1. BONNASSIE -SUPERVIVENCIA Y EXTINCIÓN DEL RÉGIMEN ESCLAVISTA El autor se inicia en la investigación partiendo desde las preguntas que Marc Bloch se hizo respecto al fin de la esclavitud (¿Por que? – ¿Cuando? – ¿Como?). Lo primero que hace es revisar aquello que fue escrito en materia de estudios por los marxistas clásicos y franceses que se interesan en la transición de un modo de producción hacia otro. De alguna manera, Bonnassie busca alejarse del MP Feudal como una síntesis entre aquello que el Imperio Romano dejaba como vestigios y aquello que los Reinos Germánicos introdujeron a esa estructura previa. Por otro lado, tampoco le interesa encajar cronológicamente todo aquello que se ajuste a la teoría marxista según el desarrollo de fuerzas productivas y la lucha de clases. El esclavo es visto por Bonnassie según los textos de las Monarquías Bárbaras como una bestia parlante a la que puede castigársele y sobre el que caen prohibiciones y prescripciones de todo tipo; no es humano ni puede tener propiedades ni derechos sobre sus hijos. Todo el control es ejercido bajo el poder de sus dueños. Analiza una serie de factores por separado, señalados como determinantes para que el proceso en cuestión sea llevado a cabo; se encarga de desmitificar en algunos casos y de profundizar en aquellos que cree conveniente: Factor eclesiástico – La iglesia durante el periodo romano no favorecía a la manumisión (otorgamiento de la libertad para el esclavo en el derecho romano) sino que por el contrario se encargaba de justificar la esclavitud en su “visión” del mundo precisamente porque esta forma le era funcional en sus intereses; inclusive la concepción del esclavo para la misma aparece como una sanción impuesta por Dios debido a los pecados realizados, así que legitima esta condición sin objeciones. Bonnassie hace hincapié en esta situación porque el poder de la Iglesia como institución durante los s. IV-IX era muy fuerte, lo suficiente como para abolir o aligerar la carga del esclavo como tal; sin embargo su legislación y política le negaba el amparo a aquellos que escapaban como esclavos fugitivos. Pero con el tiempo, existe un cambio en su visión por el afán de cristianizar la mayor cantidad de personas, para esto decide considerar al esclavo ya no como una bestia de carga, otorgándole concesiones pero sin darle el status de cristiano con pleno derecho. La iglesia finalizado el periodo romano seguía siendo gran propietaria de esclavos. Bonnassie descarta entonces por estos motivos que haya sido la Iglesia un factor preponderante para acabar con la esclavitud y dar comienzo a un nuevo orden; lo que si reconoce es que la religión pudo haber ofrecido un cambio en la mentalidad de los esclavos (al ser cristianizados) para que dejaran de verse como ganado y que justificara su valor como seres humanos; esto si pudo haber socavado (en parte) el modo de producción antiguo porque los acercaba más a una sociedad de la que antes eran excluidos. Factor Militar – Se utiliza este apartado como argumento para la baja demográfica de esclavos, debido a que las capturas acontecidas en las diferentes guerras llevadas a cabo había bajado considerablemente. 1/7 0
Bonnassie entiende y acepta que la guerra es un factor determinante no para el fin de la esclavitud sino para su consolidación. En su análisis distingue dos periodos: el de los Reyes Barbaros y el de el Imperio Carolingio. Destaca que un proceso natural se llevo a cabo en Occidente durante esta etapa, la de mantener sistemáticamente la empresa esclavista, que en contra de lo que se sostiene durante la Temprana Edad Media (V-VIII) hubo un incremento en la captura de prisioneros de guerra. En todo caso, para Bonnassie hay un cambio en la fuente de extracción de estos esclavos, que ya no son extraídos de lugares lejanos como pasaba durante el Imperio Romano sino más bien de las cercanías. En la época carolingia lo que sucede es que baja la captura de esclavos y se traslada a las fronteras del Imperio. Un tema interesante que el autor destaca es que a la esclavitud no solo se llega a través de la guerra sino que también existen factores como la miseria; las deudas económicas; las condenas jurídicas o bien la auto-venta por necesidad para que una persona pueda caer en sumisión. En conclusión, para Bonnassie este factor no es preponderante si lo que queremos es encontrar la “causa” del fin de la esclavitud. Lo que si le parece es que este agente también aporta una nueva visión al esclavo porque ya no solo deja ser visto como ganado sino que tampoco es considerado un extranjero dado que su origen puede provenir de un pueblo vecino o hasta puede ser el pariente de algún que otro hombre libre. Factor Económico – La búsqueda de una salida del modo de producción llevo a muchos historiadores a preguntarse precisamente si fue el costo de producción (que el esclavo significaba) aquello que acabo con la esclavitud; ¿Realmente dejo de ser rentable para los propietarios, en un marco de recesión durante la Alta Edad Media? Para Bonnassie esta etapa significa un momento de repunte y crecimiento, algo que no comparte con Bloch. Su justificación resalta que grandes transformaciones se llevan a cabo durante este periodo: el crecimiento económico por expansión agraria y el desarrollo técnico por la crisis de la esclavitud. Entre los s. VII-VIII existe un incremento en las roturaciones y una gran cantidad de mano de obra es movida hacia nuevos alodios campesinos concentrándose en grandes dominios, todo lo contrario a lo que sucedía durante el proceso esclavista. Mas adelante se vera que la atomización del gran dominio será contrarrestado por la fuerza del señor, quien impondrá nuevas cargas a aquellos campesinos antes considerados libres. El reemplazo de esclavos por tenentes en manos serviles aparece como una etapa importante para entender el deterioro de la esclavitud. Su teoría aparece como una forma discontinua entre el esclavismo y el feudalismo representado por un corte que no es capaz de relacionar entre ambos; precisamente porque las ataduras se fueron desgarrando en la medida en que las cargas jurídicas para el esclavo se fueron eliminando y la emancipación se hacia posible, por cargas del señorío banal que defendían la servidumbre. No se trata para Bonnassie de establecer un momento de ruptura fijo, más bien es proclive a entender el proceso por múltiples quiebres en el MP Antiguo; entre estos aparecen las reformas del Estado Dioclesiano; Las invasiones bárbaras y el mantenimiento de la estructura romana; El cambio en la ideología del esclavo y El Imperio Carolingio; que terminan de favorecer el pasaje hacia otro MP a través de la Revolución Feudal (Crisis s. X-XI). 2/7 0
Claro que para esto se debe entender el análisis de documentos e investigaciones regionales; la tarea de comparar diferentes formas de servidumbre que se fueron desarrollando en lugares ajenos unos de otros y a partir de este salpicado elaborar una situación estructural. 2. WICKHAM - LA OTRA TRANSICIÓN El autor encara el tema desde una posición continuista, claro que desde el marxismo pero criticando la idea evolucionista: el salto de un modo de producción hacia otro, tratando de evitar el eurocentrismo determinante que termina aislando a Oriente del proceso histórico mediante el MP Asiático. De alguna manera intenta unificar el MP Antiguo y el MP Feudal como partes de un mismo proceso continuo, en el que la tributación ocupa un lugar central. Situándose en épocas del Estado Dioclesiano, hace una salvedad respecto a lo que Roma había sido en una etapa anterior no expansionista (Modo de Producción Antiguo No Explotador) y lo que fue a partir de los s. II y I (a.C) con la preferencia por la esclavitud y la explotación (Expansionismo Imperialista). En ese momento de cambio/pasaje, la riqueza de las ciudades provenía del campo y de los tributos que los propietarios debían realizar, así como también de las ciudades sometidas a su poder. Esto lo llama Tributación en Red (Relación urbano-rural) La crisis del Estado Romano en el s. II había acabado con las grandes haciendas esclavistas si bien seguían permaneciendo algunas pero en formas de tenentes y tenentes libres (Coloni) capaces de controlar la tierra y el propio proceso de producción; acá aparece un indicio de MP Feudal pero que no dominaba la formación económica y social; en el Bajo Imperio no era la renta sino el impuesto el que controlaba las riendas. Con Dioclesiano se reestructura el Estado durante el periodo 284-305 (d.C) que se mantiene bajo formas absolutistas, alternando su manutención entre la renta de los campesino libres y el impuesto (independiente de la relación propietario-tenente) que era la base de la recaudación estatal destinada a mantener el ejercito y la burocracia (aprovisionamiento de las provincias; obras y reservas). Este impuesto aparecía tanto a la tierra como al comercio de larga distancia que, dicho sea paso, también controlaba el Estado mediante el derecho de transito/aduana. Las invasiones bárbaras para Wickham establecen un cambio de dominadores pero no las formas o mejor dicho la estructura misma del Estado Romano (algo que aparece también en Bonnassie) porque se dedica a recaudar impuestos (MP Antiguo) y eso sumado a la renta (MP Feudal) destinada a un señor absentista. Esto le permite sostener la continuidad entre un periodo y otro. Con el tiempo se va a plantear la necesidad de elegir entre una de ambas formas. Así para los s. V y VII el colapso del Estado hace que no puedan coexistir por la contradicción que existe entre los intereses públicos y los privados que ostentan la propiedad de la tierra. Se produce una evasión impositiva por los altos cargos que el Estado exige, con el agregado de que se comienza a optar por las estructuras feudales que los reinos bárbaros presentaban como alternativa. El modo romano de impuestos y guerras expansionistas le da lugar al modo bárbaro de evasión y estabilidad.
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Al perder poderío económico, el Estado se siente en inferioridad frente a la importancia que los señores comienzan a tener por aumentar la propiedad privada de los mismos. La caída del Imperio cambia las disposiciones, ya no se necesitaba del impuesto para proveerse de un ejército; los nuevos reinos tenían ejércitos que se basaban en la propiedad de la tierra. Al suprimir un gasto importante se pasa del impuesto a la renta, profundizando más las formas feudales de producción. El cambio ideológico sobre los impuestos les resta aquel peso político que hubo de tener en el Estado romano; si bien los reinos y su administración carecían de una organización como la de este, se alcanzaba un nivel capaz de solventar las economías. Wickham hace una descripción de cómo los impuestos pasaron a tener un peso negativo durante el periodo merovingio para hacerse de objetivos políticos mientras que en la etapa carolingia se volvió a poner énfasis en la tributación aunque de una forma resignificada. Lo que trata de demostrar el autor es que esta etapa no es solo un pasaje o reemplazo de un MP a otro sino que entre los s. IV y VIII hay una coexistencia. Respecto a la transición de la esclavitud a la servidumbre, en el texto aparece señalado como la perdida del control sobre las relaciones sociales de producción por parte de los Estados romano-germánicos; dejan de regular la aristocracia y ya no poseen el registro de los campesinos adscriptos a la tierra. El Estado pierde poder, como se menciono antes, mientras que la tierra deja de ser un medio para tener poder, ahora lo es en si mismo. No obstante la idea del Estado Hegemónico se mantiene hasta el s. XI pero lo publico se había ido disolviendo en lo privado conformándose el sistema feudal vasallatico apoyado en la igualdad del rey y la aristocracia; una lealtad que debía ser mantenida mediante el otorgamiento de tierras a unos y otros, desmantelando la estructura estatal. De ahí en más el campesinado se concentro bajo el control del Sr. Feudal. La caída del Imperio Carolingio puso fin a los gobiernos de vastos territorios bajo el absolutismo; las unidades políticas creadas por ese entonces eran pequeñas con mucha ideología hegemónica pero dependiente del poder feudal. El campesinado había sido favorecido al dejar los impuestos por las rentas pero con Carlo Magno, las relaciones feudales se extendieron de manera tal que sometieron y explotaron a los siervos; se habían quitado las formas de esclavitud antiguas y establecido prestaciones de trabajo. Wickham, en este sentido, piensa que la transición entre una forma y otra se dio de manera marginal y no como característica principal del periodo en cuestión. A modo de cierre, la idea de Wickham aparece englobada en el sistema feudal como una síntesis entre lo viejo y lo nuevo, dependiendo de la zona en la que se profundice; reformula una teoría en la que el MP Antiguo y el MP Feudal aparecen como subtipos de un MP Tributario o quizás más abarcativo que defienda la continuidad entre un proceso y otro.
3. SALRACH - DEL ESTADO ROMANO A LOS REINOS GERMÁNICOS. EN TORNO A LAS BASES MATERIALES DEL PODER DEL ESTADO EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA Y LA ALTA EDAD MEDIA
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El autor propone no ceder a la tentación de considerar al siglo V como el siglo de la gran ruptura (social y política), propiciada por la instalación de los germanos en Occidente, sino que sugiere considerar el período comprendido entre los siglos III y IX en términos de evolución social lenta. Actualmente hay individualidades y escuelas que siguen pensando la historia de la Alta Edad Media en términos de continuidad o al menos de lenta evolución (Bonnassie, Lauranson-Rosaz, Bois). LA TESIS FISCALISTA Existe también un grupo de historiadores partidarios de la tesis fiscalista (Goffart, Durliat), para quienes el sistema de finanzas públicas (impuestos, gastos y métodos de gestión) creado por los romanos se mantuvo virtualmente intacto durante el período germánico, hasta la época carolingia, entre otras razones porque los reyes germánicos eran demasiado débiles para crear un nuevo sistema fiscal pero suficientemente fuertes como para preservar y hacer funcionar, con ayuda de agentes públicos y possesores romanos, el que encontraron sobre el terreno. Las investigaciones de los fiscalistas tienden a destacar la presencia generalizada de canales fiscales en la geografía y el tejido social de Occidente, la realidad viva y no necesariamente asfixiante del impuesto y la implicación de toda la clase dirigente en la gestión de las finanzas públicas durante los siglos III-IX. Las investigaciones de la escuela fiscalista conducen a pensar que quizás las sociedades europeas de Occidente, hasta el umbral del año mil, estuvieron estructuradas de acuerdo con lo que podría denominarse un sistema social antiguo en el que la modalidad dominante de producción o explotación del trabajo sería la tributaria. Los fiscalistas, en su empeño por descubrir la continuidad de las estructuras antiguas, destacan las concomitancias de base entre los reinos romanogermánicos y de éstos con el mundo bizantino. La tesis fiscalista tiene sus oponentes. Por un lado se opone a os que consideran que el mundo fue feudal desde las invasiones germánicas o desde antes. Aquí las diferencias esenciales giran en torno al colonato que los fiscalistas no consideran una forma de dependencia privada entre potentes y campesinos, generadora de rentas que puedan calificarse de protofeudales, sino simplemente una forma de dependencia fiscal entre personas libres, en el marco de una estructura estatal que desde muy antiguo funcionaba sobre la base de la delegación de autoridad pública en manos privadas. Por otro lado, entran en contradicción con los partidarios de la supervivencia del esclavismo. De acuerdo con Domenico Vera y otros, creen en una esclavitud doméstica pero no rural o masiva ya desde el Bajo Imperio, y asimilan los servi a una categoría de coloni, fundamentalmente sometidos a tributación pública. Por último discrepan de los “domanialistas” en el hecho fundamental de que no consideran las villae como grandes dominios, propiedad de un dominus que percibe rentas y servicios de los tenentes de los mansi, sino asentamientos o demarcaciones fiscales donde los contribuyentes, jurídicamente libres pero económicamente dependientes, están adscritos, ene. Sentido de registrados, en unidades fiscales llamadas mansi, bajo la responsabilidad de un dominus, que es un señor privado a quien el Estado ha delegado competencias en materia de recaudación y gestión de fondos públicos. 5/7 0
A continuación, Salrach hace un somero análisis de las bases materiales del poder del Estado en la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media. EL BAJO IMPERIO Las cuestiones fundamentales que los historiadores se plantean refieren a la presión fiscal. Mientras unos observan un panorama crítico (Salviano), otros (Martin, Lepelley, Vittinghoff, Chastagnol) ven signos de “prosperidad” que matizarían las dramáticas consecuencias de la presión fiscal. La pregunta de Salrach se centra sobre la posibilidad de la hipertrofia burocrática del Estado romano. Los ingresos públicos Durante el Alto Imperio, todas las tierras pagaban el tributum soli y todos los hombres, menos los ciudadanos romanos, el tributum capitis, y parece que esta dualidad impositiva se mantuvo en el Bajo Imperio a pesar de los edictos y constituciones que extendían la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio. Un jugum era probablemente el equivalente fiscal de una explotación campesina-media con un par de bueyes y, en la Galia, unas 10 ha de tierras de labor. En este sentido, el número de juga de cada contribuyente es un índice de su capacidad contributiva. Respecto al impuesto personal, como en el caso del capital inmueble, la materia imponible (las personas libres no indigentes) era reducida a unidades abstractas de cálculo denominado capita: un hombre valía o pagaba por un caput (palabra que se utiliza también en el sentido de contribuyente) y una mujer por medio caput; y el cálculo de capita debidos por una unidad familiar era una operación que se llamaba capitatio humana, expresión que, según Goffart, también tenía el sentido de sujeción al impuesto. Juga y capita eran pues unidades fiscales en base a las cuales se calculaba cada año el montante del impuesto (territorial y personal) debido por cada contribuyente. Para el fisco, aunque el importante era el impuesto territorial (jugatio), lo decisivo es que reposaba sobre las espaldas de un contribuyente (de un caput), de ahí que a veces se utilice la palabra capitatio, caput o capita para designar al conjunto. Puesto que el 80% de la riqueza nacional debía proceder de la tierra, dice Durliat, así también los recursos públicos. Pero las ciudades, donde debía vivir entre el 10 y el 20% de la población total, también eran gravadas; sus habitantes eran censados y sometidos a capitación. Los senadores habían de satisfacer un impuesto anual denominado collatio glebalis, cuyo montante dependía de la fortuna de cada cual. Las ciudades organizaban también la recaudación del impuesto llamado collatio lustralis, como la lustralis collatio o chrysargyre que gravaba las actividades productivas no agrícolas, para lo cual se utilizaba la infraestructura de las corporaciones. En todo el Imperio se percibían impuestos sobre el tráfico de personas y bienes. La recaudación se efectuaba en las aduanas u oficinas en los límites exteriores del Imperio, las provincias, los términos municipales, las puertas de las ciudades y los mercados. El Estado poseía también tierras y otros bienes públicos, que proporcionaban ingresos diversos, o bien porque eran explotados directamente, o bien porque eran cedidos en arrendamiento. Estos bienes estaban repartidos entre los bienes a disposición directa del soberano, denominados de la res privata, 6/7 0
bienes de los templos (paganos) y de las Iglesias (cristianos) y bienes de las ciudades. El gasto público El gasto público del Bajo imperio puede agruparte en tres capítulos: el coste de las administraciones municipales, la administración central (gastos civiles y militares) y el culto. Los gastos municipales eran enormes y de muy distinta naturaleza. Las ciudades, generalmente capitales de territoria muy extensos, financiaban las obras públicas, espectáculos y distribuciones gratuitas de alimentos. Para cubrir todos estos gastos eran necesarios grandes ingresos. Aunque la ciudad tenía recursos propios (magistraturas pagadas, rentas de tierras municipales), es dudoso que estas fuentes de financiación fueran relevantes en las finanzas municipales. La partida de ingresos más importante procedía del presupuesto del Estado, que asignaba un tercio de sus recursos a las ciudades. De todo el impuesto recaudado en los territorios de las ciudades del Imperio, éstas tenían derecho a quedarse con un tercio para satisfacer sus necesidades y debían liberar los dos tercios restantes a la administración central. ¿Qué hacía el Estado con ellos? Según diversos estudios, otros tercio de los ingresos del Estado aproximadamente debía asignarse al mantenimiento del Ejército (reclutamiento, equipamiento, alojamiento, manutención, transporte, soldadas). Obtenían los recursos necesarios por intermediarios: mediante pagos a su favor que efectuaban los recaudadores, mediante el aprovisionamiento en almacenes públicos, etc. En cuanto a los gastos civiles de la administración central, Durliat distingue fundamentalmente cuatro partidas: el mantenimiento de las grandes capitales del Imperio (Roma, Constantinopla, Milán, Ravena), que en gran parte vivían de las munificencia imperial; la ayuda a muchas otras ciudades, sobre todo cuando atravesaban dificultades; el pago de los salarios de los grandes funcionarios; y el financiamiento de diversos servicios públicos. Respecto al culto, que absorbe una importante parte del presupuesto, la tesis de Durliat es que las Iglesias y el Estado son realidades moderadamente autónomas pero no separables. En la medida en que el cristianismo sustituyó al paganismo como religión de Estado, como marco ideológico global, también heredó sus funciones ideológicas e institucionales, y obtuvo en contrapartida, las asignaciones presupuestarias o dotaciones (tierras o impuestos sobre tierras) correspondientes al mantenimiento del culto. Desde este punto de vista, los bienes de la Iglesia, aunque gestionados autónomamente, no son separables o distintos de los bienes del Estado. El emperador cristiano, que consideraba la Iglesia como un servicio público y las iglesias como edificios públicos, se sabía con derecho a llevar la dirección administrativa de la institución, a pilotar la nave cristiana y a imponerse como árbitro de las querellas conciliares. Los recursos de la Iglesia del Bajo Imperio eran de origen diverso, pero, según Durliat, en contra del parecer de Gaudemet, los procedentes de la caridad privada apenas cuentan al lado de los bienes y rentas del Estado asignados al culto por el emperador y sus colaboradores. Estos bienes y rentas del Estado asignados al culto procedían de dotaciones efectuadas sobre recursos de las res privata y las tierras municipales, de las confiscaciones efectuadas a los templos paganos, etc. 7/7 0
La gestión de las finanzas El possesor, también llamado patronus y dominus, podía tener pequeñas o grandes propiedades o no tenerlas, y podía tener o no tener campesinos dependientes, a título de señor privado, pero lo más importante y definitivo de su identidad, según los fiscalistas, es que siempre se trataba de un individuo privado que había recibido (por cesión directa, herencia o compra) una delegación de autoridad pública que le permitía y obligaba, de hecho, a actuar como oficial fiscal y arrendador del impuesto. El conjunto de tierras, y cultivadores, sobre los que el possesor ejercía sus derechos eminentes, de naturaleza fiscal, era la possesio o fundus (asentamiento fiscal o base de percepción fiscal. La ciudad era la célula política de base y el interlocutor necesario entre la administración central y el contribuyente. Ya se puede comprender que la gran máquina fiscal del Imperio pudiera marchar con pocos funcionarios, bastaba que en todas partes hubiera individuos privados, los possesores, dispuestos a actuar como si fueran arrendadores de los impuestos y pagadores por cuenta del Estado. Si, como creen los fiscalistas, el fundus era una base de recaudación, el hecho de que fuera objeto de venta, herencia y donación presupone que la tarea del possesor debía ser lucrativa. Parece que había varias modalidades de remuneración. La más común debía ser la percepción de una comisión por cada operación fiscal efectuada. El impuesto era exigible en moneda, producto y servicios. Para sus cálculos el Estado se servía de la moneda. Con ella elaboraba el presupuesto y expresaba sus necesidades y lo que esperaba de la tributación de provincias y ciudades. Teóricamente, el Estado expresaba sus necesidades en dinero, es decir, en moneda de cuenta que por coemptio se transformaba en los productos y servicios que precisaba. En la práctica, la coemptio, para muchas regiones y ciudades era permanente, es decir, que el impuesto se expresaba habitualmente en producto y servicio y por tanto, para los cálculos, era necesario proceder hacia atrás, con la adueratio o retro-coemptio, para traducir el valor del impuesto en dinero. Se trata de un Estado fuertemente centralizado en una triple dimensión: todo el poder está personificado en la figura del monarca; las grandes decisiones políticas y económicas que afectan a la vida de todas las gentes del Imperio (presupuesto, precios públicos, legislación, defensa) se toman en la corte donde reside la administración central y, sobre todo, el centro puede hacer sentir su poder directamente sobre cualquier ciudadano del Imperio. En la práctica había muchos eslabones intermedios, unos subordinados a los otros, aunque la iglesia era relativamente autónoma en la gestión de sus finanzas, y el sistema de delegaciones permanentes de autoridad pública en señores privados (possesores, domini) dificultaba la centralización de cuentas. Así, inevitablemente, se llega al nivel inferior, el del contribuyente, base de todo el sistema. Historiadores como Vera, Gascou, Saumagne, Goffart, Eibah y Langhammer opinan que hay lazos entre el colonato y la fiscalidad, entre coloni y fundi. Durliat es del mismo parecer: si el fundus era una base de percepción fiscal, el colonus tenía que ser, pura y simplemente, un contribuyente. LOS REINOS ROMANO-GERMANICOS 8/7 0
La hipótesis es la continuidad del Estado antiguo, y de su sistema administrativo, en unos marcos espaciales más reducidos. Los ingresos públicos La hipótesis es que los reyes germánicos, seguramente, no tuvieron que legislar en materia fiscal, al meno ampliamente, porque disponían de los códigos romanos, que siguieron en vigor. El marco de referencia seguía siendo la ciudad, ahora ya con el obispo como jefe de la administración local, en la Galia, más o menos flanqueado por condes que deben ser los responsables de los pagi o territorios que van emergiendo como subdivisiones, al principio, y alternativa, al fin, de las ciudades. No hay duda que el censum es el impuesto, que probablemente todavía se percibía en sus dos modalidades, la territorial y la personal. Respecto a la modalidad más importante, la territorial llamada en lagunas fuentes tributum, muchos historiadores creen que se produjo una reducción de la punción, Así oponen a un imperio romano poderoso y opresor, unos reinos germánicos, demasiado débiles para mantener la misma tasa de sustracción. Las fuentes, al menos en apariencia, les dan la razón. Mientras en época bajo imperial, según cálculos de Durliat, el impuesto debía devorar alrededor del 20% de la producción, la mayor parte a título de impuesto territorial, en tiempos de los reinos romano-germánicos, las fuentes parecen sugerir una detracción del orden de un 10%. Hasta la época carolingia el impuesto personal fue conocido con el nombre de capuz y de capitatio humana. Todos, romanos o germanos, estaban sometidos a la capitatio humana, pero no por ello dejaban de ser hombres jurídicamente libres. En segundo orden de recursos públicos, después del impuesto, venían las rentas de los dominios del Estado: rentas de las minas, las salinas y, sobretodo, las tierras públicas (fiscus y patrimonium). También los propios beneficiarios de tierras fiscales procedían a ventas o intercambios entre ellos en función, seguramente, de su deseo de concentrar recursos y facilitar el control. Es decir, las tierras públicas formaban una masa enorme y constante de bienes que circulaban pero siempre entre las manos de las personae publicae. Pero es cierto que la asignación de recursos de la administración central a instituciones e individuos poderosos llevaba a la creación de fuerzas alternativas como duques, condes u obispos independientes. Así se podría concluir que el advenimiento de los carolingios con sus confiscaciones de bienes eclesiásticos y el ensanchamiento de fronteras fue algo así como una tentativa de restauración o reforzamiento del Estado tradicional, en el sentido de superación de aquel estadio de fraccionamiento del poder público, que afectó también a la Italia lombarda y amenazó a la España visigoda. Finalmente quedan las multas impuestas por los tribunales de justicia y los ingresos derivados de la acuñación monetaria con un control mayor o menor de la administración central sobre las cecas de cada reino. El gasto público La administración central de los reinos romano-germánicos tenía también que pagarse a sí misma y sufragar numerosos gastos de carácter civil. El primer 9/7 0
lugar de esta partida lo ocupaba el mantenimiento de la corte, es decir, los alimentos y salarios de los grandes funcionarios que se ocupaban del ejército, las finanzas, la justicia, la Iglesia, etc. Cada reino disponía de una capital preferente, con un palacio real y las oficinas de la administración central y capitales secundarias con residencias reales ocasionales. En cuanto a la administración local, la época germánica presenta algunos cambios importantes. El primero es el ascenso de los obispos a la dirección de los asuntos administrativos, tanto religiosos como civiles, con un poder que en la Galia incluso parece prevalecer sobre el de los condes. El segundo es la decadencia del viejo marco municipal en provecho de unas circunscripciones menores, los pagi, regidos por condes. La evolución es, pues, en el sentido de una cierta descentralización. Pero las viejas ciudades decadentes subsistían y con ellas sus tradicionales gastos públicos: construcción, restauración y mantenimiento de murallas, vías públicas, puentes, graneros mercados y acueductos; asistencia alimentaria en tiempo de carestía, y quizá gastos de medicina y enseñanza. Por otra parte, el período registra una tendencia a la clericalización de la medicina y la enseñanza, lo cual, si aceptamos el razonamiento de Durliat que considera la iglesia como una institución pública, no representa ningún cambio de signo rupturista, sino una tendencia a reducir las competencias de las administración civil en beneficio de la religiosa. También es posible, según Durliat, que entonces se produjera una transferencia de fondos de las administraciones locales a las de las iglesias, en consonancia con el papel dirigente de los obispos en las mismas. Los obispos, bien situados en el engranaje fiscal y político, debieron entonces desviar fondos para la construcción de iglesias y otras obras de infraestructura eclesiástica. Herederos de los emperadores romanos, los reyes germánicos fueron los jefes protectores de sus iglesias nacionales: convocaron concilios, nombraron obispos, acentuaron su control directo sobre los monasterios, y sobre todo, subvencionaron el culto que siguió teniendo carácter de servicio público. Una parte de los recursos eclesiásticos era de origen privado. Lo eran por ejemplo, muchos lotes de tierra pequeña extensión dados en plena propiedad o con reserva de usufructo por pequeños propietarios, una categoría social probablemente dominante en la Alta Edad Media. La gestión de las finanzas Es lógico preguntarse si los métodos de gestión eran los mismos que los del Bajo Imperio o habían cambiado. Está en primer lugar el tema de los asentamientos o bases de percepción fiscal. El fundus (terminología utilizada por los legisladores romanos), según Durliat, sigue siendo lo que era: un territorio sobre el cual un possesor tiene derechos fiscales delegados. La novedad es que los documentos, generalmente escrituras de venta de tierra, sitúan los bienes inmuebles que se venden in villa. ¿Qué eran las villae? Escrituras de venta o donación de villae sugieren que lo eran todo: tierras, casas, aguas, bosques, molinos, hombres. Podrían ser grandes dominios si no fuera que incluyen las aguas que es bien público, y que los campesinos que habitan en ellas venden, compran, heredan y donan en plena propiedad tierras situadas in villa, y ya se sabe, no es posible que haya propiedades dentro de propiedades.
