PROBLEMAS AMBIENTALES EN OCEANIA
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INTRODUCCION Los problemas ambientales son perturbaciones que se producen en el entorno natural y es un inconveniente con el que lidia todo el planeta. En este informe se realizará un análisis sobre las diversas problemáticas ambientales que existen en Oceanía, para poder comprender de que manera afectan a la región, porque o cuales son los motivos por los que se producen y si se están realizando labores para poder solucionar dichos problemas.
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AUSTRALIA Australia es famoso por su fauna; canguros, koalas y numerosas especies de serpientes y arañas. También el hogar del mayor rebaño de camellos del mundo. Hay alrededor de 750.000 camellos en Australia que viven en estado salvaje en el interior del continente. Los camellos fueron importados a Australia en el siglo XIX de Arabia, India y Afganistán, para el transporte y el trabajo pesado en el interior del país. Pero cuando llegó el motor de combustión interna ya no fueron necesarios, varios miles fueron liberados en el medio natural. Sin depredadores naturales y vastas áreas escasamente pobladas en las que podían vagar, los camellos han florecido y están teniendo un gran impacto en el desierto. En primer lugar, son uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero (GEI) en el país. Por otra parte, cada año dañan cultivos. Las pérdidas por esta causa se calcula que llegan a más de diez millones de dólares (unos 7,5 millones de euros). Otro de los problemas que acarrean estos animales es que beben grandes cantidades de agua; se engullen galones a la vez, lo que causa millones de libras en daños a las granjas. También beben las cuencas de agua pertenecientes a los aborígenes. Infortunadamente, la presencia de los camellos pone en riesgo a otras especies sobre las especies nativas de Australia mediante la reducción de las fuentes de alimentos y la destrucción de sus hábitats. Los camellos en Australia deambulan libremente a través de una superficie de 3,3 millones de kilómetros cuadrados (1,3 millones de millas cuadradas) que abarca los estados de Australia Occidental, Australia del Sur y Queensland, así como el Territorio del Norte. Se trata principalmente de dromedarios, pero algunos son camellos. Hace dos años, una empresa presentó un método para exterminar a los millones de camellos que viven en libertad en Australia. La idea, propuesta por Northwest Carbon, era matarlos desde helicópteros y vehículos todoterreno y, después, procesar su carne para elaborar alimentos para animales de granja o domésticos. Es cierto que parece una salvajada. Pero no es menos cierto que los camellos emiten mucho metano y contribuyen al cambio climático (se calcula que cada ejemplar emite unos 45 kilogramos de gas metano al año), así que exterminar a estos animales sería como retirar de la circulación a 300.000 coches que recorran 20.000 kilómetros al año. No sólo es un problema ambiental. También lo es económico. El Gobierno se gastó, en 2009, 19 millones de dólares australianos para sacrificar casi a un tercio de los camellos. En los últimos años, empresas privadas y cazadores 3
disparan a los camellos desde helicópteros y dejan los cadáveres pudriéndose en el desierto. Actualmente se están aplicando planes de introducción de carne de camello en la dieta australiana, así como buscar acuerdos con países que estén interesados en ellos para venderlos, como Arabia Saudita. Este es un infortunado ejemplo de los problemas de la introducción de especies en entornos a los que no pertenecen. Conservación de la biodiversidad La conservación en Australia es una cuestión de política estatal y federal. Australia es uno de los países con mayor diversidad biológica del mundo, con una gran parte de especies endémicas de Australia. Preservar esta riqueza de biodiversidad es importante para las generaciones futuras. Un problema de conservación clave es la preservación de la biodiversidad, especialmente protegiendo los bosques tropicales restantes. La destrucción del hábitat por las actividades humanas, incluida la limpieza de los campos, sigue siendo la principal causa de pérdida de biodiversidad en Australia. La importancia de las selvas tropicales australianas para el movimiento de conservación es muy alta. Australia es el único país occidental que tiene grandes áreas de selva intacta. Los bosques proporcionan madera, medicinas y alimentos y deben ser manejados para maximizar los posibles usos. Aspectos relacionados con la ordenación de la tierra, entre ellos la limpieza de la vegetación nativa, la repoblación forestal de zonas desbrozadas, el control de malezas y plagas exóticas, la expansión de la salinidad de las tierras secas y la modificación de los regímenes de incendios. Se ha