no reutan, ni tocan en absoluto argumentos desarrollados por los ísicos. Crean o contribuyen a “una muylos indeseable escisión entre la ísica y la losoía” ([964] 98, 85). Mientras los ísicos apelan a su avor innumerables y ructíeros experimentos, los lósoos realistas desarrollan argumentos abstractos que en absoluto reutan el mérito de aquellos (98, 4). 5 ambién el método de Einstein, según Feyerabend, está mucho más preparado que la interpretación de Copenhague para inventar visiones extremas y hacer de hechos aislados el punto de partida de una nueva visión del mundo (966, 46).
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Ni uno ni otro invalidan el punto de vista que cuestionan. Se trata de dos cosmovisiones inconmensurables sin ningún puente de diálogo o comunicación. La discusión entre los ísicos y los lósoos retrocede sin llegar a ningún lado. Frente a esto, Feyerabend arma que es imperativo evitar los círculos viciosos de este tipo y atacar el instrumentalismo donde este parece ser más uerte, es decir, reutar los resultados ácticos especícos que lo conrman ([964] 98, 86). Es necesario desarrollar una teoría con tal grado de detalle que pueda a la vez orecer una explicación alternativa de todos los experimentos cuánticos desarrollados hasta ahora y mostrar que los resultados experimentales obtenidos no son estrictamente válidos. No solo es necesario elaborar una nueva teoría de los enómenos cuánticos con implicancias ontológicas, sino también demostrar que la misma es experimentalmente tan valiosa como la teoría que ha sido usada hasta el presente. En este sentido, Feyerabend señala a Einstein como un verdadero ejemplo del realismo cientíco que produce descubrimientos y contribuye con el desarrollo de la ciencia. Einstein inició interesantes desarrollos teóricos y además supo proporcionar delicados experimentos que claricaban conceptos básicos de la teoría cuántica (98, 4). Diseñó experimentos cruciales que reorzaban una interpretación realista de la ísica cuántica y reutaban el núcleo de la visión instrumentalista. Esta es una ormidable tarea que, según el vienés, no ha sido aún reconocía por los campeones puramente losócos del realismo en microísica ([964] 98, 93-4). Hasta que esta nueva teoría pueda ser construida acabadamente, según él, estaríamos obligados a adoptar rente a la mecánica cuántica un instrumentalismo, es decir, estaríamos obligados a reconocer que solo disponemos de un esquema predictivo de los enómenos cuánticos. Los estados indenidos de descripción, la naturaleza dual (ondulatoria y corpuscular) de los enómenos cuánticos, las leyes de intererencia, y la validez individual de las leyes de conservación son, hasta el momento, la única explicación satisactoria que aboga a avor del carácter instrumental de la teoría cuántica. El problema radica lo quea lala teoría cuántica realmente es; por y atendiendo a esto,que Feyerabendenasiente conciencia realista de Bohr la cual advierte lo único que poseemos hasta el momento es una mera ormalización matemática ([964] 98, 95-6). Con lo explicado hasta aquí, podemos entender la crítica que Feyerabend dirige a Popper en su artículo “Niels Bohr´s World View” (968). Popper, en la primera página de su ensayo “res visiones del conocimiento”, observa que en el estado presente de la ciencia no parece posible evitar el carácter ormal [5]
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de la teoría cuántica; y en esto coincide con la opinión de Bohr. No obstante, advierte Feyerabend, su maestro parece no tener en cuenta tal observación cuando elabora y propone su interpretación metaísica de la propensión y continúa creyendo en la corrección de esta microlosoía ([968] 98, 79-80). Popper da por sentada, sin ningún debate adicional, la posibilidad de hacer inerencias ontológicas a partir de los resultados estadísticos en los que se expresan los comportamientos cuánticos. Ante la constatación de que la ísica clásica no nos orece un cuadro de la realidad sino un mero aparato de predicción de los microobjetos y al quedar rechazado el programa de Faraday-Einstein-Schrödinger, Popper se propone elaborar una interpretación realista de la probabilidad. Su intención es solventar la alta de una interpretación ísica de la teoría cuántica con la proposición de otro programa, el que designa programa metaísico de la interpretación de la propensión. Lo concibe como un “programa de investigación” en cuanto incorpora una idea general de lo que habría de ser una solución satisactoria de los problemas. Y “metaísico” porque orece una visión general de la estructura del mundo y de la situación de la cosmología ísica. Según esta imagen, todas las propiedades ísicas del mundo no son más que propensiones, posibilidades o potencialidades. El cambio no es más que la actualización o realización de estas potencialidades. Una vez que estas se han actualizados se crea una nueva situación que da lugar a un nuevo conjunto de potencialidades. Obtenemos así un cuadro del mundo que es a la vez dualístico y monístico. Es dualístico en cuanto las potencialidades son potencialidades solo relativas a sus posibles realizaciones o actualizaciones; es monístico porque las realizaciones o actualizaciones no solo determinan las potencialidades, sino que debe decirse que son potencialidades ellas mismas. (Pero quizá lo podríamos evitar diciendo que son “nada más” que potencialidades). De este modo, Popper describe el comportamiento de los cuantos como propensiones hacia el cambio. Aunque estas propensiones no establecen en general los cambios uturos, sí pueden determinar, al menos, las distribuciones de probabilidad (Popper, 98, 59-60). Popper establece que la teoría cuántica es en esencia estadística o probabilística y a partir de allí elabora su programa de interpretación del mundo con la pretensión de que sea universalmente válido. Pero Feyerabend señala que este es uno de los puntos en discusión, a saber, si la teoría cuántica es puramente estadística o las probabilidades que arrojan las estadísticas obedecen a leyes en sí mismas no estadísticas. Popper no contempla esta segunda alternativa ([968] 98, 6-). [6] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 7-36
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El blanco de la crítica de Feyerabend estriba en mostrar que, aún dando por supuesto que se trata de una teoría estadística, podemos inerir que esta unciona pero no podemos esbozar ninguna inerencia acerca de las propiedades individuales de los enómenos, eventos o proceso cuánticos. Lo único que nos muestra son los valores esperados que estos elementos tienen bajo ciertas condiciones bien denidas. Respecto a los experimentos subatómicos, existen menosque dos descubramos alternativas: () elementosexperimentales; poseen sus valores bien denidosal antes las los condiciones () los elementos no poseen sus valores antes de descubrir las condiciones relevantes, sino que son transormadas por las condiciones (por la medición) en un estado que contiene estos valores de una manera bien denida. A pesar del gran éxito empírico de la interpretación estadística, esta no nos provee de ningún elemento —arma Feyerabend— para decidir entre () y (). Las estadísticas de muertes no nos permiten esbozar ninguna conclusión respecto al modo en que estas han ocurrido, ni nos permiten inerir si los seres humanos son o no entidades cuyos rasgos son independientes de la observación ([968] 98, 86-7). No obstante, Popper en un acto de “ingenuidad inantil” ([968] 98, 94, n. 00) —escribe Feyerabend— establece un modo de valor bien a priori, denido sin justicación en oposiciónalguna, a todasque lasuna pruebas partícula existentes elemental a avor posee del carácter relacional de las magnitudes dinámicas, pues los elementos que son objeto de las predicciones estadísticas deben tener prácticamente todas las propiedades de una partícula clásica. Para Popper, las propiedades dinámicas deben ser denidas con una precisión mucho mayor a las incertidumbres de Heisenberg. Ahora, esto solo es posible si suponemos que las mediciones no introducen nuevas condiciones. Popper también da por aceptada tal suposición. odo esto lleva a Feyerabend a juzgar como inválido y denitivamente also el programa de interpretación de Popper ([968] 98, 87-8). Este constituye un claro ejemplo de las ingenuas pretensiones realistas que describimos más arriba. Feyerabend hace notar, además, en una nota que introduce en 980 en el artículo “Niels Bohr´s World View” que la teoría de la propensión ue introducida por Bohr mucho antes que Popper empezara a pensar en ella ([968] 98, 94, nota nº 00). Aún más, arma que es mucho más rico el principio de complementariedad que la teoría de la propensión de Popper pues esta última simplemente dice que las probabilidades cambian una vez que modican las condiciones. La complementariedad nos permite ver cómo las propensiones pueden ser incorporadas dentro de la teoría cuántica, y nos inorma qué propiedades están relacionadas con determinadas disposiciones experimen[7]
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tales y cómo estas se modican en resencia de uerzas o de otros procesos compatibles con las condiciones de su aplicación ([968] 98, 90). Feyerabend está lejos de simplicar ingenuamente la tarea de lograr una interpretación realista de la mecánica cuántica, tal como ya hemos explicado. Atendiendo a las dicultades y obstáculos que aquella presenta, parece haber ido gestando su pluralismo teórico como un modo que permite remover y superar tales problemas. Este permite obtener nueva evidencia que de otro modo sería imposible disponer, así como mostrar las dicultades y anomalías de las teorías imperantes. El caso de las predicciones del comportamiento estadístico del movimiento browniano parece ser un ejemplo paradigmático al que se reere insistentemente Feyerabend para mostrar la necesidad y ecacia de su pluralismo teórico. En su artículo “Problems o Empiricism” (965), asegura que hubiera sido imposible descubrir de una manera directa la inconsistencia entre el comportamiento de la partícula browniana y la segunda ley de la termodinámica clásica. Arma que para ello sería necesario, en primer lugar, medir el movimiento exacto de la partícula para determinar el cambio de energía cinética más la energía gastada en superar la resistencia del uido; y, en segundo lugar,determinar medir conque precisión la temperatura y el aquí calor está transerido al entorno para cualquier pérdida ocurrida compensada por el aumento de energía de la partícula en movimiento y el trabajo hecho contra el uido. ales mediciones están más allá de las posibilidades experimentales de la teoría termodinámica clásica. No es posible hacer mediciones precisas del calor transerido, ni trazar el camino transcurrido por la partícula con la precisión deseada. De aquí que sea imposible una reutación “directa” de la segunda ley considerando solamente la teoría enomenológica y el “hecho” del movimiento browniano. Se requiere disponer de una nueva explicación alternativa del calor que sea capaz de acilitar las técnicas de medición necesarias y así poner en evidencia los hechos que cuestionan la teoría termodinámica clásica (965, 75-6; 96/989, 39). Esta necesidad es conrmada por los mismos hechos históricos. En la segunda mitad del siglo XIX Rudol Clausius, James Clerk Maxwell y Ludwig Boltzmann elaboraron la teoría cinética de los gases aplicando las leyes de la mecánica y del cálculo probabilístico al comportamiento de las moléculas individuales. Cincuenta años más tarde, Einstein hizo uso de ella para calcular las propiedades estadísticas del movimiento de la partícula browniana. Jean Perrin conrmó experimentalmente las predicciones de Einstein mostrando que las partículas son bombardeadas de manera continua por el movimiento
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de las moléculas en el uido. Las moléculas de un gas son inuidas por la uerza de atracción de las otras moléculas. Este experimento constituyó un verdadero contraejemplo para la segunda ley de la termodinámica, según la cual, en un estado de equilibrio térmico el calor no puede transormarse completamente en trabajo; si no se realiza trabajo, es imposible transerir calor desde una región de temperatura más baja a una región de temperatura más alta. La experimentación de Perrin solo ue posible una vez se desarrolló la teoría cinética de los gases. Esto conrma que solo es posible obtener nueva evidencia empírica, capaz de reutar una teoría rmemente arraigada, si se proponen y desarrollan nuevas teorías alternativas. Una teoría alternativa no solo provee nuevas observaciones, o nuevos métodos o técnicas de medición, sino que incluso puede inormar de signicado y sentido a observaciones ya disponibles, tornándolas así capaces de cuestionar la validez de una teoría vigente. Daniel Sirtres y Eric Oberheim en su artículo “Einstein, Entropy and Anomalies” (006) advierten que las observaciones de las partículas brownianas estaban disponibles mucho antes que Maxwell y Boltzmann desarrollaran la teoría cinética en 866. Sin embargo, sin las predicciones cuantitativas que luego hizo Einstein basándose en la teoría cinéticaimplicarían de los gases,reutación estas observaciones carecerían de signicado no alguna a lasimplemente termodinámica clásica (006, 50). y La lectura que hace Feyerabend de este caso paradigmático de la historia de la ciencia ha sido objeto de abundante crítica y discusión. Nos detenemos en esta discusión para mostrar con un poco más de detalle la ecacia del pluralismo teórico que Feyerabend elaboro justamente atendiendo a los problemas que presentaba la ísica cuántica. Ronald Laymon en su artículo “Brownian Motion, and the Hiddenness o Reuting Facts” (977) argumenta contra Feyerabend que ue posible reconocer el movimiento browniano como algo anómalo, como una contrainstancia de la segunda ley de la termodinámica clásica, incluso sin la ayuda de una teoría alternativa. Laymon basa su tesis en los experimentos de variación concomitante deenGouy en base las armaciones de Poincaré. Segúnque Laymon, Gouy concluyó 988 ycon en los experimentos realizados la partícula B viola la segunda ley de la termodinámica. La misma conclusión ue compartida por Poincaré, antes que se publicara el artículo de Einstein y se realizaran los experimentos de Perrin (977, 36-8). Fue el método de las variaciones concomitantes de Gouy en cuanto que muestra que los actores externos no son causantes de las uctuaciones de temperatura en el uido, y no una nueva teoría sobre el calor, lo que mostró las dicultades que representaba el movi-
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miento browniano para la segunda ley de la termodinámica. En consecuencia, la deensa de la prolieración teórica que consiste en mostrar que los hechos anómalos no están disponibles en la ausencia de teorías alternativas no se sostiene (977, 40). Ninguna teoría alternativa es o ha sido históricamente necesaria para justicar las descripciones del movimiento browniano que “directamente” reutan la termodinámica clásica (977, 55). George Couvalis, en su artículo “Feyerabend and Laymon on Brownian Motion” (988), reuta esta crítica que Laymon dirige contra Feyerabend. Couvalis corrige a Laymon, quien asegura que Poincaré en 904 concluyó que la segunda ley de la termodinámica ha sido denitivamente violada. Luego de citar el texto en el que Laymon pretende apoyar dicha armación, Couvalis destaca que en tal pasaje Poincaré sostiene que los experimentos llevados a cabo mediante el uso de las variaciones concomitantes suministraron algunos motivos para sospechar de la segunda ley de la termodinámica. Estos motivos se limitan a señalar lo siguiente: si el movimiento browniano no toma prestado nada de las uentes externas de energía, luego el principio de Carnot (la segunda ley) es violado. Pero en ningún momento Poincaré se compromete o da por resuelto que la ley ha sido eectivamente violada. Por el contrario, Couvalis destaca que cuando consideramos la situación de la ísica en el tiempo que Poincaré escribió su artículo, advertimos su poco interés por comprometerse con la visión de que la segunda ley de la termodinámica había sido reutada. En pocas palabras, Poincaré en dicho artículo se limita a presentar la necesidad de realizar experimentos adicionales para determinar si el principio de Carnot había sido violado o no (988, 46-7). Couvalis asegura que las meras dicultades o anomalías —por ejemplo, las que ponen de maniesto las variaciones concomitantes de Gouy— no pueden invalidar un principio o teoría. Arma que si aplicáramos este criterio de manera amplia, rechazaríamos automáticamente muchas hipótesis que al ser comprobadas después han signicado importantes progresos cientícos (988, 48). Además, los resultados de las variaciones concomitantes de Gouy no necesariamente implicaban la reutación de la segunda ley de la termodinámica. Estostermodinámica podrían haber clásica. sido objeto de unaexplica explicación coherente de la misma Couvalis que “El métododentro de las variaciones concomitantes podría no haber sido utilizado por sí mismo para reutar la Segunda Ley porque la uente del movimiento browniano podría haber sido resultado de la acción de una uente de energía desconocida” (988, 48). La evidencia que aportan los resultados de las variaciones concomitantes solo podía tener un sentido y valor reutador en el marco de una nueva teoría. Luego la segunda ley de la termodinámica solo podía ser reutada por las
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predicciones de una teoría rival, tal como la versión de la teoría cinética de Einstein (988, 48-40). Daniel Sirtres y Eric Oberheim, en el ensayo arriba citado, despejan aún más la discusión al advertir que Gouy era un atomista erviente; hecho que parece ser desconocido tanto para Laymon como para Couvalis. Gouy compartió las creencias del paradigma atomista y solo por esto le ue posible llegar a la conclusión de que el movimiento browniano reuta la concepción clásica de la segunda ley de la termodinámica. Su conanza en las creencias atomistas le permitió excluir todas las otras posibles explicaciones de las que podían ser objeto los resultados de sus experimentos y reconocer en ellos el potencial reutador de la segunda ley que contenían. Luego, es imposible juzgar los méritos de nuestras teorías sin contrastarlas con teorías alternativas (006, 53). Hasta aquí, queda expuesto cómo la gestación del pluralismo teórico responde a la atenta observación que hizo Feyerabend de la práctica cientíca real, sobre todo en estos años, de las investigaciones en torno a la ísica cuántica (Feyerabend, 995, 35).
4. ConClusión Feyerabend descubre en la discusión sobre el principio de complementariedad la presencia e incidencia de los supuestos metaísicos en la práctica cientíca. En este caso hemos visto cómo el principio de complementariedad exige reconocer la imposibilidad de acceder a ormas perceptivas distintas a las de la ísica clásica, y adjudica un valor instrumental a las imágenes complementarias. Ahora bien, una vez develada la continuidad existente entre losoía y ciencia, entre estos supuestos losócos y la práctica cientíca del ísico, entonces la cuestión que se presenta por resolver es otra: ¿cómo debe participar la metaísica en la ciencia de tal modo que no impida el progreso de la ciencia sino que, por el contrario, lo ecunde? A esteteórico. interrogante, tal como hemos visto, Feyerabend responde con su pluralismo El pluralismo teórico que srcinalmente Feyerabend presenta como un método deviene luego de 965 en un nuevo modelo de ciencia y racionalidad. En sus primeros artículos, el lósoo vienés presenta su pluralismo como una metodología que debe regir todos los desarrollos cientícos. Pero a partir de este año —tal como él mismo conesa— descubre la pobreza y la ingenuidad de toda losoía normativa de la ciencia en cuanto que mutila o diluye en un par [3]
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de normas o requisitos metodológicos las vastas posibilidades del movimiento cientíco ([978] 98, 36-7; 995, 35). A partir de entonces, desiste de su intento por elaborar una epistemología normativa de la ciencia. Feyerabend trasciende la discusión acerca de la relación que cada teoría establece con su método tal como es planteada en el marco de una epistemología normativa y en el de una epistemología descriptiva de la ciencia. Sus críticas y denuncias no tienen como objeto el método en cuanto tal sino la misma noción de ciencia. La cuestión que se le presenta por resolver no es cuál es el método más ecaz o el que emplea habitualmente el cientíco sino qué es ciencia. Denuncia la losoía de la ciencia —tal como se desarrolló a lo largo del siglo XX— en cuanto que ha sido incapaz de orecernos una clara noción de ciencia. Pues si el método es lo que dene a la ciencia en cuanto tal, y vemos que existe una pluralidad de métodos, estamos obligados a admitir que existe una innidad de modos de entender la ciencia. Nos acercamos así al verdadero sentido de su pluralismo, el cual ue madurando en las sucesivas publicaciones de su ratado contra el método. A la hora de denir qué es ciencia, Feyerabend muestra histórica y metodológicamente la invalidez del criterio de demarcación. En su pluralismo teórico no presenta revisiónno metaísica una supraciencia, ni una inraciencia. La reexiónlalosóca ocupa encomo su propuesta un período precientíco, ni consiste en un análisis lógico posterior al conocimiento cientíco. La Metaísica, entendida como especulación racional, atraviesa la entera actividad cientíca. Es ella, en todo su rigor, lo que imprime en una teoría el carácter de ciencia. En el mismo momento en que la ciencia pretende conocer y explicar lo real, es metaísica. Para este lósoo no puede haber ciencia sin metaísica. La ciencia por sus mismas exigencias cognoscitivas es metaísica. Ciencia y metaísica se identican; ambas se embarcan en un único proyecto conceptual. Ambas se unden en un rico repertorio de acciones, percepciones y pensamientos. La reexión racional y las habilidades observacionales conorman un único arte u ocio (999, 46). De este modo, Feyerabend supera toda dicotomía ciencia-losoía para integrarlas, en un sentido estricto, en un único cuerpo de conocimiento. Feyerabend no presenta la metaísica como una disciplina autónoma respecto a la ciencia, cuyos límites puedan ser perectamente delimitados. La entiende como la cosmovisión que atraviesa el quehacer cientíco y que conorma una unidad con él. Dicha cosmovisión se concretiza en principios no de una naturaleza concreta y metodológica sino conceptual y ontológica. Se trata de principios intrínsecos a toda teoría cientíca. Aún más, son el elemento especíco que las constituye como tales ([960] 98, 4). Feyerabend hablará
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de teorías cientícas en la medida en que estas se constituyan en auténticas “orma de mirar el mundo” o la naturaleza (96/989, 40 y 7). En cambio, cuando los modelos cientícos no orezcan una comprensión teórica de la realidad o del objeto que estudian —como en el caso de del principio de complementariedad de Bohr—, dirá que no pueden ser considerados propiamente como teorías ([968] 98, p 77). Atendiendo a una distinción que hace Dilworth, podemos decir que, para Feyerabend, estos principios no constituyen la base o el undamento de la ciencia sino el núcleo o gozne alrededor del cual gira la entera actividad cientíca (006, 4, 54 y 6). Es decir, los principios ontológicos no son verdades generales, evidentes por sí mismas, que se comportan en el cuerpo cientíco como la base a partir de la cual puedan ser ormalmente deducidas las demás verdades empíricas particulares. Estos principios no son meras tesis o sentencias generales acerca de la naturaleza de la realidad, sino que conorman un paradigma conceptual que determina el modo particular de llevar adelante una actividad epistemológica, y de este modo, constituyen el núcleo de la ciencia. En “Límites de la ciencia: explicación, reducción y empirismo” ([96] 989), artículo medular de su obra de la década de 960 por su gran valor sintético, Feyerabend prueba que la ontología inorma y organiza la teoría cientíca no solo evidenciando en ella una visión de la realidad sino también determinando la explicación de los hechos observacionales, deniendo la manera de seleccionar y disponer la evidencia, estableciendo un método, delimitando la signicación de los términos teóricos y observacionales, de los principios, leyes e instrumentos de medición ([96] 989, 77-8). De este modo, la ontología dene en cuanto tal el quehacer cientíco. Feyerabend revaloriza la reexión metaísica desde el interior de la misma ciencia. En Provocaciones losócas escribe que “una ciencia sin metaísica no podría dar ruto” (99 [003], 60). Si concebimos la investigación cientíca como una disciplina independiente de la metaísica, aquella devendrá en una empresa estéril. Con su habitual uso de los razonamientos por reducción al absurdo, el vienés demuestra que el saber positivo —tal como lo concibe el positivismo debevalor asumir la reexión queque la ciencia recuperelógico— su auténtico descriptivo y nolosóca degeneresienquiere dogmas entorpezcan el progreso cientíco. La metaísica permite que los modelos predictivos se traduzcan en verdaderas vías de acceso a la comprensión y entendimiento de lo real. La discusión metaísica en torno a los supuestos de las teorías cientícas tiene una central importancia para que aquellos no devengan en dogmas que pueden estar paralizando nuestra posibilidad de comprender la realidad. Mediante el problema de la inconmensurabilidad,
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Feyerabend demuestra que el progreso cientíco no depende de los datos observacionales, ni de las relaciones lógicas entre las teorías, sino, y sobre todo, de la especulación metaísica. Además, la metaísica contribuye a aumentar el caudal de conocimiento. Feyerabend señala la paradójica situación en la cual el ideal de aumento de contenido propio del positivismo lógico es asequible únicamente mediante la metaísica que pretenden expulsar. El pluralismo teórico hace de la metaísica una auténtico espacio —intrínseco a la misma ciencia— donde se lleva a cabo una reexión crítica acerca de cada uno de los supuestos y alcances de las teorías cientícas, o en este caso, del principio de complementariedad. Feyerabend ha mostrado que todo problema cientíco es en denitiva un problema metaísico. Ha mostrado que la misma discusión en torno a la interpretación de la ísica cuántica, entre positivismo y realismo, entre instrumentalismo y realismo, no es “un asunto áctico que podemos decidir señalando determinadas cosas actualmente existentes, procedimientos, ormas de lenguaje, etc., este es un asunto entre dierentes ideales de conocimiento” ([958] 98, 33-4). Se trata de dos hipótesis metaísicas que deben ser sometidas a una discusión.