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También la ciudad, aunque menos brillante que antes, y ahora subdividido su término en pagi, seguía siendo el intermediario necesario entre la administración central y los possesores. La villae y fundi, que los partidarios de la tesis fiscalista consideran bases de recaudación, eran objeto de compra-venta entre possesores lo cual parece indicar que la ostión del impuesto era rentable. Para Durliat es claro que la clase dirigente de la época germánica obtenía la parte más sustanciosa de sus ingresos no de sus grandes propiedades sino de la gestión de las finanzas públicas. Como dice Durliat, los palacios de los reyes germánicos tenían que ser algo más que un lugar de reunión de guerreros y cortesanos: desde el punto de vista de la fiscalidad tenían que tener algo de oficina central del Tesoro. Finalmente se llega al último eslabón, el de los contribuyentes (tribuytarii). Para la tesis fiscalista, eran los colonos descendientes de los coloni del Bajo Imperio y de los esclavos manumitidos. Al final de esta historia, serían los pequeños propietarios libres del Valle del Duero y del reino asturleonés de que tanto hablaba Sánchez Albornoz y los pequeños alodiarios que afloraban por todas partes en la documentación catalana de la época carolingia. El problema es el número. Durliat y Magnou-Nortier piensan que son predominantes puesto que, a su entender, eran la principal fuente de ingresos o de confiscación de excedente (por la vía del impuesto territorial y personal) de las monarquías germánicas. Su teoría se refuerza reduciendo el papel de los esclavos al servicio doméstico, y considerando a los servi rurales simplemente como una variante de los coloni. Durliat coloca dentro del grupo de los coloni a los accola, ingenui, liberti, servi y mancipia, que serían campesinos sometidos a cargas fiscales de distinta modalidad, al margen de que pudieran estar sujetos a dependencias privadas. BALANCE Esta línea de interpretación nos sitúa ante la hipótesis de que las sociedades del Occidente europeo antes del año mil, y al menos desde el Bajo Imperio, funcionaban dinamizadas por la modalidad tributaria de explotación del trabajo. Modalidad que sería el motor principal del sistema social (totalidad coherente de estructuras) antiguo cuya vigencia los hombres habrían mantenido hasta mucho más allá de la caída del Imperio romano de Occidente. Claro está, para aceptar este supuesto hay que aceptar los supuestos previos en que se basa la tesis fiscalista: el servís no sería ni un esclavo ni un dependiente sino un contribuyente sometido al servilium; colonus no significaría arrendatario sino campesino, generalmente propietario; censum nunca sería sinónimo de renta sino de impuesto; polyptyci serían registros públicos; possessio y fundus no serían propiedades sino demarcaciones fiscales; el possesor no sería el propietario sino un señor privado depositario de una delegación de poder público; las villae y los mansi no serían, al menos únicamente, pueblos y explotaciones sino formas de encuadramiento y cálculo fiscal, etc.
4. GASPARRI - ROMA Y LOS LONGOBARDOS
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El autor intenta individualizar las grandes fases de las relaciones entre Roma y los longobardos, ordenando los hechos dentro de esquemas interpretativos generales. Para el período comprendido entre finales del siglo VI e inicios del VII, se debe hablar de una estirpe bárbara extraña al país invadido, Italia, naturalmente entendiendo con esta consideración no un pueblo comprendido como unidad racial cerrada, portadora de una cultura étnica bien individualizada, sino como un grupo humano abierto a distintas influencias, sobretodo de cultura. Para el período posterior se debe no solamente hablar, como se hace habitualmente, de un pueblo abierto ahora a modelos culturales y religiosos de matriz romanomediterránea en vía de fusión con los romanos de Italia. Esto puede ser válido para una hipotética fase intermedia, de difícil ubicación cronológica. Pero para la fase que se inicia con el siglo VIII, hay que tener presente que en las fuentes contemporáneas –además de aquellas de época carolingia y postcarolingia- con el término “longobardo” se entiende prácticamente todo habitante de condición libre del reino y, ciertamente, todos aquellos de condición económica incluso modesta que desempeñaban, al menos en teoría, tareas públicas, judiciales y militares principalmente. Evidenciar estas diferencias macroscópicas entre lo que se entiende bajo el término “longobardos” en el siglo VI y en el siglo VIII no es una observación banal, en cuanto que la operación que nos proponen las fuentes de parte papal –el Liber Pontificalis, el Codex Carolinus- es precisamente opuesta y tiende a uniformar la imagen de la época más antigua y aquella de época más reciente. Que se trata de una toma de posición ideológica, de propaganda política, es bien conocido, pero tomar consciencia de ello no debe inducir a retener que los propios protagonistas de aquel período hubieran tenido en sus relaciones con los longobardos siempre el mismo comportamiento de neta repulsa. Es precisamente esta concepción la que el autor rechaza. El Imperio romano materialmente representado por Bizancio permaneció, durante toda la historia del reino longobardo independiente, un punto de referencia ideal de cualquier manifestación del poder regio que se quisiese expresar en el sentido de una realeza madura, territorial, de sello católico. Bajo este punto de vista es lícito pensar que el verdadero interés de los longobardos más que hacia Roma fuera dirigido hacia Ravena, la capital de la Italia bizantina. Los longobardos pudieron haber conocido la ciudad de Roma tal vez ya durante la guerra gótica, en la que algunos habían tomado parte aunque fuese brevemente. Tras los posteriores ataques de la época de Agilulfo (rey lombardo entre 590 y 616), los longobardos se desinteresaron de Roma durante un siglo aproximadamente. Los longobardos desaparecen de las páginas del Liber Pontificalis tan bruscamente como habían entrado. Cuando reaparecieron en el horizonte de Roma, en los primerísimos años del siglo VIII, lo hicieron de dos modos diversos. Dos maneras diversas, una belicosa, la otra pacífica de relacionarse con Roma, pero las dos tienen en común el hecho de que en primer plano se encuentra ahora el papado. La extrema fragilidad de las relaciones entre Roma y los longobardos desde finales del siglo VI y a lo largo del siglo VII explica porqué quien se ocupa de este tema se concentra generalmente en el pleno siglo VIII. La fuerza del arrianismo longobardo, que suponen autores como Bognetti, explicaría la preocupación papal y las misiones en el corazón del reino. 12/ 70
El siglo VII marcaría por tanto la fase “misionera” de las relaciones entre Roma y los longobardos, intermedia entre el impacto inicial –puramente bélico- con una estirpe bárbara carente, a ojos romanos, de características dignas de mención y de jefes, y cuyo único lenguaje era el botín, y la fase “política” del siglo VIII. Las evidencias del arrianismo de los longobardos son extremadamente escasas. Reyes arrianos fueron con seguridad sólo Autari, Arioaldo y Rotari. En cuanto a los misioneros orientales que en la segunda mitad del siglo VII habían actuado en el seno del reino longobardo, tanto Bognetti como Bertolini admiten no tener ninguna prueba de la implicación papal en la obra de conversión que supuestamente habrían llevado a cabo estos misioneros. Sostener el escaso relieve del arrianismo en el reino longobardo durante la segunda mitad del siglo VII significa restar plausibilidad a la existencia, en este período, de un esfuerzo misionero de parte del papado hacia los longobardos. O es que sea imposible suponerlo, ciertamente, pero si existió no fue de gran importancia y no tal, en cualquier caso, para determinar el tono de las relaciones entre el reino y el papado. Es realmente poco. El dato a tener en cuenta es que el reino longobardo, durante estos decenios, está ocupado en un difícil proceso de organización política, marcado por duras luchas internas por el poder y muy ocasionalmente se asoma al sur de los Apeninos, y cuando lo hace, se vuelve hacia las tierras longobardas de Spoleto y Benevento, mientras que el papado, a su vez, está implicado en ásperas luchas religiosas con Bizancio. Los objetivos privilegiados por ambos protagonistas –reino t papado- durante estos casi ochenta años eran por tanto radicalmente divergentes y se debieron encontrar raramente. En realidad, el vacío de las relaciones romano-longobardas en el siglo VII es sólo aparente, o mejor, lo es sólo a nivel político. Si en Roma se producían objetos que eran también símbolos de rango y que circulaban en las tierras longobardas, la idea de las insuperables barreras –étnicas, culturales, religiosas- entre estos diversos ámbitos territoriales, pierde todo su contenido. El siglo VIII marca un giro tanto en las relaciones entre papas y longobardos como en la atención que las fuentes prestan a estas relaciones. Particular relieve tiene la época de Liutprando para la que disponemos contemporáneamente de la Historia Langobardorum que finaliza con la muerte de Liutprando y del Liber Pontificalis que había ignorado prácticamente a los soberanos precedentes. En las páginas del Liber el rey longobardo es protagonista de largas y atormentadas relaciones con tres papas, Gregorio II, Gregorio II y Zacarías, relaciones resaltadas por encuentros militares pero sobre todo por encuentros, algunos de ellos dramáticos. Con Zacarías los encuentros fueron dos, el primero en el 742 en Terni, para obtener restituciones territoriales relativas al ducado romano; el segundo, el año sucesivo, que tenía el objetivo de recuperar territorios del Exarcado ocupados y de detener el ulterior avance de Liutprando en aquella región. En este último caso Zacarías acudió nada menos que hasta Pavía. Fue un evento absolutamente clamoroso, marcado por un ritual muy complejo. La narración de los dos encuentros entre Zacarías y Liutprando, realizada por el biógrafo del Papa, es la de un testimonio ocular o la de uno que tenía informaciones de una persona que había estado presente en los hechos. Aparte de esto, sin embargo, es fundamental el hecho de que el biógrafo hay querido contar detalladamente los hechos, expresando ciertamente el punto de vista y 13/ 70
los intereses del Papa y de su círculo, pero al mismo tiempo dando a los dos encuentros un relieve inusitado. El hecho de que Zacarías celebrase la misa en el día de San Pedro en la capital longobarda en presencia del rey, en una iglesia fundada por él es un acto de enorme valor simbólico; al igual que lo había sido la ordenación papal de obispo sienés, siempre en presencia del rey. Los encuentros entre Zacarías y Liutprando son los primeros encuentros solemnes entre un Papa y un soberano de los reinos occidentales. En ellos, Liutprando ostenta un papel de gran dignidad, de superioridad, podríamos decir: en ambos casos el rey espera al Papa, no le va al encuentro como hacen el exarca en Rabean y Pipino en Ponthion; naturalmente mientras para el exarca esto era un signo de debilidad evidente, en el caso de Pipino su sumisión formaba parte de la manifestación ideológica del nuevo poder regio de los francos. Por otra parte es interesante el hecho que, tras el reinado de Liutprando, nuevos encuentros no hayan dado pie a otras descripciones. Ya para el encuentro entre el mismo Zacarías y Ratchis en Perugia en el 749 se vuelve a una descripción abreviada y de género. Ciertamente puede ser debido a que a este punto el ceremonial estaba ya suficientemente ensayado o que faltó un testimonio ocular. Después de Ratchis y Zacarías, con los reinos de Astolfo y Desiderio y los pontificados de Esteban II, Pablo, Esteban III y Adriano I, entramos en cambio en una fase que podríamos definir como de “deslegitimación política”. De Astolfo a Desiderio, la línea de comportamiento papal en sus relaciones con los monarcas longobardos aparece lineal en su total hostilidad y constante retrato negativo de los soberanos: como Astolfo, Desiderio es protervus, animado por un malignum ingenium y por una maligna saevitia. Pero en la realidad, y dejando de lado la propaganda, existía una consolidada trama de relaciones entre el papado y el reino longobardo a través ciertamente de los obispos. No existía ningún rechazo a priori, por parte romana, a la realidad representada por el reino longobardo y a sus supuestas tradiciones germánicas y particularidades, todo lo contrario, una realidad con la cual se producían normales y, durante el siglo VIII al menos, frecuentes relaciones a todos los niveles. Análogamente, por parte longobarda se puede encontrar la misma normalidad de comportamiento. Colaboraciones y relaciones que se desarrollaban paralelamente a la difícil situación política y militar y que de vez en cuando se determinaban pero que nunca se interrumpían. En estas condiciones paree difícil poder sostener todavía la existencia de una presunta persistente “extrañeza cultural” de los longobardos respecto a la Iglesia de Roma: de esta extrañeza no existe traza alguna en las fuentes. Así como tampoco existe traza alguna de otro de los temas predilectos de la historiografía: el drama de los longobardos, y del clero del reino en particular, en el momento en que tuvieron que enfrentarse con los francos que apoyaban al Papa. Desnudas de todas estas lecturas no adherentes a la evidencia proporcionada por las fuentes, las atormentadas relaciones entre el reino longobardo y la iglesia de Roma en el siglo VIII, nos son restituidas en toda su realidad, hecha de estrechos lazos recíprocos y, al máximo nivel, aquel de rey y pontífice, de un complejo juego político, construido sin embargo siempre a partir del reconocimiento, por parte longobarda, del papel papal de caput ecclesiarum dei. Todo esto da fe de un constante diálogo con Roma de los vértices políticos y religiosos del reino longobardo. 14/ 70
5. PATLAGEAN - EL RENACIMIENTO EN EL ESTE (MEDIADOS DEL SIGLO IX - MEDIADOS DEL SIGLO X) Con la toma del poder por Basilio I en 867, tras la muerte de Miguel II, conviene comenzar un nuevo capítulo. En efecto, hoy se sabe que este cambio inauguraba una época de apogeo del Imperio, o mejor dicho, daba el último toque al modelo que debía quedar en la historia general como el ejemplo y la herencia de Bizancio. Los textos e imágenes que constituyen nuestra documentación sobre la historia de estos tres reinados y del de Romano I son en gran parte el producto de una elaboración deliberada, en la que los emperadores tomaron parte personalmente. RESTAURACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS ECONÓMICAS Y SOCIALES Dos datos hay que tener en cuenta, el primero relacionado con la reactivación urbana, acentuada precisamente a partir de Basilio I y a lo largo del siglo X, y un equilibrio demográfico renovado. El despertar de las ciudades Se observa arqueológicamente, una recuperación en Atenas, Corinto, Antioquia y Sardes, que empieza en líneas generales, con Basilio I. La función productiva de las ciudades de provincia no se ve claramente. La antropología revela una división aún incompleta del trabajo y una producción al modesto nivel de las necesidades locales. La actividad económica parece ser esencialmente el comercio, con un auge en el siglo IX, aunque esto sólo es cierto en situaciones favorables, como en Querson, Tesalónica y Trebisonda, las dos primeras en la salida de las rutas del mundo eslavo y la tercera a la llega de la ruta del Extremo Oriente. La historiografía sugiere algo que estará aún más claro en la segunda mitad del siglo, que la política de reconquista pudo ser, por el contrario, un factor estimulante para determinadas ciudades, en tanto que suponía una punción peligrosamente fuerte sobre la producción de grano. Segunda juventud de Bizancio El Libro del prefecto, promulgado por león VI, reglamentaba sistemáticamente la actividad productiva de la capital a través de las asociaciones de oficios, de los chacineros a los notarios, y de los fabricantes de cirios a los mercaderes de seda. El texto ofrece el cuadro de un consumo urbano diversificado, y por tanto de una activa demanda. El palacio desempeña por su parte una función productiva de lujo, vinculada a su función política. Copistas y pintores ejecutan libros suntuosamente iluminados y otros simplemente equipan de textos la biblioteca imperial. El trabajo de la administración central es otra actividad específica de la capital. El palacio adquiere, también en este terreno, una primordial importancia en los siglos IX y X, por las responsabilidades de dirección confiadas a su personal, por el tribunal del emperador, a la vez tribunal supremo y jurisdicción de apelación, por la cancillería y sus expediciones a la provincia. El patriarca dispone de una organización administrativa central. Por último, la propia capital se encuentra siempre bajo 15/ 70
la autoridad del prefecto de la ciudad, fundamentalmente encargado de la policía, que dispone también de diversas oficinas. Desde entonces, Constantinopla es un foco del comercio internacional, y tal vez también su centro de redistribución más importante. La tradición urbana de Constantinopla prosigue sin interrupción desde el siglo IV, y en esta primera mitad del siglo X subsisten muchos rasgos antiguos tales como los barrios, el hipódromo o las representaciones de las relaciones entre el emperador y su pueblo. Constantinopla no experimenta ya los sobresaltos del siglo VI, ni aún los del XI, que expresarán una etapa efervescente de su evolución. La distinción entre la capital y las provincias reviste una significación tan grande como la de las ciudades y los campos. Solidez de la aldea Según un tratado de percepción fiscal del siglo X, la aldea comporta normalmente un centro agrupado, pero que la unidad puede romperse en virtud de desacuerdos entre vecinos o de otras circunstancias, como el exceso de población y la fragmentación de una familia convertida en demasiado numerosa. Por otra parte, el dominio bizantino está esencialmente constituido en esta época, según parece, por un conjunto de rentas y de derechos como la montanera o el pastoreo sobre la tierra comunal. No existe la corvea de explotación. Por otra parte, los campos soportan también, desde el comienzo de Bizancio, lo esencial del impuesto. La comunidad aldeana independiente, y eventualmente el dominio privado o monástico, se constituyen en motor fiscal. La continuidad del Estado en Bizancio era, en efecto, incompatible con una mengua civil en la categoría de hombres libres, o sea, los no-esclavos. El rol del Estado es el de un propietario eminente, haciendo perseguir a los contribuyentes refugiados en dominios privados, lo que sin duda es un antiguo procedimiento, haciendo responsable a la aldea de las parcelas abandonadas por uno de sus habitantes, y disponiendo, con plenos derechos de propiedad, de las tierras abandonadas más de treinta años (klasmata), para enajenarlas por venta, alquiler o donación. La condición campesina no podía variar más que en virtud de circunstancias locales. La escala concreta de los recursos campesinos se mide, como antaño y siempre, a través de la clasificación de origen publico, en términos de medios de trabajo y ante todo de labranza. A partir del siglo XI, la propia terminología fiscal distinguirá a los que poseen “un par de bueyes” o “un buey” de los que “no poseen nada”, estando inscritos, no obstante, en los registros. Más abajo aún, el campesino “libre” no es titular del estatuto de independencia, ni de ningún otro, está ausente de los marcos fiscales del capo, es un individuo fluctuante. Finalmente, más abajo sólo se encuentran los esclavos, mano de obra de la familia campesina o de los dominios, a manera de asalariados de refuerzo. La expansión de las grandes fortunas La época es testigo de un desarrollo del monaquismo en nuevos centros. La justificación de las inmunidades que el emperador otorga a las fundaciones monásticas, y de las donaciones de tierras o de rentas que reciben, hace hincapié sobre el papel intercesor de los monjes, cuya función de “padre espiritual” que les corresponde siempre en la sociedad es una aplicación. 16/ 70
Los bienes militares, soporte del servicio armado en los themas, constituyen igualmente, una categoría estatutariamente inmune. Las aldeas independientes y los dominios proporcionan reclutas a manera de impuestos. Los “poderosos” y los “pobres” En líneas generales, la matriz de la aristocracia militar y política cuya expansión caracteriza al siglo X, de León VI a Basilio II, es incuestionablemente el centro y el este del Asia Menor y sus propiedades se encuentran allí, cuando las posee. La historia social de los campesinos y la de los dueños de la tierra marchan, pues, a la par por sus relaciones con el Estado. Los funcionarios, que compran su cargo y que son pagados en el acto por los contribuyentes o los justiciables, agravan desde siempre el descuento fiscal, tanto como pueden, en su propio provecho, aunque ciertamente han de soportar la eventual responsabilidad de un déficit en la percepción. Los grandes propietarios se esfuerzan a la vez por extender el campo de dependencia y reducir su propio pago fiscal. Los propietarios usurpadores son conocidos como los “poderosos”, detentadores de una parcela del poder público, lo que les proporciona capacidad de presión o de protección. Los poderosos anexionan ante todo los bienes de los campesinos independientes, que e legislador designa con un término tan significativo como los “pobres”, en un sentido menos económico que social de la palabra. Bizancio da cuenta, pues, de la misma pareja potens/pauper del Occidente carolingio. LOS “MACEDONIOS” SE INSTALAN La figura imperial disfruta, a partir de Basilio I, de una elaboración teórica más rica al deber la dinastía su existencia a un homicidio, a lo que se añade la brillantez general de la época comenzada con Teofilo: en la cumbre de la sociedad imperial, en el corazón del mundo visto desde Bizancio, el soberano requiere una ilustración sin precedente, cuya sabia cultura enriquecerá el discurso, y de la que la iconografía se hace eco. Basilio y Focio: un nuevo comienzo En el momento en que Basilio toma el poder, la sede patriarcal está ocupada por Focio y en una situación de ruptura con Roma. Basilio hace intervenir a Ignacio, buscando el apoyo de Roma que reacciona condenando a Focio (869870) y rehabilitando a Ignacio. Focio, aunque exiliado, conserva su influencia e incluso vuelve a Constantinopla en 873, reconciliándose luego con Ignacio. Con la muerte de éste último en 877, Focio vuelve a la sede patriarcal y la ocupa hasta 886. Focio es una figura primordial del siglo IX, determinante para el futuro. Compuso la Biblioteca, al tiempo al que se dedicaba a la carrera pública bajo el reinado de Teofilo. Predica en Santa Sofía y será el inspirador del prólogo que encabeza el Epanagoge (Restauración de las leyes), que se sitúa después de 879, carta completa en lo sucesivo de las relaciones entre las dos figuras, la del emperador y la del patriarca, el primero responsable del bienestar del Imperio, defensor de la ortodoxia del dogma, intérprete y responsable de las leyes: el segundo, único intérprete de los cánones y los concilios. Esto es una buena muestra de la interpretación específicamente bizantina de las relaciones ente 17/ 70
el poder político y militar, y el poder religioso, modelo para las cristiandades eslavas, y sobretodo, más tarde, para la tercera Roma moscovita; y también del desarrollo lineal de las premisas constantinianas, con la continuidad de los dos poderes unidos en la misma capital, en el sentido simbólico y no solamente geográfico que hay que dar a este término en el Imperio Romano cristiano. Pero en una capital que no era sin embargo más que la Nueva Roma, la segunda, mientras que el papado recogía sólo la eminente dignidad histórica e imperial de la primera. Esta fundamental diferencia puede explicar la diferente evolución del problema de los dos poderes, en Occidente y en Bizancio. La solución bizantina no tiene nada que ver con el concepto confuso y sin fundamento de “cesaropapismo”, inventado por algunos historiadores de Bizancio. Está, en cambio, en la base de la discordia entre las cristiandades latina y greco-eslava. Unificación, legislación, enciclopedismo La historia interna del reinado de Basilio I ilustra, en gran medida, la definición que se le da a la mitad de su trayectoria. Su observancia ortodoxa se traduce políticamente en el intento, en gran parte conseguido, de reducir las disidencias culturales de todo tipo. Pero el problema religioso sigue abierto: los bogomilos a partir del siglo X, en Bizancio y los Balcanes, y los tondraquitas en la Armenia del siglo XI podrían ser a su vez los retoños de la vieja corriente que despreciaba la carne y la jerarquía, el engendramiento y el mundo, que la cristiandad de Oriente conocía desde el siglo IV. Es este un problema de continuidad que sigue sin aclararse. Basilio I es también, conforme al modelo, un emperador legislador, el primero del siglo IX. A pesar de todo, Basilio no fue todavía en sí mismo un emperador docto, aunque conozcamos bajo su nombre las instrucciones a su hijo, una especie de espejo del príncipe. La sabiduría y la escritura de una obra propia como rasgos inherentes a la figura imperial sólo se perfilaron firmemente en su hijo León VI, y sobre todo en su nieto Constantino VII. La obra legislativa de León VI no es quizás a este respecto la más significativa, aunque marca una etapa relevante en el compromiso clasicista que inaugura la ideología de los sucesores de Basilio I. Era tradicional que el emperador distinguiera con su nombre y su voluntad, sino con su puño y letra, una obra jurídica. Aunque a León VI se le atribuye una producción sin precedentes, entre lo que destaca un Tratado militar (Taktika), nutrido de referencias a los tácticos antiguos pero con una inspiración teórica contemporánea; y las homilías pronunciadas en Santa Sofía, evidenciando la intrusión del soberano en el terreno eclesiástico y dando una nueva prueba de la unión de los dos poderes en el mundo bizantino, a pesar de los conflictos entre sus titulares o en definiciones. Por último, la historiografía oficial señala que León IV era un cualificado copista. La competencia cultural del emperador culmina con Constantino VII. Dejando de lado sus novellae, los discursos y el Libro de las ceremonias, Constantino compuso dos tratados, De los Themas y De la administración del Imperio. Este último fue escrito entre 948 y 952, y es importante por la compleja teoría de las relaciones internacionales de Bizancio que proporciona, así como información pasada y presente sobre los pueblos rusos, pechenegos y turcos. Posteriormente, Constantino aparece como el inspirador y organizador de un trabajo colectivo de gran envergadura, que se hace por medio de la biblioteca constituida en el palacio y del taller de copia del que disponía esta última. Este 18/ 70
trabajo consiste, primero en compilar los repertorios de textos antiguos sobre determinados temas, dando prueba, al igual que sus semejantes de Bagdad, de la afición del siglo X por las enciclopedias, característica de una pepota de equilibrio y clasicismo. Pero también constituye un trabajo historiográfico, el más importante para nosotros, que establece bajo su dirección la historia oficial no sólo de la dinastía, sino también la de los soberanos que le precedieron en los siglos VIII y IX: su objeto era mostrar la perfecta continuidad del poder, constantemente en manos de los hombres más dignos. El discurso del palacio La historia más evidente de Bizancio entre 886 y 959 se nos presenta, una vez más, a pesar de todo, centrada en el palacio. El palacio no es sólo el escenario de la pompa soberana, se convierte también, a lo largo de diversas generaciones, en un organismo de gobierno y administración. De esto se desprende que el palacio es un centro de decisión política de impulso ideológico. El palacio es por definición el punto de mira del relato historiográfico, sea cual sea. El palacio como lugar político es también el punto de mira de las biografías patriarcales. Implantar una dinastía Los relatos relativos al palacio y al poder imperial están lejos de representar todo lo que nos queda como fuentes referentes a los años que van de 867 a 957. Pero ocupan, por así decirlo, el primer lugar en la escena y dan cuenta de los acontecimientos en un medio restringido pero abierto, determinante, ya que es el de las decisiones políticas. El emperador está rodeado por un doble círculo: en primer lugar, los grandes, sobre todo los jefes militares y sus parientes; a continuación, todos los allegados al soberano más allá de su propia familia, como son los consejeros, los favoritos o eunucos a su servicio personal y los monjes, todos ellos también con sus familiares: a esta altura de la competición política nadie está aislado. Los historiadores de Bizancio hicieron antaño caso omiso de estos vínculos, cuya importancia está sin embargo puesta de manifiesto por la atención que les otorga la historiografía. Las redes familiares se consolidan, se rompen, desaparecen o se mantienen unidas en su más elevada expresión, y así se va tejiendo la historia de l clase dirigente en la medida en que gravite alrededor del trono y del palacio. Respecto al estado de las relaciones entre el emperador y la Iglesia de Bizancio en este principio de siglo X, debe señalarse que el propio patriarcado político es, a fin de cuentas, subyugado por la voluntad imperial. La victoria de esta última queda de manifiesto no sólo por la legitimación de una unión contraria al derecho vigente, sino también por la amenaza esgrimida como argumento por León VI. LA FUERZA DE LAS FAMILIAS. CULTURA DOMINANTE Los verdaderos resortes del poder en este tiempo se encuentran, por un lado entre los hombres cultos, como prueba el hecho de que León VI y Constantino VII se cuenten entre ellos: pues les incumbe la justificación histórica, jurídica y cristiana del poder soberano. Por el otro, la importancia de la guerra, pues de allí proceden los principales papeles de la historia política y de los linajes. 19/ 70
Los poderosos linajes El relato historiográfico de los reinados de Basilio I y de León VI, de Romano I y Constantino VII deja percibir, por una parte, la presencia y el papel de las familias, algunas de las cuales seguirán en escena en los siglos siguientes y, por otra aparte, la dinámica de un grupo social en que los valores guerreros, políticos y culturales tradicionalmente característicos de una aristocracia se conjugan con una apertura social todavía incompleta. Constantino, que no dejó de ser emperador hasta el día de su muerte, ejerció por su parte, como se dijo, la función del discurso, orientado a la justificación de la dinastía de los descendientes de Basilio en el trabajo historiográfico, al simbolismo del poder en el Libro de las Ceremonias, y a la ubicación definitiva de las tradiciones y conocimientos necesarios para su ejercicio universal en los libros sobre los temas y la administración del Imperio. Los límites de una cultura dominante A mediados del siglo X Bizancio Goza de excelente salud, si es cierto que para una sociedad que vive en torno al año 1000 la guerra y el comercio a gran escala son síntomas de salud. Como toda sociedad sana desarrolla una actividad cultural a través de la que expresa su presente. Se hizo alusión hasta aquí a los resortes culturales de la historia política de Bizancio entre Basilio y Constantino VII. Pero también debe tenerse en cuenta que desde Teófilo, el propio poder imperial fundaba sus derechos sobre la reivindicación de continuidad ininterrumpida de la cultura clásica legada por la Antigüedad y acabada, de hecho, después de la segunda iconoclasta, a través de una teoría completa y definitiva de la imagen. La cultura dominante supone también, como se recordará, el ininterrumpido ennoblecimiento del emperador por el retórico del palacio, el perfeccionamiento administrativo imperial y patriarcal y la victoria de la ortodoxia. La cultura dominante es, en fin, el discurso figurativo de las imágenes. Pero, no obstante, cabe preguntarse sobre sus límites sociales, provinciales, incluso nacionales, se puede decir, en el interior del inmenso imperio. La primera certidumbre es que su lengua está desde ahora, y ya irreversiblemente, alejada de la lengua hablada por todos, comprendida la élite política. El renacimiento clásico de los siglos IX y X, que vuelve a ensalzar los tratados de retórica antigua, acentúa el corte, tanto político como cultural, entre los dos niveles de la lengua, que desempeña en Bizancio el mismo papel que el uso del latín y de las lenguas vernáculas en la cristiandad medieval de Occidente. Por otra parte, qué duda cabe que la propia cultura dominante no es impermeable y sufre influencias periféricas. Los judíos, que hemos vuelto a encontrar en la Italia meridional, nos proporcionan otro ejemplo, situados como estaban, con una cultura propia y floreciente en la intersección entre Bizancio, el Islam y la latinidad. No ocurre lo mismo en el caso de la minoría judía en el Imperio, arrinconada por el rigor de la identificación en curso entre la romanizad y la cristiandad ortodoxa, y por añadidura asociada, con o sin razón, como se recordará, a los movimientos iconoclastas. La minoría judía no fue, pues, aniquilada en Bizancio, ni entonces ni más tarde, aunque no encontró el terreno adecuado para una floración 20/ 70
comparable a la que se observa entonces en Italia, Renania o Islam. Respecto a la cultura de la mayoría, termino ambiguo para observa una uniformidad del repertorio iconográfico religioso y, sistema de representaciones y creencias. El vulgo sólo ocupa en el mejor de los casos, un segundo lugar indiferenciado.