informado ampliamente que la intensificación del uso de recursos en sectores como la silvicultura, la pesca y la agricultura contribuyen a la pérdida de biodiversidad en Australia. Los ambientes costeros y marinos también han reducido la biodiversidad debido a la reducción de la calidad del agua causada por la contaminación y los sedimentos derivados de los asentamientos humanos y la agricultura. En el centro de Nueva Gales del Sur, donde hay grandes llanuras de pastizales, los problemas han aumentado. Uno de los problemas más destacados con la conservación marina en Australia es la protección de la Gran Barrera de Coral. Las presiones ambientales de la Gran Barrera de Coral incluyen la calidad del agua de la escorrentía, el cambio climático y el blanqueamiento masivo de coral, los brotes cíclicos de las estrellas de mar de la corona de espinas, la sobrepesca y los accidentes marítimos. La Gran Barrera de Coral agoniza La Gran Barrera de Coral es el arrecife de coral más grande del mundo, compuesto por alrededor de tres mil arrecifes individuales y novecientas islas a lo largo de 2600 kilómetros, con un área de 344.400 km². Se encuentra en el Mar de Coral, cerca de la costa de Queensland, al noreste de Australia. Una gran
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porción del arrecife está bajo protección del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral. Las amenazas medioambientales que sufre la Gran Barrera de Coral son varias: la más predominante es la baja calidad del agua, contaminada por escorrentía con sedimentos, exceso de nutrientes y pesticidas y con fluctuaciones en el nivel de salinidad. Los efectos del cambio climático, como el aumento de la temperatura, las tormentas y el blanqueo de coral también influyen. Otras amenazas son el crecimiento en las poblaciones de acantáster púrpura, la pesca (que modifica la cadena alimenticia) y el transporte marítimo, que puede causar derrames de petróleo o manejo inadecuado de las aguas de lastre, ambos componentes muy dañinos para el arrecife. Una de las amenazas más grandes para la Gran barrera de coral y los ecosistemas de otros arrecifes tropicales del planeta es el cambio climático, liderado por el calentamiento global y por el efecto de El Niño. Varios de los corales de la barrera viven en la actualidad en el máximo nivel de temperatura que pueden soportar, como lo demuestran los blanqueos masivos de los veranos de 2016 y 2017. El blanqueamiento de coral (o decoloración) es una reacción al estrés que ocurre cuando aumentan las temperaturas del océano, lo cual expulsa a las algas que crecen dentro del coral, los blanquea y suprime su principal fuente de energía. Está relacionado directamente con el calentamiento global. La decoloración no mata de inmediato a los corales, pues si las temperaturas bajan las algas pueden recolonizar ese espacio. Pero si las temperaturas se mantienen altas, en el periodo de un mes los corales terminan por morir, lo que significa la eliminación del hábitat natural de muchas especies marinas. El 67% de los corales están oficialmente muertos, y el estado de los restantes no es nada alentador. Los científicos encuentran la parte “positiva”, en la zona sur, donde los corales enfermos están recuperando su color poco a poco, y las muertes no han superado el 1%. Aun así, los científicos insisten, como no se sigan extremando las medidas, e incluso tomando otras nuevas, la situación acabar con todos los corales. Otras amenazas para el arrecife son:
La sobrepesca: la sobrepesca insostenible de especies claves, como el Charonia Tritonis y los tiburones, pueden alterar las cadenas alimenticias vitales para la vida en el arrecife. El Acantáster púrpura: el Acantáster púrpura, también conocido como corona de espinas, es un depredador de los arrecifes de coral que se alimenta de pólipos. La navegación: los accidentes de navegación también son un problema constante, ya que muchas rutas náuticas comerciales atraviesan la Gran barrera de coral. El GBRMPA estima que alrededor de seis mil naves de más de cincuenta metros de largo usan el arrecife como ruta. En abril de 2010, el granelero transportador de carbón Shen Neng 1 encalló en la 5
Gran Barrera de Coral, causando el mayor derrame de combustible hasta la fecha, que se extendió por un área de tres kilómetros cuadrados. El petróleo: desde 1923, cuando se sugirió en una publicación que la Gran barrera de coral tenía la formación rocosa adecuada como para soportar campos de petróleo de gran magnitud, se sospecha que el arrecife cubre un yacimiento petrolífero. Los ciclones tropicales: son una causa de perturbación ecológica para la Gran Barrera de Coral. Pueden causar una gran variedad de daños, como fragmentación, columnas de sedimentos y una baja en el nivel de salinidad del agua por la gran cantidad de lluvias.
