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NOTA Este libro, ademds de insomnio, es un viaie. EI insomnio corresponde a quien ha escrito el libro, el viaje a quien Io hizo. Sin embargo, dado que también yo tuve ocasión de recorrer los mismos lugares recorridos por eI protagonistq de esta historia, me ha parecido oportuno presentar un breve índice de Ios mismos; no sé muy bien si llevado a ello por la ilusíón de que un repertorio topogrdfico, con Iafuerza que posee la realidad, ayudaría a alumbrar este N.octurno en el que se busca una Sombra, o por Ia irrazonable conjetura de que algún amante de itinerarios incongruentes pudiese un día utilizarlo como guía. A. T.
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INDICE DE LOS LUGARES DE ESTE LIBRO
1. 2. 3. 4. 5.
Khajurabo Hotel. Suklaji Street, sin número, Bombay. Breach Candy Hospital. Bhulabai Desai Road, Bombay. Taj Mahal Inter-Continental Hotel. Gateway of India, Bombay. Railway's Retiring Rooms. Victoria Station, Central Railway, Bombay. Hospedaje nocturno con eI pertinente billete de tren o bien con eI
Indrail Pass.
Tai Coromandel Hotel. 5 Nungambakkam Road,
Theosophical Society. 12 Adyar Road, Adyar, 6. Madnis. Madrás. 7. Parada de autobús. Carretera Madrds-Mangalo-
re, a unos 50 km de Mangalore, localidad des-
conocida.
Arzobispado y Colegio de San Buenattentura. Carretera Calangute-Panaii, Velha Goa, Goa. Zuari Hotel. Swatantrya Path, sin número, Vasco da Gama, Goa. 10. Ptaya de Calangute, a unos 20 km de Panaji,
8. 9.
Goa.
11. Mandovi Hotel. 28 Bandodkar Marg, Panaji, Goa.
12. Oberoi Hotel. Bogmalo Breach, Goa.
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El taxista ller¡aba una barba recogida eu forma de perilla, una redecilla sobre el pelo y una coleta atada con una cinta blanca. Pensé que serÍa un sikh, porque mi guía los describía exactamente así. Mi guía se titulaba: India, a trattel survival kit. La había comprado en Londrés más que nada por cusobre riosidad, ya que suministraba peregrinas y informaciones suIndia bastante a primera vista la perfluas. Sólo más tarde me darla cuenta de su
utilidad. El hombre iba demasiado aprisa para mi temperamento y tocaba la bocina desaforadamente. Me pareció que rozaba a los peatones a propósito, con una sonrisa indefinible que no me gustaba. En la mano derecha llevaba un guante negro, y tampoco esto me gustó. Cuando enfiló Marine Drive pareció calmarse y se alineó tranquilamente en una de las filas del tráfico, del lado del mar. Con la mano enguantada indicó las palmeras del paseo marítimo y el arco del golfo. "Aquello es Trobay", dijo, "y allí enfrente está la isla de Elephanta, pero no se ve. t3
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Sin duda querrá visitarla, los barcos salen cada hora del GatewaY of India". Le pregunté por qué estábamos yendo por Ma-
rine Drive. No conocía Bombay, pero intentaba seguir su recorrido en el mapa que tenía sobre mis iodillas. Mis puntos de referencia eran Malabar Hill Mi hotel se Chor, mercado ladrones' llegar el de dos puntos, esos los entre el para yencontraba y Drive' por Marine pasar que hasta él no había Estábamos yendo en dirección contraria' .El hotel que me ha dicho está en un barrio miserabler, dijo afablemente, .y la mercancía es de mala calidad, Ios turistas que llegan a Bombay por vez primera a menudo acaban en lugares poco recomenáables, le estoy llevando a un hotel adecuado a un señor como ustedo. Escupió por la ventanilla e hizo un guiño.
, dije, naquí mismo>' El se volvió a mirarme con aire servil. nPero aquí no puedo,, contestó, "hay mucho tráfico"' ,.Pues voy a bajar de todas formasu, dije abriendo la portezuela y sujetándola con firmeza. El frenó bruscamente y empezó una letanía en una lengua que debía ser el maharathi. Parecía furioso y sospecho que las palabras que mascullaba entre dientes no debían ser precisamente amables, pero me tenía sin cuidado' Sólo llevaba uria pequeña a mi lado, por lo que no que conservaba maleta necesario que saliese para darme el equipaje' fue Le dejé un billete de cien rupias y salté a la amplia acera de Marine Drive; en la playa había una fiesta
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religiosa o una feria, quién sabe, con una ingente rnuchedumbre apiñada frente a algo que no logré tlistinguir; en el paseo que bordea el mar se veian vagabundos recostados sobre el pretil, chiquillos que vendían chucherías, mendigos. También había una lrilera de rickshaw motorizados, md metí en un cubículo amarillo pegado a una motocicleta y grité al hombrecito calle de hotel. Este le dio al pedal rle arranquelay salió ami todo gas, sumergiéndose en cl tráfico. El "Barrio de las Jaulas" era mucho peor de lo (lue me había imaginado. Lo corrocía a través de al. gunas fotos de un fotógrafo famoso y creía estar ¡rreparado para la miseria humana, pero las foto¡¡rafías reducen lo visible a un rectángulo. Lo visilrle sin marco siempre es algo distinto. Y además lo visible en este caso tenía un olor demasiado fuerte. Mejor dicho, muchos olores. avanzanCuando entramos estabauna rlo el y en elentiempo crepúsculo de recorrer calle, el barrio rlc repente, como ocurre en los trópicos, cayó la not'he. Gran parte de las construcciones del "Barrio tf c las Jaulas" son de madera y caírizo. Las prostitutrrs están en unas chabolas de tablas desvencijadas, s¡rcando la cabeza por un agujero. Algunas de aquellas chabolas apenas eran más grandes que la garita rle un centinela. Y luego había barracas y cortinas rlc harapos, tal vez tiendas de comestibles u otras :rctividades comerciales, iluminadas por quinqués rlc petróleo, frente a las cuales perrnanecían corros rlc gente. Pero el hotel Khajuraho tenía un pequeño ¡ ritulo iluminado y se encontraba casi en la esquina rlt'uD? calle con edificios de ladrillos. El hall, si así 15
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se le podía
llamar, tenía sólo aquel aire equívoco que sin embargo no llega a ser sórdido. Era una pequeña estancia en penumbra con un mostrador tan alto como las barras de los pubs ingleses, a cada lado del mostrador había dos pantallas rojas y tras él se hallaba parapetada una mujer mayor. Llevaba
uEl dining room se cierra a las ocho,,, diio, na ¡rartir de las ocho sólo servimos en la habitaciónr. Dije que prefería cenar abajo, me precedió hasta rrna cortina en el extremo opuesto del vestíbulo, y rrre hizo entrar en una salita abovedada, con las parccles pintadas de oscuro, donde había unas mesi-
las uñas pintadas de azul; por un sari llamativo no obsparecer europea, habría ypodido el aspecto innumerables los de uno tante llevase en la frente signos de las mujeres indias. Le mostré mi pasa' porte y dije que había hecho una reserva telegráfica. Ella hizo un gesto de asentimiento y se puso a copiar mis datos de identificación con ostentosa diligencia, luego me presentó la ficha para que la fir-
tas bajas. Casi mesas todas las La estaban libres rlóbilmente iluminadas. prometía carta unay muy infinidad- de platos, pero luego, a la hora de interroir,ar al camarero, resultó que justamente aquella rroche se había terminado todo. Quedaba el númer r r quince. Cené rápidamente arroz y pescado, bebí un¿r ceryeza tibia y volví de nuevo al vestíbulo. La rt'cepcionista seguía sentada en su taburete y pare, ia muy ocupada en disponer unas piedrecitas de ( ()lores sobre una especie de espejo. En el pequeño sof á de la esquina, junto a la puerta de entrada, ,'staban sentados dos jóvenes de tez muy oscura, rt'stidos a la occidental, con pantalones con pata de ,'le lante. Parecieron no reparar en mí, pero yo sentí rrrrnediatamente un cierto malestar. Me quedé frente .rl nrostrador y esperé a que hablara ella primero. lrlectivamente habló. Dijos unos números con voz rrt'utra y distante, no entendí bien de qué se trataba v lc rogué que me lo repitiese. Era un tabla. Las rrrricas ciflas que capté eran la primera y la última: ,lt' los trece a los quince años, trescientas rupias, a ¡r;rltir de los cincuenta, cinco rupias. ulas muieres están en la salita del primer piso,, , lrlo a modo de conclusión. Saqué la carla del bolsillo y le mostré la firma. \rrl>ía el nombre de memoria, pero preferí que lo vrcse escrito, para que no hubiese equívocos. .Vi-
mase. o¿Con o sin baño?), me preguntó, y me especificó
los precios. Opté por la habitación con baño. Me pareció un que la pronunciación de la recepcionista teníaaveligero acento americano, pero no hice mayores riguaciones. Me asignó la habitación y me entregó la llave. El llavero era de celuloide transparente con una calcomanía en su interior muy a tono con el hotel' o¿Quiere cenar?o, me preguntó. Me miraba con re' celo. Comprendí que el lugar no debía ser visitado por occidentales. Evidentemente se preguntaba qué
hacía yo allí, con un equipaje insignificante, después de haber puesto un telegrama desde el aeropuerto. Dije que sí. La idea no me entusiasmaba, pero tenía hambre y no me parecía oportuno ponerme a deambular a aquellas horas por el barrio. 16
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mucho más lo hermosas". Las cosas no empezaban demasiado bien' Con el rabillo del ojo me pareció como si los dos jóvenes hubiesen hecho un ligero movimiento, pero tal vez fuese sólo una imPresión mía.
t:stilo años cincuenta, lo que aumentaba su incongmencia. A la ducha le faltaba Ia alcachofa agujercada, era simplemente un trozo de tubo del que salía un chorro de agua a la altura de la cabeza, pero lavarme me pareció la cosa más voluptuosa del munrlo: pesaban sobre mis hombros'ocho horas de :rvión, tres horas de permanencia en el aeropur:rto y de atravesar Bombay. l¡ hazaña No sé cuánto tiempo dormí. Tal vez dos horas, r¡rrizá más. Cuando me despertaron los golpecitos en l:r puerta fui maquinalmente a abrir, al principio ni siquiera me di cuenta de dónde me encontraba. La ioven entró con un ligero frufrú. Era menuda y llevrrba un sari vaporoso. Sudaba, y el maquillaie em¡rt'zaba a corrérsele por la comisura de los oios. llijo:
aquío, dije en voz alta. La habitación parecía limpia. Estaba pintada de verde claro y en las paredes había láminas con las esculturas eróticas de Khajuraho, me pareció, sin sentir mayores deseos de comprobarlo' La cama era muy baja, junto a ella había una butaca destartalada y un pequeño montículo de almohadones de colores. Sobre la mesita de noche reposaban varios objetos de forma inconfundible. Me desvestí y saqué una muda limpia. El baño era un cuchitril varias veces repintado con un cartel en la puerta que mostraba a una rubia a caballo de una Coca-Cola' El cartel estaba amarillento y manchado por los insectos, la rubia llevaba el pelo a lo Marilvn Monroe
nSoy de Xavier", un amigo Ella levantó y leí undije. la vista gran esrupor en su rostro. Había preparado su carta sobre la mesita de ,r,rc:he. Ella la miró y empezó a llorar. n¿Por qué acabó en un sitio como éste?", pregun, ttr. n¡'Qué hacía aquí? ¿Dónde está ahora?". EIla empezó a sollozar quedamente y yo me di , r¡t'nta de haber hecho demasiadas preguntas. uCálmese", diie. uCuando se enteró de que le había escrito se ,,rf ¿rdó muchon, dijo. u¡'Y por qué me escribió?>. uPorque encontré su dirección en la aeenda de \:rvicr,, diio ella, "sabía que eran ustedes muv ami,',,s, hace tiemnoo.
mala Saro, dije. .,Quiero una joven que se llama Vimala Sar". La mujer lanzó una rápida mirada a los dos jóvenes sentados en el sofá. oVimala Sar no trabaja aquír, dijo, ose marchóu. o¿Dónde ha ido?", Pregunté. oNo sé,,, respondió, npero tenemos .ióvenes
"Mi
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Se llevó una mano a la boca como para sofocar nuevos sollozos. uEn los últimos tiempos ya no era buenoo, dijo, oestaba enfermo". "¿Pero qué hacía?". "Hacía negocioso, dijo ella. "No sé, no me contaba nada, ya no era buenor. n¿Qué clase de negocios?n. "No lo sé", repitió, . Me dirigí al armarito y cogí una pequeña botella llena de un líquido anaranjado, un licor de mandarina. "¿Pero quiénes eran los de Goa?o, insistí, (¿recuerda al menos el nombre, algo?,. Ella sacudió la cabeza y se echó de nuevo a llorar. nl-os de Goa", dijo, "de Goa, no sé. Estaba enfermoo, repitió. Hizo una pausa y exhaló un hondo suspiro. nA veces parecía indiferente a todo", diio. otambién a mí. Lo único que le interesaba un poco eran las cartas de Madrás, pero luego al día siguiente volvía a estar igual". "¿Qué cartas?o. 20
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"Las cartas de Madrás", dijo ella con ingenuidad, como si fuese una información más que suficiente. <¿Pero de quién?", insistí, "¿quién se las escri_ bía ?". oNo lo sf", dijo, ouna sociedad, no 1o recuerdo, nunca me las dejó leer". él respondía?", Vimala "¿Y permaneció absorta. volví a preguntar. .Sí, respondía, creo r¡ue si, se pasaba horas enteras escribiendo". oSe lo ruego), dije, "procure hacer un esfuerzo, ¿qué era esta sociedad?". oNo lo sé", dijo,
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con esto basta; pero no era lo que querÍa decir, naturalmente. uHabrá un archivon, dije, (supongo>. EI sonrió con aire desolado y culpable. Tenía los dientes muy blancos y un agujero en la hilera superior. "Un archivo...>, murmuró. Súbitamente su expresión se tornó dura, tensa. Me miró con severidad, casi con desprecio.
mucha memorian.