en tierras del la autora, se por tanto, del los relatos, en
BIZANCIO A LA BÚSQUEDA DE UN MURO PROTECTOR El emperador es el jefe supremo de la guerra, librada en Oriente y el Cáucaso; Bulgaria, la costa norte del mar Negro, y Kiev; el Mediterráneo oriental y central, y el Adriático de Tarento a Venecia. Se combina constantemente con otras relaciones, a menudo sobre los mismos ejes, como el comercio a gran escala, la misión y las embajadas. Y todas juntas imprimen al mundo de este tiempo las divisiones que se pueden aún reconocer en el nuestro: la cristiandad greco-eslava, la cristiandad latina, el Islam. Bulgaria, espejo de Bizancio A partir de Basilio I, convergen y chocan estos tres poderes en el Mediterráneo central: Sicilia y la Italia meridional constituyen tal vez el envite más significativo de las guerras de los siglos IX a XI. Al este de la cristiandad, la Bulgaria cristiana, nacida del modelo bizantino, evoluciona hasta convertirse en un doble, a pequeña escala, de Bizancio, su asociado y adversario al mismo tiempo, tanto frente a los turcos cercanos al Danubio como ante el Estado, pronto cristiano, de Kiev. El Estado búlgaro cae definitivamente por el lado de Bizancio bajo el reinado de Basilio I. Boris (Miguel) pensaba en la cristianización como armazón ideológico de la monarquía, en contraposición a los boyardos apegados al viejo politeísmo; también en asegurarse una Iglesia que fuera soporte del poder, y no el medio de una dependencia de cara a un poder externo. La alfabetización eslava del cristianismo bizantino ofrece una óptima solución. La confrontación entre Boris-Miguel y su hijo mayor Vladimir, aliado de los boyardos, termina con la ceguera y encarcelación de éste por su padre, quien proclama Zar a su segundo hijo, Simeón, y traslada la capital a Preslav. Se rompe así todo lazo con el pasado búlgaro, en el sentido turco de la palabra, para el mayor provecho tanto de la monarquía como de una unidad nacional ya fuertemente eslavizada. Se sustituye el eslavo por el griego como lengua oficial de Estado y la Iglesia. La escritura glagolítica es sustituida por la “cirílica”. Bizancio mantiene una política que asegura la más eficaz aculturación, a través de las traducciones de su literatura religiosa e incluso profana, y de la difusión de su iconografía. Simeón pasa a ser el “hijo” del emperador, el más cercano en la metáfora militar, que organiza el mundo en torno a él a los ojos de los bizantinos. Bulgaria es un segundo Bizancio al punto de que Simeón reivindique para sí mismo el título de basileus. El imperio, único por definición, considera, pues, al creciente conjunto de soberanos como una familia. Y en esta familia el matrimonio búlgaro de María (nieta de Romano I Lecapenos) con Pedro, nieto de Boris-Miguel, abre con precaución la categoría de las alianzas matrimoniales propiamente dichas, a las que Cosntantino VII consagra una larga reflexión en su tratado sobre la Administración del Imperio, A excepción de los “francos”, las considera prohibidas para la descendencia porfirogeneta. 21/ 70
La paz de 927, luego de diez años de guerra entre Bizancio y Bulgaria y la muerte de Simeón, permite a Bizancio recuperar su autoridad sobre los servios. La sociedad búlgara prosigue por su parte una evolución cuyas principales características son la eslavización, que absorberá en lo sucesivo a la vieja aristocracia de los boyardos, y la cristianización, que progresa fuera de las ciudades y representa un medio de unificación cultural y nacional. Una sociedad cada vez más compleja y a mismo tiempo cada vez más aculturada, como atestigua el desarrollo de la herejía bogomila bajo el reinado de Pedro (927-969). Cristianizar más lejos La cristianización de los eslavos continúa siendo un envite de la rivalidad de poder con Roma y con el Imperio Carolingio. Al oeste, los servios, antaño convertidos bajo el reinado de Heraclio, y vueltos después al paganismo, piden misioneros y reciben el bautismo en el curso de los años 867-874, lo que refuerza la influencia bizantina en el nordeste del Adriático. Bizancio se enfrenta a Venecia y al problema de la piratería eslava: los piratas narentani son cristianizados bajo el reinado de Basilio I. Se enfrenta principalmente con Croacia, Roma y los francos. Pero las islas y las ciudades de Dalmacia siguen estando en la commonwealth bizantina hasta el siglo XII. Por último, el Adriático constituirá también un envite de la guerra con los árabes. En el Cáucaso, el reconocimiento de una monarquía armenia se inscribe en la lucha secular entre Bizancio y los árabes en la región fronteriza del Tauro, en Armenia. Entre 871 y hasta 882, Basilio lleva a cabo una reconquista triunfal que proporciona a Bizancio los puntos clave de la frontera, el Tauro y el Antitauro, así como los pasos del Eufrates. Inicio de la réplica contra el Islam La guerra mesopotámica prosigue. Romano I continúa la empresa de Basilio I e inicia una verdadera reconquista hacia el este. Juan Curcuas toma Melitene en 934, luego de varios intentos. Lleva a cabo campañas triunfales en Armenia y Mesopotamia (942-943), volviendo ese año los bizantinos a recuperar viejas plazas como Daras, Amida y Nisibe, incluso asediando Edesa. Bizancio se encuentra enfrentada a los emires de la región, sobretodo al de lepo y Mosul, Saif al Dawla. Jefes y señores armenios se integran al dispositivo fronterizo imperial. Los armenios repueblan, desde el principio del siglo, las inmediaciones del emirato de Melitene, abandonadas por la derrota de los paulicianos. Ocupan el thema de Mesopotamia. Después de 950, e incluso bajo el mandato de Romano I, la migración Armenia hacia el oeste reviste un carácter más regional y más masivo que la de los guerreros en busca e fortuna que se alineaban ante el emperador en los siglos VII y IX. Los themas fronterizos posteriores a 950 se reducen a menudo a una plaza fortificada donde reside el estratega. Las fuerzas de estos themas se componen de armenios, sirios jacobitas y también de paulicianos, familiarizados con el terreno, e incapaces, en cambio, de constituir una amenaza para la capital. No obstante, en los últimos años de Constantino VII, Saif al-Dawla vuelve a tomar la delantera. Progresos más inciertos en el Oeste 22/ 70
En el Mediterráneo la situación es diferente a causa tanto de los aliados como de las posturas enfrentadas. En Sicilia e Italia meridional el cuadro está dominado por los progresos árabes, y modificado, respecto al modelo justinianeo, por el hecho carolingio y por la existencia de los principados lombardos en el sur. La historia de las incursiones árabes en las costas griegas e italianas y la de las campañas marítimas en la Italia meridional tienen una alcance diferente. Un Bizancio marítimo se extiende de Sicilia a la Abulia y de Calabria a Tesalónica y el Egeo, donde la gama de contactos con el Islam es comparable en cierta medida a las del Bizancio continental en el este. Por ello, ese Bizancio de las islas y las costas está en relación incluso con el Asia Menor, a decir verdad, por el envite chipriota, y por las ofensivas marítimas de los emires de Tarso. La política imperial apunta, pues, a dos objetivos, la reconquista de las rutas marítimas y la de Italia. El primero apenas será cumplido antes de la segunda mitad del siglo X. La extensión de Bizancio en la Italia meridional no resuelve el problema general de las comunicaciones marítimas. A lo largo del siglo X los árabes acaban, por el contrario, de cercar Sicilia, desde donde amenazan Calabria y donde, sin embargo, sobrevive el helenismo. Las claves del mar están de hecho en Creta y Chipre, y Bizancio fracasa allí, en 904 en Tesalónica. Sin embargo, la segunda mitad del siglo IX es testigo de una importante reorganización de la marina bizantina. Alrededor de 950, Bizancio es, pues, al este de la cristiandad, un modelo imperial, una moneda, una cultura dominante, y su periferia, pero también una sociedad de guerreros y clérigos, de ciudadanos y campesinos, que hay que comparar con el Occidente contemporáneo. Pero, sin duda, no es una sociedad sin agitaciones.
6. TOUBERT - EL REGIMEN DOMANIAL Y LAS ESTRUCTURAS PRODUCTIVAS EN LA ALTA EDAD MEDIA Generalmente se supone que el gran dominio (Villa o curtis) conoció su apogeo entre IX-X. Germanistas vs. Romanistas. El gran dominio aparece como tema historiográfico en la generación romántica, Eichhorn interpreta la estructura bipartita de la villa como consecuencia de la conquista bárbara. La imposición de una capa dominante germana sobre un sustrato romano explica la coexistencia de una reserva dominical sometida a la explotación directa y un cumulo de pequeñas tenencias campesinas (Masserizio). A mediados del XIX surge la teoría de la “marca germánica” de la mano de von Maurer que presupone una sociedad germánica compuesta por hombres libres e iguales unidos por solidaridad económica y social, de forma que constituyen una comunidad de marca. La villa se constituye no por la dominación de los barbaros de un sustrato romano, sino desde una evolución interna de la comunidad, en donde algunos miembros llegaron a ser más poderosos que otro (Por empresas de roturación) y minaron así la asociación igualitaria dando lugar a una sociedad diferenciada que devino en señoríos rurales. Se mantienen elementos de supervivencia, como los derechos 23/ 70
campesinos de uso sobre bienes comunales. El problema de esta teoría es como explicar que los barbaros hayan construido una verdadera economía germánica obviando las estructuras tan elaboradas de propiedad rural romana. Perrin esboza una teoría completamente contraria a esta, supone la perdurabilidad de las tradiciones agrarias romanas (continuidad del sistema de prácticas elaboradas por los agrimensores romanos), de forma tal que la curtis bipartita es herencia directa del latifundio romano. Esto se sostiene en base a fuentes halladas en África que indica que allí había colonos que pagaban censos en especie y prestaciones de trabajo a los administradores del latifundio. A estos se les objeto que las prestaciones de los colonos africanos no pueden considerarse como antecedentes de la corvea medieval. Los economistas. Inama Sternegg (1880) busco explicar el sistema curtense a través del Capitular de Villis, describiendo las siguientes características: • El gran dominio se afirma en el VIII como la estructura típica de toda la Alta Edad Media. • A través de los capitulares y polípticos la villa franca es la estructura típica. • Las unidades domaniales son bipartitas, pues cuenta con una reserva de explotación directa y tenencias campesinas que explotan familias nucleares para la subsistencia, gravadas por censos y prestaciones de trabajo. • La exacción regular del señor sobre el trabajo de los dependientes a cambio del goce hereditarios de las tierras por los tenentes. La corvea aparece como elemento especifico en tanto sistema de trabajo. De esta forma la villa aparece como un modelo de integración entre la pequeña explotación y la estructura latifundista. Este planteamiento viene a sostener la idea de la Edad Media como una economía natural, de la mano de intelectuales alemanes como Weber y Sombart. Todos los economistas han acordado en lo siguiente: Predominio de la gran propiedad (Laica o eclesiástica), autarquía y marginalización de la moneda y el intercambio. Dilema de Dopsch: Pequeña o gran propiedad. Contra la generalización de la villa carolingia de Inama Sternegg se levanto Dopsch, señalando la cantidad considerable de pequeñas explotaciones alodiales. Tres son los aportes importantes de Dopsch: • Enseño las precauciones metodológicas con las que es conveniente tratar las fuentes no directamente representativas de la realidad económica, pues si bien el Capitular de Villis habla de una estructura productiva, no implica que ella sea la única. • Invito a pensar acerca de las diversidades regionales en un mundo carolingio que no es homogéneo. Sólo en la región entre el Loira y el Rin, el corazón del imperio franco, se encuentran los ejemplos más claros y numerosos del predominio del sistema clásico. • Planteo el peso real de la pequeña propiedad alodial. (Aunque Toubert señala que es más importante el gran dominio porque fue el motor del desarrollo al tener mayor rentabilidad y producción, mediante la incorporación de nuevas técnicas e innovaciones). El dilema de Pirenne: Economía agraria o de intercambios. 24/ 70
Para Pirenne a comienzo del VIII la conquista musulmana (Y no las invasiones germánicas V-VI) habría interrumpido la economía de intercambio e inaugurado la economía exclusivamente rural de la Alta Edad Media, pues se quebró el eje mediterráneo de intercambios entre Oriente y Occidente. El imperio franco tuvo que replegarse sobre si mismo adoptando en teoría, una economía de subsistencia. Fuentes relativas a los dominios fiscales. Se trata de un capitular esencial que es el Capitulare de Villis, una especie de reglamento administrativo que explica como debe funcionar y gestionarse una villa. El consenso le atribuye su dictado a Carlomagno en los finales del VIII. Este documento nos permite dos conclusiones: No es revolucionario, recuerda el conjunto de las buenas reglas a las que debe someterse la gestión de los fiscos reales. Por otro lado nos da una imagen ideal de la estructura y administración pues se trata de un documento normativo y reformador. Asimismo tenemos otro documento, Brevium, que es un formulario elaborado por la burocracia central a partir de casos concretos que incita a confeccionar inventarios. En él se describe las edificaciones de explotación, el mobiliario, el instrumental agrícola y las cantidades de cosecha de cada sector de la producción, para los grandes propietarios eclesiásticos, para los señores laicos y los regidores del fisco. Estos documentos de dominios fiscales concentran su atención en la gestión de las reservas dominicales sometidas a explotación directa. Fuentes: Polípticos. El políptico es un documento de gestión domanial que otorga la siguiente información: Los bienes raíces que constituyen mansos y reservas, el estado contable de los dependientes casados y un inventario de las rentas en dinero y especie y las prestaciones de trabajo. Pero hay que tener ciertas precauciones: • No se trata de una práctica remontable a los catastros del Bajo Imperio, pues difieren en forma y finalidad. Son propios de la época carolingia y acompañan la afirmación del sistema curtense. • Se trata de una iniciativa privada de grandes propietarios (IX-X) que no buscaban un documento que tuviera valor probatorio en caso de litigio. • Gran variedad de redacción. Algunos polípticos nos explican una sola curtis y otros son proyectos señoriales más ambiciosos que nos explican conjuntos de bienes raíces (Ej.: Abadía de Saint Germain des Prés, 829). • Si bien todos dan cuenta en general de tierras, colonos y tributos, existen algunos más completos que brindan descripciones completas de los mansos, su composición, su superficie, el estado de sus dependientes, los tributos, las prestaciones, etc. Ahora bien hay que tener en cuenta que en base a estas escasas fuentes se ha construido un retrato-robot preciso pero estático de la villa carolingia. Actualmente la historiografía adopto una tendencia hacia el cruce de los polípticos con otras fuentes: Actas publicas, cartas, contratos agrarios y sobretodo arqueología. EL SISTEMA CURTENSE. Amplitud de los dominios. 25/ 70
El sistema curtense se caracteriza por curtes muy alejadas unas de otras y de extensión muy variable, desde un manso hasta la existencia de más de 3000 en un solo dominio. La curtes en verdad aparece como un realidad móvil, constantemente sometida a procesos de concentración y fragmentación, sobre todo a partir de IX se multiplicaron las tenencias campesinas por desmonte, parcelación de las reservas y drenado, consecuencia de un incremento demográfico. Asimismo se dieron donaciones piadosas en las tierras eclesiásticas o concesiones en beneficios en los dominios fiscales que dieron lugar a amputación de curtes para crear nuevas. De esta forma la realidad domanial es propia de un organismo dinámico sometido a procesos de constante remodelación. Reservas dominicales y beneficio señorial. La terra dominicata o mansus aparece como una porción de la curtis sometida a la explotación directa del gran propietario. Se desarrollaba tanto el cultivo bienal como trienal y dentro de una villa carolingia clásica estas tierras cultivadas representaban entre un cuarto y un tercio de las superficies cultivadas totales. En muchos casos incluían tierras de viñedo y prados de siega, tierras para el pastoreo y bosques (Donde los tenentes casados tenían derecho, gratuito o pago, de pastoreo, tala y recolección). Aparecen además edificios anexos como los establos, caballerizas, graneros, bodegas y talleres (Donde las mujeres se dedicaban al tejido, forma de corvea femenina). Se trata según Toubert del sector progresista de la agricultura carolingia respecto a las técnicas de arado, las rotaciones y la adopción de progresos técnicos. El masserizio. Se trata del conjunto de tenencias explotadas por las familias nucleares campesinas para su subsistencia, que estaban obligadas a servicios y prestaciones de trabajo habituales a cambio del goce hereditario del manso. Dentro de ella tenemos tanto a tenentes libres como esclavos a la antigua (Que tendencialmente irán desapareciendo). Existía a la par un grupo de esclavos domésticos (praebendari) que vivían en el manso principal y dependían de él para su subsistencia, y constituía la aportación masiva de mano de obra necesaria para momento cruciales del ciclo agrícola (fueron minoritarios). La corvea es la clave de la economía domanial, se vincula con dos características esenciales: Una relativa escases de dinero (Que impedía el recurso del trabajo asalariado) y el enrarecimiento de la clase servil, pro causas complejas como agotamiento de la trata, liberación, casamiento y declinación biológica. El manso provee la subsistencia de la familia nuclear y se compone de una casa habitación (de madera) del tenente casado, un huerto de hortalizas, arboles frutales, algunas parcelas de tierra arable (Que a veces incluía lotescorvea) y en ocasiones una parcela de viña o preda. El manso no es una estructura topográfica coherente, se caracteriza por la dispersión de sus unidades domesticas. Veamos algunas generalidades: • Aparece documentado a principios del VII y su difusión va de la mano de la expansión del imperio franco. • Enorme variabilidad de los mansos: Fiscales, privados, mansos sin jefe de explotación campesina (mansi absi), libres, serviles o cuyos tenentes poseen una categoría especial de libertos. En proporción los mansos serviles eran más pequeños que los ingenuiles y soportaban corveas más 26/ 70
fuertes. Se produce al mismo tiempo una contaminación de la tierra del status legal de su ocupante, de forma que se producen discordancias entre la condición jurídica del manso y la condición personal de tenente. • La superficie media de cada manso varia de una villa a otra y también específicamente dentro de cada categoría de manso. En cuanto a la evolución del manso se observa la superpoblación (Italia, Alemania, Francia), dos o tres familias por manso. No hay que atribuirla a una situación de superpoblación rural, sino a la asociación de varias familias conyugales distintas que explotan distintas porciones de un mismo manso y comparten las cargas. Se advierte también el fraccionamiento de las tenencias superpobladas, en mitades, tercios o cuartos de mansos, producto de mansos superpoblados o de carácter real. Encontramos también tierras que no estaban integradas a los mansos (hostisiae), huéspedes que eran braceros miserables desprovistos de toda parcela de cultivo y que constituyen el proletariado rural. Aparentemente eran recién llegados o segundones de familias tenentes. Todo esto nos lleva a anular la versión estática del sistema curtense y dar cuenta del esfuerzo de los señores por mantener un marco de producción simple y eficaz en un mundo de expansión demográfica lenta, pero regular. EL SISTEMA CURTENSE Y LA ECONOMIA GLOBAL. Rentabilidad. Según una perspectiva tradicional cuyo exponente es Perroy, la producción domanial no podía desarrollar una tasa de rentabilidad esto es sostenido por la tesis minimalista que ubica al dominio en un clima de estancamiento donde las empresas de colonización habrían sido excepcionales. Asimismo consideran una débil densidad demográfica entre VIII-X y que el excedente apropiado por el señor era un beneficio marginal, sus ingresos más importantes provenían de la corvea y no de las renta. Sin embargo hay que poner estos ingresos de explotación directa en su gusta medida, pues poseía notables reducciones como semillas para el próximo año, prebendas para los esclavos domésticos, aprovisionamiento de los talleres y stock de seguridad. De esta forma la economía domanial era exclusivamente de subsistencia y su rentabilidad nula, los pocos excedentes solo otorgaban artículos de lujo (Aristocracia parasitaria) para satisfacer la necesidad de distinción social, por lo tanto no se reinvertía (no hay espíritu de empresa). Veamos algunas correcciones a esta teoría: • Ya no es aceptada la idea de un estancamiento demográfico, sino por el contrario un crecimiento ya presente entre VIII-IX que se evidencia mediante la lectura de los capitulares de Carlomagno que dan cuenta de los esfuerzos realizados por el poder publico para evitar catástrofes. Se han malinterpretados lo mansi absi creyendo que ellos se debían a abandonos del cultivo por un déficit demográfico, cuando en verdad tiene que ver con situaciones complejas de reajustes. • Están comprobadas las empresas de roturación que dieron lugar a curtes enteras y a la reconquista agraria, sumado a la parcelación de las reservas a mediados del IX. • Se debate también el concepto de rentabilidad nula del sistema. Se ha puesto en relevancia que las exacciones en dinero eran muy importantes, pues provenían de dispositivos técnicos como molinos y cervecerías, que eran inversiones del señor Surgió de esta forma una nueva forma de punción indirecta a la producción campesina, aunque hay que ponerla en su justa medida, pues no se generalizaron rápidamente estos molinos y 27/ 70
no son un “elemento obligado de la curtis”. Estos derechos sobre cervecerías y uso de molinos van a ser claves para la constitución entre el IX-X del señorío banal. • La tendencia a mediados del IX del aumento del masserizio a expensas de las reservas, evidenciado la lógica de la mayor rentabilidad del beneficio indirecto y la pequeña explotación campesina. Hay que recurrir a un estudio más profundo y regional pues la fijación señorial a la explotación directa ha sido marcada en las áreas cerealeras de Europa noroccidental, mientras que la tendencia a la parcelación de las reservas ha sido favorecida en el arrea mediterránea del imperio franco, debido al predominio de sistemas de policultivos en los que la pequeña explotación campesina estaba mejor adaptada a las exigencias de productividad. Igualmente no ocurrió ninguna revolución agrícola y todas estas mejoras y rendimientos eran mediocres. Estructuras de intercambio. El tributo en las curtis no solo era agrícola, las fuentes hacen mención a productos de uso industrial: Mineros, metales, armas, sal, útiles de hierro y piezas de tela. De esta forma no hay que minimizar el papel del artesanado en el marco del dominio. Se denota también una tendencia de la política domanial a adquirir bienes raíces alejados del centro del dominio, que permitían el acceso a determinados recursos. La producción artesanal se lograba de dos formas: mediante talleres domaniales (gineceos) aunque no aparece en todos los dominios, y la producción artesanal al interior del masserizio, nuevamente aparece la lógica de privilegiar la explotación indirecta. Por tanto el gran dominio ha concentrado excedentes producidos por el trabajo diversificado de dependientes campesinos. La curtis funciona como un organismo centralizado que asegura la transferencia hacia la corte domanial de mano de obra y productos agrícolas y artesanales provenientes del masserizio. La documentación nos da cuenta de la transferencia de excedentes de una curtis a otra dentro del mismo complejo domanial, como así también de una curtis a un mercado local o regional. Algunos autores sostienen que el dominio preveía el uso de algunos excedentes para venderlos, aunque esto está limitado por obstáculos técnicos y económicos (Medios de transporte). Aparece como altamente probable el transporte de vinos, aceite y otros idóneos para la conservación como la miel, la cera y los quesos, todos ellos eran objetos de transferencias regulares. En las fuentes se recomienda que las curtes alejadas adopten una autonomía de gestión que les permita vender in situ los excedentes de la cosecha, puesto que el transporte al centro domanial resultaría poco rentable. En las regiones marcadas por el surgimiento comercial y urbano los grandes propietarios terratenientes han ramificado sus circuitos de intercambios en los centros urbanos. No debemos pensar que los grandes propietarios hayan logrado edificar una economía de mercado altamente diferenciada alrededor de la ciudad, más bien estaban presente en los mercados urbanos pues allí podían hallar los productos del comercio internacional. En el VIII se produce el abandono de la moneda de oro en provecho de la de plata (Denario), dando lugar a un monometalismo que durara hasta el XIII. La redes comerciales están en dominadas por señores que poseen flotas domaniales de navíos, instalaciones portuarias y mercados de actividad regulada y corveas de transporte. Los últimos estudios respecto a dichas redes 28/ 70
han destacado el papel de los monasterios y de la economía domanial en la animación de los mercados, intercambios regionales y vida urbana del IX y X. En este contexto cobra sentido la concesión imperial de derecho de acuñar monedas a señores (abadía de Prum) La proliferación de los mercados locales esta comprobada a partir del IX, organizados por los grandes propietarios que consiguen exacciones sobre el intercambio y complementan así la exacción a la producción campesina. Hay que negar la existencia de dos niveles comerciales antagónicos: El de la campaña y el de las ciudades, donde en la primera existirían mercados domaniales y en la otra mercados dedicados al gran comercio. El comercio internacional utilizaba la infraestructura que le ofrecían las redes de comercio interior (vías de intercambio, nudos de intercambio). Durante el imperio carolingio hubo varias intervenciones del poder para definir la moneda en circulación y sostener su contenido metálico que estaba en decadencia. La caída del valor intrínseco del denario es el corolario del crecimiento económico bajo dos aspectos: aumento de los precios mínimos y demanda creciente de instrumentos de pago. Esto niega la idea de economía natural basada en una moneda primitiva que caracterizaría el periodo entre VIII-X. Pronto ocurrió la transformación de las rentas en renta dinero, que aunque no fue generalizado, da cuenta de la multiplicación de las tenencias respecto a las reservas y del aumento de disponibilidad de numerario en una sociedad campesina cada vez más integrada a los circuitos de intercambio. El denario fue expandiéndose en uso y permitió tres cosas: Ahorro, concentración de valor y medio de cambio en las redes comerciales.