La Gran Barrera de Coral es un hábitat para gran cantidad de especies, es posible encontrar una gran cantidad de peces, que se estima en 1800 distintas especies, 125 de tiburones y más de 5000 especies de moluscos. Además de unas 400 especies de coral. Especies en peligro de extinción, como el dugongo y la gran tortuga verde, también es posible encontrarlos en la gran barrera de arrecifes. Especies invasivas El aislamiento geográfico de Australia ha dado lugar a la evolución de muchas delicadas relaciones ecológicas que son sensibles a los invasores extranjeros y en muchos casos, no proporcionó depredadores naturales para muchas de las especies introducidas posteriormente. Las plantas intr oducidas que han causado problemas extensos son la lantana y el arbusto de la pera espinosa. La introducción y propagación de animales como el sapo de caña o el conejo puede interrumpir los equilibrios existentes entre las poblaciones y convertirse en problemas ambientales. La introducción del ganado en Australia y en menor medida del dingo, son otros ejemplos de especies que han cambiado el paisa je. En algunos casos la introducción de nuevas especies puede conducir a plagas y a la extinción de especies endémicas. La especie introducida zorro rojo ha causado la extinción de varias especies. Tasmania toma la amenaza de la introducción del zorro rojo tan en serio que tiene un grupo de trabajo patrocinado por el gobierno para evitar que las poblaciones de zorros se apoderen de la isla. Los seres humanos han introducido decenas de especies en Australia, incluyendo caballos salvajes, cerdos, cabras, perros, gatos, conejos y zorros. Estos se han convertido en un problema importante para el ecosistema. PAPUA NUEVA GUINEA Se cree que un hombre portugués llamado Jorge de Meneses fue el primer explorador europeo en encontrar la isla y lo llamó Ilhas dos Papuas (Islas de los Cabellos Rizados). Fue más tarde llamado Nueva Guinea por un explorador español de aquí su nombre final: Papúa Nueva Guinea. Está localizada en el Océano Pacífico, al norte de Australia y consiste en muchas islas, la mayor de ella tiene la capital Puerto Moresby. 6
Papúa Nueva Guinea está cubierta por bosques lluviosos tropicales. Tiene el área mayor de bosques lluviosos en la región Asia Pacífico y la tercera mayor en el mundo entero. De sus 46 millones de hectáreas, 39 millones son bosques, con el resto de la tierra consistente de llanuras, prados llanos y manglares pantanosos. La gran variedad de bosques atraviesa desde bosques montañosos de altas latitudes, bajando por tierras bajas mezcladas de bosques más allá a áreas de manglares. Los bosques soportan una enorme variedad de ecosistemas con aproximadamente 20.000 diferentes tipos de plantas y 1.500 especies de aves (750 de las cuales son únicas para la isla). Tiene tanta diversidad como Australia, a pesar de tener sólo el 10% de su tamaño. Papua Nueva Guinea actualmente tiene el 40% de sus bosques originales intactos y al menos que haya advertencia, mejora en la educación y cambio en las políticas básicas, 85% de los bosques fronterizos están bajo amenaza de destrucción. Así como soporta una asombrosa diversidad de vida animal y vegetal, los bosques lluviosos son enormemente importantes para los habitantes de Papúa Nueva Guinea, ya que les provee alrededor del 30% de los suministros alimenticios, así como materiales para la construcción, herramientas, artefactos, ropa y ornamentación personal, productos medicinales y materiales para propósitos rituales y culturales. Los mayores peligros para el futuro de los bosques son el desmonte para la plantación de aceite de Palma (el aceite más barato del mundo) y el desarrollo de minería a cielo abierto. El principal contribuidor es de cualquier manera la tala. Alrededor de 21 millones de hectáreas de bosques en PNG están incluidos en concesiones de explotación forestal existentes o propuestas. Se ha estimado que todos los bosques del país con valor comercial pueden ser talados dentro de unos años, posiblemente dentro de una década. Si el bosque se va, con el también un ecosistema hermoso e irreemplazable junto con algunas de las culturas más antiguas. NUEVA ZELANDA Nueva Zelanda es un país de Oceanía, localizado en el suroeste del océano Pacífico y formado por dos grandes islas: la Isla Norte y la Isla Sur, junto a otras muchísimas islas menores, destacándose entre ellas la Isla Stewart y