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sobre el disCurso teCnológiCo de lA modernidAd on the modernity ’s teChnologiCAl sPeeCh1 Germán Carvajal
r esumen Este escrito es un ensayo para comprender el concepto de tecnología no en el sentido tradicional relativo al instrumento, sino en el sentid o de un t ipo de discurso a part ir del cual se organiza y legitima un determinado campo técnico. El ensayo comienza examinando brevemente las tendencias en los discursos sobre la tecnología para evidenciar su proclividad a identicarla con el campo instrumental. Esta tendencia se denominará “tecnología imaginaria”. Posteriormente, el texto se remite a los orígenes griegos antiguos del término para obtener allí unas notas objetivas del concepto que permitirán interpretarlo como discurso sobre la técnica. En la siguiente sección se muestra que estas notas siguen vigentes en los discursos modernos sobre la técnica, en relación tanto con la ciencia como con las técnicas industriales. Esta signicación nueva del término se denominará “tecnología real”. Finalmente, el texto concluye con una explicación de cómo pasó el término tec nología srcinal antiguo a no mbrar el campo instrumental, vía del hiato técnico de la Revolución industrial. Palabras clave: técnica, Grecia antigua, imaginario, rea l, Revolución industrial, losoía de tecnología, la tecnología.
A bstrACt Tis essay aims to interpret the concept o technology in a way dierent rom the traditional one in which the term is related to the instrumental eld. In this case I want to interpret the term as ma king reerence to a k ind o discourse upon which a given technical eld is both organized and legitimized. Tis paper start s by analyzing briey some speech on technology to point out their tendency to identiy it with the instrumental camp; this tendency shall be nominated as “imaginary technology”. Next, the paper shall go back to the ancient Greek srcins to get some criteria that allow to interpret the concept as a discourse. Tis interpretation shall prove, in the third section, to be possible or our contemporary times, in the modern speech on technique, either related to science or industrial processes. Tis new meaning o the term shall be nominated as “real technology”. Finally the text is closed by constructing a n explanation concerning the shit o the srcinal Greek meaning rom discourse to the modern meaning related to the instrumental eld. Keywords: technology, technique, Ancient Greek, imaginary, real, industrial revolu-
tion, Philosophy o echnology
Recibido: 6 de noviembre de 0. Aceptado: 8 de agosto de 0. Universidad Pedagógica Nacional. Correo electrónico: gecarvajal@ped agogica.edu.co.
Carvajal, Germán
1. introduCCión El concepto contemporáneo de tecnología está hoy consensualmente cooptado por la denición extensiva, implícita o explícita, según la cual el término tecnología remite al campo compuesto por la serie ciencia, técnica, instrumento, industria. Las discrepancias, en medio del consenso, son mínimas; se dan, en tornoKarl a la Mitcham pertinencia(989) del elemento ciencia. Así, haceesun poco por másejemplo, de dos décadas, armó que la tecnología una modicación de la técnica, vía de la ciencia y, además, ligada undamentalmente a la industria. Quince años más tarde, Quintanilla (005) sostuvo la misma denición, pero esta ha sido cuestionada, al menos, por Acevedo (998), quien se pronunció para determinar por lo menos un criterio que hace de la ciencia algo inconmensurable con la tecnología. Este criterio de Acevedo enraíza, eso sí, el concepto de tecnología en la industria, y consiste en que mientras la ciencia rerenda sus resultados vía el documento escrito (el artículo especializado), la tecnología lo hace vía las patentes. Para Acevedo, la serie es entonces: instrumento, técnica, investigación industrial. Se ha introducido otro tipo de elementos en la serie, por ejemplo, el componente sociológico de la organización (Orlikowski, 99), en cuanto que la organización es aectada por el desarrollo instrumental, pero estos elementos nuevos no inciden sustancialmente en la denición dominante. Por otro lado, la reexión losóca en torno a la tecnología presupone como punto de partida esta misma concepción de tecnología. Hronszky (998) hizo una síntesis retrospectiva de la losoía de la tecnología en Alemania, desde el siglo XIX, y en este recorrido puede advertirse que el concepto de tecnología implícito en las preocupaciones losócas no es muy distinto de la serie enunciada más arriba: instrumento, técnica, industria, ciencia. Más recientemente, un estado de arte sobre losoía de la tecnología de Vega (009) trasluce el consenso según el cual la tecnología es un ámbito ligado esencialmente a los arteactos, entendidos como objetos uncionales, tangibles, producto del articio humano; es decir, instrumentos. El rótulo “losoía de la tecnología” maniesta unadesarrollado serie de cuestiones instrumento: su ontología, el conocimiento en unciónsobre de suelcreación, así como el análisis de enunciados normativos alrededor de su uso. Podemos decir entonces que la citada denición extensiva, reerida al comienzo, expresa la concepción dominante hoy de lo que es tecnología. Esta denición tiene su correlato en los enunciados del habla ordinaria donde tecnología es principalmente un sustantivo que remite a algo que se transere (la transerencia de tecnología), que tiene niveles (alta tecnología o tecnología [38] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 37-60
Sobre el discurso tecnológico de la modernidad
de punta), que se usa (el uso de tecnología), que se desarrolla (el desarrollo de la tecnología). Aquello sustantivo de lo cual se pueden predicar la transerencia, el nivel, el uso o el desarrollo, es o bien el instrumento, o bien el saber que permite diseñar, construir y usar el instrumento. Ahora bien, el instrumento es primordialmente un cuerpo, una entidad ísica, con complejidad diversa, que ejecuta unciones en el desarrollo de determinados procesos. Esta entidad ísica es producto de lael habilidad humana, de sus de diseño y construcción, es decir, instrumento es un tipo de capacidades arteacto y, por tanto, resultado de la técnica; destrezas humanas y unciones instrumentales constituyen el vasto campo de la técnica, el instrumento es inversión de conocimiento técnico; el instrumento no es —como el cuerpo humano— un cuerpo diestro, es un cuerpo uncional yuxtapuesto al cuerpo humano. La yuxtaposición es tan constante y abrumadora que, por lo menos en la sociedad contemporánea, los individuos tienden a volverse de manera permanente operadores de instrumentos, sobre todo de máquinas, lo cual parece haber dado srcen a la urgencia de una “educación tecnológica” del individuo. Dado lo anterior, este escrito pretende desarrollar la siguiente proposición: la concepción dominante de tecnología es imaginaria, y se encuentra apegada undamentalmente al cuerpo instrumento. Esta concepción en una identicación subrepticia entredeltecnología y técnica, en la cual lareposa tecnología se concibe como una especie de técnica. Esta equivalencia (tecnología = técnica) implica la orclusión, es decir, la negación de la idea real de tecnología (ligada al discurso) a avor del exacerbado desarrollo instrumental como pretendido pivote central del desarrollo social.
2. el ConCePto griego de tekhnología Para empezar, es justo recordar que el concepto de tecnología es de srcen griego antiguo y que, en ese contexto histórico, solo tangencialmente estaba ligado al instrumento. La concepción actual nos lleva a incurrir en anacronismos como el de reerirnos a la “tecnología griega antigua” (por ejemplo, en los artículos de la compilación de Olesson, 008), al denominar los instrumentos que se diseñaron y abricaron en la Grecia antigua. Este anacronismo implica la inadvertencia de que, para los griegos antiguos, el concepto que permitía pensar el diseño y abricación de sus instrumentos no era tekhnología, sino tekhnè. El vocablo tekhnè era traducido al latín por ars, palabra cuya declinación ablativa, arte, compone nuestro sustantivo castellano (arte), que puede ser equivalente a técnica. Esto indica que con ese anacronismo queremos [39]
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identicar la técnica griega, en tanto tenga que ver con instrumentos, o sea, con nuestra “tecnología”. La Grecia antigua no hizo tecnología porque abricara instrumentos (que por supuesto los abricó), sino porque pensó la técnica . Pensar la técnica, tanto entonces como hoy, se puede hacer de dos maneras: primera, haciendo que el poder ordenador del pensamiento permee el ámbito de los procedimientos para organizar un determinado campo técnico. Esto es lo que los griegos, después de Platón, denominaron como tekhnología. El concepto antiguo de tecnología es un concepto posplatónico, no aparece en el corpus platónico, pero sí aparece en el corpus de Aristóteles (por ejemplo, en las primeras líneas de la Retórica .; 9, 0, ) y en autores posteriores al Estagirita, por lo menos hasta el siglo I d. de C., por ejemplo, en Plutarco (De Garrulitate, 54a), Longino (De Sublimitate, .; .), Epicteto (Dissertationes ,9; 7, 8,9) y Cicerón (Epistulae ad Atticum.4.6.3). La segunda orma de pensar la técnica consiste en objetivar el ejercicio mismo de la técnica en general para obtener las notas undamentales de su idea. Este segundo ejercicio, iniciado con Platón, los griegos lo circunscribieron a la losoía. Llamaré “real” al concepto griego tecnologíadelporque, a dierencia del contemporáneo, no se liga a laantiguo unidaddeimaginaria instrumento, sino que enuncia un principio o idea que, bajo diversas condiciones, retorna en las sociedades. Este principio consiste en que toda técnica se organiza como campo de procedimiento en unción de unos principios no técnicos sino discursivos. Nuestro concepto imaginario de tecnología, asociado al instrumento, brota en una coyuntura histórica más o menos ubicable en la primera mitad del siglo XIX, en el apogeo de la llamada Revolución industrial. Por su parte, el concepto griego antiguo se puede ubicar aproximadamente a partir del siglo II a. de C. en Atenas. La idea griega de tecnología se compone en esencia de tres coordenadas: de un lado, las prácticas y saberes (tekhnè) de una ocupación cualquiera (v.gr escultura, arquitectura, etc., pasando por el teatro ycicio la composición de organiza discursos,esas hasta la propia política.); otro) consistente; lado, el ejerintelectual que prácticas en un tratadode(logos y, nalmente, el documento escrito en el que el tratado se divulga a un público interesado. Entre estas tres coordenadas, la segunda unge como término medio entre las otras dos; las vincula en una unidad por la cual un saber no ligado inicialmente a la theoría sino a la poiesis o la praxis adquiere consistencia como campo técnico vía el ejercicio del discurso (logos), el cual determina y distribuye los principios que organizan los componentes del campo técnico. [40] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 37-60
Sobre el discurso tecnológico de la modernidad
3. lA teCnologíA Como disCurso La idea griega antigua de tecnología, lejos de ser hoy día el vago recuerdo de un pasado es, por el contrario, el lecho sustantivo, aunque innominado donde se desarrolla la técnica contemporánea y, en realidad, toda técnica. Retomemos las coordenadas constitutivas de la idea griega del concepto tecnología: tenemos habilidades y saberes, el pensamiento esas nos prácticas como unlas campo consistente y la escritura. De estosque tresorganiza elementos, interesa, sobre todo, el segundo por ser el vínculo de los otros dos: tecnología como un ejercicio intelectual de organización de un campo técnico. ¿Qué puede signicar, y sobre todo contemporáneamente, el ejercicio intelectual de organización de un campo técnico? Este principio rige todavía el desarrollo de la técnica pese a que ya no se lo mencione con su nombre srcinal, tecnología. El nombre ue usurpado literalmente, como lo mostraré luego, por la intelectualidad dieciochesca y decimonónica germánica y rancesa, entusiasmada con el ascenso de la industria manuacturera e industrial, para mencionar con él un rubro técnico particular, el desarrollo instrumental. Pero el hecho de que el principio antiguo, innominado hoy, continúe vigente maniesta su carácter real; y su continuación indica que toda técnica implica una tecnología, es decir, una trama discursiva que la organiza como campo de actividad. Una técnica cualquiera es un procedimiento para controlar la realidad, pero el control de la sustancia de la realidad, cualquiera que sea, siempre se inscribe en un propósito. En otras palabras, solo porque hay propósitos se desarrollan técnicas y hay necesidad de intervenir de modo controlado en la sustancia de la realidad. Por tanto, toda técnica presupone un propósito más allá de ella misma. Una técnica sin propósito es solo un gasto de energía idiota, “idiosin-crático”. Eectivamente, el ensimismamiento autista prueba que con él decaen las técnicas, pues este implica no tener propósitos en el mundo. Un propósito cualquiera, que demande un ejercicio técnico de intervención en la sustancia de la realidad, implica además un reconocimiento intersubjetivo que ha permitido tener esa noción de realidad. Entonces, toda técnica supone una red ydeesta relaciones con laes sustancia del mundo como con los otros sujetos; red de tanto relaciones tan poderosa que suprimirla voluntariamente implica incluso el desarrollo de una técnica de ensimismamiento, como la del yogui que intenta alcanzar la perección en el nirvana para eliminar todo vínculo con el mundo, llegando por vía técnica a lo que el autista llega por simple condición subjetiva. Matar, por ejemplo, un animal, despellejarlo y cortar su carne son propósitos en el mundo, pero no son propósitos técnicos; técnicas son las maneras [4]
Carvajal, Germán
(estrategias, habilidades ísicas e intelectuales, así como instrumentos) que los hombres desarrollan para realizar esos propósitos. Lo mismo puede ocurrir en las relaciones con la divinidad: el Levítico, por ejemplo, describe el animal que ha de ser sacricado, las partes de su cuerpo que han de ser incineradas en el altar, cuyo olor agrada al dios. Esto último (agradar al dios) es el propósito, lo otro son las maneras de realizarlo. La tecnología, en cuanto real, se inscribe no en la técnica relación ponen de los propósitos no técnicos con la técnica, relación en lasino cualenlosesaprimeros las condiciones de posibilidad de la segunda, sus coordenadas de orden y organización. En la medida en que el propósito no es técnico, no es una manera de realizar algo, sino que es lo que ha de ser realizado, el propósito se vincula a las decisiones de los sujetos: el propósito, antes de ser realizado por una técnica, es objeto de decisión. Como lo señala A. Badiou (004), en la medida en que esa decisión pone un punto de sutura y jalonamiento para unas maneras de realización, el propósito tiene una naturaleza ética. La tecnología real, en cuanto pensamiento que organiza el campo técnico, tiene una naturaleza que vincula la ética con la técnica: es el punto de sutura entre una decisión y los procedimientos que concurren a realizarla. categorías: de un lado, aquellas Contemporáneamente, los campos técnicas técnicos ligadas pueden de manera agruparse directa en dos al grandes conocimiento de los enómenos, a las cuales se les suele dar el nombre genérico de ciencia. Con recuencia yuxtaponemos ciencia y técnica; esta yuxtaposición, muy acreditada, es el remanente poderoso e inuyente del prejuicio aristotélico (de la Ética nicomáquea) de la distinción entre episteme y tekhne, donde la primera es contemplativa (theorika), mientras que la segunda operativa (mekhanica). Mas, para comprender el estatuto real de la tecnología, es preciso reconocer que el trabajo cientíco demanda destrezas e instrumental ligados a procedimientos, lo cual da a la ciencia un carácter eminentemente técnico. La segunda categoría de técnicas agrupa a aquellas ligadas a la creación y construcción de instrumentos y sistemas de instrumentos, que solemos denominar con nombres diversos como ingenierías, arquitecturas, diseño, arte, administraciones, etc.etc.), Estos campos técnicos ese contemporáneos (cientícos, ingenieriles, endiversos cuanto tales, involucran punto de sutura entre un propósito decidido y la técnica de su realización, punto al cual doy el nombre de “tecnología real”, y que consiste en un ejercicio intelectual de organización del campo técnico en unción de unos principios amparados en el propósito decidido. La tecnología real implica dos tipos de principios: unos que llamaré principios de la técnica y otros que denominaré principios técnicos. Entiendo la relación [4] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 37-60
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entre estos dos tipos de principios como una relación de determinación de los segundos por los primeros, que establece el pensamiento tecnológico, es decir, el ejercicio real de la tecnología. Ahora bien, ¿cuál es la dierencia entre esos dos tipos de principios? Los primeros son máximas, los segundos son patrones de procedimiento que cobran existencia en unción de aquellas. Voy a explicitar esta dierencia tomando un ejemplo concreto. La vinculación que lleva auna cabo la tecnología entre técnica propósitos orientadores últimas, relación entre principios, o sea, yentre entidades discursivas.es,Elen ejemplo en que me voy a apoyar es la descripción del surgimiento a comienzos del siglo XX de una empresa del Estado colombiano (hoy desgraciadamente desaparecida), llamada Ferrocarriles Nacionales (Arias de Grei, 989). El grupo de ingenieros que organizó todo el campo técnico que implicaba la institución erroviaria tuvo las siguientes premisas: [A] La institución ha de orecer un excelente servicio con base en una economía del gasto del dinero público. Excelencia en el servicio y corrección en el gasto de dinero público son dos premisas de orden ético que, en principio, rigen para toda institución estatal. La naturaleza de este régimen no es ontológica, es deontológica, lo de los individuos cual quegeneral su cumplimiento de la voluntad Entresignica el régimen del Estadodepende y una institución particular se articula. un silogismo, donde la premisa mayor es la máxima general, la menor es esa institución en particular, la conclusión es que esta institución ha de cumplir ese régimen general. Pero ¿por qué el Estado tiene una institución tal? Es una decisión. No hay nada que relacione necesariamente la institución erroviaria al Estado, nada que no sea la decisión política de un determinado gobierno por asumir desde el Estado la tutela del sistema erroviario. Pero una vez tomada la decisión, la institución queda sometida al régimen del Estado. Ahora bien, la naturaleza de esa institución radica en el uso y administración de un tipo de máquina para prestar el servicio: el errocarril. De aquí se sigue la otra premisa. [B] La locomotora de ser manejada y administrada con ecacia y economía del gasto del dinerohapúblico. Esta segunda premisa es la conclusión de la silogística mencionada atrás. La locomotora, máquina principal del sistema, queda subordinada al régimen. Pero volvemos a insistir: es un régimen deontológico, o sea, está articulado a la voluntad de ser cumplido. En tanto la máquina cobra importancia para eectos de cumplir la máxima del régimen (excelencia y economización), su cuidado se vuelve un aspecto sustancial de su manejo y administración, pues [43]
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es con ella que se presta el servicio. La locomotora es un cuerpo, y como tal, sure desgaste y deterioro. Reparar el deterioro implica gasto del dinero, y salida del servicio, mientras se repara. Por tanto: [C] La locomotora, máquina nuclear del sistema, debe tener un deterioro mínimo posible. Para cumplir esta premisa hay al menos posibilidades: uno, comprar la máquina buscando en el catálogo ciertosdos parámetros de calidad. Dos, diseñarla. La experiencia de los empresarios privados (Molina, 998) había dejado claro que el desgaste del equipo era oneroso debido a la topograía del terreno. Para cumplir la determinación [C], la decisión consistió no en comprar locomotoras por catálogo, sino en inscribir un diseño propio en el catálogo. Se procedió entonces al diseño de las locomotoras, y, por supuesto, el ejercicio de este diseño estuvo encaminado al cumplimiento de las tres premisas anteriores. Para que el deterioro uese mínimo, el equipo de ingenieros acuñó una máxima de diseño: [D] La locomotora ha de ser diseñada para la vía. Para el grupo de ingenieros, la relación de la locomotora con la vía determina el nivel de su deterioro, por tanto, la máquina ha de tener un diseño tal que le permita sortear las condiciones diversas involucradas en el trazado de las vías érreas: las curvas y pendientes, así como las condiciones del clima. Este conjunto de cuatro premisas son principios de la técnica, de esta técnica: la del diseño y los servicios erroviarios en manos del Estado. Estos principios no son técnicos ellos mismos, pero son el conjunto de coordenadas orientadoras del ejercicio técnico como tal, o sea, del ejercicio de diseño de la máquina. Este se realiza mediante otros principios, principios técnicos, por ejemplo: . Eliminar de las ruedas motrices las pestañas que no contribuyeran a que la máquina se inscribiera con acilidad en las curvas. . Forzar la relación de adherencia (relación entre la capacidad de tracción y el peso de la máquina) a 375 libras por tonelada de peso total en máquinas de tanque. 3. Forzar la relación de adherencia a 450 por tonelada de peso de la sola locomotora en las máquinas de ténder. 4. La relación entre peso adherente y tracción ejercida será de 3,85 para máquinas de dos cilindros, y 3,40 para máquinas de tres cilindros. [44] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 37-60
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5. El inyector debe ser capaz de mantener el nivel de agua en la caldera, mientras esta suministra todo el vapor requerido para la máxima exigencia, etc. Los seis principios técnicos están determinados a partir de los cuatro principios de la técnica. La dierencia entre ambos tipos de principios puede abordarse al menos de dos maneras. Primera: los principios técnicos buscan la realización de los principios de la técnica, por tanto estos son el horizonte de aquellos; son el marco de reerencia en unción del cual emergen los principios técnicos ligados directamente al objeto; en este caso, el objeto es la máquina en su diseño preciso. Segunda: en la acepción de Heller (990; 5,6), los principios técnicos son reglas, en tanto que los principios de la técnica sonnormas. La norma es un principio que se puede ejecutar de varios modos, mientras la regla es un principio que solo se ejecuta de uno; al no dar alternativas, la regla se inscribe en una cadena unidireccional hacia el cumplimiento del objetivo. Por otra parte, la norma es la posibilidad de varias reglas, pues el principio de la técnica determina unos elementos básicos y generales para que el sujeto construya con ellos los principios técnicos que realizan la prescripción tecnológica. Por eso, los principios de la técnica organizan el campo técnico, es decir, crean las coordenadas para la emergencia de los técnicos. El principio normativo: “la locomotora ha principios de diseñarse para la vía” determina la regla: “eliminar de algunas ruedas las pestañas”. Queda entonces la prescripción técnica de que una locomotora para las vías andinas colombianas debe tener ciertas ruedas sin pestañas. Las reglas técnicas para construir objetos (en este caso locomotoras de vapor para los Andes colombianos) implican un diseño, un modelo de locomotora compuesto por determinados elementos; una orma. Así, la lógica del procedimiento de construcción es guiada por esa orma, todos los pasos se ordenan para su realización, porque todas las reglas la implican en el mismo sentido. La lógica se liga a la técnica porque la técnica, al basarse en principios regulativos de sentido unívoco, implica una misma orma que, por decirlo así, jalona su sentido como un hilo conductor. En tanto las reglas se despliegan apuntando a realizar la orma, el proceso técnico solo es la secuencia necesaria , en el orden necesario. Una vez establecida la orma, el ejecutor técnico de la secuencia, persona o máquina, no decide, solo desarrolla la secuencia en su orden. El momento de la decisión está en el establecimiento de las premisas de la orma (las normas tecnológicas), no en la ejecución de la secuencia de reglas. Para el ejemplo en consideración, la organización de un sistema de errocarriles bajo la tutela del Estado ue una decisión: el concepto de Estado no implica el de errocarriles, ni viceversa; por tanto, la conjunción entre ambos depende de un acto decisorio; igual[45]
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mente, ni asumir un diseño ya establecido en un catálogo ni realizar el propio se deducen necesariamente de la premisa de régimen de economía de gasto. omar uno de los dos caminos es una decisión. La maximización del ahorro del dinero del Estado es un principio que ordena y orienta los actos y, al mismo tiempo, abre un abanico de posibilidades sobre cómo llevarla a cabo. En el ejemplo, esa maximización podría haberse pensado respecto a la compra de las máquinas por catálogo, buscando bajos precios y racionalizando el gasto de mantenimiento. Incluso podrían haberse comprado máquinas de segunda mano (como ha ocurrido muchas veces, por ejemplo en equipo militar). Pero ladecisión ue intervenir directamente en el diseño: diseñarlas de acuerdo con la vía y mandarlas a abricar a un licitante. Es preciso decir que ninguna de las dos opciones era necesaria, pero sí era necesario llevar a cabo alguna. Las opciones son variables en relación con una constante: cualquiera de las dos que se llevara a cabo implicaba necesariamente la máxima, pero la máxima no necesariamente a ninguna de ellas. La máxima general lo que implica necesariamente es la obligación de tomar un curso posible, por tanto, las ormas en que la máxima general se puede cumplir son exógenas a la máxima, emergen de otro lado: son aportadas por la voluntad del sujeto, es un asunto de . La relación entre la máxima y decisión ética sus ormas de cumplimiento no es lógica sino , no hay una lógica, pero sí una ética, de la tecnología. Frente al precepto normativo “S debe hacer P ”, no cabe la implicación, entonces S debe hacer q, puesto que q no es necesaria, solo es una posibilidad. Frente a tal precepto normativo cabe la pregunta: ¿cómo S puede hacer P ? Esto implica que la respuesta a ese cómo no va implícita en el enunciado normativo, ha de ser aportada por el sujeto. Los enunciados normativos y regulativos no se deducen necesariamente de enunciados descriptivos. John Searle (970; 75-77) armó la posibilidad de deducir un enunciado normativo (o sea, un deber,ougth) de un enunciado descriptivo (o sea del ser, is) siempre y cuando ese enunciado descriptivo de partida pertenezca al orden institucional. Por ejemplo: S juega útbol, entonces S debe saber cobrar tiros libres. Pero, en realidad, el “debe” en este segundo enunciado es superuo, pues el enunciado puede reducirse a descripciones: si S juega útbol, entonces es capaz de cobrar un tiro libre. Realmente todo el tiempo en este contexto se está en el orden del es; el debe es aparente. La misma situación ocurre si yo digo: “Está lloviendo en el sur de Bogotá, luego deben estar mojadas las calles del sur de Bogotá”. El debe no compone, en este caso tampoco, ningún enunciado auténticamente deontológico. El enunciado auténticamente deontológico, el deber, no es reductible a sus componentes básicos por separado, el querer y el ser: hay algo irreductible en el deber. S [46] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 37-60
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debe poder cobrar tiros libres, no si juega útbol; sino, si quiere jugarlo. De un enunciado descriptivo, por sí mismo, solo puede seguirse otro enunciado descriptivo; de un enunciado desiderativo solo se sigue otro enunciado desiderativo; y de uno normativo otro normativo. Solo se deduce lo que de alguna manera está contenido en las premisas. De un enunciado del tipo es, solo se deduce de modo directo otro del mismo tipo es. De un enunciado del
es, se deduce tipo uno normativo tipo debe ) a condición de queSmedie desiderativo S desea r respecto un enunciado . P es q; y(del de p, entonces debe hacer n respecto de p. Así, tomando el ejemplo del errocarril, tenemos: La vía tiene exceso de curvas y S desea diseñar la locomotora para la vía, entonces S debe… modicar las ruedas... o…diseñar un sistema de dirección… o etc. Puede ser cualquiera, no necesariamente este o aquel, pero sí necesariamente uno de ellos. Por esto no hay lógica de la tecnología, porque no se puede construir el deber sin el concurso del deseo, o sea, de la intervención decisoria del sujeto, por tanto, la tecnología se inscribe, por principio, en la ética. El anterior ejemplo, tomado de una uente historiográca de la técnica en Colombia, nos muestra al Estado territorial contemporáneo en su papel de tecnólogo, es decir, de inteligencia que organiza el campo de una técnica por medio de la organización racional de prácticas disponibles. Se trata de un Estado en particular en un momento de su historia, y no precisamente de un Estado poderoso. Pero, ¿esto mismo se puede mostrar en otros rubros técnicos? Seguramente, y no solo en otros, sino en todos. Rápidamente, por mor de brevedad, esbozaré algunos argumentos muy generales para la ciencia y la industria.