7. POLY - RÉGIMEN DOMINICAL Y RELACIONES DE PRODUCCIÓN “FEUDALISTA” EN EL SUR DE FRANCIA (SIGLOS VIII-X) El fenómeno central de la “feudalidad” es el establecimiento del señorío banal (o el incastellamento en Italia). A partir de esto podemos plantear el problema de la transición entre la “feudalidad” (o el feudalismo) y las organizaciones sociales que lo precedieron (pre-feudales). Entre estas organizaciones está en primer plano el régimen dominical “clásico” de los tiempos carolingios con los tres nefastos días de la corvea. Ese modelo “clásico” tenía fuertes contradicciones y desde el siglo IX coexistía con otras formas de explotación dominical (en Francia e Italia). Se admite que en el Sur de la actual Francia, el régimen “clásico” fue raro e incluso inexistente, pero en realidad hay que entender qué formas pudo revestir el gran dominio en esas regiones. Las fuentes con las que se cuenta no son muchas a comparación del norte, principalmente son algunos brevia, polípticos o simples fragmentos (del obispo Waldo de Marsella, el breve del arzobispo Leidrado de Lyon y el breve del advocatus del obispo Ansafried de Béziers). Sobre la base de esta documentación escasa intentaremos analizar qué relaciones de producción unían u oponían a los campesinos dependientes y a los propietarios en le sudeste de la antigua Galia antes de que se estableciera allí el señorío banal. CUÁNDO TERMINA LA ESCLAVITUD ANTIGUA. A partir del gran dominio eclesiástico se va a reconstruir lo que podría ser un gran domino laico por que el políptico de Waldo sólo informa sobre los dominios de la Iglesia (su patrimonio) pero no da información sobre el gran dominio en 29/ 70
general y menos sobre la situación de los campesinos. A pesar de que ninguna de las tres fuentes dan información a cerca del régimen dominical, un examen inmediato nos induce a pensar que las reservas eran raras o inexistentes: el breve de Lyon sólo contabilizaba las tenencias. La inexistencia casi total de reserva señorial en esos dominios y el estudio de las prestaciones nos lleva a pensar que no existían corveas entre ellos. En el siglo IX las tenencias eran consideradas siempre como “colongues” y el término manso sería introducido más tarde como expresión de una realidad diferente que en las regiones del norte. No es posible limitarse a interpretar el uso de aquel término como una simple supervivencia del lenguaje. Una serie de estudios recientes han puesto de relieve la continuidad en el sur de Francia de las referencias a las “leges” hasta el siglo X. La “Lex visigothorum” nos informa que la prestación normal de la tenencia era la décima parte de la cosecha, le nombre vulgar de la prestación no aparece hasta los comienzos del siglo X: “tasca”. En el noroeste de la zona que estudiamos, las “colongues” debían prestación fija, probablemente nos encontramos con una “fijación” de la renta en un décimo. Las prestaciones se designaban con el término “agrarium”. En definitiva la prestación no era propia del sur de Francia, sino que se generalizó conforme en el norte progresaba el sistema de la corvea a expensas de la renta. A la “tasque” hay que agregarle el “pasquier” que se percibía sobre el ganado que pastaba en los llanos. Las “leges” indican también que consistían en un décimo, pero la “fijación” parece haber sido anterior. Por último hay que hablar de los “eulogiae” (gallinas, pollos y huevos) y el “tributum” en sentido estricto, que eran más bien signos de dependencia más que prestaciones lucrativas. No hay que subestimar todo este sistema de dominio, porque daba muchas ganancias a su dueño, los canónigos y los monjes de Lyon se mantenían más o menos cada uno con lo obtenido en una tenecia, sin contar sus sirvientes. Aunque es cierto que el clérigo adscrito a una iglesia rural o los canónigos de Lyon tenían otras fuentes de ingresos más propiamente eclesiásticas, lo que explica la aparente austeridad de sus bienes. Cada grupo dominical estaba bajo la vigilancia de los “ministeriales” que recibían una “colonicae” en beneficio. La administración del conjunto estaba confiada a los “actores” que eran, al mismo tiempo, representantes del propietario del dominio. El dominio eclesiástico era esencialmente un dominio de rentistas. En el gran dominio laico hay que mirar en otra dirección para buscar el secreto del control de los señores sobre el campesinado. La vida de Gerardo de Aurillac muestra el elemento fundamental de su poder, aparte de la tierra: Gerardo se dedicaba a la actividad de prestamista. Pero como santo varón Gerardo no reclamaba los intereses e incluso llegaba a olvidarse de que le devolvieran el capital. Imaginemos, al contrario, el caso de los grandes señores que no eran hombres santos. El gran propietario aprovechaba sus reservas para prestar a los paupers en los años de escasez, debido al alto interés, estos tenían gran dificultad para devolver los préstamos. Entonces el señor hacía evaluar s bien por la justicia y se apoderaba de él para luego entregarlo como tenencia. El excedente de tierra del que podía disponer y que podía ceder por contrato, al décimo, al cuarto, al tercio o la mitad, le daba igualmente un margen de maniobra. Eran dos los tipos de dominios que existían en el sur de Francia a lo largo del siglo IX: el de los canónigos o los mojes, casi totalmente parcelado, que producía una renta en especie y el de los laicos en que el propietario añadía a los ingresos de sus “colongues” un determinado número de “curtes” explotadas directamente por pequeños grupos serviles. Además distribuía 30/ 70
algunas colongues “en beneficio” a algunos libertos y podía ceder a censo algunos predios a sus vecinos alodiales. Algunos dominios demasiado alejados eran entregados en “comenda” lo que refleja la debilidad del “dominicum” que nos habla de la escases de la mano de obra y de que la sujeción del campesinado a los grandes señores era aún limitada todavía no se había dado la cesión de dominios con la función pública ni la patrimonialización de los derechos públicos característicos de la sociedad feudal. ¿ES POSIBLE RAZONAR CORRECTAMENTE EN BASE A DATOS A VECES FALSOS? Para explicar el doble modelo de dominios (laicos y eclesiásticos) se pueden usar anotaciones demográficas usando como fuente el políptico de Waldo del año 814. Éste menciona a los tenentes de las “colongues” y a sus familias (partiendo de 742 individuos divididos en seis grupos de dominios). A partir del análisis de tres aspectos demográficos (sex ratio, natalidad y fecundidad, edades de las madres del grupo y relación entre la población infantil y la adulta) el autor concluye con una imagen muy triste de la condición campesina. Pero además de éste análisis demográfico tiene en cuente para su análisis las condiciones jurídicas de la población que pueden resumirse en algunos puntos: -Solo se menciona la condición jurídica de los titulares de las tenencias. -Se pone cuidado en mencionar cuando el antiguo titular de una tenencia ha sido liberado de sus obligaciones. -A los massips y a los colonos se les da el mismo calificativo de mancipia. Pero haciendo un análisis antroponímico el autor ve que los massips llevaban nombres germánicos con mucha más frecuencia que los colonos y los hombres mucho más que las mujeres. -Los hijos de sierva, no importaba donde nacieran pertenecían al señor. -La movilidad campesina ordinaria estaba adaptada a las exigencias señoriales que intentaban retener en las tenencias a un número suficiente de campesinos para que no quedaran despobladas. Esas exigencias terminaron en un fracaso. El número de colongues vacías es impresionante en el políptico. Esto no se debe a muertes tanto como a las huídas y éstas últimas no son sólo por hambre, ya que mientras los campesinos dependientes huían definitivamente los alodiales permanecían en sus tierras. Los campesinos que abandonaban sus tierras iban a refugiarse en las comunidades alodiales. Pero algunas familias completas de massips se marchaban a las montañas con bosques (se les da el nombre de marroniers), donde creaban comunidades de campesinos libres y volvían al paganismo. Así se ve cómo en la zona del sudeste, junto al Ródano, el gran dominio constituye una pervivencia degradada del sistema antiguo, en sus dos formas: esclavista cuando la conquista lo estimulaba y sujetando a la servidumbre a los pobres campesinos alodiales cuando la aparición de una crisis lo permitía. Ésta concentración de los grandes dominios a expensas de las comunidades de aldeas era un proceso ya iniciado antes. Gracias a sus “beneficios” los latifundistas hacían caer en sus redes a los campesinos libres y a sus familias. Pero a éste proceso se oponía la obstinada resistencia de las masas de campesino. El “progreso” de la concentración territorial suponía la existencia de una clase dominante fuerte y unida. Podemos poner en duda que ésta existiera en el siglo IX. En efectos, los herederos directos de los poderosos del bajo imperio atrapados entre sus propios campesinos y las exigencias de los nuevos dueños francos, se hallaban en decadencia. En este sentido las formas 31/ 70
dominicales que hemos intentado describir no tenían mucho de “pre-feudales”: el establecimiento del señorío jurisdiccional, la reducción a una dependencia más o menos total de las comunidades campesinas alodiales, que aquél implicaba, no podían surgir de la evolución de formas antiguas, sino de una ruptura y una crisis violenta.
8. BONNASSIE - EL PROCESO DE FEUDALIZACIÓN EN CATALUÑA Y FRANCIA DEL SUR: SIMILITUDES Y DIFERENCIAS Existen similitudes en los orígenes y resultados de la crisis feudal en el Norte y al Sur de los Pirineos, por ejemplo, en el siglo XI, catalán, gascón y lemosino son idiomas de una misma lengua. Sin embargo, perciben también diferencias manifiestas, no tanto en e grado de feudalización, como en los ritmos del proceso de génesis del feudalismo. Bonnassie anticipa que la crisis generadora de las estructuras feudales empieza antes en Francia del Sur (Aquitania y Auvernia) que en Cataluña: en el primer caso hacia 980, en el segundo sólo hacia 1030-1040. Esta crisis dura más tiempo al Norte que al Sur de los Pirineos. El objetivo de Bonnassie es intentar explicar estas diferencias en la cronología y las formas de feudalización. I.
LA ORGANIZACIÓN DE LOS PODERES Y LAS ESTRUCTURAS SOCIALES ANTES DE LA CRISIS FEUDAL
A. La organización de los poderes En todos lados perviven tradiciones antiguas que se remontan al Bajo Imperio Romano. 1. Tradición jurídica. En Cataluña la ley visigoda es el fundamento de todo el procedimiento judicial. Sobretodo, no hay otra forma de justicia que la ejercida por los tribunales públicos: condales, vizcondales, episcopales, vicariales. En Septimania la situación es casi idéntica. En el resto de Francia del Sur, las cosas son menos claras porque no había un código único al que referirse, pero la gente tenía resúmenes, breviarios de derecho romano, que se aplicaban a todos los asuntos de la vida pública y privada. Así pues, en todas partes hay reminiscencias muy vivas, muy funcionales, del derecho romano, que sigue regulando las relaciones sociales. 2. Tradición política. Tanto al Norte como al Sur de los Pirineos, subsiste el concepto romano de res pública, de dominio público, soberanía pública, derecho público. La autoridad está encarnada por condes y duques, todos investidos de poderes de origen real y actuando como soberanos. A un nivel inferior, vizcondes y vicarios son considerados como personae publicae y administran circunscripciones públicas llamadas ministeria o vicariae. Pero hay dos observaciones al respecto. Primero, la fuerza de la autoridad pública no es la misma en todas partes. Es máxima en Cataluña, donde el conde es jefe de guerra frente al Islam, coordinador de las empresas militares, y a veces, de las actuaciones diplomáticas. En Francia del Sur, donde esos factores no existen, la autoridad, ya a mediados del siglo X, está mucho más debilitada. 32/ 70
Segundo, la aparición del feudo. La palabra aparece muy temprano en Languedoc y Cataluña, bajo la forma de fevum o feu. Pero hay que considerar bien lo que es un feudo en estas regiones antes del año 1000: es una tierra pública concedida por una autoridad pública (una potestas: duque, conde u obispo) a un agente de esta autoridad, en remuneración de un servicio público. El feudo es una institución fiscal: no hay aún feudos privados. B. Las estructuras sociales También con un pasado remoto. 1. Tanto en Francia del Sur como en Cataluña se nota una larga supervivencia de las estructuras esclavistas. En el siglo IX, la esclavitud se encuentra por todas partes en los campos. En Cataluña, a principios del siglo X, hay esclavos no solamente en la zona pirenaica (Cerdaña) sino también en tierras de frontera (oeste del Llobregat). Pero esa esclavitud está en rápido declive. Las huidas, las manumisiones, provocan una disminución de la mano de la obra servil ya notable en la primera mitad del siglo X. Pasado el 950, los esclavos son grupos de pocos individuos. Alrededor del año mil, la esclavitud ha desparecido. 2. Lo que mejor caracteriza la estructura social en el año 1000 es la existencia de un numeroso campesinado libre y dinámico. El alodio campesino, la micro propiedad es, en ésta época, la estructura dominante en el campo catalán. En Francia del Sur hay también muchos campesinos alodiales, sin embargo otros son aparceros, que pagan al amo del suelo un censo proporcional a la cosecha. Pero también son libres: no hay lazo de dependencia personal entre el tenente y el dueño de la tierra. En resumen, alrededor del año 980, puede subrayarse: -La sociedad no es todavía una sociedad feudal. Los lazos personales característicos del feudalismo son muy escasos y muy laxos; el feudo sigue siendo una institución pública. - Muchas fuerzas se oponen al proceso de feudalización, especialmente el peso de las tradiciones y la importancia del campesinado libre. Pareciera que la evolución natural tendiera a una liberación total del campesinado e incluso expansión del dominio campesino por roturaciones y consecutivas aprisiones. Esto, insoportable para la aristocracia, provocará su fuerte reacción: la crisis feudal puede verse en primer lugar, como una reacción violenta de la nobleza a una evolución que amenazaba sus intereses. II.
LA CRISIS FEUDAL
Es difícil puntualizar las causas y aislarlas unas de otras. A. Causas 1. El desarrollo económico jugó un papel de primer orden. En Cataluña, la fase de intensidad máxima de las roturaciones se sitúa en la segunda mitad del siglo IX y en la primera del X. En Francia del Sur, sin datos tan precisos, igualmente se ven índices de crecimiento temprano. En cuanto a los intercambios, el crecimiento es espectacular, sobretodo alrededor del año 1000. La gran novedad consiste en la entrada de cantidades cada vez más importantes de numerario musulmán (mancusos). Se nota esencialmente en Cataluña, pero también al Norte de los Pirineos, aunque a 33/ 70
escala más reducida. Con la moneda musulmana penetran igualmente productos de lujo (tejidos de seda y brocado, tapices, joyas, etc.). En consecuencia, se nota un enriquecimiento rápido de una sociedad hasta entonces pobre. Estas nuevas riquezas provocarán tensiones, habiendo luchas muy duras para su expropiación. 2. Las transformaciones en las técnicas militares agravarán estos conflictos y les darán nuevas dimensiones. Generalmente tienden a dar una superioridad absoluta al combatiente a caballo, respecto al peón: se produce una ruptura de los antiguos equilibrios entre la aristocracia y el campesinado. 3. El debilitamiento del poder político, cristalizado en el fraccionamiento, en la quiebra del a autoridad pública, es mucho más temprana en Francia del Sur que en Cataluña. Otro síntoma, de los más evidentes, e la degradación del procedimiento judicial. A veces, un pleito no puede terminarse y se transforma en guerra privada. De manera general, hay una manifiesta pérdida de confianza en la carta escrita (de venta, donación, etc., escrita en presente y en modo personal, que constituye por sí misma el acto jurídico que tiene fuerza para crear el derecho). Entre 980 y 1020, la carta se ve reemplazada por la noticia guarpitoria, que tiene por función recordar una cesión de bienes efectuada oralmente, ante testigos, según un ritual apropiado. Al mismo tiempo, se multiplican los convenientiae: pactos concluidos libremente entre linajes, sin intervención de jurisdicción alguna. En Cataluña se observan los mismos fenómenos, pero con un retraso notable. B. Modalidades La cronología y también las características de la crisis son diferentes en Cataluña y Francia del Sur. En Francia del Sur hubo un verdadero frenesí de violencia: saqueos, ataques a mano armada, robos de ganado, homicidios, mutilaciones, etc. La guerra se instala de manera casi permanente entre los numerosos castillos que se levantan en esta época: guerra privada, linaje contra linaje. Esta especie de espiral de violencia (violencia sin dirección fija, anárquica, endémica) empieza hacia 980 y no se apacigua antes de la segunda mitad del siglo XI. En Cataluña, al contrario, tenemos una crisis breve, pero aguda, una lucha frontal entre aristocracia y poder condal. Es un episodio bien delimitado entre dos fechas: en 1041 se de el primer asalto contra el palacio condal de Barcelona; en 1059 los rebeldes capitulan. Dos aspectos de esta crisis subraya Bonnassie: ésta se presenta como una convulsión general de la sociedad catalana; y termina con una victoria total del poder condal, caso rarísimo en Occidente. III.
LOS RESULTADOS DE LA CRISIS
Son a la vez parecidos y diferentes en Francia del Sur y en Cataluña. Parecidos porque las causas profundas de la crisis fueron las mismas y porque fueron iguales las motivaciones de los milites. Diferentes, por las características que tomó esa mutación en una y otra parte, tanto en su desarrollo, como, sobretodo, en su epílogo. Tres resultados relevantes pone de relieve Bonnassie, que afectaron a las estructuras político-sociales: militarización de la sociedad, aparición de nuevas relaciones entre nobleza y campesinado, y reorganización 34/ 70
de los poderes sobre bases nuevas. Son para el autor, los constituyentes esenciales del proceso de feudalización. A. Militarización de la sociedad Una palabra invade los documentos de la época: milites, los combatientes a caballo, reclutados en masa por los varones. Algunos de ellos, miembros de la pequeña nobleza o de las ramas secundarias de los grandes linajes. Pero la mayoría, procede del campesinado. Son hijos de campesinos ricos, capaces de procurarse un caballo y armas. Son entre tres y cincuenta por castillo. Su número depende de la coyuntura o la estación. Tres, cuatro o cinco componen la guarnición permanente y se quedan en la fortaleza en invierno, época de tregua de los combates. En verano, su número puede alcanzar hasta treinta, cuarenta o cincuenta, pero por pocos días. Igual, los milites son más numerosos que los barones de la antigua nobleza. Están al servicio de los dueños de los castillos, que son los descendientes de los antiguos vizcondes o vicarios carolingios y siguen formando la alta aristocracia. Pero los condes, gracias a su riqueza, han reclutado también a muchísimos milites. Y también los obispos. Este reclutamiento se hace ahora por homenaje y sacralizadamente. Durante el período de crisis hay un aumento continuo de los homenajes, que culmina hacia el 1050-1060. El vasallaje, entonces, progresa entre 1020 y 1060. Entre los milites castri y los amos de castillos se encuentra el castlà, jefe de la mesnata (guarnición de la fortaleza), dirigente del servicio de los milites: servicio de hueste (contra mesnatas de castillos vecinos) y servicio de cabalgada (patrullaje). Pronto es natural que el castlà se ligue al dueño del castillo mediante homenaje sólido, que aparece al final de la década de 1040. El castlà y los milites son remunerados casi únicamente mediante feudos, que durante la crisis perdieron su carácter público, transformándose en una institución privada. En Cataluña, entre el 1040 y el 1050 hay un considerable aumento de concesiones feudales. El feudo del castlà es la castlania, (conjunto de bienes e ingresos que, en el interior del distrito del castillo, compone la dotación del castlà, dotación que nunca comprende el castillo, del cual el castlà sólo asume la guarda). El feudo del simple miles es la caballería, de composición diversa: pueden ser sueldos (por ejemplo, tres onzas de oro anuales por el feudo) o tierras (una explotación agrícola por un feudo de miles). Pero, sobretodo, se componen de ingresos, basados casi siempre en las nuevas tasas impuestas a los campesinos en el marco del señorío castral. B. Aparición de nuevas relaciones entre nobleza y campesinado y nuevas formas de dependencia El castillo es un nuevo centro de poder. Este poder (“banal” o “jurisdiccional”) se ejerce sobre un distrito más o menos amplio. Es un poder de naturaleza extraeconómica, producto de la fuerza militar representada por la mesnata del castillo y que se impone a todos los antiguos campesinos libres. Uno de los rasgos más notables de la crisis feudal es esta sumisión de los campesinos a una autoridad fundamentalmente arbitraria en su origen y en su ejercicio, que podemos llamar señorial. Las libertades de los campesinos desaparecieron en la tormenta. 35/ 70
Menos estudiado h sido el problema del reforzamiento de los lazos de dependencia entre campesinos y señores, el cual generalmente conduce a lo que llamamos nueva servidumbre. Este proceso resulta de una evolución natural: se pasa de la posesión por el señor de derechos sobre los hombres a la posesión de los hombres mismos. Según Bonnassie, es un proceso rápido. En Cataluña, las reducciones a la servidumbre aparecen un poco más tarde. Un primer índice se encuentra en una forma de homenaje exigido a los campesinos, que anuncia al homenaje servil, mientras que las primeras donaciones de hombres y mujeres datan de 1050-1060, pero no se hacen frecuentes antes de los últimos veinte años del siglo XI. Hay, entonces, diferencias cronológicas entre Cataluña y Francia del Sur, pero en la militarización de la sociedad y en la aparición de la servidumbre, las similitudes predominan. Las divergencias son grandes en el terreno político: el de la reconstrucción de los poderes. C. La reorganización de los poderes En Cataluña se hace en provecho del conde, y sólo de él. Bonnassie pone de relieve dos procedimientos que permiten la restauración del poder. El primer instrumento es el “fief de reprise” (un dueño de castillo da su fortaleza al conde y vuelve a tomarla de él en feudo). Este tipo de donaciónreinfeudación es frecuente a partir de 1059-1070: los magnates rebeldes deben aceptarlo para lograr su perdón; luego, el procedimiento se generaliza. El nuevo feudatario tiene pocas obligaciones. Pero sí hay siempre una, capital, la de restituir la fortaleza al señor conde cada vez que le sea pedida por éste. La segunda institución es el homenaje sólido. El conde no es el único beneficiario de este tipo de homenaje, pero sí el principal. Magnates y muchos miembros de la aristocracia inferior son parte de sus vasallos sólidos. Empiezan a ser llamados vasvessores (vasallos de vasallos). Éstos, suelen ser los castlans (guardianes de las fortalezas). El conde, entonces, controla directa o indirectamente casi todos los castillos catalanes, dándole un dominio completo sobre todo el país. Sobre estos fundamentos puede construir un auténtico Estado (entre 1060 y mediados del siglo XII), que tiene todas las características de un Estado feudal. En Francia del Sur no hay quien pueda llevar a cabo algo similar. Aquí la crisis feudal fue larga y profunda. Los castillos son los únicos y auténticos centros de poder. Hay intentos de recuperación del feudalismo de algunos príncipes. Incluso el sistema de recuperación de castillos por donación-reinfeudación es practicado en Toulouse y Aquitania. Pero son tentativas desordenadas. Mientras el homenaje sólido fue una pieza clave del gobierno feudal catalán, nunca se implantó en Languedoc, porque ningún príncipe fue lo bastante potente como para imponerlo. Bonnassie concluye que, mientras un Estado progresivamente más fuerte se construye en Cataluña, la fragmentación de poderes subsiste al Norte de los Pirineos.
