1. El plató y sus bastidores Las personas quieren salir en telvisión simplemente por el hecho de ser vistas, no para decir algo, nisiquiera saben si lo que van a decir vale la pena para aquellos que los van a escuchar. Una censura invisible El acceso a la televisión tiene como contrapartida una formidable censura: el tema y las condiciones de comunicación son impuestas y hay que recordar la limitación del tiempo, generando que al final no se pueda decir nada. El autor reconoce tres formas de censura:
Control político: mediante el nombramiento de los cargos dirigentes. La gente se deja llevar por una forma consciente o inconsciente de autocensura (propensión al conformismo político). Censuras económicas: filtro de las personas a las que pertenece el medio, anunciantes o subvenciones que da el Estado. OJO: no basta limitarse con decir que lo que sucede en televisión està determinado por estas personas.
Las personas que intervienen en los medios de comunicación con tan manipuladoras como manipuladas. La denuncia de los escándalos de ciertos presentadores, o los sueldos desorbitantes de los productores quieren desviar la atención de lo escencial, ya que disimula la corrupción estructural que se ejerce sobre el conjunto de medios por medio de mecanismos como las cuotas de mercado. La televisión muestra a diario una crónica de sucesos, en la que el sexo, drama, sangre y crímen ocupan los titulares ya que aumentan los índices de audiencia. Se pasan estas noticias, porque interesan a todos el mundo a pesar de no informar nada. Pero como ocupan un tiempo, y el tiempo en televisión es un producto, cabe suponer que en realidad estas noticias ocultan cosas valiosas. Otra consecuencia es que al privilegiar este tipo de noticias, se dejan de lado las noticias pertinentes que debería conocer el ciudadano para ejercer sus derechos democráticos. Asímismo, se establece una división en materia de división, entre aquellos que tienen acceso a otros fuentes de información y aquellos que se informan por medio de la televisión, es decir que reciben prácticamente nada de información. Ocultar mostrando La televisión puede ocultar mostrando, cuando muestra algo distinto de lo que tenía que mostrar o cuando muestra lo que debe pero de tal forma que pasa inadvertido o lo elabora de tal sentido que no corresponde en absoluto con la realidad. La televisión incita a la dramatización en un doble sentido: escenifica en imágenes un acontecimiento y exagera su importancia y gravedad. Asimismo, hace uso de palabras extraordinarias, ya que la foto es nada sin una leyenda, hay que recordar que la imagen esta dominada por las palabras. Los periodistas se interesan por lo excepcional, por lo que es excepcional para ellos. Pero lo extraordinario, es sobretodo, lo que no es cotidiano en relación con los demás periódicos, lo que impone la búsqueda de la primicia informativa, de la exclusiva. Pero como todso el
mundo se copia mutuamente para adelantarse a los demás, todo el mundo acab haciendo lo mismo y la búsqueda de la exclusividad termina en la uniformización y banalización. Estas imagenes pueden generar verdaderos peligros políticos, ya que se puede dar el efecto de la realidad, la gente puede creer en lo que se muestra, provocando fenómenos de movilización social. La televisión acaba por convertirse en un instrumento que crea una realidad, se convierte en el àrbitro del acceso a la existencia social y política. Los que creen que basta con manifestarse sin ocuparse de la televisión, cometen un gran error. La circulación circular de la información Se habla del periodista como el sujeto de todos estos procesos (procesos descritos anteriormente por Bordieau). Pero el periodista es un ente abstracto, sin existencia real. Lo que existen son periodistas diferentes según sexo, edad, nivel de instrucción, etc. Sin embargo, el análisis hasta ahora llevado a cabo sigue siendo válido, pues los productos periodísticos son mucho más homogéneos de lo que la gente cree . Las diferencias evidentes, que pueden nacer del “color político” del medio, ocultan profundas similitudes producto de los constreñimientos impuestos por las fuentes y por toda una serie de mecanismos, sobre todo la lógica de la competencia. Para