El paraíso perdido, J. Milton
Las tres montañas, Samael Aun weor C. 33
…los secretos del antiguo abismo, sombrío e inmenso océano, sin límites ni dimensiones, donde se pierden la extensión, la profundidad, el tiempo y el espacio; donde la primitiva Noche y el Caos, progenitores de la Naturaleza viven en eterna discordia, entre el rumor de perpetuas guerras, y sostenidos sólo por sus perturbaciones.
Terribles son los secretos del viejo abismo, océano sombrío y sin límites, donde la noche primogénita y el Caos, abuelos de la naturaleza, mantienen una perpetua anarquía en medio del rumor de eternas guerras, sosteniéndose con el auxilio de la confusión...
El calor, el frío, la humedad y la sequía, terribles campeones, se disputan la preferencia, lanzan al combate sus átomos embrionarios los cuales agrupados en diversas tribus alrededor de la bandera de sus legiones, pesada o ligeramente armados, agudos, redondos, rápidos o lentos, pululan en número infinito como las arenas de Barca o del ardiente suelo de Cirene, y van arrebatados a tomar parte en la lucha de los vientos o a servir de contrapeso a sus raudas alas.
El calor, el frío, la humedad, la sequía, cuatro terribles campeones, se disputan allí la superioridad y conducen al combate sus embriones de átomos, que agrupándose en torno de la enseña de sus legiones y reunidos en diferentes tribus, armados ligera o pesadamente, agudos, redondeados, rápidos o lentos, hormiguean tan innumerables como las arenas del Barca o las de la ardiente playa de Cirene, arrastrados para tomar parte en la lucha de los vientos y para servir de lastre a sus alas veloces...
El que lleva en pos mayor número de átomos, domina por un momento; el Caos impera como árbitro; sus mandatos aumentan más el desorden que le da el cetro, y a falta de él lo gobierna todo el Acaso como ministro supremo. En aquel hórrido abismo, cuna de la Naturaleza y tal vez su tumba, que no es ni mar ni tierra, ni aire, ni fuego, sino mezcla de todos los elementos, los cuales confundidos en sus fecundos gérmenes deben luchar así perpetuamente, perpetuamente, a no ser que el Creador Supremo destine sus impuros materiales a la formación de nuevos mundos; en aquel
El átomo a quien mayor número de átomos se adhiere domina por un momento; el Caos gobierna como árbitro, y sus decisiones vienen a aumentar cada vez más el desorden, merced al cual reina; después de él, es ostensible que en esos Mundos Infiernos el acaso lo dirige todo... Ante aquel abismo salvaje, cuna y sepulcro de la naturaleza, ante aquel antro que no es mar ni tierra, ni aire ni fuego, sino que está formado de todos esos elementos, que, confusamente mezclados en sus causas fecundas, deben combatir del mismo modo siempre, a menos que el Demiurgo Creador disponga de sus negros materiales para formar nuevos mundos, ante aquel Tártarus Bárbaro, el Dragón de las tinieblas exhaló su postrer aliento...
hórrido abismo, al borde del infierno, se detuvo el cauteloso Satán, y lo contempló algún tiempo reflexionando en su viaje, pues no era un pequeño estrecho el que tenía que atravesar.
….otros, y que creciendo cada vez más, formaban con sus escamosos pliegues un confuso laberinto laberinto…. …. …el Cocito, así llamado por los lamentos que se oyen en lo interior de sus doloridas ondas..
Bosques impenetrables separan el Averno del Mundo de Luz; y las aguas del pálido río, r ío, el Cócito trazan repliegues laberínticos en aquella penumbra, cuya sola imagen estremece... ,
Iba pues pensativo y lentamente subiendo Satán por la empinada y áspera colina, sin hallar camino alguno entre los enmarañados zarzales y malezas que estorbaban el paso a hombres y animales.
El escarpado Sendero, virando sorpresivamente hacia la izquierda, penetró dentro de ciertas colinas muy pintorescas...
A la manera que un lobo rapaz obligado por el hambre a rastrear una nueva presa, acecha los lugares del campo en que los pastores encierran por la noche sus ganados, creyéndolos seguros, y salta por encima del redil, cayendo en medio del rebaño,
En esos instantes de terror surge de entre la maleza un lobo sanguinario, que feroz y con mirada aviesa intenta en vano agarrar su presa; ante aquél huyen de la Parca despiadada algunas gallinas que desesperadas cacarean.