9. WICKHAM - LA MUTACIÓN FEUDAL DE ITALIA Feudalismo: centra la terminología en la relación de base de la sociedad medieval: relación entre señores y campesinos 36/ 70
1. Relación económica social expresada a través del control de la tierra, que se transforma en feudal cuando el esclavo se emancipa 2. caída de las estructuras tributarias de Roma permite que la política se base más en la tierra ¿Mutación o evolución?: Primer caso para Italia funciona mejor. Empero, el desarrollo italiano tiene varias semejanzas con el caso francés Imperio carolingio: • organización política apoyada en lazos personales • Penetración, hacia el siglo X, de los lazos personales en el ámbito público: En este plano de encuentro entre el tejido clientelar y el señorial es en donde se levantó la realidad feudal Cinco elementos en dicha reunión entre los tejidos clientelar y señorial 1. patrimonialización del poder público: Surgimiento de circunscripciones nuevas e informales en torno a Iglesias y castillos 2. (Relacionado con el anterior) Incremento de las relaciones privadas entre los hombres de los linajes superiores 3. El grupo militar: a. desde 950 es más fácil individualizar los grupos sociales nuevos, de notables locales y militarizados. b. A partir del siglo XI en Italia se puede empezar a hablar de una clara estratificación social entre linaje aristocrático y militar y la población civil, campesina, etc. 4. Apropiación de los derechos señoriales como parte integrante del poder local del linaje militar sobre los campesinos: a. Mezcla de elementos de origen diverso y no cristalizados de manera inmediata. b. No se combinaron juntos en la estructura legal del señorío territorial. c. Desarrollo (el señorío territorial) que fue capital para la territorialización y la privatización del poder 5. Ciudad: a. No es novedad del siglo XI, pero es esencial en la singularidad italiana b. Equivalente urbano a la concesión de derechos señoriales: tribunales ciudadanos concedidos por el Rey c. Centros mercantiles de cierta consistencia d. Centros principales de la política e. Similitud de Italia al resto de Europa por la dominación de la elite militar sobre las ciudades Similitudes con la experiencia francesa son obvias: Mismos procesos de privatización y descentralización y por los mismos motivos Tres diferencias entre Francia e Italia, que responden al caso italiano 1. Momento cronológico de la crisis del sistema público a. Sin momento preciso en el reino de Italia b. En el fondo, el contexto principal para esa fallida crisis en la ciudad c. El control señorial no era necesario para establecer, en Italia, un status y un poder efectivo a nivel local 2. Consecuencia de lo anterior, es que sobreviven de forma relativa el grupo de pequeños propietarios libres 37/ 70
a. Pagaban tributos y eran la rapiña de los señores b. Servían, más que para expropiársele la tierra, para obtener local más rápido c. Crucial para el futuro de los campos italianos por ser la base del próximo cambio: cristalización de las comunas rurales bajo la influencia de las comunas urbanas en el siglo XII 3. Falta de control de los señores se explica por el interés de esto por la sociedad urbana a. Vivir en la ciudad era vivir en un mundo más público b. Mutación feudal en Italia ha sido un cambio esencialmente político y cultural en el sentido extenso Siglo XII: Desarrollo de la comuna, basada en las relaciones horizontales más que verticales; entidad colectiva.
10. DUBY - LA NOBLEZA EN LA FRANCIA MEDIEVAL, UNA INVESTIGACIÓN A PROSEGUIR Durante todo el artículo, el autor se centra en un estudio de L. Génicot sobre la nobleza de Namur (hoy Valonia, Bélgica). En esa región, a principios del siglo XII, había unas veinte familias nombres, que concentraban las riquezas territoriales, poseían iglesias parroquiales y castillos y, sobre todo, ostentaban el poder de dirigir y castigar. Génicot considera que sólo los nobles podían ser considerados libres. Establece, además, que para esta época los títulos y la nobleza eran heredables. Por fuera de la nobleza, existían un grupo de servidores agrupados alrededor de un Señor, que formaban parte de la “familia” de éste. No contaban con plena libertad, aunque no eran necesariamente de origen servil. Sin embargo, hacia 1150 se observa la presencia en este grupo de caballeros, un grupo que se fue consolidando como una aristocracia por debajo de las grandes familias nobles. Las familias nobles se fueron debilitando lentamente desde 1200, debido a la división de las herencias, al resurgimiento de los poderes principescos, a la liberación de las comunidades rurales y al descenso de los beneficios señoriales. Los pocos que logran conservar su patrimonio y su poder forman el grupo de los “pares”, mientras que aumenta el prestigio de los caballeros, que obtienen su libertad personal. Hacia el siglo XIV finaliza ese proceso, con la eliminación de las diferencias entre nobles y caballeros. Según el autor, la nobleza estuvo abierta a quienes lograron enriquecerse. Lentamente, se dejaron de lado los costosos rituales de la caballería y sus prerrogativas se transmitieron por siete generaciones. Es entonces cuando logran reemplazar a la vieja nobilitas y tener un séquito de personas modestas, artesanos y criados. Duby utiliza los estudios genealógicos para analizar los cambios intergeneracionales en la nobleza francesa. Destaca el hecho de que, si bien la documentación es reducida hacia el Siglo XIII, es casi inexistente hacia el XI. Dannenbauer estudia una región del Imperio que muestra una noción más compleja y jerarquizada de la libertad. A partir de la obra de Génicot surgen tres líneas de investigación: • Marc Bloch hablaba de la “extinción” de las familias nobles en la Alta Edad Media y su reemplazo por una nueva, en función de la fortuna, la 38/ 70
distinción y la capacidad militar. Duby, por su parte, asegura que la nobleza buscaba primero su legitimación en los antepasados y en su origen que en el poder o la riqueza. ¿De qué lado (madre o padre) era más importante la ascendencia? Para Génicot, la nobleza, como la libertad, se transmitía a través de la madre. El rol masculino en la caballería le da fuerza a la rama paterna desde 1200 en la determinación de una condición jurídica superior. Duby sostiene que, para alcanzar conclusiones válidas, habría que estudiar las estructuras familiares de diferentes regiones de la Francia feudal. Para esto, él se inclina por el uso de la literatura genealógica de los siglos X al XIII, para obtener una imagen más exacta de la concepción de la familia. Estas obras, escritas para dar cuenta de la genealogía de un personaje, tienen más valor para entender los lazos de parentesco que las reconstrucciones modernas. Cita la genealogía del canónigo Lamberto, del siglo XII, que pone el acento en la gloria de sus antepasados. Aunque esta genealogía es una excepción, el acento suele estar puesto en la línea masculina. Más adelante estudia detalladamente el escrito de Lamberto. Las genealogías más antiguas si le dan más importancia a las ramas femeninas: hay una mutación de las estructuras de la familia aristocrática y de sus representaciones hacia el año 1000 en Occidente. Tellenbach destaca la dificultad de seguir antes de los siglos IX y VIII las genealogías. Para K. Schmid, esto se debe a que la mentalidad noble no establecía entonces la superioridad de alguien a sus filiaciones agnaticias. A diferencia de ello, este último observa en el siglo XII en Alemania una concepción familiar dinástica, que utiliza la simbología heráldica (escudos familiares) como representación del origen agnaticio común en las ramas laterales que dieron en constituirse como linajes independientes. La idea subyacente es, pues, la de un linaje con una residencia común: una “casa”. El linaje (Geschlecht) reemplaza al agrupamiento de parientes llamado Sieppe, donde la importancia era cognaticia (parientes vivos). Schmid muestra, además, que hacia el Siglo X la rama materna y paterna era igualmente valorada. La transición se produce durante “el período más oscuro de la Edad Media”. Este autor bosqueja una explicación, tomando en cuenta la historia de las instituciones políticas. Para entonces, ya existía una casa, la del Rey. Allí, los nobles podían hacer fortuna (nobleza doméstica). Luego, al obtener un poder autónomo y separarse del servicio real, los nobles pasaron a formar sus propias dinastías. Esta explicación pone, además, a la transmisión de la herencia y el reforzamiento de la línea masculina como un aspecto del advenimiento del feudalismo, pues sólo el hombre puede ejercer, y legar a sus descendientes, el poder de dirigir y castigar, el título y el feudo. • El segundo aspecto de investigación es la relación entre la nobleza y la caballería. Para Génicot y los historiadores alemanes, hay una gran diferencia entre los nobles, ligados al poder, el linaje y el señorío, y los caballeros, un asunto de servicio y domésticos. Werner muestra que la Alta Nobleza gravitaba alrededor de la casa real y que se encontraba, hacia 845, sólidamente instalada en una red vasallastica alrededor de Roberto el Fuerte. Sin embargo, establece diferentes niveles en este cuerpo social de dirección política. En primer lugar, existe un grupo de parientes diseminados que se ubican en la cumbre. Luego, una aristocracia 39/ 70
regional mejor afincada, subdividida en dos. Por un lado, los condes y vizcondes y, por el otro, los vassi dominici y los vicarii. Este último subgrupo solían ser ramas laterales de los primeros. Todos eran nobles. Finalmente, había una aristocracia media, separada de la nobleza, de la cual provendrían luego los caballeros. Se presenta, entonces, el problema de los caballeros como ministeriales. Si bien es correcto en algunos casos, también poseían feudos minúsculos, y su fortuna estaba principalmente establecida en torno a alodios. Sin embargo, las realidades son diferentes según la zona. En Francia central, eran hombres libres, pertenecientes a familias acomodadas, e incluso a veces a las mismas que los castellanos. Pero en la costa norte, aún en el siglo XII, muchos caballeros vivían de una prebenda, como domésticos. La exaltación de la condición caballeresca fue más precoz en Francia que en Alemania. Por su parte, en los medios eclesiásticos el miles christi surgió mucho antes que las órdenes religioso-militares. Su función era la defensa del pueblo de Dios, por lo que tenía privilegios jurídicos. Esta figura ya estaba bien asentada para cuando surgen las instituciones de la paz de Dios. Los caballeros estaban, por su condición, exentos de los usos de los poseedores del derecho de bando. En la Francia del siglo XI existían dos grupos, los excluidos del derecho de banco (caballeros y nobles), y los otros. Duby destaca un acercamiento, en los primeros años del Siglo XIII entre los diferentes niveles de la aristocracia en el seno de la caballería (Francia central, Brabante1 y Namur). Los hijos de los caballeros ya no eran armados, sus prerrogativas eran hereditarias y los términos dominus o missere fueron usados también por ellos. La razón para esta homogeneización de la nobleza parece haber sido el reforzamiento del poder del príncipe. • Finalmente, surge el problema del grado de fluidez y apertura de la nobleza Génicot muestra la reducción de sus miembros, debido a la extinción progresiva de los linajes aristocráticos por una gran mortalidad en la vida militar y el destino eclesiástico de los segundones. La prolongación de los linajes podía, entonces, estar amenazada por una unión estéril del primogénito o por un accidente de guerra. Surge entonces la figura del soltero que busca fortuna y muerte, pero también de la heredera rica, centro de las estrategias matrimoniales. Pese a los intentos de que no fuera así, la clase, hacia el siglo XIV, era muy abierta. Las familias ascendían por la extinción de los viejos linajes. Sin embargo, Duby marca una sorprendente permanencia de las familias entre principios del Siglo XI y fines del XII.
12. LA ROCCA – EL ESPACIO URBANO ENTRE LOS SIGLOS VI Y VIII Espacio urbano y datos arqueológicos El estudio de la ciudad alto medieval ha tenido una larga trayectoria, pero siempre ha sido encarada como la decadencia de la ciudad antigua, lo cual en verdad no dice nada de la ciudad alto medieval. Se trata de la tradicional dicotomía continuidad discontinuidad respecto a la tradición romana, problemática que ha quedado anclada en la misma modalidad y temática pese 1
Región entre las actuales Bélgica y Holanda.
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al gran afluir de datos arqueológicos. Estos datos materiales han sido frecuentemente utilizados solo como complementos de información sobres aspectos problemáticos ya consolidados y no como estimuló a nuevas perspectivas. Se trata de una escisión y una falta de relación entre las dos ciudades: La ciudad material de los arqueólogos y la ciudad social de los historiadores. Este hecho se evidencia claramente en el caso italiano donde la identidad nacional aparece como una jaula historiográfica, el periodo de la alta edad media aparece como el arco cronológico en el cual las libertades nacionales son progresivamente atenuadas y suprimidas por las invasiones bárbaras. La reaparición de la comuna italiana implica, según esta historiografía, la reaparición de las antiguas libertades romanas, de las particularidades jurídicas e institucionales, que sobrevivieron subterráneamente entre el V y XI pese a la mutación en el aspecto de las ciudades. Se trata de una historiografía que responde a una necesidad de cuestión nacional, de aparece como heredera de un pasado romano de esplendor. El periodo alto medieval vinculado a lo bárbaro aparece como algo detestable y a superar. Bognetti es un historiador que resume claramente esta postura en base a su creencia de que los longobardos fueron tenaces conservadores de la tradición germánica y disolvieron todo elemento romano. Si bien recurría a pruebas arqueológicas estas eran utilizadas como mera confirmación, los arqueólogos llevaban consigo una pesa mochila teórica la cual debían confirmar en el terreno. No se enfrentaba la teoría con los datos materiales. Ciudades malolientes y ciudades alabadas El tópico de las ciudades ha sido interpretado en torno a biparticiones dicotómicas, la más importante la constituye la oposición entre territorio italiano longobardo y bizantino. En las primeras la introducción de un régimen militar bárbaro habría llevado a un distinto tipo de vida más ruralizado (construcciones en madera), mientras que en las segundas se habría conservado la urbanidad originaria porque los bizantinos mantenían continuidad con la tradición romana. La ciudad medieval de esta forma fue étnica (separación cultural entre dominantes y dominados), usurpada (se elimina la separación romana de lo publico y privado), ruralizada y militar (en contraposición a la burocracia). Se observa también una decadencia material puesto que las construcciones eran en madera y no ya en piedra. Es necesario entonces recurrir a nuevas parejas antitéticas que no se basen en la diferencia con el pasado, sino que capten las múltiples características y particularidades de la ciudad alto medieval. La primera pareja antitética es ciudad maloliente y ciudad alabada. La caída en desuso de la red de alcantarillado de época romana cae en desuso, se anula el sistema de recolección y eliminación de residuos, que son reemplazados por zonas urbanas deshabitadas destinadas a la descarga de basura. Esto se demuestra arqueológicamente debido a la presencia de tierra negra fruto de la acumulación de residuos. Por ello las ciudades eran sucias y malolientes y esto, lo demuestra la arqueología, ocurrió tanto en las áreas longobardas como bizantinas. Ahora bien, recurriendo a fuentes literarias (ritmos de elogio a York, Verona y Milán) encontramos que se valoriza el episcopado y su papel como otorgador de status a la ciudad. York aparece como el centro urbano desde el cual el reino puede ser reformado y restaurado en su antiguo orden moral, gracias a la sede episcopal. Estos poemas celebran en un contexto romano, los 41/ 70
monumentos, los santos y los obispos como productos de la sociedad ciudadana. Se exalta la supremacía cívica y religiosa de la ciudad, y su aspecto antiguo funciona como conexión material con el periodo tardo antiguo. De esto se concluye que por más que se trate de una ciudad sucia y maloliente, los contemporáneos la siguen percibiendo como un pasado y un presente de excelencia. Ciudad cerrada y ciudad abierta La ciudad era al mismo tiempo abierta y cerrada. La muralla, contraída respecto al periodo tardo antiguo, manifestaba una nueva jerarquía espacial, en muchas ciudades propone la misma extensión urbana del pasado, en otras incluso excluyeron partes de las ciudades antiguas (Foros y edificios públicos) pero incluyeron otros (Iglesias episcopales). Las murallas permitieron encerrar el área de cuidado y de presencia del poder público, pero no sirvió para circunscribir la ciudad en sentido geográfico. Tenemos evidencia de la inserción de sedes episcopales en la periferia de la ciudad, o fuera de ella, cuando era difícil ubicarla en la ciudad misma, y esto pese a que el domus episcopal resultaba central para la ciudad. En cuanto a la práctica de la comunidad la muralla no determina ninguna separación concreta, el espacio dentro y fuera es visto de forma análoga. La ciudad alto medieval fue por tanto una ciudad delimitada por que sus murallas representaban el status y fue al mismo tiempo abierta porque no condicionaba un uso distinto de los espacios, el espacio dentro y fuera es visto de modo análogo. Ciudad urbana y ciudad rural La arqueología ha evidenciado dos hechos: La ciudad alto medieval esta menos densamente edificada respecto al pasado, y los materiales utilizados para la construcción son perecederos (básicamente madera). Estos fenómenos son los que han llevado a plantear una “ruralización” de la ciudad. Esta ruralización se manifiesta en la articulación del espacio urbano en núcleos interrumpidos e intercalados por áreas vacías sin cultivar (asentamiento urbano a manchas de leopardo), dando origen a la polarización del hábitat aunque no parece haber impedido una percepción unitaria del espacio urbano. La arqueología ha permitido relativizar la idea (Negativa, eurocéntrica) que provenía del análisis de las fuentes escritas que hablaban de la ciudad longobarda marcada por una tradición no urbana, frente a las ciudades bizantinas más urbanizadas. No parecen existir grandes diferencias entre los centros urbanos bizantinos y longobardos, pues el imperio bizantino entre VII y VIII presenta un escaso grado de urbanización Ciudad étnica y ciudad militar La eliminación del sistema de residuos y la construcción en madera tanto en ciudades bizantinas como longobardas dan cuenta de que no se produjo un paisaje urbano étnicamente significativo. La idea clásica y apriorística planteaba que los longobardos, bien distantes de los romanos, habrían reproducido su ruralidad dentro de las murallas. Esa ruralidad se observaba por: El hábitat cerca de las murallas por la “dificultada y la hostilidad a urbanizarse”, el fraccionamiento de los edificios romanos en pequeñas viviendas, el uso de edificios como anfiteatros con fines militares estratégicos 42/ 70
y, finalmente la ocupación abusiva del espacio publico porque al no ser privado esta “a disposición del abuso de todos”. Todos estos postulados están fundados en pruebas controvertidas, básicamente a partir de la ubicación de las sepulturas (Cercanas a las murallas, indican abuso, o en el interior de edificios públicos, indican militarización). O también se afirma sin pruebas.
13. FOSSIER - ¿QUÉ ES LA CIUDAD? La ciudad antes del 1200 es un cuerpo extraño, una malformación en la sociedad medieval. Definiciones y estructuras La ciudad es libertad y progreso, la democracia urbana se opondrá a la opresión nobiliaria. En ella se desarrolla el homo economicus y obtiene sus primeros derechos políticos, se crea allí la libertad. Los países bajos e Italia son las áreas urbanas por excelencia. Ennen opone la ciudad antigua, sede de la autoridad, perímetro sagrado donde había una población especial, a la ciudad “bárbara”, en la que lo que tiene peso es lo económico. En la ciudad medieval encontramos la autoridad en manos de condes u obispos, un artesanado concentrado, frente al artesanado rural disperso, y grupos de comerciantes que se sostienen por la demanda de productos raros que no encuentran en la aldea, y por ello pronto reciben protección. Con ellos se produce la difusión del dinero. Encontramos también la existencia de un poder religioso que se emana desde el santuario y un núcleo militar, que algunos historiadores atribuyen a las segundas invasiones (Fossier sostiene que el episodio normando en el marco del despertar urbano solo reforzó el antiguo aparato militar). Grandes zonas urbanas Existen dos grandes zonas contrastantes: El área más romanizada, es decir Italia, litoral mediterráneo, valle del Ródano, del Garona y del Loira. Y un área donde no se completo la romanización o donde directamente no existió: el Sacro Imperio. Italia En ella la vida urbana es más rica, más antigua y más conocida. - Continuidad: La ciudad italiana conserva las murallas, las construcciones públicas y el poder centralizado de la antigüedad. Obviamente existen también creaciones medievales como Troia (1015). La resurrección urbana medieval italiana es una adaptación al mundo feudal. - Autoridad pública: La autoridad publica esta debilitada, el regnum Italiae es una ficción, Italia es el país de la ciudad estado. El poder de este Estado es poder de la iglesia, el obispo ostenta el papel principal (Posee las finanzas y a menudo el castillo) y en el distrito (alrededor de la ciudad) poco a poco se ira dejando de lado al conde o marqués. Los representantes de los condes y vizcondes y su clientela de vasallos están vigilados por el prelado. Si bien en ciertas ocasiones el pueblo conspira contra el obispo, como máximo logra limitar su autoridad bajo 43/ 70
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la rudimentaria forma de curia comunal, organismo de control jurídico de la actividad episcopal. Aristocracia territorial: Posee importantes tierras en el campo, pero también torreones, iglesias, hombres de armas y vasallos en la ciudad. Se da en el XI una autentica invasión a la ciudad por las “casas” (Familias) rurales, ocupándose de la actividad mercantil y monetaria (caso de Venecia). Esto se denota claramente en la proliferación de las torres, que posteriormente hubo que limitar en cantidad y tamaño. Se da un fenómeno en la dirección contraria, donde los burgensi comienzan a implantarse en el campo dejando a encargados que administren sus bienes. Mercaderes: Se agruparon rápidamente y se volvieron muy solidarios. Su presencia se denota a partir de las exigencias fiscales de la aristocracia local (impuestos a los barrios mercantiles), sus vínculos con la aristocracia territorial o el trabajo en puestos semipúblicos (las fuentes hablan de curiales para designar a algunos mercaderes) explotan la procedencia del dinero invertido en la actividad. Estructuración interna: En el interior de la muralla existe una clara división de la población: Los nobles que poseen poder militar y gran numerario como para participar en las ciudades marítimas, en el armamento naval y el comercio. Estos consiguen negociar con el episcopado o con las aristocracias t forman una comunidad que tiene como misión asegurar la tranquilidad de la ciudad y de los negocios en el mar. Encontramos también a los comerciantes y artesano, que en Pavia habían logrado ocupar la curia municipalis, asamblea popular que se limitaba a criticar al obispo o vizconde, pero que en algunos casos logro alcanzar el nivel de órgano de gobierno. Por ultimo encontramos también bandas de umiliati y las predicaciones de los ermitaños (popolo).