Bordieu, cuando ésta se da entre periodistas sometidos a unas mismas imposiciones, a unos mismos sondeos, a unos mismos anunciantes, homogeneiza. ¿Por qué pasa esto? Primero, la producción es colectiva, es decir los constreñimientos colectivos son muy fuertes. Los productores, por la lógica de la competencia, se ven obligados a hacer cosas en nombre de la “competencia”, para llegar antes que los demás. Por otra parte, quienes leen más periódicos que nadie son los periodistas, ya que la constante revisión y lectura de la competencia es vital. Para saber lo que uno va a decir hay que saber lo que han dicho los demás. Entonces terminas repitiendo información, a veces con cambios o diferencias mínimas, que nadie más percibe más que los periodistas, y que piensan que son muy importantes para los índices de audiencias es una especie de juego de espejos que se reflejan mutuamente, produciendo un colosal efecto de enclaustramiento, de aislamiento mental. ¿Cuáles son las consecuencias de este mecanismo de circulación circular de la información? El que los periodistas, además de compartir muchas características comunes por su condición, por su procedencia y formación, se lean mutuamente, se vean mutuamente, se encuentren en los mismos debates, tienen efectos de enclaustramiento y de censura tan eficaces que no es necesaria la intervención política. Si nos preguntamos cómo se informa la gente encargada de informarnos, resulta que es informada por otros informadores. La parte más determinante de la información, es decir, esa información sobre la información que permite decidir qué es importante, qué merece transmisión, procede en gran parte de otros informadores. Ahora, lo que “evidentemente” es importante variará de acuerdo al contexto, por ejemplo, los responsables que encarnan los índices de audiencia tienen una idea de lo evidente que no comparte una joven periodista recién egresada. Lo que tienen en común todas las personas en periodismo es que están sometidas a los constreñimientos de los índices de audiencia. Entonces, se sabe exactamente qué funciona y qué no funciona. El índice de audiencia es el criterio ultimo del periodista, y todo se
piensa en términos del éxito comercial. A través de estos índices se impone la lógica comercial a las producciones culturales (y ahora es el mercado la instancia legítima de legitimación). La urgencia y el fast thinking La preocupación por los índices de audiencia se traducen en mayor presión de la urgencia. La competencia entre periódicos y televisión adquiere la forma de una rivalidad temporal por la primicia informativa, por ser el primero. La presión llega al nivel de la competencia entre los productores de los programas. La televisión no es muy buena para la expresión del pensamiento, dice Bordieu. La pregunta que surge es si la televisión, al conceder la palabra a pensadores supuestamente capaces de pensar a toda velocidad, no se está condenando a no contar más que con fast thinkers (para él, nadie puede “pensar” de manera urge nte, veloz, en el momento, sino que requiere tiempo). Entonces, esta gente que invitan a programas, ¿qué hace? ¿Cómo consiguen pensar en unas condiciones donde nadie puede hacerlo? La respuesta es que piensan mediante “ideas preconcebidas”, que son ideas que todo el mundo ha recibido porque flotan en el ambiente, son banales, convencionales, corrientes, etc. Con las ideas preconcebidas, la comunicación es instantánea porque, en un sentido, no existe. O es sólo aparente. Todo el mundo puede recibir estas ideas porque son muy banales. Y por el contrario, el pensamiento necesita desbaratar ideas preconcebidas y luego tiene que demostrar las propias. Esta gente que propone “fast food cultural” (caviar Bordieau) forma parte del panel de expertos fijos de los pr ogramas, y además son “bustos parlantes que eximen de necesidad de buscar a alguien que tenga verdaderamente algo que decir”. Unos debates verdaderamente falsos o falsamente verdaderos Aquí habla sobre los debates televisivos. Para empezar hay debates verdaderamente falsos, que son fácilmente reconocibles. Son los que se dan cuando ves a políticos con periodistas y otros políticos de partidos opositores “debatiendo” en televisión, pero q ue sabes que