Fantasía Lo que determina el estado psíquico del sujeto es la naturaleza de estas fantasías inconscientes y su relación con la realidad externa Según Melanie Klein, la fantasía inconsciente es la expresión mental de los instintos y por consiguiente existe, como éstos, desde el comienzo de la l a vida. Los instintos son buscadores de objetos. Cada instinto está vinculado con la fantasía de un objeto adecuado a él. Crear las fantasías es una función del Yo. La fantasía no es tan solo una fuga de la realidad; está en constante interacción con las experiencias reales. La fantasía no solo es la expresión de los instintos, también actúa de forma defensiva. Las fantasías se defienden tantos de la realidad externa como de la realidad interna, es decir, una fantasía puede estar defendiéndose de otra fantasía. Es inútil interpretar los mecanismos defensivos y es conveniente esperar interpretarlos en función a lo que el paciente siente que le está haciendo con ello a sus otros objetos o a partes de su yo, y hacerlos de este modo significativo para él. El análisis de las relaciones del yo con los objetos internos y externos y al modificar sus fantasías sobre estos objetos, es que podemos influir esencialmente sobra la estructura más permanente del yo. Los primeros objetos introyectados son parciales (pecho y pene) y luego son reconocidos objetos totales (mamá y papá). Luego el Yo se identifica con algunos de estos objetos: identificacio introyectiva. Estos objetos son asimilados por el yo y contribuyen a su desarrollo y características. Otros permanecen como objetos internos separados y el yo mantiene relación ellos (como el super yo). También se sienten los objetos internos en relación mutua (Ej. Se siente que los objetos internos perseguidores atacan al objeto ideal tanto como al yo) La posición esquizo-paranoide El yo en un inicio es sumamente inestable y desorganizado. El yo desde el nacimiento se enfrenta a las ansiedades del instinto de vida y muerte. El yo se escinde y proyecta fuera de su parte que contiene el instinto de muerte poniéndola en el objeto externo original, el pecho. La proyección de la agresión al pecho vuelve a este un objeto perseguidor temido. Parte de la pulsión tanática que no ha sido puesta al pecho que en el yo, convirtiéndose en agresión y dirigiéndose contra los perseguidores. Lo mismo sucede con la pulsión de vida, es puesta al pecho escindido y vivido como un objeto ideal, la parte del instinto de vida que queda en el yo es usado para establecer una relación libidinal con el pecho. El objetivo del bebe es guardar dentro de su al objeto ideal, e identificarse con éste, que es quien lo protege de los objetos perseguidores que son puestos fuera del Yo. La ansiedad
principal de esta posición es que el objeto perseguidor se introduzca en el yo y lo destruya tanto a él como a su objeto ideal. Las defensas utilizadas contra esta ansiedad son primero la introyección y la proyección. La proyección no solo sirve para proyectar el objeto malo interno sino también el bueno, para poder calmar las propias angustias, en ocasiones se identifica con él para poder controlarlo. Esta ansiedad aumenta la disociación y se utiliza la proyección y la introyección para mantener a los objetos persecutorios tan alejados como sea posible de los objetos ideales, a la vez que se mantiene ambos bajo control. La situación puede fluctuar rápidamente, y sentirse a los perseguidores fuera, dando la sensación de amenaza externa, o adentro, producción temores de carácter hipocondriaco, la proyección hacia afuera de partes buenas produce ansiedad de quedar vacío de bondad e invadido de perseguidores. La identificación proyectiva origina diversas ansiedades, las dos más importantes son las siguientes: El miedo de que el objeto acatado proyecte sobre uno en retalización y la ansiedad de tener partes de uno mismo aprisionadas y controladas por el objeto en el que se las ha proyectado. La desintegración es el más desesperado de todos los intentos del yo para protegerse de la ansiedad, la ansiedad que produce es la de hacerse pedazos y quedar pulverizado. La creciente idealización del objeto bueno produce mayor escisión, creado también con la negación mágica omnipotente. Cuando la persecución es tan intensa que se hace insoportable, se la puede negar completamente, otra forma de defenderse es idealizar al objeto perseguidor mismo, y tratarlo como ideal. A veces el yo se identifica con este objeto pseudo-ideal. De la proyección original del instinto de muerte surge otro mecanismo defensivo, la identificación proyectiva, en la que se escinden y apartan partes del Yo y objetos internos y se los proyecta en el objeto externo que queda entonces poseído y controlado por las partes proyectadas e identificados con ellos. La identificación proyectiva tiene múltiples propósitos: Se la puede dirigir hacia el objeto ideal para evitar la separación, para alejarla de la propia maldad interna, o hacia el objeto malo para obtener control de la fuente de peligro. Cuando los mecanismos de proyección, idealización, negación e identificación proyectiva e introyectiva no alcanzan a dominar la ansiedad y esta invade al yo puede surgir una desintegración del yo como medida defensiva. El yo se fragmenta y escinde en pedacitos para evitar la experiencia de ansiedad. La posición esquiso paranoide termina cuando las experiencias buenas predominan sobre las malas, el yo llega a creer que el objeto ideal prevalece sobre los objetos persecutorios y que su instinto de vida predomina sobre los instintos de muerte. Tanto la creencia en la bondad del objeto y la bondad del yo permitirán identificarse con el objeto idealizado creando mayor fuerza para enfrentarse a los objetos persecutorios disminuyendo la escisión y favoreciendo la integración de los objetos.