El volvió a sonreír con su sonrisa triste y cul-
pable, y yo comprendí que me había equivocado de nuevo, que no era un don tener mucha memoria, en un lugar como aquéI. <¿Era amigo suyo?>. "En cierto sentidor, dije yo, ohace tiempo>. "¿Cuándo lo ingresaron?>. .,Hará casi un año, creo, después de los monzoNESD.
es mucho tiempo>, dijo. y luego prosioUnol-a añoépoca guió: de los monzones es la peor, llega tantísima gente>. 24
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nMe lo imagino>r, respondí.
¡t:f
El se cogió la cabeza entre las manos, como si
lexionase, o como si estuviese muy cansado. ,.No
:;c lo imagina>, dijo. <¿Tiene alguna fotografía :;rtya?> Era una pregunta sencilla y práctica, pero yo
tjtubeé al responder, porque también yo senti el peso rlc la memoria, y al mismo tiempo su inadecuu"iOrr. ,: Qué es lo que se recuerda de un rostro, en el fontlo? No, no tenía ninguna fotografía, tenía tan sólo rni recuerdo: y mi recuerdo era sólo mío, no podía ucr descrito, era la expresión que yo tenía del rostro rlc Xavier. Hice un esfuerzo y Ji¡", . nNo es una descripción muy précis¿rr, dijo é1, (pero de todas formas no importa, no recuerd.o a rringún ahorao. menos Pinto, alen Nos Janata encontrábamos una habitación muy gris,
inhóspita. En la pared del fondo había i.u" lina de cemento, como un lavadero. Estaba""u llená de Irojas de papel. Junto a la tina había una especie de rnesa alargada, también atestada de papeles. El mé_ rlico se levantó y se dirigió al fondo ae ú naUitación. Me pareció que cojeaba. Se puso a rebuscar entre los papeles de la mesa. Desde lejos tuve la impre_ sión de que eran hojas de cuaderno y pedazos de ¡,apel marrón, de embalaje.
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borrosos. n¿No será un drogado, verdad?", me Preguntó aceptamos a desde el fondo de la habitación. los drogados". "No Permanecí en silencio y sacudí la cabeza. uTal vez no>, respondí luego, (no lo creo, no sé>r(¿Pero cómo sabe que vino al hospital? ¿Está seguro?r'. oMe lo dijo una prostituta del hotel Khajuraho, que era donde se hospedaba, el año pasado". ..¿Y usted?>, preguntó, "¿también usted se hospeda allí?". oDormí allí la pasada noche, pero mañana me cambiaré, procuro no permanecer más de una noche
los lentes. Se frotó los ojos con el pañuelo como si Ios tuviese cansados o irritados. ..polvor, dijo. "¿El papel?>, pregunté yo. El bajó los ojos, me dio la espalda. uEl papelu, clijo, , dijo dejando caer formas "Delostodas (creono todos papeles, que es inútil buscarlo entre cstos nombres>. Me levanté instintivamente. Había llegado el mornento de despedirme, me pareció, eso era lo que rne estaba diciendo: que me marchase. pero él no pareció darse cuenta, se dirigió a un armarito metá_ Iico que en épocas muy remotas debió haber estado pintado de blanco. Rebuscó en su interior y cogió unos medicamentos que se metió apresuradamente cn los bolsillos de la bata, me pareció que los sacaba
en el cuandoélescon posible". mismo hotel, desconfianza. }{a' preguntó o¿Por qué?o, bía levantado una pequeña montaña de papeles entre los brazos y me miraba por encima de las gafas. ,.Porque sío, dije.
escogerlos. es manera está aquí,dijo, uSiiraún sinencontrarle la única a buscarlen, .,yo al azar, de ahora tengo que hacer mi ronda, si quiere puede acompañarme". Se dirigió a la puerta y la abrió. nHaré una ronda más larga de lo acostumbrado, csta noche, pero tal vez usted no considere oportuno venir conmigo>. Me levanté y le seguí. , dije. <¿Puedo llevar mi equipaje conmigo?u. EI vestíbulo que se hallaba a continuación de la puerta era un recinto hexagonal de cada uno de cuyos lados salía un pasillo. Estaba abarrotado de trapos, cle sacos, de sábanas grises. Algunas tenían manchas violetas y marrones. Enfilamos el primer pasillo a nuestra derecha; sobre el dintel había un le_
fotografía enmarcada con una casa que parecía un chalet suizo. Me pareció absurdo. En una ventana del chalet se veía un rostro femenino, pero la fotografia estaba descolorida y los contornos aparecían
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trero escrito en hindú, algunas letras se habían caído dejando una mancha clara entre las letras
rojas.
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r('rno que no va a ser un espectáculo agradable para rsted, son los que ya llevan aquí algún tiempo, su ;rrnigo podría estar entre ellos, aunque parece me rrnprobable".
I.e seguí y entramos en la habitación más grande visto en mi vida. Era casi tan grande como
,¡r-r"^ había
rrrr hangar, alineadas de las pare_ rlcs, a todo lo largohabía ademásyde en tres filas centrales, .rrl"r,
) rnejor dicho, camastros. Del techo pendían algu_ uas bombillas de luz mortecina, y yo me detuve un rr<.¡mento porque el olor era muy fuerte. Acurruca_ rlo.s junto a la puerta de entrada había dos hombres vlstidos de harapos que se alejaron apenas nos v tcron. nSon intocables>, dijo el médico. oson ellos los (lrre se ocupan de las necesidades corporales de los .'n.fermos, no, hay :nadie más que Jesemp.ñe erte ,rficio. Así es la Indiao. el primer camastro había un hombre anciarro.En Estaba completamente desnudo y I'urecía muerto, pero tenía los ojos muy delgado. desmesuiadanlente abiertos y nos miró.sin Ia -me.ror expresión. I'cnía un pene enorme abarquilrado sobre vientre. lrl médico se le acercó y leiocó Ia frente.elMe parer ió que le introducía algún medicamento en la boca, t)cro no pude verlo bien porque estaba a los pies dei r'¿rmastro. oEs un sddhur, dijo el médico,
procreadoo. vida Luego hapasó a otro enfermo y yo le seguí. Se ", rlctuvo ante cada lecho, mientras yo permanecía algo ;r¡rartado mirando el rostro del enfermo. Con alsu29
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nos se quedaba más tiempo, murmurando algunas palabras, repartiendo medicamentos' Con otros apenas unos instantes, tocándoles la frente. Las paredes estaban manchadas de rojo, por los esputos del betel rnasticado, y el calor era sofocante' O tal vez fuese el olor demasiado intenso lo que daba aquella sensación de ahogo. Los ventiladores del techo, sin embargo, permanecían inmóviles. Luego el médico volvió sobre sus pasos y yo le seguí en silencio. , dije, nentre éstos no está"' El volvió a apartar la cortina del vestíbulo con inmutable cortesía y me cedió el paso. .,El calor es insoportablen, dije, "y los ventilado-
res están parados, es increíbleo. uEn Bombay la tensión por la noche es muy baja", me respondió. .Y sin embargo poseen un reactor nuclear en Trobay, vi la chimenea desde el paseo del litoral". se desol-a aenergía unaa levísima sonrisa. de y luego los hoteles las fábricas, casi toda tinaEsbozó que tenemos Drive; aquí lujo y al barrio de Marine conformarnos". Echó a andar a lo largo del pasillo dirigiéndose en sentido contrario al que habíamos tomado al venir. "Así es la Indiao, concluyó. n¿Usted estudió aquí?", pregunté. Se quedó mirándome, ¡l rrl€ pareció ver cruzar por sus ojos un relámpago de nostalgia. "Estudié en Londresu, dijo, "y después me especialicé en Zuricho. Sacó su estuche de paja y cogió un cigarrillo. oUna especialización absurda, para la India. Soy cardiólogo, pero aquí nadie padece del corazón, sólo ustedes en Europa mueren de infarto". "¡'De qué se muere aquí?r, pregunté yo. 30
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<¿Es usted creyente?>, pregunté yo. oNorr, contestó, (soy ateo. Ser ateo es la peor de
lrrs maldiciones, en la India". Atravesamos el patio hasta detenernos frente a lrr puerta del pabellón. "Aquí dentro están los incurableso, diio,
pregunté. "lQué tienen?", lo que pueda imaginarse", dijo é1, .pero sea mejor que se vaya>. "Eso creo yo también>, asentí. ol-e acompañon, dijo é1. oNo, no se moleste, se Io ruego, seguramente po_ tlr'é salir por aquella puertecita de la verja, *" pu_ rcce que da a Ia caller. uYo me llamo Ganeshr, dijo, og6rno el dios ale_ l1re con cara de elefanter. También yo Ie diie mi nombre antes de alejar_ nre. La puerta se hallaba a pocos
"Todo lul- vez
de r¡n seto de jazmines. Estaba abierta.pasos, Cuandodetrás me vol_ ví a mirarle, todavía me dijo: oSi lo encontrara, ¿de_
lro decirle algo?n.
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(No, por favorn, dije yo, "no le diga nadao' un sombrero H se'quitO la peluca to-o si fuese a la calle' salí Yo me hizá una leve reverencia' v'r,.tabu se esaceras las de gente amaneciendo y Ia enrollando áUu a"rp"rtando. alg"ttot estaban se hallaba las inesteras del reposo "oJt''""o' La calle entre el escuervos quea revoloteaban vadida porlaslosvacas' la escalinata de la entraJunto tiércol áe conductor dorá"-i.Ul" un taxi desvencijado cuyo la cara apoyada en la ventanilla' ;ob" ' .Tajcon Mahal', dije al subir'
III Los únicos habitantes de Bombay que no se preocupan del dercho de admisión vigente en el Taj Mahal son los cuervos. Descienden lentamente hasta la terraza del Intercontinental, se posan ocio_ sos en las ventanas moghul del edificio más antiguo, se encaraman entre las ramas de los mangos del jardín, revolotean sobre la perfecta alfombra de Serodaja rodea acercarían a bela piscina. la bercésped de los que bordes o picotearían de naranja de la copa del martini si un concienzudo sirviente enfundado en una flamante librea no les espan_ tase con una maza de cricket, como en un absurdo partido dirigido por un estrafalario maestro de ceremonias. Con los cuervos hay que tener cuidado, tienen el pico muy sucio. El ayuntamiento de Bom_ bay se ha visto obligado a cerrar con cubiertas los enormes depósitos del acueducto porque más de una vez los pájaros, que se encargan de reintroducir en el "ciclo biológico, los cadáveres que los parsis ex_ ponen las Torres del Silencio (existen numerosas torres en en la zona de Malabar Hill), habían dejado caer algún bocado. Pero, a pesar de estas medidas, el
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municipio evidentemente no ha resuelto el problema de las ratas' ititi¿"i.", porque luego está el problema las cloacas' de á"-to, insectos, de las infiltraciones Puede hacerse *i;; .,o U"U"t el agua de Bombay' depuradoras propias Lr r.: Mahal, que posee sus "" de su agua' Porque el Taj v q"" "ira orgrrilá,i'imo sus ochocientas habitaciones es un hotel: conde la ciudad' dentro una ciudad io^", un Cuando entré en esta ciudad fui recibido por y turfaja con po.i"t" disfrazado de príncipe indio' una recepción bante rojos, que me condujo hasta ifu*u","" de oiopeles donde había otros empleados asimismodisfrazadosdemaharaic'Probablemente al pensaron que también yo iba ,disfrazado' pero pobre' contrario, que era un ritacho disfrazado de habiuna e hicieron Io imposible para encontrarme mobiliario del tación en el ala noble dll edificio' la t"i*t y ventanales sobre el Gateway of India' Mi impulso fue decir que no había ido allí por con ;;fi; iuestiones estéticas, sino tan sólo para dormir
su á"r.u.udu comodidad, y que podían instalarme averdiscreción en una habitación con mobiliario con gonzosamente moderno, incluso me conformaba me Eilur"u.i"los del Inter-Continental' PeroLaluego de suite desilusión' p"t"li¿ cruel depararles esta demaEra rechacé' la i;;;""t, en cualquier caso' pero evidentemente siado para una persona sola' para mante;; p"; cuestión de precio, especifiqr'é optado' t"r^"t tono estilístico por el que ya había me maletita mi era imponente' habitaciónpor víai misteriosas y reposaba había La precedido banquitá de cuerda' la bañera estaba ya un sobre y luego llena de agua y espuma, me sumergí en ella 34
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rne envolví en una toalla de lino, las ventanas daban ¡rl mar de Omán, ya era casi de día, con una luz rosada que teñía la playa, la vida de la India, bajo el Taj Mahal, reemprendía su hormigueante activi-
rlad, las pesadas cortinas de terciopelo verde se desIizaban suaves y mórbidas como un télón, yo las hice L\vanzar sobre el paisaje y la habitación fue sólo ¡rcnumbra y silencio, el perezoso y confortable ronroneo del gran ventilador me arrulló, apenas el tiempo de pensar que también eso era un lujo superfluo l)orque la habitación estaba perfectamente climatinda, y llegué de pronto a una vieja capilla sobre trna colina mediterránea, la capilla era blanca y hacia c'alor, estábamos hambrientos y Xavier, riendo, sat'aba de una cesta bocadillos y vino fresco, también lsabel reía, mientras Magda extendía una manta s<-¡bre la hierba, a lo lejos y a nuestros pies se veía cl azul celeste del mar y un asno solitario merodealra aun ('ra sombra de era un sueño, Ia recuerdo la capilla. real: miraba pero en lanooscuridad de la lrabitación y veía aquella escena lejana que me palccía un. sueño porque había dormido muchas horas y mi reloj marcaba las cuatro de la tarde. permanccí largo rato en la cama pensando en aquellos liempos, revisité paisajes, rostros, vidas. Recordé Ias salidas en coche hasta las pinedas, los nombres (lue nos habíamos dado, la guitarra de Xavier y la voz cristalina de Magda que anunciaba con irónica ¡¡r'avedad, imitando a los pregoneros de las ferias: ¡señoras y señores mucha atención, tenemos con nosotros al Ruiseñor italiano! y yo seguía el juego v empezaba a cantar viejas canciones napolitanas, rrnitando los gorjeos anticuados de los cantantes de 35
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y
aplaudían'
reíanotros tiempos, mientras todos había resignado: y me Entre nosotros y" ;;; Rot*' Pero diruiseñor' inicial de Rouxinotl^"" pott"gués bonito y exótico' .t"'"tt O"t".ia i"ti"'" "" ""-Ure revisité ios no había razón pu'u ""fu¿arse' Y luego qué? veranos sucesivos' tU^gau llorosa'.P"lté' ¿por
tll1'
lnsoera justo? ¿E I-sabei v sus ilusioi"tl contornos asumieron rec"erdos áo aquelloi ;;;;" l por provectados como si fuesen ;;#i;;, nítidos y salí de Ia una máquinu ,oo'" iu fu'"d' me levanté habitación' y algo temA las seis es algo tarde para comer
decía mi prano para cenar'-p"to "t' "l tui Mahal' se puede guía, gracias a sus cuatro restaurantes piso del Apocomer a cualquierhora' En el últimopero era realllo Bunder estaba el Rendez-Vous' caro' Hice mente demasiado íntimo' Y demasiado una mesa junto una escala en el Apollo Bar y e.legí primeras de la tercaza mirando era las una gurrJ'L -tia.i"ra luces del crepúsculo, el paseo costero buen de nalda, tomé dos gin-tonics que me.pusieron largo tutt" a Isabel' Escribí humor y escribí Le todo. .ár, pario.,, y se lo conté rato, de un tirón,""'u y mi viaje' de hablé de aquello; dr"J lejanos' y de con eI tiemaflorar cómo los sentimientos vuálven a habría pensado jamás qt" o.. i" ál:I".bté" ;á'u' la alegria inconsdecirle, y cuanclo releí la cárta' con me dí cuenta ¿"f que ha bebido en ayunas'para Magda' se "i*i"que aquella t-tu el fondá era de
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tuosa, tal como habria hecho un príncipe disfrazado de pobre. Y luego, cuando acabé de cenar, era de noche, el Taj se estaba animando fulgurante de luces, sobre el césped en torno a la piscina los sirvientes cn librea estaban preparados para ahuyentar a los cuervos, yo me instalé en un sofá eri medio de aquel hall del tamaño de un campo de fútbol y me dediqué recuerdo quién dijo que acncontemplar el lujo.delNomirar hay siempre algo de la pura actividad sadismo. Intenté inútilmente recordar quién fue, pensé que había algo de verdad en aquella frase: y así miré incluso con mayor voluptuosidad, con la perfecta sensación de ser sólo dos ojos que miraban mientras yo estaba en otro lugar, sin saber dóncle. Miré a las mujeres y a las joyas, los turbantes, los feces, los velos, los trajes largos, los vestidos de noche, los musulmanes y los millonarios americanos, los reyes del petróleo y los sirvientes cándidos y siinlenciosos: escuché risas, frases comprensibles comprensibles, susurros, frufrús. Y todo estoe no cesó ni un instante durante toda la noche, casi hasta cl alba. Luego, cuando las voces se espaciaron más y las luces se amortiguaron, apoyé la cabeza sobre Ir-¡s almohadones del sofá y me dormí. No demasiado tiempo, porque el primer barco para Elephanta, enfrente mismo del Taj, zarpa a las siete: y en aquel barco, además de una madura pareja de japoneses con máquina fotográfica colgada al cuello, iba también yo.