Espacio occitano Existen parecidos con Italia: No hay un Estado con prestigio universal, existe un fuerte tejido urbano y contacto directo con el mar, el Islam, el oro y la plata. - Continuidad: Entre el VIII y IX se rompe con la continuidad por el empuje sarraceno que desarmó hasta el armazón episcopal, encontramos sedes sin titular hasta fines del X. Los dos elementos de importancia en el despertar urbano (Clero y alta aristocracia territorial, apoyados en miles) se interpenetran, se superponen y se produce una confusión entre funciones profanas y militares de los vizcondes y las responsabilidades espirituales de los obispos, encontramos sedes en manos de parientes de condes y vizcondes. - Instalación de contingentes armados: Se trata de miles castri del vizconde, del obispo o de aloders. Encontramos casas de caballeros, torres y murallas. - Reanudación de los intercambios: Es de importancia primordial para la reactivación de la ciudad y se produce básicamente por mercaderes judíos que transportan cueros, telas y esclavos (Fines del X y principios XI) y de esta forma inyectan sangre nueva en la ciudad. Esta reanudación de los intercambios da lugar a la creación de itinerarios nuevos adaptados a las necesidades urbanas. 44/ 70
- Doble movimiento de control: Nace de la renovación de los poderes episcopales y de la incautación de las instituciones de paz por un poder condal fuerte, después del 1100. Los príncipes territoriales recuperan control sobre unidades mucho más amplias después del 1150 como el conde de Barcelona en Provenza. Paralelamente se desarrolla el consulado sin concesión de un acta condal sino por el acuerdo entre comerciantes, caballeros y autoridad local. Se trata de una institución que administra la ciudad. Esto contrasta con Italia, donde el poder imperial solo arrancaba a los municipios regalías, mientras que en el espacio occitano hay un control más directo del espacio urbano. - Estructura interna: Encontramos cuatro grupos. Los señores (príncipe, su familia, el prelado, etc.) que tienen los hornos, la alta justicia y la plaza central de la ciudad. Cobran tasas (talla, presta, etc.) y en la medida que el conde este más presenta obtendrá mayores ventajas (exacciones). En caso de encontrarse alejado y ejercer menos poder, el grupo superior es más débil y debe repartirse los poderes. Los nobles, milites y caballeros y por otro lado los burgueses y curiales (curiales que surgen por la implantación del sistema consular), aprovecharan estas circunstancias formando consulados y logrando exenciones fiscales. Mientras que algunas ciudades permanecieron en manos del conde y los caballeros del palacio, otras conocieron la penetración progresiva del elemento burgués apoyado por el conde. Por último los cives, hombres de silencio y labor que van a crear gremios. Mundo ibérico - Autoridad pública: Parece que la autoridad tuvo gran importancia en la reorganización urbana. Las primeras ciudades se construyen sobre los esqueletos romanos. La intervención pública no fue tan fuerte para elevar a nivel de ciudad fortificada los caseríos, pero no fallo al aparecer sangre nueva. Los condes controlaron al poder municipal: los príncipes otorgan fueros a las ciudades y nombran a cónsules y los vigilan. Las franquicias concedidas a la comuna son controladas por el conde, pero esto no presupone opresión: la ciudad conoció privilegios colectivos, facilidades fiscales y protecciones individuales. La comuna de los jefes de familia esta protegida por el conde gracias a un juramento que vincula a los habitantes, a cambio del goce de tasas comerciales. - Poblamiento rural en la ciudad: Entre el XI y XII el artesanado se concentra en la ciudad, junto a refugiados, colonos y tenderos que van a formar la masa principal de los hombres de ciudad. - Comerciantes: También aparecen pero no construyen gremios y hasta el XII carecen de base local como para tener un papel importante, no aparecen como cabeza en la ciudad. Entre Sena y Mosa Se trata de un área de extrema homogeneidad y simplicidad. - Continuidad: Se mantiene la continuidad entre lo antiguo y lo medieval, todas las civitates se mantienen en un apretado cinturón romano, ni los normandos ni los húngaros pudieron arrasar las ciudades fortificadas. La autoridad local se mantiene, pero es de diversa naturaleza: Rey, obispo, 45/ 70
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conde, cada figura aparece en ciudades distintas, pero la autoridad no rebasa los limites del terreno construido. Presión militar: Encontramos al castrum como un elemento importante de la región. En cada castillo reside una guarnición de milites. Estas construcciones no escapan al control del príncipe. Inmigración rural: El castrum no constituye una ciudad de por sí, le hizo falta la aparición de núcleos de hábitats nutridos principalmente de inmigrantes rurales. Al lado de los castrum se instalaron suburbios, dentro o fuera de la muralla, estos eran núcleos principalmente de actividad campesina. Encontramos en los suburbios la presencia de un mercado (forum in vico), prueba de intercambio, aunque solo de productos locales. Comerciantes: Encontramos el florecimiento de barrios (portus, burgus, wik) comerciales especializados, producto de encuentro de vendedores locales con extranjeros. Estos lugares son objeto de derechos fiscales y aranceles de peaje y no solo se dedican a vender productos de países lejanos sino también intercambios de productos corrientes. Estructura interna: La estructura es trinuclear: El castrum (Autoridad condal, dispone de la justicia, el ejercito y la moneda), el vicus (Poblado de familiares y ministeriales de los poderosos junto a campesinos emigrados) y el burgue (Grupo de extranjeros y gente local que controlan los intercambios).
El imperio germano - Continuidad: El hecho urbano alemán es medieval (a excepción de las ciudades de la orilla derecha del Rin que han conservado una importante estructura antigua a la cual volvieron a instalarse los obispos, pero es un hecho secundario), los emperadores llevaron a cabo una política de desarrollo urbano sobre territorios hacía el este, donde se encontraban las aldeas eslavas. Esta política para remitirse hasta el periodo de los Carolingios con Carlomagno. En cuanto a las fuentes, estas nos ilustran claramente el siglo X y XII, el XI aparece como una laguna que se completa parcialmente con la evidencia arqueológica. Las fuentes son básicamente crónicas, edictos, diplomas y cartas de donación que iluminan la estructura jurídica de la ciudad, los derechos de los habitantes más que la vida diaria. Los diplomas del X dan cuenta de que se concede a estas ciudades moneda, mercado exenciones para los comerciantes y el derecho a construir murallas. Los príncipes no gustan residir en las ciudades. - Composición: Encontramos autóctonos, emigrados, comerciantes y ministeriales, encargados de tareas de administración y defensa (Al punto que se los llamara milites). Poseen tres particularidades estos ministeriales: Participan en los tribunales de justicia, están reunidos en parroquias (Eligen al párroco y son encargados de la tarifa de impuestos locales) y tejen en la ciudad una red de clientelas. - Autóctonos: Los autóctonos se encontraran en el marco de las civitates romanas, se trata de ministeriales encargados de tareas domesticas de administración y luego de defensa, por ello en ocasiones se los llamara milites. Pronto lograron importancia en el campo de la justicia, participando en tribunales, se reunían en parroquias (eligen al párroco), protegen las puertas o la parte de la muralla cerca de la cual viven y 46/ 70
son responsables de las tarifas de impuestos locales. Los grandes linajes obtendrán sus clientelas de la masa de ministeriales distribuidos en los barrios. - Inmigrados: El XII atrajo a la ciudad a un gran numero de campesinos sin trabajo puesto que la autoridad publica otorgaba la supresión de las corveas y exenciones de tonleo a los recién llegados. - Comerciantes: Sus actividades estaban muy reglamentadas (existía un derecho codificado particular para los mercaderes, magistrado designaba puntos de venta y controlaba los precios), pero esto no quería decir que estuvieran atados, sino que dichas protecciones habían sido pedidas por ellos, así lograban control sobre el campo cercano, podían presionar a un señor más débil para obtener el control de los peajes y lograban también su propio control sobre los mercados. Los meliores (el meliorado es el patriciado) no eran los miembros de la aristocracia sino comerciantes. Este patriciado se asegura la continuidad del poder municipal y tiene el aspecto de una dominación económica, es un club para ricos en el que se encuentra maestros de gremios, nobles y comerciantes. Los hombres de armas poseen bienes en el campo (feudos o alodios) y su actividad en la ciudad consiste en el servicio de armas. El patriciado demuestra que el grupo dominante es más amplio y diverso que otras regiones. Los meliores administran justicia y fiscalidad. - Topografía: En el norte de Francia, Italia y Languedoc encontramos al castrum y al burgo comercial encerrados en la misma muralla más o menos rápidamente, en Alemania los núcleos están más marcados y a veces sin unión. Encontramos casos donde el wik permanece aislado bajo una estructura dispersa y polinuclear. Países del mar frío - Hamburgo, Bremen, Emdem y Lubeck: La región escandinava prosiguió durante mucho tiempo distinta a la de Germania. Esta región es una paradoja pues con una gran actividad de intercambio y convirtiéndose en el gran centro comercial, presenta un tejido urbano rudimentario, el núcleo comercial se desarrollo lejos de la fortaleza y en pequeños núcleos, la Iglesia se construyo fuera de la tierra que rodea el barrio del mercado. - Inglaterra: Los asentamientos romanos modestos y reducidos al castrum fueron ocupados por los jefes sajones. Se supone que solo habría que esperar que lleguen los guerreros y los comerciantes, pero los primeros están controlados por los reyes y ubicados en lugares de defensa, mientras que los segundos escogen emplazamientos nuevos como los escandinavos que se llaman –wik (Hamvik, Samdwich, etc.). Los reyes en el siglo IX y en el XI, hacen lo posible se cercaran los núcleos dispersos. Londres es el ejemplo de que no se logro una concentración en todas las ciudades: El barrio de la catedral aparece aislado del wik comercial y el castrum también esta separado. La vida urbana inglesa sufre el desastroso resultado de los encuentros con guerreros exteriores y se convierte en una ciudad de artesanos. Los reyes apreciaron el interés económico de este dinamismo y llevaron a cabo una política (1125-1150) para desarrollar la actividad urbana con finalidades de intercambio, por ejemplo con el otorgamiento de exenciones. 47/ 70
Masa eslava Las aglomeraciones eslavas surgen en la tierra que habita el jefe del clan y sus familiares, a la que llegan vendedores de metales y tejido y campesinos que buscan vender sus excedentes agrícolas. Estos a mediados del X se establecerán al pie del lugar fortificado dando lugar a las aglomeraciones modestas (suburbium) ligadas a la residencia de la sociedad noble. Entre fines del XI y principios del XII se producir una incautación de tierras por la nobleza local y un replegamiento hacia la ciudad, por la fuerza, de numerosos campesinos. Aparece una especialización por barrios: Herreros, vidrieros, alfareros y taberneros. ¿Hay uniformidad urbana? •
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La ciudad mantiene semejanzas con el campo en tanto justicia y administración: Las asambleas, las conjuraciones de gremios, el Ban territorial y el burgus (fortaleza para controlar los territorios de la jurisdicción). Los incendios constantes en el XII atestiguan una mayoría de casas de madera, que eran de dimensiones inferiores a las del campo. La piedra de edificios romanos en áreas romanizadas fue utilizada para construir puentes o torres. En la ciudad se encontraba aquello que la economía rural no podía ofrecer al comprador (cuero, tejido de calidad, tinte, jotas, vino, algodón), la diversificación de su artesanado y su apertura comercial hacia el exterior, lo que constituye básicamente su identidad. Esto no tiene comparación con el mercado aldeano donde se encuentran aves y granos. La cuestión del dinero no marca la importancia de la ciudad, porque en el campo tanto el herrero como el monasterio prestan dinero. La ciudad encarna desde el XI la célula maligna que rompe el esquema trifuncional y que se creyó dominar aislándola. Pero en el XII se ve como ya segura de su supervivencia invierte el transcurso de la historia. Los príncipes dieron concesiones como regalías e inmunidad, para atraer a los burgueses, pero cuando quisieron recuperarlos se encontraron con una insurrección urbana fuerte y violenta que no pudieron vencer. La ciudad comenzó a ejercer su fiscalidad y presión sobre el campo gracias al Ban que ejerce sobre su distrito: Control financiero sobre el campo, fiscalidad galopante (diezmos, tasas sobre granos), limitación de la posibilidad de exportación fuera del contado, imposición por cabeza u hogar. Pero no solo expolia al campo, sino también a todo el litoral en base a tratados aduaneros preferencial o razzias. Se trata de una empresa casi colonial de dimensión política y militar apoyada en muchos casos por condes y príncipes. En Alemania encontraos la apertura de mercados rurales bajo control de la ciudad. En un principio solo se trata de venderle las artesanías urbanas para obtener a bajo precio víveres y materias primas, pero luego se convertirá en un control de la producción orientada en función de las necesidades de la ciudad. Los grandes señores territoriales no capitularon ante el movimiento urbano sino que se acoplaron, porque conservaban ciertas ventajas: Control de la moneda, dominio de los judíos, de los gremios, son dueños 48/ 70
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de volumen de compras y ventas del campo vecino y siguen manteniendo su fortaleza militar. La ciudad, lejos de reabsorberse en el tejido rural, gana terreno sobre el mundo agrícola. Pero hasta el 1200 no parece constituirse como un elemento social y económico de primer orden frente al señorío.
14. ENNEN – CIUDADANO Y CIUDAD. PERSPECTIVA TERMINOLÓGICA El estudio de las palabras debe ser siempre contextualizado, sobre todo porque en el latín medieval las palabras no tienen un sentido unívoco. Al mismo tiempo la formación de la ciudad ocurrió sobre la base de acontecimientos de índole demográfica y de evoluciones en el área rural que no pueden captarse a través de la terminología. La curva demográfica es ascendente desde el VII y más notablemente entre el XI y principios del XIV y es lo que permitió la concentración de los asentamientos, las roturaciones y el florecimiento urbanos con mercados y comunicaciones. Se trata de acontecimientos que son el telón de fondo de la terminología. El trabajo se centra en el territorio del viejo imperio alemán. Según Duby el asentamiento que deviene en ciudad es la residencia señorial fortificada a la que se agrega un asentamiento caracterizado por la actividad artesanal o comercial junto a resabios de instalaciones rurales. Sus habitantes son de procedencia y condición jurídica variada (Ministeriales, mercaderes profesionales, artesanos, inmigrantes de las inmediaciones, comerciantes extranjeros). De estos habitantes no todos eran ciudadanos, como por ejemplo los mendigos. Para el estudio terminológico hay que tener en cuenta quienes redactan los textos, bajo que contexto, en que momento y en que lugar. La investigación de Ennen estudia términos como: Municipium, urbs, villa, civitas, burgensis, castrum, oppidum (aldea), etc. El juego de estos distintos términos y como van apareciendo cronológicamente tienen estrecha relación con el resurgimiento urbano del XII y con la necesidad de los contemporáneos de asignarle un concepto a esa nueva realidad, que en verdad se asentaba en estructuras ya existentes, es decir no aparece ex nihilo. La ciudad aparece siempre con un elemento religioso muy importante (Autoridad que recae en obispos, importancia de los edificios religiosos y santos patrones de las ciudades), con una actividad mercantil intensa y también actividad artesanal. En conclusión el análisis terminológico es un trabajo necesario para el historiador, pero que siempre debe estar sustentado por el contexto de escritura.
15. HEERS – LA NOCION DE PARTIDO EN LAS CIUDADES DE ITALIA El estudio de las palabras permite aprender y captar una noción compleja, fluida e inestable. Las obras históricas de vulgarización han extendido el uso de los conceptos de partido, güelfos y gibelinos para una realidad italiana en la que en verdad, no se utilizaban dichos conceptos. Los cronistas utilizan expresiones muy variadas y cambiantes que dependen de la región, de las 49/ 70
circunstancias y del propio autor. El partido político aparece al margen de las instituciones reconocidas de la ciudad, se trata de una actividad oculta y más o menos secretas (no existen actas de fundación) y en principio no se utiliza ninguna palabra particular o especifica sino que se utilizan termino que recuerdan a instituciones antiguas pero de naturaleza distinta. Asociaciones estructuradas En los principios de la edad comunal la palabra usada con más frecuencia es la de Societas que remite a una asociación de carácter comercial y comienza a utilizarse en Italia del norte para designar a la actuación de los primeros grupos políticos de ese género para mediados del XIII. Societas designa a una asociación nacida de un acuerdo, se utiliza en negocios pero también en el dominio político. Estas asociaciones remiten a un conjunto de caballeros o mercaderes produciéndose una transformación del sentido comercial hasta llegar al sentido más general de alianza política. Las Societas aparecen como grupos estructurados y se manifiestan claramente en Piacenza en los medios de comercio y financias, formándose una que agrupaba a todos los maestro de los gremios y del comercio. Paralelamente existían las sociedades de las torres que poseían torreones en la ciudad y se componían de caballeros. Son grandes familias clanicas que representan un poder guerrero considerable. Aparece también Societas consortii que reunían a los jefes partidarios de la iglesia. Se denota de esta forma como un termino surgido del vocabulario comercial se reutiliza para designar estos nuevos grupos del dominio político bien estructurados. Se reutiliza un concepto para designar una nueva realidad que remite en algún aspecto a algo preexistente. Grupos inorgánicos Respecto a los grupos espontáneos que se renuevan por medio de acuerdos orales y alianzas inciertas, ya no parece adecuado para los autores designarlos con un concepto que remite a las sociedades comerciales. En un principio estos grupos inorgánicos remiten al recuerdo de un grupo familiar, por ellos es que las fuentes hacen mención a “los de la casa de” o sectas (setta) acompañadas del nombre de un individuo o familia. También se usa el término de brigate, que refiere a bandas de jóvenes nobles o privilegiados a veces armados que desfilan por la ciudad vestidos con vivos colores. En este sentido el autor utiliza dicho concepto porque la facción política lo remite a bandas armadas y a grupos alegres organizados para fiestas y juegos. Combates militares y fiestas son dos ocasiones donde el partido surge y se fortalece. Es fuera de Toscana donde la palabra partido aparece aunque de manera tardía y titubeante. El primer texto en donde aparece es de 1230 pero el termino es utilizado a veces de forma imprecisa, ya 50 años después aparece mejor precisado (la precisión refiere a la cantidad de veces que el concepto esta bien utilizado en la fuente). La precisión del término proviene de una doble transformación. En primer término se trata del paso del sentido militar al político, siendo el partido en primera instancia un grupo de caballeros, peones o clientes de una gran familia o señor poderoso. Por otro lado, se transforma desde el sentido jurídico, pues designaba en su origen a los adversarios en el momento de un juicio o arbitraje. La palabra partido remite entonces a las alianzas nacidas en la guerra o las alianzas en los conflictos judiciales, momentos en los que se forman lazos evidentes y necesarios de solidaridad colectiva. 50/ 70
Incertidumbre en la elección de nombres Las mismas incertidumbres se dan a la hora de bautizar un partido. Estos nombres surgen de una espontaneidad popular, de un fenómeno colectivo y oral que refleja las mentalidades populares y nos permiten acercarnos a las reacciones de la multitud. Sobrenombres y actitudes políticas Los sobrenombres aparecen a nivel local y reflejan una situación social o política que impresiona a los hombres de la calle. Puede remitir a una opción conocida por todos, o una toma de posición respecto a un problema interior o exterior. En algunos casos refieren a episodios importantes de la vida política, como los Bergolini que refiere a un partido separado del poder y que no tenia nada, pues Bergolini significa engañados o privados. En Ovierto los adversarios del Papa debían abandonar la ciudad, pero algunos volvieron y continuaron militando, a ellos se los llamo Malcorini, los “sin fe”. Otros sobrenombres indican una elección política o la pertenencia a un programa como los partidarios del consejo de la comuna o “los del conde”. Los exiliados de la ciudad, por enfrentarse al poder, se agrupan en un partido que se lo conoce como “partido exterior”. Alianzas exteriores Muchos historiadores han utilizado el concepto de güelfos y gibelinos aplicándolo a todas las ciudades y épocas. En verdad estos términos se han impuesto relativamente tarde. Tres aspectos hay que resaltas. En primer lugar la oposición entre aliados del emperador y aliados del Papa se manifestó mucho antes de que se produjera el enfrentamiento declarado entre güelfos y gibelinos en Florencia (1240). En segundo lugar, las crónicas hablan en general de pars ecclesie y pars imperii. Por último el uso de las palabras güelfos y gibelinos se da de manera desigual, usándose en ciertas ciudades durante algunos años para luego volver a las antiguas denominaciones. De esta forma si la política exterior determina la elección de nombres de partidos esto se produce tardíamente y de manera no definitiva. Alianzas familiares Ya mencionamos facciones políticas que llevan el nombre del jefe guerrero, “los de la casa de”. Se trata de una costumbre de designar al partido por medio de la familia o persona más activa o poderosa. Signos exteriores Muchas veces se utilizaron nombres que referían a algún aspecto exterior que llama la atención. Por ejemplo el lugar de localización en la ciudad (pars superior y pars inferior, los de la ciudad nueva y los de la ciudad vieja), o nombre de animales fetiches pintados en estandartes o colores (blanco y negro). Todo esto demuestra que el partido es de un origen y una naturaleza muy compleja. 51/ 70
16. WOOD – EL SISTEMA MERCANTIL El sistema mercantil refiere a un conjunto de ideas que aparecieron en Francia e Inglaterra durante el XVII. Sería un anacronismo plantear que el mercantilismo existía en el periodo medieval, pero al final de este periodo surgieron ideas que lo prefiguraban: El objetivo de una balanza positiva, la protección a la producción local, los monopolios comerciales, las contenciones salariales y las estricciones a las exportaciones de materias primas. Por ello hay que analizar las actitudes respecto al comercio. Comercio y comerciantes: Condena A principios de la Edad Media se mantenía un concepto del comercio, heredado de Aristóteles y confirmado en la Biblia, como pecado y de los comerciantes como pecadores y despreciables. Sin embargo, no todos los que compraban y vendían eran comerciantes: Algunos artesanos que transformaban la materia prima vendían sus productos para obtener beneficio. Ellos eran perdonados, porque agregaban el valor de su habilidad y su trabajo al producto, de forma que no estaba mal que recuperasen los gastos y obtuvieran un beneficio. Se trataba pues de castigar la avaricia (Vender caro, principalmente), bien sabido es que la Edad Media era considerada como un paraíso de los embaucadores y del gran fraude. Ya en el X se denotan intentos de acabar con estos vicios en Inglaterra. Nuevas actitudes: La entrada del comerciante en el cielo San Agustín sentó las bases para una actitud hacia los comerciantes: Justifico su oficio diciendo que transportaba bienes a larga distancia, lo cual le permitía vivir y era un trabajo digno. El riesgo y el trabajo aparecían como garantías del beneficio. Dos de las justificaciones religiosas más interesantes provienen de Thomas y Alejandro de Hales. Thomas aceptaba que se comprasen cosas a bajo precio y se venderían más caras sin manufacturarlas, porque esto permitía la distribución de bienes en donde abundaban hacia donde no existían. Alejando de Hales justificaba al comerciante porque este afrontaba el riesgo del almacenamiento de los productos. Estas ideas reaparecen en Tomas de Aquino. Especialmente a partir del renacimiento la posición del comerciante empezó a ser respetada y honrada. Exaltación del comerciante Como fundamento del cambio de actitud hacia los comerciantes nos encontramos con el nacionalismo y el humanismo económicos. El primero defiende la riqueza del Estado y el segundo del individuo. Giles de Roma decía que el único modo de que todos pudieran obtener lo que necesitaban era cambiando las cosas, para lo cual era necesario la compra, la venta, los intercambios y los contratos y el Estado existía para facilitarlos. Los reyes debían gobernar de modo que en sus reinos todos tuviesen los bienes materiales necesarios para vivir decentemente. Por otra parte los humanistas italianos decían que los comerciantes eran de importancia vital para los hombres, sin ellos no se podía vivir, sin la avaricia de la vida económica desaparecerían las libertades, las ciudades y la cultura. 52/ 70
Flujo circular de la riqueza Se ha sostenido que un poema del siglo XIV (Winner and Waster) era una versión primitiva del “flujo circular” de la riqueza. Esta idea plantea que la economía es un todo orgánico donde las transacciones económicas están interrelacionadas, de modo que los diferentes flujos debían llegar a un equilibrio de modo que la misma cantidad de dinero este siempre en circulación. Se trata de un hombre llamado Winner, comerciante, que acumula bienes mientras otro, Waster, gasta en exceso. Los dos impiden el flujo circular de la riqueza al quitar bienes del conjunto nacional sin remplazarlos: Uno acumulándolos y otros en un despilfarro improductivo. Mercantilismo y balanza comercial Hacia el XIV se entendía al comercio relacionado con la soberanía nacional, como arma diplomática útil. El control del mar se había vuelto de gran importancia por las posibilidades de control de rutas comerciales. Una concepción del mercantilismo es que en el mundo había una cantidad fija de recursos que había que equilibrar a favor de la patria de uno, un método de lograrlo era el proteccionismo (regulación de exportaciones y prohibiciones de importaciones cuando los precios eran bajos). Metales preciosos En Inglaterra la relación entre balanza comercial y metales preciosos era muy estrecha, puesto que la única manera de obtenerlos (No tenía recursos naturales) era por medio de los pagos por los bienes que exportaba, la regla era exportar más de lo que se importa. A fines del XIV se produjo en Europa la Gran Escasez de Metales Preciosos y la solución de Inglaterra fue que todo comerciante que llevase mercancías a Inglaterra comprase productos autóctonos de igual valor para que no se marchara con oro o plata. Lo interesante es pensar hasta que punto estas ideas avanzaban sobre las ideas de la balanza comercial que iba a ser enunciadas por los mercantilistas. Otra idea que se llevo a la practica en el periodo medieval fue la ley de Gresham, en Inglaterra se quejaban de que sus monedas de oro y plata tenían precios menores que las de otros reinos por lo cual los comerciantes se las han estado llevando al extranjero. Paralelamente se daba la depreciación del contenido metálico de las monedas por las alteraciones que le hacían individuos privados y funcionarios encargados de la acuñación y el ingreso de monedas falsas (Que facilitaba la exportación de las verdaderas). Hacia el VII el oro salía de Europa rumbo a Bizancio y el mundo Islámico a cambio de plata. Ya para el XII el oro volvió a Europa y se volvió a acuñar, sobre todo por la gran fuente de abastecimiento en que se convirtió África occidental. A mediados del XIV las monedas de oro habían triunfado sobre las de plata en toda Europa y la plata se había vuelto escasa. Conclusión El ambiente comercial de fines de la Edad Media llevo a una transformación del concepto de comercio y los comerciantes, poniéndose en práctica muchos de los principios que luego caracterizaron al sistema mercantil, como la protección de los metales preciosos y de la balanza comercial. 53/ 70
17. MEDICK – TRANSICIÓN DEL FEUDALISMO AL CAPITALISMO La polémica entorno a la transición se inició en los años 50 con el debate entre Dobb y Sweezy a partir de la publicación del libro del primero. Este debate se reanudo posteriormente en los 70 con los aportes de Wallerstein y Brenner. Dobb – Sweezy El libro de Dobb es el primer intento afortunado de internacionalizar el debate de los historiadores marxistas británicos. Se emprendió en los 50 un proyecto de marxistas británicos para publicar un volumen de estudios referentes a la transición, hecho que nunca se concreto, pero se llegó a la conclusión de la necesidad de escribir la historia del capitalismo británico como una historia de la sociedad, contemplando tanto lo económico, lo social y cultural y sobre todo, teniendo al pueblo llano como determinante y configurador de la historia (Hobsbawm reconoce la necesidad de incorporar la historia escocesa, galesa e irlandesa e incorporar el papel de la mujer). Dobb interpretaba básicamente la crisis del sistema feudal como consecuencia de su dinámica interna y sus contradicciones de las relaciones sociales y productivas. La crisis es producto de una sobreexplotación en un sistema en el que el productor inmediato controlaba la producción y el terrateniente solo podía incrementar el excedente mediante la aplicación de la fuerza directa. Esta sobreexplotación llevó al estancamiento de la producción y al fenómeno de las huidas campesinas. Completamente contrario es el planteo de Sweezy quien sitúa la disolución del sistema como producto de elementos exógenos, particularmente la esfera de circulación de mercancías y la fuerza del capital mercantil y comercial. Dobb entendía la ciudad, el comercio y la circulación de mercancías como factores internos. Retomando a Dobb, el capitalismo surge en medio de esta crisis como producto de la diferenciación social en el seno del pequeño modo de producción, modo que prospero, retuvo un excedente considerable y apareció una clase de pequeños capitalistas de entre las filas de los productores. Se trata de campesinos kulaks y artesanos de escala media transformados en capitalistas y emprendedores de la transición revolucionaria. La otra vía de transición la constituían los terratenientes, mercaderes-capitalistas y grandes empresarios que no se oponen al desarrollo sino que aparecen como representantes del sistema feudal. La teoría de Dobb refleja un concepto limitado del potencial del crecimiento de la producción agraria y artesana industrial bajo el feudalismo, pues esta se desarrolla según Dobb, en los intersticios del sistema. Se trata al mismo tiempo de una historia desde arriba pues no concibe la amplia base social, es decir los pobres con o sin propiedad que fueron los braceros subordinados y los que fuero la base de la que pudo nacer el protocapitalismo. Medick propone estudiar el fenómeno de la industrialización rural, aquella en la que la manufactura en masa de mercancías artesano-industriales para mercados supraregionales e internacionales entre XVI y XIX. A finales de la Edad Media, la producción de mercancías industriales (textiles y metales) fue abandonando la ciudad para instalarse como industria familiar en el campo, a ellas se dedicaban kulaks y mercaderes capitalistas (comerciantes y patronos del trabajo a domicilio). Precondición de esto fue el fenómeno de diferenciación y polarización de la población rural. Los pobres debieron emplearse como 54/ 70
jornaleros o en empleos industriales mal retribuidos para complementar su pequeña producción rural y lograr su subsistencia. En base a la explotación de estos individuos se generaron grandes beneficios, pues al tratarse de empleados con base agrícola, se pagaban salarios miserables y se apropiaba una gran plusvalía. La primera fase de disolución del feudalismo esta dada entonces por la división del trabajo entre campo y ciudad y la génesis del capital mercantil. La segunda fase esta dada por la inversión de la división y la organización de industrias en el campo. Brenner – Wallerstein Brenner toma como central el conflicto de clases pero desde un punto de vista demasiado legal-institucional pasando por alto las contradicciones económicas especificas del feudalismo (desarrollo demográfico y relaciones de mercado). No comparte la opinión de Dobb de que las relaciones capitalistas surgieron en la esfera de la pequeña producción. Se trata más bien de la aparición de la pequeña propiedad campesina y la retención del extenso control de la propiedad rural por parte de los terratenientes que dieron lugar al crecimiento de una relación productiva entre terrateniente y agricultor capitalista. Ocurrió la expropiación de los pequeños productores agrarios y su reducción a la condición de asalariados, dando lugar a un desarrollo agrario-capitalista basado en la inversión de capital y el incremento de la productividad. Esto ocurre en Inglaterra y contrasta con Francia, donde la abolición de la servidumbre llevó al fortalecimiento de los derechos de propiedad de los campesinos sumado al fenómeno del Estado absolutista que mediante su exacción fiscal del excedente campesino obstruyo el desarrollo de relaciones terratenientecampesino, bloqueando el proceso de acumulación y reproducción. Incluso donde hubo un incremento de la producción no se produjo por un aumento de la eficiencia de la unidad de input de trabajo, sino a través de la intensificación del trabajo (no se produce aumento de productividad). Brenner no ve la posibilidad de una vía campesina hacia el capitalismo. Para Wallerstein existe una única transición al capitalismo, pues el entiende el desarrollo como consecuencia de una relación económica mundial unificada en la división del trabajo y el intercambio de mercancías. El capitalismo nacería entre 1450 y 1640. Este sacó fuerzas de la división extraregional de trabajo mediante el intercambio desigual: por un lado las zonas esenciales de acumulación capitalista en el noroeste de Europa y la explotación y subdesarrollo en zonas periféricas (América latina y Europa oriental), existiendo también áreas semiperifericas (España, Portugal e Italia). El comercio madre basado en el intercambio de cereales de Europa oriental por manufacturas e importaciones de ultramar de Europa occidental habría ocurrido con poca agresividad. Pero en el XVI surgió un sistema mundial de comercio e intercambio en el que entró en juego el oro, la plata y los esclavos. Wallerstein ve la economía mundial dividida en zonas de producción geográficas definidas y especializadas que son interdependientes, complementarias y divergentes. Divergentes tanto en la producción como en el control del trabajo, con la esclavitud (África), trabajo forzado (encomiendas en América) y segunda servidumbre (Europa oriental) en áreas subdesarrolladas.
