Christiane Desroches Noblecourt Ramsés n La verdadera historia Ediciones Destino
Christiane Desroches Noblecourt Ramsés II
Título original: Ramsès II. La véritable histoire
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Diseño de la cubierta: Jordi Salvany Mapas, croquis e índices: Elisabeth David Las ilustraciones son propiedad de la autora Fotografía de cubierta: Vigilante junto a la estatua de Ramsés II, Luxor (© Index). © Éditions Pygmalion / Gerard Watelet á Paris, 1996 © Ediciones Destino, S. A., 1998 Enric Granados, 84. 08008 Barcelona © de la traducción, Juana Bignozzi, 1998 Primera edición: septiembre 1998 ISBN: 84-233-3032-X Depósito legaFB. 37.012-1998 Impreso por Romanyá Valls Verdaguer, 1. Capellades (Barcelona) Impreso en España - Printed in Spain
A los maestros de los escritos ramésidas Sir Alan Gardiner, Charles Kuentz, Jarosláv Cérny Kenneth Kitchen.
¿POR QUÉ VOLVER A ESCRIBIR SOBRE RAMSÉS?
Este libro, según la verdad histórica conocida hasta hoy, no tiende a la evocación de la vida diaria en Egipto en la época de Ramsés, en la que la imaginación muy a menudo prevalece sobre lo real. Mi propósito es, simplemente, enmarcar dentro de lo po sible el fenómeno Ramsés, fascinante para algunos, e irritante para los espíritus impacientes que chocan con la fraseología enfá tica de los antiguos textos oficiales, con alabanzas ditirámbicas hacia el soberano, y con la exageración de las diferentes hazañas comentadas. Al igual que a menudo me dediqué a desmitificar la «vengan za de Tutankhamón», las exposiciones delirantes sobre cierta «ciencia misteriosa de los faraones», o también el «secreto de las pirámides», mi intención ha sido, con una actitud semejante, la de presentar a nuestro héroe con todo el rigor científico posible, donde no tenga lugar lo subjetivo, y describirlo, en grandes lí neas, como lo recordaron recientemente algunos de mis colegas ya sea en el curso de exposiciones precisas pero sucintas, apareci das en manuales, como las de Nicolás Grimal' o de Claude Vandersleyen2 o en obras dedicadas a ese gran personaje; citaré natu ralmente, y antes que nada, la obra de Kenneth A. Kitchen,3 que podía permitirse esa hazaña después de reunir una cantidad im presionante de escritos contemporáneos concernientes al rey y a sus antepasados inmediatos.4 Esta base esencial de referencias sigue siendo la mejor, y de una gran utilidad. Agregaré que la cronología todavía un poco discutida en cuanto al desarrollo del reinado, una vez establecida por Kitchen, me parece la mejor y cuadra muy bien con la de los 9
soberanos cercanos del Egipto ramésida. Naturalmente, la he adoptado. Entonces, se preguntarán ¿por qué volver a escribir su histo ria? Porque el azar, o el desarrollo de los acontecimientos, me ha permitido cruzarme a menudo con testimonios sobre nuestro hé roe, un héroe del que quisiéramos comprender su personalidad íntima. Durante casi treinta años, frecuenté muchos de sus tem plos y busqué su razón de ser. Cuando hacia 1954 Egipto proyectaba edificar la Gran Presa — Sadd el-Aali— , para formar el inmenso lago Nasser destinado a contener el agua de la inundación anual necesaria para la vida del país, se vio que los templos de las diferentes épocas que ja lonaban las orillas de la Nubia egipcia, corrían el riesgo de desa parecer. Al contribuir a su estudio y salvación, durante más de veinte años, me interesé especialmente por los que Ramsés había consagrado entre la 1.a y la 2.’ Catarata del Nilo. Desde entonces me he planteado muchos interrogantes. Por ejemplo ¿por qué en esa zona de escasa población y donde, ade más, todos los hombres válidos iban a ganarse la vida al Egipto metropolitano, nuestro faraón había hecho erigir o excavar a lo largo de unos 390 kilómetros siete impresionantes «casas divi nas»? Se trata de los templos de Beit el-Wali, G erf Husein, Wadi es-Sebua, Derr, Meha e Ibchek (los dos speos de Abu Simbel), y Aksha (al norte de Sudán). Encontrar la razón de ser esencial de esas fundaciones, en esas épocas lejanas donde los templos no se erigían para el uso de los fíeles, sino para mantener inteligente mente la «máquina divina», planteaba un problema serio, digno de ser elucidado. Tuve la rara oportunidad de acercarme con frecuencia a esos santuarios lejanos casi abandonados que nadie, ni aun los egiptó logos, visitaba desde la edificación de la primera presa, a comien zos del siglo. Nuestros esfuerzos tuvieron éxito y los templos se traslada ron de 120 metros por encima del nivel del mar, más hacia el oeste, en las últimas orillas nubias que subsistían, a 180 metros por encima del mar. Entonces, con mi equipo de colegas france ses que dependía principalmente del CNRS,5 y los colegas egip cios del CEDAE,6 continué el trabajo sobre el excepcional faraón y los mensajes que quería entregar, en su magnífico Templo de M i llones de Años: el Rameseo.7 Creo haber podido detectar algunos 10
de sus móviles, y las ruinas cercanas me permitieron, además, reconstituir el primer mammisi independiente del templo, erigi do por Ramsés para su madre Tuya y para Nefertari, la Gran Es posa real. También estaba el Valle de las Reinas: de necrópolis princi pesca en la XVIII dinastía, se convirtió en la de las grandes damas de la familia ramésida y de algunos príncipes. También allí hay mucho para cosechar. Además tuve la suerte de volver a des cubrir la tumba de Tuya, madre del faraón, lo que me permitió aclarar varios puntos históricos. Y finalmente también se puso en el programa la tumba del faraón, en el Valle de los Reyes, saquea da en la Antigüedad. En 1975, una nueva incitación volvía a acercarme a Ramsés: nuestro ministro de Cultura, Michel Guy, de acuerdo con su ho mólogo egipcio, me pidió que organizara en París una exposición sobre el faraón, sólo con los monumentos que se conservaban en el Museo de El Cairo. De inmediato surgió la personalidad de Ramsés, hijo de Setos, cuya historia se podía evocar muy bien: ¡un rey con sesenta y siete años de reinado efectivo, a los que hay que agregar el tiempo de corregencia con su padre! No existe, en el curso de las treinta dinastías egipcias, un monarca del que se pueda seguir la existencia casi año a año como sucede con Ramsés. Era la ocasión para reagrupar la cosecha de nuevas informaciones recogidas en Nubia y Tebas, en especial en sus fundaciones, y de esbozar algunas respuestas a tantos interro gantes acumulados a lo largo de los años. También era necesario animarse a abordar el tema del Éxodo, objeto de tantas fabulaciones... Durante la preparación en el Museo de El Cairo de esta expo sición (que luego iría a Canadá y Estados Unidos) el estado alar mante de la momia del viejo faraón me incitó a iniciar gestiones que desembocaron en la curación en París de esta prestigiosa reli quia amenazada de destrucción. Los siete meses en los que Ram sés fue auscultado, y luego curado, en el Museo del Hombre fue ron benéficos. La cura de la que fue objeto lo liberó de un temible Daedalea Biennis, pero los innumerables análisis practicados nos entregaron secretos que ningún texto antiguo — son tan poco lo cuaces sobre la persona del faraón— , hubiera podido proporcio narnos. Y de esta manera, el aporte de esos largos años de estudio me 11
permitió reunir, y por lo tanto agregar, algunas piedras al edificio ya alzado a esa gran figura insignia. No es necesario apelar, lo que evidentemente es más cómodo, a la imaginación para recons truir la existencia de una de las más asombrosas personalidades del mundo de la Alta Antigüedad. En este caso, de alguna mane ra, sería traicionarlo. Por cierto que aún subsisten zonas de sombra, pero veremos que la aplastante realidad de la vida de Ramsés, y la atracción apasionada que suscita, superan todas las ficciones, por brillantes que sean, que pudieran surgir de la mente de un novelista.
Al frente: Rostro de la estatua derrum bada de Ram sés 11, en palmar de M it-Rahine.
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El Valle del Nilo hasta la unión del Nilo Blanco y el Nilo Azul
I
EL ÚLTIMO MILAGRO DE RAMSÉS
Julio de 1213 antes de nuestra era: el día de año nuevo
Se había celebrado el decimocuarto jubileo del faraón, la so lemne ceremonia de confirmación del poder que tenía lugar des pués de treinta años de reinado. Durante todas las ceremonias, y desde que había superado los noventa años, el soberano ya no abandonaba su palacio de Pi-Rameses, la encantadora residencia del norte. Él, cuya longevidad no cesaba de prolongarse, había visto morir a tantos de sus hijos, que estaba profundamente doli do. Varias veces, muchos de sus hijos habían desaparecido: en este momento le era difícil recordar sus nombres y confundía a Meriatum — muerto cuando su real padre tenía setenta y un años— con el príncipe Ramsés, el valeroso general muerto cuatro años después, cuando él ya hacía cincuenta que reinaba. Tres años más tarde, a los setenta y ocho años, perdía al príncipe here dero Setherjepeshef, hijo mayor de la Gran Esposa real Nefertari, que había llegado al Bello Occidente. La última prueba fue, sin em bargo, la muerte de su favorito — el duodécimo príncipe herede ro pretendiente al trono— , el sensato y piadoso Jaemuese, Sumo Sacerdote de Ptah en Menfis: ¡Ramsés, que tenía entonces ochen ta años, hacía cincuenta y cinco años que ocupaba el trono de Egipto! Cuando designó a su decimotercero eventual sucesor al trono, 15
el príncipe Mineptah, hijo de Isisnofret, segunda Gran Esposa real, los más cercanos al faraón decidieron precipitar el ritmo de los grandes jubíleos regeneradores y celebrarlos a partir de en tonces cada dos años, para proporcionarle un rejuvenecimiento. Así se sucedieron, durante los últimos diez años del reinado, de diez a catorce fiestas sed: fueron organizadas por el visir del sur, Neferrenpet, asistido por Hori, al parecer, uno de los nietos de Ramsés. En esas condiciones, por qué el faraón de gloria legenda ria no podía beneficiarse con ciento diez años de vida, atributo de los sabios. ¡Todos parecían esperarlo! También el anuncio del nuevo año se había vivido con gran esperanza en todo el país. La estación cálida, shemu, estaba por terminar, los cuatro meses durante los cuales la tierra de Egipto se había secado progresivamente, tocaba a su fin: se esperaba con fervor la llegada del agua fresca y pura, el agua de la inundación que debía producirse después de los últimos cinco días del últi mo mes de la estación, los Suplementarios que luego los griegos llamaron los «Epagómenos».' Eran temibles esos momentos en que los miembros de la futu ra familia osiríaca iban a nacer del seno de Nut, la bóveda celeste: durante este período podía suceder cualquier cosa. Era recomen dable permanecer al abrigo de su casa. Las arrasadoras flechas de Sejmet, la imprevisible de cuerpo tan suave, pero de amores tu multuosos y con una cabeza de leona poco amena, podía provo car la peste, el mal aire — la malaria— acechaba. Por lo tanto, se estaba seguro de una inundación abundante para ese comienzo del año sesenta y siete del reinado del gran Ramsés. Como de costumbre, el visir había informado regular mente a palacio del régimen del Nilo desde comienzos del mes de mayo, cuando el río estaba en estiaje, o sea que presentaba su nivel más bajo. La subida de las aguas se vigilaba en varios pun tos del país pero, sobre todo, desde el Dyebel Silsila, donde el Nilo, después de haber atravesado en último lugar Nubia, llega ba a Egipto. Cerca de las grandes estelas de las capillas ramésidas creadas en el acantilado occidental, se habían arrojado las ofren das a las aguas para que las hiciera propicias para la vida del país.
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Se desata la inundación La víspera de la fecha esperada, la Noche de Re — la «noche vieja»— se celebró de manera entusiástica. Cada edificio, cada casa respondía, en la tierra, al brilln de las estrellas, con la multi tud de lamparillas encendidas en sus puertas. Y luego, en ese pri mero de año de la estación ajet, poco después del 18 de julio de 1213 antes de nuestra era, el agua se desató en un resplandeciente calor atemperado por los benéficos vientos etesios que, viniendo del norte, rizaban la superficie del río y hacían más lento su cami no hacia el mar. Desde lejos, se oía como un murmullo, el sonido de las arpas que, desde el fondo de los templos, acogían el renacimiento del mundo: más apremiante, el m urmullo de los cantos de alegría planeaba por encima de todo el país. En las ciudades y pueblos, se hundían los diques de tierra que obstruían los canales secos, para que el agua reaparecida de pronto volviera a expandirse, a pesar de que los campos estaban cubiertos por los aluviones fe rruginosos rojizos del lejano Atbara etíope. La tierra de Egipto se convertía en un mar en el que multitud de barcas, floridas y decoradas con banderolas, bogaban al son de los tamboriles y del doble oboe. Era primero de año: cada uno, con sus vestimentas de fiesta,2 a menudo estrenadas para esa cir cunstancia, iba a buscar agua nueva para bebería, también para conservarla en jarras donde se decantaría, y hasta para enviarla más allá de los límites del país, a manera de talismán y prenda de fecundidad. También se bebía mucho «vino nuevo», el del Delta, de El-Fayum, y hasta el néctar más raro de la isla de Sehel, cerca de Asuán, porque la llegada de la inundación coincidía con la vendimia: así se celebraba ruidosamente el primer día del primer mes del año, el mes de Tot, el de la ebriedad (Tej). En el techo de los templos, desde antes del alba, los sacerdotes habían instalado la estatuilla del culto divino, sacada de su naos chapada en oro, expuesta de cara al este para que el beso del sol naciente pudiera recargarla con la energía divina. El nacimiento del nuevo año se proclamaba de terraza en terraza, desde la sali da excepcional del astro que aparecía una vez por año en la zona del cielo en que la estrella Sotis (Sirio) volvía a ser visible después de setenta días de eclipse. Esta estrella, conocida todavía hoy como la más brillante de la constelación del Can Mayor, se evoca18
Escena de «pesca m ilagrosa» durante la inundación. (Pintura tebana)
Nave con la cabina de un señor. (Tumba tebana de Menenna)
ba con la forma de una perrita con la cola «ensortijada», cuya imagen se ofrecía como regalo para el primero de año, desde la protohistoria hasta la dominación romana del país, en el momen to de los fuertes calores, por eso el nombre de canícula (calor de perrita, canícula). Sin embargo, en palacio, en el mayor secreto, los médicos (Sinu), los mismos que tantas veces habían sido enviados por el faraón a la cabecera de los príncipes de los países de Asia, ansio sos de beneficiarse con el concurso de esos brillantes expertos, estaban impotentes ante un moribundo. Aquel a quien el pueblo había tomado la costumbre de llamar, desde hacía mucho, con un matiz de familiaridad Sesu,3 agonizaba. Sin embargo, para el país y para los pueblos en los que había sabido inspirar respeto hacia Egipto, el que iba a morir había encarnado: el Glorioso sol de Egip to, la Montaña de oro y de electro, el pienso de Egipto, el Elegido de Re en la barca del sol, el Dios perfecto, hijo de Amón, la Imagen perfecta de Re, la Estrella del cielo, el Sol de los Príncipes, el Sol de todos los países, el Toro potente, el Protector de Egipto, El que doblega a los países ex tranjeros, el Grande en victorias, Señor de las Dos Tierras...
El rey ha muerto... Privado de sus últimas fuerzas, sin dominar el funcionamien to de los siete gloriosos orificios de su cabeza (dos ojos, dos ore jas, dos narices, la boca), doblegado por implacables dolores que doblaban su cuerpo hacia delante, el rey del Alto y Bajo Egipto Usermaatre Setepenre, hijo del sol Ramsés Meriamón, iba a exha lar su último suspiro precisamente en ese decimonoveno día del primer mes de la estación de la inundación, al día siguiente del primero de año tradicional. J Apenas se difundió la noticia, en ese período de excepcional alborozo hubo que dar el anuncio in extremis, los gritos de duelo pesaron bruscamente sobre los cantos de alegría. ¿Era posible? Cómo el hijo del dios en la tierra, héroe en su invencible juventud, imagen de la fuerza, de innumerable progenitura, garante de la fecundidad del país, el que había asegurado a Egipto tantos largos años de paz, el Gran Halcón, acababa de volar, la carne divina iba a volver a reunirse con la fuerza inicial de la que había salido. Alrededor del moribundo estaban reunidos los últimos hijos
que le habían dado sus Grandes Esposas reales, los de las esposas secundarias, y los numerosos nietos conducidos por el decimo tercero de sus herederos, Mineptah, su sucesor designado, naci do de la Gran Esposa real Isisnofret. El recuerdo de su bien ama da Nefertari, sueño de su juventud, primera Gran Esposa real y madre de los primeros príncipes herederos, muerta hacía cuaren ta años, parecía haberse borrado de su memoria. Sin duda Bintanat, de edad avanzada, su hija mayor y hermana de Mineptah, presente a su lado, había llegado unos días antes desde la resi dencia de las Damas reales, situada en El-Fayum, acompañada por Henutmire, una de las últimas princesas reales herederas, también confirmada Gran Esposa real. Entre los altos funcionarios de palacio que se hallaban en la cabecera del rey, muy pocos habían conocido su juventud, con excepción del anciano Sumo Sacerdote de Amón, Bakenjonsu, ya que el anciano visir Paser, que había colocado en la augusta fren te del nuevo faraón, el día de su coronación, las dos pelucas de la realeza, asimiladas a las dos diosas tutelares Nejabit el buitre y Uadyet la cobra, ya no estaba. Para Paser, convertido al comienzo de su ancianidad en Gran Sacerdote de Amón, el faraón debía cumplir el ciclo previsto por el dios. En efecto, había recordado que esas ceremonias, en las que participó siendo muy joven, se habían producido en el curso de la estación bendita de la inunda ción (ajet), sólo con una breve diferencia, es decir, entre el quinto y el undécimo día del tercer mes, sesenta y siete años antes: Hapi, que hace hinchar las aguas, iba a ordenar perfectamente el des tino terrestre del más ferviente de sus defensores. La excepcional longevidad de Ramsés aumentaría su gloriosa leyenda. En esa XIX dinastía, hubiera habido que buscar en los archivos de los templos, en lo más profundo del secreto de las Casas de vida, para encontrar los documentos que habían registra do el centenario de Pepi II de la VI dinastía. Por el contrario, los sucesores de Sesu se referían a la duración de su reinado, que deseaban poder igualar. Así, Ramsés IV expresaba, en una estela dedicada en Abido, el deseo de conocer un reinado tan largo como el del rey Ramsés, el Gran Dios, en sus sesenta y siete años.
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¡Viva el rey! La muerte de cualquier faraón podía provocar una ruptura del equilibrio cuyas insoslayables consecuencias era necesario evitar. Para paliar estos peligros temibles, el príncipe Mineptah, de unos cincuenta años, ya fogueado por una larga regencia al lado de su padre, fue, según la regla, inmediatamente entroniza do, esperando la investidura de la coronación, prevista para des pués del largu período de duelo y los fastuosos funerales. La noche del deceso, el cuerpo fue confiado a los sacerdotes momificadores para que iniciaran la preparación de los setenta días, con el fin de que el despojo del difunto transformado en Osiris pudie ra abordar el viaje de ultratumba en busca de eternidad. Iba a empezar el tiempo del duelo silencioso. A los gritos estridentes de las lloronas, a los gemidos expresivos de los hombres acuclilla dos, con la cabeza en las rodillas, sucedían los penosos momentos de postración. Mineptah, los príncipes y los notables se habían deja do crecer la barba, dando así a sus rostros un aspecto voluntaria mente descuidado.
Los embalsamadores Para recibir la primera purificación, Ramsés primero fue tras ladado a una capilla ligera, la Tienda de Purificación, cerca del tem plo de Ptah sin duda, donde, en un concierto de encantamientos salmodiados, el cuerpo fue rociado con el agua vivificadora.4 Luego los sacerdotes lo instalaron sobre una tabla de momifica ción en el «Lugar Puro», la Uabet, donde con gran secreto, bajo la responsabilidad del Superior de los misterios, que representa a Anubis,5Jefe del Pabellón divino y divino embalsamador, los ofi ciantes llamados Ut iban a afectar provisoriamente su integridad física quitándole el cerebro y las visceras, crimen sacrilego pero necesario, después de haberlo lavado con agua mezclada con na trón. Hicieron una incisión en el costado izquierdo del rey, sin duda con un cuchillo de sílex, de obsidiana, o de «piedra de Etio pía», para retirar los órganos que, después de ser lavados, fueron embalsamados. Volvieron a poner e¡ corazón en el tórax, así como los riñones, porque Dios sondea los corazones y los riñones. Además, el corazón, sede de la conciencia, debía pasar la prueba 23
el día del Juicio, como todos los súbditos del faraón. En cuanto a las visceras, serían depositadas momificadas en pequeños sarcó fagos de oro con la imagen del difunto. Luego los colocarían en vasos de alabastro donde cada órgano contenido sería identifica do con uno de los cuatro hijos de Horus: Hapi, Amset, Duamutef y Kebehsenuf,6 cuyas cabezas esculpidas en alabastro, pero con la efigie de Ramsés, servían de tapones. Las panzas de esos reci pientes, según el ritual, fueron colocadas bajo la protección de cuatro entidades femeninas: Isis, Neftis, Neit y Selkis, relaciona das con los cuatro puntos cardinales. Luego depositaron los va sos tapados en un cofre también de alabastro, que en los cuatro ángulos tenía, en relieve, la imagen de las cuatro diosas ya pre sentes en los vasos. Es probable que el conjunto fuera colocado, a su vez, en una pequeña capilla de madera dorada, en los ángulos de la cual volverían a encontrarse las estatuillas de las cuatro dio sas. Este complemento esencial de la momia, para la recomposi ción física del rey, debía acompañarlo en la tumba, rodeado del «mobiliario funerario». Entonces había que sumergir los despojos reales en un baño de natrón,7 para que desaparecieran las grasas y todas las ma terias putrescibles, y luego limpiarlos con el mejor vino de palma. Escurrido y secado, el cuerpo desembarazado de sus impurezas fue trasladado entonces, en un lecho de paja fina, al Per-Nefer o Casa del rejuvenecimiento. Allí, bajo la responsabilidad del jefe de los embalsamadores, el Canciller divino, los especialistas inicia rían la momificación de Ramsés con el arrollamiento de preciosas bandas del lino más fino, tejido en los talleres del Gran Harén de las Damas reales de Mi-ur, en El-Fayum, no lejos del lago Moeris. Estas últimas se inspiraban en la obra de Isis que había hilado los cordones preciosos utilizados por Neftis para los elementos de esa red profiláctica, artesanado sagrado considerado como pro cedente de una especie de magia universal.' Los sacerdotes que aplicaban las vendas, le habían devuelto a Ramsés, con pequeñas almohadillas de lino perfumadas, los relieves esenciales desapa recidos con las grasas. Los labios fueron remodelados y bajo las pupilas cerradas se habían colocado ojos falsos. La nariz, con el cartílago afectado por el paso de los ganchos destinados a extraer el cerebro, fue enteramente rellenada con granos de pimienta,8 mientras que el Sacerdote-lector, portador del papiro que contie ne el ritual sagrado, no dejaba de recitar las fórmulas de protec24
Colgante con el nombre de Ramsés proveniente del «Tesoro funerario» de su hijo Jaemuese.
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Dos brazaletes de oro y lapislázuli, con el nom bre de Ramsés. (M useo de El Cairo)
Fabricación de la máscara funeraria de una momia a la que se coloca el sudario.
ción. Un anillo de oro mantenía el corazón sólidamente unido a la parte superior izquierda del tórax, que fue enteramente tapizado con hojas de tabaco silvestre picadas, pegadas con resinas odorí feras. Entre las plantas que lo rellenaban, innumerables flores de manzanilla — muy probablemente mezcladas con numerosos amuletos de oro y terracota barnizada de color turquesa— , aña dían su sutil aroma protector.9 Y finalmente como Osiris herido de muerte por el Maligno, ahogado y privado de su miembro procreador que el pez siluro se tragó, el cadáver había sufrido, en el curso de una escena dra mática mimada, la ablación del pene que, momificado, fue vuelto a colocar en su lugar en previsión de su futuro despertar.
La momificación de Ramsés En los talleres, los orfebres se habían dedicado a las joyas fu nerarias: largos collares ornados con escarabeos símbolos del alba de la resurrección, barcas divinas, diosas tutelares que flan queaban el ojo-U dyat que evoca la plenitud reencontrada, imáge nes erguidas de Osiris con los cetros de la realeza, colgantes en forma de pilonos de templos enmarcando las imágenes de Isis y Neftis que preparan la animación del misterioso pilar-dyed, todo estaba listo al lado de los amuletos, y de las grandes siluetas de genios alados recortadas de planchas de oro, destinadas a ser deslizadas en los pliegues de las vendas, en los lugares precisos donde se habían quitado los órganos. Cada vez que se depositaban amuletos o se colocaban joyas, los oficiantes recitaban una plegaria apropiada. Un cinturón de oro y perlas multicolores «tejidas» mantenía sobre el abdomen del rey su legendaria daga con mango adornado con dos cabezas de hal cón enfrentadas, la que tan a menudo aparece en las estatuas del soberano, como se podía ver en el gran coloso de Menfis. Dediles de oro protegían las extremidades de sus pies y sus manos. t Llevaba anillos en todos los dedos; los más armoniosos con decoraciones que evocaban las imágenes del ojo sagrado, del loto de donde surge el sol, o del escarabeo: este último motivo estaba montado sobre una base de manera que la cara interior pudiera utilizarse como sello, con una fórmula profiláctica, o también con el nombre y la imagen del faraón. 26
Los largos cabellos de Ramsés, sedosos y extrañamente sua ves, blanqueados por la edad pero ligeramente pasados por hen na (igual que los dedos de los pies y las manos), no habían sido alterados por la calvicie, a pesar de la edad avanzada del sobera no. Un turbante plano de oro fino envolvía la cabeza. Sin embar go, no habían logrado fijar, a la altura de la frente, las dos formas animales erguidas de las diosas primordiales, el buitre y la cobra, que debían ayudar a la reconstitución del difunto10con el aspecto de su radiante juventud. La saliente muy pronunciada de esas insignias era incompatible con la colocación directa sobre el su dario de la pesada máscara-peto de oro macizo que debía cubrir la cabeza y el torso de la m om ia." Entonces deslizaron esas dos insignias debajo del sudario, contra cada una de las piernas de la momia. Por el contrario, los dos animales de la realeza que ador nan el frente del primero y del segundo sarcófago momiforme estarían rodeadas por la pequeña «corona de justificación»12 he cha de hojas de persea y pétalos de loto azul. Así, desde el co mienzo de su odisea por el más allá, Ramsés recibiría el viático que le aseguraría el reconocimiento de su legitimidad solar con firmada por la prueba del juicio. Largas bandas de lino «ataban» el cuerpo en su mortaja, antes de que fuera introducido en los diferentes sarcófagos realizados según el ritual.13
Sarcófagos y capillas Los miembros de la familia fueron entonces invitados a la «colocación en los sarcófagos»: las Damas reales rodearon el cue llo y los hombros del rey con guirnaldas florales trenzadas con hojas de persea desde la mañana, pero que se conservarían secas durante siglos, mientras no fueran puestas en contacto con el aire. Después de la colocación de la máscara-peto de oro, la mo mia fue depositada en el primer sarcófago, también de oro maci zo, que luego ocupó su lugar en un segundo sarcófago de madera chapada en oro e incrustada con pasta de vidrio que imita la tur quesa, el lapislázuli y la cornalina. Finalmente, un tercer sarcófa go exterior recibiría todos esos «encajonamientos». Era de made ra dorada, y su cuerpo, como el de los otros dos ataúdes, llevaba el decorado grabado en grandes alas protectoras dispensadoras 27
Barca funeraria de Tutankham ón equipada con su cabina. (M useo de El Cairo)
Las lloronas rodean la cabiiv» funeraria que boga hacia la necrópolis.
del «aliento de vida». Ramsés ya estaba dispuesto para llegar a la necrópolis real donde dormían sus predecesores desde el co mienzo del Imperio nuevo. Completada la momia y el primer «adiós al muerto», Mineptah, nuevo faraón, fue provisoriamente a Tebas, y tal vez a la ori lla izquierda, a la residencia preparada por Ramsés, en el recinto del templo jubilar, el Rameseo, donde tantas veces se habían cele brado los ritos anuales de confirmación del poder real.14 Tenía que asegurarse de que las importantes ceremonias de los funera les, organizadas por el visir del sur, en esa época alcalde de Te bas, Neferrenpet, se desarrollarían según el antiguo ritual y con todo el fasto deseado.
Ramsés deja su capital Al este del Delta, en las orillas de las Aguas de Re, a la altura de Pi-Rameses, la gran nave funeraria de sesenta codos de longitud, fabricada para las exequias del rey, todavía estaba en el muelle. Se había colocado en ella un cubo que protegía los sarcófagos y el cuerpo real. Ese navio-catafalco estaba adornado con altos tallos de papiro que recordaban las marismas primordiales en las que estaban los «manes» de Ramsés. Rodeando el aparato funerario y asistiendo a la última Gran Viuda, lloronas arrodilladas o de pie, elevando los brazos al cielo, ofrecerían, durante todo el recorrido desde el este del Delta hasta Tebas, el cuadro emocionante del dolor. La embarcación real de Mineptah remontaba la corriente a la cabeza del cortejo fluvial. La seguía el remolcador destinado a sirgar la nave funeraria provisto también de una ancha vela hori zontal de dos vergas, tejida con decoraciones multicolores. Se cundando la acción de los remos, contribuiría a afrontar mejor las aguas del tercer mes de la inundación (octubre de 1213 antes de nuestra era), aumentadas por los aluviones y con la corriente du plicada. Las otras naves del cortejo habían sido cargadas con el inmen so mobiliario funerario del rey; pero en ellas también habían ocu pado un lugar los miembros de la familia, los altos funcionarios y los sacerdotes funerarios. Desde el comienzo del desfile fluvial, los ribereños, campesi nos y ciudadanos, alertados por la noticia de su inminente paso, 29
se habían amontonado en las orillas: el espectáculo que se de sarrollaba era sorprendente. No sólo el fasto de la tripulación fas cinaba a los espectadores, sino que en la orilla del agua los gritos de duelo de las mujeres, algunas poniéndose polvo del suelo en la cabeza, respondían a los cantos mortuorios de los bateleros con los estribillos tradicionales y todo contribuía a prolongar la pre sencia del eterno Ramsés que no dejaba de dominar Egipto. Se hizo una escala de dos días a la altura de Abido, santuario de Osiris en cuyo mundo Ramsés acababa de integrarse: no había que dejar de pedir la indulgencia del dios mártir. Después de los ritos preliminares de investidura, el Sumo Sacerdote Unennefer y su hijo Hori subieron a bordo de la barca real para escoltar al difunto hasta el Valle de los Reyes (la Gran Pradera). Más al sur, a la altura del inmenso templo de Amón, y en el muelle cubierto por las aguas de la inundación, el Sumo Sacerdote Bakenjonsu y todo su clero rodeando a Mineptah acogieron al difunto Ramsés y su cortejo. Sin duda, en el gran patio de ese templo de la reale za, y antes de la sala hipóstila, se había desarrollado un primer simulacro de juicio del muerto, al final del cual el veredicto pro nunciado por los poderosos contemporáneos de Ramsés decidió su eventual estadía en el mundo de los justos. Luego la flotilla, aún más imponente, porque estaba rodeada por las barcas de los notables tebanos, bogó por la inmensa extensión de agua de la creciente, que cubría la llanura occidental de Tebas. Dejando, al sur, los colosos del templo de Amenhotep III («de Memnón»), llegó directamente al desembarcadero del Rameseo, en esa re gión del Imentet donde la estadía de los muertos se hunde en el misterioso, insondable dominio de la gran Hathor. En el seno del templo jubilar, se mimó el recuerdo de los ritos funerarios más arcaicos, marcado por los cantos, las danzas (entre ellas la de los muu de Buto, con gorro de cañas), en el curso de la evocación del indispensable peregrinaje a las ciudades santas... Luego, por últi ma vez, esos lazos sagrados dispensaron al muerto las ondas be néficas con las que fue irradiado, durante sus sesenta y siete años de reinado, por intermedio de sus imágenes que adornaban los pilares de los dos vastos patios, representándolo como Osiris y luego como sol naciente.
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la necrópolis real Y finalmente, al alba del día prescrito, partió el desfile fúnebre para llegar a las tumbas de sus «antepasados». Siempre en razón de las aguas que recubrían la tierra de Egipto hasta el límite de las arenas, la escolta fluvial vuelve a avanzar, para llegar lo más cer ca posible del largo camino que parte del norte de la cadena de los templos jubilares para hundirse en el dyebeh se necesitaron horas para descargar no sólo los pesados sarcófagos encajonados, sus catafalcos y sus andas, sino además el conjunto, más reduci do pero análogo, que contenía los vasos canopos, todo el mobilia rio: asientos, cofres, grandes lechos de transformación con for mas de animales, vasos de alabastro con los ungüentos, cestos de ropa, cofres llenos de joyas rituales, objetos de todo tipo, instru mentos y juegos, vestimentas y joyas, bastones, arcos y carcaj, grandes jarras con los mejores caldos de las bodegas del rey,15 estatuillas rituales doradas o bituminadas, y varios juegos de trescientos sesenta y cinco figuras que representaban, para cada día del año, al rey momificado (las shuabtis) pero adornado con diferentes coronas, destinadas a integrarlo en adelante en el mundo osiríaco del que reaparecerá, al año, como el nuevo Horus. Estos preciosos elementos, completados con ofrendas de ani males momificados en sus sarcófagos, fueron confiados a los Grandes del reino, funcionarios, amigos y servidores del rey que los cargaron a sus espaldas. Y el cortejo se puso en marcha. El trineo que soportaba el catafalco estaba arrastrado por bóvidos, y precedido por clérigos que desparramaban leche en el suelo. Seguían, lentamente, los dolientes, agrupados detrás de los dos visires con la cabeza rasurada, y los Nueve Amigos del rito apoyados en altos bastones, con la cabeza ceñida por ínfulas de duelo blancas. Venían luego los portadores de los altos tallos de papiro, numerosas lloronas con las vestimentas manchadas por el polvo ael camino que desparramaban sobre su cabeza, des peinadas, expresando una vez más ruidosamente la desespera ción. Finalmente, el largo cortejo alcanzó el comienzo del Valle del Oeste, allí donde Nebmaatre, el tercer Amenhotep, había construido su «morada eterna». En los dos lados del paso rocoso, el cortejo desfiló delante de los dos cuadros que Paser había he cho grabar en la superficie calcárea cuando, joven visir del sur, .
3)
Cortejo fluvial delante del puerto de Karnak. (Tumba tebana de Neferhotep)
Cortejo funerario dirigiéndole a la necrópolis (Pintura tebana >
I
Desfile del mobiliario funerario. (Tumba de Ramsés)
vigilaba la preparación de la tumba de su señor. En un lado es taba representada la vaca Hathor, patrona de occidente, entre cuyos cuernos encerraba el disco solar dominado por dos plumas de avestruz. En el otro, se veía una escena análoga pero con Paser arrodillado delante de la imagen de Hathor que entre sus cuernos tiene el disco solar dominado por dos altas remeras de halcón, emblema de Sotis. Una de las representaciones de Hathor acoge ría en su seno al rey muerto, en el corazón de la necrópolis occi dental. La otra, por el contrario, lo llevaría hasta su despertar cós mico, al este de Tebas, anunciado por la resplandeciente estrella del año solar. En ese lugar se abandonó el tiro de bovinos para que los Grandes de la corte pudieran ellos mismos arrastrar el catafalco en su trineo hasta la entrada de la necrópolis.
La tumba del rey El plano de la tumba,16 preparada poco después de la corona ción, se asemejaba más al de la sepultura de Amenhotep II, con la forma general de escuadra, que al plano de las siringas (del grie go syrinx, «flauta de caña». Nombre dado por los griegos a las tumbas de los faraones en Tebas) excavadas en la montaña según un eje prácticamente único, adoptado para Setos I, el padre del difunto Ramsés, y para Mineptah, su sucesor inmediato. ¿Por qué Ramsés había desdeñado ese «eje solar»? La impresionante caja funeraria de alabastro fue introducida al final de los trabajos. Las paredes de la siringa, cubiertas por escenas en que el soberano estaba en perpetuo diálogo con las formas divinas del más allá, mostraban ilustraciones muy vivi das cuando, al pasar, los portadores de antorchas iluminaban el traslado del tesoro funerario, es decir, de alguna manera, el mobi liario del que venía de celebrar su himeneo místico con la Gran Diosa, en las entrañas de la cual era recibida su momia. La larga sucesión de corredores — cuya decoración mural re cordaba las diferentes etapas del recorrido del sol, al que se asi milaba el difunto, durante las doce horas de la noche— , conducía a una primera sala con cuatro pilares. Era la Sala del Carro, flan queada por dos anexos laterales, donde los oficiantes deposita ron los carros del rey — uno totalmente chapado en oro— , en los 33
que el rey Sol, prefiguración de Apolo, expulsaría a las nubes ma léficas y recorrería, victorioso, las regiones donde el Maligno de bía ser combatido. Luego los corredores retomaban, como evocan sus paredes en finas viñetas, todo el misterioso ceremonial de la Apertura de los ojos y de la boca de la momia, y también estatuas del difunto rey. En el extremo había una ancha sala rectangular llamada Sala de la Verdad, adecuada para mantener el equilibrio de la extraordina ria red profiláctica que rodeaba el despojo del gran rey, en ade lante justificado, y muy pronto reanimado por el aliento. Después de esa sala, el plano de la siringa formaba un ángulo recto. Por una puerta abierta en uno de los costados, la Sala de la Verdad comunicaba con el inmenso cuarto de la tumba, la Cámara de Oro, centro de la tumba, con ocho pilares, y flanqueada por tres gru pos de anexos de diferente importancia. Al entrar en la Sala de Oro, el primer cuarto pequeño a la derecha tenía las paredes de coradas con la escena del Libro de la Vaca Celestial. Este mito, que apareció por primera vez en la tumba de Tutankhamón, tiene gran interés ya que puede considerarse la versión egipcia del Di luvio. Estaba ilustrado con una vaca, con el vientre tachonado de estrellas, imagen de la bóveda celestial cerca de la que circula una barca: la de Re, el sol envejeciendo. Los hombres se complotaron contra el demiurgo. Para castigarlos, éste les envió a Hathor, transformada en una leona enfurecida, que se embriagó con su sangre. Para que la humanidad no fuera destruida, Re hizo des parramar en el suelo cerveza coloreada con ocre rojo: Hathor se emborrachó bebiéndola, y todo volvió al orden. Pero, cansado de los humanos, el demiurgo se fue al firmamento, sobre las espal das de su hija Nut, la vaca estrellada, pero declaró: «Yo no había ordenado que hicieran el mal, pero es su corazón el que desobe deció lo que había dicho».17 La segunda pequeña pieza lateral de la derecha está adorna da, en el fondo, por un nicho que contiene la parte inferior de una estatua (sin duda Osiris). Estos locales estaban atestados con un extraordinario mobilia rio ritual, vasos canopos que contenían las visceras, shuabtis, es tatuillas de genios para escoltar los avatares del difunto, embar caciones variadas, y todos los elementos del tesoro funerario, desde ungüentos, vestimentas, adornos, ofrendas alimentarias, maqueta de «Osiris germinante», estatuas reales de madera, de
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Í Plano de
la tumbd de Ramsés II. (Dibujo F. Babied)
betún y doradas, imágenes del gran perro negro de Anubis, a la vez símbolo y organizador del pasaje hacia la eternidad, bajo la protección de su señor: Osiris. En el centro de la Sala de Oro, el gran ataúd de alabastro acaba ba de recibir los fondos encajonados de los diferentes sarcófagos, mientras que la momia, colocada de pie delante de la entrada de la tumba, iba a ser objeto del último rito: el de la Apertura de la boca y de los o/os,18 que debía devolverle el uso de todos los sen tidos. Este acto esencial iba a ser ejecutado por el sucesor del rey en el trono. Mineptah, vestido con el despojo del guepardo y con el jepresh recubierto de piel probablemente de avestruz, con sanda lias de piel blanca, utilizaba los numerosos utensilios colocados a ese efecto cerca de él en un banquito. El gesto último, que cerraría ese «adiós al muerto», debía cumplirse por medio de un hacha, que recordaba la silueta de un muslo de bóvido que, en el norte del cielo, representaba a la Osa Mayor.
Minrfrtah. d r a n M e im h ip d r Ram**« [|. (Musco d r El Cairo)
II LA EXTRAÑA ODISEA DE UNA MOMIA REAL
El adiós al faraón
A pesar de los gemidos de la Gran Viuda, que se agarraba a las piernas de Ramsés, ese hermoso viajero partido hacia la tierra de la eternidad, y que le suplicaba que no la abandonara, los sacerdotes se hicieron cargo de la momia, volvieron a colocar en su cabeza y hombros la máscara de oro y, luego, la bajaron otra vez a la sirin ga y la depositaron en los sarcófagos encajonados: pusieron las tapas una tras otra y la pesada losa bajó lentamente sobre el ataúd. Una fina tienda de lino transparente, salpicada de rosetas de oro, sostenida por cuatro picas chapadas en oro, cubría el con junto sobre el que se iban a edificar las cuatro capillas divinas.1En efecto, alrededor de la Sala de Oro, contra las paredes grabadas con capítulos de los libros sagrados Aquello Que Está en el Mundo Subterráneo, o del prestigioso Libro de las Puertas — libro postamarniano— , se depositaron provisoriamente numerosos paneles de madera dorada. Recubiertos de textos y representaciones fu nerarias propias de los ritos reales, esos elementos que se reuni rían alrededor de los sarcófagos tenían, entre otros, el papel de evocar, en su forma reconstituida, las capillas esenciales para el devenir del difunto: en dos ejemplares podía reconocerse la ar caica capilla de la Madre primordial del sur, Nejabit el buitre; una tercera capilla tomaba la forma del muy antiguo santuario de Ua41
dyet, la cobra, Madre primordial del norte. Estas dos entidades podrían acompañar al difunto durante todo su periplo por el mundo subterráneo y, además, se las recordaba en todo el apara to funerario. Una cuarta capilla que debía englobar a las otras tres tomaba la forma de un gran pabellón de la fiesta sed,' la fiesta de los grandes jubileos renovados a partir del año 30 de su reinado. Su papel iba a ser el de contribuir a la regeneración y a la perpe tua renovación del difunto. El cortejo reducido a los oficiantes esenciales salió de la sirin ga evitando el pozo profundo preparado no lejos de la entrada y con un doble fin: evocar la marisma que el candidato a la eterni dad debía atravesar, pero también captar las aguas de las lluvias diluvianas, raras pero devastadoras (detalle único: sus paredes tenían un comienzo de decoración). Retomando el largo corredor que los devolvía al aire libre, los sacerdotes pudieron ver, graba das en la pared, la representación de las diferentes fases de la ceremonia de la Apertura de la boca y de ¡os ojos y, más cerca de la salida, se detuvieron unos instantes ante las Letanías de Re el sol, para salmodiar algunos pasajes.
El banquete funerario
En el exterior, en el valle, se había levantado una gran tienda, donde asientos y pequeños veladores permitirían a los miembros de la augusta asamblea participar en el banquete funerario. Los convidados fueron adornados con collares de flores naturales que tenían, todas, una relación simbólica con los ritos de la su pervivencia. Con el mismo espíritu también fueron gratificados con flores de loto odoríferas. La comunión con el difunto se ase guraba principalmente con la absorción de vinos espiritosos que provocaban la ebriedad y engendraban el éxtasis divino. Cerra ban los ritos, que podían provocar el enfrentamiento con la terri ble — pero también deleitable— «hada» de la muerte, y también del amor, una Hathor temida pero deseable a la vez, cantos y danzas a menudo lascivas. Un simbolismo más discreto — y más poético— de estas prácticas había sido evocado en algunos ele mentos del mobiliario funerario: así, la viuda estaba representa42
da en el papel cumplido por Isis después de la muerte de Osiris, su esposo. Al despertarlo de su letargo, le devolvía momentánea mente su virilidad para que la pudiera fecundar con el nuevo sol. En lo más profundo de esos ritos, Hathor e Isis no representaban más que los diferentes aspectos de un mismo y potente símbolo.
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Tumba o cenotafio de los hijos de Ramsés: primera etapa de las excavaciones em prendidas por K. W eeks (finales de 1995). Estatua de Osiris que dom ina el primer nivel de la estructura, en fase de descombram iento.
Al dejar la necrópolis, el cortejo pasó al lado de la entrada de la gran tumba colectiva (Kher-en-Ahau)3 donde Ramsés había he cho preparar, en niveles subterráneos, innumerables pequeñas capillas rupestres con los nombres de sus numerosos hijos, entre ellos, Amenherjopeshef, Ramsés, etc. Los sucesores del gran rey nunca vivieron el largo período de paz que atravesó Egipto después del tratado con los hititas en el año 21 del reinado de Ramsés. En el curso de la XX dinastía, el tercer Ramsés4 logró salvar su reinado de una invasión más te mible todavía que la de la coalición realizada por Muwatalli. Por el contrario, el país, infiltrado por una disimulada penetración libia, y debilitado por malos Nilos —y por lo tanto malas cose chas— , tuvo que soportar el enceguecimiento del poder central y de una administración a menudo muy desfalleciente. Sufrió en tonces un empobrecimiento y un deterioro moral que permitie ron muchas exacciones.
El saqueo de la tum ba
En la región tebana principalmente, donde las autoridades lo cales debían oponerse a los prevaricadores y esforzarse por fre nar el hambre, se empezó a violar — y a saquear— las tumbas reales, verdaderas cavernas de tesoros. La de Ramsés II fue vícti ma de un intento de penetración en el año 29 de Ramsés III, y luego de intrusiones salvajes desde antes del reinado de Ram sés IX,5 al igual que el precioso equipamiento de su templo jubi lar, el Rameseo. Fue necesario interrogar con los procedimientos más radica les a los culpables de las depredaciones, entre ellos un tal Paykamen, para que confesaran su crimen y denunciaran a sus cómpli ces. Hasta ahora, no se salvó ninguna tumba conocida de la Gran Pradera, exceptuando la pequeña «reserva» de Tutankhamón. Las momias reales, casi totalmente privadas de su equipamiento fu nerario, en su conjunto fueron desenvueltas groseramente por los saqueadores, para arrancar joyas y revestimientos de oro. También vaciaron prioritariamente los hermosos vasos de ala bastro, para recuperar los preciosos ungüentos... ¡y algunos con fesaron haber tomado los deliciosos vinos de los faraones! Los sacerdotes y el alcalde de Tebas decidieron entonces reu nir la mayoría de los despojos reales en dos de las más bellas tumbas del Valle de los Reyes, la de Setos I y la de Amenhotep II, cuyos accesos podían ser fácilmente vigilados.6 Así, la mayoría de los cuerpos de los faraones de la XVIII a la XX dinastías, muy maltratados, rodeados de pobres restos de los fastuosos m obilia rios funerarios,7 se volvieron a enterrar pero sin ninguna pompa: ¡la época no daba para más! Durante el reinado de los reyes sacer dotes de la XXI dinastía, dos siglos más tarde, las momias casi desnudas fueron envueltas en un pobre sudario de lino bastante tosco, y los preciosos adornos desaparecidos reemplazados por guirnaldas de hojas y flores naturales (principalmente hojas de persea y loto azul). Los «salvadores» reutilizaron los sarcófagos menos deteriorados: depositaron la momia de Ramsés en uno bien conservado pero privado de sus revestimientos de oro, que abrigó sin duda el cuerpo de su abuelo Ramsés I. Este «salva miento» se ejecutó en el año 6 de la Era del Renacimiento», el deci moquinto día del tercer mes de la estación peret (invierno-prima44
vera), muy probablemente bajo la responsabilidad del Sumo Sacerdote Herihor, durante el reinado fantasma del noveno Ramsés, hacia el año 1090 antes de nuestra era. Poco tiempo después, a pesar de una vigilancia sin duda pre caria, los intrusos volvieron a entrar en la tumba de Setos I, espe rando encontrar algunos restos del tesoro: y otra vez maltrataron a la momia de Ramsés. El Sumo Sacerdote de Amón, Pinedyem I, la hizo reparar en el año 10, fecha escrita en el sudario a la altura del pecho. Tal vez fue en ese momento cuando los sacerdotes deslizaron en las manos del sarcófago real momiforme los pobres cetros de madera de palmera, el azote y el cayado de Osiris, mo desta alusión a las magníficas insignias originales, de oro y pasta de vidrio lapislázuli.
El escondite real
Se demostraba, pues, que la siringa de Setos I ya no era un emplazamiento seguro, mientras que la tumba de Amenhotep II quedó preservada y sólo la sacó a la luz Víctor Loret en 1898. Había que encontrar un lugar secreto para proteger las tristes re liquias, un lugar alejado de la necrópolis real verdaderamente muy cerrado y muy apartado. Las autoridades buscaron el em plazamiento adecuado en la depresión de uno de los grandes cir cos que bordean el pie oriental de la montaña dominada por la Santa Cima en forma de pirámide, frente a la llanura tebana. Su elección recayó en el hipogeo,8muy probablemente saqueado, de la oscura reina Inhapi, donde ya se había puesto a seguro la mo mia de Amenhotep I, su esposo divinizado, patrón de la necrópo lis. Para que no la descubrieran los saqueadores eventuales, se decidió elegir el camino más rápido, el más discreto pero también el más peligroso: pasar por la cima de la montaña en vez de se guir el largo camino demasiado expuesto que desembocaba en la llanura y costear luego Deir el-Bahari. El peligroso traslado se hizo en el curso de tres noches: una inscripción en los muslos del sarcófago momiforme donde yacía Ramsés señala que el despla zamiento se realizó en el año 10, cuarto mes de la estación peret, el decimoséptimo día del reinado del faraón Siamón (979-960 a.C.). 45
Ramsés y sus pares estaban escoltados por algunos muy altos funcionarios sacerdotales, entre éstos Anjefenjonsu, Nespakashuty y el Jefe de los sellos de la necrópolis. Se hizo coincidir el acontecimiento con las exequias del Sumo Sacerdote de Amón, Pinedyem, enterrado en los mismos lugares con su propio mobi liario funerario. Se grabó entonces una nueva acta en la punta de la cabeza del sarcófago de Ramsés; en ella se dice que los ritos fueron celebrados por otro grupo de sacerdotes, entre ellos Dyedjonsuiuefanj, Unennefer y Efenamon en el año 10, el mismo cuar to mes, pero el vigésimo día. Este «escondite» no tenía nada en común con los fantásticos palacios subterráneos de paredes tapizadas con imágenes divi nas y representaciones irreales que trazan los avatares del Hijo del Sol en el universo transitorio de sus pruebas en el mundo de los muertos. Primero los sacerdotes bajaron los sarcófagos a un pozo de 12 metros de profundidad y 2 metros de anchura. Luego, los «mozos de cuerda» tomaron un corredor de 1,40 metros por 1,80 metros de diámetro, excavado en la piedra calcárea tebana. Des pués de 7,5 metros, doblaron en ángulo recto para tomar otro corredor de 60 metros que desembocaba en una cueva oblonga de 8 metros, sin ninguna decoración. ¡Es de imaginar las dificul tades que tuvieron para introducir los voluminosos sarcófagos!
¡2.830 años después!
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Las pruebas que debió pasar Ramsés para llegar a su eternidad acaban de cesar provisionalmente, y durante un período de dos mil ochocientos treinta años. Volverían a surgir al final del siglo XIX de nuestra era por obra de nuevos atracadores de tesoros de la región, instalados en las antiguas tumbas de los nobles tebanos. Treinta y seis años después de que Champollion realizara el sensacional desciframientro de los jeroglíficos (1822), Auguste Mariette, convertido en Egipto en el bajá Mariette,9 creó el primer servicio de protección de los monumentos faraónicos en ese país donde los inspectores del Servicio de Antigüedades empezaron a vigilar y frenar los pillajes modernos de las venerables necrópolis en beneficio de marchantes y coleccionistas aficionados a ese pa46
sado fabuloso. Aun antes de que lo sucediera Maspero, la región tebana continuó aportando a los «anticuarios», entre 1871 y 1874, series de objetos reunidos que provenían de tesoros funerarios,10 y papiros que se remontaban a la XXI dinastía. Una investigación confiada a dos de sus colaboradores, los inspectores H. Brugsch y Ahmed Bey Kamal, terminó el 6 de julio de 1881 (¡una vez más la época de la inundación!) con el descubrimiento de una banda de saqueadores provenientes de una familia de Gurna (Tebas oeste), y del célebre «escondrijo de Deir el-Bahari» donde éstos, según las necesidades, sacaban como de un generoso banco las reliquias que venderían. Fue, sin duda, durante ese período cuando los saqueadores to maron del escondrijo los magníficos vasos de terracota barnizados de un azul intenso, decorados en tinta negra con motivos florales y cartuchos de Ramsés II, salvados del saqueo y que los sacerdotes depositaron cerca de los despojos del faraón. En forma de situlo (vaso ritual, de cuello ancho y alto, de fondo ovoidal, provisto de asa), todavía contenían paños que habían servido para la momifi cación del rey. Poco tiempo después del descubrimiento del escon dite, pasaron al mercado de antigüedades. Los únicos vestigios prodigiosos conocidos hasta hoy del mobiliario funerario del gran rey, se conservan, desde 1906, en el Museo del Louvre." A la vista de ese penoso Saint-Denis de los faraones del Impe rio nuevo, amontonados en el siniestro panteón del circo de Deir el-Bahari, la emoción fue indescriptible. Había que actuar rápida mente para evitar una eventual intervención de la gente del pue blo, beduinos que desde hacía generaciones se habían establecido en las antiguas tumbas vecinas. De El Cairo12 enviaron refuerzos de policía. La extracción de los sarcófagos, a menudo enormes, se hizo en cuarenta y ocho horas... pero a la luz del día. Y su traslado hacia Luxor se terminó el 11 de julio. Tres días después llegaba el barco enviado por Maspero, que apenas terminó la carga, partió inmediatamente hacia El Cairo. La noticia de este descubrimiento se extendió como reguero de pólvora y la decepción de los saqueadores de momias fue muy grande; pero entre Luxor y Kuft, en el momento en que el barco bajaba por el río, como en los funerales de la época de sus an tepasados, los fellahin manifestaron su profunda y deferente consternación, yendo a las orillas del Nilo, donde las mujeres lan zaban gritos de duelo y desparramaban polvo sobre sus cabellos 48
Dibujo de la momia de Ramsés revestida con su nuevo sudario, florecido en la XXI dinastía.
La mom ia liberada de las vendas y agredida por los saqueadores como la vio el jedive de Egipto en 1886. (M useo de El Cairo)
y los hombres disparaban los fusiles: ¡Ramsés había recuperado el homenaje de su pueblo!
Ramsés en El Cairo En compañía de los despojos de los más grandes de su época, la momia de Ramsés fue depositada en el Museo de Bulaq.13 El ministro de Trabajos Públicos en ese momento, Ismail Eyub, hizo construir una gran sala concebida para recibirlos. Otro ministro, Majmud Fahmy, ordenó, en 1882, hacer doce vitrinas para prote ger a las momias más presentables. Y finalmente el coronel Scott M oncrieff proporcionó los créditos necesarios para revestir de ma dera las paredes a las que estaban adosadas. Estos retrasos en los arre glos para su conservación provisional ya habían afectado el es tado de las momias reales que — dejando de lado los destrozos causados por los bandidos— hasta entonces no habían sufrido agresiones climáticas o microbianas, debido a la perfecta seque dad de la montaña tebana. En adelante, Ramsés yacía cerca del Nilo, de una humedad extremadamente nociva durante el período de inundación. Se produjo otro episodio en la escalada de riesgos que debía en frentar Ramsés. El jedive de Egipto, S.A. el bajá Mohamed Tewfik deseaba, a pesar de los testimonios grabados en los sarcófagos, ase gurarse de la identidad exacta de esas momias y principalmente de la de Ramsés II, por lo que se empezó entonces a «desvestirla». El primero de junio de 1896 (= 28 shaaban 1303 de la hégira), a las nueve de la mañana, empezó la ceremonia, en presencia de diecisiete ministros o altos personajes del reino, orquestada por Gastón M aspero asistido por Émile Brugsch y Urbain Bouriant. No se necesitó más de un cuarto de hora, escribe Maspero, para quitar la banda de lino rojizo y los sudarios que sostenía. Los tejidos con los que los sacerdotes de la XXI dinastía habían vuelto a envolver a la momia, eran bastante toscos, pero en el que cubría el pecho, el nombre del rey, escrito por orden de Herihor, confir maba la identidad del cuerpo. Lo poco que subsistía de las vendas iniciales, dejadas por los ladrones, eran de un lino tan fino que Maspero pudo compararlas inmediatamente con la muy transpa rente muselina de la India, ligera, blanda y suave al tacto. Cuando en 1907 Pierre Loti visitó el actual Museo de El Cairo, adonde se ha 50
bían trasladado los fondos de Bulaq, fue introducido de noche en el primer piso, ante los cuerpos reales que estaban allí «deposita dos». Frente a la momia de Ramsés, a la débil luz de la linterna que sostenía Maspero, supo por este último que en el momento en que, delante del jedive, apareció la ilustre figura, fue tal la emoción, que los grandes personajes se atropellaron como un rebaño y volcaron al faraón. Loti agregaba a su rela’to: Además, hizo hablar mucho de él, el gran Sesostris, desde su instalación en el museo. Un día, de pronto, con un gesto brusco, en medio de los guardias que huían, aullando de miedo, levantó la mano que todavía está en el aire y que no quiso bajar. Luego se produjo, en sus viejos cabellos de un blanco amarillento y a lo largo de todos sus miembros, la eclosión de una fauna cadavérica muy hormi gueante que necesitó un baño completo de mercurio,14 Depositadas en la sala donde las había visto Loti, estas mo mias estaban al abrigo de miradas indiscretas, porque el público no podía visitarlas. Luego, un día de 1935, no se sabe por qué razón, cuando se fue Pierre Lacau, director del Servicio de An tigüedades, fueron relegadas al salón de la casa que acababa de abandonar ese alto funcionario del gobierno egipcio. Cuando le sucedió el canónigo É. Drioton, se encontró a esos desafortuna dos cuerpos en el salón de la casa, edificada a la entrada del mu seo y en la que iba a vivir. El canónigo se preocupó de que las trasladaran al mausoleo, todavía vacío en esa época, preparado para recibir el cuerpo de Saad Zaghlul. Cuando se decidió destinar esos locales a su des tinatario, las momias volvieron al Museo de El Cairo: la curiosi dad de unos pocos huéspedes de honor o de algunos egiptólogos, sólo podía satisfacerse levantando las cortinas violetas que cu brían sus vitrinas conservadas en una sala cerrada al público.
Hay que curar a Ramsés
Nuevo drama: hace unos veinte años, las autoridades del Mu seo de El Cairo decidieron volver a exponer las momias reales. La humedad ambiente, que desprendían los visitantes, agravaba aun más las condiciones climáticas de esta peligrosa exposición detrás de un cristal y en vitrinas no estancas. Después empezaron 51
a afluir los pedidos para radiografiar los cuerpos, la cabeza y so bre todo la dentadura de los faraones. Se los permitió sin que se reunieran las condiciones de conservación adaptadas al desarro llo de ese trabajo científico. Las momias corrían el riesgo de sufrir un fatal deterioro. El olor que se desprendía, en especial de la momia de Ramsés, no recordaba en nada los aromas de resina y de ungüentos que la habían perfumado en otro momento. Mien tras estuve en El Cairo para preparar la exposición Ramsés el Grande (París, 1976), me esforcé para que buscaran la causa de ese fenómeno. En el lugar faltaban los medios y gente autorizada me aconsejó que intentara hacer curar a Ramsés en París. Se deci dió entonces apelar al decano L. Balout, director del Museo del Hombre, y al profesor J. Dorst, director del Museo de Historia Natural. Pero para realizar esa operación y sacar de Egipto a unos de sus faraones para que «fuera a Francia a consultar a los médicos», antes que nada era necesario obtener el acuerdo de los dos presidentes Anuar el-Sadat y Valéry Giscard d'Estaing y ade más que el gobierno francés tomara a su cargo a Ramsés. Rodeado por los cuidados del personal técnico del Museo de Historia Natural y del Museo del Hombre, nuestro rey fue prepa rado para el viaje. Pedí que pusieran a mi disposición un Bréguet, un avión militar francés. El 26 de septiembre de 1976, Ramsés dejó el Museo de El Cai ro en un camión escoltado por soldados al mando de un general llamado... Ramsés. La gran arteria que llevaba al aeródromo era la interminable avenida... Ramsés. Soplaba un viento de 150 kiló metros por hora, lo que ofrecía condiciones poco favorables para un vuelo que debía garantizar a su augusto pasajero contra cual quier sacudida perjudicial para su equilibrio. Pero había que con tar con nuestro «hacedor de milagros», esos milagros que tan bien y oportunamente habían servido a la gloria de nuestro hé roe. Una vez más la suerte estuvo de su lado. En el momento de despegar, el viento se calmó bruscamente. Aproveché para pe dirle al piloto que hiciera pasar a Ramsés por encima de las pirá mides. El director de los laboratorios del Museo de El Cairo, el doctor Shauky Nakhla, que no se separó de Ramsés durante su estadía de siete meses en el Museo del Hombre, no daba crédito a sus ojos: ¡milagro de los tiempos modernos! Tres mil ciento no venta años después de su muerte, Ramsés, salido de las tinieblas de la tumba pasaba por encima de la única de las Siete Maravillas 52
La representación oficial recibe a Ramsés a su llegada a Bourget-Dugny: Alice Saunier-Seité, ministra de Universidades, el general com andante de la casa m ilitar del presidente Giscard d'Estaing, el embajador de Egipto S.E. Hafez Ismael, el com andante de la base m ilitar de Bourget-Dugny.
del Mundo que se había preservado. El avión luego se adelantó tanto al sobrevolar el M editerráneo que debimos hacer una larga escala en Istres para respetar el horario indicado por el protocolo. A las 17 horas, Ramsés llegaba a la base aérea del Bourget-Dugny para un recibimiento a la medida de su rango.
Ramsés en París
En presencia de la ministra de las Universidades, Alice Saunier-Seité. delegada por el presidente de la República, del jefe de la Casa militar del presidente, y del embajador de Egipto S.E.M. Hafez Ismaíl, la Guardia republicana rindió honores: el gobierno egipcio podía estar seguro de que Francia recibía con el respeto debido y la discreción pedida, al más antiguo e ilustre jefe de Estado que venía a curarse al corazón de París. En el camino tomado por el cortejo que llevaba los despojos de Ramsés al Museo del Hombre, no pude resistir la tentación de efectuar, al lado de Ramsés, la vuelta al obelisco, en la plaza de la Concordia. Ese monolito de granito rosa es una de las dos «agu jas» de piedra erigidas por orden de Ramsés II delante del templo de Luxor. Cargado de historia y simbolismo, el monumento fue ofrecido a Francia por Mehemet Ali: Jean-Franqois Champollion, en efecto, había devuelto a Egipto tres mil años de su pasado.
El faraón y sus ciento diez sanadores
Durante siete meses, del 26 de septiembre de 1976 (¡una vez más la época de la inundación!) hasta el 10 de mayo de 1977, Ramsés fue huésped de París y más especialmente del Museo del Hombre entre el Trocadero y la torre Eiffel. Se le dedicó una sala especial, estéril; el decano Balout había reunido para detectar el agente que lo atacaba y salvarlo, al igual que para su nueva presentación, a ciento diez colaboradores, to dos honorarios, sesenta y tres de ellos investigadores científicos.15 Dentro de las medidas de seguridad establecidas por el gobierno egipcio, se utilizaron los medios más sofisticados para interrogar 54
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a. Radiografía de la cabeza real que perm ite distinguir los granos de pimienta introducidos en la nariz (radiografía Dr. Masard). b. Curvas de nivel fotogram étricas del perfil de Ramsés. (Foto IGN) c. Con el pantógrafo, restitución del rostro de Ramsés gracias a las curvas de nivel. (Foto IGN) d. La mano de la mom ia deteriorada por los ladrones. e. Recuperación de esa mano.
a ese prestigioso testigo de la Alta Antigüedad. Se pudo saber entonces que la altura del rey sería de 1,75 metros aproximada mente y que su muerte se produjo alrededor de los ochenta y cinco años (según las pruebas históricas se sitúa la muerte del rey hacia sus noventa años). Ramsés era de piel blanca, de un tipo mediterráneo cercano al de los beréberes africanos. En el momento de su momificación, llenaron su torso con nu merosos productos desinfectantes: los embalsamadores utiliza ron un fino «picadillo» de hojas de Nicotiana L., encontrado en las paredes internas del tórax, al lado de depósitos de nicotina, con seguridad de la misma época de la momificación, pero que plan tean problemas, porque, al parecer, ese vegetal todavía era desco nocido en Egipto. También se encontraron en la caja torácica cen tenares de miles de pólenes de una planta de la familia de la manzanilla, al igual que salvia, ranúnculos, mezclados con goma adragante, hojas de tilo y plátano... y hasta algunos pólenes de algodón silvestre, todos vegetales del Delta. Las prospecciones endoscópicas permitieron detectar en la cavidad abdominal frag mentos de tejidos hechos de hilos azules y de oro, colores simbó licos de los faraones. El cuello todavía mostraba huellas de pieles de bulbos de un tipo de narciso de olor embriagador. La radiografía de las mandíbulas y la extensión de los premo lares permitieron refutar las observaciones rápidas hechas en el momento del descubrimiento: el rey había sufrido lesiones den tarias importantes y al final estuvo afectado de una paraodontolsis. Por otra parte, gracias a la xerorradiografía, en la cabeza de Ramsés se pudieron ver, casi obstruidos, los vasos sanguíneos. Esto permitió imaginar, apoyándose en las pruebas, la manera penosa en que se movía, inclinado hacia adelante, apoyado en su alto bastón, afectado por una invasora espondiliartritis anquilo sante, al menos durante los últimos veinte años de su reinado. Una comprobación conmovedora: en la sala de trabajo del Museo del Hombre donde se transportó a la momia para ser irra diada. hice exponer sobre la pared la ampliación de la fotografía del rey difunto en su carro, esculpido en la sala-patio del gran templo de Abu Simbel. La comparación del perfil de la momia, con nariz prominente, aguileña, y un mentón corto y saliente, con el perfil de Ramsés hacia los treinta años, retratado en la Nubia egipcia, a más de 1.350 kilómetros de distancia y después de más de 3.200 años, era impresionante. 56
Otra indicación preciosa: Ramsés primero fue momificado en el norte de Egipto, cerca de su capital Pi-Rameses. Los granos de arena, originarios del desierto, pero también del mar, todavía peados a sus cabellos, completaban las informaciones reunidas, re lativas a los lugares donde se trabajó en el cadáver, al comienzo del proceso de momificación: debió de ser el Delta, en un lugar alejado del Nilo, y más bien en la proximidad de los campos por que no se encontró ningún polen de las plantas acuáticas, sino los pólenes pesados de los cereales. Por el contrario, huellas de gra nos de cuarzo, provenientes de los minerales pesados del Alto Egipto' aportan las pruebas sobre el medio probable, en la orilla izquierda de Tebas, donde los sacerdotes se esforzaron por sub sanar los destrozos provocados por los saqueadores de hipogeos.
Una revelación inesperada e importante
Ahora hay que abordar un punto de extrema importancia y prestar atención a las investigaciones muy avanzadas sobre la magnífica cabellera del rey, todavía suave y sedosa que, des pués de haber sido cepillada delicadamente, recuperó su forma natural en armoniosos y anchos bucles. Apenas lo desenvolvie ron, Maspero había comprobado, efectivamente, que esos cabellos, blancos, habían sido teñidos con henna; ese hecho era innegable. Al parecer habría otra razón en el origen de la pigmentación peli rroja de los cabellos que todavía subsistían en la base del cráneo: parecía que estábamos ante su color natural, ya que sabemos que ese lugar es el último en decolorarse en el curso del envejecimien to del individuo, cualquiera sea su color original. En caso de que el glorioso faraón presentara un mechón pelirrojo (tal vez here dado de sus ascendientes inmediatos), el descubrimiento tendría un interés excepcional. En efecto, los que en el antiguo Egipto poseían, por desgracia, ese sistema piloso, que recordaba el color de las arenas estériles y el del pelaje de los animales del desierto, eran considerados seres un poco diabólicos, seres tifonianos, con sagrados al Tifón de los antiguos, el dios Set. Se los llamaba peyo rativamente las form as pelirrojas. En el famoso Libro de los Sueños sus sueños se analizan en un capítulo especial como los de los 57
compañeros de Set. Sin embargo, al comienzo de la XIX dinastía, dos faraones cuyos reinados están intercalados entre los de los primeros Ramsés han sido llamados Setos (es decir, el de Set). Hay que recordar con qué real ostentación Ramsés, el segundo de su nombre, celebra la forma divina de Set, del que dice han salido sus antepasados. Hasta llega a asociarla al Baal de los asiáticos; se observa que Set aparece en el mito solar, no sólo como la imagen de la perturbación necesaria para el desarrollo de las estaciones, para el equilibrio de las fuerzas cósmicas, sino sobre todo como el aliado del astro en cuya barca sube para defenderlo mejor del Maligno. En efecto, el demonio, el único verdaderamente recono cido no es Set, sino Apofis, la peligrosa serpiente. No es sólo un mal necesario, Caín, Calibán, sino que se afirma como el aspecto fuertemente dinámico de lo divino que expande sus favores so bre Egipto. ¿Ramsés se había visto obligado a exorcizar, a los ojos del pue blo, el temible prejuicio, o el peligro que evocaba generalmente el aspecto flamígero de su cabellera? Así pues, lejos de enmascararla ¿nuestro faraón la habría hecho aceptar sublimándola? Permítasenos adelantarnos un momento al desarrollo de su historia. Según la conclusión de los trece especialistas, entre ellos ingenieros y médicos del Laboratorio de Identidad judicial, del Instituto textil de Francia, de la sociedad L'Oréal — que declara ron que podían afirmar con casi total certeza que el color inicial de Ramsés era rojo— , inmediatamente reconocimos la importan cia de este descubrimiento inesperado, que aclaraba las opciones y la actitud a veces provocativa del gran rey. En efecto, valorizar una particularidad física que podía agobiar a alguien menos sutil que él, convertir un aspecto nefasto en el objeto que sublimaba la entidad temida, no era una victoria menor. Porque lejos de en mascarar lo que, en otras épocas, podía denunciarse como una desventaja, incitó a su pueblo a considerar el pelo rojo que lo se ñalaba como la demostración de su origen setiano, expresión di vina presentada como benefactora de sus padres... ¡sin duda, los primeros pelirrojos de la familia real! A la vez que evita declararlo claramente en los textos, «ma niobra» de manera que su inhabitual sistema piloso ilustra una bendición especialmente dispensada por Set, una de las necesa rias emanaciones del sol. ¡Ese hacedor de milagros manipulaba con destreza una diplomacia muy psicológica! 5tl
Los cabellos blancos de Ram sés que m ilagrosam ente continuaban siendo sedosos. (Foto Tassigny)
Set protege la barca del Sol, oponiéndose a la serpiente Apofis. (Papiro funerario, Museo de El Cairo)
La enferm edad que afectaba a la m om ia
Al obtener la autorización del gobierno egipcio para «curar» a Ramsés, se prometió que ninguna publicidad rodearía la presen cia del rey en París, y que no se haría ninguna experiencia con la preciosa reliquia: todas las investigaciones y estudios para detec tar el mal susceptible de haberlo agredido se harían... desde el exterior. Es así que se cortó la tela rugosa sobre la que la habían colocado en su sarcófago moderno, después de su llegada a El Cairo, en trozos entregados a los diferentes especialistas que es tudiaban el problema. En definitiva, fue un ingeniero químico de origen egipcio, que hacía prácticas en el Laboratorio de criptogamía del Museo de Historia Natural, J. Mouchacca, el que determi nó no el microbio sino, entre unas sesenta especies que mostraban una actividad de los hongos reciente e intensa, el Daedalea Biennis, especie de hongo que proliferaba en la espalda del faraón.
La curación del rey
Esta comprobación permitiría considerar el tratamiento que debía prescribirse: de entrada se descartó la utilización de gas, o de productos químicos susceptibles de agredir a la momia. Que daba la radiación gamma (cobalto 60). Después de numerosas ex periencias con momias que ya estaban en el Museo del Hombre, efectuadas en el Centro de Estudios Nucleares de Grenoble, se decidió la radioesterilización. De esta manera los despojos de Ramsés, que habían recibido todos los cuidados de sus «enferme ros», volvieron a colocarse en el sarcófago (restaurado) donde lo habían depositado los sacerdotes de la XXI dinastía. Colocada en una vitrina estanca fabricada a tal efecto, la irradiaron los inge nieros del Comisariado de la Energía Atómica, Centro de Estu dios Nucleares de Saclay. La víspera de la operación, el presidente Giscard d'Estaing, acompañado por la ministra Alice Saunier-Séíté, vino a saludar al faraón, que había reencontrado toda su imponente nobleza y su serenidad, y a presentar sus felicitaciones a todos los que habían 60
El ingeniero De Tassigny tomando las últimas m edidas de la momia. (Foto CEA)
Esquemas que establecen la regular densidad de la irradiación en todos los mintos del cuerpo de la momia. (Foto Tassienv CEA.)
Base m ilitar de Bourget-Dugny: la mom ia irradiada en su burbuja de protección y su embalaje, recubierta con la tela bordada con las plantas heráldicas del faraón. (Ch. Desroches N oblecourt y André Noblecourt)
El precioso cargam ento va a en trar en ei avión Transal!.
contribuido generosamente a la salvación de un huésped tan ve nerable. El regreso del faraón a El Cairo se realizó, al igual que para su llegada, en un avión militar francés, un Transai; volví a escoltar lo acompañada por el decano Balout y el ingeniero De Tassigny, autor de los cálculos destinados a realizar la irradiación de la mo mia. Yo había hecho preparar por el equipo de tapiceros del Louvre un magnífico paño que cubriría la gran caja que contenía la momia en su vitrina: un terciopelo azul lapislázuli forrado en tafetán color oro, los dos colores de la realeza faraónica. En la cabeza y en los pies se habían bordado, con hilo dorado, las dos plantas heráldicas del antiguo Egipto, el falso «lis» y el papiro, símbolos de las dos madres primordiales y tutelares que velarían sobre el faraón hasta que renaciera en la eternidad. Ramsés curado volvió a ocupar su lugar entre los suyos en el corazón del viejo museo, a la espera de que esté listo el cenotafio que se prevé para recibirlo dignamente, rodeado de la casi totali dad de los faraones que reinaron durante las tres dinastías que contribuyeron a la grandeza del Imperio nuevo.
M useo de El Cairo: a través de la burbuja se quita el em balaje de la momia. (Foto M useo de El Cairo)
Rostro de La reina Hat*hen*nt. (Metropolitan Muscum, Nueva York)
El general Horemheb recom pensado por orden de Tutankham ón. Convertido en faraón, hizo figurar el ureo real en su frente. (Tumba civil de Horemheb-Saqqara)
III EL NACIM IENTO DE UNA DINASTÍA
Algunos soberanos de la XVIII dinastía
Tutankhamón (h. 1340-1331), el último heredero de los sobe ranos responsables del esplendor y de la proyección de Egipto, en la XVIII dinastía, acababa de desaparecer. Es verdad que no fueron semejantes ni tan valerosos como esos faraones de co mienzos del Imperio nuevo, príncipes del sur que expulsaron del país a los invasores hicsos: Seqenenre, Kamose, Amosis (1550 1525). Luego se destaca el glorioso Tutmosis, el tercero de su nombre (1479-1425), capaz, en diecisiete campañas asiáticas, de asegurar a Egipto un poderío incuestionable y una muralla con tra las intrusiones que llegaban del este. Durante los períodos de respiro, Hatshepsut, la mujer faraón (1479-1457), hizo reparar las destrucciones, devolvió a su país la alegría de vivir, y restableció relaciones pacíficas y comerciales con los lejanos correspondientes de su tierra. Después del implacable guerrero que fue el «rey atleta» (Amenhotep II), la necesidad de conquistas protectoras se hizo al parecer inútil, y llegó en seguida el «siglo de oro», el de Amenhotep Nebmaatre (1386-1349) cuyo reinado se considera aún hoy en día como el de la belleza, de un lujo contenido nunca igualado, de la creación artística de una graa a sutil, y también de la búsqueda de una espiritualidad que in tenta desprenderse de un dogma demasiado pesado. 65
Sin embargo, remitiéndose a la historia de esas épocas lejanas es raro encontrar en los historiadores modernos, respecto de los dos valerosos señores de Egipto, un homenaje explícito a las Da mas reales que tuvieron un papel importante. Pero los faraones no las olvidaron. Acaso Amosis no erigió, para su madre Amosis una espléndida estela en Abido, en la que glorificó la acción esen cial de esta última durante los combates contra los hicsos, como notable regente, precavida y activa en la retaguardia de las tro pas. Además le concedió la primera condecoración militar otor gada a una mujer: las tres moscas del valor.' Más tarde, los contemporáneos de Hatshepsut nunca le repro charon — como algunos egiptólogos lo han hecho en nuestros días— haber sido la usurpadora, la madrastra en el peor sentido de la palabra, de Tutmosis. En realidad, al ocupar el lugar de un fa raón, al que tenía derecho (hija del rey y de la Gran Esposa real, princesa heredera), respecto del niño Tutmosis, «bastardo» de una concubina, es evidente que supo actuar como una regente despabi lada, que lo preparó para las responsabilidades de un fuerte poder. Y el período de Amenhotep III no hubiera sido lo que fue sin la presencia extraordinariamente eficaz de su esposa Tiy, en el ámbito de las artes y del pensamiento de su época,2 y también sin la influencia que ejerció en parte importante de la «reforma» que marcó tan profundamente el remado de su hijo Amenhotep IVAjenatón (1356-1340). La experiencia de éste, tendente a alejarse de una interpreta ción «farragosa» del concepto de lo divino y a acercarse a una verdad «cósmica», en una palabra «la aventura amamiana» del reformador, hubiera podido no ser acortada y violentamente combatida de haber estado acompañada por un espíritu político ejecutor, preocupado por la seguridad de las fronteras, por el mantenimiento de las antiguas alianzas y por una seria vigilancia ante el ascenso de ciertas potencias extranjeras.
El final de un linaje
Después del reinado del que se ha podido llamar peyorativa mente el gran herético, y aun «el depravado», el linaje de los 66
-nhotep estaba terminado. Un príncipe Tutmosis, el mayor * i tercer Amenhotep, había muerto muy joven. El segundo (Ajetón) acababa de desaparecer. Y del tercer heredero, soberano fantasma, Esmenkare, sólo podemos imaginar un reinado o una eventual corregencia de dos años: ¿1342-1340? Y finalmente el cuarto vástago, educado en la ciudad de Ajen a tó n (Tell el-Amama) creada por el reformador, en su época era conocido con el nombre de Tutankhatón. Se vio obligado a subir al trono hacia su décimo aniversario (1340-1331). Sus mentores, el vizir Ay y el general Horemheb, debieron restablecer las relacio nes más... diplomáticas con los sacerdotes de Amón, profunda mente frustrados por la ruptura de la Corona con el dios dinásti co impuesto por Amenhotep IV-Ajenatón. Los templos heréticos fueron cerrados muy rápidamente, luego desmontados, y según los textos, el joven rey tomó las coronas en la Heliópolis del sur (Hermontis o Ermant al sur de Tebas): se convirtió entonces en Tutankhamón.3 Después de diez años de un reinado a menudo ejercido por interpósita persona, le sucedió el viejo visir Ay (1331-1327) sin gloria y como para asegurar una corta transición.
Un general faraón
Subió entonces al poder el general Horemheb (1327-1295).4 ¿Qué derechos tenía a la corona? Su innegable valor, y la seguri dad, garantizada por su fuerte personalidad, para un Egipto que carecía de un guía valeroso. Residente en Menfis, cerca de las guarniciones antaño activas, durante el pálido reinado de Tu tankhamón había reprimido algunas rebeliones en Canaán, cerca de la frontera oriental, y respondido a los pedidos de socorro de los antiguos aliados del faraón que imploraban protección. O sea que podía hacer valer un lazo... dinástico, de relativa elasticidad, porque se había casado con una tal Mutnedyemet, muy probable mente hermana de la hermosa Nefertiti. Esta última, muy amada P°r Amenhotep IV-Ajenatón, tenía rango real por su matrimonio c°n el segundo hijo de Tiy; todavía ignoramos todo sobre sus ° n genes, sin duda egipcios, porque su nodriza Ti, gran dama de 67
la corte, era la esposa del jefe de la caballería del rey, convertido en el visir Ay, luego sucesor de Tutankhamón. El faraón Horemheb, militar y administrador de alma, resta bleció el orden y la seguridad en un Egipto desfalleciente: su céle bre edicto contra los prevaricadores5 subraya sin miramientos la amplitud del «dejar pasar» en el país, las graves negligencias, la corrupción y el desprecio de las leyes. Con la mano de un buen jefe, Egipto recuperó la estima y el respeto del extranjero. El entorno de Horemheb, sus colaborado res, habían sido elegidos con el más riguroso discernimiento. En tre ellos, el rey había reparado sin duda en el más brillante, un joven militar de nombre Parameses, muy pronto convertido en comandante de las tropas. Era hijo de un tal Setos, originario, como se verá6 — su nombre podría indicarlo— , de la zona fronte riza oriental del Delta, uno de los feudos del dios Set. Era la región en que había estado implantada la ciudad de Ávaris, convertida en la capital de los invasores hicsos. El lugar está situado en las Aguas de Re (la rama del Nilo más oriental del Delta) en dirección a la ciudadela de Tjaru (Silé: ¿el-Qantara?) en los Caminos de Horus,7 punto de partida de la ruta costera que atra vesaba el país de Canaán: allí Set era reconocido como el Baal de los asiáticos. La población evidentemente mezclada contaba con elementos autóctonos, pero también con otros habitantes de oríge nes hicsos, integrados desde hacía tiempo con los nativos, también ellos a veces originarios de Canaán y de países más lejanos. Dar a su hijo el padrinazgo de Set era probablemente querer marcar sus raíces locales, pero también recordar sus vínculos familiares. Parameses debía de ser un poco más joven que el soberano: subió todos los escalones de su carrera militar al lado del faraón, cuya primera preocupación había sido devolver al ejército el pode río necesario para la defensa de los intereses de Egipto fuera de las fronteras. Superando las funciones que antaño ocupaba su padre, llegó a superintendente de las caballerizas reales. Luego fue natu ralmente promovido al cuerpo de elite de los carros. Convertido entonces en conductor de carro, Horemheb le confió uno de los puestos más envidiables: enviado real a los países extranjeros, para transmitir los correos diplomáticos. Luego fue nombrado general. El faraón le confió entonces el mando de la fortaleza de Tjaru,8 puesto fronterizo por donde pasaban todas las expediciones milita res que se dirigían a Oriente. Más aún, el nuevo cargo de Superin68
tendente de las Bocas del Nilo le confería el deber de tener a su cargo la seguridad del norte del país, tanto al este como al oeste
El visir Parameses
El ejercicio de todas esas responsabilidades, tan notablemente cumplidas, incitó a Horemheb a designarlo visir,9 otorgándole además el título de Diputado de todo el País, en el norte y en el sur, lo que muy probablemente lo condujo a vigilar los múltiples trabajos de desmontaje, transformación e innovaciones arquitec tónicas en el templo de Karnak. En efecto, para no atraer la ven ganza del alto clero de Amón, Horemheb hizo desmontar el gran templo y todas las capillas en honor del globo de Atón, erigidas al este de Karnak por Amenhotep IV al comienzo de su reinado. Una gran parte de sus elementos10fue, al parecer por orden de Parameses, enterrada en el interior del pilono construido en el reinado de Horemheb (el IX pilono). También, por permiso real, recibió el honor de hacer figurar al pie de la torre oriental del pilono las dos estatuas que lo representan en cuclillas, vestido con su amplio traje con collar de visir, dones de Su Majestad. Fi nalmente cuando Parameses fue investido príncipe heredero de todo el país, la suerte estaba echada. De hecho, acababa de ser designado para suceder un día a Horemheb — el antiguo compa ñero de armas de su padre Setos, simple comandante de tropas— porque el faraón no tenía heredero, y Parameses, por el contrario, tenía la ventaja de poseer un hijo activo, Setos, que hasta podía ser nombrado en esa época segundo visir." Esta investidura se celebró con gran pompa. Recibió el anillo de sello portador del título, en presencia de los altos funcionarios; las danzas y los cantos lo acompañaron hasta su vivienda donde las festividades se prolongaron en familia. Su esposa era la dama Sitre; se le conocía un hijo, Setos,12 que llevaba el nombre de su abuelo, muy probablemente ya casado con la joven, Tuya, hija de Raia, lugarteniente de carros, y de una cantante de Amón, Ruia. Algunos vestigios en las paredes del templo de Karnak pueden hacer suponer que habría tenido un hijo, muerto en el curso de su adolescencia.13 Pero nació otro varón, al que siguiendo la costum70
____ La reina Sitre, en su tumba del Valle de las Reinas.
bre le pusieron el nombre de su abuelo: Ramsés. Sin duda, a par tir de esa época Parameses se hizo llamar Ramsés, suprimiendo el artículo demostrativo Pa que lo hacía demasiado vulgar.
A dvenim iento del primer Ram sés
En 1295, Ramsés, hijo de Setos y Tuya, debía de tener cinco años cuando el faraón Horemheb murió. Asistió a la coronación de su abuelo, faraón reinante en la Tierra del Sur y del Norte, el pri mer Ramsés Menpehtire. Este último se convertía en el antepasado fundador de la nueva dinastía, la XIX, la de los ramésidas. Para integrarse en el linaje de los faraones precedentes, Men pehtire eligió en la necrópolis real abrigada por la Santa Cima, la Gran Pradera (Ta-sejet-aat, que hoy se llama el Valle de los Reyes), al oeste de Tebas, el lugar donde hacer excavar su hipogeo. Su ponía que los artesanos de la corporación de la Plaza de la Verdad14 (la Set-Maat, el actual Deir el-Medina), creada por el fundador de la XVIII dinastía, tendría amplio tiempo para preparar una pro funda siringa que recibiera sus reales despojos. Además, innovó: fundador con Sitre de una dinastía, deseó que su reina pudiera beneficiarse de una tumba en una necrópolis destinada a recibir a las reinas de la dinastía nueva, lo que no había sucedido antes. El príncipe Setos fue tal vez el encargado de encontrar el empla zamiento más apropiado. Su elección fue un wadi que se abría am pliamente sobre la llanura occidental tebana, al sur del Valle de los Reyes, la Set-heferu, que en la actualidad se llama el Valle de las Reinas. Era una necrópolis ya utilizada para recibir las sepulturas de pocos y muy altos funcionarios, y de los niños reales de la dinas tía precedente. El lugar montañoso estaba dominado, no ya por una cima en forma de pirámide natural que recordaba el miembro crea dor, sino por la Santa Gruta, consagrada al gran principio femenino Hathor, en el seno de la cual eran recibidos todos los difuntos. Luego, el nuevo faraón inició la realización de uno de los proyectos con los que había soñado mucho tiempo, desde que era visir: continuar la obra arquitectónica del tercer Amenhotep Nebmaatre, en Kamak, y celebrar así, a los ojos de los sacerdotes de Amón frustrados y por cierto maltratados durante la aventura
amamiana, el regreso al dogma amoniano. Delante del pilono de Amenhotep (el III pilono en la actualidad), el gran patio, desde el final del reinado de Horemheb, había recibido en su centro una avenida de doce columnas muy altas — dominadas por capiteles papiriformes abiertos— , análogos a los de Tutankhamón en Lu xor. Hizo terminar la columnata y empezó a flanquearla con series de elementos menos altos y con capiteles papiriformes cerrados: los trabajos empezaron por el ala norte. Su proyecto, continuado por su hijo Setos y por su nieto, el segundo Ramsés, era el de edifi car una sala muy amplia que recordaba un inmenso bosque de papiros, como se la puede ver actualmente en el gran templo de _ Kamak. Todavía no se había realizado la decoración pero, en los muros antaño adornados por orden de Horemheb, reemplazó el nombre de su antiguo señor por su propio nombre y apellido.15
El príncipe Setos, Estrella de la Tierra
En esa época, Menfis era la capital de los militares donde el , .general Horemheb, convertido en faraón, había puesto orden en toda la organización desfalleciente. Setos secundaba a su padre L agotado por una larga y eficaz carrera. En realidad, cumplía a su lado la función de corregente, y le agradaba que declararan: «Mientras era Re-el sol radiante en el alba, yo estaba a su lado como una estrella lo está de la tierra».™ También quiso dar prueba de autori dad en las antiguas comarcas vasallas, en las que se encuentran Kharu, Dyahy, y los fenju que habían sido desleales con su país durante el debilitamiento de Egipto. También era necesario que pagaran regularmente los cánones, porque los alcaldes de las ciu dades extranjeras dominadas debían pagar impuestos a la Co rona, y sobre todo al gran templo de Amón, en cada Año Nuevo, como sus colegas de las ciudades egipcias, y dar también una parte de su trabajo.17 Como nos lo deja suponer más tarde el gran Ramsés — de seoso de mostrar con todos los artificios su extraordinaria preco cidad— , no debería asombrar que el príncipe Setos haya hecho participar a su joven hijo, en esa época de siete años, en esa incur sión al país asiático, costeando la costa mediterránea hasta el sur 74
Interior de la tumba de Ramsés I, en el Valle de los Reyes: en el extrem o derecho, ataúd funerario del rey. (Archivos A. Piankoff)
Tumb .1 de K jrm és I: detalle d e la serpiente Mehen y sím bolo de la* doce horas de la noche, que debe tragar. (Foto Diradour)
de Fenicia (los fenju). Los cautivos hechos en Canaán, siempre acompañados de sus mujeres e hijos, aumentaron el personal del templo de Buhen (en la 2.a Catarata, en la Baja Nubia egipcia). Al frente de la expedición estuvo Setos que hizo erigir dos estelas conmemorativas del acontecimiento,'8 mientras que Ramsés I, en ese segundo año de su reinado, residía en Menfis, vigilando de cerca la fundación de su nueva capital, Pi-Rameses (el dominio de Ramsés).
El primer Ramsés en el Valle de los Reyes
Murió poco tiempo después de haber confirmado a su hijo como corregente oficial: apenas había reinado dos años,19pero, en realidad, había compartido con Horemheb el peso y la eficacia del poder durante largos años. Ramsés el Primero (Menpehtire) fue enterrado en el corazón de la Gran Pradera, en una tumba sin terminar, menos importante que lo que hubiera deseado, pero en la que había extractos de una nueva recopilación de textos fune rarios reales: el Libro de las Puertas. Muy probablemente había contribuido a su redacción en la época de Horemheb. Sobre un fondo gris azulado, el decorado vivamente coloreado todavía presenta en la actualidad una sobria elegancia. Sitre, su esposa, debió de seguirlo poco después al dominio de Osiris: su pequeña tumba de la Set-Neferu (Valle de las Reinas) fue rápidamente adornada con algunas representaciones en lí neas negras, realzadas por toques rojos. Acababa de nacer la era ramésida.
Rosira del umMafpi de Rimata I • que se volvtô a entem r a R i n a ti. (Museo de El Cavo)
IV
LA CORREGENCIA DEL PRÍNCIPE RAMSÉS BAJO EL REINADO DE SETOS I 1294-1279 ANTES DE NUESTRA ERA
El ejemplo del padre
Todos los egiptólogos están de acuerdo en reconocer al bri- 1 liante príncipe Setos, coronado hacia sus treinta años, la inten ción de proyectos grandiosos y las capacidades para realizarlos, j Antes que nada debía lograr la adhesión de los diferentes cleros que podían equilibrar el peso de los profetas del Amón tebano. Así, en su coronación, hizo acompañar su nombre con el epíteto amado de Ptah, que lo unía con Menfis. Se declaraba también la imagen de Re (en la tierra), la luminosa forma divina adorada en Heliópolis, sin descuidar el título de Toro poderoso apareciendo de lante de Tebas, tomado de uno de §us modelos, el gran conquista dor que había sido el tercer Tutmosis. Pero Setos no olvidó las notables realizaciones arquitectóni cas de Amenhotep, el faraón de Tiy, rey del siglo de oro y del encanto. Seleccionó los mejores artistas, confió en los arquitectos herederos de un ancestral arte de construir, y se esforzó por su perar la obra de sus predecesores. Primero fue su fundación de Abido. Luego había que continuar la edificación de la gran sala hipóstila de Karnak. En la Gran Pradera, su tumba es el hipogeo mas profundo y más suntuoso de todo el valle. Su reinado sería el 79
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, «Renacimiento» desde todo punto de vista, además la mayode sus inscripciones fechadas estaban precedidas por esta
mención. por cierto, debía de haber entre los numerosos capítulos de su vasto programa, una razón determinante que lo incitaba a colo car su reinado bajo el signo del renacimiento. En principio, obse sionado por la gloria y las realizaciones de su gran «antepasado» Tutmosis (III), antes que nada proyectaba reconquistar la provin cia (siria) de Amurru, perdida en la época amarniana. Y final mente, como presagio favorable para su reinado y para la funda ción de su dinastía, no podía dejar pasar la ocasión de subrayar explotándola— esa renovación de Egipto materializada en la ce lebración de un período sotíaco, que debió de producirse hacia 1314-1313: muerte de Horemheb y advenimiento de Ramsés I. Este fenómeno sólo se producía cuando coincidían el calenda rio solar, el de los templos y los trabajos agrícolas — correspon dientes a los 365 días y 1/4 que separaban cada inundación del río— , y el calendario de las administraciones, en las que el cuarto de día no se contabilizaba y perdía así un día cada cuatro años. Para que los dos ciclos se encontraran, había que esperar 1.460 años (es decir, 365 x 4). Había entonces un milagroso primero de año, porque los dos calendarios se celebraban el primer día del primer mes de la primera estación del año (ajetl la estrella Sotis y el sol aparecían al alba, casi en el mismo momento y en un inter valo muy corto, anunciando la inundación inminente. Día de milagro, presagio de períodos favorables donde todo volvía a encontrarse «en su lugar», augurando la bendición del divino sobre el país y el reino del faraón. Setos aprovechó este acontecimiento que le tocaba tan de cerca. Esta atmósfera tan di námica impregnó toda la primera juventud de Ramsés. Una pre ciosa estela, conservada en el Louvre, nos lo muestra sentado en un almohadón, con el dedo en la boca, con el mechón de cabellos de la infancia en un costado, como un niño de corta edad. Ya lleva un largo kilt plisado como los rayos del sol, a la moda amarniana que sube por la espalda; la banda real con el ureo ya adorna su frente. Delante de él, el nombre de coronación: Usermaatre, parece indicar su estado de soberano desde la infancia. Otra pe queña estela, también en el Louvre, en esquisto verde, nos infor ma que el autor, su preceptor, educó a Su Majestad desde los co mienzos. 81
El padre y la madre de Tuya, HK^rm de Sctu» I (Según ('•¿hallal
La reina Tu ya, com o «portarnseña». (Colección privada. E E U t J ' Tila, escriba real, preceptor d e Ramsés, adorando la triuiudad: Ptah-Haractes-Am ón.