4. lA teCnologíA y los PrinCiPios de lA téCniCA He armado que la tecnología es un tipo de discurso, aquel que organiza un campo técnico; que esta organización se da por la elaboración de unos principios de la técnica, de los cuales emergen los principios técnicos ; que aquellos son máximas normativas y estos reglas de procedimiento en relación con unos objetos. Ahora bien, la ciencia y la industria no son ajenas a estas condiciones. Comenzando con la ciencia, me remito, en primer lugar, al concepto de revolución cientíca de . Kuhn (96). Una revolución es un cambio radical en las maneras de hacer algo, en las maneras de vivir y de pensar. La ciencia es un hacer, se trata de una técnica de descripción y explicación detallada de un enómeno o sector de enómenos que se organiza en torno a un paradigma o matriz disciplinaria. Esto —como es sabido— hace mención a un conjunto de principios teóricos y operativos que determinan la organización de la disci[47]
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plina como un campo consistente. Kuhn llama a esta ciencia, desarrollada a partir del paradigma, “ciencia normal”; pero, también se reere Kuhn a una ciencia no normal, es decir, una ciencia extraordinaria , que se da por uera de las determinaciones paradigmáticas, es decir, se trata de una actividad que presupone la suspensión de la técnica, porque, en virtud de alguna anomalía, sus principios técnicos se han vuelto inoperantes. Ese pensamiento extraordinario busca restablecer los principios de la técnicael. orden del campo; por tanto, determinar de nuevo Ahora bien, el propio Kuhn, en el epílogo de la segunda edición (969), armó que este modelo de comprender la historia de la ciencia había sido tomado de otras disciplinas, o sea que toda disciplina, todo campo técnico, tiene un pensamiento no técnico que determina sus principios, es decir, tiene su tecnología. Al ser un pensamiento que se ejerce para establecer los principios de la técnica, se trata de un pensamiento esencialmente creativo, ligado al invento de nuevas ormas de comportamiento técnico. La teoría de Kuhn muestra la historia de la ciencia como una serie de interrupciones del ejercicio técnico debido a las crisis del paradigma, siendo este el undamento de la operación técnica como tal, pero la constitución del paradigma no es un asunto cientíco él mismo, es un asunto que escapa al ejercicio de una ciencia normal. La tecnología no es, pues, una disciplina; es sí un momento del pensamiento en una disciplina, el momento de la constitución de los principios de la técnica. La ciencia tiene su propia tecnología real, que no son sus instrumentos. Esa tecnología real es el discurso que organiza el campo técnico de una ciencia. De otro lado, la industria es un campo técnico esencialmente distinto de la ciencia. Cierto es que a lo largo del siglo XX a la ciencia se le ha pedido que se pliegue a los intereses de la industria, que contribuya a la producción de plusvalía, pero esto no cambia para nada el hecho de que intrínsecamente su objetivo de orientación es otro: la contemplación, es decir, latheoría. El objetivo directo de la técnica en la industria no es, como en la ciencia, producir un conocimiento descriptivo de un universo de enómenos; su propósito directo es producir objetos de consumo, siendo el conocimiento un residuo indirecto resultante de esteXVIII objetivo directo. llamada Revolución industrial, ocurrida entre los siglos y XIX, ueLaundamentalmente una revolución en el campo técnico que sostiene la producción de bienes de consumo. Se trató de una revolución técnica, lo cual implica que hubo un cambio en el discurso orientador de la técnica, cambio que desarrolló, a su vez, los campos de la minería, la agricultura y la ingeniería (Berg, 987, 34). El discurso de los principios de esa técnica, es decir, la tecnología de esos campos, se organizó en unción de al menos cuatro objetivos: ahorrar materia [48] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 37-60
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prima, abaratar los costos, ahorrar trabajo, disciplinar al obrero, maximizar los benecios (Berg, 987; 44, 50, 5, 59, 6). En su análisis de la manuactura y el posterior sistema de maquinaria (El capital, respectivamente, capítulos XI y XIII), Marx explicita más los principios que organizaron ese campo técnico: llevar a cabo una cantidad de trabajo en un tiempo dado, reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción de una mercancía y, en general, producir plusvalía. Arma Marx queciegamente esto no eslaun principio a posteriori o una ley involuntaria que arrastrara nueva ormación social, sino que era un principio enarbolado de manera consciente, una decisión política. Remite Marx a la lectura de los ideólogos de la Revolución industrial, por ejemplo W. Petty, quien en eecto en “Verbum Sapienti” (665) y en “Another Essay on Political Aritmethic” (683) ya daba recomendaciones acerca de la organización del trabajo para el ahorro del tiempo en benecio de las exportaciones del reino. De igual orma, Bellers (696) en su “Proposals or Raising a Collegde o Industry o All Useul rades and Husbandry, eith Prot or the Rich, a Plentiul Living or the Poor, and a Good Education or Youth”, así como Vanderlint en “Money Answers All Tings” (734), recomiendan ese control sobre el tiempo y el trabajo. Además, los esuerzos de organización del trabajo por parte de Boulton y Watt (Berg; 987, 5) implican la conciencia de que era necesario organizar el campountécnico la industria bajo un principio orientador nuevo que permitiera ritmo de controlado de organización y ahorro de tiempo. La acumulación o ganancia orienta la ingeniería y la administración, es decir, el diseño instrumental y la planicación de la organización de los procesos de trabajo. Este es un principio a priori, consciente, que se sutura a la técnica misma, poniéndola sobre un lecho de desarrollo determinado; principios y discursos que no han dejado de tener vigencia en el capitalismo contemporáneo; que continúan modelando el diseño de sus máquinas y su planicación organizacional. Ese principio de la técnica, conscientemente enarbolado, se ha silenciado con el tiempo, pero silenciado no quiere decir desaparecido, continúa allí tácito, determinando el desarrollo técnico de la economía industrial contemporánea; pero su carácter tácito lo hace aparecer natural, tan natural que en un texto muy conocido en el que Habermas (005; 60-63) hace una crítica a la concepción de técnica de H. Marcuse, según la cual la técnica habrá de ser cualitativamente distinta, al cambiar las relaciones entre los hombres. En este texto Habermas responde a Marcuse apoyándose en A. Gehlen, para quien el desarrollo instrumental obedece a una proyección de las unciones del organismo humano. Es clara la inuencia hegeliana en Gehlen de Erns Kapp (877), así como que esta posición de Habermas, vía Gehlen (vía, en últimas, Kapp) tiende a poner el desarrollo técnico instrumental en [49]
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una ley inmanente a sí mismo, lo cual implica que las máquinas de la Revolución industrial no obedecieron a un principio extratécnico, sino al propio desarrollo intrínseco de la técnica, sin reerencia entonces a un propósito político o económico. En otras palabras, en últimas, la producción de plusvalía sería inmanente a la técnica instrumental y, por tanto, el capitalismo industrial un eecto necesario de la técnica instrumental; pero esto no es todo, en tanto la técnica es proyección las unciones humanas, capitalismo es eectoinstrumental de la naturaleza humana. de Habermas, nalmente, da el la razón al liberalismo clásico que ve en el capitalismo una condición natural del ser humano.
5. lA teCnologíA Como CienCiA La tecnología no es una especie de técnica, no es expresión de la técnica; no es tampoco el instrumento, ni el saber que lo diseña, construye y opera. La tecnología es un tipo de discurso. Un tipo, no un discurso en particular. ecnológico es todo aquel discurso de orden político, jurídico, pedagógico, cientíco, ingenieril, religioso, etc., que pretenda dar orientación y organización a un campo técnicose determinado. ¿por qué lase instrumentación? olvida esto? ¿Por qué la palabra tecnología desliza hacia Pero, el saber sobre Barruntemos una respuesta. La idea srcinada en Grecia antigua, pese a seguir rigiendo la técnica de las sociedades modernas industriales, quedó innominada, y su nombre pasó a partir del comienzo del siglo XIX, primero, a denominar las técnicas de manuactura; luego, en la segunda mitad del mismo siglo ya señalaba el saber sobre el instrumento. Pero este giro semántico no vino de una determinación ciega; hubo por supuesto la complicidad intencional del hombre. El promotor inicial de este desliz semántico ue Johan Beckmann en “Anleitungzurechnologie” (80); y, posteriormente, en “Entwur der algemeinenechnologie” (806). En el primer texto, dene su concepto de tecnología: La historia de la técnica gusta de la narración minuciosa del invento, lo que signica el inicio y posterior destino de un arte o un ocio; pero mejor es la tecnología que claramente explica todo trabajar, su secuencia y completo orden de razones. Existen, al menos, estas viejas palabras: ekhnologia, tekhnologeoo, tekhno-logos ; aunque, claramente, los griegos no pensaron solo una manuactura . . . (80, 0; traducción propia).
El autor tiene en mente un distanciamiento de la historia de la técnica; distingue, por supuesto, entre técnica y tecnología, como lo harían los griegos. [50] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 37-60
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La técnica tiene una historia, pero también una tecnología. Esta no da cuenta del inicio y destino de un ocio, sino que explica la secuencia y el orden completo de las razones. Explicación, secuencia, orden, razones, la tecnología de Beckmann sigue, en esto, siendo griega. Ahora bien, ¿cuál es la dierencia entre esta tecnología y la tecnología griega? ¿Dónde y cómo comienza la separación? La tecnología de Beckmann se reere a una conjunción que no era pensable para los griegos, ladeconjunción mayor detalle su concepto tecnología:ciencia-técnica. Beckmann dene con La tecnología es la ciencia que enseña el procesamiento de lo natural o el conocimiento de la manuactura. En vez de que en los talleres se sigan las indicaciones, según los hábitos y reglamentos de los maestros, para la abricación de las mercancías, la tecnología da, en orden sistemático, instrucciones minuciosas para, desde principios y experiencias conables, encontrar los medios de este objetivo nal, y sacar provecho del proceso y explicar los enómenos concomitantes (80, 9; traducción propia).
El autor circunscribe el término a una disciplina académica, a una ciencia. Su objeto: el procesamiento de materia prima, la manuactura. He aquí ya el comienzo de la escisión, pues la tecnología griega no tenía un único objeto, la manuactura, sino que su objeto eraSu variado, comopretende el propioabarcar Beckmann reconoce en el primer párrao citado. tecnología todo lo el campo de la manuactura, por la cual —dice— se procesa lo natural. Pero, hay algo más: esta ciencia brota de una pretensión totalizante porque se trata de trascender los reglamentos técnicos de los maestros en los talleres, de trascender la especicidad de cada técnica, cosa que no pretendieron los griegos. La tecnología de Beckman es una ciencia general sobre todo el campo de la técnica manuacturera. Esto signica que él pretendía unicar todas las técnicas manuactureras en una mathesis universalis. En “Entwur der algemeinenechnologie”, hace una descripción más detallada y nueva de su ciencia: “La tecnología enseña tanto sobre la materia cruda como sobre la procesada, y todas las dierentes ormas de uso a partir de las cuales los hombres hacen, desechan y preparan” (Beckmann 809, 463; traducción propia). Con esto, unica todo el campo de la manuactura a partir de dos tipos de material: crudo y procesado. Además reduce los procedimientos a tres tipos: hacer, desechar y preparar. La tecnología es, en este caso, una técnica de técnicas; no es una especie de técnica, sino que es algo que rige técnicamente a las técnicas especícas, pues no se trata, como reza la explicación de la primera denición, de aprender cada técnica con un maestro respectivo, sino de una disciplina general que permita abarcarlas todas desde principios conables y experiencias seguras. [5]
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En la medida en que la concepción de Beckmann se resume en una ciencia unicadora de los procedimientos de manuactura y la materia prima, se plantea el problema de cómo puede haber una técnica de técnicas manuactureras. Como lo destaca Vérin (007; 37), el segundo libro, al que pertenece la segunda denición, implica un hilo conductor para lograr una ciencia semejante; se trata de un método comparativo para considerar el trabajo productivo desde relaciónel entre intenciones y operaciones. El básicamente modo de operar de esta ciencia,la según proyecto de Beckmann, consistía en que los sabios tecnólogos, una vez hechas las comparaciones y clasicaciones entre los ocios, procederían a trabajar con los artesanos para traspasar los medios y útiles de un ocio al otro, así —según Beckmann— se desarrollaría la ecundidad de la tecnología: por la transerencia de los métodos y medios de operar entre los ocios. Esto implica el supuesto de una comunidad de principios entre los diversos ocios, comunidad obtenida por el método de comparación y clasicación entre ellos. Lo que Beckmann toma de los griegos es la intención sistematizadora del campo técnico en unos primeros principios, la trascendencia de los principios técnicos particulares en unos principios generales de la técnica. Pero hay una dierencia con los griegos: a Beckmann solo le interesa la manuactura; quiere que las técnicas industriales se resuman y recojan en una sola, se undan en una sola axiomática. Esta unidad implica, por supuesto, un control político y administrativo de la técnica, el poder de un Estado; y esta unidad operativa, esta coordinación en una axiomática universal, solo puede estar ligada a la necesidad de desarrollo económico en cuanto alto nivel de producción. Hubo al menos un griego que llegó a pensar la política como una organización de las técnicas, Platón (político), pero no por razones económicas, sino por razones éticas. A Platón lo movía su preocupación por lo justo; a estos hombres del naciente capitalismo los mueve la mejora de la producción. Ahora bien, Beckmann no está lejos de los teóricos ingleses que pretendían organizar el proceso de trabajo para disciplinar a los obreros; pero él —a dierencia de aquellos— piensa que este disciplinamiento ha de llegar desde la ciencia, desde el saber total sobre la técnica; pensaba que la unidad en el control técnico habría de traer, por su propia dinámica, el control y coordinación que diícilmente lograba el disciplinamiento orzado de la ábrica. Los políticos ranceses de Francia de nales del siglo XVIII —cuenta Verín (007)—, también se preocuparon por introducir en su país esa ciencia de las artes que se enseñaba en la Alemania de Beckmann. Pero en esta transerencia, el concepto de Beckmann no pasó a Francia sin surir transormaciones; de hecho, señala Verín que el término era entendido al menos de ocho maneras
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distintas para nales del XVIII en Francia. Para Beckmann, la tecnología habría de ser una ciencia autónoma, con su propio objeto, ya descrito atrás, pero en Francia (Verín, 007; 39) quedó constituida como una ciencia intermediaria entre la teoría y la práctica, más precisamente, entre las ciencias ísicas y el ejercicio de las artes, como se muestra en el Reglement sur l’organisation generale de l’ instrucción Publique, de Condorcet (citado por Verin, loc. cit) Esto, tarde, se hubo de conocer comodeaplicación de la ciencia. Ya Marx, en El más capital , se había reerido al estado esta aplicación tecnológica de la ciencia como uno de los actores de producción para determinar la media de tiempo de producción socialmente necesario. El proyecto beckmanniano racasó, entre otras cosas, también porque, con el desarrollo de la mecanización, desapareció la manuactura. Pero, en realidad, sus presupuestos eran excesivamente problemáticos, pues requería encontrar puntos comunes entre las diversas técnicas de manuacturas para lograr la unicación operativa. En su análisis de la manuactura, en El Capital (casi sesenta años después de la publicación de los dos textos de Beckmann reeridos), Marx mostró la imposibilidad de semejante empresa por el hecho de que la gran especialización a la que conducía el sistema manuacturero hacía inasimilables entre sí, para reducirlos a los mismos principios operativos, los diversos ocios. El propio Marx en El capital entendió el término tecnología en el sentido contemporáneo: como diseño y construcción de instrumentos. En una nota marginal del capítulo XIII, se lamentaba de que aún no existiera una “historia crítica de la tecnología” (977; 303), la cual, de existir, demostraría —según él— que “. . . ningún invento del siglo XVIII ue obra personal de un individuo . . .” (ibid ); y añadía: . . . Hasta hoy, esta historia no existe. Darwin ha orientado el interés hacia la historia de la tecnología natural, es decir, hacia la ormación de los órganos vegetales y animales como instrumentos de producción para la vida de los animales y las plantas. ¿Es que la historia de la creación de los órganos productivos del hombre social, que son la base material de toda organización especíca de la sociedad, no merece ningún interés? . . . La tecnología nos descubre la actitud del tanto, hombre la naturaleza, directo de su vida y, por deante las condiciones deelsuproceso vida social y dedelasproducción ideas y representaciones espirituales que de ellas se derivan (Marx, 977; 303 n. 4).
Para Marx, tecnología era el proceso de inventar instrumentos . Lo tecnológico estaba, como hoy, en la instrumentación misma en cuanto es algo que se desarrolla, se orma: en la naturaleza es un proceso orgánico, en la sociedad es resultado de una actitud del hombre ante la naturaleza. Lo tecnológico está en este proceso de ormación o invención, y dado que en elhombre es el resultado
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de una actitud, lo que está en juego es la inteligencia, el pensamiento implícito en el proceso, la racionalidad del instrumento. Para Marx, la tecnología era la razón en tanto se hace instrumento. Redujo así la tecnología a la instrumentación en la medida en que toda técnica que implique la transormación de la naturaleza demanda el instrumento. Lo implícito en esta concepción son dos cosas. Primera, como en Gehlen, la clara inuencia de Kapp (877) en cuanto considera la relación como undamento de laa este tecnología; en eecto, en su análisiscuerpo-órgano del sistema manuacturero consideró como uny gigantesco obrero, cuyos miembros eran los obreros particulares armados de sus herramientas especializadas; la manuactura mostró ser la base técnica de la industria mecanizada cuando el cuerpo complejo del gran obrero manuacturero ue reemplazado por el sistema de maquinaria. Segunda, una sutil contradicción entre su concepción de la tecnología y sus propósitos políticos: Marx tenía claro que la máquina industrial iba en contra de los intereses del obrero; sin embargo, concebía la instrumentación como expresión orgánica del hombre (sus órganos productivos) y consideraba que la revolución tiene como meta undamental la apropiación, por parte del proletariado de los medios de producción; es decir, la revolución no alteraría la técnica (que va en contra de los intereses del proletariado) sino que pondría la técnica en otras manos, las del proletariado. Así, pues, de los griegos antiguos a Marx, pasando por el hito de Beckmann, hay un giro ideológico. ¿Cómo ue el proceso de este giro ideológico de la noción de tecnología? En primer lugar, lo que Beckmann pretendía, una ciencia autónoma que organizara y unicara el campo de las artes industriales, implicaba obviamente la conjunción de dos conceptos disyuntos hasta el momento en la tradición occidental: ciencia y arte industrial. Esa disyunción —desde la Grecia antigua— no solo ue teórica, ue práctica, y de clase. P. Rossi (966) nos cuenta que se prolongó hasta bien entrado el siglo XVIII; pero es claro que esa disyunción inveterada comenzó a ceder ante el ascenso social de las artes industriales, en cuanto mostraron su poder de contribuir a la riqueza de las naciones. Así, el poder sistematizador de la ciencia y el poder productivo de la industria habrían de entrar en conjunción. No se trataba ya de rechazar al artesano como un miembro de una clase inerior, sino de controlarlo poniéndolo al servicio de la emergente producción industrial. En su calidad de político y administrador preocupado por la marcha de los asuntos del Estado, Beckmann pretendió unicar el campo productivo de la industria por medio de una ciencia (a la que llamótecnología) con el n de tornarlo un campo más prolíco. En realidad esa primera conciliación entre ciencia y arte industrial no ue posible por dos razones: por un lado, la industria no es un campo técnico; es el punto de conuencia de diversas técnicas que tienen en [54] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 37-60
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común la producción de bienes para el consumo, en el mercado, y el aumento de plusvalía. Por otro, la técnica industrial basada en la manuactura desapareció por virtud de la mecanización. Sin embargo, el proyecto de Beckmann puso en marcha la aspiración de la sociedad burguesa industrial de juntar la ciencia con el arte, para que aquella insuara en este una racionalidad que lo haría más productivo. Este binomio ciencia-arte adquirió un decurso particular cuando, logros técnicos orden químico y mecánico inuyeron en eectivamente, la producción.los Así, aunque no sedesostuvo la mathesis universalis de Beckmann, la palabra tecnología continuó denominando la unidad del binomio arte-ciencia teniendo ahora al instrumento maquinal como el punto donde encalla esa unidad, porque la máquina, producto de la inversión metódica del conocimiento, permite realizar la aspiración del incremento de la producción y los benecios.
6. ConClusión El concepto contemporáneo de tecnología, reducido a la técnica instrumental, involucra un entusiasmo por el instrumento en general y por la máquina instrumental, industrial en particular. se borra elCentrada hecho de toda que lalatécnica semántica estádel asociada término porenunla vínculo técnica discursivo a unos propósitos no técnicos sino éticos y políticos; estos propósitos organizan la técnica, siendo la tecnología, realmente, este discurso sobre la técnica. En la tecnología como una especie de técnica, una especie muy elevada, se sigue, sin embargo, sosteniendo de orma tácita el principio clasista griego, que sobrevivió explícito hasta entrado el siglo XVII, de que las artes mecánicas son ineriores por sí mismas y son ejercidas por gentes viles. Se trata de un inveterado conicto de clase, conicto que adquiere, con el desarrollo de la industria mecanizada, una sutileza particular pues mediante la ciencia, la tecnología se transorma en el capitalismo en la redención de la técnica: la desvalorización de las habilidades a avor de las unciones de la máquina, máximo logro de la conjunción de la ciencia con la técnica así depurada. Por esta vía, el artesano se vuelve un obrero sin especialidades directas que no sean las de operación y cuidado de la máquina. Despojar al obrero de su habilidad, se traduce nalmente en la tendencia a despojar en general a los individuos de su capacidad para ejecutar procesos, incluso procesos de cálculo y razonamiento, que no es otra cosa en lo que consiste aquello que se llama inteligencia articial. Marx, en su tiempo, advirtió en su análisis de la máquina el principio de esta trans-
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ormación del artesano en un obrero sin saber técnico especíco; y hoy, la losoía contemporánea sigue reconociéndola bajo el concepto de “multitud”. Considerar la tecnología —como de hecho se hace desde hace más de cien años— una especie de técnica es el eecto de la tergiversación ideológica de una idea srcinaria: el discurso que constituye y legitima, en un marco éticopolítico, el campo técnico de los saberes. Este discurso se silencia y oculta tras la cortina del saber que impulsa y produce el desarrollo instrumental. Al menos tres cosas resultan de esta tergiversación: en primer lugar, el olvido de que la tecnología es un tipo de discurso sobre la técnica (un discurso ligado a la decisión que sutura el propósito a la técnica) antes que un discurso técnico en sí mismo. En segundo lugar, dado este olvido, el desarrollo de la técnica instrumental aparece como autónomo, como movido por unas leyes endógenas, tan poderoso que puede guiar a la sociedad entera, ir en la vanguardia de un progreso constante, mientras que las demás ormaciones institucionales han de plegarse a él, es decir, modernizarse. En tercer lugar, y esta pureza del desarrollo instrumental, por el olvido de que un campo técnico depende de decisiones no técnicas, sino políticas y éticas, oculta las relaciones de poder y conictos de clase que le son inherentes al desarrollo instrumental. El desarrollo instrumental, despojado de su componente tecnológico real, adquiere una bondad intrínseca, en la cual se espera que el poder del instrumento solucione los males de la humanidad, e incluso, solucione el problema endémico de la tozudez humana reticente a comportarse dentro de los estrictos canales institucionales jurídicos y morales. Y si el desarrollo instrumental no muestra su bondad intrínseca es porque la tozudez y maldad humanas estorban la marcha de sus leyes endógenas. Por eso ha de educarse a las distintas generaciones en una convivencia moralmente correcta con el instrumento, es decir, se les ha de dar una “educación tecnológica”. En realidad, la tecnología no es un discurso sino un tipo de discurso sobre la técnica. Es una categoría del discurso en la que se pueden clasicar todos aquellos discursos cuyo objeto es producir la organización de un campo técnico. De aquí se desprende que la tecnología no es una habilidad, no es tampoco un campo disciplinar en sípedagogía mismo, por tanto es algo enseñable entonces, no es susceptible de una ni de unanodidáctica, pues no esy, un conocimiento que pudiera ser pedagógicamente administrado. La tecnología solo es la orma general de un tipo de discurso (el discurso que organiza un campo técnico) y, en cuanto orma , puede ser objeto, ella misma, de otro discurso. Este discurso es la losoía.