las Islas Chatham. El Reino de Nueva Zelanda también incluye a las Islas Cook y Niue (estados autónomos en libre asociación) y a Tokelau. La capital de Nueva Zelanda es la ciudad de Wellington, situada en la isla Norte. Nueva Zelanda es un país medioambientalmente activo en el océano Pacífico sur, y participa en varios acuerdos de conservación importantes, especialmente los relativos a la vida marina. Entre otros acuerdos medioambientales internacionales ratificados figuran el Protocolo Medioambiental del Antártico, el Tratado del Antártico y convenios relativos a biodiversidad, cambios climáticos, especies en peligro de extinción, cambios medioambientales, residuos
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peligrosos, vertidos marinos, prohibición de realizar ensayos nucleares, capa de ozono, madera tropical (1983), humedales y caza de ballenas. Las amenazas más serias a la ecología de Nueva Zelanda provienen de las especies importadas. Se han introducido unas 2.000 especies exóticas, incluidas al menos 30 especies de aves, 20 especies de mamíferos, además de numerosas especies de avispas europeas y abejas. Los animales exóticos más problemáticos son los falangeros y las cabras salvajes. Las plantas introducidas rivalizan en número con las especies nativas conocidas. Las coníferas exóticas actúan como invasoras en algunas zonas y están desplazando rápidamente a la flora nativa. Los patrones de las emisiones de gases de efecto invernadero son similares a los de los países escandinavos, gracias al correcto uso y aprovechamiento de la tierra y a la reforestación. CAMBIO CLIMATICO Y PROBLEMAS AMBIENTALES EN LAS NACIONES INSULARES DEL PACIFICO La amenaza medioambiental más importante a la que se enfrentan las naciones insulares del Pacífico es el cambio climático global que, además de consecuencias directas para los estados insulares, comporta una serie de impactos indirectos importantes al empeorar otros aspectos relacionados con el medio ambiente. Mientras se prolonga el debate sobre las consecuencias futuras (y a veces incluso, la propia existencia) del cambio climático entre los países con mayor influencia en el sistema internacional, para las naciones insulares la amenaza es inminente, o, en el peor de los casos, una realidad. El debate sobre el cambio climático es fundamentalmente político y se centra en asuntos de compromiso y sacrificio, y en los riesgos políticos que implica la toma de estas decisiones. El mayor problema en muchos aspectos para los políticos es que el debate sobre el cambio climático está en su primera fase y exige asumir grandes costes (en la reducción de los gases de efecto invernadero) para obtener resultados que no se materializarán hasta pasadas varias generaciones en el futuro. El peor problema es que los efectos de la emisión de gas a la atmósfera no son inmediatos, y el resultado de la reducción de las emisiones por parte del hombre posiblemente no se apreciará hasta pasadas varias décadas. Los líderes políticos de las islas del Pacífico y otros estados insulares destacan por ser los más fervientes y elocuentes oradores en el debate sobre la amenaza que el cambio climático representa para sus países. Su diálogo se ha centrado, como es comprensible, tanto en la amenaza directa más grave que supone el cambio climático para sus naciones, como en la imagen más convincente desde el punto de vista político: la visión del aumento del nivel del mar engullendo estas naciones hasta hacerlas desaparecer. Aumento del nivel del mar
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En ocasiones se describe el cambio climático como un asunto de seguridad nacional para los estados insulares. No se trata de una exageración, sobre todo si se tiene en cuenta la amenaza que el aumento del nivel del mar supone para estas naciones. Por ejemplo, el punto más elevado en la principal isla de Tuvalu es el vertedero que alcanza justo los dos metros aproximadamente. El sitio se conoce irónicamente con el nombre de “Monte Howard”, en honor al primer ministro australiano John Howard, quien ha expresado su negativa a ratificar el Protocolo de Kyoto. Los esfuerzos de las naciones insulares para transmitir al resto de naciones su preocupación respecto al cambio climático y el aumento del nivel del mar se han visto intensificados gracias a la creación de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (en sus siglas