aunque' dijese había escrito estrujé entre los dedos y la u'í luciertamente' Isabel"fayella' .Querida a la primera planta' enbajé fa áeje "r, "l t""itlro' una cena suntré en el Tanjore Restaurant y pedí 37
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lejanas: algún minuto de sueño, tal vez. Estaba muy t:ansado.
El dijo: n¿Cómo ha dicho?".
"Me refería a los cuerposo, dije yo, (4 lo mejor s()n como maletas, nos transportamos a nosotros urismoso.
IV cuerpos>' dijo el nQué hacemos dentro de estos en la cama con' ."noi qrr" se disponía a acostarse tigua a lu *tu-'--r^ 'vo, tal vez no Su voz no tenla un tono interrogatr constatación' a su era una pregunta, era sólo una sido una pregunta manera, de todos modos hubiera proceresponder'y a la que no habría podidg La luz amarilla cra dente de los u"¿"tJt á" lu "'iu"ión sombra su dibujaba en las t"*J; desconchadas con l\gereza' delgada que se -ouiu en la habitación me pareció' como se con prudencia y discreción' se oía una voz lenta y mueven los indios' A lo l"iot o un lamento solimonótona, lal vez t"u plágu'ia lamentos que se extario y sin esperanza' como esos sin p-edir nada' Para presan únicamente a si mismos' La India también era
Il;;; i*po'ibl" descifrarlo' son-idos romos' indiferenciados' csto: un tln-i'''erso de
indistinguibles' dije yo' .Tal vez viajamos en su interior>' desde su tiempo cierto un Debía haber ;asad; en consideraciones primera frase, *" ttuUiu perdido 38
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Encima de la puerta había una veilleuse azul, ('omo en los vagones de los trenes nocturnos. Al mezr:larse con la luz amarilla procedente de la ventana t'reaba una luz verdosa, como de acuario. Le miré y bajo la luz verdusca, casi luctuosa, vi el perfil de rrn rostro afilado, con una nariz ligeramente aquilina, las manos sobre el pecho. (¿Conoce a Mantegna?", le pregunté. Mi pregunla también era absurda, aunque no menos que la suya, ciertamente. nNo'r, dijo, u¿es un indio?n. .Es un italianoo, dije yo.
inglesesu, "Sólo que conozco conozco ason ingleses". dijo, "los únicos eurol)eos El lamento lejano volvió a oírse con mayor intcnsidad, ahora era muy agudo, por un instante pensó que pudiera tratarse de un chacal.
oEs un animalr, dije, "¿usted qué cree?>. nCreía que era un amigo suyo), respondió en voz
baja.
,,No, non, dije, nme refería a esa voz que llega tlc fuera, Mantegna es un pintor, pero yo no le corrocí, murió hace varios siglosu. El hombre respiró profundamente. Iba vestido rle musulmán, esto pero noenera lo compren(pero nYo he estado rlí. blanco Inglaterra", dijo, también lrablaba francés, si lo prefiere podemos hablar fran39
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hi'
si céso. Su voz era absolutamente neutra' como una de ventanilla una a ciese una afirmación frente turbó' qué' me por uiilirru ministerial; y esto, no sé ;;. ;" jainistao, dijo tras unos segundos' "llora por
la maldad del mundo"' R"rpotdi, oAh, claroo, porque había entendido lamento que se oía a lo leios' se refería al muchos jainistaso' dijo lueno hay uio.u Bombay q""oEn go .ot el tono de quien explica el hecho a un turisreligión iu, n"t el sur sí, aln hay muchos' Es una muy hermosa y muy estúpida'' Lo dijo sin ningúrt mismo tono neutro de desprecio, siempre lott
"i"
deposición. o¿Usted qué es?o, pregunté, culpe mi indiscrecióno'
"le ruego que dis-
dijo' "Soy jainistao, dio las doce campanadas estación la nf ieü¡ de lejano cesó bruscalamento El de la medianoche. emmente, como si esperase el tañido del reloj' "Ha este udesde pezado un nuevo dían, dijo el hombre' momento es un nuevo dían' Permanecí en silencio, sus afirmaciones no daban lugar a interlocuciones' Pasaron unos minutos' me p"?".rá que las luces de los andenes se habían debiiituao. Lá respiración de mi compañero era ahora pausada y l"tia, como si durmiese' Cuando de nuevo habló tuve una especie de sobresalto' "Voy a Varanasi,', dijo, o¿usted adónde va?o' nA Madráso, dije yo. ..Madrás', dijo é1, usí, sío' dice que el .Me gustaría ver el lugar donde- se portugueses los martirio' el sufrió Íomás apóstol allí una iglesia en el siglo xvl' no sé
"á"t,ttv"ton 40
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si seguirá en pie. y ruego debo ir a Goa, a consurtar una vieja biblioteca, ésa es la razón por la que he venido a Ia India,. "¿.Es un peregrinaje?u, preguntó é1. Dije que no. O mejor dicho,-si, pero no en tido religioso de Ia palabra. foao ió _ás era el sen_ un itinerario.personal, te huellas.
¿cómo decirlo?, buscaba únicamen_ , dijo mi oTodos los europeos son católicós, compañero. de alguna for_ ma,,, dije yo. oO en definitiva cristianos, es práctica_ mente lo mismoo.
El
repitió mi adverbio como
si lo saborease. lo1bre Hablaba un inglés muy elegante, con pequeñas pausas y arrastrando las conjunciones
tras hesitación, como acostumbrán a hacer una Ieve universidades, reconocí. opractically...en algunas dijo, "curiosas parabras, cuántas u"."í ras Actually>, he oído en frecuenteInglaterra, europeo, los Siguió mente estasustedes palabrasu. una.riitirun pausa más larga, p:r1 cgmprendí que no había u.ubudo de hablár. "Todavía no he podido establecerci po. pesimis_ rno o por optimismoo, prosiguió, .,¿usted "s quá cree?o. Le.pregunté si podía mejor. .Oh',, dijo, difícil"*p1i.u.r"" explicarse mejor. yerá, a "s5 veces me pregunto si es una palabra que berbia o si en cambio significa ,irri.u_"rrt"indica so_ cinismo. Y quizá mucho miedo, timbién. ¿tvt"
"o*prende us,.No lo séo, dije yo, (no es muy pero vez la palabra "prácticamente,, no quiera tal decir prácfácil. ticamente nadao. Mi compañero se rió. Era la primera vez que ted ?n.
lo
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hacía. aEs usted muy hábilr, dijo, ..me ha ganado y a la vez me ha dejado ganar, prdcticamente>. También yo me reí, y luego me apresuré a decir: "De todas formas, en mi caso es prácticamente miedou. Permanecimos unos instantes en silencio, luego mi compañero me pidió permiso para fumar. Rebuscó en una bolsa que tenía junto a la cama y el olor de esos cigarrillos indios diminutos y aromáticos, hechos con una sola hoja de tabaco, se propagó por la habitación. .
que nos hemos conocido, nuestras actuales maletas. e deseo buen viaieu. "También yo ," lo deseo a usted>, respondí.
bro muy extrañor>. "¿Sólo extraño?rr, pregunté. Pareció dudar. uTambién lleno de soberbiao, dijo, (y no lo digo con mala intención>.
Sende la se estación media. dio las doce quereloj tía El iba apoderando el sueño deymí. Desde el parque de detrás de las vías llegó el graznido de los cuervos. . Mi compañero apagó el cigarrillo y tosió levemente.
cinco>.
mío sale poco despuésu, dije. uOh, no tema)), dijo é1, ael sirviente le despertaque no tendremos oportunirá a"Eltiempo. Supongo dad de volvernos a ver con las apariencias bajo las 42
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Mi guía sostenía que el mejor restaurante de Madrás era el Mysore Restaurant del Coromandel y yo sentía gran curiosidad por comprobarlo. En la boutique de la planta baja compré una camisa blanca, a la india, y un par de pantalones elegantes. Subí a la habitación y me di un largo baño para eliminar todas las escorias del viaje. Las habitaciones del Coromandel poseen un mobiliario a imitación del estilo colonial, pero de buen gusto. Mi habitación daba a la parte de atrás, sobre una plazoleta amarillenta rodeada de una vegetación selvática. Era una habitación muy espaciosa, con dos carnas amplias cubiertas por dos colchas bastante bonitas. Al fondo, cerca de la ventana, había un escritorio con un ca.ión central y tres a cada lado. Fue pura casualidad que eligiese el último cajón de la derecha para dejar en él mis papeles. Acabé por bajar mucho más tarde de lo que ha-
bría deseado, pero de todos modos el Mysore estaba
con ¿rbierto medianoche. restaurante mesas redonsobre la piscina, Era uncon grandes hasta vidrieras das y biombos de bambú pintados de verde. Las lam47
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u¿Cómo dice, por favor?,, respondí con el cepi.. entre llo los dientes. uHay una señora que desea hablar con usted>, repitió la voz del telefonista. Oí el clic de la cen_ tralita y una voz femenina, grave y decidida, dijo: -habitación "Soy la persona que ocupaba su hasta csta mañana, es absolutamente necesario que hable connSi usted, estoy en el vestíbulo>. me da cinco minutos me reúno con usted en el English Bar", dije,
y había paritas de las mesas despedían luces azules' tarima tatastante ambiente' Un músico' sobre unauna música con velada pizad.ade rojo, amenizaba la -*"y las entre precedió ái..tet;' El camarero me hora de aconsey se mostró muy solícito a Ia -"iut tres platos y j;; ío-qrr" podía to*"t' Me concedí casi bebí jugo de mango fresco' Los clientes eran todos hindúes, p"Á "" la mesa próximaprofesoral a la mia había dos caballe.o' i"gl"'"s de áspecto una conMantenían O"" ft"UfuUan de arte dravídico'y durante toda la noy competente' grave versación
chemedivertícontrolandoenmiguíasilasinformaeran ciones que se intercambiaban recíprocamente incurría exactas. De vez en cuando uno de los dos no reparecia otro el en errores cronológicos' pero escupu.u, en ello. Son iuriosas las conversaciones coviejos eran chadas por azar" hubiera dicho que le uno cada i"g". ¿" universidad, y sólo c¡a.ndo día al vuelo del t'uUiá confió renunciado al otro comprendí que se habían Colombo tie;i""," paraq,'" a punto estuve salir aquel mismo día' Al luepero "o"no.i¿o de entrar en el English Bar del vestíbulo' una necesitaba go consideré que i'i tu"'uttcio no áyrdu alcohólica y subí a mi habitación' lavando los Cuando sono el teléfono me estaba que sería la dientes' En un primer momento pensé una conesperaba que Theosophical Society, de la hacia dirigía me iir_u.i¿., telefónica, pero mientrashabida de cuenta el teléfono d".cart"' ia hipótesis' cenar había avi' la hora. Luego recordé qué antes-de sado a recepciÓn de que la baño funciogrifo del nDiscúlpeme' t""f' Én efecto era unrecepción' usted'n ""i" señor, hay una señora que desea hablar con 48
lo>.