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r eAlismo PitAgóriCo y reAlismo CAntoriAno en lA físiCA CuántiCA no relAtivistA 1
PitAgoriC And CAntoriAn reAlism in the non-relAtivistiC quAntum PhysiCs Raael Andrés Alemañ Berenguer
r esumen El carácter undamentalmente probabilista de la teoría cuántica cuestionó el realismo como losoía básica de la ciencia, si bien ciertas interpretaciones instrumentalistas podrían no amenazar por sí solas la existencia de un mundo exterior e independiente de nuestra conciencia. La alta de un valor denido para tales magnitudes antes de la medición alentó la suposición de que tales valores “no existen” antes de la medida. Una reinterpretación de nuestras ideas sobre las magnitudes ísicas, consideránd olas ormalmente representadas por conjuntos de valores en lugar de valores numéricos concretos, ayudaría a disipar toda sombra de irrealidad ísica. Palabras clave: Objetividad, unción, medida, magnitud, distribución.
A bstrACt Te probabilistic character o quantum measures put in question the proper role o the realism as basic philosophy or science, even though certain instrumentalist interpretations might not threaten by itsel the existence o an external world independent o the observer conscience. Te lack o a dened value or such magnitudes previously to the measure encouraged t he supposition that such values “ did not exist” beore there being measured. A reormulation o our ideas about physical magnitudes, regarding them as ormally represented by sets o values instead o sharp numeric values would help to dissipate any unreality shade in physical sciences. Keywords: Objectivity, unction, measurement, magnitude, distribution.
Recibido: 3 de marzo de 0. Aceptado: 5 de septiembre de 0. Universidad Alicante, España. Correo electrónico: [email protected].
Alemañ Berenguer, Raael Andrés
1. introduCCión Las discusiones sobre la interpretación más adecuada de la ísica cuántica apenas han cesado desde su mismo nacimiento. Sobre la mejor manera de entender sus undamentos se han pronunciado muchos y muy eminentes autores, sin que todavía se haya llegado a un acuerdo general. Desde la concepción estadísticacuántico propugnada por Alred hastapor la concepción realista del potencial de David Bohm,Landé pasando la versión muchos universos de Hugh Everett, la explicación de Wigner basada en la conciencia del observador (Jammer 974; Wheeler & Zurek 986; Jammer 996), o las interpretaciones modales, los sistemas cuánticos siempre tienen valores bien denidos en algunas propiedades ísicas (Van Fraasen 974, 99; Albert & Loewer 990; Elby 993; Dickson 994; Bene & Dieks 00; Berkovitz & Hemmo 006) inringiendo el tradicional vínculo “autoestado-autovalor”. Quizás por ello muchos ísicos suelen adoptar una pragmática duplicidad, suscribiendo una opinión realista a eectos heurísticos (exploración de nuevos modelos, discusión de experimentos, uso de imágenes intuitivas de los microbjetos individuales), y replegándose hacia una interpretación minimalista basada en conceptos estadísticos (según la cual la teoría cuántica no es más que un manual de instrucciones para operar con datos experimentales) cuando habían de arontar cualquier cuestionamiento epistemológico (D’Espagnat 006, 5). En su vertiente cientíca —que es la que aquí nos concierne—, el realismo consiste en una actitud epistémica acerca del contenido de nuestras teorías cientícas, la cual recomienda creer en la validez tanto de los aspectos observables como los no observables del mundo descrito por las ciencias (Musgrave 99). En una interpretación probabilística mínima, la teoría cuántica se concibe como un ormalismo cuyo n consiste en el cálculo de probabilidades correspondientes a las recuencias pronosticadas para los resultados de medidas llevadas a cabo en sistemas preparados idénticamente. Así pues, si el estado obtenido tras la preparación viene dado por el operador ρ y la magnitud observable asocia con una POM (medida de operador positivo) una σ X del Ω, la medida -álgebra ΣEdese subconjuntos espacio de valores deen probabilidad asociada p es {X ∈ Σ} → pE (X ) ≡ tr[E(X )] ∈ [0, ]. omando partido por una interpretación realista en el sentido anterior, la ísica cuántica sería una teoría completa cuyos enunciados tienen como reerentes sistemas individuales (no colectivos estadísticos). Se supone que el papel principal de cualquier interpretación en esta controversia consiste en proporcionar una regla que determine, para cada estado, qué cantidades ísicas poseen valores ρ
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denidos que representan propiedades genuinas —o “elementos de realidad”, como veremos más adelante— del sistema cuántico estudiado. En relación con ello, en este artículo se propondrá un punto de vista interpretativo no muy extendido, pero que acaso sea digno de una ulterior proundización a causa de sus prometedoras posibilidades explicativas. De acuerdo con esto, ha de atribuirse valor ontológico a las superposiciones cuánticas de autoestados en pie de igualdad, aunque en otro sentido, con los autovalores de tales estados. Con ese n, la primera parte analiza los distintos signicados concedidos a la unción de onda cuántica según el marco interpretativo escogido, y las célebres paradojas vinculadas con dichos signicados. La segunda analiza si en verdad resulta inevitable someterse a la interpretación idealista de la teoría cuántica. La tercera presenta y deende una alternativa. Las repercusiones ontológicas de esta propuesta, así como las cuestiones que deja abiertas serán comentadas en las siguientes dos partes. Por último, un sucinto resumen de las conclusiones cerrará el presente trabajo.
2. lA funCión de ondA y lAs PArAdojAs CuántiCAs En el marco de ladiscusiones teoría cuántica no relativista, tomarsedecomo de partida en estas la armación de quesuele la unción ondapunto contiene toda la inormación susceptible de obtenerse en un sistema cuántico. En la práctica, esta inormación se logra aplicando a dicha unción de onda una determinada operación matemática (operador cuántico) de tal orma que cada dato (posición, velocidad, energía, etc) tenga asociado un operador especíco (operador de posición, de velocidad, de energía, entre otros). En la ormulación usual de la teoría cuántica (restringiéndonos a un espectro de valores no degenerados), un observable típico viene matemáticamente representado3 por un operador hermítico A = ∑m am E m, con autovalores am, y E m el operador de proyección sobre el autovector a| m>, que satisace E m = E m. El conjunto de operadores de proyección {E m} se conoce como la resolución A. Un estado estado4 |ψde> sometido espectral al requisito mecano-cuántico de normalización se expresa <ψmediante |ψ> = . un vector de
3 En general no se distinguirá en este trabajo en tre un observable típ ico A y su representación matemática por medio de un operador hermítico Â. Esta pequeña negligencia en las distinciones entre ontología y epistemología resulta menos comprometedora que la identicación usual entre “estado (cuántico)” y “unción de onda”. 4 Por simplicidad, la discusión subsiguiente no se ocupará de los estados mezcla ni de sus operadores de densidad ya que nada añaden a la cuestión aquí planteada.
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El carácter vectorial de estos estados cuánticos concuerda con el llamado principio de superposición, que arma la aditividad de dos estados de modo que la combinación lineal c|ψ> + c|ψ>, adecuadamente normalizada, constituye un posible vector de estado si |ψ> y |ψ> lo eran por separado. Una importante aplicación de este principio es la posibilidad de representar un vector de estado arbitrario como una combinación lineal de autovectores de un obser
m m m A, esdedecir, c |a >,lineal, vable |ψ> = ∑ ∑m |cmo| más = .concretamente, Estos vectores de estado son elementos un espacio vectorial un espacio de Hilbert. La regla de Born nos proporciona la distribución de probabilidad de los resultados de medidas realizadas para un observable A en un cierto estado |ψ> según la igualdad pm = ||, donde la cantidad numérica es la amplitud de probabilidad. En estas condiciones, el valor medio de los resultados de una serie de medidas, sería < A > = ∑mpm am = <ψ|A|ψ>. La evolución temporal viene dada por la ecuación de Schrödinger dependiente del tiempo iħ∂|ψ>/∂t = H |ψ>, donde H es el operador hamiltoniano (en lo sucesivo se tomará, como es habitual, ħ = ). Si no depende explícitamente del tiempo, la solución de la ecuación de Schrödinger puede escribirse |ψ(t)> = e−iHt |ψ(0)>. La linealidad de esta ecuación garantiza la validez del principio de superposición. El llamado “postulado de proyección (o de reducción) de Von Neumann”, que suele tomarse no pocas veces como parte del ormalismo típico de la teoría cuántica no relativista, establece que durante la medida el estado cuántico cambia de un modo no contemplado por la ecuación de Schrödinger. En concreto, se supone que durante la medida de un observable típico A que conduce a un resultado am, el vector de estado |ψ> sure una transición discontinua5 |ψ> = ∑mcm|am> → |am>. Cuando eectuamos una medida del sistema cuántico, el valor de la unción de onda cambia repentinamente; puesto que entonces se concreta su estado, la descripción ísica del sistema ya no puede contener probabilidades. Así, el coeciente de la unción correspondiente al estado en que el sistema no se encuentra se hace cero, con lo que el otro coeciente se iguala a , pues una probabilidad igual a la unidad equivale a la certeza. Así ocurre si las probabilidades se interpretan como medida de la inormación o de la ignorancia acerca del estado preciso en el que se encuentra el sistema, esto es, si se trata de probabilidades gnoseológicas que cambian al modicar el estado
5 Esta es la versión “uerte” del postulado. La versi ón “débil” conside ra todos los resultados posibles en lugar de uno, y desemboca en un estado na l descrito por el llamado “operador de densidad”.
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de conocimiento del observador6. Aquí radica la amosa paradoja del gato de Schrödinger (935), según la cual —si el sistema total evoluciona de acuerdo con la ecuación de Schrödinger— un hipotético elino podría encontrarse en un estado de superposición entre la vida y la muerte, ψ( gato) = (/√) ψ( gato vivo) + (/√) ψ( gato muerto), en una proporción del 50 % cada uno (Stapp 97; Busch et ál. 996). Esta paradoja ilustra una triple dicultad en la teoría cuántica; a saber, (a) la controvertida interpretación ísica atribuible a la unción de onda, (b) la carencia de un criterio denido que marque la transición desde el mundo cuántico al mundo clásico, y (c) la posibilidad de que los sistemas ísicos posean propiedades bien denidas en contra de las predicciones de la teoría cuántica que, por tanto, sería incompleta en el sentido expuesto por Einstein. De acuerdo con la posición realista adoptada en este trabajo, consideraremos en lo sucesivo que la unción de estado en la teoría cuántica representa, al menos en algún sentido, ciertas características objetivas de los microbjetos, a los cuales nos reeriremos en adelante como “cuantones” a n de usar un término tan neutral como resulte posible (Bunge 967a). Hay entonces dos visiones contrapuestasarma sobre elque signicado de la launción de onda. La interpretación epistemológica esta contiene inormación que un observador posee sobre un sistema cuántico; diversos observadores pueden tener inormación dierente sobre el mismo sistema cuántico. Pararaseando a Einstein, se tendría en este caso una descripción “incompleta” del sistema ísico real. Por su parte, la interpretación ontológica sostiene que la unción de onda codica las propiedades ísicas reales de un sistema cuántico. Por esta razón, todos los observadores7 que analicen de orma correcta el mismo sistema cuántico deben coincidir en el contenido ísico —más allá de la orma matemática— de su unción de onda. La cuestión pareció decidirse a nales de 0 gracias a un artículo de Pusey et ál (0) donde se presentaba un teorema —denominado ya “teorema PBR”— destinado a probar que la visión epistemológica es incorrecta. En la demostración del teorema PRB, estos autores establecen que si dos observadores utilizan dos unciones de onda dierentes representativas del mismo 6 Esto no es así si se adopta una interpretación ontológica (propensiva) de la probabilidad, como medida de una tendencia objetiva, aunque dicha interpretación sure de d iversos inconvenientes, como la dic ultad de halla rle una pertinente extensión relativista. En todo caso, el problema losóco de las interpretaciones de la probabilidad no se limita a la ísica cuántica. 7 A juicio de los autores del teorema PBR, el observador no tiene que ser macroscópico e incluso el “vacío cuántico” puede ser un observador vá lido.
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sistema cuántico, porque parten de datos iniciales dierentes, entonces es posible construir un protocolo de medida en particular tal que los resultados ísicos obtenidos dieran para ambos observadores. En concreto, para ciertas preparaciones del sistema cuántico, uno de los observadores armará que hay una probabilidad no nula de observar un resultado imposible (cuya probabilidad por construcción es siempre cero). Los autores del teorema PRB concluyen dos sistema, observadores no pueden dos unciones de onda dierentes alque mismo aun cuando sean asignar aparentemente compatibles con todas las medidas. Siempre resultaría posible demostrar que una de esas dos unciones carece de validez. Por tanto, la unción de onda es “real” (lo que para estos autores signica ontológicamente independiente de los observadores) y no se trata de una mera elección epistemológica. Por otra parte, las teorías de variables ocultas, opuestas a la interpretación convencional de la ísica cuántica, sostienen que la conducta del electrón no es intrínsecamente ortuita e impredecible, sino que su aparente aleatoriedad se debería a actores ísicos inadvertidos. La idea esencial que inspiraba esta alternativa había sido propuesta por Einstein, Podolsky y Rosen, lo que inspiró la llamada “paradoja EPR”. En cuanto al tema que aquí nos atañe, el artículo que presenta la paradoja EPR comienza dando un criterio de completitud para cualquier teoría ísica. Una teoría se juzgará completa si “todo elemento de la realidad ísica ha de tener una contrapartida en la teoría ísica” (Einstein et ál. 935, 777). Ahora bien, ¿qué consideraban un “elemento de la realidad” Einstein y sus colegas? Se trata de un punto esencial en el debate, y sobre ello se decía unas líneas después: “Si podomes predecir con certeza (es decir, con probabilidad igual a la unidad) el valor de una cantidad ísica sin perturbar el sistema en modo alguno, entonces existe un elemento de reaidad ísica correspondiente a esa cantidad ísica” (Einstein et ál. 935, 777). Semejante armación se presenta como una condición suciente para atribuir realidad a una magnitud ísica, no como una denición rigurosa de la realidad ísica en sí misma. Sin embargo, multitud de experimentos en una serie iniciada por el cientíco rancés Aspect colaboradores (Aspect et ál. 98) respaldar más alláAlain de toda duday sus razonable esta última opinión, lo queparecen conrontó a los ísicos con el problema de explicar cómo es posible que una medición eectuada sobre un otón aecte a otro tan alejado del primero que ninguna señal ísica pueda conectarlos.
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3. ¿es inevitAble
el subjetivismo CuántiCo ?
Una respuesta imparcial a esta pregunta debería buscarse como se haría con cualquier otra teoría ísica, esto es, analizando los reerentes del ormalismo propio de dicha teoría. Y si obramos de ese modo, no hallaremos el menor rastro de “mentes”, “observadores” o “conciencias” en el corazón de la ísica cuántica, más allá“observable” de la raseología empleada por algunoslógico autores. Sustituyendo la palabra —un legado del positivismo dominante a comienzos del siglo XX— por “magnitud ísica”, el ámbito de aplicación y el poder predictivo de la teoría cuántica quedan intactos. Y no puede ser de otra manera porque ni las reerencias al yo ni a sus aptitudes para colapsar estados pertenecen en rigor a la teoría cuántica. Se trata de interpretaciones adventicias de los reerentes de la ísica cuántica así como de sus procesos de medición (Bunge 98, 69-70, 95-00). El papel desempeñado por los símbolos matemáticos es idéntico en la ísica clásica y en la cuántica. En ambos casos, se trata de conceptos ormales cuyos reerentes son las propiedades de los objetos ísicos que componen el mundo natural (Bunge 967b), aunque en muchos casos tales propiedades resulten asombrosas. ampoco se justica la opinión de que la teoría cuántica destierra la causalidad del corazón de la ísica. Únicamente debemos renunciar al determinismo laplaciano, pero no a la existencia de leyes naturales bien denidas (ecuaciones de evolución, como la de Schrödinger, o teoremas de conservación, como el de la energía) que obviamente también se dan en el mundo cuántico (Fock 958). Las restricciones impuestas por las desigualdades de Heisenberg se reeren solo a la descripción clásica de los enómenos subatómicos; la descripción puramente cuántica no está sometida a tales limitaciones. Por ejemplo, las distribuciones de probabilidad —una propiedad especícamente cuántica— pueden calcularse con precisión siempre creciente en proporción directa al renamiento de nuestras teorías sobre el micromundo (Omelyanovskij et ál. 97). No obstante, para salvar la noción realista clásica, se recurre a la intervención deque un presunto sujeto responsable de tales limitaciones. Pero sucede para señalar los cognoscente límites de validez en la aplicación de los conceptos clásicos al mundo cuántico no se necesita de subjetividad alguna; basta con prescripciones puramente ísicas sin más reerentes que los de la propia teoría (Bunge 985, 79-95). Parece, pues, que sí es posible interpretar la teoría cuántica mediante una perspectiva realista y objetiva (Bunge 977) que no considere su ormalismo como un simple articio matemático para pronosticar datos experimentales, [67]
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ni como un imparable generador de mundos alternativos, ni como expediente legitimador de una antasmagórica intervención de la mente sobre la materia. La ísica cuántica, en suma, no es necesariamente positivista, contra la opinión todavía hoy maniestada en los escritos de algunos de sus expertos (ÁlvarezGalindo y García-Alcaine 005). La ísica clásica, es bien cierto, se ha identicado siempre con las cuatro demandas típicas de la losoía realista (Rescher 987, -5): (R) Sustancialidad : identidad permanente de las cosas ísicas. (R) Fisicalidad: todo objeto existente debe ser susceptible de incorporación al esquema ísico de la naturaleza. (R3) Accesibilidad: los objetos ísicos pueden ser conocidos de modo parcial, inexacto y siempre perectible. (R4) Independencia existencial: la existencia de las cosas ísicas es autónoma con respecto al entorno (observadores inteligentes, otros objetos ísicos, entre otros). Rechazar los enunciados (R) y (R3) supondría en la práctica vedar toda posibilidad de discusión racional sobre la naturaleza, por lo cual no insistiremos en ellos. Por el contrario, el requisito (R) se ha conundido, tradicionalmente y sin necesidad de ello, con el de ubicabilidad; es decir, que todo objeto posee una localización concreta —“puntual”, diríamos— en el espacio y el tiempo8. La teoría cuántica renuncia a la ubicabilidad, es cierto, pero en modo alguno abandona también la sicalidad. Sucede que el esquema cuántico del mundo es radicalmente diverso del clásico, aunque no por ello es menos real. Por último, (R4) es el que mayor controversia ha generado, en cuanto que los resultados de los experimentos sobre correlaciones EPR se han interpretado erróneamente como una negación de este requisito. Los observadores someten a prueba las distribuciones probabilísticas pronosticadas por la teoría cuántica con independencia de los observadores; sus experimentos las conrman en todo caso, pero no las crean.
8 Se considera concretamente la ubicación espacio-temporal —cua ndo el problema del valor denido con cierne a todas las propiedades de los sistemas cuánticos— porque la ubicabilidad, con su transposición clásica inmediata (la posición de un objet o), ue una de las cuest iones que más inamó los primeros debates sobre la interpretación de la ísica cuántica.
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4. r eAlismo “PitAgóriCo” y reAlismo “CAntoriAno ” En el corazón de la mayoría de las controversias sobre el realismo y el idealismo en la interpretación de los bien conrmados enómenos cuánticos, parece hallarse un supuesto implícito al que pocas veces se presta la atención debida. Recordemos que, según el criterio EPR, una propiedad ísica se considera “real” posee valor concreto expresado mediante un número real.si Ya que un la violación experimental del ormalmente teorema de Bell indica que semejante opinión es insostenible, mediante un silogismo implícito no pocos autores han inerido de ello que la teoría cuántica reuta el realismo como trasondo losóco undamental de la ciencia ísica. Sin duda quienes así piensan tienen razón si reducimos el signicado de “realismo” a lo que, en sentido estricto, deberíamos denominar “realismo sicista clásico”, a saber: la suposición de que las propiedades de los sistemas ísicos solo pueden quedar matemáticamente denidas mediante números reales concretos, negando toda legitimidad a cualquier otra opción. … Si los proyectores, las magnitudes, no pueden estar completamente denidos, unadeimagen de la realidad las cosashabrá estánque en aceptar situación indenición, de ciertamicroscópica ambigüedad.en. .la. que No puede mantenerse la imagen de un mundo completamente determinado. No podemos pensar que la realidad existe ahí auera sin que la observemos (Cassinello 007, 47).