La madre real T u ya, seguida de su yerno f'iia y de su hija Tía
Este preceptor era un joven muy valioso, un tal Tiia, hijo de n u a h s u , promovido a escriba de la mesa del Señor de las Dos tierras: era, pues, jefe del abastecimiento de palacio. Ese gran administrador que, más tarde, se convirtió en uno de los respon sables del templo de Millones de Años de su señor,2 supo por cierto hacerse apreciar por la familia real, ya que se convirtió en el yerno de Setos I — por lo tanto cuñado del futuro rey— , porque le autorizaron a desposar a la princesa Tia. Su familia, sin duda, estaba muy próxima al difunto Horemheb, ya que sus dos monu mentos funerarios, uno construido por este último cuando tenía el grado de general, y el de la pareja principesca, están uno al lado del otro en la llanura de Saqqara.3 La geografía fue la rama en la que el escolar iba a sobresalir: altos funcionarios, oficiales de caballería, visir, todos hablaban al faraón de las expediciones guerreras preparadas al Oriente Pró ximo. Ramsés niño estaba totalmente familiarizado con las ciuda des de las provincias de Canaán, de Kharu y de Dyahy, de Upi (Siria Sur), las plazas fuertes que había que recuperar en el país de Amurra, y sabía que los guerreros hurritas que vivían en Mitanni habían sido vencidos por Tutmosis (III) Menjeperre en el curso de su octava campaña asiática. Escuchaba hablar de la ciu dad de Yenoan, sabía de oídas que en Betsán una inscripción (la segunda) recordaba los éxitos militares de su real padre. Y tam poco ignoraba que era necesario reprimir los disturbios de Gali lea. Ya podía diferenciar entre los turbulentos shasus y algunos apirus que a veces venían a vendimiar los viñedos reales. Un día escuchó al visir Nebamón hacer alusión a la gran expedición que debía poner en condiciones las ciudadelas y los pozos egipcios que jalonaban la gran ruta comercial de la costa fenicia, a través de Tiro, Sidón, Biblo, Simyra... Y ya había escuchado el nom bre de los más temibles enemigos, los hititas. En palacio se habla ba de una lucha larga y áspera: y el principito ya aspiraba a com partir las expediciones punitivas al mando del faraón. Muy pronto se presentó la ocasión. Los textos nos informan ' ^Ut'- Para empezar, se le otorgó un título honorífico a la edad de diez años: comandante en jefe del ejército. Hacia los doce años parece ser que acompañó a su padre en el curso de una acción *^ resiv a contra los libios, esos tehenu y esos mashauash del oeste Delta. Poco después, Setos, en el curso del quinto año de su remado, decidió que su hijo, de trece años, participara en el com83
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contra los hititas que habían bajado de Anatolia a Siria. Era ^ o ca sió n para intentar recuperar Amurru y la ciudad de Qa desh antaño conquistada por Tutmosis III Menjeperre. El príncipe Ramsés quedó marcado por esas batallas, deslum brado por la toma al asalto de la ciudadela de Qadesh, y muy emocionado por la inauguración de una estela de victoria erigida en la ciudad conquistada: estaba orgulloso de ese padre, valiente heredero de una nueva dinastía que había probado la nobleza de Su sangre «retomando la antorcha» y restituyendo al trono él, el setiano, lo que antaño el faraón tutmósida había sabido conquis tar para su país. Pero esta victoria era provisional. Setos había afrontado el poderío creciente de los hititas, personificado en un joven monarca con carácter: Muwatalli, príncipe de Hatti (Jeta). Poco después, este último recuperó la ciudadela, que volvió a quedar englobada en el feudo hitita. Un entendimiento provisio nal — y de lo más confidencial— puso fin al conflicto. Sin embargo, Ramsés, ese joven pelirrojo impetuoso, con el mentón voluntarioso heredado de su madre, la reina Tuya, no olvidaría tan pronto ese fracaso aunque su padre, en contraparti da, se hubiera asegurado posiciones estables para el arraigo co mercial y la expansión de su país, en las regiones interiores y so bre todo costeras, hasta el límite de Tiro al sur de Fenicia.
La infancia de un superdotado
A veces es difícil comprender y reconstruir la historia de los acontecimientos porque los testimonios antiguos están fuerte mente teñidos por el énfasis y el mito. A menudo, en la actuali dad, se considera que Ramsés tuvo en sus expresiones fuertes tendencias a una orgullosa y pesada exageración, y hasta se ha nombrado la megalomanía. Podríamos quedar atrapados por ese juicio sin remisión, si no se tuvieran en cuenta dos factores esenClales. El primero es remitirse a la época en que suceden los acon tecimientos y referirse a la generosa facundia de los habitantes de la tierra de Egipto. El segundo es particularmente político y proP10 del hombre Ramsés y del cálculo tendente a un programa balizado a lo largo de su existencia: antes que nada crear e impo-
Setos I acom pañado del ¡oven Ram sés, delante de la lista de lo» nombres de
su personaje fuera de la norma, un ser excepcional hecho ra ganar. Se le descubre dominador pero benevolente, inspi r o por Dios, ya que es de su misma esencia él, el advenedizo, un pelirrojo, aparentemente no querido por Horus, salido de Set, ro sin embargo hijo del sol en la tierra, amado por Amón y nara decirlo en pocas palabras hombre del milagro. Cómo, entonces, no poner el énfasis en su infancia excepcio nal de superdotado, capaz, desde su más tierna edad, de secun dar a su real padre. En este espíritu se concibió la famosa gran inscripción dedicatoria de Abido, a la que hay que referirse,4 gra bada por orden de Ramsés a la entrada del templo fundado por Setos en el ámbito osiríaco de la ciudad santa. Ramsés había vis to, en ese lugar frecuentado por el más vasto y popular de los peregrinajes, la ocasión de confiarse a la posteridad. Tomando el texto al pie de la letra, sería fácil imaginar al jo ven prodigio recién salido de la cuna cuando su padre quiso sen tarlo a su lado en el trono. Pero hay que tomar todo en cuenta... no dudamos del acontecimiento — es tan raro que un recuerdo histórico de esa época lejana se haya conservado— , pero reduz camos su aicance. Al recorrer ese relato de gran importancia para la historia de la corregencia,5 y para el mismo Ramsés,6 se com prende que es muy verosímil que Setos haya querido afirmar el impacto de su dinastía naciente valorizando la formación y la im portancia del príncipe heredero. Es seguro que el acontecimiento relatado tuvo lugar. Pero Ramsés debía de tener más edad. Sin duda, la real precocidad de su hijo incitaba a Setos a con fiarle oficialmente algunas responsabilidades; así nadie podría cuestionarle su derecho a la corona. Es muy probable que Setos se haya inspirado en lo que Horemheb reservó a Parameses al nom brarlo su sucesor: Príncipe heredero del todo el país.
La corregencia
El acontecimiento debió de producirse en el período de paz ^guíente al acuerdo — según una costumbre muy común entre ■°s hititas— concluido con Muwatalli y, probablemente, entre el an° 7 y 8 del reinado. El príncipe Ramsés debía de tener quince 87
años. El soberano, delante de todos los grandes de su reino y l0si representantes del pueblo reunidos, probablemente, en el vasto patio del templo de Menfis, como rey presentó a su hijo a su lado para la investidura. Al comentar el acontecimiento con insistencia enfática, Ram-'* sés, dejando planear una duda, se ingenia para declarar su legiti midad: «Salí de Re... mientras que mi padre Menmaatre (Setos I) me crió. El mismo Todopoderoso me hizo grande, cuando yo era niño hasta que reiné. M e hizo don del país cuando yo estaba (todavía) en el casca rón. Los grandes se prosternaron (olieron el polvo) ante m í cuando fui instalado en tanto que hijo mayor, como Príncipe heredero en el trono de Gueb. Cuando mi padre apareció en público, era un niño en sus bra zos, y refiriéndose a mí, declaró: “Coronadlo como rey, que yo pueda contemplar su vigor (nefru: brillo) mientras viva a su lado". [Entonces se acercaron] los chambelanes, para colocar la doble corona en mi ca beza7 A sí hablaba de m í cuando estaba en la tierra: “¡Dejadle organizar este país! ¡Dejadle administrar! ¡Dejadle mostrarse al pueblo!". Así ha blaba... porque el amor que le inspiraba estaba en sus entrañas. Me gra tificó con una familia proveniente del harén real, igual que con el pa lacio: me seleccionó esposas... y concubinas...».
¿Por qué justificarse?
En ciertas cosas inverosímiles de este relato se capta la insisten cia de Ramsés en presentar el acontecimiento de manera que san cione desde el comienzo su real estado de Príncipe heredero, lo que me parece excesivo si no hubieran existido dudas al respecto. Parece evidente que el texto de esta inscripción se inspira en el de la coronación de Hatshepsut que figura en el templo jubilar de la reina, en Deir el-Bahari. Allí aparece acompañada por su padre delante de los dignatarios. Sin embargo, se comprueba una diferencia esencial.8 Tutmosis I esperó que su hija se convirtiera en una encantadora jovencita para coronarla, pero no la hizo su corregente. Ramsés, por el contrario, se presenta como un invero símil fenómeno de precocidad, pero insiste en el hecho de que fue instalado como hijo mayor, Príncipe heredero, en el trono de Gueb, como si quisiera mostrar que había recibido sus prerrogativas y no que le hubieran sido dadas desde el comienzo. Ante la inmen- J 88
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Setos I derriba al jefe libio. La imagen, a la izquierda, del príncipe Ram sés se volvió a grabar sobre las huellas de una silueta anterior. (Según J. H. Breasted, Kam ak)
Primer plano de la superposición de las dos im ágenes representadas detrás de Setos I. (Según J. H. Breasted, Kam ak)
sa lista de los nombres de los faraones, los «ancestros», en Abido el principito está representado acompañando a su padre y rin diéndoles homenaje. Esta insistencia de Ramsés por justificar su legitimidad per. siste aún en el tercer año de su reinado; hace decir a sus cortesa nos en la Estela de Kubán: «Cuando todavía estabas en el cascarón formabas ya proyectos en tu calidad de Príncipe heredero. Estabas infor mado de los problemas de las Dos Tierras cuando eras muy joven, cuan do todavía llevabas al costado el mechón de cabellos de la infancia. Eras jefe del ejército, siendo un jovenzuelo de diez años». El gran egiptólogo estadounidense de Chicago, James Henry Breasted, adelantó una hipótesis. Basándose en un relieve del muro exterior de la sala hipóstila de Karnak, donde se ve, detrás del carro de Setos la silueta de un principito (?), martillada y reemplazada por la del pequeño Ramsés, Breasted sugería que esta sustitución sería la prueba de que Ramsés habría asesinado a su hermano mayor, para ocupar su lugar.9 Esta hipótesis no pue de sostenerse si nos referimos a la escena del templo jubilar de Setos en Gurna, donde el cuadro de la coronación de Ramsés por Amón, en presencia de su padre Setos I, prueba que había un perfecto entendimiento entre padre e hijo. Tal vez todas estas justificaciones estarían dirigidas simple mente a un candidato al trono, fuera de la familia de Ramsés, descendiente olvidado de los últimos reyes de la XVIII dinastía. De cualquier manera, el martillado de su silueta, después de ha ber sido admitido a figurar en una pared de Karnak, muestra la victoria definitiva de los ramésidas.10 Hechas las rectificaciones de ciertas cosas inverosímiles, sur ge que el joven recibió las coronas y su nombre de coronación en ese momento. En efecto, a partir de esa época, cuando los textos alu den al príncipe corregente, le aplican su nombre de coronación, que todo soberano investido recibe en ese momento. Una inscrip ción dejada en Sinaí, en las minas de turquesa, por Ashahebsed, copero de Setos I, es un excelente ejemplo: Sé loado, oh Soberano, rico en tropas y carros, Menmaatre Setos (I) y su hijo real UsermasíU R£n (poderoso es el orden cósmico de Re), amado de Hathor..., Ramsés (II).12
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El m undo del corregente
El palacio del corregente, sin duda, fue edificado en la ciudad ¿ e Menfis, y encantadoras nobles damas de la corte fueron pues tas al servicio de las dos primeras Grandes Esposas reales de Ramsés, sin duda elegidas por Setos y Tuya, ayudadas por el su perintendente del harén, Hormin.13 No ha llegado hasta nosotros ninguna información que nos permita adivinar el origen de esas nobles damas. Hasta hoy ni un solo documento nos ha entregado los nombres de sus padres; ningún texto aclara su condición. Se sabe que una de ellas se lla maba Nefertari y la otra Isisnofret: dos nombres perfectamente egipcios. La primera, cuyo encanto y belleza fueron cantados por Ramsés, debió de ser de salud frágil: ocupó el primer lugar al lado del rey, pero parece haber desaparecido alrededor de los años 24-25 de su reinado. La segunda, por el contrario, Isisnofret, todavía estaba viva después del año 40 de su reinado. Muy pronto, ambas dieron a Ramsés su primer hijo. Nefertari tuvo un hijo, que en seguida llamaron Ameniuenamef (Amón está a su derecha), mientras que Isisnofret tuvo una hija, Bintanat (Hi ja de la diosa Anat). ¿Por qué poner a su hija bajo la protección de una diosa asiática? ¿Isisnofret sería una princesa siria criada en el harén real? Ningún indicio nos permite responder a este interro gante. Pero hay que señalar hasta qué punto el culto de las divini dades asiáticas había penetrado en las costumbres egipcias, sin tener en cuenta las expediciones militares realizadas por Egipto en Canaán o en Amurru. Por otra parte, muchos extranjeros, ins talados desde hacía varias generaciones en el país, habían hecho carrera, porque no nos cansaremos de repetir que los hijos de ese país del Nilo, si bien siempre fueron profundamente patrio tas, nunca fueron xenófobos. En su adolescencia, y esto continuó durante su madurez, Ramsés estuvo rodeado de altos funciona- \ nos egipcios a los que se unieron personalidades de origen ex tranjero. Paser,14 hijo del Sumo Sacerdote Nebneteru, muy joven cham belán de Setos y nombrado Jefe de los secretos de las Dos Se ñoras, es decir, guardián de las coronas reales, es seguro que asis t o a la entronización del príncipe corregente. Es probable que ••aya colocado el pschent sobre la cabeza del heredero real. Cerca 91
A m am antam iento de Ram sés por Anuket, que hace alusión a su esencia divina. (Templo de Beit el-W ali)
Evocación de la coronación del joven corregente Ramsés, por Set y Horus. (Templo pequeño de Abu Simbel)
Ramsés II enseña a su hijo m ayor a dom ar al toro salvaje.
El corregente Ram sés persigue a los beduinos shasou. (Tem plo de Beit el-W ali)
El visir, seguido del príncipe heredero y del virrey de Nubia, 1 '"-en ta a Ram sés-corregente los vencidos asiáticos. (Tem plo de Beit el-Wali)
del príncipe estaba Imenemipet,15 su amigo de la infancia. Por el contrario, Ashahebsed, el que durante el año 8 inscribió las ala banzas de sus dos señores en las montañas del Sinaí, sin duda no era de origen egipcio. Sin embargo, fue promovido a la alta fun ción de enviado real a todas las tierras extranjeras. Al igual que el general Urhiya, nativo del norte de Siria, dio a su hijo el nombre cananeo de Yupa. Uno de los que más tiempo hacía que estaba al servicio del faraón era el Jefe de las pinturas del templo de Kar nak, Didia, cuyo antepasado Pedubaal había ido desde Canaán a Egipto seis generaciones antes.16
Las actividades del corregente
Ramsés, corregente, no tardaría durante el octavo año de rei nado en trabajar en los despachos enviados a su padre por Imenemipet, virrey de Nubia. Se trataba de una rebelión que se pre paraba en el país de Cush (actual Sudán), en la tierra de Irem, al oeste de la 3.a Catarata. Durante el invierno de 1287 antes de nuestra era, Setos puso a punto una estrategia que permitió a un destacamento de carros, que acompañaban a la infantería, redu cir la rebelión en siete días. Finalmente Ramsés vio llegar a Tebas, de donde habían partido las órdenes, a poco menos de un millar de cautivos acompañados por un amplio botín de productos afri canos. Este tipo de represión no era, sin embargo, bastante vasta como para iniciar al corregente en los enfrentamientos que lo es peraban en años futuros, con rudos adversarios perfectamente organizados. Durante todo el noveno año de su reinado, el faraón Setos vigiló personalmente la edificación del templo en Abido. Para fa cilitar el aprovisionamiento de oro necesario para equipar su san tuario, mejoró la suerte de los mineros de sus expediciones me diante la perforación, con éxito, de un pozo profundo en el desierto entre Edfu y el mar Rojo, en los wadis Mia y Abbad, y en consecuencia hizo excavar el speos de Redesiyeh. Recayó entonces en el príncipe corregente la vigilancia del vasto programa arquitectónico. Estaba el palacio de Pi-Rameses, al este del Delta, los santuarios con los que quería jalonar Egipto, 94
Ramsés, escoltado por dos príncipes, persigue a los rebeldes de la Alta Nubia.
Regreso de un herido al pueblo de los rebeldes. (Tem plo de Beit el-Wali)
Desfile de los cautivos, de sus familias y sus tributos.
Am enhirunem ef, hijo mayor de Ram sés, el visir y el virrey Imenemipet, presentan tributos a Ramsés-corregente.
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Decoración del virrey de N ubia, rodeado de productos de Nubia recolectados por él.
O ficiales egipcios aportan piezas de orfebrería e introducen a prisioneros de la Alta Nubia y anim ales d e tributo. (Templo de Beit el-W ali)
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y también los monumentos tebanos. En la orilla derecha, en Kar nak, en el inmenso dominio de la realeza, consagrado a Amón, estaba la gran sala hipóstila en construcción, y en la orilla izquier da, su templo de Millones de Años en Gurna, en el que había un lugar al sur reservado al recuerdo del primes Ramsés: señalemos que el nieto no omitió, con la complicidad de su padre, hacer re presentar en las paredes su propia coronación ante Amón. En compañía de Paser, recientemente promovido a visir del sur, fue también objeto de su particular atención la gran siringa prepara da para Setos. Los trabajos de arquitectura se completaban con la reunión de los materiales necesarios para su embellecimiento. Y esto abarcaba tanto las canteras de granito de Asuán, para las estatuas y obeliscos y su transporte fluvial, como la supervisión de las entradas de oro manufacturado para hacer una estatua de su padre con ese metal precioso. Todas estas inspecciones procuraron al príncipe regente, en tre el año 9 y 10 (debía de tener entonces entre diecisiete y diecio cho años), la ocasión de acercarse a la corporación de artesanos tebanos de gran talento, y descubrir sus trabajos. Sus obras eran casi siempre anónimas (reencontraremos esas costumbres en nuestra Edad Media). Sin embargo, la época ramésida naciente rompería un poco esa práctica. Han aparecido nombres, descu biertos sobre todo en las excavaciones que exhumaron el pueblo de los artesanos de las tumbas reales tebanas, la Set-Maat, actual Deir el-Medina.17 Siempre en compañía de Paser, encargado del fastuoso mobiliario del templo de Karnak, de los tesoros funera rios reales, y también responsable de la tumba real, y por lo tanto a la vez de la corporación de obreros dedicados a su preparación, Ramsés Usermaatre tuvo la ocasión de ver la obra de Sennedyem y, en su juventud, la del que se convertirá más tarde en el más brillante Jefe de equipo: Neferhotep.
El Valle de los Reyes
Bajo la dirección de Sennedyem, los artesanos trabajaron en las sepulturas de Setos I y de Tuya. Los planos que habían sido sometidos al faraón no presentaban nada en común con los de las 97
Setos I recibe, de manos de Tot, la im agen de las dos Diosas Tutelares destinadas a asegurarle la supervivencia. (Templo de Abido)
tumbas de la familia real de comienzos de la dinastía. Para Setos, una inmensa siringa de casi cien metros de largo18 que se hundía en las rocas calcáreas del Valle de los Reyes. Con la decoración esencialmente reservada a los soberanos, el contenido de los li bros funerarios evocaría las etapas del sol que reconstituía su energía durante las horas de la noche, mientras los genios pobla rían los caminos misteriosos que a través de meandros conducen al renacimiento. Aparecería la larga serpiente Mehen de cuerpo ondulado, con los repliegues dominados por el recorrido del dis co incandescente, mientras que el faraón mantenía un perpetuo diálogo con los dioses. En una de las paredes del largo corredor, se trazarían todas las etapas de la Apertura de los ojos y la boca de la momia. Ramsés consultaba las escenas que se reproducirían en las pa redes, representadas en un papiro que le había mostrado el jefe de dibujantes. Los canteros, que muy a menudo trabajaban con cince les de sílex que había que afilar diariamente, acababan de terminar la excavación del corredor y de los cuartos, dejando entonces el campo libre al kadja19 encargado de recubrir las paredes con una capa de yeso fino. Ramsés se sintió asombrado al comprobar que no se veía ninguna huella del hollín de las antorchas utilizadas en la iluminación. Los pintores-dibujantes Pashed y Baki le mostra ron entonces la sal que colocaban alrededor de la llama para hacer desaparecer el humo. En la capa lisa de yeso, el Escriba de las imá genes20 trazaría los dibujos. El escultor21 (el que lleva el cincel) to maría entonces el relevo, y reproduciría las decoraciones y los tex tos en finos relieves que luego serían coloreados. Retuvieron su atención tres cuadros que le parecieron origi nales: en principio, una majestuosa vaca de pie con sus cuatro patas, y bajo el vientre de ella reconoció barcas que circulaban y dominaban a los personajes que caminaban. Nebneteru, padre de su amigo Paser, que a comienzos del año 11 sería nombrado Sumo Sacerdote de Amón, le explicó que se trataba de la ilustra ción del Libro de la Vaca Celestial, relato en el curso del cual la humanidad había estado a punto de hundirse debido a su impie dad — versión nilótica del Diluvio— y fue en definitiva salvada por la clemencia divina. Había también la imagen de cuatro personajes de tipos y cos tumbres diferentes: cuatro etnias representadas por igual y entre las que se encontraban los egipcios. La primera expresión de este
humanismo había aparecido en la tumba de Ramose en Tebas, en la época de la corregencia Amenhotep III-Amenhotep IV/Ajenatón, donde el egipcio, el africano, el asiático y el libio, uno al lado del otro, saludaban al más joven rey.22 Ramsés sabía que ése había sido uno de los grandes temas pregonados por aquel a quien los sacerdotes de Amón querían hacer olvidar. Secretamente seduci do por la «aventura amarniana», quiso que ese cuadro formara parte de la decoración. Y finalmente un tercer tema ya apasionaba al joven corregen te: el paso del tiempo marcado por los astros y las constelaciones representadas en el cuerpo estirado de Nut, bóveda celeste hecha mujer. Una inmensa composición — el techo astronómico— do minaría el Cuarto de Oro, el que recibiría la momia del rey en su pompa de eternidad. Estaba previsto que la tumba de Setos se terminara en los tres años siguientes.23
El V a lle de las Reinas
Más al sur, Ramsés no dejó de visitar el Set-Neferu (Valle de las Reinas), donde la Primera Esposa real de la dinastía — su abuela paterna— había sido inhumada. Había que inspeccionar el comienzo de la excavación de la tumba destinada a su muy venerada madre Tuya. En principio, se había fijado el emplaza miento en el borde de la terraza rocosa que iba disminuyendo en dirección a la Santa Gruta y que dominaba todo el valle. El plano de la sepultura, muy geométrico y armonioso, en dos niveles, llevaba por dos escaleras sucesivas, a dos salas subterrá neas principales. La última, muy vasta, con cuatro pilares, debía recibir el cuerpo de la soberana. El proyecto de decoraciones reli giosas muy diferentes, al igual que los textos, estaba sacado del Libro de los Muertos. Ramsés sabía que su madre estaba muy cerca de la tan fina y radiante Nefertari, madre de su primer hijo, Amenhirunemef. También aprovechó esta inspección para elegir, al lado de la sepultura materna, el emplazamiento que reservaría a su bienamada. % De regreso en Menfis después de una larga estadía en el sur,
f el príncipe coronado encontró a su familia floreciente. Isisnofret, ya madre de Bintanat y de un pequeño Ramsés, acababa de dar a luz a otro niño particularmente vigoroso al que llamó — en re cuerdo de su reciente estadía en Tebas, y tal vez de su tío bisabue lo 24ja-em-Uaset, lo que quiere decir: el que aphrece en Tebas. Una de las hijas que Nefertari recientemente había dado a luz, Merietamun, aunque de muy poca edad, presentaba ya la belleza y la elegancia de su madre. Ramsés acababa de cumplir veinte años, y seguía impresionado por su estadía en el Alto Egipto, transcurri da con Paser al lado de los maestros de obras de los grandes tem plos, y de los decoradores tebanos. Por su parte, Setos seguía con su programa: no contento con incluir en éste el proyecto de la mayor sala hipóstila que existe en Egipto, ordenó, en el undécimo año de su reinado, edificar una en el templo del Dyebel Barkal, J santuario de Amón de Napata (Cush-Sudán).25 Ramsés no olvidó la región de las Aguas de Re, rama oriental del Nilo, en el Delta, cerca del lago donde antaño Amosis había expulsado a los hicsos. Allí, Setos hizo agrandar el pequeño pa lacio de su padre. Ramsés secundó entonces a su padre deseoso de embellecer la real morada. La ciudad de Menfis donde vivían los ceramistas más experimentados poseía los famosos talleres donde los corregentes hicieron realizar las tejas y lajas barnizadas con tintes variados, pero en las que dominaba el azul turquesa.26 Éstas enmarcaban las puertas y ventanas del palacio; elementos análogos cubrían el suelo del dosel bajo el que Su Majestad cele braba audiencias y que también estaba adornado con rampas de acceso bordeadas por grupos profilácticos hechos del mismo ma terial tornasolado.
El corregente guerrero
La paz entre Egipto y sus posesiones exteriores, aparentemen te lograda, empezó a ser frágil, según los informes de los mensa jeros que dejaban presentir cercanas perturbaciones, tanto en el sur como en el este: convenía reducirlas rápidamente. Sin duda, Setos confió a su hijo, que ya tenía veintidós años, el mando de una pequeña expedición preventiva a Canaán y a los parajes in101
vadidos por los beduinos shasus. Lo seguro es que le encargó, hacia el decimotercero o decimocuarto año de su reinado, que recibiera oficialmente en su lugar los tributos de los países de Uauat y sobre todo de Cush (Baja y Alta Nubia). El papel del corregente tomaba efectivamente una importancia -i tan grande que fue autorizado a conmemorar esa promoción per sonal en las paredes de un hemispeos excavado en el acantilado nubio, a sesenta kilómetros al sur de Asuán, en la actualidad Beit el-Wali.27 En esas paredes, Ramsés aparece totalmente como fa raón. En el patio al aire libre, la pared norte está esculpida con relieves que resumen las campañas asiática y libia. Se puede ver a Ramsés en el ardor de su juventud, pasando por encima del arcón de su carro para expulsar a un enemigo, además aterrorizado por su león de batalla. Más lejos, es atacada una ciudadela asiática. Pero, con seguridad, el espectáculo todavía más rico en deta lles tomados del natural, es el largo registro esculpido, y antaño policromo, que presenta de izquierda a derecha en la pared sur, el desarrollo de la acción cumplida en la Alta Nubia. Primero, el ataque a una tribu de un tipo africano muy marcado, perseguida por las fuerzas armadas del faraón guiadas por Ramsés, de pie en su carro; por primera vez, está acompañado por dos de sus hijos. El mayor Amenhirunemef, hijo de Nefertari, tenía alrededor de cinco años, y Jaemuese un año menos: cada uno de los niños, montado en su propio carro, estaba asistido por un escudero con ductor. La carga al galope provoca la desbandada completa entre los rebeldes. Transportan a un herido; hombres y niños se preci pitan al pueblo, donde las mujeres se dedican a preparar la co mida al aire libre. Luego es el interminable desfile de los tributos llevados o con ducidos por los vasallos: el aporte de los animales de Africa, leo nes, jirafas, guepardos, gacelas, monos cercopitecos... y los pro ductos que adornarán la vida en Egipto: colmillos de elefantes, plumas de avestruz, madera de ébano, muebles fabricados en el lugar en el más puro estilo egipcio, pieles de animales, especias, todo tipo de piedras semipreciosas, y finalmente el oro en bolsitas, el oro en anillos, y hasta «piezas montadas» decorativas de orfebrería... Los dos principitos introducen el desfile de esas ri quezas, acompañados por el virrey de Nubia, el viejo Imenemipet, prosternados ante Ramsés triunfante en su trono, y por el visir Paser.
Esta campaña de Nubia ¿tuvo lugar realmente en esa época, o hay que ver en esa escena el recuerdo de una expedición punitiva del año 8 al país de Irem (Cush)? Los tipos sudaneses de los habi tantes que huyen abundarían en favor de esta hipótesis. En el año 8, época de su matrimonio, es evidente que el príncipe no podía aludir a progenitura alguna, pero en el momento en que se hizo el cuadro habría mezclado los dos períodos, el del año 8 en el que habrían sucedido los acontecimientos, y el del año 13-14 cuando los príncipes tenían respectivamente cinco y cuatro años. Lo mis mo sucede con los acontecimientos de la pared norte, tal vez no serían más que el recordatorio de las expediciones asiáticas y li bias en las que había acompañado a su padre.28
El ascenso hacia el poder
Tal es la lección histórica que nos entrega el primero de los siete principales santuarios fundados por Ramsés en Nubia. Pa rece que constituye, antes que nada, el manifiesto de su inminen te toma personal del poder, y del momento de la decadencia de Setos I, muy probablemente afectado en su salud. El fondo del speos, primitivamente excavado en la piedra de gres, presenta a Ramsés solo, rindiendo homenaje a las formas divinas y, en defi nitiva, haciendo la ofrenda real y suprema de Maat, el equilibrio y el dinamismo en todo, constante preocupación del faraón, cuya presencia y eficacia debe asegurar. Para que nadie ignore su esencia divina, se le ve aparecer, en el santuario, dos veces como niño rey, pero con el jepresh del rei no, amamantado por Isis y por Anuket la salvaje, que reina en las cataratas. Con tales antecedentes y después de tales hazañas, ¿cómo podría dudarse de que es digno de conservar las coronas? Entre su decimocuarto y decimoquinto año de reinado, Setos I, del que se podía creer que estaba en la plenitud de sus fuerzas, murió bruscamente al parecer, casi a los cincuenta años: fue hacia el final del tercer mes de shemu (el fuerte calor del verano). Ram sés acababa de cumplir veinticinco años.
Rostro redi co o su harta
natural Ram** por s u padw (Tum ba tcb an j'
d r duck)
El visir Pasti que asistió a la coronación y puto a su sHSut U doblr corona (ri psctoeol)
V LA CORONACIÓN
El Ascenso al trono
Setos Menmaatre, sucesor del general. Caballerizo real de Parameses, convertido por gracia de Horemheb en el primer Ramsés, habría muerto, al parecer, entre el decimocuarto y el decimo quinto año de su reinado. Su hijo y corregente, un nuevo Ramsés, se afirmaría como el digno heredero de una familia de valerosos soldados formados en el rigor de las armas y en la disciplina de palacio. Se presentaba entonces, para quien había ocupado el puesto de corregente desde sus años jóvenes, la última etapa por la posesión absoluta del trono: pasar las pruebas de la coronación y conocer los misterios de la investidura suprema. Al día siguiente del deceso de su padre, el vigésimo séptimo día del tercer mes del verano (shemu), al alba, se proclamó inme diatamente su ascenso. Entonces había que esperar los setenta días de preparación para el desarrollo de la ceremonia grandiosa en la Gran Pradera (Valle de los Reyes) de la inhumación que de bía tener lugar al comienzo del segundo mes de la inundación: hacia mediados del mes de agosto de 1279 antes de nuestra era.1
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El m om ento de forjar su personaje
Todo estaba listo, en Menfis y en Heliópolis, para el que ya entronizado se preparaba para esta impresionante iniciación: se"' iba a convertir entonces, verdaderamente, en el poseedor de la Doble Corona. El faraón sería, cualquiera que fuese, el hombre consagrado a las vicisitudes terrenales, por lo tanto limitado en el tiempo; pero, investido por una doble naturaleza, sería también aquel cuya irradiación participaba de lo divino, del orden cósmi co: las ceremonias de coronación (ja = aparición solar) marcarían el comienzo real de los años de reinado. Durante la víspera precedente a la reaparición de la luna y en el alba de la coronación, Ramsés pensaba en su destino. Por cier to, era hijo de rey, pero sentía imperativamente la necesidad, pa sadas las festividades, de hacer consagrar un largo texto (ciento dieciséis líneas), para afirmar con una solemnidad acentuada sus derechos indiscutibles a la herencia del trono de Horus. ¿Quería enmascarar circunstancias perturbadoras surgidas en el momen to en que su padre lo había honrado con el título de corregente?2 ¿O esencialmente quería hacer olvidar el origen militar de su fa milia surgida de una zona fronteriza en una etnia casi impura? Algo es cierto, lo raro de su origen: el nombre de Setos, dos veces llevado por sus antepasados inmediatos, no había aparecido en la onomástica real egipcia desde comienzos de la época faraónica. Consagrado a cierto aspecto de la encarnación divina ilustrada por Set, al parecer ese nombre había sido utilizado sólo por pri mera vez en la historia de Egipto,3 a partir de Amenofis III4 y al comienzo del período amarniano. Además, la rojez de sus cabe llos lo clasificaba inevitablemente en la categoría de seres seda ños. También contaba entre sus antepasados con altos funciona rios cuyos vínculos con el círculo del reformador de Am ama eran conocidos: hasta se recordaba que su tío abuelo, Jaemuese,5 había estado casado con la dama Taemuadysy, superior del harén y hermana del virrey de Nubia Huy, compañero de infancia de Tutankhamón.6 Desde Horemheb, los nuevos dueños del país no habían mos trado real animosidad contra la época amamiana; el corregente Ramsés había hecho utilizar discretamente en el hemispeos de Beit el-Wali, el procedimiento de «relieve en hueco», innovación 106
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muy apreciada por los escultores amarnianos, que procuraba a las imágenes esculpidas el juego solar de sombras y luces adecua do para hacer más real las escenas representadas.7
Convertirse en faraón
Era necesario desconfiar de ese mundo que representaba el feudo amoniano de Karnak, y vigilar para mantener continua mente el equilibrio de esa real fuerza con el peso de los cultos consagrados a los otros aspectos de lo divino. Ramsés construía su personaje y pensaba utilizar los medios más audaces para que se admitieran las reformas necesarias para la evolución de su país, adaptadas al mundo extranjero que se le había abierto. Todo se basaba en la credibilidad que sabría inspirar a esos sujetos sensibles al carisma del buen señor. Por lo tanto, había que forjar su leyenda, y superar por medio de hazañas milagro sas el prestigio ganado por sus predecesores: ¡se dedicaría a ello! Por otra parte, la época se prestaba. El período sotíaco que se producía cada mil cuatrocientos sesenta años había empezado en 1313 antes de nuestra era,8 y ya le había permitido a Setos I apoyarse en una Renovación de los nacimientos9 muy especial, que reforzaba su poder. Ramsés pensaba utilizar al máximo y de una manera más tangible esta oportunidad. Entre el año 1313,10 cuan do habían coincidido los dos calendarios, y la fecha de su corona ción, 1279, sólo había treinta y cuatro años de diferencia. El calen dario civil perdía un día cada cuatro años, y los dos sistemas, en la época de la coronación, sólo diferían en unos días, una semana a lo sumo. Nuestro faraón además podía pasar como el sobera no en cuyo reinado Egipto se beneficiaría de ese fenómeno excep cional. Además, poco tiempo antes de la muerte de su padre, había rechazado, en una breve batalla naval, la invasión de los shardana, aliados de los libios, esos «guerreros del m ar»" que trataban de invadir el Delta. Había hecho prisioneros que confió a sus oficia les para que los transformaran muy rápidamente — ¡oh mila gro!— en preciosos mercenarios fieles a sus nuevos amos. Este programa ya trazado del futuro seguía manteniendo a 107
Usermaatre en la expectativa de esos días impresionantes tan es perados, ya desde su iniciación, investido de los secretos que re gían el universo, el cielo se estremecería, la tierra temblaría cuando tomara posesión del reino de Re. Sólo se han conservado algunos relieves que representan el acto primero y el desarrollo esencial de la ceremonia, es decir, la purificación del príncipe y la imposi ción de las coronas por las divinidades tutelares, en las paredes de los templos que se remontan al Imperio nuevo. Las fuentes escritas relativas a esas ceremonias capitales de la realeza debían de ser secretas, y con un ritual que las preservara. El desarrollo de ese recorrido iniciático se repetía durante la Confirmación del poder real celebrada cada año, el primero de año, en los Templos de Millones de Años de los reyes, al menos desde el comienzo del Imperio nuevo, y muy probablemente mucho an tes. Por suerte, en el Museo de Brooklyn'2 de Nueva York se con serva un papiro que menciona este ritual.
La purificación del príncipe Desde los primeros resplandores del alba, sacerdotes ceremo niales entraron en el palacio, para el despertar de Ramsés, y lo llevaron en silla de manos delante de la puerta del pilono del templo,13 donde el ritual del «Bautismo del faraón» constituiría la base preliminar de las ceremonias. Estos ritos debían cumplirse delante de algunos muy altos funcionarios. Parece que la reina no estaba presente. Cuatro sacerdotes, uno con la máscara del halcón Horus, el otro la del ibis de Tot, y la de Set, con un animal todavía no iden tificado que recordaba la cabeza del orictéropo y a veces la del asno, y finalmente el que personificaba a Dun-auy (El de las alas desplegadas), que enmarcaban al rey al sur y al norte, y luego al este y al oeste. Con un aguamanil de oro vertieron en la cabeza y los hombros de Usermaatre la libación sagrada representada por un chorro discontinuo formado por los signos anj y uas, que resu men la irradiación solar (Horus le lava el rostro. Set se lo frota). Asi purificado por esta santa aspersión que emana de los cuatro pun tos cardinales, Ramsés recibiría nueve veces la unción de los óleos sagrados, protección segura contra cualquier ataque del mal. Son los ungüentos de los santuarios venerables del Alto y 108
El rey (Setos 1) transportado en la silla de porteadores, hacia el lugar de la coronación. (Abido)
Bajo Egipto. También hacen que los carros del faraón se benefi cien con la protección mágica de Isis. — El primer gran ungüento debe dar a la piel real una calidad divina. — Los dos siguientes identificarán al rey con el dios solar sen tado en un estrado con escalones. — El cuarto y el quinto evocan las dos barcas solares que, de día y de noche, vehiculan el astro de vida. — El sexto tiende a asimilar el faraón a Atum..., etc. — Y, finalmente, el noveno ungüento está destinado al kilt real, insignia de su función.'4 Esos ungüentos, que contienen polvos de los minerales esen ciales,15 cubrían enteramente el cuerpo del hombre en transfigu ración, y lo impregnaban de las energías surgidas de la materia inicial.
La fase de amamantamiento Iba a comenzar una segunda fase de los ritos, cuyo reflejo se encontraba en la escena del amamantamiento a veces representa da en las paredes de los templos donde el faraón, intencional mente representado con una talla pequeña pero vestido como so berano, era amamantado por una imagen divina femenina. Esta escena mimada debía confirmar la esencia de Ramsés alimentado en el seno universal, y habiendo recibido de esa manera el aguade-la-vida .16 A partir de allí, todo origen humano desaparecía del contexto real.
Revestimiento de adornos e imposición de las coronas En el santuario, el oficiante encargado de la persona real ha bía tomado en sus manos una larga estola de lino rojo. Ésta lleva ba, trazadas en tinta, treinta imágenes de coronas blancas y trein ta imágenes de coronas rojas, decoración que se completaba con la silueta de Ptah, señor de Menfis y de los jubileos reales. Las franjas de esta estola debían anudarse sesenta veces, y luego colo carse alrededor del cuello de Ramsés. Luego se depositaban en las manos del rey dos cetros: el anj y el uas, signos solares que
Coronación de Ram sés II protegido por las Dos M adres Tutelares. Aquí el pschent se lo colocan Horus y Tot. (Karnak)
Bastones con los extremos inferiores adornados con im ágenes simbólicas de la nocividad que el faraón debe «arrastrar por el polvo». (Tesoro de Tutankham ón, El Cairo)
Piramidión del obelisco de H atshepsut c°n la im agen de Amón colocando a la reina el jeperesh, insignia de la función (iaut) c*e Atum. (Templo de Karnak)
El halcón de Horus cierra sus alas sobre la nuca de Quefrén. (M useo de El Cairo)
también servían para escribir la leche divina, tan simbólicos que los utilizaba Amenofis IV para designar la acción so la r' Usermaatre recibe además dos adornos frontales — la diadema seshed, a la que estaba fijado el ureo, y el shesep y el pesado contra* peso de collar, el meany. el que da la vida divina. Luego se fijaban en la estola de lino rojo numerosos amuletos. Ramsés recibiría después las sandalias puras de piel blanca v L sobre todo el bastón de los países extranjeros que afirmaría, en el momento de las procesiones rituales, su dominio sobre las fuer zas del mal. Podemos recordar escenas protectoras donde las imágenes de diferentes etnias que agredieron a Egipto son domi nadas por el faraón que las amenaza con su arma: puede recono cerse al africano y al asiático. Dos bastones con los extremos infe riores curvos y esculpidos con las imágenes de esos dos tipos humanos están depositados, efectivamente, en el mobiliario fu nerario de Tutankhamón.18 — Luego los oficiantes procedían a vestir al faraón. Para una ac ción tan rica en símbolos, no se trataba de revestir a Ramsés con una de esas magníficas túnicas de lino plisado que aparecen en profusión en los guardarropas principescos desde comienzos de los reinados de Tutmosis IV y luego Amenofis III. Eran de rigor los adornos de las primeras épocas. Usermaatre, con el torso des nudo, debía llevar simplemente el kilt cuyo modelo real era el de Narmer,19 el primer faraón de la era histórica. Entonces, sentado en un asiento arcaico colocado en un estra do, Ramsés, de nuevo enmarcado por Horus y Tot (o Set), papel siempre representado por sacerdotes que le aportan la corona blanca del sur y la corona roja del norte, va a recibir el pschent, compuesto de la reunión de esas dos coronas.20 Las dos diosas (o madres) primordiales, Nejabit (a menudo representada por un buitre) y Uadyet (la cobra hembra sagrada), son evocadas por dos sacerdotisas sentadas al costado de Ramsés; ellas le equili bran el pschent en la cabeza.21 Los sacerdotes, con capuchas en forma de cabeza de halcón y de cabeza de perro, que personificaban los genios de las ciudades de Pe22 y de Nejen,23 procedían entonces, con gestos rítmicos de los brazos, a acoger al rey: eran las evocaciones de los lejanos antepasados del rey. Luego, en la capilla que reproducía el aspec to del santuario primitivo de Nejabit, el Per-ur (la Casa Grande) y en la de Uadyet y del norte, el Per-neser (la Casa de la Llama) o 112
nu le presentaban al recipendiano peinados litúrgicos vanar aue se depositaban sucesivamente en su cabeza, entre ellos coTona-attf de Re, flanqueada por plumas de avestruz, la diad*.n, , seshed, la corona-henu, la corona peluca ibes y los cubre pe lucas de lino, entre ellos el nemes. Y finalmente, después de hacerle una reverencia al señor de Karnak, Amón equilibrará en la cabeza del recién iniciado el je■,rresh de piel de avestruz, impropiamente llamado «corona de euerra», que luego el faraón llevará a diario, y que testimonia la ‘función de Atum, conferida para ejercer la realeza.24 Amón, senta do en su trono, corona de esta manera al rey arrodillado y de espaldas para que el dios pudiera ponerle la mano en la nuca. A partii de entonces, al faraón transfigurado por los ritos de paso y situado fuera del tiempo, se le dice: La tierra te es dada en su longi tud y en su anchura, nadie la comparte contigo.
Se establece el protocolo Había llegado el momento de atribuirle su protocolo, forma do por los cinco grandes nombres que regirán el programa de su reinado, y que establece el escriba real de la Casa de la vida, Samut.25 En primer lugar había que considerar: a/ el «nombre de estandarte», inscrito encima de la imagen del recinto del palacio dominado por el halcón de Horus: se eligió el epíteto de Toro potente amado de Maat; b/ luego, bajo la protección de las dos madres tutelares sim bolizadas por el buitre y la cobra, se convierte en: El que protege Egipto y somete a los países extranjeros; c/ llega el título de «Horus de oro»: será Rico en años, grande en victorias. En cuanto a los dos últimos nombres, están contenidos cada uno en un cartucho oval, que termina en el shenu que alude a la órbita del sol: d / el primer cartucho, precedido por el título Rey del sur y del norte, es la simple repetición del nombre que se le atribuyó cuan do fue coronado corregente de su padre: Usermaatre, Poderosa es Maat (factor de cohesión, energía esencial para la armonía uni versal) del sol, al que, en los próximos años, Ramsés agregará Setepenre, Elegido por el sol;26 113
A m ón-Atum y Seshat inscriben los nom bres de coronación de Ramsés en los frutos del árbo U sh ed — Rameseo. (Dibujo Sabri)
v/ el segundo cartucho contenía su nombre de nacimiento, \és que su madre había pronunciado en el momento de su cimiento. Mucho más tarde, el rey lo hará escribir Ra-mes-su. 113 El Sumo Sacerdote recordó al que así se había transformado los ritos milenarios, que los cinco nombres canónicos, esen^ l eS para cubrir toda la personalidad supraterrestre del rey, se habían reunido por primera vez bajo el reinado de Pepi II, al final del Imperio antiguo. Ese gran nombre entonces será enviado, por decreto, a las diferentes provincias del país. Toda la liturgia sagrada, pronunciada en el curso de esas lar gas ceremonias, había exaltado a Ramsés que imperceptiblemen te sentía que pasaba a otro mundo. Era el momento elegido para transmitirle la herencia milenaria.
Transmisión de la herencia milenaria
o
No \x
Ramsés iba a prestarse a la unción con ládano y a que le colga ran del cuello los amuletos profilácticos, ritual ejecutado esta vez a los acentos del himno a Horus. El acto más importante, la co munión, será cumplido por el sucesor de Setos. Debía tragar una imagen simbólica comestible modelada en miga de pan, que recordaba el signo jeroglífico de la función (iaut), que previamente le habían marcado en la mano con la goma-resina humedecida con saliva. Debía declarar que el poder de gobernar le pertenecía: Emblema-iaut dibujado en la mano. Emblema-iaut hecho de miga de pan que ha sido masticada. ¡No se la dará ningún humano! Y cuando le sea ofrecido el emblema-iaut de paz, dirá, cuatro veces: «El emblema-iaut de Horus es de él». ¡Su poder de gobernar es de él! «Es fortalecido por iaut, cuando lo come.»27 Había que evocar entonces la época pasada del reinado anterior. Se había modelado un disco con humus de la zona inunda da de los campos, con el que se habían mezclado, una vez más, Signo iaut que sirve para escribir la palabra «función» (primitivam ente con,erido al faraón por Atum).
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diferentes elementos minerales, aunque ciertas insignias reales, destinadas a indicar el poder conferido, estaban colocadas en el cuello de Ramsés: imágenes de un halcón, una abeja28 y cetros. Luego se hizo la ofrenda de siete imágenes divinas de la Casa de la vida del templo, en arcilla y con forma animal con una llama que les salía de la boca. Ya llegada la noche, le impusieron a Ramsés una especie de incubación, que lo introduciría en una nueva existencia, la de su reinado. Se había preparado un lecho en el santuario. Se le entre garon al rey cuatro sellos de madera. Dos tenían el nombre de Gueb,29 uno la imagen de Neit,30 y un último llevaba el nombre de Maat. Está escrito que esos sellos fueron entonces colocados debajo de la cabeza del rey cuando estaba acostado; Usermaatre ya había en trado en semiletargo. Después de este simulacro de muerte simbólica, el «desper tar» rodearía a Ramsés de una extraña atmósfera mágica (el re cuerdo de esas pruebas de iniciación en parte llegaron a Occiden te y todavía hoy se encuentran en el ritual de fraternidades o sociedades filosóficas). Antes que nada, el nuevo soberano fue colocado en un trono misterioso construido sobre una piedra natural mente profiláctica (recuérdese la piedra angular, «la piedra de Escocia» colocada ritualmente bajo el trono del soberano de Gran Bretaña el día de su coronación). Ramsés debía tener en una mano el disco de humus, y en la otra muy probablemente una golondrina. Luego, el encargado de la ceremonia traía el halcón de Horus. La golondrina tenía el papel de maldecir a los que pu dieran atacar a Horus, mientras que el halcón le anunciaba a Ho rus que su herencia acababa de ser transmitida: Dirás a Horus que el faraón está aquí, dedicado a consolidar su posición. Para que el beneficiario del nuevo reinado destinado a épocas gloriosas consiguiera la protección debía desarrollarse un último rito: el de la destrucción de todas las fuerzas nocivas, ejemplifica da por la decapitación de dos series de siete plantas. En principio, el rey debe sentir su olor, antes de cortar la cabeza de cada una de ellas. Entonces se podía vestir al faraón con un traje de lino rojo revestido de amuletos profilácticos. Luego Ramsés volvía a la Casa de la vida para recibir la ofrenda de nueve pájaros vivos, de especies diferentes, mientras colgaban de su cuello un halcón de oro, un buitre de frita esmaltada y un gato de turquesa. Entre los pájaros podían reconocerse al halcón. 117
el buitre, un milano, la oca del Nilo, un pájaro mesyt, una golon drina, una grulla, todos protectores. En un momento dado, se desplegaban las alas del halcón, luego las del buitre detrás de la nuca del rey (ceremonia eternizada por la célebre estatua de Quefrén, conservada en el Museo de El Cairo).
El árbol-ished y la longevidad del faraón Esta imponente escena de la coronación que se desarrollaba en el secreto del templo era el ritual más importante de toda la realeza, y debía repetirse cada primero de año, en grandes líneas, _para renovar su eficacia. Para Ramsés la primera etapa debió de sarrollarse en Menfis. Sin duda, la liturgia terminó en Heliópolis, en uno de esos patios sagrados donde el hermoso árbo\-ished (una persea) recibía todos los cuidados. Los egipcios sabían que los frutos de las perseas, que bordeaban los canales, maduraban poco antes de la llegada de la inundación, como para augurar un buen primero de año. Una de las conclusiones de la coronación consistía en inscribir todos los nombres de los faraones en los frutos del árbol sagrado.31 Ramsés estaba sentado en el trono ar caico delante de la persea cuyos frutos, en ese año de la corona ción, presentaban un volumen excepcional. Detrás de él se había materializado la figura de Atum, el autodemiurgo que le asegu raba la perpetuidad de su poder en la tierra. Armado con un cála mo,32 el Señor de los orígenes,Mcon noble gesto, trazaba en uno de los frutos que sostenía en la mano el nombre de coronación: Usermaatre Setepenre.M Frente al rey, Seshat, Señora de las escrituras y soberana de los libros — seguida de Tot, la inteligencia divina— , realizaba el mismo rito en otro fruto, mientras tenía en la otra mano el signo de los jubileos prometidos para millones de años. Esta escena está representada en una pared de la sala astronómi ca del templo real de millones de años, en el Rameseo. Ramsés tam bién la hizo reproducir, con algunas variantes, en su speos de Abu Simbel. El faraón aparece arrodillado delante del árbol sa grado, recibiendo la bendición de Haractes y el signo de las fies tas sed (jubilares). Detrás de él, Tot inscribe su nombre Usermaatre en los frutos del ished.35 r~ Abandonado el recinto sagrado, la fiesta abarcaba todo Egip to. El rey, sin duda, se había prestado a los ritos celebrados en 118
r público,
prefigurando los trabajos de Hércules, derribando al toro salvaje, persiguiendo a los crueles avestruces, traspasando con sus flechas lejanos y grandes blancos, etc. Luego desfilaría en su carro chapado en oro, como el sol, en medio de su pueblo cuya alegría se veía reforzada por la clemencia del nuevo soberano ^ q u e había levantado numerosas condenas (¡la amnistía!).
La gran fiesta de Opet
El alborozo volvió rápidamente después de los quince días en el curso de los cuales se celebraba el Año Nuevo — después de la llegada de la inundación— , ya que, en ese período en que la acti vidad era mucho más lenta por la feliz invasión de las tierras por el agua benefactora, la fiesta de Opet ese año se celebraría duran te veintitrés días, en el mes de septiembre en Tebas.36 Era la ocasión, para todos los ribereños, de percibir durante un desfile fastuoso la barca sagrada, de una riqueza increíble, que transportaba la imagen de Amón, seguida por dos embarcacio nes de la diosa Mut y de Jonsu, la imagen del dios-hijo. La proce sión se desarrollaba entre el santuario de Karnak y el de Luxor, más al sur, donde el señor de Tebas celebraría en el templo, du rante más de once días, su himeneo con la diosa, su paredra, y la renovación de su ka. Tomando el canal paralelo al Nilo, más cercano al templo de Karnak, las barcas divinas eran colocadas en grandes embarca ciones fluviales y remolcadas durante tres kilómetros por los fie les y la tropa: durante todo el trayecto eran objeto de admiración y devoción.37 En ambas orillas bailaban y cantaban; las mesas ten didas desbordaban de frutas, flores, bebidas, hasta el atrio donde las naves sagradas, llevadas por los sacerdotes en angarillas, eran depositadas en sus capillas respectivas, delante del pilono de Amenofis III, donde desembocaba la gran columnata erigida bajo Tutankhamón y terminada por Horemheb.38 Como el Sumo Sacerdote de Amón acababa de morir, Ramsés decidió dirigir él mismo todo el desarrollo del panegírico. Se puso, pues, la piel sacerdotal de guepardo pero, hecho único en los anales de Egipto, la leyenda escrita que acompañaba la escena
Fiesta de Opet: Sacerdotes, tocadoras de sistro, arpistas y acróbatas sagrados. (Capilla de H atshepsut, Kam ak)
Desfile de los bueyes de la fiesta. (Luxor, patio de Ramsés II, archivos Maspero)______________________________
Fiesta de Opet: en el canal paralelo al Nilo, entre K am ak y Luxor. La barca del rey acom paña a las barcas divinas. En el registro inferior: desfile de soldados. (Luxor, época de Tutankham ón)
í!
Etapa de la gran fiesta Opet entre K am ak y Luxor: la salida de la barca de Jonsu llevada por sacerdotes. En el registro inferior, las pequeñas
representada le da el título de Primer profeta de Amón, el Rey del sur y del norte, Ramsés Usermaatre.39 f El joven e impetuoso soberano, con fogosa voluntad conforta da por la transfiguración de la coronación, desde esos días y du rante los treinta primeros años de su reinado, tendría una activi dad sin límites. Durante los misterios del himeneo divino en el santuario del templo de Luxor (Ipet-resyt = el harén del sur), el rey había hecho que le abrieran las salas secretas de los archivos de la Casa de la vida del templo de Amón,40 para conocer los misterios de la divina irradiación de Tebas, Túmulo original de la creación dominio de Amón-Re. Así supo que el ojo divino derecho era Heliópolis del sur (Hermontis) y que el ojo izquierdo era Heliópolis del norte. Este intento de sincretismo marcaba una nueva etapa en el programa trazado por el soberano.41
El rey constructor
El faraón, acompañado por su real compañera predilecta, Nefertari, bendecida por el dios por haberle dado su primer hijo, celebró la fiesta de Min, garantía de ricas cosechas. Hará aún más: convocará a sus arquitectos y les ordenará que hagan los planos para un inmenso patio porticado enriquecido con esta tuas, que englobe las capillas de las barcas, delante del templo de Luxor. Un imponente pilono42 cerraría el recinto sagrado, con el patio adornado por colosos y dos obeliscos.43 Usermaatre también pensaba trazar en el suelo, sin tardanza, las líneas de su futuro templo jubilar, en la orilla izquierda de Tebas. Le parecía que el mejor lugar era el que lindaba con el pequeño edificio que, poco antes de la muerte de su padre, había proyectado erigir para su madre Tuya, que le gustaba llamar '— Mut-Tuya, manera hábil de sugerir que esa madre procedía de la paredra de Amón.
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Plano del Tem plo de Amenhotep III agrandado por Ram sés II. Luxor (el patio anterior).
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Primera etapa de la fachada del pilono de Ram sés II en Luxor (cara sur del prim er pilono). (Dibujo Sabri)
Segunda etapa del decorado de la fachada del pilono de Ramsés en Luxor: el rey hizo agregar dos grupos de estatuas de pie, a la derecha y a la izquierda de los obeliscos (patio de Ramsés, Luxor, foto Fathy Ibrahim).
La elección de un nuevo Sum o Sacerdote de A m ón en Karnak
I
¡Amón, ese aspecto oculto del divino (Imen = el oculto) cuyo poderío había que restaurar oficialmente, sobre todo en la me dida en que su temible poder... sacerdotal sería controlado por la Corona! Había que proceder, pues, al nombramiento de un nuevo Sumo Sacerdote, después de la muerte de Nebneteru,44 a quien Ramsés había representado la fiesta de Opet. El entorno del joven faraón se prestó complaciente al rito de selección de los candi datos. El mismo Amón debía elegir a su nuevo sumo servidor, me diante su oráculo, que finalmente aceptó el nombre de Nebunenef entre los de todas las personalidades presentadas. El elegido debía abandonar sus funciones de Sumo Sacerdote de Onuris en This y de Hathor en Dandara y luego dirigir en Karnak, con la mayor habilidad, la diplomacia de Ramsés. Se producía entonces el regreso de las barcas sagradas hacia Karnak. Debían tomar el camino de tierra, jalonado de capillasestaciones donde las naves, depositadas con las cortinas abiertas, ofrecían a la multitud el espectáculo de pequeñas estatuas chapa das de oro e incrustadas con piedras raras, soportes de la fuerza divina e invisible. Los sacerdotes con largos trajes de lino blanco y el cráneo rasurado llevaban las pesadas barcas brillantes en an garillas mientras que los caballos del tiro caracoleaban en el cor tejo. Nefertari seguía escoltando al faraón, y los niños reales, montados en sus pequeños carros personales, estaban confiados a los cuidados de los conductores bajo la autoridad del Caballe rizo real, Imenemipet, íntimo del faraón, y que en los primeros años del reinado sería nombrado Superintendente de caballe rizas.
Otras construcciones
Como en ese período esencial no podía recorrer toda la ex tensión de su dominio, Usermaatre encargó a su virrey de Nubia, Iuny, de señalar una nueva actividad de la construcción en el sur, 124
testimonio de su advenimiento al poder. Estaba confirmada defi nitivamente la nueva residencia de los virreyes: Aniba (Miam), en la Baja Nubia, seguiría siendo la ciudad-depósito de las riquezas que llegaban de África, pero la autoridad del faraón debía en ade lante mostrarse más al sur, en la Alta Nubia (o Nubia sudanesa, llamada por los egipcios el vil país de Cush); la nueva capital de Amara que Imenemipet acababa de fundar por orden de Setos, en la orilla occidental, se expandiría rápidamente. Usermaatre también encargó a su virrey que al norte de la 2.aCatarata, echara las bases de un proyecto que serviría al grandioso programa del inquieto príncipe: inspirarse a la vez en la obra de Amenhotep III, y apoyarse en nuevas fundaciones arquitectónicas, para demos trar la grandeza de su reinado y la indiscutible naturaleza divina de la pareja real, señor y benefactor del país. Iuny debía elegir el lugar favorable para excavar dos grutas sagradas, ilustrando la acción cósmica de los señores del país, superando el mensaje de los templos de Soleb y Sedeinga, erigidos en Sudán y donde pla neaba todavía el recuerdo de Amenhotep Nebmaatre y de su su blime Tiy, donde se habían celebrado numerosos jubileos del rey. Iuny eligió dos cerros rocosos que respondían exactamente a los deseos de Usermaatre, el de Meha y, ligeramente al norte, el de Ibchek, modesto lugar de culto de Hathor. La última visita a Tebas también fue por el templo de Karnak: los trabajos emprendidos por Setos Menmaatre se detuvieron después de la muerte del rey y las festividades de la coronación de las de Opet. Ramsés hizo que se retomaran de inmediato para que la inmensa sala hipóstila pudiera permitir rápidamente el de sarrollo del fastuoso culto amoniano, contando con la hábil ges tión de Nebunenef para ahogar eventuales desbordamientos en ese poderoso mundo sacerdotal.
Prim eros actos del reinado
Antes de dejar Tebas, el faraón reunió a sus principales fieles: su jefe del tesoro, sumo recaudador de los impuestos y controla dor de las rentas y a los altos funcionarios, elegidos entre sus amigos de juventud, algunos de los cuales eran de origen asiático 125
(¿acaso su padre ya no juraba por Baal?). Confió a Paser, su visir el cuidado de informar sobre el conjunto de los recursos del país, y sobre las diferentes categorías de los innumerables funciona rios al servicio de la administración. Y finalmente le confirmó una de sus tareas esenciales, como intermediario, para que reina ra la equ.dad: entregar a su soberano un informe cotidiano sobre su gestión y sobre el estado del río.
Sem a-Tauy de Ram sés II, adornando los costados de los tronos del rey. Fachada del Gran Tem plo de Abu Sim bel. Los genios de la inundación reúnen las dos plantas heráldicas que aseguran, cada año, la renovación del país y del faraón.
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VI
LOS CUATRO PRIMEROS AÑOS DEL REINADO
Coronado en Menfis, dominio de Ptah, señor de los jubileos, consagrado en Tebas por el mismo Amón, confirmado en la fun ción de Atum por Atum en Heliópolis, en ese momento a Ramsés le faltaba subrayar su presencia como ocupante del lugar de Horus, en el augusto dominio de Osiris, en Abido, junto a los presti giosos edificios deseados por su padre y que aún estaban en obras.
La designación del Sumo Sacerdote de Amón
También había que terminar las salas de los santuarios dedi cados al fundador de la dinastía, Ramsés Menpehtire. Todo con curría para que en su camino de regreso al norte, Abido fuera una etapa importante: ¿no debía anunciar personalmente al nuevo Sumo Sacerdote de Amón, Nebunenef, la feliz sentencia del oráculo que lo designaba aliado del faraón en el poderoso domi nio tebano? En el curso de este primer año de su reinado, el vigé simo tercer día del tercer mes de la estación ajet (inundación), Ramsés Usermaatre, siempre acompañado de Nefertari, de la fa milia real, de los principales miembros de su corte y del Consejo de los Treinta, desde la «ventana de la aparición» del palacio de la residencia real que estaba al lado de cada gran templo, dio a co129
“Ro Sdau». Montaña occidental de Abido que recuerda el lugar donde el sol poniente entro en el dominio de Osiris. (Foto A. VVjre)
Ramsés, acom pañado de Nefertari, procede a la designación de N ebunenef como Sum o Sacerdote de Amón en Karnak. (Tumba de Nebunenef, Tebas-Oeste)
nocer, con todo énfasis, la feliz elección del dios a su nuevo sumo servidor, delante de un auditorio atento. El acontecimiento, que para éste marcaba el punto culminante de su carrera, fue repro ducido fielmente en su tumba, porque había sido elegido, no sólo prefiriéndolo a todos los profetas de los dioses y a todos los dig natarios de la Casa de Amón, sino también a todo el personal de la Corte y al Jefe de los soldados :1 (líneas 6 a 16) Su Majestad le dijo: «En adelante eres Sumo Sacerdote de Amón. Su tesoro y sus graneros están bajo tu sello. Eres el jefe de su templo y la administración está bajo tu autoridad. Los bienes (el templo) de Hathor, señora de Dandara, estarán a partir de ahora bajo la autoridad de tu hijo,2 así como las funciones de tus antepasados... ... Coloqué delante (Amón) a todo el personal de la Corte y al Jefe de los soldados; se le nombraron también a los profetas de los dioses y a los digna tarios de su casa, mientras se mantenían delante de su rostro. No estuvo satisfecho con ninguno de ellos, excepto cuando le dije tu nombre. Sírvele bien, ya que él te ha deseado. Sé que eres capaz de hacerlo... ... Amón es un dios poderoso, que no tiene igual, que sondea los corazones, que explora las almas, él conoce el fondo del corazón». (líneas 22-23): Luego Su Majestad le dio sus dos anillos de sello y su bastón de electro, ya que se convertía en Sumo Sacerdote de Amón y Di rector del Doble Granero, Director de los trabajos, Jefe de todos los gremios en Tebas. Se envió un Enviado real para anunciar en todo el país que le había sido entregada la Casa de Amón y que todo el personal estaba en las manos de Nebunenef.3
Los monumentos de Abido
En el curso de ese paso por el conjunto de los edificios consa grados a Osiris, hacia la Escalera (milenaria) del Gran Dios al lado de la cual, desde hacía tiempo, se acumulaban las estelas de los fieles, Ramsés comprobó que no existía lugar de peregrinaje más propicio donde dejar para la posteridad las huellas de su historia maravillosa: la imagen de ese ser fuera de lo común que se esfor zaba por modelar. Decidió, pues, atribuir a su padre las declara ciones relatadas, con tantos elogios, en la inscripción de la que ya se habló respecto de su infancia.’ Dio orden, naturalmente de que
▲ Ramsés I ante la gran ofrenda funeraria para su renovación anual, en el m om ento del regreso de la inundación evocada en el registro inferior. (M etropolitan Museum, Nueva York)
^ Tot presenta a la momia de Setos I la im agen de las dos Diosas Tutelares, con miras a su renacimiento. (Templo
terminaran el edificio deseado por su padre y de que se asegura ra el servicio del culto. Pero en adelante no se olvidó de fundar su propio templo en ese lugar de veneración. Y hay un detalle importante: el edificio se construiría totalmente en piedra caliza mientras que en todas las otras partes los monumentos de Ramsés tienen cimientos de gres. Además, los relieves fueron tratados de la manera clásica, y no en «huecorrelieve» como en sus otros monumentos. Ese hijo respetuoso de la memoria de Setos extendía su vene ración a los antepasados que quería hacer suyos. Nuevo episodio en su busca de legitimidad, se empeñó en hacer restaurar las se pulturas muy antiguas de los primeros reyes de lo que, al pa recer, ningún descendiente se había ocupado. Creó un servicio que debía vigilar las restauraciones y controlar el reparto de las ofrendas. Mucho más tarde su ejemplo fue seguido por su hijo número doce, Jaemuese, cuando este último — arqueólogo de alma— se dedicó con eficacia a los antiguos monumentos dete riorados de la necrópolis de Saqqara o de Guiza. Además, en el templo de Setos, donde algunas paredes todavía no estaban total mente decoradas, decidió hacerse representar niño, al lado de su padre, delante de la lista impresionante de los antepasados de la Corona, para sostener con insistencia sus derechos al trono.
Los trabajos de Pi-Rameses
De regreso en Pi-Rameses donde los trabajos de ampliación ganaban en amplitud, el faraón reunió a sus arquitectos para en cargarles que crearan el centro de la ciudad mediante cuatro ma jestuosos edificios. Al norte de la antigua ciudad meridional de Avaris antaño ocupada por los hicsos, subsistía el templo de Set y los vestigios del templo de Setos que debía agrandarse. El puerto de la futura capital estaba situado no lejos de allí, donde se unían el brazo del Nilo llamado las Aguas de Re, al oeste, y las Aguas de Avaris, al este, que atravesaban el lago de la Residencia, al que estaba unido el recuerdo de la batalla naval entre el liberador y los invasores. O sea, que Pi-Rameses estaba rodeado de agua. Ramsés había ordenado la construcción de su palacio y tres san133
Las estelas del Nilo del Dyebel Silsila. Se arrojaban ofrendas al río en el m om ento del estiaje. (Grabado del siglo xix)
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tuarios en el centro de la nueva ciudad, en los cuatro extremos de dos grandes arterias que se cruzaban: hacia el norte, el templo de ptah, flanqueado por el edificio consagrado a Sejmet; al este, el edificio para el culto de Amón; enfrente, al oeste, el templo de Re, el más importante. Finalmente, al sur, un amplio perímetro que abrigaba el palacio. Se habían previsto cuarteles en casi todo el perímetro. El responsable del programa arquitectónico, incluida la ampliación del palacio, fue, al parecer, el Jefe de los trabajos, May, que también había sido militar de alto rango, y cuya carrera continuó en Heliópolis, para Ramsés, y luego para el vigésimo tercer hijo de Ramsés, Mineptah. O sea que debería de ser muy joven cuando, por su talento, lo eligió Usermaatre. Muy concien zudo, acompañó a sus obreros a las canteras de granito de Asuán de donde provienen la mayoría de los obeliscos de Pi-Rameses. Fue menos respetuoso cuando retiró, muy probablemente, blo ques del revestimiento de la pirámide de Quefrén en Guiza para los monumentos de la nueva capital. También era necesario agrandar los deslumbrantes jardines de los que Ramsés no podía prescindir, y crear nuevos vergeles donde manzanas y peras, provenientes del Oriente Próximo, pro vocaban la admiración de los poetas que cantaban ese lugar pre dilecto.
Un himno al Nilo
La estación de la inundación volvería al final de ese primer año de reinado; era la ocasión de consagrar un gran himno al N ilo ,5 con el fin de congraciarse con su esencial y muy abundante reaparición. En la pared rocosa del Dyebel Silsila se instaló una estela, en el lugar donde el agua que llegaba de Nubia parecía penetrar en el Alto Egipto, al norte de Asuán, en un estrecha miento del río, bordeado de canteras de gres. Fue el año 1, el ter cer mes de la estación shemu (verano), el décimo día 6 (un mes antes de julio). En esa ocasión 7 se arrojaron al río ricas ofrendas (estatuillas, papiros, vituallas).
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Los m onum entos de Tebas
Paser remitía regularmente sus informes al faraón para gran satisfacción de éste. Podía seguir los progresos de la extracción de las rocas en el Valle de los Reyes, para excavar su tumba, en el lugar que había elegido cuando las exequias de su padre. En el año 2, se había dado ritualmente el primer golpe de cincel en la caliza, con un magnífico buril de plata .8Supo de esta manera que los trabajos de ampliación del templo de Luxor llegaban a su fin Las canteras de granito de Asuán habían aportado la hermosa piedra rosa para los colosos del faraón que figurarían entre las columnas donde las siluetas reales, de siete metros de aito, domi naban las imágenes de Nefertari, y más tarde de las hijas mayores del soberano. La decoración de las paredes estaba muy adelantada, y las es cenas religiosas adornaban la cara interior del primer pilono que ya estaba terminado. Parece ser que el informe concerniente a esta parte del templo fue redactado hacia 1277 antes de nuestra era. Los obeliscos, entre ellos el que Mehemet Ali regaló a Francia, se al zarían delante de las moles ,9 pero la fachada del pilono, que mi raba hacia Karnak, de donde llegaba anualmente la gran fiesta de Opet, todavía no estaba historiada .10 Se volvería a trazar el gran camino que unía el templo de Karnak con la nueva fachada de Luxor, y se completaría la serie de esfinges que flanqueaban ese majestuoso camino procesional, ya restaurado con Tutankhamón. De hecho, Egipto se había transformado en una vasta obra de construcción; en todas las aglomeraciones importantes se alza ban andamios de elementos de madera sostenidos por cuerdas de halfa, y el ruido de las mazas marcaba el corte en escuadra de los bloques de piedra, antes de que los trineos los alzaran por las rampas de arena a lo largo de las paredes en construcción...
En el desierto de Kubán, un pozo para los mineros
Una de las novedades más importantes que le transmitieron al faraón ese tercer año de reinado fue, sin duda, la que provenía 138
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Las ruinas d e K am ak en la época ile la Expedición de Bonaparle a tgipio.
En prim er plano, el terreno cubierto por el lago sagrado.
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Vista análoga, en la actualidad, después del descom bro de Las ruinas y del lago sagrado.
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del Jefe del tesoro (nombrado en el año 2), Nebit, concerniente a las minas de oro. Egipto atravesaba un período de opulencia, y las minas de oro situadas cerca del Wadi Hammamat, entre Edfu y el mar Rojo, aportaban una gran cantidad del metal precioso, gracias a que había mejorado el aprovisionamiento de agua, faci litado por Setos I con la abertura de pozos en esa zona desértica. Luego trató en vano de que buscaran agua en la Baja Nubia, en el W adi Allaki, en el camino de otras minas de oro. A 120 kilóme tros al sur de Asuán, ese wadi fue protegido por una fuerte ciudadela, cuya importancia ya se reconocía en el Imperio medio. Mas tarde, Tutmosis III, el gran conquistador, hizo construir un santuario al Horus de Bakiu (Kubán), uno de los cuatro aspectos del Horus nubio junto con los de Miam (Aniba), Buhen (Wadi Halfa) y Abu Simbel (Meha) donde el mismo Ramsés divinizado encarnaba el Horus local .12 Una vez más, la gloria del victorioso tercer Tutmosis seguía a Usermaatre: el lugar también debía lle var su marca. El templo había sido erigido en la orilla izquierda del río: Ramsés hizo construir un nuevo edificio religioso en el recinto fortificado de la orilla derecha, donde se descubrieron sus ruinas. Quería retomar la obra de sus predecesores, y superar la acción de su padre ya que, al ser hijo querido del divino, podía forzar el destino... En efecto, después de haber hecho perforar hasta 120 codos de profundidad ,13 Setos obligó a detener la prospección. Y en ese momento, el virrey de Usermaatre sugería a su soberano provi dencial que reconsiderara el problema. Era seguro que tendrían éxito. Una estela de gran interés ,14 encontrada en el siglo XIX cerca del pueblo de Kubán, no lejos de la imponente fortaleza de Baki en la desértica y temible pista de las minas de oro, conserva un texto edificante desde muchos puntos de vista. Además de cons tituir naturalmente el testimonio de un acontecimiento importan te para la historia económica del reinado, nos proporciona uno de los ejemplos más ilustrativos de la exageración en los elogios diri gidos al faraón y de los límites a los que podía llegar la adulación. Al respecto, y aunque la grandilocuencia fuera costumbre en el Imperio nuevo, en los textos reales laudatorios, Ramsés sigue siendo el campeón.
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La estela de K ubán
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Al elegir los temas nuestro faraón tuvo ocasión de retomar su tema favorito: recordar su extraordinaria precocidad y subrayar los comentarios, por parte de sus cortesanos, que se desprenden de la misma. También se descubren los elementos predilectos que usa en su «autopropaganda»: presentarse como el hombre providencial, el hombre del milagro. Donde su padre no había logrado que se detectara agua a más de 120 codos de profundi dad, él sólo tuvo que prestar atención al problema para que in mediatamente se resolviera. Démosle la palabra, porque entre lí neas aparece el relato de un acontecimiento y la imagen de la gestión real. La estela de Kubán constituye el ejemplo más ca racterístico de la literatura laudatoria y política de comienzos del reinado de nuestro héroe.
(El todopoderoso faraón se presenta él mismo) El tercer año, en el primer mes de la segunda estación (peret: el invier no), el cuarto día, bajo la Majestad de Horus Toro poderoso, amado de Maat (salido de las) Dos Diosas Protección de Egipto, que hace doblegar se a los países extranjeros, el Horus de Oro rico en años, grande en victo rias, el Rey del Alto y el Bajo Egipto Usermaatre Setepenre, el hijo del Sol Ramsés, amado de Amón. ... Apareciendo en el trono de Horus de los Vivos, como su padre, Re, cada día; dios encarnado, señor de las tierras del sur, Horus de Edfu de brillante plumaje, magnífico halcón de electro. Protege Egipto con su ala, haciendo sombra para los humanos, como un muro de valor y victoria... Encarna al Doble Señor (Horus y Set), aquel por quien el día del nacimien to fue objeto de exultación en el cielo. Los dioses declaran: ¡nuestra semilla está en él! Y las diosas agregaron: salió de nosotras para ejercer la realeza de Re... El toro poderoso contra Cush-el-vil, que derrota a los rebeldes tan lejos como en el país de los negros. Sus pezuñas quebrantan a los trogloditas, y sus cuernos... El terror que inspira ha llegado a Karoy. Su nombre circula por los países, en razón de sus victorias... El oro sale de la montaña en su nombre como para su padre Horus señor de Baki (Kubán), que inspira un gran amor en los países del sur como Horus en el país de Miam,15y señor de Buhen (Wadi Halfa)...16
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(U n p r o y e c to d e l fa ra ó n )
Cuando Su Majestad estaba en Menfis (Hetkaptah), cumpliendo los ri tos para sus padres y todas las emanaciones del sur y del norte, porque de ellos recibía fuerza y victoria, y una larga vida de millones de años... un día (pues), cuando Su Majestad estaba sentado en gran trono de electro, con la corona flanqueada por dos plumas, y enumeraba las regiones de donde pro venía el oro, y trazaba planes para cavar pozos en un camino desprovisto de agua, después de haber oído decir que había mucho oro en la región de Akayta, donde el camino, en realidad, carecía totalmente de agua De los que iban allí sólo volvía la mitad de los «lavadores de oro»: morían de sed en el camino, con los asnos que llevaban delante, ni al ir ni al volver encontra ban con qué llenar su odre Por eso no se traía el oro de esa región, por la falta de agua.
(Ramsés hace convocar a los príncipes de la Corte) Su Majestad dio orden al Portador del sello real que estaba a su lado: «Llama a los Príncipes de la Corte, porque Su (Ma) Majestad quiere en tenderse con ellos, a propósito de esta región, y (decidir) cómo tomar las medidas necesarias». Inmediatamente fueron introducidos ante el dios en carnado, con las manos en alto en homenaje a su ka, aclamándolo y proster nándose en el suelo, delante de su rostro deslumbrador. Se (= faraón) les explicó la naturaleza del país, y Se les pidió consejo respecto de la apertura de un pozo en dicho camino.
/ (Respuesta de los Príncipes de la Corte) Dijeron ante Su Majestad: «Eres como Re en todo lo que haces... Si deseas una cosa en el curso de la noche, por la mañana aparece en seguida. Nos han informado de una multitud de maravillas, desde que fuiste co ronado como rey de las Dos Tierras En lo que concierne a todo lo que sale de tu boca, son como las palabras de Haractes. Tu lengua es como los dos platillos de una balanza. Más exactos son tus dos labios que el justo peso de Tot...'7 ... ¿Cuál es el lugar en el que no hayas estado? ¡No existe país que no hayas recorrido! Todo pasa por tus oídos desde que ejerces la autoridad en esta tierra Ya hacías planes cuando estabas aún en provec to, en tu función de hijo del Príncipe.™ Te informaban de los asuntos de las Dos Tierras cuando eras un niño que llevabas la trenza;'9 no se ejecutó ningún monumento que no estuviera bajo tu autoridad Eras Jefe de los 143
ejércitos cuando eras un niño de diez años... Si dices al agua: "¡Sal de la montaña!", el agua llegará rápidamente después de tus palabras, porque tú eres Re encarnado y }eper en su verdadera forma. Eres la imagen viviente en la tierra de tu padre Atum de Heliópolis. El gusto (hu) está en tu boca, la inteligencia (sia) está en tu corazón; el lugar de tu lengua es el santuario de Maat, Dios reside en tus dos labios ¡Existes para siempre, se hará según tus planes, todo lo que dices es escuchado, oh Soberano, nuestro Se ñor!».
(Intervención del virrey de Nubia) En lo que concierne al país de Akayta, el virrey del vil país de Cush dice, al respecto, a Su Majestad, que «esto está presente desde la época del dios. Allí se moría de sed y cada uno de los primeros reyes había deseado (hacer) perforar un pozo,20pero sin éxito. También el rey Menmaatre (Setos 1) hizo la experiencia y, en su época, ordenó que se cavara un pozo de 120 codos,1' lo que fue en vano ¡en el camino no surgió el agua! Por el contrario, si tú mismo le dices a tu padre Hapi, el padre de los dioses: “Haz que el agua caiga de la montaña", actuará de acuerdo a todo lo que tú has dicho, como todos tus proyectos que nos son presentados, aunque no se haya oído hablar de eso
(Usermaatre decide cavar el pozo) Su Majestad dijo a los Príncipes: «¡Cuánta verdad en lo que habéis dicho, (o sea) que nunca se encontró agua en esta región, desde la época del dios! Abriré un pozo, aquí, que dará agua cada día; como len el valle del Nilo...
(Orden dada al virrey de Nubia) Su majestad dijo al Jefe escriba real «Haz que un mes se transforme en un día...» ... (cuando) el Jefe escriba real escribió al virrey del vil país de Cush, según lo que le había sido indicado [¿el agua que está en el país inferior lo escuchará? Entonces cavaron el pozo... ]......
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(Carta del virrey del vil país de Cush a Su Majestad) Acaban de traer una carta del virrey del vil país de Cush, que dice: «[El] pozo está terminado; lo que Su Majestad dijo con su propia boca se ha reali zado: el agua surgió a los 12 codos,n y con 4 codos de profundidad ..... Nunca cosa semejante se había hecho desde la época del dios El jefe de Akayta se regocija con gran alegría Oyó el agua que está en el mundo inferior cuando cavó para encontrar agua en la montaña...» ...
(El pozo es «bautizado») Su Majestad ordenó dar un nombre a ese pozo. (Se lo llamó): El pozo de Ramsés M eriamón, fuerte en la victoria.
Habrá que encontrar la razón por la cual el faraón deseó que se diera al objeto de ese milagro su nombre de nacimiento, y no el de coronación. ¡Otro milagro! Pero éste contemporáneo: cuando se repartie ron los emplazamientos en donde las diferentes naciones que res pondieron al llamamiento para salvar los monumentos de Nubia antes de que los cubrieran las aguas, debían realizar sus excava ciones, nuestros colegas rusos eligieron el Wadi Allaki y el em plazamiento de Akayta. Terminaron sus trabajos con el descubri miento de los vestigios del famoso pozo que todavía llevaba el nombre de Jenemet Ramsés Meriamón, ken-najtP Por cierto que era necesario contribuir al enriquecimiento del tesoro de Amón aumentando el rendimiento de las minas de oro de Nubia, pero otro móvil debía empujar a Usermaatre a esta determinación. Como habían hecho sus predecesores, los libera dores de Egipto, convenía favorecer a ese ejército de donde había salido él mismo. La concesión de tierras y las recompensas en oro le aseguraban las mejores garantías de lealtad, al igual que nume rosos contingentes de origen extranjero, y mercenarios libios, shardana, a la vez que los fieles arqueros nubios, componían o constituían en parte las grandes divisiones militares.
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La primera campaña siria
En el año 4 de su reinado, cuando Usermaatre acababa de cumplir veintinueve años, los mensajes de los informadores («¡las orejas!») del rey en el Oriente Próximo, reunidos por su vi sir, acordaron informarle lo siguiente: el rey de Amurru, Ben thesima, después del tratado entre Setos y el rey de los hititas Muwatalli, no parecía temer ninguna acción belicosa ya que es taba seguro del apoyo de su poderoso, aunque bastante lejano, protector hitita. Era el momento de emprender la recuperación de esa provincia, y de prepararse para invadir la ciudad de Qa desh, cuyo abandono Ramsés no se resignaba a aceptar ya que había sido propiedad de Egipto desde Tutmosis III. Situada a orillas del Orantes, a muy poca distancia al sudeste del Eleuterio, era un lugar estratégico de la mayor importancia al noreste de Biblo. Usermaatre, a la cabeza de sus tropas, se dirigió, pues, a Siria durante el verano de 1275 con miras a preparar los enfrentamientos con los hititas2' del país de Anatolia (el Hatti o Jeta) que continuaban amenazando Egipto y ya le habían arran cado algunas ciudades sirias sometidas al protectorado del faraón. Atravesó el país de Canaán, pasó a Gaza, costeó Ascalón, dejó M eggido al este, hacia el interior, llegó a Tiro en la costa medite rránea y subió hasta Biblo, todas ciudades en las que existían guarniciones egipcias 25 y que de esa manera le facilitaron las eta pas. Sin duda, dominó Irqata, donde el Eleuterio desemboca en el mar, y avanzó hacia el este por el territorio de Amurru, donde ahogó fácilmente a las fuerzas de su rey Benthesima. Éste, al pa recer, se vio sorprendido por ese ataque tan fulminante y se con virtió, pues, de inmediato, en vasallo de Egipto, mientras mante nía secretamente relación con su antiguo señor hitita a quien le aseguró su firme lealtad. Habiendo preparado el terreno — e impuesto el tributo a Benteshima— , Usermaatre, confiado en su estrategia, volvió por Fe nicia. En Biblo, no lejos de la ciudad que había fundado a su paso y a la que también había dado el nombre de Pi-Rameses (del Valle de los Cedros), erigió una estela en honor de su acción, cerca del Nahr el-Kelb (el Río del Perro): año 4, tercer mes de ajet (estación de la inundación), segundo día. Se erigieron otras dos estelas triun147
fales, una cerca de Tiro, cuyos textos por desgracia hoy están de teriorados.
Preparación para la segunda campaña siria
Puede suponerse que antes de dejar Amurru, Ramsés, prepa rando su Futura expedición, hizo acuartelar a un contingente de reclutas muy bien entrenados, los naharinos, que se unirían a su ejército cuando volviera para enfrentar a los hititas. Sesenta días después de su partida de Egipto, Ramsés volvió a pasar delante de la fortaleza de Tjaru (El-Qantara), antes de lle gar a su residencia en las orillas verdes de las Aguas de Re. Iba a consagrar aproximadamente cinco meses — es decir, entre el ter cer mes de la estación ajet (inundación) de su cuarto año de reina do, y el segundo mes de shemu (verano), en medio de la estación cálida— para poner a punto su gran expedición de reconquista y enfrentamiento con el hitita, lo que en su entusiasmo parecía de sear ardientemente. Las Grandes Esposas reales, Nefertari e Isisnofret, la reina madre Tuya tan orgullosa de ese hijo que seguía gloriosamente las huellas de su padre, las damas de palacio y los niños reales, durante la estación de la inundación, iban a El-Fayum, al gran harén real. El frescor del lago Karun (Mi-ur), los placeres de la caza de aves, de la pesca, de los largos paseos en barca, los depor tes al aire libre, las carreras de carros para los jóvenes príncipes que se entrenaban en el tiro al arco, eran los pasatiempos preferi dos, que en la corte podían ejercerse menos libremente. Los prín cipes también visitaban los viñedos, diferentes de los del Delta, y las prensas donde se obtenía un zumo dorado para los vinos dul ces. En cuanto a las princesas, se iniciaban en el hilado y tejido en los grandes talleres reales, dirigidos por la reina madre, y cuyas magníficas producciones vestirían a la familia real y aportarían los preciosos presentes de tejidos ligeros que se ofrecían a los so beranos extranjeros. También había que prepararse para unirse a la gran expedición que se anunciaba: Ramsés debía estar rodeado de algunos de los suyos, a los que quería reservar el inolvidable — espectáculo de la derrota enemiga.
Sabía que su adversario, para combatirlo, se había apresurado a reunir a aliados y vasallos en una confederación, y de esta ma nera había creado un inmenso ejército, bastante heteróclito, sin gran disciplina y cuyo núcleo — el único bien organizado— eran los carros hititas. Muwatalli tuvo que utilizar todos los recursos de sus finanzas para conseguir un real mosaico de combatientes tan diferentes. Las informaciones transmitidas a Usermaatre ha blaban de dos ejércitos masivos, cada uno de una veintena de millares de hombres; la caballería hitita contaba con 2.500 carros. Pero él, Ramseses, faraón de Egipto ¿de qué fuerzas disponía? ¿En algunos meses podía estar en condiciones de enfrentarse a una coalición tan estupenda? Todo hace suponer que estaba per suadido de poder estarlo.
El ejército egipcio en la XIX dinastía
Los que han estudiado la historia del ejército egipcio están de acuerdo en reconocer que su organización era mejor que su tác tica .26 En esa época, Usermaatre gozaba de un ejército profesional bien entrenado y los soldados eran pagados. Un Inspector de los escribas militares tenía a su cargo el registro de los efectivos en presencia de Su Majestad, organizando las nuevas generaciones de reclutas y alentando a cada hombre a conocer su deber en el conjunto de la tropa.27 El estado mayor general, que rodeaba al faraón, jefe su premo del ejército, estaba compuesto por un general en jefe, prín cipes de sangre o favoritos calificados, y algunos generales a títu lo honorífico. Desde la introducción en Egipto del arco compuesto y del ca ballo, al final de la dominación de los hicsos, arqueros y carros de Egipto podían sembrar el terror. La nobleza aportaba los oficiales de carro, algunos de los cuales llevaban cascos y armaduras que protegían el torso. Los reclutados para esas armas móviles de bían comprar su carro y su entrenamiento era muv riguroso. Ma niobraban a las órdenes de tenientes comandantes de carro y de superintendentes de caballerizas (los cuarteles se llamaban esta blos de caballos). 149
Las cuatro divisiones de la infantería Pareciera que durante sus guerras sirias, Setos Menmaatre sólo utilizó tres cuerpos de ejército: la división de Re, la de Amón y la de Set; pero ciertos indicios, en la XVIII dinastía, en el texto que relata la batalla de Meggido 28 con Tutmosis III, hacen supo ner que el rey ya contaba con cuatro divisiones. Ramsés Usermaatre disponía de cuatro divisiones que componían las fuerzas expedicionarias organizadas en previsión de la batalla que quería librar para recuperar la ciudad de Qadesh. Sus cuatro divisiones de infantería comprendían cada una alrededor de 5.000 hombres. La división aportada por los habitantes del norte del Delta estaba bajo la bandera de Set. La de la punta sur dél Delta bajo la ban dera de Re. La de Ptah la formaban los reclutados en la región de Menfis. Y finalmente la región tebana aportaba la división de Amón y permanecía encuartelada en el Alto Egipto, lista para intervenir en la Alta Nubia (Sudán). Cada una de las divisiones, al mando de un general de divi sión, contaba con compañías de 250 hombres, con un capitán Jefe de comandante de compañía al frente, que llevaba el estandarte de la agrupación. Este estandarte 29 los diferenciaba con la ilustración de su propia condición (león-saltarín, fuerte-en-armas o amada-deAmón, etc.). La compañía estaba subdividida en cinco secciones de 50 hombres, cada una bajo el mando de un Jefe de los cincuenta. Las tropas se enrolaban mediante requisa en cada provincia, a las que se agregaba una décima parte del personal de los templos, lo que, al parecer, era muy impopular .30
Intendencia, composición de los efectivos La intendencia, bien provista, estaba colocada bajo la autori dad de funcionarios civiles. En cada división había un escriba en cargado de los efectivos, y otro del abastecimiento. Eran altos dignatarios, asistidos por veinte escribas militares, cada uno de los cuales atendía las necesidades de 250 hombres, y eran respon sables también de los efectivos y del aprovisionamiento. Un ejemplo, aportado por escribas que planteaban el problema 31 del
reparto de los víveres entre los soldados de una campaña militar en Siria, subraya la proporción de mercenarios extranjeros enro lados en una división. La unidad táctica se componía de Soldados (egipcios) que están delante de ti, en número de 1.900. (Además hay) 520 shardana ,32 1.600 qeheqs,33 100 mashauashM y 880 negros. En total 5.000, sin contar a sus oficiales.
Se comprueba que al lado de 1.900 soldados egipcios, 3.100 mercenarios completaban la división, es decir, cerca de dos ter cios de los efectivos.
Los soldados en acción Esta infantería marchaba en filas, con escudos rectangulares (salvo los shardana con escudos redondos) y cascos. No eran fa langes de carga ya que no poseían armaduras y sólo estaban equipados con dagas, hachas y pequeñas jabalinas. Por el contra rio, los arcos constituían un cuerpo eminentemente eficaz, dividi do en batallones. Empleaban el arco compuesto de efectos muy destructores, extremadamente percutiente de 50 a 60 metros, y bastante sensible aun a 175 metros de distancia. ¡Los campeones podían alcanzar objetivos a 500 metros! En cuanto a los carros, estaban organizados en escuadrones de cincuenta vehículos, que comprendían cinco unidades tácticas de diez .35 Cada carro estaba dotado de un conductor y de un gue rrero. El ataque se realizaba en filas y su fuerza principal se debía a la rapidez, mucho más que a su armamento. El grado de oficial de carro correspondía, grosso modo, al de mayor o coronel.
Arsenal y puntos de apoyo En los suburbios de la ciudad de Menfis 36 se había instalado un arsenal para la fabricación y reparación de los carros. Después de haberse protegido de las intenciones sirias, en la época en que un nuevo peligro amenazaba a Egipto — el de los hititas— , los establecimientos y puestos militares en los que Ramsés podía apoyarse y que Setos había restablecido en parte, jalonaban el ca151
mino hacia el este. En primer lugar, se implantó una armería en la fortaleza de Tjaru (Silé), a la altura de El-Qantara, en la frontera del Delta oriental. Bastión fronterizo de los egipcios hacia Asia su comandante era un lugarteniente general de carros y Mensaje ro del rey en los países extranjeros (este último puesto era el más prestigioso del ejército ).37 Todas las expediciones hacia Oriente franqueaban obligato riamente la frontera en ese lugar y volvían a pasar por él a su regreso. Un poco más al sur, el Wadi Tumilat era el corredor por el cual penetraban los asiáticos que llegaban del norte, de Sinaí. En ese lugar se levantaba la fortaleza de Tyeku 38 (en hebreo, Sucot), cuartel general de la policía encargada de controlar las tribus beduinas que entraban en el Delta para hacer pastar a sus reba ños. En unos 160 kilómetros, la ruta del Delta a Gaza, después de las campañas de Setos, estaba dotada de unos doce puntos fortifi cados que protegían los pozos (jenemet). Los más importantes de estos lugares estratégicos estaban bajo la responsabilidad de co mandantes de batallones. En la XVIII dinastía, se habían estable cido guarniciones egipcias en la costa, de Biblo a Tiro. Al final de la misma dinastía, se había instalado una guarnición en Jerusalén para proteger los montes de Judea. Betsán, al sur del mar de Gali lea, tuvo también una pequeña guarnición para velar sobre el paso del Jordán. Las tropas podían asentarse allí hasta seis años seguidos en la misma plaza fortificada, y esas estadías se conside raban un poco como castigos. También había una especie de cuarteles generales: Gaza, cuya influencia se extendía hasta la llanura de Asdralón ,39era un ejem plo de los mismos. El valle de Beqqa al norte de Damasco se con virtió también en un cuartel general egipcio. Jaffa era un centro importante de almacenamiento de cereales para el aprovisiona miento de las tropas. Con los ramésidas se estableció allí un de pósito de carros; y finalmente la fortaleza de Meggido fue res ponsable de la cosecha de la llanura de Asdralón. Naturalmente, en el curso de las campañas militares, el ejército permanecía agrupado y los diferentes países ocupados le proporciona ban subsistencia para los hombres y alimento para los caballos de tiro y otros animales, entre ellos el león domesticado del fa raón. De regreso al país, los elementos de las divisiones se disper saban por sus lugares de acuartelamiento y sus viviendas respec tivas. 152
En víspera de la segunda expedición a Siria
En el año 5, seguro del poderío del engranaje, al parecer pro bado, de su ejército, Usermaatre, con treinta años, se preparaba para atravesar el país de Canaán para abordar a los hititas en Amurru. Pero sus obligaciones guerreras no le hacían descuidar la bue na gestión del país. A petición del visir Paser, nombró a Ramose, el letrado, como Escriba de la Plaza de la Verdad (la Set-Maat, ac tual Deir el-Medina). Se veía así reforzada la administración de las preciosas necrópolis reales de Tebas oeste. Iba a emprender una batalla que en la actualidad se cita como la primera gran batalla de la Antigüedad, y cuyos comentarios, en gran parte aportados por Usermaatre, nos han transmitido infor maciones históricas casi directas, en escritos y representaciones, r El gran Tutmosis, cuya gesta seguía presente en la memoria del faraón, también se había vanagloriado de haber enfrentado a un jefe de Qadesh, escudado en la ciudad de M eggido 40 al norte del monte Carmelo y al este de la llanura de Asdralón. En realidad, como lo demostró Louis Christophe, no hubo realmente batalla en Meggido. Como consecuencia de las inteligentes maniobras de Tutmosis III, y de la fuga de los enemigos en total desorden, la ciudadela fue asediada durante siete meses, sin hacer prisionero al príncipe de Qadesh, que pudo retirarse con los honores de la guerra. Se puede afirmar con seguridad que el enfrentamiento entre los ejércitos egipcios y la coalición formada por los hititas fue la primera gran batalla de la Alta Antigüedad.