"Prefiero subir yo,, dijo sin darme tiempo a replicar, (es algo de la máxima urgencia,. Cuando llamó, apenas había acabado de volverrne a vestir. Dije que la puerta estaba abierta y ella abrió deteniéndose un instante a mirarme. El pasi
IIo se- hallaba en penumbra. que llevaba un foulard sobreSólo que era los homtror. alta y n.rtrJ cerró la puerta. yo estaba sentadovien una butaca, a^plena luz, y me -levanté. No dije nada, esperé. y cfectivamente ella habló. Habló ,i, urru.rru, un solo l)aso, con la misma voz grave y decidida que tenía ¡ror teléfono. . dije yo, ula India es misteriosa por defi_ . ..Oigau, nición, pero la enigmística no es mi fuerte, evíteme t'sfuerzos inútilesr. Ella me miró c n e n t e he de j a d o : lilll l"; r
"f "';:"#llli. ""'jti,i,i;,..
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que me pertenecen), dijo con calma. uHe venido a recogerlos". ulmaginaba que volveríar, dije yo, , dije, "y me aseguraron que iban a venir a arreglarlo en seguida. Es un ruido insoportable, sospecho que no me ayudará a con-
ciliar el sueñon. Ella sonrió. Se había apoyado contra la cómoda de mimbre y un brazo le colgaba inerme junto a la cadera como si estuviese muy cansada. "Creo que tendrá que acostumbrarseo, dijo. "Yo he estado aquí una semana y he pedido cientos de veces que lo reparasen, luego me resigné." Hizo una pausa "¿Es usted francés?". oNo,>, respondí. 50
Me miró con aire deshecho. ..He venido en taxi desde Madurair, dijo, ollevo uiu¡u.ráo todo el díau. Se pasó el foulard sobre la frenL .o*o si fuese un
pañuelo. Durante breves instantes tuvo una expre_ s-ión desesperada, me pareció. nLa rndia to..iuj"", dijo, "y las carreteras un infiernoo. ", está Madurai?". "Madurai muy lejoso, repliqué, ,,¿por qué yendo a Trivandrum, después desde allí .. "Estaba ibaairaColombo,. uPero desde Madrás también hay ) vuelos a Colomboo, objeté. quería coger ese vuelor, dijo ella,
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esperase mi confirmación. Me miró como si estúpidou, es muy "Efectivamente dije yo, nla trans_ ferencia de todo ese dinero es una estafa de altos 51
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vuelos, y luego usted se permite una distracción tan garrafal". oDebí estar demasiado nerviosao, dijo ella. *O demasiado ofuscada por la venganza", añadí' nSu carta era todo un ejemplo, una venganza fetoz' Y él no puede hacer nada, si usted llega a tiempo' Es sólo una cuestión de tiemPo''
Sus ojos relampaguearon mirándome en el esvipejo. Luego, súbitamente, se dio media \'uelta, mi también trante, con el cuello tenso. "¡Ha leído
carla!o, exclamó con desPrecio. nlncluso he copiado una parte), dije yo' Ella me miró con estupor, o con temor, tal vez' murmuró, n¿Por qué?,'' n¿Copiado?), - .S¿lo la parte final,, dije yo, "lo siento, fue superior a mí. Por lo demás ignoro a quién iba dirigida, sOlo deduzco que es un hombre que ha debido hacerle sufrir mucho,. rico', dijo ella, creía que podla uEra demasiado todo, incluidas las personas)' Luego hizo comprarlo un gesto nervioso, señalándose a sí misma, y yo entendí. oOiga, creo comprender vagamente cómo ha ido todo. Usted no ha existido durante años enteros' ha sido únicamente un testaferro, hasta que un día decide darle una realidad a este nombre' Y esta realidad es usted misma. Pero yo lo único que sé de usted es el nombre con el que ha firmado la carta, es un nombre muy común y no tengo intenciones de saber nada másr.
nYar, ella, nel mundo está lleno de Margareths". dijo Se alejó del escritorio y fue a sentarse en el ban52
quito del tocador. Apoyó los codos sobre las rodi_ llas y se cogió la cara entre las manos. Así perma_ rreció largo rato, sin decir nada, ocultando i., ,or_
tro. o¿Qué piensa hacer ahora?u, pregunté. "No lo sé), respondió, ntengo muóho miedo. De. bería estar en ese banco de Colombo mañana, de lo contrario todo ese dinero se esfumar.
todas formas usted ya yo me creo. reí. .De estáTambién acostumbrada, El problema es sólo mío.> 53
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VI (Le corps humain pourrait bien n'étre qu'une apparence), ái¡o. "il cache notre réalité' il s'épaissit sur notre lumiére ou sur notre ombreo' Levantó Ia mano y trazó un gesto vago' Llevaba una casaca holgada, blanca; y la manga fluctuó sola b." ,,, muñecaáelgada. uOh, pero esto no loladice teosofía. Victor Hugo, I¿s kavailleurs de Mer" ' levantó con el agua un Sonrióelyborde me llenó fuese Lo brindis' comoélsi ',uto' hasta luego también yo levanté el Y pensé. qué?, ¿Por u^rá y dije: oPor Ia luz y las sombraso' Ei volvió a sonreír. oEspero que me disculpe por esta cena demasiado frugal', dijo, opero era la única forma de poder .otl,.,iu' con cierta tranquilidad después dé su breve visita de esta tarde' Lamento qrre mis precedentes compromisos no me hayan peráitido recibirle con más comodidad"' oEs un privilegio', dije yo, (es usted muy amamás de lo que me habría atrevido a ble, es esperar). -.r.ho
oCasi nunca recibimos invitados extraños en nuestra sedeo, prosiguió con eI mismo tono de vaga 54
.¡ustificación, (pero creo haber comprendido que no es usted un simple curiosou. Me di cuenta de que mi mensaje un poco misterioso, mis llamadas telefónicas, mi visita aquella misma tarde en la que sólo había aludido a una (persona desaparecidao no podían continuar en aquel tono de alarma cifrada. Se hacía necesario explicarse con claridad, con exactitud. ¿pero qué era Io que quería preguntarle, después de todo? Sólo una remota noticia, una traza hipotética: un posible eslabón hacia Xavier. , dije, .,se llama Xavier Janata Pinto, ha desaparecido desde hace casi un año, las últimas noticias suyas las he obtenido en Bombay, pero tengo mis razones para creer que estaba en contacto con la Theosophical Society, y éste es el motivo que me ha traído aquí,. u¿Sería una indiscreción preguntarle cuáles son los motivos que le hacen creerlo así?,, preguntó mi anfitrión. Entró un camarero con una bandeja y los dos nos servimos con parsimonia: yo por educación, él seguramente por costumbre. oDesearía saber si era miembro de la Theosophi_ cal Society", dije. Mi anfitrión me miró con intensidad. oNo lo erar,
afirmó quedamente. ,,Pero mantenía correspondencia con ustedes>.
insistí. nTal vezu, dijo é1,
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rero esperaba, algo apartado, con la bandeja entre las manos. A un gesto de mi anfitrión desapareció discretamente'
oPeseemos un archivo pero está reservado a nues-
tros sqcios. Sin embargo no incluye la correspondencia privada", esPecificó. io aserrtí en silencio, porque me di cuenta de que estaba dirigiendo la conversación a su antojo direc' y a" qrr" era inútil proseguir con preguntas tas y demasiado exPlícitas' u¿Co.to.e usted Ia India?o, me preguntó al cabo de un rato. <r, respondí, (es la primera vez que vengo' todavía no sé muy bien dónde estoy>' ..No me refería concretamente a la geografía"' especificó,
, dijo é1, <¿qué es?". nEs un licor italiano, ahora apenas se encuentra, solía beberse en los salones burgueses del siglo xrx, es un licor dulzón y pegajoso. Herman Hesse me hace pensar en el rosalio. Cuando regrese a Italia le mandaré llarse". una botella, si es que aún puede haEl me miró sin comprender si lo mío era inge-
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nuidad o insolencia. Naturalmente era insolencia,
no era eso lo que pensaba de Hesse. .,No creo que pudiera gustarme", dijo con sequedad. , me preguntó de pronto, sin dejar de mantener los ojos cerrados. .,No creon, dije yo. Y luego añadí: ..No, no lo soy, sólo tengo cierta curiosidadr. El abrió los ojos y me miró con malicia, o con ironía. (¿Hasta dónde ha llegado su curiosidad?". .,swedenborgo, dije yo, "Schelling, Annie Besant: algo de todos ellos". El pareció demostrar interés y yo especifiqué: oA algunos he llegado por vias indirectas, por ejemplo Annie Besant' La tradujo Fernando Pessoa, es un gran poeta portugués, murió y siendo cincoo. un perfecto desconocido en el treinta nPessoao, dijo é1, "ciertamente>.
<¿Le conoce?r, pregunté yo. uAlgor, dijo é1, (como usted de los demáso. , dije, (era un hermano de la Rosa Cruz, escribió una serie de poemas esotéricos titulados Passos da Cruzrr. oNo los he leídoo, dijo mi anfitrión, (pero conozco algo de su vidan. u¿Sabe cuáles fueron susfueron?o. últimas palabras?o. .,NOrr, contestó, "¿cuáles
"Dadme mis lentes", dije. ,.Era muy miope y quiso pasar al otro lado con los lentes>. Mi anfitrión sonrió sin decir nada. , dijo é1. "Sí", dije yo, . Mi anfitrión se levantó con lentitud, me hizo señas de que siguiera sentado y atravesó la estancia. "Discúlpeme un minuton, dijo saliendo por una puerta del fondo, "póngase cómodo, se lo ruego>. Permanecí sentado mirando al techo. Debía ser ya bastante tarde pero mi reloj estaba parado. El Me pareció silencio tic-tac un reloj, oír elfuese enera otraabsoluto. pero talvez habitación, el de rechinar de alguna madera o mi imaginación. El sirvien59
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te volvió a entrar sin decir palabra y retiró la bandeja. Empezaba a advertir un ligero malestar que, unido al cansancio, me provocaba una sensación de incomodidad, como una especie de indisposición' Finalmente mi anfitrión regresó y antes de sentarse me tendió un sobrecito amarillo. Reconocí inmedia' tamente la caligrafía de Xavier. Abrí el sobre y leí Maestro y Amigo,Iasa cirnota: Querido la siguiente de ttolver pa' mi vida no me permiten cunstancias sear por la arilla del Adyar- Me he conttertido en un ave nocturna, y prefiero pensar que así lo ha querido mi destino. Recuérdeme tal como me ha cono' cido. Atentamente X.La fecha decía: Calangute, Goa, 23 de septiembre. Miré a mi anfitrión con expresión estupefacta' El se había sentado y me escrutaba con curiosidad, me pareció. oEntonces ya no está en Bombay', dije,
dígamelo." El cruzó las manos sobre las rodillas y me habló con suavid¿61. oNo lo sér, dijo, "no conozco la vida que lleva su amigo, no puedo ayudarle, lo siento' Tal vez los avatares de su vida no le han sido favorables, o tal vez él mismo lo haya querido así, nunca conviene saber demasiado de las apariencias de los demáso. Me dirigió una tímida sonrisa y me dio a entender que no tenía nada más que decirme sobre el tema. n¿Se queda algunos días en Madrás?o' nooNoo, dije, el días, salgo de estalargo aquí "llevo tresun autobús para billete che, ya tengo recorrido". 60
Me pareció como si por sus ojos cruzase un aire de desaprobación. "Es el motivo de mi viajen, sentí la necesidad de explicar. uVoy a consultar un archivo en Goa, tengo que hacer un estudio. Habría ido de todas formas, aunque la persona que busco estuviese en otra parte). preguntó. ha visitado de nuestro "He estado en Mahabalipuram y en Kanchipu_ ramD, dije, ul¡s visto todos los templos,. n¿Qué
país?o,
n¿Ha dormido allí?" .Sí, en un hotelito estatal muy barato, fue todo
lo que encontré>.
nCreo que se ha hecho tarde, tengo todavía mucho que escribir esta noche, permítame que le acom_ pañeo.