Nótese el descarnado salto lógico que se da en la cita precedente, pues de la indenición de las magnitudes cuánticas se pretende deducir la imposibilidad de una realidad extramental no observada. eniendo en cuenta que el realismo clásico suele abarcar otras premisas, como el requisito de separabilidad (reutada por las correlaciones EPR), sería más adecuado buscar un nombre especíco para este aspecto concreto relacionado con la expresión cuantitativa de las propiedades ísicas. al vez una denominación apropiada sería “realismo pitagórico” por cuanto la clave de la distinción reside en la naturaleza del objeto matemático —números reales— que se hace corresponder necesariamente con cada propiedad ísica (aunque Pitágoras hubiese abominado de este tipo de números). Esquemáticamente expresado, en el realismo pitagórico se arma que a cada propiedad p de un objeto ísico cualquiera O corresponde un número real x al que llamamos valor de dicha propiedad, de lo cual deducimos quep solo tiene existencia objetiva si existe un x con el cual hacerla corresponder. [69]
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Por tanto, con los argumentos previos se nos invita a aceptar subrepticiamente una cadena de implicaciones muy determinada: Realismo ⇔ Realismo pitagórico ≡ Asignación de valores concretos (números reales) a las propiedades ísicas. eniendo en cuenta que las magnitudes cuánticas carecen en general de estos valores concretos, se nos exige la renuncia al realismo en su sentido más amplio. Sin embargo, hay una alternativa muy clara que surge con naturalidad de la propia cuántica, según la cual de bastaría concontinuos admitir que las magnitudes ísicas teoría solo pueden asumir conjuntos valores, o discretos, en lugar de valores únicos y aritméticamente aquilatados (sharp values). En este caso, asignar a la propiedad ísica p —antes de ser medida— un subconjunto de los números reales S, que bien podría ser un intervalo continuo (cuando los valores permitidos a una magnitud cuántica orman una serie continua) o un conjunto discreto (si el rango permitido recorre valores discontinuos), no debería considerarse menos real que la tradición clásica consistente en asociar valores numéricos unívocos a cada propiedad ísica de un sistema. La alternativa que aquí se deende implica aceptar que la superposición cuántica de estados permitidos para un cierto sistema es tan real como cuando se encuentra en un autoestado cuyo autovalor para una propiedad determinada coincide con un resultado clásico. Es decir, para una propiedad ísica cualquiera, las superposiciones de valores permitidos, continuos o discretos, son tan objetivamente reales como los estados unívocamente caracterizados por un autovalor tras eectuar una medición. Es de crucial importancia destacar que con esta decisión estamos otorgando un valor ontológico, no solo gnoseológico, a los conjuntos de valores de las magnitudes cuánticas. Una elección tal merece su propia denominación que, por contraste con el nombre escogido con anterioridad, podría denominarse “realismo cantoriano”, dado que ahora operamos en principio con conjuntos de valores que pueden ser tanto continuos como discretos. Con ello han de considerarse objetivamente reales las superposiciones de estados, y por tanto objetivamente real también la situación en que una propiedad no se caracteriza por de un valores valor numérico unívoco por un conjuntoísica —continuo o discreto— posibles, cada unosino de ellos multiplicado por un coeciente que determina su grado de participación en la superposición global. Para cada cuádruplo 〈O, p, t, 〉, donde O es un objeto o sistema ísico cualquiera, p una propiedad ísica de O, t un instante del tiempo y un marco de reerencia, la ísica clásica asignaba siempre, en principio, un número real x ∈ ℝ. Podía darse el caso de que las técnicas experimentales no pudiesen [70] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 6-8
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medir esa magnitud concreta, tal vez porque el objeto en cuestión ormase parte de un colectivo muy numeroso (como en la mecánica estadística), pero nunca se ponía en duda que tal propiedad poseía por denición un valor numérico aquilatado. En la ísica cuántica, por el contrario, a ese mismo cuádruplo se le puede asignar en general un conjunto de valores , continuo o discreto, el cual queda reducido tras el proceso de medida a un único valor que en ocasiones coincide con un valor clásico de algunas magnitudes ísicas. Por primera vez en la historia de la ciencia, encontramos una teoría cuya cuanticación de las propiedades undamentales de la naturaleza no se realiza primariamente mediante números individuales. Antes de la teoría cuántica, siempre se daba por sentado que el uso de las probabilidades y la estadística compensaba una dicultad de cálculo debida a nuestra ignorancia de la gran cantidad de actores implicados. Pero, después de la teoría cuántica, sabemos que en la naturaleza puede haber probabilidades primarias irreducibles que no encubren nuestra ignorancia sobre multitud de datos bien determinados. Si hasta ahora, durante la evolución temporal de cada magnitud clásica se le asignaba un valor numérico en cada instante del tiempo, en el mundo cuántico a cada instante corresponde todo un conjunto de valores del cual podemos obtener ulteriormente distribución probabilidad es reallos procedimientos usados en estauna teoría. Por eso, lade teoría cuántica símediante mente extraña comparada con la ísica clásica porque sus reerentes básicos son entidades sin parangón en el mundo macroscópico clásico. Estas puntualizaciones sirven como deensa del realismo no clásico rente a los intentos de asentar una postura positivista radical en el regazo de la ísica cuántica (Gleason 957; Jauch & Piron 963). Uno de ellos se apoya en el teorema desarrollado en 967 por Simon Kocher y Ernst Specker sobre la compatibilidad de los valores observables (Kochen & Specker 967), cuya interpretación vulgarizada arma que los resultados de las magnitudes ísicas observables en un sistema ísico “no existen” antes de ser medidos (ÁlvarezGalindo & García-Alcaine 005; Cassinello 007). La verdadera nalidad
contextualidad del teorema es demostrar cuántica: el hecho de (magnitudes que la adjudicación simultánea de unlavalor preciso a todos los observables ísicas) de un sistema cuántico conduce a una contradicción (para espacios de Hilbert de dimensión mayor o igual a tres) y, por tanto, la adjudicación simultánea de un valor preciso a los observables de un sistema cuántico solo puede eectuarse consistentemente para los observables de un contexto (Bub 997). Sin embargo, persiste una línea de pensamiento para la cual antes de admitir la existencia de un valor concreto de una propiedad ísica se considera un requi[7]
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sito indispensable la exigencia de que dicho valor no dependa de la mencionada contextualidad. El criterio de realismo EPR, por ejemplo, se opone a esa interpretación contextual. El corazón de la controversia radica, una vez más, en lo que entendamos por “existir antes de ser medido”. Si concebimos únicamente datos clásicos —expresados como números reales— la respuesta es negativa. Pero si atribuimos a las propiedades cuánticas un carácter matemático distinto —no hay valoreslas individuales antes de laexisten medición, sino conjuntos de tales valores—, entonces magnitudes ísicas objetivamente en todo 9 momento aunque no siempre como números reales aquilatados. omemos el caso típico idealizado de un cuantón en una caja unidimensional, que pese a su carácter puramente ilustrativo servirá bien a los propósitos de esta discusión. Sea ψ(x) la unción de estado de ese cuantón, con las consabidas condiciones de contorno, de cuyo cuadrado obtenemos la densidad de probabilidad de localización |ψ(x)|. Un positivista diría que el cuantón no posee un valor concreto de la propiedad “posición” hasta que es medido, y a consecuencia de ello inere que dicha propiedad no es real. Ahora bien, si aceptamos el realismo cantoriano, debería replicarse que en eecto el cuantón carece de una localización concreta —que sería una exigencia típica del realismo pitagórico—, perodeaun así apermitidos la propiedad corresponde todo el conjunto continuo puntos del “posición” espacio dentro de la caja, en cada uno de los cuales la densidad de probabilidad asociada se calcula mediante el cuadrado de la unción de onda. ener en cuenta solamente la posición equivale a elegir un solo contexto, de manera que la discusión de la contextualidad cuántica no procede. Cuando se quieren determinar diversas propiedades incompatibles del sistema a la vez, por ejemplo la posición y el impulso, resulta entonces que cada uno de los respectivos conjuntos de valores —q y p, por ejemplo— viene estipulado por las bien conocidas desigualdades de Heisenberg, dependiendo del modo en que se haya preparado ísicamente el sistema en cuestión. ¿Qué sucede cuando tenemos un sistema cuántico individual en una superposición de dos estados? Escojamos porenergéticos simplicidaddiscretos, el caso deψun= cuantón en una combinación lineal de dos estados E cf + c f. radicionalmente se armaría que los cuadrados de los coecientes de esta combinación, |c| y |c|, representan tan solo la probabilidad de encontrar el sistema en uno de esos dos estados al eectuar una medición, sin otro signi9 Cada estado puro es una combinación lineal no trivial de autovectores de magnitudes cuánticas con las cuales el operador de densidad asociado (la proyección unidimensional) no conmuta. Por ello, los valores de esas magnitudes quedan indenidos.
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cado ísico más que el meramente instrumental. Desde la perspectiva del realismo cantoriano, sin embargo, la propia superposición posee valor ontológico, y los cuadrados de sus coecientes expresan la participación de cada uno de esos estados componentes en el proceso —todavía desconocido— que opera la transición hasta un resultado único (autovalor), el denominado “colapso de la unción de onda”.
5. r ePerCusiones ontológiCAs Al considerar la cuestión de qué podría constituir una condición necesaria para que una propiedad uese juzgada real, no estaría de más detenerse a reexionar someramente sobre el signicado de términos como “real”. Una cosa (en latín res) posee la acultad de hacerse notar ejerciendo algún tipo de inuencia a su alrededor; esto es, actúa de alguna manera sobre su entorno. Por tanto, el carácter real de una propiedad perteneciente a un objeto implica la capacidad de inuenciar otros objetos (en especial, los aparatos de medida) de una orma típica de esa propiedad. Esta condición necesaria y suciente para la realidad de los objetos ísicos y sus propiedades aquí sugerida concuerda con ciertos requerimientos de la experiencia objetiva, de espíritu kantiano,975; basados en las categorías de sustancia, causalidad e interacción (Mittelstaedt 994). En nuestro caso, las propiedades de interés son las magnitudes ísicas de un sistema cuántico. En ausencia de una cierta propiedad, la acción del sistema sobre el entorno —su conducta, en suma— será distinta de la que exhibiría con esa propiedad presente. Aplicado al contexto de las mediciones, en el cual la interacción se da entre el sistema y una parte de su entorno (el dispositivo de medida), esto signica que una propiedad se considerará real cuando la medida proporcione el valor de la magnitud sin ambigüedad. Esta prescripción, que ha recibido el nombre de condición de calibración (Busch et ál. 996), se adopta como criterio denitivo en el reconocimiento de que un proceso determinado ha sido de hecho la medida de una cierta magnitud cuántica. incorporación en la ísica el halle carácter real de unaSupropiedad se identica con cuántica el hecho se de hace que elposible sistemasi se en el autoestado asociado. Los teoremas de irresolubilidad iniciados por Wigner (Busch & Shimony 996; Busch 998) recogieron algunas interesantes implicaciones de esta cuestión. Estos teoremas presuponen una dinámica lineal y unitaria para los estados cuánticos, el criterio de realidad suministrado por el vínculo autoestado-autovalor, y la regla de que todo proceso ísico de medida ha de nalizar [73]
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con un resultado concreto. Según los teoremas de irresolubilidad, estos tres requisitos tomados en conjunto desembocan en contradicciones. Una razón más, tal vez, para modicar el criterio de realidad en la dirección señalada por el realismo cantoriano. En síntesis, las ideas que en la actualidad conguran la teoría cuántica de la medida sugieren la adopción delcuántica. vínculo autovalor/autoestado como elde criterio básico de realidad en la ísica Pero se trata precisamente un criterio legado por el realismo clásico (pitagórico) que en modo alguno resulta obligatorio admitir. Aceptando desde una posición realista cantoriana que los estados de superposición expresan una ontología propia, es decir, poseen su propio estatuto de realidad, se extinguirían los problemas asociados al debate sobre el realismo en los objetos cuánticos. Esta alternativa ontológica debe distinguirse con claridad de las versiones remozadas de la dicotomía aristotélica entre “potencia” y “acto”. El término “potencialidad” ue recuperado por Heisenberg (958, 53) para expresar la tendencia de los enómenos cuánticos a actualizarse durante las medidas. Una idea similar aue por Popper (959) la palabra “propensividad”, reriéndose lasdeendida probabilidades cuánticas comocon tendencias inmanentes de los microbjetos. Desde la perspectiva del realismo cantoriano, no hay tendencias ni potencialidades puesto que las superposiciones lineales de los autoestados gozan por sí mismas de una consideración ontológica de realidad con pleno derecho, y no remiten a un devenir que convierte las potencias en actos, ni a propensiones inherentes a la intimidad incognoscible de los cuantones. En todo caso, del realismo cuántico también se desprende la capacidad de encajar en su marco interpretativo el indeterminismo de los resultados de las medidas realizadas sobre magnitudes cuánticas. Si una propiedad carece de un valor concreto —en el sentido antes expuesto—, todo lo que una medida puede hacer es inducir el acaecimiento de uno los posibles tados. Es decir, el resultado individualaleatorio de la media no de viene impuestoresulpor causa identicable alguna, si bien dicho resultado individual sí obedece a una causalidad de tipo estocástico (la regla de Born). Esta idea descansa sobre la premisa de que las medidas y la obtención de sus correspondientes resultados son procesos ísicos correctamente descritos y explicados por la propia teoría cuántica, lo cual está muy lejos de hallarse claro en el momento presente (Mittelstaedt 998). [74] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 6-8
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6. Cuestiones Pendientes La interpretación expuesta hasta este punto deja sin respuesta algunos de los interrogantes esenciales de la teoría cuántica, tres de los cuales —tal vez los más relevantes— la acompañaron desde sus inicios. El primero de ellos se reere a la naturaleza ísica de la unción de onda, o más objetivamente, unción de estado cuántico.ormales Sigue pendiente a qué realidad conciernen las propiedades de dichasesclarecer unciones, en clase buenadeparte a debido a que las unciones Y se consideran pertenecientes a un espacio uncional abstracto (espacio de Hilbert) con el cual nuestro espacio-tiempo ísico guarda una relación muy lejana y controvertida. Por tanto, queda todavía en la penumbra dilucidar cuál es el reerente ísico de las unciones de estado típicas de la teoría cuántica. ampoco se aclara dónde podemos encontrar la genuina transición desde el ámbito cuántico al clásico, cuestión ejemplicada por la archiconocida paradoja del gato de Schrödinger0. No sabemos cómo se produce —si es que se produce— el así llamado “colapso” de la unción de onda, por la cual una superposición lineal de diversos estados se reduce a uno solo, aquél que de hecho obtenemos en la medida. Obviamente, si admitimos un encadenamiento de sucesivos colapsos nos veremos enrentados a un claro dilema: o bien no hay un colapso nal y todo el universo sigue evolucionado según la ecuación de Schrödinger (interpretación de “muchos mundos” de Everett), o bien hemos de poner al nal la conciencia de un observador (versión del “amigo de Wigner”) y cargar sobre ella la responsabilidad de restaurar la realidad. Pero con ello tan solo probamos nuestra ignorancia del colapso cuántico como proceso ísico genuino, independiente de recursos extraísicos, como supuestas mentes o conciencias reductoras de la unción de estado. La recurrente mención de los observadores o los actos de observación ha arraigado en la literatura especializada hasta el punto de que su improcedencia pasa completamente desapercibida: 0 Pero el colapso no es suciente para explicar la tra nsición de lo cuántico a lo clásico: una superposición de dos autoestados del espín en la dirección x, por ejemplo, se convierte en uno de los dos autoestados debido al colapso, pero no puede decirse aún que se haya pasado al mundo clásico puesto que el espín es una ma gnitud cuántica sin análogo clásico alguno. Por ello, la discusión se reere a aquellas magnitudes cuánticas con una contrapartida clásica. El espín no satisace dicha condición, aunque —si bien puede incluirse por puro expediente empírico como un número cuántico más — surge de u na combinación entre requisi tos cuánticos y relativistas. Este trabajo, no obstante, se ciñe a la cuantización no relativista eectuada tomando variables clásicas y sustituyéndolas por operado res cuánticos.
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El teorema [de Kochen y Specker] que hemos demostrado prueba que las propiedades de los sistemas microscópicos no están denidas hasta que nosotros las observamos. Los proyectores, las magnitudes, permanecen en estado de indenición hasta que los observamos, los medimos . . . (Cassinello 007, 47).
Basta con un somero examen del citado teorema (Cabello et ál. 996) para comprobar que en su ormulación rigurosa solo aparecen nociones como la de proyector, espacio n-dimensional o magnitud ísica. Por ninguna parte se mencionan observadores, actos de medida o algo similar (Bunge 97). Por último, otra de las dicultades que no resuelve la adopción de un realismo cantoriano como base interpretativa de la ísica cuántica involucra la conciliación entre las características propias de los enómenos cuánticos y los requerimientos derivados de la relatividad especial. Pese a las repetidas armaciones de que la teoría cuántica de campos resuelve esta cuestión, lo cierto es que no se llega a trazar una imagen plenamente espacio-temporal de los sistemas ísicos en ella tratados (Bohm & Hiley 993). Sin duda diversos teoremas prohíben la transmisión de señales a velocidades hiperlumínicas mediante las correlaciones EPR, pero tampoco cabe dudar que nadie ha logrado una genuina descripción covariante del colapso de la observaunción de estadoobtener en términos del espacio-tiempo de Minkowski. De hecho, dores en movimiento mutuamente inercial que participen en un experimento de tipo EPR, aunque no puedan comunicarse a velocidades mayores que c, obtendrán de sus respectivas medidas (y consiguientes colapsos de la unción de estado) imágenes del mundo ísico diícilmente compatibles entre sí. La solución a este problema suele esperarse de una utura gravitación cuántica, undada sobre algún tipo de estructura cuántica para el espacio-tiempo, de modo que el espacio- tiempo clásico y los objetos clásicos emergerían como conguraciones a gran escala. Mediante las álgebras C *, por ejemplo, las coordenadas espacio-temporales aspiran a convertirse en variables cuántica, dando lugar con ello al concepto de espacio-tiempo cuántico (Doplicher et ál. 995; Bahns et ál. 003). En tanto las coordenadas espacio-temporales devengan no conmutativas, el marco natural para las medidas espacio-temporales podría ser el perlado por el realismo cantoriano.
7. ConClusiones Las interpretaciones idealistas y subjetivistas de la teoría cuántica en cualquiera de sus versiones suelen argumentarse a partir de un supuesto implícito [76] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 6-8
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relacionado con la asignación de valores numéricos unívocos a las propiedades ísicas que se juzgan inherentes a cada sistema ísico (realismo pitagórico). Este problema puede soslayarse sin más que aceptar el valor ontológico de los conjuntos, discretos o continuos, de valores propios de las magnitudes cuánticas (realismo cantoriano). De ese modo, no resultará obligado considerar irreal una propiedad ísica por el hecho de que carezca de un valor concreto estipulado mediante un número real. Aun así, quedan en pie los problemas relacionados con el signicado ísico de la unción de estado, la reducción o “colapso” de dicha unción, así como la incoherencia entre la descripción espacio-temporal de los enómenos ísicos, típica de la relatividad especial, y la descripción estocástica no espacio-temporal, propia de la ísica cuántica. Podría ocurrir que tanto la ísica clásica como la cuántica uesen casos límites de una teoría más general y abarcadora, que sería la responsable de asignar distintos dominios de validez a estas dos teorías. Uno de los escenarios intelectuales donde se persigue este objetivo surge al aplicar el ormalismo de las álgebras C * a la ormulación de teorías ísicas. Con este método, la estructura del álgebra las magnitudes ísicas —“observables”, para muchos autores— puede ser odebien abeliana (representativa de las situaciones clásicas), o bien irreducible (enómenos cuánticos), o incluso intermedia. Este último caso parece corresponderse con sistemas cuánticos en los que operan reglas de superselección, que pueden aorar en teorías relativistas de campos cuánticos o en teorías cuánticas de sistemas macroscópicos. En suma, es perectamente posible una interpretación realista y no local de la ísica cuántica (Bunge 967b), considerada a su vez como una teoría completa —en el sentido de suponer la inexistencia de variables ocultas subyacentes— aunque no denitiva, pues no permanecerá como la teoría nal de los procesos microísicos, aunque solo sea porque habrá de modicarse para claricar el colapso de la unción de estado e incorporar la gravitación. Parece excesivo pretender que la teoría cuántica en solitario —con su cortejo de problemas interpretativos— es el marco undamental y último para la explicación de la realidad ísica, como en algún momento armó Heisenberg. Sin duda, enómenos tan asombrosos como las correlaciones EPR, y otros del mismo jaez, nos obligarán antes o después a modicar nuestra concepción de la naturaleza mucho más radicalmente que la propia revolución cuántica. [77]
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los ProblemAs de lA filosofíA KriPKeAnA : lA CrítiCA A lA AutoidentifiCACión de los objetos1 Problems in KriPKeAn PhilosoPhy: CritiCism on self-identifying objeCts2 Juan José Colomina Almiñana3 Vicente Raga Rosaleny4
r esumen El presente artículo pretende criticar las te sis uertes de la ontología kripkeana, derivada de la semántica que Kripke desarrolló a partir de la lógica modal, por ser poco claras y precisas y por contener un grave error de ondo: la adopción de las intuiciones ordinarias como guía de su losoía. Además, se discute la plausibilidad o no de la adscripción de las tesis kripkeanas al mi llianismo, lo que permitirá atender a ciertas nociones prob lemáticas y posibilitará concluir que, tal vez, no es muy recomendable basar un sistema losóco en las intuiciones ordinarias. Palabras clave: realismo esencialista, verdad contingente a priori, verdad necesaria a
posteriori, intuición ordinaria, millianismo.
A bstrACt Tis paper criticizes the Kripkean ontology, which is based o in modal logic, because o the adoption o the olk psychology as a guide o his philosophical project. Also, it discusses the Millia n inheritance o the Kripkean theory o objects, concluding that it is not desirable a philosophical system based on ordinary intuitions. Keywords: essential realism, a priori contingent truth, a posteriori necessary tr uth, ordi-
nary intuition, Millianism.
Agradecemos los come ntarios que hizo un evaluador de esta revista a una versión previa de este trabajo. El marco para la conección y ormalización de este trabajo se sitúa parcialmente dentro del proyecto de investigación FII0-4549: “Points o View and emporal Structures”. Juan J. Colomina agradece el apoyo necesario para su real ización a LEMA Research Group, perteneci ente al Departamento de Historia y Filoso ía de la Ciencia y el Lenguaje de la Universidad de La La guna, y a los m iembros del Department o Philosophy o Te University o exas at Austin. Recibido: º de noviembre de 0. Aceptado: 8 de septiembre de 0. 3 Te University o exas at Austin. Correo electrónico: [email protected]. 4 Universidad de Carta gena. Correo electrónico: vragar@unica rtagena.edu.co.
Colomina Almiñana, Juan José & Raga Rosaleny, Vicente
“Los nombres designan sólo lo que es un elemento de la realidad. Lo que no puede destruirse; lo que permanece idéntico en todos los cambios” -¿Pero qué es eso?- ¡Mientras dijimos la oración ya nos vino a las mientes! Expresamos ya una imagen totalmente determinada. Una gura determinada que queremos emplear. Pero ciertamente la experiencia no nos muestra estos elementos. Wittgenstein (IF, § 59).
1. introduCCión Del mismo modo que existen términos y nociones que pasan al uso popular, vulgarizándose, provenientes del vocabulario técnico, del campo semántico de la losoía (el mejor ejemplo que nos viene a la mente es la noción ordinaria de ‘amor platónico’, que ni es amor ni es platónico), también existen muchos préstamos en sentido contrario: topoi ordinarios, vocablos, nociones que constituyen el cuerpo argumentativo de nuestra disciplina. Esto que en principio parece inevitable, e incluso menos problemático de lo que algunos lósoos han supuesto, adquiere un carácter altamente peligroso cuando se convierte en el núcleo o base del proyecto losóco propuesto. Desde este punto de vista, debemos leer el trasondo del proyecto losóco de Saul Kripke. Proponemos como punto de partida que este autor habría tratado de alimentar algunas de nuestras intuiciones cotidianas: el hecho de que existe una realidad en sí misma, previa, estructurada e independiente del conocimiento que de ella tengamos. Esto es, la deensa de la existencia de un conocimiento de la realidad consistente en un proceso de descubrimiento (Deez 998, 0). Por eso mismo consideramos que, a pesar de que nuestras intuiciones son realistas, tal vez la losoía no deba, y no se deje, acompañar por ellas dado el elevado precio a pagar.
2. designAdores rígidos y referenCiA
direCtA
Comenzaremos recordando el ejemplo reerente al descubrimiento de Neptuno y que Kripke aduce para reorzar e ilustrar sus tesis acerca de las verdades contingentes a priori (Kripke 985, 87 n. 33). Antes de que hubiera evidencias de la existencia de este planeta, Leverrier estipuló a priori la posible existencia de un planeta desconocido como causa de las discrepancias orbitales de Urano, y que este se llamaría Neptuno. Pero podría haberse dado el caso de que estas discrepancias tuvieran otra causa que no uera la existencia de un planeta. Así, [84] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 83-98
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el enunciado ‘Neptuno es el planeta que causa las discrepancias en la órbita de Urano’, si es verdadero, dirá Kripke, será porque es una verdad contingente a priori. Sabemos que lo que ejemplica este caso es cómo introducir por estipulación un designador rígido (en este caso, ‘Neptuno’) mediante el uso reerencial de un designador no rígido (que aquí sería una descripción denida, ‘el planeta que causa perturbaciones en la órbita de Urano’), además con que no es absurda realista comola lapeculiaridad, que está deendiendo Kripke, en deuna estarconcepción pensando en una esencialista estructuración ontológica previa e indierente a nuestro conocimiento de la realidad, de un bautismo en ausencia del bautizado o “por poderes” (Deez 998, 8 n. 0)5. Pero, ¿realmente es este un modo eectivo de introducir un designador rígido? Pero, además, dice Kripke, si un nombre designa rígidamente, debe hacerlo de modo estrecho6. Como se desprende de la crítica kripkeana a la teoría descriptivista del lenguaje, una descripción no puede ser la reerencia de un nombre ya que esto signicaría que un enunciado como ‘Cervantes es el autor de El Quijote’ sería necesario. Sabemos que existen mundos posibles donde puede ser que Cervantes no llegara nunca a escribir dicha obra, pero no existe ningún mundo donde sea also que ‘Cervantes es Cervantes’. Según las tesis kripkeanas, debemos que la identidad en el segundo enunciado es necesaria, porconcluir lo que ‘Cervantes’ debe expresada ser considerado un designador rígido de iure, donde la caracterización de iure apela a la necesidad de la relación entre el nombre en cuestión y su portador. Del mismo modo, podemos decir que la descripción denida ‘el escritor de El Quijote’, que si bien permite jar la reerencia de un nombre, no se mantiene en todo mundo posible, puede ser considerada un designador no rígido o un designador rígido de acto, porque alude a un individuo determinado que solo en un mundo posible reere a un cierto objeto. Parece al menos cuestionable que podamos apelar a la intuición directa de la rigidez de los nombres para establecer un determinado nombre como designador de un objeto, como pretende Kripke. Si un objeto se asocia directa5 Es conveniente recordar al lector que, y este es un punto importante, el designador rígido introducido no es una abreviatura de las descripciones denidas empleadas para introducirlo, y así es como debemos entender un verdadero designador rígido. Sería necesario preguntarse, tal vez, por la ausencia de una estipulación explícita de que el nombre debe ente nderse como un designador rígido y la descripción denida como utilizad a reerencialmente, y esto es lo que sucedería en un lenguaje natural rente a uno lógico, donde descansa esta segura dist inción y descripción de los elemen tos del lenguaje y de su uso (y la respuesta pa rece ser de nuevo la conable intuición, dema siado empleada como último recurso). 6 “[U]n designador designa rígidamente a cierto objeto si designa a ese objeto dondequiera que el objeto exista; si, además, el objeto existe necesariamente, podemos llamar al designador rígido en sentido uerte ” (Kripke 985, 56).