Envidia Envidia, celos y voracidad La envidia es más temprana y muestra que es una de las emociones más primitivas y fundamentales. Se debe diferenciar la envidia temprana de los celos y la voracidad Los celos se basan en el amor y su objetivo es poseer al objeto amado y excluir al rival. Corresponden a una relación triangular y por consiguiente a una época de la vida en que se reconoce la diferencia claramente a los objetos. La envidia, en cambio, es una relación de dos partes en que el sujeto envidia al objeto por alguna posesión o cualidad; no es necesario que ningún otro objeto viviente intervenga en ella. Los celos son necesariamente una relación de objeto total, mientras que la envidia se experiencia esencialmente en función de objetos parciales. La envidia es más temprana y muestra que es una de las emociones más primitivas y fundamentales. Se debe diferenciar la envidia temprana de los celos y la voracidad El objetivo de la voracidad es poseer todo lo bueno que pueda extraerse del objeto, sin considerar las consecuencias. Esto puede tener por consecuencia la destrucción del objeto, arruinándose lo que tenía de bueno, pero la destrucción es contingente y no el fin que se buscaba. El fin es adquirir lo bueno a toda costa. En la envidia el objeto es ser uno mismo tan bueno como el objeto, pero cuando se siente imposible, el objetivo se convierte en arruinar lo bueno que posee el objeto para suprimir la fuente de envidia. La envidia tiene un componente libidinal menos intenso que la voracidad, y está impregnada de instinto de muerte. La envidia es la primera externalización del instinto de muerte. Él bebe idealiza al pecho de la madre y a su vez quiere ser ese objeto tan maravilloso, provocándole ganas de destruir al objeto que le causa sentimientos tan penosos. La envidia puede fusionarse con la voracidad, constituyendo así otro determinante del deseo de agotar enteramente al objeto, no solo ya para poseer todo lo bueno que este tiene, sino también para vaciarlo intencionalmente, a fin de que no contenga nada envidiable. En la envidia. El principal mecanismo de la envidia es la proyección, ahí se trata de proyectar los objetos malos en el objeto externos, atacándolo en su fantasía (orinándole, escupiéndole, defecándole, etc.) Si la envidia temprana es muy intensa, interfiere con el funcionamiento normal de los mecanismos esquizoides. Como se ataca y arruina al objeto ideal, que es el que origina envidia, no se puede mantener el proceso de escisión de un objeto ideal y un objeto persecutorio, de fundamental importancia durante la posición esquizo-paranoide. Esto conduce a una confusión de lo bueno y lo malo que interfiere en la escisión. No se puede introyectar al objeto ideal y tampoco identificar con él. Los objetos destruidos son fuente incesante de persecución y posterior de culpa. Psicopatología de la posición esquizo paranoide
Cuando la ansiedad y los impulsos hostiles y envidiosos son muy intensos, la identificación proyectiva funciona haciendo que la parte proyectada es hecha pedazos y desintegrada en fragmentos diminutos. Cuando la envidia es muy intensa, este tipo de proyección se da tanto al objeto idealizado como al objeto malo. Bion Llamo “objetos extraños” a estos pedazos
proyectados del yo. Este proceso desintegrador daña gravemente al yo, y sus intentos de liberarse del dolor que le produce la percepción solo consiguen incrementar las percepciones dolorosas, debidas ahora tanto al carácter persecutorio de los objetos extraños como a la dolorosa mutilación del aparto perceptual. Los ataques al vínculo, son ataques a la realidad mediante la identificación proyectiva. Él bebe ataca violentamente cualquier función u órgano que percibe vinculando objetos. De este modo destruye su propia boca y el pezón porque son un vínculo entre el mismo y el pecho. El Edipo de los psicóticos se encuentra en un nivel oral, y no se caracteriza por los celos, sino por intensa envidia de la relación entre los padres. El paciente se siente amenazado por estos objetos extraños proyectados en el exterior y se encuentra en la necesidad de preservar un objeto lo bastante bueno como para alimentarlo, salvado de estos objetos malos. La posición depresiva Él bebe termina la posición esquizo paranoide internalizando