en la vida real son “amiguetes” (como los llama Bordieau). El universo de los contertulios habituales es un mundo cerrado de relaciones mutuas que funciona según una lógica de autobombo permanente. También hay debates aparentemente verdaderos, falsamente verdaderos. Son más difíciles de analizar, hay que ver operaciones sutiles de censura. El primer nivel que analiza es el del presentador. Su papel es imponer respeto a las reglas de juego, pero que son variables, porque el rasero con el que miden al invitado es distinto. En el presentador hay que ver sus gestos, mímica, movimiento de ojos. La manera de comportarse de un presentador variará dependiendo del tipo de invitado (por ejemplo, cambiando la entonación con la que se dirige a los invitados, en la manera en la que distribuye los tiempos de intervención, la manera en la que manipula la urgencia-cómo los apura, cuando los apura, utilizando el recurso de asumir el rol de portavoz del ciudadano común- “un idiota por definición”). Se puede estar respetando todos los aspectos externos de la igualdad formal, pero existen cambios niveles menos perceptibles en la calidad de la participación de los invitados. Para Bordieau, tendría que reconocerse que todos los invitados no se comportan igual en el plató, hay personas con más experiencia que otras, lo que es desigual. Entonces para restablecer la igualdad, el presentador tendría que ser “desigual”, es decir prestar asistencia a aquellos más
desposeídos de experiencia. Pero esto no hacen los presentadores, sino que buscan hundir más a estos invitados sin experiencia, pero que deberían ser escuchados. Un segundo nivel para ver este carácter de “falsamente verdaderos” es en la composición del panel de invitados. Hay una labor de manipulación en invitar a quien se invita (de acuerdo a quien invites, unos serán percibidos como de derecha y otros como de izquierda, por ejemplo). Se busca lograr una aparente igualdad en el panel, donde el presentador haga de arbitro.
Otro nivel es el del dispositivo montado previamente, mediante conversaciones preparatorias que puede terminar en un guión, o un molde al cual los participantes tienen que adaptarse. Entonces, así se elimina la improvisación y las sorpresas en el debate. El cuarto nivel es lo que llama la “propia lógica del juego del lenguaje”, esto quiere decir que el juego que va a desarrollarse tiene unas reglas tácitas. La primera es que el debate democrático tiene forma de lucha libre: hay enfrentamientos, un bueno, un bruto; no todos los golpes están permitidos, tienen que ceñirse al lenguaje erudito. Otra propiedad es la complicidad entre profesionales “fast thinkers”, no pondrán en apuros a nadie, no improvisarán. La propiedad final es el “inconsciente de los presentadores”, los periodistas a veces ha cen preguntas que no dicen nada, sin importancia.
Contradicciones y tensiones La TV es un instrumento de comunicación muy poco autónomo, con constreñimientos originados por relaciones sociales entre periodistas (relaciones de competencia y relaciones de connivencia, ésta ultima basada en intereses comunes basadas en un origen social y formación comunes). La TV está muy controlada. No logró “homogeneizar” a los telespectadores, sino que ha logrado transformar a quienes la producen, los periodistas y a los productores culturales. El fenómeno mas novedoso es la extensión extraordinaria de la influencia de la televisión sobre el conjunto de actividades de producción cultural, incluidas las científicas o artísticas. Se hace evidente una contradicción entre las condiciones en las que hay que estar para poder hacer ciertas expresiones artísticas y las condiciones en las que hay que estar para poder transmitir estas producciones a todo el mundo. Hay tensiones también entre los que desearían defender los valores como la autonomía, la libertad, y aquellos que se someten a las exigencias y que reciben dinero a cambio. Hay una tensión entre lo que pide la profesión (sometimiento a competencia e índices de audiencia) y las aspiraciones que quienes se dedican a ellas adquieren en las escuelas de periodismo. Para comprender la situación a cabalidad se tiene que analizar lo que pasa a nivel de mecanismos globales, al nivel de estructuras.