inglesas, AOSIS), una organización internacional que agrupa estados insulares de todas las regiones del mundo. Y precisamente, los líderes de las islas del Pacífico destacaron como los integrantes más elocuentes y enérgicos en la defensa de la causa de la AOSIS. La AOSIS alcanzó su punto más álgido en las primeras etapas del debate climático y los miembros insulares fueron los primeros en firmar la convención del cambio climático. Sin embargo, su perfil se ha suavizado desde la firma y ratificación del Protocolo de Kyoto, cuya entrada en vigor ha dado un giro al debate, el cual ha pasado de centrarse en la formulación de políticas a basarse en la implementación de éstas. Ahora el debate discurre sobre elementos de compensación social, económica y política vinculados a los intentos de mitigar el cambio climático. Agotamiento de la lente de agua dulce Es importante entender que el aumento del nivel del m ar no responde solamente a la imagen de las olas invadiendo la orilla, sino que representa una amenaza mucho más insidiosa. La imagen de las olas avanzando hacia la orilla hace suponer que la construcción de muros a lo largo de la costa podría ser una opción viable para contener el incremento del nivel del mar, pero lo cierto es que la propia composición de las islas no permite la construcción de muros. Las islas se componen en su mayor parte de atolones de coral o roca volcánica, dos materiales muy porosos, lo que significa que el nivel del mar aumenta tanto fuera como en el interior de la isla; algunas islas simplemente se hunden. Tuvalu es un claro ejemplo, ya que el agua salada va creciendo a través de la tierra porosa incluso en las zonas consideradas “interiores”. Tuvalu, literalmente, se hunde desde dentro. Esto representa una seria amenaza para la plantación de taro, alimento de primera necesidad para muchas culturas isleñas. El cultivo de este alimento se desarrolla en agua encharcada y es extremadamente sensible al contenido salino, incluso un poquito de sal puede destruir la cosecha. Esta contaminación interna tiene importantes implicaciones en el suministro de agua dulce de las naciones insulares. El crecimiento del mar empuja la lente de agua dulce hacia el exterior lo que pone en serio peligro el agua de los pozos subterráneos. Este fenómeno no afecta al agua de lluvia acumulada hasta que, 9
o a menos que, se hunda en el pozo subterráneo. La contaminación del agua dulce puede ser la razón de que muchas de estas islas dejen de ser habitables incluso antes de que desaparezcan engullidas por las crecientes aguas del mar. Alteración de los patrones climáticos Los ciclones han sido siempre amenazas medioambientales para las naciones insulares. Más allá de la innegable pérdida de vidas humanas, su poder destructivo ha sacudido importantes áreas de infraestructura y ha retrasado el desarrollo económico. El cambio en el clima lleva a alteraciones en los patrones climáticos que suponen un aumento tanto de la fr ecuencia como de la intensidad de los ciclones en la región. El ciclón Zoe de finales de 2002 y principios de 2003 (el ciclón más intenso registrado en el hemisferio sur del planeta) y el ciclón Heta (categoría 5) de finales de 2003 y principios de 2004 causaron estragos significativos en importantes áreas urbanas. Como se ha mencionado anteriormente, la creciente frecuencia e intensidad de la actividad ciclónica en la zona del Pacífico es motivo de gran preocupación entre las naciones isleñas del Pacífico. La valoración que emite el IPCC y que concluye que el cambio climático intensificará la amenaza ciclónica, aumenta indudablemente la problemática, ya que el desarrollo de i nfraestructuras a largo plazo deberá tener en cuenta mayores exigencias de seguridad para hacer frente a estos fuertes ciclones. Esto generará una gran tensión, no sólo en las naciones insulares, sino también en los países más grandes y en la industria privada. En 2000 un experto en clima de la CGNU (entonces la sexta mayor empresa de seguros del mundo) anunció que los desastres globales podrían superar el PIB global en el año 2065. Decoloración del coral y erosión La erosión ha sido un problema en aumento para los estados insulares, en muchos aspectos un precio a pagar a cambio de desarrollo, y que ha afectado especialmente a las zonas costeras. El problema de la erosión empeora al detectarse además un incremento considerable del fenómeno de blanqueo