VII
QADESH I A PROPÓSITO DE LA BATALLA DE QADESH
¿Por qué Qadesh?
¿Por qué este enfrentamiento de los ejércitos del faraón y la confederación hitita revestía tanta importancia? Se trataba de saber quién, de los dos soberanos, Muwatalli o Usermaatre Setepenre, conseguiría para su país un lugar prepon derante entre el Tigris-Éufrates y el Mediterráneo, y ser el dueño de los intercambios comerciales, lo que lo convertiría ipso facto en la mayor potencia de la época. Desde la XVIII dinastía, los faraones se habían esforzado por implantarse, oponiéndose a Mitanni, en el valle del Orontes y so bre todo en la ciudadela de Qadesh (actualmente Tell Nebi Mend), que dominaba el camino hacia el Éufrates. Antes del co mienzo de la época ramésida, el peligro de Mitanni había desapa recido: una vez más, los matrimonios de los faraones — entre ellos naturalmente Amenhotep III— con las princesas del país de Hanigalbat ,1 establecieron la paz. La región estaba entonces ad ministrada por gobernadores egipcios, encargados de mantener cierta armonía entre los múltiples príncipes locales que pagaban regularmente los impuestos a la Corona. Esta organización en parte se dislocó cuando Egipto, en el rei nado de Ajenatón, no se preocupó por mantener firmemente sus
El consejo de guerra celebrado por Ramsés, después del arresto de los em isarios hititas. (Foto Nims)_____________________________________________
posiciones asiáticas. Aprovechando esta debilidad, los lejanos ve cinos de Anatolia, los hititas, se preocuparon por conseguir un lugar envidiable, en ese Oriente Próximo en perpetuo conflicto y formado por una infinidad de ciudades-Estados. Era fácil some terlas una a una; sus príncipes venales, sin visión política de conjunto, celosos de su independencia y de sus irrisorias prerrogativas, preferían reconocer la soberanía lejana de un faraón o de un rey hitita antes que, para combatirlos, elegir entre ellos un jefe al que hubieran debido some terse.2 El emperador hitita Shuppiluliuma, contemporáneo de Horembeb, se apoderó cómodamente de Siria y de Amurru, sin que Mitanni pudiera oponerse. Sólo Egipto replicó, en la llanura de Beqqa y, en esa época, sin duda no hubiera tenido la fuerza de enfrentarse a un temible avance hitita hacia las fronteras si Shup piluliuma no hubiera muerto súbitamente: el punto estratégico de encuentro entre las dos nuevas fuerzas, hitita y egipcia, se en contraba, una vez más, en los parajes de la ciudad de Qadesh. Por suerte, el sucesor de Shuppiluliuma, Mursil II, parece haber ma nifestado sentimientos pacíficos respecto de Egipto. Desde el comienzo del reinado de Setos I, los desórdenes pro cederían de los ahahus, beduinos que infestaban la pista custiodada militarmente entre el-Qantara y Gaza. Se habían apoderado de las ciudadelas encargadas de la seguridad de la ruta: Setos I los expulsó ;3 pero al entrar en Canaán, debió hacer frente a una primera coalición de príncipes apoyados por los hititas. Antes de que se produjera una unión entre ellos, Setos I tuvo la inteligencia de combatirlos por separado. Es así que pudo asegurarse una gran parte de Palestina enviando a la división de Amón a comba tir a Hamath en Galilea, la división de Re venció a Betsán y la de Set dominó Yenoan. Como puede suponerse, Setos quiso iniciar en la atmósfera de esas guerras asiáticas a su joven hijo Ramsés 4 (por lo menos debió llegar hasta Tiro, o hasta Ugarit5 donde, después de la muerte de Ajenatón, pareciera que el rey Niqmaddu se había casado con una princesa amarniana). Setos también tuvo que reprimir, y lo hizo con éxito, una re vuelta de los apirus (de los que hablaremos más adelante) que habían atacado la ciudad de Raham aliada de los egipcios. Éstos eran montañeses de Yarmouth y de Tirka-el .6 Después de lo cual, Palestina y Canaán parecieron no plantearle más problemas al
faraón. Pero muy pronto Setos se vio obligado a volver al valle del Orontes. Muwatalli sucedió a Mursil II como rey de Hatti y se opuso a Setos, que venció y tomó Qadesh, por segunda vez des pués dé Tutmosis III, para los egipcios. Se sabe que Benteshima, rey de Amurru, reconoció la soberanía del faraón, pero Qadesh fue muy pronto recuperada por Muwatalli que hizo prisionero al vil Benteshima. A comienzos del reinado de Ramsés II, Muwatalli, de su mis ma edad, todavía estaba al frente de Hatti. En su capital de Bogazkkóy, estaba mucho más cerca que Usermaatre Setenpere de las regiones donde recomenzarían las operaciones militares, y podía hacer juicios muy precisos sobre el terreno de encuentro, lo que debía de darle una gran superioridad sobre el egipcio. Tal vez para que Ramsés relajara su vigilancia, durante la pri mera campaña en Siria de este último, Muwatalli no intervino y le hizo creer al faraón que podía no preocuparse demasiado por sus intereses. En efecto, necesitaba aprovechar todo su tiempo para asegurarse, «por la amenaza o la corrupción», la coopera ción de más de veinte principados de Asia Menor y del norte de Siria. En ese momento iba a tener lugar un encuentro inevitable en tre dos grandes reinos cada uno en la cima de su poderío .7 Esta batalla, esperada por cada uno de los dos antagonistas, debía ha ber alimentado abundantemente los archivos de los dos países: pero hasta ahora sólo se conoce por los documentos egipcios por que aún no se los encontró en Anatolia, con excepción de una carta en alfabeto cuneiforme de Ramsés a Hatusil III .8 En la parte egipcia, Ramsés ordenó que se entregara en los principales tem plos el boletín histórico, informe circunstanciado de estilo más bien militar. Se encontraron ejemplares en las paredes de cinco de sus santuarios: en Abido, Luxor, en el Rameseo, y en dos de Nu bia: en el gran templo de Abu Simbel y en el de Derr .9Ese boletín 10 está ilustrado con bajorrelieves que evocan las principales fases de la batalla, en vastas superficies donde la gran composicion, animada por la multitud de combatientes y las hazañas de Ram sés, es una innovación verdadera respecto del antiguo sistema de representaciones tradicionales, que desde los orígenes siempre habían estado repartidas, en registros decorativos que descom ponen todas las etapas de la acción." Este original relato de la batalla, para los cuatro templos metropolitanos, estaba acompa-
ñado por un texto independiente, mucho más detallado — pero restrictivo en algunos detalles sin embargo importantes— de ten dencia más literaria, dictado en el año 9, casi con seguridad por Usermaatre Setepenre a uno de sus escribas llamado Pentaur. En el gran templo de Abu Simbel, aunque hay una de las versiones más condensadas y sugestivas del boletín, no presenta versión del poema. Hasta el presente, tres papiros han conservado el recuerdo escrito por Pentaur .12 Para evocar ese momento histórico vivido por Ramsés, y ya que los documentos existen, parece esencial — fuera de amputar del texto, con ligeros cortes, los pasajes más marcados por las repeticiones— ceder la palabra a Usermaatre Setepenre y regis trar los instantes privilegiados que deseó destacar, o por el con trario, los que deseó silenciar.
La tercera 13 batalla de Qadesh, según el Poema de Pentaur Aquí empieza la victoria del rey del Alto y Bajo Egipto, Usermaatre Setepenre, el hijo de Re, Ramsés Meriamón , que logró en el país de Hatti,u Naharina.''' en la tierra de Arzawa,'6de Pidasa,v en la de Dardani,'s en la de Keshkesh,19en la tierra de Masa,20 la tierra de Karkisha,2' y (la de) Luka,22 en Karkemish,23 Kady,2* todo el país de Nujashshe,25 el país de Qa desh,26el de Ugarit,27 (y el de) M o u sh a n et(Alepo: olvidada).29Su Ma jestad era un señor pleno de juventud activo sus miembros po tentes su corazón vigoroso su fuerza como la de Montu....... perfecto de aspecto como Atum, era regocijante ver su belleza grande de victorias no se sabía cuándo deseaba combatir; (era) un sólido muro para su ejército; su escudo el día del combate, un arquero sin igual. Es más valiente que centenas reunidas...; como el fuego en el momento que se con un millón de hombres son incapaces de permanecer de pie delante sume de él ignorando el pavor...; como un león salvaje en el valle de los ani males del desierto; no habla como un jactancioso...30... salvando a su ejército el día del combate devolviendo al hogar a sus seguidores, y salvando a su infantería, su corazón es como una montaña de cobre...
(La partida del ejército) Cuando Su Majestad tuvo su infantería preparada, sus carros y ¡os shardana de las capturas de Su Majestad que ha traído con la victoria de sus 158
^ o v r r wiio de las cuatro divisiones del ejército egipcio ante el aitaque do los hitrtas.
Instalación - >aglpcio QADESH Oivisión de Amón hit l i a s
Shabtuna
Bosque de Labuy
(Wobwi)
/ OvtsKin da Sel
Posición de las cuatro divisiones en el momento del ataque. (Croquis E. David)
brazos vigorosos, y el vían de batalla le fue confiado, Su Majestad partió en dirección al norte, e hizo una buena partida en el quinto año, el segundo mes de la estación del verano (fines de mayo), el noveno día. Su Majestad pasó la fortaleza de Tjaru, poderoso como Montu en su aparición, todos los países extranjeros temblaban delante de él, y sus jefes aportaban sus tributos... El ejército costeó los estrechos desfiladeros, como si tomara ¡as rutas de Egipto.
(De Tjaru a Qadesh) Cuando los días pasaron, Su Majestad estuvo en (Pi-)Ramsés-Meriamón, la ciudad-que-está-en-el-Valle-de-los-Cedros. Y Su Majestad conti nuó hacia el norte, como Montu, señor de Tebas, y atravesó el vado del Orontes31 con la primera división de Amón (que) dio la victoria a Usermaatre Setepenre.
(La coalición del vencido de Qadesh) Su Majestad llegó a la ciudad de Qadesh y mientras el vil vencido de Qadesh había llegado y reunido a todos los países extranjeros hasta los con fines del mar. La tierra entera de Hatti (hitita) había llegado, igual que la de Naharina, Arzawa, Dardani, la de Keshkesh, de Masa, de Pidasa, la de Aruwen (?), las de Karkisha, Luka, Kizzouwadna32 (Qodé), Karkemish, Ugarit, Kady, toda la tierra de Noukhashshé, Moushanet (y) Qadesh. No dejó abs tenerse a ningún país, (ni aun) los más lejanos, y sus jefes estaban con él. Cada hombre con su infantería y sus carros superaba, cada uno, cualquier límite. Corrían por montañas y valles: eran como las langostas, debido a su multitud. (Pero) no le quedaba más dinero que el que retiró de sus bienes y que dio a los países extranjeros para que vinieran a combatir con él.
(Posición del ejército egipcio) Entonces, el vil vencido de Qadesh, junto con ¡as numerosas naciones extranjeras que estaban con él, se encontraban reunidos y listos al noreste de la ciudad de Qadesh, pero Su Majestad estaba solo, teniendo a su lado a sus seguidores —la división de Amón marchaba tras él—, la división de Re atravesaba el vado en los suburbios del sur de la ciudad de Shabtuna.33 a una distancia de un iteru34 del lugar donde estaba Su Majestad y la divi160
sión de Ptah estaba al sur de la ciudad de Aronama; la división de Set marchaba al costado de la ruta. (Además) Su Majestad había armado su «fuerza de choque».35 Estaba reunida en la orilla del país de Amurru.
(El ataque de los asiáticos) Pero el vil vencido, jefe de Hatti, se encontraba en medio de su ejército que estaba con él, pero ctue no vino para combatir, de miedo a Su Majestad. Sin embargo había lanzado sus hombres y caballos pasando la multitud como (los granos) de arena: tenía tres hombres en un solo carro36que estaba equipado con armas e instrumentos de guerra. Habían sido reunidos para ocultarse detrás de la ciudad de Qadesh, y en ese momento llegaban del lado sur de Qadesh y cortaban el ejército de Re por la mitad, mientras llegaba: ya no supo dónde prepararse para combatir. Por eso la infantería y los carros de Su Majestad quedaron desamparados, mientras que Su Majestad estaba al norte de la ciudad de Qadesh, en la orilla oeste del Orontes. Se fue a informar a Su Majestad del ataque. Entonces Su Majestad apareció en gloria como su padre Montu; endosó el equipo de batalla y se puso su corselete.37Estaba como Baal en su momen to; el gran atelaje que transportó a Su Majestad era «Victoria-en-Tebas»,3* de la gran cuadra de Usermaatre Setepenre, amado de Amón.
(El choque) Entonces Su Majestad partió al galope y entró en la horda de los venci dos de Hatti, solo, sin nadie con él.39 Su Majetad se puso a mirar alrededor de él y vio que lo rodeaban 2.500 carros, compuestos por los mejores guerre ros de los vencidos de Hatti y de las numerosas regiones extranjeras que estaban con ellos, de Arzawa, de Masa y de Pidasa, habiendo tres hombres por carro, actuando con fuerza, mientras que no había ningún oficial su perior conmigo, ni carros, ni soldados del ejército, ni escuderos, mi infante ría y mis carros se habían dispersado delante y no había quedado ni uno para combatirlos.
(Recurre a Amón) Es el momento en que Ramsés, no viendo ya ninguna salida humana, se vuelve hacia la forma divina cuya división dirige. Otros soberanos siguieron su ejemplo...
¿Es el papel de un padre ignorar a su hijo? ¿He faltado hacia ti?...... ¡En nada desobedecí lo que me has ordenado! ¿Te harás cargo, oh Amón, de estos asiáticos tan viles y tan ignorantes de Dios? ¿No te he erigido nume rosos monumentos, y colmado tu templo con mis botines? ¿No construí para ti mi Casa de Millones de años? Te he ofrecido todos los países juntos para enriquecer tus ofrendas e hice sacrificar para ti diez milla res de cabezas de ganado y todo tipo de hierbas aromáticas Construí para ti grandes pilones, y erigí sus astas, yo mismo, aportando para ti obe liscos de Elefantina; yo mismo hice de cantero y conduje por ti naves en el Gran Verde,40para aportarte productos de los países extranjeros ¡Haz el bien para quien se dirige a Ti!
(El llamado es escuchado) Apelé a ti, mi padre Amón, cuando estaba en medio de multitudes que no conocía. Todos los países extranjeros estaban en contra de mí. es tando solo nadie conmigo, mi numerosa infantería me había abandona do, y ninguno de mis carros me buscó......No cesé de llamarlos, ninguno de ellos me escuchó. Pero Ramsés, de pronto, cree haber sido escuchado por Amón. Su plegaria cambia de tono: reconfortado y confiado, como tocado por la gracia, exclama: Encontré a Amón más útil que millares de soldados de infantería, que centenares de millares de carros y aun que diez mil hermanos e hijos unidos en un solo corazón Oh, Amón, no he sobrepasado tu voluntad. Rogué en los confines de los países extranjeros y mi voz alcanzó la ciudad de Heliópolis del sur.*' Encontré a Amón cuando lo llamé Me llama detrás de mí, como si estuviéramos frente a frente: «Estoy contigo, soy tu padre, mi mano está contigo, soy más útil que centenares de miles de hombres. Soy el señor de la victoria»...... Habiendo escuchado el mensaje de Amón, y confortado por la protección divina, Ramsés estuvo seguro de que acababa de pro ducirse un milagro.
(El milagro) Encontré otra vez mi corazón fortalecido, y (sentí) mi pecho alegre...... Era como Montu. ¡Tiraba a mi derecha y capturaba a mi izquierda! A sus
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ojos, era como Sutej (Set) en acción. Veía los 2.500 carros, en medio de los cuales me encontraba, derrumbándose ante mi atalaje. Ninguno tenía más de una mano para combatirme; todos sus brazos eran débiles, eran incapa ces de disparar ¡No tenían el valor de sostener sus jabalinas! Los veía hundirse en el agua como se hunden los cocodrilos. Yo sembraba la muerte entre ellos como quería. De ellos, el que caía no podía volver a levantarse.
(Contraataque hitita) Pero el vil jefe de los Hatti estaba en medio de su infantería y de sus carros, mirando el combate de Su Majestad, solo, sin tener su infantería, ni sus carros Hizo venir a numerosos jefes, cada uno con sus carros equi pados con sus armas de guerra: el jefe de Arzawa, el de Luka, el de Dardani, el jefe de Karkemish, el jefe de Karkisha, el de Alepo, y a sus hermanos reunidos en un lugar. Su total eran 1.000 carros que se precipitaron en el combate. M e puse delante de ellos y siendo como Montu los forcé a sentir el vigor de mi mano, en un momento, haciendo una carnicería entre ellos, atacados en el lugar. Uno de ellos, llamando a su compañero, decía: «¡No es un hombre el que está entre nosotros, sino Sutej grande en fuerza, Baal en persona! Huyamos ante él, y salvemos nuestra vida, que podamos (to davía) respirar! Mirad que las manos y todos los miembros del que osa acercarse a él se debilitan y se vuelve incapaz de tomar un arco o unas jabalinas...». ¡Su Majestad los perseguía como un grifón! ¡Los mataba y no me de tenía!
(Arenga de Ramsés a su ejército) Alcé la voz para llamar a mi ejército diciendo: «¡Resistid! ¡Alto los co razones, ejército mío, que podréis admirar mi victoria! ¡Sólo (porque) Amón fue mi protector!».
Vemos que Ramsés se olvida que relata su combate y que to davía está en la contienda. Sabe captar la ocasión para dirigir a su ejército el sermón que merece, aprovechando de paso para su brayar su generosidad respecto de él: «¡Qué cobardes son vuestros corazones, mis conductores de carros! No hay ninguno (que sea) digno de confianza entre vosotros. ¿Hay alguno, entre vosotros, para el que no haya hecho una buena acción? No aparecí
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como señor cuando erais pobres: os hice oficiales superiores en virtud de mi buen hacer, cada día, instalando al hijo en el bien de su padre, suprimiendo todo mal existente en este país. (Hasta) liberé a vuestros servidores y os di otros que habíais hecho prisioneros. Os he hecho vivir en vuestras ciudades, sin obligación de cargas militares, y también a mis conductores de carros. Los he devuelto a sus pueblos diciendo: "¡Volveré a encontrarlos como hoy en el momento de ir al combate!". ¡Pero mirad! Ni un hombre quedó entre vosotros para tenderme la mano cuando combatía El crimen que mi infantería y mis carros han cometido es mayor de lo que se puede decir.» Veis, Amón me ha dado la victoria, mientras ninguna infantería y nin gún carro estaba conmigo Estaba solo, ningún oficial superior me si guió, ningún conductor de carro, ningún soldado de mi ejército, ningún capitán. Los países extranjeros que me observaron pronunciaron mi nom bre tan lejos como las comarcas desconocidas A todos los que apuntan en mi dirección se les desvían las flechas en el momento de alcanzarme.
(El ejército se reagrupa hacia el campo) Luego, cuando mi infantería y mis carros comprobaron que yo era como Montu, (que) mi brazo (era) poderoso y que Amón mi padre estaba con migo, permitiéndome despedazar a los países extranjeros, entonces empeza ron a volver al campo para pasar la noche, en el momento del atardecer, y encontraron a todos los países extranjeros en los que yo había entrado ya ciendo en su sangre, hasta los valientes guerreros (del país) de Hatti, hasta los hijos y los hermanos de su jefe......
(Alabanzas del ejército a Ramsés) Entonces mi ejército empezó a alabarme Mis oficiales superiores empezaron a magnificar mi brazo poderoso, y mis conductores de carros orgullosos de mi reputación declararon: «¡Qué excelente guerrero que rea nima el corazón! ¡Tú has salvado a tu infantería y a tus carros! Tú eres el hijo de Amón Tú has devastado el país de Hatti con tu brazo poderoso... ... Un rey combate por su ejército el día del combate Eres grande en victorias en presencia de tu ejército, frente a todo el país. Sin jactarte, prote giendo Egipto y doblegando a los países extranjeros. ¡Has quebrado la es palda de Hatti para siempre!».
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(R e s p u e s ta d e R a m sé s )
Así habló Su Majestad a su infantería, a sus oficiales superiores, al igual que a sus conductores de carros:....... «¿Es que un hombre no se agranda en su ciudad cuando vuelve y se ha comportado como valiente en presencia de su señor? ¿No os habéis dado cuenta en vuestros corazo nes que soy un muro de hierro? ¿Qué dirá la gente cuando oigan que me habéis abandonado, solo sin nadie, y que no vino hacia mí ningún oficial superior, capitán o soldado para tenderme la mano, cuando combatía?» He vencido a millones de países extranjeros, estando sólo (con) mi atala je: Victoria-en-Tebas y Mut-está-satisfecho, mis grandes caballos. En ellos encontré el apoyo cuando estaba solo, combatiendo a numerosos países extranjeros. Yo mismo, continuaré dándoles de comer su alimento, en mi presencia, cada día, cuando esté en mi palacio. Fue a ellos a los que encontré en medio de la batalla con mi caballerizo Menna, los coperos de mi casa que estaban a mi lado, mis testigos en lo que concierne al combate......
(Al día siguiente del combate) Cuando ¡a tierra blanqueaba de nuevo, pasé revista a las filas, con miras al combate. Estaba listo para combatir como un toro enfurecido Entré en las filas, combatiendo como cae un halcón (sobre su presa) y Aquella42 que estaba en mi frente hizo caer a mis enemigos Estaba como Re cuando aparece triunfante ai comienzo de la mañana, y mis rayos quemaban el cuer po de los rebeldes, y uno de ellos le gritó a su camarada: «Prepárate, cuidado, no te acerques a él. ¡Mira! Sejmet la grande es la que está con él En cuanto alguien se le acerca, un aliento de fuego quema su cuerpo ».
(Muwatalli pide el armisticio) Entretanto, el viejo jefe de Hatti envió (un mensaje) rindiendo homena je a mi nombre como el de Re, diciendo: «Eres Sutej, Baal en persona. Tu terror es una antorcha en la tierra de Hatti». Entonces mandó a sus envia dos con una carta en la mano, con el gran nombre de Su Majestad, dirigien do saludos a Su Majestad de la residencia de Re-Haractes, el toro poderoso amado de Maat, el soberano que protege su ejército Un muro para sus soldados el día del combate, el rey del Alto y Bajo Egipto Usermaatre Setepenre, el hijo de Re, león, señor de brazo poderoso, Ramsés Meriamón, do tado de vida eterna: «Tu servidor habla y hace que se sepa que eres el hijo de Re, salido de su 165
cuerpo. Te ha dado todas las tierras, reunidas en un lugar. En cuanto al país de Egipto y al país de Hatti, están contigo, están bajo tus pies. Re, tu noble padre, te los ha dado Mira, tu poderío es grande, tu fuerza es pesada sobre el país de Hatti. ¡Es bueno que hayas matado a tus servido r e s c o n tu rostro salvaje vuelto hacia ellos, y que no hayas tenido piedad! Pasaste ayer matando a centenas de millares. Has venido hoy y no has deja do a ningún heredero.'* ¡No seas duro en tus acciones, rey victorioso! ¡La paz es mejor que combatir, déjanos vivir!».
(Respuesta de Ramsés) Entonces Mi Majestad fue clemente, siendo como Montu en su época, cuando su ataque le dio el éxito. Luego Mi Majestad hizo que me trajeran a todos los jefes de mi infantería, de mis carros y a todos mis oficiales su periores, reunidos en un lugar, para hacerles escuchar el contenido de lo que se me había escrito. Mi Majestad les hizo escuchar esas palabras que el vil jefe de Hatti me había escrito. Entonces dijeron con una sola voz: «¡La paz es extremadamente buena, oh señor nuestro dueño! No hay que condenar una reconciliación cuando la haces tú, porque ¿quién te resistirá el día de tu furia?».
(El regreso a Egipto) Entonces Mi Majestad ordenó que esas palabras fuesen escuchadas e hice un repliegue pacífico en dirección al sur. Mi Majestad se volvió en paz hacia Egipto con su infantería y sus carros, estando con ella toda vida, estabilidad y dominio El poder de Su Majestad protegiendo a su ejérci to, y todos los países extranjeros rendían alabanzas a su hermoso rostro. Habiendo llegado a Egipto en paz en Pi-Ramsés-amado-de-Amón-grande-de-victoria, y permaneciendo en su palacio de vida y dominio, como Re está en su horizonte, los dioses del país vinieron a él, honrándo(lo) y dicien do: «Bienvenido, nuestro hijo bienamado, rey del Alto y Bajo Egipto, Usermaatre Setepenre, hijo de Re, Ramsés Meriamón».......... Lo gratificaron con millones de fiestas sed, para siempre en el trono de Re, todas las tierras y todos los países extranjeros estaban prosternados debajo de sus sandalias para la eternidad, sin fin.
166
El boletín de Q adesh — relato m ilitar
Todo el énfasis en la angustia de un jefe abandonado, de sesperado pero determinado a vencer, luego la embriaguez de la victoria, y también la amargura, se encuentran en este texto dicta do por Ramsés a su escriba Pentaur, cuatro años después de esa excepcional jornada de combate. Deliberadamente, los episodios de los informadores encargados de lo que llamaríamos en la ac tualidad «la intoxicación», han sido borrados del relato. Es ver dad que Usermaatre Setepenre sabía que no iban a servir a su gloria y que habrían subrayado su increíble imprudencia. Sin em bargo, inmediatamente después de su regreso, el faraón había dado orden a sus más próximos testigos de los acontecimientos — entre ellos, por cierto, sus coperos y probablemente su caballe rizo Menna— de volver a relatar los episodios principales y de inspirar con ellos a los escultores encargados de ilustrar esta in verosímil batalla, la primera en la historia en la que se puede se guir la táctica desplegada y conocer la disposición de los dos ejér citos .45 De hecho, los testigos militares que vivieron esas horas trágicas inspiraron el boletín militar fechado el día del enfrenta miento. El texto es sobrio y lacónico, acompañado de comenta rios ilustrados que se refieren a los incidentes vividos. Sobre la base de esos documentos, que son lo más cercano posible a lo real, se puede hacer el esfuerzo por reconstruir en grandes líneas la jornada de Qadesh, reintroduciendo en ella los desdichados incidentes silenciados en el poema.
La partida del ejército
Cuando Ramsés, en su carro tirado por el tiro preferido de su gran caballeriza, Víctoria-en-Tebas y Mut-está-satisfecho, dejó su ca pital, llevó a sus cuatro divisiones hacia Amurru. Delante de la división de Amón, el faraón estaba precedido por sus oficiales superiores que rodeaban la gran estaca con cabeza de cordero, insignia de la primera división, sólidamente fijada en un primer vehículo. Inmediatamente detrás iban los 2.500 hombres de la di 167
visión. El faraón estaba rodeado de sus coperos, que formaban en parte su escolta con los shardana, su guardia personal. El visir (¿el del norte?) — cuyo nombre en ninguna parte se cita— también estaba presente, con los oficiales generales, que también han que dado en el anonimato. Los miembros de su familia que formaban parte de la expedición eran sus hijos mayores que le habían dado las dos Grandes Esposas reales: sus nombres aparecen en los di ferentes cuadros del boletín. En el momento del ataque en el cam po, se cita el nombre de una Esposa real: Mutnefer. ¿Será una confusión del escriba por Isisnofret, segunda Gran Esposa real? Parece ser más bien que esta Mutnefer formó parte del «harén de viaje», habiendo sido preferida entre las esposas secundarias, porque los textos precisan que es necesario poner en lugar aparte a los Hijos reales y a los de Mutnefer. Detrás de la división de Amón iba la de Re (o Pa-Re), luego la de Ptah. Y finalmente la división de Sutej (o Set) cerraba el largo desfile guerrero. Según fechas minuciosamente anotadas, ese cuerpo expedi cionario tardó un mes, día por día, para llegar a los paraies de la ciudad de Qadesh: desde el noveno día del segundo mes del ve rano (shemu) del año 5 (mayo-junio), hasta el noveno día del tercer mes del mismo verano, es decir, junio-julio de 1274. La intendencia afectada a cada división estaba encargada de la ali mentación y del material de vivac colocado en carros tirados por bóvidos (¿búfalos?) y asnos. Cada división había recibido sus planes de batalla y, antes de partir de Pi-Rameses, se les había informado de las diferentes eta pas que jalonarían el camino. Gaza, evidentemente, fue una de las primeras. Ramsés subió a lo largo de la costa, tal vez más allá de Tiro, hacia Biblo. De allí se comunicó con las fuerzas naharinos46 que había instalado unos meses antes en previsión de su regreso. Sin duda, los envió hacia la desembocadura del Eleuterio, más al norte, para que, poco después (por cierto, el trayecto se calculó con precisión), costearan ese río en dirección a Qadesh, no lejos de su nacimiento. La reunión de los e:4rcitos se produjo el día indicado, como se verá, y con toda felicidad. El ejército, abandonando la costa, debió de dirigirse entre el Líbano y el Antilíbano, por la depresión de Beqqa, para llegar no lejos de Damasco (región de Upi) y de la estación administrativa fundada por Ramsés y llamada Pi-Rameses-del-Valle-de-los-Ce168
dros, en Amurru, dejando detrás a los vasallos de Canaán 47 La di visión de Amón alcanzó las primeras alturas montañosas en la orilla este del Orantes y pasó la noche, la víspera de la batalla, en el lugar que en la actualidad se llama Kamirat el-Harmal.
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B.»|o la tienda de Ram sés, denlro del cam pam ento de la división de Amón Ramsés reúne urgentemente a su vis.r y a sus oficiales f n el registro inferior shardanas e infantería egipcia rodean el apaleamiento de los emisarios hititas. ]Dibujos de C lére y to u a d )
VIII
QADESH II EL COMBATE DELANTE DE LA CIUDADELA
La astucia enemiga
Al día siguiente por la mañana, Usermaatre Setepenre, en traje de guerra, vestido con la panoplia de Montu, impaciente por llegar a los alrededores de Qadesh, condujo su división a través del largo bosque de Labuy donde antaño Amenhotep II, el rey atleta, iba a cazar gacelas. Quería pasar rápidamente el vado del Orontes al sur de la ciudad de Shabtuna,' para avanzar por la orilla derecha del río, aproximadamente a kilómetro y medio de Qadesh. Sus avanzadillas observaron hombres que parecían ocultarse: los aprehendieron y comprobaron que se trataba de dos bedui nos, de la tribu de los shasus que se presentaron como delegados por su grupo, que integraba la coalición hitita, deseosos de esca par a la opresión de Muwatalli. ~j «Nuestros hermanos, jefes de las tribus aliadas al vencido de Hatti, nos envían a Vuestra M ajestad para decirle que queremos ser servidores del faraón, y separarnos del jefe de Hatti.» Entonces Su Majestad les dijo: «¿Dónde están vuestros hermanos que os han enviado a hablar de esto con Su Majestad?». Entonces dijeron a Su Majestad: «Están donde se encuen tra el vil jefe del Hatti, porque el vencido de Hatti está en la tierra de Alepo, al norte de Tunip, y teme mucho al faráon como para ir al sur, cuando supo que el faraón iba hacia el norte». 171
El campamento de la división de Amón instalado al oeste de la ciudad de Qadesh. Los escudos levantados lim itan el terreno. La entrada a la izquierda está adornada con dos pequeñas esfinges. Toda la parte izquierda del campam ento ilustra la vida de los soldados y de ios animales que descansan (incluido el am aestram iento del león de Su Majestad).
A la derecha, en un cercado, la gran tienda del rey y tres pequeñas tiendas de los príncipes. El ataque hitita rodea la tienda real. Arriba, a la derecha, los em isarios del faraón ordenan evacuar a la familia real.
Ramsés no comprendió que se trataba de una maniobra. Sin embargo, su gran modelo, el tercer Tutmosis, ya había utilizado la astucia para invadir la ciudad de Joppa (Jaffa).2 Maniobra pen sada por Muwatalli, cuyos ejércitos, de unos 20.000 hombres, te nían 2.500 destinados a los carros. Esas fuerzas estaban agrupa das muy cerca del faraón, al noreste de Qadesh, ocultas detrás de la ciudadela. A Usermaatre Setepenre debió de ocurrírsele de inmediato el plan de batalla: avanzando hacia la fortaleza tan codiciada y más vulnerable debido a la ausencia de Muwatalli y de su ejército, podría tomarla por sorpresa sin grandes dificultades, ya que no estaría defendida por las fuerzas hititas de la ciudad de Alepo. ¡Qué revancha deslumbrante, qué gloria para el faraón, vencedor a los ojos de todo Oriente Próximo! Cegado por esta esperanza embriagadora, Usermaatre perdió cualquier prudencia y todo el control que debía dictarle la razón. Sin duda, también omitió consultar a sus consejeros, lo que nunca dejaba de hacer antes de tomar una decisión importante. Quería llegar con su división, la primera, dejando que las otras tres se le unieran después del asalto victorioso de la plaza fuerte. Por eso se apresuró a arrastrar tras él sólo a la división de Amón, para pasar rápidamente el vado de Shabtuna, y retomar la mar cha por la orilla izquierda del Orontes y llegar al noroeste de Qadesh.
Instalación del campamento real
Al llegar al lugar del vivac elegido por el faraón, los hombres, conducidos por oficiales y escribas de la intendencia, procedie ron a la organización del campamento y a la instalación de la tienda real adornada con la imagen de los países extranjeros, de rodillas, venerando al rey. De inmediato, una empalizada forma da por los escudos de una altura aproximada de dos codos, deli mitó un inmenso perímetro rectangular. La entrada al cam pa mento en el centro del lado oeste, estaba bordeada por dos especies de cuestas dominadas por dos estatuas de leones acosta dos, que la intendencia no había olvidado de llevar en el equipo 174
del cortejo real, porque siempre era necesario asegurar la fuerza de los símbolos.3 Esta entrada daba al camino central del campamento, que atravesaba el área donde estaban instalados hombres, animales y material, al igual que pequeñas tiendas. Este camino central con ducía directamente a la gran tienda real, rectangular, con techo redondeado, y a otras tres pequeñas tiendas, destinadas a los príncipes reales. La vida en ese campamento presentaba una gran animación que bruscamente, al este, pareció transformarse en tragedia. Contemplemos, por el momento, la parte occidental del gran recinto donde los elementos de la división de Amón se creen en perfecta seguridad. En principio, la entrada está vigilada por guardias armados con picas: muy cerca, los caballos desengan chados, unos comiendo, otros entre las hileras de carros. Más arriba, los asnos que pacen, se echan o reciben un correctivo de un soldado. Hijos de militares figuran entre el personal que se ocupa del mantenimiento del material, y ayudan a los que curan a los animales, cuidan las armas, inspeccionan los carros, prepa ran las comidas o asisten a los «lisiados» del camino. En el centro, o casi, un león acostado, con la lengua colgante, es llamado el león vivo de Su Majestad, degollador de sus enemigos.* Delante de él, su domador perfecciona su amaestramiento. Como contraste a esta tranquila actividad y a esos instantes de reposo, de pronto un movimiento anima a los personajes por el lado este: corren unos hombres de armas con los escudos; otros enfrentan a los ocupantes de los carros hititas que acaban de entrar en el cam pamento por la empalizada oriental. Algunos ya se han caído de su vehículo: los soldados del faraón los dejan maltrechos. Apare ce un oficial real en su carro: tiende un brazo como para dar una orden. Está precedido por otros dos carros arrastrados al galope, montados por príhcipes, que escapan hacia el oeste. En una ver sión del boletín que figura en el Rameseo puede leerse: La llegada del flabelífero del faraón para decir a los niños reales y a los de Mutnefert: «No salgáis del oeste del campamento y manteneos alejados de la batalla».
A la derecha del campamento se encuentra la imagen del mismo: 175
A pulearriHuto di* lo*» n u i u r i m h ititav
hl carro real y el c a tu llia n o Menna
flabelífero a la derecha del rey, el escriba real, [gran] comandante del ejército, [el primer conductor de carros] de Su Majestad, Pareherunemef.
¿Qué pasa pues?
Las consecuencias de la astucia
Los dos shasus, provocadores encargados de borrar cualquier sospecha, habían llevado a la catástrofe a Ramsés en su impetuo sidad, su rabia por querer arrancar una victoria, su inexperiencia, incapaz de sospechar una felonía hacia él. El enemigo, agrupado al noreste de Qadesh, agazapado detrás de la ciudadela y la vege tación que la rodeaba, iba a atacar en dos frentes, además del campamento a la segunda división, la de Re, que a su vez acaba ba de pasar el vado de Shabtuna y se disponía a unirse al primer ejército de Amón. Mientras se organizaba el campamento, Usermaatre Setepenre, sentado en su taburete de campaña chapado en oro, era infor mado que dos avanzadillas enemigas de reconocimiento, que merodeaban por el lugar, acababan de ser interceptadas. Molidos a golpes, habían terminado por confesar, delante del faraón que los interrogaba, la trágica verdad, l «Nosotros (pertenecemos) al jefe de Hatti; él nos ha enviado para espiar el lugar donde se encuentra Su Majestad.» Entonces Su Majestad les dijo: «¿Dónde está el vencido de Hatti? He oído que estaba en la tierra de Alepo, al norte de Tunip». Pero le dijeron a Su Majestad: «El vil jefe de Hatti ha venido con numerosos extranjeros que están con él; los ha traído con él como aliados (siguen los nombres de todos los que están citados en el poema). Están equipados con su infantería y con carros, llevan sus armas de guerra, son más numerosos que la arena al borde del río. Están equipados y listos para combatir detrás de la antigua Qadesh».
La reacción de Usermaatre Setepenre fue de nuevo inmediata, y la rapidez de la que dio prueba ante una situación tan dramáti ca testimonia su presencia de ánimo y su indiscutible valor: con vocó a su estado mayor, en seguida, para que vieran el espantoso desastre que se preparaba: 177
«Veis en qué situación se encuentran los gobernantes de los países ex tranjeros y los iefes de las tierras del faraón. Cada día (venían) a decir a Su Majestad: "El vil jefe del Hatti está en la tierra de Alepo y ha huido delante de Su M ajestad cuando oyó que Su M ajestad llegaba". ¡Pero, mirad! Acabo de saber, por estas dos avanzadillas del vencido de Qadesh, que el vil venci do del Hatti ha venido con numerosos países extranjeros que han llegado con él, hombres y caballos, tan numerosos como (los granos de) arena; ¡y mirad! Están listos detrás de la antigua Qadesh (mientras) mis gobernado res de los territorios extranjeros y nuestros jefes bajo la autoridad de los cuales están las tierras del faraón, han sido incapaces de decirnos que ha bían llegado.»
Es evidente que no era el momento de subrayar las negligen cias culpables de su servicio de informaciones, ya que su consejo reconocía esas carencias que constituían un gran crimen. Envió ur gentemente al visir acompañando al principito Pareherunemef, Primer valiente del ejército, Superintendente de las caballerizas, y a los mensajeros, a Shabtuna para que la división de Ptah se pusiera en marcha. Tal vez todavía estaba en el bosque de Labuy. No hable mos de la de Set, la más alejada. En cuanto a la división de Re, Ramsés consideraba que debía estar lista para unirse a la de Amón cerca del campamento. Durante ese tiempo, Muwatalli desencadenó su ofensiva, conservando delante de él unos 10.000 soldados de infantería, y enviando a 2.500 carros cada uno con tres ocupantes (un conduc tor, un jinete y un arquero) en dirección del Orontes, cruzando el vado más cercano a Qadesh, para encontrarse con los egipcios en la orilla occidental del río. Muy pronto, sus soldados se esfor zaron por cercar el campamento del faraón. La gran batalla de Qadesh, que sólo duró apenas una jornada, y de la que Ramsés hizo un acontecimiento capital, sobre la que se tiene mejor documentación5 que sobre cualquier otro hecho militar antes del de Maratón (490 antes de nuestra era), acababa de empezar.
La contienda
Ramsés ignoraba que los carros de Muwatalli acababan de cruzar el Orontes y habían cortado literalmente en dos la colum178
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E nlnntM M m lo d e lo» « n o » ^prioa e h llH »
na formada por la división de Re, cuyos componentes no podían esperar un ataque tan violento como imprevisto. Los soldados y la caballería, esforzándose por escapar a los asaltantes, se precipi taban bien que mal hacia el campamento de Ramsés rodeado por la división de Amón. El consejo de guerra, reunido por Ramsés, aunque restringido, acababa de terminar cuando, alertado por el estrépito tan cercano de las armas, el faraón hizo evacuar a su familia, logró reunir a su guardia cercana y su caballerizo Menna hizo equipar su carro, para entrar en la contienda en un tiempo milagrosamente breve. Lanzando verdaderos gritos de guerra, seguro de la fidelidad de Menna, su caballerizo, que logró dominar su miedo frente a un inimaginable compromiso sin esperanza, Usermaatre, real mente Setepenre (Elegido del dios Re), acababa de superar sus posi bilidades humanas. Totalmente confiado en esa luz divina que lo habitaba, pero también ebrio de rabia, disparaba flecha tras fle cha, dirigía su carro con las riendas alrededor de sus riñones, para dejarle las manos libres a Menna ocupado en alcanzarle los proyectiles, a la vez que lo protegía con su escudo. Sus caballos, invadidos por la ebriedad de su dueño, pasaban sobre los cadá veres y hacían tambalearse a los carros hititas. No se dejó impresio nar por los millones de extranjeros, los miró como a fantoches de paja. La carga desesperada, casi ciega, la llevaba adelante un verdade ro demonio. «¡No es un hombre!», gritaban los adversarios, como paralizados o heridos de muerte. Efectivamente, en las inscripciones que dominan la imagen de Ramsés en su carro, en plena acción, en los bajorrelieves del bole tín, puede leerse: Es como el huracán cuando surge del cielo, su potencia es como la llama en los rastrojos.
La llegada de los n ah arin os
Ramsés contraatacó seis veces; a punto de ser totalmente su perado, de pronto, las filas enemigas se clarearon: surgiendo del este, en dirección al campamento, el magnífico contingente de los
naharinos, cuya llegada había sido magistralmente proyectada por el rey, acababa de aparecer. Excepcionalmente formado por combatientes probados, y con una disciplina evidente con sólo mirar su orden de marcha, como un verdadero «rodillo compre sor», el cuadrado compacto de soldados en filas cerradas, escudo contra escudo — prefiguración de la «torcida» romana,6 cuando los soldados formaban un techo con sus escudos— , acaDaba de surgir, encuadrado por carros preparados para el combate. Así lo han descrito los oficiales egipcios en la leyenda que acompaña el cuadro que se formó a su llegada: La 1legada de los naharinos del faraón (venia) del país de Amurru. Encontraron que la tropa de los enemigos del H atti había entrado en el campamento del faraón por el lado oeste, mientras que Su Majestad estaba sentado solo, su ejército no estaba con él, la tropa de sus carros sus soldados, mientras que el ejército de Amón, en el que se encontraba el fa raón, no había terminado de plantar el campamento, y que el ejército de Re y el ejército de Ptah estaban en marcha todavía no habían llegado, (sa liendo del) bosque de Robawi (Labuy). Y los naharinos atacaron la tropa del vil vencido de Hatti, mientras entraba en el campo del faraón — los servidores de Su Majestad los mataron y no permitieron escapar a ninguno de los dos —, su corazón fortalecido por la gran fuerza del faraón, su muy buen señor, que estaba detrás de ellos como una montaña de cobre y como un muro de hierro, para siempre jamás.
Envolviendo en una pinza a los carros enemigos que cercaban a Ramsés, liberaron al fogoso faraón a punto de ser inexorable mente vencido. Por la misma acción, el campamento entregado al pillaje quedó libre en parte. Persiguiendo entonces a los enemigos hacia el noreste de la ciudadela, respaldada por los naharinos — ¡ese verdadero coman do de legionarios!— , la caballería egipcia que seguía combatien do, guiada por el faraón, reunió a los elementos dispersos de la división de Re, a los que se había unido la división de Ptah, llega da a marcha forzada y guiada por el visir. Entonces se desplega ron las dos caballerías adversarias y se enfrentaron. Los relieves que ilustran las etapas mayores del boletín mues tran el desarrollo del encuentro en un magnífico registro medio que reserva, en la parte inferior, el lugar para ilustrar el campo egipcio y el «consejo de guerra» presidido por Ramsés. Por el contrario, en la parte superior, rodeando al faraón y a la ciudade181
la de Qadesh, aparece la evocación de una espantosa contienda, el amontonamiento de cadáveres de hombres, caballos y carros rotos. Luego puede verse la última fase del combate: la carga victo riosa de la caballería, guiada por Usermaatre Setepenre, contra los carros hititas rechazados hacia el sur de Qadesh, no lejos del vado cruzado en el otro sentido por los hititas, poco tiempo antes.
La carga de la caballería egipcia
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¡Sí! Ramsés dominaba la situación. ¡Sí! La situación se había dado vuelta, los carros hititas volvían a cruzar el vado, pero sobre todo, en el mayor desorden, carros, caballos y guerreros eran em pujados al río en el que la mayor parte se ahogaban. ¡Los hititas se arrojaban al río como cocodrilos! Los detalles representados en los bajorrelieves que fueron to mados del natural, a menudo son trágicos, pero siempre tienen humor y permanecieron profundamente grabados en la memoria de los combatientes del faraón. Esas representaciones visibles para todos, en los pilonos de Luxor o en las paredes de Karnak, propuestas a la vista de múltiples espectadores — o aun en los santuarios para que la fuerza de la imagen perpetúe la victoria— , no pueden haber registrado informaciones mentirosas. ¿Acaso en la gran pared norte de la sala-patio del templo de Ramsés en Abu Simbel, no se ve, cerca del foso que rodea Qa desh, la imagen de uno de los hermanos de Muwatalli, Pa-tyar, muerto, flotando en el Orontes o al «vil jefe» de la ciudad de Alepo que, rescatado a tiempo del agua, es sostenido por sus hom bres cabeza abajo para hacerlo «desaguar»? Estas anécdotas en imágenes tienen gran imaginación. Los ar tistas — y sus inspiradores— quisieron que el espectador partici para en la ebriedad desesperada del combate, en la emoción de situaciones críticas y, además, en detalles de la vida cotidiana. El resultado es una obra maestra que debe mucho a la «liberación» de las artes impuesta por Ajenatón, desde los intentos de un nue vo estilo que supo materializar en las paredes de los santuarios 182
La ciudadela de Qadesh rodeada por los dos brazos del Oront< s, unidos por un canal.
Uno de los herm anos del rey hitita se ahoga, y el príncipe de Alepo «desagua».
dedicados al globo de Atón, erigidos al este del perímetro sagra do de Amón en Karnak. Después de esta carga fulgurante hacia las aguas del Orontes, la suerte de la batalla había cambiado definitivamente de campo. La determinación desesperada de Usermaatre Setepenre fue su primera baza innegable en ese enfrentamiento desmesurado. No hubiera podido resistir mucho tiempo sin la llegada de los naharinos, prevista por Ramsés a quien no se le puede reprochar una total despreocupación al preparar el combate. Siempre podremos preguntarnos si un ejército sin jefe supremo realmente presente en el campo de batalla, aunque sea superior en número, puede resistir a la combatividad de divisiones conducidas por un ge neral en jefe audaz y constantemente presente en el lugar. Por qué Muwatalli permaneció, durante todo el encuentro, obstinadamente cerca de su infantería, en la orilla izquierda, pero al este de Qadesh, sin participar él mismo en el ataque, y sobre todo sin lanzar a la contienda su inmensa infantería, en el momen to crítico en que su caballería era empujada hacia el Orontes. Ese hombre de Anatolia, avezado en la eficacia de una diplomacia que terminaba generalmente en un tratado, ¿quería frenar una carni cería inútil? ¿Estaba abatido por el deceso de hermanos y allega dos muertos en combate? ¿O ya estaba afectado por la enferme dad que muy pronto lo golpearía en la plenitud de la edad?
El final del combate
En los relieves que ilustran el boletín se le ve de pie en su carro, al sureste de Qadesh: su cochero tiene las riendas de dos caballos; está rodeado de hititas armados con picas, y el primero blande su escudo característico en forma de violín.7 Delante de los caballos, se distinguen a otros guerreros entre los confederados, casi todos originarios de las tierras vecinas de Anatolia, como puede com probarse por los nombres de las regiones de las que proceden. Los hombres que sostienen los grandes escudos con la punta re dondeada, análogos a los de los egipcios, deben de ser origina rios de comarcas antiguamente vasallas del faraón. Muwatalli, sosteniendo con una mano las riendas de los ca184
Los m illares de soldados de infantería hititas que M uwatalli no quiso lanzar a la batalla.
Carros hititas que no participan en la batalla, y desfile de una parte de la intendencia hitita.
ballos como para mantener su carro detenido, se vuelve hacia la ciudadela y levanta la otra mano para que cese el combate. ¿Tal vez pensaba que sus tropas debían volver a la ciudadela antes de que los ejércitos del faraón trataran de apoderarse de ella? ¿O estaba desesperado hasta ese punto por haber perdido en el com bate a tantos de sus allegados? Los egipcios hasta nos aportan los nombres: Sapather, hermano del vencido de Hatti Tergenenes, oficial de carro del vencido de Hatti Gerbetes, escudero del vencido de Hatti Agem, capitán de tropa, de la región de Kebeset Kemyth, uno de los jefes de los guerreros Teher Jerpeser, correo del vencido de Hatti Tyder, jefe del cortejo del vencido de Hatti Pys, oficial de carro del vencido de Hatti Semertes, oficial de carro del vencido de Hatti Rebesnen, capitán de tropa de la provincia /nenes Jemeterem, hermano del vencido de Hatti Teder, jefe de los guerreros teher Tutes, capitán de tropa de ¡nes Benek (?), oficial de carro Del de Hatti
etcétera...
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Los textos que rodean la imagen del jefe hitita, escoltado por sus 18.000 guerreros Teher, a los que renuncia a lanzar a la batalla, nos confirman el estado de ánimo de Muwatalli. El gran vil vencido de h a tti, estaba en medio de sus carros, con el rostro vuelto hacia atrás, temblando de horror y descompuesto. Nunca salió a combatir, por miedo a Su Majestad, cuando vio a Su Majestad ganando sobre la gente de Hatti al igual que sobre todos los países extranjeros que habían venido con él. Su Majestad los derrocó en un momento, Su Majestad era como un halcón divino. Él (el hitita) agradece al dios encarnado dicien do: «Es como Set en su hora. Baal en persona».
Por lo tanto, se dio orden al ejército hitita de retirarse a la ciudadela. Esta plaza fuerte, que bordeaba en parte un gran bra zo del Orontes al que la unía un pequeño canal, estaba rodeada por anchos fosos. Dos puentes levadizos, uno al sur y el otro al este, cruzaban esos fosos. Los soldados confederados siguieron a Muwatalli y volvieron a levantarse los puentes levadizos.
La tarde de la batalla
A veces se acusó a Ramsés de excesiva jactancia respecto del «éxito» de Qadesh. Si, por un lado, el poema subraya sin conside ración la soledad total de Ramsés en el combate, los relieves ofi ciales del boletín — y su comentario— restablecen en mucho la verdad. Se siguieron estrictamente las órdenes dadas a los dibu jantes de coordinar las ilustraciones del boletín entre los diferen tes templos. La llegada de los naharinos y, en el curso del combate, el registro en el que se ve el enfrentamiento de los dos cuerpos de carros adversarios muestran deliberadamente que Ramsés no es tuvo solo en el combate. Además, y con sólo una mirada, es visi ble que la intención era mostrar que la ciudadela no fue invadida: entre los soldados hititas armados con picas, en la cima de las torres superiores, flota libremente el estandarte enemigo. No está traspasado por las flechas de los adversarios, como se verá en ocasión de la toma de Tunip, en el año 8. Del lado egipcio, a la división de Ptah que terminó de llegar al campo de batalla se le unió, aún más tardíamente, la de Set, y no combatió. Había que recoger a los heridos, reunir los carros, cu rar a los caballos, levantar a los muertos egipcios8 y hacer el re cuento de los enemigos abatidos. Para contar a estos últimos, y según la costumbre, se cortaba una mano de cada cadáver enemi go y los escribas la registraban concienzudamente; el cúmulo de las mismas formaba varios montones macabros delante del fa raón a quien, en varias filas, sus hijos y algunos de sus oficiales superiores presentaban los jefes vencidos, los maryans de varios países, es decir, la clase superior de los conductores de carros más valerosos.9 El rey estaba sentado sobre el cojín de su carro y recibía el testimonio de su victoria. En el registro inferior, su hijo mayor, llamado entonces Amenhirjopshef,10 así nombrado por primera vez después de la batalla, le lleva el grupo de los prisio neros más importantes, con los brazos atados. En el registro m e dio, las alabanzas dirigidas al rey están ilustradas por el visir (¡siempre anónimo!) y los tres generales de división, con los bra zos levantados en signo de aclamación. El registro superior pre senta a dos príncipes que traen una hilera de prisioneros encor dados y caballos hititas. El castigo del anonimato parece haber alcanzado a los oficia187
En la tarde de la batalla, Ramsés hace contar a los enemigos muertos (los escribas registran cada mano izquierda). Los príncipes reales llevan a los prisioneros. El visir y los oficiales alaban al faraón.
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les superiores y al visir, en razón de la imprevisión y de su ausen cia momentánea del combate. Los hijos del rey están representa dos y se los nombra: se reconoce, sin orden, a Pareherunemef, Ramsés, Jaemuese, M eriamón, Setos, Mineptah y otro cuyo nom bre es ilegible, sin olvidar a Amenhirunemef transformado en Amenhirjopshef. La dura reprimenda a sus soldados dominados por el pánico, consignada en el seudopoema, con seguridad fue dirigida durante esa ceremonia al final del combate. Contrastaban las alabanzas por la acción sin falla de su caballerizo Menna y además Usermaatre Setepenre no olvidó a los valerosos caballos de su atalaje, Victoriaen-Tebas y Mut-está-satisfecho, tal como consta en el poema. Luego, visitaría a menudo sus caballerizas de Pi-Rameses y les ofrecería con sus manos el heno más oloroso. Mejor aún: su imagen digna de merecer el reconocimiento real atravesó los siglos... y las fronte ras. Un día, el virrey de Egipto Mehmet Ali ofreció a Carlos X un excepcional anillo de oro, encontrado en la excavación de la necró polis de los toros Apis en Saqqara, que mostraba en altorrelieve11 a dos caballos delante de su pesebre. La promesa de Ramsés, cince lada por sus mejores orfebres, se había concretado en el dedo del faraón. Y ahora ese anillo se expone en el Museo del Louvre.
«La paz es mejor que el combate.» (Muwatalli)
Aunque los términos del poema dejan suponer que el faraón quiso reiniciar el combate al día siguiente por la mañana, parece ser que hay que descartar esta hipótesis. La toma de Qadesh le parecía muy improbable a Ramsés que ya no disponía de sus cuatro divisiones intactas, por reforzadas que pudieran estar por la llegada de los naharinos, que también por cierto debieron de sufrir algunas pérdidas. Los 20.000 defen sores de la ciudadela habrían obligado a los agresores a un largo sitio. Por su parte, se ha visto que el hitita, con toda verosimilitud presa de cierta angustia, podía intentar el arma de la diplomacia. El poema relata el mensaje enviado por Muwatalli a Ramsés, y la decisión casi inmediata del faraón, después de haber escuchado el consejo de sus oficiales superiores y de su guardia más cercana.
Retrocediendo ante una nueva imprudencia, consideró que esa misiva de Muwatalli le permitiría poner fin — sin perder presti gio— a un enfrentamiento que consideraba peligroso. Usermaatre Setepenre aprovechó, pues, la puerta de salida que le ofrecían: anunció su «repliegue pacífico» hacia el sur.
El regreso a Egipto
Como era de esperar, enviaron a toda prisa mensajeros a la capital y Ramsés y sus tropas, llevando algunos prisioneros, pero... poco botín, conocieron el triunfo de los valientes, al co mienzo del sexto año de reinado, a principios del cuarto mes (ju lio de 1274 antes de nuestra era). Se cantaron sus alabanzas, no se habló demasiado de las pren das de guerra que consistían esencialmente en armas tomadas a los enemigos muertos y en caballos, y se evitó hacer alusión a la pérdida de equipos destruidos en el momento en que fue invadi do el campamento de Ramsés. Usermaatre Setepenre era totalmente lúcido y había captado la lección. También había comprendido perfectamente qué débi les eran las alianzas concluidas con los reyezuelos de Oriente Próximo. A la vez sabía que su regreso, después de una partida tan triunfal que auguraba la invencible fuerza del faraón, iba a ser analizado y juzgado por sus agresivos vecinos, al ver que Qa desh y Amurru continuaban en manos hititas. Había que «subir la cuesta», y retomar sin pausa el camino del este, para volver a imponerse, reconquistar porciones perdidas, y devolver a Egipto su esplendor y también garantizar otra vez sus fronteras. En efecto, desde la partida del ejército egipcio, Muwatalli ha bía recuperado completamente Amurru. Fue en ese momento cuando su jefe Benthesima fue exiliado a la capital de Hattusa, y reemplazado, en su feudo, por un tal Saphili. Finalmente Muwa talli recuperó Damasco y su provincia. En Pi-Rameses, Usermaatre Setepenre tuvo que dedicarse a renovar el encuadramiento de sus divisiones, y a organizar en serio su servicio de informaciones, porque había quedado pro fundamente marcado por la estratagema hitita.
La tríada tebana: Amón, Mut y Jonsu. Bajo sus pies, el agua del Nilo indica la relación del dios con la inundación. (Gran Tem plo de Karnak. Foto A. Bellod)
IX
RAMSÉS Y EL LENGUAJE DE LOS TEM PLOS I SU FUNDACIÓN DEL RAMESEO
Consecuencias inmediatas de Qadesh
Amenhirjopshef, hijo mayor del rey, había mostrado sus cua lidades durante el enfrentamiento de Qadesh. Ramsés sabía que podía cargarlo de responsabilidades mientras él iba al sur del país. Además, el príncipe estaba muy unido a dos de los más fieles y eficaces servidores del faraón, con los que éste contaba. En primer lugar el visir Paser, que muy probablemente se ha bía quedado en la capital del norte para administrar los asuntos del reino, supliendo en alguna medida a su colega encargado de la parte norte del país. Éste, al acompañar a Usermaatre Setepenre en su locura amonita del año 5, había mostrado poco discerni miento en el momento en que los primeros emisarios de Muwatalli proporcionaron sus falaces informaciones. También estaba Imeneminet,1 la inteligencia y la lealtad hechas hombre: por eso el faraón acababa de confiarle la dirección de los servicios (que ya se llamaban especiales) que controlaban las acciones hostiles a Egipto en los territorios extranjeros. Empezaba así a tejer la red de informaciones concerniente a la situación real de las provin cias vasallas del otro lado de las marcas orientales del Delta. La frontera oriental fue reforzada. Se estacionaban allí nuevas 193
tropas, con un despliegue inhabitual de las fuerzas, más allá del El-Arish,2 a lo largo de la costa hacia Gaza y Rafia, en el camino de las ciudadelas,3 lo que disuadió momentáneamente a los shasus, bandidos beduinos muy agresivos. Estas medidas inmedia tamente preventivas iban a estar acompañadas por cierta depura ción en los cuadros superiores del ejército, luego de una instrucción «reprensada» de las tropas — y hasta de los oficiales de carro— para obligarlos a una disciplina más rigurosa en el arte del combate. El príncipe Amenhirjopshef, encargado de hacer aplicar las reformas, estuvo secundado en ese papel por el ge neral Urhiya, cuyo hijo había participado a su lado en la batalla de Qadesh. De todas maneras, Ramsés sabía que, durante su ausencia de la capital, la reina madre Tuya, Mut-Tuya como gustaba llamarla, sería su mejor corregente... oficiosa. Nada podía rivalizar con su sensatez y con su sentido de la oportunidad, cualidades proba das durante sus primeras excursiones sirias, y que le envidiaban las dos Grandes Esposas reales, Nefertari e Isisnofret.
Hacia los templos del sur
Ramsés, efectivamente, debía ir a las tierras del sur,4 y reto mar un contacto directo con los notables de provincia a los que se contaría Qadesh, porque nadie debía dudar de la extraordinaria hazaña del señor de Egipto. Además, Usermaatre Setepenre de seaba acercarse más a sus súbditos. Estaban los grandes trabajos proyectados, desde el comienzo de su reinado personal, a los que dedicaba la mayor atención, ya que no había querido simplemen te aplicar un programa clásico. Más que nunca el templo, por su arquitectura y su decoración, debía aludir a los grandes momen tos de la historia, pero también traducir mejor que antes ciertas fuerzas cósmicas de las que dependía el equilibrio del mundo. En principio y en todas partes donde se habían erigido los edificios a la gloria de los múltiples aspectos del demiurgo, había que eternizar el milagroso combate de gigante que había librado, casi solo, frente al adversario más poderoso de los países del nor te y del este. El impacto mágico de los relieves sostendría su in 194
vencibilidad en todas las acciones futuras. La red profiláctica, al zada en torno a Egipto, reforzaría el esfuerzo de sus ejércitos y agradaría a las formas divinas de las que, como contrapartida, esperaba la protección.
La triunidad después de Amenhotep IV
¿Pero de qué formas divinas se trataba? Su gran y secreto ins pirador, Amenhotep IV, aparentemente reconocía sólo una, la que había detectado en el corazón del globo solar. Más allá de esta imagen difundida en las paredes de sus templos y de las capillas de las tumbas amarnianas5 — y que consistía en una re presentación del sol, evocado por primera vez dispensando sus rayos, terminados en pequeñas manos que comunicaban calor a la tierra, luz y vida a todo lo que tocaban— , cuántas especulacio nes secretas dentro de los santuarios donde los sacerdotes físicos y los sabios de Hermópolis,6 discípulos de Tot, se dedicaban a sus investigaciones. Si se quería resumir el concepto de una enseñanza religiosa, tal como Usermaatre deseaba difundirla, podríamos referirnos muy sucintamente a ciertos términos del papiro actualmente con servado en Leiden,7 que tiene un texto contemporáneo de la épo ca postamarniana y del comienzo de la XIX dinastía. Según sus preceptos, ¿no era más cómodo concebir la grandeza del Todopo deroso, y la variedad de sus manifestaciones, si se consideraba que esas formas divinas no pertenecían, en realidad, más que a un solo y mismo cuerpo? Testimonio del sincretismo de la época, hay que referirse entonces a la triunidad: Amón-Re-Ptah, tres dioses que tienen una sola voluntad. Éste es el pasaje del capítulo 300 del himno a Amón donde el redactor intentó analizar el siste ma elaborado: Tres son todos los dioses. Amón-Re-Ptah. No tienen semejantes. Oculto está el nombre (= el principio) en calidad de Amón; el rostro es Re; su cuerpo Ptah. Sus ciudades en la tierra están establecidas para siempre: Tebas, Heliópolis y Menfis, hasta la eternidad. 195
Cuando se envía del cielo un divino mensaje, es escuchado en Heliópolis, se lo repite en Menfis, al iuvenil-de-rostro (= Ptah); se lo redacta en una carta de la escritura de Tot, (se le envía) a la ciudad de Amón que posee sus bienes. En Tebas se le contesta: «Id, dicen los dioses, esto pertenece a la eneada (?): todo lo que sale de su boca es Amón». Los dioses están estableci dos gracias a él, según lo que él ha ordenado. ¿Se ha enviado un mensaje divino? Puede suprimir o hacer vivir. Para todos, la muerte o la vida depen den de él Amón, Re [y Ptah], todos, juntos los tres. Este texto, naturalmente, no deja de ser oscuro, la única clari dad que surge nítidamente es que el dogma de la triunidad se pone allí suficientemente en relieve como para que se lo mire como indiscutible. Este aspecto de la nueva religión de Amón, después de la reforma de Amenhotep IV,8 será enmendado por Ramsés a propósito de Amón: (capítulo 40 del himno)... construyéndose él mismo, cuyas formas na die conoce, elaborando sus imágenes, creándose él mismo, uniendo su semi lla a su cuerpo para crear su huevo en lo más profundo de él mismo. Convir tiéndose en una forma, imagen de los nacimientos...
El regreso de Set
Ramsés quería asociar a esa trinidad la imagen de Set, el de sus raíces, el que, con Horus, dominaba el primero de los grandes nombres del faraón, el que, en su intimidad, la reina contemplaba paralelamente con el aspecto de Horus, el que los reyes anteriores habían podido invocar en el momento en que el peligro amenaza ba al país. Setos lo había introducido a la cabeza de la cuarta divi sión de su ejército; Usermaatre Setepenre contaba con la acción de la división de Set, salida de la nueva capital Pi-Rameses-lavictoriosa, donde el impacto de su templo más antiguo, al sur de la ciudad, está completado por el de los santuarios de Amón, de Re y de Ptah, en los tres puntos cardinales de la metrópoli. El concepto de Amón (Imen = el oculto) ya era ampliamente comentado y se apoderaba progresivamente de otras formas di vinas. Se encontraba a Amón-Atum ocupado en inscribir el nom bre del soberano en los frutos del árbol-ished, en el templo de 196
Millones de años de Ramsés (el Rameseo); se volvía a encontrar a Amón-Min, también señor de los ardores genésicos de la tierra, Amón-Nilo que reinaba en la pared de la sala hipóstila de Kar nak, sobre una base formada por las aguas de la inundación. El cuerno de carnero de Amón se usaba para indicar, al lado del rostro del faraón, su divinización en la tierra... ¿No había respondido Amón a la llamada apremiante de Ramsés delante de la ciudadela de Qadesh, en el momento más trágico de su existencia? Al enriquecer el ámbito ya adquirido por la triunidad, Ramsés reforzaba el espíritu universalista de su programa y minimizaba el poder de un solo clero. Amón también podía dominar el impacto de las diferentes teologías: cada una reconocía en él a «su» dios, principalmente los que no tenían ac ceso a los templos. Podía presentar el aspecto del «Dios de los Humildes», según la feliz formulación de B. Gunn. Ramsés quiso favorecerlos y recomendará más tarde a su Sumo Sacerdote Bakenjonsu que destine un espacio en la cara este del gran templo de Karnak para permitir el acceso al Amón-que-escucha-las-plegarias. Hay que recordar que en el mismo lugar, Hatshepsut la in novadora ya había hecho reproducir en un magnífico bloque de alabastro su efigie al lado de la de Amón.
El programa arquitectónico
Usermaatre Setepenre sabía que se necesitarían dos ciclos de la inundación para que las reformas iniciadas para «modernizar» su ejército fueran eficaces: entonces partiría fortalecido a la con quista de las tierras perdidas. Por lo tanto, disponía ampliamente de tiempo para realizar lo que deseaba en especial: la concreción de su programa de una simbología arquitectónica. Antes de lle gar al dominio de Amón, se detuvo en Abido, en su templo a punto de terminarse, y ordenó que el boletín de la batalla figurara en las paredes exteriores norte y oeste. Al llegar a la hermosa región tebana, Usermaatre Setepenre reencontró el ambiente de los años de su juventud cuando, en compañía de Paser, había visitado las obras de la orilla izquierda, y el ambiente de Karnak cuando la «Instalación» del Sumo Sacer197
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dote de Amón, Nebunenef. Pero, desde entonces, la coronación lo había convertido definitivamente en el hijo de dios, y se pre sentaba cada vez más como el héroe de Qadesh. En la «casa» de Amón, había elegido la pared exterior sur de la sala hipóstila para esculpir allí el desarrollo en imagen del bole tín (este tema, más tarde, fue reemplazado por otras escenas gue rreras). El mismo tema se trató a lo largo de la zona suroeste del templo. En Luxor, en el exterior de los patios y en la cara norte de las torres del pilono, hizo evocar tres veces las fases principales del boletín, entregadas así a la contemplación de las multitudes.
Tem plo predilecto: el Ram eseo
Después de la travesía del río, se detuvo en su templo de M i llones de años, el Rameseo, llamado así por Champollion, pero que
Plano del templo y sus anexos. Abajo, a la izquierda, vestigios de un palacio local de Ramsés. A la derecha la sala hipóstila, el m am misi de ia reina Tuya.
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en época tardía, cuando Diodoro de Sicilia visitó Egipto, se consi deraba la tumba de Osymandias.9 Era el santuario más querido de Ramsés con los de Abu Simbel. Lo había llamado El palacio de Usermaatre Setepenre que se unió a Tebas en el ámbito de Amón,10 La arquitectura estaba casi íntegramente terminada,11 pero no toda la decoración. A su alrededor, completaban el ámbito nume rosos almacenes en los que empezaba a acumularse el tesoro del templo; en los costados norte, oeste y sur, inmensos graneros con techos abovedados recibían las reservas de cereal para la retribu ción de los sacerdotes y de los obreros de la necrópolis, pero tam bién todo el material para enriquecer el mobiliario ritual y los elementos de culto, y una gran cantidad de presentes ofrecidos a la Corona el primer día del año. A esto se agregaban algunas vi viendas de sacerdotes, despachos administrativos, laboratorios, la biblioteca, la Casa de la Vida que incluía un vasto scriptorium. En el ángulo sureste había un taller al aire libre, para tallar los vasos sagrados y las estatuas que los sacerdotes animarían con la aper tura mágica de los ojos y de la boca. Caminos de losas permitían una agradable circulación. Finalmente, en el ángulo sureste se ha bía construido el pequeño palacio del rey, con el fin de recibirlo en el rito anual de la regeneración. El recinto debía de estar deli mitado en las partes norte, oeste y sur, por una avenida doble de esfinges con cuerpo de león: en el oeste, las esfinges tenían cabeza humana, y protegían con sus patas una estatua del faraón de pie. Al norte y al sur, estarían dotadas de cabezas animales. Se habían respetado las tres partes tradicionales del templo, precedidas por un inmenso pilono con dos torres trapezoidales. Pero la primera parte tenía dos patios en lugar de uno solo. La segunda parte la constituía la sala hipóstila, y la tercera un conjunto de salas que rodeaban el santuario. El mismo Ramsés había estudiado el plan de esta arquitectura, cuya construcción comprobaba, pero había pedido que se esperara su llegada para decidir sobre el conjunto de la decoración de las paredes. Y es así que eligió representar, en el segundo patio, en el re gistro inferior de la pared oriental la evocación de la batalla de Qadesh, mientras había pedido que se aplazara la decoración de la pared interior occidental del pilono porque, junto a una nueva representación de Qadesh, lo reservaba para esculpir allí sus fu turas campañas sirias en Canaán y Amurru.
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a. Uno de los pilares osiríacos de Hatshepsut en Deir el-Bahari. Sus manos sostienen los cetros osirianos y los signos solares b. Estatua de Am enhotep IV desnudo y privado de su sexo, en la actitud osiriana, Karnak-Este. (M useo de El Cairo) c. Estatua de Am enhotep IV, en la actitud osiriana pero con el traje de los vivos (kilt real y piernas desnudas). (M useo de El Cairo)
Ajenatón y Nefertiti distribuyendo recom pensas. Por encim a de ellos, el globo solar con los rayos que terminan en manos que tienen los signos solares ¡X y
Ramsés se inspira en las innovaciones de Amenhotep IV Una de las razones por la cual había ido a Tebas era la inclina ción que desde su juventud sentía hacia la aventura amarniana. Ésta presentaba múltiples fases y había dejado huellas en la inter pretación dada, como se ha visto, a la imagen de Amón. Pero, por otra parte, estaba el dogma osiriano, que regía los ritos funera rios, progresivamente accesibles a todo el pueblo de Egipto, y cuyo misterio pesaba sobre el comportamiento de los fieles. Al faraón se le presentaban numerosas contradicciones, aun antes de su corregencia, y progresivamente fueron desapareciendo en el curso de las entrevistas con los sacerdotes-sabios de las Casas de la Vida, y en especial con los de Hermópolis cuya sabiduría le puso en claro la experiencia de Amenhotep IV, saldada con un aparente y dramático fracaso. Estaba persuadido de que la noción divina de Atón, el giobo solar, estaba presente en Egipto desde la noche de los tiempos; no había sido inventada por Amenhotep IV, sino que éste había que rido darle una imagen más... científica. Sabía también que las di ferentes formas de lo divino, que en todas las épocas habían po blado los templos, sólo tendían a hacer más accesible al común de los mortales la infinita variedad del poder creador, como la pro fesaba el himno a Amón después de «la herejía».
Osiris, visto por Amenhotep IV En una palabra, Usermaatre Setepenre había captado real mente el combate de Ajenatón. ¿Cómo continuar atribuyendo al reformador el rechazo del mito osiriano, cuando se había hecho representar en la actitud de Osiris, con las piernas juntas (o sea, estático), los brazos cruzados sobre el pecho, y con las manos sos teniendo las insignias del dios: el cayado y el azote? Y había he cho de éste el ornamento de los «pilares osiríacos» de su gran templo a Atón, al este de Karnak, al comienzo de su «herejía». ¿No había hecho preparar su aparato funerario, ataúd, sarcófago destinado a recibir la momia «osiriana», acompañado con las esenciales estatuillas funerarias, los shuabti, tan típicamente de acuerdo con los ritos clásicos cuyo primer beneficiario había sido el mismo Osiris, el dios mártir? La existencia de estos famosos 202
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«pilares osiríacos» del rey herético, pregonando el culto a Atón con exclusión de cualquier otro, en principio se le presentó a Ramsés como una inverosímil contradicción. Se había informado, había consultado los archivos secretos, y por fin había encontra do la respuesta. No existían dos verdades fundamentales y opuestas, la que tendía sin cesar a profundizar mejor los secretos de las fuerzas vitales y la que sondeaba los misterios de la muer te: sólo había dos caras de un fenómeno único y continuo. Vida y muerte, una no funciona sin la otra, una complementaria de la otra, englobando todas las manifestaciones de lo divino. La animación creadora, positiva, y la negativa, lo estéril, lo inerte, una sucediendo a la otra en un movimiento continuo, ejemplificadas por el día y la noche, la claridad y las tinieblas, cuya sucesión ininterrumpida constituye la eternidad: Amenhotep IV-Ajenatón quiso comentar, por cierto, esta realidad cuya simplicidad constituía su incomparable grandeza. Esperaba ha cer desaparecer cierta ambigüedad, una ignorancia sostenida por los mitos: estos últimos, destinados a hacer comprender las gran des leyes de la naturaleza, a menudo las habían confundido, y aun alejado de su tema original. Es así que se necesitaba ser un gran entendido para percibir a través de la leyenda osiriana tan poética, toda la verdad cósmica oculta en el encadenamiento de las anécdotas que contenía.
Los pilares osiríacos En los templos, los famosos pilares osiríacos, compuestos por un pilar cuadrado delante del cual el rey estaba encerrado en su envoltura funeraria de Osiris, habían aparecido en el Imperio medio. La estatua del rey estaba fijada en la actitud de un dios muerto momificado, pero de pie, teniendo entre sus manos los cetros de Osiris. Para comentar el completo significado de esta imagen, en relación con las ceremonias jubilares del primer día del año, que se desarrollaban en los templos de Millones de años, había que demostrar que era el símbolo de las fuerzas en letargo de donde surgiría un nuevo vigor. De esta manera, Amenhotep IV se decidió a subrayar los dos aspectos sucesivos revestidos por el faraón en el curso de las ceremonias de reafirmación del poder real, revelando en el mismo momento, y de una manera cruelmente 203
Segundo patio del Ram eseo, bordeado de pilares osiríacos clásicos. En el fondo, la sala hipóstila.
a. Primer plano de un pilar osiríaco clásico del Ram eseo. (Foto Fathy Ibrahim) b. El primer patio está adornado con pilares osiríacos solares. M uy deteriorados, en el Rameseo, se puede contem plarlos en la sala-patio de Abu Simbel. El kilt real a veces es más voluminoso. Estas imágenes ramésidas pueden estar flanqueadas por m iem bros de la familia real.
realista, el verdadero misterio que rodeaba esos mitos osirianos celebrados en gran secreto en el ámbito del dios en Abido.12 Este misterio siempre había sido cuidadosamente enmascarado por el sudario del dios mártir, cuya úitima herida había provocado la pérdida de la virilidad. Descomponiendo el drama en sus dos fases esenciales, Amenhotep IV tuvo la audacia de hacer esculpir, para evocar la fase negativa, su efigie desnuda y emasculada, osando de esta manera correr el velo sostenido celosamente por un clero preocupado por sostener el mito secreto. Alternando con esta provocadora imagen, privada de su sudario, y con el pschent osiriano, la efigie del rey con su vigor renovado, aparecía, en el segundo tipo de pilar, con el torso desnudo y con el kilt del rey vivo, cuyos diferentes tocados recordaban todos los ornamentos solares. El escándalo, por cierto, debió de sacudir al clero de Amón, tan conformista en materia de liturgia, pero, sin duda, los sacer dotes de Osiris nunca perdonaron la ofensa a las prerrogativas de la poderosa Abido y esto, tarde o temprano, sería la perdición de Ajenatón. Sin embargo, la idea se había abierto camino, y desde entonces pareció cada vez menos posible admitir una oposición entre la noción de Re y la de Osiris: de hecho, la demostración realizada por Amenhotep IV respondía al célebre fragmento del Libro de los Muertos:'3 En cuanto Osiris es ayer, y en cuanto Re es mañana.
La «reforma» vista por Ramsés Esta reforma audaz, traducida hasta en la arquitectura, no es capó a Ramsés. Al ordenar la construcción del Rameseo, en la orilla izquierda de Tebas, con sus hombres de confianza, Nebunenef, Sumo Sacerdote de Kam ak,14 Unennefer, Sumo Sacerdote de Osiris en Abido, y el letrado de la región, el escriba Ramose, muy cercano al visir Paser, consideró los medios para retomar más discretamente, sin chocar al conjunto del clero, esta brillante demostración de los ritos de regeneración. Ramose le había suge rido que tomara como modelo lo que ya había debido de inspirar a Amenhotep IV, y que el arquitecto Senmut, un precursor de la reforma, había realizado para la reina Hatshepsut: las manos de la imagen momiforme de la reina en su gran galería de pilares 205
osiríacos en Deir el-Bahari que sostenían, efectivamente, no sólo los cetros osirianos, cayado-heqat y azote-nejaja, sino también los dos signos solares, anj signo de vida y uas aliento y fuerza solar, que Amenhotep IV a su vez colocará entre las pequeñas manos en las que terminan los rayos de Atón. Sin embargo, Ramsés pre fería mucho más utilizar las dos imágenes concebidas por Amen hotep IV, menos intelectuales, más explícitas, pero despojándolas del realismo amarniano. Por lo tanto, hizo agregar un segundo patio al plano previsto inicialmente para su templo: uno de ellos debía estar bordeado por un peristilo adornado con los pilares osiríacos tradicionales que recordaban el estado del soberano al comienzo de la cere monia de regeneración, es decir, envuelto en el sudario; el otro patio, de arquitectura semejante, también estaba rodeado de pi lares, pero en ellos la imagen del rey, que seguía con los pies jun tos, estaba vestida con el kilt de los vivos, y llevaba el tocado solar. Estas imágenes del rey renovado estaban flanqueadas por estatuillas de los niños reales. Cuando Usermaatre Setepenre, después de que su nave fue abordada en el muelle del templo, cruzó la gran puerta del pilono del Rameseo, su satisfacción fue total cuando vio sus efigies en imagen «solarizada», tal como la multitud podría admirarlas al salir del santuario, una vez reno vada para todo el año. Después de haber contemplado su inmen so coloso flanqueando el montante sur de la puerta, al fondo del patio, y comprobado los preparativos para la erección del coloso norte,15 pasando entonces por un segundo patio antes de abordar la sala ancha de columnas papiriformes, pudo encontrar la ima gen real momificada que se alzaba en cada pilar. Al igual que las precedentes, estas estatuas medían 16 codos: la altura de la inun dación ideal. Volverán a encontrarse estas dimensiones en Abu Simbel, principalmente en los pilares osiríacos de la sala-patio. Más que nunca, la estatuaria participaba en la significación y efi cacia del rito sobre el recorrido del faraón, durante las fiestas del Año Nuevo. Por cierto, el templo egipcio refleja en la tierra la imagen de ese mundo donde el demiurgo ha situado al hombre: la casa de dios, colocada sobre el túmulo de la creación, debía materializar los conceptos más amplios. Inspirándose en los intentos de sus predecesores — como la columnata de Luxor cuyo entorno nunca se terminó— luego de la elaboración de la inmensa sala hipóstila 206
de Karnak, de proporciones gigantescas, decidió dar un sentido concreto a la gran sala central con columnas de su templo perso nal.16
El símbolo principal de la sala hipóstila Cada regreso de la inundación marcaba el comienzo de un nuevo año, formado por tres estaciones de cuatro meses, de don de todo el país, hombres y animales, conseguía los medios para su existencia. Este ciclo, cuya regularidad deseaban ardientemen te los egipcios, había sido, desde hacía milenios, dividido en doce meses de treinta días (más cinco días y 1/4 suplementarios) que formaban, a razón de tres «semanas» de diez días cada una, los treinta y seis decanatos de las tres estaciones. Por todos los me dios había que incitar, alentar, rogar para que la revolución de los meses se produjese y el año acabara automáticamente con la apa rición tan esperada del agua nutricia. Ramsés había querido que su sala hipóstila pudiese constituir el armazón del ciclo perfecto, los doce meses materializados en las doce colum nas17 papiriformes con capiteles abiertos. En el flanco de cada una de esas columnas, el rey aparecía en triunfo, haciendo ofrenda a una forma divina. Estaba escoltado por la imagen de su ka, genio que evocaba su potencial divino, que lle vaba en la cabeza la «bandera» con el nombre de Horus del fa raón. Las doce columnas estaban flanqueadas, de una parte a la otra, al este y al oeste, por dieciocho columnas más peque ñas, también papiriformes, pero con capiteles cerrados. De esta manera, el año estaba escoltado por sus treinta y seis decana tos. Este circuito solar debía, naturalmente, desembocar en la m a terialización del día de Año Nuevo, en el relieve de la sala si guiente.
La sala astronómica Una gran puerta con cornisa, dominada por un ancho friso de signos que evocaban la eternidad solar,18 frente a la columnata central, comunicaba la sala hipóstila con otra sala rectangular adornada con ocho columnas con capiteles papiriformes cerra 208
dos. Esta sala puede ser llamada «astronómica» debido a la parte del techo sostenida por cuatro columnas en la parte norte, ador nada con símbolos de constelaciones y dominada por un verda dero calendario lineal. Su desarrollo se hizo de este a oeste y em pieza, al este, contra la pared común de la sala hipóstila y la astronómica, cerca de un gran tragaluz horizontal destinado a dejar pasar una luz oblicua sobre la decoración celestial.
El calendario Usermaatre Setepenre había dado instrucciones precisas: el calendario estaría dispuesto de tal manera que la indicación del día de Año Nuevo ocupara el centro del techo,19 y marcara el co mienzo de la primera estación, ajet, formada por los cuatro meses durante los cuales la inundación cubría las tierras arables del año, hasta las arenas de los desiertos libio y arábigo. Luego venía la segunda estación, peret (invierno-primavera), y sus cuatro meses durante los cuales el labrador tenía tiempo de preparar la tierra rica en aluviones nuevos, surgida del agua, y sembrarla antes de preparar el comienzo de las cosechas. Shemu constituía la tercera parte del año, en el curso de la cual se terminaba de reunir el producto de los cultivos antes de que llegaran los fuertes calores, con su cortejo de sinsabores bastante temibles, pero que termina ba con las felices vendimias y el anuncio del año nuevo. En el Rameseo, el diseño del calendario empezaba, pues, con los dos últimos meses del invierno-primavera, y terminaba con los dos primeros meses de la misma estación. Las órdenes de Ramsés se habían seguido escrupulosamente. El lugar del día de Año Nuevo figuraba exactamente en medio del calendario, entre el cuarto mes de la estación shemu (el verano) y primer mes de ajet (inundación). Inmediatamente debajo, el eje del día Año Nuevo está enmarcado por la imagen de Orion y de Sotis, la estrella mi lagrosa que reaparece al alba en el horizonte oriental del cielo después de setenta días de invisibilidad.20 Inmediatamente des pués, a su lado surgía el sol levante. Ese amanecer helíaco de la estrella Sotis (alrededor del 18 de julio) estaba seguido por la lle gada de la inundación. Siempre siguiendo el eje norte-sur del calendario, en la parte baja del techo, estaba representada la imagen del cinocéfalo de 209
Centro del techo astronóm ico, desde Sotis y Orion arriba, hasta el mono de Tot en el pilar-dyed, que representa la llegada de la inundación, el día de Año Nuevo.
Curvando la línea que indica el mes del año en el techo del Rameseo, se llega a la sucesión, en el mismo orden, de los signos del zodíaco que dominan el nártex de la basílica Santa M agdalena de_
20 d e diciem b re 2 0 d e en ero Capricornio 2 0 d e noviem bre 2 0 d e diciem b re Sagitario
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20 d e octubr 20 d e noviem bre E scorpio 2 0 d e sep tiem b re 2 0 d e o ctu b re Libra
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2 0 d e a g o s to 2 0 d e se p tiem b re Virgo 2 0 d e julio 2 0 d e a g o sto L eo
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Inundación d el día d e Año Nuevo 2 0 d e junTcT 2 0 d e julio Cáncqr_ 2 0 d e m ayo 2 0 d e junio Géminis 20 d e abril 2 0 d e m ayo Tauro
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2 0 d e en ero 20 d e febrero Acuario
Dibujo del techo astronóm ico del Ram eseo (según Parker). Las líneas oblicuas r; 1íi ii>t m oí mi'Qp«; Hpl añn ff»n la minta) v las fechas
Tot, el señor del tiempo, sentado frente al pilar-dyed,21 y mirando hacia el sur.22
El día de Año Nuevo
•
Y del sur es de donde llega el agua tan deseada, anunciada por la estrella Sotis. Con esta nueva imagen científico-simbólica Ramsés señalaba también allí la enseñanza que quería eternizar en su templo.23 Este último se basaba en una verdadera mecánica celeste, de engranajes perfectamente estudiados: los doce meses, las tres estaciones, los treinta y seis decanatos vibraban en el gres solar con el que se había construido su santuario. En la sala astro nómica las paredes mostraban, entre otras, la imagen del árbolished, concebido para provocar perpetuamente su renovación cí clica, cuya energía que provenía del dios (¡todavía había que pro barlo, como veremos!) era la garante de la vida del país. Esta sala astronómica presentaba, también en bajorrelieve, en la pared oriental, la procesión de barcas del genio real, de la santa de la necrópolis real (Amosis-Nefertari), de la tríada tebana (Amón-Mut-Jonsu), y de Imenet. Hecho interesante: las más grandes y pesadas eran las de Jonsu y de Imenet, porque las lle vaban veinticuatro sacerdotes, mientras que las otras estaban colocadas sobre angarillas sostenidas, cada una, sólo por diecio cho sacerdotes. Ese primer día del año, Ramsés Usermaatre antes que nada quería subrayar que era el del regreso del agua divina que tenía en sí todas las esperanzas de vida, y con la que se expre saba Amón-el-oculto hermanado con Re-Haractes. Esa agua, traí da por el efecto solar, que simbolizaba la llegada de la barca de Amón-Re, era la que Ramsés quería alentar para que alcanzara las fronteras meridionales de Egipto, allí donde iría hacia las ro cas sagradas de Ibchek y Meha, al norte de la 2.a Catarata nubia.
Un reloj de piedra Entre los símbolos astronómicos, las 24 horas de la aparente revolución solar no deben haber escapado a las preocupaciones reales: podría proponerse la búsqueda de una mención a las 24 horas en las tres salas sucesivas de ocho columnas del santuario 212
(siendo la primera de ellas la «sala astronómica»), edificadas pro longando el eje de la sala hipóstila. No hay que olvidar que esos locales, en gran parte, habían sido reservados para la Confirma ción del poder real, celebrada cada año, y que no sólo el día, sino también la noche — durante la cual el rey reposaba en un lecho ritual— , constituían el marco final para la regeneración cíclica del faraón.24
El santuario y la juventud real Todas las etapas del rito reservado al faraón para esta ceremo nia esencial habían sido cuidadosamente estudiadas por Usermaatre Setepenre. Se había preocupado por hacer acondicionar, al sur de la tercera parte de su templo (el conjunto de las piezas
Constelación del Can M ayor cuya estrella más brillante es Sotis (Sirio). La imagen de Sotis-Isis, en el techo astronómico del Ram eseo. Perrita protohistórica y su equivalente de la época romana de Egipto: imágenes populares que aparecen a fines de julio, lo que inspiró el nom bre de canícula (canícula: perrita).
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reservadas al santuario), los locales donde, integrándose a los di ferentes períodos vividos por la naturaleza por estaciones ritua les, aseguraba al país sus víveres, mediante el fenómeno de la «magia simpática». En las salas osirianas, situadas al suroeste, en un bajorrelieve, se lo veía revivir sucesivamente las tres estacio nes del año osiriano, maniobrando primero el arado: en esto hay que reconocer, de alguna manera, su responsabilidad de asegu rar la extensión de los cultivos. Luego, con la hoz en la mano, cosechaba, materializando de esta manera el éxito de las cose chas. Entonces, después de los fuertes calores, llegaba el día de Año Nuevo, simbolizado por la imagen de Hapi la inundación: Ramsés lo honraba para que los cuatro meses de ese maná ex tendido sobre todo el país pudieran asegurar el despertar de la naturaleza. En la parte opuesta, al noreste, las salas «solares» debían san cionar el despertar anual, garante de la perpetuidad en todas las formas, y hacia donde convergían todos los ritos.25 Puede com probarse con qué método y qué lógica Usermaatre Setepenre supo concordar todo un complejo arquitectónico con la armonía de las grandes leyes cósmicas, para incitarlas a no desviarse hacia el caos tan temido.
Amón protege a Ramsés Había otros temas para tratar en ese Palacio de Millones de años que Ramsés quería compartir con Amón-el-oculto. ¿El dios, a pe sar de todas las trampas, no le había dado una protección sobre natural? También la pared sureste de la sala hipóstila fue reserva da para una suntuosa decoración que mostraba al faraón recibiendo la harpe26 victoriosa de manos del señor de Karnak en toda su majestad, acompañado por Mut su paredra. Naturalmen te, se otorgaba prioridad a las escenas de la batalla de Qadesh que el faraón quería hacer grabar en el pórtico noreste del segundo patio y en la cara occidental del primer pilono. Pero recordemos que ordenó a los decoradores que esperaran sus próximas cam pañas previstas en Canaán y en Amurru para ilustrar los éxitos futuros, que esperaba fueran completos.
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Ram sés (III) cum pliendo ritualm ente los «trabajos agrarios», en las salas osirianas de su templo jubilar.
Introducción de la familia La familia del rey, cuando acababa de cumplir treinta años, se había enriquecido ya con una numerosa progenie. Después de Abu Simbel, se repetía el hecho nuevo en un templo: un doble registro, a ambos lados de la puerta de la sala hipóstila que con ducía a la sala astronómica, ya había sido consagrado, al norte, al desfile de sus hijas y, al sur, a la lista, igualmente enriquecida sin cesar, de los príncipes. Además, los nombres respectivos de los hijos, grabados en columnas verticales estaban acompañados, cada uno, por una columna vacía, destinada a recibir inscripcio nes complementarias a medida que crecieran los príncipes. Así puede observarse que el nombre número trece, el de Mineptah, joven príncipe, fue completado después del año sesenta y siete del reinado de Usermaatre Setepenre con la indicación de los tí tulos y del nombre de coronación del que ya había enterrado a cierto número de sus hermanos.27
Los artesanos del Rameseo Era el momento de recompensar con plata y oro al director de los trabajos Penre, el Jefe del cuerpo de policía-m edyay, que traba jaba desde el comienzo en el Rameseo, el arquitecto Imeneminet y sus adjuntos los grandes capataces, y todas las corporaciones de los diferentes oficios, por la obra notablemente realizada que ya mostraba, en parte, la policromía sobre el fondo blanco, que tenía por objeto animar los relieves y altorrelieves, como en todos 215
los edificios religiosos. Tampoco había que olvidar a los que ha bían sido responsables de la mano de obra egipcia, y en esa época también extranjera. Entre estos últimos estaban los apirus, algu nos de ellos traídos como prisioneros de Canaán por Setos I. A menudo eran mandados por militares, los iefes de los cuerpos de policía-medyay, que también tenían nubios entre sus tropas. Imenemipet, Supervisor de los trabajos en el Rameseo, como jefe de los soldados y de los apirus, era uno de ellos. Ramsés también debía dirigirse al jefe medyay, Hatiay, cuyo padre erigió las enor mes estatuas del Rameseo28 y participó en la instalación de los colosos, al sur del segundo pilono. Un poco más tarde, levantaría las astas delante del templo de Amón. Usermaatre Setepenre, de seoso como estaba de interesarse por la suerte de los que lo ha bían servido, quiso agradecer también a otro jefe medyay, valeroso gendarme encargado de asegurar el orden en el país, Iuny, que debió de haber contribuido mucho a la construcción de la sala hipóstila. Al lado de Ramsés estaba Tiia, al que después de su corona ción había nombrado intendente del tesoro y del ganado del Ra meseo. Tiia esposo de su hermana, era una referencia, pero no había dudado en colocar a hombres de origen extranjero, otros nubios, en puestos de confianza en la administración del Rame seo, como Ramesesemperre. En realidad, este cananeo, originario de la localidad de Zin-Bashan, debió de ser educado, después de su llegada (con el nombre de Ben-Azen) como botín de guerra, en la escuela kep, en el palacio o en el harén. Se había convertido en uno de los más fieles servidores del faraón. Más tarde, otro fun cionario, también de origen extranjero, se convirtió en jefe inten dente del Rameseo: Yupa, hijo del general Urhiya,29 que sucedió a su padre en ese cargo.