Me puse en pie y él me precedió por el largo pa_ sillo hasta la puerta principal. Me detuve un instante en el vestíbulo y nos estrechamos la mano. Al salir le di brevemente las gracias. El sonrió sin con_ testarme. Luego, antes de cerrar la puerta, me dijo: "La ciencia ciega ara vanos terrones, la fe insensata vive el sueño de su culto, un nuevo dios es sólo una palabra, no creer o buscar: todo está ocultoo. yo pasos descendí escalones algunos los escasos por el sendero y dipronto de grava. Luego de comprendí, y me di la vuelta rápidamente: eran versos de
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que me los.habt" 1l:l: una poesía de Pessoa' sólo reconocido en seguren inglés, por eso no los había Pero Ia puerta ," Itu-uba Navidad' il.t"i;;;; al final del sendero' ya estaba cerrada y "i-'i'ui""te' '*" Para cerrar la verja' "rp"raba
VII El autobús atravesaba una llanura desierta y alguna que otra aldea adormilada. Tras un tramo de carretera montañosa con curvas cerradísimas abordadas por el conductor con una desenvoltura que consideré excesiva, ahora avanzábamos por unas rectas enormes, tranquilas, bajo la silenciosa noche india. Tuve la impresión de que fuese un paisaje de palmitos y arrozales, pero la'oscuridad era demasiado profunda para poder decirlo con seguridad y la luz de los faros sólo atravesaba fugazmente los campos durante algunas sinuosidades del camino. Según mis cálculos, si el autobús había empleado el tiempo previsto por el horario de recorridos, Mangalore no debía estar lejos. En Mangalore podía optar por dos soluciones: una espera de siete horas para tomar el autobús de Goa, o un día en el hotel y esperar el autobús del día siguiente. Estaba indeciso. Durante el trayecto había dormido poco y mal, y me sentía algo cansado; pero un en Mangalore entero no decía me atraia dia que particularmenosituada en el te. De Mangalore mi guía mar de Omán, la ciudad no conserva prácticamente 62
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e indusnada de su pasado' Es una ciudad moderna un plun urbanístico racional y un aspecto ,.iul, "o.t Una de las pocas ciudades de la India don""J"i-". de no hay absolutamente nada que vern' haciendo cábalas sobre la decisión a toSeguíá ".,ru.tdo el autobús se detuvo' No podía ser -u., il;;g;bt", nos hallábamos en pleno campo' El conalgunos pasajeros separada bajaá,r.tá, apagó el motor y que era u,na breve ron. Al principio pensé pero pu.u tuti.fu... lur-,t"cesidades de los viajeros' parada la que pareció quince minutos me iát^d". 'r" prolorrgaba más de lo normal' Además eI conduc' sobre el iát' ," rrÁia abandonado tranquilamente otro rátp"ia. del asiento y parecía dormido' Esperé bajado cuarto de hora. Los pasajeros que no habían turbante el con viejo áorrrriu" pacíficamente' El una sentado fiente a mí había sacado de una cesta pacien' con i.tg",it" de tela y la estaba enrollando las arrugas cada vez cuidldosamente tela' Le murmuré al oído una pre.]"1 á"UfuUa la l"á "rit""¿o una sonrisa ü"",", pero él se volvió y me miró con
vacua,dándomeaentenderquenocomprendíu:Y" orilla de la asomé por la ventanilla y vi que a una
una escarretera, en una explanada de arena' había Parecla iluminado' oecie de cobertizo débilmente de tablones' una mujer estaba vi a alguien que entraba' -- tu p.t"rta, "., O".i¿i pedirle explicaciones al conductor' Lamenduran' taba tener que d"'ptrtarle' había conducido informar' mejor fuese te muchas horas, pero tal vez
fi;";;";;"i;;h.
aire .e. Bru un hombre grueso que dormía con con la boca abierta, le toqué "t' 'in hombio y él me miró confuso. 64
..¿Por qué estamos parados?>, pregunté.
lo eso.
, me contestó el conductor sin perder Ia calma. ,.Por eso estamos espe-
randor. Se arrellanó nuevamente en el asiento dándome a entender que le agradaría continuar durmiendo. Yo seguí hablando, ahora ya con tono resignado. "¿Cuánto tiempo vamos a estar parados?o. oOchenta y cinco minutosn, respondió con una exactitud que no supe si atribuir a la educación británica o a una forma de refinada ironía. y luego prosiguió: "De todas formas, si está cansado de esperar en el autobús, puede bajar, aquí al lado hay una sala de esperao vez fuese piernasque estirar las Decidi un poco para tal distraer espera. La noche lamejor era suave y húmeda, y despedía una intensa fragancia ó5
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de hierbas. Di la vuelta al autobús, me fumé un cigarrillo apoyado en la escalerilla posterior y luego áe dirigí hacia la ..sala de esperao' Era un barracón bajá y estrecho, con un farol de petróleo colgado d! lá puerta. Sobre la jamba se levantaba la i-ug"r, de ylso policroma de una divinidad para mí desónocida. Dentro habría una decena de personas' sentadas en junto bancos junto a las paredes' mujeanimadaa la entrada, hablabanDos res, de pie mente. Los escasos viajeros que habían bajado del autobús se hallaban desperdigados sobre eI banco circular del centro, en torno a un pilar en el que aparecían pegados papelitos de distintos colores y un cartel amarillento que podía ser un horario o un anuncio gubernativo- En el banco del fondo estaba sentado un chiquillo de unos diez años, con pantalones cortos y sandalias. Llevaba a un mono que no se despegaba de sus hombros, con la cabeza oculta pelo y las manecitas enlazadas en torno al entre cuelloiude su amo, en una actitud de afecto y de temor. Además del farol de petróleo en la puerta, había dos velas sobre una caja de embalaje: la luz era muy tenue y los rincones del barracón quedaban a oscuras. Permanecí unos instantes mirando a aquella gente que no parecía en absoluto reparar en mÍ' Me pareció extraño aquel niño solo en un lugar como aquél con su mono, aunque en la India no es raro encontrar niños solos con animales, e inmediatamente pensé en un niño por el que sentía afecto v en su manera de abrazar un muñeco antes de
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Quizá fuese esa asociación de ideas que áormirse. me atrajo hacia é1, y me senté a su lado' El melomiró con dos ojos bellísimos y me sonrió, y también yo
le sonreí; y sólo entonces me di cuenta con un escalofrío de que aquel ser minúsculo que llevaba sobre sus hombros no era un mono sino una criatura humana. Era un monstruo. Una atrocidad de la naturaleza, o una terrible enfermedad, habian encogido su cuerpo distorsionando fórmas y dimensiones. Sus miembros estaban retorcidos y altera_ dos, sin más queahora orden ni grotesco. los dedistinguía un atroz Tampoco cara, que la medida entre el cabello de su portador, había escapado a la devastación de la deformidad. La epidermis áspera y unas arrugas profundas como heridas le daban aquel aspecto simiesco que, sumado a sus facciones, había provocado mi equívoco. Lo único humano, en aquel rostro, seguían siendo los ojos: dos ojos diminutos, agudos, inteligentes, que se remo_ vían inquietos de lado a lado como si estuvieran espiritados por la amenaza de un gran peligro, por el miedo. me saludó con cordialidad, también El dichiquillo yo le las buenas noches y no fui capaz de levantarme y alejarme de allí. "¿Adónde vas?,, le pregunté. ..Vamos a Mudabirir, dijo él sonriendo, .,al templo de Chandranathu. Hablaba un discreto inglés, sin balbuceos. . Luego hizo un ademán volviendo ligeramente atrásin-v dibujó una expresión de disculpa. uElhacia no sabe la cabeza glés, no ha podido ir a la escuela.,, 67
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..Claror, dije Yo, ulo comPrendou' El chiquillo hizo una caricia a las manos que estrechaban su pecho. oEs mi hermanon' dijo con aire afectuoso, ' Luego volvió a asu' mir una expresión de orgullo y añadió: nPero conoce las Escrituras, se las sabe de memoria' es muy inteligenteu. YJ intenté adoptar una actitud despreocupada' como si estuviese algo distraído y sumido en mis propios pensamientoi diti*ttlando así mi falta de uulo, pu.u mirar a la persona de quien hablaba' n¿Qué vais a hacer en Mudabiri?"' pregunté' ,.Son las fiestas', dijo é1, ollegan jainis de toda Kerala, hay muchos peregrinos en estos díasu' .,¿También vosotros sois peregrinos?n .Ñor, dijo é1, (nosotros recorremos Ios templos' mi hermano es arhant"' *Discúlpameo, dije, '
me transmitió el chiquillo. El monstruo hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, esperando. uClaro que puede, si es necesarior. alargó su manita retorcida y apoyó su -El adivino índice contra mi frente. permaneció así durante unos instantes, escrutándome con intensiáad. Luego retiró la mano y musitó unas palabras al oído de su hermano. Siguió breve y vivaz discusión. adivino hablaba conuna El vehemencia, parecía contraria_ do e irritado. Cuando finalmente la discusión terminó, el chiquillo se dirigió a mí con aire compungido. <¿Entonces?r', pregunté, ..¿puedo saberlo?n. <, dijo é1, odice mi hermano que no es posible, tú eres otro>>. "¿Ah, sí?o, dije yo, o¿quién soy?o. El chiquillo se dirigió nuevamente a su hermano y éste le respondió brevemente. <. maya?r, o¿Y la quéapariencia quiere decir del mundoo, respondió el chi"Es quillo, . Luego pareció querer asegurarse con el hermano y me confirmó con convicción: ul-o que cuenta es el atma>. "¿Y qué es el atma?r, Al chiquillo le hizo sonreír mi ignoran cia. oThe soltlr>, dijo, oel alma individualn. Entró una mujer y fue a sentarse en el banco de enfrente. Llevaba un cesto con un niño dormi-
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es un profeta jainoo, explicóperegrinos' el chiquicon paciencia' llo ,rArhant "l ee el karma de los
ganamos mucho dinero". uEntonces es adivino'" oSío, dijo el chiquillo con candor' 've el pasado ideas y el futurá". L,t"gó hizo una asociación decuál es profesional y me preguntó: "¿Quieres saber tu karma? Cuesta sólo cinco rupiasn' uDe acuerdsn, dije yo, (pregúntaselo a tu her' mano>. El chiquillo habló suavemente a su hermano Y
con sus
éste resPondió con susurros, mirándome ojitosleinquietos. mi hermano si puede tocarte la frenteo,
"Dice
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do. Yo la miré y ella me hizo un rápido las manos juntas delante de la cari, engesto señalcon de respeto.
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' dijo algo a su i,l cttiqultlo volvió a sonreír y le sus ojitos aguhermano. El monstruo me miró con dos' ooh noo' ;;t t con los dedos hizo la señal de explicó el chiquillo, "también está el atma' está con es una cosa pero que el-karma me gustaría saber dón' soy otro,distinta"' oSi resulta de está mi atma, dónde se encuentra ahorao' al hermano' lo El chiquillo tradujo mi deseo cuchicheos' "Es que dio lugar a otra larga serie de siense no luego' refirió me áuy difícil-decirlo', "él
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te capaz>.
..Pregúntale si diez rupias le ayudarían"' dije yo' sus El cñiquillo se Io dijo y el monstruo clavópalaojitos en mi rostro. Luego pronunció algunas no bras dirigidas a mí, muy rápidamente-' "Dice que utú es una ciestión de rupiaso, tradujo el chiquillo' ,ro no puede deiirte dónde estás'' Me dedicó una"ttat, hermosa sonrisa y prosiguió: "Pero si quieres darnos diez rupias las aceptaremos igualmente>' .,Puedes contar con ellaso, dije yo, , dónde uAdivinar está "¿no dije' mi has dicho que es un adivino?"' el chiquillo transmitió mi solicitud y el herma70
no le respondió con brevedad. .,Dice que lo puede intentar>, tradujo,
hizo un manos como imaginaria. con las para recoger Musitó unas palabras. un aguacuenco nDice
que estás en una barcau, me susurró a su vez el chi_ quillo. El monstruo hizo un gesto extendiendo las palmas de las manos hacia delante y se quedó quieto. (¿En una barca?n, dije yo. "pregúntal" áórrd", aprisa, ¿qué barca es?". El chiquillo apoyó la oreja sobre la boca susurrante del hermano. .,Ve muchas luces. No ve nada más, es inútil insistir>. El adivino había vuelto a asumir su posición ini_
cial, con el rostro oculto entre el cabello del her_ Saqué mano. diez rupias y se las di. Me adentré en la noche y encendí un cigarrillo. Me detuve a mirar el cielo y el ribete oscuro de la vegetación al borde de la carretera. El autobús de ptudabiri ya no debía estar Iejos.
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El guardián era un viejecito de rostro apergaminado y cordial, con una aureola de cabellos blancos deslumbrantes sobre su tez cetrina. Hablaba un portugués perfecto y cuando le comuniqué mi nombre me dedicó una amplia sonrisa balanceando la cabeza, como si estuviese muy contento de verme. Me explicó que el padre prior estaba oficiando la función vespertina y que me rogaba que le esperase en la biblioteca. Me entregó una nota en la que leí: Goa. Theotónio "Bienvenido Me reuniréestá conausted en Ia biblioteca a lasa183A. su disposición para cuanto necesite. Padre Pimentel". Theotónio me precedió por las escaleras sin dejar de hablar.. Era charlatán y desenvuelto, había vivido mucho tiempo en Portugal, en Vila do Conde, dijo, donde tenía familia, le gustaba la repostería portuguesa, especialmente el páo de Ió. La escalera era de madera oscura y desembocaba en una gran galería escasamente iluminada, con una mesa alargada y un mapamundi. En las paredes había cuadros con figuras de tamaño natural, hombres barbudos y graves ensombrecidos por el tiempo. Theotónio me dejó en la puerta de la biblioteca y 75
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volvió a bajar apresuradamente como si estuviera muy atareado. La sala era espaciosa y lresca' con un penetrante olor a cerrado. Las estanterías tenian Lolduras barrocas e incrustaciones de marfil' pero en mal estaclo, según me pareció' Había dos largas
experimenta cuando una mirada se posa en nosotros. Levanté la vista y escruté el ambienie. En una butaca entre las dos ventanas, en el otro extremo de la sala, el bulto oscuro que cuando habia entrado me había parecido un desordenado montón de ropa sobre el respaldo de la silla, se dio lentamente la vuelta como si esperase el momento de ser contemplado, y me anciano, de cara miró fijamente. un hombre alargada y enjuta,Era y llevaba Ia cabeza cubierta por un sombrero cuya forma no conseguí distinguir.' uBienvenido a Goar, murmuró. oHa cometido usted una imprudencia viniendo de Madrás, el camino está lleno de bandidos,. Tenía una voz muy ronca, casi un borboteo. Le miré con estupor. Me pareció singular que utilizase la palabra "bandidoso, y todavía más singular que supiese de dónde venía.