del coral. Agotamiento de las reservas pesqueras El Océano Pacífico alberga el 60% de la pesca mundial y gran parte de sus aguas están bajo jurisdicción de las naciones insulares del Pacífico. Las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de las naciones insulares del Pacífico abarcan en su totalidad cerca de 30 millones de kilómetros cuadrados, mientras que la zona terrestre tan sólo comprende algo más de medio millón de kilómetros cuadrados. Las vastas ZEE representan un recurso económico significativo para los estados insulares. Sin embargo, la autoridad legal sobre un territorio no significa necesariamente control, y las naciones insulares simplemente no cuentan con los recursos y capacidades suficientes para supervisar una extensión de agua de tales dimensiones. Por ejemplo, la nación insular de Kiribati posee la ZEE más extensa del mundo cuya extensión es comparable en líneas generales al
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tamaño del territorio continental de los Estados Unidos. Para patrullar la zona, Kiribati dispone únicamente de un barco patrullero. Dos son las amenazas medioambientales relacionadas con las pesquerías. La primera es la amenaza incuestionable que representa la sobrepesca y la posible desaparición definitiva de muchas especies migratorias. La segunda, más directamente relacionada con las naciones insulares, son las pérdidas económicas que ocasiona la Pesca Ilegal, no Declarada y No Reglamentada (INDNR). Las tasas de licencia que recaudan las islas es su fuente principal de ingresos, pero en su conjunto esta recaudación representa un valor medio de aproximadamente el 10% del valor de la pesca (y este dato se refiere a la pesca registrada). Enfermedades infecciosas A excepción de Papúa Nueva Guinea (PNG) y Fiji, la población de las naciones insulares del Pacífico es reducida. La distancia entre las islas puede actuar como eficaz barrera para evitar la propagación de muchas enfermedades; sin embargo, la concentración de población en las zonas urbanas puede ser un foco de muchas enfermedades de carácter infeccioso. La isla de Ebeye en las Islas Marshall, con la densidad de población más elevada del mundo (12.800 habitantes por 200 m2 de tierra lo que resulta en 90.000 habitantes por 1,6 km2), es un ejemplo extremo. Por su tamaño Ebeye cuenta con una enorme densidad de población debida a la proximidad de la isla al atolón de Kwajalein, que alberga una base militar estadounidense. Muchos ciudadanos de las Islas Marshall trabajan en Kwajalein y viven en Ebeye. Una enfermedad contagiosa transmitida por el aire se propagaría a gran velocidad por toda la isla de Ebeye. Es difícil conseguir asistencia médica en las islas exteriores; incluso en las zonas urbanas el acceso a medicamentos y equipos sanitarios es complicado. Un clima más cálido podría conducir a la expansión de vectores de enfermedades tales como los mosquitos, que se trasladarían a zonas con un clima anteriormente demasiado frío para su supervivencia. Todo ello significaría la propagación de enfermedades como la malaria y fiebre por dengue. Por último, además de estas enfermedades infecciosas, otras enfermedades se adentran de forma alarmante en el Pacífico. Concretamente el VIH/sida se está convirtiendo en una enfermedad cada vez mayor en muchas sociedades insulares. En 2001 se registraron algo más de 4.000 casos en el Pacífico; sin embargo, este número era cinco veces superior a los casos registrados en 1995 (y la mayoría de expertos coincide en denunciar que el número de casos registrados no concuerda con la realidad. El número real de casos es probablemente mucho más elevado). Más recientemente, la gripe aviar, causante de numerosas muertes en muchas partes del Sudeste Asiático se ha convertido en una preocupación creciente para muchos estados insulares. Su temor es que dicha enfermedad, que se t ransmite de las aves de corral al hombre, se detecte entre las poblaciones de aves en las islas, en especial los pollos destinados al consumo humano o los gallos de las peleas de estos animales que organizan algunas comunidades filipinas que 11