Los móviles ocultos de Ramsés
Durante su estadía en la orilla izquierda de Tebas, Usermaa tre Setepenre se había dado cuenta de que, si bien la mayoría de las estructuras de su templo se habían construido con bloques de gres extraídos de las canteras del Dyebel Silsila, reemplazados por elementos de granito rosa, granito negro y alabastro cuando 216
Ram eseo: en el fondo de la sala hipóstila, Ramsés recibe, de manos de Amón, el jepesh de la victoria. En el registro inferior, desfile de los primeros hijos de Ramsés. (Foto Fathy Ibrahim)
la simbología lo imponía, los jefes medyay no habían dudado en tomar de los templos jubilares vecinos, de la XVIII dinastía, el material que podían así conseguir fácilmente. El excavador inglés Quibell, que desde 1898 trabajó en el lugar, descubrió numerosos vestigios con los nombres de Amenhotep II, Hatshepsut, Tutmosis III y IV. También encontró cimientos provenientes de la capi lla de Anubis en Deir el-Bahari. Más de tres mil años después de ese pillaje, pudo devolver a su lugar las piedras sacadas del do minio de Hatshepsut. A mi vez, entre 1968 y 1980, cuando inves tigábamos en el terreno y yo estudiaba el templo, pude observar en los anexos las columnas fasciculadas de caliza, provenientes del mismo templo de la reina y, también en los anexos, losas de la misma piedra. Cuando se les dio la vuelta, esas losas mostraron un decorado de estrellas que probaba que habían pertenecido a un techo de santuario; pero no era posible devolverlas a su lugar primitivo, porque ya formaban parte de la construcción de Usermaatre Setepenre. En el caso de que Ramsés fuera informado de los «préstamos» tomados del santuario de la gran reina, ¿habría entonces que atri buirle una responsabilidad en los martilleos y destrucciones sis temáticas que afectaron profundamente el Dyeser-dyeseru (la ma ravilla de las maravillas), en la que desde hace un siglo trabajan egiptólogos y arquitectos, para reconstruirla? La respuesta surgi rá, sin duda, al mirar más de cerca el gran desfile de los antepasa dos reales presentado por Ramsés, en el templo de Abido y en el Rameseo. En este último templo, la presentación de las estatuillas de los supuestos antepasados del rey, llevados por sacerdotes, incluye, en lo que concierne a los reyes del Imperio nuevo, las efigies de todos los que reinaron hasta la época de Ramsés, con excepción de Hatshepsut, y de los protagonistas de la época amarniana: Amenhotep IV-Ajenatón, Esmenkare, Ay y Tutankhamón. La lista continúa con Horemheb. ¿Cómo explicar semejante omisión? Sin duda, fue porque im portaba hacer concesiones a los cleros de Amón y de Osiris. Las iniciativas de Hatshepsut y de Amenhotep inspiraron a Ramsés; quería que fueran adoptadas, pero «disfrazándolas», enmascaran do sus fuentes; por lo tanto, era un deber reprobar visiblemente a los autores. Así puede comprenderse mejor por qué el monumen to de Deir el-Bahari y la ciudad de Ajetatón fueron víctimas de destrucciones durante el reinado de Usermaatre Setepenre.
Asuán p re sa antigua ]
Catarata p r c a Nueva (S add el-Aali)
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Abu Simbel *1 Abu Oda / y Frontera B a lla n a ./;Qustu| ^ S u d an esa Faras f«Í" Dyebel .Shams '.{\D ebeíra Aksha Wadi Haifa
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Nefertari (vestigios) y su suegra Tuya, tocando sistros y dirigiéndose hacia el mammisi. (Sala hipóstila del Rameseo) Mapa de los países de Uauat y de Cush, desde Asuán hasta la 3.* Catarata.
templo ptolem aico de M edinet Habu: reutilización de un cim iento proveniente del mammisi de Tuya: escena de teogamia.
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RAMSÉS Y EL LENGUAJE DE LOS TEMPLOS II EL MAMMISI DEL REY EN TEBAS RAMSÉS Y LOS TEMPLOS DE NUBIA
El mammisi del rey
La reina madre Ramsés siempre tenía una preocupación en el corazón: la ve neración y el reconocimiento que testimonió sin cesar a su madre Tuya. Esa gran dama de casta militar y noble, convertida en rei na, había conocido la vida activa antes de abordar, al lado de un valeroso príncipe, los deberes de la realeza. Desde su juventud había secundado a este último, y por lo tanto estaba mejor prepa rada que las princesas reales para asum ir responsabilidades cuando Setos, coronado faraón, guerreaba en Siria, o en el vil país de Cush. Desde que su hiio reinaba lo asistía como antes lo había hecho con su esposo: a su regreso de Qadesh Ramsés estaba muy impresionado por esto. Era la razón por la que representó, oficio samente, durante diez años, el papel de corregente durante las ausencias, casi siempre por asuntos guerreros, de su hijo. Para esta madre y esposa excepcional, que en su devoción el padre y el hijo comparaban con Amosis, madre y esposa de libe radores, Setos y su corregente el príncipe Ramsés habían puesto las bases, en la orilla izquierda de Tebas, de un edificio cuyos 221
depósitos de fundación marcaban claramente la identidad de los fundadores. A la muerte de Setos, Ramsés hizo reiniciar los trabajos y am plió el programa. No sólo el templo estaría consagrado a su ma dre (Hizo este monumento para su madre, se lee todavía en las pocas huellas del edificio que quedan en el lugar), sino que reservó allí sitio para Nefertari y la «cohorte» de sus hijos, como lo testimo nian los vestigios encontrados. Ramsés también tenía la intención de consagrar ese templo al mito del nacimiento real, que debía hacer olvidar que en el mo mento en que la Dama Tuya lo trajo al mundo, no pudo ser visita da por Amón el genitor: por lo tanto, había que recrear el aconte cimiento que debía de hacer al niño engendrado por el dios, por el misterio de la teogamia.
La teogamia Desde la época de las pirámides, las alusiones, en la literatura a falta de los relieves de templos desaparecidos, permitían des cubrir la noción de teogamia, ese acto por el cual el dios reempla zaba al faraón en el momento del himeneo real: de esta manera, el niño que nacería se convertía en hijo del dios. Remontándose con seguridad al comienzo de los tiempos, esta teogamia se perpetuaría a lo largo de la realeza faraónica... y aun más allá.1Sólo el espíritu divino, fecundador, podía cambiar de aspecto. En la V dinastía, asumía forma de Re.2 En el Imperio nuevo, el genitor tomó el aspecto material de Amón. De esta manera, la reina Hatshepsut, hija de Tutmosis I y de la reina Amosis, fue engendrada por el señor de Tebas. Todavía puede verse debajo de la columnata nor te del templo de Deir el-Bahari, a pesar de los martilleos, la suce sión de los relieves donde están representadas las etapas esencia les del milagro, a partir de la escena del himeneo, luego la del anuncio del prodigio a la reina, el nacimiento del niño divino en carnado y de su ka, hasta la presentación del niño a su augusto padre. En el templo de Luxor se conserva una escena análoga: allí había una sala consagrada al encuentro carnal de Amón y de Mutemuya, madre del futuro Amenhotep III, el constructor del san tuario. Hasta esa época, en el mismo templo, un solo local estaba 222
d a. «El anuncio» hecho a la reina, por Tot. b. Jnum crea, a su vez, al niño divino y a su Ka. c. La reina conducida hacia la sala de parto. d. Ya liberada la reina, las nodrizas amam antan al niño y a su Ka. e. El niño divino y su Ka presentados a su genitor Amón. Templo de Luxor.
reservado a esta evocación de la divina aventura que santificaba el origen supraterrestre del faraón. Esto sucedía en el secreto del santuario. Es probable que Setos, y Ramsés con seguridad, rom pieran la tradición. Su intención de extraer la sala de la teogamia del edificio principal tenía el objeto de amplificarla y de integrar la en un santuario total. Al darle esta importancia visible para todos, y esta autonomía, al enriquecer el santuario con locales suplementarios, también podían beneficiarse con los rayos divi nos la familia y los descendientes representados en los relieves. También debe ponerse en el activo de Ramsés el hecho de que, por su voluntad, acababa de crearse un nuevo tipo de san tuario, que se creyó que sólo aparecía en la época grecorromana, en forma de una capilla del nacimiento de Horus hijo de Isis (con fundido con el faraón). O sea, que el primer mammisi existió en época de Usermaatre Setepenre, para evocar su nacimiento mila groso. Ramsés había trazado los planos de su Palacio de Millones de años de manera que la sala hipóstila estuviera flanqueada, al norte, por su mammisi. Hice este descubrimiento en 1970, cuan do dirigía los trabajos en ese lugar.
Cómo se reconstituye un monumento desaparecido En los enrases del monumento, del que sólo subsisten algunas bases de columnas y, en el suelo, las huellas de ciertas paredes, observé una piedra, hundida en los cascotes provenientes de una rampa de acceso, que llevaba la inscripción, ya citada, Hizo este monumento para su madre... Varios años después, un fragmento de capitel de una columna hathórica me indicó el estilo del monu mento, consagrado a una entidad femenina. Los vestigios de los nombres de Ramsés y Nefertari me permitieron progresar en mi búsqueda. Entonces sólo me quedaba remitirme a los elementos arquitectónicos que tenían representaciones relacionadas con es cenas de teogamia ramésidas, vueltos a utilizar en un edificio tar dío, no lejos de allí, en Medinet Habu. Hundidos en las paredes, incompletos, colocados al revés, se veía un trozo de la escena que representaba el himeneo real, o también la presentación del niño a su divino padre, además de una parte del desfile de las hijas reales, o la parte inferior del desfile de los hijos. Por todas partes había bloques del techo con textos de la fundación para la reina 224
madre Muí-Tuya. Finalmente, el marco de una puerta estaba he cho de trozos de un capitel hathórico dominado por los nombres de Ramsés y de Muf-Tuya. Este rompecabezas arquitectónico desvelaba, a trozos, el cuerpo y el alma del santuario donde Ram sés se había revelado hijo de Amón. Las ruinas dispersadas lleva ban todavía el nombre de la principal beneficiaría: Mwf-Tuya, luego el de Nefertari, y el de los hijos del hijo del dios... muy pronto deificado en la tierra.3
La promoción de una reina
Elevación de la fachada reconstituida del mammtsi de Ramsés, paralela a la del vestíbulo de la sala hipóstila del gran templo de Ramsés.
¿Este edificio era perfectamente original? ¿La inspiración no procedía, en este plano como en tantos otros, del gran antecesor de nuestro héroe en materia de innovación del culto, a saber, Ajenatón? Si nos referimos a los relieves todavía visibles en las pa redes de las tumbas de los señores amarnianos, como la de Huy,
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gran chambelán de la reina viuda Tiy, se descubre una escena edificante: Ajenatón, teniendo la mano de su madre, la lleva hacia un edificio cuyo elemento central lo constituye un patio a cielo abierto, bordeado de un peristilo con cinco columnas laterales. El patio, reconstituido en el mammisi del Rameseo gracias a las ba ses de las columnas, debía de tener el mismo aspecto. Así pues, el mammisi, convertido en un monumento inde pendiente que glorifica el himeneo de Amón y de Muí-Tuya, fue obra de Ramsés, sin duda influenciado por su secreto inspirador. También en este tema hizo más que su predecesor. Los primeros soberanos se glorificaban con seguridad de su divino genitor; pero ninguno hasta entonces había sugerido o reivindicado la esencia divina de su madre. Ramsés parece haber intentado la experiencia. ¿No agrega casi siempre el nom bre de Mut, paredra (divinidad asociada) de Amón, al nombre inicial de su madre? Son frecuentes las citaciones de M uí-Tuya, en vida de la reina, hasta llegar a utilizar el nombre de la diosa para crear familiar mente el diminutivo Muty. Todos estos matices en la expresión permiten descubrir muchas veces la determinación de Usermaatre Setepenre de borrar sus orígenes no sólo civiles, sino hu manos.
Reina viuda y Gran Esposa real En el fondo del pequeño templo había dos capillas reservadas a las dos grandes damas de comienzos del reinado: la reina ma dre Mwf-Tuya y la Gran Esposa real Nefertari, madre del príncipe heredero. Como una transición entre el templo de Millones de años y el mammisi, las imágenes de las dos reinas estaban representa das a la entrada de la sala hipóstila,4 las dos tocando el sistro-nao5 y dirigiéndose hacia el pequeño templo consagrado a ellas. Algu nos detalles de sus tocados, por sí solos, cuando se saben des cifrar las formas y los símbolos, permiten descubrir el momento de sus existencias en el cual el cincel del escultor fijó sus imáge nes. Las dos llevan en la cabeza grandes plumas rectas. En una de ellas sólo aparecen plumas: estamos en presencia de la viuda, con la fecundidad dormida. Por el contrario, el tocado de Nefertari, que camina en primer lugar, está completado por los altos cuer nos afilados que enmarcan el globo solar: es el ornamento tipo 227
P in o r in u d e A bu “sm b c l El gran lem pio de Riiruéü U, excavado en ri promontorio de M eh j «JefertAri, excavado en ri pronrwmlom» de Ibchek. y cl pcqucfto (empio de la r iin i New
de Sotis, la estrella que, cada año, regenera el año y al soberano. El avance de los trabajos en el Rameseo seguía el ritmo de seado, y el faraón pensaba volver a Tebas, para comprobar su progreso, después de las futuras campañas sirias. Sin cesar, nue vos relieves registraban nuevas etapas en la gesta del rey. El últi mo toque en el mammisi sería la construcción de dos rampas de acceso a la terraza, que no pueden ser anteriores al año 8 de su reinado.6
Hacia un nuevo mensaje arquitectónico
Antes de volver a su radiante capital nórdica, Usermaatre Setepenre debía tomar el camino de la provincia nubia para conti nuar su programa de edificación de santuarios dedicados a las formas protectoras de su imperio, de las que dependía la anual manifestación de Hapi, la inundación creadora.
Ramsés v los templos nubios proyectados
Habiendo dejado la Heliopolis del sur, Ramsés volvió a subir por el río en su navio real. Cuando apareció el estrechamiento de las dos orillas, en el Dyebel Silsila, allí donde había hecho erigir una gran estela en honor de Hapi, en los primeros años de su reinado, Usermaatre Setepenre supo que había llegado a la zona de la 1.a Catarata.
Asuán Era verdaderamente la puerta de África. Desde siempre, Sie na. que actualmente llamamos Asuán, constituía el gran mercado de todo el continente. Allí se codeaban las etnias más d: pares, se hacía el trueque de productos, de una increíble variedad, llega dos de las zonas más meridionales. Estaban juntos los soldados 229
de las guarniciones del faraón, provenientes de la división de Amón generalmente con base en Tebas, y los policías-medi/ay de temible autoridad, garantes del respeto y del orden. En el valle existía un importante movimiento del oro extraído de las minas nubias y casi siempre tratado en el lugar, que controlaba el gober nador de la provincia. Varios almacenes enviaban regularmente al norte todo lo que las tribus — o el trueque— habían reunido en los vastos depósitos bajo la responsabilidad del virrey de Uauat y de Cush, es decir la Baja y la Alta Nubia (siendo esta última el futuro Sudán), encar gado de mantener el orden y de recibir, cada año, los impuestos en especies: en principio, el oro, en discos o en polvo entregado en pequeños saquitos, las maderas preciosas más variadas, cao ba, palisandro, ébano, traídas en largos troncos, o en arcos, es cudos, o muebles debidos a la habilidad de los ebanistas de la Baja Nubia, formados desde hacía siglos por artesanos egipcios. Desfilaban también, ante los ojos admirativos, pieles, huevos y plumas de avestruz, colmillos de elefantes, piedras semipreciosas, animales para el jardín exótico de Su Majestad: cercopitecos, hamadríades, guepardos, panteras, leones, jirafas... Y como los nubios se consideraban maestros en la construcción naval, nume rosos navios fabricados no lejos de Kubán llegaban a Asuán antes de dirigirse a la metrópoli.
La llegada de Nefertari Nefertari, cuya nave había alcanzado a la del rey, vivía mo mentos excepcionales en ese clima de una sequedad luminosa, donde las enormes rocas de granito rosa, ennegrecidas por la ero sión, recordaban a flor de agua a manadas de elefantes. La isla de Abu, que los griegos llamaron Elefantina, estaba habitada por los notables del país, cuyas casas floridas rodeaban el templo donde eran veneradas las imágenes locales del divino: Satet y Anuket rodeados de Jnum con cabeza de carnero, ese «africano» que con los aluviones y las aguas de la catarata creaba, en su torre de al farero, la humanidad. Todavía existía la ciudadela, pero su pre sencia tan necesaria en el Imperio medio ya casi no tenía sentido.
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Reconstitución de la fortaleza de Buhen. (Wadi Halfa) Doble puerta fortificada en la cara oriental de la fortaleza. (Dibujos de W. Emery)
El país de U a u a t Los presentes ofrecidos a la pareja real no cesaban de afluir, pero había que levar anclas y aprovechar el período de las aguas altas del Nilo para cruzar la 1.a Catarata, y recorrer, siguiendo el itinerario establecido por el virrey de Nubia, Iuny, un trayecto deseado por el faraón. Las grandes ciudadelas de la época de la penetración egipcia, de explanadas profundas, con las torres almenadas, jalonaban to davía las orillas de este estrecho país de Uauat (Baja Nubia), cuya población se había vuelto muy pacífica. Estas fortalezas ya no servían para proteger los pequeños poblados — guarniciones y viviendas— , y sobre todo los templos egipcios, de los ataques de los beduinos, en especial los del desierto arábigo. La primera parte de este viaje río arriba terminaría, en la orilla derecha, en el comienzo del Wadi Allaki que llevaba a las minas de oro, cerca de la ciudad de Baki (Kubán), donde el rey había hecho erigir la famosa estela de la excavación del pozo destinado a los mineros, donde subsistía todavía la enorme y alta fortaleza del Imperio medio. No lejos, y en la orilla izquierda (occidental), los soberanos pudieron contemplar el templo, historiado con tan armoniosos relieves de colores brillantes, erigido por orden de Tutmosis III. El estilo muy puro de las esculturas era tan cuidado como el de un monumento análogo, erigido por orden del mismo soberano en Elefantina.
El hemispeos de G erf Husein Esta región septentrional del país de Uauat era la elegida por Usermaatre Setepenre para hacer excavar, en el futuro, un hemis peos en honor de Ptah de Menfis y de Pi-Rameses, patrón de una de las divisiones de su ejército y miembro del gran cuerpo divino: sería el emplazamiento conocido en nuestra época con el nombre de Gerf Husein. Pálido reflejo de Abu Simbel, la decoración, por cierto, fue realizada por artesanos locales.
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Colum na protodórica, en *•"' interior del speos de Beit el-W ali
Nicho al fondo del speos de Beit el-W ali, que contiene las estatuas de Ramsés,
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Speos y hemispeos Los grandes templos del Delta y de Tebas tenían bases de pie dra y estaban precedidos por imponentes pilones de dos torres con forma de trapecio, cuyo simbolismo mitológico era el de po ner al mundo, cada mañana, el sol. Las tres partes de la morada divina (exceptuado el patio) estaban recubiertas por techos que formaban terrazas. El conjunto constituido por el templo propia mente dicho y por los anexos estaba rodeado por altas murallas de ladrillos de tierra crudos, que les daban el aspecto de un bas tión. La casa divina, en Egipto, no era un punto de mira como podían concebirla los griegos, tampoco era accesible a todos como lo fueron nuestras catedrales. El Palacio divino estaba con cebido, antes que nada, para mantener la «máquina cósmica», servido con ese fin por un personal jerarquizado, especializado, incluidos los criados, rodeados de sabios de todas las disciplinas, pero de ninguna manera abierto al público. Ramsés conocía la innovación arquitectónica introducida por Hatshepsut en su monumento de Deir el-Bahari, ese templo esca lonado cuya última terraza daba a las capillas excavadas en la montaña a la que estaba adosado el edificio. El templo-gruta en el Medio Egipto, el Speos Artemidos, también fue inventado por Hatshepsut. Más tarde, Setos I retomó el tipo de gruta, que hizo cavar en Redesiyeh en el camino a las minas destinadas a aportar el oro a su templo de Abido. Porque de las entrañas de la roca surgía la fuerza, la base mineral constituía la verdadera matriz de la creación.7 En las orillas nubias, Ramsés hizo construir para el transporte divino, estaciones que tomaron el aspecto de speos (grutas) o de hemispeos dedicados a las cuatro formas divinas. En Pi-Rameses los santuarios velaban sobre los cuatro puntos del horizonte. Re cordemos que ya al final de su corregencia Ramsés hizo acondi cionar el pequeño santuario de Beit el-Wali, según el tipo de he mispeos. Como veremos, las cuatro originales fundaciones proyecta das en Nubia por Usermaatre Setepenre debían estar en estrecha relación con el fenómeno de la inundación y constituirían la más evidente demostración de la acción real en íntima relación con las fuerzas de las que dependía Egipto. Ramsés esperaba la mayor eficacia de ese programa que, de ninguna manera, debía borrar el 234
impacto del culto de la acción solar implantado mucho antes, y materializado en los cuatro Horus de Nubia: Horus de Baki (Kubán), Horus de Miam (Aniba), Horus de Meha (Abu Simbel) y Ho rus de Buhen (Wadi Halfa, en la frontera con el país de Cush, cerca de la 2.a Catarata). Así pues, Usermaatre Setepenre hizo cavar en gruta una parte del santuario dedicado a Ptah, a 100 kilómetros al sur de Asuán, al norte de Kubán y en la orilla izquierda. Delante, un patio ador nado de pilares osiríacos con la efigie del rey con el traje «de los vivos» recordaría la innovación ejemplificada por Amenhotep IV y retomada en el Rameseo.
Paisajes de Nubia Cuanto más subía el cortejo hacia el sur más verde se volvía el paisaje de Nubia. Palmeras datileras, palmeras-dum y mimosas silvestres olorosas salpicaban las orillas: cada poblado estaba em bellecido por la presencia de un majestuoso sicomoro, adorno de la plaza del pueblo a la sombra del cual hablaban calmosamente los viejos. Mujeres y niños acudían al río para admirar el desfile de las barcas reales con las velas adornadas con dibujos geométri cos y follaje, tejidos con hilos de colores; las embarcaciones estaban escoltadas por las del virrey de Nubia y de la guardia oficial. El número de nubios adultos, por el contrario, era extre madamente reducido porque la mayoría de los hombres del país de Uauat estaban enrolados en el ejército egipcio o empleados en la administración del Alto y Bajo Egipto, y aportaban además una muy activa y honesta servidumbre. Nefertari buscaba en vano, en el horizonte de la orilla izquier da que desfilaba ante sus ojos, las encantadoras capillas funera rias coronadas por piramidiones, tan numerosas en la región tebana a la que, desde su infancia, estaba muy unida. Estos nubios, ganados por la civilización egipcia, no dejaban de seguir fieles a sus raíces y a sus tradiciones. De regreso a su país, eran enterra dos a la manera nubia, muy simplemente, en una piel de cabra. Sólo algunas elites — muy raras— se hacían enterrar según la moda egipcia, en una gruta-capilla tallada en la roca, como un tal Hekanefer, hijo de un jefe nubio, educado en la escuela de palacio (el kep), y compañero de clase de Tutankhamón, que había vuelto 235
a su Nubia natal, en los alrededores de Aniba, la capital en esa época, para ejercer las funciones de gobernador.
Wadi es-Sebua Los barcos hicieron un alto — se lanzaron las amarras y se cla varon las picas— en el lugar de llegada de las caravanas que ve nían del desierto libio occidental. El sitio presentaba las condicio nes requeridas para asentar allí, en los años futuros, un gran templo dedicado al poderoso Amón, al que los viajeros con los destinos más diferentes implorarían como el Amón de los Caminos. Este santuario, también un hemispeos, «salvado de las aguas» como la mayoría de los templos nubios, en la actualidad lleva el nombre de Wadi es-Sebua, el Valle de los Leones, debido a las esfinges que componen su dromos.8 Ramsés pensaba utilizar la decoración cuando llegara el momento, para expresar las etapas de su divinización y su crónica familiar que no cesaba de evolu cionar.9 Antes, en ese mismo sitio, Amenhotep III había consagra do a Amón un pequeño hemispeos, contra el que se erigiría el nuevo santuario.
Amada La región más cercana, hacia el sur, hacia la que navegaban los soberanos, presentaba en ese entonces un interés casi arqueo lógico. En efecto, la pareja real se había detenido a la altura de Amada, también en la orilla izquierda, la más luminosa, engala nada con arenas doradas, para visitar el delicado santuario erigi do por tres faraones sucesivos de la XVIII dinastía, Tutmosis III, Amenhotep II y Tutmosis IV. Los relieves del fondo del edificio, realizados durante los reinados de Tutmosis III y Amenhotep II, eran una revelación para Ramsés, y esperaba reencontrar en ellos la decoración de las grandes siluetas divinas que ilustraban las fundaciones religiosas de Tutmosis III vistas en su recorrido, en Asuán o en Baki (Kubán), o las de la parte anterior del templo que visitaba, terminado por Tutmosis IV. En el fondo del edificio, las paredes presentaban escenas en miniatura que recordaban, con detalles poéticos, las ceremonias rituales del culto, y las etapas 236
a' P*ano del templo de Amada. b Amad*: Isis-Escorpión a >raza a Tutm osis IV.
C in tra d e la gran estela h istó rica
principales de la fundación del templo. La policromía era de una calidad excepcional. Al igual que Ramsés lo reprodujo regular mente en Nubia, la parte sur del templo estaba consagrada a Amón, y la otra estaba reservada a Re-Haractes. Al fondo de la última sala central, una majestuosa estela cubier ta de jeroglíficos incrustados de pigmentos azul lapislázuli ocupaba toda la altura bajo la cintra. Consagrada por Amenhotep II, evocaba las represiones de las que había sido autor, después de sus cam pañas al Oriente Próximo, y el ejemplo que quería dar a las pobla ciones del vil país de Cush, hacia donde se dirigía. Ramsés sabía las dificultades que también él iba a encontrar cuando se viera obligado a volver a guerrear en esas regiones, pero por el mo mento lo que retenía su atención era la imagen de la barca sagra da que dominaba toda la escena, y delante de la cual Amenho tep II hacía una ofrenda de vino. La estela estaba fechada en el año 3, tercer mes de la estación de verano (shemu), el día quince, es decir, quince días después de la llegada normal de la inunda ción. El vino de la vendimia, siempre asociado al final del ciclo y a la renovación del año, era la ofrenda tradicional para provocar este último acontecimiento. La fecha no era, pues, fortuita, la de coración de la estela tenía relación con lo que se esperaba de ese exvoto: alentar, cuando no provocar, la llegada del agua bien hechora. Amón y Re, sentados uno al lado del otro en la barca sagrada, evocaban con su imagen la fuerza oculta que se manifes taría por la acción del sol. Este edificio era, pues, antes que nada, la estación para la barca divina que traía la inundación, en el cur so de su camino hacia los santuarios metropolitanos y la tierra de Egipto.
Las estaciones de ¡a barca Se había producido el «detonante», el mensaje de los santua rios que tenía la intención de consagrar en las orillas nubias aca baba de tomar su forma definitiva: los cuatro principales santua rios con los que Usermaatre iba a dotar a Nubia serían inmensas estaciones para la barca divina de Amón-Re, que simbolizaba la llegada de la inundación y que había franqueado la 2.a Catarata en su camino hacia Egipto, para devolverle la vida. Pero estarían los dos promontorios de Ibchek y de Meha (Abu Simbel) para re 238
velar el misterio del día de Año Nuevo, asegurarle su funciona miento regular, y asociar la acción de la pareja real al fenómeno que dispensaba la vida a su reino. Antes de dejar Amada, Usermaatre había dado orden de res taurar los relieves donde la imagen de Amón había sido martilla da por el celo de los servidores del globo de Atón, en la época de Amenhotep IV-Ajenatón. Las torpes restauraciones, todavía visi bles en la actualidad, muestran un trabajo rápido, confiado a ar tesanos sin grandes preocupaciones estéticas: lo esencial fue aportar una nueva prenda visible al clero de Amón. Pero, de to das maneras, Ramsés había dado al señor de Tebas otra dimen sión, y subrayado la real identidad atribuida desde entonces a esa fuerza oculta.
El país de «La Dorada» Entre Amada y Miam,'0 Nefertari estaba deslumbrada por el esplendor del paisaje. Ya nada le recordaba los tintes de un verde azulado que tenían los cultivos en el riente Delta. Tampoco era la palidez de las arenas del dyebel tebano, de la orilla izquierda, dominado por la cima santa bajo la protección de la cual los ar tesanos del faraón cavaban y decoraban las «casas de la eterni dad». El aire tan luminoso de Nubia, lejos del polvo y el humus levantados por los vientos de primavera, parecía contenido en el cristal más puro. La nave de Nefertari avanzaba por un río de largas estelas color turquesa, amatista o peridoto, según las horas y los días. A la llegada del crepúsculo, siempre muy breve, el cielo y el agua unidos se convertían en oro líquido, atravesado por una delgada hoja brillante proyectada por el sol que moría. La reina comprendía por qué la evocación de esta región estaba siempre unida al oro. Es verdad que los yacimientos eran ricos, pero las mismas arenas parecían cubiertas por él. Esas regiones habitadas por la leyenda de la Lejana," Hathor con múltiples ros tros, la de la muerte, pero también la de la que devuelve la vida, habían legado a la diosa uno de sus nombres: Hathor era la Do rada, la Nubet.
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Miam y Toshka Las rocas ennegrecidas por la eterna erosión limitaban esas in terminables y estrechas bandas costeras, y tomaban formas pira midales. El terreno cultivable, en la orilla izquierda del Nilo, se guía alargándose: la flotilla iba a llegar a la región de la capital de Uauat, la ciudad de Miam, hasta esa época residencia del virrey. Hacía poco que Ramsés había dado orden de desplazar más al sur el feudo de su administración, al país de Cush. También llamaron Pi-Rameses a esta nueva residencia. Parecía oportuno subrayar de esta manera una presencia egipcia oficial en esas regiones del nor te de Sudán, el antiguo país de lam, pobladas de guerreros de una original y ruda civilización, poco inclinados a integrarse en las costumbres, más amenas, de sus conquistadores. Iban a pasar la zona de Toshka. Desde el Imperio antiguo era un punto de llegada de las caravanas que partían de Asuán, y atravesaban las arenas con sus asnos, de oasis en oasis. La región era conocida por sus canteras famosas. No sólo se extraía diorita — de este material es la estatua de Quefrén, en el Museo de El Cairo— , sino también de allí provenía, entre otros, el jaspe. Con sus pequeñas embarcaciones, llegaron los mineros a rendir ho menaje a la Gran Esposa real.
El-Lessiya En la orilla derecha, las rocas empezaban a tomar cierto relie ve: los soberanos habían pasado delante de la gran gruta de elLessiya, otra discreta fundación de Tutmosis III cuyas paredes estaban cubiertas por relieves que ilustraban las ceremonias esenciales de la confirmación real el día de Año Nuevo. Sin em bargo, en todos esos santuarios Ramsés no encontraba ninguna alusión, ningún rasgo personal concerniente al reinado y al en torno de sus predecesores, fuera de la estela de Amenhotep II que acababa de admirar. Un poco más al sur, saludó la inscripción que su padre, el valiente Setos, había hecho grabar en la roca. Usermaatre se juró superar ese rigor, esa rigidez, humanizándola y haciendo participar a los miembros de la familia real en la ima gen inmutable e impersonal del faraón, siguiendo una vez más las iniciativas del gran reformador. 240
Antes de la llegada de los soberanos al muelle de Miam, el gobernador y los notables, con sus embarcaciones adornadas con hojas de palmera-dwm, se habían presentado llevando presentes como homenaje de bienvenida, ante el cortejo real.
El artesanado de Nubia La antigua capital seguía siendo el gran almacén donde tran sitaban los productos traídos del gran sur. Poseía numerosos ta lleres de ebanistería, orfebrería y pellejería. Se realizaban de ma nera notable sillones, sillas y taburetes, con las maderas duras de África, incrustadas de marfil y chapadas en oro. Se hacían para el palacio cojines recubiertos de piel de guepardo, colas de ceremo nia sacadas de los despojos de las jirafas y de los toros, y magnífi cas sandalias, un poco levantadas para proteger los dedos. Algu nos objetos de tocador y, sobre todo, las extrañas «piezas montadas» de orfebrería dominadas por las estatuillas de niños nubios que trepaban a las palmeras-dum, se cincelaban con gran éxito: las producciones más hermosas acababan de ser ofrecidas a los soberanos junto con la ritual ofrenda de los célebres dátiles del país del oro.
Derr e Ibrim En la orilla derecha, antes de llegar a Aniba, un pueblo,'2 Korosko, era el punto de partida de la inmensa pista de caravanas que evitaba la gran curva del Nilo y que terminaba directamente en Sudán, más o menos en el sitio hoy llamado Abu Hamid. Esta ruta oriental era el lugar elegido por Ramsés para indicar a su virrey de ese momento, Iuny, dónde convendría consagrar una fundación a Re-Haractes: el actual hemispeos de Derr.13 Los emplazamientos de los futuros hemispeos consagrados a Ptah, Amón, Re-Haractes ya estaban designados. Quedaba la cuarta entidad divina del programa: Set, el patrón de la cuarta divisióh del ejército. Ese señor de los ancestros ramésidas, de al guna manera estaba encarnado en la persona de Usermaatre Setepenre, el pelirrojo, combatiente intrépido, defensor de la barca solar:14 se confundía con el soberano, en el lugar sagrado d elb ch ek 241
hacia el que se dirigían Ramsés y Nefertari y donde se veneraba el Horus de Meha. Luego los soberanos pasarían, al sur de Derr, delante de la imponente roca de Ibrim, al pie de la cual se habían excavado tres nichos-capillas, cada uno de una sola pieza, en honor de las ma nifestaciones divinas locales y de los tutmósidas. La más típica, adornada como las otras dos con la estatua del soberano flan queada por dos imágenes de dioses excavadas en la masa rocosa del fondo, era la de Amenhotep II. Su virrey, Usersatet, le rendía homenaje con todos los productos de Uauat y de Cush. La entrada de esas grutas, como la de el-Lessiya que había visitado más al norte, y como la apertura del pequeño templo rupestre de Horemheb caían a pico en el Nilo, un poco al sureste de Ibchek, las tres estrechas y sin ningún rastro de decoración ex terior. Había llegado el momento de quebrar el misterio y de ha cer resplandecer el gesto del rey-milagro.
Abu Sim bel
La admiración de Nefertari Para Nefertari, acababa de llegar el día esperado. Desde la coronación, sabía que su faraón, superando todo lo que se había hecho antes, proyectaba crear dos santuarios-grutas completa mente subterráneos (y no ya hemispeos), donde le habría reser vado una participación en los ritos esenciales más que en cual quier otra parte. Ramsés y ella serían los actores, en simbiosis con dos elementos necesarios para la vida de Egipto. Y para hacerlo serían integrados en el mundo de los dioses, que no dejaría de dispensarles las radiaciones necesarias para mantenerse en él. Pero la reina no podía haber imaginado el espectáculo que se ofrecía a sus ojos. Los dos promontorios rocosos, Meha y Ibchek, el del sur más imponente que el del norte, ya habían sido excavados en la caliza rosa local, muy frágil, pero las puertas de acceso no se presentaban como simples aperturas sin decoración, reservadas a las capillas-grutas. La fachada en altorrelieve del más importante speos, el de Meha al sur, recordaba la de los templos construidos 242
sobre cimientos. Es verdad que la reina no veía las torres de pilonos clásicas, sino cuatro fantásticos colosos sentados, cada uno de veinte metros de alto, que enmarcaban la puerta, todo incluido en un único marco arquitectónico en forma de trapecio, dominado por un friso de veintidós cinocéfalos de pie, adorando al sol.15 Nunca había visto maravilla semejante, cuyas prestigiosas deco raciones superaban a la del pilono levantado por Amenhotep III, al oeste de Tebas, adornado solamente con dos colosos.16 Los ar tesanos ya habían esculpido los cuerpos de esas gigantescas es tatuas que encarnaban ciertos aspectos divinos del rey, cada una dotada de un nombre específico. Todavía estaban puestos los andamios para permitir a los mejores escultores de los talleres rea les, reunidos en Nubia, «modelar» los delicados rostros.
El promontorio de Ibchek, al norte Al norte, el pico de Ibchek ofrecía un cuadro muy diferente. La fachada, que presentaba una inclinación, un «desplome», la for maban seis nichos colocados en dos grupos que enmarcaban la apertura del speos. La reina percibía, desde lejos, seis estatuas esculpidas en la roca, que ocupaban, en una altura de unos ocho metros, cada uno de los nichos. El trabajo estaba más avanzado, porque la fundación presentaba proporciones mucho más redu cidas que las del speos sur. Al acercarse, reconoció a cada lado de la entrada dos estatuas del rey de pie, cada una encuadrada por dos de los hijos que ella había puesto al mundo, el mayor, Amenhirjopshef, y Meriatum, también de pie los dos, pero de tamaño más pequeño. El escultor había dado visiblemente a esas dos es tatuas reales un aspecto muy hierático, que difería del de otras efigies. Ramsés explicó a la reina que su estilo subrayaba su natu raleza de «coloso», representando cada uno un epíteto real perso nificado, una especie de hipóstasis.17Sus nombres estaban marca dos en sus hombros. El del sur era Heka-tauy-amado-de-Amón, el del norte, Re-en-hekau-amado-de-Atum, al que Ramsés tenía predi lección: ese Sol-de-los-príncipes-amado-de-Atum se encontraba tam bién grabado en uno de los colosos sentados de la fachada Meha, y en un coloso osiríaco de la sala-patio.18 Era el mismo de uno de los colosos de Luxor, de otro del Rameseo,19 de uno de sus regi mientos y de uno de sus barcos. 243
En el extremo sur de la fachada, una estatua del rey un poco más alta que las otras lo representaba de pie, rodeado por los príncipes Meriatum y Meryre. En el extremo norte, los dos niños reales flanqueaban la estatua del rey, llevando el tocado Ta-tenen. Entre los dos grupos con la imagen del faraón, en las partes norte y sur de la fachada, Nefertari veía su propia silueta radian te, dominada por el tocado de Sotis, como si surgiera de la mon taña en un impulso irresistible. Estaba acompañada, a su derecha y a su izquierda, por las dos princesas Merietamun y Henutauy. Detalles de importancia saltaron a sus ojos: sus representaciones tenían exactamente el mismo tamaño que las del rey, y además, las estatuillas de sus hijas eran más altas que las de sus hijos. Era muy grande la audacia de Ramsés. El homenaje rendido al papel eminente representado por la femineidad quedaba subrayado con gran brillo. El virrey Iuny, contemporáneo del rey Setos, a quien sucede ría muy pronto Hekanajt, había supervisado los progresos de los trabajos en el speos norte. En conclusión, había hecho grabar en la roca, a la izquierda de la gruta sagrada, un gran cuadro que ilustraba el homenaje que rendía al faraón, donde se declaraba, con orgullo, originario de Heracleópolis. Al guiar a los soberanos por la obra en plena actividad, los llevó hasta la terraza del gran speos.
El promontorio de Meha, al sur Desde allí la visión era totalmente diferente: los cuatro colo sos estaban esculpidos sentados, rodeados de dos grandes damas reales, dos príncipes y seis princesas todavía solteras, lo que hace suponer que en la época en que se elaboró la composición del grupo, la familia era recordada en la época del primer cuarto del reinado.
La fachada Nefertari y la reina viuda Mut-Tuya eran honradas dos veces cada una, luego los dos hijos mayores de las dos Grandes Espo sas reales. Pero la reina Isisnofret no estaba representada como en 245
Plano del templo de Ramsés II.
el Alto Egipto en esa época. Se habló mucho sobre este fenómeno: algunos imaginaron un drama de celos entre las dos Grandes Es posas, y la evicción de Isisnofret. ¡Otros la han hecho morir antes de la edad! Pero hay una razón sin duda esencial que hay que tener en cuenta: Nefertari había puesto al mundo al hijo mayor, príncipe heredero, Amenhirunemef convertido en Amenhirjopshef. En esta fachada, el lugar de cada uno de los miembros de la familia real señala la importancia que tenían a los ojos de Ramsés, que quiso hacer de los santuarios de Ibchek y de Meha el memorial resumido de su obra. Es así que enmarcan al coloso sur situado cerca de la puerta de entrada, primero Nefertari y del otro costa do, la estatua de la reina madre. Cerca del coloso norte, paralela mente, Nefertari, luego la pequeña princesa Bakenmut, hija de Isisnofret. Y entre las piernas del primer coloso sur, de pie, soste niendo un flabellum, había sido esculpida la imagen del hijo mayor,20 mientras que el primer coloso norte presentaba delante de él al príncipe Ramsés. hijo de Isisnofret. Entre las piernas del segundo coloso sur se encontraba la re presentación de la pequeña Isisnofret II, que llevaba el nombre de su madre, y a cada lado del coloso otras dos hijas de Isisnofret, Bintanat, la mayor y Nebettauy. Quedaba el segundo coloso nor te. Entre sus piernas estaba representada la pequeña Nefertari II, 246
nue también llevaba el nombre de su madre. A la izquierda es taba Merietamun, hija mayor de Nefertari, y en el extremo dere cho, otra estatua de la reina madre Mut-Tuya. El equilibrio entre todos estos personajes estaba sabiamente dosificado. Primacía a la madre del príncipe heredero, al igual que a la reina madre. Al sur, prioridad al hijo mayor de Nefertari y a la hija mayor de Isisnofret. Al norte, el hijo mayor de Isisnofret, el príncipe Ramsés, y la hija mayor de Nefertari. Se respetaban las precedencias. El genitor divinizado, con expresiones creativas transportadas a lo colosal, reinaba con grandiosa solicitud, tal como el genio crea dor del río, sobre el grupo familiar: honor a la maternidad, im portancia subrayada de la femineidad, aunque en realidad, el nú mero de príncipes era igual al menos al de princesas. Dos grandes ausentes: el padre venerado, pero difunto, y la otra Gran Esposa real del momento, que reaparecerá más tarde; todo esto puede suscitar muchos interrogantes.
La sala-patio Franqueada la estrecha puerta de entrada, la primera sala subterránea evocaba el patio al aire libre, con pilares osiríacos de templo clásico, excepto que Ramsés, en la actitud osiriana, llevaba el kilt de los vivos. En las paredes, las escenas guerreras que afir maban la preocupación del señor de Egipto por expulsar el mal fuera de sus fronteras, estaban casi terminadas. El jefe de los de coradores por medio de Ashahebsed, hombre del rey, copero mayor del faraón, encargado según sus propios términos, del acondicionamiento de la Morada de Millones de años cavada en la montaña/' había aportado en papiros los croquis, que trazaban las etapas esenciales de la batalla de Qadesh. Los dibujantes habían empezado a reproducir la escena en toda la pared norte de la sala. La pared sur de la sala-patio, que estaba enfrente, debía contener otras imágenes de conquistas «protectoras», referidas a las primeras hazañas del rey. En primer lugar, la toma de una ciudadela siria donde el faraón aparece en su carro, acompañado de tres de sus hijos: Amenhirjopshef, Ram sés y Pareherunemef, cada uno en su pequeño carro individual. Sigue el exterminio de un jefe libio, cuadro tomado de una escena análoga que figura en Karnak, pero donde el héroe es Setos I. Y 247
finalmente la pareja real podía admirar luego, siempre represen tada en grandes relieves, la imagen del soberano victorioso, ins talado con suprema majestad en su carro, acompañado de su león; delante de él, dos hileras de prisioneros originarios del país de Cush, que aludían sin duda a la represión ejercida en Irem, en el momento de la corregencia. Estas escenas, al igual que la pre sencia de niños reales, hablan muy bien en favor de la fecha de fundación de los speos, contemporáneos de los primeros años del reinado.22 En conclusión, en los cuadros militares del sur, Ramsés rendía el homenaje de sus conquistas cusitas a la pareja divina Amón-Mut. El registro decorativo que dominaba la escena del desfile de prisioneros cusitas terminaba con un cuadro tan origi nal como importante. Se podía admirar a Amón de Napata, en su santuario rupestre. Bajo su imagen sentada pasaba el cuerpo de una inmensa cobra, que se alzaba entre Amón y Ramsés honran do la forma divina, con seguridad la imagen del Nilo serpentean do desde su nacimiento, listo para dispensar su inundación sobre la Tierra del faraón.23 Después de la contienda de Qadesh, Usermaatre Setepenre se presentaba delante de Haractes e lusas — una de las formas «de seducción» tomadas por la divina Hathor— , arrastrando dos filas de prisioneros hititas.
Consagración por Ram sés de ofrendas a Amón-Nil de Napata.
Una vez más, el faraón quiso subrayar la importancia dp su progenie, ya numerosa en esa época (años 6-7 del reinado). En la parte inferior de las paredes que enmarcaban la puerta de entra da aparecían, esculpidos, los desfiles de los primeros hijos (colo cados ritualmente al sur) y de las primeras hijas (lógicamente al norte). La igualdad es casi perfecta, sin embargo los hijos (de dos esposas) sólo eran ocho: Amenhirjopshef, Ramsés, Pareherunemef, Jaemuese, Montuherjepeshef, Nebenjaru, Meriamón y Setmuia. Usermaatre verificó que hubieran trazado bien la silueta de nueve hijas, acompañadas de sus nombres: se encontraban las imágenes estereotipadas de Bintanat, Bakenmut, Nefertari (II), Merietamun, Nebettauy, Isisnofret (II), Henutauy, Urnyro y Nedyemetmut.
La sala hipóstila La sala hipóstila que seguía a la sala-patio, tenía como objeto principal mostrar en las paredes sur y norte la representación de la barca de Amón —adornada con la cabeza del carnero sagra do— , y la de Re, con cabeza de halcón, barcas a las que la pareja real debía rendir homenaje. Los relieves todavía no estaban es culpidos, pero Ramsés quiso explicarle a Nefertari que esas dos imágenes previstas de barcas eran, en realidad, una sola. Era, de hecho, la barca de Amón-Re... descompuesta; por otra parte, un zócalo en el mismo suelo, delante del santuario, debía recibir a esa única nave de culto. También estaban previstas en las pare des de esta última sala, al sur la imagen de la barca de Amón-Re y al norte la de Ramsés, él también deificado. En esta última ima gen se podía reconocer a la de Haractes. También en la pequeña capilla rupestre al sur del gran templo, en la pared sur, la barca de Amón estaba reemplazada por la de Tot, que evocaba la inun dación que él dominaba y traía, como el mismo Amón, en la que el rey se encarnaba. Esta amalgama no desconcertaba a Nefertari, suficientemente iniciada en el sincretismo ramésida. Además, esta simbología se le hizo aún más tangible cuando Ramsés y sus arquitectos, secundados por Ashahebsed, verificaron delante de ella la orientación del gran templo en relación con las cuatro es tatuas que debían adornar la pared occidental del santuario. 250
Te—T
La iluminación del santuario El eje había sido calculado para que, dos veces por año, el primer rayo del sol naciente llegara primero a una de las estatuas sentadas previstas en la pared del fondo del santuario. También se proyectó que se esculpieran en la masa rocosa, de sur a norte, las efigies de Ptah, Amón, Usermaatre Setepenre y finalmente Re-Haractes. En razón del movimiento del sol, que salía cada día un poco más hacia el norte a medida que se acercaba el solsticio de verano, y un poco más hacia el sur al acercarse el solsticio de invierno, esos rayos sólo penetraban profundamente en el tem plo durante dos períodos del año. Del 10 de enero al 30 de marzo, existe el «barrido» solar, y los rayos toman el eje del templo el 20 de febrero iluminando progresivamente tres estatuas. Luego, entre el 10 de septiembre y el 30 de noviembre, la penetración directa hasta el eje del santuario se produce el 20 de octubre. El 20 de fe brero, pues, la iluminación empieza por la estatua de Amón: la luz se posa luego en la figura del rey. Por el contrario, el 20 de octubre, el sol ilumina primero la estatua de Re-Haractes y luego se dirige a la estatua de Ramsés. Así, las dos formas divinas trans miten sucesivamente al soberano, dos veces por año, esa irradia ción necesaria para mantener su naturaleza habitada por lo divi no, y que podría perder en intensidad en el curso del año. De esa manera, el rey era iluminado por Amón y Re, la barca de ellos y su barca, y esta barca debía volver a bajar el Nilo el día de Año Nuevo: es la imagen, el símbolo del genio de la inundación. En cuanto a la estatua de Ptah — el dios que surge de las tinieblas y las hace surgir— , sólo su hombro izquierdo es tocado por el sol.
El papel del speos pequeño Sólo existían esos períodos mágicos del año durante los cuales el milagro se manifestaría en el promontorio elegido por User maatre. El santuario de Hathor, dedicado a la reina, debía ser el complemento de otro acontecimiento mayor. La gruta con capite les hathóricos, dedicada a la femineidad, donde los relieves es tallaban literalmente en encanto y juventud como en ninguna otra parte, evocaba a los soberanos al comienzo de su reinado, y su aspecto juvenil agregaba poesía al santuario. Este último tenía 252
una definición muy precisa, expresada en conclusión por la ima gen de la vaca sagrada Hathor en el fondo del santuario, alusión directa a la renovación anual del rey, unida al regreso de la inun dación, y que parecía hacer salir de la montaña. Para hacer esto, los ritos debían pasar, en una primera etapa, por la persona de la soberana, en esos lugares predilectos. En una de las paredes, apa recía, recta y esbelta, recibiendo de Hathor (el ero) y de Isis (la maternidad) la corona de Sotis, la estrella desaparecida luego vi sible de nuevo para provocar la aparición del sol a comienzos del año. Por eso el nombre del speos, grabado en columnas de jero glíficos en la fachada, había sido compuesto por el faraón en estos términos: Nefertari por amor a la cual sale el sol. Y finalmente, el buen funcionamiento de este camino cósmico estaría garantizado por el altar solar proyectado al norte del gran speos. Habiendo comprobado la elaboración de esta gran escena donde se desarrollaría, al final de los trabajos, el espectáculo cós mico cuyos actores esenciales serían ella y Ramsés, Nefertari vol vió a tomar con su faraón la dirección del norte de Egipto, hacia Pi-Rameses, su capital soñada.
■ Interior del pequeño templo de Nefertari a. La reina ofrece papiros y toca el sistro-puerta para Anuket. b. Nefertari cumple el m ism o rito. c. Nefertari sostiene el flagelo y toca el sistro cintra. d. Dibujo de uno de los pilares hathóricos de la primera sala del templo.
lago Tiberíades Yenoan Betsán
i a auerra en el país de Moab: m o v im ie n t o envolvente realizado r\Af Ramsés II y su hijo Amenhirjopshef y su encuentro en Rabat Batora ( C r o q u is E. David) Jafta
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itinerario hacia Horeb situado en Madian •intento de penetración de los hebreos en la i letra Prometida
Mapa que muestra los diferentes eventuales cam inos del Éxodo.
XI
DESPUÉS DE QADESH
Moab y Edom
Esos meses pasados en el Alto Egipto y en Nubia, felizmente habían duplicado el ardor combativo de Ramsés. A su regreso, muy pronto se dio cuenta de que las noticias sobre el desarrollo de la batalla de Qadesh se habían difundido a través de Canaán y qué estado de ánimo provocaban en el comportamiento de los antiguos vasallos de la «Doble Corona», al igual que en las agita ciones de los incorregibles shasus. Desde finales del sexto año de su reinado, no le resultó fácil rechazar a esos nómadas hacia el este, fuera de Canaán; pero so bre todo se dedicó a que los vasallos de Canaán pagaran los im puestos debidos, establecidos desde Tutmosis III, que ya habían sido «retomados» por Horemheb y sobre todo por Setos I. La verdadera preocupación de Usermaatre era Palestina oriental, al este y al sui del mar Muerto, donde las poblaciones de Moab y Edom (Seir) habían tomado conciencia de su identidad y rechazaban la tutela egipcia. A cualquier precio había que redu cir la resistencia de esas regiones demasiado cercanas a las fron teras egipcias, que sin cesar eran capaces de perturbaciones de todo tipo y estaban ganadas por la hábil propaganda hitita,2 para poder emprender luego la reconquista de Amurru, estado bisa gra esencial para precaverse de una nueva coalición. Ramsés ha257
bía juzgado a su hijo mayor en el combate: había llegado el mo mento de confiarle una importante responsabilidad en la estrategia que pensaba aplicar. Era en 1273-1272 antes de nuestra era, en el séptimo año de su ■ reinado y Ramsés tenía treinta y dos años. El primer objetivo era ahogar las resistencias en los territorios que cercaban am plia mente el mar Muerto. Para hacer eso, partiendo de las colinas de Nejeb, dos divisiones debían unirse en Moab. El príncipe Amenhirjopshef iba a llevar a sus tropas hacia el este y hasta el sur del mar Muerto, y al subir se apoderaría en Edom (Seir) de Rabath Batora (la antigua Butartu). Ramsés atravesó, en el otro sentido, el centro de Canaán al oeste del mar Muerto, subió hasta el límite norte, dejando Urusalin (la futura Jerusalén) a su izquierda y lue go, volviendo a bajar por el este del mar Muerto, en la actual Jordania, tomó la ciudad de Dibon. Avanzando hacia el sur, se unió a su hijo mayor, que parece haberlo esperado en Butartu, mientras se esforzaba por pacificar la región. El camino estaba libre para subir directamente, o casi, hacia el norte, sin encontrar resistencia notoria, en dirección de la provin cia de Upi, que Ramsés había perdido después de la batalla de Qadesh. Se detuvo en Temesq (otra Pi-Rameses, en la actualidad , Damasco) para llegar, al parecer, a la ciudad de Kumidi. Este iti nerario se llamó «La ruta del rey».
¿El Éxodo se produjo con Ramsés II? (1272-1271) Estos combates, cuyo punto de partida era el norte del Sinaí, hicieron nacer cierta efervescencia en la región. Los beduinos shashus, y sobre todo los seminómadas apirus, «los polvorientos» (hapirus en los textos cuneiformes, que se acercan a heperer, he breos), se transmitían de generación en generación relatos, muy pronto amalgamados, transformados en leyendas. ¿Hay que si tuar en esta época — el reinado de Ramsés— el origen del Éxodo, y sobre todo tal como señala la Biblia, como un acontecimiento verdaderamente histórico, por lo tanto vivido? Nada preciso hay en los textos egipcios, pero muchos que han sobrevivido desde la época de Usermaatre Setepenre, nos autorizan a creerlo. Pero el nombre bíblico de la ciudad Ramsés puede relacionarse con la de Pi-Rameses, para la construcción de la cual se sabe que fueron 258
Mapa de Oriente Próximo durante las guerras de Ramsés. (Croquis E. David)
reclutados los apirus,3 con los soldados del rey, para tirar las piedras al pilono del palacio de Ramsés II,4 y a muchos otros monu mentos.
¿Moisés era egipcio? El nombre de Moisés, originado en Mosé (mes = hijo, mesy = poner al mundo, etc.), constituye igualmente la desviación del nombre muy egipcio cuya primera parte está formada por un nom bre divino: 7'ofmes, Ramsés, etc. Muchos egipcios, en la XIX di nastía, llevaban el nombre de Mes (o Mosé). Es verdad que en esa época, al igual que en la XVIII dinastía, los prisioneros asiáticos podían ser empleados en los grandes trabajos de excavación y construcción de tumbas reales y santuarios. Por otra parte, los prisioneros de guerra no eran los únicos de los que se esperaba una eficaz mano de obra: muchos asiáticos y beduinos perfecta mente libres llegaban para que los contrataran como obrerospeones, como los apirus para hacer los ladrillos y romper las pie dras para las construcciones5de Pi-Rameses,6 o como temporeros para las vendimias.
Los obreros extranjeros del faraón Algunos de ellos y ciertos prisioneros liberados se quedaban definitivamente en Egipto y, sobre todo, sus hijos eran educados a la egipcia. Los hijos de los jefes extranjeros que seguían las ense ñanzas del kep de palacio, o del harén real, volvían a su país for mados en la cultura egipcia. Muchos hacían carrera en el país: a veces se los encuentra en el entorno inmediato del faraón. Por lo tanto, no es imposible que Moisés haya sido uno de ellos, de quien los Hechos de los Apóstoles7 dice que habría sido instruido en todas las ciencias de los egipcios, y llegó a ser varón poderoso, tanto en palabras como en obras, después de haber sido educado en la corte hasta la edad de hombre (Éxodo 2,10-11). No hay que olvi dar que el egipcio es conocido por haber sido, en todas las épo cas, nacionalista, sin caer nunca en la xenofobia. Han subsistido ejemplos en la documentación escrita de la XIX dinastía, donde nos enteramos, por ejemplo, que una dama egipcia, después de 260
liberar a tres de sus «esclavos» los había adoptado.8 Así que no es en absoluto imposible que Moisés hubiera sido presentado como hijo adoptivo de la hija del faraón.
¿Obreros indispensables? Hay que preguntarse, entonces, en qué criterios serios es posi ble apoyarse para legitimar tal éxodo de trabajadores extranjeros (¡de un país de cucaña que añoran mil veces!), éxodo al que se habría opuesto el faraón, llegando hasta perseguirlos, mientras sus preocupaciones inmediatas y mayores eran de un orden más elevado que las que tenían que ver con una mano de obra en defi nitiva reemplazable. De hecho, no existe ningún acontecimiento relatado por los documentos egipcios que haga alusión a una partida — o a una expulsión— de extranjeros del país en esa épo ca; a lo sumo podría suponerse una amalgama, en la leyenda, con la expulsión de los hicsos, tropas de asiáticos que ocupaban el país, organizada, y muy armada en el momento en que los prínci pes de Tebas los habían expulsado, al comienzo del Imperio nue vo. En último lugar, tal vez puede adelantarse la hipótesis, si se sitúa el comienzo del Éxodo durante el período preliminar a la expedición de Ramsés y de Amenhirjopshef para el cruce del Nejeb hacia Edom: la razón pertinente que habría podido empujar al faraón a negarse a dejar partir a los apirus era que eventualmente podían ser susceptibles de hacer una alianza con los shasus, lo que podría obstaculizar el movimiento de las tropas egipcias.9
¿Las plagas de Egipto?10 Entre las «plagas» infligidas a Egipto, al parecer para que el faraón dejara irse a los hebreos, la Biblia cita las cenizas que ha brían caído sobre el país. Tal vez recuerdan un ejemplo tomado del lejano cataclismo de la que fue víctima en gran parte la isla de Santorini," y que causó en el entorno perjuicios anexos conside rables, entre éstos la proyección de materias volcánicas que ha brían podido alcanzar el norte de Sinaí.12También hay que contar con fenómenos que se explican por las crecidas del Nilo, durante el período que rodea los días epagómenos y los daños de la diosa 261
lejana:13 epidemias, pestes de animales, proliferación de ranas, aguas del río que toman el color de la sangre, etc. También apare cen, en el texto bíblico, detalles que no pertenecen ni a las cos tumbres ni al entorno egipcio. Como la muerte de los hijos varo nes, aplicada a los mayores, que podría ser asiática, y hasta fenicia, pero de ninguna manera del país del faraón.14 En cuanto a la lluvia de langostas, muy nocivas en todo el norte de África, en Egipto generalmente se las considera benéficas porque luchan contra ei mal. Se lo encuentra en la decoración profiláctica de las tumbas desde el Imperio antiguo; presta su forma a los recipien tes para ungüentos, y hasta se lo llega a comparar con los bravos soldados de las cuatro divisiones armadas del faraón.15 Es verdad que Usermaatre Setepenre fue padre de un número impresionante de hijos; y perdió varios hijos antes de los treinta años. Hacer referencia a lo que se ha convertido en una leyenda es fácil. Pero no hay que perder de vista que su hijo mayor Amenhirjopshef estaba lejos de haber muerto al comienzo del reinado, ya que parece haber participado en los intercambios diplomáti cos, poco antes del año 21, que preparaban el tratado de paz entre hititas y egipcios.
El parecer de los egiptólogos Hay una impresión que se desprende por sí sola: surge des pués de este breve análisis que el relato en cuestión es el resulta do de una reunión de hechos independientes unos de otros, que se remontan a diferentes épocas, recogidos muy tardíamente y que es probable que se refieran a un acontecimiento muy menor, en todo caso a los ojos de los egipcios, que se habría puesto de relieve para armar un relato «heroico» coherente. El historiador K. A. Kitchen,16 que está bien situado para afirmar que El éxodo bíblico no encuentra eco alguno en las orgullosos inscripciones de Ramsés, tendría tendencia a situar un eventual recuerdo de lo que se ha llamado el Éxodo durante el reinado de Ramsés II, como un «incidente sin futuro», aunque desagradable: los hebreos, más tarde, lo habrían transformado en un acontecimiento memorable. Por su lado, M. Bietak,17que desde hace años interroga el yaci miento hicso de Avaris, considera que los protoisraelitas habrían formado parte de los shasus citados en los textos egipcios, pero 262
piensa que el Éxodo, sea lo que fuere, debió de producirse antes del quinto año del reinado de Mineptah. En cuanto a D. Redford,18 hasta llegó a pensar que los «histo riógrafos bíblicos» no conocían muy bien la historia en general, y en especial la manera en que los egipcios gobernaban Palestina. Considera que la leyenda del Éxodo no refleja la situación del Egipto de las XVIII y XIX dinastías, sino más bien el período de la XXVI dinastía. Según él, el redactor conocía la topografía del Del ta durante esa dinastía y el comienzo del período persa. Su con clusión, en todo caso, es que sólo hay que aceptar las grandes líneas del relato, cuya redacción es tardía. Vemos que los elementos sobre los que reflexionar son ex tremadamente débiles y bastante poco concluyentes: el punto de vista de uno de los últimos autores que trató el problema, J. Méléze-M odrzejewski,19 se une a las pertinentes investigaciones de H. Cazelles:20 la misma conclusión a la que habíamos llegado en 1976, al organizar la exposición Ramsés II, en el Grand Palais, en París.21
El Éxodo: intento de reconstrucción En definitiva podría llegarse a la conclusión, teniendo en cuenta algunos estudios realizados con la mayor prudencia y ob jetividad, que si hubo escaramuza y tal vez conflicto, entre las autoridades del faraón y un grupo de trabajadores de origen se mítico que abandonaron su trabajo y huyeron de Egipto, el acon tecimiento tomó una dimensión mayor para los apirus (sin duda, los futuros hebreos), que los sitúa en el origen de la historia. Vea mos cómo, en las líneas siguientes, se puede intentar reconstruir la aventura: sea como fuere, estaría ligada indiscutiblemente al Egipto ramésida, basándonos en lo que acaba de analizarse bre vemente. El faraón, desde el comienzo de la XIX dinastía, tuvo gran cuidado en las relaciones que debía mantener con sus vecinos. Jóvenes semitas, de alto rango, educados a la egipcia, a menudo fueron adoptados y confiados a la educación dispensada por las princesas del gran harén. Muy pronto asimilados, serán utiliza dos en las relaciones con los diplomáticos extranjeros. Moisés era, con seguridad, uno de ellos. Se convirtió luego en un gran 263
personaje en el país de Egipto, gozando del favor de los cortesanos del faraón y de su pueblo.22 ¿Cómo situar los acontecimientos que le conciernen? Moisés es testigo de severos castigos que un capataz inflige a uno de sus compatriotas (no estaba, pues, completamente «integrado» como se dice ahora); esto pasó en el momento en que Setos I inició los trabajos de Pi-Rameses. Moisés se interpuso entonces entre el obrero y el capataz al que hirió mortalmente. No se entregó prisionero y huyó por mie do a ser juzgado y sufrir eventualmente la suerte de los que atentan contra el rebaño de Dios. Podemos imaginar su odisea en el país de Madián (por lo tanto conoce bien las rutas del desierto), sabemos de su unión con la hija del Sumo Sacerdote de la región, el acontecimiento de la zarza ardiente, y la orden sobrenatural que recibió de llevar a los hebreos (¿apirus?) fuera de Egipto (Éxodo 3, 13-15). La muerte de Setos I se produjo justo23 para que Moisés inten tara volver a Egipto, únicamente, al parecer, para cumplir las ór denes divinas que recibió, sin tener en cuenta las repercusiones eventuales en el país: el nuevo rey que no había conocido José24 lo recibirá de nuevo. Creemos adivinar que el nuevo faraón, Usermaatre Setepenre, había ignorado, o perdonado, la muerte del capataz de la que era responsable Moisés. Este último recuperó pues un lugar preeminente al lado del señor de Egipto, y bien pronto se permitió pedirle permiso para llevar a su pueblo a tres días de marcha por el desierto, para hacer un sacrificio. No es, por cierto, un guerrero (le deja ese papel a Josué) pero, seguro de su autoridad, del lugar que ocupa en palacio, y de la inspiración de su dios, parece que no tomó en cuenta lo que el faraón hu biera tenido derecho a reprocharle. Asesinato de un egipcio, pri vación súbita de una mano de obra a la que Egipto había abierto sus puertas,25 y desdén completo por las circunstancias que atra vesaba el país después de la pérdida de Amurru, las hostilidades en sus fronteras y los complots urdidos por los hititas. En verdad, había con qué irritar al faraón, y esto fue lo que pasó. Pero Moi sés, aprovechando circunstancias según él favorables, se opuso violentamente al faraón y, amenazador, al parecer cubrió Egipto de plagas frente a las cuales el soberano se vio obligado, en defi nitiva, a doblegarse. Resultaría que Moisés también habría des conocido la autoridad y la determinación de Ramsés, ocupado ' en preparar con Amenhirjopshef el inmenso movimiento envol 264
vente que englobaba el norte de Nejeb, Canaán, Moab y Edom. Se produjo entonces la salidad de Egipto, después de la su puesta muerte del hijo mayor del faraón, que constituye la segun da plaga de Egipto. Los hebreos (¿apirus?) fueron entonces expul sados > Es el relato yahvista que los hace partir directamente de Pi-Rameses (= Ramsés) después de que Moisés les recomendara, entre otras cosas, llevarse los tesoros que pudieran reunir. La tro pa se dirigió, entonces, por el camino de los filisteos, en dirección a Cades (al sur de Nejeb y no de Qadesh), pero recibió orden de volver hacia atrás.27 Los hebreos subieron en dirección a Baal-Safon (Ras-Kasrum). El lugar se consideraba peligroso. Vientos violen tos acumulaban allí las arenas, el lago parecía desaparecer, po dían ahogarse en las arenas movedizas, verdadero «mar de ca ñas» donde los carros del faraón hubieran podido hundirse. Entonces los «expulsados» se hundieron en el desierto de Shur. Existe una segunda tradición, la elohísta, adepta al Éxodo-hui da. Parece más lógica, porque rechaza la utilización de la ruta de las fortalezas de la costa mediterránea, mucho más vulnerable para los apirus porque estaba jalonada de ciudadelas egipcias. En ese caso, los que huían se habrían dirigido hacia el sur, en di rección al oasis de Ayun Mussa (Fuente de Moisés) y luego al oa sis de Paran,2* lugar de cultura semita que había provisto a los egipcios de obreros para las minas de Serabit el-Jadim, donde se extraía turquesa. El monte Horeb estaría aún más al sur. Cuando se recorren esos parajes de una belleza impresionante, rodeados de montañas casi irreales donde parece soplar el Espíritu, el lugar todavía da la sensación de estar predestinado a entregar un men saje. Pero no se conoce con certeza el lugar del peregrinaje judío antiguo en el Sinaí. Los yahvistas sitúan el monte Horeb, el de la revelación a Moisés, no lejos de Cades, en el Dyebel Halal. Los elohístas lo colocan en el sur, dominando con su mole inspirada el lugar don de más tarde se levantó el monasterio-fortaleza fundado por Justiniano, que en el siglo XI fue consagrado a santa Catalina, mártir en el año 296 de nuestra era. Grupo expulsado o grupo en fuga, como lo definió el reveren do padre De Vaux,29 las dos tradiciones se habrían agrupado ha cia Cades, antes de entrar en Canaán. Sin embargo, los huidos to davía deberán vivir penosas aventuras, entre ellas la hostilidad del rey de Edom (Seir), que les negó el paso, después de que hu265
bieran vencido a los amalecitas,30 al sur de Nejeb. Por lo tanto, se vieron obligados, subiendo hacia el norte, a bordear Edom y Moab, y a vencer a los amonitas... Desde el monte Nebo adonde por fin llegaron los hebreos, después de cuarenta años de cami no, de «milagros» y pruebas, Moisés, antes de morir, pudo perci bir Urusalim y su «Tierra Prometida». En el estado actual de nuestros conocimientos, donde no se pueden comparar la cronología, prácticamente fiable, establecida para el reinado de Ramsés, y la del relato bíblico hasta hoy inexis tente, parece azaroso establecer una fecha precisa para el Éxodo. Algunos indicios permitirían colocar el acontecimiento al co mienzo del reinado de Ramsés II. La lógica diría que fue el período durante el cual, en el año 7 de su reinado, Ramsés y Amenhirjopshef habrían efectuado su doble expedición «puniti va» hacia Edom y Moab.31 Pero los indicios siguen siendo débiles; aunque hay un detalle importante: esta expedición guerrera coin cide con los disturbios de los hebreos con Edom, y algunos pun tos de su trayecto en esas regiones a las que hace alusión la Bi blia.32 En todo caso, parece bien difícil colocar la época del Éxodo en los años siguientes, ya que la región en cuestión estaba de nuevo controlada por las fuerzas del faraón, y éste había llevado sus esfuerzos guerreros lejos de sus propias fronteras, para la recon quista de Amurru.
Los vecinos libios
Después de Qadesh, apenas Ramsés decidió la reorganiza ción de su ejército, se instalaron bases de entrenamiento en la zona occidental del Delta, bastante cerca del mar, allí donde en todas las épocas se producían esporádicamente incursiones de los seminómadas libios en la frontera. Eran de temerse amenazas de peligrosas penetraciones. Ya no se trataba, pues, de esperar el regreso eventual de esos acontecimientos, sino de prevenirlos equipando a esa región, en varios centenares de kilómetros — más allá del emplazamiento moderno de El-Alamein— , con una cadena de castillos fuertes análogos a los encargados de la 266
defensa de Nubia, o de los que formaban el Muro del Príncipe, en labran ja oriental del Delta. Los movimientos y las operaciones de las tropas egipcias, al mando de oficiales formados en una táctica modernizada, permitieron conocer mejor el terreno, y el compor tamiento de los que lo recorrían en dirección a Egipto. Gracias a esta actividad, inteligentemente dirigida, fue posi ble elegir los mejores puntos estratégicos para implantar las ciudadelas. Las investigaciones realizadas en esas regiones, hace unos cuarenta años, por el egiptólogo egipcio Labib Habachi, re velaron la existencia de tres de esos fuertes, que englobaban como de costumbre edificios para las tropas, la casa del coman dante de la plaza, y un templo.33 Hasta se conoce el nombre de un responsable del fuerte exhumado en Zawiet Um el-Rajam, a más de 300 kilómetros de la rama occidental del Nilo, en el Delta. Era el escriba real, comandante de ejército Nebre.34
Ramsés, los canteros y los artistas
Entre su inspección en las fronteras de Libia, la expedición que preparaba con el mayor cuidado para reconquistar las ciuda des de Galilea y el castigo que reservaba a los rebeldes de Amurru por su traición permanente, Usermaatre Setepenre se dedica ba a prospectar él mismo las canteras. Quería, en efecto, poner sus canteros a trabajar en la extracción de las magníficas piedras u destinadas a embellecer los templos con prestigiosas estatuas. No hacía sino ejercer, una vez más, sus talentos excepcionales, adecuados para conducir hacia el filón que ningún otro hubiera podido detectar, pero también seguía la línea que había decidido tomar para aplicar y difundir las innovaciones de su notable pa dre en el ámbito social. Es así como aparecerán en los textos su preocupación por el bienestar de los artistas, y el cuidado que poma en retribuirlos lo más equitativamente posible, en ese país de naciente humanismo. En el año 8, el segundo mes de la estación invierno-primave ra, el octavo día, empezó su prospección en las canteras. Después de homenajear a la forma divina venerada en Heliópolis (Haractes) y a la matriz mineral (Hathor), fue al desierto cercano a la 267
Montaña Roja, el Dyebel Ahmar: Fue entonces cuando Su Majestad encontró un enorme bloque, como no se había descubierto igual desde el reinado de Re: ¡era más alto que un obelisco de sranito! Éste podía permitir la fabricación de un nuevo coloso, del que precisa hasta el nombre: Ramsés-amado-de-Amón, el dios, y respecto del cual in dica que ha confiado la realización a obreros de elite, hábiles con sus manos. Los detalles dados sobre el tiempo de ejecución sobrepa san lo que se pueda imaginar en cuanto al esfuerzo normal de los artesanos. Para cumplir esa hazaña, hubo que emplear sólo un año, mes más o menos, ya que el trabajo se terminó en el año 9, el tercer mes de la estación invierno-primavera, el día dieciocho. Ese coloso bienhechor afirmaría la divina protección real so bre todo el país, mientras el faraón iba él mismo a fortificar las fronteras, asegurándose más allá de ellas la neutralidad de Amurru, estado bisagra que debía proteger a su país de la codicia hitita. Usermaatre Setepenre no se limitó evidentemente sólo a «po ner en el mundo» a ese nuevo coloso. También buscó alrededor, entre las venas de cuarcita, y encontró las que se parecen a la madera-mery, de color rojo, para tallar estatuas para el templo de Ptah (de Menfis); se les dieron nombres (inspirados) por el Gran Nombre de Su Majestad: Ramsés-amado-de-Amón, hijo de Ptah. Otras estatuas (fueron) para el templo de Amón-de-Ramsés-amado-de-Amón y el tem plo de Ptah-de-Ramsés-amado-de-Amón en Pi-Ramsés-Grande-en-Victoria. Precisa, para más información: Colmé el templo de Re de nume rosas esfinges, estatuas, estatuillas del faraón prosternado presentando un vaso, y del rey sosteniendo una mesa de ofrendas. Todos detalles por cierto exactos, porque conciernen a obras destinadas al Sa grado, al que no se puede mentir. Al dejar el Delta, Usermaatre Setepenre no olvidó el sur del país, tan querido para él, y fue a la isla Elefantina y más arriba de ésta, allí donde la última barrera impuesta al camino del Nilo, antes de su entrada en Egipto, estaba formada por masas graníti cas. Reparó en las distintas canteras y apenas descubiertas les dio nombres. Así: cantera de Ramsés-amado-de-Amón-amado-como-Ptah, cantera de Usermaatre-Setepenre-soberano-de-las-Dos-Tierras, cantera de Ram esuK-amado-de-Amón-amado-como-Re. Precisó también que una gran vena de granito negro, detectada en este último empla zamiento, estaría reservada a colosos sentados cuyo pschent (doble corona; estaría tallado en cuarcita. 268
Para completar este relato donde se adivina la preocupación de Ramsés por representar plenamente su papel de padre del país por el bienestar del cual debía velar, se comprueba que lo a c o m p a ñ a con una exposición sobre su satisfacción ante un tra bajo planteado en las mejores condiciones, y del anuncio de una justa retribución, bien merecida. El hecho podría parecer trivial, y aun superfluo en la actualidad, pero no se puede olvidar que el texto de donde provienen estas informaciones se remonta a 1272 1271 antes de nuestra era: ¡más de tres mil años nos separan de él! Así declara Usermaatre Setepenre: Me comprometo a responder a todas vuestras necesidades para vosotros, los graneros desbordarán de trigo, para que no paséis un solo día sin alim ento Pensando en vosotros colmé los almacenes de todo tipo de cosas: pan, carne, dulces, equipos, sandalias, vestimentas, ungüentos en grandes cantidades, para untar vuestras cabezas cada día de reposo.36 Puse a vuestra disposición lo que puede protegeros de la escasez: pescadores para aportar los pro ductos del Nilo, y muchos otros, jardineros para las verduras, alfareros que trabajan en el torno, que hacen recipientes capaces de refrescar vues tra piel durante el calor... y la canícula 37 Durante la ausencia prevista del soberano, el programa de los trabajos estaba bien trazado: la actividad sería benéfica para to dos, porque la generosidad de las retribuciones aseguraría el bie nestar de numerosos trabajadores.
La reconquista de Siria
La reciente expedición al sur de Palestina había dado sus fru tos: habían comprendido, en Galilea y en Canaán, que Ramsés iba a retomar el combate con una total determinación; también la resistencia a la llegada del faraón fue limitada. Al final del octavo año, y durante el noveno de su reinado, hacia T271 a.C., User maatre Setepenre pudo avanzar fácilmente a lo largo de la costa, tan lejos como a Simrya, pasando por los puertos reconquistados de Akko, Tiro, Sidón, Beirut, Biblo, Irqata; parece ser que los hititas no se opusieron al regreso de los egipcios eTTesos lugares del sur de Fenicia. Al norte de Gaza, Ramsés recuperó Ascalón (que más tarde 269
Ramsés III arrasará por completo) y algunas otras ciudades cananeas, como Bethanat, Merem, Sherem, que probablemente se habían rebelado contra Usermaatre Setepenre. Luego, subiendo hacia el norte de Amurru, Ramsés evitó Qadesh, que sin embargo siguió siendo para él una verdadera espina en el corazón, esa ciu dad frente a la cual se había producido uno de esos milagros a los que estaba tan acostumbrado, pero que no pudo volver a tomar. Sufría también al ignorar la suerte reservada a la estela triunfal que su padre Setos el Primero había hecho erigir en el interior de la ciudad, en honor de su victoria. Se juró inspirarse en esta ini ciativa, y dejar su huella personal más al norte, más allá del Éufrates, región que los hititas ocupaban, y donde las tropas egipv*.. cias no habían penetrado desde hacía 120 años.
Primera toma de Dapur Entre las victorias — bastante temporales— en el activo del faraón a finales del año 8, la de la ciudad de Dapur, al sur de Alepo, en el territorio de la ciudad-estado de Tunip,38 es la más hermosa (y sin embargo muy transitoria) conquista, respecto de las pequeñas ciudadelas tomadas en el camino: dieciocho de esas ciudades capturadas habían estado representadas en la cara occi dental del primer pilono del Rameseo (macizo norte) y catorce son todavía visibles.39 De todas las ciudades fortificadas que, sensibles a la propa ganda hitita, se habían levantado, la de Dapur era la más impor tante a los ojos de Ramsés: por sí sola podía evocar el éxito de la reconquista tanto más por cuanto al estar situada al noroeste de Qadesh, Dapur40 constituía la plaza fuerte de la zona de penetra ción hitita más septentrional a la que había podido llegar. Dos veces había hecho de la toma de la ciudad un cuadro glorioso: en el templo de Luxor, en la pared occidental del primer patio,41 y sobre todo, hecho notable, en la sala hipóstila de su templo jubi lar, el Rameseo. En ese prestigioso espacio reservado a los actos religiosos (pero marcado por los desfiles de sus ya numerosos hijos), todavía puede contemplarse esta escena de batalla, anima da por un movimiento endiablado, en la que el rey hizo revivir las diferentes etapas desde el asalto hasta la rendición de los jefes de la ciudad.42 270
La primera batalla de Dapur. Rameseo. (Dibujo Sabri)
Lj cindadela d e Dnpur.
En la pared sureste de la sala hipóstila aparece el espectáculo. A la izquierda, en tamaño heroico, el rey conduce sus dos ca ballos mientras dispara sus flechas sobre un amontonamiento de enemigos muertos, caídos de sus carros en la huida hacia la ciudadela, representada en el costado derecho de la escena. En la confusión el caballo que mal pudo salvar de su atalaje destruido, o, más cerca del carro real, un vehículo enemigo en el que están caídos sus dos ocupantes agonizantes. Vestidos con largas túni cas estrechas, los enemigos de Ramsés presentan todos el tipo hitita, con mentón huidizo y pesado mechón de cabellos sobre la espalda: ostensiblemente Usermaatre Setepenre deseó mostrar que se había enfrentado a los hititas. El humor no está ausente de la escena y, al igual que para las numerosas representaciones de la batalla de Qadesh, una punta de ironía rompe lo trágico de la contienda central. Así, en la cima de la hecatombe de los enemi gos, se puede reconocer a los de un carro arrastrado hacia la ciudadela al galope de sus caballos: los dos ocupantes se vuelven en dirección a Ramsés que los persigue, empeñado en tomarlos de blanco: una flecha, y véase lo irrisorio, acaba de alcanzar el trase ro de uno de ellos. La derecha del cuadro está reservada a la imagen de la ciudadela, de un tipo muy diferente del de las plazas fuertes egipcias y aun amonitas (cf. la de Qadesh). Ésta es asaltada por soldados egipcios y por los shardanas. En la base se distinguen cuatro tipos de pantallas cónicas en forma de caparazón, sostenidas por pi quetes. Están alzadas para proteger a cuatro jóvenes hijos de Ramsés, que parecen querer participar en el asalto. Son Meriamón, Imenemuia, Setos y Setepenre. Otros dos príncipes, cuyos nombres no se indican, trepan, con el escudo en la mano, por una gran escalera para alcanzar el segundo piso de las fortificaciones. Los últimos niveles están ocupados por los últimos defensores, que tiran con el arco y lanzan piedras. Algunos, alcanzados, caen de las almenas con la cabeza hacia abajo, mientras que, de costa do respecto de la contienda, tres sitiados de tipo hitita, uno de los cuales quema incienso, piden gracia, mostrando de esta manera que la ciudadela va a rendirse. Entonces se desarrolla el último episodio: la escena de la capi tulación. Dos de los hijos mayores de Usermaatre Setepenre, Jaemuese y Montuherjepeshef, se preparan — o hacen como que se preparan— para degollar a los jefes enemigos, mientras que un 273
venerable viejo, acompañado por portadores de ofrendas y de ganado con cuernos, implora con dignidad a los príncipes. En la cima de la ciudad fortificada, el oriflama está atravesado de fle chas, confirmando de esta manera la invasión de la ciudad (mien tras que el oriflama de Qadesh donde Ramsés no pudo penetrar flotaba libremente en las murallas). Los bajorrelieves fueron realizados con un sólido sentido de la composición, por los mejores artistas que supieron unir una gran libertad de expresión con la suprema elegancia: la acción fue estu diada en sus más ínfimos detalles. Parece seguro que Ramsés dio instrucciones muy precisas y supervisó la ejecución de esa obra maestra, cuando regresó a Egipto. Sin embargo, no abandonó la plaza conquistada al norte de Qadesh a los confederados antes de hacer erigir allí su propia estatua, que había tomado la precaución de cargar en el equipo trasladado por la intendencia. Cinco de los seis príncipes cuyos nombres se indican en la escena son hijos de Isisnofret, el sexto, Setos, fue puesto al mundo por Nefertari.43 Otros dos han permanecido anónimos.
La recompensa de los guerreros
Durante los combates del octavo año, en Galilea y en Amurru, soldados egipcios y mercenarios de origen extranjero, entre ellos los shardanas, se habían mostrado a la altura de todas las situacio nes. Los sermones virulentos que Ramsés habría dirigido a oficia les y simples combatientes, después de la batalla de Qadesh, ya no correspondían. Era un ejército disciplinado, motivado... y vic torioso. Al igual que en su país Rabia sabido reconocer la excelen cia de sus artesanos, ahora era necesario recompensar y asignar una renta a oficiales y soldados. Usermaatre Setepenre iba a dis tribuir tierras, pero sobre todo, en su regreso en el año 9, iba a honrarlos en público. Para esa ocasión se grabaron numerosas estelas, en las que todavía se puede admirar la imagen del rey de pie sobre las rodillas de uno de sus colosos — muy a menudo el que tenía el nombre de Re-en-hekau (Sol-de-los-Príncipes)— ,** dis tribuyendo copas, objetos y collares de oro a sus valerosos milita res, y esto en medio de la alegría general. 274
Cintra de la Estela del año 8. (M useo de El Cairo)
Ramsés subido a una de sus colum nas lanza diferentes objetos preciosos a los militares (parte inferior de una estela dp O antírl íMu«on rio *
La contraofensiva de los confederados
N o parece que, durante esa última campaña de Ramsés en el norte de Siria, el hitita Mutawalli, sin duda cercano a su muerte, tuviera la intención o la posibilidad de reunir una nueva coa lición. Sin embargo, está fuera de duda que había enviado re fuerzos a sus aliados del norte de Amurru y de Naharina (el Hanigalbat), principalmente a los príncipes de Alepo y de Karkemish (el tipo étnico perfectamente hitita de los que Ramsés combatió en Dapur da prueba de ello), pero esto no había basta do para proteger la fortaleza. Sin embargo, después de la partida del faraón y su regreso a Egipto, la pequeña guarnición egipcia dejada en el lugar no pudo oponerse al asalto de los aliados veci nos de Hatti, y la plaza fuerte fue recuperada. En cuanto a la efi gie de Ramsés, fue capturada, a falta de poder aprisionarlo a él mismo.
Reconquista de Dapur A Ramsés se le presentaba la ocasión de partir, una vez más, con sus tropas, para afirmar la presencia del poderoso Egipto en ese punto estratégico del Oriente Próximo. Ya tenía treinta y cin co años e intentaría recuperar la fortaleza ahora, pensaba, que la muerte de Muwatalli que acababa de producirse, podría debilitar el ardor de los príncipes sirios. Hacia 1270-1269 a.C., volvió a pa r sar cerca de Nahr el-Kelb, donde hizo erigir una tercera estela. 1 Furioso, condujo un ataque tan precipitado apenas llegó al lugar que bajó de su carro y, a pie, se plantó delante de la ciudadela como lo muestra el relieve del templo de Luxor y atacó con su disparo poderoso, a la cabeza de sus hombres. Durante las dos primeras horas, en su determinación de ven cer, hasta se olvidó de ponerse su cota de malla, precisa el texto. Su invulnerabilidad milagrosa y legendaria le sirvió una vez más. Parece que no fue víctima de ninguna herida, y que de nue vo pudo entrar en Dapur. No se sabe si los defensores prudentes preservaron la estatua del faraón, y pudieron volver a ponerla en 276
Algunas ciudades rebeldes recuperadas a los asiáticos. (Rameseo)
Segunda batalla de Dapur. Luxor. (Según W reszinski)
su lugar en testimonio de sumisión, para lograr la clemencia del vencedor. Por el contrario, es seguro que después de la partida del faraón, las ciudades sirias volvieron a caer en la órbita del muy poderoso y cercano vecino. El rey de Karkemish virrey de los hititas en Siria, se convirtió entonces en el adversario de Ramsés.
La muerte de Muwatalli Es permitido suponer que en esa época, Usermaatre Setepenre debió de lamentar haber prestado poca atención a las proposi ciones de paz hechas por Muwatalli después de Qadesh. El mo mento no era favorable para la realización de ese proyecto, cuando el Sol de Hatti acababa de morir, y su sucesor, el hijo de f—una concubina, había subido, al parecer indebidamente, al trono. 1 Ese príncipe, Urhi-Teshub, entronizado con el nombre de Mursil III, era un personaje sin envergadura, que estaba celoso de su tío Hatusil de fuerte personalidad: lo alejó al norte del reino. Mursil III empezó a reinar en una atmósfera de intrigas y bajezas, 1 limitando su acción personal a las estrictas fronteras de su reino. Sin embargo, frente a la dura oposición siria y demasiado ale jadas del territorio egipcio, las valientes incursiones armadas de Ramsés no podían garantizarle posiciones estables en esa región. Su gran antepasado Tutmosis III, luego de diecisiete campañas militares, se había asegurado en ese sector el control necesario para la seguridad de su país. El Hatti no tenía, en esa época, las mismas miras territoriales. Mucho más que antes, Usermaatre Setepenre consideraba que la diplomacia le aseguraría una seguridad superior a la que po dían proporcionarle sus valerosas expediciones, costosas en hombres, en detrimento de la felicidad y de la prosperidad de su pueblo. Mucho más sensato era consolidar las posiciones seria mente logradas, y aprovechar las disensiones entre los hititas, lo que le valdría un statu quo más allá de la zona que no tenía los medios para controlar de manera constante. Durante los seis años que siguieron, la acción de los goberna dores egipcios reemplazó progresivamente las represiones arma das. De esta manera pudieron mantener el orden en Canaán y en una parte de Amurru.
X II
EL LARGO CAMINO HACIA LA PAZ
El bienestar del país
En el año 10 de su reinado, Ramsés tenía treinta y cinco años. De regreso de una nueva campaña siria, ya no alimentaba en realidad la esperanza de reconquistar Amurru por las armas: estaba resuel tamente inclinado hacia una solución más diplomática, para evitar los acontecimientos que, temprano o tarde, podrían amenazar sus fronteras. Muy al tanto de las dificultades creadas por el adveni miento de Urhi-Teshub. que ascendió al trono de los hititas con el nombre de Mursil III, y contando con la lucha entre el sobrino y el tío — Hatusil, realmente digno de dirigir el país— Ramsés sabía que por esto mismo iba a tener un relativo respiro en sus posesiones del Oriente Próximo. Y lo aprovechó, más aún porque sus diligentes observadores en el extranjero, en primer lugar Imeneminet, lo te nían informado de los objetivos expansionistas de Asiria hacia los países vasallos del Hatti, principalmente el Hanigalbat. Los impuestos llegaban regularmente a sus receptores, tanto en el país como en los despachos de los gobernadores de Asia y del virrey de Nubia. Las Dos Tierras vivían en la opulencia y todo estaba en calma en las dos partes de la Tierra negra: Kemi,xque los asiáticos ya llamaban Misr. Durante el duodécimo año de su reinado, acababa de termi nar en Karnak el pontificado de Nebunenef, Sumo Sacerdote (su 279
verdadero título era Primer profeta) de Amón. Ramsés, que llegaba a sus treinta y siete años, procedió a nombrar al nuevo titular en la persona de Unennefer, padre de su fiel Imenemimet. Al regreso de esta ceremonia en Tebas, no dejó de visitar las obras de los templos con los que, progresivamente, enriquecía su territorio: le interesa ba especialmente el de Ajmin. La ciudad había sido el hogar de la familia de Tiy, Gran Esposa de Amenhotep III, de la que conocía la indiscutible influencia que había ejercido sobre su hijo, el cuarto Amenhotep. Alrededor del templo principal de la ciudad, los sacerdotes-sabios, en relación estrecha con el clero de Hermópolis (Jemenu, la ciudad de los ocho), formaban un núcleo de estudios as tronómicos donde había sido instruido Anen, el hermano de Tiy. También Ramsés II había consultado los trabajos de esos infatiga bles investigadores en el momento de la fundación de sus templos, principalmente los de Abu Simbel y el Rameseo. Usermaatre decidió erigir otro santuario en la ciudad: él mis mo visitaría las nuevas canteras, cuando estuvieran edificados los pilonos, para adornarlos con colosos que lo representaran ro deado de sus hijas mayores, principalmente Merietamun, que ya figuraban, muy jóvenes, en la fachada del speos de Meha, pero que habrían alcanzado la edad de convertirse en Grandes Espo sas reales cuando se terminara la construcción del nuevo templo.2 Tres años más tarde, en el decimoquinto año de su reinado, Ramsés señaló una vez más su presencia en el sur y, bajando el río, se había detenido en Abido donde, regularmente, el Sumo Sacerdote de Osiris, otro Unennefer, le consagraba una estatua de oro, como el mismo Ramsés lo había hecho con su propio padre.
La rebelión en Irem
Aun antes de que hubiera llegado a Pi-Rameses, un mensajero del virrey de Nubia, Iuny, lo alcanzó para informarle de los dis turbios que se manifestaban en la lejana Irem, en la región de la 3.a Catarata donde, sin duda, la presencia eficaz — o bien hechora— del virrey no se había hecho sentir desde el comienzo del reinado... como no fuera por la presencia de agentes (idenus) recaudadores de impuestos. Como de costumbre, la reacción de 280
Usermaatre Setepenre fue inmediata. Envió fuerzas armadas acantonadas en Tebas, tomadas de la división de Amón, y delegó a la cabeza de sus tropas, al lado del virrey, a cuatro de sus hijos que estaban realizando su entrenamiento militar en Menfis, entre ellos Setmuia3 y Jaemuese. Para servir de ejemplo en el país de Cush, Usermaatre Sete penre ordenó que figurara en las paredes de la gran puerta de la nueva residencia del virrey, en Amara-Oeste, el balance de la ex pedición represiva: la captura de 7.000 rebeldes en un lapso muy corto. Las felicitaciones del faraón a su virrey fueron matizadas ya que se rogó a este último que inspeccionara más regularmente la provincia del gran sur, donde ningún otro incidente volvió a producirse.
Elección de hijo real para la guerra
El hecho de que el hijo mayor de Ramsés, Amenhirjopshef, no hubiera participado en los sitios ni en las batallas de Dapur, ni en la represión de lrem, hace creer que el príncipe heredero pudo desaparecer de la escena — al menos públicamente— después de la gran expedición palestina de los años 7-8 (1272-1271 a.C). Por el contrario, esta ausencia podría acreditar la intención de User maatre Setepenre de poner en primer lugar a los hijos de Isisnofret, en ocasión de la toma de Dapur, mientras que los hijos de Nefertari ya habían tenido ocasión de hacer sus precoces pruebas en Qadesh: Amenhirjopshef alertando al campamento en el mo mento del ataque y Pareherunemef (el tercer hijo de Nefertari) enviado con el visir a la división de Ptah, para apresurar la llega da de refuerzos. Este último príncipe fue declarado Primer valien te del ejército y llevó el título de primer conductor de carros del rey, al igual que el quinto hijo, Montuherjepeshef. En cuanto a la represión de los incidentes de lrem, que no ha bían sido tan graves como para requerir la presencia real, había hecho participar en ella de manera equitativa a Setmuia, su octa vo hijo, nacido de N efertari, y a Mineptah, su decimotercer hijo, nacido de Isisnofret, que no figuraba en la lista de los hijos en Abu Simbel, cuando fue esculpida en una pared de la sala-patio. 281
En lo que concierne, sin duda, al más docto de los hijos reales, Jaemuese, hijo de Isisnofret, que muy pronto había sido especta dor de los combates de Nubia, y representado en Beit el-Wadi, efectivamente había tenido un papel en el momento de la rendi ción de la ciudad de Dapur, pero entró muy pronto al servicio de Ptah de Menfis. A los veinte años, convertido en Sacerdote-sem y rápidamente apreciado por el Sumo Sacerdote (el Jefe de los Ar tesanos), iba a participar en el año 19 del reinado, al lado del visir Paser y del hijo mayor de Isisnofret, el general Ramsés, su herma no y segundo hijo del rey, en el amortajamiento fastuoso del pri mer toro Apis muerto durante el reinado de su padre.