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mesas centrales con patas salomónicas y algunas me,itu, buiu, junto a lis paredes, con bancos de iglesia
un.vistazo a Ia pri-
Echévi algunos libros de viejos silloncitos derecha, y*"tu dede la paja' estantería siglo xvrr de la fatrística y algunas crónicas del bompañía de Jesús, cogí dos libros al azar y me senté en la butaca cerca de la puerta; sobre la mesa
de al lado había un libro abierto pero no lo miré' estuve hojeando uno de los libros que había cogido' por Relagao do novo caminho que f ez por Terra e la -Mor, Manoel Padre rindo da India para Portugal, o Godinho da Companhia de lesu' El colofón decía: Em Lisboa, na Oflicina de Henrique Valente de Olit)eira, Impressor del Rey N'S', Anno lóó5' Manoel Godinho tenía una visión pragmática de la vida' de lo qt" ,ro contrastaba en absoluto con su profesión guardian de la fe católica en aquel enclave de la Iontrarreforma asediado por el panteón hinduísta' Su narración era exacta y pormenorizada' sin ceremonias ni retórica. No era amigo de metáforas ni áe símiles, aquel cura; tenía un ojo estratégico'-di' vidía la tierra en zonas favorables y desfavorables' al occidente cristiano como el centro del y "ot."Uiu Había llegado al final del largo preámbulo Lundo. dedicado al Rey, cuando, sin poder decir por qué' de no estar solo' Tal vez oí un leve tuve la sensación o una respiración; o bien, con mayor procrujido babilidad, percibí simplemente la sensación que se 76
miedo, no sería un buen soláado, tal vez acabase
sucumbiendo a la cobardían. Me miró con indulgen_ cia. No sé por qué sentí un gran azoramiento q.r" me dejó sin habla. ¿pero cOmó ha podido enterarse de mi viaje?, pensé, ¿quién le habría avisado? , dijo el viejo como si adivinase mis pensamientos.,.Tengo -,rtho, informadoreso. Pronunció la frase en tono casi amenazador, lo que me causó una curiosa impresión. Hablábamos en portugués, recuerdo, y sus palabras surgían frías mediase como si entre ellashablaba una remota distancia. y apagadas, y su voz ¿por qué de aquella forma?, pensé, ¿quién podría serz La alarsada es_
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tancia se hallaba en penumbra y él estaba en el extremo opuesto, Iejos de mí; una mesa sustraía parcialmente su cuerpo a mi mirada' Todo ello' unido a la sorpresa, me había impedido observar su aspecto. Páro ahora me fijé en que Llevaba un somcaía t.".o triangular de fieltro, la barba larga y gris galocon corpiño por un sobre su p-echo cubierto nes plateados. Sobre los hombros llevaba un abrigo ,r"gá, amplio, a Ia antigua, con las mangas abullonada!. Ciertamente debió leer eI desconcierto en mi rostro, apartó la silla y se plantó en medio de la habitación con una agilidad que no habría sospechado. Llevaba botas altas de mosquetero hasta medio muslo y una espada en el costado' Hizo un gesto teatral algo ridículo, trazando una amplia circunferenci. co., la mano derecha que luego se llevó al corazón, y exclamó con voz estentórea: "¡Soy Alfonso de Alburquerque, virrey de las Indias!"' comprendí que estaba loco' Lo Sólo entonces y a la vez pensé curiosamente que él era comprendí de Alburquerque, y nada de todo Aifonso i¡""to ", ello me sorprendió: me provocó sólo una indiferencia cansada, como si todo fuese necesario e ineluctable. El viejo me escrutaba con expresión recelosa' suspicaz, los ojitos brillantes- Era alto, majestuoso' soberbio. Comprendí que esperaba que hablase; y hablé. Pero las palabras me salieron solas, ajenas al control de mi voluntad. ..Se parece usted a Iván el Terribler, dije,
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su PaPel". terpretaba El p"r-unáció en silencio
.uyo á"
poniendo. sol que sehaestaba venido a hacer aquí?o, gritó de pronto. "¿Qué quiere de nosotros?, "¿Qué ..Nadan, dije yo, ono quiero nada. He venido vestigar en el archivo, es mi profesión, esta a inteca es casi desconocida en Occidente. Buscobiblio_ anti_ guas crónicas".
El anciano se echó el voluminoso abrigo
sobre un hombro, como hacen los actores en el teatro cuan_ do_se disponen a retarse a duelo..¡Eso es mentira!>, chilló con vehemencia. o¡Usted ha'rr"nido por otras razones! >.
Su violencia no me asustaba, no temía que fue_ ra a agredirme: y sin embargo me sentí extrañamen_ te subyugado, como si hubiese descubierto en mí
que yo creía mantener ltl ."-rlpuojos Bajélos por Ia
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celosamente oculta. vergüenza y vi que el libro abier_ to sobre la mesa era de san Agustírr. I-"i estas pala_ bras:. Quomodo praesciantu, i"r"ro. ¿Era sólo una coincidencia o alguien quería que yo üy"r" aquellas palabras? ¿y quién, si no aquet Me había di"ie;oi cho que tenía sus informadorer, éral habian sido sus palabras, y esto me pareció lúgubre y sin remisión. venidobuscandoo. a buscar a Xavierrr, cánfesé,
y se llevó la mano al
El me miró con aire triunfante. Ahora había
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nía en su rostro, y tal vez desprecio. "¿Y quién es Xavier?u. Aquella pregunta me pareció una traición' porque sentí que infringía un acuerdo tácito, que él "sabía" quién era Xavier y que no habría debido preguntármelo. Y yo no iba a querer decírselo, esto también lo presentía. uXavier es mi hermanoo, mentí.y me señaló con el EI se echó a reír furiosamente índice. ..Xavier no existeo, dijo, "es sólo un fantasmau. Hizo un gesto abarcando toda la habitación'
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aquÍ todo el tiempo que quiera, i.rpo.rgo que esra noche se quedará a dormir, he hechó qu" lá prepa_
ren una habitación>. Theotónio entró con la Uanae¡a que me pareció el póo de ló. del té y ula sabetorta cuánto le agradezco su hospitalidad> "No dije. <.
Pimentel. de unos años,lademano y cincuenta Era un hombre Me tendió franca. y expresión to robusto yo me levanté confuso. aspec-
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IX Por esos azares que tiene la vida, uno puede encontrarse durmiendo en el hotel Zuarl Lo cual, en el momento mismo, podrá parecer una experiencia no demasiado afortunada; pero en el recuerdo, como siempre en los recuerdos, depurada de las sensaciones físicas inmediatas, de los olores, del color, de la contemplación de aquel bichito bajo el lavabo, la circunstancia asume una vaguedad que mejora su imagen. La realidad pasada es siempre menos mala de lo que fue efectivamente: la memoria es una formidable falsaria. Se producen contaminaciones, incluso sin querer. Hoteles así habitan ya nuestro universo imaginario: los hemos encontrado en los libros de Conrad o de Maugham, en alguna película americana extraída de las novelas de Kipling o de Bromfield: nos parecen casi familiares. Al hotel Zu.ari llegué por la noche bastante tarde, y fue una opción obligada, como a menudo sucede en la India. Vasco de Gama es una pequeña ciudad Goa, excepcionalmente sombría, de deambulan pobre del gente por las calles,fea, vacas que con Estado vestida a la occidental, herencia de la estancia por82
tuguesa, y por tanto con la atmósfera de una miseria sin misterios. Abundan los mendigos, pero aquí no hay templos ni recintos sagrados, y estos mendigos no imploran en nombre de Vishnú ni imparten bendiciones o fórmulas religiosas: se les ve taciturnos y atónitos, como muertos. En el vestíbulo del hotel Zuari hay un gran mosse parapeta semicircular que está tras por teléfono. cepcionista trador el que hablando un resiempre Te registra hablando por teléfono, te da la llave hablando por teléfono; y al amanecer, cuando la primera claridad te anuncia que puedes finalmente renunciar a la hospitalidad de tu habitación, le encontrarás hablando por teléfono con una voz monótona, grave, indescifrable. ¿Con quién habla el recepcionista del hotel Zuari? Hay también un amplio dining room, en el primer piso del hotel Zuari, corroborando el letrero de la entrada: pero aquella noche estaba a oscuras y pequeño patio sin mesas, en el patio, un y yo cené y flores con buganvillas de una gran fragancia y mesitas bajas con banquitos de madera y una luz muy tenue. Comí unos langostinos del tamaño de Iangostas y dulce de mango, bebí té y una especie de vino que sabía a cinamomo; todo por un importe equivalente a tres mil liras, lo que me reanimó. En torno al patio se levantaba la veranda a la que daban las habitaciones, entre las piedras del patio corría un conejo blanco. Había una familia indígena cenando en una mesa del fondo. Junto a mi mesa había una señora rubia de edad indefinible, de marhachita belleza. Comía con tres dedos, a la india, ciendo unas bolitas perfectas con el arroz y empa83
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pándolas en la salsa. Me pareció inglesa, y en efecto lo era. TenÍa una mirada enajenada, aunque sólo de vez en cuando. Luego me contó una historia que no me parece oportuno relatar. También pudo haber sido un sueño inquieto. Por lo demás el hotel Zuari no propicia sueños color de rosa.
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uTrabajaba como cartero en Filadelfia, a los die. ciocho años ya iba yo por las calles con el saco al hombro, siempre, todas las mañanas, en verano cuando el asfalto parece maleza, y en invierno cuando se resbala sobre la nieve helada. Así durante diez años, llevando cartas. No sabes las cartas que he llegado a llevar, miles y miles. Eran todos señores, en los sobres. Cartas de todas partes del mundo: MiaCaracas. Londres,Soy Buenos días señor. Buemi, nos París, días señora. el cartero>. Levantó el brazo y señaló al grupo de chiquillos en la playa. El sol estaba bajo y el agua centelleaba. Unos pescadores, a nuestro lado, preparaban una barca. Eran hombres semidesnudos con un trapo so. bre las caderas. "Aquí somos todos iguales", dijo, ono hay señores>. Me miró y esbozó una expresión maliciosa. "¿Tú eres un señor?>. <¿A ti qué te parece?o. Me miró dubitativo. "Después te contestaré>. Luego señaló las cabañas de hojas de palmera que levantaban a nuestra izquierda, adosadas a Ias se dunas.
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llama Sun',. Sacó una cajita de madera con papel de fumar y mezcla y se lió un cigarrillo. u¿Tú fumas?o' nNormalmente no), dije, npero ahora sí, si me das unoo. Preparó otro cigarrillo para mí y dijo:
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..A adivinas". si lo es demasiado difícil". oMever rindo, ..El mar,,, dijo é1. "Vi el mar. Al fondo del callejón había un hermosísimo mar azul con olas encrespadas de espuma y una playa de arena con palmeras. ¿Qué te Parece, eh?u. uCuriosoo, respondí. oYo el mar sólo lo había visto en el cine o en las postales que venían de Miami o de La Habana' Y aquél era un mar idéntico, un océano, pero sin gente, con la playa desierta. Pensé: han traído el mar a Filadelfia. Y luego pensé: es un espejismo, como en los libros. ¿Tú qué habrías pensado?". nl-o mismo que tú>, dije Yo. 86
sucia. Así que me fui acercando despacito, atraído
por aquel mar, con ganas de zambullirme en é1, a pesar del frío, porque aquel azuL era una invitación y las olas resplandecían, el sol las iluminaba". Hizo
breve pausa y exhaló una bocanada de humo. una Sonreía con aire ausente y lejano, reviviendo aquel día. "Era una pintura. Habían pintado el mar, aquellos hijos de perra. En Filadelfia a veces lo hacen, es una idea de los arquitectos, sobre el cemento pintan paisajes, bosques y cosas por el estilo, así tienes menos la impresión de vivir en una ciudad de mierda. Estaba a dos palmos de aquel mar sobre la pared, con mi saco al hombro, al final del callejón el viento hacía un remolino y bajo la arena dorada revoloteaban papeles, hojas secas, una bolsa de plástico. Playa sucia, en Filadelfia. Lo miréTommy un momento y pensé: si el mar no va a Tommy, irá al mar. ¿Qué te parece?" uSabía otra versiónu, dije yo, (pero la idea es la mismau.
El se rió. uTal como te lo cuento", dijo.
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anticipado, dije, mi padre tiene una enfermedad muy grave, está en el hospital, mire estos certificados médicos. El dijo: primero firma esta declaración. Yo la firmé y cogí el dinero". .,¿Pero tu padre estaba enfermo de verdad?". uYa lo creo, tenía un cáncer. Pero no porque yo siguiese llevando la correspondencia a los señores de
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apartaron del grupo y se acercaron, llevaban flores en el pelo y nos sonrieron. Una chica llevaba de la mano a una niña como de unos diez años. of"a fiesta va a empezar), dijo Tommy, (será una gran fiesta, es el equinoccioo. uQué equinoccio ni qué historias,,, di¡g yo, (el equinoccio es el veintitrés de septiembre, estamos en diciembreo. :,.Etr fin, algo parecidon, replicó Tommy. La niña . dio le un beso en Ia frent" y ir"go se alejO con los
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Filadelfia iba a deiar de morirse)). uEs lógico>, dije yo. nSólo me llevé una cosa)), dijo é1, na ver si lo
adivinas".
uEs realmente demasiado diflcil, es inútil, me rindor. "El listín telefónico", dijo él con satisfacción. "¿El listín telefónico?". uEso es, el listín telefónico de Filadelfia. Fue todo mi equipaje, y todo lo que me queda de Américau. (¿Por qué?u, le pregunté. La cosa me estaba interesando.
postales. soy yocon Ahora quien los "Escribo señores de Filadelfia. preciosoa Postales unescribo mar y la playa desierta de Calangute, y detrás escribo: cordiales saludos del cartero Tommy. He llegado a a letra C. Naturalmente me salto los barrios que no me interesan y escribo sin sellos, el franqueo lo paga el destinatario>.