residen en las islas. Si se confirmara el contagio de la gripe aviar entre las personas el problema tendría graves consecuencias en todo el mundo. Deforestación y minería Muchas naciones insulares del Pacífico cuentan con los bosques tropicales más ricos del mundo. Muchos de estos espacios boscosos se talan para satisfacer la creciente demanda mundial de madera. En zonas de Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón los aldeanos son desalojados de sus tierras tradicionales ante la llegada de las empresas madereras internacionales que las reclaman y ocupan para dedicarse a la tala de árboles. La deforestación favorece la desertización y es la causa de numerosos daños en los ecosistemas de muchas islas. Asimismo, la minería ha contribuido a la degradación medioambiental y ha actuado de catalizador de la violencia política. La mina de Paguna, situada en la isla de Bougainville, fue un importante yacimiento de cobre; sin embargo, la distancia física y cultural que separa Bougainville de las principales tierras de Papúa Nueva Guinea es enorme (Bougainville está más estrechamente vinculada a las vecinas Islas Salomón y el vínculo político que le une a PNG se basa más que nada en una herencia colonial). Muchos aldeanos cercanos a la mina veían como su entorno estaba siendo destruido para provecho de otros (la participación en los ingresos era del 80% para la empresa minera, 20% para el gobierno nacional de PNG, y en su punto álgido era responsable de casi el 20% del PNB). Esto contribuyó al recrudecimiento de un movimiento separatista que ha podido ser acallado tan sólo recientemente gracias a un acuerdo que establece una mayor autonomía política para Bougainville y mientras la mina permanece cerrada. La mina de OK Tedi, ubicada en la provincia occidental de Papúa Nueva Guinea, posee una de las mayores reservas de cobre del mundo, así como grandes yacimientos de oro. Su explotación ha significado hasta el 10% del PNB del país y el 20% de la totalidad de sus exportaciones. Pero al igual como ocurriera en Panguna, la mina OK Tedi ha causado enormes daños medioambientales en su entorno, especialmente al verter los residuos mineros a las aguas del río, provocando su contaminación. Especies invasivas La llegada de nuevas plantas, insectos, reptiles y otros animales no es un fenómeno nuevo; sin embargo, su introducción inmediata en los ecosistemas siempre causa cierto desequilibrio. En la zona marina, el vertido de agua de lastre (agua que transportan los buques contenedores para equilibrar su cargamento, que recogen en un punto y sueltan en otra parte cuando descargan la mercancía que transportan) ha contribuido al desplazamiento de especies marinas procedentes de otras partes del mundo. Con la importación de fruta se han introducido insectos y pequeños reptiles. Incluso peces tropicales y plantas de acuario soltados en riachuelos han causado enormes daños en el ecosistema autóctono. No hay ejemplo que mejor ilustre la fuerza destructiva de las especies invasivas en los ecosistemas de la isla como la introducción de la culebra arbórea café (Boiga irregularis) en Guam. Se cree que su introducción se produjo durante el 12
aterrizaje de un avión en la isla que habría transportado dicho reptil en el interior del tren de aterrizaje. En Guam no existen serpientes autóctonas y, por lo tanto, los pájaros no poseen instinto de rechazo hacia dicho animal. La aparición de esta serpiente no sólo ha disminuido la población de aves en Guam, sino que además ha destrozado tendidos eléctricos y líneas telefónicas. Así mismo casi 200 humanos han sido víctimas del ataque de este reptil que actúa introduciéndose entre las sábanas de sus víctimas durante la noche. Prosiguen los esfuerzos por respetar la cuarentena dentro del país y en colaboración con socios regionales para hacer frente a este problema. Asimismo, varias campañas de concienciación pública se han puesto en marcha en varias naciones insulares para informar de los peligros de las especies invasivas. KIRIBATI, CONTRA LA MAREA Kiribati es un archipiélago y país insular ubicado en la zona central oeste del océano Pacífico, al noreste de Australia. Está integrada por un grupo de 33 atolones coralinos y la isla volcánica de Banaba diseminados en un área de más de tres millones de kilómetros cuadrados. Entre ellos destaca Kiritimati (Isla Christmas), el atolón más grande del mundo y primer lugar poblado del planeta en dar la vuelta al calendario cada año. Kiribati, que cuenta con una extensión más grande que la India, se encuentra entre los más vulnerables a sufrir el aumento del nivel del mar, efecto del calentamiento global. Tarawa Sur, capital de Kiribati y el atolón más densamente