La diplomacia de Ramsés y los conflictos en Oriente Próximo
Los servicios de informaciones de Usermaatre observaban con la mayor atención la lucha, primero solapada, y luego abier tamente sostenida por Mursil III y su tío Hatusil. La ruptura defi nitiva entre los dos hombres se produjo cuando el sobrino se ins taló en la capital Hattusa, e intentó privar a Hatusil de los últimos pequeños Estados en los que todavía reinaba, excepto el centro de Hapkis sobre el que brillaba con eficacia Hatusil no podía so portar tales afrentas, y decidió someter la actitud agresiva de su sobrino al juicio de la diosa Ishtar de Samuha y del dios del tiem po de Narik. Rodeado de sus partidarios, Hatusil se opuso luego a los ataques de Mursil III (Urhi-Teshub) y lo hizo capturar en Sa muha. y luego, como prueba de clemencia lo envió simplemente al exilio a Nujashshe al sur de Alepo, en el norte de Siria, en vez de condenarlo a muerte. Ramsés seguía personalmente, y con satis facción, las intrigas urdidas por el irreductible sobrino de Hatu sil, que encontró eco hasta en la corte de Babilonia, aunque el hitita se vio obligado a deportar a su sobrino traidor a la zona de U m rit (Ras Shamra), más al oeste, en la costa mediterránea: im prudente generosidad... Durante ese tiempo, Usermaatre Setepenre había establecido una alianza con el rey de Babilonia Kadashman-Turgu; luego in tentó acercarse a Salmanasar I. señor de los asirios. En el año 18 de su reinado, aprovechando una situación muy propicia para 282
I
Sum o Sacerdote de Ptah en Menfis, presenta al Toro Apis, cuyas exequias celebra, el material para la «apertura de la boca y de los ojos».
a. Estatua monumen de M eryt-Am ón, reciei descubrimiento en Ajm (Caliza policron b. Estatua colo de Ramsés, com o portaestandar flanqueado de la estatua de Bintan hija de Isisnofret. (Wadi es-Sebi
sus proyectos, y que al parecer se le presentó fortuitamente, Ramsés «aceptó» acoger en Egipto a Mursil III, «escapado» de nuevo de su exilio, y que, al parecer, había pedido asilo al faraón. ¿Se puede suponer que Usermaatre supo maniobrar para llegar a esta situación? Hatusil podía temer un nuevo conflicto de su so brino, apoyado esta vez por un enemigo muy poderoso. Pero es taba seguro de la lealtad del rey de Babilonia, Kadish; este último tomó, en efecto, la decisión de romper las relaciones diplomáticas con Egipto, y hasta propuso castigarlo junto con los hititas: lo que Hatusil rechazó orgullosamente... y con cierta nobleza. Ramsés poseía, en todas esas tierras, una baza de importancia que había decidido jugar contra el hitita. Sentía que había llegado la hora de una posible revancha, tan esperada, y empezó a movi lizar a sus tropas, con las que contaba para arrastrar a sus vasa llos a Betsán y a Meggido, en Canaán. Esperó firmemente en Betsán los signos precursores de un ataque proveniente de la nueva coalición hitita, que sin embargo no se producía. Decidió enton ces señalar su nueva estadía fuera de las fronteras con otra estela ;n Betsán, en el año 18, el primer día, el cuarto mes de la estación primavera-invierno. Como de costumbre, no le ahorraba alaban zas. Los sabios cálculos de K. Kitchen precisan que esto sucedió en febrero de 1261 antes de nuestra era.4
Retroceso obligado del hitita
Siempre en guardia, Ramsés seguía esperando la reacción hitita. Comenzó el decimooctavo año de su reinado y las noti cias, transmitidas por informadores confiables, lo colmaban de tranquilidad. Asia Menor en su totalidad sufría perturbaciones considerables. Primero fue el papel representado por Shattuara II, príncipe de Mitanni (Hanigalbat) que actuó como renegado. Después de jurar fidelidad a Asiria, primero traicionó al rey Salmanasar I para burlar al hitita con su aliado el rey de Karkemish. f El asirio los atacó, destruyó por completo a la gloriosa Karke mish, al igual que a otras nueve ciudadelas de importancia, y sa queó ciento ochenta colonias. Salmanasar I hizo, en total, entre 14.000 y 15.000 prisioneros y de esta manera puso definitivamen 284
te bajo su tutela Hanigalbat cuya civilización había aportado ra diantes princesas al harén de Amenhotep III. Sin haber alzado las armas, Usermaatre aprovechaba una nueva coyuntura favorable para garantizar la seguridad de su país. En esa situación, las fronteras de Asiría se unían al norte del Éufrates a las de los hititas, que también se habían apoderado de provincias sirias. Ramsés sabía que Hatusil, a la defensiva, ya no podría atacarlo: tenía, pues, ante él una nueva acción diplomática que cumplir, más aún por cuanto signos precursores le hacían suponer que su adversario se disponía a tomar contacto con hábi les embajadores oficiosos, encargados de asegurarle al rey hitita sus eventuales intenciones pacíficas.
Nuevas Grandes Esposas reales
El gran rey acababa de festejar su cuarenta y cuatro cumplea ños, en el año 19 de su reinado, en 1260 antes de nuestra era. Poseía un número bastante impresionante de esposas secundarias, egip cias pero sobre todo asiáticas, y también hijas de los jefes del país de Uauat, tan fecundas unas como otras: y ya eran innumerables las concubinas que poblaban las casas de las Damas. Naturalmen te el harén de Mi-ur, cerca del poético lago de El-Fayum, dirigido por la reina madre, abrigaba las fastuosas viviendas de las Gran des Esposas reales, de los principitos y de las primeras hijas reales, nacidas de esas Grandes Esposas. Pero en las provincias había im plantados otros harenes que recibían la visita del faraón: el de Menfis estaba dirigido por un tal Imenmes. Sus dos Grandes Esposas reales Nefertari e Isisnofret ya le habían dado numerosos príncipes y princesas, algunos de los cuales, de salud delicada entre los hijos de Nefertari, dejaban adi vinar la débil constitución de la madre del heredero. Los prime ros hijos que había querido hacer figurar en las fachadas de los dos speos de Meha y Ibchek, y en el interior de la sala-patio de Meha, se habían convertido en adultos.5 Las dos hijas mayores, para seguir el protocolo religioso que se remontaba a antes de las pirámides, serían llamadas a repre sentar junto al faraón el papel que la hija del Demiurgo había 285
tenido con Atum. Recibirían a su vez el título de Gran Esposa real, sin por eso poder «destronar» en absoluto a sus madres ve neradas. La hija mayor de Isisnofret, Bintanat, sería la primera en ser entronizada. Fue en el mismo año en que se terminaron las grutas sagradas de Meha y de Ibchek, en el país de Uauat. En la decoración del gran speos, donde Ramsés quería eternizar los instantes esenciales de su vida, sólo quedaba libre una de las ca ras del tercer pilar suroeste: en honor de este acontecimiento, re cibió la imagen esculpida de la princesa, cuyo nombre está acom pañado por su nuevo título: Hemet-nesut-uret, Gran Esposa real. Pronto le seguiría la entronización de Merietamun, hija mayor de Nefertari. Todas las paredes y pilares de la sala-patio, reservados a la «crónica familiar» digamos, estaban totalmente decorados. Por eso, el nuevo virrey de Nubia, Hekanajt, repre sentó la doble escena en una de las paredes de la montaña de Meha, recordando la muy reciente entronización de la princesa ante el faraón; y ya que el lugar no estaba medido en la pared rocosa, fue la ocasión de acompañar la imagen de Merietamun, la elegida, con la de su respetable madre Nefertari. La estela, tallada directamente en la roca,6 tiene así dos registros superpuestos. El registro de abajo, siempre consagrado — según las reglas de la implantación de la decoración— a lo que está más inmediata mente cercano al espectador, muestra a Nefertari sentada en su asiento real, recibiendo el homenaje del virrey. La reina tiene en la cabeza el tocado de Sotis: dos altas plumas delante de las cuales el globo solar está flanqueado por dos cuernos afilados. Se reconoce el tocado de las Grandes Esposas reales en la plenitud de su fecun didad, dispuestas, como Sotis, a poner en el mundo la encamación solar. En el registro superior, haciendo ofrenda a la tríada divina, Ramsés acompañado de Merietamun recién promovida, que lleva en la cabeza sólo altas plumas y la imagen del sol: los cuernos afila dos de Sotis y de la fecundidad todavía no son su atributo.7
La inauguración de Meha y de Ibchek
La familia real se transformaba progresivamente y, cercanas a las dos Grandes Esposas reales, dos emanaciones directas del fa
raón reforzaban así, la virilidad del delegado divino en la tierra. Mientras que Usermaatre se había preocupado de que Nefertari e Isisnofret nunca estuvieran representadas juntas, le agradó hacer representar colosos gemelos flanqueados respectivamente de dos imágenes de Bintanat y dos imágenes de Merietamun.8 El grupo familiar reunido alrededor de Ramsés estaba consti tuido en ese momento por cuatro Grandes Esposas reales, pero antes que nada por la reina madre, luego príncipes y otras prince sas, nacidos de las dos primeras Grandes Esposas. En ese año deci monoveno de reinado, todos iban a asistir a las festividades de la inauguración de los dos speos de Abu Simbel, también llamado el acto de Entregar la casa a su dueño, ceremonia que en este caso re vestía un carácter muy particular, debido a la naturaleza misma de los santuarios y al papel excepcional que les correspondía.
El mensaje de los templos Cada año, cuando la estrella Sotis (Sirio) volvía a resplandecer en el horizonte, después de setenta días de invisibilidad, hacía aparecer cerca de ella al sol. Era la renovación del astro (encarna do en el faraón), y el regreso de Osiris (que se prolongaba en la imagen de su hijo Horus), manifestándose en las aguas fecundadoras de Hapi, la inundación. El mantenimiento de ese fenóme no, de carácter cíclico, debía estar garantizado por la acción del faraón, cuyo papel esencial era asegurar su desarrollo infalible con ritos apropiados. Es así que Usermaatre había decidido, al crear al norte de la 2.a Catarata las dos grutas sagradas, cerca del sector donde el Nilo entraba en la Nubia egipcia, instaurar el lu gar mítico donde se produciría el milagro del día de Año Nuevo. El comienzo del año (18-20 de julio) conciliaba la reaparición de Sotis, la renovación del sol — es decir, la salida helíaca de Sotis— y la llegada providencial de la inundación. Como materialización del proyecto de carácter cósmico de Usermaatre, los dos santuarios, fuera de su mensaje histórico, eran perfectamente complementarios para ilustrar el fenómeno sin el cual Egipto no existiría. Su presencia, en ese lugar, antes que nada debía evocar ese encuentro — o más bien ese nacimien to— del astro renovado al comienzo del año por la divina estrella que ya se llamaba, hace cinco mil años, la estrella del Can.9
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Transform ación d« N eíeru ri en Sotis (Sirio) por los cuidados de Hathor e Isis, en la colina de Ibchek, Pequeño Tem plo de Nefertari. (Abu Simbel, norte)
Ram sés y Nefertari hacen ofrenda a «la Grande» (Tueris) por una feliz renovación anual. (Abu Sim bel, Ibchek)
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Entre dos pilares hathóricos, la Vaca Hathor hace aparecer al rey renovado. (Fondo del templo de Ibchek)
Santuario: enm arcando la puerta, los genios de la inundación salen de la gruta de Ibchek después del encuentro de Isis-Sotis y Re-Haractes.
El sol se encarnaba en Ramsés, dominando la puerta del gran templo; también aparecía con el aspecto de un atleta con rostro de halcón de Horus, apoyándose en dos signos jeroglíficos: la po tencia (divina) user y el equilibrio maat. Sobre la cabeza del hom bre había un globo, Re: así aparecía Usermaatre-Re, el nombre de coronación de Ramsés. En cuanto a la estrella Sotis, Ramsés había querido que su rei no la reconociese en la persona de Nefertari,'0 la que había traído al mundo al heredero del trono, Amenhirjopshef. Para represen tar ese papel, había sido investida con dos formas femeninas de lo divino: Hathor e Isis. Esta transformación se reprodujo en una escena cuya sobria composición, pero también la elegancia, el en canto, la gracia y la belleza a la vez nunca fueron igualadas.11 Todo, en la gran gruta de Ibchek donde está representado ese ava tar divino — personajes, ofrendas, flores, plegaria de la pareja real a Ta-Uret (la Grande) para obtener el feliz nacimiento (del año)— , todo evoca la femineidad.
El espectáculo Después de las ceremonias misteriosas del santuario, dos ac tores esenciales del drama cósmico, Usermaatre y Nefertari, mima ban el rito final, al alba del día establecido, delante de las dos grutas, en presencia de los sacerdotes del Nilo y de los grandes de la corte que rodeaban a la familia real. Entonces la inundación se manifesta ba con una corriente impetuosa aumentada por los aluviones abisinios. Se los evocaba, dentro de la gruta de la reina, con dos imágenes del genio nilótico surgiendo de las entrañas de la roca y dirigiéndo se a la salida del santuario, sosteniendo entre sus manos una mesa de ofrendas adornada con todos los productos de Egipto}2 En la fachada de Ibchek, la luminosa estatua de Nefertari, lle vando con majestad impresionante el tocado de Sotis, parece sur gir como la estrella del horizonte, mientras que, dominando la entrada del gran santuario, Ramsés-Re-Haractes aparece como el astro del día en el firmamento. Entonces la divina barca de Tot, la del Tiempo, conservada en la sala excavada en la roca y en el exterior, al sur del templo, iba a ser colocada en la nave real que la llevaría hacia Egipto, símbolo de la inundación provocada por el faraón confundido con sus
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padres Amón y Re, en compañía de los cuales se sentaba en el fondo de su santuario de Meha. La acogida de esta barca se feste jaba en Tebas, a la llegada del agua. En el Rameseo, las naves de formas divinas, serían sacadas del templo en angarillas llevadas por los sacerdotes, para ir a darle la bienvenida a la fuerza oculta que volvía a manifestarse. Al final de la ceremonia, Ramsés iba, solo, ante el speos de Ibchek, para contemplar más de cerca el último coloso sur, que lo representaba: era, efectivamente, un poco más alto que las otras cinco estatuas de la fachada. Había pedido que esa imagen estuvie ra ligeramente diferenciada por su tamaño. Ese coloso medía, en efecto, de la planta de los pies hasta el límite13 de su corona blanca (la jedyet), exactamente dieciséis codos:’4 la altura de las aguas de la más benéfica de las inundaciones. Ramsés era, pues, el garante del agua, y se confundía con ella. Ese cuerpo real de dieciséis codos era la imagen del poderío mágico de la inundación ideal. Además, Usermaatre Setepenre había pasado delante del al tar solar, al norte de Meha, disimulado por un pequeño pilono sin puerta. La distancia entre las dos torres se abría, en el interior, sobre un ancho altar enmarcado por dos pequeños obeliscos, que soportaba a cuatro cinocéfalos que, de pie, adoraban al sol. Con tra la pared, al norte, una capilla contenía la estatua de un in menso escarabeo dominado por el globo solar — imagen de Haractes— y la del cinocéfalo sentado de Tot coronado por la Luna creciente. Con la espalda hacia el norte cada uno de los dos ani males estaba simbólicamente orientado para que el mono que evocaba la luna estuviera al este, el lugar por donde sale para tomar el relevo del sol (el escarabeo) que se hunde por occidente. La luna y el sol sucediéndose es el circuito cerrado: es la eterni dad. Al alba, en ese comienzo de año, antes de tomar el camino de regreso, Ramsés subiría los pocos escalones del altar y, con la cara hacia el este, haría aparecer el nuevo sol entre los dos obelis cos, garantizando así la eterna revolución del tiempo cíclico.15 Volviendo frente al gran speos, en la explanada liberada de todos los que habían asistido a la extraña ceremonia destinada a mimar el milagro cósmico, Ramsés se quedó contemplando sus inmensos colosos sentados, entre los miembros esenciales y vivos de su familia: padre nutricio de un linaje sin fin, otra versión de la divina inundación que quería encarnar para que Egipto viviera... Los rostros sublimes de las imágenes gigantescas lo fascinaban. 292
En su última visita al lugar, sólo estaban recortadas, y casi en mascaradas por los andamios. Ahora dominaban, con los ojos ha cia abajo, hacia él, en la espléndida certeza de materializar real mente lo divino que lo habitaba. Bruscamente, frente a esa sublime grandeza, Usermaatre Setepenre sufrió un violento vér tigo, y se sintió infinitamente vulnerable...
Regreso a las realidades terrestres
Antes de retomar la dirección del Delta, la parada en Tebas permitió a Ramsés y a la familia real entrar en el gran patio del templo de Luxor, que los arquitectos del rey terminaban. Acaba ban de ser erigidos dos colosos del rey16 entre cada una de las columnas que rodeaban el patio. De pie, con el nemes a menudo dominado por el pschent, la efigie real estaba flanqueada, en la parte meridional del primer patio, por las imágenes de tres de las cuatro Grandes Esposas reales. Sólo faltaba Isisnofret, ausente al igual que en los otros templos tebanos y en todos los templos de Nubia. Por el contrario, su hija mayor, Bintanat, nueva Gran Es posa, figuraba en un buen lugar, al igual que la más reciente de las Grandes Esposas, Merietamun, nacida de Nefertari, de la que había otra representación repetida contra uno de los colosos de pie, delante de la torre occidental del pilono. Las tres Grandes Esposas fueron luego admitidas en las salas secretas del templo, porque mantenían lazos muy estrechos con el ka real17 al que es taba dedicado el santuario.
Las tratativas de paz
A su regreso a Pi-Rameses, el faraón supo que nobles viajeros hititas habían llegado a la capital nórdica y habían tomado contac to con el Despacho de Asuntos extranjeros. Los informes que no ha bían dejado de enviarle sus observadores en la corte de Hatusil le confirmaban las maniobras para precaverse de las intenciones asi-
rias y para esforzarse por neutralizar una eventual agresión egipcia. Había, pues, que hacer sentir una relativa calma en las posi ciones egipcias respecto del adversario principal. El regateo tra dicional fue utilizado por el lado egipcio, y las exigencias de Ramsés, pérfidamente informado por Urhi-Teshub, fueron estu diadas con paciencia, y cierta dignidad, por Hatusil. Los dos so beranos terminaron por ponerse de acuerdo en una solución de compromiso aceptable por las dos partes, beneficiarías en defini tiva de ventajas apreciables. Es verdad que Ramsés debía abandonar el sueño de poseer Qadesh y dominar Amurru; pero como contrapartida los egip cios podrían circular de nuevo libremente por la ruta comercial que, siguiendo la costa, terminaba en Ugarit, frente a Chipre. Quedaba reforzado el protectorado egipcio en toda la región y el país de Kemi recuperaba la totalidad de sus derechos sobre los puertos fenicios. Hatti vigilaría Amurru, Upi seguía siendo neu tral, y Egipto conservaba sus derechos sobre Canaán. Era tan cla ro que ni se hablaba de fronteras. Y finalmente, entre Hatti y Egipto, se firmaría un tratado solemne de paz. Durante casi dos años, los mensajeros circularon entre los dos países (con un mes de duración como mínimo para realizar el trayecto),18 hasta que se establecieron las líneas generales de un acuerdo.
El tratado de paz
Entrega y aspecto de la tablilla El texto del tratado — el primero conocido de la historia— fue redactado en babilonio, lengua diplomática de la época. Al pa recer, según las expresiones utilizadas, fue obra de los juristas de Hatusil, fogueados en las fórmulas precisas de su país, y en una práctica corriente. Pero fue preparado en colaboración con tres eminentes hombres de leyes egipcios, delegados del faraón. Los miembros de ese comité mixto tomaron entonces el camino de Egipto, cruzaron Siria con sus carros, escoltados por hombres de armas, y fueron haciendo etapa en las ciudadelas arrasadas pocos años antes por incesantes y estériles conflictos. Llegaron a Pi-Ra-
meses en el año 21 del reinado, unos treinta días después de su partida de Hattusa (Bogazkkóy) y se presentaron en el palacio de ceremonias el vigésimo primer día del invierno, hacia noviem bre-diciembre de 1259 antes de nuestra era: Usermaatre Setepenre tenía entonces cuarenta y seis años. Ese día, Su M ajestad se encontraba en la ciudad de Pi-Ramsés, hacien do lo que agrada a los dioses. Llegaron los tres enviados reales de Egipto al igual que el primer y el segundo enviados reales de Hatti, Tili-Teshub y Ramose, y el enviado de Karkemish, Yapulisi, llevando la tablilla de plata que el gran soberano de Hatti, Hatusil, enviaba a Su Majestad el faraón Ramsés-amado-de-Amón, para pedir la paz.
Era una gran tablilla de plata, muy brillante, grabada en las dos caras con signos cuneiformes. En el centro de la tablilla, Ramsés podía ver el gran sello del Estado hitita: ¿Qué hay en el centro de la tablilla de plata? En el anverso, la imagen en relieve de Set abrazando una efigie del Gran Príncipe de Hatti, rodeada por una inscripción que decía esto: «El sello de Set, soberano del cielo, el sello del tratado hecho por Hatusil, el gran señor de Hatti, el poderoso hijo de M ursil» ¿Del otro lado? Un relieve con un retrato de la diosa de Hatti, que abrazaba a una figura femenina que repre sentaba a la gran soberana del país, rodeada por una inscripción que decía: «El sello de la diosa-Sol de Arinna, la soberana del país, el sello de Pudujepa, el gran soberano del país de Hatti, hija del país de Kizwatna, sacerdotisa de la ciudad de Arinna» ......
Majestuoso, dominando la sala en su trono chapado en oro e incrustado con piedras semipreciosas y con pasta de vidrio con los colores de la cornalina, la turquesa y el lapislázuli, Usermaatre Setepenre, con el jepresh, rodeado de Paser y de los más eminentes de sus consejeros, llamó a su escriba-intérprete para que la traduc ción del tratado le fuera inmediatamente comunicada, y pudiera compararla con la versión en lengua egipcia que ya tenía. Después de unas ligeras modificaciones aportadas al texto ba bilonio, las copias en papiro se depositaron en el Despacho de Asuntos extranjeros, y se trasladó a tablillas de arcilla la versión definitiva, siempre en babilonio: fueron confiadas a una misión diplomática encargada de entregarlas, en su palacio de Hattusa, al soberano hitita Hatusil. Este último hizo depositar el texto 295
I *
egipcio a los pies del dios Teshub, mientras que en Heliópoiis, el faraón hizo colocar la tablilla hitita bajo los pies de una estatua del dios Haractes. Y finalmente Ramsés dio orden de que el precioso documen to, el primer tratado internacional de la historia, fuera grabado en Tebas, en jeroglíficos naturalmente, en las paredes de Karnak — donde fue descifrado por primera vez por Champollion, que todavía no conocía la existencia del Hatti— , y también en el Rameseo, cerca de la escena de la batalla de Qadesh Parece eviden te que las paredes de los templos de Pi-Rameses debían de tener una versión, pero las excavaciones, ejecutadas en un lugar arrasa do y ganado por los cultivos modernos, todavía no han revelado nada sobre este tema.19
Contenido del tratado Este tratado proponía, antes que nada: Fraternidad hermosa y paz. Es, en sus grandes líneas, un pacto mutuo de paz, de no agresión recíproca, de extradición y de tratamiento humano de los extradi tos, así como de asistencia mutua contra cualquier agresor. Trata, finalmente, de la alianza de las familias reinantes para asegurar el respeto del principio de legitimidad.20Su contenido presenta rasgos de derecho internacional aún vigentes en la actualidad. Señalemos que las susceptibilidades se respetan meticulosamente, porque cada uno de los dos soberanos precisa que su interlocutor había sido el primero en tomar la iniciativa de la gestión... Si las versiones hitita y egipcia implican algunas ligeras va riantes, los dos textos están, sin embargo, en perfecto acuerdo, en las partes en común que se conservan. Éstas presentan una vein tena de parágrafos que conciernen a los puntos esenciales, y se refieren varias veces al acuerdo celebrado con Egipto en la época en que Shuppiluliuma, contemporáneo de los reyes amarnianos, reinaba en Hatti. Acontecimientos muy graves habían puesto este acuerdo a prueba, cuando el príncipe Zannanza, su hijo, a quien la viuda de Tutankhamón había pensado en hacer su espo so, fue asesinado camino de Egipto, muy probablemente por or den de Horemheb.21 Éstos son, comparados, los pasajes importantes de la intro ducción contenidos en los dos textos.22 296
H.ittus.v la a u d a d e U y las rmir.ilU* (Según A . Kitclten)
Sello hitita, el de Mursil y el de Tudkalia IV donde también figuran el rey y la reina.
Texto del tratado Redacción hitita
Traducción egipcia
El tratado de Riamasea-maiAmana (Ramsés-amado-deAmón), el gran rey del país de Egipto, el héroe, con Hatusil, el Gran rey, el rey del país de Hatti, su hermano, para establecer la paz hermosa y la fraternidad her mosa en las relaciones de los grandes reinos entre ellos para la eternidad, esto es lo que dice: Riamasea-mai-Amana, el gran rey de Egipto, el héroe, el nieto de M in-pah-taria (Menpehtire = Ramsés I), el gran rey, el rey del país de Egipto, el héroe, a Hatusil, el gran rey del país de Hatti, el hé roe, hijo de Mursil, el gran rey, el rey del país de Hatti, el héroe, nie to de Shuppiluliuma, el gran rey, el rey del país de Hatti, el héroe. Ve, ahora, he dado la fraterni dad hermosa y la paz hermosa entre nosotros, para dar la paz hermosa y la fraternidad hermosa en las relaciones del país de Egip to con el país de Hatti, para la eternidad.
El tratado que el gran señor de Hatti, el héroe, hijo de Mursil, el gran señor de Hatti, el héroe, el nieto de Shuppiluliuma, el gran señor de Hatti, el héroe, hizo re dactar en una tablilla de plata para Usermaatre Setepenre, el gran rey de Egipto, el héroe, el hijo de Menmaatre, el gran rey de Egipto, el héroe: Ese tratado de paz y de frater nidad honesta, que da la paz y la fraternidad entre nosotros, gra cias a ese tratado entre Hatti y Egipto para la eternidad.
Acuerdo para un nuevo tratado
[redacción hitita degradada]
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En lo que concierne a Muwatalli, el gran señor de Hatti, com batió al gran soberano de Egipto. Cuando sucumbió a su destino, Hatusil tomó su lugar en el trono de su padre Hoy se ha puesto de acuerdo en un tratado para es tablecer la relación que Re ha he cho entre la tierra de Egipto y la tierra de Hatti, para alejar las hos tilidades entre ellos, para siem pre... Que los hijos del gran señor de Hatti estén en paz y fraterni dad con los hijos de los hijos de Ramsés...
Un pacto de no agresión Riam asea-m ai- Amana, el gran
rey de Egipto, no debe atacar el país de Hatti para saquearlo, por toda la eternidad. Hatusil, el gran rey del país de Hatti, no debe ata car el país de Egipto para sa quearlo, por toda la eternidad......
... El gran señor de Hatti nun ca violará la tierra de Egipto para saquearla. Usermaatre Setepenre, el gran rey de Egipto, nunca inva dirá la tierra de Hatti para sa quearla...
Renovación del antiguo contrato
Ve, la orden por toda la eterni dad que Shamash y Teshub han dado para el país de Egipto con el país de Hatti, de mantener la paz y la fraternidad para que no nazca la enemistad entre ellos. Ve, Ramsés, el gran rey, el rey del país de Egipto, lo suscribe para extender el bienestar a partir de este día. Ve, el país de Egipto y el país de Hatti, están en paz y fraternidad, eternamente.
En cuanto al antiguo tratado en vigor en la época de Shuppiluliuma, el gran señor de Hatti, al igual que el tratado permanente que data de la época de Muwatalli, el gran señor de Hatti, mi pa dre, en este momento lo suscribo. Ve, Ramsés, el gran rey de Egipto, mantiene la paz que ha concluido con nosotros a partir de este día...
La defensa común Si un enemigo viene al país de Hatti, y si Hatusil, el gran rey, el rey del país de Hatti, envía un mensajero para decirme: «Ven a socorrerme contra él», que Ram sés, el gran rey, el rey de Egipto, envíe sus soldados y sus carros y masacre a su enemigo, asumien do la venganza por el país de Hatti.
Sucesión en el trono hitita El reino del país de Hatti debe volver al hijo de Hatusil, el rey del país de Hatti, en el lugar de
Si cualquier enemigo ataca los territorios de Usermaatre Sete penre el gran rey de Egipto, y este último envía su mensajero al gran señor de Hatti para decirle: «Ven en mi socorro y marchemos con tra él», el gran señor de Hatti irá en su socorro y masacrará al ene migo. Sin embargo, si el gran señor de Hatti no quiere ir a combatir los en persona, enviará sus tropas y sus carros para batir a los ene migos. [texto demasiado degradado]
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Hatusil su padre, después de nu merosos años de reinado. Si los grandes del país come ten hechos contra él, el rey del país de Egipto debe enviar sus soldados y sus carros para casti garlos... (A partir de aquí sólo se cita la traducción egipcia porque la redacción hitita está demasiado degradada o ha desaparecido.) Extradición de los refugiados poderosos Si un hombre importante huye del país de Egipto y llega al país del gran señor de Hatti, o a una ciudad, o a una región que pertenezca a las posesiones de Ramsés-amado-de-Amón, el gran señor de Hatti no debe recibirlo. Debe hacer lo que sea necesario para entregarlo a Usermaatre Setepenre, el gran rey de Egipto, su señor. Extradición de simples refugiados Si uno o dos hombres sin importancia huyen y se refugian en el país de Hatti para servir a otro señor, no deben poder quedarse en Hatti; hay que devolverlos a Ramsés-amado-de-Amón, el gran rey de Egipto. Amnistía para los refugiados Si un egipcio, o aun dos o tres, huyen de Egipto y llegan al país del gran señor de Hatti en ese caso, el gran señor de Hatti los aprehen derá y los devolverá a Ramsés, gran soberano de Egipto: no les será reprochado su error, su casa no será destruida, sus mujeres y sus hijos salvarán la vida y no se le matará. No se les infligirá ninguna herida, ni en los ojos, ni en las orejas, ni en la boca, ni en las piernas. Ningún cri men les será imputado (sigue la cláusula de reciprocidad de la parte hitita, tomando exactamente los mismos términos). Dioses de los dos países testigos del tratado En lo que concierne a las palabras del tratado que el gran señor de Hatti intercambió con el gran rey de Egipto Ramsés-amado-de-Amón, están inscritas en esta tablilla de plata. Estas palabras, mil dioses y mil diosas del país de Hatti, y mil formas divinas masculinas y femeninas las han escuchado y son sus testigos: el sol macho señor del cielo, y el sol hembra de la ciudad de Arinna. 300
Set de Hatti, Set de la ciudad de Arinna, Set de la ciudad de Zippalanda, Set de la ciudad de Pittiyarik, Set de la ciudad de Hissaspa, Set de la ciudad de Saressa, Set de la ciudad de Haleb (Alepo), Set de la ciudad de Luczina, Set de la ciudad de Nerik, Set de la ciudad de Nushashe, Set de la ciudad de Shapina, Astarté de la tierra de Hatti. ... la diosa de Karahna, la diosa del campo de batalla, la diosa de Nínive la reina del cielo los dioses señores del juramento ... la soberana de las montañas y de los ríos del país de Hatti, los dioses del país de Kizwatna, Amón, Re y Set, las formas divinas mascu linas y femeninas, las montañas y los ríos del país de Egipto; el cielo; la tierra; el gran mar; los vientos; las nubes, la tempestad. [ji protección del tratado
En lo que concierne a las palabras que están grabadas en esta tablilla de plata de la tierra de Hatti y de la tierra de Egipto, las mil formas divinas de la tierra de Hatti y las mil formas divinas de la tierra de Egip to destruirán la casa, la tierra y los servidores de quien no las respetara. En cuanto al que respete estas palabras inscritas en esta tablilla de plata, hitita o egipcio, y las tenga en cuenta, las mil formas de la tierra de Hatti y las mil formas divinas de la tierra de Egipto le asegurarán pros peridad y vida, a su casa, su país y sus servidores.
Primeros resultados Las huellas del sello hitita habían impresionado mucho a Usermaatre Setepenre. ¿Acaso no contenían la imagen de Set pro tegiendo al rey hitita, Set el patrono de su familia, Set el pelirrojo como él, tan poderoso en el país hitita con el que acababa de ha cer una alianza, al que Hatusil no había dudado en citar excepcio nalmente once veces, mientras que las otras formas divinas sólo aparecían una vez en el texto? Y además, otra innovación era que una de las caras del sello oficial del reino hitita estaba reservad? a la reina, considerada la igual de Hatusil, soberano del país. Enton ces, para mostrarse tan liberal como el hitita, Ramsés subrayó que las mujeres de su familia tenían un lugar en los asuntos de Es tado:23 Tuya y Nefertari debían mostrar el interés prestado a esos intercambios diplomáticos y entrarían en correspondencia con la reina Pudujepa. El faraón recibió con gran pompa esta tablilla de plata, metal 301
tan escaso en las orillas del Nilo. Las palabras de respeto que ro deaban la mención de los nombres de los dos soberanos testimo nian la estima recíproca en que se tenían los que se consideraban ya los dos señores de Oriente Próximo, «tratando en pie de igual dad absoluta». Pero el espíritu que todavía reinaba entre los dos antiguos antagonistas — realmente dos grandes hombres de Es tado— no hubiera permitido su encuentro, que no sabemos si alguna vez se produjo, a pesar de los lazos de familia que un día los unirían. Pero sí hubo festividades en los dos países; un intercambio cortés de felicitaciones y unos primeros presentes fueron trans mitidos por mensajeros vigilantes. Ya que, en ese Estado hitita de costumbres de un modernismo muy... indoeuropeas, la reina compartía las más eminentes responsabilidades del soberano. Pudujepa, paralelamente a Hatusil que escribía a Ramsés, se diri gió a Nefertari (Naptera en babilonio), ignorando a Isisnofret, la otra Gran Esposa real; le expresó su satisfacción por la paz frater na que en adelante uniría a los dos países. Para responder a pa labras tan calurosas, Nefertari llamó a uno de sus intérpretes del ministerio de Relaciones con los países extranjeros, que transcribió en cuneiforme babilonio su respuesta a Pudujepa:24 Entonces Naptera, la gran reina de Egipto dijo: «Para Pudujepa, la gran reina de Hatti, mi hermana, hablo así. Para mí, mi hermana, todo va bien, con mi país todo va bien. Para ti, mi hermana, que todo vaya bien. Ve, he apreciado que tú, mi hermana, me hayas escrito a propósito de las relaciones de buena paz y de fraternidad en las que han entrado el gran rey, el rey de Egipto, y su hermano el gran rey, el rey de Hatti. Puedan el dios-Sol y el dios de la Tempestad (Set) aportarte la alegría; pueda el dios-Sol hacer que la paz sea buena y otorgue la fraternidad al gran rey, el rey de Egipto, con su hermano el gran rey, el rey de Hatti, para siempre. Estoy en amistad y en relación fraterna con mi hermana, la gran reina (de Hatti) hoy y para siempre».
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El príncipe heredero m odifica su nom bre
La reina madre Mut-Tuya, a su vez, había dirigido misivas de una gran nobleza a los soberanos hititas; el visir Paser25 natural mente también, ya que había contribuido a los intercambios de puntos de vista preliminares a la redacción definitiva del tratado. En los archivos de la capital hitita, milagrosamente encontrados, figuraban entre otros la contribución epistolar del príncipe here dero egipcio, pero el nombre no era el mismo. Ya no se trataba de Amenhirjopshef, sino de Setherjepeshef. Algunos historiadores, sin duda apresuradamente, imaginaron que el primero había muerto. Pero ningún documento permite afirmarlo, tanto más por cuanto ese hijo mayor de Ramsés ya había cambiado una pri mera vez de nombre.26 De Amenhirunemef, tal como acompaña por primera vez a su padre a la guerra, el niño que estaba entonces bajo el aura protec tora de Amón, luego de la batalla de Qadesh se convierte en Amenhirjopshef: el que recibe de Amón su arma victoriosa. Después del tratado de paz por el cual las relaciones con Hatti acercaron el imperio de Ramsés a ese otro gran país que venera a Set, patrón de Hatti y de tantas de sus ciudades, pareció oportuno reempla zar el nombre del dios tebano por el de Set, el ancestro de la gens en el nombre del príncipe heredero. Este último estaba llamado a mantener numerosas relaciones con su «padre» hitita; por otra parte, el príncipe escribió sin tardanza al señor de Hatti, no sólo para felicitarlo, sino también para decirle que había mandado pre sentes a mi padre, con el enviado Parijanaua. Las cancillerías difundieron la noticia de este tratado de paz; se enviaron cartas oficiales a los Estados con los que Hatti y Egip to mantenían relaciones diplomáticas. El tema de Urhi-Teshub había sido motivo de ruptura con Babilonia, fiel a su pacto con los hititas. Y Hatusil también quiso advertir al rey de Babilonia Kadashman-Turgu de su nueva posición respecto de Egipto: A propósito del acuerdo con el rey de Egipto, tema sobre el que me ha escrito mi hermano, escribo a mi hermano esto: el rey de Egipto y yo hemos hecho alianza y nos hemos convertido en hermanos, por eso seremos los dos enemigos de un enemigo de cada uno de nosotros, y seremos amigos de un amigo de cada uno de nosotros.
El tratado de paz avanzaba, y la situación así creada condujo muy pronto a la reanudación de las relaciones entre Egipto y Ba bilonia: luego, Ramsés acogerá a una princesa babilonia en su ha rén y finalmente, Hatusil terminó por entenderse con Salmanasar I de Asiria.’ Pero fue necesario que pasaran los años para que el diferendo interno, siempre latente entre Ramsés y Hatusil respec to de Urhi-Teshub, se desvaneciera. La susceptibilidad del se gundo se había irritado con la actitud del primero, que no quiso aplicar una cláusula del tratado y entregar al tío el fugitivo impe nitente.
Retrato de la reina Tuya, encontrado en su tumba. (Tapón de vaso canopo, M useo de Luxor)
Jarra de vino proveniente de la tumba de Ramsés II, que lleva una inscripción que da la fecha 22.
Vestigios de la «denominación controlada» (en hierático) relativa al vino contenido en la jarra.
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X III
RAMSÉS EN LA MITAD DE SU VIDA
La muerte de la reina madre
Poco tiempo después de que se hubiera sellado la paz entre los dos países, Ramsés experimentó grandes inquietudes: su ma dre Mut-Tuya daba grandes signos de debilidad. Los sensatos pareceres de la viuda habían pesado siempre y felizmente, en el comportamiento de su hijo, y de forma reciente al establecer las condiciones del tratado. Se había opuesto con gran firmeza para suavizar los excesos de orgullo de su real hijo, y se había esforzado para que se retiraran ciertas cláusulas elabo radas por Ramsés, bastante hirientes y que podían hacer fracasar el entendimiento. Ella sola había sido capaz de obtener cambios en el texto propuesto. El esfuerzo por lograrlo había afectado su corazón. Las inquietudes, luego la emoción, y la inmensa alegría ante el acontecimiento producido después de tan larga espera, jalonada de pruebas, hicieron el resto. En el año 231 de su reinado, Usermaatre Setepenre iba a cum plir cuarenta y ocho años: estaba en el apogeo de su poderío. Aca baba de realizar un proyecto que deseaba desde el conflicto de Qadesh: la paz total para su país y el entendimiento esencial y halagador, frente a los vecinos, con el adversario más poderoso de la época. Sin embargo, ese Sol de Egipto, que doblega a los países extranje307
ros, el elegido de Re en la barca del sol, la estrella del cielo, el sol de los príncipes, la montaña de oro y electro, el grande en victorias, la imagen perfecta de Re, el toro potente, el pienso de Egipto... no era más que un hombre solo, hundido, un huérfano: acababa de perder a aquella por la que sentía tan profunda veneración, la gran dama Tuya, su madre.
En el Set-Neferu La sepultura de la reina madre había sido cavada y preparada desde hacía mucho tiempo en el Set-Neferu, que después de Champollion llamamos el Valle de las Reinas.2 Era la primera de una hilera de siringas situadas en el flanco occidental del wadi, donde serían inhumadas primero, hacia el sur, la reina madre y luego, hacia el norte, Nefertari seguida de las hijas de Ramsés que se convirtieron a su vez en Grandes Esposas reales (con excep ción de Henutauy, nacida de Nefertari), para terminar por la últi ma, casi desconocida pero muy querida por su abuela, Henutmire.3
La tumba de Tuya Era un modelo de equilibrio, de proporciones muy armonio sas. Tenía dos niveles subterráneos, accesibles cada uno por una escalera también tallada en la piedra caliza. La primera «bajada» conducía a una cámara rectangular, flanqueada por dos peque ñas piezas laterales. Luego, una segunda escalera, en el mismo eje que la primera, bordeada de dos banquetas hechas en la roca, llevaba a una vasta sala también rodeada por anchas banquetas talladas en la caliza de las cuatro paredes, hechas en la montaña en el momento de la excavación de la tumba. Las decoraciones, en gran parte, habían inspirado las de la última morada de Nefer tari, preparada poco después de la de Tuya. En el momento en que pude encontrar en el Valle de las Rei nas esta tumba «perdida», sus dependencias subterráneas esta ban casi totalmente colmadas por los vestigios de varias capas de sepulturas instaladas en la siringa, ya saqueada una primera vez antes del final del Imperio nuevo. Amontonadas unas sobre 308
otras, los estratos funerarios mezclados con cascotes y cenizas de las inhumaciones, quemadas antes de cada nueva utilización, re velaban ocupaciones «salvajes» hasta la época romana. Sin em bargo, en cuanto a las paredes, algunas pocas sombras de relieves eran los únicos testigos casi mudos del marco prestigioso prepa rado para la querida madre del rey. Pero interrogándolos con el encarnizamiento y la paciencia propios del arqueólogo, los pocos indicios que subsisten permi ten hacer revivir algo de esos esplendores olvidados. Cuando las piezas fueron totalmente vaciadas, capa tras capa, lo que duró varias temporadas de excavaciones, se pudo comprobar que esta tumba, como todas las otras sepulturas del Set-Neferu, estaba he cha en una muy mala piedra caliza. Esta particularidad obligó a los artistas a no esculpir, como en el caso del Valle de los Reyes, por ser las paredes muy quebradizas, sino a revestirlas con una capa de yeso fino, sobre el que modelaron la decoración antes de policromarla.4
El estado de la tumba Los violadores sucesivos de la tumba, que destruyeron el re vestimiento de las paredes para neutralizar con él la puerta mági ca, dejaron algunos pocos testimonios más resistentes que otros. Es así que en la primera sala, una pared conserva todavía las reli quias de una gran decoración donde domina la imagen de la cima tebana, la del dyebel, frente a la cual un inmenso signo de occidente, el Imentet, indica que se trata de la necrópolis, dominio de Osiris. Cinocéfalos adoradores del sol suben por los diferentes pliegues de la montaña, para venerar al astro del renacimiento hacia el que se elevan. En otra parte, se distinguen unas pocas siluetas de personajes divinos, pero sobre todo la imagen de la reina, en forma de una esfinge5 haciendo ofrenda de un ungüento. Uno de los descubri mientos más importantes de esta tumba está concretado en los nombres y títulos de la difunta, que en muy pocos lugares siguen siendo legibles en las paredes: Madre real Tuya. En ninguna parte se menciona la apelación Mwf-Tuya, que a Ramsés le había gusta do conferir a su madre durante su existencia terrestre, y en todas las paredes y techos de los mammisi. Se había esforzado sin cesar 309
por afirmar la naturaleza excepcional de su madre, lo que la habi litaba a recibir los favores de Amón para poner al mundo «por él» a su heredero terrestre. Había hecho aún más, ya que algunos monumentos la presentaban como salida de Mut, o asimilada a ella,6 paredra de Amón, por eso su nombre de Mut-Tuya, un muy hábil juego de palabras, ya que Mut también significa madre. Pero no se puede engañar al mundo divino en el que entran los difuntos. La dama Tuya, madre real, volvió a ser incuestiona blemente, para aquel al que nada puede ocultársele, simplemente Tuya. Este simple nombre, acompañado de sus títulos, también se mencionaba en todos los objetos hallados en la tumba. Cuando se retiró el inmenso montón de los depósitos de la ocupación de más de un milenio, el nivel antiguo contemporáneo del de Ramsés apareció a una altura de apenas 0,30 metros, don de se amontonaban, entre desperdicios de todo tipo, los restos quebrados del mobiliario funerario de la reina madre, los que ha bían sido abandonados por los primeros saqueadores. Así se po día reconstituir grosso modo la utilización de las diferentes cáma ras de la sepultura.
Antecámara, anexos En el primer nivel, la antecámara y el anexo de la izquierda debían de haber recibido, antes que nada, los vasos canopos des tinados a contener las visceras momificadas, y las estatuillas fu nerarias o shuabti7 que evocaban a la muerte como Osiris, confun dido con la fuerza de la inundación, contribuyendo de esta manera a trabajar después de su muerte por la fertilidad del país.8 Importantes fragmentos me permitieron reconstruir tres de los magníficos vasos canopos del más fino alabastro, con inscripcio nes en pasta azul lapislázuli, con el nombre de la M adre real Tuya. La suerte quiso que se conservara una de las cuatro cabezas-tapo nes, que representaba a la figura de la reina:9 es de una rara deli cadeza. Vista de frente, su aspecto de gracia y de extrema juven tud es impresionante. Pero, de perfil, se pueden comprobar los daños de la edad, traducidos sobre todo por cierto abotargamiento en la parte inferior del rostro. En cuanto a los shuabti subsistentes, a menudo rotos, en frita 310
e s m a lta d a azul claro, los más ritualmente simples, llevaban sólo
el nombre de Tuya; bajo sus pies cifras en tinta negra mostraban que habían sido numerados. Pareciera que la pequeña pieza de la derecha, en ese primer nivel, estaba más bien reservada a las grandes y elegantes jarras de vino. Se pudieron reunir importantes fragmentos, con su ape lación controlada, entre ellas la que proporcionó la fecha del año 22 del reinado de Ramsés.
l a cámara funeraria Esta sepultura fue dotada de un tesoro por lo menos tan rico (si no más) como el de Tutankhamón, repartido en el suelo de todas las piezas, y en las banquetas. El segundo nivel compren día, antes que nada, la cámara funeraria, adornada con cuatro pilares que recordaban los cuatro puntos cardinales, en el centro de los cuales estaba el gran sarcófago funerario de granito rosa que debía recibir la momia de la difunta con sus diferentes envol turas doradas y de oro puro. Bajo el sudario y a lo largo del en voltorio de bandas de lino, se habían deslizado una cantidad de joyas profilácticas, sin olvidar los dediles de oro, para las manos y los pies. De ese viático mágico nada subsiste, salvo los frag mentos del sarcófago, tallado en el más hermoso granito rosa de Asuán y cubierto de textos y de genios de la familia osiriana, in crustados y también pintados con los colores tradicionales, ama rillo, rojo, verde y azul. Alrededor, se habían colocado los objetos y el material más preciosos, necesarios para la última transformación de la difunta. Lo testimonian los fragmentos de recipientes de alabastro, con decoración en relieve, a veces floral, y a veces con los nombres de Setos, el difunto esposo, del hijo y la nuera preferida; Ramsés y Nefertari. Estos vasos y cubiletes habían contenido los ungüentos más refinados y los perfumes más reputados del país. Otros lle vaban escritos con tinta, en su panza, los nombres de los aceites que contenían. También había pequeñas «cucharillas para ma quillaje»; una de ellas, en alabastro, conservada intacta, había sido esculpida en forma de pato con el cuerpo vaciado. Un ha llazgo inesperado fue el de tres importantes fragmentos de un frasco para perfume de vidrio perfectamente transparente.10 Varios 311
vestigios más de frascos para perfume eran de vidrio opaco, for mado por varias capas superpuestas de pasta de diferentes colo res, obtenido con un trabajo de torno. Entre todas esas emocionantes reliquias rotas, pero tan evoca doras, figuraba un frasco fragmentario, cuya forma primitiva ha bía sido la de un corazón. En frita esmaltada azul turquesa oscu ro, de 5 centímetros de alto, tiene una inscripción que sirve para aclarar un problema imposible de resolver, a falta de prueba ab soluta, hasta el momento de este hallazgo: en color negro estaba escrito en el flanco Gran Esposa real Bintanat. A partir del año 22 23, esta hija de Ramsés e Isisnofret había sido investida de esta función que, hasta entonces, sólo se le reconocía hacia el año 38 del reinado. Y finalmente fragmentos de inmensas vasijas pan zudas, en fina terracota rosácea, de ancha abertura bordeada de un grueso burlete, constituían las reliquias últimas de los cofres de ropa blanca de la viuda. La última morada terrestre de Tuya, aunque espantosamente saqueada, desfigurada, usurpada y transformada durante unos diez siglos, había aportado con ínfimos vestigios varios testimo nios esenciales para la reconstrucción de la historia.
Opulencia de Egipto
Cuando las exequias de Tuya, hacia el año 23 de su reinado, Usermaatre Setepenre debía de tener cuarenta y ocho años. Ya tenía decenas de hijos; los más numerosos eran los que le habían dado sus reinas secundarias y concubinas. Algunos ya habían muerto, mientras que uno de los hijos de Nefertari, Pareherunemef, Mensajero del rey en Qadesh, debió de entrar también en el reino de Osiris alrededor del año 20. Poco tiempo después, Usermaatre fue a inspeccionar los traba jos del templo de Derr, en el país de Uauat, consagrado a Haractes. Pero esta fundación todavía no estaba totalmente decorada. Entre los años 23 y 26, faltan detalles sobre la existencia y las actividades de los miembros de la familia real; por el contrario, son numerosas las pruebas de la opulencia que se extendió por el
312
Templo dr Derr RiiiM s «Mr ri AiUO * W
país, sin hablar de las riquezas que se acumulaban especialmente en el templo de Amón en Tebas.11 Durante el reinado del gran faraón, los jefes más brillantes del tesoro de Su Majestad, afecta dos a la recolección de impuestos, pero también, como contrapar tida, a la distribución entre los innumerables funcionarios de una retribución justa, fueron Panehesi y luego Suty. Veamos, a título de ejemplo, una carta de Panehesi dirigida a Hori, sacerdote de Amón en Tebas, para informarle del estado de las rentas de su dios, en el único Delta del país,12 en 1256 antes de nuestra era: El escriba real y jefe del tesoro... en la región del norte, Panehesi, al sacerdote de Amón, en la ciudad del sur, Hori: «¡Salud! La presente carta te informa del estado de los dominios de Amón que están bajo mi responsabili dad en las tierras del norte... hasta los límites del Delta; en los tres brazos del río: el Gran Río (central), el río del oeste y las Aguas de Ávaris (o las Aguas de Re, en el extremo del Delta). Envío por ¡a presente las listas de cada hombre que trabaja allí, con mujeres e hijos... He establecido sus impuestos... en el año 24, el vigésimo primer día de la estación de verano, bajo la majestad del rey. Para informar al sacerdote Hori sobre cada hombre, en relación con su trabajo, a saber: Labradores: 8.760 hombres, que producen cada uno 200 sacos de cebada. Vaqueros: cada hombre se ocupa de 500 animales. Cabre ros: 13.080 hombres... Responsables de los animales de vluma: 22.430 hom bres que vigilan cada uno 34.230 aves. Pescadores:... su precio corresponde a 3 debens13 de plata anuales. Arrieros: 3.920 hombres que guardan cada uno (?) 2.870 animales. Cazadores de onagros: 13.227, que cazan cada uno (aproximadamente) 550 animales...». K. A. Kitchen calculó que las rentas correspondían a un millón y tres cuartos de sacos de cebada cada año, aproximadamente seis millones de bovinos, como de cabras; y millones de cabezas de caza de plumas en las marismas del Delta. También hay que agre gar once millones y cuarto de asnos y siete millones y cuarto de onagros que había que capturar. Comparándolos con otros datos, estas cifras parecen concordar con las posibilidades del país. No olvidemos que indican una parte de los recursos del templo de Amón, luego distribuidas diariamente al innumerable personal que dependía de él. Habría que agregar además lo que se extraía de las minas de oro, los recursos en electro natural, encontrado en cantidad en el país de Punt, pero que los químicos y metalúrgicos egipcios sabían elaborar, y muchos otros productos exóticos que el faraón donaba generosamente para el tesoro del templo, para 314
el o r n a m e n to de los objetos de culto, los chapados e incrusta c io n e s de las barcas sagradas, las puertas de los santuarios...
Dos hijos de Ramsés
Alrededor del año 25, el hijo mayor de Usermaatre Setepenre fue promovido a general de ejército, función que ocupó desde el año 25 al año 50 de su padre (entre 1254 y 1229 antes de nuestra era). Sin embargo, los anales no son pródigos al respecto. La mis ma discreción rodea al príncipe Meriatum, decimosexto hijo del rey, puesto al mundo por Nefertari. Una vez se habló de él, en el año 8, cuando acompañó al copero mayor del rey, Ramsés-Ashahebsed,14 en el curso de una expedición a las minas de turquesa del Sinaí. Acababa de ser nombrado Sumo Sacerdote de Re en Heliópolis, y ejerció ese cargo durante veinte años.
Cambio de virrey en Nubia
Cuando empezó el vigésimo sexto año del rey, fue nombrado un nuevo virrey de Nubia, para reemplazar a Hekanajt. Ramsés eligió a un tal Paser que le había recomendado su querido amigo Imeneininét, primo de este último. Por otra parte Paser había vi sitado en Uauat y en el país de Cush a su tío, el comandante de las tropas en Nubia, Pennesuttauy, y a su hijo y sucesor, Najtmin. Tenía excelentes informadores en ellos, lo que representaba para Ramsés una garantía importante. El nuevo «gobernador» debía ejercer sus funciones en Nubia hasta el año 38.
La muerte de la Gran Esposa real Nefertari
Ramsés debería pasar una nueva prueba. Después de la muerte de la reina madre Tuya, Usermaatre Setepenre estaba
profundamente afectado por la salud de la bella Nefertari. La rei na no dejaba de desmejorarse, sin que los sinus (médicos)15 más reputados, con una ciencia conocida más allá de las fronteras y que muchos extranjeros iban a consultar, pudieran descubrir su enfermedad y curarla. Ni el mismo médico jefe de la residencia de la reina, Kahai, hijo de Huy, cuyos hermanos figuraban tam bién entre los mejores especialistas del país, lograron salvar a la soberana. Nefertari-mery-Mut murió, muy probablemente, durante el vigésimo sexto año de reinado de Ramsés, que entonces tenía cin cuenta y un años. Los dos duelos, tan próximos a él, que habían afectado al faraón en el espacio de tres años, le recordaban muy cruelmente que, aunque era hijo del dios encarnado en la tierra, no por eso dejaba de ser un hombre de carne y hueso, un hombre que sufría en la espléndida soledad de un soberano, poderoso, dotado de una familia de número generoso. Muchas veces había vigilado el acondicionamiento de la siringa destinada a su ama da, por am or a la cual se levanta el sol16 delante de los promontorios de Meha e Ibchek, el día que la había entronizado como encarna ción de Sotis. Las lamentaciones fúnebres las dirigían las grandes lloronas, las hijas de la reina: Merietamun, Henutauy, Bakenmut y Nefertari II. Se supo que Nefertari iba a llegar al ámbito celestial de la estrella, y nada la reemplazaría jamás en la tierra. Durante la preparación de la momia, Ramsés se dejó crecer la barba en signo de gran duelo, al igual que los hijos de la reina: Setherjepeshef el mayor, Setmuia el octavo, Setos el noveno, Meryre el undécimo y Meriatum el decimosexto.
La tumba de la reina Reina y soberana, nadie podía dudarlo, Nefertari se presenta ba sola, sin asistencia, ante su destino, en compañía de las formas divinas encargadas de acogerla y juzgarla.
El estilo de la tumba La siringa de Nefertari tomaba la forma general de la de su suegra, la reina viuda, cerca de la cual reposaría. Al igual que esta 316
a. La reina jugando al senet su pasaje por las pruebas. b. Plano y corte de la tumba de Nefertari.
c.
El fénix del eterno retorno.
d. M omia de la reina durante las pruebas del «pasaje», protegida por Isis y Neftis.
última la tumba fue violada y el mobiliario funerario saqueado; la momia fue despedazada por los impíos en busca de oro y un güentos preciosos. A principios de siglo la misión italiana reen contró la tumba y los pocos vestigios rescatados de los descom bros se conservan en el Museo de Turín.17 Si el mobiliario funerario fue saqueado — como se esperaba— y si su contenido es difícil de imaginar en la actualidad, las pinturas de una ex traordinaria calidad que cubrían las paredes fueron preservadas, por uno de esos milagros propios de la gesta de Usermaatre, de quien Nefertari fue la bienamada. Constituye la más hermosa y la mejor conservada de las sepulturas del Valle de las Reinas, y pre senta en sus paredes las más excepcionales pinturas conocidas de esa época. Ramsés había querido que los despojos de su reina pudieran reposar en el otro universo, también dominado por las estrellas, mientras su «alma» entraba en su residencia celestial: la totalidad de los techos de la tumba recuerdan ese mundo del más allá, ese pasaje hacia la eternidad. En todas partes la soberana es acogida por elegantes formas divinas que rivalizan en nobleza con la re presentación de Nefertari. Sin embargo, sus imágenes, estáticas, y los colores nítidos, sin matices, utilizados para pintarlas, con trastan con la silueta casi carnal de la reina; en ese corto instante, la pintura decorativa se transforma en un arte realmente inde pendiente: las sombras aparecen sobre el cuerpo de la reina con las mejillas ligeramente maquilladas; la transparencia del lino plisado de las largas vestimentas blancas deja percibir un cuerpo modelado que estalla de juventud. Cuando, en el vestíbulo, se la ve mover los peones del juego del senet (= del pasaje), no vemos con quién juega porque lo hace con lo que constituye, en el «pur gatorio» que debe atravesar, las pruebas y los elementos nocivos contra los que debe luchar Nefertari — y ganar— para acceder a la felicidad.
La galería inclinada La profunda galería inclinada que da acceso a la cámara fune raria no sigue el eje de la antecámara, como en la tumba de Tuya, sino que toma una dirección oblicua. En las paredes de la galería, vemos a la hermosa reina haciendo ofrenda del vino de la ebrie318
a. La reina conducida por Horus, hijo de Isis. b. Nefertari presenta el vino del éxtasis divino, p aia Hathor, pasaje de la m uerte al amor. c. Transform ación por Isis y Neftis de N efertari-O siris en Nefertari-Sol.
Vista general de la cámara funeraria: en prim er plano, los sacerdotes encargados de los ritos, en el fondo dos de los cuatro pilares, adornados del dyed, que velaban sobre la momia y su equipam iento. ▼
c
dad divina, ante la forma femenina de Hathor que se apresta a acogerla en su seno y a hacerla renacer en la vida eterna. Hasta esta última transformación, Nefertari será asistida por Anu bis, con aspecto de perro negro, que es a la vez su guía por los meandros del mundo subterráneo, y también el aspecto de la di funta en mutación.
La sepultura El segundo nivel (inferior) de la tumba lo constituye la gran sala con cuatro pilares, entre los cuales bajaron el gran ataúd de granito rosa. Al entrar en esa sala, la primera decoración visible, en las caras de los dos primeros pilares, representaba a dos ofi ciantes reales en traje sacerdotal, pero con el mechón de pelo al costado propio de los príncipes, y revestidos con piel de guepar do. Están listos para acoger a la momia. Sin duda, representaban ese papel los dos hijos mayores de Nefertari, todavía vivos en esa época: Setherjepeshef, el príncipe heredero, y Meriatum, el Sumo Sacerdote de Re en Heliópolis. Una vez cerradas sobre la momia las tapas sucesivas de los sarcófagos, y colocado en su lugar la del ataúd de granito, la suer te de la difunta quedaba confiada a los cuatro inmensos signos Dyed, que decoraban totalmente la cara interior de los pilares, los más cercanos al sarcófago. Subiendo la escalera, los oficiantes lie- / garon al primer rellano, y se dirigieron hacia la única pieza lateral de ese nivel, introducida por dos representaciones de Nefertari con la forma de Osiris, con las carnes verdes por los granos de la germinación, pintadas a cada lado del pasaje. Era un Osiris muy especial, en el que se podía descubrir la personalidad velada de la reina en mutación, gracias a la presencia del gran cinturón rojo, de lino encañonado, que adorna todos sus vestidos. Luego los oficiantes pasaron por el ancho vestíbulo donde volvían a apare cer las imágenes de la soberana, vestida con sus más bellos ata víos, «tomada a su cargo» por las formas divinas y, dirigiéndose hacia la sala de su renacimiento, fueron guiados por las estrellas de cinco puntas del techo.
320
Regreso hacia la luz Esta pieza evoca la última etapa del periplo que debía reco r r e r Nefertari antes de transformarse del estado de Osiris al del sol. Las bandas de lino que envolvían su momia son presentadas a Ptah, señor de los jubileos y de las reapariciones. Luego hace sacrificio a Tot con cabeza de ibis, presentándole la tablilla del e s crib a , para obtener el dominio de los textos sagrados, mientras que en la misma tablilla la imagen de la rana Hekat le asegurará la perpetua reaparición. Luego, Nefertari ganará el poder sobre los siete años de «va cas gordas»,18los siete años de generosa inundación, regularmen te renovada y representados en una pared: participará así, como benefactora, en la existencia del país. Finalmente, como conclu sión, una extraordinaria imagen simbólica la representa, momiforme y munida de la cabeza verde del carnero, dominada por un espléndido disco rojo, símbolo del sol muerto en renovación.19 Esta alegoría evoca a la vez a Osiris-Sol en letargo, y al futuro sol dispuesto a reconstituirse. Es la traducción pictográfica de la cé lebre frase del capítulo 17 del Libro de los Muertos: En cuanto a Osiris, es ayer, en cuanto a Re, es mañana. Última etapa de Nefertari en el mundo transitorio de la muer te, ya está pronta para manifestarse en la fuerza solar, al alba de su eternidad.
Aparece Isisnofret
Coincidencia, o fenómeno intencionalmente expresado, entre los años 24 y 30 aparecen, en el Alto Egipto — y según nuestro conocimiento, por primera vez— , la imagen y la mención de Isis nofret, acompañada por los miembros más cercanos de su fami lia. En una pared de granito de la región de Asuán, una estela rupestre presenta a Ramsés delante de Jnum, señor de la Catara ta, acompañado de Isisnofret, que hasta ese momento pertenecía al mundo de las sombras, y de Jaemuese, luego de Bintanat, su hija mayor, del general Ramsés, su hijo mayor y, en la lista de los príncipes, segundo hijo de Usermaatre, y por último del decimo321
tercer hijo y finalmente su sucesor, Mineptah.20 Tal vez, antes de esa época, ocupa un lugar de primer plano en la decoración ofi cial de los palacios y templos de Menfis y de Pi-Rameses, lejos de Tebas, pero todavía no ha aparecido ningún vestigio en las rui nas, muy removidas, de la prestigiosa capital. Aunque pareciera que a partir de la desaparición de Nefertari se levantó el tabú. Un poco más tarde, volverá a encontrarse otro grupo familiar alrededor del rey y de Isisnofret: así es cómo, en el Dyebel Silsila, se ve representado al faraón haciendo la ofrenda de Maat a Ptah. Delante de él, el sacerdote-seíem Jaemuese. El rey está seguido por Isisnofret y por Bintanat. En el registro inferior, figuran el Escriba real y el general Ramsés, y el decimotercer hijo Mineptah.21 Estas representaciones, sin embargo, son raras y epi sódicas. Pero los hijos de Isisnofret le serán fieles, principalmente Jaemuese que le levantará monumentos y exvotos. En Saqqara y cerca del Serapeo, los fragmentos arquitectónicos encontrados22 últimamente permiten suponer que el Sumo Sacerdote de Ptah, Jaemuese, debió dedicar un monumento a su venerada madre Isisnofret.
Un enigma por resolver La reina ausente reaparecía, pues, a partir de la muerte de Ne fertari, pero no después de la muerte del hijo mayor de ésta. ¿Por qué se la dejó de lado? Es difícil admitir que una rivalidad, tal vez muy comprensible, entre las dos Grandes Esposas reales haya podido influenciar hasta ese punto a Ramsés, para quien cada una de las opciones públicas, cada uno de sus monumentos, tenía un valor esencial de mensaje. A falta de una mejor comprensión, en todo caso parece seguro la importancia dada desde el comienzo a Nefertari, que le había dado su primer hijo, y no a ese primer hijo, en esa época todavía presunto heredero. Por otra parte, en los títulos otorgados a sus primeros hijos, persiste cierta imprecisión que no permite discer nir cuál debe ser considerado como heredero presunto. Pero hay algo cierto, Ramsés, contrariamente a su padre Setos, aparente mente nunca designó corregente. Y también pareciera que no se aplicaron disposiciones análo gas para el segundo dúo de Grandes Esposas reales, ambas, es 322
verdad, hijas de Usermaatre Setepenre, Bintanat y Merietamun: así es como se las encuentra representadas en estricto paralelo en los dos colosos del rey provenientes del templo de Heracleópolis 23 Si en esa época Isisnofret todavía estaba viva se había con vertido en la reina madre.
Un nuevo Sumo Sacerdote de Amón
En el curso de los años, el brillante visir Paser había acumula do tareas cada vez más absorbentes, entre su lujosa residencia de Pi-Rameses y sus despachos de Tebas, aunque no por eso aban donó la responsabilidad de las necrópolis reales de la orilla iz quierda y de sus famosos artesanos. Entre otros, había asumido el culto particular de los colosos reales, imágenes divinas del fa raón. f Aliviar de esas tareas demasiado pesadas a tan fiel servidor, mayor que él y de constitución menos fuerte, se había convertido en la mayor preocupación de Usermaatre, que ya tenía cincuenta y dos años. La desaparición del Sumo Sacerdote de Amón, el Pri mer Profeta Unennefer, padre de Imeneminet, permitió proponer |- el pontificado al mejor de los visires. Antes de dejar sus funcio nes, en el año 27 del reinado, Paser volvió a visitar a todo el equi po de obreros de las necrópolis reales, sobre el que siempre había - velado.24 Participó en la última Hermosa fiesta del Valle (la fiesta para el despertar de los muertos) que celebraban bajo su autori dad, el segundo mes del verano. Acompañó con devoción a la barca divina durante la procesión, que en su recorrido entró en el Rameseo, y fue depositada en la sala hipóstila. Allí fue recibida por Ramsés, encargado de incensar la nave sagrada de Amón, la Userhat, cuando llegaba para su estadía en el templo jubilar.25 Luego Paser fue al camino que, desde la llanura occidental, al pie del dyebel, conducía a través de un wadi seco hacia al de la Gran Pradera. En la unión con un wadi secundario, el Valle de los Monos (Gabbanat el-Gonsud), llamado todavía Valle del Oeste, eli gió, en el flanco de la montaña de caliza, una roca con una su perficie que recordaba el marfil viejo pulido, que bordeaba el ca mino, e hizo grabar dos cuadros en forma de grafitos, con los que 323
_ En una roca de Asuán: Ramsés, Isisnofret, Jaem uese. El general Ramsés, la princesa Bintanat y el príncipe Mineptah rinden hom enaje a Jonsu, señor de la Catarata.
Gruta del Dyebel Silsila. Ram sés ofrece M aat a Ptah. Está precedido por Jaemuese, seguido de la Gran Esposa real Isisnofret y de la princesa Bintanat; en el registro inferior, el general Ram sés y Mineptah.
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En el curso de la «Hermosa Fiesta del Valle», Ramsés inciensa la barca de Amón seguido por el visir Paser.
a. Paser invoca a H athor de Occidente, que acoge a Ramsés. b. Paser invoca a H athor de Tebas (Sotis), que devuelve la vida a Ramsés. (Grafitos:Tebas oeste)
quería confirmar la protección post mortem acordada a su señor para su morada eterna, sobre la cual no había dejado de trabajar. En una parte, su plegaria por Ramsés se dirigía a la vaca sagrada, símbolo de Hathor, patrona de la necrópolis, la gran madre que recibía al desencamado en su seno, asimilado a la tumba cavada en la montaña, y preparaba de esa manera el nuevo sol que vuel ve a formarse en ella. Bajo este aspecto hathórico la cabeza de la vaca está dominada por dos plumas de avestruz con la punta doblada, enmarcando al sol. En la otra parte, Paser, siempre arro dillado y rezando, se dirige al mismo animal, pero simbolizando a la diosa a punto de poner al mundo a Ramsés-Sol, renaciendo en el horizonte de Tebas. El bóvido tiene entonces, en su cabeza, las plumas rectas y los altos cuernos de Sotis.26
Asuntos internos: Ramsés hace aplicar el Maat
Para suceder al irremplazable Paser que, con él, había forma do su reino, Usermaatre Setepenre llamó a Kahai, entronizado visir del sur y del norte. Fue el comienzo de la época en que la paz más allá de las fronteras y la opulencia consolidada en el país dejaron el campo libre para ciertas codicias detectadas en el com portamiento de algunos altos funcionarios, encargados de los bienes acumulados en los templos y en los almacenes reales. En el curso de los años 28-29 del reino, estalló un verdadero escánda lo27 en la región occidental de Tebas, denunciado por el muy es crupuloso escriba Hatiay. Éste había observado con paciencia el manejo de la esposa de un personaje bastante importante, que sin ninguna razón válida iba a las reservas de un almacén real de la orilla izquierda, para hacer «extracciones». El honesto Hatiay decidió plantear una queja ante el tribunal: «¿Por qué — precisó— visita tan a menudo el almacén del faraón, sin que los controladores sean advertidos?». El tribunal realizó una investigación preliminar, y se vio que la dama era, en efecto, la esposa de un opulento responsable de los almacenes donde se guardaban los bienes de varios templos jubilares (Palacios de Millones de años) de la orilla izquierda. Se sospechó, y luego se descubrió, que ese notable no había resistido 325
la tentación de retirar regularmente «muestras», seleccionadas en ese maná a su cargo. Al tener toda la confianza del visir, había sido promovido a inspector de rebaños en el norte del Delta, don de la calidad del ganado era muy apreciada, en razón de la rique za de los pastos. La fuente de beneficios era demasiado buena para desaparecer con la salida de su antiguo responsable: la mu jer y la hija continuaron con las extracciones... en nombre del que ya no ejercía la responsabilidad del puesto. El faraón, siempre deseoso de ejercer una fuerte vigilancia en todo su territorio, fue alertado en seguida: no era cuestión de ocultarle semejante acción. El asunto se trató muy seriamente, porque si no se reaccionaba rápido y con el mayor rigor ante tales acontecimientos, surgirían otros casos que desestabilizarían el or den del país,29 Maat, el equilibrio del que era garante y ^ o r el que sin cesar debía hacer ofrendas al Creador. Por lo tanto, encargó nada menos que al príncipe heredero, Amenhirjopshef converti do en Setherjepeshef, rodeado de grandes dignatarios, que presi diera la Gran Corte de justicia ante la que fue convocada la poco escrupulosa señora. Entonces empezó el proceso: «Danos la razón por la cual has abierto dos salas del almacén del dominio real, sin que fuera advertido el controlador». Entonces ella contestó: «Los lugares en los que entré estaban controlados por mi marido». Los jueces entonces le replicaron: «Tu marido estaba en el lugar para su administración. Ahora ya no tiene esa función, ha sido nom brado en otro puesto: la inspección del ganado en el norte del país. Has cometido un delito». Y así se arregló el problema. La investigación luego reveló que los robos cometidos por las dos mujeres, pero también por el hombre antes de su cambio de puesto, eran considerables: 20.000 celemines de cereales, cuadrú pedos entre ellos 30 toros y 10 cabras y luego 30 aves; 30 carros con su equipo, 1.300 trozos de mineral de cobre, 424 vestimentas de lino, 440 sandalias de cuero, jarras de vino diferentes (entre las que debían figurar las elegantes botellas de vino de Chipre). A esos latrocinios se agregaron otros, reprochados al nuevo controlador de los rebaños del Delta, cuando fue llamado a su vez ante el tribunal: «Ve, el mismo faraón envió a un oficial de transporte y dos hombres para detener a tu mujer y a tu hija. Fueron llevadas por un jefe de la Gran 326
Caballeriza de Ramsés [antes del] jubileo, para seguir los términos del do presentado al faraón. Así ve que tu mujer ha abierto los almacenes del templo del difunto (el primer) Tutmosis. Ha robado 200 debenes de cobre, 300 rollos de lana? 5 jarras de vino de granada, 10 frascos de cobre, 4 "picos" de cobre y 3 calderos (también) de cobre, (y) los ha depositado en cum ento
tu almacén. (En consecuencia) ha sido detenida y nunca conocerá la libertad...» La mala fe y el cinismo eran naturales en el hombre; pero en presencia de esos indiscutibles latrocinios, contestó con altanería, en un verdadero contraataque digno de figurar en los anales de los procesos actuales. No dudó en jurar ante los asesores y ju rados, cuestionando a los mismos guardias, reprochándoles los hurtos de los que él era acusado. Luego proclamó bien alto su inocencia: Jurando por el Señor, ante los magistrados, y diciendo: «Si se encuentra cualquier cosa en los almacenes de mi padre (durante la preparación de) la fiesta,30 pagaré el doble. Si se prueba que lo que falta está en mi poder, ¿se traerán esas sustracciones hoy mismo a las cuatro grandes salas (de justi cia)? Pero son los guardias de los bienes del faraón, tanto unos como otros, los que se han apoderado de esos bienes. Hablaré de esto ante el faraón —mi buen señor— cuando haga su aparición en la fiesta del jubileo, porque el año pasado ya me acusaron». (Y entonces) los jueces tomaron en cuenta su declaración y empezaron a interrogar a los guardias por su lado. Por desgracia no se conservó la continuación de los aconteci mientos. Pero es probable que el proceso fuera expeditivo, ya que el faraón se ocupaba él mismo de reprimir con fuerza y sin demo ra31 la quiebra del buen funcionamiento de una de las institucio nes fundamentales de su país. Por cierto, se produjeron numero sos arrestos, porque no se puede hacer desaparecer, sin testigos ni cómplices, una enorme cantidad de sacos de cereal, 1.300 blo ques de mineral de cobre, toros, etc. El número de arrestos, y la gravedad de las penas, no se limitaron simplemente a los tres miembros de la familia en cuestión.
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Asuntos extranjeros: el comienzo de una amistad
La Alianza con Hatti, sin ninguna duda, procuró a Egipto una estabilidad interior y una seguridad notable en sus relaciones con los países extranjeros: lo que Ramsés se dedicó a mantener con rigor y vigilancia. Se había comprendido que atacar a Egipto se ría, al mismo tiempo, provocar la reacción de Hatti, preocupado por hacer honor al tratado y a la palabra dada. ¿Existía una armo nía tan idílica entre los dos grandes? Por cierto, menos de lo que se suponía al firmar los acuerdos. En principio los intercambios entre Egipto y Hatti empezaron a manifestarse en el plano co mercial; luego, gracias a estos últimos contactos, los hititas no dejaron de recurrir a la ciencia de los egipcios, en los campos en los que sus investigaciones no igualaban a las de ellos. Los prime ros en brillar en el país de Hatti fueron los farmacéuticos de las orillas del Nilo con múltiples plantas medicinales. Ninguna tierra podía igualar una producción de lino tan transparente como los maravillosos tejidos egipcios. Ningún orfebre era tan hábil en la creación de joyas tan armoniosas y elegantes como los egipcios. Por contrapartida, Egipto poseía pobres minas de hierro, mien tras que la provincia de Kizwatna de donde era originaria la reina Pudujepa, disponía de una industria muy rica. Ese metal le era indispensable al faraón para modernizar sus tropas que, como prevención, debía equipar con sólidas espadas, cascos y armadu ras (de torso) capaces de enfrentarse a esos pueblos — los futuros invasores del mar— de los que, por el momento, lo defendían los hititas. También era necesario que Asiría siguiera segura de la gran fuerza del faraón. En lo que concierne a la actitud de los dos antiguos antagonis tas, los documentos que subsisten hasta hoy hacen suponer que Usermaatre Setepenre no pudo desprenderse de la arrogancia con que a menudo había tratado a los pequeños Estados de Oriente Próximo. Tuvo que darse cuenta de que su nuevo ad versario estaba hecho de la madera de un noble sabio, y que era en vano jugar al más fuerte. Para calmar su arraigado orgullo, ya no tenía a su lado el freno salvador constantemente accionado por la reina madre, ni la dulce presencia de Nefertari que tan bien sabía calmar sus arrebatos. El papel de Hatusil — como el de Pu dujepa— fue saber abordar al exaltado faraón, y mostrarle, a ve-
ces con mucha firmeza, la eficacia de la justa medida que debía observar en sus relaciones. El tono de algunas misivas, encontradas en la corresponden cia intercambiada por los soberanos, deja entrever precisiones que emanaban de Hatusil, a las que el egipcio respondía con al gunos halagos y una profesión de fe,32 para enmascarar sus pasos en falso, visiblemente temeroso de perturbar el buen entendi miento; éste es un ejemplo que da el mismo Ramsés: Acabo de enterarme de lo que mi padre me escribe de esta manera. «¿Por qué me escribes, tú, mi hermano, como si no fuera más que uno de tus súbditos?». Me ofendes, hermano mío, cuando escribes «como si no fuera más que uno de tus súbditos». Veamos, has hecho grandes cosas en todas las tierras: eres, con seguridad, el gran rey de las tierras de Hatti. El dios del sol y el dios de la tempestad te han otorgado el sentarte (en el trono) de tu abuelo. ¿Por qué te escribiría como a un súbdito? Recuerda que soy tu herma no, tú deberías hablar con palabras calurosas. Así «puedes sentirte bien cada día». Pero, en lugar de eso, pronuncias palabras insensatas que no son dignas de un mensaje.33 De toda su correspondencia surge la gran diferencia de ca racteres entre los dos soberanos: el sabio, paciente, pacífico Hatu sil, y el arrebatado, tumultuoso, pero también místico y hábil, Ramsés. Sin embargo, con el tiempo y la experiencia común, sa brán dar la imagen del entendimiento y la paz.
XIV
JUBILEOS Y PRODIGIOS
El primer jubileo del año 30
En el año 29 de reinado, todo Egipto se preparaba para rendir homenaje al faraón, que iba a cumplir cincuenta y seis años. Su Majestad no mostraba todavía ningún signo que abogara en fa vor de la recuperación de sus fuerzas físicas, pero era imperativo celebrar la gran fiesta-sed en ocasión del trigésimo año de reina do. No todos los faraones llegaban a él y algunos, en razón de circunstancias todavía no aclaradas, vivieron antes de ese térmi no esas muy antiguas festividades. Los ritos de la lejana prehisto ria, indispensables para revigorizar al viejo jefe debilitado por los años, se enriquecieron muy pronto con otros móviles. Es verdad que las fiestas del día de Año Nuevo contribuían cada año a man tener en el faraón la herencia del influjo divino, que afirmaba el potencial de su poder real. Cuando llegó el momento de la gran fiesta de los treinta años, repetida luego cada tres años, el faraón debía pasar, durante las pruebas, por el estadio de la incorporación total con el dueño de la vida (Osiris), para reinar en el trono de los vivos.1Al igual que para todas las ceremonias vinculadas a ceremonias secretas, los documentos que podrían hacerlas comprender constituyen alu siones difíciles de interpretar. Hasta hoy, la reconstitución de la fiesta sigue siendo imposible. Debemos limitamos al análisis de 331
algunas representaciones que han transgredido el mutismo de los sacerdotes, y a partir de las cuales sólo se percibe un pálido reflejo de los acontecimientos. Una de las pocas y mejores alusio nes a esas festividades y misterios se conserva en una pared en tera de la tumba de Jeruef, contemporáneo de Amenhotep IIP (XVIII dinastía). Más tarde, de la época de Osorcón II (XXII dinas tía), en el siglo ix antes de nuestra era, el templo de Bubastis3 aportó ciertas ilustraciones que evocan escenas análogas a las re presentadas en la tumba de Jeruef. Esto permite imaginar algu nas etapas esenciales del rito mantenido durante cinco siglos, hasta el momento de la fiesta-sed de Ramsés. Para esta ceremonia, Usermaatre Setepenre hizo construir en Pi-Rameses una inmensa sala decorada con fasto. Muy probable mente, los relieves que adornaban las paredes de las capillas de alrededor debían de hacer alusión al aspecto general de los miste rios; todavía no se los ha encontrado. En todo caso, se sabe que las ceremonias y festividades se preparaban con un año de ade lanto, y duraban todo un ciclo del Nilo. Este jubileo (fiesta-sed) debía ser oficialmente «proclamado» por las más importantes au toridades sacerdotales del país, relacionadas con ese ritual en es pecial, y por el jefe del gobierno. Fueron pues los príncipes Jaemuese, Sumo Sacerdote de Ptah, señor de los jubileos, y Kahai, el nuevo visir, los que anunciaron el acontecimiento. Abarcaba todo el país y si bien las ceremonias religiosas esenciales para User maatre se desarrollaron en Pi-Rameses y luego en Menfis, tam bién fueron celebradas hasta en Nubia, en los templos de Abu Simbel y de Aksha. «La utilización del milagro», que tan bien sabía utilizar, y que jalona la existencia de Ramsés, volvió a aparecer en ocasión de ese aniversario de los treinta años de reinado: fue un providen cial «año de vacas gordas».4 Asi, un escriba ponía en sus notas: Gran inundación para el primer jubileo de Ramsés Meriamón, que aporta el codo (es decir, la decimosexta). Ningún dique puede resistirla: (¡as orillas que retroceden hasta el) dyebel desbordan de peces y caza.
Escenas entrevistas en Pi-Rameses Se ve, en líneas generales, hasta qué punto Hathor, la gran señora, por el seno de la cual deben pasar todos los candidatos a 332
la renovación, representa un papel esencial con Ramsés, al igual üue con su esposa oficial. Muerta Nefertari, debe plantearse una pregunta. ¿Isisnofret, madre de Jaemuese, que ordena el jubileo, fue llamada a representar al lado del rey el papel de Hathor, y B in ta n a t el de Sotis? ¿O bien las segundas Grandes Esposas rea les B in ta n a t y Merietamun, representaron las dos diosas que en marcan a Su Majestad, en su trono, al comienzo de las festivi dades? Ramsés apareció en la puerta de su palacio, y entre su brillan te escolta de dignatarios figuraban también los miembros de la tripulación de la barca, porque una parte de las ceremonias debía desarrollarse en el lago de la residencia, principalmente durante la noche. Desde el comienzo se distribuyeron recompensas carga das de significación simbólica: figuras de patos y peces en oro y en plata, al igual que pañuelos verdes. Cada uno, ocupando su lugar ritual, fue alimentado con el desayuno del rey; algunos ha bían sido designados para remolcar las barcas, día y noche, lleva das de esta manera al pie de los escalones del trono. Llegó enton ces el momento de las libaciones servidas en el palio real, para que el soberano continúe viviendo, hechas por las hijas de los mentiu, probablemente hijas de los príncipes beduinos o asiáticos; soste nían en sus manos vasos de oro y aguamaniles de electro. Bailarines y músicos ejecutaron luego un concierto ritmado, acompañado con especie de pantomimas acrobáticas y bailadas. Se elevaron los cantos en ese día que debe ser exaltado, y los músicos entonaron el himno a Hathor: Ven, habrá para ti júbilo en el crepúsculo y música por la noche. Oh, Hathor, estás exaltada en la cabellera de Re5 porque el cielo te ha dado la profunda noche y las estrellas. ¡Grande es Su Majestad cuando ella está calma! Adoración a la Dorada cuando brilla en el cielo... ¡Oh, Majestad, ven! Ven y protege al rey... Manténlo en salud en el lado izquierdo del cielo. Para que sea feliz, próspero y con buena salud en el horizonte. Cuando el rey, acompañado de la reina, salió del palacio, lle vaba el traje corto del jubileo, que dejaba al aire las rodillas. Des pués de la ceremonia de amarrar la barca de la noche, el soberano participó en la procesión por el agua, verdadera navegación ri tual. Entonces entraron las princesas de la familia real, eran las hijas reales amadas por él, que tocaban sistros con las cantantes de
El faraón con traje jubilar, flanqueado por Hathor y la reina en Sotis.
El rey y la reina saliendo del palacio para ir a las cerem onias jubilares. En el registro inferior: libaciones hechas por las mentiu (hijas de los príncipes extranjeros)
Partida de la pareja real en la barca de la noche. En
el re e is tro inferior: d an zas ritu ales d e las m nipres Hp Ins n asis
A.món. Agrupadas como las hijas de los mentiu, los sistros que te nían en la mano estaban dominados por la imagen de una puerta de templo, que simbolizaba mejor que un discurso la salida des pués de los ritos, es decir, el pasaje hacia un estado nuevo.6 Todos los oficiantes acompañaron a la pareja real cuando su bió a la barca de la noche. Esto debía constituir el comienzo del viaje simbólico, una procesión náutica que debía efectuarse si multáneamente con la llegada del Gran Nilo: la inundación (Hapi-aa). Los genios del jubileo fueron transportados en la embarca ción. Al alba, la apertura de su boca7 se hizo en la barca solar, acompañada de ofrendas de ganado grande y pequeño.
El rito esencial en Menfis Parece que uno de los capítulos finales de todo el misterio de la gran fiesta jubilar consistía, para el faraón, en la erección del pilar-dyed, emblema por excelencia de Osiris en el momento de su resurrección. La escena debía de desarrollarse al sur de Guiza, en la Shetyt (o Shetayt) del dios Sokar,8 Ramsés, seguido de la Gran Esposa real y de las princesas, del misterioso sacerdote-sefem y del jefe de la casa de los artesanos, iba a proceder él mismo, al alba, a la erección del pilar-dyed: ese pilar representaba el ka (ar dores genésicos latentes); también las princesas iban a presentar le objetos sagrados adecuados para la renovación por la acción de la bella Hathor:9 A ti, Ka, (he aquí) el sistro (sonoro) para tu cara suave, y el collarmenat, luego el sistro-puerta cuando te levantas, o pilar-dyed augusto, Osiris-Sokar, señor de Shetyt, pilar-dyed de Osiris, el grande, que reside en Shetyt. El canto del coro masculino tenía el fin de ritmar los pasos rituales de los bailarines, mientras que Ramsés, llevando en las manos las cuerdas atadas al gran pilar-dyed, levantaba lentamen te el emblema del ciclo cumplido en los cuatro puntos cardinales del mundo organizado. Entonces las dobles puertas del mundo sub terráneo estaban abiertas para Osiris-Sokar. Las voces volvían a elevarse:
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El faraón
diri};«.* dl Osiii»-»/yrti.
La pareja real rrcilxr <■!
h o m tfS *
d e la copa rltui1
Mientras Re es rejuvenecido en el cielo, Atum aparece en gloria cuando te saluda, has sido reunido con el mundo, como el disco solar en el cielo. Esta imagen del augusto pilar-dyed, ese Ka que está en la Casa de Sokar, también era Ptah-Sokar, que se confunde con el faraón con la virilidad renovada: el envejecimiento de las tinieblas era expulsado y reemplazado por la radiante luz. Hombres armados con grandes tallos de papiro — los de los ritos arcaicos de las ciu dades de Dep y de Pe— cuando se irguiera el pilar simbólico, debían cruzar sus armas con las ciénagas, simulando así la lucha de las fuerzas enfrentadas. Debían golpear fuerte, pero en defini tiva se restablecía el orden, y se declaraba: Horus apareciendo de verdad ha dominado. Entonces los padres divinos debían volver a recibir alimentos en sus barcas, aunque una última práctica, durante la ceremonia de erección del dyed, era evocada con el desfile de ganado grande y de recua de asnos, conducido por un oficial que daba la vuelta cuatro veces alrededor de las murallas de la Shetyt donde residía el emblema. El pilar-dyed, munido ahora de sus ojos colocados en la cima de las cuatro plataformas que dominan su fuste, estaba coronado por el sol y por las plumas osirianas: debía permanecer siempre en la casa de Sokar, garante del éxito de la ceremonia, y ser conti nuamente honrado con ofrendas y cuidados, hasta el jubileo si guiente: Oh Osiris, en la casa de Sokar... Oh Unennefer, hijo de Nut, el que se despierta no herido en su casa del mundo subterráneo.
El rey y las «madres primordiales» La última oferta simbólica probablemente presentada a la pa reja real terminaba las ceremonias en Pi-Rameses. Este último ri tual también pudo ser cumplido por Jaemuese para su padre en el gran templo de Ptah en Menfis, que tenía también un gran edi ficio jubilar, y cuya sala hipóstila era la réplica de la del templo de Millones de años en el Rameseo. Para esta última ceremonia, User337
maatre Setepenre estaba sentado al lado de la Gran Esposa real bajo el doble palio del renacimiento, con columnas adornadas con tres capiteles florales. El papiro y el falso «lis» aludían al me dio acuático en el que el germen divino, rodeado de las dos «ma dres primordiales»,10 se reconstituía; luego del «lis» brotaban los lotos, dando nacimiento a la vida.11 Se rendía homenaje al soberano con objetos simbólicos de or febrería, cuyo elemento esencial era una copa en forma de cáliz que recordaba a un loto abierto, y las asas laterales estaban cince ladas como cabezas de cabra. En la punta del objeto, había una escena inesperada y bucólica en el centro de la cual una minúscu la imagen de Ramsés se destacaba delante de una mata de «lis» y de papiros. Con una mano, Usermaatre apoyaba en su pecho tres tallos de papiro; con la otra, sostenía delante de él tres tallos de «lis». En esta composición tan original, debe verse una muy poé tica alusión a la cuenca que contenía las aguas primordiales. La decoración que la domina es, en realidad, la de la escena grabada en el interior, que muestra el renacimiento del niño solar real en su nueva vida terrestre, una vez cumplidos los ritos jubilares. Todo ese misterio, donde el medio acuático es ampliamente evocado por la barca de la noche, recuerda la omnipresencia de Hathor, matriz universal, y su papel esencial en el curso del jubi leo. Toda la población de Egipto estaba asociada al desarrollo de algunos capítulos públicos de la ceremonia, mientras que en el recinto de la capital Pi-Rameses, las representaciones de los paí ses vasallos aliados, entre ellos las hijas de los mentiu y de las provincias — entre las que había hasta bailarinas de oasis— , acompañaban el desarrollo de los misterios.
El nuevo vigor del faraón
La juventud reforzada que volvía a circular provisionalmente por las venas de Ramsés, iba a estimular la prodigiosa aventura de su vida. En ese momento la paz reinaba en el Oriente Próximo; la alianza entre los dos grandes países se confirmaba como muy positiva, pero Ramsés tendía aún más alto, y se había puesto a soñar con una unión que podía acercarlo a la familia real hitita, y 338
reforzar aún más la imagen de su poderío. Sin embargo, la here dera de Hatusil y de Pudujepa no podía ser comparada con las pequeñas princesas de Oriente Próximo, demasiado halagadas por entrar en el harén del faraón, como prenda de sumisión. El soberbio y noble Hatusil nunca propuso tal acuerdo al faraón. Usermaatre también estaba regularmente al corriente del avance de los trabajos de acondicionamiento subterráneo que ha bía ordenado reanudar, al menos a partir del decimonoveno año de su reinado, en el Valle de los Reyes. Había decidido hacer ex cavar inmensos departamentos subterráneos, especie de tumbacenotafio dedicado, con sus múltiples celdas, a los innumerables hijos y nietos que ya tenía, justo delante de su siringa. En el fondo de la primera gran galería central, había hecho esculpir en la pa red una estatua de Osiris, señor de esos lugares,12 de pie. Quería que hiciera pareja con una silueta análoga, al fondo de su propia sepultura, en una de las salas secretas que flanqueaban la Cámara del Oro, donde su hermoso sarcófago de alabastro esperaba a su momia. Como de costumbre, deseaba que se le comunicaran todos los detalles concernientes a las actividades de su país, aun los que se referían a la remuneración de los obreros y artesanos que trabaja ban en las necrópolis reales. Es así que recibió, alrededor de su año jubilar (año 30 o 31), un mensaje de su jefe del Tesoro, Suty, escriba real, que le informaba por intermedio del visir Kahai de la calidad y volumen del alimento entregado a los obreros de la tum ba, para todo el año.13
Meha víctima de una sacudida sísmica
Hacia el año 31, se advirtió a Su Majestad que se habían pro ducido sacudidas sísmicas en la región tebana. Poco después, el visir Kahai y luego el virrey de Nubia Paser hicieron saber a Su Majestad, con loables miramientos, que su templo predilecto, el gran speos de Abu Simbel, había sido una víctima espectacular de las mismas. Usermaatre Setepenre tomó inmediatamente el camino hacia el sur para comprobar él mismo la magnitud de los daños. Cerca de la puerta de entrada, el primer coloso sur había
sido afectado cruelmente: su torso y su cabeza yacían rotos en el suelo. Además, el brazo derecho del primer coloso norte podía c a e rs e de un momento a otro. En la sala-patio, el segundo pilar osiríaco estaba profundamente agrietado, y los dos pilares sur estaban a punto de derrumbarse.14 Se dieron inmediatamente órdenes al virrey Paser, responsa ble de los trabajos, para que hiciera levantar los andamios en el interior de la sala patio.15 Los destrozos se repararon lo mejor po sible, principalmente en el segundo pilar osiríaco norte, y entre los dos pilares sur; por precaución y para reforzar su solidez, se edificó una pared de sostén en bloques de gres. Lo más trágico era el estado del gran coloso sentado de la fachada, en parte de rrumbado. La naturaleza pulverulenta del gres no permitía vol ver a fijar y completar la parte superior de esta efigie de la fun ción real divinizada. Se la dejó abandonada en el lugar. Ante tal agresión a la armonía de esta única y majestuosa fa chada, Ramsés revivía las escenas exaltadoras de la inaugura ción. Esta herida infligida a la montaña debía de tener una signi ficación: ¿había que ver en ella la cólera de Set, señor de las perturbaciones? ¿Cuál era el alcance real de su mensaje? Sea cual fuere, había que interpretarlo lo más rápido posible y encontrar una respuesta ventajosa. No, no podía ser Set. La tierra había temblado, esas sacudidas que habían herido la entrada del speos debían ser del dominio de Ptah, señor de los jubileos, en su forma de Ta-Tenen: «La tierra que se alza». Y en el mismo lugar hizo voto de consagrar un largo ruego al señor de Menfis con las ala banzas tan especiales a las que él mismo tenía derecho, sin dejar de conferir a la catástrofe los mejores presagios. Este texto cubri ría la pared de consolidación que se levantaría entre los dos pi lares osiríacos sur de la sala-patio. La inspiración le surgiría en la primera ocasión... Al irse de Meha, el brazo derecho del coloso norte estaba sos tenido por un pequeño muro: sobre la reparación se habían gra bado los cartuchos del rey. Este trabajo demasiado rápido fue re tomado con Setos II que, a su vez, hizo grabar sus cartuchos en la nueva restauración.
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La intrigas de Userm aatre
Las maniobras ocultas de los enviados de Ramsés ante Hatusil y su entorno habían dado frutos, tanto más por cuanto Hatti atravesaba una serie de problemas, entre otros una extrema se quía que se prolongaba de manera desacostumbrada y muy in quietante. A su regreso a la capital del norte, el faraón recibió noticias muy satisfactorias de sus informadores, que alentaban los proyectos que acariciaba: casarse con la hija mavor de Hatusil —que le habían dicho que era muy hermosa— para hacer de ella, de manera excepcional, su Gran Esposa real. Pero la proposición debía partir de Hatusil. Usermaatre Setepenre, soberano del gran país de To-mery, hijo de Setos, revirilizado por obra de las dos Madres Tutelares, nada pedía... Por otra parte, todo Egipto muy pronto iba a volver a movilizarse para celebrar con fastuosas fies tas su segundo jubileo, que debía prolongarse durante el curso de todo el trigésimo tercer año de su reinado.
Proposición de esponsales
Durante ese año del segundo jubileo, proclamado de nuevo por Jaem uese y el visir Kahai, hacia el final de la inundación, la iniciativa tan esperada se concretó: Hatusil hizo llegar a Ramsés mensajes en los que proponía al faraón la unión, con el ánimo de cimentar la alianza entre los dos países. Una vez expresados el entusiasmo y las congratulaciones de rigor, los intercambios epistolares abordaron la fase de las reali zaciones prácticas. ¿Ramsés condescendió a hacer saber que aceptaba una dote digna de su grandeza, o bien el hitita abordó él mismo, espontáneamente, el tema, para seducir a aquel cuyo apoyo parecía haber conseguido? Lo cierto que en una de sus cartas dirigida al faraón que se conserva, anuncia que: La dote será más hermosa que ¡a del rey de Babilonia, y que la de la hija del rey de B...(?). Enviaré este año a mi hija: siervos, ganado, carneros y caballos la acompañarán: mi hermano (por su parte) deberá enviar (una escolta) al país de Aya para recibirlos. 342
Ese país de Aya estaba situado en la frontera hitita en el sur de Siria, cerca de la provincia central de Upi. Ramsés respondió con diligencia: He escrito al gobernador de Suta, en la ciudad de Ramsés (Kumidi) que se encuentre en la provincia de Upi, para recibir a esos rebaños en marcha —el ganado pequeño y grande— que ella aportará, y les acompañe hasta que (mi) futura esposa llegue a Egipto. También había advertido al gobernador de la tercera ciudad de Pi-Rameses (Gaza), más cerca de la frontera egipcia, en Canaán, para que velara por las necesidades de la escolta, porque se acercaba la estación fría.