al objeto ideal, lo que produce una mayor tolerancia a su pulsión tanatica, lo que reduce la proyección. Es así es que él bebe empieza a percibir objetos totales, lo que produce una mayor integración del yo, empezando la posición depresiva. La principal ansiedad de esta posición es que los propios impulsos destructivos lleguen a destruir al objeto amado de quien depende totalmente. En la posición depresiva se incrementan los procesos de introyección, debido a que la proyección se hace menos necesaria y porque él bebe descubre que su objeto se puede alejar, he intentara retenerlo dentro suyo. Producto de la fase oral en la que se encuentra la posición depresiva, sus impulsos van dirigidos a devorar al objeto, lo que provoca a su vez dos sentimientos nuevos: El duelo y la nostalgia por el objeto que se siente destruido por la propia agresividad. Sus padecimientos se acrecientan porque se siente perseguido. Esta persecución se debe en parte a cierta regresión. Producto del sentimiento de duelo y nostalgia por el objeto dañado, él bebe intentara repararlo. El fracaso en la reparación conduce a la desesperación, el éxito, a renovadas esperanzas. El conflicto depresivo es una lucha constante entre la destructividad del bebe y sus impulsos amorosos y reparatorios. Él bebe se reconoce distinto de los otros objetos, empieza a distinguir la fantasía de la realidad. El yo se hace más fuerte producto de la asimilación de objetos buenos, introyectados en el yo y el super yo.
Con la progresiva elaboración de la posición depresiva él bebe adquiere la capacidad de amar y respetar a las personas como seres separados y diferenciados. Puede ahora reconocer como propios sus impulsos, responsabilizarse por ellos y tolerar la culpa. Cambia el carácter del superyó. Los objetos ideales y persecutorios introyectados durante la posición esquizo-paranoide forman las primeras raíces del superyó. El objeto persecutorio es vivenciado como autor de castigos crueles y retaliatorios. El objeto ideal, con quien el yo anhela identificarse, se convierte en la parte del superyó correspondiente al ideal del yo, que también resulta persecutorio por sus elevadas exigencias de perfección. A medida que se aproxima entre si el objeto ideal y el objeto persecutorio, el superyó se integra más y es vivenciado como un objeto interno total, amado con ambivalencia. El dolor del duelo y los impulsos reparatorios constituyen la base de la creatividad y la sublimación. Estas actividades reparatorios se dirigen tanto al objeto como al Yo. A medida de la mayor integración del yo, la represión reemplaza a escisión. Los mecanismos psicóticos gradualmente ceden su lugar a mecanismos neuróticos: Inhibición, represión y desplazamiento. En esta parte nacen la formación de símbolos, para proteger al objeto, él bebe inhibe en parte sus instintos y en parte los desplaza sobre sustitutos. Defensas maniacas Las defensas contra la angustia por la pérdida del objeto puede ser 2: Reparatorias y defensas maniacas. Las defensas maniacas no siempre son patológicas. La reparación suele tomar mucho tiempo, pero cuando se logra ensancha al yo, en muchos casos las defensas maniacas surgen en casos de profunda desesperación y son utilizadas para recuperar el equilibrio, luego de ello pueden pasar a defensas reparatorias. Las defensas maniacas se valen de los mecanismos defensivos de la posición esquizo paranoide, ahora con el fin de evitar la experiencias de la realidad psíquica, que genera dependencia, ambivalencia o culpa. En la posición depresiva se ataca al objeto de forma ambivalente, cuando la culpa es excesiva, esta no permite la reparación poniéndose en juego las defensas maniacas. Se puede negar la existencia o despreciar al objeto, con el objetivo de controlarlo y triunfar sobre él, de esta manera se le puede seguir atacando. A veces se puede preservar en parte cierta preocupación por le objeto, y los mecanismos maniacos se pueden utilizar en forma reparatoria, presentando la reparación maniaca un problema propio muy especial. Reparación Cuando él bebe entra en posición depresiva y siente que ha destruido omnipotentemente a su madre, su culpa y desesperación por haberla perdido le despiertan el deseo de restaurarla y recrearla para recuperarla externa e internamente.
