¡Encuentren a esos pastores! ¡Acaben con la Navidad! (Ríe exaltado) (Los diablos salen de escena). ESCENA 2. Los pastores a Belén. En un pueblo muy cerca de Belén, en el campo abierto, se encuentra un pequeño grupo de pastores con sus familias cuidando sus animales. Ellos viven en humildes casas y son gente de bien. Algunos se alistan a trabajar cargando una bolsa con comida, leña, sombrero y bastón para caminar. Está amaneciendo y los pastores se disponen a comenzar una nueva jornada de arduo trabajo. Los pastores visten ropas sencillas de gente de campo y viajan a pie o en burro. Las mujeres de la familia cocinan en comales sencillos y se disponen a sentarse todos en el suelo y compartir alimentos que previamente bendecirán con una oración, ya que son muy creyentes y respetuosos de la religión. ESTHER: Ya vénganse a desayunar todos, ya está listo. JOSUÉ: ¡Buenos días! ¡Mmmm, que rico huele! MARTHA: Buenos días. ¿Cómo amanecieron? MATEO: Pues acostado y con hambre. MARTHA: Ay, tu siempre de tragón. Yo no sé cómo no te duele la panza. MATEO: Pues nada más me duele de hambre. ESTHER: Apúrense a terminar porque hay mucho trabajo que hacer. MARTHA: Sí manita, yo al rato tengo que ir a la ciudad para comprar comida en el mercado; ya no hay harina para hacer pan y tengo que comprar aceite, o sea, como quien dice me voy a ir de “shopping”. ESTHER: Ay tú manis, te crees la muy muy, antes me hablas. MARTHA: Pues ya sabes comadre, ¡Soy totalmente “Mercado”! MATEO: Bueno, vamos a bendecir los alimentos porque ya hace hambre. (Todos juntan sus manos y cierran los ojos) JOSUÉ: Te damos gracias Señor por los alimentos que vamos a recibir y bendice las manos que los hicieron. Que nunca nos falte el pan en la mesa y la salud para trabajar. Amén. (Todos empiezan a comer gustosamente cuando se dan cuenta que la comida está muy picosa) JOSUÉ: ¡Híjole! Oiga, le hubiera puesto más carne al chile, esto está bien picoso. ¿Andaba enojada cuando lo hizo, o qué? ESTHER: Ya, ya. No se quejen y apúrense para que se lleven las ovejas a pastar. ¡Ah!, y no se vayan a quedar dormidos otra vez que ya vi que los coyotes están poniéndose bien panzones de tanta oveja que se les pierde. MATEO: ¡Ni Dios lo mande, que la boca se le haga chicharrón! Ya nos quedan bien poquitas. MARTHA: Pues ya no se duerman. JOSUÉ: ¡Que me parta un rayo si me duermo! ¿Vedá’ compadre? MATEO: Es más, Diosito, que nos está viendo, que mande un ángel a peinar si nos dormimos. (Se escucha música celestial y todos se miran desconcertados. Entra el arcángel Gabriel casi flotando e imponente acercándose a los pastores). 6