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mente en virtud de sí mismo a un nombre, ¿cómo es posible tener intuiciones directas acerca de enómenos que son semánticos, como lo es la rigidez de un nombre? (McCulloch 986). Pero, además, la caracterización de los designadores rígidos como rígidos de iure es problemática porque incurre en la alacia de la no mediación (extor 998, 48): no existe un sentido que reera un nombre a un objeto, por lo que se incumple una de las bases de la teoría de la reerencia directa, que la jación de un nombre sustituya al conjunto de descripciones que anteriormente se empleaba para reerirse a un objeto y que se ha logrado renar mediante la observación empírica. Si consideramos que hay designadores rígidos de iure, dichos designadores no podrían ser nombres que sustituyan (por renamiento) descripciones o designadores no rígidos más primitivos, sino que deberían establecer a priori lo que Kripke ha deendido como a posteriori: el descubrimiento de la asociación de un nombre con su reerente. En este sentido, por ejemplo, en la teoría de Gareth Evans, la descripción o descripciones relevantes sirven para determinar un cierto reerente, pero no se pretende que el nombre propio describa al objeto. Es decir, no se espera que el nombre sea sinónimo de sus descripciones denidas. Así, podemos jar la reerencia de un individuo del que solo conocemos una cierta propiedad mediante dicha descripción. Es decir, podemos determinar la reerencia de un objeto del que solo conocemos la propiedad G asociando dicho nombre al único individuo que es ‘el G’. Por ejemplo, podemos estipular que denominaremos ‘Julius’ a la persona que inventó la cremallera sin saber a quien reere ‘Julius’ asociando el nombre ‘Julius’ a aquel individuo que responda a la descripción ‘el inventor de la cremallera’. Es un modo más débil de descriptivismo porque aquí no se asocia nombre con descripciones, es decir, el nombre en cuestión no es sinónimo de las descripciones que le corresponden. Pero tampoco implica las nociones de aprioricidad y necesidad porque pueden existir mundos posiblesestablecimiento donde ‘Julius’ puede no haberno sidotiene el inventor cremallera y(por lo que el del enunciado por quédeserlanecesario) porque no es necesario que los hablantes conozcan a quién se reere el nombre ‘Julius’ para ser competentes en su uso (por lo que sería irrelevante si el conocimiento del enunciado es a priori). Si consideramos que ‘Julius’ es un designador rígido de iure, entonces la jación del nombre ‘Julius’ al individuo que reere sería previa a toda observación empírica, lo cual incumpliría los requisitos kripkeanos de jación de los designadores rígidos (C. Evans 98; 985). [86] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 83-98
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Pero, además, esta noción de rigidez de iure también incurriría en el llamado problema de las descripciones actualizadas7. McGinn considera que existen cierto tipo de descripciones que podemos emplear en este y solo en este mundo, como por ejemplo, ‘el escritor de El Quijote’ para designar a un cierto individuo en este mundo. Pero puede ser que, convencionalmente, los hablantes de un mismo lenguaje decidan emplear dicha descripción actualizada para reerirse a determinado objeto de adquiere modo estrecho, es decir, en. Sin todoembargo, mundo posible, por lo que la descripción un carácter de iure se incurre en un error al considerar que la convencionalidad signica ‘hacer esto de esta o de aquella manera a partir de ahora’. McGinn parece conundir el contenido de una proposición con su carácter. En un momento dado, los hablantes pueden asociar un cierto sentido nuevo a un determinado individuo mediante una descripción denida, pero la norma semántica que rige el uso de esa nueva expresión indicativa pasaría a integrar la entera gramática del lenguaje del que orma parte, por lo que se subordinaría a ella al provenir el srcen de la asociación entre un nombre y su reerente de una labor y una acción lingüística y social. Sin embargo, esto no consigue responder a nuestra pregunta inicial. ¿Realmente sería este un modo eectivo de introducir un designador rígido? Lo que sí es cierto es que si paramos a pensarlo detenidamente, tratando de distinguir entre una cierta conusión entre conocimiento de dicto y de re, como ahora veremos, nuestra conclusión debería ser que no es el caso. Pero si no lo es, tal vez tampoco sería lícita la aseveración de la existencia de verdades contingentes a priori y, en última instancia, la distinción kripkeana rente a la tradición losóca y de la que se derivaba toda su imagen alternativa a la teoría descriptiva del lenguaje y, en último término, un cierto irrealismo (por tanto, la objeción debe ser radical).
7 “Kripke dice que un designador rígido es una expresión que designa al mismo objeto en todo mundo en el que el objeto existe. La ontología de los mundos posibles involucrada en esta denición parece inesencial: podríamos decir simplemente que un designador rígido es una expresión que designa al objeto que es su actual reerente –necesaria mente designa al objeto que actualmente designa ” (McGinn 98, 97; traducción y énasis nuestros) . McGinn aquí apela más al valor semántico que debe adquirir la atribución de reerencia a un nombre al implicar el conocimiento lingüístico que se supone en el empleo de un término, dejando de lado el esencialismo de propiedades en que incurre la propu esta kripkeana .
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3. lA ProblemátiCA de lA neCesidAd frente A lA ContingenCiA Yendo paso a paso, el primer síntoma de que algo extraño acontece en el argumento kripkeano es que si una verdad es contingente es porque debe ser hecha verdad por algún estado de cosas real; por ejemplo, el enunciado ‘Bernat es el autor de El Quijote’ sería verdadero si hubiera un estado de cosas tal que Bernat uera elelautor de dicha obra.es Pero que se sigue del procedimiento de introducir designador rígido que elloenunciado expresaría, por estipulación, una verdad contingente (estamos pensando de nuevo en nuestro ejemplo). Si lo que hace que algo contingente sea verdad es cómo sea el mundo, que existan o no existan ciertos estados de cosas, entonces el hablante debería ser Dios para poder hacer este tipo de milagro, ¡el estipular cómo debe ser el mundo! (Donnellan 977, 9). Entonces, ¿qué es lo que conocemos? O, mejor dicho, ¿qué tipo de verdad es la verdad contingente? Una verdad mucho más modesta, por cierto, que la que pretende Kripke. Esto es un conocimiento de cuestiones lingüísticas, o de dicto, más que un conocimiento de re (o, por decirlo de otra manera, un conocimiento de la verdad de que ciertos enunciados expresan una verdad más que un conocimiento de la verdad que esos enunciados expresan). Un enunciado como ‘Bernat será el primer hombre que entrará por la puerta de la iglesia principal de Carcaixent el primer domingo del año 030’ es claramente contingente porque podría ser el caso que ese día no entrara nadie en dicha iglesia y para Kripke, sin embargo, dicho enunciado sería una verdad, un conocimiento a propósito de un individuo,de re, en el sentido en que hay o habrá alguien del que ahora mismo sabemos alguna cosa y que si este, el que acaba por entrar dicho día y en dicha iglesia, resulta ser Andrés, deberíamos decir que sabemos ahora alguna cosa acerca de Andrés. Pero esto no es cierto, porque no hay un sentido plausible en el que podamos decirle a Andrés que, aunque designado con un nombre dierente, ya sabíamos 0 años antes que él sería el primer hombre que atravesaría la puerta de dicha iglesia el primer domingo del año 030. Por tanto, debemos concluir que las estipulaciones no aumentan nuestro conocimiento del mundo sino tan solo de aquellas cuestiones lingüísticas, cuestiones acerca del lenguaje, de dicto, y no, como conunde la verdad contingente a priori kripkeana, verdades de re. Un argumento pormenorizado que analiza la ilusión de contingencia de los enunciados bidimensionales (como los de identidad) enunciada por Kripke puede encontrarse en Pérez Otero (998). Allí se apela a una explicación general (menoscabando la importancia de una explicación especíca) que permite armar lo que denomina Ecuación Bidimensional Básica (EBB) y
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que dierencia en Kripke dos tipos de intensiones dentro de su semántica: una intensión secundaria (el sentido del término que se transmite en todo mundo posible) que de ser necesaria convertiría la identidad en necesaria, independientemente de que la intensión primaria (la evaluación del valor de verdad del enunciado en todo mundo posible como si uera el mundo real y que permite indicar su sentido) sea contingente. El propósito de este artículo es reorzar la crítica a la teoríaque de la los estados mentales con estados ísicos,(kripkeana) a pesar de concluir noidentidad es posibledereutarla partiendo de la explicación especíca, apelando a la EBB, que se convertiría así en un principio general. Esta distinción permitirá a Pérez Otero deender las posturas kripkeanas de ataques como los de Casullo (977), que arma que enunciados como ‘un metro es la longitud de la barra S en t ’conunden la distinción entre el uso atributivo y el uso reerencial deendida por Donnellan. Podemos emplear la expresión atributivamente para reerirnos a la longitud de S en t, en alusión a la barra. Pero si la usamos en sentido reerencial, entonces aludimos a la longitud que tiene la barra S, sea la que sea, diciendo que es un metro. Solo de modo atributivo parece seguirse que ‘un metro es la longitud de S en t ’ puede ser considerado un enunciado a priori. Pero si esto es verdad, entonces solo podrá ser cognoscible en virtud de sus términos, por lo que entonces se descubre no puede como ser contingente, algo que se autoidentica solo puede serque considerado necesario, porque haciendo peligrar, así, la distinción entre necesario y a priori y, por derivación, toda la edicación kripkeana. Pérez Otero (00), en un intento por salvar las tesis kripkeanas, observa que no distinguir entre los dos niveles de intensión supondría menoscabar el poder de la teoría causal de la reerencia, por lo que críticas como las de Casullo violarían de manera explícita la EBB. Recientemente, Dan López de Sa (006) argumentaba contra las tesis de Pérez Otero (y, por presuponerlas, las de Kripke) acerca de la deensa de la ilusión de la contingencia que son un recurso inválido cuando se aplican a la conciencia por tener una orma dierente a la de los demás casos amiliares de enunciados necesarios a posteriori, para intentar mostrar la incorrección exegética existente en sus argumentos 8. odavía podemos plantear a la existencia de verdades necesarias a posteriori otro tipo de objeción, no tan potente como la anterior, pero que nos servirá para poner entre paréntesis la adscripción inmediata de las teorías de Kripke al millianismo (nunca explicitada por el autor), así como también alguna de sus aseveraciones realistas. Por ejemplo, como arma Fitch (976, 43-47), si estamos de acuerdo con que un enunciado como ‘Hesperus es Phosphorus’ en caso de ser verdadero debe serlo necesariamente, tal como lo es el enun8 Una atención adecuada a dicha críti ca excede el tema del presente trabajo.
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ciado ‘Venus es Venus’, y le añadimos un par de presuposiciones adicionales9, no sería cierto que ‘Hesperus es Phosphorus’ exprese una verdad necesaria a posteriori, sino que nuestro conocimiento de ella sería tan a priori como el de ‘Venus es Venus’. Esta parece ser una conclusión absurda e inaceptable para un Kripke que quiere dar cuenta del progreso de la ciencia (y de la paradoja de la existencia de enunciados de identidad contingentes, a la que ha dedicado alguno de sus textos), pero según Fitch, si somos millianos y rechazamos que los designadores rígidos tienen un contenido descriptivo, entonces ni se puede rechazar esta tesis de la sustituibilidad ni podemos aducir la existencia de contextos intensionales para impedir la consecuencia no deseada. Por tanto, debemos matizar el pretendido millianismo kripkeano y admitir que, en cierto sentido, ‘Hesperus’ y ‘Phosphorus’ o ‘ulio’ y ‘Cicerón’ dieren en su signicado aunque compartan su reerencia. Esto es, si ‘Hesperus’ y ‘Phosphorus’ no son analíticos no es porque no sean verdaderos en todo mundo posible, como en el caso de ‘Venus es Venus’, sino que no lo son en virtud de su signicado (Pérez Otero 998, 69-70). Podría decirse que si yse‘necesidad’, distinguierayentre enunciado y proposición, expresando el segundo ‘verdad’ siendo ‘aprioricidad’ y ‘aposterioricidad’ relativos al enunciado dado que ‘Cicerón es ulio’ es verdadero, ‘Cicerón es Cicerón’ y ‘Cicerón es ulio’ expresarían la misma proposición, una verdad necesaria. Mientras tanto, y mirando a través de la lente enunciativa, ‘Cicerón es Cicerón’ se mostraría como una verdad apriórica y como a posteriori el enunciado ‘Cicerón es ulio’ por requerir investigación (Salmon 993, 84; Salmon 986, 37 ss.). Si, por tanto, admitiéramos como los millianistas que un enunciado de identidad como ‘Cicerón es ulio’ es apriórico y no inormativo, analítico a n de cuentas, que su contenido proposicional es el mismo que el de ‘Cicerón es Cicerón’ pero que lo conocemos a posterioriy nos aporta inormación, entonces entenderíamos ambas cosas como relativas a la dimensión enunciativa distinguida o, aún mejor, relativa al hablante, es decir, a una dimensión pragmática o de semántica aplicada más que pura. Por tanto, haría alta algún tipo de distinción, por ejemplo entre propiedades y conceptos, que dé cuenta de las dierencias de conocimiento existentes entre los hablantes para, al menos, tratar de preservar la identidad necesaria, el rígido nombrar las propiedades de las entidades y también a estas. 9 Que los objetos de conocimiento serían proposiciones y que un designador rígido del enunciado sería insustituible por uno que designara el mismo objeto sin que ello suponga un cambio de proposición.
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Aunque no hemos prestado mucha atención a cuestiones relativas a la teoría kripkena del signicado0, es necesario resaltar un punto conictivo que aparece al criticar las distinciones kripkeanas de los conceptos clásicos de necesidad y apriorismo. Es decir, debemos jarnos en la crítica a la lectura excesivamente el a las intenciones y simpatías kripkeanas más que a sus realizaciones eectivas porque, a pesar de ser cierto que el autor no puede esconder su porimportante la tesis milliana, noconrmara enuncia explícitamente que la adopte. Estesimpatía punto es porque,este si se la distancia, Kripke podría evitar alguna de las críticas que arrastra el millianismo y que suman dicultades a los problemas que nosotros hemos planteado. No entraremos ahora en la exposición y discusión de dichos problemas del millianismo, que muchos identican sin más con la teoría de la reerencia directa, y que muchos autores ya han denunciado en Kripke. Una vez dicho esto, y rente a otras posiciones muy undamentadas e interesantes, podemos distinguir entre dos aproximaciones a la cuestión de la reerencia, una que ya hemos denominado teoría de la reerencia directa y otra que se ha llamado millianismo (García-Carpintero 998, -44). La primera trataría de lo que viene dado por la semántica de un término en la determinación de sus condiciones de verdad mientras que la segunda establece el tipo de conexión existente entre un término y su reerente, su puro estar por el objeto. Si entendemos de este modo la posición kripkeana, como mucho más cercana a la primera que no a la segunda posición, y atendemos a los puntos de vista neoregeanos, parece que la dierencia entres ambas posturas no es, por una parte, tan grande, mientras que por otra sí que lo es, pero en otro sentido 0 No lo haremos ahora, ya que Kripke parece dar plena importancia a la cuestión reerencial más que a las discusiones en torno a su teoría del signica do, y este ar tículo pretende tan solo ser una reconstrucción crítica de algunas de las tesis de nuestro auto r acerca de la realidad y su meta ísica. Por ejemplo, Searle (990, 66-69) con respecto al uso de los nombres propios que solo tienen reerencia en enunciados existenciales, de identidad (donde aparece el clásico enigma regeano de los enunciados de identidad con inormación cognitiva) o también el error que denuncia Wittgenstein en el silogismo 43 de sus Investigaciones de conundir entre un nombre y su porta dor y que da pie a absurdas conu siones y a introducir la contingencia de los hechos del mundo en el lenguaje (porque parece que si el mundo uese destruido todavía podríamos emplear el lenguaje para describir la desolación reinante). ambién en el mismo sentido las más modernas, aunque en muchos casos idénticas, críticas de Bach (994, 49-74), donde este añade una crítica a los nombres vacuos y a los enunciados de creencia bastante interesante y diícil de rebatir, en el segundo caso. Este incluye una discusión en torno a las uentes de la ilusión de rigidez que también merecería cierto comentario, pero que no vamos a hacer aquí. Estamos pensando en Stalnaker (998, 7-9), que deende una lectura de Kripke como intentando mostrar la coherencia de la respuesta milliana más que su adecuación empírica. Lo deende de los ataques al estilo searleano o dummettiano, que se inclinarían por negar la viabilidad, calicada incluso de imposible, de la semántica milliana (y si hiciéramos caso de los que identican a Kripke con esta posición, por extensión de la semántica kripkeana). La distinción que hace, para deender dicha coherencia entre semántica y metasemántica, a pesar de ser muy interesante, nos llevaría muy lejos de la s pretensiones de este trabajo.
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y con una consecuencia crítica para aquellos que rechazan la derivación del esencialismo a partir de la teoría de la reerencia directa (Salmon 98, 07ss.). Lo único que indicaremos aquí es que, por una parte, podemos entender el regeanismo como una posición que deende la existencia de dos tipos de valores semánticos que debemos atribuir a los nombres, un perl general (el sentido) y uno individual (la reerencia). Y en este sentido no se distinguiría tanto de la teoría de la reerencia directa entendida de modo amplio, como nosotros lo hemos estado haciendo en los últimos párraos. Pero, de todos modos, la cuestión importante —que va conectada con un cierto internismo del contenido y con un antirrealismo metaísico que topa rontalmente con lo que hemos venido indicando de Kripke— es que el argumento clásico de Frege sería la deensa de la necesidad (y de la suciencia) del sentido, en contraposición con el millianismo, para dar cuenta de la comprensión de los términos singulares con reerente objetivo que tiene el hablante. La raíz de dicha cuestión nos llevaría demasiado lejos, por lo cual no proundizaremos en ella. an solo es suciente para nuestros propósitos indicar que lo que encontramos tras estas armaciones es un punto incompatible con las tesis kripkeanas, ya que si para Frege la reerencia es algo adventicio, una propiedad la que podemos prescindir enlenguaje, una expresión de un lenguaje sinextrínseca, que este sede modique y se convierta en otro para Kripke, es una propiedad intrínseca que permitiría hablar de propiedades esenciales de los objetos, independientemente de cómo nos los representemos, o propiedades esenciales de re, y en consecuencia, esencialismo y teoría de la reerencia directa irían de la mano de manera mucho más clara de lo que algunos críticos parecen considerar. En este sentido podemos acudir a las críticas de Mellor de las que se hace eco Salmon (98, 9). Derivar el esencialismo de la teoría de la reerencia supondría concebirlo de modo gratuito ya que se incurriría en una alacia modal. Que un objeto sea idéntico a sí mismo no signica que dicho objeto posea una propiedad que sea idéntica a sí misma en todo mundo posible. Para que esto ueraacerca posible apelar nuestras propiasdeexplidicto caciones de(olacorrecto), identidad,necesitaríamos ya que tan solo bajoauna atribución de las propiedades como esenciales puede admitirse su transmundanidad, algo que Kripke estaría negando desde el principio. Pero, ¿no será esta una propiedad esencial, o no, dependiendo de su marco conceptual? Si uésemos eles a Kripke, deberíamos decir que no porque de otra manera estaríamos de nuevo ante una modalidad de dicto). Como ya comentamos al reerirnos al esencialismo kripkeano en relación con las consecuencias de su [9] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 83-98
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análisis de los enunciados de identidad, parecería que otra vez nos situamos en el plano transconceptual, transubjetivo y transhistórico, un plano como el que se desprendía del análisis de la imagen alternativa kripkeana de la teoría causal de la reerencia, así como de su concepción de la ciencia, los dos últimos elementos del teorizar kripkeano en los que vamos a detenernos.
4. el esenCiAlismo CientifiCistA Como bAse de lA teoríA CAusAl KriPKeAnA
Como sabemos, el acto bautismal que inicia una cadena causal de comunicación y que permite transmitir el nombre de un hablante a otro hasta llegar al que ahora mismo lo emplea y puede reerirse a algo e identicar a un único individuo a pesar de carecer de criterios y descripciones (o aunque los tuviera, que estos ueran todos erróneos) ha recibido ya una serie de críticas y de explicaciones que permiten que dicha imagen alternativa uncione mejor cuanto más lejos se sitúe del marco realista de pensamiento que encontramos en su trasondo. Pero todavía nos alta claricar una duda relativa a la plausibilidad de la raíz misma de dicha noción, su undamento en una supuesta realidad translingüística, hipótesis esta que articularía las intuiciones ordinarias presentes en la obra kripkeana. Si primeramente atendemos a los nombres propios, como por ejemplo ‘Aristóteles’, debería parecernos problemático que alguien pudiera mantener que todo lo que sabemos acerca de Aristóteles sea also y que en realidad Aristóteles uera un caporal austriaco que luchó en la Primera Guerra Mundial y después dirigió un partido político de extrema derecha que llegó a tomar el poder de Alemania, la llevó hacia una nueva guerra mundial y la involucró en el exterminio del pueblo judío (entre otros horrendos sucesos). La plausibilidad de esta tesis pasaría por aceptar la más que sospechosa antropología metaísica que indica que las personas serían entidades permanentes e independientes de cómo ueran descritas o conocidas por nosotros. Pero, si pasamos al polo de los términos generales, de masa, etcétera, la cuestión parece igual, o más, implausible (Moulines 99, 56-6). No es tan solo que sea irrealizable la investigación que nos llevara hasta el establecimiento del bautismo de cualquier término de nuestro lenguaje ordinario, como el agua (o nos llevara a una implausible indagación hacia sus orígenes remotos, prehistóricos, que nunca podría llevarse a cabo en condiciones adecuadas), ni tampoco simplemente que resulte inverosímil la idea de que la reerencia determinada por cierto acontecimiento introductorio se mantenga invariable a lo largo del [93]
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tiempo (desde los griegos hasta nuestros días, de su término oro al nuestro)3, ni que el hecho no se corresponda con la realidad del lenguaje, donde los procesos son graduales y globales (esta concepción del bautismo), que introduce de manera espontánea y atomizada mecanismos de reerencia4. Lo que realmente resulta inaceptable es que se olvide que para reerirse a alguna cosa hace alta un marco conceptual que nos permita saber, por ejemplo, el tipo de entidad hemos bautizado, del mismo modo que permita en cuenta nuestras que reacciones naturales, nuestras conductas como serestener humanos, que la identicación de determinada entidad como tal está siempre guiada por nuestros intereses. De hecho, el análisis kripkeano no es correcto porque el bautismo supondría todo aquello que sabemos de la entidad a bautizar, algo que según Kripke no sería posible ni necesario porque es independiente del signicado y de la reerencia de una entidad, es independiente de todo aquello que los hablantes puedan saber o creer. El bautismo presupondría, entonces, todo aquello que pretende negar; presupondría las reacciones naturales de los humanos y el marco conceptual en el que tienen lugar. Una posible solución la aporta Blasco al decir que la identicación sería previa a la descripción, que la identicación vendríadel posibilitada por lapretende praxis humana y no porpero la contemplación de las esencias mundo, como Kripke. La identicación de individuos pertenece al seno de una teoría y es relativa a ella: la teoría que la praxis social ha creado y que constituye el corpus teórico del lenguaje ordinario; pero esta no es una teoría elaborada en el marco de una actividad investigadora, sino que es la teoría que, estructurada en el lenguaje ordinario, aprendemos en el propio proceso de aprendizaje del lenguaje, proceso que corre parejo al de nuestra ordenación práctica del mundo entorno. La actividad losóca no consiste tanto en elaborar una teoría sobre el conocimiento, la realidad, o ambos, como en elucidar la estructura categorial de la teoría que tenemos incorporada… Los individuos que aceptamos, los individuos que conocemos, son pues consecuencia de un compromiso ontológico… avalado… por las estructuras de nuestro comportamiento social (Blasco 974, 50-). 3 El lenguaje cambia, y lo hace muy a menudo, por lo que parece razonable pensar que el hablante sea responsable de cómo emplea el lenguaje ahora, de las práctica s actuales acordadas, pero no lo parece del modo en que se hablaba hace siglos (Dummett 980, 55). 4 De hecho, Donnellan (974, 33) dirá que tal vez no es una necesidad teórica que los nombres entren de modo atomizado en nuestras transacciones lingüísticas (y para nuestros intereses aquí no sería tan esencial ver el cómo sino el qué se requiere para entender una práctica bautismal como tal).
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Los problemas de la losoía kripkeana: la crítica a la autoidenticación de los objetos
Pensémoslo a un menor nivel de abstracción, con el ejemplo del oro. Podríamos decir que esta sustancia es la clase instanciada por (casi toda) una muestra dada. Necesitaríamos una muestra para poder jar la reerencia del término oro, pero al mismo tiempo, para poder asegurar dicha muestra, necesitaríamos alguna característica de la reerencia jada anteriormente. Es decir, que en apariencia estaríamos atrapados en un círculo vicioso donde para poder jar la reerencia sería necesario haberla ya jado. Una posible respuesta (Hong 998, 9) a esta objeción pasaría por decir que el oro de las muestras podría tener otros muchos componentes aparte de los que tiene aquello que la mayoría de la gente nombra comooro, y solo tras los descubrimientos de la investigación cientíca de tales características dicho término designaría correctamente al oro. Por supuesto, esta respuesta continúa presuponiendo nuestro marco conceptual, cientíco y ordinario, nuestra división entitativa ruto de nuestras creencias y conocimientos, y nuestras actitudes naturales propias de los seres humanos en que descansan dichas prácticas (y, por tanto, debemos descartarla por no ser una buena respuesta).