18. HILTON – CONFLICTO DE CLASES Y CRISIS DEL FEUDALISMO 55/ 70
El levantamiento en los condados del sudeste de Inglaterra empezó a fines de 1381 y fue sofocado antes de junio por el rey y la clase terrateniente. Aparentemente fue repentino y su organización espontánea y carente de plan, pero en comparación con otros movimientos la dirección parece tener un programa racional y coherente. La masa parece responder con violencia cuidadosamente dirigida, a los objetivos expresados por sus líderes. Fue en verdad un movimiento popular más que exclusivamente campesino. Las poblaciones afectadas tenían un carácter social especial: estaban influenciadas por Londres, importante mercado de productos agrícolas y manufacturas, residencia de personas dependientes del comercio y la industria pero también de la corte, la burocracia, los juristas y la nobleza, quienes salían de vez en cuando a sus manors próximos a la ciudad. Los condados afectados eran los más industrializados y urbanizados, la principal industria era la lanera. El artesanado textil recibía las materias primas de los comerciantes de tejido que comercializaban el producto terminado. El levantamiento se inició con un impuesto de capitación que buscaba imponerse en ese año. El movimiento se componía de campesinos, artesanos textiles, trabajadores en ocupaciones como suministro de alimento, vestido y construcción (elemento no agrícola en el campo aunque pudieran llegar a poseer alguna parcela), algunos ciudadanos, pobres y tratos medios de Londres y también elementos de burguesía mercantil que trataron de usar a los rebeldes para sus propios fines. Se denota en casos como Albans donde la burguesía busco manipular al campesinado para eliminar la jurisdicción e influencia del señor eclesiástico que gobernaba. En verdad los ciudadanos compartían pocos objetivos sociales de los rebeldes, pero estaban interesados en el establecimiento de privilegios urbanos corporativos. En base a las listas de propiedades y bienes confiscadas encontramos la presencia del campesinado rico (alodieros y productores para el mercado con beneficios) que estuvieron en las posiciones dirigentes. Se encuentra también miembros de la pequeña nobleza, de la clase caballeresca o la gentry, que se identificaron con la causa campesina pero por razones que parecen ser más personales que sociales. La gentry como conjunto permaneció fiel a los intereses de la corona y la alta nobleza. Durante fines del XII, XIII y XIV los conflictos entre señores y campesinos se hicieron cada vez más frecuentes, la documentación muestra que los campesinos actuaban colectivamente y esto no es extraño puesto que tenían que actuar de ese modo en distintos asuntos: Gestión de derechos comunes (como el pasto), dirección de a rotación, siembre y cosecha, etc. Las tensiones se acentuaron tras la Peste Negra (1349) por dos razones. Por un lado, la escasez de dependientes respecto a la tierra disponible llevó a una tendencia decreciente de las rentas, por lo cual los señores utilizaron métodos coactivos para conseguir sus dependientes y forzar los servicios. Donde pudieron aumentaron las rentas y por lo tanto las tensiones. Por otra parte, la escasez de mano de obra que llevo la competencia entre señores y campesinos ricos para hacerse de esa mano de obra disponible. Al mismo tiempo que los dependientes buscaban abandonar sus tierras para aprovechar los empleos bien pagos. Frente a esto el Parlamento reacciona implementando un estatuto que establece precios máximos de salario y limita el movimiento de mano de obra. La exigencia más fuerte de los rebeldes de 1381 era la abolición de la servidumbre. Los campesinos eran privados de su libertad para ser explotados pero recibían a cambio protección frente a las bandas organizadas por la misma aristocracia militar. El Ethos de la libertad se desarrollo entre los 56/ 70
campesinos gracias a la enseñanza de predicadores radicales (John Ball), los conceptos legales aprendidos de los juristas comunes y las lecciones de la lucha práctica. Frente al aumento de las rentas y servicios los campesinos reaccionaron defendiendo su libertad, puesto que a los dependientes libres no se les podía incrementar arbitrariamente los servicios, o argumentando que eran antiguos dependientes de la corona, puesto que de este modo conservaban sus antiguas condiciones de servicio aunque el rey hubiera dado o vendido la propiedad. El ser libre (villeins) no implicaba a comienzos del XII que su tenencia no estuviera sujeta a cargas. De hecho el campesinado no se ajustaba a un molde social homogéneo. El proceso de industrialización rural en el XIV incremento el componente libre de la población y en ese marco los intentos de frenar los incrementos de rentas y servicios se vieron estimulados por las condiciones económicas favorables. La libertad resaltaba económica y socialmente ventajosa sobre todo para los campesinos que deseaban producir para el mercado. Cuando los campesinos se metían en conflictos en torno a su condición estaban obligados a discutir sus reivindicaciones de libertad en los tribunales del rey y por lo tanto necesitaba contratar a un abogado que los defendiera, para lo cual sacaban dinero de una bolsa común. Aunque no presenciaban el pleito estaban al tanto de lo que se defendía en su nombre. El jurista se identificaba temporalmente con la demanda de sus clientes, expresando sus deseos de forma tan universal como los de los predicadores (“en el comienzo todo hombre en el mundo era libre”, se encuentra esta frase en un documento de demanda). Los dirigentes de los rebeldes eran claramente radicales, no se limitaba a la demanda de la libertad sino también al fin de lo homenajes y servicios entre señores, la distribución de los señoríos entre todos (excepto el del rey), la creación de una policía popular, el fin del control del trabajo, la división de los bienes de la iglesia (que el clero tuviera lo necesario para su subsistencia, no más), la abolición de la jerarquía eclesiástica y una marcada hostilidad hacia la ley vigente manifiesta en ataques a juristas y jueces. Estas manifestaciones iban en contra de la teoría dominante de la sociedad, la teoría de los tres órdenes donde existía una división tripartita (los que oran, los que luchan y los que trabaja) de origen divino y por tanto inmodificable. Cada hombre debía permanecer en su profesión. Esta teoría es en verdad de origen indoeuropeo. La crónica de la abadía de Albans supone la difusión de la doctrina de Wycliffe como causa del levantamiento, pero esto es erróneo porque su difusión fue más tardía y su doctrina muy tradicional como para inspirar a los rebeldes. Si parece caberle más responsabilidad a John Ball, sacerdote y capellán, que inicio una gira de predicaciones en cementerios iglesias y plazas de mercado atacando al papa, los arzobispos y al obispo. Actuó fundamentalmente en áreas rurales. La cuestión importante es saber si todos los estratos sociales que componían el movimiento apoyaban los diferentes elementos del programa de sus dirigentes. Incluso los campesinos más ricos habrían dado el visto bueno a la abolición del señorío, la reducción de las rentas, la libertad y el fin de la servidumbre. En cuanto al programa de desposesión de la Iglesia este estaba respaldado por el clero académico como Wycliffe, el clero parroquial (hostilidad al patrimonio del clero regular) y los terratenientes que buscaban una mejor utilización de las dotaciones de tierra. Respecto a los campesinos, ellos mantenían una religión popular que se componía de prácticas precristianas que se habían adaptado a la religión ortodoxa. Las baladas de Robin Hood eran populares en tiempo del levantamiento y dan cuenta de la relación de los granjeros, compañeros de 57/ 70
Robin Hood, con sus enemigos (obispos, arzobispos, condes, barones, abades). La poesía satírica del XIV tiene como objetivo los monjes ricos y lujuriosos. De esta forma se supone que la población rural habría aceptado la expropiación de los ricos. Lo que no se observa es que los líderes hayan sido herejes en cuanto a lo teológico.
19. KRIEDTE – INDUSTRIALIZACIÓN ANTES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN La producción manufacturera rural tuvo una importancia considerable en el periodo de formación del capitalismo. Hasta entrado el XIX las pequeñas explotaciones tuvieron mayor importancia en cuanto a número de empleados y creación de valor que las empresas mecanizadas y centralizadas. Dentro de dicha industria rural debemos distinguir industria domestica y producción artesanal de explotaciones rurales para la exportación. Marx caracterizo la industria domestica como un departamento externo de la fabrica, una esfera de explotación a la sombra de la gran industria. El requisito de esta gran industria es la inclusión de la totalidad del campo en el proceso productivo de valores de cambio (no de uso), hecho que se da cuando la producción para el mercado en general se apodera de la ocupación secundaria de los campesinos. Representantes del estudio de la historia alemana han caído en un enfoque formalista interpretando la industria domestica y la manufactura rural como un estado transitorio entre la artesanía y la fabrica, como manufactura casera destinada al mercado. El origen y difusión de esta tendría que ver con la expansión del comercio y el aumento del mercado que no podía ser satisfecho por medio de los antiguos gremios. Esta anticuada teoría fue redefinida posteriormente por nuevos autores como Sombart que vieron la industria domestica como un nuevo sistema de producción con formas sociales y de organización específicas. La industria domestica estaba organizada y dominada por comerciantes y Verleger. En ella se distinguen distintas fases históricas y diferentes tipos de relaciones. En su interior existían dos clases: el cuerpo de artesanos encabezado por los comerciantes. El empresario no controla los medios de producción sino el mercado. Entre XIV y XVIII es el modo de producción para el abastecimiento de los grandes mercados. Si bien la escuela histórica de economía alemana tuvo el merito de plantearse el problema de la industria domestica, su perspectiva estuvo limitada por considerarla solo un estadio en la secuencia histórica de los modos de organización de la producción manufacturera. Una vez que la historia económica y la historia social se constituyeron como disciplinas la industria domestica fue objeto de un nuevo enfoque. Se desarrollaron estudios empíricos regionales en gran mayoría ingleses que buscaron dilucidar el origen de la revolución industrial. Entre los cincuenta y sesenta se adopto no solo una nueva metodología sino también se abarcaron nuevos temas, incorporándose los problemas del mundo subdesarrollado. Los historiadores norteamericanos, Mendels y Tilly, acuñaron el concepto de protoindustrialización. Se trata entonces de la industrialización antes de la industrialización, de un proceso de transformación que afecto en Europa a las sociedades agrarias sometidas al sistema feudal empujándolas al capitalismo industrial. La primera fase de este proceso de desintegración feudal empieza en la alta Edad Media cuando se hubo establecido una división del trabajo entre ciudad y 58/ 70
campo mediatizada por el mercado, vinculada a un crecimiento demográfico sostenido y un aumento de la productividad rural. De esta forma las relaciones de mercado penetraron el campo y los señores feudales consideraron económicamente ventajoso prescindir del antiguo sistema de apropiación por los altos costes de transacción (supervisión de las prestaciones personales) y el debilitamiento que habían sufrido sus medios de control. De esta forma decidieron desmembrar los señoríos y fundar la apropiación sobre una nueva base, dando lugar a un proceso de polarización de la población rural. Frente a la rigidez y el conservadurismo que caracterizaba a los gremios, el capital comercial traslado la producción manufacturera al campo. La segunda fase de desintegración feudal es entonces la protoindustrialización que permitió romper el circulo vicioso malthusiano de crecimiento demográfico, disminución de renta per cápita y periodos de hambre. Al identificar las fuerzas del proceso de transformación se puede prescindir del artesano productor de bienes para consumo local, pero no se puede ignorar la importancia de la producción manufacturera urbana dirigida a la exportación. Las primeras centralización de la manufacturas engendraron relaciones capitalistas con rapidez y más concretamente que la producción doméstica masiva, aunque esta ultima empleara más personas y produjera más valor. En general estas centralizaciones de la manufactura estaban vinculadas a las últimas fases de la producción que se iniciaba en unidades rurales. La protoindustrialización repercutió en toda la sociedad ya que afecto la demanda y el suministro de materias primas, productos elaborados, alimentos y mano de obra. Estimuló al mismo tiempo las transformaciones en las relaciones agrarias de producción. A la par de la consolidación de un sistema mundial de intercambio, la protoindustrialización fue aumentando en importancia y actividad. La protoindustrialización contribuyo al desarrollo de una red económica mundial basada en relaciones asimétricas que fomento el atraso económico de su periferia. Marx distinguió dos vías de transición del modo feudal: una donde el capital mercantil se expande sobre una base de producción precapitalista, y la vía revolucionaria donde la formación de capital se da en la esfera de la producción. La protoindustrialización supone estas dos vías íntimamente relacionadas. Epílogo El estudio empírico enseña que no hay que atenerse a un tipo único de protoindustrialización sino varios tipos que dependen de la región donde ocurra y en la rama de la producción. Estos distintos tipos de protoindustrialización pudieron coexistir y no sucederse necesariamente, reconociendo incluso regresiones. Por otro lado, este trabajo ha infravalorado el papel de las ciudades, en verdad no se dio solo un desplazamiento de la producción de manufacturas de la ciudad al campo sino también una complementariedad entre ambos. El ramo principal de la protoindustrialización fue el textil. No se debe entender la protoindustrialización como la primer fase de la industrialización sino como industrialización antes de la industrialización, como el periodo de transición entre una sociedad agraria feudal y el capitalismo industrial, donde como toda transición se superponen y modifican dos o más modos de producción hasta que uno se torna dominante. La primer fase del feudalismo se caracterizó por la servidumbre de la gleba, pero en la segunda la pequeña producción campesina se volvió dominante y si bien continuaba la apropiación de una gran parte del excedente por los 59/ 70
señores, ya no era por medio de la prestación forzosa sino la renta en especie o metálico. La protoindustrialización estuvo ligada a esta segunda fase, allí donde hubo una regresión como en Europa oriental no hubo posibilidades de desarrollarse. Ahora bien, en la segunda etapa aparece junto a la exacción feudal, la del Estado incipiente que necesitaba asegurarse su subsistencia. Esto afecto la protoindustrialización: La presión fiscal estatal llevo a procesos de desacumulacion en el campo, por lo que sectores campesinos tuvieron que entrar en la manufactura agraria para la exportación. La protoindustrialización si bien fue parte de la evolución feudal también contribuyo a su disolución: Mientras el número de propietarios rurales se mantuvo constante, el de pequeños artesanos aumento con rapidez, de forma que aumento la población no dependiente del señor feudal, población libre. Al mismo tiempo que los pequeños productores manufactureros perdían su base agrícola, la protoindustrialización forzaba la demanda de alimentos y materias primas, lo cual estimulaba la comercialización de la agricultura, que choca con el colectivismo campesino y con la exacción feudal. Así contribuyó a la caída del sistema. La protoindustrialización contribuye al problema de la transición disolviendo la dicotomía factor externo/interno. Las ciudades y el capital mercantil mantienen con el feudalismo una relación de externalidad interna. Lo urbano fue propio de la segunda fase de la formación feudal, pero al mismo tiempo fue más allá de ella.
20. BROWN - REVERENTIA, RUSTICITAS: DE CESÁREO DE ARLES A GREGORIO DE TOURS Hacia el año 500 la iglesia cristiana constituía en todo el Mediterráneo la única religión pública del mundo romano. El cristianismo era en gran medida la religión de las ciudades romanas. La principal preocupación de muchos obispos era establecer en sus propias ciudades un régimen católico que resultara impresionante. Las zonas rurales no eran un desierto religioso. Los grandes terratenientes construían iglesias por su cuenta para ellos y para sus campesinos. Sin embargo, el campo siguió siendo la cenicienta de un orden cristiano claramente “romano”, que todavía consideraba al obispo y a su ciudad los centros del catolicismo “de alta densidad”. El cristianismo tenía que resultar razonable a una población que siempre se había visto a sí misma inmersa en el mundo de la naturaleza y que se había considerado capaz de influir en él, de provocar su generosidad y de mantener a raya sus peligros, mediante ritos que se remontaban en casi toda Europa a épocas prehistóricas. Los jerarcas de las iglesias orientales no mostraron una preocupación tan constante como sus colegas de Occidente por el peso que pudiera tener el pasado pagano sobre sus congregaciones. El paganismo no era meramente una superstitio, una religión en bancarrota al margen de la iglesia: el paganismo estaba demasiado enraizado en el corazón de todos los cristianos bautizados, siempre dispuesto a reaparecer en forma de “reminiscencias paganas”. El mensaje fundamental de la cristianización, tal como sería propuesto explícitamente en numerosos círculos del Occidente latino, no hablaba de triunfo absoluto. Hablaba antes bien de un pasado aún no superado que ensombrecía perennemente el avance del presente cristiano. 60/ 70
Cesáreo, obispo de Arles entre el 502 y el 542, fue quien suministró a las generaciones futuras la formulación clásica de esta peculiar actitud. Adaptó los sermones predicados un siglo antes por Asan Agustín a su propia audiencia, formada por ciudadanos de Arles y campesinos de Provenza. Lejos de parecer sermones de segunda mano, las palabras de san Cesáreo hicieron mella en sus contemporáneos por cuanto hablaban directamente a sus oyentes diciéndoles cuál era la condición de cada uno. Lo que con aquellos sermones realizó Cesáreo fue una especie de tour de force pastoral. Domesticó la tremenda inmensidad del paisaje espiritual precristiano de Provenza. Encerró al paganismo dentro de la comunidad cristiana. El paganismo no era, según el, una serie de prácticas independientes, en las que llamaban la atención los atrayentes destellos de un mundo físico plagado de misteriosos poderes precristianos. Antes bien, se presentaba al paganismo como un mero conjunto fragmentario de “reminiscencias” introducidas imperceptiblemente en la Iglesia por obra de una multitud de fieles normales y corrientes. Pero detrás de la deliberada sencillez de su estilo de orador sagrado, San Cesáreo escondía al aristócrata galorromano que consideraba que recaer en los usos y costumbres paganos era, simple y llanamente, carecer de modales. Era comportarse como los rustici, como toscos campesinos, carentes de raciocinio, inasequibles a la cultura, movidos por las pasiones y, por lo tanto, especialmente proclives a incurrir en los errores terrenales del pasado. El objetivo primordial del celo pastoral de un obispo era la expurgación de la rusticitas entre los cristianos bautizados, y no la erradicación del paganismo propiamente dicho. Pero esto suponía nada más y nada menos que cambiar toda una mentalidad. Ante todo se negaba al ser humano la posibilidad de participar activamente, a través de los antiguos rituales, en la marcha del mundus. Pensar que la voluntad del hombre podía intervenir y hacer cambiar el curso de la naturaleza en un universo material en el que todos los acontecimientos dependían de la voluntad de Dios, era, a juicio de Cesáreo, el colmo de la insensatez. Pasaría mucho tiempo (según Brown, hasta la desaparición de la Europa campesina durante el siglo XIX) antes de que cambiara enana medida apreciable la mentalidad denunciada por san Cesáreo. No cabría hablar de “reminiscencias paganas” inconscientes, como pretendían considerarlas Cesáreo y otros obispos, sino más bien de intentos cuidadosamente planeados por los cristianos del siglo VI con el fin de encontrar un “nexo” entre sus actuales conocimientos religiosos y los modelos propios de épocas anteriores. En ese proceso de acoplamiento, a menudo fue el cristianismo el que llevó la iniciativa: las comunidades paganas tomaron prestados los signos y ritos cristianos. Hacía falta una buena dosis de poesía, de la que carecía el prosaico Cesáreo, para alcanzar la cristianización mental del mundos. A la larga, sería el culto cristiano de los santos el que lo lograra, y no la “voz incesante” de ningún orador sagrado. Pues lo que ese culto pretendía era crear unos hábitos religiosos perpetuos, asociados a la reverentia católica, la atención reverencial a los santos, centrada en primer lugar en los grandes santuarios, convertidos con el paso del tiempo en lugares de peregrinación, pero aplicable también a numerosos otros lugares y situaciones. La reverentia era la única respuesta segura a la rusticitas. Pues si uno se acercaba a ellos con reverentia, los santos cristianos podían en realidad prevalecer sobre Dios y afectar al mundus a cualquier nivel. Su intervención podía infundir una nueva cualidad a muchos 61/ 70
fenómenos y espacios del mundo natural en los que la gente había buscado siempre lo sagrado. Conferían a sus santuarios y al propio paisaje un aura fragante del paraíso. El hombre que dedicaría su brillante y abundante obra a sostener esta actitud, Gregorio de Tours, había nacido en 538, pocos años antes de que muriera Cesáreo. Gregorio fue un súbdito leal, aunque ocasionalmente crítico, de los reyes francos. Esperaba de ellos que se comportaran como poderosos defensores de la Iglesia católica, y no que malgastaran sus energías en disputas familiares totalmente innecesarias. Aunque la Galia se hallaba ahora dividida en reinos potencialmente rivales, seguía siendo en realidad una confederación de regiones cuyas fronteras eran defendidas por un Estado viable. Entre el Rin y Aquitania, habían sobrevivido en la Galia numerosas viejas familias romanas. A ellas se uniría una nueva clase de potentes, de “poderosos”, de ascendencia mixta franca y romana. Unida por los tenaces lazos de su catolicismo y su avaricia, esta gente se mantuvo firmemente en el poder en todas partes. Era de suponer que los que sobrevivieran a los eventuales enfrentamientos de los grandes, ocasionados por las conspiraciones de las diversas ramas de los merovingios, prosperaran y mucho. Y nadie en mayor medida que los obispos católicos. Tanto si procedían de familias de rancio abolengo como si eran servidores del rey, muchos de esos obispos eran fabulosamente ricos. Ricos ya de por sí, los obispos presidían además el sistema distributivo relacionado con el reparto de limosnas y las donaciones piadosas. Al gastar en los santos las inmensas riquezas de la Iglesia, el obispo las elevaba al cielo. El cielo permitía descender a la tierra una parte representativa de esas riquezas en formas de santuarios que parecían chispas de esplendor sobrenatural. No es de extrañar que los pobres se agolparan alrededor de esos santuarios, símbolos congelados de las riquezas eclesiásticas de las que se alimentaban. A lo largo del siglo VI las ciudades de la Galia perdieron gran parte de su apariencia y de su exhuberancia típicamente romanas. La ciudad se confundía ahora con el campo. A pesar de todo, las ciudades seguían dominadas por las murallas romanas, a modo de castillo, del sector que se había convertido en buena parte en “ciudad interior” del obispo. Como “amante de los pobres”, el obispo no sólo prestaba apoyo a los indigentes, sino que invertía muchas riquezas y energías en el mantenimiento de toda una comunidad. Formada a lo largo del siglo VI, la imagen del buen obispo católico como padre de su ciudad se convirtió probablemente en el ideal institucional más duradero de la Europa occidental. Obispo de Tours a los treinta y cuatro años, Gregorio contaba con que todos los católicos mostraran la misma reverencia que él hacia los santos. En realidad, era fundamental para su posición que así fuera. Su Historia de los francos puede poseer un título seriamente equívoco. Dada su condición de obispo, a Gregorio lo que más le interesaba era el pecado, y no las cuestiones étnicas. Al escribir la historia de su época, Gregorio consiguió hacer recordar durante siglos los infortunios de los grandes pecadores ricos, tanto francos como romanos. Como guardianes del orden moral representado en el mundo por los obispos, los santos alcanzaron sus más altas cotas en las ciudades de la Galia. El mundo descrito en la Historia de Gregorio es en gran medida un mundo urbano que reclamaba justicia y paz. Parece como si Gregorio hubiera cogido la pluma para 62/ 70
captar el variadísimo paisaje espiritual de su región y envolverlo en una red sutilísima de palabras cristianas. Y en efecto, eso era importante para Gregorio. Realmente, da la impresión de vivir en una región plenamente cristiana. Lo que a él le importaba particularmente era la facilidad con la que surgían versiones alternativas de cristianismo en cuanto los obispos católicos como él bajaban un poco la guardia. Los estallidos imprevistos de cristianismo “vernáculo” cuya fuerza sólo puede calibrarse por la desazón que producían en individuos como Gregorio, provocaban a los obispos de la Galia del siglo VI e incluso de épocas posteriores más angustia que las propias reminiscencias de paganismo. En parte sus obras fueron escritas como un intento de poner coto a un cristianismo alternativo que estaba alcanzando una preponderancia inquietante. Debe tenerse en cuenta que la devoción a los santos, en su modalidad católica correcta, afectaba a todos los aspectos de la vida rural en Galia, pues era la base de todas las leyendas locales y permitía explicar cualquier manifestación benéfica de los sagrado. Así pues, el mundo de la naturaleza recuperó gran parte de su magia. Gregorio lo presentaba naturalmente no ya dotado de un pálpito de vida espiritual propia, sino como un pesado velo de seda, cuya resbaladiza superficie traicionaba la presencia oculta de los infinitos santos de la Galia. El incansable ritmo de raconteur de Gregorio suele fascinar hasta hacer creer que ha contado todo lo que había que saber de la Galia de los francos. Pero no es así. Sus intereses tenían un carácter estrictamente regional. Su mirada escudriña el pasado más remoto de las pequeñas ciudades romanas del sur de la Galia, pero cuenta mucho menos de lo que podría saberse de las zonas rurales que circundaban las ciudades.