<¿Cuánto hace que estás aquí?u, Ie pregunté. , d¡¡e é1, oes enorme. Pero no tengo prisa, tengo toda la vida por delante".
la playa había encendido un gran fuegrupo de go,Elalguien empezó a cantar. Cuatro personas se 88
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demás.
oDesde luego no puede decirse que sean muy jó_ venes>, dije yo, (parecen padres de familian _ oSon los primeros que llegaron,, dijo Tommy, nlos Pilgrims'. Luego me miró y dijo: "¿por qué, iú
cómo eres?o. nComo ellosu, dije yo.
o¿Lo ves?u, dijo é1. Se preparó otro cigarrillo, partió en dos y me dio la mitad. ,,ieué has venidoloa hacer oBuscó preguntó. aquí?', a uno que se llama Xavier, tal vez pudo ,haber . pasado por aquio. _ Tommy meneó la cabeza. <¿pero a él le gusta que Ie busques?o. oNo Io sé".
Procuré darle una detallada descripción de Xavier. uCuando sonríe parece triste>, concluí. Una muchacha se separó del grupo y nos llamó. Tommy la llamó a su vez y vino hu.ü no.otros.
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Caminaba balanceán_
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dose, como indecisa. Tommy le preguntó si conocía a un tipo de tales características, según mi descripción. Ella sonrió incongruentemente sin decir nada. Luego nos alargó las manos con dulzura y musitó:
hubiese accionado un magnetofón, me llegó la voz nasal y flemática del profesor Stini que de-ía: cuan_ do la masa de una estrella agonizante es superior al doble de la masa solar, ya no existe estado áe materta capaz de detener la concentración, y ésta pro_ cede hasta el infinito; dejan de salir radiaciones de la estrella, que se convierte así en un agujero negro.
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, "quiero y echar un sueñecito>. Mientras se alejaban no pude resistirme y le grité que había olvidado decirme si también yo era un señor. Tommy se detuvo, levantó los brazos y dijo: (a ver si lo adivinas". uMe rindo", grité yo, (es demasiado diflcilr. Saqué mi guía y encendí unas cerillas. Lo encontré casi enseguida. Lo presentaba como a popular top range hotel, con restaurante respetable. Localidad Panaji, ex Nova Goa, en el interior. Me eché en el suelo de la barca y me puse a mirar el cielo. La noche era realmente maguífica. Seguí las constelaciones y pensé en los astros y en la época en que los estudiábamos y en las tardes transcurridas en el planetario. De repente las recordé tal como las había aprendido, según la clasificación de la intensidad luminosa: Sirio, Canopo, Centauro, Vega, Capela, Arturo, Orión... Y luego pensé en las estrellas variables y en el libro de una persona amada. Y luego en las estrellas apagadas, cuya luz llega a nosotros todavía, y en las estrellas de neutrones, en la fase final de la evolución, en el exánime en voz que despiden. baja:si ypulsar. por mi Dije como Y como rayo susurro, despertada 90
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época: tal vez por el enorrne vestíbulo más propio de una sala de espera de una estación de tren, o fo. aquel mobiliario impersonal y deprimente, de ofici_ na de correos o de ministerio. Al otro lado del mos_ trador había dos empleados, uno llevaba una casaca a rayas, y el otro una chaqueta negra algo gastada que evidentemente Ie ayudaba a sentirse importante. Me dirigí a este último y le mostré mi pasaporte. oDesearía una habitacióno. EI consultó el libro de registro y asintió. , pregunté mientras rellenaba la ficha de admisión. uNo señor>, respondió, . u¿Sabe a dónde ha ido?n, pregunté mantener también yo un tono de naturalidad. intentando , dije yo,
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XI A veces pasan cosas extrañas. El hotel Mandovi se llama así porque se levanta en la misma orilla del río. El Mandovi es un río ancho, apacible, con un largo estuario festoneado de playas casi marinas. A la izquierda está el puerto de Panaji, un puerto fluvial para barcos ligeros, con gabarras cargadas de mercancías, dos puentes desvencijados y una plataforma oxidada. Y cuando yo llegué, como si desembocara del río, por el mismo borde de la plataforma, estaba asomando la luna. Tenla un halo amarillo y rojiza. Pensé: luna todo dio por ponerme a silbar roja, alrededor, e instintivamente y estabamellena una vieja ,canción. La idea llegó como un cortocircuito. Pensé en un nombre, Roux, y en seguida en aquellas palabras de Xavier: me he convertido en un ave nocturna; y entonces todo me pareció tan evidente y hasta estúpido, y luego pensé: ¿cómo no se me habrá ocurrido antes? Entré en el hotel y eché un vistazo a mi alrededor. El Mandovi es un hotel de finales de los años cincuenta, con aire de ser mucho más viejo. Tal vez fuese construido mientras los portugueses estaban todavía en Goa. muy del perodeme No sé algo biengusto en qué, la fascista pareció que conservaba 92
Europau. pósito de Vi quedeestaba veché. Saqué un billete veinteconfuso dólaresv vmeloaDroi"r93
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licé bajo el pasaporte.
¿sabe?".
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El cogió el billete y me devolvió el pasaporte'
uUltimamente a míster Nightingale no se le ve mu' cho por aquío, dijo. Y luego con aire compungido: osaber, añadió, *el nuestro es un buen hotel, pero no puede competir con los hoteles de lujo". Tal vez estaba en aquel momentoYsetambién sólo de que dio cuenta de cuenta se dio demasiado. hablando una mirala Fue de lengua. que yo apreciaba su irse da, un instante. uDebo concretar un negocio urgente con míster Nightingale", dije con la nítida sensación de que aquel grifo ya se había cerrado. En efecto era así. uNo me ocupo de los asuntos de míster Nightingale", dijo amablemente pero con firmeza. Luego prosiguió en tono profesional; "¿Cuántos días va a quedarse, señor?". esta noche", dije yo. Mientras "Sólo buscaba la llave le pregunté a qué hora abría el restaurante. Me respondió solícito que abría a las ocho y medida, y que podía cenar a la carta o en el buffet, que se instalaba en el centro de la sala. nEl buffet es sólo comida indiao, especificó. Le di las gracias y cogí la llave. Cuando estaba en el ascensor volví sobre mis pasos y le hice una pregunta inocua. "Supongo que míster Nightingale cenaba en el hotel, cuando venía aquír. El me miró sin comprender muy bien. uDesde luegor, respondió con orgullo, (nuestro restaurante es uno de los mejores
de la ciudad".
Los vinos en la India son muy caros, casi todos importados de Europa. Beber vino, incluso en un buen restaurante, es señal de un cierto prestigio. Lo decía también mi guía: pedir vino implica la intervención del maitre. Opté por el vino. El maitre era un hombre grueso con ojeras y ca_ bellos untados de brillantina. Su pronunciación de Ios vinos desastrosa, pero pudo parafranceses eracaracterísticas hizo *ur.u. ilustrar las lo que de cada Tuve la impresión de que improvisaba un poco, pero lo pasé por alto. Le hice esperar un rato, estudiando la lista. Sabía que significaba mi ruina, pero éste iba a ser el último dinero gastado con este fin: saqué un billete de veinte dólares y lo metí dentro de Ia carta, la cerré y se la tendí. "Es difícil elegiru, dije, ntráigame el vino que eli-giría míster ttigñtin_
galeo.
El no se inmutó. Desapareció dignamente y vol_ vió con una botella de Rosé de provence. La descor_ chó_ con esmero y me sirvió dos dedos para que lo probase. Yo lo probé y no me pronuncié. También él permaneció impasible. Decidí que había llegado el momento de jugar a una carta. Bebí otro sorbo y dije: "Míster Nightingale sólo trata con productos de primera calidad, me han dicho, ¿usted qué opi_ na?r. El miró la botella con ojos inexpresivos. .,No Io sé, señor, depende de los gustos>, respondió con aire desenvüelto. uEl hecho es que también mis gustos son muy exigenÉ$o, dije yo, .sólo compro producto, mera clasen. Hice una pausa para dar mayor énfásis de pri_ a lo que decía, y a la vez para que pareciese más
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confidencial. Me sentía como en una película, y el juego estaba empezando a gustarme. La tristeza vendría después, lo sabía. uQosas muy refinad¿s", dije por último, recalcando la palabra, (y en cantidad sustanciosa, no con cuentagotas). El volvió a mirar mi vaso inexpresivamente e hizo un avance.
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señor>.
Me disgustó que hubiese jugado a subir el envite. su agrado, Mis arcas se estaban quedando vacías, pero ahora merecía la pena llegar hasta el final. Y además estaba seguro de que el padre Pimentel accedería a hacerme un préstamo. Por tanto acepté el envite y dije: "Tráigame otra vez la carta, procuraré esco ger una marca mejoru. El me dejó abierta la carta sobre la mesa y yo introduje otro billete de veinte dólares. Luego indiqué un vino al azar y dije: u¿Cree que éste le gustaúa a míster Nightingale?".
cohol, elegí la comida al azar, picoteando un poco de todas partes. Permanecí de pie junto a la ventana abierta, con el plato en la manci. La luna estaba ya muy alta y se reflejaba en el río. Ahora estaba llegando la melancolía, como había previsto. Constaté que no tenía hambre. Crucé la sala y me dirigí a la puerta. Al salir, el maitre me hizo una ligera reverencia.
algunau, respondió uSin duda él solícito.personal, dije yo, <¿usted qué me aconsejaría?". nEn el caso del señor, buscaría un buen hotel en Ia costa,, dijo é1. uEn la costa hay muchos hoteles, es difícil dar con el adecuadou. "Los mejores son dos", respondió, ues imposible equivocarse, el Fort Aguada Beach y el Oberoi. Ambos poseen una magnífica vista, con una playa maravillosa y palmeras que llegan hasta el mar. Estoy seguro de que ambos merecerán su aprobación". Me levanté y me encaminé al buffet. Había una docena de bandejas sobre los calientaplatos de al96
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XII "Disculpe la banalidad de la frase pero tengo la impresión de que nos conocemos>, dije. Levanté mi vaso y toqué el suyo posado sobre la barra. La joven se rió y contestó: "También yo tengo esa impresión, usted se parece asombrosamente al señor con el que vine esta mañana en taxi desde Panaji". También yo me reí. "Pues bien, es inútil fingir, ese hombre soy yo>. "¿Sabe que hacer el viaje a medias ha sido una idea excelente?>, añadió ella con sentido práctico. "Las guías dicen que en la India los taxis son muy baratos, y en cambio cuestan un ojo de Ia cara". .Luego le recomendaré una guía fiableo, afirmé con autoridad. "Nuestro taxi hizo un trayecto fuera de la ciudad y el precio es el triple. Yo tenia un coche alquilado, pero me vi obligado a dejarlo porque era demasiado caro. En cualquier caso, para mí la mayor ventaja ha sido hacer el viaje en tan agradable compañía,. ,.Alto', dijo ella, (no se aproveche de Ia noche tropical y de este hotel entre palmeras. Soy vulnera98
ble a los cumplidos y me dejaría hacer la corte sin oponer resistencia, no sería leal por su parte). Ahora fue ella la que levantó el vaso para brindar y los dos nos reímos. La magnificencia proclamada pcr el maitre del Mandovi pecaba por defecto. El Oberoi era más mas_ nífico. Era un edificio blanco en forma de medá luna que repetía exactamente sobre la que se levantaba, unaIaensenada curva deprotegiáa la playa por un promontorio al norte y por un banco de esco_ llos al sur. La sala principal era un enorme espacio abierto que se prolongaba en la terraza, d,e la que sólo la separaba la barra del bar, que podía ,", ,riili_ zada por ambos lados. En la terraza había mesas ya preparadas para la cena, adornadas con flores y ve_ las. Un piano, oculto en algún lugar de la penumbra, tocaba en sordina piezas occidentales. pensándolo bien, todo era demasiado de turismo de lujo, pero en aquel momento no me desagradaba. Los piimeros comensales mesas de la terra_ ocupando lasreservase za. Le dije alestaban camarero que nos una mesa un rincón, algo apartada y ligeramente penum_ en :n bra, luego propuse otro aperitivo. "Si no es alcohólico), dijo la joven. y luego aña_ dió en su tono irónico: .Me parece que va usted de_ masiado aprisa, ¿qué le hace suponer que aceptaré su invitación?". "A decir verdad no tenía ninguna intención de in_ vitarla", confesé cándidamente,
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fruta que nos había servido el camarero. nY además no es verdad que no nos conozcamos), continué, 5/11/2018
(nos conocimos esta mañanar. presentadoo, objetó ella. "Ni siquiera nos hemos nEs una laguna que puede subsanarse fácilmente", dije, (yo me llamo Rouxr. .Yo me llamo Christine", dijo ella. Y luego añaes un nombre italiano, verdad?n. dió: "¿No más da?". uiQué "Nada, efectivamente", admitió ella. Y luego suspiró: oSu forma de hacer la corte es realmente irresistibleo. Admití que no tenía ninguna intención de hacerle la corte, que había partido de la idea de una cena de camaradería, con una conversación amigable y de igual a igual. En fin, algo así. Ella me miró con aire fingidamente suplicante, sin abandonar aquel tono un poco irónico, y protestó: nOh, no, la corte, por favor, dígame cosas amabilísimas, hábleme de cosas
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necesidad bonitas, tengo todoy esoo' terrible dijo: venía. Ella miró de al mar de una dónde Le pregunté nDe Calcuta. Hice una pequeña escala en Pondicherry a causa de un estúpido servicio sobre mis compatriotas que viven todavía allí, pero he trabajado un mes en Calcutar. niQué es lo que hacía en Calcuta?r. "Fotografiaba la abyección,, respondió Christine. o¿Qué quiere decir?". ol-a miseria", diio ella, ola degradación, el horror, llámelo como quiera,. qué lo hizo?". "¿Pormi oficior, dijo ella, (me pagan por eso). "Es Hizo un gesto que podía significar resignación a la 100
profesión de su vida, y luego me preguntó: (¿Ha estado alguna vez en Calcuta?u. Sacudí la cabeza. , dijo Christine, ..¡s cometa ese error). "Creía que una persona como usted pensaria que en la vida hay que ver lo máximo posible". ,,No,r, dijo convencida, uhay que ver lo menos posible". El camarero nos hizo señas de que nuestra mesa estaba dispuesta y nos precedió hasta la terraza. Era una buena mesa en un rincón como había pedido, cerca de una pared de setos, algo apartada. Le pregunté a Christine si podía ponerme a su izquierda, de forma que pudiera ver las demás mesas. El camarero era muy solícito y discreto, como suelen ser los camareros de los hoteles como el Oberoi. ¿preferíamos cocina india o barbacoa? No quería insistir, naturalmente, pero los pescadores de Calangute hoy habían traído varias cestas de langostas, estaban de todas en lasobre de la terraza, punta a laalespera otra el ser asadas carbón, donde se veía cocinero con el gorro blanco y el resplandor de las brasas al aire libre. Aprovechando su sugerencia paseé la mirada por la terraza, las mesitas, los comensales. La luz era más bien difusa, en cada mesa había dos velas, pero las personas podían distinguirse, con un pequeño esfuerzo de concentración. "Yo ya le he dicho a qué me dedico,, dijo Christine, <¿y usted qué hace?", si es que quiere respon-
dermerr.