Isisnofret y el segundo jubileo
Para la llegada de la inundación y del segundo jubileo, la su bida de las aguas quedó señalada con inscripciones en el Dyebel Silsila, considerado por los egipcios como el lugar de la verdade ra entrada de la inundación en Egipto. Una vez más, Isisnofret, la Gran Esposa real, apareció en una estela rupestre, escoltando al faraón, y acompañada de los tres hijos mayores que había dado al rey, entre éstos Bintanat que había sucedido a su madre como Gran Esposa real. La otra nueva Gran Esposa real, Merietamun, la bella, hija de Nefertari, no participaba en la ceremonia. Sin em bargo, parece haber estado muy cerca del rey, pero en el Dyebel Silsila, allí donde el Nilo entraba verdaderamente en Egipto des pués del estrechamiento de las dos orillas, los favores se dirigían a la célula familiar de Isisnofret. Aunque el heredero de la co rona, hijo de Nefertari, Amenhirjopshef convertido en Setherjepeshef seguía vivo. La elección del Dyebel Silsila no era fortuita. Pareciera que se puede medir su alcance si nos referimos al lugar designado en principio por Ramsés para marcar la llegada de la inundación y la salida helíaca de Sotis: Meha e Ibchek. Nefertari compartía con él el protagonismo del acontecimiento, cerca de los lugares don de el Nilo entraba en la Nubia egipcia. 343
Pero también es un lugar sagrado, donde el agua llega al Egipto metropolitano, donde las orillas del Nilo presentan un es trechamiento notorio: el Dyebel Silsila, Ta-Uret, la Gran madre, lla mada por los griegos Thueris, reina como garante de la fertilidad prometida a Egipto.16 Hatshepsut ya había hecho construir «cenotafios» para sus más allegados, entre ellos el gran intendente Senmut. Allí se celebraban ceremonias esenciales en el momento en que el río reducía su caudal. Los himnos al Nilo grabados en las rocas por orden de los ramésidas tenían como fin traer el Agua pura, la ola nutricia: Nefertari ya le había rendido homenaje. Isisnofret no había estado presente en el desarrollo del gran misterio nubio. Desaparecida Nefertari, su lugar correspondía a la otra primera Gran Esposa real todavía viva, en ocasión de los ritos dedicados al Nilo para su feliz llegada al país de Kemi. Estas inscripciones rupestres del Dyebel Silsila17 y de Asuán,18 en estrecho contacto con las orillas del Nilo y la inundación, son una débil compensación dada por Ramsés y Jaemuese, Sumo Sacerdote de Ptah, a la «reina ausente», porque estaba destinada a permanecer en el anonimato durante las grandes horas del rei nado de Ramsés: ninguno de los documentos oficiales encontra dos hasta ahora, y sobre todo la correspondencia intercambiada entre las dos cortes sobre el tratado de paz, hacen alusión a la reina, ni a su nombre de Isisnofret. Sin embargo, más tarde, en Menfis, Jaemuese y el general Ramsés, sus dos hijos mayores, le levantarán monumentos.19
Las abusivas reivindicaciones de Ramsés
Las noticias de Hatti se hicieron menos frecuentes y, de pron to, Hatusil no volvió a hablar de la dote prometida. Según su costumbre, Usermaatre Setepenre reaccionó con impaciencia, y sin muchos miramientos. Expresó su asombro respecto del atraso en las «tratativas», y sus reservas en lo que concernía a la dote que consideraba importante, como se le había prometido. Sin duda, para evitar que la situación entre potentados de tanto po der, se emponzoñara, la respuesta hitita se produjo por interme dio de la reina Pudujepa, a quien probablemente le estaba permi 344
tido mayor libertad de expresión. Su respuesta a Ramsés deja entrever los temas desarrollados en la carta enviada por este últi mo, donde declaraba necesitar la dote prometida para sanear su presupuesto. La reacción de la reina fue bastante áspera. Los términos utili zados son precisos, los argumentos directos: con seguridad los hititas no eran «orientales»... En cuanto a ti, mi hermano, me escribes esto: «Mi hermano me ha escri to: te enviaré (mi) hija. Sin embargo la retienes lejos de mí sin gentileza; ¿por qué todavía no me la has dado?». No deberías desconfiar, créeme. Hace tiempo que te habría enviado a mi hija, pero (se produjeron accidentes...)... fuegos en el palacio. Lo que queda, Urhi Teshub lo dio a los grandes dioses. Ya que Urhi Teshub está allí (a tu lado) pregúntale si es así o no. ¿Qué hija en la tierra o en el cielo puedo dar a mi hermano?... ¿Le obligaría a desposar a una hija de Babilonia, de Zulabi o de Asiria? ¿Mi hermano nada poseería? (Salvo) si el hijo de la diosa solar o el hijo del dios de la Tempestad nada tuviera (entonces) creería que tú tampo co nada tienes. Que tú, mi hermano, desees enriquecerte a mi costa no es fraterno ni te honra. Pudujepa, en esta verdadera reprimenda, aprovechó la oca sión de reprochar a Ramsés su posición falible respecto de los términos del tratado de paz, ya que nunca había aceptado devol ver a su país de origen al fugitivo Urhi Teshub, reclamado por su tío Hatusil: evidentemente era ponerlo en una situación muy in cómoda. Y, para colmo, había acompañado su correspondencia de alusiones a ciertos ecos tendenciosos, relativos al comporta miento poco leal de Usermaatre Setepenre, que circulaban en la corte de Babilonia. ¡Así se tejían sólidos lazos de familia! Pero todo se calmó bas tante rápido, y al parecer de manera inesperada, ya que Ramsés pudo escribirle a Pudujepa, con la mayor amenidad: Vi la tablilla que me ha enviado mi hermana y consideré todos ¡os temas sobre los que la gran reina de Hatti, mi hermana, graciosamente me ha El gran rey, el rey de Hatti, mi hermano, me escribió diciendo: escrito «Que venga gente, para verter el aceite fino sobre la cabeza de la virgen, y pueda ella ser conducida a la casa del gran rey, el rey de Egipto».
Excelente, excelente es esta decisión sobre la que mi hermano me ha escrito ¡Los dos grandes países se convertirán en una (sola) tierra, para siempre! Ramsés se preocupó de que no se perdiera más tiempo, e hizo que su delegación partiera rápidamente, que fuera a ungir ritual mente a la princesa con los aceites más finos, tan apreciados por todos los vecinos de Egipto. Esto sucedió muy probablemente a comienzos de shemu (la estación cálida) del año 1246 antes de nuestra era, e hizo declarar a Pudujepa con solemnidad: El aceite fino fue vertido sobre la cabeza de (mi) hija, (entonces) los dioses del infierno fueron expulsados. Ese día, los dos grandes países se convirtieron en una (sola) tierra, y vosotros, los dos grandes reyes, habéis descubierto la verdadera fraternidad.
Ramsés y su capital esperan a la princesa
La maravillosa ciudad de Pi-Rameses se preparaba para reci bir a la princesa, bella entre las bellas: Ramsés estaba seguro, por que su embajador especial ante Hatusil, Huy, lugarteniente de los conductores de carros y comandante de la fortaleza de Silé (Tjaru), se lo había confirmado. Los trabajos en Pi-Rameses no se detenían. La ciudad, con un plan urbanístico sabiamente estudiado, reunía alrededor del pa lacio real la sede de la administración civil y militar. Aunque Menfis, con sus arsenales, sus cuarteles, sus muelles (Peru-Nefer), seguía siendo la ciudad tuerte, Pi-Rameses duplica ba esas instalaciones, alrededor del palacio y de sus templos de los cuatro puntos cardinales. Los rodeaban los cuarteles; las vi viendas de los altos funcionarios y la residencia principesca de Paser al norte estaban situadas no lejos de los santuarios de Ptah y de Sejmet. Muy cerca, el gran espacio para fiestas preparado en ocasión del primer jubileo, en el año 30, poseía un peristilo ador nado con seis obeliscos de granito. La gran sala con columnas centrales de seis metros de altura recordaba, con proporciones menos impresionantes, la gran sala hipóstila de Karnak. Los colo sos del faraón, que en su gigantismo materializaban la función 346
real divinizada, aumentaban en número sin cesar; y ya Ramsés había ordenado a sus canteros y escultores la fabricación de una inmensa estatua que lo representara de pie, flanqueado, contra su pierna izquierda, por una armoniosa estatua femenina que evo caba a la hija de Hatti, al lado de la cual sólo quedaría por grabar el nombre que le inspirara a Su Majestad cuando ella apareciera. Las dependencias reservadas a la futura Gran Esposa real y al personal de su comitiva estaban en construcción. Para la princesa, su residencia constaría de apartamentos refi nadamente acondicionados, con las paredes adornadas con pin turas que evocaran una naturaleza graciosa; las losas de los sue los reconstruían arriates floridos, estanques figurados donde los lotos jalonaban el recorrido silencioso de los peces benéficos de escamas espejeantes. Las terrazas provistas de elegantes galerías permitían percibir a lo lejos el lago de la residencia, alargamiento de las Aguas de Ávaris que bordeaban la ciudad, emanadas de la rama nilòtica llamada Aguas de Re. El jardín había sido plantado apresuradamente para que el florecimiento de la primavera pu diera encantar los ojos de la princesa. Malvarrosa, motas de man zanilla, amapolas, y acianos importados de Canaán y Amurru, pero también papiros y lotus más típicamente egipcios, ya colo reaban las avenidas y el estanque, no lejos de los cenadores de viña, sicomoros, palmeras datileras y perseas trasplantados en el rico humus. Tal poesía, esas cuencas floridas, esas jaulas de dulces tórtolas no rodeaban las viviendas hititas, y cuando la princesa tomó po sesión de su nueva casa, comprendió por qué Pi-Rameses, con las ventanas y puertas enmarcadas por losas barnizadas con colores profilácticos, era llamada La ciudad turquesa. Se volvieron a blanquear las fachadas y los recintos de las ca sas, se pusieron losas en las avenidas, se limpiaron las calles, y se aumentaron los jardines florales alrededor de los templos (que aportarían numerosos «ramos armados» para la fiesta); los verge les de higueras, granados, perales, manzanos y las viñas recibie ron un cuidado doble de los jardineros. Los hortelanos y los api cultores de la casa real se afanaron para que hubiera una gran abundancia en la época de la princesa. ¿Puede imaginarse el despliegue de los recursos acumulados en los almacenes, adecuados para alentar un lujo de buena ley? ¿Los productos de los ebanistas más talentosos de Nubia, para
los sillones, las sillas y los arcones para las vestimentas? ¿El tra bajo tan refinado de los orfebres? Cercanas al palacio, las cristale rías preparaban los vasos, y, para los ungüentos, los perfumes más extraños y los maquillajes para los ojos, los artesanos fun dían pastas coloreadas o transparentes como el cristal. Los productos del país de Punt estarían distribuidos en los apartamentos principescos; las «piezas montadas» de orfebrería adornarían los asientos de los lugares de recepción. El tálamo de la princesa, provisto de sábanas perfumadas del mejor lino, es taría protegido por un imponente mosquitero sostenido por co lumnas de madera del país de Cush, incrustadas de marfil o cha padas en oro, al igual que la cama con somier de cáñamo trenzado, pero con el colchón relleno de plumas de tórtola. Los apartamentos privados de la princesa estaban completa dos por un vestidor donde la esperaban piezas de lino20 tan fino que era transparente, depositadas junto a los vestidos plisados, con las mangas en forma de alas de pájaro, completados por cin turones tejidos de colores vivos, a veces mezclados con minúscu las perlas. Ese ajuar era necesario para que la princesa adoptara la moda egipcia, más elegante y sobre todo menos pesada que la de Anatolia de clima muy rudo. Altas cajas con una especie de hon go central, de madera, contenían las diferentes pelucas, de ca bellos naturales, y de peinados muy elaborados, para adornarse según las circunstancias. Vasos de alabastro de Hatnub, que conservaban la frescura, ya estaban llenos de esencias de flores y depositados en la sala de unción cerca de la pieza reservada a las duchas perfumadas, mu nida de un dispositivo de desagüe análogo al de la instalación sanitaria cercana. Todo estaba dispuesto para la llegada al final del gran viaje, porque así se presentaba, según la descripción de los escribas, la ciudad de ensueño, ya marcada por la gloria por que Ramsés había partido de allí para sus campañas sirias; tam bién ya había vivido los instantes más emocionantes de la diplo macia internacional, en el momento del tratado del año 21. Su Majestad construyó el palacio llamado Grande-en-victoria. Está colocado entre Dyahy (Siria) y To-mery (Egipto)... Es una hermosa provincia que no tiene igual, y con la extensión de Tebas.2' La residencia es agradable para vivir el sol se levanta y se pone en su horizonte... 349
Todos han dejado sus ciudades y han ido a vivir a sus alrededores... La campiña cercana está llena de buenas cosas y hay alimento y vitua llas cada día. Sus lagunas tienen peces, sus estanques aves. Las praderas están verdes de hierbas. La planta-iades tiene allí una altura de un codo y medio, y la algarroba sabe a miel en el suelo húmedo. Sus graneros están llenos de avena y de cebada, que crecen cerca del cielo. Las cebollas y los puerros..., las lechugas..., las granadas, las manzanas y las aceitunas, los higos del vergel y los vinos dulces de Kakeme superan a la miel en dulzura. Los peces-uady del lago de la residencia viven en las flores de loto; y todo otro tipo de peces... de la Boca del río. Las Aguas de Horus son saladas, y las aguas de Pa-her contienen natrón, sus navios van y vienen de manera que el alimento y las vituallas llegan cada día. La alegría habita allí y nadie puede decir: «¡Ah! Si yo tuviera...». En ella el pequeño es como el grande... La juventud de Grande-en-victoria lleva vestimentas de fiesta todos los días, el dulce aceite de ben en la cabeza, y su cabellera finamente tren zada. Están al lado de su puerta, con ¡as manos bajas sosteniendo hojas...... tallos de lino de las Aguas de Horus, cuando Usermaatre Setepenre, Montu-de-las-Dos-Tierras, entra en la mañana de la fiesta de joiaj.......
El matrimonio excepcional La crónica que relata el viaje de la princesa hitita, desde la capital de Bogazkkóy, en Anatolia, y la llegada ante Usermaatre Setepenre en su palacio de Pi-Rameses, fue grabada por orden de Su Majestad en Abu Simbel, en una gran estela en la roca de Meha, al sur de la terraza del speos, porque no había más lugar en el interior del santuario, donde Ramsés hacía registrar los aconte cimientos esenciales de su reinado. El lejano recuerdo del en cuentro de Qadesh, que tanto pesó luego en el comportamiento del rey y las últimas repercusiones de toda su acción guerrera y diplomática, encontraba una prodigiosa conclusión en el matri monio con la hija de su antiguo y muy poderoso adversario, que constituía, por cierto, el punto culminante de su reinado. El faraón también hizo poner el texto, más o menos abrevia do, en el templo de Karnak, en Elefantina y en la Alta Nubia, en los templos de Aksha y de Amara-Oeste.
Introducción de la estela La estela22 empieza, naturalmente, con una acumulación de elogios ditirámbicos que exaltan al faraón-de-los-prodigios: El año 34 aquel del que las regiones más lejanas mencionan la vic toria pared de sílex alrededor de Egipto Campeón de su infantería, defensor de sus carros esposo de Egipto... Aquí empieza ese monumento imperecedero, destinado a magnificar la fuerza del señor del brazo, a exaltar (su) valentía, a halagar (su) potencia: monumento (que evoca) las grandes maravillas misteriosas sucedidas al señor de las Dos Tierras él que es Re en persona, más que cualquier forma divina, y a quien, apenas puesto en el mundo, la valentía le fue otor gada, Ramsés Es la semilla divina de todo dios (= forma divina), ha sido puesto al mundo por todas las diosas, ha sido educado por el Carnero, señor de Mendes, en la gran morada de Heliópolis, Rameses. Imagen de Re, sím bolo de El-que-reside-en-Heliópolis. Aquel cuyas carnes son de oro, los hue sos de plata, los miembros de lapislázuli, hijo de Set, niño de pecho de Anat (diosa siria) Útil en el Alto Egipto, amado del Delta, a la vista del cual todos los seres se regocijan; su vigor es para ellos como el agua y el aire, su amor como el pan y el vestido, orbe solar de todo Egipto Las dos Tierras se reúnen como un solo hombre, diciendo a Re, al levantarse: «Dadle la eternidad en la realeza, para que brille para nosotros cada día, como tú; permite que se renueve sin cesar para nosotros, como la luna, y que prospere [como] el cielo». Leticia, la madre del emperador Napoleón, hubiera dicho más prosaicamente: ¡Con tal que dure!
¿Habrían obligado a Hatusil? Según pasajes de lectura y comprensión difíciles, de los que parece deducirse que el rey hitita, bajo el peso de un desastre (a lo que hace alusión Pudujepa en su respuesta a Ramsés), y siguien do el consejo de sus oficiales, en definitiva había aceptado entre gar a Ramsés importantes presentes, al frente de los cuales de legó a su hija mayor. Cuando se anunció esta decisión Ramsés no pudo ocultar su alegría por el resultado de todas sus maniobras:
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En seguida pues. Su Majestad sintió gran placer y revisó el palacio con alegría cuando se enteró de esta situación inaudita, que nunca se había conocido antes en Egipto...23 ... Entonces Hatusil hizo llevar a su hija mayor y tributos magníficos de oro, plata, bronce, esclavos, tiros de caballo, ganado, cabras, miles de carne ros, como dones para el faraón. (La satisfacción de Ramsés) Su Majestad se complació en decir: «Ve, el gran soberano de Hatti ha enviado a su hija mayor con un rico tributo; la princesa y los grandes de Hatti han recorrido un largo camino para traerlos. Atravesaron lejanas montanas y peligrosos desfiladeros, y ahora alcanzarán las fronteras de Tu Majestad (entre Amurru y Canaán). ¡Que puedas enviar el ejército y los grandes deprisa para acogerlos, oh Ramsés!». Entonces Su Majestaa se puso a reflexionar sobre el tipo de ejército que debía enviar (hacia el cortejo): (La acogida de la princesa) ¿Cómo harán los que envío a Siria en estos días de lluvia y nieve? En tonces ofreció una rica ofrenda a su padre (Set) diciendo: «El cielo está sobre tus manos, la tierra bajo tus pies, todo lo que se ha producido es lo que tú has ordenado; como el hecho de que no has yrovocado lluvia, frío V nieve, para que me alcance el prodigio que me has dado como lote».2* Entonces su padre Set prestó atención a todo lo que había dicho: en seguida el cielo se calmó y los días de verano (shemu) reemplazaron a los de invierno-primavera (peret); y así su ejercito y los grandes tomaron el cami no con paso ligero y corazón alegre. Cuando la hija del gran soberano de Hatti entró en Egipto, la infantería, los carros y los enviados de Su Majestad la escoltaron, mezclándose con la artillería, los carros y los grandes de Hatti Comían y bebían juntos, unidos como hermanos. Nadie trató a su compañero con desprecio, la paz y la fraternidad reinaban entre ellos, semejantes a las que habitaban al mismo dios, Ramsés. También los jefes de los países que cruzaba (el cortejo) se inclinaban, sofocados a la vista de toda esa gente de Hatti unidos al ejército del rey de Egipto Hasta el cielo está a sus órdenes (con su sello), haciendo reali zar todos sus deseos... (El encuentro con el faraón) Su Majestad vio que era bella, la primera entre las mujeres, y los gran des (la consideraban como) una real diosa. 352
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zr^i=i Dibujo de Id escena del matrimonio La princesa, acompañada por Hatusil, avan ^i hacia la sala del trono donde Ramsc* «tá rodeado por Set y Ptah-Tcnen.
Mirad, es un gran acontecimiento fuera de lo común, un prodigio ina preciable que no se conocía, del que no se había oído hablar boca a boca, que los escritos no habían registrado desde el tiempo de los dioses:25 la hija del gran soberano de Hatti, entrando y penetrando en Egipto para encontrar a Ramsés Meriamón. Fue agradable al corazón de Su Majestad que la amó más que todo. Para él constituía un acontecimiento de excepcional impor tancia, una victoria que su padre Ptah-Tenen le había preparado. Su nombre26 fue proclamado: «Viva la Gran Esposa real MaatHor-Neferu-Re. Hija del gran soberano de Hatti e hija de la gran reina de Hatti»... Fue instalada en el palacio real, acompañando cada día al soberano, su nombre brillando sobre la tierra...... Y así, después de ese prodigio, un hombre y una mujer que fuera a Siria por negocios podía llegar al país de Hatti sin miedo en el corazón, gracias a las victorias de Su Majestad.
El itinerario seguido por la princesa Después de ese largo viaje de la princesa, cuyo trayecto sin duda había sido preparado por avanzadas, y zapadores para ni velar el paso de los desfiladeros de montaña y los caminos, luego jalonado por relevos militares, las comunicaciones entre los dos países se hicieron más fáciles. Al dejar Bogazkkóy, la futura Maathorneferure, y su fastuosa comitiva debieron llegar a Kadish, hacia el sureste, y luego se dirigieron directamente hacia el sur, por los desfiladeros del Taurus, hacia Adana, no lejos de la costa mediterránea, pasando por el Kizwatna para llegar a Alepo, y finalmente a Qadesh sobre el Orontes. En los parajes de Pi-Rameses de Canaán, en la frontera de Temesq (Damasco), la reina Pudujepa se despidió de su hija a la que había acompañado hasta los límites meridionales del país de Amurru.
Explicación del segundo prodigio La comprensión de esta fantástica aventura había sido man chada recientemente por cierta zona de sombra. Se pudo saber que en un momento del viaje, sólo Set, señor de la dinastía, pudo evitar a la bella viajera, y más a los emisarios enviados por el faraón a su encuentro, los inconvenientes de las lluvias, del frío y 354
¿ e la nieve, por pedido de Ramsés que había apelado a uno de esos «milagros» que el rey sabía utilizar: un imprevisto clima es tival habría reemplazado momentáneamente los rigores del in vierno sirio. En realidad, astuto político que utilizaba cualquier acontecimiento a su alcance para inclinarlo a su favor, Usermaatre habría aprovechado el fenómeno del veranillo de San Martín, bien conocido por sus astrónomos y sus geógrafos, para adjudi carse un nuevo prodigio.27
El primer prodigio Pero un nuevo estudio del texto permite descubrir dos «mila gros» producidos por Ramsés, y considerar en principio un acon tecimiento anterior que sería la base del cambio comprobado en la actitud de Hatusil hacia Ramsés.28 Hatti, como se ha indicado, tuvo un período de sequía muy grave, prolongada por un calor anormal a comienzos del invierno, que amenazaba con dejar al país — después de años de hostilidades— bajo la dependencia de Egipto. Así se puede leer, en la Estela del Matrimonio, estas pa labras salidas de boca de Hatusil:29 Los tributos... los llevaremos a tu augusto palacio. Henos a tus pies, oh rey poderoso, haznos todo lo que hayas decidido, oh Ramsés. El gran jefe de Jeta envió misivas para calmar a Su Majestad, Ramsés, año tras año. Pero ni una vez les prestó atención. Cuando vieron a su país en esa situación desdichada, bajo el imperio de las Grandes Almas del señor de las Dos Tierras, Ramsés, entonces el gran jefe de Hatti dijo a su ejército y a sus jefes: «¿Qué pasa? Nuestro país está devastado, nuestro señor Sutej (Set) está enojado con nosotros, el cielo no da más agua frente a nosotros...30... Despojémonos de todos nuestros bienes, el primero de ellos mi hija mayor, y llevemos nuestros presentes de honor al dios vivo, para que nos otorgue la paz y podamos vivir, oh Ramsés». Estas graves perturbaciones del clima habrían sido utilizadas por el faraón para presionar a Hatusil, y obligarlo a aceptar sus exigencias (unión halagadora con la princesa, acompañada de una fastuosa dote). Habiendo finalmente obtenido lo que Ramsés reclamaba, Set ya no tenía razón para ejercer su cólera con los hititas. Restableció las estaciones en su lugar, y la sequía desapa355
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Itinerario de la princesa hitita, desde Hattusa hasta Pi-Rameses
Camino recorrido por la princesa hitita desde Hattusa hasta Pi-Rameses
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recio: la princesa tomó entonces el camino de Egipto en un clima invernal. Ramsés había hecho el primer milagro. Y se iba a producir un segundo milagro. Ramsés había envia do una delegación al encuentro de la princesa: aprovechando la inminente aparición del verano, proclamó muy alto que no po dría soportar que sus delegados sufrieran los rigores de un clima al que no estaban acostumbrados, e hizo creer en una nueva in tervención de Set sobre las intemperies,31 para que hubiera días de verano en invierno.
M aathomeferure Gran Esposa real
El tercer mes de la estación invierno-primavera (peret) del año 34 del reinado de su excepcional prometido, la princesa hitita fue introducida en el palacio de Usermaatre Setepenre, en presencia de los soberanos y vasallos extranjeros, y en el curso de manifes taciones grandiosas. Fue bautizada con un nombre egipcio inme diatamente registrado en los monumentos preparados cuando se esperaba su llegada. Se convirtió en La-que-ve-Horus-encarnaciónde-Re (Maat-Hor-neferu-Re), alusión a su primera entrevista con el que ocupaba el trono del gran dios. Fue, por cierto, muy alabada durante las festividades celebradas en esa ocasión. En el comienzo de la gran Estela del Matrimonio grabada en Abu Simbel, todavía se distingue, a pesar de la degradación de la piedra, al faraón bajo el palio de la gran sala de audiencia del palacio, rodeado de dos formas divinas, las que realizan sus mila gros: Set y Ptah. La princesa está representada dirigiéndose hacia él, seguida de su padre Hatusil cubierto con el primer ejemplo conocido de gorro frigio. La inscripción grabada frente a ella hace saber que es la hija del gran rey de Hatti. Pero no existe ninguna prueba escrita que mencione que Hatusil haya presentado él mis mo su hija a Ramsés; los textos señalan sólo la presencia de Pudujepa al lado de la princesa hasta el límite de las zonas de influen cia entre los dos países. Se emitieron escarabeos con el nombre de Maathomeferure; los poetas pudieron dedicarle, según la moda de ese momento, homenajes en forma de jeroglíficos plásticos, amuletos con crip357
togramas12 que servían para escribir su nombre egipcio, pero las pruebas concernientes a su persona son pocas, y no se conoce su nombre hitita. Sin embargo, los archivos de Bogazkkóy han con servado, salida de tal zona de sombra, copia de una carta que Hatusil dirigió a Ramsés después del anuncio que éste había he cho a su «compadre», concerniente a la nieta que Maathorneferure acababa de poner al mundo. La respuesta de Hatusil fue edifi cante: Es una lástima que no sea un hijo, lo hubiera destinado a mi trono.33
La bendición de Ptah
Así, el himeneo de Ramsés y Maathorneferure fue bendecido por Set, pero también por Ptah-Tenen. ¿Será en parte por esa ra zón que la gran inscripción, llamada en la actualidad la Bendición de Ptah, fue grabada en Abu Simbel? El punto culminante del texto consistía en la alusión hecha a un nuevo gran milagro,34 anunciado tres años antes: la llegada de Maathorneferure a Pi-Rameses, en el mes de febrero del año 34 del reinado. Aproximadamente nueve meses después del matri monio, en el año 35, el primer mes de la segunda estación, el decimotercer día, esa fecha podía coincidir con el nacimiento de la descendiente egipcia del gran rey de los hititas, lo que, no dude mos, debía de tener la mayor importancia. Parece que, para se guir una costumbre frecuente en Egipto, el nombre de 'a nueva princesa se creó sobre el de la madre: fue llamada Neferure.35
Un temblor de tierra premonitorio Todo esto procedía del prodigio. El temblor de tierra que, en el año 31, resquebrajó seriamente la parte anterior del gran speos de Meha, dio una ocasión suplementaria a Ramsés, que no des perdiciaría, de cumplir otra etapa hacia su completa diviniza ción. Con un sentido inimaginable de la oportunidad, y el atracti vo del símbolo llevado a su extremo, transformó la catástrofe en una bendición y en un mensaje premonitorio. En un momento se 358
había dirigido a Set para infligir a los hititas una sequía amenaza dora y luego, después de haber obligado a Hatusil a doblegarse a sus exigencias, había obtenido de su patrono el regreso del in vierno al país de los hititas. Le faltaba entonces subrayar la acción de Ptah-Tatenen, la tierra que se levanta, reinando sobre las fuerzas telúricas, y presente en la fundación de Meha, en la sombra, al fondo del santuario.
Otro milagro Usermaatre Setepenre se colocará en adelante bajo la égida del gran señor de los jubileos, uniendo a su nombre de Horus el epíteto de Señor de las fiestas-sed como su padre Ptah-Tenen. El re sultado del seísmo que había resquebrajado su templo predilec to, desfigurando sobre todo uno de los colosos de la fachada, hu biera podido ser interpretado como una desaprobación, hasta una maldición, de la persona del faraón. ¡Muy por el contrario! Era demostrar que la tierra había temblado en signo de favor di vino, y para anunciar la maravilla que iba a producirse: obtener su unión con la hija de su antiguo y todavía muy poderoso ad versario... ¡Ganar, finalmente, «su» batalla de Qadesh! Tal in tervención, tan merecida, pero todavía inaccesible, sólo podía ve nir de un padre cuyo estado de gracia poseía, apenas terminadas sus dos primeras fiestas-sed. Iba a retomar, pues, un tema ya ex plotado en la Estela del Matrimonio, pero para la ocasión trans formado en un verdadero diálogo con el que se convertiría en su padre: Ptah-Tenen,36 que suplantaría a Amón en el papel de ge nitor. En el gran templo de Meha, el muro levantado entre los dos pilares osiríacos sur de la sala-patio, para apuntalarlos después del temblor de tierra, recibió una larga inscripción en jeroglíficos, una versión de la cual también se encontró en el templo de Aksha. Tal vez algún día se descubran otros ejemplares en Menfis y en Pi-Rameses. Desde el comienzo, se estableció la divina pro creación del rey. Ptah-Tenen, en esa nueva etapa de la existencia real, suplantó a Amón.37 La legitimidad de su poder le fue dada otra vez por Ptah; el parentesco por Tuya parece desvanecido; es citada como su madre Sejmet, paredra del señor de los jubi leos.
Ramsés en la familia divina Soy tu padre entre los dioses, de manera que tus carnes son las del dios He hecho mi transformación en Banebdyedet. Te he procreado en tu noble madre, porque sabía que serías un protector y que realizarías buenas accio nes para mi ka. Cuando naciste a la salida de Re, te alcé ante los dioses. La inscripción señala todo aquello de lo que Ramsés y el país serían beneficiarios: felicidad, sabiduría, poder, riqueza agrícola, minera e industrial; pero lo esencial era recordar que si el matri monio con la princesa hitita pudo producirse, es porque el dios había actuado en consecuencia, y había advertido a su hijo: Provoqué sacudidas (menmen) por ti para anunciarte (ser) el gran mi lagro sagrado; el cielo ha temblado (ketket), y los que estaban allí se regocija ron de lo que te sucedía. Las montañas, las aguas y las paredes que están en la tierra fueron sacudidas (menmen) porque vieron el decreto que tomé para ti La gente de Hatti serán los siervos de tu palacio Coloqué esto en sus corazones para llevarlos doblegados ante tu ka, los tributos de su jefe y sus presentes para el poderío de Tu Majestad, y su hija (mayor) a su cabeza... Después de tales favores, en el que se debe reconocer el punto culminante del reinado de Ramsés, este último quiso asegurar a Ptah-Tatenen de su gran piedad filial, por eso la descripción de las numerosas fundaciones dedicadas a ese padre, en Menfis su ciudad de paredes blancas. El gran templo menfita de Ptah to davía presenta ruinas que permiten imaginar su extensión, sus anexos, las capillas erigidas a las formas divinas asociadas, como Hathor-del-sicomoro-meridional. Las ruinas de los pilones y las es tatuas monumentales jalonan todavía las vías triunfales.38 En el palmeral de Menfis se exhumaron algunas efigies del rey, entre ellas el gran coloso acostado, obra maestra indiscutible del arte ramésida, al igual que la muy célebre estatua de Usermaatre que se conserva en el Museo de Turín. Para concluir, Usermaatre Setepenre declara solemnemente que efectivamente agrandó: el templo de Ptah en Hetkaptah (Menfis), construido con materiales eternos, en excelente albañilería de piedra acabado con oro y gemas reales...39 ... Lo equipé con sacerdotes y profetas, siervos, campos, ganado, lo hice ade cuado para celebrar en él fiestas con ofrendas sagradas y miríadas de cosas... 360
XV
LOS TIEMPOS DE LA GRAN PAZ Y EL REY-DIOS
Esas grandes damas reales
No se sabe qué papeles especiales se confiaron a las segundas Granaes Esposas reales de Usermaatre Setepenre: Bintanat y Merietamun. Ocupaban lugares de importancia junto al faraón, aun antes de la muerte de la reina madre Tuya (alrededor de los años 22-23). Doce años después (años 34-35), iban a ser suplantadas por Maathorneferure, junto con la cual otra hija de Ramsés, Nebettauy, sería una nueva Gran Esposa real: efectivamente, recibió el título y se preparó su hipogeo en la Set-Neferu (tumba n.° 60). Bintanat parece haber ocupado en el reino un lugar de au toridad junto al rey: en su sepultura de la Set-h¿feru (tumba n.° 71), se la ve representada en las paredes, haciendo la ofrenda de Maat, es decir, asumiendo el mantenimiento del equilibrio en el reino, y contribuyendo así a la armonía universal: una función real. Además, le dio al faraón una hija, representada dos veces en la misma sepultura que su madre,1y descrita como Hija del rey, de su cuerpo. Su nombre Bintanat (hija de la diosa Anat) ¿indicaría una vez más los lazos sirios de su madre? Hasta hoy ningún escrito puede ayudar a descubrir los orígenes de Isisnofret ni los de Nefertari. Estas últimas, designadas por Setos y probablemente Tuya, 363
en el momento de formar el harén del joven corregente, debían de haber sido elegidas, con el mayor cuidado en la selección, en tre las herederas principescas más notorias, para que se convirtie ran en Grandes Esposas reales. Ninguna indicación precisa sub siste: nunca se mencionan sus orígenes. Pero si se intentaran algunas sugerencias a su respecto podría imaginarse que una de las dos, Nefertari, sería una eventual here dera de los faraones de la XVIII dinastía. En cuanto a Isisnofret, habría podido ser elegida entre las descendientes de los grandes antepasados evocados en la Estela del año 400, que Ramsés se preparaba a erigir en el templo de Set. Observemos, sin embargo, que más de seis años después de la unión de Ramsés con la princesa hitita, éste todavía hizo repre sentar en una estatua la imagen de Bintanat contra uno de sus colosos «abanderados», a la entrada de su templo nubio dedica do al Amón de los Caminos (en el actual Wadi es-Sebua), construi do entre los años 38 y 44 del reinado. Esa elección muestra el lugar indiscutible que todavía ocupaba la mayor de las Grandes Esposas reales del momento, mientras que Merietamun, Nebettauy y Maathorneferure también estaban cerca de Usermaatre.
Ramsés y el príncipe Jaemuese2
De todos los hijos nacidos de Usermaatre Setepenre, Jaemue se, puesto al mundo por Isisnofret, ha sido el más célebre y tam bién el más talentoso. Los mayores de las dos primeras Grandes Esposas reales adoptaron tanto la carrera militar — aparecen su cesivamente en las batallas hasta el año 15— , como el sacerdo cio... el sable y el hisopo. Nada permite descubrir entre los quince primeros hijos conocidos, una fuerte personalidad. El caso de Jae muese, cuarto hijo del rey, es diferente. Con cierta familiaridad, podría presentárselo como «el inte lectual» de la familia, dedicado sin cesar a investigaciones en los archivos sagrados, y preocupado por los monumentos erigidos por los ancestros (disposición ya vislumbrada en Ramsés). Con sagrado al sacerdocio de Ptah en Menfis desde los veinte años, se le verá representar un papel muy activo en las exequias del toro 364
sagrado Apis3 en el año 16. Se lo reencuentra en el año 30, organi zando el entierro de un nuevo Apis: la momia fue depositada en la tumba del precedente, para que se beneficiaran así con una capilla común. También era la ocasión para Jaemuese, versado en trabajos de arquitectura, de repensar el sistema de esas sepulturas, y de innovar en la perforación de las galerías subterráneas, inclui das las salas cuyo nombre había ido aumentando según los dece sos con nuevas hipóstasis habitadas por el genio de Ptah-SokarOsiris. Su ejemplo fue seguido hasta épocas tardías para los ce menterios de los animales sagrados; el más célebre es el de Tuna el-Guebel, cerca de Hermópolis, con los cinocéfalos y los ibis del gran Tot, enterrados en una verdadera red de galerías. ¿Jaemuese no había sido influenciado por los proyectos de Ramsés, creador de un original y vasto panteón subterráneo (más bien que campo santo) frente a su propia tumba de la Gran Pradera? Jaemuese también hizo erigir, por encima de la necrópolis sa grada, un templo reservado al culto común para los Apis, y a las ceremonias que precedían a su enterramiento. Arqueólogo de alma y sensible a los fastuosos monumentos del pasado, Taemuese emprendió entonces su restauración, en el desierto de Saqqara y de Guiza. Sin duda recordaba la iniciativa de su padre, en los lejanos días de su coronación, cuando hizo reparar las tumbas de los primeros faraones en Abido. Es así que inspirado, y por cierto alentado por este último, hizo restaurar, en nombre de Ramsés y en su propio nombre, la pirámide escalo nada de Dyoser (III dinastía), la de Shepseskaf (IV dinastía), las de Onos y Sahure (V dinastía), y el templo solar de Niuserre (V dinastía^ Una inscripción acompañaba cada refección, precisan do el nombre del soberano cuyo monumento se había renovado, al igual que la mención del servicio reorganizado para las ofren das, y la del personal.4 Jaemuese puso a trabajar en esa obra a los canteros destinados a la reedificación de las partes dañadas del muro del recinto de caliza de Dyoser en Saqqara: un grafito de albañil informa que la obra empezó el décimo día del tercer mes de verano (shemu) del año 36 (1243 antes de nuestra era).5 Ramsés iba a cumplir sesenta y un años. r~ El príncipe debió de influir en ciertos jóvenes escribas de su generación, apasionados por seguir las investigaciones de su sa L bio señor que les había comentado la obra del primer faraón del
Imperio antiguo, Dyoser, y de su arquitecto Imhotep, que habían abandonado la arquitectura de madera y adobe al edificar el complejo funerario. Así es que desde la época de Ramsés se ha blaba de Dyoser como el que inauguró la piedra.
La sensatez de los letrados
Sin embargo, al comprobar los daños causados por el tiempo y los hombres, a pesar de los cuidados que dedicó a los monu mentos Ramsés y el Sumo Sacerdote de Ptah (Señor de los Artesa nos), los letrados y los sabios no podían dejar de filosofar sobre la inanidad de esos prestigiosos testigos materiales, aunque perece deros a los ojos de perennidad del espíritu creador: Los escribas sabios... han acabado su vida, todos sus contemporáneos han caído en el olvido, no han erigido pirámides de bronce con estelas de hierro, no han sabido dejar herederos nacidos de su carne, y que puedan proclamar su nombre, pero han dejado a manera de herederos los libros de enseñanzas que compusieron. Han confiado a sus obras ¡a misión de ser sus sacerdotes funerarios, y sus tablillas de escribir se han convertido en su «hijo querido», sus obras son sus pirámides, su cálamo es su retoño y ¡a piedra grabada su esposa. Los poderosos y ¡os humildes se han convertido en sus hijos. Porque el escriba, es su propio jefe. Se les construyeron puertas y castillos, pero puertas y castillos están ahogados. Sus «sacerdotes dobles» han desaparecido, sus estelas están cubiertas de polvo, sus tumbas están olvidadas. Sin embargo proclaman sus nombres a causa de la excelencia de sus obras, y el recuerdo de ¡os autores es eterno. Sé un escriba, y pon esto en tu corazón 366
para que tu nombre corra la misma suerte: más útil es un libro que una estela bien grabada o que un muro sólido. Hace las veces de templo y de pirámide, para que el nombre sea proclamado. ... El hombre perece, su cuerpo se vuelve polvo, todos sus semejantes vuelven a la tierra; pero el libro hará que su recuerdo sea transmitido de boca en boca. Más vale un libro que una sólida casa, o que un templo en occidente, aun más que un castillo fuerte o que una estela erigida en un santuario. ... Han pasado los sabios profetas y sus nombres serían olvidados, si sus escritos no perpetuaran su recuerdo. (Extractos del papiro Chester Beatty IV, dorso, Imperio nuevo.) La reputación de Jaem uesf atravesó los siglos, al igual que la de Ramsés. La literatura de la Época baja todavía subraya los ta lentos de sabio y de m ago del hijo preferido de Ramsés, y en la época en que Heródoto visitó Egipto; este último cuenta que vio una inscripción que indicaba la acción del príncipe en beneficio de la pirámide de Quéope. Primer egiptólogo de la historia, ¿no fue acaso él quien exhumó en sus excavaciones en Guiza la es tatua del hijo mayor de Quéope, el príncipe Kewab, y la expuso en el templo de Menfis? Sumo Sacerdote de Ptah, y en consecuencia administrador de todos sus bienes, su asistente más cercano fue su hijo mayor, otro Ramsés, mientras que el segundo, Hori, se convirtió luego en Sumo Sacerdote de Ptah. Luego el nieto, del mismo nombre, ac cedió al cargo de visir del norte, mucho más tarde. Muy cercano a Usermaatre, su función de Sumo Sacerdote de Ptah en Menfis lo destinaba naturalmente para proclamar y organizar las fiestas sed del faraón: lo realizó con talento, ayudado por el visir Kahai, durante las cinco primeras festividades, hasta el año 42 del rei nado.
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Detalle de la parte sur del dromos. Plano del Tem plo de Wadi es-Sebua.
Retoque de los primeros relieves de Abu Simbel: la imagen de Mut alejada para introducir, al lado de ella, la del rey en la forma del hijo divino Jonsu.
T
El conjunto del drom os y del pilono.
p e í tercer al cuarto jubileo
El tercer jubileo Tan fastuoso como el precedente, este jubileo una vez más fue preparado y dirigido por Jaemuese. En esta ocasión, los príncipes extranjeros: fueron recibidos de nuevo en Pi-Rameses, luego en Menfis, durante esos días de regocijo. Esto sucedió en el año 36 o 37 del reinado. Usermaatre Setepenre, Ramsés Meriamón, a sus sesenta y dos años, irradiado por los efluvios de su divino padre Ptha-Tenen, en consecuencia, debía hacer rectificar las antiguas imágenes de su persona real, representadas en sus primeros san tuarios: en adelante, era parte integrante de la familia divina.
El nuevo aspecto de Ramsés El faraón convocó a Huy, el antiguo enviado ante la noble dama hitita, y promovido a virrey de Nubia en lugar de Paser. Le confió el cuidado de hacer rectificar todas las representaciones que, en el speos de Meha, lo mostraban cumpliendo un rito ante una pareja de imágenes divinas. Huy hizo tapar una de las figu ras de cada grupo sagrado para grabarla un poco más atrás. En el espacio que quedó entre las otras dos, introdujo la representación de su rey, en tanto miembro heredero en la tríada así formada. El yeso que ocultaba los retoques en la actualidad ha desaparecido y todavía se puede ver, en la sala-patio y en la sala hipóstila de Meha, la huella de las composiciones originales. Afirmar de esta manera su promoción divina formaba parte del programa trazado hacía mucho. La decoración del templo nubio de Derr, dedicado a la gloria de Re, no tuvo que modificar sus relieves porque aún se estaban realizando. Figura su imagen di vina como jeroglífico vivo de su nombre de coronación: estatura humana, dominada por el globo solar Re; en una mano tiene el cetro-Mser, y en la otra la pluma de Maat: User-Maat-Re, el nombre de coronación. En las salas laterales sur del «tesoro» de Meha, los relieves de las paredes que recuerdan las preciosas estatuillas del culto depositadas en las banquetas de la roca fueron completa das: la representación de Ramsés, con rostro humano, con el 369
cuerno divino cerniéndole la oreja, o con cabeza de halcón, figura entre los dioses. Y se lo llama simplemente Pa-netyer, el dios.
Las relaciones cordiales con Hatti Si hay un ámbito en el que Ramsés parece desprenderse de la actitud y el lenguaje de un dios en la tierra, es en el de sus relacio1 nes con la familia real hitita. Los vínculos entre los dos soberanos no habían dejado de mejorar. Los intercambios de cartas nos in forman que el príncipe heredero Hishmi-Sharuma fue a Egipto durante los meses de invierno. K. Kitchen6 supone que supo sacar provecho de su estadía para impregnarse del arte de vivir de los \ -egipcios tan diferente del de los hititas. Admiró sin reservas las decoraciones en relieve de los edificios religiosos, sus jeroglíficos monumentales, sus santuarios de piedra, que influyeron sin duda en la construcción y ornamento del gran templo de Anato lia de Yazilikaya, cercano a Bogazkkóy. Y es cierto que se establecieron contactos entre el príncipe y los hijos de Ramsés, Setherjepeshef, Jaemuese y sin duda también Mineptah. Asombra, sin embargo, que después de esos intercam bios tan cálidos, y sobre todo después del himeneo de Usermaatre Setepenre y Maathorneferure, el faraón no haya considerado oportuno pensar en el matrimonio de una de sus hijas, nacida de una reina secundaria (ya que una princesa real no podía casarse con un extranjero), con Hishmi-Sharuma. Al menos no existe nin gún indicio de este eventual proyecto. Según su costumbre, Ramsés quería algo más que la llegada del príncipe: tenía que recibir la visita del mismo Hatusil. Varias proposiciones hechas a su «hermano» hitita sobre este tema no tuvieron una reacción positiva. Una de las respuestas menos amables de Hatusil a Ramsés fue esta frase lapidaria: Que mi her mano me escriba y me diga, al menos, qué iríamos a hacer allí. Entonces Ramsés se esforzó por ser más convincente: El dios-Sol de Egipto y el dios de la Tempestad de Hatti actuarán de manera de que mi hermano vea a su hermano. Pueda mi hermano aceptar esta buena sugerencia de venir a verme. Entonces nos conoceremos el uno al otro donde el rey (Ramsés) está en el trono. Iré yo mismo a Canaán para encontrar a mi hermano y verlo frente a frente, y recibirlo en el corazón de mi tierra. 370
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Estas relaciones con la corte de Bogazkkóy favorecían una ac tividad sostenida entre las dos cancillerías, tanto más por cuanto íos pedidos dirigidos al faraón eran frecuentes, principalmente referentes a remedios y médicos egipcios cuya reputación había traspasado las fronteras desde hacía varios siglos.
Un virrey constructor Sin embargo, Ramsés deseaba retomar el programa de cons trucciones elaborado para la Nubia egipcia — el país de Uauat— desde la fundación de los speos de Meha e Ibchek. Iba a reempla zar a Huy, su viejo y hábil servidor, por un joven, dinámico y muy emprendedor alto funcionario, Sethau, que había sido «pu pilo» y luego Primer escriba de palacio. Lo colocó al frente de su gran provincia meridional. A partir del año 38 de reinado, ese nuevo virrey ejerció su autoridad en las regiones de Uauat, pero también de Cush, y se preocupó especialmente por establecer nuevas fundaciones. Se ocuparía de la terminación de Derr, con sagrado a Re, pero también de emprender la construcción del gran templo de Amón, en la llegada de las caravanas que venían del desierto libio, junto a una pequeña capilla dedicada a la mis ma forma divina por Amenhotep III. Era una nueva parada para la barca sagrada que flotaba en las aguas de la inundación: así, a su partida de M eha y de Ibchek, la nave era recibida en la estación de Derr. Volvía a partir, para detenerse de nuevo en el ámbito de Amón, llamado en la actuali dad Wadi es-Sebua (El Valle de ¡os leones, por la avenida de es finges con cabeza humana, y también hieracocéfalos que lleva ban al pilono de entrada). En el curso de esta nueva construcción era importante introducir directamente la imagen de Ramsés en tre las representaciones divinas. Todavía se puede admirar en las paredes de este hemispeos a Su Majestad en el trono, a los sesenta y tres años, en compañía de diferentes expresiones divinas, lo que no excluía el homenaje que rendía a la reunión de los grandes genios entre los que figuraba.
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El Sum o Sacerdote de Amón, Bakenjonsu. (M useo de El Cairo)
Tem plo a e Derr. El rey acompaña a la barca sagrada en su cam ino hacia Egipto.
CintT.i de la «estela d e Bajtan», dando se hace alusión a la segunda princesa hitita. (Éooca Kiia)
£l prim er Profeta de Amón, Bakenjonsu En el año 39, después del retiro o de la muerte del brillante Paser (año 38), Ramsés procedió a la nominación del nuevo Sumo Sacerdote de Amón, Bakenjonsu,7 un excepcional funcionario sa cerdotal cuya carrera se desarrolló enteramente al servicio del templo. Hijo del Segundo Profeta Roma, pasó su primera infan cia, de uno a cuatro años, a su lado. Luego, durante doce años, después de haber seguido la escuela del templo de Mut en Kar nak, fue destinado al puesto de jefe de la caballeriza de entrena miento de Setos I. Después, de los diecisiete a los veinte años, se convirtió en simple sacerdote-uab (puro). A partir de los veintiún años hasta los treinta y dos, es decir, durante once años, se le llamó Padre Divino. Entonces recibió el cargo de Tercer Profeta durante quince años, entre los treinta y tres y los cuarenta ocho. A continuación, hasta los cincuenta y nueve años, fue durante once Segundo Profeta. Y era justo que ocupara el lugar de Primer Profeta de Amón durante sus veintiséis años de sacerdocio, entre los sesenta y los ochenta y seis. Contemporáneo del faraón, sin duda un poco más joven que él en apenas unos años, llevó probablemente a su morada de eterni dad aquel al que manifestó una fidelidad sin falla. Alentado por Su Majestad, deseoso de consagrar cada día más su tiempo a las obras piadosas, Bakenjonsu reservó toda su actividad a su sacer docio, y al enriquecimiento arquitectónico del Templo de los Templos: en su época Karnak fue embellecido muchas veces. Supo rodearse de arquitectos y artesanos muy eficaces, como el nieto del general Urhiya y el jefe de los gendarmes, Hatiay que, entre otros, erigió los grandes mástiles de oriflamas en el templo de Amón, y finalmente Najtdyehuty, superintendente de los carpin teros y jefe de los orfebres. Este último será famoso por haber chapado con hojas de oro y de electro varias puertas en los san tuarios y, al parecer, hasta veintiséis barcas sagradas portátiles: es como para creer que el virrey de Nubia Sethau se dedicaba con firme determinación a hacer volver el oro a Nubia. Hacia un acercamiento popular del dios
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Ramsés no sólo se preocupaba por el enriquecimiento de los santuarios de Karnak en ese período de gran opulencia del país. 373
Pensaba primero en la evolución del culto según la reforma que había emprendido desde hacía numerosos años, reforma que las guerras y la diplomacia habían diferido. Intentó, con cierto éxito, ampliar el entendimiento divino. Quería abrir al común de los mortales un acceso a la casa del dios, al igual que había abierto a la escritura la corporación de sus artesanos. El resultado ya se había dejado sentir en las humildes plega rias dirigidas por la gente del pueblo, que revelaban lo que se ha podido llamar la religión del pobre.8 Para realizar su proyecto, eli gió el este de Karnak, en el camino de las fundaciones de Amenhotep IV, allí donde Hatshepsut ya había hecho erigir dos obelis cos, y señaló su presencia con una estatua en la que estaba sentada al lado de Amón. ¿No estaba cerca también el lugar don de los predecesores de Amenhotep III habían hecho erigir el obe lisco único,9 signo indiscutible de un culto solar en el ámbito de Amón? Delante del eje en que se había levantado el obelisco, hizo construir un nuevo edificio, que contenía una estatua monumen tal de Usermaatre; a través de una especie de ancha ventana que daba al exterior hacia oriente, sus súbditos dirigían directamente sus plegarias al faraón-dios para que intercediera ante sus pares, en el mundo de las fuerzas superiores. Bakenjonsu se lo había merecido de aquellos a los que dedicó su fidelidad: había ejercido su sacerdocio con bondad y su talento de constructor y decorador —y a veces también de juez— le ha bían dado derecho a erigir su estatua en el templo. En las inscrip ciones del monumento declaró: Fui un buen padre para los que mandaba, educando a los jóvenes, ten diendo la mano al indigente, asegurando la supervivencia a los golpeados por la pobreza, realizando cosas útiles en el templo, siendo director de los trabajos de mi señor. Hice para él un templo llamado Ramsés-amado-deAmón-que-escucha-las-plegarias (Ramsés-mery-Amon-sedyem-nebet). Erigí obeliscos de granito cuya belleza llega al cielo. Un pilono se levanta frente a Tebas. Está irrigado y sus jardines plantados de árboles. Hice muy grandes puertas (chapadas) de electro que llegan al cielo. (Hice) tallar dos mástiles muy grandes y los hice elevar en la augusta pared, delante de su templo. Construí grandes barcas fluviales para Amón, Mut y Jonsu... También Bakenjonsu implora a Amón para que, en su cle mencia, le otorgue una existencia de ciento diez años. 374
De la época de esplendor, ese templo de Ramsés-amado-deArnón-que-escucha-las-plegarias sería una de las más hermosas rea lizaciones arquitectónicas de Bakenjonsu. Dejó su nombre unido a la fachada del monumento, que en su época llamaban La puerta deB eki.'0
La época del cuarto ju b ileo
En vísperas del año jubilar, en el año 39 del reinado, el segun do hijo del rey, el general Ramsés, recibió un título de Heredero, cuyo alcance no conocemos exactamente: esto sucedió unas se manas antes del sesenta y cinco cumpleaños del rey. El año 40 del reinado empezó al mismo tiempo que, una vez más, el Sumo Sacerdote de Ptah, Jaemuese y el visir Kahai, anun ciaban en todo el país el cuarto jubileo. Al nombre de Ramsésamado-de-Amón se agregaba en adelante dios, soberano de Heliopo lis. Estaban lejos los tiempos en que la hermosa capital del rey guerrero era llamada Grande-en-Victoria. El reino de la espirituali dad opacaría el brillo de la ciudad que se convirtió en La-granalma (Ka) de-Re-Haractes. Egipto empezaba a acostumbrarse a esas muv espectaculares ceremonias de fiestas-Sed que se agregaban a las fiestas y peregri najes tradicionales. Para la ocasión, en Abido, el Sumo Sacerdote de Osiris una vez más había encargado nuevas estatuas de metal precioso en honor del rey.
La opulencia puede engendrar excesos Las provincias extranjeras pagaban regularmente sus tribu tos, Nubia seguía aportando su oro, la opulencia reinaba en un país que ya no reclutaba tropas para las guerras, que estaban muy lejos. Sólo los grandes trabajos de construcción provocaban las requisiciones clásicas de mano de obra, principalmente du rante los períodos de inundación. La administración gozaba de gran estabilidad, con la condición de que los funcionarios encar gados de los diferentes sectores fueran irreprochables. Y ése ya 375
no era el caso en la corporación de artesanos de la Plaza del equili brio (Set-Maat), donde la partida de Ramose, Escriba de la tumba (real), favoreció la introducción, en sus funciones, de su hijo adoptivo Quenherjepeshef. Se descubrieron prácticas deshones tas, viejas como el mundo: utilización de obreros y artistas para necesidades personales, etc. r Por otra parte, el visir Kahai no era tan cuidadoso como el antiguo visir Paser, en lo que concierne al bienestar de los ar t e s a n o s que tenía a su cargo, en la orilla izquierda de Tebas. El visir Kahai, muy ocupado en todo el país para la preparación del cuarto jubileo, había dejado crecer motivos de descontento, entre ellos reclamaciones sobre los salarios atrasados. Empezó a hacer se sentir cierta desatención en el trabajo. Excesivos feriados, ex cusas falsas aparecen en las fichas de los escribas capataces: cau sas de ebriedad, diferentes enfermedades a menudo falsas, fiestas de familia que se repetían demasiado frecuentemente, tra bajos personales... o por cuenta del escriba de la tumba... así se daba un mal ejemplo.
¿La visita de Hatusil? p
Los ritos jubilares se habían vuelto necesarios para el rejuve necimiento efectivo de Su Majestad. A los sesenta y cinco años Usermaatre Setepenre sufría los comienzos de una artrosis cervi cal.11 Aunque mantenía un buen porte ya se debía de mover con cierta dificultad y tener la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Su preocupación mayor eran los trabajos de Karnak, el mante nimiento de su armonioso templo de Abido, y sobre todo de los de Nubia y su mensaje esencial. Antes que nada, en ese momen to, deseaba la visita de Hatusil al palacio de Pi-Rameses. Varios intentos infructuosos no lo habían hecho desistir de sus esfuer zos, pero encontró una nueva dificultad: el estado de salud del jefe de Hatti. La excusa dada para esa nueva postergación del viaje fue una enfermedad contraída por Hatusil, afectado por una dolorosa inflamación de los pies. Se sabe que la reina Pudujepa, inquieta, tuvo un sueño sobre eso, en el curso del cual un espíritu superior le habría aconsejado para lograr la cura ción: 376
hacer una promesa a la diosa Ningal como sigue: si la enfermedad de Su Majestad, ardor de los pies, curaba rápidamente, entonces haré diez frascos de lapislázuli engastados de oro para Ningal. La diosa recibió rápidamente los dones de Pudujepa ya que varios indicios — alusiones en la literatura egipcia, noticias inter cambiadas entre soberanos vecinos, y sobre todo una carta por la que nos enteramos que el Hatti había dejado la ciudad para dirigirse a Egipto— nos hacen suponer que finalmente los dos signatarios del tratado se encontraron. ¿Hubo algún encuentro entre el tío y Urhi-Teshub, el sobrino arrepentido? Sobre este punto la crónica es muda. Dejando de lado estos temas, los intercambios entre los dos potentados no debieron de tener gran problema, muy por el con trario: las relaciones entre los dos países se intensificaron, ya que estaban preocupados por mantener la paz que habían hecho rei nar. La ciencia egipcia era también tema de admiración para esos rudos habitantes de Anatolia. Había que dejar una huella tangible de esa visita extraordina ria hecha por Hatusil al «gran sol» de Egipto: se trataba, en ese momento, de otra princesa que devolviera al faraón una nueva juventud, que los jubileos parecían incapaces de asegurarle en adelante. Hatusil consintió y cuando regresó a su capital de Hattusa informó a la grande y venerable Pudujepa.
Consulta a los médicos Como de costumbre, los pedidos hititas dirigidos al faraón concernían frecuentemente a los maravillosos médicos capaces de curar, gracias a su conocimiento de las plantas y a su sabia preparación, pero además porque tenían un conocimiento profundo del cuerpo humano.12 Una correspondencia entre las dos cortes que se remonta a las proximidades del cuarto jubileo nos informa que algunos vasallos de los hititas solicitaban la ayuda de los médicos egipcios. Cuando Hatusil transmitió a Ramsés el pedido del reyezuelo Kurunta, gran señor, Usermaatre Setepenre respondió que le enviaría a su mejor especialista, que ya muchas veces había mandado al extranjero:
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Entonces convoqué al escriba real y médico jefe : el (doctor) Pariamaju va a ser enviado para preparar plantas para Kurunta, rey de la tierra de Taruntas. Ha reunido todas las hierbas correspondientes a los (síntomas) que me has descrito. r
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Una anécdota de lo más regocijante que sirve para subrayar la omnisciencia que se atribuía a los médicos egipcios, y también el humor cáustico e impertinente que la artrosis aún no había hecho desaparecer en Ramsés, es la que se relaciona con un pedido per sonal de Hatusil. Se trataba de la avanzada esterilidad de su her mana. Esto es lo que contesta el faraón: ¡Veamos! A propósito de Maranazi, la hermana de mi hermano. Yo, tu hermano, la conozco (bien). ¿Tendrá (sólo) cincuenta años?... ¡Nunca! ¡Es evidente que tiene sesenta! Nadie puede fabricar medicamentos que le permitan tener hijos (a esa edad). Pero, naturalmente, en el caso de que el dios-Sol y el dios de la Tempes tad lo deseen, enviaré (a un buen mago) y aun buen médico capaces y ellos le prepararán algunas drogas para la procreación...
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Un nuevo matrimonio del faraón Al final de ese cuadragésimo año de reinado el faraón, en ade lante dios, soberano de Heliópolis,13 que tenía sesenta y seis años, se preparaba a recibir a una segunda princesa hitita. Maathorneferure, que residía en Pi-Rameses, ¿se regocijaba de ver a su herma na? Siempre tuvo noticias de su país. Y había visto llegar a pa lacio a mensajeros de Hatti, y no habían dejado de aumentar las festividades entre la visita de su hermano y la del dios (viviente) de la Tempestad. Pero, en ese momento, ¿se quedaría en el palacio, o iría a los apartamentos del gran harén de Mi-ur, o al de Menfis, para dejar el lugar a su hermana como se suponía? Todavía nadie podía dar una respuesta. Pero sí se sabía que la dote acordada por Hatti parecía consi derable ya que los soberanos vasallos habían contribuido a los esfuerzos de Hatusil y Pudujepa. Este nuevo testimonio de en tendimiento entre los dos poderosos de la época dio mucho que hablar, y alimentó una leyenda que atravesó los siglos. En Egipto se volvió a llamar a los poetas, y varios templos abrigaron estelas 378
por las cuales nos enteramos que los tesoros de la dote fueron aportados, oh milagro, sin la ayuda ni la protección de los hom bres, sino con la de los dioses, como sólo podía merecerlo el hijo de Ptah-Tenen. No fueron las tropas, ni los carros los que los trajeron, sino el poder de los dioses de Egipto y de los dioses de cada país Fueron hijos de los jefes soberanos de la tierra de Hatti los que presentaron sus tributos ningu na tropa los acompañó, ningún carro los acompañó, ningún portador los acompañó. Era Ptah-Tenen, padre de los dioses, quien depositó todas las tierras y todos los países de ese hermoso dios (Ramsés) para siempre. A pesar de esta abundante literatura, el nombre de la segunda esposa hitita de Usermaatre Setepenre es desconocido. ¿Fue nombrada Gran Esposa real? ¿Si fue así, hizo «tándem» con una de las últimas princesas reales (hija de una Gran Esposa real)? ¿Sería Henutmire cuya tumba también se preparó en la Set-Neferw?14 Faltan los documentos para este último período de la vida del gran soberano.
La muerte de Hatusil En el año 42 de reinado, las palomas mensajeras y luego los mensajeros informaron a Usermaatre Setepenre que el Grande Hatti acababa de pasar al vasto y temible dominio del dios de la Tempestad. El príncipe Hishmi-Sharuma le sucedió con el nom bre de Tudkalia IV. Parece seguro que las buenas relaciones entre los dos países se mantuvieron hasta debilitarse progresivamente con la muerte de Ramsés.
La época del quinto ju bileo
El príncipe Jaemuese, siempre secundado por el visir Kahai, celebró él mismo, por última vez, el quinto Jubileo de su padre que estaba por cumplir sesenta y ocho años. Algunos meses anm
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y— tes, Ramsés había hecho organizar una fiesta para la unión de su vigésimo tercer hijo, Samontu,15 sin duda hijo de una esposa se cundaria, con la joven Iryet, hija de un opulento capitán de navio sirio... La tentacular familia del faraón se extendía en todas las direcciones. Y el faraón deseaba, tanto en el plano político como en el plano de las creencias religiosas, ampliar sus fronteras.
La terminación del templo de Amón
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Ramsés no dejaba de prestar toda su atención a las fundacio nes de Nubia. Es así que le pareció que la edificación del templo de Amón en la llegada de las caravanas (Wadi es-Sebua) tardaba un poco. En el año 44 le hizo saber a Sethau, su virrey, que debía acelerar la terminación del hemispeos, para lo cual le autorizó que hiciera una leva de mano de obra en las regiones vecinas, lo que neutralizaría también a algunos beduinos atraídos por los productos que transportaban las caravanas. Al tener las manos libres, Sethau, a quien no ahogaban los escrúpulos, ordenó a Ramose,16 comandante de la compañía local de Ramsés II llamada Amón-protege-a-su-hijo, a realizar una razia en los oasis del sur de Libia, en el país de Irem, probablemente los de Dunqul y Qurqur, y así hizo trabajar a los tjemeu originarios de Marmárica en la terminación del gran templo de Amón en Nubia.
Los hemispeos de Gerf Husein'7 Terminado en seguida el conjunto de Wadi es-Sebua, dotado de un imponente dromos entre el desierto y el río, Sethau según las órdenes imperiosas de Usermaatre Setepenre, debió proceder a la excavación y también a la erección del monumento que con venía dedicar en hemispeos a Ptah-Tenen, gran maestro de los jubileos. A imagen del santuario precedente, el que iba a iniciarse en la misma orilla occidental, pero más al norte de Kubán y del Wadi Allaki, también estaría formado por una parte anterior, construida, con una avenida de esfinges y un patio a cielo abierto bordeado de un peristilo con los pilares adornados con estatuas osiríacas. Luego se entraría en el santuario, excavado en la roca. Sethau no parece haber sido muy exigente en la ejecución de 380
los trabajos, empezados en el año 45 del reinado y cuya termina ción debía ser rápida. Fueron llamados al lugar algunos artistas de la metrópoli para que esculpieran relieves «modelos». En el templo de Wadi es-Sebua, dedicado a la forma local de Amón (de los Caminos), aún puede comprobarse la diferencia entre estos úl timos y el resto de la decoración, ejecutada por artesanos locales menores: hay una diferencia muy marcada en el tratamiento de las esfinges y de los colosos osiríacos de rostros... agotados. En lo que concernía al hemispeos de Ptah, el resultado superaba la me diocridad. Las estatuas agrupadas y abrigadas en los diferentes nichos del speos, y principalmente las del gran nicho del fondo, habían sufrido numerosos retoques, y los colosos osiríacos de la sala-patio del speos daban pena de ver. Sólo el primer coloso de la hilera sur, esculpido por un artista calificado, poseía un rostro tratado con cierto sentido de la estética;18 pero todos los otros ejemplos osiríacos presentaban una pesadez que contribuían a conferir al hemispeos de Ptah-Tenen el aspecto de una triste pa rodia del prestigioso speos de Meha. ¿Se había querido acentuar el carácter de mundo subterráneo que tenía el santuario? Pero fue bastante después de haber sido revelado como hijo de Ptah que Ramsés deseó consagrar una cuarta gran fundación piadosa en Nubia. Cada una de éstas debía acoger la barca sagra da, partida de Meha y de Ibchek, para que pudiera deslizarse por las aguas de la inundación que penetraban en la Nubia egipcia (el país de Uauat), y llevar el agua nutricia, de etapa en etapa, hasta To-mery. El santuario debía ser el receptáculo provisional de la barca sagrada. En el fondo del santuario, se había reservado un ancho nicho no para tres sino para cuatro formas divinas, sentadas en una banqueta. De sur a norte se encuentran las estatuas de Ptah, con la cabeza dominada por un halcón con las alas desplegadas, luego Ramsés al lado de Ptah-Tenen, y finalmente Hathor. Ram sés estaba igualmente representado encima de este nicho, en una escena donde hacía ofrenda a la barca divina. Como hecho nuevo, Ramsés es citado, al menos siete veces, como Ramsés-el-dios19 (pa-netyer). Además, la sala-patio, que pre senta en el medio los seis pilares «osiríacos» también flanqueados por estatuas del rey con el «traje de los vivos» (torso desnudo y kilt ceremonial), fue excavada en las paredes sur y norte de ocho nichos enfrentados que contienen, en la masa de la roca de gres, 382
las estatuas de pie de Ramsés rodeado de formas divinas todas d ife re n c ia d a s . Se trata de Ramsés-en-la-morada-de-Ptah, de Ramsésen-la-morada de Amón y de Ramsés-en-la-morada-de-Re, alusión a los otros tres cenotafios destinados a recibir la barca en su camino a Egipto: Gerf Husein, Wadi es-Sebua, Derr. El punto de partida era Meha, lugar de la nave: Ramsés-Inundación, que reunía en ella todo el divino Ramsés-pa-netyer (la cuarta entidad encarnada en Ramsés, es decir, Set). En este último hemispeos, su divinidad queda plenamente afirmada en el santuario de aquel que le había conferido todos esos derechos por el Decreto de Ptah en el templo de Miam. Con ese regreso de la inundación jalonada por los tres santua rios, Ramsés se asociaba estrechamente a la renovación anual, en tanto «hijo solar». Por eso los pilares osiríacos de sus cuatro grandes santuarios nubios lo representan vivo, con el torso y las piernas des nudas, vestido con el kilt real corto, y no revestido con el sudario de los muertos. Ante esta última fundación, quedaba por hacer una definitiva comprobación. El faraón había dedicado esos templos a las tres grandes formas divinas: Re (Derr), Amón (Wadi es-Sebua) y Ptah (Gerf Husein), tres de los patronos de las grandes divisiones de su ejército, y además la evocación de la triunidad. Podríamos preguntarnos si el imponente speos de Meha, donde Ramsés, en el santuario, estaba enmarcado por esas tres formas divinas, él, el «pelirrojo», el setiano, ¿no era él mismo una de las formas visibles de Set, patrono de la cuarta división de su ejército, en ese templo donde los suyos y sus acciones memorables constituían el libro de su vida? Vigilantes estaciones del recorrido anual y milagroso de la inundación, los cuatro santuarios nubios de Ramsés consti tuían su guardia invencible.
El sexto jubileo
Al final del año cuarenta y cinco de reinado, llegó la época del sexto jubileo. La repetición de esas festividades se convirtió en una real rutina. Si Ramsés iba conociendo cruelmente los problemas de la
edad, Jaem uese se sentía ya menos alerta. Delegó esas pesadas tareas de organizador de los jubileos en el visir Kahai.
Los años 46 y 47 del reinado El faraón acababa de cumplir setenta años. Necesitaba apoyarse en un bastón para moverse y estaba inclinado hacia adelante,20 como la imagen de Atum. Una corte de justicia ocupaba a Bakenjonsu en Tebas, en un tribunal compuesto por los Segundos y los Terceros Profetas, por el jefe de los Profetas de Mut, por el de Jonsu y por otros cuatro sacerdotes y un secretario de la corte. Se trataba de un proceso entre dos herederos porque una parte de los bienes en litigio es taba destinada al templo de Mut. Hubo una época en la que Ramsés quería ser informado de esos detalles, y habría enviado a uno de los suyos. Pero esa época había pasado. Al comprobar su declinación física, el faraón, en su fastuoso palacio, estaba antes que nada preocupado por afirmar las raíces de su dinastía y el futuro de su obra pacificadora.
La Estela del año 400 Así es que decidió hacer erigir, en el templo de Set (el más antiguo de los construidos, al sur de su futura capital), una estela dedicada a esa forma de lo divino que afirmaba era su antepasa do, para clarificar su historia. Esta estela, conocida con el nombre de Estela del año 400, fue descubierta en Tanis por A. Mariette en 1863.21 Constituye un elemento histórico de extrema impor tancia, pero presenta todavía ciertas ambigüedades de interpre tación. De entrada se comprende bien que para Ramsés no existía la duda: su antepasado era Set. La cintra de la estela está compuesta por la imagen central de Ramsés haciendo ofrenda de vasos de vino a Set, representado como Baal el asiático, pero teniendo en la mano un cetro-was, egipcio, y en la otra el signo anj. Detrás de él, probablemente, como parece indicarlo el enunciado de los títu los, Setos, su padre, está representado antes de acceder a la reale za. Sin embargo, sin duda para indicar su predestinación a subir 384
Cintra de la estela del año 400.
Ram sés, seguido del prim er Setos y de la familia, venera a Set-Baal. (Dibujo)
a. H orus-H urun protege a Ramesu, escrito en jeroglífico. b. El jeroglífico: ra = globo solar m es = el niño real su = la planta m íe tien e en la m ano.
al trono,22 la larga cola animal cuelga detrás de su kilt, a imagen de la que lleva Ramsés. El texto de la estela, en partes aún poco claro, da a entender que Ramsés hizo erigir la estela en honor del gran nombre de sus padres (sus antepasados), para valorizar el nombre del padre de sus padres (Set) y también el del difunto Setos, su propio padre. Sigue la fecha indicada: año 400. Por primera vez en la historia de Egipto, se trataba de una era, porque en cada reinado, desde la I dinastía, empezaba una nueva numeración de los años. Ramsés nos lo enseña; cuatrocientos años antes, Set-nubty, hijo de Re, el gran antepasado, era venerado en esos lugares (lo que podría corresponder, según algunos, al comienzo de la ocu pación de los hicsos).23 Así, cuatro siglos después, continúa la ins cripción de la estela, el cuarto mes del verano, el cuarto día de ese reinado, llega, a ese mismo lugar: Setos (ya difunto). Siguen todos los títulos que tenía antes de su ascenso al trono, entre ellos el de visir: Hijo del príncipe heredero, Alcalde de la ciudad, Visir, Jefe de los arqueros, Gobernador de los países extranjeros, Gober nador de la ciudadela de Tjaru, Escriba real, Intendente de los carros, Parameses, difunto, puesto al mundo por la dueña de casa, cantante de Re, Tiu, difunta. O sea que los antepasados de Ramsés eran todos setianos, arraigados en esa región donde se encuentra a Parameses y a Se tos, dos altos funcionarios, antes de que fundaran la XIX dinastía que, al igual que la V, fue llevada en su seno por una cantante de Re: es una alusión a la primera teogamia conocida. Set, patrono de los pelirrojos, había transmitido su ardiente cabellera a sus descendientes, el más ilustre de los cuales, sin du da, fue Ramsés. La atmósfera solar y setiana en la que se baña la dinastía, la revela la impresionante serie, sin duda intencional, de referencias al número cuatro. ¿Los teólogos desearían sugerir, con la ayuda de esa fecha ficticia (año 400), que Set era el cuarto dios en pie de igualdad con la tríada del Estado?, se pregunta E. Hornung.24 ¿Set, cuya presencia está marcada en Abu Simbel por la misma persona de Ramsés, en el santuario de Meha, rodeado por la tríada del Estado? Esta estela del año 400 parece constituir realmente la concre ción de Ramsés, en el crepúsculo de su vida,25 de lo que fue y de lo que quería ser. Salido de Set, quería afirmar una vez más sus orígenes, y por lo tanto su legitimidad; pero también, con esta 386
imagen híbrida — ecuménica, podría decirse— de Set-Baal, su brayar la identidad indiscutible de las formas divinas entre ellas y, por esto mismo, factores de paz entre los países.
l a muerte de Meriatum Este hijo de Nefertari, el príncipe Meriatum,26 decimosexto hijo de Ramsés, residía en Heliópolis, donde se convirtió en el Sumo Sacerdote. Murió en el momento en que su padre iba a cumplir setenta y un años, en el año 47 de su reinado. En sus exequias, entre los innumerables miembros de la familia, estaban sus tres hermanos mayores: el príncipe heredero, el hijo mayor de Nefertari y de Ramsés, Setherjepeshef, el general Ramsés, y el Sumo Sacerdote de Ptah, Jaemuese, estos dos hijos de Isisnofret.
El séptim o ju bileo
En el año 48, se celebraron de nuevo las ceremonias de las que Ramsés empezaba a esperar, en vano, tan gran socorro, sin que sus efectos se hicieran sentir. Su Sumo Sacerdote de Osiris y amigo, Unennefer, acababa de consagrarle una nueva estatua en Abido.
Dos muertes En el año 50, Unennefer entregó su alma para llegar a Osiris. La función se transmitió de inmediato a su hijo, Hori. Más tarde le sucedería Yuyu, su nieto. El duelo no abandonaba el palacio. Poco tiempo después, el hijo mayor de Isisnofret, el general Ram sés, moría a su vez.
El octavo jubileo
r
O sea que los hijos mayores de las dos primeras Grandes Espo sas reales de Ramsés, empezaban abandonar al faraón quien, a sus setenta y seis años, había perdido todo vigor. Las ceremonias del jubileo, a las que parece haber asistido sólo de lejos, lo cansaban.
Los últimos jeroglíficos de Ramsés Pero había que continuar favoreciendo la armonía de las creencias y de los cultos, como conclusión del tratado firmado con Hatti. En ese ámbito todavía podía actuar. Ordenó entonces la ejecución de un imponente grupo estatuario de granito gris, que representaba a un magnífico y monumental halcón, con la cara en caliza, que protegía en sus patas la imagen de un niño real acuclillado, dominado por el globo solar: Ra, con el dedo en la boca: mes; la imagen plástica tiene en una mano plata-sw: así que da reconstituido el nombre del faraón: Ra-me-su. Cualquiera sea la forma divina expresada, él es hijo de la fuerza solar. Así, domi nado por la imagen del halcón, se esperaría leer, en la inscripción del zócalo del ave monumental, el nombre de Horus. No es así. El soberano es amado de Horus, aspecto divino adorado antes que nada en las regiones semíticas de Siria-Palestina,27 pero que tam bién había llegado al país de los hititas.28 Las colonias asiáticas de esta región oriental del Delta debían de estar satisfechas de reco nocer un aspecto de Hurun en el poderoso Horus. Por otra parte, el Egipto del Delta había acordado el derecho de asilo a ese dios cananeo desde la XVIII dinastía y las guerras orientales de Amenhotep II.
El deceso de Setherjepeshef En el año 52, las inscripciones hacen suponer que por orden del faraón, el príncipe Jaemuese, Sumo Sacerdote de Ptah, era considerado príncipe heredero (pero no corregente). Se compren de mejor la razón cuando nos enteramos de la muerte de Sether jepeshef, poco después, en el año 53 del reinado. 388
El noveno jubileo
Las festividades se desarrollaron en el año 54. El príncipe Mineptah, cuya importancia aumentaba cada día, delegó a Yupa, hijo de Urhiya, Gran Intendente del templo de Amón y del Rameseo, para anunciar el acontecimiento (1226-1225 antes de nuestra era). En ese período, el faraón tuvo el dolor de hacerse transpor tar a la cabecera del Sumo Sacerdote de Menfis que estaba mu riéndose.
Muerte de Jaemuese En el año 55, Jaemuese ya no estaba. A sus ochenta años le quedaba a Ramsés llorar a ese hijo tan cercano a su corazón, y que tanto había trabajado con él para edificar nuevos santuarios y pe netrar mejor en los secretos de lo divino. Jaemuese, Sumo Sacerdote de Ptah y primer arqueólogo del mundo, desapareció después de cuarenta años al servicio de Ptah-Tenen. Parece que quiso ser inhumado en una de las gale rías subterráneas del Serapeo de Menfis, que él había empezado. Sea como fuere, Auguste Mariette, director general de Antigüe dades de Egipto,29 descubrió en 1853, en esos locales, vestigios que con seguridad pertenecieron al equipamiento funerario del príncipe: su máscara de oro y elementos del tesoro, entre ellos una fastuosa joya de oro tabicado, con el nombre del faraón, que son muy probablemente donativos de su padre.30
El décimo ju bileo de Ram sés
Este jubileo se desarrolló en el año 57, para los ochenta y dos años del faraón, y fue organizado por el nuevo visir del sur, Neferrenpet.
A comienzos del año 60, el trono estaba virtualmente vacante. Es muy probable que el príncipe Mineptah, último hijo suscepti ble de reinar, nacido de las primeras Grandes Esposas reales, fue ra investido de las responsabilidades de regente. Puede suponer se que se había casado con su hermana Isisnofret II,31 y también con Bintanat II, la hija de su hermana mayor Bintanat I,32 su sobri na y su joven hermana a la vez, porque era el fruto del matrimo nio de Ramsés con su hija Bintanat I, convertida en Gran Esposa real.
El undécim o ju bileo de Ram sés
Los jubileos seguían sucediéndose. El undécimo fue procla mado durante los años 60-61 por el visir del sur, alcalde de Tebas, Neferrenpet. Naturalmente, el faraón ya no abandonaba su pa lacio: los circuitos sanguíneos de su cabeza eran atacados progre sivamente por las secuelas de una arterioesclerosis.33 Su existen cia vegetativa estaba marcada por las exigencias del protocolo del servicio del rey, cuidadoso de respetar la etiqueta aplicada al dios en la tierra y que afectaba todos los instantes de la jornada.34 Desde que el faraón se levantaba hasta que se acostaba, los altos funcionarios velaban por el aseo del dios, con purificaciones ri tuales, y por la ceremonia de vestirlo en la que cada vestimenta y cada adorno le eran entregados ceremoniosamente. Los peluque ros, manicuras, pedicuros, dentistas, barberos, se afanaban alre dedor de un ser casi ausente. Luego el Señor de la esplendidez velaba por el servicio de boca, en el curso del cual los platos eran presentados con solemnidad, como se hacía en los templos para las estatuas divinas. Los médicos, entre ellos sacerdotes de Sejmet, vencedores de tantos males en Egipto, y enviados con tanta frecuencia al extranjero, se declararon impotentes para curar la enfermedad. Sólo las maravillosas plantas de las que obtenían sabias decocciones podían calmar los dolores: se las daban de beber a Ramsés, a me nudo mezcladas con kifi, bebida preferida del faraón, que le pro curaba instantes de sueño.
El duodécim o, decim otercero y decim ocuarto jubileos
Entonces precipitaron el ritmo de las fiestas-sed , apostando a su misterioso poderío para obtener el último milagro: El duodécimo jubileo se celebró durante los años 61-62. El decimotercer jubileo durante los años 63-64. El decimocuarto jubileo en el curso de los años 65-66. El sexagésimo séptimo año de su reinado acababa de empe¿-zar...35 ... entonces el corazón de Ramsés, que latía desde hacía no venta y dos años, se detuvo: el Gran Guía, el fiel Anubis con ca beza de perro le tomó de la mano. Fue al comienzo de la inunda ción, en 1213 antes de nuestra era.
391
t
V.
Ramsés dispuesto a reemprender su viaje de eternidad delante de su imagen de gloria en Abu Sim bel (67 años de reinado efectivo).
ASÍ FUE RAMSÉS, EL SOL DE EGIPTO
p
: Así vivió Usermaatre Setepenre, Ramsés Meriamón. Ningún faraón dejó tantos escritos sobre lo que quería ser y había hecho; ninguno, sino él, dejó tantos numerosos testimonios monumen tales que permiten aprehender los móviles de sus empresas. — Sin embargo, ¿hay que tomar al pie de la letra la exagera ción sorprendente de algunos relatos que transforman en haza ñas la realidad común? — ¿Es insensato dar crédito a la evocación de su juventud de excepcional precocidad que lo describe como capaz, apenas sali do de la niñez, de asistir como corregente a un padre de valor innegable? — ¿Debe creérsele cuando, con ostentativas tomas de posición, reniega vigorosamente de los actores de la reforma amarniana? — ¿Sería posible extasiarse ante los prodigios y milagros que jalonan su existencia? Es verdad que todo parece desmesurado a nuestros ojos de modernos occidentales, empezando por su asombrosa longevi dad, la duración de su reinado y su innumerable progenie, evi dente objeto de orgullo y cuidados. Esto es cierto. Procreó más de cincuenta hijos, y no menos hi jas. Más que otros faraones, recibió en sus harenes a numerosas princesas extranjeras y nobles damas egipcias, que contribuyeron a enriquecer su descendencia. Sin embargo, si se considera de cerca el grupo de sus Grandes Esposas reales, son los hijos de las dos primeras, Nefertari e Isisnofret, los que constituyen el núme-
ro bastante restringido de los príncipes capaces de acceder al tro no. En definitiva, la existencia de esta fecunda producción no puede asombrar, si se piensa en el personaje moderno Abdel\ Aziz Seud, que tiene cuarenta y tres hijos. Dejemos para algunos la irritación por el énfasis ensordece dor — delirante, según los términos de Cl. Vandersleyen— de los títulos y elogios dirigidos a quien, para llevar a cabo su acción, creyó necesario presentarse ante su pueblo no ya como el hijo del dios, como los otros faraones, sino como la encarnación del mis mo dios. Pero se puede descubrir una realidad evidente en los escritos inspirados por el rey. Por cierto que fue un superdotado; la prue ba indiscutible es que muy joven fue corregente de su padre. Ya en esa época recibió el cartucho real que contenía su nombre de coronación. La famosa batalla de Qadesh: ¿una derrota? En lo inmediato fue un «partido nulo», como se dice, una catástrofe, debida a una imperdonable imprudencia, que evitó por muy poco. Impruden cia, por cierto, por haber prestado oídos a informaciones no con troladas, habiendo cargado sobre la ciudadela deseada acompa ñado sólo por la división de Amón. Pero dos hechos importantes contrabalancean este comportamiento. Ramsés se preocupó, en su estrategia, por establecer un día para la llegada de su tropa de elite, los naharinos: este factor fue esencial para arreglar una situa ción perdida por adelantado. ¿El rey no se redime por su valor fuera de lo común y por su notable presencia de ánimo, al reac cionar ante el espectro del aniquilamiento? ¡No! Ramsés no min tió: al hacer ilustrar el boletín de la batalla se preocupó de que se representara la ciudadela enemiga no invadida. El recuerdo de esta batalla, a la que el hitita parece haber querido poner término, constituyó por cierto la pesadilla del faraón durante largos años: reconquistar las posiciones perdidas en el país de Canaán y de Amurru fue su objetivo, provisionalmente logrado cuando la efímera toma de Dapur. Entonces le pareció desigual e inútil la lucha contra un adversario tan poderoso como el hitita que se benefi ciaba de la complicidad de ciudades-Estado siempre dispuestas a volverse contra el faraón. ¡Más valía utilizar la diplomacia! Cuando el faraón por fin pudo retomar las tratativas con el adversario, con miras a una paz pacientemente preparada, pa rece que ya pensaba en una mira más alta. Para borrar definí tiva394
mente la dolorosa prueba de Qadesh (y la pérdida de Amurru), de alguna manera tenía que mostrar su superioridad consiguien do a la hija de aquel al que había combatido. Ése fue, por cierto, el punto culminante de su reinado, pero su gran suerte fue la de tratar con un hombre tan respetable, leal y pacifista como el hitita. El verdadero Ramsés se revela en la correspondencia inter cambiada con Hatusil y Pudujepa. Se descubre entonces a un hombre de reacciones bastante directas, perfectamente lúcido, de humor muy cáustico, con exigencias a veces excesivas, pero que sabe rectamente — y sin vergüenza— flexibilizar sus posiciones según las circunstancias. Supo mezclar hábilmente todos esos acontecimientos, que cerrarían una espera tan larga, con un telón de fondo donde surgen prodigios tras prodigios. Por otra parte, los subterfugios jalonaron su existencia y cons truyeron su personaje. Fue el hombre de la baraka, el hombre de los milagros. Todo fue explotado y en todos los niveles: tanto sus asom brosas capacidades juveniles como la milagrosa perforación de un pozo en el desierto del Wadi Allaki, la intervención de Amón du rante el combate de Qadesh, la sequía de Anatolia, el verano de San Martín, las sacudidas sísmicas que quebraron uno de sus colosos, la inundación excepcional en su primer jubileo treintañal... Sus raíces no reales, siempre presentes en su espíritu, y la par ticularidad de ser pelirrojo (probablemente por atavismo), que lo clasificaba en la categoría de los fervientes de Set-el-perturbador, lo llevaron por cierto a exorcizar, en alguna medida, lo que podía considerar como una merma en su prestigio. Más que otros, nece sitaba afirmarse como un ser excepcional realizando actos me morables. Dentro de esta óptica, Ramsés fue el primer «hombre de la comunicación». Habló, se explicó, hizo escribir, adornó sus relatos religiosos e históricos con detalles tomados de la realidad, con explicaciones prácticas... en una palabra, quiso informar, y llegó a dibujar la historia. Su larga existencia, aunque a veces podamos confundirnos, estuvo lejos de haber sido constantemente consagrada a la gue rra: al comienzo de su reinado, quince años apenas de expedicio nes y combates esporádicos pero empecinados, sobre sesenta y siete años. El segundo período concierne en parte al estableci miento de la paz y de los acuerdos que se desprenderían de ella. La tercera parte de su presencia en el trono de Egipto le permitió, a favor de los largos años de paz en Oriente Próximo y de una 395
gran opulencia en el país, gobernar para el bien de Egipto en con diciones excepcionales. Espíritu lúcido, rodeado de un círculo de altos funcionarios notables donde se mezclaban egipcios y —a pesar de las gue rras— orientales semitas muy próximos a él, principalmente de origen cananeo, amonita, hurrita, Ramsés aparecía como el se creto continuador de la reforma amarniana. No sólo incitó a los artistas a retomar algunos procedimientos de la decoración sino que, paralelamente, comprendió la necesidad de infiltrar en las creencias un concepto amplio, «depurado», de lo divino. Sin em bargo, para enmascarar y proteger esta evolución, tenía que rene gar abiertamente de los que la habían inspirado. También fue el renegado: contribuyó mucho al deterioro del templo de Deir elBahari, y al de los cenotafios de los cercanos a Hatshepsut en el Dyebel Silsila y luego a la destrucción de la ciudad de Ajetatón, y a la desaparición de las reliquias amarnianas en todo el país. También suprimió, a sabiendas, a Hatshepsut y a los príncipes de la herejía amarniana de las listas reales públicas. Más cerca, que sus predecesores, del pueblo, de sus necesidades y de sus aspiraciones, Ramsés fue tanto social como ecuménico. Ayudado por la proximidad de su capital Pi-Rameses de la frontera oriental del país, se esforzó por acercar el concepto de las formas divinas de su tierra a la de sus vecinos semitas. Se alzaron monu mentos a Set-Baal, a Horus-Hurun, a Hathor-Astarté. En todas par tes donde soldados y artesanos extranjeros vivían en las orillas del Nilo, sus divinidades tenían derecho de ciudadanía: Qadesh, Anat, Astarté, Reshep, etc., fueron venerados en sus moradas. Al saber explotar, en beneficio de su conducción del país, los acontecimientos que vivía, no dejó de utilizar y adherir a la era sotíaca durante la cual su familia había accedido al trono. Mo nopolizaría la salida helíaca de la estrella Sotis y la llegada de la inundación el día de Año Nuevo, y presentaría el fenómeno como el resultado de su obra personal, compartido con la hermo sa Nefertari por amor a la cual sale el sol. Señor de la inundación, como el mismo Amenhotep-Ajenatón había querido presentarse, dominaba de esta manera el calendario del que dependía el ritmo de toda forma de vida. Todavía se ve la marca de ese programa en el Rameseo, uno de los tantos monumentos que erigió, cada uno de los cuales traduce una realidad cósmica. El único interrogante al que todavía no se ha podido respon 396
der concierne al comportamiento real de Ramsés respecto de la reina Isisnofret. Potentado incuestionable, la única desdicha de este maestro de prodigios fue reinar demasiados años, durante los que vio de saparecer a la mayor parte de sus hijos mayores. En 1213 antes de nuestra era, su sucesor, el decimotercer príncipe, Mineptah, ya era un hombre de edad cuando recibió su herencia. Al desaparecer, Ramsés dejaba tras de sí las fuentes de su mito. De su innumerable descendencia, sólo Jaemuese con fama de sabio y de mago supo alimentar la literatura de la Época baja, aunque la gesta de su padre atravesó los siglos. En el templo de Jonsu en Kam ak, todavía en el siglo iv antes de nuestra era, se evocaba el recuerdo del fastuoso matrimonio con la princesa hitita. Pero se infiltraron confusiones y los sacerdotes atribuían a la princesa una enfermedad, que la estatua del rey curaría. El relato fue grabado en una estela donde se contaba la historia de la prin cesa de Bajtán: el monumento se conserva en el Louvre, y Leconte de Lisie se inspiró en él para sus Poemas bárbaros. Más allá de las fronteras, los redactores de la Biblia evocaron varias veces el país de Ramsés y su fastuosa capital. Luego, cuan do a medidados del siglo v antes de nuestra era Heródoto visitó Egipto, le hablaron de «Rhampsinite» y de los pilonos de su tem plo de Menfis. Escuchó cantar la gloria del faraón cuyo nombre formaba uno solo con el del antiguo Sesostris. También le conta ron cómo el clero de Ptah se había negado a que Darío se hiciera erigir delante de su templo, un coloso de treinta codos comparable a los de Sesostris el Egipcio, rodeado por su mujer y sus hijos. El gran rey convino en que no habiendo podido vencer a los escitas, no había cumplido hazañas que pudieran igualarse a las del faraón (Heródoto, Historias, II, CX). Más tarde, Diodoro de Sicilia (I, 54 y 73) evocaba el nacimien to milagroso del rey, Hijo de Path-Hefaistos. Informado por Hécate, visitó y describió el Rameseo, que llamó la Tumba de Osymandias (deformación de Usermaatre). Admiró el famoso coloso derrumbado del primer patio, y aludió al círculo de oro que brilla ba en el techo; también comentó la batalla de Qadesh contra el país de los hititas, que llamó Bactria... El nombre de Ramsés todavía brilla en la actualidad y él solo simboliza toda la gloria de los faraones. Tal vez nos reserva algu nas sorpresas para descubrir un nuevo «prodigio».