21. ULLMANN – ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA OPOSICION DE FEDERICO II AL PAPADO Federico poseía experiencia, comprensión y conocimiento intimo de la ideología papal. Se había rodeado de un grupo de consejeros y expertos en palabra escrita y hablada. El papado se baso en su tradicional aplicación de la plenitudo potestatis y actuó dentro de su status monárquico sagradamente concebido. La única posibilidad de Federico era demoler las bases sobre las que funcionaba el papado. La lectura de los manifiestos, encíclicas y protestas de Federico durante los decisivos años de 1239-1245 da cuenta de una escasez de razones y argumentos ideológicos, tampoco realiza una exposición argumentativa sino que se reduce a meras afirmaciones sin profundizar o reforzar con material y no ataca las bases del sistema sagrado. Dos línea argumentativas se destacan en las protestas públicas de Federico. Una primer línea de ataque consiste en la depravación moral de los papas (ingratitud, corrupción, engaño, fraude, alianza con herejes, sembrar la discordia, etc.) Su bajeza moral los inhabilita para ocupar el puesto pues nunca podrían alegar que su juicios es un juicio justo. Es el defecto personal de los papas el que les impide exigir obediencia. Federico hace hincapié en su adhesión a la fe ortodoxa y afirma su más pleno respeto al cargo papal (“no por deshonor de la dignidad sino por defecto de la persona” “No respetamos tales sentencias del juez, no por desprecio del cargo papal” “se ha mostrado indigna del trono de un gobierno tan excelso”). 63/ 70
Sin embargo, estos argumentos que esboza en 1240 hacia la inhabilidad personal de Gregorio IX, cambian notablemente en 1245. Ahora la línea de ataque se focaliza en el cargo papal, afirmando que el papado había transgredido las funciones propias de su cargo, habiendo actuado más allá de sus poderes. Argumentaba que ni la ley divina ni la humana sugieran ni siquiera en lo más mínimo que el papa pueda quitar imperios o tener poder en las cosas temporales: “En ninguna parte se lee que se le haya concedido por ley divina o humana poder a su arbitrio para transferir los imperios, o castigar a los reyes temporales privándolos de sus reinos o juzgar los príncipes terrenales”. Si bien la consagración imperial pertenece por derecho al papa, esto no implica el derecho posterior a deponer al emperador. Estos objetivos y argumentos de Federico eran endebles que no lograron producir efectos propagandísticos deseados ni tocaron en esencia la ideología papal. Respecto a la primer línea de ataque, la depravación moral del papa no fue considerada en ninguna etapa del pensamiento papal como capaz de afectar la función papal o que invalidase sus actos. León I hizo con toda claridad esa distinción entre el cargo y la persona que lo ocupa. De acuerdo con la opinión tradicional, los méritos o deméritos personales del papa no contaban para nada: sus actos gubernamentales eran tan legítimos como válidos, así hubieran sido dictados por un santo o un villano. El papa hereda el cargo petrino (no la santidad personal o méritos personales de san Pedro) y las acciones ejecutadas en los límites de su cargo son conceptualmente las acciones de Pedro. La acción objetiva y despersonalizada que surge del cargo es la que merece atención independientemente de quien es el que la ejerza. Sólo por herejía podía ser juzgado el papa. El papa es un sanctus en tanto que tiene un pie en el cielo y otro en la tierra, es el punto de intersección entre ambos y sus decisiones afectan el orden mismo del cielo. Todo lo que ate en la tierra será atado en el cielo. Federico al decir “Observad si estos son hechos papales, si estas son obras de santidad” lo que esta haciendo es considerar la sanctitas no en la forma en que el papado la plantea sino al nivel de una santidad moral bajo una evaluación subjetiva. Para la tesis papal, la sanctitas era la emanación del hecho objetivo de que el papa había heredado los poderes petrinos. Para 1240 el objetivo de Federico era remover al pontífice a través de un mecanismo de concilio general, lo cual no se ajustaba ni a la ley canónica existente ni a la opinión tradicional sobre la inmunidad papal ante un juicio conciliar. Era impensable que un concilio depusiera al papa y eligiera a otro. Ahora bien la inconsistencia mayor del pensamiento de Federico radica en que el demanda la inmunidad de enjuiciamiento que niega al papa (“es sometido en forma ridícula a la ley aquel que está libre de manera imperial de toda ley (…) al no tener él ningún superior temporal”). En el pensamiento papal el poder es conferido por Dios, la comunidad, ya sea un reino o la Iglesia universal, esta encomendada al cuidado del soberano. Esta comunidad no tiene ningún poder para conferir el cargo ni separar de el a quien lo detenta. Se trata de una tesis descendente donde no existen canales jurídicos de comunicación entre la comunidad y el papa. La postura de Federico de convocar a un concilio general implica suscribir a una tesis ascendente según la cual el poder emanaría del pueblo a través de determinados órganos o instrumentos (concilio en este caso). En conclusión, plantea que sus funciones de emperador no estén sujetas al juicio humano, mientras que las funciones del papa han de someterse al juicio de un concilio general. 64/ 70
Mientras que el punto de vista papal sostenía que lo temporal no tenia vida propia, es decir que era un medio para un fin, la salvación final (no existiendo distinción entre los temporal y lo espiritual), el punto de vista de Federico era completamente distinto: EL hombre al estar compuesto de cuerpo y alma necesita una dirección doble. Nuevamente hay una inconsistencia en el pensamiento de Federico, la dicotomía entre las dos formas no se ajusta a la perspectiva medieval tradicional ¿cómo deben funcionar los dos gobiernos? Federico solo empeoró la situación al aceptar los decretos papales en asuntos espirituales y rehusar aceptar cualquier imposición temporal. Al mismo tiempo Federico evita el término de “Coronatio” es decir el acto que hacia del rey de los romanos un emperador, porque sin la imposición papal de la corona no había posibilidad de convertirse en emperador. Federico probablemente creía que la coronación era un mero formalismo litúrgico. Lo que demuestra el pensamiento de Federico es que la disputa fue causada por la falta de algún mecanismo constitucional que hubiera evitado las acciones injustificadas del papado., que lo despojara de su plenitudo potestatis. Las acciones y juicios el papa aparecían a Federico como pura arbitrariedad. Aunque haya perdido la batalla no debe minimizarse el sentido histórico de su posición. En el marco de la estructura del gobierno teocrático ningún control del monarca papal era posible, por ello era poco plausible la sugerencia de Federico de un concilio general como un tribunal que juzgara las iniquidades del papa. El pensamiento de Federico se enmarcaba en la creencia de que la Iglesia universal era la portador de todos los poderes y derechos y por consecuencia el pontífice era responsable ante ella.
23. GRUNDMANN - HEREJÍAS CULTAS Y HEREJÍAS POPULARES EN LA EDAD MEDIA Indudablemente, durante toda la Edad Media hubo herejías cultas, es decir herejías dogmáticas, teóricas e intelectuales, que fueron obra de teólogos o filósofos como Abelardo, Gilberto de la Porree, los averroístas latinos del siglo XIII y tantos otros. Ciertamente, esos herejes cultos pudieron tener discípulos, son que por ello esos discípulos fueran los sectadores de su herejía y sin que esa secta herética pudiera organizarse. El grupo social al que pertenecen estos herejes eruditos no está constituido por otros herejes, sino por otros eruditos. Sin embargo, a veces herejes cultos dieron origen a una herejía popular o a una secta herética. Es indudable que ni Wyclef ni Hus pertenecieron a un grupo herético. En vida, pertenecieron a su grupo universitario y clerical. Se puede encontrar más de un caso parecido desde la Antigüedad cristiana: el obispo Arrio y los arrianos, el obispo Donato y los donatistas, el monje y erudito Pelagio y los pelagianos, etc. Asimismo, los primeros herejes medievales de Occidente eran de origen noble y tenían relaciones con la corte real de París, casi nada se sabe de los lazos que tuvieron con una secta herética difundía por esa época. Para Grundmann hay que preguntarse en qué medida los motivos doctrinales y religiosos de esos heresiarcas eruditos fueron los mismos que los de sus sectadores posteriores, y a raíz de qué factores sociales una herejía culta se modifica para transformarse en herejía popular. No se podrá estudiar y comprender esta transformación y esta modificación si primero no se tienen en cuenta las diferencias que existen entre los heresiarcas, es decir, los herejes originales, primarios e iniciales por una parte y, por otra, los sectadores de herejías preexistentes, los sectarios. Más de una vez, herejías nuevas se 65/ 70
injertan en una herejía ya adoptada o se mezclan con ella. Existen razones para admitir que una secta herética no conserva nunca la doctrina de su heresiarca epónimo sin alterarla. Ahora bien, la distinción que propone Grundmann entre heresiarcas, herejes iniciales y originarios, por una parte, y sectadores de herejías preexistentes, por otra, ¿coincide con la distinción entre herejías cultas y herejías populares? Para el período medieval, puede designarse con la palabra “popular” todo lo que no sea clerical o monacal y docto, todo lo que sea laico. En la Edad Media, los laicos, incluidos los nobles, son generalmente analfabetos; son incapaces de leer la Biblia o cualquier otro texto. Son oyentes y no lectores. Escuchan a los predicadores, a los poetas, a los juglares y a los herejes (como los auditores de los cataros). No hallaremos casi ninguna herejía en la Edad Media que no aspire precisamente a ello. Pocas herejías medievales se basaron en una inspiración inmediata, en una visión o en un razonamiento personal. Casi todas las herejías, incluido el catarismo, se apoyan en la Biblia y aportan una interpretación divergente a la que ofrece la Iglesia. Por eso, es poco frecuente que un laico se haga hereje sin haber sido arrastrado a la herejía por otros herejes más cultos que él, es decir, por la propaganda herética. El ejemplo más conocido y más importante de una herejía no culta, de origen popular y laico, es el de la secta valdense, cuyo fundador, Valdo, no era culto, ni docto ni clérigo, ni monje, era un rico comerciante de Lyon, casado, que no sabía leer la Biblia latina ni otros escritos teológicos. Un día, en la calle, oyó la canción de Alejo recitada en francés por un juglar. Se conmovió y se dirigió a dos sacerdotes o clérigos doctos de Lyon preguntándoles como volverse perfecto como Dios quiere, según la Biblia. Manda traducir entonces al francés el Nuevo Testamento, el Salterio y algunos escritos patrísticos. Se los aprende de memoria y empieza a predicar por los caminos. Como esto le será prohibido por el arzobispo, acabará desobedeciendo y proclamado hereje porque dirá que según el evangelio hay que obedecer más a Dios que a los hombres. Y sus compañeros aprenderán de memoria, como él, los textos bíblicos traducidos al idioma vulgar con el fin de difundir la palabra de Dios entre sus amigos. Sin embargo, estos herejes no se convierten en eruditos. Los valdenses no desarrollan ni sueñan con desarrollar jamás una teología erudita y especulativa, al igual que tantas otras sectas heréticas, desde los cátaros hasta los husitas. Los valdenses representan la secta no erudita, laica y popular por excelencia, aunque los motivos originales y la intención primaria de dicha herejía no sean de carácter popular o social: son religiosos, cristianos, bíblicos. Esta secta se separa de la Iglesia, tras haberse convencido de haber encontrado la verdadera lección a la que debe obedecer la vida del cristiano en busca de su salvación. Y también se separa igualmente de la sociedad de su época, sin que por ello se haga revolucionaria, agresiva o subversiva. Al contrario, atrae a gente humilde y pacífica, tanto en las ciudades como en el campo, hospitalaria y dócil, visitada por sus predicadores ambulantes a los que escuchan y con los que se confiesan. Muy distinto es el caso de los cátaros, a los cuales los valdenses primitivos se opusieron, sin mezclarse entre ellos. Nadie sabría decir quien fue el fundador de la secta cátara. Si eran maniqueos, su heresiarca epónimo, Mani, era un hombre muy erudito y especulativo. Si eran bogomilos, su heresiarca podría ser un sacerdote búlgaro. Los propios cátaros no saben nada ni de uno ni de otro. En Occidente son predicadores ambulantes los que importan de Oriente el catarismo con su nombre griego. Predican primero un tipo de vida apostólica y evangélica, dando ellos mismo ejemplo; por ello son bien acogidos. Pero pronto 66/ 70
revelarán su doctrina dualista, que indudablemente no es de origen popular ni puramente bíblica. Se trata de una cosmología y una mitología orientales, sin duda derivadas del maniqueísmo, que son absolutamente incompatibles con la doctrina y la moral de la Iglesia. Grundmann se inclina a creer que los cátaros ejercieron un verdadero atractivo sobre ciertas capas de la sociedad del siglo XII mucho más a causa de su encarnizada oposición a la jerarquía eclesiástica y a la doctrina católica que por su extraña doctrina dualista o su moral bastante adusta y rígida. Aunque los cátaros intentaron hacerse eruditos, y también populares, a la larga, fracasaron en los dos frentes. El catarismo era un fenómeno demasiado complejo, era una amalgama de motivos orientales y occidentales, religiosos y especulativos, populares y eruditos. Grundmann ve difícil analizar la estructura social de la secta cátara, pues no es homogénea ni constante. A modo de conclusión, afirma que las nociones de herejía y hereje son nociones negativas, que se constituyen por el contraste y la contradicción con la fe de la Iglesia, con el dogma y el culto de la Iglesia, con la moral de su clero o la actitud de la jerarquía. Estas contradicciones no son obra de incrédulos, escépticos o paganos, sino de creyentes insatisfechos y decepcionados. Las razones que determinaron estas contradicciones y estas oposiciones fueron muy diversas; podrían ser intelectuales o religiosas, morales o sociales, e incluso políticas. Sin embargo, todos los herejes de la Edad Media estaban convencidos de que comprendían y realizaban el cristianismo mejor que la Iglesia que los condenaba. Para estudiarlos, no habría que limitarse a establecer una distinción entre herejías cultas y herejías populares, habría que hacer también una distinción, como demuestra Grundmann, entre las herejías primordiales o iniciales, las de los heresiarcas, cultos o no, fundadores o no de sectas, y las herejías de los sectarios. Una cosa es entrar en una secta existente bajo el efecto de la propaganda que realiza, y otra convertirse en heresiarca nuevo por haber seguido arbitrariamente su propia autoridad. Discusión Violante: En cuanto a los laicos patarinos, su movimiento no pretendía reemplazar al orden eclesiástico en la predicación; lo que quería era impedir a los clérigos culpables gozar de sus beneficios y celebrar el sacrificio de la misa. Graus: Al lado de las herejías conscientes y más o menos organizadas, con un jefe de la cabeza (sea o no letrado), que han sido Le Goff: ¿No hay en el siglo XI no hay una especie de mutación de la herejía? Las herejías de la época carolingia concernientes a la Trinidad me parecen, de algún modo, clericales. No es sino a partir del siglo XIX cuando encontramos esta dialéctica entre medio culto y medio popular, notablemente expuesta por el profesor Grundmann. Los herejes de Arrás, en el siglo XI, son un ejemplo de esta conjunción de ambos medios. Hay, sin embargo, prolongaciones de las herejías cultas de la Alta Edad Media un poco más tarde, como por ejemplo la herejía de Vilgardo de Ravena, casi “universitaria” avant la lettre. Leff: Quisiera destacar la diferencia entre las ideas cultas y las herejías populares. Con frecuencia, las ideas son más heterodoxas que heréticas, como por ejemplo, las de Abelardo acerca de la Trinidad, pero Abelardo no era un hereje. Por otra parte, hubo ideas que, en un comienzo, no eran heréticas pero que, con el tiempo, llegaron a serlo. Es lo que ocurre con la doctrina de la pobreza apostólica. 67/ 70
Manselli: Respecto al conocimiento de las Escrituras por los herejes, añadiría que es un hecho típico de la herejía medieval el conocimiento de los textos sagrados, aún entre los ignorantes. Grundmann: Es necesario distinguir entre herejías y desviaciones pero es imposible para el historiador aplicar un concepto de hería que no sea el de la Iglesia. Tenemos que entender como herejía lo que la Iglesia ha juzgado como tal; en otras palabras: en el plano histórico la herejía se presenta tal como la Iglesia la define. Esto no impide que no haya interacciones: en este sentido, por ejemplo, las herejías han contribuido a precisar dogmas, como ocurrió en el concilio de Letrán en 1215. Allí, el dogma se definió en función de los herejes. Ahora bien, la herejía no es más que una divergencia en la interpretación y en la observación de una fuente bíblica común. Es una oposición a la Iglesia y a su interpretación del Evangelio. Además, sin conocimiento de la Biblia no existe la herejía. El verdadero hereje es aquel que propone una nueva interpretación de la Biblia o de la tradición dogmática. En resumen, hay que distinguir entre un fenómeno social (el de las condiciones de la aparición y la influencia de las sectas) y el de la herejía, fenómeno religioso e intelectual.
24. VIOLANTE – HEREJIAS URBANAS Y RURALES EN LA ITALIA DEL XI AL XIII El primero en hacer una consideración respecto al problema de las herejías fue Engels, quien sostenía que en un principio fueron urbanas y burgueses (y mercaderes) y luego rurales, plebeyas y campesinas. Los primeros lucharon por las libertades municipales contra el poder urbano del obispo, los segundos (XIIIXIV) lucharon contra la burguesía urbana que los explotaba para el abastecimiento de la ciudad. Cuestiones económicas y sociales. A fines del X la gran propiedad laica y eclesiástica sufren una gran crisis: La unidad del dominio está fraccionándose, los bienes eclesiásticos se alienan en beneficio de la nobleza y los siervos huyen a las ciudades donde se convierten en ciudadanos. A mediados del XI las grandes propiedades de la iglesia y monasterios son recuperadas gracias a la puesta en circulación de moneda y metales preciosos atesorados. En estas tierras recuperadas o adquiridas se desarrolla el señorío eclesiástico. Los rustici dependientes a los señores no viven en condiciones muy malas: Tiene derecho a no ser alejados de su tierra, pagan censo en especie por un importe definido, pueden transmitir su tenencia a otros campesinos si están sometidos a la misma jurisdicción del señor, incluso pueden tener pequeños bienes raíces propios. Se forman paralelamente nuevas aldeas de la mano de campesinos que se organizan en comunidades políticas más o menos independientes del señor. En el XIII se desarrollan nuevas roturaciones por el crecimiento demográfico y las tenencias se superpoblan y los señores estipulan contratos de aparcería que corresponden a la mitad del producto (para hacerse del incremento de las roturaciones). Se producen emancipaciones de siervos para reducir el número de agricultores y aumentar la productividad de las tierras. La comunidad urbana desarrolla su política de conquista del contado, los señores se trasladan a la ciudad donde construyen casas y se convierten en ciudadanos, mientras que los campesinos nutren las filas de los artesanos, mercaderes y notarios. Sin embargo la conquista urbana no elimina totalmente a los señoríos rurales y no impide que sigan instalados firmemente en el campo. La ciudad se convierte en un centro 68/ 70
de producción artesanal y comercio y en un centro organizador del campo (contado).Con la formación de la comunidad urbana los obispos pierden poderes judiciales y administrativos sobre sus circunscripción pero siguen estando insertos en la política de la ciudad conservando también influencia en el contado gracias a sus bienes y derechos señoriales. Esto explica por que la lucha antiseñorial también es una lucha antiepiscopal. Herejías. En Italia como en Francia la herejía se manifiesta primero en el contado. Los herejes de Monforte, impregnada de cultura e intelectualismo (niegan la realidad de la Encarnación y de la Redención), son un grupo de personas nobles y cultas a las que les siguen una multitud de rustici, atraídos por la negación de la jerarquía eclesiástica y un moralismo radical (desprecio a la cruz, prohibición de relaciones sexuales, rechazo al consumo de carne y el ideal de muerte sangrienta. Se trata de una herejía de origen erudito y nobiliario que se difunde bajo una forma popular por el campo propagándose primero desde el castillo de Monforte y luego una gran ciudad: Milán. Los movimientos religiosos populares patarinos se rebelaban contra el clero indisciplinado, inmoral, rico, poderoso y tiránico. Mantenían en contraposición ideales de pobreza y abandono de la vida mundana, fueron típicamente movimientos urbanos, aunque de origen rural. El desplazamiento hacia la ciudad se explica por su objetivo esencial: luchar contra el clero corrompido cuyos pecados invalidaban sus ordenaciones. El ambiente social y político de la ciudad era favorable a la protesta contra el obispo que poseía los poderes de jurisdicción y al desarrollo de movimientos populares bajo la dirección de las clases medias. Muchos herejes provenían de las clases mercantiles y se habían vuelto hacia la herejía pauperista como reacción espiritual contra la acumulación de riquezas usurarias. Pero con frecuencia los herejes fingían ser comerciantes para poder desplazarse de un lugar a otro sin ser molestados por las autoridades eclesiásticas y propagar sus doctrinas en las grandes ciudades durante las ferias. Los cátaros estaban extendidos por todo el campo allí se encontraban sus centros de reunión, el carácter rural de las sedes episcopales cátaras se explica por el origen de los primeros obispos y la instalación de los primeros centros heréticos en el contado, aunque también los hubo en las ciudades. En la Italia centro-septentrional la herejía se difundió sobre todo por las ciudades, en verdad pese a nacer del campo, no fue de carácter rural. Que los cataros florentinos resistieran las persecuciones de los inquisidores fue producto de la ayuda y refugio que encontraron en la ciudad, en las casas y las tierras de la rica burguesía y la nobleza gibelina. En otras ciudades se amenazo con privar a la ciudad de la sede episcopal si se seguía favoreciendo la herejía y se confiscaron los bienes de los herejes. Las ciudades fueron los centros donde se extendió y opero el catarismo, participaron activamente en las luchas sociales y políticas en las ciudades italianas, aliándose con los gibelinos en le marco de la lucha entre Federico II y el pontífice. No fue raro que los herejes asumieran importantes funciones y cargos en las magistraturas municipales. El contado fue el último refugio de los cátaros, pero no hallamos evidencia de la difusión del catarismo entre los campesinos. Los sospechosos de catarismo en general son de profesión urbana, generalmente artesanos con taller: tejedores, sastres, herreros, trabajadores del cuero, vendedores ambulantes. Son muchos los que pertenecían a al buena burguesía de la ciudad: propietarios de bienes raíces en el campo y la ciudad, mercaderes, empresarios y prestamistas y nobleza urbana de origen feudal. Con frecuencia las casas y castillos del contado en los 69/ 70
que se refugiaban los cataros pertenecen a los patricios y los nobles feudales de la ciudad. Los cataros no tenían en su credo el ideal de pobreza apostólica, de forma que no tenía una carga de renovación social que pudiera alentar a los rustici. En realidad la herejía catara liberaba a los patricios del tradicional escrúpulo católico relativo a las ganancias conseguidas en el comercio y el crédito. La particularidad de los cataros es la vida itinerante de muchos herejes que volvían ocasionalmente a sus casas en la ciudad. Esta movilidad favorecía la difusión de sus doctrinas y se adapta particularmente a una sociedad dinámica como la de las ciudades italianas del XII y XIII. Los apostolici fueron considerados como un movimiento con fondo social típicamente campesino. Nacieron en 1260 en Parma a iniciativa de un hombre de modesta condición que vendió su casa y repartió sus bienes entre los pobres y comenzó a predicar la pobreza y la penitencia. Llamaba a los fieles a aplicar textualmente los preceptos del evangelio, despojándose de cualquier bien temporal y vivir de limosnas, no preocuparse por el mañana, tener como ropa solo una túnica y un manto y errar continuamente. Nada de iglesias y culto regular, solo libre peregrinación. NO existía disciplina en la secta y rechazaban la obediencia a la Iglesia y al papa, buscaban un contacto íntimo con Dios. Al no había existir doctrina las ideas de los apostolici eran extremadamente distintas según nivel cultural y social y según la formación espiritual de sus adherentes. Sólo en los últimos tiempos se desarrollo una tendencia hacia el establecimiento doctrinal. Fue considerado desde sus inicios un movimiento de rebelión contra la autoridad eclesiástica. Si bien se lo ha considerado como un movimiento de campesinos no había en él ninguna reivindicación de tipo comunitario en los programas de los apostolici. Una gran parte de sus partidarios provenían de las clases artesanales, de lo que hoy llamaríamos burguesía urbana, de los cuales no todos vendieron sus bienes y los repartieron. No parece haber indicios de pertenencia a la plebe rural o urbana, aunque en comparación con las otras herejías hay una mayor participación del contado. Deberíamos aclarar también que la no existencia de un dogma daba pie a una composición bastante heterogénea y ambigua del movimiento. El movimiento probablemente se origina en el contado, pero se desarrolla y manifiesta sobre todo en las ciudades. Conclusión. En el norte y centro de Italia entre el XI y XIII las herejías son un fenómeno esencialmente religioso, manifestación de una búsqueda de la reforma moral y renovación religiosa, que gracias a ciertas condiciones sociales ha tenido posibilidades de propaganda, difusión y defensa de los herejes contra las persecuciones. El campo, aislado y lejano, favorece el surgimiento de la herejía y al final le servirá de ultimo refugio. El medio urbano es donde la herejía reconoce su auge, la ciudad es el motor económico, social, político y cultural que no se ha aislado del campo sino que intensifica sus relaciones. La herejía se ve favorecida por la gran movilidad de los hombres que permite la expansión de la ideas y que enfrenta la típica rigidez de las estructuras eclesiásticas. El dinamismo social favorece la formación de actitudes de oposición frente al endurecimiento y formalismo de la mentalidad que domina a la jerarquía eclesiástica. No hay que ver las herejías como simples reivindicaciones económicas, sociales y políticas en el plano religioso (discute a Engels).
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