PRESENTACIÓN CARPETA Nº 21: Pobreza y peligro/ Clément Rosset: el arte de disipar las ilusiones
Tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial las recetas keynesianas, adoptadas por una gran parte de los gobiernos occidentales, se convirtieron en la piedra filosofal para hacer frente a la cuestión social. Se creía entonces que el sistema de protección social institucionalizado en el Estado del Bienestar, al articular la expansión del sistema productivo con la asistencia e intervención en las fracturas sociales, podría erradicar definitivamente la pobreza y reducir las desigualdades. Hoy sabemos que se trataba de una ilusión. En la actualidad, cuando se aproxima el final de un milenio, el espectro del más cruel capitalismo manchesteriano se cierne sobre nuestras sociedades. Tanto en el ámbito local como en el nacional e internacional las desigualdades sociales no cesan de agigantarse. Mientras crece la rapiña de una pequeña minoría de amos del universo, se extiende la precariedad en el empleo, así como el paro y la exclusión en masa. La explotación económica se ve reduplicada ahora por el temor a quedar al margen de un mercado de trabajo cada vez más segmentado. La progresiva desestabilización de la sociedad salarial no va, sin embargo, acompañada de la movilización de los defensores de la libertad y de la dignidad. El racismo, la xenofobia, el recurso a los fundamentalismos o a la tabla de salvación de la privacidad están a la orden del día. Una economía capitalista internacionalizada impone su vieja ley y tendencialmente cuestiona burocratizados sistemas estatales de protección social. Pero la deslegitimación del poder político, lejos de ir acompañada de la autogestión de la sociedad, da más bien paso a la autonomía de poderes fácticos, desde la judicatura y los medios de comunicación a las iglesias y las las sectas fanáticas. Se explica así que poblaciones cada vez más fragmentadas sean presa de la incertidumbre y de la perplejidad. Archipiélago no puede recurrir a respuestas tranquilizadoras para superar el desconcierto, pero sí puede contribuir a proyectar luz sobre lo que está sucediendo. Con esta carpeta sobre “Pobreza y peligro” pretendemos justamente poner de relieve la naturaleza del reto al que nos vemos enfrentados, cuestionar las respuestas fáciles, y, en fin, radicalizar el análisis para contribuir a construir un pensamiento alternativo que al menos nos sirva de antídoto a las salidas apresuradas. El artículo de EMMÁNUEL LIZCANO (Para una crítica de la sociología de la pobreza), al cuestionar las definiciones al uso del concepto de pobreza, pone bien de relieve que no existe la objetividad ante la desigualdad, y que más en éste que en otros ámbitos la ingenuidad, o las interpretaciones espontáneas, necesariamente se pagan con la ceguera. Y es que en la categoría dominante de pobreza subyace la dominación bajo la forma de toda una filosofía
social que no es neutra, pues entre otras cosas presupone el carácter de los remedios para combatir la miseria. Para muestra ahí están algunas medidas letales promovidas, como explica muy bien la socióloga venezolana CRISTINA MATEO (El beso mortal del FMI), por prestigiosos organismos internacionales tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Las relaciones Norte/Sur están marcadas en el presente por las políticas de apartheid para contener los flujos de inmigración. Se recurre así a una especie de muro de separación a modo de los viejos cordones sanitarios puestos en práctica en épocas de peste. Pero podríamos preguntarnos con SYLVIE DENEUVE y CHARLES REEVE (El modelo norteamericano. Reflexiones sobre los mecanismos de control social) si los servicios sociales de los Estados industriales y postindustriales no practican una especie de apartheid interior al definir, fijar y mantener a los asistidos en perpetua situación de dependencia. En este sentido las políticas sociales desempeñan un importante papel de control social. Pero, ¿se agotan en esa función? Sabemos por experiencia que la solución neoliberal, basada en un drástico recorte de las prestaciones sociales y en el cierre de las instituciones públicas de asistencia, equivale para millones de ciudadanos a una variante de la solución final. Por otra parte, ¿no son los más estafadores de los banqueros quienes lloran de emoción al oír la profecía del retorno de la sociedad civil? El artículo de ROBERT CASTEL (De la exclusión como estado a la vulnerabilidad como proceso) permite proyectar luz en el debate entre reformistas (defensores del Estado Social) y revolucionarios (partidarios de la abolición del Estado y de la autogestión de la sociedad), al abrir con su análisis la posibilidad de un espacio de encuentro que podríamos definir como el espacio del reformismo radical. La exclusión social, lejos de ser un problema que afecta a los marginales de la sociedad, no es sino la punta del iceberg de un proceso que recorre a las sociedad en su conjunto, un proceso que tiene que ver con la erosión del trabajo estable y el proceso de individualización, es decir, con el incremento de la vulnerabilidad laboral y relacional. El gran debate hoy se plantea entre los partidarios al retorno de las sociedades estamentales y los defensores de la utopía de la igualdad. Desde la perspectiva de estos últimos resulta intolerable la condena de poblaciones cada vez más numerosas a la muerte social. El texto de JAVIER SÁEZ (Sida y pobreza) muestra con lucidez cómo el fantasma del Sida sirve de bisagra para amplificar los lazos estigmatizadores que se tejen entre la pobreza y la peligrosidad. ¿Quiénes son esos desafiliados de la sociedad percibidos generalmente bajo el signo de la impureza y de la suciedad como sujetos contaminantes que es preciso mantener a distancia? Son grupos que el poder condenaría gustoso a la invisibilidad y a quienes se les atribuye un carácter contaminante, grupos situados en una posición de exterioridad al trabajo asalariado cuyas voces son sistemáticamente silenciadas, son, en fin, gente de las clases populares como SOFÍA, una joven profesional de la prostitución a quien escandalizan algunas demandas de servicios sexuales formuladas por sus honorables clientes.
Justamente la prostitución es analizada aquí por JULIA VARELA como el oficio más moderno, en íntima relación con la génesis del capitalismo, el nacimiento de la condición salarial y la creación de espacios acotados para las sexualidades y subjetividades periféricas (La prostitución, el oficio más moderno). El temor crece en el seno de las clases medias y también entre una parte de las clases trabajadoras amantes de la ley y el orden. La segmentación social, el incremento de la exclusión conduce a la búsqueda de seguridad. La lucha contra la droga, en tanto que encarnación simbólica del gueto, va a servir para canalizar los más irracionales sentimientos racistas y xenófobos. Los gitanos, los inmigrantes y otras minorías pasan a convertirse así en el nuevo chivo expiatorio como pone de manifiesto el artículo de MARISA LÓPEZ VARAS (Los gitanos en el epicentro de los discursos de exclusión). Una vez más la pobreza confundida con el peligro va a dar cobertura a los peores instintos conservadores: Nosotros no somos esos. ¿Por dónde pasan las alternativas? GUILLERMO RENDUELES (Pobreza mental) nos pone en guardia contra las utopías ingenuas y fáciles que han sido en realidad caldo de cultivo de la desertificación social. El imperio de la miseria psicológica — alimentada también por el psicologismo— supone el avance de un imaginario social estereotipado —marcado por la vanalidad de la publicidad— que nos condena a la irrealidad. Por su parte FELIX GUATTARI, en una de las últimas entrevistas que mantuvo antes de su muerte (Recrear lo social), no sólo afirma su radical voluntad de resistente, sino que también nos confirma que hay razones para rebelarse y para resistir, porque la rebelión contra lo intolerable no es sino el ejercicio mismo en el que se afirma la libertad. http://www.archipielago-ed.com/21/carpeta.html