5. ConClusiones Al nal de una de sus obras, maniesta Ayer (983, 305 ss.) su descontento con la teoría putnamiana respecto de la reerencia de los términos de masa, tales como agua , con todas las argumentaciones y aseveraciones que expusimos cuando comentamos la extensión de la noción de designador rígido a dichos términos, y por extensión, con el esencialismo del Putnam más kripkeano, en el ámbito de la ciencia. Una de dichas aseveraciones nos parece aquí en especial ilustrativa. Nosotros tenemos la intuición (por supuesto, Ayer no habla en estos términos) de que si encontrásemos una sustancia con la composición química HO, pero sin poseer ninguna de las propiedades maniestas del agua, no podríamos denominarla agua , y a la inversa (y no podríamos entender a nadie, que no uera un lósoo tal vez, que hiciera tal cosa). y solo La mayoría en casos de nosotros extremossabe recurriríamos muchas cosas a ladelopinión agua, nodesolo un que experto es unpara líquido, que certique nuestra impresión porque nuestro saber es insuciente, por lo que deberíamos tender a pensar que existe alguna perversión en la plausible, y posiblemente acertada, tesis de la división social del trabajo lingüístico cuando presupone que los hablantes no comprenden cabalmente los términos de su propio lenguaje (ordinario). Pero todavía puede ser mucho más grave que tratemos de inar esta concepción del conocimiento y la verdad con toda una
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serie de descubrimientos de la ciencia como conocedora de realidades (aunque sean a medio camino). Pensemos, por ejemplo, en el agua. ¿Sería plausible pensar que más adelante, tal vez mañana, lleguemos a saber que aquello que llamamos agua era en realidad el conjunto de dos sustancias químicamente distinguibles, una de ellas un elemento y la otra un compuesto, que satisarían todas las características cotidianas de identicación y ueran prácticamente indistinguibles? (Dummett 980, 53-55). ¿Qué deberíamos hacer en esta situación? ¿Cómo podemos plantearnos esta cuestión y decidir el curso que debería seguir dicho término antes de introducir el marco conceptual de la teoría química? Y como ya hemos dicho, ¿no dependería de los intereses y conductas humanas variables el modo en que los nombraríamos?5 Podríamos recurrir a Kuhn, o a Feyerabend, para establecer una crítica del convergentismo y del esencialismo realista de la concepción de la ciencia del binomio Kripke-Putnam, pero creemos que es suciente con todo lo que hemos expuesto para poder establecer al menos la duda respecto de la plausibilidad de esta imagen alternativa y pretendidamente mejor y más cercana a nuestro uso del lenguaje cotidiano, y a nuestra práctica de la ciencia y a nuestras lo intuiciones. Si, por que de respecta a los enunciados como por que se reere a la lo teoría la reerencia directa, y adela identidad teoría causal de la reerencia o, a grandes rasgos, a la imagen kripkeana de la ciencia, se puede oponer algunas dicultades relevantes, sería más que recomendable sospechar del hilo conductor de sus pensamientos losócos. Su intención de dar carne losóca a nuestras intuiciones, tal vez no sea tan buena idea, por lo que deberíamos abandonarla.
5 odo esto debería aducirse a lo que ya hemos comentado acerca de la crítica a la teoría causal de la reerencia. al vez el error kripkeano sea haber asimilado el tipo de lenguaje de la lógica, y una concepción ormal de la identidad como autoidentidad, con el lenguaje natural, donde los nombres pueden tener dierentes portadores, uno o ninguno, sin marca s externas que lo indiquen, y la identidad varía segú n el tipo de entidad.
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Los problemas de la losoía kripkeana: la crítica a la autoidenticación de los objetos
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lA exPerimentACión y su rol ePistémiCo en lA eCologíA : el CAso de lA eCologíA del PAisAje
exPerimentAtion And its ePistemiC role in eCology: the CAse of lAndsCAPe eCology
Federico di Pasquo3 Guillermo Folguera4
r esumen Durante el siglo XX, el experimento ha sido presentado como una vía indispensable para todas las disciplinas dedicadas al estudio de la naturaleza. En el presente trabajo analizamos la caracterización que se ha dado durante el siglo XX de la experimentación así como sus eectos sobre una subdisciplina de la ecología: la ecología del paisaje. Entre las décadas de 930 y 980, mediante una uerte inuencia del empirismo lógico, se incorporó el experimento como una herramienta metodológica undamental en las investigaciones de la ecología. Sin embargo, durante la década de 980 se reconocen cambios signicativos tanto en la caracterización como en la aplicación de los experimentos. Estos cambios parecen esta r relacionados con las gra ndes extensiones geográca s de los problemas ambientales, que han obligado al reemplazo de los experimentos manipulativos por los mensurativos. Palabra clave: empirismo lógico, experimento, historia de la ecología, ecología del paisaje, problemática ambiental.
A bstrACt In the X X century, the experiment has been presen ted as a u ndamental way to study o nature since disciplines and sub-disciplin es. Te aim o this work is to study char acterization o the experiment and its epistemi c eects over an area o knowledge o Ecology: Landscape Ecology. Between 930’s and 950’s decades, experiment was considered as a undamental methodological tool in studies o Ecology. However, in 980’s decade it is recognized signicant cha nges in cha racterization and applicati on o the experiments. One o the causes o this change may be the wide geographic scales o the ambient problems producing the replacement o manipulative experiments by mensurative experiments in La ndscape Ecology. Keywords: Logical empiricism, experiment, History o Ecology, Landscape Ecology,
Ambiental problematic.
. Esta investigación ue nanciada por los proyectos de investigación UBACy X09 y UBACy Cód. 000000085. . Recibido: 3 de mayo de 0. Aceptado: 5 de noviembre de 0. 3. Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo el ectrónico: dipasqu o@yahoo.com.ar. 4. CONICE, Argentina. Correo electrónico: guilleolguera@ya hoo.com.ar.
Di Pasquo, Federico & Folguera, Guillermo
1. introduCCión Entre las corrientes de pensamiento que pueden reconocerse en la conormación de la biología contemporánea, sin dudas una de las más signicativas ha sido el empirismo lógico. Desde esta perspectiva, se reconoce una uerte escisión entre “lo empírico” y “lo metaísico” (denostando al segundo y promoviendo al primero), de quealgún tuvomodo, su correlato cientícoAsí, en continuando la necesidad esta de manipular y controlar, “lo empírico”. tradición, los “hechos del mundo” debían ser detectados, registrados y regularizados. Es en este contexto, que el experimento se presentó como una herramienta indispensable para todas las disciplinas y subdisciplinas dedicadas al estudio de la naturaleza. De este modo, la experimentación era implementada bajo el objetivo de la búsqueda de la “verdad”, logrando ajustarse así a algunos de los lineamientos del empirismo lógico. Esta presencia tan marcada del empirismo lógico dentro de la actividad académica ue objeto de numerosas y diversas críticas al seno de la propia losoía, pero sus inuencias continuaron de un modo notorio en las ciencias naturales y, en particular, en la biología. Entre los aspectos que pueden considerarse como provenientes dicha inuencia aparece,Numerosos entre otros,ejemel elogio del experimento como vía de metodológica preerencial. plos pueden señalarse al respecto. Por ejemplo, cabe la mención de uno de los que ha ocupado mayor cantidad de páginas tanto desde la biología como desde la losoía de la ciencia: la injerencia de lo metodológico en la relación entre microevolución y macroevolución. Al respecto, ue señalada durante la segunda mitad del siglo XX la “imposibilidad” de la paleontología de presentar mecanismos evolutivos en contraposición a otras subdisciplinas tales como la genética de poblaciones (c., e.g., Bock 970; Futuyma 998). Según esta perspectiva, los estudios que no cumplan dicho requisito metodológico serían insucientes para reconocer los mecanismos que den cuenta de los enómenos asociados a la vida en diacronía. De este modo, el experimento orecía características anheladas como la repetibilidad, imposible de realizar en sistemas de cierta complejidad o en disciplinas como la paleontología. Más aún, dicha característica ue esgrimida como uno de los requisitos indispensables para la obtención de los mecanismos evolutivos, pieza teórica undamental a los nes de obtener el carácter de cienticidad tan preciado para los partidarios de la síntesis biológica. Dentro del ámbito evolutivo, algunos de estos elementos comenzaron a ser revisados de manera parcial y ragmentada a partir de la década de 970 (para proundizar en estos aspectos, c. Mellender de Araújo 006). [00] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 99-0
La experimentación y su rol epistémico en la ecología: el caso de la ecología del paisaje
Si bien el área evolutiva ha sido una de las más analizadas respecto al rol epistémico que ha cumplido el experimento, una situación similar puede rastrearse en dierentes disciplinas asociadas al estudio de lo viviente. Sin duda una de las áreas en las que lo experimental ha cumplido roles epistémico sumamente signicativos ha sido la ecología5. Durante el siglo XX, esta área del saber se ha centrado grosso modo en la indagación de las interacciones entre los organismos y suun ambiente (Begon etteórico ál. 999, 4). A su vez, enacompañado las últimas décadas, ha surido uerte desarrollo y metodológico, de una notable prolieración de dierentes subáreas. En el presente trabajo analizaremos la caracterización de la experimentación y su rol epistémico dentro de la ecología y en particular, en una de sus áreas, la denominada ecología del paisaje. Dicho análisis transitará el periodo comprendido entre la década de 930 hasta la actualidad. Nuestra hipótesis principal es que durante la década de 980 se reconoce una uerte discontinuidad tanto en la caracterización de la metodología experimental como en sus implicaciones epistémicas. En relación a ello, se señala desde entonces un desplazamiento del experimento controlado (o manipulativo), en el ámbito de las investigaciones ecológicas conducidas sobre grandes dimensiones ísicas; siendo reemplazado denominado observacional mensurativo), el cual ocupopor unel“rol” central enexperimento estas investigaciones. A su(o vez, entre las implicaciones epistémicas, este desplazamiento tuvo asociado la dicultad de dar cuenta de las causas de los enómenos indagados 6. Con el n de analizar la problemática mencionada, el trabajo está subdividido en dierentes secciones. En la siguiente sección, es presentado el modo en que es caracterizada la experimentación en la propuesta del empirismo lógico. En la tercera sección se hace mención sobre el modo en que es incorporado el experimento a la ecología a partir de la década de 930. En la cuarta, son distinguidos dos enoques experimentales dentro de la ecología: el experimento controlado y el experimento observacional. La quinta sección presenta dos aspectos de relevancia para la argumentación general del trabajo: por un lado, es señalado brevemente un aspecto central de la denominada “crisis 5. Por ecología, ecología ci entíca o ecología discip linar nos reerimos a una de las áreas de la biología. 6. Por simplicidad, utilizamos la expresión “ causa” en un sentido amplio. No se pretende indagar acerca de la distinción entre “causa” y “leyes causales”, como tampoco indagar sobre las distintas leyes conocidas ( e.g. leyes estadísticas, de desarrollo, etc.). Por el contrario, se pretende solo vincular el experimento controlado y la posibilidad que orece acerca del control de los eventos y el establecimiento de causas. En este sentido, resulta interesante destacar que el experimento puede ser empleado como un modo de acceder (a través de u na sucesión de ensayos) a las causas de los enómenos estudiados. A la vez, puede tener un “carácter de tanteo”, en la medida que deja decidir sobre un conjunto de hipótesis alternativas (Boido, 998, 30; Martinez 995, 4-5).
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ambiental” y la inuencia que tuvo en la ecología disciplinar; y por otro, es analizado críticamente la aplicabilidad del experimento controlado en un área de la ecología (la ecología del paisaje). Finalmente, son orecidas algunas reexiones y perspectivas generales.
2. el método exPerimentAl
y el emPirismo lógiCo
al como se ha adelantado, en una primera aproximación puede señalarse que gran parte de los supuestos que han guiado las prácticas de las disciplinas correspondientes a las ciencias naturales durante el siglo XX tienen un srcen embebido en la tradición del empirismo lógico. Para analizar la relación entre la experimentación y el empirismo lógico nos limitaremos al análisis del maniesto que se presentó en 99, titulado: “Wissenschatliche Weltauassung, Der Wiener Kreis” (El punto de vista cientíco del Círculo de Viena), escrito por Rudol Carnap, Otto Neurath y Hans Hahn. En este maniesto se señalaban los “principales” problemas losócos de la matemática, la ísica, la biología, la psicología y las ciencias sociales (Ayer [959] 993, 0). Una de las características másempirista, salientes de este era movimiento ue como el de sostener un pensamiento uertemente el cual caracterizado opuesto al “metaísico”. Una ciencia sería propiamente empírica en la medida en que pudiera undamentar el conocimiento obtenido mediante la experiencia, es decir, reconociendo que “en la base del conocimiento” se encuentran los datos empíricos (Klimovsky [994] 00, 5). De aquí que las operaciones prácticas como registrar, medir, describir, clasicar, inventariar o experimentar, permitirían operativizar al empirismo, en la medida que capturan, detectan o registran los enómenos. En particular, tal como ue adelantado, uno de los elementos metodológicos asociados a la constitución de la cienticidad es el experimento. Al respecto, en el maniesto de la década de 99 se puede leer: “. . . la concepción cientíca . . . ésta presente en la investigación de todos los campos las ciencia experimental” et ál. [99]puede 995,enseñarnos ). O bien: “Sólo la de continua investigación de la (Neurath ciencia experimental en qué grado el mundo es regular” (Neurath et ál. [99] 995, 9). Este “rol” central del experimento controlado se debió (en parte) a que agrega, a la detección de los enómenos, el control de las variables bajo estudio: “Experimental research is commonly held up as the paradigm o «good» science. Although experiment plays many roles in science, its classical role is testing hypotheses in controlled laboratory settings” (Cleland 00, 474). [0] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 99-0
La experimentación y su rol epistémico en la ecología: el caso de la ecología del paisaje
Hasta aquí hemos podido reconocer la relevancia de la aproximación experimental dentro del empirismo lógico. En la siguiente sección analizaremos cómo incidió el elogio de lo experimental en la ecología (en tanto disciplina cientíca) durante el siglo XX.
3. entre el método 1930exPerimentAl y 1980
en lA eCologíA disCiPlinAr :
Iniciado el siglo XX la ecología, como ámbito disciplinar de la biología, comenzó a incorporar dentro de su metodología a los experimentos a partir de las inuencias dadas por el empirismo lógico (Lodge et ál. 998, 8). Desde entonces, es posible reconocer a grandes rasgos tres etapas dierentes en cuanto a la caracterización de la metodología. En el primer período, comprendido entre 930 y 950, tienen lugar una serie de experimentos considerados por algunos autores como los primeros de la disciplina (Hairston 989, 56; Krebs 988, 43). Generalmente se reconoce que estos primeros ensayos ueron realizados por el soviético Georgii Frantsevich Gause, quien supo ormular la ley de exclusión competitiva basándose en los resultados de dichos experimentos (Lawton 995, 38). Los mismos ueron posibles a partir de la cría de dos especies de paramecios en el contexto del laboratorio (Paramecium aurelia y Paramecium caudatum). A grandes rasgos, eran tres las metas de estos primeros ensayos: determinar el crecimiento poblacional de una especie según la disponibilidad de alimento, detectar los eectos de la competencia entre dos especies, y estudiar la relación entre su predador y su presa en el tiempo (Dajoz 00, 75; Mcintosh [985] 995, 74-75). La segunda etapa la podemos datar entre las décadas de 950 y 980. Es aquí cuando la ecología comenzó a integrarse al proyecto del empirismo lógico, en la medida en que incorporaba el experimento como una herramienta metodológica undamental en las investigaciones de la disciplina a la vez, se aproximaba al modelo de ciencia “dura” heredado de la ísica (Núñez et ál. 008, 5-6; Núñez 008, 4-43; De Laplante 004, ). Algunos autores sugieren que esta implementación del experimento es lo que permitió la “maduración” de la ecología. Por ejemplo, según Kingsland, “Te srcins o ecology as a science began with the application o experimental and mathematical methods to the analysis o organism-environment relations, community structure and succession, and population dynamics” (99, ). A su vez, Rosenzweig en 976 mencionaba: “. . . as sciences mature they develop a hypothetico-deductive philosophy. Tey progress by generating hypotheses and disproving them [03]
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in controlled experiments. It is my opinion that such a maturation is now underway in ecology” (citado en Mcintosh 98, 3). A la vez que se reconocía el rol general de la experimentación en la ecología, ueron presentados los primeros diseños experimentales conducidos a campo (Hairston 989, 56; Krebs 988, 43). En dichos experimentos se consideraban (en general) dos sitios de muestreo (e.g., dos lagos) (c. Hasler et ál. 95). Mientras uno de los sitios era considerado como “control”, al otro tratamiento. Posteriormente, se comparaban ambos sitiosseenle aplicaba busca dealgún alguna dierencia signicativa. En caso de que eectivamente se la registrara, el investigador se encontraba en condiciones de asociar el cambio detectado con el tratamiento implementado. Siguiendo esta tendencia, George Edward Pelham Box y George C. iao, en 965 y en 975, desarrollaron otro diseño experimental denominado “Beore-Ater”, donde se registraban los datos de un solo sitio, antes y después de un impacto ambiental o de una perturbación no controlada. En estos casos se comparaban los datos que habían sido tomados antes de la perturbación contra los datos recogidos después de la misma. Sin embargo, cabe señalar que en estos diseños no se contemplaba ningún control. Fue Roger Harrison Green, alrededor de 980, quien intento resolver dicho inconveniente con un nuevo diseño, conocido como: “Beore-Ater-ControlImpact”. En era esteelcaso se consideraban muestras de dos (o sitios (uno de los cuales control) antes y después del impacto de ladierentes perturbación) (Miao et ál. 009, 6). Este último diseño contemplaba no solo el seguimiento de un sitio antes y después de una perturbación, sino que permitió también su comparación con un sitio control. Finalmente, la tercera y última etapa puede reconocerse desde la década de 980 hasta la actualidad. En ésta se alertaba sobre las dierencias de dos enoques experimentales: el experimento 7. manipulativo (o controlado) y el experimento mensurativo (u observacional) En la próxima sección, desarrollamos ambos enoques destacando en qué se complementan, en qué dieren y cuáles son algunas de las implicaciones epistemológicas que sobrevienen de su aplicación.
7. En el presente trabaj o nos limitaremos a analiza r la primera gran división (manipulativo- mensurativo). Sin embargo, para una proundización del tema, c. Eberhardt & Tomas (99). Aquí los autores reconocen ocho diseños experimentales distintos. Por un lado, aquellos donde interviene el investigados: experimento con replicas; sin replicas y “modelización” y por otro, aquellos donde el investigador no interviene: análisis de intervención; estudios observacionales; estudios analíticos; estudios descriptivos y por último, análisis de patrones.
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La experimentación y su rol epistémico en la ecología: el caso de la ecología del paisaje
4. lA ruPturA de lA déCAdA de 1980: el exPerimento
mAni PulAtivo y el exPerimento mensurAtivo en lA eCologíA
4.1. Dierencias entre el enoque manipulativo y mensurativo
El experimento en ecología contiene una serie de características “deseables” las cuales ueron detalladas en un artículo de gran importancia para la disciplina: “Pseudoreplication and the design o ecological eld experiments”, presentado por Stuart Hurlbert en 984. En este trabajo se señala: A ull description o the objectives o an experiment should speciy the nature o the experimental units to be employed, the number and kinds o treatments (including “control” treatments) to be imposed, and the properties or responses (o the experimental units) that will be measured. Once these have been decided upon, the design o an experiment species the manner in which treatments are assigned to the available experimental units, the number o experimental units (replicates) receiving each treatment, the physical arrangement o the experimental units, and oten, the temporal sequence in which treatments are applied to and measurements made on the dierent experimental units (Hurlbert 984, 88).
Según Hurlbert, con el n de realizar un experimento controlado, entre otros requisitos se debe poder denir la unidad experimental, determinar el número necesario de éstas (las réplicas), decidir el número tratamientos (entre ellos el control), decidir la/s variable/s explicativa/s y la variable explicada. Así, a la vez que se presentaban las condiciones necesarias que un experimento controlado debería cumplir, eran excluidos los diseños experimentales que no contemplaban esos elementos. Por ejemplo, Hurlbert critica los diseños “Beore–Ater–Control–Impact”, los cuales carecían de réplicas independientes (Miao et ál. 009 6). Fue a partir del artículo de Hurlbert que se distinguiría, muy a grandes rasgos, las dierencias entre dos enoques experimentales usualmente utilizados en la ecología: los experimentos mensurativos (u observacionales) de los experimentos manipulativos (o experimentos controlados): wo classes o experiments may be distinguished: mensurative and manipulative. Mensurative experiments involve only the making o measurements at one or more points in space or time; space or time is the only “experimental” variable or “treatment.” ests o signifcance may or may not be called or. Mensurative experiments usually do not involve the imposition by the experimenter o some external actor(s) on experimental units. I they do involve such an imposition, . . . all experimental units are “treated” “identically”. (Hurlbert 1984, 189)
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En cuanto al experimento manipulativo Hurlbert agregaba: Whereas a mensurative experiment may consist o a single treatment, a manipulative experiment always involves two or more treatments, and has as its goal the making o one or more comparisons. Te dening eature o a manipulative experiment is that the dierent experimental units receive dierent treatments and that the assignment o treatments to experimental units is or can be randomized (Hurlbert 984, 90).
Así, las dierencias señaladas entre el experimento manipulativo y el mensurativo en la ecología, descansaba sobre la idea de que el primero permitía controlar un enómeno (o un evento), mientras que el segundo permitía, más bien, controlar los procesos de observación (Eberhardt & Tomas 99, 54). 4.2. Implicaciones epistemológicas de los enoques experimentales
Resulta interesante analizar algunas de las implicaciones epistémicas de las dos aproximaciones presentadas. Para ello, veamos previamente en qué sentido se suelen entender los conceptos de “patrón”, “proceso” y “mecanismo” desde la ecología: •
Patrón: eventos repetidos, entidades recurrentes, relaciones replicadas o
trayectorias regulares e irregulares registradas en espacio y tiempo (adaptado de Pickett et ál. 007, 69; Marone & Bunge 998, 35). Proceso 8: conjunto de enómenos en donde los acontecimientos se suceden en el espacio y en el tiempo. Estos enómenos pueden estar o no relacionados causalmente (por enómeno entendemos: cualquier evento, suceso, entidad o relación de interés para el ecólogo) (adaptado de Pickett et ál. 007, 69; Marone & Bunge 998, 35). Mecanismo: tipo especial de proceso en donde un conjunto de causas que reeren a una interacción directa se traduce en un enómeno (adaptado de Pickett et ál. 007, 69; Marone & Bunge 998, 35). En las caracterizaciones anteriores se puede notar que es el mecanismo (y no el proceso) el que remite propiamente a las causas que darían cuenta de los enómenos ecológicos indagados. Ahora bien, si consideramos las deniciones mencionadas en relación con los dos enoques presentados (manipulativo y •
•
8. La distinción entre patró n y proceso no está siem pre del todo claricada. En principio, aq uello que se considera como proceso a un nivel dado (ej. el proceso de extinción de la sp.) puede resultar en un patrón a otro nivel (ej. un cambio de abundancia en la sp. de n a 0) ( c. Wiens 989, 0).
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La experimentación y su rol epistémico en la ecología: el caso de la ecología del paisaje
mensurativo), resulta claro que el experimento controlado permite “jar” relaciones entre dos enómenos distintos en tanto y en cuanto, logra reproducir un enómeno (o un evento) de interés para obtener otro (Nagel [96] 006, ). Es decir, el experimento controlado “orece” la posibilidad de reproducir un presunto mecanismo, manipularlo y de ahí, estudiarlo. al manipulación permite establecer relaciones causales entre las unidades tratadas y los tratamientos, decir, admitesobre la “detección” orma inequívoca del eecto tienen losestratamientos las unidadesdeexperimentales (Peters 993, que 37). En cambio, en el caso del experimento mensurativo no hay una manipulación de los enómenos y mucho menos una reproducción de los mismos. Más aún, el investigador no interviene “imponiendo” tratamientos (Peters 993, 40). Es por ello que en el experimento mensurativo resulta imposible analizar, descomponer o sondear un mecanismo para conocerlo. Y aun cuando en algunos diseños (generalmente conducidos a campo) se incluye algún tipo de tratamiento que implica alguna manipulación (e.g., experimento comparativos mensurativos), se sostiene que estos diseños tampoco pueden ser considerados experimentos en sentido estricto. Dado que la simple aplicación de un tratamiento a una unidad experimental no supone la reproducción y estabilización de un enómeno (o de un evento): We can call this a comparative mensurative experiment. Tough we use two isobaths (or “treatments”) and a signicance test, we still have not perormed a true or manipulative experiment. We are simply measuring a property o the system at two points within it and asking whether there is a real dierence (“treatment eect”) between them” (Hurlbert 984, 89).