poblado, se alza (en gran parte) apenas dos metros y medio sobre el nivel del mar y corre riesgo de inundarse conforme aumente el nivel de este. Las familias que viven en los atolones exteriores de Kiribati migran a Tarawa Sur en busca de empleo, educación y atención médica, elevando la población a más de 50.000 habitantes. Los recién llegados suelen verse forzados a vivir en zonas marginales, susceptibles de inundarse por las mareas altas. El mar se convierte en un invasor indeseable, que erosiona el litoral e infiltra el suelo, vuelve salobres los pozos y mata cultivos y árboles. Para ser fértiles, atolones como Tarawa dependen de una fuente de agua dulce que se reabastece con la lluvia y se encuentra sobre un acuífero de agua salada. Conforme aumenta el nivel del mar (por el momento, unos milímetros al año, aunque sin lugar a dudas se acelerará), ocurre lo mismo con el nivel de agua salada del subsuelo, reduciendo en esa medida el agua dulce. Una de las primeras bajas de la creciente salinidad ha sido el bwabwai, alimento prestigiado de la cultura kiribatiana, el platillo de los banquetes, un taro gigante de pantano que puede demorar más de cinco años en madurar. Algunas variedades crecen a la altura del hombro de un adulto. Muy sensible al agua salada que invade las fosas donde se cultiva, el bwabwai ya no puede desarrollarse en muchas partes y, a la larga, podría desaparecer de la cocina étnica de la isla. La marea cambió y fluye ahora hacia la costa, ocasionando que los recolectores corran por delante. Las mareas son un eje de la vida en Kiribati. Lo mismo que 13
el movimiento del sol, la luna y las estrellas, y las direcciones del viento y el oleaje. En épocas pasadas bastaba entender esos ejes para calcular cuándo sembrar cultivos, cuándo pescar, cuándo zarpar en las canoas de 30 metros llamadas baurua. Los pescadores sabían cuál era la carnada preferida de cada pez, si debían pescarlo de día o de noche, y cuál era la mejor técnica para capturarlo: con anzuelo, trampa o red. Pero las certidumbres de aquel mundo están desvaneciéndose. Los sitios de pesca, antaño confiables, ahora producen líneas y redes vacías. Se cree que el calentamiento del mar está ahuyentando a ciertos peces hacia aguas más frescas. Los arrecifes de coral también sufren, y lo peor está por venir. Conforme el mar se caliente y acidifique a lo largo del presente siglo, se espera que el crecimiento de los arrecifes disminuya e, incluso, se detenga. El destino de los arrecifes decidirá el futuro de las islas. Porque, para alzarse sobre el agua, los atolones necesitan depósitos de sedimentos de corales y otros animales marinos, muchas veces arrastrados a la costa por las tormentas. Son como sitios de construcción: si se agotan los materiales, se acaba la obra. Un arrecife muerto no puede sustentar las islas que ha construido. Para muchos i-kiribatis es muy injusto que los problemas climáticos del país no se deban a ellos. Desde los años ochenta del siglo XX, los líderes del Pacífico han increpado, lisonjeado, exhortado y tratado de abochornar a los principales emisores mundiales de bióxido de carbono por el problema del cambio climático. El sentimiento de injusticia se ha generalizado en los atolones más amenazados por la crecida del mar: Kiribati, Islas Marshall, Tokelau y Tuvalu. Aunque han comenzado a recibir ayuda internacional: se habla de migración, de reubicarlos… pese a ello, los i-kiribatis se reúsan a abandonar su tierra. Para proteger ese hogar del océano, algunos isleños han empezado a sembrar mangles, cuyas raíces y troncos atrapan sedimentos y frenan la erosión. Pero no hay mucho más que los isleños puedan hacer para aferrarse a su tierra.
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CONCLUSION Los pequeños estados insulares son los más afectados por el cambio climático, el cual a pesar de que muchos lo niegan, es innegable que existe. El crecimiento y la acidificación del mar acabaran con estas pequeñas islas y dejara sin hogar a miles de isleños que, irónicamente, son los que menos contribuyen en el calentamiento global. En cuanto a la introducción de especies en entornos en la que no pertenecen, es evidente el gran problema que pueden generar, y el gran ejemplo de esto es Australia. Para poder conservar la biodiversidad existente en Oceanía, se deberán tomar medidas al respecto.
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