NOTAS Y REFERENCIAS ¿Por qué volver a escribir sobre Ramsés? 1. N. Grimai, Histoire de l'Égypte ancienne, París, Fayard, 1988, pp. 298-329. 2. C. Vandersleyen, L'Égypte et la Vallée du Nil — 2: De la fin de l'Ancien Empire à la fin du Nouvel Empire, Paris, PUF (Nouvelle Clio), 1995, pp. 513-556. 3. K. A. Kitchen, Pharaoh Triumphant. The Life and Time o f Ramessess II, King o) Egypt, Warminster, 1983. 4. K. A. Kitchen, Ramesside Inscriptions, Historical and Biographical, ocho volúme nes, Oxford, 1972-1990. 5. CNRS: Centro Nacional de Investigación Científica. 6. CEDAE: Centro de Estudios y de Documentación sobre el Antiguo Egipto. 7. Mi antiguo equipo continúa allí los trabajos e investigaciones desde hace dos
Capítulo I: El último milagro de Ramsés 1. Para un reciente estudio sobre los cinco días epagómenos, cf. A. Spalinger, «Some Remarks on the Epagomenal Days in Ancient Egypt», JNES 54, n° 1 (1995), pp. 33-47. 2. Para las fiestas del Nilo, principalmente según los autores del período grecorro mano, hay que consultar con provecho el libro de D. Bonneau, La Crue du Nil, divinité égyptienne, à travers mille ans d'histoire (332 av-(A\ ap. J. C.), Paris, Klincksieck, 1964. 3. Cf. el papiro Anastasi I, pl. XIII, 3; pl. XVIII; vol. II, pl. V, fig. 5. K. Sethe, «Der Ñame Sesostris, der Kurzname Ramsés II», ZÀS XLI (1904), pp. 53-57. W. Hayes, The Scepter of£gypt I, Nueva York, 1959, p. 345. Al final de la época faraónica, la gloria de Sesostris III y la de Ramsés II se confundían en la leyenda, porque el diminutivo Sesu, sacado de la sílaba terminal de la palabra Ramsés, se atribuyó al nombre de Sesoosis, deformación de Sesostris. 4. Para los ritos funerarios en general, se consultará con interés el estudio de I. Franco, Rites et croyances d'éternité, París, Pygmalion/Gérard Watelet (Bibliothèque de l'Égypte ancienne), 1993. 5. Anubis, el perro negro que vive en las tinieblas porque está unido a la suerte del difunto durante todo su período en el mundo subterráneo. Parece acoger al muer to a su entrada en el más allá, protegerlo y guiarlo hasta la salida de su «purgatorio». Es la prefiguración de san Cristóbal, pero presenta un aspecto complejo del que se puede deducir que se confunde con el muerto durante su transformación de Osiris-el-
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padre en Horus-el-heredero. Así, Horas es su forma visible. Es verdaderamente la transición entre la muerte y la vida, razón por la cual a veces se le pone la cabeza del camero solar en transformación. Para Anubis-luna, cf. R.R. Ritner, «Anubis and the Lunar Disc», JEA 71 (1985), pp. 149-155, seguido de un complemento de Dom Bede Millard U.S.B., en JEA 73 (1987), p. 238. 6. Estas unidades se citan siempre en el mismo orden. En las representaciones funerarias tienen el aspecto de pequeñas momias de pie sobre una flor de loto que brota delante de Osiris reinando en el más allá. Protegen generalmente el hígado (Amset), el bazo (Hapi), el pulmón (Duamutef) y el intestino delgado (Kebsenuf); A. Aufrére, RdE 36 (1985), p. 23; a veces se encuentran inversiones: Amset para el estómago, Hapi para el intestino delgado. Son esenciales para la recomposición del futuro Horas y forman la «corporación divina colocada por Anubis para proteger el sarcófago». Se considera que residen en la parte septentrional del cielo, «detrás del Muslo» (La Osa Mayor): P. Barguet, Le Livre des Morts des anciens Égyptiens, París, Cerf (Littératures Anciennes du Proche-Orient 1), 1967, p. 60 (capítulo 17). Constituyen todo el mecanismo que devolverá su vitalidad al cuerpo, reuniendo el corazón y los riñones, vueltos a colocar en la momia. 7. Sólo los textos que emanan de los autores grecorromanos que visitaron Egipto nos han dejado descripciones coherentes de los procedimientos de momificación. Se trata de Heródoto, Libro II (Euterpe), § 85-88, y de Diodoro de Sicilia, Nacimiento de los dioses y de los hombres, Libro I, § 10c 1. 8. Estos granos de pimienta en las narices de la momia de Ramsés se descubrieron cuando el cuerpo fue estudiado y «curado» en París. La misma observación se aplica al anillo de oro que sostenía el corazón, o también a la presencia de tabaco silvestre en la pared abdominal. 9. Detalle particular de la momia de Ramsés y de la de su padre Setos I: la posición de los brazos sobre el pecho. Cuando los oficiantes cruzaron los brazos reales envuel tos en vendas, hicieron pasar el brazo izquierdo sobre el brazo derecho, a la inversa de lo que se hacía precedentemente. G. Elliot Smith, The Royal Mummies, Catálogo ge neral del Museo de El Cairo, 1912, pp. 61 y 64. 10. La presencia, en el frente de los sarcófagos reales, de esos dos animales, y el funcionamiento de esos símbolos están explicados en Ch. Desroches Noblecourt, Amours etfureurs de La Lointaine (Clés pour la compréhension de symboles égyptiens), París, Stock/Pemoud, 1995, capítulo IV, pp. 93-117. En adelante Lointaine. 11. Esta última, simbólicamente orientada hacia el este en el universo de la tumba, debía presentar su lado izquierdo al norte, y su lado derecho al sur. Efectivamente, la cobra había sido colocada sobre la pierna izquierda, y el buitre contra la pierna dere cha (el hecho se comprobó en la momia de Tutankhamón). 12. La relación con la corona de la justicia, que se encuentra varias veces en los Evangelios, fue hecha por N. de Garis Davies y A. H. Gardiner, The Tomb o f Amenemhet, Londres, 1915, p. 111 n. 3. Para la corona de justificación, cf. el estudio de Ph. Derchain, «Essai d'analyse d'un rite ptolémaique», CdE XXX, n° 60 (julio de 1955), pp. 225-287. 13. Como es sabido, ninguna siringa del Valle de los Reyes que haya contenido las sepulturas de los faraones del Imperio nuevo (XVIII-XX dinastías), con excepción de la tumba de Tutankhamón, dejó de ser víctima de los antiguos saqueadores. Por lo tanto, he basado las descripciones de la pompa y del mobiliario funerarios de Ramsés en el magnífico ejemplo aportado por ese joven rey. Sin embargo, los pocos indicios encontrados en las tumbas saqueadas han permitido constatar que el ritual era el mismo para los otros faraones. Para más amplios detalles, remitirse a Ch. Desroches Noblecourt, Toutankhamon, vie et mort d'un pharaon, Hachette/Rainbird, 1963, última edición francesa, Pygmalion/Gérard Watelet, París, 1977. 14. Para la «confirmación del poder real en el Año Nuevo», véase J.-Cl. Goyon,
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Confirmation du pouvoir royal au nouvel an [Brooklyn Muséum papyrus 47.218.50], El Cairo, IFAO (.Bibliothèque d'étude 52), 1972. 15. Se ha podido señalar —gracias a las «apelaciones controladas» que figuran en los vestigios de las jarras de vino de Ramsés depositadas en el Rameseo— que los viñedos del rey estaban localizados por lo menos en treinta y cuatro sitios diferentes. 16. Cf. Ch. Maystre, «Le Tombeau de Ramsès II», BIFAO XXXVIII (1939), pp. 183190. Muy deteriorada por los pillajes de los hombres y por los hundimientos de la roca, hace 3.000 años, esta tumba de Ramsés II (n° 7 del Valle de los Reyes) nunca había sido excavada sistemáticamente después de su saqueo en la Antigüedad, y en consecuencia se la conocía mal. Fue objeto de un estudio preliminar de Ch. Maystre y A. Piankoff, hace más de cincuenta años; estos últimos descubrieron y publicaron las Letanías del Sol. Incorporé su estudio en el programa de los trabajos realizados en el oeste de Tebas, por el CNRS francés y el CEDAE egipcio principalmente, relativos a los monumentos del gran rey. Mis sucesores han emprendido su prospección desde hace dos años, lo que sin duda reservará importantes descubrimientos. Frente a la entrada de la tumba Ramsés había hecho excavar una inmensa estructura subterránea consagrada a sus hijos. Actualmente continúan las investigaciones los estadouniden ses y los egipcios. 17. Esta declaración del demiurgo se encontró, por primera vez, en los Textos de los sarcófagos, 464 a-b, cap. 1130. 18. A propósito de este rito, remitirse a un reciente estudio de A. M. Roth, «Fingers, Stars and the Opening of the Mouth: the Nature and Formation of de Ntrwyblades», ]EA 79 (1993), pp. 57-59.
Capítulo II: La extraña odisea de una momia real 1. Como advertí al lector — y ya que el mobiliario funerario de Ramsés fue sa queado en la Antigüedad—, basé la descripción del aparato funerario de Ramsés en el de Tutankhamón, aunque éste lo precede en unos ciento veinte años. Alguien podría imaginar que se habrían producido cambios en las costumbres funerarias en el curso de ese período. Pero no es así. Tenemos la prueba en un dibujo antiguo de un ostracon con el plano de la siringa de Ramsés IV, que murió sesenta y cinco años después de Ramsés II: se puede comprobar —en ese dibujo parcialmente conservado, en lo que concierne al encajonamiento de las cuatro capillas doradas—, la indicación de los cua tro piquetes que sostienen la tela de lino, todo depositado en el ataúd del rey. 2. Un estudio completo de las cuatro capillas de madera dorada de Tutankhamón, conservadas en el Museo de El Cairo, puede verse en A. Piankoff, The Shrines of TutAnkh-Amon. 2 vols., Nueva York, Panthéon Books (Bollingen Series XL), 1954-1955. 3. O Jer-ahau\ este término todavía único, encontrado en el papiro Abbott, V, 3, debe aplicarse a esta gran estructura subterránea recientemente descubierta en el Va lle de los Reyes, cuya excavación ha comenzado: por cierto, deparará numerosas sor presas. El investigador estadounidense, K. Weeks, pudo leer en las paredes de esta extraña siringa los nombres de tres hijos de Ramsés: Amenhirjopshef, Ramsés y Setos. 4. Sobre la historia de este último gran rey del Imperio nuevo, véase el estudio muy completo de P. Grandet, Ramsès III, histoire d'un règne, París, Pygmalion/Gérard Watelet (Bibliothèque de l'Égypte ancienne), 1993. 5. Esto es lo que nos hace saber el papiro Mayer, conservado en el Free Public Library Muséum de Liverpool. Es interesante consultar el estudio apasionante de los procesos más conocidos relativos a los saqueos de tumbas reales y a la historia de sus autores, gracias a los documentos que felizmente se encontraron: P. Vemus, Affaires et scandales sous les Ramsès, la crise des valeurs dans l'Égypte du Nouvel Empire, Paris, Pyg malion/Gérard Watelet (Bibliothèque de l’Égypte ancienne), 1993.
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6. En la tumba de Setos I, fueron depositadas, entre otras, las momias de Amenhotep I, Tutmosis I y Tutmosis III, Setos I, Ramsés I, Ramsés II y Ramsés IX. En la tumba de Amenhotep II, las momias de Tutmosis IV, Amenhotep III, Mineptah, Siptah, Ramsés IV y Ramsés VI. Coincidencia: los soberanos que Ramsés había hecho suprimir de las listas reales de sus templos o de las paredes de las capillas de sus contemporáneos, están ausentes. Las momias de estos últimos no parecen haber figu rado en los dos escondites reales. El azar (o el destino), una vez más, pareciera haber doblegado las circunstancias a la voluntad del faraón. 7. El capítulo 166 del Libro de los Muertos, que contiene la fórmula mágica colocada bajo la cabeza del muerto para su protección, es de una redacción que se remonta a esta época de la XXI dinastía. El texto termina con la indicación de los monjes que mencionan que el libro fue encontrado al cuello del rey User-Maat-Re (Ramsés II) en la necrópolis. Este descubrimiento, sin duda, se hizo cuando se comprobó el saqueo de la tumba de Ramsés II. Así nos enteramos que una forma de protección, en papiro, fue colocada bajo la nuca del rey en la XXI dinastía. El texto fue traducido por J. Cemy, BIFAO XLI (1942), p. 118 y ss. 8. Cf. G. Maspero, Les momies royales de Deir el-Bahari, El Cairo, (MMAF I), 1889, pp. 511-526. 9. Sobre la vida de esta personalidad fuera de lo común, véase E. David, Mariette Pacha, 1821-1881, París, Pygmalion/Gérard Watelet (Bibliothèque de l'Égypte ancienne), 1994. 10. Es verosímil que el más antiguo shuabti conocido en bronce, con el nombre de Ramsés II (Berlín n° 2502, P. A. Clay ton, «Royal Bronze Shawabti Figures», JE A 58,1972, pp. 167-175), provenga del saqueo del escondite real de Deir el-Bahari, al igual que los muy hermosos vasos rituales cilindricos en frita esmaltada azul turquesa con decora ción negra (llamados falsamente canopos), conservados en el Museo del Louvre. 11. H. Burton, que entró en la tumba muy deteriorada de Ramsés en diciembre de 1913, encontró entre los escombros que la colmaban fragmentos de vasos exactamente análogos (N. Reeves, Valley o f the Kings, a Decline of a Royal Necrópolis, Nueva York, 1990, p. 321). Para la historia de las difíciles adquisiciones de estos vasos para el Lou vre, cf. M. Kanawaty, «Les vases bleus de Ramsés II», Memnonia VI (1995), pp. 175191. 12. La aventura, novelada, de este descubrimiento fue recreada en 1969 por el muy buen filme egipcio, La momia, de Chadi Abdel Salam. 13. El segundo de su género, después del que Bonaparte organizó en El Cairo en 1798. La piedra de Roseta fue depositada allí al día siguiente de su descubrimiento en el Delta. 14. Pierre Loti, La mort de Philae, París, Calmann-Lévy, capítulo IV, el Cénacle des momies, pp. 47-66, y en especial pp. 59-60. 15. Toda la aventura de Ramsés, desde su partida de El Cairo hasta su regreso, y la descripción de las diferentes intervenciones de las que fue objeto, están expuestas en L. Balout, y otros, La momie de Ramsés, contribution scientifique à la égyptologie (Intro ducción y Conclusion: Ch. Desroches Noblecourt), Paris, Recherches sur les civilisa tions (ADPF), 1985, abundantemente ilustrado.
Capítulo III: El nacimiento de una dinastía 1. Encontrado en los vestigios del mobiliario funerario de la reina, en Tebas oeste, ese magnífico collar que consiste en una pesada cadena de la que cuelgan tres grandes moscas estilizadas, también de oro, se conserva en el Museo de El Cairo. 2. Cf. el catálogo de la exposición consagrada a este reinado de la belleza y de la fuerza, Aménophis III, le pharaon soleil, París, Grand Palais, 1993.
Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Toutankhamon, vie et mort d'un pharaon, Rainbird, Pygmalion/Gérard Watelet, 1977. 4. R. Hari, Horemheb et la Reine Moutnedjemet ou la fin d'une dynastie, Ginebra, Belles Lettres, 1965. Para la tumba de Horemheb, cf. E. Hornung, Das Grab des Haremhab im Tal der Kônige, Berna, 1971. 5. J.-M. Kruchten, Le Décret d'Horemheb, Universidad de Bruselas, 1981. 6. Para la identidad del padre de Parameses, futuro Ramsés I, cf. E. Cruz-Uribe, «The Father of Ramses I», JNES n° 3 (julio de 1978), pp. 237-244, a propósito de la estela 0.1.11456 del comandante de tropas Suty < Setos. Hay que observar que el nom bre de Setos sólo aparece a partir de la época amamiana, W. F. Albright, «Cuneiform Materials», JNES 5 (1946), p. XI. Sobre los orígenes de la familia, cf. la Estela del año 400 (véase más adelante). Una buena edición es la de R. Stadelmann, «Die 400-JahrStele», CdE XL n° 79 (enero de 1965), pp. 46-60. 7. Para el emplazamiento de los Caminos de Horus, D. Valbelle, «La (les) route (s) d'Horus», El Cairo, IFAO (Bibliothèque d'Étude 106-4), 1994, pp. 379-386, demuestra que se trata del punto de partida del camino que parte en dirección a Gaza, y no del mismo camino. Redford era de la misma opinión. A. Gardiner atribuía ese nombre a la ruta costera que iba hasta Tiro, «The Ancient Military Road between Egypt and Palestine», JEA 6 (1920), pp. 99-116. 8. Para la ciudadela de Tjaru, A. H. Gardiner, Ancient Egyptian Onomástico II, Lon dres, 1947, pp. 202*-204*, y A. R. Schulman, JARCE IV (1965), p. 66. 9. En esta época, el faraón debió de estar asistido por dos visires. Pero no se sabe si Parameses fue el visir del norte o el del sur, o si hubo dos visires con Horemheb. A menudo se ha indicado al príncipe Setos, al que la Estela del año 400 señala como visir. 10. Los cimientos de las paredes estaban compuestos por pequeños bloques de gres. Se necesitaban tres para igualar el tamaño de los bloques utilizados antes, por eso su nombre de talatates, sacado de la cifra talata = tres, en árabe. 11. W. Helck, Zur Verwaltung des Mittleren und Neuen Reichs, Leiden, 1958, pp. 310-311 y p. 447. 12. Algunos autores, entre ellos K. A. Kitchen, consideran que Setos hijo de Pa rameses debía de tener unos veinte años en esa época (cf. K. A. Kitchen, Ramsés, p. 39). 13. Véase más adelante respecto de la coronación de Ramsés, cap. V, p. 105. 14. Para la corporación de los obreros destinados a la tumba del faraón, cf. cap. IV, nota 17. 15. Por lo tanto, hay que revisar nuestra comprensión moderna de lo que se llama «usurpación». Ramsés permaneció fiel a la memoria de Horemheb; si hubiera sido de otra manera, nos veríamos obligados a comprobar una monstruosa ingratitud por parte del antiguo visir. 16. K. A. Kitchen, op. cit., p. 41. Este texto había sido grabado en el zócalo de una estatua de Ramsés I, consagrada en el templo de Medamud (al sur de Luxor). 17. Una vez recuperada la opulencia, éste es un ejemplo edificante que se remonta a la XX dinastía: el templo de Amón en Kamak poseía 56 ciudades cananeas, y el de Re, 103 ciudades. Cf. A. H. Gardiner JEA 27 (1941), pp. 23-24, y B. Menu, Le régime juridique des terr/s et du personnel attaché à la terre dans le Papyrus Wilbour, Lille, 1970, pp. 92-93. / 18. Estas estelas fueron descubiertas en 1829 durante la famosa expedición francotoscana a Egipto, organizada por Champollion. Este trajo una de ellas, hoy en el Mu seo del Louvre (C 59). 19. L. A. Christophe, «Les dernières années des rois Ramsés I et Ramsés II», ASAE, 2 ° fascículo (1951), p. 352. 3.
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Capítulo IV: La corregencia del príncipe Ramsés bajo el reinado de Setos I — 12941279 antes de nuestra era 1. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, p. 41 y ss., y Ch. Desroches Noblecourt y Ch. Kuentz, Le petit temple d’Abou Simbel I, El Cairo, CEDAE, 1968, pp. 118-119. R. Parker, The Calendars o f Ancient Egypt, Chicago (Studies in Ancient Oriental Civilization 26), 1950, pp. 30-51. La «salida helíaca de la estrella Sotis» marca ese día bendeci do donde los dos años (el agrario y religioso por una parte, el civil por la otra) coinci dían, y ese encuentro se producía a la llegada de la inundación a la tierra de Egipto, alrededor del 18 de julio. Una «fecha sotíaca» es la indicación dada por los egipcios del día de Año Nuevo donde, para el calendario civil, la estrella Sotis que estaba invisible durante setenta días, reaparecía al alba. Ya que el año civil perdía un día cada cuatro años, vemos que en ese calendario las estaciones estaban desplazadas. Así el papiro Ebers (Urkunden IV, p. 44, 5-6) indica la reaparición de la estrella Sotis (Sirio) observada el noveno año del reinado bajo la Majestad del rey del Alto y Bajo Egipto Dyeserkare (Amenhotep I): fiesta del Año Nuevo, tercer mes del verano, nove no día; salida de Sirio. Para los campesinos, la inundación (el verdadero día de Año Nuevo) y la salida helíaca de Sirio (es decir, la aparición de Sotis y del sol casi simultá nea) se producía siempre el primer día del primer mes de la primera estación (ajet: inundación). 2. Ramsés II edificó este templo de Millones de Años para la renovación anual del faraón, llamado en la actualidad Rameseo, cantado por Shelley, con el nombre de Tum ba de los Osymandias (alteración del nombre de coronación de Ramsés: Usermaatre). 3. La tumba de la pareja Tia y Tiia (cf. Andrés y Andrea) fue encontrada por G. T. Martin: JEA 69 (1983), pp. 5-12, y JEA 70 (1984), pp. 25-29. La decoración muy vivaz todavía es heredera del género pintoresco adoptado en la época amarniana; así la pareja se nos presenta llevada en su barca de paseo, con los dos caballos de los príncipes a bordo del remolcador, en camino hacia el peregrinaje de Abido. 4. Gran inscripción dedicatoria de Abido, líneas 43 a 48. 5. El problema de la corregencia, no se sabe por qué, a menudo ha sido cuestiona do. En la actualidad en general se admite el hecho. La discusión se centra ahora en su duración. Para el caso de Ramsés en la época de su padre, véase K. C. Seele, The Coregency o f Ramsés II with Sethy I and the Date o f the Great Hypostyle Hall at Karnak, Chicago, 1940, para las coronaciones, pp. 23 a 49. Véase también W. J. Mumane, «The Earlier Reign of Ramsés II», GM 19 (1976), pp. 153-190; Id., Ancient Egyptian Coregencies, Chicago, 1977, pp. 60 y ss. Véase también A. Spalinger, «Traces of the early Career of Rameses II», JNES 38 n° 4 (enero-octubre de 1979), pp. 271-286: en esa ocasión, Spalinger demuestra que, en los documentos grabados por orden de Setos, se trataría del príncipe Ramsés, y no de un difunto hermano mayor (p. 274). K. A. Kitchen, JNES 39 (1980), pp. 169 y ss. 6. Por exagerados que sean los términos de este relato, es impensable que Ramsés no haya tomado un acontecimiento real. Un texto de esta calidad, trazado en jeroglífi cos, escritura de los dioses, y en un sitio sagrado, no podía referirse a un aconteci miento ficticio. 7. Paser, en esa época jefe de los secretos de las Dos Diosas, guardián de las co ronas reunidas en forma pschent, le colocó, es muy probable, esos augustos emblemas en la cabeza. 8. J. H. Breasted, Anden Records of Egypt III, Chicago, 1906, p. 95: «Es evidente que toda esta coronación de Hatshepsut, al igual que el nacimiento sobrenatural, es una creación artificial, una ficción de origen posterior, motivada por la necesidad política. Como tal, tiene su estrecho paralelo en la representación de Ramsés II en su gran inscripción de Abido, con la única diferencia de que se afirma que su padre permane ció como corregente en el trono».
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9. Cf. J. H. Breasted, «Ramses II and the Princes in the Kamak Reliefs of Seti I», ZÀZ 37 (1899), pp. 130-139, y Ancien Records of Egypt III, pp. 59-67 y figs. 3-6. 10. Se ha recuperado el nombre de este personaje fantasma, cuya representación fue restaurada por Ramsés: se trata de un tal Mehy. Pero el misterio continúa. ¿Es un pretendiente al trono? ¿Es un asistente del rey que excepcionalmente tuvo derecho a figurar inmediatamente detrás de él en ese lugar privilegiado? 11. Cuando Ramsés se convirtió en faráon, poco después hizo acompañar su nom bre de coronación User-maat-Re con el epíteto Setep-en-Re: «elegido por el sol». 1 2 . A. H. Gardiner-T. E. Peet-J. Cemy, Inscriptions o f Sinai II, Londres, 1 9 5 5 , p p . 1 7 6 -1 7 7 .
13. El Louvre posee una magnífica estela (C 213) que representa al superintenden te del harén de Menfis, Hormin, recompensado por su rey Setos, quien, desde la «ven tana de aparición» de su palacio, le entregó collares de oro. 14. Para Paser, que se convirtió en visir, cf. J. Yoyotte, Annuaire EPHE 74 (1966), pp. 87-88, y V. A. Donohue, «The Vizier Paser», fEA 74 (1988), pp. 103-123. 1 5 . No debe confundirse con Imenemipet, virrey de Nubia en la misma época, que aparece en una pared del templo de Beit el-Wali. 1 6 . Una magnífica estela de Didia, en granito negro, que presenta imágenes divi nas en altorrelieve, marcada con toda su genealogía, se conserva en el Museo del Louvre (C 50). 17. J. Cérny, A Community o f Workmen at Thebes in the Ramesside Period, El Cairo, IFAO (Bibliothèque d'Étude 50), 1973, es la obra de base. Véase también D. Valbelle, Les ouvriers de la tombe. Deir el Medineh à l'époque ramesside, El Cairo, IFAO (Bibliothèque d'Étude 96), 1985; M. L. Bierbrier, Les bâtisseurs de Pharaon, la confrérie de Deir el Me dineh, Monaco, Éditions du Rocher, 1986. 18. E. Homung, Das Grab Sethos'I, Zurich, 1991. 1 9 . El kadya empleo del kedy > yeso. 20. Escriba de imágenes: sesh-ked. 21. Escultor: tya-medyat. 22. N. de Garis Davies, The Tomb ofRamose, Londres, The Egypt Exploration Socie ty, 1941, p. XXXVII. 23. Por sorprendente que parezca, se piensa que la tumba de Setos I fue excavada y decorada en una decena de años. Otras siringas, casi tan importantes, la de Ram sés IV y Ramsés VI, debieron de ser ejecutadas en plazos análogos. Estas comproba ciones —o estimaciones— pudieron hacerse cuando estudiamos las inscripciones de jadas por los obreros en las rocas de los valles funerarios reales. Cf. J. Cerny y Ch. Desroches Noblecourt, Les Graffiti de la montagne thébaine I, El Cairo, CEDAE, 1970, pp. XVI-XVII. 24. Existe, en el Oriental Institute de Chicago, una estela fragmentaria ( 0 .1 . 11456), en la que el padre de Parameses (Ramsés I), de nombre Suty (Setos), está rodeado por su hijo y por su hermano: Jaemuese, naturalmente todos militares. Cf. E. Cruz-Uribe, «The Father of Ramses I», JNES 37, n° 3 (julio de 1978), pp. 239-240. 25. Cf. Nicolas Grimai, Histoire de l’Égypte ancienne, Paris, Fayard, 1988, p. 300. 26. W. C. Hayes, Glazed Tiles from a Palace o f Ramesses liâ t Kantir, Nueva York, The Metropolitan Muséum of Art (Papers 3), 1934. 27. El hemispeos de Beit el-Wali, en el curso de la salvación de los templos de Nubia, fue trasladado al sur de la gran presa de Asuán (Sadd el-Aali), y colocado al noroestedél templo de Kalabsha, también desplazado. La parte en speos natural mente fue introducida en las rocas. En la época cristiana, el pequeño santuario fue transformado en iglesia. Una de las particularidades de las decoraciones consiste en que han sido tratadas parcialmente en «relieves en hueco», como en la época amarniana. 28. En este caso, los dos paneles sólo constituirían el comentario decorativo de
escenas tradicionales de los pilonos, donde el faraón se opone simbólicamente, tanto al sur como al norte, a los agresores de su país. El prototipo ya figura en la paleta de Narmer (Museo de El Cairo).
Capítulo V: La coronación 1. Las fechas de la época ramésida no están todavía completamente establecidas, y varían en una horquilla de una decena de años. Algunos la hacen comenzar hacia 1304 antes de nuestra era, y otros en 1290. Hemos seguido la cronología de Kitchen que —teniendo en cuenta los datos aportados por los países vecinos—, parece ser la que mejor le conviene. Cf. M. L. Bierbrier, JEA 66 (1980), pp. 177-178, resumen del estudio de E. Wente y Ch. van Sielen sobre la cronología del Imperio nuevo, y las discusiones sobre el ascenso al trono de Ramsés II. Véase también R. Redford, «The Earliest Years of Ramesses II, and the Building of the ramesside Court at Luxor», JEA 57 (1971), pp. 110-119; K. A. Kitchen, resúmenes de los estudios de J. D. Schmidt y F. Gomaà sobre el reinado de Ramsés II, en JEA 61 (1975), p. 269, y R. Krauss, «Zur historischen Einordnung Amenmesses und zur Chronologie der 19/20. Dynastie, GM 45 (1981), p. 30. La coronación de Ramsés, celebrada después de las exequias de Setos, se desarrolló bajo los mejores auspicios, ya que tuvo lugar durante la estación de la inundación: Urk, IV, 262, 7-8. 2. Sobre la insistencia de Ramsés para mostrar que él era el príncipe heredero: Ch. Desroches Noblecourt, «Une coutume égyptienne méconnue», BIFAO 45 (1947), pp. 185-232, sobre todo p. 209. 3. W. F. Albright, «Cuneiform Materials», JNES 5 (1946), p. 21. 4. Recordemos los célebres arquitectos de Luxor, de Amenhotep III, Hor y Suty. 5. E. Cruz-Uribe, «The Father of Ramses I», JNES 37 n° 3 (julio de 1978), pp. 237244. 6. Nina de Garis Davies y A. H. Gardiner, The Tomb ofH ouy Viceroy of Nubia in the Reign o f Tutankhamun, n° 40. 7. El procedimiento fue aplicado durante la decoración del ala sur de la sala hi póstila de Kamak, mientras que el ala norte, que se remonta a la época de la corregen cia, está adornada con bajorrelieves tradicionales. 8. Cf. R. Parker, The Calendars of Ancient Egypt, Chicago (Studies in Ancient Oriental Civilization 26), 1950, p. 39, § 198. 9. O Repetición de los nacimientos, calificada de comienzo de la eternidad. Esta ex presión fue también utilizada para períodos menos «cósmicos», por Amenemes I, Hatshepsut, Tutankhamón y Horemheb. Cf. E. Blumenthal, Untersuchungen zum ägyptischen Königtum des Mittleren Reiches, Berlin, 1978. 10. El período sotíaco habría comenzado lo más temprano en 1318 y lo más tarde en 1312. Cf. R. Parker, op. cit., p. 38 y 59. Precisa: el 5 de julio de 1313 en MenfisHeliópolis. L. A. Christophe, «Les fêtes agraires du calendrier d'Hathor», Cahiers d'Histoire Égyptienne VII (El Cairo, febrero de 1955), p. 44 y n° 43. Esta era nueva, Renovación de los nacimientos (Uhem mesut), debía coincidir con la era descrita por Teón de Alejandría como Era de Menofres, identificada con este último ciclo sotíaco a.C., y el advenimiento de Setos I. Cf. J. von Beckerath, Tanis und Theben, hist. Grundlagen der Ramessidenzeit in Aegypten, ägyptologische Forschungen 16, Munich, 1951, pp. 105 y ss. Para la renovación del período sotíaco en la estela de Nauri (Nubia), cf. F. L. Griffith, «The Abydos Decree of Seti I at Abydos», JEA 13 (1927), pp. 193-208, y K. Sethe, «Sethos I. und dir Ermeuereng der Hundstemperiod», ZÀZ 66 (1930), pp. 1-7. 11. Los Sha-ra-d-ny. Cf. estela de Tanis, J. Yoyotte, «Les stèles de Ramsés II à Tanis (1." partie)», Kêmi 10 (1949), pp. 66-69.
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12. J.-Cl. Goyon, Confirmation du pouvoir royal au Nouvel An [Brooklyn Muséum pa pyrus n° 47.218.50], El Cairo, IFAO (Bibliothèque d'étude 52), 1972. 13. P. Barguet, Le Temple d’Amon-Rê à Karnak, essai d'exégèse, IFAO (RAPH 21), El Cairo, 1962, p. 314. 14. Según D. Meeks y Cah. Favard-Meeks, La vie quotidienne des dieux égyptiens, Paris, Hachette, 1993, pp. 276-278. 15. S. Aufrère, L'univers minéral dans la pensée égyptienne, El Cairo, IFAO (Biblio thèque d'étude 105/1 y 2), pp. 276-278. 16. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, p. 24, pp. 99-106, pp. 115-117. 17. Al comienzo del reinado de Amenhotep IV, estos signos están sostenidos por las pequeñas manos en las que termina la imagen de los rayos solares, y comunican la vida a las narices de la pareja real. Cf. la escena de la ventana de aparición, desde donde los soberanos distribuyen las recompensas, en la tumba tebana de Ramose, y Ch. Desroches Noblecourt, op. cit., fig. p. 106. 18. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Vie et mort d'un pharaon, Toutankhamon, Hachette/Rainbird, 1963, Pygmalion/Gérard Watelet, Paris, 1977, p. 82, fig. XVIII. La forma de esos bastones tal vez pudo estar influenciada por la del cadmus de los hititas. 19. Véase la célebre paleta de Narmer, conservada en el Museo de El Cairo, Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, p. 20 y 22. 20. Id., ibid., pp. 47-50. 21. Esta escena tiene variantes: en Kamak y en Abido, Ramsés está rodeado de las madres primordiales también sentadas. En Abu Simbel, en el templo pequeño, Ram sés está de pie y enmarcado solamente por Horus y Set; las dos madres primordiales no están visibles, pero el pschent reposa en la cabeza del rey. Este resumen extraordi nariamente sucinto hace alusión a la entrega de la otra corona, el casco de piel de avestruz que llevaba el faraón en sus ocupaciones diarias. En efecto, la inscripción que domina la imposición del pschent recuerda que el faraón también recibe el casco de piel, e\jepresh (Ch. Desroches Noblecourt y Ch. Kuentz, Le petit temple d'Abou Simbel, El Cairo, 1968, t. II pl. XLI-XLII, 1.1 p. 55 y n. 230 p. 186). 22. Pe: Buto, ciudad santa del Delta, situada en el nivel más bajo de la tierra de Egipto. 23. Nejen: Hieracónpolis, ciudad santa del Alto Egipto, situada en el punto culmi nante del terreno. 24. ¿Esta ceremonia se desarrollaba tal vez en el mismo templo de Kamak, en el curso de una etapa ulterior? Algunos relieves de templos o de speos representan al faraón coronado por una forma divina local. La más armoniosa de estas imágenes se conserva en el piramidión del obelisco derrumbado de la reina Hatshepsut, en los parajes del lago sagrado del templo de Amón en Kamak. 25. Samut, escriba de la Casa de la vida como su hijo y sus dos nietos, también hizo grabar este protocolo en el Templo de Millones de años de Ramsés, el Rameseo: «Dibujante del Señor de las Dos Tierras en todos sus monumentos pertenecientes a Kamak (Ipet-Sut). El que escribió el gran nombre del dios vivo en el Rameseo, en la Casa de Amón al oeste de Tebas». Cf. A. H. Gardiner, «The Coronation of King Haremhab», JEA 39 (1953), p. 28, y JEA 24, pp. 160-161. Para el anuncio del protocolo del rey en todas las provincias, véase Urk. IV, pp. 80-81. 26. Este epíteto pareciera que aparece hacia finales del año 2, tercer mes de la estación de verano (shemu), día vigésimo sexto. 27. Papiro de Brooklyn, XVI, 6-7. 28. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 85-89. 29. Gueb, que tiene como paredra a Nut, la bóveda celeste, evoca todas las fuerzas que contiene la tierra. 30. Neit, una de las únicas formas femeninas considerada como demiurga. Su muy rica teología, consignada en las paredes de su templo de Esna, en el Alto Egipto,
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fue publicada de manera magistral por S. Sauneron, Les fêtes religieuses d'Esna aux derniers siècles du paganisme, El Cairo, IFAO (Esna V), 1962. 31. El árbol-ished es, por excelencia, el árbol de Re, pero no hay que olvidar que el alma de Osiris reside en él. Cf. S. Sauneron, Le rituel de Vembaumement, papyrus Boulaq III et papyrus Louvre 5.158, El Cairo, 1952, p. 29, 13-15. 32. El cálamo (aref) es una caña aplastada en una de las extremidades en forma de pincel, con el que escribían los escribas. 33. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 130-135. 34. El hecho de que el epíteto de Setepenre haya sido agregado al nombre de co ronación indica que la representación evoca la repetición de la coronación, uno o dos años después del acto inicial. En esta composición del Rameseo, los niveles diferentes donde figuran los actores sugieren la perspectiva. Atum encama igualmente a Amón en este período jubilar del regreso de la Inundación. 35. El Museo de El Cairo conserva una preciosa estatuilla de esquisto verde que representa a Ramsés, con el torso ritualmente desnudo y vestido con un simple kilt corto plisado, subiendo por una gran rama de persea con su nombre Usermaatre ins crito en los frutos: exvoto evidente de la coronación, y contemporáneo de ésta. En efecto, desde el segundo año de su reinado, el nombre de coronación de Ramsés está seguido por el epíteto Setepenre, elegido del sol. Cf. W. J. Murnane, Ancient Egyptian Coregencies, Chicago, 1977, pp. 63 y ss. (El Cairo, n° 37.423, proveniente del «escondi te» de Karnak.) 36. Empezó el día diecinueve del segundo mes de la estación ajet. 37. Estas festividades revestían tal importancia que han desafiado los siglos. Las poblaciones tebanas prolongaron la augusta procesión hasta nuestros días entre los dos templos, y el traslado de una barca cubierta de banderolas, escoltada por un des file de danzas y música, se desarrolla aún todos los años, en una festividad musulma na que se ha injertado sobre el tema antiguo. Se trata de la fiesta de un santo hombre local llamado Abu el-Haggag, a quien se le atribuyen ciertos milagros, y cuya tumbamezquita está introducida en la cara meridional de la torre este del primer pilono del templo de Luxor. 38. Las paredes laterales de esta imponente columnata son preciosos testigos para el estudio de esta fiesta cuyas etapas están esculpidas en las paredes. Cf. W. Wolf, Das schône Fest von Opet, Leipzig, 1931. 39. Gustave Lefebvre, Histoire des grands prêtes d'Amon de Kamak jusqu'à la XX' dynastie, Paris, Geuthner, 1929, pp. 117-118. 40. Para el templo de Amón en Kamak (Ipet-sut), cf. el magistral estudio de Paul Barguet, Le temple d'Amon-Rê à Karnak, essai d'exégèse, El Cairo, IFAO (RAPH 21), 1962. El templo propiamente dicho tiene por nombre Ipet-sut, p. 307. 41. Cf. Ch. Kuentz, La face sud du massif est du pylône de Ramsès 11 à Louxor, El Cairo, CEDAE (Collection Scientifique), 1971. La gran inscripción dedicatoria donde se trata la visita de Ramsés a la Casa de la vida figura en las planchas XXI a XXV. 42. Id., op. cit., pl. XXI, donde está representada la fachada proyectada del pilono. Está compuesta de dos torres en forma de trapecio delante de las cuales se ven dos colosos sentados y dos obeliscos. Cuando se terminó el gran patio, la fachada del templo se reprodujo de nuevo en la pared sur del patio. Ramsés embelleció aún más su fundación en esa época, y se agregaron dos colosos de pie en los extremos de las torres este y oeste. Esos colosos subsisten todavía delante del templo. 43. Los textos nos informan que el trabajo se terminó en el año 3 del reinado, en el cuarto mes de la inundación, el décimo día. 44. Nebneteru, padre del visir del Alto Egipto, Paser.
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Capítulo VI: Los cuatro primeros años del reinado 1. G. Lefebvre, op. cit., pp. 119-123. 2. Este hijo se llamaba Hori. 3. Fue a tal punto fiel a la política de Ramsés que recibió el permiso de construir en Tebas-Oeste un templo entre los de los reyes, cf. B. Porter y R. Moss, Topographical Bibliography of Andente Egyptian Hieroglyphic Texts, Reliefs, and Paintings II. Theban Temples, Oxford, Clarendon Press, 2.a ed. 1972, p. 421. 4. La inscripción está fechada en el primer año del reinado, tercer mes de ajet (inundación), día veintitrés (mes de hathyr). La primera publicación buena de este texto se debe a H. Gauthier, La grande inscription dédicatoire d'Abydos, publicada con notas y glosario, El Cairo, IFAO (Bibliothèque d'étude 4), 1912. 5. R. A. Parker, The Calendars ofancient Egypt, Chicago (Studies in Ancient Oriental Civilization 26), 1950, pp. 30-51, y § 197. 6. H. Gauthier, Le Livre des rois d’Égypte HI-1, El Cairo, IFAO (MIFAO 19), 1913, pp. 33-34. 7. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 171-175. 8. Cl. Vandersleyen, L'Égypteet la vallée du Nil 2, De la fin de l'Ancien Empire à la fin du Nouvel Empire, Paris, PUF (Nouvelle Clio), 1995, pp. 515-516, según un ostracon del Rameseo (E. Wente, «TheGurob Letter to Amenhotep IV», Mélanges Nims, 1980, p. 209). 9. G. Lefebvre supuso que el Sumo Sacerdote Bakenjonsu habría sido el responsa ble de la erección de los dos obeliscos de Luxor. Las agujas de piedra habrían sido erigidas en la época en que Nebunenef, su predecesor, cumplía esa función. 10. Tres años más tarde, Ramsés podía ordenar a sus escultores que representaran allí los diferentes episodios de la batalla de Qadesh. Todo el país vivía la efervescencia de la actividad arquitectónica dirigida por Usermaatre. Cuando no se trataba de crea ciones, el rey había ordenado completar las construcciones de sus predecesores, o enriquecerlas en su nombre. Ésa es la razón por la cual se le ha reprochado haberse apoderado de los santuarios de sus antecesores. No es exactamente la realidad. Mu chos otros soberanos reemplazaron los nombres de los faraones precedentes por los suyos; también ése fue el caso de Ramsés, y a menudo por razones religiosas que concernían a esa larga cadena faraónica de eslabones sucesivos. También a menudo Ramsés se contentó con agregar su protocolo al lado del de uno de sus predecesores. Un buen ejemplo lo aporta un tambor de columna que se conserva en el Museo de El Cairo, con el nombre de Tutmosis IV (proveniente de Elefantina) y cuya decoración fue completada por Ramsés. Hizo grabar su efigie con eljepresh, ofreciendo papiros, y completada con sus dos cartuchos, bajo la protección del halcón de Horus (El Cairo n° 41.560). Catálogo de la exposición Ramsés le Grand, París, 1976, n° X, p. 57. 11. Cuando el templo de Dakka, erigido en la muy Baja Nubia y dedicado en ese lugar a Tot, señor de la inundación, donde los romanos habían fijado el límite de su extensión en Nubia (el Dodecaneso), fue desmontado para ser reconstituido fuera de las aguas del lago Nasser, se descubrieron sus cimientos. Estaban hechos de otros prove nientes de un edificio dedicado por Tutmosis III al Horus de Baki. Este santuario poseía relieves de una gran belleza, todavía revestidos con su policromía a pesar de estar sumergidos en la zona inundada ocho meses por año, después de la construcción de la primera presa de Asuán. Desgraciadamente no pudieron salvarse todos los bloques. 12. En cuyo aspecto es verosímil detectar la fuerza de Set. 13. El codo real (meh) mide 523 milímetros, cf. H. Carter y A. H. Gardiner, «The Tomb of Rameses IV and the Turin Plan of Royal Tombs», JEA 4 (1917), p. 136. 14. Lá Estela de Kubán actualmente se conserva en Francia... y en Grenoble, en la ciudad tan querida por Champollion. Fue descubierta hacia 1843 por Prisse d'Avennes en las ruinas de la fortaleza de Kubán. Fue comprada por el conde Louis de SaintFerriol que la trasladó a su castillo de Uriage-les-Bains. En 1916, su hijo, el conde
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Gabriel, la donó al Museo de Grenoble. El abate P.Tresson hizo una de las ediciones completas del texto, La Stèle de Kouban, El Cairo, IFAO (Bibliothèque d'étude 9), 1922. La traducción la realizó J. H. Breasted, Ancient Records of Egypt IV, § 282-293, pp. 117 y ss. A. Moret y G. Davy, Des Clans aux Empires, recuerdan en 1923 (p. 171) que el faraón es el rey del agua,... es denominado «el que da el agua a la tierra» (Gardiner, Admonitions ofan Anden Sage, p. 55); y aun en el desierto, el agua surgió a su voz apenas la llamó (MoretDavy, op. cit., p. 252,4-5). Finalmente, en el momento crítico, cuando el Nilo está en su momento más bajo, el faraón arroja al río la orden escrita de empezar la creciente (estela de Silsila, Ramsés II y Ramsés III). Para el estudio del rey y del agua, cf. Collo que A. Vogue 1992, editado por B. Menu, IFAO (Bibliothèque d’étude 110), El Cairo, 1994. 15. Miam - Aniba. Capital de la Nubia egipcia hasta finales de la XVIII dinastía, que fue reemplazada desde comienzos de la XIX por Amara, y se convirtió en la nue va residencia del virrey. 16. Buhen, a la altura de la 2.aCatarata, actualmente Wadi Halfa, en la frontera con Sudán o país de Cush (Alta Nubia en la Antigüedad). 17. En la escena del pesaje de los actos del difunto en una balanza, escena que los griegos aproximativamente llamaron psicostasia, Tot con pico de ibis verifica la exac titud de la pesa de esa balanza. 18. Hijo del Príncipe, alusión al hecho de que Setos, su padre, todavía no había sucedido a Ramsés Menpehtire (Ramsés I). 19. Gruesa trenza lateral de cabellos, insignia de los jóvenes príncipes. 20. Se ha observado, efectivamente, en los grafitos rupestres de la Baja Nubia, la indicación de los reyes de las primeras dinastías. 21. 120 codos, un poco más de 62 metros. 22. 12 codos: aproximadamente 6,50 metros. 23. Información amablemente comunicada por J. Piotrovsky, director de la expe dición arqueológica de la URSS en el Wadi Allaki. 24. El descubrimiento de la capital hitita Hattusa (Bogazkkóy), se debe al pionero de esta ciencia, Charles Teixer. Uno de los mejores especialistas en los hititas era, hasta hace unos años, Emmanuel Laroche. Los Dossiers de l'Archéologie n° 193 (mayo de 1994), dan una buena vision de los monumentos de ese país (en la actual Turquía). 25. Estas guarniciones se agotaban reprimiendo las revueltas locales organizadas por los hititas. 26. Para la organización del ejército egipcio, cf. R. O. Faulkner, «Egyptian Military Organization», JEA 39 (1953), pp. 32-47. L. A. Christophe, «L'organisation de l'armée égyptienne à l'époque de Ramsés II», La Revue du Caire 1957, pp. 387-405. A. R. Schulman, Military Rank, Title and Organization in the Egyptian New Kingdom, Berlin, 1964. J. Yoyotte y J. López, «L'organisation de l'armée et les titulatures des soldats au Nou vel Empire égyptien», BiOr XXVI n° 1/2 (enero-marzo de 1969), pp. 14 y ss. D. Redford, Egypt, Canaan and Israel in Ancient Times, El Cairo, The American University in Cairo Press, 1992, pp. 214-221. 27. D. Redford, op. cit., p. 217. 28. Cf. Urk. IV, 1659, y D. Redford, op cit., p. 218. 29. Para el estandarte que precedía a las tropas en marcha, cf. R. O. Faulkner, «Egyptian Military Standards», ]EA 27 (1941), p. 17 y pl. VI. 30. Cf. Papiro Harris, I, 57, 8-9. 31. L. A. Christophe, «L'organisation de l'armée égyptienne àl'époque de Ramsès II», La Revue du Caire 1957, p. 300. 32. Los shardanas en otra época implantados en Asia Menor se esforzaron por in vadir Egipto. Los que fueron hechos prisioneros se convirtieron en los valientes miembros del ejército egipcio. Los que fueron rechazados por los ejércitos de Ramsés II se refugiaron en una isla del Mediterráneo occidental, al sur de Italia, a la que dieron su nombre: shardanas > Cerdeña.
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33. Los qeheqs eran originarios del desierto occidental. 34. Los mashauash eran habitantes del desierto líbico. 35. D. Redford, Egypt, Canaan and Israel in Ancient Times, El Cairo, The American University in Cairo Press, 1992, p. 219, y A. R. Schulman, JARCE 2 (1963), pp. 75-98. 36. Cf. S. Sauneron, «La manufacture d'armes de Memphis», BIFAO 54 (1954), pp. 7-12. 37. K. A. Kitchen, Ramsés, p. 197. 38. D. Redford, op. cit., p. 203. 39. La policía formada por los medyay, de origen nubio, era eficaz. Para el tras plante de las poblaciones rebeldes de Canaán y la acción de los alcaldes de esa región, cf. D. Redford, op. cit., pp. 207-208, y sobre todo W. Helck, Die Beziehungen Ägyptens zu Vorderasien im 3. und 2. Jahrtausend v. Chr., Wiesbaden (ÄA 5), 2.‘ ed. 1971, pp. 342-343. 40. La estela triunfal dedicada al respecto por Tutmosis III, en el templo de Amón en Karnak, está actualmente en el Museo de El Cairo (Urk. IV, 662, 5). Se debe a L. A. Christophe un muy claro y lúcido estudio de la batalla según los textos: «Notes géographiques. A propos des campagnes de Thoutmosis III», RdE 6 (1950), pp. 97-106. Con Tutmosis III, no hubo batalla de Meggido. Cf. W. Helck, Der Einfluss der Militär führer in der 18. ägyptischen Dynastie, Leipzig (Untersuchungen zur Geschichte und Alter tumskunde Ägyptens, 14), 1939, p. 14, y R. O. Faulkner, «The Battle of Megiddo», JEA 28 (1942), pp. 2-15.
Capítulo VII: Qadesh I. A propòsito de la batalla de Qadesh 1. Hanigalbat es Mitanni, que costea el noroeste del Éufrates. 2. P. Grandet, Ramsès 111, histoire d'un règne, Paris, Pygmalion/Gérard Watelet (Bibliothèque de l'Égypte ancienne), 1993, p. 30. 3. A. H. Gardiner, «The Ancient Military Road between Egypt and Palestine», JEA 6 (1920), pp. 99-116. 4. Cf. capítulo III, p. 65. 5. El actual Ras Shamra, situado en la costa, frente a la isla de Chipre. Para las relaciones del primer Niqmat con el final de la época amarniana, cf. Ch. Desroches Noblecourt, «Interprétation et datation d'une scène gravée sur deux fragments de récipient en albâtre provenant des fouilles du palais d'Ugarit», en Cl. Schaeffer, Ugaritica III, pp. 179-230. Un segundo príncipe Niqmaddu de Ugarit reinaba en la ciudad en la época de Ramsés II. También se encontró una espada de Mineptah en las excava ciones. 6. Región situada entre Betsán y Yenoan. 7. A. H. Gardiner, The Kadesh Inscription o f Ramesses II, Oxford, Oxford University Press, 1960, p. 4. 8. Esta carta hace alusión a la batalla, carta a la que se pueden agregar algunas informaciones hititas esporádicas. Los detalles generales concuerdan, en grandes lí neas, con los que aportan los documentos egipcios. 9. Lo que subsiste actualmente de esas escenas de batalla, a la entrada del hemispeos de Derr, en gran parte está deteriorado y es poco visible. 10. La bibliografía relativa al boletín de la batalla de Qadesh es importante. Los títulos generales a los que podemos referirnos son, en primer lugar, la magistral pu blicación comparativa de los diferentes textos, establecida por Ch. Kuentz, La bataille de Qfidesh, El Cairo, IFAO (MIFA 55), 1928; las mejores traducciones: J. H. Creasted, Anciefit Records of Egypt III, 1906, § 306 y ss., pp. 134 y ss. Id., The Battle o f Kadesh, a Study in the Earliest Known Strategy, Chicago (University of Chicago's Decennial Publica tions), 1903. A. M. Blackman, The Literature of the Ancient Egyptians, 1927, pp. 261 y ss. (traducción según A. Erman, Die Literature des Aegypter, 1923, pp. 325 y ss.). J. Wilson,
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«The Texts of the Battle of Kadesh», AJSL 43 (1927), p. 266. R. O. Faulkner, «The Battle of Kadesh», MDAIK 16 (Mélanges Junker, 1958), pp. 93-111. A. H. Gardiner, The Ka desh Inscriptions ofRamesses II, Oxford, Oxford University Press, 1960 (traducción con comentario filosófico de los textos del boletín y del poema). Para las diferentes ilustra ciones del boletín, véase el álbum de W. Wreszinki, Atlas zur altagyptischen Kulturgeschichte II, Leipzig, 1935, reproducciones fotográficas y dibujos complementarios pls. 63-95. Para el estudio completo del boletín de la batalla que figura en el gran templo de Abu Simbel, acompañado del dibujo de todo el bajorrelieve publicado en una hoja plegada de 2,70 metros de longitud, Ch. Desroches Noblecourt, S. Donadoni y otros, Gran temple d'Abou Simbel: la bataille de Qadesh, El Cairo, CEDAE (Collection Scientifique), 1971, pl. IV. 11. Cf. el artículo de Ch. Kuentz, «Épopées et tableaux historiques», en el número especial de L'Amour de l'Art dedicado a Egipto (n° III, serie 34, 35, 36), pp. 230-234. 12. Se trata del Papiro Sallier III, conservado en el British Museum de Londres, de una página del Papiro Rai'fé en el Museo del Louvre, y de un mal texto fragmentario, Papiro Chester Beatty III reverso: cf. Hieratic Papyri in the British Museum III, Londres, 1935 (edición A. H. Gardiner), pls. 9 y 10. En los cuatro templos en los que figura el poema, siempre está grabado en una pared diferente de la que presenta el boletín. 13. La primera es una victoria de Tutmosis III, la segunda es la conquista muy provisional de Setos I. 14. Hatti: país de los hititas en Asia Menor, cuya capital era Hattusa (Bogazkkóy), en las altas mesetas al este del río Halys. 15. Naharina correspondía al reino de Mitanni, al este del Éufrates. Durante el reinado de Ramsés II se extendía hasta Alepo, al oeste del río. 16. Arzaiva (Irthu): al suroeste de Hatti, frente al Mediterráneo. 17. Pidasa, al sureste de Hattusa y al norte de la tierra de Arzawa. 18. Dardani, nombre que se encuentra en La Ilíada, se hallaba al oeste de Asia Me nor. 19. Keshkesh, al noreste de Hattusa, y probablemente frente al mar Muerto. 20. Masa, al sureste de Asia Menor, a poca distancia de Karkisha. 21. Karkisha, cerca de la costa oeste de Asia Menor, al sur de Macandar. 22. Luka, en la costa meridional de Asia Menor. 23. Karkemish, en el curso superior del Éufrates, al noreste de Alepo. 24. Kady, al norte de Siria. 25. Nujashshe ¿tal vez entre Homs y Alepo? 26. Qadesh, sobre el Orontes, en la actualidad Tell Nebi Mend. 27. Ugarit, moderna Ras Shamra, cerca del mar, a once kilómetros de Laodicea. 28. ¿Mushanet? No identificada. 29. Alepo (Halab): olvidada, formaba parte de la coalición, en la que vemos que estaba casi toda Asia Menor (y que en parte se la reencontrará en La Ilíada). Alepo es una gran ciudad, a 200 kilómetros al norte de Qadesh. 30. ¡Parece sincero! 31. En el lugar situado al sur de la ciudad de Shabtuna. El actual Nahr el-Asi que corre entre el Líbano y el Antilíbano, y desemboca en el Mediterráneo. 32. Kizwatna: rincón sureste de Asia Menor, cerca de la costa, que se convirtió en Cilicia. 33. Shabtuna: actualmente es la ciudad moderna de Riblah, mencionada varias ve ces en el Antiguo Testamento. 34. Un iteru: aproximadamente 10,5 kilómetros. 35. Esta «fuerza de choque» estaba constituida por los naharinos que están repre sentados en los relieves que ilustran el boletín, llegando del este al campo de la divi sión, para salvarla del desastre. 36. Los egipcios, por el contrario, iban dos en cada carro: el propietario del carro
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(casi siempre un oficial), y su cochero. En la batalla o en el desfile, Ramsés siempre está representado solo en su carro, al igual que se le atribuye un tamaño «heroico». Sin embargo, hay que volver a poner a su lado a su caballerizo, en este caso, en la batalla, el fiel Menna. 37. Armadura de torso. 38. Es el nombre de uno de los caballos de tiro, que también es mencionado con el nombre del segundo caballo: Mut-está-satisfecho. 39. Ligera exageración, como lo prueban las ilustraciones del boletín. 40. El Gran Verde significa, en esa época, el mar, pero a veces podía referirse a los grandes pantanos al sur de Sudán, el Sudd. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, p p . 132-134. 41. Heliópolis del sur, Hermontis y toda la región tebana. 42. Aquélla, es decir la hija del sol, la Lejana que había partido lejos y que, de regreso, está colocada al frente del demiurgo y del faraón. Es el ureo femenino, la iaret, de la que los clásicos hicieron el ureos. Esa serpiente benéfica y temible escupe fuego y protege al rey. Está relacionada con numerosas leyendas, cf. Ch. Desroches Noble court, Lointaine, pp. 1-45. 43. Tus servidores = la gente de Muwatalli. 44. Ningún heredero al lado de Muwatalli. No es del todo exacto, porque le suce dió un hijo. Sin embargo, dos hermanos de Muwatalli por lo menos (Sapather y Jemeterem) murieron en la batalla. 45. Como lo subraya tan justamente J. H. Breasted, Ancient Records o f Egypt III, p. 126. 46. Los naharinos, palabra asiática semítica que significa a la vez jóvenes soldados y veteranos del ejército, podrían haber sido originarios de una provincia situada entre Takhsy y Naharina. Son ellos, por cierto, los descritos como primera fuerza de combate, formada por la elite del ejército (del faraón), estacionada en la costa del país de Amurru. 47. Otros comentaristas proponen un itinerario ligeramente diferente: Ramsés ha bría atravesado Galilea y las fuentes del Jordán. Por lo tanto el camino tomado por sus ejércitos todavía está sujeto a caución. Otra sugerencia pareciera que debe abandonar se: la que dice que Ramsés, habiendo recibido la confirmación de la presencia hitita cerca de Alepo, habría intentado alcanzar al enemigo rodeándolo por el este. Con ese fin, habría atravesado la montaña a 2.000 metros de altura. La hipótesis se basa en un documento impreciso (la carta de un general hitita). Para esta eventual estrategia, cf. É. de Vaumas, «Sur le mouvement toumant effectué pour Ramsés II á la veille de la bataille de Qadesh», Mélanges de VUniversité Saint-Joseph 46 (Mélanges offerts á Maurice Dunand, t. II), 1970-1971, pp. 53-67.
Capítulo VIII: Qadesh II. El combate delante de la ciudadela 1. Shabtuna, hoy el pueblo de Riblah. 2. Véase el cuento popular muy apreciado en la XVIII dinastía, titulado «Cómo Thutii tomó la ciudad de Joppa». G. Lefebvre, Romans et contes égyptiens de l’époque pharaonique, París, Maisonneuve, 1949, pp. 125-130. 3. El león, símbolo real clásico, es también conocido como guardián de las salidas, cf., por ejemplo, Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, p. 139. 4. Este león apareció al lado de Ramsés en su encuentro con los asiáticos, repre sentado en una pared del templo de Beit el-Wali. También en Abu Simbel, corre al lado del carro real introduciendo a los prisioneros de Cush (Irem) ante el trono de Amón. 5. D. Redford, Egypt, Canaan and Israel in Ancient Times, El Cairo, The American University in Cairo Press, 1992, p. 184.
6. Con la diferencia de que los escudos no protegían la cabeza de los combatientes sino su cuerpo. 7. Otros escudos enemigos son rectangulares y de pequeño tamaño. 8. Puede comprenderse que el cuerpo de un oficial superior, gran personaje muer to en combate, haya podido ser tratado superficialmente para recibir la momificación y el entierro en Egipto, según el deseo de todo egipcio. ¿Qué sucedía, en un país lejano, con los soldados muertos en batalla? ¿Fueron envueltos en pieles de camero y arrojados al río, para recibir una sepultura análoga a la de Osiris, el ahogado, el hesy? El problema todavía no se ha planteado. 9. Véase sobre este tema E. Edel, ZDPV 69, p. 164, y A. H. Gardiner, The Kadesh Inscriptions o f Ratnesses II, Oxford, Oxford University Press, 1960, p. 44. 10. Durante su infancia y una parte de su adolescencia, ese hijo mayor que le había dado Nefertari fue llamado Amerhirunemef, lo que hacía alusión por su signifi cado (Amón está a su derecha) a la protección que el joven príncipe recibía del dios dinástico. Habiendo ganado, sin duda, sus primeros galones en el curso de la batalla, su nombre recuerda entonces que Amón supo armar su brazo: Amerhirjopshef = Amón está (en) su brazo armado. 11. Altura de los caballos: 7,7 mm, longitud 8 mm.
Capítulo IX: Ramsés y el lenguaje de los templos I. Su fundación del Rameseo 1. Véase un reciente estudio sobre Imeneminet: M. Trapani, «La carriera di Imeneminet, Soprintendente ai lavori di Ramesse II», BSEG 19 (1995), pp. 49-68. 2. El-Arish, en la costa mediterránea, era un lugar al que se enviaba a los que habían cometido delitos serios, y cuyo castigo —después de un juicio— era la abla ción de los cartílagos de la nariz (castigo recordado, contra los prevaricadores, por Horemheb, en su famoso edicto). Los griegos, instruidos en esta costumbre, llamaron a la ciudad Rhinocorura (la ciudad de las narices cortadas). 3. Esta misma ruta fue reabierta por Setos I, y en ella cada fortificación protegía el paso y los pozos de agua. 4. De la época en que Heródoto visitó Egipto (siglo v antes de nuestra era). Se necesitaban nueve días de navegación para ir de Heliópolis a Tebas (Historia, libro II, capítulo IX). 5. Amarnianas, del nombre moderno Amarna, dado al lugar de la capital fundada por Amenhotep IV, que llamó Ajetatón (el horizonte de Atón). En la misma época, el rey tomaba el nombre de Ajenatón (El que agrada lo es útil] al globo solar). 6. Hermópolis, llamada así por los griegos para traducir la ciudad que abrigaba el gran templo de Tot, en la personalidad del cual reconocían a su dios Hermes. En la Antigüedad, este lugar se llamaba Jemenu, la ciudad de los ocho, los ocho genios de las fuerzas iniciales, cuatro masculinos, cuatro femeninos, que residían en el «caldo ini cial», sin luz, y cuyo encuentro provocó, fuera de las aguas primordiales, el nacimien to del sol, es decir, el «big bang». 7. Papiro Leiden 1350, A. H. Gardiner, «Hymns to Amon from a Leiden Papyrus», ZÁS 42 (1905), pp. 12-42; J. Zandee, De hymnen aan Amon van Papyrus Leiden I 350, Leiden (OMRO 28), 1947, 4, 21-22. 8. El reagrupamiento de esas tres formas divinas rodea la imagen de Tutankhamón en una de las trompetas de su tesoro, catálogo de la exposición Toutankhamon et son époque, París, 1976, p. 182, y E. Hornung, Les dieux de l'Égypte, l’Un et le Múltiple, Monaco, Éditions du Rocher, 1986, p. 200. 9. Diodoro de Sicilia, I, 47.9. Osymandias correspondía al nombre deformado de Ramsés: Usi (r) mandias. 10. Cuando Diodoro de Sicilia visitó la «tumba de los Osymandias», el templo
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todavía estaba, aparentemente, en buen estado, pero el viajero parece haberse infor mado en fuentes de unos 300 años de antigüedad, que le fueron más o menos bien transmitidas: así fue en lo que respecta al estado del gran coloso derrumbado. 11. La longitud total del templo propiamente dicho era de 180 metros, y su anchu ra de 60 metros. 12. Se encontrarán todas las explicaciones complementarias de esta breve exposi ción en el estudio que hice a propósito de un busto de una de esas estatuas que habían pertenecido a los pilares osiríacos de Amenhotep IV, en «La statue colossale frag mentaire d'Amenophis IV offerte par l'Égypte à la France», Fundación Eugène Piot (Académie des Inscriptions et Belles-Lettres), Monuments et Mémoires 59 (1974), p p . 1-44. 13. Libro de los Muertos, capítulo 17: En cuanto Osiris es ayer En cuanto Re es mañana. 14. Su título exacto era Primer Profeta de Amón. 15. Parece que no se encontró ningún vestigio entre las ruinas para afirmar que el inmenso coloso derrumbado hacía pareja con otro al norte de la puerta. El espíritu de simetría, tan fuerte en la mentalidad egipcia, llevaría a preguntarse si no había sido ésa la intención del faraón. Varios autores están persuadidos de esto, como N. Grimai, Histoire de l'Égypte ancienne, París, Fayard, 1988, p. 321. 16. Este templo, el Rameseo, donde el culto del rey estaba asociado con el de Amón. 17. Esas doce columnas se reencuentran, naturalmente, en la nave de las iglesias romanas. Todavía están en su lugar en la iglesia de Justiniano del monasterio de Santa Catalina del Sinaí, empezado en 542 y terminado 9 años más tarde. Cada una repre senta un mes del año. El santo que le corresponde se venera durante todo el mes. Estas columnas son monolíticas y están pintadas de blanco; sus capiteles son verdes y están decorados con racimos de uva. 18. Friso constituido por la repetición de la palabra neheb. 19. Durante los largos años de estudio y relevamiento en el Rameseo, con mi equi po formado en el CNRS que yo dirigía, los colegas que había logrado que fueran por la UNESCO, y los miembros del CEDAE egipcio, me fue posible realizar todas las comprobaciones sobre la arquitectura del Rameseo que aquí expongo. La mayoría son todavía inéditas. 20. Esos fenómenos están comentados en Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 37-45. 21. Las explicaciones que permiten identificar los elementos que componen el pilar-dyed son diferentes: ¿árbol podado, zócalo que soporta cuatro plataformas que recuerdan los cuatro puntos cardinales? En la Época Baja, ese signo dyed se habría interpretado como la columna vertebral de Osiris. De lo que se debe estar persuadido es de que evoca la noción de ciclo cumplido, y que su origen es solar. 22. En toda la pared exterior sur de su templo, Ramsés proyectaba hacer figurar una inmensa lista de las fiestas celebradas en el curso del año: un verdadero Calenda rio de fiestas, acompañado de indicaciones concernientes a las ofrendas preparadas para cada una de esas festividades, que a menudo duraban varios días. 23. También en esto Ramsés se inspiraba en las reformas amarnianas, en gran parte relacionadas con el impacto del año: las 365 mesas de ofrendas del gran templo, o las 12 cuencas del santuario de Maru-Atón, en Amarna, orientadas hacia el sur. 24. Cf. capítulo V, «La coronación». 25. Los vestigios importantes que presentan las ruinas del Rameseo, y cuyas es tructuras del santuario en parte han desaparecido, pudieron ser completadas por comparación con los edificios del Templo de Medinet Habu, que eran casi la réplica del templo de Ramsés II. 26. Arma de origen asiático que los egipcios adoptaron a partir de sus contactos
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guerreros con los vecinos del este. Un harpe con el nombre de Ramsés se conserva en el Museo del Louvre; cf. Ch. Desroches Noblecourt et alii, Catálogo de la exposición Ramsés le Grand, París, Grand Palais, 1976, n." 47, p. 229. 27. Cada templo erigido por Ramsés tenía una lista, que crecía sin cesar, de sus hijos, en largo desfile de hijos e hijas. Al nombre restringido de los que había hecho mencionar en el santuario de Meha sucedía una lista más importante, en Derr y en Wadi es-Sebua, o también en Abido. En el Rameseo, se cuentan hasta veintitrés hijos: Amenhirjopshef, Ramsés, Pareherunemef, Jaemuese, Montuher/epes/ie/ (en Luxor se lo llama Montuherunemef), Nebenjaru, Meriamón, lmenemuía (también Sefmuia), Setos, Setepenre, Meryre I, Horherunemef, Mineptah, Imhoptet, Itimen, Meriatum, Nebentaneb, Meryre II, Imenemipet, Senajtenimu, Ramesu-Meryenre, Dyehutymes, Samontu. K. A. Kitchen da una lista de hijos de Ramsés conocidos hasta ese momento, acompa ñados de sus títulos: tiene 49 nombres (Ramesside Inscriptions II, pp. 858-868), encontra dos en los templos del Rameseo, de Luxor, de Kamak, Tanis, Abu Simbel, Derr, Wadi es-Sebua, Gerf Husein, Abido, y en un ostracon del Museo de El Cairo. Para los hijos de Ramsés en el Rameseo, véase Ch. Leblanc y M. Mohamed Fekri, Memnonia (19901991), pp. 91-108. La lista total de las princesas es ligeramente más larga. Como se podrá comprobar en el curso del libro, la mayoría de esos vástagos ha permanecido en la sombra; una docena a lo sumo salió del anonimato. 28. Para los funcionarios que trabajaron en el Rameseo, puede consultarse W. Helck, Materialien zur Wirtschaftsgeschichte des Neuen Reiches 1/1, Maguncia, 1960, p. 103. 29. Como ya hemos visto, Yupa que asistió, y tal vez participó en la batalla de Qadesh, era en esa época palafrenero en las caballerizas de los caballos reales. Cin cuenta años más tarde, se convirtió en el gran responsable de todo el Rameseo, y de sus opulentas dependencias. En el año 54 del reinado, participó en la proclamación del noveno jubileo del rey. Su hijo Hatiay se convirtió en jefe de la milicia de los medyay, y fue uno de los colaboradores del Sumo Sacerdote de Amón, Bakenjonsu, en la construcción del templo de Ramsés II al este de Kamak. Para investigaciones pro fundizadas sobre los monumentos de la familia de Urhiya, mayordomos del Rame seo, consultar J. Ruffle y K. A. Kitchen, «The Family of Urhiya and Yupa, High Stewards of the Ramesseum», Studies iti Honour o f H.\N. Fairman, Warminster, Aris § Phillips, 1979, pp. 54-74. Estos grandes intendentes, sin embargo, estaban sometidos a los controles efectuados por inspectores de los templos del país, como Amenmose, hijo de Pendyerty, que ejerció su profesión bajo Ramsés II; cf. L. Habachi, «The Royal Scribe Amenmose, Son of Penzerti and Mutemonet: his Monuments in Egypt and abroad», Studies in Honor ofG . Hughes, Chicago (Studies in Ancient Oriental Civilization 39), 1977, pp. 83-103. Véase también el resumen de este artículo por M. Gitton, CdE 55 n° 109-110 (enero-julio de 1980), p. 103, que discute los orígenes (meridionales) del individuo.
Capítulo X: Ramsés y el lenguaje de los templos II. El mammisi del rey en Tebas. Ramsés y los templos de Nubia 1. Para una exposición sobre la evolución del fenómeno, cf. Ch. Desroches Noble court, Lointaine, pp. 121-126, y también el capítulo IV, Symbole universel et déesse mère, pp. 93-117. 2. En la V dinastía, el genio fecundador aparece en la forma del sol Re, como lo relata el Papiro Westcar; cf. G. Lefebvre, Romans et contes égyptiens de l'époque pharaoni que, Paris, Maisonneuve, 1949, pp. 86-88. 3. Para la reconstitución del edificio, véase mi artículo: «Le mammisi de Ramsés au Ramesséum», Memnonia I (1990-1991), pp. 26-43 y pis. 3-6.
4. Las dos reinas debían ser recordadas probablemente en el primer patio, MutTuya, en todo caso, contra el flanco derecho de la estatua derrumbada del rey. Si se había previsto una pareja para ese coloso, en su lado izquierdo hubiera estado una estatua de Nefertari. 5. Para la significación de los sistros, y especialmente del sistro-puerta, cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 100-115. 6. Como puede deducirse de las inscripciones que llevan la segunda ortografía del nombre del rey, no Ramsés sino Ramesu. Esta última ortografía parece aparecer sólo a partir del año 8 del reinado, y usualmente se la utiliza durante la segunda mitad del reinado. Figura en el templo de Derr; cf. S. Spalinger, «Historical Observations on the military Reliefs of Abu Simbel and other ramesside Temples in Nubia», JEA 66 (1980), pp. 96-97. 7. Para el simbolismo de la gruta, véase entre otros Ch. Desroches Noblecourt, Las ruinas de Nubia, Barcelona, Destino, 1997, pp. 364-372. 8. Salvado de las arenas... y de la inundación gracias a la salvación de los monu mentos de Nubia, fue ligeramente desplazado, detrás de las antiguas orillas, y consti tuye el punto de mira de un área en la que el templo de Dakka y la capilla de Maharraqa (Época Baja) fueron también reedificados en la «lengüeta» de Nubia salvada de las aguas, sesenta metros más arriba. 9. Así, cada año, el número de sus hijos e hijas aumentaba. En el momento de los trabajos de salvaguardia de los monumentos de Nubia, confié al profesor Jarosláv Cémy, en misión de la UNESCO en el CEDAE, la tarea de establecer la lista de los nombres de los hijos de Ramsés en las paredes del Wadi es-Sebua, templo que com prende las listas más completas, 50 hijos y 51 hijas, al parecer. Pero son también las más difíciles de leer debido a la piedra dañada por los vientos de arena. Estas copias inéditas están depositadas en el CEDAE. 10. La futura Aniba, actualmente desaparecida bajo las aguas del lago Nasser. 11. Para la leyenda y sus inmensas consecuencias, cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine. 12. Es el lugar que hasta su desaparición bajo las aguas de la Gran Presa se llama ba Korosko. 13. El templo de Re-Haractes fue extraído de su roca y reintroducido en una coli na rocosa de caliza rosa en uno de los sitios más hermosos de Nubia, donde están reunidos el templo de Amada y la tumba del virrey de Nubia durante Ramsés IV, el señor Penut. 14. Para Set, cf. H. te Velde, Seth, God o f Confusion. A Study ofh is Role in Egyptian Mythology and Religion, Leiden, Brill (Probleme der Ägyptologie 6), 1967, 2.a ed. 1977; tesis inédita de É. David, Les villes du dieu Seth en Égypte, Universidad de Lyon 2,1987. Para algunos puntos esenciales, cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, p. 84. Puede parecer contradictorio proponer la asimilación de Ramsés divinizado con Set, pero esto no debería plantear un problema real en el entendimiento del faraón. Confundi do, en Meha, con el Horus local ¿desde el más arcaico de los protocolos no se encuen tra a Horus y Set reunidos en las decoraciones de las tumbas reales en la forma del genio con dos cabezas (halcón y animal de Set)? Además, Set siempre estaba presente en la fraseología real. ¿No se decía de la reina: La que ve su Horus y su Set? 15. Las ruinas del Rameseo, como las del templo de Medinet Habu, nos muestran que los cinocéfalos adoradores del sol no dominaban los pilonos, sino sólo la puerta de entrada flanqueada de dos torres. 16. Se trata de los dos colosos que son los únicos que subsisten de las ruinas de la fundación de Amenhotep III, en el lugar actual de Kom el-Hettan. Se los llama co múnmente colosos de Memnón, pero sólo el del norte fue bautizado así por los griegos. 17. G. Roeder, «Ramses II. als Gott», ZÄS 61 (1926), p. 65, pl. 2. Ramsés distribuyó recompensas a sus soldados, instalado en las rodillas de esos colosos de Pi-Rameses.
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Este coloso se llama también Re-en-hekau. Para el culto rendido a los colosos, cf. J. Yoyotte, Kémi 10 (1949), pp. 87-88, J.-J. Clére, Kémi 11 (1950), pp. 28, 32, 38. Sobre el coloso llamado Heka-Tauy, cf. Ch. Desroches Noblecourt y Ch. Kuentz, Le petit temple d'Abou Simbel I, El Cairo, CEDAE, 1968, p. 148 y n. 67, p. 149 y n. 73. Para otros nom bres de colosos, entre ellos el de Karnak llamado Mu-en-Kamutef, cf. F. Le Saout, Karnak VII (1978-1981), pp. 267-268. 18. Estos colosos recibían culto y varios indicios hacen suponer que uno de los que cumplían esta función habría sido el visir Paser: cf. A. Donohue, «The Vizier Pasar», JEA 74 (1988), pp. 103-123. 19. El coloso derrumbado en el primer patio del Rameseo constituye sus vestigios. A la derecha del rey estaba representada su madre venerada. Si ese coloso tuvo una pareja, debía de estar acompañada de la imagen de Nefertari. Véase nota 4. 20. Se ve, pues, que esta fachada ha sido esculpida después del año 5, fecha de la batalla de Qadesh, después de la cual el príncipe había recibido su nombre definitivo. 21. Ashahebsed, que acababa de consagrar al sur de Abu Simbel un séptimo san tuario a «Ramsés, gran dios señor de Nubia», en Aksha, había hecho grabar en la roca una inscripción que precisaba que Su Majestad había llevado muchos obreros cautivos por su brazo poderoso, originarios de tierras extranjeras. Es verosímil que tanto los prisio neros hititas como los de Canaán y los de Amurru participaron en la excavación de las grutas, al lado de los egipcios. Este hombre cercano al soberano, tenía toda la confian za del rey, que le encargó reorganizar la tierra de Cush en el gran nombre de Su Majestad. 22. Mi opinión se une a la de A. Spalinger, expuesta en JEA 66 (1980), pp. 83-99: «Historical Observations on the military Reliefs of Abu Simbel and other ramesside Temples in Nubia». 23. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 149-154.
Capítulo XI: Después de Qadesh 1. Para los shasus: R. Giveon, Les bédouins Shasou des documents égyptiens, Leiden, 1971. L. Stager, Eretz Israel 18 (1985), pp. 56-64: los shasu, por cierto, no son israelitas. 2. Los textos que acompañan las representaciones de la expedición de Ramsés a Edom y Moab dan a entender que en un momento determinado, Amenhirjopshef pudo entrevistarse con un importante moabita al que reprochó haber hecho el papel del «hombre malo» de Hatti. Cf. K. A. Kitchen, «New Light on the Asiatic Wars of Ramses II», JEA 50 (1964), pp. 47-70, y J. C. Darnell y R. Jasnow, «On the moabite Inscriptions of Ramesses II at Louxor Temple», JNES 52 n° 4 (octubre de 1993), pp. 263-274, principalmente pp. 268-273. 3. Éxodo 1, 11. 4. Cf. Papiro de Leiden I 348, dorso 6, 6-7. 5. Los apirus son señalados como ocupados en romper piedras, durante una construc ción en el Rameseo; cf. Y. Koenig, «Les textes hiératiques du Ramesséum, à Stras bourg», Memnonia III (1992), p. 54. Para el problema de los apirus, cf. J. Bottero, Le problème des Habiru, Paris, 1954. 6. Éxodo 1, 11: para la construcción de las ciudades almacén Pithom y Ramsés. 7. Hechos de los Apóstoles 7, 22. 8. Véase, entre otros, el papiro n° 1945.96 del Ashmolean Museum de Oxford. 9. Sobre este tema, véase J. Mélèze-Modrzejewski, Les Juifs en Égypte, de Ramsés II à Hadrien, París, Armand Colin, 1991, p. 48. 10. Éxodo 7 a 12. 11. A propósito de esta catástrofe, que evidentemente podría ser el origen del relato de la Atlántida, cf. R. L. Scranton, «Of Myth and Santorin», Studies in Honor o) George R. Hughes, Chicago (Studies in Ancient Oriental Civilization 39), 1976, pp. 191-
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199. También hay que consultar el reciente estudio de K. Polinger Foster y R. K. Ritner: Texts, Storms and the Thera Eruption, en J.N.E.S. 55, vol. 1996 n° 1. 12. Mohammed Maksoud, Inspector jefe del Sinaí, que dirige las excavaciones egipcias del norte de Sinaí, encontró durante el descombro de los vestigios de una ciudadela de la frontera oriental (nivel fechado en el «Segundo Período Intermedio», en el Imperio medio y nuevo) un fragmento de lava, analizado en Francia: fue identi ficado como análogo a los que provenían de la catástrofe de Santorini. 13. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 37-39, p. 136 pls. III-IV. 14. Para las principales «plagas de Egipto», remitirse a Exodo 7,14-25: la sangre; Éxodo 7,26-28: las ranas; Éxodo 9,1-7: la peste; Éxodo 10,21-29: las tinieblas; Éxodo 11 y 12, 29-42: la muerte de los primogénitos. 15. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, «Le bestiaire symbolique du libérateur Ahmosis», Sonderdruck aus Studien zur Sprache und Religion Ägyptens (Festschrift W. Westen dorf), Gotinga, 1984, pp. 883-892. A propósito de la plaga provocada por las langostas (Éxodo 10, 1-20), allí también puede verse la influencia de ideas recibidas, y no el resultado de observaciones vividas. Si, como se sabe, la invasión de langostas es te mida en Oriente y sobre todo en el norte de África, con raras excepciones la langosta en Egipto es protectora. Desde el Imperio antiguo, en las escenas en que el hipopóta mo del mal es arponeado, se han querido representar langostas protectoras en las plantas acuáticas (al igual que las ranas del renacimiento, cf. Ch. Desroches Noble court, Lointaine, p. 97). Una vez más, esta tradición de la época faraónica era tan fuerte que se transmitió a Occidente, e impregnó el simbolismo cristiano primitivo: en las moralia del papa Gregorio el Grande, las langostas se convirtieron en el símbolo de los paganos que se unían a Cristo, y se agrupan en enjambres para luchar contra Satán. Citemos una vez más un capitel de Vézelay, del siglo xii, donde una langosta se en frenta a un basilisco, figura del Anticristo, o también, en el siglo xiv, la Madona atri buida a Giovanni Baronzio da Rimini, que lleva en sus rodillas al niño Jesús soste niendo en su mano izquierda una enorme langosta. 16. K. A. Kitchen, Ramsés, pp. 101-104. 17. M. Bietak, «Caanites in the eastern Nil Delta», Egypt, Israel, Sinai-Archaeological and historical Relationships in the biblical Period, Symposium 1982, publicado por F. Rainey, Tel-Aviv, pp. 41-56. Expresa una opinión más matizada en «Comments on the Exodus», ibid., pp. 163-171. 18. D. Redford, «An Egyptological Perspective in the Exodus Narrative», ibid., pp. 137-169. 19. J. Méléze-Modrzejewski, Les Juifs en Égypte, de Ramsés II ä Hadrien, Paris, Ar mand Colin, 1991. 20. Los más recientes escritos de H. Cazelles sobre este tema: Á la recherche de Moi'se, París, 1979; «Peut-on circonscrire un événement Exode?», La protohistoire d'Is rael (estudios de varios autores, dirigidos por Laperrousaz), París, 1990, pp. 29-65. 21. Catálogo Ramsés le Grand, París, Galeries nationales du Grand Palais, 1976: obra colectiva publicada bajo mi dirección. Para el Éxodo, véase A. -M. Loyrette, pp. XLIII-XLVI. El tema del Éxodo sigue siendo un tema de estudio y de discusión entre los eruditos; hasta fines del siglo xix, existía la opinión según la cual el Pentateu co (los cinco primeros libros bíblicos, entre ellos el que narra el Éxodo) no abarcaría un cuerpo de tradiciones, sino sólo símbolos, fábulas morales, y que la migración de Egipto sólo es una ficción, una alegoría sin fundamento real (M. L. Wogue, profesor en el seminario israelita de París). Sin ser tan categóricos, recientes autores han inten tado desde entonces estudios críticos que plantean el problema en el plano estricta mente científico: G. W. Ahlstróm, Who where the Israelites?, Winona Lake (Indiana), Eisenbrauns, 1986, o también, antes que él, G. E. Mendenhall, «The Hebrew Conquest of Palestine», BA 26 (1962). 22. Éxodo 11, 3 — Hechos 7, 22.
23. Éxodo 2, 23. 24. Así designaba el texto bíblico al faraón del Éxodo. 25. Sin contar los robos de tesoros, antes de huir, Éxodo 11,2-3 — 12,35-36: Expo liación de los egipcios — ... Y no partiréis con las manos vacías. Cada mujer pedirá a su vecina y a la que vive en su casa objetos de plata y vestimentas. Haréis que lo lleven vuestros hijos y vuestras hijas y despojaréis a los egipcios. 26. Éxodo 12, 29-32; 13, 20; 14, 2. 27. Éxodo 14, 2. 28. Éxodo 13,17. 29. Era director de la Escuela Bíblica de Jerusalén. 30. Éxodo 17, 8-16. 31. El año 7, en 1273-1272 antes de nuestra era, está muy justamente indicado por K. A. Kitchen, Ramsés, p. 93, y no más tarde, como lo proponían A. R. Schulman, que colocaba a los guerreros moabitas después del año 10 de Ramsés («The Treaty of Year 21», Aspects ofRamesside Diplomacy, JSSEA 8 [1978], pp. 125-126), y también A. Spalinger, que proponía situar esos acontecimientos «antes del año 15» («Historical Observations on the military Reliefs of Abu Simbel and other Ramesside Temples in Nubia», JEA 66 [1980], p. 96). 32. A propósito de las guerras moabitas y de la expedición de Amenhirjopshef y de Ramsés a Palestina meridional, no hay que dejar de señalar que al norte del golfo de Aqaba-Eilat, en el emplazamiento de las supuestas minas de oro del rey Salomón, el profesor B. Rothenberg ha sacado a la luz una explotación de mina de cobre. Los mineros semitas explotan los productos de su metalurgia de acuerdo con los egipcios desde la época de Setos I y de Ramsés II: B. Rothenberg, The Egyptian Mining Temple at Timna. Researches in the Arabah 1959-1984, vol.'I, Londres, 1989: «El descubrimiento de la mina ramésida, dedicada a la diosa egipcia Hathor, fue un punto decisivo en la historia de la investigación de Arabah. La identificación mediante este descubrimien to de la mina de cobre a gran escala y las operaciones de fundición en el Arabah como industrias egipcias, donde las expediciones de explotación egipcias trabajaron junto con los habitantes locales, los midianitas de Arabia noroccidental y los amalecitas de las montañas de Nejeb, ha significado cambios fundamentales en los conceptos culturales-históricos referentes a las áreas adyacentes al golfo de Aqaba-Eilat. »Las antiguas ideas sobre las minas del rey Salomón y las fundiciones de cobre salomónicas en las costas del mar Rojo han tenido que ser completamente cambiadas a la luz de esta nueva prueba arqueológica, que demuestra que el Arabah sudocciden tal entró en la esfera de influencia de los faraones del Egipto del Imperio nuevo. »La identificación de la fase midianita del templo de Timna con numerosos pre sentes votivos únicos, como la espléndida "serpiente descarada", es de considerable importancia también para la historia bíblica de la época del Éxodo». 33. Cf. L. Habachi, «Les grandes découvertes archéologiques en 1954», Revue du Caire, Supplément 1955, El Cairo, pp. 62-65. 34. K. A. Kitchen, op. cit., p. 105. 35. La ortografía Ramessu se utiliza desde el año 8. 36. La «semana» era una década: cada diez días. 37. Estas informaciones están consignadas en una magnífica estela (2,10 m de al tura) en caliza rosada, encontrada cerca de Heliópolis, en Manchiyet es-Sadr, y co nocida con el nombre de Estela del año 8. La primera publicación se debe a quien la inventarió, Ahmed Bey Kamal. Fue estudiada nuevamente por Bemadette Letellier cuando la exposición Ramsés le Grand, París, 1976, Cf. Catálogo de la exposición, n° IX, pp. 50-55 (texto jeroglífico completo). 38. Los textos agregan: en la tierra de Naharina; y para la ciudad de Dapur, agregan: en la tierra de Hatti (templo de Luxor) o: en el país de Amurru. 39. W. Wreszinski, Atlas zur altágyptischen Kulturgeschichte II, Leipzig, 1935, pl. 90.
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Entre las catorce ciudades todavía visibles en el primer pilono del Rameseo, hay que señalar Jerusalén, Damasco, Ascalón, Bethanat y Merem. 40. J. H. Breasted (Ancient Records of Egypt III, § 356) sugiere, siguiendo a Horst Kengel, que Dapur podría ser identificada en Tell Tuban, a 25 kilómetros al norte de Homs. 41. W. Wreszinski, op. cit., pl. 78. 42. Todos los detalles de esta escena, de composición muy rebuscada, están des critos y analizados en la publicación del CEDAE (Collection scientifique), en El Cairo: Le Ramesseum IV — Les batailles de Tunip y de Dapour, 1977. 43. Ostracon del Louvre N 2261. 44. Según las estelas provenientes de Qantir; cf. G. Roeder, «Ramses II. ais Gott», ZÁS 61 (1926), p. 65 y pl. 2. Se trata, en este caso, de soldados de una de las guarnicio nes de Pi-Rameses. Algunos de ellos, como ya lo hemos dicho, eran semitas origina rios de Oriente Próximo. Uno de ellos se llamaba Redj-quebut, nombre adaptado al egipcio, en su origen Redy-Quebut: «el destripador».
Capítulo XII: El largo camino hacia la paz 1. Los egipcios habían dado a su país numerosos nombres, cuya gran mayoría se refería a símbolos religiosos y geográficos: Uno de los más «civiles» era Kemi o Kemet, la tierra negra, por el color muy oscuro del humus aportado anualmente por la inun dación. Este nombre fue tomado por los griegos para definir la verdadera ciencia utilizada por los egipcios, que descubrieron al país de los faraones. De ahí el término química, que todavía hoy utilizamos. 2. Los vestigios de este templo se encontraron fortuitamente hace unos quince años, gracias a la acción de una excavadora durante los trabajos de construcción de un centro escolar. A unos siete metros de profundidad apareció una estatua monumental de la princesa Merietamun convertida en Gran Esposa real. Aunque se había derrum bado, el rostro intacto todavía tenía los colores. Los tobillos estaban quebrados. Esta estatua flanqueaba, por un lado, a un coloso de su padre. En la actualidad se conti núan las excavaciones científicas. Cf. Al-Masri, «Preliminary Report on the Excavations in Akhmin by the Egyptian Antiquities Organization», ASAE 59 (1983), pp. 7-11. 3. Setmuia, también llamado Imenemuia. 4. K. A. Kitchen, Ramses, p. 109. 5. Así, uno de los hijos más jóvenes de Nefertari, Meryre el mayor, que figuraba en la fachada del pequeño speos de Ibchek, al lado de su padre, era el undécimo en la lista de príncipes (K. A. Kitchen, Ramesside Inscriptions II, p. 859). Figura también en las dos listas del Rameseo, y debió de morir con unos treinta años (K. A. Kitchen, p. 145). Había, pues, por lo menos once príncipes ya nacidos en los primeros años del reinado. 6. Todas las estelas esculpidas que testimoniaban acontecimientos importantes, por orden de los virreyes y para ellos, rodeaban las dos colinas. Fueron desplazadas, igual que los speos, y han vuelto a enmarcar los santuarios en el nuevo sitio, 60 metros más arriba. 7. Cf., al respecto, Ch. Desroches Noblecourt, «Abou Simbel, Ramses et les Dames de la Couronne», Fragments o fa shattered Visage (Monographs ofth e Institute o f Egyptian Art and Archaeology I, 1991), pp. 127-166, especialmente pp. 134-135, y figs. 11-12 pp. 156-157. 8. Como los dos colosos de Ramsés que provienen de Heracleópolis, actualmente expuestos en los jardines del Museo de El Cairo (Diario de entrada 45.975). Estas estatuas se remontan probablemente al Imperio medio: Ramsés las hizo restaurar para él. Las imágenes de las dos princesas, que llevan el mechón de cabello lateral,
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están acompañadas de sus nombres, grabados en el lugar del de su primer propieta rio. Ramsés también reutilizó otros dos colosos de la XIII dinastía y los hizo erigir delante del pilono que precede a la gran sala hipóstila de Kamak. En uno estaba acompañado por la imagen de Bintanat (al sur), y en el otro hizo figurar a Merietamun (al norte). Estos colosos habrían sido reutilizados después de la segunda fiestased, es decir, después del año 34 del reinado y del matrimonio del rey con la princesa hitita. Cf. H. Sourouzian, Les Colosses du U' pylone du temple d’Amon-Ré á Kamak, remplois ramessides de la XVIll' dynastie, en Cahier de Kamak, X, 1995, pp. 522-524. 9. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 39-45. 10. Nefertari era descrita en el templo como Bella de rostro, elegante con su doble pluma, con las manos puras cuando toca el sistro, dando placer a Amón. 11. Figura, al igual que la plegaria a Ta-Uret (Tueris), en la antecámara del templo pequeño. 12. Se trata de una imagen excepcional, que evoca la salida de las aguas de la inundación, surgidas de la gruta mística, y que se expandirán por el país. Cuando los templos tienen la imagen clásica de los genios de la inundación en sus bases, los per sonajes, siempre provistos de sus mesas de ofrenda, penetran en largas teorías en el interior del templo, rindiendo homenaje a la fuerza creadora. En la gruta de la reina sólo están representados dos genios, en el sentido de la salida: es la aparición del agua, provocada por el milagro mimado por la pareja real. 13. Este límite está indicado por E. Iversen, Canon and Proportions in Egyptian Art, Londres, Sidgwick and Jackson, 1955, p. 70: «La figura masculina de pie está medida desde la planta de los pies hasta el punto donde la peluca o el pelo se une con la frente». 14. Eran los dieciséis codos alcanzados por las inundaciones benéficas, a la altu ra de la ciudad de Heracleópolis. Además, la cifra 16, en Egipto estaba asociada a la idea de la alegría (deliciae, escribía más tarde Plinio el Viejo). La alegría, pues, por los años faustos. Nunca, en la época faraónica, se representó la llegada de la inundación egipcia; sin embargo, en la época grecorromana, fue corriente: la imagen de un hom bre barbudo acostado, rodeado de dieciséis putti, que representan los dieciséis codos. 15. Todos los elementos del altar solar (el único totalmente conservado) figuraron en la exposición Ramsés le Grand en París. Descubiertos por Barsanti, G. Maspero los puso a resguardo en el Museo de El Cairo (Diario de Entrada 42.955), porque al estar exhumados desde hacía casi un siglo debían de estar deteriorados: G. Maspero, «La chapelle nouvelle d'Ipsamboul», ZAS 48 (1911), p. 94; Catálogo de la exposición Ram sés le Grand en el Grand Palais de París, 1976, pp. 151-160. 16. Un largo estudio de Lanny Bell probaría que los colosos son «estatuas del ka» real: «Luxor Temple and the Cult of the Royal Ka», JNES 44 n° 4 (octubre de 1985), pp. 251-294, sobre todo p. 256. 17. Cf. la nota 16. 18. A propósito de la duración del viaje entre Egipto y Hatti, cf. E. Edel, Geschichte und altes Testament, Tubinga, 1953, p. 54. 19. Véase, por ejemplo, E. B. Pusch, «Recent Work at Piramesse, Results of Excavations by the Pelizaeus Museum, Hildesheim, at Qantir», Fragments of a shattered Visage (Monographs o f the lnstitute of Egyptian Art and Archaeology 1,1991), pp. 199-208. 20. La redacción de este tratado suscitó el interés de los juristas, que comprobaron su real modernismo. Uno de los últimos estudios fue publicado por el juez Ch.-P. Loubiére, «Les chroniques égyptiennes: le traité de paix égypto-hitite, une négociation vieille de 3.200 ans», Journal du Tribunal de Grande Instance de Paris, 1993, pp. 1-22. Concluye en estos términos (p. 15): «El tratado es así un acto sometido al derecho interna cional y que se afirma verdaderamente como tal, cuando pone a la guerra "fuera de la ley". Este principio fundamental no deja de recordar la Carta de la ONU, que prohíbe el recurso a la fuerza como manera de arreglo de los diferendos entre Estados; la
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guerra, en adelante concebida como ilícita, daba lugar a los procedimientos pacíficos de la negociación». 21. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Toutankhamon, vie et mort d'un pharaon, Hachette/Rainbird, 1963; Pygmalion/Gérad Watelet, 1977, pp. 275-276: la viuda de Tutankhamón se niega a tomar a uno de sus servidores como esposo, y pide al soberano hitita que le envíe uno de sus hijos. 22. Para la edición del texto cuneiforme: S. Langdon y A. H. Gardiner, «The Trea ty of Alliance between Hattusili, King of the Hitites, and the Pharaon Rameses II of Egypt», JEA 8 (1920), pp. 179-205, y E. F. Weidner, Politische Dokumente aus Kelinasien, Leipzig, 1923, pp. 112-123. 23. En el Imperio nuevo numerosos textos nos indican el papel eminente y com plementario de la reina con el faraón: cf. Urk. IV, 1866, Ella es en el séquito de Tu Majes tad como Maat a Re. Véase Ch. Desroches Noblecourt y Ch. Kuentz, Le petit temple d'Abou Simbel, El Cairo, CEDAE, 1967, p. 181 n. 225. Se conoce la acción de las reinas madres, regentes desde el Imperio antiguo. Los textos que se remontan al Imperio nuevo, encontrados en gran número, nos dejan entrever la influencia ejercida por Tiy, la elegida de Amenhotep III, a quien escribían los soberanos extranjeros, o la de Nefertiti y Nefertaris. 24. Para los intercambios de cartas que transmiten las felicitaciones de Nefertari, Tuya y Setherjepeshef a los soberanos hititas, véase E. Laroche, Catalogue des textes hitites, París, 1971, p. 23, n° 167-169. 25. Carta de Paser (= babilonio Pashijra), cf. E. Edel, Der Brief des ägyptischen Wesirs Pasijara den Hetiter-Köning Hattusili und verwände Keilschriftbriefe, Gotinga, 1978. 26. Ya ]. Yoyotte consideraba que los dos nombres debían pertenecer al mismo personaje: BiOr 26 (1969), pp. 14-15. K. A. Kitchen, Ramesside Inscriptions II, p. 850 y 860 (notas al pie de página), se planteaba el tema: «Imenherounemef. perhaps: Sethherkopshef», al igual que M. L. Bierbrier, JEA 71 (1985), pp. 206-207. Finalmente, K. A. Kitchen, Ramsés, p. 145, en 1982, rechaza el problema. Luego, más recientemente, M. L. Bierbrier, «Elements of Stability and Instability in ramesside Egypt: the Succession to the Throne», Fragments o f a shattered Visage (Monographs o f the Institute of Egyptian Art and Archaelogy I, 1991), p. 11: «En vista de otros ejemplos en nombres reales del intercambio entre Set y Amón en este período, como el príncipe Setmuia, alias Imenemuia, parece lógico ver los nombres, Amenhirjopshef y Setherjepeshef, como varian tes que señalan a un mismo príncipe heredero». También hay que subrayar que títu los análogos están unidos a los dos nombres: Príncipe heredero (Repat), escriba real y general.