supongamos que esté escribiendo un libro, por ejemplou. "¿Qué clase de libro?u. <
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iibror. "Un (¿Una novela?r, preguntó Christine con mirada 5/11/2018
sagaz,
más no lo estoy escribiendo, he dicho supongamos que lo estuviera escribiendon. Evidentemente ambos teníamos un hambre terrible. El caparazón de la langosta ya estaba vacío y el camarero acudió solícito. Pedimos algo. más, a su discreción. Cosas ligeras, especificamos, y él asintió con aire competente. uHace algunos años publiqué un libro de fotografíasr, dijo Christine. .Era la secuencia de una película, lo editaron muy bien, como a mí me gustaba, reproducía incluso los dientes de la película, no tenía leyendas, sólo fotos. Empezaba con una fotografía que considero la más lograda de mi carrera, si me deja la dirección se la mandaré, era una ampliación, la foto reproducia a un joven negro, únicamente el busto; una camiseta con un letrero publicitario, un cuerpo atlético, en el rostro la expresión de un gran esfuerzo, las manos levantadas como en señal de victoria: está evidentemente llegando a la meta,
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"Algo parecidor.
ta lógica. .Oh noo, dije yo, (sería sólo una experiencia, mi oficio es otro, voy en busca de ratones muertos>' u¡¿Cómo ha dicho?!n. "Estaba bromeandor, dije yo. nHurgo en viejos archivos, busco crónicas antiguas, cosas devoradas por el tiempo, yo lo llamo ratones muertos>. Christine me miró con indulgencia, y tal vez con una brizna de desilusión. El camarero acudió solícito y nos trajo unos pequeños cuencos llenos de sal' sas. Nos preguntó si queríamos vino y accedimos. La langosta llegó humeante, chamuscada únicamente en el caparazón, con la pulpa aderezada con mantequilla fundida. Las salsas eran picantísimas, bastaba
una Peroseluego para que la boca yardiese. el fue' de llenaba go segota el paladar en seguida apagaba jengiel insólitos: reconocible exquisitos e aromas bre, además de otras especias desconocidas. Aderezamos cuidadosamente nuestra langosta y levantamos los vasos. Christine confesó sentirse ya ligeramente borracha, y quizás yo también lo estuviera, pero no me daba cuenta.
metroso. un de los cien Me miró conque por ejemplo aire algo misterioso, esperando probablemente
interviniese. "¿Y bien?o, pregunté yo impaciente, ..¿cuál es el misterio?n. ul-a segunda fotografía", dijo ella. "Era la fotografía de cuerpo entero. A la izquierda se ve a un policía vestido de marciano, lleva un casco de plexi glás sobre la cara, botas altas, empuña un fusil y muestra una mirada feroz bajo su visera feroz. Está disparando al negro. Y el negro está huyendo con los brazos en alto, pero está ya muerto: un segundo después de que yo hiciese clic ya estaba muerto>. No dijo nada más y continuó comiendo.
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quiere que
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"Cuéntame el restoo, dije yo, uahora tiene que terminar el relatou. "Mi libro se llamaba Sudálrica y tenía una única leyenda bajo la primera fotografía que le he descrito, la ampliación. La leyenda decía: Méfiez-vous des morceaux choisisrr. Hizo una pequeña mueca y prosiguió: "Nada de fragmentos escogidos, por favor,
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cuénteme la esencia de su libro, quiero saber la idear. Intenté reflexionar. ¿Cómo podría ser mi libro? Es difícil dar la idea de un libro. Christine me miraba implacable, era una joven testaruda. "Por ejemplo en el libro yo sería uno que se pierde en la India", dije rápidamente, (ésa es la idean. nAh nou, dijo Christine, .,¡e es suficiente, no puede salir del paso así, la esencia no puede ser simplemente ésa>. "La esencia es que en este libro yo soy alguien que se pierde en la India), repetí, así. tengo está buscando, que Hay otro me pero "digámoslo yo no ninguna intención de dejar que me encuentre. Le he visto llegar, le he seguido día tras día, podría decir. Conozco sus preferencias y sus intolerancias, sus arrebatos y sus resquemores, sus generosidades y sus miedos. Le tengo prácticamente bajo control. El, en cambio, de mí apenas sabe nada. Tiene alguna pista vaga: una carta, testimonios confusos o reticentes, una nota muy genérica: señales, fragmentos que intenta laboriosamente hacer encajarr. <¿Pero usted quién es?", preguntó Christine, , respondí, usoy alguien que no
encuentren, por tanto no forma parte del juego decir quién esu. .
. Hice una pausa como si fuese un momento crucial y dije confidencialmente: "¿Sabe?, en realidad hay también dos mujeres,. nAh, porinteresante!> fin", exclamó Christine, (iahora el asunpone to se , continué, .porque también ellas quedan fuera del marco, no pertenecen a
la historiao. oBuf", dijo Christine, nen este libro todo queda fuera. ¿Me puede decir qué hay dentro del marco?,,. uHay una persona que busca a otra, ya se lo he dicho, hay alguien que me busca, y el libro es su búsqueda". <¡Pues a ver si me lo cuenta un poco mejor! >
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una chica a la que yo había conocido antes y ésta le
nNightingale,, dije yo.
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hace saber que yo me he puesto enfermo, que he ido al hospital, y también que tenía contactos con gente del sur de la India. Así que él va a buscarme al hospital, que se revela una falsa pista, y luego abandona Bombay y comienza un viaje, siempre con la excusa de buscarme, pero en realidad viaja por asuntos suyos, el libro es principalmente esto: su viaje. Lleva a cabo una serie de encuentros, naturalmente, porque en los viajes siempre se tropieza uno con gente. Llega a Madrás, deambula por la ciudad, por los templos de los alrededores, en una sociedad de estudiosos encuentra algunas lábiles trazas mías. Y finalmente llega a Goa, donde debía ir a pesar de todo, por otras razones)). Christine ahora me seguía con concentración, chupaba una ramita de menta y me miraba. ..A Goa,', dijo, "precisamente a Goa, interesante. ¿Y aquí qué
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pasa?r.
encuentros>, se producen "Aquí nél otros diversos proseguí, sin muchos rumbo por vagabundea lugares, y luego una noche llega a una pequeña ciudad y allí lo entiende todon. "¿Qué es todo?u. "Oh, buerrcn, dije yo, nél no me encontraba entre otras cosas por un hecho muy simple, porque yo había adoptado otro nombre. Y él consigue descubrirlo. Después de todo no era tan imposible descubrirlo, porque era un nombre que tenía que ver con é1, hace tiempo. Sólo que yo lo habia distorsionado, camuflado. No sé cómo llegó a adivinarlo, pero es que lo adivinó, tal vez fuese por azar>. el hechocuál es ese nombre?". "¿Y
uBonito nombreu, dijo Christine, "continué>. Bien, allí evidentemente consigue saber dónde me encuentro, haciendo creer que tiene entre manos un negocio importante conmigo; alguien le dice que estoy en un hotel de lujo de la costa,'un lugar más o menos de este estilo". ,.Oh, lá lá', dijo Christine,
melo muy bien, nos hallamos en el escenario apropiador. oSí", dije yo, (exactamente, tomo esto como escenario. Supongamos que sea una noche como ésta, cálida y llena de fragancias, hotel muy elegante, a orillas del mal gran terraza con mesitas y velas, música en sordina, camareros que van de mesa en mesa solícitos y discretos, comida selecta, naturalmente, con cocina internacional. Yo estoy en una mesa con una mujer hermosa, una joven como usted, con aspecto de extranjera, estamos en una mesa en el extremo opuesto de donde nos encontramos ahora. La mujer está de cara al ma4 yo en cambio miro hacia las demás mesas, estamos conversando agradablemente, la mujer se ríe de vez en cuando, se adivina por sus hombros, exactamente igual que usted. En un momento dado...". Me callé y miré la terraza, paseando mi mirada por las personas que cenaban en las demás mesas. Christine había roto la ramita de menta, la tenía en una comisura de la boca como un cigarrillo, con expresión atenta. <¿En un momento dado?u. .En un momento dado le veo. Está en una mesa punta Se halla de de laa terraza. del fondo, cara haciaen otra frente frente. También él mí,la estamos 107
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"ff
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va con una mujer, pero ella me da la espalda y no
mi vez la tacita, (pero no encuentro otra soluciónu.
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puedo saber quién es. Quizá la conozca, o crea conocerla, me recuerda a alguien, mejor dicho a dos personas, 1o mismo podría ser una que otra. pero así, desde lejos, a la luz de las velas es difícil precisarlo, y además la terraza es muy grande, exactamente como ésta. El probablemente le dice a la mujer que no se dé la vuelta, rri'e mira durante largo rato, sin
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sonmoverse, una expresión satisfecha, casi riente. Talmuestra vez también él cree reconocer a la mujer
que está conmigo, le recuerda a alguien, mejor di cho a dos personas, lo mismo podría ser una que otra>. ..O sea que el hombre que le buscaba consigue encontrarleu. "No del todor, dije yo, (no es exactamente así. Me ha buscado tanto, que ahora que me ha encontrado ya no tiene ganas de encontrarme, perdone el trabalenguas pero así es ni más ni menos. y tampoco yo tengo ganas de ser encontrado. Ambos pensamos exactamente lo mismo, nos limitamos a mirarnos>.
"¿Y luego?", dijo Christine, n¿qué más pasa?,.
..Que uno de nosotros dos acaba de tomar su café, dobla la servilleta, se ajusta la corbata, supongamos
uFin de la historia, fin de la cenao, dijo Christine, ulos tiempos coincidenu. Encendimos un cigarrillo y yo hice un gesto al camarero. noiga Christine", dije, "discúlpeme pero he cambiado de opinión, me gustaría invitarla a esta cena, creo que tengo dinero suficienter. "De ninguna manera>, protestó ella, "el acuerdo fue muy explícito, cena de camaradeúa y de igual a igual". ..Por favor>, insistí, (acéptelo como excusa por haberla aburrido más de la cuenta". .,Pero si me he divertido muchísimo), protestó Christine, , dije yo, más yo>. galante que "alguien nNo diga estupideces", dijo Christine. Luego, simulando un aire ofendido: uNo es leal", dijo, ose había puesto de acuerdo con el camarero).
que lleve corbata, llama con un gesto al camarero, paga la cuenta, se levanta, retira educadamente la silla de la señora que le acompaña y que se levanta con é1, y se va. Basta, el libro se acabór. Christine me miró dubitativa.
Los corredores que llevaban a las habitaciones tenían un tejadillo de madera brillante,,como un claustro abierto a la oscuridad de la vegetación que crecía a espaldas del hotel. Debíamos ser de los primeros en retirarnos, los clientes se habian quedado casi
uSí,en tacita también la mesa.a mí me lo parece), dije dejando a
la todos enCaminábamos de al terraza música. las tumbonasuno del escuchando otro, en silenla lado
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cio, al fondo de la galería revoloteó unos instantes
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una gran mariposa nocturna. uHay algo que no acaba de convencenne en su libro", dijo Christine, uno sé exactamente qué es, pero no me convence). "Yo también lo creorr, respondí. ..Oiga', dijo Christine,
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ble".. <¿Cuántos días se queda?", me preguntó. uMe voy mañana>. <¿Tan pronto?". . Intenté imitar aquel gesto de resignación que ella había hecho al hablar de su traa mí me pagan por eso). bajo. e "También sonrió introdujo la llave en la puerta. Ella
Nota
Indice de los lugares de este libro Primera parte Segunda parte Tercera parte
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