La reparación ayuda a la integración El amor y el odio se agudizan. El amor se ocupa de controlar el odio y reparar al objeto. Repetidas experiencias de recuperación del objeto ayudaran a asimilarlo al Yo, pues a medida en el que el yo ha restaurado y recreado internamente al objeto, este le pertenece más. La prueba de la realidad es fortalecida gracias a la reparación, debido a que la preocupación sobre los objetos externos consiste en renunciar al control omnipotente de su objeto y aceptarlo tal como es. La reparación no puede ser considerada una defensa ya que ello permite un adecuado juicio de la realidad y la integración del yo, es mejor decir que es una sublimación. La reparación maniaca es una defensa producto de que se trata de reparar al objeto sin reconocer sentimientos de culpa o perdida. En primer lugar, la reparación maniaca no se dirige nunca a los objetos originales o a los objetos internos, sino siempre a objetos más remotos, en segundo lugar es necesario no sentir que uno mismo daño al objeto destinatario de la reparación, en tercer lugar, se siente al objeto inferior, dependiente y más profundamente, despreciable. La reparación maniaca nunca es completa. Los estadios tempranos del complejo de Edipo El complejo de Edipo empieza en la posición depresiva, en donde percibe objetos totales y advierte la presencia del padre El niño se da cuenta de que existe un vínculo libidinal entre sus padres haciendo que el niño proyecte también su libido y agresividad a ellos fantaseando que se gratifican oral, anal, uretral o genitalmente. Esto percepción de sus padres a través de su propia fantasía genera intentos sentimientos de frustración, celos y envidia, ya que percibe a sus padres dándose esas gratificaciones que el desea para sí. Por ello el niño ataca en su fantasía a la pareja y los destruye, luego por proceso de introyección incorpora a la pareja parental destruida. La elección de objeto de deseo sienta las bases en la fase oral, es decir, las bases para la heterosexualidad y homosexualidad En ambos sexos el primer objeto de deseo es la madre y el pene del padre se convierte en un objeto alternativo de deseo oral hacia el que la criatura se puede dirigir apartándose del pecho. Para la niña esa primera aproximación oral al pene da un paso hacia la heterosexualidad, preparando el terreno genital y el deseo de incorporar al pene pero también contribuye a tendencias homosexuales producto de la vinculación con la incorporación y la identificación y el deseo de poseer un pene propio. En el hombre marca la pauta homosexual pasiva pero también la heterosexual el identificarse con él. El anhelo de recuperar la temprana relación con el pecho se transforma en el deseo de unión genital, y los sentimientos depresivos relacionados con el daño que el niño siente que ha infligido al cuerpo de la madre estimulan tendencias genitales y con ellas el desea de restaurar el cuerpo mediante un buen coito. Esto se convierte en deseos genitales heterosexuales en el
varón y homosexuales en la niña o bien pueden dirigir principalmente hacia la madrea interna, con quien el niño se identifica. En este último caso, el deseo de restaurar a la madre mediante la genitalidad incrementa deseos heterosexuales en la niña y homosexuales en el varón. A medida que avanza el desarrollo va predominando el fin genital y fluctúa cada vez menos la elección entre ambos padres. Se hace una elección más definida y duradera del progenitor del sexo opuesto como objeto de deseos libidinales, a la vez que aumenta la rivalidad y la identificación con el progenitor del mismo sexo. El principio de realidad ayuda a la identificación con el padre del mismo sexo. Las fantasías del varón se centran alrededor del coito con la madre y los temores de castración. Las de las niñas en el coito con el padre y la ansiedad de que la madre la ataque. Estas ansiedades provocan a su vez retrocesos regresivos, hasta que la genitalidad se establece firmemente.