Capítulo XIII: Ramsés en la mitad de su vida 1. El descubrimiento que hice de la tumba de Tuya, madre de Ramsés, estudiada de 1969 a 1973, me permitió exhumar entre los vestigios del mobiliario funerario, saqueado en la Antigüedad, «apelaciones controladas» de las jarras de vino, deposita das por orden del rey. 2. Nefer significa «bueno, hermoso, vivo (en el sentido de vigoroso)». Los neferu son los jóvenes reclutas militares. Las neferut son las jóvenes en edad de casarse. Los neferu del dios constituyen su poder fecundador. Nefer es también un loto del que surge el sol levante. La Set-Neferu está, pues, en relación con el renacimiento de los difuntos enterrados en la necrópolis: «el lugar de los que devuelven el vigor (los lotos)». 3. Así se la ve representada en la estatua de Mut-Tuya conservada en el Museo del Vaticano. 4. Todas las tumbas en el Valle de las Reinas hubieran corrido el riesgo de ser víctimas del mal estado de la caliza en la que se excavaron. En consecuencia, sus
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paredes fueron recubiertas de yeso fino, y las decoraciones se modelaron en la su perficie. La razón se debía a que el círculo rocoso estaba dominado por una inmensa gruta de 25 metros de altura, dedicada a Hathor, el regazo universal, el de la Gran Diosa que encarna la muerte, pero también la alegría y el amor. Acogía en su seno a los difuntos, y debía hacerlos renacer a la vida eterna. El lugar se había convertido en un sitio de peregrinaje y de incubación desde, por lo menos, el comienzo del Imperio nuevo. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Las ruinas de Nubia, Barcelona, Destino, 1997, cap. 23. De esto, en definitiva, dependía muy probablemente el renacimiento de los difuntos reales inhumados en la montaña tebana. 5. La aparición de la esfinge en Egipto parece remontarse a la época de Horemheb, donde se la representa acostada cerca de la reina Mutnedyemet, en el grupo del Museo de Turín: H. W. Müller, «Die Liegende und geflügelte weibliche Sphinx des Neuen Reiches», MIO 3 (1955), pp. 1-10. 6. Cf. una estatua de la reina, en una colección privada estadounidense, donde Tuya, reina portaestandarte, excepcionalmente está asimilada a Mut: Ch. Desroches Noblecourt, «Touy, mère de Ramsès II, la reine Tanedjemy et les reliques de l'expérience amarnienne», L'Égyptologie en 1979, axes proritaires de recherche (Colloques internationaux du CNRS n° 595), pp. 227-243; para la estatua, p. 238, fig. 65. 7. Todos en frita esmaltada azul pálido, retocados en color negro, no superan los 0,10 metros. La reina debía poseer estuatillas funerarias mucho más lujosas, en made ra chapada en oro, análogas a las que se encontraron en el tesoro de Tutankhamón. 8. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, capítulo VII (los habitantes de la ola), pp. 157-167. 9. Después de haberse exhibido en París, en la exposición Ramsès le Grand, ese encantador retrato viajó a Canadá y a Estados Unidos, con esa misma exposición. Actualmente se lo puede ver en el Museo de Luxor. Cf. catálogo de la exposición Ramsès le Grand en París, Grand Palais, 1976, n° V, pp. 28-31. 10. Estos fragmentos fueron analizados en el Laboratorio del Museo del Louvre (antes de volver a Egipto); esto permitió precisar que provenían de un objeto fabrica do con arenas de Egipto, muy ferruginosas. Otros fragmentos de vidrio, completa mente transparentes ya habían sido encontrados en el curso de las excavaciones de Teli el-Amarna, lugar que se remonta a la XVIII dinastía. Esto no tiene nada de asom broso si se piensa en los ojos del escriba del Louvre cuya córnea, sin duda de vidrio transparente según un análisis del Instituo Óptico de París, se remonta a la época de las pirámides (IV-V dinastías). Señalo, al pasar, que los ojos de las dos cabezas de león que enmarcan el gran lugar de las apariciones de Tutankhamón son, también ellos, de vidrio transparente (Museo de El Cairo). Los manuales hacían remontar la fabricación del vidrio transparente sólo a la época árabe. 11. Tebas, llamada así por los griegos, bajo los faraones Uaset, estaba situada en la región de Hermontis, la Heliópolis del sur. 12. El texto citado se ha elegido entre los reunidos por K. A. Kitchen, Ramesside Inscriptions III-5, pp. 138-140, y Ramsès, p. 104. Para la primera edición, A. H. Gardiner y J. Cèmy, Hieratic Ostraca I, Oxford, 1957, pls. 81-82. 13. El deben pesa 91 gramos, y corresponde aproximativamente al peso de 1.400 granos. 14. Este nombre, formado por el del rey seguido de asha-heb-sed, «rico en jubileos», deja suponer que se trata de una persona de origen extranjero, que tomó esta apela ción al convertirse en funcionario de Setos I, bajo el reinado de quien comenzó su carrera. 15. Se consultará con provecho la obra sobre la medicina egipcia de G. Lefebvre, Essai sur la médicine égyptienne de l’époque pharaonique, París, Geuthner, 1956. 16. Nefertari por amor a la cual se levanta el sol era el nombre del speos de la reina en Abu Simbel. Había sido entronizada allí con el aspecto de Sotis, por Hathor e Isis.
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17. La expedición de Ernesto Schiapparelli (Relazione sui lavori délia missione archeologica italiana in Egitto-Anni 1903-1920. Vol. I, Esplorazione délia «Valle delle Regine» nella Necropoli di Tebe, Turin, 1923) encontró los emocionantes vestigios de un pie mo mificado de la reina. La maqueta de la tumba está expuesta en el Museo de Turin. La reconstitución fotográfica en colores, tamaño natural, fue presentada por primera vez en la exposición Ramsès le Grand en París. Logré que la realizaran los miembros de mi equipo de investigadores del CNRS y miembros del CEDAE de El Cairo, destinados a las excavaciones en el Valle de las Reinas. El material fotográfico lo ofreció KodakFrancia. Después, esta reconstitución se presentó en varios museos franceses. Ahora otros países han tomado la misma iniciativa. Actualmente, la tumba de Nefertari, restaurada de los daños causados por las fil traciones de humedad, es objeto de numerosos comentarios en la prensa; cf. por ejem plo Ch. Desroches Noblecourt, Archéologia 291 (junio de 1993), pp. 42-53. Cerrada al público desde la terminación de los trabajos, acaba de ser reabierta para ser visitada con ciertas condiciones de seguridad para la conservación de su preciosa decoración. 18. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 167-170. 19. Id., op. cit., pl. XXIII. 20. Id., «Abou simbel, Ramsès et les Dames de la Couronne», Fragments ofa Shattered Visage (Monographs o f the Institute o f Egyptian Art and Archaeology I), 1991, fig. 13, pp. 132-133. Hay que rectificar las fechas que indiqué para esa época (año 36), y colo car esas representaciones alrededor del primer jubileo. 21. Id., ibid., fig. 14, p. 132. 22. Comunicación del excavador de la Organización de Antigüedades en Saqqara, en el sexto Congreso Internacional de Egiptología en Turin (1-8 de septiembre de 1991). Cf. Mohammed Ibrahim Aly, «Á propos du prince Khâemouas et sa mère Isetneferet; nouveaux documents provenant du Sérapéum», 6.° Congreso Internacional de Egiptología, Abstracts ofPapers, pp. 220-221. Parece que el monumento donde apa recía el cartucho de Isisnofret, acompañando el desfile de los genios de la inundación, podría provenir de una capilla elevada por Jaemuese en recuerdo de su madre. Con súltese también S. Tewfik, «Recently Excavated Ramesside Tombs at Sakkara», MDAIK 47 (1991), pp. 403-409. 23. Véanse al respecto las dos estatuas reales encontradas en Heracleópolis, flan queadas por Bintanat y Merietamun, señaladas supra cap. XII, nota 8. 24. Los obreros que trabajaban en la necrópolis vivían en un pueblo conocido con el nombre moderno de Deir el-Medina. La publicación de base aportó numerosos informes de excavaciones, debidos a Bernard Bruyère. Los textos, numerosos, encon trados en el lugar y en los alrededores, fueron estudiados antes en un primer volumen por J. Cérny, A Community o f Workmen at Thebes in the Ramesside Period, El Cairo, IFAO (Bibliothèque d'étude 50), 1973. Se han consagrado numerosos estudios a la vida de ese pueblo. Obras de conjunto se deben a D. Valbelle, «Les ouvriers de la tombe», Deir elMédineh à l'époque ramesside, El Cairo, IFAO (.Bibliothèque d'étude 96), 1985, o M. L. Bierbrier, Les bâtisseurs de Pharaon, la confrérie de Deir el Medineh, Monaco, Éditions du Rocher, 1986, que es la traducción francesa de The Tomb-Builders o f the Pharaohs, 1982. 25. La escena está representada en la estela n° 43.591 del Museo de El Cairo, cf. Catálogo de la exposición Ramsès le Grand en Paris, pp. 124-127 (comentario de Berna dette Letellier). Para la Hermosa fiesta del Valle, véase S. Schott, Das schône Fest vom Wüstentale, Wiesbaden, 1953. 26. Los dos grafitos gemelos, en forma de estela rectangular, fueron publicados por J. Cérny, Ch. Desroches Noblecourt y otros, Graffiti de la montagne thébaine. 27. Cf. A. H. Gardiner y J. Cérny, Hieratic Ostraca I, pis. 74, 75. K. A. Kitchen, Ramesside Inscriptions 11-7, pp. 380-385. S. Allam, Hierastiche Ostraka und Papyri aus der Ramessidenzeit, Tubinga, 1973, pp. 20-24.
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28. Lo que sucedió, desgraciadamente, después del reinado del gran rey. Se en cuentran sus nefastos ecos en los resonantes procesos que marcan el final de la época ramésida. El reciente estudio de P. Vernus es muy edificante al respecto: Affaires et scandales sous les Ramsès, Paris, Pygmalion/Gérard Watelet (Bibliothèque de l'Égypte ancienne), 1993. 29. Se ha pretendido que los egipcios no utilizaban la lana, porque no se encontra ron vestimentas o telas de lana en las tumbas faraónicas. La razón es que simplemente no convenía depositar en las sepulturas elementos que podían ser destruidos por las polillas. 30. La fiesta, probablemente el jubileo de los treinta años de reinado de Ramsés. 31. Recuérdese el interminable proceso de Mes o Mosé, a propósito de la división de una propiedad. El litigio duró un siglo: empezó con Horemheb, y sólo terminó con Ramsés II, lo que aporta un ejemplo suplementario del buen funcionamiento de la justicia durante el reinado del gran rey. Mosé hizo grabar el relato del conflicto, al igual que algunos de los documentos, en las paredes de su tumba en Menfis. A. H. Gardiner, The Inscription o f Mes, a Contribution to the Study ofEgyptian Judicial Procédu re, Leipzig (Untersuchungen zur Geschichte und Altertumskunde Ägyptens IV), 1905, pp. 89-140, y G. A. Gaballa, The Tomb-chapel o f Mose, Warminster, 1977. 32. Para calmar a Hatusil, subraya con énfasis que este último es el descendiente legítimo de Shuppiluliuma I en el trono codiciado por el usurpador Urhi-Teshub. 33. Esta carta de Ramsés «para serenar» a Hatusil fue publicada por Goetze, Jour nal o f Cuneiform Studies (1947), pp. 241-251.
Capítulo XIV: Jubileos y prodigios 1. E. Homung y E. Staehelin reunieron una muy abundante bibliografía, numero sos artículos y referencias sobre la fiesta-sed. Estas fuentes son indispensables para el egiptólogo que aborde este tema extremadamente complejo y misterioso, que nadie se ha animado a tratar todavía: Studien zum Sedfest, Ginebra, 1974. 2. La tumba de Jeruef, mayordono de la reina Tiy, fue descubierta en el siglo xix y luego, habiendo sido obstruida su entrada, fue redescubierta por A. Fakhry; fue pu blicada por la Universidad de Chicago: The Tomb o f Kherouef, Theban Tomb 192, Chica go (Oriental Institute Publications 102), 1980, traducción de los textos por E. Wente. 3. E. Naville, The Festival Hall ofOsorkon II in the Great Temple ofBubastis, Londres, EES (EEF 8), 1892, pi. XIV (3). 4. Cita del alto Nilo para el primer jubileo de Ramsés: A. H. Gardiner y J. Cémy, Hieratic Ostraca I, pl. 9. 5. La cabellera de Re: muy probablemente los rayos solares, la melena del león solar. 6. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 109-111. 7. Es decir, el acto de volver a dar vida a las estatuas. 8. Para la shetyt, véase I.E.S. Edwards, «The Shetayt of Rosetaou», Egyptological Studies in Honor o f Richard Parker, pp. 27-36. El antiguo Rosetau del norte parece haber cubierto el área que se extendía desde el sur de la meseta de Guiza hasta Zawiet el-Aryan. 9. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, cap. IV, pp. 93-115, e id., «Abou Simbel, Ramsés et les Dames de la Couronne», Fragments o f a shattered Visage (Monographs o) the Institute o f Egyptian Art and Archaeology I), 1991, pp. 138 y 164. 10. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 56-61. 11. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 61-75. 12. Esta imagen de Osiris fue despejada recientemente en la tumba n° 5 del Valle de los Reyes, por el Kent Weeks (Universidad estadounidense de El Cairo). 13. Ostracon Berlín 12337, K. A. Kitchen, Ramesside Inscriptions III-5, pp. 145-146.
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14. Para los daños provocados por la catástrofe, véase L. A. Christophe, Abou Simbel et l'épopée de sa découverte, Bruselas, 1965, pp. 206-209. 15. Los agujeros, en el suelo y en las paredes, que recibieron los extremos de los tablones de madera, todavía eran visibles cuando estudiamos la arquitectura interior del templo antes de su desplazamiento. Las mismas comprobaciones se hicieron en los pilares sur, cuya consolidación se obtuvo gracias a un muro de albañilería entre esos dos pilares. Algunos años más tarde, Ramsés hará grabar en ese muro el Decreto de Ptah. El gran problema, a pesar de todos los esfuerzos de Paser, era el del primer coloso sur. 16. Ch. Desroches Noblecourt y Ch. Kuentz, Le petit temple d'Abou Simbel, étude archéologique et épigraphique I, El Cairo, CEDAE, 1968, n. 375, pp. 111-114, pp. 209-210; Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine, pp. 170-172. 17. Grabado rupestre de Dyebel Silsila: K. R. Lepsius, Denkmaeler aus AEgypten und AEthiopien III, Leipzig, 1849-1856, pl. 174 e. 18. Grabado rupestre de Asuán, id, op. cit., pl. 175 h. 19. Así, un grupo fragmentario de la reina dedicado a Jaemuese y el general Ram sés, sus dos hijos mayores: Louvre E 2272. Véase también capítulo XIII, n. 21. 20. Algunas de esas piezas eran de 28 codos y 4 palmos de longitud por 4 codos de anchura (es decir, más de 12 metros de longitud y 2 metros de anchura), o de 15 codos de longitud y 4 de anchura (o sea, 6 metros de longitud y 2 metros de anchura). 21. Papiro Rainer 53 y ostracon Queen's College de Oxford. A. H. Gardiner, «The Delta Residence of the Ramessides», JEA 5,1918, p. 185, y R. Caminos, Late Egyptian Miscellanies, Oxford, 1954, pp. 73-74 (Reports on the Delta residence). Véase también E. Uphill, The Temples of Per-Ramesses, Warminster, 1984, p. 225, citando a M. Bietak que describió la ciudad como «una enorme ciudad preplanificada del período ramésida, que cubre 4-5 km2». 22. El texto, tan difícilmente legible, de la Estela del Matrimonio en Abu Simbel fue objeto de un largo trabajo de relectura, que necesitó más de 300 horas en el lugar, para nuevas copias y desciframientos, entre 1955 y 1958, por el profesor J. Cérny (trabajo cotejado con el profesor E. Edel, los dos en misión de la UNESCO en el CEDAE de El Cairo, que yo acababa de fundar). Las maravillosas copias, últimas actualizaciones luego de lecturas precedentes, fueron retomadas por K. A. Kitchen, en sus Ramasside Inscriptions. Una importante puesta a punto y un nuevo mejoramiento del texto, en las publicaciones precedentes, ya habían sido dadas por Ch. Kuentz, ASAE 25 (1925), pp. 182-238. 23. Traducción de P. Vemus, Essai sur la conscience de l'histoire dans l'Égypte pharao nique, París, 1995, p. 139. 24. Esta advocación de Ramsés a Set ha sido traducida por P. Vemus, que da de ella una nueva versión, op. cit., p. 139. 25. Id., op. cit., p. 139. 26. Para la lectura de este nombre, cf. Ch. Desroches Noblecourt, «Hommage d'un poète à la Princesse Lointaine», Kêmi 12 (1952), pp. 34-45. 27. Esta muy ingeniosa interpretación fue propuesta por Ch. Kuentz, ASAE 25 (1925), pp. 181-238. 28. J.-F. Borghouts, «The First Hitite Marriage Record: Seth and the Climate», Mé langes Adolphe Gurbub, Montepellier, 1984, pp. 13-16. 29. Estela del Matrimonio líneas 30 a 32: Ch. Kuentz, op. cit., pp. 231 y ss. 30. El papiro Anastasi II, pl. II, 1-5 y pl. IV, 7-10 (publicación A. H. Gardiner, Late Egyptian Miscellanies), hace también alusión a esa falta de agua en el país de Hatti, en una invitación del jefe de Hatti al jefe de Kodé: «Equípate para llevamos a Egipto, hagamos aperturas a Ramsés, porque él deja vivir a quien quiere. Y cada país depen de de él; Hatti está en sus manos, si el dios (Set) no acepta esas ofrendas, el (país de Hatti) no verá la lluvia».
31. ¿Cómo condenar a Ramsés por haber utilizado su dios para intervenir en el clima, del que dependerá el éxito o la gloria de una empresa, cuando se encuentran, 3.200 años más tarde, el mismo estado de ánimo, los mismos procedimientos, la mis ma fe en el dios cómplice, capaz de transformar las condiciones atmosféricas, para obtener una victoria? En efecto, el 22 de diciembre de 1944, durante la batalla de las Ardenas, nieva sobre Bastogne y las Ardenas, la aviación aliada está paralizada, tam bién los blindados... Cito el relato que sigue de P. Montagnon, La Grande Histoire de la Seconde Guerre mondiale: Juillet 1994/Décembre 1944 — De la reconquête des Philippines à la Bataille des Ardennes, Paris, Pygmalion/Gérard Watelet, 1994, pp. 297-298: Patton acaba de poner otra baza en su juego: ¡el Eterno! Ha ordenado a su limosnero y lo ha intimidado en esencia: «¡Padre! Rece para que tenga mos buen tiempo». El santo hombre lo hizo — no se resiste a una conminación de Patton— y hasta hizo una oración de circunstancias: «Señor todopoderoso y misericordioso, imploramos Tu bondad divina para que Te dignes contener estas lluvias excesivas contra las cuales debimos luchar. Acuérdanos, en Tu gracia, un tiempo favorable para la batalla». Encantado, Patton hizo imprimir el texto en millares de ejemplares que se distribuyeron entre la tropa. 23 de diciembre — ¿Patton sería satisfecho? 5 horas. El anticiclón siberiano se abate sobre las Ardenas. El cielo se aclara, el sol se consolida. B 26 y P 47 no tardarán en manifestarse. Los blindados podrán avanzar. 32. Cf. la nota 26. 33. Esta información me fue comunicada por el mismo profesor E. Edel. 34. Esta palabra prodigio (biayt) indica, en los textos de Hatshepsut y de Amenhotep III, una acción cuyo resultado supera de lejos el resultado de acciones análogas (P. Vemus, op.cit., p. 140). Pero en el texto del que aquí se trata, Ramsés agrega un epíteto que magnifica el acontecimiento, es la palabra misterioso (shetat). Llegamos a la noción milagro de la que Usermaatre Setepenre se sirvió a lo largo de su carrera para definir su naturaleza excepcional. Éste es el pasaje de la Bendición de Ptah referente a la paz entre los egipcios y los hititas y sus consecuencias, que se prolongó con la alianza de las dos familias: un milagro evidente con el que Usermaatre no hubiera podido soñar después de la batalla de Qadesh: He hecho por ti (la gente) del país de Hatti, siervos para tu palacio: puse en sus espíritus el organizarse ellos mismos en procesión de suplicantes ante tu ka, cargados de tributos para el poderío de Tu Majestad, vida, salud, fuerza, su hija mayor estando a su frente, para calmar al señor de las Dos Tierras, el rey del sur y del norte, Usermaatre Setepenre, hijo de Re, Ramsés Meriamón, dotado de vida. Un aran prodigio misterioso del que no teníamos idea. 35. Para seguir el ejemplo de una de las hijas de Nefertari, que llevaba el nombre de su madre, y el de Isisnofret, una de cuyas hijas se llamaba Isisnofret. 36. Cf. A. A. Schlógl, Der Gott Tatenen, Gotinga, 1980. 37. O. Goelet, «The Blessing of Ptah», Fragments ofa shattered Visage (Monographs oj the Institute o f egyptian Art and Archaelogy I, 1991), pp. 28-35. 38. Para un intento de reconstitución del templo de Ptah y de su entorno, cf. K. A. Kitchen, «Towards a Reconstruction of Ramesside Memphis: The Precinct of Ptah», Fragments o fa shattered Visage (Monographs o f the Institute o f Egyptian Art and Archeology 1 ,1991), pp. 87-92. 39. En la época en que Heródoto visitó Egipto, el gran templo de Ptah-Tenen to davía provocaba la admiración de sus contemporáneos (Heródoto, Historias II, 108110,121-136). Las gemas que formaban parte de la ornamentación del templo fueron utilizadas a este efecto, como lo prueba el Papiro Bulaq n° 9 (Museo de El Cairo, Catálogo General n° 58096), donde un poco antes del año 53 del reinado el jaspe rojo
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(en trozos) es citado para las incrustaciones de granadas y de un fruto- bu, en el templo «Glorioso-es-Ramsés II-en-el-dominio-de-Ptah»...
Capítulo XV: Los tiempos de la gran paz y el rey-dios 1. Se trata de la tumba 71 del Set-Neferu. Tal vez, para seguir el ejemplo de otras princesas, recibió el nombre de su propia madre, y fue llamada Bintanat II. En ese caso, pudo convertirse en esposa de su tío, el futuro Mineptah, decimotercer hijo de Ramsés e Isisnofret. Ella figura en una estatua de ese rey encontrada delante del tem plo de Luxor. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, «Abou Simbel, Ramsès et les Dames de la Couronne», Fragments o fa shattered Visage (Monographs of the Institute of Egyptian Art and Archaeology 1 ,1991), p. 134 y 140. 2. Véase la tesis de F. Gomaá, Chaemwese, Sohn Ramses'II. und Hoherpriester von Memphis, Wiesbaden, 1973. 3. Para el toro Apis, cf. E. Otto, Beiträge zur Geschichte des Stierkulte in Aegypten, Leipzig, 1938, pp. 11-34. 4. J. Yoyotte, Les pèlerinages dans l’Égypte ancienne, Paris, Le Seuil (Sources Orienta les, 3), 1960, p. 58 y nota 126, citado por S. Aufrère, L'univers minéral dans la pensée égyptienne, El Cairo, IFAO (Bibliothèque d'étude 105-1 y 2), 1991, p. 99. 5. D. Wildung, Die Rolle ägyptischer Könige im Bewußtsein ihrer Nachwelt I, Berlin, 1969, p. 68, 71 y ss. 6. K. A. Kitchen, Ramsès, pp. 127-129. 7. Cf. G. Lefebvre, Histoire des Grands Prêtes d'Amon de Karnak jusqu’à la XXIe dynas tie, París, Geuthner, 1992, pp. 126-136. 8. B. Gunn, «The Religion of the Poor in Ancient Egypt», JEA 3 (1916), pp. 81-94. 9. Para el obelisco único, cf. G. Lefebvre, «Sur l'obélisque du Latran», Mélanges Charles Picard, 1949, pp. 586-593; P. Barguet, Le temple d’Amon-Ré à Karnak — essai d'exégèse, El Cairo, IFAO (RAPH 21), 1962, pp. 241-242; Ch. Desroches Noblecourt, «Nouveaux commentaires sur l'obélisque de Saint-Jean de Latran», RA 1954, pp. 5-13. Este obelisco, el más grande de los conocidos (32,18 m) fue reedificado en la plaza de San Juan de Letrán en Roma. 10. Beki, diminutivo familiar de Bakenjonsu. 11. Estos detalles sobre la salud del rey los dieron los especialistas que, en 1977, estudiaron la momia del rey. 12. En efecto, los especialistas egipcios sabían utilizar maravillosamente todas las cualidades terapéuticas de plantas y pigmentos a los que tenían acceso, y los me dicamentos prescritos a menudo producían mejorías y curaciones. Sin embargo, su diagnóstico estaba fuertemente ayudado por el análisis que habían podido hacer del cuerpo humano, gracias a la práctica de la momificación. Sobresalían en la medicina de los ojos, en ginecología y en medicina cardiaca. Para la medicina egipcia en ge neral, consultar una excelente actualización general debida a G. Lefebvre, Essai sur la médecine égyptienne pharaonique, París, Geuthner, 1956. En lo que concierne a los reme dios contra las mordeduras de serpientes, picaduras de escorpiones, etc., consúltese un verdadero manual de ofiología, actualmente conservado en el Museo de Brooklyn, publicado por S. Sauneron, Un traité égyptien d'ophiologie. Papyrus du Brooklyn Museum n° 47.218.48 et 85, El Cairo (IFAO, Bibliothèque Générale 9), 1989. 13. El título dios, soberano de Heliópolis aparece al menos a partir del año 42 del reinado; cf. J. Yoyotte, en R. Anthes, Mitrahineh 1956, Filadelfia, 1965, pp. 66-70. 14. Henutmire, cuya tumba en el Set-Neferu lleva el n° 75, fue durante mucho tiempo considerada una hermana del rey. Una estatua de Ramsés acompañado de la imagen de Henutmire permitió establecer que esta princesa fue no sólo hija del sobe rano, sino también su última Gran Esposa real. Cf. H. Sourouzian, ASAE 69 (1983),
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p. 371; Ch. Desroches Noblecourt, «Abou Simbel, Ramsès et les Dames de la Couronne», Fragments o f a shattered Visage (Monographs o f the Institute o f Egyptian Art and Archaelogy I, 1991), pp. 136-137. Henutmire ¿podría haber sido la hija de Merietamun, una de las preferidas de Ramsés, y también hija mayor de Nefertari? 15. Ostracon del Museo del Louvre 2262, W. Spiegelberg, RT 16 (1894), p. 64. 16. Una estela con el nombre del oficial Ramose hace alusión directa a esta razia en el país de Irem: cf. J. Yoyotte, «Un document relatif aux rapports de la Lybie et de la Nubie», BSFE 6 (1951), pp. 9-14. 17. Este templo inédito hasta la época de la salvación de los templos de Nubia fue estudiado y editado por los equipos del CEDAE (M. A.L. El Tanbouli, Ch. Kuentz y otros), El Cairo (Collection scientifique, 4 volúmenes), 1974-1978. 18. Sin embargo, estamos lejos de la pureza de rasgos que se encuentran en los colosos y las estatuas osirianas del rey en Abu Simbel. Hay que recordar que la es tatuaria oficial de la época de Ramsés presenta a veces una pesadez intencional, como si se hubiera querido sugerir que las formas apenas se desprendían de la piedra: uno de los ejemplos que puede citarse a este respecto es el grupo del Sumo Sacerdote de Osiris en Abido, Mery, y su hijo Unennefer; cf. el catálogo de la exposición Ramsés le Grand, París', 1976, pp. 106-109. 19. El templo de Gerf Husein, que fue visitado en el siglo xix, nunca fue publicado in extenso (el CEDAE se encargó de esto, véase n. 17). También las representaciones que adornan sus paredes son conocidas sobre todo por algunas primeras copias debi das a los primeros egiptólogos y viajeros de la época; Champollion, Lepsius, Gau, etc. Es la razón por la cual está señalada (B. Porter y R. Moss, Topographical Bibliography VII, pp. 33-37) la presencia frecuente de la imagen de Ramsés I que se creía haber reconocido en la entidad Ramsés-pa-nejer: Ramsés-el dios, es decir, Ramsés II llegado al apogeo de su divinización. Sólo el hemispeos de Ramsés en Nubia, el de Gerf Husein, construido y excavado en el gres enfermo, no pudo ser salvado por completo. Se extrajeron los relieves mejor conservados, y sobre todo se salvó el mejor de los pilares osiríacos. Todas estas reli quias están conservadas y en curso de exposición en el Museo de Nubia, en Asuán. 20. Estas informaciones me las aportaron los especialistas del Museo del Hombre que estudiaron la momia. En el momento de la momificación, el cuerpo todavía es taba muy fuertemente inclinado hacia adelante. Los sacerdotes oficiantes, al esfor zarse por enderezar el cuerpo, proyectaron hacia atrás el torso y el cuello, actitud que luego conservó la momia. 21. Como la mayoría de los monumentos de Pi-Rameses, cuando la ciudad fue abandonada como consecuencia del desplazamiento de un brazo del río, la Estela del año 400 fue llevada a Tanis, donde se instalaron los faraones de la XXI dinastía. Se encontrará la generalidad de las referencias relativas a esta estela en el catálogo de la exposición Ramsès le Grand, París, 1976, pp. 32-35. 22. La parte derecha de la estela está deteriorada y se lee mal el nombre de Setos. La cola de animal colgada detrás de su kilt podría ser de un toro. 23. Véase C. Vandersleyen, L'Égypte et la vallèe du Nil. 2: De la fin de VAncien Empire à la fin du Nouvel Empire, Paris, PUF (Nouvelle Clio), 1995, p. 166. 24. E. Homung, L'Un et le multiple — Les dieux de l'Égypte, 1971 (Mònaco, Éditions du Rocher, 1986), p. 201... «la cifra cuatro, esquema clasificador, en el panteón egip cio... constituye sin ambigüedad un símbolo de totalidad». Hay que recordar que en el templo de Set en Ombo, se encontró un enorme cetro-uas, cf. H. Te Veld, Seth, God o) Confusion. A Study ofhis Role in Egyptian Mythology and Religion, Leiden, Brill (Probleme der Ägyptologie 6), 1976, p. 90. A veces emblema del aire, su imagen cuatro veces coloca da en los puntos cardinales sostiene el cielo. 25. En efecto, entre los títulos de Ramsés, en esta estela, la mención Rico en jubileos indica el período del final de la vida del rey.
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26. Para el Sumo Sacerdote de Re en Heliópolis, cf. M. Moursi, Die Hohenpriester des Sonnengottes, Berlín, 1972, pp. 64-67. 27. R. Stadelmann, Syrisch-Palästinensische Gottheiten in Aegypten, Leiden, Brill (Probleme der Ägyptologie 5), 1967, pp. 76-78. 28- J. Van Dijk, «The Canaanite God Hauron and his Cult in Egypt», Comptes ren dus préliminaires du Congrès de Munich, 1985, pp. 247-248, publicado ulteriormente en BSAK 4 (Akten des vierten internationalen Ägyptologen Kongresses München 1985), Hamburgo, 1991, pp. 247-256. 29. Para la vida de este gran pionero de la egiptología, cf. É. David, Mariette Pacha 1821-1881, Paris, Pygmalion/Gérard Watelet (Bibliothèque de l'Égypte ancienne), 1994. 30. Estas joyas en parte se conservan en el departamento de Antigüedades egip cias del Museo del Louvre. 31. Isisnofret II, hija de Ramsés y de la Gran Esposa real Isisnofret I. 32. Bintanat II (?): puede pensarse que fue la hija de Bintanat I. Esta última, her mana mayor de Mineptah, se convirtió en la Gran Esposa real de Ramsés alrededor del año 20 de reinado. Le dio una hija, que probablemente también fue llamada Binta nat (II), y que es muy verosímil que se haya casado con Mineptah, su tío y hermano a la vez. Cf. Ch. Desroches Noblecourt, «Abou Simbel, Ramsès et les Dames de la Cou ronne», Fragments o f a shattered Visage (Monograpahs o f the Institute o f Egyptian Art and Archaeology 1 ,1991), pp. 133-134, p. 140. 33. Las xerorradiografías hechas a la cabeza de la momia mostraron esos vasos casi enteramente obstruidos por depósitos. 34. Según lo que relata Diodoro de Sicilia, 1,70, a propósito de todos los actos de la vida del faraón. 35. Según Josefo, Contra Apión I, 15/16, § 97, citando a Manetón. El reinado de Ramsés duró 66 años y 2 meses.
Abreviaturas bibliograßcas
ÄA: Ägyptologische Abhandlungen', Wies baden. AJSL: American Journal of Semitic Languages and Literatures, Chicago. Annuaire EPHE: Annuaire de l'École Pratique des Hautes Études, Pans. ASAE: Annales du Service des Antiquités de l’Égypte, El Cairo. BA: Biblical Archaeologist. BIFAO: Bulletin de l'Institut Français d'Ar chéologie Orientale, El Cairo. BiOr: Bibliotheca Orientalis, Leiden. BSAK: Studien zur Altägyptischen Kultur, Beihefte, Hamburgo. BSEG: Bulletin de la Société d'Égyptologie de Genève, Ginebra. BSFE: Bulletin de la Société Française d'Égyp tologie, Paris. CdE: Chronique d'Égypte, Bruselas. CGC: Catalogue Général des antiquités égyp tiennes du musée du Caire, El Cairo. Ch. Desroches Noblecourt, Lointaine: Amours et fureurs de la Lointaine, Pans, Stock-Pemoud, 1995. Eretz Israel. GM: Göttinger Miszellen, Gotinga. JARCE: Journal of the American Research Center in Egypt, Boston. JEA: Journal of Egyptian Archaeology, Londres. JNES: Journal of Near Eastern Studies, Chicago. JSSEA: Journal. Society of the Studies of Egyp tian Antiquities, Toronto. Cahier de Karnak: Informe sobre los trabajos del centro francoegipcio de estudios de los templos de Kamak. Kémi: Kêmi. Revue de philologie et d'archéolo gie égyptiennes et coptes, Pans.
Kitchen, Ramesside Inscriptions: K. A. Kitchen, Ramesside Inscriptions, Historical and Biographical, Oxford, 7 vols., desde 1968 (vol. II, 1996). Kitchen, Ramsès: K. A. Kitchen, Ramsès II, le pharaon triomphant, Monaco, Éditions du Rocher, 1985 para la traducción fran cesa. MDAIK: Mitteilungen des Deutschen Archäo logischen Instituts, Abteilung Kairo, El Cairo, Berlin, Wiesbaden y Magun cia. Memnonia: Memnonia. Bulletin édité par l'As sociation pour la Sauvegarde de Ramesséum, Paris. MIFAO: Mémoires publiés par les membres de l'Institut Français d'Archéologie Orientale, El Cairo. MIO: Mitteilungen des Instituts für Orients forschung, Berlín. MMAF: Mémoires publiés par les membres de la Mission Archéologique Française au Cai re, Paris. OMRO: Oudheidkundige Mededelingen uit het Rijksmuseum van Oudheden te Leiden, Leiden. RAPH: Recherches d'Archéologie, de Philolo gie et d’Histoire, IFAO, El Cairo. RdE: Revue d'Égyptologie, Paris RT: Recueil de Travaux relatifs à la philologie et à l’archéologie égyptiennes et assyriennes, Paris. SAK: Studien zur Altägyptischen Kultur, Hamburgo. Ugaritica III. ZAS: Zeitschrift für Ägyptische Sprache und Altertumskunde, Leipzig, Berlin. ZDPV: Zeitschrift des Deutschen Palästina.
ÍNDICE
Nombres de personas Abdel Salam, Ch., 402 Abdel-Aziz lbn Seud, 394 Abu el-Haggag, 408 Agem, capitán de tropa hitita, 186 Ajenatón, véase Amenhotep IV. Ali, Mehemet, 54, 138, 189 Amenemes I, 406 Amenhirjopshef, hijo de Ramsés, véase también Amenhirunemef y Setherjepeshef, 43,187,189,193194, 243, 246, 247-250, 258, 261262, 264, 266, 281, 290, 303, 326, 343, 401, 414, 415, 418-420 Amenhotep I, 45, 402 Amenhotep II, 33, 44-45, 65, 171, 218 campañas sirias, 236 tumba de, 33, 44, 402 Amenhotep III, 33, 66, 106, 112, 119,125, 155, 222, 243, 280, 285, 332, 371, 374, 402, 406, 417, 423, 428 Amenhotep IV, 70, 112, 195-196, 202-203, 205, 206, 235, 374, 407, 415 Amenmose, hijo de Pendyerty, inspector de los templos, 416
Amenofis I, II, III, IV, véase Amen hotep Amonuahsu, 83 Amosis, faraón, 65-66,101 Amosis, esposa de Tutmosis I, 222 Amosis Nefertar, 212 Anen, hermano de Tiy, 280 Anjefenjonsu, restaurador de mo mias reales, 46 Ashahebsed, copero del rey, 90, 94, 247, 250, 418 Ay, 67-68 Bakenjonsu, 22, 30, 197, 373, 384, 409, 416, 429 Bakenmut, hija de Ramsés, 246, 250, 316 Baki, pintor, 99 Balout, L., 52, 54, 63, 402 Ben-Azen, futuro Ramsesemperre, 216 Benek, oficial de carro hitita, 186 Benthesima, príncipe de Amurru, 147, 157, 190 Bintanat I, hija y esposa de Ram sés, 363-364, 390 Bintanat II, hija de Bintanat y de Ramsés, 363-364, 390, 429, 431
Bouriant, U., 50 Brugsch, H., 48 Brugsch, É., 48 Carlos X, 189 Dario, 397 Didia, 94, 405 Diodoro de Sicilia, 200, 397, 400, 414, 431 dios, soberano de Heliópolis, epí teto de Ramsés, 375 Dorst, J., 52 Drioton, É., 51 Dyedjonsuiuefanj, restaurador de momias reales, 46 Dyoser, 365 pirámide escalonada, 366 Efenamon, restaurador de mo mias reales, 46 el-Sadat, Anuar, 52 Esmenkare, 67, 218 Eyoub, I., 50 Fahmy, M., 50 Gerbetes, escudero hitita, 186 Giscard d'Estaing, V., 52, 60 Hatiay, escriba, 325 Hatiay, jefe de los gendarmes, 216, 373, 416 Hatshepsut, 65-66, 88, 197, 216218, 222, 234, 404, 406, 428 cenotafio de Dyebel Silsila, 343 obeliscos de Karnak, 374, 407 pilares osiríacos de Deir el Bahari, 205-206 Hatusil III, rey hitita, 157,278,279, 282, 284-285, 293-296, 298-304, 329, 340-342, 344-346, 351, 355, 357-358, 370, 376-379, 426 muerte de, 379 434
visita de, 370, 376-377 Hekanajt, 245, 287, 315 Hekanefer, 235 Henutauy, hija de Ramsés, 245, 250, 308, 316 Henutmire, hija de Ramsés, 22, 296, 379, 429 Herihor, 45, 50 Heródoto, 367, 400, 414, 428 hijo de Ptah, epíteto de Ramsés, 268, 383 Hishmi-Sharuma, príncipe here dero hitita, 370, 379 Hor y Suty, arquitectos de Luxor, 406 Horemheb, 67-68,70,72,74,76,81, 83, 87, 105-106, 119, 156, 218, 242, 257, 296, 322-323, 364-365, 369-370, 375, 402-403, 405, 406, 414, 424, 426 edicto de, 68 Hori, sacerdote de Amón en Tebas, 314 Hori, hijo de Unennefer, 30, 387 Hori, hijo de Jaemuese, 30 Hormin, superintendente del ha rén de Setos I, 91, 405 Huy, virrey de Nubia, 369, 371 Huy, virrey de Nubia con Tutankhamón, 106 Huy, comandante de Tjaru, 346 Huy, chambelán de Tiy, 226 Imeneminet, 193,279-280,315,323 Imeneminet, arquitecto, 215 Imenemipet, 102, 125 Imenemipet, supervisor de los tra bajos, 216 Imenemipet, caballerizo, 124 Imenemuia, hijo de Ramsés, 273, 416-421 Imenmes, 285 Imhotep, arquitecto de Dyoser, 366
Iryet, esposa de Samontu hijo de Ramsés, 380 Isisnofret I, Gran Esposa real, 16, 22, 101, 148, 168, 194, 245-246, 274, 281-282, 285, 287-288, 293, 302, 312, 333, 343-344, 364, 387, 393, 425, 428-429, 431 origen de, 91, 363 Isisnofret II, hija de Isisnofret y de Ramsés, 246, 250, 390, 431 Ismail, H., 50, 54 Iuny, virrey de Nubia, 124, 216, 232, 241, 245, 280 Jaemuese, tío abuelo de Ramsés, 106 Jaemuese, hijo de Ramsés, 102, 133, 189, 250, 273, 281-282, 321322, 332-333, 343-344, 364, 387, 393, 425, 428-429, 431 Jemeterem, hermano de Muwatalli, 186 Jerpeser, correo hitita, 186 Jeruef, tumba de, 332, 426 José, 264 Josefo, 431 Josué, 264 Justiniano, 265, 415 Kadashman-Turgu, rey de Babilo nia, 282, 284, 303 Kahai, hijo de Hur, médico, 316 Kahai, 325, 332, 340, 342, 367, 375376, 379, 384 Kamal, A., 48, 420 Kamose, 65 Kemyth, jefe de los teher, 186 Kewab, hijo de Quéope, 367 Kurunta, señor de Taruntas, 377 Lacau, P., 51 Leconte de Lisie, Ch., 397 Loret, V., 45 Loti, P., 50, 402
Maathorneferure, primera esposa hitita de Ramsés, 354, 357-358, 363-364, 370, 378 escarabeos de, 357 hija de, 358 Maranazi, hermana de Hatusil, 378 Mariette, A., 46, 384, 389, 402, 431 Maspero, G„ 48,50-51,57,402,422 May, jefe de los trabajos, 137 Menna, caballerizo, 165, 167, 180, 189, 413 Meriamón, hijo de Ramsés, 20, 158, 165-166, 189, 250, 273, 332, 416 Meriatum, hijo de Ramsés, 15,243, 245, 315-316, 320, 343, 387, 416 Merietamun, hija de Ramsés, 101, 245, 247, 250, 280, 287-288, 293, 323, 333, 363-364, 421-422, 425, 430 Meryre, hijo de Ramsés, 273, 316, 416, 421 Mineptah, 16,22-23,29,33,37,137, 189, 215, 263, 281, 322, 370, 389390, 411, 416, 429, 431 tumba de, 402 Moisés, 260-261, 263-266, 419 Montu-de-las-Dos-Tierras, epíteto de Ramsés, 350 Montuherjepeshef, hijo de Ram sés, 250, 273, 281, 416 Mouchacca, )., 60 Mursil II, rey hitita, 156-157 Mursil III, rey hitita, 278-279, 282, 284 Mutemuya, esposa de Tutmosis IV, 222 Mutnedyemet, esposa de Horemheb, 67 Mutnefer, esposa secundaria de Ramsés, 167, 175 Muty, sobrenombre de Tuya, 227 Muwatalli, rey hitita, 43, 85, 87, 435
147, 149, 155, 157, 165, 174, 171, 178, 182, 184, 186, 189-190, 193, 276, 278, 298-299, 413 Najtdyehuty, superintendente de los carpinteros, 373 Najtmin, 315 Nakhla, S., 52 Naptera, Nefertari en babilonio, 302 Narmer, 112, 405, 406 Nebamón, visir, 83 Nebenjaru, hijo de Ramsés, 250 Nebettauy, hija de Ramsés, 246, 250, 363-364 Nebit, jefe del tesoro, 141 Nebneteru, 91, 99, 124, 408 Nebre, comandante de fortaleza, 267 Nebunenef, Sumo sacerdote de Amón, 124, 125, 129, 131, 199, 205, 279, 409 Nedyemetmut, 250 Neferhotep, jefe de equipo, 97 Neferrenpet, visir del sur, 16, 29, 390 Nefertari, Gran Esposa real, 15,22, 91, 100-103, 122, 124, 129, 138, 148, 194, 224, 227, 230, 235, 239, 242-243, 245-247, 253, 274, 281, 285, 287-288, 290, 293, 301-302, 308, 311-312, 318, 320-321, 328, 333, 343-344, 363-364, 387, 393, 414, 417-418, 422-423, 424, 428, 430 muerte de, 315-316 origen de, 91, 363 Osiris, 320 tumba de, 222, 226, 246, 308, 316, 425 Nefertari II, hija de Ramsés, 246, 250, 316 Nefertiti, esposa de Amehotep IV, 67, 423 436
Neferure, hija de Maathorneferure, 358 Nespakashuty, restaurador de momias reales, 46 Niqmaddu de Ugarit, 411 Niuserre, templo solar de, 365 Onos, pirámide, 365 Osorcón II, 332, 429 Pa-netyer, el dios, epíteto de Ram sés, 382 Pa-tyar, hermano de Muwatalli, 182 Panehesi, jefe del tesoro, 314 Parameses, visir, futuro Ramsés I, 68, 70, 87,105, 403, 405 estatuas de Karnak, 70 Pareherunemef, hijo de Ramsés, 177-178, 189, 247-250, 281, 312, 416 Pariamaju, médico jefe, 378 Parijanaua, enviado egipcio, 303 Paser, visir, 22, 31, 91, 97, 99, 101102, 126, 138, 153, 193, 197, 205, 282, 295, 303, 323, 325, 346, 373, 376, 405, 418, 423, 427 Paser, virrey de Nubia, 315, 340341, 369 Pashed, pintor, 99 Patton, general, 428 Paykamen, saqueador de tumbas, 44 Pedubaal, 94 Pennesuttauy, 315 Penre, director de trabajos, 215 Pentaur, escriba, 158, 167 Pepi II, 22, 115 Pinedyem II, 45 Pinedyem I, 46 princesa de Bajtán (Nepe), 397 Prisse d'Avennes, É., 409-410 Pudujepa, reina hitita, 295, 301-
302, 328, 340, 344-345, 351, 354, 357, 376-378 Pys, oficial de carro hitita, 186 Quefrén, 118, 137, 240 Quenherjepeshef, escriba de la tumba, 376 Quéope, pirámide de, 367 Raia, padre de Tuya, 70 Ramose, comandante de tropa, 380, 430 Ramose, tumba tebana n° 55, 100, 205, 405, 407 Ramose, escriba de la tumba, 153, 376 Ramose, enviado de Hatti, 295 Ramsés I, 44, 81, 298, tumba de, 76 Ramsés, passim, amamantado por Anat, 351 divinización, 141, 245, 236, 252253, 369, 371 encarnación de Re, 144-288-290, 351 esposas secundarias, 285 harén de viaje, 167 harén de, 91, 304, 340, 364 hijo de Ptah, 383 hijo de Set, 351 hijo de Re, 158, 165-166 inundación, 252, 253, 292, 383 momia, 41-63 nombre de las Dos Señoras, 113 nombre de nacimiento, 115,146, 388 nombre de Horus de oro, 113, 208 nombre de coronación, 90-91, 113, 290, 369 nombre de Horus, 113 Pa-netjer, el dios, 382 Ramesu a partir del año 8, 268, 420
Rhampsinite, 397 Sesostris, 51 Sesu, 20, 22, 399 Sol-de-los-príncipes, 243, 274 toro furioso, 142, 165 tumba de, 33-37, 125, 138, 298 Ramsés III, 44, 215, 270, 401 Ramsés IV, 22, 402 Ramsés, hijo de Jaemuese, 367 Ramsés, general, hijo de Ramsés, 15, 101, 189, 246, 250, 282, 321, 344, 375, 387 Ramsés IX, 44, 402 Ramsés-Ashahebsed, copero ma yor, 315 Ramsesemperre, 216 Rebesnen, capitán de tropa hitita, 186 Redy-Quebut «el destripador», soldado, 421 Roma, padre de Bakenjonsu, 373 Ruia, madre de Tuya, 70 Sahure, pirámide de, 365 Saint Ferriol, condes de, 409 Salmanasar I, rey de Asiria, 282, 284, 304 Samontu, hijo de Ramsés, 380, 416 Samut, escriba real, 113, 407 Sapather, hermano de Muwatalli, 186, 413 Saunier-Seíté, A., 54, 60 Scott Moncrieff, 50 Semertes, oficial de carro hitita, 186 Senmut, 205, 344 Sennedyem, 97 Señor de las fiestas sed como su padre Ptah-Tenen, epíteto de Ramsés, 359 Seqenenre, 65 Sesostris III, 51, 399 Sesu, sobrenombre de Ramsés, 20, 22, 399 Setepenre, hijo de Ramsés, 273
Sethau, virrey de Nubia, 371, 373, 380 Setherjepeshef, hijo de Ramsés, véase también Amenhirunemef y Amenhirjopshef, 15, 303, 316, 320, 326, 343, 370, 387-388, 423 Setmuia, hijo de Ramsés, véase también Imenemuia, 250, 281, 316, 416, 421 Setos, hijo de Ramsés, 189, 273274, 316 Setos, padre de Parameses, 68, 70 Setos I, 33, 68-70, 72, 74, 76, 79-94, 101, 103, 105-106, 125, 133, 141142, 144, 147, 150, 151-152, 155157, 196, 216, 221-224, 234, 240, 264, 270, 298, 311, 322, 363, 373, 384-386 tumba de, 33, 44-45, 97-100 Setos II, 328-341 Setos, aparición del nombre, 58, 106 Shapilli, 190 Shattuara II, príncipe de Mitanni, 284 Shelley, P., 404 Shepseskaf, pirámide de, 365 Shuppiluliuma, rey hitita, 156, 296, 298-299, 426 Siamón, 45 Sitre, esposa de Ramsés I, 70, 72, 76 Suty y Hor, arquitectos de Luxor, 406 Suty, jefe del tesoro, 314, 340, 403, 405 Taemuadysy, tía abuela de Ram sés, 106 Tassigny, de, 63 Teder, jefe de los teher, 186 Teón de Alejandría, 406 Tergenenes, oficial hitita, 186 Tewfik, bajá, 50 438
Ti, nodriza de Nefertiti, 68 Tia, esposa de Tiia, hermana de Ramsés, 83, 404 Tiia, cuñado de Ramsés, 83, 216, tumba de, 83 Tili-Teshub, enviado de Hatti, 295 Tiu, cantante de Re, 386 Tiy, esposa de Amenhotep III, 66, 79, 125, 227, 280, 423, 426 Tudkalia IV, 379 Tutankhamón, 35, 44, 65, 6768, 74, 106, 112, 119, 138, 218, 235 Tutes, capitán de tropa hitita, 186 Tutmosis, hijo de Amenhotep III, 65-66, 79, 85, 174, 327 Tutmosis I, 88, 224, 402 Tutmosis III, 81, 83, 85, 141, 150, 153,157, 218, 232, 236, 240, 257, 278, 402, 409-412 Tutmosis IV, 112, 236, 402, 409 Tuya, esposa de Setos I, madre de Ramsés, 70,85,91,122,148,194, 221-222, 224-229, 245, 247, 301, 303, 359, 363-364 esfinge, 309 muerte de, 307-308 Mut-Tuya, 122, 194, 226-227, 309-310 Muty, 227 tumba de, 100, 308-312 Tyder, jefe del séquito hitita, 186 Unennefer, Sumo Sacerdote de Osiris en Abido, 205, 280, 387, 430 Unennefer, restaurador de mo mias reales, 46 Urhi-Teshub, sobrino de Hatusil III, 345 extradición de, 345 Urhiya, general, 94, 194, 216, 373, 389, 416
Urnyro, hija de Ramsés, 250 Usersatet, virrey de Nubia, 242
Yupa, 94, 216, 389 Yuyu, nieto de Unennefer, 387
Yapulisi, enviado de Karkemish, 295
Zaghlul, S., 51 Zannanza, 296
Nombres geográficos y étnicos
Abido, 30,79,94,129,131-133,205, 234, 280, 375, 376, 387, 404, 406408, 416 Abu, Elefantina, 230 Abu Hamid, 241 Abu Simbel, 56,118,126,141,157158, 206, 215, 232, 235, 238, 242252, 280, 287-293, 332, 350, 386 altar solar, 253, 292 batalla de Qadesh, 156-157, 182 Bendición de Ptah, 358-360 Estela del Matrimonio, 351-357 Ibchek, 125, 121, 241, 242, 243247, 287-293, 343, 371 iluminación del santuario, 252253 lista de los primeros hijos, 249, 250, 281 Meha, 125, 141, 235, 238, 241, 242, 245-252, 280, 287-293, 341,343,350,358-359,369,371 Accra, véase Akko Adana, 354 Aguas de Ávaris, 133, 314, 347 Aguas de Horus, 350 Aguas de Pa-her, 350 Aguas de Re, 29, 68, 101,133,148, 314, 347 Ajetatón, Tell el-Amarna, 414 Ajmin, 280, 421 Akayta, 143-144, 146 Akko, Accra, 269 Aksha, 332, 350, 359, 418 Alepo, 163, 171, 174, 177-178, 182,
270, 276, 282, 301, 354, 412-413 Amada, 236, 239, 417 amalecitas, 266 Amara, 125, 350, 410 amonitas, 266, 273 Amurru, 81, 83, 85, 146-147, 153, 156-157, 161, 167, 169, 181, 190, 200, 214, 257, 264, 266-268, 270, 276, 278, 279, 294, 347, 352-354, 394, 413, 418, 420 plantas importadas de, 347 Anatolia, 85, 147, 157, 184, 349350, 377 Aniba, 124, 141, 234-235, 241, 410, 417 Antilíbano, cadena del, 168, 414 apirus, 83, 156, 216, 258, 260-261, 263-265, 418 Arinna, 295, 300, 301 Aronama, 161 Aruwen, miembro de la coalición hitita, 160 Arzawa, 158, 160-161, 163, 412 Ascalón, 147, 260, 421 Asdralón, 152-153 Asia Menor, 157, 284, 410-413 asiáticos, trabajadores en Egipto, 68, 91, 152, 156, 161-162, 260261, 279, 285, 333, 388 Asiria, 270, 284-285, 304, 328, 345 Asuán, 18, 97, 102-103, 137-138, 141, 229-230, 235, 240, 311, 321, 344, 405, 410, 430 inscripciones rupestres, 334
Atbara, 18 Avaris, capital de los hicsos en Egipto, 19, 68,133, 262, 314, 347 Aya, país de, 343 Ayum Musa, Fuente de Moisés, Sinaí, 265 Baal-Safon, Ras-Kasrum, 265 Babilonia, 294-295, 303-304, 342, 345 babilonio, 294-295, 302-303 Baki, Kubán, 141-142, 232, 234, 236, 409, 423 Beirut, 269 Beit el-Wali, 102-103,106,234,282, 405, 413 campaña de Nubia, 102-103 campañas de Siria y Libia, 102103 Beqqa, llanura situada entre El Lí bano y el Antilíbano, 152, 156, 168 beréberes, 56 Bethanat, 270, 421 Betsán, 83,152, 156, 284, 411 Biblo, puerto de Fenicia, 83, 147, 152, 168, 269 Boca del río, 350 Bogazkkóy, la antigua Hattusa, 157, 295, 350, 354, 369-370, 410412 archivos de, 358 Bubastis, 332, 426, Buhen, Wadi Halfa (Nubia), 76, 141-142, 235, 410 estelas de, 76 Butartu, Rabath Batora, ciudad idumea, 258 Buto, antigua Pe, 30, 407 Cades, 265 Caminos de Horus, 68, 403 Canaán, 67-68, 76, 83, 91, 94, 101, 147, 153, 156, 169, 200, 214-216, 440
257-258, 264-265, 269, 278, 284, 294, 343, 347, 352-354, 371, 411, 413, 418 dioses, 388 plantas importadas de, 347 Carmelo, monte, 153 Cerdeña, 411 Chipre, 294, 326, 411 colosos de Memnón, 417 Cush, país de, Alta Nubia sudane sa, 94, 102-103, 125, 146, 221, 230, 235, 238, 240, 242, 249, 281, 315, 349, 371, 410, 413, 418 Dakka (Nubia), 409, 417 Damasco, Temesq, 1152, 168, 190, 258, 354, 421 Dandara, 124, 131 Dapur, tal vez Tell Tubán, Siria, 270-278, 281-282 batalla de, 270-276 segunda toma de, 276 Dardani, 158, 160, 163, 412 Deir el-Bahari, 45, 88, 206, 218, 222, 234 capilla de Anubis, 218 escondite real, 45-49 martilleos, 218, 222 pilares osiríacos, 206 Deir el-Medina, 72, 97, 153 obreros de la tumba, 72, 97-99, 340, 376 Delta, 18, 29, 56-57, 68, 83, 94-99, 150, 152, 239, 263, 266, 293, 314, 326, 388 fortalezas, 151-152, 265-267 Dep, 337 batalla de Qadesh, 157 Derr, 157, 241, 312, 369, 371, 383 Dibon, 258 Dunqul, oasis de, 380 Dyahy (Siria), 74, 83, 349 Dyebel Ahmar, 268 Dyebel Halal, 265
Dyebel Barkal, 101 Dyebel Silsila, 16, 137, 216, 229, 322, 343-344, 396, 427 inscripciones rupestres, 344 Dyeser-dyeseru, nombre del tem plo de Hatshepsut en Deir elBahari, 218 Edfu, 94, 141-142 Edom, 257-258, 261, 265-266, 418 El-Alamein, 266 El-Arish 194, 414 El-Fayum, 18, 22, 24, 148, 285 el-Lessiya, 241-242 el-Qantara, 68,148, 152, 156 Elefantina, 162, 230, 232, 268, 350, 409 Eleuterio, actual río Nahr el-Kebir 147,168 Etiopía, 23 Éufrates, 155, 270, 285, 412 Fenicia, 76, 85, 147, 269 Fenju, 74, 76 Galilea, 152,156, 267,269, 274,413 Galilea, mar de, 152 Gaza, 147, 151-152, 156, 168, 194, 269, 343, 403 Gerf Husein, 232, 380, 383, 416, 430 Gran Pradera = Valle de los Reyes, 30, 44, 72, 76, 79, 105, 323, 365 Gran Verde, el mar, la extensión de agua, véase también Sudd, 162, 413 Guiza, 133, 137, 335, 365, 367, 426 Gurna, templo jubilar de Setos I, 48, 90, 97 Halys, actual río Kizil Irmak (Tur quía), 412 Hamath de Galilea, 156 Hanigalbat, véase también Mitanni
y Naharina, 155, 276, 279, 285, 411 Hapkis, 282 Hatnub, 349 Hatti, el país hitita, passim hasta el capítulo VII, 85, 147, 157-158, 160-161, 163-166, 171, 177-178, 181, 186, 276, 278, 279, 294-296, 298-304, 328-329, 342, 344-346, 352-354, 357, 360, 370, 376-379, 388, 412, 418, 420, 422, 427-428 importancia de la reina, 301-302 Hattusa, capital hitita, la moderna Bogazkkóy, 190, 282, 295, 377, 410-412 hebreos, 258, 261-266 Heliópolis, 79, 106, 118, 122, 129, 137,144, 267, 296, 315, 320, 351, 375, 378, 387, 414, 420, 430, 431 Heliópolis del sur, Tebas, 67, 122, 162, 229, 413, 424 Heracleópolis, 245, 323, 422, 425 Hermontis, 67, 122, 413, 424 Hermópolis, 195,202,280,365,414 Hetkaptah, Menfis, 143, 360 hicsos, 65, 66, 68, 101, 133, 150, 261-262, 386 Hissaspa, 301 Horeb, monte, 265 hurritas, 83 Iam, país de 174 Ibrim, 242 Inenes, 186 Inés, 186 Ipet-resyt, el harén del sur, Luxor,
122 Irem, país de, 94,103,249,280-281, 380, 413, 430 Irqata, 147, 269 Jaffa, 163, 174 Jemenu, la ciudad de los ocho, Hermópolis, 280, 414 441
Jerusalén, 152, 258, 420-421 Joppa, Jaffa, 174, 413 Jordán, 152, 413 Jordania, 258 Judea, 152 Kadish, 354 Kady, 158, 160, 412 Kakeme, 350 Kalabsha, 405 Kamirat el-Harmal, 169 Karahna, ciudad asiática muy cer ca de la actual Dyerablus (fron tera sirio-turca), 301 Karkemish, 158,160,163, 276, 284, 412 Karkisha, región de Asia Menor, miembro de la coalición hitita, 158, 160, 163, 295, 412 Kamak, 70, 72, 74, 90, 94,113,119, 124, 138, 195-196, 197, 202, 205, 247, 279, 350, 373-374 batalla de Qadesh, 157, 182 boletín de la batalla de Qadesh, 157, 199 hipóstila, 74, 79,90, 97,125,197, 208 obelisco único, 374 obeliscos de Hatshepsut, 374 poema de Pentaur, 158 puerta de Beki, 375 templo de Amón, 30, 197-200, 296, 314-315 templo de Amón-que-escuchalas-plegarias, 197, 364 templo de Atón, 70, 184, 202 templo de Mut, 373, 384 IX pilono, 70 Karoy, 142 Karun, lago, 148 Kebeset, región miembro de la coalición hitita, 186 442
Kemi, la Negra, Egipto, 279, 294, 344, 421 Keshkesh, 158, 160, 412 Kharu, 74, 83 Kizwatna, 160, 295, 301, 328, 354, 412 Kubán, 90, 138, 141-142, 230, 232, 235, 236, 380, 409 estela de, 90,141, 147 Kuft, 48 Kumidi, ciudad siria, 258, 343 Labuy (Robawi), bosque de, 171, 178, 181 Líbano, cadena del, 168, 412 Libia, 267, 380, 430 Luczina, 301 Luka, 158, 160, 163, 412 Luxor, 48, 243 batalla de Qadesh, 157, 182 boletín de la batalla de Qadesh, 199 columnata, 74, 119, 206 obeliscos, 54, 122, 138 templo de, 119-122, 138, 293 teogamia, 224 toma de Dapur, 270, 276 Madian, país de Arabia, al este del golfo de Aqaba, 264 Maharraqa (Nubia), 417 Maratón, batalla de, 178 Marmárica, 380 maryans, 187 Masa, 158, 160-161, 412 mashauash, 83, 411 Medamud, 403 Medinet Habu, 224, 415, 417 Mediterráneo, 54, 155, 412 Meggido, 147, 150, 152-153, 284, 411 Mendes, 351 Menfis, 15,26,67,74,76,79,88,91, 100-101, 106, 110, 118, 129, 143,
150, 195-196, 232, 281-282, 322, 332, 335, 341, 344, 346, 359, 364, 367, 369, 389 arsenal de, 151 harén de, 285, 378 Sera peo, 322, 389 templo de Ptah, 268, 337, 360 mentiu, hijas de los, 333, 335, 338 Merem, 270, 421 Mi-ur, El-Fayum, 148, 285 Mi-ur, harén de, 24,148, 285 Miam, Aniba, 125, 141, 142, 235, 239-241, 383, 410 minas de turquesa, 90, 265 Misr, Egipto, 279 Mitanni, 83, 155-156, 284, 412 Moab, 257-258, 265, 266, 418 Moeris, lago, 24 Muerto, mar de, 257-258 Muro del Príncipe, línea fortifica da al este del Delta, 267 Mushanet, 158,160, 412 muu, 30 Naharina, 158, 160, 276, 412, 413, 420 naharinos, 148, 168, 180-184, 187, 189, 394, 412-413 Nahr el-Kelb, 147, 276 Narik, véase Nerik Nebo, monte, 266 Nejeb, 258, 261, 265-266, 420 Nejen, 112, 407 Nerik, 282 Nilo, 16,48,50,57, 70,91,101,118, 119, 133, 137, 144, 232, 240, 241, 249, 252, 261, 267-269, 288, 290, 302, 328, 332, 335, 343-344, 399, 409-410, 426, 430 cobra, 249 genios del, 290 himnos al, 137, 343-344 Nínive, 301 Nubia, 16, 94, 101-103, 125, 138-
146, 150, 221, 280-281, 287, 293, 315, 369
artesanado de, 235, 241 ebanistas de, 102, 230, 241, 347 primera campaña, 102-103 templos de, 229-232, 287-293, 332, 369-370, 380-383 Nujashshe o Nushashe, 158, 160, 282, 301, 412 oasis, 240, 265, 338, 380 bailarinas de los, 338 Orontes, 147, 155, 157, 160-161, 169,171, 174, 178, 182, 183, 184, 354, 412 Palestina, 156, 257, 263, 269, 403, 411,420 Paran, 265 Pe, 112, 337, 407 Peru-Nefer, muelles de Menfis, 346 Pi-Rameses, 15, 29, 57, 76, 94,133137,166,189, 190, 196, 232, 234, 253, 260, 264-265, 293, 294, 296, 322, 323, 332, 337-338, 346-350, 358, 359, 369, 376, 378 arquitectura, 133-137, 346-350 nombres de: Grande-en-Victoria, 268, 349350, 375 la ciudad turquesa, 347 La-gran-alma, (Ka ) de Re-Haractes, 375 obeliscos, 137, 346 templo de Amón, 137, 196, 268 templo de Re, 137, 196 templo de Sejmet, 137, 346 templo de Set, 133,196, 364, 384 Pi-Rameses, Damasco, 258 Pi-Rameses de Canaán, Gaza, 343 Pidasa, región de Asia miembro de la coalición hitita, 158, 160161,412 443
Qadesh, moderna Tell Nebi Mend, 85,147-150,153,155-190, 197-200, 221, 270, 273, 294, 312, 354 batalla de, 153, 155-190, 197, 199-200, 247-249, 257-258, 274, 281, 296, 303, 350, 359 boletín de la batalla, 167-186, 197-199, 200 poema de Pentaur, 158-166,187, 189 estela de Setos I, 85, 270 qeheqs, 151, 411 Qodé, 160 Qurqur, oasis de, 380 Rabaht Batora, antigua Butartu, ciudad idumea, 258 Rafia, 194 Raham, ciudad idumea vasalla de Egipto, 156 Rameseo, 29, 30, 83, 118, 199-200, 205-216, 221-229, 235, 243, 270, 280, 292, 296, 323, 337, 389 batalla de Dapur, 270 batalla de Qadesh, 157, 175, 200
calendario, 209-212 lista de ciudadelas sirias, 270 lista de los hijos reales, 214-215, 224-225 lista real, 218 mammisi, 205-216 sala astronómica, 112, 119, 208213 saqueo del, 44 Ras Shamra, antigua Ugarit, 282, 411-412 Ras-Kasrum, Baal-Safon, 265 Redesiyeh, 94, 234 Rhinocorura, 414 Rojo, mar, 94, 141 Ruta de los filisteos, 265 Ruta del rey, 258 444
Samuha, 282 Santa Catalina del Sinaí, monaste rio de, 415 Santorini, 261, 418 Saqqara, 133, 189, 322, 365 tumba de Tia y Tiia, 83 Saressa, 301 Sedeinga, 125 Sehel, isla de, 18 Seir, Edom, 257-258, 265 Serabit el-Jadim, 265 Set-Maat, nombre antiguo de Deir el-Medina, 72, 97, 153, 376 Set-Neferu, nombre antiguo del Valle de las Reinas, 72, 76, 100, 308-309, 363, 379, 423, 429 Shabtuna, 160, 171, 174, 177-178, 412-413 Shapina, ciudad antigua, 301 shardanas, mercenarios origina rios de Asia Menor, 107, 146, 151, 160, 168, 273-274, 410 shasus, beduinos asiáticos, 83,102, 156, 171, 194, 257-258, 261, 262, 418 Sherem, villa cananea, 270 Shur, desierto de, 265 Sidón, hoy Saida, 83, 269 Siena, Asuán, 229 Silé, Tjaru, cerca de el-Qantara (?) 68, 152, 346 ¡ Simyra, ciudad de Fenicia, 83, 269 Sinaí, 90,94,152,258,261,265,315, 415, 419 Siria, 94, 147, 151, 152, 156-157, 221, 269, 276, 282, 294, 343, 349, 352-355, 412 Siria-Palestina, 388 Soleb (Sudán), 125 Speos Artemidos, 234 Sucot, Tyeku, 152 Sudán, 94,125,150,230,241,410,413 Sudd, pantano del, ciudad de la provincia de Upi, 413
Suta, 343
Tanis, 384, 406, 416, 430 Taruntas, tierra de, vasalla de los hititas, 377 Taurus, 354 Tebas, 67, 72, 79, 94-100, 119, 125, 129, 138, 160, 195-196, 200, 201, 205, 216, 222-229, 234, 239, 243, 280-281, 292-293, 296, 313, 325327, 349, 401, 407, 414, 424 tehenu, pueblo libio, 83 teher, guerreros miembros de la coalición hitita, 186 Tell el-Amarna, antigua Ajetatón, 67, 218, 414, 424 templo de Maru-Atón, 212-213 (n. 24) Tell Nebi Mend, Qadesh, 155, 412 Tell Tuban, Dapur (?), 421 Temesq, Damasco, 258, 354 This, 124 Tigris, 155 Timna, 420 Tirka-el, 156 Tiro, 83, 85,147,152,156,168,269, 403 Tjaru, Silé, cerca de el-Qantara, 68, 148, 152,160, 403 tjemeu, pueblo libio, 380 To-mery, la tierra cultivada, Egip to, 342, 349, 382 tumba de los Osymandias, Rameseo, 200, 297, 404, 414 Toshka, 240 Tuna el-Guebel, 365 Tunip, 174, 177, 187, 270 Tyeku, hebreo Sucot, 152 Uauat, país de, Baja Nubia, 102, 230, 232, 235, 240, 242, 285, 287, 312, 315, 371, 382 Ugarit, moderna Ras Shamra, 156, 158, 160, 282, 294, 411-412
Upi, 83, 168, 258, 294, 343 U rusalim , Jerusalén, 258, 266
Valle de las Reinas, 72, 76, 100, 234-309, 318, 363, 365, 379 gruta, 72, 100 tumba n° 38 (Sitre), 72 tumba n° 60 (Nebettauy), 363 tumba n° 66 (Nefertari), 316-321 tumba n° 71 (Bintanat), 363 tumba n° 75 (Henutmire), 429 tumba n° 80 (Tuya), 100,308-312 Valle de los Monos o Valle del Oeste, 31, 323 Valle de los Reyes, 30, 44, 72, 76, 79, 97, 99,105,138, 309, 323, 340 tumba n° 5 («de los hijos»), 43, 340, 365 tumba n° 7 (Ramsés II), 33-37, 44, 138, 340 tumba n° 8 (Mineptah), 33 tumba n° 16 (Ramsés I), 72, 76 tumba n° 17 (Setos I), 33, 44-45, 97-100 tumba n° 35 (Amenhotep II), 33, 44 Valle del Oeste o Valle de los Mo nos, 31, 323 Vézelay, 419 Wadi Abbad, 94 Wadi Allaki, 141, 146, 232, 380, 395, 410 Wadi es-Sebua, 236, 364, 371, 380, 382-383, 400, 417 Wadi Haifa, 141-142, 235, 410 Wadi Hammamat, 141 Wadi Mia, 94 Wadi Tumilat, 152 Yarmouth, 156 Yazilikaya, 370 Yenoan, 83, 156, 411 445
Zawiet Um el-Rajam, 267 Zin-Bashan, 216
Zippalanda, 301 Zulabi, 345
Nombres divinos y hechos de religion aguas primordiales, 338, 414 amamantamiento del rey, 103,110 amarrar la barca de la noche, 333 Amón, 20, 72, 79, 90-91, 97, 113, 119, 129-131, 146, 161-164, 180184, 195-197, 199, 202, 205, 214218, 222, 226-227, 230, 236, 239, 241, 246, 252, 268, 292, 301, 310, 314, 323-325, 359, 371, 373-374, 380, 382-383, 403, 407-408, 411, 414-415, 416, 422, 429 cantantes de, 333-335 de Napata, 249, 250 división de, 150, 156, 160, 161163,168-169,174-175,181,281 himno a, 195-196 templo de Pi-Rameses, 137,196, 268 Amón de los Caminos, 236, 364, 382 Amón-Atum, 129, 196 Amón-Min, 197 Amón-Nilo, 197, 250 Amón-que-escucha-las-plegarias, 197, 374-375 Amón-Re, 122, 212, 238, 250, 292, 407, 408 Amset, hijo de Horus, 24, 400 Anat, 91, 351, 363, 396 nodriza de Ramsés, 351 Anubis, 23, 37, 320, 391, 400 Anuket, 103-230 apertura de la boca y de los ojos, 35, 37, 42, 99, 335 Apis, 189, 282, 365, 429 entierro de, 282, 365 Apofis, 58 446
Apolo, 35 Astarté, 301, 396 Atón, 70, 183, 202, 206, 238-239, 414 Atum, 110, 113, 118,129,144, 158, 243, 287, 337, 384, 408 Baal, 58, 68,126,161,163,186, 384 Set, 384 Banebdyedet, el carnero de Mendes, 360 banquete fúnebre, 42-43 barca de la noche, 333, 335, 338 bautismo del faraón, 108 canciller divino, 24 carnero de Mendes, 351, 360 cementerios de animales, 365 cetro-uas, 110, 384, 430 cetro-user, 369 cetros osiríacos, 45, 202, 205 confirmación anual del poder real, 29, 108, 117, 203, 206, 212-213, 240, 252 cuatro hijos de Horus, 24 cuerno divino, 197, 370 Dorada, epíteto de Hathor, 293, 333 Duamutef, hijo de Horus, 24, 400 Dun-auy, 108 entregar la casa a su dueño, rito, 288 erección del pilar-dyed, 335 fiesta de Min, 122
fiesta de Opet, 119, 124, 138 Gueb, 88, 117, 407 Hapi, 22, 144, 214, 229, 288, 400 Hapi, hijo de Horus, 24 Hapi-aa, el Gran Nilo, la inunda ción, 335 Haractes Horus del horizonte, 143, 249, 252, 267, 296, 312 Hathor, 30, 33, 35, 42, 72, 90, 124, 125, 131, 239, 249, 253, 290, 320, 325, 333, 335, 338, 382, 406, 420, 423-424 del-sicomoro-meridional, 360 himno de, 333 representada por la Gran Espo sa, 332 vaca, 253 Hekat, 321 Hermosa fiesta del Valle, 323, 425 himno de Amón, 195, 202 himno de Hathor, 333 himno de Horus, 115 himnos al Nilo, 129, 330 Horus, 68, 87, 106, 108, 112-113, 117, 141-142, 196, 224, 242, 288, 290, 337, 400, 403, 407, 409, 417 himno a, 115 los 4 - de Nubia, 141, 235 cuatro hijos de, 24 Hurun, 388 Imenet, Amón femenino, 212 incubación, 117, 423 Ishtar, 282 de Samuha, 282 Isis, 24, 26, 43, 103, 110, 253, 290, 424 lusas, 249 jefe de los artesanos, Sumo Sacer dote de Ptah, 282
jefe de los Profetas, 384 Jeper, 144 Jnum, 230, 321 joiaj, fiesta del mes de, 350 Jonsu, 119, 212, 374, 384, 397 Jefe de los Profetas, 374, 384 Kebehsenuf, hijo de Horus, 24, 400 Lejana, la, 239, 400, 404, 407, 409, 413, 415, 417, 418, 419, 422, 424, 425, 426, 427 Letanías de Re, 42 Libro de los Sueños, 57 Libro de la Vaca Celestial, 35, 99 Libro de los Muertos, 100, 205, 321, 400-402, 415 capítulo 17, 205, 321, 400, 415 capítulo 166, 402 Libro de las Puertas, 41, 76 Libro de Aquello que Está en el Mundo Subterráneo, 41 Maat, 113, 117, 142, 144, 165, 290, 322, 325-326, 363, 369, 423 ofrenda de, 103, 322, 363 pluma de, 369 madres primordiales, Nejabit y Uadyet, 27, 31-32, 63, 112, 337335, 342, 407 Min, 122 fiesta de, 122 Montu, 158,160-161, 162-163,164, 166, 171 Mut, 119, 214, 227, 249, 310, 373374, 424 Neftis, 24, 26 Neit, 24, 117, 407 Nejabit, 22, 41, 112 Ningal, diosa, 377 Noche de Re, 18 Nubet, la Dorada, Hathor, 239 447
Nueve Amigos del rito, 31 Nut, 16, 35, 100, 337, 407 Oculto, el, Amón, 124, 195-196 Onuris, 124 Osiris, 23, 26, 30, 35, 37, 43, 45, 76, 129, 131, 202-203, 205, 288, 309, 310, 312, 320, 321, 331, 335, 337, 340, 400, 408, 414-415, 426, 430 cetros de, 45, 202, 206 germinante, 35 Unennefer, 337 Osiris-Sokar, 335 Osiris-Sol, 321 Padre Divino, 373 pájaros, ofrenda de los 9, 117-118 pantano, 29, 42 parada de la barca, 122, 234, 238, 371, 382 Ptah, 23, 79,110,129,137,195-196, 232, 235, 241, 252, 268, 282, 321, 334, 341, 346, 358-360, 365, 382383, 427, 428 Bendición de, 358-360 división de, 150, 161, 168, 178, 181, 189, 281 templo de Menfis, 268 templo de Pi-Rameses, 133, 196 Ptah-Sokar Osiris, 365 Ptah-Sokar, 337 Ptah-Tenen, 354,359,369,379-380, 382, 389, 428 Re, 20, 35, 68, 79, 88, 90. 108, 113, 137, 142-144, 148, 158, 165-166, 180-181, 195-196, 205, 222, 238, 250, 252, 268, 290, 292, 298, 301, 308, 314, 315, 320, 321, 333, 337, 347, 351, 360, 369, 371, 383, 386, 403, 408, 415, 416, 423, 426, 428, 431 división de, 150, 156, 160, 168, 177-178, 181 448
encarnado en Ramsés, 144, 188290, 351 letanía de Re, 42 templo de Pi-Rameses, 133 Re-Haractes, 165, 212, 238, 241, 250-252, 417 religión amamiana, 67, 195, 200206 religión del pobre, 197, 374 sacerdote-lector, 24 sacerdote-sem, 282 sacerdote-setem, 322, 335 sacerdote-uab, 373 Satet, 230 Sejmet, 16,165, 346, 359, 390 madre de Ramsés, 359 sacerdotes de, 390 templo de Pi-Rameses, 137, 196 Selkis, 24 serpiente Mehen, 99 Seshat, 118 Set, 57, 58, 68, 87, 106, 108, 112, 133, 142,163,187, 241, 295, 300304, 341, 351, 352-355, 357-358, 364, 383-384, 386, 407, 417, 427, 430 Baal, 68, 384 de las ciudades asiáticas, 301 división de, 150, 156, 161, 168, 178, 189, 196 nubty, «de Ombos» en Alto Egipto, 386 templo de Pi-Rameses, 133, 196 Shamash, 299 Shetyt, 335, 337, 426 shuabti, 31, 35, 202, 310 Sokar, 335, 337 Casa de, 337 Sotis, 18, 33, 85, 209, 213, 229, 245, 287-288, 290, 316, 325, 333, 343, 396, 404, 424 período sotíaco, 85, 107, 406 representada por la Gran Espo-
sa, 227, 253, 287, 290, 316, 333 salida helíaca de, 209, 288, 343 Sumo sacerdote de Ptah, 15, 322, 332, 344, 366-367, 375, 388-389 Sumo Sacerdote de Amón, 22, 4546, 99, 119, 124, 197-198, 323, 373, 416 Superior de los misterios, 23 Sutej, Set, 163,165, 168, 355 Ta-Uret, la Grande, Tueris, 290, 344, 422
teogamia, 222, 224, 386 Teshub, 296-299 Tot, 18,108,112,118,143,195-196, 212, 250, 290, 292, 321, 365, 410, 414 cinocéfalo, 209 cinocéfalos e ibis, 365 triunidad de lo divino, 195-196 Tueris, Ta-Uret, la Grande, 290, 343, 422 Uadyet, 22, 41-42, 112
Notabilia abeja, 117 adopción, 261, 263 a jet, estación, 18, 22, 81, 129, 148, 209, 346, 350, 404, 409 alabastro, 33, 37, 44, 310-311, 327, 336 amnistía, 119, 300 Amón-protege-a-su-hijo, compa ñía militar, 380 anillo de los caballos, 189 árbol-ished, persea, 27,44,118,196, 212, 408 arpa, 18 arterioesclerosis, 390 artrosis cervical, 376 asistencia mutua contra cualquier agresor, 296 Atlántida, 418 avestruces, 119 barba, signo de duelo, 23, 316 bazo, 398 bendición de Ptah, 358, 428 Biblia, 258, 261, 266 buitre, 22,27,41,112,113,117,400 caballos de Ramsés, 161, 165, 167, 189
cabellera de Re, 426 cabellos rojos, 106 calendario, 81, 107, 209, 406, 415 Cámara del oro, sala del sarcófa go, 35, 37, 41, 100, 340 Can Mayor, constelación del, 18, 213 canopos, 24, 31, 35, 310, 402 canteras, 97,137-138, 216, 239-240, 267-268 caoba, 230 capillas, las 4 - edificios livianos que protegen el sarcófago, 27, 70, 119, 195, 227, 234-235, 332, 360, 401 carnero, 400 cabeza de, 167, 230, 250 cuerno de, 197 Carta de la ONU, 422 Centro de Estudios Nucleares de Grenoble, 60 Centro de Estudios Nucleares de Saclay, 60 cerveza, 35 cinocéfalos, 243, 292, 309, 365, 417 449
ciudad turquesa, el nombre de PiRameses, 347 cobalto 60, 60 cobra, 42, 60, 112-113, 249, 400 Nilo, 249 cobre, 327, 420 codo, 332 colosos, 122,138,206,216,243-245, 268, 274, 280, 293, 323, 346, 359, 360, 375, 387-388, 408, 418, 421422, 430 culto de los, 323 Heka-tauy-amada-de-Amón, 243 Mu-en-Kamutef, 418 Re-en-hekau-amado de Atum, 243, 274 collar-meanj, 112 collar-menat, 355 Comisariado de la Energía Atómi ca, 60 Consejo de los Treinta, 129 constelación del Can, 290 construcción naval, 230 corazón, 23, 26, 400 corona de justificación, 27, 400 corona-a tef, 113 corona-henu, 113 corona-ibes, 113 coronación, 23, 97, 106, 118, 403405, 407-408 corregencia, 73, 76, 103, 105, 106, 113-114, 221, 234, 249, 404, 406 corrupción de la administración, 43, 68, 325-326, 375-376 cuarcita, 268 Daedalea Biennis, 60 danza de los muu, 30 deben, peso, 424 decanatos, 209, 212 Decreto de Ptah, 383, 427 día de Año Nuevo, 18, 20, 85,108, 450
118-119, 200, 203, 208, 212-214, 239, 240, 252, 288, 404 dieciséis codos, la inundación ideal, diluvio, 35, 99 dinastías, V, 222, 365 VI, 22 XVIII, 65, 72, 90, 150, 152, 155, 218, 236,260, 263, 332, 364, 388 XIX, 22, 58, 149, 195, 260, 263, 386 XX, 43-44 XXI, 44, 48, 50, 60 XXVI, 263 diorita, 240 dote, 342, 344, 355, 379 ébano, 102, 230 ebriedad, 18, 42 egipcios muertos en combate, 187 ejército, 150, 153 mercenarios, 107,151, 274 electro, 20,131, 142-143, 314 embalsamamiento, 24-27 vegetales utilizados, 56 epagómenos, días, los cinco días suplementarios agregados a los 360 del calendario egipcio para obtener un año de 365 días, 16, 261, 399 Era de Menofres, 406 erupción volcánica, 261 escarabeo, 26, 292 escondite real de Deir el-Bahari, 45, 48, 402 escribas, 349, 366, 376, 407 escudos, 151,174-175, 184, 414 esfinge, 138,200,236,268,309,371, 380, 424 espondiliartritis, 56 estaciones, 213-214 estandartes, 150 Estela del año 400, 364, 384, 386, 402, 430
Estela del Matrimonio, 355, 359, 427
Estela de Kubán, 90, 142-146, 409 Estela del año 8, 420 estómago, 400 Éxodo, 258, 260-263, 266, 418-419 extradición, 296, 300, 345 gato, 117 golondrina, 118 gorro frigio, 357 grifón, 163 grulla, 118 guepardo, 230 piel de, 37, 119, 241, 320 halcón, 22, 108, 112-113, 117, 142, 186, 250, 290, 382, 388, 409, 417, harpe, 214, 416 henna, 27, 57 hierro, 328, 366 hígado, 400 horas, 212 hu, el gusto, 144 iaut, función, 115 ibis, 331, 365, 410 idenus, agentes, recolectores de impuestos, 280 Imentet, occidente, 30, 309 Instituto textil de Francia, 58 intemperies, 357 intestino, 400 inundación, 16, 18, 20, 22, 29-31, 118, 137, 209, 212-214, 229, 234, 238, 249, 250, 252, 253, 288, 290, 292-293, 310, 332, 335, 342-344, 371, 375, 382-383, 391, 404, 406409, 417, 421-422 ideal, 16 codos, 292 iteru, 160, 412 ja, la coronación, 106
jardín, 230, 347
jaspe, 240, 428 jedyet, corona blanca, 292 jepresh, corona real, 37, 103, 113,
295, 407, 409 Jer-ahau, «tumba» de los hijos de
Ramsés, 43 jeroglíficos, 357, 369, 388 jubileo, frecuencia, 16 jubileo, 16, 42, 125 primero, 331-338 segundo, 343-344 tercero, 369 cuarto, 375-376 quinto, 379 sexto, 383 séptimo, 387 octavo, 388 noveno, 389, 416 décimo, 16, 389 undécimo, 390 duodécimo, 391 decimotercero, 391 decimocuarto, 15, 391 jubileo, traje del, 333 juristas hititas, 294 justicia, 425-426 penas corporales, 300, 414 represalias familiares, 300 ka («doble» inmaterial del ser hu
mano o divino), 119, 143, 208, 222, 293, 335, 337, 360, 375, 422, 428 kifi, mezcla de aceites y resinas de uso mágico-médico, 390 L'Óreal, 58 Laboratorio de Identidad Judicial, 58 lana, 327, 426 langostas, 160, 262, 419 lapislázuli, 377 miembros de los dioses, 351 ládano, 115 451
leche, 31, 110 león familiar de Ramsés, 102,152, 175 «lis», 63, 338 listas reales, 90, 218, 402 lluvia, 42, 352, 428 loto, 26-27, 42, 44, 338, 347, 350, 400, 423 Madona de Baronzio da Rimini, 419 mammisi, «casa del nacimiento», destinada a conmemorar el na cimiento del joven dios, 221, 224, 226-227, 229, 309, 416 manzanilla, 26 matrimonio hitita, 364 primero, 364 segundo, 378 médicos, 316, 328, 371, 377-378, 390 menmen, sacudidas (sísmicas), 360 mercurio, 51 mery, 268 milano, 118 mobiliario funerario, 24,31,35,42, 46,48,112,310,318,401-402,423 Moralia de Gregorio Magno, 419 mujer, importancia de la, 245,246247 Museo de Historia Natural, 52, 60 Museo del Hombre, 52, 54, 56, 60, 430 Mut-está-satisfecho, caballo de Ramsés, 165, 167, 189, 413 natrón, carbonato de sodio que sirve para la momificación, 2326, 350 Nefertari por amor a la cual sale el sol, 253 nemes, 113, 293 Nicotiana L., tabaco silvestre, 56 452
nieve, 352-355, 428 no agresión, 296, 299 número cuatro, 386 obeliscos, 97, 122, 137-138, 162, 292, 346, 374, 408-409 obsidiana, 23 oca del Nilo, 118 o)o-udyat, 26 orictéropo, 108 Orion, 209 oro, 141-143, 146, 230, 232, 234, 239-240, 351, 420 408 carne de los dioses, 351 Osa Mayor, 37, 400 pájaro-mesyf, 118 palisandro, 230 papiro, 158, 337-338, 399-402, 404, 406-408, 409-412, 414, 416, 418, 427-429 combate con, 337 Poema de Pentaur, 158 papiro Abbott, 401 papiro Bulaq, 407, 428 papiro Chester Beatty III, 412 papiro Chester Beatty IV, 367 papiro Ebers, 404 papiro Harris I, 410 papiro Leiden I 350, 414 papiro Leiden I 348, 418 papiro Mayer, 401 papiro Oxford, Ashmolean Museum 1945, 418 papiro Raífé, 412 papiro Rainer, 59, 427 papiro Sallier III, 412 papiro Westcar, 416 paraodontolsis, 56 Per-Nefer, lugar donde se vendaba a la momia, 24 Per-neser, la Casa de la Llama, ca pilla del norte, 112 Per-nu, 113
Per-ur, la Gran Casa, capilla del
sur, 112 peret, estación invierno-primave ra, 44,142, 209, 352, 357 período sotíaco, 81, 107, 406 perro, 112 persea, 27, 44, 118-119, 196, 212, 407 pez-uady, 350 piedra de Etiopía, 23 piedra de Escocia, 117 piel de camero, 414 piel de cabra, enterramiento en una, 235 pilar-dyed, símbolo osiriano, 26, 209, 335, 337, 415 pilares osiríacos, 202-203, 205-206, 235, 247, 341, 359, 382-383, 415, 430 pimienta, 24, 400 plagas de Egipto, 261, 265, 419 planta-wíies, 350 plantas, 117 decapitación de las, 117 plata, 138, 295, 298, 300-301, 420 hueso de los dioses, 351 poema de Pentaur, papiro, 158 poMci&s-medyay, de origen nubio, 215,230 pozos, 83, 94, 138, 141, 143-144, 146, 152, 395 proceso, 326-327, 384, 401, 426 pschent, 91, 112, 205, 268, 293, 404, 407 puente levadizo, 186 pulmones, 400
R am sés-en-la-m orada-de-R e, esta tua del rey, 383 ranas, 262, 419 rectificación de escenas, 366 recuento de enem igos abatidos,
187 Renovación de los Nacimientos, 107, 406 restauración antigua de monu mentos, 133, 239, 365 riñones, 23, 180, 400 Sala de la Verdad, una de las pie zas de la tumba real, 35 Sala del Carro, una de las piezas de la tumba real, 33 saqueo de las tumbas reales, 44-45 sarcófagos, 27, 29-30, 37, 41-42, 400-401 senet, juego del, 318 sequía, 342, 355, 359 seshed, 112, 113 servicio cotidiano del rey, 390 shemu, estación, 16, 103, 105, 137, 148,168, 209, 238, 346, 352, 365, 407 shenu, 113 shesep, 112 sia, la inteligencia*, 144 signo anj, 384 silla de mano, 108 siluro, 26 Sirio, 18, 213, 288, 404 sistro, 335 sistro-puerta, 335, 417 solsticio de invierno, 252 solsticio de verano, 252
química, 421 Ta-tenen, «la tierra que se levanta»,
ramos armados, 347 Ramsés-en-la-morada-de-Amón, estatua del rey, 383 Ramsés-en-la-morada-de-Ptah, es tatua del rey, 383
245, 341 tabaco silvestre, 26, 400 Talatates, de la cifra tres (talata en árabe), bloques de pequeño ta maño empleados para las cons453
tracciones de Amenhotep IV, 403 Tej, ebriedad, 18
temblor de tierra, 358-360 Tienda de Purificación, lugar de la primera purificación del cuerpo del rey muerto, 23 Tratado de paz con Hatti, 43, 262, 294-301 turquesa, minas de Serabit el-Jadim, 265 Uabet, 23 unción de la novia real, 345-346 unción del rey, 108, 113-115
Ureo, 112 Userhat, barca de Amón, 323 Ut, 23 vacas gordas, 321, 332 veranillo de San Martín, 355-357 Victoria-en-Tebas, caballo de Ramsés, 161,165, 167, 189 vidrio transparente, 311, 424 visir del sur y del norte, 325 visir del norte, 367, 403 yeso (cf. gypse), enlucido de yeso m u y fino, 405
C h ristia n e D e s ro c h e s N o bleco u rt, in sig n e egiptóloga, fue je f a de co n serv a d o res del departam ento egipcio del l ouvre; su trabajo com o investigadora del A ntiguo Egipto le ha valido n u m ero so s prem ios y co n d eco ra cio n es, en tre ellos la Legión de H onor y la gran m eda lla de plata de la UNESCO. E s au tora de m ás de veinte obras, en tre ellas T u ta n k a m ó n , v id a y m u e r te d e un f a r a ó n y L a s r u in a s d e N u b ia , fa scin a n te relato del traslad o de lo s tem plos de Nubia para salvarlos de las aguas de la p resa de A suán.
Hace m ás de trein ta y dos siglos, un faraón m ítico gobernaba Egipto. R am sés II reinó durante se se n ta y siete añ os, vivió ca si noventa y tuvo una num erosísim a d escen d encia con su s esp o sas principales y secundarias, y su s in con tables co n cu b in as distribuidas en h aren es por todas las provin cia s del imperio. No es extraño, pues, que su vida haya despertado la ima ginación de m uchos escrito res, y que aún hoy su reinado y su s hazañas nos llenen de adm iración. Sin em bargo, no es preciso recu rrir a la im aginación para reco n stru ir la vida de R am sés II: ningún otro faraón dejó tan tos escri tos sobre lo que quería hacer, ninguno con stru yó tan tos m onum entos que perm itieran entend er el móvil de su s em presas guerreras y religiosas. Durante treinta añ os, C hristiane D esroch es N oblecourt ha investigado la vida de R am sés n, visitando su s tem plos y participando en excavaciones en Egipto. Fruto de todo ello es esta docum entada y apasionante biografía del faraón, que incluye n um erosos m apas, fotografías y reprodu cciones de pin turas y bajorrelieves y que ofrece la reco n stru cció n fiel de una de las más asom brosas personalidades del Antiguo Egipto.
Una vida apasionante que supera con creces la ficción: la verda dera historia de Ramsés II.
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ISBN 84-233-3032-X
9 788423 330324