De este modo, desde la postura dominante dentro de la ecología, por medio del experimento mensurativo se intenta, en general, registrar patrones enoménicos desde los cuales podría inerirse (y no reproducirse) el/los mecanismos o procesos actuantes. Ahora bien, es importante reconocer que la imposibilidad de manipular un mecanismo no inhabilita su postulación hipotética y posterior corroboración mediante la observación. Es decir, nada impide que se a mecanismos (o procesos) ecológicos(uque luego sonpostulen puestoshipótesis a pruebareeridas por medio de un experimento mensurativo observación controlada). En este punto, se debe reconocer que desde una perspectiva epistemológica, hay una dierencia cualitativa entre los enoques señalados. Mientras el experimento manipulativo permitiría elegir entre hipótesis alternativas y proundizar sobre las causas (reproduciendo, estabilizando y manipulando presuntos mecanismos), el experimento mensurativo sólo admitiría la elección [07]
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entre hipótesis competidoras (se traten estas de hipótesis reeridas a mecanismos, procesos o patrones). Es decir, la continua aplicación del experimento mensurativo, en el proceso de descubrimiento, no aseguraría el establecimiento de las causas, en la medida en que no permite manipular un enómeno para obtener otro. De aquí que, al comparar ambos enoques (manipulativos y mensurativos), Eberhardt & Tomas mencionan: “In many respects, the same ormal mathematical might beoemployed, two and approaches dier markedly in theprocedures relative strengths inerences but as tothecause eect” (99, 54). Por lo demás, el reemplazo del experimento manipulativo por un enoque mensurativo (tema que justamente abordaremos en la quinta sección), implicaría por los motivos recién expuestos, la dicultad de “proundizar” en las causas de los enómenos indagados. 4.3. Los enoques manipulativo y mensurativo como complementarios
Acabamos de señalar cómo, desde la posición hegemónica de la ecología, las propias características del experimento manipulativo dan lugar al sondeo de mecanismos, al garantizar la reproducción de un enómeno o un evento en condiciones controladas. O dicho manera, el experimento controlado da lugar al análisis de las causas quedeseotra traducen en un enómeno. Con todo, el experimento manipulativo llevado a cabo en el campo (y no en el laboratorio) encontró importantes dicultades en su aplicación: Aunque es cierto que la experimentación es una de las avenidas más eectivas para establecer relaciones de causalidad, no está del todo exenta de problemas en su aplicación del mundo real. Las interacciones indirectas y el mutualismo competitivo dicultan el esclarecimiento de relaciones causales (Jaksic & Marone 007, 46).
Una dierencia que se supone entre la experimentación controlada en el laboratorio y en el campo, es que en el primero “todas” las variables pueden ser controladas9, mientras que en los experimentos manipulativos a campo se señala su imposibilidad: Field experiments show the manipulate actor may have its presumed eect in a more natural setting, despite the uncontrolled variations o other actors, but these results are suspect because uncontrolled variations may induce chance 9. En relación al control de las variables en el laboratorio Peters (993, 37) señala la posibilidad de identicar hasta un solo actor entre un conjun to de variables que permanece constante. De aquí que dichos experimento s sea especialmente útiles en la detección de dive rsas vías c ausales.
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colinearities and erroneous attribution o the signicance. Since there is an innite number o actors and variables in eld experiments, such experiments always risk conounding the manipulation with some correlate (Peters 993, 38).
Según esta posición, el experimento controlado en el campo encuentra dicultades adicionales (en comparación con su aplicación en el laboratorio) respecto del esclarecimiento de relaciones causales. A ello, se le agregó que la constatación de cierto mecanismo detectado en el contexto del laboratorio no implica, por sí solo, que él mismo actúe eectivamente en la naturaleza (Jaksic & Marone 007, 55). Por lo mencionado es que se acepta cierta relación de complementariedad entre ambos enoques (Lodge et ál. 998, 9). Es decir, se puede considerar un experimento mensurativo a campo donde, por ejemplo, se busca establecer una correlación entre dos variables. Posteriormente, se ensayan experimentos manipulativos en el laboratorio (o en el campo) para intentar “acceder” a los posibles mecanismos involucrados (en caso de que los hubiera) (Smith & Smith 00, 7-8; Peters 993, 40). Revisado brevemente los dos enoques que han caracterizado a la experimentación en la ecología a partir de la década de 980, en la siguiente sección indagaremos el modo en que irrumpió la problemática ambiental en el seno de esta disciplina.
5. lA Crisis AmbientAl, lA eCologíA del PAisAje y el exPerimento mAniPulAtivo
5.1. La ecología disciplinar y el aspecto “global” de la crisis ambiental
En un periodo de tiempo relativamente corto (que comprende desde 960 a 980, aproximadamente) el “mensaje ecologista” que alertó acerca de la degradación ambiental, alcanzó distintos sectores de las sociedades industrializadas (cientícos, académicos, empresariales, Estados, etc.). Esta toma de conciencia “setentista”, a pesar de la diversidad en sus dierentes vertientes, conuiría en la idea de que las acciones humanas devastan el planeta en toda su globalidad: “. . . existe una jerarquía de problemas ambientales que ejercen inuencia a nivel planetario, regional y local” (Cornejo et ál. 00, ). Así, un aspecto común de las sociedades industrializadas será su capacidad de degradar la naturaleza a escalas espaciales nunca antes concebidas (di Pasquo et ál. 0, 8-9; Parry et ál. 007, 8-9; Bramwell 99 [989], 4).
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Ahora bien, ¿de qué modo la problemática ambiental pudo aectar la aplicabilidad del experimento controlado en la ecología disciplinar? Aceptada la idea de que los problemas ambientales pueden descansar sobre grandes extensiones geográcas, es relativamente sencillo entender dicha conexión. Es decir, a la ecología se le “introduce” el inconveniente de atender enómenos que a“ctúan” sobre amplias escalas espaciales. En eecto, mucho autores del ámbito de la ecología disciplinar coinciden en queque la atención sobrelosdichos enómenos se debe principalmente, a la relevancia han tomado problemas ambientales (Odum y Barrett 008 9; Smith et ál. 008 6; Neilson 005 67-68; urner 005968; Burel y Baudry 004[999] ; Naveh y Liberman, 00[984] 33-34; urner et ál. 00 7). De este modo, a la ecología se le presentó un nuevo desaío que se sumaba a la mencionada dicultad de la implementación del experimento manipulativo en el campo: los problemas de la implementación del experimento manipulativo sobre grandes regiones geográcas 0. Dicho obstáculo se ha puesto en evidencia, sobre todo, en aquellas áreas de la ecología que se caracterizan por abordar investigaciones en escalas espaciales amplias. Este es el caso de la ecología del paisaje (Ver: Andersen 008 o Mcgarigal y Cushman 00). A continuación, indagamos el eje central de la tesis propuesta: la insuciencia del experimento manipulativo en el contexto de esta subdisciplina de la ecología. 5.2. El experimento manipulativo y la ecología del paisaje
al como mencionamos en las secciones anteriores, a pesar de las dicultades señaladas, el experimento manipulativo adquirió cierto “privilegio” en comparación al mensurativo, en la medida en que permitía “proundizar” sobre las causas que se “traducen” en los enómeno indagados. Sin embargo, con la consolidación disciplinar de la ecología del paisaje entre 970 y 980, y de las investigaciones conducidas sobre grandes extensiones geográcas (di Pasquo et ál. 0, 4), el experimento manipulativo se mostró insuciente y, en algunos casos, directamente inviable. 0. La escala espacia l es la d imensión ísica del área geográca . En este sentido, enten demos que un área geográca “amplia” se corresponde con una escala espacial “amplia”. . En general, el pa isaje ue entendido como : “A mix o local ecosy stem or land use t ypes is repeated over the land orming a landscape, which is the basic element in a region at the next broader scale . . .” (Forman 995, 34). Otras deniciones agregaron que el paisaje se ca racterizó unda mentalmente por la heterogeneidad espacia l. Ello se debió, principalmente, a que el paisaje se representó como un conjunto de elementos, más o menos ragmentados. Véase Burel & Baudry ([999] 004, 43). . Resulta interesante destacar que la extensión de un paisaje puede varia r entre 0 y 00 Km² aproximadamente, mientras que una región está ormada por una combinación de paisajes. Véase Bai ley (009, 7) y Matteucci (998, 8).
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En un trabajo titulado “Research in the journal Landscape Ecology, 987– 005” (008), Barbara Andersen realizó una revisión de los artículos publicados en la revista Landscape ecology (que comprende desde el ° volumen publicado en 987 hasta la publicación del volumen número 0 en el 005). La autora analizó el porcentaje de investigaciones que descansaron sobre escalas amplias (más de 00km) y el uso del experimento manipulativo en esos trabajos. En términos generales, que en el período comprende entre 987 y 997,suselresultados 40% de indicaron las investigaciones ueron que realizadas sobre escalas amplias, mientras que menos del % realizó experimentos controlados (o manipulativos). A su vez, en los trabajos publicados entre 998 y 005, se observó que más del 65% de las investigaciones se condujeron sobre escalas gruesas mientras que en menos del 0% de éstas se realizaron estudios experimentales. En palabras de la autora: Tere was a modest increase in papers addressing sociological subjects, a more spread out distribution o study scales, more use o descriptive, methodological and GIS approaches, and more employment o mathematical and statistical approaches. Te lack o experimental studies continued through Volume 0 (Andersen 008, 9).
En otro trabajo titulado “Comparative evaluation o experimental approaches to the Study o habitat ragmentation eects”, los autores Kevin McGarigal y Samuel Cushman mencionan: Our task was to review recent ragmentation literature to provide eedback to researchers on the eectiveness o recent ragmentation eld research, and to provide suggestions to strengthen it. We reviewed a total o 34 papers on habitat ragmentation published in the journals Conservation Biology, Landscape Ecology, and Ecological Applications rom January 995 through January 000. . . . Furthermore, >75% o the experiments were mensurative in design; only 3 studies used manipulative treatments. . . . Tese results indicate that many researchers are using experimental approaches to study ragmentation, but ew are using manipulative designs that lead to the strongest inerences, highlighting the difculties o conducting manipulative experiments as described earlier (McGarigal & Cushman 00, 339).
A su vez, destacan: In addition to difculties related to control and replication, there are other important limitations related to issues o scale. Tere are practical limits to the area that can be manipulated in eld experiments. Tis disqualies many important large-scale phenomena rom manipulative experiments. Also, at
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large scales there is a decided limit to the range o manipulations and controls that can be utilized. (McGarigal & Cushman 00, 338).
Según esta posición, a la dicultad de controlar y replicar un evento se le agrega la limitación práctica de poder manipularlo, cuando este descansa sobre un área grande (es decir, sobre una dimensiones ísicas amplias). Otros autores se han reerido al experimento manipulativo (en el contexto de la ecología del paisaje) para señalar su insuciencia. Por ejemplo: We question whether classical experimentation is adequate or real progress in landscape or regional ecology. One cannot do classical experimentation unless one can replicate the treatment. Tere is conict between the need to replicate and the need to study processes at appropriately large scales. Because o the difculties in doing controlled eld experiments at regional scales, we propose that landscape ecologists take greater advantage o natural eld experiments [or mensurative experiments] (Hargrove & Pickering 99, 5).
Contrariamente, el experimento mensurativo se ha visto “avorecido” en el contexto de la ecología del paisaje. De aquí, que puede reconocerse claramente lo mencionado: el experimento mensurativo ocupó un “rol” central en aquellas investigaciones conducidas sobre dimensiones ísicas amplias: Mensurative experiments oer a means o overcoming some o the important limitations that we have discussed or manipulative experiments. Most importantly, the practical and logistical difculties o implementing largescale treatments are avoided altogether. . . . Mensurative experiments have the highest realism and generality, because they are applied to unmanipulated, real-world systems. For many ragmentation questions, due to issues o scale and scope, mensurative experiments are the only easible approach (Mcgarigal & Cushman 00, 338-339).
En una primera aproximación a las reerencias citadas, se puede reconocer la siguiente posición: la imposibilidad de manipular la naturaleza crece en la medida en que aumenta la escala espacial analizada (Odum & Barrett 008, 488). En relación con ello, entendemos que la evidencia presentada permite sostener el abandono del experimento controlado en el contexto de las investigaciones conducidas sobre amplias escalas espaciales, tal como en el caso de la ecología del paisaje. A la vez, el experimento mensurativo ha sido (al menos en parte) una solución metodológica “realista” para aquellas áreas de la ecología que involucran un amplio espectro de escalas espaciales, entre estas, las correspondientes con dimensiones ísicas grandes. Asimismo, el reemplazo del experimento manipulativo por el mensurativo conllevó a la idea de una [] Revista Colombiana de Filosoía de la Ciencia .5 (0 julio-diciembre): 99-0
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dicultad en cuanto a la sondeo de las causas de los enómenos ecológicos indagados.
6. disCusión Luego del recorrido oportuno a la hipótesis la primera sección, entrazado, la cual resulta se reconocía una volver “ractura” durante lasugerida década en de 980 en cuanto a la conceptualización del experimento en la ecología y de la caracterización de sus implicaciones epistémicas. Ahora bien, volvamos sobre dicha discontinuidad y analicemos más cuidadosamente tanto su naturaleza como algunas de sus consecuencias en la actualidad. Recordemos que entre las décadas de 930 y 980, el experimento ue un elemento metodológico uertemente “anhelado” y la “intención” por parte de aquellos cientícos ue incorporarlo, en el ámbito disciplinar de la ecología. Posteriormente, para mediados de 980, ueron reconocidas las dierencias entre dos enoques experimentales, desarrollados dentro de la disciplina: el enoque manipulativo (o experimento controlado) y el enoque mensurativo. Éste último ocuparía un “rol” secundario hasta nales deentendido la mismaendécada, cuando comenzaba reconocerse que un experimento, un sentido estricto (el cuala supone el control y la manipulación de un enómeno) resultaba impracticable en aquellas investigaciones realizadas sobre regiones geográcas grandes. Las transormaciones que hemos señalado durante la década de 980 no implicaron alteraciones únicamente al seno de la ecología disciplinar. Por el contrario, el quiebre sugerido se opone, conronta y objeta uertemente con aquella tendencia iniciada a comienzos del siglo XX, dada por el empirismo lógico3, en la cual el experimento (entendido en un sentido estricto) permitía operativizar dicha losoía, constituyéndose como una herramienta esencial para toda disciplina que uese considerada empírica. En este sentido, en el ámbito de la ecología, la aproximación experimental había “acercado” a la disciplina a los estándares de “cienticidad” impuestos para las ciencias denominadas “duras”. Sin embargo, a partir del quiebre mencionado, la ecología del paisaje (una importante área del conocimiento de la ecología) se alejó de aquellos estándares de “cienticidad” al reconocer que el experimento controlado resultaba insuciente e impracticable en aquellas investigaciones 3. En relación con la ruptura de otros aspectos epistemológicos de la ecología con el empirismo lógico ver Quenette & Gerard (993, 36).
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conducidas sobre escalas espaciales amplias4. A su vez, este recorrido subdisciplinar la dierenció uertemente de las clásicas áreas de la ecología (e.g., ecología del comportamiento, ecología de poblaciones, ecología de comunidades y ecología de ecosistemas) las cuales descansaron (y aún lo hacen) sobre el experimento manipulativo o bien, sobre la posición que propugna por una complementariedad de ambos enoques “ubicando” el enoque mensurativo en un lugar secundario. Contrariamente, en elcentral. caso deYlaello ecología del paisaje, el experimento mensurativo ocupó un lugar se realizó a pesar de la adjudicación de dos elementos negativos, señalados por la corriente de pensamiento dominante dentro de la ecología. El primero, es que el experimento mensurativo pareció vincularse más con un muestreo o una observación sistemática de la naturaleza, que con un experimento en un sentido estricto (Eberhardt & Tomas 99, 54), tal como habría sido concebido por el empirismo lógico. El segundo, es que el reemplazo del experimento manipulativo por el mensurativo, estuvo acompañado de consecuencias epistémicamente negativas. De este modo, se señaló que los experimentos mensurativos no podían sondear o bien proundizar en los mecanismos ecológicos actuantes. En tanto y en cuanto no permiten su reproducción y su “desintegración”, en condiciones controladas. De aquí, que el enoque mensurativo no logre dar lugar al análisis de las causas que se traducen en los enómenos indagados. Ahora bien, ¿cómo se comprende que una disciplina del ámbito de las ciencias “duras” concediera (en algunas de sus áreas5) el desplazamiento del experimento controlado? Al respecto, dos motivos no excluyentes que dan cuenta de este singular proceso pueden ser sugeridos. El primero, se encuentra vinculado a la dinámica “interna” de la propia disciplina. Las transormaciones sugeridas sobre la dimensión metodológica parecen haber estado íntimamente relacionadas con la propia dimensión teórica de la ecología disciplinar. Así, puede reconocerse al seno de la disciplina que desde nes de 970 y comienzos de 980 emergen tanto la noción de escala (espacial y temporal) como la denominada teoría jerárquica (Schneider 00, 55). A partir de la incorporación de estas estrategias teóricas, se establece la idea de que los enómenos ecológicos operan dentro de un rango de escalas espacio-temporales (Burel & Baudry [999] 004, 8-8; urner et ál. 00, 36-37). De aquí en adelante, los enómenos ecológicos deberán ser indagados en la dimen4. La ecología del pais aje trabaja sobre una multiplicidad de esca las espacia les. En este sentido, el aba ndono del enoque manipulativo se vincula únicamente con las investigaciones conducidas sobre grandes dimensiones ísicas. 5. La macroecología es otra de las áreas de la ecología en las cuales pareciera que también se ha optado por el experimento mensurativo (Brown 003 [995]).
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siones ísicas sobre las cuales actúan con mayor preponderancia (sean escalas pequeñas o amplias) (Delcourt et ál. 988, 5). Es en este contexto, que puede comprenderse el lugar central de los experimentos mensurativos. Mientras los experimentos manipulativos permanecieron vinculados a las dimensiones ísicas más pequeñas (dado que el control experimental es actible), los experimentos mensurativos se aanzaron sobre las dimensiones ísicas más grandes. El segundo motivo, más bien “externo” la impactos disciplina,ambientales parece relacionarse con la propia crisis ambiental. Muchas vecesalos tienen lugar sobre amplias regiones geográcas, por lo que se le planteó a la ecología el nuevo desaío de “atender” a enómenos que descansan sobre escalas espaciales amplias (Odum & Barrett 008, 9; Smith et ál. 008, 6; Neilson 005, 67-68; urner 005, 968; Burel & Baudry [999] 004, ). Es decir, la crisis ambiental, demandó en la ecología soluciones teórico-metodológicas que pudieran aplicarse sobre grandes extensiones geográcas. En este sentido, la ruptura señalada no sólo es relevante a la comprensión del devenir de la propia disciplina (así como en los distintos enoques experimentales ensayados, adoptados y descartados por la misma) sino también, en el propio discernimiento de que dicha ruptura “encontró su momento” durante la crisis ambiental. De ahí que una línea de investigación que resulta signicativa para ser abordada en próximos trabajos, escon la de losamodos en que la problemática ambiental se ha relacionado la indagar disciplina través de la historia; más allá de un primer reconocimiento trivial de las posibles soluciones (técnicas) desarrolladas en el seno de la ecología y transeridas posteriormente al ámbito de lo ambiental.
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indiCACiones PArA los Autores
RevistaaColombiana La es unaanes publicación dedicada la losoía de de Filosoía la cienciadeylaaCiencia sus campos (lógica,académica epistemología, ciencias cognitivas, losoía de la tecnología, losoía del lenguaje) y, en general, a los temas y problemas que ponen en diálogo a las ciencias con la losoía. En ocasiones se editan números monográcos sobre autores o temas puntuales. La revista recibe contribuciones en orma de artículos srcinales y reseñas de libros en español, portugués, rancés e inglés. Las colaboraciones aceptadas serán publicadas en riguroso orden de aceptación, salvo en el caso de los números monográcos. odas las colaboraciones serán evaluadas por un árbitro de manera anónima y el autor recibirá una respuesta en un lapso no mayor a 90 días. Se entiende que los autores autorizan a la revista la publicación de los textos aceptados en ormato impreso y digital. odas correolas electrónico contribuciones a la dirección han de serrevistaloso[email protected], enviadas en ormato doc, docx, o rt pory han de cumplir con las siguientes condiciones:
A rtíCulos •
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El texto ha de ser srcinal e inédito y no se ha de encontrar en proceso de evaluación para su publicación por ninguna otra revista académica. Se ha de enviar el artículo en un archivo, en versión anónima y cuidando que las notas a pie de página, agradecimientos o reerencias internas en el texto no revelen la identidad de su autor. En un archivo aparte se ha de enviar el título del artículo, el nombre del autor, su aliación institucional yy sus datos de contacto (dirección de correspondencia, correo electrónico teléono). El artículo debe venir precedido de un resumen en su idioma srcinal que no exceda las 00 palabras, y 5 palabras clave. Se han de incluir también las traducciones sal inglés del título del artículo, el resumen y las palabras clave.
Indicaciones para los autores
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La lista de trabajos citados ha de estar al nal del artículo y ha de cumplir con el sistema MLA de la citación para el área de losoía (http://www. mla.org/style). Las reerencias bibliográcas han de incorporarse al texto y no en las notas al pie de página (las notas a pie de página han de restringirse así a aquellas que contengan inormación sustantiva), de la siguiente manera: (Autor, página). En caso de que haya más de una obra el autor en la bibliograía, se ha de agregar el año de la obra: (Autor, año, página). Las citas textuales de más de cinco líneas han de ubicarse en párrao aparte con sangría de 0,5 cms. a margen derecho e izquierdo, y no han de estar entrecomilladas. Las citas de extensión menor no requieren párrao aparte y han de venir entrecomilladas. La extensión máxima de los artículos es de 5.000 palabras.
r eseñAs bibliográfiCAs •
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Se recibirán únicamente reseñas sobre libros publicados recientemente (cuya echa de publicación no exceda los últimos dos años). Las reseñas han de cumplir con las mismas condiciones para la citación, notas al pie y reerencias bibliográcas ya especicadas para los artículos. La extensión máxima de las reseñas es .500 palabras.
Los autores de artículos y reseñas que sean publicados en la revista recibirán dos ejemplares de la misma.
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instruCtions for Authors
RevistabyColombiana de Filosoía de la Ciencia Te is an academic journal published the Humanities Department o the Universidad El Bosque, mainly devoted to the Philosophy o Science and their related elds (Epistemology, Logic, Cognitive Science, Philosophy o echnology, Philosophy o Language) and, in general, the topics and problems that generate dialogue between philosophy and science, whether pure sciences, applied, social or human. Sometimes issues are published on specic topics or authors. Te journal receives submissions in the orm o srcinal articles and book reviews in Spanish, Portuguese, French and English. Te accepted papers will be published in strict order o acceptance, except in the case o special issues. Submissions received will be considered by the editorial committee or publication, veriying that they t their own areas o the journal; ater receipt they will be evaluated by an anonymous expert reeree and the author will receive a response within a period not exceeding 90 days. It is understood that the authors authorize publication o accepted texts in print and digital. All submissions must be sent in Word, docx or rt ormat, and emailed to the address revistaloso[email protected], and they must meet the ollowing conditions:
A rtiCles •
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Te text must be srcinal, unpublished and should not be under evaluation or publication by any other journal. Te author must send the manuscript in a le, in anonymous version and making suredoes thatnot thereveal ootnotes, acknowledgments reerences in the text the identity o its author.and In internal a separate le, the author must include: the article title, author’s name, institutional afliation and contact inormation (mailing address, email and phone). Te paper must be preceded by a summary in the srcinal language that does not exceed 00 words and 5 keywords. It should also include the English translations o the article title, abstract and keywords (or the Spanish translation, i the srcinal language o the article is English).
Instructions or authors
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Te complete list o works cited must be at the end o the article and must comply with the MLA citation system or the area o philosophy (http:// www.mla.org/style). Reerences must be incorporated into the text and not in ootnotes (the ootnotes have to be restricted to those that contain substantive inormation), as ollows: (Author page). I there is more than one work by the same author in the bibliography, in the reerence must be added the year o the work: (Author year page). Quotations o more than ve lines must be placed in a separate paragraph indented 0.5 cm to let and right margins, and don’t need quotations marks. Te quotations o minor extension don’t require a separate paragraph. Te maximum length o articles is 5,000 words.
booK reviews •
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It will be received only reviews o recently published books (whose publication date must not to exceed two years). Te review must meet the same conditions or the citation, ootnotes and list o works cited or articles already specied. Te maximum length o the reviews is ,500 words.
Te authors o articles and reviews published in the journal will receive two copies o it.
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RevistaColombiana de
FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
Contenido
Al gun as reex iones de Paul Karl Feyera bend en torno a los supuestos metaísicos del principio de complementariedad de Bohr: un aporte a la cuestión ciencia-metaísica Teresa Gargiulo
Sobre el discurso tecnológico de la modernidad
Germán Carvajal
Realismo pitagórico y real ismo cantoriano en la ísica cuá ntica no relativista Rafael Andrés Alemañ Berenguer
Los problemas de la flosoía kripkeana: la crítica a la autoidentifcación de los objetos Juan José Colomina Almiñana Vicente Raga Rosaleny
La experimentación y su rol epistémico en la ecología: el caso de la ecología del paisaje Federico di Pasquo Guillermo Folguera